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LA GITANILLA ( I)

ÍNDICE

ESTUDIO INTRODUCTORIO 4 Análisis contextual de la novela, “”, de Miguel de Cervantes Saavedra 4 Lugar y tiempo 7 Personajes 7 Temas 7 Argumento 8 Estructura 8 Conclusión de la Novela 11 La gitanilla 11 Prólogo a La Gitanilla de Cervantes 16 La Gitanilla 21 APÉNDICES 71 Hacia un análisis discursivo de la gitanilla de Miguel de Cervantes 71 1. DESCRIPCIÓN DE LA ESTRUCTURA ENUNCIATIVA DEL TEXTO 72 2. ORGANIZACIÓN TEMÁTICA E IDEOLÓGICA DEL DISCURSO 74 3. CONSIDERACIONES FINALES 90 BIBLIOGRAFÍA 90 Discurso social y discurso individual en La gitanilla 91 viejos y gitanos nuevos: los grupos sociales en La gitanilla 98 Gitanos y payos. Dos mundos y dos ideas sobre la libertad en La gitanilla 108 1. El conocimiento del mundo gitano. Una cuestión de familia en Miguel de Cervantes 108 2. Preciosa, "La Gitanilla": encuentro y contraposición de dos mundos 111 3. Verdad y libertad, piedras de contraste de los dos mundos 112 4. Un peculiar aspecto de la libertad gitana: maltrato de la mujer 115 La idea de identidad y cohesión social en La Gitanilla 116 Hipótesis 116 Desarrollo 117 Las mujeres 120 Conclusión 122 Bibliografía 124

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Marginalidad en las Novelas Ejemplares: La gitanilla 124 De economías y linajes en "La Gitanilla" 134 Cervantes y el hampa: paseo por la lengua de los bajos fondos 142 Cervantes, La gitanilla y los gitanos 150 INTRODUCCIÓN 150 1. CERVANTES: CUESTIONES PREVIAS 151 2. LA GITANILLA EN SU CONTEXTO 152 3. EL PUEBLO GITANO 155 4. LA CUESTIÓN GITANA EN ESPAÑA 157 5. LA CUESTIÓN GITANA EN RUMANÍA: UN CASO REPRESENTATIVO 158 6. NUEVOS RETOS Y ACTITUDES PARA UN PROBLEMA ÉTNICO COMÚN 159 CONCLUSIÓN 160 BIBLIOGRAFÍA 161 El poder de la palabra y el dinero en La gitanilla 162 Cervantes retórico: genera oratoria y compositio en La gitanilla 168 La buenaventura de Preciosa 185 The Spanish Student y La Gitanilla: del convencionalismo a la rebeldía. 204 Viajes y viajeros en las Novelas ejemplares: movimiento y alteridad en La gitanilla 213 Una prima gitana de miguel de Cervantes 221 Innovación estética del retrato en la gitanilla 225 Knowledge (scientia), Fiction, and the Other in Cervantes’s La Gitanilla 235 Inverting the Paradigm: Preciosa's Problematic Exemplarity 246 Tensión y contraste: mundos contrapuestos en La Gitanilla 260 Encuentro y coexistencia de dos sociedades en el siglo de oro La Gitanilla de Miguel de Cervantes 265 Eros y Dineros. Fetichización en 'La gitanilla' 275 Bibliografía 283 La gitanilla in France: From Page to Stage 283 LA PRECIOSA DE FRANCE 284 TRANSLATION/ADAPTATION 285 La Gitanilla y The Bohemian Girl: La trayectoria musical de un tema cervantino 293 Introducción 293 Sevilla, punto de encuentro 294 La Gitanilla de Cervantes 295 The Bohemian Girl de Balfe: éxito, olvido y resurgimiento 297 Arline y Preciosa 300

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Consideraciones finales 301 Referencias bibliográficas y hemerográficas 302 Precious Exchanges: The Poetics of Desire, Power, and Reciprocity in Cervantes's La gitanilla 303 I. Theories and Orders of Exchange 303 II. The Abuela, Juan, Gypsies and Nobles: The Economy of Utility and Pleasure 304 III. Gypsy Nobles, Noble Gypsies and Preciosa: The Economy and Poetics of Amity 308 Works Cited 315 Sobre el origen de la atribución errónea de la gitanilla a Juan Pérez de Montalbán 317 La identidad y el estereotipo en “La gitanilla”: 318 Obras citadas 326

ESTUDIO INTRODUCTORIO Análisis contextual de la novela, “La gitanilla”, de Miguel de Cervantes Saavedra

El tema principal de La gitanilla es la diferencia entre la sociedad española y la comunidad gitana, especialmente sobre la libertad moral, la nobleza espiritual, y el amor. Cervantes ilustra las características nobles, también a veces las imperfecciones, de la alta sociedad por escribir una novela que presta mucha atención al mundo bajo de los gitanos. De un estudio de las Novelas Ejemplares, el crítico dice, Of all of Cervantes’s romances… none is more directly and complexly involved with the historical reality of Cervantes’s time than La gitanilla, and none is more concerned with adapting the conventions of the genre —its ideal worlds and their demonic counterparts, its utopian narrative thrust— to an analytical engagement with problems of the real social and political worlds confronting the author (Forcione 95). En general, …the symbolic function of the description of the Gypsy society at the center of the work is all-important in the total design of the novella (184). Preciosa es la protagonista de la primera novela ejemplar y ella funciona como un puente entre la sociedad aristocrática y la comunidad gitana. A pesar de su crianza como una gitana, Preciosa se sale de lo común. El narrador insiste en que «los gitanos y gitanas nacieron en el mundo para ser ladrones», pero ella es alguien especial. Incongruentemente con su identidad de ser la gitanilla, Preciosa tiene fama para su belleza, ingenio, y gracia. Es como si ella no encajara en la sociedad de los gitanos. El personaje de Preciosa es un poco extraño en el contexto del mundo de los gitanos. La apariencia impresionada y el carácter irreprochable de ella sugieren que Preciosa es «nacida de mayores prendas que de gitana.» A la primera entrada de Preciosa, la gente general responde en varias maneras. Algunos reconocen el carisma y los talentos de ella. Aún ella recibe un gran elogio en que ella puede ser en realidad de sangre noble. Sin embargo hay otras personas que tienen una actitud cínica. Ellos dicen que el carisma de Preciosa es peligroso porque atrapando los [4] corazones va a ser más fácil para ella. Este tipo de comentario público refleja la actitud de desaprobación y desconfianza sobre los gitanos en general. Porque ella es parte del mundo gitano —un mundo lleno de ladrones y pícaros, la sociedad cristiana de España no la aprueba. Es obvio que hay una distinción clara entre el mundo de los gitanos y la sociedad cristiana de la aristocracia española. El tiniente es alguien que tiene una posición alta en la sociedad aristocrática y su opinión de los gitanos en general es bastante mala. El comportamiento picaresco de los gitanos no se lleva bien con la sociedad cristiana de la aristocracia. Aunque el tiniente está impresionado por Preciosa, él no aprueba a los gitanos en general como personas respetables. Él los relaciona con el Diablo. Aquí Andrés deja claro que hay una gran distinción sobre la posición socio-económica entre la aristocracia española y los gitanos. Él se da cuenta de que casarse con una gitanilla no es normal en su posición de caballero. Pero él está tan enamorado de ella que no le importan las restricciones de su sociedad. Cervantes propone que el amor puede superar las diferencias entre las dos sociedades. Aunque la descripción de cómo la sociedad aristocrática en general ve a los gitanos es muy exagerada, podemos ver algo de los prejuicios que los gitanos encuentran en sus vidas diarias. Es verdad que la mayoridad de los gitanos son ladrones, pero necesitamos investigar por qué ellos escogen ser ladrones. Quizás ellos no tienen otras opciones. La discriminación injusta de la sociedad cristiana de la aristocracia española no da el poder para decidir sus papeles en la sociedad para sí mismos. Preciosa muestra que a los gitanos no les falta el orgullo. Claramente, los gitanos tienen reputaciones de ser ladrones pero eso no significa que cada gitano o gitana roba. Preciosa, por ejemplo, gana el dinero por medio de cantar y adivinar las fortunas. Cervantes posiblemente está hablando sobre la intolerancia y la inflexibilidad de la sociedad cristiana de la aristocracia española. Los gitanos son seres humanos también y algunos de ellos puede tener las virtudes que la aristocracia cree solamente pertenece a los miembros de su sociedad alta. Los códigos morales son muy diferentes entre la aristocracia española y los gitanos. Andrés quiere matar la mula porque tiene miedo de ser descubierto. Si creemos que Cervantes comparte la perspectiva negativa de la aristocracia sobre los gitanos, nosotros podemos descartar la idea que los gitanos pueden ser más nobles de una manera porque ellos creen que matar un inocente es un pecado grande. Podemos creer que el gitano actúa en esa manera por avaricia. Pero si nos permitimos tener en cuenta otra interpretación, podemos decidir que Andrés es un poco imprudente en este episodio. A él, no le importa la mula porque es solamente un objeto material que ha comprado. En contraste, los gitanos saben cómo valorar mucho lo que a la aristocracia no le importa. La vida de un animal es importante porque es una manera para mejorar la vida colectiva de los gitanos. La aristocracia cree que su código moral es superior, pero Cervantes está diciendo que la distinción no puede ser tan clara. La moral de la aristocracia no es impecable y algunas veces, los gitanos también tienen razón. El viejo gitano explica a Andrés cómo funciona el mundo de los gitanos. En contraste con la sociedad aristocrática, observamos que el mundo de los gitanos es una existencia colectiva y que ellos ponen el énfasis en reconocer los instintos naturales de los seres

[5] humanos. Un ejemplo es la libertad en el amor de los gitanos. Aunque ellos pueden tener relaciones que son puramente de deseo y no de amor cortés como la aristocracia, los gitanos guardan «inviolablemente la ley de la amistad.» Todos en la comunidad gitana tienen que respetar a los otros miembros. La comunidad aparece más coherente que la sociedad aristocrática. Esto es encomiable, pero el castigo por transgredir las leyes es siniestro, que lo es la falta de la vida. Un gitano no puede suplicar a un poder superior. Sin lugar a dudas, hay algo primitivo en la manera en que los gitanos viven. También podemos ver que hay algo de la vitalidad que no encontramos en la rigidez fría de la sociedad cristiana de la aristocracia española. Cervantes propone que las libertades del mundo gitano no están exentas de consecuencias. Andrés tiene que observar las leyes y poner «todo debajo del yugo.» Andrés probablemente va a sentirse confuso ante el código moral de los gitanos porque es muy diferente del que observa la sociedad aristocrática. Cervantes crea un mundo ideal y exótico cuando describe la vida de los gitanos. Es verdad que los gitanos son «gente que [viven] por [su] industria y pico,» pero es interesante que el tono del viejo gitano pinta una imagen más noble de los gitanos de la que estamos acostumbrados. Él dice, «tenemos lo que queremos, pues nos contentamos con lo que tenemos.» Esta oración es irónica porque los gitanos roban las pertenencias de otras personas para vivir. Si ellos verdaderamente están contentos con la vida que la naturaleza ofrece, no tienen motivación para ser ladrones. Quizás la sociedad cristiana de la aristocracia y la comunidad de los gitanos pueden aprender la una de la otra. Observar los principios fundamentales de la moralidad cristiana —como no debe robar o codiciar algo que pertenece a su vecino— es bueno. Las libertades y la vitalidad de la vida gitana, también, no son malas en principio. Aunque Don Juan toma el traje de gitano como Andrés, no puede adoptar todas las costumbres de los gitanos. Él descubre que no quiere robar porque a causa de «su buena sangre.» Andrés no lo puede porque «se le [arranca] a él el alma.» Finalmente, él decide comprar cosas de valor con su propio dinero y finge que se las roba a otras personas. Al final, él no puede ignorar a un soldado que insulta su honor y lo mata. Estos ejemplos son importantes con respeto al tema central porque su sangre noble se muestra a pesar de sus acciones para llegar a ser un gitano por dos años. Al final de la novela, se muestra que la sociedad aristocrática triunfa sobre la comunidad gitana. Nosotros descubrimos que Preciosa siempre ha sido la hija del Corregidor y una mujer de sangre noble. Pero necesitamos tener en cuenta que el público que lee las obras de Cervantes están familiarizaos con la tradición de los romances y los cuentos pastorales. No es problemático que Don Juan se case con Preciosa. Porque ella es «su iguala en el amor,» puede ser la «legitima consorte» de un caballero (111). Y el público probablemente anticipa un final como este. En el texto de La gitanilla, notamos que Cervantes, like many other important thinkers and writers of the Renaissance who were sensitive to the multiplicity and relativity of truth… was very fond of paradoxical expression. (Forcione 185). Él nos demuestra las faltas de las dos sociedades y la resolución es algo extraña en que no está de acuerdo con la tendencia satírica del resto del texto. Tal vez el clímax y el

[6] desenlace es más el esfuerzo de Cervantes para conformar a las tradiciones conservadoras que una declaración de su opinión. Lugar y tiempo España, Los acontecimientos se dan en el siglo XVII en España, concretamente en las ciudades de Madrid y Murcia principalmente. Llegada de preciosa a Madrid a la edad de 15 años. Se marchan a Toledo ya que el joven Andrés teme ser reconocido en Madrid. Pasan por Extremadura y la Mancha hasta llegar a Murcia de donde son los padres de Preciosa Personajes La gitanilla o Preciosa [Constanza] Es una gitana (muy hermosa), es la protagonista de esta historia. Pertenece a la más baja categoría social y es, la que paradójicamente, pone las condiciones al noble. Se puede apreciar que es una joven de gran belleza y encanto, inteligente, atractiva y con la cualidad de encandilar a la gente. Don Juan de Cárcamo (Andrés Caballero) También es excepcional, es un noble rico y perfectamente establecido, capaz de sacrificar su estado social y su estable y plácida vida por el amor de una gitana. noble caballero cegado por el amor, a través de la obra se puede observar que es listo, orgulloso, apasionado y celoso. la vieja gitana, se encarga de educar, criar y proteger a Preciosa en el mundo de los Gitanos. es una anciana de ideas fijas, pero con un gran afán por el dinero y las riquezas y con una conciencia que solo escucha en casos extremos en los que se ve obligada a razonar, como, por ejemplo, en la condena a muerte del noble en la que se ve obligada a razonar La vieja gitana Cristina El paje-poeta, Clemente.

Carducha Es una egocéntrica y egoísta persona pero a la vez es apasionada y amorosa. el padre de Andrés los padres de la gitanilla Temas Tema de la novela: Más que todo se centra en el amor y las clases sociales, pero también compendie al dinero y a los celos. El amor entre preciosa, una gitana, y Andrés, un noble, que vence la diferencias sociales que los separa en esa época.

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El amor si es verdadero puede superarlo todo, como es la diferencia social o económica de esa época o de cualquiera. Tipo de narrador: omnisciente. Tipo de narración: Lineal Argumento Estructura Introducción Sería el principio de la novela, en la cual se nos describe la vida de los gitanos y el inicio de la trama de la obra, estaría comprendida entre el principio y antes de que se dispongan el caballero y su amada a desplazarse a Murcia. Nudo Sería la parte en la que se nos cuenta el amor de Juana la Carducha hacia el caballero, la trampa que esta le tiende para mantenerle cerca, el asesinato del soldado y su entrada en la cárcel por ello, es decir el tramo que comprende entre la maquinación de la trampa y condena a muerte del caballero. Desenlace En el se nos relataría la confesión de la anciana y el final feliz de la obra. Esta novela se enmarca en diferentes contextos que nos ayudan a comprender los referentes del relato, también la ideología y la manera de pensar del autor al escribir La gitanilla. CONTEXTO IDEOLÓGICO Según lo que nos suscita Cervantes al principio de su novela, se puede inferir que posee una ideología costumbrista y étnica, que se refleja en la siguiente cita textual: «Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte.» Otro aspecto ideológico que da a conocer el autor en el texto, es cuando se refiere a la libertad en un fragmento de la historia y tomando como un eje a la protagonista, preciosa. «Estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo, pero no mi alma, que es libre y nació libre, y ha de ser libre en tanto que yo quisiere.» En el texto sobresale una ideología capitalista cuando resalta el valor de preciosa en términos financieros, ya que la misma protagonista aborda la idea en una posición sumamente elevada, de tal forma que su precio no puede considerarse bajo en ninguna circunstancia, ésta afirmación se puede evidenciar cuando Preciosa expresa a Juan Cárcamo que su intercambio no es de consumo gratuito si no de un costo elevado. «Si vos, señor, por sola esta prenda venís, no la habéis de llevar sino atada con las ligaduras y lazos del matrimonio; que si la virginidad se ha de inclinar, ha de ser a este santo yugo; que entonces no sería perderla, sino emplearla en ferias que felices ganancias prometen.»

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CONTEXTO SOCIOCULTURAL En el trascurso de la novela se detallan aspectos que representan la época, como las clases sociales, un ejemplo claro y contundente es la descripción que se hace de los gitanos, y la declaración de amor que hace Juan Cárcamo, pues en aquel siglo la mayoría de jóvenes de alta posición eran más proclives a enamorarse de mujeres de clases sociales bajas. El autor describe la idiosincrasia de los gitanos como de mal ejemplo, pero él hace una salvedad al linaje de Preciosa, ya que la adorna de características perfectas para indicar su pertenencia a una familia noble. «Salió la tal Preciosa la más única bailadora que se hallaba en todo el gitanismo, y la más hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama. Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo, a quien más que otras gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos; y lo que es más, que la crianza tosca en que se criaba no descubría en ella sino ser nacida de mayores prendas que de gitana, porque era en estremo cortés y bien razonada. Y, con todo esto, era algo desenvuelta, pero no de modo que descubriese algún género de deshonestidad; antes, con ser aguda, era tan honesta, que en su presencia no osaba alguna gitana, vieja ni moza, cantar cantares lascivos ni decir palabras no buenas.» El lenguaje que se habla en el texto se puede encarnar en un contexto sociocultural, pues es muy popular como se puede leer en algunos refranes que aparecen en el texto como: «Puede faltar un escudo, por fuerte que sea, que la hechura de un romance” o en palabras de la jerga como, «¡Lástima es que esta mozuela sea gitana!», «¡Dejen crecer a la rapaza, que ella hará de las suyas!», «¡A fe que se va añudando en ella gentil red barredera para pescar corazones!» Cuando Juan Cárcamo decide incorporarse al mundo gitano por el amor que le tiene a Preciosa, se deduce que hubo un cambio de costumbres pues él comienza a colocar en práctica esta forma de vida de los gitanos la cual es diferente a la noble. «Cuando el cielo me dispuso para quererte, Preciosa mía, determiné de hacer por ti cuanto tu voluntad acertase a pedirme, aunque nunca cupo en mi pensamiento que me habías de pedir lo que me pides; pero, pues es tu gusto que el mío al tuyo se ajuste y acomode, cuéntame por gitano desde luego, y haz de mí todas las esperiencias que más quisieres; que siempre me has de hallar el mismo que ahora te significo. Mira cuándo quieres que mude el traje, que yo querría que fuese luego; que, con ocasión de ir a Flandes, engañaré a mis padres y sacaré dineros para gastar algunos días, y serán hasta ocho los que podré tardar en acomodar mi partida.» CONTEXTO HISTÓRICO Comparando la novela de cervantes con un contexto histórico podemos dilucidar una verdad que se dio en España en el siglo XVII, los gitanos no eran queridos, al contrario cualquier ocasión era buena para poder exponerlos a la vergüenza pública, la gitana vieja lo expresa en uno de los apartes del libro, «Las pobres gitanas, y más precian pelarnos y desollarnos a nosotras que aun salteador de caminos». En el texto se hacen exaltaciones a la mujer como un ser libre y capaz dentro de una sociedad machista, la cultura masculina ejercía sobre la femenina un poder que hace que la mujer perciba su naturaleza como condicionada por la sociedad. La mujer no es inferior,

[9] lo que la convierte en alguien inferior es la influencia de la sociedad sobre ella, la percepción que la mujer, la percepción cultural que la mujer va adquiriendo hace que se vaya formando como un ser cambiadizo, resultado de esa consideración inferior que la sociedad tiene de ella. Si la mujer fuera considerada como estable por naturaleza, independientemente de la percepción que de ella se tiene, entonces adquiriría el carácter independiente que le permitiría hablar sin reticencia, para defender su puesto en la sociedad. CONTEXTO MORAL En la novela La gitanilla se le da prioridad a un aspecto de la personalidad de la protagonista, hablando más claramente de la virginidad y de la dignidad cuando Preciosa alude «una sola joya tengo, que la estimo más que a la vida, que es la de mi entereza y virginidad» y esto nos muestra una rectitud moral del personaje, que no se deja llevar por pasiones pasajeras sino que emplea la prudencia. Cuando la gitanilla hace referencia la entereza que posee, trata de dejar en alto su dignidad y su esencia como mujer y persona, es una chica sencilla y pobre, pero afirma que tiene otros dones y capacidades que la hacen ser alguien especial y diferente que merece lucharse y valorarse, el don de la palabra y las acciones que tiene preciosa la hacen ver con mucha madurez e inteligencia a pesar de su corta edad. «Yo, señor caballero, aunque soy gitana pobre y humildemente nacida, tengo un cierto espiritillo fantástico acá dentro, que a grandes cosas me lleva. A mí ni me mueven promesas, ni me desmoronan dádivas, ni me inclinan sumisiones, ni me espantan finezas enamoradas; y, aunque de quince años (que, según la cuenta de mi abuela, para este San Miguel los haré), soy ya vieja en los pensamientos y alcanzo más de aquello que mi edad promete, más por mi buen natural que por la experiencia.» CONTEXTO GEOGRÁFICO En el desarrollo de la historia se habla de diferentes espacios geográficos donde preciosa desencadena algunos hechos primordiales de la novela, estos son Castilla, Madrid, la Mancha, Toledo, y Murcia. «Crióse Preciosa en diversas partes de Castilla, y, a los quince años de su edad, su abuela putativa la volvió a la Corte y a su antiguo rancho, que es adonde ordinariamente le tienen los gitanos, en los campos de Santa Bárbara, pensando en la Corte vender su mercadería, donde todo se compra y todo se vende. Y la primera entrada que hizo Preciosa en Madrid fue un día de Santa Ana, patrona y abogada de la villa, con una danza en que iban ocho gitanas, cuatro ancianas y cuatro muchachas, y un gitano, gran bailarín, que las guiaba. Y, aunque todas iban limpias y bien aderezadas, el aseo de Preciosa era tal, que poco a poco fue enamorando los ojos de cuantos la miraban.» «Otro día les rogó Andrés que mudasen de sitio y se alejasen de Madrid, porque temía ser conocido si allí estaba. Ellos dijeron que ya tenían determinado irse a los montes de Toledo, y desde allí correr y garramar toda la tierra circunvecina.» «Esto contó la gitana vieja, y esto dio por escusa para no ir a Sevilla. Los gitanos, que ya sabían de Andrés Caballero que el mozo traía dineros en cantidad, con facilidad le acogieron en su compañía y se ofrecieron de guardarle y encubrirle todo el tiempo que él quisiese, y determinaron de torcer el camino a mano izquierda y entrarse en la Mancha y en el reino de Murcia». [10]

CONTEXTO BIOGRÁFICO La novela de Cervantes se centra en un hecho que marco de una u otra forma al escritor y que lo llevó a reproducir ciertos elementos de ello en su escrito, La gitanilla, está inspirada en un hecho familiar anterior a su nacimiento; su abuelo paterno estuvo al servicio del Infantado de Guadalajara y sabía que uno de los hijos del aristócrata, apodado El Gitano, era fruto de amores del duque con una hermosa gitana que había bailado ante él a finales del siglo XV. Conclusión de la Novela Esta novela, lejos de ser una crítica a los gitanos, es un elogio, un canto poético a la libertad de la cultura y vida gitana, gracias a la cual los gitanos quedarán integrados en la saga de personajes cómico-folclóricos de la literatura áurea, al margen de la problemática social que representan, para limitarse a protagonizar conductas estereotipadas, siendo su habilidad para embelesar y hurtar, la cualidad que más se destaca. En ella también ha reflejado muy bien la sociedad de la época y, lejos de decepcionarnos, ha conseguido poner de manifiesto toda su capacidad de creación; una novela capaz de entretener, denunciar injusticias, y acercarnos más a una cultura distinta, que no por ser diferente tiene que ser peor. Por lo visto Cervantes siempre asombra con sus originalidades y con su excepcional talento literario, y la muestra está en La gitanilla. La gitanilla Juan Bautista Avalle-Arce

LA GITANILLA, como es bien sabido, forma el pórtico de esa colección de doce novelitas que constituyen las Novelas ejemplares de Cervantes (Madrid: Juan de la Cuesta, 16131). Es preciso indagar los motivos que pueden haber motivado a Cervantes para ponerla como primera muestra de un conjunto que le causaba la íntima satisfacción que rezuman las siguientes palabras del prólogo a la colección: A esto se aplicó mi ingenio, por aquí me lleva mi inclinación, y más que me doy a entender, y es así, que yo soy el primero que he novelado en lengua castellana, que las muchas novelas que en ella andan impresas, todas son traducidas de lenguas extranjeras, y éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas; mi ingenio las engendró, y las parió mi pluma, y van creciendo en los brazos de la imprenta. A mí no me cabe duda que la tipología literaria de los personajes y el tipo de argumento que allí se expone fueron los motivos decisivos para escoger a La gitanilla como primera de la colección, vale decir, como la trampa más indicada para atrapar al ingenuo lector en forma tal que éste ya no pueda dejar las Novelas ejemplares de la mano. Y para explicar esto debo explayarme un poco. Los gitanos habían llegado a España en el siglo XV y la primera fulminación contra ellos data del último año de ese siglo: Real Cédula de los Reyes Católicos para que los egipcianos no anden vagando por el reino, Madrid 4 marzo, 14992. El próximo golpe contra los gitanos cayó en 1539, en pleno reinado del Emperador Carlos V, y se trata de un conato de

1 Resumo en estas páginas algo de la introducción al primer tomo de mi edición de las Novelas ejemplares que publicará a la brevedad la Editorial Castalia de Madrid. 2 Esta Real Cédula fue publicada íntegra por Timoteo Domingo Palacio, Documentos del Archivo General de la villa de Madrid, III (Madrid, 1907), 505-10. [11] expulsión: Real Cédula para que los egipcianos tomen oficio y se asienten, o salgan del reino, Toledo, 24 de mayo 1539. Ya entrado en el siglo XVII la opinión oficial les es unánimemente desfavorable. Sancho de Moncada en su Restauración política de España (Madrid, 1619), el doctor Salazar de Mendoza en el Memorial de un hecho de los gitanos, para informar el ánimo del Rey nuestro señor, de lo mucho que contiene al seruicio de Dios y bien destos Reynos desterrallos de España (Toledo, 1618), Pedro Fernández Navarrete en su Conservación de monarquías (Madrid, 1626), y muchos más, claman y truenan contra los gitanos e invocan contra ellos las más severas medidas. La historia política de aquellos siglos nos presenta un frente sólido y severo contra los gitanos3. La historia literaria, sin embargo, se ofrece pronta a plasmar en tipo literario al gitano, pero esto es en la primera mitad del siglo XVI. Gitanos y gitanas aparecen con frecuencia en el teatro de Gil Vicente, Diego de Negueruela, Lope de Rueda, Juan de Timoneda, y presentados hasta con cierta simpatía4. Pero, tras los rigorismos étnicos y religiosos que caracterizan el reinado de Felipe II, para la época de las Novelas ejemplares la literatura amena ha formado cerrada falange contra la gitanería. Basta repasar el Marcos de Obregón (Madrid, 1618) de Vicente Espinel, el Soldado Píndaro (Lisboa, 1626) de don Gonzalo de Céspedes y Meneses, el Donado hablador de Jerónimo de Alcalá (Valladolid, 1626), para que surja nítida y unánime la enemiga que se sentía contra el gitano. La condenación general del gitano en las primeras décadas del siglo XVII queda acabadamente ilustrada por esta definición del gran lexicógrafo Sebastián de Covarrubias Orozco, quien en su Tesoro de la lengua castellana o española (Madrid, 1611) escribe sobre el nombre conde de gitanos: El capitán y caudillo desta mala canalla, que tiene por oficio hurtar en poblado e robar en el campo. No puede caber duda de que en la España de las Novelas ejemplares el gitano vivía en los extrarradios de la sociedad, que ni siquiera afectaba un gesto de tolerancia hacia él. Todo esto hace más extraordinaria la actitud que adopta Cervantes en La gitanilla hacia la gitanería. Hay una simpatía cordial por parte del autor hacia esta gente que le lleva a acentuar sus rasgos positivos (como ser, todos los aspectos que caracterizan la vida natural de ellos), y a atenuar aquellos que más odio les concitaba, muy en particular sus hurtos y latrocinios. El discurso del viejo gitano, que actúa como una suerte de columna central a la estructura de la novelita, es buen ejemplo de la dialéctica cervantina en la ocasión5. Como resultado de este limpio vuelo idealizante de la imaginación de Cervantes el personaje de Preciosa se nos aparece como la más cautivadora y lograda de sus creaciones femeninas.

3 Hoy en día comienza a menudear la interpretación histórica de estos fenómenos. Escojo, y no al azar: J. Moreno Casado, “Los gitanos de España bajo Carlos I,” Chronica Nova (Granada), 4 (1969), 181-98; Antonio Domínguez Ortiz, “Documentos sobre los gitanos españoles en el siglo XVII,” Homenaje a Julio Caro Baroja (Madrid, 1978), 319-26. En ambos trabajos se hallará bibliografía adicional. 4 Ver M. Romera-Navarro, “La andante gitanería,” La Lectura, XVII, 3 (1917), 399-407. 5 En otras dos ocasiones vuelve Cervantes a presentar gitanos en su obra, lo que no deja de ser significativo dado el desprecio general de la época hacia este tipo humano. En el Coloquio de los perros hay gitanos episódicos, y con mayor desarrollo vuelven a aparecer en su compleja comedia Pedro de Urdemalas. De momento sólo quiero anotar que la importancia que adquiere el gitano en la obra cervantina se destaca aun más si pensamos que en el mundo dramático de Lope de Vega, el gitano aparece en menos de media docena de comedias y como personaje muy de segundo orden: El ganso de oro, El tirano castigado, El primer rey de Castilla, La madre de la mejor. [12]

Ahora bien, escribir una novela poblada por tipos literarios extrarradiados por las letras de la época, y que actuaban como definitorios de la obra a leer desde el propio título, todo esto constituía audacia y seguridad creativas. Además, y esto es muy importante, el hecho de que la protagonista fuese gitana (al parecer), y que su presencia en la escena siempre provocase aparición casi simultánea de una comparsa de su propia tribu, todo esto, para el lector de la época tiene un valor revelatorio. Más aún si consideramos que las palabras iniciales del relato son: «Parece que los gitanos y las gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones, y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo.» Dadas las proclividades de la novelística de la época un comienzo semejante, más los conocimientos al alcance de todos acerca de los gitanos, todo esto sólo podía apuntar la novelita hacia el género picaresco. Mi sentir es que para el lector del siglo XVII La gitanilla tiene arranque de novela picaresca. Y todo esto lo cohonesta la calidad de los personajes (gitanos-ladrones), el ambiente urbano (la picaresca no se puede desempeñar en ambiente rural); fiestas y refocilaciones. Pero esto no dura mucho, ya que Cervantes sólo ha querido encandilar al lector, como en forma análoga, pero mucho más sostenida, lo hará con la verdadera identidad de Preciosa. Las repetidas poesías y músicas del comienzo bien pronto introducen el tema del amor, dado el pitagorismo imperante de la época, que explicaba que amor y armonía eran las dos caras de la misma medalla6. El amor, sin embargo, el buen amor, es ajeno, más aún, antitético a toda novela picaresca. Porque el pícaro es el solitario (de ahí, en parte, la maravilla artística de ), el victimario de sus semejantes, el personaje radicalmente insolidario con la sociedad. El lector comenzaba a seguir de prisa una pista, cuando Cervantes con ademán de maestro, le desengaña y le hace ver que la novela está apuntada a otros nortes. Una vez que se ha puesto en juego el tema del amor, éste se presenta sucesivamente bajo diversos aspectos. El primero es el del paje anónimo (que sólo más tarde será identificado como Clemente) por Preciosa, que es eminentemente ambiguo en sus manifestaciones. Después el amor-pasión (buena pasión, entendamos) de don Juan de Cárcamo (Andrés Caballero) por Preciosa. Como éste es el buen amor, recibirá la retribución máxima en el ideario cervantino: el matrimonio cristiano7. Y luego el amor lascivo de Juana Carducha por Andrés Caballero, que siendo mal amor casi provoca una catástrofe final, de la cual, sin embargo, dada la pureza de las intenciones de Andrés y Preciosa, la única víctima es ella, la Carducha. En resumidas cuentas, Cervantes al comienzo de La gitanilla nos propone una novela picaresca, para muy poco después, y con elegante esguince, ponernos ante los ojos una acabada novela amorosa, en la cual resuenan decididos ecos del omnia vincit Amor virgiliano8.

6 Sobre este tema es de imprescindible consulta la obra póstuma de Leo Spitzer, Classical and Christian Ideas of World Harmony (Baltimore, 1963). 7 Debe leerse el artículo clásico de Marcel Bataillon, “Cervantes y el ‘matrimonio cristiano,’” Varia lección de clásicos españoles (Madrid, 1964), 238-55. 8 Sobre la renuncia cervantina a escribir una novela picaresca he insistido en la introducción, ya citada, a mi edición de las Novelas ejemplares, al disertarme con la brevedad del caso, acerca de Rinconete y Cortadillo. Y al [p. 13] referirme a La gitanilla como “novela amorosa” lo hago porque me parece demasiado fuerte usar anacronismos como novela sentimental o novela romántica para referirme a ella. Ruth El Saffar, Novel to Romance. A Study of Cervantes's ‘Novelas ejemplares’ (Baltimore, 1974), 86-102, acentúa el carácter “pastoril” [13]

Por lo demás, el amor de Andrés es puesto a severas pruebas, primero por la propia Preciosa, quien le impone el cambio de nombre de don Juan de Cárcamo a Andrés Caballero, como consecuencia del cambio de clase social de noble a gitano, y cerca del final de la novela la más dura prueba a que es puesto el amor de Andrés es a manos de la Carducha. El amor de don Juan se manifiesta en Madrid, y allí, antes de ponerse en marcha la tribu ocurre su metamorfosis a Andrés Caballero. En compañía ahora del aduar de Preciosa, todos se encaminan hacia Extremadura, pero antes de llegar a su destino la peregrinante tribu cambia de rumbo y se interna por Castilla la Nueva, la Mancha, hasta llegar, después de múltiples perspicacias, a su nuevo destino que es Murcia, donde todo se finiquita con el matrimonio cristiano. Un amor puesto a continuas pruebas que se manifiestan a lo largo de una peregrinación más o menos extensa de inmediato nos debe alertar a un buscado bosquejo de novela bizantina, o de aventuras, como prefiero llamarla9. Todo esto se hace aún más sensible si tenemos en cuenta el muy significativo hecho de que a lo largo de toda su larga peregrinación amorosa don Juan de Cárcamo y doña Costanza de Meneses son identificados únicamente por sus nombres peregrinos gitanescos: Andrés y Preciosa. Lo mismo ocurre en el Persiles y Sigismunda, donde la pareja central de peregrinos enamorados son identificados a lo largo de toda la novela como Periandro y Auristela. Sólo en Roma, previa catequesis, pueden adoptar sus nombres originales, como prolegómeno a su matrimonio cristiano. Creo que basta lo expuesto hasta ahora para comprender mejor el sistema de prioridades que utilizó Cervantes cuando decidió poner a la cabeza de su peregrina colección de Novelas ejemplares a La gitanilla. Ésta nos ofrece total singularidad de protagonistas y marco. Éste es gitanesco en lo humano, y aquéllos son pseudo-gitanos. En este tipo de singularidad de personajes claro está que estas novelitas rápidamente se remontan a esos dos protagonistas únicos, esos dos cínicos filósofos que comparten opiniones y relaciones, esos dos perros, Cipión y Berganza, que son, sin otra apoyatura, el Coloquio de los perros. Además, La gitanilla, en su reducido marco de novela corta (aunque sólo el Coloquio la excede en extensión) apunta a dos posibilidades novelísticas distintas (picaresca, bizantina), antes de plasmar en una tercera, que es una imbricación de la vieja sentimental y la nueva novela bizantina, que he llamado novela amorosa, a falta de mejor denominación. Bien merecía La gitanilla, a los ojos de su creador y de la posteridad, abrir la puerta a esa galería de pequeñas maravillas literarias. Para alumbrar la belleza de este pórtico hay un verdadero juego de luminarias de temas, ideas, estructuras, efectos estilísticos, y sobre todo mucha poesía, ya que bien podría Andrés haber dicho a Preciosa “Poesía eres tú10,” Pero me resulta imposible, en la ocasión, ni siquiera asomarme a esos temas. Quede para otro momento. Pero en buena conciencia debo tocar, siquiera, uno de los temas de cuyo tratamiento debe haberse ufanado Cervantes, al ceder a La gitanilla el puesto de honor. Y para ahorrarme mayores de La gitanilla, en lo que no le falta razón. Desde otro cuadrante, Julio Rodríguez-Luis la estudia, junto con , como ejemplos de “la virtud entre ladrones y pícaros,” en su libro Novedad y ejemplo de las ‘Novelas ejemplares’ de Cervantes, I (Madrid, 1980), 107-41. 9 Mis supuestos mentales acerca de todo este asunto los puede consultar el curioso lector en el prólogo a mi edición del Persiles (Madrid, 1969), o del Peregrino en su patria de Lope de Vega (Madrid, 1973), ambas en la colección de Clásicos Castalia. 10 Aunque un poco extremoso en sus conclusiones, es de muy interesante lectura sobre este tema el artículo de Georges Güntert, “La gitanilla y la poética de Cervantes,” BRAE, 52 (1972), 107-34. [14] filigranas iré a lo más manido, el uso del folklore. Desde este punto de vista, pronto se ve que las relaciones entre Andrés y Clemente, ya en marcha la peregrinación, son un sutil replanteamiento del viejísimo cuento de los dos amigos, que se remonta a la Disciplina clericalis de Pedro Alfonso (siglo XI, y que tiene múltiples reelaboraciones en España hasta la romántica leyenda de José Zorrilla, Dos hombres generosos. Cervantes ya había sido tentado por el tema, y ya le había desarrollado con máxima extensión en dos ocasiones distintas, y con planteamientos radicalmente diferentes. Me refiero al tratamiento del folklórico cuento en (Timbrio y Silerio), y al sorprendente desarrollo del mismo en el Quijote de 1605 (Curioso impertinente11). En consecuencia, ahora, en La gitanilla, ya no se siente más la necesidad de abundar en los bien sabidos episodios del cuento tradicional. La reelaboración del cuento ya no es más el fin buscado; ahora se trata de desvalijar al cuento folklórico de aquellos elementos que más económicamente hiciesen resaltar la pureza de intenciones de Andrés. Por eso, el largo torneo de sacrificios mutuos entre los dos amigos, que tanto espacio acaparan en La Galatea, queda reducido a rasgos mínimos, que bastan para hacer ver que Andrés y Clemente, los dos amigos enamorados de la misma mujer, tienen muchos parientes, antepasados y descendientes, en la tradición literaria española. El secuestro de Preciosa y su anagnórisis son tan reconocidamente folklóricos que no vale le pena de detenerse en ellos, al menos hoy. Mucho más interés ofrece el estudio de la falsa denuncia de Juana Carducha, que apresura el desenlace. Arrebatada la Carducha por la lascivia, y rechazada por la honestidad de Andrés, para impedir la partida de éste coloca entre sus prendas unas alhajas, y de inmediato denuncia el robo, con incalculables consecuencias para todos. Antes de seguir adelante, conviene llamar la atención al hecho de que esta falsa denuncia es folklórica, como se verá de inmediato, pero que lo folklórico aquí está puesto al servicio de una fina intención artística que estructura las dos partes de La gitanilla. En la primera mitad los gitanos, desde las primeras líneas, son identificados con el robo. Cuando don Juan de Cárcamo se metamorfosea en gitano, para cumplir con los deseos de Preciosa, su noble sangre considera con alarma los robos a que le obliga su nueva identidad, e in mente decide no participar en esos latrocinios. En la segunda mitad, episodio de la Carducha, todos esos robos cuidadosamente evitados por don Juan, bruscamente le son imputados, de sopetón, a su alias Andrés, simbolizados en esa denuncia tan falsa como el robo con que escandaliza la Carducha. En un breve estudio el llorado maestro Marcel Bataillon demostró que el episodio de la Carducha, en su meollo, está íntimamente relacionado con un viejo milagro atribuido a Santiago, y ocurrido a peregrinas en el camino de Compostela. Desde el venerable Codex Calixtinus (siglo XII) este milagro rueda por la tradición dentro y fuera de la Península, y llega a adquirir dimensiones folklóricas. Aunque no se ha señalado hasta ahora, el episodio de la Carducha, firmemente arraigado en la tradición del camino de Santiago, ha sido catalogado con múltiples ejemplos en el monumental Motif-Index of Folk Literature de Stith Thompson, H151.4. No puede quedar lugar a duda acerca de la categoría folklórica de la falsa denuncia de la Carducha, pero como el maestro Bataillon no encontró ningún ejemplo impreso, en los siglos XV o XVI, Milagro del peregrino, supuso que Cervantes tuvo que recogerlo de la tradición oral. Y hasta llegó a asociarlo a la

11 Todo este asunto de la tradición literaria del cuento de los dos amigos en España lo he estudiado con el debido espacio en mis Nuevos deslindes cervantinos (Barcelona, 1975), cap. V, “El cuento de los dos amigos. Cervantes y la tradición literaria,” donde estudio detenidamente el cuento en la Galatea y en Quijote I. [15] tradición italiana, dudoso camino por el que lo ha seguido Celina Sabor de Cortázar12. Pero no hay necesidad alguna de postular tan hipotética relación. El milagro del peregrino está narrado en un libro español impreso en el siglo XVI, y reimpreso varias veces, lo que hace muy probable el hecho de lo haya leído Cervantes. Se trata de la interesantísima obra del maestro Pedro de Medina, Libro de grandezas y cosas memorables de España (Sevilla, 154813). Las concomitancias y diferencias entre el cuento del peregrino, según lo recoge Medina, quien responde con rigor a la tradición narrativa del milagro, y hasta lo localiza en Santo Domingo de la Calzada, y la versión que nos da Cervantes en el episodio de la Carducha, son tan fáciles de explicar como de entender. El maestro Cervantes toma un cuento folklórico (así lo reconozca como tal o no, tanto monta) y lo asimila a una narración suya, donde servirá funciones propias del novelista, y ya no más del folklore. Toda variante que se le imprima al original será para servir los nuevos fines. Y a mí me resulta incomprensible pensar que Cervantes podría imitar (si de esto se trata) de cualquier otra manera. La materia artística adquirida sirve de trampolín, es el punto de partida, no el punto de llegada. Y para ilustrar todo esto hay gitanos, secuestros, anagnórisis. No hay duda: La gitanilla es bastante más que la suma de sus partes.

Prólogo a La Gitanilla de Cervantes EDWIN FIGUEROA

La gitanilla pertenece al grupo de novelas ejemplares que Cervantes publicó en 1613. La fecha es significativa puesto que es un lapso de tiempo entre la composición de la primera y segunda parte del Quijote. Sabemos que su primera novela había sido La Galatea (1585) y que poco antes de morir (1616) terminó el Persiles. Las Novelas ejemplares quedan enmarcadas en la época más fecunda y feliz de la producción cervantina. Este señalamiento es importante pues La Gitanilla, como las mejores novelas de este grupo, contiene destellos, fulguraciones que la proximidad de su obra capital le presta: temas, procedimientos, estilo. Siente el lector que la pluma cervantina corre allí “desembarazada y libre” como decía Don Miguel de Unamuno de los escritores de su gusto. El estudio de cualquiera de las Novelas ejemplares debe iniciarse con la lectura del prólogo a la colección completa y la dedicatoria al Conde de Lemos. En este prólogo, como en todos los que Cervantes escribió, hay revelaciones importantes sobre el génesis de la novela moderna y sobre su pensamiento como escritor en general.

12 Marcel Bataillon, “La denuncia mentirosa en La gitanilla,” Varia lección de clásicos españoles (Madrid, 1964), 256-59. La asociación que destacó Bataillon era con Representatione d'un miracolo di tre peregrini che andavano a Santo Jacabo di Gallitia, de la cual Fernando Colón había comprado un ejemplar en Roma en 1515. Esta falsa pista italiana la siguió Celina Sabor de Cortázar, “La ‘denuncia mentirosa’ en Cervantes y en Ortensio Lando,” Estudios de literatura española ofrecidos a Marcos A. Morínigo (Madrid, 1971), 119-30, quien asoció el episodio de la Carducha con las Novelle de Lando (1552). 13 Aunque hay problemas bibliográficos anejos, se puede considerar la edición de Sevilla, 1549, como segunda, y después se reimprimió en Alcalá, 1566, y en Alcalá 1590. Todo esto fue corregido y ampliado por Diego Pérez de Mesa, Primera y segunda parte de las grandezas y cosas memorables de España (Alcalá, 1595), que parece tuvo una tirada con fecha adulterada de Alcalá, 1590. Sobre todo esto, v. Obras de Pedro de Medina, ed. A. González Palencia (Madrid, 1944), xx y xxviii-ix; el milagro aludido está en p. 143. Conviene tener presente, en este momento, que Medina fue fuente muy frecuentada por Agustín de Rojas Villandrando, El viaje entretenido (Madrid, 1603), para trazar itinerarios y describir lugares, lo que no se ha tenido en cuenta hasta ahora, v. mi libro Dintorno de una época dorada (Madrid, 1978), cap. X, “Literatura y vida en El viaje entretenido.” La asimilación que postulo en el texto entre Cervantes y Medina queda de tal manera cohonestada. [16]

Veamos un ejemplo: En la dedicatoria llama sus relatos "cuentos" y en el prólogo se refiere a ellos como "novelas ejemplares." Explica en qué consiste la ejemplaridad pero deja como equivalentes cuento y novela. Las narraciones extensas como el Quijote, eran identificadas como historias. Posteriormente el relato de este tipo perdió su antigua vinculación con la historia, adquirió su autonomía como ficción y se aclaró el vínculo poético con la realidad, que le diera Cervantes en el Quijote. La concepción abarcadora del mundo y del hombre estableció el parentesco entre los relatos extensos y las novelas ejemplares. El género tomó entonces su nombre definitivo de novela al reconocerse esa identidad de procedimiento. El relato breve se llamó definitivamente cuento y la forma intermedia, novela corta. Después de Cervantes la experiencia del lector frente a la ficción literaria será distinta de lo que fue en los orígenes de la novela. El novelar no será un simple narrar hechos portentosos, ocurridos en un ambiente idealista, para entretener la imaginación del lector, sino un hacer ver la realidad cotidiana a la luz de la poesía, del símbolo poético, que equivale a desentrañarle su sentido esencial. Equivale, además, a verla desde la madurez ordenadora e intuitiva del artista, quien la expresa en los signos más selectos y expresivos que el lenguaje le presta. En ese ejercicio de captación el lector crece, depura sus capacidades perceptivas, adquiere nuevos instrumentos valorativos, ensancha sus posibilidades y eleva su espíritu a la plenitud del gozo estético. En La Gitanilla Cervantes utiliza procedimientos muy característicos de su arte de novelar. Tiene toda la obra un aire de frescura y divertimento que la distingue de las piezas de la colección sin perder de vista la visión profunda ante los problemas humanos que plantea. Esa acción entretenida y ese fondo de humana sabiduría que encierra toda la obra es lo que Cervantes mismo llamaría el "deleitar aprovechando." Gozar en sus novelas ese deleitoso acontecer de sus figuras de ficción y buscar el aprovechamiento filosófico, humano, de su decir y hacer equivale a captar el sentido de la novela cervantina. El asunto de la obra es sencillo. Todo parece danzar al ritmo de la personalidad de Preciosa. Ser excepcional por su belleza y su discreción, la gitanilla, logra que Don Juan de Cárcamo, movido por su amor renuncie a su posición social para hacerse gitano y ganar su favor. Todo redundará en sorpresa final al descubrirse el origen elevado de la gitanilla. Su boda con Don Juan, quien se reintegra a su estado original, restablece la armonía que el secuestro de Preciosa había roto. Sobre asunto tan elemental Cervantes vuelca una profusión de incidentes marginales, escenas de ambiente, cuadros folklóricos, personajes variadísimos, temas de gran trascendencia, con lo que logra una pieza sumamente barroca. Tres aspectos de la obra sobresalen: su estructura dramática, la caracterización de Preciosa, y los temas cervantinos que se entrecruzan en el diálogo, de donde emana la visión del hombre y del mundo que va asentándose en el espíritu del lector. Aunque está escrita a base de narración y diálogos discursivos, la sucesión de escenas de danza y canto le dan un carácter de pieza teatral, fácilmente representable. La Gitanilla está muy cerca del teatro de Lope por la estructuración de sus partes con sentido dramático. Los tres lugares en los que se establece el aduar de los gitanos sugiere la división de la acción en tres jornadas que serían la estancia en Madrid, el acampado en los montes de Toledo y estancia final en el mesón, en el reino de Murcia. La gran variedad de escenas exteriores e interiores y los cuadros de conjunto confirman su carácter de pieza representable.

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El aprovechamiento de la poesía culta y tradicional que hace Cervantes en esta obra la convierten en una de sus novelas más poéticas. El romancillo, el romance, la redondilla, el soneto, la copla, la canción, etc., realzan la pieza y le dan un tono intensamente lírico. Después del romancillo a Santa Ana y el romance a la reina Margarita de Austria donde se presentan dos ideales femeninos: la santa y la reina —el paje-poeta empieza la exaltación de la hermosura y donaire de Preciosa. Este canto a la belleza culmina con una de las escenas más líricas de la obra. Es la velada nocturna al pie de un alcornoque en la que Andrés y Clemente dialogan en una canción de rima encadenada ponderando hiperbólicamente la belleza de Preciosa. Completa la escena la respuesta de Preciosa en redondillas de extrema gracia, en las que contrapone otras cualidades más estimables que la belleza física. El fondo poético de la novela se completa con el discurso del gitano viejo en elogio de la vida errante de su raza, especie de reino de Saturno. Contrapuesto a esos elementos idealizadores está la historia de Clemente y el cuento de la vieja gitana sobre su burla al gorrero Triguillos. Procedimiento muy cervantino este de interpolar episodios independientes dentro de la novela y de bajar de lo ideal a lo real. Preciosa pertenece a la estirpe de personajes femeninos que descuellan por dos cualidades principales: belleza y discreción. En la gran variedad de figuras femeninas creadas por Cervantes encontramos desde la Maritornes, monstruo de fealdad combinada con rasgos de humana piedad hasta la belleza pura de Dulcinea. Pero entre ambos extremos Cervantes suele crear un ideal femenino realizable en el tiempo y el espacio temporal al que acude más de una vez: el de la hermosa discreta. Indudablemente que es el correspondiente femenino del cortesano ejemplar, del hombre de razón, dueño de si, tal como lo propone el ideal renacentista a través de Baltazar de Castiglione. Corresponde ese mismo tipo al de Marcela en el Quijote aunque opuestas estas en vocaciones. En La Gitanilla Cervantes hace encarnar este ideal femenino, por arte de su ficción, en un tipo popular, vulgar si se quiere, en una gitana. Como sabemos que la gitanilla resultará ser de noble sangre, esto nos hace pensar que Cervantes desechó el convencionalismo de los fingidos pastores para acudir a un procedimiento menos literario, pero más realista sin dejar de ser novelesco. Como Lope, Cervantes toma tipos del pueblo para hacerlos partícipes del patrimonio moral aunque en el fondo no rechaza el origen noble como campo más propicio para el florecimiento de las grandes virtudes. El concepto medieval de que en la hidalguía de la sangre se asientan mejor que en ninguna otra condición el honor, la justicia, y el bien está presente y cobra vida en los personajes cervantinos. La crítica a la nobleza irresponsable y la exaltación del honor en el hombre de humilde condición no es el tema cervantino como lo es en Lope. El artificio de lo pastoril queda sustituido por un planteamiento más profundo —la presencia del misterioso vínculo de la naturaleza en la personalidad humana—. Dos potencias humanas se combinan en Preciosa para darle su armoniosa personalidad —hermosura y discreción—. Tanto arrebata su gracia, su donaire, su presencia física, como su discretísima conversación. Tal es la fuerza del personaje, su esencia ética, que irradia a cuanto le rodea su virtud. El aduar de los gitanos queda transformado en un conjunto poco más o menos que ideal mientras Preciosa les acompaña. A unos y a otros les deja pasmados con su sensatez, su agudeza y oportunidad en el hablar y en el obrar. Pero más allá de su discreción está su celo por la verdad y su desprecio de la mentira. En

[18] torno a ese centro diamantino están las otras virtudes como en una gran constelación. Preciosa que sabe bien quién es insiste en que sus admiradores no vean en su belleza física el centro de su personalidad, sino el reflejo de su ser espiritual. En La gitanilla también Cervantes ha querido plantear el problema de la comunicación, el valor de la palabra como expresión de la esencia moral del hablante, como fuerza externa que traduce las potencias del espíritu. Al preocuparse por la verdad de la manera que lo hace, surge inmediatamente su capacidad expresiva o comunicativa mediante la palabra hablada. Preciosa tiene, como los mejores personajes de Cervantes, dominio de la palabra. Podría estudiarse en las obras cervantinas, el arte de la comunicación oral, la conversación como espejo del alma. Lo que las ciencias lingüísticas han dado hoy como un descubrimiento —la relación del lenguaje y la vida— en Cervantes es un supuesto fundamental, indispensable para la creación de sus criaturas de ficción. Podemos afirmar que su obra completa está concebida partiendo de una concepción profunda, filosófica, del lenguaje, como instrumento creador y revelador. Cuando la Gitanilla habla, no importa a quién se dirija, no importa el tema, reconocemos la verticalidad de su espíritu, su atención a las cosas que la revelan en todo momento como lo que aspira a ser. Ya sea el paje-poeta; Cristina, una de sus compañeras; los caballeros que la halagan con sus elogios; la vieja gitana que la administra: Andrés Caballero, —el galán que la enamora— con todos muestra la misma agudeza, con todos guarda la distancia que su honor exige. Ni lisonja, ni requiebro, ni dádiva la sacan de su centro. Todos tienen que subir a su altura, avenirse a su medida moral, y así la obra que aparece como un liviano juego de amor redunda en un hermoso planteamiento donde los valores más altos de la personalidad triunfan sin violencia, acompañados por la gracia y el donaire de quien los luce como prendas naturales. Cervantes logra crear así dos novelas simultáneamente: la anecdótica, la que entretiene con una mezcla de humor, ironía e intriga y la otra, la de los valores en juego y su fijación final en el orden correspondiente a la cultura cristiana y clásica que le guían. Por tener tan alta aspiración, Cervantes acerca a Preciosa al ideal de la poesía. La poesía es una bellísima doncella, casta, honesta, discreta, aguda, retirada, y que se contiene en los límites de la discreción más alta: es amiga de la soledad; las fuentes la entretienen, los prados la consuelan, los árboles la desenojan, las flores la alegran, y, finalmente, deleita y enseña a cuantos con ella comunican. En estas palabras del paje poeta están contenidas las cualidades que adornan la personalidad de Preciosa quien es bella, casta, discreta, aguda, no se prodiga y deleita y enseña a cuantos con ella comunican. El imperio de Preciosa es el imperio de la poesía en la república de las letras. Aquí la poesía debe entenderse en su acepción más abarcadora. Lo poético de la obra literaria es su esencia, su razón de ser. La novela, podemos concluir, es para Cervantes un reconciliar, un hacer posible la armonía de "la prosa del vivir y la poesía del ensueño" como diría dos siglos más tarde Don Juan Valera de su Pepita Jiménez. Pero siempre la esencia poética tendrá la preeminencia. Otro aspecto en la caracterización de Preciosa es la importancia que para Cervantes tiene la conducta humana, el obrar. La nobleza de la Gitanilla puede emanar de la fuerza de su sangre o de sí misma, de su voluntad pero solo adquiere sentido en su comportamiento. En última instancia la aristocracia emana del ser o de la voluntad de ser. Cada ser crea su propia aristocracia a través de sus obras, de su conducta. Por eso la aristocracia de Don Juan de Cárcamo no es válida a los ojos de Preciosa, quien le quiere conocer en sus obras,

[19] no en sus títulos. Así al hacerlo gitano lo eleva al otro orden, al suyo aunque aparentemente lo degrada a la condición de gitano. Alcanzará el amor de Preciosa por un acto de humildad. La fuerza del amor entra así en la novela como uno de los móviles de la conducta humana. El tema del amor como camino de perfeccionamiento está encarnado en Andrés Caballero, —Don Juan de Cárcamo— mientras que Preciosa encarna la fuerza de la virtud y la belleza como moldeadores del hombre. Ambos protagonistas aparecen como entes cuyas acciones parten de un impulso interior. Sabemos que han tomado posesión de su ser, de su conciencia y ya seguros de sí, irrumpen, avasallan, no flaquean, fieles siempre a su ser esencial triunfan o fracasan. Pero el fracaso en ellos no es derrota interior, es accidente externo. En La gitanilla hay triunfo. El orden humano, imperfecto se doblega, cede ante las fuerzas poderosas de la belleza, la razón y la experiencia, representadas en Preciosa. En el Quijote la realidad humana se resiste al orden de absolutos de hidalgo manchego. Allí el problema es más profundo, porque las tres potencias que representan Sancho y Don Quijote y Dulcinea están repartidas en la gran trilogía mientras que Preciosa las contiene a todas. Por el ambiente en que se ha criado tiene una experiencia mundana extraordinaria. El saber que pudo tener la vieja gitana lo posee Preciosa. Sus razonamientos demuestran su claro intelecto y su belleza física viene a ser el coronamiento de las potencias anteriores. Además de Preciosa y Don Juan de Cárcamo hay otro personaje importante e interesante en la novela: el paje-poeta. A todas luces es este un personaje simbólico al igual que los dos protagonistas. Este personaje es el que percibe la belleza para ponderarla y cantarla; el que está entregado a una actividad especial, el ocio creador. Es también el que va fijando la jerarquía de las cosas, el que "vislumbra." A lo largo de la novela aparece y desaparece atraído por la personalidad de Preciosa para llevarla a la obra poética e inmortalizarla. Su espíritu es libre, no está sujeto a otra actividad que no sea la de cantar la belleza. Anda inflamado por la pasión de crear y tiene una clara noción de su quehacer. En la novela Cervantes lo ha dejado en un segundo plano. Como en Las Meninas, Velázquez se dibuja a sí mismo en el claroscuro del lienzo, detrás de las infantas, aquí nos parece entrever a Cervantes en este personaje secundario. Es al mismo tiempo el personaje que reflexiona sobre el arte, sobre la creación artística, sobre la poesía, mientras que Preciosa habla constantemente sobre el ser y el comportamiento. De este modo los tres personajes principales quedan claramente delineados. Don Juan de Cárcamo busca la belleza para poseerla y perfeccionarse. El paje-poeta se siente atraído por la belleza para contemplarla e inmortalizarla. Preciosa es la belleza misma pero en ella aparece la virtud interior como centro esencial. Cervantes vuelve así al gran tema de las letras españolas, la exaltación de los valores éticos aparejados a los estéticos. Dos conjuntos de personajes sirven de fondo a la novela —el aduar de los gitanos y los grupos de caballeros y damas de la clase alta madrileña—. Los gitanos aparecen caracterizados al comienzo de la obra con la cualidad que les ha hecho famosos en todas partes, su "gana de hurtar" como dice Cervantes. Preciosa, sin embargo, nos hace verlos de otra manera. Su presencia entre ellos nos permite conocerlos con sus buenas cualidades también. La imagen de este conjunto crece ante nuestros ojos hasta culminar en un cuadro ideal de vida pastoril. «Somos señores de los campos», —dice un elocuente viejo gitano— «de los sembrados, de las selvas, de los montes, de las fuentes y de los ríos. Los montes nos

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ofrecen leña de balde; los árboles frutas: las viñas, uvas; las huertas, hortalizas; las fuentes, agua; los ríos, peces; y los vedados, caza; sombras las peñas; aire fresco las quiebras y casas las cuevas; etc.» Es una vida en unión constante con la naturaleza; vida fuerte y saludable. Cervantes logra que la ladronería de los gitanos quede oscurecida por la fuerza vital de esa vida nómada. Si la imagen de la poesía nos iluminó la figura de la gitanilla, este cuadro de la vida pastoril realza la vida de los gitanos, la ennoblece. Mas contrapuesto a este conjunto aparece el otro, el de la vida urbana, de los ricos señores, con la corte y sus afanes en el fondo borroso del lienzo. Vida de ocios y deleites de lances de capa y espada, de aparente riqueza, donde queda satirizada la sociedad, descubierta en su diario trajinar, medrando favores de la corte. Cervantes contrapone la vida saludable del campo a la vida urbana, dura y falsa. El tema de alabanza de aldea y menosprecio de corte queda claramente elaborado en este aspecto de la novela. Preciosa cruza por ambos grupos y su presencia es maravillosa piedra de toque para descubrir todo lo valorable en una y otra. Cervantes integra a su novela la sociedad de su tiempo; su posición frente a ella es clara. Costumbres, decires, y cantares, tipos populares y personajes de las clases altas, la vida en la calle, en las casas principales, el ambiente nacional, las costumbres gitanas, todo denota su agudo sentido de observación, todo fluye ante los ojos del lector en maravillosa integración cargada de vitalidad simbólica. Mas todo ese abigarrado conjunto humano queda suspendido de la armoniosa personalidad de la gitanilla. Este es el tema de la obra, el poder de la belleza. La belleza interior: espíritu e intelecto y su acertada comunicación por la palabra. La belleza exterior: hermosura y donaire. La belleza literaria: la poesía, o más ampliamente, lo poético. Y así como la gitanilla transforma cuanto alcanza con su presencia, el poeta Cervantes al aprisionar la realidad en la obra artística la eleva a la categoría de símbolo. Al recoger en su intimidad ese símbolo clarificador, el lector verá la realidad bajo una perspectiva más diáfana. Esa comunión con la poesía a través del lenguaje artístico le dará una conciencia más lúcida del mundo y del hombre y por consiguiente de sí mismo.

La Gitanilla

Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, 14 15 16 Comentario [C1]: [1] En el primer salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo ; y la gana del hurtar y el párrafo el narrador se distancia de los hurtar son en ellos como acidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte. [1] personajes para enmarcarlos en la generalidad con la que son vistos por 17 Una, pues, desta nación, GITANA VIEJA, que podía ser jubilada en la ciencia de Caco , crió la sociedad. Los gitanos son ladrones y una muchacha en nombre de nieta suya18, a quien puso nombre PRECIOSA, y a quien a este fin están encaminadas sus vidas, pero no hay que pasar por alto la primera palabra del texto, este 14 Consiguen lo que quieren, se convierten en. «parece» que lo encabeza y que nos aleja de esta postura totalitaria con la 15 Normales y corrientes. que son catalogados los gitanos. Así, la 16 En cualquier situación, próspera o adversa, en cualquier momento. 17 historia que nos va a contar se va a Patrón de los ladrones, ladrón por antonomasia. En la mitología griega, Caco (en griego antiguo ‘malo’ o encargar de desmontar esta creencia ‘malvado’), hijo de Hefesto y hermano de Caca, era un gigante mitad hombre y mitad sátiro que vomitaba para hacernos ver que no todo es torbellinos de llamas y humo. Vivía en una cueva del monte Aventino en el Lacio (actualmente Roma), en cuya como parece. [21] enseñó todas sus gitanerías y modos de embelecos19 y trazas de hurtar. Salió la tal Preciosa la más única20 bailadora que se hallaba en todo el gitanismo, y la más hermosa y discreta21 que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama. Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo, a quien más que otras gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos; y lo que es más, que la crianza tosca en que se criaba no descubría en ella sino ser nacida de mayores prendas que de gitana, porque era en estremo cortés y bien razonada. [2] Y, con todo esto, era algo desenvuelta, pero no de Comentario [C2]: [2] Descripción modo que descubriese algún género de deshonestidad; antes, con ser aguda, era tan interesada de la protagonista necesaria para atender los honesta, que en su presencia no osaba alguna gitana, vieja ni moza, cantar cantares acontecimientos posteriores y para lascivos ni decir palabras no buenas. Y, finalmente, la abuela conoció el tesoro que en la dotar de verosimilitud al personaje. nieta tenía; y así, determinó el águila vieja sacar a volar su aguilucho y enseñarle a vivir por Anteriormente ya nos adelantó el narrador que Preciosa es criada por la sus uñas. gitana, pero no nos dice que ellalo 22 sea, con lo que esta descripción se Salió Preciosa rica de villancicos, de coplas, seguidillas y zarabandas , y de otros versos, suma a la incertidumbre acerca de su especialmente de romances, que los cantaba con especial donaire. Porque su taimada origen. abuela echó de ver que tales juguetes y gracias, en los pocos años y en la mucha hermosura de su nieta, habían de ser felicísimos atractivos e incentivos para acrecentar su caudal; y así, se los procuró y buscó por todas las vías que pudo, y no faltó poeta que se los diese: que también hay poetas que se acomodan con gitanos, y les venden sus obras, como los hay para ciegos, que les fingen milagros y van a la parte de la ganancia. De todo hay en el mundo, y esto de la hambre tal vez hace arrojar los ingenios a cosas que no están en el mapa. [3] Comentario [C3]: [3] Como será frecuente, Cervantes se servirá de su texto para justificar accidentes que en ocasiones pueden hacernos pensar en episodios de su propia vida y por ello han sido señalados por sus biógrafos puerta siempre colgaban, para horror de los habitantes del lugar, las cabezas sangrantes de los humanos que para llenar las lagunas que existen en devoraba. Según la Eneida, en la que Evandro cuenta la historia a Eneas, Heracles condujo los rebaños de torno a su vida.En esta frase justifica bueyes de Gerión tras haber derrotado a éste hasta las orillas del Tíber, cerca de la morada de Caco. Mientras el trabajo que los poetas realizan para pastaban Heracles se durmió y Caco se encaprichó del ganado, robando cuatro parejas de bueyes que condujo los gitanos, a los que les escriben las canciones. La mejor explicación es la a su cueva arrastrándolos de espaldas por el rabo, de forma que no dejaran huellas. Cuando Heracles despertó necesidad. El hambre que puede con y se dispuso a abandonar los pastos, el ganado que le quedaba empezó a mugir lastimeramente hacia la cueva, todo y agudiza el ingenio. donde una vaca respondió. Heracles corrió furioso hacia la cueva. Caco, aterrorizado, había bloqueado la entrada con una roca enorme que mantenían sujeta unas cadenas forjadas por Hefesto. Heracles se vio obligado a arrancar la cima de la montaña para abrirse paso, y Caco le atacó escupiendo remolinos de llamas y humo, de lo que Heracles se defendió con ramas de árboles y rocas del tamaño de piedras de molino. Perdiendo finalmente la paciencia, Heracles saltó a la cueva, dirigiéndose a la zona en la que el humo era más denso, agarró a Caco y lo estranguló. Según Ovidio, lo mató a golpes de porra. Otra versión cuenta que Caco hizo caminar de espaldas a las reses para no dejar nuevas huellas. Cuando Heracles pasó con el resto del ganado frente a la cueva de Caco, donde estaban escondidas las reses robadas, empezaron a llamarse unas a las otras. En memoria de la victoria de Heracles sobre Caco, los habitantes de la región celebraban todos los años una fiesta en su honor. Antiguos grabados en piedra representan a Caco en el momento del robo, y en el revés de una medalla de Antonino Pío se le muestra derrotado, sin vida, a los pies del héroe y en torno a ellos al agradecido pueblo. En los techos pintados por los Carrache en el palacio Zampieri de Bolonia, Caco aparece con cabeza de animal sobre cuerpo humano. La figura y hazañas de este dios se fueron simplificando en la tradición culta. 18 Como si fuera su nieta. 19 Embrollo, plan o actividad planeada que no pinta bien. 20 Singura, rara, excepcional. Especial o excelente. 21 Sensata, prudente y moderada. 22 Danza popular española y también estrofa de cuatro o siete versos en combinaciónes de pentasílabos y heptasílabos, usada particularmente en canciones populares o festivas. [22]

Crióse Preciosa en diversas partes de Castilla, y, a los quince años de su edad, su abuela putativa23 la volvió a la Corte y a su antiguo rancho, que es adonde ordinariamente le tienen los gitanos, en los campos de Santa Bárbara24, pensando en la Corte vender su mercadería, donde todo se compra y todo se vende. Y la primera entrada que hizo Preciosa en Madrid fue un día de Santa Ana25, patrona y abogada de la villa, con una danza en que iban ocho gitanas, cuatro ancianas y cuatro muchachas, y un gitano, gran bailarín, que las guiaba. Y, aunque todas iban limpias y bien aderezadas, el aseo de Preciosa era tal, que poco a poco fue enamorando los ojos de cuantos la miraban. De entre el son del tamborín y castañetas y fuga del baile salió un rumor que encarecía la belleza y donaire de la gitanilla, y corrían los muchachos a verla y los hombres a mirarla. Pero cuando la oyeron cantar, por ser la danza cantada, ¡allí fue ello! Allí sí que cobró aliento la fama de la gitanilla, y de común consentimiento de los diputados26 de la fiesta, desde luego le señalaron el premio y joya de la mejor danza; y cuando llegaron a hacerla en la iglesia de Santa María27, delante de la imagen de Santa Ana, después de haber bailado todas, tomó Preciosa unas sonajas28, al son de las cuales, dando en redondo largas y ligerísimas vueltas, cantó el romance siguiente:

—Árbol preciosísimo que tardó en dar fruto años que pudieron cubrirle de luto, y hacer los deseos del consorte puros, contra su esperanza no muy bien seguros; de cuyo tardarse nació aquel disgusto que lanzó del templo al varón más justo; santa tierra estéril, que al cabo produjo toda la abundancia que sustenta el mundo; casa de moneda, do se forjó el cuño que dio a Dios la forma que como hombre tuvo;

23 Reputada o tenida por abuela u otro pariente, no siéndolo. 24 Al norte de la ciudad, cerca de la puerta de Santa Bárbara (a finales de la calle de Hortaleza). 25 Fiesta establecida por el papa Julio II en 1510, celebrada el 26 de julio. Santa Ana era patrona de algunos gitanos que vivían en las afueras de la ciudad. Las gitanas tenían una gran devoción a esta santa y venían todos los años en su festividad a visitarla en su capilla y a traerle cera y después de adorarla bailaban a la puerta de la iglesia, haciendo gran estrépito con castañuelas, palillos, cascabeles y hierros. 26 Persona que ha sido elegida para representar a una corporación. 27 Se encontraba al final de la calle de la Almudena. Tenía mucha importancia como lugar de solemnidades religiosas y políticas. 28 Cerco de madera, que a trechos tiene unas rodajas de metal que golpean unas con otras haciendo mucho ruido. Conjunto de dos chapas metálicas circulares atravesadas por un alambre que se colocan en las panderetas y en otros instrumentos y juguetes para que, con el movimiento, suenen al entrechocar. [23]

madre de una hija en quien quiso y pudo mostrar Dios grandezas sobre humano curso. Por vos y por ella sois, Ana, el refugio do van por remedio nuestros infortunios. En cierta manera, tenéis, no lo dudo, sobre el Nieto, imperio pïadoso y justo. A ser comunera del alcázar sumo, fueran mil parientes con vos de consuno. ¡Qué hija, y qué nieto, y qué yerno! Al punto, a ser causa justa, cantárades triunfos. Pero vos, humilde, fuistes el estudio donde vuestra Hija hizo humildes cursos; y agora a su lado, a Dios el más junto, gozáis de la alteza que apenas barrunto.

El cantar de Preciosa fue para admirar a cuantos la escuchaban. Unos decían: «¡Dios te bendiga la muchacha!». Otros: «¡Lástima es que esta mozuela sea gitana! En verdad, en verdad, que merecía ser hija de un gran señor». Otros había más groseros, que decían: «¡Dejen crecer a la rapaza, que ella hará de las suyas! ¡A fe que se va añudando29 en ella gentil red barredera30 para pescar corazones!» Otro, más humano, más basto y más modorro31, viéndola andar tan ligera en el baile, le dijo: «¡A ello, hija, a ello! ¡Andad, amores, y pisad el polvito atán menudito!» Y ella respondió, sin dejar el baile: «¡Y pisarélo yo atán menudó!» Acabáronse las vísperas y la fiesta de Santa Ana, y quedó Preciosa algo cansada, pero tan celebrada de hermosa, de aguda y de discreta y de bailadora, que a corrillos se hablaba della en toda la Corte. De allí a quince días, volvió a Madrid con otras tres muchachas, con sonajas y con un baile nuevo, todas apercebidas32 de romances y de cantarcillos alegres, pero todos honestos; que no consentía Preciosa que las que fuesen en su compañía

29 Anudando, haciendo nudos. 30 Red que roza y barre el fondo del mar capturando todos los peces que encuentra. 31 Persona lenta en reaccionar, callada, que siempre está cabizbaja. Ignorante, que no distingue las cosas. 32 Preparadas, dispuestas. [24] cantasen cantares descompuestos, ni ella los cantó jamás, y muchos miraron en ello y la tuvieron en mucho. Nunca se apartaba della la gitana vieja, hecha su Argos33, temerosa no se la despabilasen34 y traspusiesen; llamábala nieta, y ella la tenía por abuela. Pusiéronse a bailar a la sombra en la calle de Toledo, y de los que las venían siguiendo se hizo luego un gran corro; y, en tanto que bailaban, la vieja pedía limosna a los circunstantes, y llovían en ella ochavos y cuartos como piedras a tablado35; que también la hermosura tiene fuerza de despertar la caridad dormida. Acabado el baile, dijo Preciosa: —Si me dan cuatro cuartos, les cantaré un romance yo sola, lindísimo en estremo, que trata de cuando la Reina nuestra señora Margarita36 salió a misa de parida en Valladolid y fue a San Llorente; dígoles que es famoso, y compuesto por un poeta de los del número37, como capitán del batallón. Apenas hubo dicho esto, cuando casi todos los que en la rueda estaban dijeron a voces: —¡Cántale, Preciosa, y ves aquí mis cuatro cuartos! Y así granizaron sobre ella cuartos, que la vieja no se daba manos a cogerlos. Hecho, pues, su agosto y su vendimia, repicó Preciosa sus sonajas y, al tono correntío y loquesco38, cantó el siguiente romance:

—Salió a misa de parida la mayor reina de Europa, en el valor y en el nombre rica y admirable joya. Como los ojos se lleva, se lleva las almas todas de cuantos miran y admiran su devoción y su pompa. Y, para mostrar que es parte del cielo en la tierra toda, a un lado lleva el sol de Austria, al otro, la tierna Aurora. A sus espaldas le sigue un Lucero que a deshora salió, la noche del día que el cielo y la tierra lloran. Y si en el cielo hay que lucientes carros forman,

33 Vigilante, sobre aviso, siempre acechando. Argos es un personaje mitológico al que se representa con cien ojos. Era por tanto un guardián muy efectivo, pues sólo algunos de sus ojos dormían en cada momento, habiendo siempre varios otros aún despiertos. 34 No se la robasen o quitasen. 35 En abundancia. 36 Margarita de Austria, esposa de Felipe III. 37 De los del montón. 38 Desinhibido, libre, ágil. [25] en otros carros su cielo vivas estrellas adornan. Aquí el anciano Saturno la barba pule y remoza, y, aunque es tardo, va ligero; que el placer cura la gota. El dios parlero va en lenguas lisonjeras y amorosas, y Cupido en cifras varias, que rubíes y perlas bordan. Allí va el furioso Marte en la persona curiosa de más de un gallardo joven, que de su sombra se asombra. Junto a la casa del Sol va Júpiter; que no hay cosa difícil a la privanza fundada en prudentes obras. Va la Luna en las mejillas de una y otra humana diosa; Venus casta, en la belleza de las que este cielo forman. Pequeñuelos Ganimedes cruzan, van, vuelven y tornan por el cinto tachonado de esta esfera milagrosa. Y, para que todo admire y todo asombre, no hay cosa que de liberal no pase hasta el estremo de pródiga. Milán con sus ricas telas allí va en vista curiosa; las Indias con sus diamantes, y Arabia con sus aromas. Con los mal intencionados va la envidia mordedora, y la bondad en los pechos de la lealtad española. La alegría universal, huyendo de la congoja, calles y plazas discurre, descompuesta y casi loca. A mil mudas bendiciones abre el silencio la boca, y repiten los muchachos lo que los hombres entonan. Cuál dice: «Fecunda vid,

[26] crece, sube, abraza y toca el olmo felice tuyo que mil siglos te haga sombra para gloria de ti misma, para bien de España y honra, para arrimo de la Iglesia, para asombro de Mahoma». Otra lengua clama y dice: «Vivas, ¡oh blanca paloma!, que nos has de dar por crías águilas de dos coronas, para ahuyentar de los aires las de rapiña furiosas; para cubrir con sus alas a las virtudes medrosas». Otra, más discreta y grave, más aguda y más curiosa dice, vertiendo alegría por los ojos y la boca: «Esta perla que nos diste, nácar de Austria, única y sola, ¡qué de máquinas que rompe!, ¡qué [de] disignios que corta!, ¡qué de esperanzas que infunde!, ¡qué de deseos mal logra!, ¡qué de temores aumenta!, ¡qué de preñados aborta!» En esto, se llegó al templo del Fénix santo que en Roma fue abrasado, y quedó vivo en la fama y en la gloria. A la imagen de la vida, a la del cielo Señora, a la que por ser humilde las estrellas pisa agora, a la Madre y Virgen junto, a la Hija y a la Esposa de Dios, hincada de hinojos, Margarita así razona: «Lo que me has dado te doy, mano siempre dadivosa; que a do falta el favor tuyo, siempre la miseria sobra. Las primicias de mis frutos te ofrezco, Virgen hermosa: tales cuales son las mira, recibe, ampara y mejora.

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A su padre te encomiendo, que, humano Atlante, se encorva al peso de tantos reinos y de climas tan remotas. Sé que el corazón del Rey en las manos de Dios mora, y sé que puedes con Dios cuanto quieres piadosa». Acabada esta oración, otra semejante entonan himnos y voces que muestran que está en el suelo la Gloria. Acabados los oficios con reales ceremonias, volvió a su punto este cielo y esfera maravillosa.

Apenas acabó Preciosa su romance, cuando del ilustre auditorio y grave senado39 que la oía, de muchas se formó una voz sola que dijo: —¡Torna a cantar, Preciosica, que no faltarán cuartos como tierra40! Más de docientas personas estaban mirando el baile y escuchando el canto de las gitanas, y en la fuga dél acertó a pasar por allí uno de los tinientes de la villa, y, viendo tanta gente junta, preguntó qué era; y fuele respondido que estaban escuchando a la gitanilla hermosa, que cantaba. Llegóse el TINIENTE41, que era curioso, y escuchó un rato, y, por no ir contra su gravedad, no escuchó el romance hasta la fin; y, habiéndole parecido por todo estremo bien la gitanilla, mandó a un paje suyo dijese a la gitana vieja que al anochecer fuese a su casa con las gitanillas, que quería que las oyese DOÑA CLARA, su mujer. Hízolo así el paje, y la vieja dijo que sí iría. Acabaron el baile y el canto, y mudaron lugar; y en esto llegó un paje muy bien aderezado42 a Preciosa, y, dándole un papel doblado, le dijo: —Preciosica, canta el romance que aquí va, porque es muy bueno, y yo te daré otros de cuando en cuando, con que cobres fama de la mejor romancera del mundo. —Eso aprenderé yo de muy buena gana —respondió Preciosa—; y mire, señor, que no me deje de dar los romances que dice, con tal condición que sean honestos; y si quisiere que se los pague, concertémonos por docenas, y docena cantada y docena pagada; porque pensar que le tengo de pagar adelantado es pensar lo imposible. —Para papel, siquiera, que me dé la señora Preciosica —dijo el paje—, estaré contento; y más, que el romance que no saliere bueno y honesto, no ha de entrar en cuenta. —A la mía quede el escogerlos —respondió Preciosa.

39 Llamar senado a la audiencia o al público era cosa de faranduleros y titiriteros en tiempos de Cervantes. Es claramente irónico. 40 Abundante, copioso. 41 Diputado, alguacil. 42 Con muy buena predisposición. [28]

Y con esto, se fueron la calle adelante, y desde una reja llamaron unos caballeros a las gitanas. Asomóse Preciosa a la reja, que era baja, y vio en una sala muy bien aderezada y muy fresca muchos caballeros que, unos paseándose y otros jugando a diversos juegos, se entretenían. —¿Quiérenme dar barato43, cenores? —dijo Preciosa (que, como gitana, hablaba ceceoso, y esto es artificio en ellas, que no naturaleza). A la voz de Preciosa y a su rostro, dejaron los que jugaban el juego y el paseo los paseantes; y los unos y los otros acudieron a la reja por verla, que ya tenían noticia della, y dijeron: —Entren, entren las gitanillas, que aquí les daremos barato. —Caro sería ello —respondió Preciosa— si nos pellizcacen. —No, a fe de caballeros —respondió uno—; bien puedes entrar, niña, segura, que nadie te tocará a la vira44 de tu zapato; no, por el hábito que traigo en el pecho. Y púsose la mano sobre uno de Calatrava45. —Si tú quieres entrar, Preciosa —dijo una de las tres gitanillas que iban con ella—, entra en hora buena; que yo no pienso entrar adonde hay tantos hombres. —Mira, Cristina —respondió Preciosa—: de lo que te has de guardar es de un hombre solo y a solas, y no de tantos juntos; porque antes el ser muchos quita el miedo y el recelo de ser ofendidas. Advierte, Cristinica, y está cierta de una cosa: que la mujer que se determina a ser honrada, entre un ejército de soldados lo puede ser. Verdad es que es bueno huir de las ocasiones, pero han de ser de las secretas y no de las públicas. [4] Comentario [C4]: [4] Hasta este momento sabemos de la gracia y —Entremos, Preciosa —dijo Cristina—, que tú sabes más que un sabio. belleza de la protagonista. A partir de aquí, al igual que en este parlamento, Animólas la gitana vieja, y entraron; y apenas hubo entrado Preciosa, cuando el caballero Preciosa dará muestras de inteligencia del hábito vio el papel que traía en el seno, y llegándose a ella se le tomó, y dijo Preciosa: y astucia y de un sentido de su existencia y su libertad en línea con las —¡Y no me le tome, señor, que es un romance que me acaban de dar ahora, que aún no le mejores heroínas cervantinas como la he leído! pastora Marcela de El Quijote. —Y ¿sabes tú leer, hija? —dijo uno. —Y escribir —respondió la vieja—; que a mi nieta hela criado yo como si fuera hija de un letrado. Abrió el caballero el papel y vio que venía dentro dél un escudo de oro, y dijo: —En verdad, Preciosa, que trae esta carta el porte46 dentro; toma este escudo que en el romance viene. —¡Basta! —dijo Preciosa—, que me ha tratado de pobre el poeta, pues cierto que es más milagro darme a mí un poeta un escudo que yo recebirle; si con esta añadidura han de

43 Aguinaldo, propina que repartía el que ganaba en el juego a los asitentes. 44 Tira de tela, badana o vaqueta que, para dar fuerza al calzado, se cose entre la suela y la pala. 45 Insignia de los caballeros de Calatrava, orden de caballería castellana, la segunda en importancia tras la de Santiago. La insignia es una cruz roja floreada. 46 Cantidad que se da o se paga por hacer transportar algo de un lugar a otro. [29] venir sus romances, traslade todo el Romancero general47 y envíemelos uno a uno, que yo les tentaré el pulso, y si vinieren duros, seré yo blanda en recebillos. Admirados quedaron los que oían a la gitanica, así de su discreción como del donaire con que hablaba. —Lea, señor —dijo ella—, y lea alto; veremos si es tan discreto ese poeta como es liberal. Y el caballero leyó así:

—Gitanica, que de hermosa te pueden dar parabienes: por lo que de piedra tienes te llama el mundo Preciosa. Desta verdad me asegura esto, como en ti verás; que no se apartan jamás la esquiveza y la hermosura. Si como en valor subido vas creciendo en arrogancia, no le arriendo la ganancia a la edad en que has nacido; que un basilisco se cría en ti, que mate mirando, y un imperio que, aunque blando, nos parezca tiranía. Entre pobres y aduares48, ¿cómo nació tal belleza? O ¿cómo crió tal pieza el humilde Manzanares? Por esto será famoso al par del Tajo dorado y por Preciosa preciado más que el Ganges caudaloso. Dices la buenaventura, y dasla mala contino; que no van por un camino tu intención y tu hermosura. Porque en el peligro fuerte de mirarte o contemplarte tu intención va a desculparte, y tu hermosura a dar muerte. Dicen que son hechiceras

47 Con esta alusión al Romancero general se hace referencia a la primera recopilación que apareció en 1600 titulada: Romancero general, en que se contienen todos los romances que andan impresos en las nueve partes de romanceros. Probablemente en las fechas en las que Cervantes escribía este texto se estaba preparando la edición de dicha recopilación. 48 Se refiere al conjunto de tiendas o ranchos que conforman el campamento itinerante en el que vivían los gitanos. Viene a significar lo mismo que poblado. [30]

todas las de tu nación, pero tus hechizos son de más fuerzas y más veras; pues por llevar los despojos de todos cuantos te ven, haces, ¡oh niña!, que estén tus hechizos en tus ojos. En sus fuerzas te adelantas, pues bailando nos admiras, y nos matas si nos miras, y nos encantas si cantas. De cien mil modos hechizas: hables, calles, cantes, mires; o te acerques, o retires, el fuego de amor atizas. Sobre el más esento pecho tienes mando y señorío, de lo que es testigo el mío, de tu imperio satisfecho. Preciosa joya de amor, esto humildemente escribe el que por ti muere y vive, pobre, aunque humilde amador.

—En «pobre» acaba el último verso —dijo a esta sazón Preciosa—: ¡mala señal! Nunca los enamorados han de decir que son pobres, porque a los principios, a mi parecer, la pobreza es muy enemiga del amor. —¿Quién te enseña eso, rapaza? —dijo uno. —¿Quién me lo ha de enseñar? —respondió Preciosa—. ¿No tengo yo mi alma en mi 49 cuerpo? [5] ¿No tengo ya quince años? Y no soy manca, ni renca , ni estropeada del Comentario [C5]: [5] El romance entendimiento. Los ingenios de las gitanas van por otro norte que los de las demás leído trata del tema del amor, que 50 será un elemento central de la gentes: siempre se adelantan a sus años; no hay gitano necio, ni gitana lerda ; que, como historia. En este punto la novela se el sustentar su vida consiste en ser agudos, astutos y embusteros, despabilan el ingenio a aparta del tono picaresco. La cada paso, y no dejan que críe moho en ninguna manera. ¿Veen estas muchachas, mis protagonista hace alarde de nuevo de 51 su ingenio y su conocimiento de la compañeras, que están callando y parecen bobas? Pues éntrenles el dedo en la boca y vida. Los quince años ya eran los 52 tiéntenlas las cordales , y verán lo que verán. No hay muchacha de doce que no sepa lo suficientes en la época para tratar de que de veinte y cinco, porque tienen por maestros y preceptores al diablo y al uso, que les amores serios y más con la enseñanza que ha aprendido de la vida entre enseña en una hora lo que habían de aprender en un año. gitanos. Ya no se siente una niña y por Con esto que la gitanilla decía, tenía suspensos a los oyentes, y los que jugaban le dieron tanto habla como una mujer adulta. barato, y aun los que no jugaban. Cogió la hucha53 de la vieja treinta reales, y más rica y más alegre que una Pascua de Flores, antecogió sus corderas y fuese en casa del señor

49 Coja. 50 Tardo y torpe para comprender o ejecutar algo. 51 A ver si aprietan. Si aprieta es cuerdo, si no aprieta es bobo. 52 Muelas de juicio. 53 Bolsa donde se lleva el dinero. [31] teniente, quedando que otro día volvería con su manada a dar contento aquellos tan liberales señores. Ya tenía aviso la señora doña Clara, mujer del señor teniente, cómo habían de ir a su casa las gitanillas, y estábalas esperando como el agua de mayo ella y sus doncellas y dueñas54, con las de otra señora vecina suya, que todas se juntaron para ver a Preciosa. Y apenas hubieron entrado las gitanas, cuando entre las demás resplandeció Preciosa como la luz de una antorcha entre otras luces menores. Y así, corrieron todas a ella: unas la abrazaban, otras la miraban, éstas la bendecían, aquéllas la alababan. Doña Clara decía: —¡Éste sí que se puede decir cabello de oro! ¡Éstos sí que son ojos de esmeraldas! La señora su vecina la desmenuzaba55 toda, y hacía pepitoria de todos sus miembros y coyunturas. Y, llegando a alabar un pequeño hoyo que Preciosa tenía en la barba, dijo: —¡Ay, qué hoyo! En este hoyo han de tropezar cuantos ojos le miraren. Oyó esto un escudero de brazo56 de la señora doña Clara, que allí estaba, de luenga barba y largos años, y dijo: —¿Ése llama vuesa merced hoyo, señora mía? Pues yo sé poco de hoyos, o ése no es hoyo, sino sepultura de deseos vivos. ¡Por Dios, tan linda es la gitanilla que hecha de plata o de alcorza57 no podría ser mejor! ¿Sabes decir la buenaventura, niña? —De tres o cuatro maneras —respondió Preciosa. —¿Y eso más? —dijo doña Clara—. Por vida del tiniente, mi señor, que me la has de decir, niña de oro, y niña de plata, y niña de perlas, y niña de carbuncos58, y niña del cielo, que es lo más que puedo decir. —Denle, denle la palma de la mano a la niña, y con qué haga la cruz —dijo la vieja—, y verán qué de cosas les dice; que sabe más que un doctor de melecina. Echó mano a la faldriquera59 la señora tenienta, y halló que no tenía blanca. Pidió un cuarto a sus criadas, y ninguna le tuvo, ni la señora vecina tampoco. Lo cual visto por Preciosa, dijo: —Todas las cruces, en cuanto cruces, son buenas; pero las de plata o de oro son mejores; y el señalar la cruz en la palma de la mano con moneda de cobre, sepan vuesas mercedes que menoscaba la buenaventura, a lo menos la mía; y así, tengo afición a hacer la cruz primera con algún escudo de oro, o con algún real de a ocho, o, por lo menos, de a cuatro, que soy como los sacristanes: que cuando hay buena ofrenda, se regocijan. —Donaire tienes, niña, por tu vida —dijo la señora vecina. Y, volviéndose al escudero, le dijo: —Vos, señor Contreras, ¿tendréis a mano algún real de a cuatro? Dádmele, que, en viniendo el doctor, mi marido, os le volveré.

54 Mujer viuda que para autoridad y respeto, y para guarda de las demás criadas, había en las casas principales. 55 Examinar, escrutar algo con gran detalle. 56 El criado que sirve a las señoras, acompañándolas cuando salen de casa y asistiéndolas en su antecámara. 57 Pasta muy blanca de azúcar y almidón con la que se recubren o se hacen dulces y se hacen piezas o figurillas 58 Piedra preciosa que toma su nombre del carbón encendido, por tener color de fuego y resplandecer intensamente. Es un rubí. 59 Faltriquera, bolsa de tela que se ata a la cintura y se lleva colgando bajo la vestimenta. [32]

—Sí tengo —respondió Contreras—, pero téngole empeñado en veinte y dos maravedís que cené anoche. Dénmelos, que yo iré por él en volandas60. —No tenemos entre todas un cuarto —dijo doña Clara—, ¿y pedís veinte y dos maravedís? Andad, Contreras, que siempre fuistes impertinente. Una doncella de las presentes, viendo la esterilidad de la casa, dijo a Preciosa: —Niña, ¿hará algo al caso que se haga la cruz con un dedal de plata? —Antes —respondió Preciosa—, se hacen las cruces mejores del mundo con dedales de plata, como sean muchos. —Uno tengo yo —replicó la doncella—; si éste basta, hele aquí, con condición que también se me ha de decir a mí la buenaventura. —¿Por un dedal tantas buenasventuras? —dijo la gitana vieja—. Nieta, acaba presto, que se hace noche. [6] Comentario [C6]: [6] Con esta intervención de la abuela se marca la Tomó Preciosa el dedal y la mano de la señora tenienta, y dijo: distancia existente entre el mundo de las señoras y el de las gitanas. Los —Hermosita, hermosita, piropos y carantoñas que le dedican a Preciosa vienen de mujeres de otra la de las manos de plata, clase que no la sienten como su igual más te quiere tu marido sino como algo exótico con lo que que el Rey de las Alpujarras. entretenerse y con las palabras de la gitana vieja se deja claro el negocio en Eres paloma sin hiel, el que se sustenta la visita. Es un pero a veces eres brava intercambio comercial y las señoras como leona de Orán, son las clientas. o como tigre de Ocaña. Pero en un tras, en un tris, el enojo se te pasa, y quedas como alfinique61, o como cordera mansa. Riñes mucho y comes poco: algo celosita andas; que es juguetón el tiniente, y quiere arrimar la vara. Cuando doncella, te quiso uno de una buena cara; que mal hayan los terceros, que los gustos desbaratan. Si a dicha tú fueras monja, hoy tu convento mandaras, porque tienes de abadesa más de cuatrocientas rayas. No te lo quiero decir...; pero poco importa, vaya: enviudarás, y otra vez,

60 Volando, rápidamente. 61 Alfeñique, persona delicada de cuerpo y complexión. Débil. También puede hacer referencia a alguien dulzón y remilgado. [33]

y otras dos, serás casada. No llores, señora mía; que no siempre las gitanas decimos el Evangelio; no llores, señora, acaba. Como te mueras primero que el señor tiniente, basta para remediar el daño de la viudez que amenaza. Has de heredar, y muy presto, hacienda en mucha abundancia; tendrás un hijo canónigo, la iglesia no se señala; de Toledo no es posible. Una hija rubia y blanca tendrás, que si es religiosa, también vendrá a ser perlada62. Si tu esposo no se muere dentro de cuatro semanas, verásle corregidor de Burgos o Salamanca. Un lunar tienes, ¡qué lindo! ¡Ay Jesús, qué luna clara! ¡Qué sol, que allá en los antípodas escuros valles aclara! Más de dos ciegos por verle dieran más de cuatro blancas. ¡Agora sí es la risica! ¡Ay, que bien haya esa gracia! Guárdate de las caídas, principalmente de espaldas, que suelen ser peligrosas en las principales damas. Cosas hay más que decirte; si para el viernes me aguardas, las oirás, que son de gusto, y algunas hay de desgracias.

Acabó su buenaventura Preciosa, y con ella encendió el deseo de todas las circunstantes en querer saber la suya; y así se lo rogaron todas, pero ella las remitió para el viernes venidero, prometiéndole que tendrían reales de plata para hacer las cruces. En esto vino el señor tiniente, a quien contaron maravillas de la gitanilla; él las hizo bailar un poco, y confirmó por verdaderas y bien dadas las alabanzas que a Preciosa habían

62 Alteración vulgar por metátesis de prelada, superiora de un convento de religiosas. [34] dado; y, poniendo la mano en la faldriquera, hizo señal de querer darle algo, y, habiéndola espulgado63, y sacudido, y rascado muchas veces, al cabo sacó la mano vacía y dijo: —¡Por Dios, que no tengo blanca! Dadle vos, doña Clara, un real a Preciosica, que yo os le daré después. —¡Bueno es eso, señor, por cierto! ¡Sí, ahí está el real de manifiesto! No hemos tenido entre todas nosotras un cuarto para hacer la señal de la cruz, ¿y quiere que tengamos un real? [7] Comentario [C7]: [7] La falta de 64 dinero en esta casa nos lleva a la —Pues dadle alguna valoncica vuestra, o alguna cosita; que otro día nos volverá a ver España gris que Cervantes conocía Preciosa, y la regalaremos mejor. muy bien de su trabajo como comisario de los suministros de las A lo cual dijo doña Clara: galeras del rey, y que en la literatura tiene su referente en el hidalgo. —Pues, porque otra vez venga, no quiero dar nada ahora a Preciosa. Recordemos como en los primeros capítulos del Quijote el personaje no —Antes, si no me dan nada —dijo Preciosa—, nunca más volveré acá. Mas sí volveré, a incluye dinero entre los elementos servir a tan principales señores, pero trairé tragado65 que no me han de dar nada, y necesarios para su salida y son los ahorraréme la fatiga del esperallo. Coheche66 vuesa merced, señor tiniente; coheche y demás los que le solucionan el problema. Aquí ocurre algo parecido y tendrá dineros, y no haga usos nuevos, que morirá de hambre. Mire, señora: por ahí he al final es una doncella la que se oído decir (y, aunque moza, entiendo que no son buenos dichos) que de los oficios se ha desprende de su dedal y los amos por de sacar dineros para pagar las condenaciones de las residencias67 y para pretender otros mucho que buscan no encuentran moneda alguna. cargos. —Así lo dicen y lo hacen los desalmados —replicó el teniente—, pero el juez que da buena residencia no tendrá que pagar condenación alguna, y el haber usado bien su oficio será el valedor para que le den otro. —Habla vuesa merced muy a lo santo, señor teniente —respondió Preciosa—; ándese a eso y cortarémosle de los harapos para reliquias. [8] Comentario [C8]: [8] Preciosa, de manera irónica, hace ver que en la —Mucho sabes, Preciosa —dijo el tiniente—. Calla, que yo daré traza que sus Majestades España de comienzos del XVII, en la te vean, porque eres pieza de reyes68. que se desarrolla esta historia, había que ser poco honrado si se quería vivir —Querránme para truhana —respondió Preciosa—, y yo no lo sabré ser, y todo irá bien, la bondad no daba de comer. Por perdido. Si me quisiesen para discreta, aún llevarme hían69, pero en algunos palacios más eso, a continuación, dirá sentirse a gusto con su vida de gitana pobre. medran los truhanes que los discretos. Yo me hallo bien con ser gitana y pobre, y corra la suerte por donde el cielo quisiere. —Ea, niña —dijo la gitana vieja—, no hables más, que has hablado mucho, y sabes más de lo que yo te he enseñado. No te asotiles70 tanto, que te despuntarás; habla de aquello que tus años permiten, y no te metas en altanerías, que no hay ninguna que no amenace caída.

63 Examinar, reconocer algo con cuidado y por partes. 64 Valona, adorno que se ponía al cuello unido al cabezón de la camisa. Cuello grande que cubría la espalda, hombros y pecho. 65 Me imaginaré que. 66 Cohechar, sobornar, corromper con dádivas a cualquier funcionario público para que haga o deje de hacer lo que se le pide. 67 Permanencia en la corte de autoridades para rendir cuenta de su ejercico ante el juez. 68 Expresión de doble sentido, para alabar una cosa buena o una persona agraciada o para tratar a aulgien de pícaro, truhán o bufón. Este doble sentido dará lugar al juego de palabras que sigue. 69 Me llevarían. Forma arcaica del condicional. 70 No seas tan sutil o ingeniosa, o discurras con tanta profundidad. No te hagas la lista. [35]

—¡El diablo tienen estas gitanas en el cuerpo! —dijo a esta sazón el tiniente. Despidiéronse las gitanas, y, al irse, dijo la doncella del dedal: —Preciosa, dime la buenaventura, o vuélveme mi dedal, que no me queda con qué hacer labor. —Señora doncella —respondió Preciosa—, haga cuenta que se la he dicho y provéase de otro dedal, o no haga vainillas71 hasta el viernes, que yo volveré y le diré más venturas y aventuras que las que tiene un libro de caballerías. Fuéronse y juntáronse con las muchas labradoras que a la hora de las avemarías suelen salir de Madrid para volverse a sus aldeas; y entre otras vuelven muchas, con quien siempre se acompañaban las gitanas, y volvían seguras; porque la gitana vieja vivía en continuo temor no le salteasen a su Preciosa.

Sucedió, pues, que la mañana de un día que volvían a Madrid a coger la garrama72 con las demás gitanillas, en un valle pequeño que está obra de quinientos pasos antes que se llegue a la villa, vieron un mancebo gallardo y ricamente aderezado de camino. La espada y daga que traía eran, como decirse suele, una ascua de oro73; sombrero con rico cintillo y con plumas de diversas colores adornado. Repararon las gitanas en viéndole, y pusiéronsele a mirar muy de espacio, admiradas de que a tales horas un tan hermoso mancebo estuviese en tal lugar, a pie y solo. Él se llegó a ellas, y, hablando con la gitana mayor, le dijo: —Por vida vuestra, amiga, que me hagáis placer que vos y Preciosa me oyáis74 aquí aparte dos palabras, que serán de vuestro provecho. —Como no nos desviemos mucho, ni nos tardemos mucho, sea en buen hora — respondió la vieja. Y, llamando a Preciosa, se desviaron de las otras obra de veinte pasos; y así, en pie, como estaban, el mancebo les dijo: —Yo vengo de manera rendido a la discreción y belleza de Preciosa, que después de haberme hecho mucha fuerza para escusar llegar a este punto, al cabo he quedado más rendido y más imposibilitado de escusallo. Yo, señoras mías (que siempre os he de dar este nombre, si el cielo mi pretensión favorece), soy caballero, como lo puede mostrar este hábito —y, apartando el herreruelo75, descubrió en el pecho uno de los más calificados que hay en España—; soy hijo de Fulano —que por buenos respectos aquí no se declara su nombre—; estoy debajo de su tutela y amparo, soy hijo único, y el que espera un razonable mayorazgo. Mi padre está aquí en la Corte pretendiendo un cargo, y ya está consultado, y tiene casi ciertas esperanzas de salir con él. Y, con ser de la calidad y nobleza que os he referido, y de la que casi se os debe ya de ir trasluciendo, con todo eso,

71 Vainicas, bordado que se hace especialmente en el borde de los dobladillos, sacando algunas hebras del tejido. 72 Tributo, contribución que pagaban los musulmanes a sus príncipes, pero aquí se trata de jerga de la época y significa hurtos o robos de los gitanos. Es decir, que iban a la capital a robar. 73 Con mucho oro. 74 Oigáis, forma arcaica del subjuntivo. 75 Capa con cuello y sin capucha. [36] quisiera ser un gran señor para levantar a mi grandeza la humildad de Preciosa, haciéndola mi igual y mi señora. Yo no la pretendo para burlalla, ni en las veras del amor que la tengo puede caber género de burla alguna; sólo quiero servirla del modo que ella más gustare: su voluntad es la mía. Para con ella es de cera mi alma, donde podrá imprimir lo que quisiere; y para conservarlo y guardarlo no será como impreso en cera, sino como esculpido en mármoles, cuya dureza se opone a la duración de los tiempos. Si creéis esta verdad, no admitirá ningún desmayo mi esperanza; pero si no me creéis, siempre me tendrá temeroso vuestra duda. Mi nombre es éste —y díjosele—; el de mi padre ya os le he dicho. La casa donde vive es en tal calle, y tiene tales y tales señas; vecinos tiene de quien podréis informaros, y aun de los que no son vecinos también, que no es tan escura la calidad y el nombre de mi padre y el mío, que no le sepan en los patios de palacio, y aun en toda la Corte. Cien escudos traigo aquí en oro para daros en arra76 y señal de lo que pienso daros, porque no ha de negar la hacienda el que da el alma. En tanto que el caballero esto decía, le estaba mirando Preciosa atentamente, y sin duda que no le debieron de parecer mal ni sus razones ni su talle; y, volviéndose a la vieja, le dijo: —Perdóneme, abuela, de que me tomo licencia para responder a este tan enamorado señor. [9] Comentario [C9]: [9] Preciosa se disculpa ante su abuela por ser ella la —Responde lo que quisieres, nieta —respondió la vieja—, que yo sé que tienes discreción que responda al caballero. Lo hace para todo. porque se considera dueña de su vida y es consciente de su saber, pero Y Preciosa dijo: también entendemos aquí una muestra de superioridad del personaje —Yo, señor caballero, aunque soy gitana pobre y humildemente nacida, tengo un cierto ante la gitana vieja que le da potestad espiritillo fantástico acá dentro, que a grandes cosas me lleva. A mí ni me mueven para contestar. Más adelante veremos cómo ante una situación paralela y un promesas, ni me desmoronan dádivas, ni me inclinan sumisiones, ni me espantan finezas adulto Preciosa asume su posición en enamoradas; y, aunque de quince años (que, según la cuenta de mi abuela, para este San la escala social y su actitud es de Miguel los haré), soy ya vieja en los pensamientos y alcanzo más de aquello que mi edad humildad y sumisión. promete, más por mi buen natural77 que por la esperiencia. Pero, con lo uno o con lo otro, sé que las pasiones amorosas en los recién enamorados son como ímpetus indiscretos que hacen salir a la voluntad de sus quicios; la cual, atropellando inconvenientes, desatinadamente se arroja tras su deseo, y, pensando dar con la gloria de sus ojos, da con el infierno de sus pesadumbres. Si alcanza lo que desea, mengua el deseo con la posesión de la cosa deseada, y quizá, abriéndose entonces los ojos del entendimiento, se vee ser bien que se aborrezca lo que antes se adoraba. Este temor engendra en mí un recato tal, que ningunas palabras creo y de muchas obras dudo. Una sola joya tengo, que la estimo en más que a la vida, que es la de mi entereza y virginidad, y no la tengo de vender a precio de promesas ni dádivas, porque, en fin, será vendida, y si puede ser comprada, será de muy poca estima; ni me la han de llevar trazas ni embelecos: antes pienso irme con ella a la sepultura, y quizá al cielo, que ponerla en peligro que quimeras y fantasías soñadas la embistan o manoseen. Flor es la de la virginidad que, a ser posible, aun con la imaginación no había de dejar ofenderse. Cortada la rosa del rosal, ¡con qué brevedad y facilidad se marchita! Éste la toca, aquél la huele, el otro la deshoja, y, finalmente, entre las manos rústicas se deshace. Si vos, señor, por sola esta prenda venís, no la habéis de llevar sino atada con las ligaduras y lazos del matrimonio; que si la virginidad se ha de inclinar, ha de

76 Donativo que hace el esposo como señal deque cumplirá lo prometido. 77 Por mi ingenio y mi inclinación. [37] ser a este santo yugo, que entonces no sería perderla, sino emplearla en ferias que felices Comentario [C10]: [10] Preciosa ganancias prometen. Si quisiéredes ser mi esposo, yo lo seré vuestra, pero han de hace gala de su sabiduría y del valor que concede a su honestidad. A pesar preceder muchas condiciones y averiguaciones primero. Primero tengo de saber si sois el de que el caballero ha sido descrito que decís; luego, hallando esta verdad, habéis de dejar la casa de vuestros padres y la como hombre importante, explica habéis de trocar con nuestros ranchos; y, tomando el traje de gitano, habéis de cursar dos muy bien que no le mueven las riquezas y que su corazón y virginidad años en nuestras escuelas, en el cual tiempo me satisfaré yo de vuestra condición, y vos no están en venta. Anteriormente de la mía; al cabo del cual, si vos os contentáredes de mí, y yo de vos, me entregaré por hemos asistido a sus bailes y cantes vuestra esposa; pero hasta entonces tengo de ser vuestra hermana en el trato, y vuestra para los que sí hay precio porque son su trabajo y sustento. Para lo otro no humilde en serviros. Y habéis de considerar que en el tiempo deste noviciado podría ser lo hay. No está en venta. Además, que cobrásedes la vista, que ahora debéis de tener perdida, o, por lo menos, turbada, y contrasta la propuesta del joven con la viésedes que os convenía huir de lo que ahora seguís con tanto ahínco. Y, cobrando la de la gitana. Si este pretendía salir airoso con su porte, su dinero y su libertad perdida, con un buen arrepentimiento se perdona cualquier culpa. Si con estas clase superior, a la que pretendía condiciones queréis entrar a ser soldado de nuestra milicia, en vuestra mano está, pues, aupar a Preciosa, es ella la que le faltando alguna dellas, no habéis de tocar un dedo de la mía. plantea descender a la suya y hacerse querer y respetar siendo gitano. De Pasmóse el mozo a las razones de Preciosa, y púsose como embelesado, mirando al esta forma la prueba a la que se somete al enamorado por un periodo suelo, dando muestras que consideraba lo que responder debía. Viendo lo cual Preciosa, de dos años le permitirá asegurar la tornó a decirle: firmeza de su deseo. Tendrá que aprender a quererla en su mundo, en —No es este caso de tan poco momento, que en los que aquí nos ofrece el tiempo pueda su cotidianidad. Es interesante ni deba resolverse. Volveos, señor, a la villa, y considerad de espacio lo que viéredes que comprobar cómo es la protagonista la que hasta aquí decide y obra en más os convenga, y en este mismo lugar me podéis hablar todas las fiestas que función de los dictados de su quisiéredes, al ir o venir de Madrid. [10] inteligencia explicando sus razones en cada caso. Y lo que hace es A lo cual respondió el gentilhombre: transportar a su mundo las pruebas a las que eran sometidos los —Cuando el cielo me dispuso para quererte, [11] Preciosa mía, determiné de hacer por ti protagonistas de las novelas de cuanto tu voluntad acertase a pedirme, aunque nunca cupo en mi pensamiento que me caballerías, conocidas de sobra por el habías de pedir lo que me pides; pero, pues es tu gusto que el mío al tuyo se ajuste y público de la época y, por tanto, ... acomode, cuéntame por gitano desde luego, y haz de mí todas las esperiencias que más Comentario [C11]: [11] El caballero quisieres; que siempre me has de hallar el mismo que ahora te significo. Mira cuándo piensa las palabras de Preciosa 78 mientras esta le da un tiempo para quieres que mude el traje, que yo querría que fuese luego ; que, con ocasión de ir a que las medite. En su intervención, Flandes79, engañaré a mis padres y sacaré dineros para gastar algunos días, y serán hasta con la que responde a la propuesta, ocho los que podré tardar en acomodar mi partida. A los que fueren conmigo yo los sabré no solo cambia el tono, más directo ahora, sino que modifica el uso de los engañar de modo que salga con mi determinación. Lo que te pido es (si es que ya puedo pronombres. Antes sus palabras iban tener atrevimiento de pedirte y suplicarte algo) que, si no es hoy, donde te puedes dirigidas a las dos, a la abuela y a la informar de mi calidad y de la de mis padres, que no vayas más a Madrid; porque no nieta, de ahí la formalidad. Ahora, al saber quién es la que manda, se sirve querría que algunas de las demasiadas ocasiones que allí pueden ofrecerse me saltease la del tú y habla solo para ella. Por otra buena ventura que tanto me cuesta. parte, percibimos que más que alejarlo de ella la locura de su plan —Eso no, señor galán —respondió Preciosa—: sepa que conmigo ha de andar siempre la parece que esta lo ha enamorado libertad desenfadada, sin que la ahogue ni turbe la pesadumbre de los celos; y entienda más. El hecho de que el caballero por amor pase a ser gitano nos lleva a la que no la tomaré tan demasiada, que no se eche de ver desde bien lejos que llega mi constante barroca del disfraz, del honestidad a mi desenvoltura; y en el primero cargo en que quiero estaros es en el de la cambio de estado y nos recuerda a confianza que habéis de hacer de mí. Y mirad que los amantes que entran pidiendo celos, Grisóstomo, personaje del Quijote, quien por amor a la pastora Marcela o son simples o confiados. abandonó su vida de estudiante en Salamanca para pasar a ser pastor como ella. Además, la determinación

78 de Preciosa en su toma de decisiones Fórmula con la que se expresaba una acción inmediata. Tiene el sentido de enseguida. la emparenta, como ya dijimos 79 Guerras de Flandes (1567-1659). Los capitanes trataban de enrolar caballeros de las grandes ciudades para anteriormente, con la pastora servir como soldados en sus compañías. quijotesca. [38]

—Satanás tienes en tu pecho, muchacha —dijo a esta sazón la gitana vieja—: ¡mira que dices cosas que no las diría un colegial de Salamanca! Tú sabes de amor, tú sabes de celos, tú de confianzas: ¿cómo es esto?, que me tienes loca, y te estoy escuchando como a una persona espiritada80, que habla latín sin saberlo. —Calle, abuela —respondió Preciosa—, y sepa que todas las cosas que me oye son nonada81, y son de burlas, para las muchas que de más veras me quedan en el pecho. Todo cuanto Preciosa decía y toda la discreción que mostraba era añadir leña al fuego que ardía en el pecho del enamorado caballero. Finalmente, quedaron en que de allí a ocho días se verían en aquel mismo lugar, donde él vendría a dar cuenta del término en que sus negocios estaban, y ellas habrían tenido tiempo de informarse de la verdad que les había dicho. Sacó el mozo una bolsilla de brocado, donde dijo que iban cien escudos de oro, y dióselos a la vieja; pero no quería Preciosa que los tomase en ninguna manera, a quien la gitana dijo: —Calla, niña, que la mejor señal que este señor ha dado de estar rendido es haber entregado las armas en señal de rendimiento; y el dar, en cualquiera ocasión que sea, siempre fue indicio de generoso pecho. Y acuérdate de aquel refrán que dice: «Al cielo rogando, y con el mazo dando». Y más, que no quiero yo que por mí pierdan las gitanas el nombre que por luengos siglos tienen adquerido de codiciosas y aprovechadas. ¿Cien escudos quieres tú que deseche, Preciosa, y de oro en oro, que pueden andar cosidos en el alforza82 de una saya83 que no valga dos reales, y tenerlos allí como quien tiene un juro84 sobre las yerbas de Estremadura? Y si alguno de nuestros hijos, nietos o parientes cayere, por alguna desgracia, en manos de la justicia, ¿habrá favor tan bueno que llegue a la oreja del juez y del escribano como destos escudos, si llegan a sus bolsas? Tres veces por tres delitos diferentes me he visto casi puesta en el asno para ser azotada, y de la una me libró un jarro de plata, y de la otra una sarta de perlas, y de la otra cuarenta reales de a ocho que había trocado por cuartos, dando veinte reales más por el cambio. Mira, niña, que andamos en oficio muy peligroso y lleno de tropiezos y de ocasiones forzosas, y no hay defensas que más presto nos amparen y socorran como las armas invencibles del gran Filipo85: no hay pasar adelante de su Plus ultra. Por un doblón de dos caras86 se nos muestra alegre la triste del procurador y de todos los ministros de la muerte, que son arpías de nosotras, las pobres gitanas, y más precian pelarnos y desollarnos a nosotras que a un salteador de caminos; jamás, por más rotas y desastradas que nos vean, nos tienen por pobres; que dicen que somos como los jubones de los gabachos de Belmonte87 [12]: rotos y grasientos, y llenos de doblones. Comentario [C12]: [12] A diferencia de Preciosa la abuela sí tiene claro su lugar en el mundo. Es gitana, se comporta como tal y sabe de los peligros que acarrea su oficio y de la 80 Poseída por demonios. importancia del dinero. La 81 Cosa de insignificante valor. 82 intervención de la vieja marca la Pliegue o doble que se hace en ciertas prendas. frontera entre las dos mujeres tanto 83 Primer traje que vestía la mujer sobre la ropa interior o sobre las prendas semiinteriores como corsés, en el tono empleado como en el corpiños y faldillas. La saya se vestía a cuerpo o con otras prendas encima contenido. Si se relaciona con los 84 Derecho perpetuo de propiedad, en este caso referido a las tierras extremeñas. gabachos de Belmonte es porque ella 85 Se refiere a Felipe II y compara su dinero con el poder de la Armada Invencible. Lo considera insuperable. igualmente esconde sus ganancias. 86 El doble ducado de los Reyes Católicos, moneda de oro fino, acuñado también con los mismos tipos durante el siglo XVI por Carlos I y Felipe II. Las dos caras aluden a los bustos afrontados de los Reyes Católicos. Era la de más valor. 87 Mote con el que se nombraba de forma despectiva a los franceses inmigrantes que venían a trabajar y marchaban a su tierra con sus ahorros metidos en ropas sucias. Lo de Belmonte venía por el marqués de [39]

—Por vida suya, abuela, que no diga más; que lleva término de alegar tantas leyes, en favor de quedarse con el dinero, que agote las de los emperadores: quédese con ellos, y buen provecho le hagan, y plega a Dios que los entierre en sepultura donde jamás tornen a ver la claridad del sol, ni haya necesidad que la vean. A estas nuestras compañeras será forzoso darles algo, que ha mucho que nos esperan, y ya deben de estar enfadadas. —Así verán ellas —replicó la vieja— moneda déstas, como veen al Turco88 agora. Este buen señor verá si le ha quedado alguna moneda de plata, o cuartos, y los repartirá entre ellas, que con poco quedarán contentas. —Sí traigo —dijo el galán. Y sacó de la faldriquera tres reales de a ocho, que repartió entre las tres gitanillas, con que quedaron más alegres y más satisfechas que suele quedar un autor de comedias cuando, en competencia de otro, le suelen retular por la esquinas: «Víctor, Víctor89». En resolución, concertaron, como se ha dicho, la venida de allí a ocho días, y que se había de llamar, cuando fuese gitano, ANDRÉS CABALLERO [13]; porque también había gitanos Comentario [C13]: [13] El caballero entre ellos deste apellido. cambia de nombre al cambiar de estado pero en el apellido conserva su nobleza y la esencia de su personaje. De la misma manera que el nombre de No tuvo atrevimiento Andrés (que así le llamaremos de aquí adelante) [14] de abrazar a Preciosa es el reflejo de su Preciosa; antes, enviándole con la vista el alma, sin ella, si así decirse puede, las dejó y se persona.`14 entró en Madrid; y ellas, contentísimas, hicieron lo mismo. Preciosa, algo aficionada, más Comentario [C14]: [14] El narrador con benevolencia que con amor, de la gallarda disposición de Andrés, ya deseaba se dirige de manera directa al lector empleando la primera persona del informarse si era el que había dicho. Entró en Madrid, y, a pocas calles andadas, encontró plural, lo que era habitual en los con el paje poeta de las coplas y el escudo; y cuando él la vio, se llegó a ella, diciendo: romances para implicar a los lectores en la historia y que Cervantes utilizará —Vengas en buen hora, Preciosa: ¿leíste por ventura las coplas que te di el otro día? frecuentemente. A lo que Preciosa respondió: —Primero que le responda palabra, me ha de decir una verdad, por vida de lo que más quiere. —Conjuro es ése —respondió el paje— que, aunque el decirla me costase la vida, no la negaré en ninguna manera. —Pues la verdad que quiero que me diga —dijo Preciosa— es si por ventura es poeta. —A serlo —replicó el paje—, forzosamente había de ser por ventura. Pero has de saber, Preciosa, que ese nombre de poeta muy pocos le merecen; y así, yo no lo soy, sino un aficionado a la poesía. Y para lo que he menester, no voy a pedir ni a buscar versos ajenos: los que te di son míos, y éstos que te doy agora también; mas no por esto soy poeta, ni Dios lo quiera. —¿Tan malo es ser poeta? —replicó Preciosa.

Belmonte, que decían hizo fortuna al obligar a estos franceses a cambiarse de ropa para poder atravesar sus tierras quedándose él con lo que en ellas escondían. 88 Continúan las alusiones a los acontecimientos políticos de la época. El turco no es otro que el Gran Turco, cuya amenaza era constante en el Mediterráneo y a quien se había derrotado en la batalla de Lepanto. La abuela no quiere compartir su oro con las otras gitanas y por eso se refiere irónicamente a su dinero, que será visto por las otras igual que ahora se ve al Turco derrotado. 89 ¡Vencedor, vencedor! Interjección de alegría con que se aplaude a alguien. [40]

—No es malo —dijo el paje—, pero el ser poeta a solas no lo tengo por muy bueno. Hase de usar de la poesía como de una joya preciosísima, cuyo dueño no la trae cada día, ni la muestra a todas gentes, ni a cada paso, sino cuando convenga y sea razón que la muestre. La poesía es una bellísima doncella, casta, honesta, discreta, aguda, retirada, y que se contiene en los límites de la discreción más alta. Es amiga de la soledad, las fuentes la entretienen, los prados la consuelan, los árboles la desenojan, las flores la alegran, y, finalmente, deleita y enseña a cuantos con ella comunican. —Con todo eso —respondió Preciosa—, he oído decir que es pobrísima y que tiene algo de mendiga. —Antes es al revés —dijo el paje—, porque no hay poeta que no sea rico, pues todos viven contentos con su estado: filosofía que la alcanzan pocos. [15] Pero, ¿qué te ha Comentario [C15]: [15] La defensa movido, Preciosa, a hacer esta pregunta? de la poesía como arte especial y delicado recuerda al hijo del Caballero —Hame movido —respondió Preciosa— porque, como yo tengo a todos o los más del Verde Gabán, personaje de El Quijote. Don Quijote, al enterarse de poetas por pobres, causóme maravilla aquel escudo de oro que me distes entre vuestros que el hijo de Don Diego de Miranda versos envuelto; mas agora que sé que no sois poeta, sino aficionado de la poesía, podría es poeta, pronuncia unas palabras ser que fuésedes rico, aunque lo dudo, a causa que por aquella parte que os toca de hacer parecidas. Don Quijote celebra con su elocuencia acostumbrada este oficio coplas se ha de desaguar cuanta hacienda tuviéredes; que no hay poeta, según dicen, que diciendo aquello de que «la pluma es sepa conservar la hacienda que tiene ni granjear la que no tiene. lengua del alma». —Pues yo no soy désos —replicó el paje—: versos hago, y no soy rico ni pobre; y sin sentirlo ni descontarlo, como hacen los ginoveses sus convites, bien puedo dar un escudo, y dos, a quien yo quisiere. Tomad, preciosa perla, este segundo papel y este escudo segundo que va en él, sin que os pongáis a pensar si soy poeta o no; sólo quiero que penséis y creáis que quien os da esto quisiera tener para daros las riquezas de Midas. Y, en esto, le dio un papel; y, tentándole90 Preciosa, halló que dentro venía el escudo, y dijo: —Este papel ha de vivir muchos años, porque trae dos almas consigo: una, la del escudo, y otra, la de los versos, que siempre vienen llenos de almas y corazones. Pero sepa el señor paje que no quiero tantas almas conmigo, y si no saca la una, no haya miedo que reciba la otra; por poeta le quiero, y no por dadivoso, y desta manera tendremos amistad que dure; pues más aína91 puede faltar un escudo, por fuerte que sea, que la hechura de un romance. —Pues así es —replicó el paje— que quieres, Preciosa, que yo sea pobre por fuerza, no deseches el alma que en ese papel te envío, y vuélveme el escudo; que, como le toques con la mano, le tendré por reliquia mientras la vida me durare. Sacó Preciosa el escudo del papel, y quedóse con el papel, y no le quiso leer en la calle. El paje se despidió, y se fue contentísimo, creyendo que ya Preciosa quedaba rendida, pues con tanta afabilidad le había hablado.

Y, como ella llevaba puesta la mira en buscar la casa del padre de Andrés, sin querer detenerse a bailar en ninguna parte, en poco espacio se puso en la calle do estaba, que ella muy bien sabía; y, habiendo andado hasta la mitad, alzó los ojos a unos balcones de

90 Palpar o tocar una cosa para reconocerla, especialmente con las manos cuando no puede verse. 91 Tarde o temprano. Rápido, fácilmente. [41] hierro dorados, que le habían dado por señas, y vio en ella a un caballero de hasta edad de cincuenta años, con un hábito de cruz colorada92 en los pechos, de venerable gravedad y presencia; el cual, apenas también hubo visto la gitanilla, cuando dijo: —Subid, niñas, que aquí os darán limosna. A esta voz acudieron al balcón otros tres caballeros, y entre ellos vino el enamorado Andrés, que, cuando vio a Preciosa, perdió la color y estuvo a punto de perder los sentidos: tanto fue el sobresalto que recibió con su vista. Subieron las gitanillas todas, sino93 la grande, que se quedó abajo para informarse de los criados de las verdades de Andrés. Al entrar las gitanillas en la sala, estaba diciendo el caballero anciano a los demás: —Ésta debe de ser, sin duda, la gitanilla hermosa que dicen que anda por Madrid. —Ella es —replicó Andrés—, y sin duda es la más hermosa criatura que se ha visto. —Así lo dicen —dijo Preciosa, que lo oyó todo en entrando—, pero en verdad que se deben de engañar en la mitad del justo precio. Bonita, bien creo que lo soy; pero tan hermosa como dicen, ni por pienso. —¡Por vida de don Juanico, mi hijo, —dijo el anciano—, que aún sois más hermosa de lo que dicen, linda gitana! —Y ¿quién es don Juanico, su hijo? —preguntó Preciosa. —Ese galán que está a vuestro lado —respondió el caballero. —En verdad que pensé —dijo Preciosa— que juraba vuestra merced por algún niño de dos años: ¡mirad qué don Juanico, y qué brinco94! A mi verdad, que pudiera ya estar casado, y que, según tiene unas rayas en la frente, no pasarán tres años sin que lo esté, y muy a su gusto, si es que desde aquí allá no se le pierde o se le trueca. [16] Comentario [C16]: [16] Con estas palabras y las que dirá a continuación, —¡Basta! —dijo uno de los presentes—; ¿qué sabe la gitanilla de rayas? Preciosa le hace un guiño a su enamorado pues él sabe interpretarlas En esto, las tres gitanillas que iban con Preciosa, todas tres se arrimaron a un rincón de la en su justa medida. sala, y, cosiéndose las bocas unas con otras, se juntaron por no ser oídas. Dijo la Cristina: —Muchachas, éste es el caballero que nos dio esta mañana los tres reales de a ocho. —Así es la verdad —respondieron ellas—, pero no se lo mentemos, ni le digamos nada, si él no nos lo mienta; ¿qué sabemos si quiere encubrirse? En tanto que esto entre las tres pasaba, respondió Preciosa a lo de las rayas: —Lo que veo con los ojos, con el dedo lo adivino. Yo sé del señor don Juanico, sin rayas, que es algo enamoradizo, impetuoso y acelerado, y gran prometedor de cosas que parecen imposibles; y plega a Dios que no sea mentirosito, que sería lo peor de todo. Un

92 Caballero de la orden de Santiago o Calatrava. 93 Excepto. 94 Joya pequeña que usaban las mujeres colgando de las tocas. [42] viaje ha de hacer agora muy lejos de aquí, y uno piensa el bayo y otro el que le ensilla; el hombre pone y Dios dispone; quizá pensará que va a Óñez y dará en Gamboa95. A esto respondió don Juan: —En verdad, gitanica, que has acertado en muchas cosas de mi condición, pero en lo de ser mentiroso vas muy fuera de la verdad, porque me precio de decirla en todo acontecimiento. En lo del viaje largo has acertado, pues, sin duda, siendo Dios servido, dentro de cuatro o cinco días me partiré a Flandes, aunque tú me amenazas que he de torcer el camino, y no querría que en él me sucediese algún desmán que lo estorbase. —Calle, señorito —respondió Preciosa—, y encomiéndese a Dios, que todo se hará bien; y sepa que yo no sé nada de lo que digo, y no es maravilla que, como hablo mucho y a 96 bulto , acierte en alguna cosa, y yo querría acertar en persuadirte [17] a que no te Comentario [C17]: [17] Se le escapa partieses, sino que sosegases el pecho y te estuvieses con tus padres, para darles buena a Preciosa el tuteo que contrasta con ese señorito con el que se ha dirigido vejez; porque no estoy bien con estas idas y venidas a Flandes, principalmente los mozos al caballero unas líneas más arriba y de tan tierna edad como la tuya. Déjate crecer un poco, para que puedas llevar los nos hace pensar que estas palabras trabajos de la guerra; cuanto más, que harta guerra tienes en tu casa: hartos combates sepronuncian de forma más íntima y sin ser entendidas por los otros. Como amorosos te sobresaltan el pecho. Sosiega, sosiega, alborotadito, y mira lo que haces vemos a lo largo del texto, son primero que te cases, y danos una limosnita por Dios y por quien tú eres; que en verdad continuas las formas que recuerdan a que creo que eres bien nacido. Y si a esto se junta el ser verdadero, yo cantaré la gala97 al los apartes del teatro y al discurso directo de los personajes que nos vencimiento de haber acertado en cuanto te he dicho. acerca a una escritura pensada tal vez —Otra vez te he dicho, niña —respondió el don Juan que había de ser Andrés Caballero— para ser leída en voz alta. , que en todo aciertas, sino en el temor que tienes que no debo de ser muy verdadero; que en esto te engañas, sin alguna duda. La palabra que yo doy en el campo, la cumpliré en la ciudad y adonde quiera, sin serme pedida, pues no se puede preciar de caballero quien toca en el vicio de mentiroso. Mi padre te dará limosna por Dios y por mí; que en verdad que esta mañana di cuanto tenía a unas damas, que a ser tan lisonjeras como hermosas, especialmente una dellas, no me arriendo la ganancia. Oyendo esto Cristina, con el recato de la otra vez, dijo a las demás gitanas: —¡Ay, niñas, que me maten si no lo dice por los tres reales de a ocho que nos dio esta mañana! —No es así —respondió una de las dos—, porque dijo que eran damas, y nosotras no lo somos; y, siendo él tan verdadero como dice, no había de mentir en esto. —No es mentira de tanta consideración —respondió Cristina— la que se dice sin perjuicio de nadie, y en provecho y crédito del que la dice. Pero, con todo esto, veo que no nos dan nada, ni nos mandan bailar. Subió en esto la gitana vieja, y dijo: —Nieta, acaba, que es tarde y hay mucho que hacer y más que decir. —Y ¿qué hay, abuela? —preguntó Preciosa—. ¿Hay hijo o hija?

95 Óñez y Gamboa son zonas de Vizcaya que se mantuvieron independientes mucho tiempo y fueron apaciguadas por el conde de Haro bajo mandato de Enrique IV. De esto salió el proverbio, o sois Óñez o Gamboa, del que se sirve Preciosa para referirse a dos lugares distintos. 96 A ojo, calculando aproximadamente, sin medir o contar. 97 Celebrar la acción heroica o insigne de alguien que destaca de los demás. Exaltar, alabar. [43]

—Hijo, y muy lindo —respondió la vieja—. Ven, Preciosa, y oirás verdaderas maravillas. —¡Plega a Dios que no muera de sobreparto! —dijo Preciosa. —Todo se mirará muy bien —replicó la vieja—; cuanto más, que hasta aquí todo ha sido parto derecho, y el infante es como un oro. —¿Ha parido alguna señora? —preguntó el padre de Andrés Caballero. —Sí, señor —respondió la gitana—, pero ha sido el parto tan secreto, que no le sabe sino Preciosa y yo, y otra persona; y así, no podemos decir quién es. —Ni aquí lo queremos saber —dijo uno de los presentes—, pero desdichada de aquella que en vuestras lenguas deposita su secreto, y en vuestra ayuda pone su honra. —No todas somos malas —respondió Preciosa—: quizá hay alguna entre nosotras que se precia de secreta y de verdadera, tanto cuanto el hombre más estirado que hay en esta sala; y vámonos, abuela, que aquí nos tienen en poco; pues en verdad que no somos ladronas ni rogamos a nadie. —No os enojéis, Preciosa —dijo el padre—; que, a lo menos de vos, imagino que no se puede presumir cosa mala, que vuestro buen rostro os acredita y sale por fiador de vuestras buenas obras. Por vida de Preciosita, que bailéis un poco con vuestras compañeras; que aquí tengo un doblón de oro de a dos caras, que ninguna es como la vuestra, aunque son de dos reyes. Apenas hubo oído esto la vieja, cuando dijo: —Ea, niñas, haldas en cinta98, y dad contento a estos señores. Tomó las sonajas Preciosa, y dieron sus vueltas, hicieron y deshicieron todos sus lazos con tanto donaire y desenvoltura, que tras los pies se llevaban los ojos de cuantos las miraban, especialmente los de Andrés, que así se iban entre los pies de Preciosa, como si allí tuvieran el centro de su gloria. Pero turbósela la suerte de manera que se la volvió en infierno; y fue el caso que en la fuga del baile se le cayó a Preciosa el papel que le había dado el paje, y, apenas hubo caído, cuando le alzó el que no tenía buen concepto de las gitanas, y, abriéndole al punto, dijo: —¡Bueno; sonetico tenemos! Cese el baile, y escúchenle; que, según el primer verso, en verdad que no es nada necio. Pesóle a Preciosa, por no saber lo que en él venía, y rogó que no le leyesen, y que se le volviesen; y todo el ahínco que en esto ponía eran espuelas que apremiaban el deseo de Andrés para oírle. Finalmente, el caballero le leyó en alta voz, y era éste:

—Cuando Preciosa el panderete toca y hiere el dulce son los aires vanos, perlas son que derrama con las manos; flores son que despide de la boca.

Suspensa el alma, y la cordura loca, queda a los dulces actos sobrehumanos,

98 Con esta expresión da comienzo el baile de las gitanas. Las haldas son faldas anchas y con mucho vuelo que se sujetan a la cintura al comienzo de la actuación. [44]

que, de limpios, de honestos y de sanos, su fama al cielo levantado toca.

Colgadas del menor de sus cabellos mil almas lleva, y a sus plantas tiene amor rendidas una y otra flecha.

Ciega y alumbra con sus soles bellos, su imperio amor por ellos le mantiene, y aún más grandezas de su ser sospecha.

—¡Por Dios —dijo el que leyó el soneto—, que tiene donaire el poeta que le escribió! —No es poeta, señor, sino un paje muy galán y muy hombre de bien —dijo Preciosa. (Mirad lo que habéis dicho, Preciosa, y lo que vais a decir; que ésas no son alabanzas del paje, sino lanzas que traspasan el corazón de Andrés, que las escucha. ¿Queréislo ver, niña? Pues volved los ojos y veréisle desmayado encima de la silla, con un trasudor99 de muerte; no penséis, doncella, que os ama tan de burlas Andrés que no le hieran y sobresalten el menor de vuestros descuidos. Llegaos a él en hora buena, y decilde algunas palabras al oído, que vayan derechas al corazón y le vuelvan de su desmayo. ¡No, sino andaos a traer sonetos cada día en vuestra alabanza, y veréis cuál os le ponen!) [18] Comentario [C18]: [18] Fragmento que hay que leer como un aparte Todo esto pasó así como se ha dicho: que Andrés, en oyendo el soneto, mil celosas tetral del autor donde aconseja a la imaginaciones le sobresaltaron. No se desmayó, pero perdió la color de manera que, protagonista sobre el modo de proceder y las consecuencias de sus viéndole su padre, le dijo: actos. Ya antes sabíamos de los celos —¿Qué tienes, don Juan, que parece que te vas a desmayar, según se te ha mudado el de su enamorado Juan o Andrés Caballero. El soneto y las palabras de color? Preciosa defendiendo a su autor son la causa de que pierda el color y de que —Espérense —dijo a esta sazón Preciosa—: déjenmele decir unas ciertas palabras al oído, por esta torpeza de la gitanilla el y verán como no se desmaya. narrador aparezca en el texto para aleccionar a su personaje. Y, llegándose a él, le dijo, casi sin mover los labios: —¡Gentil ánimo para gitano! ¿Cómo podréis, Andrés, sufrir el tormento de toca100, pues no podéis llevar el de un papel? Y, haciéndole media docena de cruces sobre el corazón, se apartó dél; y entonces Andrés respiró un poco, y dio a entender que las palabras de Preciosa le habían aprovechado. Finalmente, el doblón de dos caras se le dieron a Preciosa, y ella dijo a sus compañeras que le trocaría101 y repartiría con ellas hidalgamente. El padre de Andrés le dijo que le dejase por escrito las palabras que había dicho a don Juan, que las quería saber en todo caso. Ella dijo que las diría de muy buena gana, y que entendiesen que, aunque parecían

99 Sudor tenue y leve. 100 Tortura practicada por la Inquisición que consistía en poner al reo tendido y atado en el potro, y después de vueltas de garrote en las espinillas, muslos y brazos, se le ponía la toca —tela, especie de beatilla, de que ordinariamente se hacen las tocas, prenda con la que cubría la cabeza—sobre el rostro, cubriendo la boca y la nariz y se echaba sobre ella jarrillos de agua. Al penetrar esta a través de la toca y arrastrándola un tanto hacia el interior, impedía la respiración. 101 Lo cambiaría. [45] cosa de burla, tenían gracia especial para preservar el mal del corazón y los vaguidos de cabeza, y que las palabras eran:

—«Cabecita, cabecita, tente en ti, no te resbales, y apareja dos puntales de la paciencia bendita. Solicita la bonita confiancita; no te inclines a pensamientos ruines; verás cosas que toquen en milagrosas, Dios delante y San Cristóbal gigante».

—Con la mitad destas palabras que le digan, y con seis cruces que le hagan sobre el corazón a la persona que tuviere vaguidos102 de cabeza —dijo Preciosa—, quedará como una manzana103. Cuando la gitana vieja oyó el ensalmo y el embuste, quedó pasmada; y más lo quedó Andrés, que vio que todo era invención de su agudo ingenio. Quedáronse con el soneto, porque no quiso pedirle Preciosa, por no dar otro tártago104 a Andrés; que ya sabía ella, sin ser enseñada, lo que era dar sustos y martelos105, y sobresaltos celosos a los rendidos amantes. Despidiéronse las gitanas, y, al irse, dijo Preciosa a don Juan: —Mire, señor, cualquiera día desta semana es próspero para partidas, y ninguno es aciago; apresure el irse lo más presto que pudiere, que le aguarda una vida ancha, libre y muy gustosa, si quiere acomodarse a ella. —No es tan libre la del soldado, a mi parecer —respondió don Juan—, que no tenga más de sujeción que de libertad; pero, con todo esto, haré como viere. —Más veréis de lo que pensáis —respondió Preciosa—, y Dios os lleve y traiga con bien, como vuestra buena presencia merece. Con estas últimas palabras quedó contento Andrés, y las gitanas se fueron contentísimas. Trocaron el doblón, repartiéronle entre todas igualmente, aunque la vieja guardiana llevaba siempre parte y media de lo que se juntaba, así por la mayoridad, como por ser ella el aguja por quien se guiaban en el maremagno de sus bailes, donaires, y aun de sus embustes.

102 Vahídos, vértigo, sensación ilusoria o alucinatoria de movimiento de los objetos que nos rodean o de nuestro propio cuerpo, por lo común, una sensación de giro. 103 Sano, de buena salud. 104 Disgusto causado por algín grave suceso. Chasco pesado. 105 Celos, pena y aflicción provocadas por estos. [46]

Llegóse, en fin, el día que Andrés Caballero se apareció una mañana en el primer lugar de su aparecimiento, sobre una mula de alquiler, sin criado alguno. Halló en él a Preciosa y a su abuela, de las cuales conocido, le recibieron con mucho gusto. Él les dijo que le guiasen al rancho antes que entrase el día y con él se descubriesen las señas que llevaba, si acaso le buscasen. Ellas, que, como advertidas, vinieron solas, dieron la vuelta, y de allí a poco rato llegaron a sus barracas. Entró Andrés en la una, que era la mayor del rancho, y luego acudieron a verle diez o doce gitanos, todos mozos y todos gallardos y bien hechos, a quien ya la vieja había dado cuenta del nuevo compañero que les había de venir, sin tener necesidad de encomendarles el secreto; que, como ya se ha dicho, ellos le guardan con sagacidad y puntualidad nunca vista. Echaron luego ojo a la mula, y dijo uno dellos: —Ésta se podrá vender el jueves en Toledo106. —Eso no —dijo Andrés—, porque no hay mula de alquiler que no sea conocida de todos los mozos de mulas que trajinan por España. —Par Dios, señor Andrés —dijo uno de los gitanos—, que, aunque la mula tuviera más señales que las que han de preceder al día tremendo107, aquí la transformáramos de manera que no la conociera la madre que la parió ni el dueño que la ha criado. —Con todo eso —respondió Andrés—, por esta vez se ha de seguir y tomar el parecer mío. A esta mula se ha de dar muerte, y ha de ser enterrada donde aun los huesos no parezcan. —¡Pecado grande! —dijo otro gitano—: ¿a una inocente se ha de quitar la vida? No diga tal el buen Andrés, sino haga una cosa: mírela bien agora, de manera que se le queden estampadas todas sus señales en la memoria, y déjenmela llevar a mí; y si de aquí a dos horas la conociere, que me lardeen108 como a un negro fugitivo. —En ninguna manera consentiré —dijo Andrés— que la mula no muera, aunque más me aseguren su transformación. Yo temo ser descubierto si a ella no la cubre la tierra. Y, si se hace por el provecho que de venderla puede seguirse, no vengo tan desnudo a esta cofradía, que no pueda pagar de entrada más de lo que valen cuatro mulas. —Pues así lo quiere el señor Andrés Caballero —dijo otro gitano—, muera la sin culpa; y Dios sabe si me pesa, así por su mocedad, pues aún no ha cerrado109 (cosa no usada entre mulas de alquiler), como porque debe ser andariega, pues no tiene costras en las ijadas, ni llagas de la espuela. Dilatóse su muerte hasta la noche, y en lo que quedaba de aquel día se hicieron las ceremonias de la entrada de Andrés a ser gitano, que fueron: desembarazaron luego un rancho de los mejores del aduar110, y adornáronle de ramos y juncia111; y, sentándose

106 El día del mercado franco en Toledo era el martes, era el jueves en Sevilla y en otros lugares. 107 El día del Juicio Final. 108 Untar o envolver con lardo o grasa lo que se va a asar. Castigo para los esclavos fugitivos a los que se azotaba y se echaba grasa derretida en las llagas. 109 Mudado los dientes. Se producía a los siete años del animal. 110 Conjunto de tiendas y viviendas pobres que se levantan en zonas marginales y forman un poblado. 111 Juncos aromáticos. Planta herbácea, vivaz, de la familia de las ciperáceas, con cañas triangulares de 80 a 120 cm de altura, que tiene hojas largas, estrechas, aquilladas, de bordes ásperos, flores verdosas en espigas [47]

Andrés sobre un medio alcornoque, pusiéronle en las manos un martillo y unas tenazas, y, al son de dos guitarras que dos gitanos tañían, le hicieron dar dos cabriolas; luego le desnudaron un brazo, y con una cinta de seda nueva y un garrote le dieron dos vueltas blandamente. A todo se halló presente Preciosa y otras muchas gitanas, viejas y mozas; que las unas con maravilla, otras con amor, le miraban; tal era la gallarda disposición de Andrés, que hasta los gitanos le quedaron aficionadísimos. Hechas, pues, las referidas ceremonias, un gitano viejo tomó por la mano a Preciosa, y, puesto delante de Andrés, dijo: —Esta muchacha, que es la flor y la nata de toda la hermosura de las gitanas que sabemos que viven en España, te la entregamos, ya por esposa o ya por amiga, que en esto puedes hacer lo que fuere más de tu gusto, porque la libre y ancha vida nuestra no está sujeta a melindres ni a muchas ceremonias. Mírala bien, y mira si te agrada, o si vees en ella alguna cosa que te descontente; y si la vees, escoge entre las doncellas que aquí están la que más te contentare; que la que escogieres te daremos; pero has de saber que una vez escogida, no la has de dejar por otra, ni te has de empachar ni entremeter, ni con las casadas ni con las doncellas. Nosotros guardamos inviolablemente la ley de la amistad: ninguno solicita la prenda del otro; libres vivimos de la amarga pestilencia de los celos. Entre nosotros, aunque hay muchos incestos, no hay ningún adulterio; y, cuando le hay en la mujer propia, o alguna bellaquería en la amiga, no vamos a la justicia a pedir castigo: nosotros somos los jueces y los verdugos de nuestras esposas o amigas; con la misma facilidad las matamos, y las enterramos por las montañas y desiertos, como si fueran animales nocivos; no hay pariente que las vengue, ni padres que nos pidan su muerte. Con este temor y miedo ellas procuran ser castas, y nosotros, como ya he dicho, vivimos seguros. Pocas cosas tenemos que no sean comunes a todos, excepto la mujer o la amiga, que queremos que cada una sea del que le cupo en suerte. Entre nosotros así hace divorcio la vejez como la muerte; el que quisiere puede dejar la mujer vieja, como él sea mozo, y escoger otra que corresponda al gusto de sus años. Con estas y con otras leyes y estatutos nos conservamos y vivimos alegres; somos señores de los campos, de los sembrados, de las selvas, de los montes, de las fuentes y de los ríos. Los montes nos ofrecen leña de balde; los árboles, frutas; las viñas, uvas; las huertas, hortaliza; las fuentes, agua; los ríos, peces, y los vedados, caza; sombra, las peñas; aire fresco, las quiebras; y casas, las cuevas. Para nosotros las inclemencias del cielo son oreos112, refrigerio las nieves, baños la lluvia, músicas los truenos y hachas los relámpagos. Para nosotros son los duros terreros colchones de blandas plumas: el cuero curtido de nuestros cuerpos nos sirve de arnés impenetrable que nos defiende; a nuestra ligereza no la impiden grillos, ni la detienen barrancos, ni la contrastan paredes; a nuestro ánimo no le tuercen cordeles, ni le menoscaban garruchas113, ni le ahogan tocas, ni le doman potros114. Del sí al no no hacemos diferencia cuando nos conviene: siempre nos preciamos más de mártires que de confesores. Para nosotros se crían las bestias de carga en los

terminales, y fruto en granos secos de albumen harinoso. Es medicinal y olorosa, sobre todo el rizoma, y abunda en los sitios húmedos. 112 Soplo del aire que da suavemente en algo. 113 Tormento que consistía en colgar a un hombre por los brazos y colocarle pesos en la espalada y en las piernas. Solo se aplicaba como castigo de delitos atroces. 114 Instrumento de tortura, muy utilizado por la Inquisición. [48] campos, y se cortan las faldriqueras en las ciudades. No hay águila, ni ninguna otra ave de rapiña, que más presto se abalance a la presa que se le ofrece, que nosotros nos abalanzamos a las ocasiones que algún interés nos señalen; y, finalmente, tenemos muchas habilidades que felice fin nos prometen; porque en la cárcel cantamos, en el potro callamos, de día trabajamos y de noche hurtamos; o, por mejor decir, avisamos que nadie viva descuidado de mirar dónde pone su hacienda. No nos fatiga el temor de perder la honra, ni nos desvela la ambición de acrecentarla; ni sustentamos bandos, ni madrugamos a dar memoriales, ni acompañar magnates, ni a solicitar favores. Por dorados techos y suntuosos palacios estimamos estas barracas y movibles ranchos; por cuadros y países de Flandes, los que nos da la naturaleza en esos levantados riscos y nevadas peñas, tendidos prados y espesos bosques que a cada paso a los ojos se nos muestran. Somos astrólogos rústicos, porque, como casi siempre dormimos al cielo descubierto, a todas horas sabemos las que son del día y las que son de la noche; vemos cómo arrincona y barre la aurora las estrellas del cielo, y cómo ella sale con su compañera el alba, alegrando el aire, enfriando el agua y humedeciendo la tierra; y luego, tras ellas, el sol, dorando cumbres (como dijo el otro poeta) y rizando montes115: ni tememos quedar helados por su ausencia cuando nos hiere a soslayo con sus rayos, ni quedar abrasados cuando con ellos particularmente nos toca; un mismo rostro hacemos al sol que al yelo116, a la esterilidad que a la abundancia. En conclusión, somos gente que vivimos por nuestra industria y pico, y sin entremeternos con el antiguo refrán: «Iglesia, o mar, o casa real117»; tenemos lo que queremos, pues nos contentamos con lo que tenemos. Todo esto os he dicho, generoso mancebo, porque no ignoréis la vida a que habéis venido y el trato que habéis de profesar, el cual os he pintado aquí en borrón; que otras muchas e infinitas cosas iréis descubriendo en él con el tiempo, no menos dignas de consideración que las que habéis oído. Calló, en diciendo esto el elocuente y viejo gitano, y el novicio dijo que se holgaba118 mucho de haber sabido tan loables estatutos, y que él pensaba hacer profesión en aquella orden tan puesta en razón y en políticos fundamentos; y que sólo le pesaba no haber venido más presto en conocimiento de tan alegre vida, y que desde aquel punto renunciaba la profesión de caballero y la vanagloria de su ilustre linaje, y lo ponía todo debajo del yugo, o, por mejor decir, debajo de las leyes con que ellos vivían, pues con tan alta recompensa le satisfacían el deseo de servirlos, entregándole a la divina Preciosa, por quien él dejaría coronas e imperios, y sólo los desearía para servirla. A lo cual respondió Preciosa: —Puesto que estos señores legisladores han hallado por sus leyes que soy tuya, y que por tuya te me han entregado, yo he hallado por la ley de mi voluntad, que es la más fuerte de todas, que no quiero serlo si no es con las condiciones que antes que aquí vinieses entre los dos concertamos. Dos años has de vivir en nuestra compañía primero que de la mía goces, porque tú no te arrepientas por ligero, ni yo quede engañada por presurosa.

115 El personaje hace referencia a este verso «dorando cumbres y rizando montes» de un poeta no identificado. Puede tratarse de una invención del autor para hacer que el gitano viejo se exprese como un erudito que llena su discurso con citas literarias. 116 Hielo. 117 Se trata de un dicho muy frecuente en la época con el que se denunciaba la abundancia de estos oficios desempeñados por hidalgos. 118 Se alegraba. [49]

Condiciones rompen leyes; las que te he puesto sabes: si las quisieres guardar, podrá ser que sea tuya y tú seas mío; y donde no, aún no es muerta la mula, tus vestidos están enteros, y de tus dineros no te falta un ardite119; la ausencia que has hecho no ha sido aún de un día; que de lo que dél falta te puedes servir y dar lugar que consideres lo que más te conviene. Estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mi alma, que es libre y nació libre, y ha de ser libre en tanto que yo quisiere. [19] Si te quedas, te estimaré en Comentario [C19]: [19] El tema de mucho; si te vuelves, no te tendré en menos; porque, a mi parecer, los ímpetus amorosos la libertad es una constante en la obra cervantina y aquí es su protagonista corren a rienda suelta, hasta que encuentran con la razón o con el desengaño; y no quien la defiende con ahínco. Su querría yo que fueses tú para conmigo como es el cazador, que, en alcanzado la liebre discurso contrasta con la idea de que sigue, la coge y la deja por correr tras otra que le huye. Ojos hay engañados que a la libertad que defiende el gitano viejo y en la que la mujer no queda muy bien primera vista tan bien les parece el oropel como el oro, pero a poco rato bien conocen la parada. Preciosa toma la palabra y diferencia que hay de lo fino a lo falso. Esta mi hermosura que tú dices que tengo, que la contraría esa visión de los gitanos estimas sobre el sol y la encareces sobre el oro, ¿qué sé yo si de cerca te parecerá sombra, reafirmando sus condiciones, lo que la separa del grupo y señala su y tocada, cairás en que es de alquimia? Dos años te doy de tiempo para que tantees y independencia. ponderes lo que será bien que escojas o será justo que deseches; que la prenda que una vez comprada nadie se puede deshacer della, sino con la muerte, bien es que haya tiempo, y mucho, para miralla y remiralla, y ver en ella las faltas o las virtudes que tiene; que yo no me rijo por la bárbara e insolente licencia [20] que estos mis parientes se han Comentario [C20]: [20] Preciosa se tomado de dejar las mujeres, o castigarlas, cuando se les antoja; y, como yo no pienso comporta igual que antes con su abuela. Asume ser dueña de su hacer cosa que llame al castigo, no quiero tomar compañía que por su gusto me deseche. persona y decide en libertad, lo que la aparta de las normas de los gitanos. —Tienes razón, ¡oh Preciosa! —dijo a este punto Andrés—; y así, si quieres que asegure Nótense de los adjetivos de los que se tus temores y menoscabe tus sospechas, jurándote que no saldré un punto de las sirve para calificar dichas normas órdenes que me pusieres, mira qué juramento quieres que haga, o qué otra seguridad referidas a las mujeres: bárbaras e insolentes. En la soberbia de su puedo darte, que a todo me hallarás dispuesto. decisión entendemos la superioridad —Los juramentos y promesas que hace el cautivo porque le den libertad, pocas veces se de su clase comparada con la de los gitanos. Se siente distinta, y por tanto, cumplen con ella —dijo Preciosa—; y así son, según pienso, los del amante: que, por en lo que atañe a su persona y conseguir su deseo, prometerá las alas de Mercurio y los rayos de Júpiter, como me considera fundamental, no asume las prometió a mí un cierto poeta, y juraba por la laguna Estigia. No quiero juramentos, señor normas de su grupo, de ahí su desobediencia y de ahí que sea ella la Andrés, ni quiero promesas; sólo quiero remitirlo todo a la esperiencia deste noviciado, y que imponga su ley. Entendemos a mí se me quedará el cargo de guardarme, cuando vos le tuviéredes de ofenderme. también que esta superioridad es asumida y consentida por el grupo —Sea ansí —respondió Andrés—. Sola una cosa pido a estos señores y compañeros míos, porque es conocedor de su origen y es y es que no me fuercen a que hurte ninguna cosa por tiempo de un mes siquiera; porque respetuoso con las diferencias de 120 clase y casta que son las que en me parece que no he de acertar a ser ladrón si antes no preceden muchas liciones . [21] definitiva mantienen los privilegios —Calla, hijo —dijo el gitano viejo—, que aquí te industriaremos de manera que salgas un que existen en su etnia. águila en el oficio; y cuando le sepas, has de gustar dél de modo que te comas las manos Comentario [C21]: [21] Si antes era Preciosa la que ponía peros a las tras él. ¡Ya es cosa de burla salir vacío por la mañana y volver cargado a la noche al normas de los gitanos, ahora será rancho! Andrés el que se distancie de sus usos no queriendo robar en un mes, hecho —De azotes he visto yo volver a algunos désos vacíos —dijo Andrés. fundamental para entender la 121 absolución final del personaje tras las —No se toman truchas, etcétera —replicó el viejo—: todas las cosas desta vida están pruebas a las que se somete para sujetas a diversos peligros, y las acciones del ladrón al de las galeras, azotes y horca; pero hacerse merecedor del amor de no porque corra un navío tormenta, o se anega, han de dejar los otros de navegar. ¡Bueno Preciosa.

119 Moneda de poco valor que hubo en Castilla. 120 Lecciones. 121 «No se toman truchas a bragas enjutas», refrán que significa que todo lo que se quiere cuesta esfuerzo, nada se logra sin trabajo. [50] sería que porque la guerra come los hombres y los caballos, dejase de haber soldados! Cuanto más, que el que es azotado por justicia, entre nosotros, es tener un hábito en las espaldas, que le parece mejor que si le trujese en los pechos, y de los buenos. El toque está [en] no acabar acoceando el aire en la flor de nuestra juventud y a los primeros delitos; que el mosqueo122 de las espaldas, ni el apalear el agua en las galeras, no lo estimamos en un cacao123. Hijo Andrés, reposad ahora en el nido debajo de nuestras alas, que a su tiempo os sacaremos a volar, y en parte donde no volváis sin presa; y lo dicho dicho: que os habéis de lamer los dedos tras cada hurto. —Pues, para recompensar —dijo Andrés— lo que yo podía hurtar en este tiempo que se me da de venia, quiero repartir docientos escudos de oro entre todos los del rancho. Apenas hubo dicho esto, cuando arremetieron a él muchos gitanos; y, levantándole en los brazos y sobre los hombros, le cantaban el «¡Víctor, víctor!», y el «¡grande Andrés!», añadiendo: «¡Y viva, viva Preciosa, amada prenda suya!» Las gitanas hicieron lo mismo con Preciosa, no sin envidia de Cristina y de otras gitanillas que se hallaron presentes; que la envidia tan bien se aloja en los aduares de los bárbaros y en las chozas de pastores, como en palacios de príncipes, y esto de ver medrar al vecino que me parece que no tiene más méritos que yo, fatiga. [22] Comentario [C22]: [22] De nuevo es 124 la voz del narrador la que argumenta Hecho esto, comieron lautamente ; repartióse el dinero prometido con equidad y para sus lectores al margen de la justicia; renováronse las alabanzas de Andrés, subieron al cielo la hermosura de Preciosa. historia. Llegó la noche, acocotaron125 la mula y enterráronla de modo que quedó seguro Andrés de ser por ella descubierto; y también enterraron con ella sus alhajas, como fueron silla y freno y cinchas126, a uso de los indios, que sepultan con ellos sus más ricas preseas127. De todo lo que había visto y oído y de los ingenios de los gitanos quedó admirado Andrés, y con propósito de seguir y conseguir su empresa, sin entremeterse nada en sus costumbres; o, a lo menos, escusarlo por todas las vías que pudiese, pensando exentarse de la jurisdición de obedecellos en las cosas injustas que le mandasen, a costa de su dinero.

Otro día les rogó Andrés que mudasen de sitio y se alejasen de Madrid, porque temía ser conocido si allí estaba. Ellos dijeron que ya tenían determinado irse a los montes de Toledo, y desde allí correr y garramar128 toda la tierra circunvecina. Levantaron, pues, el rancho y diéronle a Andrés una pollina129 en que fuese, pero él no la quiso, sino irse a pie, sirviendo de lacayo a Preciosa, que sobre otra iba: ella contentísima de ver cómo triunfaba de su gallardo escudero, y él ni más ni menos, de ver junto a sí a la que había hecho señora de su albedrío.

122 Golpes, latigazos que daba el verdugo al reo como castigo. 123 Semilla usada como moneda de poco valor por los idios aztecas. 124 Espléndidamente, con abundancia. 125 Acogotar, matar con una herida o golpe dado en el cogote. 126 Utensilio formado por una o varias fajas o tiras de cáñamo, lana, cuero u otro material que sirve para asegurar la silla o la albarda sobre la cabalgadura, cerrándola por debajo de la barriga con una o más hebillas. 127 Tesoros, alhajas, joyas, telas preciosas. 128 Saquear y robar. 129 Asno hembra joven y cerril. [51]

¡Oh poderosa fuerza [23] deste que llaman dulce dios de la amargura (título que le ha Comentario [C23]: [23] El narrador dado la ociosidad y el descuido nuestro), y con qué veras nos avasallas, y cuán sin o el autor toma la palabra para opinar acerca de lo sucedido. Argumenta respecto nos tratas! Caballero es Andrés, y mozo de muy buen entendimiento, criado casi acerca de cómo el amor lo trastoca toda su vida en la Corte y con el regalo de sus ricos padres; y desde ayer acá ha hecho tal todo y hace que los planes de vida no mudanza, que engañó a sus criados y a sus amigos, defraudó las esperanzas que sus sean los esperados. Es importante esta intervención porque funciona en padres en él tenían; dejó el camino de Flandes, donde había de ejercitar el valor de su el texto a modo de recordatorio persona y acrecentar la honra de su linaje, y se vino a postrarse a los pies de una haciéndonos ver quién es el muchacha, y a ser su lacayo; que, puesto que130 hermosísima, en fin, era gitana: privilegio personaje, de dónde ha salido y qué le 131 ha movido para comportarse así. Esto de la hermosura, que trae al redopelo y por la melena a sus pies a la voluntad más nos reafirma en nuestra idea de texto esenta. escrito para ser leído en voz alta siendo esta intervención de gran De allí a cuatro días llegaron a una aldea dos leguas de Toledo, donde asentaron su aduar, utilidad para los oyentes despistados. dando primero algunas prendas de plata al alcalde del pueblo, en fianzas de que en él ni en todo su término no hurtarían ninguna cosa. Hecho esto, todas las gitanas viejas, y algunas mozas, y los gitanos, se esparcieron por todos los lugares, o, a lo menos, apartados por cuatro o cinco leguas de aquel donde habían asentado su real. Fue con ellos Andrés a tomar la primera lición de ladrón; pero, aunque le dieron muchas en aquella salida, ninguna se le asentó; antes, correspondiendo a su buena sangre, con cada hurto que sus maestros hacían se le arrancaba a él el alma; y tal vez hubo que pagó de su dinero los hurtos que sus compañeros había hecho, conmovido de las lágrimas de sus dueños; de lo cual los gitanos se desesperaban, diciéndole que era contravenir a sus estatutos y ordenanzas, que prohibían la entrada a la caridad en sus pechos, la cual, en teniéndola, habían de dejar de ser ladrones, cosa que no les estaba bien en ninguna manera. Viendo, pues, esto Andrés, dijo que él quería hurtar por sí solo, sin ir en compañía de nadie; porque para huir del peligro tenía ligereza, y para cometelle no le faltaba el ánimo; así que, el premio o el castigo de lo que hurtase quería que fuese suyo. Procuraron los gitanos disuadirle deste propósito, diciéndole que le podrían suceder ocasiones donde fuese necesaria la compañía, así para acometer como para defenderse, y que una persona sola no podía hacer grandes presas. Pero, por más que dijeron, Andrés quiso ser ladrón solo y señero132, con intención de apartarse de la cuadrilla y comprar por su dinero alguna cosa que pudiese decir que la había hurtado, y deste modo cargar lo que menos pudiese sobre su conciencia. Usando, pues, desta industria, en menos de un mes trujo133 más provecho a la compañía que trujeron cuatro de los más estirados ladrones della; de que no poco se holgaba Preciosa, viendo a su tierno amante tan lindo y tan despejado ladrón. Pero, con todo eso, estaba temerosa de alguna desgracia; que no quisiera ella verle en afrenta por todo el tesoro de Venecia, obligada a tenerle aquella buena voluntad [por] los muchos servicios y regalos que su Andrés le hacía. Poco más de un mes se estuvieron en los términos de Toledo, donde hicieron su agosto, aunque era por el mes de setiembre, y desde allí se entraron en Estremadura, por ser tierra rica y caliente. Pasaba Andrés con Preciosa honestos, discretos y enamorados coloquios, y ella poco a poco se iba enamorando de la discreción y buen trato de su

130 Aunque. 131 Contra el curso o modo natural, violentamente. Reducir a la fuerza. 132 Solitario, separado de toda compañía. 133 Trajo. [52] amante; y él, del mismo modo, si pudiera crecer su amor, fuera creciendo: tal era la honestidad, discreción y belleza de su Preciosa. A doquiera que llegaban, él se llevaba el precio134 y las apuestas de corredor y de saltar más que ninguno; jugaba a los bolos y a la pelota estremadamente; tiraba la barra con mucha fuerza y singular destreza. Finalmente, en poco tiempo voló su fama por toda Estremadura, y no había lugar donde no se hablase de la gallarda disposición del gitano Andrés Caballero y de sus gracias y habilidades; y al par desta fama corría la de la hermosura de la gitanilla, y no había villa, lugar ni aldea donde no los llamasen para regocijar las fiestas votivas135 suyas, o para otros particulares regocijos. Desta manera, iba el aduar rico, próspero y contento, y los amantes gozosos con sólo mirarse.

Sucedió, pues, que, teniendo el aduar entre unas encinas, algo apartado del camino real, oyeron una noche, casi a la mitad della, ladrar sus perros con mucho ahínco y más de lo que acostumbraban; salieron algunos gitanos, y con ellos Andrés, a ver a quién ladraban, y vieron que se defendía dellos un hombre vestido de blanco, a quien tenían dos perros asido de una pierna; llegaron y quitáronle, y uno de los gitanos le dijo: —¿Quién diablos os trujo por aquí, hombre, a tales horas y tan fuera de camino? ¿Venís a hurtar por ventura? Porque en verdad que habéis llegado a buen puerto. —No vengo a hurtar —respondió el mordido—, ni sé si vengo o no fuera de camino, aunque bien veo que vengo descaminado. Pero decidme, señores, ¿está por aquí alguna venta o lugar donde pueda recogerme esta noche y curarme de las heridas que vuestros perros me han hecho? —No hay lugar ni venta donde podamos encaminaros —respondió Andrés—; mas, para curar vuestras heridas y alojaros esta noche, no os faltará comodidad en nuestros ranchos. Veníos con nosotros, que, aunque somos gitanos, no lo parecemos en la caridad. —Dios la use con vosotros —respondió el hombre—; y llevadme donde quisiéredes, que el dolor desta pierna me fatiga mucho. Llegóse a él Andrés y otro gitano caritativo (que aun entre los demonios hay unos peores que otros, y entre muchos malos hombres suele haber algún bueno), y entre los dos le llevaron. Hacía la noche clara con la luna, de manera que pudieron ver que el hombre era mozo de gentil rostro y talle; venía vestido todo de lienzo blanco, y atravesada por las espaldas y ceñida a los pechos una como camisa o talega136 de lienzo. Llegaron a la barraca o toldo de Andrés, y con presteza encendieron lumbre y luz, y acudió luego la abuela de Preciosa a curar el herido, de quien ya le habían dado cuenta. Tomó algunos pelos de los perros, friólos en aceite, y, lavando primero con vino dos mordeduras que tenía en la pierna izquierda, le puso los pelos con el aceite en ellas y encima un poco de romero verde mascado; lióselo muy bien con paños limpios y santiguóle137 las heridas y díjole: —Dormid, amigo, que, con el ayuda de Dios, no será nada.

134 Premio. 135 Ofrecido por votos o promesas. En conmemoración de algo o de alguien. 136 Saco o bolsa ancha y corta de tela, lienzo, estopa que sirve para llevar dentro las cosas. 137 Decir algunas oraciones devotas y santas, a un enfermo haciendo algunas cruces y echándole bendicones. [53]

En tanto que curaban al herido, estaba Preciosa delante, y estúvole mirando ahincadamente138, y lo mismo hacía él a ella, de modo que Andrés echó de ver en la atención con que el mozo la miraba; pero echólo a que la mucha hermosura de Preciosa se llevaba tras sí los ojos. En resolución, después de curado el mozo, le dejaron solo sobre un lecho hecho de heno seco, y por entonces no quisieron preguntarle nada de su camino ni de otra cosa. Apenas se apartaron dél, cuando Preciosa llamó a Andrés aparte y le dijo: —¿Acuérdaste, Andrés, de un papel que se me cayó en tu casa cuando bailaba con mis compañeras, que, según creo, te dio un mal rato? —Sí acuerdo —respondió Andrés—, y era un soneto en tu alabanza, y no malo. —Pues has de saber, Andrés —replicó Preciosa—, que el que hizo aquel soneto es ese mozo mordido que dejamos en la choza; y en ninguna manera me engaño, porque me habló en Madrid dos o tres veces, y aun me dio un romance muy bueno. Allí andaba, a mi parecer, como paje; mas no de los ordinarios, sino de los favorecidos de algún príncipe; y en verdad te digo, Andrés, que el mozo es discreto, y bien razonado, y sobremanera honesto, y no sé qué pueda imaginar desta su venida y en tal traje. —¿Qué puedes imaginar, Preciosa? —respondió Andrés—. Ninguna otra cosa sino que la misma fuerza que a mí me ha hecho gitano le ha hecho a él parecer molinero y venir a buscarte. ¡Ah, Preciosa, Preciosa, y cómo se va descubriendo que te quieres preciar de tener más de un rendido! Y si esto es así, acábame a mí primero y luego matarás a este otro, y no quieras sacrificarnos juntos en las aras de tu engaño, por no decir de tu belleza. —¡Válame Dios —respondió Preciosa—, Andrés, y cuán delicado andas, y cuán de un sotil139 cabello tienes colgadas tus esperanzas y mi crédito, pues con tanta facilidad te ha penetrado el alma la dura espada de los celos! Dime, Andrés: si en esto hubiera artificio o engaño alguno, ¿no supiera yo callar y encubrir quién era este mozo? ¿Soy tan necia, por ventura, que te había de dar ocasión de poner en duda mi bondad y buen término? Calla, Andrés, por tu vida, y mañana procura sacar del pecho deste tu asombro140 adónde va, o a lo que viene. Podría ser que estuviese engañada tu sospecha, como yo no lo estoy de que sea el que he dicho. Y, para más satisfación tuya, pues ya he llegado a términos de satisfacerte, de cualquiera manera y con cualquiera intención que ese mozo venga, despídele luego y haz que se vaya, pues todos los de nuestra parcialidad te obedecen, y no habrá ninguno que contra tu voluntad le quiera dar acogida en su rancho; y, cuando esto así no suceda, yo te doy mi palabra de no salir del mío, ni dejarme ver de sus ojos, ni de todos aquellos que tú quisieres que no me vean. Mira, Andrés, no me pesa a mí de verte celoso, pero pesarme ha mucho si te veo indiscreto. —Como no me veas loco, Preciosa —respondió Andrés—, cualquiera otra demonstración será poca o ninguna para dar a entender adónde llega y cuánto fatiga la amarga y dura presunción de los celos. Pero, con todo eso, yo haré lo que me mandas, y sabré, si es que es posible, qué es lo que este señor paje poeta quiere, dónde va, o qué es lo que busca; que podría ser que por algún hilo que sin cuidado muestre, sacase yo todo el ovillo con que temo viene a enredarme.

138 Con insistencia o vehemencia. 139 Sutil, en el sentido de débil, frágil. 140 Susto, espanto, temor. [54]

—Nunca los celos, a lo que imagino —dijo Preciosa—, dejan el entendimiento libre para que pueda juzgar las cosas como ellas son. Siempre miran los celosos con antojos de allende141, que hacen las cosas pequeñas, grandes; los enanos, gigantes, y las sospechas, verdades. Por vida tuya y por la mía, Andrés, que procedas en esto, y en todo lo que tocare a nuestros conciertos, cuerda y discretamente; que si así lo hicieres, sé que me has de conceder la palma de honesta y recatada, y de verdadera en todo estremo. Con esto se despidió de Andrés, y él se quedó esperando el día para tomar la confesión al herido, llena de turbación el alma y de mil contrarias imaginaciones. No podía creer sino que aquel paje había venido allí atraído de la hermosura de Preciosa; porque piensa el ladrón que todos son de su condición. Por otra parte, la satisfación que Preciosa le había dado le parecía ser de tanta fuerza, que le obligaba a vivir seguro y a dejar en las manos de su bondad toda su ventura. [24] Comentario [C24]: [24] La presencia del paje-poeta en esta historia sirve para relacionar dos temas importantes en la obra cervantina: los Llegóse el día, visitó al mordido; preguntóle cómo se llamaba y adónde iba, y cómo celos y la poesía. caminaba tan tarde y tan fuera de camino; aunque primero le preguntó cómo estaba, y si se sentía sin dolor de las mordeduras. A lo cual respondió el mozo que se hallaba mejor y sin dolor alguno, y de manera que podía ponerse en camino. A lo de decir su nombre y adónde iba, no dijo otra cosa sino que se llamaba Alonso Hurtado, y que iba a Nuestra Señora de la Peña de Francia142 a un cierto negocio, y que por llegar con brevedad caminaba de noche, y que la pasada había perdido el camino, y acaso había dado con aquel aduar, donde los perros que le guardaban le habían puesto del modo que había visto. No le pareció a Andrés legítima esta declaración, sino muy bastarda143, y de nuevo volvieron a hacerle cosquillas en el alma sus sospechas; y así, le dijo: —Hermano, si yo fuera juez y vos hubiérades caído debajo de mi jurisdición por algún delito, el cual pidiera que se os hicieran las preguntas que yo os he hecho, la respuesta que me habéis dado obligara a que os apretara los cordeles. Yo no quiero saber quién sois, cómo os llamáis o adónde vais; pero adviértoos que, si os conviene mentir en este vuestro viaje, mintáis con más apariencia de verdad. Decís que vais a la Peña de Francia, y dejáisla a la mano derecha, más atrás deste lugar donde estamos bien treinta leguas; camináis de noche por llegar presto, y vais fuera de camino por entre bosques y encinares que no tienen sendas apenas, cuanto más144 caminos. Amigo, levantaos y aprended a mentir, y andad en hora buena. Pero, por este buen aviso que os doy, ¿no me diréis una verdad? (que sí diréis, pues tan mal sabéis mentir). Decidme: ¿sois por ventura uno que yo he visto muchas veces en la Corte, entre paje y caballero, que tenía fama de ser gran poeta; uno que hizo un romance y un soneto a una gitanilla que los días pasados andaba en Madrid, que era tenida por singular en la belleza? Decídmelo, que yo os prometo por la fe de caballero gitano de guardaros el secreto que vos viéredes que os conviene. Mirad que negarme la verdad, de que no sois el que yo digo, no llevaría camino, porque este

141 Anteojos de aumento, de vista larga. Que ven mal las cosas, que las agrandan. 142 Es una sierra entre Salamanca y Ciudad Rodrigo, adonde cerca de los años 1490 se halló una imagen muy devota de Nuestra Señora, y en el mismo lugar se edificó una iglesia y se fundó un monasterio de frailes dominicos. 143 Falsa, vil. 144 Mucho menos. [55] rostro que yo veo aquí es el que vi en Madrid. Sin duda alguna que la gran fama de vuestro entendimiento me hizo muchas veces que os mirase como a hombre raro e insigne, y así se me quedó en la memoria vuestra figura, que os he venido a conocer por ella, aun puesto en el diferente traje en que estáis agora del en que yo os vi entonces. No os turbéis; animaos, y no penséis que habéis llegado a un pueblo de ladrones, sino a un asilo que os sabrá guardar y defender de todo el mundo. Mirad, yo imagino una cosa, y si es ansí como la imagino, vos habéis topado con vuestra buena suerte en haber encontrado conmigo. Lo que imagino es que, enamorado de Preciosa, aquella hermosa gitanica a quien hicisteis los versos, habéis venido a buscarla, por lo que yo no os tendré en menos, sino en mucho más; que, aunque gitano, la esperiencia me ha mostrado adónde se estiende la poderosa fuerza de amor, y las transformaciones que hace hacer a los que coge debajo de su jurisdición y mando. [25] Si esto es así, como creo que sin duda Comentario [C25]: [25] Ahora es lo es, aquí está la gitanica. Andrés el que se hace portavoz de los dislates que provoca el amor y ve en —Sí, aquí está, que yo la vi anoche —dijo el mordido; razón con que Andrés quedó como otro lo que es verdad en su persona. Parece haberse aprendido bien la difunto, pareciéndole que había salido al cabo con la confirmación de sus sospechas—. lección que le dio antes Preciosa. Anoche la vi —tornó a referir el mozo—, pero no me atreví a decirle quién era, porque no me convenía. —Desa manera —dijo Andrés—, vos sois el poeta que yo he dicho. —Sí soy —replicó el mancebo—; que no lo puedo ni lo quiero negar. Quizá podía ser que donde he pensado perderme hubiese venido a ganarme, si es que hay fidelidad en las selvas y buen acogimiento en los montes. —Hayle, sin duda —respondió Andrés—, y entre nosotros, los gitanos, el mayor secreto del mundo. Con esta confianza podéis, señor, descubrirme vuestro pecho, que hallaréis en el mío lo que veréis, sin doblez alguno. La gitanilla es parienta mía, y está sujeta a lo [que] quisiere hacer della; si la quisiéredes por esposa, yo y todos sus parientes gustaremos dello; y si por amiga, no usaremos de ningún melindre, con tal que tengáis dineros, porque la codicia por jamás sale de nuestros ranchos. —Dineros traigo —respondió el mozo—: en estas mangas de camisa que traigo ceñida por el cuerpo vienen cuatrocientos escudos de oro. Éste fue otro susto mortal que recibió Andrés, viendo que el traer tanto dinero no era sino para conquistar o comprar su prenda; y, con lengua ya turbada, dijo: —Buena cantidad es ésa; no hay sino descubriros, y manos a labor, que la muchacha, que no es nada boba, verá cuán bien le está ser vuestra. —¡Ay amigo! —dijo a esta sazón el mozo—, quiero que sepáis que la fuerza que me ha hecho mudar de traje no es la de amor, que vos decís, ni de desear a Preciosa, que hermosas tiene Madrid que pueden y saben robar los corazones y rendir las almas tan bien y mejor que las más hermosas gitanas, puesto que confieso que la hermosura de vuestra parienta a todas las que yo he visto se aventaja. Quien me tiene en este traje, a pie y mordido de perros, no es amor, sino desgracia mía. Con estas razones que el mozo iba diciendo, iba Andrés cobrando los espíritus perdidos, pareciéndole que se encaminaban a otro paradero del que él se imaginaba; y deseoso de salir de aquella confusión, volvió a reforzarle la seguridad con que podía descubrirse; y así, él prosiguió diciendo:

[56]

—Yo estaba en Madrid en casa de un título, a quien servía no como a señor, sino como a pariente. Éste tenía un hijo, único heredero suyo, el cual, así por el parentesco como por ser ambos de una edad y de una condición misma, me trataba con familiaridad y amistad grande. Sucedió que este caballero se enamoró de una doncella principal, a quien él escogiera de bonísima gana para su esposa, si no tuviera la voluntad sujeta, como buen hijo, a la de sus padres, que aspiraban a casarle más altamente; pero, con todo eso, la servía a hurto de todos los ojos que pudieran, con las lenguas, sacar a la plaza sus deseos; solos los míos eran testigos de sus intentos. Y una noche, que debía de haber escogido la desgracia para el caso que ahora os diré, pasando los dos por la puerta y calle desta señora, vimos arrimados a ella dos hombres, al parecer, de buen talle. Quiso reconocerlos mi pariente, y apenas se encaminó hacia ellos, cuando echaron con mucha ligereza mano a las espadas y a dos broqueles145, y se vinieron a nosotros, que hicimos lo mismo, y con iguales armas nos acometimos. Duró poco la pendencia, porque no duró mucho la vida de los dos contrarios, que, de dos estocadas que guiaron los celos de mi pariente y la defensa que yo le hacía, las perdieron (caso estraño y pocas veces visto). Triunfando, pues, de lo que no quisiéramos, volvimos a casa, y, secretamente, tomando todos los dineros que podimos, nos fuimos a San Jerónimo, [26] esperando el día, que descubriese Comentario [C26]: [26] Era normal lo sucedido y las presunciones que se tenían de los matadores. Supimos que de nosotros que tras una pendencia los que huían de la justicia buscaran refugio en las no había indicio alguno, y aconsejáronnos los prudentes religiosos que nos volviésemos a iglesias puesto que la justicia no podía casa, y que no diésemos ni despertásemos con nuestra ausencia alguna sospecha contra arrestar a los delincuentes que nosotros. Y, ya que estábamos determinados de seguir su parecer, nos avisaron que los estaban bajo su techo. Aquí el personaje diche haberse refugiado en señores alcaldes de Corte habían preso en su casa a los padres de la doncella y a la misma la de San Jerónimo. doncella, y que entre otros criados a quien tomaron la confesión, una criada de la señora dijo cómo mi pariente paseaba a su señora de noche y de día; y que con este indicio habían acudido a buscarnos, y, no hallándonos, sino muchas señales de nuestra fuga, se confirmó en toda la Corte ser nosotros los matadores de aquellos dos caballeros, que lo eran, y muy principales. Finalmente, con parecer del conde mi pariente, y del de los religiosos, después de quince días que estuvimos escondidos en el monasterio, mi camarada, en hábito de fraile, con otro fraile se fue la vuelta de Aragón, con intención de pasarse a Italia, y desde allí a Flandes, hasta ver en qué paraba el caso. Yo quise dividir y apartar nuestra fortuna, y que no corriese nuestra suerte por una misma derrota; seguí otro camino diferente del suyo, y, en hábito de mozo de fraile, a pie, salí con un religioso, que me dejó en Talavera; desde allí aquí he venido solo y fuera de camino, hasta que anoche llegué a este encinal, donde me ha sucedido lo que habéis visto. Y si pregunté por el camino de la Peña de Francia, fue por responder algo a lo que se me preguntaba; que en verdad que no sé dónde cae la Peña de Francia, puesto que sé que está más arriba de Salamanca.» —Así es verdad —respondió Andrés—, y ya la dejáis a mano derecha, casi veinte leguas de aquí; porque veáis cuán derecho camino llevábades si allá fuérades. —El que yo pensaba llevar —replicó el mozo— no es sino a Sevilla; que allí tengo un caballero ginovés, grande amigo del conde mi pariente, que suele enviar a Génova gran cantidad de plata, y llevo disignio que me acomode con los que la suelen llevar, como uno dellos; y con esta estratagema seguramente podré pasar hasta Cartagena, y de allí a Italia, porque han de venir dos galeras muy presto a embarcar esta plata. Ésta es, buen amigo, mi historia: mirad si puedo decir que nace más de desgracia pura que de amores aguados.

145 Pequeós escudos defensivos circulares de madera o corcho, forrados de cuero. [57]

Pero si estos señores gitanos quisiesen llevarme en su compañía hasta Sevilla, si es que van allá, yo se lo pagaría muy bien; que me doy a entender que en su compañía iría más seguro, y no con el temor que llevo. —Sí llevarán —respondió Andrés—; y si no fuéredes en nuestro aduar, porque hasta ahora no sé si va al Andalucía, iréis en otro que creo que habemos de topar dentro de dos días, y con darles algo de lo que lleváis, facilitaréis con ellos otros imposibles mayores. [27] Comentario [C27]: [27] No sabemos si de forma consciente o no, Andrés no se incluye entre los gitanos, se distancia de ellos, como lo hizo Dejóle Andrés, y vino a dar cuenta a los demás gitanos de lo que el mozo le había contado anteriormente el mozo, al decir estos y de lo que pretendía, con el ofrecimiento que hacía de la buena paga y recompensa. señores gitanos sin incluir a su Todos fueron de parecer que se quedase en el aduar. Sólo Preciosa tuvo el contrario, y la interlocutor usando el demostrativo estos en lugar del pronombre personal abuela dijo que ella no podía ir a Sevilla, ni a sus contornos, a causa que los años pasados vosotros. De ahí ese darles de Andrés 146 había hecho una burla en Sevilla a un gorrero llamado Triguillos, muy conocido en ella, en lugar de darnos que sería lo normal al cual le había hecho meter en una tinaja de agua hasta el cuello, desnudo en carnes, y en si se sintiese uno más del grupo, como sí hizo antes cuando se refería a la cabeza puesta una corona de ciprés, esperando el filo de la media noche para salir de la Preciosa como pariente suya. Andrés tinaja a cavar y sacar un gran tesoro que ella le había hecho creer que estaba en cierta solo asume su condición de gitano en parte de su casa. Dijo que, como oyó el buen gorrero tocar a maitines, por no perder la lo referente a su amada, pero se aleja de tal condición cuando el asunto es el coyuntura, se dio tanta priesa a salir de la tinaja que dio con ella y con él en el suelo, y con robo o lo económico, como sucede en el golpe y con los cascos se magulló las carnes, derramóse el agua y él quedó nadando en este caso. ella, y dando voces que se anegaba. Acudieron su mujer y sus vecinos con luces, y halláronle haciendo efectos de nadador, soplando y arrastrando la barriga por el suelo, y meneando brazos y piernas con mucha priesa, y diciendo a grandes voces: «¡Socorro, señores, que me ahogo!»; tal le tenía el miedo, que verdaderamente pensó que se ahogaba. Abrazáronse con él, sacáronle de aquel peligro, volvió en sí, contó la burla de la gitana, y, con todo eso, cavó en la parte señalada más de un estado147 en hondo, a pesar de todos cuantos le decían que era embuste mío; y si no se lo estorbara un vecino suyo, que tocaba ya en los cimientos de su casa, él diera con entrambas en el suelo, si le dejaran cavar todo cuanto él quisiera. Súpose este cuento por toda la ciudad, y hasta los muchachos le señalaban con el dedo y contaban su credulidad y mi embuste. Esto contó la gitana vieja, y esto dio por escusa para no ir a Sevilla. Los gitanos, que ya sabían de Andrés Caballero que el mozo traía dineros en cantidad, con facilidad le acogieron en su compañía y se ofrecieron de guardarle y encubrirle todo el tiempo que él quisiese, y determinaron de torcer el camino a mano izquierda y entrarse en la Mancha y en el reino de Murcia. Llamaron al mozo y diéronle cuenta de lo que pensaban hacer por él; él se lo agradeció y dio cien escudos de oro para que los repartiesen entre todos. Con esta dádiva quedaron más blandos que unas martas; sólo a Preciosa no contentó mucho la quedada de don Comentario [C28]: [28] Recordemos que anteriormente le dijo Sancho, [28] que así dijo el mozo que se llamaba; pero los gitanos se le mudaron en el de a Andrés que se llamaba Alonso Clemente, y así le llamaron desde allí adelante. También quedó un poco torcido Andrés, y Hurtado. Ahora dice llamarse Sancho y no bien satisfecho de haberse quedado Clemente, por parecerle que con poco a continuación los gitanos le cambien el nombre por el de Clemente. El fundamento había dejado sus primeros designios. Mas Clemente, como si le leyera la nombre se va acomodando al intención, entre otras cosas le dijo que se holgaba de ir al reino de Murcia, por estar cerca personaje como si de un traje se de Cartagena, adonde si viniesen galeras, como él pensaba que habían de venir, pudiese tratara. Estos cambios responden al gusto cervantino por el juego de nombres que en El Quijote nos llevan 146 Gorrón, que vive de los demás. del Alonso Quijano, al Quesada, 147 Medida de longitud en la que se toma como referencia la estatura de un hombre. Quijada… [58] con facilidad pasar a Italia. Finalmente, por traelle más ante los ojos y mirar sus acciones y escudriñar sus pensamientos, quiso Andrés que fuese Clemente su camarada, y Clemente tuvo esta amistad por gran favor que se le hacía. Andaban siempre juntos, gastaban largo, llovían escudos, corrían, saltaban, bailaban y tiraban la barra mejor que ninguno de los gitanos, y eran de las gitanas más que medianamente queridos, y de los gitanos en todo estremo respectados.

Dejaron, pues, a Estremadura y entráronse en la Mancha, y poco a poco fueron caminando al reino de Murcia. En todas las aldeas y lugares que pasaban había desafíos de pelota, de esgrima, de correr, de saltar, de tirar la barra y de otros ejercicios de fuerza, maña y ligereza, y de todos salían vencedores Andrés y Clemente, como de solo Andrés queda dicho. Y en todo este tiempo, que fueron más de mes y medio, nunca tuvo Clemente ocasión, ni él la procuró, de hablar a Preciosa, hasta que un día, estando juntos Andrés y ella, llegó él a la conversación, porque le llamaron, y Preciosa le dijo: —Desde la vez primera que llegaste a nuestro aduar te conocí, Clemente, y se me vinieron a la memoria los versos que en Madrid me diste; pero no quise decir nada, por no saber con qué intención venías a nuestras estancias; y, cuando supe tu desgracia, me pesó en el alma, y se aseguró mi pecho, que estaba sobresaltado, pensando que como había don Joanes en el mundo, y que se mudaban en Andreses, así podía haber don Sanchos que se mudasen en otros nombres. Háblote desta manera porque Andrés me ha dicho que te ha dado cuenta de quién es y de la intención con que se ha vuelto gitano —y así era la verdad; que Andrés le había hecho sabidor de toda su historia, por poder comunicar con él sus pensamientos—. Y no pienses que te fue de poco provecho el conocerte, pues por mi respecto y por lo que yo de ti dije, se facilitó el acogerte y admitirte en nuestra compañía, donde plega a Dios te suceda todo el bien que acertares a desearte. Este buen deseo quiero que me pagues en que no afees a Andrés la bajeza de su intento, ni le pintes cuán mal le está perseverar en este estado; que, puesto que yo imagino que debajo de los candados de mi voluntad está la suya, todavía me pesaría de verle dar muestras, por mínimas que fuesen, de algún arrepentimiento. A esto respondió Clemente: Comentario [C29]: [29] El juego de —No pienses, Preciosa única, [29] que don Juan con ligereza de ánimo me descubrió palabras del que se vale Preciosa para quién era: primero le conocí yo, y primero me descubrieron sus ojos sus intentos; primero hablar de los cambios de nombres, estados y don Juanes es contestado le dije yo quién era, y primero le adiviné la prisión de su voluntad que tú señalas; y él, por Clemente con gracia, calificando a dándome el crédito que era razón que me diese, fió de mi secreto el suyo, y él es buen la protagonista como única en su testigo si alabé su determinación y escogido empleo; que no soy, ¡oh Preciosa!, de tan nombre igual que única es en belleza. Sin saber, irónicamente, que Preciosa corto ingenio que no alcance hasta dónde se estienden las fuerzas de la hermosura; y la también tendrá, en realidad, otro tuya, por pasar de los límites de los mayores estremos de belleza, es disculpa bastante de nombre como descubriremos más mayores yerros, si es que deben llamarse yerros los que se hacen con tan forzosas causas. adelante. Agradézcote, señora, [30] lo que en mi crédito dijiste, y yo pienso pagártelo en desear Comentario [C30]: [30] Los que estos enredos amorosos salgan a fines felices, y que tú goces de tu Andrés, y Andrés sentimientos de Clemente hacia la protagonista se hacen patentes en el de su Preciosa, en conformidad y gusto de sus padres, porque de tan hermosa junta calificativo de señora como antes lo veamos en el mundo los más bellos renuevos que pueda formar la bien intencionada hizo al nombrarla única. El tema de los naturaleza. Esto desearé yo, Preciosa, y esto le diré siempre a tu Andrés, y no cosa alguna dos amigos enamorados de la misma mujer será tratado por Cervantes de que le divierta de sus bien colocados pensamientos. manera más extensa en las novelas intercalada en El Quijote o en El curioso impertinente. [59]

Con tales afectos dijo las razones pasadas Clemente, que estuvo en duda Andrés si las había dicho como enamorado o como comedido; que la infernal enfermedad celosa es tan delicada, y de tal manera, que en los átomos del sol se pega, y de los que tocan a la cosa amada se fatiga el amante y se desespera. Pero, con todo esto, no tuvo celos confirmados, más fiado de la bondad de Preciosa que de la ventura suya, que siempre los enamorados se tienen por infelices en tanto que no alcanzan lo que desean. En fin, Andrés y Clemente eran camaradas y grandes amigos, asegurándolo todo la buena intención de Clemente y el recato y prudencia de Preciosa, que jamás dio ocasión a que Andrés tuviese della celos. Tenía Clemente sus puntas de poeta, como lo mostró en los versos que dio a Preciosa, y Andrés se picaba un poco, y entrambos eran aficionados a la música. Sucedió, pues, que, estando el aduar alojado en un valle cuatro leguas de Murcia, una noche, por entretenerse, sentados los dos, Andrés al pie de un alcornoque, Clemente al de una encina, cada uno con una guitarra, convidados del silencio de la noche, comenzando Andrés y respondiendo Clemente, cantaron estos versos: [31] Comentario [C31]: [31] El canto de Andrés y Clemente en el espacio ANDRÉS descrito recrea el ambiente platónico en el que la belleza de la dama se Mira, Clemente, el estrellado velo equipara a la contemplación de la noche estrellada. El último verso de con que esta noche fría una estrofa es el primero de la compite con el día, siguiente. de luces bellas adornando el cielo; y en esta semejanza, si tanto tu divino ingenio alcanza, aquel rostro figura donde asiste el estremo de hermosura.

CLEMENTE

Donde asiste el estremo de hermosura, y adonde la Preciosa honestidad hermosa con todo estremo de bondad se apura, en un sujeto cabe, que no hay humano ingenio que le alabe, si no toca en divino, en alto, en raro, en grave y peregrino.

ANDRÉS

En alto, en raro, en grave y peregrino estilo nunca usado, al cielo levantado, por dulce al mundo y sin igual camino, tu nombre, ¡oh gitanilla!, causando asombro, espanto y maravilla, la fama yo quisiera que le llevara hasta la octava esfera.

[60]

CLEMENTE

Que le llevara hasta la octava esfera fuera decente y justo, dando a los cielos gusto, cuando el son de su nombre allá se oyera, y en la tierra causara, por donde el dulce nombre resonara, música en los oídos paz en las almas, gloria en los sentidos.

ANDRÉS

Paz en las almas, gloria en los sentidos se siente cuando canta la sirena, que encanta y adormece a los más apercebidos; y tal es mi Preciosa, que es lo menos que tiene ser hermosa: dulce regalo mío, corona del donaire, honor del brío.

CLEMENTE

Corona del donaire, honor del brío eres, bella gitana, frescor de la mañana, céfiro blando en el ardiente estío; rayo con que Amor ciego convierte el pecho más de nieve en fuego; fuerza que ansí la hace, que blandamente mata y satisface.

Señales iban dando de no acabar tan presto el libre y el cautivo, si no sonara a sus espaldas la voz de Preciosa, que las suyas había escuchado. Suspendiólos el oírla, y, sin moverse, prestándola maravillosa atención, la escucharon. Ella (o no sé si de improviso, o si en algún tiempo los versos que cantaba le compusieron), [32] con estremada gracia, Comentario [C32]: De nuevo la voz como si para responderles fueran hechos, cantó los siguientes: del narrador se cuela en el texto, esta vez para manifestar su duda acerca de quién pudo escribir el poema que —En esta empresa amorosa, recita Preciosa. Estas intromisiones en donde el amor entretengo, el texto serán frecuentes en El por mayor ventura tengo Quijote. ser honesta que hermosa. La que es más humilde planta, si la subida endereza, por gracia o naturaleza a los cielos se levanta. En este mi bajo cobre, siendo honestidad su esmalte, [61]

no hay buen deseo que falte ni riqueza que no sobre. No me causa alguna pena no quererme o no estimarme; que yo pienso fabricarme mi suerte y ventura buena. Haga yo lo que en mí es, que a ser buena me encamine, y haga el cielo y determine lo que quisiere después. Quiero ver si la belleza tiene tal prerrogativa, que me encumbre tan arriba, que aspire a mayor alteza. Si las almas son iguales, podrá la de un labrador igualarse por valor con las que son imperiales. De la mía lo que siento me sube al grado mayor, porque majestad y amor no tienen un mismo asiento.

Aquí dio fin Preciosa a su canto, y Andrés y Clemente se levantaron a recebilla. Pasaron entre los tres discretas razones, y Preciosa descubrió en las suyas su discreción, su honestidad y su agudeza, de tal manera que en Clemente halló disculpa la intención de Andrés, que aún hasta entonces no la había hallado, juzgando más a mocedad que a cordura su arrojada determinación. [33] Comentario [C33]: [33] Por estas palabras entendemos que el amor de Clemente hacia Preciosa no era tan hondo como el de Andrés, de ahí que Aquella mañana se levantó el aduar y se fueron a alojar en un lugar de la jurisdición de abandone el intento sin esfuerzo y Murcia, tres leguas de la ciudad, donde le sucedió a Andrés una desgracia que le puso en que no entienda muy bien el proceder punto de perder la vida. Y fue que, después de haber dado en aquel lugar algunos vasos y de su amigo. También nos plantea la importancia de la inteligencia y el prendas de plata en fianzas, como tenían de costumbre, Preciosa y su abuela y Cristina, valor de la bondad. Si Preciosa con otras dos gitanillas y los dos, Clemente y Andrés, se alojaron en un mesón de una enamora no es solo por su belleza sino viuda rica, la cual tenía una hija de edad de diez y siete o diez y ocho años, algo más por su buen juicio, lo que justifica las pruebas a las que se somete su desenvuelta que hermosa; y, por más señas, se llamaba JUANA CARDUCHA. Ésta, amado. Como ella bien dice, lo que habiendo visto bailar a las gitanas y gitanos, la tomó el diablo, y se enamoró de Andrés quiere ser es buena. tan fuertemente que propuso de decírselo y tomarle por marido, si él quisiese, aunque a todos sus parientes les pesase; y así, buscó coyuntura para decírselo, y hallóla en un corral donde Andrés había entrado a requerir dos pollinos. Llegóse a él, y con priesa, por no ser vista, le dijo: —Andrés —que ya sabía su nombre—, yo soy doncella y rica; que mi madre no tiene otro hijo sino a mí, y este mesón es suyo; y amén desto tiene muchos majuelos148 y otros dos

148 Viña nueva que ya da fruto. [62] pares de casas. Hasme parecido bien: si me quieres por esposa, a ti está149; respóndeme presto, y si eres discreto, quédate y verás qué vida nos damos. Admirado quedó Andrés de la resolución de la Carducha, y con la presteza que ella pedía le respondió: —Señora doncella, yo estoy apalabrado para casarme, y los gitanos no nos casamos sino con gitanas; guárdela Dios por la merced que me quería hacer, de quien yo no soy digno. No estuvo en dos dedos de caerse muerta la Carducha con la aceda150 respuesta de Andrés, a quien replicara si no viera que entraban en el corral otras gitanas. Salióse corrida151 y asendereada152, y de buena gana se vengara si pudiera. Andrés, como discreto, determinó de poner tierra en medio y desviarse de aquella ocasión que el diablo le ofrecía; que bien leyó en los ojos de la Carducha que sin los lazos matrimoniales se le entregara a toda su voluntad, y no quiso verse pie a pie y solo en aquella estacada; y así, pidió a todos los gitanos que aquella noche se partiesen de aquel lugar. Ellos, que siempre le obedecían, lo pusieron luego por obra, y, cobrando sus fianzas aquella tarde, se fueron. [34] Comentario [C34]: [34] Andrés sale victorioso de la tentación carnal que le La Carducha, que vio que en irse Andrés se le iba la mitad de su alma, y que no le quedaba ofrece la Carducha y la rechaza como tiempo para solicitar el cumplimiento de sus deseos, ordenó de hacer quedar a Andrés buen caballero, igual que hizo el loco de Don Quijote con Maritormes. Y por fuerza, ya que de grado no podía. Y así, con la industria, sagacidad y secreto que su como el tema iba de amores sigue en mal intento le enseñó, puso entre las alhajas de Andrés, que ella conoció por suyas, unos su papel de gitano y se esconde en las ricos corales y dos patenas de plata, con otros brincos suyos; y, apenas habían salido del reglas de este grupo para rechazarla a mesón, cuando dio voces, diciendo que aquellos gitanos le llevaban robadas sus joyas, a ella y sus posesiones. cuyas voces acudió la justicia y toda la gente del pueblo. Los gitanos hicieron alto, y todos juraban que ninguna cosa llevaban hurtada, y que ellos harían patentes todos los sacos y repuestos de su aduar. Desto se congojó mucho la gitana vieja, temiendo que en aquel escrutinio no se manifestasen los dijes153 de la Preciosa y los vestidos de Andrés, que ella con gran cuidado y recato guardaba; pero la buena de la Carducha lo remedió con mucha brevedad todo, porque al segundo envoltorio que miraron dijo que preguntasen cuál era el de aquel gitano gran bailador, que ella le había visto entrar en su aposento dos veces, y que podría ser que aquél las llevase. Entendió Andrés que por él lo decía y, riéndose, dijo: —Señora doncella, ésta es mi recámara y éste es mi pollino; si vos halláredes en ella ni en él lo que os falta, yo os lo pagaré con las setenas154, fuera de sujetarme al castigo que la ley da a los ladrones. Acudieron luego los ministros de la justicia a desvalijar el pollino, y a pocas vueltas dieron con el hurto, de que quedó tan espantado Andrés y tan absorto, que no pareció sino estatua, sin voz, de piedra dura. —¿No sospeché yo bien? —dijo a esta sazón la Carducha—. ¡Mirad con qué buena cara se encubre un ladrón tan grande!

149 Depende de ti. 150 Agria, ácida, áspera. 151 Avergonzada, humillada. 152 Perseguida. 153 Joyas infantiles. 154 Castigo que consiste en pagar el valor de lo robado multiplicado por siete. [63]

El alcalde, que estaba presente, comenzó a decir mil injurias a Andrés y a todos los gitanos, llamándolos de públicos ladrones y salteadores de caminos. A todo callaba Andrés, suspenso e imaginativo, y no acababa de caer en la traición de la Carducha. En esto se llegó a él un soldado bizarro, sobrino del alcalde, diciendo: —¿No veis cuál se ha quedado el gitanico podrido de hurtar? Apostaré yo que hace melindres y que niega el hurto, con habérsele cogido en las manos; que bien haya quien no os echa en galeras a todos. ¡Mirad si estuviera mejor este bellaco en ellas, sirviendo a su Majestad, que no andarse bailando de lugar en lugar y hurtando de venta en monte! A fe de soldado, que estoy por darle una bofetada que le derribe a mis pies. Y, diciendo esto, sin más ni más, alzó la mano y le dio un bofetón tal, que le hizo volver de su embelesamiento, y le hizo acordar que no era Andrés Caballero, sino don Juan, y caballero; [35] y, arremetiendo al soldado con mucha presteza y más cólera, le arrancó su Comentario [C35]: [35] El bofetón misma espada de la vaina y se la envainó en el cuerpo, dando con él muerto en tierra. del soldado lo pone en su sitio de caballero, para quien no hay ofensa Aquí fue el gritar del pueblo, aquí el amohinarse el tío alcalde, aquí el desmayarse mayor que este golpe de uno de clase inferior a la suya. La reacción no es la Preciosa y el turbarse Andrés de verla desmayada; aquí el acudir todos a las armas y dar del falso gitano Andrés Caballero, sino tras el homicida. Creció la confusión, creció la grita, y, por acudir Andrés al desmayo de la de Don Juan, que lleva la clase en el Preciosa, dejó de acudir a su defensa; y quiso la suerte que Clemente no se hallase al ser y no solo en el apellido. El golpe se 155 da en su honor por su honor responde desastrado suceso, que con los bagajes había ya salido del pueblo. Finalmente, tantos como quien es. cargaron sobre Andrés, que le prendieron y le aherrojaron con dos muy gruesas cadenas. Bien quisiera el alcalde ahorcarle luego, si estuviera en su mano, pero hubo de remitirle a Murcia, por ser de su jurisdición. No le llevaron hasta otro día, y en el que allí estuvo, pasó Andrés muchos martirios y vituperios que el indignado alcalde y sus ministros y todos los del lugar le hicieron. Prendió el alcalde todos los más gitanos y gitanas que pudo, porque los más huyeron, y entre ellos Clemente, que temió ser cogido y descubierto. Finalmente, con la sumaria156 del caso y con una gran cáfila157 de gitanos, entraron el alcalde y sus ministros con otra mucha gente armada en Murcia, entre los cuales iba Preciosa, y el pobre Andrés, ceñido de cadenas, sobre un macho y con esposas y piedeamigo158. Salió toda Murcia a ver los presos, que ya se tenía noticia de la muerte del soldado. Pero la hermosura de Preciosa aquel día fue tanta, que ninguno la miraba que no la bendecía, y llegó la nueva de su belleza a los oídos de la señora corregidora, que por curiosidad de verla hizo que el corregidor, su marido, mandase que aquella gitanica no entrase en la cárcel, y todos los demás sí. Y a Andrés le pusieron en un estrecho calabozo, cuya escuridad159, y la falta de la luz de Preciosa, le trataron de manera que bien pensó no salir de allí sino para la sepultura. Llevaron a Preciosa con su abuela a que la corregidora la viese, y, así como la vio, dijo: —Con razón la alaban de hermosa.

155 Equipaje, también se nombra así a las bestias de carga que lo transportan. 156 Información que se prepara para un juicio con el relato de un suceso. 157 Multitud, compañía de gente libre que va de una parte a otra. 158 Clase de esposas que van sujetas a una argolla que cuelga del cuello. Cadena de la que descendían dos hierros que llegaban a la cintura, en los cuales se asían dos esposas, donde llevaba las manos, cerradas con un grueso candado, de manera que ni con las manos podía llegar a la boca, ni podía bajar la cabeza para llegar a las manos. Instrumento de hierro, especie de horquilla que se colocaba en la barbilla e impedía al reo agachar la cabeza para ocultar el rostro cuando era azotado. 159 Oscuridad. [64]

Y, llegándola a sí, la abrazó tiernamente, y no se hartaba de mirarla, y preguntó a su abuela que qué edad tendría aquella niña. —Quince años —respondió la gitana—, dos meses más a menos. —Esos tuviera agora la desdichada de mi COSTANZA. ¡Ay, amigas, que esta niña me ha renovado mi desventura! —dijo la corregidora. Tomó en esto Preciosa las manos de la corregidora, y, besándoselas muchas veces, se las bañaba con lágrimas y le decía: —Señora mía, el gitano que está preso no tiene culpa, porque fue provocado: llamáronle ladrón, y no lo es; diéronle un bofetón en su rostro, que es tal que en él se descubre la bondad de su ánimo. Por Dios y por quien vos sois, señora, que le hagáis guardar su justicia, y que el señor corregidor no se dé priesa a ejecutar en él el castigo con que las leyes le amenazan; y si algún agrado os ha dado mi hermosura, entretenedla con entretener el preso, porque en el fin de su vida está el de la mía. Él ha de ser mi esposo, y justos y honestos impedimentos han estorbado que aun hasta ahora no nos habemos dado las manos160. Si dineros fueren menester para alcanzar perdón de la parte, todo nuestro aduar se venderá en pública almoneda, y se dará aún más de lo que pidieren. Señora mía, si sabéis qué es amor, y algún tiempo le tuvistes, y ahora le tenéis a vuestro esposo, doleos de mí, que amo tierna y honestamente al mío. En todo el tiempo que esto decía, nunca la dejó las manos, ni apartó los ojos de mirarla atentísimamente, derramando amargas y piadosas lágrimas en mucha abundancia. Asimismo, la corregidora la tenía a ella asida de las suyas, mirándola ni más ni menos, con no menor ahínco y con no más pocas lágrimas. Estando en esto, entró el corregidor, y, hallando a su mujer y a Preciosa tan llorosas y tan encadenadas, quedó suspenso, así de su llanto como de la hermosura. Preguntó la causa de aquel sentimiento, y la respuesta que dio Preciosa fue soltar las manos de la corregidora y asirse de los pies del corregidor, diciéndole: —¡Señor, misericordia, misericordia! ¡Si mi esposo muere, yo soy muerta! Él no tiene culpa; pero si la tiene, déseme a mí la pena, y si esto no puede ser, a lo menos entreténgase el pleito en tanto que se procuran y buscan los medios posibles para su remedio; que podrá ser que al que no pecó de malicia le enviase el cielo la salud de gracia. Con nueva suspensión quedó el corregidor de oír las discretas razones de la gitanilla, y que ya, si no fuera por no dar indicios de flaqueza, le acompañara en sus lágrimas. En tanto que esto pasaba, estaba la gitana vieja considerando grandes, muchas y diversas cosas; y, al cabo de toda esta suspensión y imaginación, dijo: —Espérenme vuesas mercedes, señores míos, un poco, que yo haré que estos llantos se conviertan en risa, aunque a mí me cueste la vida. Y así, con ligero paso, se salió de donde estaba, dejando a los presentes confusos con lo que dicho había. En tanto, pues, que ella volvía, nunca dejó Preciosa las lágrimas ni los ruegos de que se entretuviese la causa de su esposo, con intención de avisar a su padre que viniese a entender en ella. Volvió la gitana con un pequeño cofre debajo del brazo, y dijo al corregidor que con su mujer y ella se entrasen en un aposento, que tenía grandes

160 No hemos confirmado la boda. Desposarse, casarse. [65] cosas que decirles en secreto. El corregidor, creyendo que algunos hurtos de los gitanos quería descubrirle, por tenerle propicio en el pleito del preso, al momento se retiró con ella y con su mujer en su recámara, adonde la gitana, hincándose de rodillas ante los dos, les dijo: —Si las buenas nuevas que os quiero dar, señores, no merecieren alcanzar en albricias161 el perdón de un gran pecado mío, aquí estoy para recebir el castigo que quisiéredes darme; pero antes que le confiese quiero que me digáis, señores, primero, si conocéis estas joyas. Y, descubriendo un cofrecico donde venían las de Preciosa, se le puso en las manos al corregidor, y, en abriéndole, vio aquellos dijes pueriles; pero no cayó [en] lo que podían significar. Mirólos también la corregidora, pero tampoco dio en la cuenta; sólo dijo: —Estos son adornos de alguna pequeña criatura. —Así es la verdad —dijo la gitana—; y de qué criatura sean lo dice ese escrito que está en ese papel doblado. Abrióle con priesa el corregidor y leyó que decía:

Llamábase la niña doña Constanza de Azevedo y de Meneses; su madre, doña Guiomar de Meneses, y su padre, don Fernando de Azevedo, caballero del hábito de Calatrava. Desparecíla día de la Ascensión del Señor, a las ocho de la mañana, del año de mil y quinientos y noventa y cinco. Traía la niña puestos estos brincos que en este cofre están guardados.

Apenas hubo oído la corregidora las razones del papel, cuando reconoció los brincos, se los puso a la boca, y, dándoles infinitos besos, se cayó desmayada. Acudió el corregidor a ella, antes que a preguntar a la gitana por su hija, y, habiendo vuelto en sí, dijo: —Mujer buena, antes ángel que gitana, ¿adónde está el dueño, digo la criatura cuyos eran estos dijes? —¿Adónde, señora? —respondió la gitana—. En vuestra casa la tenéis: aquella gitanica que os sacó las lágrimas de los ojos es su dueño, y es sin duda alguna vuestra hija; que yo la hurté en Madrid de vuestra casa el día y hora que ese papel dice. Oyendo esto la turbada señora, soltó los chapines162, y desalada y corriendo salió a la sala adonde había dejado a Preciosa, y hallóla rodeada de sus doncellas y criadas, todavía llorando. Arremetió a ella, y, sin decirle nada, con gran priesa le desabrochó el pecho y miró si tenía debajo de la teta izquierda una señal pequeña, a modo de lunar blanco, con que había nacido, y hallóle ya grande, que con el tiempo se había dilatado. Luego, con la misma celeridad, la descalzó, y descubrió un pie de nieve y de marfil, hecho a torno, y vio en él lo que buscaba, que era que los dos dedos últimos del pie derecho se trababan el uno con el otro por medio con un poquito de carne, la cual, cuando niña, nunca se la habían querido cortar por no darle pesadumbre. El pecho, los dedos, los brincos, el día señalado del hurto, la confesión de la gitana y el sobresalto y alegría que habían recebido

161 Exclamación con la que se indica que se siente una gran alegría por una noticia. 162 Calzado con suela gruesa de corcho o madera, sin talón y con el empeine de piel fina, terciopelo o tela bordados, en el que se introduce el pie calzado para protegerlo del barro o la suciedad de la calle; era un calzado utilizado antiguamente sobre todo por las mujeres. [66] sus padres cuando la vieron, con toda verdad confirmaron en el alma de la corregidora ser Preciosa su hija. Y así, cogiéndola en sus brazos, se volvió con ella adonde el corregidor y la gitana estaban. [36] Comentario [C36]: [36] El reconocimiento de Preciosa, ya Iba Preciosa confusa, que no sabía a qué efeto se habían hecho con ella aquellas Constanza, por sus padres, tiene su diligencias; y más, viéndose llevar en brazos de la corregidora, y que le daba de un beso referente en los que aparecen en las novelas de caballerías y en el teatro hasta ciento. Llegó, en fin, con la preciosa carga doña Guiomar a la presencia de su del Siglo de Oro, donde las clases marido, y, trasladándola de sus brazos a los del corregidor, le dijo: sociales no se mezclaban y, así, una marca les devolvía al lugar del que —Recebid, señor, a vuestra hija Costanza, que ésta es sin duda; no lo dudéis, señor, en habían salido por inclemencias del ningún modo, que la señal de los dedos juntos y la del pecho he visto; y más, que a mí me destino. Esta anagnórisis o lo está diciendo el alma desde el instante que mis ojos la vieron. reconocimiento del personaje, es la solución que dota de verosimilitud al —No lo dudo —respondió el corregidor, teniendo en sus brazos a Preciosa—, que los relato y redime de la transgresión provocada por la belleza de la mismos efetos han pasado por la mía que por la vuestra; y más, que tantas puntualidades protagonista y por sus cualidades juntas, ¿cómo podían suceder, si no fuera por milagro? morales. Ahora ya no existe ningún impedimento para esta unión puesto Toda la gente de casa andaba absorta, preguntando unos a otros qué sería aquello, y que los dos pertenecen a la misma todos daban bien lejos del blanco; que, ¿quién había de imaginar que la gitanilla era hija clase. de sus señores? El corregidor dijo a su mujer y a su hija, y a la gitana vieja, que aquel caso Comentario [C37]: [37] En los estuviese secreto hasta que él le descubriese; y asimismo dijo a la vieja que él la juegos de nombres tan del gusto de perdonaba el agravio que le había hecho en hurtarle el alma, pues la recompensa de Cervantes el protagonista es Juan de habérsela vuelto mayores albricias recebía; y que sólo le pesaba de que, sabiendo ella la Cárcamo y descubrimos que en su apellido se recoge esta historia. Así calidad de Preciosa, la hubiese desposado con un gitano, y más con un ladrón y homicida. pasa de ser Cárcamo (recogido en María Moliner en la entrada a —¡Ay! —dijo a esto Preciosa—, señor mío, que ni es gitano ni ladrón, puesto que es carcamal de un anterior cárcamo matador; pero fuelo del que le quitó la honra, y no pudo hacer menos de mostrar quién variante de cárcavo, viejo achacoso. era y matarle. Hoyo para enterrar a los muertos, persona de poco mérito y muchas —¿Cómo que no es gitano, hija mía? —dijo doña Guiomar. pretensiones) a ser Caballero, siendo su apellido la definición de su clase y Entonces la gitana vieja contó brevemente la historia de Andrés Caballero, y que era hijo su forma de actuar. En su de don Francisco de Cárcamo, caballero del hábito de Santiago, y que se llamaba don degradación, al descender a la clase social de los gitanos, pasa a ser ese Juan de Cárcamo; [37] asimismo del mismo hábito, cuyos vestidos ella tenía, cuando los hoyo, esa persona de poca mudó en los de gitano. Contó también el concierto que entre Preciosa y don Juan estaba importancia. Luego recupera su honor hecho, de aguardar dos años de aprobación para desposarse o no. Puso en su punto la y su nombre y en su apellido está su definición. Intercambiando los honestidad de entrambos y la agradable condición de don Juan. significados como se cambian los Tanto se admiraron desto como del hallazgo de su hija, y mandó el corregidor a la gitana nombres. que fuese por los vestidos de don Juan. Ella lo hizo ansí, y volvió con otro gitano, que los Comentario [C38]: [38] Cuando Preciosa se entera de que es Doña trujo. Constanza, la hija del comendador En tanto que ella iba y volvía, hicieron sus padres a Preciosa cien mil preguntas, a quien robada, cambia sustancialmente su actitud. Si antes, pensándose gitana, respondió con tanta discreción y gracia que, aunque no la hubieran reconocido por hija, pedía clemencia por su enamorado los enamorara. Preguntáronla si tenía alguna afición a don Juan. Respondió que no más ahora asume su nueva clase social y se de aquella que le obligaba a ser agradecida a quien se había querido humillar a ser gitano pone a disposición de la decisión paterna que puede o no coincidir con por ella; pero que ya no se estendería a más el agradecimiento de aquello que sus señores su voluntad. Llama la atención que padres quisiesen. [38] una vez cambia de clase social esto traiga consigo la pérdida de libertad. —Calla, hija Preciosa —dijo su padre—, que este nombre de Preciosa quiero que se te En la época en la que se inscribe el quede, en memoria de tu pérdida y de tu hallazgo; que yo, como tu padre, tomo a cargo texto la mujer de clase alta no necesitaba ser desenvuelta ni el ponerte en estado que no desdiga de quién eres. resuelta, tenía que amoldarse a las normas del matrimonio concertado por sus padres. [67]

Suspiró oyendo esto Preciosa, y su madre (como era discreta, entendió que suspiraba de enamorada de don Juan) dijo a su marido: —Señor, siendo tan principal don Juan de Cárcamo como lo es, y queriendo tanto a nuestra hija, no nos estaría mal dársela por esposa. Y él respondió: —Aun hoy la habemos hallado, ¿y ya queréis que la perdamos? Gocémosla algún tiempo; que, en casándola, no será nuestra, sino de su marido. —Razón tenéis, señor —respondió ella—, pero dad orden de sacar a don Juan, que debe de estar en algún calabozo. —Sí estará —dijo Preciosa—; que a un ladrón, matador y, sobre todo, gitano, no le habrán dado mejor estancia. —Yo quiero ir a verle, como que le voy a tomar la confesión —respondió el corregidor—, y de nuevo os encargo, señora, que nadie sepa esta historia hasta que yo lo quiera. Y, abrazando a Preciosa, fue luego a la cárcel y entró en el calabozo donde don Juan estaba, y no quiso que nadie entrase con él. Hallóle con entrambos pies en un cepo163 y con las esposas a las manos, y que aún no le habían quitado el piedeamigo. Era la estancia escura164, pero hizo que por arriba abriesen una lumbrera, por donde entraba luz, aunque muy escasa; y, así como le vio, le dijo: —¿Cómo está la buena pieza? ¡Que así tuviera yo atraillados cuantos gitanos hay en España, para acabar con ellos en un día, como Nerón quisiera con Roma, sin dar más de un golpe! Sabed, ladrón puntoso165, que yo soy el corregidor desta ciudad, y vengo a saber, de mí a vos, si es verdad que es vuestra esposa una gitanilla que viene con vosotros. Oyendo esto Andrés, imaginó que el corregidor se debía de haber enamorado de Preciosa; que los celos son de cuerpos sutiles y se entran por otros cuerpos sin romperlos, apartarlos ni dividirlos; pero, con todo esto, respondió: —Si ella ha dicho que yo soy su esposo, es mucha verdad; y si ha dicho que no lo soy, también ha dicho verdad, porque no es posible que Preciosa diga mentira. —¿Tan verdadera es? —respondió el corregidor—. No es poco serlo, para ser gitana. Ahora bien, mancebo, ella ha dicho que es vuestra esposa, pero que nunca os ha dado la mano. Ha sabido que, según es vuestra culpa, habéis de morir por ella; y hame pedido que antes de vuestra muerte la despose con vos, porque se quiere honrar con quedar viuda de un tan gran ladrón como vos. —Pues hágalo vuesa merced, señor corregidor, como ella lo suplica; que, como yo me despose con ella, iré contento a la otra vida, como parta désta con nombre de ser suyo.

163 «Los cepos que hoy día usan en las prisiones son diferentes a los antiguos, porque los modernos, aunque sean de madera, son unas vigas largas partidas por medio, donde hay ciertos agujeros ajustados con la garganta del pie de un hombre, y metiéndole allí y echándole el candado, no puede sacar los pies ni menearse. También hay cepos donde los ponen de cabeza y esto más se hace por género de castigo que por custodia.» [Covarrubias] 164 Oscura. 165 Puntilloso, quisquilloso. [68]

—¡Mucho la debéis de querer! —dijo el corregidor. —Tanto —respondió el preso—, que, a poderlo decir, no fuera nada. En efeto, señor corregidor, mi causa se concluya: yo maté al que me quiso quitar la honra; yo adoro a esa gitana, moriré contento si muero en su gracia, y sé que no nos ha de faltar la de Dios, pues entrambos habremos guardado honestamente y con puntualidad lo que nos prometimos. —Pues esta noche enviaré por vos —dijo el corregidor—, y en mi casa os desposaréis con Preciosica, y mañana a mediodía estaréis en la horca, con lo que yo habré cumplido con lo que pide la justicia y con el deseo de entrambos. Agradecióselo Andrés, y el corregidor volvió a su casa y dio cuenta a su mujer de lo que con don Juan había pasado, y de otras cosas que pensaba hacer. En el tiempo que él faltó dio cuenta Preciosa a su madre de todo el discurso de su vida, y de cómo siempre había creído ser gitana y ser nieta de aquella vieja; pero que siempre se había estimado en mucho más de lo que de ser gitana se esperaba. Preguntóle su madre que le dijese la verdad: si quería bien a don Juan de Cárcamo. Ella, con vergüenza y con los ojos en el suelo, le dijo que por haberse considerado gitana, y que mejoraba su suerte con casarse con un caballero de hábito y tan principal como don Juan de Cárcamo, y por haber visto por experiencia su buena condición y honesto trato, alguna vez le había mirado con ojos aficionados; pero que, en resolución, ya había dicho que no tenía otra voluntad de aquella que ellos quisiesen. [39] Comentario [C39]: [39] Preciosa vuelve a plegarse a los deseos de sus Llegóse la noche, y, siendo casi las diez, sacaron a Andrés de la cárcel, sin las esposas y el padres y se acomoda a su voluntad piedeamigo, pero no sin una gran cadena que desde los pies todo el cuerpo le ceñía. repitiendo las palabras de antes y olvidando que siendo gitana hacía gala Llegó dese modo, sin ser visto de nadie, sino de los que le traían, en casa del corregidor, y de defender su libertad por encima de con silencio y recato le entraron en un aposento, donde le dejaron solo. De allí a un rato todo. Incluso añade que su interés por entró un clérigo y le dijo que se confesase, porque había de morir otro día. A lo cual Andrés era por mejorar de clase, lo que nada tiene que ver con lo respondió Andrés: afirmado anteriormente y nos la —De muy buena gana me confesaré, pero ¿cómo no me desposan primero? Y si me han presenta con toda la hipocresía de la clase noble a la que pertenece. de desposar, por cierto que es muy malo el tálamo que me espera. Preciosa cumple con el papel que le toca y contesta como se espera de Doña Guiomar, que todo esto sabía, dijo a su marido que eran demasiados los sustos que ella. a don Juan daba; que los moderase, porque podría ser perdiese la vida con ellos. Parecióle buen consejo al corregidor, y así entró a llamar al que le confesaba, y díjole que primero habían de desposar al gitano con Preciosa, la gitana, y que después se confesaría, y que se encomendase a Dios de todo corazón, que muchas veces suele llover sus misericordias en el tiempo que están más secas las esperanzas. En efeto, Andrés salió a una sala donde estaban solamente doña Guiomar, el corregidor, Preciosa y otros dos criados de casa. Pero, cuando Preciosa vio a don Juan ceñido y aherrojado con tan gran cadena, descolorido el rostro y los ojos con muestra de haber llorado, se le cubrió el corazón y se arrimó al brazo de su madre, que junto a ella estaba, la cual, abrazándola consigo, le dijo: —Vuelve en ti, niña, que todo lo que vees ha de redundar en tu gusto y provecho. Ella, que estaba ignorante de aquello, no sabía cómo consolarse, y la gitana vieja estaba turbada, y los circunstantes, colgados del fin de aquel caso. El corregidor dijo:

[69]

—Señor tiniente cura, este gitano y esta gitana son los que vuesa merced ha de desposar. —Eso no podré yo hacer si no preceden primero las circunstancias que para tal caso se requieren. ¿Dónde se han hecho las amonestaciones? ¿Adónde está la licencia de mi superior, para que con ellas se haga el desposorio? —Inadvertencia ha sido mía —respondió el corregidor—, pero yo haré que el vicario la dé. —Pues hasta que la vea —respondió el tiniente cura—, estos señores perdonen. Y, sin replicar más palabra, porque no sucediese algún escándalo, se salió de casa y los dejó a todos confusos. —El padre ha hecho muy bien —dijo a esta sazón el corregidor—, y podría ser fuese providencia del cielo ésta, para que el suplicio de Andrés se dilate; porque, en efeto, él se ha de desposar con Preciosa y han de preceder primero las amonestaciones, donde se dará tiempo al tiempo, que suele dar dulce salida a muchas amargas dificultades; y, con todo esto, quería saber de Andrés, si la suerte encaminase sus sucesos de manera que sin estos sustos y sobresaltos se hallase esposo de Preciosa, si se tendría por dichoso, ya siendo Andrés Caballero, o ya don Juan de Cárcamo. Así como oyó Andrés nombrarse por su nombre, dijo: —Pues Preciosa no ha querido contenerse en los límites del silencio y ha descubierto quién soy, aunque esa buena dicha me hallara hecho monarca del mundo, la tuviera en tanto que pusiera término a mis deseos, sin osar desear otro bien sino el del cielo. —Pues, por ese buen ánimo que habéis mostrado, señor don Juan de Cárcamo, a su tiempo haré que Preciosa sea vuestra legítima consorte, y agora os la doy y entrego en esperanza por la más rica joya de mi casa, y de mi vida, y de mi alma; y estimadla en lo que decís, porque en ella os doy a doña Costanza de Meneses, mi única hija, la cual, si os iguala en el amor, no os desdice nada en el linaje. Atónito quedó Andrés viendo el amor que le mostraban, y en breves razones doña Guiomar contó la pérdida de su hija y su hallazgo, con las certísimas señas que la gitana vieja había dado de su hurto; con que acabó don Juan de quedar atónito y suspenso, pero alegre sobre todo encarecimiento. Abrazó a sus suegros, llamólos padres y señores suyos, besó las manos a Preciosa, que con lágrimas le pedía las suyas. Rompióse el secreto, salió la nueva del caso con la salida de los criados que habían estado presentes; el cual sabido por el alcalde, tío del muerto, vio tomados los caminos de su venganza, pues no había de tener lugar el rigor de la justicia para ejecutarla en el yerno del corregidor. Vistióse don Juan los vestidos de camino que allí había traído la gitana; volviéronse las prisiones y cadenas de hierro en libertad y cadenas de oro; la tristeza de los gitanos presos, en alegría, pues otro día los dieron en fiado166. Recibió el tío del muerto la promesa de dos mil ducados, que le hicieron porque bajase de la querella y perdonase a don Juan, el cual, no olvidándose de su camarada Clemente, le hizo buscar; pero no le hallaron ni supieron dél, hasta que desde allí a cuatro días tuvo nuevas ciertas que se

166 Libertad bajo fianza. [70] había embarcado en una de dos galeras de Génova que estaban en el puerto de Cartagena, y ya se habían partido. Dijo el corregidor a don Juan que tenía por nueva cierta que su padre, don Francisco de Cárcamo, estaba proveído por corregidor de aquella ciudad, y que sería bien esperalle, para que con su beneplácito y consentimiento se hiciesen las bodas. Don Juan dijo que no saldría de lo que él ordenase, pero que, ante todas cosas, se había de desposar con Preciosa. Concedió licencia el arzobispo para que con sola una amonestación se hiciese. Hizo fiestas la ciudad, por ser muy bienquisto el corregidor, con luminarias, toros y cañas167 el día del desposorio; quedóse la gitana vieja en casa, que no se quiso apartar de su nieta Preciosa. Llegaron las nuevas a la Corte del caso y casamiento de la gitanilla; supo don Francisco de Cárcamo ser su hijo el gitano y ser la Preciosa la gitanilla que él había visto, cuya hermosura disculpó con él la liviandad de su hijo, que ya le tenía por perdido, por saber que no había ido a Flandes; y más, porque vio cuán bien le estaba el casarse con hija de tan gran caballero y tan rico como era don Fernando de Azevedo. [] Dio priesa a su Comentario [C40]: [40] El interés de partida, por llegar presto a ver a sus hijos, y dentro de veinte días ya estaba en Murcia, esta clase noble por emparentarse bien contrasta con la honestidad que con cuya llegada se renovaron los gustos, se hicieron las bodas, se contaron las vidas, y demostró Preciosa siendo gitana, no los poetas de la ciudad, que hay algunos, y muy buenos, tomaron a cargo celebrar el teniendo más miras en su unión con estraño caso, juntamente con la sin igual belleza de la gitanilla. Y de tal manera escribió el Andrés Caballero que la certidumbre de su sentimiento. Lo que cambia al famoso licenciado Pozo, que en sus versos durará la fama de la Preciosa mientras los saberse noble. siglos duraren.

Olvidábaseme [41] de decir cómo la enamorada mesonera descubrió a la justicia no ser Comentario [C41]: [41] Vuelve el verdad lo del hurto de Andrés el gitano, y confesó su amor y su culpa, a quien no uso de la primera persona en este narrador que ya se ha entrometido respondió pena alguna, porque en la alegría del hallazgo de los desposados se enterró la otras veces en esta historia y lo hace venganza y resucitó la clemencia. también ahora para que no quede ningún cabo suelto y cerrar su texto de manera personal recordando con sus últimas palabras los finales de las obras teatrales que tanto gustaban en APÉNDICES la época. Hacia un análisis discursivo de la gitanilla de Miguel de Cervantes María del Rocío GONZÁLEZ Universidad de Sevilla

Resumen El objeto del presente trabajo es el de analizar los elementos de cohesión interna a partir de la consideración del texto como acto de enunciación, y no como una totalidad cerrada sobre sí misma, ni como un sistema —independiente del contexto— de relaciones sintácticas y semánticas, sino como mensaje en el que el yo autor se convierte en yo narrador en virtud de los factores contextuales y situacionales que intervienen en el acto de comunicación literaria. Para llevarlo a cabo, he decidido estudiar una de las Novelas Ejemplares168 de Miguel de Cervantes; La Gitanilla.

167 Luces, hogueras y juegos que se hacían para celebrar una fiesta. 168 Manejaré la edición informatizada de Florencio Sevilla Arroyo, extraída de la página web www.cervantesvirtual.com. [71]

1. DESCRIPCIÓN DE LA ESTRUCTURA ENUNCIATIVA DEL TEXTO A la hora de precisar la voz —o voces— enunciadora(s) de un discurso, hemos de tener presente que, cuando se emite un mensaje, la figura del hablante hay que analizarla desde el punto de vista del emisor (enunciador) y desde la óptica de la persona que parece que lo emite (locutor), pues ambos papeles son fundamentales para determinar el sentido e intencionalidad comunicativas. Si examinamos nuestro texto, el enunciador de nuestra novela sería el yo real; esto es, el propio Cervantes, mientras que el locutor, a pesar de seguir siendo don Miguel, se presenta como un yo oculto, disfrazado o imaginario reflejado en la figura del narrador. Aparte de todo esto, al haber diálogos en esta obra narrativa, en ellos el enunciador sería, obviamente, el autor, mientras que los personajes serían los locutores, pues aunque parezca que hablan los personajes, no es otro sino Cervantes el que está detrás de todas y cada una de las palabras que puedan salir, por ejemplo, de la boca de Preciosa. En esquema, esta doble función que se desentraña de cualquier acto comunicativo podría verse de la siguiente manera:

Si examinamos el párrafo que abre La Gitanilla:

[1] PARECE que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo169; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte (fol. Ir). se comprueba que Cervantes (‘yo real’) pone en boca del narrador (‘yo irreal’) la universal idea de que la raza gitana es, por naturaleza, una raza que ha nacido, nace y nacerá para corromper el orden social, ya que todos llevan consigo el don para dedicarse al arte del hurto. Esto se refuerza con el verbo enunciativo parece, el cual sitúa una aserción (la raza gitana representa el mal de la sociedad) en un plano subjetivo, cuya intencionalidad, pienso, es la de restarle la fuerza al axioma compartido entre el enunciador y el destinatario del mensaje, aunque, en definitiva, la intención del acto comunicativo no es otra que la de argumentar, desde un principio, que los gitanos, por el mero hecho de pertenecer a esta raza, se encuentran en un mundo periférico, gobernado y estructurado por unas leyes, normas y costumbres discordantes con las de los demás.

169 ‘En todos los aspectos’. [72]

Por su parte, si examinamos un parlamento de cualquier personaje, comprobaremos que se trata de lo mismo. Verbigracia, cuando don Juan va a convertirse en Andrés Caballero y tiene, por petición de Preciosa, que formar parte del mundo gitano, el Gitano Viejo ‘sabio’, en un largo parlamento, sienta los estatutos de la comunidad gitana, explicitando, entre otras cuestiones, que ellos tienen como leyes supremas las que siguen:

[2] Nosotros guardamos inviolablemente la ley de la amistad: ninguno solicita la prenda del otro; libres vivimos de la amarga pestilencia de los celos. Entre nosotros, aunque hay muchos incestos, no hay ningún adulterio; y, cuando le hay en la mujer propia, o alguna bellaquería en la amiga, no vamos a la justicia a pedir castigo: nosotros somos los jueces y los verdugos de nuestras esposas o amigas; con la misma facilidad las matamos, y las enterramos por las montañas y desiertos, como si fueran animales nocivos; no hay pariente que las vengue, ni padres que nos pidan su muerte. Con este temor y miedo ellas procuran ser castas, y nosotros, como ya he dicho, vivimos seguros. Pocas cosas tenemos que no sean comunes a todos, excepto la mujer o la amiga, que queremos que cada una sea del que le cupo en suerte. Entre nosotros así hace divorcio la vejez como la muerte; el que quisiere puede dejar la mujer vieja, como él sea mozo, y escoger otra que corresponda al gusto de sus años (fol. 19v ).

Estas leyes, propiciadas porque los gitanos forman parte del mundo de la marginalidad, son el reflejo de la creación de sus propios valores y, si hacemos balance de la obra, Cervantes explota esto al máximo, pues casi toda la narración descansa —por no decir toda— en los juicios peyorativos que sobre los gitanos se han tenido a lo largo de la historia. Sería difícil ver si, en este fragmento, Cervantes participa en estos juicios peyorativos, pero dado que el autor muestra sus argumentos para hacernos ver cómo la raza gitana infringe las normas, pensamos que muchos de estos valores no son aceptados por el autor; más aún si tenemos en cuenta la reacción de la gitanilla cuando habla a solas con Andrés, tras el ritual de iniciación en el mundo gitano, en el que deja bien claro que no está de acuerdo con todos los valores que imponen:

[3] Puesto que estos señores legisladores han hallado por sus leyes que soy tuya, y que por tuya te me han entregado, yo he hallado por la ley de mi voluntad, que es la más fuerte de todas, que no quiero serlo si no es con las condiciones que antes que aquí vinieses entre los dos concertamos [...]. Estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mi alma, que es libre y nació libre, y ha de ser libre en tanto que yo quisiere (fol. 20v-21r) [...]

Por otra parte, también hemos de tener en cuenta con quién se establece la comunicación, pues todo acto comunicativo se enuncia para transmitir un mensaje a alguien. Desde el punto de vista de la teoría del receptor, el destinatario puede ser alocutario (‘destinatario directo del mensaje’) y no alocutario, distinguiendo entre el destinatario indirecto (aquellos oyentes que el enunciador prevé como posibles receptores) y el receptor adicional (no previstos por el enun-ciador). Si aplicamos este esquema a nuestra novela, pienso que se podría llevar a cabo de la siguiente manera:

[73]

Por consiguiente, en la estructura enunciativa de La Gitanilla hay un enunciador, cuyo papel es el de hacernos llegar la novela, unos locutores que son el que parece contar la historia (narrador) y los que, a través del estilo directo, ponen de manifiesto sus vivencias y creencias (personajes). El mensaje emitido por las voces enunciadoras tienen por destinatario al lector en general, y su intención comunicativa es la de amenizar a sus lectores, contándonos la vida de una niña de clase social elevada que fue raptada en su infancia por una gitana. Por lo tanto, la intención global del discurso lleva implícito la historia de los gitanos y la de la niña raptada, enfocado desde el punto de vista del vencimiento del bien sobre el mal, pues si recordamos el desarrollo de la novela, ésta culmina con el sentimiento de culpa de la abuela de Preciosa por haber infligido el orden social (= secuestrar a una niña170), por lo que el punto clave de La Gitanilla está sustentado en la leyenda de que los gitanos, ultrajadores de las normas sociales, viven en un mundo periférico. Claro está que todo esto tiene un trasfondo folklórico que Cervantes ha sabido, sobremanera, plasmar a lo largo de toda la narración, una narración que pretende poner de manifiesto que, hasta los mismos gitanos, pueden llegar a ser tan leales como cualquier otra raza, y eso se comprueba, insisto, en el comportamiento de la gitana vieja, pues, a sabiendas de que su vida correría peligro si dilucidaba el verdadero linaje de Preciosa, no dudó en decir la verdad para salvar a su nieta y a Andrés Caballero, por lo que Cervantes viene a poner de relieve el valor dominante que más le ha interesado desde un principio: el bien vence sobre el mal.

2. ORGANIZACIÓN TEMÁTICA E IDEOLÓGICA DEL DISCURSO Una vez conocida la estructura enunciativa del texto que aquí tratamos es necesario dilucidar la organización temática del discurso, la función comunicativa que nos desvelan los personajes y, como no, la finalidad o el objetivo que perseguía Cervantes cuando se dispuso a redactar la novela. 2.1 Estructura informativa Con esto nos referimos a la consabida distinción entre tema-rema, información conocida- información nueva o focalización. Para aplicarlo al análisis discursivo de La Gitanilla, emplearemos los términos tema principal y subtema, poniendo de manifiesto sólo los aspectos más representativos de la misma, para desarrollarlos con más rigor en el

170 Si las buenas nuevas que os quiero dar [confesar que ella raptó a Constanza (=Preciosa)], se¬ñores, no merecieren alcanzar en albricias el perdón de un gran pecado mío, aquí estoy para rece-bir el castigo que quisiéredes darme (f. 33v). [74] apartado dedicado al estudio de los personajes, ya que será allí donde trataremos, con mayor exactitud, la función, ideología, organización y finalidad del discurso.

Como puede desprenderse del esquema arriba propuesto, el tema principal sería el de la historia de la raza gitana, ejemplificado con el rapto de una niña de noble linaje, cuya belleza sin parangón y su sapiencia y saber estar en los momentos de mayor tensión, son aprovechados por Cervantes para plantearnos — desde el principio— que la genealogía de la joven no parece que se asemeje al perfil del componente gitano. Bien es cierto que el narrador nos lo hace saber desde el principio:

[4] Una [...] desta nación171, gitana vieja, que podía ser jubilada en la ciencia de Caco172, crió una muchacha en nombre de nieta suya, a quien puso nombre Preciosa, y a quien enseñó todas sus gitanerías y modos de embelecos173 y trazas de hurtar. Salió la tal Preciosa la más única bailadora que se hallaba en todo el gitanismo, y la más hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama (f. 1r ). pero esta información no es imprescindible —a mi juicio— pues a lo largo del texto encontramos referencias a la extrañeza que provoca en los personajes el hecho de que esta niña de quince años pertenezca a esta raza. Así, cuando Preciosa, estando en la villa de Madrid, termina de cantar la primera composición poética documentada en nuestro texto, hubo hombres que dijeron:

[5] ¡Lástima es que esta mozuela sea gitana! En verdad, en verdad, que merecía ser hija de un gran señor (f. 3r).

Esto nos hace ver que, en la ideología del momento, era inusual que una joven de las características de Preciosa perteneciese al mundo gitano, por lo que Cervantes, apoyándose en el saber del pueblo y queriendo amenizar a sus lectores, construye una historia en la que refleja el tópico del gitano como hombre que representa el mal, otorgándole a Preciosa la libertad de hablar por ella misma, y no por mediación de un yo

171 ‘raza’. 172 Astuto ladrón de la mitología griega que robó los bueyes robados que Heracles tenía, y para no dejar huellas, arrastró a los animales por la cola, obligándolos a caminar hacia atrás. 173 ‘engaños’. [75] masculino, aunque, en el fondo, seamos conscientes de que es don Miguel el que habla. Así pues, lo lúdico va a ser muy importante en esta novela —a la vez que lo ejemplarizante—, pues expone los valores compartidos para hacerles ver que ellos también tienen valores que se apartan del único objetivo de mancillar el orden, aunque algunos de los mismos no se complementen con los valores de los no gitanos. Todo esto se distribuye linealmente, salvo en aquellos momentos en los que se rememora el pasado por necesidades de comprensión entre los interlocutores (y/o lectores), tal y como sucede cuando el paje poeta llega al lugar de acampada de los gitanos:

[6] —Yo estaba en Madrid en casa de un título, a quien servía no como a señor, sino como a pariente. Éste tenía un hijo, único heredero suyo, el cual, así por el parentesco como por ser ambos de una edad y de una condición misma, me trataba con familiaridad y amistad grande. Sucedió que este caballero se enamoró de una doncella principal, a quien él escogiera de bonísima gana para su esposa, si no tuviera la voluntad sujeta, como buen hijo, a la de sus padres, que aspiraban a casarle más altamente [...] (ff. 26r-27r). o cuando la gitana vieja cuenta la historia de Andrés Caballero y de Preciosa:

[7] Entonces la gitana vieja contó brevemente la historia de Andrés Caballero, y que era hijo de don Francisco de Cárcamo, caballero del hábito de Santiago, y que se llamaba don Juan de Cárcamo; asimismo del mismo hábito, cuyos vestidos ella tenía, cuando los mudó en los de gitano. Contó también el concierto que entre Preciosa y don Juan estaba hecho, de aguardar dos años de aprobación para desposarse o no. Puso en su punto la honestidad de entrambos y la agradable condición de don Juan (f. 34v).

La diferencia entre una y otra forma no son gratuitas, pues Cervantes emplea el estilo directo para contar la historia de Clemente —historia no conocida— y decide poner en boca del narrador las palabras de la gitana vieja, cuando ésta le cuenta a los padres de Preciosa (Guiomar de Meneses y Fernando de Azevedo) la historia de los dos jóvenes, porque ésa información ya no es relevante; esto es, la conocíamos previamente, aunque, si bien es verdad, se introduce un dato que desconocíamos hasta el momento: Andrés (don Juan de Cárcamo) es hijo de don Francisco de Cárcamo, caballero del hábito de Santiago. Esta nota es fundamental para el desarrollo de las últimas páginas de la novela, pues, desde entonces, se referirán a él como don Juan, y no como Andrés Caballero. 2.2 Ideología y costumbres del narrador y de los personajes 2.1.1 Narrador Como advirtiese con anterioridad, en La Gitanilla de Cervantes nos encontramos con un narrador omnisciente que dispone, a su antojo, el decurso de una historia manipula por el mismo autor de la obra, el único responsable, en definitiva, del discurso que aquí tratamos. José Romera Castillo (1983: 150-152) se propuso estudiar la presencia del narrador en esta novela y, tras su estudio, comentaba que de todos los parlamentos que aparecen en la obra (303), corresponden al narrador el 30% (unos 90). Este dato estadístico lo contrapone con

[76] la cantidad de líneas que ocupa la novela (2270), excluyendo las composiciones poéticas, de las cuales, 990 son ocupadas por la voz del organizador del hilo narrativo (un 43%)174. Por tanto, la presencia del narrador es bastante destacada, sin que ello quiera decir que su intromisión sea uniforme ni que tengan la misma extensión, ya que sus intervenciones cumplen con una finalidad discursiva propia, finalidad concedida y otorgada por don Miguel de Cervantes que hace que las funciones del narrador sean de distintos tipos, tales como: reformulador de ideas preconcebidas:

[8] Una, pues, desta nación, gitana vieja, que podía ser jubilada en la ciencia de Caco, crió una muchacha en nombre de nieta suya, a quien puso nombre Preciosa (f. 1r). sintetizador de acciones:

[9] En resolución, concertaron, como se ha dicho, la venida de allí a ocho días, y que se había de llamar, cuando fuese gitano, Andrés Caballero; porque también había gitanos entre ellos deste apellido (ff. 13v-14r). e introductor del diálogo de forma directa y apoyándose de los verbum dicendi175:

[10] —Uno tengo yo —replicó la doncella—; si éste basta, hele aquí, con condición que también se me ha de decir a mí la buenaventura (f. 8v).

[11] Apenas acabó Preciosa su romance, cuando del ilustre auditorio y grave senado que la oía, de muchas se formó una voz sola que dijo: —¡Torna a cantar, Preciosica, que no faltarán cuartos como tierra! (f. 5v).

[12] El cantar de Preciosa fue para admirar a cuantos la escuchaban. Unos decían: ¡Dios te bendiga la muchacha!. Otros: ¡Lástima es que esta mozuela sea gitana! En verdad, en verdad, que merecía ser hija de un gran señor. Otros había más groseros, que decían: ¡Dejen crecer a la rapaza, que ella hará de las suyas! ¡A fe que se va añudando en ella gentil red barredera para pescar corazones! Otro, más humano, más basto y más modorro, viéndola andar tan ligera en el baile, le dijo: ¡A ello, hija, a ello! ¡Andad, amores, y pisad el polvito atán menudito! Y ella respondió, sin dejar el baile: ¡Y pisarélo yo atán menudó! (f. 3r).

En otros casos, la narración aparece de manera indirecta:

[13] Llegóse el día, visitó al mordido; preguntóle cómo se llamaba y adónde iba, y cómo caminaba tan tarde y tan fuera de camino; aunque primero le preguntó cómo estaba, y si se sentía sin dolor de las mordeduras. A lo cual respondió el mozo que se hallaba

174 La edición manejada por J. Romera Castillo fue la de Juan Bautista Avalle-Arce (1982). 175 Marcado entre guiones, en un párrafo previo narrativo o anteponiendo el verbo introduc¬tor del estilo directo. [77]

mejor y sin dolor alguno, y de manera que podía ponerse en camino. A lo de decir su nombre y adónde iba, no dijo otra cosa sino que se llamaba Alonso Hurtado, y que iba a Nuestra Señora de la Peña de Francia a un cierto negocio, y que por llegar con brevedad caminaba de noche, y que la pasada había perdido el camino, y acaso había dado con aquel aduar, donde los perros que le guardaban le habían puesto del modo que había visto (f. 25r).

También puede dirigirse en estilo directo, bien hacia algún personaje:

[14] Mirad lo que habéis dicho, Preciosa, y lo que vais a decir; que ésas no son alabanzas del paje, sino lanzas que traspasan el corazón de Andrés, que las escucha. ¿Queréislo ver, niña? Pues volved los ojos y veréisle desmayado encima de la silla, con un trasudor de muerte; no penséis, doncella, que os ama tan de burlas Andrés que no le hieran y sobresalten el menor de vuestros descuidos. Llegaos a él en hora buena, y decilde algunas palabras al oído, que vayan derechas al corazón y le vuelvan de su desmayo. ¡No, sino andaos a traer sonetos cada día en vuestra alabanza, y veréis cuál os le ponen! (ff. 17r-17v). bien hacia los propios lectores:

[15] Olvidábaseme de decir cómo la enamorada mesonera descubrió a la justicia no ser verdad lo del hurto de Andrés el gitano, y confesó su amor y su culpa, a quien no respondió pena alguna, porque en la alegría del hallazgo de los desposados se enterró la venganza y resucitó la clemencia (f. 38r).

Sea como fuere, de nada sirven estos datos si no tenemos en cuenta su función en el conjunto de la obra, pues Cervantes, con cada una de las intervenciones del narrador, nos lleva a ver su ideología, una ideología que también la reflejarán los personajes, entendiendo como tales a los que tienen, dentro del texto, voz enunciadora. Serán estos los que estudiaremos en las páginas siguientes. 2.1.2 Personajes En La Gitanilla, los personajes giran en torno a la figura de Preciosa (la segunda voz en importancia176), ya que según sus acciones irán apareciendo unas u otras voces enunciadoras. El análisis discursivo que planteo se centrará en analizar la figura de Preciosa y de aquellos personajes más representativos que salen a su paso. Grosso modo, las voces enunciadoras más significativas a lo largo de la obra pueden ser las que siguen:

176 La primera es el narrador. [78]

Preciosa, la niña gitana, va con su abuela y otras gitanillas a cantar y a bailar por Madrid y sus alrededores. En sus continuas idas y venidas, unos caballeros la llamaron para que pasasen dentro de la casa en la que unos señores pasaban su tiempo, bien paseándose, bien jugando a diversos juegos. La respuesta de la niña fue la siguiente:

[16] —¿Quiérenme dar barato177, cenores? —dijo Preciosa (que, como gitana, hablaba ceceoso, y esto es artificio en ellas, que no naturaleza) [f. 6r].

La intromisión del narrador en esta acotación contextualizadora refleja un rasgo muy apegado a la conciencia lingüística de Cervantes y de toda su comunidad: el ceceo era empleado por los gitanos como algo artificioso. El hecho de que Cervantes no hubiese seguido plasmando este fenómeno a lo largo de toda la obra se debe a que, una vez advertido, su continua presencia hubiese ocasionado una repetición innecesaria que hubiese distraído al lector. De cualquier manera, la petición que le harán esos caballeros para que entren, provocó un foco de tensión entre las gitanas, tal y como se desprende de la siguiente conversación:

[17] —Si tú quieres entrar, Preciosa —dijo una de las tres gitanillas que iban con ella—, entra en hora buena; que yo no pienso entrar adonde hay tantos hombres. —Mira, Cristina —respondió Preciosa—: de lo que te has de guardar es de un hombre solo y a solas, y no de tantos juntos; porque antes el ser muchos quita el miedo y el recelo de ser ofendidas. Advierte, Cristinica, y está cierta de una cosa: que la mujer que se determina a ser honrada, entre un ejército de soldados lo puede ser. Verdad es que es bueno huir de las ocasiones, pero han de ser de las secretas y no de las públicas. —Entremos, Preciosa —dijo Cristina—, que tú sabes más que un sabio (f. 6r).

Efectivamente, la negativa de entrar de una de las gitanas —en la réplica de Preciosa sabremos que es Cristina— está basada en el temor de perder la honra, ¿qué honra pueden perder unas gitanas, si el derecho del honor-honra estaba sujeto al de un eslabón social muy superior al que ostentaban estas muchachas? ¿Qué honra quieren salvaguardar si a los mismos gitanos, según el Gitano Viejo, “no nos fatiga el temor de perder la honra, ni nos desvela la ambición de acrecentarla; ni sustentamos bandos, ni madrugamos a dar

177 Propina que los ganadores acostumbraban a repartir entre los que miraban. [79] memoriales, ni acompañar magnates, ni a solicitar favores”? (f. 20r). Probablemente se refiera a la honra propia de los gitanos, pues ellos son muy reacios a infringir sus valores, ya que, como argumentaba el gitano viejo:

[18] ellas procuran ser castas, y nosotros, como ya he dicho, vivimos seguros.

La cuestión es que, ante tal réplica, Preciosa, con sus grandes dotes argumentativas, persuade a Cristina, diciéndole que el peligro no está en entrar donde haya muchos hombres juntos, sino en quedarse a solas con uno sólo. A esto, le insiste que la honra depende de una misma, aunque, si bien es cierto, es pura apariencia, pues “es bueno huir de las ocasiones, pero han de ser de las secretas y no de las públicas”. Una vez que deciden entrar, uno de los allí presentes, le roba a Preciosa una composición poética que le habían regalado instantes antes, ésta le pide que no se la quite, pues aún no lo ha leído. Tal justificación le sirve al caballero para preguntarle, sarcásticamente, lo siguiente:

[19] —Y ¿sabes tú leer, hija? —dijo uno (f. 6r). a lo que le respondió la gitana vieja:

[20] —Y escribir —respondió la vieja—; que a mi nieta hela criado yo como si fuera hija de un letrado (ff. 6r-6v).

La pregunta del caballero lleva implícita la lectura de que no es posible que una gitana sepa leer; esa destreza le corresponde a otras personas. Por eso y no por otra cuestión, la abuela de la niña le hacer saber que su nieta está tan preparada como un letrado: ¿otra pista más del noble linaje de la muchacha? pero, ¿quién le ha enseñado a adquirir las destrezas que aquí se plantean? ¿la gitana vieja? De cualquier manera, esta intervención nos sigue dando pistas de la extrañeza que provoca la sabiduría de la niña, una sabiduría que en el ejemplo anterior lo resaltaba la gitana Cristina, quien decidió entrar porque si Preciosa así lo veía oportuno, así habría de hacerlo, pues ella sabe “más que un sabio”. Tras este encuentro con los caballeros, decide ir a la casa del “tiniente” para satisfacer el pedido de la señora de éste, pues doña Clara, tras haberle llegado la noticia de esta joven gitana, le pidió a su marido que se la llevase a casa para que le cantara, le bailara y le leyese la “buena ventura”. Y esto es así, porque la belleza y grandilocuencia de esta niña de quince años se había ido extendiendo rápidamente. Y todo porque, según Preciosa:

[21] los ingenios de las gitanas van por otro norte178 que los de las demás gentes: siempre se adelantan a sus años; no hay gitano necio, ni gitana lerda; que, como el sustentar su vida consiste en ser agudos, astutos y embusteros, despabilan179 el ingenio a cada paso, y no dejan que críe moho en ninguna manera. ¿Veen estas muchachas, mis compañeras, que están callando y parecen bobas? Pues éntrenles el dedo en la boca y

178 ‘dirección’. 179 ‘agudizan’, ‘afilan’. [80]

tiéntenlas las cordales180, y verán lo que verán. No hay muchacha de doce que no sepa lo que de veinte y cinco, porque tienen por maestros y preceptores al diablo y al uso, que les enseña en una hora lo que habían de aprender en un año (f. 7v).

En esta intervención de Preciosa, Cervantes explota un saber común consistente en la perspicacia y viveza de los gitanos desde edad temprana para sobrevivir en el mundo marginal que, bien les ha tocado vivir, bien ha sido elegido por ellos. Todo ello viene argumentado por tener “por maestros y preceptores al dia-blo y al uso, que les enseña en una hora lo que habían de aprender en un año”. De cualquier manera, lo verdaderamente relevante de este pasaje en la casa del “tiniente” es la ridiculización que Cervantes hace de este señor y de su casa, pues aparentan tener un nivel socio-económico muy superior al que verdaderamente ostentan, ya que ni siquiera tenían un cuarto181 para pagarle a Preciosa. Cervantes se ríe de esta situación, muy conocida por los lectores de la época, y pone en boca de Preciosa las siguientes palabras tras escuchar que una de las doncellas quería pagarle con un dedal de plata:

[22] —Antes —respondió Preciosa—, se hacen las cruces mejores del mundo con dedales de plata, como sean muchos (f. 8v).

Preciosa, al darse cuenta de la situación real de estas señoras y, posteriormente, de la del marido, asume que no le van a pagar nada, pues realmente lo único que hacen es evadirse por falta de recursos para hacerles frente. Esto se agudiza cuando el “tiniente” le dice a su esposa:

[23] —¡Por Dios, que no tengo blanca! Dadle vos, doña Clara, un real a Preciosica, que yo os le daré después. —¡Bueno es eso, señor, por cierto! ¡Sí, ahí está el real de manifiesto! No hemos tenido entre todas nosotras un cuarto para hacer la señal de la cruz, ¿y quiere que tengamos un real? —Pues dadle alguna valoncica vuestra, o alguna cosita; que otro día nos volverá a ver Preciosa, y la regalaremos mejor. A lo cual dijo doña Clara: —Pues, porque otra vez venga, no quiero dar nada ahora a Preciosa. Antes, si no me dan nada —dijo Preciosa—, nunca más volveré acá. Mas sí volveré, a servir a tan principales señores, pero trairé tragado que no me han de dar nada, y ahorraréme la fatiga del esperallo (ff. 9v-10r).

Como puede verse, esta secuencia es extraordinaria, pues cuando dice doña Clara “¡Sí, ahí está el real de manifiesto!”, Cervantes juega con un doble sentido: la moneda y la realidad de no tenerla. Además, Preciosa ya se ha percatado del verdadero problema, por lo que a la negativa de doña Clara de no darle ahora nada para así hacerla venir otra día, Preciosa nos aclara el verdadero sentido de esa negativa (implicatura), pues dice que volverá de

180 Muelas de juicio o de la cordura. 181 Moneda de cobre española cuyo valor era el de cuatro maravedíes de vellón. [81] todas formas para servirles por ser grandes señores, pero que se hará a la idea de que “no me han de dar nada, y ahorraréme la fatiga del esperallo” (f. 10r). Un día que volvían de Madrid, las gitanas se toparon con un “mancebo gallardo y ricamente aderezado de camino182”, provocando el desconcierto de las gitanas, quienes lo miraban, “admiradas de que a tales horas un tan hermoso mancebo estuviese en tal lugar, a pie y solo” (f. 10v), por lo que Cervantes asume y nos transmite un nuevo valor moral (y social) de su tiempo. El primer encuentro de estos jóvenes es un claro ejemplo del carácter argumentativo e ideológico de la obra. En primer lugar, desde el momento en el que éste se presenta como “hijo de Fulano —que por buenos respectos aquí no se declara su nombre” para después decirnos:

[24] Mi nombre es éste —y díjosele—; el de mi padre ya os le he dicho. La casa donde vive es en tal calle, y tiene tales y tales señas; vecinos tiene de quien podréis informaros, y aun de los que no son vecinos también, que no es tan es-cura la calidad y el nombre de mi padre y el mío, que no le sepan en los patios de palacio, y aun en toda la Corte. nos daría pie para pensar, bien que se trata de una burla, bien que, ciertamente, el hecho de enamorarse de una gitanilla deshonraría a su familia, pues la sociedad no contempla que un “gentilhombre” mantenga relaciones con una joven de clase social inferior y, menos aún, con una muchacha perteneciente a la raza gitana. Esta lectura se ve reforzada por la intención del “mancebo gallardo”, cuando le dice a la abuela de Preciosa que:

[25] con ser de la calidad y nobleza que os he referido, y de la que casi se os debe ya de ir trasluciendo, con todo eso, quisiera ser un gran señor para levantar a mi grandeza la humildad de Preciosa, haciéndola mi igual y mi señora [porque] yo no la pretendo para burlalla, ni en las veras del amor que la tengo puede caber género de burla alguna; sólo quiero servirla del modo que ella más gustare: su voluntad es la mía.

Con el cierre de este argumento, el joven pone de manifiesto que su único objetivo es servir a la gitanilla, jugando Cervantes con gran maestría con el amor cortés, solo que esta vez lo traspasa a una relación entre dos jóvenes de estratos sociales muy dispares. Ante tal acometida por parte del joven caballero, Preciosa le asegura que no se va a entregar tan fácilmente, pues el honor y la honra de su virginidad no es fácilmente franqueable. Estaríamos, pues, ante otro signo del valor del honor y de la honra de los gitanos, pues son los dos valores supremos que sustentan a la raza gitana. También podríamos estar ante otra señal del falso linaje gitano de la muchacha, pues Preciosa, como tal, no podría tener honra, pero Constanza sí, por lo que se ve cómo el autor de la obra juega con estos valores morales tan asentados en la España de su tiempo. De esta manera sí se explica la grandilocuencia de la joven niña asentada —o aclimatada— en un mundo marginal en el que, a pesar de no pertenecer, se siente totalmente arraigada, pues, al igual que las niñas de su edad, por más que tenga quince años:

[26]

182 En traje de montar. [82]

(que, según la cuenta de mi abuela, para este San Miguel los haré), soy ya vieja en los pensamientos y alcanzo más de aquello que mi edad promete, más por mi buen natural que por la esperiencia.

Nótese, además, el inciso de la propia muchacha “(que, según la cuenta de mi abuela, para este San Miguel los haré)”, pues se trata de un elemento antici-patorio que, a simple vista, parece no tener importancia pero que, al final de la novela, será trascendental, pues se trata de una pista del verdadero linaje de la gitana. De cualquier manera, tras este inciso, la gitanilla (ff. 10v-13r) empieza a exponer las razones por las que no piensa entregarse tan fácilmente y las condiciones que ha de cumplir si quiere tenerla. La estructura de esta argumentación puede verse reflejada en el siguiente esquema:

ARGUMENTOS PRINCIPALES 1. Amor (primeros momentos) = locura183. 2. Una vez conseguido, no interesa184. En consecuencia, no va a perder su virginidad a no ser que contraiga matrimonio185, porque es lo único que tiene y no piensa perderlo tan fácilmente, pues antes de regalarla prefiere la muerte186. SUBARGUMENTOS 1. La virginidad. Una vez perdida, pierde su identidad y la poca valía que pueda tener una mujer187. 2. Amor = ceguera transitoria188. Entonces, para contraer matrimonio exponen una serie de condiciones, tales como formar parte de su estirpe, comprobar su identidad y “cursar dos años en nuestras escuelas”.

El joven, petrificado ante la perspicacia de la muchacha, acepta porque:

[27] —Cuando el cielo me dispuso para quererte, Preciosa mía, determiné de hacer por ti cuanto tu voluntad acertase a pedirme, aunque nunca cupo en mi pensamiento que me habías de pedir lo que me pides; pero, pues es tu gusto que el mío al tuyo se ajuste y acomode, cuéntame por gitano desde luego, y haz de mí todas las esperiencias que más quisieres; que siempre me has de hallar el mismo que ahora te significo.

183 Las pasiones amorosas en los recién enamorados son como ímpetus indiscretos que hacen salir a la voluntad de sus quicios; la cual, atropellando inconvenientes, desatinadamente se arroja tras su deseo, y, pensando dar con la gloria de sus ojos, da con el infierno de sus pesadumbres [f. 11v]. 184 Si alcanza lo que desea, mengua el deseo con la posesión de la cosa deseada, y quizá, abrién¬dose entonces los ojos del entendimiento, se vee ser bien que se aborrezca lo que antes se ado¬raba [f. 11v]. 185 Si vos, señor, por sola esta prenda venís, no la habéis de llevar sino atada con las ligaduras y lazos del matrimonio; que si la virginidad se ha de inclinar, ha de ser a este santo yugo, que enton¬ces no sería perderla, sino emplearla en ferias que felices ganancias promete. 186 Una sola joya tengo, que la estimo en más que a la vida y no la tengo de vender a precio de promesas ni dádivas, porque, en fin, será vendida, y si puede ser comprada, será de muy poca es¬tima [f. 11r]. 187 Flor es la de la virginidad que, a ser posible, aun con la imaginación no había de dejar ofen¬derse. Cortada la rosa del rosal, ¡con qué brevedad y facilidad se marchita! Éste la toca, aquél la huele, el otro la deshoja, y, finalmente, entre las manos rústicas se deshace [f. 12r]. 188 Podría ser que cobrásedes la vista, que ahora debéis de tener perdida, o, por lo menos, tur¬bada, y viésedes que os convenía huir de lo que ahora seguís con tanto ahínco [f. 12r]. [83]

A partir de este momento, el muchacho que, posteriormente sabremos que se llama Juan, formará parte del mundo de la gitanilla. Será entonces cuando le bauticen con el nombre de Andrés Caballero y, una vez recogido por los gitanos, un Gitano Viejo que vendría a representar el patriarca de su sociedad, le expli-cita las reglas que rigen su nación, unas reglas ya comentadas con anterioridad (ff. 19r-20r). Andrés es bien recibido, pero a pesar de abandonar su casa, sus tierras y sus privilegios, no podrá perder sus valores morales, pues siempre se evade de hacerle daño a los demás, quizá porque Cervantes nos hace ver que el bien sólo le corresponde a las personas ajenas a la periferia de los estratos marginales. Así, nada más entrar, el nuevo gitano se excusa de robar durante el primer mes porque antes ha de prepararse para ello, pero veremos que no es más que un pretexto. El narrador nos aclara que:

[28] con propósito de seguir y conseguir su empresa, sin entremeterse nada en sus costumbres; o, a lo menos, escusarlo por todas las vías que pudiese, pensando exentarse de la jurisdición de obedecellos en las cosas injustas que le mandasen, a costa de su dinero.

Incluso convence a sus nuevos compañeros para irse de los alrededores de Madrid (parten hacia Toledo) con el único objetivo de apartarse del epicentro, porque en la periferia de su entorno no podría ser descubierto. En este momento entra el narrador en escena para hacernos balance de la transformación que está sufriendo don Juan de Cárcamo:

[29] ¡Oh poderosa fuerza deste que llaman dulce dios de la amargura (título que le ha dado la ociosidad y el descuido nuestro), y con qué veras nos avasallas, y cuán sin respecto nos tratas! Caballero es Andrés, y mozo de muy buen entendimiento, criado casi toda su vida en la Corte y con el regalo de sus ricos padres; y desde ayer acá ha hecho tal mudanza, que engañó a sus criados y a sus amigos, defraudó las esperanzas que sus padres en él tenían; dejó el camino de Flandes, donde había de ejercitar el valor de su persona y acrecentar la honra de su linaje, y se vino a postrarse a los pies de una muchacha, y a ser su lacayo; que, puesto que hermosísima, en fin, era gitana: privilegio de la hermosura, que trae al redopelo y por la melena a sus pies a la voluntad más esenta.

A Cervantes, lo único que le interesa de todo esto es mostrar cómo Amor hacer extremos, pues ha sido éste la causa de la deshonra del noble caballero —y consiguientemente la de su familia—. Y todo por una mujer que no merece la pena, porque, en definitiva, “era gitana”, haciendo hincapié en la bajeza de don Juan. Pero, aún así, no todo lo ha perdido; es incapaz hacer el mal, porque

[30] con cada hurto que sus maestros hacían se le arrancaba a él el alma; y tal vez hubo que pagó de su dinero los hurtos que sus compañeros había hecho, conmovido de las lágrimas de sus dueños; de lo cual los gitanos se desesperaban, diciéndole que era contravenir a sus estatutos y ordenanzas, que prohibían la entrada a la caridad en sus pechos, la cual, en teniéndola, habían de dejar de ser ladrones, cosa que no les estaba bien en ninguna manera.

[84]

Con esta intervención narrativa, Cervantes asienta una de las ideas más extendidas del momento: el arte del hurto es innato en los gitanos e impropio en las familias de noble linaje. Tanto es así, que Andrés, para no irritar a sus compañeros, les convence para ir sólo a realizar las fechorías que de él se esperan, con el único objetivo de evadirse por completo, pues no va a hurtar, sino a entregar

[31] alguna cosa que pudiese decir que la había hurtado, y deste modo cargar lo que menos pudiese sobre su conciencia (f. 22v).

De esta manera, no inflingiría sus valores y mantendría contenta a la comunidad y a su Preciosa. Con esta estrategia se convirtió en uno de los mejores ladrones —sin serlo— y, tras un mes de estancia en Toledo, se fueron a Extremadura, donde se toparán con el paje poeta, al que los gitanos llamarán Clemente. La entrada de este personaje despierta los celos de Andrés, pues teme que haya venido a por su gitanilla. Preciosa le asegura que a ella no le interesa y, para convencerlo, Cervantes cambia el tono de la joven gitana, pues para persuadir al que será su esposo, empieza a llamarlo por su nombre sin fórmulas de tratamiento antepuestas y le tutea, dándole al vocativo un claro valor apelativo y, en el caso que proponemos, replicativo:

[32] —¡Válame Dios —respondió Preciosa—, Andrés, y cuán delicado andas, y cuán de un sotil cabello tienes colgadas tus esperanzas y mi crédito, pues con tanta facilidad te ha penetrado el alma la dura espada de los celos! Dime, Andrés: si en esto hubiera artificio o engaño alguno, ¿no supiera yo callar y encubrir quién era este mozo? ¿Soy tan necia, por ventura, que te había de dar ocasión de poner en duda mi bondad y buen término? Calla, Andrés, por tu vida, y mañana procura sacar del pecho deste tu asombro adónde va, o a lo que viene.

Esta deixis social tiene un claro valor persuasivo, pues en las conversaciones precedentes, a excepción de las palabras que le dedicó al oído cuando fue a cantar a su casa y uno de los allí presentes le quitó el papel que contenía el soneto del paje:

[33] —¡Gentil ánimo para gitano! ¿Cómo podréis, Andrés, sufrir el tormento de toca, pues no podéis llevar el de un papel? (f. 17v).

Preciosa se dirige a él con un tono aparentemente respetuoso, dando señas de frialdad en el trato. A esto hay que añadir la anteposición de fórmulas de tratamiento, como señor:

[34] Si vos, señor, por sola esta prenda venís, no la habéis de llevar sino atada con las ligaduras y lazos del matrimonio (f. 12r). señor caballero:

[35]

[85]

—Yo, señor caballero, aunque soy gitana pobre y humildemente nacida, tengo un cierto espiritillo fantástico acá dentro, que a grandes cosas me lleva (f. 11v). señor galán:

[36] —Eso no, señor galán -respondió Preciosa-: sepa que conmigo ha de andar siempre la libertad desenfadada, sin que la ahogue ni turbe la pesadumbre de los celos (f. 12v). y señor Andrés:

[37] No quiero juramentos, señor Andrés, ni quiero promesas; sólo quiero remitirlo todo a la esperiencia deste noviciado, y a mí se me quedará el cargo de guardarme, cuando vos le tuviéredes de ofenderme (f. 21r).

Frente a esta decisión de Preciosa, vemos que Andrés, desde que era don Juan, siempre empleó un trato más amigable y cercano. Esto se podría interpretar, bien porque era noble y ello le daba derecho a hacerlo —el “tiniente” siempre lo hizo así—:

[38] —Mucho sabes, Preciosa —dijo el tiniente—. Calla, que yo daré traza que sus Majestades te vean, porque eres pieza de reyes (f. 10r). bien porque al presentarse como siervo de la joven gitana, era el trato que le correspondía:

[39] —Cuando el cielo me dispuso para quererte, Preciosa mía, determiné de hacer por ti cuanto tu voluntad acertase a pedirme, aunque nunca cupo en mi pensamiento que me habías de pedir lo que me pides (f. 12v).

Tan sólo en una ocasión parece tratarla con un tono despectivo:

[40] —Otra vez te he dicho, niña —respondió el don Juan que había de ser Andrés Caballero—, que en todo aciertas, sino en el temor que tienes que no debo de ser muy verdadero; que en esto te engañas, sin alguna duda. La palabra que yo doy en el campo, la cumpliré en la ciudad y adonde quiera, sin serme pedida, pues no se puede preciar de caballero quien toca en el vicio de mentiroso (f. 16r). motivado por la indignación que le supone la falta de credibilidad en sus palabras, pues él es un caballero y, por ende, siempre cumple sus promesas. Frente a esta pareja, el matrimonio formado por el “tiniente” y doña Clara, se tratan por igual:

[41] —¡Por Dios, que no tengo blanca! Dadle vos, doña Clara, un real a Preciosica, que yo os le daré después (f. 9v).

[86]

—¡Bueno es eso, señor, por cierto! ¡Sí, ahí está el real de manifiesto! No hemos tenido entre todas nosotras un cuarto para hacer la señal de la cruz, ¿y quiere que tengamos un real? (ff. 9v-10r).

El resto de personajes siguen unas reglas prefijadas por el autor. Verbigracia, la abuela tutea a su nieta, mientras que ésta nunca lo hace, las gitanillas se tutearán siempre, pero tratarán con respeto a los hombres y a sus mayores, entre otros casos de esta deixis social. Siguiendo con el decurso discursivo, Clemente ‘paje poeta’ que se asentó como uno más en la nación gitana con la única finalidad de buscar una vía para marcharse a Génova, propuso trasladarse hacia Sevilla, pero tal idea fue retirada, porque Preciosa no había dejado un buen recuerdo por aquella zona, por lo que optaron por trasladarse al reino de Murcia. En el camino pararon en un mesón y, será ahora cuando lleguemos a uno de los momentos más importantes de la obra: la hija de la mesonera, Carducha, le propuso matrimonio a Andrés y éste, al negarse, provocó la venganza de la muchacha, pues — cuando se marchaban los gitanos— introdujo en las pertenencias de Andrés Caballero unos dijes y avisó a las autoridades para que los detuvieran a todos. Estos propusieron re- gistrar a todos los gitanos, provocando la inquietud de la Gitana Vieja, pues no quería que:

[42] se manifestasen los dijes de la Preciosa y los vestidos de Andrés, que ella con gran cuidado y recato guardaba (f. 31v)

El temor de la gitana nos pone sobre aviso: ¿qué dijes puede tener una gitana? Pero, de todas formas, esto es lo menos importante. La cuestión es que la Car-ducha obligó a las autoridades a que registrasen a Andrés y, al ver que él había sido el culpable, uno de los soldados le injurió con las siguientes palabras:

[43] —¿No veis cuál se ha quedado el gitanico podrido de hurtar? Apostaré yo que hace melindres y que niega el hurto, con habérsele cogido en las manos; que bien haya quien no os echa en galeras a todos. ¡Mirad si estuviera mejor este bellaco en ellas, sirviendo a su Majestad, que no andarse bailando de lugar en lugar y hurtando de venta en monte! A fe de soldado, que estoy por darle una bofetada que le derribe a mis pies (f. 32r).

Tales acusaciones infundadas —nunca le había robado a nadie— provocó que Andrés matara al susodicho, pues:

[44] diciendo esto, sin más ni más, alzó la mano y le dio un bofetón tal [el soldado], que le hizo volver de su embelesamiento, y le hizo acordar que no era Andrés Caballero, sino don Juan, y caballero; y, arremetiendo al soldado con mucha presteza y más cólera, le arrancó su misma espada de la vaina y se la envainó en el cuerpo, dando con él muerto en tierra (f. 32r).

El hecho de matarlo se debe a que, una vez que se siente injuriado, ultrajado, avergonzado, afrentado, ofendido y agraviado por un caballero inferior a él, despierta del encanto que le ha hecho perder sus papeles de hombre de noble linaje. En ese momento,

[87] ya no es Andrés, sino don Juan de Cárcamo y, como caballero que es —no gitano— no puede permitir que nadie le deshonre, pues el honor y la honra de su familia —y la suya propia— no puede ser mancillada por nada ni por nadie. Su acto provocó que lo encarcelaran en la jurisdicción de Murcia junto con el resto de los gitanos, a excepción de Preciosa, que fue llamada por la mujer del corregidor. Llegado a este punto, se descubre la verdadera identidad de la gitanilla, pues la gitana vieja muestra los dijes de su nieta y les hace ver que pertenecen a Constanza, la hija del corregidor Fernando de Azevedo y de su esposa Guio-mar de Meneses. La respuesta de la señora fue:

[45] —Mujer buena, antes ángel que gitana, ¿adónde está el dueño, digo la criatura cuyos eran estos dijes? (f. 34r). como si de dos cualidades diferentes se tratara. La corregidora examina a Preciosa para comprobar si era o no su hija y se da cuenta de que es ella por su lunar blanco en el pecho izquierdo y por tener los dos dedos últimos del pie derecho trabados por medio de “un poquito de carne”, por lo que:

[46] El pecho, los dedos, los brincos, el día señalado del hurto, la confesión de la gitana y el sobresalto y alegría que habían recebido sus padres cuando la vieron, con toda verdad confirmaron en el alma de la corregidora ser Preciosa su hija. Y así, cogiéndola en sus brazos, se volvió con ella adonde el corregidor y la gitana estaban (f. 34r).

De esta manera, Cervantes concluye con todo el misterio que siempre había rodeado a Preciosa —ahora Constanza—, pues, como hemos venido defendiendo, su belleza y grandilocuencia no era propio de una gitana, según la ideología del momento. Todo esto se dramatiza más cuando vuelve a entrar el narrador en escena para preguntarnos:

[47] ¿quién había de imaginar que la gitanilla era hija de sus señores? (f. 34v).

Con esto, ya somos conscientes de que tanto Preciosa como Andrés son descendientes de nobles, pero los padres de la niña no lo saben, por eso el corregidor, por más que perdone a la vieja gitana, le recrimina, según el narrador:

[48] que, sabiendo ella [la gitana vieja] la calidad de Preciosa, la hubiese desposado con un gitano (f. 34v).

Pero Constanza le hace ver que no es gitano, ni ladrón y que, por eso mismo, se justifica el acto de su prometido:

[49] [el soldado] le quitó la honra, y no pudo hacer menos de mostrar quién era y matarle (f. 34v).

[88]

Una vez que consigue Preciosa persuadir a sus padres para que saquen a Andrés, el corregidor y su esposa empiezan a preguntarle si realmente está enamorada de ese joven caballero o si tenía alguna <> por Juan:

[50] Respondió que no más de aquella que le obligaba a ser agradecida a quien se había querido humillar a ser gitano por ella; pero que ya no se estendería a más el agradecimiento de aquello que sus señores padres quisiesen (f. 35r).

En esta intervención podríamos pensar que la muchacha se sentiría instigada por sus propios padres, pero vemos que parece que ese sentimiento no está muy lejos de la realidad cuando poco después le reconoce a su madre, según el narrador, lo que sigue:

[51] Preguntóle su madre que le dijese la verdad: si quería bien a don Juan de Cárcamo. Ella, con vergüenza y con los ojos en el suelo, le dijo que por haberse considerado gitana, y que mejoraba su suerte con casarse con un caballero de hábito y tan principal como don Juan de Cárcamo, y por haber visto por experiencia su buena condición y honesto trato, alguna vez le había mirado con ojos aficionados; pero que, en resolución, ya había dicho que no tenía otra voluntad de aquella que ellos quisiesen (f. 36v).

Efectivamente, en un principio Preciosa sólo pretendía subir de eslabón social, pero terminó por enamorarse de él, aunque ahora sienta la obligatoriedad de cumplir los deseos de sus progenitores. Finalmente, como en todas estas novelas ejemplares, denominadas así, bien por mostrarse como ejemplo de moralidad, bien porque Cervantes quisiera que fuesen el punto de referencia para sus seguidores, la acción culmina con un final feliz: Clemente consiguió embarcar para Génova; la Carducha confesó que fue ella, por despecho, quien puso los dijes en las pertenencias del gitano; perdonaron la pena a don Juan, porque ya no era Andrés, el gitano matador, sino el hijo de un reconocido noble que vivía afligido por la ausencia de su hijo; Preciosa encontró su verdadera identidad y, una vez que los dos gitanos fueron conscientes de que no había impedimentos sociales —ambos pertenecían a la nobleza— para contraer matrimonio, se casaron. Esto último refleja una idea muy arraigada en la sociedad española, pues, no es casualidad —pienso— que Cer- vantes les otorgue el casamiento a estos dos jóvenes cuando ambos pertenecen a la misma clase social. Situación similar la encontramos en El perro del hortelano de Lope de Vega, aunque en esta comedia palatina, la nobleza de Teodoro sea fingida. Y todo esto es así porque, como nos hace ver Lope en uno de los sonetos que más tensión acumula en toda la obra citada:

Diana (sola) Mil veces he advertido en la belleza, 325 gracia y entendimiento de Teodoro, que, a no ser desigual a mi decoro, estimara su ingenio y gentileza. Es el amor común naturaleza, mas yo tengo mi honor por más tesoro; 330

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que los respetos de quien soy adoro y aun el pensarlo tengo por bajeza. La envidia bien sé yo que ha de quedarme, que si la suelen dar bienes ajenos, bien tengo de qué pueda lamentarme, 335 porque quisiera yo que, por lo menos, Teodoro fuera más para igualarme, o yo, para igualarle, fuera menos. es inconcebible, por más que se quiera, que se casen los nobles con los criados o, en este caso, un noble con una gitana.

3. CONSIDERACIONES FINALES Una vez que ha sido analizada la obra desde el punto de vista discursivo; esto es, analizando el texto como un proceso y no como una suma de oraciones, pretendo hacer balance de todo lo estudiado a lo largo de estas páginas. Recuérdese que comenzamos poniendo de manifiesto el objeto de nuestro análisis, un análisis que pretendía alejarse de la visión del texto como una totalidad cerrada, tal y como la venía considerando el estructuralismo, porque como advierte Catherine Kerbrat- Orecchioni (1986: 10):

la existencia de leyes de organización estructural del enunciado, enuncia una contraverdad manifiesta: un texto no es una yuxtaposición aleatoria de oraciones. Existen reglas de combinatorias transoracionales (anáfora, funcionamiento de isotopías semánticas, estilísticas, presuposicionales...) cuyo dominio de aplicación está bien lejos de restringirse al caso de los “enunciados estereotipados”.

Y esto es así porque todo texto exige una coherencia y una cohesión internas, ya que, de no ser así, no estaríamos ante un texto. Las relaciones textuales que se detectan en el texto giran en torno al argumento principal que no es otro que la maleza implícita en la raza gitana, personificado en la figura de la gitana vieja que, por más que al final se arrepintiera, arrancó a una niña de los brazos de sus padres, una niña que será devuelta por obra y gracia de la Providencia, pues su improvisado parentesco con los corregidores del reino de Murcia vino a restituir el orden social de aquellos falsos gitanos que, una vez que le son reconocidos sus lazos de parentesco con la más alta nobleza, pueden contraer matrimonio.

BIBLIOGRAFÍA J. J. BUSTOS TOVAR, “El discurso de la libertad de la mujer en el umbral del Renaci- miento”, Imágenes de mujeres. Images de femmes, Caen, Université de Caen, 1998, pp. 9- 19. J. J. BUSTOS TOVAR, “Algunos tipos de diálogo en el español del siglo XVI”, Lengua, dis- curso, texto (I Simposio Internacional de Análisis del Discurso), 2 vols. Madrid, Visor Libros, 2000, pp. 1515-1530. J. J. BUSTOS TOVAR, “Mecanismos de cohesión discursiva en castellano a fines de la Edad Media”, Actas del V Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española [Valencia, 31 de enero-4 de febrero de 2000], Madrid, Gredos, 2002, pp. 53-84.

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P. CÓRDOBA MONTOYA, “Hacia una pragmática de la novela ejemplar”, Lenguaje, ideolo- gía y organización textual en las novelas ejemplares, Madrid, Editorial de la Universidad Complutense, 1983, pp. 19-29. C. FUENTES RODRÍGUEZ, Lingüística pragmática y análisis del discurso, Madrid, Gredos, 2000. C. KERBRAT-ORECCHIONI, La enunciación: de la subjetividad en el lenguaje, Buenos Aires, Hachette, 1986. J. ROMERA CASTILLO, “De cómo Cervantes y Antonio de Solís construyeron su “Gita- nilla” (Notas sobre la intervención de los “actores”)”, Lenguaje, ideología y organización textual en las novelas ejemplares, Madrid, Editorial de la Universidad Complutense, 1983, pp. 145-158. Textos citados M. DE CERVANTES, Novelas Ejemplares, edición, introducción y notas de Juan Bautista Avalle-Arce, Madrid, Castalia, 1982, vol. I. M. DE CERVANTES, Novelas Ejemplares, introducción de Alberto Blecua, edición y notas de Frances Luttikhuizen, Barcelona, Planeta [Fundación Reina Sofía: Proyecto Alzheimer], 2005. M. DE CERVANTES, Novelas Ejemplares, edición informatizada de Florencio Sevilla Arroyo: . L. DE VEGA, El perro del hortelano, edición informatizada de Rosa Navarro Durán: . Discurso social y discurso individual en La gitanilla Georges Güntert

Algunos críticos, al poner de relieve la existencia de los dos grupos étnicos que animan el universo de La Gitanilla, han seguido una orientación histórica interrogándose sobre la relación que el autor durante su vida pudo tener con estos grupos, especialmente con el gitano. Así, Marie Laffranque, en su interesante estudio «Encuentro y coexistencia de dos sociedades en el Siglo de Oro: La Gitanilla de Miguel de Cervantes», hace comprender — ya desde el título—que su modo de enfocar el problema va a ser, a la vez, histórico y literario189. Nuestra lectura difiere de la suya sobre todo en lo que se refiere a un punto:

189 Marie Laffranque, «Encuentro y coexistencia de dos sociedades en el Siglo de Oto La Gitanilla de Miguel de Cervantes», en Actas del V Congreso de la AIH, Burdeos, Instituto de Estudios Ibéricos e Iberorrománicos, 1977, pp. 594.561. Otros estudios sobre La Gitanilla que hemos tenido en cuenta: Harri Meter, «Personenhandlung und Geschehen in Cervantes' Gitanilla», Romanische Forschungen, 51 (1937), 125-186; Joaquín Casalduero, Sentido y forma en las Novelas ejemplares, Buenos Aires, Instituto de Filología, 1943 (2ª ed. Madrid, Gredos, 1974); Franz Rauhut, «Consideraciones sociológicas sobre La Gitanilla y otras novelas cervantinas», Anales Cervantinos, III (1950), 143-160; José M. Chacón y Calvo, «El realismo ideal de La Gitanilla», Boletín de la Academia Cubana de la Lengua, II (1953), 246.267; Agustín G. de Amezúa y Mayo, Cervantes, creador de la novela corta española, Madrid, CSIC, 1956; Karl Ludwig Selig, «Concerning the Structure of Cervantes' La Gitanilla», Romanistisches Jahrbuch, XIII (1962), 273-276; Jennifer Lowe, Two Novelas ejemplares: La Gitanilla, La ilustre fregona, Londres, Grant and Cutler, 1971; Georges Guentert, «La Gitanilla y la poética de Cervantes», BFTA, OCCV, enero-abril (1972), 107-134; Peter N. Dunn, «Las novelas ejemplares», en Suma Cervantina, Londres, Tamesis, 1973, pp. 81-118; Ruth S. El Saffar, Novel to Romance. A Study of Cervantes' «Novelas ejemplares», Baltimore, The John Hopkins Univ. Press, 1974; Frank Merme, «La Gitanilla: a tale of high romance». BHS, LIV (1977), 283-295; Letizia Bianchi. «Sul linguaggio spaziale di 14 Gitanilla», Strumerui critici, 32/33 (1977). 260-283; Walter Pabst, «Die zweifache Prásenz des Dichters in der Novelle La Gitanilla, en [91] debería quedar claro, desde un principio, que los gitanos, tal y como aparecen en la novela cervantina, no corresponden del todo a la etnia «real», entendida en un sentido etnográfico o histórico, ya que el texto cervantino utiliza aquí una figura del mundo (los gitanos españoles de entonces) dentro de un contexto novelesco que confiere a esta figura, así como a todas las restantes, un sentido muy especial190. Es cierto que el lector, una vez que haya reconocido los rasgos característicos del grupo gitano (su manera de vivir en campamentos, su busca del pan cotidiano, su habilidad, sus actividades artísticas y artesanales, etc), tiende a identificar este actor colectivo con la idea que él se hace de los gitanos y asocia las imágenes presentadas por el texto a un referente concreto. Pero esta identificación, por necesaria que sea en la experiencia de la lectura, es efecto de un proceso manipulatorio que hace creer (real) lo que de hecho es composición artística y ficción. No cabe, pues, insistir más en la semejanza entre la realidad artística que se nos propone y un posible referente. Tampoco es nuestra tarea determinar si los gitanos en la visión de Cervantes han sufrido o no un proceso de idealización, si son mejores o peores que aquéllos que el autor debe de haber conocido en sus numerosos viajes por España191. Lo que ha de interesarnos no es la verosimilitud de la representación, sino la función desempeñada por dicho grupo en el mundo específico de la novela. Desde este punto de vista, los gitanos se definen de un lado por las complejas relaciones que mantienen con la sociedad urbana, relaciones que no son sólo, como se ha dicho, de intercambio192, sino también —y a menudo— de tipo polémico (hay robos, embustes, y toda clase de fraude), y, de otro lado, por el significado que se atribuyen ellos mismos al autodefinirse, en boca de su jefe. Huelga explicar que este último significado tiene una connotación literaria, y puede demostrarse que los gitanos cervantinos comparten unas cuantas características con los pastores de la tradición bucólica, a la vez que se distinguen profundamente de ellos respecto a otras facetas. Es como si la imagen de una mítica edad de oro transluciera súbitamente, cuando el jefe de la tribu pronuncia su elogio de la vida gitanesca precisando, ante un Andrés admirado, que va a conocer un modo de vivir en comunión con la naturaleza y un orden moral en el que no caben ni rivalidades ni celos, puesto que se observan en la tribu unas leyes rígidas quedando respetada, como norma económica fundamental, la comunidad de los bienes. Y aunque la igualdad de los sexos esté muy lejos de alcanzarse en esta sociedad, que bajo este punto de vista no es menos injusta que la urbana, son tantas las alusiones léxicas, sintácticas y temáticas al mundo pastoril en dicho discurso, que resulta evidente la tendencia de Cervantes a relacionar a ese grupo con una utopía, propia de un determinado género literario193. Sin ser iguales a los

Themen und», Berlín. 1977, pp. 235-243; Juan Bautista Avalle-Arce, prólogo de su edición de las Novelas ejemplares, 1, Madrid, Castalia, 1982, pp. 1-36; Julio Rodríguez-Luis, Novedad y ejemplo de las novelas de Cervantes, Madrid, José Porrúa Turanzas, 1984; Robert Ter Horst, «Une saison en enfer. La Gitanilla». Cervantes, V, 2 (1985), 87.127; Michael Gerli, «Romance and Novel: Idealism and lrony in La Gitanilla», Cervantes, VI, 1 (1986), 29-38. 190 Empleamos el término de figura del mundo en su acepción semiológica, con vistas a una semiótica del mundo natural y social. Cfr. los artículos cultura, mundo natural, referente en Algirdas Greimas y Joseph Courtés, Semiótica. Diccionario razonado de la leona del lenguaje, Madrid, Gredos, 1982. 191 Es éste un problema planteado por Marie Laffranque, art. cit., 550-552. 192 Sobre las relaciones de intercambio entre las dos sociedades, cfr. el interesante artículo citado de Letizia Bianchi. 193 La referencia al mundo pastoril se hace explícita en el discurso del viejo gitano, jefe de tribu. quien declara entre otras cosas: «Somos señores de los campos, de los sembrados, de las selvas, de los montes, de las fuentes, de los ríos. Los montes nos ofrecen leña de balde. los árboles. frutos; las viñas, uvas; los huertos, hortalizas; las [92] habitantes de Arcadia, los gitanos, con sus particulares costumbres y normas morales, recuerdan, de lejos, el código bucólico, del que conservan ciertos elementos, habiendo tenido que renunciar a otros. Pueden ser comparados a unos pastores que hubiesen sido exiliados de su primer estado ideal, obligados ahora, después de esa pérdida, o a consecuencia de esa «caída», a vivir en un mundo en donde la subsistencia se convierte en problema cotidiano, de manera que les es indispensable, según comenta una vez Preciosa, «ser agudos, astutos y embusteros, despabilar el ingenio a cada paso, y no dejar que críe moho en ninguna manera194». Modificando algo los términos de Harry Sieber, quien, a propósito de La Gitanilla, habla de un juego entre un código natural (campo-gitano) y un código social (el de la ciudad- nobleza), distinción parcial que le obliga a añadir una referencia al código económico195 preferimos hablar de dos Discursos sociales, caracterizados ambos por su compleja relación con la naturaleza, con un conjunto de normas y leyes, con el dinero, etc., y que son al fin y al cabo un modo de concebir la vida y de interpretar sus valores196. Con todo, mientras los gitanos se comportan claramente como materialistas, sin hacer ningún misterio de su necesidad diaria de recoger alimentos o fondos, aunque sólo sea para protegerse contra eventuales represalias o abusos por parte de las autoridades de la sociedad «paya», los representantes de la sociedad urbana, todos nobles, funcionarios o criados de nobles, simulan, a la vez que profesan el código de honor, dar poca importancia a los valores materiales, que, según el orden ideal al que se sienten vinculados, deberían subordinarse a los espirituales. Pero, en realidad, a estos mismos les vemos frecuentemente acuciados por preocupaciones de tipo económico (ni el «teniente», o alguacil mayor, ni su esposa tienen con qué pagar las actuaciones de las gitanas). Tanto los gitanos como la nobleza urbana, y ésta más que aquéllos, viven en un mundo en el que el dinero es el valor fundamental; y el lector, al darse cuenta de esto, no tendrá dificultad en juzgar quién ejerce la hipocresía y quién se contradice. Es curioso que salgan repetidas veces personajes nobles con las insignias de alguna orden de caballería: la ostenta el caballero que invita a las gitanas a entrar en una sala de juegos, la llevan tanto el padre de Andrés como éste mismo, y la posee el padre de Preciosa. El referirse al hábito de Calatrava suele corresponder a una demostración de fe y de honor caballerescos: la cruz exhibida, roja en el caso de los de Calatrava, parece ser la mejor garantía de nobleza. No cabe duda que Cervantes utiliza aquí otra figura del mundo, en la fuentes, agua; los ríos, peces, y los vedados, caza; sombra las peñas, aire fresco las quiebras, y casas las cuevas.» (p. 101). Citamos por Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares (ed. de Harry Sieber), t. I, Madrid. Cátedra, 1981. Pero hay otros detalles que recuerdan el mundo pastoril (o el de los cabreros del Quijote). Así, las heridas del mordido, del paje-poeta, que —prófugo perseguido— llega al aduar, son curadas, como las de Sancho, con «aceite» y «encima un poco de romero verde moscado.» (cfr. Quijote, 1, XI). Los «dorados techos», de los que habla el viejo gitano, asi como el «sol, dorando cumbres y rizando montes», son préstamos del lenguaje poético de Garcilaso y sobre todo de Fray Luis (cfr. Robert Horst, art. cit., 107). La exclamación de que «hay felicidad en las selvas y buen acogimiento en los montes» recuerda el tópico virgiliano del «Certum est in silvis. Bucolica, X, 52). 194 Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, ed. cit., p. 76. 195 Harry Sieber en el prólogo de su edición de las Novelas ejemplares, ed. cit., p. 15. 196 Para el término de discurso remitimos a A. Greimas y 3. Courtés, op. cit., artículos discurso y valores; al estudio del mismo profesor Greimas sobre «Les objets de valeur», en Du Sens, II, París, Du Seuil, 1983. pp. 19- 46. También merece ser mencionado el ensayo de A. Greimas, «Avoir du sena dans une perspective discursive», en Panorama sémiotique, Actes du I Congrés de l'Association lnternationale de Sémiotique, Milán, 1974, La Haya, Mouton, 1979, pp. 648.651; y el número 2 de la revista Discurso, cuadernos de teoría y anales, sept.-dic. (1983), año I, México, UNAM, número enteramente dedicado a la teoría del discurso. [93] medida en que trae a la escena a unos típicos representantes de la vida social de su tiempo. Sin embargo, la época gloriosa de las órdenes de caballería —la de Calatrava fue fundada en 1158— debió pertenecer, ya para los contemporáneos de nuestro autor, a un lejano pasado mítico, cuyo último gran momento de esplendor debió ser en el siglo xv, antes de su sumisión a la Corona197. En una sociedad dominada por el dinero, estas manifestaciones caballerescas debían resultar, si no anacrónicas, por lo menos un poco ostentosas, ligadas a un parecer que no siempre tiene una correspondencia en la realidad. Pues bien, no sólo los gitanos, también los caballeros recuerdan en sus actuaciones y autodefiniciones un mundo utópico: así como los gitanos semejan a pastores ideales obligados a vivir en un clima social distinto, en donde la esterilidad es la regla, y no la abundancia, así los caballeros del hábito (que, además, ya no es un hábito, sino simplemente una insignia) remiten a una época remota, idealizada, épico-heroica y, por eso mismo, a un discurso literario análogo, que ha dejado de ser actual y que está entonces siendo sustituido por el de la novela, propiamente por el de la novela cervantina. Es cierto que el ataviarse de caballero no implica necesariamente falsedad, y varias veces los nobles que afirman su dignidad de caballeros se comportan con perfecta coherencia, de manera que el lector no puede sino admitir la sinceridad de su gesto. Pero es significativo que las gitanas, perteneciendo a otro Discurso, no compartan esta actitud del lector. A la invitación que uno de esos señores hace a las gitanas, mostrando en señal de sinceridad su hábito de Calatrava, Preciosa reacciona con lógica muy distinta:

«Mira, Cristina, de lo que has de guardar es de un hombre solo y a solas, y no de tantos juntos.» con lo que desconfía de la palabra dada y se atiene a otro criterio basado en la experiencia. Tampoco Andrés, que en su primer encuentro con las gitanas se presenta como caballero de Calatrava, obtiene con su ostentación el efecto deseado, ya que las gitanas están acostumbradas a no fiarse de las apariencias y no les basta, pues, la palabra de un caballero. Preciosa impondrá a Andrés sus condiciones para saber «si éste es quien dice», y lo primero que hace es ir a cerciorarse de si las palabras de su pretendiente se corresponden con la realidad prometida. Esta incredulidad y desconfianza muestran a las claras que los valores de un grupo, aparte del dinero, no son los reconocidos por el otro. En este mismo contexto, puede ser interesante comprobar cómo la vieja gitana se burla de los emblemas épico-heroicos tenidos en gran estima por la sociedad urbana, y cómo juega con el vocablo, mezclando irónicamente armas ilustres y monedas. Cuando Andrés, después de haberse presentado a las gitanas, se muestra dispuesto a dejarles una suma dé dinero, es la vieja, y no Preciosa, la que la acepta con la explicación de que el dinero siempre sirve en una vida tan riesgosa como es la del gitano:

«Mira, niña, que andamos en oficio muy peligroso y lleno de tropiezos y ocasiones forzosas, y no hay defensas que más presto nos amparen y socorran como las armas invencibles del gran Filipo: no hay pasar adelante de su plus ultra. Por un doblón de dos caras se nos muestra alegre la triste del procurador y de todos los ministros de la muerte, que son arpías de nosotras las pobres gitanas, y más precian pelarnos y desollamos a nosotras que a un salteador de caminos; jamás, por más rotas y

197 Sobre la importancia de las órdenes de caballería en la novela cervantina véase el estudio de Robert Horst, art. cit 96-98. [94]

desastradas que nos vean, nos tienen por pobres; que dicen que somos como los jubones de los gabachos de Belmonte: rotos y grasientos, y llenos de doblones198.»

Su presunta nieta no es menos hábil al declarar, en casa de doña Clara, que

«todas las cruces, en cuanto cruces, son buenas» pero que mejores son

«las de plata o las de oro».

Forma parte del mismo juego verbal, y de un análogo trueque de valores, la insistencia con que la gitanilla usa los términos de «escudo, real, cruz», dándoles, por supuesto, un sentido preferentemente económico. Es como si el refrán, recordado por el jefe de la tribu y apto para caracterizar las principales carreras de la sociedad oficial, «Iglesia, o mar, o casa real», se sometiera en boca de los gitanos a una nueva interpretación:

«cruces, escudos, reales y, mejor aún, doblones, de los de a dos caras, que enseñaban los bustos de los Reyes Católicos199.»

Las mismas palabras son susceptibles de cambiar de sentido según quién las adopte: valores ideales para unos, se convierten en moneda manejable para otros, pues son precisamente dos lecturas del mundo las que contrastan y se superponen en este cuento: a cada Discurso le corresponde su propio sistema de valores, y las palabras importantes en uno pueden resultar pura ridiculez en el otro. Lo que nos parece esencial en la primera de las Novelas ejemplares es, por tanto, el proceso de veridicción, con sus múltiples afirmaciones, promesas y actos, y, por consiguiente, el acusado contraste entre ser y parecer. Las declaraciones de sinceridad por parte de un representante de la nobleza tienen escaso valor para los que no participan de ese mismo universo de creencias, y aun menos sabiendo de su carácter contradictorio. Por otro lado, es evidente que, si los gitanos desconfían de los habitantes de la ciudad, éstos tampoco pueden fiarse de aquéllos, a los que de hecho consideran unos embusteros y ladrones natos. El lector que se enfrente con no tardará en darse cuenta de cómo las relaciones, tanto entre los dos grupos como entre los individuos, se realizan sobre todo en el terreno de la mentira, el engaño y el disfraz: Preciosa es una falsa gitana, a quien la vieja ha ocultado su origen; Andrés, falso gitano a su vez, engaña a sus padres y finge ante los gitanos para no tener que robar; el paje- poeta, que como criado de un noble pertenece a la sociedad urbana, también anda disfrazado y miente a Andrés, y éste a él, por no nombrar sino las mentiras más significativas de la trama. De este breve examen de situaciones y conductas morales podemos sacar dos conclusiones:

1. que la única relación verdadera es la de la pareja Andrés-Preciosa (pareja que parece resultar de la unión entre un caballero y una gitana); y

198 Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares. ed. cit., p 88. 199 Sobre el significado exacto de las monedas cfr. el estudio de Robert Horst. art. cit., 118-120. [95]

2. que incluso el narrador ostenta un falso parecer y practica la simulación, no tanto por escondemos la verdad respecto de los orígenes familiares de Preciosa, pues este tipo de disimulo forma parte del juego literario y es ampliamente compensado por el deleite que produce el inesperado final, cuanto por fingir que asume los juicios de la sociedad estamental (acerca de los gitanos, por ejemplo, al comenzar así su cuento: «Parece que los gitanos solamente nacieron en el mundo para ser ladrones»), cuando en realidad trata, a cada paso, de descubrir los comportamientos contradictorios e hipócritas de los payos. Ahora bien, al mismo tiempo, detecta ciertas incongruencias entre las palabras del viejo gitano, que niega la existencia de los celos entre la población del aduar, y la realidad concreta en que esta gente vive, señalándonos, entre otros, el caso de Cristina y de su mal disimulada envidia hacia Preciosa: «La envidia tan bien se aloja en los aduares de los bárbaros y en las chozas de pastores como en palacio de príncipes, y esto de medrar al vecino que me parece que no tiene más mérito que yo, fatiga».

El sentido de la novela cervantina no se inscribe, pues, en una estrategia simuladora que consiste en acusar primero a los gitanos para darles luego toda la razón, puesto que el narrador cervantino no pierde ocasión para criticar a ambas sociedades. Quienes leen este cuento como una defensa de los gitanos, a mi modo de ver, se equivocan al proponemos una lectura algo «romántica200». Que Cervantes —o, mejor dicho, la instancia enunciadora de su texto— aspira más bien a alcanzar la equidistancia frente a los dos grupos y sus discutibles sistemas de valores puede ser demostrado con el siguiente ejemplo: Andrés, al hacerse gitano, insiste en que se dé muerte a su mula para hacer desaparecer toda huella de su vida anterior. Esta actitud podrá, por rígida y rigurosa, resultar harto cruel y aumentar nuestra simpatía hacia los gitanos, a los que vemos dispuestos a trocar los objetos y a traficar hábilmente con ellos. El comentario crítico del gitano que expresa irónicamente su pena ante la irrevocable resolución («¡Pecado grande! ¿A una inocente se ha de quitar la vida?») encontrará el consenso del lector por preferir, éste también, la inteligencia, habilidad y astucia de unos a la crueldad del otro. Pero, este mismo lector quedará contrariado al oír decir al viejo gitano, inme- diatamente después, en la página siguiente: «Nosotros somos los jueces y los verdugos de nuestras esposas o amigas; con la misma facilidad las matamos y las enterramos por las montañas y desiertos como si fueran animales nocivos201...». He aquí dos casos elocuentes ante los cuales el lector tomará la misma posición equidistante: ninguno de los dos Discursos, tal y como están presentados, encontrará su aprobación. El sentido de La Gitanilla no estriba por tanto en la defensa de uno de los dos Discursos, sino que puede ser encontrado al destacar el contraste entre los dos Discursos sociales, por un lado, ambos problemáticos, y el discurso individual de la pareja, por otro, que acaba siendo el único verdadero. De la relación inicialmente dificultosa entre la pareja ya hemos hablado. Ni Preciosa accede fácilmente a dar fe a las fervientes declaraciones de amor de Andrés, pues le obliga a someterse a un larguísimo periodo de prueba, ni éste es capaz de suprimir sus celos. Los manifiesta desde un principio, al querer prohibir a Preciosa su regreso a Madrid, y volverá a sentirlos más intensamente a la llegada del paje-poeta al campamento. La importancia atribuida al motivo de los celos, expresión, es cierto, de

200 Marie Laffranque, art. cit. 201 Miguel de Cervantes. Novelas ejemplares, p. 101. [96] inseguridad y escasa confianza, es un dato significativo. Mientras Andrés no supere las dudas respecto de Preciosa, no podrá lograr la perfecta unión con ella. Pero la novela muestra que consigue superarlas, y esto se nos manifiesta hacia el final, cuando Andrés está dispuesto a morir, a consecuencia de su aventurado amor. En la cárcel, el corregidor, padre de Preciosa y ya perfectamente enterado de todo, le somete a una última dura prueba. Fingiendo ignorancia, le pregunta si es cierto que la gitanilla que lo acompaña es su esposa. La respuesta de Andrés, sabia y evasiva, sorprende menos por su tono confiado que por su ambivalencia:

«Si ella ha dicho que soy su esposo, es mucha verdad; y si ha dicho que no lo soy, también ha dicho verdad; porque no es posible que Preciosa diga mentira202.»

En estas palabras, que demuestran la existencia de un contrato de veridicción entre los amantes, la entereza de Preciosa está puesta por encima de todo, pudiendo su palabra invalidar todas las contradicciones. Andrés se da cuenta de que él atribuye un sentido a estas palabras que otros, al no participar del Discurso individual, no podrán captar. Aun admitiendo que Preciosa, por una necesidad cualquiera, haya podido expresarse de una u otra manera, él continúa teniendo una confianza absoluta en sus verdaderas intenciones. No cabe duda de que este tipo de relación merece ser calificado de ejemplar203. Andrés, en su última declaración de fe amorosa, aparece como figura del lector que confía y sigue confiando en la utilidad y provecho de la narración, pese a que haya podido advertir en ella algún que otro disimulo y a veces más de una contradicción. En cuanto al Discurso individual de la pareja, que por su autenticidad se distingue de los dos Discursos sociales, ambos mentirosos, aunque no en la misma medida inauténticos, tiene que corresponder al nuevo discurso cervantino contrapuesto literariamente a los otros dos, los cuales, estando vinculados el primero a la utopía pastoril y el segundo al heroico pasado de la caballería, han perdido actualidad y significado en el presente. Ni epopeya o libro de caballerías (famosos éstos por sus increíbles «venturas y aventuras», como ha de expresarse una vez Preciosa, al practicar la quiromancia); pero tampoco idilio pastoril o poesía que exalte una naturaleza aún intacta y bondadosa; sino algo que tome elementos de sendos Discursos componiéndolos de manera inaudita y original. No extraña encontrar estas reflexiones metaliterarias en la obra que inaugura la colección de las Novelas ejemplares. Pero, ¿quién es Preciosa, de la que se dice que «era en extremo cortés y bien razonada, y con todo esto, algo desenvuelta»? Al imponer un prolongado periodo de prueba a su amante, la gitanilla se comporta aristocráticamente: sus condiciones «que rompen leyes» recuerdan las asumidas por los héroes de Chrétien o del Amadís. De origen noble y de noble corazón, parece dar razón a quienes quieran entender la novela en un sentido conservador, esto es, que la verdadera nobleza triunfa siempre, en cualquier percance o situación extremada en que se encuentre. Pero no olvidemos que Preciosa ha sido educada entre gitanos y que razona en muchos aspectos de la vida como éstos: admite que su novio acompañe a los gitanos en sus correrías y hasta se felicita por sus éxitos. A pesar de reintegrarse a la vida de la nobleza urbana (pero, nótese, ;sin tener que

202 Ibídem, p. 130. 203 Damos a la palabra ejemplar su doble sentido, moral y literario, ya que la relación amorosa entre Andrés y Preciosa, por ser perfecta, sirve de ejemplo y de señal (o de signo) para la eiemplaridad de las novelas cervantinas. [97] renunciar a la compañía de la vieja gitana y sin perder su nombre!), ella será siempre una criatura naturalmente noble que ha conocido los aprietos y contrariedades de la realidad más baja. En esta perspectiva debe plantearse nuevamente el problema de la identidad Preciosa = joya = poesía, sobre el que varios críticos (Casalduero, Selig y yo mismo) hemos llamado la atención204. Es cierto que la aparición del paje-poeta205 pone a Preciosa en relación con dos tipos de admiradores, un amante y un poeta. También es cierto que este último personaje compara la poesía con una joya preciosa

«Hase de usar de la poesía como una joya preciosísima, cuyo dueño no la trae cada día, ni la muestra a todas gentes, ni a cada paso, sino cuando convenga y sea razón que la muestre» aunque sea lícito preguntarnos si la gitanilla, al exhibirse diariamente en las plazas con el fin de vender sus manifestaciones artísticas, corresponde efectivamente a un ideal tan sublime como éste. Y al escuchar la segunda definición formulada por el paje-poeta (la misma que Cervantes recuerda en el Quijote y que, por supuesto, deriva de la tradición retórica renacentista: se encuentra, por ejemplo, en un tratado de Bernardo Tasso), nuestra desconfianza crece206. ¿Es posible identificar a Preciosa con aquella doncella

«[...] bellísima, casta, honesta, discreta, aguda, retirada, y que se contiene en los límites de la discreción más alta. Es amiga de la soledad; las fuentes la entretienen, los prados la consuelan, los árboles la desenojan, las flores la alegran, y, finalmente, deleita y enseña a cuantos con ella comunican207?»

Pienso que no, por tratarse de una pura idealización, propia de la sabiduría libresca que adornaba entonces los manuales de retórica y que se enseñaba en las escuelas. Las definiciones del paje-poeta no son menos idealistas y abstractas que la utopía pastoril, y por eso mismo dejan de tener cabida en el nuevo discurso cervantino. Son fragmentos retóricos inauténticos y pertenecientes al pasado, razón por la que adquieren aquí un matiz irónico. Preciosa, más que corresponder a esas definiciones ideales, es una joya polifacética, susceptible de asumir varios significados (material/espiritual/poetológico), y es una aristocrática agitanada, acostumbrada a vivir no tanto en palacios como en la prosaica realidad de cada día. Esto nos induce a concluir que la protagonista de la novela es, a la vez, poesía ideal y prosa «realista», tal y como se nos presenta el nuevo discurso cervantino de La Gitanilla. Gitanos viejos y gitanos nuevos: los grupos sociales en La gitanilla Ana Eva Guasch Melis

204 J. Casalduero, op. cit.; Karl Ludwig Selig. art. cit, 273-276; G. Cuenten, art. cit., 109 (en este artículo sin embargo, tratamos de superar la posición adoptada en nuestro articulo de 1972). 205 Sobre el papel dei paje-poeta, véase el citado estudio de Walter Pabst. 206 Bernardo Tasso, Ragionamenti della poesia, Venecia, G. De Ferrari. 1562; ahora en Trattati di poelica e retorica del '500 (ed. a Weinberg) t. II. Bari, Laterza, 1970, p. 578. Este tratado del padre de Torcuato Tasso habla de la poesía como de una doncella (o mina) que en su palacio da cita a todas las demás doncellas. que son las ciencias. Véase también nuestro estudio Atte y furor en La Aumancia. en Actas del VIII Congreso de AM, Madrid, Istmo, 1986, pp. 671-683. 207 Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, ed. cit., p. 91. [98]

«Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones, y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo, a la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte.»

Así de tajante y sentencioso es el tono con que da comienzo Cervantes a la que fue su novela de apertura del conjunto de las Novelas Ejemplares de las que, recordemos, "no hay ninguna de la que no se pueda sacar algún ejemplo provechoso". La actitud que muestra ya desde el prólogo es la de un moralista y, si bien de entrada condena la raza gitana por robo, una de las razones por la que es odiada y rechazada por la sociedad de entonces, también deja un pequeño resquicio para la duda, expresada a través de la ambigua primera palabra, Parece, que tanto puede referirse a "opino, creo" o a "tener una determinada apariencia o aspecto" con un decidido matiz de duda o indeterminación. Podemos ya intuir, en este sentido, los derroteros por los que pueda desarrollarse esta historia y la disposición crítica del autor -que bien sabe lo que atrae al lector de su época- respecto a los grupos sociales, manteniéndose fiel a su manera de comunicar el mundo. Al leer La Gitanilla, me planteé una serie de cuestiones de las que surgió la posibilidad de esta exposición y que, leal a mi propuesta, pretendo responder. Eran las siguientes: ¿Por qué Cervantes establece el paralelismo entre los conceptos de cris-tiano/a viejo/a - nuevo/a y gitano/a viejo/a -nuevo/a? ¿Quién representa en realidad el grupo superior y cuál el inferior? ¿Quién respeta realmente sus leyes, costumbres y normas, y quién no? Es cierto que tenemos un final feliz en esta novela, pero ¿de qué nos ha servido la gran perífrasis que es esta historia? ¿Qué nos ha querido decir realmente Cervantes, situándose en el ambiguo plano entre la etnia gitana y la cristiana? Sé que tales planteamientos podrían originar una exposición muchísimo más larga que no ésta, pero intentaré ser, según el ideal, clara, breve y concisa. Antes de todo, creo fundamental recordar una serie de aspectos: En 1612, Cervantes ha logrado ya su propósito de ser una persona importante a la que se respeta y escucha -y, sobre todo, lee-, convirtiéndose en el portavoz de un grupo selecto. Su actitud respecto al mundo y su modo de expresión ha variado. Su posible condición de cristiano nuevo, como expone Américo Castro o Guillermo Díaz Plaja, explicaría algunos comportamientos. como el gusto por combinar la actitud antimayoritaria y crítica, de ahí el tratamiento de la situación marginal, con un ostensible conformismo, que viene a ser lo que aquí ocurre. Cervantes, entre líneas, mantendrá su tono crítico, quizás no tan agresivamente como antes, pero sí planteando todo aquello que él considera realmente problemático y censurable de la sociedad que le rodea. Su único fin es el de "contagiar" y convencer al lector de un determinado modo de valorar la vida y de conducirse en ella. Defiende sus propias ideas y la valía de algunos de sus personajes marginales que, según mi parecer, no son más que la expresión literaturizada de su propio existir. A través de ellos, decide mora/izar seriamente, proponiendo diversos arquetipos de perfección en busca de una soñada e ideal sociedad, basada en el individuo. Contestando ya a la primera cuestión -básica y elemental para responder a las restantes-, cabe apuntar que Cervantes conocía la situación real de la etnia gitana en la España de 1600 igual que cualquier otro ciudadano de entonces. Pero había una diferencia. A la tendencia idealista cervantina, debía sumársele la comprensión y tolerancia aprehendidas de la experiencia personal de su contacto con otras razas. De los gitanos, sus orígenes y [99] costumbres no se sabía mucho, pero el rechazo era total y absoluto, a diferencia de lo que había ocurrido en el siglo XV, a su llegada. Normalmente se les distinguía por su apariencia exterior y constituían lo que se denominó el "gitanismo", o sea, la representación internacional del vicio, siendo vinculados a todo tipo de vilezas y vidas en orgía y lujuria permanente. Eran tratados como vagabundos, considerados como una secta particular, perversa y especialmente peligrosa. Las Cortes de Castilla intentaron devastar sus costumbres y acabar con su identidad. Consideraban que no se atenían a las "leyes naturales" -según eran concebidas por los 'representantes del cristianismo', claro-. Tras la expulsión de los moriscos en 1492, se habían convertido en la nueva cabeza de turco, haciéndoles responsables de todos los males de la sociedad. Surgirá lo que se denominó arbitris-mo social para remediar aquel mal. Fray Melchor de Huélamo y los memoriales de Ulloa primero, en 1609, relacionados a la preocupación agrarista, seguido de los de Montada, Salazar y Quiñones son algunos de los principales representantes de esa medicina política que intentará extirpar este problemático cáncer social, como lo llamó Menéndez Pidal. Además de este panorama existe el que originó la ignorancia. En el Siglo de Oro predominó el desinterés sobre las costumbres gitanas, prefiriendo, muchos, imaginarlas. Cervantes, igual que la mayoría de sus contemporáneos europeos, sentía admiración y curiosidad por este grupo, no sólo por su exotismo, sino por su terquedad en conservar un modo de vida. Su pintoresquismo llamaba su atención y supo reconocer en él un tema con "garra literaria" -y nuevamente cito aquí palabras de don Ramón Menéndez Pidal208. Irónicamente, don Miguel estableció un paralelismo entre ese odiado grupo gitano -no tan divergente como parecía- y los cristianos. Mediante este sistema, el ingenioso autor rebaja sutilmente la clase social de los cristianos al nivel de un grupo marginal y conflictivo. El resultado es magistral desde el punto de vista de la crítica. Cristianos que se comportan según la idea que tienen del gitano y gitanos que bien podrían pasar por el más castizo de los cristianos. ¿Qué está ocurriendo? Cervantes desestabiliza la sociedad de su momento para lograr así una auténtica imagen de ella. Aplica una técnica similar a la que utilizaría posteriormente Valle-Inclán con el esperpento. No pretende intercambiar los papeles al estilo maniqueísta de buenos y malos, simplemente ofrecer una visión particular, metamorfoseada por la literatura, pero con el trasfondo de realidad que toda novela doctrinal pretende evidenciar. Al introducirnos en el universo gitano nos damos cuenta de algunas de las similitudes entre ambos grupos: se trata de sociedades machistas y vengativas -pensemos que Preciosa destaca por sus virtudes, no por su inteligencia, según el gusto de la época- que se mueven gracias a un potente motor, el interés. Recordemos como la gitana vieja en ningún momento da muestras de afecto hacia Preciosa, sino que la considera una excelente inversión para aumentar su caudal.

«…su taimada abuela echó de ver que tales juguetes y gracias, en los pocos años y en la mucha hermosura de su nieta, habían de ser felicísimos atractivos e incentivos para acrecentar su caudal [...] Nunca se apartaba de ella la gitana vieja, hecha su Argos, temerosa no se la despabilasen y traspusiesen.» «[...] vivía en continuo temor no le salteasen a su Preciosa.»

208 RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL. El siglo del Quijote. 1580-1680. Espasa Calpe, Madrid. 1996. [100]

Ella es su joya más preciada, y nunca mejor dicho, en el sentido tanto etimológico como capitalista de la palabra y esta sabia gitana decidirá desempeñar el papel de "honrada dueña", tal y como lo hiciera una madre o ama cristiana. En el caso de los que representan el sistema ortodoxo, es suficiente pensar en el matrimonio, concebido como un mero contrato entre familias con el fin de salvaguardar la sangre y conservar el prestigio de los linajes, que iba directamente vinculado al caudal que se poseía:

«…supo don F. de Cárcamo ser su hijo el gitano y ser la Preciosa la gitanilla que él había visto, cuya hermosura disculpó con él la liviandad de su hijo, [...] y más porque vio cuán bien le estaba el casarse con hija de tan gran caballero y tan rico como era don Fernando de Azevedo».

Como puede deducirse, el dinero es la principal preocupación de todos, inde- pendientemente de la clase social o raza. Es el rasero por el que todo se mide: los gitanos no sólo lo necesitan para subsistir -y en este punto no puedo dejar de recordar la similitud con la figura del pícaro, que agudiza su ingenio para poder sobrevivir, pues: "De todo hay en el mundo, y esto del hambre tal vez hace arrojar los ingenios a cosas que no están en el mapa 17-; sino también para poder defenderse. Pues según dice la gitana vieja, no falta de mordaz ironía: «…no hay defensas que más presto nos amparen y socorran como las armas invenci- bles del gran Filipo.» Y hasta para pagar su propia existencia por la desconfianza que inspiran:

«…llegaron a una aldea dos leguas de Toledo. donde asentaron su aduar, dando pri- mero algunas prendas de plata al alcalde del pueblo, en fianzas de que en él ni en todo su término no hurtarían ninguna cosas.»

Con otro fin lo ansían desmedidamente los cristianos. La riqueza se ha convertido en un instrumento seguro para trastocar jerarquías y superar barreras sociales. Se vive la fiebre nobiliaria que incluso la famillia de Cervantes padeció fuertemente. Dinero equivale a poder y, consecuentemente, a abuso de poder. Todo se soluciona de la misma manera:

«…el alcalde, tío del muerto, vio tomados los caminos de su venganza, pues no había de tener lugar el rigor de la justicia para ejecutarla en el yerno del corregidor E...] Recibió el tío del muerto la promesa de dos mil ducados, que le hicieron porque bajase de la querella y perdonase a don Juan.»

Reflejando el manejo que se hace del dinero por parte de ambos grupos, Cervantes nos presenta una sociedad que se hace llamar cristiana, pero que dispone de la justicia a su antojo, corruptamente, e intentando arrimarse allá donde está el que "parte", pues es el que "reparte", y ya se sabe: "júntate a los buenos y serás uno de ellos". Tal comportamiento parece ser al final el que guíe también a Preciosa, cuando reconoce que "mejoraba su suerte con casarse con un caballero de hábito tan principal como don Juan de Cárcamo" I. Critica el materialismo al que todo queda reducido en una Corte "donde todo se compra y todo se vende." Otro rasgo a destacar, y que gitanos y cristianos ejercitan diariamente, es el engaño: la gitana vieja engaña a Preciosa, a la que había hurtado de noble y cristiana cuna; don Juan, por verdadero amor, a los gitanos; Carducha a la justicia, por el desengaño de su pasión [101] amorosa; el Corregidor, por macabra diversión, a don Juan, como si en un foro romano estuviera en el que el César y su séquito disfrutan de ver sufrir hasta morir a los cristianos -¿irónico, no?-; finalmente, los gitanos por oficio. Todos en busca del propio beneficio. La generosidad era considerada como una de las muestras de poseer una ilustre sangre. Por esta regla, y teniendo en cuenta que el hospicium, la hospitalidad, era uno de los rasgos predominantes de los gitanos, este grupo marginal también debería beneficiarse de la posesión de tal virtud, algo que nunca llegó a ocurrir. El bandolerismo del que se les acusaba era algo que había derivado no de los gitanos, sino del hambre, la superpoblación, el descontento general y la escasez reinantes, uniendo en bandas a todos aquellos que carecían de oficio, ya fueran cristianos pobres o gitanos, todos ellos sometidos al abuso de los nobles acaudalados. Podemos observar, además, el paralelismo entre los conceptos de honor y honra y el equivalente "nombre" gitano. También este honor o "nombre" podían verse agraviados por culpa de la mujer. La sangre estaba justificada, en este caso, para los gitanos. Recordemos el brutal alegato del gitano viejo:

«…nosotros somos los jueces y los verdugos de nuestras esposas o amigas; con la misma facilidad las matamos y las enterramos por las montañas y desiertos como si fueran animales nocivos: no hay pariente que las vengue, ni padres que nos pidan su muerte. Con este temor y miedo ellas procuran ser castas, y nosotros. como ya he dicho, vivimos seguros.»

Para los cristianos, la venganza, incluso con la muerte, estaba más que disculpada, cuando el honor había sido ultrajado. Prueba de ello es el episodio entre el bizarro soldado, sobrino del alcalde, y Andrés Caballero, en realidad, don Juan de Cárcamo, que con orgullo afirma: "yo maté al que me quiso quitar la honra" 14. Para la gitana vieja es imprescindible comportarse según lo han hecho siempre los de su raza, pues no puede perder su reputación de gitana, y mucho menos la de gitana vieja. De tal manera, afirmará con aplomo lo siguiente:

«Y más, que no quiero yo que por mí pierdan las gitanas el nombre que por luengos siglos tienen adquirido de codiciosas y aprovechadasis.»

En ambos casos se protege una imagen pública. Se trata de una responsabilidad social. Américo Castro precisaba que no tendría que haber hablado de concepto de honor en 1916, sino de la vivencia de la honra y de su expresión dramática: "El honor es, pero la honra pertenece a alguien, actúa y se está moviendo en una vida209". Eso es lo que ocurre en los dos casos anteriormente citados. Por otro lado, José Antonio Maravall, siguiendo a Max Weber, definía sociedad estamento! como "una organización social de acuerdo con el honor y un modo de vivir según las normas correlativas a esa organización"17. En la novela, estamos observando a dos sociedades relativas a dos etnias diferentes, pero ambas son estamentales y rige en ellas una jerarquía: el poder está en manos de los nobles, teóricamente de ilustre linaje y sangre y, por lo tanto, entre cristianos viejos; en el caso de los gitanos, reside entre el hombre de mayor edad, y por extensión, de mayor

209 Cit. en SALAZAR RINCÓN. J.. El mundo social del "Quijote". Gredos. Madrid, 1986, p. 228. [102] experiencia y sabiduría. Es el gitano viejo o jefe, que antiguamente también podía recibir el nombre de duque o conde -casualidad que Cervantes quizás no desconociera. El paralelismo es indudable. Nuestro autor, por boca de este "elocuente y viejo gitano" I8, nos presenta un idealizado mundo, situado en las antípodas del mundo urbano del cristiano:

«…y vivimos alegres; somos señores de los campos, de los sembrados, de las selvas, de los montes, de las fuentes y de los ríos. Los montes nos ofrecen leña de balde; los árboles frutas; las viñas, uvas; las huertas, hortalizas; las fuentes, agua; los ríos peces y los vedados caza; sombra las peñas, aire fresco las quiebras, y casas las cuevas. Para nosotros, las inclemencias del cielo, son oreos, refrigerio las nieves, baños la lluvia, música los truenos y hachas los relámpagos.»

Afirman además lo siguiente:

«No nos fatiga el temor de perder la honra, ni nos desvela la ambición de acrecen- tarla, ni sustentamos bandos, ni madrugamos a dar memoriales, ni a acompañar magnates, ni a solicitar favores [...] somos gentes que vivimos por nuestra industria y pico, y sin entremetemos con el antiguo refrán: "Iglesia, o mar o casa real", tenemos lo que queremos, pues nos contentamos con lo que tenemoslo.»

Es una excelente filosofía de vida y, evidentemente, quien se contenta con lo que tiene y disfruta de su situación, sea cual fuere, siempre será feliz. Conocen su opción de vida y aceptan las consecuencias sin temor alguno. Carecen de preocupaciones superfluas y triviales respecto a su imagen. No tienen nada que esconder ni nada que demostrar. Afrontan la vida con optimismo, sacando provecho de la circunstancia adversa a la cual saben hacer su aliada -como hemos podido observar en una cita anterior-. Mientras, los cristianos en la ciudad viven encorsetados por sus normas e hipócritas máscaras que les impiden actuar según sus deseos y modos de ser. Se trata de una sociedad vanidosa donde destaca la frivolidad, siendo esclavos de su propia clase social por la que llegan incluso a arruinarse, al no saber aceptar su propia realidad y limitaciones. Lo más importante para ellos es la imagen pública, independientemente de la realidad personal que tras cada uno exista. Aparentar a pesar de la crisis era fundamental, pues las diferencias sociales y el indicio de rango estaban directamente relacionadas a las diferencias apreciables en la imagen, el lujo y la ostentación de la que uno hiciera alarde. Idealismo y realismo: naturaleza y ciudad: caos y orden establecido; autenticidad y falsedad. De tal esquema antinómico se evidencia una fuerte crítica a la realidad cotidiana y estable, contrapuesta a la asunción de unos valores ortodoxos que han dejado de respetarse. Habiendo tantas similitudes en todos los niveles ¿qué le impide a Cervantes no aprovecharse de una terminología conocida por todos y que, según se ha demostrado está más que justificada? Nada. La literatura, si de algo le servía, era también para saltarse las normas e imponer su propia visión de las cosas, siempre desde el prisma de la sagaz crítica. El paralelismo continúa con tres personajes más: Preciosa, don Juan y don Sancho. En los dos últimos casos, nos encontramos ante la "conversión" al gitanismo, ambos por conveniencia -como muchos conversos del judaísmo al cristianismo polémicamente hicieron. El cambio se produce a todos los niveles respecto a la imagen externa, hasta en

[103] el nombre -en lo que Cervantes siempre puso especial atención e intención. Fijémonos brevemente en la etimología: Juan es nombre hebreo, Yehoha-nan o Yohanan, y significaba "Yahvé es benéfico o misericordioso". Fue uno de los nombres más populares de la cristiandad y Sancho proviene del latín, sanctius -que también acabaría derivando en nuestro actual "santo" sanctus-, término perteneciente por excelencia al lenguaje religioso y político. Significaría aproximadamente "el que pertenece a sanctus", o sea "el que hace sagrado o inviolable algo". Dejando atrás sus anteriores identidades, son "bautizados" como Andrés y Clemente respectivamente. El primero, ahora, es de origen griego y significa "varonil, masculino, hombre" y el segundo de origen latino, demens, se traducía por "benigno, dulce, bueno". Como vemos los nombres, a diferencia del atuendo, sí pertenecen a la esencialidad misma de la persona y lo que ellos son en sí mismos. Un caso aparte es el de Preciosa, en realidad Constanza de Meneses. Mujer sobresaliente en todos los sentidos desde su más tierna infancia, especialmente por su belleza física -de ahí el nombre- que es un fiel y directo reflejo de su belleza interior, según la entendía Cervantes. Inspiradora del bien entre aquellos que la rodearan, independientemente de la etnia o clase social, era un dechado de virtudes, reuniendo en sí tan buenas cualidades que hacían de ella una mujer, casi, perfecta. Y digo "casi" porque según se dice en la novela, sólo le faltaba ser cristiana. Nuevamente irónico ¿verdad? A pesar de que ella nunca se ha sentido gitana, y desconociendo su verdadera procedencia, afirma:

«Tengo un cierto espiritillo fantástico acá adentro, que a grandes cosas me lleva. A mí ni me mueven promesas, ni me desmoronan dádivas, ni me inclinan sumisiones, ni me espantan finezas enamoradas; y aunque de quince años [...] soy ya vieja en los pensamientos y alcanzo más de aquello que mi edad promete, más por mi buen natural que por la experiencia.»

Tal sentimiento nace de esa noble sangre que ella ignora poseer. Alonso Enríquez de Guzmán afirma que: "la buena sangre obliga a ser virtuoso", determinándolo todo en una persona: comportamiento (que no vendría determinado por la educación, sino por la naturaleza de la persona, su sangre y cuna), actitud, afabilidad, discreción e incluso el aspecto físico. El tipo de rostro, palabras y actos delatan automáticamente la sangre y origen de uno sin que éste pueda ocultarlo, ya se trate de un noble, un pícaro o un villano. Evidentemente, es el caso de Preciosa, que resulta derrochar cristiandad con su sola presencia, además de ostentar uno de los bienes más preciados en la escuela de valores del cristianismo: la castidad:

«Una sola joya tengo -afirma Preciosa-, que la estimo en más que a la vida, que es la de mi entereza y virginidad, y no la tengo que vender a precio de promesas ni dádivas porque, en fin, será vendida, y si puede ser comprada, será de muy poca estima.»

Ante ese proceder "no tuvo atrevimiento Andrés [...] de abrazar a Preciosa" Representa el buen espíritu cristiano en bruto, libre de la degradación urbana en la que ha caído y de la que Cervantes se ha ido sutilmente lamentando mediante la contraposición de ambos mundos. A su vez, Preciosa ha crecido en la escuela de la libertad, en "una vida ancha, libre y muy gustosa"25, en la de los idealismos y conformidades, del ingenio y es su voluntad la que ella cree que rige sobre el resto, no ya de las cosas, sino del mundo:

[104]

[...] por la ley de mi voluntad, que es la más fuerte de todas [...]. estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mi alma, que es libre y nació libre26. ¡Qué equivocada estaba respecto a esto último! Su alma no nació libre y por eso en la anagnórisis final y ante sus verdaderos nobles padres "no tenía otra voluntad que aquella que ellos quisiesen"27, algo que nos podía resultar completamente confuso en un principio al no tener en cuenta la determinación de la sangre. Todo esto está íntimamente vinculado a los nombres que recibe este singular personaje femenino, que es una de esas figuras de doble fondo de las que tanto gustaba este ingenioso autor, precisamente por su irónica doblez. Igual que creó el baci-yel-mo de don Quijote, creó a una mujer gitana-cristiana. Preciosa no era ni una cosa ni la otra, sino la cristiana "paulina" que sólo ha podido llegar a serlo gracias a tal compendio y a su constancia natural, procedente de su sangre. De esa constancia procede su auténtico nombre, que proviene del latín constantius constans y que significa "el que permanece firme". En este caso sería, también significativamente en género femenino: "la que permanece firme". Merece la pena hacer un breve inciso respecto al particular tratamiento que de la mujer hace Cervantes. Su protagonismo a lo largo de toda esta novela es decisivo -pensemos ya no en Preciosa, sino en la gitana vieja, Carducha o la mujer del Corregidor-. De ellas depende por completo no sólo el desenlace de la obra, sino todo su transcurso. Tal hecho tiene una fácil explicación cuyo origen debe remontarse a las obras de Boccaccio mismo: desde la mitad del siglo XV, existe una relación directa entre el público femenino y la producción literaria que se afianzará notablemente en el Siglo de Oro. Cervantes lo sabe y como lo que pretende con este tipo de novelas es llegar al máximo de público posible, hará uso, ingeniosamente, de lo que sabe que será de su agrado y aprobación. No olvidemos que inteligentemente don Miguel era sensible a una constante de los españoles hacia el gitano, basada en una atracción-rechazo y amor-odio, nuevamente relaciones antitéticas, especialidad de nuestro autor. Retomando nuevamente el concepto de cristianismo paulino, debo destacar que se trata del auténtico motor generador de toda la novela y que procede de su maestro, el erasmista Juan López de Hoyos. Según esta idea, para Cristo no habría acepciones de personas; todos serían miembros de un mismo cuerpo espiritual cuya cabeza sería Cristo. He aquí la clave de la novela. Siguiendo la oración de San Pablo, Cervantes está convencido de que el valor del individuo es independiente de la etnia o rango a la que se pertenezca, por lo que cualquier persona podía tenerse por "hombre de bien y buen cristiano", como ya apunta en su sin par Quijote (II, 45). Así, la verdad o la mentira, el vicio o la virtud -como intenta demostrar con esta breve historia- podían hallarse en cualquier sujeto, independientemente de su condición y linaje. Nobles y villanos valdrían por su calidad moral y no por su ascendencia castiza, siendo la virtud -como aquí ocurre- la que haría al noble y no a la inversa. La crítica de la honra y el linaje está inspirada en Séneca y Erasmo y sería tema frecuente en Luis Vives o los hermanos Valdés. Méndez Silva dice: "Más honrado es el que merece la honra, y no la tiene, que el que la tiene, y no la merece [...] estribe más la honra en la virtud propia que en la sangre agena210". Es, evidentemente, el caso de Preciosa.

210 Engaños y desengaños del mundo. Fol.. 18. Cit. en JAVIER SALAZAR RINCÓN. p. 285. [105]

Covarrubias, por su parte, apunta que "La honra es el premio a la virtud". Gracián, Zavaleta, Quevedo o Antonio López de Vega, pronunciarán frases similares. Por tal razón, Preciosa, finalmente, y gracias a don Juan -que es benéfico, recordemos-, la consigue. Cervantes ha logrado "cazar" a sus lectores, sorprenderles en el engaño en favor de la propuesta de lo que para él debería ser el cristianismo. Claramente estaba en la línea del impulso cultural que se vivía tanto en la urbanización como en la Corte y que desde el siglo XVI se iba produciendo, también gracias a la publicación de autores como Erasmo, Vives, Maquiavelo o Thomas More. Mediante esta postura, don Miguel ha demostrado poseer una mente abierta y europea, pues, a diferencia de España, en Europa lo importante era el "hacer" / "ser", mientras que en España se vivía el conflicto entre el "quién" / "qué" y entre el "hacer" / la condición auténtica de la persona. Para nuestro autor vivir es un "estar siendo" y un "estar queriendo ser"; estar existiendo en un lugar y momento dados en este mundo. Por esta razón logró la perennidad de su obra literaria, al plantear en ella el problema del vivir, del hacerse del humano. Creó seres no como entes, sino como existentes. Él mismo y sus heterónimos, sus personajes, son el mejor ejemplo de todo ello. Como al principio comenté, del análisis de la primera cuestión se deducen las respuestas de las restantes, de las que aporto yo ahora la conclusión: no existe un grupo social superior, sino personas superiores por su manera de ser, sentir y actuar. No existe un grupo que respete siempre sus leyes, normas y costumbres, sino personas, sin distinción, que las acaten. En cuanto a lo que ha significado esta historia, situándose en ese ambiguo plano en el que sin comprometerse a nada lo insinúa todo, no es más que la exposición de una propuesta de comportamiento social, cristiano y, sobre todo, de respeto a la persona por sí misma. Posiblemente en esta novela esté reclamando el reconocimiento de su propio ser y lo que durante toda su vida fue su lucha personal, pues el hecho de ser converso no le impedía ser igual o mejor cristiano que cualquier otro. Esta revisión y apertura del cristiano como grupo social es lo mínimo que exigía y supo aprovechar su privilegiada posición - alcanzada a los cincuenta y ocho años- para seguir reivindicándolo. Para Cervantes todo el mundo merece tener una oportunidad, ser libre para cambiar y ser respetado y valorado en el cambio, si su comportamiento lo demuestra y si su valía personal lo merece, sin excusa ni rencor alguno. En La Gitanilla no hay ni buenas ni malas clases sociales, mejores o peores sangres o etnias; sólo buenas y malas personas según el ideal paulino que profesa. Critica y condena aquello que atenta contra el ideal cristiano, provenga de quien provenga, y exalta, defiende y propone como modelo de vida ese idealizado bien común, personificado especialmente en Constanza. Con esa misma constancia es con la que don Miguel ha logrado alcanzar todo lo que se ha ido proponiendo en la vida, no exenta de desdichas, sufrimientos, injusticias e innumerables obstáculos. Para finalizar esta exposición, me gustaría acabar con unas palabras que creo que resumen bastante bien lo que yo he ido intentando destacar respecto a Cervantes y su Gitanilla.

[106]

"Dice Platón que ningún rey hay que no sea venido y haya tenido su principio de muy bajos, y ningún bajo tampoco que no haya descendido de hombres muy altos. Pero la variedad del tiempo lo ha todo mezclado, y la fortuna lo ha abajado y levantado, ¿quién , pues, es el noble? Aquel a quien naturaleza ha hecho para la virtud211". BIBLIOGRAFÍA Actas del coloquio Internacional. Casa de Velázquez. Centre de Rechrche sur l'Espagne des XVIe et XVIIe Sicles (Université de ña Sorbonne Nouvelle-CNRS). Edad de Oro (U.A.M.). Universidad Internacional Menéndez Pelayo; El Bandolero y su Imagen en el Siglo de Oro. Le Bandit et son Image au Sicle d'Or. Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid, 1989. AMÉRICO CASTRO. Cervantes y los Casticismos Españoles. Editorial Alfaguara, Madrid- Barcelona, 1966. AMÉRICO CASTRO. De la Edad Conflictiva. Editorial Taurus, Madrid, 1976, 4' edición. AMÉRICO CASTRO. Hacia Cervantes. Editorial Taurus, Madrid, 1967, 3' edición. MIGUEL DE CERVANTES. Novelas Ejemplares. Castalia, Madrid, 1982. SEBASTIÁN COVARRUBIAS. Tesoro de la Lengua. Editorial Turner, Madrid, 1610. Diccionario de Autoridades. Editorial Gredos, Madrid, 1732, edición de 1964. Diccionario de la Lengua Española. Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1992, vigésimo primera edición. Diccionario de Modismos de la Lengua Castellana. Editorial El Ateneo, edición de Ramón Caballero, Buenos Aires, 1942. Diccionario etimológico comparado de nombres propios de persona. Edición de Gutie-rre Tibón, Fondo de Cultura económica, México, 1986. ANTONIO DOMÍNGUEZ ORTIZ. Los judeoconversos en España y América. Ediciones Istmo, Colección Fundamentos 1 I , Madrid, 1988. RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL. El siglo del Quijote. 1580-1680, I. Espasa Calpe. Madrid, 1996. Refranero Clásico Español. Editado por Felipe, C. R. Maldonado en Taurus, Madrid, 1986, r edición. JAVIER SALAZAR RINCÓN. El mundo social del "Quijote". Editorial Gredos, Madrid, 1986. Travaux du "Centre de Recherche sur l'Espagne des XVIe et XVIIe Sicles" II. Amours Légitimes, Amours illégitimes en Espagne (XVIe-XVIIe Sicles). Colloque International (Sor- bonne, 3, 4, 5, et 6 octobre 1984). Université de la Sorbonne Nouvelle - Paris III. Publica- tions de la Sorbonne, 1985. Travaux du "Centre de Recherche sur l'Espagne des XVIe et XVIIe Sicles" III. Autour del Parentés en Espagne aux XVIe et XVIIe Sicles. Histoire, Mythe el Littérature. Université de la sorbonne Nouvelle - Paris III. Publications de la Sorbonne, 1987. Travaux du "Centre de Recherche sur l'Espagne des XVIe et XVIIe Sicles" IV. Les Pa-rentés Fictives en Espagne (XVIe-XVIIe Sicles). Colloque International (Sorbonne, 15, 16, et 17 mai 1986). Université de la Sorbonne Nouvelle - Paris Hl. Publications de la Sorbonne, 1988. Travaux du "Centre de Recherche sur l'Espagne des XVIe et XVIIe Sicles" IX. lmages de la Femme en Espagne aux XVIe et XVIIe Sicles. Colloque International (Sorbonne et Colige

211 Flores de Séneca. trad. de J. M. Cordero, Amberes, 1555, fol. 32. Cit. por AMÉRICO CASTRO, El pensamiento de Cervantes. p. 358 y por JAVIER SALAZAR, ed. cit. p. 85. [107] d'Espagne, 28-30 septembre 1992). Université de la Sorbonne Nouvelle - Paris III. Publications de la Sorbonne, 1994. Gitanos y payos. Dos mundos y dos ideas sobre la libertad en La gitanilla Mary C. Iribarren.

En el trasfondo de una clara familiaridad con la raza gitana (¿tuvo el autor ascendientes gitanos?), Cervantes contrasta en el alma y en las maneras de Esmeralda "La Gitanilla" dos perspectivas opuestas de la libertad humana. La libertad gitana es vitalista y naturalista. Es más libertad que norma. En contraste, el concepto de libertad de la tradición española es eminentemente teologal y conduce a vivir la norma con aceptación interna y voluntad libre. With a background of a clear familiarity with the Gipsy ethnia (is the author a man with gipsy ancestors?), Cervantes contrasted, in the soul and manners of Esmeralda -“La Gitanilla”-, two opposed perspectives of freedom and human liberty. The gipsy freedom is vitalist, and being more "nature like", it is more freedom that norm. In contrast, the eminently theological concept of freedom of the Spanish tradition leads to live the norm with inner acceptance and free will.

1. El conocimiento del mundo gitano. Una cuestión de familia en Miguel de Cervantes Los documentos publicados por Luis Astrana Marín en su monumental obra La vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra muestran que Cervantes estuvo más íntimamente ligado a la raza gitana de lo que se había creído212. Frecuentemente se había sostenido que Cervantes conocía muy directamente el ambiente de la Picaresca por su encarcelamiento en Sevilla, pero que conocía muy poco el mundo gitano213. Realmente, tal suposición no tiene base. Lo cierto es que Cervantes tenía sobrados motivos para conocer bien a los gitanos y para estar prevenido contra ellos, a la par que era capaz de tenerle cierto afecto. En efecto, el abuelo de Miguel de Cervantes, el ilustre licenciado Juan de Cervantes (+1556), tuvo tres hijos: dos varones, Juan, Rodrigo, padre de nuestro autor, y una hija: María, tía de Cervantes. Esta última estuvo amancebada con un arcediano de Talavera y

212 Citado por Walter Starkie. "Cervantes y los Gitanos" en Anales Cervantinos, Tomo IV, 1954 pp. 139¬186. Este trabajo -bastante bueno- contiene entre otros elementos una breve historia de los gitanos. Aunque la palabra gitano significa egipcio, realmente los gitanos no son egipcios, proviniendo el nombre sólo de viejas mentiras - basadas en el Libro de Ezequiel- que contaban para engañar a los payos y moverlos a compasión. Dicha historia narra que por maldición divina un pueblo rebelde al designio de Dios había sido arrojado de Egipto. En realidad sus orígenes étnicos parecen bastante confusos y misteriosos, aunque todo parece apuntar a que constituyen uno de las castas indias más inferiores: la de los Sudras. Otros les llaman Luri (músicos), y parece haber testimonios de que Bahram Gur, rey persa del siglo V hizo traer desde la India a Persia numerosos de estos músicos. Una primera emigración hacia Europa en el siglo V coloca a estos pueblos en Grecia, donde parecen adquieren el Romaní griego como lengua base. A partir de ahí -alrededor de 1417- la emigración colectiva gitana parece bifurcarse en dos líneas una centro-europea y otra mediterránea y litoral. A esta última pertenecen los gitanos que llegan a España hacia 1447 y entran por Barcelona, extendiéndose por toda España, dando lugar en Granada a un importante establecimiento no nómada, en contraposición a los demás gitanos de España y el resto de Europa. Curiosamente, mientras que la persecución contra judíos y moriscos fue violenta hasta terminar con su expulsión, los gitanos no fueron perseguidos en España, aunque sí hay testimonios de numerosas pragmáticas tratando de hacerles trabajar y prevenir sus raterías. 213 Cfr. Rauhut, Franz. "Consideraciones sociológicas sobre La Gitanilla y otras "novelas" cervantinas", Anales Cervantinos, Tomo IV, 1953 pp. 145 y ss. [108]

Guadalajara, llamado don Martín de Mendoza, conocido por el apodo de "El Gitano". El entramado de esta historia familiar es el siguiente. El citado abuelo de Cervantes era personaje de rango, hombre de confianza del tercer duque del Infantado, por tanto, los amoríos de su hija produjeron mucho escándalo entre los años 1528-1533, y causaron un gran enfrentamiento con la casa del Infantado, llevando a una serie de pleitos con los consiguientes problemas para toda la familia. El núcleo principal del problema radicaba en que el tal arcediano, don Martín de Mendoza, era en realidad hijo ilegítimo del primogénito del segundo duque del Infantando:Don Diego Hurtado de Mendoza214. Este Don Diego Hurtado de Mendoza, antes de casarse con la hija del Conde de Benavente, tuvo una aventura con una gitana bellísima llamada María Cabrera. El asunto comenzó tal como lo cuenta El nobiliario del Cardenal Mendoza215. Dicha crónica narra como en 1488 acudió a Guadalajara una cuadrilla de gitanos con motivo de la fiesta del Corpus. Esos gitanos fueron invitados a una zambra en palacio, y toda la familia Mendoza quedó encantada con las habilidades de los gitanos, pero especialmente con las de una joven gitana: María Cabrera. El joven conde de Saldaña, don Diego, quedó prendado de la bailarina, hasta el punto de que le ofreció uno de los mejores caballos de su establo, y una vez más la gitana admiró a todos con la gallardía de su cabalgar. Don Diego ya no paró hasta que poseyó a la gitana. De esa unión nacería Martín Mendoza en 1489. El niño llegaría a ser "hombre de buena estatura, seco y moreno, conforme a la madre". Don Diego regaló a la gitana una posada, para que "sin peregrinar viviese, y desde entonces les duró por hartos años a todos los gitanos de aquella cuadrilla el que viniendo a Guadalajara luego visitaran la casa de los duques como muy parientes della, y se la mostravan con lo cual yban muy contentos de tal parentesco", porque cuando alguno se casa con una gitana se casa con toda su tribu, y las ventajas y privilegios que saca la faraona son para toda su tribu.5 Don Diego Hurtado de Mendoza tuvo muchos hijos de su enlace legítimo con María Pimentel, pero también tuvo varios hijos ilegítimos. De todos (14 en total), por el que sintió particular predilección fue por Don Martín de Mendoza "El Gitano". Lo consagró a la Iglesia, le dio una educación esmerada y consiguió para él numerosas prebendas: arcedianato de Talavera, curato de Galapagar, abadías de Santillana y Santander... Para ello, en 1514, logró obtener de la Reina Juana (La Loca) un especial decreto que le legitimaba para detentar beneficios públicos "y gozar de las preeminencias de los hijos legítimos de legítimo matrimonio". Hasta llegó a pedir para su hijo la mitra toledana, "si no, alguna otra gran dignidad eclesiástica", petición que Carlos V denegó cortésmente en carta fechada el 30 de enero de 1523. En el contexto de estas circunstancias, el abuelo de Cervantes, "velando por la honra de su hija", se quejó al duque del Infantado de los amoríos de ésta con el Arcediano, y - puesto que su clerical condición le impedía salvar su honra con el matrimonio-, al menos, solicitó un arreglo monetario "que le permitiera dotar a su hija". Finalmente se llegó a un acuerdo, por el cual el clérigo firmó una carta de obligación ante un escribano el 30 de noviembre de 1529. Por este documento, se comprometía a entregar a María de Cer- vantes la suma de 600.000 maravedíes antes de la Navidad de ese año. A partir de ese momento, la familia de Cervantes no dejó constantemente de sacar dinero al arcediano.

214 Cfr. "Cervantes y los Gitanos", op. cit. pp. 161-162. 215 Biblioteca Nacional, sección de Manuscritos, signatura II, 517. Citado por Starkie, "Cervantes y los gitanos", art. cit. p161. [109]

Por el momento, éste accedía, a la par que continuaba haciendo numerosos regalos a su amante. Regalos de la talla de valiosas joyas, costosos ajuares, vistosas jacas y elegantes caballos de silla, sin faltar libranzas y regalos en metálico hasta un total de 146.000 marave-díes. Todo ello, permitía a la abuela de Cervantes ser "una gentil amazona, cabalgando en su jaca blanca con la guarnición de terciopelo, por las calles de Guadalajara, o asombrando en las fiestas, juegos de cañas y torneos con aquella cargazón de joyas y perlas orientales". Pero la paciencia de Don Martín "El Gitano" tuvo un límite. Un día se cansó de la sangría económica impuesta por su amante y familiares, y se negó a darles más dinero. Además, su negativa coincidió con que, muerto el Duque, su padre, el hermanastro de Don Martín también se cansó de las estafas y malversaciones del Licenciado Cervantes, y le cortó todas las "subvenciones" a que estaba acostumbrado. Acosado por estas circunstancias, el abuelo de Cervantes concibió una estratagema legal: hizo que, el 2 de abril de 1532, su hija -haciéndose pasar por menor de edad- se presentara ante el alcalde ordinario de Guadalajara con la petición de que se le designase un curador, y que éste embargara los bienes de los fiadores de don Martín "El Gitano". Su estratagema falló, porque los interesados burlaron el embargo. Pero el abuelo de Cervantes, terco leguleyo al fin, se enfadó y acusó de parcialidad al alcalde Cañizares, que -en respuesta- le mandó encarcelar en su propia casa, e inició los trámites para demandarle ante su majestad o ante la Cancillería de Valladolid. "El Gitano" y su hermanastro, el Duque Iñigo, aprovecharon la circunstancia y acusaron al viejo abogado de tercería con su hija, cuya honra había vendido por 600.000 maravedíes, dejando voluntariamente que la muchacha se amancebara con el clérigo, de quien tuvo un hijo.8 El licenciado Cervantes contestó al ataque formulando acusaciones de cohecho contra los justicias de Guadalajara por venderse a la familia del Duque del Infantado. Pero Don Martín reaccionó con violencia, y el abogado, por miedo al vengativo gitano, huyó de Guadalajara y se acogió a la protección del Arzobispo de Toledo, don Alonso de Fonzeca. Finalmente, la familia Mendoza llevó el asunto al alto tribunal de Valladolid y el Licenciado Cervantes acabó en la cárcel de esa ciudad el 29 de julio de 1532. Pero el viejo abogado siguió revolviéndose astutamente, y logró que el tribunal de Valladolid anulara la decisión de los alcaldes de Guadalajara, le absolvieran de todo delito personal y condenaran a los fiadores de "El Gitano" al pago de los 600.000 maravedíes de la inicial demanda. Como respuesta, "El Gitano" y la casa de los Mendoza iniciaron una verdadera persecución, utilizando incluso al Santo Oficio, aunque no lograron que la Inquisición tomara acción contra el experimentado abogado. A partir de entonces, empiezan las desventuras y empobrecimiento de una familia que, en tiempos, gozó de toda la preponderancia que le daba su relación con la casa del Infantado. No obstante, María de Cervantes, la antigua querida del Arcediano, continuó viviendo con cierto lujo, gracias a los 600.000 maravedíes conseguidos en el infame pleito. Entre otros bienes, con esos dineros compró varias propiedades en Alcalá. Don Juan, su padre, se separó de su mujer y se trasladó a Córdoba. El hijo mayor de la familia, Juan, murió pronto, y el segundo, Rodrigo, -padre de Cervantes- por su sordera no logró ser médico como quería, y hubo de conformarse con ser cirujano practicante y empírico, poco más que barbero. Se casó con Leonor de Cortinas y vivieron en una casa de Alcalá, propiedad de su hermana María. En esa casa nacería Cervantes. Una casa cuyo sostén económico era la riqueza de Doña María, una gran ayuda por bastante tiempo, aunque

[110] sus dineros no pudieron evitar la ruina y encarcelamiento del padre de Cervantes y la ulterior época de privaciones. De modo que, durante toda la niñez de Cervantes, la influencia familiar de la antigua querida de "El Gitano" fue considerable, y nuestro autor aprendió de ella la historia y costumbres gitanas: la danza al son del pandero, el recitado de romances, el arte del penar bahí o decir la buenaventura, la historia del arcediano, la exaltación de las costumbres gitanas y -a la par- los excesos de su conducta .10

2. Preciosa, "La Gitanilla": encuentro y contraposición de dos mundos Esos antecedentes gitanos de Miguel de Cervantes explican su conocimiento del mundo gitano, y le permiten contraponer magistralmente su modo de vida y su concepción moral con los modos de vida y la concepción moral de la España tradicional de su tiempo. Cervantes combina una clara postura ante los excesos de la moral Q¿) gitana216 con una cierta simpatía por la raza misma y algunas manifestaciones de su modo de vivir. Así con ocasión del "noviciado gitano" de Andrés, se declara: "De todo lo que había visto y oído, y de los ingenios de los gitanos quedó admirado Andrés, y con propósito de seguir y conseguir su empresa sin entremeterse en sus costumbres, o, a lo menos, excusarlo por todas las vías que pudiese, pensando exentarse de la jurisdicción de obedecellos en las cosas injustas que le mandasen a costa de su dinero".12 Y en otro lugar, pondrá las siguientes palabras en boca de Preciosa: "Los ingenios de las gitanas van por otro norte que los de las demás gentes: siempre se adelantan a sus años; no hay gitano necio, ni gitana lerda; que como el sustentar su vida consiste en ser agudos, astutos y embusteros despabilan el ingenio a cada paso, y no dejan que críe moho en ninguna manera".13 Este combinarse de simpatía vital y rechazo de lo negativo se encarna magníficamente en la figura de Preciosa, "La Gitanilla". Es verdad que se trata de una pintura excesivamente perfecta: Cuando Preciosa el panderete toca Y hiere el dulce son los aires vanos, Perlas son las que derrama con las manos; Flores son que despide de la boca. 14 Sin embargo, Cervantes supo hacer de La Gitanilla una figura encantadora, "sin abusar del pastel en la acuarela": Y tal es mi Preciosa Que es lo menos que tiene ser hermosa: Dulce regalo mío Corona del donaire, honor del brío. 15 Preciosa es un arquetipo ideal para la comunicación de las ideas que laten detrás de la novela, porque aprecia a los gitanos -"no hay gitana lerda", dirá- y a la vez es capaz de rechazar sus ideas y costumbres cuando las considera reprobables: "Yo no me rijo por la

216 Nada más empezar la novela ya los pinta de ladrones: "Parece que los gitanos y gitanas sólamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones, y finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo, y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte" Miguel de Cervantes Saavedra, Novelas Ejemplares I, Espasa-Calpe. Madrid, 1966, p. 3. Esta edición contiene La Gitanilla, Rinconete y Cortadillo y La ilustre fregona. [111] bárbara e insolente licencia que estos mis parientes se han tomado de dejar las mujeres, o castigarlas cuando se les antoja".16 Pero..., resulta que el personaje creado para hacer de gozne de toda la contraposición moral es una gitana que realmente no es gitana: ...ella es Costanza Meneces..., robada en los primeros albores de su vida por una vieja gitana217. Luego...¿será la concepción moral algo ligado en cierto modo a la sangre? ¿Por qué, habiendo recibido la misma educación que las demás gitanas, expuesta a las mismas influencias, viviendo la misma vida, por qué Preciosa rechaza concepciones aceptadas con normalidad por todos "los suyos?” En mi opinión, Cervantes transmite con delicadeza, a través de la anécdota novelada, una convicción: "hay que acudir al recurso literario de una niña robada, porque sería imposible que un gitano de verdad rechace esos elementos de su modo de vivir". Hay un cierto fatalismo racista, que al mismo tiempo es disculpa. No hay prejuicio, sino fatalismo: "¿Ven estas muchachas mis compañeras, que están callando y parecen bobas? Pues éntrenles el dedo en la boca y tiéntenles los cordales, y verán lo que verán. No hay muchacha de doce que no sepa lo que de veinte y cinco, porque tienen por maestros y preceptores al diablo y al uso, que les enseña en una hora lo que habrían de aprender en un año".18 Pero ese reconocer los defectos raciales de los gitanos, no es prejuicio, porque Cervantes no tiene los ojos ciegos para los defectos de su propio mundo, no gitano. Así, Preciosa es consciente que en el otro lado -en el de los payos- no faltan los desvíos: "Mucho sabes, Preciosa -dijo el Teniente-. Calla, que yo daré traza que sus Majestades te vea porque eres pieza de reyes. Querranme para truhana - respondió Preciosa-, y yo no lo sabré ser, y todo irá perdido. Si me quisiesen para discreta, aun llevarme hían; pero en algunos palacios más medran los truhanes que los discretos. Yo me hallo bien con ser gitana y pobre, y corra la suerte donde el cielo quisiere".19

3. Verdad y libertad, piedras de contraste de los dos mundos Américo Castro puso de manifiesto cómo Cervantes vivió en cierto modo embargado por una especie de dualismo espiritual. Era hombre del Renacimiento, discípulo de Erasmo y Castiglione, y a la par era hombre de la Contrarreforma, que luchó continuamente contra el espíritu pagano del renacimiento218. Esa dualidad aparece singularmente perfilada en la contraposición del concepto de la libertad según el ideal cristiano y el concepto de la libertad en la vida gitana, una libertad pragmática, naturalista, quasi animal, que parece anclada en la ley del más fuerte, pero que no deja de tener cierto encanto. Toda la concepción cristiana de la libertad se apoya en aquellas palabras del Evangelio: Veritas liberabit vos219. En síntesis, la descripción de ese ideal de libertad podría ser el siguiente. La libertad consta de tres posibles elementos: En primer lugar, la intensidad del querer (en palabras castizas: "querer con toda la fuerza del corazón"). En segundo lugar, la ausencia de toda coacción ("quiero algo porque me da la gana, no poque nadie me obli- ga"). En tercer lugar la posibilidad de elegir bienes diversos: el típico: "Prefiero esto220".

217 Cfr. William H. Clamurro "Value and Identity in La Gitanilla", Journal of Hispanic Philology, 1989. Vol. XIX, number 1, donde contrapone los dos esponsales: el gitano y el que preparan los "reales" padres de Preciosa cuando descubren que es su hija. 218 Américo Castro. El pensamiento de Cervantes. Madrid, 1925, p. 84 219 Evangelio de San Juan 8,32. 220 Sobre una exposición sistemática de la concepción clásica sobre la libertad en el cristianismo occidental cfr. Rafael Gómez Pérez, Metafísica. Magisterio Español. Madrid, 1985, pp. 35 y ss. [112]

Como se verá, Cervantes conoce bien el tema, porque prácticamente en sus obras encontramos una referencia literaria a cada uno de esos aspectos221. De los tres elementos citados, el más importante es el primero: la intensidad del querer, que es lo que hace libre al ser racional. El hombre es libre porque decide, porque "quiere" querer, como contrapuesto al instinto necesario. Decisión de querer que ni la más fuerte coacción exterior puede quitar: con toda la fuerza del mundo nadie puede "hacerme querer" lo que no quiero. Así declarará Preciosa: "La mujer que se determina a ser honra- da entre un ejercito de soldados lo puede ser",24 y en otro lugar: "Conmigo ha de andar siempre la libertad desenfadada" o "Puesto que estos señores legisladores han hallado por sus leyes que soy tuya, y que por tuya te me han entregado, yo he hallado por la ley de mi voluntad, que es la más fuerte de todas, que no quiero serlo si no es con las condiciones que antes de que aquí vinieses entre los dos concertamos" (...) "Estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mi alma, que es libre, y nació libre, y ha de ser libre en tanto que yo quisiere".25 Sin embargo, el segundo elemento, la ausencia de coacción externa es condición sine qua non para el ejercicio de la libertad externa: "¡Desdichada de la vida a términos reducidas que busca con ceguedad en la prisión libertad y en lo imposible salida222!". Junto a la cautividad material, la cautividad de las conveniencias, chismorreos y convenciones sociales: "Pasé a Italia y Alemania y allí me pareció que se podía vivir con más libertad porque sus habitadores no miran en muchas delicadezas: cada uno vive como quiere, porque la mayor parte de ella se vive con libertad de conciencia223". Pero siendo dura la cautividad externa, la libertad exterior es la única que puede perderse por culpa de otro: "Vi que volaban los tiempos y que encerraban las rejas el cuerpo, más no el deseo que es libre y muy mal se encierra".28 El tercer elemento: la posibilidad de elección entre bienes diversos es sólo circunstancia y manifestación de la libertad, no-esencia de la libertad. Por ejemplo, una chica puede estar enamorada con todas sus fuerzas sólo de un chico, y, al quererlo con todas sus fuerzas, sin plantearse una elección entre varios, es más libre que la que conoce a varios y todos le gustan un poco. Esta última puede elegir entre esos, pero en realidad la fuerza de su querer, su libertad, es menor que la de la otra, aunque la posibilidad de elección sea más amplia. Esta idea la refleja literalmente en una de sus novelas: "Sólo una voluntad, ¡oh Persiles!, he tenido en mi vida, y esa habrá dos años que te la entregué, no forzada, sino de mi libre albedrío; la cual tan entera y firme está agora como el primer día que te hice

221 Una buena síntesis de ideas cervantinas sobre la libertad puede encontrarse en Luis Rosales, Cervantes y la libertad (La libertad soñada). Sociedad de Estudios y Publicaciones. Madrid 1960, p. 590 y ss. 222 Miguel de Cervantes Saavedra, Novelas Ejemplares II, Espasa-Calpe. Madrid, 1966. pp. 5 y ss. Cfr. El Gallardo Español, 59. 223 Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Espasa-Calpe. Clásicos Castellanos. Madrid, 1966. pp. 5 y ss. [113] señor de ella; la cual, si es posible que se aumente, se ha aumentado y crecido entre los muchos trabajos que hemos pasado224". Concebida la libertad primaria y esencialmente como intensidad del querer, dado que el hombre siempre quiere "lo bueno", lo que considera "bueno" para él, la libertad depende de la verdad, en el sentido de que sólo cuando la inteligencia conoce de verdad la realidad (el verdadero bien, y no una ilusión mentirosa, "algo pensado como bueno, pero que en realidad no lo es"), sólo entonces el hombre ejerce de verdad la libertad. En ese sentido, la libertad absoluta sólo es posible cuando salgamos de la limitación del conocimiento terreno. Idea de la que se hace eco Cervantes en La Gran Sultana: Mártir soy en el deseo y aunque por agora duerma la carne frágil y enferma en este maldito empleo, espero en la luz que guía al cielo al más pecador que ha de dar su resplandor en mi tiniebla algún día, y desta cautividad adonde reino ofendida me llevará arrepentida a la eterna libertad.30 Pero hay otro aspecto más, que liga libertad y justicia a través de la verdad. En efecto, la verdad, al reconocer la igualdad esencial de los hombres como seres de fines, lleva a la justicia, porque enseña que, por mucha fuerza que yo tenga, por mucho poder que yo tenga, nunca puedo emplearlos para apartar a otro del logro de su fin. Consecuentemente, respetaré los medios que cada uno necesita para el logro de su fin: daré a cada uno lo suyo, lo que le pertenece para el logro de su fin. Sólo cuando el hombre ignora esa verdad puede someter malamente a otros. Así lo muestra Cervantes en un pasaje del Quijote, haciendo ver que sólo un entendimiento corrompido puede quitar la libertad a otros: "Canalla, malvada y peor aconsejada, dejad en su libertad y libre albedrío a la persona que en esa fortaleza tenéis oprimida, alta o baja, de cualquier suerte o calidad que sea; que yo soy Don Quijote de La Mancha, llamado el Caballero de Los Leones por otro nombre, a quien está reservada por orden de los altos cielos el dar fin felice a esta aventura".31 Partiendo de esta base, la moral gitana, tal como es presentada en la novela, supone necesariamente una concepción de la libertad y la justicia totalmente opuesta, por cuanto se declara que la verdad y la mentira no existen como realidades contrapuestas: "Del sí al no no hacemos diferencia cuando nos conviene".32 Para el gitano no hay diferencia entre la verdad y la mentira, o lo que es lo mismo, la realidad nunca impone su peculiar bondad al querer. Con lo cual la elección de la libertad, no es la del bien -en sentido moral-, sino la de la apetencia: "Para nosotros se crían las bestias de carga en los campos y se cortan las faltriqueras en las ciudades. No hay águila, ni ninguna otra ave de rapiña que más presto se abalance a la presa que se le ofrece, que nosotros nos abalanzamos a las ocasiones que algún interés nos señalen".33 Consecuentemente, no hay respeto a la propiedad, a la justicia, a lo suyo de cada uno. Por eso roban con toda paz "y, de noche hurtamos, o, por mejor decir, avisamos que nadie viva descuidado de mirar donde pone su hacien-da".34 Es más, la caridad se considera una debilidad incompatible con su modo de vida. Así, cuando el pretendiente de Preciosa decide indemnizar con su dinero a los labradores afligidos, el viejo gitano le reprende: "...que era contravenir a sus estatutos y ordenanzas que prohibían la entrada a la caridad en sus pechos, la cual, en teniéndola, habían de dejar de ser ladrones, cosa que no les estaba bien en ninguna manera".35

224 Novelas... op. cit. Los trabajos de Persiles y Segismunda, II-203. [114]

Sin embargo, hay aspectos de la libertad que los gitanos saben vivir muy bien: cierta falta de esclavitud por las cosas de la tierra: "Porque la libre y ancha vida nuestra no está sujeta a melindres ni a muchas ceremonias".36 Es como un cierto estoicismo y libertad interior, sólo que -en vez de estar fundada en el aprecio de bienes superiores, supernaturales- está fundada en la decisión de no dejarse atar por nada fuera de su mundo: "Con éstas y otras leyes y estatutos nos conservamos y vivimos alegres; somos señores de los campos, de los sembrados, de las selvas, de los montes, de las fuentes y de los ríos: los montes nos ofrecen leña de balde; los árboles frutas; las viñas uvas (...) Para nosotros las inclemencias del cielo son oreos, refrigerio las nieves, baños las lluvias (...) nuestra ligereza no la impiden grillos, ni la detienen barrancos, ni la contrastan paredes; a nuestro ánimo no le tuercen cordeles, ni le menoscaban garruchas, ni le ahogan tocas, ni le doman potros (...) No nos fatiga el temor de perder la honra, ni nos domina la ambición de acrecentarla, ni sustentamos bandos, ni madrugamos a dar memoriales, ni a acompañar magnates, ni a solicitar favores (...) un mismo rostro hacemos al sol que al yelo, a la esterilidad que a la abundancia".37

4. Un peculiar aspecto de la libertad gitana: maltrato de la mujer Una consecuencia de esa especie de contradictoria e infundada concepción de la libertad es la actitud hacia las mujeres, que son medidas por un rasero distinto, como el único objeto de propiedad particular: "Pocas cosas tenemos que no sean comunes a todos, excepto la mujer o la amiga, que queremos que cada una sea del que le cupo en suerte. Entre nosotros así hace divorcio la vejez como la muerte: el que quisiere puede dejar la mujer vieja, como él sea mozo, y escoger otra que corresponda al gusto de sus años”.38 Y poco antes se dice: "Nosotros guardamos inviolablemente la ley de la amistad: ninguno solicita la prenda del otro; libre vivimos de la amarga pestilencia de los celos. Entre nosotros aunque hay muchos incestos, no hay ningún adulterio; y cuando le hay en la mujer propia, o alguna bellaquería en la amiga, no vamos a la justicia a pedir castigo: nosotros somos los jueces y los verdugos de nuestras esposas y amigas; con la misma facilidad las matamos y las enterramos por las montañas y desiertos como si fueran animales nocivos: no hay parientes que las vengue, ni padre que nos pida su muerte. Con este temor y miedo ellas procuran ser castas y nosotros, como hemos dicho, vivimos seguros".39 Esa castidad de la mujer es como un valor cara a la apreciación del hombre, que si se pierde hace a las mujeres "inservibles". Según Starkie los gitanos dan una gran importancia a lo que llaman en caló lacha ye drupos, o castidad del cuerpo. Para ellos sólo la castidad corporal tiene importancia. La obscenidad en el mirar, chistes, gritos, etc. es para ellos totalmente irrelevante, hasta el punto de que puede darse el caso de una gitana que baila provocativamente en un cabaret, pero detrás de una cortina se esconde la madre, la dai, una gitana fea, sucia y tuerta que vigila incesante a su hija provocadora para que no tenga problemas de perder la lacha ye drupos.40 Esa mentalidad la explica muy bien Preciosa "Una sola joya tengo, que la estimo en más que la vida, que es la de mi entereza y virginidad...; flor es la de la virginidad, que, a ser posible, aun con la imaginación no había de dejar ofenderse. Cortada la rosa del rosal, ¡con qué brevedad y facilidad se marchita! Este la toca, aquella huele, el otro la deshoja y, finalmente, entre las manos rústicas se deshace".41

[115]

Pero Preciosa da un paso más allá de la mentalidad gitana, que admite "la amiga". Ella considera que sólo al matrimonio ha de ceder ese bien de la virginidad225: "Si vos, señor, por sola esta prenda venís, no la habéis de llevar sino atada con las ligaduras y lazos del matrimonio; que si la virginidad se ha de inclinar, ha de ser a este santo yugo; que entonces no sería perderla, sino emplearla en ferias que felices ganancias prometen".43 Cervantes, normalmente moralista, siempre alaba el matrimonio y se opone al divorcio: "Entre casados de honor, cuando hay pleito descubierto, más vale el peor concierto que no el divorcio", había declarado en otro lugar226. No es de extrañar que aquí, Cervantes - por boca de Preciosa, como antes vimos-rechace esta moralidad peculiar de los gitanos que pueden dejar mujer porque es vieja: "Yo no me rijo por la bárbara e insolente licencia que estos mis parientes se han tomado de dejar las mujeres, o castigarlas cuando se les antoja; y como yo no pienso hacer cosa que llame al castigo, no quiero tomar compañía que por su gusto me deseche".45 En definitiva, La Gitanilla es una novela corta donde se dibujan magistralmente los elementos esenciales del mundo gitano; con una yuxtaposición de simpatía y reprobación que se explican mucho mejor si se tienen presentes la intención moralizadora de Cervantes y el antecedente de su relación familiar con el mundo gitano. La idea de identidad y cohesión social en La Gitanilla María Sol Obes

Hipótesis

En este trabajo se utilizará La Gitanilla, una de las historias que aparecen en las Novelas ejemplares de Cervantes. De allí se analizará el personaje de Preciosa, la protagonista, teniendo en cuenta un recorte del contexto social del siglo de oro español. Este recorte estará compuesto de dos grupos sociales: los gitanos y las mujeres. A partir del mismo, trataremos de demostrar que a lo largo de la novela ejemplar se desarrollan la idea de cohesión social, y la de identidad que aparece en la época moderna227. La primera consiste en que el individuo se vincule con su entorno social; y se produce cuando Preciosa se relaciona con los dos ámbitos sociales siguiendo sus normas o costumbres. Debido a que la protagonista tiene condiciones propias de los gitanos a (comunidad a la que pertenece hasta el final de la novela ejemplar). Por ejemplo: practica ciertas actividades cíngaras como la quiromancia, el baile y el canto; vive en una comunidad nómada; está de acuerdo con que el casamiento se realice solo entre gitanos; utiliza el ceceo y diversos engaños. También sigue una de las leyes sociales que deben tener en cuenta las mujeres de su época (nobles y no gitanas): defiende su reputación como mujer soltera. La idea de identidad consiste en que el individuo tiene la capacidad de diferenciarse de su entorno social porque toma decisiones y convicciones propias a lo largo de su vida. Eso mismo ocurre con Preciosa, y como consecuencia tiene cualidades que constituyen una

225 Sobre la concepción del matrimonio en Cervantes, cfr. Forcione, Alban K. "Cervantes's La Gitanilla as Erasmian Romance", Chapter 2. En Cervantes and the humanist vision, Princeton, 1982. 226 Cfr. E.C. Riley, Cervantes's Theory of the Novel. Oxford 1962. pp. 85-90 sobre la intención moralizadora de Cervantes. Por contraste, Francisco Márquez Villanueva, "La buenaventura de Preciosa" Nueva Revista de Filología Hispánica, 1985-86 XXXIV, núm. 2, ofrece una visión totalmente distinta de Cervantes: picaresca y orientada al equívoco sexual. 227 Spragins, Elizabeth; "La modernidad de La Gitanilla"; Gaceta Hispánica de Madrid, ISSN 1886-1741, Nº 8, año 2008, págs. 1-17. [116] ruptura en los dos sectores sociales mencionados. Ella se diferencia de los demás gitanos por: su honestidad y respecto; su conocimiento en la lectura y la escritura; no está a favor de algunas regulaciones que rigen la vida conyugal y el matrimonio gitano; no roba. A su vez se opone a ciertas normas sociales de las mujeres españolas del siglo XVI porque ella no está siempre en su casa; quiere casarse por su propia voluntad; tiene una independencia económica sin ser prostituta; utiliza otros modos para defender su reputación y toma el papel del novio cuando trata de convencer a su padre para contraer matrimonio. Para poder realizar dicho trabajo, el desarrollo se dividirá en dos partes: Los gitanos y Las mujeres.b Dentro de cada una de ellas encontraremos distintas subdivisiones. En el caso de Los gitanos son: Preciosa y las actividades gitanas; Preciosa y los comportamientos gitanos; Preciosa y el matrimonio gitano. Mientras que la otra parte consta de dos subdivisiones: Preciosa con la reputación femenina y el matrimonio; Preciosa con las actividades y los comportamientos femeninos.

Desarrollo Los gitanos: Preciosa y las actividades gitanas Según Marie Laffranque228, los gitanos y gitanas no son sedentarios sino nómadas, lo mismo sucede con Preciosa y su tribu. Primero se nos dice que se encuentran en un campamento cerca de Santa Bárbara229, luego en una aldea cerca de Toledo y después se instalaron en Extremadura donde incorporaron a Clemente como gitano. Al ser nómadas buscan un patrón o cliente temporal230 a partir de diversas actividades. Preciosa lo cumple a través de las tareas gitanas tradicionales231 (bailar, recitar y echar la buenaventura). Por ejemplo: recita un romance de Santa Ana y de la reina Margarita; cuando el teniente la ve por primera vez está bailando con tres gitanas; y le menciona a Doña Clara su buenaventura usando la quiromancia (lectura de las líneas de la mano). Todas ellas se realizan ante distintos públicos y a cambio de una paga. Podemos ver que Preciosa canta a los transeúntes de las calles de Toledo a cambio de cuatro cuartos, y baila en la casa de Francisco de Cárcamo a cambio de un doblón de oro. También dichas actividades son idénticas a las que realizaban las gitanas de la época, principalmente la recitación y la quiromancia. En el primer caso, las canciones que recitaban las gitanas podían ser de su propia inventiva o las podían comprar a los poetas. Con Preciosa sucede lo mismo, ella confecciona el romance de Santa Ana y está dispuesta a pagar al paje c por los poemas que le da. En el segundo caso, es necesario hacer la señal de la cruz antes de decir la buenaventura y ello ocurre cuando la Gitanilla le pide una moneda a Doña Clara. A su vez en la quiromancia de Preciosa se distinguen los temas usuales232: promesas de amor, riquezas, aventuras y consejos prudentes para el futuro. Por ejemplo: la Gitanilla le dice a Doña

228 Laffranque, Marie; "Encuentro y coexistencia de dos sociedades en el siglo de oro. La Gitanilla de Miguel de Cervantes", "Actas de los congresos de la Asociación Internacional de Hispanistas", ISBN 84-690-1615-6, Tomo 2, Nº 5, año 1974, págs. 549-561. 229 DE CERVANTES, Miguel. Novelas ejemplares. I, Barcelona, Crítica, 2005, 91. 230 Laffranque, Marie; "Encuentro y coexistencia de dos sociedades en el siglo de oro. La Gitanilla de Miguel de Cervantes", "Actas de los congresos de la Asociación Internacional de Hispanistas", ISBN 84-690-1615-6, Tomo 2, Nº5, año 1974, págs. 549-561. 231 BAROJA CARO, Julio. Temas Castizos. VII, Colombia, Akal, 1980, pág 118. 232 ZIMIC, Stanislav. Las Novelas ejemplares de Cervantes. Madrid, Siglo XXI de España, 1996, pág 25. [117]

Clara que el teniente la quiere mucho, que recibirá…"/hacienda en mucha abundancia/.." al morir su marido, y le aconseja que se cuide de las caídas de espaldas. Otro cliché que aparece en la buenaventura de Preciosa son las distintas alusiones a sus protagonistas (Doña Clara y el teniente). De ella se dice que anda celosa porque él la engaña con otras mujeres y que su matrimonio se hizo en contra de su voluntad (…"/que mal hayan los terceros, /que los gustos desbaratan/…") Además de las actividades mencionadas, a los gitanos se les atribuye el robo. La protagonista de la novela tiene conocimiento sobre cómo tiene que hurtar, ya que lo aprendió de su abuela. Sin embargo nunca se nos dice que lo haya ejercido sobre alguien. Porque su capacidad para el baile y el canto sería tan grande, que optó por conseguir dinero sólo con ellas y no mediante el robo. Preciosa y los comportamientos gitanos Preciosa cumple con diversas reglas de la sociedad gitana, una de ellas es la utilización del ceceo, porque lo uso con los hombres que están detrás de la reja. Otra es el engaño que la Gitanilla realiza de diversas maneras. Por ejemplo: le miente a Triguillos para que se oculte en una tinaja de agua y engaña a Francisco de Cárcamo acerca de lo que le dijo a su hijo al oído. También esa apariencia engañosa lo podemos ver cuando Andrés iguala la hermosura de Preciosa con un engaño y un hombre del público asemeja su belleza con una red para pescar corazones. En ambas comparaciones los hombres establecen que su gracia y cortesía sólo sirven para conseguir muchos pretendientes y no son verdaderos, pero en realidad sugiere que las distintas virtudes de Preciosa (internas y externas) generan confusiones ante los demás233. Es decir, ellos se basan en una fama de los gitanos en que dichas virtudes de Preciosa no existen entre los cíngaros, y la relacionan con otras como el engaño. Una característica de la Gitanilla que va en contra de su carácter caled es el conocimiento de la lectura y la escritura, porque solo la aristocracia y la burguesía de la época podían acceder a él. Eso lo vemos cuando a Preciosa se le cae el poema de Sancho y su abuela menciona que su nieta tiene conocimiento de la escritura, ya que decidió criarla como la hija de un erudito. Otra cualidad que la diferencia de su comunidad es el respecto o cortesía. Ello se produce en el momento que disimula sus sentimientos de bronca, para no verse perjudicada ella y los suyos. Por ejemplo: cuando el paje la considera pobre, le da una moneda con el poema, y la acusación de Andrés de traer a Clemente al campamento. En el primero vemos que Preciosa se refiere a las almas (metáfora del poema y el escudo) con el fin de ocultar su enojo y seguir dependiendo de los poemas que escribe el paje. En el segundo ella aplaca sus emociones para que Andrés reflexione y lo hace mencionando sus propias virtudes y lo que él debe realizar en adelante. Porque sino lo hiciera, en algún momento Juan cometería una locura a causa de sus celos. Sin embargo, esta cortesía se contrasta con otra cualidad que aparece páginas más adelante que es la de decir obscenidades. Ello ocurre cuando Preciosa utiliza frases eróticas al darle la buenaventura a Doña Clara. Por ejemplo: ..."/que es juguetón el teniente/ y quiere arrimar la vara/"… Este comportamiento de la protagonista tiene como

233 PÉREZ DE LEÓN, Vicente. Cervantes y el cuarto misterio. XXVII, Madrid, Centro de Estudios Cervantinos, 2010, pág 391. [118] objetivo demostrar que el amor, el honor y la lealtad que supuestamente existe en las casas de los nobles no son tan sólidos como parecen. Por lo tanto decide ser honesta ante lo que ve en el hogar del teniente y deja de lado su respeto habitual. También esa sinceridad la diferencia de la fama que tienen los gitanos en la época de Cervantes. De esta manera esas características de Preciosa (ser respetuosa o irrespetuosa y honesta) constituyen una elección de la propia mujer según la situación en que se encuentra, y no algo dictado por la comunidad a la que pertenece. Preciosa y el matrimonio gitano Según el viejo gitano, por las normas que existen en su comunidad, no aparece los celos entre sus miembros. También Preciosa lo hace porque en ningún momento el narrador nos menciona que sintiera eso por Andrés. Además ella cumple otra regla que se estableció entre los gitanos de Cervantes: la virginidad de las mujeres antes de casarse234. Por ejemplo: cuando le dice a Juan que va a tener sexo con él después del casamiento y no sólo con promesas de matrimonio. Según Walter Starkie235, el valor de la castidad femenina es tan importante en dicha comunidad que puede ocurrir que la madre de la gitana la vigile cuando baila. Podríamos decir que es la razón por la cual la abuela de la Gitanilla la acompaña a todas partes. Sin embargo ese cuidado en Preciosa tiene relación con un miedo de la gitana vieja en perder a su nieta, y como consecuencia los beneficios económicos que adquiere a través de ella. Por ejemplo: la comparación entre la abuela de la Gitanilla y Argos. Debido a dos aspectos: vigilaban constantemente a mujeres jóvenes y por las mismas razones. Argos para que Zeus no se robara a Io236; y la gitana vieja con el fin de que otros no despabilaran (robarán) a Preciosa y desapareciera de su presencia (traspusieran). Después de que habla Juan, Preciosa pone un conjunto de condiciones para llevar a cabo el casamiento. Una de ellas es que Cárcamo debe convertirse en cíngaro. Esto tiene que ver con una ley gitana: los miembros del matrimonio deben formar parte de la misma etnia y quien no la cumpliera tendría el desprecio general de su tribu y su familia. Dicha norma se menciona cuando Andrés rechaza la proposición de Carducha. La otra condición consiste en que la transformación de Juan dure dos años. Esto último no se hace para cumplir con una norma gitana sino para consumar una opinión que es propia. Debido a que el gitano viejo le menciona a Andrés que en su clan los matrimonios ignoran la voluntad de la mujer y sólo tienen en cuenta la del hombre. Mientras que la convicción de Preciosa consiste en que un buen matrimonio se basa en la voluntad del hombre y la mujer, y no debe realizarse en forma precipitada. Otras opiniones de Preciosa que se separan de su condición de gitana y se relacionan con su pensamiento singular, son las relacionadas con el castigo por adulterio y el divorcio gitano. El primero consiste en asesinar a las mujeres por sospechas de infidelidad, y el segundo en que el hombre abandone a su esposa anciana y la reemplace por una mujer más joven. Ante ambas normas Preciosa decide no cumplirlas, a diferencia de las otras mujeres de su comunidad. Ello ocurre cuando dice que: (…)"no me rijo por la bárbara e insolente

234 OSTERC, Lúdovic. La verdad sobre las novelas ejemplares. México, UNAM, 1995, pág 95. 235 Iribarren, Mary; "Gitanos y Payos. Dos mundos y dos ideas sobre la libertad en La Gitanilla", "Thémata: Revista de filosofía", ISSN 0210-8365, Nº 40, año 2008, págs. 187-196. 236 GRIMAL, Pierre. Diccionario de mitología griega y romana, trad. Francisco Payarols. 6ª edición. Madrid, Paidós, 1981. pág 46. [119] licencia (…) de dejar las mujeres, o castigarlas (…)" Y las justificaciones que da tiene que ver con dos opiniones que le son propias. Preciosa opina que el castigo por adulterio se realiza mediante un juicio con insuficiente pruebas. Por ejemplo: la protagonista se refiere a un antojo de sus parientes gitanos acerca de dicho tema. Con respecto al divorcio gitano, la Gitanilla opina que el matrimonio debe durar hasta la muerte de alguno de sus miembros. Por ejemplo: la metáfora de la prenda comprada que le dice Preciosa a Juan.

Las mujeres Preciosa con la reputación femenina y el matrimonio Al igual que las otras mujeres del siglo de oro, Preciosa teme perder su reputación u honra (su virginidad antes del casamiento237). Por ejemplo: cuando la Gitanilla habla por primera vez con Juan. Allí se utilizan dos metáforas para indicar la idea de la época: la pérdida de la virginidad en la mujer puede traer graves consecuencias si se realizan fuera del matrimonio. La primera es la de la rosa que al salir del rosal todos pueden tocarla, olerla, deshojarla y la terminan deshaciendo. La segunda es la joya que pierde su valor cuando se vende a cambio de promesas y dádivas. Sin embargo, para proteger su reputación utiliza sus propias reglas y no la que maneja el sexo femenino de los otros sectores sociales e inclusive el de las gitanas. Por ejemplo: cuando Preciosa habla con unos hombres, que estaban sobre una reja; y la invitan junto con Cristina y dos gitanas a bailar en un salón donde hay otros caballeros. Allí Cristina no quiere entrar porque sigue las suposiciones tradicionales de la época: la honra femenina podía perderse ante las interpretaciones de los demás y por ello la mujer no tenía que tener ningún tipo de interacción con los hombres. Mientras que Preciosa la convence con su propia regla: la reputación femenina depende de las acciones y disposiciones que una tome en forma pública, y no de lo que piensen las otras personas. Vinculado con el tema de la reputación u honra femenina se encuentra el matrimonio. Según Pilar Alcalde238, ello se distingue en la metáfora de la joya porque Preciosa trata su virginidad como un medio de intercambio comercial que no busca una ganancia monetaria sino un matrimonio. A partir de dicha institución encontramos un aspecto de la personalidad de Preciosa que da cuenta de su libertad individual, porque la Gitanilla considera que el casamiento debe realizarse por una elección del hombre y la mujer, y teniendo en cuenta el mutuo conocimiento de sus personalidades. Y como ya mencionamos, todo eso no coincide con su condición de gitana ni tampoco con las reglas que siguen las mujeres en los otros contextos sociales de la época. Un ejemplo de esto último lo encontramos en Doña Clara, ella estaba enamorada de otro hombre y unos terceros la obligaron a casarse con el Teniente (buenaventura de Preciosa). A su vez otros aspectos del matrimonio en La Gitanilla de Cervantes los encontramos luego de que Preciosa descubre su verdadera identidad como Constanza. Allí se cumple uno de los requisitos que una mujer de la época debía tener para casarse, el

237 FISCHER, Sabrina. Sobre "La Gitanilla" de Miguel de Cervantes. Espacios semánticos y su connotación picaresca dentro de la obra. Munich, Grin, 2010, pág 19. 238 Alcalde, Pilar; "El Poder de la palabra y el dinero en La Gitanilla"; "Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America", ISSN 0277-6995, Vol. 17, Nº. 2, año 1997, págs. 122-132. [120] consentimiento paterno239. Sin embargo, la forma de realizarlo es única en la situación de Preciosa porque no es Juan quien le pide al Corregidor casarse con Constanza sino ella misma, y lo hace imitando una falsa apariencia240. Está última la distinguimos analizando la respuesta de la protagonista acerca de querer o no a Juan. A continuación veremos dos modelos. …"Respondió que no más de aquella que le obligaba a ser agradecida a quien se había querido humillar a ser gitanos por ella, pero que ya no se estendería a más el agradecimiento de aquello que sus señores padres quisiesen"… (…)"le dijo que por haberse considerado gitana, y que mejoraba su suerte con casarse con un caballero de hábito y tan principal como don Juan de Cárcamo (…) alguna vez le había mirado con ojos aficionados, pero que, (…) ya había dicho que no tenía otra voluntad de aquella que ellos quisiesen"… Desde un principio vemos que la respuesta se encuentra estructurada en dos partes: lo que hubiera hecho siendo gitana y el sometimiento al deseo de sus padres. Esta última es lo que hará en ese instante, pero si fuera así no existe justificación para mencionar la primera parte de la respuesta. La única explicación a su aparición es que Preciosa enumera disimuladamente las ventajas de una unión actual con Cárcamo e: él fue capaz de sacrificar su nobleza por ella, es honesto y un caballero muy principal. Esa falsa apariencia se debe a que Preciosa no puede expresar abiertamente sus sentimientos hacia Juan, como lo hizo cuando vio por primera vez a su madre, al formar parte de un mundo noble. Por lo tanto todos los elementos que conforman esta última escena de la novela ejemplar, tanto los que relacionan a la protagonista con el ámbito femenino de la nobleza como los que no, tienen como único objetivo concretar una acción libre de Preciosa. Es decir, cumplir su deseo de casarse con Andrés porque ya lo ha conocido lo suficiente; a pesar de que el contexto no se lo permita: la costumbre noble de que el pretendiente se presente ante el padre de la novia y la ausencia de Juan por su encarcelamiento. Preciosa con las actividades y los comportamientos femeninos La mayoría de las mujeres de la época dependían económicamente de los hombres, su padre o su esposo si estaban casadas. Su única tarea era estar en su casa cuidando de los hijos y del hogar. En La Gitanilla de Cervantes lo podemos ver con las figuras de Doña Clara, sus criadas y sus dueñas. Por ejemplo: en el momento que una de las criadas le pide a Preciosa el dedal que le había dado para hacer la buenaventura y cuando la Gitanilla le dice a la mujer del Teniente que tendrá hijos. En el primer ejemplo da cuenta de las actividades domesticas como el bordado y las vainillas (deshilados junto al dobladillo de la ropa). En el segundo se establece que la fortuna que le predice Preciosa a Doña Clara tiene que ver con las funciones de las mujeres casadas de la época: tener niños y cuidar de ellos. También el encierro241 en el hogar tiene relación con las tradiciones de la época para proteger la reputación femenina de las mujeres no gitanas: en las solteras significa cuidar su virginidad y en las casadas evitar el adulterio. Como ya mencionamos, la honra

239 KAMEN, Henry. The Phoenix and the Flame. Catalonia and the Counter Reformation, trad. Carlo A. Caranci y Paloma Sánchez del Moral. Madrid, Siglo XXI de España, 1998, pág 262. 240 Spragins, Elizabeth; "La modernidad de La Gitanilla"; "Gaceta Hispánica de Madrid", ISSN 1886-1741, Nº 8, año 2008, págs. 1-17. 241 NÚÑEZ ROLDÁN, Francisco. La vida cotidiana en la Sevilla del Siglo de Oro. III, Madrid, Silex, 2004, pág 133. [121] femenina se producía ante las interpretaciones de los demás. Entonces si la mujer salía muy frecuentemente de su hogar podría tener algún tipo de interacción con los hombres e inmediatamente surgirían opiniones en contra de su reputación. Con respecto a Preciosa no se cumplen ninguno de estos aspectos y como consecuencia se la debía considerar como una prostituta81: ellas tenían una independencia económica y no tenían en cuenta las normas que regían a la honra femenina (no estaban encerradas en la casa y tenían relaciones carnales con varios hombres). Sin embargo eso no ocurre con la protagonista de esta novela ejemplar porque ella defiende su honra, su virginidad, a través de las leyes que ella misma creo. Además Preciosa obtiene el dinero con otras actividades que no tienen ninguna relación con la prostitución. Algunas la unen a su comunidad gitana y las otras están relacionadas con sus convicciones y decisiones propias (no son consecuencia de una norma social). Las actividades acostumbradas en las gitanas y que realiza Preciosa son: bailar, recitar poemas y dar la buenaventura tanto en las calles como en otros lugares públicos, y en las casas de los nobles. Según Alcalde, la otra consiste en que la Gitanilla se gana su sustento económico con su don de la palabra. En la novela ejemplar aparece bajo distintos nombres: espiritillo fantástico, persona endemoniada, discreción, agudeza, etc. Dicho don consiste en hablar con desenvoltura según la situación en que se encuentra. Es decir, su capacidad de establecer propuestas de conducta para ella y para todos tras un razonamiento o deliberación (meditar una acción antes de realizarla242). Por ejemplo: cuando Preciosa dice que la pobreza es una enemiga del amor, refiriéndose al poema de Sanchof; y obtiene mucho dinero porque todos los hombres estaban admirados por su sabiduría a tan corta edad. 87 Esa discreción a cambio de dinero no es algo vinculado con las mujeres de la época sino con los hombres, tanto gitanos como de otras clases sociales. 88

Conclusión A lo largo del desarrollo se cumplió la premisa por la cual Preciosa se vinculó con el entorno gitano utilizando el ceceo y realizando diversos engaños. Sin embargo, en la hipótesis no advertimos que en algunos casos esa apariencia engañosa no existía y que las personas la establecían porque se basaban en prejuicios hacia los cíngaros. También se demostró que el respeto y la honestidad se originan en una elección de la Gitanilla ante la situación en que se encuentra, y no algo dictado por la comunidad a la que pertenece. Con relación a la lectura, comprobamos que es un aspecto que separa a Preciosa de los otros gitanos. Pero no distinguimos en la hipótesis que dicho conocimiento no constituye una decisión de la protagonista sino de su abuela, la gitana vieja. A su vez se demostró que Preciosa efectúa otras costumbres gitanas: es nómada y practica ciertas actividades de las gitanas de la época. Por ejemplo: el canto, la danza y decir la buenaventura. Con respecto a los otros trabajos que se les atribuyen a los gitanos, se comprobó que la Gitanilla nunca robo. Además, como se menciono en la hipótesis, ello tiene que ver con una decisión de la protagonista: es suficiente el dinero que adquiere con el canto y el baile que no le parece necesario hurtar a los demás.

242 LÓPEZ GRIGERA, Luisa. La retórica en la España del Siglo de oro. 2ª edición, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1995, pág 161. [122]

Teniendo en cuenta el segundo apartado de nuestro trabajo; se demostró la premisa en que la Gitanilla no estaba siempre en su casa. Sin embargo, nunca se hablo en la hipótesis acerca de las actividades de las mujeres del siglo de oro español (nobles y no gitanas) que la protagonista no realizó. Ellas son: las tareas domésticas y cuidar de los hijos. A su vez comprobamos la siguiente hipótesis: la independencia económica de Preciosa no está vinculada con la prostitución. Uno de los aspectos que tuvimos en cuenta en el desarrollo es que la protagonista cumple las actividades gitanas que mencionamos al principio de esta conclusión; y por su don de la palabra. Esta última no fue mencionada en la hipótesis, y como distinguimos en el desarrollo se trata de una labor en donde Preciosa realiza sentencias de conducta basándose en su propio razonamiento, y no en normas gitanas o las que reglamentan el accionar femenino de otros sectores sociales. El otro aspecto que diferencia a Preciosa de la prostitución es la reputación que defiende la protagonista de La Gitanilla. Esta última consiste en mantener la virginidad antes de casarse y de esta manera comprobamos la hipótesis que habla de ella como una norma social que debían seguir las mujeres nobles y las de otros sectores sociales. También en el desarrollo distinguimos que entre las gitanas ocurría lo mismo. A su vez demostramos la premisa siguiente: Preciosa utiliza otros modos para defender su honra o reputación femenina que no son los de las gitanas o los del resto de las mujeres, debido a que ellas tenían en cuenta las interpretaciones de los demás, mientras que la Gitanilla se basaba en sus propias decisiones y no en el pensamiento de los otros. Vinculado a la reputación femenina se encuentra el matrimonio. Aquí se comprobó la hipótesis en la que Preciosa sigue la ley gitana por la cual los esposos debían ser de la misma etnia, cuando hace que Juan se convierta en Andrés Caballero. También a lo largo del desarrollo encontramos que la protagonista sigue otras normas que rigen la vida matrimonial gitana. Por ejemplo: la inexistencia de los celos. A su vez se demostró la premisa por la cual Preciosa tiene opiniones propias que se oponen a ciertas reglamentaciones gitanas vinculadas con la vida conyugal. Ellas son: el divorcio, el castigo por adulterio e ignorar las voluntades de las mujeres en el momento de casarse. También en los otros sectores de la sociedad se cumple esto último, y de esta manera se comprobó la hipótesis en la que la protagonista de La Gitanilla tiene una convicción singular: el matrimonio debe darse por dos voluntades, la del hombre y la de la mujer. Con respecto a las normas que reglamentan el matrimonio fuera de la comunidad gitana, no distinguimos en la hipótesis que Preciosa cumple una de ellas. Esa consiste en que el casamiento debía darse por el consentimiento paterno. A partir de allí comprobamos que la protagonista había tomado el papel del novio para pedir la mano de la mujer: ella es la que pide la aprobación del Corregidor y su esposa, y no Juan. También que dicha acción en Preciosa tiene como fin cumplir su deseo y el de Andrés en casarse, superando los obstáculos del contexto (la costumbre noble del pretendiente y el encarcelamiento de Cárcamo). Ante todo lo dicho llegamos a la conclusión de que el análisis del personaje a través de dos grupos sociales, gitanos y mujeres, comprueban la idea de identidad y de cohesión social en que basamos nuestra hipótesis. Citas y Paráfrasis Notas al pie

[123] a Tendremos en cuenta diversas fuentes para hablar sobre las costumbres y normas que aparecen en los gitanos del siglo de oro español. Ellos son: los clichés o lugares comunes que los describían en esa época, los registros históricos y ciertas cualidades que solo adquieren en La Gitanilla de Miguel de Cervantes. b En el apartado siguiente veremos la relación o diferencia entre Preciosa y las normas sociales que deben seguir las mujeres no gitanas durante el siglo XVI en España. Los sectores femeninos que mencionaremos fuera de la comunidad cíngara son: las nobles, las criadas y las prostitutas. c El paje luego adoptará el nombre de Clemente cuando vive con los gitanos. d Otra denominación que se les da a los gitanos. También se los llama cíngaros. e Juan de Cárcamo es Andrés Caballero cuando se convierte en gitano. f Clemente antes de hacerse gitano se llamaba Sancho.

Bibliografía Libros BAROJA CARO, Julio. Temas Castizos. VII, Colombia, Akal, 1980, 230 páginas. DE CERVANTES, Miguel. Novelas ejemplares. I, Barcelona, Critica, 2005, 794 páginas. FISCHER, Sabrina. Sobre "La Gitanilla" de Miguel de Cervantes. Espacios semánticos y su connotación picaresca dentro de la obra. Munich, Grin, 2010, 29 páginas. GRIMAL, Pierre. Dictionnarie de la mythologie grecque et romanie, trad. Francisco Payarols. 6ªedición. Barcelona , Paidós, 1981, 640 páginas. KAMEN, Henry. The Phoenix and the Flame. Catalonia and the Counter Reformation, trad.Carlo A. Caranci y Paloma Sánchez del Moral. Madrid, Siglo XXI de España, 1998, 453 páginas. LÓPEZ GRIGERA, Luisa. La retórica en la España del Siglo de oro, 2ª edición, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1995, 193 páginas. NÚÑEZ ROLDÁN, Francisco. La vida cotidiana en la Sevilla del Siglo de Oro. III, Madrid, Silex, 2004, 259 páginas. OSTERC, Lúdovic. La verdad sobre las novelas ejemplares. México, UNAM, 1995, 553 páginas. PÉREZ DE LEÓN, Vicente. Cervantes y el cuarto misterio. XXVII, Madrid, Centro de Estudios Cervantinos, 2010, 727 páginas. ZIMIC, Stanislav. Las Novelas ejemplares de Cervantes. Madrid, Siglo XXI de España, 1996, 407 páginas. Marginalidad en las Novelas Ejemplares: La gitanilla243 Isaías Lerner. Es un hecho bien conocido y abundantemente señalado, sobre todo desde los estudios de don Américo Castro, la curiosa preocupación de Cervantes por los marginados

243 Todas las citas de las Novelas Ejemplares y de las Comedias de Cervantes se hacen por la edición de R. Schevill y A. Bonilla, Obras Completas de Miguel de Cervantes Saavedra, Madrid: Gráficas Reunidas S.A., 1914- 1941. Las del Quijote corresponden a la edición de Buenos Aries, EUDEBA, 1969.Agradezco a la John Simon Guggenheim Foundation y a la City University of New York por las becas respectivas que me permitieron escribir la mayor parte de este trabajo durante el año académico de 1977-1978. [124] sociales244. En todo caso, personajes pertenecientes a minorías raciales o sociales abundan en sus obras y esto ha llevado a considerar esta característica como señal del interés cervantino por este fenómeno social. Los estudiosos han investigado o divagado primordialmente sobre el aspecto socio-cultural de este rasgo y han creído encontrar, al analizarlo, las raíces de especiales actitudes humanas del autor, con paralelo olvido de la obra. No carecerá pues de interés intentar un análisis desde una perspectiva específicamente intrínseca y ver cómo esta presencia condiciona la estructura particular del discurso literario cervantino. En esta ocasión me limitaré a La gitanilla, pero un análisis semejante en el resto de la colección enriquecerá el conocimiento de estas narraciones. En efecto, la presencia de gitanos, turcos, pícaros, etc., da a las novelas sus rasgos pertinentes que permiten distinguirlas entre sí por lo que tienen de específico dentro de los elementos tradicionales del género, de las tramas de conflictos convencionales elegidas, de los elementos narrativos de larga tradición y no extraños a los lectores245. La gitanilla invita desde el título mismo al estudio del elemento marginal y su función dentro de la narración246. ¿De qué manera se presenta este elemento de la trama, qué función representa y cómo entra en relación sintagmática con el resto del discurso? Al equilibrar los datos del referente histórico social que cada lector aporta en su lectura, con los paradójicos sucesos del relato, la novela se propone un cuestionamiento de los lugares comunes históricos y literarios. En esto, finalmente, consistirá el elemento novedoso de su ejemplaridad. Sobre un marco tradicional de elementos narrativos: falsas denuncias, jóvenes nobles que eligen la vida aventurera tras el atractivo de un amor imposible, reconocimientos finales de padres e hijos distanciados, lances desdichados, destierros por obligación y huidas por montes, el relato desarrolla una serie de contradicciones que cuestionan verdades aparentes y códigos aceptados. La formulación literaria de este cuestionamiento se da en diversos planos que incluyen el aspecto sintáctico, el aspecto verbal (léxico, figuras retóricas, etc,) y el diálogo con el contexto histórico-social productor de ambigüedad. Así, desde el diminutivo afectivo del título, la perspectiva obligatoria será la de una transitoria suspensión de la tradicional valoración social de este grupo marginado. La evocación de todos los aspectos connotativos de la palabra, de signo negativo en la sociedad española del siglo XVII, aparece equilibrada por la carga de simpatía que le otorga el diminutivo. Precisamente, en una constante presentación de los aspectos de su situación social (el de la opinión oficial y el de la visión del grupo minoritario) se halla lo particularmente cervantino del uso de este elemento de la narración. Así, la novela se inicia con un comentario del narrador sobre la condición tipificadora de los gitanos según el estereotipo marcado por los grupos dominantes: su natural inclinación al robo. Estos comentarios, empero, quedarán limitados exclusivamente al plano de la enunciación o a los párrafos resumidores de la trama, siempre secundarios respecto de los episodios que organizan el relato. No es casual, pues, que este primer comentario se inicie con la

244 V. fundamentalmente, "La ejemplaridad de las novelas cervantinas" en Hacia Cervantes (Madrid: Taurus, 1967, 3ra edición considerablemente renovada), p. 470. Publicado originalmente en NRFH II, 4(1948). 245 Paro los elementos fabulosos tradicionales, perceptibles en el relato, ver W. Pabst, La novela corta española en la teoría y en la creación literaria (Madrid: Gredos, 1972), especialmente p. 237-8. 246 Para posibles relaciones biográficas de Cervantes y los gitanos, W. Starkie "Cervantes and the Gypsies" Huntington Library Quarterly XXVI (1963) 337349. [125] expresión modal de duda "Parece que247". En el desarrollo del relato, en cambio, el único robo no lo hace un gitano sino que lo fabrica Juana Carducha, la moza «algo más desenvuelta que hermosa», hija única de la viuda rica, dueña del mesón cercano a Murcia y lo atribuye al que no es gitano en todo el aduar248. Sin duda, en La gitanilla, Cervantes no se propuso la quijotesca tarea de negar la opinión común sobre la inclinación al robo de los gitanos y el discurso ordena una serie abundante de referencias humorísticas al respecto, cuando Andrés se va a vivir al campamento249. Pero la paradoja que propone este aspecto del relato es evidente y obliga a que el lector repiense el estereotipo. Acudir, como hace Amezúa, a los documentos de la época para reforzar la veracidad del lugar común racista es tarea erudita pero también ingenua. La versión oficial de los hechos nunca favorece a los grupos sin poder y las relaciones funcionales de los diversos elementos que componen el relato no justifican la investigación en el ámbito documental extemo250. Por lo demás, el juego de equilibrios entre la perspectiva oficial y la de los gitanos, actualiza el diálogo con el contexto histórico-social, que se da a través de las menciones del pago abusivo de fianzas que pesa sobre los gitanos para poder detenerse en lugares cercanos a poblaciones, o de la fácil corrupción de la justicia. En contraste, la más arriesgada y generosa muestra de desprendimiento y falta de codicia la ofrece la gitana vieja que encuentra su redención al acusarse del rapto de la hija de los corregidores, aunque le vaya en ello la vida, por asegurar, en cambio, la felicidad, sin recompensas para ella, de su nieta. Este paradójico contraste es un rasgo permanente del relato. El narrador hace frecuente mención de la codicia de la abuela:

«Porque su taymada abuela echó de ver, que tales juguetes y gracias, en los pocos años, y en la mucha hennosura de su nieta, avían de ser felicíssimos atractiuos e íncentiuos para acrecentar su caudal» (p. 32, 16) «Y assí granizaron sobre ella quartos, que la vieja no se daua manos a cogerlos» (p. 36,22)

247 Para otro punto de vista sobre este primer párrafo, K. L., Selig "Concerning the Structure of Cervantes' La gitanilla" Rornanistisches Jahrbuch XIII (1962) 273-276; una versión española del mismo trabajo se publicó con el título "La gitanilla y la poesía" en el Libro de Homenaje a Luis Alberto Sánchez en los 40 años de su docencia universitaria (Lima: Univers Nacional Mayor de San Marcos, 196,7). Para las relaciones con El casamiento engañoso, ver P. Pierce "Cervantes. Animal Fable" Atlante, London III, 3 (1955) 103-115, especialmente, p. 110. 248 Ver La relación de la denuncia de la Carducha con la historia bíblica de José, en J. Casalduero Sentido y forma de las "Novelas Ejemplares" (Madrid: Gredos, 1969, segunda edición corregida), p. 65; para la fuente del episodio en un milagro de Santo Domingo de la Calzad, y M. Bataillon "La dénonciation mesongire dans La gitanilla" BHI 52 (1950) 274-77 y traducción española en Varía lección de clásicos españoles (Madrid: Gredos, 1964), 256-259. Para la probable raíz folklórica y las semejanzas con una de las Novelle de Ortensio Lando, ver Celina Sabor de Cortazar "La "denuncia mentirosa" en Cervantes y en Ortensio Lando" en Estudios de literatura española ofrecidos a Marcos A. Morínigo (Madrid: Instila, 1971), 119-130; cf. D.P. Rotunda, Motíf-Index of the Italian Novella in Prose (Bloomington: Indiana U. Press, 1942), p. 53. 249 Ver lista de los personajes gitanos y alusiones a ellos en las obras de Cervantes, en R. del Arco y Garay, La sociedad española en las obras de Cervantes (Madrid: Patronato del N Centenario de Cervantes, 1951), pp. 673- 648. Para la actitud de simpatía de Cervantes por la gitanería, v. F. Schurr "Cervantes y el romanticismo" Anales Cervantinos 1(1951) 41-70, especialmente, p. 62. la opinión semejante en L. Rosales, Cervantes y la libertad (Madrid: Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1960), t. I, p. 300. 250 Ver premáticas contra gitanos en A. González de Amezúa y Mayo, Cervantes: creador de la novela corta española (Madrid: CSIC, 1946-1948), II, 6-11 y ya en su edición de El casamiento engañoso y El coloquio de los perros (Madrid: RAE, 1912), p. 657. [126]

«Cogio la hucha de la vieja treynta reales, y mas rica y mas alegre que una Pascua de flores, antecogio sus corderas y fuesse en casa señor tiniente» (p- 46, 5) «…la vieja guardiana lleuaua siempre parte y media de lo que juntaua, assí por la mayoridad, como por ser ella el aguja por quien se guiaua en el maremagno de su bayles, donayres, y aun de sus embustes» (p 74, 30)

Y la propia abuela lo admite y confiesa cuando acepta los escudos de Andrés:

«Y más, que no quiero yo, que por mí pierdan las gitanas el nombre que por luengos siglos tienen adquerido de codiciosas y aprouechadas…» (60, 19)

Sin embargo, como ya hemos señalado, el relato la identificará con la acción mas generosa de la trama- La existencia simultánea de estos rasgos contradictorios la explica Preciosa en espléndida lección de antropología social:

«…no hay gitano necio ni gitana lerda, que, como el sustentar su vida consiste en ser agudos, astutos y embusteros, despauilan el ingenio a cada paso y no dexan que críe moho en ninguna manera.» (p- 45, 20)

Y un poco más adelante, en comparación audaz con las necesidades materiales de la Iglesia, ejemplo fundamental de comunidad de marginados voluntarios, Preciosa define:

«…soy como los sacristanes, que quando ay buena ofrenda, se regozijan…» (p. 48, 3)

Sin embargo, para salvar a Andrés de la falsa acusación de robo ofrece vender en pública almoneda todo el aduar:

«…y se dará aun más de lo que pidieren…» (p. 166, 21).

En cuanto a los embustes, se da la paradoja de que Andrés es el que miente, anunciando a su padre un viaje a Flandes para encubrir su huida, o cambiando la identidad de las gitanas cuando comenta en la casa paterna la entrega de dinero a Preciosa y sus compañeras. Precisamente será Cristina, una de las gitanas, quien encuentre justificación moral para estos embustes, en típico trastrueque cervantino de roles sociales:

«No es mentira de tanta consideración, respondió Cristina, la que se dize sin perjuyzio de nadie y en prouecho y crédito del que la dize» (p 69, 20)

Frente a la opinión común, sostenida fundamentalmente por el narrador, que marca los defectos del grupo, el relato se encarga de exaltar paralelamente, sus virtudes. Así, los gitanos son los más fieles guardianes de un secreto y prueban al paje que no ha llegado a

«…un pueblo de ladrones sino a un asylo que os sabrá guardar y defender de todo el mundo…» (p. 96, 6)

De esta manera confirman los hechos, la airada declaración de Preciosa en la casa de Andrés:

«Quizá ay alguna entre nosotras que se precia de secreta y de verdadera tanto quanto el hombre más estirado que ay en esta sala.» (p. 70, 17)

[127] que corrobora más adelante el narrador:

«…sin tener necessidad de encomendarles el secreto, que, como ya se ha dicho, ellos le guardan con sagazidad y puntualidad nunca vista.» (p. 75, 19)

En fin, son los gitanos los que darán el primer indicio de caridad verdadera en el relato, al recoger, hospedar y curar al paje perdido en el monte y atacado por los perros. En juego doblemente irónico es Andrés el que recalca esta caridad en expresión muy cervantina, que incluye el autorreproche a la casta, como lo hará el moro Ricote en la segunda parte del Quijote:

«Veníos con nosotros que, aunque somos gitanos, no lo parecemos en la caridad.» (p. 90, 8)

La crítica ha señalado invariablemente (con prejuicios, si bien se mira, francamente cómicos) que el discurso de bienvenida del gitano viejo en la ceremonia de iniciación de Andrés en la vida del aduar, presenta una versión virtuosa y, por lo tanto, idealizada, de la vida gitanesca. Son los mismos críticos que abundan en documentación sobre la truhanería de los gitanos pero que no aceptan su propuesta de un estilo de vida anárquico, pero más libre que el que ofrece el orden social establecido251. Sin embargo, sea el referente históricamente comprobable o no, esta visión literaria era inevitable y corresponde a una función específica en la sintaxis narrativa de la novela: sirve para contrastar las virtudes del sistema social minoritario con los defectos de la corte, que se ejemplifica sin vacilaciones; con las posibilidades del amor fiel en el aduar, frente a los lances amorosos en el medio corrupto de Madrid252. En efecto, por lo menos dos veces se menciona a Madrid y a la corte negativamente. Al principio del relato, se justifica la presencia de Preciosa en Madrid porque la abuela pensaba vender allí, en la Corte,

«…su mercadería, donde todo se compra y todo se vende253.» (p. 33, 3)

Cuando el teniente se ofrece a introducirla en Palacio, la negativa de Preciosa es firme:

«Querránme para truhana, respondió Preciosa, y todo yrá perdido; si me quisiessen para discreta, aun llevarmeían; pero en algunos palacios más medran los truhanes

251 Para las relaciones entre el discurso del gitano viejo y el parlamento de Maldonado en la Jornada primera de Pedro de Urdemalas (p. 137, 14), ver J. M. Chacón y Calvo "El realismo ideal de La gitanilla" Boletín de la Academia Cubana de la Lengua II, 3-4 (1953) 246-267, especialmente, p. 265. Para paralelismos entre el mundo gitanesco y el pastoril cervantinos, ver L. Rosales, o.cit. I, pp. 311 y ss.; un punto de vista opuesto ofrece P. N. Dunn "Las Novelas ejemplares" en Suma cervantina (London: Tamesis, 1973), p. 95, donde relaciona el mundo gitano con el de Monipodio en Rinconete y Cortadillo. Para el uso cervantino de cofradía, referido a grupo de ladrones o gitanos, ver textos en C. Fernández Gómez, Vocabulario de Cervantes (Madrid RAE, 1962); cf. R. Salillas, El delincuente español (Madrid: V. Suárez, 1896), p. 278. 252 Cf. enumeración de los textos de crítica social en La gitanilla, considerados por la autora como de tono menor, en Ruth S. El Saffar, Novel to Romance: A Study of Cervantes' Noveras ejemplares (Baltimore: Johns Hopkins U. Press, 1974), p. 90, n. 10; para el punto de vista opuesto, que explica el tono por necesidad histórica, ver W. C, Atkinson, "Cervantes, El Pinciano and the Novelas ejemplares" HR XVI, 3(1948) 189-208, especialmente p. 201. 253 Expresión semejante utiliza Cervantes nada menos que para calificar la corte de Constantinopla en El amante liberal: "Porque no se dan allí los cargos y oficios por merecimiento, sino por dineros, todo se vende y todo se compra" (p. 137,30). [128]

que los discretos.Yo me hallo bien con ser gitana y pobre, y corra la suerte por donde el cielo quisiere254.» (p. 52, 12)

Un párrafo antes la misma Preciosa advierte al teniente, todo discreción y pobreza, sin moneda en la casa para hacer adivinar suertes, que la única manera tradicional de salir adelante en la carrera administrativa es la del cohecho:

«Coheche vuessa merced señor temente, coheche y tendrá dineros y no haga vsos nueuos, que morirá de hambre.» (p 51, 24)

Bien lo sabe Preciosa por experiencia gitanesca, y cuando lo olvide, lo recordará su anciana abuela:

«¿avrá fauor tan bueno, que llegue a la oreja del juez y del escrivano, como destos escudos, si llegan a sus bolsas255?» (p. 60, 29)

Y más adelante, en irónica alusión a las efigies grabadas en los escudos de oro:

«…y no ay defensas que más presto nos amparen y socorran, como las armas inuencibles del gran Filipo: no ay passar adelante de su plus vltra. Por vn doblón de dos caras se nos muestra alegre la triste del procurador y de todos los ministros de la muerte, que son arpías de nosotras las pobres gitanas y más parecían pelarnos y desollamos a nosotras, que a vn salteador de caminos; jamás, por más rotas y desastradas que nos vean, nos tienen por pobres256…» (p. 61,9)

La presencia secundaria y, a primera vista, molesta en el conflicto principal del relato, del paje poeta, encuentra adecuada y necesaria justificación, precisamente en este contraste entre el modelo de vida libre de los gitanos, engendrador de un amor firme y prefecto, y el modelo de la corte, que crea amores livianos e inconstantes, el demonio de los celos, el crimen. En efecto, el paje, que no vacila en hacer público su amor por Preciosa en el romance leído en la casa de juegos, y su rendida admiración en el soneto leído en la casa de Andrés, es el que carece de firmeza y se apresura a librarlo de injustificados celos; es también quien cree haber rendido a Preciosa por la afabilidad con que lo trata, y el que confiesa en el aduar:

«Quien me tiene en este trage a pie, y mordido de perros, no es amor, sino desgracia mía.» (p. 98, 7)

En efecto, el paje encuentra a las damas de la corte capaces de

«…robar los coragones y rendir las almas tan bien y mejor que las más hermosas gitanas…» (p. 98, 3)

254 Cf, el texto de : "Vuessa merced me escuse con esse señor, que yo no soy bueno para palacio porque tengo verguenza y no se lisongear" (p, 90, 29). 255 Ver otros textos alusivos a la corrupción administrativa y de la justicia; en C. Fernández Gomez, o,c, s.v. cohechar. 256 Sobre los doblones de dos caras, además de los dos textos mencionados por Schevill y Bonilla en la nota correspondiente, téngase en cuenta el siguiente de El gallardo español: «Aqui asisto / procurando sacar daqueste esparto / jugo de algún plus vltra y no le he visto / siquiera de una tarja ni de un quarto." (p. 67, 26) [129]

Precisamente es un frívolo lance de amor en Madrid el que lo implica en un asesinato absurdo y lo obliga a huir a Italia. Frente al desorden emocional de la Corte, la firmeza y honestidad deben buscarse en los aduares, en la vida gitanesca que no sabe de celos, traiciones ni crímenes257. Este juego de contrarios y ambigüedades no se limita a las acciones del relato, ciertamente, y se puede observar en otros planos. La función del narrador aparece hábilmente variada o desplazada de su tradicional papel informador en varios segmentos del texto, para volver a asumir, en armonía con el resto de los elementos del discurso, su función característica al final de la novela. Así, La gitanilla se inicia con el famoso texto de acusación que repite la ideología oficial y responde a la función tradicional aludida. Pero en la casa de Andrés, el comentario sobre los celos del joven enamorado provocados por el soneto y la alabanza de Preciosa, sitúan al narrador como partícipe y espectador entusiasmado; como lector, debería decirse,que juzga los actos de los personajes258. Contra el texto de la edición príncipe, algunos editores han creído necesario añadir paréntesis o atribuir el párrafo a la abuela, suponiendo innecesarios olvidos del cajista. Sin embargo, no sólo aparecen desplazamientos de esta especie en el Quijote, con Cide Hamete259, sino que el texto de La gitanilla ofrece dos ejemplos más de este procedimiento de libertad narrativa y cambio de funciones. En efecto, la participación del narrador aparece más adelante con un cambio de estilo indirecto al directo en un mismo párrafo260:

«…que la embidia también se aloja en los aduares de los bárbaros y en las chozas de pastores, como en palacios de príncipes, y esto de ver medrar al vezino que me parece que no tiene más mérito que yo, fatiga.» (p. 85, 6)

Y un poco después aparece, ya sin ambigüedades, el comentario directo irónico en su aparente incredulidad inicial, y en su resignación final:

«¡O poderosa fuerga deste que llaman dulce dios de la amargura, título que le ha dado la ociosidad y el descuydo nuestro, y con qué veras nos avassallas, y quán sin respecto nos tratas! Caballero es Andrés, y mogo de muy buen entendimiento, criado casi toda su vida en la Corte y con el regalo de sus ricos padres, y desde ayer acá ha hecho tal mudanga que engañó a sus criados y a sus amigos, defraudó las esperangas que sus padres en él tenían, dexó el camino de Flandes, donde aufa de exercitar el valor de su persona y acrecen, tar la honra de su linage, y se vino a piastrarse a los

257 Cf. otros puntos de vista sobre la función del paje-poeta en A. K. Forcione, Cervantes, Aristóteles and the "Persiles" (Princeton: Princeton U. Press, 1970), p. 307 y el artículo ya mencionado de K. L. Selig; ver también C. Güntert "La gitanilla y la poética de Cervantes" BRAE LII (1972) 107-134, especialmente 122 y ss.;: para una evaluación de los poemas incluidos en la novela, v. J. M. Claube "La poesía lírica de Cervantes" en Homenaje a Cervantes. Cuadernos de Insula I, (Madrid: Insula, 1947), pp. 151-187; especialmente p. 167, n.28 y pp. 178-80 para la influencia de Fray Luis de León. Sobre el Romance de la misa de parida que canta Preciosa, ver N. Alonso Cortés, Cervantes en Valladolid (Valladolid: , 1918), pp. 63-70. 258 Para el repudio por parte del narrador de los actos del personaje, ver el ejemplo extremo en El celoso extremeño: "Bueno fuera en esta sazón preguntar a Carrizales, a no saber que dormía, que a donde estauan sus aduertidos recatos, "(p.242,16). Para la extrañeza ante la conducta, al final de la misma novela, en la versión que Cervantes mandó a la imprenta: "Solo no sé qué fue la cáusa que Leonora no puso más ahinco en desculparse' (p. 264, 13). 259 Cf. Quijote, II, 17, p. 559, por ejemplo, en donde, además, hay juegos con narradores múltiples.. 260 Ver otros ejemplos de paso de estilo indirecto a directo en A. Rosenblat, La lengua del "Quijote" (Madrid: Gredos, 1971), pp. 332-337. [130]

pies de vrta muchacha y a ser su lacayo, que puesto que hermosísima, en fin era gitana ¡Priuilegio de la hermosura, que trae al redopelo y por la melena a sus pies a la voluntad más essenta261!» (p. 86, 11)

En este plano de los desplazamientos de la función del narrador, cobran especial interés en La gitanilla, los comentarios que contradicen afirmaciones previas. Así, la opinión oficial sobre los gitanos, ya cuestionada por el desarrollo de los hechos narrados, se niega parcial y socarronamente en defensa de la conducta individual que se opone aula generalización condenatoria:

«Llegóse a él Andrés, y otro gitano caritatiuo, que aun entre los demonios ay vnos peores que otros, y entre muchos malos hombres suele ayer algún bueno, y entre los dos le llevaron262.» (p. 90, 13)

Por último, en dos instancias la función informativa imparcial se rehace irónicamente. En un caso, negando la capacidad omnisciente del narrador263:

«…suspendiólos el oyrla, y sin mouerse, prestándola maravillosa atención, la escucl anon; ella, o no sé si de improuiso, o si en algún tiempo los versos que cantaua le compusieron, con estremada gracia, como si para responderles fueran hechos, cantó los siguientes:» (p. 109,8)

En el otro caso, se refuerza el supuesto de la realidad histórica de la narración con el recurso del olvido de información que completa funciones secundarias del relato, y así, el narrador, en el último párrafo, se reintroduce con la voz de la primera persona:

«Olvidáuaseme de dezir264...» (p. 131, 1)

Por lo demás, la convención elegida exige que el origen de Preciosa sea puesto en duda hasta la aclaración final, de modo que el lector se sienta inseguro en la definición del personaje. Efectivamente, tres veces se pone en duda el parentesco que une a nieta y abuela para crear sospechas iniciales sobre su identidad:

«Crió vna muchacha, en nombre de nieta suya, (p. 31, 13) y a los quinze arios de su edad, su abuela putativa la boluió ala Corte.» (p. 32, 31)

«…llamáuala nieta, y ella la tenía por abuela.» (p. 36, 2)

Paralelamente, en la primera descripción se refuerzan las dudas mediante la insistencia en el rasgo que distingue a Preciosa del resto de las gitanas: su resistencia a las transformaciones físicas a que obligan las condiciones de vida de los gitanos:

261 Para el apóstrofe "¡O poderoso!" en el Persiles ver Forcione, o.c., p.261, n.12. 262 Recuérdese la cómica posibilidad de demonios bautizados en , Entremeses, ed. E. Asencio, (Madrid: Castalia,1970), p.196. 263 Para el uso irónico del conocimiento minucioso que posee el narrador de los detalles menores del relato, ver Quijote, II, 60: "le tomó la noche entre unas encinas o alcornoques; que en esto no guarda la puntualidad Cide Hamete que en otras cosas suele" (p.834). 264 Cf Rinconete y Cortadillo, p. 252,29; para el posible origen ariostesco de las fórmulas de llamado de atención al lector en Cervantes, ver M. Chevalier, L'Arioste en Espagne (Bordeaux, 1966), p. 482. [131]

«Ni los soles, ni los ayres, ni todas las inclemencias del cielo, a quien más que otras gentes están sujetos los gitanos, puedieron deslustrar su rostro, ni curtir las manos, y lo que es más, que la crianga tosca en que se criaua, no descubría en ella sino ser nacida de mayores prendas que de gitana…» (p. 31,21)

Sin embargo, en el plano de los usos léxicos, en las figuras retóricas que emplea, Preciosa parece identificarse con los modos expresivos más cercanos a los imaginados para el aduar. Frente a la lengua de Andrés o la del paje poeta, la de Preciosa aparece como más popular en el léxico, menos elaborada en la sintaxis y más libre en los usos de fórmulas265. El rasgo popularista más obvio es el del uso de refranes, que Preciosa comparte con la abuela y los otros gitanos266; también es claramente alusivo el uso de construcciones paralelas sin nexos conjuntivos, con la serie demostrativa distinguiendo cada término de la serie, o el uso de las correlativas encabezadas con ni; estos son los rasgos retóricos que caracterizan precisamente el discurso fundamental del gitano viejo. También abunda la lengua de Preciosa en frases hechas y reelaboración de alguna de ellas, como en "ningunas palabras creo y de muchas obras dudo" (p. 56, 19), que rehace las palabras del evangelista operibus credite et non verbis que aparecerán en la Segunda parte del Quijote en boca nada menos que de Maese Pedro y del paje de la duquesa. Así, pues, aun sin tener en cuenta los usos deliberadamente "profesionales" de las gitanas a los que se alude expresamente en el caso del ceceo267, y probablemente también en la curiosa abundancia de sufijos diminutivos en -ito, que es por lo demás, para la época, rasgo también popular, el texto revela en la lengua de Preciosa, otro elemento contradictorio sobre la naturaleza real del personaje. Si por un lado este rasgo sirve para crear mayor tensión en el relato hasta el descubrimiento final de la verdadera identidad de la pareja de enamorados, por otro lado refuerza magistralmente la característica que venimos analizando: ofrecer una visión equilibrada y, por esto mismo, en el contexto histórico de los lectores a quien iba dirigida, ambigua, de este extraño grupo humano de la sociedad española. Que Cervantes utilizó la expresión literaria para el cuestionamiento de la realidad, es cosa bien sabida, pero precisamente por esto, poco analizada en sus fascinantes pormenores. Este cuestionamiento ya es por sí mismo, obviamente importante y es anacrónico esperar una toma de posición o una defensa de causas simplemente impensables en el siglo XVII. Pero una ambigua solidaridad emana de este preguntarse críticamente por una realidad

265 Para la presencia de antítesis simétrica de tradición bocaccesca en los discursos de Preciosa y en la lengua de Andrés, ver E. Alarcos García "Cervantes y Boccaccio" Mediterráneo (U. de Valencia, 1950), reproducido en Homenaje al profesor Alarcos García I (Valladolid; U. de Valladolid, 1965), p. 326 Para las relaciones generales con Boccaccio, ver M. Menéndez y Pelayo "Cultura literaria de Miguel de Cervantes y elaboración del Quijote" (1905) en Estudios y discursos de crítica histórica y literaria (Madrid, ,CSIC, 1941). Edición Nacional de lbs c de Menéndez y Pelayo, t. I, p. 332 y ss,; P. Savj López, Cervantes (Madrid: Calleja, 1917), pp. 164 y ss.; R. Schevill, Cervantes (N. Y. Ungar, 1966, repr, de la edición de 1919), p. 299 y ss. 266 Para los jubones de los gabachos de Belmonte, ver L. Astrana Marín, Cervantinas y otros ensayos (Madrid: A. Aguado, 1944), pp. 91-95 y, ahora, M. Chevaller, Cuentecillos tradicionales en la España del siglo de oro (Madrid: Gredos, 1975), pp. 377-379. Para "corriente y moliente" en el primer párrafo de la novela, ver M. Herrero, RFE XXVII (1943) 93-94. 267 El ceceo aparece también como rasgo peculiar literario de los gitanos en Pedro de Urdemalas; cf. la indicación escénica: "Sale Maldonado conde de gitanos y adviértase que todos los que hizieren figura de guanos, han de hablar ceceoso" (p.137,9). Ver F. Ynduráin "Estudio Preliminar", p. XLVI, nota, en Obras de Miguel de Cervantes Saavedra. t. II Obras dramáticas. Biblioteca de Autores Españoles, CLVI Madrid: Atlas, 1962. [132] que no había sido objeto de tratamiento literario previo de esta magnitud y se transparenta casi maliciosamente a través de la lengua del narrador. Dos textos parecen, en este aspecto, sumamente reveladores: Al principio de la novela el narrador elige la figura animalística del águila y sus polluelos para descubrir el aprendizaje de Preciosa con su abuela en los medios para ganarse la vida:

«…determinó el águila vieja sacar a bolar su aguilucho, y enseñarle a viuir por sus vñas.» (p. 32, 10)

Sólo a mediados del relato comprende el lector que el narrador ha adelantado una imagen con la que caracterizará la lengua de los gitanos:

«Calla hijo, dixo el gitano viejo, que aquí te industriaremos de manera, que salgas vn águila en el oficio268…» (p. 83,28)

Y más adelante:

«Hijo, Andrés, reposad aora en el nido, debaxo de nuestras alas, que a su tiempo os sacaremos a bolar…» (p. 84, 20)

En el segundo texto, el narrador, que se ha empeñado de manera inequívoca en señalar la natural resistencia al robo de Andrés, adorna al gentilhombre con el refrán menos favorecedor y crea así un efecto irónico sorprendente, pues el contexto del aduar propone la cómica aceptación del sentido literal:

«No podía creer sino que aquel page avía venido allí atraStdo de la hermosura de Preciosa, porque piensa el ladrón que todos son de su condición.» (p. 94, 2)

Así, pues, la visión oficial se ha dejado permear por la expresión y la actividad minoritarias, en armonía con este ejercicio en la ambigüedad. Ejercicio, sin duda, "honesto y agradable que antes aprovecha que daña" como se ha prometido en el Prólogo. Pero precisamente por esto es necesario que el discurso no olvide nunca su primordial calidad de narración y, hábilmente, queda puntualizada su naturaleza esencialmente literaria mediante alusiones a la poesía y los poetas, el Romancero General y los poetas de ciegos, al teatro, las malas comedias y los comediógrafos de éxito, a la condición irreal del amor de Preciosa y Andrés mediante el uso intencionado de la lengua de las novelas de caballerías para definirlo269. El final convencional, de tranquilizadores descubrimientos e igualador de linajes270, ordena, en el plano del relato, todo lo que tenía que ordenarse para que se cumpla la ejemplaridad de las convenciones y para que, en la recreación, "el afligido espíritu descanse".

268 Un ejemplo más elaborado de adelantos en el plano del orden narrativo se da en la primera alusión misteriosa a los dijes de la gitanilla, cuando Juana Carducha denuncia el robo de joyas (p.112,29), que se aclara casi al final, en la escena de reconocimiento (p. 118,24). 269 Cf. p. 86,4: "pero él no la quiso, sino yrse a pie, sirviendo de lacayo a Preciosa, que sobre otra yva: ella, contentíssima de ver cómo triunfaua de su gallardo escudero, y él ni más ni menos de ver junto a sí ala que avía hecho señora de su alvedrío." 270 Para la deuda con Heliodoro en el reconocimiento de Preciosa por su madre, y en las demás novelas ejemplares, ver R. Schevill "Studies in Cervantes" Modern Philology IV (1906-1907) 1-24 y 677-704; especialmente p. 697, n.3. [133]

De economías y linajes en "La Gitanilla"

Desde su primera frase, el texto cervantino nos invita a meditar sobre los dos grupos sociales que son gitanos y aristócratas, en función de juicios de valor contrastivos. La primera frase se ocupa de marginalizar y estigmatizar a los gitanos, desde dentro de los valores y el discurso oficiales de una sociedad racista y conformista, en la que el valor de la persona está dado de antemano por su genealogía. El narrador cervantino caracteriza a los gitanos como un sub-grupo definido por lo que se llamaba entonces su linaje o sangre, constituido como grupo y apartado de los demás grupos sociales por aquel determinismo genético, criado aparte para que las características genéticas propias del grupo alcanzasen su pleno desarrollo. Los gitanos, según el narrador cervantino, nacen con una misión particular, determinada por su genealogía, y sus costumbres de crianza están encaminadas a la realización de aquella misión social. "Nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y salen con ser ladrones" (Novelas ejemplares 73). La reacción del lector a esta frase, o a lo menos la reacción del lector de finales del siglo XX, está determinada por la idea que tiene de Cervantes. El lector para quien Cervantes es un portavoz de los valores oficiales atribuye la valorización negativa de los gitanos al propio Cervantes. De ahí que se siente aliviado al leer, en la próxima página, que la heroína de esta novela no es gitana. A partir de aquí este lector formula una serie de preguntas al texto, todas en función de cómo, cuándo y en qué situación narrativa se revelará la identidad verdadera de Preciosa. Y conste que no importa demasiado quién o qué resulte ser en realidad, porque ya sabemos lo central, que ella es "nacida de mayores prendas que de gitana" (74). De modo que aceptar la versión que el narrador ofrece de los gitanos implica unas actitudes concretas tanto hacia Cervantes como hacia los gitanos. Esta lectura es hoy en día la que impera. Concretamente, el cervantista norteamericano Alban Forcione insiste una y otra vez en la superioridad en todos los sentidos de los aristócratas sobre los gitanos, a quienes no vacila en llamar "demoníacos." El cosmos de Forcione está organizado verticalmente, en forma de una jerarquía en la que la superioridad moral es inseparable de la superioridad social. La jerarquía humana, cuyo ápice es el rey y la aristocracia, se prolonga en el cielo. El matrimonio final de Preciosa, ya doña Costanza de Azevedo, con don Juan de Cárcamo, no ya el gitano Andrés Caballero, constituye el triunfo de los valores oficiales: el orden social correcto ha sido reestablecido, todo está en su sitio. La jerarquía humana, donde el matrimonio Costanza-don Juan repite la unión real Margarita-Felipe, ha vuelto a ser reflejo fiel de la divina, que incluye los matrimonios Santa Ana-Joaquín, y María-José ("'La Gitanilla' as Erasmian Romance"). Si por el contrario el Cervantes que el lector se imagina está en desacuerdo con los valores oficiales, sea desde la perspectiva del primer Américo Castro, el del humanismo erasmista, o del Castro posterior que lo veía todo en función de los conflictos intercastizos entre cristianos viejos y nuevos, no se puede leer esta primera frase sin intranquilizarse. Entonces, si quien lee es un lector profesional formado en la tradición anglo-americana, recurre a unas nociones de análisis literario que aprendió en Henry James y Wayne Booth, y establece una distancia entre el narrador, portavoz de un mensaje social reaccionario y por eso mismo intolerable, y el Cervantes ideal que se imagina, que a lo mejor tiene un mensaje social más egalitario escondido en alguna parte. O, puede servirse de una asociación intertextual inversa pero poderosa, determinada por su lectura del Romancero gitano de Lorca, donde los gitanos significan el espíritu libre, la

[134] libertad, la fuerza irrepresible de la vida, frente al conformismo inmovilizador de la Guardia Civil. A partir de aquí este lector también formula una serie de preguntas al texto, muy distintas a las formuladas por el lector que identifica a Cervantes con los valores imperantes. Las preguntas de este segundo lector giran en torno a cuál podrá ser el mensaje "verdadero" oculto, y cómo y cuándo y por qué señales va a poder reconocerlo. De modo que se dispone a leer el texto a contrapelo, no aceptando ninguna aseveración en sentido recto, tal como suena, sino buscando siempre desconstruir, desmantelar, volver cabeza abajo el discurso del relato. En lo que se refiere a la oposición entre nobles y gitanos, este tipo de lectura será tentada a invertir la relación oficial y buscar una superioridad moral en los gitanos. El vivir cerca de la Naturaleza, gobernados por los ritmos diurnos y estacionales, y el no pretender cargos y honores, por ejemplo, podría ser un ejemplo de un orden moral superior al orden moral aristocrático. Pero, ¿qué hacer, entonces, del hecho insoslayable de ser todos los gitanos ladrones? Muy poca materia para una superioridad moral. En lo que sigue quiero prescindir de superioridades morales y colocar a gitanos y aristócratas en sus respectivos órdenes económicos, dejando de lado por el momento la dimensión ética y el alegorismo idealizante que ve en Preciosa, por ejemplo, una representación de la poesía. Lo que pasa es que "La Gitanilla," como casi todos los escritos cervantinos, es un texto rebosante de economía, pero sólo recientemente se ha empezado a poder ver la presencia y el alcance de esta dimensión materialista, gracias en gran parte a los esfuerzos del hispanismo francés. Entre los hispanistas norteamericanos que se han ocupado de lo económico en este texto cabe mencionar a Robert ter Horst, a William Clamurro y a Joan Ramón Resina. Todos se sirven de un análisis económico- simbólico para a fin de cuentas abogar por un Cervantes portavoz de los valores oficiales. Yo quiero modestamente discrepar, mediante un análisis menos simbólico y más apegado al materialismo histórico. El orden económico aristocrático se define por ser primitivo e improductivo. Este orden económico está visible en el garito madrileño, poblado exclusivamente de nobles. Estos señores se dedican al consumo, del dinero y del tiempo. El texto habla de: "muchos caballeros que, unos paseándose y otros jugando a diversos juegos, se entretenían" (72). Efectivamente, estas actividades improductivas son las señales de ser estos señores aristócratas. Su vestimenta es otra señal de identidad, ya que uno jura por "el hábito que traigo en el pecho (y puso la mano sobre uno de Calatrava)" no molestar sexualmente a Preciosa y sus amigas. Aquí la amenaza de rapacidad sexual se suma a los rasgos identificadores de hombres aristócratas, junto con la vestimenta y las actividades económicas improductivas, que además de jugar suponen dar dinero a los mirones que presencian el juego, como ejercicio de aquella liberalidad que tanto conviene a su nobleza. Robert ter Horst se extrema en la observación y aprobación de la liberalidad aristocrática ("Une Saison en enfer"). Cuando el joven don Juan se presenta ante Preciosa y declara su amor, insiste en su calidad de aristócrata, tal como el estamento aristocrático se ha definido ya en la escena del garito. Le muestra su hábito con la cruz al pecho, le anuncia su linaje (y conviene observar que el linaje de don Juan es únicamente el patrilinaje, el del padre), y le ofrece dinero. La casa de don Juan, es decir la casa del padre de don Juan, ofrece otra visión del orden económico aristocrático. Al padre se le describe en función de su "hábito de cruz colorada en los pechos," y de su ejercicio de liberalidad, ambos reconocibles como señales de hidalguía. Lo primero que dice es: "Subid, niñas, que aquí os darán limosna"

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(92). Después ofrece un "doblón de oro de a dos caras" por un espectáculo de canto y baile. Insiste en el patrilinaje en el mismo acto de remandar a su hijo otra vez a la niñez, llamándole "don Juanico mi hijo," cuya significancia no deja de percibir Preciosa, que pasa en seguida a diminutizar a su futuro marido nada menos que cinco veces. Para rematar esta exposición del sistema aristocrático quiero invocar la figura enigmática de Clemente, conocido casi universalmente como el paje-poeta. O sea que se le identifica con los valores universales antimaterialistas, junto con Preciosa como representación alegórica de la poesía. Se suele verle también como una especie de desdoblamiento de la figura de Andrés, que repite los valores positivos del protagonista. Esta manera de leer tiene el efecto de oscurecer lo que yo considero su verdadera función dentro de la novela. Veremos. No se suele observar, por ejemplo, que Clemente se llama don Sancho y que es tan aristócrata como Preciosa y Andrés. Es pariente de un conde que el texto no nombra. Antes de verse con los gitanos ha estado en Madrid, metido en un episodio típicamente aristocrático tipo capa y espada que ha resultado en las muertes de dos caballeros y en la fuga del propio Clemente-don Sancho. Su linaje aristocrático, junto con la común actividad de agresión con un arma ofensiva y asesinato de otro ser humano, todo esto es lo que de veras identifica a Clemente-don Sancho con Andrés-don Juan. Es más, don Sancho está insertado también en un sistema económico, en este caso el trato en metales preciosos de América. Don Sancho se dirige a Sevilla, donde tiene "un caballero ginovés, gran amigo del conde mi pariente, que suele enviar a Génova gran cantidad de plata" (115). Don Sancho piensa acompañar la plata desde Sevilla a Cartagena, y de allí a Italia, donde estará a salvo de sus perseguidores. Es decir que don Sancho se autoidentifica como un aristócrata asociado a la forma aristocrática de práctica económica al nivel más alto: el paso totalmente improductivo de metales preciosos desde América hasta Genova a través de España. Se trata de una operación de extracción y explotación de una riqueza que ya estaba allí y cuyo valor está ya dado, que no se somete a ninguna operación humana que aumentara su valor. Sin embargo, antes de llegar a Génova habrá pasado por no se sabe exactamente cuántas manos y todas habrán extraído su parte de provecho. Es de notar, y ya lo hemos notado, que este provecho no es el resultado de un aumento en el valor del metal, sino de una serie de operaciones de extracción que repiten la primitiva extracción del metal de la tierra. En resumidas cuentas, se trata de una operación económica a la aristocrática, que quiere decir retrógrada, parasítica e improductiva. Ya en 1976 Pierre Vilar señalaba el carácter económicamente retrógrado de la conquista de América; En Castilla, las clases dirigentes han realizado la conquista del Nuevo Mundo como hicieron la Reconquista hispana: a la manera feudal. Ocupar las tierras, reducir los hombres a servidumbre, arramblar los tesoros, todo eso no prepara a invertir en el sentido capitalista de la palabra. Una naciente burguesía pudo haberlo hecho entre 1480 y 1550. ("El tiempo del Quijote" 339-40) pero huelga decir que semejante burguesía no llegó a formarse. El contraste más evidente, o más aparente, entre nobles y gitanos, donde los respectivos sistemas económicos se perfilan con mayor claridad, se da cuando don Juan / Andrés se junta a los gitanos y llega en una mula de alquiler, que él insiste ha de ser muerto y sepultado para borrar la huella de su huida de la casa paterna. Los gitanos, en cambio, quieren cambiar el aspecto de la mula y revenderla. Don Juan / Andrés revela una

[136] mentalidad típicamente aristocrática. Para él la mula sólo tiene valor de uso. Una vez cumplida su función, se vuelve un objeto sin valor y hasta un impedimento. Para los gitanos, el animal tiene valor de uso y de cambio. Este último, el valor de cambio, puede ser aumentado mediante la intervención de un agente humano, en este caso los gitanos expertos en disfrazar la mula hasta que, en palabras de uno de ellos, ni su propia madre la reconocería. Para los gitanos, la mula es una comodidad, cuya función es entrar en el círculo de operaciones de cambio. La teoría económica del aristocrático don Juan es evidentemente retrógrada e improductiva respecto a la de los gitanos. Pero este contraste no lo es tanto. Si comparamos lo que acabamos de observar de los gitanos y la mula de alquiler con lo que hemos visto de don Sancho y la plata americana nos damos cuenta de que hay un elemento común, compartido por gitanos e hidalgos. Me refiero a que el objeto de valor en uno y otro caso, mula de alquiler y metal precioso, es una riqueza o un bien quitado a otro, no exactamente un producto, sino el resultado de un acto de rapiña. ¿Qué derecho tienen los gitanos a la mula de alquiler que don Juan introduce gratuitamente entre ellos, y qué derecho tiene el conde pariente de don Sancho a la plata procurada por el trabajo de mano ajena? En esta comparación podemos vislumbrar una relación inesperada entre gitanos y aristóctratas. Volvamos un momento a la primera frase de la novela, que define a los gitanos en función de su linaje y su misión social. Hemos insistido en el determinismo genético, de un grupo que nace con una misión social que le es propia, que cría a sus niños aparte de la gran masa de la sociedad y que se dedica a prepararlos a realizar el destino que la genealogía les impone. ¿Qué pasa si sustituimos a aristócratas en vez de gitanos en esta frase? No pasa absolutamente nada, es decir que tanto gitanos como hidalgos se definen en función de los mismos criterios: determinismo genético, crianza aparte, misión social especial y bien definida. Partiendo de esta base podemos invocar aquel "ensemble d'affinités secrétes" entre gitanos y aristócratas notado por Bernard Leblon y que consiste en un desprecio, desprecio que llega a la negación total de acatar las normas de comportamiento vigentes para los demás miembros de la sociedad. Leblon señala concretamente el interés por los caballos, por las mujeres y por los pasatiempos tales como el canto y baile. Leblon relaciona las actitudes gitanoaristocráticas con el feudalismo tardío y observa que aquel viejo orden sería desplazado dentro de pocos años por un orden nuevo que él llama burgués (Les gitans d'Espagne 24). Así que, a fin de cuentas (para seguir dentro del discurso económico), la distinción que parece tan clarividente entre gitanos y aristócratas queda por lo menos parcialmente deshecha, y en su lugar aparece la simpatía secreta lebloniana. Partiendo de otras bases, Alban Forcione afirma que (traduzco libremente) "el orden perverso gitano, con su institucionalización del hurto, su represión patriarquista de la mujer, y su moral autoritaria, se parece menos al mundo real de los gitanos o a ninguna otra presencia amenazadora que al orden socio-político establecido e imperante de la España de entonces" ("Afterword" 350). Pero antes de concluir que todos son más o menos iguales y que tanto valen gitanos como aristócratas y que Cervantes sigue siendo tan impenetrablemente ambiguo como siempre, conviene recordar que hemos hablado sólo de hombres aristócratas y hombres gitanos. Y hemos hablado sólo del orden económico propio del feudalismo tardío, sin referirnos alnuevo orden, o nuevo orden posible, a base de un capitalismo burgués.

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Pasamos primero de hombres a mujeres. El relato empieza hablando de mujeres, de Preciosa y su abuela, las dos envueltas en una tupida red de referencias y asociaciones a lo económico. El nombre Preciosa, sin ir más lejos, apunta ya a un objeto de valor. Joan Ramón Resina observa que la abuela considera a Preciosa como un capital a invertir: "la vieja gitana . . . pone en movimiento la aventura, invirtiendo su activo y atendiéndolo como buena especuladora" ("Laissez-faire y reflexividad erótica"). El texto efectivamente nota que en Preciosa la vieja tiene un "tesoro" (62), y que quiere "acrecentar su caudal" (62), y "vender su mercancía" (64). Preciosa también dispone de un capital en la forma de "villancicos, de coplas, seguidillas y zarabandas" (62). Posee también otra forma de capital aún más importante: su sexo, o mejor dicho, su virginidad. Francisco Márquez Villanueva ofrece una documentación exhaustiva de las relaciones entre el nombre y concepto "preciosa," "joya," "joya preciosa" y el sexo femenino, pasando desde el libro de Proverbios a través de Erasmo, Vives, Fray Luis de León, y con cambio de signo, Freud y Robert Scholes ("Bonifacio y Dorotea" 76-79). Y Preciosa misma precisa: Una sola joya tengo, que la estimo en más que a la vida, que es la de mi entereza y virginidad, y no la tengo de vender a precio de promesas ni dádivas, porque en fin, será vendida, y si puede ser comprada, será de muy poca estima. . . Si vos, señor, por sola esta prenda venís, no la habéis de llevar sino atada con las ligaduras y lazos del matrimonio; que si la virginidad se ha de inclinar, ha de ser a este santo yugo; que entonces no sería perderla, sino emplearla en ferias que felices ganancias prometen. (85) Preciosa no podría ser más clara ni específica. La virginidad es primero una mercancía que se vende. Poco importa que no se vende por dinero, sino por "las ligaduras y lazos del matrimonio," como ella dice. Sigue siendo una mercancía, que a renglón seguido pasa a ser un capital para ser invertido, o como ella dice, "empleada en ferias que felices ganancias prometen." Se trata incluso de un pensamiento avanzado y posiblemente arriesgado para la época, porque da por sentada la legitimidad de sacar provecho de las operaciones de cambio practicadas en las ferias. En todo caso, los tecnicismos esgrimidos por la gitanilla quinceañera no estarían fuera de lugar en los escritos de un Tomás Mercado o un Martín de Azpilcueta. De modo que nieta y abuela ya están metidas en un sistema económico de marcado aspecto progresista a base de especulaciones y operaciones de cambio. Pero ellas no son las únicas mujeres de la novela. Todas las mujeres gitanas están metidas en un sistema que depende de las nociones de manufactura y plusvalía. Me refiero al negocio del espectáculo, lo que en inglés se llama show business y en mi ciudad simplemente the biz. Mientras los hombres aristocráticos están practicando el °Hun) cuna dignitate y viviendo de sus rentas a costa del sudor ajeno, y mientras los hombres gitanos se están dedicando a lo que el doctor Carlos García llamaba "la desordenada codicia de los bienes ajenos," las mujeres gitanas están trabajando como veremos. El texto dice escuetamente que la abuela "buscó [versos] por todas las vías que pudo, y no faltó poeta que se los diese; que también hay poetas que se acomodan con gitanos, y les venden sus obras, como los hay para ciegos, que les fingen milagros y van a la parte de la ganancia" (62). Se esboza aquí toda una cadena de operaciones manufactureras, ventas y reventas, que reproduce, o mejor anticipa, el sistema vigente a partir de la revolución industrial. Se trata de una materia prima, que es la lengua, trabajada primero por un poeta, y transformada por él en un producto manufacturado: un poema. Mientras la lengua estaba a la disposición de

[138] todos, gratis, el producto manufacturado ya tiene un valor, de uso pero sobre todo de cambio. El poeta vende su producto a las gitanas, como el texto dice. Pero no recibe dinero. Es una venta a lo moderno, basada en el crédito, la promesa, o mejor la creencia, de una ganancia futura, aquellas prometidas "felices ganancias" de las que habla Preciosa. Pues bien, las gitanas a su vez operan una transformación en el producto comprado, lo que vuelve a aumentar su valor. Las gitanas transforman el texto poético en un espectáculo, que ellas venden a los consumidores últimos, en las calles, en las plazas, en los garitos y en casa del padre del aristocrático don Juan de Cárcamo. Es aquí cuando empieza a moverse el dinero. El texto se llena de referencias a las monedas que la vieja recoge en su hucha. Ahora las gitanas pueden pagar al poeta el precio de los versos y quedarse con lo que sobra, como ganancia. En muy resumidas cuentas se nos esboza el sistema económico moderno, el destinado a reemplazar al feudalismo en el mundo moderno, la onda del futuro fuera de España, pero en la sociedad de Cervantes desprestigiada y marginada, doblemente marginada por ser cosa de gitanos y cosa de mujeres. Una rápida comparación con la actividad poética del aristocrático Clemente-don Sancho aclarará el carácter comercial moderno de la operación de las gitanas. Clemente escribe poesías que le regala a Preciosa, e incluye algún dinero junto con los versos. Es decir que el ejercicio poético de Clemente va ligado al ejercicio de liberalidad semióticamente relacionado a los aristócratas que hemos visto, por ejemplo, en el garito madrileño. Es más, los poemas de Clemente sólo tienen valor de uso. Están destinados exclusivamente al entretenimiento de los aristócratas, primero en el garito y luego en casa del padre de don Juan. Y es Clemente quien ofrece la definición, tantas veces citada y antologizada, de la poesía como "joya preciosísima," lo que convierte a Preciosa en una alegoría viviente. Preciosa-poesía es una ...bellísima doncella, casta, honesta, discreta, aguda, retirada, y que se contiene en los límites de la discreción más alta. Es amiga de la soledad. Las fuentes la entretienen, los prados la consuelan, los árboles la desenojan, las flores la alegran, y finalmente, deleita y enseña a cuantos con ella comunican. (91) Por tres motivos, pues, la participación de Clemente en el proceso de producción y consumo del discurso, en este caso poesía, subvierte, o a lo menos está en las antípodas del mismo ejercicio practicado por las mujeres gitanas. Aquí me parece oportuno referirme más extensamente al estudio de Robert ter Horst ("Une Saison."), que tiene el mérito de ser el primero en esta línea económica. Ter Horst distingue entre el sistema económico gitano, definido por la escasez y la esterilidad, lo que conduce al afán desmedido de lucro (moralmente reprensible), y el sistema económico aristocrático, definido por la abundancia y consiguiente liberalidad (moralmente superior). Ofrece como emblema del primero el puño cerrado en forma de garras de ave de rapiña, y del segundo la mano abierta de la generosidad. Pero hemos visto que la oposición aristócrata-gitano no funciona. La cancelan la secreta simpatía observada por Leblon y la mutua dependencia de lo ajeno, lo robado o lo expropriado que hemos observado nosotros. Por otra parte, la oposición esterilidad-liberalidad tampoco me parece la más apta para aclarar lo que pasa en este texto. Ya he insistido aquí en el papel de las mujeres gitanas. Me gustaría seguir en esa línea y proponer, en vez de la oposición esterilidad-liberalidad, otra que opondría esterilidad a fecundidad. Esta otra oposición está en el eje del pensamiento económico moderno de corte capitalista.

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Las mismas nociones de hacer fecundo, de parir, crecer y demás que asociamos con el capitalismo, todas llegan metafóricamente desde la generación biológica. Son analogías que funcionan desde los inicios del pensamiento económico en la antigüedad helénica, cuando una misma palabra, tokos, designaba tanto la descendencia humana como la ganancia monetaria.1 Así que la biología, sobre todo la generación humana proporciona todo un sistema tropológico para figurar la actividad económica. Ni que decir tiene que la noción de fecundidad humana está ligada a la mujer, de modo que se nos esboza la posibilidad de una intercambiabilidad (para no salir del marco económico) entre los dos campos semánticos de fecundidad biológia y fecundidad económica. El relato cervantino explota esta equivalencia. Hemos visto que en el texto cervantino la fecundidad económica es propia de las mujeres, sobre todo de las mujeres gitanas. En lo que queda quiero pasar revista a una serie de mujeres nombradas en el texto en las que se combinan las nociones de fecundidad en los dos sentidos que hemos visto con el fenómeno del linaje, que tanta importancia reviste en la sociedad de Cervantes. Se me objetará que el proceso de generación biológica exige la participación activa del varón y que por tanto es inexacto cuando no injusto borrar al padre del discurso crítico. Sin embargo, como espero hacer ver, el texto cervantino se ocupa precisamente de marginalizar hasta borrar la figura del padre y la función paterna. La escena en casa del anónimo Teniente de Corregidor en Madrid, tan finamente analizada por Francisco Márquez ("La buenaventura de Preciosa"), ofrece un ejemplo a nivel de a ras de tierra. Se recordará que la casa del señor teniente se caracteriza por su esterilidad. Se refiere, claro está, a una esterilidad económica. Nadie tiene con qué pagar a las gitanas. Por otra parte, todos recordamos, después de Márquez, lo que significa que el teniente sea experto en "arrimar la vara." Se alude a sus proclividades sexuales. Una crítica moralizante, con Forcione a la cabeza, ha insistido en la dimensión ética de esta ocupación "constante y virtuosa" del teniente como violación de las obligaciones sagradas del matrimonio ("'La Gitanilla' as Erasmian Romance"). En este contexto es curioso observar que el teniente no ha podido hacer encinta a su propia mujer. Ella, que dicho sea de paso tiene un nombre, mientras su marido permanece anónimo, sí tendrá hijos, pero sólo después de enviudar y casarse con otro hombre. Tendrá un hijo canónigo, pero no de la iglesia de Toledo. Como apunta Márquez, lo de Toledo sirve para identificar a doña Clara como conversa, estigmatizada por su sangre no limpia. Pero en el mismo acto de llamar la atención sobre su marginación social, el texto anuncia la fecundidad de ella y la correspondiente esterilidad de su marido. Quien también es responsable, huelga decir, de la esterilidad económica de la casa que todo el mundo ha observado. Subiendo la jerarquía humana, el texto se ocupa de la pareja real, Margarita de Austria y Felipe III. Un romance cantado por Preciosa y sutilmente analizado por Michael Gerli ("Romance and Novel: Idealism and Irony in 'La Gitanilla' ") celebra la reciente maternidad de la reina, su salida a misa recién parida, su belleza, su parecido tanto a Preciosa como a la Virgen María, y sobre todo su fecundidad. En este poema de 119 versos, exactamente cuatro están dedicados al padre, y son éstos: "A su padre te encomiendo, / que, humano Atlante, se encorva / al peso de tantos reinos / y de climas tan remotas." No hace falta ser Freud para poder captar el sentido de aquel "estar encorvado" en función de la potencia sexual masculina. Otro romance de Preciosa celebra la fecundidad tardía de Santa Ana que tanto sorprendió al benemérito San Joaquín. Este poema de 48 versos contiene exactamente

[140] dos alusiones, pasajeras, al padre. En lo que se insiste, en cambio, son la fecundidad de la madre y la cadena de linaje que empieza en ella. Ana la madre de María, María la madre de Jesús. Lo que nos conduce al caso más notorio de la marginación del padre, el caso María-José, aludido tanto en el poema dedicado a Santa Ana como en el otro sobre la reina Margarita. Lo que aparece en este texto es una nueva manera de contar el linaje. Normalmente se pensaba en función de la sangre—limpia o manchada; hidalga o pechera—y de la identidad del padre. La propiedad que pasa de una generación a otra se llama precisamente "patrimonio." Es decir que lo normal era un sistema no sólo patriarcal (lo que va sin decir), sino patrilineal también. Lo que este texto propone es una genealogía matrilineal. Preciosa misma al principio pertenece a un matrilinaje, definido por ella y su abuela. El linaje de doña Clara, mujer del teniente, empieza en ella. El linaje del futuro Felipe IV aparece en el texto como obra de su madre. El linaje de Jesús es también un matrilinaje, de Santa Ana pasando por María. Una y otra vez asistimos a la marginación, cuando no la exclusión, del padre. Volvamos una vez más a Preciosa. Juan Bautista Avalle-Arce observa que el folklor está repleto de historias de amantes, o mejor pretendientes, puestos a una serie de pruebas para determinar su aptitud para casarse con la mujer.2 Muchas veces se trata de una princesa-hija y un padre-rey, pero siempre las pruebas son impuestas por el padre. La novedad de "La Gitanilla" para Avalle-Arce reside en que Cervantes defrauda las expectativas normales del lector. Aquí no es el padre quien impone las condiciones que determinan el acceso a la hija, sino Preciosa misma. Preciosa hace caso omiso de las relaciones normales entre padre, hija, y el cuerpo de ésta. Ella reemplaza la patria potesta normal (y explícita en el discurso del viejo gitano que la destina a Andrés) con una declaración de auto-propiedad y control de su propio cuerpo. Se ha hecho un lugar común insistir en la libertad de Preciosa y relacionarla con la de otros personajes cervantinos, Marcela entre ellos. Pero en lo que quiero insistir aquí es en la exclusión del padre, perceptible en Preciosa a través de un contraste implícito entre lo que ella hace y una venerable tradición literaria y folklórica que da por sentada la primacía del padre. Preciosa es la última de una serie de mujeres que borran al padre para reclamar los derechos de madres e hijas. Sin embargo, el precoz feminismo propuesto en el texto cervantino no triunfa. Al ser restituida al lugar que de veras le corresponde en la sociedad, Preciosa cae bajo el control del padre y se incorpora al orden patricéntrico, un orden que ahora sabemos que además de aristocrático y firmemente instalado en el poder, es represivo en cuanto a la mujer y retrógrado, parasítico e improductivo, en una palabra infecundo, en el orden económico. Los valores oficiales acaban triunfando, pero si hemos estado atentos al juego de órdenes económicos y su tropolización por medio de la mujer, podemos por lo menos cuestionar la adhesión de Cervantes a dichos valores. Carroll B. Johnson University of California, Los Angeles NOTAS 1 Ver Marc Shell, The Economy of Literature (Baltimore: Johns Hopkins UP, 1978), 104. 2 En el estudio introductorio a su edición de Novelas ejemplares, por Miguel de Cervantes. (Madrid: Castalia, 1987).

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OBRAS CITADAS Clamurro, William. "Value and Identity in `La Gitanilla.'" JHP 14.1 (Autumn 1989): 43-60. Forcione, Alban K. "Cervantes's 'La Gitanilla' as Erasmian Romance."Cervantes and the Humanist Vision: A Study of Four Exemplary Novels. Ed. Alban K. Forcione. Princeton: Princeton UP, 1982. 93-224. Afterword. Cervantes's Exemplary Novels and the Adventure of Writing. Ed. M. Nerlich y N. Spadaccini. Minneapolis: The Prisma Institute, 1990. 348-50. Gerli, E. Michael. "Romance and Novel: Idealism and Irony in 'La Gitanilla.'" Cervantes 6 (1986): 1-40. Leblon, Bernard. Les gitans d'Espagne. Paris: PUF, 1985. —. "Les parentés fictives chez les Gitans au siécle d'or." Les paren tés fictives en Espagne (XVIe et XVIIe siécles). Ed. Augustin Redondo. Paris: Sorbonne, 1988. 86-99. Márquez Villanueva, Francisco. "Bonifacio y Dorotea: Mateo Alemán y la novela burguesa." Actas del VIII Congreso de la AIH (1983). Madrid: Istmo, 1986. 59-88. —. "La buena ventura de Preciosa." NRFH 34 (1985-86): 741-68. Resina, Joan Ramón. "Laissez faire y reflexividad erótica en 'La Gitanilla.'" MLN 106 (1991): 257-78. Shell, Marc. The Economy of Literature. Baltimore: Johns Hopkins UP, 1978. Ter Horst, Robert. "Une Saison en enfer: 'La Gitanilla.'" Cervantes 5 (1985): 87-127. Vilar, Pierre. "El tiempo del Quijote." Crecimiento y desarrollo. Ed. Pierre Vilar. Barcelona: Ariel, 1976. 325-43. Cervantes y el hampa: paseo por la lengua de los bajos fondos Elena Di Pinto

Resumen La germanía (léxico de los delincuentes) es uno de los registros en los que se expresan los contemporáneos de Cervantes. En su paso de la calle a la literatura sufre transformaciones y, aunque siempre inserta en los géneros de la risa, tiene variantes entre una modalidad y otra, entre un autor y otro. Este trabajo habla de cómo usa y cómo crea Cervantes la germanía; en qué momento escribe y qué le impulsa para hacer esos cambios. También se esboza la pervivencia de este léxico en la actualidad, tanto en el lenguaje standard como en la marginalidad madrileña o bonaerense.

A modo de somera introducción recordaré que la germanía, además de ser la junta de rufianes y jaques, es la lengua, o mejor aún, la jerga o jerigonza que hablan los maleantes, rufianes, pícaros, hampones y delincuentes en general, tanto en su "vida libre" como en la cárcel. Resulta interesante la definición que da Covarrubias en su Tesoro s. v. 'ALEMANIA': «Germanía, el acento en la penúltima, es el lenguaje de la rufianesca; dicho así o porque no los entendemos, o por la hermandad que entre sí tienen». La palabra viene del latín vulgar 'GERMANUS', hermano. A principios del siglo XVI la Germanía era la 'hermandad formada por los gremios de Valencia y Mallorca que promovieron una guerra contra los nobles'; a partir de Valencia, ciudad en que se había desarrollado enormemente la mala vida, el término se extiende como uso traslaticio para designar a la gente del hampa y su jerga. Y desde Valencia los "hablantes" se esparcieron por la geografía [142] española hasta alcanzar la Meca del hampa: Sevilla. Rodrigo de Reinosa en sus Romances, Feliciano de Silva en su Segunda Celestina y Juan Hidalgo en su Vocabulario y en los Romances divulgan este término ('germanía') así como 'germano' y 'germán' para el rufián, 'germana' para la prostituta y 'germánico' y 'germanesco' para designar lo que es relativo a la germanía. El lenguaje de la germanía, (jacarandina o algarabía), nacido como jerga sectorial de una sociedad hampesca, está hecho para que los miembros de la justicia y las incautas víctimas no comprendan lo que aquellos se dicen ni lo que conciertan. Es por ello que este lenguaje críptico evoluciona y cambia continuamente, se renueva en cuanto los términos se han extendido o se han vuelto comprensibles para los que no pertenecen al hampa. Algunas veces queda vigente la misma palabra pero se le adjudica otro significado, y otras se escoge un sinónimo nuevo a partir de asociaciones de ideas sobre las que se construyen metáforas. Como bien explica José Luis Alonso Hernández271 la 'germanía' tiene un matiz de oralidad, de la viveza de la jerga hablada, mientras que la «'jacarandina' es la representación escrita de la germanía en las jácaras», breves composiciones en verso recitadas o representadas por lo general al final de las comedias, con un componente musical muy destacado, y que tenían como personajes a la gente del hampa. Alonso Hernández añade que esta representación escrita «podía estar muy alejada de su utilización oral, pues las imitaciones jocosas y burlescas de los lenguajes marginales son frecuentes». Dicho de otra manera, en las jácaras hay una fosilización de la germanía, una "congelación de la imagen" en la que se vierte, a modo de caricatura, todo el saber germanesco del autor. Está claro que este filón es empleado por muchos escritores auriseculares y destinado a obras burlescas, picarescas, satíricas, tanto en verso como en prosa, pero siempre dentro del género de la risa, dado el jaez de los personajes que hablan así, pues jaques y putas dan poco lugar —para decirlo con palabras de Lope— a versos duros, sacerdotales y exquisitos. No obstante hay que subrayar, como he esbozado, que este lenguaje se hace literatura en las páginas de Reinosa, Hidalgo, Rojas Villadrando, Salas Barbadillo, Mateo Alemán, Quevedo, Cervantes y muchos otros. La pervivencia de este lenguaje alcanza hasta nuestros días, lo cual resulta comprensible: siempre que haya marginalidad habrá un código cifrado. Por poner dos breves ejemplos, el cheli del Madrid del siglo XX tiene muchas palabras en común con la germanía del Siglo de Oro (la mayor parte de las metáforas están tomadas de Cervantes y Quevedo; muermo, amuermarse, abrirse, basca, estrecha, calcos, cantar, crudo, china, madero, mogollón, mono, rollo, sobar, etc.); lo mismo sucede con el lunfardo en el Buenos Aires del tango y de la Boca, una curiosa mezcla de la germanía exportada por los galeotes y bellacos allende los mares, italiano de la norma (bochar, facha tosta, furbo, gamba,…) y dialectal, transformado en el llamado cocoliche272 (dado por los emigrantes idos a Argentina: sobre todo napolitano y siciliano desde el sur de Italia, piamontés y véneto desde el norte) y algunas voces indígenas (entre ellas 'gaucho', del guaraní), así como expresiones del francés y del inglés; se trata pues de una especial y fructífera mescolanza o koiné la que da lugar al lunfardo, que conserva voces de la germanía del Siglo de Oro

271 Alonso Hernández, José Luis: El lenguaje de los maleantes españoles en los siglos XVI y XVII: la Germanía , Universidad de Salamanca, 1979, p. 10. 272 Según la definición de José Gobello en su Diccionario Lunfardo el cocoliche es «la lengua torpe y ridícula del italiano inmigrado». [143] como bolín, boliche, bodrio, fajar, gato, gavión, gancho, garabito, mondongo, palanquín, palmar, trucha, y otras muchas. Ni que decir tiene que el gran maestro de letras que es Cervantes manejó con sutileza y múltiples matices esta maravillosa lengua castellana como fiel cronista de su época; entre los más variados registros que empleó está la germanía, en la que, en parte por experiencia y en parte por ciencia, escribió varias de sus obras o por lo menos las "adornó" con muestras de ella: desde el Quijote (tanto en la primera como en la segunda parte), a algunas de las Novelas ejemplares (como Rinconete y Cortadillo, El coloquio de los perros, La gitanilla, La ilustre fregona...), así como en el entremés de El rufián viudo llamado Trampagos y algunas de sus comedias entre las que figuran El rufián dichoso y Pedro de Urdemalas. No faltan casos aislados de obras en las que aparece algún término germanesco (el Persiles, La Gran Sultana, El licenciado Vidriera, El retablo de las maravillas…) pero siempre en un contexto bien acotado y como "condimento" del discurso. Cervantes disemina en estos casos a varios de sus personajes en una "cuerda de presos" o por la Cárcel Real de Sevilla en la calle de la Sierpe, con su famoso mesón, sus garitos, imprentas, sus mercaderes, coimas y gente de todo pelaje, por el Compás, por la Venta del Molinillo... la escena está servida. Hay que recordar brevemente que Cervantes estuvo en la cárcel de Castro del Río en 1592 y en la de Sevilla en 1597 y quizá tuvo otra breve "estancia" en el calabozo en 1602. No menos memorable es el hecho de que por esa época se podía acabar en prisión por múltiples razones: deudas, como es el caso de Cervantes, pendencias, hurtos, prevaricaciones, asesinatos, raptos, falta a la palabra dada de casamiento, estafas, prostitución, juego ilegal (había algunos juegos de naipes que estaban permitidos y otros que no, y por supuesto trampas y fullerías eran desterradas), tercería, sodomía, etc., pero se trataba de presos normales, sin muchas "posibilidades monetarias"; en las cárceles inquisitoriales, bastante más duras, se penaban no sólo los delitos y desviaciones contra la fe, muy sutilmente enhebrados, amén de hechicerías, blasfemias, inmoralidades de todo género, etc., sino que por lo general "se ocupaban" de presos acomodados a los que habitualmente los inquisidores "necesitaban" desposeer de su caudal; no era éste el caso de nuestro autor. En esas visitas carcelarias Cervantes tuvo ocasión de entablar amistad con Cristóbal de Chaves, que desde 1585 a 1597 fue abogado en la Real Audiencia de Sevilla y tenía su vaivén entre los Tribunales y la Cárcel Real; tuvo contacto también con Mateo Alemán, con el que probablemente coincidió en Italia años antes, en 1569, cuando él era camarero de monseñor Giulio Acquaviva; coincidió con Alonso Álvarez de Soria (noble y sin embargo hampón, y por añadidura poeta) y con delincuentes de todo tipo, algunos de ellos de renombre y trapío. Sin duda alguna entretenía su encierro con conversaciones, notas, intercambio de papeles, escritura y demás intendencias. Yendo en orden cronológico, en 1605 Cervantes utilizó una germanía distinta a la que emplea en las Novelas Ejemplares de 1613 y sobre todo diferente a la de sus obras teatrales (el entremés El rufián viudo llamado Trampagos y la comedia de El rufián dichoso en 1615). Casualmente el uso profuso de la germanía es inversamente proporcional a su experiencia vital, ya que es mayor la ciencia que la experiencia, o dicho de otro modo, sus obras están impregnadas más de sus lecturas que de sus vivencias; cuanto más lejos está de su etapa entre rejas más abundante y fluido es su léxico marginal. El Vocabulario de germanía de Juan Hidalgo de 1609 marca un antes y un

[144] después en la germanía de Cervantes. José Luis Alonso Hernández273 afirma que el Vocabulario está elaborado por Cristóbal de Chaves y lo publica Juan Hidalgo. No faltan estudiosos (Rodríguez Marín274, César Hernández Alonso y Beatriz Sanz Alonso275, José Gobello276) que presentan la hipótesis de que este Juan Hidalgo, del que nada se sabe, es en realidad Cristóbal de Chaves, procurador que desempeñaba sus funciones en la Cárcel Real de Sevilla precisamente cuando Cervantes estuvo en ella. Por esos años Chaves escribió las dos primeras partes de su Relación de la Cárcel de Sevilla, 1597, y en 1598 se ordenó sacerdote. Puede que en las "altas esferas" no gustaran mucho las descripciones descarnadas de la situación de los presos, unidas a la carga crítica que rezumaban las páginas de Chaves, y ello le "obligara a reconvertirse" ordenándose sacerdote y publicando bajo pseudónimo su Vocabulario y sus Romances de Germanía, es decir, bajo el pseudónimo de Juan Hidalgo, casi como decir John Smith, nombre genérico. Los lingüistas César Hernández Alonso y Beatriz Sanz Alonso demuestran además que hay determinadas voces germanescas que sólo figuran en la Relación y en el Vocabulario, por lo que el autor ha de ser la misma persona277. Queda claro, bien fuera Chaves o Hidalgo el autor, que Cervantes vio, leyó, cató y reelaboró ese Vocabulario, esa Relación, esos Romances. A modo de ulterior recordatorio he de mencionar que algún estudioso278 atribuyó a Cervantes la autoría del entremés de La Cárcel de Sevilla, elaborado al amor de la Relación, así como la tercera parte de la Relación de la Cárcel de Sevilla. A pesar de todo el entremés sigue anónimo, aunque también se barajó la posibilidad de atribuirle la paternidad a Rojas Villadrando279, que en su Viaje entretenido dio a raudales pruebas de pericia germanesca. Para centrarme en lo que aquí me importa y analizar el uso jergal de nuestro autor, bien se echa de ver que en la primera parte del Quijote la germanía de Cervantes es más contenida y standard, y el autor "justifica" ese lenguaje impartiendo una "lección" en el capítulo 22 a través de los galeotes: «[…] concluyóse la causa, acomodáronme las espaldas con ciento, y por añadidura tres precisos de gurapas, y acabóse la obra. —¿Qué son gurapas?— preguntó don Quijote. — Gurapas son galeras— respondió el galeote. […] «Lo mesmo preguntó don Quijote al segundo, el cual no respondió palabra, según iba de triste y malencónico, mas respondió por él el primero y dijo: - Este, señor, va por canario, digo, por músico y cantor. - Pues ¿cómo? -replicó don Quijote-. ¿Por músicos y cantores van también a galeras? - Sí, señor - respondió el galeote- que no hay peor cosa que cantar en el ansia. - Antes he yo oído decir -dijo don Quijote- que quien canta sus males espanta. - Acá es al revés -dijo el galeote-,

273 Alonso Hernández, El lenguaje…, 1979, p. 11. 274 Rodríguez Marín, Francisco, La cárcel en que se engendró el Quijote, Madrid, "Revista de Archivos, bibliotecas y Museos", 1916 275 Hernández Alonso, César y Sanz Alonso, Beatriz, Germanía y sociedad en los Siglos de Oro, «La cárcel de Sevilla», Universidad de Valladolid, 1999. 276 «Lunfardismos y voces de la literatura lunfardesca usados por Cristóbal de Chaves en sus Romances de Germanía y consignados en el Vocabulario de germanía del mismo autor», Comunicación Académica N° 4 del 15 de septiembre de 1963 en la Academia Porteña del Lunfardo. 277 Hernández Alonso, César y Sanz Alonso, Beatriz, 1999, p. 400. 278 Así comenta Eugenio Asensio, Itinerario del Entremés, Madrid, Gredos, 1971, pp. 88. Añade que Rodríguez Marín le cuelga la paternidad a Cristóbal de Chaves. Eugenio Asensio aclara que es anónimo y que la fecha probable de composición puede ser 1612. El entremés de La Cárcel de Sevilla, aparece en la Séptima Parte de las Comedias de Lope de Vega, publicadas en 1617. 279 Hernández Alonso, César y Sanz Alonso, Beatriz, 1999, pp. 399-400. [145] que quien canta una vez llora toda la vida. - No lo entiendo -dijo don Quijote. Mas una de las guardas le dijo: - Señor caballero, cantar en el ansia se dice entre esta gente non santa confesar en el tormento. A este pecador le dieron tormento y confesó su delito, que era ser cuatrero, que es ser ladrón de bestias, y por haber confesado le condenaron por seis años a galeras, amén de docientos azotes que ya lleva en las espaldas; y va siempre pensativo y triste porque los demás ladrones que allá quedan y aquí van le maltratan y aniquilan y escarnecen y tienen en poco, porque confesó y no tuvo ánimo de decir nones. Porque dicen ellos que tantas letras tiene un no como un sí.» […] «Pasó don Quijote al cuarto, que era un hombre de venerable rostro, con una barba blanca que le pasaba del pecho; el cual, oyéndose preguntar la causa por que allí venía, comenzó a llorar y no respondió palabra; mas el quinto condenado le sirvió de lengua y dijo: - Este hombre honrado va por cuatro años a galeras, habiendo paseado las acostumbradas, vestido, en pompa y a caballo. - Eso es -dijo Sancho Panza-, a lo que a mí me parece, haber salido a la vergüenza. - Así es -replicó el galeote-, y la culpa por que le dieron esta pena es por haber sido corredor de oreja, y aun de todo el cuerpo. En efecto, quiero decir que este caballero va por alcahuete y por tener asimesmo sus puntas y collar de hechicero280.» A lo largo de la primera parte tan sólo hay algún momento con Maritornes y el ventero, en los capítulos 32 y 43 en los que aparece erráticamente la germanía con voces tan usuales como: 'ansia', 'belitre', 'blanco', 'calles acostumbradas', 'coima', 'corredor', 'cuatrero', 'cuerda', 'garrucha', voces que por lo general hacen referencia a las penas y castigos aplicados a los reos. Como curiosidad he de mencionar que los sinónimos de 'puta' en el léxico marginal son cuantiosos (respeto, tributo, yegua y vaca, coima, manceba, iza, marquiza, olla, tronga, marca, daifa, piltraca, putarazana, ramera, cobertera, musa del calco, godeñas, trucha, abadejo, gusarapa, buscona, tusona, tomajona, recatona del sexto, recoleta, regatona, sellenca, sota, barragana, cortesana, germana, tributaria, concubina, y un largo etcétera), pero Cervantes emplea un corto número de ellos. En general hace sus propias creaciones a partir de una metáfora y con tono eufemístico las llama: 'damas del vicio' (Persiles), 'señoras del trato' (El rufián dichoso), 'mozas del mismo jaez o del mismo oficio' (Rinconete y Cortadillo), 'mujercillas'(El coloquio de los perros), 'dama cortesana' (primera parte del Quijote), 'jifera dama' (El coloquio de los perros), 'dama de todo rumbo y manejo' (El licenciado Vidriera) o 'semidoncellas', como ocurre en el cap. 43 de la primera parte del Quijote. En 1613, año de la publicación281, Cervantes retoma su "lección de germanía" en una de sus Novelas Ejemplares, Rinconete y Cortadillo. Casi al principio de la novela Rinconete y Cortadillo topan con un esportillero que les abrirá los ojos (y oídos) y hará de "maestro de ceremonias":

280 Quijote, ed. de Florencio Sevilla Arroyo, Madrid, Castalia, 1999, (1-xxii). 281 Subrayo este dato porque es bastante obvio que la fecha de composición es anterior o contemporánea a la de la primera parte del Quijote, pues en el capítulo 47 de esa primera parte publicada en 1605 se puede leer: «El ventero se llegó al cura y le dio unos papeles, diciéndole que los había hallado en un aforro de la maleta donde se halló la Novela del Curioso impertinente, y que pues su dueño no había vuelto más por allí, que se los llevase todos, que pues él no sabía leer, no los quería. El cura se lo agradeció y, abriéndolos luego, vio que al principio de lo escrito decía: Novela de Rinconete y Cortadillo, por donde entendió ser alguna novela y coligió que, pues la del Curioso impertinente había sido buena, que también lo sería aquella, pues podría ser fuesen todas de un mesmo autor; y, así, la guardó, con prosupuesto de leerla cuando tuviese comodidad». Entre 1590 y 1612, sin precisión, se suele poner la fecha de composición de las Novelas Ejemplares. [146]

«—Díganme, señores galanes: ¿voacedes son de mala entrada, o no? —No entendemos esa razón, señor galán—respondió Rincón. —¿Qué no entrevan, señores murcios? — respondió el otro. Ni somos de Teba ni de Murcia -dijo Cortado-. Si otra cosa quiere, dígala; si no, váyase con Dios. -¿No lo entienden? —dijo el mozo—. Pues yo se lo daré a entender, y a beber, con una cuchara de plata: quiero decir, señores, si son vuesas mercedes ladrones. […]» Se dirigen los tres juntos a la aduana de Monipodio y van hablando por el camino; el esportillero les va diciendo otros nombres germanescos de penas ('finibusterrae'=horca, 'envesados'=azotados, 'gurapas'=galeras…) y al no comprender Rinconete y Cortadillo palabra alguna les aclara: «-Comencemos a andar, que yo los iré declarando [los significados] por el camino — respondió el mozo—, con otros algunos, que así les conviene saberlos como el pan a la boca. Y así, les fue diciendo y declarando otros nombres de los que ellos llaman germanescos o de la germanía […]» Prosiguiendo con su lección el mozo pondera las bondades de pertenecer a la "cofradía" de Monipodio, ya que brinda protección, consejo, "buenas y devotas costumbres", gobierno y orden a los maleantes sevillanos: «porque los días pasados dieron tres ansias a un cuatrero que había murciado dos roznos, y con estar flaco y cuartanario, así las sufrió sin cantar como si fueran nada. Y esto atribuimos los del arte a su buena devoción, porque sus fuerzas no eran bastantes para sufrir el primer desconcierto del verdugo. Y, porque sé que me han de preguntar algunos vocablos de los que he dicho, quiero curarme en salud y decírselo antes que me lo pregunten. Sepan voacedes que cuatrero es ladrón de bestias; ansia es el tormento; rosnos, los asnos, hablando con perdón; primer desconcierto es las primeras vueltas de cordel que da el verdugo. Tenemos más: que rezamos nuestro rosario, repartido en toda la semana, y muchos de nosotros no hurtamos el día del viernes, ni tenemos conversación con mujer que se llame María el día del sábado282.» En el resto de la novela ejemplar se suceden con naturalidad los términos de esta jerga ya sin mayores explicaciones. He de subrayar que Cervantes emplea la voz 'germanía' y 'germanesco', como se ha visto, sólo en Rinconete y Cortadillo; la voz 'jacarandina' en El rufián dichoso y 'jácara', unas veces con el sentido de 'lengua del hampa' y otras de 'vida que llevan los rufianes', como sucede en La ilustre fregona, en El coloquio de los perros y en El rufián dichoso. Tras estas dos clases magistrales que nos ofrece don Miguel, en las demás Novelas Ejemplares y en la segunda parte del Quijote, y en medida exponencial en el entremés de El rufián viudo llamado Trampagos283, usará la germanía directamente, sin preámbulos, de manera abrupta y creando en ocasiones sus propias palabras jergales: es el caso de 'canario', que es el reo que confiesa su delito, normalmente en el potro de tormento; la metáfora cervantina viene del canto del pájaro: así como canta el canario (ave) "canta" (confiesa) el reo bajo tortura; en el Vocabulario de Juan Hidalgo este concepto se expresa con la voz 'cantor'. Me parece interesante reseñar algunos neologismos cervantinos: las 'casas movedizas' que están en Pedro de Urdemalas son las 'galeras', que son las

282 Rinconete y Cortadillo, ed. de Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey Hazas, Centro de Estudios Cervantinos, Alcalá de Henares, 1994, pp. 571-574. 283 Compuesto a finales de 1613, principios de 1614, como apunto en mi artículo «La irónica estrategia de Cervantes: El rufián viudo», en prensa en la revista Teatro de la Universidad de Alcalá. [147] moradas de los galeotes y son movedizas porque navegan. El 'delinque284' que aparece en El rufián dichoso es el 'delincuente' o, más específicamente, el 'rufián'; en este caso se trata de una abreviatura por razones métricas, debido a la medida del endecasílabo, pero el verso está puesto en boca del segundo corchete y la finalidad de Cervantes con este «delinque» estriba en hacer más expresivo el lenguaje del alguacil y darle un aire germanesco, pues los corchetes andaban muy mezclados con los hampones, a menudo "untados" por ellos y "frecuentaban" su lengua. Otra de las creaciones de don Miguel es 'buzaque285', o sea 'borracho', 'beodo', empleado en la Comedia famosa de la entretenida; en este caso se trata de una metonimia que viene del árabe «abû zaqq», 'el del zaque', el del odre. De hecho 'zaque' es el borracho perdido o 'cuero', voz que ya figura en El rufián dichoso; lo que hace el artículo incluido en 'buzaque' es crear un borracho superlativo, EL borracho por antonomasia. Amén del cúmulo de sinónimos que veíamos para definir a las coimas está también la designación de su profesión o ejercicio que para Cervantes se convierte en el 'arte aviesa', de nuevo en El rufián dichoso, un delicioso eufemismo. Resumiendo, la cantidad de neologismos cervantinos es mayor en las obras escritas después del Vocabulario de Hidalgo-Chaves que en las anteriores; a ello habría que añadir que la calidad, o sea, la manera de construir esos neologismos se basa a menudo en asociaciones de ideas, vueltas de tuerca, ironías a partir de las fórmulas recogidas por Juan Hidalgo, menos por lo que se refiere al campo semántico de las aviesas coimas. Como decía al principio, la germanía de Cervantes se enriquece y hace fluida más tarde, por lo cultural más que por lo vital, por los libros más que por su conocimiento directo en la Cárcel Real. Véase, como apunte interesante, la lista de vocablos que refiere Lope de Rueda en uno de sus Pasos, y que difiere en varias voces y matices del Vocabulario de Juan Hidalgo, de cincuenta años más tarde: «Caçorla: Soy muy contento. Estad atentos, hijos míos. Nosotros los cursados ladrones llamados a los çapatos, calcurros ('calcos' en Juan Hidalgo); a las calças, tirantes ('alares' y 'cáscaras' en J.H.); al jubón, justo ('apretado' en J.H.); a la camisa, lima; al sayo, çarço ('sarzo' en J.H); a la capa, red: al sombrero, poniente (también 'fieltro'); a la gorra, alturante; a la espada, baldeo; al puñal, calete ('descuerna-padrastros' en J.H.); al broquel, rodancho; al caxco, assiento; al jaco, siete almas; a la saya de la muger, campana; al manto, sernícalo; a la saboyana, cálida; a la sávana, paloma ('alba' en J.H.); a la cama, piltra (en J.H. 'piltra' y también 'trinquete'); al gallo, canturro ('capiscol' en J.H.); a la gallina -tened cuenta, hijos míos, tiene quatro nombres- gomarra, pica en tierra, cebolla y piedra. (en J.H. 'gomarra' y 'piedra')286»

284 «Alguacil: Bellacos, ¿no le asís? Corchete 2: Señor nuestro amo,/ ¿sabe lo que nos manda? ¿No conoce/que es el señor Cristóbal el delinque?/ Alguacil: ¡Que siempre le he de hallar en estas danzas!/ ¡Por Dios, que es cosa recia! ¡No hay paciencia/que lo pueda llevar!» 1615, Comedia famosa intitulada El rufián dichoso, ed. de Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey Hazas, Centro de Estudios Cervantinos, Alcalá de Henares, 1995, p. 362. 285 «Torrente: […] ¿Que te tenga avasallada/un lacayo de tal modo,/que por él dejes el todo,/y te acojas al nonada?/¿Que a un borracho te sujetes,/que cuela tan sin estorbos,/ que unos sorbos y otros sorbos/son sus briznas y luquetes?/¡Oh mujeres, que tenéis/ condición de escarabajo!» […] «Cristina: Pues, ¿quiérole yo, mezquina,/o, por ventura, hago caso/yo de buzaque? Torrrente: Hablad paso;/moderad la voz, Cristina,/que no sabéis quién os oye,/y haced con prudencia diestra/que la humilde suerte vuestra/con la que tengo se apoye,/y veréisos encumbrada/sobre el cerco de la luna.» 1615, Comedia famosa de la entretenida, ed. de Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey Hazas, Centro de Estudios Cervantinos, Alcalá de Henares, 1995, pp. 726-727. 286 1545-1565, Lope de Rueda, Pasos, ed. de José Luis Canet, Madrid, Castalia, 1992, p. 298. [148]

Otro ejemplo que puede resultar ilustrativo para demostrar la renovación de este lenguaje con el fin de salvaguardar del secretismo, es la denominación de la casa de lenocinio, según las épocas y los autores; hacia 1520 Rodrigo de Reinosa la llama 'gualta287', y es el único que la nombra de esta manera; en 1534 Feliciano de Silva en su Segunda Celestina dirá 'gualtería', en 1609 Juan Hidalgo la transforma en 'guanta', término secundado por Quevedo en su baile Los valientes y tomajonas y más tarde, en 1636, lo hallamos en un romance de Juan de Gamarra288. Cervantes no toma esa voz, probablemente inflacionada para su criterio, y habla genéricamente de la 'mancebía' y ya, más específica y originalmente, del 'Compás', que es concretamente la mancebía de Sevilla. Veámoslo: Cruz a fray Antonio: «Cierto que pone mancilla/ver que el demonio maldito/le trae las ollas de Egipto/en lo que dejó en Sevilla./De las cosas ya pasadas,/mal hechas, se ha de acordar,/no para se deleitar,/ sino para ser lloradas;/de aquella gente perdida/no debe acordarse más,/ni del Compás, si hay compás/do se vive sin medida289.» Cervantes emplea este neologismo en varias de sus obras: hasta tres veces en la citada comedia de El rufián dichoso, pero también lo usa en la primera parte del Quijote, en la novela de La ilustre fregona y en el . Reinosa denomina a la garganta 'moflidera', y es el único que la llama así, sin embargo tanto Juan Hidalgo como Cervantes dicen 'gorja'. El bodegón o taberna en Rodrigo de Reinosa es el 'registro' y en Juan Hidalgo y Cervantes es la 'ermita'. Tras más de media centuria se comprende que los términos hayan cambiado en Hidalgo, por mucha fosilización que implique el hacer literatura de ellos; es entre otras cosas (y lecturas) éste el motivo por el cual la germanía de Cervantes coincide esencialmente con la de Juan Hidalgo; en contados casos deforma ligeramente la voz que le llega: de 'cicatero' o ladrón de bolsas, Cervantes hace un 'cicateruelo'. Ese sufijo despectivo adocena a los "tironeros" de Zocodover en La ilustre fregona. La diferencia entre Juan Hidalgo o Rojas Villadrando y Cervantes es que aquellos escriben sus obras EN germanía, mientras que Cervantes ilustra y sazona determinados ambientes y escenas con esta jerigonza, como si pusiera un micrófono en el patio de Monipodio o ante los galeotes y grabara fielmente lo que allí se dice. Parece por esto más real la sencilla germanía de Cervantes que la intrincada jácara de Hidalgo o Villadrando. La finalidad de los romances de Chaves-Hidalgo es la de que un rufián cuente su suceso a otros de su mismo pelaje, un conversar entre "colegas", la de Cervantes es la de dar a su amantísimo290 y a veces desocupado291 lector, ilustre o quier plebeyo292, pero siempre curioso293 unos retazos o crónicas sin punta de amargura, luminosas, risueñas, sin la carga moralizadora de la picaresca, pero poniendo un espejo ante el lector-espectador. El ardid

287 En su obra Gracioso razonamiento en que se introduzen dos rufianes: el uno preguntando, el otro respondiendo en germanía…, 1988, p. 75, v. 50. 288 Contiene este pliego seis romances muy curiosos…, en el Romancero General, Madrid, B.A.E., tt. X y XVI, ed. de Agustín Durán. 289 El rufián dichoso, Eds. Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey Hazas, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1995, p. 422. 290 Así apostrofa Cervantes al lector en su prólogo a las Novelas Ejemplares. 291 Esto dice Cervantes en su prólogo a la primera parte del Quijote. 292 En el prólogo a la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha. 293 En el prólogo de Viaje del Parnaso. [149] de Cervantes es urdir una ficción verosímil haciéndose el cronista de una trama inventada sí, pero vivida en su inventio. Como decía Pessoa «O poeta é un fingidor./ Finge tâo completamente/que chega a fingir que é dor/ a dor que deveras sente.». BIBLIOGRAFÍA Alonso Hernández, José Luis, «Burlas y marginalidad en el Siglo de Oro», en Tiempo de burlas, ed. J. Huerta Calvo, E. Peral y J. Ponce, Madrid, Verbum, 2001, pp.13-35. Alonso Hernández, José Luis, El lenguaje de los maleantes españoles en los siglos XVI y XVII: la Germanía , Universidad de Salamanca, 1979 _: Léxico del marginalismo del Siglo de Oro, Universidad de Salamanca, 1976 Asensio, Eugenio, Itinerario del Entremés, Madrid, Gredos, 1971 Chamorro, María Inés, Tesoro de villanos, diccionario de Germanía, Barcelona, Herder, 2002. Di Pinto, Elena, «La irónica estrategia de Cervantes: El rufián viudo», Teatro, Universidad de Alcalá, en prensa. Gobello, José, «Lunfardismos y voces de la literatura lunfardesca usados por Cristóbal de Chaves en sus "Romances de Germanía» y consignados en el "Vocabulario de germanía" del mismo autor», Comunicación Académica N° 4 del 15 de septiembre de 1963 en la Academia Porteña del Lunfardo. _____, Cervantes y el lunfardo, APL (Academia Porteña del Lunfardo), 2001, 48 págs. _____, Diccionario Lunfardo, Buenos Aires, A. Peña Lillo Editor S.A., 1975 Hernández Alonso, César y Sanz Alonso, Beatriz, Diccionario de germanía, Madrid, Gredos, 2002 _____, Germanía y sociedad en los Siglos de Oro, «La cárcel de Sevilla», Universidad de Valladolid, 1999. Hidalgo, Juan, Romancero de germanía, introducción de José Hesse, Madrid, Taurus, Temas de España, 1967. Hill, John M., Poesías Germanescas, Indiana University Publications, Humanities Series, Bloomington, 1945. Reinosa, Rodrigo de, Poesía de germanía, edición, estudio, notas y vocabulario de Mª Inés Chamorro Fernández, Madrid, Visor, 1988 Rodríguez Marín, Francisco, La cárcel en que se engendró el Quijote, Madrid, "Revista de Archivos, bibliotecas y Museos", 1916 Sanz Alonso, Beatriz, El léxico de marinería: una fuente de la germanía y de la picaresca, Artifara, n. 4, (gennaio-giugno 2004), sezione Addenda, http://www.artifara.com/rivista4/testi/marineria.asp Cervantes, La gitanilla y los gitanos Raquel Bravo Herrero & Ezequiel Moreno Escamilla

INTRODUCCIÓN Como suele ocurrir en estos casos, pretender hablar de Cervantes no es fácil tarea; de hecho, hasta el más mínimo acercamiento ya sea a su persona o a su obra conlleva grandes dificultades. Si a esto le sumamos las limitaciones editoriales, hacer una síntesis aceptable en pocas páginas es aún más difícil.

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En nuestro trabajo, además, abarcamos otros dos grandes temas: La gitanilla, una de sus novelas ejemplares más importantes y, en relación a esto, los gitanos, como pueblo característico y como grupo discriminado. Y todo ello no sólo durante los Siglos de Oro (época de Cervantes; época de la gitanilla), sino también hasta nuestros días, de modo diacrónico, cuando ciertas cuestiones culturales y literarias de entonces, por no decir todas, siguen presentes. De este modo, en las siguientes páginas, hemos intentado resumir de cada punto las cuestiones más esenciales aportando, para una mejor comprensión, notas aclaratorias y diferentes estudios de referencia cuya utilidad nos es infinita. Todo en aras de comprender algo mejor al gran maestro de la lengua Cervantes, la vida, móvil de toda su obra, al pueblo gitano y, por qué no, a nosotros mismos: cuantos más conscientes seamos de nuestras limitaciones, más cerca estaremos de inferir la grandeza de la literatura.

1. CERVANTES: CUESTIONES PREVIAS Sin duda alguna, sería una obviedad reconocer que cuando hablamos de Cervantes nos enfrentamos al mayor escritor en lengua española de todos los tiempos, así como también a una de las personalidades literarias más fructíferas y enriquecedoras que no sólo ya el panorama hispánico conoce, sino que también el mundo entero ha disfrutado. Y también sería evidente, por otra parte, poner de manifiesto la importancia de su obra, que recorre toda suerte de géneros y que se adentra en las profundidades de la experiencia humana. Podríamos decir, sin temor alguno, que el tema cervantino trata con el hombre en aras de inferir la esencia de la vida: la risa y el conocimiento de la propia existencia. Y todo esto rehuyendo de las sugerentes retóricas desfasadas; acercándose de forma sencilla, aunque no exenta de profundidad, al otro, al amigo. Pero tras la vida que se descubre a cada paso, se halla, desgraciadamente, la melancolía. Mas llegados aquí, hemos de advertir que esto no es el precedente, como podría pensarse, de lo exánime y del desastre, sino precisamente la antesala de lo contrario: es decir, del vitalismo más acérrimo. El apunte biográfico de nuestro autor es más que necesario para comprender hasta el último significado de la verdadera literatura cervantina. En este sentido, cabría reseñar ciertas claves de la vida de Cervantes, como son su formación autodidacta, sus orígenes humildes, su participación en empresas militares como la Batalla de Lepanto contra los Turcos, su cautiverio en Argel, las disputas literarias294, su paso por la cárcel de Sevilla y Córdoba, sus acuciados problemas económicos y la constante del viaje: Alcalá, Madrid, Roma, Nápoles, Argel, Sevilla, Córdoba, Valladolid y Esquivias. Todo esto obedece a una vida plagada de aventuras fieles al ideal renacentista, que aúna las armas y las letras en un mundo en el que el hombre crea sus propias fronteras295. En

294 En efecto, “(...) las décadas que van desde 1580 a 1610 constituyen una fase de exploración de caminos nuevos. La responsabilidad se materializar dicho cambio recae sobre un nutrido grupo de autores que se van incorporando a la vida literaria en sucesivas oleadas desde los aledaños de 1580 en adelante, y que abarca desde Cervantes (n. 1547), recién vuelto de su cautiverio, hasta el joven Quevedo (n. 1580), con dos figuras de excepción como protagonistas indiscutibles: Góngora (n. 1561) y Lope (n. 1562)”. (MONTERO, J.: Antología poética de los siglos XVI - XVII, BIBLIOTECA NUEVA, Madrid, 2006, págs. 50-51). 295 En este sentido, se afirma en CERVANTES SAAVEDRA, M.: Novelas Ejemplares, ed. de Juan Alcina Franch, COLECCIÓN AUBÍ, Gerona, 1974, p. 9, que “la generación de Cervantes, la de los hombres que pudieron estar o estuvieron en Lepanto, es en gran manera una generación perdida que tuvo que luchar para adaptarse y en [151] este contexto nos encontramos a un escritor cuya obra es escrita, en su mayoría, en la vejez (ya asimiladas las diferentes experiencias vitales y desde una óptica que le permite abarcar la situación humana en su conjunto). Pero es en esta época cuando, desengañado y abatido, el insigne autor se ríe del mundo y de sí mismo. Así, en cierta manera, aborda sus problemas y se eleva enhiesto junto a todos los hombres, con las alas de la libertad; es esta última la base de toda la literatura cervantina, que no sólo se extiende por los siglos XVI y XVII, sino que comprende un periodo cuyo fin aún no ha llegado: no exageramos al decir que el espíritu de Cervantes atraviesa todas las épocas y condiciones, siendo, por ende, intrínseco a la condición humana. Aunque nadie pone en duda que El Quijote (1605 y 1615) es su obra más importante y muchos afirman que es el mayor exponente de la literatura universal, debemos incluir aquí que son sus Novelas Ejemplares (1613) el campo de experimentación donde Cervantes juega con la literatura tocando diversos géneros. Éstos van desde la novela pastoril hasta la novela bizantina pasando por la novela picaresca y el diálogo. En esta colección se incluyen los títulos: La gitanilla, El amante liberal, Rinconete y Cortadillo, La española inglesa, El licenciado Vidriera, La fuerza de la sangre, El celoso extremeño, La ilustre fregona, Las dos doncellas, La señora Cornelia, El casamiento engañoso y El coloquio de los perros. Algunos de estos relatos se intercalaron en un primer momento en El Quijote, pero “ese resorte estético, esa voluntad de experimentación literaria es lo que anima la colección de 1613296”, que vendría a ratificar la consistencia que el género de la novela corta italiana (novelle) había conseguido en el siglo XVI. Tradicionalmente, se ha considerado que Cervantes se desplaza desde una postura idealista inicial hasta alcanzar límites realistas en las últimas narraciones. Sin embargo, la crítica actual piensa que el realismo es sólo un paréntesis en sus novelas ejemplares297. En cualquier caso, debemos siempre tener presente que en este género literario los hechos que se narran son de carácter irreal y ficcionales298, pero Cervantes siempre sabrá, y he aquí la cuestión, pintar los sucesos de forma creíble y humana.

2. LA GITANILLA EN SU CONTEXTO La primera de las novelas ejemplares presentada en la colección de 1613 es La gitanilla299. Pero cuando hablamos de la gitanilla, nos estamos refiriendo a la historia de Preciosa, una joven gitana de quince años cuyo duende y donaire deleita a todos aquellos que la contemplan mientras baila y canta al son de la pandereta. muchos casos no llegó a adaptarse nunca. Fue característicamente una generación de narradores, descubridores de nuevos géneros y maneras de contar vidas ajenas y propias, encaradas con personalísimo talante por cada uno de sus miembros: el jocundo Espinel, al amargo y caviloso Mateo Alemán”. 296 CERVANTES: Novelas Ejemplares, ed. de Jorge García López, CRÍTICA, Barcelona, 2010, p.16., donde se continúa: “puesto que gran parte de las Ejemplares podría no ser sólo contemporánea, sino incluso anterior a la primera parte del Quijote”. 297 En CERVANTES: Novelas Ejemplares..., op.cit, ed. de Alcina Franch, p.16, se especifica: “se impone al lector de las novelas cervantinas, en coincidencia con la crítica, la evidente distinción entre novelas de tendencia idealizante, que son las más, y novelas de corte realista difíciles de reducir a un común denominador. En todas, tanto en las idealizantes como en las de tendencia realista, las innovaciones son constantes”. 298 Para un amplio estudio de este y otros aspectos de la obra que nos ocupa, vide: ORTEGA Y GASSET, José: Meditaciones del «Quijote» (1914), ed. de Julián Marías, CÁTEDRA-REI, México, 1987. 299 La tomamos aquí como punto de referencia para poder explicar a través de ella, por una parte, la realidad del pueblo gitano, uno de los objetos principales de nuestro trabajo y cuya actualidad es más que manifiesta en España y en Rumanía, país también identificado con este suceso y, por otra, para ensalzar la cima literaria y la maestría que alcanza Cervantes con este relato. [152]

Realiza junto a su clan viajes alrededor de Madrid en los que las actuaciones se suceden y la presencia de su supuesta abuela determina todas sus acciones, pues es ella quien ha criado a Preciosa y le ha enseñado todo lo que sabe. A su misma vez conoce a pajes que le entregan poemas y a ciertas personalidades de la nobleza local que ensalzan su gracia y su discreción. Un día conoce a un caballero, Juan de Cárcamo, que se enamorará perdidamente de ella bajo las directrices del amor cortés y se hace gitano (Andrés Caballero). A partir de aquí vivirá con el clan de un lado para otro adaptándose medianamente a la cultura y costumbres del pueblo romaní. Más tarde, tras una acusación de robo falsa realizada al caballero por los celos de la hija de una mesonera y la muerte del hijo del alcaide, todos los gitanos van a la cárcel en Murcia. Entonces, la corregidora advierte a Preciosa y sospecha si ésta es su hija secuestrada, Constanza. Será la abuela quien aportará las pruebas definitivas que esto confirmen (ella la robó siendo pequeña) y al final todo se resuelve: los gitanos quedan libres y el caballero, ya sin pena de muerte, como esposo legítimo de Preciosa. Esta novela ejemplar preferentemente idealista en cuanto a su resolución, pero también costumbrista a la hora de retratar la vida de un pueblo y las convicciones de una sociedad, se nos presenta como una creación magistral, propia de un escritor maduro, que a veces, sobre todo en ciertos discursos de tono elevado y tema amoroso, se tiñe de pinceladas sentimentales. Pero también podemos hallar matices pastoriles, en cuanto que la vida de este pueblo errante se desarrolla en el campo; cómicos, cuando se intercala la historia del gorrero Trigillos, e incluso trágicos cuando aparecen los celos del caballero Andrés, la historia de capa y espada del paje poeta y la aparente resolución fatal con que iba a concluir la obra: la muerte del caballero, la prisión de los gitanos, el dolor de Preciosa300. Cervantes consigue exponer de forma verosímil301 la resolución de una historia que, realmente, puede considerarse un manifiesto literario, puesto que no sólo se trata la aventura de una bella joven gitana y de un rico caballero que lo abandona todo por amor, sino que se abarcan cuestiones mucho más elevadas de índole filosófica y moral. Además, la idiosincrasia del pueblo romaní y las costumbres de la España renacentista, en la que ya se vislumbraban los primeros atisbos del Barroco, se inferirán constantemente. A este respecto, asistimos durante la época a un cambio de pensamiento, a un agotamiento de las formas clásicas y a una concepción de la muerte que lo consume todo de la mano del tiempo; un tiempo inexorable (basten los tópicos tempus fugit, memento homo mori, collige virgo rosas...) que delimita la existencia. A esto se suma el férreo control por parte del poder sobre las conciencias y la utilización del teatro como un arte al servicio de la monarquía. Esta cultura dirigida derivará en el abigarramiento y la acumulación, que añadidos a lo anterior, configurarán lo que ha recibido el nombre de

300 La multitud de matices que observamos en La gitanilla, así como en las demás Novelas Ejemplares, obedece a lo rico de este género en el que Cervantes será pieza clave. En relación a esto, debemos destacar que “Cervantes, si bien se acerca en su actitud de desengaño al mundo barroco, ha sabido integrar en su perspectiva la sicología del personaje y la presencia del contexto. (...) El influjo de sus Novelas Ejemplares se produjo por cuanto posibilitó la existencia de una fabulación autónoma, independiente de los italianos” (PEDRAZA, Felipe B. y RODRÍGUEZ, Milagros: Manual de literatura española, CÉNLIT, Navarra, 1980, t. 3, Barroco: Introducción, prosa y poesía, p.208). 301 Tal vez pudiera hallarse la razón en que “las Novelas Ejemplares tuvieron su origen –ha dicho con admirable precisión Fitzmaurice-Kelly- no tanto en fuentes literarias, como en una fina y minuciosa observación de la vida”. (CERVANTES: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, SOPENA, Barcelona, 1972, p. 12). [153] una cultura de masas o Kisth302. Por si fuera poco, las consecuencias de la Contrarreforma fueron decisivas en España, cuyo poderío imperial había entrado en decadencia, y asentaron las bases del retroceso cultural que conduciría a una situación crítica: el desasosiego de los hombres y la manutención de un Imperio que sólo se miraba a sí mismo. Bajo esta situación, que si bien en La gitanilla aún no se perciben más que leves trazas (sí por ejemplo en El Quijote), debemos situar la cuestión gitana, que se suma al problema de los judíos y moriscos como miembros de una España donde la mezcla de culturas había sido clave unos siglos atrás. En La gitanilla se trata esta realidad que, como nos dirá Jorge García López, “carecía de tradición literaria: habían llegado a Europa [los gitanos] a mediados del siglo XV, y aparecen a lo largo del quinientos como personajes cómicos del teatro prelopesco, y de forma esporádica en la novela picaresca303”. Cervantes pinta al pueblo gitano como una etnia con tendencia al hurto, a la gracia, al saber popular, al nomadismo, al respeto de unas leyes no escritas, a la preponderancia del hombre frente a la mujer, y a la importancia de la música en todas las actividades cotidianas. Debemos decir, no obstante, que Preciosa sería algo extraño, pues aunque guarda todas las características de la gitana, muestra pensamientos y actitudes propios no sólo ya de una niña sabia o puer senex, sino de una mujer criada en el ámbito real; como ya hemos dicho, Preciosa en realidad no es gitana. Sólo su abuela304 conoce el secreto que se desvelará al final. Pero sin deslindarnos del tema que nos ocupa, podemos ya observar desde el primer párrafo la descripción de la etnia gitana y ciertos prejuicios asociados: “Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones; nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones, y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo, y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte.” También la idea de libertad está muy presente y, de hecho, cuando el viejo gitano inicia a Andrés en el ritual, pronuncia un discurso del que podríamos destacar: “Con estas y otras leyes y estatutos nos conservamos y vivimos alegres; somos señores de los campos, de los sembrados, de las selvas, de los montes, de las fuentes y de los ríos. Los montes nos ofrecen leña de balde; los árboles, las frutas; las viñas, las uvas; las huertas, hortaliza; las fuentes agua; los ríos peces, y los vedados caza; sombra, las peñas; air fresco, las quiebras, y casas, las cuevas”. Por otra parte, en boca de Preciosa podemos oír palabras del mismo espíritu. No obstante, nuestra protagonista se adelanta a su tiempo no sólo ya por propugnar la libertad de una forma tan clara, sino por hacerlo en torno a la figura de la mujer: “Puesto que estos señores legisladores han hallado por sus leyes que soy tuya, y que por tuya te me han entregado, yo he hallado por la ley de mi voluntad, que es la más fuerte de

302 Para una ampliación de estas ideas, así como para un profundo estudio de la sociedad barroca y sus mecanismos, vide: MARAVALL, J. A: La cultura del Barroco. Análisis de una estructura histórica, ARIEL, Esplugues de Llobregat, Barcelona, 1975. 303 CERVANTES: Novelas Ejemplares..., op. cit, edición de García López, p.28. 304 Construida sobre un mito, esta vieja gitana conocedora de la verdad y artífice de la vida de Preciosa, no es apenas diferente de la Trotaconventos, de la Celestina o de Fabia. Se articula como personaje tipo cuya tradición literaria se remonta hasta la antigüedad grecolatina. De amplio recurso, este modelo sirve como fecundo creador de historias y posibilidades en la trama. [154] todas, que no quiero serlo si no es con las condiciones que antes que aquí vinieses entre los dos concertamos.” O bien: “que yo no me rijo por la bárbara e insolente licencia que estos mis parientes se han tomado de dejar las mujeres, o castigarlas, cuando se les antoja; y como yo no pienso hacer cosa que me llame al castigo, no quiero tomar compañía que por su gusto me deseche”. El amor, por supuesto, con fuertes raíces neoplatónicas, se muestra en variadísimas ocasiones a través de Preciosa y del caballero; un amor que es el motivo de la obra y que en un primer momento domina la protagonista305. Sin embargo, casi al final, cuando se sabe el futuro de Andrés, nos dirá arrebatada: -“¡Señor, misericordia, misericordia! ¡Si mi esposo muere, yo soy muerta! Él no tiene culpa, pero si la tiene, déseme a mí la pena, y si esto no puede ser, a lo menos entreténgase el pleito en tanto que se procuran y buscan los medios posibles para su remedio, que podría ser que al que no pecó de malicia le enviase el cielo la salud de gracia”. En definitiva, se nos habla de leyes y reglas más allá de la corte e incluso de la ciudad; los orígenes y delimitaciones se hallan, paradójicamente, en el mismo lugar: en la naturaleza. Y todo ello, bajo el instinto de la supervivencia y del viaje como camino vital. Hablamos de un clan que se enorgullece de sí mismo dentro del repudio del común de las gentes, que lo mantiene alejado, malviviendo, pero feliz; sujeto a sus propias convicciones, siendo la libertad la única premisa.

3. EL PUEBLO GITANO Si bien ya nos hemos acercado sucintamente a las características de los gitanos, debemos ahora precisar algunos rasgos más eruditos acerca de sus orígenes, su expansión y su situación actual306. 3.1.- Origen y expansión Los gitanos o romaníes tienen su origen en la India, concretamente en la zona noroeste de Asia, en las regiones de Punjab y Sinth. La primera migración, que fue hacia el oeste, se produjo en el siglo IX debido a la llegada del Islam. En un segundo momento, en el siglo XIII, con la invasión mongola, se iniciaría la decisiva peregrinación que ha acompañado a los gitanos hasta hoy en día. Otras teorías apuntan a diferentes tribus iniciales (Sott y Sindhi) que se habrían mezclado con los persas dando lugar al pueblo Rom. A partir de aquí comenzaría la migración que los llevó por toda Europa: en el siglo XIV, Armenia y Grecia se establecen como la puerta a occidente y es entonces cuando proliferan las comunidades gitanas o romá en el Mediterráneo. Poco a poco Europa ira recibiendo oleadas de estas poblaciones hasta originar la situación actual.

305 Ciertamente, como se nos dirá en CERVANTES: Novelas Ejemplares I, 25 ª ed. de Harry Sieber, CÁTEDRA, Madrid, 2007, p. 21, “Andrés sólo puede obtener la «joya preciosa» de Preciosa al darse a sí mismo. Este intercambio va más allá del mundo del dinero y de la propiedad privada porque está basado en el intercambio de un amor recíproco –del amor platónico-, de la conquista de los celos y de la modificación de un código cortesano, realizado solamente por un proceso de aislamiento de la sociedad”. 306 Para una aportación complementaria de datos, cifras y teorías sobre el pueblo gitano, sus orígenes, etc., consúltense las siguientes páginas en internet: http://www.unionromani.org/pueblo_es.htm y http://www.imninalu.net/Rom-gitanos.htm. [155]

De esta manera, la comunidad gitana hoy día asciende a doce millones de personas aproximadamente. En cuanto a los grupos en los que se ha diversificado esta etnia, se encuentran el grupo del Danubio, el Balcánico Occidental, el Sinto, el Rom, el Británico, el Fínico, el Greco-Turco y el Ibérico o, más comúnmente conocido, caló, del que trataremos más abajo. Habría que decir que en zonas como México, Chile y Argentina también nos encontramos con los romaníes, si bien es en Europa donde se mueven las mayores poblaciones. En cuanto a las familias principales, destacan cinco: Kalderash, Calé, Manuches o Sintis, Romanichels y León. 3.2.- Costumbres El nomadismo, que ya hemos anticipado, estuvo presente desde los orígenes, y es, tal vez, uno de sus rasgos más característicos307. Históricamente y ligado a esto, los gitanos han desempeñado labores rurales y de artesanía, siendo así canasteros, esquiladores, pequeños vendedores, herreros, etc. Se destaca también su respeto a la unidad de la familia (todos miembros gitanos) y a los mayores del clan (patriarcas308). En cuanto a la religión, el cristianismo se esgrime como la fe preponderante (dada la estancia de los gitanos en países católicos), aunque en las tradiciones de este pueblo puedan adivinarse ciertos matices hebreos y, en definitiva, de lo espiritual. Otro rasgo es la cercanía entre sus miembros y la solidaridad para con los suyos; si bien es cierto que su relación con los payos (personas no gitanas) suele ser dificultosa en la mayoría de ocasiones, pues ambos grupos han mantenido divergencias a lo largo de los siglos. La música y el baile, por último, forman parte indivisible de la comunidad romaní. Acompañan cualquier ocasión (nacimientos, cumpleaños, casamientos, celebraciones varias...) y cualquier momento. De hecho, de estas actividades se valen asiduamente para sobrevivir; y es que, ya desde pequeños, el contacto con el mundo artístico está muy presente en los gitanos. Además, la gracia y la desenvoltura culminan un modo de ser que favorece al arte y a la diversión309. 3.3.- Influencias La intensa convivencia de este pueblo con otras culturas, ha dejado un prolífico legado tanto histórico como social. En sus diferentes representativas muestras, destaca, una vez más, el cante y el baile como una de las manifestaciones más llamativas y extendidas. Es el flamenco, en este sentido, la seña de identidad del folklore caló310. Conocido en todo el

307 A este respecto se señala en DE MENA, J. Mª: El polémico dialecto andaluz, PLAZA & JANES EDITORES, Barcelona, 1986, p. 80, que “ésta es, pues, su inicial y definitorias condiciones: gente de tierras llanas, habituadas al nomadismo y que en todos los lugares del mundo adonde llegan siguen buscando con nostalgia el mismo paisaje sin límites como en un ansia de libertad.” 308 En cuanto a la organización social, cabe destacar que “su estructura social, severamente patriarcal, se rige por un código ético muy estricto, expresado por las tradiciones orales de la ley gitana. En 1979, la ONU admitió la Unión Internacional Romaní como organismo no gubernamental.” (Diccionario de Historia Larousse, SPES EDITORIAL, edición especial para RBA Promociones Editoriales, S.L, Barcelona, 2003). 309 Se añade en relación a la obra que hemos tratado en DE MENA: Op. cit., p. 81: “Los gitanos, pues hay que elegir un oficio, eligen un alegre oficio: el de alegrar y divertir a los señores, cantando y bailando. Preciosilla toma el oficio de ser eso, preciosilla, y de tañer el pandero bailando la jácara y la zarabanda. Los señores, a su vez, les protegen contra las pragmáticas reales y contra cuadrilleros y golillas”. 310 Aunque esto es cierto, entre los numerosos y ancestrales orígenes de este arte no sólo se sitúan los procederes y maneras gitanas. La influencia árabe es también decisiva para el desarrollo de esta expresión; de hecho, la introducción de la guitarra como acompañamiento es artificio musulmán, así como cierto tipo de [156] mundo y de especial relevancia en España y, concretamente, en Andalucía, se compone de cante (jondo o con acompañamiento de guitarras, palmas, etc.) y de baile. Hemos de decir que las variantes regionales han enriquecido este arte y son múltiples las expresiones que de ello tenemos. Por otro lado, es en el lenguaje donde los gitanos han dejado una impronta más duradera. Y es que el mutuo trato y la mezcolanza de culturas han propiciado que palabras y expresiones romaníes aún perduren en nuestra habla cotidiana, muchas veces asociadas a situaciones o momentos determinados. En el caso del español, algunos términos de frecuente uso de origen caló son: achares (celos), buten (mucho), camelar (enamorar), cañí (gitana), currelar (trabajar), chabal (muchacho), chalado (loco), chiripa (casualidad), fetén (estupendo), garbeo (paseo), jamar (comer), jindama (miedo), lacha (vergüenza), menda (yo), palmar (morir), paripé (ficción), pinrel (pie), rajar (hablar)311. Como vemos, todas estas palabras hacen referencia a actividades cotidianas del hombre y su empleo es más que usual en el léxico español; ni que decir tiene en el andaluz. Es tanta su aceptación, que sus orígenes son normalmente desconocidos y se aceptan por términos castellanos, cuando la realidad es bien diferente. De esta manera se comprueba que la cultura gitana está muy presente en la nuestra, aunque no siempre de forma clara. A la inversa, podríamos decir que la adaptación de estos pueblos al lugar que los acogía tuvo también sus efectos. Así, quizás estas sociedades patriarcales hayan experimentado un mayor cambio y variación de sus costumbres que la comunidad en la que se integraban: modos de vida, educación, relaciones, etc. Con el paso del tiempo y el avance de las tecnologías, ciertas prácticas rurales gitanas han sido abandonadas. También, en cuanto a su acceso a la educación, se han visto modificadas las premisas de una enseñanza familiar bajo la cultura caló. Y atendiendo al modo de vida, las penalizaciones por vivir en lugares inadecuados han impedido que los gitanos lleven a cabo su peregrinación. En el lenguaje, por supuesto, la influencia también es recíproca: el uso del caló es hoy día casi esporádico y reducido a unas cuantas comunidades; el idioma del país que los recibe (mayoritario) ha sustituido a su lengua propia312.

4. LA CUESTIÓN GITANA EN ESPAÑA Al principio de su llegada a la Península Ibérica, los gitanos fueron bien acogidos. Nos debemos preguntar pues, ¿qué ocurrió para que se produjera el fin de esta buena convivencia? Además, no solo no eran rechazados, sino que eran vistos con simpatía, y composiciones más prolijas en versos, cuyos orígenes se pierden en cantes populares árabes como son la moaxaja y el zéjel. 311 Para una sucinta recopilación del vocabulario gitano, vide: JIMÉNEZ, A: Vocabulario del dialecto jitano, Sevilla, 1846, de la edición facsimilar ARTES GRÁFICAS, Sevilla, 1990. 312 En este sentido, se nos dice en ROPERO NÚÑEZ, M.: Estudios sobre el léxico andaluz, EL CARRO DE LA NIEVE, Sevilla, 1989, p. 99, que “en cuanto a la vitalidad actual del caló pensamos que es una lengua que está en regresión; si no surge un movimiento más fuerte para su uso, estudio y conservación, corre el riesgo de desaparecer. Por una parte, las mutuas influencias entre el caló, la antigua germanía y el argot actual de los delincuentes ha originado el que en la actualidad se mezclen y confundan las jergas de los delincuentes con la lengua de los gitanos. Por otra parte, aunque existen varios diccionarios y compendios de gramáticas gitanas, son pocos los gitanos que conocen y hablan caló. En las escuelas que acogen niños gitanos tampoco se estudia ni emplea caló. Solamente en el reducido ámbito familiar del hogar gitano se sigue empleando un notable repertorio de palabras gitanas”. [157] eran apreciadas entre los ciudadanos sus habilidades artesanas, así como su facilidad para entretener y divertir. Al parecer, la hegemonía del cristianismo acabó con las convivencias más o menos pacíficas entre diversas culturas y religiones (judíos, árabes y cristianos) en la península, lo que fue sustituido en cierta forma por el fanatismo y la represión. Para Vega Cortes, “ya no hay lugar para la tolerancia, ya no se acepta a los que piensan, hablan, visten o se comportan de forma distinta. [...] En esa situación, los gitanos aparecen entonces como gente peligrosa, difícil de domesticar y de controlar. Su forma libre de vivir y su apego a sus propias costumbres y tradiciones, no sólo no encajaban en la sociedad férrea y homogénea que pretenden los RR.CC. y posteriormente sus sucesores, sino que eran mal ejemplo para unos campesinos y aldeanos reducidos todos a la categoría de vasallos, más o menos resignados a vivir bajo el peso de la cruz y la espada313.” Son siglos consecutivos en los que la etnia se niega a ser vasalla de los señores feudales tal y como exigían las pragmáticas reales; son años de persecuciones, cárceles y exterminio. No obstante, a pesar de la represión que viven en España durante esta época, en el siglo XIX las familias gitanas asentadas en las ciudades comienzan a cubrir un espacio económico en la ganadería y la agricultura, y se convierten en los abastecedores de ganado tanto de los terratenientes como de los pequeños propietarios agrícolas. Pero este sector laboral ya había sido ocupado por los gitanos con anterioridad, lo que refleja Cervantes en La gitanilla, donde presenta al pueblo gitano como “señores de los campos, de los sembrados, de las selvas, de los montes, de las fuentes y de los ríos.” Pese a todo esto, a mitad del siglo XX la historia se vuelve a repetir de manera desfavorecedora para este pueblo: se produce una verdadera transformación de la agricultura y la industria en general, lo que sitúa a los gitanos de nuevo fuera del sistema productivo. Como consecuencia, en la medida que comenzaron a competir por los puestos de trabajo, comunes a los demás, y en la medida que la nueva situación les obligó a convivir con los no gitanos, en los barrios, en los bloques de piso, etc., se encontraron con el rechazo de una sociedad que no los aceptaba. No obstante, estas circunstancias parecieron afectarles de dos formas distintas principalmente. Por un lado, como herencia de esa “Edad Dorada” gitana, hoy existen un buen número de descendientes de dicha generación que pueden permitirse la formación académica; otros son profesionales en diversos sectores o incluso se dedican a la venta ambulante en los mercadillos, moviendo poco a poco una cuota mayor del comercio interior. Sin embargo, la otra cara de la moneda, es decir, de la situación de los gitanos en España, la encontramos desgraciadamente en la miseria, las chabolas, y la marginación total y absoluta en la que viven: una realidad más que patente en nuestros días.

5. LA CUESTIÓN GITANA EN RUMANÍA: UN CASO REPRESENTATIVO 5.1.- Evolución A partir de 1416 se informa de la presencia de gitanos en Rumania. Desde sus orígenes, los gitanos rumanos sufrieron el racismo; fueron esclavizados en los monasterios ortodoxos del sur del país hasta mediados del siglo XIX, y durante la Segunda Guerra Mundial fueron deportados en masa hasta Transnistria por el presidente neonazi Ioan Antonescu. Es, precisamente en esta región donde 200.000 judíos fueron masacrados, sin embargo,

313 Para un estudio detallado de la situación de los gitanos desde su llegada a la península hasta la actualidad, vide: VEGA CORTES, A.: “Los gitanos en España”, JÓVENES CONTRA LA INTOLERANCIA, Barcelona, 1997. [158] donde los gitanos tuvieron mayor suerte y se salvaron de las cámaras de gas, que exterminaron a medio millón de romaníes más al norte. Pero aun así, se calcula que alrededor de 11.000 murieron en Transnitria a causa del agotamiento o el tifus. También los gitanos tuvieron que sobrevivir a la dictadura de Ceaucescu (1974 – 1989), quien quemó todas sus aldeas y reforzó los orfanatos que funcionaban desde la época de la monarquía, donde encerró a miles de niños rom. Cuando éste cayó, la situación apenas cambió, siendo el libre mercado más inaccesible aún para la etnia, pues las tiendas de algunos gitanos que lograron éxitos mercantiles con la liberalización de la economía fueron saqueadas. En la actualidad, las condiciones no parecen haber mejorado excesivamente; si bien ya no son perseguidos para el exterminio de su raza, el rechazo sigue patente314. Prueba de esta marginación, entre otras, se halla en un polémico decreto de octubre de 2010 en Francia (lo que se ha llamado “la expulsión de los gitanos rumanos”). Se trata del desmantelamiento de campamentos ilegales que, según el gobierno francés, son deportaciones "voluntarias" de inmigrantes que aceptan irse, a cambio del coste del viaje y una compensación económica. Hecho que, sin duda, ha desatado una enorme polémica, tanto entre aquellos que ven una absoluta discriminación en el acto, como aquellos que incluso exigen una medida similar en su país. 5.2.- Migraciones Parece indudable que, como ya hemos dicho, el pueblo gitano se ha caracterizado por ser nómada durante gran parte de su historia, lo que podría entenderse como la búsqueda de unas mejores condiciones de vida que, ciertamente, no parecen encontrar. Sin ir más lejos, en la obra que tratamos, La gitanilla, podemos observar el siguiente testimonio: Crióse Preciosa en diversas partes de Castilla, y, a los quince años de su edad, su abuela putativa la volvió a la Corte y a su antiguo rancho, que es adonde ordinariamente le tienen los gitanos, en los campos de Santa Bárbara, pensando en la Corte vender su mercadería, donde todo se compra y todo se vende. Que los gitanos viajan buscando un lugar mejor para los suyos es, pues, evidente. Tras la Segunda Guerra Mundial y todo lo que ésta supuso, las migraciones de los de Europa central y del este fueron continuas. El principal país de destino se convirtió en Alemania, junto con Austria e Italia y posteriormente Polonia. Sin embargo, la interminable búsqueda de los gitanos de una situación más favorable continuó llevándolos a otros lugares como España315.

6. NUEVOS RETOS Y ACTITUDES PARA UN PROBLEMA ÉTNICO COMÚN El rechazo, la marginación y el aislamiento en el que vive este colectivo es patente tanto en Rumania como en España. Además, otro hecho preocupante es que ni la esclavitud, ni

314 De hecho, “una visita a los miserables guetos en los que malviven los gitanos de Rumanía explica por qué estos huyen a Europa” (Diario ABC, Madrid, ed. digital, 17 de octubre de 2010, “Los Domingos de ABC”, p. 6) Sobre estos guetos, se podría añadir que son uno de los sitios más conflictivos del país. Suponen un laberinto de edificios de apartamentos en el que la dictadura comunista obligó a asentarse a los gitanos que vagaban por la capital. Ahora es el lugar más peligroso e insalubre de Bucarest. 315 No obstante, es difícil estudiar la densidad de los gitanos rumanos en España por la carencia de datos. En el Padrón municipal de habitantes y en otros estudios de población, no se registra la etnia; es difícil, por ello, estimar la afluencia migratoria. Las razones de estos movimientos las debemos observar, una vez más, en la búsqueda de trabajo: no hemos de olvidar que hablamos de un colectivo cuya tasa de desempleo se encuentra entre el 80 y 90%. [159] el genocidio que la raza ha sufrido en diversos momentos de la historia, han motivado jamás en los foros internacionales discusiones sobre la posibilidad de reparaciones ni indemnizaciones a la etnia, tal y como ha ocurrido con otros grupos maltratados a lo largo de la historia. Pese a esto, uno de los más importantes soportes que ayudan a la integración del pueblo gitano, en mayor o menor medida, son las diversas asociaciones, tanto sociales como políticas, que abogan por la convivencia apacible entre diferentes culturas. Desde la segunda mitad de los años 90 hasta la actualidad, han surgido en Rumanía por ejemplo varias organizaciones con el objetivo de impulsar políticas activas de inclusión social. Una de las más importantes en la actualidad es Rumani CRISS (centro rumano de intervención social y estudios). Se trata de una organización no gubernamental que vela por proteger los derechos de la minoría romaní y prevenir la discriminación. Esta especie de ONG ha dirigido también una serie de proyectos con la intención de mejorar la situación de los gitanos en la educación y la atención sanitaria, así como en otros diversos aspectos en los que es decisiva su integración en la sociedad. También tiene un papel importante en la integración política la Agencia Nacional para los Roma de Rumania, órgano especializado de la Administración Pública central, con personalidad jurídica propia. Constituye la entidad gubernamental encargada de las políticas dirigidas a la población gitana, cuyo presidente tiene rango de Secretario de Estado y sus competencias en el ámbito político, incluso legislativo, son amplias y cuentan con recursos económicos propios. Lo cierto es que las agrupaciones rumanas crecen paulatinamente, y fruto de esto, se creó La Alianza Cívica Romaní, una organización establecida en 2006 que aúna 20 fundaciones roma/gitanas. Pero no solo allí podemos advertir este tipo de asociaciones: en España se halla, por ejemplo, la Fundación del Secretariado Gitano, con 13 sedes en diferentes regiones de la península, muestra inequívoca de que la integración es cada vez mayor. En definitiva, pese a las dificultades, el pueblo gitano sí que puede atisbar cierta esperanza, pues aunque no de forma general, se pueden observar en la sociedad ciertos cambios de actitud hacia ellos, en los que contribuye tanto la integración individual que puede llevar a cabo un solo ciudadano, como los diversos colectivos que luchan contra la marginación de una raza que, aunque diferente en sus costumbres y tradiciones, merece el mismo respeto y consideración que cualquier otra.

CONCLUSIÓN En primer lugar, debemos decir que comprender a Cervantes es toparse con la existencia. Hablar de una novela es hallar toda su obra. Lo que predomina es, en definitiva, la personalidad de quien no concibe las fronteras; ni literarias, ni vitales. No hay para nuestro autor en profundidad un género estricto, tampoco un lenguaje específico: todo es al mismo tiempo; las perspectivas diferentes son las reales. Captar la diversidad es lo que se nos ofrece continuamente. Podríamos decir que una veta se abrió en 1547; la pregunta es: ¿seremos nosotros capaces de continuarla? En segundo lugar, atendiendo al pueblo gitano, la otra gran cuestión que nos ocupa, debemos precisar que al igual que cualquier otra minoría étnica, cuyas tradiciones y costumbres son distintivas y características, ha tenido una historia marcada por la búsqueda de un lugar mejor donde vivir apaciblemente sin trabas y penurias. Sin

[160] embargo, como también en otros casos, la intolerancia tanto del poder como del vecino de otra raza han propiciado que esta peregrinación esté manchada por el rechazo. No obstante, en los últimos años y coincidiendo con una apertura mental en la que el asunto de las fronteras y el de la identidad del hombre se han visto replanteados, el esfuerzo por parte de multitud de gobiernos y sectores sociales por reivindicar el papel de estos grupos menores ha conseguido que, en cierta manera, la desigualdad sea cada vez menor. Sin embargo, de momento, esto un puro ideal. Por último y a modo de conclusión, baste citar este brindis caló para resumir la idiosincrasia de la libertad más sencilla, guía de la vida y del mundo, a la que aspiran tanto Cervantes, como el excluido, sea quien sea, sea cuando sea: Monrones minrios, grimo per sos Ostebé lediñele mestepé á ler sinastros, chimuclaní á ler mules y puchel á nonrias uluyilias316.

BIBLIOGRAFÍA CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de: Novelas Ejemplares, ed. de Juan Alcina Franch, COLECCIÓN AUBÍ, Gerona, 1974. CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de: Novelas Ejemplares, ed. de Jorge García López, CRÍTICA, Barcelona, 2010. CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de: Novelas Ejemplares I, 25. ª ed. de Harry Sieber, CÁTEDRA, 2007. CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, SOPENA, Barcelona, 1972. DE MENA, José Mª: El polémico dialecto andaluz, PLAZA & JANES EDITORES, Barcelona, 1986. Diario ABC, Madrid, ed. digital, 17 de octubre de 2010, “Los Domingos de ABC”. Diccionario de Historia Larousse, SPES EDITORIAL, edición especial para RBA Promociones Editoriales, S.L, Barcelona, 2003. JIMÉNEZ, Augusto: Vocabulario del dialecto jitano, Sevilla, 1846, de la edición facsimilar ARTES GRÁFICAS, Sevilla, 2005. MARAVALL, José Antonio: La cultura del Barroco. Análisis de una estructura histórica, ARIEL, Esplugues de Llobregat, Barcelona, 1975. MONTERO, Juan: Antología poética de los siglos XVI - XVII, BIBLIOTECA NUEVA, Madrid, 2006. ORTEGA Y GASSET, José: Meditaciones del «Quijote» (1914), ed. de Julián Marías, CÁTEDRA-REI, México, 1987. PEDRAZA, Felipe B. y RODRÍGUEZ, Milagros: Manual de literatura española, CÉNLIT, Navarra, 1980, t. 3, Barroco: Introducción, prosa y poesía. ROPERO NÚÑEZ, Miguel: Estudios sobre el léxico andaluz, EL CARRO DE LA NIEVE, Sevilla, 1989. En Internet: http://www.unionromani.org/pueblo es.htm http://www.imninalu.net/Rom-gitanos.htm

316 “Amigos míos, brindo para que Dios les de libertad a los presos, gloria a los difuntos y a nuestras familias vida”. [161]

El poder de la palabra y el dinero en La gitanilla Pilar Alcalde

La aparente defensa de Cervantes de un mundo ordenado basado en principios humanistas ha hecho que la crítica haya visto La gitanilla como una novela idealista, porque trata de los amores de Constanza y Juan de Cárcamo, y los avatares por los que pasan. Esta apreciación crítica, basada en el desarrollo idealizado del personaje femenino, la prueba y la purificación en el amor, y un final feliz con la boda entre nobles, ha influido para que se haya leído la novela como una historia un tanto simplificada. En contra de esta tendencia, está la opuesta, que considera la novela como totalmente realista, donde se muestran dos tipos de sociedades, la del mundo gitano, y la de la sociedad establecida317. Estos acercamientos, aunque desarrollados con precisión, resultan en cierta manera limitados, al no tener en cuenta lo que en posteriores lecturas de la obra se ha visto como un motivo recurrente, las aproximaciones que tienen en cuenta a Preciosa como objeto de valor. Con el propósito de pretender ampliar y precisar los estudios que tienen en cuenta el valor de Preciosa318, propongo una lectura de la novela cervantina, considerando el análisis histórico y cultural que pone de manifiesto lo que le es negado a Preciosa en la sociedad noble, y que ella intentará conseguir mediante el poder que otorgan la palabra y el dinero. Por un lado, el nombre de Preciosa hace alusión al alto valor de las piedras preciosas, así como a la belleza, y valor potencial-monetario que posee la muchacha. El significado que el nombre tiene (belleza sin igual) conecta además esta significación con la descripción física hiperbólica de la gitana. Además, debemos mencionar la posible compensación que de ella y de sus dones puede obtenerse, un valor equivalente al de las piedras preciosas (dinero). Unidos belleza y dinero despiertan el deseo en quienes la contemplan. Así es como la representación idealista unida a la realista (belleza sin igual + dinero = deseo), se convierte en unidad. En el carácter dual de Preciosa Cervantes hace converger dos estrategias narrativas opuestas lo cual explica las dos tendencias críticas frente a la novela. Como parte también de esa imagen doble, con dos planos que se unen, debemos hacer referencia al argumento general de la novela que se desarrolla a través de dos temas, el del amor y el del dinero. Ambos forman parte de la misma dialéctica, la del dar y del recibir. No es que amor y dinero expresen lo mismo, sino que las dos temáticas, el desempeño de actividades económicas y el sentimiento del amor, se conciben en función el uno del otro. Observamos que la referencia a la transacción queda implícita en los dos temas, amor y dinero, de manera que adquieren un nuevo valor en el cual se fundamentan319. En realidad el texto mismo hace resaltar el alto valor de Preciosa en términos económicos. Ella misma, consciente de ello, no rechaza tal idea; la encarna, se coloca en una esfera lo suficientemente elevada como para que con el trato no resulte en ninguna

317 Veáse Carlos Blanco Aguinaga. “Cervantes y la picaresca. Notas sobre dos tipos de realismo,” NRFH 11 (1957): 313-42. 318 Dentro de esta tendencia se encuentran: William Clamurro, “Value and Identity in La gitanilla,” Journal of Hispanic Studies 14. 1 (1989): 43-60; Georges [p. 123] Güntert, “La gitanilla y la poética de Cervantes”, Boletín de la RAE 52 (1972): 107-34. 319 Veáse Joan Ramón Resina, “Laissez faire y reflexividad erótica en La gitanilla”, MLN 103 (1991): 257-78. [162] manera fácil el intercambio. Así su precio no puede ser considerado bajo. Recordemos la manera como se expresa la gitana para demostrar a Juan de Cárcamo que su cuerpo no se ofrece a un consumo gratuito, sino como intercambio de valores elevados: “Si vos, señor, por sola esta prenda venís, no la habéis de llevar sino atada con las ligaduras y lazos del matrimonio; que si la virginidad se ha de inclinar, ha de ser a este santo yugo; que entonces no sería perderla, sino emplearla en ferias que felices ganancias prometen” (99-100)320. El interés de considerar su cuerpo como una alta transacción de valor monetario indica que la gitanilla sabe que es extremamente difícil entrar en la sociedad de los nobles. El vehículo para quien se encuentra al margen de la sociedad establecida es el casamiento. También sabe que para entrar en la sociedad noble, la sociedad en regla, se debe vivir de acuerdo con su código, el del dinero, a pesar de que éste en principio pertenezca a la esfera de los nobles, en un contexto profundamente masculino. Para conseguir sus propósitos se vale de la palabra, que sabe que tiene gran poder de atracción y seducción, y que generalmente no se asocia con el elemento femenino. Además, la palabra es su elemento identificador e individualizador321. Pero detengámonos primero en ver cómo las dos sociedades, la gitana y la noble, están representadas en la novela, para a partir de aquí referirnos a las tretas de Preciosa para sobrevivir y merecer a la vez un lugar digno en la sociedad establecida, alejándose de la suya marginal. La sociedad gitana tal y como se nos presenta en la novela es una comunidad ante todo libre, donde no parecen existir reglas ni leyes demasiado fijas. En todo caso, a lo largo de toda la primera parte (donde se encuentra una descripción más extensa de la sociedad gitana), se debaten los temas que se mantendrán en pie a lo largo de la novela: el dinero y el lenguaje. Desde la primera mención de Preciosa ya se nos indica el valor que ésta posee. La referencia fácil pudiera ser: dinero – precio + mujer = prostitución. Sin embargo, queda bien claro que aunque era “algo desenvuelta, no [lo era] de modo que descubriese algún género de deshonestidad” (74). También desde el primer momento se nos dice que Preciosa no sólo lleva una forma de vida gitana que requiere la palabra (cantar, decir la buenaventura, declamar poesía), sino que además posee un extraño don, que es el saber expresarse con desenvoltura. Semejante don le hace incluso pensar a su “abuela”, la gitana vieja, que tiene el diablo dentro. Después de las condiciones impuestas a Juan de Cárcamo, dice la “abuela”: “Satanás tienes en tu pecho, muchacha… te estoy escuchando como a una persona espiritada” (102). Preciosa sorprende a quien la escucha, por ser insólito oír a una mujer expresarse “con discreción.” A ello añadamos la procedencia gitana de ésta, la más baja en la escala social. Podemos, por tanto, decir que Preciosa posee a priori dones que no le corresponden socialmente: posee el don de la palabra y se gana la vida con ella. Las mismas tácticas, la palabra y el dinero son las utilizadas por los hombres que quieren conquistar a Preciosa. Primero es el paje-poeta, quien también se gana la vida por medio de la palabra (la poesía), y quiere obsequiar a la gitanilla con monedas y poemas. Después Juan de Cárcamo explica las razones de querer convencer a la gitanilla que su procedencia social es la de caballero, como lo demuestra su vestimenta. Pero además, no

320 Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares ed. Juan Bautista Avalle-Arce, vol. 1 (Madrid: Clásicos Castalia, 1985) I. En adelante citaré esta edición. 321 Resina 262. [163] sólo se le puede distinguir socialmente por su apariencia sino porque su padre espera recibir una buena colocación en la corte. En otras palabras, Juan tiene o tendrá dinero. Los caballeros jugadores de cartas, están, a su vez, manejando dinero, y pretenden convencer a Preciosa y a sus compañeras que la entrada en el lugar del juego en ningún modo les será perjudicial pues serán recompensadas económicamente. La sociedad legal, por tanto, es una sociedad estructurada de tal modo que las relaciones económicas y de intercambio monetario ocupan un lugar primordial. Las reglas del intercambio están estrictamente gobernadas por las reglas del comercio: se indica que cualquier trato de favor, y cualquier tipo de cesión pueden conseguirse mediante un intercambio económico. En este texto “todo se compra y todo se vende,” hasta el punto que al final de la novela, Juan de Cárcamo es incluso perdonado de un crimen que efectivamente ha cometido, porque será el futuro yerno del Corregidor: “sabido por el alcalde, tío del muerto, vió tomados los caminos de su venganza, pues no había de tener lugar el rigor de la justicia para ejecutarla en el yerno del Corregidor” (156). De manera que se hace excepción al cumplimiento de la justicia por el dinero aceptado: “Recibió el tío del muerto la promesa de dos mil ducados, que le hicieron porque bajase de la querella y perdonase a don Juan” (156)322. Parece además querer mostrarse que este tipo de estructura social basada en el dinero, y que funciona por medio de la palabra, está reservada principalmente al hombre. La mujer, en general no parece manejar el elemento monetario con soltura; es más, delega su capacidad de intercambio económico en el hombre, que es quien lo domina. Como ejemplo de ello vemos el momento en que a doña Clara, la mujer del teniente, se le requiere que pague a Preciosa por decir la buenaventura: “Echó mano a la faldriquera la señora tenienta, y halló que no tenía ni blanca. Pidió un cuarto a sus criadas y halló que ninguna le tuvo, ni la señora vecina tampoco” (91). Al contrario ocurre cuando doña Clara le pide a su escudero Contreras que “en viniendo el doctor mi marido os lo devolverá” (91); responde Contreras que efectivamente sí tiene “pero téngolo empeñado” (91). Tampoco el señor teniente parece tener nada para darle a Preciosa, a lo que ella como remedio futuro propone “Coheche vuestra merced, señor teniente; coheche y tendrá dineros, y no haga usos nuevos, que morirá de hambre” (95). El hecho de que el señor teniente sea hombre no parece suficiente para dominar, debe además utilizar la palabra que es necesaria para adquirir poder. En los dos casos, en la sociedad en regla y en la marginal, los hombres parecen ser quienes mantienen cierto control por medio de la palabra. En el mundo de los gitanos, el gitano viejo explica por medio de un discurso cuáles son las leyes por las que Andrés Caballero debe regirse si quiere entrar en el mundo gitano. Este discurso es explicación de lo que son las “leyes” gitanas, y desempeña el papel de mostrar las características que diferencian a nobles de gitanos. Con respecto a la pertenencia de Preciosa entre gitanos, hemos de subrayar que está garantizada, por ganarse la vida gracias al don de la palabra. Sin embargo, para el mundo gitano, Preciosa también es un elemento extraño. Su “abuela”, la gitana vieja que la raptó de niña, enseguida comprendió su potencial y “echó de ver que tales juguetes y gracias,

322 Cotejando las ediciones críticas de Avalle-Arce y Sieber, observamos que en la presente cita, tomada de la edición de Avalle-Arce, aparece “porque, bajase de la querella”, mientras que Sieber mantiene “por que”, que sin duda resulta más clarificador del significado del texto. Mantenemos la cita según Avalle-Arce, aunque es importante hacer notar el cambio en la significación y lo aclaratorio de la versión de Sieber. [164] en los pocos años y en la hermosura de su nieta, habían de ser felicísimos atractivos para acrecentar su caudal” (75). El don de la palabra que posee Preciosa, le posibilita decir buenaventuras, recitar poesías, cantar, y expresarse con desenvoltura; es un raro don por medio del cual se gana la vida, algo que en la sociedad de los nobles pertenece al mundo masculino. Por ello su “abuela” se aprovecha de ese don, porque conoce lo útil que resulta el dinero en la sociedad de la legalidad, y porque sabe que además en momentos de problemas de los gitanos con la justicia, las dificultades se pueden resolver por medio de un trato económico, esto es, palabras y dinero. De esta manera es posible cierto trato de favor en la sociedad legal, y a su vez cierto poder. Preciosa, consciente de ese poder y a su vez del lugar que puede ocupar en la sociedad legal, procura adquirir y aumentar tales recursos. Cierto manejo de estos recursos significa la integración al mundo masculino, a una sociedad dominada por los hombres. La gitanilla no ha tenido reparo, pues, en adoptar tales prácticas, consciente de su importancia para poder pertenecer a un grupo legal y centralmente constituido, frente a los inconvenientes de pertenecer a una sociedad marginal. Podemos situar de esta manera a Preciosa entre dos sociedades: la gitana, marginal, en la que vive haciendo dinero por medio de la voz y por las facultades poco comunes a su estrato social y a su sexo, y la sociedad noble, a la que pertenece por nacimiento sin saberlo, y a la que aspira entrar, porque conoce el mejor trato que se obtiene por la utilización de la palabra y el dinero. Pero el papel de Preciosa es incompleto en las dos comunidades. En la gitana, al tener el raro don de la palabra, y por ser además una “joya preciosa,” es en cierta manera la personificación de la poesía, y vive así con cierto idealismo. Cuanto Preciosa tiene acceso a la sociedad noble, al final de la novela, pierde todo su idealismo, y sus raros dones, para transformarse en una muchacha incorporada a la sociedad patriarcal. Para explicar la transformación de Preciosa323 debo referirme a la crítica feminista y a la manera en cómo se ha tratado el proceso que hace que una mujer inmersa en una sociedad patriarcal vaya formándose la errónea idea de lo que verdaderamente es324. La cultura masculina ejerce sobre la femenina un poder que hace que la mujer vaya adquiriendo una percepción condicionada de su naturaleza. La mujer no es en principio inferior, lo que la convierte en inferior es la influencia que la sociedad ejerce sobre ella considerándola así por naturaleza. La percepción cultural que la mujer va adquiriendo hace que se vaya formando como un ser cambiadizo, resultado de esa consideración inferior que la sociedad tiene de ella. Si la mujer fuera considerada como estable por

323 He seguido para ello la evolución del pensamiento que propone Georges Güntert. La cita, aunque larga, creo que resulta clarificadora: “Las joyas de La gitanilla, lejos de aludir solamente a la Providencia, aparecen aún con otro significado: son imagen de la misma poesía . . . Lo esencial del texto se perfila en una primera correspondencia entre la poesía y la joya: preciosas y de rara belleza tienen que ser . . . El paje-poeta recurre a una segunda comparación (muy familiar también a Don Quijote, pues éste dice una vez que la poesía es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo hermosa . . . a quien tienen cuidado de enriquecer, polir y adornar otras muchas doncellas que son todas las otras ciencias. Al relacionar la primera comparación (poesía = joya) con la segunda (poesía = doncella) se puede concluir casi matemáticamente (poesía = joya = doncella) que Preciosa, en quien concurren todas estas cualidades, tiene que simbolizar la poesía misma” (Güntert 123- 24). 324 A propósito de este punto, Ruthven explica con mayor detalle lo que significa esa “permanencia,” en la esencia de la mujer: “But ‘woman’ is not an essence but a construct in the domain of patriarchal Culture, a disperse subject, historically variable, socially feminised, and a site on which masculine meanings get spoken and masculine desires enacted” (Ruthven 45). [165] naturaleza, independientemente de la percepción que de ella se tiene, entonces adquiriría el carácter independiente que le permitiría hablar sin reticencia, para defender su puesto en la sociedad. En el caso de La gitanilla, la consideración de Preciosa en la sociedad, evaluada de manera idealizada por ella misma y por quienes la rodean, viene además dada por el papel sublimado como personificación de la poesía. Lo que le da carácter de permanencia es el ser considerada como de alto valor. La idealización de Preciosa se funda en el papel que juega como personificación de la poesía325. La idea de permanencia se complementa si pensamos en el significado del nombre de Constanza con el que la bautizaron y que recobra más tarde. Constanza representa continuidad en la personalidad de la muchacha que se comporta siempre de una manera razonable, y quien pretende, además, que su futuro esposo Juan conduzca su pasión incontrolada, mediante una prueba de dos años, donde la amistad y la compañía desembocarán en el matrimonio. Observamos en consecuencia que su autoaprecio y la evaluación idealizada que se ha hecho de ella le permite expresarse con la desenvoltura propia del sexo masculino. Para darle a Preciosa otras características individualizadoras, que la haga diferente del resto de las muchachas, se le otorgan facultades poco frecuentes. Cuando es gitana, Preciosa es extremamente “razonable” para sus quince años, y despliega en su comportamiento un rasgo por el cual se distingue como quien es, “nacida de mayores prendas.” Cuando es Constanza se caracteriza por ser también extremamente “razonada,” que tampoco es usual en la mujer noble de entonces. Los dos casos “razonable” cuando gitana, “razonada” cuando noble, indican la continuidad de su personalidad. Como “bien razonada,” es consciente de la importancia de entrar en la buena sociedad para llegar a ejercer verdadero poder, inalcanzable en la sociedad marginal en que vive326. Preciosa toma como esquema social, el de la sociedad noble, y lo acepta como propio (aunque en un principio Preciosa pertenezca a esta sociedad por nacimiento); sin embargo, y contra lo que este determinismo pudiera significar de alienante, acaba teniendo una verdadera indentidad a la vez individual y social, más en consonancia con la aceptación y la entrada en la nobleza. Además, el lenguaje de que dispone Preciosa, característico de su persona, no expresa lo mismo en la sociedad noble que en la gitana. Cuando Preciosa se convierte en Constanza, de mujer decidida y de iniciativa, pasa a ser sumisa y obediente ante la voluntad paterna. Preciosa deja de hablar no sólo por obediencia paterna, sino para facilitarle a Constanza la incorporación a la nobleza. La única manera en que puede formar parte de la sociedad a la que quiere pertenecer, es cediendo a los mecanismos que esta sociedad exige. Por eso cuando es Preciosa no tiene reparo en mostrarse atractiva y seductora ante los hombres a quienes pretende atraer, mientras que cuando es Constanza ya no necesita hacer alarde de su belleza y excepcionales dotes. Volviendo a la evolución que se produce en la personalidad de Preciosa debemos hacer notar que al final de novela, la valoración idealizada de la muchacha cambia. Cuando Preciosa se encuentra con su padre pierde todo el valor idealizado que poesía, y con ello

325 Forcione 136-47. 326 “First of all one must set aside the widely held thesis that power… has denied the reality of the body in favour of the soul, consciousness, ideality. In fact, nothing is more material, physical, corporal than the exercise of power.” La [p. 129] consideración de Foucault de que el poder se manifiesta en las sociedades de una manera que se acerca más a la idealidad que a la realidad, inspira nuestra evolución de pensamiento, a caballo entre el comportamiento idealizado de Preciosa en la sociedad gitana, y el cambio de actitud, más real, cuando Juan de Cárcamo y Preciosa entran en la sociedad noble (Foucault 57-58). [166] la alta valoración que tenía de su persona. Su valor idealizado pasa a ser valor real. Junto con el cambio de valoración se produce un cambio de actitud con respecto a la palabra; la pierde al incorporarse a la nobleza. La abdicación del poder personal implica irremisiblemente obediencia y sumisión ante la sociedad legalmente constituida. Pero la aparente sumisión de Preciosa es obra de su propia voluntad. En primer lugar, ha hecho valorar su cuerpo en su más alto nivel, por vía del matrimonio. Mientras es inaccesible, es más atractiva, y utiliza al máximo el poder expresivo que posee en las ocasiones en las que tiene público masculino. Ahí precisamente se manifiesta su voluntad. Es, por tanto, esa voluntad de imponerse de la gitanilla, la manifestación de esa voluntad, lo que le permite a Preciosa el ejercicio de una forma de poder no violenta sino seductiva327. En la incorporación de Preciosa al mundo noble, debemos hacer resaltar el papel que ha jugado la gitana manipulando su voluntad como mujer. Ha llegado al fin que se proponía: reunir ciertas características en su persona, que le han permitido alcanzar el matrimonio. Desde luego, vista la entrega desde la actualidad, puede resultar decepcionante. Sin embargo, debemos detenernos a pensar en la visión del matrimonio desde una base más histórica aquella donde se proclama como la institución ideal hacia la cual todo individuo debe aspirar para alcanzar el máximo de perfección cristiana. A ello debemos añadir que la familia era vista como una versión en miniatura de la sociedad perfecta la cual necesita a la sociedad civil para completarse. La importancia de cultivar un matrimonio virtuoso reside en que mediante el bien individual se contribuye al orden social, el cual se considera esencial en una sociedad bien constituida328. De ahí la necesidad de establecer un nexo entre lo que representa la sumisión de Preciosa al incorporarse a las exigencias de la nobleza, y el ideal individual y social que representa. Preciosa obra conforme a lo que la sociedad espera de ella. Pero el hecho de que Preciosa, quien en principio es una excepción a la norma, se convierta en el buen modelo Constanza no es contradictorio. La personalidad de Preciosa se nos revela en la serie de acciones y características que la apartan del resto de las muchachas y a la vez le permiten ser excepcional. La rareza y la excepcionalidad de Preciosa son características particulares que se salen de la norma y por tanto son un modelo de particularidades, y no una suma de generalidades. Además, se da en Preciosa una evolución de su personalidad que le permite transformar su energía procedente del mundo natural sin leyes de los gitanos en un estado de ser en que la libertad individual está en perfecta consonancia con una sociedad religiosa y políticamente bien ordenada. La genuina libertad de su persona nace de una conciencia de individualidad cultivada mediante el ejercicio de la razón, el uso chispeante del lenguaje y la gracia de la conversación. Por ello no podemos olvidar el gran poder que ejerce el dominio del lenguaje en la sociedad, el cual contribuye no sólo al goce de la conversación sino también a la evolución racional del pensamiento. De esta manera Cervantes está alabando un ideal que sobresale por estar basado en la libertad individual, para cobrar mayor sentido aún al ponerlo en relación con el bien de la sociedad. Es

327 Estas consideraciones sobre las diferentes formas de poder que se establecen en la sociedad son las desarrolladas por Foucault, para quien la [p. 130] estructura de una serie de acciones ha sido traída a colación con el fin de introducir otras posibles acciones consideradas en sí mismas como no violentas. El incitar, el seducir o el reprimir o prohibir son todas formas de poder, de imposición (Foucault 87-90). [El énfasis es nuestro.] 328 Para entender la importancia del matrimonio virtuoso, véase Forcione 92-131. [167] precisamente esa capacidad de Cervantes de imaginar la unión entre la redención individual y las exigencias de la sociedad civilizada, lo que le da un giro inédito a su expresión329. La ambivalencia que caracteriza el discurso cervantino procede de su visión de la verdad en una dimensión múltiple y relativa por lo que los tradicionales modos de expresión resultan limitados para sus necesidades expresivas. No es por tanto casual la elección de un discurrir en el cual la importancia de la palabra es capital, y con la que se intenta destacar las posibilidades que el ejercicio de la comunicación puede tener en una sociedad que aspira al perfeccionamiento. LISTA DE OBRAS CITADAS Avalle-Arce, Juan Bautista y Riley, Edward C., Ed. Suma Cervantina. Tamesis: London, 1973. Blanco Aguinaga, Carlos. “Cervantes y la picaresca. Notas sobre dos tipos de realismo”. NRFH 11 (1957): 313-42. Cervantes, Miguel de. Novelas Ejemplares. Ed. Juan Bautista Avalle-Arce. 3 vols. Madrid: Clásicos Castellanos, 1985, 1. —. Novelas Ejemplares. Ed. Harry Sieber. 2 vols. Madrid: Castalia, 1992, 1. Clamurro, William. “Value and Identity in ‘La gitanilla’”. Journal of Hispanic Studies 14, 1 (1989): 43-60. Forcione, Alban K. Cervantes and the Humanist Vision. Princeton: Princeton UP, 1981. Foucault, Michael. Power / Knowledge: Selected Interviews and Other Writing 1972-1977. New York: Pantheon Books, 1980. Gerli, E. Michael. “Romance and Novel: Idealism and Irony in ‘La gitanilla’”. Cervantes 6 (1986): 29-38. Güntert, Georges. “La gitanilla y la poética de Cervantes”. Boletín de la RAE 52 (1972): 107- 34. Resina, Joan Ramón. “Laissez faire y reflexividad erótica en ‘La gitanilla’”. MLN 103 (1991): 257-78. Ruthven, K. K. Feminist Literary Studies. Cambridge: Cambridge UP, 1991. Cervantes retórico: genera oratoria y compositio en La gitanilla VICTORIA PINEDA

«Jl più bello dell’artificio é con tanta arte nasconderlo, che a pena vi si scorga.» Giovambattista Giraldi Cinzio

«Due parti son quelle che fanno bella ogni scrittura, la gravità e la piacevolezza.» Pietro Bembo

«...el nunca bastantemente elogiado

329 Gerli 32. [168]

Miguel de Cervantes, cuyo estilo es puro, natural, propio, fácil, claro, fluido y ameno.» Mariano Madramany y Calatayud

«Cervantes la hizo hablar así, no sabemos si por estudio, si por instinto.» Antonio de Campany y Montpalau

Resumen Partiendo de las conclusiones de la crítica acerca del conocimiento por parte de Cervantes de las teorías retóricas y poéticas antiguas y renacentistas, este artículo propone una lectura retórica detallada de tres discursos de la protagonista de La gitanilla y su adscripción a los géneros oratorios descritos por Aristóteles en su tratado de Retórica, el deliberativo, el demostrativo y el judicial. Desde ese marco general, la última parte del trabajo se centra en un detalle elocutivo, para mostrar la filiación teórica de la compositio con que Cervantes construye el que podría considerarse el momento crucial en la elocuencia de Preciosa.

***

El reciente estímulo de la publicación en Anales cervantinos de un artículo de Aldo Ruffinatto sobre Cervantes y Giraldi Cinzio (Ruffinatto, 2012) viene a unirse a otros alientos mucho más antiguos, el de los trabajos de Luisa López Grigera y de Alberto Blecua, aquella sobre la retórica en el Quijote y las Novelas ejemplares (López Grigera, 1995) y este sobre la retórica en el Persiles (Blecua, 2006), para animarme a escribir esta nota que, espero, servirá como modestísima contribución a ese todavía poco explorado mundo que es el estudio de la retórica cervantina. El análisis que presento aquí es la solución a una pregunta muy simple que me formulé hace tiempo sobre la compositio de una frase puesta en boca de la protagonista de La gitanilla. La frase es esta: «¡Señor, misericordia, misericordia! ¡Si mi esposo muere, yo soy muerta!». El objetivo, pues, de estas páginas es sencillamente el de presentar algunas de las etapas de ese proceso de búsqueda y las conclusiones del mismo, basándome sobre todo en el manejo del material lingüístico y retórico por parte de Cervantes y dejando para otra ocasión consideraciones ulteriores sobre cómo las conclusiones alcanzadas aquí afectan a la comprensión del personaje. Para comenzar, y como premisa bibliográfica previa, atendí a Riley, que ha defendido y demostrado la vinculación de la escritura cervantina con diversas tradiciones poéticas. Reproduzco, a modo de resumen, su lista de los tratadistas italianos de los que Cervantes habría tenido conocimiento directo:

Las obras de los preceptistas italianos que con toda probabilidad conocía Cervantes son las siguientes: de Torquato Tasso, los Discorsi dell’arte poetica e in particolare sopra il poema eroico, 1587, y los Discorsi del poema eroico, 1594; ... de Giambattista Giraldi Cinthio, el Discorso... intorno al comporre dei romanzi, Venecia, 1554; de Alessandro Piccolomini, las Annotationi... nel libro della poetica d’Aristotele, Venecia,

[169]

1575; de Antonio Sebastiano Minturno, L’Arte poetica, Venecia, 1563; y, finalmente, de Ludovico Castelvetro, la Poetica d’Aristotele vulgarizzata et sposta, Basilea, 1576 (Riley, 1999: CXLI330).

Parece que hay poca duda de que Cervantes estaba familiarizado con ciertas nociones de la poética aristotélica, pero también con muchas de las enseñanzas de la retórica greco- latina, tal como analizó López Grigera (1994) y como ha demostrado más recientemente Artaza (2006 y 2008). Entre esas enseñanzas sugeridas por ambas estudiosas observé la presencia de progymnásmata en los textos cervantinos, así como también la suma en dichos textos de «todos los tipos de situaciones comunicativas: epidícticas, deliberativas y judiciales», y el valor de los discursos de los personajes no solo como manifestación de sus ideas o de las decisiones que libremente toman, sino también como representación de las tres situaciones comunicativas mencionadas (López Grigera, 1994: 152 y passim). Así que antes de examinar la compositio de aquella frase que me intrigaba creí necesario plantearme la novelita cervantina en el marco general de las teorías retóricas clásicas, con atención preferente hacia la Retórica de Aristóteles, pero sin descuidar los tratados latinos, y de las poéticas italianas, y en particular, según fue demostrando la investigación, las Prose della volgar lingua (1525) de Pietro Bembo y el Discorso intorno al comporre dei romanzi (1554) de Giovambattista Giraldi Cinzio. Desde esos presupuestos, pensé que tal vez podría añadir algún indicio más a los que ya ha establecido la crítica para comprobar cómo el texto de La gitanilla está asentado sobre bases retóricas. Ya que lo que estaba buscando era explicar la compositio de unas palabras que pronuncia Preciosa, me fijé en particular en los discursos del personaje, que es, por cierto, uno de los componentes que más ha atraído la atención de los estudiosos. Díez Fernández (2004: 124), por citar uno de los trabajos más recientes sobre el tema, afirma que los personajes de Cervantes, y entre ellos los personajes femeninos, «se caracterizan por componer discursos», y analiza algunos: los de Preciosa en elogio de la virginidad y en exaltación de la libertad, y los de Marcela y Ana Félix en el Quijote331. A pesar de que el enfoque del autor se hace en parte desde el punto de vista de «la moderna psicología evolutiva» (2004: 127) y en parte como respuesta a los comentarios de Azorín sobre el «realismo» cervantino, el trabajo reconoce la importancia de la retórica en esos textos y aporta algunas referencias bibliográficas interesantes, a las que conviene añadir ahora los muy útiles trabajos de Artaza (2006 y 2008). Sabemos que las orationes constituyen una de las formas de caracterización de los personajes: se trata del último de los «atributos de las personas», el conjunto de once loci que Cicerón prescribe en De inventione 1.34, para elaborar una argumentación cuando esta se refiere a una persona, y que atañen tanto a las circunstancias externas como a las

330 Riley (1999) hace además un repaso del estado de la cuestión de las más importantes aporta¬ciones «clásicas» a la teoría literaria cervantina. Romo Feito (2008) traza la historia de la línea críti¬ca que vincula a Cervantes con Giraldi. Alburquerque García (2009), por su parte, examina las opi¬niones vertidas por el propio Cervantes sobre los conceptos retóricos de perspicuitas, admiratio y variatio. Aclaro enseguida que no es mi intención en este trabajo demostrar cómo y cuándo se habría familiarizado Cervantes con los conceptos retóricos: sabemos que la retórica se aprendía no solo en tratados sesudos, sino en manuales escolares y, por supuesto, en la lectura de autores de variado gé¬nero. Me acerco a la retórica no solo –o no tanto– como código de producción de discurso, sino como código de interpretación de textos. 331 Para otra perspectiva de la retórica de los personajes femeninos en el Quijote, véase también Wyszynski (2010), que retoma el todavía interesante intercambio entre Mackey (1974) y Hart y Ren-dall (1978). [170] características físicas y a las psicológicas o anímicas332. López Grigera (1994: 157-158) estudió cómo la configuración de personaje de la gitanilla está trazada sobre la base de los once atributos, y, con respecto a las orationes, apuntó la correspondencia de algunos de esos discursos con los tres géneros retóricos. Así, las palabras con que la muchacha responde a la primera proposición de Andrés –palabras que tendremos ocasión de ver más abajo– son «un modelo de género deliberativo, en el que a su vez aparecen muestras de demostrativo» (López Grigera 1994: 154), mientras que, por otra parte, sería posible localizar en la novela algunas muestras del género judicial, como el discurso que pronuncia el extraño que llega de noche al aduar y los que dan forma a la “historia trágica” que desemboca en el juicio a que es sometido Andrés tras la acusación falsa de la mesonera (López Grigera, 1994: 154-155333). Partiendo de estas indicaciones esenciales, intenté, como digo, ahondar un poco más en la configuración retórica de los pasajes mencionados, con un cotejo entre los discursos y la preceptiva retórica grecolatina, y especialmente la de Aristóteles334. Las páginas que siguen, describen ese proceso. Cuando Andrés le declara su amor a Preciosa, esta le responde con el primer discurso extenso que contiene la novela. Merece la pena recordar el pasaje por entero:

Yo, señor caballero, aunque soy gitana pobre, y humildemente nacida, tengo un cierto espiritillo fantástico acá dentro, que a grandes cosas me lleva. A mí ni me mueven promesas, ni me desmoronan dádivas, ni me inclinan sumisiones, ni me espantan finezas enamoradas; y aunque de quince años, que, según la cuenta de mi abuela, para este San Miguel los haré, soy ya vieja en los pensamientos y alcanzo más de aquello que mi edad promete, más por mi buen natural que por la experiencia. Pero con lo uno o con lo otro sé que las pasiones amorosas en los recién enamorados son como ímpetus indiscretos que hacen salir a la voluntad de sus quicios; la cual, atropellando inconvenientes, desatinadamente se arroja tras su deseo, y pensando dar con la gloria de sus ojos, da con el infierno de sus pesadumbres. Si alcanza lo que desea, mengua el deseo con la posesión de la cosa deseada, y quizá abriéndosele los ojos del entendimiento, se ve ser bien que se aborrezca lo que antes se adoraba. Este temor engendra en mí un recato tal, que ningunas palabras creo y de muchas obras dudo. Una sola joya tengo, que la estimo en más que a la vida, que es la de mi ente- reza y virginidad, y no la tengo de vender a precio de promesas ni dádivas, porque, en fin, será vendida, y si puede ser comprada, será de muy poca estima; ni me la han de llevar trazas ni embelecos; antes pienso irme con ella a la sepultura, y quizá al cielo, que ponerla en peligro que quimeras y fantasías soñadas la embistan o manoseen. Flor es la virginidad que, a ser posible, aun con la imaginación no había de dejar ofenderse. Cortada la rosa del rosal, ¡con qué brevedad y facilidad se marchita! Éste la toca, aquél la huele, el otro la deshoja, y, finalmente, entre las manos rústicas se des- hace. Si vos, señor, por sola esta prenda venís, no la habéis de llevar sino atada con las ligaduras y lazos del matrimonio, que si la virginidad se ha de inclinar, ha de ser a

332 Artaza (2006: 42) recuerda además los testimonios de Aristóteles, que en el capítulo XIX de la Poética aconseja recurrir a la retórica para la caracterización de los personajes y la reproducción de sus pensamientos y discursos, y de Cicerón, quien en otro paso de De inventione (1997: 1.19.27) «recomendaba a los oradores entrenarse en discursos literarios». 333 Sobre el tratamiento de las quaestiones en los discursos de personajes del Quijote, véase Ar-taza (2008). 334 Es bien sabido que el texto de la Retórica podía leerse desde mediados del siglo XVI no solo en ediciones latinas con comentario, como la de Pietro Vettori (Florencia, 1548), sino también en la traducción italiana comentada de Bernardo Segni (Florencia, Torrentino, 1549) o en la de Alessandro Piccolomini (Venecia, Francesco de’ Franceschi, 1571). Este último también escribió además una Parafrase del texto aristotélico en tres volúmenes publicados entre 1655 y 1572. [171]

este santo yugo; que entonces no sería perderla, sino emplearla en ferias que felices ganancias prometen. Si quisiéredes ser mi esposo, yo lo seré vuestra; pero han de preceder muchas condiciones y averiguaciones primero. Primero tengo de saber si sois el que decís; luego, hallando esta verdad, habéis de dejar la casa de vuestros padres y la habéis de trocar con nuestros ranchos, y tomando el traje de gitano, habéis de cursar dos años en nuestras escuelas, en el cual tiempo me satisfaré yo de vuestra condición, y vos de la mía; al cabo del cual, si vos os contentáredes de mí, y yo de vos, me entregaré por vuestra esposa; pero hasta entonces tengo de ser vuestra hermana en el trato, y vuestra humilde en serviros. Y habéis de considerar que en el tiempo de este noviciado podría ser que cobrásedes la vista, que ahora debéis de tener perdida, o, por lo menos, turbada, y viésedes que os convenía huir de lo que ahora seguís con tanto ahínco. Y cobrando la libertad perdida, con un buen arrepentimiento se perdona cualquier culpa. Si con estas condiciones queréis entrar a ser soldado de nuestra milicia, en vuestra mano está, pues faltando alguna dellas, no habéis de tocar un dedo de la mía (Cervantes 2001: 53-55).

Vemos que se trata de una situación típica de la retórica deliberativa: el hablante desea influir en el oyente de tal manera que este actúe en un sentido determinado. Preciosa pretende persuadir a Andrés de que si quiere conseguir su amor y su compromiso de matrimonio debe cumplir una serie de condiciones, como la de dejar su casa y unirse por dos años a los gitanos, y disuadirlo de que se deje llevar por el amor pasional. Como se recordará, la división tripartita de los géneros retóricos fue establecida por Aristóteles precisamente sobre la base de la reacción esperada del oyente: cuando este «juzga sobre lo futuro» (1990: 193, 1358b) estamos ante la deliberación, «pues se delibera de lo que sucederá, sea aconsejándolo, sea disuadiendo de ello» (1990: 194-195, 1358b). El fin del que delibera es «lo conveniente y lo perjudicial» porque, en efecto, «el que aconseja recomienda lo que le parece mejor, mientras que el que disuade aparta de esto mismo tomándolo por lo peor» (1990: 195, 1358b). No hará falta insistir en que las condiciones se manifiestan todas en el discurso de la gitanilla. La deliberación, precisa Aristóteles, se produce no sobre cualquier cosa, sino «sobre lo que se relaciona propiamente con nosotros y cuyo principio de producción está en nuestras manos» (1990: 199, 1359a), su fin es la felicidad (1990: 204, 1360b), y su objeto, lo bueno y lo conveniente (1990: 214, 1362a). Preciosa hace recaer sobre Andrés la responsabilidad de llevar a buen término su amor, él es el «principio de producción» de su propia felicidad, y deberá hacer lo que ella le pide porque lo que le pide es bueno y también porque es conveniente. Observemos además que la demanda principal de la muchacha es que su enamorado modere sus pasiones en esa especie de «noviciado» o de «milicia» que le impone, en una palabra, que demuestre tener un comportamiento virtuoso. Al leer la explicación de la felicidad en la Retórica, comprobamos que en la lista de sus «partes», junto con los amigos, la nobleza, los hijos, la riqueza, etc., Aristóteles incluye la virtud, que queda a su vez subdividida en la prudencia, la justicia, la fortaleza y – la que ahora nos interesa– la templanza (1990: 206, 1360b). Es esa importancia que se concede a esta última virtud de la moderación la que pone en marcha la inclusión de la sección demostrativa –de elogio y vituperio– del discurso: el vituperio de las pasiones amorosas y el elogio de la virginidad. La templanza es definida por Aristóteles como «la virtud por la que se procede en los placeres del cuerpo según la ley manda, desenfreno es lo contrario» (1990: 244, 1366b). Y, además de ser una manifestación de la felicidad, como hemos visto, la virtud es por sí misma bella y buena,

[172] por lo que «es digna de elogio» (1990: 241, 1366a). Por eso el discurso epidíctico, cuyo objeto es «lo bello y lo vergonzoso» (1990: 240, 1366a), tiene como fin la virtud. Cuanto más grande es la virtud, más útil será también, «dado que la virtud es la facultad de procurar servicios» (1990: 243, 1366b). Por ahí entra lo deliberativo, y a este respecto debemos notar que Aristóteles dedica unos párrafos a comentar la relación de la retórica epidíctica con la delibera-tiva (1990: 249-251, 1367b-1368a), ya que ambas muestran puntos de contacto. No es de extrañar, por tanto, que la parte epidíctica del discurso de Preciosa esté ahí no como un encomio per se, sino en función de la persuasión que pretende ejercer sobre Andrés, a quien se le quiere “procurar un servicio”, es decir, en función de su objetivo deliberativo. La forma propia de la epideíxis es la amplificación. Dice Aristóteles: «Por lo que atañe a los discursos epidícticos, el mayor hincapié ha de hacerse en la amplificación de que los hechos son bellos y provechosos» (1990: 582, 1417b), porque para el elogio «es útil servirse de muchos procedimientos de amplificación» (1990: 251, 1368a), y «la amplificación entra con todo fundamento en el elogio, puesto que se cifra en una superioridad y la superioridad es una de las cosas bellas» (1990: 253, 1368a). Si examinamos el fragmento epidíctico del discurso de Preciosa veremos cómo efectivamente está construido a base de amplificationes. Una de las discusiones más claras de la amplificatio es la que Quintiliano incluye en el libro octavo de las Institutio-nes oratoriae. Allí se distinguen cuatro formas posibles de amplificación: el incrementum, la comparatio, la ratiocinatio y la congeries, cada una de las cuales, a su vez, puede manifestarse de maneras diferentes (8.4.3). En el pasaje de Cervantes se observan casi todas estas formas amplificativas. Tenemos un incrementum básico en las expresiones «mi entereza y virginidad», «promesas y dádivas», «trazas y embelecos», «quimeras y fantasías soñadas», o «embistan o manoseen», en las cuales aparecen dos sinónimos con intensidad ascendente335; y otros ejemplos más elaborados (que funcionan, dice Quintiliano, «minus aperte sed ...efficacius», 1921: 8.4.8) en la serie tripartita «salir la voluntad de sus quicios», «arrojarse tras su deseo» y «dar con el infierno de sus pesadumbres», y en la oración «antes pienso irme con ella a la sepultura, y quizá al cielo», en que cada sintagma intensifica el significado del anterior. Tenemos también una comparatio: «las pasiones amorosas... son como ímpetus indiscretos». Tenemos formas de la ratiocina-tio, que es una amplificación indirecta basada en las circunstancias que preceden o que suceden a aquello de lo que se está hablando: «porque, en fin, [la joya de mi virginidad] será vendida, y si puede ser comprada, será de muy poca estima», «Cortada la rosa del rosal, ¡con qué brevedad y facilidad se marchita336!». Tenemos, finalmente, un caso claro de congeries o acumulación en la frase final del pasaje: «Éste la toca, aquél la huele, el otro la deshoja». Podríamos analizar también la densa elocutio del pasaje, con sus metáforas, sus paralelismos y sus fuertes oposiciones, pero nos vamos a concentrar únicamente en un detalle de la última oración mencionada, el asíndeton, que es, según Aristóteles, un recurso que contribuye a la amplificación: «la falta de conjunciones tiene una propiedad y es que parece que, en un mismo tiempo, se dicen muchas cosas; porque la conjunción

335 Abad Nebot (2008: 56), basándose en López Estrada, cita como uno de los rasgos elocutivos propios de La Galatea las «bimembraciones en la prosa». Ver también el interesante panorama traza¬do por San José Lera (1993) a propósito de Fray Luis de León. 336 Antonio de Capmany (1812: 491-492) comenta este pasaje en su Filosofía de la elocuencia dentro de las explicaciones sobre la «distribución», «figura muy socorrida para la amplificación ora¬toria» (p. 490). [173] hace de muchas cosas una sola, de modo que, si se prescinde de ella, es evidente que resultará lo contrario: una sola cosa será muchas» (1990: 552, 1413b). No cabe duda, en resumen, de que se cumplen en el texto cervantino las condiciones del elogio («discurso que pone ante los ojos la grandeza de la virtud», según Aristóteles, 1990: 249, 1367b) y de su fundamento, la amplificación337. Así pues, en el parlamento de Preciosa, que hemos dicho que pertenece al género deliberativo, se distingue una sección demostrativa y una sección propiamente deliberativa, que son las que hemos analizado. Pero también se incluye un primer párrafo en el que la protagonista se define a sí misma. Si páginas atrás la gitanilla ya se había presentado subrayando que su entendimiento y su forma de razonar y actuar estaban relacionados con el grupo al que pertenecía («¿Quién me lo ha de enseñar?... ¿No tengo yo mi alma en mi cuerpo? ¿No tengo ya quince años? ...Los ingenios de las gitanas van por otro norte que los de las demás gentes: siempre se adelantan a sus años» Cervantes, 2001: 44), ahora la presentación se hace en términos personales e individuales: «Yo, señor caballero, aunque soy gitana pobre, y humildemente nacida, tengo un cierto espiritillo fantástico acá dentro, que a grandes cosas me lleva», etc. Esta sería una forma típica de los exordios del género deliberativo, según los explica Aristóteles: puesto que en las causas deliberativas, dice, ya se sabe de qué se está tratando, no hay necesidad de exordio «a no ser que este tenga por causa al propio orador» (Aristóteles, 1990: 566, 1415b), que es precisamente el caso en La gitanilla. Y para que el orador sea persuasivo, leemos en otra parte del tratado, debe reunir tres condiciones: sensatez, virtud y benevolencia (Aristóteles, 1990: 309, 1378a). Al menos dos de ellas, la prudencia («soy ya vieja en los pensamientos y alcanzo más de aquello que mi edad promete») y la virtud («A mí ni me mueven promesas, ni me desmoronan dádivas, ni me inclinan sumisiones, ni me espantan finezas enamoradas»), son reconocidas como propias por la muchacha, en un gesto que parece apuntar a una autoconsciencia de su propia capacidad persuasiva a través de los dos indicios mencionados. Cicerón, de hecho, señala a la elocuencia como una de las virtudes que merecen elogio, así como también el cultivo de la música y los ritmos (Partitiones oratoriae 27.78-80), categorías que encajarían sin dificultad en el retrato de Preciosa. Y si en un mismo discurso encontramos muestras de dos géneros retóricos, veremos a continuación que el otro género, el forense, está depositado en dos discursos distintos. Estos dos parlamentos son los que Preciosa dirige al final de la novela, justo antes del desenlace, primero a la Corregidora y luego al Corregidor de Murcia, en defensa de su enamorado Andrés, que había sido apresado por haber dado muerte a un soldado. En realidad los dos discursos podrían considerarse uno solo, interrumpido por el narrador con comentarios sobre la actio de la protagonista y la Corregidora, que aparecen bañadas ambas en lágrimas y con las manos entrelazadas, pero es necesario que el desti- natario cambie, ya que, aunque en los dos casos Preciosa quiere mover los afectos de sus oyentes para inclinarlos a la absolución del condenado, el tipo de afecto no es exactamente igual en uno que en otro: de la Corregidora busca la complicidad y la compasión; del marido de esta, representante de la autoridad, la clemencia y el perdón. Se trataría de la representación literaria de una especie de biacroasis, término que

337 Como complemento a estos comentarios cabría recordar también que el elogio constituye un típico ejercicio retórico incluido en los manuales de progymnásmata, y que uno de esos manuales, el de Hermógenes, trae como posible tema del ejercicio del elogio el encomio de la castidad. [174] construyo apoyándome en el de poliacroasis acuñado por Albaladejo (2000) sobre la base del griego akróasis, ‘audición’. La poliacroasis se define como «la audición y la interpretación plurales de un discurso retórico» (Albaladejo, 2009: 1), y su aplicación se propone, más allá de la oratoria, tanto a la comunicación general como al texto literario. Albaladejo (2009) encuentra ejemplos de esta última modalidad en la primera parte del Quijote, cuando don Quijote pronuncia el discurso de la Edad Dorada ante Sancho Panza y los cabreros, o el de las armas y las letras ante los presentes en la venta. En ambos casos el narrador se preocupa por manifestar el tipo de recepción que han experimentado los distintos oyentes. Más tarde volveré a esto en relación a La gitanilla. Veamos ahora esos dos discursos judiciales de Preciosa:

Señora mía, el gitano que está preso no tiene culpa, porque fue provocado; llamáronle ladrón, y no lo es; diéronle un bofetón en su rostro, que es tal que en él se descubre la bondad de su ánimo. Por Dios y por quien vos sois, señora, que le hagáis guardar su justicia, y que el señor Corregidor no se dé priesa a ejecutar en él el castigo con que las leyes le amenazan; y si algún agrado os ha dado mi hermosura, entretenedla con entretener el preso, porque en el fin de su vida está el de la mía. Él ha de ser mi esposo, y justos y honestos impedimentos han estorbado que aún hasta ahora no nos habemos dado las manos. Si dineros fueren menester para alcanzar perdón de la parte, todo nuestro aduar se venderá en pública almoneda, y se dará aún más de lo que pidieren. Señora mía, si sabéis qué es el amor, y algún tiempo le tuvistes, y ahora le tenéis a vuestro esposo, doleos de mí, que amo tierna y honestamente al mío (Cervantes 2001: 9899). ¡Señor, misericordia, misericordia! ¡Si mi esposo muere, yo soy muerta! Él no tiene la culpa, pero si la tiene, déseme a mí la pena; y si esto no puede ser, a lo menos entreténgase el pleito en tanto que se procuran y buscan los medios posibles para su remedio; que podrá ser que al que no pecó de malicia le enviase el cielo la salud de gracia (Cervantes 2001: 99).

Aristóteles establece que lo propio del proceso judicial es la acusación y la defensa (1990: 254, 1368b). El tiempo es el pasado, ya que siempre se hacen acusaciones o defensas en relación con acontecimientos ya sucedidos, y el fin es lo justo y lo injusto. Quien acusa o defiende debe presentar pruebas destinadas a demostrar que el hecho o bien no tuvo lugar, o que no causó daño, o que no fue tan grave o que era de justicia (1990: 581-582, 1417b). Si en el texto de Cervantes examinamos «el hecho» desde el punto de vista de los testigos (un gitano mata a un soldado atravesándolo con su propia espada) no se cumplen ninguna de las cuatro condiciones, puesto que el hecho ocurrió, causó daño, este daño fue grave y el hecho no era de justicia. ¿Qué salida tiene entonces Preciosa para argumentar su defensa? Para empezar, podría recurrir a uno de los criterios que indica Aristóteles para distinguir lo justo de lo injusto, y que consistiría en que, aun habiendo reconocido haber realizado la acción, no se reconoce que sea calificada como delito (1990: 283, 1374a). La muchacha no niega que Andrés haya matado al soldado, aunque sí recalca que él «no tiene culpa, porque fue provocado», es decir, que no hubo premeditación y que él no es la clase de persona que cometería un crimen así («es tal que en él se descubre la bondad de su ánimo»). Esos breves comentarios dan paso enseguida a otro tono mucho más patético que argumentativo. La persuasión se canaliza hacia la compasión, que es, a partir de ese momento, el principio que gobierna el discurso, y que culmina en el momento en que

[175]

Preciosa subraya que el castigo a Andrés supondría un daño para un inocente –ella misma–, en un recurso patético que llama la atención sobre su persona338. Para examinar los componentes patéticos del discurso recurriré a Quintiliano, la Rhetorica ad Herennium y las Partitiones oratoriae de Cicerón, cuyas observaciones sumaré a las del tratado del propio Aristóteles. En la explicación de los discursos de defensa, Quintiliano (7.4.4-20) da una lista de posibles argumentos que, de mayor a menor efectividad, son los siguientes: 1) la acción no solo no fue delictiva, sino que fue honorable; 2) la acción o bien supuso una defensa ante otro delito, o bien se hizo por el interés general, o bien impidió un mal mayor; 3) la acción se llevó a cabo a instancias de otro; 4) la acción tuvo lugar, pero se disculpa con excusas tales como la ignorancia o la necesidad; 5) el último recurso, cuando no podemos acudir a ninguno de los anteriores, consiste en apelar a la misericordia. En este último caso, continúa Quintiliano, podemos basar la apelación a la compasión en argumentos que tengan que ver o bien con el acusado o bien con la clemencia del juez. Si nos fijamos en el acusado aludiremos a tres puntos: la honorabilidad del acusado demostrada en su vida hasta el momento, los castigos o desgracias que ha sufrido ya, y sus circunstancias externas (de nacimiento, dignidad, amigos o conocidos); si nos fijamos en el juez, inten- taremos que la clemencia sea vista como una ocasión de alabanza de su misericordia y no como resultado de una debilidad suya. Teniendo en cuenta estas premisas, no es difícil encuadrar los discursos forenses de Preciosa en un marco retórico preciso. Ante la imposibilidad de recurrir a los tres primeros argumentos que proponía Quintiliano, sugiere el cuarto, pero reserva sus fuerzas sobre todo para el quinto y último: la apelación a la misericordia. Lo que la gitana está pidiendo no es justicia, sino clemencia. Para la apelación a la misericordia Preciosa invoca tanto a la persona del acusado (aludiendo a las circunstancias externas de Andrés, y sobre todo –y significativamente– a su condición: no es ladrón, es bueno de ánimo, “no pecó de malicia” y puede esperar del cielo “la salud de la gracia”), como a la persona del Corregidor, y especialmente de la Corregidora (suplicando su misericordia “por quien vos sois”). Ayudará también saber que en las Partitiones oratoriae 25.90 Cicerón distingue dos tipos de oyentes, los poco instruidos e indoctos, y los cultivados, y que si hablamos ante estos últimos, hay que aludir sobre todo a cuestiones como la distinción, el honor, la gloria, la justicia y cualquier otra virtud. La Rhetorica ad Herennium, por su parte, nos ofrece asimismo una esclarecedora exposición de los modos de mover a la misericordia en el discurso judicial:

Apelaremos a la misericordia de los oyentes si recordamos las vicisitudes de la fortuna; si mostramos y comparamos la prosperidad en que estuvimos y la adversidad en que nos encontramos; si enumeramos y mostramos lo que nos ocurrirá si no somos absueltos; si suplicamos y nos encomendamos a su compasión; ...si demostramos que siempre o durante mucho tiempo hemos conocido circunstancias adversas; si deploramos nuestro destino e infortunio; si decimos que mantendremos el ánimo fuerte y paciente ante las desgracias (2.31.50, p. 162).

Fácilmente se comprobará la presencia de algunos de estos loci en los discursos de la gitana.

338 Como recuerda Artaza (2006: 56), «los discursos [de finalidad exculpatoria] suelen acabar... moviendo los afectos a la compasión o la ira, y se pide un juicio favorable al receptor». [176]

Y tenemos en último lugar al propio Aristóteles, que en la sección de la Retórica dedicada a los tópicos, y más concretamente en los comentarios sobre la compasión, afirma: «Compadecemos, asimismo, a los que son semejantes a nosotros en edad, costumbres, modo de ser, categoría o linaje, ya que en todos estos casos nos da más la sensación de que también a nosotros podría sucedernos lo que a ellos» (1990: 358, 1386a). Me parece que estas palabras nos dan la clave para explicar ese momento de alta intensidad emo- cional y búsqueda de empatía con que Preciosa da fin a las palabras que le dirige a la Corregidora: «Señora mía, si sabéis qué es el amor, y algún tiempo le tuvistes, y ahora le tenéis a vuestro esposo, doleos de mí, que amo tierna y honestamente al mío». La muchacha, que en apariencia no puede ser más diferente a la mujer del Corregidor, sabe sin embargo encontrar un punto en común más fuerte que la diferencia de edad, costumbres, categoría o linaje (si bien es cierto que estas dos últimas, como se descubrirá tras la anagnórisis final, son idénticas en ambas, como madre e hija que en realidad son). El amor por el esposo («mi esposo» y «vuestro esposo» son nombrados explícitamente) es la analogía que facilitará la empatía y, por tanto, la compasión. En fin de cuentas, la capacidad persuasiva de Preciosa dará los frutos deseados, tal como el narrador se cuida de hacernos saber339. Como vimos, una de las condiciones de la poliacroasis representada (biacroasis en este caso) es que la voz narrativa aluda explícitamente a las reacciones que los distintos receptores experimentan ante el discurso. En la escena que acabamos de examinar averiguamos que «con nueva suspensión quedó el Corregidor de oír las discretas razones de la gitanilla, y que ya, si no fuera por no dar indicios de flaqueza, le acompañara en sus lágrimas» (Cervantes, 2001: 99) y que «la Corregidora la tenía a [Preciosa] asida de [las manos], mirándola ni más ni menos con no menor ahínco y con no más pocas lágrimas» (Cervantes, 2001: 99). La apelación a la misericordia ha resultado en un éxito completo. En realidad, este es el elemento final de una serie de comentarios del narrador, que a lo largo de toda la novela ha ido haciendo hincapié en la respuesta que las palabras de Preciosa suscitan en sus oyentes: «Admirados quedaron los que oían a la gitanica, así de su discreción como del donaire con que hablaba» (Cervantes, 2001: 43); «Con esto que la gitanilla decía tenía suspensos a los oyentes, y los que jugaban le dieron barato, y aun los que no jugaban» (Cervantes, 2001: 44); «Pasmose el mozo a las razones de Preciosa, y púsose como embelesado, mirando al suelo, dando muestras que consideraba lo que responder debía» (Cervantes, 2001: 55); «Satanás tienes en tu pecho, muchacha! ... ¡Mira que dices cosas que nos las diría un colegial de Salamanca! Tú sabes de amor, tú sabes de celos, tú de confianzas; ¿cómo es esto, que me tienes loca, y te estoy escuchando como a una persona espiritada que habla latín sin saberlo?» (Cervantes, 2001: 56); «Todo cuanto Preciosa decía, y toda la discreción que mostraba era añadir leña al fuego que ardía en el pecho del enamorado caballero» (Cervantes, 2001: 56); «Tienes razón, ¡oh Preciosa! –dijo a este punto Andrés–; y así, si quieres que asegure tus temores y menoscabe tus sospechas, jurándote que no saldré un punto de las órdenes que me pusieres, mira qué juramento quieres que haga, o qué otra seguridad puedo darte, que a todo me hallarás dispuesto» (Cervantes, 2001: 75340).

339 Si bien es cierto, que, como señala Gerli (1995: 29), la promesa encerrada en el cofre que Preciosa ofrece al Corregidor no es ajena a su clemencia. 340 Sobre la admiratio en Cervantes y otros autores, véase Riley (1963). Hart da ejemplos del efecto de admiración en diversos personajes de las Novelas ejemplares (1988: 305 y passim para El amante liberal). [177]

Estas reacciones manifiestan que se ha cumplido el requisito retórico del mover y el deleitar, y muestran el efecto conseguido en los diferentes tipos de discurso: el deliberativo (Andrés se aviene a cumplir las órdenes de Preciosa), el demostrativo (todos se quedan suspensos, admirados o conmovidos) y el forense (el juez se inclina favorablemente hacia ella). El entusiasmo con que los demás personajes y el propio narrador comentan la capacidad oratoria de la protagonista (quien, como vimos, se revela ella misma consciente de sus capacidades) es índice de la importancia capital que se quiere conceder a los discursos341. Por todo ello –y por fin llego al motivo que dio origen a esta investigación– es lógico que la construcción de los parlamentos esté cuidada al milímetro. En las páginas anteriores me he referido a cuestiones retóricas relacionadas principalmente con la inventio, y he introducido algún comentario estilístico, pero a partir de ahora quiero centrarme en la elocutio, con un examen del que considero el momento más intenso en la elocuencia de Preciosa, su punto más crítico (está en juego la vida de su amado), que es la escena en que una muchacha gitana y relacionada con un homicida se dirige al señor Corregidor para pedirle clemencia. Recuerdo una vez más sus palabras: «¡Señor, misericordia, misericordia! ¡Si mi esposo muere, yo soy muerta!». Son dos sintagmas que intentan reproducir el lenguaje de la emoción, y que por lo tanto no parecen tan trabajados como otras partes de los parlamentos más propiamente argumentativas. Sin embargo, debemos recordar que, al tratarse de un discurso judicial, se emplearán recursos elocutivos que ayuden a mover los afectos, y el estilo propio de la moción de afectos es el elevado. Uno de los tratados que explican los tres géneros estilísticos, el sencillo, el moderado y el grave, es, como ha estudiado Artaza (1997), el De tribus di-cendi generibus de Alfonso García Matamoros (Alcalá, 1579). Para el estilo grave Matamoros aconseja introducir «nombres que resplandecen por su propia dignidad y grandeza, como son... dios, fundador, padre, soberano, progenitor, divinidad, rey», etc. (Artaza, 1997: 186). Las palabras de Preciosa se abren precisamente con la invocación «Señor». También dice Matamoros que otro recurso léxico para el estilo elevado son «los nombres de virtudes» (Artaza, 1997: 187), como aquí la «misericordia». Pero «uno de los aspectos [de la gravedad del estilo] más importantes y más altos, y... acaso el mayor de todos ellos» (Artaza, 1997: 189) es la compositio. De las figuras que ayudan a elevar el estilo Matamoros destaca «las repeticiones expresivas, las geminadas, las que se suceden intensificando gradualmente su carga semántica,... las exclamaciones y las que se prestan a grandes gritos como el apóstrofe» (Artaza, 1997: 190). No es difícil identificar en las líneas mencionadas de la novela varios de estos recursos elocutivos, casi todos tendentes a agregar un componente patético a la expresión. Podemos describirlos siguiendo la Rhetorica ad Heren-nium342. En primer lugar vemos una exclamatio, («¡Señor...!»), que es «la figura que permite expresar dolor o indignación

Lukens-Olson (2001), al estudiar la retórica en los discursos de personajes en Persi-les y Sigismunda, se refiere a los efectos que causan en los oyentes. 341 Hart (1988: 314) recuerda el testimonio de Jacques Amyot, el traductor francés de Heliodoro, para quien en la Historia Aethiopica son merecedores de elogio «los hermosos discursos sacados de la filosofía natural y moral, muchos dichos notables y palabras sentenciosas, muchas oraciones y pláticas, en los cuales el artificio de elocuencia está muy bien empleado». El lector de la época valo¬raba el «artificio de elocuencia» y no la presunta «verosimilitud» de los parlamentos. 342 Que cito, como he hecho antes, según la traducción de Salvador Núñez, indicando la sección de la obra y el número de página, y subrayando las expresiones más relevantes para mi análisis. [178] mediante la invocación a un hombre, ciudad, lugar u objeto cualquiera» (4.15.22, p. 246). A continuación tenemos una conduplicatio («¡... misericordia, misericordia!»), definida como «la repetición de una o varias palabras [que] sirve para amplificar o conmover ... la repetición de una misma palabra conmueve vivamente al oyente» (4.28.38, pp. 268-269343). Finalmente nos encontramos con un polyptoton («muere... muerta»), el tipo de paronomasia que «se produce por el cambio de casos» (4.22.31, p. 258), y que el autor de la Rhetorica ad Herennium aconseja emplear con prudencia, pero que «insertada ocasionalmente», es figura que «da brillo al estilo» (4.22.31, p. 260344). Otro tipo de repetición es la que atañe al material fónico, en lo que ya desde Giovanni Pontano algunos llamaban aliteración (Vega Ramos, 1992: 38), pero que en la retórica de raíz latina se seguía incluyendo bajo el rótulo general de compositio, esto es, la armonía, en este caso fónica (i.e. no sintáctica). Para describir el trasfondo teórico que nos permitirá estudiar los ingredientes de la compositio en la frase de Preciosa y la aportación de esos ingredientes al discurso, será útil acudir al libro segundo de las Prose de Bembo, donde, como se sabe, se tratan cuestiones elocutivas. Allí se habla de la gravità y la piacevolezza como categorías —no necesariamente excluyentes entre sí— imprescindibles para todo tipo de escritura (1525: XXVIII345). Según Bembo, la gravità comprende «l’honestà, la dignità, la maestà, la magnificen-za, la grandezza et le loro somiglianti», mientras que bajo la piacevolezza se incluyen «la gratia, la soavità, la vaghezza, la dolcezza, gli scherzi, i giuochi» (Bembo, 1525: XXVIII). La consecución de la gravità y la piacevolezza descansa en tres elementos principales: el suono, el numero y la variazione. El sonido se define como «quel concento et quella harmonia che nelle prose dal componimento si genera delle voci, nel verso oltre acciò dal compo-nimento etiandio delle rime» (f. XXVII v), y depende de las letras en sí y en su combinación con las demás. Por ejemplo, entre las vocales «miglior suono rende la a... Migliore dell’altre poi la e... Buono appresso questi è il suono della o... Debole e leggiero e chinato et tuttavia dolce spirito dopo questo è richiesto alla i... Viene ultimamente la u» (idem), y, en cuanto a las consonantes, «molle e delicata e piacevolissima è la l, et di tutte le sue compagne let-tere dolcissima... la r aspera ma di generoso spirito... di mezzano poi tra queste due la m et la n, il suono delle quali si sente quasi lunato et cornuto...» (f. XXVIII V), etc. El número se

343 Giraldi Cinzio especificará un poco más cuál deba ser el uso de la repetición, ya que acon-seja que se huya de ellas «salvo se ciò non si facesse per ornamento o per aggiungere forza et vigo¬re alla sentenza» (p. 118). 344 En realidad, Cervantes hace uso del polyptoton bastante a menudo en el texto de La gitanilla: solo el primer párrafo encierra tres (crianza / criaba, deshonestidad / honesta, cantar / cantares, p. 29); y más adelante: caso / casamiento (p. 109); vaina / envainó (p. 97); apartaron / aparte (p. 80); muere / muerta (p. 99); hoyo / oyó (p. 45). Sobre este último par, ver López Grigera (1994: 162-163). 345 En De oratore 3.12.42 Cicerón contrapone por los rasgos de pronunciación y manera de hablar a la gravitas, caracterizada por un sonido «agreste», frente a la más «sutil» suavitas. Ambas categorías forman parte también del sistema hermogenista de los estilos: los tratadistas del Renaci¬miento usan el término gravitas para referirse bien a la semnotes, que es una de las subformas de la Grandeza o megethos, o bien a la última de las siete grandes formas, la deinotes; por otra parte, la suavitas corresponde a la glykytes o Dulzura, una de las subformas del ethos. Para las diferentes traducciones renacentistas de las «ideas» de Hermógenes, ver Vega Ramos (1992: 262-263). Sobre la influencia de Hermógenes en Bembo, Tateo (1983). Artaza (2006: 44), que examina algunas de las formas hermogénicas en Scaligero, Minturno y García Matamoros, sostiene que uno de los rasgos que diferencian las doctrinas retóricas helenísticas con respecto a las latinas es «la importancia capital que [aquellas] conceden a la Elocución y sobre todo a la selección léxica basada en la qualitas y la quan-titas sonorum de los verba». Un muy buen resumen de las teorías de la compositio, aunque aplicadas a la poesía, en Periñán (1987-1988). [179] describe como «il tempo che alle sillabe si da, o lungo o brieve, hora per opera delle lettere che fanno le sillabe, hora per cagione degli accenti che si danno alle parole, et tale volta et per l’un conto et per l’altro» (f. XXXII). Para la lengua vulgar, Bembo asocia la cantidad a la acentuación: serán largas las sílabas acentuadas, serán breves las dos que van tras las acentuadas. Así, la palabra esdrújula será «leggiera», la aguda será «ponderosa» y la grave será «temperata» (f. XXXII v). Y finalmente la variación se explica en contraposición a la saciedad y a la monotonía: al buscar la gravedad no conviene usar palabras graves y letras altas sin intercalar alguna más sutil, y esto puede aplicarse, en el caso del verso, también a las rimas y a los acentos (f. XXXVI); y viceversa, al buscar la suavidad se introducirán de vez en cuando elementos elevados, sea en la elección de las voces, en su disposición, o en el uso de las rimas y los acentos. Al sonido, número y variación Bembo añade otras dos condiciones del discurso: el decoro y la persuasión. El decoro o conveniencia de los estilos evitará que caigamos en lo austero si abusamos de lo grave o en lo disoluto si nos extralimitamos en lo suave (f. XXXVII v), mientras que la persuasión es imprescindible, pues sin ella tanto la suavidad como la gravedad «sono poco meno che vane» (idem). Desde esa perspectiva teórica general, podemos ya examinar la frase del personaje de la novela. Observamos rápidamente que en las palabras de Preciosa saltan a la vista algunos fenómenos como la repetición del diptongo ue dos veces, la repetición de la sílaba mi tres veces, y el eco interno en or como sílaba acentuada otras tres veces. Es significativo este último elemento por dos razones: por una parte, la rima interna aporta suavidad (Bembo 1525: XXXI V), pero por otra, según hemos visto, las palabras agudas aportan gravedad346. El «señor» de la frase (aparte de la carga de «dignidad y grandeza» que decía Matamoros), con su eco repetido en «misericordia, misericordia», construye, ya desde el inicio, esa mezcla de gravità y piacevolezza que reclama Bembo. Si seguimos mirando con atención, observamos también otros fenómenos interesantes. Comprobamos por ejemplo que la frecuencia de vocales en este fragmento es justamente la contraria a la frecuencia normal de los sonidos vocálicos en español. Si, según Navarro Tomás (1966), la frecuencia de las vocales en español sigue el orden a e o i u, su frecuencia en estas líneas de la novela es i o e a u, con un número de ocurrencias de 8, 7, 6, 3 y 2 respectivamente. Prescindiendo de la u, que ocupa un puesto similar en ambas escalas, el orden, como digo, es exactamente el opuesto. El tratado antiguo más completo en cuestiones de compositio, es decir, de elección de palabras, sonido, armonía y ritmo, es el Perì synthéseôs onomátôn o De compositione verborum de Dionisio de Halicarnaso, un método general de análisis fonoestilístico bien conocido en Europa (y en España) durante el Renacimiento. Dionisio (1983: 29-30) establece una clasificación cualitativa de las vocales, desde «las más fuertes y... que producen un sonido más agradable» hasta las «menos agradables». Entre las mejores están las largas, y de ellas, «la más eufónica es la α... Después viene la η... En tercer lugar la ω... Un poco menos... es la υ... En último lugar viene la ι». Ya hemos visto las Prose de la volgar lingua, donde Bembo (1525: XXVII v) repite casi literalmente la caracterización de Dionisio. Y las Tablas poéticas de Cascales (1617: 151) establecen que «La a es sonora y clara. La o, llena y grave. La i, aguda y humilde. La u, sutil y lánguida. La e, de mediano

346 Sobre el «nucleo /or/» y su aparición en varios poetas italianos, véase Afribo (2001: 63-67). [180] sonido347». Por contraposición a estos sonidos elevados, la i, según sostiene Bembo, confiere dulzura, tal y como pone también de manifiesto –en forma y contenido– este verso de Petrarca: «Dolci ire, dolci sdegni e dolci paci» (citado por Afribo, 2001: 90). Vemos que Cervantes prefiere mitigar el estilo «grande» que otorgaría la presencia de la a o la o, y presenta a su personaje haciendo un discurso donde lo que abunda es la vocal más «dulce», la i348. Entiendo que es una elección que tiene que ver con el decoro del personaje, con su condición no ya de de inferioridad social, sino de desamparo emocional, y paralelamente con la reproducción de un estilo hablado en un momento de patetismo, que haría inviable, por inverosímil, una compositio más grave. No olvidemos que, como decía Capmany (1812: 257), «el saber templar la sequedad y seriedad de un asunto con la franqueza y donaire de este estilo, sin faltar al decoro, no es pequeño mérito en un escritor», y que «en este arte fue feliz y discretísimo nuestro inmortal Miguel de Cervantes». El otro fenómeno relevante es una frecuencia más alta de lo usual de las consonantes m y r: la m se repite cinco veces, y la r, siete; es decir, estos dos fonemas copan la mitad de los sonidos consonánticos totales. La repetición de una consonante se conoce como homeoprophoron, porque así la llama Marciano Capella (Lausberg, 1967: II.334), y en concreto la repetición de la m es un mytacismus. El homeopróforo en general y el mitacismo en particular son fallos de dicción, que, según Marciano Capella, deben evitarse (Lausberg, 1967: II.333-334349). Por su parte, la r es considerada por Ovidio como una «aspera... littera» (Lausberg, 1967: II.330), y esta es también la descripción de dicha consonante en el De compositione verborum de Dionisio de Halicarnaso (1983: 30). Sin embargo, los tratadistas del Renacimiento matizarán esas opiniones. Bembo (1525: XXVIII V), como vimos, dirá que la r es «aspera ma di generoso spirito», y Giraldi Cinzio, a propósito de un soneto de Petrar-ca, asegurará que, si se mezcla con otros sonidos, la r pierde parte de su aspereza: «la r... di sua natura è strepitosa, vi è ella però trapposta con tanta gratia et con tanto giudicio, che diviene, per la compagnia et per la mescolanza delle altre lettere, molle e meno aspra» (Giraldi, 1554: 140-141350). Debemos tener presente que la mezcla de sonidos se ve como un rasgo positivo y, de hecho, es aconsejada explícitamente por Bembo (1525: XXIX), quien afirma que «del mescolamento [delle

347 Un testimonio nos mostrará la aplicación de estas nociones al análisis de la poesía: en la anotación al soneto de Garcilaso «Cuando me paro a contemplar mi stado», Fernando de Herrera comenta el efecto que produce en el primer verso la repetición de las vocales a y o con estas palabras: «este verso, por las vocales primera i cuarta, que tiene tan repetidas, es mui grave, porque son gran¬des i llenas i sonoras; por eso hazen la voz numerosa con gravedad» (Garcilaso de la Vega, 1973: 78). La anotación de Garcilaso recuerda un conocido paso de las Prose de Bembo (1525: 25v) en que se alaba el primer soneto del Canzoniere de Petrarca con la siguiente apreciación: «Questa voce ‘ascol-tate’, per la multitudine delle consonanti che vi sono, et ancora per la qualità delle vocali et numero delle sillabe, è voce molto alta et apparente». 348 Si tenemos en cuenta que la frecuencia de las vocales en italiano es e a i o u (como vemos, la i ocupa el puesto de la o con respecto al orden del español, es decir, es más frecuente –pensemos en los plurales de los sustantivos masculinos– (Batinti, 1993), se hace todavía más significativa la abundancia de la vocal i en el pasaje cervantino. 349 Pero Herrera considerará el mitacismo como un fenómeno de valor positivo: «A esta conci-nidad de tres aliteraciones llama Marciano Capela en el lib. 5 metacismo, cuando la conjunción de la voz se colide muchas veces con este elemento m; es la concinidad (así dicha de la composición conveniente y propia) la colocación de las palabras» (Garcilaso de la Vega, 1973: 365). 350 Sobre el valor de la r en varias retóricas y poéticas renacentistas, consúltese el cuadro inclui¬do en Vega Ramos (1992: 86-87). [181] lettere] esce o nella prosa o nel verso et talhora gravità genera et talhora piacevolezza351». El contrapeso adecuado a la aspereza de la r parece efectivamente ser la m, porque es sonido que «conviene al pianto» (Tasso, citado por Afribo, 2001: 103) y porque «nelle cose degli affetti gravi sono di gran forza le voci che hanno in sé la m», tal como se ve en los versos de Petrarca «Di me medesmo meco mi vergogno, e il sonetto Mentre che il cor dagli amorosi vermi», el cual «fu scelto da monsignore Bembo, per paragone di dolce e di affettuosa gravità» (Giraldi, 1554: 140). La r y la m combinan bien: la aspereza de la una se mitiga con la suavidad de la otra, y por ello la conjunción de ambas puede emplearse en momentos en que se convenga subrayar simultáneamente la gravedad y el patetismo. Giraldi Cinzio, sirviéndose de un ejemplo de Petrarca, dice explícitamente que si aparecen juntos los fonemas m y r, la mezcla hace intensificar la gravedad de los afectos:

Tanta conobbe il Petrarca esser la forza della m mescolata con la r nell’espressione dell’affetto, che egli si havea tolto a spiegare con affettuo sa gravità in quel sonetto, che non gli bastò che le quattro rime delle otto finissero l’ultima lor sillaba con la m et la penultima con la r, ma volle ancho nelle sei sciegliere due rime che finissero l’ultima lor vocale con la medesima m et la penultima con la r, come fa “marmo” et “disarmo” (Gi-raldi 1554: 141).

Como sostiene Andrea Afribo (2001: 102) a propósito de este pasaje, cuyo contenido hace remontar a los comentarios de Bembo al primer soneto del Canzoniere, el efecto fónico de la combinación de las dos consonantes m y r se resume en una norma muy simple: «sì alla /r/ e al suo strepito, ma a patto di una imprescindibile modulazione: quella della /m/». Con ello se conseguirá además la conjunción de la gravità y la piacevolezza exigida por Bembo y desarrollada por varios teóricos italianos (Afribo, 2001: 13, 77-78352). La «mezcla» de la m y la r en el pasaje de La gitanilla pone de manifiesto la búsqueda de un objetivo que tiene que ver con la «expresión del afecto», con la carga de patetismo que el momento requiere. Y de manera más general, si tenemos en cuenta lo dicho sobre el valor de las vocales y la combinación de sonidos, podremos comprender que en un momento de «afecto grave», como el que Preciosa vive delante del Corregidor, Cervantes haya querido concentrar los elementos fónicos que otorgan esa «fuerza», y que simultáneamente haya intentado aliviar dicha gravedad con elementos suaves, que son a la vez medios instrumentales para la consecución de la variedad y rasgos acordes con la caracterización del personaje353. Sobra decir que la selección léxica, las figuras y la

351 Es una idea que está ya en Dionisio de Halicarnaso, quien encarece la eficacia de la combi¬nación de sonidos, pues se conseguirá eliminar o mitigar «la inconveniencia natural» de algunos elementos «por medio de la unión, fusión y yuxtaposición, mezclando las [letras] suaves con las ás¬peras, las blandas con las duras, las eufónicas con las cacofónicas, las fáciles de pronunciar con las difíciles, las largas con las breves, y combinando las demás de manera igualmente apropiada, cuidan¬do de no emplear seguidas muchas palabras de pocas sílabas (pues la audición se resentiría), como tampoco más polisilábicas de las convenientes, ni poner junto a otras las palabras de acentos y can¬tidades iguales» (1983: 26). 352 También Bartolomeo Maranta se fija en unos versos de la Eneida en que la magnitudo se consigue gracias a la combinación de la m y la r: «Horrendum stridens, flammisque armata chimae-ra...» (Maranta, 1564: 116). Para los efectos de la m según los tratados del Renacimiento, véase Vega Ramos (1992: 91-92). 353 El lector advertirá efectos parecidos a los que hemos analizado en un pasaje del discurso de Leonisa al final de El amante liberal, en el punto en que la protagonista revela su elección en favor de Ricardo y en detrimento de Cornelio: «Pues con esa licencia ... quiero que no se me haga de mal mostrarme desenvuelta, a trueque de no mostrarme desagradecida; y así, ¡oh valiente Ricardo!, mi voluntad, hasta aquí recatada, perpleja y dudosa, [182] compositio verborum, o, siguiendo el sistema bembia-no, el sonido, el número, la variedad, el decoro y la persuasión tienden a esos efectos de gravità y piacevolezza. Don Ramón Menéndez Pidal (1991: 25-26) proclamaba que el Cervantes del Quijote y las Novelas ejemplares había aprendido a «poner en la forma más corriente del lenguaje una singular emoción artística», y que su «trabajo de redacción literaria no parece operado sobre el papel, sino en la mente, durante la lenta gestación de la obra artística». En la mente o sobre el papel, queda claro que para comprender en toda su extensión la elocutio cervantina no debe soslayarse el estudio de la filiación de sus recursos con las teorías retóricas y poéticas de la Antigüedad y del Renacimiento. Solo así llegaremos a comprender por qué, bajo esa apariencia de naturalidad y poco artificio, no hay «menor cálculo ni menor logro de estilo» (Abad Nebot, 2008: 55) que en otros escritos de fisonomía más trabajada. En Cervantes escribir retórico no equivale a escribir con afectación, y sí a escribir con una muy estudiada desenvoltura.

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se declara en favor tuyo; porque sepan los hombres que no todas las mujeres son ingratas, mostrándome yo siquiera agradecida. Tuya soy, Ricardo, y tuya seré hasta la muerte, si ya otro mejor conocimiento no te mueve a negar la mano que de mi esposo te pido» (Cervantes 2002: 158). Destaca la frase «mostrarme desenvuelta, a trueque de no mostrarme desagradecida» y su eco en “ingratas, mostrándome yo siquiera agradecida”, donde la acumulación de sílabas «dove la moltitudine delle consonanti... è spatiosissima» (Bembo 1525: XXXV) otorga una importante carga de gravedad al discurso, reforzada además por la presencia de la r en combinación con otras consonantes en las sílabas trar, true, trar, gra, gra, tran, gra. [183]

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La buenaventura de Preciosa Francisco Márquez Villanueva Las poesías intercaladas por Cervantes en su obra en prosa constituyen una de las vetas menos trabajadas por la crítica. En conjunto, y con excepciones, ésta ha venido adoptando una actitud caracterizada por las preguntas que su más reciente editor prefiere dejar sin respuesta: "Los versos eran, en efecto, de obligada inserción en toda novela pastoril, ¿lo eran igualmente en la novela sin más? ¿No constituirían en ella, por el contrario, un estorbo? ¿No son precisamente novela y poesía géneros opuestos354?" En el caso particular de La gitanilla, dicha inercia ha quedado rota por el esfuerzo interpretativo de A. G. Forcione355, para quien representan una valiosa clave en relación con los más

354 VICENTE GAOS, introducción a MIGUEL DE CERVANTES, Poesías completas, Castalia, Madrid, 1981, t. 2, p. 11. 355 "Here we discover a marriage in which both partners exhibit a good deal of violence and lust, frequently scold and beat [?] one another, and ap-pear to be yoked until death in a conjugal relationship plagued by tyranny, fear, jealousy and adultere. The brief Picture of domestic chaos... might have reminded a seventeenth- century reader of Erasmus' popular colloquy on the miseries of unhappy married life, the Uxor Mempsi gamos", Cervantes and the Humanist Vision, Princeton University Press, Princeton, 1982, p. 138. "The elu-sive scene of Preciosa's visit to the lieutenant's `sterile' house presents, then, through brief but powerful allusion, a fallen [185] decisivos aspectos intencionales de la novela. Centrada ésta sobre un concepto refinadamente idealizado del matrimonio y el amor conyugal, dentro de un marco de signo erasmista, aclararían dichas piezas los últimos alcances doctrinales de la obra en un serio plano de formulación ilustradora para el lector. No escapa, como veremos, a esta visión trascendente el tercero de estos poemas, que acoge la buenaventura dicha por Preciosa a la mujer del teniente (sin duda de corregidor) de la villa y corte356. Hay que reconocer que dicha pieza se perfila en principio como una salida inesperada, un brusco y casi traumático apearse del "idealismo" con que ha venido etiquetándose a La gitanilla. Es cierto que su heroína pasa a moverse en un terreno al parecer desconcertante y los críticos se hacen los desentendidos, mirando para otra parte, o lamentan, como tiene la sinceridad de confesar Francisco A. de Icaza357, el descarrío o tropiezo de Cervantes, incapaz de superar esta vez un irremediable conflicto entre realidad y literatura. El que cabría calificar como enfant terrible de los poemas cervantinos es improvisado por Preciosa al leer la mano de la encumbrada señora: —Hermosita, hermosita, la de las manos de plata, más te quiere tu marido que el rey de las Alpujarras. Eres paloma sin hiel; pero a veces eres brava como leona de Orán o como tigre de Ocaña. Pero en un tras, en un tris, el enojo se te pasa, y quedas como alfeñique, o como cordera mansa.

world of the court, just as the poem to Doña Clara, which Preciosa recites amid this world, depicts a deeply flawed form of marriage and family life" (ibid. p. 212). Aunque presta alguna atención a estos poemas, no llega a mencionar la buenaventura GEORGES GüN-TERT, "La gitanilla y la poética de Cervantes", BRAE, 52 (1972), 107-134. 356 La buenaventura promete un rápido ascenso a corregidor de una ciudad importante. La crítica de los cargos de justicia solía restringirse, por moti¬vos de elemental prudencia, a sus representantes de rasgo inferior, como observa JEAN-MARC PELORSON, Les 'letrados' juristes castillans sous Philippe 7II, Univer-sité de Poitiers, 1980, p. 372. Es, pues, erróneo el calificar al teniente de "strug-gling bureaucrat", como hace FORCIONE, (op. cit., p. 138). 0 el tenerlo por "one of the minor town officials", llamado a desempeñar un papel insignificante dentro de un episodio que es, en sí, de relleno (JENNIFER LOWE, Two novelas ejemplares, Tamesis Books, London, 1971, pp. 30 y 31). Colmo de ingenuidad el aducir, según hacen algunos, el estado ruinoso de la hacienda real como forma de justificar la ausencia de dineros en casa del teniente. En torno a éste no hay sino inmoralidad y todo el episodio del mismo forma parte, destacada pero no única, del particular menosprecio de corte desarrollado por Cervantes en esta novela. 357 "Y espiritada debía de estar Preciosa cuando improvisaba o adaptaba al caso versos como ios que dedica a la señora Tenienta, en los cuales puede estudiarse hasta qué punto se imponía la realidad sobre el temperamento literario de Cervantes; ya que después de declarar y repetir que la Gitanilla no consintió que las que fuesen en su compañía cantasen cantares descompuestos, ni ella los cantó jamás, la hace decir equívocos muy usados en las coplas populares de entonces, pero ajenos del todo al carácter que en ella supone" (Las "Novelas ejemplares" de Cervantes. Sus modelos vivos y su influencia en el arte, Madrid, 1901, p. 106). En la misma vía escandalizada AGUSTÍN G. DE AME-"LÚA Y MAYO: "Una nota tiene, empero, La gitanilla, excepcional y muy rara en Cervantes, que no hallaremos en el resto de sus Novelas, y que en cierto modo contradice al título de Ejemplares que guardaron las demás, a saber, la inclusión de ciertos pasajes maliciosos, picantes y equívocos. Todos ellos contiénense en la buenaventura que Preciosa lee en la mano de la mujer del Teniente de la Villa, aunque les sirva de excusa el ser imitación del estilo libre y desenvuelto que las gitanas empleaban en las suyas. Verdad es también que en aquellos tiempos tolerábanse más estas licencias en el verso que en la prosa" (Cervantes, creador de la novela corta española, C.S.I.C., Madrid, 1948, t. 2, p. 31). [186]

Riñes mucho y comes poco: algo celosita andas; que es juguetón el Tiniente, y quiere arrimar la vara, Cuando doncella te quiso uno de muy buena cara; que mal hayan los terceros, que los gustos desbaratan. Si a dicha tú fueras monja, hoy tu convento mandaras, porque tienes de abadesa más de cuatrocientas rayas. No te lo quiero decir...; pero poco importa, vaya: enviudarás, y otra vez, y otras dos serás casada. No llores, señora mía; que no siempre las gitanas decimos el Evangelio; no llores, señora; acaba. Como te mueras primero que el señor Tiniente, basta para remediar el daño de la viudez que amenaza. Has de heredar, y muy presto, hacienda en mucha abundancia; tendrás un hijo canónigo; la iglesia no se señala. De Toledo no es posible. Una hija rubia y blanca tendrás, que si es religiosa, también vendrá a ser prelada. Si tu esposo no se muere dentro de cuatro semanas,

[187] verásle corregidor de Burgos o Salamanca. Un lunar tienes, ¡qué lindo! ¡Ay, Jesús, qué luna clara! ¡Qué sol, que allá en las antípodas escuros valles aclara! Más de dos ciegos por verle Dieran más de cuatro blancas... ¡Agora sí es la risica! ¡Ay, que bien aya esa gracia! Guárdate de las caídas, principalmente de espaldas; que suelen ser peligrosas en las principales damas. Cosas hay más que decirte; si para el viernes me aguardas, las oíras, que son de gusto, y algunas hay de desgracia. Estamos ante la perfecta estilización de un documento folclórico (justo como el ensalmo para el mal de corazón de Andrés, un poco más abajo), testimonio vivo sin duda de lo observado y visto de primera mano358. El poema, sin embargo, no va tras la nota ambiental de ningún pintoresquismo o concesión al tema gitanesco, pues nada hay más ajeno a la "pandereta" que la honrada autenticidad del pandero de Preciosa. Lejos de constituir la novela un pretexto para su inserción, se han escrito aquellos versos muy a la mira de aclarar el sentido de la obra y su protagonista bajo un criterio de sobria economía

358 El precedente recordado por Cervantes es sin duda el de Eufemia (1567) de Lope de Rueda con una escena muy similar de buenaventura dicha a una dama y su criada. No abundan, al parecer, materiales de comparación dentro de la moderna investigación de campo, pues ni ayudan ni apenas alcanzan la categoría de tal algún repertorio como el de MANUEL DÍAZ MARTÍN, Maldiciones gitanas (Sevilla, 1901). Contemporáneamente destaca el testimonio de tan buen observador popular como Lope de Vega en su comedia de 1603 El arenal de Sevilla. Su protagonista femenina (Lucinda) se hace pasar por gitana y dice más de una "ventura", con uso de la moneda para el trazo de la cruz, etc. En el pasaje más notable finge leer la mano de su rival en amores, pero, lejos del camino seguido por Preciosa, toma por el del común artificio escénico de "engañar con la verdad", pues al fin y al cabo, no deja de ser una gitana falsificada. Por el contrario, es una gitana auténtica la que en el Aucto del finamiento de Jacob (fechable hacia el tercer cuarto del xvi) dice la "ventura" a un Bobo con las características fórmulas de adulación introductoria: "Cara de Pazqua florida, / cara de azuzena y rroza, / dónde vaz, perla precioza?" El foco de su profecía es asimismo chocarrero y fácil de creer: "También, porque herez velludo, / zeraz dichozo y honrrado; / zeraz trez vezes cazado / y de todas trez cornudo, / manzo y bienaventurado" (LEO ROUANET, ed., Códice de autos, farsas y coloquios del siglo xvi, Barcelona, 1901, t. 1, p. 208). A todos se anticipa Gil Vicente con su Farsa das ciganas (hacia 1521), cuya Giralda dice cosas como: "Porné ciento contra treinta / Que de loz piez a la cinta / Tienez la buena ventura" (GIL VICENTE, Obras, Lello & Irmáo, Porto, 1965, p. 646). [188] narrativa. Y contra lo que han creído algunos, la novela no es menos, sino tanto más ejemplar por ello. Frente al carácter convencional y adaptable de este tipo de piezas folklóricas, la buenaventura de la gitanilla destaca por su carácter de improvisación frente al desafío de muy particulares circunstancias. Con su afirmación superadora del formulismo quiromántico al uso, el poema refleja bellamente la doble naturaleza de Preciosa, gitanilla y dama en grados simultáneos y eximios. Aparte de las predicciones de rigor en un recitado de esta clase (amores, hijos, herencias), la pieza se centra sobre una etopeya y hasta cierto punto también prosopografía de doña Clara, sin perder al mismo tiempo de vista a su marido el Teniente. El acto adivinatorio mira a introducir en la obra una nueva e inquietante realidad, que no ahorra los perfiles más negativos e hirientes. La señora, por lo pronto, se retrata como inestable y dada a caprichosas explosiones temperamentales, con los celos como la debilidad más disculpable de su complejo carácter, en el que conviven las especies zoológicas de paloma, leona y tigre. Dibujo de un genio difícil, con el que no es de extrañar que acabe como arma mortífera, llamada a enviar tres o cuatro maridos al otro mundo. Quiere decir que esta semblanza de la pareja cortesana, realizada a través de medios cargados de humor, distará de ser ninguna broma y constituye una de las claves fundamentales para el lector inteligente de La gitanilla. El poema busca sus fines a través de una retórica muy definida, que lo devana entre figuras muy reconocibles de la expresión burlesca de la época. Tenemos, en primer lugar, afirmaciones como "más te quiere tu marido / que el rey de las Alpujarras". Pero bajo el aspecto de una bella fórmula ponderativa se descubre un absoluto vacío: el esposo no necesitará quererla mucho para ganar la mano al inexistente rey granadino359, pues un amor medido por el término de comparación de cero no ha de llegar muy allá para sacar verdadera a la adivinadora. Lo mismo cabe decir de las lagrimillas de cocodrilo ante el anuncio de viudez, siempre eludible con el sencillo expediente de morir ella primero (un sa¬crificio de Alcestes muy poco verosímil en esta doña Clara), sólo que es también una estrategia de taimado circunloquio para introducir un "te mueras" tras el que acecha al trasluz un valor optativo en cuanto intención del hablante (giro "así te mueras..."). Idéntica jugada con aquella indiscreción acerca del íntimo lunar, que, con empleo de la figura etimológica, es luna y a la vez impúdico sol cuya contemplación desearían, perogrullescos, algunos ciegos. Aunque en este ejemplo hay también su dosis de ambigua malicia, con su abrirse a la perspectiva de alguna celada vida galante de ella, porque tales ciegos ¿lo son de los ojos de la cara o serán más bien ciegos de amor? El dilema, apropiadamente cornutus, no necesita de respuesta para situar al personaje en un terreno de neto cariz erótico. Va muy acorde con una segunda serie de insinuaciones que culmina en aquella advertencia apicarada contra las caídas de espaldas, siempre citada por todos los críticos con gustoso escándalo. Porque salidas muy similares nos enteran, por ejemplo, de que, si bien su marido no la ama gran cosa, también ella, a su vez, no ha dejado de añorar a cierto galán con quien no la dejaron casarse. La serie hasta ahora comentada, con su oquedad sospechosa, podría ser calificada de "unas razones

359 Las anotaciones de la edición de R. Schevill y A. Bonilla (Novelas exem-plares, Madrid, 1922, t. 1) pretenden ver aquí una alusión al reyezuelo de la guerra de Granada don Fernando de Válor, figura popularizada por los ro¬mances de Ginés Pérez de Hita. Pero es conjetura más que improbable, por cuanto su Segunda parte de las guerras civiles de Granada no se publicó hasta 1619. "El rey de las Alpujarras" no figura aquí sino en cuanto mero signo de 'per¬sonaje fabuloso'. [189] que ni atan ni desatan, y no significando nada, pretende el que las dize, con su disimulación, engañar a los que están oyendo", que es como define Covarrubias lo que en su tiempo llamaban bernardinas360. Son éstas un juego entre lo pleno y lo vacío, destinado a desconcertar o confundir al oyente, dejándolo indefenso para los fines genéricamente dolosos que procuran encubrir aquellas "palabras vanas" y "kasi mentiras", en equivalencia a "burlas, chanzas y adulaciones", según el testimonio de Gonzalo Correas. Preciosa domina a la perfección dicho recurso técnico, pero con estas salidas sobre los ciegos y las caídas de espaldas cultiva también, de un modo claro, la pulla361, en cuanto gran forma alternativa de la burla verbal en la época. Basada en una comicidad más agresiva e inmediata, calco en principio del lenguaje de carreteros y gentes del camino, consiste la pulla en un acercamiento calculado a la expresión de insulto desvergonzado o rafez. Y como se verá, la gitani-Ha se muestra temible al envolver a toda la casa del teniente en una espesa red de pullas según el modelo más clásico. Frente a las graciosas, revueltas perogrulladas de sus bernardinas, las pullas de la buenaventura se suceden sobre todo en desarrollo lineal de un concreto periplo somático, abarcador de ambos cónyuges y contagiado de claros sentidos obscenos. Con harta intención está ausente de allí la cara, parte más noble del cuerpo y espejo del alma, como si quisiera decir que estos personajes no son más que una baja y elemental biología. Comenzando por las manos, el poema rinde su grotesco viaje en las frágiles espaldas de la señora, tras haber dado vista a sus antípodas y a cierto sol362 no tan eufemísticos. Pulla antológica es la que denuncia los culpables jugueteos del teniente, demasiado aficionado como se sabe a "arrimar la vara". La frase se halla claramente calcada sobre otras como doblar o torcer la vara, muy usadas en la época a modo de perífrasis eufemísticas para 'injusticia, cohecho', aludiendo a vara como insignia de autoridad civil. Así el mismo Cervantes en Pedro de Urdemalas: "De vos, Crespo, será tan bien regida / Que no la doble dádiva ni ruego" (Jornada primera). Y en Lope: (El niño inocente de la Guardia, acto 1): Aquí, en Francia, son hombres de buen pecho los ministros, notarios y escribanos; no hay hombre descompuesto o que presuma torcer la vara, ni afrentar la pluma. Sólo que la vara en este caso no se tuerce ni dobla, sino que se arrima363 en toda su entereza y en un obvio sentido sexual, dando así causa justificada a los celos de la tenienta. La dicha vara se halla, de nuevo, determinada por su etimología, que no ofrecía

360 GONZALO SOBEJANO, "Bernardinas en textos literarios del Siglo de Oro", HRM, 2, 247-259. También el excelente estudio de MoNiQuE joLY, La bourle et son interpétation. Recherches sur le passage de la facétie au roman (Espagne, xvie-xviie siécles), Université de Lille, Lille, 1982, pp. 138-142. 361 j. P. WICKERSHAM CRAWFORD, "Echarse pullas: A Popular Form of Tcn-zone", RR, 6 (1915), 150-164; PLY, op. cit., 246-267. "Por su parte, la pu¬lla tiene una intención punzante, burlescamente ofensiva, de que la bernardina carece por lo general. El que echa pullas, más que engañar quiere humillar, avergonzar, vejar"; por lo mismo son "más abundantes en novelas picarescas, comedias de enredo y entremeses que en obras literarias" (SoBEJANo, op. cit., pp. 250 y 256). 362 "Entre los rayos de tu sol (in amo)" (PIERRE ALZIEU, YVAN LISSORGUES y ROBERT JAMME5, Floresta de poesías eróticas del Siglo de Oro, France-Ibérie Re-cherche, Toulouse, 1975, 88, 16). Sol, símbolo de "generative heat, fertility", en AD DE VRIES, Dictionary of Symbols and Imagery, North Holland, Amsterdam- London, 1974. 363 Arrimarse, "llevar o practicar el queridaje o amancebamiento; relaciones amorosas no legalizadas", según JosÉ Luis ALONSO HERNÁNDEZ, Léxico del marginalismo del Siglo de Oro, Universidad, Salamanca, 1976. Véanse también los textos correspondientes a arrimada y a arrimadillas en ALZIEU, LISSORGUES y JAMMES, op. cit. [190] ninguna duda para Covarrubias: Latine virga, quasi verga, a virga. Su verdadero sentido es, por supuesto, el de verga 'pene' no poco frecuente en la época364. Semejante pulla, situada al comienzo del poema y dirigida al esposo, equilibra a su final con la no menos arriscada del lunar cercano a los "oscuros valles365" de su mujer. Antípodas, con su implícito recurso a la idea de redondez, se orienta hacia las mismas fronteras anatómicas. Francesillo de Zúñiga había hablado de las amplias andfonas366 de la obesa doña Germana de Foix. Se agrupa otra serie no menos intencionada en torno a una idea extraña e inesperadamente eclesiástica. Pues resulta que la doña Clara tiene ya mucho andado, con "más de cuatrocientas rayas", para un incongruo destino de abadesa, que no puede hallarse más alejado de sus inclinaciones, no poco galantes como ya se ha visto. Lo mismo cabe decir de la hija aún no nacida, cuya belleza "rubia y blanca" no parecería tampoco anticipar una vocación de religiosa y menos aún el cargo de prelada, si no es ya a título de herencia biológica de su madre. Se reserva también para ésta el orgullo de ver al hijo canónigo, si bien podrá serlo en cualquier Iglesia menos en la de Toledo. Bajo un momentáneo aire de respetabilidad no dejaban de manifestarse aquí intenciones tan definidas como injuriosas. La asimilación monja-ramera se hallaba muy viva en la lengua popular del momento. En Juan de Luna (1620) leemos: "Al cabo de pocos días vi a la doncellica religiosa en la casa de poco trigo367. Monja de la P368. tenía un significado inconfundible y Quevedo se refirió, creador como siempre, a "las hermanitas del pecar369", mientras que se llamaba ermita a la 'botica de la ramera370. Abadesa significaba, entonces como ahora, 'puta vieja' y, por extensión, 'alcahueta371'. Así en la jornada primera de la Tinelaria (1517) de Torres Naharro: BAR Buscam'ora por allá una dessas putas viejas BAR. ¿Abadessa? Esc. Y aunque sea prioressa. Preciosa se refiere, naturalmente, a un monjío de esta especie non sancta, pues reconoce en la señora cualidades rameriles en un grado de verdadera preeminencia abacial. Si llega a tener una hija, tampoco le es difícil vaticinar que ésta habrá de seguir los mismos ilustres

364 "Se llama también el miembro de la generación de los animales mayores" (Dice. Aut.). Ejemplos en ALONSO HERNÁNDEZ, op. cit. Para su lexicografía diacrónica, CAMILO JOSÉ CELA, Diccionario secreto, Alianza-Alfaguara, Madrid, 1971, t. 2. En 1588 el mismo Cervantes dio un soneto laudatorio para el libro del doctor Francisco Díaz titulado Tratado de todas las enfermedades de los riñones, vexiga y carnosidades de la verga y urina. 365 "Y aunque sintió haber entrado / el cura en el valle ajeno / nunca me dijo / malo ni bueno", ALZIEU, LISSORGUES y JAMMES, op. cit., p. 174. 366 "Y una noche estando con ella en la cama, tembló la tierra (otros dicen que las antífonas desta Reina)", Crónica burlesca del emperador Carlos V, ed. Diana Pamp de Avalle-Arce, Crítica, Barcelona, 1981, p. 140. Es aquí aplicable la nota de ALZIEU, LISSORGUES y JAMMES, op. cit., 91, 15. 367 La segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes, ed. E. R. Sims, Univer-sity of Texas, Austin, 1928, p. 65. 368 ALONSO HERNÁNDEZ, op. cit. 369 "Tasa de las hermanitas del pecar hecha por el fiel de las putas", Obras completas en prosa, ed. L. Astrana Marín, Aguilar, Madrid, 1945, p. 87. 370 ALONSO HERNÁNDEZ, op. cit. 371 El Dice. hist aduce textos que se extienden dé 1517 a 1942, correspondientes para la etapa contemporánea a varios repertorios hispanoamericanos y a escritores como Pío Baroja. "Las señoras abadesas" en contexto también obsceno, JACK WEINER, El Cancionero de Sebastián de Horozco, Herbert Lang, Berna, 1975, p. 207. "Pardon, je voulais dire de monastére" (MAUPASSANT, La Maison Tellier). [191] pasos, como astilla que será de tal palo. Las que podemos llamar serie somática y serie eclesiástica o monjil terminan por coincidir de esta forma en una misma imagen fornicante de intenciones en alto grado vejatorias. Hay un cambio de clave en lo relativo al hijo canónigo, porque la rotunda afirmación de que no lo será de Toledo significa, simplemente, que no podrá ofrecer las credenciales de limpieza de sangre que el famoso Estatuto del arzobispo Silíceo (1547) ha vuelto indispensable para el goce de cualquier beneficio en el primer cabildo del reino372. La gitanilla no está dispuesta a quedarse con nada dentro del cuerpo y recurre a pullas, si cabe, de aún más grueso calibre. Por si no hubiera dicho bastante de la tenienta, Preciosa la tacha, además, de ser ex illis , llamándola así, en su misma cara, puta judía. Hay cambio, pues, de clave, pero siempre sobre un mismo carril de infamia que consolida las dos obscenidades de sexo y de linaje, conforme a un claro paradigma de época373. La buenaventura se ha vuelto una denuncia integral, burla deshumanizadora que arranca, una tras otra, las hojas de parra y sucesivamente expone a vista de todos las vergüengzas corporales del teniente y de su esposa. Tras ello, un verdadero ensañamiento sacará también a relucir las faltas de conducta privada y hasta las lacras de la misma sangre. Tan agresivo proceder de la gitanilla responde, como veremos, a causas justificadas y no es caprichoso ni gratuito. Más aún, el poema queda integrado a la estructura narrativa, en cuanto culmen del episodio del teniente, por los segmentos transicionales que suponen la acogida y el adiós de Preciosa en casa de éste. Es allí donde surge el conflicto, cuya lógica correlativa provoca el recurso a un lenguaje ya militante, pero ceñido por el momento a un plano de virtualidad374 semántica. Se imponen allí las que Mijail Bajtín llama, al tratar de las metáforas somáticas del lenguaje carnavalesco, "alogical spheres of unpublicized speech375", bajo las cuales la palabra más usual e inocente desarrolla donde menos se

372 Amplia discusión y datos acerca del mismo en ALBERT A. SICROFF, Les statuts de 'pureté de sang' en Espagne du xve au xviie , siécle, Didier, Paris, 1960; "Los estatutos de limpieza de sangre", en ANTONIO DOMÍNGUEZ ORTIZ, Los judeo-conversos en España y América, Istmo, Madrid, 1971, pp. 79-104. 373 La asimilación de ambos deshonores queda perfectamente ilustrada por una anécdota que trae fray JUAN DE PINEDA en sus Diálogos familiares de la agri¬cultura cristiana: "Yo sé de uno de mi facultad [médico], que, llevándole a vis¬tas con la criada de un caballero, después de parlar un rato en buena conversación, ella le dijo en secreto que no le quería engañar en cosa tan grave y que supiese había errado, aunque ninguno lo sabía, por tanto que viese lo que le compiía; y él se lo agradeció mucho y la tuvo por muy discreta, y la dijo que que él quería descubrirla otra falta en pago de la suya, que era un poco judío, y que no quería que ella lo supiese de boca ajena; y ambos se casa¬ron y vivieron muy contentos" (ed. J. Meseguer Fernández, Adas, Madrid, 1964, t. 4, p. 28). 374 Entra aquí en juego la teoría sobre el virtuema o sema variable y no de-notativo formulada por B. POTTIER Présentation de la linguistique. Fondements d'une théorie, Klincksieck, Paris, 1967, p. 27. Como observa PIERRE GIRAUD, "il n'est guére de verbe actif, et plus particuliérement de verbe transitif, ni de nom d'agent, d'instrument ou de patient, qui ne contienne une image se-xuelle en puissance, préte á se concrétiser au moindre clin d'oeil", Semiologie de la sexualité, Essai de glosso-analyse, Parot, Paris, 1978, p. 109. Véase también "L'écriture-calembour" en su aplicación a la lengua del erotismo, en C. DE-LACAMPAGNE, "L'écriture en folie", Poétique, 1974, núm. 18, 160-175. Sobre la presencia en la obra de expresiones de doble sentido, desconcertantes inclu¬so para los mismos personajes, "Personenhandlung und Geschehen in Cer¬vantes' Gitanilla" , RF, 51 (1937), pp. 153 y 160. 375 "Ail these alogical spheres of unpublicized speech are manifested in modern times only when the serious goals of language have been dropped, when men are placed in conditions of extreme familiarity and engage in an aimless and uncontrolled verbal game, letting their imagination run from serious lines of thougth" (Rabelais and his World, M.I.T. Press, Cambridge, 1968, pp. 421-422). "In there unpublicized spheres of speech all the dividing lines Be-tween objects and phenomena are drawn quite differently than in the prevail-ing picture of the world" (ibid., p. 421). No es preciso encarecer la confirmada destreza mostrada por Cervantes en tal [192] espera un filo agresivo, adaptándose a semas insultantes y obscenos diestramente manipulados. Por supuesto, se halla de por medio el poder destructor de la imagen eufemística, origen de inesperadas pero no desconocidas polisemias que tocan ya en las mismas fronteras de la lengua como instrumento de comunicación. El resultado, válido para todo el episodio, son dos textos fundidos en uno que sólo revela su plenitud expresiva a través de una "lectura estereoscópica376" a la vista de dichas virtualidades. Es decir, de lo que hasta ahora ha rehusado hacer la crítica, pero divertía de lo lindo al lector contemporáneo. Y como opinaba don Alberto Lista, "todo el que hace reír tiene razón377". La buenaventura acota después un espacio donde irrumpe, al fin, una libertad expresiva incompatible, al parecer, con la deferencia impuesta a Preciosa por el inconmensurable desnivel social de las personas a que ha de entretener. Lo que ocurre es que la gitanilla arde en su fuero interno desde el instante en que se da cuenta de que no ha de sacar de aquella casa más que hueros piropos a sus gracias naturales. Es claro que se están riendo de ella cuando le dicen no disponer de moneda de oro, plata ni cobre con que ni siquiera santiguar la quiromancia. Bajo apariencia inocente, la ofensiva se entabla en torno al menguado ersatz supuesto por el dedal de plata que ofrece una de las doncellas. — Niña, ¿hará algo al caso que se haga la cruz con un dedal de plata? — Antes —respondió Preciosa— se hacen las cruces mejores del mundo con dedales de plata, como sean muchos. Uno tengo yo —replicó la doncella—: si éste basta, hele aquí, con condición que también se me ha de decir a mí la buenaventura. Lo terrible en dicho texto es la ambigüedad que contagia la semántica de dedal. No es de olvidar que el campo de la costura, hilado, etc., ha estado desde siempre míticamente unido con la idea de la mujer como sujeto erótico378, de donde viene, por ejemplo, la chanson de toile en la tradición medieval francesa. Y mucho más cercano el caso de Celestina, bajo cuyo primer confesable oficio de labrandera "muchas mozas de estas sirvientes entraban en su casa a labrarse y a labrar camisas y gorgueras y otras muchas cosas" (auto I). Pero como derivado, a la vez que imagen complementaria, de dedo 'pene'

terreno (entremés de El viejo celoso, etc.). Véase también DONALD MCGRADY, "The `sospiros' of Sancho's Donkey", MLN, 88 (1973), 335-337 y el estudio del mismo "Notas sobre el enigma eró¬tico con especial referencia a los Cuarenta enigmas en lengua española", Criticón, 1984, núm. 27, 71-108. 376 CLAUDE ALLAIGRE y RENÉ COTRAIT, "«La escribana fisgada»: estratos de significación en un pasaje de La pícara Justina", HNS, p. 47. Aunque en modo alguno sea posible considerar la buenaventura de Preciosa como imita¬ción de La pícara Justina, sí es cierto que no deja de ofrecer aquélla un fuerte sabor de época nada indiferente a las técnicas allí masivamente desplegadas por López de Ubeda. La polémica cercanía de ambos autores fue puntualiza¬da en su día por MARCEL BATAILLON, "Urganda entre Don QuIote y La pícara Justina", en Pícaros y picaresca, Taurus, Madrid, 1969, pp. 53-90. 377 "Nueva edición de las obras festivas en prosa y verso de D. Francisco de Quevedo y Villegas", Ensayos literarios, Sevilla, 1844, p. 152. 378 "There is a mystic connection between female initiations, spinning and sexuality. Even in developed societies, girls enjoy certain prenuptial freedom, and their meetings with boys take place in the houses where they gather to spin" (MIRCEA ELIADE, "Spinning, Weaving, and Sexuality", en Myths, Ri-tes, Symbols, Harper Books, New York, 1975, t. 2, p. 415). Sobre el hilar carna-valesco véase AGUSTÍN REDONDO, "Tradición carnavalesca y creación literaria. Del personaje Sancho Panza al episodio de la ínsula Barataria en el Ouiote" , BHi, 80 (1978), p. 63; y acerca de la chanson de toile, PIERRE JONIN, "Les types féminins dans les Chansons de Toile" , Ro, 91 (1970), 433-466. [193]

, dedal se usaba frecuentemente con el sentido de cunnus379. Entre muchas ilustraciones posibles, se impone citar aquí la muy gallarda de Góngora en su romance de 1585 "Ahora que estoy despacio": Comadres me visitaban que el pueblo tenía muchas; ellas me llaman compadre y taita sus criaturas. Lavábanme ellas la ropa, y en las obras de costura ellas ponían el dedal y yo ponía la aguja. No menos también el diálogo en lengua española "muy claríssi-ma" de La Lozana andaluza (Mamotreto segundo): TÍA.... que aquel mercader que vino aquí ayer me dijo que, cuando torne, que va a Cáliz, me dará remedio para que vos seáis casada y honrada, más querría él que supiéredes labrar. LOZANA. Señora tía, yo aquí traigo el alfiletero, mas ni tengo aguja ni alfiler, que dedal no faltaría para apretar. Hablar, en tales contextos de un dedal de plata es modo de encare¬cerlo como objeto de calidad y altamente deseable. Pero dicha mención del precioso metal establece, además, un puente de asimilación con las "manos de plata" de su señora la tenienta y los semas, como de costumbre escabrosos, que en aquéllas van implícitas. Si la plata se dice ausente de las faltriqueras, no deja, en cambio, de hallarse al parecer bien escondida en las mismas personas. Hay, pues, su poco o su mucho de desvergüenza en aquel "uno tengo yo", así como en la pregunta, no tan doncellil, sobre si puede "hacerse la cruz" con un "dedal de plata". Porque, en este plano del sobreentendido eufemístico, cruz asumía también más de un significado obsceno, entre ellos los de 'postura sexual' y 'genital femenino380', además de 'ingle' y del valor de cruzar como `procreación animal'. Toda esta picardía era bien conocida del Arcipreste de Hita, como se ve en su zéjel de Cruz cruzada, y no menos también por Preciosa al garantizar lo que cabe muy bien hacer o no hacer cuando se dispone de un "dedal de plata". Y el mismo juego de pulla virtual en torno a la dilogía de dedal persiste, reanudado, en el momento de la despedida, cuando la dueña de éste reclama su devolución y obtiene condigna respuesta: —Señora doncella —respondió Preciosa—, haga cuenta que se la he dicho, y provéase de otro dedal, o no haga vainillas hasta el viernes, que yo volveré y le diré más venturas y aventuras que las que tiene un libro de caballerías.

379 Así en el equívoco acertijo A un dedal de oro. "Es redondo, y de un me¬tal / tan dulce para las damas / que dejan de ser doncellas / por él, y dentro de un horado / tiene, y de fuera mil mellas. / Por éste un miembro humanal / se mete, y tan bien alcanza / que no le hiere la lanza / de un ojo, ni le hace mal" (ALZIEU, LISSORGUES y JAmmEs, op. cit., p. 302). Para "dedo" mentula, véase ibid., 76 y 36; sobre di gitus y manus, J. N. ADAM5, The Latin Sexual Voca-bulary, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1982, p. 209. 380 C LAUDE ALLAIGRE y RENÉ COTRAIT, "Foissonnement du sens et ni-veaux de lecture dans la 'trova cazurra' de Juan Ruiz", RLR, 80 (1973), pp. 69 y 71. Y más claramente aún en el intercambio obsceno acerca de cruz entre caballero y dama en el Valladolid de hacia 1605, cuando ella responde: "Así debe ser, que la mía está en jardín y la vuestra en muladar" (TOMÉ PINHEI-RO DA VEIGA, Fastiginia o fastos geniales, trad. N. Alonso Cortés, Valladolid, 1916, p. 82). [194]

El contexto hasta ahora examinado vuelve asimismo malicioso este consejo sobre abstenerse de hacer precisamente vainillas, al menos por unos cuantos días. Con mucho donde elegir dentro de la amplia terminología de estas labores381, se recurre a un diminutivo de vaina. De nuevo, una lexia inserta en la serie del erotismo somático por la obvia sugestión etimológica a vagina. Su sentido no es, pues, sino un escepticismo implícito acerca de la oficial y pregonada "doncella" del dedal de plata, así como de todo su sospechoso hacer382. El ingenio de Preciosa sabe hacer callar, implacable, a todo adversario. Es de notar cómo ambas zonas de asumida virtualidad expresiva han sido calculadas para servir de prólogo y epílogo al agresivo discurso de la buenaventura. Sin dejar de constituir un diálogo apropiado a la básica situación de recompensa negada, el lenguaje penetra en un terreno definido por la complicidad en torno a efectos cómicos de un erotismo crudamente somático. La hábil preparación en torno a dedal, lexia legada conceptualmente al valor sexualizado de la mano, conduce sin transición brusca al "Hermosita, hermosita, / la de las manos de plata". Sin todo este previo discurrir sólo cabría ver en tales palabras una simple fórmula de cumplimiento a las blancas manos de la dama. Pero dentro de un contexto de tal naturaleza, el lector volverá sobre sus propios pasos para preguntarse si aquello de manos de plata no ha de esconder también su gota de ponzoña. Porque el sentido habitual de dicho elogio es, a su vez, encarecedor de una gran destreza o habilidad aplicada a exigentes o menudas tareas, como ilustra el nom de guerre de "Manitas de plata" , asumido en nuestros días por un famoso guitarrista o tocaor flamenco383. Pero después de saber lo que ya se sabe acerca de la tenienta doña Clara, es válida cualquier perplejidad acerca de la clase de labor o instrumentos en que Preciosa desea adjudicarle tan alta distinción. ¿A qué apuntan estas páginas? La presentación del personaje dejó ya en claro que Preciosa "con todo esto era algo desenvuelta; pero no de modo que descubriese algún género de deshonestidad". Lo que se entiende por tal "desenvoltura" inculpable de la gitanilla va a quedar muy pronto aclarado por su rápida respuesta a la impertinencia de cierto "modorro" de la corte: Otro más humano, más basto y más modorro, viéndola andar tan ligera en el baile, le dijo: "¡A ello, hija, a ello! ¡Andad, amores, y pisad el polvillo atán menudito!" Y ella respondió, sin dejar el baile: "Y pisárelo yo atán menudó!"

381 Explicada en ISABEL TURMO, Bordados y bordadores sevillanos (siglos xvi a xviii), Laboratorio de Arte, Sevilla, 1955. 382 Abundantes ejemplos de "hacer" (futuere, concumbere, etc.) en ALZIEU, LISSORGUES y JAmmEs, op. cit. 383 De nombre Ricardo Bailado. De entre su discografía, Vanguard SD 79203. Las fórmulas adulatorias aparecen, por lo demás, como características de estas situaciones. La Gitana de la Eufemia de LOPE DE RUEDA: "Dioz te guar¬de, zeñora honrada, Dioz te guarde, y una limoznica, cara de oro, cara de siempre novia, daca; que Dioz te haga prosperada y te dé lo que desseas, bue¬na cara, buena cara!" (Teatro, ed. J. Moreno Villa, Espasa-Calpe, Madrid, 1924, p. 82). La Lucinda de El arenal de Sevilla se dirige a sus clientes llamán¬dolos "cara de rosa", "cara de pascua", "esa generosa mano", "mano de caballero" en el caso de unos capitanes, y "cara buena, cara hermosa" en el de una dama (su rival). Un caballero que se hace pasar por gitano pide allí entrada, suplicante, con un "ábreme, cara de plata". Tales expresiones de¬bían considerarse como clichés del habla gitana, pues los personajes recurren a ellas a modo de máscara. La misma Lucinda confiesa que trae "estudiado el parlamento" (acto segundo) para fingirse gitana. Un cumplimiento acerca de la mano era también formulaico en estas prácticas de quiromancia. Así en la Farsa das ciganas de GIL VICENTE: "Qué mano, qué sirio, qué flúrez!", "Da¬me acá, dulce serena, / esa mano cristalina", "O brancas manos de Izeu" (Obras, pp. 646 y 647). [195]

Los anotadores explican aquí, puntuales, la alusión al popularísimo baile del polvico, pero lo que ninguno añade es la conocida acepción de polvo, 'coito, fornicio'. Podrá parecernos mucho atrevimiento para una jovencita, pero el bon mot de Preciosa no responde sino a una moda del ingenio de la época y a lo que sabemos se esperaba de toda dama experta en usos de corte384. Por lo demás, la misma gitanilla va a dejar en claro poco después "que llega mi honestidad a mi desenvoltura385". De este modo la quiromancia de Preciosa va mucho más allá de acreditar la ya establecida "desenvoltura" de la muchacha. El poema cifra una situación novelística de hondo significado y éste se halla perfectamente servido por un ejemplo antológico conforme a la modalidad bufonesca de la literatura del "loco". Cervantes no deja de seguir también aquí un rumbo prescrito por el humanismo cristiano, gran defensor del concepto paulino de la locura sabia, elevado a su máxima expresión por la Moria erasmiana386, y dentro del cual habría de escribirse el Quzjote mismo. Sondeaba además, en otro sentido, la plena responsabilidad de comprender, en discrepancia con sus tiempos, la realidad social del gitano387, vista en último término como un problema de dignidad humana. Todo queda perfectamente cifrado en aquel divertido poema. La buenaventura concentra y resume sin vacilación la enemiga profesada por la gitanilla a cuanto se relaciona con el teniente y su "estéril" casa de la corte. Determina ésta un ámbito narrativo marcado de primera intención por un aire lujurioso torpemente material, donde todos viven una envilecida hipocresía y nada es como aparenta, desde la vida privada de los amos hasta el "dedal" de la supuesta doncella. Cervantes no ha podido concebir el

384 Como observa ALAN S. TRUEBLOOD, "live conversation was already very much an art in its own right, one inherited by the Spaniards from Re-naissance Italy", en cuanto una aplicación práctica de la literatura del inge¬nio: "The live conversations recorded in a work like the Fastiginia of Pinheiro da Veiga prove how agile and daring actual talk could be" (Experience and Ar-tistic Expression in Lope de Vega. The Making of La Dorotea, Harvard University Press, Cambridge, 1974, p. 386). La respuesta de Preciosa no se halla, en efecto, muy lejos del tono de la dada al discreto portugués (amigo personal de Cer¬vantes) por unas damitas vallisoletanas que comían cerezas (TOMÉ PINHEIRO DA VEIGA, op. cit. , p. 66). 385 Esta "desenvoltura" de Preciosa es vista como epidesarrollo de un con¬cepto escolástico de castidad fundado en temperantia por J. L. WOODWARD, "La gitanilla", CICer, t. 1, p. 448. 386 El carácter bufonesco de la Moria erasmiana ha sido objeto de intenso estudio a partir del de BARBARA SWAIN, Fools and Folly During the Middle Ages and the Renaissance , Columbia University Press, New York, 1932, pp. 135-156. Hitos de interés en la bibliografía posterior, WALTER KAISER, Praisers of Folly. Erasmus. Rabelais. Shakespeare, Harvard University Press, Cambridge, 1963; y DONALD GWYN WATSON, "Erasmus' Praise of Folly' and the Spirit of Carni-val", RQ, 32 (1979), 333-353. Véase también "Le morosophe ou fol-sage", en MAURICE LEVER, Le sceptre et la marotte, Fayard, Paris, 1983, cap. 6. Para el caso particular de España, MARTINE BIGEARD, La folie et les fous littéraires en Espagne 1500-1650, Paris, 1972, pp. 8, 125 y 134-135. 387 Como pone de relieve JUAN BAUTISTA AVALLE-ARCE, "escribir una novela poblada por tipos literarios extrarradiados por las letras de la época, y que actuaban como definitorios de la obra a leer desde el propio título, todo esto constituía audacia y seguridad creativas" (CERVANTES, Novelas ejemplares, Castalia, Madrid, 1982, t. 1, p. 21). El compromiso cervantino con una obje-tividad de hecho favorable al grupo gitano es igualmente básica para los renovadores estudios de MARIE LAFFRANQUE, "Encuentro y coexistencia de dos sociedades en el Siglo de Oro. La gitanilla de Miguel de Cervantes", CH(5), 549-561, y de ISAÍAS LERNER, "Marginalidad en las Novelas ejemplares. 1 La gi-tanilla", Lexis, 4 (1980), 47-59. Para la tradición del gitano en la escena y el caso particular de Pedro de Urdemalas, JEAN CANAVAGGIO, Cervantes dramaturge, P. U. F., Paris, 1977, p. 123. Sobre el caso del gitano en el mapa de la margi¬nación española de la época, cf. JEAN VILAR, "Le picarisme espagnol: de l'in-terférence des marginalités á leur sublimation esthétique", Les marginaux et les exclus dans l'histoire, Union Générale d'Éditions, Paris, 1978, pp. 29-77; la ca¬racterística "superstition divinatrice", p. 42. Para la situación del gitano de la época, las breves pero indispensables páginas de ANTONIO DOMÍNGUEZ OR¬TIZ, "Documentos sobre los gitanos españoles en el siglo) (VII", Homenaje a Ju¬lio Caro Baroja, Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid, 1978, 319-326. [196] episodio sino apuntando a blancos muy específicos, y es aquí donde encaja, oportuna, la reciente interpretación de A. G. Forcione, que ve en aquel cuadro la condena de un matrimonio pervertido, justo al uso de la vida de corte y reverso del ideal puesto a prueba por los jóvenes enamorados. Pero aun si esto es básicamente aceptable, dista de justificar tanto la virulencia satírica de Preciosa como la modalidad expresiva por la cual ésta se rige. ¿Y de dónde conceder tanto relieve a un mero elemento de contraste? Porque la gitanilla no predica con su buenaventura contra esto ni aquello, sino que reacciona y sale airosa ante una situación y ante un personaje que tiene delante. Para entenderlo es preciso volver a las circunstancias de la novela y partir de un dato fundamental y presente desde el primer momento: Llegóse el tiniente, que era curioso, y escuchó un rato, y por no ir contra su gravedad, no escuchó el romance hasta la fin; y habiéndole parecido por todo extremo bien la gitanilla, mandó a un paje suyo dijese a la gitana vieja que al anochecer fuese a su casa con las gitanillas, que quería que las oyese doña Clara, su mujer. Quiere decir esto que el teniente ha ejercido con ellas la prerrogativa de su cargo y que Preciosa no va a su casa sino obligada y en cumplimiento de una orden. La situación ofrece de por sí un carácter tenso, pues, como miembro de un grupo hostilizado, el gitano tiende a distanciarse físicamente de una autoridad que acostumbra a mirar sólo como amenaza y no se halla a gusto junto a sus detentadores. En este caso, el alto oficial de la corte encarna para las gitanas un poder destructor y absoluto, con el que hay que contemporizar por encima de todo, haciendo de tripas corazón y poniendo a mal tiempo buena cara. En nuestros días, Cervantes habría enviado a Preciosa a actuar en casa de un jefe de la guardia civil. Este planteamiento de abusiva desigualdad, supone una coacción a prueba de buenas palabras y es clave de cuanto Preciosa hace y dice a lo largo de todo el episodio. La temperatura sube todavía muchos grados cuando aquélla se da cuenta de que, para colmo, habrá de salir de allí con las manos vacías. El diálogo que ocasiona la frustrada búsqueda de una solitaria moneda es, por supuesto, pura burla instantáneamente captada por la gitanilla. La idea de tanta penuria en torno al lucrativo y por lo común corrupto cargo es per se inaceptable para la muchacha, muy ajena en esto a la candidez con que los críticos modernos suelen darla por buena388. Por el contrario, reviste todo aquello el carácter de una broma premeditada, puesta de acuerdo tal vez con la esposa mediante el aviso de la visita de las gitanas. Tiende a confirmarlo así la perfecta continuidad con que el teniente prolonga después la comedia, declarándose también sin blanca. Su intención de siempre ha sido cumplir con Preciosa como con una mendiga, según traiciona al sugerir a doña Clara que le dé "alguna valoncica vuestra, o alguna cosita".

388 Como el mismo icAzA (op. cit., p. 112) con sus datos, que cree comparables, acerca de la absoluta pobreza que a veces caía sobre la misma casa real. Olvida mencionar, dentro de dicho cuadro, el contraste con la opulencia de favoritos y oficiales abiertamente dados al cohecho. Es claro que La gitanilla no censura al rey, sino a una administración corrupta y al mal ejemplo de la corte, entendiendo por tal la alta esfera madrileña. Por lo demás, es también de notar que la Farsa das ciganas de GIL VICENTE ilustra la misma situación de falta de generosidad por parte de las damas a quienes han dicho la buenaventura, y así la despedida de las gitanas Cassandra, "Señuraz, con benedicion / Os quedad, puez no dais nada" y Lucrecia, "No vi gente tan honrada / Dar tan poco galardón" (Obras, p. 650). [197]

Ahora bien, Preciosa es lo que hoy llamaríamos una artista profesional, muy hecha, dentro de su humildad, a verse generosamente recompensada (como tanto remacha el texto) por su donaire, ingenio y belleza389. A falta de otras virtudes, la corte no es tacaña, al menos, con unas dotes privilegiadas para el canto y la danza. La gitanilla aborrece, por eso, el tener que hacer su oficio contra su voluntad, divirtiendo a su natural enemigo y, para colmo, de balde. Sus jornadas por plazas y casas nobles de Madrid han de verse como un duro trabajo, ejercido con la mayor honradez personal y artística, en desempeño de una seria responsabilidad hacia los intereses de su aduar. Y en esta caracterización de la actividad "laboral" de Preciosa surge, de nuevo, un testimonio firme del exacto conocimiento cervantino de las estructuras sociales del grupo gitano. Las cosas apenas han cambiado y recientes estudios de campo insisten también en el prescrito carácter estable y cotidiano de la aportación económica de la mujer gitana, por contraste con la más voluminosa, pero aleatoria función de la actividad masculina390. Sólo así se comprende lo que allí ocurre y la profunda ruindad de la conducta del teniente, que impone, abusivo, a las gitanas un servicio personal, como si ya tuvieran éstas que estarle agradecidas por el mero hecho de no enviarlas a la cárcel. Quiere decir que no estamos sino ante una faceta más de la honda preocupación de Cervantes y otros ingenios contemporáneos (Mateo Alemán, Suárez de Figueroa, etc.) por la obvia

389 El detalle de la abundante recompensa económica de Preciosa sólo ha sido comentado por GÜNTERT, para quien constituye una extensión de la bá¬sica imagen narrativa Preciosa = joya = Poesía y por ello "nunca se exhibe en público sin cobrar, pero al mismo tiempo se distingue de su ambiente por conservar entera su pureza en medio de una vida libre, demasiado libre, como es la de los gitanos" (art. cit., p. 109). Sin necesidad de ir tan lejos, la ganancia de Preciosa en la corte se acredita como un rasgo realista, hábilmente puesto a contribución por la estructura narrativa. En cuanto a la vida ejemplarmente casta de Preciosa, es útil recordar que las abundantes quejas y legislación de la época no acusan nunca de liviandad a las gitanas. La fidelidad conyugal de éstas era una realidad observable hasta el punto de constituir un tópico particularmente molesto para Lope, que les encontraba aquel gran "defecto". Así los capitanes que miran a una guapa gitana en El arenal de Sevilla: Cast. "¡Bella mujer!". Faj. "Hay de aquestas / algunas limpias y hermosas". Cast. "Sí, pero muy desdeñosas / y notablemente honestas, / que tienen extraña ley / con sus maridos" (acto segundo). No cabe decir, pues, que en este aspecto resulte Preciosa una criatura inmune a la influencia del medio ambiente, co¬mo mantiene FRANK PIERCE, "La gitanilla: A Tale of High Romance", BHS, 54 (1977), p. 284. La realidad en esto era, pues, totalmente opuesta a lo que creen FRANz RAUHUT ("Consideraciones sociológicas sobre La gitanilla" ACerv, 3, 1953, p. 146) y más aún JOAQUÍN CASALDUERO, con su "nada de gi-tanismo, sino platonismo tridentino" (Sentido y forma de las "Novelas ejemplares", Gredos, Madrid, 1969, p. 73). 390 "La mujer tiene como único estímulo positivo el ganar dinero, mientras que cualquier otra motivación tiene un carácter negativo, de presión. Como ya comentamos a su tiempo, en su propio sistema de valores y según los modelos tradicionales, la mujer está más estimulada a ganar dinero que el hombre, sea cual sea la forma" (Equipo Giems, Los gitanos al encuentro con la ciudad: del chalaneo al peonaje, Edicusa, Madrid, 1976, p. 178). La buenaventura y otras actividades adivinatorias, a la vez que exclusivamente femeninas, se estudian aquí bajo el epígrafe de Mendicidad y se caracterizan por su retribución a voluntad del cliente (p. 83). La consideración de estos hechos permite acotar, una vez más, el contraste entre Preciosa y la otra "gitanilla" Belica de Pedro de Urdemalas, la cual se niega a bailar si no es ante el rey y con miras a ser su concubina, para escándalo de su buena compañera Ynés. Se pone así de manifiesto que esta fría y calculadora Belica no es, en absoluto, gitana, sino un miembro al uso de la alta nobleza a que pertenece por su nacimiento: "Aunque tan sólo sospecha su ascendencia aristrocrática, revela el desprecio tradicional que esta clase social siente por el trabajo ordinario" (STANisLAv "El gran teatro del mundo y el gran mundo del teatro en Pedro de Urdemalas", Acta Neophilologica, 10, 1977, p. 78). Desacredita todo esto las interpretaciones de La gitanilla como otra Fuerza de la sangre, donde las virtudes de Preciosa se justificarían por el carácter inextinguible de su noble prosapia. Pero Cervantes no en vano se ha tomado el trabajo de aclarar que los padres de Costanza, nobles que sólo ven el lado socialmente ventajoso del matrimonio de ésta, distan mucho de ser como ella. Cervantes muestra aquí, una vez mas, su baja opinión de la aristocracia tomada como grupo social. [198] degradación de la justicia391, cuyos oficiales crecen en arrogancia a medida que se vuelven más corruptos. Preciosa considera al teniente por lo menos capaz, como casi todos, de venalidad, con su "coheche... y no haga usos nuevos", lo mismo que antes dijo también que su vara no se hallaba a prueba de ciertos "arrimos". La novela entera muestra el trato parcial y discriminatorio de que son objeto los gitanos, obligados incluso a depositar fianzas por el mero derecho a acampar en un término conceji1392. La prisión de un supuesto gitano se realiza, como sabemos, con lujo de insultos y bofetadas por parte de justicias que no recatan su odio y el mismo desenlace de la obra ilustra a las claras que la justicia no es igual para todos393. No se olvide que don Quijote había aconsejado a Sancho un trato digno de los reos: "Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones" (II, 42). Y hasta el más que rústico Juan Rana, candidato a la alcaldía de Daganzo, incluye entre sus promesas electorales: Nunca deshonraría al miserable Que ante mí le trajesen sus delitos; Que suele lastimar una palabra De un jüez arrojado, de afrentosa, Mucho más que lastima su sentencia, Aunque en ella se intime cruel castigo. No es bien que el poder quite la crianza, Ni que la sumisión de un delincuente Haga al juez soberbio y arrogante. Pero en el desenlace de La gitanilla se ha de ver todavía a un corregidor, padre de Preciosa, envilecerse como tal juez con esta clase de lenguaje, supuestamente bromista y sin duda harto bien ensayado: —¿Cómo está la buena pieza? ¡Que así tuviera yo atraillados cuantos gitanos hay en España, para acabar con ellos en un día, como Nerón quisiera con Roma, sin dar más de un golpe! Sabed, ladrón puntuoso, que yo soy Corregidor desta ciudad, y vengo a saber, de mí a vos, si es verdad que es vuestra esposa una gitanilla que viene con vosotros. La buenaventura de Preciosa representa entonces una oportunidad liberadora, en cuanto terreno de excepción en que cobrarse las cuentas pendientes llamando a las cosas por sus nombres. La presentación ingeniosa salta por encima de la materia rafez, al mismo tiempo que la intensifica y legitima con el poder vivificador de la risa. Si todo esto suena hoy extraño y escandalizaba a la crítica positivista, no ocurría así con la conciencia literaria de la época, hondamente familiarizada con la figura del "loco" o bufón de corte y con su estética de paradoja394. Es preciso entender que el gitano compartía con el loco (y con el

391 El blanco a que apunta Cervantes es tan obvio como para hacer exclamar a GONZÁLEZ DE AMEZÚA: " ¡Hacer usos nuevos llamaba Cervantes a administrar recta y austeramente la justicia! ¡Qué idea tendría él de la venalidad y corrupción de la de su tiempo!", op. cit., p. 28. Las claras intenciones de Cervantes acerca de este punto son bien resumidas por ISAÍAS LERNER, art. cit., pp. 52-53. Sobre la obsesión cervantina con la justicia, FRANCISCO OL-MOS GARCÍA, "El caballero cervantino, juez ejemplar", CSo, 114-123. 392 Rafael Salillas señalaba el dato acerca de tales fianzas como totalmente único, fuera de su fidedigna documentación por Cervantes (citado por JULIÁN APRÁIZ, Estudio histórico-crítico sobre las "Novelas ejemplares" de Cervantes, Vitoria, 1901, p. 24). 393 Observación de FRANCO MEREGALLI, "Le Novelas ejemplares nello svol-gimento della personalitá di Cervantes", LM, 10 (1960), p. 344. 394 Las categorías de ambigüedad, ambivalencia e ironía, reductibles al planteamiento lógico de la paradoja, resumen el legado del Renacimiento activo en toda la tradición moderna, según la tesis de ROSALIE L. COLIE en su brillante estudio Paradoxia Epidemica: The Renaissance Tradition of Paradox, Prin-ceton University Press, Princeton, 1966; sobre el carácter paradójico de la literatura de la locura erasmista, véanse pp. 15 ss. [199] judío) una reconocida indignidad o anomia en cuanto ente de existencia marginada395, lo cual bastaba para hacer de él un bufón nato. Pero, además, dicho ser y no ser le ungía al mismo tiempo con el carácter numinoso de un contacto directo con lo sobrenatural, de donde también su compartir el don profético atribuido a los demenies396, origen sin duda de la creencia popular puesta a contribución en la costumbre de la buenaventura. Esta supuesta facultad adivinatoria transforma a Preciosa en mera voz del Hado y, deshumanizándola en cuanto instrumento o medium, la absuelve al mismo tiempo de responsabilidad en sus palabras. Reducida así a nada, puede asumir toda su humana plenitud y responder a la burla de que es objeto con otra aún más agresiva y cáustica, como si de repente hubieran cedido por milagro todas la barreras sociales. Tan cumplida pericia no ya en decir la buenaventura, sino en el ejercicio del arte bufonesco, se ve que forma parte, por lo tanto, de las "gitanerías" transmitidas por la gitana vieja. Preciosa se vuelve allí por partida doble una "loca", que al ejercer los privilegios de la locura lúcida conduce, como mandan los cánones, a un despliegue irreverente al servicio de la verdad moral, entendida como un absoluto incorruptible. Y desde luego, también a muchas carcajadas. El loco de corte encarnaba entonces la noción del entretenimiento y pasatiempo aristocrático en su forma más pura y refinada397. Sociológicamente, el bufón surgía de las filas indiferenciadas de los entertainers, en especial los profesionales, como Preciosa, del

395 La afinidad funcional del "loco" respecto al judío y al gitano, por com¬partir con ellos una infamiae macula, con la consecuente marginación social, es puesta de relieve por ANTON C. ZIJDERVELD, Reality in a Looking- Glass: Ratio-nality Through an Analysis of Traditional Folly, Routledge & Kegan, Boston-London, 1982, pp. 86, 113 y 115. Zijderveld, a su vez, confiesa su perplejidad al encontrar muy escasa evidencia histórica en confirmación de su análisis (p. 115). Al igual que todos los críticos estructuralistas de la literatura del "loco", no tiene la menor noticia del gran desarrollo de ésta en España ni del apoyo que en ella podrían encontrar sus mismas tesis. Es curioso cómo en El arenal de Sevilla cuando el protagonista y su criado han de disfrazarse de gitanos, co¬menta este último: "¿No te agradas / de verme en forma de loco?" (acto tercero). 396 Sobre la idea, universalmente aceptada, del loco cual vehículo de ins¬piración divina véase ENID WELSFORD, The Fool. His Social and Literary History, Faber & Faber, London, 1935, p. xi. La literatura medieval objetiva en Mer¬lín la figura del loco profético (PENÉLOPE B. R. DOOB , Nebuchadnezzar's Chil-dren: Conventions of Madness in Middle English Literature, New Haven, 1974, p. 1550). El humanista aragonés JERÓNIMO DE MONDRAGÓN, al hacer en 1599 un elogio del loco directamente inspirado en Erasmo, recordaba cómo "los turcos los respectan como a santos" (Censura de la locura humana y excelencias della, ed. A. Vilanova, Selecciones Bibliófilas, Barcelona, 1953, p. 151). La noción del carácter sacro de los enfermos mentales no se había desvanecido en la España de la época, como observa JUAN JOSÉ LÓPEZ IBOR, "Ideas de Santa Teresa sobre la melancolía", RE, 22 (1963), p. 09. En El príncipe melancólico (hacia 1588-1595) de Lope de Vega, un fingido loco dice al rey: "No puedes ver tú mi pecho / porque soy casi divino" (jornada segunda). En El halcón de Federico (entre 1601-1605) el loco Perote formula donosamente la profecía, rigurosamente cumplida, de que el protagonista cobrará a la dama con un halcón. Ei mismo origen se reconoce a la irresponsabilidad de la censura del loco: "He was not therefore expected to obey any code, and in this respect medieval tole-ranee gave the idiot considerable freedom to speak and act in ways for which others would have been severely punished", WALTER KAISER, Praisers of Folly. Erasmus. Rabelais. Shakespeare, p. 7. 397 El "loco", según el clásico libro de ENID WELSFORD, "has always been one of the great recreations of mankind and particularly of civilized mankind" (op. cit., p. xi). El bufón ejercía sobre todo a la hora de la comida de su señor y como escribe JERÓNIMO DE MONDRAGÓN, "parece que los locos tienen de sí... cierta propiedad o virtud oculta para atraher i ganar las voluntades o las gentes, porque vemos que cada qual se deleita mucho con ellos, i de los príncipes son tan queridos i estimados. He visto io a príncipes, dexar secamente a hombres mui sabios, por sólo conversar con locos...", op. cit., p. 177. [200] canto y del baile398. La entrada ocasional de la gitanilla en dicho papel es, por tanto, espontánea y casi obligada como forma de acreditar su discreción y entereza mediante una prueba de fuego para sus dotes de ingenio y dominio de las últimas fronteras de su oficio. Tanto su actitud, profundamente adversaria bajo una apariencia de total sumisión, como su recurso a los temas del aspecto inferior del cuerpo399, no representan sino su destreza en el manejo de una gramática literaria bien aprendida. El máximo arte del bufón consistía, convencionalmente, en zaherir bajo formas externas de adulación cortesana y el oficio del truhán de corte se comparaba así al de los perros por su habilidad para "lisonjear mordiendo400". Preciosa no ha podido ir más allá en este arte, por excelencia cortesano, de insultar con la lisonja y su reverso, que es lo mismo, de lisonjear con el insulto. Para nosotros, su buenaventura cuenta hoy como prodigio de lenguaje al servicio de un concepto de género, problema técnico allí resuelto con la más elegante eficacia. No hay que olvidar que bernardina y pulla constituían recursos elementales de la comicidad bufonesca, pero que por lo común distan de dar tanto de sí, muy en contraste con los complejos casos de mestizaje y virtualización semántica ya analizados. La ber-nardina, en particular, ilustraba el habla inconexa de la locura, mientras que la pulla era considerada como una de las piedras angulares del mester truhanesco401. En la buenaventura de Preciosa, la primera es un elemento de distracción, que entrega a la víctima inerme ante el cuchillo de la lengua bufonesca. Ello es posible porque, a la vez, ésta misma se halla ab initio neutralizada y existe al precio de carecer de verdadera capacidad de injuriar o, di-cho de otro modo, de existir en cualquier plano que no sea el de flatus vocis de un "loco", es decir, puro no ser desde un punto de vista de dinámica social402. Como en el caso de su cercano pariente Tomás Rodaja, sus pullas son "las del bufón cuya función de catarsis social era imprescindible al buen equilibrio de la organización estamental403. El teniente y su esposa conocen perfectamente la clase de refriega que provocaron y en la que salen escaldados, justo como ocurre también a los duques en la segunda parte del Quijote. Por-que el juego bufonesco llevaba en su centro el trueque de papeles, o sea la

398 ZUDERVELD, op. cit., p. 5. Sobre la presencia de la actividad musical en la iconografía de la locura bufonesca, véase MAURIZIO BONICATTI, "La temática della follia in chiave moralistica: Sebastian Brant e Hieronymus Bosch", L'Umanesimo e la follia, Abete, Roma, 1971, p. 36. 399 "The Grotesque Image of the Body and its Sources", MIKHAIL BAKH-TINE, op. cit., cap. 5. Sobre la obligada comicidad obscena del "loco" véase WI-LLIAM WILLEFORD, The Fool and his Scepter. A Study in Clowns and Jesters and their Audiences, Northwestern University Press, Evanston, 1969, p. 216. 400 La adulación esperada de los bufones era uno de los tópicos más usuales en la condena moral de éstos. Favorecía este concepto una clásica comparación del truhán con el perro, adulador, pero también capaz de morder `murmurar, zaherir'. El León prodigioso de Cosme Gómez de Tejada los presenta así embutidos en pellejos caninos, pues "¿quál otro es el oficio de viles truhanes, sino lisonjear mordiendo?", jipcv, ap. cit., p. 296. 401 Ibid., p. 225. La dependencia de la bernardina respecto al disparate (fun¬damental para el lenguaje de la locura) no escapa a la atención de SOBEJANO, art, cit., p. 241. 402 Lo mismo que rey y bufón son una coincidencia oppositorum, el valer to¬do o nada del segundo queda recogido por la función del joker de la baraja, según aguda observación de WILLEFORD, op. cit., p. 212. No menos interesante el caso de la comedia de Lope El valor de las mujeres (hacia 1615), donde una dama se hace pasar por bufón bajo el nombre de Valor: "Valor sin algún valor", la increpa en cierto momento otro personaje. 403 jACQUES JOSET, "Libertad y enajenación en El licenciado Vidriera", CH(7), 2, p. 617. Sobre el bufón como elemento funcionalmente conservador en el seno de sistemas políticos de signo absolutista, véase ZIJDERVELD, op. cit. , p. 120. [201] burla del burlador y la infamia del exaltado a manos del infame404, conducente a una inversión de polos entre príncipe y bufón. Esto es ni más ni menos lo que se entendía por una partida bien jugada y digna de incorporarse al jestbook particular de un "loco" de primera clase. Su desenlace era inapelable y los usos cortesanos exigían una aceptación que hoy llamaríamos "deportiva", pues nada había menos ortodoxo desde el punto de vista social que el dignificar a semejante adversario, reconociéndole la dimensión humana de responsable por sus hechos y dichos405. Li-benter enim suffertis insipientes: cum sitis ipsi sapientes, había predica- do San Pablo a los corintios (II, 11, 19). Y un personaje de nuestro Lope (El bobo del colegio, 1): El verte medio truhán apenas me determina para enojarme contigo. Cervantes quiere que todo quede en su sitio y no deja de introducir su propio reclamo acerca de una lección magistral conforme a los cánones de la literatura bufonesca. La gitanilla ha demostrado, una vez más, ante aquellos seres sin rostro, "que hazer el loco a su tiempo es el maior saber de todos406. En términos de época ha sido todo aquello un gran despliegue no de vulgaridad, sino de cortesanía. La desvergüenza del bufón no era en realidad suya, sino reflejo de quienes le pagaban y que, en esté caso, ni siquiera eso hacían. Un "loco" creador o de legítimo ingenio era un hallazgo excepcional, ávidamente buscado para ofrecerlo, como joya viviente, a algún príncipe407, y es justo el caso de El licenciado Vidriera, cuya fama "llegando a noticia de un príncipe o señor que estaba en la Corte, quiso enviar por él, y encargóselo a un caballero amigo suyo que estaba en Salamanca que se lo enviase". La buenaventura de Preciosa es acogida, como corresponde a expertos catadores, con el tributo de la risa y una no velada admiración, porque lo han gozado a fondo con aquel lucimiento a pleno riesgo de su ingenio. Todos han entendido muy bien a la gitanilla, porque nadie es allí bobo y están hechos al trato y rituales del vivir palaciego. El teniente sabe reconocer el tesoro que tiene ante sí y reacciona acorde y previsible, entablando un diálogo perfectamente ilustrador por ambas partes. Nada de-searía él tanto como la oportunidad de hacer valer en la corte las gracias de la gitanilla:

404 Sobre la afinidad intercambiable de Rey, Sacerdote y Bufón en el se¬no de una sociedad autoritaria tradicional y sus funciones intercambiables, véase WELSFORD, op. cit., pp. 195 y 272. Para el ejemplo en esto señero de King Lear véanse JOSEPHINE W. BENNET, "The Storm Within: The Madness of Lear", SQ, 13 (1962), 135-155; WILLEFORD, op. cit., pp. 208-225. Ayuda a compren¬der este aspecto de la radical agresividad del bufón el comentario de este ultimo: "Thus the office of the jester fulfills some of the same functions as the ritualized rebellion in which political subjects express actual and possible re-sentments against authority. The fact that the rebellion encouraged implies that the social institutions and the persons in power are strong enought to toler-ate it; thus it serves the interest of authority and of social cohesion" (ibid., p. 155). 405 Es cierto que el bufón de corte pagaba a menudo con palizas y hasta con la vida, pero esta clase de venganzas se tomaban dentro del más absoluto anonimato. Nadie ha sabido jamás quién fue el Grande que mandó asesinar a don Francesillo de Zúñiga. El Narrenschiff (1494) de Sebastián Brant conside¬ra (n. 68) loco a todo el que toma en serio y se ofende por la burla del "loco". 406 JERÓNIMO DE MONDRAGÓN, Op. Cit. , p. 179. 407 ZIJDERVELD aduce el ejemplo del famoso Thoni, bufón de Enrique II, Francisco I y Carlos IX, regalado a los reyes de Francia por su descubridor el duque de Orleans (op. cit., p. 104). Sobre intercambios de locos entre príncipes, véase LEVER, op. cit., p. 144. En la citada comedia de Lope El valor de las mujeres se presenta al descubridor del "loco" en acto de ofrecérselo al príncipe: "Os traje la mejor pieza / que hay en el húngaro reino, / en materia de locuras / y graciosos desconciertos, / sabe tañer y cantar, / sabe hacer famosos versos" (acto segundo). [202]

—Mucho sabes, Preciosa —dijo el tiniente—. Calla, que yo daré traza que sus Majestades te vean, porque eres pieza de reyes. —Querránme para truhana —respondió Preciosa— y yo no lo sabré ser, y todo irá perdido. Si me quisieren para discreta aún llevarme hían; pero en algunos palacios más medran los truhanes que los discretos. Yo me hallo bien con ser gitana y pobre, y corra la suerte por donde quisiere. Pieza de reyes dice el Diccionario de autoridades, "se llama comúnmente el truhán o bufón, y assí al que es sabandija palaciega se dice que es pieza de rey". Maestra en la grande y (hay que decir) noble tradición de la bufonería literaria renacentista, Preciosa la rechaza al mismo tiempo, acogiéndose al lado más estricto de una polémica moral de la época408. Todo esto tiene su importancia, porque la historia tradicional de la niña robada y su final anagnórisis asigna a ésta (según el relato bizantino de Apolonio de Tiro) un papel de juglaresa que en la versión de El Patrañuelo de Timoneda, obviamente conocida por Cervantes409, pasa a darla a conocer como La Truhanilla y probablemente sugirió la idea de presentar a Preciosa como centro de un episodio de esta clase. Pero esta otra gitanilla de nuevo cuño no quiere saber nada de príncipes ni de cortes, porque su vocación, como sabemos, no es de truhana (ni aun en el sentido de sabia predicadora de la risa), sino de enamorada y esposa. Contra su naturaleza hecha para la ternura, el bufón cortesano ha de ser en la vida real un sujeto cruel y despiadado410, porque el de truhán es un terrible oficio, que termina por deformar y encallecer el alma. Y aquí entra el factor decisivo de que la brillante actuación de Preciosa en casa del teniente no nazca más que secundum quid de ninguna libre voluntad, sino que se perfile como única alternativa de reivindicar, al menos por un momento, su acorralada dignidad humana ante los orgullosos detentadores de todo el poder. Tampoco el licenciado Vidriera quería para sí tal oficio, "que yo no soy bueno para palacio, porque tengo vergüenza y no sé lisonjear". Pero a modo de hermano gemelo, y en lo que constituye una típica opción cervantina411, el ejercer de público bufón por las esquinas y plazas de la corte viene a ser para Rodaja la única manera de hacerse aceptar como sabio. El sentirse un vi-drio a punto de quebrar en cada instante era sin duda un sentimiento típico y más común de lo que parece entre los españoles de la época. Curiosamente, el no menos truhanesco Antón de Mon-toro se había anticipado siglo y medio para titularse "esta triste de redoma / sin vasera" en su queja a don Alonso de Aguilar "cuando la

408 El argumento de las inmerecidas recompensas y fortuna de los truhanes en la corte constituía un tema de obligada diatriba moral en la época (sin excluir al mismo Cervantes), conforme a la cara y cruz doctrinal del tema bufonesco. Planteamiento y abundantes datos en MONIQUE JOLY, "Fragments d'un discours mythique sur le bouffon", en Visages de la folie (1500-1650), eds. A. Redondo y A. Rochon, Université de Paris III, Sorbonne Neuvelle, 1981, 81-91 409 La relación de La gitanilla con el relato bizantino de Apolonio de Tiro fue advertida por FITZMAURICE-KELLY en su Historia de la literatura española (1898). MENÉNDEZ PELAYO (Orígenes de la novela, t. 2) se mostró favorable, con más acierto, al precedente supuesto por la patraña XI de El Patrañuelo (1567) de Juan de Timoneda, en cuanto reelaboración coetánea de dicha fábula medieval. Para una historia de la cuestión véase G. DE AMEZÚA, op. cit., t. 2, pp. 17-18. Sobre la amalgama en la obra de elementos bizantinos y picarescos, superados en una nueva fórmula, Avalle Arce, introd. a Novelas ejemplares, t. 1, p. 24. 410 Como observa ZIJDERVELD, los bufones de corte solían ser en la reali¬dad "spiteful creatures", ligados al príncipe por una relación parasitaria, que los obligaba a actuar como "moral opportunists", op. cit. , p. 112. 411 M. Jou/ habla por esto de la notable serie de relativos "antibufones cervantinos", personajes "amuseurs" como Berganza, Vidriera y la misma Preciosa, pero que por razones morales rechazan entrar de lleno en la truhanería viciosa o profesional (La bourle et son interprétation, p. 313). [203] destrucción de los conversos en Córdoba412". Es el precio de una sociedad dividida entre puros e impuros y no se dan casualidades en todo esto, pues hoy sabemos del mecanismo enloquecedor con que la sociedad española hacía del mester bufonesco un lugar geométrico del judeoconverso413 y, por analogía, de todo desterrado interior, ilamárase gitano o algún talento crítico y disidente Uno hay algo de gitanesco también en la vida de Cervantes?). En equivalencia de una imposible protesta, Preciosa se ha visto forzada a salir del difícil paso por un camino muy transitado, no menos pronta que otros a vivir del fardel de pullas que lleva a cuestas. En esencia ha procedido igual que Montoro o Villalobos y Cervantes maneja el caso como un ejemplo orgánico que equivale a un análisis acusador del sistema excluyeme. La discreta conducta de la gitanilla en casa del magistrado, así como su quiromancia de doña Clara, representan ya de este modo la confrontación de dos Españas: por el momento nada más que un vidrio indefenso entre puños amenazadores. Al tensar, creadora, el lenguaje hasta su mismo punto de ruptura, la buenaventura de La gitanilla no hacía sino reflejar la situación de una sociedad en trance, a su vez, de interno y catastrófico desgarro. The Spanish Student y La Gitanilla: del convencionalismo a la rebeldía. Eulalia V. Piñero gil Universidad Autónoma de Madrid (Abstract) The Spanish Student (1843) by Henry Wadsworth Longfellow is a play based on Miguel de Cervantes's novel La gitanilla (1612). Both works present a Gypsy girl who struggles for surviving in a non-Gypsy male-dominated society. Two ideas are going to be developed throughout the texts: the young Gypsy's honour and the Gypsies' role in Spanish society. On the one hand, Cervantes portrays a self-confident Gypsy girl who wants to be respected by men, and a proud Gypsy community whose only goal is to be accepted by society. On the other hand, Longfellow depicts a very insecure girl, concerned about public judgement on her virtue and a Gypsy community devoted to stealing and plundering. Consequently, two attitudes are observed in these authors: Cervantes's nonconservative and challenging position vs. Longfellow's conventional romantic view of the Gypsies in Spain. White hamlets hidden in the fields of wheat, White cities slumbering by the sea, White sunshine flooding square and street, Dark mountain ranges, at whose feet The river beds are dry with heat,- All was a dream to me. Longfellow, Castles in Spain, 1878.

412 Cancionero, ed. Emilio Cotarelo y Mori, Madrid, 1900, p. 87. El vidrio sin protección se consideraba entonces como expresión tópica de la idea de peligro: "Qué andáis más peligroso / que redoma sin vasera" lo dijo ya Juan de Mena, atacando a cierto miles gloriosus (ALBERTO VÁRVARO, Premesse ad un'edizione critica delle poesie minori di Juan de Mena, Napoli, 1964, p. 101). Sobre la olla de barro como símil de la fragilidad biológica del hombre y sus orígenes bíblicos, ALFRED G. GARVIN, "The Man Who Thought Himself made of Glass and Certain Related Images", SPh, 67 (1970), p. 399. 413 FRANCISCO MÁRQUEZ VILLANUEVA, "Jewish Tools' of the Spanish Fif-teenth Century", HR, 50 (1982), 385- 409; STEPHEN GILMAN, "A Generation of Conversos", RPh, 33 (1979), 87-101. [204]

España era un sueño romántico para el escritor norteamericano Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882), como bien expresan los versos que se citan a modo de preámbulo en este trabajo. El claro obscuro de nuestro paisaje que tanto le impactó se vio reflejado en sus innumerables poemas, ensayos, teatro y traducciones que forman gran parte de la obra que este intelectual dedicó a nuestro país. Longfellow se asomó a España indirectamente a través de un primer contacto literario con otros países europeos. Este interés por el viejo mundo era comprensible puesto que los intelectuales norteamericanos miraron hacia afuera para comprender mejor el proceso de formación de su literatura nacional. La búsqueda de raíces culturales que dieran carácter a una cultura propia fue un primer paso en el largo recorrido hacia la eclosión nacionalista de mediados del siglo XIX. Sin duda, este acercamiento al viejo mundo cautivó a muchos estudiosos que se dedicaron a la transmisión e interpretación de todo aquel mundo milenario y, así mismo, influyó en la creación de los primeros departamentos universitarios dedicados al estudio de la lengua y literatura europeas. Longfellow pertenecía a una familia norteamericana que se interesó en estos aspectos y desde muy pequeño tuvo acceso a una biblioteca familiar donde estaban presentes los clásicos italianos, alemanes y franceses. Las grandes obras literarias hispánicas también pasaron por sus manos y su fascinación posterior por Cervantes, Manrique, Calderón y Lope de Vega se engendró en estas lecturas tempranas. Su gran formación en la literatura europea le valió la obtención de su primer puesto en el departamento de lenguas extranjeras del Bowdoin College donde fue alumno y donde empezó a estudiar castellano. Su interés por España se empezó a poner de manifiesto en el primer viaje que realizó, a instancias de su padre, desde Burdeos a Madrid en 1827. En dicho viaje tuvo la oportunidad de conocer a Washington Irving, quien por aquel entonces se encontraba destinado en la legación diplomática de Estados Unidos en Madrid. Longfellow departió con aristócratas españoles, conoció el campo castellano y a sus campesinos, asistió a fiestas, visitó los lugares más recónditos de nuestra geografía y todas estas experiencias hicieron mella en su imaginación y en sus escritos. Stanley Williams apunta a este respecto que: Even if his descriptions of the Basques, the Andalusians, or of the cities of Madrid, Seville, and Granada seem tame, they are delicately poised memories of the surface of this ancient civilization. These recollections were to give sustenance to both his prose and his poetry. (158) Longfellow continuó su viaje por Europa y en Dresde empezó la traducción al inglés del Cancionero general de 1511. A partir de este primer contacto profundo con las letras españolas se sucedieron las traducciones de otras obras como las Coplas de Jorge Manrique. Las lecturas de Calderón y Cervantes se convirtieron en pasión diaria y en una manera de revivir las imágenes que quedaron impresas en su mente a raíz de su periplo por España. En 1836 ganó un puesto de profesor adjunto en la universidad de Harvard, donde fue docente hasta el año 1854. Durante este período en la enseñanza universitaria, se dedicó a divulgar figuras desconocidas de la literatura española entre las que se encontraban Gonzalo de Berceo, Lope de Vega o Tomás de Iriarte, cuyas Fábulas había leído por centésima vez en 1848.

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Mientras impartía clases en Harvard, Longfellow cultivó una de sus pasiones literarias, que era escribir ensayos. Fruto de esta labor ensayística destaca Outre-Mer (1835), relato breve que da cuenta de sus viajes por Europa, siempre idealizando todo aquello que pudo contemplar. Asimismo, The Poets and the Poetry of Europe es un estudio de carácter didáctico sobre la producción lírica europea que se usó como libro de texto en Harvard. A raíz del encuentro que mantuvo Longfellow con Washington Irving en Madrid, empezó a leer los libros que éste último había escrito sobre España entre los que destacaban: The Life and Voyages of Christopher Columbus (1828), The Conquest of Granada (1829) y The Alhambra (1832). La visión de Irving sobre España no era tan idealizada como la de Longfellow, quizás porque a través de la misión diplomática pudo tener un conocimiento más profundo sobre la realidad socio-política de España. Durante el segundo viaje del diplomático y escritor estadounidense a España, ocupó el puesto de embajador en la legación de su país. Stanley Williams comenta sobre este punto: The disciple excelled the master; that is, in his interpretation of Spain Longfellow went far beyond Irving. The latter had at times a relentless eye for the thorny side of the country and could boast of some understanding of its complex political life. But Longfellow's nostalgia on sunny mornings for Spain and for its medieval past was, as he admitted in his letter to Mackenzie, divorced from reality. He romanticized everything about Spain, and everything exotic connected with the country excited him. (161) Como poeta, Longfellow cantó con delicadeza y sin presentar conflicto alguno a los indios norteamericanos en The Song of Hiawatha (1855), y a la noche en "Hymn to the Night" (1839). Su poesía carecía de la lucha interior y del anticonvencionalismo que podemos encontrar en los románticos de la llamada segunda generación: Emerson, Thoreau, Melville y Whitman entre otros. Sin embargo, tenía un asombroso dominio en el manejo de la lengua y de sus figuras retóricas. Esta facilidad permitió que las versiones de la lírica española a su idioma fueran alabadas y apreciadas en su tiempo. Menéndez y Pelayo rindió tributo a la traducción de las Coplas de Don Jorge Manrique de Longfellow con las siguientes palabras: "El más excelente de los traductores de esta elegía que conocemos en lengua alguna." Su actividad como traductor se amplió a los místicos españoles, traduciendo con gran éxito a Santa Teresa de Jesús y a San Juan de la Cruz. Con la lograda traducción de la Floresta de rimas antiguas se ganó los elogios y reconocimientos de hispanistas norteamericanos tan renombrados como Howells y Bryant. En agradecimiento y tributo a su tarea por las letras hispánicas fue elegido académico de la Real Academia Española en 1877. En 1879 se le permitió llevar el uniforme de la Academia y en 1880 la medalla de la egregia institución. A propósito de dicho nombramiento, el hispanista Lowell escribió: When your name was proposed there was a contest as to who should second the nomination, "porque tiene muchos apasionados aquí el Señor Longfellow", and at last the privilege was conceded to the excmo. Sr. Don Juan Valera, whose literary eminence is no doubt known to you. Williams también nos habla de la facilidad y el talento que poseía Longfellow para verter la poesía española a su idioma: If a born poet, he was even more emphatically a born translator, and for his talent he seems to have sought persistently justification and definition. His passion for word and phrase, his facility in fashioning verse, and his scholarly respect for the originals [206]

created a pattem for translation in which his mind worked naturally and according to rules which he had formulated for himself and for his art. (176) El interés de Longfellow por la dramaturgia barroca española se plasmó, igualmente, en una serie de adaptaciones y estudios sobre Lope de Vega, Calderón y, en especial, sobre los diálogos cómicos de Lope de Rueda. Este último autor le inspiró una comedia de tema español que tituló The Spanish Student (1843) y a la cual dedicaré el presente estudio. La obra en cuestión plantea una serie de interrogantes en cuanto a las fuentes, aunque en el prefacio que elabora Longfellow a la comedia nos hace la siguiente aclaración: The subject of the following play is taken in part from the beautiful tale of Cervantes La gitanilla. To this source, however, I am indebted for the main incident only, the love for a Gypsy girl, and the name of the heroine, Preciosa. I have not followed the story in any of the details. (23) Longfellow menciona que la fuente principal de The Spanish Student es La gitanilla (1612) de Miguel de Cervantes, pero también es importante recalcar que era asimismo conocedor de las sucesivas adaptaciones que se habían hecho de la novela ejemplar de Cervantes al teatro414. The Spanish Student fue publicada por entregas en la revista norteamericana Graham's Magazine en septiembre, octubre y noviembre de 1842. La obra fue cuidadosamente revisada y publicada en forma de libro en 1843. Longfellow se inspiró, como ya hemos anotado anteriormente, en la primera de las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes. La gitanilla relata una historia de amor entre una gitanilla de nombre Preciosa y un caballero noble, Juan de Cárcamo, que se transforma en gitano y adopta una nueva identidad bajo el nombre de Andrés Caballero. El cambio de estatus social por el que tiene que pasar el protagonista de la novela está en función de la obtención de la mano de Preciosa.

414 Siguiendo un orden cronológico, a continuación veremos las sucesivas interpretaciones que se hacen de La gitanilla de Cervantes desde el siglo XVII hasta finales del XIX: - al francés Alexandre Hardy con su comedia La belle Egyptienne (1615); - en 1623-24, T. Middleton y W. Rowley juntan en una obra teatral: The Spanish Gypsy, materia de las dos novelas cervantinas La gitanilla y La fuerza de la sangre; - entre 1637 y 1643 hay tres nombres holandeses: J. Kats, Katarina Verwers y Mattheus G. Tengnagel que versifican la materia de la novela cervantina; - otro francés, Sallebray, es autor de la comedia también titulada La belle Egyptienne (imp. 1642); - por fin, también en el siglo XVII, aparece por primera vez en 1671, en la Parte 37 de comedias varias, La gitanilla de Madrid, de A. de Solís y Rivadeneira; - La gitanilla de Juan Pérez de Montalván, 1686; - en el siglo XVIII tenemos la comedia del alemán Heinrich Ferdinand Móller Die Zigeuner, que sale veinticinco años después de la traducción al alemán de las Novelas ejemplares: ésta en 1752 y la comedia, en 1777; - en el siglo XIX hay varias obras teatrales: en primer lugar la pequeña joya Preciosa, de Pius Alexander Wolff, con música de Karl Maria von Weber, que se representa por primera vez en 1821, llegando sus representaciones en Alemania hasta nuestro siglo; - otra comedia que se representa en 1843 es The Spanish Student, de H.W. Longfellow; - también de 1843 es The Bohemian Girl, de Alfred Bunn y William Balfe; - un "dramma lirico" italiano es el que se canta por primera vez en 1845, con música de Ruggero Manna y texto de Colla, y se titula como la de Wolff- Weber, Preziosa; - también italiano, y con el mismo título de Preziosa, es el otro "dramma lirico" de Antonio Smareglia (1879). (Relación tomada del estudio de Manuel Sánchez Regueira,138) [207]

Andrés sólo puede obtener la "joya preciosa" de Preciosa al darse a sí mismo. Este intercambio va más allá del mundo del dinero y de la propiedad privada porque está basado en el intercambio de un amor recíproco -del amor platónico, si se quiere-, de la conquista de los celos y de la modificación de un código cortesano, realizado solamente por un proceso aislado de la sociedad (Sieber 21). Cervantes elabora un personaje femenino rodeado de los atributos personales necesarios que convierten a Preciosa en un ser enigmático y a la vez carismático. Esta joven gitanilla no ejerce las tareas normales de las demás mujeres de su hábitat. Preciosa no roba ni embauca a nadie sino que, al contrario, canta y baila para los nobles de la ciudad que, gustosos, la reciben para que los deleite: Salió la tal Preciosa la más única bailadora que se hallaba en todo el gitanismo, y la más hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama. Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo, a quien más que otras gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos; y lo que es más, que la crianza tosca en que se criaba no descubría en ella sino ser nacida de mayores prendas que de gitana, porque era en extremo cortés y bien razonada. (9) Cervantes va dejando caer pistas, ya en la primera descripción, del origen un tanto peculiar de Preciosa que, a la postre, resultará ser una dama de alta alcurnia. La gitanilla resulta ser la hija de don Fernando de Azevedo y de doña Guiomar de Meneses, quienes se enteran que Preciosa es el retoño que les fue cruelmente arrebatado hacía ya muchos años. El misterio queda desvelado para regocijo de todos, y los jóvenes de noble cuna pueden contraer matrimonio sin impedimento de ninguna clase. Bajo esta trama, que recuerda más bien a una mascarada, se discuten dos temas que merecen un análisis detallado. Me refiero al honor de Preciosa, por un lado, y a los gitanos y su papel en la sociedad española, por otro. Ambas cuestiones serán la base del comentario entre las dos obras objeto de este trabajo. En el caso de The Spanish Student, a diferencia de La gitanilla, la obra está centrada en los personajes masculinos. En concreto, Victorian, el estudiante español originario de Alcalá, está profundamente enamorado de Preciosa, una gitana que se gana la vida bailando en los escenarios madrileños. El Conde de Lara se enamora de Preciosa e intenta seducirla con malas artes y engaños. Al no acceder la joven a las pretensiones del noble, éste urde un plan para desacreditar a la gitana. A sabiendas de que Victorian le había regalado un anillo de oro con un rubí a su prometida, el Conde compra uno exactamente igual y se pasea con él por la calle diciendo que Preciosa se lo había dado. Hipólito, confidente y amigo íntimo de Victorian, se lo cuenta a éste y surge la confusión y el desengaño entre los enamorados. Entretanto, los gitanos aparecen en la comedia como seres desalmados que se dedican a robar por doquier a estudiantes y curas en la sierra de Guadarrama. Un edicto los expulsa de España por anticristianos e inmorales. Como en la obra cervantina, Preciosa también resulta no ser de origen gitano: Chispa (to Preciosa): The Count of the Calés, is not your father, But your true father has returned to Spain Laden with wealth. You are no more a Gypsy. Victorian: Strange as a Moorish tale! (51)

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El desenlace de la obra, como cabía esperar, se resuelve a favor del amor entre Preciosa y Victorian, que desvelan la maldad del Conde de Lara. Los gitanos, elementos discordantes de la obra, son eliminados y el orden social se restablece. Como ya mencioné anteriormente, hay un primer detalle que sorprende al comparar The Spanish Student y La gitanilla; me refiero al mayor protagonismo que se otorga a los papeles masculinos en la obra de Longfellow. El título de la obra norteamericana centra la atención en Victorian y no en Preciosa como es el caso de la obra española. El elemento negativo de The Spanish Student también es un hombre; el Conde de Lara. En La gitanilla, el elemento negativo es La Carducha, enamorada de Juan Cárcamo. Al no ser correspondida, la despechada esconde unas joyas de su propiedad entre las pertenencias de Juan Cárcamo y le acusa más tarde de robo. Por último, la madre gitana de Preciosa es, en la obra de Longfellow, la jefa de la comunidad gitana. Cervantes perfila sutilmente los personajes femeninos en su novela ejemplar. Preciosa es un ser cautivador y de gran personalidad, como bien demuestran sus propias palabras: —Yo, señor caballero, aunque soy gitana, pobre y humildemente nacida, tengo un cierto espiritillo fantástico acá dentro, que a grandes cosas me lleva. A mí ni me mueven promesas, ni me desmoronan dádivas, ni me inclinan sumisiones, ni me espantan finezas enamoradas; y aunque de quince años (que, según la cuenta de mi abuela, para este San Miguel los haré), soy ya vieja en los pensamientos y alcanzo más de aquello que mi edad promete, más por mi buen natural que por la experiencia (25). Estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo, pero no mi alma, que es libre, y nació libre, y ha de ser libre en tanto que yo quisiere (41). Resultan un tanto sorprendentes la seguridad y el buen juicio que se desprenden de las palabras de esta joven de quince años. Cervantes suele presentar personajes femeninos de gran carácter y personalidad que reivindican su derecho natural, que no social, a tomar las decisiones que atañen a su propia vida. Don Quijote de la Mancha es una gran galería de mujeres que saben lo que quieren y que así lo manifiestan para gran sorpresa de todos. La Preciosa de Longfellow, sin embargo, no demuestra tanta seguridad en sus convicciones y lo único que manifiesta constantemente es su deseo de defender su virtud, aunque no sabe muy bien cómo: Preciosa: I have no other shield than mine own virtue. That is the charm which has protected me! Amid a thousand perils, I have worn it Here on my heart! It is my guardian angel. (32) Para la Preciosa cervantina, la virtud también es una prenda que hay que defender, pero establece condiciones previas al vínculo del matrimonio: Una sola joya tengo, que la estimo en más que a la vida, que es la de mi entereza y virginidad, y no me la tengo que vender a precio de promesas ni dádivas, porque, en fin, será vendida; y si puede ser comprada, será de muy poca estima... Primero tengo de haber si sois el que decís; luego, hallando esta verdad, habéis de dejar la casa de vuestros padres y la habéis de trocar con nuestros ranchos, y tomando el traje de gitano, habéis de cursar dos años en nuestras escuelas, en el cual tiempo me satisfaré yo de vuestra condición y vos de la mía; (26)

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Cervantes encarna en su heroína la común idea de la castidad durante el Siglo de Oro, que provenía de la moral de Santo Tomás de Aquino. Según estos preceptos, la castidad era una buena manera de controlar los apetitos de la carne. En este sentido, la moral gitana castigaba duramente a las doncellas que osaban transgredir la ley de la castidad como bien pone de manifiesto Cervantes en La gitanilla: Entre nosotros, aunque hay muchos incestos, no hay ningún adulterio; y cuando le hay en la mujer propia, o alguna bellaquería en la amiga, no vamos a los jueces y los verdugos de nuestras esposas o amigas: con la misma facilidad las matamos y las enterramos por las montañas y desiertos como si fueran animales nocivos: no hay pariente que las vengue ni padres que nos pidan su muerte. Con este temor y miedo ellas procuran ser castas, y nosotros, como ya he dicho, vivimos seguros. (39) Es obvio que la ley gitana no es la de Preciosa, en la cual percibimos que por medio de las razones que aporta en su discurso es factible que llegue a alcanzar la virtud, en este caso la castidad. Longfellow perfila a una gitana bastante menos racional y convencida de sus actos. Se guía más por los afectos que por el intelecto, y el mismo Victorian así lo aprecia: What I most prize in a woman Is her affections, not her intellect! (28) Indudablemente, el "Weltanschauung" de Longfellow es el reflejo del discurso romántico de Goethe: "Gefühl ist alles". En este sentido se ve plasmado el tomismo racionalista apolíneo en el personaje femenino cervantino y el sentimentalismo dionisíaco en la presentación de la Preciosa de Longfellow. Las escenas amorosas de The Spanish Student son exacerbadamente románticas, no faltan fuentes de aguas cristalinas, ni olorosos naranjos, ni jardines catedralicios que cubran los versos de los amantes: Preciosa: Dost thou remember When first we met? Victorian: It was at Córdova, In the cathedral garden. Thou was sitting Under the orange trees, beside a fountain. Preciosa: 'T was Easter Sunday. The full-blossomed trees Filled the air with fragrance and with joy. The priests were singing, and the organ sounded, And then anon that great cathedral bell. (27) Sin embargo, en La gitanilla el tollo usado entre los amantes es radicalmente distinto: Pasaba Andrés con Preciosa honestos, discretos y enamorados coloquios, y ella poco a poco se iba enamorando de la discreción y buen trato de su amante, y él, del mismo modo, si pudiera crecer su amor, fuera creciendo: tal era la honestidad, discreción y belleza de su Preciosa. (45) El proceso por el que ambas parejas se van enamorando es totalmente diferente. El mundo amoroso de Longfellow es más sensual que el de Cervantes, que como hemos visto en la cita anterior, es un proceso lento y verbal que implica el mutuo conocimiento dentro de los límites que establecía la virtud renacentista.

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El mundo de los gitanos también recibe un tratamiento distinto por parte de los dos autores. Cervantes no escatima en exponer las virtudes de este pueblo haciendo un alarde de comprensión y buena fe. No hay que olvidar que los gitanos llegaron a España en el siglo XV y ya el 4 de marzo de 1499 una Real Cédula de los Reyes Católicos les prohibía andar vagando por el reino. En 1539, durante el reinado de Carlos I, se endureció la postura real ya que hubo un conato de expulsión por el cual se les advertía que tenían que establecerse o abandonar España. Entrado el siglo XVII, la situación de los gitanos se hizo insostenible puesto que el rey decidió desterrarlos definitivamente en 1618. No puede caber duda de que en la España de las Novelas ejemplares el gitano vivía en los extrarradios de la sociedad, que ni siquiera afectaba un gesto de tolerancia hacia él. Todo esto hace más extraordinaria la actitud que adopta Cervantes en La gitanilla hacia la gitanería. Hay una simpatía cordial por parte del autor hacia esa gente que le lleva a acentuar sus rasgos positivos (como ser, todos los aspectos que caracterizan la vida natural de ellos), y a atenuar aquellos que más odio les concitaba, muy en particular sus hurtos y latrocinios. (Avalle-Arce 21) Cervantes no duda en criticar a la justicia que arremete y expulsa a los gitanos y lo hace en boca de la madre de Preciosa: Y si alguno de nuestros hijos, nietos o parientes cayere, por alguna desgracia, en manos de la justicia, ¿habrá favor tan bueno que llegue a la oreja del juez y del escribano, como destos escudos si llegan a sus bolsas? Tres veces, por tres delitos diferentes, me he visto casi puesta en el asno para ser azotada, y de la una me libró un jarro de plata , y de la otra una sarta de perlas, y de la otra cuarenta reales de a ocho, que había trocado por cuartos, dando veinte reales más por el cambio. (28) Longfellow por su parte no deja muy bien parados a los gitanos. Efectivamente, en The Spanish Student aparece el edicto del alcalde de Guadarrama que expulsa a los gitanos: Pedro Crespo: An act of banishment against the Gypsies! (Agitation and murmurs in the crowd.) Pancho: Silence! Pedro Crespo (reads): "I hereby order and command, That the Egyptian and Chaldean strangers, known by the name of Gypsies, shall henceforth Be banished from the realm, as vagabonds And beggars; and if, after seventy days, Any be found within our kingdom's bounds, They shall receive a hundred lashes each; The second time, shall have their ears cut off; The third, be slaves for life to him who takes them, Or burnt as heretics. Signed, I, the King." (44-45) En este acto de expulsión el clero se manifiesta como principal promotor aduciendo costumbres anticristianas: Padre cura: There are a hundred marks to prove a Moor Is not a Christian, so 't is with the Gypsies. They never marry, never go to mass, Never baptize their children, nor keep Lent, Nor see the inside of a church, -nor-nor-.

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Pedro Crespo: Good reasons, good, substantial reasons all! No matter for the other ninety-five. They should be burnt, I see it plain enough, They should be burnt. (45) El alcalde no duda en querer someterlos a la tortura de ser quemados vivos, cosa que resulta sorprendente, aunque los mismos gitanos en la obra se dediquen a robar sin ningún tipo de miramientos: Bartolomé: There was no one to rob, save a party of students from Segovia, who looked as if they would rob us; and a jolly little friar, who had nothing in his pockets but a missal and a loaf of bread. (41) Es bien sabido que Longfellow demostró siempre una comprensión especial hacia la España católica, y de hecho así se pone de manifiesto en The Spanish Student. Alusiones a la virgen María se encuentran en todo el texto, especialmente cuando se habla de la virginidad de Preciosa: Lara: Because I have heard it said this angel fell, And though she is a virgin outwardly, Within she is a sinner; like those panels Of doors and altar-pieces the old monks Painted in convents, with the virgin Mary On the outside, and on the inside Venus! (24) El hecho de intentar impregnar esta obra de elementos católicos es una prueba de lo que quizás le impactó de la sociedad española de la época. La España del XIX se debatía entre una sociedad profundamente religiosa y otra alejada de estos aspectos. Desde luego que Longfellow no mostró en sus obras de tema español las discrepancias de estas dos Españas porque tampoco lo hizo en relación con su país. No hay que olvidar que Longfellow vivió en una época de luchas entre colonos de la frontera e indios. La frontera generó una literatura particular que reflejaba los intereses de los blancos anglosajones puritanos de Nueva Inglaterra. Estos devenires y luchas provocaron la afirmación de la familia como bastión moral y como unidad económica básica. El puritanismo protegía la institución familiar como representación de la santidad, la solidez y las bases de la sociedad democrática. En la sociedad puritana la literatura se leía por la madre al calor del fuego hogareño. Así pues, todo lo que se leía tenía que discurrir por los cauces que marcaba la moral puritana. Ni la pasión sexual, ni las luchas sociales o el problema de la frontera, con la cuestión latente de la moralidad o inmoralidad de desposeer a los indios de sus tierras, formaban parte del canon literario de la época. Autores como Shelley, Melville, Byron o Poe no eran bien vistos por el "establishment" puritano. Como consecuencia se desarrolló una literatura de atmósfera "femenina", en el sentido más tradicional de la palabra. La pasión dio paso al sentimentalismo lacrimógeno de Las cuitas de Werther de Goethe. Longfellow fue uno de los escritores cuya poesía no violó en absoluto los tabúes del fuego hogareño. En su poema Hiawatha, mencionado anteriormente, no aparecen detalles reales de la situación de discriminación de los indios, sino que, al contrario, nos recrea un mundo idílico inexistente. Cleanth Brooks amplía este aspecto con las siguientes palabras: "If the Indian had, in several ways, been sentimentalized, Longfellow finished the job dehumanizing him

[212] completely. That is, he turned him into a sort of culture spirit floating vaguely and edifyíngly in the background of the by filen not-so-young Republic." (587) Esta actitud de complacencia y de no plantear temas espinosos se ve claramente en The Spanish Student al no entrar Longfellow en la discusión, que sí inicia Cervantes, del mundo de los gitanos, y de la cuestión del honor referida a la castidad de Preciosa. La visión que Longfellow presenta de nuestro país sigue los mismos cauces de la literatura de la frontera de Estados Unidos. Incluso cabría decir que los aspectos de carácter exótico y folclórico se presentan magnificados, soslayando éstos los conflictos sociales que, sin duda, observó en sus viajes por España. BIBLIOGRAFÍA Avalle-Arce, Juan Bautista. Novelas ejemplares de Cervantes. Introducción. Madrid: Clásicos Castalia, 1985. Brooks, Cleanth et al. American Literature. The Makers and The Making. New York: St. Martin's Press, 1973. Vol. I, 583-93. Cervantes Saavedra, Miguel de. Novelas ejemplares. Madrid: Espasa-Calpe, 1979. Longfellow, Henry Wadsworth. The Poetical Works of Longfellow. Boston: Houghton Mifflin, 1975. Sánchez Regueira, Manuel. "La gitanilla en la novela, La gitanilla en el teatro." Cervantes su obra y su mundo. Actas del I Congreso Internacional sobre Cervantes. Madrid: EDI 6, 1981. Sieber, Harry. Novelas ejemplares de Cervantes. Introducción. Madrid: Cátedra, 1982. Williams, Stanley T. The Spanish Background of American Literature. New Haven: Yale UP, 1955. Woodward, L. J. "La gitanilla." Cervantes su obra y su mundo. Actas del I Congreso Internacional sobre Cervantes. Madrid: EDI 6, 1981. Viajes y viajeros en las Novelas ejemplares: movimiento y alteridad en La gitanilla Ángel R. Pérez Martínez Las Novelas ejemplares no son relatos de viajes, aunque presentan numerosos elementos vinculados con el género que merecen ser estudiados y analizados. Por su importancia teórica y práctica las obras clásicas pueden aportar conceptos importantes para la literatura de viajes. El presente trabajo es una lectura de La gitanilla desde el concepto de movimiento y sus relaciones con el de viaje y con la teoría de la alteridad cervantina. Probablemente un símbolo del cosmopolitismo de algunos sectores de la España del siglo XVI es la figura del emperador Carlos V, quien no solía pasar más de dos años en un mismo lugar. La mirada allende del propio terruño y la convivencia con los viajes y traslados no son solo experiencias propias de la nobleza de la época. La sociedad española de los siglos XVI y XVII estaba conformada también por exploradores y misioneros que iban y venían a otras naciones europeas y también a tierras más lejanas1. De estas últimas llegaban nombres de territorios fronterizos con lo maravilloso: El Dorado, Tenochtitlán, la tierra del Amazonas, Jauja, Potosí e incluso las misteriosas Catay

1 Elliot, 2009. [213] y Cipango. La Península Ibérica de la época es un cruce de caminos por donde pasan diversidad de gentes, atraídas por el poder de la corte o por la idea de lograr riquezas, nombre y fama. Este crisol social también es una intersección estética de corrientes y modas como menciona John H. Elliot en su obra Imperios del mundo atlántico2. Por todo ello no es extraño que los españoles escucharan sobre viajes y conocieran viajeros no solo a través de las naves que llegaban de las Indias sino también gracias a los pintores, los poetas y también los novelistas. Las obras de Cervantes reflejan de alguna manera ese cosmopolitismo auri-secular, ya en el Quijote cuyo narrador se inspira en historias recogidas por un tal Cide Hamete Benengeli, o los personajes que se cruzan con don Quijote y Sancho al volver o irse de la patria y del hogar. Las propias salidas del caballero, de un pueblo sin nombre, dan muestra de esa apertura a un mundo nuevo y extraño de paisajes y personajes que pueblan sus páginas. La sociedad retratada por Cervantes en sus Novelas ejemplares sigue la tradición de la alteridad quijotesca donde la movilidad y el tránsito son características de la vida de sus personajes. En ellas están escritos nombres que dan cuenta de ello: Flandes, Lisboa, Roma, Londres, Tolón, Bruselas, Milán, Nápoles, Palermo, Lombardía, Florencia, México, Perú, Argel... El término viaje se utilizaba para varios propósitos durante el Siglo de Oro3; quizás los conceptos de peregrinación, exploración o combate hayan sido algunas de las ideas afines que han caracterizado la popularidad del tema para críticos posteriores4. Las Novelas ejemplares presentan el viaje de variadas maneras, y quizás convenga leerlas también intentando comprender esa perspectiva para indagar sobre estos conceptos en la obra cervantina. EN LOS ALREDEDORES DEL TEXTO Quisiera hallar algunos elementos del tratamiento que le da el autor a dicho concepto, y quizás, desvelar alguna de las ideas que pudiera haber recogido del pensamiento de la época. Los límites del género de viajes son muy amplios y parecieran abarcar todos aquellos relatos vinculados con estos asuntos. En ese sentido el Quijote está en las fronteras del mismo y no es un relato de viajes5. Las Novelas ejemplares también están en esas latitudes. Sin embargo, desde mi punto de vista, los clásicos pueden aportar ciertas nociones a la teoría del género que luego ayudan en el análisis de los «relatos de viaje». Esa es la razón por la que en los últimos tiempos he querido trabajar la temática de viaje en algunos escritos de Cervantes. El término viaje en el Barroco español tiene varias acepciones y habría que limar las capas que lo cubren para realizar una adecuada arqueología del término. Esta aproximación resulta algo compleja pues implica quitar las láminas semiológicas del concepto. Para ello seguiremos el consejo de Morón Arroyo6, que recomienda que el texto «hable por sí mismo» y que necesita una arqueología del concepto. En esa línea el estudio de las ideas en ciertos autores nos daría una aproximación gnoseológica que, si bien puede distar de la exactitud, estaría muy cerca de las

2 Elliot, 2009, p. 368. 3 Arellano, 2011. 4 Moreno, 2006. 5 Alburquerque, 2011. 6 Morón, 1998. [214] innovaciones y tradiciones de la época ofreciéndonos una recreación epistemológica sugerente. No es esta exactamente la idea de Michel Foucault7 y está más cerca de la de Alasdair MacIntyre8. En los alrededores de la cuestión se presentan varios aspectos interesantes que tan solo mencionaré. El primero es que Cervantes escribe en el prólogo que es el primero que ha novelado en lengua castellana, lo cual es sintomático de las influencias foráneas en su obra, por decirlo de alguna manera. Si el testimonio del autor da atención a las novedades literarias de otros lugares es gracias en parte a los viajes que hizo. Las Novelas ejemplares de Cervantes nos presentan algunos viajeros y viajeras que se trasladan de un lugar a otro, ya sea por decisión propia, ya sea por obligación externa o por encontrarse en algún viaje forzoso. Como hemos mencionado los viajes de las Novelas ejemplares no pertenecen al género de relatos de viajes, pero presentan características referentes al tema que merece la pena analizar pues se encuentran en las líneas de los grandes esquemas argumentales del género como son el destierro, la peregrinación, la fragilidad del ser humano o la condición extranjera. Los viajes en las Novelas ejemplares se pueden agrupar en las siguientes categorías: 1. Raptos y secuestros. 2. Misiones bélicas. 3. Viajes de iniciación. 4. Traslados por estudios. 5. Fugas y destierros. Muy cercano al término viajero se encuentra por ejemplo la idea del otro, que como podremos ver conforma una representación peculiar en el imaginario cervantino. Son otros, por ejemplo, los moriscos que pueblan sus escritos. Pero también lo son aquellos no incluidos en la sociedad de forma plena: los judíos, los gitanos o los condenados a galeras. Antes de desarrollar una lectura crítica de las Novelas ejemplares según este esquema habría que dejar que el texto hable por sí mismo, y eso haremos con La gitanilla. CONTRADICCIONES ARGUMENTALES INICIALES La primera de las Novelas ejemplares trata sobre un colectivo social aurisecular extraño a la ortodoxia moral, tal como nos lo presenta Cervantes al inicio: Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como acidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte9. En este párrafo se incluye a los gitanos dentro de ese grupo ajeno a la ética de la época. El gitano como opuesto al noble es un símbolo del extranjero cuya presencia física en el país no implica su participación en los códigos morales consuetudinarios. Más aún, Cervantes pareciera proponerlo en el otro extremo del ciudadano pleno que sería, supuestamente, aquel cristiano educado en las virtudes. No quisiera extenderme en disquisiciones acerca

7 Foucault, 1969. 8 MacIntyre, 1981. 9 Cervantes, Novelas ejemplares, p. 55. [215] de las características y costumbres específicas del pueblo gitano en la época de Cervantes. Aquí hay aparentemente una aproximación negativa que se contradice con algunos de los hallazgos posteriores en la lectura y que arroja una tensión interesante para nuestro trabajo. En relación con los gitanos, añadiremos que Cervantes los señala como un pueblo en constante tránsito. Preciosa, la protagonista, se educa en esa circunstancia: Crióse Preciosa en diversas partes de Castilla y, a los quince años de edad, su abuela putativa la volvió a la Corte y a su antiguo rancho, que es adonde ordinariamente le tienen los gitanos, en los campos de Santa Bárbara, pensando en la Corte vender su mercadería, donde todo se compra y todo se vende. y la primera entrada que hizo Preciosa en Madrid fue un día de Santa Ana, patrona y abogada de la villa, con una danza en que iban ocho gitanas, cuatro ancianas y cuatro muchachas, y un gitano, gran bailarín, que las guiaba10. Las descripciones concéntricas que va realizando Cervantes sobre la gitanilla chocan con la primera mención negativa. Preciosa —como se lee más adelante— es una gitana y a la vez un dechado de virtud. Podría parecer que la niña está protegida por su propio carácter, pero en realidad se siente parte del grupo y está orgullosa de las costumbres del mismo. El discurso del gitano viejo a Andrés es una exposición de esta aproximación al mundo, y de un estilo de vida que podría incluso encontrar un paralelo con la vida caballeresca descrita en el discurso de don Quijote sobre las armas y las letras. El mismo texto resulta contradictorio con el primer párrafo que acabamos de leer. Es la idea del camino como exposición a las fuerzas del destino o en manos de la Providencia. Aquí está una descripción de una nueva Edad de Oro muy ligada a la concepción mostrada en el Quijote: –[...] Con estas y con otras leyes y estatutos nos conservamos y vivimos alegres; somos señores de los campos, de los sembrados, de las selvas, de los montes, de las fuentes y de los ríos. Los montes nos ofrecen leña de balde; los árboles, frutas; las viñas, uvas; las huertas, hortaliza; las fuentes, agua; los ríos, peces, y los vedados, caza; sobra, las peñas; aire fresco, las quiebras; y casas, las cuevas. Para nosotros las inclemencias del cielo son oreos, refrigerio las nieves, baños la lluvia, músicas los truenos y hachas los relámpagos. Para nosotros son los duros terreros colchones de blandas plumas: el cuero curtido de nuestros cuerpos nos sirve de arnés impenetrable que nos defiende; a nuestra ligereza no la impiden grillos, ni la detienen barrancos, ni la contrastan paredes; a nuestro ánimo no le tuercen cordeles, ni le menoscaban garruchas, ni le ahogan toscas, ni le doman potros. [...] Por dorados techos y suntuosos palacios estimamos estas barracas y movibles ranchos; por cuadros y países de Flandes, los que nos da la naturaleza en esos levantados riscos y nevadas peñas, tendidos prados y espesos bosques que a cada paso a los ojos se nos muestran. Somos astrólogos rústicos, porque, como casi siempre dormimos al cielo descubierto, a todas horas sabemos las que son del día y las que son de la noche; vemos cómo arrincona y barre la aurora las estrellas del cielo, y cómo ella sale con su compañera el alba, alegrando el aire, enfriando el agua y humedeciendo la tierra; y luego, tras ellas, el sol, dorando cumbres, como dijo otro poeta, y rizando montes: ni tememos quedar helados por su ausencia cuando nos hiere a soslayo con sus rayos, ni

10 Cervantes, Novelas ejemplares, p. 56. [216]

quedar abrasados cuando con ellos particularmente nos toca; un mismo rostro hacemos al sol que al yelo, a la esterilidad que a la abundancia11. Aparece aquí una idea sugerente: el viaje como forma de conocimiento, como camino de iniciación o incluso como pedagogía vital. Lo que el gitano viejo ha ex¬puesto se manifiesta en los personajes principales. Tanto Preciosa como Andrés son dos jóvenes desarraigados; la primera sin saberlo, al haber sido raptada en la infancia y Andrés cuando acepta su viaje acompañando a los gitanos. Cervantes, gracias a esta disposición, pone a los personajes en una situación compleja donde se mezclan varios elementos que pudieran estar en contra de las sugerencias tradicionales para una adecuada educación. La orfandad, la exposición de la mujer a los peligros del mundo o la exclusión son algunos de los elementos a los que me refiero. Preciosa, igual que Isabel en La española inglesa, es una niña raptada que desarrolla magníficamente su personalidad a pesar del desarraigo y las circunstancias adversas. En el discurso citado anteriormente, pareciera encontrarse la idea implícita de que la exposición del carácter a la hostilidad de algunos y a los elementos naturales es una clave para la maduración personal. En ese sentido, el recurso del viaje pudiera ser una herramienta que utiliza Cervantes para poner de relieve el carácter de los personajes. Así enfrenta sus personalidades a las vicisitudes de la vida de tal manera que la tensión dramática crezca exponencialmente. Lo que hace el autor es potenciar la condición de Homo viator, que los espirituales de la época recordaban como un tópico interior. Por eso, el viaje resulta un recurso narrativo con ecos trascendentes. Alejados del hogar, los protagonistas de las historias están sujetos a los vaivenes de las circunstancias externas y han de enfrentarse directamente a ellas. Cervantes utiliza el viaje como un ámbito de aparente riesgo donde sus personajes se ven obligados a manifestar sus pensamientos y sentimientos en el camino del desarrollo narrativo. No parece haber nada nuevo en este recurso que ya utilizó Homero, pero en el caso de La gitanilla hay un detalle a mi parecer sugerente: la tensión entre la perfección moral de la protagonista y unas circunstancias adversas con el marco de las recomendaciones morales de la época. Podría haber una explicación a dichas contradicciones, y son las normativas que se habían empezado a instaurar en España bajo el reinado de Felipe II, con ejemplos como la prohibición a los estudiantes de viajar hacia universidades extranjeras o la reclusión bibliográfica del Index librorum qui prohibentur12. Lo cierto es que hay en las obras de Cervantes una tendencia constante a la liberación, a la imaginación ética y a la experimentación. El personaje crece y madura mejor mediante este movimiento o traslado en dirección hacia lo ignoto a través de aparentes contradicciones. PRECIOSA, GIROSCOPIO FEMENINO Preciosa es un ideal de la representación femenina, aunque sus acciones también se contradicen con algunas de las recomendaciones de la época. Especialmente la de Fray Luis de León en La perfecta casada13, sobre todo apuntando al silencio como ejercicio pedagógico. Las recomendaciones que ofrece Juan Luis Vives para las doncellas que van a casarse en el Libro llamado Instrucion de la muger cristiana están en la línea de la personalidad de la gitanilla.

11 Cervantes, Novelas ejemplares, p. 95. 12 La prohibición se recogió en la Pragmática de 22 de noviembre de 1559. 13 Fray Luis de León, La perfecta casada, pp. 143-144. [217]

Entre las virtudes idóneas para las doncellas que mencionan la mayoría de los maestros espirituales de la época está la vida retirada. Otros como Juan de la Mora, Alonso de Andrade y Juan de Soto piensan que las jóvenes solteras han de vivir en una especie de enclaustramiento. Detrás de estas recomendaciones se encuentra una idea del mundo como un entorno amenazante del que hay que huir, sobre todo cuando se trata de cuidar la honra femenina. Existe pues una contradicción entre la vida de Preciosa y las recomendaciones morales para las doncellas de la mayoría de los consejeros espirituales14. La figura de Preciosa, constantemente en movimiento generado por el tránsito y también por la danza, es una antítesis de las sugerencias morales coetáneas a Cervantes. Según el relato, el viaje no hizo mella en la protagonista, ni en lo interior, ni en lo exterior. De alguna manera las continuas mudanzas parecieran haberla fortalecido. Si no, no se entiende la postura cervantina. Dice Mariló Vigil15 que Cervantes no es partidario de opiniones extremas en las recomendaciones sobre la formación moral de las jóvenes. Detrás de las sugerencias de algunas corrientes espirituales, se encuentra la idea de la conservación de la virtud gracias a la inmovilidad, al retiro, a la reclusión. Pero Preciosa es todo lo contrario, y ella además se mueve en una doble dimensión como bien señalan las páginas de La gitanilla. Salió la tal Preciosa la más única bailadora que se hallaba en todo el gitanismo, y la más hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama. Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo, a quién más que otras gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos; y lo que es más, que la crianza tosca en que se criaba no descubría en ella sino ser nacida de mayores prendas que de gitana, porque era en estremo cortés y bien razonada16. Preciosa baila y se mueve sobre sí misma, y también se traslada de un lado a otro sin pervertirse ni decrecer. Nos encontramos ante una defensa del movimiento propuesta como una especie de cinemática moral. Me he permitido comparar la imagen de la protagonista con una perspectiva meramente física para poder entender mejor su simbolismo. La dinámica vital de Preciosa se asemeja a la de un giroscopio. Los giroscopios son objetos mecánicos que giran sobre sí mismos y que a la vez se trasladan sin perder el equilibrio. El movimiento de Preciosa presenta dos dimensiones: una sobre su propio eje desarrollando el simbolismo de la danza femenina, y otra trasladándose de un lugar a otro con el grupo de gitanos. Estos movimientos dan a la protagonista una estabilidad aparentemente imposible, como en el caso de las peonzas, y según la mentalidad de la época la discutible virtud de una bailarina gitana. Alrededor de Preciosa, se agrupan una serie de sujetos que contemplan sus movimientos físicos y morales para inspirarse en ellos. Además de Andrés Caballero cuyo nombre – como el de la protagonista— también es polisémico, se encuentra el paje Alonso Hurtado, quien huye llevando los dineros de un noble camarada. El caballero iba en dirección a Flandes, pasando por Italia, y el paje se iba a Sevilla para mandar la plata hacia Génova.

14 Pfnadl, 1959. 15 Vigil, 1994. 16 Cervantes, Novelas ejemplares, p. 56. [218]

Si la moción de Andrés es amorosa, la de Alonso Hurtado está en relación con la fuga y a la ira. Otra vez Preciosa es un giroscopio inmune a la energía pasional; no así estos dos mozos que se encuentran alrededor de ella e impelidos por los aires de la pasión. Esos mismos vientos rebotan ante esos movimientos de Preciosa a los que nos hemos referido, y ella mantiene sus virtudes alejándose de esos vectores que son como flechas mal dirigidas o corrientes morales que pudieran alterar su comportamiento. No es así en la psicología de los jóvenes, quienes se encuentran en una lucha constante por alcanzar un cierto orden. Por eso alrededor del equilibrio de Preciosa los jóvenes son como figuras torpes que no saben seguir el ritmo del bien ni la cinemática de la virtud. Esa primera entrada de Cervantes hablando de la confusión moral del mundo gitano y luego de una gitanilla que baila y deja estupefactos a quienes la ven es muestra de la ambigüedad cervantina. Los giros y bailes de Preciosa son mostra¬dos al final como una señal estética de la limpieza de su alma, y sus traslados propuestos como una forma de vida descrita anteriormente. Casi podríamos decir que Cervantes invierte las apariencias para luego mostrar el camino gitano como una forma de iniciación. Así lo es de hecho para Andrés, quien se atiene a las condiciones establecidas para cortejar a Preciosa. La invitación de Preciosa a un trayecto moral heterodoxo es también prueba de la virtud, y Andrés se ve impelido a ello guiado por la gitanilla. ELOGIO DEL MOVIMIENTO EN CERVANTES Preciosa es como un giroscopio que atrae a Andrés para contemplarlo. Si Andrés se hubiera acercado demasiado el movimiento se detendría y la energía de Preciosa decaería. Preciosa sólo muestra su energía dentro de un ámbito en donde el tránsito es una característica apreciada. Existe una especie de contraposición entre lo cambiante y lo permanente que se expresa en el concepto de viaje presente en Cervantes. Una sociedad en continuo movimiento es la plataforma narrativa de La gitanilla, cuya definición vital es muy apropiada y vinculada a ese cambio continuo al que nos referimos, que casi es una circunstancia implícita a ella misma. Cervantes pareciera haber ido desgajando la esencia de una comunidad que aparentemente no aporta nada a la sociedad, para descubrirla como un entorno cuyos principios están ligados a ciertas virtudes específicas. Preciosa es un ejemplo y modelo de discreción y donaire contrapuesto a una condición social que suele estar vinculada con la imprudencia y falta de decoro. La invitación a Andrés es una opción distinta al viaje militar. Un viaje contrapuesto a su linaje, por lo que el joven engaña a sus padres diciéndoles que estaba de servicio en Flandes17. Hay que anotar que el caballero ya estaba en disposición de viajar, como lo demuestra su atuendo al encontrarse con las gitanillas en las afueras de Madrid. Andrés es el viajero-soldado por antonomasia en la pequeña historia de La gitanilla; es un hombre dispuesto al viaje y al cambio que trueca el viaje militar por una peregrinación erótica, en donde el centro de gravedad cambia constantemente. Este paralelo pareciera que no es gratuito porque la comparación entre las armas y las letras tiene varias sugerencias en la obra cervantina. Andrés entrará ahora en un viaje semiforzado, en el que deberá asumir un estado de vida. Otra vez Cervantes vuelve a proponer una posibilidad moral fuera de los cánones establecidos, pero muy ligada a la idea del amor casto.

17 Cervantes, Novelas ejemplares, p. 80. [219]

El viaje en La gitanilla es entonces una forma de maduración y también un lugar en donde los personajes se encuentran. Para Cervantes –como decíamos anteriormente– el viaje es un ámbito privilegiado para el desarrollo de sus personajes. En la tradición cervantina encontramos la expresión más cercana de esta propuesta en las salidas de don Quijote y Sancho, pero también se aprecia en otros trabajos de Cervantes y esta novela ejemplar es una de ellas. La gitanilla es un recuento y cruce de viajes. Viaje es el del falso gitano Andrés que no se fue a Flandes, sino que asumió el periplo gitano por amor. También el de la propia Preciosa que llevada de la mano de su abuela había recorrido diversos pueblos de Castilla. Viajero había terminado siendo el paje, emigrante y desterrado cuyo periplo era el de un fugitivo que buscaba alcanzar la tranquilidad y la dicha. No estamos, pues, equivocados cuando decimos que el viaje es uno de los temas centrales en esta novela ejemplar, y en donde los personajes cruzan sus particulares sendas. El viaje en La gitanilla es estado de vida, camino de libertad y hasta colocación en la línea narrativa del tratamiento cervantino. Los personajes se encuentran con nuevos personajes, se enfrentan y se exponen, crecen, menguan, mueren o sobreviven, y si lo hacen de tal modo es porque de alguna manera el viaje los va curtiendo y purificando. Esta pareciera esa ser una de las metas de estos recursos. Como colofón podríamos decir que Cervantes tiene una especial predilección por el encuentro entre extraños; aquellos que nunca se han visto o que tienen condición social diversa. Las figuras paradigmáticas en ese sentido son las de don Quijote y Sancho, pero hay muchas más presentadas en las páginas de las obras cervantinas como es prueba de ello la obra comentada. BIBLIOGRAFÍA Alburquerque García, Luis, «A propósito de Judíos Moros y Cristianos: El género relato de viajes en Camilo José Cela», Revista de Literatura, 66.132, 2004, pp. 503-524. Alburquerque García, Luis, «Consideraciones acerca del género “relato de viajes” en la literatura del Siglo de Oro», en Actas del Congreso «El Siglo de Oro en el Nuevo Milenio», ed. Carlos Mata y Manuel Zugasti, Pamplona, Eunsa, 2005, pp. 129-142. Alburquerque García, Luis, «Los libros de viajes como género literario», en Ars bene docendi. Homenaje al profesor Kurt Spang, ed. Ignacio Arellano, Víctor García y Carmen Saralegui, Pamplona, Eunsa, 2009, pp. 27-34. Alburquerque García, Luis, «Of travels and travellers: History of a literary genre», en East and West. Exploring Cultural Manifestations, ed. K. Acharya, I. Arellano y M. Iturbe, New Delhi/Mumbai, Somaiya Publications, 2010, pp. 201-216. Alburquerque García, Luis, «“El relato de viajes”: hitos y formas en la evolución del género», Revista de Literatura, número monográfico titulado: Relatos y literatura de viajes en el ámbito hispánico: poética e historia, coord. Luis Alburquerque García, enero- junio, 145, 73, 2011, pp. 15-34. Arellano, Ignacio, «El motivo del viaje en los autos sacramentales de Calderón I: los viajes mitológicos», Revista de Literatura, número monográfico titulado: Relatos y literatura de viajes en el ámbito hispánico: poética e historia, coord. Luis Alburquerque García, enero- junio, 145, 73, 2011, pp. 165-182.

[220]

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Una prima gitana de miguel de Cervantes I Hacia 1479 y en unas fiestas del Corpus, actuó en Guadalajara, corte del duque del Infantado (éste sería el II, I)on Iñigo López de Mendoza [1438-1500]1, que casó con Doña María de Luna [muerta en 1506], hija del Condestable Don Álvaro), una tribu zíngara (probablemente la del conde I)on Martín de Egipto Menor2 de la cual, María de Cabrera,

1 Hijo de Don Diego Hurtado de Mendoza (muerto el 25 de enero de 1479 en su castillo del Real de Manzanares), al que en 1419 sublimó Juan II con el título ducal. Don Diego contrajo primeras nupcias con Doña Brianda de Luna, tía de Don Alvaro de Luna, y segundas con la lusitana Doña Isabel Enríquez de Noroña. 2 Cf. AMADA LÓPEZ. DE MENEses, La inmigración gitana en España en el siglo xv, n Martínez Ferrando archivero» (Madrid 1968), p. 239-263. — A pesar de los genticilios «egipcios menores», «bohemios», «griegos» y hasta «húngaros», impropiamente aplicados, los gitanos son oriundos del Norte de la India. Ya los encontramos en Aragón en 1425. [221] con su garbo y extraña lindura, se llevaba en pos los ojos del heredero del poderoso ducado, Don Diego Hurtado de Mendoza y Luna (nacido en Arenas de San Pedro en 1461, muerto en Guadalajara el 31 de agosto de 1531), conde de Saldaña, biznieto del famoso marqués de Santillana, el poeta de las Serranillas. La mocita, empeñada en participar en una competición hípica, pidió un caballo (y su rendido admirador hizo que el mayordomo proporcionase a tan gentil amazona el mejor de sus cuadras) y quedó en la prueba «bien para lo que su femenil sesso obligava», conquistando como principal trofeo el corazón del condesito. Así, desde entonces, se acabó su errante andar, instalada a mesa mantel «para que sin peregrinar viviese». Y por ende «les duró por varios años a todos los gitanos el que, viniendo a Guadalajara, luego visitasen la casa de los duques como muy parientes della y se la mostravan, con lo cual yvan muy contentos de tal parentesco». El fruto de esta pasión, Don Martín de Mendoza el Gitano (nacido hacia 1481, muerto hacia 1555) «fue hombre de buena estatura y moreno conforme a su madre3». Destinado a la Iglesia, realizó brillante carrera a la sombra de los blasones mendocinos: Inocencio VIII le concedía un beneficio en Buendía y en Vélez4 y una pensión en Cuenca5 y en 1490 bula provisoria del archidiaconado arriacense (casi vinculado a la casa del Infantado6). En 1499 Cisneros le daba licencia para recibir la tonsura de manos de cualquier obispo7. Julio II, previa información sobre la vida y costumbres del joven, lo dispensaba de su condición de hijo natural para que pudiese alcanzar beneficios8 y lo nombraba arcediano de Guadalajara9 y abad de Santillana10 (dignidades en que sucedía a su tío Don Bernardino de Mendoza). El 30 de junio de 1514 (Segovia), la reina Juana lo agraciaba con una legitimación (temporal) atendiendo a «que siendo Don Diego Hurtado de Mendoza y Luna vuestro padre, onbre soltero11 no obligado a matrimonio ni religión alguna, vos ovo y procreó en María de Cabrera vuestra madre12, syendo assY mesmo muger soltera no obligada a matrimonio ni religión alguna13».

3 Nobiliario del Cardenal Mendoza (RAH, Colección Salazar, C II). El caso de Don Diego de Mendoza y María de Cabrera no debió de ser excepcional en España, que los españoles supieron apreciar a aquellas exóticas beldades al contrario que los alemanes, los cuales sensibles sólo a la belleza de tez blanca, cabellos rubios y ojos azules, nos dejaron del tipo de aquellos primeros zíngaros que se vieron por Occidente, las más desfavorables descripciones. 4 AHN, Osuna, 1969, 2. 5 /c1., 1969, 13. 6 Id., 1969, 25. 7 Id., 1966, 30 (Alcalá de Henares, 19 de julio). 8 Id., 1967, 7 (12 de julio de 1507). 9 Id., 1967, 8 (21 de agosto de 1508). 10 Id., 1968, I (3 de mayo de 1511). 11 Hasta 1488, en que se enlazó con Doña María de Pimentel (muerta en 1518), hija del conde de Benavente. 12 Es curioso que Juana Maldonado, mujer del alcaide de Torre de la Vega, Jimena (y tía de María Maldonado, es decir, de la doncella que en la noche de Reyes de 1530 recibió la bendición nupcial con nuestro mujeriego duque) fue procesada por la Inquisición por contar que se le había aparecido San Juan Bautista y le «señalaba con el dedo a la madre de Don Martín de Mendoza... que tenía una tasa de platas (MANUEL SERRANO Y SANZ, El licenciado Juan de Cervantes y Don Migo López de Mendoza, cuarto duque del Infantado (BRAE [1926], 18- 43. Lo entrecomillado se halla en la pág. 23). —No sabemos si nuestra gitana pudo ser madre de otros de los bastardos del Duque : Francisco (monje benedictino en Sopetrán) y Don Diego de Mendoza (que fue yerno del comendador Ribera). 13 Osuna, 1761, 5 (con autógrafo regio). [222]

Finado14 Guillermo de Croy, arzobispo de Toledo, en vano soñó el tercer duque del Infantado, el Grande, con elevar a su pecadillo — ordenado de misa en mayo de 1521 — a la primada silla. A primeros de agosto de 1525 encontramos a Don Martín, con toda su paterna familia, haciendo los honores a Francisco I de Francia quien, camino del alcázar de Madrid, se detenía unos días, más como invitado que como cautivo, en el maravilloso palacio guadalajareño del Infantado15. II El 11 de julio de 1529 el Gitano era confirmado como arcediano de Guadalajara y de Talavera por Clemente VII16. Mas ¡ay!, por no desdecir la casta de los Mendoza, se enredó con María de Cervantes, primogénita del licenciado Juan de Cervantes (abuelo del Príncipe de los Ingenios) nombrado el 30 de abril de 1527 lugarteniente de la alcaidía de Alzada de Guadalajara (donde como oidor del consejo ducal permanecerá hasta 1531) y que habitaba en la antigua casa del conde de Priego. El 30 de septiembre de 1529 el galán de hábitos talares se obligaba, ante el escribano Juan de Cifuentes, a dotar a su entretenida con seiscientos mil maravedíes, y, como no lo cumpliese (si bien hizo a la damisela obsequios tan numerosos como valiosos17), la moza le puso pleito y así, el 2 de abril de 1532, alegando minoría de edad (o sea no haber cumplido los veinticinco años), solicitaba del alcalde ordinario de la ciudad, Francisco de Cañizares, nombramiento de un curador, lo que se efectuó el 11 en la persona de Martín González de Encaja. En esto finaba Don Diego. Su hijo Don Migo, el cuarto duque, se mostró menos complaciente que su progenitor para con las debilidades del hermanastro y si el licenciado Cervantes (que en cuestiones de honor no era precisamente un precursor del alcalde de Zalamea, Pedro Crespo) hacía valer las leyes, él hacía valer su poder e influencia, con lo que los Cervantes juzgaron conveniente el levantar el campo (a fines de abril o principios de mayo de 1532) y marcharse a Alcalá de Henares18. En cuanto al Gitano (estante aún en la capital alcandía el 16 de enero de 1533), se trasladaba a Roma y aquí se encontraba cuando el 10 de julio de 1533 Paulo III lo dispensaba de residencia en España para sus arcedianatos19. El mismo Papa, en octubre de 1536, lo creaba notario apostólico20. De los amores de Don Martín de Doña María nació Doña Martina de Mendoza21 (tercerona zíngara y prima hermana tanto de Don Diego de Mendoza y Aragón, V duque del

14 En Worms, el 11 de enero de 1521. 15 Cf. AMADA LÓPEZ DE MENESES, Francisco 1 y otros personajes en Guadalajara en 1525, CHE (1964, XXIX-XL). 16 Osuna, 1798, 7. 17 Como las joyas que en 13 de mayo de 1533 (Madrid) daba en prendas por un préstamo de cien mil maravedises que se hacía a su padre : aun rosario que tiene ciento e una perlas orientales e una manga de raso con setenta e un ojales de oro en cada uno tres perlas» (CRISTÓBAL PÉREZ PASTOR, Documentos cervantinos hasta ahora inéditos, Madrid 1894-1902, I, pág. 4). 18 El pleito duraba en 27 de enero de 1533. Su documentación se custodia en el archivo de la cancillería de Valladolid (Fenecidos. Envoltorio 22). 19 Osuna, 1868, 8-9-10. 20 Osuna, 1868, 11-12. 21 Seguía en 8 de enero de 1531. — Ella fue «amiga e manceba públicamente» del clérigo. Vid, acerca de todo esto NARCISO ALONSO CORTÉS, Casos cervantinos que tocan a Valladolid (Madrid 1916), 24-25. Pero el autor identificaba erróneamente a la madre de Don Martín (a la que ni remotamente se la imaginaba cañí) con María Ruiz de I.e. guizamo y la creía de noble familia española. [223]

Infantado, como del autor del Quijote). Debió de criarse junto a su madre (que como otras Cervantas vivió su vida22) y no siempre debió de ver ejemplos muy edificantes. Llevóla al altar Diego Díaz de Talavera (viviente en octubre de 1574), escribano mayor de rentas del arzobispado de Toledo. No sabemos si ya estaban unidos en 1553, año en que Talavera figuraba como testigo de un poder otorgado por Rodrigo de Cervantes con motivo del pleito con Gregorio Romano. Y procrearon a otra Martina, a Isabel (quienes, respectivamente, dieron su mano a Antonio Alonso Jiménez y a Lorenzo Hurtado de Mendoza), a Juan, a Pedro y a Sebastián. En la producción cervantina figura el tema gitano en La Gitanilla, Coloquio de perros, La ilustre fregona, Pedro de Urdemalas, La elección de km alcaldes de Daganzo y, en alusión, en el Quijote. Pero su conocimiento de él era muy superficial y en vano buscaríamos en las obras del eximio alcalaíno una sola palabra en caló.

22 En 5 de noviembre de 1551, con el calcetero Pedro García, era fiadora de su herniano Rodrigo de Cervantes, el padre del Manco de Lepanto, que en dicho día subscribía carta de obligación en Valladolid para el pago a Gregorio Romano (que en 1555 era obligado de las carnicerías de la ciudad) de cuarenta y cuatro mil cuatrocientos setenta y dos maravedises para el día de San Juan. — La misma tomaba por todo el año de 1552 en arriendo de Diego de Gortnaz, dos casas del arrabal del Saucti Spiritus... Y no brilló por su solvencia.. [224]

Innovación estética del retrato en la gitanilla Francisca García Jáñez Cervantes comenta en el prólogo de sus Novelas ejemplares la razón de llamarlas así: «Heles dado nombre de ejemplares, y si bien lo miras, no hay ninguna de quien no pueda sacar algún ejemplo provechoso». Ciertamente todas presentan personajes ejemplares que nos dan una lección literaria o estética1 más que moral, y a la vez funcionan como modelo para otras vidas. Los motivos por los que La gitanilla es la primera de ellas son, según J. B. Avalle-Arce2, dos: la tipología literaria de los personajes y el tipo de argumento. El hecho de presentar a una gitana como tipo literario y protagonista de toda una novela no deja de ser significativo dado el desprecio general hacia esta etnia desde los RR.CC. y Carlos V. El argumento, aunque en un principio parece picaresco, se complica y llega hasta la anagnórisis, técnica frecuente en la época. ¿Por qué he elegido La gitanilla y no otra novela dentro de toda la gama de modelos ejemplares? No ha sido por razones comparativas o de orden sino porque la obra es un verdadero tratado sobre la belleza, un ideal de estética barroca centrado en un personaje muy original, una gitana sumamente ejemplar. Es su figura prosopográfica y etopéyica la que desde el principio representa la belleza: hermosa, discreta, cortés, honesta, instruida, ingeniosa y llena de donaire. Antes de centrarnos en su retrato recordemos brevemente el argumento de la novela. Preciosa, una joven y hermosa gitana llena de ingenio y donaire, conoce a un hombre noble (Juan de Cárcamo) que se enamora de ella. La historia de amor entre los dos comienza cuando Preciosa propone a su amado convertirse en el gitano Andrés Caballero para demostrarle su amor. Una serie de peripecias entorpecen esta unión que finalmente y después de una anagnórisis en la que se descubre que Preciosa se llama en realidad Constanza y es hija de un noble, la historia acaba en boda. El desarrollo de la acción nos recuerda en esencia, como apunta Franz Rauhut3, el de los cuentos de hadas con el motivo de la muchacha de bajo origen, la cual, gracias a sus buenas cualidades (hermosura, virtud, discreción) es desposada por un príncipe. Es el tan tratado tema del milagro hecho realidad. Cervantes utiliza a lo largo de toda la novela la técnica barroca del contraste para caracterizar a la protagonista. Comienza con su nombre de gitana, Preciosa. Repetidas veces es llamada: «piedra preciosa», «valiosa», «joya», «preciosa perla», «hermosa», «elegante» y «de clase distinguida». Es el tema de la búsqueda y del motivo del tesoro escondido, su linaje. Nos recuerda, como comenta Peter N. Dunn4, la parábola del «tesoro escondido en el campo», y de la «perla de gran precio» (Mateo, XIII, 44). Al final de la novela descubrimos que efectivamente proviene de clase noble, Acevedo y Meneses, y que su verdadero nombre es Constanza, del latín «constantins constans», el que permanece firme. Significativa va a ser su firmeza de personalidad, y serán sus encantos —hermosura y honestidad—, los símbolos de su persona, los que de alguna manera van a

1 Según Harry Sieber en la ed. de las Novelas ejemplares. Cátedra, Letras Hispánicas, p. 15. Las citas utilizadas relativas a la novela provienen de esta edición. 2 En la introducción de las Novelas ejemplares, ed. cit. 3 Ver su artículo «Consideraciones sociológicas sobre la Gitanilla y otras novelas cervan¬tinas». En Anales Cervantinos,3(1953), pp. 143-160. 4 En «Las Novelas ejemplares», en Suma Cervantina, pp. 81-118. [225] identificarla. Según Joaquín Casalduero5, lo que verdaderamente llama la atención es que aunque esta piedra preciosa no está en poder de su legítimo dueño, y a pesar de haber sido robada y haber caído tan bajo, continúa despidiendo las vislumbres de su origen noble. Parece, según él, que Cervantes se inspiró en uno de sus escritores más adorados, Fray Luis de León, para crear el nombre de Preciosa y su cualidad más destacada, la honestidad. Concretamente en el capítulo II de su obra La perfecta casada: Porque así como el valor de la piedra preciosa es de subido y extraordinario valor, así el bien de una buena tiene subidos quilates de virtud; y como la piedra preciosa en sí es poca cosa, y por la grandeza de la virtud secreta cobra gran precio, así lo que en el sujeto flaco de la mujer pone estima de bien es grande y raro bien; y como en las piedras preciosas la que no es muy fina no es buena; y de la misma manera que es rico un hombre que tiene una preciosa esmeralda o un rico diamante, aunque no tenga otra cosa, y el poseer estas piedras no es poseer una piedra sino poseer en ella un tesoro abreviado, así una buena mujer no es una mujer, sino un montón de riquezas, y quien las posee es rico con ella sola, y sola ella le puede hacer bienaventurado y dichoso. Por eso al final de la novela, cuando el padre la recupera como hija, alude a su nombre de gitana, Preciosa, en memoria de su pérdida y de su hallazgo y desea que permanezca con el nombre falso en lugar del auténtico, Constanza: —Calla, hija Preciosa —dijo su padre—, que este nombre de Preciosa quiero que se te quede, en memoria de tu pérdida y de tu hallazgo; que yo, como tu padre, tomo a cargo el ponerte en estado que no desdiga de quién eres (p. 129) Nos centraremos ahora en su retrato. Desde el principio de la novela, el autor nos describe lo más llamativo del personaje, es una gitana modelo, diferente y ejemplar, porque no está sujeta a la misma naturaleza que los otros gitanos. Su manera dicharachera y poética de hablar, su personalidad definida y su hermosura generalizada nos introducen en un retrato dinámico y plástico en el que aparece ya la técnica de contrarios. Preciosa se nos muestra con adjetivos propios de una mujer que no pertenece a ese mundo de gitanos, y con cualidades más bien aristocráticas: discreta, cortés, honesta, razonada y aguda; pero por el hecho de vivir con ellos es, sin embargo, algo desenvuelta: Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo a quien más que otras gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir sus manos; y lo que es más, que la crianza tosca en que se criaba no descubría en ella sino ser nacida de mayores prendas que de gitana, porque era en extremo cortés, y bien razonada. Y con todo esto era algo desenvuelta; pero no de modo que descubriese algún género de deshonestidad; antes, con ser aguda, era tan honesta, que en su presencia no osaba alguna gitana, vieja ni moza, cantar cantares lascivos, ni decir palabras no buenas. (p. 61-62) Cervantes demuestra ya un criterio valorativo a la hora de describir psicológicamente a la gitana, pinta lo más llamativo en ella en contraste con el resto del gremio gitano. Aunque la novela se abre con una dura censura a la condición ladronesca de este grupo, el autor intenta captar con agudo ingenio la benevolencia del lector. De alguna manera utiliza también el tópico del mundo al revés6, pues pone en la figura de una gitana las virtudes

5 En su estudio Sentido y forma de las «Novelas ejemplares», p. 71 y ss. 6 Véase el capítulo V: «Tópica» de Literatura europea y Edad Media latina (1), de Ernst Robert Curtius. [226] de una mujer noble. Esta técnica está relacionada con la teoría de los estilos (elevado- medio-bajo), teoría profundamente modificada por el cristianismo y por el humanismo en los que se fusionan dos mundos antagónicos, el elevado y el bajo7. ¿Solamente los personajes que pertenecen a la aristocracia tienen cualidades positivas? Ésta es la tesis que Cervantes intenta demostrar en La gitanilla. Lo original del autor no es colocar a un personaje de buena cuna en un mundo ilegal, sino con¬cederle una serie de virtudes no porque sea noble sino porque es en realidad naturalmente honesta. A través de un puro juego de contrastes que se mani¬fiesta en la psicología de Preciosa, el autor une estos dos mundos. Una vez planteado este primer contraste, Cervantes pasa a presentar los atractivos de la gitana deteniéndose antes, y no para caracterizarla, en su con¬dición, origen y edad: es gitana, se crió en diversas partes de Castilla y ronda los 15 años. Simplemente acerca esos datos al lector, a la manera de Horacio (en su Arte poética), pero de un modo muy rápido, sin conducirnos a la evo-lución psicológica del personaje. A la hora de presentar sus atractivos físicos, no realiza una ordenación convencional como se utilizaba en la fórmula canónica renacentista de la mirada descendente (rostro- cuerpo). Con un destello impresionista y con una plasticidad que llama la atención, inicia su prosopografía generalizando su hermosura: Salió la tal Preciosa la más única bailaora que se hallaba en todo el gitanismo, y la más hermosa y discreta que pudiera hallarse (p. 61). En lugar de metamorfosear el rostro de la gitana con piedras preciosas como se veía en el tópico renacentista-barroco de la descriptio puellae, la denomina directamente Preciosa. Toda ella es hermosura plena, preciosa, de gran valor. Únicamente se detiene en tres elementos de su cabeza, su cabello de oro, sus ojos de esmeralda y un pequeño hoyo que tenía en la barba. Enco-miando el cabello y los ojos de Preciosa, el autor hace decir a doña Clara: ¡Éste sí que se puede decir cabello de oro! ¡Éstos sí que son ojos de esmeralda! (p. 77). Es curiosa la observación que realiza Lidia Falcón acerca del ideal de belleza femenina en la España del siglo XVII8 o el ideal propio de Cervantes. El hecho de que el autor elija a una gitana rubia y de ojos verdes es porque se está decantando por el ideal de belleza nórdica: rubia, ojos verdes y piel blanca. Es para él una cualidad física muy apreciada que hace pensar de nuevo en la ley de contrastes, es decir, en desear aquello más distinto e inalcanzable. Continúan las alabanzas físicas de la gitanilla por parte de doña Clara: Y llegando a alabar un pequeño hoyo que preciosa tenía en la barba, dijo: ¡Ay, qué hoyo! En este hoyo han de tropezar cuantos ojos le miraren. También el criado de la señora aporta aún más cualidades diciendo: —¿Ése llama vuesa merced hoyo, señora mía? Pues yo sé poco de hoyos, o ése no es hoyo, sino sepultura de deseos vivos. ¡Por Dios, tan linda es la gitanilla, que hecha de plata o de alcorza no podría ser mejor! (p. 77)

7 Véase el estudio de Erich Auerbach: Mímesis: La realidad en la literatura. F. C. E. México, 1975. 8 En Amor, sexo y aventura en las mujeres del «Quijote». Madrid, Edit. Hacer, 1997. [227]

Y de nuevo su hermosura es la que triunfa dentro de su gremio; es el gitano viejo quien al empezar su discurso la ensalza de esta manera tan metafórica: —Esta muchacha, que es la flor y la nata de toda la hermosura de las gitanas que sabemos que viven en España, te la entregamos, ya por esposa, o ya por amiga... (p. 100) Siguiendo con su prosopografía, ¿por qué Cervantes se detiene en una parte de la cara como es la barbilla? Parece ser que se aprovecha de los conocimientos fisonómicos9 de su época para así crear a sus personajes. Muchos intelectuales conocían sobradamente la actividad fisionómica, la astrológica y las artes adivinatorias como la quiromancia. ¿Es por esta «moda» por la que Cervantes se interesa en un personaje como el de una gitana? Hemos de pensar que quizá sí. Sea así o no, el caso es que nuestro autor acopló perfectamente la fisionomía de sus personajes con el carácter de los mismos, haciendo por ejemplo que éstos fueran en sí un reflejo físico de su personalidad. Existía la creencia en los Siglos de Oro, de ello nos da fe el Dr. Mourne10, de que el semblante se dividía en tres mundos: la frente (el mundo divino, desconocido, cerrado, en donde germinan los pensamientos por un trabajo oculto); la nariz y los ojos (el mundo físico, formando el triángulo con la frente y la boca); y las mandíbulas y la barbilla (el mundo material, formando otro triángulo). La barbilla constituye la base de la faz y si esa barbilla es carnuda y tiene hoyo, es la marca y el efecto de la sensualidad. La gitanilla parece estar siempre supeditada al dinero que le den los demás, y además es llamativo su carácter sensual para convencer a cualquiera. Nelson Ismael Madera, en su interesante estudio sobre la relación entre la fisionomía y el carácter11, comenta que la creencia médica de la época con respecto a la relación entre el aspecto físico y la personalidad del individuo, influyó en la inspiración de Cervantes cuando creaba a sus personajes. Es muy significativo que uno de los personajes esporádicos de la novela, que además no tiene buen concepto de las gitanas, comente este detalle de la protagonista: ...vuestro rostro os acredita y sale por fiador de vuestras buenas obras. (p. 95) Entre los escritores que pudieron influir en el autor en lo que respecta a este tema destacan Juan Huarte de San Juan con su libro Examen de ingenios para las ciencias (1573); y Jerónimo Cortés y su Tratado de fisionomía natural, además de su conocido

9 La fisionomía es la ciencia que pretende determinar la personalidad del individuo por las facciones del rostro, o la apariencia personal; es decir, juzga el carácter y la conducta a través del hombre exterior. Esta ciencia fue ampliamente practicada por médicos como Juan Huarte de San Juan o Jerónimo Cortés en la época de Cervantes, y también por las generaciones anteriores. Tiene su origen en la Grecia clásica, y es a Aristóteles a quien se le adjudica su creación por su postulado sobre la íntima relación entre el cuerpo y el alma. En los Siglos de Oro es donde adquiere su pleno desarrollo, gracias al italiano Gian Battista della Porta con su libro De humana physiognomia. Johann Kaspar Lavater formula en el siglo XVIII la hipótesis según la cual la vida intelectual y las facultades del hombre se manifiestan sobre todo en la estructura del cráneo y en la forma del rostro, de la frente, de la nariz y de la boca. A lo largo del siglo XIX Franz Joseph Gall y César Lombroso amplían estos estudios relacionándolos con la frenología y fisionomía criminológica. Y ya en la actualidad, a partir de la década de los años cincuenta, el interés por la relación existente entre cuerpo y mente ha llevado a estudiosos como Sheldom, Pende y Gibass a elaborar una teoría fiable sobre la fisionomía. 10 En su libro Los misterios del semblante. La fisionomonia. La metoposcopia. Madrid, Pueyo, 1901 11 Su tesis doctoral: Relación entre fisionomía y el carácter de los personajes del Quijote, rea-lizada en Michigan en 1992. [228]

Lunario12. La tesis del primero (médico español de la segunda mitad del siglo XVI) se basa en relacionar el carácter con la constitución física. Habría que partir, según él, del examen previo de las capacidades naturales del ser humano que dimanan de la constitución del cerebro, es decir, de su naturaleza, que no es otra sino el temperamento de las cuatro «calidades» primeras (calor, frialdad, humedad y sequedad). El resultado de que estas «calidades» se organicen y se mezclen en pares, da como final los cuatro elementos (aire, fuego, tierra y agua), y consiguientemente los cuatro humores: el sanguíneo, el colérico, el melancólico y el flemático. Podríamos relacionar así a la gitanilla con el primero, el sanguíneo (calor y humedad), porque es alegre, desenvuelta y le gusta bailar. En la declaración de amor que hace a su amado afima, desconociendo su verdadero origen: Tengo un cierto espiritillo fantástico acá dentro, que a grandes cosas me lleva. (p. 85) Ese «espiritillo» del que presume Preciosa puede asociarse con la humedad de los vapores, y por otra parte, con el sentimiento que proviene de la noble sangre que la gitana ignora poseer. En cuanto a Jerónimo Cortés (fisiónomo español del siglo XVII) son muy interesantes las teorías de su primer libro sobre la fisionomía de cada miembro y parte del cuerpo; elementos que, según él, determinan la personalidad del individuo. Con respecto a la barba o barbilla analiza un concepto muy interesante: Los que tienen la barba retorcida hazia fuera con una entrada, o valle en la coyuntura de las quixadas; flaca y casi aguda, son traydores, pésimos, y engañosos, soberbios, atrevidos, y inclinados a hurtar. De nuevo podemos comprobar la relación del físico de la gitanilla con su manera de actuar: atrevida, soberbia y en tanto que gitana, propensa al hurto. Su barbilla, como hemos comprobado, tiene un pequeño hoyo que de alguna manera delata ciertos rasgos de su personalidad. Con respecto a su libro Lunario, y repasando la completa tabla de concordancias con los elementos relacionados con la astrología, me atrevería a afirmar que la gitanilla pertenecería (cualidad caliente y húmeda; elemento: aire; parte del mundo: Mediodía; viento: Meridiano; parte del año: Primavera; humor sanguíneo; edad, niñez) a uno de los tres signos del zodíaco —Géminis, Libra o Acuario—; y aún más, yo diría nacida dentro del signo de Géminis por aquello de las dos caras: noble y gitana. El retrato físico de nuestra protagonista termina, casi al finalizar la novela, con una ligera alusión al tronco y a las extremidades, cuando se produce la anagnórisis por parte de la corregidora, Dª Guiomar de Meneses, su verdadera madre: Arremetió a ella, y sin decirle nada, con gran priesa le desabrochó el pecho y miró si tenía debajo de la teta izquierda una señal pequeña, a modo de lunar blanco, con que había nacido, y hallóle ya grande, que con el tiempo se había dilatado. Luego, con la misma celeridad, la descalzó, y descubrió un pie de nieve y de marfil, hecho a torno, y vio en él lo que buscaba, que era que los dos dedos últimos del pie derecho se trataban el uno con el otro por medio con un poquito de carne, la cual, cuando niña, nunca se la había querido cortar, por no darle pesadumbre. (p. 127-128)

12 Visión unitaria del saber donde se relacionan los humores, las cualidades, los 4 elementos, las 4 partes del mundo, los 4 vientos, las 4 partes del año, y las edades del hombre con los signos astrológicos. El título completo de este manual de astrología es El non plus ultra del lunario y pro-nóstico perpetuo,1638. Cit. por Francisco Rico en El pequeño mundo del hombre. Madrid, Alianza Editorial, 1986, p. 165. [229]

Lunar blanco en el pecho, pie de nieve y de marfil y dos dedos del pie pegados; señales de un cuerpo «marcado» que descubren finalmente la verdadera identidad de la gitana. Datos que revelan también la honestidad de Preciosa, cuya desnudez solamente puede ser apreciada por su propia madre en cuanto a la identificación de los signos que muestra. Los signos corporales, que no son comunes, son la prueba de su identidad noble. La tradición hermética apunta que la unión de los dedos del pie corresponde a seres que habitan en un mundo de dualidades: fantasía y realidad. Es así como se manifiesta literariamente la gitanilla a lo largo de toda la novela, a través del dualismo básico (gitana- noble; clase baja-clase alta). Edward C. Riley llama la atención sobre esta dualidad en los personajes de Cervantes13 elaborando así una caracterización rica y compleja. La gitanilla, como cualquier personaje real, posee cualidades y defectos y tendencias distintas y hasta contradictorias. Se trata de la realidad engañosa de la que hablaba Baltasar de Castiglione o bien de los dos aspectos que tienen todas las cosas mundanas como escribía Erasmo en su Elogio de la locura. Cervantes, aunque conocía perfectamente la teoría crítica literaria renacentista, no realiza por lo que vemos un retrato de arquetipo ideal a la manera de Mathieu de Vendôme en su «Ars versificata». No describe categorías genéricas. Y tampoco sigue el patrón rígido de Geoffroi de Vinsauf en su Docu-mentum de modo arte dictandi et versificandi deteniéndose en cabeza, tronco y extremidades. Se burla de esas convenciones estéticas del cánon de belleza femenina de los siglos XVI-XVII y realiza una descripción dinámica. A través de los hechos del personaje, se confirma su psicología. La belleza de Preciosa no es pasiva ni contemplativa, sino activa; aquí se encuentra la función dinámica del retrato. Los demás personajes la bendicen y alaban su belleza, sus artes, voz, manera de bailar y de echar la buenaventura... Es precisamente la belleza espiritual de la gitanilla la que salva a Andrés Caballero; rasgo físico que se convierte en psicológico si lo relacionamos con el platonismo de la obra del que nos habla Joaquín Casalduero. De esta forma los signos físicos sirven para conocer los contenidos y el significado interior del personaje, incluso su origen (señales en el cuerpo) como hemos citado anteriormente. El rostro es el signo de la honradez de Preciosa. De nuevo nos encontramos ante la visión de la fisionomía: la relación de lo físico con la personalidad crea al personaje. Así, nuestro ingenioso autor delega la prosopografía de la gitana en su etopeya. Rasgo puramente renacentista: las virtudes espirituales son más importantes que las físicas. Como alude Joaquín Casalduero, la gitanilla es un ser poético que transforma en gracia y poesía cuanto le rodea. A través del paje galán, su enamorado discreto, Cervantes manifiesta su concepto de la poesía. Define literariamente las cualidades psicológicas de Preciosa comparándolas con una genialidad asombrosa con la poesía. Veámoslo: La poesía es una bellísima doncella, casta, honesta, discreta, aguda, retirada, y que se contiene en los límites de la discreción más alta. Es amiga de la soledad. Las fuentes la entretienen, los prados la consuelan, los árboles la desenojan, las flores la alegran, y, finalmente, deleita y enseña a cuantos con ella comunican. (p. 91) La poesía vuelve a manifestarse en el retrato que hace el pajecillo a la gitana en forma de soneto. Esta maravillosa descripción platónica aparece cuando Juan de Cárcamo, celoso ya del paje, aún no se ha convertido en Andrés Caballero. Estamos, según José Mª Chacón y Calvo, ante uno de los mejores sonetos del autor cuyo último verso nos descubre la

13 Véase su completísimo estudio titulado Teoría de la novela en Cervantes. Madrid, Taurus, 1966. [230] perspectiva interior indefinida del personaje14. Preciosa se impone así por su serenidad y por sus vislumbres de platonismo: Cuando Preciosa el panderete toca y hiere el dulce son los aires vanos, perlas son que derrama con las manos; flores son que despide de la boca. Suspensa el alma, y la cordura loca, queda a los dulces actos sobrehumanos, que, de limpios, de honestos y de sanos, su fama al cielo levantado toca. Colgadas del menor de sus cabellos mil almas lleva, y a sus plantas tiene amor rendidas una y otra flecha. Ciega y alumbra con sus soles bellos, su imperio amor por ellas le mantiene, y aún más grandezas de su ser sospecha. (p. 96) Preciosa valora personalmente su honestidad como algo más importante que su belleza física y expone su ética y estética amorosa respondiendo con un improvisado canto al diálogo poético entre Clemente y Andrés, versos que de nuevo recuerdan el platonismo de Fray Luis: En esta empresa amorosa donde el amor entretengo, por mayor ventura tengo ser honesta que hermosa. En este mi bajo cobre, siendo honestidad su esmalte, no hay buen deseo que falte ni riqueza que no sobre. (p. 121) Son versos que enlazan con el refrán «Virtudes vencen señales» recordado por un contemporáneo de Cervantes, Juan de Horozco y Covarrubias en su libro Tratado de la verdadera y falsa prophecia (1588). Incluso, al final de esta humilde canción, hace mención a la teoría renacentista de la igualdad de las almas: Si las almas son iguales, podrá la de un labrador igualarse por valor con las que son imperiales. Haciendo un recuento de todas las facultades psicológicas de la protagonista, podemos destacar las siguientes: discreta, cortés y bien razonada, algo desenvuelta, aguda, honesta, decidida, sabia, instruida, resuelta, directa, segura de sí misma, ingeniosa y voluntariosa. Preciosa parece reunir en sí misma todas las cualidades del ideal femenino. Y el autor nos la va pintando con esa armonía de contrarios, reflejo del mundo al que realmente pertenece. Al proseguir con esta variada descripción etopéyica, vemos cómo Cervantes deja que la protagonista también se dibuje a sí misma. Ocurre en varias ocasiones. Al principio de la

14 Comentario de su discurso leído en la Academia Cubana de la Lengua el 23 de abril de 1953, en conmemoración del Día del Idioma. [231] obra, cuando Preciosa se siente una mujer adelantada a su edad, y se valora como una auténtica gitana, aguda y astuta, dentro de este gremio. El personaje realiza con su declaración una verdadera apología de los gitanos, en la cual se demuestra la actitud «extraordinaria» que adopta Cervantes hacia ellos, simpatía cordial, como apunta J. B. Avalle-Arce15, que le lleva a acentuar sus rasgos positivos y a atenuar aquéllos que más odio les concitaba: Y no soy manca, ni renca, ni estropeada del entendimiento. Los ingenios de las gitanas van por otro norte que los de las demás gentes: siempre se adelantan a sus años: no hay gitano necio ni gitana lerda; que como el sustenar su vida consiste en ser agudos, astutos y embusteros, despabilan el ingenio a cada paso, y no dejan que críe el moho en ninguna manera. (p. 76) Más adelante lo hace a través de comparaciones muy juiciosas y picarescas, como cuando se refiere al dinero, principal preocupación del gremio al que «pertenece»: ...y así, tengo afición a hacer la cruz primera con algún escudo de oro, o con algún real de a ocho, o, por lo menos de a cuatro; que soy como los sacristanes: que cuando hay buena ofrenda, se regocijan. (p. 78) En la declaración de amor dirigida a su amado Andrés, demuestra que es constante en sus convicciones y muy sensata y segura de sí misma en sus razonamientos y experiencia, a pesar de su corta edad: A mí ni me mueven promesas, ni me desmoronan dádivas, ni me inclinan sumisiones, ni me espantan finezas enamoradas: y aunque de quince años, soy ya vieja en los pensamientos y alzando más de aquello que mi edad promete, más por mi buen natural que por la experiencia. Como si fuera la joya más preciada, defiende su virginidad a capa y espada, lo que demuestra la integridad de su carácter: Una sola joya tengo, que la estimo en más que a la vida, que es la de mi entereza y virginidad, y no la tengo de vender a precio de promesas ni dádivas, porque, en fin, será vendida, y si puede ser comprada, será de muy poca estima... (p. 85) La humildad se desvela también cuando habla de sí misma: Bonita bien creo que lo soy; pero tan hermosa como dicen, ni por pienso. (p. 9) La capacidad de ver a través de medios supersticiosos es un elemento más que la reafirma como gitana. Al detenerse en este tema, las artes adivinatorias y ocultistas, el autor hace hincapié en que Preciosa pertenezca a este gremio. Ella sabe decir la buenaventura «de tres a cuatro maneras» (p. 77); tiene dotes de adivinación: «Lo que veo con los ojos, con el dedo lo adivino» (p. 93); es ensalmera y también un poco embustera cuando se inventa con gran ingenio unas palabras mágicas para curar el desmayo: «—Con la mitad de estas palabras que le digan, y con seis cruces que le hagan sobre el corazón a la persona que tuviese vaguidos de cabeza —dijo Preciosa— quedará como una manzana» (p. 97) Pero donde más se manifiesta su fuerte personalidad es en la respuesta que le da al discurso del viejo gitano dirigiéndose a la vez a su amado y defendiendo su libertad como cualidad más destacada:

15 Ob. cit. en nota 2. [232]

Condiciones rompen leyes; las que te he puesto sabes: si las quieres guardar, podrá ser que sea tuya y tú seas mío... Estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mi alma, que es libre y nació libre, y ha de ser libre en tanto que yo quisiere. (p. 103) Por último, y encomendándose a Dios aun no siendo cristina, se autodefine cantando preciosos versos para contestar a Clemente y a Andrés. En ellos, su honestidad, orgullo y humildad parecen sacados de nuevo de un tratado de poesía: La que es más humilde planta si la subida endereza, por gracia o naturaleza a los cielos se levanta. No me causa alguna pena no quererme o estimarme; que yo pienso fabricarme mi suerte y ventura buena. Haga yo lo que en mí es, que a ser buena me encamine, y haga el cielo y determine lo que quisiere después. (p. 121) En este apartado cabe hacerse una curiosa pregunta sobre la identidad del personaje: Preciosa no es gitana pero, ¿hubiera podido tener esos rasgos psicológicos si hubiera nacido gitana? Cervantes escribió la novela pensando que sí. La defensa de la identidad del individuo sin depender del gremio en el que has nacido es una de las tesis más importantes en esta novela. Tesis que se relaciona con el cristianismo de San Pablo (1 Cor. 12, 12-30), que recoge de su maestro erasmista Juan López de Hoyos: la virtud haría al noble y no al contrario. Finalmente y como juzga Joaquín Casalduero16, La gitanilla expone al mismo tiempo el alto ideal de vida y el alto ideal poético que han de regir el mundo de la Contrarreforma. La novela fue compuesta con fines de belleza y no sólo con el objeto de retratar fielmente una realidad o un medio social; hay todo un ritmo de canto y baile —Preciosa canta y baila de modo excepcional— que dirige el curso de la novela, y no es sólo acompañamiento sino espíritu del relato. Y cómo no terminar esta estética del retrato sin aludir al que el propio Cervantes hace de sí mismo en el «Prólogo al lector» de las Novelas Ejemplares. El autor crea un cánon nuevo y particular a la hora de describir a sus personajes pero cuando se trata de sí mismo es curioso que siga la técnica renacentista y que realice un retrato estático, y además, con una humildad pasmosa: Éste que véis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies... Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra.

16 Ob. cit. en nota 5. [233]

Nosotros17 le adjudicamos merecidamente el título de Príncipe de los Ingenios Españoles. Agudo ingenio al crear este prodigio de belleza interior y exterior donde las cualidades hispánicas predominan; donde el autor sabe abandonarse al más puro ensueño y a la más pura idealidad; y donde el toque de lo popular, de lo real de «carne y hueso», se une armónicamente con el de la evasión reiterada del mundo de las circunstancias, de las limitaciones. Al crear a la gitanilla y darle vida imperecedera, Cervantes purificó la amarga realidad circundante con su halo angelical, su bondad de corazón y su entrañable ternura. BIBLIOGRAFÍA APRAIZ Y SÁENZ, Julián: Estudio histórico-crítico sobre las «Novelas ejemplares». Vitoria. Domingo Sar, 1901. AUERBACH, Erich: Mímesis: La realidad en la literatura. México, Fondo de Cultura Económica. Lengua y estudios literarios, 1975. CARO BAROJA, Julio: Historia de la fisiognómica. Madrid, Istmo, 1988. CASTRO, Américo: El pensamiento de Cervantes. Barcelona, Editorial Crítica, 1972. CERVANTES, Miguel de: Novelas ejemplares. Edic. Harry Sieber. Madrid, Cátedra, Letras Hispánicas, 1994. CHACÓN Y CALVO, José Mª: «El realismo ideal de La Gitanilla» en Boletín de la Academia Cubana de la Lengua. Tomo 2. La Habana, 1953, pp. 246-267. CURTIUS, Ernst Robert: Literatura europea y Edad Media Latina (1). Madrid, Fondo de Cultura económica, 1984, pp. 143-149. DUNN, Peter N.: «Las Novelas ejemplares», en Suma Cervantina. Ed. por J. B. Avalle-Arce y E. C. Riley. Londres, Támesis, 1973, pp. 81-118. FALCÓN, Lidia: Amor, sexo y aventura en las mujeres del Quijote. Madrid, Hacer, 1997. MADERA, Nelson Ismael: Relación entre la fisionomía y el carácter de los personajes del «Quijote». Michigan, 1992. RAUHUT, Franz: «Consideraciones sociológicas sobre La Gitanilla y otras novelas cervantinas». En Anales Cervantinos, 3(1953), pp. 143-160. RICO, Francisco: El pequeño mundo del hombre. Cap.: «De medicina y astrología», pp. 157-170. Madrid, Alianza Editorial, 1986. RILEY, E. C.: Teoría de la novela en Cervantes. Madrid, Taurus, 1966. ——— «Teoría literaria», en Suma Cervantina. cit., pp. 293-322. SENABRE, Ricardo: El retrato literario (Antología). Salamanca, Ediciones Colegio de España, 1997.

17 Final del discurso de José Mª Chacón y Calvo, citado en nota 14. [234]

Knowledge (scientia), Fiction, and the Other in Cervantes’s La Gitanilla Bradley J. Nelson In Forms of Modernity: and Modern Theories of the Novel, Rachel Schmidt employs a renewed concept of Romantic irony in order to resituate Immanuel Kant’s ‘Copernican revolution’ with respect to postmodern thought in a persuasive bid to reconfigure the genealogy of novelistic theory. By forging deep links between the historical predicaments of her chosen theorists and their evolving thought, Schmidt complicates and renews our appreciation for the multi-voiced writings of Schlegel, Lukács, Unamuno, Ortega y Gasset, and Bakhtin according to (neo)Kantian notions of cognition, judgment, and aesthetics. Schmidt’s study is also indicative of, and instructive for, the current proliferation of ‘scientific’ approaches to early modern cultural history, and Cervantes’s works in particular. From historiographical studies that reevaluate Spain’s role in the scientific revolution, to the reading of early modern literary texts through contemporary paradigms such as quantum mechanics or embodied cognition, we are witnessing increasingly diverse and contradictory attempts to bring Cervantes’s (post)modern aesthetic experiments to bear on modernity’s problematic and often violent relationship with science and technology1. A principal motive of historiographical studies like María M. Portuondo’s Secret Science: Spanish Cosmography and the New World is to ‘rescue’ Spain from the margins of modernity by underlining the robust—if decidedly pragmatic—production, traffic, and implementation of scientific literature, especially in the late sixteenth century2. Taking a different tack, the so-called ‘cognitive turn’ considers Cervantes’s works through recent developments in Embodied Cognition and Theory of Mind, offering itself as a corrective of sorts to the panoply of ideological ‘–isms’ that sprang from Deconstruction and New Historicism3. Curiously, this attempt to elide the ideological by focusing on mind-body- environment matrices runs the risk of reviving scientific positivism just when Quantum Theory (QT), appears poised to overcome it4. Due to its privileging of the contingent moment and matrices of observation and measurement in the production of scientific knowledge, QT seems to hold more promise, although the unavoidable anachronism proves difficult, but not impossible, to overcome in a field as philologically anchored as Golden Age literary studies. This, in spite of the rather obvious structural parallels between QT and early modern expressions of perspectivism, not to mention the historical coincidence of modern theories of the novel and the theory of relativity (Schmidt). The goal of the present study is to outline what a historically informed quantum approach to Cervantes’s Novelas ejemplares might look like5. One advantage of this approach is that

1 See Julia Domínguez’s recent essay “‘Coluros, líneas, paralelos y zodíacos: Cervantes y el viaje por la cosmografía en el Quijote” for an excellent summary and bibliography of recent scientific approaches to early modern Iberian culture. See also La ciencia y El Quijote, edited by José Manuel Sánchez Ron. 2 Other important recent studies include Barrera-Osorio’s Experiencing Nature: The Spanish American Empire and the Early Scientific Revolution, Cañizares-Esguerra’s Nature, Empire, and Nation: Explorations of the History of Science in the Iberian World, and David C. Goodman’s Power and Penury: Government, technology and science in Philip II’s Spain. 3 See the volume of Cervantes (32.1, 2012), Cognitive Cervantes, edited by Howard Mancing and Julian Simon. 4 See especially Henry Stapp’s The Mindful Universe, which underlines the historical coincidence of the theory of relativity and post-modernist developments in art and philosophy, an observation repeated by Schmidt. 5 Amy Williamsen and Chad Gasta have made important contributions to this approach in their respective studies of Los trabajos de Persiles y Sigismunda and Don Quijote. [235]

Spain’s so-called eccentricity, or otherness, with respect to the rise of modern science and its mechanistic and deterministic understanding of physical causality, becomes an ally rather than a liability. I will begin with the particular, and somewhat peculiar, scientific revolution that Schmidt places at the center of her study. What she means by ‘Copernican revolution’ with respect to Kant is not exactly what we have come to expect from more canonical approaches to the scientific revolution. Yes, the liberation of Earth from its subservient status within the Ptolemaic crystalline spheres leads to the questioning of the tenets of neo Scholastic determinism and the concomitant subversion of substantialist political and social hierarchies (Kuhn, Foucault, David Castillo and Lollini). And, yes, free will (libre albedrío) is given a compatibilist leg-up by theologians and philosophers such as Luis de Molina in an era that, not coincidentally, experiences aggressive attacks on political, intellectual, and even geographical exploration and experimentation (Feldhay6). Schmidt glosses all of these commonplaces, but she does not dwell on them, because the goal of her philosophical discussion is the excavation, clarification, and projection of Kant’s categorical imperative as it relates not to the self per se, or its knowledge of the world, but instead to the subject’s moral imperative with respect to the Other: “The valorization of art corresponds to the ethical valorization of other human beings, according to basic worth or dignity (Würde)...and most importantly, judgment enables the individual to fulfill the Kantian moral imperative to treat others as ends and not as means” (125). Just as the untethering of Earth from its abject (meta)physical position within the medievally conceived Ecumene reorganizes the cosmos into something more akin to Gracián’s billiard table or Cervantes’s mesa de trucos7, the relationship between the self and its knowledge of the world must now be mediated through its relationship with other subjects, all other subjects. Anticipating Leibniz, what we end up can only be mapped and tracked through a poetic calculus of infinite curves, or lines of convergence and escape (Gilles Deleuze, The Fold and A Thousand Plateaus). In short, we enter into paradigms of aesthetic and physical relativity8. My claim in this analysis of Cervantes’s novella La Gitanilla is that not only do each of Cervantes’s tragicomic heroes of romance, for example, reveal a unique trajectory, or set of discursive and ethical ‘worldtracks9’; they are also better understood in and of themselves when they are placed in dialogic relation to other generic predicaments, or arguments, even or perhaps especially when such juxtapositions are not explicitly called

6 The bibliography on Molinism is quite extensive, especially in the field of analytical philosophy. See particularly Feldhay, Flint, and Freddoso, 7 The Salamancan mathematician and Copernican scholar Muñoz writes in 1572 that the recognition that comets are not earthly, i.e., atmospheric phenomena, but instead travel ‘freely’ through the heavens signifies that planets and stars move through the cosmos like ‘fish in the seas...and birds through the air’ (Navarro Brotons 816). It is worth noting that Muñoz publishes his own observations in El libro del nuevo cometa in 1573, before Tycho Brahe (Cañizares-Esguerra 38-43); in fact, Brahe references Muñoz in his own work, which is generally seen as the tipping point in the movement away from the Ptolemaic system (Kuhn). 8 My recent essay in the volume Spectacle and Topophilia reads early modern innovations on the doctrine of free will according to Neal Stephenson’s thought experiments with quantum physics in his science fiction novel Anathem. The central claim is that Luis de Molina’s paradigm of middle knowledge and its emphasis on God’s omniscience with respect to all the possible ramifications and implications of man’s free choices bears a non- trivial and useful resemblance to postmodern theories of multiple realities, virtual or real. 9 I have borrowed the term “worldtracks” from Neal Stephenson’s philosophical sci-fi romance Anathem. For a more extensive discussion of Stephenson see my “Signs of the Times: Emblems of Baroque Science Fiction.” [236] for by the text. According to Schmidt, this is what Romantic irony consists of, as she amply demonstrates in her clever and dialogic analyses of the silences and excesses in the novelistic canon. This is especially the case in her analysis of Bakhtin, which argues that the Russian philosopher’s copious footnotes rub against the grain of the more ideologically and politically conservative body of his texts. According to Luis de Molina’s early modern writings on free will, authors such as Bakhtin (and Cervantes) cede protagonist roles to so-called ‘secondary’ influences, which, in turn, determine the direction of epistemological and ontological arguments in their texts. More on Molina later, but for now I would like to show how this implicit structural irony complicates the meaning(s) of a work like La Gitanilla10. There are a great number of puzzling parallelisms and juxtapositions in the opening romance of the Novelas ejemplares. For Avalle-Arce, Márquez-Villanueva, and Chad Gasta, this is because Cervantes is experimenting with more than one genre, including folkloric expressions, such as the poetic pulla (Márquez-Villanueva), and of course the picaresque. Although it is tempting to map a trajectory moving from the more vulgar world of the picaresque to the more refined plane of romance (Forcione, Avalle Arce, Clamurro, ter Horst), my arguments will follow the path laid down by George Güntert, who successfully links Cervantine irony to (post)modernity when he writes that “Lo característico del mundo cervantino no es, pues, la existencia de diferentes planos ontológicos (material- espiritual; temporal-permanente) sino su coexistencia y aun su compenetración y mezcla” (109). This is very close to what I mean by implicit structural irony, since what Güntert underlines is Cervantes’s dialogic as opposed to dialectical assemblage of fictional worlds. By contrast, studies by Casalduero, Forcione, Avalle-Arce, Ter Horst, and Clamurro emphasize the dialectical movement from the mundane and chaotic towards a transcendental, or more authentic, resolution. I would argue that an analysis of Cervantes’s implicit structural irony can help explain why the abrupt and violent ending of La Gitanilla and other novellas that end in marriage leaves one with the sense that an opportunity has been lost (see Kartchner). A host of critics has tried to make sense of Preciosa’s loss of freedom and voice in generic, structural, narrative, or religious terms, but my claim here will be that the discerning reader is meant to resist the temptation to find redemption in Preciosa’s marriage and is led to dwell instead on the nonsensical closure of the piece. Indeed, my main argument will be that this nonsense is precisely where the Hispanic baroque’s contribution to the scientific revolution is most apparent, and problematic. A curious facet of La Gitanilla that has received relatively little attention concerns the fact that the reader is never given concrete knowledge or understanding of what Preciosa is thinking or what her ‘authentic’ desire might be. We know what she doesn’t believe—the gypsy patriarch’s ramblings concerning the worldview of the gypsies—, and we know what she doesn’t want—to be bought outright by a randy nobleman. However, we are never sure if the poems she sings are her own; nor is she herself even certain of where her own ingenious and timely interventions on jealousy or love originate. The closest we come to seeing into her soul is when she credits “un cierto espiritillo” with her tendency

10 In the discussion following David Castillo’s 2013 conference paper presented at the University of Kentucky, William Egginton makes a similar claim concerning a kind of ironical necessity that structures Cervantes’s texts, an argument that is intimately related to the bimodal discursive regimes he develops in The Theater of Truth: the major and minor strategies. [237] to hold forth on a surprising number of topics with no apparent previous schooling other than her upbringing with her gypsy grandmother. Gerli writes: “In the end, Preciosa's noble lineage is indeed revealed, but she proves noble not by reason of her parents' privileged social status, but by virtue of the ‘cierto espiritillo fantástico’ (p. 38) which shapes her values and her actions” (32). More confusing still are her repeated warnings not to take anything she says too seriously: “Y sepa que no sé nada de lo que digo, y no es maravilla que como hablo mucho y a bulto, acierte en alguna cosa” (94). Unlike the victimized heroines of honor intrigues in the comedia, Preciosa’s character is not given to soliloquial introspection or doubt, which removes any solid ground from beneath her theatrical performances. As Francisco Sánchez has argued: “La narrativa se convierte en un constante proceso de ruptura con la percepción teatral y, por consiguiente, con los propios registros mentales del individuo” (32). In sum, Preciosa ingeniously and stubbornly embodies what the rest of the characters participate in for their own ends: deception and deceit. Indeed, Preciosa explicitly states that her acceptance of Andrés’s advances was based on her own desire for personal medro, which would seem to reflect the picaresque education provided by the old gypsy grandmother rather than her ‘innate’ noble being (ser): Ella, con vergüenza y con los ojos en el suelo, le dijo que por haberse considerado gitana, y que mejoraba su suerte con casarse con un caballero de hábito y tan principal como don Juan de Cárcamo, y por haber visto por experiencia su buena condición y honestro trato, alguna vez le había mirado con ojos aficionados; pero que, en resolución, ya había dicho que no tenía otra voluntad que aquella que ellos quisiesen. (131) Her acceptance of the marriage proposal is couched in a gesture of absolute paternal obedience and relative silence, a silence that effects a radical change in her persistent, even excessive, garrulousness throughout the rest of the novella. Nevertheless, if we put all of these contradictions together, Preciosa’s actions can be read as a careful and clever navigation of the apparently contradictory patriarchal orders through which she moves. As for Andrés, lies, blood, and money mark his entry into and departure from the world of the gypsies. Both the adoption of the name Andrés and his common law betrothal to Preciosa are ritualistically consummated by the sacrifice and burial of his mule along with the trappings of his noble identity11. (This whole scenario makes for an interesting contrast with Don Quixote’s resurrection of Rocinante and disinterment of the tarnished and rusty, Quesada/Quijada family armory.) Structurally, at least in terms of the loss or gain of identity, the prolonged negotiation of the beast’s fate and the grotesque description of its strangulation mirror the way in which Andrés is beaten when he is taken into custody by the authorities as well as Preciosa’s mother’s violent stripping of her estranged daughter in the search for the telltale birthmark under her left teta and her webbed toes12. Also notable is the gypsy community’s assurances that Andrés, himself,

11 And just as in the case of Sancho’s burra, Andrés’s sacrificial mula is female (Nelson, The Persistence 256n26. 12 Definitions of ‘teta’ in Covarrubias emphasize the bestial connotations of the word, which is reserved almost exclusively for livestock, while the webbed toes provide an even baser undertone to the recognition scene. Thus, the gypsies’ desire to disguise Andrés’s mula and sell her in the market mirrors in a curious way the gypsy grandmother’s disguising and ‘renting’ of the stolen child, until she is unmasked by her mother. In the denouement, on the other hand, the burying of Preciosa’s freedom and identity under the weight of her ‘authentic’ nobility provides a violent and tragic repetition of the perverse slaughter of the rented mule. [238] would not recognize his own mula, once they finish disguising him, much as Preciosa goes unrecognized by her own parents, even after the grandmother shows them the infant jewelry, a clear reference to recognizable amulets and such in the romantic tradition (see Northrop Frye). An Augustinian reading might conclude that these scenes of misrecognition and recognition, respectively, signify Andrés’s entry into the comparably bestial cosmos of the gypsies, and Preciosa’s departure from the same. However, Andrés’s return to his ‘honorable’ self is punctuated by his murder of an officer of the law who punched him after he was taken into custody because of the false accusations of la Carducha; so there is violence at both forks in the road13. The ritualistic nature of the violence and rhetoric of all of these scenes underlines the fundamental cognitive and social structures placed into dialogic play by Cervantes (Bell, Ritual Theory). Mediating and/or abetting all of these rituals is the conspicuous and excessive flow of currency. Preciosa and her back-up dancers are responsible for very overt exchanges symptomatic of early modern Spain’s incipient culture industry (Seiber, Maravall, Godzich and Spadaccini). Andrés, for his part, compensates the gypsies for the money they were hoping to get by disguising and selling his rented mule, all the while ostentatiously distributing gold to disguise his lack of larcenous aptitude and attitude. He is the mirror image of Preciosa in his duplicity14. If there is a moment of what Victor Turner would call ritual communitas, in the pastoral songs of Andrés, Clemente, and Preciosa, it is only possible because the three nobles have been momentarily removed from their circulation in the Court (96). Thus, in the denouement of the novela, the family of the murdered lawman is placated with another 4,000 ducats from Andrés. And this is not the only case in which the institutions that are supposed to uphold the law succumb to bribes, or worse, encourage citizens to purchase their complicity, including the tiniente cura, who absurdly postpones the much anticipated wedding due to the families’ failure to provide the proper paperwork. Such scrupulousness after so many scruples have been abandoned, bought, sold, or simply ignored can only be seen as ironic. In his study on the Baroque public sphere in Spain, William Childers writes, “The status of any display of officially sanctioned qualities is radically undermined by the awareness that the same person who makes it may elsewhere be engaging in a partially hidden, but still public practice, with quite a different meaning” (169). This duplicitous circulations of bodies, money, and poetry speak to the generic collision between bourgeois-picaresque and aristocratic-romantic aesthetic codes. It also marks the spot where I will begin to link the scientific line of inquiry promised at the beginning of this essay with my analysis of the structural ironies that interrupt and magnify our enjoyment and confusion in La Gitanilla. In Lágrimas en la lluvia, Rosa Montero’s 2011 science fiction homage to Ridley Scott’s Bladerunner, the narrator follows Bruna Husky, a military replicante (rep) who has finished her obligatory tour of duty in intergalactic colonial wars and become a private

13 Both Avalle-Arce and Recapito highlight the ethnic violence suffered by the gypsies under the Hapsburg regimes. Recapito even notes that gypsy children were taken away from their families in order to ‘educate’ them and terminate the line, so to speak. For Ricapito, this makes La gitanilla “a vehicle for Cervantes’s ‘prise de conscience’” (27), a point developed by Michael McGaha in his clever framing of the plot within the phenomenon of human trafficking as carried out on the US-Mexican border (91). 14 Charles Presberg writes: “[Andrés] agrees, in word alone, to form part of the gypsy militia; yet in practice he refuses to steal, and thus rejects the very basis of the gypsy society's self-definition and perverse camaraderie” (65). [239] investigator15. As a manufactured good, Husky was required to fulfill her ‘organic’ functions for a number of years before being allowed to exercise self-determination. Montero’s novel provides a useful sounding board for La Gitanilla, whose plot seems to move in an opposite direction, from free will towards obligatory “service.” We meet Bruna post-servitude when, in classic Hitchcockian fashion, she becomes interpellated into a clandestine war between the species, which features a sinister attempt to rewrite the history of the world in a way that justifies the annihilation of the reps and all other “aliens.” More germane to this study is Bruna’s love-hate relationship with the memory software installed during her manufacture, which comes complete with a number of fetishistic objects through which her identity is cathected and reinforced. This ‘artificial’ memory motif becomes quite Cervantine, even Unamunian, when Bruna meets the author of her memory, a successful novelist named Pablo Nopal, who has been barred from the memorista profession due his alleged murder of his father. One of the more potent critical gestures in Lágrimas is the substantiation of the knowledge and self-consciousness of the manufactured other, who holds a privileged view of the unrestrained barbarity of the technocratic imperialism whose vanguard she was created to buttress and extend16. Just as important is the desubstantiation of the assumed ontological distinction between the memory of Bruna and that of Nopal, who based his assemblage of Bruna’s childhood memories on his own damaged upbringing. The following exchange occurs between Bruna and her therapist, starting with the therapist: --Existe el amor que sientes por tu madre, por tu padre. --Mentira. --No, ese amor es real. Tu desesperación es real porque tu afecto es real. --Mi desesperación es real porque mi afecto es un espejismo... --El mío también. Todas las memorias son mentirosas. Todos nos inventamos el pasado. ¿Tú crees que mis padres fueron de verdad como yo los recuerdo hoy? --Mira... No puedes entenderlo. ¡Un humano no puede entenderlo! ... Nunca hemos sido verdaderamente únicos, verdaderamente necesarios para nadie... (153-54) Lágrimas challenges and eventually undoes the ontological exceptionalism at the heart of Bruna’s lament even as it underlines her historical specificity, reality, and, yes, necessity. In the end, this testing of the barrier between the ‘false’ memory, or dream world, and the ‘real’ memory of the symbolic world should look very familiar to us, since it represents Cervantes’s and the Spanish Baroque’s most powerful commentary on and contribution to what Barrera-Osorio calls the “early scientific revolution”: “the commercial and empire-building culture of this period legitimized the new empirical practices of the new science.... Science is not always a neutral activity in pursuit of the truth but rather a political activity aimed at controlling nature” (8-11)17. It is the

15 This ‘original’ is, of course, itself based on a short story by Philip K. Dick, “Do Androids Dream of Electric Sheep?” 16 This is not unlike the way in which the juridical school of Salamanca ‘manufactures’ the figure of the indio in its bid to legitimize the Spanish conquest and colonization of Amerindian populations in the New World (see Moisés Castillo’s Indios en escena, especially the Introduction”. 17 See also Carolyn Merchant’s powerful (and controversial) The Death of Nature: Women, Ecology, and the Scientific Revolution. [240] consciousness of the temporally contingent nature of truth and being that is awakened by the ontological confusion at the heart of Cervantes’s Novelas ejemplares. Returning to Preciosa, her personal history holds to the structure of the replicant in that her identity was stolen/fabricated at the beginning of the novella and seemingly anchored at the end. I would suggest, moreover, that the tokens and clothing kept by the gypsy grandmother introduce a memory structure that is every bit as problematic as Pablo Nopal’s endowment to Bruna of the mementos from his own childhood. The principal point of contact has to do with the role of free will. The gypsy woman, of course, steals Preciosa from her birth family and inculcates her into an alien worldtrack, that of the gypsies and (aesthetically) the picaresque. She also constructs a false memory for her and interpellates her into the role of gypsy maiden, complete with beguiling dance moves, an alluring singing voice, and pedestrian poetic abilities, which the adolescent girl supplements with the help of a page who sells/gives her sonnets seemingly for a song. Yet this false patrimony is what attracts the reader and, more importantly, what becomes the basis of the identity whose loss the reader laments when she is married at the end. When we first meet Preciosa, she is captivating the desire, passion, and money of aristocratic ‘patrons,’ who materially reward her ability to enflame their passions. There is a markedly mercenary aspect to her performances, which extends to the demands she places on Andrés. What is more, she seems to possess a native intelligence about matters of the heart that astonishes even her gypsy stepmother. Where does such knowledge and apparent wisdom come from? Her picaresque upbringing and ciencia poética are the obvious places to start, but I think we also need to add her specific experience as a woman who dances for money. In a currency-based economy, she knowingly ups her value as a commodity by appealing to a competing range and number of ‘clients’. In this light, her dissertation on ‘celos’ can be seen as a theoretical excursus on how commodity value is inflated and manipulated. Joan Ramón Resina observes: “Preciosa sabe muy bien que en la seducción triunfa el que disimula mejor el deseo e insiste menos en el goce. La dialectica de la libertad y la dependencia en los signos de la seducción y el deseo es comprendida a la perfección por algunas mujeres cervantinas” (272). Of course, we cannot come to these conclusions exclusively by analyzing her words, as she herself denies knowing completely what she is talking about, which once again calls into question the authenticity of her performances. What I am getting at is that, just as in the case of Bruna Husky, Preciosa’s identity and memory have a dreamlike quality that never really goes away. Neither the stripping of her body nor her betrothal and marriage to Juan de Cárcamo reveal the desire and thus the meaning behind her actions. In Kantian terms, Cervantes does not allow us to exercise any substantial knowledge vis-à-vis the other, which is quite possibly his most potent contribution to the Copernican revolution. What we encounter instead is one obstacle after another in the search for knowledge and understanding. Most frustrating of all is the fact that the most persistent and opaque obstacles are the very social and literary codes that promise to shed light on the meaning of Preciosa’s journey from nomadic gypsy girl to married noblewoman. Rather than comfortably situate her within her noble line, the courtship ritual revels in violence and subterfuge, all of it designed to elicit the good faith of the future husband and secure the voluntary obedience of the future wife. It is here where free will comes into the picture or, rather, refuses to enter the picture at all.

[241]

Our understanding of free will in the Counter Reformation has been complicated by Rivka Feldhay’s observation that there are at least two paradigms of free will that compete for superiority and legitimacy. The more conservative model is defended by the Dominicans, who believed that God’s foreknowledge of man’s actions is absolute due to the fact that God’s knowledge and will must remain inseparable if his omnipotence is to be absolute (Feldhay 205). There is no room for multiple truths here, which would arise only if there were to appear a space of indetermination between divine knowledge and the exercise of divine will (Feldhay 179-80). In contrast to the Dominicans, the Jesuits set out to situate God’s knowledge and will according to a temporal relationship in which the exercise of his will in the realization of a divine decree is postponed. Until such time as the decree is willed, God’s foreknowledge remains suspended: “Separate and prior to the decree, the Jesuits contended, God has ‘scientia media’ by which he knows with a certain and infallible knowledge man’s future acts, although these are not yet predestined by his will. To some degree, God’s voluntary decree is guided by his knowledge” (Felday 205). This ‘middle knowledge’ is where Molina’s philosophical innovations become most notable, and modern. Middle knowledge concerns all those possible worlds that come into existence when a propitious ‘occasion’ presents itself to a human actor, i.e., secondary agent. God has absolute knowledge of all the possibilities that may come about, depending on the decision of the secondary agent; but he does not have foreknowledge of which actual world will come into temporal existence. When an ‘occasion’ appears on the horizon, a large number of these possible worlds becomes apparent, but it is up to the free will of the choosing subject to decide which world will come into temporal existence18. This is what happens when Andrés attempts to flee from the advances of La Carducha, who has offered herself to him much like the emblematic figure of Occasion herself: “Andrés, como discreto—determinó de poner tierra en medio y desviarse de aquella ocasión que el diablo le ofrecía” (123; my emphasis). What also becomes apparent in La Gitanilla, however, is that an individual subject’s decision/action is never all- determining but depends, in turn, on the ways in which other subjects react to, or anticipate, the same occasion. La Carducha anticipates Andrés’s flight and attempts to halt it through her subterfuge. Here is where I believe that quantum theory can shed some light on what is going on, both in Molina’s paradigm of free will and Cervantes’s novelistic experiments. According to Henry Stapp in The Mindful Universe, “The basic move in quantum theory is to shift, fundamentally, from the airy plane of high-level abstractions, such as the unseen precise trajectories of invisible elementary material particles, to the nitty-gritty realities of consciously chosen intentional actions and their experienced feedbacks, and to the theoretical specification of the mathematical procedures that allow us successfully to predict relationships among these empirical realities” (23)19. Missing from this

18 Occasion, like Fortune, is an “emblematic” embodiment of time. Unlike Fortune, however, which lies beyond human control, Occasion can be grasped by her “forelock” and, thus, offers man a modicum of self- determination (See The Persistence 208-18); and “Eventos ocasionales” pp). 19 Amy Williamsen was one of the first critics to explore this shifting terrain in her book Cosmic Chaos, which playfully applied Heisenberg’s uncertainty principle to an analysis of Cervantes’s use of dark humor in Los trabajos de Persiles y Sigismunda. More recently, Chad Gasta, Vicente Pérez de León, and Alison Kreuger, among others, have looked more closely at the possible relationships between early modern scientific discoveries and related changes in epistemological thought, Cervantes’s aesthetic experiments, and more contemporary approaches to scientific inquiry. [242] explanation is the quasi-infinite number and complexity of possible relationships, given the equally infinite number of factors in play for any given ‘occasion.’ Moreover, it becomes immediately obvious that Cervantes’s aesthetic practice/theory goes beyond even quantum theory, because the idea of ‘consciously chosen intentional actions’ is extremely problematic in all of his works. I have gone to some lengths to underline how precarious this notion is in my analysis of the actions and words of Preciosa. The problem becomes much more concrete in El coloquio de los perros, when Cañizares speculates on whether she and her cohorts have congress (convites) with the Devil: Hay opinión que no vamos a unos convites sino con la fantasía en la cual nos representa el demonio las imágenes de todas aquellas cosas que después contamos que nos han sucedido. Otros dicen que no, sino que verdaderamente vamos en cuerpo y en ánima; y entrambas opiniones tengo para mí que son verdaderas, puesto que nosotras no sabemos cuándo vamos de una o de otra manera, porque todo lo que nos pasa en la fantasía es tan intensamente que no hay diferenciarlo de cuando vamos real y verdaderamente. (341-42) This limit on the extent to which the self can come to knowledge of its own phenomenal experience, let alone the world around it, is a central motif throughout Cervantes’s oeuvre and of the Spanish baroque itself. I think it is useful to consider the generic heterogeneity of Cervantes’s novellas in light of QT, in large part because of all of the critical work that has been done trying to tie the loose threads in Cervantes’s works together. Casalduero and Forcione have formulated the most grandiose attempts to bring his works to signifying closure by deploying universal religious paradigms. Yet their differing conclusions, much like the dispute between the Dominicans and the Jesuits, display significant impasses and conflicts inside of Catholicism itself. One thing that Molina’s clever if infuriating paradigm of free will makes clear is that just because an author brings a potentially subversive, untamed romantic relationship to a sacramental closure, we should not assume that the other potential endings in the story are not equally real in some absolute sense. The Jesuits defend that all of the potential decisions of secondary actors along with all of their potential ramifications, implications, etc., are equally real in the absolute sense of God’s omniscience. What God cannot anticipate is which world will come into temporal existence. Thus, Providence becomes a compromise, or alliance, between God and the secondary agent. And in Cervantes, secondary agents and their colliding worldtracks proliferate to an almost infinite degree. These secondary agents include, by necessity, the reader, who is the co-creator of the artifice and whatever truths are communicated therein. And if the reader feels a profound sense of loss at the silencing of Preciosa; or pleasure at the torture of Juan; or comedy in the procedural machinations of the priest, then some alternatively imagined, providential realities are coming into existence through that affective investment, as Bruna Husky’s psychoanalyst correctly observes. In the words of Julio Baena, “Were it not for the tears in the text, as well as for the Prologue and the very disposition of the novellas, the reader would have no choice but to follow the old conclusion that they are truly exemplary, even reactionary” (214). As it stands, however, and quite compatibly with what Stapp calls the current hegemonic scientific paradigm, the dialectic of guilt gives way to the dialogism of multiple and equally legitimate, self-creating others. Similarly, Güntert endows the baroque author with godlike powers of creation: “Cervantes entrevé una profunda analogía entre la acitvidad del poeta-creador y la acción

[243] divina de la Providencia. Ahora se comprende también por qué Cervantes insiste tanto en glorificar la poesía y por qué la pone por encima de todas las otras ciencias” (132)20. I would only add that the limited omniscience of Cervantes’s demiurge reflects analogous limits on the providential god theorized by Molina and the Jesuits. To wit, when placed into circulation, authorial creations/replicants take on lives of their own, and their evolution and meaning ultimately escape the complete control of the A/author. Preciosa and Andrés are cases in point, in that the occasion of their acquaintance underlines how unpredictable temporal existence can be, once desire comes into play. In both cases, a conduit is opened between the transcendental and temporal planes, and human actors become co-creators of the universe. Vicente Pérez de León has probably been the most daring critic to situate Cervantes within avant-garde scientific thought during the Baroque. According to his theoretical model in Cervantes y el cuarto misterio, Occasion would be an important instance of what he terms a sinculacro: [E]n los sinculacros la explicación de su sentido conlleva un componente puramente causal, al ser originados en el contexto del arte-arteficio creado por el ser humano con el propósito de alterar el orden de la existencia de un individuo o grupo mediante la creación de un poderosísimo vínculo que reproduzca cuidadosamente el efecto de una sincronicidad. (28) His negotiation of early modern theories of scientific acausality (primarily in the figure of Giordano Bruno), quantum physics, and the synchronistic philosophical program of the I Ching creates a provocative framework for approaching the most oft-commented conundrums in Cervantes’s works. Through the concept of sinculacro he is able to tease out the acausal substrate that inhabits scientific thought in both early and late modernity. For instance, it functions quite well in underlining that Preciosa’s obedience at the end of the La Gitanilla might be read as a continuation, and not the end, of her beguiling theatricality, since her silence may be motivated by the sense of perverse enjoyment that her father exhibits in the torture of Andrés and that her mother displays when she takes possession of her daughter. David Castillo and Massimo Lollini find a homologous incorporation of unreason into modern rationality in Giambattista Vico’s New Science: At the heart of Vico’s view of history, theology and poetics, one can find an inclusive conception of reason that re-incorporates the realm of imagination (universalis fantastici). His notion of “poetic imagination” allows him to recognize the importance of singularities out of which universality is created. (xvii) One such singularity follows on Preciosa’s father’s appropriation of history upon being reunited with his daughter. When he enters the prison to speak with Andrés, his first words to the lovestruck murderer are filled with both violence and enjoyment: “¿Cómo está la buena pieza? ¡Que así tuviera yo atraillados cuantos gitanos hay en España, para acabar con ellos en un día, como Nerón quisiera en Roma, sin dar más de un golpe!” (130). The padre-cum-verdugo’s opening words deliver a cruel joke concerning Andrés’s accommodations. Just in case the sadistic humor is lost on the reader, the Corregidor follows it up immediately with his imagined identification with the Roman Emperor Nero. This is an amazingly problematic comparison on a number of levels, most immediately

20 A recent treatment of poiesis can be found in the Hispanic Issues volume edited by Anthony Cascardi and Leah Middlebrook, Poiesis and Modernity in the Old and New Worlds, Nashville, U Vanderbilt P, 2012. [244] because Nero’s starring role in the persecution and martyrdom of early Christians is a Classical commonplace. In terms of structural irony, the early modern persecution of the gypsies is implicitly juxtaposed to the persecution of the early Christians in Rome, effecting a complete role reversal. Nor do the gypsies escape this structural irony, as their enjoyment of thievery provides a comparatively harmless foreshadowing of the Corregidor’s enjoyment of torture. The gypsy patriarch tells Andrés: “has de gustar dél de modo que te comas las manos tras él” (104). Becoming a gypsy ladrón is not only a vocation but also a source of pleasure, just as the Corregidor’s juridical profession becomes a source of perverse enjoyment. This may be the most disturbing and ideologically productive structural irony in the novela. It is both an irrational cause—acausality—and absolute limit on any ‘scientific’ attempt to articulate concrete knowledge of the political and cultural dynamics at play in early modernity. More importantly, it moves beyond Kant’s moral imperative to treat the other as an end in itself by underlining that the subject is, in fact, other to itself. In sum, treating the other as an end in itself is the place where the subject’s lack of knowledge about her own identity meets up with her lack of knowledge concerning the other. Although she obeys the wishes of her father, Preciosa literally does not know herself as Constanza, thus her return to her ‘authentic identity’ becomes an act of pure estrangement, a return to her lack of being. Returning to Montero’s novel, Pablo Nopal, the author of Bruna Husky’s memory-identity, is struck by the fact that he does not understand how the mind of his creation really works because ultimately he does not understand why the scenarios he has written into her identity predominate in his own. This impasse becomes the marker of sameness between creator and creation, as Bruna, herself, is constantly surprised by the insistent demands of her own materiality and the power of her emotions, even though, in the first case, she is a manufactured artifact (not self-creating) and, in the second, her emotions are often sparked by ‘false memories.’ In the first chapter of Tarrying with the Negative, Slavoj Žižek studies the Kantian framework at issue in this essay through Ridley Scott’s Bladerunner, the precursor to Montero’s novel21. He notes that “a successful recollection means that, by way of organizing his life-experience into a consistent narrative, the hero exorcises the dark demons of his past. But in the universe of Bladerunner... recollection designates something incomparably more radical: the total loss of the hero’s symbolic identity” (12). He then goes on to point out that the Cartesian assumption that there is something positive ‘out there,’ beyond the symbolic trappings, is what Kant inexorably deconstructs through his categorical imperative: “Descartes’ error was precisely to confuse experiential reality with logical construction qua the real-impossible.... One has to add that this lack of intuited content is constitutive of the I; the inaccessibility to the I of its own ‘kernel of being’ makes it an I” (14; emphasis not added). Every character in La Gitanilla demonstrates this essential lack in one fashion or another: Andrés cannot explain his sacrifice for Preciosa, who cannot explain where her own words come from, etc. Their circulation through distinct symbolic economies changes their value, even to themselves.

21 I was pleasantly surprised by the fact that the particular book of Žižek that I had planned to use (I’ve read and used at least ten of them) included an analysis of Bladerunner, and it begs the question of whether it was coincidence, or whether on some level my memory led me to that discussion, which I had not read for several years. [245]

The reader of this essay will have recognized that the main object of this inquiry into Spain’s relationship with the scientific revolution is quite different from the studies cited at the beginning of this essay. Undoubtedly, there was significant scientific activity in sixteenth- and early seventeenth-century Spain, activity that has led authors like Cañizares-Esguerra to claim that the scientific revolution proposed by Bacon’s New Atlantis was modeled on Spain’s pragmatically scientific approach to conquering and colonizing the New World (19). Although this view serves as an important corrective to received wisdom concerning Spain’s ‘limited’ role in the evolution of modern science, I find it limiting with respect to the complexity and internal contradictions of the scientific revolution, as well as for what constitutes a substantial contribution to knowledge. In Spain, one of the most significant legacies of philosophical, and aesthetic, thought was not aimed at furthering the mathematical and empiricist paradigms that would give rise to Newtonian physics, but rather at questioning its underlying assumptions: to wit, that one can capture and control the world out there through mathematical logic and technological advances.

Inverting the Paradigm: Preciosa's Problematic Exemplarity In the 1611 edition of the Tesoro de la lengua castellana o española, Sebastián de Covarrubias begins his extensive definition of gitano with an unabashed cultural and social denouncement: "Esta es una gente perdida y vagamunda, inquieta, engañadora, embustidora" (642). This negative sentiment is likewise documented in the numerous pragmáticas issued against the gypsy race, the first of which can be traced to the Catholic Kings Ferdinand and Isabella, whose pragmática of 1499 issued in Medina del Campo and Granada mandated an "expulsión de todos los egipcianos que andan vagando" (Sánchez 84). As rulers of a country that sought to redefine itself through cultural unity and assimilation, Ferdinand and Isabella were clearly anxious to remove the threat of the gypsies' troublesome presence, which was characterized by a vagrant lifestyle and an indifference to social and cultural systems of authority. Their initial pragmática assigned the gypsies "un plazo de 60 días" to either conform to a regulated standard of living or clear out, and went so far as to offer them relocation fees (Sánchez 311). Those who wished to remain on the Peninsula were ordered to secure respectable employment; "oficios conocidos o señores a quienes sirvan," and those found in violation of the pragmática were promised a whipping of "100 azotes" before they were eternally exiled (Sánchez 85). The pragmática of 1525 re-issued by the Holy Roman Emperor Carlos V (a document which would be subsequently reiterated in 1528 and 1534), introduced additional penalties: those apprehended would be sentenced to the galleys, or declared the legal slaves of whoever caught them: "los reincidentes en la vagancia podían ser enviados a galeras, o declarados esclavos de quienes los apresaren" (Domínguez-Ortiz 320). In an effort to curtail the widespread effects of their nomadic enterprise, Phillip II's pragmática of 1586 prohibited the conduct of any business transaction without a notary

1 Sánchez describes the expediency with which Ferdinand and Isabel issue the document against the gypsies as "casi inmediatemente después de su instalación en el país" (31), and adds that the pragmática of 1499 stipulates "los reparos para su colocación," although it appears in the document "sin hacer en ello mayor énfasis" (31). This leads Sánchez to conclude that the gypsies were "objeto de una discriminación evidente" (31). Amezúa y Mayo presents a thorough summary of documented discrimina tion against the gypsies (5-15). [246] document verifying permanent residence and specifying the nature of business in which the individual specialized. Not unlike their Moorish and Jewish compatriots, the gypsies constituted a persecuted minority, whose mere presence inspired "una desconfianza innata en el resto del pueblo español" (Sánchez 31). The lengthy trail of pragmáticas indicate that legislative efforts to control the gypsies were ineffective, and despite the threat of increasingly severe penalties, they persisted as "un pueblo inasimilable, incómodo, cuya vida era un perpetuo desafío a todas las leyes y todas las convenciones" (Domínguez-Ortiz 319). Given these considerations, Cervantes's pronouncement on the gypsies which opens the tale of "La Gitanilla" undoubtedly reflects the prejudicial spirit of the seventeenth century dominant class. His behavioral observations of the gypsy lifestyle depi ct a biological predis-position to thievery which he characterizes as incurable: Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones, y finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo, y la gan a del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte. (73) From this ignoble social and historical context Cervantes intro¬duces Preciosa, the first of his exemplary heroines in the Novelas ejemplares. As the inaugural heroine of the collection, Preciosa's character functions in an instructive capacity beyond the exemplary context to which Cervantes alludes in his prologue. In addition to presenting an exemplum from which the reader may extract or interpret a lesson, Preciosa also orients the reader in the experience of reading socially marginalized characters—the outsiders and outcasts—who are depicted in the subsequent tales. Preciosa's ability to reclaim her rightful social and cultural status encodes the text with specific criteria regarding what constitutes heroic or exemplary behavior. Cervantes constructs a thematic framework wherein he depicts the protagonist as a cultural or societal outsider, a process which begins with Preciosa and recurs in all of the Novelas ejemplares. This essay will examine the manner in which Cervantes negotiates the conveyance of the exemplum in his representation of Preciosa, whose character manages to both invert and embody selective aspects of the paradigm of seventeenth century female exemplarity. Cervantes manipulates the model to accommodate his exploration of notions of identity, freedom, and conformity, then orchestrates a con-clusion which cancels out those notions by imposing a retrospective sense of unreality. Ultimately, Cervantes reaffirms the beliefs regard-ing Preciosa's inborn excellence which he manifests at the outset of the tale and in doing so, offers the reader a traditional exemplum which is predicated upon the improbable aspects of the gypsy maiden's behavior. Preciosa's character is a study in unlikely contradictions: an honest gypsy, bold and chaste, witty and discreet, a virtuous street dancer whose behavior is both uninhibited and aboye reproach. Evidently, for every negative gypsy-like trait which Preciosa possesses, a counter balance is struck with an opposing attribute that not only belies her problematic background, but renders her "...la más hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama" (74). Even her brazen sense of what the narrator describes as desenvoltura, which as Weber has shown, comprises a variable though decidedly unladylike semantic

[247] range of interpretation, is carefully countered with a disclaimer: "…era algo desenvuelta; pero no de modo que descubriese algún género de deshonestidad; antes, con ser aguda, era tan honesta, que en su presencia no osaba alguna gitana, vieja o moza, cantar cantares lascivos ni decir palabras no buenas" (74)2. Preciosa's desenvoltura is, in essence, a synonym for her "gypsyness," and although Cervantes may painstakingly distance her from the distasteful attributes of her fellow gitanos, it is through the representa-tional scheme of the infamous gypsy identity and lifestyle that Preciosa is given the license to freely express and assert herself in the first half of the narrative. A code word for her gypsy identity, Preciosa's desenvoltura allows her to do what no self-respecting noble woman would do (such as public displays of street-dancing, or negotia ting the terms of her financial transactions), while still upholding the ideal qualities of character found in a woman of superior station. Nevertheless, Preciosa is a member of what history—and Cervantes—defines as an incorrigible minority, and since ultimately a gypsy woman, regardless of her redemptive qualities, can be nothing less than an outsider, Cervantes is careful to allude to the possibility that she could be something more: " ... y lo que es más, que la crianza tosca en que se criaba no descubría en ella sino ser nacida de mayores prendas que de gitana, porque era en extremo cortés y bien razonada" (74). These hints of her social superiority, which Preciosa herself describes as "un cierto espiritillo fantástico acá dentro, que a grandes cosas me lleva" (99), will later authenticate the resolution to a plot that would otherwise prove historically and socially implausible. Ruth El Saffar describes the contrary assumptions upon which the plot is based as "two absurd dreams—that a nobleman should marry a gypsy, and that a gypsy should be more noble than the thieving band with which she was brought up" (96). Amezúa y Mayo, however, offers an opposing view based on documented evidence: "en aquellos tiempos tales casos no eran raros," he submits, and further concludes that "el caso de don Juan de Cárcamo no hubo de ser el único" (20). Nevertheless, in order for this concept to make the leap from chaotic inversion (which these events, credible or otherwise, will generate) to a resolution worthy of exemplary literature, two things must happen: Preciosa's intuition regarding her superiority must be proven, and in turn her ignoble gypsy heritage must be disproven, before she may re-assume her once and future station as a civilized member of society. Yet it is only in the masquerade of an outsider—a gypsy—that the exuberant, active heroine has a voice and an autonomous identity. Cervantes appropriates the representational device of the gypsies as outsiders not for the purpose of depicting or criticizing the various strata of seventeenth century Spanish society, as he does, for instance, in the guise of the loquacious canines of "El coloquio de los perros," but rather as a means of privileging his heroine through her fictive status as a member of the societal fringe, allowing her carte blanche in terms of self-expression and definition3. This device of depicting societal outsiders whose identity eventually

2 Weber presents a reading of the conflictive discourses operating within the text, "one irreverent and parodie, the other reverential and exemplary" (60) as a reflection of Cervantes's ambivalent view of humanist-authored female conduct books. 3 In terms of literary development, Weber rightly concludes that Preciosa's character "has inspired the most fervent sort of encomium" (60). She has been consistently hailed as the perfect Cervantine heroine: Avalle-Arce calls her "la más cautivadora y lograda de sus creaciones femeninas" (28); Amezúa y Mayo concurs that she is "la figura más perfecta, lograda, y cautivadora de todas las suyas femeninas" (14); Casalduero sees in Preciosa a [248] disintegrates so that they may reintegrate themselves appears in various incarnations throughout the exemplary novels. Another exemplary character who undergoes a transformational trajectory similar to that of Preciosa is Tomás Rodaja of "El licenciado vidriera." Both characters experience an uninhibited autonomy which is not only provisional, but mediated by unforeseen circumstance. Preciosa's abduction by her gypsy grandmother is a capricious twist of fate that alters the status of her character, just as Tomas's innocent consumption of the poisoned quince alters his status by rendering him delusional. Preciosa descends from the ranks of nobility to those of a persecuted minority, and Tomás plummets from celebrated Salamancan scholar to a pitiable wretch who fancies himself made of glass. The emphasis lies not in the unfortunate circumstances of abduction or poisoning, however, but in the liberating consequence that this alterity will effect upon their respective characters. It follows, then, that Preciosa's temporary gypsy identity is to her precisely what Tomás Rodaja's temporary madness is to him. The gypsy girl's desenvoltura is the Iicentiate's locura, since her "gypsy-ness" endows her with the same freedom that Tomás Rodaja's madness allows him. This freedom, however, is problematic and therefore must also be ephemeral. It represents both conflict and imbalance in the social order, and despite the topically amusing manner in which it is depicted, it nevertheless communicates on an almost subliminal level a presentiment of threat. Preciosa's desenvoltura, regardless of her concomitant attributes of virtue, challenges the sixteenth-century paradigm of ideal femininity, where silence was evidently a cherished characteristic, and active participation in the outside world was severely frowned upon. Docu-mented examples espousing this viewpoint abound, particularly in the prescriptive literature for women. Juan Luis Vives's humanist-based De Institutione feminae christianae, translated in 1528 as Instrucción de la mujer cristiana, encourages women to speak as little as possible, regard-less of their audience: "Habladora o parlera, no es bien que sea la doncella ni se precie en serlo, ni aun entre otras mujeres, cuanto más en serlo entre los hombres" (97). Intercalating both classical and biblical examples that are carefully chosen to highlight his moral directives, Vives admonishes his readers to honor their silence: Así que vosotras, vírgenes y mujeres, imitad a esta gloriosa Virgen, que es de pocas palabras y de grande saber... Sófocles decía que la urdimbre de castidad y prudencia se trama muy bien con el discante de reposo y silencio. Cata, hija, que tú no eres abogada ni procuradora, ni andas en pleitos por ti ni por otros. y de esta manera defenderás muy mejor la causa y pleito de tu honestidad, la cual, delante de los buenos jueces, callando tendrá más justicia que favor hablando. (100) Fray Luis de León adopts a similar tone in his instructional treatise La perfecta casada (1583), wherein he repeatedly denounces the talkative woman as insupportable, so much so that it cancels out whatever other positive attributes she may possess: "Porque una mujer necia y parlera, como los son de continuo las necias, por más bienes otros que synthesis of the qualities delineated in Fray Luis de León's La perfecta casada as well as the incamation of "el idea moral de lo femenino en la Contrarreforma" (51);.and Forcione calls her "one of Cervantes's most literary characters," in that she encompasses a myriad of classical and mythical female sources which "su rround her and mysteriously become her" (115). [249] tenga, es intolerable negocio" (122). The most pleasing and necessary feminine virtue, Fray Luis continues, is silence, even if, like Preciosa, a woman has a knowledgeable viewpoint to offer: . es justo que se precien de callar todas, así aquellas a quien les conviene encubrir su poco saber, como aquellas que pueden sin verguenza descubrir lo que saben; porque en todas es, no sólo condición agradable, sino virtud debida, el silencio y el hablar poco. (123) Preciosa's free-wheeling activity poses an additional danger be-cause, like her unencumbered speech, it constitutes a literary inversion of the patriarchal order. Her street dancing, her double entendre-ridden palm reading, and her scurrying to windows of gambling houses when beckoned by gentlemen, represents a topsy-turvy vision of el mundo al revés, in that Cervantes coalesces this imagery with an insistent depiction of Preciosa's virtue, discretion, and the probability of her superior heritage. Fray Luis, however, takes an altogether different view of women who wander freely about, stating "...es de lo propio de la mala mujer el vaguear por las calles" (131), and asking the rhetorical question: "¿Qué ha de hacer fuera de su casa la que no tiene partes ningunas de las que piden las cosas que fuera dellas se tratan?" (130). Clearly, Fray Luis regards female interaction with the outside world as not only a corrosive influence, but a perilous intrusion upon a male-dominated realm in which a virtuous woman has no place. He exhorts his readers to devote their energies exclusively to sequestered domesticity, since "las que en sus casas cerradas y ocupadas las mejoraran, andando fuera dellas las destruyen" (130). Vives likewise advises women to remain indoors. In a statement that directly opposes the favorable depiction of Preciosa's fame, he cautions against the danger of becoming the object of public familiarity and notoriety: "Debe la doncella estar retraída y no curarse mucho de salir a vistas, y sepa que es harto mala seña de su honra ser ella conocida de muchos y su nombre cantado por la ciudad . . (92). Yet this is precisely what happens to Preciosa. When she dances for the crowds in the streets of Madrid, she becomes an instant celebrity. The narrator recounts her debut with enthusiasm: "Allí sí que cobró aliento la fama de la gitana" (76), and adds that she became the topic of conversation so quickly that "a corrillos se hablaba de ella en toda la Corte" (78). Based on these descriptions, Preciosa's behavior constitutes the antithesis of a virtuous woman. Her abundant discourse, her unencumbered freedom of movement, and her familiarity with the outside world both challenges and defies the standards of ideal feminine behavior set forth by the learned, patriarchal figures of Cervantes's time. Weber proposes that the aim of this inversion is a parodic response to the discourse of such humanist-authored texts, but parody alone does not fully account for the manner in which Cervantes negotiates a critical aspect of Preciosa's behavior, wherein he clearly manifests that Preciosa upholds, rather than challenges, the very principle which parody would target most effectively. This modification not only alters the established paradigm of Preciosa's inverted behavior, but renders it inconsistent, thus diminishing the impact of a fully-realized parodic response. Preciosa upsets the paradigm yet again because she does conform, and resolutely so, to the one crucial requisite of the "virtuous noble-woman" model that cannot be recovered if transgressed: the preservation of her virginity. Mindful of Preciosa's representation within the context of exemplarity, Cervantes utilizes her unconventional expressiveness

[250] to clarify her very conventional adherence to this condition. While her other carefree attributes can tolerate a certain amount of transgression in that they are capable of being altered or amended, Preciosa's "salvation" is, first and foremost, reliant upon her steadfast conformity to this principie. She demonstrates her awareness of the value of her virginity as an indispensable precondition for marriage in her often-quoted statement: "Una sola joya tengo, que la estimo en más que a la vida, que es la de mi entereza y virginidad" (99). Preciosa is equally heedful of the tragic consequences that await a woman who suffers the loss of her virtue. She equates the physical integrity of virginity with that of a rose in bloom that will wither and perish altogether if carelessly exposed to coarse man-handling: "Cortada la rosa del rosal, ¡con qué brevedad y facilidad se marchita! Éste la toca, aquél la huele, el otro la deshoja, y finalmente, entre las manos rústicas se deshace" (100). This particular—and emphatic—aspect of Preciosa's conformity to the principie that equates female virginity with purity and socio-economic worth is clearly an attribute which Cervantes viewed as imperative for the honorable outcome of both protagonists. In this singular yet indispensable exception, Preciosa's beliefs coincide with those which belong to the prevalent authority system. Preciosa cannot, and must not express her desenvoltura through sexual promiscuity, and her compliance to this principie is an affirmation of her noble identity. Just as Preciosa's immunity to the harsh effects of the weather alludes to a superiority that is mysteriously innate, her devotion to the preservation of her chastity demonstrates that she is similarly immune to the corrupt influence of her surroundings. Her gypsy identity, then is not entirely unrestrained; neither is she, as Weber describes her, truly "unbound" in the sense that she is "free from class, from family, and from fetishized notions of chastity" (73). These are, in fact, the missing pieces of the puzzle which distinguish Preciosa from her gypsy brethren, and she cannot be free from them and correspondingly uphold a positive standard of exemplarity. As she manifests in her monologue on the preservation of her virginity (99¬100), Preciosa does not conceive of herself as free from the notions of chastity, and the narrator's explicit references to the mysterious essence of her superiority (that which renders her immune from the effect of her surroundings) is ultimately decoded as the intrinsic evidence of her noble heritage— her class and her family. The focus of the first half of the novela, however, highlights the depiction of Preciosa as an autonomous individual, whose only authority figure is her less- than-holy abuela. Preciosa's relationship with her grandmother is problematized from several standpoints, perhaps the most salient being the very idea that Preciosa is not controlled by any one specific paternal symbol. There is a double threat inherent in the representation of a nubile heroine whose only parental influence is that of a "taimada abuela" who demonstrates overtly her willingness to exploit "los pocos años y la mucha hermosura de su nieta" (75). Additionally, there is a sense of obscurity surrounding the questionable authenticity of Preciosa's kin-ship to her grandmother, reinforced by the manner in which Preciosa addresses her. Clearly, Preciosa does not exhiba a very maidenly posture of deferment to her abitelds authority. While negotiating the terms of her betrothal to Juan de Cárcamo, Preciosa disregards her grandmother's interjections, issuing such blunt admonitions as "Calle abuela" (102), and likewise "Por vida suya abuela, no digas más" (104). Preciosa openly defies not only the maternal figure which loosely governs her

[251] behavior, but the reigning ideology of the gypsy patriarchs as well. She denounces the tradition of female submission and the prevalent attitude of her gypsy culture which views women as market-able objects of exchange. Her soul is free, she asserts, and the law of her own volition is the only absolute she recognizes (120-21). Chaos and conflict will inevitably ensue from such a reversal of order, and the confusion it creates is exemplified with the introduction of Juan de Cárcamo, a noble gentleman whose love for Preciosa is so great that he is willing to disregard her social status altogether and seek her hand in marriage. While Juan's humble proposal is \ vholly inconsis-tent with his social station, Preciosa's proud response is perhaps even more incongruous. She not only rejects his initial offer, thereby reject-ing as well a serendipitous opportunity to ascend socially, but she also negotiates the provisional terms upon which she would eventually agree to marry him: Si quisiéredes ser mi esposo, yo lo seré vuestra; pero han de preceder muchas condiciones y averiguaciones primero. Primero tengo que saber si sois el que decís; luego, hallando esta verdad, habéis de dejar la casa de vuestros padres y la habeis de trocar con nuestros ranchos, y tomando el traje de gitano, habeis de cursar dos años en nuestras escuelas, en el cual tiempo me satisfaré yo de vuestra condición, y vos de la mía. (100) This scheme of inversion, operating on social as well as gender levels, is further emphasized when Preciosa's active negotiation is met with Juan's passive resignation, and he accepts the conditions of her counter proposal. Preciosa therefore, an example herself of a nearly complete reversal of the pa triarchal order, will likewise inflict her sense of imbalance upon Juan, whose character embodies the very order which Preciosa defies. She initiates her noble suitor's descent into the underworld of the gypsies. As instructed, Juan abandons his former identity, assumes the gypsy appellative Andrés, and in the process, becomes a somewhat reluctant participant in a social masquerade involving class inversion. Ironically, Preciosa is also participating, unknowingly, in the self- same masquerade. Furthermore, Andrés demonstrates that like Preciosa, his inherent nobility is evinced in his principled behavior. Although he agrees to live among the gypsies, he nevertheless cannot bring himself to commit the crimes and injustices that are endemic to the gypsy lifestyle. He secretly resolves to "seguir y conseguir su empresa sin entremeterse nada en sus costumbres," and counts on his stash of wealth to stave off and compensate "las cosas injustas que le mandasen" (124). The particulars of this reversal, which is based upon mutual ex-changes of social identity and gender-oriented behavior, resembles what Margaret Higonnet describes as "the intersexuality of forces that operate within the social structures of fiction" (xviii). The interplay and exchange of active and passive behavior between Preciosa and Andrés reflects both the initi al imbalance (Cervantes's depiction of el mundo al revés) which informs the first half of the tale as well as its eventual recovery once the patriarchal order is restored. Preciosa's role initially encompasses an active mode which, in the early modern narrative, is typically assigned to and associated with a male protagonist,

[252] whereas Andrés assumes the subordinate passivity which typically corresponds to the feminine4. For example, Andrés nearly swoons upon hearing the love sonnet that the page composes in homage to Preciosa: " . . . que Andrés, en oyendo el soneto, mil celosas imaginaciones le sobresaltaron. No se desmayó, pero perdió la color…" (113). Earlier, Andrés experiences a similar assault on his senses when he encounters Preciosa unexpect-edly: "cuando vio a Preciosa perdió la color y estuvo a punto de perder los sentidos..." (108). Preciosa, on the other hand, seems to enjoy the control she exercises over Andrés5. She promptly dismisses his meek request that she no longer frequent Madrid with a spirited retort: "Eso no, señor galán . . sepa que conmigo ha de andar siempre la libertad desenfadada" (101), and later chides him out of his jealous stupor after the discovery of the page's sonnet, whispering "¡Gentil ánimo para gitano!" (114); then continues to poke fun at the subordinate nature of his love-struck condition by singing an amusing chant that both re-proaches his jealousy and encourages him to pursue her: Cabecita, cabecita, / tente en ti, no te resbales / y apareja dos puntales / de la paciencia bendita / Solicita / la bonita / confiancita; / no te inclines / a pensamientos ruines; / verás cosas / que toquen milagrosas, / Dios delante / y San Cristóbal gigante. (114) The assignment of active and passive roles, however, is neither a fixed nor a permanent structure in the course of the narrative; rather, it represents the fluctuant state of the protagonists as their characters evolve toward self realization. As Higonnet further states: Social forces are seen to have simultaneously shaping and disintegrating effects, at work both on their sub-jects and on their objects. The roles men and women play not only are complementary or capable of inver-sion but are doubled by individuals playing both at once. Women and men function as mutual signifiers and signifieds. (vxiii) As the tale culminates, the "shaping and disintegrating effects" of social forces will generate a dramatic transformation upon Preciosa's character. The discovery of her noble heritage will totally eradicate any trace whatsoever of her colorful desenvoltura, and Preciosa's exuberant character will disintegrate into the passive noblewoman Costanza de Azevedo. The conversion of Preciosa's character has not escaped criti-cal notice. As Rodriguez-Luís remarks, "Tan pronto como se descubre su identidad, Preciosa deja casi por completo de hablar por sí misma" (137)6. For contemporary readers especially, Preciosa's sudden silence and passivity seem to stretch the limits of her literary

4 An overall synopsis of feminist theories on gender-encoded behavior is available in Heilbrun and Stimpson 61- 73. Heilbrun has labeled this pattern "the sexualizing of the principie of activity, both exterior and interior, physical and mental" (62). She views this process as fundamentally responsible for the assignment of behavioral paradigms to a specific gender: "Literature has tended to masculinize most activity, particularly worldly activity, even as it has recorded it" (62). 5 This reversal is also suggestive of the courtly love paradigm; Preciosa could certainly be conceived as la belle dame sans merci, while Andrés solemnly pledges his lite for the honor of serving her. 6 Rodriguez-Luis attributes Preciosa's transformation to social forces as well, suggesting that her voice was imperative to her gypsy identity, but unnecessary to her now as a noblewoman: "Preciosa desaparece ahora para ser sustituida por doña Costanza de Acevedo, la cual no necesita una voz propia, como si le ocurría a la gitanilla, cuyo escenario era el mundo real" (138). Conversely, the "mundo real" of the gypsies, as depicted by Cervantes, has been shown in the pragmáticas to be anything but, while the interior world which the now- silent Preciosa inhabits is a much more verosimil representation of the social reality that governed women's lives during that period. [253] credibility—much more so, in fact, than her celebrated combination of chastity and desenvoltura that we had come to accept and even admire. However, this perplexing transformation is perhaps the most accurate represen-tation of social mores in the entire tale, for it clearly illustrates the gender-encoded behavioral expectations that inform class distinction in seventeenth century Spanish society. Once she is reunited with her parents, Preciosa wholly conforms to the paradigm of prescribed behavior of female nobility. She abandons her spirited eloquence, and demonstrates a pronounced sense of obedience and resignation toward her parents when questioned about her feelings for Juan, as she admits to her mother "...con vergüenza y con los ojos en el suelo . . . que no tenía otra voluntad que aquella que ellos quisiesen" (154). Vigil's study of the conditions that regulated women's lives in Spain during this period states: "Una joven de clase media o alta . . . debía estar sometida a sus padres y seguir en todo momento sus dictados, con objeto de no dificultar su matrimonio"(89). Preciosa's transformation reflects an unwavering adherence to this standard, in which echoes of Vives and Fray Luis de León's views on silence and submission are also discernible? Furthermore, the silencing of Preciosa's character reaffirms the existence, as well as the foreseeable outcome, of the "sexualizing of the principle of activity" pattern posited by Carolyn Heilbrun, which predicts just su ch an end for all active women in literature: The women in literature who try to act, or to exercise will, are by the books' denouements either prisoners or paralytics, literally or psychically. What tends to be considered aggressive and egocentric in a woman might as easily be considered a quest for liberty in a man. (62) While it may seem extreme to conceive of Preciosa as either a prisoner or a paralytic in her "happily ever after," there nevertheless remains certain traces of incontestable evidence that indicate Preciosa's loss of her former freedom and autonomy. She alI but disappears completely from the final pages of the tale, and it is the narrator who appropriates her voice and mediates her responses once her nobility is revealed. To be sure, her dancing days are over, and as her transforma-don has already made clear, every aspect of her happy desenvoltura must be drastically subdued in order for her to conform to the noble-woman paradigm. In contrast to the carefree wandering and the spirited imagery of Preciosa whirling under a rainstorm of coins, the sedentary lifestyle that awaits Costanza de Azevedo is, in fact, nothing less than paralytic. Hutchinson's observations on "wandering women" in the Cervantine narrative further corroborate Heilbrun's views, and posit an explanation for why Preciosa's presence fades from the end of the tale: Whereas male mobility very often has nothing to do with making or breaking potential marriage bonds, female mobility normally can't be understood with-out reference to love and marriage. Apart from a few remarkable cases of adultery where marriage itself is problematized, Cervantes's nubile female protago-nists move about until their marriage or impending marriage converts them and their male counterparts into sedentary beings beyond novelistic interest. (103) Contemporary feminist theory tells us that re-readings of early modern literature, by and large male authored texts, must attempt to uncover the gaps in order to interpret what is left unsaid, or glossed over, in narrative discourse (Heilbrun and Stimpson 62-63). In the

[254] case of the Novelas ejemplares, what can be uncovered from the abrupt halt which invariably follows the resolution of the heroine's story is the clear-cut indication that marriage will marginalize her character into the vast beyond: "beyond novelistic interest." Marriage or the promise of marriage demystifies and neutralizes the challenge or threat that her sexual availability once presented. The thematic recurrente of marriage as a means of resolution, redemption, or reward within the framework of Cervantes's tales has been duly recognized and examined (Piluso 155-58; Casalduero 11-17). A contemporary re-reading which focuses on the message of marriage and exemplarity must, therefore, avoid revisiting such familiar terri- tory. "What is important about a fiction," Kolodny reminds us, "is not whether it ends in a death or marriage, but what the symbolic demands of that particular conventional ending imply about the values and beliefs of the world that engendered it" (5). A consideration, or more appropriately, a reconsideration of the societal value system that governed Cervantes's world is clearly called for. Friedman has shown how crucial it is that we take into account the implied author when interpreting the dual message system inherent in narrative discourse: "The authorial presence in the text mediates language and meaning, social doctrine and rebellion" (75). He refers here not to the author of the text itself, but to the reading audience (as in Lázaro de Tormes's Vuestra Merced) toward whom the narrative is directed. Critical interpretation of message and meaning must allow for the anticipated reaction of this authorial presence. In the critical examination of Preciosa's dramatic character reversal, indeed, of the entire scheme of inversion which informs the plot of "La Gitanilla," it is imperative that we consider the reaction of the implied author to the message that Cervantes ultimately conveys. Under what conditions would such a reversal of gender and societal roles, as well as a historically unrealistic portrait of a despised minority, be acceptable, entertaining, and more important, exemplary to Cervantes's reading audience? The double inversion of Andrés and Preciosa, playing with identities both dangerous (in light of the pragmáticas) and fictitious, can only be fully realized through a noble marriage that will set right the mundo al revés by realigning and reaffirming the patriarchal order. The picaresque-like representation of the gypsy lifestyle which Cervantes depicts is given a decidedly benign spin that privileges fiction over reality. Friedman's assertion that the texts of picaresque antiheroines "allow for harmless insurgence without threatening social stability" (76) offers a valid explanation for what takes place in "La Gitanilla" as well. Preciosa's threatening behavior, as long as she remains chaste, is indeed nothing more than a harmless insurgence once her true identity is disclosed. Whatever threat to social stability she may have posed is fully insubstantiated by the revelation of her noble heritage and the subsequent silencing of her character. Preciosa and her amiable band of gypsies are fictional representations; thus Cervantes's "willingness to give prominente to antisocial orders and points of view" (El Saffar, Novel 87) is contingent upon the "deshacer tuertos" principle of his most celebrated literary

7 Like Preciosa, the Corregidor also adheres instantly to the prescribed behavior which corresponds to his particular role as paternal overseer, now responsible for securing a prosperous and appropriate marriage for his daugh-ter. His fatherly admonition "Calla, hija Preciosa . . . que yo, como tu padre, tomo a cargo el ponerte en estado que no desdiga de quién eres" (152), recalls the tono and intent of Vives's document cited earlier ("Cata, hija . . "). [255] creation. The undoing of injustice, the wrongs or societal imbalances that must be set right, guide the predictable trajectory for Cervantes's outsiders. The antisocial order, be it gypsies, rapists and their victims, transvestite maidens, or unwed mothers, will be allocated only so much literary space and freedom before it is converted and integrated into the inflexible social code of seventeenth-century Spain. Yet perhaps it is that decisive moment of transgression, what El Saffar calls "the border crossing" ("Confessions" 266), which holds the slippery exemplum that Cervantine critics have attempted to decode over the ages. Was Cervantes merely attempting to convey a message that would reaffirm the existing patriarchal order? Or, as El Saffar suggests, is it the act of transgression itself, the crossing of borders and boundaries, both physical and psychological, social and gender-deter-mined, that must be reexamined? Juan de Cárcamo renounces his noble lifestyle and willfully transgresses social boundaries in the name of love, while Preciosa's crossings, from the borders of nobility to the gypsy world and back again, are dictated by events with which her volition had nothing to do. Although their respective crossings may appear to be structurally balanced, they are fundamentally differentiated by gender-inscribed notions of characterization: the conferment of power and volition to the hero, and the corresponding lack of power and resources available to the heroine. Regardless, both Preciosa and Juan manage to find their way back to the path that their respective birthrights have forged. The successful realignment of their identities, however, is not necessarily the only message conveyed by these transgressions: Whether the effort is successful or not, the act of transgression signals a view of the world based not on essential, eternal separations, but on the sense that all distinctions are at base arbitrary. Categories and distinctions develop out of the operations of desire and fear, but achieve the status of the absolute as a result of power. When the categories accepted as universal are transgressed, their arbitrary nature is momentarily revealed. (El Saffar, "Confessions" 266) The ever-fluctuating world that Preciosa and Juan inhabit is nothing if not a testimony to the arbitrary nature of categories and class distinctions. Preciosa is a gypsy girl whom the world reads as a virtuous noblewoman and who, like Don Quijote, becomes the authenticated embodiment of the fictional self that her intuition has projected. Juan de Cárcamo, masquerading as the gypsy Andrés Caballero, avenges an affront which challenges his nobility-ingrained set of convictions and commits a savage murder. His recovery from the enchantment of his gypsy impersonation to the reality of his social persona suggests a leap from the arbitrary territory of make-believe to the sobering reality of present-day consciousness: …alzó la mano y le dio un bofetón tal, que le hizo volver de su embelesamiento y le hizo recordar que no era Andrés Caballero, sino don Juan caballero. Y arremetiendo al soldado con mucha presteza y más cólera, le arrancó su misma espada y se la envainó en el cuerpo, dando con él muerto en tierra. (145) Even the secondary characters transgress the boundaries, revealing identities that correspond to be the flip side of what they appear to be. Doña Clara, the wife of el señor teniente and the recipient of Preciosa's ribald palm-reading, is clearly penniless despite her retinue of maidservants. She announces that she has not a single coin in her possession to pay for Preciosa's services: "No tenemos entre todas un cuarto" (91),

[256] while her husband the lieutenant, affecting the proper degree of aston-ishment, rifles through his pocket only to admit that he too is equally strapped: " . . . y poniendo la mano en la faldriquera, hizo señal de querer darle algo, y habiéndola espulgado, y sacudido, y rascado muchas veces, al cabo sacó la mano vacía y dijo: '¡ Por Dios, que no tengo blanca!'" (94). The lieutenant and his wife are also participating in the social masquerade; their straitened circumstances suggest that very little separates them from the gypsies who are there to entertain them8. Ultimately, beneath the pastoral and picaresque conventions of masquerade and class inversion, Cervantes reduces that which sepa-rates Preciosa from doña Clara, and later that which separates Preciosa from doña Costanza de Acevedo, to the illusory nature of categories and social distinction. Like Don Quijote, Preciosa knows who she is; she possesses an intuitive faith in herself that will ultimately be substantiated by others. The same can be said for Juan de Cárcamo, whose social inversion, being voluntary, further demonstrates just how deceptive and inconsistent the categories of class distinction can be. By transgressing the boundaries so meticulously constructed and relentlessly observed in seventeenth century Spain, the struggle of the protagonists who are able to negotiate a successful return signals a Cervantine view of the world which embraces a unique dichotomy: the imaginary order, charged with possibilities, and the cultural order, embedded in absolutes. Chosen as the first to open the collection of tales, Preciosa sets a telling precedent for the sorority of exemplary heroines who follow her. The trajectory of her character delineates the foremost "honesto fruto" that the reader may pluck from between the lines: a virtuous woman who remains so in the face of constant trials and tests is not only exemplary, but worthy of nobility and a Christian marriage. She may transgress the boundaries, or even occupy the fringes of society, but a happy desenlace awaits her if she learns to manipulate her fate through an understanding of the value of silence and conformity. Further clarifica don of this message is presented in the characterization of Preciosa's antithetical rival Juana Carducha. The considerable dowry which she is able to offer Andrés (a requisite that Preciosa cannot, as a gypsy girl, fulfill) does not in itself render her worthy of marriage. Although Juana, like Preciosa, is depicted as "desenvuelta" (143), her actions demonstrate that she is devoid of virtue. Whereas Preciosa's attribute isbalanced with grace, wit, and discretion, Juana's desenvoltura takes on an increasingly pejorative meaning as her characterization unfolds. Juana's desire for Andrés is based on evil impulses; the narrator plainly attributes her infatuation to the most impure and transitory of emotions: corporeal lust9. While watching Andrés perforen in a dance with the other gypsies, Juana is easily overcome by sinister (orces. The expression "la tomó el diablo" (143) implies not only possession but frailty of character. Clearly, Juana is incapable of resisting temptation. She hastily seeks out Andrés and, following a brief preamble regarding her economic qualifications, offers herself to him, never once alluding to love: "Hasme parecido bien: si me quieres por esposa, a ti está; respóndeme presto, y si eres discreto, quédate, y verás qué vida nos

8 A discussion of the parallel of abundancia and esterilidad in the houses of Don Francisco de Cárcamo and the teniente is presented in Horst 87-127. 9 The overtones of juana's "carnality" have not escaped critical notice. She has been identified as a "mujer lasciva" (Casalduero 48), her desires have been described as "malos" and "impuros" (Piluso 125), and her actions as indicative of her "sensuality and covetousness" (Horst 115). [257] damos" (143). Her aggressive solicitation of Andrés, her promise of wealth, and her impatient marriage proposal stand in stark juxtaposition to the ideology and behavior that has governed the courtship of Andrés and Preciosa. The thwarted outcome of Juana's subsequent vengeful plot against Andrés holds a double message regarding exemplary models of behavior. Social status, particularly nobility, does not necessarily or invariably correspond to nobility of character. As Preciosa's antithetical double, Juana represents the inversion of virtue and discretion. She shows that she does not understand the value of silence or conformity: she transgresses the boundaries, violates social codes of honor and behavior, and is left dangling on the fringes of the narrative as a mere afterword. Consequently, Juana offers an exemplum which is predicated on the punitive outcome of her brazen behavior. She depicts the folly of desire when it is based on nothing more than an impulse for instant gratification, while Preciosa's stipulations and time conditions reveal her wise intention to cultivate a mutual desire that is based upon reason, respect, and "her refusal to be treated as an object" (El Saffar, Novel 95). The critical readings of Preciosa's character have applauded her originality, her eloquent speech, and her unique combination of seem-ingly incompatible traits. Such notice, particularly in light of her comparison to the heroines who follow in the Novelas ejemplares, has led to the presumption that after creating Preciosa, Cervantes broke the mold. In fact, the opposite is true: Preciosa's pattern survives and resurfaces, not only in the Novelas ejemplares but in the Persiles as well. Recognizing the paradigm of what constitutes her exemplarity will bring to the forefront those heroines who have long stood in obscurity. Preciosa does push the boundaries as a representational paragon of virtue and excellence. Cervantes endows her with a greater amount of freedom than any of her other exemplary constituents. It is the provi¬sional aspect of her freedom, however, that must be re-examined, as well as the manner in which Cervantes depicts the perilous combination of freedom and femininity. The metamorphosis of Preciosa in the final pages of the narrative where she becomes uncharacteristically silent endorses a belief system as manifest as any of her explicit disquisitions on love and marriage. The unsettling effect of Preciosa's instantaneous transformation, her silence which replaces her eloquence, her deferment in place of her spirited willfulness, is lost in the crescendo of fortuitous events that close the tale. Ultimately, we are left to synthesize the incongruous identities of the vibrant Preciosa of before with the pallid Costanza of after. The celebratory tone of the ending, which has been shown to be consistent with the structural conventions of romance, induces the reader to interpret as ideally resolved each and every conflictive aspect of the plot, from Juan's reunion with his estranged father to Juana's belated confession and subsequent pardon. Cervantes closes his novela with a vision of indelible bliss, then seals it with a blend of the disciplines to which he was irresistibly drawn: poetry and history. The tale is immortalized by the poets of Murcia, who "tomaron a cargo celebrar el extraño caso, juntamente con la sin igual belleza de la gitanilla" (157), and is likewise inscribed into history by the licentiate Pozo, in whose verses "durará la fama de la Preciosa mientras los siglos duraren" (158). If we read Cervantes's tale as textual archaeologists, with a view to uncover the gaps, trace and codify patterns of silence and absence, and "pick the clever, intricate locks of language that secu re the more subtle secrets of the narrative" (Heilbrun and Stimpson 62), we are inevitably confronted with the necessity of interpreting the disparate nature,

[258] as well as the finality, of Preciosa's silent characterization as a representational device in an exemplary—and therefore didactic—context. Whether or not Cervantes intended to deliberately encode his exemplum with an endorsement of female silence and submission, the conclusion of "La Gitanilla" nevertheless equates the assimilation of these traits with conjuga] happiness and a sense of balance and resolution. Willingly, knowingly, Preciosa surrenders her marvelous desenvoltura in exchange for social and marital status, and in the process her gypsy identity is revealed to be a falsehood. This information alters, retrospectively, the perception of Preciosa's initial freedom, as well as her former notions of autonomy. While justification for her virtuous conduct and her "espiritillo fantástico" is disclosed, the identity which allowed her to express her autonomy is disproven, infusing the depic-tion of Preciosa's desenvoltura with a rationale that conjoins illusion and inauthenticity. The fact that Cervantes disassociates Preciosa from the lively traits of her former self suggests that the concept of a virtuous noblewoman who is also desenvuelta is not only incongruous, but inconceivable. There is irony in the idea that Preciosa must forfeit those engaging yet problematic aspects of her identity which emphasized her positive notions of selfhood before she may embody what is clearly intended as a fully-realized model of female exemplarity. It is not only the signifi¬cante, but the minimization of that loss, rendered almost subliminal by the crescendo of resolution, which looms between the lines: an exemplary subtext which imparts as requisite the necessity of sacrificing individual freedom in exchange for exemplary femininity. WORKS CITED Amezúa y Mayo, A. González de. Cervantes, creador de la novela corta española. Vol. 2 Madrid: CSIC, 1958. 2 vols. 1956-58. Casalduero, Joaquín. Sentido y forma de las Novelas ejemplares. Buenos Aires: Coni, 1943. Cervantes, Miguel de. Novelas ejemplares. Ed. Juan Bautista Avalle-Arce. Vol. 1. Madrid: Castalia, 1982. 3 vols. Covarrubias, Sebastian de. Tesoro de la lengua castellana o española. (Madrid, 1611), Ed. Martín de Riquer. Barcelona: Horta, 1943. Domínguez-Ortiz, Antonio. "Documentos sobre los gitanos españoles en el siglo xvii." Homenaje a Julio Caro Baroja. Madrid: CDIS, 1978. 319-26. El Saffar, Ruth. Novel to Romance: A Study of Cervantes's Novelas ejemplares. Baltimore: Johns Hopkins UP, 1974. —. "Confessions of a Cervantes Critic." JHP 13(1989): 253-70. Forcione, Alban K. Cervantes and the Humanist Vision: A Study of Four Exemplary Novels. Princeton: Princeton UP, 1982. Friedman, Edward H. "'Girl Gets Boy': A Note on the Value of Exchange in the Comedia." Bulletin of the Comediantes 39 (1987): 75-83. Heilbrun, Carolyn and Catherine Stimpson. "Theories of Feminist Criticism: A Dialogue." Feminist Literary Criticism: Explorations in Theory. Ed. Josephine Donovan. Lexington, KY: UP of Kentucky, 1989. 61-73. [259]

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[260] tipos de discurso que caracterizan al mundo gitano. Por un lado, lo que podría denominarse discurso de la deshonra, siempre enunciado por una voz que pertenece o representa al mundo cristiano, con una mirada propia de la posición dominante. Este discurso se presenta como aceptado por la mayoría, está naturalizado y en cierto sentido parece incuestionable. En La Gitanilla es también el punto de vista del propio narrador. Por otro lado, el discurso del orgullo, que debe ser entendido como la propia valoración que el otro (en este caso, el gitano) hace de sí. Este discurso es enunciado por distintos personajes, y necesariamente se considera en relación a sus acciones. Ya desde el comienzo aparece un ejemplo de discurso de la deshonra, por medio del cual se representa de forma totalmente negativa a la sociedad de los gitanos: “Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse ladrones, estudian para ladrones, y, finalmente, sale con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo, y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como ac[c]identes inseparables, que no se quitan sino con la muerte.” (Cervantes, 1995, p.61) Aquí el narrador describe y caracteriza a los otros a partir de sus propios valores morales que corresponden a los del mundo cristiano. Teniendo en cuenta que el párrafo abre la novela, la desvalorización que se hace de los gitanos puede ser considerada guía o indicación que predispone al lector a leer lo que sigue bajo determinadas premisas o consideraciones. Este tipo de valoración se repite y refuerza a lo largo de la novela, en diversos comentarios que el narrador hace, y que justamente aparecen en aquellos momentos en que determinadas acciones de los gitanos no se ajustan a esta descripción negativa, dado que se trata de actitudes positivas: “Llegóse a él Andrés y otro gitano caritativo –que aun entre los demonios hay unos peores que otros” (el subrayado es mío) (Cervantes, 1995, p.109). Se ve aquí claramente que, aunque se lo describe como un gitano caritativo es por sobre todo demonio, dado que, más allá de lo que haga no puede negar lo que es: así, cualquier acción que lleven a cabo los gitanos no alcanza para modificar su propia naturaleza. El discurso del orgullo esgrimido por los propios gitanos intentará poner en duda esta caracterización. Sin embargo, este discurso no debe ser visto como una exacta negación de la descripción que hace el narrador (y que remite a una opinión común), sino como la re-valoración en un sentido moral, de los aspectos constitutivos del mundo gitano. Así, el discurso del orgullo no niega el discurso de la deshonra, no son discursos opuestos, sino que se toma la crítica o la desvalorización, para volverla virtud y mostrar su faceta positiva. De esta forma, opera una transformación de aquello que se considera deshonroso en algo de lo que se puede estar orgulloso. Preciosa no niega que los gitanos sean ladrones, sino que, gracias a ser ladrones, son más inteligentes, más sagaces. “Los ingenios de las gitanas van por otro norte que los de las demás gentes: siempre se adelantan a sus años; no hay gitanos necio, ni gitana lerda; que como el sustentar su vida consiste en ser agudos, astutos y embusteros, despabilan el ingenio a cada paso.” (Cervantes, 1995, p.76) El discurso del orgullo cumple, de esta manera, dos funciones: en primer lugar, plasma esta contra-valoración, que implica tomar (y aceptar) el discurso de la deshonra, para invertir los juicios. En segundo lugar, pone en evidencia aspectos de la comunidad que no son tenidos en cuenta por el discurso dominante:

[261]

“Nosotros guardamos inviolablemente la ley de la amistad: ninguno solicita la prenda del otro; libres vivimos de la amarga pestilencia de los celos. (...) Pocas cosas tenemos que no sean comunes a todos (...) En conclusión, somos gente que vivimos por nuestra industria y pico, y sin entremeternos con el antiguo refrán: ‘Iglesia, o mar, o casa real’, tenemos lo que queremos, pues nos contentamos con lo que tenemos.” (Cervantes, 1995, p. 101-102) De esta forma, a partir de definirse a sí mismos, los gitanos destacan las carencias del mundo cristiano. La posibilidad que tienen de tomar la palabra para describirse a sí mismos cuestiona los valores dominantes (los del mundo cristiano) ya que los corre ese lugar de únicos o universales, y los considera como uno más en la amplia diversidad del género humano. Ruhe, en su estudio sobre El amante liberal, propone que “Cervantes utiliza el setting oriental para cuestionar las representaciones convencionales de matrimonio, género, masculinidad y feminidad, individuo y libertad” y como ella misma agrega, “está pues en una misma línea con sus otros textos” (2011, p.206). Así, es posible extender esta operación como crítica en la novela que estamos analizando: los gitanos cuestionan la propiedad privada, en pos de proponer una propiedad comunal de los bienes materiales, que se reparten equitativamente a todos los integrantes de la comunidad; cuestionan también los celos; cuestionan la falta de libertad de decidir, en especial la de decidir sobre la propia vida (Preciosa puede decidir ella misma con quién y bajo qué términos se casará, mientras que Constanza está sujeta a la decisión de sus padres). Ser y parecer La tensión entre mundos contrapuestos puede trasladarse a los personajes, a partir de la dicotomía ser / parecer, relacionada directamente con el empleo de la anagnórisis como recurso narrativo fundamental. Este recurso consiste en el reconocimiento de la verdadera identidad de un personaje, según la propuesta de Tejeiro Fuentes (1999). Los dos casos paradigmáticos que consideraré aquí son el de Preciosa/Constanza y el de Andrés Caballero/don Juan. El cambio de identidad sólo se completa a partir del cambio de nombre, que implica, al mismo tiempo, cortar cualquier lazo visible entre el mundo que se deja y el mundo que se adopta. En el caso de Andrés, veremos que hay características no visibles relacionadas con determinados valores morales, como el rechazo a robar, que nunca se podrán dejar definitivamente. Si bien Tejeiro Fuentes propone distintos tipos de anagnórisis en las Novelas Ejemplares, aquí me centraré sólo en la anagnórisis física que es la que aparece en La Gitanilla, y que se define como aquella que “parte de los sentidos y nos permite reconocer a una persona perdida u olvidada a través de algún objeto, marca o señal que prueben o atestigüen la verdad de sus orígenes. (...) soluciona el conflicto de manera inmediata, no requiere de mucha imaginación y, por tanto, adolece de valor artístico y literario.” (Tejeiro Fuentes, 1999, p.543). A partir de esta definición, se explica que sólo cuando existen evidencias físicas que indican quién es realmente cada personaje, ocurre este descubrimiento. Por este motivo, la abuela de Preciosa temía “que en aquel escrutinio no se manifestase los dijes de la Preciosa y los vestidos de Andrés” (Cervantes, 1995, p.123). Son estos objetos físicos, más que una forma de actuar, pensar o sentir, los que pueden descubrir la verdadera identidad de cada personaje. Incluso, recién cuando doña Guiomar revisa el cuerpo de su

[262] hija, confirma quién es verdaderamente. Durante todo el desarrollo de la novela, a pesar de que se dan indicios de que Preciosa podría no ser quien se cree que es, relacionados con su personalidad (que bajo la definición de Tejeiro Fuentes no son objeto de los sentidos), no se postula como una posibilidad real, justamente, porque faltan esos elementos, esos objetos, esas pruebas dadas por los sentidos. Hay una diferencia fundamental entre los dos casos mencionados: en cuanto a Preciosa, el lector descubre la verdad al mismo tiempo que lo hace ella misma. Por el contrario, en cuanto a Andrés, opera una doble anagnórisis, en la cual, al principio el lector tiene menos conocimientos que Preciosa: “Mi nombre es éste –y díjosele–; el de mi padre ya os lo he dicho. La casa donde vive es en tal calle, y tiene tales señas” (Cervantes, 1995, p. 84). Luego, cuando Preciosa comprueba (y el lector descubre) la identidad y la filiación de don Juan, y éste se transforma en Andrés Caballero, el lector pasa a ser cómplice, junto a la gitana, del ocultamiento de la verdad para el resto de los personajes, y que recién es descubierta hacia el final. Esto corre en paralelo con las creencias de los propios personajes: Preciosa, mientras se encuentra en el mundo de los gitanos, cree ser gitana, a pesar de la mención constante a las características sobresalientes de su personalidad que ponen en duda dicha identidad: “En verdad, en verdad que merecía ser hija de un gran señor” (Cervantes, 1995, p.66). Así, pertenecer a uno u otro mundo (ser gitano o ser noble) es algo que va más allá del parecer uno u otro. De esta manera, aunque Andrés Caballero decida entrar al mundo gitano, se vista como gitano, tome un nombre gitano, nunca será gitano: su relación con ese mundo nunca podrá ir más allá de lo superficial, la apariencia, nunca dejará de ser don Juan, nunca podrá robar. Lo destacable, entonces, es que la apariencia, si bien oculta, no puede negar lo que cada personaje es. Algo similar le sucede al lector: lee e interpreta las acciones y actitudes de Preciosa durante su vida de gitana, no como las acciones de una noble que se hace pasar por gitana, sino como una gitana excepcional, porque el lector no sabe todavía quién es Preciosa. Por el contrario, interpreta las acciones de Andrés, no como las de un gitano excepcional, sino como las de un noble que se hace pasar por gitano, justamente porque sabe quién es. La tensión entre ser y parecer es una consecuencia de la tensión de los distintos mundos ya analizada. Lo que un personaje es depende del punto de vista desde el cual se lo considera, es decir, en qué mundo se lo incluye, y bajo las normas de qué mundo se lo juzga. Vista de esta manera, la relación entre ser y parecer es similar a la relación de contraposición de los dos mundos, en los cuales incluso ser y parecer toman formas o significados distintos. A partir de esto se puede hablar de una relación especular entre los mundos contrapuestos: un mundo es reflejo del otro, no su completo opuesto. A la vez, Preciosa es el reflejo de Constanza, y Andrés Caballero es reflejo de don Juan. Así, hay dos imágenes distintas e iguales que aparecen al mismo tiempo. Preciosa es Constanza, las dos a la vez, no puede elegir una u otra: “que este nombre Preciosa quiero que se te quede, en memoria de tu pérdida y de tu hallazgo; que yo, como tu padre, tomo a cargo el ponerte en estado que no desdiga de quién eres”. En ella coexisten los dos mundos, y todo lo que eso implica. Allí reside la tensión. Lecturas ejemplares La pregunta por la ejemplaridad en las Novelas Ejemplares ha presentado muchas controversias y resulta difícil de resolver. No es posible considerar en La Gitanilla lo ejemplar como un simple caso de exempla, en el sentido medieval del término, por medio del cual hay una sentencia o lección moral con objetivos pedagógicos únicamente. La

[263] lección aquí se diluye y la ejemplaridad no es explícita, no está dada, sino que Cervantes deja abierta a las posibles interpretaciones. Resulta fundamental, entonces, la operación de lectura que se hace sobre el texto, es decir, el papel que asume el lector en tanto mediador entre los dos discursos, y así también entre los dos mundos. Es él (el lector) quien debe decidir cuál es la enseñanza que considerará, qué valores prevalecerán. El contraste de mundos es lo que le otorga al lector la posibilidad de decidir y resolver la tensión. Como dice Riley en relación con esta problemática, en Cervantes “la literatura imaginativa era ejemplar simplemente por ser representación de la vida” (Riley, 1966, p.173). Desde el Prólogo, el autor advierte una doble finalidad en las novelas que escribe. Por un lado dice que les ha “dado el nombre de ejemplares” porque “no hay ninguna de quien no se pueda sacar algún ejemplo provechoso” pero luego agrega que su “intento ha sido poner en la plaza de nuestra república una mesa de trucos, donde cada uno pueda entretenerse” (Cervantes, 1995, p.52). A lo útil se suma el entretenimiento, la literatura no ya con objetivos educativos o pedagógicos, sino ocupando los momentos de ocio. Además vemos que lo ejemplar puede pensarse, entonces, en dos dimensiones básicas: por un lado, la dimensión moral, relacionada con los sistemas de valores que se ponen en juego, se cuestionan, se subvierten y compiten, como se vio en el caso de la novela La Gitanilla; y por otro lado, la dimensión estilística, relacionada con la capacidad comunicativa y con la forma (y el derecho) de ejercer dicha capacidad. Esto es, con una forma de escribir literatura, que también hace referencia a la originalidad: “éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas; mi ingenio las engendró, y las parió mi pluma, y van creciendo en los brazos de la estampa” (Cervantes, 1995, p. 52). La ejemplaridad en cuanto a lo estilístico pone en evidencia el valor del propio texto. De esta forma, el factor clave para definir y caracterizar a los distintos mundos, y que explican esa tensión que se genera entre ellos, se deriva de las distintas operaciones de lectura que son posibles hacer del texto, y sobre todo, las lecturas que se hacen sobre este juego de oposiciones, sobre cada uno de los discursos y la relación que se establece entre ellos, sobre lo que los personajes son y lo que los personajes parecen ser, y cómo esto los define también a ellos. En principio parecería imposible aunar los distintos discursos, los distintos mundos, las distintas identidades, porque a simple vista son oposiciones irreconciliables, pero no por negación de una por la otra, ni por la inversión total, sino, justamente, por la valoración que todo esto implica, y por los principios y valores que de ellos se extrae. Si bien el texto parece inclinarse en favor de uno de estos mundos, la tensión nunca termina de resolverse: los ladrones no son sometidos a la ley del mundo cristiano, es decir, no hay castigo, e incluso se permite la inclusión de un representante del mundo gitano (la abuela de Preciosa) en el seno de la nobleza. De esta forma, el reflejo, al tensión, el cuestionamiento es “crítica y denuncia en la medida en que pone de relieve la incoherencia de la norma” (Molho, 2005, p.153). BIBLIOGRAFÍA Cervantes, Miguel de. Novelas Ejemplares, 1 vol., Atalaya, Barcelona, 1995. Molho, Maurice. De Cervantes. Editors hispaniques, Paris, 2005. Rhue, Cornelia. “Sin poder, pero con armas Esclavitud y cognición en El amante liberal, de Miguel de Cervantes”, Anales Cervantinos, Vol. 43, 2011. Riley, Edward. Teoría de la novela en Cervantes, Taurus Ediciones, Madrid, 1966.

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Tejeiro Fuentes, Miguel. “El recurso de la anagnórisis en algunas de las Novelas Ejemplares de Cervantes”, Anales Cervantinos, Vol. 35, 1999.

Encuentro y coexistencia de dos sociedades en el siglo de oro La Gitanilla de Miguel de Cervantes1 Desde hace dos arios, a petición de la Dirección Nacional del Apostolado Gitano, La Gitanilla queda oficialmente excluida de los libros de textos de la enseñanza española. ¿Contribuía en efecto a reforzar, por el prestigio de lo escrito y por el de su autor, un estado de espíritu que bien podemos llamar racista? Claro que si éste no existiera, La Gitanilla resultaría totalmente inocua, fuese la que fuese su presentación —completa o fragmentaria— en las clases. En cambio, aun con esta censura y exclusión, el prejuicio anti-gitano seguirá existiendo en España, al igual que el estereotipo de otros pueblos marginados por la sociedad y la cultura europea, los Indios por ejemplo. Se habrá perdido una buena oportunidad para explicarlo y hacerlo, por tanto, menos ofensivo. El conocimiento que tiene el Español medio de la figura de Cervantes saldrá falseado por una medida que borra el problema en vez de tratarlo. Una obra de riqueza pocas veces sospechada quedará todavía más desconocida. El autor, los Gitanos españoles y los Españoles no gitanos —los payos—, sólo pueden salir perdiendo con ese destierro. Además de La Gitanilla, utilizaré para demostrarlo dos obras de Cervantes en las que los Gitanos aparecen de modo episódico pero bastante extenso: la última de las Novelas ejemplares, el Coloquio de los perros, y Pedro de Urdemalas, comedia editada el Mismo año (1613) que refleja la misma visión e interpretación cervantina de los hechos2. Las tres obras, aún más claras a la luz de la prohibición que mencionamos, caracterizan y tratan de enfocar la sociedad gitana, tal como se podía observar en el Siglo de Oro; presentan además, dentro del mismo relato y en el espíritu del autor, el encuentro entre dicha sociedad y la sociedad « paya » en la que solemos reconocernos. Cervantes publica y parece haber escrito La Gitanilla en la última etapa de su vida. Ya en la sombra de la Cofradía del Santísimo Sacramento de Madrid, puede hablar con más soltura y franqueza. Puede manifestar más claramente la libertad de criterio y posturas a la que siempre le inclinaron su cultura polifacética, su condición relativamente modesta, difícil de vivir y a veces casi marginada, la curiosidad y mentalidad crítica desarrollada tanto por sus aventuras militares, administrativas y literarias como por sus contactos con toda la escala social de su tiempo — desde los mundillos de la Corte hasta el mundo a veces familiar y acogedor, a veces « amplio y ajeno » de la picaresca. Puede dejar rienda suelta de vez en cuando, y siempre, dar paso más que en las etapas anteriores, a ese relativismo abierto y benevolente que revela y encubre a la vez su vivísima bondad y la agudeza de su inteligencia crítica.

1 Esta ponencia desarrolla un primer estudio presentado en Praga, el 6 de abril de 1970, a la Academia de Ciencias Checoeslovaca. Se debe, pues, al igual que dicha oportunidad. a la generosidad de los hispanistas checoeslovacos, y especialmente a mi amigo Arnold Hala. 2 Además de esos tres textos, se encuentran en Cervantes alusiones fugitivas y conven. cionales a los Gitanos, en el entremés de La elección de los alcaldes de Daganzo en los capítulos XXI y XXX de la primera parte del Quijote, y en otra Novela ejemplar : La ilustre fregona. [265]

« Sí —exclama en el Prefacio de las Novelas ejemplares3 que no siempre se está en los templos, no siempre se ocupan los oratorios, no siempre se asiste a los negocios, por calificados que sean; horas hay de recreación, donde el afligido espíritu descanse. » Esa actitud deliberada de ocio de las Novelas, al igual que la atmósfera jocosa de Pedro de Urdemalas, es la que le permite conceder a los Gitanos en ambas obras un puesto y una atención especial. La primera designación colectiva que utiliza, al principio de La Gitanilla, es la de « nación ». Cervantes los trata como una entidad étnica efectiva, aparte, aunque mezclada de modo más o menos ocasional con otros grupos marginados y posibles etnias «folk» de la España contemporánea4. La etnia y la tribu o clan de Preciosa corresponden con creces a la definición científica, aunque repetitiva en apariencia, según la cual una etnia, lo mismo que una tribu, es «una unidad social cuyos miembros aseguran que forman una unidad social5». Preciosa y los suyos se definen constantemente como Gitanos y se sitúan como tales respecto a los que les rodean. Cervantes parece tan consciente como ellos de que tienen una ley, una ética, un modo de vida y una constelación o conjunto de valores propio; de que forman, por tanto, una sociedad estructurada y dotada de una cultura viva. Más que cualquier gran escritor de su tiempo, él tiene ojos para ver a ese pueblo entonces medio desconocido, medio rechazado como inasimilable, y negado cada vez más como tal, paradójicamente, en nombre del humanismo y de la igualdad entre los hombres. ¿Cómo conoció Cervantes a los Gitanos? Durante su infancia, como todo el mundo en Castilla. Preciosa también se crió en Castilla y anda por ella con los suyos, volviendo periódicamente a Madrid. Los miembros del grupo conviven con los payos en muchas y diversas ocasiones que son las clásicas de aquellos tiempos: en busca del pan cuotidiano, ya que sus actividades artísticas y artesanales responden a una demanda de la sociedad paya ; en las carreteras que conducen a la capital, donde las gitanas entran y salen mezcladas con las aldeanas que también encuentran en Madrid sus modos de subsistencia : en las Fondas donde suelen parar ; al azar de los viajes y aventuras en las que más de una vez el campamento sirve de refugio a los jóvenes payos marginados más o menos accidental o voluntariamente de su propio mundo (papel de acogida tan frecuente y conocido que ha llegado a pertenecer a la imaginería « gitana » literaria y popularizada, por ejemplo, por nuestro Astérix en Ibérie). Cervantes también encontró — y trataría — a los Gitanos en sus viajes juveniles por Andalucía (hacia los 17 años), y cuando vive en ella como recaudador de impuestos y víveres. Tuvo que codearse con ellos en cuanto su condición le acercó al mundo bullicioso de los soldados y al de los cómicos, en España y probablemente también en Italia. Vivió al lado de ellos en las prisiones: cuando retrata al afligido Andrés en el calabozo, ya sabe de lo que está hablando; como poeta, por fin, pudo entenderlos mejor6, reconociéndolos

3 Miguel de Cervantes Saavedra, Obras completas, Madrid, Aguilar, 1970, p. '770, col. 1. Nuestras citas se referirán a este volumen, indicando primero la página y después la columna. 4 Se puede sospechar que algunos grupos errantes del Quijote también merecen ese cualificativo etnológico, aplicado a las sociedades y culturas distintas de las de la ciudad — o civilizaciones — y no admitidas por ellas. 5 Definición de S. F. Nadel (A black Byzantium, The Kingdom of Nupe in Nigeria, Oxford Un. Press, 1947, p. 17) adoptada por 7. P. Liégeois ("Question de définition", Etudes tziganes, Paris, 1974, p. 16-19), quien concluye : "Nous laisserons done le 'Tzigane' se définir lui-raéme et se laisser définir par ceux qu'il estime aussi 'Tziganes". 6 Primero porque conocen la escasez y las urgencias que supone (775, I) ; segundo, por saber contentarse con muy poco (784, I); y por fin porque generalmente no saben, ni les interesa enriquecerse, ni acumular dinero. [266] además como artistas. Acaso entregaría a alguna bailarina gitana unos cuantos versos de su cosecha; vemos cómo Preciosa recita poesías y baila unos bailes « cantados » de los que Cervantes da la letra, seguramente compuesta por él: «que también hay poetas que se acomodan con gitanas, y les venden sus obras (...). De todo hay en el mundo, y esto de la hambre tal vez hace arrojar los ingenios a cosas que no están en el mapa», es decir, a actividades inéditas, ilícitas o marginadas7. Tan cerca está el autor de La Gitanilla de los Gitanos de su tierra, y mezclado con ellos de modo tan corriente y natural, que da con ellos en su propia familia. La abuela materna de su prima hermana Martina de Cervantes fue una Gitana famosa por su belleza, María de Cabrera — y su abuelo, « natural » por cierto, don Diego de Mendoza y Luna «el Grande», duque del Infantado8. Bella, honesta, desenvuelta, aguda y discreta, enérgica y « bien razonada », llena de donaire, pero dueña de sí misma y respetada por los demás, Preciosa « resplandece » entre sus compañeras « como la luz de una antorcha entre otras luces menores9». Tiene quince años, es rubia con los ojos verdes, cosa que no sorprende a nadie; y efectivamente no hay de qué: todos hemos conocido Gitanos de ojos claros y de pelo rubio o cobrizo. Educada con esmero y amor por la vieja Gitana que dice ser su abuela, canta y baila en la calle, en la iglesia, en las casas particulares, maravillando a Gitanos y payos; especialmente a dos jóvenes de noble estirpe, el paje don Sancho, alias Clemente, quien le pone en la mano entre honestas alabanzas un escudo de oro envuelto en un poema, y don Juan, o sea Andrés, quien a petición suya se hace Gitano y debe compartir dos años seguidos, para poder casarse con ella, todas las actividades y la vida del grupo errante. La ceremonia de adopción del futuro o posible esposo por el clan de Preciosa es la que nos introduce en las reglas de vida y la existencia diaria de los Gitanos; es su detención la que provoca el desenlace: el reconocimiento de Preciosa por su padre, el Corregidor. Este perdona alegremente a la abuela fingida, autora del rapto de la niña en mantillas, pero también responsable de su felicidad actual. El amor de Andrés, el Gitano nuevo, devuelto a su primera identidad de Juan de Cárcamo, y Preciosa, a quien sus padres conservan el nombre gitano, se ve reconocido y confirmado por el mundo payo al que acaban de reintegrarse. Del mundo gitano en que llegaron a estimarse, la novela utiliza y pone de relieve las reglas y costumbres sociales, y primeramente el modo de vida. Existencia nómada, en común, de núcleos reducidos de familias viviendo cada una en su tienda o caballa improvisada, formados en campamento provisional en pleno campo al hacer etapa, algo distanciados de las poblaciones cuando paran más tiempo para buscar el sustento, menos los que en casos excepcionales se acogen a la fonda del pueblo. El grupo se ha detenido en medio de un bosque extremeño cuando el falso Clemente, extraviado y fugitivo, encuentra un asilo en el aduar10 de Preciosa; cuando don Juan se reúne con ellos para compartir la vida y el destino de su amada, han establecido el campamento por las afueras de Madrid; al alojarse en un pueblo con unos cuantos compañeros es cómo el mismo Andrés suscita la

7 8 Amada López de Meneses, "Una Gitana, prima de Miguel de Cervantes : Martina de Cervantes", Pomezia, Barcelona, nov. 1968, p. 303-305. 9 779, 2. 10 Palabra aplicada por Cervantes ora al grupo clánico, ora al campamento. La palabra "rancho" en cambio se emplea en la novela tanto para el compamento como para cualquiera de las tiendas que lo componen. [267] pasión y los celos rencorosos de la hija de la mesonera, cuya trampa lo hará prender como ladrón. Esos núcleos gitanos aparecen nutridos de una cultura oral común, hecha de costumbres y conocimientos concretos ligados con sus actividades de subsistencia y demás necesidades vitales, entretejida de poesía castellana, música y danza, de relatos formativos, morales, o divertidos, transmitidos de grupo a grupo. Respetan entre ellos y para con los payos una ética propia, mantenida con firmeza, incluso en lo llamado robo por nuestra cultura y sociedad. Conservan entre estas unidades sociales básicas, a pesar de las distancias, unos lazos estrechísimos de comunicación de noticias, información y solidaridad. De no ir el aduar de Preciosa a Sevilla, Clemente puede llegar a dicha capital juntándose con otro grupo que saben encontrarán dentro de cuatro días. /sladie duda de que éste se encargue de él. Verdad es que Clemente lleva mucho dinero, y paga generosamente la hospitalidad que él mismo les pidió. Pero muy pronto le estiman y aprecian como persona, por sus prendas físicas y morales, pues tanto él como Andrés, nos dice el autor, « eran de las Gitanas más que medianamente queridos, y de los Gitanos en todo extremo respetados11». Cervantes menciona de paso, describe y trata de explicar los recursos vitales de los Gitanos, subrayando dos rasgos originales: el carácter liberal, o sea no dependiente, y la limitación de los mismos a la satisfacción de las necesidades primordiales, dando en ellos un papel esencial a la actitud mental de la cosecha. Cualquier trabajo ambulante toma este matiz de recolección, sobre todo en la vida nómada, ya que exige la búsqueda siempre renovada del patrono o cliente provisional, del objeto o animal por « tratar » aparecen marcados con este signo, por las calles o en las casas, cantos y bailes retribuidos por los payos y practicados por toda la tribu de Preciosa, incluyendo a los miembros adoptivos ; las proezas acrobáticas, realizadas tanto por gusto como para ganarse la vida y en las que sobresalen Andrés y Clemente por las fiestas y las ferias ; el cuidado y comercio del ganado, en el que los Gitanos han venido a ser maestros, haciéndose famosos hasta polarizar hacia su figura de leyenda todo el folklore pintoresco y picaresco de la profesión12; las artes del fuego y el metal, simbolizadas en la ceremonia de iniciación de Andrés con el martillo y las tenazas que le ponen en las manos13; el oficio de videntes y pitonisas, tan preciado en el Siglo de Oro como hoy en día ; el arte y oficio de partera, muy probablemente practicado — ya volveremos a ese punto — por la «abuela» de Preciosa. La actividad de recolección se hace visible, y la mentalidad correspondiente funciona de lleno en lo que los Gitanos, vistos por Cervantes, no parecen diferenciar del mero coger los productos de la libre naturaleza: cosecha o merodeo, caza o pesca, y por fin robo de objetos y dinero, del que Cervantes sospecha el sentido y sugiere el verdadero espíritu gracias a los recursos de su lúcido y humorístico ingenio. Por eso es por lo que el discurso iniciático del Gitano viejo, así como el de Maldonado, «Conde» de los Gitanos14, a Pedro de

11 797, 1. 12 Véase la anécdota contada en el Coloquio de los Perros, p. 1020, 2 y 1021, 1. 13 789, 1. La palabra "ceremonia" es de Cervantes. En el Coloquio (1020, 1), Berganza recuerda que los Gitanos venden por las calles "tenazas, barrenas, martillos, y ellas, trébedes y badiles", que también son las herramientas del ladrón. 14 Es decir que desempeña el doble papel de jefe del grupo e intermediario entre Gitanos y payos. El título nobiliario le atrae un mínimo de respeto entre estos últimos, pero también sugiere una equiparación o por lo [268]

Urdemalas, recuerdan irresistiblemente la abundancia y el anárquico «tomar del montón» de la Edad de Oro. El elogio que hacen de la vida gitana lleva a la evocación casi directa de las imágenes tradicionales allegadas a ese mito o símbolo desde Lucrecio y Séneca por lo menos, y que el Renacimiento había reactivado últhnamente, de muchísimas maneras y bajo diversas formas, en tanto que tema cultural15. A falta de poder profundizar en este punto decisivo, pero afortunadamente clarísimo para el que como Cervantes tiene ojos en la cara y domina el reflejo de propiedad, conviene subrayar la flexibilidad y soltura perspicaz con la que presenta al lector esa forma ilícita de cosecha que viene a ser el apropiarse una persona los bienes ya detenidos por otra. —Pero... ¡es un robo! — ¿Qué querrá decir esto? — No hacemos más que recoger, explicarían los compañeros de Preciosa, lo que la gente deja por ahí tirado o guarda con demasiada negligencia y falta de interés: «Hurtamos, o, por mejor decir, avisamos que nadie viva descuidado de mirar dónde pone su hacienda », dice muy grave el anciano, con cierta malicia. Dicha malicia no obra, por supuesto, en sentido único. Así debe entenderse, poniéndole su grano de sal humorístico y reconociendo de paso la sorna cervantina, la definición de los Gitanos como ladrones de nacimiento, vocación, y profesión, que encabeza brutalmente la novela de La Gitanilla; definición reproducida con la mayor complacencia por la lengua de víbora de Berganza en el Coloquio de los perros, pero apenas evocada en el idílico discurso de Maldonado a Pedro de Urdemalas. Sí; los Gitanos de Cervantes practican el robo con soltura, de modo corriente y sistemático y sin el menor complejo. La misma Preciosa se enorgullece con los supuestos robos de Andrés —astuto como el pescador de caña que vuelve a su casa con una presa comprada en la pescadería —; «de que no poco se holgaba Preciosa, dice el autor, viendo a su tierno amante tan lindo y despejado ladrón16». En cuanto al gitano viejo que conduce la iniciación, justamente por no parecerle nada extraordinario o especial no se detiene en el arte y práctica de « hurtar ». Para él la vida de los Gitanos es de por si «libre y ancha», y « no está sujeta a melindres ni a muchas ceremonias ». Más ampliamente, « somos, dice, señores de los campos, de los sembrados, de las selvas, de los montes, de las fuentes y de los ríos17...». Hurtar le aparece no sólo como una necesidad, sino como uno de los placeres de la vida. Cuando sepas el oficio, dice por dos veces al nuevo Gitano, «has de gustar de él de modo que te comas las manos tras él». —Pero, ¡es peligroso! —Riesgos profesionales, nada más, explica el mentor. De razonar así, la gente dejaría de navegar por temor a ahogarse, y «¡bueno sería que porque la guerra come los hombres y los caballos, dejase de haber soldados18!». Recibir unos cuantos palos de mano de la Justicia puede resultar

menos comparación. El segundo papel es el que parece tomar Andrés algunas veces en el grupo, por ejemplo para acoger a Clemente. Hay que diferenciarlo cuidadosamente del de "sabio" que desempeña el Gitano viejo en la ceremonia de iniciación. Sobre estos agentes de contacto entre ambas sociedades y culturas, desde el siglo XV hasta ahora, véase la tesis de J. P. Liégeois, La mutation des Rom. Essai d'anthropologie politique dans un gro upe tzigane, Line, 1973, éd. por el autor. El apodo de "Maldonado" es caracterizado en el Coloquio (1020, 1) como genérico para este papel, recordando a un paje de gran nobleza que se hiciera gitano por los mismos motivos que Andrés. 15 Vuelven a aparecer a finales del siglo XVI y en el XVII, en España y en otros países, en forma de utopías diversas y en la literatura pastoral. Cf. Pierre Guénoun, Cervantes par lui-méme, Paris, Le Seuil, 1971, p. 88-93, 105-112, y 164, nota 1. 16 792, 2. 17 789, 1. No distingue la tierra cultivada de la naturaleza con su espontánea feracidad. 18 791, 1 y 2. [269] una como recompensa honorífica, señal de osadía y valor al igual que las heridas del soldado. Lo importante es no dejar la vida en ello antes de tiempo. Lúcida e ingenua sabiduría del que conoce la precariedad de su vivir y sabe vivir arriesgando una existencia insegura, como es la del pueblo gitano y fue tantas y tantas veces la del mismo Cervantes. Ese discurso introductorio caracteriza con la mayor exactitud las costumbres gitanas. Comunidad de bienes, del trabajo y de su fruto; al trabajar por separado queriendo salvarse de la única exigencia de la vida gitana que se le hace inaceptable, la del robo, Andrés va en contra— bien se lo dicen ellos — de las concepciones de sus compañeros19. Vida y desplazamientos en común, decisiones tomadas en común cuando interesan la vida de todos. A ese carácter fundamentalmente comunitario se opone, por los menos en nuestra mentalidad, la ley gitana que rige las relaciones matrimoniales: monogamia y fidelidad conyugal; ley tan inviolable entre ellos como la de la amistad20, y tan respetada que llega a autorizar la libertad de modales y movimiento en la mujer, y excluye « la triste pestilencia de los celos », pero también hace que ningún pariente acuda a vengar o defender a la mujer adúltera del terrible castigo que la espera21. Otra regla importante, si no absoluta, es en ese dominio la de la endogamia, probablemente entre clanes, seguramente respecto a la sociedad no gitana. Pero la misma Gitanillo da un ejemplo de las posibles excepciones, no impuestas por la necesidad aunque sometidas ellas mismas a una regla: la de integración total para el esposo de origen payo. Con estos últimos rasgos empezamos a ver que los Gitanos tienen su justicia autónoma, y reconocen poco o nada las estructuras jurídicas y carcelarias a las que la sociedad dominante los tiene o quiere tener sometidos. Dejan de lado sus prohibiciones, no se identifican para nada con sus fallos, se sustraen a ellos en cuanto pueden, y consideran un deber el no ceder a sus presiones más extremadas. Resistir las torturas viene a ser en ellos una forma consciente de no cooperación — no sólo de defensa. «Siempre nos preciamos más de mártires que de confesores22.» A los obstáculos y prohibiciones de la propiedad privada y de sus defensores, a la dura condición de los Gitanos y a la represión que persigue su modo de vida, el anciano opone la fortaleza, la agilidad de cuerpo y espíritu, y una imperturbable valentía que viste a nuestros ojos los colores de la ascesis estoica. En ésas cualidades y virtudes de resistencia física y moral, Cervantes reconoce visiblemente, para sus adentros, el carácter ético de una lucha cuya meta es la libertad. Esa autodisciplina, aunque se refiera a un conjunto de valores preciadísimos entre nosotros, no es menos necesaria a los Gitanos, tanto para sus relaciones con los payos como dentro del propio mundo gitano.

19 "Procuraron los gitanos disuadirle de este propósito, diciéndole que le podrían suceder ocasiones donde fuese necesaria la compañía, así como para acometer como para defenderse, y que una persona sola no podía hacer grandes presas." 792, 1 y 2. 20 "Nosotros guardamos inviolablemente la ley de la amistad, ninguno solicita la prenda del otro..." Más bien que de amistad, se trata de alianza, es decir del pertenecer a una misma comunidad por reconocimiento mutuo y voluntario, tácita o explícitamente codificado. En la ceremonia de iniciación e integración de Andrés al grupo de Preciosa, dicha alianza parece simbolizada, más bien que por un mero lazo o cinta, por el principio del rito de intercambio o unión de sangres, seguramente practicado por ciertos grupos gitanos que resienten con fuerza su significado : "...luego le desnudaron un brazo, y con una cinta de seda nueva y un garrote le dieron dos vueltas blandamente" 789, I. 21 789, 1 y 2. 22 789. 2. [270]

Los contactos con el exterior, según la Novela y en la realidad, se desarrollan en relación con el trabajo de unos y las necesidades de otros, agentes de una dependencia recíproca — pero más pesada en la existencia de Preciosa y de sus compañeros. Se verifican en un plano de igualdad en el mundo de los marginados. Toman Un matiz protector en las conductas de asistencia de los payos o, recíprocamente, en la hospitalidad que las costumbres acogedoras y el secreto gitano hacen incomparable para los tres héroes payos de La Gitanilla. La niña robada, ya lo dice su nombre, es admirada y festejada por el grupo. La adopción del enamorado Andrés no plantea ningún problema, con tal que él se amolde a la vida de la comunidad ; como Gitano miembro del aduar es como Andrés se esfuerza por tranquilizar al fugitivo Clemente, en nombre de esa hospitalidad gitana y de ese sentido y respeto excepcional del secreto, mencionados como hechos conocidos que no necesitan demonstración alguna. Pone libremente la comunidad entera al servicio del huésped malparado, a pesar de los estereotipos contrarios interiorizados al parecer por los mismos Gitanos cervantinos. Otra forma de contacto, nacida de la misma segregación: la represión policíaca y judicial, de la que Cervantes da un buen ejemplo en la última parte de La Gitanilla23. Este modo de relaciones frecuentísimo, pero un tanto especial, junto con la notable indiferencia de los Gitanos para con los valores dominantes de la sociedad paya, iluminan la visión que tiene de ellos y el trato que les reserva la España del Siglo de Oro : los trata como a quienes posible o verdaderamente prestan a los payos una cierta cantidad de servicios ; generalmente con desconfianza, en cuanto la sociedad que tolera aunque con dificultad a Preciosa y a los suyos no los admite como distintos, y por tanto no sabe a qué atenerse con ellos en el marco de sus opciones propias ; esa desconfianza se vuelve pronto enemistad, desprecio, rigor. A veces admirados «desde fuera», los Gitanos de Cervantes siempre se encuentran en situación de inferioridad frente a los payos. Hasta parecen pedir perdón por mostrar las virtudes que les niega la fama, tales como la caridad, la piedad o la rectitud de ánimo24. De modo que en su comentario Cervantes también puede quedar a este respecto incierto y ambiguo. Lo que infunde al no gitano el mayor desconcierto frente al sistema de valores que se transparenta en el curso de la novela, es, junto al poco respeto y sentido de la propiedad privada, la despreocupación gitana hacia el dinero. Estamos en el tiempo en que todavía siguen llegando a España el oro y la plata del Nuevo Mundo, y en unas estructuras económicas y sociales precapitalistas marcadas, desde la época del Cid, por el régimen mercantil25; en una época donde van creciendo el cinismo y la desilusión y en la que el numerario se ha vestido hace tiempo de «poderoso caballero (...) don Dinero». «En Madrid todo se compra y todo se vende», dice Cervantes al principio de La Gitanilla26.

23 799 sq. 24 782, 1; 793, 1; 795, 1; 802, 1; 803, 2. Por otra parte, los que admiran a Preciosa — rasgo seguramente tomado de la realidad, aunque anuncie el desenlace — exclaman (776, 1) : "¡Lástima que esa mozuela sea gitana! En verdad, en verdad que merecía ser hija de un gran señor." Otras veces en cambio Preciosa reivindica su condición, virtudes y dignidad de Gitana : 779, 1; 781, 1; 787, 1. En el trozo que acabamos de citar (787, 1) está a punto de marchar, dándose por ofendida : "No todas somos malas; quizá hay alguna entre nosotras que se precia de secreta y de verdadera tanto como el hombre más estirado que hay en esta sala. Y vámonos, abuela, que aquí nos tienen en poco. ¡Pues en verdad que no somos ladronas ní rogamos a nadie!" 25 Cf. Jo él Saugnieux, "Messianisme religieux et messianisme politique dans le Poema de Mío Cid", ponencia leída en el Congrés de la Société des Hispanistes frangais, Saint-Etienne, abril de 1974. 26 775, 1. [271]

Nada tan irritante y perturbador como una actitud incontrolable sobre este punto decisivo. Los Gitanos tienen una fama de avidez que la abuela fingida de Preciosa confirma y llega a reivindicar. Pero el afán por la ganancia, el fraude y la hipocresía son primero y ante todo fenómenos típicos de la sociedad paya, donde el valor en moneda se ha hecho valor absoluto. La explotación y un buen despliegue de ardides y artimañas para conseguir sin soltar un céntimo los servicios de los demás: he aquí lo que aparece en plena luz en el círculo femenino de doña Clara admirado y enternecido ante la belleza, gracia y cordura de Preciosa; he aquí el sentido y el fin de la trampa imaginada por su marido, el teniente, del que la Gitanilla se salva a fuerza de finísimo gracejo y franqueza. En la sombra de la Iglesia no obran de otra forma, si nos atenemos a lo que sugiere una frase discreta de la novela27. «Mucho sabes, Preciosa —dijo el teniente—. Calla, que yo daré trazas que sus majestades te vean, porque eres pieza de reyes. Querránme para truhana — respondió Preciosa —, y no lo sabré ser, y todo irá perdido. Si me quisieran para discreta, aun llevarme habían; pero, en algunos palacios más medran los truhanes que los discretos. Yo me hallo bien con ser gitana y pobre, y corra la suerte por donde el Cielo quisiere28.» Pero esa postura desinteresada es la de todo su pueblo: «En conclusión (...), dice el Gitano viejo tenemos lo que queremos, pues nos contentamos con lo que tenemos29.» Si el dinero es para los Gitanos cosa deseable, e incluso en gran cantidad, será en cuanto en ese mundo venal sirve para sacarnos de los trances más graves. «Mira, niña, que andamos en oficio muy peligroso y lleno de tropiezos y de ocasiones forzosas, y no hay defensas que, más presto nos amparen y socorran como las armas invencibles del gran Filipo (...). Por un doblón de dos caras se nos muestra alegre la del procurador y de todos los ministros de la muerte, que son arpías de nosotras las pobres Gitanas (...)30» Además, ese pueblo aparece exento de las ambiciones que asolan y devoran el mundo de Cervantes: la promoción lograda a fuerza de intrigas cortesanas, el enriquecimiento en las colonias, los beneficios y las prebendas eclesiásticas no existen para él31. Su independencia o rebeldía, tanto frente a la esclavitud doméstica32 como a la esclavitud oficial y colectiva33 de la administración, la Iglesia o el ejército («Iglesia, o mar, o casa real »), lo hace inasible, indo-mable e indomesticable como pueden serlo — según Cervantes —los poetas, y por tanto temibles y temidos dentro de una sociedad esencialmente propietaria y jerárquica. En medio del malentendido y la oposición que toman en la novela aspectos y formas casi mortales, Preciosa representa sin embargo un personaje intermedio. Símbolo de una posible aproximación, la Gitanilla es además un lazo real entre dos mundos heterogéneos. Nació en el mundo payo, pero lleva la marca de una educación gitana

27 780, 1. 28 781, 1. Así son también los poetas : cf. supra, n. 6, y vid 784, 2 — "C..) no hay poeta que no sea rico, pues todos viven contentos con su estado, filosofía que la alcanzan pocos" — y 785, 1 — "(...) no hay poeta, según dicen, que sepa conservar la ganancia que tiene, ni granear la que no tiene". 29 790. 1. 30 784, 1. 3L 790, 1. 31 790, 1. 32 En el Coloquio de los Perros, Berganza nota con la malicia acostumbrada (1020, 2) que no suelen trabajar como criadas, por tener fama de ladrones según él, aprovechando la oportunidad para tratarlas, encima, de holgazanas. 33 790, 1. [272] especialmente cuidada; hasta sabe leer. Respetuosa de la ley no escrita y apegada a las costumbres de su pueblo adoptivo, encarna en su persona un conjunto de cualidades y virtudes admitidas y estimadas, en principio, por ambas culturas. Lista de por sí, pero también nutrida de sabiduría tradicional —Cervantes lo subraya —, compartiendo los tesoros de fortaleza, independencia y generosidad de sus compañeros, demuestra una agudeza y une fuerza de libertad especial, tanto en la vida diaria como en los momentos excepcionales en que la ley gitana manifiesta su poder. Preciosa, entonces, se muestra capaz de desarrollar un suplemento de autonomía, aun compatible con la ley gitana por fiel a su espíritu profundo, y, por tanto, prenda de una posible superación. Reclama el derecho de librarse de la « bárbara e insolente licencia34» — el subrayado es nuestro — que dentro de su grupo y también, muchas veces, entre los payos, les quita a las mujeres _la posibilidad de elección matrimonial35, oponiendo el contrato entre personas al despotismo de las reglas absolutas ; « Condiciones rompen leyes ». Preciosa sólo admitirá a Andrés como esposo cuando lo encuentre digno de ello, después de una prueba y ejercitación prolongada. El no podrá tomarla de inmediato, « ya por esposa, y o ya por amiga », según le permitía y ofrecía la comunidad. No se muestra menos crítica ante la conducta de los payos, incluso cuando sepa que va a reintegrar la sociedad « civilizada ». Ya hemos visto cómo la Gitanilla y su autor subrayan la avaricia y avidez que la dominan. Pero recalcan aún con más fuerza el racismo antigitano. Sólo con expresarlo Cervantes denuncia el genocidio en la misma boca del corregidor, y en los labios del sobrino del Alcalde que Andrés va a matar en una ráfaga de ira e indignación. El sobrino se le acerca exclamando: No veis cuál se ha quedado el gitanico podrido de hurtar? (...) que bien haya quien no os echa en galeras a todos. ¡Mirad si no estuviera mejor este bellaco en ellas, sirviendo a su Majestad, que no andarse bailando de lugar en lugar y hurtando de venta en monte! A fe de soldado que estoy por darle una bofetada que le derribe a Anis piés36.» Hace lo que dice, cayendo traspasado en el acto con su misma espada. El Corregidor, visitando más tarde a Andrés y hallándole con entrambos piés en un cepo y con las esposas a las manos, y que aún no le habían quitado el piedeamigo », le dice: « ¿Cómo está la buena pieza? ¡Que así tuviera yo atraillados cuantos Gitanos hay en España, para acabar con ellos en un día como Nerón quisiera con Roma, sin dar más de un golpe37!» Cuando imagina el amante encarcelado, Preciosa se lo representa efectivamente en el calabozo: «Sí estará (...); que a un ladrón, matador, y sobre todo Gitano, no le habrán dado mejor estancia38.» Que su raptora, la Gitana vieja que tan bien la quiso y educó, pueda quedar a su lado en la casa de los Azevedo, es cosa inaudita y excepcional. En Pedro de Urdemalas al contrario la orgullosa Belisa desprecia y rechaza la que fue en realidad más que su nodriza, pues siendo hija natural de una duquesa que murió al dar a luz, quedó abandonada a cargo del grupo gitano. Esta anécdota que nadie parece haber interpretado podría proporcionarnos una de las llaves de la leyenda negra de los Gitanos raptores de niños.

34 790. 2. 35 El clan de Preciosa la prometió a Andrés sin consultarla, respetando después sus reparos pero por otra parte el paje Clemente se ha visto forzado a cortejar clandestinamente a la que quiere, porque su padre quiere casarle con otra dama. 36 800, 1 y 2. 37 803, 1. Alusión al incendio de Roma, posiblemente ordenado por Nerón. 38 Ibid. [273]

¡A cuántos hijos ilegítimos no ayudarían a nacer y recibirían entre sus manos, de cuántas desapariciones no se les culparía, decididas de hecho por alguna familia apurada, cuántos crímenes les prestarían, cometidos o fingidos por interés (como la hija de la mesonera responsable de la detención de Andrés) ! No sólo los padres de Preciosa conservan en su casa a la abuela fingida, sino que como ya dijimos ratifican el compromiso de la Gitanilla y la conversión por su amor de Andrés el Gitano nuevo. El proyecto de casamiento « no estatutario » —como dice Pierre Guénoun en su hermosísimo estudio cervantino39— se vuelve conforme a la costumbre paya en el milagro del reencuentro y en el centelleo de la alegría general se hace realidad. El que esos lazos vivísimos se anuden y hubieran de anudarse fuese el que fuese el destino de Andrés y Preciosa, el que esa ley de libertad y opción personal intervenga concretamente al nivel del amor, he aquí dos hechos dignos de la mayor atención. No en vano acaba con esa unión, idílica si se quiere, pero hermosa y plena, la pintura y crítica — recíproca en realidad — de dos sociedades enfrentadas y enlazadas a la vez. Asoma en ese final una harmonía incipiente, el atisbo y el símbolo de una convivencia que podría establecerse al rebasar las condiciones actuales de ambos mundos. Cuando aún siguen apareciendo en nuestra conciencia colectiva unas culturas y sociedades hasta ahora ignoradas o desconocidas como tales, podemos sospechar que Cervantes puso voluntariamente el conflicto candente y el extraño y feliz desenlace de La Gitanilla al principio del ejemplar conjunto de sus novelas, hecho todo para « los ojos de la inteligencia40», la re-creación y la libertad pensativa del lector.

39 Cervantes par lui-méme, p. 77-88. Pierre Guénoun extiende el término al proyecto de unión "mixta" entre Preciosa y Andrés "Caballero" el bien nombrado. 40 Últimas palabras del Coloquio de los Perros (1026, 2). El arte barroco atestigua a su manera esa irreductible pluralidad entrevista por los contemporáneos de Cervantes, más allá de "sus" mares, fuera de su tiempo y hasta en su propia vida y tierra. [274]

Eros y Dineros. Fetichización en 'La gitanilla'

La novela se abre y —abre la colección— con un "Parece" que signa el texto bajo la coordenada de lo aparencial (Casalduero 1943, 48). Ese concepto casi nunca reviste en Cervantes la simple oposición entre la superficie y la esencia, sino que sugiere un trabajo más complejo que deriva —a menudo— en un confronte dialéctico o una posición ambigua que coloca al lector ante su propio discernimiento, ante tenues líneas demarcadas cuyo cruce depende exclusivamente de sus elecciones interpretativas. Esa apertura —entendida en sentido amplio-- sugiere en La gitanilla un permanente cruce de lindes que va contaminando y relativizando la mirada sobre ambos extremos de la estratificación social española del Siglo de Oro. En un extremo, una comunidad que comparte entre los suyos "con equidad y justicia" (142) los bienes1 que roba; del otro, una aristocracia que solo despierta su "caridad dormida" (94) ante niñas hermosas que bailan, cantan y leen la fortuna. El cruce de fronteras entre estratos sociales bien diferenciados, entre el estigma y la pertenencia, entre el espacio urbano y el rural, entre la azarosa fortuna y la determinación del linaje, se hace posible a partir de dos figuras proteicas — que por amor o destino— han traspasado los límites en ambas direcciones y han encontrado, en ambos lados, diversas posiciones ideológicas y éticas ante el mundo. Existen dos elementos que parecen habilitar las negociaciones entre un espacio y el otro: uno es la fuerza del Eros —que destila la protagonista a cada paso—, la otra es la del capital, la del dinero2. Ambos ejes, presentes a menudo en Cervantes como fuerzas de profundo cambio, incluso como fuerzas opuestas —piénsese en la carrera de barcas del Pendes o la lucha alegórica entre Amor e Interés en el Quijote— van articulando este contraste de culturas que permite, a través de un proceso activo y crítico del lector, realizar un cotejo dialéctico del cual pueda surgir su propia concepción. El nombre de la protagonista condensa, precisamente, esos vectores de fuerza. El término "preciosa" despliega su polisemia en la estructura y en la temática de la novela jugando entre la significación de las piedras preciosas y la significación de la belleza femenina, lo deseable, lo poético3. El nombre prefigura, entonces, la serie de transfiguraciones entre el mundo material y el ideal, mostrando que la relación entre ambos no implica una simple oposición sino una

1 La frase del viejo gitano recuerda al discurso pronunciado por don Quijote sobre la Edad de Oro, cuya característica más destacada era la ausencia de las palabras tuyo y mío. La frase proviene de la República (V, 462c) de Platón en donde se sostiene que la diferencia en la posesión de bienes es el peor mal ya que produce disgregación en lugar de comunidad. La problemática es recuperada por varios humanistas como Tomás Moro o Juan Luis Vives: "El filósofo Platón decía que los estados serían felices sí de la vida de los hombres fuesen eliminadas aquellas dos palabras mío y tuyo". (Vives, 2004, 30) (ver "Sombras"). 2 Como sostiene Pilar Alcalde: "La sociedad legal, por tanto, es una sociedad estructurada de tal modo que las relaciones económicas y de intercambio monetario ocupan un lugar primordial. Las reglas del intercambio están estrictamente gobernadas por las reglas del comercio [.,.] En este texto "todo se compra y todo se vende" (1997, 125). 3 La tradición literaria ha visto en la descripción de la poesía presente en el texto —"bellísima doncella, casta, honesta, discreta, aguda"— una afinidad con el personaje de Preciosa, y de allí la lectura de la narración como una alegoría de la creación poética (Casalduero 1943, 56-77; El Sallar, 1974, 101-102; Spieker, 1975; Forcione 1982, 215-223; Günter 1972). [275] serie continua de negociaciones, paradojas y tensiones dialécticas en las que muchas veces se subsume, degrada y subyuga el segundo en función del primero. La piedra preciosa no tiene valor en sí4, lo que le confiere valor según las concepciones económicas del período es su incorruptibilidad5 y su rareza. Desde el punto de vista simbólico, el cristianismo asoció las piedras preciosas con una doble vertiente que les confiere un carácter contradictorio. Por un lado representan, como se sostiene en el Apocalipsis (21, 18-21), "la transmutación de lo opaco en translúcido y, en un sentido espiritual, de las tinieblas en luz, de la imperfección en perfección. Es así corno la nueva Jerusalén está completamente revestida de pedrería" (Chevalier, 1986, 833). Su segundo sentido es opuesto y las asocia al lujo, la vanidad y la soberbia que disgrega la comunidad y va en contra de las enseñanzas de Cristo. Esa contradicción entre la codicia humana y las enseñanzas del despojo material que recuperaba cierto sector del cristianismo humanista —influido por las ideas de Erasmo, Moro y Vives— son las que se ponen en juego en la obra y sobre las que pivotea constantemente la gitanilla mimetizándose como las piedras preciosas en su engarce: "la piedra que se engasta se ajusta con la materia en que se engasta, que parece más ser nacida allí que puesta" (Covarrubias, Tesoro, s.v. engastar). Por eso puede por un lado evidenciar avaricia y soberbia —hasta el punto de que muchos la identifiquen con el diablo— y también pregonar la igualdad6: Si las almas son iguales podrá la de un labrador igualarse por valor a las que son imperiales (94) Si nos atenernos al segundo sentido del término "preciosa", vemos cómo el erotismo que plasma el texto da indicios claros de cómo la belleza femenina depende de los cuidados a los que pueden acceder las clases que disponen de dinero, tiempo de ocio, y refugio en la propiedad privada. Como una joya en su estuche, la mujer blanca y pulida7 no se ve afectada por la exterioridad —por los trabajos propios del campesinado que animalizan y

4 En términos económicos más actuales, conocida es la paradoja del valor mediante la cual Adam Smith sostiene que a pesar de que el agua reviste mayor utilidad que los diamantes, estos tienen un precio más alto en el mercado. Marx arremete contra esta paradoja a partir de su concepción de que la mercancía es trabajo solidificado. La piedra preciosa vale lo que implican las horas de trabajo y la inversión que acarrea el descubrimiento y la extracción (Marx, 2002, 49-50). 5 "Cualquier mercancía preciosa, conservable sin alteración o divisible en partes equivalentes ("fungible") puede desempeñar este papel de moneda-mercancía" (Vilar, 1974, 26). 6 "Ni que decir tiene que esta afirmación evangélica y 'democrática' pugna con el absolutismo católico del romance dedicado a la Casa Real. Es posible que la discrepancia pase inadvertida por el hecho de estar expresada en verso y de encontrarse en das composiciones poéticas alejadas una de otra; pero no por eso deja de ser discrepancia, una de aquellas en que se fundamenta el sentido de la novela" (Günter, 1993, 126). 7 "La caída de Bizancio en 1453 y la traducción en Italia de los manuscritos antiguos favorecen la penetración en Europa de las prácticas y las fórmulas de la Roma Imperial. Es la recuperación de un modo de concebir el rostro y el cuerpo plenamente inspirado en las leyes de la armonía pitagórica y del ideal platónico de lo Bello, lo Justo y lo Verdadero. Desaparece el canon medieval de la ninfa para dar paso al de la mujer hecha y derecha con algunas redondeces, aunque el modelo de la rubia albayaldada perdura en el corazón de los enamorados de la belleza" (Paquet, 1998, 44). [276] bruñen la piel8—, su belleza se asocia a la pulcritud de quien dispone de los medios para ello9: "el aseo de Preciosa era tal, que poco a poco fue enamorando los ojos de cuantos la miraban." (91) A esta higiene dedicada que atrae las miradas, se le añade una serie de características que apuntan a la educación y modales cortesanos propios de los estratos más elevados. Por eso el narrador señala lo extraordinario de que esta serie de atributos se encuentren asociados a una gitana: Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo a quien más que otras gentes están sujetos los gitanos pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos; y lo que es más, que la crianza tosca en que se criaba no descubría en ella sino ser nacida de mayores prendas que de gitana, porque era en extremo cortés y bien razonada (90). Una mujer marginal que al mismo tiempo sea educada, bella y limpia es una piedra preciosa, un objeto excéntrico casi imposible de conseguir. La gitana aún tiene un Plus de exotismo dado por la virginidad10 que acrecienta su valor, haciéndola aún más rara. Preciosa denuncia entonces, en el reverso de su imagen, a una sociedad que considera habitual la falta de educación, el deterioro físico y la necesidad material que lleva a la prostitución en las mujeres que no revisten su excepcionalidad11. Esta paradoja es señalada por el poema de Clemente que delimita con claridad cómo la construcción del ideal estético depende de un contexto social de procedencia en donde los cuidados y modales están asociados a la posesión de capital y al refugio sedentario de la propiedad: "Entre pobres y aduares, / ¿cómo nació tal belleza?" (103) (ver "Impresiones") Esa belleza se "adorna" con una serie de "accesorios" que la hacen aún más deseable: baile y poesía. Esta última se ha convertido en mero ornamento —en bisutería— de la atracción femenina que debe vender el espectáculo de su beldad y juventud en el mercado: Salió Preciosa rica de villancicos, de coplas, seguidillas y zarabandas, y de otros versos, especialmente de romances (...) Porque su taimada abuela echó de ver que tales juguetes y gracias, en los pocos años y en la mucha hermosura de su nieta, habían de ser felicísimos atractivos e incentivos Para acrecentar su caudal (90) lel destacado es nuestro].

8 Véase en este sentido la dualidad estética de Dulcinea. El contraste entre la idealidad proyectada por don Quijote y la materialidad referida por Sancho son una clara evidencia de cómo se construía la concepción de belleza femenina en oposición a ias marcas físicas que deja el trabajo. 9 "En lo que respecta a la figura de la gran dama, cuyo modelo inaugura Catalina Sforza con su obra Gli Experimenti (entre 1492 y 1509), inicia un muestrario de preparaciones para el aseo, de farmacopea y de magia que continuarán engrosando los aristócratas y la burguesía" (Paquet, 1998, 45). 10 Otra opinión sobre el valor de la virginidad en la novela, en Resina (1991). 11 Tópico común que puede verse, por ejemplo, representado en la madre del Lazarillo de Tormes. Sobre el prejuicio de que la pobreza lleva a la prostitución baste como muestra el siguiente pasaje de Vives: "al no tener de qué alimentarse 1..1 las mujeres que tienen buena edad, dejada la vergüenza, no pueden mantener la honestidad, vendiéndola en todas partes por muy poco y no pudiéndose librar de esa pésima Costumbre" (2004, 133). Más cercanos a nuestro tiempo, Marx y Engels realizan un análisis similar de la figura de Fleur de Marie, personaje de Los misterios de París de Eugéne Sue, sosteniendo cómo su excepcionalidad y su humanidad resaltan la deshumanización del entorno que la rodea (Marx y Engels, 1981, 186 y ss.). [277]

Si la belleza humana se convierte en un bien de cambio, lo mismo sucede con la belleza artística. La figura del poeta se muestra degradada ya que se ve obligado a vender su arte para sobrevivir12: ...hay poetas que se acomodan con gitanos y les venden sus obras, corno los hay para ciegos que les fingen milagros y van a la parte de la ganancia. De todo hay en el mundo, y esto de el hambre tal vez hace arrojar los ingenios a cosas que no están en el mapa (90). El hambre dispara el poema a un espacio excéntrico —fuera del mapa—, a un lugar que no le pertenece, al mercado en donde es un "producto" que ni siquiera puede venderse de manera autónoma. Frente al poder del dinero, se subsume incluso la figura autoral. Ante el escudo de oro que acompaña el poema de Clemente sostiene la protagonista: "si con esta añadidura han de venir sus romances, traslade todo el Romancero general" (102). Si el pasaje anterior muestra cómo el poeta se ve obligado a hacer anónima su palabra para venderla transformada en discurso oral, ahora se evidencia que ni siquiera importa "su" texto escrito en tanto expresión de sus sentimientos y de su afán amoroso. El poema se transforma en un murmullo que acompaña a otra cosa que es más importante: el dinero al que sugestivamente envuelve. Por eso es "atractivo", "incentivo", "añadidura" y da lo mismo que sea de un autor o anónimo, original o copiado. La gitanilla incluso extiende la burla hasta la posibilidad misma de la fijación textual. La poesía —que es en sí misma adorno— solo puede persistir en el recuerdo adornada con sensiblería o capital: "Este papel ha de vivir muchos años, porque trae dos almas consigo: una la del escudo y otra la de los versos, que siempre vienen llenos de almas y corazones" (61). Lo más profundo del ser humano, su alma, y una de las expresiones más acabadas de la misma, como era considerada la poesía desde la profunda influencia de Aristóteles en la cultura occidental, se reduce a "reproducción" temática, a la mera copia o al dinero que avala su circulación más allá de su contenido. De hecho, el texto va mostrando a lo largo del recorrido de la protagonista cómo la palabra se va vaciando y degradando hasta perder cualquier tipo de valor, incluso el performativo. La entrada de la gitanilla en la casa de los caballeros de la orden de Calatrava —una de las más importantes y tradicionales como símbolo de la defensa de la fe cristiana— es avalada por un juramento que no se cumple. El caballero, que jura sobre el escudo de su orden que no tocará a Preciosa, es el mismo que toma el poema de entre

12 En el Quijote y en varios pasajes de la obra cervantina, se critica en múltiples oportunidades la mercantilización del arte y, en particular de la poesía. En el siguiente fragmento, don Quijote la describe en términos que recuerdan a Preciosa: "La poesía [...] a mi parecer es como una doncella tierna y de poca edad y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la volverá oro purísimo de inestimable precio; hala de tener el que la tuviere a raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos; no ha de ser vendible en ninguna manera..." (Quijote, II, 16, 666-6). [El destacado es nuestro]. Cito la edición de Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, a cargo de Francisco Rico. En adelante se citará de la presente edición indicando en todos los casos la parte en números romanos, el capítulo en arábigos y, a continuación, la indicación de la página. [278] los senos de la muchacha, lugar en el que las prostitutas solían guardar el dinero de sus clientes cerrando así la asociación que veníamos sugiriendo. La dimensión profética de la palabra —que también tiene en el texto su valor monetario— es cuestionada sosteniendo que la adivinación depende solo de una cuestión estadística. La excesiva verborragia, el texto sibilino y hermético, en su desborde, hace que el intérprete coloque en alguno de sus pasajes lo que previamente ha ido a buscar: "Y sepa que yo no sé nada de lo que digo, y no es maravilla que como hablo mucho y a bulto, acierte en alguna cosa" (126). La parcialidad del lector, ante el desborde del texto, proyecta su luz sobre algunos textuales obturando otros. Un ejemplo claro de ello es el extenso poema de Clemente que se reduce en el "análisis crítico" de Preciosa a tina sola palabra que eclipsa todo el resto de los sentidos13: "En pobre acaba el último verso: (...) mala señal. Nunca los enamorados han de decir que son pobres, Porque a los principios, a mi parecer, la pobreza es muy enemiga del amor" (105). El ?nal= signum ya no es una señal ultraterrena que prefigura un suceso trágico como sostenía don Quijote (Quijote. II, 75) sino que es la trágica cotidianeidad terrena de la que todos huyen. El ideal amoroso queda subsumido en el fetiche del capital. Todos quedan admirados de tal afirmación, ya que Preciosa hace evidente lo que la hipocresía social oculta. El materialismo está tan enquistado que no necesita aprenderse: "¿Quién me lo ha de enseñar? —respondió Preciosa—. ¿No tengo yo mi alma en mi cuerpo?" (105). Reforzando este sentido, el texto transfigura la "prenda de amor" que deja de ser un bien íntimo de la amada para convertirse en una pública moneda: "vuélveme el escudo, que, como le toques con la mano, le tendré por reliquia mientras la vida me durare" (123). La subsunción bajo el signo monetario no se da solo en el plano estético y del lenguaje, sino también en el plano social. El desempeño de las actividades legales y administrativas aparece imbuido de la misma problemática. Se pone de manifiesto que la práctica de los oficios públicos es codiciada sólo por la facilidad que brinda para obtener ganancias y no por la carga social que implica (tema afín a la literatura picaresca). Esta problemática se proyecta hacia el pasado mostrando su persistencia estructural porque, según Preciosa, es inherente a la tradición y cualquier desviación de la "norma" se denominaría un "uso nuevo": —Coheche vuesa merced, señor tiniente, coheche, y tendrá dineros, y no haga usos nuevos, que morirá de hambre. (...) de los oficios se ha de sacar dineros para pagar las condenaciones de las residencias, y para pretender otros cargos. —Así lo hacen los desalmados —replicó el teniente—; pero el juez que da buena residencia no tendrá que pagar condenación alguna, y el haber usado bien su oficio será el valedor para que le den otro. —Habla vuesa merced muy a lo santo, señor tiniente —respondió Preciosa—; ándese a eso y cortarérnosle de los harapos para reliquias (51).

13 Podemos pensar la enigmática historia de Triguillos en este mismo sentido. Téngase en cuenta que al final del breve cuento de la gitana vieja, Triguillos es desengañado por la realidad y por todos los que lo circundan, y aun así, sigue intentando –cegado por su avaricia- buscar el tesoro escondido. El pequeño relato pareciera mostrar cómo la ambición por la moneda puede imbuir al hombre de una fuerza inusitada y operar sobre su credulidad llevándolo más allá de su sentido común (ver "Pepitoria"). [279]

Las buenas acciones, aun cuando revisten el carácter excepcional del son susceptibles de transformarse en mercancías. El santo "no vale" milagro14, por lo que hizo ni por lo que predicó, sino que su valor se desprende de la exterioridad de su apariencia convertida en reliquia: forma de lo espiritual mercantilizado que puede intercambiarse por dinero o convertir un templo en "centro comercial" de peregrinaje. El correcto desempeño en un cargo público parece tan raro como la belleza entre la marginalidad, es una joya, un milagro; y la "carrera" de funcionario deja de ser un sistema de méritos para convertirse en un sistema de acumulación incesante de capital que permite ascender en la escala jerárquica. Si las palabras, el arte y la acción pública y privada están sujetas a este vaciamiento en contacto con lo monetario, los símbolos tampoco estarán exentos, y entre ellos, el que se considera central para la cristiandad. Preciosa dirá que "Todas las cruces, en cuanto cruces, son buenas; pero de plata o de oro son mejores (...) que soy como los sacristanes, que cuando hay buena ofrenda se regocijan" (107). La analogía entre una gitana mercenaria que pide dinero para dar la buena ventura en base a una sucesión de palabras sin sentido, y un sacristán que da misa por dinero, es sugestiva y provocadora en el período en el que se inscribe el texto15. Esta veneración de los personajes de diferentes estratos sociales hacia el capital dinerario, puede ponerse en relación con la serie alegórica que asocia la "reproducción" de las figuras más importantes del cristianismo con la re. producción monetaria. En el primer romance cantado por Preciosa se genera, corno bien señaló Hutchinson, una simbiosis entre la figura de Cristo y la del dinero: "la monetarización literal de Dios en cierta medida diviniza el dinero, e identifica a Jesús con lo que representa el dinero: el valor mismo, con toda su eficacia" (Hutchinson, 2001, 111). Santa Ana representa la fertilidad natural e intelectual ya que es tierra-árbol que da fruto y "casa de estudio". ¿Sugiere Cervantes que quién acuña la moneda le da forma a la divinidad, al sustento y a la educación? Tradiciones populares identificaban a Jesús con el oro y a María con la plata, de hecho, Santa Ana es patrona de la minería. La utilización de esta serie de metáforas no es casual en un contexto de continuo afluente de metales preciosos provenientes de América. Apunta a una sociedad que rinde culto a un dios trasmutado —por negocios en su nombre o desvirtuando su discurso— en el fetiche del capital16. Ana-casa de moneda estéril acuña a dios-dinero que produce "toda la abundancia / que sustenta el mundo" (92). La esterilidad y el parto innatural que se trasmutan en fertilidad signan los extremos divino-ideal y terreno-material. Recordemos que para Aristóteles (La

14 Compárese con el episodio de Basilio, en el Quijote, en donde la figura alegórica del interés sostiene: "Soy el Interés, en quien / pocos suelen obrar bien, / obrar sin mí es gran milagro" (II, 20,). 15 Recordemos las palabras de Juan Luis Vives en De subventronae pauperum, en donde opone las piedras muertas de los altares a las piedras vivas de la pobreza: "Pero tus sepulcros, tus altares, tus adornos sagrados, tus misas y tus salmos son cosa abominable ante Dios, a quien levantas un templo de piedras muertas mientras consientes que tus templos vivos se derrumben y perezcan" (2004, 106). 16 Vives lo expresa del siguiente modo: "Esta preocupación tan grande y veneración por el dinero llevó la realidad a tal estado que todos aman más su fortuna que su vida y su alma, que, si alguien da una moneda a un necesitado, piensa que le ha dado la sangre no un metal" (ibidem, 97). [280]

Política, 128b) la usura se asocia etimológicamente con la descendencia contra natura porque hace dinero de dinero cuando en realidad éste solo fue creado para el cambio17. En este contexto, Ana, que produce espiritualidad (92), es el contrapunto dialéctico de Preciosa, que produce materialidad: "hecho pues, su agosto y su vendimia" (95); "llovían en ella ochavos y cuartos" (94). Toda la serie de imágenes de Preciosa bailando mientras granizan monedas sobre ella, contrasta con la falta de caridad que experimentan los pobres. Lo superficial va hacia lo superficial: "la hermosura tiene fuerza de despertar la caridad dormida" (94). Crítica a una sociedad que derrocha en espectáculo lo que no gasta en paliar la miseria. La descripción de Margarita de Austria continúa en esta línea: ...la mayor reina de Europa en el valor y en el nombre rica admirable joya. Como los ojos se lleva, Se lleva las almas todas (95). La pompa real, al igual que Preciosa, también descansa en el "valor", en el exotismo y en lo aparencial, ya que llevándose la superficialidad de la mirada se lleva también el alma. La fastuosidad de la corte se opone dialécticamente a los poetas que se describían anteriormente acuciados por el hambre y a la comunidad gitana cuyas costumbres se describirán luego18. La corte es "liberal (...) hasta el extremo de pródiga" (97). Este final de verso recuerda la parábola del hijo pródigo (Lucas, 15, 1-3.11-32) que malgasta la hacienda de la familia-social. Avalando este sentido crítico, Covarrubias emplea una definición categórica del término: "El desperdiciador de la hacienda, que la gasta sin orden, cuando, como y con quien no debe" (s.v. pródigo). Si comparamos la artificialidad y pompa barroca con el despojo natural de los campamentos gitanos, cobra un sentido más vasto la frase del viejo que lidera la comunidad: "la amplia y ancha vida nuestra no está sujeta a melindres ni a muchas ceremonias" (134). El discurso que da el viejo gitano habla precisamente del desprecio a toda la materialidad superflua: "Pocas cosas tenemos que no sean comunes a todos" (135). La crítica a la vida cortesana surge del discurso y del contraste —de culturas y prácticas— que el lector puede realizar teniendo presente el poema anterior sobre la corte: No nos fatiga el temor de perder la honra, ni nos desvela la ambición de acrecentarla, ni sustentamos bandos, ni madrugamos a dar memoriales, ni acompañar magnates, ni a solicitar favores. Por dorados techos y suntuosos palacios estimamos estas barracas y movibles ranchos; por cuadros y países de Flandes, los que nos da la naturaleza (136). Al espacio cerrado, inmóvil y superficial de la propiedad privada cortesana19 se le opone el espacio abierto, móvil y natural de la propiedad comunitaria gitana. Al espacio urbano

17 Véase Hutchinson, 2001, 113-114. 18 Para un análisis del poema en relación a la crítica social cervantina véase Forcione (1982, 208-215); Günter (1993, 125); Zimic (1996, 27-29). 19 Se prefigura en este modo de vida cortesano las líneas centrales de lo que analizará Benjamin con respecto al ostracismo burgués: "la casa se convierte en una especie de estuche. [El burgués] la concibe como una funda del hombre en la que éste queda embutido con todos sus accesorios; y esparce sus rastros, igual que la naturaleza esparce en el granito una fauna muerta. [...] el proceso tiene sus dos lados. Se subraya el valor [281] amurallado, el espacio rural y libre20. A la posición contemplativa de la representación pictórica colgada en la pared, se opone la praxis real y vital a cielo abierto. Los gitanos viven de su hacer y su decir, verbos que se tornan esenciales en contraposición al ocio improductivo de la nobleza y al discurso de la apariencia: viven por su "industria y pico" (137) y sin entrometerse con el antiguo refrán "Iglesia, mar, o casa real". La frase que cierra el discurso del viejo gitano implica un cierto equilibrio senequista21 entre el producir y el consumir: "tenemos lo que queremos, pues nos contentarnos con lo que tenemos" (137). En negativo, se proyecta lo que está del otro lado del cuadro, el espacio urbano en donde siempre se desea más de lo que se tiene a partir de un descontento continuo. Proceso psicológico esencial que permite el desarrollo del capitalismo desde sus orígenes: "Ofrecer a tales víctimas algo y privarlas de ello es un solo y mismo acto. Ese es el efecto de todo el aparato erótico. Todo gira en torno al coito, justamente porque éste no puede cumplirse jamás" (Adorno & Horkheimer, 1988, 11-12). En un texto en el cual se despliega toda una erótica de lo material, no es casual que la protagonista caracterice al deseo de manera efímera: "Si alcanza lo que se desea, mengua el deseo con la posesión de la cosa deseada" (116), Preciosa describe irónicamente con respecto al bien-mujer la base de la estructura de adquisición compulsiva que signa al precapitalismo de su sociedad y al capitalismo de la nuestra. Lo deseable, al moverse siempre "más allá", se transfigura en lo único que puede seguir esa carrera inevitable de adquisición22: Mirad, niña, que andamos en oficio muy peligroso y lleno de tropiezos y de ocasiones forzosas, y no hay defensas que más presto nos amparen y socorran como las armas invencibles del gran Filipo: no hay pasar delante de su plus ultra (120). Recordemos que "plus ultra" es el lema personal de Carlos V y el lema nacional de España hasta el advenimiento del franquismo. En el período que analizamos existían monedas que presentaban esa inscripción sobre el dibujo de las columnas que habría levantado Hércules en el Estrecho de Gibraltar para indicar el fin de la tierra (finisterrae). Por ende, la frase de la gitana vieja ironiza acerca de un reino que puede ir más allá del mundo conocido, pero no más allá del capital. El texto de La gitanillo, a partir de su ambigüedad estructural y su red semántica obsesiva que remite al materialismo enquistado en la sociedad del Siglo de Oro, pone en evidencia cómo el fetiche del dinero ha permeado las prácticas sociales (el amor, las relaciones humanas, el ejercicio de la justicia, el intercambio entre culturas, la relación con la naturaleza, el culto a la divinidad); ha vaciado el lenguaje en sus múltiples dimensiones (estética, comunicativa, performativa, profética); ha transformado la simbología espiritual cristiana en un negocio lucrativo; ha convertido la abundancia natural en carencia y la visión amplia de la comunidad en el palacio aristócrata cerrado y cegado en la representación naturalista; ha transformado al "pobre cristo" y al Cristo pobre en

sentimental o real de los objetos así conservados. Se sustrae a éstos de la mirada profana de quien no es su propietario" (Benjamin 1980, 62). 20 Véase la introducción de Sieber a su edición de las Ejemplares (Cervantes 1981, 20). 21 Chacón y Calvo (1953, 257) sostiene que la frase se encuadra dentro del tópico de desprecio a la corte (curialium miseriis). 22 "Pero alguien piensa en la posteridad y ésta, sin duda, no tiene fin. ¿Cuál será finalmente el límite en la acumulación?" (Vives, 2004, 105). [282] maluin signum; ha asociado la belleza femenina a las posibilidades propias de las clases más elevadas; ha convertido la ética del trabajo público en milagro —y no en norma—; y, finalmente, ha colocado como límite de todas las aspiraciones humanas, como fin último, el capital.

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La gitanilla in France: From Page to Stage Karen Newman

FORMER FRENCH PRESIDENT Nicholas Sarkozy made headlines before his election, while serving as interior minister, with his characterization of the rioters burning cars in the suburbs of Paris in 200s. In response to a woman who shouted down from the window of

[283] a housing block, “Enough of this racaille,” Sarkozy shot back: “Vous en avez assez de cette bande de racaille? Eh bien on va vous en débarrasser”—roughly translated, “You’ve had enough of this scum? Then we’re going to get rid of them for you.” His words provoked a vigorous polemic in the French and European press around the word racaille, translated variously as “scum,” “rabble,” or “hoodlum.” Just as American rappers have appropriated the word “nigga” in lyrics and popular culture, so the very groups derisively termed racaille have sometimes appropriated that word in France. But it has also been used by the Far Right press to characterize immigrants, particularly Muslims and the Roma, or “gypsies.” After his election, Sarkozy, whom the French sometimes refer to as Sarko, continued his “zero tolerance” policies by ordering the expulsion from France of illegal Roma and other itinerant immigrants and the dismantling of their encampments. Though the new Socialist government of François Hollande promised to end Sarkozy’s policies, viewed as racist, expulsion and the dismantling of the camps continue. With this recent history in mind I turn to the seventeenth-century translation and appropriation of Cervantes’s novella La gitanilla in early-modern France.

LA PRECIOSA DE FRANCE “Liance est la Preciosa de France: après la belle Egyptienne de Cervantes, je ne pense pas qu’on en ayt veû une plus aimable,” writes the witty memoirist, gossip, and moralist Tallemant des Réaux in his Historiettes, which offer portraits and scandalous anecdotes of the rich, famous, and liter-ary of seventeenth-century France1. Liance was a beautiful gypsy, fabled for her dancing, who bewitched the captain of the prince de Conti’s guards. Although she led a life Tallemant describes as “libertine,” “personne ne luy a jamais touché le bout du doit” (no one had ever laid a finger on her). Tallemant’s naming of Liance “la Preciosa de France” sometime in midcentury suggests just how well known Cervantes’s story was in early-modern France—Cervantes’s novella, as translated into French, may well have shaped Liance’s reputation, or at least its written afterlife. Both the Quixote and the Novelas exemplares were widely read in seventeenth-century France, a historical moment, we should remember, of complicated, sometimes-fraught, Franco-Hispanic relations. The period during which Cervantes’s novels and novellas were published and translated into French was one of heightened political and cultural exchange. Even before the several royal marriages (that of Louis XIII to Anne of Austria, daughter of Philip III of Spain; of Louis’s sister Elizabeth to Anne’s brother, Philip IV; and of Louis XIV to Maria Theresa, daughter of Philip IV) fostered cultural exchange as well as keen mercantile, religious, and military rivalries, there seems to have been a vogue for things Spanish among the French elite2. Spain was briefly at peace with England and France in the first decade of the seventeenth century and in 1609 had signed the Twelve Years’ Truce with the United Provinces. Though in retrospect Spain’s wealth and global empire may have been in decline, they inspired both envy and emulation on the Continent—and certainly in France, where the Habsburgs’ patronage of the arts commanded prestige. Spanish was frequently taught in seventeenth-century France,

1 Tallement des Réaux, Historiettes, ed. Antoine Adam (Paris: Gallimard/Pléiade, 1961), 2, 623. “Liance is the Preciosa of France: other than Cervantes’s beautiful gypsy girl herself, I don’t think anyone has seen one so appealing.” All translations are mine unless otherwise noted. 2 On hispanism in France, see Alexandre Cioranescu, Le masque et le visage: Du baroque espagnol au classicisme français (Geneva: Droz, 1983); and Jean-Frédéric Schaub, La France espagnole: Les racines hispaniques de l’absolutisme français (Paris: Editions du Seuil, 2003). [284] perhaps in part as a result of its long association with empire, as witnessed by the famous phrase in the dedication to Queen Isabella in the humanist Antonio Nebrija’s Gramática castellana: “siempre la lengua fue campañera del imperio” (language was always the companion of empire3). Famously, we learn something of Cervantes’s reputation in France from the censor Marquez Torres’s approbation of the second part of the Quixote; he recounts that at a diplomatic meeting to negotiate one of the French-Spanish matrimonial matches, the French expounded upon the esteem in which France and her neighbors held Cervantes’s work: the Quixote, the Galatea, which they could practically quote by heart, and the novellas. Though some French readers read Cervantes in Spanish, for the most part he was read in translation, and those translations were often the source of Cervantes’s reputation not only in France but elsewhere in Europe as well, where French was read much more widely than Spanish4. Tallemant invokes that translation history when he dubs the gypsy Liance not only “Preciosa” but also “la belle Egyptienne de Cervantes,” the title of both the French translation of Cervantes’s La gitanilla and of a Baroque tragicomedy by Alexandre Hardy, one of the several adaptations of Cervantes on the seventeenth-century French stage5.

TRANSLATION/ADAPTATION Cervantes famously writes in the preface to his novellas that his invention engendered them, his pen gave them birth, and they were growing up in the arms of the press (“y van creciendo en los brazos de la estampa”). Their print fortunes would seem to corroborate his claim6. Published first in Madrid in 1613, they appeared in French translation immediately (the privilège is dated November 24, 1614): six by Vital d’Audiguier, a soldier and poet who translated not only Cervantes but a number of early-modern Spanish texts, and six more by the poet François de Rosset, who also translated part 2 of the Quixote as well as a number of Italian texts7. The translations were printed by Jean Richer, best known for his newsbook volumes, the Mercure françois, concerned with French political events in the unstable period between the assassination of Henry IV in 1610 and

3 On the study of Spanish in France, see Sabina Collet Sedola, “L’étude de l’espagnol en France à l’époque d’Anne d’Autriche,” in L’age d’or de l’influence espagnole: La France et l’Espagne á l’époque d’Anne d’Autriche, ed. Charles Mazouer (Mont-de-Marsan: Editions InterUniversitaires, 1991). On language and this imperial topos, see Peter Burke, Languages and Communities in Early Modern Europe (Cambridge: Cambridge University Press, 2004), 20, 22. 4 “The language whose speakers made the strongest bid for European hegemony was of course French.” Burke, Languages and Communities, 85. On the competition among vernaculars, including a critique of the “triumphalist” model, see Burke’s chapter “Vernaculars in Competition,” 61–88. Burke points out that in 1600 “it has been calculated French was in the lead with about fourteen million speakers, followed by German with ten million, Italian with nine and a half million, Spanish with eight and a half million, English with six million” (82). 5 Hardy’s is only one of several dramatic adaptations of Cervantes’s story, which include a 1642 play of the same title by Sallebray. See George Hainsworth, Les “Novelas exemplares” de Cervantes en France au XVIIe siécle: Contribution á l’étude de la nouvelle en France (Paris: Champion, 1933). Also on the French translations, see Andrée Mansau, “Les nouvelles exemplaires de Miguel de Cervantès traduites en langue française,” Littératures classiques 13 (1990): 109–20. 6 Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, ed. Harry Sieber (Madrid: Cátedra, 1986), 52. 7 On d’Audiguier’s subsequent translations of Cervantes and his theories of translation, see Ellen R. Welch, “Translating Authority: Cervantes’ Los trabajos de Persiles y Sigismunda in French (1618),” Translation and Literature 19 (2010): 26–41. [285]

Richelieu’s political hegemony in the late 1620s. George Hainsworth argues that Richer seems to have initially intended to publish only d’Audiguier’s six translated stories, which were completed near the end of 1614, but decided instead to publish all the novelas and so commissioned Rosset to translate the six additional tales8. It is generally agreed that d’Audiguier’s translation takes considerably more liberties (and betrays the limits of his knowledge of Spanish) than does Rosset’s, which remains much closer to the Cervantine text. The translation seems to have had, as Hainsworth notes, “une fortune vraiment remarquable” (a truly remarkable impact) in Europe throughout the seventeenth century and into the eighteenth; it was frequently reprinted and inspired in turn many Dutch, English, and German translations9. Rosset translated the title of Cervantes’s La gitanilla as La belle Egyptienne, and he begins his preface to the volume with those very words. Rosset’s translation of La gitanilla is also the lead story in the collection, as it is in the 1613 Madrid edition. In her 1931 study of the influence of Cervantes in France, Esther Crooks hazards that “the change in title from La Gitanilla to La belle Egyptienne in de Rosset’s translation of the Novelas exemplares is due probably to the fact that the French considered all gypsies ugly10.” She is apparently calling attention to the addition of the adjective belle to the title, but she never makes clear that in sixteenth- and seventeenth-century France, “gypsies” were routinely called Egyptians. Jacques Callot’s famous series of etchings known as Les bohémiens, for example, is referred to in a 1635 inventory of his property as La vie des egyptiens. In the entry “Bohemiens” in Diderot and d’Alembert’s Encyclopédie, we learn that “vagabonds qui font profession de dire la bonne aventure, à l’inspection des mains” (i.e., vagabonds who made a profession of fortune-telling) were called bohemiens and, in what seems almost an echo of Cervantes’s story, that their talents were singing, dancing, and stealing. The Encyclopédie cites the seventeenth-century lawyer and historian Estienne Pasquier as the source for the legend that they were chased out of Lower Egypt by the Saracens, that they claimed to be Christian penitents, and that they subsequently made their way to Rome, where they confessed to the pope. As penance they were required to roam—the French verb is errer, with its multiple resonances (to stray, to wander, to fail, to mistake, to commit a fault, to sin)—for seven years, without sleeping in a bed. (Other versions recount that they were condemned to wander for seven centuries for a host of other reasons, among them for refusing aid to the Holy Family during its flight to Egypt, advising Judas to betray Jesus, and forging the nails used in the Crucifixion11.) Subsequently, they were banished from France on pain of being condemned to the galleys. In fact, the peoples known as gypsies or Roma are descended

8 Hainsworth, Les “Novelas exemplares” de Cervantes, 59. 9 Ibid., 75. 10 Esther Crooks, The Influence of Cervantes in France in the Seventeenth Century (Baltimore, MD: Johns Hopkins University Press, 1931), 146. 11 See Edward J. Sullivan, “Jacques Callot’s Les bohémiens,” Art Bulletin 59 (1977): 220. On the various myths and stereotypes associated with gypsies in Europe, see Lou Charnon-Deutsch, The Spanish Gypsy: The History of a European Obsession (University Park: Pennsylvania State University Press, 2004); and David Mayall, Gypsy Identities, 1500–2000: From Egipcyans and Moon-Men to the Ethnic Romany (New York: Routledge, 2004); in France, see François de Vaux de Foletier, Les tsiganes dans l’ancienne France (Paris: Connaissance du Monde, 1961). [286] from nomadic tribes of the Indus Valley in a diaspora that began around 1000 CE12. Some migrated to Egypt, others into what we now call the Balkans, including Bohemia, hence the label bohémiens. The Encyclopédie entry also reports that “leurs femmes étaient laides” (their women were ugly), a phrase taken directly from Pasquier and that seems to record a French cultural common-place, not shared in Spain, but repeated, as we have seen, by Crooks. Crooks also cites Honoré d’Urfé, author of the contemporaneous pastoral romance L’Astrée, who has a character claim, “Je suis noire, mais je suis belle” (I am black, but I am beautiful), perhaps echoing the Song of Songs, and she cites a couplet from a sonnet by one of d’Urfé’s contemporaries, the poet Tristan l’Her-mite: “Beau Monstre de Nature, il est vray ton visage / Est noire au dernier point, mais beau parfaitement” (Beautiful Monster of Nature, it is true your face is as black as can be but, for all that, perfectly beautiful). Gypsies, or Egyptians, were sometimes said to be Ham’s descendants13. In short, the title “La belle Egyptienne” of both Rosset’s translation and of the play by the French Baroque playwright Alexandre Hardy would seem to have been understood in the French context as an oxymoron, a rhetorical figure and relation that Kim Hall has traced in Things of Darkness14. Though Cervantes emphasizes the little gypsy Preciosa’s exceptional beauty repeatedly, he does not present it as paradoxical. In early-modern Spain, gypsies seem not necessarily to have been perceived as dark or marked phenotypically in any particular way15. Instead, as Alison Weber argues, Cervantes plays with a different paradox, with the “supposedly incompatible character traits ‘bold’ and ‘chaste16.’” Rosset’s choice to use La belle Egyptienne as the title of his translation of La gitanilla, then, was meant to be a striking oxymoron that acknowledged a prevailing early-modern cultural prejudice. Though clearly intended for a non-Spanish-speaking market, Rosset’s translation was dedicated to Louise de Lorraine de Guise, the princess of Conti, who, Rosset claims, understood Spanish “parfaitement” (perfectly). The princess was a woman of letters, patron, and author of a satiric portrait of the court of Henri IV modeled on popular romance. Rosset begins his dedication saying that la belle Egyptienne, accompanied by the mistress of “l’amant liberal” (referring to Cervantes’s novella El amante liberal), have just arrived in France, and he evokes Greek romance with its tempests and questing lovers in tracing the novellas’ origins: La belle Egyptienne, accompagnee de la sage Maistresse de l’Amant Liberal, & de quelques autres personnes, que la Fortune a exercees par toutes sortes d’inconstances, & portees en divers lieux, viennent d’arriver en France. The beautiful Egyptian, accompanied by the wise mistress of the

12 A. C. Woolner, “The Origin of the Gypsies in Europe,” Journal of the Punjab Historical Society 2 (1914): 118– 37, cited in Sullivan, “Jacques Callot’s Les bohémiens,” 220. 13 See, e.g., Henri Cornelis Agrippa’s Déclaration sur l’incertitude, vanité, et abus des sciences (1530). 14 Kim F. Hall, Things of Darkness: Economies of Race and Gender in Early Modern England (Ithaca, NY: Cornell University Press, 1995). See also Sujata Iyengar, Shades of Difference: Mythologies of Skin Color (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 2004); and particularly her chapter on gypsies, “Artificial Negros,” 173–99. 15 Barbara Fuchs, personal communication. 16 Alison Weber, “Pentimento: The Parodic Text of ‘La gitanilla,” Hispanic Review 62 (1994): 59. On Cervantes’s use of various discursive forms (legal, military, religious), see Robert ter Horst, “Une saison en enfer: La gitanilla,” Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America 5 (1982): 87–127. [287]

Generous Lover and by a few other persons, whom Fortune tried with all sorts of hardships and drove here, there, and everywhere, has just arrived in France. The princess of Conti may have been able to read Cervantes’s tale in the original Spanish, but Rosset and his publisher were aiming at a broader market. Rosset’s choices in translating Cervantes raise issues that continue to dog translation studies today and that were forcefully articulated in the eighteenth century by Friedrich Schleiermacher, who famously observed that there are two ways for translators to address the challenge posed by cultural distance. One approach is for the translator to bring the author’s linguistic and cultural world closer to the reader of the translation, what Martin Luther in his letter on translating called “Verdeutschung,” or “Germanizing.” Schleiermacher himself objected to such translation practices because he claimed that they distorted the text. He advocated a second path: the translator should bring the reader toward the text’s distinctive linguistic and cultural world17. Schleiermacher’s question remains salient today; Sandra Berman and Michael Wood paraphrase it in the introduction to their collection Nation, Language, and the Ethics of Translation: “How much of the ‘otherness’ of the ‘foreign’ should the translator highlight? How much of the foreign should he mute or erase in order to make texts easier for the ‘home’ (target) audience to assimilate18?” Rosset, for example, preserves many Hispanic details and resonances: though some names are translated—Juan becomes Jean, for example, but Preciosa remains Preciosa—the characters keep their Spanish titles; the military order, Calatrava, remains the same, as does the story’s geographic trajectory, and Rosset employs the idiomatic Spanish term “Holà.” But he also wants to make his story legible for his French readers, and to do so he makes some minor changes that he evidently believed would further that aim. The “patios” of the palace in which Don Juan assures Preciosa and the old gypsy that his name and family are known become “corners,” doubloons become ducats, and so forth. Whereas in fleeing the advances of Carducha, Andrés in Cervantes goes to round up the gypsies’ donkeys in a corral, in Rosset donkeys would seem to transgress decorum: instead, Andrés goes to find his “malette,” or satchel. The old gypsy in Cervantes wears clogs; in Rosset they are “grands patins,” the felt pads or slippers worn inside French homes to protect and polish parquet. And there are differences that are more complex and require further analysis: for example, Rosset terms gypsies a “race,” whereas Cervantes terms them a “nación.” But Rosset preserves with care the emphasis in Cervantes’s tale on the freedom of gypsy life, its habits and customs, and on Preciosa’s “gaye liberté,” an emphasis almost entirely missing from Alexandre Hardy’s play based on Rosset’s translation, to which I now turn19. Hardy, one of the most prolific French dramatists of all time (he claimed to have written some six hundred poèmes dramatiques, as he called them), wrote during most of his

17 Friedrich Schleiermacher, “On the Different Methods of Translating,” trans. Susan Bernofsky, in The Translation Studies Reader, 2nd ed., ed. Lawrence Venuti (New York: Routledge, 2004). 18 Sandra Berman and Michael Wood, eds., Nation, Language, and the Ethics of Translation (Princeton, NJ: Princeton University Press, 2005), borrowing from Schleiermacher, “On the Different Methods of Translating,” 5. See also Julie Candler Hayes, Translation, Subjectivity, and Culture in France and England, 1600– 1800 (Stanford: Stanford University Press, 2009). 19 The arguments advanced, and nowhere to my knowledge contradicted, that Hardy’s play is based on Rosset’s translation, not on reading Cervantes’s story in Spanish, can be found in Hainsworth, Les “Novelas exemplares” de Cervantes, among others. [288] career for the “comédiens du roi” who performed at the Hôtel de Bourgogne, Paris’s main theater. Hardy over-saw the publication of only thirty-four of his plays, including La belle egyptienne, which appeared in the last volume of his published dramas in 1628 but which was apparently written and per-formed sometime in the early 1620s. Hardy routinely prefaced the print versions of his plays with an argument summarizing the action. La belle Egyptienne’s argument begins like this: L’Incomparable Cervantes entre ses nouvelles plus dignes de remarque et d’admiration, rapporte que Constance fille du Sénéchal de Seville fut en sa plus tendre jeunesse ravie par une vieille Bohemienne, qui luy apprit les secrets du métier20. The Incomparable Cervantes, among his novellas most worthy of attention and admiration, reports that Constance, the daughter of the seneschal of Seville, was kidnapped at a very young age by an old gypsy who taught her the secrets of her trade. Hardy assumes, then, that his readers are already familiar with Cervantes’s reputation, and he prefaces the print version of his play with the dénouement of Cervantes’s story, the revelation of Preciosa’s identity. The play opens with a soliloquy by Don Jean that epitomizes Hardy’s style and his approach to his Cervantine material21. For dramatic purposes he compresses the action— Don Jean is already in love with Précieuse as the play opens, and he reveals his love in verse filled with Baroque hyperbole and mythological allusion. Don Jean harangues the powerful master of the gods, Love, to moderate his assault and confesses himself vanquished and Love’s prisoner. He blazons Précieuse’s beauty in exaggeratedly Petrarchan terms—her alabaster forehead, her starry eyes, her coral lips, her snowy bosom, her golden “tresses vagabondes,” which a smitten Zephyrus makes curl like waves. Her beauty has imprisoned him, but gold, he hopes, will free him since “telle sorte de gens pauvre se jette au lucre” (poor people like these will jump at cash). Such sententiae are another feature of Hardy’s style, one he shares with a number of his contem-poraries. Hardy’s Don Jean, unlike Cervantes’s character, assumes that Précieuse will be swayed by both his wealth and his position. Her “divine beauty” robs him of himself, and he offers his fortune to save her from the vagabond life of infamy she leads. Précieuse, as in Cervantes’s story, and even using his metaphor of the flower that fades when cut, insists that her love—Hardy’s euphemism for Cervantes’s virginidad—can be obtained only by marriage. Her insistence on marriage prompts the old gypsy in Hardy’s play to exclaim that she is mad to make such demands, perhaps a nod to the presumed indecorum of their puta-tive discrepant social statuses. But Don Jean immediately acquiesces: come what may, he will undergo the trials of Jason or Hercules to win her love. Throughout the play Don Jean bemoans his fate—he is “blackening” his reputation, committing parricide in agreeing to go among the gypsies and take part in their crimes. The French word he uses to name the gypsies is canaille, a word less derogatory than

20 Alexandre Hardy, La belle egyptienne: Tragi-comedie, ed. Bernadette Bearez Caravaggi (Paris: Schena-Nizet, 1983), 63. Caravaggi’s editorial concern seems to be to explain the anomalies in Hardy’s seventeenth-century French as compared to modern usage. 21 On the Spanish novella and French Baroque theater, see Daniela Dalla Valle, “De la nouvelle espagnole á la tragi-comédie française: Deux nouvelles de Cervantés et cinque tragi-comédies de Hardy, Sallebray, Scudéry, Bouscal et L’Estoile,” in L’age d’or de l’influence espagnole, ed. Mazouer, 303–14. [289]

Sarkozy’s racaille but of similar meaning. In various French allusions to Cervantes’s tale, we find this emphasis on the gulf in status between the two lovers. Almost twenty years later, in a ballet entitled the Libraire du Pont-Neuf, ou Les romans (1644), in which all the characters are taken from the most popular books of the time, we find the characters of La belle Egyptienne and Andrez, the name the gypsies bestow on Don Jean. In Hardy’s play and in the ballet, Don Jean / Andrez laments, “je trahy ma naissance,” while at the same time declar-ing his love to Précieuse. Hardy’s gypsy captain who inducts Don Jean into the crew begins his speech, “Aproche, Gentil-homme” (“Approach, sir,” or “Come forward, young gentleman”), thus stressing Don Jean’s gentle status, perhaps even borrowing from Andrés Caballero’s surname (caballero/knight) in Cervantes. Hardy borrows much from Cervantes’s description of gypsy life but typically gilds it with classical comparison; for example, Mercury, the god of thieves, who stole Apollo’s cattle, teaches them their vocation. What in Cervantes is their “gaye liberté” in Hardy are rather “gayes difficultez.” Whereas in La gitanilla, as E. Michael Gerli argues, “the plots, characters, landscape and motifs of romance are ironically subverted through contrast,” in Hardy not only do the hyperbole and rhetoric of romance dominate but the ethical and moral ambiguity of Cervantes’s dénouement is suppressed22. If in Cervantes Preciosa gains a father and becomes, as Julio Rodríguez-Luis suggests, silent and obedient, requiring her father’s permission to marry, Hardy goes even further23. Whereas in Cervantes “the interplay of idealism and irony . . . points to the disparities between literary norms” and what Gerli terms the “realities of experience” (but which we might rather term the conventions of realism), in Hardy the romance ending of coincidences is exaggerated. Précieuse’s father not only knows Don Jean’s family, they were once even comrades-in-arms. Not only is Précieuse of noble birth, but her birth surpasses Don Jean’s. Whereas Cervantes’s tale ends, not with the nuptials, which he dispenses with summarily, but with the writing of Preciosa’s story and a failure of poetic justice, Hardy’s play ends with the words of the Father/father who delays their marriage until Andrés’s father can arrive. Not only does Hardy observe rather than undermine the conventions of romance; he also emphasizes patriarchal power by giving the last speech of the play to Précieuse’s father, who speaks, not to his daughter, but directly to her fiancé, the aristocratic Don Jean: Promis dés aujourd’hui, j’entends que l’on fiance, Certain que vôtre Pere approuvera l’accord, Qu’une semblable bru ne luy peut faire tort, Soit qu’á l‘extraction, soit qu’aus biens on regarde, Averty d’un Courier la Nopce l’attendra, Et l’hommage requis á son grade rendra. (ll. 1584–90) Promised as of today, I agree to your engagement, Certain that your father will approve of the match. Such a daughter-in-law does him no wrong, Whether we weigh birth or wealth. Informed by a messenger, the nuptials will await him,

22 E. Michael Gerli, “Romance and Novel: Idealism and Irony in La gitanilla,” Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America 6 (1986): 38. 23 Julio Rodríguez-Luis, Novedad y ejemplo de las “Novelas ejemplares” de Cervantes (Madrid: Ediciones J. Porrúa-Turanzas, 1980), 1:138, reference in Gerli, “Romance and Novel,” 37. [290]

And we will tender the honor requisite to his status. Unlike Cervantes, Hardy sends the old gypsy back to her people and, in a final classicizing detail, orders songs to be sung in the temples and for the lovers to be crowned with myrtle: “Allons faire des chants les temples resonner, / Puis d’un Myrthe en public nos Amants couronner” (ll. 1605–6). Many readers have observed that at the end of both Cervantes’s tale and Hardy’s play, Preciosa’s “gaye liberté” is curtailed. In a now somewhat outdated vocabulary, she is reduced to a wife, reinserted in hierarchical relations, circumscribed in the domus. If freedom is metaphorized as unobstructed movement, as it so often is, and opposed to constraint and bondage, then we must read the end of Hardy’s play, as some have Cervantes’s story, as a fall into unfreedom24. In being restored to her parents and bestowed in heterosexual marriage, Preciosa is presumed to lose many of the “freedoms” we associate with an unfettered subjectivity. And many of those losses are gendered: having found a father to whom she is now bound, she will move from father to husband and will finally become, now at her father’s wish, Don Jean’s wife. Yet recent theoretical reflection on freedom raises questions with regard to our assumptions about “freedoms” and the rights’ claims or liberties that those “freedoms” are said to underwrite—our right to this or that, our putative “free will,” our right to come and go, to move freely, to marry or not. In Jean-Luc Nancy’s words, in focusing on rights’ claims, we “do not grasp the stakes of ‘freedom,’” for “they delimit necessary conditions of contemporary human life, without considering existence as such25.” Following Nancy, we might say that Hardy’s play speaks “about freedom” in representing the gypsies’ “gaye liberté,” whereas, perhaps, Cervantes’s novella “speaks of freedom,” of an existential freedom registered in its ironies and its swerve from the marriage plot. For at the end of Cervantes’s novella, he turns away from the marriage of Don Juan and Preciosa, which is the focus of Hardy’s last lines, and instead turns to what might be termed the “writing plot.” In Cervantes, the wedding festivities take place in a sentence; when news of the marriage reaches Don Juan’s father, he hastens to Murcia, thrilled that his son has made so illustrious a marriage. But Cervantes’s tale ends not with the marriage of Don Juan and Preciosa or, as in Hardy, with plans for its celebration. Instead, Cervantes ends with “los poetas de la ciudad” (the poets of the city) and “el famoso Licenciado Poço” (perhaps the minor poet Doctor Andrés del Pozo), who will celebrate the lovers’ story and Preciosa’s fabled beauty in verse. Her fame will endure as long as the centuries turn (“la fama di Preciosa mientras los siglos duraren”). And in a last sly irony, Cervantes reminds us yet again that he is the inventor of this tale. His narrator tells us in the final sentence that he forgot to say that the smitten, treacherous Carducha confessed her treachery but did not get her just deserts: “la clemencia” is the novella’s last word26. Cervantes’s ending enacts the experience of freedom, a freedom not bound to the banal marriage plot but to the thinking of writing and of thought itself.

24 My discussion of freedom here is prompted by the work of my colleague James Kuzner, whose essay “Metaphysical Freedom,” forthcoming in Modern Language Quarterly, has stimulated my thinking with regard to La gitanilla. 25 Jean-Luc Nancy, The Experience of Freedom (Stanford: Stanford University Press, 1994), 2. 26 On the mention of Master Pozo at the end of Cervantes’s tale and the plot of writing, see Ruth S. El Saffar, Novel to Romance: A Study of Cervantes’s “Novelas ejemplares” (Baltimore, MD: Johns Hopkins University Press, 1974), 107–8. [291]

Crooks closes her chapter on Cervantes’s influence on the French theater by claiming that the increasing desire to observe the unities, which never troubled Hardy, “brought a decrease in the usefulness of Cervantes’ Novelas exemplares as models” for later French playwrights27. Yet the enduring lure of romance, especially in its ironized mode, belies her claim. Instead, romance, in Jameson’s formulation, morphs to fit changing codes, always undoing, eschewing resolution, postponing particular ends28, a literary strategy in which the gypsy Preciosa can morph not only into la belle Egyptienne of Rosset’s translation and later Hardy’s play but also into Tallemant’s Liance, the English Spanish Gypsy, and the many subjects of Dutch literature and art that Crooks details. But Preciosa also mutates into the characters of countless other genres, including ballet and opera, and most recently, the little gypsy girl has been the subject of a Grand Palais block-buster exhibit that opened in Paris on September 26, 2013. As the online blurb describes it, “Chantée, filmée, versifiée, exaltée, cent fois déclarée morte et toujours renaissante, la ‘Bohème’ fait partie des mythes modernes” (Celebrated in song, in cinema, in verse, declared dead a hundred times over, yet always reborn, the “Gypsy” is one of the enduring modern myths29). Cervantes’s La gitanilla may have become less “useful” to dramatists of the seventeenth-century French theater as the neoclassical unities came to dominate dramatic production, but the figure of the gypsy girl, beautiful and free, that his novella celebrated persists in the romanticized fic-tion of la bohème. It is ironic that at the very moment the French state is chasing the racaille from France, the Grand Palais exhibition purports to show the importance of these “nomads” to the construction of European identity.

27 Crooks, Influence of Cervantes in France, 183. 28 Fredric Jameson, “Magical Narratives: Romance as Genre,” New Literary History 7 (1975): 135–63. On the postponement of resolution, see Patricia Parker, Inescapable Romance: Studies in the Poetics of a Mode (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1979). For an overview, see Barbara Fuchs, Romance (New York: Routledge, 2004). 29 See http://www.grandpalais.fr/en/evenement/bohemes. [292]

La Gitanilla y The Bohemian Girl: La trayectoria musical de un tema cervantino Julián Jesús Pérez Fernández

El artículo recoge, como tema central, la proyección que tuvo la novela corta La Gitanilla de Cervantes en una ópera del siglo XIX: The Bohemian Girl, del compositor irlandés Michael William Balfe, con libreto de Alfred Bunn. Comienza con una visión general sobre lo que se conoce como sueño romántico, es decir, cómo se veía a España en el siglo XIX fuera de nuestras fronteras, con ejemplos tomados de la literatura. Seguidamente nos acercamos a la ciudad de Sevilla como punto de encuentro para muchas óperas y como marco para la creación de algunos mitos de la cultura universal. Después de centrarnos en la novela cervantina como fuente de inspiración para la ópera de Balfe, nos acercamos a una presentación de dicha obra desde la perspectiva de su éxito inicial, su posterior olvido y los intentos actuales de recuperación. Continuamos con una comparación entre las protagonistas de las dos obras (Preciosa y Arline). Unas reflexiones finales cierran este trabajo. «For more than 70 years, beginning in 1843, it was the most widely performed opera in English in the English-speaking world (...)» Tom Hancock

Introducción Es conocido el interés que despertó lo hispánico en Europa y Estados Unidos en el siglo XIX. Si bien la nómina de ejemplos podría ser muy extensa, destacaremos algunos. España era un sueño romántico para H. W. Longfellow (1807-1882); en Castles in Spain (1878): White hamlets hidden in the fields of wheat, / white cities slumbering by the sea, / white sunshine flooding square and street, (...) / all was a dream to me. La idea del sueño romántico nos remite a la expresión “chateaux en Espagne” (i. e. “castillos en el aire”). La asociación no parece casual; la idea viaja en el espacio y en el tiempo y llega hasta nuestros días para instalarse en una expresión coloquial francesa1. Washington Irving (1783-1859) en Tales of the Alhambra (1832) expone una visión ya no de España, sino de Andalucía y sus habitantes (moros y españoles)2; no es tan idealizada como la de Longfellow, acaso porque tuvo la oportunidad de observar en directo, como turista y embajador, a las gentes de nuestro país. El Romanticismo literario nace en Francia en 1830 con el estreno de Hernani de Víctor Hugo, que Verdi convertiría en ópera con libreto de Piave. Publicará un año más tarde Nôtre Dame de Paris, en el que destaca la zíngara Esmeralda, una referencia al mundo de la gitanería. Sobre el mismo tema tenemos Carmen (1845) de Mérimée, el mejor especialista de caló en el siglo XIX. Su conocimiento de la lengua romaní le llevó a

1 “A castle in the air; something that exists only in the imagination. In Spain there are no châteaux.” Cf. Brewer, E. C. (1898). El término “château” no se refiere a “castillo”: “es una casa solariega o residencia del señor o una casa de campo de nobleza o la gentry, con o sin fortificaciones, originalmente –y aún más frecuentemente– en regiones francófonas. (...). Muchos de los châteaux no son tanto castillos como "palacios" o "casas de campo.” http://es.wikipedia.org/wiki/Château 2 Según J. M. Valverde (1991), la obra de Irving “(...) tomaría la Alhambra como elemento de su imaginación romántica, dentro de una estética conservadora y popular.” (p. 291) [293] comprender mejor el mundo que proyectaba desde el carácter (i. e. character en inglés), hoy mito literario, de la gitana Carmen, llevado a la ópera por G. Bizet sobre un libreto de H. Meilhac y L. Hálevy. En Italia, Rossini presenta al barbero Fígaro en Il Barbiere di Siviglia, una ópera basada en la comedia de Beaumarchais. Por su parte, Verdi se ocupará de musicalizar algunas obras de temática hispana: además de Ernani, escribe Il Trovatore y La Forza del Destino, basadas en sendos dramas de García Gutiérrez y el Duque de Rivas3. En el primer caso nos encontramos con la gitana Azucena, de carácter distinto al de Carmen. Verdi sitúa el elemento hispano en La Traviata, basada en La Dame aux camélias de Dumas, al incluir un coro de gitanas “venute da lontano” y otro de toreros; durante el tercer acto entran en casa de Flora para distracción de los invitados. Dos personajes cervantinos van a ser tratados en la Europa del siglo XIX: Don Quijote y la gitana Preciosa. De esta última se ocuparían autores como Weber en su ópera homónima Preciosa (1820), Donizetti en La Zingara (1822), Ruggero Manna y Antonio Smareglia en sus dramas líricos Preziosa (1845 y 1879 respectivamente4). Londres verá el estreno en 1843 de una ópera basada en la novela La Gitanilla sobre libreto de Alfred Bunn, con música del compositor y barítono irlandés Michael William Balfe: The Bohemial Girl. Incluye un aria que interpreta el personaje de Arline: “I dreamt I dwelt in marble halls”. El sueño romántico se centra en un personaje que no es lo que parece, como Preciosa en la novela de Cervantes. Lo hispano, y concretamente lo gitano, era uno de los temas recurrentes en la literatura europea y norteamericana del siglo XIX, e incluso en el mundo de la ópera.

Sevilla, punto de encuentro Andrés Moreno Mengíbar (1998) sostiene una realidad y algunas hipótesis acerca de Sevilla como uno de los escenarios más comunes en la Historia de la Ópera: Don Juan, Fígaro y Carmen tienen algo en común: los tres son sevillanos y a orillas del Guadalquivir se desarrollan sus andanzas. ¿Casualidad? En absoluto. Casi un centenar de óperas ambientadas en Sevilla hacen de esta ciudad uno de los marcos operísticos fundamentales en la Historia de la Lírica. Quizá fuese su pasado esplendor durante el Siglo de Oro, en el que se fraguó la imagen literaria de la ciudad; quizá fuese el haberse convertido en un reducto de los valores tradicionales en los años del Progreso, de la Ciencia y de la Industria. Quién sabe, pero el caso es que pocas ciudades inspiraron tantas ensoñaciones musicales fuera de nuestras fronteras5. Sevilla tenía gran atractivo para las élites culturales europeas durante el siglo XIX. Aunque algunos (como Verdi) la habían visitado, el conocimiento directo no era necesario para disponer de información sobre ella. Gracias al arte, a la literatura y a los viajeros y comerciantes, la intelectualidad europea tenía a esta ciudad muy viva en su mente. No era para menos, ya que Sevilla constituyó desde el siglo XVI un punto geográfico y comercial muy importante en Europa. Muchos extranjeros, como consecuencia del comercio con América, se instalaron allí; enviaban informes a sus países de origen sobre lo que ocurría en el nuestro. Las mercancías llegaban y salían del puerto fluvial. Todo lo referente a la ciudad interesaba al resto de Europa, principalmente a sus élites culturales. Veían en ella

3 Verdi compuso algunas óperas de tema histórico hispano, como Don Carlo, Alzira e I Vespri Siciliani. 4 Cf. Piñero Gil, E. (1994) 5 Al no disponer del texto impreso, no ha sido posible precisar la página de donde procede la cita. [294] un foco de atención, por ser ésta la ciudad más importante de España en un momento de esplendor cultural: el Siglo de Oro de nuestras letras. Heredaba un impresionante legado cultural e histórico gracias a la presencia de romanos, visigodos y árabes, lo que suponía un enriquecimiento que se incrementó con la presencia de habitantes que llegaban de casi todo el mundo. Como consecuencia, Sevilla pudo disfrutar de un componente cultural muy variado y único en su época. La cristalización de todo ese componente cultural en tipos humanos dio lugar a la creación de algunos mitos de la cultura universal. Vamos a ver un ejemplo que, aunque no se desarrolla propiamente en la citada ciudad, trata el tema de un colectivo muy querido para los creadores europeos: el mundo gitano. Intentaremos abrir un camino para el conocimiento de la ópera The Bohemian Girl6 (1843) de Balfe y Bunn partiendo de su fuente principal de inspiración: la novela cervantina La Gitanilla (1614). Una creación casi desconocida para el público no anglófono de nuestros días ofrece en uno de sus números el interés suficiente como para ser incluida en repertorio por cantantes de muy diversos estilos, e incluso distanciados en el tiempo: es el aria “I dreamt I dwelt in marble halls”. William Tyldesley (2003) da cuenta de este hecho: `The dream´ (...) is the best known of all of Balfe´s compositions. (...) Recent recordings in various styles demonstrate the relatively long-lasting nature of its success.´ (p. 101) De entre las grabaciones disponibles, destacamos las siguientes: . Rosalía Chalia (1853-1948), soprano cubana; grabación de 1901 . Joan Sutherland (1926-2010), soprano australiana; grabación de 19627 . Jessye Norman, soprano afroamericana; grabación de 1986 . Enya, cantante y compositora irlandesa de New Age; grabación de 1991 . Méav Ni Mhaolchatha, cantante folk (Celtic Woman); grabación de 2005 . Sumi Jo, soprano surcoreana; grabación de 2008 . Elina Garanča, mezzosoprano letona; grabación de 2010 El aria tiene su lugar en el cine, bien completa o en una breve referencia: The Bohemian Girl (1936) con Stan Laurel y Oliver Hardy, Dragonwyck (1946), The Glenn Miller Story (1954), The Age of Innocence (1993), The Butcher Boy (1997); también aparece citada en dos cuentos de James Joyce (Eveline y The Dead) en su obra Dubliners y en Finnegans Wake. ¿Qué oculta esta aria para despertar tanto interés? Más allá de planteamientos que llevarían a una fácil identificación de las cantantes de habla inglesa con la reivindicación de su música, o de la aparente sencillez del aria, lo que justificaría la elección por cantantes líricas y modernas, nos acercamos a las obras de Balfe y Cervantes para ofrecer una posible respuesta.

La Gitanilla de Cervantes Sorprende que Cervantes haya escogido precisamente La Gitanilla (1613) para encabezar sus Novelas Ejemplares. El comienzo es una sutil declaración de intenciones:

6 Basada en el ballet-pantomima La Gypsy (1839), de Joseph Mazilier y Jules-Henri Vernoy de Saint-Georges. Longfellow escribió la comedia The Spanish Student (1843) con la novela de Cervantes como fuente principal. 7 De esta soprano existe una grabación en video de 1969 con Richard Bonynge al piano. Más conocido como director de orquesta, Bonynge realizó un registro sonoro de la ópera (Argo, 1991 y Decca, 2002). [295]

Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones, y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes... (Cervantes, p. 61) Cabe interpretar la expresión inicial (“parece que”) en un sentido literal (los gitanos y gitanas nacieron para ser ladrones), pero el punto de vista del narrador se manifiesta desde el momento en el que presenta a la protagonista femenina. Después de describirla como hermosa, discreta, cortés, etc., corona su discurso con esta frase: ...con ser aguda, era tan honesta, que en su presencia no osaba alguna gitana, vieja ni moza, cantar cantares lascivos ni cantar palabras no buenas. Y, finalmente, la abuela conoció el tesoro que en la nieta tenía,... (Cervantes, p. 62) Parece clara la postura del narrador (y la de Cervantes) ante el mundo de la gitanería y, en concreto, ante el personaje de la gitanilla Preciosa. Llama la atención si tenemos en cuenta la actitud de rechazo hacia ese colectivo que se dio en España en diversos momentos de nuestra historia: desde la época de los Reyes Católicos (Real Cédula de 1499 para que no vagasen por el reino), durante el reinado de Carlos V (intento de expulsión bajo Real Cédula de 1539), para llegar al rechazo oficial más severo en el siglo XVII, según consta en documentos de la época8. Cervantes ofrece una lección de tolerancia y una positiva actitud hacia el pueblo gitano que merecen tenerse en cuenta en los tiempos actuales. Cervantes adopta una postura inteligente con respecto a la protagonista: la supuesta gitanilla, que resulta desde el principio encantadora para el lector, lo será aún más a medida que transcurre la novela. En diversos momentos podemos escuchar los cantos y las dulces palabras del personaje, su visión del amor y del mundo de la pareja, hasta llegar al momento de la anagnórisis o reconocimiento de su verdadero origen: Preciosa es hija de un corregidor, caballero de la Orden de Calatrava, y había sido raptada de pequeña. Sus virtudes iluminan un mundo que no gozaba de aceptación en la sociedad española del siglo XVII, y que dos siglos más tarde sería una de las bases para la construcción europea del sueño romántico. Entre los últimos años del siglo XIX y primeros del XX surgirán en España y en otros países europeos algunos pintores (Corot y Manet en Francia, Van Gogh en los Países Bajos, entre los más conocidos) que, desde una perspectiva moderna, son continuadores de esa visión que hemos comentado. Destacamos al cordobés Julio Romero de Torres (1874-1930) y al guipuzcoano Ignacio Zuloaga (1870-1945). Romero de Torres retrató a la mujer gitana en buena parte de su producción; ofrece una imagen sensual, con perfiles muy definidos y un particular uso del color. Sus cuadros reflejan la exaltación de algunos elementos de la tradición popular, entre los que destaca una visión alegórica del mundo del flamenco. Zuloaga, en cambio, presenta una pintura bien distinta, con una fuerte dosis de realismo. Siente gran atracción por los gitanos, si cabe influenciado por el romanticismo decimonónico; incluso aprende su lengua. Para él, los gitanos, y sobre todo las gitanas, representaban la fuerza, la pasión, la raza y la vitalidad. Moreno Mengíbar (1998) ofrece una explicación muy expresiva. Las peculiaridades históricas que diferenciaron a nuestro país del resto de Europa fueron elementos muy

8 Cf. Avalle-Arce, J. B. (1981) [296] sugerentes para la creación literaria europea, así como para el mundo de la lírica. La construcción de ese corpus creativo tiene su punto culminante en el Romanticismo: Para la mentalidad romántica, hastiada del progreso material de Europa y ansiosa por escapar a paisajes y momentos exóticos y diferentes, nada más cercano y a la vez distante que España. Su pasado y sus monumentos islámicos, sus formas de vida tradicionales intactas, sus costumbres donde la violencia de las pasiones aún no había sido domesticada por las convenciones sociales: todo esto era España para escritores como Gautier, Mérimée, Dumas, Davillier, Andersen y tantos otros como pasearon por nuestras tierras para ver tan sólo lo que querían ver, evidentemente. (...) iban en pos de lo exótico, de lo distinto, del tópico inmortal. El tópico llegó hasta nuestros días con un eslogan: Spain is different. Más allá de cuestiones de mercado y proyección de nuestro país en el extranjero, existieron unas circunstancias de orden histórico que lo situaban a gran distancia del resto de Europa: la existencia de tres culturas en la España medieval, el Descubrimiento de América (con sus lamentables consecuencias) y el papel que jugó nuestro país en el concierto europeo, la expulsión de los judíos en la época de los Reyes Católicos y la de los moriscos durante el reinado de Felipe IV, la Inquisición y la intolerancia religiosa, etc. Si el Arte puede servir para poner de relieve los defectos y vicios de un colectivo, mostrando la verdad y favoreciendo la reflexión para mejorar la condición humana, no parece casual una presencia de lo hispano en la Música y en la Literatura románticas.

The Bohemian Girl de Balfe: éxito, olvido y resurgimiento Basil Walsh, estudioso de la obra y la figura de Balfe, resume con estas palabras el éxito inicial de The Bohemian Girl: “For more than 150 years, Balfe's most popular opera, The Bohemian Girl, has been performed with remarkable success in the English speaking world of America, Australia, Britain, Canada, Ireland, New Zealand and elsewhere.” (Walsh, 2000-2014) Afirma Tom Hancock (2002) que la ópera de Balfe supone el final de un proceso de evolución artística. Desde su origen cervantino, el tema de la gitanilla ha viajado en el tiempo (durante dos siglos) y en el espacio (por algunos países de Europa occidental); pasa por diversos géneros (novela, ballet, teatro) hasta su presentación en formato operístico. Uno de los mayores exponentes fue la ópera de Balfe y Bunn. El estreno londinense en 1843 ocupó más de cien noches, pero el éxito de la obra no acabó ahí: For more than 70 years, beginning in 1843, it was the most widely performed opera in English in the English-speaking world, at a time when opera was one of the most popular form of entertainment and more than 200 opera companies toured the United States. Poco a poco se fueron sucediendo estrenos en otras ciudades: Dublín, Filadelfia y Nueva York en 1844, Viena y Sydney en 1846, Praga en 1847, Estocolmo en 1849, Berlín en 1850, Trieste, Brescia, Verona, Bolonia y Zúrich en 1854, Ámsterdam en 1855, Rouen en 1862 (dirigida por un joven Jules Massenet), Gotemburgo en 1865, París en 1868-9, Toronto en 1874, Nueva Orleáns en 1876, México en 1884, Ciudad del Cabo en 1887, etc. Diferentes públicos europeos conocieron la obra en la lengua de sus respectivos países, siempre con éxito: así fue en el caso de Viena, Berlín, Frankfurt, Hamburgo, Darmstadt, Munich, Stuttgart, Leipzig (en alemán), Trieste, Brescia, Verona y Bolonia (en italiano) y Rouen (en

[297] francés9). Fue traducida también al sueco, al croata y al ruso. Además, durante más de ciento cincuenta años, fue representada principalmente en países de habla inglesa de Europa, América y Oceanía. The Bohemian Girl fue una de las óperas favoritas del público durante la segunda mitad del siglo XIX en Inglaterra y en el extranjero. Tuvo éxito y se mantuvo en repertorio durante bastante tiempo. Sus bellas melodías siguen la línea del bel canto italiano: Bellini y Donizetti, con pinceladas del estilo de Rossini. Resulta extraño ver cómo pasó de la popularidad al olvido. Rara vez se programa hoy día, si bien algunas de sus arias se escuchan en conciertos y grabaciones10. Aun así, hemos documentado alguna producción reciente, como la de la compañía Opera South en Haslemere (Surrey) en 2008, con motivo del bicentenario del nacimiento de Balfe11. Para esta versión, Tom Higgins (música) y Guy Davenport (libreto y texto cantado) elaboraron una edición práctica que incluía una adaptación del lenguaje utilizado en el libreto original, de acuerdo con las ideas del director de escena Tom Hawkes12. La ambientación en Austria se trasladó a la Irlanda del Norte a principios del siglo XX, con lo que fue necesario modificar ciertos detalles; el héroe polaco en la versión original será un republicano rebelde en la adaptación. Se aligeró la duración de la obra, así como la estructura, al hacer algunos cortes y reorganizar en dos actos la distribución original en tres actos. La reestructuración en dos partes, habitual en las producciones modernas de ópera, implica un solo descanso, lo que acorta la duración del espectáculo. Se adaptó la orquestación original para ser interpretada por una orquesta de veintiún músicos, acomodable por su operatividad a un foso pequeño como el de Haslemere Hall, y se liberó la partitura de elementos melodramáticos, más propios de la ópera Victoriana, para hacerla más cercana a los públicos de nuestros días. La orquestación reducida está basada en la edición que preparó la doctora Valerie Langfield a partir de la partitura original de 1843. Todas las críticas alaban esta versión, pero las palabras de Tom Muckley son muy expresivas: “It was certainly well worth reviving.” (Muckley, 2008) El catedrático James Ford y Ariel Bybee (artista en residencia de la University Nebraska-Lincoln School of Music) se preocuparon de apoyar el resurgimiento de la obra desde la codirección de una producción en 2002, seis años antes del celebrado bicentenario. Aducen razones que pretenden justificar el olvido después de tantos años en escena: la inconsistencia del argumento, la dificultad de producir una versión actualizada sin caer en el anacronismo (ya que la ópera presenta referencias temporales muy concretas) y la escasa calidad literaria del libreto. No parecen argumentos consistentes, toda vez que, si lo anterior fuese cierto, la obra de Balfe y Bunn compartiría con famosas óperas belcantistas la escasa calidad de argumento y libreto. El criterio de la supuesta imposibilidad de actualizar la ópera sin caer en el anacronismo no se sostiene hoy en día, ya que la práctica se realiza en muchos casos desde el punto de vista conceptual, no estrictamente histórico.

9 Cf. Walsh (2000-2014) 10 Como ejemplo, la reciente grabación del aria “I dreamt I dwelt in marble halls” por Elina Garanča en Habanera (2010). Deutsche Grammophon. Dice la cantante: “Clearly I wanted to do something on the theme of gypsies.”, p.3 11 Opera South, fundada en 1984 como Opera Omnibus, presenta una producción al año en Surrey, Hampshire y West Sussex. La labor supone una plataforma de lanzamiento para jóvenes artistas en el inicio de sus carreras profesionales. 12 El peso específico de la labor de los directores de escena (la regia) ha ganado terreno en todo el mundo. [298]

En el Festival of Britain de 1951 (Royal Opera House, Covent Garden), tuvo lugar una producción de The Bohemian Girl dirigida por Sir Thomas Beecham. Fue representada diecinueve veces, del 15 de agosto al 1 de septiembre; incluso se ofrecieron dos funciones en el mismo día (matinée y nocturna) en tres ocasiones. Los protagonistas fueron Roberta Peters en el rol de Arline, Anthony Marlowe en el de Thaddeus y Jess Walters como el Conde Arnheim. Se consideró la resurrección en el siglo XX de la ópera de Balfe, aunque con la inevitable prudencia e inquietud por saber cuál sería la reacción del público. Según Tom Browne (1951): The current Covent Garden Opera revival of “The Bohemian Girl” (...) is in keeping with the reminiscent mood of Festival of Britain year. But it also poses the inevitable question –how will 1951 opera-goers regard the tuneful melodies of Balfe and the unsophisticated sentimentalities of Bunn? (p.10) Browne realiza una antecrítica de la ópera, escrita unos tres meses antes de su recuperación. Sus motivadoras palabras preparan al público ante la nueva producción: ...music is not to be judged by age, though a libretto may be found stale and outdated. (...) When produced in a French version it was acclaimed for Balfe´s gift of melody, fertility of invention, and brilliancy for which the composer was compared with Rossini and Auber. Presenta de forma objetiva las diferentes producciones ofrecidas desde su estreno en 1843: cien representaciones en el estreno londinense y un rápido ascenso como una de las óperas inglesas más populares; las versiones alemana e italiana, recibidas con agrado; la producción francesa, aclamada por las características que apuntábamos más arriba; las producciones en italiano (Bolonia, Trieste y ¿Madrid?), sueco (Estocolmo), croata (Zagreb, 1872) y ruso (San Petersburgo); la producción del Drury Lane Theatre en 1893, con motivo del cincuentenario del estreno y la del septuagésimo quinto aniversario en Shaftesbury Theatre en 1918; incluso menciona una producción al aire libre que tuvo lugar en Scarborough poco antes de la Primera Guerra Mundial, y una adaptación como comedia musical bajo el título Gypsy Blonde en el Lyric Theatre en 1931. Además, crea interés y expectación ante la recuperación de la ópera de Balfe: All this indicates a sustained vitality and enduring appeal that augur well for the 1951 revival of the famous ballad opera, bringing to a new and more sophisticated generation the car-haunting strains of “When Other Lips” and “The Heart Bowed Down.” La soprano Roberta Peters, protagonista en la producción de 1951, aún era recordada diez años más tarde por su recreación del rol de Arline. La prensa destacó su dominio de las coloraturas, su belleza y su integridad como artista, lo que provocaba un impacto inmediato en el público. (N. N., 1961, p. 6) El 6 de agosto de 1951 se presentó en el Royal Court Theatre de Liverpool por la compañía del Covent Garden. La crítica responsabilizó a Beecham del éxito obtenido: If we say it was Beecham, not Balfe, who was responsible for the extremely successful rejuvenation of “The Bohemian Girl”, which had its première at the Royal Court Theatre, Liverpool, on Monday, after lying dormant for more than a quarter of a century, it is no exaggeration. It was a performance which even the most critical of opera-goers must acclaim as magnificent. (N. N., 1951, p. 10)

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Beecham consiguió que la orquesta diera lo mejor de sí misma y el éxito se extendió a los cantantes. La crítica valoró la interpretación de Roberta Peters: `I dreamt that I dwelt´ has been on the lips of millions of people since the opera was composed in 1843, but it has probably never been better sung tan it was by Roberta Peters, who has come from the Metropolitan, Nueva York, to play Arline. As the girl of 18 she captured the hearts of the audience, and her delightful voice was especially suited to the numbers which she sang with great charm. (N.N., 1951, p.10) La popularidad que logró en su tiempo el aria de Arline nos trae a la memoria una situación similar: lo que ocurrió en la época del estreno de Rigoletto con “La donna é mobile”, fragmento que ha quedado en el repertorio de todo tenor lírico, así como en el acervo popular. Su belleza melódica y su sencillez favorecieron la rápida memorización por parte del público de la época. El tenor Anthony Marlowe y el barítono Jess Walters, así como el coro del Covent Garden (se destacaba su clara dicción), fueron muy valorados también. Por último, la nueva versión, producida por Dennis Arundell, fue calificada de excelente. Queda expuesto el resultado de algunas producciones de The Bohemian Girl de William Balfe. Esperamos que los intentos de rescatar la ópera para los espectadores del siglo XXI la sitúen definitivamente en los repertorios de los teatros de ópera europeos y norteamericanos. Su música y una inteligente actualización del libreto facilitarán el acercamiento al público de nuestros días.

Arline y Preciosa Es notoria la presencia de la gitanilla Preciosa en dos poesías de autores del siglo XX como García Lorca y Miguel Hernández. Este último, en su poema “Flor del arroyo”, exponía de esta manera las virtudes del personaje cervantino: Alocada mariposa. / figurilla de marfil / débil, morena y hermosa. / La más primorosa rosa / de un alba del bello Abril. (Hernández, 2010, p. 73) La rima de los versos 1, 3 y 4 resulta muy expresiva; como vemos, sólo falta mencionar el nombre de la muchacha. En el texto se describe así a la protagonista: Salió... la más única13 bailadora que se hallaba en todo el gitanismo, y la más hermosa y discreta que pudiera hallarse,... Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo... pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos; y lo que es más,... era en extremo cortés y bien razonada. (Cervantes, pp. 61-62) Lorca, en el romance “Preciosa y el aire14” del Romancero Gitano, se refiere metafóricamente a la pandereta que toca la gitana, uno de los elementos que la distinguen: Su luna de pergamino / Preciosa tocando viene. / Al verla se ha levantado / el viento que nunca duerme. El verso hernandino y la prosa cervantina coinciden, en términos generales, en su contenido. Las diferencias entre el verso y la prosa como canales de expresión se acentúan mucho más desde el momento en que nos encontramos, en el caso del poema,

13 “Singular, raro, especial, o excelente en su línea” 14 En 2009 se estrenó el ballet Preciosa y el Aire por el Ballet Nacional de Cuba, bajo la dirección de Alicia Alonso, con música de Ángel Barrios (Granada, 1882-1964). http://www.balletcuba.cult.cu/preciosa-y-el-aire [300] ante una estética modernista por su musicalidad, su sentido rítmico, sus refinadas imágenes; en fin, su preciosismo en el estilo. Cervantes destaca a su personaje de entre el colectivo al que pertenece y la presenta como un dechado de virtudes, una excepción al comportamiento habitual de los gitanos como ladrones. Compartimos esta idea con Lou Charnon-Deutsch (2004): As creator of what we could call the glamorization of the Gypsy woman, “La Gitanilla” established a strong contrast between the thieving, abject members of the race and one exceptional and beautiful woman. (p. 19) Resulta irónico el descubrimiento del auténtico origen de la protagonista: fue raptada de pequeña y es, en realidad, hija de un acaudalado corregidor. Ella no sabe nada acerca de su origen; se ha criado entre gitanos y desconoce otra manera de vivir. Ni siquiera le han influido las enseñanzas de su supuesta abuela, anotadas al principio de la novela. El narrador presenta al lector durante un tiempo el sueño romántico personificado en la protagonista. El autor apoya, de esta manera, un gusto literario por los temas relacionados con el mundo gitano en una época en la que los españoles no veían con buenos ojos al colectivo, si cabe mediatizados por la persecución que sufrieron los gitanos en España desde la Real Cédula dictada en 1499. Entre la ópera y la novela se da una diferencia importante con respecto a la presentación de la protagonista. Cervantes presenta a Preciosa como una joven gitana, integrada ya en un ambiente, y no dice nada respecto a su origen; Balfe y Bunn sitúan a Arline de niña en el primer acto, sin intervenciones musicales. Su padre, el Conde Arnheim, la ama, y ella vive entre la nobleza; será raptada por Devilshoof, el jefe gitano, al final del acto. La presentación musical del personaje tendrá lugar en el segundo acto, doce años más tarde. La joven Arline tiene tan sólo vagos recuerdos de su infancia que contará en el aria del sueño. Al igual que Preciosa, ha sido raptada de pequeña y criada entre gitanos. La ilusión creada a los lectores no se ofrece a los espectadores de la ópera. Las palabras del narrador en la novela revelan algo que hace dudar de que Preciosa sea realmente una gitana. En la ópera, el texto y la música contienen suficientes elementos como para dar a entender que no se trata de un personaje que pertenezca a ese colectivo; si cabe, reforzando lo que los espectadores conocen, porque han visto el primer acto. El ambiente al que aluden los salones de mármol dista bastante del campamento gitano en el que se ha criado Arline. Ambos personajes son presentados en sus respectivas producciones con un tratamiento similar, utilizando los canales propios de cada una: verbal por parte de Cervantes en La Gitanilla; verbal, musical y escénico en el caso de Balfe y Bunn en The Bohemian Girl.

Consideraciones finales En la recepción de The Bohemian Girl consideramos crucial para su reconocimiento la producción de 1951, dirigida por Thomas Beecham y producida por Dennis Arundell. Después de un cuarto de siglo de olvido, con la responsabilidad que suponía, la exitosa producción marcó un antes y un después en la valoración de esta ópera. No es extraño encontrar una melodía lírica popularizada como canción independiente de la obra de la que forma parte. Como ejemplos, citamos las romanzas de zarzuela “Mulata infeliz” de María la O de E. Lecuona o “Preciosa”, de Rafael Hernández. Esto nos hace considerar la influencia negativa que puede ejercer en el gran público la popularidad de

[301] un fragmento de ópera, zarzuela o comedia musical, y así frenar el conocimiento general de la obra. The Bohemian Girl pudo ser víctima de esta situación. Balfe desarrolló una carrera como barítono; por tanto, conocía la voz humana. Cabe pensar que haya sido un interesante compositor de lieder; escribió más de doscientos. También fueron muy populares en vida del autor15. Merecerá la pena investigar este repertorio para un mayor conocimiento de su obra16. Cuando una obra como The Bohemian Girl, que gozó de justa fama en su tiempo, queda inexplicablemente relegada al olvido, tan sólo necesita una voz que la descubra. La belleza de sus melodías podrá ser apreciada por el público de cualquier época, como lo fue en su día para los espectadores de los países que tuvieron oportunidad de verla representada.

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15 Cf. Tyldesley (2003), pp. 2-3 16 Cf. Michael William Balfe: Songs and Ballads Rediscovered (2011). Guild, GMCD 7359 [302]

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In his fine edition of Cervantes's Novelas ejemplares, Harry Sieber observes that “un sistema de intercambio” (“a system of exchange”) is fundamental to the structure of La gitanilla (“Introducción” 19). Other insightful studies by critics like Peter Dunn, Alban Forcione, William Clamurro, Joan Resina and Robert ter Horst likewise discuss that tale's imagery of money, commerce and wealth. One conclusion which emerges from such studies is that the comprehensiveness of Cervantes's fictional system in the novella, created before the advent of either “economics” or homo economicus, is likely to baffle readers who understand human exchange chiefly in monetary terms, or even in terms of profit and loss.

I. Theories and Orders of Exchange Over the past thirty years, a group of predominantly American sociologists has followed the lead of George Homans and Peter Blau to create a body of scholarship known as “exchange theory.” Here the purpose is to move beyond an economic model and to focus broadly on laws and structures which govern social interaction, found to be rooted in the continuing “exchange” of positive and negative “sanctions,” of either a material or psychological stripe. More recently, however, practitioners of exchange theory have tried to address what they perceive as a weakness in previous studies: namely, the tendency to assume a rational calculus of cost and reward in social interaction, “even when touching on the role of desire” (Reid 22, n.3). For our purposes here, it is also important to bear in mind that such an emphasis on exchange in social theory is at once contemporary and old. Indeed, by investigating social relations as a process of exchange, recent theorists are pursuing a line of inquiry that guides the eighth book of the Nichomachean Ethics, where Aristotle discusses friendship as a social benefit (1155a; 207), together with three species of “friendly relations,” or “loves,” which are based, respectively, on principles, and aims, of utility, pleasure and virtue (1156a-1157b; 211-16). Only the last type of “friendship,” between what Aristotle calls “persons of virtue,” is deserving of that name. The first two are certainly legitimate,

[303] but inferior and, by nature, unenduring. By contrast, true friendships are not only enduring, but also few. Though Aristotle argues that a sound ethic compels us to treat all human beings with justice, our relations with most persons will be confined either to exchanging goods, services and money or to exchanging various types of pleasant companionship. Working within a very different tradition of social theory, which consciously incorporates both the archaic and the primitive, Georges Bataille's Accursed Share recasts Marcel Mauss's famous essay on gift exchange in order to formulate a comprehensive theory of the “general economy” (Richman 2; Richardson 67-96). As in Bataille and other social theories, “economy” is understood hereafter in its broadest sense as a system which orders the exchange of resources toward a desired end. But that end need not represent a “profit,” or an advantage. Contrary to the utilitarian ethos of capitalist culture, Bataille argues that the main drive behind all activity, and the use of all resources, in a strictly material cosmos is toward “dépense” or expenditure; that is, toward sacrifice, immolation, loss or, paraphrasing Nick Land, a quasi-mystical “thirst for annihilation.” Though he nowhere acknowledges such a debt, it seems probable that Bataille —as an ex-seminarian and a profoundly “religious atheist” (Richardson 19; Land )— owes something to theological formulations which have prevailed since Christian antiquity regarding the “divine economy,” synonymous with God's plan for the redemption and ransom of humanity. More specifically, such formulations explain how, rooted in an act of perfect love, which seeks nether profit nor advantage, the incarnation, death and resurrection of the divine Word purchase the possibility of interaction between God and a fallen humanity: a process of exchange involving what we may call the production, distribution and consumption of divine “grace,” earned through the merits of Christ, in the order of “nature” (Ott 177). Drawing at once on old and contemporary variations of the foregoing theories, the rest of this study is concerned to examine Cervantes's fictional system of exchange in La gitanilla at the level of both narration and discourse. What such a study brings to the fore is not only how a thematic of ethical and social exchange pervades Cervantes's work, but especially how his tale exemplifies the poetic exchange we know as “narrative fiction.”

II. The Abuela, Juan, Gypsies and Nobles: The Economy of Utility and Pleasure Throughout La gitanilla, Cervantes both thematizes and dramatizes a social economy that displays three species of relations, based on principles of what we may call utility, pleasure and amity. For their ethical legitimacy, utility and pleasure depend on amity. Yet, it is important to stress that, in his fictional embodiment of social relations, Cervantes is not simply borrowing but extrapolating from the Aristotelian tradition, adding a critical blend of Erasmian humanism, Tridentine theology and his own poetics of literature and culture (Forcione 93-223). What is more, each of the three principles marks an important phase of the narrative, and is linked to one of the tale's three main characters. At the heart of the novella's interplay between social relations of utility, pleasure and amity, we find the female protagonist, who bears, until the end of the tale, the truly polyvalent name, “Preciosa,” which means both beautiful and precious, and derives from the Latin pretium (“price”). The narrative's first phase extends from the start of the tale to the first encounter between Preciosa and the young noble, whose name, we learn later, is Juan Cárcamo. Informed chiefly by a principle of utility, this phase of the tale is

[304] associated with the elderly gypsy woman called “la abuela.” Fittingly, too, the setting for this phase is Madrid, see of the royal court (Forcione 208-15; Márquez Villanueva 741-68). Here we observe both Preciosa and her mentor engage in a series of commercial transactions involving the fair or, in the house of the lieutenant, unfair exchange of money for either services or merchandise. The start of the tale stresses the utilitarianism of the abuela, who at first seems to view Preciosa herself as a salable commodity, able to fetch a good price: “la abuela conoció el tesoro que en la nieta tenía” (La gitanilla 62, emphasis added). And this use of “tesoro” is hardly metaphorical. For if the protagonist is “rica de villancicos, de coplas, seguidillas y zarabandas,” the abuela perceives her “granddaughter's” talents as “felicísimos atractivos e incentivos para acrentar su caudal [de la abuela]” (62, emphasis added). Further, the narrator's choice of diction may strike us as less informative than suggestive, when he describes why the “adoptive” grandmother decides to take Preciosa to the capital city: Crióse Preciosa en diversas partes de Castilla, y a los quince años de su edad, su abuela putativa la volvió a la Corte y a su antiguo rancho, [. . .] pensando en la Corte vender su mercadería, donde todo se compra y todo se vende.” (63, emphasis added) A brief, second phase of the tale foregrounds the quest for pleasure in social exchange. It starts with the speech in which Juan claims to be “rendido a la discreción y belleza de Preciosa” (83), and closes when the protagonist and her adoptive abuela visit the suitor's home in order to verify his claim of both wealth and nobility. His request for “two words” with the protagonist and the abuela discloses what he seeks, and what he assumes his listeners will seek, from the exchange he proposes: “Por vida vuestra, amiga, que hagáis placer que vos y Preciosa me oyáis aquí aparte dos palabras, que serán de vuestro provecho” (83, emphasis added). In particular, he makes what he thinks a generous offer to “levantar a mi grandeza la humildad de Preciosa, haciéndola mi igual y mi esposa” (84). Such “grandeza” clearly refers to the material and social goods of his money, estate and noble rank. In seeking the pleasure of the protagonist's beauty and, secondarily, her companionship and “discreción,” Juan assumes that only a utilitarian interest in his person —or, more exactly, his social persona— would move her to accept his proposal. Hence his closing remarks: “Cien escudos traigo aquí en oro para daros en arra y señal de lo que pienso daros; porque no ha de negar la hacienda el que da el alma” (84). As shown in Juan's discourse, an ethos of pleasure often works in tandem with an ethos of utility in matters of social interaction and exchange. Indeed, his offer of marriage, as well as his status and money, number him among the “noblest” members of an urban audience that is shown willing to part with exorbitant amounts of cash in exchange for the pleasure of beholding one of the gypsy girl's performances. Juan, like his father, is generous in his treatment of the gypsies. Yet it is also clear, especially from his proneness to jealousy, that he aims to purchase Preciosa as though she were property. Further, the shortcomings of his status as a “rendido” find textual reinforcement in his surname, Cárcamo, which suggests “cara de camote,” with the latter term denoting infatuation. The “camo” of Cárcamo may likewise allude to the utilitarian, pleasure-centered quality of his marriage proposal, since it recalls the word “camón,” which denotes a pricey, oversize bed. Nonetheless, an important dimension of Cervantes's portrait of social intercourse in La gitanilla lies in his showing how the habitual interaction among individual characters occurs, in large measure, as a function of social structures, or social fictions. Put another

[305] way, the tendency of, say, the abuela and Juan to base their social behavior on an ethos of either pleasure or utility may be a product of individual psychology; but such behavior is at least to a comparable degree a product of their cultural environment. If the novella represents the urban society of Madrid in thrall to the principle of utility —“donde todo se compra y todo se vende”— it also represents the gypsy rancho as a society in which pleasure is the ultimate principle and a debased, male pleasure is the ultimate law. The utilitarian ethos of urban society is nowhere more evident than in the moment after Juan kills an insolent soldier, who affronts Juan's honor by slapping the young gypsy- noble in the face. The soldier, it turns out, is a nephew of the local mayor, who agrees to drop all action against the youth in exchange for a promissory note of “mil ducados” (133). As a product of urban society, Juan is shown to be cut from the same cloth as other members of his class, and in particular from that of his father, don Francisco, who successfully negotiates a position as corregidor by the end of the tale. This character seems unable to understand his son's decision to wed the protagonist, whose former name and persona are exchanged for those of Constanza de Azevedo, except in terms of utility and, to a lesser degree, pleasure: [S]upo don Francisco de Cárcamo ser su hijo el gitano y ser la Preciosa la gitanilla que él había visto, cuya hermosura disculpó con él la liviandad de su hijo . . . ; y más porque vio cuán bien estaba el casarse con hija de tan gran caballero y tan rico como era don Fernando de Azevedo. (134, emphasis added) Whether we enlist the categories of exchange theorists or those of Aristotle, both social theories are predicated upon the pursuit of what the Greeks called “eudaimonia,” sometimes rendered as “happiness,” in Spanish as “felicidad,” but which may also be rendered as “blessedness.” In any event, a lesser form of “eudaimonia” is the pleasure of contentment and diversion (in Spanish, “alegría”); likewise, a lesser form of friendship is a “friendly relation” based on the pleasure of camaraderie or companionship (Aristotle 1156a-b; 211-12). Both these lesser forms of “friendly relations” mark the social intercourse that occurs within the gypsy rancho. For instance, one need only recall what seem to be the daily contests “de pelota, de esgrima, de correr, de saltar, de tirar la barra y de otros ejercicios de fuerza, maña y ligereza” (117) to realize that Cervantes's gypsies are willing to throw a party at the slightest provocation. What is more, diversion is shown to be their primary mode of social behavior. As to the nature and less-than-virtuous basis of their “friendly relations,” Juan states that he prefers to remain alone when he steals (“hurtar por sí solo”); and yet, in response : “Procuraron los gitanos disuadirle deste propósito, diciéndole que le podrían suceder ocasiones donde fuese necesaria la compañía, así para acometer como para defenderse” (107, emphasis added). A demonic, rather than eudemonic feature of the gypsies' social structure consists of their relegating women, by law, to the status of sexual chattle. In the words of the gypsy elder: “Pocas cosas tenemos que no sean comunes a todos, excepto la mujer o la amiga” (101, emphasis added). And further: “nosotros somos los jueces y los verdugos de nuestras esposas y amigas; con la misma facilidad las matamos y las enterramos por las montañas y desiertos como si fueran animales nocivos” (101). The women are useful, as “amigas,” to the extent that they provide men with “friendly relations” based on animal pleasure. Moreover, an example of dramatic irony, the elder's final statement about the rancho's juridical structure reveals that it leads to something other than “blessedness” or

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“felicidad”: “Con estas y con otras leyes y estatutos nos conservamos y vivimos alegres” (101, emphasis added). At first, it seems puzzling that the social behavior of the abuela, a gypsy, should be governed largely by the urban-like principle of utility, in much the same way as the behavior of a caballero, Juan, should be governed by the gypsy-like principle of pleasure. Yet, besides their underscoring how an ethos of pleasure goes hand in hand with an ethos of utility, these characters reflect the interaction between their respective societies. At times, those societies seem to be at peace. Their exchanges then involve positive sanctions: the pleasure of gypsy entertainment for the utility of urban cash. The structure of “positive” relations obtaining between the two societies leads Juan to offer Preciosa an increase of status and wealth in exchange for marriage, even as it leads the abuela to offer the atractivos of her “granddaughter” to the predominantly male audience of Madrid in exchange for money. Most often, however, the city and the rancho are in a state of tension, analogous to war. When Preciosa demands that Juan live as a gypsy for two years before he can marry her, she informs him that this will entail “entrar a ser soldado de nuestra milicia” (86, emphasis added). As a norm, exchanges between the two societies involve both the psychological threat and physical reality of negative sanctions: the city's infliction of corporal and capital punishment and the gypsies' infliction of theft. In his portrait of the ambivalent relations between city and rancho, Cervantes lets the reader infer the roots of corruption in both societies, as well as the corrupting influence of each society on the other. Even so, it would prove difficult to hold that Cervantes's two societies are corrupt in either the same manner or to the same degree. To be sure, when they are arrested for stealing, the gypsies' only means of avoiding punishment is to bribe an official with the goods they steal. As she explains to both Preciosa and Juan, the abuela is an expert in the practice of exchange who has learned to combine the fine art of bribery with an eye for value and knowledge of the money market: Tres veces por tres delitos diferentes me he visto casi puesta en el asno para ser azotada, y de la una me libró un jarro de plata, y de la otra una sarta de perlas, y de la otra cuarenta reales de a ocho que había trocado por cuartos, dando veinte reales más por el cambio. (88, emphasis added) That officials should accept bribes at all —and the abuela indicates that they do so often— is surely a sign of the city's corruption. But it seems even more sinister for an official to accept goods that he knows to be stolen from his fellow citizens. For such a practice amounts to his stealing those goods himself, but without having to suffer either danger or risk. Furthermore, that practice can only encourage the gypsies to continue stealing, which in turn encourages officials to continue taking bribes. More important, and more explicit, urban society's treatment of the gypsies reveals a lack of charity and an abundance of bigotry. The abuela observes both the charity and the personal and legal “values” underlying the behavior of urban officials, whom she prefers to call “ministros de la muerte”: Más precian pelarnos y desollarnos a nosotras [las gitanas] que a un salteador de caminos; jamás, por más rotas y desastradas que nos vean, nos tienen por pobres; que

[307] dicen que somos como los jubones de los gabachos de Belmonte: rotos y grasientos, y llenos de doblones. (89, emphasis added) In confirmation of the abuela's remarks, the officials of Murcia decide to arrest all the gypsies after Juana Carducha falsely accuses Juan, alias Andrés the gypsy, of stealing her valuables. Clearly, the impulse behind this action is the bigoted view, shared by the story's narrator, that all gypsies are alike; that all gypsies steal; and that the only good gypsy is a gypsy in jail or on the gallows. Nonetheless, as put forth in the novella, there is little reason to believe that removing corrupt officials and the threat of punishment would remove the counterthreat of gypsy theft. According to the gypsy elder, members of the rancho pride themselves on living off the land; on being at one with nature and free from the material and psychological encumbrances of civilization. Stealing, for them, is less a means of survival than a form of diversion and a source of mildly sadistic pleasure. What is more, in the gypsy society, charity is not only suppressed, but virtually forbidden by law and custom, or what the narrator calls, in seeming paraphrase of the gypsies, “sus estatutos y ordenanzas, que prohibían la entrada a la caridad en sus pechos” (107). To varying degrees, Cervantes's societies seem to partake of what emerges as a Satanic economy, in accord with Christianity's understanding of the devil's plan for humanity's perdition —a plan that apes the divine economy, and in which discord supplants grace. Implicit in the negative portrayal of social interaction that seeks utility and pleasure at the expense of amity and charity is the famed tolerance of Cervantes's discourse, which consistently represents the radical equality, or the infinite “value,” of all human beings: male or female, gypsy or non- gypsy. Yet it also represents a discourse which consistently refuses either to preach or to assert the moral equivalence of all discursive and ethical systems, all human action, and all social structures. In the words of Peter Dunn: “No hay que preferir la Naturaleza caída al mundo civilizado por el arte” (95). Hence, in La gitanilla, the city's social relations are shown to be fraught with hypocrisy, the tribute that a vitiated society pays to amity, charity and virtue. Lacking hypocrisy, the gypsy society is shown to be guilty, not only of vice, but also of withholding payment. Yet, in a reversal of expectations, it is the gypsies themselves who, despite the officially demonic laws of their rancho, show greater charity in practice than the inhabitants of urban society.1 Fittingly enough, Juan himself recognizes this fact, in the teeth of conventional expectations and “appearances,” when, acting as a spokesman for his gypsy “fellows,” he assures Clemente that they will provide him with lodging and nurse him back to health: “aunque somos gitanos, no lo parecemos en la caridad” (108, emphasis added)2. In short, the gypsies are often morally above, just as the members of urban society are below, what their laws officially preach.

III. Gypsy Nobles, Noble Gypsies and Preciosa: The Economy and Poetics of Amity Preciosa represents the main, though largely hidden, agent of the narrative's last phase, which begins when Juan arrives at the rancho to fulfill the condiciones that the protagonist set for their courtship, and when he foresakes his former name and status in exchange for those of Andrés Caballero, the gypsy. What the aristocratic youth has yet to understand, at this point in our tale, is that his becoming, with the possibility of remaining, a gypsy also signals the “condition” for his attaining nobility of what Aristotle would call a “virtuous” sort. This nobility, which his beloved already possesses, both

[308] complements and demotes his “noble” blood, and his legal rank in society. Thus, his process of spiritual change, conditioned by his change of rank and costume, parallels the attainment of purely juridical nobility by the protagonist, who appears in what conventional wisdom perceives as the lowly guise of a “little gypsy girl.” Though it remains private, off-stage, and out-of-frame, the transformative courtship of our “gypsy” lovers allows us to observe how an ethos of amity comes to purify rather than replace exchanges of utility and pleasure —a case of how personal, artistic and divine grace are able to change, by perfecting, nature (Forcione 157-84; Dunn 95). But such purification represents a gain, rather than a loss, for the other two types of social intercourse. The protagonist, whom the narrator finds desenvuelta —or more than a tad suggestive, 1 Important discussions of the demonic milieu of the gypsy rancho include those by Dunn (94-96), Forcione (189-92) and Casalduero (71-74). 2 Expressing a similar view, Clamurro asserts that the “‘demonic’ quality of this world [as perceived by Forcione], its harshness and seeming immorality, seems significantly attenuated by the Preciosa's régime of personal values” (58). perhaps even seductive, in the way she performs her dances and songs, especially in the house of the lieutenant— looks upon her own virginity as a valuable article (prenda) which she longs to invest, within the context of a nuptial economy, in order to yield nothing less than a bonanza of erotic pleasure and, likewise, profit in the form of offspring: “emplearla en ferias que felices ganancias prometen” (86, emphasis added). In other words, she shares none of the narrator's prudery, and therefore none of what may be the prurience which his prudery strives to conceal. Her refusal to indulge the inhabitants of the lieutenant's household with another performance without proper payment, or to return to his home, likewise indicates that Preciosa has no aversion to money. From the enlightened vantage of the reader, the esterilidad which the narrator attributes to the lieutenant and his wife is, of course, no less monetary than biological and spiritual (79). The unfolding purification of the love and “friendly relations” between Preciosa and Juan, splendidly analyzed in Alban Forcione's study of the novella, is surely no allegory, as that critic points out. Rather, it puts forth a unique analogy of a continuing process of social interaction, open to both perversion and improvement; a process that is driven by desire and that engages relations of power. It seems plausible to argue that, in Cervantes's work, the reality of power is dramatized in a way that accords with its two Latin equivalents, as both “power to,” potentia, and “power over,” potestas. These two forms of power are inseparable yet distinct. Though the terms are often interchangeable, depending on context —like almost every term, name and image in Cervantes's tale— the first term, potentia, akin to its contemporary English derivatives “potential” and “potentiality,” and the preferred term of Spain's Neo- Scholastics in metaphysical and theological matters, evokes the array of abilities that human beings possess as a result of their nature, their talents, and their acquired knowledge, habits and skills. Potestas, which Cobarruvias likens to “poderío” in his definition of “poder” (875), properly signifies the possibility of action, a variation of potentia, but considered in reference to the place one holds with respect to other members of the same social configuration. It involves the ability, not the necessity, to coerce other persons by means of what exchange theorists call negative sanctions.

[309]

Hence, the measure of one's freedom, a central theme of Cervantes's novella and the whole of his discourse, consists of the greater or lesser hindrance, by potestas, to the enactment of one's potentia, through the use of one's libre albedrío, or free will. As the drive behind all social exchange in La gitanilla, desire displays a twofold appeal: first, to self-preservation, autonomy, conservation and gain, akin to what Bataille calls “homogeneity”; next, to surrender, communion, expenditure and loss, akin to what the same author calls “heterogeneity” (Richardson 91-94; Richman 40-60, 61). Rather than an allegory, the friendship and love that progressively unfold between Juan and Preciosa provide a particular instance of how an ethos of amity comes to purify the “lesser” types of “friendly relations,” and so to unite a maximum of freedom to a maximum of power, in both senses. Further, an ethos of amity is what permits the joining of the protagonists' private drama to the general and divine economies, and to do so in a paradoxical fashion that reconciles the seemingly contrary impulses of desire toward self-expansion and self- loss (see Clamurro 55-60). Throughout the novella, Cervantes's imagery and onomastic play links Preciosa to material objects of value, especially to precious jewels, as many critics have observed. But, as Peter Dunn explains in his enlightening study, her gypsy name, actions and circumstance also recall two successive parables in the thirteenth chapter of Matthew's gospel: 1) the treasure hidden the field; and 2) the pearl of great price (96), most commonly expressed in Spanish as “la perla preciosa” or “la margarita preciosa.” Hence the auto sacramental by Lope de Vega, La margarita preciosa, in which Christ assumes a jointly eschatological and commercial role as “mercader de la gloria.”3 It is pertinent to remember that both parables concern nothing less momentous than “the kingdom of heaven.” Such biblical imagery therefore associates Preciosa with infinite longing and with the promise of salvation itself: “the universal redemption of man and history” (Forcione 223). Furthermore, in Cervantes's work, as in Christian mythopeia, the process of salvation occurs within a framework of nuptials, through the mediation of the Word: the marriage between heaven and earth; God and soul; Christ and Church; and the union of self and other, in the Mystical Body. Through such “marriages,” the divine economy both joins and continues to sanctify its human counterparts. It is hardly incidental that, during their courtship, the chief medium of exchange between Preciosa and Juan should be, not 3 It is worth recalling that Pedro Calderón de la Barca also wrote an auto entitled La margarita preciosa, in collaboration with Juan de Zavaleta and Jerónimo Cáncer, thus illustrating the degree to which the expression was a religious commonplace in seventeenth-century Spain. money, but what the narrator calls razones. Further, in both the mode and medium of their exchange, it soon becomes clear that Juan and Preciosa enjoy an equal share of potentia and potestas. Hence, they contradict the prevailing ethos of their contemporary societies, in which maleness, wealth and noble birth —that is, just the opposite of everything that Preciosa, as a gypsy, embodies— entitle one to dominate the symbols of discourse, which codify and determine all other forms of social behavior and social exchange, including the distribution of persons in marriage. Yet the narrator relates almost nothing of what Juan and Preciosa tell each other in their intimate conversations. Indeed, his report about the content of their verbal exchanges is

[310] reducible to the statement: “They spoke.” Not so about the effect of those exchanges. For, more than lexical words, razones are perhaps better understood as enunciations in discourse which unfold, in time, to reveal the state of the sender's mind and heart: potentially, human analogues of the Word, or the Christian deity's perfect act of self- expression. The narrator's use of imperfects and progressives underscores the exchange of razones as a process, whereby an ethos of amity forges an enduring bond, not only of erotic love, but especially of friendship between “persons of virtue”: “Pasaba Andrés con Preciosa honestos, discretos y enamorados coloquios, y ella poco a poco se iba enamorando de la discreción y buen trato de su amante, y él, del mismo modo, si pudiera crecer su amor, fuera creciendo” (107-8, emphasis added). In the case of the two lovers, that process also yields to mutual happiness, which may move beyond an exchange of razones: “Desta manera [. . .] iba[n] los amantes gozosos con sólo mirarse” (108). Although, in both a physical and cultural sense, our protagonists are obliged to spend what ter Horst calls “une saison en enfer,” the real setting for their exchanges of amity, which yield a friendship of virtue and conjugal love, is a locus that oversteps, without leaving, the geographic and legal boundaries of both the urban and gypsy societies. Preciosa is a kidnapped child —legally, in urban society, something like a stolen article— of noble birth who thinks herself a gypsy. Yet, saying more than she knows, our protagonist asserts that her spiritual “condiciones rompen leyes,” and that she answers to a higher authority than that of an authoritarian license, or the abuse of potestas in any society, whether gypsy or “civilized”: “no me rijo por la bárbara e insolente licencia que estos mis parientes se han tomado” (104, emphasis added). In similar fashion, Juan freely relinquishes his present, and potentially his future, status, name and estate —all in exchange for the possibility of marrying a gypsy. Thus he agrees, in word alone, to form part of the gypsy militia; yet in practice he refuses to steal, and thus rejects the very basis of the gypsy society's self-definition and perverse camaraderie. More important, Juan knows and repeats almost beyond enduring that no man can “preciarse de caballero” if he willingly tells an untruth. Yet, in order to pursue an ethos of amity, involving a love that blends romantic attraction and virtuous friendship, he must lie to his father —to his domestic representative of a society, and a family, governed by an ethos and discourse of utility. He misspends the verbal capital which secures his familial status and his social rank, thus ceasing to “preciarse de caballero,” or to overestimate the value of his juridical nobility. The structures of both societies (in part the products, in part the producers, of discourse) put him in the position of having to abuse razones if he is to use them properly, to tell a lie if he is to live the truth. Later, it is his upbringing as a member of the nobility —or was it his noble blood?— that leads him to commit murder. And because of the ethos which structures his society, Juan's recovery of social status requires, not strict justice, but a warped species of forgiveness, which takes the forms of utilitarian clemency from his father and of purchased clemency, from a city official, by means of a legal note. The use and misuse of both oral and written discourse is surely pivotal to all the novella's exchanges. In that fictional world, razones often aim at concealing rather than revealing the mind and ethos of the sender. Consider, for instance, Juan Carducha's lie, rooted in lust, and Clemente's poems, enfolding gold coins for Preciosa (intended as pre-payment for what, exactly?). In the work which opens Cervantes's collection of tales — “exemplary” models of how persons both fashion and read their tales and life-tales— we

[311] discover a figuration of how discourse involves the deployment of razones in artful attempts to order the unfolding of one's own life, and to influence the lives of others, for better or worse. Whether we focus on the utility principle of the abuela, the pleasure principle of Juan (begging Freud's pardon), the amity principle of Preciosa, or the principles which inform the behavior of supernumerary characters, what we confront in each case is a social ethos that entails a strategy of narrative emplotment, differing in the extent of its controlling, alluring or amicable aims. Similarly, the social structures governing interaction within and between the two societies stand, in the main, as coercive framing devices, on the analogy of generic forms, which arrange potestas in a perverse fashion. Hence, they work to curtail or misdirect the potentia and the twofold desire of their subjects. As the largely hidden agent of amity, working from her own and Juan's place apart, Preciosa nurtures in both the abuela and her suitor a willingness, not only to give, but to give up the plots which reduced her to the status of a character or inferior player, as well as their possessions and even their persons, in exchange for a salvific life-narrative of superior ethical and aesthetic value. Forsaking a calculus of cost and reward, the abuela freely commits, after much pondering, what is potentially an act of physical annihilation in the service of charity, love and friendship, in order to effect an exchange that transforms her listeners' sadness into joy: Y al cabo de toda esta suspensión y imaginación, dijo: —Espérenme vuesas mercedes, señores míos, un poco, que yo haré que estos llantos se conviertan en risa, aunque a mí me cueste la vida. (126, emphasis added) In a similar link between exchange, annihilation and conversion, Juan expresses his urgent request to marry Preciosa, just when he believes the authorities are going to put him to death: “¿cómo no me desposan primero? Y si me han de desposar, por cierto que es muy malo el tálamo que me espera” (131, emphasis added). So, as against his former mode of plotting the “friendly relations” between his beloved and himself, based on a principle of pleasure, he is eager to wear the “shackles” of matrimony (“desposar”), and to exchange a marriage bed (“tálamo”) for a nuptial altar (“tálamo”), upon which he is the victim to be slain. Both Juan and the abuela unknowingly repeat the example of Preciosa, whose Christ-like offer of surrender occurs before that of the other two characters. As she says, referring to Juan: “El no tiene culpa; pero si la tiene, déseme a mí la pena” (126). Moreover, when events lead her to exchange her gypsy for her aristocratic persona, she also hands over authorial control of her life-narrative to the norms, and flaws, of the prevailing culture, represented in the person, and actions, of her father. If it is true that he welcomes his child in a spirit of love and benevolence, it is also true that this author-character abuses his power as corregidor, by lying to Juan about his own daughter. He does so, not only for the purpose of testing the youth, but also for the pleasure of watching him quake out of fear for his life. Further, he also discloses a utility- and pleasure-based inclination to view his daughter as property. After his wife encourages him to “give her” to Juan in marriage, “dársela por esposa,” he balks: “Gocémosla algún tiempo; que en casándola, no será nuestra, sino de su marido” (129, 130; emphasis added). Yet, when he does consent to the marriage, the father, too, must relinquish authorial control, in submitting, by means of the wedding banns, to the nuptial and salvific narrative of “Mother Church.” Hence, as dramatized in the protagonists, the abuela and the main character's father, the fictional world of La gitanilla makes power, in

[312] its fullest sense, the result of submission, surrender and service to others and, even more drastically, the absolute Other, in an act of total self-expenditure. In her hidden accomplishments as an agent of amity and charity in fallen societies —or as a treasure in the field— Preciosa therefore does her part to reflect Christianity's nuptial emplotment of salvation, in which, as mother and bride of Christ, the Church spiritually bears and nurtures her children for beatitude. She thus induces Juan to frame his life- narrative after the model of the divine bridegroom, whose spousal duties entail the surrender of his life, or the death of one's “aristocratic” (royal) self in exchange for the life and elevation of others to “noble” status. Besides the portrait of Juan in prison, where he is pilloried and in shackles, other images of crucifixion link him to Christ's passion. Like other caballeros in the tale, Juan is proud to point the cross-shaped insignia of knighthood, symbolic of commitments both religious and secular, which he wears over his heart (Forcione 195-6). The imagery involving cruces also occurs in the novella's frequent reference to the tail-side of coins (“cruces”) and to payment, or exchange, in money, service or merchandise (“hacer la cruz”). The second half of Juan's gypsy pseudonym, Andrés Caballero, recalls the chivalric imagery, and is complemented by its first half, since pious legend holds that St. Andrew was the only apostle to be crucified in the manner of Jesus. Andrew's brother, Peter, was crucified face down. In yet another expenditure, and exchange, of onomastic capital, Juan's surname as a caballero is reminiscent of “carcaj,” which is a baldric used to hold a crucifix in religious processions. In miniature, the authorial agency of Preciosa, a product of the authorial agency of Cervantes, reflects the role of the feminine principle in both narrative and nuptial economies which are wider in scope. In her two performances before a large, urban public, the protagonist celebrates in poetry, dance and song the glories of the queen, Margarita de Austria, “en el valor y en el nombre rica y admirable joya,” and of St. Anne, “árbol preciosísimo” (67; 64, emphasis added; Forcione 208-9). The first woman is, of course, the national emblem: both a “Margarita” and “preciosa.” The second woman is the mother of Mary, the new Eve, who is in turn the mother of a new, grace-filled humanity because mother of the Christian Messiah. In a startling chain of images, Preciosa describes St. Anne as “casa de moneda, do se forjó el cuño que dio a Dios la forma que como hombre tuvo” (65). From the poem, and from a commonplace, economy-oriented line of biblical and theological discourse concerning humankind's redemption from sin, it follows that, as St. Anne is the mint and Mary the stamp, so Christ is the coin which overpays the price of humanity's debt to the deity, through an extravagant, non-rational expenditure of what Christian discourse calls his precious body and precious blood. The performance of these poems provokes the most clamorous applause of any in the novella, and also elicits a child-like request to “do it again.” And so she does, responding to the underlying cause of such pleas. For both performances quicken, please and frustrate the “heterogeneous,” erotic yearning of her audience to form part of a collective “I,” a cosmic dance (Dunn 97), a divine body, spent in willing sacrifice, and a divine utterance, with Preciosa in the role as mediator. The imagery and onomastics of the novella also establish a crucial link between Preciosa and Poetry (Forcione 215-22), which Clemente describes as “una joya preciosísima” and “una bellísima doncella, casta, honesta, discreta” (91, emphasis added). As demonstrated by the poets in the fictional world who continually offer the gift of telling and re-telling the “extraño caso” about “la gitanilla” —a clear allusion, though in a different genre, to

[313] the tale-as-gift we have before us— both poetry and this narrative poem belong to an intermediate locus which recalls that of our protagonists during their courtship. More specifically, Preciosa “embodies” poetry in general, the poems she performs, the poems which others recite about her, the narrator's “historical” account of both her courtship and social transformation, and the fictional tale, La gitanilla, by the empirical author, Miguel de Cervantes. As a form of ocio or leisurely exchange of razones in discourse, both poetry and this tale about poetry —of which Preciosa is at once protagonist and emblem— seek to animate desire from within a system of artistic exchange, which operates between what Cervantes's Prologue puts forth as a sacred economy proper to “los templos” and a utilitarian economy of “negocio” (“Prólogo” 52). As represented in both the protagonist and her tale, poetry and its exchanges thus provide the aesthetic distance and the social connection required to renew or re-order our loyalties and longings. Both within and through Cervantes's novella, the production, distribution and consumption of verbal artworks operate, after the manner of “grace,” as an exchange of gifts, within a system of social exchange that is animated by personal and collective desire —a “general economy” in which self-transformation is wedded to surrender; autonomy and freedom, to communion; and redemption and reward, to expenditure and loss. As a complement to a poetics of reciprocal desire, and mutual surrender, the novella sets forth a poetics of reciprocal power at its most self-conscious level of both narration and discourse. Sieber is surely right to point out that readers of La gitanilla are likely to be curious and confused by a love story that begins as a tale about thieves (“Introducción,” 18). But this false start is, at bottom, the mistake of a narrator who, like his mistake, is the product of artistic design. Sharing the prejudices and utilitarian principles of his social environment, Cervantes's narrator assumes that to write about gypsies is to write about thieves. He even uses terminology of Scholastic metaphysics to liken stealing, in gypsies, to an essential attribute: “la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como ac[c]identes inseparables” (61, emphasis added; Flynn 29-31). Since the data of his story fail to bear this out, his first word is a disclaimer for his entire narrative: “Parece.” Thus, too, the last paragraph of his narrative, unable to frame its own story, begins: “Olvidábaseme de decir . . . .” He asumes, further, that the chastity of Preciosa and Juan's aversion to stealing must have their source in the nobility of their blood, even as he is forced to describe the corruption of aristocratic society. And, finally, he both assumes and repeats, time and again, the popular acclaims of the gypsy girl's “hermosura.” As Camamis notes, in a reading that interprets La gitanilla as an exercise in neo-pagan secularism, and sidesteps Cervantes's tendency both to Christianize and de-mythologize classical imagery, Preciosa's green eyes and the dimple in the middle of her chin, as well as other, non-physical traits, are reminiscent of Boticelli's portrait of Venus, the archetype of both humanity and feminine beauty (203-4). But we also learn, from the little that the narrator seems to know about her physical features, that the protagonist has a white birthmark under her left breast “ya grande, que con el tiempo se había dilatado” (128), and a fleshy membrane that joins two toes on her right foot. At the close of our tale, it is these traits which identify her, not as an archetype, but as an individual, and as a uniquely Cervantine refashioning of Venus. In short, a simulated child of his time and society, the narrator writes within a conceptual

[314] framework that can encompass only the most typical, or exemplary, “facts” of his narrative. Hence, through his narrator, Cervantes provides something like a wavering voice for the cultural fiction which grants superior value to the “stamp”, or the “inseparable accidents,” of nobility and maleness. It is a fiction which seeks to reduce the value of, say, gypsies and women to that of utility and pleasure, lessens or precludes the potential for amity in our “friendly relations,” and frames both the emplotment and reading of human behavior to yield a coercive, if incoherent, narrative of social life. But Cervantes also supplies, through the inadequacies of his narrator, a self-conscious circumstance of poetic exchange between author and reader, in which both enjoy a type of potestas that is equal in degree, yet different in kind. Owing to their power over the tale, readers are both free and, in a sense, obliged to invest the protagonist, and all she represents, with their own understanding of ethical and aesthetic value. Not that such an enterprise is lacking in risk. The text is fraught with come-hither ploys to dichotomous thinking, like the ethos which guides the “work” of the narrator —inducements to frame and evaluate this tale, a complex hybrid of both romance and picaresque, as either one or the other. For example, we may sense an urge to decide, once and for all, whether the protagonists move from a site of arcadian frolic and innocence, among the gypsies, to a site of hypocrisy, graft and urban corruption. Or we may sense a pull to interpret the moral of our “exemplary” story as one of deliverance from the demonic to the salvific; from base to noble blood; from poverty to wealth; from chaos to order; from “putative” to legitimate parents; from gypsy inferno —rife with incest, murder and torture— to civilized utopia and familial hearth. In either of these extreme interpretations, we shall have “forgotten” something, in a futile effort to halt the dialectic of poetic and critical exchange, of which our novella is, indeed, a prime example. For Cervantes's tale nowhere indicates that the couple lived happily ever after, but only that they lived, in a fallen yet redeemable world of males and females, gypsies, commoners, clerics and nobles, and that people continued to tell and re-tell the story of their “strange” courtship. The exemplarity of our non-coercive tale aims less at producing a definitive reading than at proposing its own act of fiction and, so, poetry and narrative in general, as a chance to re-negotiate our standards of evaluation, whether ethical or aesthetic. In Preciosa's many spectators, and in the narrator of her tale, we observe how methods of both producing and consuming discourse will vary according to the purity, or prurience, of their source. What is more, the novella suggests that the offerings of poetry, narrative and reading, are apt to expose defects in their contributors on the analogy of swelling birth-marks and webbed feet. But the novella also suggests, through its tale's simulations of poetic performance, that the place of poetry in the order of social exchange grants us both the means and opportunity to pay our debts of solidarity and communion —to retain the privilege, yet ease the poverty, of our noble-humble rank as individuals. In the gift of its tale and its readings, the novella exemplifies how our most valuable exchanges are powerful deeds of amity and surrender that, moved by a yearning for the gain of self-loss, we transact in verbal coin.

Works Cited Aristotle. Nichomachean Ethics. Tr. Terrence Irwin. Indianapolis: Hackett, 1985.

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Sobre el origen de la atribución errónea de la gitanilla a Juan Pérez de Montalbán Frederic Serralta

En su artículo titulado "La Gitanilla de Montalbán: Enigma literario del siglo XVII," el profesor J. H. Parker1 resuelve, a nuestro parecer, definitivamente, el problema planteado por las dos versiones muy semejantes de la comedia atribuidas hasta la fecha, una de ellas, la primitiva, a Juan Pérez de Montalbán, otra, posterior, a Antonio de Solís, que en este caso no hubiera pasado de ser un refundidor de escasísimo mérito, por no decir un plagiario. Recuérdese que el crítico demuestra, de modo muy convincente, que se trata de dos versiones sucesivas de la misma obra, debidas al deseo de perfección (que confirman otros ejemplos) del autor único, Antonio de Solís. El profesor Parker subraya de paso la frecuente confusión de títulos entre La Gitanilla a secas, versión primitiva, y La Gitanilla de Madrid, texto definitivo. No le extraña ni es de extrañar dicha confusión, ya que tanto los "bibliógrafos" del siglo XVIII, los Fajardo, Medel del Castillo, García de la Huerta, como los mismos contemporáneos del siglo XVII, los Pellicer, Barrionuevo, etc., incluyen en sus relaciones bastantes títulos equivocados o aproximativos que aún hoy dificultan la investigación de los estudiosos. No menos frecuente que la de títulos es la confusión —voluntaria o involuntaria— de autores, y el hecho de que la comedia de Solís fuera atribuida a un autor diferente tampoco tiene nada de particular. Algo queda pendiente, sin embargo: ¿por qué a Montalbán, y no a otro cualquiera? Cuando no es evidente la intención comercial (¡cuántas comedias falsamente atribuidas a Lope o Calderón para venderlas mejor!) suele ser difícil contestar a esta clase de preguntas, puesto que casi siempre los errores sólo se pueden justificar por descuidos materiales debidos a la casualidad. En el caso concreto de La Gitanilla, sin embargo, podemos formular una hipótesis para explicar el porqué de la sustitución de Solís por Montalbán. La explicación, ya que no por su escaso valor intrínseco (al fin y al cabo lo importante era demostrar la paternidad de Solís), tal vez pueda presentar cierto interés por su valor ejemplar (puntualizando uno de los mecanismos causantes de tantos errores que han traído de cabeza a los "comediantes"). La hipótesis se funda en un documento inédito del siglo XVIII. Entre las obras de Juan Pérez de Montalbán cuya atribución no ha sido discutida aparece la comedia titulada La Gitana de Memfis, Santa María Egipciaca. Esta obra, probablemente la misma que, con el segundo título, fue representada en Palacio por la compañía de Pedro de Ortegón el 6 de Noviembre de 16362 (en vida, pues, del autor, que murió en 1638), no se encuentra en ninguna de las dos Partes formadas en el siglo XVII con las comedias de Montalbán3. Se publicó sin embargo no pocas veces en el siglo siguiente, y las bibliografías permiten citar por lo menos cinco ediciones sueltas4.

1 Jack H. Parker, "La Gitanilla de Montalván: Enigma literario del siglo XVII," en Actas del primer congreso internacional de Hispanistas (Oxford: The Dolphin Book Co., 1964) pp. 409-414. 2 Según datos citados por N. D. Shergold y J. E. Vaxey, "Some Palace Performances of Seventeenth Century Plays," Bulletin of Hispanic Studies, 40 (1963), pp. 212-244. V. p. 237. 3 Primero tomo de las Comedias del Doctor Ivan Pérez de Montalván, Madrid, Alonso Pérez de Montalván, Librero de su Magestad, y padre del autor, 1635. Con prólogo del autor. Segundo tomo de las Comedias del Doctor Ivan Pérez de Montalván, ídem, 1638. Publicado poco después de la muerte del autor. 4 a) Madrid, s. e., 1738. [317]

Precisamente a fines del siglo XVIII, por motivos que no hacen al caso, la Inquisición intervino para censurar y prohibir la lectura de dicha obra, según consta en el legajo 4482, n° 29, de la sección "Inquisición" del Archivo Histórico Nacional de Madrid. Este legajo contiene la "delación y censuras de la comedia... prohibida por decreto del Consejo del 8 de Agosto de 1795". En él se adjunta un ejemplar de una de las ediciones del siglo XVIII, la que señalamos en nuestra corta bibliografía (véase nota 4) con la letra "e." El ejemplar citado indica con mucha exactitud el título de la comedia: "La Gitana de Memfis, Santa María Egipciaco" ... Ahora bien, lo curioso es que tanto en el título moderno del legajo como, de modo mucho más revelador, en los diferentes textos inquisitoriales que contiene, aparece repetidas veces la forma siguiente : no "La Gitana", sino "La Gitanilla de Memfis." Claro está que la fecha tardía del legajo no permite sacar de él pruebas sino, a lo sumo, indicios. Claro está también que, si no constara que Montalbán no escribió ninguna Gitanilla, se podría interpretar de varias maneras la confusión de los redactores. Pero, después de la demostración de J. H. Parker, el hecho de que unos señores inquisidores cometieran tal error, aun teniendo presente el titulo exacto de la comedia, nos parece muy significativo y justifica, en nuestra opinión, la hipó-tesis siguiente: Imagínese pues que un editor o impresor del siglo XVIII conoce (lo cual es muy verosímil, dado el éxito editorial de la obra) La Gitana de Memfis y su atribución indiscutida a Juan Pérez de Montalbán. Imagínese que, exento de toda preocupación científica, comete mentalmente la misma equivocación que los inquisidores (equivocación bastante explicable, además, ya que la forma La Gitanilla, merced. a Solís y sobre todo a la fama de la novela ejemplar de Cervantes, es mucho más conocida que la otra). Imagínese que le toca editar el texto, tal vez manuscrito, de -una comedia titulada La Gitanilla a secas, o incluso La Gitanilla de Madrid (puede haber poca diferencia, en un manuscrito, entre "Madrid" y "Memfis"). Imagínese que dicho texto no indica autor alguno, o que nuestro impresor tiene sus dudas sobre quién es el autor de la obra... ¿No parece normal su atribución a Montalbán, sobre todo teniendo en cuenta el descuido general que imperaba, durante los siglos XVII y XVIII, en el mundo de la edición teatral? Así se justificaría la sustitución de un nombre por otro. Esta hipótesis nos permite, de modo más general, imaginar cómo se pudo pasar en ciertos casos de una confusión de títulos, fundada en un parecido formal, a una de esas confusiones de autores que luego son tan difíciles de desentrañar. ¿Cuántos problemas de éstos quedan todavía por resolver? Bástenos por hoy haber subrayado la estrecha relación que algunas veces pudo existir entre la frecuente imprecisión de los títulos citados por los contemporáneos y los también no poco frecuentes errores de atribución.

La identidad y el estereotipo en “La gitanilla”: Las varias construcciones identitarias de Preciosa Christina Verhelst «He fed the fascinated gaze that clung b) Madrid, Antonio Sanz, 1748. e) Madrid, Antonio Sanz, 1756. c) Salamanca, Francisco de Toxar, Imprenta de la Santa Cruz, 1792. d) Valladolid, Alonso de Riego, s. a., [siglo XVIII]. [318]

around all her movements, frank as growths of spring, with the new hateful interest of suspicion. What barrier is this Gypsy? … Only a dark-tressed maid who had no heritage save her beauteous being.» George Eliot, “The Spanish Gypsy” El poema épico “The Spanish Gypsy” cuenta una historia de amor entre una gitana y un hombre de la corte. Es un ejemplo perfecto de la imagen romantizada de la gitana española del siglo XIX. En realidad, esta exotización del gitano empezó en la época en que se basa el poema: La España del Siglo de Oro. El argumento del poema está basado en la novela ejemplar de Miguel de Cervantes, “La gitanilla.” En esta obra una gitana joven, Preciosa, viaja por España con un grupo de gitanos, bailando y cantando para el público, y ganando dinero. Don Juan de Cárcamo, un hombre de la corte en Madrid, se enamora de ella. Pero para ganar el amor de Preciosa, ella manda que él se integre a su grupo de gitanos por dos años. Durante este tiempo, Juan, que cambia su nombre a Andrés, se olvida de su identidad como noble y acepta la vida de los gitanos. Mientras tanto, Preciosa se enamora de él. Parece que van a vivir felizmente entre los gitanos. Pero, al final de la novela, se descubre que Preciosa nació de familia noble; la gitana vieja que Preciosa considera su abuela la había robado de esta familia cuando ella era infante. Así que, Preciosa y Juan se casan sin problema para vivir entre la clase social que corresponde a su linaje: los nobles. Este trabajo examina la construcción identitaria de Preciosa como mujer y gitana, una figura doblemente marginada. Sobre la identidad de Preciosa, voy a comparar lo siguiente: 1) Como Preciosa se define a sí misma según estas categorías – como un individuo independiente que reconoce su valor como mujer y gitana; y 2) como otros personajes y la sociedad dentro de la novela usan estereotipos para definir y controlar su identidad para servir sus propias necesidades. Al comparar estas perspectivas diferentes, voy a revelar la ambivalencia en las representaciones de ella, y analizar si al final ella mantiene el control de su propia identidad. Argumentaré que estas construcciones identitarias están en conflicto a lo largo de la novela. Antes de analizar la obra, es importante entender los sentimientos hacia los gitanos en la sociedad española de esa época. Desde 1499, las leyes de la Real pragmática declararon el estatus legal de los gitanos como extranjeros (Charnon-Deutsch 17), y promovían “government-sanctioned hatred for the gypsy” (Bennahum 103). Por ende, ellos no tuvieron derechos legales, políticos, o sociales (106). Durante el siglo XVI, los gitanos fueron castigados o ejecutados por la Corona por ser homicidas, ladrones, y hechiceras (103). Adicionalmente, las mujeres gitanas tuvieron la reputación de ser promiscuas; se creía que sus bailes y canciones sensuales seducían a los hombres casados, y corrompían a las niñas jóvenes (106). Según la Pragmática, la única esperanza de los gitanos de quedarse en España fue rendir sus religiones heterodoxas y aceptar la fe católica (106). Pero hacer esto implicaba rendir su cultura “foránea” también (107). Así que, si quisieran ser ciudadanos y católicos y no ser expulsados, tendrían que dejar de vivir como nómadas, de vestirse diferente, de hablar el idioma de los gitanos (el Caló), y de robar (107). La Inquisición ordenó que cualquier gitano que fuera descubierto tendría que ser denunciado (107).

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La opinión negativa de los gitanos es algo que aparece a menudo en “La gitanilla.” De hecho, en las primeras líneas de la novela, el narrador habla de los gitanos, diciendo, “Parece que . . . nacieron en el mundo para ser ladrones . . . la gana del hurtar y el hurtar . . . no se quitan sino con la muerte” (Cervantes 61). Empezar la frase con “parece” enfatiza que esta idea no es necesariamente la verdad. Sin embargo, el estereotipo de los gitanos como ladrones sirve como introducción a la obra, y es importante para entender las construcciones identitarias de la gitanilla Preciosa, especialmente desde la perspectiva de los otros personajes y grupos de la novela como la gente del público, los hombres, don Juan, la gitana vieja (su “abuela”) y sus padres. Las ideas de éstos forman una versión de la identidad de Preciosa, una construcción que intenta controlar y categorizar para adaptarla a sus necesidades. Una persona que crea una identidad externa de Preciosa es la gitana vieja que Preciosa considera su abuela. La gitana vieja, que no tiene nombre en la obra, ha criado a Preciosa como si fuera su hija, y le ha enseñado como bailar, cantar, leer y escribir. Además, la gitana vieja sirve como manager para Preciosa, promoviéndola y ayudándola a encontrar sitios para hacer sus actuaciones. Es evidente que “la abuela considera a Preciosa como un capital a invertir” (Johnson 39). Por ejemplo, cuando Preciosa sale de una actuación por la noche, su abuela asegura que un grupo de gitanos la acompañe porque la abuela “vivía en continuo temor no le salteasen a su Preciosa” (Cervantes 82). Esto significa que la gitana vieja no se preocupa tanto por la seguridad de su “nieta,” sino por perder el dinero que Preciosa ha ganado ese día. Entonces, la identidad que la gitana vieja construye de Preciosa es una de valor económico. Se ve esta asociación entre Preciosa y objetos de alto valor económico por lo largo de la novela entera. Varios personajes se refieren a Preciosa como “joya,” “hecha de plata,” y “niña de perlas” (64, 77, 78). De hecho, varios estudios críticos examinan a Preciosa como un objeto de valor económico. Según Lou Charnon-Deutsch, “The various monetary negotiations in the text . . . determine Preciosa’s use, exchange, and surplus values” (32). Otra idea sobre Preciosa que tienen los demás es que ella no encaja en la supuesta esencia de su grupo étnico. Los personajes piensan que los gitanos son sucios, groseros, y pícaros. Por ejemplo, después de que Preciosa baila en un festival de Madrid, una persona de su público dice, “¡Lástima que esta mozuela sea gitana! En verdad que merecía ser hija de un gran señor” (Cervantes 65-66). Normalmente los gitanos reciben desprecio como hemos visto en las primeras líneas de la obra. Pero aquí, el público ve el talento y la elegancia de Preciosa, y no lo comprende. Ella no encaja con el estereotipo negativo del gitano. Por eso la ponen en otra categoría donde encajan estas cualidades positivas, como hija de un noble - más como ellos mismos. Así Preciosa no representa una amenaza para el orden de esta sociedad, que cree que el linaje es lo que determina el carácter. Otra de las construcciones identitarias de Preciosa que predomina en la novela es la de los hombres que ven sus actuaciones. Parecen estar hipnotizados al verla. El narrador comenta que “Preciosa era tal que poco a poco fue enamorando los ojos de cuantos la miraban . . . corrían los muchachos a verla, y los hombres a mirarla” (Cervantes 64). Aquí la mirada de los hombres controla la imagen de Preciosa como mujer, convirtiéndola en objeto sexual. Además, el hecho de que su nombre es “Preciosa” implica cierto tipo de posesión porque algo solo es precioso cuando pertenece a alguien, o cuando alguien lo desea. La fijación con que los hombres la mira sugiere que ella se ha convertido en objeto

[320] de fetiche para ellos: Los hombres inscriban diferencia en el cuerpo de Preciosa porque es mujer y de una cultura diferente. Estas diferencias de sexo y de cultura les provocan ansiedad, y para negar esta ansiedad y diferencia percibida, la convierten en un objeto de fetiche. Esto es una manera de mantener el orden patriarcal, y que el poder se quede con los hombres, y con los de sangre “pura.” Vemos la imagen estereotipada de la gitana otra vez en la mirada de un personaje específico, Clemente. Éste es un paje de la corte en Madrid que escribe poesía en su tiempo libre. Clemente conoce a Preciosa cuando ella está haciendo su actuación en la corte, y queda fascinado por su elegancia, hermosura, y talento. Entonces, Clemente escribe un romance que exalta a Preciosa. Unos días después cuando Preciosa regresa a la corte, Clemente le da el romance a Preciosa, y pide que ella lo cante. En el poema, Clemente escribe, “Entre pobres y aduares, ¿cómo nació tal belleza?” (Cervantes 75). Aquí Clemente cuestiona la categorización de Preciosa como gitana; su belleza no encaja en el estereotipo del gitano, que es alguien pobre, sin virtudes y sucio. Al final del poema, se ve otro estereotipo de las gitanas cuando Clemente escribe, “Dicen que son hechiceras todas las de tu nación ...... haces, ¡oh niña!, que estén tus hechizos en tus ojos” (Cervantes 75). Aquí se refiere al estereotipo que las gitanas son hechiceras, mujeres que hacen encantamientos de amor y crean remedios naturales (Pym 108). Sobre este asunto, Richard Pym, en su libro The Gypsies of Early Modern Spain, dice, “The activities of gypsy women were normally to be regarded as fraudulent rather than heretical, designed . . . to exploit the gullibility or wishful thinking of those sufficiently naive or desperate to allow themselves to be duped. '” (108). La manera de que Clemente asocia a Preciosa con la figura misteriosa y peligrosa de la hechicera introduce ambivalencia a la construcción identitaria de Preciosa. Clemente ve la hermosura de Preciosa, pero al mismo tiempo le parece amenazante, como si fuera una hechicera seductora. Sobre la figura de la gitana- hechicera, Charnon-Deutsch comenta, “…hers is the power of the sexual predator and her visage is that of ‘the kind of women men do not forget, with flashing eyes that seemed to throw sparks’” (2). La amenaza de la hechicera-gitana se concentra en los ojos, los órganos de ver, y por ende, de placer. La fijación de Clemente en los ojos de Preciosa sugiere que tiene un complejo de castración: Clemente ve su feminidad y gitanidad y esto le evoca una ansiedad reprimida relacionada con la diferencia percibida del otro. Preciosa es mujer, lo que connota una falta. Preciosa también es parte de un grupo étnico que la sociedad dominante rechaza. Para negar esta diferencia y ansiedad, convierte la imagen de Preciosa en un objeto de fetiche. En este punto, su sexualidad y alteridad étnica se convierten en cosas exóticas y deseables a la vista. Es una fijación que casi llega a ser obsesión. De hecho, parece que Preciosa es consciente de esta fijación e incluso la usa para sacar provecho; vamos a explorar está idea más adelante. Vemos la ambivalencia de la identidad que los personajes crean de Preciosa otra vez cuando está en Madrid en la casa un teniente. Después de hacer su actuación para el teniente y sus amigos, él le pide a Preciosa que vuelva otro día. Preciosa responde, “Antes si no me dan nada . . . nunca más volveré acá” (Cervantes 81). El teniente, gratamente

[321] sorprendido por su respuesta juguetona, dice que Preciosa es “pieza de reyes” (82). Según la anotación, este término tiene dos significados: 1) “una cosa buena y una persona agraciada,” y 2) una persona pícara (82). Son significados con connotaciones opuestas, y por ende, introducen ambivalencia a la identidad que el teniente construye de Preciosa coma mujer y gitana. Por un lado la percibe como hermosa y buena, y por otro lado como engañadora, con el motivo de ganar lo más dinero posible, no obstante los medios. Se puede conectar este miedo con el complexo de castración: El teniente ve que es mujer, y por eso, diferente; se siente ansiedad por esta diferencia y se teme de que Preciosa lo vaya a castrar. Además, ser castrado se puede considerar un tipo de robo; por eso, se puede conectar su temor de castración con el estereotipo de los gitanos como ladrones. Se puede ver esta misma ambivalencia desde la perspectiva de Juan, el hombre aristocrático que se enamora de Preciosa. Después de pedir la mano de Preciosa, Juan se integra al grupo de gitanos y cambia su nombre a Andrés. Un día empieza a cantar unos versos sobre Preciosa, expresando su amor por ella. Dice, “tu nombre, oh gitanilla! / Causando asombro, espanto, y maravilla” (Cervantes 120). Para Andrés, las emociones asociadas con Preciosa son contradictorias. Lo que resulta es una construcción identitaria de Preciosa que es ambivalente: ella evoca placer, pero al mismo tiempo ansiedad. Esto sugiere que Preciosa se ha convertido en un objeto de fetiche para Andrés. Su diferencia de sexo y cultura causa ansiedad, y para calmarlo, Andrés se fija en su hermosura y exotismo, pero la ansiedad nunca se quita completamente. Otro personaje que crea una identidad externa de Preciosa es el gitano mayor que juega el papel de patriarca para el grupo de gitanos. Cuando Juan le pide la mano de Preciosa, el gitano viejo se obliga a dar su bendición en la propuesta. Le dice a Juan que Preciosa “es la flor y la nata de toda la hermosura de las gitanas que sabemos que viven en España, te la entregamos” (Cervantes 100). Como mujer, Preciosa es la propiedad de los hombres gitanos, y además, es de suma valor por su hermosura. De esta manera, Preciosa se convierte en objeto que pertenece a los hombres, y cuya hermosura existe para los hombres. Su cuerpo es un sitio de ansiedad y deseo a la vez; su belleza inspira temor porque encarna poder sexual sobre los hombres; ellos rechazan este miedo por convertirla en objeto sin poder propio, un objeto que ellos controlan. Desde la perspectiva masculina, la identidad de Preciosa siempre se construye en relación a los hombres, como pasa en el imaginario patriarcal. Hasta este punto, hemos examinado las identidades que otros en la novela construyen de Preciosa. Aunque la perspectiva de los demás coloca a Preciosa bajo el poder patriarcal, hay momentos en que ella rompe con esto. Durante las seis primeras páginas de la novela, parece que ella va a ser un personaje pasivo porque durante esta parte de la narrativa, no tiene diálogo. Sin embargo, cuando ella habla por primera vez en la narrativa, se presenta como lista y asertiva. Esto es durante una actuación pública en Madrid. El público le está gritando ánimos. Una persona le grita la primera parte de un estribillo conocido sobre una gitana bailadora, y ella responde con el final del estribillo sin parar bailando (Cervantes 66). De esta manera, Preciosa construye su identidad como una mujer segura, inteligente, y juguetona, con más agencia que se espera de una mujer de esa época. Hay más ejemplos de como Preciosa revela una auto-identidad que no encaja con las expectativas que la sociedad tiene para ella como mujer y gitana. Por ejemplo, cuando Juan le pide la mano, ella critica su amor por ella por ser amor a primera vista. Preciosa

[322] dice, “Esta hermosura que tú dices que tengo, que la estimas sobre el sol . . . ¿Qué sé yo si de cerca te parecerá sombra?” (Cervantes 104). Ella no se somete a la identidad que Juan construye de ella como mujer hermosa y gitana exótica. Preciosa quiere que él llegue a conocer su identidad verdadera - no la superficial, sino la que ella construye de sí misma. Preciosa desea que Juan la conozca como persona, y por eso le obliga vivir con su grupo de gitanos por dos años para que ella también pueda decidir si quiere casarse con él. Con todo esto, Preciosa deja claro que no se basa su identidad en superficialidades. Otra cosa que Preciosa dice cuando Juan confiesa su amor es lo siguiente: “Tengo un espiritillo fantástico que a grandes cosas me lleva” (85). Aquí Preciosa reacciona de manera que muestra su agencia. Deja claro que ella no aspira a ser la esposa o la madre perfecta, como la sociedad espera de ella; quiere hacer algo más allá del papel típico de la mujer. Un modo que Preciosa expresa este “espiritillo fantástico” es a través de bailar y cantar. Para ella, la actuación no es sólo un medio para ganarse la vida, sino también para poder expresarse con libertad y honestidad – Es el espacio donde construye su identidad. Por ejemplo, sólo canta poemas que ella considera honestos (Cervantes 72). De esta manera Preciosa contradice la mirada controladora de su público porque elige lo que canta, no según lo que prefiere su público, sino lo que va a expresar emoción verdadera. Vemos esta agencia otra vez cuando ella canta un romance escrito a su propia mano. El poema dice, “por mayor ventura tengo ser honesta que hermosa ...... no me causa alguna pena no quererme o no estimarme; que yo pienso fabricarme mi suerte y ventura buena. Haga lo que en mí es” (121). Aquí Preciosa revela sus motivos para ser artista, y no tiene nada que ver con la fama o el dinero. Quiere encontrar su camino en el mundo y descubrir su individualidad independientemente de lo que los demás se opinan de ella. Está claro que Preciosa no internaliza lo que los demás le inscriba en su cuerpo, y que separa esta construcción que le viene desde fuera para formar su propia identidad. Se ve su independencia otra vez después de que Juan le pide la mano a Preciosa. Hace su propuesta en la presencia del grupo de gitanos. Entonces, el gitano mayor del grupo, quien tiene el rol del patriarca, le dice a Juan que él y los otros hombres gitanos entregan Preciosa a Juan para ser su esposa. Preciosa oye este comentario, y da su propia opinión sobre lo que ha dicho el gitano. Ella dice que los hombres gitanos pueden entregar su cuerpo a Juan, pero no su alma “que es libre y nació libre, y ha de ser libre en tanto que yo quisiere” (Cervantes 103). Enfatiza la palabra “libre,” repitiéndola tres veces. Así crea su propio discurso sobre sí misma como mujer: Comunica que su identidad no tiene que ser definido por los hombres. También, demuestra que tiene su propia voluntad aunque los hombres gitanos pretenden quitársela.

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Después, Preciosa habla sobre el valor de su virginidad, diciendo, “Una sola joya tengo, que la estimo en más que a la vida, que es la de mi entereza y virginidad, y no la tengo de vender a precio de promesas” (Cervantes 85). Esto sugiere que Preciosa ha internalizado la objetivación que los hombres hacen de ella. También sugiere que Preciosa valora a sí misma en términos de comercio. Sobre este asunto, Lou Charnon-Deutsch comenta, “Preciosa is not a passive player in this economic calculation; she both speculates with her own value, and thus escapes the gypsy economy, and champions woman’s intrinsic value . . . Preciosa is keenly aware of her earning power . . . and therefore her value to her future prospects and the gypsies” (32). Es evidente que ella es consciente de su propia valor, y por eso no va a dejar que nadie la “venda” porque ella es la que por último decide con quien va a casarse. Prefiere quedarse con su virginidad que entregarle a una persona con quien no está enamorada. Es entonces cuando le pide a Juan que pase dos años con el grupo de gitanos para que los dos puedan decidir si se quieran casar. Con todo esto, Preciosa muestra que tiene un valor más alto que la gitana estereotípica, “citing the incalculable treasure that is her virtue and reminding her suitor that virtue is not a question of class . . . with this she removes herself from the Gypsy communal property and establishes her right as an exceptional individual to determine her status” (Charnon-Deutsch 32). Al mismo tiempo que ella quiere individualizarse, Preciosa también sabe insertarse dentro de las categorías de mujer y gitano para sacar provecho; usa el esencialismo estratégico para crear una identidad artificial de la gitana basada en estereotipos. Hace esto cuando juega el papel de intérprete para crear un aire de exotismo. Por ejemplo, cuando busca un sitio para bailar y cantar con las otras gitanas bailadoras, le pregunta a un grupo de hombres si les interesa, y los trata como “ceñores” (Cervantes 72). El narrador comenta que este “ceceo” es artificio en los gitanos. Este ejemplo demuestra que Preciosa es consciente de la manera en que los demás la exotizan. Resalta esta imagen de diferencia para generar más interés en su negocio. Después de conocer a Preciosa como mujer y gitana que afirma su identidad ante la mirada controladora de la sociedad, pasa algo raro en la historia. Al final del cuento, el grupo de gitanos se encuentra con una familia noble. De hecho, es la familia de la cual Preciosa fue raptada cuando era infante. Nadie sabe de esto, salvo la gitana vieja, la supuesta abuela de Preciosa que en realidad fue la raptora. Pues, la gitana vieja le confiesa a la familia lo que hizo, y ellos, los padres biológicos de Preciosa, la acepta en su familia. Preciosa entonces se coloca dentro de esta familia noble, y deja sus falsas raíces atrás. Admite que se ha enamorado de Juan, y ahora los dos pueden casarse sin dificultad porque son de la misma clase social. En su artículo "Value and Identity in "‘La gitanilla’" William Clamurro nota el efecto que este anagnórisis tiene en Preciosa: “…emotionally affected by the discovery of her own true identity, Preciosa’s usual self-possession and verbal command are suddenly replaced by silence” (58). Además, su padre biológico se encarga de decidir su nueva identidad cuando dice, “…yo, como tu padre, tomo a cargo el ponerte en estado que no desdiga de quién eres” (Cervantes 129). Está claro que el padre no considera la vida de los gitanos apropiada para una chica de su clase, y por eso quiere integrar a Preciosa en la sociedad de los nobles. Este evento al final de la novela resulta problemático considerando la identidad que Preciosa ha demostrado hasta este punto. Parece que al final Preciosa se somete a la sociedad patriarcal y rinde su independencia. Además, como Preciosa realmente viene de

[324] familia noble, se podría atribuir su elegancia y honestidad a su linaje en vez de su carácter. Incluso el narrador dice que Preciosa “Siempre se había estimado en mucho mas de lo que de ser gitana se esperaba” (Cervantes 129). Desde la perspectiva del lector, esto niega la autodeterminación de Preciosa, y sugiere que el linaje predetermina la identidad. Propone una moraleja claramente a favor del patriarcado, pero genera la pregunta: ¿Preciosa realmente tiene agencia en esta historia? El final deja ambiguo si Preciosa retiene su “espiritillo fantástico.” A lo largo de la novela el lector siente la tensión entre las varias representaciones de Preciosa. ¿Preciosa tiene estas cualidades por su sangre noble, su vida con los gitanos, o por su propia voluntad? Depende de cómo se lee la novela. Charnon Deutsch dice, “This story . . . embodies the contradictions resulting from the coexistence of two competing ideological matrices: the first phase of bourgeois ideology with its emphasis on the beautiful soul and the last phase of feudal nobility that clings to ‘blood’ as the determinant of hierarchical order” (28-29). Se puede ver esta dicotomía en el final de la historia. Por un lado, la moraleja es que el linaje determina el carácter. Esto es la ideología de nobleza feudal. Leer el final de esta manera sugiere que Preciosa es capaz de superar la influencia negativa de los gitanos porque su sangre aristocrática le ha dado un carácter que es inherentemente noble. Por otro lado, podemos concluir que vivir con los gitanos le ha dado la libertad de desarrollar su arte y de comportarse en la manera que quiera, no con la docilidad que la vida de una mujer aristocrática requiere. La tercera opción de leer el final es lo siguiente: Preciosa tiene carácter noble por su “espiritillo fantástico;” Esto es la ideología burguesa a que Charnon Deutsch se refiere. Significa que Preciosa es “noble” porque tiene un alma hermoso: “she proves noble not by reason on her parents’ privileged social status, but by virtud of the ‘cierto espiritillo fantástico’ which shapes her values and her actions” (Gerli 32). Además de considerar como leer el anagnórisis al final, hay que examinar como Preciosa reconstruye su identidad después de este evento. Como Preciosa no expresa sus pensamientos al descubrir su linaje noble, el lector tiene que recurrir a lo que sabe de su auto-identidad antes del descubrimiento. Según Lou Charnon-Deutsch, Preciosa como gitana “refuses to be bound by the social customs governing marriage” (29). Pero cuando se enamora de un noble ella “succumbs finally to patriarchal codes” (Charnon- Deutsch 29). Según este comentario, el anagnórisis no cambia su auto-identidad; es el hecho de que se enamora con Juan, un noble, que cambia su posicionamiento como mujer. Otro modo de entender la auto-identidad de Preciosa al final de la novela es que al enterarse de su nobleza, Preciosa voluntariamente rinde la independencia que ser gitana le dado para adoptar la docilidad que se espera de una chica aristocrática (Clamurro “Value and Identity” 59). “If Preciosa is noble, she is so not by patrimony but by virtue of conscience and her desire to be so” (Gerli 33). Es decir que, Preciosa cree que tiene que ajustar su identidad para encajar con los códigos de la nobleza, y por eso, cambia su comportamiento exterior, como si fuera jugando un papel en una obra de teatro. Esto no quiere decir que reniega el espíritu libre que existe por dentro, sino que lo esconde. Puede que Preciosa vuelva a definir su identidad como gitanilla desinhibida; sin embargo, la novela termina antes de que podamos saber exactamente como Preciosa negocia su identidad después de casarse e integrarse a la sociedad aristocrática. De todos modos, es

[325] evidente que el final del cuento muestra “the complexities of individual identity as it contends with one’s social role and position” (Clamurro “The Price of Love” 87). A través de este estudio de las varias construcciones identitarias de Preciosa, vemos como la auto-identidad puede ser muy diferente de la identidad inscrita desde fuera. También, vemos el poder del estereotipo de intentar poner estas identidades dentro de categorías fijas, y como las personas estereotipadas utilizan el estereotipo en su auto- representación. Además, vemos que la identidad es algo flexible, cambiando según la perspectiva y el contexto. De esta manera, parece que la identidad de Preciosa pueda ser lo que queramos – Si nos conviene que ella afirme la hegemonía, o si necesitamos una heroína que la supera. Pero independiente de cómo el lector construye su identidad, Preciosa sigue construyendo una auto-identidad como personaje hasta el final del cuento, aunque sea ambiguo. De todos modos, la imagen de Preciosa como gitana fuerte, atrevida, y apasionada se ha quedado en el imaginario literario. Ha inspirado obras como “The Spanish Gypsy” que romantizan a los descendientes de Preciosa. Al final, parece que no podamos dejar de verla como exótica y sin temor de expresarse libremente ante nuestra mirada curiosa.

Obras citadas Bennahum, Ninotchka. Carmen, a Gypsy Geography. Middletown: Wesleyan UP, 2013. Cervantes, Miguel de. Novela de la Gitanilla. Novelas ejemplares I. Ed. Harry Sieber. Madrid: Cátedra, 1990. 61-134. Print. Charnon-Deutsch, Lou. The Spanish Gypsy: The History of a European Obsession. University Park: Pennsylvania State UP, 2004. Print. Clamurro, William H. "The Price of Love: The Conflictive Economies of La Gitanilla." Women in the Discourse of Early Modern Spain. Ed. Joan F. Cammarata. Gainesville: U of Florida, 2003. 79-90. Print. Clamurro, William H. "Value and Identity in "‘La Gitanilla’" Journal of Hispanic Philology Autumn XIV.1 (1989): 43-60. Print. Eliot, George. "The Spanish Gypsy." Bartleby.com. Bartlby.Com, Inc., 1 Aug. 2001. Web. 26 Apr. 2014. . Gerli, E. Michael. "Romance and Novel: Idealism and Irony in La Gitanilla." Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America 6.1 (1986): 29-38. Google Scholar. Web. 12 Apr. 2014. . Johnson, Carroll B. "De economias y linajes en ''La gitanilla''" Mester 25.1 (1996): 32-48. Google Scholar. Web. 10 Apr. 2014. . Pym, Richard. The Gypsies of Early Modern Spain. Basingstoke: Palgrave Macmillan, 2007. Print.

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