BAZON DR ESTE TRATADO O

Eü la idea general de la España Sagrada, o fre c id a en el tomo primero de la obra» prometimos algunas di­ sertaciones en que se ventilasen varios puntos, dignos de particular consideración, con más exámen y exten­ sión qne las regulares materias. Ya quedan publicadas algunas: ahora ocurre la presente, que aunque tratada aJ principio como Apéndice dol tomo que se si^ e , mos­ tró al fin que no le admitía el libro; ni se debe excluir totalmente de la obra, por la conexion precisa con la pro>inc¡a a que corresponde atribuir la región de los cánlabros, y por la variedad, empeño y oposicion con qne anda controvertida ia materia entro escritores mo­ dernos de los más visibles. Vamos á publicar (con la ayuda de Dios) el primer lomo correspondiente á Tarragona, y k toda la provin­ cia de su nombre, examinando la extensión á que llegó en diferentes tiempos, y explicando las muchas regio-

(i) De «la obritA Flwei se bici«rcin Huraote fl »iglo nninriof (loe ediciOíiM, arobes eo M adrid: U prim era cdaoclc» sunT W íi el*®ulor, e n n o « , imprwiude ADlunir» Mario: la »fiunds en 1786, eu la Je l^ponio «te San Sdariui. d« í« presmie edición.} nos que incluia. ílasla ahora no hemos aplicado la C a n - tá b r ia á ninguna de las provincias publicadas en bs veinülres tomos ]»recodentes. Resta dejarla incluida en ia que falta. Pero esto mismo no carece de duda; y de aquí nace el motivo de cscriliir esta disertación sobre el sitio de la antigua : porque sin resolver dónde estuvo y caáles fueron sus límites ó extensión, no es íimie la aplicación á nna ú otra provincia. Aun prescindiendo

DE S8T% DfBBHTACION

S O B R í: l a SmTACIOK T)R I.A ANTIGUA CANTABRIA

s 1 . Tflm t()riom edit*irráji 6 o de los cántabros. . . . 2

2 . Lím ites do la CEintábria pvr el m ar Océano

g u n P t o l o t n c o ...... 6

a . s * Límites de la Oantúbria por la cc^ta sef?un

P U n i o ...... I ñ

S- 4 . Por el geógrafo Pom ponio M e l a ...... ‘¿ 2

s . s . P o r S t r a b o n ...... 2 3

s . í { . Tflrritoriu de la O n tá brta scguu los historia­

d o r e s ...... 3 0 Br 4 , s . Oáiitabpoa confiuaotes con loe vaceos ...... 3 4 s 8 . Conñjiaiií- 2s con loa turmoí^os ...... 3 5 s . 9 . Plaza de arm as de Augusto en la guerra can-

t á b r i c í i ...... 3 9

S- 1 0 . E l couñn de cántabr»>s 7 autrigonos convence

no ser Vizcaya de la Cantabria ...... 4 3

n . s Sitírjfl q u e se r<ífieren e n la gu erra cantábrica. 4 6

. s . 1 2 D e algaaas pcblaciono» qne se nom bran eu loe

t e r r i t o r i o a r e f e r i d o s ...... 4 9

1 3 . S- Apgumentrifl que se alegan por Vizcaya, , . . 7 4 iy. u . Si los sucesos de la guerra cantábrica fueron

e n G u í p ú i C í i a ...... i) 2 1 6 . S* Si los cántabros fueron vencidos ...... l O i

S. . 1 6 Argum entos por medio de la le n g ^ vascon­

g a d a ...... 1 0 9

S. . 1 7 Otro argum ento por medio del idioma vas-

c a e n c f t ...... 1 1 8 h 1 8 . M em orias de los antiguo« cántabros 1 2 7

s . I f t . Del s i^ o inilitaj llam ado Cchta¿ro. y s i l o e

cántabros veneraron la cruz 1 3 6 i 20. De la Cantábnacn segundo y ultimo estado. . 142 S- 21. S i aclual ó a n ^ g m s fueron cántabros...... 1^^ s. 22. Ciudades de los berones. THH um AfeUüxm. . . 158 í; 2n. Otro T riew en los autrigones...... HU s. 24. Trido IHthárko do los várdulos...... 167 S- 25. OUba, OlWa, ó lib ia de losteronee...... 170 s* 26. Varia^ boy Varéa...... - 174 s. 27- Itinerariode Autonino en la tos Caniábria. . 177 s. 28. Cuándo empezé el nombre do Oantábria foera de los antií?uof? limites...... 180 S. 29. Si los riojanos se llamarcm alguna vez n t- cones...... 1®1 s. 30. Extensión del nombre de los y el de loe oántibros on Rioja...... 184 5- Ültim. De la Oantábria histórica 6 cabeza de alianza. 188 DISERTACION

SOBBB LA SITUACION

DE LA CANTABRIA,

m DE OTi&s m \ m coiífiuktbs

f NMftCIO'mS «KTI61AS.

La priocipal controversia acerca de la Caniàbria, es so> bre la situacioD y extensión. En varios tiempos hubo va­ riedades en los limites. Ai^uDOS escritores no disting^nicron tiempos, y eonfondieroD sitios. Para hablar coa distinción, reducimos ahora la investigación á la Cantabria antigua y e^o es, al tiempo de Cristo, en lo inmediato de áotes y despues, en cuyo espacio hubo autores que hablaron de ella, à los cuales se debe estar, y qo á ios posteriores en más de quince siglos, cuyos testimonios do merceea otro crédito que el antiguo documento en que estriben: y así no se debe insistir eu autoridad extrínseca de Nobrija, Zu­ rita, Garibay, Morales, Mariana, Dihenart, Moret, ni cuan­ tos escritores hay en pró y en contra, como co sean de los siglos primeros, porque los demas no paedeo decidir acerca de lo que les precedió en muchos siglos, si no alegan testimonios antiguos, que apoyen sus discursos. 2. Aqui debemos examinar dos puntos: uno, cuál es el territorio propio de Canláhria? otro, si abracó, ó llegó htóta los Pirineos? Ahora sólo tratamos la materia geográ­ ficamente, esto es, en cuanto á hmites de región, sin cui­ dar de más CaQtál>ria que de la geográfica : pues de la que í s e dice histórica hablaremos despucs, como consecuencia precisa déla presenU?: y juntamente por los límites quere- sülteQ en la Cantabria, se conoce la exlensioDíó restric­ ción, si U e^ ó no llegó hasta Vizcaya. Al empezar es la obra nie hallaba en la persuasion más vulgar sobre la di­ latación de los cántabros: pero despucs de revolver ios geóí^rafoseQ sí mismos, es preciso resolver según lo que parece más conforme con ellos: y cualquiera frase que pa­ rezca algo viva contra el sentir más común, se debe redu­ cir al concepto que Imagino seguirse de los geógrafos ó historiadores antiguos, no à espíritu de partido (pues en­ tré preocupado de lo que hoy impugno) y menos ád esa- fecdon, que seria muy necia, por no tener motivo. 3. Digo, pues, que según los geógrafos antiguos, era Cantábria las montañas de Burgos, peñas al M ar,ypmas á Castüla, incluyendo en lo mediterráneo hasta las cordi­ lleras de peñas sobre León, por Aguilar de Cauipúo, y valle de Sedaño hacia Frías, dejando dentro los nacimien­ tos de ios rios , Carrion y Pisuerga: y por la costa, desde cerca de Sao Vicente de la Barquera hasta cerca de Somorfostro. 4. Ebta proposicion (mirada eo lo qne afirma, y no en lo que excluye) merece el nombre de siíjjwmío. mejor que de coDcluMon, por ser lo que debe suponerse al tratar de la exteüMon de Cantabria, esto es, si abracaba ó no á Vizcaya; pues los que pretenden alargarla hasla allí, de­ ben suponer que el territorio propio de la región cantábri­ c a era el referido, disputando después si pasaba adelante.

S. i

TRRHITQRIO HGDITEBRÁNBO DB LOB CÁNTAQBOS.

5. Este supuesto tiene dos partes: uoa de costas^ y o Ira de lícrra adentro. Sobre aquella veremos lu é ^ con* tusl£s á ios í^eógrafos antiguos; la de lierra adeotro cons­ ta cxpres^CDta por Straboo (1), y por Plinio (2): los que expresan que el rio Ebro nace en ¡os cántabro«. P talom eo pone también allí su nacirriieuto*; y nadie debe dudar que nacc al Norí« <3e Aguilar de Campóo y Poniente de Heino^ sa, á disLaiicia de una legua corta, sobre Footibrc, y cerca de seis nnll|t$ del sitio donde estuvo Juliobriga, que lüé me­ dia legua corla al Mediodía de Reínosa: jwr lo que dijo bieu Plinio, que nacía el Ebro en los eántibros, no l^ o s

<5&. ,{S) lib. 3, t. o, (33 Nrti* .1 B ,c)artm e, uám , n . 7. Z urita DO conCMáó el sitio de las Fueates. Harduino nota sobre ellas, que declaró la situación encl lib. 4 ., S « - cion 34. Pero hubiera hecho mejor si omitiese ^sla nota; porque la gcüte Tamárica de que Irata Plinio (y con él Harduino en el lu ^ r donde se remite) do sirve para decla­ rar la situación de las fuentes Tamáricas presentes, como que estas eran de la Caniábria, según Plinio, y nadie 1^ pensado llevar la Cantabria á ia costa occidecM de Gali­ cia, y boca del rio Túmbre, donde recurre Marauino sobre Plinio para la siluaciOD de los Tamáricos. 8. Yo he averiguado la de las fuentes que refiere Pli­ nio en la Caotábria, y es en las montañas de Leoo, á oriente de la ciudad doce leguas, junto al rio Carrion, en el lugar de Velilla de Guardo y cinco leguí^ al norte de Sal- daña, donde hay una ermita c ü d el título de San Juan de Fuentes divinas. Hoy DO existe más que una fuente con arco de piedra de sí Hería, que indica remóla anti^edad, sin conocerse en la unión de las piedras nlügun géoero de cal, arena ú otro cualquiera betún, como sucede en las abri- cas de mayor antigüedad, acueducto de Segovia. torre llamada de Hércules en la Coruña, y otras. La altura del arco es do unos siete pies. El agua nace á borbollones, y es muy cristalina, ni gorda ni delgada; y suele correr por espacio de 170 pasos, hasta metórse en el rio Carrion, que Daee unas cuatro leguas más arriba, y cosa de;siete.le­ guas de /Ícmoífl, en las fuentes que llamaa Carriones. 9. Lo maravilloso de la Tamárica es, que suele manar y secarse seis ó siete veces en una hora, y casi innumera­ bles veces al dia, sucediendo también correr sin cesar quiüce dias ó uD mes, y luégo quedar seca por otro tanto espacio, y aún más, sin dejar (cuando so seca) el menor in­ dicio de agua, como refiere Phnio. Fórmase de ella una la­ guna (eo que me dijo haberse bañado ud anciano que en­ tre otros me informó de la situación, y una vez al aca- s barde beber, vi6 repeQtiúamente quedar la faeute síd m* dício de agua.) Esla laguna correspondo á la expresión de P lin io : h unum coími: y por tanto üos aseguramos que liabla de esta fuente, y q u e el sitio es dentro de la Cantabria, al sudoeste de Reinosa y del naeimiento dcl Ebro. Por esto alargamos la Cantabria desde la costa de Santander al Mediodia, llegando y abracando enesias de Aguilar de Campóo y norte de* SaldaCa, en que cslá la re­ ferida fuente. Y á esto favorece que aí empezar Augusto la ^ e rra contra los cantábros, puso los reales en Stuamon, que está al Mediodía de Amaya, cuatro leguas de Aguilar y^otro tanto en Sasamon; sido muy proporcionado para la expedición, por ser frontera de la Cautábria y de las as • perezas de tierra que empiezan de allí adelante, en las cuales coDfiaban los cánlabros. 10. También apunta Zurita la especie dol rayo que Suetonio, en la Vida de Galba, refiere haber caído en un la­ go deCantábría, donde se hallaron doce segures, indicios de la suprema dignidad: y dice que éste es el lago ¡unto á Medina de Pomar. El P. Henao conviene onlo mismo (I); y según esto parece es el lago más visible que puede re­ conocerse en Cantabria, y osle es muy fuera de las provio- eias de Vizcaya, en las montanas de Burgos, sobre íWíw. 11. Esto es sobre el legítimo sitio de la Cantabria en ío que mira tierra adeotro por bajo de Reinosa, y esto es lo que también resulta de los historiadores (que alegare­ mos despues de recorrer los geógrafos), sabiéndose por Dion Casio, que ios cántabros te oían montes y liaonras confinantes cod ellos: y por Floro, que eran Tccinos dé los vaceos, turmogos y autrigones, cuyas situaciones califican alargarse los cantábros en lo mediterráneo por

(íj Lib. I, c. 19. p, 380. ñ lierra de Aguilar, Amaya y Sedaao hácia la Rioja, donde vivían los bcrones» que tarabieo confiDabaa coa los cautábros c o d ís c o s (esto es, con ios de tierra de Scdaoo y

Frias); pero los berooes d o emü cantábros, como lucf?o verem os.

S. II.

LÍMITES DB (A CANTABRIA POR EL MAR OCÉANO, SBüüN • PTOIOMSO.

12. Ahora se percibirá mejor su situación por lo res* pectivo á las cosías, de que escribieron más los antiguos: y por ellos ae deduce que la verdadera Cantabria empeza­ ba (de Occidente á Oriente) por el confin de , cor* riendo por San Vicente de la Barquera, puertos de San Marlin de la Arena, do Santander y Santofla, hasta eerca del rio que en Ira al mar a] Orlenle de Somorros- íro, Múzquiz y Pobeúa, que hoy son de las Encartacioncs. Desde alh corrieodo al Oriente, empezíJban los auíryone« y carisios con poca costa: luego los várdulos, gente famosa, á quien por lo mismo suele atribuirse la costa, que no era de l^aotábrla; y finalmente, los vasccmes, que son hoy los navarros* (Téügase presente que al Oriente de los cantá- bros estaban los auírigoiw, caristos, várdulos y tasconcs] pues este orden de gentes en la costa convence qud no toda bra de cantábros.) 13. La conclusión referida os literal eo las tablas.y m apa d e P(olomco, cuya vista eonvcnee lo propuesto: pues si la Cantabria llegára hasta los Pirineos, no quedaba cos­ ía para los aulrigones, tónXo#, vdrdu/oi y vaíconeí, que por Ptolomeo y los demás geógrafos anteriores (que iremos refiriendo) sabemos vivian en la costa. Resulta, pues, que la Cantáhria, propiamenlc en cuanto tal región, ocupaba terreno particular, qae, como ¡remos viendo, era desde ñ lie r r a de Aguilar, Amaya y Sedaao hácia la Rioja, donde vivían los bcrones» que tarabieo confiDabaa c o a los c a n tá b ro s c o d í s c o s (esto es, con ios d e t i e r r a d e S cdaoo y Frias); pero los berones no emü cantábros, como Incf^o verem otí.

S. II.

LÍMITES DB (A CANTABRIA POR EL MAR OCÉANO, SBüüN • PTOIOMSO.

12. Ahora se percibirá mejor su siluaclO D por lo res* peclivo á las cosías, de que escribieron más los aotiguos: y por ellos se deduce que la verdadera Cantabria empeza­ ba (de Occidente á Oriente) por el confin de Asturias, cor* rienda por San Vicente 4c la Barquera, puertos de San Martin de la Arena, do Santander y Santofla, hasta cerca del rio que en Ira al mar al Oriente de* Somorros- tro, Múzquiz y Pobeúa, que hoy son de las Encartacioncs. Desde alh corrieodo al Oriente, empezíJban los auíryone« y carisios con poea costa: luego los várdulos, g^enle famosa, á quien por lo mismo suele atribuirse la costa, que no era de (^ntábrla; y finalmente, los vasccmes, que son hoy los navarros* (Téug;ase presente que al Oriente de los cantá- bros estaban los auírigoiw, caristos, várdulos y tasconcs] pues este órdeu de g^tes en la costa convence qud no toda bra de cantábros.) 13. La conclusión referida es literal eo las tablas.y m apa d e P(olomco, cuya vista eonvence lo propuesto: pues si la Cantabria llegára hasta los Pirineo«, no quedaba cos­ ía para los aulrigones, tónXo#, vdrdu/oi y vaíconeí, que por Ptolomeo y los demás geógrafos anteriores (que iremos refiriendo) sabemos vivian en la costa. Resulta, pues, que la Cantabria, propiamenlc en cuanto tal región, ocupaba terreno particular, qae, como iremos viendo, era desde c4*rca d e S an tan d er h a sla c e rc a d e S o m o rro slro : y e i re s­ to de la costa hasta Francia correspondía á otras reg’iones con ei orden y nombres que las dan los autores anti^os, Item: Ptolomeo expresa que los avirigones caían al Oriente de los cántabros, y así no lo eran: pues nadio cao al Olien­ te de sí mismo, SIDO de otro diverso; cuya diversidad ex­ plica el mismo Píolonico, dando á cada uno límites dife­ rentes. 14. Responde el P. Larramendi, en su discufsü sobre la antigua Cantabria (1), que el mismo Ptolwneo nombra después de los yalle^o$ lucenses á Jos cúporos. ciiinos, le- mavos, bedioros y seburros, y coD lodo eso eran de la Ga­ licia Lúceos^, y demas de sus nombres, particuJares tenían el í^eneral de g;alleg^os, Pudo, pues, nombrar despues de los cántabros álns antrigones, earistos y várdulos, sin ex* cluir que tod6s fuesen cántabros por nombre ^n eral: por­ que como Galicia era nombre común, que adnjitía el par« ticularde caporos, ciliuos, etc., así Cantabria comprendía otras pequeñas naciones deautri^ones y earistos, ete., sin excluir que todos fuesen cántabros. 15. Esta es una instancia que parece quita toda la fuerza al argumento alegado: y realmente correspoode á la sutileza con que aquel sábio vizcaíno manejó las armas deJ método escolistico; pero qo alcanzan paia vencer e n el campo historial, porque las sutilezas de la escuela mi- ran á no Iwjar de la cátedra sin habla; las historiales su- dan eü examinar las cosas por el fondo', y anteponer las de mejores fundamentos. Pregúntese al de la instancia, eo qué so funda para decir que eran g;allegos los céporos, ó cáporos y eilinos? En Ptoiomeo no hallará lai expresión de nombrarlos gallegos. Pues si el antiguo no lo expresa,

(O Pá«. ¿en que se funda eljnodenio? Si infiere que eran gallej^os» por ver qae despues de los lueenses nombra á los cáporos, cilinos, etc., QO infiere bien: porque al hablar Ptolomco de las costas, nombra inmediatainonte despues de los lueenses á los péslcos, cántabros, aulrig^ncs, ele., y nadie admite que los aalrigones y cántabros fuesen gallegos. Wo prue­ ba, pues, que los eáporos fuesen gallegos el que Plolomeo los nombre despues de los lueenses. 16; Que los cáporot erñQ gallegos, consta por la situa­ ción, pues caen dentro de sus límites, como convence Invis­ ta del mapa de Ptoloraeo de Galicia pues lo en el tomo XV. Si á este modo pusiese Ptolomco á los earistos y várdulos dentro de los límites de Canlábria, pudiéramos deeir que eran cántabros; pero los eoloca fuera, diciendo que calan a^- Oriente de Caotábria; y por tanto no erau cántabros, ni po­ demos decir que los tuviese por tales Plolomeo. 17. Añade Larramendi, que aunque Ptolomeole fuese contrario, importaba poeo, por no ser regla fija, y haber er­ rado en muchas cosas, y aun en la presente de ios cánta­ bros, donde debe corregiree el texto en que leemos: De ¡oí pésicot, Flavhnavia, y la bcca del rio Neloi de ¡<^ cántabros, ¡a delNegtolomeo y Plinio les dau orden inverso; y Pli­ nio expresa á los pésicos eo Astúrius, y no en la reglón Cantábrica, en qae, contra los antiguos, los pone este mo­ derno. 22. Aüora se verá eunn leve es el fundamento con qTie í.arrameüdi pretendió destruir el órden de Ptclomeo, Taliéndose de su mismo contexto. Despues (dieoO de liaber puesto Ptolomeo en la costa por su órden á los pésieos, cántabros, autrigones, etc., vuelve á hablar de las mis­ mas gentes, nombrando las ciu^todes que tenían en lo medi­ terráneo, y diciendo, estas son de ios autrigones, estas las de los cántabros, etc., an tomar en boca á los pésicos, ni daries una ciudad, y sin doda las referiría en caso de ser los pésices nación diversa de los cántabros. 23. Todo io que sea combinación de escritor moderno, no puede trastornar el órden del antiguo, mientras la ins­ tancia 6 reflexión no convenza; y la expuesta no es de tal naturaleza, sino muy superficial, que al punto se désra- nece, diciendo que Ptolomeo no menciona á los pésicos en lo mediterráneo, porque bajo aquel nombre no tenían ciu­ dades tierra adentro: y así no los debe referir fuera de la costa, en que les pertenecía la ciudad FlaTÍonavia y el rio Nelo. Queda, pues, desarmada la redargución, y d o resul-

(1) Llb. 4, c. If fa<3ue el pcsico facfie cántabro; porque el d o meDeionar- h Ptolomeo al Jiablar del territorio mediterràneo, no fué por tocar á Cantabria, sino por corresponder á la costa de Asturias, cuyas ciudades mediterráneas dejaba ya expre­ sadas: y como los asturianos pésicos no tenían más que la costa, no debe Plolomeo. ni otro geógrafo, tratar de ellos en lo de tierra adentro, lo cual era de Asturias; y por eso Ptolomco al hablar ^ e \ o mediterráneo de los cán* labros, dice, que estos eran orientales á los asturianos, y no debió decir que eran orientales á los pésicos : porque como éstos, bajo el nombre do tales, no lenían más que la costa, no podía lo mediterráoeo de los cantábros ser oriental á los pésicos (por uegticlon del supuesta), pero al tratar de Ja cosía, ya puso á los cáo labros á su Oriente: pasicomm, caniabrorum, ’ autrújonvm, etc. Cesa, pues, la redargución, sin que del slleocio de Plolomeo sobre ios pcsicos en lo mediterráneo resulte que lo hiciese porque eran cántabros, sino porque no teuíau allí nada, y aque­ llo, y ellos mismos, eran astnriatios. 24. Que los pésicos pertenecían á la region de Astú- rias, consta firmemente en las palabras alegadas de Plinio, y en el órdeo c o d que, procediendo de Oriente á Poniente, refiere á los vascones, vártíulos, cántabros, y lu é ^ la re­ gion de los asturianos eoo el lugar Noega, y los pésicos en peníosula, despues los gallegos lueenses, etc., y entre los pueblos de k)s asturianos que concurrian al convenio de Asterga, expresa á ios pésicos (l), convenciéndose con esto lo contrario de ta pretensión de Larramendi, esto es, qiíelos pésicos no eran cántabros, sino asturianos: y lo mismo confirma Ptolomeo, pues los coloca en el territorio de Asturias á ia costa de Lucus Asiurum, como se ve eo sn mapa y tablas.

{i\ !,ih. 3,t. a. l î 25. Y adviértase que Ptolcnneó no menciona el D o m - bre de Astúrias en la costd, sabiéndose por Mela y Plinio, que los asturianos tenían orilla marítima» y allí la pobla­ ción de Noega, que oo expresó Ptolomeo, sino sólo el rio que empieza por aquel nombre. Pero á éste le debemos el n o m b re d e Flavionavia de ios pésicos asturiajios, que omi­ tieron los otros. Resulta, pues, que el no hablar Ptolomeo de los asturianos en la costa, fué por conocer solamente, ó contentarse con la expresión de los pésicos, que era el nombre de los asturianos marítimos en la parte de Flavio* navia, y boca del rio Nelo. Ni habló de los pésicos en h mediterráneo, porque eran precisamente litorales, y situa­ dos en península, como declaró Plinio; pero alh nombró los pueblos mediterráneos con t o z de asturianos, que era el nombre común, bajo el cual se contenian otros particu­ lares, los brígecinos, arnacos do Astorga, bedunenses, et­ cétera, mediterráneos, y del mismo modo los pésicos de la costa: paes aunque en ninguno de estes añade el nombre de asturianos, consta serlo por la situación que les se­ ñala. 26, En Astorga pone el nombre de arnacos: y claro está que la capital de Asturias se incluíá bajo el nombre ^n eral de Asturias ; pero teniendo nombre particular de arnacos los de aquel territorio, usó de éí, y no del común á todos.  esto modo, como los asturianos de la costa ex­ presada por Ptolomeo, se llamaban pésicos, los propuso bajo este nombre ; y en ambos manifestó ser de Asturias, por la situadon que les dio. Nada de esto favorece i la pretensión mencionada, de que los pésicos fuesen cánta­ bros, ni por los grados de posicion, ni por locuciones ex* presas: y al contrario, vemos que las posiciones son diversas, y las locuciones : los pésicos ántes que ios cán­ tabros à sa Oecidonte, como parte que eran de los astu­ rianos; pues de otra suerte Ptolomeo, que sólo nombra pé- sicos ea la costa respectiva de Asturias, hubiera omitido totalmente à los âsturiaDOS litorales; y Plioio tema dicho gue los pcslcos es la bao eo la regioQ de Asturias. Mírese ahora si es bueúa la corrección que ioteota llevar los pe- sieos á^Canlábria. 27. Queda, pues, en su fuerza el argumento primero, de que Ptoiomeo distíiíf^uc nombres y territorios de gen­ tes: ^sicos al Occidente en la cosía de Asturias: eánta- brosal Oriente: despues autrigoncs, earistos, várdulo.s y vaseoues; y por eoosiguieute, los cántabpos tenían par­ ticular territorio, que no llegaba desde Asturias al Piri­ neo, biuo desde el fiu de Asturias hasla principio de los aulrigones, y luéfço respcctiyamenteloque tocaba áca­ da una de las regioues y gentes referidas, entre las cua­ les estaba repartida la costa desde Asturias á las Galias; porque no urge aquí decir que estos serían nombres par­ ticulares bajo el comuu de Cantabria, al modo que eu Gaücia y Asturias se leen otros nombres particulares de cúp<^os, ele., que eran gallegos; y de om iacoi, etc., que eran asturianos. No urge (digo) ni vieoe al caso ; porque en aquellos no hacen cootraposieiones los gec^rafos an­ tiguos (y especialmente Ptoiomeo, de quien ahora habla­ mos), y en estos a : pues aquí expresan qae UDOS estaban al Oriente, y otros al Poniente, y á cada udo señalan ter­ ritorios (^versos, lo que no sucede alh, como se ve eo Plolomeo, que pone á los galiegos lueenses con los cá­ poros, cílinos, lemavos, bedioros y seburros, bajo una cla­ se de región: y luego dice, estos tienen al Oriente áia Astúria, que era región diversa con varios nombres de gentes particulares, ¿bajo del general de asturiaDOS; y ^ fin pone a lœ gallegos bracarcnses con ]a expresión de ^verso territorio háela el mar, y entre los rios Miño y Uuero. Estas demarcaciones señaladas con diferencia de posicion oriental ó meridional, prueban; regiones diversas; u lc£ nombres que expresa en cada una sin deciarar r espec- tos diferentes, pertenecen á la regalón denominante (v. p. cáporos y cUinos, expresados debajo de los ^alleg^s lu- censes, sin declarar nuevo respecto), y como hablando de Ins cáülabros, autrigones, y los demás de las costas hasta el Pirineo, expresa diferentes respectos de Oriente ó Me^ diodia, y que ¿ acabar uno, empieza et otro, no pueden colocarse todos bajo el nombre de una región, sino dar á cada uno la suya. Y en esta conformidad no eran cánta­ bros los de Bilbao, sitos juntos á Flaviobriga, que Ptolo- meo aplica á los autrigones, al otro lado del rio Scrua, que corresponde al de Portu^alete y Bilbao (como diji­ mos hablando de los rios); y el ;fin occidental de la Canta­ bria corresponde, según Ptolomeo, no lojos de Flaviobri* ga, cerca del tío d e B ilbao y de Portugalete. 28. Después al hablai* de los historiadores (pues aiiora examinamos los geógrafos) batiremos más claramente la fuerza á que recurre Larramendi de bacer parte de los cántabros en común á los autrigones, etc-, pues la guerra cantábrica provino de invadir los cántabros á sus vecinos los autrigones: luego estos no eran cántabros; ¡»rqueel cántabro, no hizo guerra al cántabro, ni á ninguno de los suyos, sino á los vecinos aliados con los romanos, cuales eran los autri^nes, turmogios y vaceos, etc.; y así estos de ningún modo eran cántabros. 29- Antes de apartarnos, de Ptolomeo, quiero poner delante las siguientes palabras del que insta nuestra prue-, ba de Ptolomeo, y hablaudo de este geógrafo dice pá^- na 89: «Obsérvese ademas, que Ptolomeo. según la común > lección, pone á los cántabros tan ceñidos, que en la eos- »la del mar do les da ni puerto, ni ciudad, ni pobla- »clon, sino solamente la boca del rio Negovicesia, y en lo • meditcnáneoles‘da solos ocho pueblos. Obsérvese, en • fin, qae no declara la situación ni los límttes de cada iü I nación, oí de sus ciudades; y de aquí ha nacido la inft- «nila coQl’usion que en esto tieneü los autores.» 30. Muy de paso parece qae leyó á Ptoiomeo, si no observó la situación yílímites que dió i cada región y ciu­ dad. Plolomeo expresó el confin de uoa región con otra por Driente, Poniente, Norte y Mediodia. Anadió el núme­ ro de ciudades que conoció en eada una: señaló cuáles oran mediterráneas, cuáles litorales : esplico los grados y minulos de longitud y latitud en contraposición de cada una. Pue^ ¿qué le falla para declarar la siluacion y límites de la región y pueblos? Nadie lo individualizó como él. Nadie» pues, merece ménos la fella que se le imputa; por­ que una cosa es

S. « l.

I4UITBS DE CAÍTTÁnaiA POR LA COSTA, 8BÜÜN PUNIO

31. Hemos visto que según Plolomeo no pueden los pésicos intitularse cántabros, ni los autrigonu, carUlos, várdulos y vaicones, porque cada uno gozaba de territorio peculiar, con respecto diverso de Oriente ó Poniente, y de este modo explica Ptoiomeo las regiones diversas, como se ve en los gallegos luetnses, bracarios y la Astúria (nom* bre de que él osa.) Resta ver, si va conforme con Plinio, escritor más antiguo, del tiempo de Vespasiano : y deci­ m os q u e s i, piKss en la costa del N orte pone á io s vascones porelKríDeo: luego (caminando k G alicia) los várdulos, aesptitó los cániatfros con el puerto de la Victoria, p erte ­ neciente á los de Julfobriga, y el puerto llamado Bien- d i m , COD otro que üombra Vereasueca, que era de los orge^ n o m esm , gente de los cántabros: y á estos se seguían los asturianos, ctc- A Pyrenceo per Oeeanmn, Vasconum saltus: Olarso. Vardulcrvm cppwiíí, Moro^gif Menosca, Vesperiesy Amamm poritn, vbi nunc FUtviobriga colonia.'Citñtaltm IX regio Caníabrorutn, {lumen Sanda, Portus Victoria Juiiobri~ gensium. Ab eo loco fontes Iberi guadraginla millia passuum. PoTlut Blendium. Orgenomeiá é Canlahris. Portus eorum Ve- reasueca. Hegio Nccga, etc. lió. 4 cap. 20. 3 2 . A quí se ve atribuido diverso territorio á los vas- cones, várdulos y cántabros, y por coasig^uieote eran di­ versas regiones: los vasconcs junto al Pirineo; á su Occi­ dente los várdulos; y ai de estos ios cántabros, á quie­ nes se signe la reg^ion de Asturias, en cuya misma confor­ midad los nombra Ptolomeo, coQordcff contrapuesto (como se ha preveoido), pero ambos co avienen eo qae los cáata- bros tienen por (Accidente á Asturias, y al Oriente los vár­ dulos, y luégo los rascones: probándose por ellos que Vi'¿caya no era region de cántabros, porque estos eran in­ mediatos á Asturias, y no lo son los vizcaínos. Aquellos te­ nían al Oriente los várdulos, y esto no corresponde á Viz­ caya, que era legitima Vardulia. Estaba, pues, al Occiden­ te de Vizcaya la Caatábria, y por tanto era esta de los várdulos ► y noCantábria. 33. P lin io no meacionó á los caristos cd la costa (oi aun en lo mediterráneo, sino son estos los carteles, q u e dicc concurrian al convento de Clunia), porque los caris- tos no teaian extension en la costa, pues Ptolomeo, que los expresó, solamente les aplica ei rio De va : y esto prue* ba que Plinio los iocluyó en los várdulos de'Vizcaya, cu­ yo es el rio Deva ; y á estos aplica eo el confin de los cán­ tab ro s á Flaviobriga, que se halla recoDOCída junto á Bii~ 6(w; y por tanto Vizcaya do era region de los cántabros, porque estos empezaban de allí adelante hácia Asturias, lia s la parar en ellas: y lo que b a y detideBilbao á lo s P iri- Déos locaba á los várdulos y vasocoes. Infiérese, pues, que ei territorio actual de Vizcaya d o era la Caolábria, oí la fo- caba á esta regíoo la c o s ta de Bilbao al Pirioeo, porque aquello perlenecia á difcrcDtes g e n te s, vascones, várdu­ los, carislos y autriiçoncs, cada uao con diferentes lím ite s . M, Mñü- Plinio poneconliüaado con Asturias á ios cáu- tabro8,y no á los várdulos, autrigones 6 vaseoües, e n Ire lodos los cuales estaba repartida la costa desde el Pirineo hasta Asturias; luego no era de cáDtabros toda aquella cos­ ta , sino á(t estos y otras varias pentes; y si la costa de Viz­ caya perteneciese à Cantabria, do quedaba nada para otras reiçiones- A los várdulos da el puerto Amano en Flaviobri- ga, que Ptolomeo aplica á los autrigones sus vecioos; pero n in g u n o dice ser do ios cáotabros: infiriéndose de aquí, do constar entre estos autores el límite preciso de los várdulos y autrlgones confinantes; pero sabemos que nioguno pone allí la Caotábria; y como Fíaviobri^a corresponde cerca de Bilbao, resulta que ésta no era de los cáotabros- 35. Puédese también argüir por Plinto, qae el límite O riental d o D d e acababa la Cantábria, era el rio de Bilbao ó el inmediato de las Encartaciones, que baja por Somorros- tro, Múzquizy Pobeña. La razón es, porque al punto que nombró Plinio al puerto Amano de los várdulos, donde di­ ce está navú>briga (que es Bilbao ó Portugalete), pone á su Occidente á la Cantábria, y dentro de ésta aquel mara- ■villoso m onte, q u e el m ism o Plinio dice s e r todo vena de im rro i.Cantabria manUmœ parte, tjmm Oceanus ailítH, mons jrraritpte a/íus, incredibiU iiclu, iolus ex ca maitsrieesi (1). E s­ te monte parece ser el de Somorrostro, scçun confiesan Henao y Larramendi, y por tanto se sigue que la Cantá-

OJ Lib. 4,c. 15il U, bria llegaba desde Asturias hasta el rio de Bilbao (que Ifenao confiesa ser el Nerua de Ptoiomeo en los autriíjo- ncs), dejando dentro de su región las Encartaciones eon el valle de Mena y Somorrosíro. A esto iavorece la (ali- dad del terreno; pues, como refiere llenao (1), en pasando de allí hacia el Orlente» comienza lo muy áspero dct Senorio deViscaya,^ desde el valle de Mena i ios nueve de las Encartaciones no hay fragosidades. Según lo cual puso límite la naturaleza e» el rio de Somorrosiro, empezando desde allí á Vizcaya el territorio más áspero. 36. En vista de hallarse Soraorroetro (ó el monte que Plinio dice ser todo vena) en ia Cantabrio, aico el P. Lar­ ramendl (2) 0(79 consecuencia, que no debió deducir, por no inferirse del antecedente» que es este: Segw PUnio las Bncartaeiüfies de Vizcaya eran de Canláhna: y la consecuen­ cia es, q je iodo lo demas áe Vizcaya y Guipúzcoa era Cantá- bria: y la quiero probar, • porque extendida una vez la > Cantabria fuera de la descripción de Ptoiomeo hasta los >auirígones, que es donde está Somorrostro, no tienen argu- »mentó los contrarios para no entenderla basta el Pirineo, .quees lo que poco há decíamos.» Ni la consecueDcia ni la prueba vaten nada, porque bien puede la Cantabria in­ cluir las EncartaoioDa y tener allí su hmite; infiriéndose de aquí, que lo demas de Vécaya y G uipázcoa do p e rte­ neció á Cantabria, porque acabó esta regioü áotcs de lle­ gar á Bilbao- 37. La prueba qne para su consecuenda al^ a Larra- niendi, no le supone instruido en límites de regiones, pues nos da por supuesto que ei monte de que habla Winio cae.en’ los autrigones; lo qne es falso, no sólo por el mismo Ph-

(i) Tomo i, p4g iO i. (íí SS5. id nio, que pone aquel territorio en la Cantábria, sino según Ptoiomeo, que pone al rio Nerua y Flaviobriga en los au- trigones, y por eousecuencia, acabaron antas los cánta­ bros; lo que se verifica puntualmente señalando el íin de estos junio al rio que entra en el mar por Somorroslro al Occidente de Portugalete ; y así queda para ios autripones ol rio Ni roa con una y otra banda, y con Flavioim'ga, ó bien se ponga al Oriente del rio, junto á Bilbao, ó bien al Occí« dente en Fortunale te ó Santi urdo. Con que ni la Caniábria se extiende fuera de la deBcripcion de Ptoiomeo, ni aun­ que se alargara basta el rio Nerua, qne confiesa Larra- mendi ser el fbaisabal de Bilbao, faltaría argumento para no extenderla basta ei Pirineo, porque sabemos que en aquel distrito vivian los várdulos y rascones, á quienes los geó^afos contraponen á la región de los clntabros, y por ellos iremos dando nuevas pruebas, 38. Esto va en suposición que el monte todo vena, de que habla Plinio, sea, c o t io s c ha creido hasta aquí, e\ de Somorrostro; en cuya suposición diríamos que la Cantábria se alargaba basta allí, pero no que pasaba adelante, por ser preciso dejar terreno desocupado para territorio de las regioH» que los geóf?rafos Señalan desdn Caniábria á las fialia.s. Pero sin recurrir á Somorrostro bay dentro de la Cantábria un monte que es todo vena en el cuerpo y sos faldas, con la cireunstancia de que eo él se verifica mejor que en Somorroslro la expresión de Pliüio sobre que el Océa­ n o ¿aña aquella parte, lo que en Somorrostro no se verifica tan literalmente, por estar más tierra adentro, alm edio del rio que baja de las Encartaciones, donde no pueden entrar naves; pero el de la oiontaña tiene á su misma falda el Oc^no que entra por el puerto de Santander, subiendo al astillero de G uarnito, sobro el cual prosigue el mar con tanto fondo que admite allí navios de guerra del mayor porte. 39. Á esta agua del Ooéaúo ofrece su falda scpteDtrio- nal el monte llamado de Cabarga, que es el menciuaado |>or Plinio, pues ademas de ser lodo veoa, le baña puütualuicii* le el Océano por el Norte y algo por Oriente y Poüienlc, á eausa de qae entrando el mar por la espaciosa ria de Suu- lander, y subiendo más arriba del astillero de Guarnido hasla batir la falda boreal de este monte, se divido enton­ ces en dos brazos, como para eeñir y bañarle por otras dos partes de Oriente y Poniente. El ag^aquc tira á Oriente corre uaa le^^ua. metiéndose entre ios lugares de Herasy ligero y Orejo (do la Junta de Cudeyo, en la provincia de Trasmiera), probando allí los cafiones de la fábrica de la Ca* bada y Uérij»ines, asestáüdülos contra la cabeza de csie monte, que es muy áspera y escarpada. El otro brazo de agua tira á Poniente por otra legua iwsta el lugar de Im Concha. En la frente boreal que el monte presenta al mar están los luj,^aresdfi S. Salvador y Liaño. 40- Todo lo montuoso que el mar ciñe cu ios referidos bracos, es pura vena de hierro, que va alargándose hacia Oriente por más de una legua, sin más quiebra que la de humillarse á dar paso al rio Miera (que desagua frente de la punta de Santander), El ámbito total de esta montaila os de dos leonas por Oriente á Poniente, y uoa de ancho- T¡e* ne en tanta dilatación varias quiebras más ó meaos escar­ padas. La vena oriental surtió á las ferrcrías comarcanas d e Ertírambasaguas y Ij2 Cabada; pero despucs de poner en ésta la fábrica de artillería, se surte de la Cabarga. L o m is­ mo hacen las ferrería-s que hay en los valles de Piélagos, Toranzo, Viémoles y parte de B uelna y Valdiguña, con Otras más cercanas al monte en los valles de Cayon y Carriedo. Por el Norte de la montaña que ciñe al mar se ve, aun des­ de léjos, la vena; pero el mayor uso fué al Mediodía, don­ de antes había más ferrerías, pues hoy duran sus ruinas con montes de ceniza y escorias, según me informa D. Jo- sé Haoue) Cobo d e h Torre, dcl Consejo de S. M., muy prácllco en toda aquella tierra. 41. Sin embargo de no estar robado el monte por el Norie, se han hecho nioderoamente ten latí vas, por estarse viendo la vena y brindar la iomcdiacion del tnar para eui- barearla y traosporlarla donde convenga. La experiencia lia mostrado la facQidad con que se saca y ia mucha abun- <]aocia de metal, que conducido 4 la ria de Saníoña y sus ferrerías, descubre la excelenle calidad de todo lo demas; que sobre dar la vena más hierro que la de Somorrostro, es de más resistencia, sin faltarla correa y docilidad. 42. Pero el de Somorrostro es hoy mucho más conoei- do, por el gran tráfico de los paisanos, que han tomado por casi úoico ejercicio, no sólo sacar la vena, sino conducirla al mih y tierra adentro. Kn el Cabarga no sucedo esto, sir­ viendo únicamente à las fábricas de artillería y á las fer­ rerías comarcanas, Pero el monte os de la naturaleza expresada por Plinio, y más bañado del Océano que el otro. 43. Dado esto, no es preciso alargar la Canlábria i Somorrostro, pues cesa el único fundamento que había pa­ ra aquella extensión, por señalar Plinio dentro de la Can­ tabria el monto lodo hierro. Con que sí hay otro junto á uno de los puertos de los eáotabros, no es preciso ensao- char tanto sus costas, porque despues de ellas reparten lo restante entre muchas gen íes los antiguos, y estrechando algo ia Canlábria por su Oriento, queda más territorio pa­ ra los autrigooes, caristos y várdulos, á quienes pertene- necia la Vizcaya con su provincia. 44. Sn embargo la diferencia es muy corta: pucsol límite entre el cántabro y el autrigon debe en cualquicca sentencia reducirse muy cerca del rio y montaña de Somor* rostro, para salvar las costas que los geógrafos dan á las expresadas regiones; y cora o el agua y montes son puntos S9 de oaturaleza, puede colocarse juDto á Somorrostro el lími­ te de los cáotabros y autrigones.

S* ív .

POR KT. fíBOORAFO MOLA.

45. PompoDío Mcla, que escribió ántes de Plioio en el imperio de Claudio, no peosó eo dar á los cántabros toda la costa desde Aslúrias al Pirineo; pues annque mencionó méüos rejones (por lo muy conciso de su estilo), con todo eso expresó desde Asturias al Pirineo dos, que soü los cán­ tabros y los várdulos; Traclum Canlalrrí el Varduit tenení. De los cántabros dice, que aunque tiene o alg^unos pueblos y rios, no pueden acomodarse á la leng’ua latina; pero ex­ presa el rio S a u rio en los cántabros, el !^erua en los ouín- gonesy y luéffo el D em y M a ca d a , concluyendo que los vár- dulos cerraban las Españas hasla el Pirioeo. Así en el li­ bro m , cap. 1, que se intitula, «de las costas de Rspaña por el mar Océaoo», sin meterse eo hablar de lo mediterráneo, ni auo expresar el nombre de los vaxccmes, que sin duda tenían parte en la costa con la cindad de Ciar so de Plioio, ú Ocaso de Plolomeo. Ni nombró á los candios» q u e eran más reducidos; puro expresó al rio Dera, qae les aplica Plolomeo, sin mencionar el nombre parliealar de la reí^ioD. 46. Sin embarijo de esta coneision, dobe alegarse Mela eo prueba de que no era Cantábria desde el Pirineo á As- túrias. La razOD es, porque expresamente da aquella costa á los cáülabros y várdulos; de que se infiere, quo los vár* dulos DO eran cántabros: pues si Jo fueran, ud escritor tan eoDciso, que escaseó ei nombre de vascones, n o h u b iera explicado los várdulos. Pero habiendo repartido la costa entre ellcs y los cántabros, no podemos dudar que los re- coDOció com o D ac io n es diversas, y por eonsiguieate, coo S9 de oaturaleza, puede colocarse juDto á Somorrostro el lími­ te de los cáotabros y autrigones.

S* ív .

POR KT. fíBOORAFO MOLA.

45. PompoDío Mcla, que escribió ántes de Plioio en el imperio de Claudio, no pensó en dar á los cántabros toda la costa desde Aslúria? al Pirineo; pues annque mencionó méüos re^OQes (por io muy conciso de su estilo), con todo eso expresó desde Asturias al Pirineo dos, que soü los cán­ tabros y los várdulos; Traclum Canlalrrí el Varduit tenení. De los cántabros dice, que aunque tiene o alg^unos pueblos y rios, no pueden acomodarse á la leng’ua latina; pero ex­ presa el rio S a u rio en los cántabros, el !^erua en los ouín- gonesy y luego el D em y Magrada, concluyendo que los vár- dulos cerraban las Españas hasta el Pirineo. Así en el li­ bro m , cap. 1, que se intitula, «de ias costas de Rspaña por el mar Océano», sin meterse eo hablar de lo mediterráneo, ni aun expresar el nombre de los vaxccmes, que sin duda tenían parte en la costa con la eindad de Ciar so de Plinio, ú Ocaso de Ptolomeo. NI nombró á los candios» q u e eran más rodncldos; puro expresó al rio Dera, qae les aplica Ptolomeo, sin mencionar el nombre particnlar de ia reí^ioD. 46. Sin cmbarijo de esta concision, dobe alegarse Mela en prueba de que no era Cantábria desde el Pirineo á As- túrias. La razOD es, porque expresamente da aquella costa á los cántabros y várdulos; de que se Infiere, quo los vár* dulos DO eran cántabros: pues si Jo fueran, u n escritor tao conciso, que escaseó ei nombre de vascones, no hubiera explicado los várdulos. Pero habiendo repartido la costa entre ellcs y los cántabros, no podemos dudar que los re- coDOció como Daciones diversas, y por consiguiente, con diferentes límites, explicaaos despues c o d mas iDdividua- lidad por PUoio y Ptolomeo; y así el más conciso deberá ser CDlendido conforme i los demás que no.se opcmen; pucsamjquc Lari-amcndi pretcode ser muy diversa ia des­ cripción de Mela y Plolomeo, no ale^a diversidad que pruebe ser toda la costa de Cantábria. ni la puede alegar, pues noialiay. Ptolomeo la atribuye á cinco na^onee; cántabros, autriRones, earistos, várdulos y vascones. Mela expresó las dos que tuvo por máá sobresalientes, cátita- bros y vápulos, sin olVKkr los au^i^ftes; y aunque no los ipencionasc, üo probaba el silencio que fuese toda la costa de Cantábria, pues expresamente la apliw ádos cion(s. Y esto no es oponerse á Plolomeo, ni teoer otra diversidad que el ser uno menos copioso que el otro, y nombrar uii pueblo ó nombre de rio que no menciooó el otro; pues, como confiesa larram endi, oioguoo ki escribió lodo. ü . V .

P Ü E ST K a HON.

47. Resta el geógrafo Strabon, del tiempo de Tiberio: y ya vimos arriba que habló de lo mediterráneo de Can- tábrla, diciendo nace en ella el rio Ebro; y consiguiente, mente la lierra de Rcinosa, donde nace, es de lo medi­ terráneo de Cantabria. En b pá^^. 102, menciona cánta­ bros mediterráneos, que nombra coníscoí (por alguna ciu­ dad que tendrían de este nombre), de los cuales dice que eran comarcanos con ios betones, cuya era la ciudad de V a ria ; Cantabronen Conitscorvfnjxnüwii.-.Bonim mt6j est Varia, siiaad irajeetun ¡berL Ptolomeo expresa también en los berones á la ciudad de Varia, y Plinio la coloca á la margen del Ebro, cuando habla del nacimiento de este rio, y dice que desde ella era capaz de navegarse por espacio u de doscientas seseóla millas icorrespoDdientes á 65 le­ guas). Y esto prueba lo que se internabao los cáotabros eo lo mediterráneo, llcgBndo á coofinar con los berones, que cogían las oiárgenes del Ebro por la parte de Logro­ ño; á media legaa de la cual estuvo Fiwía, cuyas ruinas perseveran allí con el nombre actual de Varea; y por tan- lo sabemos quo los cántabros coniscos ocupaban lo qoe hay rio arriba hácia ei nacimiento del Ebro, por ia tierra d e F rías, 48. Pío mencionó Strabon á ios aatrígones, de que pu­ dieran inferirse otras particularidades; poro (!)• expresa que, después de sujetar Augusto á los cántabros, milita- taban por los romanos ios que ántcs movieron armas coQtra eilos; como sucede, dice, cod ios coniacos, y los que habítao ai nacimiento del Ebro la ciudad de T u isi: caniabroé i'qui T/U20>ime hodíe laírocmia eccercenij iüque vicinos, Casar Auffuslus subígü; et (fu¿ anie fímarufrum so~ dos popidabanlur, nunc pro Bomnis arma ferunt, vt Conia- ci, et qui ad fonUs Iberí accolunl CirMatem Tuin, com o leyó Casaubon, corrigicado ó ponioodo en lugar de Tuisü exceptii, h s T O ces Civilaiem Tuisi, Touifloiy no Toix'«»: porque si Augusto sujetó, como allí dice Strabon, á los cánlabros y sus comarcanos (que fueron los asturia­ nos), ó como repite en la pág. 158, si rindió á todos los espartóles, no podía deck que los tuisos tuviesen actual guerra con los romaaos: ni quién s o d los tuisos para que estos solos les resistiesen? Nadie ios coooce como na­ ción ó re g io D de varias poblaciones, ni hay quien mencio’ ne tal ciudad, sino Strabon en este Janee; y siendo tan fó- cUes de equivocar por lós copianles griegos ia voz praUn- y irfXrv c iv ü a im , debe el contexto y sentido formal ss sustituir la voz T uisi como propia de ciudad de los cáDta­ bros, cuya situación e x p r e s a el geógrafo s e r c e r c a d e f o D t i b r e , y por tacto soií u d o s de los sujetados i>or A u* g a s t o , y DO gentes exceptuadas de couquista y s u jc c io ü . 49. El iiustrísimo Marca, en ia historia de Bearue (l) ley ó «óiiv loAixv, Civitaíem M ùtm, entendiendo ú Jullobriga. Eslo corresponde bien al contexto de Strabón, por sor aquella ciudad cercana á las fuentes del Cbro; pero dista mucho la voz Tvisi d e h lia , y nuuca se nombró la preten­ dida hilia, s\(iO lulüibriga. Por tanto mientras no se descu­ bra otra lección, es más literal sostener el y esta se puede añadir i las mediterráneas de los cántabros, junto al nacimiento del Ebro, y otra más abajo, hácia los bero- nes, con nombre de CbnV^cum ó Goniacum; y ámbas daban a) ejército romano soldados en tiempo de Tiberio, despues de acabar Agusto ia guerra de los cántabros, como aürma el geógrafo. 50. En la cosía anduvo ménos extenso que otros: pues eu el lado septentrional de Espaúa nombra únicamente los galUgoSy asturianos, cántabrot y (2), diciendo quc todos convienen en un modo de vida, gallegos y asturianos y cániabros^ hasla los vascortes y el Pirineo (*), Donde mnestra babero contentado con nombrar estos, omitiendo los nombres de otros desde los cantábros adelante, porque expresamente dice que omite nombres mas ásperos que los plelauros, bardieias y alotrigas: y así no prueba que los omitidos fuesen cántabros, como pretonde Larramendi, queriendo fundarlo con decir, que si los vizcaínos, gui- puzcoanos y alaveses no se contuvieran en la Canlábria, estuviera diminulú y errado el geógrafo; lo cual (añade) no se

(1) C»p. Î0, (2) Ng. «35. r) V¿aii9e pakbrai oáio. ^2b. puede decir sio argumeolo claro para lo contrario. Pá­ g in a 200. 51. Que cstuTiera dtminwío no os inconveniente qí de­ saire para nn antor que confiesa omitir muchos nombres, dando ra?-on de la omi^on por la aspereza de las voces; y así es falso que esto no lo podamos atribuir á an autor que

lo dice y coniicsa expresamente. Y de aquí d o arguye bies quien íüfiere que eírtaviere emirfo; pues el omitir, confe*

sando que es por evitar asperí^/a, d o es errar, sino afecUr .oídos delicados. Y prescindieDdo de esta delicadeza, no su­ pone quo eran cántabros lodos los que omite, porque ú silencio (que se toma por prueba) fffuahnenlc favorece á reí^on diversa de la Caotábria (con tal que el nombro le pareciese áspero), pues el argüir que si omitiese región, estaña diminuto, esto ya vfmos que no es inconvenieiile. Y que poede decirse que omHíó regiones, tiene fundamen­ to en el mismo geógrafo, que por evitar el tódio dice omi­ te más nombres, que preceden lodos son de regiones (gallegos, asturianos, cántabros y rascones); luégo los omitidos apelan sobre re^oo; y en tal caso se prueba que desde Cantabria á los vascones eran regiones divereas de Cantábria; y tales son las qae otros autores expresaroQ, autrigones, caris los y várdulos, que acaso están desfigura­ dos en los tres nombres añadidos por Straboo, pues nadie pone desde Caotábria á los vascones seis regiones, sino tres el que más. Pero es preciso decir que los tres nom­ bres de plelauros, bardíetas y alotrigas sean de región, porque él mismo los puso de tal suerte por muestra de la aspere-za, que confiesa había otros peores: tíl alia hi¡ dele- riora, ob/icurioraque, y no había otros peores de rc^^iones (por no haberlas). Diremos, pues, que nombró lugares cuyas voces le parecieron escabrosas; pero calló de más de lugares ásperos, una a otra región, y esto basta para decir­ las diversas de Caotábria, y qae lo callado correspcwiiü á n la costa de Vizcaya, fwqoe no hay más eolre ios vasco­ nes y le^tim os cáotabros. 52. Es de admirar que ei P. Larramendi ai^ayese á sa favor cou Straboo, entresacando unas palabras b^unca« das, que puestas como deben, enervan sus ideas y dcabao de calificar nuestro asunto. Dice que un Legado de Augus­ to gobernaba con dos cohortes desde el Duero á las costas del Norte, abrazas do los montes de Asturias con Cantábiia: Nwtc attingunt Septenlrionolés monlu cum el Can~ iaí>rts. primer Legado guardaba como capitaa general toda la »tierra septentrional de Espafia, empezando desde Galicia >y extendiéndose por los mootcs de Asturias y Caotábria. >Pues uoa de dos; ó este Legado mandaba también en los »mtrigoneSf carisU>s y ó DO. Si cnandaba, lué^ >cran cántabroSf y Strabon los entendió bajo eso nombre, > DO pudiéüddes convenir el de asturianos y gallegos. Si >no mandaba en ellos: luego, siendo cierto que el domink) I y jurisdicción de los otros logados no correspondía á los »autrigones, caristos y várdulos, quedaron estas provin- >cias fuera del dominio romano y de la reparticloo que se > hizo de Espalé. Estaconsecuoocia es iklsa en senür de >StraboD, quien afirma qne fuera de la Bética todo lo de- »mas se adjudicó al emperador: Inégo es necesario eoofe- • sarque los autrigones, caristos y várdulos caían en el >mando del primer Legado, que gobernaba la Gahcia, »A stúr^ y Cantabria, y que esta última se ex(6üdia á »aquellos pueblos, y por eonsiguieaie, á las tres provincias de Vizcaya, Guipuzcoa y Álava.»

(O 53. F3ß, vuelvo á decir, muy de admirar esle modo de argüir, por<|ue supooe no enterarse bica de la loenlc de Straboü, ó ir de mala fe, ocultando ki que se debe iiacer presente. Strabon expresa kj contrario de lo que pretende el argtimento; pues declara que el Legado consular de Au­ gusto tenía debajo de sé tres cohortes y tres If’gados: el primero de los cuales guardaba con dos cohortes desde el Duero arriba, abrazando las costas de Galicia con las de Asturias y Cantábria; y éste con aquel distrito es el único mencionado por el que arguye, omitiendo con mala fe ó con ignorancia los otros dos legados, del segundo de ios cua* les expresa Strabon, que con una cohorle gobernábalo que hay desde Caotábría al Pirineo: HuncaHingunl sepieniriom- lés moniet cum Atturtbus et Contabris. Aquí para el argu­ mento; peroStraboD prosigue: Per «4sftíre# fiuü Mñisus ¡iu“ viuSf paulumque ab eo diilat Noéya w bs, el iu profrinifuo « í Oceani astuarium >fuod Aslures d Can(abris dividit. Próxima ad Pyrenen wsju? montana gubernal alter iegatorum una cohor- te. Tertiui mediterranea repti, continet pacatos jam po‘ p ^ S y e k ., p ag . 167. 54. Es muy fácil que el mayor hombre se alucÍQO; pe­ ro nombrados tres legados, es culpable cootcntarse con mencionar solo uno, omitiendo el que inmediatamente so sigue, y á quien confiesa Strabon pertenecer el gobierno del territorio que desde los cántabros hay hasta el Pirineo, yes el de Vizcaya y los vascones, que según Strabon no eran cántabros, porque es los con los asturianos y gallegos pertenecían al primer Legado: desde los cántabros al Pi­ rineo comandaba el segando: estaba, pues, fuera de Can^ tábria la costa de autrigones, earistos, várdnlos y vasco- D es, gobernado un territorio por un Legado y otro por otro. Lo montuoso de Astúrias y Cantábria por el primero, y por el segundo lo que hay desde allí al Pirineo. Mírese ahora con qué verdad se pone yomo cierto que autri^ncs, carfslos y várdulos no pertenecían á la juris- dicción de otro Lo^do que el primero, á quien Strabon a[)lica la Cantábria. Esto es faUo, pues ol seg^undo L e^do mandaba en las costas signicntes desde los cántabros hasta el Pirineo, como expresa Strabon; y así resulta que no re­ putó cántabros á los habitadores de ia costa de ios autri- gones, earistos, várdulos y vascones, correspondientes á las tres provincias qae el argumento quería suponer den- tro de la Cantabria, y Strabon las declara fuera, aplicando todo el territorio sífuiente hasta el Pirineo al segundo Le­ gado, diverso del que gobernaba la Cantabria. 55. De aquí resulta que Stj*abon autoriza los límites se­ ñalados en los cántabros al Mediodía de FontJbrc en lo me­ diterráneo, extendiéndose con el Ebro hasta confinar coo los berones de la nioja; y por la costa empezaban al aca­ bar los asturianos en aquel estuario que dice Strabon se­ paraba los unos de los otros, cuyo estuario (ó boca de mar para meterse el agua deulro de tierra en las crecientes) puede acomodarse á la boca y arenales con que la tierra se abre en S. Vicente de la Barquera, pues aun hoy cae cerca de allí el límite de Asturias y de las montanas de Santander; y prosiguiendo al Oriente existen los tres puer­ tos que Plinio da á ios cántabros, en Suartces (que es el puerto de S. Martin de la Arena), en Sania«A»r y Sanfoña. Aquel límite occidental de los cántabros que Strabon pone por ia costa en el enuario que los divide de los astu­ rianos, le alarga el mismo Strabon tierra adentro (hacia el Mediodía), tomando la cordillera de montes qae atraviesa lo interior, tomándole, digo, desde los confines de Astúrias, y empezando desde alh la Cantábria: ln(erior térra y que Pyreneis monlilus el Seplenlrionali induditur latere vtque ad aslures, duobus príecijfiie montihus eoníinetur: horum wnu# parallelus Pyrente e$t, á CANTABRIS INCIPIESS , el ad nostrum more desinem: Idubeba vocant. Midiendo ia tierra ioterior paralela al Piñoeo y costa Septeotríonal hasta As- túrias, empieza Idubeda de^e ia CaDlábrla s%uiendo al Mediterráneo. Era, pues, límite occidental de los cántabros el conñQ que con Asturias tiene el Idubeda, síg^uieodo tler> ra adentro desde las montañas de Leon y Burdos hácia Oriente. Esto convence que ei coüfin mediterráoeo y lito­ ral de Astúrias era Caotábria, contra los que pretendan reducirla á Vixcaya. 56. Al límite de la Cantábrla, que por Oriente coloca­ mos en el cCHiño de las Encartacioncs, no léjos del rio de Somorrostro, faTorece Strabon, cuando da al primer Le­ gado la Canlábria con toda la costa de Astúrias y Galicia, y al secundo todo lo siguiente desde Cantabria al Pirineo; pues esto se verifica literalmente, üjandoel término de los cántabros al Poniente do Bilbao, por donde empezaba la costa de los autrigones, caristos, várdulos y vascones, á quienes comandaba el segundo Legado.

S. VI.

TEBBrrORIÚ DB LA C&KTÁLniA 8BGUN h 0 6 HISTORIADORSS*

Hasta aquí hemos examinado los geógrafos clásicos: ahora conviene hablar de ios historiadores, que también descubren algo sobre el territorio de los cántabros. 57. £1 principal para este asunto es Lucio Floro en su Epítome (1), donde dice, que casi toda España se hallaba pacificada por Jos romanos, á excepción de los cántabros y asturianos, que eran dos castas de gente muy poderosa, y vivian sin sujeción al imperio. El gènio de los cántabros era peor, más altivo, y más (enaz en rendirse á pactos; y

( i) Lib. 4, c. f2. DO contentos defender su libertad, procurabao traer » a á lo s ccnfifumtet, y molestabao con freeocntes correrías á lo s vaceos, cwrjtóniw y «wín'í/w«. El emperador Augus­ to no quiso tolerar inquietudes ni visos de enemigos en España; y para dar fin i todo, declaró (juftrra: abrió ias puertas de Jano, y vino personalmente á comandar ei ejér­ cito. Puso los reales en Segisama, y desde aili repartió la tropa con fin de atacar al enemigo por tres partes á un tiempo /Trí&w lotam jtene ampisams Caníalfriam, dice ürosio (l). Pero como la gente era feroz, y el terreno sumamente fragoso, no servían las fuerzas, qí artes mili­ tares. Andaba el romano como á caza de fieras entre montes, pero en rano, ó por mejor decir, no sin riesgo frecuente dcl ejército, eomo refiere Ofosio: Diu [aligato fnstra tUíjuf in pericubtm sspe deduelo twercilu. 58- Dion Casio (2> lo indíTidualisia. diciendo, que como los cántabros no quisiesen rendirse, confiando en la aspe­ reza de las montañas, ni se atreviesen á venir á las manos, por ser muy inferiores en número, y reducirse la mayor parle de sus armas á flechas; sucediendo también quo á cualquiera parte quemovia el emperador sus soldados, loe batía el cántabro desde ias alturas que tenía ocupadas, sin omitir estratagemas de varias emboscadas; llegó el emperador á melancolizarse tanto por estas dificultades, trabajos y pérdida de su ejército, que retirándose á Tarra­ gona, cayó malo, y desde entónces no tuvo en toda la vi­ da robustez, como dice Suetonio, cap- 18. 59. Dispuso el emperador (prosigue Floro) atacar á los cántabros por el mar, enviando allí la escuadra, y desem­ barcando tropas en sus puertos (de que liablaremos des-

ü ) I V , 2 J .

(S> b:n 9U llb. 93, pig. S14. S i pues), para combatir al eaemigo por el frente y espaldas. Los cáDlabros, viéüdose atacados por todas partes, y que el emperador se retiró de la frontera, resolvieron buscar al eoemigo que tenían por delante, y le preseataroa bata­ lla á vista de la eiudad de Bélgica; pero aunque el corazon sCTÍa invencible, los brazos y las armas fueron inferiores al enemigo: y perdida la batalla se retiraron al monte Vmmo, á quien por su eminencia juzgaban inaccesible álos romauos; pero estos (como añade Oroaio) los sitiaron por Jiambre, y casi lodos perecieron. Resislíase con grwi fuerza el lu^ar y fortaleza de A racilh; pero la mayor fuer­ za le rindió y asoló. Finalmente, prosiguiendo la guerra contra los confinantes, rindieron los romanos á los astu­ rianos juüto al rio íÍKura, y la ciudad de Lancia, con los que se hicieron fuertes en el monte Meduiio (que Orosio pcHie en Galicia), en la conformidad que explicamos en los tomos XV y XVL Augusto no salió en triunfo por aquella victoria (aunque el Senado quería), porque estaba ya en tal cumbre de honor, que podía despreciar estos premios, como Floro asegura. Sin embargo, su legado Publío Cari- sio batió monedas de plata con alusión á esta victoria, por medio de los trofeos y despojos de armas de los ven­ cidos, como muestra el tomo I de las M ed a lki de España. 60. Este fué el fin de la^ guerras de Augusto, que acabada la Cantábrica por medio de los capitanes genera* les Antislio, Carisio, Furnio y Agripa (comandante de la Armada marítima), corro las puertas de Jano: y éste fué también el fin de las rebeiiooes de España, siguiéndose desde entónces una fidelidad constante y una paz eterna, no sólo por ei géaio de la gente más propenso á la paz, sino por la conducta del César, que habiendo vendido á al- gunos por esclavos, afianzando á otros por medio de rehe­ nes, escarmcDlado de la aspereza de los montes en que confiaban los enemigos, los hizo bajar á vivir en lo llano, y entóoecs disfrutó las mmas ch; que abuQdaba la refcion, y los naturales (á solos los asturianos nombra Floro) em­ pezaron á conocer las riquezas que tenían en lo profun­ do

{i) P iíR ..m u otra novedad co los cántabros; pues los que habían sido hechos prisioDcros y vendidos como esclavos, mataron á sus señores, y volviéndose á casa, movieron gente á su alianza, y apoderándose lodos de algunas fortalezas, tra­ taban de acometer los presidios de los romanos. Vino en­ tonces contra ellos Agripa con ejércilo, y le costó no poco el ínanejar su tropa, porque varios veteranos, fatigados de tan continuas |?uerras, y temerosos del valor que auxiliado del terreno hacía muy dificultosa la victoria dol cántabro, no querían sujetarse á sus órdenes. Rcdiijolos en fin con promesas y amenazas, y cou todo eso padeció muctio su ejército, porque el cántabro, que no vivía sin la guerra, adelantó mucho en el arte militar de los romanos mientras estuvo prisionero y vendido como sier^•o; por lo que, ade­ lantando en pericia militar, y conociendo que si fuese ven­ cido no tenía esperanza de la vida, peleaba como un Mar­ te. El ejército de Agripa sufrió lautos perjuicios, que no sólo perdió muchos soldados, sino la reputación: pues la Legión procedió lan ignominiosamente con los nues­ tros, que el mismo Agripa la castigó privándola de usar en adelante eUílulo de Aug^isia. Eclmudo, pues, Agripa los íillimos esfuerzos, consiguió la victoria, y para evitar nuevas alteraciones, mató i casi todos los qjie raanejabaD b s armas, á los demas los desarmó y obligó i que bajasen á vivir á las llanuras. Estó fué lo último que Floro, como compendiador, dijo sobre esta guerra, y este es el motivo ' de que atribuyese la victoria á Augusto por medio de los rapi Lañes Furnio y Agripa, dando à éste la última mención ¡lor haber sido el último que mereció finalizar la

CÁN TARROS CONFIN A?»TBS CON LOS VACEOS.

0:3. Estos contextos de historiadores conlirman algu- u otra novedad en los cántabros; pues los que habían sido heehos prisioneros y vendidos como esclavos, mataron á sus señores, y volviéndose á casa, movieron gente á su alianza, y apoderándose lodos de algunas fortalezas, tra­ taban de acometer los presidios de los romanos. Vino en­ tonces eontra eUos Agripa con ejércilo, y le costó no poco el ínanejar su tropa, porque varios veteranos, fati^dosde tan continuas guerras, y temerosos del valor que auxiliado del terreno hacía may dificultosa la victoria dol cántabro, no querían sujetarse h sus órdenes. Rediijolos en fin con promesas y amenazas, y con todo eso padeció mucho su ejército, porque el cántabro, que no vivía sin la guerra, adelantó mucho en el arte militar de los romanos micotraa estuvo prisionero y veodidn como sier^•o; por lo que, ade- lantuüdoen pericia militar, y conociendo que si fuese ven­ cido no tenía esperanza de la vida, peleaba como un Mar­ te. El ejército de Agripa sufrió tautos perjuicios, que no sólo perdió muchos soldados, sino la reputación: pues la Legión procedió tan ignominiosamente con los nues­ tros, que el mismo Agripa la castigó privándola de usar en adelante cUílulo de Aug^isia. Eclmudo, pues, Agripa los últimos esfuerzos, consiguió la victoria, y para evitar nuevas alteraciones, mató i casi todos los qjie raanejaban b s armas, á los demas los desarmó y obligó i que bajasen á vivir á las llanuras. Estó fué lo último que Floro, como compendiador, dijo sobre esta guerra, y este es el motivo ' de que atribuyese la victoria á Augusto por medio de los capitanes Furnio y Agripa, dando à éste la última mención ¡lor haber sido el último que mereció finalizar la

CÁN TARROS CONFIN A?»TBS CON LOS VACEOS.

íí:). Estos contextos de hisioriadores conlirman algu- 3S nos plintos de los geógrafos, pues Dioü nos expresa la ex- tensioQ que tenían los cántabros y asturianos porlo medi- tertáneo, diciendo que habitabaü lo más fuerte del Piri- oeo sc^un se avaozuba por España y las ilanuras ó cam­ pos que están debajo de él: Fyrenai mntis in Húpaniam por redi Tniinüüsimam par lem, eique subjcctanrplaniciem wwt)- iuñt. Floro los pone al acafcar el Pirineo por el Oceano: P a­ cata fervom nis lüspania, nisi (fvam Pyren>Pi desincnlis xeopu- lis inharenlem ciOvior allucbal Oceanui. E^ío solo apela so­ bre lad* montañas quo miran a) mar; y aunque uno y otro puede aplicarse á Vizcaya y Navarra, favorece más á las montañas de Búrg-os, por ver que añade eran vecinos de los, voceo«, curgionios y aulrigonas: pues los vizcaínos no se pueden decir comarcanos üe los vaceos, gentes de la tierra de Campos, entre tas cuales y oi ler/itorio de Vizcaya co­ loca Plolomco |>or Oriente y Nordeste á los are vacos, be­ rones. pfilendonefi ymurbo^nos; y así los vaceos no se pue­ den tíoclr coafinauteíj con Vizcaya, porque tenían on modio á los de Soria, RÍoja y Cúraos, correspondientes á los re­ feridos de Ptolomeo sobre los vaceos en respecto al terri­ torio de Vizcaya. En nuestra sentencia sale bien, pues los cántabros confinan con los vaceos, como convence f^l mapa de Ptolomeo, y ver que el Mediodía de Fon libre confina con el obispado de PiUencia, territorio lo^/tímo de vaceos.

S- VIH.

CONFINANTES CON LOB tURMCOUS,

04. Sobre los curo^^^os (que se escriben curiüogos, cur^onlos, y con más variedad) es preciso eonfo.^r que de­ notan nombre de región, como los vaeeos y autrigonas de ántes y despues. Orosio, que sift uió á Fioro, pone vaceos, turmódi^^os ó turmogos; y autrigonas: .do j?uerte que los curinogos (le Floro correspOQdea á los lurmogos ó lurmódí* íjos de Orosio, y estos son los que Ptoiomeo llariia murbo- gos, .poniéndolos en su mapa coo el mismo órdoo exprAa- dü por Floro y Orosio, cslo es, vaceos, mur!x)gos y autrigo- oes. lodos confinantes eon los cántabros. Hablando, pues, los historiadores de las iros regiones que inquicfaban en sus confines los cántabros, y dándonos allí los geógraibs á los murbog^os ó turmogo^, en medio de los vaceos y autrigo- nes en que los refieren aquellos, es preciso confesar que hablan de estos, aunque los copiantes alteren algunas le­ tras; pues en un mismo aulor hay variedades, y elaro es qtie habla de una misma ^enie en unos y en otros códices. 65- En-Orosio hay turmo^os, turmof?as y íurmódigos, como advierte en sus notas Haveream|>sj y no sé cómo di­ jo Hardüino que no había oido más que en Plioio á los tur- mtkliijo*, pues on Orosio los debió haber leído. Previno si sería mejor leer murbogos, como en Plolomeo; pero eu caso de duda no debía corregir á un lalino qiiecsluvo en Esjxi- ña, por un g’ñe^o que no salió de Ej^^lplo. Yo antepongo la T inicial de Plinio y de Orosio, más quo la M de Plo- lomco, no sólo por el mejor informe de los dos (que el uno era español y el otro residió acá), am o por la inscripción romana que pondremas luego, la cual es

D. M. PHOEBVS yV I. RT. TOftMOGVS H iS PA N V S NATVS SEGISAMO NE m . K. MAUTIAS PHOEBION ET PRIMJ CENIA. FILIO. KARISSI MO. niJO DVLCISSI MO FEOERVNT-

68. Aquí 86 ve al hijo de Phebion y Primigenia naci­ do on España en Sasamon. y quo lo decían tvm ogo. E^io debe eoteoderso por el territorio de sü nacimiento, que era de los tnrm o^s ó lurmódigos de Orosio y Plinio; por­ que poniendo éste allí á Sasamon, n& es digno de reparo que la segunda letra sea o y no u, que puede reducirse al cincelador en lejanas tierras (si no fué el copiante), ó á que b pronunciaban de ambos modos, como vemos i cada paso en lengonas vivas. Tenemos, pues, el nombre de turmódigos en Plinio y en Orosio, donde se lee lurmogoi en algunos có­ dices; y la inscripción alegada nos da el dictado de íormo- go en sujeto nacido en los turmódigos ó turmogos. Por tanto debemos anteponer el nombre de esía región, que empiece, no con M (como en Ptolomeo), sino con T (co­ mo en Plinio y Orosio), y sólo puede dudarse si la voz era Inrmo^os, tormogos ó turmódigos: á que respondemos, qne acaso unos pronuncialwn de un modo y otros de otro, ó que la \'ariedad proviene de los copiantes; y parece más autori>;ablc la voz tnrmogos, por los códices de Orosio y por la inscripción referida, que la usan, y por Ptolomeo, quo se acerca más á ella en sus murbogos. 69. Pasando ahora á los curinogos de Floro, se verá la afinidad do esla voz con los turmogos, y la facilidad con que, separando la primera línea de la m, se hace tnogox de mogos; y para que no se repute pura conjetura, acúdase al Floro dcGrutero ó de Frciüshemio, ArgenUfrali y en las notas de la pág. 419 se leerá eurmogos, citando al pri­ mer IHs. Palatino; y sale autorizado el pensamiento. Ya no resla más que la primera leifa, que en alguüos Mss. es G, seRun Vioeto. En oíros C. En otros r. Si no se pretende que por esta variedad resullc iiablar Floro y Orosio de gentes ¿ifereotcs, se confesará que es diferencia material, poco extraña en copias de divecsos países, donde no ¿en- do conocida la voz de los turmogos, poDÍao la letra á que más creían aludir el manuscrito (jue copiaban. 7ü. Do lo diclio resulta, que las gentes nombradas en Floro despues de los vaceos, son tu riñosos, que con el mismo órden poneUrosk» debpues de los primeros. Tam­ bién se infiere que los turmogos, tormogos ó turmódigos eran los del Mediodía de Armxya, al Occidente de Burgos, donde está Soí;wamon (hoy Sasamon), colocado por Plinio en sus turmódigos y por Ptolomeo en los murlwgos. Estos eran le^nlimos confinantes coy los cántabros dcl nacimien­ to del Ebro; pero las tres provincias deVi^'-cayano pueden decirse coulinanles con estos, pues mediaban los autrigo­ nes; y así no puede colocarse Cantábria en la Vizcaya.

s. IX.

PLAZA DB ABM a S DE AL'GCSTO EN LA OUBBEA CAKTÁBRICA.

71. Pero todavía no podemos apartarnos de estas gen­ tes sin examinar el lugar Segisamay en que Orosio con Flo­ ro dice, puso Augusto sus reales en la ^^uerra cantábrica: Apud Segisamam caxira poí^uü. Los modernos citan aquí las dos Se{jisamas que Plinio pone en los turmódigos, y ei ¿fe' dc Ptolomeo en los autrigones- Este Segisa^ munculura no es del asunto, pues no lo nombra Floro ni Oroslo, únicos en expresar el lugar de la plaza de armas; y sí lo fuera, resultaba que los autrigones no eran cánta­ bros, pues al empezar la guerra contra la Cantábria, no pondría Augusto sus reales en tierra de los enemigos. I a coDsecucQcia de que los autrigones no eran cántabros es verdadera, s e g ú n lo probado; pero es c o n Ira los que a l a r ­ g a n la Cantabria hasla los ^'ascoDes, y a sí n o re e a rre n á Segísamúnculo ios de aquel empeño, s in o á S egisam a. 72. Pero hubo dos de esle nombre, una Se^isama Julia y otra sin aquel dictado, que en rigor no eraSegisama, si­ no Sejííojwon; pero los aulofcs HO insisten en ia malerial diferencia de csía voz con la de Segisama, por ser mate­ rialidad, y tenemos muchas experiencias do oíius mayores variedades en los nombres do un mismo pSeblo. Yo me in* cliao á qncla Segisama es lo mismo que Segisamon, por cuanto ninguno da á la pla^a de armas de Augusto el dic­ tado de Julia, que era propio del Segisama en cuanto dife­ rente de Segisamon, como vemos en Plinio, cuando dice Se^mmejulienivs; y lo mísnio en Píoloineo, que poce en los vaceos á Segisama Juiia, v eo los Itiurbo* g o s á Segisamon; de sacrte que do pu ed e r ic ja r d e ap li­ carse á í^gisamon lo que refieran slu el diotado de Julia, porque éste era cl dislinlivo entre los dos; y comò Fioro y Orosio no usan de lai dictado, corresponde que entenda­ mos cl pueblo que no gozaba de él, y esto es propio de Segisam on. 73. Apóyase por la situación de uno y otro: pues Pto­ lomeo, que declara el sitio, pono á Segisama Juila de los va- ceos, más abajo que el Segisamum de los murbogos (es­ crito vulgarmeutu Saíiíocmrt), y para guerra contra los cán­ tabros es más proporcionado sitio el de Segisamon, pues está en las fronleras de la Canlábria legítima, con oportuni­ dad para cl surlfmiento de la tropa y almacenes de los ví­ veres, Irayéndolos allí de la inmediación de Campos, y te­ niéndolos á la mano para los que eutrasen en Canlábria por los sitios en que Augusío dividió el ejcreilo, repar­ tiéndole en tres cuerpos, para que á ud mismo tiempo mo* •(eslasen á los cántabros por Ires partes, impidiendo que les entrasen víveres y hacieodo hoslilióadcs por la parte de Reioosa (donde estaba Juliobri^) y por el curso del Ebro abajo hácia Frías, que era la frontera de los cánta­ bros coniscos, que lle^ban hasta confinar con los lirones. Y que la guerra fué por estas fronteras meridionales de los cántabros, parece indudable, pues s()lo por esta parte en­ contramos el sitio en que nos dicen estar la plaza de ar­ mas; y si hubiera de prevalecer ia lección de los libros que en Floro dicen haber repartido Ani^^usto la tropa en un dia, dejando sitbdaccn los tres cuerpos toda laCantábria, ó casi toda, como se explica Orosio; 6i esto fuera as/, de oingun modo godía tomarse eo cuenta para el caso presen­ te ¿ Vizcaya, porque no era posible que puestos los rea­ les en la tierra de Campos, cerca de Búrj^^os, sitiasen en un dia las fortalezas dc las tres provincias de Vizcaya, cort lo que hay hasta Relnosa, y más allá basta el naciraienío .del rio Cairiony de Pisuerga, que estaba ciertameüte en la Cantábria. Pero hecha plaza de armas Sasamon, que es frontera de Amaya, por donde se va haciendo áspera á ca­ da paso la tierra, estaban en oportuna situación para inva­ dir ai cántabro (que ocujiaba la aspereza inmedhta) fuera de sas límites, en el confín y eü sitio propoccionado para v ív eres. 74. De ^ u i resulta que la Caotábria no abrazaba las tres provincias de Vizcaya, y que no fué allí el peso de la guerra de Augusto, como pretenden los de aquel partido; pues en tal caso hubiera puesto Augusto sus reales en aquellas fronteras, y no en sitio tan desproporcionado, co­ mo es el de tierra de Campos ó las cercanías de Amaya, en las cuales únicamente, y no en Vizcaya, señalan los anti­ guos geógrafos el luf^ar en que los historiadores dicen pu­ so Augusto los reales. 75. Güribay, trastornando el órden de la guerra refe­ rido por Floro (que pone los reales en Segisama ántes de 6 la batalla, y Garibay despues), aplica estos sucesos á Gui- púzc(>a, dicieodo que Sc^isaoia esBeisamo eutre A ^ y tia y Tolosa, y que allí asfníó sus reales. El Padre Henao proce* dió con más iniparcÍaUdad, y confesó que Se^isaraa caía fuera dc Cantábria; y que desde allí, eomo país am ^oy sujeto á los romauos, se empreudió la ínvasioo contra los enemigos: pues de otra suerte resultaba que Guipúzcoa no fué Cantábria (contra el intento de Garibay), debiendo to- dÓR confesar que el país donde sentaron los roalos, no era la tierra queso intentaba sujetar. Deben, pues, contrade­ cir á Garibay, y no admitir eu Guipúzcoa á Segisama cuan­ tos pretendan colocar á la provincia dentro do Cantábria. 7H. larram endi desamparó con razón á Garibay, y con­ fesó que el Scgisama de los reales fué en los vaceos ó eD los turmódigos. Desde allí, dice, envió Augusto la tercera parte del ejército hácia los cántabros pésicos de Santander ySaotillana, y las otras dos hacia las provincias del Vas­ cuence, y así quedó sitiad^ dc una vez toda ia Cantábria (1). Esto va eu el falso supuesto de que los pésicos eran cántabros; pero suponiendo que eran, los de Santillana y Santander, y que allí fué una dc tres partes dei cjéreito y las otras dos hácia Vizcaya, da á entender que la mayor fuerza de la guerra liabia de carinar en esta parte. Si esto fué así. resulta que los reales no estaban bien puestos CQ Scf^isama (y el autor confiesa expresamente, que para cer­ car de una vez á^toda la (^n tábria estaban allí Oien pues­ tos). Nuestra ilación se“prueba por el territorio de Campos ú Occideole de Burdos (en que estaban los vaceos y tur­ módigos) COD los reales á la freo te de los eánlabcosdel na­ cimiento del Ebro, Mediodía de Santander, pero muy reti* radoB de la frontera meridional de las tres provincias de

(1) Pág, 265- Vizcaya, que corresponde muchas le^juas al Driente de Se- ^isama, hácia la Rioja. Si al Norte de-ésla so esperaba el mayor peso de la guerra en Vizcaya, ¿cómo se pone la pla­ za do armaos tau dislante hácia ios pésicos, reputados de meDor fuenca, y d o ea frecte y á proporciou del territorio délos que pronietíau más teuaz resistencia? Asi el Medio­ día de éstos, como el de a

% X.

BL CONFIN DR 0 ÁNTAI3RÜS Y AÜTBIGONES CONVENCB KO SER V IZC A Y A 1)K J.A CANTABRIA,

77. Prosiguen Floro y Orosio refiriendo el motivo de la guerra eaniábrica, y dicen fué por inquietar los cánta­ bros con frecuentes hostilidades á los vaeeos, turmogos (de que ya hemos hablado) y á los autrigonas (que los geó* grafos nombran autrigones). K*?ta soncííla narración prue­ ba que ios autrigones no eran cántabros, porque el cán­ tabro DO inquietaba al cántabro, sino al que no lo eraj inquietaba á los autrigones; luego éstos no eran cánta­ bros. 7S. De otro modo. Augusto vino á defender á los va­ ceos, turmogos y autrigones de las hostilidades que les fhaciaQ los cántabros: luego no vino 4 poner guerra á los autrigones, sino á protegerlos; luego la guerra de Augus­ to no lué en las montañas de los autrigones. u

79. Todo el que no eslé apasiouado verá la nueva c o d - jíecuencia. Pero el P. Larramendi, preocupado dc su em­ peño, «5 alrcvió á decir (1), que en las monlafias de> los antri^ones y várdulos sucedieron los lances famosos dc esta guerra; y para esto puso en Vixeayaios monlcs Vinnio y Heduiio, con las poblaciones de H élgka y Arac^o (de q u e luego hablaremos). Esta es una preocupación que líacc ofuscarlas polene las para no reflexionar eu circunstancias.* Si los autrigones son ios infestados por ios cántabros, y á quienes Augusto viene á librar dc a6rseie antojado escribirlo asíá uu caballero guipuzcoano, que en un librilo intitulado Recopilación d^ cosas de. Guipúzcoa {hasta hoy no impreso),. dice perseveran hasla hoy vestigios eo lo más alto llamado Aidaba, cerca de Betsamfl, donde Octaviano asentó su real; y que habiendo expugnado el lugar de H cgiló (como oíros escriben) Aracil, los cántabros subieion á la montaña tíir- nio, que ahora llanmn E m ioa, etc., con lo demas que re-

{]) P % 26S . AS fiere Oiheüart (I) y Garibay (2), que llama moderno al au­ lor de aquel Ms., y Heoao (8) dice fué el bachiller Zaldi- bia, y ie poae en el 1560, tiempo muy recieulc para aulO' rizar cosas lau remotas; y así, ni éste oi otros papeles de más años son dignos dc traerse á depoocr sobre hechos de mil y cuatrocientos aüos áütes de nacer los que se presea- tao por testigo. 81. Garibay, sin ser escrupuloso en cosas de su pro­ vincia, conoció las palraDas que envuelvo el mencionado Ms., pues^alega que el mismo Augusto escribió cinco li­ bros de las cosas notables que le sucedieron en esta guer­ ra, y que no sieado vcncidos los montañeses de Vizcaya, Guipúzcoa y Alava, pasaron trescientos á Roma jxira deci­ dir la causa por desafio[contra cítros tan los romanos, y que veticieron los cántabros; lo que coa razou desprecia Gari­ bay como apócrifo, y lo mismo debe decirse dc los monta­ ñeses de !Rúrgos que adoptan aquel desafío, y anadea unos tratados de {>az que aíianzaa no menos que coQ todos los moatcs que hoy decimos de Pas. Todo oslo y lo que el príncipe 1). Carlos de Viana, seguido de Heuler, escribe, aplicando esta guerra á¿Ia A'ararra,no Icjos dc Peralta, son voluntariedades sin ninguna autoridad, porque ningún an­ tiguo reduce estos sucesos ¿ los vascones, á los várdulos ni á los ’autrigones, Jsino precisamente á la Cantábria; y por tanto es preciso reconoccr en ella ó en sus contornos los nombres de lugares ó montes que los historiadores nos refieren, como se verifica en;laStíg'i'íttfntt, deque hablamos arriba, sita en la frontera de Canlábfla.

iU rá^f. 12. (2) Lih. 6, cap. 28. (Z) Pág. dc! lomo t-'’ S IT IO S <4lJE.SK UBFIÜÜBN BN LA OU&KUA CANTÁBIUCA.

82- El primer nombre que reliere Floro eu Iok sucesofl de Augusto contra los cáutubros es Bélgiatf debajo de cu­ yas murallas se dió la primera batalla, y vencidos los DUes- tros, se retirarou al moote Vinnú/. No Leñemos ca los geó- {j^afos el nombre de Bélgica; pero tampoco es seguro que Floro escribiese aquel nombre. Stadio eu >íu ediciou escri­ bió: Sub manibus Vetli£^, lo que aprobó fi revio en sus no­ tas, por la frecucucia cou que se escribe v por 6, y a! con­ trario Dellica por Velltea, y de alli pasaron otros ti Bélgica, con virtiendo eo g ia secunda i; lo que es méuos de extrañar eu vista de las mayores variedades cuuque en Oroáo ofre­ cen los códices aquel nombre, poniendo/Icife y AiHce, d o n ­ d e o tro s flelgica. En Ptoloíneo vemos que los cántabros te­ nían en lü mediterráneo, jurito al nacimiento del Ebro, á Velika; y como de e^ta hay ejemplar en Floro (como se hu dicho), salen contestes el hisloríador y s^ógrafo hablaudo de una misma región y un mismo pueblo. 83. No se conoce hoy la siluauion de Vellica. Si Pto­ lomeo tuviera exacíltud en los números de la posicion, re­ sultaba haber estado hácia el Norte de Fontibre con dis­ tancia de una» cuatro leguas entre los?Íos Saya y Visaya, hácia Barcena mayor. Pero i vista de que erró la posieion de Juliobriga, colocándola al Pocleule de Fctnlibrc, y estu­ vo al OficQlc, podemos recelar que invirtió las posiciones poniendo al Norte la Vclllca, correspondiente al Mediodía de Fontibre. La razones, (Wrque cuatro leguas alNorte in­ cluyen unas continuadas montañas, que parecen ínsupera* bles aun estando guarnecidas de poquisiim» gente (como yo mismo he vislo), y por IííqIo do podemos suponer el cjér- cito romano al otro lado de ellas, mientras no teQ^araos texto qufi lo convenza; porque ei terreno y la diáeullad qae halló Augusto en combatir al cántabro, mieotras no quiso presentar batalla, no lo iwrmiten. 84. Añádese, que al Norte de Sasamon, y dentro ya dc Canlábria junto Aguilar de Campóo, hay una «ran lla­ nura capaz de admitir nna batalla, y este cam|>o se halla al pié de una altura, eo cuya planicie superior hubo pohla- eion aniisna, sORun me aseguraron preguntándolo yo, por ser sitío muy proporcionado para el genio de los antiguos, y capaz de tener en su cima una ciudad. Perseveran ves­ tigios, y el conjunto hace muy verosímil la conjetura, por­ que el sitio es á ocho leguas más adentro de donde esta­ ban los reales; es ya de la Cantábria, diñando á las espal­ das á Amaya: es capaz do una batalla: á la letra se verifi­ ca Sub mtfiiibus de la ciudad sita en la altura mencionada; está más acá de la aspereza de los montes, pues aunque median algunos, no son ásperos ni continuos. Pudieron, pues, los romanos llegar allí y presentar los cántabros ba­ talla, vléüdose atacados por la tropa que les amcna>:aba por ia espalda cuando llegó la armada por las costas. 8 5 . C onfórm ase c o a e«fto lo sig u ien te d e F lo ro , que perdida la batalla, dice se retiraron los cántabros alptonte Vinnio, cuya altura k s pareció insuperable por los roma: nos, y ya que no pudieron vencerla, los vencieron por hambrfi, y Inégo tomaron el lugar de Araci/io, fjue resistió con fuerza. Esto es muy conf

(i) lomo Sí La perpétua memoria de Pompeyo eo la ciudad de Poínplu- na (cabeaa de los vascoúcs) es testimonio del señorío que los romanos teníao del PiñJieo acá, hácia la Caotábria; pues Strabon interpreta el nombre de P m pelon, d u d a d d e Pom peyo, Pompejopoiis. P . 161.

§ . X D .

D8 ALGtTNAS POBUACrONBS QUE SE NOtfBftAN ES L0 6 T B R & IT O - BI0 8 S E P E R m O B .

88. Acerca de las poblaciones de los cántabros se ea- contrará variedad ea los textos de PIÍqÍo sobre el número. y a qu e 00 acerca de los nombres, pues no quiso nombrar más que á JuIiobrigB. Mcla anduvo más escaso, conten* táodose con decir que fcm'an alguoos pueblos y rios. pero sus nombres no erao acomodables á su lengua: Quorum no- mina noslro ore concipi nequeani. Strabon también encontró eo ellos aspereza, como arriba se dijo; pero yo recelo que la dificultad afcctada en escribir aqncllos nombres, nacía de la poca afección qnclos romanos tenían á los cáotabros. como ant^uos é irreconciliables enemigas; no de que no pudiesen acomodar los nombres á so idioma, según con­ vence el liecho de que Ptolomeo nombró ocho ciudades de los cántabros, y un rio: Horacio y Sllio Itálico expresaron el nombre de Concano; Floro el de Áracillusn: y ni éstos ni los demas de Ptolomeo tienen más escabrosidad que otros nombrados por Plinio, Mela y Strabon dentro y fuera de España. Parece, pues, que por desafección á la gente oo quisieron detenerse en referir sus pueblos. Por lo mismo es muy escasa la notida que de los más persevera, y la de algunos se reduce á Ja mención de Ptolomeo- Otros cons­ tan, sin haberlos nombrado los geógrafos, como iremos diciendo. 89. Dije ya, que eo Plioio hay variedad sobre el nú- La perpétua memoria de Pompeyo eo la ciudad de Poínplu- na (cabeaa de los vascoúcs) es testimonio del señorío que los romauos teuiau del Piñueo acá, hácia la Cautábría; pues Strabou interpreta el uombre de P m pelon, d u d a d d c Pom peyo, Pompejopoiis. P . 161.

§ . X D .

D8 ALGtTNAS POBUACrONBS QUE SE NOtfBftAN ES L0 6 TBB&ITO- B I 0 8 E E P B R m O B .

88. Acerca de las poblaciones dc los cántabros se en­ contrará variedad en los textos de Plíoio sobre el número. ya que DO acerca de los nombres, pues uo quiso nombrar más que á JuUobrigB. Mela anduvo más escaso, conten* lándose con decir que fcm'an algunos pueblos y rios. pero sus nombres no eran acomodables á su lengua: Quorum no- mina noslro ore concipi nequeant. Strabon también eocoutro en ellos aspereza, como arriba se dijo; pero yo recelo que la dificultad afcctada en escribir aqncllos nombres, nacía de la poca afección que los romanos tenían á los cántabros, como ant^uos é irreconciliables enemigas; ao de que no pudiesen acomodar los nombres á so idioma, según con­ vence el liecho de que Ptolomeo nombró ocho ciudades de los cántabros, y un rio: Horacio y Silio Itálico expresaron el nombre de Concano; Floro el de Áracillum: y ni éstos ni los demas dc Ptolomeo tienen más escabrosidad que otros nombrados por Plinio, Mela y Strabon dentro y fuera de España. Parece, pues, que por desafección á la gente no quisieron detenerse en referir sus pueblos. Por lo mismo es muy escasa la notida que dc los más persevera, y la de algunos se reduce á Ja mención de Ptolomeo- Otros cons­ tan, sin haberlos nombrado los geógrafos, como iremos diciendo. 89. Dije ya, que en Plinio hay variedad sobre el nú- btì mero, pues en ei eap. III del lib. III se 1«, jwbre el con­ vento de Cliinia, que dc Caniábria concu rriao cualro p u e ­ blos. En las cdick)nes moderaas se leen cuatro con V il ai m áí^Q , y eü la de Harduino en el texto. En el lib. IV, cap. 20, hay el üúmoro dc su« e, mal aplicado áotcs ¿Fla­ vio briga, como que era colonia de nueve ciudades: l i a m - bri^a, Colonia, Ciiitaium IX, Hcgio Caniabrorum. Este yerro nació de apuntar mal la cláusula, como notó bien Ilardui- üO, pues el punto se debió colocar despues dc Coionia p ara acater con decir que lo era F[aviobri|?a, y dar luég^o nueve ciudades á la región de los cáotabros, evitando la dura equivocación de bacerà una colonia ciudad de nueve ciu­ dades; pero redueicüdolas á la región que nombra inme­ diatamente, se irá COD el estilo de Plinio, que cuando no se detiene á exprc^r lugares, alega el número, como se ve, cuando en el convento dc Clunia dice: Peiendones ceUibero- rum quatuor ycpu^ií... /n Vacccomm XVUÌ citiia¿i6ws:i: in iu íT íjo m m X ctVjííUifttfí, etc. Á este modo

Que parece haberse llamado ántcs Brigancia. P u e rto rfe la Victoria de los Julíobrig^enses. P u e rto Blendio. P tie rto Vareatuwa. Legión cuarta, lug^ar. (Cohorte tío¿¿ca, en Galicia.)

91. Entre todos los pueblos de la Cantábria no repu­ tó Pltnio memorable mas <3ue la ciudad da Jidiobriga: Julio- briga sola mcmoraiw. De ella se ha hablado con mucha va­ riedad y con poco acierto, reduciéndola á Logroño, Valdi­ vieso y Aguilar, sin pruebas para ello, y muclio ménos pa^ ra los que la ponen en la cosfaódisting:Gen dos Juliobrig’as, una allí y otra en lo mediterráneo, alncináoííose con mías palabras

( i ) E q e l Vú/. 10, csp. 33 1 1 li a . (í) M3, tii

orden que tienen desde Vizcaya Ijácia Afilúrias, qsí* tander; lo cual dice se prueba mejor que por Plimo con una inscripción sacada de la tierra y copiada por D. Pedro

H) M n «I dU t7 d» Enero, pág. i. Erra^quin, secretario d d duque de Nájera. Según esto la piedra se descabrió en «uyiel puerta. Pero eiendo tan iarga la distancia de Bermeo á Santander, {M idiera haber rtxplica- do cuál era dque enlrc los dos se decía el como por antoüomasm y Ri¿

IMP C.^^. L. SEPT. SEVERI. PII. PERTIN AVG. ARABICT. ADIABEN. PAHTH. MAXIM FíL. DIV!. M. ANTON Pll- GEaM- SARM. NEP DIVI. HADRIANI. ABNKP. DIV¡. ANT PRONEP- T)IVI. TRAIANI. PAHTHIC ET. DiVl. NERVi4¿. AON M- AVRELIO. AKT- AVG TRIB- P<)T. V il COSS. I. PROC- PP NAVIC. QVI. CANTABR. NEGOT AD. PORT. iVLIOBRlG POS\T¿H. DEVDT N . M. Q.

Prescindiendo del modo con que la impriniió Tamayo, con letras mayores en el princifáode c^da diccií®, con

^1) Temo I, p»j. 309. puDtos al fio desd& Agoilar. E o aquel camino m i dcl que va- y& á Hemo^ Jiay olea dc las do* oomeí^donadas in$orípciGo«s, que cs de las medidas de la preceda- tevy^ceasi: i

TKR- AVG, . . V S T . IMID n'.PRÁ.LEG- '• n H 'l T A G R ' VM. ÍVLIO BRIG.

104. Existe á un cuarto de le- g;ua más adelante del lugar llama­ do lo4 Quinlanas, y deotro dc él, cn el zaguan de una ca^, hay otra piedra medía vara más corta y otra media más ancha; por lo que dispusieron los ren^^ooGS cn cuatro lí­ neas, y aunque cslá maltratada, se lee lo siguiente:' Bien se ve que, aunque tienen AVGVST.TER diversa disposición, convienen DIVIDI!...... CQ publicar que eran Términos liliET- AGRVM. IV Augusiaies de la jurisdicción de LIOBRIG Juliobriga y de la legión IV; y como se pusieron en el circuito de cosa de dos leguas cor« tas por Mediodía y ménos hácia el Poniente en respecto del sitio que hoy llaman Retortillo (i inedia legua corta de Reinosa), se infiere bien que alh (doade perseveran rui- L9S <]el tiempo de ios romanos), y no en los siiioa á que otros recurren (incapaces de tener allí sus liodcros), cor­ responde colocar á Juliobriffa. 10j. Otra individualidad resulta de las alegadas ins­ cripciones, por las cuales hay noticia de u d lugar llamado U gion CvarUty por cuanto de clia se tomarían los que con­ cluida la guerra cantábrica recibieron campos por ia bue- oa conducta de los romanos, que premiaban al veterano co d heredados para recibir en lo que daban D uevo pueblo, nuevo cultivo, nueva contribudon. A este modo hallamos otro lugar pertanecix^te á la proviacia dc Galicia, llamado Cohorte G alka, según couata por la Noticia dd Imperio, qu e en los presidios de Espaúa y provincia de Galicia pone el de la cohorte Galica: In provincia Hispaniadaití^cia.^Pra^ feclus legionis VII. Gemina, legúme. Tribimui cohífrlis IÎ ?acaiian

{*) Mb, I,c . 7, aquel aitio del rio Ebro cosa de cuatro leguas, el rio al Norte y la poblacion á Mediodía. Las inscripciooes aleg;a- das favorecea más al sitio de Retortillo; y habiendo aquí ruinas, pierde fuerza ei recurso de los que por otras seme­ jantes se bajen á Ag*uilar. 107. R n /uliobriga residía otro tribuQO, que era de ía cohorte ceilibérica, como se ve en la Noticia délas rfípnida- de dd imperio del Occidente (1), ó en la edición règia de Labbe (2), donde habla de los presides de Galicia, y dice así: 7H6uni4í cohorlis Ceitibera, Brigantie, n u w Jidiof/riga. Esta 3ocucioD no denota que la cohorte celtíbera fuese de Brigancia, ni que residiese ántes en Brigancia, y ahora (es­ to es, en tiempo de Arcadio y Honorio) estuviese en ^ o - briga; sino que el lugar llamado antes Bri¿an«a, era ya conocido por el nombre de Juliobriga; porque para deno­ tar diversos lugares de residencia en diferentes tiempos, había de decir, Briganiiof, nunc Juliobriga, guardando uni­ formidad de concordancias. Demas do esto á la Noticia ac­ tual del Imperio no corresponde el sitio en que ya oo esta­ ba el presidio, sino declarar el nombre del lugar doude re« sidía, y este era Juliobriga. 108. entendió Morales la expresión cuando la pu­ so (3) en romance: Residía otto tribuno de la cohorte ceilibéfica en Juliobriga y sin añadir la otra palabra de Brigancia que vemos en el texto latino; y conviene expresarla, porque de ella resulta el nuevo descubrimiento de que Juliobriga se llamó ántes de la dominación de ios romanos B riganna, y esto es may conforme c o d la historia de k guerra cantá­ brica, según la cuai debemos suponer que ántes de Au-

{«) Cap. 90. {%) S«c. «5. {3) En «I Üb. iO, 33.

i i et gusto teníaQ los cáotabros esta poblacion no léjos

H ü p a n i^ r íiw hoslis ores Cantaber, sera domitus caleña.

En la guerra de Julio César andaba el cántabro en ei partido contrario de Ponjpeyo, conio afirma el mismo Cé­ s a r (2): tquiies auccUmque i&ii Lusüaniof á Peircjo; celtUieris, canfahris, bar harisque omnibus, qiti ad Üceanum ptí-linenl, o í Afranio imperaníur. Concluida aqueUa guerra quedó cl cántabro en Sa libertad hasta el imperio de Augusto, como refiere Floro, y entónces se verificó cl sem i cantaber d e Horacio y no ántos. No pudo, pues, Julio César edificar ciudad dentro de la Canlábria. 111. Ni basta para ello el dictado de Julio que vemos antepuesto á la voz Briga; porque cl impedimento referido

(1) Eaellib. 6, c. 22. (2) De íklJ,c«íkl,,c. 38. az obliga ú usar ahora el recurso de que algunas veces era Augusto el eoleodido bajo el tildo de Julio, como expre­ sa Oion Casio, que dos ofrece el ejemplar de que Agripa mtiíuló bs Sfijto del Campo Marcio, dándolas aquel dictado, no por'Divo Jdlio, sino por su hijo Augusto: Ju~ lia ea alf Augusió cognm (navit (1). Este es un apoyo irrefra­ gable para recurrir á Augusto en lances donde la historia ofrezca compriücipiosque no pueden aplicarse á Julio, co­ mo es en el caso de que habUmos; y para ello se debe te­ ner presente que Octaviano desdo la adopclon se llamó Cayo Julio {como muestran los Fastos), y por tanto Agri­ pa pudo tomar de él el dictado de Jttíio y lo mismo la du­ dad de Juiiobrí^ U2, l^ncirolo, comentando las palabras a la d a s de la Noticia dcl Imperio, hace á Juliobriga colonia, citando á Plinio y á Ptolomco; pero se equivocó, porque en Ptolo- mco ni en Plinio no hay tal dictado, y acaso confundió con esta ciudad la de Flavicbriga, que era según Plinio colonia. El mayof yerro es afiadir que los celtiberoR nunc Bi^caini vocantur, pncs ni ahora ni nanea perteneció á Cel­ tiberia la Vizcaya. 113- Conócese también Juliobriga cn el caerpo de las inscripciones romanas, pues fuera dc laque dimos sobre el pnerto de los juliobrigenses, se puso otra cn Tarragvna con estátua á un ilustre cántabro, natural dc Juliobriga. llama­ do Cayo Annio Flavo, cuyas líneas se disponen en ürute- ro (2) en esta forma:

0 ) Ltb.B3, p, RtS. (2) P. CCCUV,*, C . ANNIO L - F. QVIR. FLAVO IVLIOBRIGENS EX . GENTE . CAOTA BRORVM.PROVmcIA. HISPA M A. CrTERICR OB.GAVSAS.VTÍLITATESQVE PVBLICA S FIBEUTERV e T -CONS TANTER .DEFENSAS.

Contábase éste en Roma eo la tribu Otrtnna; y habiendo administrado con aplauso los negocios públicos de la Es­ paña Citerior, mereció que la misma provincia le dedícase aquella hononñca memoria.

CONCANA.

114. La primera ciudad que Ptoiomeo expresa en la Caniábria mediterránea es Cbnwrw, por cuya expresa men* cion corresponde aplicar á esla ciudad las memorias que incluyen esto üombre, refiriendo la ferocidad de sus gen­ tes; pues como vivían entre asperezas sin comercio y so­ ciabilidad de polílicos, participaban {como dice Strabon) inhumanidad dc las fieras, y tenían cosas comunes con los celias, Ihraces y scilas, como dice p. 155 y 165. Una de estas era gustar mucho de beber sangre de caballo, como los masagetas y gelonosde la Scitia, délos cuales dijo Vir­ gilio llf. Georg. 461.

El IfK concrelwn cum sangtane polat equino.

115. Esto mismo dijo Horacio dc los concanos (1) que

(I) Lib. 3,0)1« IV. los raeneioDa con los ^lonos y britaoos, por ser inhuma­ nos eon 'los forasteros.

Visam Briianrm ho^üibus fero», Bl lalwn equino sangmne Concanum, Visam pKareírtüos gehnos, cíe.

116. Estos eÓDcanos eran los españoles de la Canta­ bria, donde Plolomeo coloca la ciudad de Cóncana, y Süío Itàlico, Iralando de los pueblos de España que se alislaron en la tropa de Annibal, refiere al cóncano, airi huyéndole la semejanza con cl masa^elá en ^ slar de la sanare de caballo- III, v. 360.

Nec qui nmagelen monstrans feriiale parenlem comipedis fusa satiaris, amcane, ten a.

Ni é€le, diee, ni el ilérgele, ni el vascon, ni el cerreta­ no se deluvieron eü tomar las armas. Era, pues, el cónca- no de España como los demas referidos. 117. De aquí resolta un nuevo descabrimieoto de que los cáncanos fueron mencionados por Strabon, p, 156, donde leemos coniaci', poea aunque Casaubon previene que aeaso son estos los quemas abajo nombra Strabon cm isci, no debe hacerse esta correccioo, sino la prevenida de con- cani en lugar de coniaci, porque en el griego son más pa­ recidas las letras que enei latin: K(0V((ikoc por Kwvuvoi, donde no hay más diferencia que t , por v , y trasportar una sílaba» ** por *«; lo que con mayor desfiguración ocurre en otras voces. 118. La razón es, porque SlraboQ habla allí délos cán­ tabros, refiriendo de ellos que, pers^uiendo ántes à los alia­ dos de los romaJios, ya tomaban por los romanos las ar­ m as, como xe verifica en los cáncanos y en ios q^ie tm^en /uní# *l Twimt&ito del Ebro. F-stos ersü los de tierra de Reinosa;’ aquellos los de más arriba, pues Ptolomeo pone á Cancana cn el Norlo de Juliobriga, y como ciudad la más alia de las medllerráncas de los cántabros, se^un prueba su mapa. HÍ20 pues bien Straboc en nombrar áolcs á los eóncanos y despues á los dem ás abajo, para calificar la IransformaciOD que había ya en ios cántabros por la parte dcl Norte y Me­ diodía. Así sale bien el texto, leyendo los concaoos, pues T'a conforme con la mención dc ellos hecha por Ptolomeo y los poetas. Pero los coniacos do llenen apoyo eo nadie, y la cercanía de la voz cóncanos, junta con el territorio idéntico en unos y otros, aquieta para leer allí el nombre que por los demas se caliüea. 119. La corrección de coniacos eo coniscos no parece tan arreg^l&da, porque los coniscos de Strabon (1) eran cer­ canos á los heronv (de la Rioja), cooio dice alh exprcsa- metilc; y por consisuie^te no tienen lauta conlraposicion y dirercncia de los cercanos al nacimiento del Ebro (á qaiC' nes Slrabon contrapone ó acrecicala sobre el ejemplo de b s cóncaoos) y estos sí, pnes vivían muy sobre las fuentes del rio; los coniscos rio abajo, contii^uos con los del naci' miento, por lo que do era necesario diferenciar unos de otros y ponerlos como dos. Eq los cóncaDOS sí, porque eran los más fieros, eomo más internados eu la aspereza de udos soberbios montes. Conviniendo, pues, los qae hagan esle recurso en que se corrija la voz, parece raás arreglado po­ n e r cúncanos en la primera parte y dejar en la segunda á los coniscos, porque aquellos son muy nombrados entre los cántabros, y por tanto uo deben suponerse omitidos en Strabon, que al hablar de aquella gente ofrece un nombre poco desfigurado. 120. Cosaubon bablaDdo de los c o d Ís c o s (á quienes re­ currió en la primera cita) vuelve á dudar si eran lo mismo que loa coDÍacos; de suerte que en ambas partes habla Strabon de üoa misma ^ n te , auaque los dos nombres seau al§f0 diversos; y aquí mcucioaa los conanos de Horacio (que hoy leemos cáncanos), pareciéndole ser lodos uno mismo- Pero según !o prevenido, habla Strabon de dos pueblos, uno el cóncano, otro el conisco, porque éste y no aquel corresponde al confinante con los lirones íRtojanos). 121. Se dirá que en tal caso resultan más pueblos en ios cáotabros que los numerados en los autí^uos, pues aho* ra resoltan unos coniscos, que al modo de los cóacanos se nombrarían por la capital, y arriba citamos en Strabon otra ciudad Ju¿^a, junto á Fontibre. Respondo que no es inconveniente, porque Mela no qui­ so nombrar ningún lugar; Plinio expresó uuo y contó nue­ ve; Ptolomeo ocho, y ninguno puso á A radlo, n i la Cuarta U ffion, que nos consta por otros medios. Á este modo no es inconveniente deducir por Strabon á Tuisa y Coniscoy co­ mo no lo es el Araciio y Legión Cuarta, que es preciso admitir eo la Cantábria. 122. Acerca de la sltuacioQ de Cáncana no tenemos más noticia que la de Ptolomeo; eslo es, que era ia más alta de los cántabros hácia el mar y en ios coofines de As­ turias, lo que no da seguridad para reducción individual de este lugar eu tai sitio más que de otro de sus contornos- 123. Zurita en ia descripción de su (Cantabria se incii- nó á que estuvo en Cuenca de Campot, guiándose por la se­ mejanza de los nombres Cóocana y Cuenca, y porque cl si­ tio de la Cóucana de Ptolomeo le conviene (dice) mafíji'iüo- s

OTTAVIOLCA.

125. Debajo dc Cóncana pone Ptolomeo á Oíiaviokay que la edición Ülmense nombra Origavioka, pero ninguna escribe Octavióla, sino á lo más cercano, Octaviolca. Y aunque hay algana variedad en los minutos de la posiciOQ, queda siempre sobre Fontibre y con menor distancia del mar: por lo que yerran cuantos la reduzcan á -4

126. Lo mismo sucede con Argenomescum, tercer pue­ blo ú e Ptoiomeo, diciéndonos que estaba más absyo de Ol- taviolca viuiendo dei mar acá; y de ella dice Sola que fuü donde h o y A rgm edo, pueblo de coiia vecindad en la moü* laña baja (que es lo de Peñas al Mar). El nombre dc Ar­ remedo no disuena del an% uo ni la situación referida. IJ7. PUnio nombra como |)arle de los cántabros á los orgenmescos; que est¿mdo eu una misma región y no ha­ biendo más diferencia que la primera letra eo nombre na­ da vuliçar, sino muy singular, corresponde al dc Ptolo- lomeo, y parece debe anteponerse cl de Plinio, por haber estado acá, ó salvar los dos, porque acaso unos proúun- ciabsm de un modo y otros de otro. Dc la voz orgenomescos en Plinio hablamos arriba, nu­ méro 93, previniendo que eran parte de los cántabros, y lo mismo prueba la situación, pues su territorio era ántes de Ueçar á Astúrias viniendo á ellas desde Bilbao, y en aquella costa tenían el puerto V ^eaíueca (de que hablamos arriba); lo que nos da á entender que buscaban alguo co­ mercio, á lo ménos por el beneficio de la pesca, y en espe­ cial despucs que por la paz oclaviana se fueron civilizado y tratando con los que ántes perseguían como á enemigos, paes la noticia de los puertos cantábricos la debemos á Pli­ nio, que escribió unos cien años despties de la sujecioo do los cántabros. Este puerto de Vcreasuccale pone antes de Ueçar á Aslúrias en el confin do la Cantabria con ellas, y por tanld corresponde al Puerto de S. MatUn de la Arena, como se ha prevenido al tratar de los poertos. VADINIA.

128. Síguese en Ptolomeo Varfmto debajo del referido, qoe por consiffuienlo era más meridional y cercano á Ju­ liobriga y Fontibre, por lo que no es ínuy descaminado el recurso de Sota á pero no hay más alusión que la de la voz. En Ptolomeo hay mayor declinación al Occí-^ denle, por donde nos pone al monte Vindia en rus fines bo­ reales, de modo que Vadinia y el extremo del monle Vindio no dlslau mAs que pocos minutos dentro de uo mismo gra­ do, el 11 de longitud y 44 de latitud, con los minutos que previenen las Tablas; y viendo la cercanía ó situación de Vadinia en el monte Viudio coo semejanza en los nom- bres, puede coDgeturarse que uoa voz tuvo respeclo á la o lra.

CAMÁRICA Ó TAMÁRÍCA.

129. De esto nombre abusó Sota, para decir que fue Crmargo, á dos leguas de Santander; lo que se aleja tanto de Ptolomeo como es io do arriba á lo de ¡abajo; porque la Cambrica piolemúiea dista de la cosía de Sautander más de 17 y caía hácia cl Poniente de Juliobriga; todo lo cual se opone mucho á Camargo. 130. Este lugar, cuya situación parece la más oscura y difícil de iuvesligar, es, si no me enfino, la más segu­ ra, porque aquí correspondeo las fuentes que Plinio nos pone en la Canlábria coo nombre de Tamáricas, que sin duda se llamaron así por el uombre del lugar 4 quien per­ tenecían, el cual fué el que Plolomeo escribe aquí Camári- ca, que solo se diferencia do la v o z de Plinio en la prime­ ra letra, como ántes vimos en argenomescos; y anteponieü* do la escritora de Plinio por haber estado en Ei]$paí2a, 11&' mavemos á este lugar de la Cantabria Tamí'irica, como ^ fuentes, ó estas se nombrarán Cíunaricas, como el pueblo do Ptolomeo. La razón cs, porque su Camárica conspira al mismo sitio en que están las fuentes de Plinio en contra­ posición al nacimienlo del Ebro. en que Plolomeo coloca su Camárica hácia la parte cn que nacen el Carnou y Pi- su^r^, esto cs, al Poniente de Fontibre; y por aquella parle dura híy una fuenle con las calidades referidas por Plinio Habiendo, pues, conTeniencla entre los nom br« y <;itiosde Ptolomeo y Plinio, debcmob reducir á Taraanca cerca d e VtíiUa de Cjuardo, donde arriba mencionamos la» tuentes historiadas por Plinio

VELXiCA Ó BÉLGICA-

131. Al Orient« de CamArica hacia Nordeste, pone Plolomeo á Te^iica, á quien los modernos escrilores más clásicos entienden en el texto de Floro y de Orosio, cuan­ do en la g\ierra cantábrica nombran la batalla que tuvie­ ron los cántabros y romanos junto á üélgica; pues teniendo en la Cantábria ciudad con nombre de Veilica, cs suma­ mente verosímU que por ella introdujeron los copiantes la otra voz tan parecida. La mayor í^ñcultad es la reducción, de que no hay seeuro vestigio. Algunas {y entre ellos Larramendi) la wneü en Alava, donde hoy Vitoria; pero cs cosa muy descaminada y sin ningún ^ y o cn los ^tig:uos, porque el territorio dc Alava era el de los várdulos, y nadie puso cn ellos la Veilica, pues el único Ptolomeo que la expresa con estíi voz, no la pone allí sino en los cántabros, y la co* loca ¡untó á Fontibre, lo que se opone á Vitoria. Dintó que están errados los números. Y dime, ¿liay algunos a tu fa­ vor? Ninguno. Yo tengo todos los textos gnegos y latinos. Y íaera de esto prescindamos de númeroB. Ptdom eo pone á Vellica eo los cáotabros: Tú eo los várdotos. ¿Qaé anti­ guo alegas para ello? Ninguno. Vas, poes, por doode quie­ re s , s í d guia, sin apoyo, voluatariameDte por tu capricho. Para reducir seriamente un lugar, cuyo nombre y posicioo sólo f u é mencionada por un gc%rafo, d o puedes descar­ tarte de aquel antiguo, sino quieres dejar sólo átu arbi­ trio. Si gustas de hablar sin fundameoto, no te caoses e& maoejar antiguas. De los modernos ya dijimos que no de­ ben citarse en autos de materia tan remota de sus tiempos. 133. Sota puso á Vellica eü E sp in o za d t /o« Ucntieros, que está sobre el Ebro, y más adeotro de Medina de Po­ mar, caminaDdo hácia el mar. Esto va ménos descaminado; pero haliáadose EspiQOsa tan internada en las montañas, necesitamos pruebas que coD^euzan haber podido Au^us* to mantener su ejército tan dentro de las asp erea, lo que no tiene fundamento; y es másTerosímil y conforme con el territorio colocarla áütes de empezar lo agrio de las mon­ tañas, corrigiendo la posición de Ptoiomeo, que la poQe muy alta sobre Fontibre, á distancia de más de cuatro le* guas al Norte; lo que no pueden adoptar los que recurran á Espinosa, que dista mucho más de Fontibre y no cao bá« eia su Norte, en que la pone Ptoiomeo, sin o á la parte de Oriente: deben, pues, corregir los uúmerc«, y eü caso de hacer correccioo debe anteponerse la propuesta de quesea hácia el Mediodía do Fontibre, y Norte de los reales de Augusto; porque si hubiera podido introducir su ejército tan adentro de las montañas, tenía dominado el terreno, y los hisioriadores nos previenen que la tropa n o podía obrar por las asperezas dominadas de los enemigos, que á cada paso ie mataban soldados, como es preciso confesar en vista de io fragoso de los montes. Sabiendo, pues, que la Cantabria bajaba al Mediodía y Poniente dc Fontibre, y que Ptoiomeo no p o D e debajo del nacimiento del Ebro mas que un pueblo, pide la dilataeion del terreno que hay des- IS de FoDtibre á Aguilar y Amaya qoe se admita más po- bl&cioQ. 134. Afládese que Ptolomeo do tien e DÚmeros puntua- les eo la individuación de Julíobri^, á quieo pone al Oc­ cidente de Fontibre, y fué al revés. Á Camárica la coloca más alta que á Juliobriga, y estuvo más baja, no hácia ei Noroeste (en qiie le pone) sino ai Sudoeste. Sirve, pues, para conocer la re^on y el poco m á s ó m énos eo q u e fijó los pueblos; pero no es inconvenieote decir que erró minu­ tos, cuando h a y otros principios del asu D to . Por tanto no es materia esla de convencimientos en puntos de poco más ó ménos. Basta lo que parezca m á s verosímil. Y lo cierto es que Velhca estuvo en ia Cantábria no léjos de Fontibre, pero mucho de Vitoria, sita eo región diversa. Véase el párrafo 11 sobre el sitio á qae puede reducirse este pneblo. MORECA.

1^. El úlümo y más bajo lugar de Ptolomeo en los cántabros por la parle meridional, es Moreca, des^nocido en situación individual; y sólo paedc dechse que confina­ ba con los murbogos, y caía hácia Norte de S^isamoQ, en que le coloca Ptolomeo, aünquc con más distancia de la verdadera, porque á Se^am on le arrimó á Virvesca más de lo que realmente distan Sasamon y Bribiesca, y con el respeclo de Norte y Mediodía entre uno y otro, lo que do es así, sino de Oriente y Poniente. Pero estas individuali­ d ad es 00 soo de extrañar en quien mide á España desde Egipto- Bástale acertar la sustancia, y hasta cl modo le adoptaremos cnando no se descitbra nada en contra.

AMOCA-

186. Por una inscripción que pondreníos^ despues al u referir las memorias de los cántabros, se infiere otro lugar en la Cantábria, llamado Amoca, que podrá verse allí. Nú­ m e ro 236.

S . X III.

AB 0 CMENT 0 8 Q U B 8 3 ALEGAN" POS ViZCATA.

137. E l ¡Q genioso y docto P. Manuel de Larramendi, de la Compañía llamada de Jesús, á quien tanto deben las Provincias del Vascuence, tomó á sn cuenta esforzar, con­ tra la opinion del moderno y esclarecido peruano D, Pedro de Peralta, la vulgar de incluir cn la Cantábria á ios autri* gones y várdulos, procurando primero responder á losar* gumentos alegados por Oihcnart, Zurita con otros pocos, y luégo añadir pruebas en su favor. La primera por la tra­ dición ó autoridad cxtriüseea de españoles y extranjeros que reputaron Canlábria la Vizcaya, (luipúzcoa y Alava. Pero este argumento no milita contra nuestra conclu­ sión, conlraida desde el priacipio á siglos en que d o vivía ninguno de los antores que se citan; y e i p leito q o es de tiempo en que puedan entrar á deponer como testigos los modernos de tres ni cuatro siglos, ni deben ser nombrados cn los autos donde la parle contraria al partido dc Larra­ mendi no prueba nada por autoridad extrínseca de Oihe- nart, de Zurita, de Moret ni dc cuantos sean posteriores a2 imperio dc los romanos.

POR STRABON.

138. E l primer fundamento positivo que alega Larra­ mendi es de Síraitw, cuando afirma «que el lado seplen- • trional de España le habitaban gallegos, asturianos y »cántabros hasta los vascones y el Pirineo (se entiende in- »clusive). Luego ios vizcaínos, guipuzcoanos y alaveses. >9C conteniàD en los càDtabros; de otra suerte Strabon auu .eo la generalidad con qne liabla, estuviera diminuto y »errado; lo cual do se puede decir sin argumento claro pa- >ra lo contrarío. » Pero aunque este escritor hubiera omitido este argu­ m ento, no h u b ie r a p erd id o Dada: porque, como vimos ar­ riba por cl mismo Strabon, no eran cántabros los que lia- bitaban desde la Cantábria al Pirineo, pues para éstos ha­ b ía Prefecto diferente del Legado á quieD perlcnecian ios cáülabros; y a s í supone Strabon habitado aquel territorio por g e n te s qiiG d o tocaban á la región de los cántabros, dodij^- náudose de expresar los nombres d c aquellos territorios porque le parecian voces escabrosas, como vimos arriba.

POR SILIO ITÁLICO.

1.19. El iegundú fundamento es de Siiio itálico en la re ­ seña qne hizo de las gentes que siguieron á Anni bal, y empieza por la costa septentrional dc España, nombrando á los cántabros, asturiaüos y ^^ailcgos; y no se puede ne­ gar que en el nombre de cántabros eDlendió todo lo que hay entre Astúrias y cl Pirineo, pues dice que toda Espa­ ña fué acompañando á Anüibal, esto es, dc todas las pro­ vincias y regiones, hasta las más retiradas, y por consi­ guiente fueron también los autrigones, earistos y várdulos: luégo Silio los entendió con el nombre de cántabros, no pudiendo significarlos con el de asturianos y gallegos. Añádese que gnarda el órden dc provincias, nombrando primero al cántabro, despues al asturiano y despues al ga- Uego- 140. Este modo dc argüir no es de quien va sin pre­ ocupación á examinar lo que resulla de un autnr, sino de quien lomado ya partido busca términos en prueba ó alu* síoDde lo supuesto, Silio no guarda órden de provincias, como se le imputa; y en prueba de esto y para iodicio de ia s gentes españolas que siguieron las banderas de Annibal en la ecppniicion conlra lialia, referiremos las ciudades y regio­ nes con el drrfcn di Silio, lib. 8, desde el verso 325, donde despacs dc la general, Toíus adesl populique reposti^ nomfcra ^ntüber ante flmn«#el asturiano, el cydoo ó EMo del Pirineo, celtíbero, gallego, lusitano, cerretano, vascoo, el de Lérida, el cóacano, ibicenco, mallorquín, gallego de Tuy, el de Cartagena, emporitano, Tarragona, el sedeta- tw y sucron, valentinos, setabitanos, veto nes del lìncei Tajo, los deOsma, Cazlona, Sevilla, Nebrija, Carteya, Mooda y Córdoba. 141. Mira si en nombrar las provincias guarda el orden que ienian. El sumo desórden prueba que los nombró como quiso, como se le ofrecían ó como le venían á sus versos; y es falso que entendiese bajo el nombre de cántabros toda la costa, desde los asturianos basta el Pirineo, porque nombró expresamente al voseen, contraponiéndole des­ pues al cántabro (Líb. X, vers. 18).

Quem vasco levis, quem spicula densens caniaber urgehai.

Nombró ademas del Gascón al ilérgcte de Lérida, confi­ nante cn lo mediterráDeo con el vascoD, y añadió al cerre­ tano y emporitano. Dirás que estos no eran cántabros, pues ios exceptuó; pero sí, los autrigones y várdulos, que DO exceptuados, debe suponerse concurrieron bajo el nom­ bre de cántabros, si todos concurrieron. 142. Así podrá alg'uno responder; pero no el que ar­ guye, pues hace luégo asunto (L) contra Horet, de qae

( I ) P á « . 5á 4. también los navarros eran cántabros, y de aquí resulla que DO. Pero omitiendo ahora los vascones, digo quejdcl silen­ cio de Sillo sobre los aulrigones y várdulos no se infiere que fuesen eon Annibal (pues no los loma en boca); ó que si los supooes alistados coo 61, ha de ser por la general de Tolus adífl wjper, DO por la voz de cáutabros. 143. Pruébelo con este ejemplo. Silio qo expresa al vaeeo, región y gente muy famosa confinante cod el c á n ­ tabro. Pregimto: ¿Fué eon Aonibal ó no fué? Si dices que DO, pues Silio no lo expresa enlre los que refiere; lo mis­ mo diré yo del autrigon y várdulo. Si afirmas que fué, de­ bes decir, ¿en qué nombre de los referidos por Siüo en- tiendes al vaeeo? ¿si es debajo del asturiano, gallego ó iu- sitaoo, ete.? Y permitiéndote nombres al que mejor te pa­ rezca; me dirás, si dejará el raeeo de ser región y gente diferente de aquella á quien le apliques? Siempre quedará diverso con diferentes límites, sin que pueda decirse asta- víano, gallego ó lusitano. Si recurres á que si el vaceo, co­ m o el heron de la Hioja y el carpetano de Castilla la Nueva, omitidos por Silio, se enliendan bajo el nombre de cellibe- roSf en el mismo sentido diremos que incluyó dentro del nombre de cántabro al autrigon y várdulo; pues por el si­ lencio de los nombres propios del vaceo, beron y earpeta- no, y porque los supongas incluidos en el de celtíbero, no resulta que fuesen celtíberos en propiedad geográfica. Lo mismo debes aplicar á los de la cosía, Cada uno tenía su territorio propio de región con pueblos y límites, que le distinguían de otra, y daban nombre propio de tal gente; y este es el sentido de la disputa: si la Canlábria legítima abrazaba á Vizcaya y á Guipúzcoa? El arguyente no se contenta eon ménos, pues todos los sucesos de la guerra cantábrica (que sin duda corresponden á la verdadera y geográfica Cantábria) los aplica á Guipúzcoa. Pero esto es lo que no se prueba por Silio, qae en cada región supone los territorios propios, aonque omitieodo alonas de me^ ñor fama, las entiendas inelnidas bajo el nombre de otras más famosas; porque el vaceo fué vaceoy no celtíbero, lo mismo el várdulo y el cántabro.

P O R M E IA .

144. F l tercer argumcDlo es, que Pomponio Mela des­ de Astúrias al Pirineo dice habitaban los cáütabros y vár­ dulos; y como tQ aquel trecho había j>é$üos, autrigones y caristo», se sigue que eran cántabros. Respondo, que d o se infieren cántabros, porque Mela da aquel espacio ádos re­ giones: Traclum et uirduli tenent: y habiendo dos reglones, no hay fundamento para inferir la primera y no la segunda, especialmente cl que en otra parte confiesa no conocer los términos por donde se dividen. Sí los autrigo­ nes y earistos omitidos alh por Mcla, pudieron ser entendi­ dos bajo el nombre de várdulos, que empezasen desde Bil­ bao al Pirineo, no hay prueba en Mela para afirmar que ios supuso cántabros (como dc suyo consta), y que pudo ser así, debe afirmarlo quien dice no conocerse el límite entre unos y otros. No consta, pues, por Mela que los au­ trigones y earistos fueron cántabros, pues permite fuesen várdulos, ó por mejor decir, nombró á éstos y ¿ los cán­ tabros, omíUeodo á los earistos y autrig^ones en la costa por no ser tao famosos. A los autrigones los menciona en el curso del rio Ncrua. 145. Dirás que también los várdulos eran cántabros. Así lo afirma ei que argnye (l). Pero cslo es ya atropellar lüs términos y confundir regiones: pues si no prueba dife­ rencia de gentes y de región el decir Mela, que desde el

(\) M g. rio Salta al fiü dc España habílaban los cáotabros y los várdulos, tampoco serían regiones y gcnlcs diversas los «Riegos, árUbros y los asturianos, de quienes el mismo Mola dice, que ocupaban la costa, casi recia, desde el Pro­ montorio Céltico hasta Cantábria: Ad cántabros pene recta est. In ea prinwm arlahri funl, eliam m nc ceitice genlis: dein^ de Asturcs. Entre estos do» divide la costa liasta Cantabria, V desde aquí al Pirineo, entre cántabros y várdulos. Sí aquellos denotan regiones diversas, tambieo éstos, (pues eu unos y en otros proponen los g^eó^rafos terrenos dife- entes;) y si éstos soo una misma gente, no hizo bien Mela •cn acrecentar (contra su conciso estilo) várdnlos sotare cántabros; pues ú tudos eran cántabros, bastaba dijese, que desde Astúrias al Pirineo habilahan los cántabros. 146. Dirás qae eran cántabros por nombre general, várdulos por el parLiciilar (1). Respondo que esto debe probarse por Mela para ar^ü r con él, pues de otra suerte qnedan h>s cántabros y várdulos como los úrtabros y astu­ rianos. ocupando entre los cuatro lodo el trecho desde Ga­ licia á Francia; y el arjjuyentc no lo prueba ni halló pala­ bra en Mola para caliíicarlo, pues en la página 00 propuso la descripción que hace del asunto, dando por entero sus palabras, y concluye: «Lo que tenemos de esta descrlp- >cion de Pomponlo es, que los cántabros caían al lado y »cosía s^teDtrlonal dc España, y que en ella se segnían á »los asturianos.» Esto eslo que tenemos de Pomponlo Me- la, añadiendo aiiora despues de los cántabros los várdulos: pero aquí no dice qae los cántabros era región que inclu­ yese otras, ó que cántabro es nombre general, y várdnlo 8nbaltemo,sino que estos dos ocupabau desde Astúrias al Pirineo, como el asturiano, y árlabro desde Cantábria lias-

(1) P á |. í k . ta acabar la costa boreal de Galicia, y eran c o d to d o eso regiones diferentes las'del ártabro y asloriano. 147. Lo cierto es que Mela en su coQCÍsion do cn id ó de indivlduaib^r regiones (por lo cual omitió á los wMconeí), y no se verán en él muchas de las indubitables en lo me­ diterráneo y CQ las costas: por lo qne no sirve para probar límites de los cántabros, sino que ai acabar éstos empeza­ ban los várdulos; y ésto muy por mayor, sin detenerse á nombrar en la costa á los autrigones, expresados única, mente para decir que por ellos corría cl rio Nerua, ni á los vascones, que sin duda'eran diversos de los várdulos. Es. pues, de admirar que se tome Mela por asuoto de lo que abrazaba la (Cantabria. 148. Pero aún más es ver que añade Larramendi con­ firmaciones, diciendo que Mela confiesa en los cántabros algunos pueblos y rios; y como comunmente ei nombre de paeblo ó pueblos significa on estas descripciones, no na ciudad, sino alguna región, se infiere, (dice), que en sentir de Mcla comprendía el nombre de cántabros muchas regiones, las cuales no eran otras que ias vascongadas. (Pág. 214.) 149. Pero es muy falso que las doseripciooes de lod geógrafos antiguos sigDíilquen coinuomente por la voz de pueblo ó pueblos, región ó nación pequeña; y de otra suerte resulta que cuando Plinio dice concufriao al con­ vento deXlunia los várdulos con catorce pueblos, diremos que comprendían catorce regiones ó pequeñas naciones; y como cada rc^on debe componerse de pueblos, y los pue^ blos dices que comunmente significan, no ciudad parficu-' lar, sino alguna nación pequeña, compondrás una región de no pocas regiones. 150- No perdamos tiempo ni nos expongamos á la bur­ la de los eruditos. El pueblo es pueblo, compuesto dc ca­ sas y vecinos; la región es región, compuesta dc varios

j pueblos; y cuando Mcla dice que los càolabros ticnea al­ gunos paeblos, y Plinio añade que emo nueve (según b arriba dicho), no denotan otra cosa que ciudades ó pobla­ ciones particulares de alg^un notable número de vecinos, y de ningan modo deben entenderse regiones ó pequeñas naciones. 151. La scí^unda confirmación es, que Mela hizo cán­ tabros á todos los pueblos que hay desde, los asturianos basta los várdulos; luego todos los que uoD>bra hasta lle­ gar á los várdulos, son de cántabros; y como eo aquella se ineluycn los territorios de Vizcaya y Guipúzcoa (por ios rios Nerua y Deva), se infiere que, en sentir de Mela, perieuecian á los cántabros. 152. Este afúm ente empieza con mucha cautela ar­ tificiosa, muy inútil en vista de como aeaba. Al principio aplica á la (Cantábria cuanto hay desde los asturianos hasia llegar á lo¡ várdulos: síguese pues que eo llegaodo á los várdulos, ya no era Cantábria, según el argumeoto; y se­ gún Mela, que repartiendo la costa en Ire cántabros y vár* dulosT sólo puede dar á los primeros lo que hay liasta lle­ gar á los segundos; y de aquí resulta que los várdulos no eran cántabros, porque si todo fuera una región, no era necesario que el arguyente pretendiese aplicar á los cán­ tabros desde Astúrias hasta llegar á los várdulos, sino hasta el Pirineo, y lo mismo hubiera dicho Mela; pero lo que el antiguo no escribió, lo añadió el moderno, acaban­ do cl discurso con decir: que despues de los cántabros se s^uen los várdnlos en Mela hasta acabar Espafia, donde los demas f?eógrafos pusieron á los vascones. «Pero de »cualquier manera (dice) pertenecían tamWeo á los canta* *bros, y se nombran los várdulos ó los vascones, com o úl- ►tima región de la Cantábria. > Si hasta el Krinep era Can- tábria, incluidos los várdulos y vascones, ¿á qué fin la cau­ tela del principio eo argüir con Mela hasta lUgar á los vár- s? iíi^os, si auQ lle^rwio y pasaodo hasta cerrar EspaíU, todo era de cántabros? Mela coofuodió el vascoo con el várdalo, porque su asunto oo fué describir rejones, y debajo de la que le pareció más principal, incluyó á las que no tuvo por tales, como cansíos, vascones y los autrigones en la costa; pero Ictt aparti) de los cántabros en lo mediterráneo, di­ ciendo que por los cántalwos corría cl Saurio y por los au- trigO D Cs el Nema. Eo la costa distinguió también al cánta­ bro del várdulo. Pero ahora nos quieren dar con M ekuna Cantábria sin b'mites de autrigones, de earistos, de várdu- los y vascones, lo que no puede inferirse de Mela, pues contrapone al cántabro los autrif^ncs y várdulos.

POR JULIO CÉSAR.

153. E l cuarto argumento es de los comentarios dcl César (1) que dice: Mitluniur etiam ad cas üivüat^ legali, f¡ua sunt Cilmoris ltis¡m ia, ^nilima Áquilusúa; y como lué^ añ ad e (2); Ea? quinquaginla numero, que êœ AquHania, (^nlabrisque convenisse consUüxít, w x quarta parte relicia, e tc ., juntando las ciudades de la España citerior con la expre­ sión de que confinaban con la Aquitania, y que los socor­ ros eran deia Caotábria, resulU que Guipúzcoa era de cán­ tabros con lo restante hasla Aslúrias, pues estas son las ciudades que coofinan conia Guiena ó Aquitania. Éste, que se llama argumento pcrsf«cuo, sólo prueba que uno de ios socorros de la España citerior para la Ga­ lla, fueron cáotabros, y de aquí no resulta n a ¿ contra el asu n to . 154. Dirás que sí; pues constando que entre la Aquita-

(1) E n «i Ijh, 3. Ue K ello Gallicc^, cap. 23. El» el cap. 2B. Uta y las mootañaH de Santander había mucbai^ ^nlos, y 120 expresando el Cesar más que á los cáotabros, es preciso confesar que á todos los reputó como tales 6 incluyó en el nombre de cántabros. Este argumento es muy trascendental á los que impug­ namos, valiéndose del silencio do los autores, que sólo nombran al cántabro, y omitleroo al qae oo lo era (como veremos) por reputarle nombre bárbaro y escabroso ó gen­ te no conocida. De este silencio pretenden inferir que to­ dos eran cántabros, como vimos hasta aquí, pues todo estri­ ba en omitir el nombre d c los q u e d o eran cántabros, y esta omision no prueba que lo fuesen. 155. Para esto se debe renovar b memoria de lo preve­ nido arriba sobre Cóncana, donde vimos por el mismo Cé- sar, que Petreyopidió socorros á toda Lusitania, y Afra- nio á ios cántabra? y á todos los demas bárbaras que perte­ necían al Üce&no: CarUahris barharisque otm ibus qui ad Ocea~ n im peraVim^, donde nianiñosta que en la costa septODtrional vivíaü no sólo cántabros, sino otras gentes, que por bárba­ ras para los romanos no quiso nombrar, contentándose con expresar Icts cántabros, como practicó despues Straboo, que por evitar fastidio de los Dombres los omitió, saltando desde ios cántabros hasta los vasoooes: Aiturum, cantabro- rim , usfjua ad voícíwwí (l). De donde se infiere, que eotre los cántabros y la Aqnitania habitaron otras gentes, in­ cluidas por ei César bajo ei nombre de bárbaros, que re­ firió despues de expresar los cántabros, y Strabon confiesa expresamente que los omite. Los no expresados no eran cájitabros, y tales fueron los autrigones, earistos y várdu­ los, que sabemos habitaban la costa, y omitieron nom^ brarlos-

(1) P á |.

H ) £ n su {í) LiljiM c«|». S |3) Libru I, Cdp. t . gefites [X»p que no cran cán lab ros, por las cuales (sin nombraríais) dicen corría el término de Es paila hasla los cántabros y asturiapos. De otro modo. Ó desde el Pirineo hí^ta los cántabros había otras gentes diversas, ó no. Sí las había, y eran di­ versas, no cran cántabros: las había, y qo eran dife­ rentes de los cántabros, dirían, desde hs cántabros hasta los cántabros, porque sc supone que era Cantábria desde el Pi­ rineo, y el modo de describirá España, dicicndo que empe­ zaba desde los monles de Canlábria ha.sta la Cantóbria, es tan ridiculo, que de ningún modo se puede atribuii’ al Elhi* úo y Orosio. Suponen pues que había entre el Pirineo y Cantábria ^ n tes que uo eran de los Cántabros, y afitirun que empezaba España desde aquello« monlcs, y corría por (odas aquellas ^ n te s fiasta los cántabros y asturianos. 158. Dirás que el Pirineo era de la Canlábria en el concepto general dc aplicai*se el nombre de cánlabros á todas las gentea, desde Aislúrias hasta la Aqui lanía; pero no era de Cantábria en el nombre de reg’ion parlieular. Según esto, la Cantábria propia, y eü cuanto región particular de los cántabros, no abrazaba á Vizcaya; y este es el asunto que pretendimos persuadir desde el principio, afirmando que la Cantábria indubitable eran las montafias de Búrgos. Ahora añadimos, que éstas, y no Vizcaya, Ala­ va, Guipúzcoa y Navarra; jwrque al territorio propio de éstas, no le iücluyeroQ los antiguos dentio de los límites cantábricos, wno fuera, refiriendo unos el nombre partí“ eular de autiígooes, earistos, várdulos y vascones, y omi­ tiéndolos cuantos quedan referidos en los argiimentos ex­ puestos, sin que ninguno de ellos les llame cántabros; y así niego qoe á los vascones les aplique el nombre de cántabros, que tú les quieres dar en general; porque eV omitir su nombre ya hemos visto que no prueba fuesen cántabros, y ei nombrar á estos solamente tampoco, por^ que el Dombrarlos provino da ser geote inás cooocida y afamada qae autrigooes, earistos, etc., como se ve en las palabras del César, que supooieodo otras gentes en aquella costa, sólo nombró á los cánlabros, y et Elhico y Orosio observaron lo mismo; Straboo añadió los vascones, omi­ tiendo el tratar de autrigones y várdulos, porque sólo ios cáotabroR eran los afamados. 159. Lo mismo practicó Fortunato, que eu ol poema 2 del Suf^emeoto publicado por Brouve, habla con el empe­ rador JustioD U, y celebra su hecho glorioso de extiüguir un cisma, diciéndoie que el gallego, cántabro y vascon le aplaudían.

Áíce tub occiduo au/i»n< tíaiiacia faclum: vascone vicino canUiber isla referí.

Donde ves que a i cántabro le nombra vecino al vascon, siendo así que estaban eo medio ei autrigoo y el várdulo ; porque estos oombres no eran tan conocidos. También ca­ lló al asturiano; y oo podrás decir si al várdulo le inclu­ yó debajo del vascon ó del cántabro, sino confesar que cl pocla no sirve para averiguar territorios mientras oo tome por asunto el delinearlos. 160. Demas de es le poeta alegaremos despues otro argumento que nos opone (hablando de los barones) por medio de Juvenal, y éste distingue eomo los otros la re­ gión de vascones, siendo el único que mencionó, al hablar de ellos, el nombre de los cánlabros. Véase núm. 270. 161. La vecindad que el César atribuye á las ciudades de la España citerior con la Aquitania, no excluye que en­ tre la Cantábria y Aquitania hubiese terrilorio diverso de b regioQ cantábrica, porque realmente le había, y le cono­ ció el César cuando atribuyó la costa del Océaoo, no solo á cántabros, sino á otros bárbaros. El historiador puede nom­

J brar como finítimo lo que está coQÜauaQdo, aunque medie algo diverso de lo nombrado. Así Plioio, liístoriando el capítulo del plomo, dijo^uc en Galicia no le había negro, y ésle abundaba eo la Teclaa Cantábria: *\oa fil in Gallecia nigrum, cum vicíM Cantatn ia nigre lantum abwulel (1 ). No erró en llamar ¿ la Cantábria vecina de la Galicia, »uuque mediM las Astúñas, porque el territorio de Galicia va con- íiDuando hasta los cántabros, y para su fin del plomo no corlan la vecindad las Astúrias. Pero si de aquí preteodcs inferh que entendiese debajo del nombre de la Calabria las Aslúrias

(0 Lib. 34,c, ití.: ít) Ed elUb. 3,C.2. meo (1), que explicando los límites de la Tarraconense por el septenlrioD, pone allí al Océano canlábrico: Se;>íeníríona> le vero latus, supra quod Oceanm cmlabricus esl siltis, «io des- cribilur. Pau jVeríwn promonlorium aliud protnonlorium^.. ÍVo* Tnoniorium setjuens... gaUaicorum lueensium sn magno Porlu FlatñoBrigantíum... Promonlorium Trileucam. Síguense tres ríos de Galicia, luég^ los pésicos, cántabros, autrigones, etcétera, como se ve en el tomo XV (2). 163. Pe estas palabras de Mela y Ptolomeo pueden ar­ güir à sa favor los que im pug^m os, diciendo que bajo cí nombre dc cántabros entendieron los antiguos, no sólo el territorio legitimo dc b s eantabroa» s Íqo lodos sus coo fi­ n a n t e , y qu e p o r ta n to puodeo los autrigones y várdu* [os, etc., ser entendidos ó itititulados cántabros. Mas no es C 6te el coDcepto de la disputa, por ser tan general, que abra* za hasta los asturianos y gallegos; pues el lado occideulal de Francia es contrapuesto á su costa, y Ptolomco incluye expresamente en la costa del Océano cantábrico á la parte septentrional de Galicia y Astúrias, que no por eso pue­ den aplicarse á ia Cantabria. A este modo diremos que el César llamó cántabros á b s que de la parte septentrional de España fueron á la guerra de Francia, nwnbrando en­ tre los de nuestras costas á solo el cántabro, por ser este nombre más conocido; como por lo mismo habiendo en la costa septentrional de Espafta varias gentes, sólo intitula­ ron aquel mar por b s cántabros, como g^ente más nombra­ da y ruidosa, no como que fuese única, pues eslo es falso, estamloalh ei asturiano y gallego hacia el Poniente y el várdulo y vascon por Oriente; pero esto deja en su fuerza la conclusion de la diferencia entre unas y otras regiones.

a) Eq éflih. ?,c. d i H í. m . de suerlc que el vascon será vascon y no cánlabro, y lo mismo los otros, porque cada uno tenía su propio territo­ rio independiente del vecino, como ie tienen lioy Galicia, Asturias y la Montaña. Y ei decir que el várdalo fué cáu- tabro por nombre general, se entiende de uoa §^eneraiidad que 00 debe empofiar la codicia de los que quieren entrar ¿ parle con los cántabros; porqae la parle pretendida es de haberles correspondido ser dc Caniábria legitima» y la que vamos explicando no os esa, sino la dc una parto tan neral que puede convenir á ias Asturias, y que sólo prue­ ba ser el nombre del cántabro más famoso. Es una parti­ cipación que no arguye mérito propio, sino falta de fama en el nombre particular.

POR PLINIO.

i i ‘A. El arg^umento que se forma en virtud de aquel jnonte que dice había en la Cantábria, y en todo vena de hierro, como sucede en el monte de Soworroííro; este ar­ gumento (digo) no urge contra nosotros, que mostramos otro iodo de hierro dentro de la Cantábria» y admitimos paeáa alargarse hasta el rio de Somorrostro su hoiite.

POR LUCIO FLORO.

165. Por ei testimonio de Ploro, arguye Larramen­ di (1) que estaba en armas aquella región, que bañada del Océano, estaba pegada y contigua à los remates del Piri- neo, y siendo indubitable que esta región es de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava, es indubitable que estaban en armas con­ tra los romaoos. «Tenemos tambicQ coa ia misma claridad.

I I ) W k . 2 2 8 . Í2 *que ú tiempo de la guerra cao táb rica, no esta bao ^«ujetoe »á Los rotnaoos, q í enm sos diados los auhiifonei, camíot p tvá rd u h f, que son las tres provincias, pues expresamenle »afinna Floro io contrario. De donde se sigoe, que las tres »provincias, sin réplica alguna, eran de la Cantábria liis- »tórica, esto es, de la Cantabria, en cuanto famosa, guer- »rera y valiente. Pero tenemos también, y con la misma »claridad, que las tres provincias eran de la Cantabria •geoí^ráJica y pro[«a. Porqué? Porque dice Fioro que Aíc, *aqu!, esto es, en aqoella región contigua á los remates • del Pirineo, vivían Ubres del yugo romano cántabros y »asturianos; pues siendo cierto que ü lky allí donde dice • Floro, vivían rdftiu/oí, carütos y M lrigones, qoe eran las »tres provincias, queda también cierto que éstas eran de »ios cántabros.* 166. Esto no es leer los autores despacio ó sÍo preocu­ pación; pues Floro no es autor de lo que se le atribuye, eslo es, que b s autrigones, caristos y várdubs no eran aliados de los romanos, y que estaban puestos en armas contra ellos, pues expresamente afirma Floro, que b s cántabros bquietaban á los autrigones con frecuentes correrías: íVon conUnti liberlalem suam deftndere, proxinis eliatn imperHan leniabani, vaccecs ei c^tTQiofiiQs el aulriffonas crcSris incursión ü/us fíUiffobani. Si ei cántabro pretendía sujetar á los cercanos, si inquietaba al vaceo, al mut bogo y autrigon, según Flo­ ro, ¿cómo se le atribuye qoe el autrigon estuviese puesto en armas contra el romano, y mucho ménos el caristo y el várdulo, que esta­ ba más apartado de la Canlábria. El autrigon corresponde á Bilbao; el carislo y várdulo desde allí hácia la Francia; resuUa, pues, qoc lu Vizcaya fué ia ¡nquielada por el cán­ tabro, y

S i h O S SIICBSOS DE LA GüBRRA CANTÁBRICA PllfíROM EX GDIPL’ZCOA,

169. A este modo habla con bastante extensión el in-

{() r«g. :S3o. ^fliosoP. Lanamcodi, manífes lando más agudeza y fami­ liaridad de método escolástico que Ingenuidad, candor y despejo en leerlos antiguos; y pareciéndole que ya tema disipados los argumentos coDirarios, puso por conclu­ sión (1) quo ios bnces á a la guerra cantábrica no sucedie­ ron eo otro país que eo las tres provincias del vascuence, y lo prueba. 17Ü. Lo uno, por lo dicho de Floro, que las tres pro­ vincias estaban en armas, y que contra ellas enderezó también su guerra Augusto. Mal vamos en este supuesto, porque Floro no dice tal cosa, siüolo contrario; y así va en mal supuesto la confir- laacjoíí siguiente, tomada de que de otra suerte los roma­ nos se hubieran aproveclíado contra los cántabros de los valientes habitadores de las tros provincias. ¿Quién niega que sc aprovechasen? Nadie expresa á los várdulos, caris- tos y autrigones en los sucesos de la ^i^rra: en cl princi­ pio declaran Floro y Orosio á los autrigones (parte dc las tres provincias) como inquietados por los cántabros. Pues ¿quién niega, que empegando Augusto la guerra contra ellos, no se mo venan ios autrigones de Vizcaya á recom­ pensar contra los cántabros los daños recibidos? Sobre esto no podemos hablar individualmente, pues callan los anü- guos; pero sabemos (juc cl autri^oa no esUilja en armas eontra los romauos, como falsamente se atribuye i Floro. 171. segunda confirmación, es que ios romanos re­ currieron á la Guiena para aprestar armada céntralos cán­ tabros, y si Guipúzcoa y Vizcaya no estuvieran contra los romanos, acudieran alh como sitios más cercanos y opor­ tunos. 172. Orosio afirma, que la armada vino de Aquitania.

1/ hpAfj, 2'il. y asi era preciso, aunque las tres provincias fuesen aliadas de los romaoos, pues estos no tcníaa allí tropas, eomo su­ pone el hecho de que los autrigones padecían frccueDles daíios por los cáotabros, y el ocurrir à estos y otros per* juicios de gentes amigas del imperio, dió ocasioo à la guer« ra, prueba de que ántes do había allí tropa de los romanos; y lo confirma olro hecho, dc que Augusto, concluida la guerra, mandó poner allí cobotles de presidio, seguo nos dice Straboo efectuó el sucesor Tiberio- Todo esto prueba que Augusto oo teoía tropas en aquellos parajes. Aóade ahora, que por ser tan montuosos, de {errano el m ái /to ^ m , áspero y lerriUe de toda Etpaña (como se confiesa en la pá­ gina 235), DO tieoe frutos propios para víveres de uoa ar­ mada, ot SOQ oportunos para conducirlos allí de otras par* tes á causa de la aspereza de camioos ; pues ana vez que los romaoos pusieron gente eü la Oaotábiia para ocurrir á uoa plaga dc ratopes, y bltaodo acá trigo, fué difícil por­ tearle de Aquitaoia por los malos caminos, como escribe Strabon (l). La armada prevenida por Augusto debía es­ tar bien sorlida de víveres y tropa, por el ño à que se or­ denaba de atacar à los cántabro^ por las costas donde de­ sembarcaron. Véase ahora si Vizcaya y Guipúzcoa eran sitios más oportunos para aprestar la armada, ^tios donde ni el empe­ rador tenia tropa que poner á bordo, ni ei país frutos cop que surtirla, pues el ai^uyente conlicsa (2), quo son etiérilts atiütllas brmoi. Eu la Aquitaoia lograroo uoo y otro, sio enflaquecer el ejército de Espafìa, oí acrecentar gastos eo portear víveres por terreno el más áspero y ter- Tibi€.

(1) Pig. m . (2) Pig. 247. 179. Prosigue el argumento catando la mano en con­ jeturas, y diciendo que los romance nopudUron uner otro molico pradml^ en aquella armada quo cortar los socorros de genie y víveres á los enemigos, y ocurrir á los daúos que el cáülabro con sns naves podía hacer á las romaoas; y como en la dilatada cosía de >^zeayay Guipúzcoa ha­ bría m ás em’^antaciones para iotroducir socorros y ofender ú las naves romanas, que no en la estrecha costa de la Itíoütaña (donde Ptolomeo no puso ningnn puerto y dió mu­ chos à los autrigonesf cam tosy várdulos), resulta que la içuerra fué contra los vascongados, como los más perjudi­ ciales á los romanos por sus muchos puerlos y copioso nú­ mero de embarcaciones. 174. Esta imaginaria conjetura lisongeó tanlo la vo- lunlad del argoyenle, que dijo, pág. 245: No veo pueda resjjofiderse á este argumento; porque en aquella armada no pudieron los romanos tener otro motivo prudente que em­ barazar á los cercados el socorro por mar. É sle no pudieron y aq u é l no veo, manifiesta cuán inútiles son las conjeturas para el caso, y cuanto ciega el tomar partido ántes de leer los autores. Floro y Orosio no toma« ron en boca el motivo do que habla el argumento, y ex­ presan otro muy diverso, qne fué aprestar armada para desembarcar por el Oceano trojâ que atacase al cántabro por la espalda: Infecta classe ipsa quoque terga ìm iiwn cede- rentWy dice Floro; y Orosio: Ab Aquìtanico iinw per Oceanum ìncautis hoslibus admoveri cloisem atque eceponi copias jabei. Este es el prudente y único motivo que nos dicen tuvo aquella armada; este el que no tuvo presente el que recur­ riendo a otro imaginario niega aún el pudo del que no sea el suyo. El motivo referido por los antiguos es muy diver­ so: p«rfi>ron pues los romanos, y de hecho aprestaron la wmada, con diferente motivo del que imagina como único til arguyente; y así aunque no vea que puede responderse al argumcnlo formado jwr los motivos de sii arbitrio, verá en las autoridades de Floro y Orosio uoa respuesta qae prue­ ba ser muy desautorizado el motivo que intenta calificar d e úuico. 175. ¿Quien había de socorrer al cántabro por mar? Las Galias, Islas Britáulcas y España no tenían alianza con la Caotábria contra Roma. El asturiaao Deccsitaba para sí gente y pertrechos, si estaba ca movimiento contra Augus-, to, pues le tcníi acá, ¿Y qué naves tenía para infestar laá del imperio? S rvia á Roma el OcéaDO. Al principio no co­ noció cl n?ar de nuestras costas boreales más naves qne pellejos de cuero. En tiempo de esta guerra solo tenía bar­ cos de una pieza, formando cóncavo en el tronco de un ár­ bol, como afirma Strabon (l). Véase si podrían hacer mu­ cho daOo á las naves romanas, ni éstas ¡atoarse por impe­ dir socorros de gente ni de víveres! locautos, dice Orosio que cogió á los cántabros la armada; prueba de que no sabían lo que pasaba por el mar, y serial deque las canoas de so uso estaban á la sombra de sus casas. 17§. También padiera habernos alegado el argumentó las cláusulas en que Ptolcmco dice dió á los autrf^ncfr, earistos y várdulos muchot puerios. Ni uno se lee en él. Pli­ nio expresa el de Flaviobriga en los várdulos, y no más; pero tres en los cántabros, el de la Victoria, e l Blendio y el Vereatueca. Luogo si hemos de redargüir, diremos qne el perseguido por la armada romana fué el cánlabro como di­ verso del auírigon, de quien no expresan pocrto, y del várdulo, á quien sólo dao uno; pues el arguyente endere­ za su fuerza cootra la región de más poerios para calilicarla de Cantabria legitima, y esta, según Pliuio, es Indiferente de los várdulos.

U) Wg, U.S. 177. FJ ultimo argumento supone aún más aluciüado al que lo forma, pues (l) atribuye ¿ Straboo que en la fuer­ za de esta guerra acudían los romanos por víveres á Fran­ cia, y así procura concluir lo que quiere. Pero si hubiera leido sin preocupación al geógrafo, no le atribuiria lo que imagina, p

«) EuUp¿^. {*) Aetíátí autén romatii in v r mfrctií MáwztriiU wrts »Kmero veutrfnt**r, agreq*« Ifa swhis te e tétb ti « u « M i aUa> rrrwa,frvmfH inopia, «r ammé»tuM offerrei'S ti ttp t r fM e i. ^trabo, lih. piíg, {0». 13 supuestos falsos levanta por conjeturas propias lo qae scJci debe fiindarse CD autoridad de los antiguos. Cod esto pasa á colocar eo Álava y Guipúzcoa todos los sucesos y luga­ res referidos eo la cantábrica; pero mieutras no veamos mejores fundameotos que los alegados, quedará aquella reduccíoü de Guipúzcoa como la del príncipe Don Cárlos dc Viana á Navarra. Véase Moret en las lavesüga- d o n e s (1). 179. Coiicluye también por estos antecedentes que la^ tres pro'-incias eran de Cantábria geográfica y propia (co­ mo ¿ jo en la pág- 229); añadiendo que no crau como quie- la cantábricas, sioo como la parte mayor y principal de la ri- QHroia geográfica cantáirrica. (Pá:^. 253.) 180. Si eü esto había de veoir á parar, no sé á qué lín anduvo al principio tan escaso á desatar los argumentos con decir que b s tres provincias con sus nombrei particula­ res de autrigones» earistos y várdülos, se incluiau eo la (!)aDtábrb como nombre general (2), poes ya nos da las tales provincias no cantábricas paramen le por ea>tension hislárica de este notnire general, sino como la mayor y más princi* pal parte de la rigurosa geográfica Cantábria; en cuya su­ posición más se debiera aplicar á bs Ires provincias nombre particubr de b rigurosa Cantábria, que al silio donde los geógrafos antiguos lu colocan inmediata á las Astúrias, pues )o más particular del oombre de ana region corresponde á lo más principal y riguroso de su sitio; y sí éste fué el de las tres provincias» desde allí se extendería el nombre particular, propio y ri garoso dc O ntabria á los confines óe Astórbs. Esto es perder liempo. Porqae cuan­ tos no estén preocupados, conoceráo que el nombre partí»

(í) LU). ^ i IV, pá¿. M i n) pík i9t.

I e u la r de Canlábria, como rigurosa nacioD particular y dis­ tinta de Asturias y de todas las demas, se debo colocar doüde la ponen lo s g eó g raib s cod este particabr nombre y no con otro. F!s indubitable que la pooen inmediata a As- lúrlas (donde hoy las montañas de Santander) sin iütorpo* ner otro nombre ni terreo o. y quo despues de la Cantábria ponen á su Oriente lo s autrigooes y várdulos; lu é ^ es io- diibitable (jue l a rigurosa (^ntábria no estaba en los vár* dulos, sí o o intuodiata á Asturias, áotes de llegar á los au * trigones. 181. De otro modo. Es indobitahie que el Ebro nace en la rigurosa geográfica Canlábria, pues á ésta, y no á olra rcffion, apiicao sus fijentcs los geógrafos; y como no se puede dudar que nace fuera de las tres provincias, se bace indubitable que éslas no son la rigurosa geográfica Cantábria. La pretensión que ántcs habia sobre si la Canta­ bria legítima abrazaba, se extendia y llegaba basta Incluir las provincias del Señorío, Iba con la jusla moderación de suponer fuera de allí ei propio y riguroso territorio seña­ lado por los antiguos eo los cánlabros, como tales, y como distintos de los auti^ones, caristos y Tárdiilos, prel^n- dieodo que aquel nombre se aplicase también co al^un modo á éslos, a cuyo fin alegaban unas palabras sobre el nombre de cáDlabro en general, fundadas eo sUeocio de) nombre particular de autrigones, etc-, sin dar siquiera una donde positivamente y con espresioD se aplicase el nom­ bre de Cantábria al territorio de Guipúzcoa, como nosotros las damos de estar situada la Cantábria y expresarse cl nombre de cántabros fuera de los autrigones, earislos y várdulos, correspondientes á las tres provincias. Es pues no poco de admirar, que sin nuevos documentos, por cua­ tro conjeturas mal fundadas, pretendan mover la tierra, trastornando los mootes de la rigurosa, geográfica yprio- cipal Cantábria desde Poolente á Oriente, esto es, desde Santander à Guipúzcoa; y que de lai suerte pongan allí la Canlábria, que tratándose de extensión, la alarguen á los va$con6s, sin dar la más pequeña parte al territorio de Fon­ tibre y Laredo, en que los antiguos pusieron la rigurosa C antábria. 182- Así procede el arj^uyente en la pág. .^27. donde leniendo un fuer le afúm enlo coDlra su idea, si no hacía legítimos cántabros á los navarros, se empeñó contra el analista de Navarra, cn llevar alti la Cantábria por la«; mis­ mas pruebas con que la puso en Guipúzcoa, porque si algo prueban, es preciso incluyan la Navarra; y el fin de ale­ garlo aquí, es porque no bast-indole Guipúzcoa para quin­ ce mil hombres (que aplica de la Cantábria para el socorro enviado á Francia, según lo apuntado arriba cn c) argu­ mento dc las palabras del César), pasó á reclutar el resto á Navarra, diciendo: «qae aunque correspondiese á los cán- »labros la mitad {de los cincuenta mil), claro está que no la .pudieran dar las ciudades de sola Guipúzcoa, y es nece- »sario recurrir á las de los vascones finítimas á la Guiena,» Este es su modo de proceder. 183. De suerte que si en sola Guipúzcoa pudiera salvar el contingente de soldados que repartió álos cántabros, do diera uno al Señorío y Alava; y por cuanto aun le pareció que debía alargar el campo de reclutas, recurrió á N avar­ ra, porque ésla sí, ésta pertenecía á los cáotabros, pero el territorio inmediato á las Asturias, donde todos U s g e ó g ra ­ fos ponen la Cantabria, y los más individuales la expresan con total inmediación ántes de llegar desde Aslúrias á los autrigones y várdulos (perteDCcientcs k Bilbao y la Pro­ vincia), aquel territorio no pertenecía á los cántabros ni se ha de lomar en cuenta cuando ocurra uua urgencia de acrecentar número de gente; porque si despues nos estre­ charon (hago papel del contrario) con el argumento del vascuence, común t los vascones de Navarra, diremos que eran parte de Caolábria , y d e a l lí lomaieraos tropas, do de la s Eücaríaciones, n i d e la s m o n lañas de Burgos hasla la raya de Astúrias, ni dc tierra adentro por Aguilar, Reioo- sa, ele., pues todo aquel gran trecho le guardamos para el lance de si la tierra de Bilbao y Guipúzcoa Tueron domi­ nadas de los romanos, en que sostendremos la negativa; y al alacamos con un cscuadroa de escritores antiguos, re- bal i remos su fuerza, valiéndonos de aquel terreno dc la Monlaña, al cual aplicaremos todo lo que se dice de la su* jeciou dc los cántabros, en la cual meteremos á ia provla­ c ia d e Alava. 184. No: no parece laudable este modo de proceder, pues no es in^jénuo; y siento llegar é. tal extremo coo una pluma cuyos rasgos, cuyo celo, cuya laboriosidad estimo. Solo m iro i contí^ner aquello que pueda valaerar la ver­ dad, en éste ó aquel puato en que el amor de la patria pueda haber hecho deslizar.

S. XV.

SI LOS OÁNTAim''ií? FüBEON VENCI

185. En la historia de la Canübria eserila por ü. Pe­ dro Cosío, se lee en la freole, la muy valerosa provincia jamát vencida Cantábria, y en otros muy repetido el título de mwto, ofreciendo el que más la prueba de algunas vo­ ces vulgares coa apoyo de escritos modernos y ella de unos escritos que atribuyen al emperador Augusto, aña­ diendo un desafío entre cántabros y romanos, que gradoó de apócrifo Garibay (t); y sin embarco de provenir ladis- tinción que hacían dc haber sido vencida la Cantábria infe- rioTy pero no las m o Q ta ñ as de Guifwzcoa, Vizcaya y Alava, no asintió á ello, contentándose con el honor y reputación adquirida por los cántabros en resistir ¿los romanos, y eo u Que fuesen los últimos en la conquista de Kspaña. 186. Acerca de haber sido tomada y veocída la Can ti- l>ria, hay varios testimonios de los antiguos; pues Horacio dice que, aunque tarde, ya servia el cántabro. Líb. 3, OdeS.

S e rv il Hispan>í vclus hoslis ovffi Cantaber sera tiomilus caleña. Y en el lib. 4, Öde 14. Tt Caniaber, non ante d&mabilís, .... Hfirntur. Estaba, pues, ya domado.

187. Lucio Floro pone por fin de los alzamientos de España á la guerra cantábrica, despues de la cual dice hu­ bo constante íidelidad y paz eterna: fiic ßnis ¿iugusfo bellU eonm certaminum fuUi idm rebeitandi finis Hüpania. Certa moa) ßdes, t í eitrna p a x . DIon Casio pone los dos fines de la guerra cantábrica como arriba dijimos, atribuyendo á Agripa la providencia de desarmar á los eáu tainos y ha­ cerlos bajar de las montañas á lo llano. Otra rebelión sue­ le lomarse por prueba de que los cántabros no estaban del todo sujetados, citando al mismo Dion en el lib. 55; y en efecto, hubo fundamento, porque las ediciones anticuas ponían (sobre el Cons. dc Galo y (Censorino, p% . 551), que torios los bárbaros enviaron legados, ménos los cán~ tahros. Pero ya en lugar de ©ínlabros hay .•iicambros, y aun ántes puso al márgen Leunclavio á los cailm ros, citando eo las notas que dió al fin, los manuscritcfi que por cántabros ponen los sigatnbros. El mismo contexto de Dion coü vence haber yerro eu la voz cántabro, pues refiero haber movido Augusto (guerra contra los germanos, y que envió allá á Ti- bcrio, que pasó el Rliiü; y temiendo los bárbaros sufuerza, todos’eiiviaroQ legados menos los sicambros; y claro esti uue ios cáDlabros no son pueblos de Gcrmauia, m estóu de la parle de allá dol Rhin; y asi, cl citado texto de Dion no sirve ni se opone contra lo dicho de que estaban pacifica­ dos los cántabros desde que Agripa los desarmó y obligo a uue baiaseti á las Uanurss. 188. 'Coü estudio hemos reservado para este lance i Strabnn por ser el texto que más desarma cl recurso de los que confiesan haber sido los eintabros vencidos en lo llano de la tierra adentro y alguna porcion de costas, i^ o no eu las montañas del vascueocc, A este fin ale^a He- nao (!) á Strabon, cuando refiere de Tiberio que redujo a los cántabros no sólo á paz, sino á vida política, pot las tros cohortes que puso allí, según lo determinado por Au­ gusto- de lo que infiere Henao que Augusto no dejo suje­ tada á la Cantábria, y que por eso envió Tiberio gente con­ tra ellos para reducir á su obediencia á los amotmados- 189. Pero de Strabon consta que los romanos domina­ ron la Canlábria montuosa, pues aquella ferocidad expli­ cada por Strabon en los más inhumanos cántabros, diM provenía de vivir en siüo más remoto del comercio y de la fragosidad de los montes (donde se ve que habla de las montañas cantábricas); pero ya (añade Strabon) c ^ ro n to­ das las guerras, i>orque Augusto sujetó los cáutabros y á sus confinantes (aunque todavía se emplean en latroci­ nios)- va toman armas por los romanos los que ántes las maneiában contra ellos; y Tiburio, sucesor de Augusto, los lia reducido i paz, y aun á algunos á vida política, po­ niendo allí las tres cohortes que Augusto dejo destmadas: U im , lamen M ié eo w!ío laborml, ob pacem el romanwum ad illús p'ofecliones: guilms itia miniis oblingvnt, imporluntcres tunl et inkitmanioreti guod vitium par esl, cum nonnuUig accedat locorwn et montium incommoUlas kabüandí. Vsrum ja m , Mi iia>%, m n i a b e lla subíala. A'om caniabros, qui tnawijne hodie lalrocinia excrccní, iÍ!fi)uevicirv>s, (ksiar Augui' tus su^egiU el qui arUe rmanornm socios populabanlur, nunc pro romanis anna fcrunt, ut Coniaci, el qui ad fonies Iberi am - accolunl, Tuitis ewceptis. Etqui Augutfo successit Tiherim, irnpositis in ea loca tribus Cohortibus, quas Angaitut desiinavt- rafy non pacatos modo, sed ei eiviiejt quosdasn corum r e d e ^ t. líH). Aquí se ye la sujeción dc los cáotabros en llanu­ ras y en monlañas» y qne eü virtud de las tres cohortes destinadas por Augi^sto, tenían los romanos dominado todo el lado septentrional de España, incluidos los montes de Astúrias y Cantábria, cuyo trecho gobernaba cl primer Logado con dos cobories: septenlrionales montes cum Asluri- buset Caniabrit, y lo restaote hasta las montañas del Piri* oco lo comandaba ct segundo Legado coa uoa cohorte, 00(00 expresa el geógrafo en las palabras dadas núm. 5!^ Y aquí viene la reüexion de flenao, que dice oq scjpuesto faUso, ¿cómo pudieran haher tomado b s cáotabros sus ar­ mas eo tactos lances, si los romanos tuvieran la¿^ sayas eo toda la region?¿Cómo pudieran dar un paso, si ninguna j:>arte de Cantábria hubiera quedado libre? Por esto (aüadc) es muy persuasible, aunqae no del agrado de Garibay, que lo interior y montuoso oo fué conquistado. Vieoe, digo, la refle-xion, |M>rqoe ya tenemos eo los montes de Astúrias y Cantábria alojadas las armas de los romanos: tenemos otra cohorte para lo que liay desde el lado septentrional de los cántabros hasta la montafia del Pirineo, ¿Pues cómo podrán faltar á las paces üi dejar de estar sujetos al romano los cántabros, autrigones, várdulos y vascones? Dion pone muertos por Agripa ó desarmados á los cáütabros de las as­ perezas, que los inquietaban con sus armas; Augusto man* mandó repartir ea aquellas moQlaíias, desde Astúrias al Pi­ riaeo, tres cohortes; Tiberio las puso allí, pues¿quéfal(a pa­ ra decir que toda la Cantábria y las montásas que hay des­ de Biít>ao al Pirineo cslabau dominadas de los romanos? Los que no conocieron ó callaron las cohortcs, podían li- soDjearse de no baber conquistado los romanos sas provin­ cias, y argüir por su libertad cod el medio de que, si estu­ vieran avasalladas, no pudícraa hacer guerra tantas veces á los romanos. Esto prueba bien en ei espacio anterior hasta entrar allí las cohortes pr«idiales; pero despues ar* ^im os con la misma reflexioQ, de que ¿cómo pudieran idear cosas nuevas teniendo sobre sí las armas de los ro­ manos? Resulta, pues, paz general en las llanuras y mon­ tañas desde que sc puso en efecto la providencia de Au­ gusto, en colocar allí cohortes presidiale». Por esto dijo Orosio, que acabada la guerra de los cántabros, loda Espa^ ña descansó, con cierta respiracioQ del cansiaDcio, cn paz etern a: tola Htspania m alcrnam pacem cum quadam respira' íione lanludinix reclinata] y si toda España eo paz eterna, uíDgunadc sus regiones rebelde. 191. Josepho publicó también la universal sujeción ectigales fa cit' y reparó bien Ponlac, que debe leerse Caniábria por CaiaifHa, pues ¿ los cuatro anos añade el olismo Eusebio: Cantahri res novas molientes oppri^ m vn tw ; y este decir que se levantaron con sedicioo deoo' ta, DO sólo que estaban sujetos ántes y despues de rendirlos en el levaDtamiento, sino qae supone haber nombrado En­ sebio aotecedentemente á los cáotabros para que eo virtud de esta mención afiadiese despues el res novas molientes op- primuntur;y lo prlneipal es que, como uotó Soaligero sobre Eusebio, será muy peregrino en la Historia Romana quien juzgue la Calabria y olra eualquiera porcion de Italia síd rendiraieoto ^ Roma hasta el tiempo de Augusío, ó qoe la C alabria d ì otra parte de ítaUa era tributaria, pues D iu g u n prèdio del suelo itálico era tributario ó estipeodúirio, y aa no puede sostenersela voz de Calabria; y como por aquel tiempo fué b sujecioD de Cantábria, debe sustituirse esta voz eo lugar de Calabria. 193. También sospecha Scaligero debe mudarse la voz Gallos (ó GaUatas del griego) en Oallaicia ó Callaicos; porqoe

la Galla estaba ya segura, sio que por ahora hubiese d o - vedad; y como con la guerra de los cántabros y asturia­ nos mezcló Orosio una parte de guerra con los ^ e g o s, puede recelarse equivocación. Pero esta corrección uo es segura, porque por aquel tiempo sujetó Augusto á la Aqui- tanla, y Suetonio la juntó con Canlábria dicieodo (1) Domuü paríimdactupartimauspiciis suw, Caníabriam,Aquitaniam, «fe. la Cantabria fu6 por sí y por sus legados; la Aquitania por m edio d e M eM a, qne triunfó de ella en cl aoo de 726 de Koma, 28 ántes de Cristo, scgan inscripción que hoy per­ severa, ¿orno afirma CasauboD, de cuyo triunfo liabla Tí- bulo, lib. 1, Eleg. 7.

Aquitanas posse¿ (¡ui fuTtdere gentes

Ai tevidñe^i laurús Musalia y^en/em ; y con él empieza hablando en cl llb. 4, v . 1S7: iVon te tiW no r$tru3rabit\ir obvia Marta Gcdlia, nec la íü audaa> H ispania te n is .

Y como Aqui lacia es uoa de las partes de la Galia, pue­ de cnteaderse Eusebio de Galos eu rigor. Para nuestro asuDto sólo hace al caso lo más cierto, de que se lea Can­ tábria; y habieodo sido hecha tributarla, no debe quedar duda en que toda fuó conquistada con las gentes vecinas, como dice Strabon: Can(ros... iisque vicinos C

(J ) Lib. cap. igitvr provisicias tem diffusasf tam frcqueníes, tam furas, ad eom pacétn ab kinc annos ferme L. pcrduarit ^asar Augttsiusi u4 maa’tmCt bellis nxtmquüm vacaverant, «am jfu6 C. í» , « ieindeP. S¿¿«3 Lega^f ceterisgue postea etiam laíroci- niis vacarent. Pero estos latrocinios, propios do geüte esfor­ zada, reducida á torrcDo áspero y estéril, no son comuües á la rcg^oQ, sioo movidos por algunos particulares ioguietos y libres, como sucede aun hoy y nunca faltará. 194. Para el ñn de que las asperc/as do Viwjaya que­ daron sin conquistar, alegra entre otras cosas Larramco- d i (1) la ningwa utilidad correspondiente á ion ínmenio^ ^ro* bajos. Esta inutilidad bien ponderada, y junta con la difi* cuitad por el terreno, me ha hecho sospechar algunas veces, que si los cántabros de las más £rag;osas montaSas 'P so hubiesen contentado con vivir entre aquellas breñas (ó » bien sean por ahora las de Santander ó de Guipúzcoa) no f hubieran emprendido los romanos expedición contra ellos. La razón es, porque la guerra de Augusto precisamente se movió por reprimir las correrías y hoslilidades qne hacían contra los confinantes aliados de los romanos, Di paroce pnede entenderse en otro sentido el Epítome

(1) Ng. aofi. expeosas, y que despues de mochos gaslos y muertes de soldados, oc producían sloguQa utilidad al Imperlo, como se coufiesa y autoriza eu rista de que sólo Augusto lomó eslo por empresa, y que el motivo fué por cortar las hosti­ lidades que hacían contra sus aliados.

S. XVI.

AIIGÜWBNTOS POR MBDIO DE LA LENGUA VASCONGADA.

195. £1 gran argumento ea prueba de qae do fueron dominadas por los romanos las monlaQas do las tres pro­ vincias. sc toma dc que los romanos IntroducíaD su lengua­ je en las provincias de todas sus cooquislas, y no coosla sc introdujese en las meociooadas monlaoas, como publica la leügua vascongada, que hasla hoy persevera y no es ro* m ana. Pero esta reflexión oo puede prevalecer contra los testi­ monios de los geógrafos ú hisioriadores antiguos, ni prue­ ba que no entrase la lengua latina donde se habla el vas­ cuence; y es preciso reconocer que entró, pues nadie debe d u d ar qu e Flaviobriga fué poblacion eo aquel territorio, y cl mismo P . Larramendi la recoooce allí, cuando ale(?a á su favor (1) los varios dictámenes sobre su siluacion, ya eo Fuente-Rabia, ya en Bilbao, Orduña ó Bermeo; y no podemos decir que Flaviobriga sea nombre exento de la jurisdicción de los romanos, pues el dictado de FlaiHo sí^o se introdujo por ellos en tiempo de los Flavios é imperio de Vespasiano: lo que convence su dominación eo aquel lerrilorio y el uso que había alü de la lengua romana, pro­ pio de las colc^iias. HO 196. Añade algunos roonumeotos de romEinos que re­ fiere el P. Henao (1), escritos en letra y lengua latina. Uno en el señorío de Vizcaya, camino de Bilbao, donde se lee:

VECVNIENSES IIOC MVNIERVNT.

Lo que está en lengua latina y letras romanas. Ni sabe­ mos si los CáDtabros tenían letras, porque no lia quedado vest^ío que sea propio de ellos, pues dc los romauos no las tomarían mientras no reconocieron su dominio; y como DO conocían literatura de ciencias civiles, no les hacían mucha falta. La lengua vascoogada no conserva más ca­ ractères de letras que los romanos; y los únicos monumen* tos antiguos conservados en aquella tierra son latinos, como se ve en el alegado y en otro referido por HeDao, como existentes cd la proviDcia de Alava, valle de Quar- t a D g o , en el lugar de ürbina, que dice así:

D . M . AEMlLiVS. PATERNVS BOMmAE. PRII4AE. ÜXORI PIENTISSIMAE SE. VIVO PO SV iT.

Allí pone enlazados los diptongos que damos al estilo de los mármoles antiguos; y auoque el tercer renglón acaba allí ET VIVVS, que Heoao quiere corregir en Viduus, coDsta que las inscripciones antiguas usaban el ¡e vivó. Pero prescindiendo de eslo, consta ser el monumento de rom anos.

( 1 > Lib. 1> CJtp. 40. M i 197. Otro da en el vallo de Meca, à tres cuartos de Ic^ g u a d e Vaimascda, en la ermita del Berroo, que dice vió p or iÁ mismo, y cotejó una copla que le habían enviado; pero como no tenía práctica en materia de ioscripciones, la publicó mal, confesando no entendía algunas letras. Di­ ce üsí en sus malos ¿oAnej:

IMP- CAtSARL C. IVLIO. VERO MAXIMINO. PIO. PRELIO (ÌRAVCO GERMANICO MAXIMO. DACICO. MAX. SARMATICO. MAX PONT. MAX. TKIB. V. IMP. VIL P. P. COS PROCONS CAIO. IVLIÜ. VERO- MAX. NOB- CAESARI GERMANICO. MAX. DACICO. MAX SARMATICO. MAX. PRINCIPI. IVVENTVTIS IMP. C. IVLl. IMPERI P. P. P. Z. AVG MARH. PONTES. TEMPORE. VETVSTATIS CONLAmS. RESTITVERVNT C V R A N T. Q. 1 EGIO LE. C. AVG. C. PH. PR- CV

E n cl s e ^ m á o reüglon puso mal 1*tgUo Crauco, en lu g ^ r de FELICI. AVGVSTO, que las demas inscripciones ponen allí. El reglón nono sdió muy defectuoso, y por otra de Braga debe leerse FIL. C. IVLI. \ ’ERI. MAXIMINÍ. P. F. AVG. De Maxiniioo han quedado pocás memorias, y las conocidas se reducen á dos eo España. Muratori, que em­ prendió una nueva Coleccion de inscripciwjes inéditas, es­ tampó diminuta la de Braga, siendo así que Morales y Gni- tero la tenían ya publicada completa. Esta de Valmaseda la citó Morales, y árve para conocer que el legado Au- g u stal Q. Tifieio gobernó en la España tarraconense en tiem­ po del emperador Maximino en el año de Cristo 237 (ñWi- mo de aquel emperador), y compuso caminos y puentes eo Braga y en la parte septentrioaal de los cántabros por su limile oricnlal, que sería camiao de ìa colonia Ffoviobriga. Acerca dc la refenda inscripcìon, colejada con la de Brag;a y otra de Reseodc en el camino de Lisboa a Mèn­ da, había algo que nolar sobre la Tribunicia Potestad, et­ cétera; pero no es del asuato más que el ser moQumento de los romauos, y prueba de que por Valmaseda andaba el proprelor Auffustal compoDieodo carni d o s para el tránsito de la (ropa y del comercio, como por los demas dominios dcl imperio rtroano: prueba firme de lo familiar que era i las Iropas imperiales el lerrilorio septentrional de Espafia. 199. Otro insigue monumento de anlig^üedad perseve­ ra en Vizcaya, en el territorio de ihironÿo, junto á la ermi la de San Vicente, cuyo dibujo c o d s c r u í à fuerza de tenaces y repetidas diligencias por las varias expresiones con que me le ponderaban, y no feltaba dificultad á causa de ba­ ilarse en despoblado y lo más cubierto de tierra. Llàmaole ídolo dé Miqueldi. Tiene dos varas y tercia de la i^ ; enalto vara y media; de grueso dos tercias, y todo es de una pie» «a de piedra. Mi principal deseo era por si mantenía Jetras, cuyo carácter, ya que no hubiese cláusulas perceptibles, descubriese el tiempo ó nación que le erijçlô, si de griegos, romanos 6 españoles antiguos, puesD. Gonzalo de Otalora, en el papel que imprimió en Sevilla, W M , Mícrologia gfto- gráfica del asiento d j la rM t Merindüdde Bnrongo (1), dice q u e tenía caracteres notables y no entendidos. Hoy no muestra letras, y sólo se conoce lo que va figurado, cuyos linea­ meli tos indican lo mismo qae llaman Toroi en Guisando, Avila y puente de Salamanca, á quienes dieron aquel nom» bre de cuadrúpedo común los que no conocían la figura de elefante, cuyos perfiles, aunque loscamente formados ó ya desfigurados, muestran los tales monumentos; y en efecto.

(J) Fól. 5. ei citado O lalora le calificó d e a6o España, y para denotar lo qae se iban internando, eri^ian estas piedras con aquella figura. Alg^QDOs caminaron hacia el Norte, y llespando has­ ta Durango dejaron alh esta memoria. El globo que tiene entre los piés simboliza el orbe, y lisonjeándose de seño­ res do lodo, pusieron el elefante encima, como que Africa dom i Daría el orbe, y si Chanaan no tuviera sobre sí la mal» dicion de Noé (de que sería siervo de sus hermanos), tuvie­ ron sus descendientes los fenicios africanos puerta abier­ to para entrar á dominar el orbe desde que Annibal ven* ció á Roma en la derrota de Cannas. 199. Pero en fin, mencionado este monumento por iné­ dito y raro á causa de la fi^^ura del ^lobo ó df^ la tierra do« minada por el elefante, que tiene debajo la fi^ra, sólo puede servir á que donde U e^ el africano mejor pene­ traría el romano, que dominó toda España; y prescindiendo de todas estas memorias de la antií^edad, basla para el fin de babor dominado los romanos en Vizcaya el que Flavjobrl- ga fué su colonia, como asegura Plinio (i): Amanvm /» r- tfis, uiinunc Ftaviobriga Colonia. Y nadie será tan ignorante de las cosas de los romanos, que ponga una colonia suya en región ó silio que no estuviese dominado por ellos. 2iM). No podemos adoptar la última resolución de ííe-

( ’ ) Ai tülígwfiáití f lit « M en Isi hm tu » m i o v n i n u i U m ita tle le Vifín 44 D i i n o g o , Uamstta M iquriJi; UtUÉg \ HBfi fTOit pU 4ra, asi wionstfaofB « n U fam é. cm » 4k el U m dh, cvpa keckiirs «« ^ « u Atibada * Reiooccronl«, a o m arcnákitto n J r t pié*, f m éi !¡c4*t aracUr^s M M f t , f w eníe»éfdút, f p«r rem&it i* ftíé . mw4*í< d#

HA Qao eQ cl lib. l (1), donde concbiye, se le represeol» mas glorioso para las tres provincias, «qne los romanos do las >hayao pisado vuncedores q¡ las tiayan ganado y avasalla- •do, por haber sido embarazados de sus naturales, salien- ido de ellas en ayuda de los demás cáülahros moradores >de tierras ménos ásperas, para Impedir de esta suerle el • tránsito á ias suyas, y conservar ¿su libertad, y eon ella »sus leyes y eoslumbres, su lenguaje y trajes.» Esto, dl- üo se puede adoptar, porque si los rojnanos tenían en aquella eosta {no lejos de Rilbao) una colonia, es grosm ignorancia que el terreno no estuviese en total sujeción á 1« romanos- Eslo fuera más evidente á , como juzgó He- nao, hubiera sido Flaviobrrga convento jurídico eon nueve ciudades dé su jurisdicción. No hubo tal convento ni depen­ dencia de ciudades, ni más fundamento para ello que la mala apuntación, notada sobre Plinio, al hablar sobre las pobbciones do los cántabros. Nú»n. 90. 20!. Dirás que eslo convence haber sido domioada de los romanos toda la Canlábria, sin excluir ios montes y costas de las tres provincias, pero no prueba que fuese dominada por las armas, sid o por tratados de paz y re h e ­ nes de que hace menciou Floro. Pero concedido que estos rehenes se diesen por los montañeses de (luipiizcoa y no por otros, queda en $u faerza la sujeción y rendimiento de los habitadores, pues el dominio del conquistador se ad­ quiere obligando por las armas al inquieto á qne sufra el freno por fuerza ó por capitulación de sujetarse i b s órde­ nes del que prevalece^ Así lo hicieron los cántabros, y así quedaron rendidos y snjctos al imperio, que desde Tiberio iDvo allí cohortes de presidio, y no hacía más el romano eon los que despues de torea rebellón obligíiba á que hi­ ciesen sus mandados.

(1) ifií. 202. Nie^a ahora todo esto por e l media de la leogua vascongada, y verás la fuerza

( l ) L i b i , M p . por medio de los ministros públicos y familias que se ave- cindabao eii los piieWos. El hacer el idioma general pide mucho tiempo de comercio y trato civil, de suerte que lo montuoso ó más remoto de la sociabilidad pobtica perse­ vera más tiempo con su leni^ua materna, y esto Sfì verificó eD lo más fragoso de las tres proyindas y reino de Na­ v a rra , k diferencia de lo mediterráüeo y de la Cantábria y Aslúrias, donde por habüt mayor comercio, era más pro- cifia la uniformidad dei lenguaje. En lo montuoso de las tres provincias se confiesa el poco fruto ó ninguna viUidad del terreno, y ésta es precìdo que fuese resfriando la codicia del romaoo, á quien brin* {laba la fertilidad de otras regiones. 206. Eütraron despues otras naciones bárbaras que despojaron á Roma de su imperio en España, y eso con­ tribuyó al descaecimiento de la lengua latina en lo mon­ tuoso, y á que los naturales insistic.^n en la leügua nati­ va. Lo poco fértil de la tierra y la mucha dificultad de vencer el terreno, hacía poco codiciable la domi nación á cualquiera príüdpe extranjero, y esto afianzaba á los natu­ rales para mantenerse, no solamente en el idioma naüvo, sino eu tíilal libertad, de suerte que no reconociese más dueüo que el señor á qnien quisiese darse. Resulta pues que ei vascuence actual do excluye la sujeción del terreno á los romanos, probando únicameDlc la poca extensión y permanencia que allí tuvo el idioma Ialino, por do codiciar los dc este i^ m a meterse en sitio calificado del m ái aspi­ ro y terrible de España y sin ninguna utüidad. 2 07. U i Cantábria legítima, eomo füé civilizada por Ti­ berio (según dice Strabon) se hizo al lenguaje romano y perdió el antiguo cantábrico, por el mucho comercio con romanos, y despues con los reyes Godos y de Leon, de suerte que ni en lo má^ fragoso de Aslúrias y montaña sc conoce el vascuence. Esto prueba liaber sido muy frecueu- l ì ^ tado de romanos el terreno, entrando y saliendo mùtuamen­ te los de afuera y de adentro à sus comercios. Lo mismo sueedió en la Üerra meridional de los vascones; pero aun­ que lo boreal füé igualmente conquistado, perdió menos su lenguaje por mantenerse con mayor abstracción y menor trato con el resto de gentes. Lo mismo entre los autrifs^o- n e s y várdulos. Sólo pues lo fragoso mantuvo e! propio idioma por no tener comunicación con los de fuera, no por­ que no hubiesen estado sujetos á los romanos, pues aun hoy vemos terriloríos conquistados que mantienen el idio­ m a nativo

§. X V ».

OTBO ART/UMBNTO W B MK1>I0 1>BL IDlOJiA VASCÜSNCB.

208. Ütra clase de argumentos hallamos por medio del vascuence, como es, que Strabon y Mola no hallaron difi­ cultad ó embarazo on nombres de las regiones de España, hasta describir la de los cántabros, por la dificultad de su Icnjjua, que es ia vascongada; y como explicaron osta difi­ cultad al hablar de los cántabros, se inñere que las pro­ vincias del vascuence eran de los cántabros (1). Pase que el vascuence fué lengua cantábrica, paes ni entiendo la una ni la otra. Los nombres son diversos como el vascon y el cántabro. Pudo tener eada ano sa lenguaje, pues Slra- bon explico dificultad en los nombres de ia Cantábria y no en ios vascones, de que trata despues. Séneca en el paso de españoles á Córcega, alega pruebas de mantenerse al* gimas voces de ios cántabros, y d o expresa el vascon. Strabon dice, que desde la costa de Galicia hasla el Piri- iU neo, vivíao lodos con unas mismas costumbres, con más ó menos fiereza, por lo más ó ménos fragoso terreno ó m is ó ménos remotos dcl comercio. Pero qo] dice que ha­ blaban una lengua. 209. Silio menciona cn el gallego lengua materna: m. V . 345.

dit)€í Gall^cúi pubem Barbara nunc pairiis ululanlem carmina Unguis.

Estas lenguas nativas de Galicia no leñemos fundamento para decir que eran la vascongada, oí aun cantábrica, por­ que siendo gentes lan inconexas las de Galicia, las dc Santander y Navarra, cs difícil mostrar que si tuvieron uoa lengua se llamase cantábrica y ao gallega, asturiana 6 de vánlulos, pues no teoían los cántabros motivo parti­ cular para que pi'cdsameotc se denominase por ellos; en ouya suposición es más verosímil que la lengua vasconga­ da que persevera no fuese lengua de cántabros, sino de vascones, los cuales tentan idioma diverso riel que usaban los gallegos, asturianos y cántabros; y como éstos tuvie­ ron más comercio con los romanos que la parte de los montes de Guipúzcoa y Navarra, pudieron éstoa mante­ ner el idioma y perderse el de los gallegos y cántabros- Eato no favorece á que la lengua vascongada actual fuese la legítima cantábrica ni la gallega, así como el terre­ no de unas y otras regiones no era uno, sino muy di­ v e rso - 210. Pero pase, como he dicho, que el vascuence fue­ se lengua cantábrica: do aquí sólo resulta contra ol argu- yenic, que la lengua cantábrica d o e ra com ún á España, pues lofi geógrafos hablaron francsmente de los pueblos restantes de la nación escribiendo sm embarazo sus nom­ bres, y sólo al llegar á la Caolábria los hallaron eseabro- SOS y difíciles de acomodar al iatia ó al griego: prueba

clara üe que era idioma diverso y que d o hubo en Espai^a ioügTia g^enerai primitiTa que pusiese nombres á las ()o- blacioües, pues eo tal caso fuerao de uoa misma compo- sicion las voces, como sucede en los nombres de los grie­ gos, latinos y árab«s, y de las lenguas vivas que hoy te­ nemos. Vieodo, pues, que sólo al tratar de los cíinlabros hallarOD los geógrafos dificultad y aspereza eü las voces, resulta que la lengua caDíábrica, de quieo provendrían los nombres, era diversa de las lenguas de quien descendían los d em as vocablos d e la B étiea, O íltib e ria y dem as reg^io- nes de España, y por más qae discurran evasiones, serán sutilezas de formalidades eseoláslicas; pero ai que pregun­ te la razón de por qué los geógrafos hallaron aspereza al hablar de los nombres de rios y pueblos de Caotábria, y no <¿ü otras provincias, no se le podrá dar otra razón que aquiete mejor que la alegada, dicieodo que por ser las lenguas diferentes. 211, Si fuera materia de nuestro asunto, pudiéramos redargüir algo al que argumenta, y mostrar que el vas­ cuence ao es la lengua cantábrica, porque los geógrafos, dice, declararon embarazo al llegar á los nombres de la Cantabria, mirando no lauto á la di^cul/ad de los nombres ^ 9 i mismos, cuanío de la Ungua dei país de la Canláhria, que empezaban 4 dafcnbir. Concédase oste recorso voluntario, y sin níngua apoyo en los geógrafos, pues estos ao trata­ ron nada sobre la lengua dei país cauíábrico, ni cuidaron más que de los nombres de las poblaciones, como hicieron en las demas provincias; y sí sólo aquí miraron al lengaa- je, esseftal que era diverso de ios otros, y no lengua ma­ triz y geuera! de la nación. Concédase* digo, que miraroü á la dificultad de la lengua de los cántabros. De aquí re­ sulta que ésía no e s ei vascuence. Y se convence por con­ fesión del que arguye; pues eo el tomo I del Diccionario TrílÍD^üc (l) pone por asuDto que El vatcuence es lengua fá- cil, y poblica con Scalígero que es lengua smi'iiima, y que su general pronunciación es mm/ dulce y graciosa. No es, pues, esta la cantábrica en que los geógrafos hallaron tan- tanta diñcüliad, pues la vascou^da oo es difícil sino fácil; no es de oorabrcs' escabrosos, sino de proouneiacion muy dulce, deleitable por la variedad hermosa de sus dialectos y elocuente, con otros muchos elogios que allí se la tri­ butan. 212. Si ahora pasas al argumento puesto aqaí en el nú­ mero 208, crco que le verás eo favor ouestro disponiéndo­ le así: los geógrafos hallaron dificultad al [wx^poner los nombres de la lengua cantábrica, no tanto por los nombres en sí mismos, cnanto por la dificultad de la lengua (como confiesa el conlrario); luego no perteneció á los cántabros la tierra de la lengua vascongada, porque ésta (como con­ fiesa) es ^ il, suavísima y de pronunciación muy dulce, aquella muy escabrosa; y estas contrariedades no puedeo predicarse de una misma lengua. Babia, pues, en España dilerentes Idiomas, no sólo eo lo mediterráneo sino en las costas septentrioaales, pues según lo dicho resulta que el cán labro tenía una lengua muy áspera j la del vascon muy su av e . 213- Pero aun dado (como permitimos al principio) que la lengua cantábrica fuese una con la vascongada, no se inñere que el terreno donde hoy se habla ésta, fuese re­ gión de los cántabros; y es preciso confiesen no inferirse uno de otro cuantos hagan común á toda España la lengua vascongada; ponqué el hablarse esta en Galicia, Astúrias y Cantábria, no prueba uua misma regioo, porque Galicia se queda diferente de Cantábria sin prudente duda. Es, pues,

0 ) 21 h fvirl. 1. l i i muy HocHcaz el argumeoto que por ia Icugua vascongada inteute persuadir haber sido Vizcaya de Cantábria, como Di ei país de los gailegc^ ó asturianos; ^n e s si ut^a misma lengua era común á diversas regiones, claro está que por ella DO resulta diferencia en los territorios propios de cada una. Si no era una lengua, mal arguye el que pretende sa- cántabro al vascoo por la lengua. 214. Strabon (1) afirma con claridad que los turdeta- nos guardaban leyes gem ati cales, y aunque los demas españoles usaban (¡unbien de gramática, pero no una mis­ ma, porque tampoco era una lengua: VtwU^ et reliquiHù- pani grammatica y non m ius omnes generis, qìtippe ne iodem quidem sijmtorte. Esta seuteucia n s muy clara, y de antor que vivía en el tiempo de Cristo, cuando los romanos te­ nían dominada toda España, y cuando por la conquista iban propagando su lengua y la tenían introducida cn las priDcipales ciudades; coa todo eso afirma que había Idio­ mas diferentes en España, y lo convence la vista de mo­ numentos antiguos, iuscripciones y medallas en que vemos diversos alfabetos, pruebas ciertas de idiomas diferentes. Plinio reconoció en tiempo de Vespasiaao la diferencia dc lengua que hubo entre los célticos de la Beturia y los túr* dulos, por los nombres de los lugares y el Idioma: cei&cosa ceiàòeris w Luíitania adíenme, manifeiíum estsacris, lìngua, (^pidorum vocahtlis. 215. Pero aunque los antiguos no expresaran con tan­ ta claridad la diferencia de lenguas cn la España antigua, fuera preciso reconocerla eo virtud de la desunión de ios españoles y de las uaciones extranjeras que por aquella desunión entraron á fizarla. El griego Strabon confiesa que «si los españoles hubieran querido juotarse á la defen*

t n ul Ub. p^g. 139. isa, de nin g ^ modo habierao eotrado los cartagineses i • dominar la mayor parte que poseyeron, Di ántes losti- *río6, ni los celtas, ni después lof^ráran tanto donunio com o > tuvieron Viriato y Sertorio; paes los romanos, que em- • prendieron la conquista por partes, tardaron más de dos- »cientos ai5os en coDseg*uirla:» S i conjuncUs viribut tueri se volvissenl, numíniam licuisset netiue caflhagijiensíbui incurtio- ne facía majorem líiípania parlcm nemine prohíbenle subigerey ñeque anle hos tifñis et cbUís... ñeque postea latroni Virialo et Sertorio... Eí romaniper parles Ilispanorum modo hanc, modo aiiam dilionem bello impelenles, alias alios domando mu^2um íemporis traxertmí, doñee Umdem omnes in suam redcgerunt polcítalem, ducenfy fere et plvribus ttsi ad hocanrtis'. Pág. 158. LiKÍo Floro asegura qne jamás pensó España eo unirse toda contra los enemig^Ds: «nunca trató de anir fuerzas, ni »procuró dar ley ni mantenerse libre, porque si la España »hubiera tenido unión, de tal suerte la ciüeo cl Kriaeo y »el mar por todas partes, que oi por peJisamíento im ^lná- >ra pisarla el extranjero. F^ro ántes que ella se conociese, ►ya el romano la teiiía cogida por todas partes, verifieán- *dose que entre todas las ^vineias dcl mundo sólo ésta »conoció sus muchas fuerzas después de estar vencida. (') Esla faltei de unión prueba la independencia general y particular de unos españoles con otros, y por ella entraron tantas y tan diversas gentes, como Plinio testifica coa Varron, los i6cro í, los persas, lo s fenicios^ los oeltas, lo s púnicos ó africanos, y (como añade Strabon) los griegos y

{*) fijfpiWf« RB4faan f*it oivertut f lw tatkiirsa: etnmrffert: u « > giM M m ttfirrt « t u s l»periim esf«rtr1, M tiUH mam pubUct. AUM/ftín in unái^iu Pifrene*f*« véUtíe aí. M línj lu aüri fitU ím potit$rtí. S ti »nU à rom m ir ohteii* es¡, f m « te iptt e^eiee^ m . « i0¡ e « o i a t w n provincienm p e r« « tuu, vieta eu, iAírlksÜ. L i ­ b r o i , e a f . 1 1 . iacowí (á los cuales atribuye parte de Caotábria) y final­ mente los ronmQos. 2Í6. Esta variedad de pobladores, que teaian diferen­

tes lenguas, no permite u q idioma en territorios indepen­ d ien tes UDOS de otros, porque la uaiformidad dc la IcD^ua debe provenir de un cuerpo, esto es, do una monarquía ó repíiblica, cuyos miembros esléo unidos civilmente, como sucede hoy y ha sido siempre: el romano, e l p ricg’O, e i es­ pañol, ei francés y el inglés, conservan é iotroducea en sos dominios ia lengua que es g’eneral en la nación, por­

que lodos soQ miembros de u ü cuerpo y una cabeza, dc donde dimanan leyes de uniformidad. Pero en ia Espafia antigua no había nada de eslo, sino io contrario: desunión, independencia, iriconcKion, sin cabeza, sin armonía inúlua, sin órden del superior al suballerno. Cada región para sí, ninguna para otra. ¿Pues quién hará comuna todas el len­ guaje? Quién unirá al cántabro con el túrdulo, ni al lusita­ no con los ilergeles? Hasla que Roma dominó las Españas no podemos reconocer en ellas una lengua, porque no huljo u n señor. 217- Nuestro asunto no pide largo exámen de la ma­ teria, porque basta la disyuntiva siguiente: O en España hubo muchas lenguas ü una sola. Si muchas, no se puede Inferir por la de una región la de otra. Si uua comuü á to­ das, resulta que el lenguaje es medio inútil para averiguar el sitio de uoa región, pues supuesta una lengua, había difereüles regiones con diferentes límites. No sirve, pues, cl idioma para la geografía. 218. Lo mismo diremos en lo historial de si la Caniá­ bria fué vencida, porque las armas no miran ni penden del leogoaje. La rendición de una províacia ni excluye len­ gua propia ni supone laajeaa. Es mis fácil perder la li­ bertad que el idioma: aquella falta con el rendimiento: éste puede perseverar por no oponerse al imperto del ven­ cedor. La Grecia fué vencida de los romanos y perseveró sujeta, sin haber perdido ^ lengua (aunque liubo dccrclo de que los griegos hablasen en latin, y ffriego los roma­ nos), y asi de oirás naciones, en que duró el idioma patri­ cio m ás 6 méüos despucs del rendimiento, según la de^n- dencia ó comercio con los vencedores. Por tanto, no «rve que ei vascuence persevere para averiguar la siluacion de Caotábria ni en prueba dc que ésta fuese rendida total­ m ente. 210- Por lo mismo omitimos otras varias especies cod- eemieuíes á ésto, con el decantado argumento de Séneca, cuando dice que pasaron ú Córcega españoles, fundándose en ver allí el modo de cubrir la cabeza y los piés practi­ cado en los cántabros, y algunas de sus palabras, pues el total idioma materno de los corsos se perdió con el trato de griegos y de liares (1). De aquí arguyen en varias fórmulas, pero literalmente no resulta más que ser los cán­ tabros espartóles, y que en Córcega duraban en üempo de Séüoca palabras de la lengua cantábrica, ia cual no era la misma que la vascongada, como hemos prevenido; y aun­ que lo fuese, tampoco prueba que el várdulo y vascoo fue­ sen cántabros, pues si era común á todos, claro está que por ella no pueden distinguirse las varias regiones desde Galicia al Pirineo. 220. Aquí no guardó consecuencia el que arguye, pues dice (2), que la lengua de que trata Séneca, no era otra que el vascueoce, pues sola esta permanecía en su tiempo y no algvna otra de ias aniiguas fu e se fu^on perdiendo con Ui infrodticcion dei latin. Aquí se ven otras lenguzLs que se fue­ ron perdteJido, y por taoto no puede ser verdad lo que dice

^ 1 ) D e c a p . (t) L'n la página Q la s dû8 hojas siguieotes, que lâ lengua dc las tres pro­ vincias era là prtmi^ta y univ^sal de España, pues si hubo olras que se fueron perdiendo, oofué aniversal la vascon­ gada. Ni corresponde lal universalidad á la cláusula de Sé­ neca, que aürma dc un mismo modo la perseverancia de algnnas palabras de los cántabros, que la dcl modo dc cu­ brir las cabezas y los pies, y ni las abarcas de cuero, ni las monteras ó sombreros, se puedcü dccir de universal uniformidad en toda España; y asi corresponde que Séneca liablasc de unos vocablos particulares â los cántabros, co­ mo las abarcas y monteras. 221. No pretende el argumento que los que fueron á Córcega fueseo eánlabros, ¿Pues qué quiere? Q ne fue­ sen V. g., andaluces, valencianos ó catalanes, para sacar despues por las palabras cantábricas que esta era la lengua general de España. No es malo lo que quiere, pero fuera bueno probar eso por Séneca, y no obligan á ello sus pa­ labras; pues suponiendo que pasaron cántabros i Córcega^ infiere bien Séneca que hubo alh espauoles, porque el cán* tabro era español, y á este modo Ihmó el César cohortes españolas (1 ) á las que en el lib. P (2), dijo eran de los cel­ tíberos, cántabros y otros bárbaros del Océano, porque realmente eran españoles^; y cualquiera que en una isla del Oriente hallase términos y traje de gallegos, diría como Séneca, qae allí hubo españoles, porque de la especie al género os buena eonsociiencia, y do sc infiere más p o r las palabras de Séneca. 222. Si reparamos en el calzado á que Séneca miró, po* demos inferir que la Cantabria era las moutaúas de Burgos y León, en las cuales persevera liasla hoy el zapato de

(J) Lib. 3 de Rí^l. cít., «p, X8. (S) €jip, 38. palo ó almadreñas, y al punto qne Séncea viese estas en Córccg;a pado inferir lo que infirió; pero como aquel calza- do no se puede decir común á las llanuras y tierra cálida de España, tampoco los vocablos: ó á lo menos no preci­ san á ello las palabras de Séoeca.

5 . X V I U .

MCUO&IAB D8 LOS 1NT1QU03 CÁNTABROS.

Hasta aquí hemos hablado sobre la situaci(^ de la Can­ tábria y lo que abrazaba ó no abrazaba su región. Ahora se podrá conocer el territorio á quien debea aplicarse las memorias que se refieren de los cáotabros, las caales no sufren las dudas excitadas sobre la situación, ántes bien inspiran pretensiones, compitiendo por ellas varias gentes sobre hacerse cantábricas, porque miran como glorias io- cümparablcs del ánimo lo que otros atribuyen á barbarie, fiereza ó suerte del terreno. 223. Strabon es el más individual en órden 4 costum­ bres de los cántabros, haciéndolos iguales con lodos lee que vivían en las cumbres de Galicia, Asturias y Cantá­ bria liasta los vascones y Pirineo, pues todos (dice) viven de un mismo modo. Véanse sus palabras al pie. C) «Estos (dice) se alimentan, en dos tiempos del año, de »bellota, secándola, moUéndola y haciendo pan de la ha- >rina- Forman bebida de cebada; tienen poco vino, y el •que lleg;a le consumen luégo en convites con los parien- »tes. Ussm de manteca en lugar de aceite. Cenan sentados,

O TaHi erfo (di«, pág. 155), eu *>Us monUitorun, e i t r c a qui tepmtrh- U l t term ífm t, Galieic«rum el A i r a r « * » tt Oif»itibr»rtem, «é tí P^reit»m: etné* « k í * r ^ 0m i.'rv u iM m 4 i h . »dispuestos á este ño asienlos en las paredes. La edad 7 • la dignidad llevan los primeros lo ares. Mientras se sir* •ve la bebida bailan á so d d e j^aita y d c flauta. Vístense ' lodos de neg^ro coü sayos, de que forman cama, echándo- *los sobre ^ergoQ de hierbas. Tienen vasos de cera como »los celtas, y las mujeres ^ la n ropas floridas ó de color »de rosa. £q lugiir de dinero coomutan una cosa por otra, • ó cortan algo de una lámina ó plancha de plata. Á los con* t denados á muerte los precipitan desde una roca, y á los • palrieidas los cubren de piedras fuera dc sus términos ó »de sus ríos.J^os casamientos son al modo de los ^rie^os; »y á los CDÍormos los sacan al público, como los egipcios, »á fin de lomar consejo dc los que hayan sanado de seme- (jante accidente. Hasta el tiempo de Bruto usaban barcas >de cuero; ya tienen algunas de troncos de árboles. »I^a rusticidad y fiereza de sus costumbres proviene no »sólo de las guerras, sino de vivir apartados de olras gen* >tes, y falíando comunicación falta tambioQ sociedad y »humanidad. Hoy se ha remediado algo por el trato con los »romanos despuos de sujetarlos Augusto; pero los que >tienen ménos comunicación son más inhumanos, contri* »huyendo para ello la aspereza de los montes en que vi- *ven (p. 15t5). •Lávanse con orines que dejan podrir en las cisternas, »y hombres y mujeres se limpian con ellos los dientes • (p. 163). Las madres mataban álos hijos en tiempo de »la guerra cantábrica para qae no cayesen en maoos dc »sus eoemigos. Un mozo, viendo á sus padres y hermanos »prisioneros, los mató á todos por órden del padre, que le »dió el hierro para ello. Olro, llamado á un convite, se ar- »rojó en el luego. Paréccnsc á los celtas, á los de la Thra- *cia y Scilias Las mujeres labran los campoé, y cuando »paren hacen acostar á los maridos y ellas Íes sirven- »Cuéntase también eo prueba de la demeocia cantábrica »(prosigue Straiwo) que algunos, viéndose clavados ôd cru- •ces por sus enemigos, cantaban alegremente, lo que in- idica ñereza. Be una hierba semejante al apio (que parece •ser el napelo ó matalobos) forman uu veneno activísimo »qoe mala sin dolor, y le tienen á la mano para usarle en »cualquiera adversidad, especialmente por si daban en ma* *nos de romanos (pàfç. 165).* (Floro dice que hacían |el »veneno del árbol tejo, y acaso le confeccionarían de uno y otro.) «Otras cosas, dice, usan no ta

(S) í'ol. 4U, {errê4ê e* n , étM » áel é l ) . lib. 14, cap. 2 , ea el texto latino del tomo 1 ., pág. 65«, puee en la columna grie^maotuvo la voz pby* rkás) que anda en Atheneo, dudándose si al referir ésle ia cláusula (de que hablamos en Strabon) introdujo la voz nfryricu, que expresó poco ántes en aquel m isino capítulo (que es el BO en ediciooes latinas), 6 si alguü copiante la introdujo por hallarla expresada ánles en el mismo Atlie* neo. Pero eslo no ofende á nuestro asunto, pues una co« es lo que por si dice este aulor y oirá lo que cita de Strabon, á quien alc^a por los pemiles de b s ccrrelaoos. Esle era el asunto de uno y otro, y bien podo uno alabar­ los diciendo que no cedían á los caoLábricos, y otros com­ parándolos á b s Cibyricos, que le eran más conocidos que los de Cantábria. De paso debe precaverse el yerro dc Atheneo en el texto latíno de la versbü de C om U ibus, y en el griego, donde se lee: M Hitpania opvd Aquilaniam, lo q u e debe corregirse, poniendo á los jacoclanos en lugar de Aquitania; pues aquellos, no esfcos, son de Espafia. y de ellos habla Straboo, donde le cita Atheneo, Eslo es aceica de costumbres de los cántabros, Lo más sobresaliente fué «nías armas. 225. Luego que Annibal resolvió bsiccr guerra á los Tomanos dentro de su misma Italia, concurricron á la ex­ pedición lodos los cspafiüles; pero en primer lugar, dicc Silio, fué el cántabro» de quien aúrma ser una gente á quien no rmde frió, calor ni hambre, superior á toda fati­ ga, y qüe no sabían vivir más que en ia guerra. Las pala­ bras de Silio, lib. III, V. 325, son*

!Íesru>iit0tii% adest vesper> poptrfique repot/i. C a n tab er ajoe mnea. hkmi$gue ustusque fami^//ue InPiclUf, palmamqtu es i m n i ferre labore- M irw atnor populo; cum fitgra inam uit « c í o i , hnbetíesjam dudum annoiprat^ertere « a s u . N w viUim sine MarU pati, fffiippe r m n t i in a-mis lu à s eaussa tila^ ftiamrunum vivere paci.

Este no vivir sin I q s armas era entre nuestros antiguos muy comiin, pues por tanto dijo Livio de los españoles: Fe- rox gens nullam vilam raltítne armis esse. Esto lo escribió al hablar de los que eo Cataluña se mataron á si mismos, por quitarles las armas (1). Pero en üin^una región se halb tau recomendado como entre los cántabros, eomo expresa Silio eo las palabras alegadas, y Horacio empieza Ode XI de su lib. 2 , diciendo:

Quid bellicosns CaníaJifr.

226- Josepho, no contento con llamarlas g*uerreros, ó (como dice la versión iatioa) pugnaces, reconoció en clloí (por la fama general) uoa especie de furor marcial: KaVTB^pOV 227, Prosigue despucs Silio con repetidas y honorífi­ c a meocioües del cántabro, diciendo no haber otro más pronto para servir y sobresalir eo la guerra:

i¿uo non aJius venaiem in praUia dcxtram Odor attuieñU conductaque bella probarit C aniaber, galea coniemptú tegmine Vasco. (í. 5 . V . 195.)

228. Por elogio del cónsul Flaminio pone luego el va­ lor de no haber jamás visto sa espalda el africano ni el cántabro (Ub. 5. v. 639)-

iVc terga Lf/Ms, ne C aotabef unquam OyHMilig agpi£ial. Refiriendo despues los que concurrieron á la batalla^ da el primer lugar á los cántabros, (lib. 9, v. 229):

le m , ^uoi hórrida tniítí Pyrene, popvli, varioque auxeré tumuHu f l i m i n e v n Ia íu s i effulgel eatraPx C an iab er ante alios, níc tccins im pora Vasw.

Prosigue ponderando la ligereza del vascon y la facitidad con qae el cántabro arrojaba las flechas (l. X, v. 15.):

Ac juvencm, q u m Vasco lívit, quem spicula démsent C an tab er argebai.

En el üb. 15, v. 415, refiere que el africano compaso la fuerza de su campo, mezclando con los africanos los cánta­ bros y á los muy ligeros asturianos:

¡lie robur, mixíutque rebellUfiu Afhs CiUltaberf hic rolucri Mauropemichr iU lnr.

229. En el lib. 16 explica el valor é imponderable des­ treza dc un cántabro membrudo y crcddo, que se hizo for­ midable on los combates, aunque fu^e invadido por el costado y espaldas, á causa dc la suma prontitud con que por todos lados manejaba una hacha de dos ülos. Tuvo la desgracia de perder k mano derecha en el combate con el hermano de Seipion, pero logró la gloria de haber sido re­ putado muro impenetrable y temible por todos sus costa­ d o s; Nulla beili non parle Hrnendus. Véase ia descripción desde el verso 44 al 71, lib. 16. 230. Polibio refirió ántes el modo y gentes que siguie­ ron á Annibal (l), pero comunmente usó el nombre dc es-

<|) pafloíes. Ed là pág- 1S7, refiere b política qae tuvo para mantener seguridad en África, trayendo acá soldados de allá y enviando allá españoles, thersitas, mastianos, mon­ tañeses, . Estas gentes que dice

I^ia> koc nomine S i íibí d w u t /6cr, aui ti tibí terga dedissei C antaber ecciguii^ avt longit Teutonus arm ú.

Por aquí vemos qae las armas de los cántabros eran cor­ tas, broquel, espada, puñal, dardo ó lanza corta, cual nos representan las medallas de Cansío. Dioo refiere tamMen qae los cántabros usabím en la mayor parte los dardos: Ja- culis fere tanivm utentes (1) Silio los celebra de ligereza en arrojar muchos dardos: Spicuia densens Caniabcr urgebal. Pónelos también entre los ceiratos, esfo es, que usalánde

(1) Wg. Rf4. broquel ó pequeño escudo para andar más ligaros. Véase lo que sobre las armas dijimos eu el lomo I do las Medallas de España, Tabla I. 232. Al tiempo de la guerra de Numancia, oyendo ú cónsni Mancino que los cánlabros y vaceos venían ásocor­ rer ta ciudad, levaoló el campo de ooche, y hayo coa bí- lencio sin luces, como refiere Apiano (p, 300). La voz del soconx) era falsa {falso rumore), pero bastó el nombre de aquellas gantes para que huyese el romaao. 233. Ya dijimos arriba que en las g’uerras civiles mi­ litaron con Pompcyo los cántabros, y que Francia les pi­ dió tropa y capitanes para resistir al Legado del César. Todo esto fué ánloí de ía guerra de Augusto, que hizo más famoso el nombre de los cántabros; pero los supone bien conocidos antecedontemeote, y se previene á fin que nin­ guno ims^inc e^Típozaron á oirsc desde entónces. También debe aplicarse al liempo anll;^io el tránsito de los cánta­ bros á Córecffa, mencionado en las palabras de Séneca ín»3m. 220). Pero nada les hizo tan memorables en cl mun­ do como la resistencia á los romanos en el liempo de An­ gosto, de que tratamos arriba desde el núm. 57. 234. Demas do las noticias por medio délos geógrafos é historiadores, nos ofrece otras el cuerpo dc inscripciones por medio de varias personas memorables. Una os la re­ ferida sobre JuHobrigá, núm. 113, de Cayo Annio Flavo, que estaba aplicado en Roma á la tribu Quirina, y se p u - b ü ca genU caniabrorum. Este fué síndico de la Provincia Tarraconense, y por haber mirado fiel y coaslanlemente por los negocios públicos, mereció que la misma provincia Je erií^iese aqoella memoria, 235. En el fomo VJÍÍ, al hablar de Sogobriga, pusimos eo el núm. 12 otra inscripción de un Lucio A nnio, q u e te ­ nia el apellido dc CÁNTABRO, y el ser de la misma fami­ lia de los Annios, alude á la descendencia de Caolábrm. En el mismo tomo oclavo dimos entro las iascripcioDes de Valeria (oúm. 8), otra del mismo ap^ido CÁNtABRO. ídacio en su Cronicon, sobre el aíio de 464, expresa un ca­ ballero llamado Cántabro, cay» casa saquearon eo Coim­ bra los suevos, llevando cautivos los hijos y la mujer: Sue- vi Conimhricam dolóse »njffysi, familiamnobU^m C antabri spo- lianl el caplivam abducunt maircm cwn filiü: y CR creíble que todos estos recibirían el apellido dc Cántabro por desceader de esta reg^ion. 236. Grutcro ofrece memoria de una Flamínicd de la. España citerior, á la cual puso ei marido eslátoa en Tar- rai?ona; y ésta era natural de la Canlábria cn el I t^ r dc Amoca. La piedra duie así (1):

PAETINIAE. PA T E R N A E. PA.TERN n i. a m (x :e n s l c l v n i e n s EX. GENTE. CANTABRO FLAMINIC. P. H. C. L. AN TONIVS- MODESTVS INTRRCAT. EX. GENTE VACCAEOR. VX0R3. P! ENTISS. CONSEN. P. H. C. ST.

Esla señora FííJratmca d e la prwincin d e la España Citerior y fué natural áeA m oea, pueblo de !a Cantótnia, pertenocien- te al conveato de Clunia, pero no mencionado por los geó- R*rafos á cau sa d e lo escasos y desafectos q u e procedieron en referir lugares de los cántabros, como arriba dijknos. Por lo mismo no es posible descubrir dóode estuvo, mien­ tra s ú p x ü i piedra literata 6 escritura particular no indi- vidnalicen la sitaacioo. Mas aunque hay alg:una variedad sobre la voz AMOCENSÏ, oo dudo apUcarla à nombre de lugar, por ser aquel el sitio de la patria, del mismo modo qae en el julio brigeose citado; y en la misma conformidad ofrece una y otra inscripción tx gente Caniabrorum, d eao - taúdo no sólo qae el lagar pertenecía á Caotábria, sino que

la pepsoua nació allí, no por casualidad, s Íü o por alcufla y descendencia propia de familias caotábricas: al modo que esta presente memoria dice del marido de Petiüia que era intercadente de la gente vacea. Intercaria era pueblo de los vaeeos, patria del marido. Así pues, el Am ocem i dew>* la la patria de la mujer, y el cluniend el conveoto de Clu- Qia, à que perteoecía la Caotábria. El padre se llamó Pa­ terno, la h ija Petinia Paterna. Casó con L. Antonio Modesto, natural de Miercom, dudad de los vaceos; y hallándose bieo afecto á )a memoria de sa mujer Petinia, sacó licen­ cia de la Provincia Tarracooense (cuya Flamíolca había sido) pftra levanlaria en la capital esta memoria coo estatua.

S- X I X .

D E L aiQNÜ MILÍTAR LLAMADO CÁNTABRO. Y SI LOS CÁNTABROS VHNfiBABON LA CBÜZÎ

237. Los qae se precian de cántabros, así mo atañeses como vizcaínos, convienen eu decir, que ántes de venir el Redentor del mundo, ya sas mayores veneraban la cruz teniéndola por blason; y que Augusto, despues de vencer los cántabros, tomó de ellos la ínsígala militar llamada cántabro. Sobre esto andan escritas muchas volimíarieda- des ridiculas, que no merecen la pena de contarlas. 238. La raíz de toda la plaota provieoe de aaas pala­ bras de Tertuliano co el Apologético (1): Sypara ilU eran parte de Caolábria, y de allí lomaieraos tropas, no de las Eücaríaciones, ni de las m o n lañas de Burgos hasla la raya de Astúrias, ni de tierra adentro por Agiiilar, Reioo- sa, ele., pues todo aquel gran trecho le guardamos para el lance de si la tierra de Bilbao y Guipúzcoa Tufiron domi­ nadas de los romanos, ea qne sosteodremos la negativa; y al atacamos con un escuadrón de escritores antiguos, re­ bal i remos 81J fuerza, valiéndonos de aquel terreno de la Monlaña, al cual aplicaremos todo lo que se dice de la su* jecioií de los cántabros, en la cual meteremos á ia provin­ c ia d e Alava. 184. No: no parece laudable este modo de proceder, pues no es in^jénuo; y siento llegar é. tal extremo coo una pluma cuyos rasgos, cuyo ocio, cuya laboriosidad estimo. Solo m iro i contener aquello que pueda valoerar la ver­ dad, en ésle ó aquel puoto en que el amor de la patria pueda haber hecho deslizar.

S. XV.

SI LOS OÁNTAim''ií? FüBEON VENCI

185. En !a historia de la Canübria escrita por ü. Pe­ dro Cosío, se lee en la freole, la muy valerosa provincia jamás vencida Cantábria, y en otros muy repetido el título de mwto, ofreciendo el que más la prueba de algunas vo­ ces vulgares coo apoyo de escritos modernos y ella de uoos escritos que atribuyen al emperador Augusto, aña­ diendo un desafío entre cántabros y romanos, que gradoó de apócrifo Garibay (t>; y sin embarco de prevenir ladis- tinción que hacían de haber sido vencida la Cantábria infe- Ihrtm eí canlairorum, stola crueiwn tunl. De esta voz canta» brortm ha nacido introducir uq sig'QO militar llamado Cán- íabroy el cual remataba en cruz; y no conocléüdoso otra ctimolc^^ que el tbcma de los ca ta b ro s, atribuyeron á és- tos^ ei orif^en, el culto dc la cruz, y que Augusto tomó de cUo9 aquel si^no. Que el cántabro se derivó dc nuestros cáotabros, lo juagó Baronio (l), y íe siguieron otros. Pero ios modernos no se contentan con autor tan moderno. Ge­ rardo Vosio recurre á lengua hebrea ó caldea, cn que la hasta esChaQít ó Kanar: Golofredo ala de los partos. Tur- uebo se inclinó á leer Coníabra^pezo confesando la oscuridad de las voces raras, se contuvo y sustituyó labora (2). Pameiio dió la mi^na voz al margan de Tertuliano, y añade, que an­ tes de la edición de Céfiro, se leía en ei texto ¿a6arorum, y lo mismo en Rhenano con tres Mss. en Gelenio, con uno bri­ tánico; y así éstos como Turnebo y Panvinio, no conocie» roQ en Tertuliano más que la voz labarorm (pnes la de eantabrorum de Tumebo, sólo la puso en Arnobío, no cn Tertuliano.) Panvinio do conoció cn Minucio Félix (que es ol segundo escritor donde hay la voz cániabra) este nom* b re , sino ¡abara. Y en esta suposición cae el fundamento de todo, por DO baber tal signo caniabnm y ser introducido por yerro en lugar de labarum. 239. Sin embargo, no insisto en esto, por hallarse au­ torizado aquel nombre en varios Mss. y ediciones de Tcr- tuliaoo, Minucio, Arnobio y Códice Theodosiano (3), que expresa á los signiferos y canlabrarios; y 'no es persuasible que errasen tantos en dar cántabro por lábaro, dendo más conocido e! lábaro que el cántabro, y aquella mayor DOti- cb había de ocasionar poner lábaro en lugar de cántabro

(1) Sobr^ sao 312, núm, 33. (t) Lib. 1S. .\dT6R. cip. (3) U, til. Vin hl>, i. y no al revés. Bebemos pues reconocer cántabro donde hay tal voz, y no decir que por yerro la introdujeron en lugar de lábaro. 240. Pero ¿de dónde consta que Augusto tomase aquel signo de ios cántabrost No veo prueba ni más alusión que la dol nombre. El estandarte le tenían los romanos mucho áalcs; pero entre los gentiles no se conoce la voa de là* baro ni de cántabro, sino la do veaillum , mantenida des­ pues de Augusto, y si éste hubiera introducido la de ca»- tabntm, Dindono mejor la usàra que los escritores inmedia­ tos y posteriores al tal emperador. En los denarios que ba­ tió Roma con nombre de Carisio, uno de los legados de Augusto en esta g;uerra, grabaron las armas de los ven­ cidos, y siendo tres los que conozco (alam pados en la ta­ bla I de las Medallas) no Se verá en ninguno el es laudarte, como era indispensable, si fuese insignia propia délos cán« labros, al modo qae usaban con otras geates vencidas, po­ niendo por despojos las insigoias ó armas propias, v. g*. en los parlhos y armenios las cubiertas de sus cabezas (que les eran particulares), las aljabas, arcos y flecas. À este modo, si el estandarte fuera pfopio del can labro, hubiera sido ei símbolo distintivo en los denarios que tiraron á per­ petuar el triunfo. No viendo pues tal insignia, no tenemos fundamento para atribuírsele, ni dech que los romanos le lomaron de ellos. La aversión ó desafecto que los romaaos macifestaron á las cosas caotábrieas, sin querer aún expre­ sar los nombres de sus pueblos, lavorecen poco al empefio de que Augusto introdujese en la tropa cosa de ellos, pues ni ann quiso recibir triunfo despues de concluir la guerra, por hallarse tan supremo entre los hombres, que podía des­ preciar los triunfos. 241. No habiendo más prueba que la alusión de canta* brum á cántabros, queda sio autoridad el pensamiento, á causa de que la voz pudo tener otro origen, al modo que ilamaroD cantabrum al salvado, y pañis canlabrus y cnntabri* cus á las moreuas ó pan de los perros, como convence cl Dicctonario de media é ínfima latinidad; y el ver que el signo militar do se llama jam is cántabro eo el imperio ni siglo de Augusto, da á entender otro^ tal origen desco­ nocido. 242, Ni es preciso determinar la raíz, pues ni se halla averiguada en la voz iabarum, porqae voces no usadas en el alto imperio carccon de nobleza en cl origen. SÍq embar­ go, puede recurrí rse á la voz latina Canto ó Oano, p a ra lo cuai debemos advertir que por el cántabro no se entiende cualqiiier vcofillm 6 estandarte, sino como en labarxm el principal. Este era indicio, do solo del ejército, sino dcl em­ perador ó jefe que le mandaba, como escribe Dion hablan« do de la expedición de Craso en los parthos (!): VBxillwn fioddam magnum ex eorum numero, qua veltm m simüta sunt, inscripla puniceis lüteris ad indicium exereiliu imperalori$/iue faciendum. 243. Este era el estandarte principal, campo blanco y letras encarnadas; los demas rojos, como afirma Poli­ bio (2): Imperalorium v

ÍD l.ib. W, i2fl- \l) Lib. Ü,pig. 486. ()} Cap. ^1. p. I0&, edil. (4) HM. 2, Suetonio ec Vespa^aDo, 6: eju t ves>iU do qae el IroTeo no se ordenaba á representar y venerar hombre crucificado (cuya fig^ura tenía, como vimos en el tomo I de las M edal¿s), sino á representar sus victorias, y como la armadura del enemigo vencido üo podía distribuir- í>e mejor que atravesando dos palos, colocaban en ellos los despojos como en el hombre armado. Este era el fin de los gentiles; y aunque Dios con inefable providencia decretó honrar con sus miembros la figura de la Cruz, dejáodola CDsalzada sobre las cabezas de los príncipes, y que en ella le demos culto por sí mismo, oo sirve esto para atribuir á los cántabros que antes de venir Cristo al mundo venerasen la Cruz; oí hay misterio ó particularidad en ellos para atrí- bnirles tal cosa, pues más certeza tenemos de haber usado el estandarte y naves con velas los rwianos qne los nues­ tros, y nadie afirma por eslo que diesen coito á la Cruz ni que la apreciasen» ántes bien era entre todos la última des­ honra. 246. Resulla, pues, que no se conoce fundamento pa­ ra decir que Roma tomó de los cántabros el estandarte. Item, que el llamarle cántabro no es del tiempo de Ai^us- to ni de los escritores clásicos. Que por la voz no se prue­ ba descender de los cántabros, y macho ménos el culto do la Cruz entre ellos ni entre otros de los pueblos gentiles. 247. Aquí suele mezclarse algo sobre si los cántabros tenían muchos 4ioses ó ningiino, y todo va poco firme en no estribando eo buenos fundamentos. Los antiguos oo ex- presan á los cántabros en puntos de religión. Si al tratar de otros <ücen algo que parezca bien á los modernos, se lo aphcan; si^no le suena bien, carga sobre los otros; v. g ., ha­ blando Strabon de los Celtíberos (1) dice que veneraban un

Wg. dios no eoDOcido, aiKioimo ó sin nombre, celebrándole coa b ailes i la pnerta de las casas en la noche de la lona llena; y porque esto no suena mal, y añade Strabon que lo prac­ ticaban los celfit>cros y sus vccíüos por la parte boreal, se admite y sc alargti à las montañas más remotas de los cán­ tab ro s. 248, Refiere el mismo autor qne, seguo algunos, los gallegos no tenían ningún dios: Quídam gaiiaicos perhibeni atheot; y habieodo dicho ántes (1) que era no modo de vi­ da el délos gallegos y demas habitadores de los montes septentrionales hasta el Pirineo; ahora no meten aqní á los cáütabros, porque no les suena bien que fuesen ateislos. Como sc trate de materia adoptable entónces viven todos uniformes. Esto no es sentenciar por juicio sino por volun« tad, y lo mejor es contenerse eo lo que expresen los antì- guos, sin exceptuar tú incluir más de lo que por eltos mis« mos se compruebe.

S. X X .

DB LA OÜBRRA DB LA CANTÁnitlA HN SEGlfNDO T ÙLTIMO E 9TAIK>.

249. Despues que Augusto concluyó la guerra de los cántabros quitando la vida á unos y desarmando á otros, miró por la qUletnd general, haciendo que bajasen dc los montes á las llanuras, para evitar la ocasíon que por la as­ pereza del terreno les movía á levantamientos continuos. Floro yDIon expresan esta providencia: Hos déduxU mon- tibus, hos obsidibus adslrino}ü¡ kof sub corona jure hU i w n - didiiy dice el primero; y Dion (l): Cántabros qui tssenl mdita^ ri telaU, omnes prope [delevüf reli/fim armis eaniit, el ex mon- ^ i s tocis in campestres iranslulit. 250. Esle bajar á lo liano no fué tan Rcncral que k s moQlañas quedaseo despobladas, pues los geog^rafos p(K- teriores suponen alli pueblos, y los que eotregaron rehenes se quedaron arriba. Bastaba para el fin de la paz quitarles las armas, poner algunos presidios de cohortes y aminorar la gente, como se hi^o, obligando á los más sospechosos á que bajaseQ á vivir á tierra llana. 251. Desde eatónces empezaron á ensancharse los tér* mioos antiguos de los cántabros, pues era natural que mu* dando la ^eníede terreno, llevase co n ^ o el nombre, como lo s Celtas cuando pasaron á Es|)a&a, quo mezclándose |coq los del Ebro, sc llamaron celtíberos: pasando á Lusitania y de allí á la Bciuria (entre el Deii^ y Guadiana), intitularon Céltica la porcion que Imbltaban, eomo refiere Plinio (2) hablando de la Beturia, donde expresa Céltica la parte cor- respoDdiente á los celtas. Á este modo bajando los cánta­ bros más abajo, háeia losmurbogios, campo de autrigones y barones, hulw motivo para ahrgar con suceso del tiem­ po el nombre de Canlábria, y no es irregular que aplicasen la voz á este ó aquel lugar donde quisiesen perpetuar su nom bre.

DEL CERRO DE CANTABRIA EN LA RIOJA.

252. Esto nos va metiendo dentro de una ciudad á quien llama CantábriaS. Braulio en la vida de S. Midan (3), y convieaen los modernos en que estuvo cerca de Lo­ groño, no lejos (dice Oeampo) de la cumbre que por sn

{{) Wr. «2«. (i) Libro 3, cap. i . ( 3) í;*p, te. causa llamân liûy dia de Caniábria; la cual permaneció hasla Leovi^do, eo cuyo iíempo fué destruida (1). Aquel silio f llamado boy C^rro de Cantáiriay cae enfrente de \j(y grofio, á la otra banda del Ebro (donde está Viana) rio abajo, pero á su orilla, por lo qae suele descifrarse el nom­ b re d e cQíá, que en griego signifíca ttrea ó junio, y ¡berum, como los que iDierpretao Cantal

253. W i n g u D geógrafo aotiguo mencionó tal ciudad, llamada í?antó ó cosa semejante. S Isidoro no expresa en qué parte del rio Ebro estaba aquella ciudad, si ai naci­ miento ó al medio. Ni en una parte n i en otra la nombran los antiguos, ol se oye hasta tiempo de los godos. Para la etimología de S. Isidoro es preciso suponer !a ciudswi ántes que el nombre de los cániabn», llamados así por ella y por el rio; y ccano el nombre de cántabros es antiquísimo, debe ponerse ántes la ciudad. Si se pregunta dónde leyó cl santo tal çiudad de Canta, junto al rio Ebro, ántes 6 ea tiempo de griegos d romanos, respondo que no lo sé; pues en ningún griego ni romano se conoce, ni hay quien diga

(1) Líb, 4>e^. 3. Llh, 6, cap.i7, {3) Lib. eap. 7. (4) Lib. fl., Etím . «&p. S. haber extótido ni que fué destruida. Sola (1) dice fué suti­ leza del grande iogenio dei sanio más que acierto con la elimolog^ía del nombro de los cáutabros. Pero la ’que él ofrece recurriendo á Cantos y B riga, ccsno poblacion de can- tos ó entre pcfias, ni es sutil ni ingeniosa, suponiendo la voz actual de «an(o (como p i^ r a ) en los tiempos en quo no ha« bía

{i) Galipág. n, (2) Fól. 7. i3) Wg.í83. Vardfdia y Vascooia. Véase si el sonido 4e uü nombre buen clniiento para levantar obra firme y sacar poblacion de cántabros al cerro de Cantáhria. Solo cuaodo no hay nada cn contra entrará por conjetura lo que no sea tan descamlDado c m to lo más de lo referido. 255. Que en la Rioja hubo lugar con nombre de Can- lábri«, DO se puede dndar, en vista de las escrituras de San* í^íesa y Calahorra, firmadas por el rey en (ujuella poblacion de Cantábria: y o tra , itla populatione de sub Logronioy mo alanos pretenden), porque la regicm de los cántabros estuvo fuera de la Rioja eo las montañas, y solo puede ad* mitirse que se llamó (!)dntábria despues de bajar los cáota' bros á tierra llana, pues no se ve otra ocasion oportuna en que señalar el principio de tal nombre fuera de la región cantábrica, si lia de suponerse originado de los cántabros. 256. Lo mismo corresponde á otro sitio llamado Can­ tábria, en territorio de Leon, á media legua de Mansilla, donde refiere Sota (2) las ruinas dc una poblacion sin mas fábrica que una ig^lesia con advocación de San^a Catalina de C anláhia, y la cuesta también se llama de VaniáOria. Este es un ejemplar que debe tenerse presente acerca de varias especies que levEintan algunos sobre la Cantábria de Lo* ^oño ala banda de Víana; y por ahora le alegamos en confirmación de que el referido nombre de Cantábria e»

Líb, 1, Irtvutig., r t f . A , p i f . fí) Ns. H. posterior é, la guerra de Augusto como el de la Cantábria riojafla. 257. Todo esto va en suposición de que las poblacio­ nes referidas recibiesen el nombre por los cántabros; pues como lo arriba dicho convence que la Cantábria antigua DO llegaba á Logroño, si por cántabros recibió d nombre de Cantábria a^un lugar de la Bioja, ba de ser por céJila- bros traspasados á diverso territorio; y para eeto no hay más apoyo que el citado de haber mandado Augusto baja­ sen álo llano. 258. Pero esto pudo ser repartiéndolos entre varios pijeblos, sin que fundasen ninguno, y separándolos Neo, á, ñn que no se uniesen para ievantamieatos. Los geógratbs qae escribieron despucs de muerto Augusto, no meDeio- nao ninguoa poblacioo de cántabros fuera de sus h'mites antiguos, y vivieron sucesivamente en el imperio de Tibe­ rio, de Claudio, de Vesposiano y de Antonino; tiempo bien eercano en el primero y prolongado en los otros, para quo se hiciesen poblacioues y corriese la voz por España y fuera de ella. Con todo eso no reconocen cántabros fuera de la Cantábria lei^tima; luégo tampoco nosotros tenemos fundamento para reconocerlos: pues el hallar muchos siglos despues lugares con nombres de Caotábria, no precisa, á causa de haber voces cuya etimología ^Doramos, como cl llamarse Cantabrvm el Sídvado y pan de perros, y d o ár* ve esto para decir que la voz provenga de los cánta­ bros. 259. Eq la relación de pam>quias de los suevos se ve que Loaysa aplica á lam ego la iglesia de Casüaljriana, p á g i­ na 137, y en la 129 es Canialiano: y ni abra/ó Cantábria á P o rtu ^ , ni se tiene seguridad en la etimología de la voz. Lo mismo se verifica en nombres de lugares que aluden á y á 7 ^ 1 , donde se moteja bien á ios que por seme­ jantes alusiones les atribuyen tales poblaciones, pues np tienca más fuadamento que cl imag^ioado en los lumbres* y es CDí^ñosa alusión, por la muy diversa etimología qiie pudo haber, ignorándose hay por lo remoto del tiempo, por lo mucho que el rulgo desfigura los nombres, y por no ser lugares dignos de b mcncíoQ de los historiadores ó geógrafos. Esto es sobre pueblos de medio ó último liem­ po; mas para los antiguos debe tenerse presento que el no mencionado en toda la antigüedad no obliga á darse por existente; y tal es el de Caniábria en la Rioja y eu Leon, pues ni se oye ántes de los godos, Di el nombre precisa por lo d icho. 200. En vis la de no haber documento que pruebe lu­ g a r d e Cantábria en la Hioja, en tiempo de los historiado* res romanos, ó geógrafos griegos y latinos, cesa todo el argomento de los que por aquel nombre quisieren hacer legítima Caotábria á la Rioja, pues á lo más resultará que lo fuese en el ftgundo estado, ó despues de bajarlos c4]ita^ bros á lo llaDO; y auD esto no està recibido, como ni admi­ te Larramendi segundo estado de qae en tiempo de Au­ gusto bajasen allí los cántabros, pretcndícodo por autores de ayer pooer aQí ia Cantábria antiquísima; y á la instancia de Sota, hecha por la Cantábria de Leoo, responde qoe no insiste en el nombre solamente, sino en la tradición, auto­ ridad de muchos escritores, especialoiente S. Isidoro, y eo las pruebas de que Rioja era de la antigua Cuntábriai lodo lo cual (concluye) falta eo favor de la cuesta de tierra de teo o (1). Esto nos precisa á ver si la Rioja ó berones erao cántabros; y primero decimos que S. Isidoro no debe dar­ se por autor de aquel sentír, pues la ciudad que supone denomiminte de los cántabros, no dice que estaba on la Eioja, sioo junto al Ebro, y esto cuadra mejor al Ebro eQ las moDlafias que en ias llanuras; paes añade que el áoimo de estas gentes era pertinaz, dispuesto álatroeiolos, guer­ ras y siifrimieüto de penas (*), lo que no es propio de la llanura y benií^nidad de la Rtoja, smo de la aspereza de los montes. No debe, pues, suponerse que el Sao lo habla de tierra de Logroño; y los demas á quienes se atribuye la tradición pesao poco en comparaeloD de los griegxK y ro­ manos anti^os, dí se verá que por eilos formemos nues­ tras pruebas.

5 XXI.

81 I.A BIOJA ACTUAL 6 DBRONRS ANTIGUOS, KKBKON CÁNTADROS?

261. La respuesta pende de lo arriba dicho sobre el límite de los xánlabros, pues ningún g’eógrafo antiguo po­ ne dentro de la Canlábria á los berones (cuyo fué el terri* lorio de Logroño, donde existe el cerro de Caatábria), y no sirven para lo an ü ^o escritores modernos, aunque pasen de eleoto, porque los muchos cientos de años co la pre­ cedencia del sucoso los publican muy niñea, y librac de ser buscados para deponer en tribunal donde las cosas de­ ben examinarse por su origen- 262- Los berones tienen poca mención entre (as regio­ nes antiguas, por ser de corto ámbito. Ni Mela, ni Plioio los expresan; pero Hircío (1) reliere de Q. Casio Longino, legado del César y propretor de la España uUerior, que tenía siempre beronex á su lado: y éstos con otros de guar-

0»ubri ftnt i vin^io vt¡/ii,ef l»tri a a a i s , t p - pelUlL fkrum anlm tpertiA ^, et nagu o4 iairocvsániK* et aA v « / 9 « psrpeii0itíHm verb»f€ temper fien il S laidflruí, llb. 9 riin*.. i* 5. be Bo». Mrx,, cap. dia, concurrieron á dclcnderlc en la conjuración y heridas con que le procuraron matar sus enemigos. Algunos mu­ dan letras en la voz de berones; pero autorizada eo muchos ejemplares, debe sostenerse por ser de gente conocida cd España. StraboD los reconoce como unos dc los celtas que p a sa n )0 á España: C ekif, qui nunc CeUiberi, ei benmís dicw- iur (1); y aunque Ortello en ei Thesauro ó Diccionario, atribuye á Strabon» que lus 0<írones se llamaban íinot, sc equivocó feamente, pues no dicc aquello Strabon, sino que si ios españoles hubieran t^^ido unión, de ningún modo entraran á dominarlos hs caríagitíesesf n» ánies ¡os Unos, (¿espues los celias, que oAora se llaman celííí/eros y bcrch- nes (2). Esto no es decir que los ¿vrones se llamaron antes lirios, sino que áníe* de los cartagineses entraron acá los lirios, iuégo los celtas, y que éstos sc llamaban ya celti­ beros y bocones {*). 203. Por aquí jyibemos que ios berones erají parte de los celtas que vinieron de Francia, y habitando junto al Ebro se Uwnaron ceUíáeros y ^eroMí, recibiendo aquel nombre por la mezcla de celias y i6es*05. y éste de berones por cl de Verán ó Beron que Marcial citó, lib. L L., escri* bicüdo allí Vada vcronem (en una 6 dos dicciones), y cae en territorio de Caltííayud y ¿íoncayo (nombrados allí ¿Jilbi' iü y Aíons Countis, Cbnus ó Gi^t>u<). Üierilemgvc Canvm nrwéw, et fractis' sacrum Vada veronem monJibus. ' al- effraciis.

(i) v4g. m .

( S ) ú y V ^ ^ccsn í^tv ¿6oú)iqvto sXXr^e^, o¿t( Ksp;(*|áovtoc;... ?:cil Ti«

-tpótefov Tvpí®«, íT ta Kí Xtsc;, t í vw RíXTÍftip«; xal Biip«oví? *aXov¡vT«r (*) 1^ Teraioii Uleral del griego ei: Si «W m iefg n á ere áf. í 's M s m */. nfque gtUes fvrü’, CsUia, ?v« CritÜMri, el roA4t akiM ur, tU.'. (h n ile h i£0 mel Co^aubOn eo pooer V oríw et, halli&di^M rJ griego uon B. Ksle Vadaveron, dice Gerónimo Paulo en el Tratado de ríos y moDtcs, qae con fundamento se repula monte de la Celtiberia (pues de osla babN Marcial), parlido de o\rosy formado cn isla, que hoy con poca corrupción llaman Vada vicore: Áb aliis efffacivm^ aU[fi$ in ¡nsxíiítm pofiiim: gutm ntmc Vadavicorcm twTupío in vulguf wjcatvlo appellari w íuni. Olim Manibus saeer fuit. Esta última expresión parece da i entender que eo Marcial, donde tenemos Sacrm... mnti- bus y halló Manibus. Pero sin nada de eslo, y aunque se si- ^ á los que hacen rio y do m oote a l Verorif es preciso reconocer á los herooes junto fd Ebro» por la parte de Briones (que algTinos diceo se llamó así por los berones) y por la de Logroño, cerca del cual estuvo la Vana, que Strabon y Ptolomeo cdocan en los berones (de la cual ha­ blarem os). 264. Prescindiendo del nombre de Berones, sabemos que Slrabon los hace desceodieotes de los celias y compa­ ñeros de los celtíberos, á cuya parte superior ó boreal dice que estaban, y que vinieron de la Céltica: A eeltiberis versus septenírionem sunt B erones, cantabrorwn coniscorwn finitimif ipsi quwjue e x Cellica transmígralione Q . 265- Pe aquí salen varias reflexiones: la pnmera que hys berones oo eran cántabros, pues nadie ha escrito que los cántabros viniesen dc la (íalia, ni fuesen parle de los cel­ tas, y esto convenía & los berones. \a segunda que ios cán­ tabros no eran berones, pues afirma Strabon q

( * ) í v . swToí W3 lUXr.xe> don^e and« rrwl (n4uCido Dellh» uté*tM vttHtu, c«iifuiidÍeD<1o el con Pig. tan lo en probar que los berooes eran cáotabros, pcirqw Strabon los hace eonttQuotf y en tilf modo parece que llam^ kimbien eánUtbros a las berones (Pag. 282). No parece tal cosa, sino lo contrarío, porque ninguna cosa se dice con­ tigua ó conloante con ella mísmn, sino con olra diferente que no es ella: luego si Strabon reconoce i los berones confinantes con los cántabros por la parle en que se lia* man coüÍscos, conoció que los berones no eran cántabros, sioo que enlre unos y otros había términos que los dife­ renciaban; pues esto qaiere decir el del ^ ie ^ , y de otra suerte se sí^ue eonfuadir todas las rogones, y no dejar más que una, porque ésta va coofinaodo con otra; y si por eso son ana, la sig^uíente lo será tambíeo porque confina con olra, y ase se irán continuando hasta hacer de todas ana. Es, pues, muy opuesta al fin que se pretende (de hacer cántabros á los berones) la prueba que so aleg:a de Strabon; y ésta destruye otra que pone pnr primera, diciendo qoe los berones no eran nación grande que deba­ jo d e s i contuviese otros paeblos ó naciones menores, y por (aoto se contendrían en otra nación mayor, oo en los celtíberos: laégt) en los cántabros. 267. Todo esto va discurrido con poca detención, pues no es necesario que los berones contuviesen debajo de sí otra región (así llamo i la que el argumento nombra na* cion), como se Te en los demas ejemplares de regiones, V. g.: Táceos, carpeíanos, ílergetes, etc., que no tenían debajo de sí gentes diversas, y cada una componía región particular. Ni prueba el argumento qoe e! beron no pudie­ se contenerse debajo del celtiltóro en caso de ser preciso qye se contuviese debajo de otra región; pues d¡cien

(i) Lib, i4 0riR, r«p. 5 apartándolos no solo do los cántabros y celtíberos, sino de lo8 aotrigones y arevacos con quienes confinaban, y expre­ sando las ciudades propias de los berones que á nadie con­ venían más que á ellos. No hizo m is cuando se puso á dc* hnear el concepto y territorio de una legítima región; y por tanto sabemos que la tenían propia los berones- La tercera prueba que se opone no es particular para esta gente, sino común á todos los vascones, y por coüsl* guíente, como los vascones no eran de la Canlábria, tam­ poco incluía ésta i los berones. Sin embargo, la pondre­ mos, por ser la mayor confianza dc los que pretenden ha* cer cántabros á los riojanos y navarros. 270. Juvenal (1) culpa i los egipcios, de que no atre­ viéndose á morder un puerro, comían carne humana. Ale- í?a como por tácita disculpa, que tal vez hicieron lo mismo loa va*c(ntes^ pero responde ser cosa muy diversa, porque esto fné únicamente en el lance de una extrema necesidad, por el largo asedio con que Pompeyo, cn la guerra de Sertorio, sitió á la ciudad áe Calahorra. Nosotros, dice, te­ nemos mejor suerte abrazando la doctrina de >?enon, prín­ cipe dc los Slóicos, que no todo lo hace lícito por el amor de la vida; pero en aquel tiempo de la guerra de Scrlorio, ¿quién hará stòico al cántabrof Flacones, ut fama est, atimeníis talibui uxt Produxere amnwi: sed m diver&a: $ed iÜit Fortuna invidia est, belUirumqw »¿{ima, canti ExlremU longa dira obsidionis egéslas. Uelius nes Zenonis pracepta monenti nec enim omnia quadam Pro vita facieniapuuií. Sed Caniaber unde Síoieu», anHqui príssertim aitate Metellif

Cotejando el nombre de los waícowí y suceso de la cin-

( i ) E q la S itín H . dad de Calahorra, con el nombre que despues expresa d e cántaóro, se convence que tuvo poP cáDlabrc» á los vawones; y si la Caotábria llegaba hasta Calahorra, dentro quedaba la Rioja. 271. Esta es la única memoria en que se aplica el D om bre de cántabros i geote no ioeliiida deotro de ia re- p ^ u cantábrica: pero no basta para el fin pretendido, por­ que la disputa es sobre los términos que tuvo la regioD propia de los cáotabros; y Jiivenal no habla en este senti­ d o , com o c o n v c D c e la voz de los mascones, que expresa, y A cuya regioo pertenecía la ciudad de Calahorra, doode fué la infeliz hambre de que trata; y no pudiendo dadarse que Calahorra pcrieoecía i la regioo de los vascones, resalta que la exprcfüon del poeta (cuando dqo que por donde había de ser stòico el cántabro) no miró 4 describir la re­ gión i que pertenecía Calahorra en propiedad geogràfica, sino á excusar la inhumanidad de comer caroe de los hijos y mujeres y salar los cadáveres, á fin qiic durase más el alimento; y la excusa la tomó bien por un concepto geoe- ral y muy conocido en la barbarie, do prccisameote del vascon, sído de todas las gentes que habitaban las moota- ñas septentrionales de España, à los cuales llamó cánta­ bros, por ser voz la más conocida y famosa en punto de fiereza de ánimo; çmes yaStraboo había publicado que las gentes de la parte septeotrional de España, gallegos, as­ turianos y cántabros, y los que había hasta los vascooes y el Pirineo, todos vivían de uo modo, como arriba dijimos. Nvm . 223. 272. Si de esto se preteode inferir que ya resulta ser en alg^m modo cántabro el vascon y juQtaracnte los beto­ nes, respondo que no es en el modo de la disputa, porque ésta va á buscar la situación geográfica, la cual no se ave­ rigua ni decide por el dicho de un poela que usa de las vocee particulares ó generales, eomo le arma á S9 asunto, ordenado á exf^icarel co D cep lo , sin cuidar de rigores j^oográftcos: y así oombró la ciudad de Calahorra, donde solamente aconteció el suceso. Esta omísion defó atribuida á los vascones en general (á quienes solos nombró) la no­ ta de comer y salar carne humana; y do se lee nunca de olro pueblo vascon: ni por el lance de uno en caso único debe atribuirse á todos como á fuera propieer sioictíiy expresando la voz cÁDíabro» por ser de ícente famosa en la fiereza de áni­ mo; y así el vascon pudo nombrarse cántabro en aquel lance, eo cuanto á la imiformidad de cositumbres en co­ mún, pero no eo cuanto á límites de repioQes, puesya con­ fiesa Juvenal que cl suceso perteueeía á la re^^ion de los vascones. Si te contentas ó consuelas de ser cántabro por este concepto general, recibirás nombre por el de otra gente más famosa, sin más apoyo que el dicho de un poe­ ta, que usa de las voces como le armao al verso, y esto no en lanec de escribir geografía, sino por una incidencia muy casual, cuyas circunstancias persuaden que no debe dar ley contra los geógrafos que tratan de las regiones, ai modo que Prudencio dió Dombre de Alpes á los Pirineos por la semejanza de eminencias, fimií r e m i a ií;)i6uí (en el himno de S. Lorenzo), y no sirve para probar geográ- fieameote que los Alpes son m o n tes de España. Así vi­ mos en el poeta Fortunato que al cántabro ie pone vecino al vascon, omitiendo al aotrigon y várdulo intermedios, por no conducir para su fin. Y aun éste prueba.que el vas­ con no era catabro, sino vecino uno de otro, y ninguno es vecino de si mismo. 273. La cuarta y última prueba de que los berones pcrtcneciau à laaDtìg'ua Cantábria, es «porque lo6 autores *é historias llaman frecuentemoDte cáotabros á los 6ero- >nes: ios duques dc Cantábria lo eran dc los berooes, co- >mo €Q su morada y jurisdicción. Ifi se puede o e ^ r que >LcoTÍgildo arruinó á Cantábria ciudad, ó si quisieren tos • contrarios, á Canlábria provincia, pero en los berm es y »D O m ás.» 274. Cierto que es de extrañar el recurrir á modernos para cosas antig^uas. La Caolábria de que tratamos es la antifs^ua del tiempo de la geDtiiidad. No sirven para é s ia , lo s q u e 00 la alcanzaron y vivieron cuando ya la Cantá­ bria iDcluia terrenos fuera de los antiguos limites, Cantá­ bria en segundo estado, Cantabria moderna ó nueva, por más que el arguyente se queje contra Sola, de que distin­ guió entre Canlábria antigua y nueva, pues más precisa es la atención al tiempo en semejantes materias, que la dis­ tinción prelendida entre Cantábria histórica y geográfica d e q u e hÍ20 asunto el P. Larramendi. 275. Explícase y pruébase el asunto eoo el ejemplo de los nombres Portugal y Lusitania. El primero en lo antiguo abrazaba desde el Miño al M oode^; despues se a)argó á lo d o Ì0 que fueron conqoistando los portugueses. Luslta- nia, 031 lo antiguo no pasó del Duero; hoy llega al Miño: y el que para exponer ó probar límites de uno y otro no dis- üQga tiempos ó recurra á escritos del estado moderno pa­ ra probar la extensión ó limitación del aotiguo, d o h a b lará coo acierto; es preciso distinga liempos y mire el de cada documento, si no quiere errarlo todo, alargando lo eorto ó acortando lo extendido. La misma variedad hubo en Gali­ cia, romana, suévica y fótica. ^ 6 . Á este modo vemos en la Canlábria diferentes es­ tados: uno reducido á los límites de los geógrafos antiguos; otro más extendido basta debajo de Leoo, incluyendo el rio Ezla: pues la escritura del aúo 990, de que traía Mo­ rales (1), dice de Toral, sita ocho leguas más abajo de Leoo, qua villa esi in regione Cos^Uihrifí ítcus ¡luvium Stola; y en tiempo de los rornaaos do bajaba tan lo la Caotábria. Junto á Mancilla, debajo de Leoo, está también el üombre ya ci­ tado de Cantábria. Se ve también el ducado de Cantábria en la Rioja, y que los reyes de Navarra, sin serlo de San­ tander, se nombraban reyes de los cantabrienscs. Si por escritos de esta edad se quiere graduar el límite ó eiten- sioD de la Cantábria primitiva, se confunden los tiempos: y es lo mismo que empeñarse en probar la extensión de Lu- » latría hasla ol MiQo en tiempo de Tiberio, por los tex¿»3 q u e despues la a L irg u e n á aquel rio. Es pues preciso di«- tin;?uir de tiempos y de estados on la Cantábria (como en todas las proviacias que variaron límites), y decir que la antigua no abraai los beroocs, que estaban, según Plolo­ meo, debajo de los autrigones: y como el autrigon no efa cántabro, ménos lo seria el beron, más apartado. 277. En el territorio de bs berones menciona Ptoio­ meo tres ciudades. Trido Meiaio, Oliba, Varia, la s C u ales mantienen vestigio de sus nombres en la Rioja; y convie­ ne decir algo sobre dios, por ser parte de mucha conexion con otras materias, an excluir laa sagradas, de que debe­ mos tratar en adelante.

$. xxit.

CIUDADES DB I.OS nBRONBS.

TRITIÜM METALÜM.

278. La primera ciudad quo refiere Ptoiomeo en bs

(1) lih . n , « p . í í. beroDes es THtium con el sobreoombro de Metalum, eo uhoa con una en otros con dos; pero cié cualquier modo poco seguro y descoooeldo en el origen, pues si fuera latino, eorresponüía mejor meiallicum q u e melallum; y el sitio do promete proporeion por no ser férül de metales eomo otros, en los cuales no vemos tal dictado: y sí cn terrenos abun­ dantes dc minas oo apellidaron por ellas los lugares, pare­ ce poco firme en sitio donde no sc conocen minerales. 279. Esta incertidombre ha ocasionado recurrir á otras voces, ya á Meieili por Q. Cecilio Metelo, ya al griego por met‘ aiUtyjwUt 6poitaUud (pues hubo otro Tricio), ya por g ra n d e , megaiim; y nada de esto aquieta, pues el primer recurso por el cónsul, es voluntario, sin oingim apoyo y de mala raíz en escrito fingido. El griego de jwto á otro ó dexpuuy tampoco tiene fundamento más que en alusión de süabas sin regularidad y en silio donde no entraron grie­ gos sino celtas. El dictado de meffoium por ma^nwm, anda ya censurado de que debía ser meya, d o metalum, Pero que el diclado de Tricio tuvo algo semejante, consta por la inscripción puesta eo Tarragona y publicada en varios au­ tores, Grotcro, Morales y otros, que dice así:

T. MAMILIO SILONIS. FIL. QVIR P R A E SK N T I TRITIENS. MAGALE OMNIR HONORIB IN. R. P. S. FVNCT DECVRLUJ- ALEC TO. 3TALICAM. EX CVSATO. A. DIVO PIO. FLAMINL P. H. C P . H. C 280. Kste Tito Mamilio Presente, bijo de Süon, de h tribu Quirma, tuvo todos los honores en su república, que fué la Tricierui Magaiense. Otros ponen MEGALE; pero como la damos la publicó Apiano (1). tirevio eo la nneva edición de Grulero afirma lo mismo por los Mss- de Pi^hio (2). Morales (3) añadió una a, MAGALAE, porque le pa- roció denotaba pueblo (aunqae no conocido) llamado áfa- gaia: pero el tenor de la Inscripcioo no permite dos patrias, sino Uüa, que fué Trieio, y la otra dicción debe aplicarse á sobrenombre do aquel pueblo para distio^uirle de otro que se apellidaba T M r k o . El dictado de Magítís n o tione significado conocido, y esto ocasioDÓ las dudas de si debía leerse Meí?ale (por o rí^ n g rie^ ) ó íosistir en el Metalum de Ptolomeo. 281. Lo cierto es que eada udo de estos Trkios tuvo su distintivo: uno el presente, otro el de T vlw iaim : p n es am* bos tienen dictado en Plolomeo. Plinio no le puso, m An­ tonino, que nombró dos sin más voz que la de Trieio. Por este documento es más fácil averiguar la distinción de am­ bos Trieios que el dictado; y esto parece lo principal, pues para el sobrenombre del primero hallamos encontrados los dos textos, de Ptolomeo y de la inscripción, údícos docu­ mentos, ambos de incierto origen. 2$2. Eq esta duda me parece oo debemos cuidar de si el primer Trido fué Metalum, Magaiense ó Megalum, sino usar del primero, que es firme en Ptolomeo, y no empe­ ñarse en la etimolí‘gia, al modo que referimos varios Dom* bres antiguos sin conocer su origen; y tenemos ejemplar en otro Trido, que sin cuidar de la etimología de Tubori¿

0 ) wg- m . (?) Pág.CCCCXXXlV, 3. {3) E q Iu AQli$iwd«dee, fót. OK, cum, sabemos foé diverso; y aquí tenemos disculpa por ser poblaciones de los collas (pues afirma Slrabon ser de ellos los berooes), loque suponedescenderia dc su idioma (y acaso de la leü^ua ibérica) el nombre y sobreoombrc de los pueblos. Esto parece lo más verosímil; pero la igno­ rancia de aquellos idiomas y la alteración de las voces, eximeo dc aseg^urar las eümologias y conteníamos con nombrarlos por los comunes dictados dc Metalum y Tu- borictm , suficientes para atribuirles lo que conste: pues aun con la incertidumbre referida, hay al{?anos com- principios para dar á uno lo que no podemos atribuir al otro, 283. Tal es la D o ü cia de que MamiUo Presente obtuvo co esta ciudad todos los honores, y fué admitido en la de H H ka para reg’idor, dc que el emperador Antoniao Pío le dispensó la residencia, y lle ^ á ser flamen de la provincia citerior de España, por lo que la misma províoeiale erigió esta memoria en la capital Tarrasco na, doode la colocaron. El dictado dc Magaieofic añadido al nombre Tricieusc, precisa á no recurrir al T M ric o , al cual no corresponde ninguoa letra, y en el presente stúo tenemos La duda de si debe ser Metálense. Metálense ó Magalcnse. sin niuguna sospecha del Tu bórico. 284. La situación de los tridos también puede distin­ guirse; porque el dc los berones 6 el Metal um no debe se­ pararse dcl que üombra en los berones Ptoiomeo coü otras dos ciudades, y éstas son de la Rioja (como veremos), don­ de hasta hoy persevera cl nombre de T rido e n u n la g a r ce rc a d e Nájera, por lo que se reduce á ella el Tricio anti­ guo como poblacion más conocida. El Chronieou do Sam- piro, hablando de D. Ordofio II, dice, que tomó ¿ Nájera, ffHte o5 anticuo Tricio voc^batitr: lo quc se ha de entender en cl sentido expuesto dc que Tricio estuvo junto á Nájera, ■o [>or identidad ú r sitio, pues Tricio dista de Nájera me* dia legua bácia Oriente, la cual media Icffua sirve para ca­ lificar otras medidas. 285. Yo pasé desde Ná^ora á reconocer la sUiiaoion de Tricio, y rne ale^ é por la deleitosa visla que allí se goza, colocada en un alto que domina por todas las cuatro tes la vega de Nájera, y los muchos lugares que la pue­ blan por ia circunferencia, gozando un cíiitipo ian fértil, que todos los años da fruto sin dejar descansar las tierras dc un aüo para otro, como sncede eo heredables eodebles. AI poniente de Tricio corre el lio N ajm U a, que ha recibido otro pequeño, llamado Cárdeme, el cual nace so b re S . Mí- llan y baja por su cañada, y junios dividen por medio la ciudad de Nájera eü dos parles. Trido tiene a^^ua de pie, que fecunda linares, huertas y sembrados por las faldas de la cuesta y sus llanuras. Sube el coche hasta lo alto sin molestia, y arriba está el plano de la ciudad, no muy ^aa* dc, pero ooo doclivcs en las faldas capaces de muclia po­ blación. Esta meseta domina, f'ímo se ha dicho, toda la circunferencia, y por tanto era muy al propósito de los antiguos, quo buscaban ventilación y fortaleza. En ia vega hay una ermita coreada de amenidad que Maman de los Ar- ew, y parece fuó iglesia de Templarios (se^un me asego- raron) y que hnbo allí poblacion antigua, pues bailan mo­ nedas de romanos, como atestiguaba el caballero 0. Juan Norbcrto garrón, que me hizo el honor dc acompañarme. No descubrí mscripciones, pues el arado destierra cuanta* ruinas impiden sus labores; pero encontré monedas roma­ nas quo testificaban el comercio de los antiguos. La deca­ dencia del tiempo ha reducido el lugar á pocas c a ^ , pero algunas ilustres y fecundas dc varo oes que merecieron y lograron honores sobresalienles, y por tanlo liay muchos vi lores en las fachadas principales de las casas. Hoy honra esta su patria el limo. Sr. Comisario general de la Cru?.a- a. B. Andrés de Cerezo. 286. No se conoce por el lerritorio ninguna mica de jnetal á que pudiese aludir cl dictado de Metalum, Hácia Ezcaray k s hay, pero dislán más de tres le§;uas de este si­ tio, y portante no pudieron denominarle. Ja mejor sltHa­ ciende Tricio que la de Nájera, pedia que se hubiese resta­ blecido aquel y engrandecido mejor que la ciudad, por la raala vecindad de una cordillerade peña, color de tierra roja, elevada como una grande muralla que sobrepuja mucho álas torres mús altas y domina la poblacion, extendida por ahajo á lo largo. Pero el haberse descubierto la ima­ gen de nuestra Señora on el sitio donde está hoy el Heal Monasterio de S. Benito, hizo que el antiguo sitio en la parte de arriba de la peña se bajase, y poblase allí la ciu­ dad más que Tricio. Éste se hallaba sujeto ála ciudad, pe­ ro se eximió desde el siglo pasado. 287. En el mismo sitio en que hoy existe Tricio, le refiere el Itinerario del emperador Antonmo en el camino que viene de Milán á León, pasando de Zaragoza á Cas- caute, Calahorra, Varia y á Tricio, distante de Varia cua­ tro leguas y media, como corresponde al sitio referido de Tricio y del que hoy llaman Varea, cerca de Logroño á media legua. Este es cl Tricio Metalo, oriental á Brivies- ca, esto es, euíre Briviescay Logrofio; loque debe notar­ s e i distinción de otro Tricio occidental á , esto es, hácia Sasaaiou, de suerte que Briviesca tcoía ud Tri­ eio ántes y otro despues. El presente es el oriental juuto á Ná,jera, y de ningún modo se recurra con Bivar (l) á Ta- falla, repugnante al Itinei'ariü, y álos beroues. 288. Este mismo sitio de Nájera es el que debe enten* derse en la caria dcl Papa Hilario, escrita en cl año de 455 de Cristo á los obispos larraconecise.s, en que reliere

(1) SoUrf Dortro, 39?, haberte escrito lo» iricíensts, con oíros pocblos, Robrc lo ejulado p o r Silvano, obispo dc Calahorra, eo cuya male- ria consultaron los obispos al Papa. Estos tricienscs andan escritos en aquella Decretal con otros pueblos ménos co­ nocidos y desfigurados en sus nombres, de los que trata­ remos luego al hablar dc OHv-a y Varia, de estos mismos llorones. Ahora sólo corresponde la noli eia de haber sido estos tricicuses los que el Papa refiere haberle escrito; puesnunque (eomo vamos á decir) hubo otros tricios, à nin« guno corresponde la mención del Pontífice lan bien como ai presente, porque á él sólo cuadra c\ orden con que le nombra eo esta forma: Calahorra, VarM, Trido, Oliva, Bri- mefca. Esle órden cs de Orlente á Poniente, expresando i Tricio primero que à Oliva; y el Tricio oriental à ésta es precisamente el de Nájera (como prueba la siluacion de Oliva, (le que hablaremos luégx)) porque olro de la misma carrera cs occidental (como veremos) y no anteriora Bri- viesca para el que venga do Cahdiorra, sino posterior. Y como el Papa sigue órdeií geoffr*'^fico desde Calahorra á Briviesca, resulta que habla deÍ que está junio á Nájera, y que òste fué el que escribió al Pontj'fice en la causa del obispo de Calahorra.

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ÜTBO TRtCrO BN LOS AUTOIOONES.

289. El otro trido occidental á Briviesca consta por el Itinerario de Antonino, que en el camino dc Asforgaá Tar­ ragona (contrapuesto al mencionado desde Milan á Leon) pone un Trido entre Sasamon y Briviesca, áortc«míiíaí an­ tes de llegar á ésta, viniendo desde Occidente á Orlente; y ellricio referido ántes es del lodo opuesto, desde (Cala­ h o rra i Briviesca, ánlc« de llegar á ésta por Ooienle, y con ioa distaDcia de ireinta y seis millas ó nueve leguas, cuando ei olro Tricio sólo distaba seis leguas escasas. 2 ^ . Juntando esta DoUeia con otras, resulta que este Tricio estuvo ju oto á ia villa de M oM sterio, donile cuadra ia «Estancia y perseveran rnioas evidentes de poblacion romana, medallas, utensilios, piedras literatas, acueductos de ai^m asa durísima, y sobre todo la calzada romana de la V iaM iiüar, que dura por espacio de unas cinco leguas, con más ó méoos integridad, desde el sitio que llaman Ro- dilla, y prosigue por todo el térmÍDOde QuinlanajMlUí (don­ de persevera como al acabarse de liacer, eon cuatro hila­ das de piedra y tierra) hasta detrás de Burgos, como i media legua de ella, donde se pierde junto al li^ r de A rro y al. 291. Aquel sitío de Bodillá está en el camino de Bri- vlcsca á Burgos, entre la villa de Monasterio y el lu^ar d« Fresno {ambos apellidados de RodUla), á media legua cada uno del despoblado donde están las ruinas mencionadas, en un alto que domina por Mediodía al lugar de Mona«ite- rlo, sito abajo al fin de una larga cañada ceñida de cuestas, que se enlazan desde Briviesca á Monasterio por espacio de tres leguas, entre cuyos cerros va el camino à Burgos por los lugares de PráiUinos y Quintanaviies, sitio amono. El cerro que domina por Mediodía el lug;ar de Monasterio es muy alto, pero la cima de su cordillera es llana, por donde existen los vestig’ios de la vía Militar liácia Quinta* napalia, Aquel alto es el que llaman Rodilla, donde estuvo Tricio y perseveran las ruinas mencionadas- En el lu ^ r de Monasterio vi à la esquina de una casa una bella ins­ cripción romana (bajada de lo atto, cerca del aiío de 1728) en cuya cabecera grabaron el sol (en figura de cabeza ra­ diata) y la luna (pnesta una cabeza de mujer sobro semi« círculo con las puntas arriba). Las letras se han maltrata» tado, conociéndose el principio de Ka/eno Flavo co n otras varias dicciones. Y verificándose allí la distancia de Tríelo ¿ Briviesca (qne en lo anti^^uo estuvo más arriba) en la vía militar y eu camino dc Sasamon á Briviesca, eü que la po­ ne cl Itinerario, sale puntual cl nombre que le aplica de Tricio.

292. Sin embargo de hallamos ya con ios Tricios, u d o junto á Nájera y otro junto á Monasterio, ambos expresa­ dos eo Antonino, y distinguidos por diversa sitnacion, po­ demos afirmar que éste y no cl primero fué el mencionado por PUnio, cuando entre las diez ciudades qne tenían los autrigones solameole escogió nombrar á Triáum y Fvro- w$ca. La razón de aplicar esta memoria al sitio de Rodilla es porque Plinio habla de Tricio Autrigónico, junto con Briviesca: y ésto es el de Rodilla, no el de Nájera, que pertenecía i los bcrones. 293. De aquí resulta, qae este Tricio era muy ilustre cuando PUnio le antepuso á ociio ciudades: pero no cor­ responde á éste la mención que el Papa Hilario hizo de los tricienses en la decretal mencionada en el Tricio pre­ cedente, porque el allí expresado es oriental á Briviesca, y por tantü el de Nájera. 294. Harduino sobre Plinio no conoció en Antonino más Tricio que ésle secundo de Rodilla, por cuya corta dl^ancia dc Briviesca no aprobó el Tricio que Zurita (so* bre el Itinerario) puso junto á Pajera: y decía bien ÍTardui- no si no hubiera más quo u d Tricio; pero AníODÍno pone demas del najarense otró junto á Briviesca, y éste le repi­ te en dos viajes, uno de Astorga á Tarragona y otro de Astorga á Burdeos, siempre o w e millas áotes de Brivíes­ ca viniendo de Sasamon, y ésto no le conoció Zurita, cre­ yendo no había más qne uno junto à Nájera y otro apelli­ dado Tubórico, quo Plinio (dice) pone en los autrigones y Plolomeo en ios várdulos. Pero esto no fué así, porque el Tu bórico de los várdulos no es lo mismo (|ue el de Plfnio 8Q loe au tri^ es. Ni Ptolomeo puso en los aütrí^one* á Tricio como le imputa Ilarduioo. Sólo e n io s b e r o c e s y v á r- dulos le D o m b r a e n los códices conocidos, y s i Ilard u io o vió a lg u n o d o n d e en los autrigODes expresase á T ritv m y Viruetca (como le atribuye), debiera p or cosa r a r a y n u ev a iiab er r e f e r id o d o n d e o s la b a , pües i i a s t a iio y d o eonocemo:» «n Ptolomeo más q u e dos Trieios, ono en los berones (que e s el Meiaium), olro en los várdulos (el Tubórico), y con este Imbo tres, como se va á explicar.

I- KXIV.

TRICIO TCDÓWCü DB LOS YÁBDUI.C«.

295. Ya hemos visto dos Tríelos, uno junto á Brlvies- ca y juQto á la villa de , repelido allí p«r Antonino y expresado por Plinio eo los autrigones, cuyo era el territorio de Driviesca. Otro junto á Nájera, donde le pone AntoDÍno y Plolomeo en los berones, d án d o ­ le cl sobreooiübre de Metalo, que no expresa el Itinerario en ninguno de los dos Ti icios, porque 1a diversa posicion que les señala convence la diferencia de lugares. No sabe­ mos si ei Trieio aulrigon tenía sobrenombre, pero tampoco ie necesitamos para diferenciarlos, pues dando al de los berones junto á Nájera el dielado de Metalo y al várdulo c l Tuhiírico, no se podrán cou fundir con ei restante que por sólo el nombre de Tritium queda entendido, necesitando los demas do distintivo y baslándole á el la voz do Tri­ tium, acaso por ser el más antiguo. 296- El Tricio segundo mencionado por Ptolomeo tie­ ne cl sobrenombre de Tvbórico, y le pone en la regioo de los várdulos, Mela expresó este misoio, porque despues de lo muy desfigurado quo andavo su texto, convlcocn ya las ediciones más correctas en pooer Deva Tritim Tobolkvm atiingii, como propone en su edicioD Gronovio. Este Dcva es el río que Plolomeo empresa eu los cansíos, á quieoos Mela ¡Qcluyó en los várdulos; y como el Dcva es rio de Vizcaya, es preciso reconoccr gran difereDoia de este Tri­ cio Tubórico á los otros, no lanío para las diversas regio­ nes á que los reducen los geógrafos (pues en los confinao- les suelen diferenciarse hablando-dc un mismo pueblo), cuanto por la situación, que es la «^íercncia más segura, pues un mismo lugar no puede tener diversos sitios. El que Mola coloca al márgon del rio Deva, llene muy diversa si­ tuación de los otros referidos, que esluvieron m ás abajo del Rbro. IHolomeo puso á este segundo Tricio más alto que al primero, y sólo en esto conspiró á la situación insinuada por Mela; pero como escribía tan de lejos, no pudo tener mucho acierto en las situaciones individuales, por lo qne no recurrimos á sus Tablas para este fin, cuando tenemos otros documentos, pues los suyos sólo sirven para afianzar algunas cosas, v. g.; que los berones tenían las ciudades de Tricio, Oliva y Varia, mas no para la individual situa­ ción de uoasy otras, pues suele poner más arriba lo que estaba más abajo, por no serle posible el informe ocular ó inspeíicion de documentos individuales para cada cosai y en el caso presente sólo pudt^ averiguar las tres ciudades de los berones y que habia otro Tricio con cl sobrenombre de Tubórico, ei cual estaba más alto que el de los berones, y pertenecía, según el informe de que se valió, á la región de los várdulos. 297. Por esta incertidumbre no sirve Ptoiomeo para declarar la situación individual del Tubórico: pero Mela da más luz por cl rio Deva, á cuya margen podemos decir estuvo. No falta quien le reduzca á la villa de Molrico en Guipúzcoa, por la semejanza de Motrico á Mons Tricius; y aunque no está al margen dcl rio Deva, pudo haberse mu­ dado a l^ la situación y dai* el Dombre auti^uo al wtio donde se írasbdó. 2tí8. Para el caso presente de la distinción de Tricios basta ia distancia de u d o s á otros, aunque ignoremos el sitio mdÍTiduiii del Tubórico; porque la Doticia de haber perleoecido á los várdulos y ai rio Deva le distingue mu­ cho do los precedentes de berones y autrigones; y esta misma distancia mueve á no recurrir á él en b mención que el Papa Hilario hizo de ios tricienses, juntándolos con Cascante y otros pueblos de la Rioja y autrigones^ donde estuvieron los otros dos Tricios ya expresados. A eslos, pues, y no al Tubórico, pide el eontexlo y conexión del territorio que apliquemos ia mención expresada. Tampoco debe atribuirse al Tubórico la mención de Pli­ nio, como creyó Zurita; pues el pliniaoo cs el de los autri- gODCS, mencionado por Plinio con Briviesca, que es el de Kodilla, y éste es de los várdulos. 299. Adviérlase que en el Itinerario hubo desfigura­ ción del nombre Triev), escribienilo Aricio; porque en esta parle desfiguraron los copiautes los pueblos de los bero­ nes, escribiendo despues de Calahorra,

VERELA ARITIO LIBIA.

Pero eü lo que loca al nombre presente, nos da la edi­ ción de Henrique Slepbano y el códice Longoliano la voz TRITIVM en los viajes de O torga á Burdeos y Tarragx)- na, en la distancia correspondiente á Briviesca. Ahora va­ mos á hablar de las demas ciudades de los berones. ÜLIfiA» Ul-ÜU O l.IDIA DE LOS USaOKnft.

Aclárase una Decrctai del Papa Hilario schre nombres muy m- curo^Aajía hoy no conocidos.

^ÍOO. Elsfiffondo pueblo que Ptolomeo expresa eo los berones le tiombra Olitta, de qaieu ao haccQ meocion otros ^ógrafüs- Sólo Stcpbauo de l'rbibux, haülarwio de O lbk, lucnciona nueve de aquel oombre, y la quinta es en Espa­ ña: hU pania. Pero tampoco Irny olro que nos atri* buya tal ciudad, si no es la misma que Plolomeo nombra Oliba, traspuestas las dos lelras; y co tal caso debe ante* jionerse La t o z Olbiu, por no permilir otra cosa e l ó rd en al­ fabético de SicphEUlo, que le nombra entre O ilclui y Oi- Iñsii, \\3i^r preciso do Olbia y no de Oliba. 301. Esta pequeña trasposición de tetras se bace mé- DOS de extrañar á vista de otra de-sfi^çuraclon mayor que hay en Aotonino, poniendo Libia, Lybia ó Libya, donde corresponde la Oliba de Ptolomeo; esto es, entre Tricio y Briviesca (en medio de los dos), lo que favorece á Oliba de los berones ó induce a leer Libia en Ptolomeo. 302. Apuülo esta corrección por motivo de otra mayor desfif uracion de estos nombres en la Decretal del Papa Hilario ya citada, en que se lee: Turioaonensium, Cascaníen- sinm, Calagwriianorum, Virgilensitim, Trifiensiam. Legio- nenítííw et Civiíalensiitm, cum siAscriftionibm dv'ersorumf ele. Es La lección anda muy viciada, y ha causado perjuicios de eorapcür por pueblos que no vienen al caso ó que no babia eotónces, eomo sucede eo laeila de U o n y co querer me­ ter aquí á Ciudad-hodriQú para caso de un obif^o de €«!»' Iiorra. 303. La edición de Merlm en el 1524 pone CastaM nitmn y Virigcnsiutn (doodc arriba leemos Cascan' unxixm y VirgÜiemium) Triciettsvpn dvilali», cum scri}‘iioni~ bus diceriorum, e(c., sinloffioneosiumnicivitaícosíoin. Jostello no puso más quo los tres primeros Qombres, y CQ lugar de V¡rgílc*nsium dió Varegensiim civiíaíis y nada más; lo que prueba cuáQlo desfigiiraron los copian les esta carta y nombres de lugares, por no conocer los verda­ deros. 304. Sirmondo colcjó estas carias con varios Mss. Har­ duino COD el de la Coleccion de Dionisio, por la cual pone, Calagtirrilanorum, Varegenlium, Tritiensium, Liviemium el Te- rwiscensium cmtaiisy cuya ieecioD se debe auteponer como la más arreglada á los lugares del territorio eorrespotF diente al suceso del obispo de Calahorra; conviene á saber, á Varia, Tricio, Oliva y Briviesca; paes los varegens«? son los dc Varia do los berones, los tricienses, los ya ex- pilcados; los verovlsccnses, los de Virovesca (hoy Brivles- ca) y lo s Libienses soü los preseules de quienes vamos ha­ blando, cuya ciudad se escribe con la variedad menciona­ da (Oliba, Ólbia óLibia): y lodos cuatro lugares eran con­ finantes, los Ires primeros dentro de los berones (Varia, Tricio y Oliba) y Virovcsca iuicediala á la Oliba, pero ya en los autripones. Estos pueblos se unieron eon Calahorra, Cascante y Tarazona para escribir al Papa; y por ser de un territorio confinaute, deben ser adoptados los referidos, excluyendo á los U gion^es y eiviialenses, de quienes (COD los demas referidos en el texto del cardenal Agulrro) afir­ ma el purpurado, que casi todos mantienen despues de doce siglos los mismos nombres. Pero no podemos admi­ tirlos como allí los da (1), porque los son cor-

T'‘fnr> *.* fl« ru|>cioa dc let-^entes, y los civita(oDses dcl cìviiaiù dcspues d e Veroviscmsium. Conforme hoy perseveran aquellos dos nombres, deootan á Leon y Ciudad-Hodrigo; pero prcscia- dieodo dc que en el siglo quinto no había Ciudad-Rodrig^o; aunque la hubiera, como había Leon, ¿qué cooexton tie­ nen aquellos sitios c o d Calahorra? ¿Por ventura ¡ría Silva­ no i tierras tan distantes é iocouexas á quebrantar los cá* Qooes? Aquel yerro de los civilalenscs resaltó de querer Juan Vaseo poner á Ciudad-Rodrigo en este tiempo: prueba de cuánto imporla una edición coirecla y cuánto peijudican las viciadas. 305. £d lo que ahora damos, sólo hay que disimular e l frecucnle pero leve yerro de Liviennum con v , q u e eu Antonino cs 6, eu Plolomeo o en la inicial: pero prescin­ diendo de esta inaterial variedad, d o s da la aotigua geo­ grafía eD cl terrilorio de que sc traía ios cuatro pueblos c o D l i g a o s unos con otros, y por tanlo proporcionados pam escribir al Papa unidos; y à vista de la variedad introduci­ da por los copiantes, no es extraño que unos p u sL escD Linensium , donde por cl nombre que otros dan al lugar, correspondía OHbíeníium ú Othiaisiumy pues unas y otras lecciones conspiran á un lu^^ar: y dc este modo el texto, sumamente intrincado y oscuro por la intrusión de virgi- lienses, legionenses y ei vita tenses, queda franco y corrien­ te, ofreciendo en un territorio acomodado al suceso del obispo de Calahorra los cuatro pueblos contiguos y. coa nombres conocidos por la antigüedad, aunque desfigurada alguna letra, como sucede eu otros varios lances. 306. Acerca del sitio doode estuvo la Oliba de los bc­ rones, tenemos guía en el Itinerario, que la pone en medio de Tricio (el de Nájera) y de Briviesca en esta forma: CALAGVRRA VERtlA M. P. XVllI. TRITIVM M. P . XVin. LIBIA M. P. XVIIL SEGESAMVNCLO M. P. VII. V IR O V E SC A M- P . X!.

Aquí se ve piintualmenle en medio de Tricio y de Brl- viesca á Libia, aparlada cuatro lof^uas y media de Tricio y otras tantas de Bfmesca, mediando iinlcamentc et Segesa- rmncium (que Ptolomeo meceiona con Brlvicsca cn los au - tripones). Si el camino fuera hoy por donde entonces, era muy keil averiguar la situación de esla Libia, Olbia ú Oli­ ba, porque (omado el medio entre el alto que está aí lado de Briviesca al Mediodía (que llaman S. Juan por una er­ mita dcl santo, donde estuvo la primitiva Briviesca) y en­ tre cl Trieio de Nájera (por donde viene aquel Ilinerario á Virovesca), se daba con el lu ^ r ó ruinas de Oliba, á %ual dislancia de uuo y otro, con IB m illas 6 cu atro IcR’oa s y media de cada uno. Pero el camino presente (especial­ mente cl de rueda, que yo anduve) declina á la derecha por unas lomas á S¿a. María de fíibanedonda, carrera de Búrgw á Viloria. He procurado informnrme de si hay ca­ mino de herradura más derecho, y cual es el medio entre Briviesca y Trieio- Los más convienen en lugar por donde pase, y es sitio proporcionado para el genio de ios antiguos: pues aunque hoy está en bajo para gozar el beneficio del riego que le hace ameno do huertas, hay al­ tos á la entrada, de modo que fué preciso alar una rueda del coche para bajar, y arrimado al camino persevera nna como ermita en olro alto, donde hay eras de mieses, sitio muy oportuno para pueblo dominante del terreno, con ven li l ación y rio por b falda (que hoy llaman rio TVrd»), iU iodo lo cual era canf^rínc al pcuio de los antig^uos, cotDo a^wyan los eje tupiares dc oíros pueblos conocidos. B m c - Uuri cs hoy lugar de unos cincuenta vecioos, con Iglesia dedicada á S. Esteban» jiiüto á la cual pasa un cauce de agua que ameniza el pueblo. La dislancia á Trido y Brl- vicscacsalgo más qne la dcl Itinerario: {>ero’esto puede atribuirse á no ser ahora el camino tan recto, y con todo eso es el medio entre los expresados pueblos- 307. K1 de Plolomeo corresponde junto á ■Sia. .Variado fíibarredonda, en un alto que hay áotes de Sia. Alaria, pnr una larga bajada á un campo ameno de sauces y álamos negros, con riego de heredades, desde c u y o alio á Briviesca hay las once millas de Ptolomeo; pues desdo Sta. María (que eslá á la üilda de la montafía dc Burcba cn Mediodía y un cuarto de legua del alto re­ ferido) hay i Briviesca tros leguas ó doce millas. Esto alu­ d e A lo dicho sobre el Tricio de los autrigones, donde 'vi­ mos la vw romana por los altps que hoy no se pisan.

5. XXVI.

NAiaU, ROY VABEA.

308. La tercera dadad qTie refiere Ptolomeo en los be- vones f u é Varia. Esla es la raás nombrada eotre los aijti- ffuos, pues Strabon ia expresa en los berones, caracterU zándola con la individualidad de q u e por ella había paso d e l rio Ebro, pues inmediatamente después de las palabras arriba referidas sobre los berooes, dice: florum urbs esi Va­ ria, iiia ad trajectum Iberi, •309. Lo mismo declaro Plinio (1) áoíos de tratar de iU iodo lo cual era canf^rínc al pcuio de los antiguos, cotDo »iwyan los eje tupiares dc oíros pueblos conocidos. B m c - Uuri cs hoy lugar de unos cincuenta vecioos, con iglesia dedicada á S. Estoban, jiiüto á la cual pasa un cauce de agua que ameniza el pueblo. La dislancia á Trido y Bri­ viesca cs algo más que la del Ilinersrio: i>ero’esto puede atribuirse á no ser ahora el camino tan recto, y con todo eso es el medio entre los expresados pueblos- 307. El de Plolomeo corresponde junto á ■Sia. .Variado fíi^rredonda, en un allo <^ue hay ántes de Sia. tíarh, pnr una larga bajada á un campo ameno de sauces y álamos negros, con riego de heredades, desde c u y o allo á Briviesca hay las once millas de Ptoiomeo; pues desde Sta. María (que eslá á la üilda de la montafía dc Biircba cu Mediodía y un cuarto de legua del aito re­ ferido) hay i Briviesca tres leguas ó doce millas. Esto alu­ d e A lo dicho sobre el Tricio de los autrigones, donde vi­ mos la vij\ romana por los altps que hoy no se pisan.

5. XXVI.

NAiaU, ROY VABEA.

308. La tercera ciudad qTie refiere Ptoiomeo en los be- vones fué Varia. Esla cs la más nombrada entre los aijti- ffuos, pues Strabon ia expresa en los berones, caraclcrU zándola con la individuaiidad de que por ella había paso del rio Ebro, pues inmediatamente después de las palabras arriba referidas sobre los berones, dice: florum urbs esi Va­ ria, iiia ad trajectum Iberi, •309. Lo mismo doclarü Plinio (l) ántes de tratar de n s lije convenio», doode habla del rio Ebro, y dice era na- venable por espacio dñ 260 millas (6 65 leguas) desde la ciudad de Varia: Iberus amnis navigabüi comercio di- ves, ortus in Canlabrü hüud jirocul nppido Juliobriga, per CCCCL.M. Paxf. ¡iucns'. rvnium per C'CLX.M. á VARIA oppido capacc. Aquí se vo la ciudad de Varia al márj;ci) dcl Ebro, y publicada coa punto do hasta donde llegaba la navega­ ción del Ebro por espacio de í>5 leguas, las cuales nos guíao para declarar cl sitio de la ciudad, quo fué á media legua al Orieote de Logroño, < lo D d e hasla hoy niuf^slra un peque Qo pueblo las ruinas de la ciudad y conserva el nom­ bre, sin nj4s alteración qae ana Tetra y el acento, pues se llam a Varéa. Allí se veriíicaQ las expresiones alegadas, de que Varia estaba al paso del Ebi o y casi al medio de s ü curso, aunque ménos distante del oacimionio que del /in, como prueban las millas señaladas por Plinio, pues unas y otras se verifican alh: las G5, hasta el tu a r, y las 5G hasta el nacimiento; y Ptoloitieo colocó su Varia dándola tam­ bién menos distancia de la fuente del Ebro que del mar, y aunque no declaró el curso del rio, la puso en proporeion de que por ella bajase á Zarago;?a, como convence la vista de su mapa. 310. En este sillo nos ofrece Antonino un lugar corres- poudieDte á la situación de Varia, pero alterado el nombre como el precedente, pues dice VEtlELA con variedad do Ver ala y Verada, Vera%a y Veroia', pero como el sitio do cua­ tro leguas y medía de Calahorra rio arriba, conspira al de Varia de los autores referidos y de la actual Varea, do queda prudente duda de ser este el pueblo luencionado por unos y otros, pues todos conTÍenen en el sitio, y la varie­ dad de la escritura se debe atribuir á los copiantes, pues luego mostraremos el ejemplo de otras voces que erraron en el mismo Itinerario. 311. Hoy disla algo má.^ Varea de Calahorra que lo r s expresado cn ci Itinerario, especialmente en el camino dc ru e d a, y c o d todo eso encontré e n ol camino un trozo de la vía mili lar antig^ua, formado de piedras casi cuadradas unidas con mucha firmeza; poro desde allí podía correr más derechamente que hoy e l actual camino de ruoda y haber ménos distancia. 312. Varea está on unajtode poca elevación, media le^tia ánles dc lleg;ar á Log^roíio, viniendo dc Calahorra i la izquierda, pue$ el camino pasa entre Varea y el Ebro. Rodúccse á uoa iglesia y pocos vecinos; pero el campo ameno y fructífero, fecundado por d rio fretjuay que entra allí en el Ebro por Poniente de Varéa. El Ebro disla poco de ella, dc suerte que la poblacion pndo alarj^arsc hácia el rio para disfrnlar el beneficio de la navcf?acion; y cn efec­ to, me refirieron cn Logroño que no muchos anos ántes se hallaron en Varea argollas en que amarraban los barcos, pero ya no existen. 313. No ten§:o duda cn que la Decretal del Papa Hila­ rio debe entenderse dc este pueblo cuando despues de Calahorra pone con el mismo óMen dcl Itinerario Varegeif «wrj {6 Trüitnsvitn, etc., por lo que el pueblo actual de Varéa debe ser entendido bajo la voz de Vare- como convonce el órden con que el Itinerario y el Papa convienen en referir los pueblos; y al mismo tiempo se infiere que en el aOo de 4^5, el pueblo que losanliguos escribían Varia, se decía ya Varéa, ó á lo ménos cuando se escribieron las coplas que dicen Varegensium y Varegcntiumj cuyo nombre es más propio de los de Varóa que del nom­ bre escrito Varia. ITINBEAHIO DB ANTONIWO Bfí LA VOZ CANTA b EIA,

314. Visto que la Rioja no fué parte de la antigiia Caniábria, debemos examinar el Itinerario de AntoDíno Pío, que intitula el Viaje 27 entre los de España Ab A fturi- caper Cantabriam Catorauguslam: y camina por tierra de campos á Osma, Numancia y Tarazona. Parece, pues, que este terrilorio era dc Caatábria en tiempo de Anlonino, que fué sif^lo y medio despues de obligar Augusto á los cánlabros á bajar de los montes, 3 i 5. Así hdD entendido algunos el Itinerario por la Caniábria eo el segundo estado dc extensión; pero esto in- cluye tales dificultades, que no paede adoptarse sin madu« ro exámen, porque todos los geógrafos antiguos que deja­ mos citados, son posteriores á Augusto y algunos muy dis* lantcs: de suerte que si desde el fin de la guerra cantábri­ ca se hubiera extendido tan notablemente la región de los cántabros, no podía méoos de estar ya muy notoria su ex­ tensión; y con todo eso vemi>s que ninguno ensancha los límites antiguos. Ptoiomeo florecía en el mismo liempo de Antonino, y eon todo eso persiste en la demarcación anti­ gua sin ensanchar la Caniábria. ¿Pues cómo podremos per­ suadirnos á que el sólo lílulo de un Viaje en ei Itinerario de Antonino prevalezca contra todos los geógrafos coe­ táneos? 316. Lo más notable cs que los lugares señalados en aquel Viaje tienen muy franca prueba de su región, total* mente diversa de la Cantabria; pues las primeras cnaneio* nes van, sin duda alguna, por los wueox, que es la tierra de Campos, y prosigue por los arevaco¡, pelendones yeeUibe- ros, cuyas eran las ciudades de Owia, Numancia y Tara- 23 zona, sin rozarse c o q la Jogílima Cantábria, d í aun por los confines de Burgos y Nájera, que pertenecían á los aulri- •»“oncs y berones, confinantes con los cánUbros: pues todo aquel Viajo se aparta mucho del Ebro, hasta acercarse á Zaragoza, caminando por el Duero, como convencen lag mansiones de Osma y Numancia: de suerte qne entre las once mansiones ninguna entra en los térmmos á que se pretende alargar el segundo estado do Cantabria por groño, sino más abajo por territorio propio de la Celtiberia, que nadie puede atribuir á la Canlábria. 317. Eslo obliga á decir quo hay yerro cn el título del Itinerario, y que en lugar de escribir per Celtiberiamy s e in­ tro d u jo per CanUibriam, contribuyendo acaso á esto el qne eu los más ant^uos Mss. del tiempo de los romanos, en que eran mayúsculas las le Iras y con abreviaturas, cslu- tu v ie se per CTHR, comuüGS áCantábria y á Celtiberia; y al- gimo que disolvió la abreviatura puso Cantibria por Cel­ tiberia. 318. Ya tenemos ejemplar de otro yerro semejante en el Itinerario, que en el Viaje 29 pone per Lusitanian ab Bmerila CíBioraugusUm, y no procede aquel Viaje por Lusi- Utítia, sino por la Ürtf¿an?*a, como mostramos en el to­ m o Xin (1) por ser cosa indubitable, que desde la primera ¡ornada sale aquel viaje de la Ludíanla, sin dar otro paso pot ella, y así cl título tiene yerro; y del modo que es pre­ ciso corregirle por no caminar por Lusitaoia, debe entrar enmienda eoel presente, porque ni un paso da por la Canta­ bria; y el ejemplar de aquel yerro, hasla hoy no conoci­ do, hace méoos extraño lo qne sobre esto decimos. Incünóse Wescling á la corrección, por ver que ya Reynesio había leido Per CelKbmam; y aunque pretendió corregir también á Posidonio, q u e eo Strabou (1) dice q u e el rio Miño baja de los cáotabros, y quiso sustituir á los celtiberos, do tuvo razón eo esto, porque el nacimiento del Mifio (aunque éste fuese el Sil) dista muchísimo de la Cel­ tiberia, y no puede dudarse que el Mino y el Sil uacen y mueren en Galicia, que no tuvo confioes cou la Celtiberia. Ptolomco paso el nacimiento del Miño juoto al Ebro (sin m ás separacioD que uü grado de longitud y 15 minutos dc latitud). PosidoD io pudo atribuir e i nacimiento del Mino á los cáotabros, por ia corta distancia para quien escribía desde lejos, y por no haber entonces cooocimieuto indivi- rtual de estas remotas regiOQCs; pero de ningún modo pue­ de Weseling* sustituir en las fuentes d e l Miflo á los celtíbe­ ros: pues auQque alc^a que Straboo atribuyo allí mismo el curso del Leíes ó Limia á los celtíberos y vaceos, no puede esto apoyar la corrección del Miño eo la Celtiberia, porque el curso del Limia es la mitad méüos que aquel; y si el Mi­ no DO puede reducirse á la Celtiberia, mucho méoos el más pequeño Limia, cuyo nacimiento cn Galicia do nio^unm o' do puede reducirse á la Celtittcria ni álos vaccos; y así SlraboQ no estuvo bieo informado en este punto ó salió er­ rado el iexlo, y consi^uicütemente solo puede apoyarse la corrección del Itinerario sastituyendo Celliberia por C^otá- b ria. 320. Excluido el texto de Antoniao queda la Rioja sin documento de romanos que ia reduzca á Caotábría, auD despues de Augusto. Ahora necesitami« examinar cuán­ do empezó á soaar ol nombre de Caotábria fuera de los térmiüos antigüe«, pues llegó á ser como propio dc los ro­ yes de Navarra, sio tener jurisdiccioQ en la verdadera Can­ tábria de los antiguos.

(«) p4r. un. ¿CITANDO BMPB7A ÉL NÜUBRB LB CAJíTÁBUlA FUBRA DE LOS ANTIGUOS LÍUITBSt

32!. El oscritor más anlip;uo qae leñemos es cl obispo detíaUcía Idacio, autor dcl Siglo V. Esto en su insigne CroaicoQ habla de la Cantábria ea el mismo sentido que le« antiguos, paes eü espacio septentrional marítimo de Es­ paña aplica el nombre de Caotábria y Vardulia, en la mis­ ma conformidad que los geógrafos, especialmente Mela, reparlicndo la costa desde Astúrias al Pirineo entre cánla­ bros y várdalos; lo que supone distinción y territorio pro* pió de cada una de aquellas gentes en la conformidad que dejamos declarada. La^ palabras de Idacio son, hablando del año 456 dc los hérulos (gentes del Norte): Ad sedes proprioi rediuntes, eanlabrianimetvarduliarum loca marilima crudelisti- me depradaii sm t; y por tanto sabemos que en el siglo V perseveraban nuestras costas septentrioflales c o d la m ism a repartición qne liizo Mela entre las dos gentes más famosas de cáotabros y várdulos. 322. Despues de Idacio expresa la Cantábria cl Bfcla- rense sobre el año 574, en que dice entró allá el rey Leov^ildo y mató á los que talaban la provincia. Apode­ ró se d e Amaya, y se hizo señor de la provincia: Leovigildut rete 0

(I) Eq la nota 3, solare cl BíclirauM iÍi]»Lrado. 323. A esta guerra de Lcovi^íldo, pero c o q extensioa á la Kioja, aludo San Bráulio ea la vida de S. Mi- Haa (1), cuando dice que reveló Dios al Santo la dostruc- cioa de Cantabria: y que co creyendo su vaticiaio un incrédulo que se llamaba líafuatdancio, aííadió el Saoto, lo experimentaría por sí oiistno, y así fué: Nam gladio vindice Leuvigildi esl interempius. oxprcsion de revelatur ei eœci- dim Canlábria es más propia de una ciudad asi llamada que de provincia, y á lo mismo alude cl que al punto dice envió á llamar al senado: Vnde nuniio misso jubet ad dicm feiom Patcha Senaium ^us praslo esxe. Esto senado denota los gobernadores del pueblo, y en el mismo sentido debe­ mos entender lo que en el g. 15, dice: iVemo jtí caníobrorum qui hoc non aul videre aui audirt potuerit. EetOS cántabros, aquella Cantábria y aquel senado, todos corresponden á pueblo aquel nombre; y como S. Millan estaba Junto á la Bioja, corresponde la voz de Cantábria ai pueblo que bailamos debajo de Logroño con aquel nombre: y esta es la mención más anü^^nm de la Cantábria y cántabros fuera de los límitc€ ant%uos y con extension á la Kioja, de suer­ te que desde el tiempo del rey godo Leovigildo tenemos ya principio para decir que cl nombre de Canlábria había bajado á las llanuras de Rioja, y prosiguió como se irá di> ciendo.

S. XXIX.

S í LOB aiOJA^OS SB LL.\HABON ¿LGUNA VB7 aUCONBS?

324- Pero ántes de apartarnos de esta tierra conviene examinar lo que algunos reñeren de haberse llamado anti- 323. A esta guerra dc Lcovi^íldo, pero cod exleosiOD á la Kioja, aludo San Bráulio ea la vliia dc S. Mi- llao (1), cuando dice que reveló Dios al S anto la d o stru c- cioo de Cantabria: y qae n o creyendo su vaticiúio un ÍDcrédulo que se llamaba líafuatdancio, aííadió el S aato , lo experimentaría por sí oiistno, y así fué: Nam gladio vindice Leuvigildi esl interempius. oxprcsion dc revelatur ei eœci- dim Canlábria es más propia de uua ciudad así llamada (jue dc provincia, y á lo mismo alu d e ol que al punto dice envió á llamar al senado: Vnde nuniio misso jubet ad dicm feiom Patcha Senaium ^us praslo esxe. Esto scuado denota los gobernadores del pueblo, y en el m ism o sentido debe­ mos entender lo que en el g. 15, dice: iVemo jtí caníabrórum qui hoc non aul videre aui audirt potuerit. Estos cántabros, aquella Cantábria y aquel senado, todos correspondcD á pueblo aquel nombre; y como S. Millan estaba Junto á la B ioja, corresponde la voz de Cantábria ai pueblo que bailamos debajo de Logroño con aquel nom bre: y esta es la mcncioD más anü^^nia de la Cantabria y cántabros fuera de los límitc€ antig'Uús y con extension á lâ Kioja, dc suer* te que desde el tiempo del rey godo Leovigildo tenemos ya principio para docir que el nombre de Canlábria había bajado á las llanuras dc Rioja, y prosiguió como se irá di> clendo.

S. XXIX.

Sí LOS aiOJA^OS SB LL.\HAftON ¿LGUNA VB7 aUCONBS?

324- Pero ántes de apartarnos de esla tierra convieoe examinar lo que algunos reñeren de haberse llamado anii- guameote loa rlojaDOs rucones, Para eslo no veo otro fuü- dameoto más que eo S. Isidoro, que hablaado en su Cro- n ic o Q del rey Siscbulo, de Suinlila y Miro de los Suevos, dice, que hicicroo guerra á los rucones: Tíucon« nwníiín/s arduis undique consepios per Duc^i vicU, como leemos en la e ra DCL. 325- La voz de los rucones no es conocida en ningún antiguo, ni hallamos entre los godos fundamonto ni apoyo para introducir nombre nuevo en territorio de gentes que le teníao propio desde muchos siglos áutes. Un pueblo puede mudar el nombre por diversos motivos, pero no aa' las regiones. Esto hace empezar á sospechar si hay yerro en el nombre de raeoncs como propio de la Rioja, cuya región teoía desde la f^cntilidad el nombre propio de berones, y en liempo de los godos vamos viendo la con­ venía también el de Caniábria, á lo menos en una iwbla- cion. ¿Pues quó rey ni qué pueblo hizo olvidar el nombre antiguo de berones y que prevaleciese él de rucooes? Com« binando at Biclarensc y S. Braulio alegados, resulta que la guerra de Leovlgildo en la Cantábria abrazó la tierra de Araaya y de Logroño bajo el nombre de Cantábria: ¿pues cóm o 00 osaron cl nombre de rucones? 326- Nada de esto me moviera á proponer la duda si 00 coDcarriera oíra conñrmacion que la acrecienta. De Si' scbuio dice S. Isidoro, qne rindió á los ^turianos y á los rucones, cercados de montes. El Cronicon Albeldense (escrito en el s%Io nono), hablando dcl mismo Sisebuto, dice* Astwe^y et VASCONES in montibus rebelhnles kwntlia“ vil. Aquí sc ve en lugar dc rucones voicones, y p ru e b a haberse guiado por códice de S. Isidoro (ó por otro anti­ guo ins-trumeuto) donde se leía vasconcs y do rucones. Lo misrao sucede en Suinlila (sucesor de.Sisefaalo), en que S. Isidoro (como boy le tenemos) repite el nombre de l u- cones, y el cronicon a(egado insiste en el de o n e o m . W. Otra prueba fíe que e \ oombre de ruconea do es firme, se loma de la historia de los suevos por cl miaño S. Isidoro, que hablaudo del rey Miro, dice hizo guerra á los rucconcs ó rocconcs (como otros escriben) en el se­ s u d o afio de su reinado. Y sí se va eü Biclarense (bajo el año 572), se hallará que Miro, al segundo año, movió guerra á los arag&nef. Ambos hablan de una misma sier­ ra, por ser el rey y el año uno mismo. El nombre de la re- ^iou era uno: luego los códices erraron mucio sobre la vozy poniendo unos aragonés donde otros ruconcs, y am­ bos son desconocidos. Estó convente que los copiantes han tenido equivocación sobre cl nombre de nicones; y como no es conocido en toda la antigüedad ántes ni des­ pues de los ^odos, deberá corregirse. 328- Eq el lomo IV de la España ilustr^a (1) se ve impreso el Cronicon de los suevos por S- Isidoro, y al ra árg eD de la palabra rucooes la de vascones, que denota variante de aquella voz en alf^un olro códice. Júntese á esto lo prevenido de que efeclívamente el CroDÍeon Albel- deose pone vascones en et sitio donde el Croniíioü de San Isidoro ruconcs, y se tendrá una lección corriente de re - ^o n famosa y conocida cn todos tiempos. 329- Ni se debe extrañar que el suevo de (iallcia mo­ viese guerra al vascon, porque desde el s%lo V sa’bemos por Idacio, que los suevos inquielaban la Tarraconense y demas provincias; y el mismo S- ládoro afirma de Recia­ rio, que taló la tierra de Zaragoza y las Vasconias. EXTENSION I>BL NOMBBB DB LOS VASCONES Y EL D R LO S

c An t a b e o p e n r i o j a ,

330. Los vascones empezaron à entrar en jurisdicción de los godos desde el tiempo de LeovI^ldo, pues dc ól afirma el Biclarense que se apoderó dc parte de la Vasco* nia, y fundó la ciudsui llamada Vlctoriaco: Leovigildiu rea) pariem Vasccni

( I ) R d \a> [D*ettigwir>oes, lib. I, a y . 3 , § . S , mismo era el territorio de Álava que el de los vascones, a la rg o este nombre al anügao territorio de los várdulos, OD que editaba la ciudad de Alba, á la cual podemos deferir el nombre actual de Álava, usado ya en el Cronicon Albel- dense bajo el año B82, donde dice gobernaba aquella tier­ ra Vigila Scemeniz, Erat tune Comes in AJaúa. De ésta dice Sebastian que siempre estuvo poseída por sus naturales, como Vizcaya, Alaon y Orduña (en A\fonso I). 332. Los vascones dieron mucho que hacer á los ^ - dos, pues por sus contíiiuos levantamienlos (como dice el Cronicoo de Sebastian sobre Vamba, vascones crebro reOe- liantes), movieron contra ellos ias armas Recaredo, Gunde- maro, Sisebuto, Suiatila y Vamba, sobre quien el Croni­ con Albeldense ingiere el nombre de Ciautábria, en cuyos fines dice estabau, y que Vamba los sujetó: Feroces vasco- nes in finibus Canlabria p&'domuit. S. Juüaü, arzobispo dc Toledo, habla con más particularidad, escribiendo la rebe­ lión de Paulo eontra Vamba, pues como el tirano atrajo á sí i los vascones, procuró Vamba rendirlos para pasar á Francia, donde estaba el tirano, hallándose nuestro rey en territorio de (Cantábria: Feroces wasconum gentes debeÚalu- rus aggrediens, in partibus commorabatur Cantabria ( i) . E ^- tas partes de la Cantábria favoreces al terrritorio de la Rioja, la cual sola cooünaba con los vascoues y era sitio propio para la residencia del rey al tiempo de preparar la entrada contra Los vascones, á quienes acometió por las lla­ nuras ó ribera de Navarra, pues dice el santo que hiw) las hostiLidades per paientes campos: á lo que sólo fovorece es­ tar ántes en la tierra de Eioja, no ea la montuosa y dis­ tante Caotábria primitiva. Confírmase, por afiadir el santo, que hecha paz con los vascones y recibidas rehenes, subió

(í) Tojiw VI, pdg. 339, Q. V. à la Galla Darbonense, pasando por Calah&ira y Ihiosca; lo q u e supoD e estaba en las cercanías de Logroño (confinaotéS COD Calahorra, tierra ya de vasconcs, donde cl Ebro se intitulaba wmcíw, así como podía decirse cántabro, por na­ cer y correr por la verdadera Cantábria). Eslo prueba que

eo tiempo de los g^odos s e llamaba Caotábria el territorio d e l cerro de su nombre junto i Logroño y Viana. 333- Por tanto hay motivo de duda sobre los primeros duques de Cantábna, espœialmeDte del rey D. Pelayo, de quien el arzobispo de Toledo, I>. ftodr^o (1), dico que hu­ yendo de Witíza se retÍM á C'iniábría; y que oyendo las dcstruceboes de los g^odos, se reliró á Astúrias. En el ea- pítalo 5 habla de Pedro, du^uc de (^ntdbria, padre de Al- l’onso I, el cual Alfonso, pasaado á las A-^túrias, oasó con la hija de Ü. Pelayo, como escribió áutes el Crooicaa Al- bcl dense (2): Pslri Canlabriœ Duds filivs fuit: et dim Aslwias veniiy Ermisendam Pelagii filum accipff. Si aquella Canlábria fuera laahligua montuosa de Santander, no necesitaba re­ tirarse á Astúrias, pues no era menos fuerte la montaña: y viendo que desde el tiempo de los çodos se alargó cl nom­ bre de Cantabria al sitio del cerro de su nombre en la Rio­ ja , podrá alg^uno recelar si la entendían debajo de este nom bre- 334. A eslo puede aludir el Cronicon Silense, que (3) dice que el rey de Navarra D- García Sánchez cl Tembla‘ dor descendía del noble D. Pedro, duque de Cantábria, y da nombre de canlabreoses á ios navarros, que doiniaaban desde cl Pirineo hasta Nájera. Sandoval dice sobre Don Pelayo, que su padre D- Favila sé llamaba duque de

(1) Libro 4, cap. 1. (2) Núm, pá« i U riel tomo XJii- (H) Bd «i Bftm. 7* íicl Jomo X\V, pig 3<2. Caúlábria, eateadlendo eD ella las montanos dc Santillana, Valdcburon, desde S. Vicente de la Barqnera hasta Mier y Trasmlera, bajando por el rio Ezla hasla Sahagun y C o­ rion (1). De eslo dice era duque, no señor, y no, como al­ gunos pensaron, de Logroño, Navarra y Rioja. Pero fuera bueno que lo habiera probado, y ao dejarlo sobre su palabra, viendo que otros sioÜeroQ lo coolrario y él mismo (eafa es« crito (2) que los cántabros abrazaban la Rioja: de suerte que Logroño, Clavijo, Albelda, Nájera y otros lu g a re s, ealaban cn ¿df entrañas deCaníábria. Esto, que sólo cs verdad enei segundo estado de la Cantábria, no debió desdecirlo inconsiguiente sin dar mejores pruebas, las que hasta hoy no he descubierto. L o cicrto es que hallamos á los reyes de Navarra Intitu­ lados dc Cantábria, como se ve allí, y en el Tudeose, que hablando dcD. Sancho el mayor, lenombraMn^aftrofufftríiP, y canlabriesíiian por el domìnio que leniaD en la Rioja, y has­ ta llegar al Pisuerga, quo en la pág. dice era el limito entre el reino de Castíik y el de los caatabricnses ó navar­ ro s; Ab ewúrcmis finitus Gailacie usffue ad flumen Pisorgam, quod i\xnc canlabriensium regnwn separabat. Esto lo tomó del SiieDse, número 75. 335. Acábase de apoyar el asunlo por d continuador del Cronicon Albcldense, que escribió cn el sí pío décimo, y hablando dcl rey D. ^ncho Abarca sobre el año 905, dice que por la Cantábria se apoderó de cuanto hay desde Nájera à Tudela; Iste cspit PER CÀNTÀBRIAM á Nagirenso vrbe uxque ad Tulelam omnia castra, como sc ve en el to­ mo Xni (3); por cuyo documento sc convence que el ter­ ritorio de la Rioja contada la banda meridional del Ebro

(O Píg. «B dc Im 5 R n jM . (2) Sobre nivo«sli¿r¡o de S. MiUan, (ól, (3) P á g . m . hasta Tudela, se entendía en aquel siglo X bajo c( nom­ bre de Cantábria: y por lanto los reyes de Navarra que do­ minaban allí, sc decían cantabricnses por aquella jurisdic­ ción, y loR escritores de Castilla usaban de aquella voz, por ser de la tierra confinante, y por lanto más oportuna que ia de la tierra más remota é interior de Navarra, para los encuentros dc unos reyes con otros.

S, ÚLTIMO.

D S L A CANTABRIA n i S T Ó B l C A ó CABEZA DB ALUNZA,

H36. Viendo alg^unos que la región de la Cantabria considerada geográficamente por límites y conflfies con las adyaccüles, no puede alargarse tiinlo eomo desean, busca­ ron un arbitrio para lograrlo por medio de otros tórmmos, diciendo que aunque las tres provincias no fuesen parte de los cántabros gcoffráQeamenle, deben aj^regarseá ellos en lo iüsíorial, considerando la Caniábria como guerrera y esforzada en las expediciones marciales, alegando para esto qoe la Caniábria geográfica, conforme la describe Plolomeo, era un territorio muy estrecho, reducido áocho ciudades, las cuales no podían ser formidables á nn impe­ rio; y sabiendo por las historias quo los cántabros empe­ garon el poder del emperador Augusto para snjelarloa, de­ bemos suponer que bajo el nombre de cántabros entraron p ^ aquella guerra las regiones adyacentes, que con ve­ nino en la fortaleza de los mootes. 337. Pero esta distinción de Cantábria histórica y geo­ gráfica cs muy inútil ó impertinente para probar qne las tres provincias fuesen parle de la Caotábria, si no estaban incluidas eo los términos que la distinguiao de las demas regiones. La razón cs, porque si el historiador correspon­ de al titulo de su CatUábria AwWnca, debe ceñirse á referir hasta Tudela, se entendía en aquel siglo X bajo c( nom­ bre de Canlábria: y por tanto los reyes de Navarra que do­ minaban allí, se decían cantabricnses por aquella jurisdic­ ción, y loR escritores de Castilla usaban de aquella voz, por ser de la tierra confinante, y por tanto más oportuna que ia de la tierra más remota é interior de Navarra, para los encuentros de unos reyes con otros.

S, ÚLTIMO.

DS LA CANTABRIA niSTÓBiCA ó CABEZA DB ALUNZA,

H36. Viendo algunos que la región de la Cantabria considerada geográficamente por límites y confines con las adyacentes, uo puede alargarse tiinlo eomo desean, busca­ ron un arbitrio para lograrlo por medio de otros térmmos, diciendo que aunque las tres provincias no fuesen parte de los cáutabros geográficamente, deben agregarse á ellos en lo iüstorial, considerando la Canlábria como guerrera y esforzada en las expediciones marciales, alegando para esto qoe la Canlábria geográfica, conforme la describe Plolomeo, era on territorio muy estrecho, reducido áocho ciudades, I h s cuales no podían ser formidables ú n n im pe­ rio; y sabiendo por las historias quo los cántabros empe­ garon el poder del emperador Augusto para sujetarlos, de­ bemos suponer que bajo el nombre de cántabros entraron p ^ aquella guerra las regiones adyacentes, que con ve­ nino en la fortaleza de los montes. 337. Pero esta distinción de Cantábria histórica y geo­ gráfica es muy inútil ó impertí non le para probar qne las tres provincias fucscD parle de la Caotábria, si no estaban incluidas en los términos que la dislinguiaQ de ias demas regiones. La razón es, porque si el historiador correspon­ de al título de su CatUábria AwWnca, debe ceñirse á referir los sucesos de los cáotabros, y no los parliciilarcs |dc otras regiwjes, v. í?., dc los vaceos, ó gallogt«; como v. g*., el que tome por asunlo la historia de la Bélica no debe dar­ nos una Lusitania histórica, porque esta es provincia di* versa de su asunto y corresponde á otra pítima, como sita fuera de los límites con que ai priacipio debió marcar la Bética, cuyos socesos prometió historiar, sin que le sea li­ cito meterse con los sucesos de lasproviocias coofinantcs, fuera de las conexiones precisas por sus límites, no per­ diendo de vista que su principal empeño es referir los su­ cesos corrcspondieotcs al territorio que lomó por asunto. 33S. A este modo los historiadores de ios cáotabros refirieron los sucosos correspondientes á la región de que trataban, declarando las coofinantcs; por cuaoto las hosti* lidades que cootra ellas hacían ocasionarou la guerra que iban i historiar. La expedición de Augusto, la resistencia del cáotabro y los movimientos del ejército, lodos fueron coQíra la Caotábria geográfica y de ios cántabros, como habitadores de h Caotábria que nos describen losgeóg^- fos, y no contra los coníioantes, vaceos. turmogos y au- tripones, por cuya libertad y seg’uridad movieron sus ar­ mas los romanos cootra el cántabro. 339. Esto es lo que hallamos en la historia; pero ¿qué hay en esto en prueba de quo ia Caolábria histórica tras­ pasase los límites de la geográfica? Contra el territorio dcl cántabro os toda la hlstoj’ia de la g^ucrra. A favor do sus confiüantes viene Augusto; luégo la Cantábria geográfica es la histórica, sio que por la historia se pueda alargar la región invadida: porque I05 historiadores distinguen bien al cántabro dcl autrígon, expresando que éste era el in- quietado por el cántabro y el defendido por el emperador, r^o puede, pues, decirse por los historiadores que el autri- gxin de Bili^o friese catabro, sino que oo lo era. 340. Que la Cantábria no fuese más extendida, no la []¡zo falta p ara lo q u e dos rcñereo las liislorias; pues la for­ taleza que Icnía en kqs mootes, y el valor y fiereza de sus habiladores» la hideroD iodomable hasta que Kornasc empeüó en el rendimiento. 341. Todo osto se hace ilaco con uii ejemplo notorio dc la ciudad de Numancia, que no por cíqco años como d1 cántabro, sino por catorce, y no ocho ciudades, sino una, no solamenlc sostuvo guerra declarada con Ira Roma, sino que la ob% ó á pac los ignomioiosos, sin cubrirse con mon­ te s , síd coQliar eo muros ni en multitud de gentes; poes c o o solos cuatro mil hombres d o se atreviere a cuarenta mil romanos, comaüdados por ano de los mayores capita- nc8 del mundo, á presentarles batalla. 342. Mira aliora si para la Caotábria hislórica te sobran ocho ciudades con ionumerables montañas, ó si en Nu­ mancia te sirve aumentar términos de hislórica y geográfica; y admírate que el autor de esta distioeion en la Caotábria prooundase para establecerla, que oo solo era falso sino ri­ dículo cl querer reducirla al preciso espacio de Ptolomcoi y éste mismo tuvo presente y adoptó lo que vamos diciendo (aplieáodolo á que Guipúzcoa nunca fué cooquistada), pero olvidándose de lo que ántes pooderó sobre la estrechez de Caniábria; pues ahora cuando sc trata de la extrañeza de que Guipúzcoa do quedase veocida, teolendo cootra sí todo cl poder de Augusto, preteode sesteoer que un rincón de la Cantábria bastó, por el ejemplo de una sola ciudad como Numancia; y áotes, cqaodo fuera de alh le ofrecen campo, q u e á lo n i é D O S abraza ocho ciudades, tiene por falso y ri­ dículo elceílir la historia 4 aquel espacio, ^ b re esto pu­ diera escribirse no libro entero si hubiera de cotejarse lo que Larrameodi escribe en el cap. 6 y en la sección D; pe­ ro bjista lo preveoido i>ara cooveDcer, qne si en sola Gui­ púzcoa pueden salvarse los sucesos de la guerra, como alli

S e p re te n d e, m u c h o mejor es el campo dc la Cantábria geográfica, en que leñemos cl dilatado espacio de unas veinte leguas de Mediodía á Norte y más de treinta desde eerca de Bilbao á Aslúrias. 343. Ni debe considerarse cualquiera reglón por ua sólo gec^rafo, sino por lo que refieren ios antiguos, toman­ do de uno io que oinilió el otro, pues como confiesa el ya citado, ninguno b escribió todo: en cuya conformidad no debió aminorar lauto la Cantábria que no quisiese conce­ derla un solo puerto, pues en Plinio pudo leer tro«. 344. Quo ia guerra de Augusto se alargó tatnbien á Astúrias y pasó liasla Galicia (según Orosio), y con lodo eso la intitularon Caniábnca y uo asturiana ni gallega, en nada perjudica á lo dicho, como no perjudicó á la diferen­ cia que cada una de estas regiones manleüía en sus lími­ tes, ni la lustoria los alteró, pues los ancosos de Canlábria se refieren en ella, los de Aslúrias en Aslúrias y los de Ga­ licia en Galicia. El nombre de la expedición se aplicó á la Cantábria, jwrque éslafue laprioeipal en el empeño, por ser la más arrojada para hostilidades de los amigos de los ro­ manos, como expresa Floro, Caniabronm et pejor, el allior, el tnagis pcríinao} m rebellando onim uí fu ü ' poreslo enderezó Augusto contra el cántabro su principal atención cuando vino á esta guerra; por esto la intitularon cantábrica, y las demas acciones fueron consiguientes & ella. Queda, pues, la Canlábria gec^iáñca indistinta de la histórica; y si la geográfica no abrazó i Guipúzcoa, tampoco debe llevarse alK la histórica; pues lo conlrario es como decir que para re­ primir las inquietudes de España fuese Augusto contra las Galias confinantes, sin meterse eon el territorio de Es[wña, donde tenían su domicitio los rebeldes. 345. El arzobispo Marca (1), considerando por una par-

( I ) En k liiJtoria de Ri-erri t, u tp . * . te qu e ia g u e rra d e los cántabros pedía extensión g r a n d e de territorio, y que por otra los geógrafos no la perraitían, discurrió otra distincioD d e l a Cantábria al modo de la his­ tórica y gÍM^rúfica, considerándola ya como aliada co n otras gentes, y ya como nombre dc una región particular. En esto sentido entiende á los geógrafos y en aqael á los lústoriadores, alegando para ello lo de Strabon» que Au­ gusto no sólo venció á los cántabros sino á sus confinantes: y dc aquí iüQere la albnza en quo pone al cántabro por je* fe, y al asturiano y gallego por confederados; entendiendo cn el mismo sentido las palabras del César, y de Javenal (ya alegadas arriba), y alegando el ejemplar de IIoIa?)da, qae siendo de corto territorio, alargó su oombre á las pro­ vincias anidas. 346. Este pensamiento tiene más de político qae de geográfico y histórico; porque el haber sido España cam­ po de tan varias naciones provino, como confesaron los an­ tiguos, dc no tenor uoion unos con otros. SI Numancia hu­ biera tenido reglones ó ciudades aliadas qae la socorrie­ sen, ¿cuándo la hubieran rendido los romanos? El cántabro sitiado por Augusto resistió muchos años, y sólo ól hacía dudar el triunfo. Si entónees bajaran como auxiliares y aliados los vascones, várdulos, autrigones, y por otras par­ tes los asturianos y gallegos, ¿cuándo los rendiría Augus­ to? El daño estuvo en ialta de unión y alianza. El asturia­ no y el cántabro cada uno militaba para sí: ambos aborre­ cían el yugo. El romano vino contra uno y otro: dió pri­ mero contra el peor. Ninguno pone la guerra contra Astú­ rias y Cantábria al mismo tiempo. Al acabarse la cantábri­ ca, dice Floro, que por entonces se movieron los asturianos á bajar contra ei romano: pero mientras duró la una, nadie rne55cia á los dos, porque ni los nuestros obraban en confe­ deración contra los ronjanos, ni éstos procedieron á un niisiTio tiempo contra ellos. MI. Rendido el cintabro perseveraban inquietos ios asturianos. Desbaratados éstos, salpicó alguna sanare há- eia Galicia, donde Orosio pone el monle Medulio, porque es muy r e ^ a r que en tiempo dc sedicíoQ cl levantamiento de unos aliente á otros para defender su libertad; y ó ya porque los perseg uidos se fuesen retirando hácia Galicia, ó porque los gallegos quisieron aprovecharse dc la g*uer- ra, parece alcanzó ósla á la Galicia, Floro -no la menciona, expresando únicamente á los cánlabros y asturianos. Ix) mismo hizo Dion Casio. Lo cierto es que ninguna de eslas regiones Galicia, Astúrias y Caniábria, tenía dependencia entre sí ni confederación; y aunque conviniesen en el abor­ recimiento dcl romano, nadie debe inferir de aquí que las tres provincias dc Vizcaya fuesen verdaderamenle cantá­ bricas; así eomo la guerra mencionada no prueba que cl gallego ó ei asturiano perteneció ^ la Caniábria, porque eo guerra y en paz eran gentes ó regiones diversas coo terrilorios propios y límiícs diversos, á que debe mirarse para atribuir á cada una lo suyo: al cántabro lo de su ter­ ritorio, al asturiano lo respectivo, y lo mismo al gallego. 348. Para los autrigones (que subían hasta la cosía de Hilbao) hay razoQ particular dc que oo estaban aliados con los cántabros; pues sabemos que ei motivo de la guerra provino de las hostilidades del cántabro contra su confi­ nante el autrigon. Pues ¿coo qué fundamenlo puede decir­ se aliado con cl cántabro si éste le andaba persiguiendo? Y si el autrigon no era confederado con cl cántabro confinan­ te, ¿cómo lo seria el várdulo y vaseon de Guipu/xoa y Na­ varra? Si asi' fuera, ei várdulo y cánlabro perscguirian por dos costados al autrigon que tenían en medio. Pero ¿quién La oido tal cosa? ¿Ni quién ha leido al várduio, carisio ó vDSCon mezclado en la guerra dcl cántabro coatta Augus­ to? Y si nadie nombra tales gentes, ¿ p o r qué las hemos de poner nosotros entre los cánlabros? Él autrlgoo, que esta­ os b a en medio, era invadido por el cántabro; lué^o q o eran aliados; y cou esto se muestra no es del caso el ejemplar de Ilolauda, donde obraban los rebeldes como Provincias unidas: acá la suma desunión y ei persc^ir uno ^ o tro su vecino, ó el DO darle socorro en las urg’cncias, impide que a d m i í a m o s la alianza mencionada; que tampoco se prueba por Strabon, qw i debe entenderse de los afiturianos confi­ nantes cou ei cántabro, y expresamente mencionados entre lofi rendidos por Auffusto; ni por los Comentarios del Cé­ s ar ó por la sátira del poeta Juvenal, como mostramos ar« rib a. 349. Epiioíjando lo dicho, resulta que el cántabro tu­ vo sn territorio propio mediterráneo y litoral con muchas fortalezas labradas por mano de Dios, cn montanas bien for­ tificadas por naturaleza y por valor de los naturales; con lao notable extensión que el mismo arzobispo Marca reco­ noció se necesitaban dos dias de jornada iiara atravesar cl ámbito del Mediodía á Norte, y tres para el que hay des­ de Oriente á Poniente; y aon creo es más el espacio desde cerca de Bilbao ai hmite de Asturias y desde Sautander á las fuentes que Plmio expresó cu la Cantabria, por los im- pediméDtos de los montes y rios, en cuyo territorio tenía d cántabro, demas de las ciudades y poblaciones expresa­ das por los historiadores y ^ ^ rafo s, otras que no refi­ rieron por la aspereza de nombres 6 por desafección á ios cántabros. Tenían también tres puertos expresados por Plinio. Strabon los ensancha por el Ebro, rio abajo hasta cerca de Miranda, por donde dice coutinaban con ios be- rones de la Kioja (y por tanto los beroaes estaban fuera de la Cantabria antigua, aunque despues suena allí el nombre de Cantábria). Este es un espacio cuadrilongo que aun hoy tiene innumerables poblaciones, y algunas muy notables; siendo así qne el vecindario de Espaí^a es hoy un despo­ blado en comparación de lo antiguo, er> que sabemos po- Día UDQ sola región tantos millares d e soldados cuantos di- ficullosaraente pondrá hoy media España. Fuera de aque­ llos límites quedaba cuanto hay desde cerca d c B ilbao ai Pirineo, en cuyo espacio vivíao los autrigones, los várdu­ los y vascones, que bajaban mucho do Norte á Mediodía. Y si u n a sola ciudad bastó para terror de los romanos (eo­ mo sc vio en Numancia), oo liay que fati^rse en congo- turas ó ponderaciones para e l cuidado que los cáolabros d ie ro Q al emperador Augusto, sin occcsilar agregarles la Vizcaya, la cual (si es firme lo referido) era tan diversa de la Cantábria cooio las Astúrias y Galicia. APENDICE.

ÓBDBN CON tiUEf PTOLOMEO KOMBKA LAS BEQIONBS

PERTENECIENTES A ESTE LIBRO.

E o v\ sifiiiiem p va e! tollo sf««RO y M xoo í la brgt, con ^ lío s de loQf^tad

« latitucl, j ccm el nupa.

M*0T iftí €9H ns 9epteH fri^u9e9

PÍ'ÜICOKVM CAfÜSTORUM

Flaviouavia. I>eve fl. ostia.

N#»li flu m . ostia. I YARDVLORVM

C.4NTA BRORV M MCUOSCO. Ncegauficaia) fl. OBt.

VASCONVSf

A \ TUIGONVM M e n l a s c i 1 Í. O g t,

Nema fl, ost. Oeaso civitas.

Flavicbriga. ' OeasoProm. Pyrenes.

Por aáentf^o.

Orientalía autem Asturie te- Argencmescum.

nent Vadinia.

CANTABA, VoUica,

In qoibu« civitutes medí- Cainaiica.

terraneoi J ulíobriga,

Cóncana. Monsca.

Oetüviolca. Sub his MVRBOGI, partem autrigonibus, quos hl quibuA cìvitatcs mé<ìius interfiiit fiuvius, (ad- BraTum. jacetit voraus SoIìb ortum Siflaraca. Dcobrigula. O A n i S T I , Ambisna, Et civitatea mediterrane® Setisacun'. Suestasium. Orieutalicires auteoi his ot Tullica, ('antabris suBt AVTR1G0« Velia. N E S, ifi quibua civitatCB His vero magia orioutales metìiterrauecD SUTlt TTxamabarca. Segiüâinon'culntû. VARnVLI, Burvesea. Kt ci vît. mediterranee Antecuia. ijrebda. Beobriga. Gabalæca. V«ndelia. T uloniuiü.

SalioQCd. A l b a . Sogontia paramica. Sub Autrigcìnibus topo Tritium tnboricum. BTOONK, Tabnca.

In qnibus cmtates P o st h o s autom l'ritium mi^taJum. V.OHWNES, OUba, In quibuÄ civitates medì- Varia, tcrranc«3 Iturisa. Iter Iberujn 11. et Pyrcnes Pompelon etc. INDIGR

BE LAS COSAR MÁS NOTABLES DE ESTA UISBRTAQON.

A g r i p a , l e g a d o d o A a g u g t o ...... « W

A l a v a , p r o T Í n d a ...... 1 0 1 , 1 8 4

A l b a e n A l a v a ......

A l d a b a , s i t i o ...... ^

A l m a d r e ñ a s , c a l z a d o ...... Alotñg^üft......

A m a y a ...... 4 1 , ) 8 0

A m a n o , p u e r t o ...... 1 7 , 1 1 3

A m o c a , l u g * a r ......

. A n n i b a l c o n t r e p a o s e s p a ñ o l a s ...... - 7 5 , 1 5 0

.Aquitania, 93. M al puesta por Jacetania. . . . , , 130

A r a c i i l o . 3 2 . S u s i t u a c i ó n ...... 4 7

A r a d i l l o s , l u g a r ...... 4 7

A r í ? e u o m c í K ’. u i n y o r g e n o m e s c o s ...... 5 2 y 6 i )

A r m a d a c o n t r a l o s c á n t a b r o s . 1 ) 3 y s i g ......

A r t a b T o a ......

A s t ó r i a B ...... 0 1 . 1 0 6 , 1 9 3 . 1 9 4

A t e n e o , ......

A u c a , c i i i d a i l ......

A u g u s t a , l e g i ó n ...... ^

Augusto, emperador. la guerra do los cánta­

b r o s . 3 1 E n f e r m ó e n T a r r a g o n a ...... 3 1

A u t r i g o n e s ...... 7 , 1 4 , 4 3 , 9 0 , 1 9 3

B a r d i e t a . ^ ......

Bélgica, ciudad. 32. S u situación ...... 4 6 , 7 1

Beron(\s de la liií^a. 6 , 149. Deaccndian dc los cel­

t a s , 1 5 0 . S u s c i u d a d e s , 1 5 3 y s i g ...... l í ^ ^

n e y z a m a ...... 4 2 . 4 4

B i l b a o , - ...... 1 4 - 1 0 , 1 7

B l e n d i o , p u e r t o ...... 1 6 , 5 3 R r a u l i o ( S a n ) ...... 1 4 3 , 1 8 1

i r r i g a ...... 6 1

B r i g a n o i a ...... 6 0

B r i v i e s c a , S u s i t u a c i ó n a n t i ^ a ...... I 7 : í

C a b a r ^ . m o n t e ...... a o

C a l a h o r r a ...... 1 5 4

C a m á r i c a , l u g a r ...... 7 0

Cantábria y cántabros. Su limito por el M ediodía. U.

Por lafiosta septentrional, 6. Süíi puertos. 1 5 , 5 1 .

Motivo de la guerra do A ugusto , 31. 90» y l ^ . ¿Bn

qué tiem po fu6í 32. Siguió cl partido dc Pompe-

yo. 62- Sq.9 ciudades. 51 y aíg. Costa C a n t á f y r i ’

c a , toda la del Norte. 87. Nom bre de cántabros

fuera de sus lím ites, 88. Si faeron vencidos^ 1 0 1 .

Si no hubieran iuqxdtjtado á otros, hubieran que­

dado libres. 108, Sus costum bres antiguas. 127.

Su barbarie y íiereza. 128. Sus arm as. 133. Si

adoraron la Cruz en cl gentilismo? 140. Cantá­

bria HQ segundo estado- 142. Cantábria en la

Bioja. 143, 146. Junto á León. I4S, 158. Dila­

tación de la Cantábria. 194. Su nom bre errado eu

c l l t i n e r a r i o ...... 1 7 8

Cantábria, lugar, 146 y 1 8 1 , Duques de Cantabria. 186

C a n t a b r i a n o e n P o r t u g a l . . . - ...... 1 4 7

C á n t a b r o , R i g n o m i l i t a r ...... 1 3 8

C a n t a e l p i n o y í ’ a n t a l a p i e d r a ...... 1 4 4

C á p o r o B d e G a l i c i a ...... 7

C a r i s t o s ...... 6 , 1 7

C a s a u b o n ...... 1 2 9

C a u n o . m o n t e ...... i r , O

C i u d a d - R o d r i g o ...... 1 7 0

Cohorte gálica, lugar, 59. Cohortes puestas on la

E s p a ñ a b o r e a l ...... 1 0 3

C o n c a n a , c i u d a d ...... ( i 4

C o n i s c ^ « , c á n t a b r o s ...... ( 5 , 2 J 3 . 6 7 , 1 5 2

C - í r c o g a c o n e s p a ñ o l e ? ...... 1 2 6

Curgionios, ó c n r g o n i o s ...... 3 5 Decretal dcl papa San Hilario declarada, . . . 103, 170 Deva. rio...... 16, 22. 168 Dion Casio...... 31, 102 D o rali^ ...... 112 Ebro, rio. Su nacimiento cn Cantabria. 3, Na- TegablQ (losde el m arliasta Logroiio...... 17r> Elefentc cnpiddra de Durango...... 112 Emio...... 44 Españoles dominados de otros por desunido». 122, 192, Su mucha poblacion antigua. , ...... 194 Espinosa de los Monteros...... 56, 72 E sta n d a rte ...... 141 Estrabon. V, Siraóon...... • • • Estuario entre Astúrias y Cn Augusta. 34. Lej^on C ü a r ta , lu g ar...... 59 Lengua vascongada. 115. La antigua celtibérica duraba en tiempo de Augusto- 116. La gallega. 119. Si la-vascongada faé cantábrica. 119 y eig. Diversos idiomafl en España...... 121 I.eovigildo, rey ...... l^^ Libia, lu g ar...... 171 Livio...... 1^1 Lúculo, cónsul...... l^^ M agrada...... ^ Marea (Pedro de)...... ^ ,1 9 1 Medulio, m onte...... 32, 4y, 193 Mela, ga>grafo...... ^ ...... ^ ...... Miqaeldi. su elefante...... M¿ Pamplon»...... 4Ü Pancirolo, impugnado...... 63 Pomiles dc Cantábria...... 129 Pésicos, no fnerort cántal>ros...... 9 Pletauros...... 25 Plinio, cu limitBF de los cántabros...... 15 riom o uegro dc Cantábria...... 87 Prado« cautábricos...... 57 Ptoiomeo, mal corregido por Larramendi. 7. Su au­ toridad. 0. El m&é indÍTÍdual on lím ite dc r^ giones. 15. Nombró á Seffisfíitwn- 37, Orden de regioncjs en la sta boreal...... 197 Puerto dc la Victoria...... 51 RatouCR. plaga eu la Cantábria...... »4, 97 Eegion y pueblo...... BO, 152 Reinosa, villa...... 3, 66 Rcmclluri. fné la antigua Oliba...... 173 Rctortillo, sitio dc Juliobriga...... 56 Rioja, SiiR ciudades antiguas, 153. Cuándo empezó á dceirsc Cantábria?...... 181 Rodilla, lugar...... 165 Rucones ¿quiénes fueron?...... 182 Salía, rio...... 79 Santander...... 6, 53 Santoña. puerto...... 54, 55 Se¿«imón, pueblo, S6. Plaza de armas en la guerra can táb rica...... 40 Saurio, Rio...... 2a S fteva...... 133 Segeeamuoclo, lug^v. 39. Su situación...... 174 S é n e c a ...... 125, 126 Sicambros...... 102 Silio Itálico...... 75,131 SomorprtRtPO, m onte...... 7, 18 Sota, im pugnado...... 68, 145 Stephano (Enr.)...... 129,169 Stéphano áe U rfñ b u í...... I7í> Stralton; no puso la Cantábria cn Vizcaya, 25 7 sig. Explicado sobre el pueblo T%iUi...... 24 Suances, puerto...... »>4 TamárioaR, fuentes. 4. L ugar...... 70 Tirón, rio...... 173 Trieio Metalo, 158. Su situación. 161. Otro de los autrigonoa. 164. Tubópico...... 167 Tuíbí, ciudad...... 24 Turmtigos...... 35 Vaceos...... 3.>, 77, 135 Vadinia, ciudad...... 48, 70 V irdnlí«. 6 , 16, Famosos en Mela...... 22, 78, 91 Varéa ¡onto á Logroño...... 174 Varia, cindad de los beronea...... 23, 174 VasconOH, no mencionados en Mela. ^2. No fueron cántabros...... 100, 131, 154 Vapcones en la Kioja...... 185 Vasc