Pdf Cervantes Y El Teatro De Lope De Vega / Manuel Fernández Nieto
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CERVANTES Y EL TEATRO DE LOPE DE VEGA Manuel FERNÁNDEZ NIETO Universidad Complutense Miguel de Cervantes desde el momento de su llegada del cautiverio en Argel, en 1580, pretende obtener algún cargo en la administración pública que le recompense de sus años de milicia. En Madrid es posible que, recordando su paso por el Estudio de la Villa, visitase al maestro López de Hoyos y se reuniese con sus antiguos colegas, los escritores Pedro Laynez, Luis Gálvez de Montalvo, Juan Rufo y Gabriel Maldonado. Tanto su situación personal como familiar es de lo más apurada y en la capital ni siquiera se halla la corte, puesto que Felipe II ha marchado a Portugal para ceñir la corona de este reino, tras la muerte del rey don Sebastián. Allí acude Cervantes para reclamar una recompensa a los servicios prestados, y todo lo que consigue es una misión en Orán en el verano de 1581. En 1582 sigue recorriendo las calles madrileñas para encontrar reconocimiento a sus méritos de soldado y un medio para su sustento. El 17 de febrero está fechada una carta del escritor dirigida al secretario del rey, don Antonio de Eraso, en la cual nos informa de que no le ha sido concedido un cargo en América, previamente solicitado, y añade: «en el ínterin me entretengo en criar a Galatea, que es el libro que dije a vuestra merced que estaba componiendo. En estando algo crecida, irá a besar a vuestra merced las manos y a recibir la corrección y enmienda que yo no le habré sabido dar»1. En el Quijote (I, cap. VI) se refiere a este momento de su vida cuando en el escrutinio de la librería del hidalgo manchego dice: Pero ¿qué libro es ese que está junto a él? —La Galatea de Miguel de Cervantes —dijo el barbero. —Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos... Ciertamente era muy dedichada la situación del escritor en los años posteriores a su regreso por lo que, al no conseguir ninguna comisión pública, vuelve a su antigua ocupación literaria. Durante estos meses, además de trabajar en su primera novela, escribe una serie de poemas para los preliminares de varios libros de autores amigos, con los que quizá coincidiese en alguna de 1 Luis Astrana Marín, Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra, Madrid, Instituto Editorial Reus, 1956, VI, págs. 511-521. 580 MANUEL FERNÁNDEZ NIETO las academias de entonces. Sabemos que mantiene una buena relación con Pedro Laynez, nombrado censor oficial, con Francisco de Figueroa cuyas composiciones cita en La Galatea, con Adán Vivalvo, elogiado en el Canto de Calíope, incluido en la misma obra, y con otros autores como Luis Gálvez de Montalvo, Luis Vargas Manrique y Gabriel López de Maldonado que se encargaron de escribir los versos iniciales del relato pastoril cervantino. Por estas fechas debió conocer al joven Lope de Vega pues ambos publican sendos poemas para los preliminares del Jardín espiritual, de Fray Pedro de Padilla (Madrid, 1585). Miguel de Cervantes y Lope debieron mantener buenas relaciones entre 1584 y 1600, aproximadamente, como se puede observar a través los textos que se dedicaron alternativamen te: alabanzas cervantinas en el Canto de Calíope de La Galatea y en un soneto en honor de La Dragontea y los lopianos elogios en correspondencia de La Arcadia y La Dorotea, obra que, aunque publicada en 1632, quizás fuera empezada a redactar hacia 1588; precisamente en esta fecha es cuando Lope sale desterrado de Madrid por haber escrito unos libelos contra la familia de su amante, la actriz Elena Osorio, y prueba de la relación entre los dos escritores puede ser la deposición de uno de los testigos del proceso, Amaro Benítez, quien comenta que cuando Luis de Vargas Manrique leyó los versos infamatorios dijo: «este romance es del estilo de quatto o cinco que solos lo podrán hacer; que podrá ser de Liñan y no está aquí, y de Cervantes y no está aquí, pues mío no es, puede ser de Vivar o de Lope de Vega»2. En efecto, cuando sucede todo el proceso de la familia Velázquez-Osorio contra Lope, Miguel de Cervantes está por Andalucía desempeñando la ingrata labor de comisario de abastecimientos, tarera que le alejará de la vida diaria de la corte durante casi veinte años, aunque con intermitentes visitas tanto a Madrid como a Toledo y Esquivias, donde residía su esposa. Pero antes de decidirse por este oficio ajeno a la literatura, Cervantes probó fortuna en el teatro, el único género que entonces permitía obtener ingresos económicos de inmediato. Los diez años en que el escritor permaneció fuera de su patria fueron decisivos para la escena española; las representaciones de obras dramáticas se convirtieron en una actividad constante, pasando a ser el entretenimiento más popular de la corte. Los actores se organizaron en compañías estables que para desarrollar su arte y satisfacer los deseos de los numerosos espectadores, asistentes asiduos de los nuevos locales destinados en exclusiva a montajes teatrales, solicitan incesantemente a los poetas que les escriban obras. Tiempo después, en 1615, en el prólogo al libro donde recoge sus ocho comedias y entremeses, Cervantes alude a este primer momento del teatro español y a sus primeros pasos como autor de comedias cuando, tras esbozar una pequeña historia de la escena, dice; Y esto es verdad que no se me puede contradecir, y aquí entra el salir yo de los límites de mi llaneza: que se vieron en los teatros de Madrid representar Los tratos de Argel que yo compuse; La destruicion de Numancia y La batalla naval, donde me atreví a reducir las comedias a tres jornadas, de cinco que tenían; mostré, o, por mejor decir, fui el primero que representase las imaginaciones y los pensamientos escondi dos del alma, sacando figuras morales al teatro, con general y gustoso aplauso de los oyentes; compuse en este tiempo hasta veinte comedias, o treinta, que todas ellas se recitaron sin que se les ofreciese ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza; corrieron su carrera sin silbos, gritas ni barahúndas. Tuve otras cosas en qué ocupar me; dejé la pluma y las comedias...3 2 Américo Castro y Hugo A. Rennert, Vida de Lope de Vega , Salamanca, Anaya, 1969, pág. 394. 3 Miguel de Cervantes, La gran sultana. El laberinto de amor, Edic., introd. y notas de Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey Hazas, Madrid, Alianza, 1998, (Cervantes Completo, XV), pág. 12. Cervantes y el teatro de Lope de Vega 581 Es cierto que durante estos años a los que alude Cervantes, de 1582 a 1587, la actividad teatral de la corte se había desarrollado de forma extraordinaria; se calcula que existían en este momento cerca de treinta compañías, algunas de ellas venidas de Italia, y aunque ignoramos el conjunto de obras representadas entonces, conocemos, en cambio, los escritores preferidos por los autores de comedias, como se denominaba a los directores, y por el público según la relación que nos ofrece Miguel en el citado prólogo de su libro Ocho comedias y ocho entreme ses nuevos nunca representados. En éste, escrito al final de su vida, se refiere a sus recuerdos como espectador y a su experiencia como dramaturgo antes de la llegada a la escena de Lope de Vega. Dice «haber visto representar a Lope de Rueda, varón insigne en la representación y en el entendimiento [...] fue admirable en la poesía pastoril, y en este modo, ni entonces ni después acá ninguno le ha llevado ventaja; [...] En el tiempo deste célebre español, todos los aparatos de un autor de comedias se encerraban en un costal y se cifraban en cuatro pellicos blancos guarnecidos de guardamecí dorado y en cuatro barbas y cabelleras y cuatro cayados, poco más o menos. Las comedias eran unos coloquios, como églogas, entre dos o tres pastores y alguna pastora; aderezábanlas y dilatabánlas con dos o tres entremeses, ya de negra, ya de rufián, ya de bobo, ya de vizcaíno: que todas estas cuatro figuras y otras muchas hacía el tal Lope con la mayor excelencia y propiedad que pudiera imaginarse. No había en aquel tiempo tramoyas, ni desafíos de moros y cristianos, a pie ni a caballo; no había figura que saliese o pareciese salir del centro de la tierra por lo hueco del teatro, al cual componían cuatro bancos en cuadro y cuatro o seis tablas encima, con que se levantaba del suelo cuatro palmos; ni menos bajaban del cielo nubes con ángeles o con almas. El adorno del teatro era una manta vieja, tirada con dos cordeles de una parte a otra, que hacía lo que llaman vestuario, detrás de la cual estaban los músicos, cantando sin guitarra algún romance antiguo...»4 Aparte del reconocimiento especial a Lope de Rueda y a la simpleza de aquellas represen taciones, cita también Cervantes como precursores del teatro español a Navarro, Alonso Remón, Miguel Sánchez, Antonio Mira de Amescua, el canónigo Tàrrega, Guillén de Castro, Gaspar de Aguilar, Luis Vélez de Guevara, Antonio Galarza y Gaspar de Ávila. Lo curioso es que tan numerosa relación de autores se hace para precisar que la extensa obra dramática de Lope de Vega, a quien no duda en calificar como monstruo de naturaleza, no hubiera sido posible sin los tanteos previos de estos otros dramaturgos entre los que él mismo se incluye. Porque, efectivamente, las primeras comedias cervantinas se debieron representar muy poco antes de que el gran Lope de Vega se alzara con la monarquía cómica, éste, además, tal como Miguel dice en el prólogo a sus comedias con no poco sarcasmo: «avasalló y puso debajo de su jurisdicción a todos los farsantes; llenó el mundo de comedias propias, felices y bien razonadas, y tantas que pasan de diez mil pliegos los que tiene escritos, y todas, que es una de las mayores cosas que puede decirse, las ha visto representar u oído decir por lo menos que se han representado»5.