Kitu territorio solar en la mitad del tiempo Dirección de Gestión de Cultura y Deportes Dirección de Gestión de Comunicación

Kitu territorio solar en la mitad del tiempo Gobierno de la Provincia de Pichincha

Edición: Mónica León Arroba Corrección de texto: Verónica Jarrín Machuca Diseño y diagramación: Ernesto Proaño Vinueza Fotografía página 76 Imagen 1con permiso de Museo La Catedral Fotografía página 84 Imagen 7 con permiso Convento San Agustín

Quito, Ecuador 2012 Kitu territorio solar en la mitad del tiempo

Hólguer Jara Chávez Alfonso Ortiz Crespo Alfredo Santillán Cornejo

Contenido

Presentación María Pilar Vela 9

Introducción Mónica León Arroba 11

Kitu, antes de San Francisco de El ‘inticentrismo’ prehispánico y la búsqueda de evidencias arqueológicas en el territorio kitu Hólguer Jara Chávez 19

De soles, lunas y estrellas Aproximación, ni astronómica ni mágica, a algunos elementos presentes en una portada de la Catedral Primada de Quito Alfonso Ortiz Crespo 69

Quito: Metrópoli imaginada y diversidades en tensión Alfredo Santillán Cornejo 107

7

Presentación

Con la finalidad de generar espacios de diálogo desde las distintas visiones, y en la comprensión de un conocimiento que debe irse construyendo desde las diversidades con la interrelación de las vivencias cotidianas, los saberes populares y la academia, la Dirección de Gestión de Cultura y Deportes del GADPP ha impulsado una serie de actividades encaminadas a motivar la reflexión, el análisis y la difusión de las distintas comprensiones históricas, antropológicas, etnográficas, arqueológicas, literarias, y demás expresiones científicas relacionadas con las culturas e identidades presentes en la Provincia de Pichincha y en el territorio nacional.

Hemos convocado a algunos eventos académicos con prestigiosos profesionales e investigadores nacionales e internacionales para provocar encuentros con los diversos actores sociales de la provincia, esto ha permitido una comunicación de doble vía al profundizar la investigación teniendo como meta el rescate y revalorización de las culturas ancestrales y las culturas vivas del presente.

Las mesas redondas, conversatorios, coloquios nos han nutrido de un material interesante el cual estamos difundiendo a través de un programa

9 Presentación de publicaciones que logren llegar a un mayor número de personas de los cantones y parroquias, así como a los sectores estudiantiles y docentes. Creemos que dichos materiales servirán para propiciar el debate y la curiosidad así como para profundizar la investigación y generar nuevas propuestas.

Al comprender que las culturas son totalmente móviles y que los procesos de globalización pueden llevar a una extinción de tales culturas, consideramos necesario avanzar en un proceso de etnogénesis, que nos permita la reconstrucción cultural como un proceso de reconocimiento, empoderamiento y valorización de nuestras percepciones, sentires y saberes, hurgando en los misterios del pasado y participando activamente en la construcción del presente y el futuro del país.

Ponemos a disposición de la comunidad las publicaciones realizadas por el GADPP y esperamos que cada lector sea un participante activo en este proceso de fortalecimiento de la construcción de un estado intercultural y plurinacional en un reencuentro con nuestras raíces y en la proyección hacia la integración regional y nacional.

María Pilar Vela Directora de Gestión de Cultura y Deportes del GADPP

10 Introducción

La Dirección de Gestión de Cultura y Deportes del GADPP, en su afán de rescatar la presencia activa de las parroquias urbanas y rurales, las comunas y pueblos que, históricamente, han mantenido relación con Quito (KITU) como referente territorial, y en el marco de Quito Capital Americana de la Cultura, ha propuesto situar, en el plano de la discusión académica, la presencia de Quito, ciudad metropolitana, y su permanente interrelación de intercambios económicos, políticos, sociales, culturales, identitarios y simbólicos con las áreas de influencia: provincias, cantones, parroquias, y la visualización de un eje equinoccial que guarda las memorias del pasado y el espíritu de las culturas vivas del presente.

Hemos emprendido un proceso de encuentros académicos periódicos que posibiliten el intercambio de estudios, análisis, experiencias y saberes que puedan llegar a constituirse en espacios abiertos, de diálogos multidisciplinarios, para el reencuentro con nuestros orígenes, identidades y diversidades.

En el mes de septiembre del 2011 se convocó a un encuentro académico, denominado «Kitu territorio solar en la mitad del tiempo», con el objetivo de propiciar un acercamiento histórico, geográfico, etnográfico, antropológico, sobre las conceptualizaciones de Kitu como espacio

11 Introducción equinoccial y centro de intercambios regionales, así como para poner sobre el tapete de la discusión los imaginarios que se han construido y reconstruido sobre el espacio kitu, las concepciones «solares» y, fundamentalmente, el reconocimiento de su amplitud geográfica y núcleo concentrador de diversas identidades individuales y colectivas, símbolos e imaginarios generados en los distintos espacios y tiempos.

Tres académicos aceptaron la participación en este encuentro: el arqueólogo e investigador Hólguer Jara, con el tema denominado Kitu, antes de San Francisco de Quito. El ‘Inticentrismo’ prehispánico y la búsqueda de evidencias arqueológicas en el territorio Kitu. El expositor propone la Arqueología como una disciplina convincente que permite la interpretación del hombre pasado, con base en evidencias directas e indirectas, estableciendo los límites con los aportes dados por la literatura mitológica. Precisa generar una nueva Arqueología, liberada de la rica imaginación de algunos autores, y darle un contenido con resultados concretos y accesibles al gran público.

Advierte que, dentro de la conciencia social de nuestro pueblo, se considera que todo lo antiguo es inca. Quito, para el imaginario popular, fue un gran centro monumental levantado con referentes astronómicos por arquitectos ancestrales, sobre cuyas bases se construyeron los templos coloniales; sin embargo, hasta el momento, no existe ningún hallazgo que pueda dar indicio de esta magnificencia de la arquitectura incaica.

12 Mónica León Arroba

Jara, muestra una serie de evidencias arqueológicas expresadas en la religiosidad de los kitus, asociadas con la naturaleza y el cosmos, y especialmente con el sol, deidad que, sin ser exclusiva de los kitus ni del mundo andino, alcanzó toda una representatividad en el incario, y aún hoy es parte del subconsciente colectivo de estos pueblos que, con manifestaciones aculturadas, reproducen ritos y celebraciones heliocéntricas, reconocibles incluso en los símbolos patrios. Son imaginarios que conservan la nostalgia de un pasado misterioso y monumental que: «cabalga, a veces en el caballo de la imaginación, y otras en el de la realidad arqueológica».

El expositor concluye dejando sentada la existencia, no de una ciudad, sino de una extensa área de asentamientos dispersos, que tenían su centro en la meseta de Quito y se extendían por toda la hoya de , sobrepasando el nudo de Mojanda al norte y el de Tiopullo al sur.

De soles, lunas y estrellas, aproximación, ni astronómica, ni mágica, a algunos elementos presentes en una portada de la Catedral Primada de Quito

Es la ponencia presentada por el arquitecto e investigador Alfonso Ortiz Crespo, quien afirma que algunos famosos analistas han tratado de descubrir la presencia indígena, aborigen o inca, en las obras de arte colonial quiteño, intento que los ha llevado a perder objetividad, al carecer de argumentos científicos suficientes. Esto ha creado una

13 Introducción simbología indígena vaciada de contenido o construido mitos ante la ausencia de una investigación arqueológica documentada.

Tomando como referente el análisis de la portada de la Catedral Metropolitana de Quito, Ortiz hace un recorrido por la historia, las concepciones filosóficas del Medioevo y el Renacimiento, la cosmología aristotélica como cosmovisión dominante en ese momento, y su presencia en la iconografía occidental cristiana, trasladada a «cristazos» a América, y que se plasmó en las obras arquitectónicas y artísticas elaboradas por los artífices indígenas y mestizos quiteños, quienes, obligados por la fuerza de la represión colonial, fueron convertidos en reproductores de diseños para la elaboración de imágenes, cuadros y hasta catedrales, con sus detalles vigilados estrictamente, so pena de castigos si se alteraba lo programado.

Ortiz demuestra cómo los soles, lunas y estrellas estuvieron presentes en el firmamento y en las imágenes de la humanidad antes de los incas y que, por lo tanto, no es un imaginario exclusivo del pueblo quiteño. Nos recuerda que el origen del cristianismo partió de un culto ancestral que identificó al sol con la luz, la vida, lo divino y fue impregnándose en los imaginarios de las tierras conquistadas.

Los edificios religiosos originales de Quito no son los que hoy conocemos, la ciudad misma se fue haciendo de a poco. Alfonso Ortiz insiste en cuestionar la falta de rigurosidad de algunos autores que, al desconocer la historia de la arquitectura y la iconografía cristiana,

14 Mónica León Arroba expresada en monumentos y obras artísticas, las adaptan a sus imaginarios, revistiéndolas de fantasías, magia y mitos.

Quito, metrópoli imaginada y diversidades en tensión

Alfredo Santillán, de una nueva generación de investigadores, hace una entrada, desde la interpretación antropológica y social, a los imaginarios del territorio Quito de la actualidad, desde tres ventanas: la primera, desde la música, en una corta investigación comparativa de las expresiones musicales tradicionales que cantan las virtudes idealizadas de una ciudad hidalga, romántica, de soles brillantes y noches estrelladas, en ritmos festivos como los pasacalles y sanjuanitos, en un tono alegre, en contraposición con la producción musical realizada a partir de los años 90, la cual refleja la cotidianidad de un Quito que camina vertiginoso a convertirse en una gran metrópoli degradada, por cuyas calles transita el caos, la violencia, la pobreza, el alcoholismo, la drogadicción, la exclusión. A través de ritmos como el ska, el hip-hop y el rock, se describe duramente a este espacio urbano. La imagen de Quito, es distópica; sin embargo, ni el discurso idealizado ni esta visión crítica ‘des-idealizada’ logran generar un sentido de identidad ni de pertenencia al territorio.

La segunda ventana por donde Santillán nos hace observar a Quito es la de la ‘seguritización’, que va a constituir una nueva configuración socio- espacial.

15 Introducción

En la ciudad de plazas y recoletas, desaparecieron los espacios de encuentro, se camina defensivamente rehuyendo las miradas, estigmatizando al otro, que al no estar dentro de los esquemas preestablecidos, hay que invisibilizarlo, denunciarlo o marginarlo.

Los ciudadanos han pasado de las reivindicaciones comunitarias por los servicios básicos a exigir seguridad, protección contra el crimen, la violencia y el control de un tráfico caótico.

La seguritización de Quito está plasmada tanto en los amurallados barrios de élite, con guardianía privada y tecnología -signos status social—, como en los barrios enrejados precariamente. Esto dará mucha tela que cortar a los antropólogos y arqueólogos del futuro, mientras que, para el gobierno local actual, la preocupación fundamental es rescatar la vida comunitaria.

Una tercera ventana se refiere a la convivencia y la tolerancia. A Quito «le cuesta asimilar la mayor densidad, los flujos de información, de símbolos, de identidades.»

El Quito moderno ha visto la emergencia de presencias diferentes que provocan rupturas en las formas tradicionales de vivir la ciudad. Lo emergente y lo marginal pasan a ser parte de los nuevos imaginarios que conviven con los «héroes míticos», en espacios de anonimato, privatizados, enrejados, saturados de miedos, de violencia, de intolerancia, de discriminación. La sensación de indefensión, agudizada

16 Mónica León Arroba por los medios de comunicación, genera prácticas de «autoprotección y evitamiento», desplazando al sitio privado el espacio comunitario, en una suerte de agorafobia, porque las «víctimas» deben acogerse a refugios propios.

El supuesto Quito de brazos abiertos, y que acoge a todo aquel que llega a la ciudad, se evidencia excluyente y estigmatizador ante las alteridades, en datos recogidos por las investigaciones sociales.

En el proceso de conformación de esta mega ciudad, a la par de los espacios concentrados y de las diversidades emergentes, se está construyendo el «imaginario metropolitano» en donde lo real y lo ficticio se mezclan, en una recreación continua de un pasado lejano y un futuro incierto.

Mónica León Arroba

17

Kitu, antes de San Francisco de Quito

El ‘inticentrismo’ prehispánico y la búsqueda de evidencias arqueológicas en el territorio kitu

Por Hólguer Jara Chávez

a Arqueología es la ciencia antropológica o social que estudia al L hombre pasado a través de sus materiales culturales, y tiene el mérito de descubrir, interpretar e informar con evidencias tangibles, al menos mínimas, cualquier aseveración que pretenda lanzarse; caso contrario, caería en el campo de las especulaciones, suposiciones, inventos, e inclusive en el de las meras hipótesis, aun bien formuladas. Una Arqueología sobre la base de puros supuestos o a partir de leyendas cuasi mitológicas, no convence a nadie; por el contrario, en un mundo positivista, pragmático e inclinado hacia la reivindicación del pasado, que estimule la autoestima del presente, como es el actual, se exigen investigaciones arqueológicas con resultados concretos, masivamente comprensibles y, ojalá, tangibles. De ahí que la arqueología de campo y de laboratorio —siempre y cuando se supere los niveles arqueométricos o de tecnicismos intrascendentes y se lance a la interpretación del hombre pasado, sustentada con evidencias directas o indirectas— resulta ser una auténtica disciplina convincente.

Esta nueva visión de la Arqueología, que se orienta a mostrar evidencias culturales de nuestras antiguas generaciones, es la requerida y apreciada por el gran público. Es una posición de apertura hacia la masificación

21 Kitu, antes de San Francisco de Quito

Foto 1: Plato de las culturas del Carchi o pastos en el que aparece la representación geométrica del sol. del conocimiento del pasado, gracias a los testimonios que aún quedan y que por sí solos son capaces de hablar y de dejarse entender; su sustento teórico y científico, entresacado de las mismas evidencias por el arqueólogo, resulta asequible al más profano de los visitantes, turistas o estudiosos.

Siendo así, a los arqueólogos les corresponde, sin tener que renunciar a la teoría y tecnicismos de la ciencia arqueológica necesariamente,

22 Hólguer Jara Chávez satisfacer esa demanda de nuestro pueblo. Los arqueólogos son los llamados a orientar esta justa aspiración, en aras de la cultura, pero garantizando la correcta interpretación, integridad, originalidad y perduración de los vestigios culturales. Deben purificar, esclarecer y separar aquellos aportes brindados por la literatura mitológica, por la rica imaginación de otros estudiosos y por las exageradas tendencias al monumentalismo. Se quedarán con las pruebas explicadas, tangibles o intangibles, pero fidedignas, del bien cultural.

Refiriéndonos a algo concreto, diremos que, en la conciencia social de los ecuatorianos, por ejemplo, se ha creado y persiste una idea fija que se esgrime toda vez que se trata de explicar el origen y el desarrollo ancestral de su capital: se acude a fantásticas descripciones de una ciudad legendaria, levantada por sabios arquitectos ancestrales que se inspiraron en amplios conocimientos astronómicos para honrar a su dios sol, urbe que los arqueólogos deberían descubrir tarde o temprano.

En este contexto, la religiosidad fue una de las manifestaciones culturales más importantes de los antiguos kitus. Era una religiosidad vinculada con la naturaleza, el firmamento, y particularmente el sol. Si se habla del sol en tiempos precolombinos significa que estamos hablando de religión y de simbolismos, aunque esta deidad, si bien era omnipresente, no era exclusiva, ni de los kitus ni del mundo andino; por el contrario, se la encuentra ejerciendo su «poder divino» en todas las culturas y civilizaciones del mundo: la figura solar está en Egipto con su Amun Ra; en Grecia y Roma con Helios; en Mesoamérica con Quetzalcoatl de los aztecas y Kinich Ahau de los mayas; acá en el Tahuantinsuyo con el Inti, etc.

23 Kitu, antes de San Francisco de Quito

También nuestras culturas ancestrales, con mucha anterioridad a los incas, mantuvieron un ferviente culto al sol.

Probablemente la representación más conocida y familiar para los ecuatorianos sea la famosa máscara o pieza tolita (Foto 2), popularmente identificada como «El sol de oro» del Banco Central del Ecuador. En esta pieza, podría sintetizarse, con evidencias, todo el simbolismo aplicado a la deidad solar, en donde el sol no sólo es el astro, sino una concentración de poderes y, por eso, divino. La máscara de oro, que incluye, simbióticamente, en un rostro antropomorfo, atributos como: la fuerza y sagacidad del felino, representadas en sus fauces y colmillos; la prudencia y signos (creador de vida y portador de muerte) de la serpiente, expresados en la cabellera o rayos solares; el poder y dominio del espacio atribuido al águila, cuyo pico forma la nariz de la máscara y, finalmente, el poder y dominio de la tierra y agua, representados en los dos caimanes que rematan la corona de este sol dorado.

Esta tendencia a divinizar al astro rey tuvo su apogeo con los incas, pues para ellos, el sol era su propio padre, el centro del universo, el creador del Tahuantinsuyo. Tal vinculación íntima entre la deidad y sus creyentes estaba sustentada por su cosmovisión y su superestructura religiosa que se traducía en un comportamiento socializado a nivel del incario y que no les permitía prescindir de semejante inticentrismo cotidiano.

Refiriéndonos a los tiempos actuales, lo interesante está en que dicha concepción, si bien de manera aculturizada, aún tiene vigencia en el espacio andino y sus huellas continúan en el subconsciente social de

24 Foto 2: Máscara de oro representando al sol. Cultura La Tolita. nuestros pueblos, especialmente cuando celebran sus ritos heliolátricos como el intiraymi, el mushuk nina, el día del equinoccio, el día del solsticio, etc., incluso, la figura de sol de rostro antropomorfo se sigue honrando en símbolos patrios como, por ejemplo, en el mismo escudo ecuatoriano.

Otro caso en el que estamos manejando una hipótesis de un signo o símbolo vinculado al sol es el que se halla plasmado en la piscina

25 Kitu, antes de San Francisco de Quito circular del Centro Ceremonial de Tulipe. Aquella estructura responde exactamente a la forma iconográfi ca de círculos concéntricos con que se representaba al sol en el mundo andino; está formada por cinco círculos de piedra que coinciden con los lineamientos concéntricos de sus muros de contención.

Gráfi co 1: Representación de los cinco círculos concéntricos de la piscina circular del Centro Ceremonial de Tulipe.

26 Foto 3: Piscina circular o espejo de agua del sitio arqueológico del Centro Ceremonial de Tulipe, formada por cinco círculos concéntricos. (IMP. C. Hirtz). Kitu, antes de San Francisco de Quito

La misma representación de cinco círculos concéntricos la hallamos también en los petroglifos yumbos, pueblo que estuvo muy asociado al territorio kitu y que conocía, por tanto, los ritos dedicados al sol. Los yumbos plasmaron directamente el símbolo en el signo, el significado en el significante y la divinidad en la forma geométrica. Para ellos el sol es el dios que está arriba, visible sí, pero no asequible, que diariamente aparece circunvalando el espacio cósmico propio, del cual se recibe sus efectos divinos (luz, calor, fecundidad), pero que merece ser atrapado para lograr sus dictámenes concretos (estaciones, equinoccios, sembríos, cosechas, etc.) a través de los sacerdotes o sabios que lo observaban e interpretaban, reflejado en ese espejo de agua. Su representación está dada por la forma geométrica abstracta e infinita de la circunferencia y de los círculos concéntricos.

Retornando a las investigaciones arqueológicas que hemos hecho sobre la capital ecuatoriana, diremos que Quito, antes de San Francisco de Quito, debe ser entendida más allá del espacio delimitado por las lomas de San Juan, El Placer, el Panecillo y el Itchimbía. No fue una ciudad, fue una cultura cuyo centro referencial estaba en la meseta de Quito pero que se extendía por toda la hoya del Guayllabamba y se desbordaba del nudo de Mojanda-Cajas al norte; del Tiopullo, al sur; de los volcanes Cayambe, cerro Puntas, Ilaló, Antisana y Cotopaxi al este y, con toda seguridad, al otro lado del Guagua Pichincha, el Rucu Pichincha y el Cóndor Guachana, al oeste. Los valles de Cumbayá, Tumbaco, Los Chillos y Machachi son parte constitutiva de esta cultura, pues en toda esta área se encuentra material cultural similar.

28 Hólguer Jara Chávez

Se asevera que este lugar tiene una vieja tradición de ocupación humana; de hecho, cerca de Quito, al pie del volcán Ilaló, entre los valles de Tumbaco y Los Chillos, ya hace 10.000 años antes de Cristo, estaba presente el hombre. Sus instrumentos elaborados en obsidiana así lo dicen; de allí que los estudiosos hayan rescatado y analizado miles de lascas y artefactos, entre cuchillos, perforadores, raspadores, raederas, grabadores, puntas de proyectil, etc., y aseveren que dichos artífices fueron los primeros en ocupar este espacio andino. Gran parte de este material paleoindio se halla encajonado en las Reservas del Banco Central. Sería loable que se abrieran esos depósitos y se socializase su existencia y significado, entre los miles de estudiantes que nunca han visto o tocado una obsidiana.

En los actuales barrios de Cotocollao, La Florida, Rumipamba, en el noroccidente de Quito, se encontraron materiales culturales del período Formativo Tardío (1.500 a.C.), que indican la presencia de asentamientos humanos sedentarios, cuyos miembros labraban la tierra cultivando maíz, papas, zambos, frijoles, etc., y que complementaban su dieta con la caza y la pesca, pues vivían al borde de la laguna conocida, en tiempos de la Colonia, como Añaquito. Allí, in situ, de manera incuestionable e irrefutable, se descubrió una serie de tumbas, cerámica, obsidiana, metales, etc., que sustentan la afirmación de la presencia humana hace 3.500 años antes del presente.

Asimismo, resulta innegable el testimonio de ocupaciones posteriores en sitios como Chilibulo, , Chaupicruz y, hoy más que nunca,

29 Foto 4: Cueva con material formativo descubierta en el Bloque Píntag del proyecto Mapa Arqueológico D.M.Q. (IMP. C. Hirtz) Hólguer Jara Chávez con los trabajos del Fondo de Salvamento FONSAL, en Rumipamba y La Florida, sitios en los cuales la cerámica, la lítica, la metalurgia, la concha spondylus e inclusive restos de tejidos, a menudo integrando algún ajuar funerario, dicen «aquí vivieron los antiguos quiteños» varios siglos o milenios antes de la llegada de los españoles. Desafortunadamente, todos estos sitios arqueológicos están en peligro de desaparecer debido al agresivo y acelerado proceso de ocupación por parte de la ciudad moderna.

Las investigaciones de los proyectos arqueológicos Rumipamba y La Florida han demostrado que estos sectores y, en general todo el valle de Quito, estuvieron ocupados desde el Período Formativo (2.000 a.C.) hasta el de Integración (1.500 d.C.). Se trata de complejos asentamientos con sitios habitacionales, campos de cultivo, cementerios, etc. Sus habitantes desarrollaron tecnologías muy avanzadas en lo que se refiere a agricultura, textilería, herbolaria y comerciaron tanto entre las diferentes aldeas de esta meseta circunvecina, como con las comunidades serranas, amazónicas y costeñas. Mantuvieron estrechos lazos comerciales con los yumbos, habitantes del noroccidente, gracias a los cuales se conectaban con la región de la Costa.

Los documentos tempranos hablan de tales grupos humanos como sociedades con un gran nivel de desarrollo sociopolítico y económico, aspectos que ahora se están comprobando, pues se reflejan en la cultura material descubierta especialmente en el sitio La Florida. Aquí, los elementos rescatados en las sepulturas, y en la misma construcción

31 de sus tumbas, testimonian la existencia y gestión de una sociedad altamente evolucionada.

Las siete tumbas excavadas sistemáticamente por el FONSAL, más allá de sus vestigios arquitectónicos de pozos profundos (17 metros de profundidad por 2 metros de diámetro), cámara central estrecha, ubicada en el fondo, huellas de las herramientas utilizadas, huecos de postes de posibles cubiertas, tierra seleccionada para los rellenos, fogones, etc., permiten auscultar detalles relacionados con la cosmovisión y pensamiento sobre la muerte que tenían esos pueblos.

Enmarcados en estos antecedentes, a continuación, se expone lo que los arqueólogos realmente, en su afán de descubrir la Quito precolombina, han podido constatar mediante excavaciones realizadas en el Centro Histórico, en sus alrededores inmediatos y en el área de influencia. Los resultados hasta el momento no han sido halagadores, quizá porque falte investigación o quizá porque las excavaciones han tenido lugar en áreas muy puntuales; sin embargo, a partir de las versiones de cronistas, historiadores, etno historiadores y antropólogos, hemos excavado al interior y exterior de los monumentos más importantes de la ciudad, como son: la Compañía de Jesús, San Francisco, La Merced, El Sagrario, el Carmen Alto, Santo Domingo, el antiguo Hospital de Pobres San Juan de Dios, La Concepción, el antiguo Conservatorio de Música, El Belén, el antiguo Banco Central, Teatro Sucre y otros. En ningún lado aparece un vestigio que permita suponer la presencia de un asentamiento tan importante, por lo que inclusive se ha llegado a señalar abiertamente

32 Foto 5: Tumba 1 del yacimiento arqueológico La Florida. (IMP. C. Hirtz). Foto 6: Pucará de Ruminucho de filiación inca. IMP.( C. Hirtz). que: «Se descarta la existencia de algún tipo de asentamiento aborigen» (Domínguez, 1999); esto, por ejemplo, luego de realizar varios sondeos en el Teatro Sucre.

Igualmente, con motivo del último cambio de entablados, el FONSAL excavó el interior de la Sacristía de la Compañía de Jesús y, ante la presencia únicamente de material cultural local y la ausencia de cerámica inca, su reporte arqueológico concluye diciendo:

«Indudablemente, estos estudios indican que los Incas por el poco tiempo de dominio no impusieron totalmente su estructura social- política y cultural.» (Aguilera, 2002).

Si bien estas afirmaciones pueden resultar discutibles, puesto que los incas sí impusieron su estructura social, política y cultural a estos pueblos septentrionales, lo cierto es que la cultura material rescatada en las excavaciones arqueológicas no da siquiera para suponer la presencia de algún asentamiento urbano precolombino medianamente importante en el Centro Histórico de Quito.

El descubrimiento de unos pocos metros de cimientos de piedra debajo de la iglesia de San Francisco (Terán, 1997), así como de cinco metros debajo de la capilla del antiguo Hospital San Juan de Dios (Rousseau, 1992), en ambos casos con apenas dos hiladas, no es suficiente para atribuirlos a una filiación inca, preinca y, mucho menos, para considerarlos restos de una ciudad. Los cantos rodados, por sí solos, no son diagnósticos; estos se han utilizado y se siguen utilizando en

35 Kitu, antes de San Francisco de Quito los cimientos de casas en todo el Ecuador. Por otro lado, las evidencias de mortero con materiales constructivos como la cal y la arena en esos sitios, demuestran el uso de técnicas y sistemas constructivos foráneos de procedencia europea, no vernáculos. Los incas no conocieron ni utilizaron la cal y arena como argamasa en sus construcciones.

Sin embargo, es innegable la presencia de la arquitectura inca en los alrededores no tan inmediatos de Quito: allí están las edificaciones de carácter militar como el Pucará de Rumicucho, en (Almeida y Jara, 1984); el Guanguiltahua, en el Parque Metropolitano (Coloma, 2001); el conjunto monumental de pucarás de Quito Loma sobre (Plaza Schuller, 1976; Fresco, 1989); algún tramo del Qápac Ñan, en Puengasí (FONSAL, 2006) y, más distantemente, los recintos de San Agustín de Callo, en la Provincia de Cotopaxi (David Brown, 1996), o la recientemente descubierta estructura hundida en Caranqui, cerca de Ibarra (Echeverría, 2006). En estos dos últimos casos, el sello del extraordinario trabajo cuzqueño sobre la piedra es sencillamente inconfundible, irrefutable y evidente.

Dentro de la ciudad de Quito, si bien algunos estudiosos califican como incas el atrio de San Francisco, el muro del Palacio de Carondelet que da a la Plaza Grande, los zócalos del Colegio Sagrados Corazones del Centro o el paramento externo del primer cuerpo de la torre de La Merced, nosotros creemos que el hallazgo más importante, y no precisamente de tipo arquitectónico, es el reportado por don Jacinto Jijón y Caamaño, en 1918, y que se refiere a siete tumbas incas, descubiertas enel Itchimbía.

36 Foto 7: Extraordinario piso cultural inca descubierto en Caranqui, junto al denominado Palacio de Atahualpa. (IMP. C. Hirtz). Kitu, antes de San Francisco de Quito

Pero, ¿cuál es el comportamiento estratigráfi co del Centro Histórico de Quito? ¿Cuál es la secuencia de las capas naturales y culturales en esta área en la que se supone que estuvo la ciudad preinca e inca de Quito? ¿Qué se encuentra al excavar arqueológicamente el actual subsuelo de la ciudad hispana?

Para el efecto, se ha escogido el interior y exterior de la Compañía de Jesús, un sitio que puede ser muy representativo del casco histórico, y que por estar en un sector plano, y no sobre rellenos o quebradas, no ha sufrido alteraciones topográfi cas, afectación que sí se constata en el resto del asentamiento español. Luego de varios estudios interdisciplinarios que tuvieron que realizarse con motivo del terremoto de 1987 —sismo que puso en serio peligro la estabilidad de este y otros templos coloniales de la ciudad—, se procedió a la investigación arqueológica para diagnosticar el estado actual del monumento a nivel de subsuelos.

Gráfi co 2: Perfi l estratigráfi co. Atrio de la Compañía de Jesús.

38 Hólguer Jara Chávez

Gráfi co 3: Perfi l estratigráfi co. Atrio de la Compañía de Jesús.

He aquí la descripción estratigráfi ca hecha por el Museo de Banco Central en esa indagación (Jara, 1991).

«CAPA A: Una vez extraídos los entablados, pavimentos y piedras que conforman los diferentes pisos superfi ciales, aparece una capa natural entremezclada con materiales de construcción y basurales (cerámica, huesos, piedras) depositados de manera dispersa y arbitraria. Su profundidad varía entre los 0.40m 1.10m. El contenido geológico corresponde a las características humíferas de la capa vegetal y agrícola de toda la zona de Quito. A medida que se profundiza (0.80m a 1.10, y en ciertos lugares del patio hasta los 1.45m.), disminuye la cantidad de materiales modernos

39 Kitu, antes de San Francisco de Quito

o recientes y predominan aquellos más antiguos y coloniales (cerámica local, cerámica panzaleo, mayólica española, cerámica vidriada, huesos, etc.); sin embargo, todos aparecen revueltos y sin una secuencia más o menos lógica. Se nota claramente que esta primera capa fue a menudo intervenida tanto en el período colonial como el republicano. En tiempos de la Colonia, por ejemplo, todo el sector del pequeño Atrio de La Compañía en la calle García Moreno, fue removido con la apertura de tumbas, cuyos vestigios (14 individuos en total) hemos descubierto a 1m de profundidad en estado bastante bueno de conservación» (Jara, 1991).

Gráfi co 4: Evidencias de enterramientos humanos. Atrio de la Compañía de Jesús.

40 Hólguer Jara Chávez

«Llama la atención sobre manera, cómo en el período republicano, con el objeto de proteger a la iglesia trataron de modernizar las tuberías del agua, implementar de infraestructura a la comunidad religiosa de los jesuitas y a la ciudad en general, destruyendo contrapisos, ductos, tumbas, etc., de la Colonia. A tal punto llega la gran cantidad de elementos y materiales constructivos de las diferentes intervenciones que, en ciertos sectores, resulta difícil llevar adelante una excavación arqueológica en profundidad. El grado de compactación de esta capa no es muy sólido, debido precisamente a las diferentes intervenciones, lo cual genera una constante filtración y acumulamiento de agua y humedad. Esto ocurre, por ejemplo, en el atrio y a lo largo de la calle Sucre, sectores en los que, pese a hallarse un piso de piedras o de pavimentos, adolecen de pequeñas grietas o agujeros por donde, en temporadas invernales filtra el agua. Este detalle es importante de considerarlo, puesto que, al estar íntimamente asociada la Capa A con los cimientos del templo, la humedad asciende y se transmite hacia la monumental fachada de piedra y afecta a los paramentos decorados, ocasionando exfoliaciones y desprendimientos de los enlucidos y pinturas murales de la iglesia.

CAPA B: Luego viene un depósito de material geológico no alterado, de color pardo, menos negro que la anterior y con una serie de subcapas y lentes de tierras sedimentarias. Esta capa B se caracteriza por ser culturalmente estéril y de mayor compactación, aunque dispone de grietas verticales por donde se introduce el agua procedente de la capa anterior. Los cimientos y plintos de la iglesia, justamente se hallan implantados, encajonados y sostenidos en esta capa B de 1.20m de

41 Kitu, antes de San Francisco de Quito

espesor. Toda esta cimentación corrida de 4 metros de profundidad por 1.50m de ancho corresponde a muros ciclópeos cuya argamasa es precisamente de cal y arena.

CAPA C: Finalmente, aparece un tercer gran estrato geológico natural, reconocido como ‘Cangagua o cancahua’. Se trata de una toba volcánica, yaciente en toda la zona ocupada por la antigua ciudad de Quito. Entre las conclusiones importantes a las que se llegó con esta investigación se halla precisamente la relacionada con la cangahua. Todas las edificaciones monumentales (templos, conventos, edificios civiles importantes), levantadas en la Colonia, se asientan sobre esta Capa C, cuyas características geológicas aseguran o garantizan la estabilidad de una edificación; aparece como un estrato sólido, compacto, duro y fácilmente reconocible por su coloración café amarillenta. Las construcciones civiles de nivel popular, es decir las casas de una o de dos plantas, típicas del Centro Histórico y de tradición colonial, no llegan con sus cimientos hasta esta Capa C, puesto que su presencia se halla a una profundidad de 3m o más, dependiendo del lugar. En las zonas altas, donde el humus y las capas primeras son de espesor menor, la cangahua aparece a 1.50m y en ciertos barrios altos de Quito, como San Juan, Toctiuco, La Libertad, el Panecillo, etc., se lo encuentra a nivel inclusive superficial con afloramientos erosionados. Este detalle geológico fue muy bien conocido y manejado por los españoles, quienes al descubrir las bondades de consistencia, solidez, compactación, dureza y resistencia de la cangagua, construyeron sobre ella sus monumentos religiosos. Sin importar la profundidad en la que se halle, siempre excavaron la cimentación hasta esta matriz; y, cuando no se la encontraba, como en el caso de las quebradas que cruzan la

42 Hólguer Jara Chávez

ciudad, se resolvía el problema mediante rellenos alivianados con arquerías de medio punto a varios niveles y construidas en ladrillo, como ocurre con la quebrada que pasa a 14 metros por debajo de El Sagrario.» (Jara, 1991: 4-7).

Esta interpretación o conclusión estratigráfica ha sido cruzada con los datos de excavaciones de otros monumentos investigados y, si existen ligeras o significativas variantes, se debe exclusivamente a accidentes topográficos o alteraciones antrópicas.

Entre los tres depósitos descritos, y en diferentes zonas de enlace, también aparece una serie de delgadas e interrumpidas capas de cenizas, lapilli, cascajos, pómez, etc., de variado diámetro y coloración, cuya procedencia evidentemente es volcánica y que a lo largo del tiempo se han sometido a un proceso de sedimentación. Es decir, la secuencia geológica en los subsuelos de la ciudad de Quito no es regular y homogénea, pero en términos generales los grandes depósitos siguen la superposición descrita.

Previo a los trabajos de consolidación de los muros y grandes recintos del antiguo Hospital San Juan de Dios se realizó una serie de estudios arqueológicos que evidenciaban los materiales, técnicas y sistemas arquitectónicos utilizados por los constructores españoles en ese primer edificio, que levantaron en San Francisco de Quito para la salud de los pobres (1541). Del informe entregado al Museo del Banco Central, se extraen los siguientes datos de lo que —en 1985— se decía respecto de las capas culturales de ese sector:

43 Kitu, antes de San Francisco de Quito

«Una vez superado el estrato de relleno, cuyo espesor aumenta a medida que se avanza de norte a sur, desde la calle Rocafuerte hacia los jardines y finalmente al claustro sur, en una profundidad de 5.35m, aparece una capa de cangagua culturalmente estéril que, consideramos, pertenece al nivel del piso natural o sea a aquel existente antes de la construcción del hospital. Esta deducción corresponde a la realidad, pues se ha comprobado en varias prospecciones que todas las laderas pronunciadas, a orillas de las quebradas quiteñas, tienen la misma superficie de cangagua ligeramente cubierta por el humus que alimenta a la actual vegetación.» (Jara, 1985: 3-4).

Es decir, para nada se menciona la presencia de evidencias arquitectónicas que permitan suponer siquiera un asentamiento preexistente nucleado o de carácter «urbano» de filiación prehispánica; por el contrario, a modo de conclusiones se insiste sobre los rellenos coloniales de las quebradas, la omnipresencia de la cangagua, el rescate de fragmentos de cerámica local y el estado de conservación de los pisos:

«—Todo el subsuelo del Hospital San Juan de Dios y, de modo especial el del pabellón sur, corresponde a rellenos coloniales. —El piso natural del terreno tiene un nivel descendente de norte a sur y de occidente a oriente, siendo este último el más pronunciado. —Las antiguas cimentaciones que se hallan asentadas e introducidas en la capa natural de cangagua están en muy buen estado de conservación. —Los subsuelos, especialmente el del sector sur, guardan una fuerte humedad, producida no por los niveles freáticos sino por filtraciones de aguas servidas y de lluvias mal evacuadas.

44 Hólguer Jara Chávez

—Los materiales culturales, especialmente de cerámica, aparecen entremezclados, sin una secuencia estratigráfica. —Por las evidencias encontradas, todos los pisos internos del primer hospital fueron enladrillados. —Entre las obras prioritarias de conservación, protección y mantenimiento, deberá estar la impermeabilización de los pisos, contrapisos, y subsuelos (rellenos) de todo el conjunto arquitectónico.» (Jara, 1985: 8-9).

Las referencias históricas señalan la iglesia de El Belén entre las primeras construcciones españolas; sin embargo, también subsisten confusiones que ameritan ser aclaradas. Navarro sostiene que:

«Sobre el lugar en que los conquistadores españoles oyeron la primera misa en la que había de ser la ciudad de Quito, edificaron también un templo provisional cerca del Rollo, levantado más tarde, en lugar del madero elevado, en señal de que la ciudad tenía jurisdicción plena, así en lo civil como en lo criminal. Dicha capilla pajiza era conocida entonces con el nombre de ermita de la Veracruz, y hoy, con el del Belén, y tuvo vida muy efímera, una vez que fuera edificada la iglesia parroquial, en los solares señalados, en donde es hoy la iglesia catedral. Aquel templo fue muy pronto abandonado.» (Navarro en Jara, 1996: 3).

El padre Vargas, por su parte, hace referencia a dos ermitas:

«No lejos del Humilladero de Santa Prisca había otra ermita, que recordaba la primera misa que se celebró en Quito en la fundación de la ciudad. Creada la parroquia, los comerciantes se interesaron en

45 Kitu, antes de San Francisco de Quito

establecer el culto de la Santa Cruz, colocaron, bajo doseles, una cruz de madera, que dio ocasión a que desde entonces comenzara a llamarse el Humilladero de la Veracruz.»

Las citas antes mencionadas confunden el lugar de la edificación de la iglesia, por lo que se debe seguir con las investigaciones históricas hasta lograr un acercamiento verdadero, pues unos dicen que El Belén es el mismo humilladero de Santa Prisca; otros, que la ermita de El Belén es la misma ermita de Veracruz y unos terceros, que eran cercanas pero independientes, la de Veracruz y la de El Belén.

Sobre la presencia de las ermitas, se puede afirmar que existían en algún lugar donde se levanta la actual iglesia de El Belén, o en sus alrededores.

Con los datos antes mencionados, puede hablarse de la existencia de humilladeros —«cruz o imagen que suelen haber a la entrada de los pueblos» (Diccionario Larousse)— y ermitas —«santuarios, o capillas en despoblado» (Ídem)—, cuyas evidencias posiblemente podrían encontrarse en el subsuelo de la actual iglesia de El Belén o en zonas aledañas. En todo caso, en la actualidad, las edificaciones señaladas por el dato histórico prácticamente ya no existen; la misma iglesia de El Belén no corresponde a la anterior ermita. Todas han desaparecido a lo largo del tiempo.

Pero este no es el punto que realmente nos interesa, cuanto saber si en este sector de Santa Prisca, humilladero, El Belén, Veracruz, El Rollo, o como fuere, existen o no evidencias de la arquitectura prehispánica. 46 Hólguer Jara Chávez

Se nos ha dicho siempre que los españoles reocuparon lo preexistente y construyeron sobre sus ruinas. También se buscó esos vestigios al interior y exterior de la actual iglesia de El Belén, y dio como resultado datos absolutamente ajenos a posibles vestigios prehispánicos. «Todos los materiales culturales son tardíos y corresponden al período colonial y republicano» (Jara y Andrade, 1998).

Sin embargo, Quito aparece citada como una de las dos cabezas más importantes entre las ciudades andinas; es decir, estaba compitiendo con el Cuzco e, inclusive, superándola doblemente en extensión. En todo caso, se reconoce que el tallado de sus piedras no alcanzaba la exquisitez de los sillares almohadillados de la capital inca o de los múltiples asentamientos creados por los invasores sureños, en esta misma zona septentrional del actual Ecuador.

«[…] Ellos nombran a cada paso las dos de Quito y Cuzco, no como únicas, sino como dos cabezas, o cortes de aquella dilatada monarquía, a más del grandísimo número de otras, que eran consideradas como ciudades de segundo, y tercer orden, respecto de la vía real, en todas partes. Tampoco haré mención de las que cubrían, como se expresan los historiadores, toda la mayor parte del antiguo Imperio del Perú, que no son de mi asunto. Haré solamente memoria de las que eran situadas sobre la misma vía, dentro de los límites del Reyno de Quito.» (Velasco, 1998).

El prestigioso jesuita, padre Juan de Velasco, concibe a Quito como la antigua capital del Reino de Quito, la segunda ciudad del imperio inca y la más célebre de todas las ciudades:

47 Kitu, antes de San Francisco de Quito

«Estas eran 20, fuera de las extraviadas, como Manta, Cara, Tumaco, Imacas, Huamboya, y varias otras, que no meto en número. La ciudad de Quito, capital antiquísima del Reyno, y segunda corte del Imperio Peruano, era muy grande, y toda la piedra labrada aunque nada hermosa en su antigüedad, y con el defecto de elevadísimas puertas, en todas las casas, anchas por abajo, y angostas por arriba. El Inca Huayna-Cápac que la conquistó por los años de 1487, y tuvo en ella su corte por espacio de 38 años, hasta su muerte, no le añadió otra cosa que su palacio real, monasterio de vírgenes, y nuevo templo del Sol, demoliendo el antiguo que allí tenían sus reyes sobre la cumbre del Panecillo. Esta ciudad, la más célebre entre todas, por sus acueductos, fuentes, y baños, mayor al doble que la del Cuzco, en la extensión, aunque muy inferior en sus fábricas, fue saqueada, incendiada, y destruida, en gran parte, por Rumiñahui, quien se usurpó el Reyno, por cerca de un año, después de la muerte de Atahualpa, cuyo capitán era. Viendo éste que se acercaban los españoles, después de frustrados sus militares ardides, la abandonó, dejándola en aquel miserable estado. Tomó posesión de ella el Conquistador , y mientras se reparaba de aquellas ruinas, reduciendo sus fábricas a mejor gusto, depositó la ciudad de Quito en la de Riobamba, como consta de varios historiadores con Chieca de León.» (Velasco, 1998).

Tal descripción lleva a pensar que la infraestructura de la ciudad, anterior a la hispana, fue de singular importancia o, en todo caso, arquitectónicamente digna de competir con el Cuzco. A nadie se le ocurre la idea de imaginarla similar a un simple conjunto de bohíos o chozas de paja. Sin embargo, ¿en dónde están los vestigios de esa «ciudad»?, ¿acaso, el saqueo, incendio y destrucción ordenados por el feroz Rumiñahui fue de tal magnitud que no quedó piedra sobre

48 Hólguer Jara Chávez piedra? ¿O acaso los españoles borraron las ruinas para edificar la San Francisco de Quito que hoy se levanta sobre el Centro Histórico?, de ser así, tendríamos el primer caso en el que los invasores, sean incas sean españoles, procuraron no dejar rastro de un asentamiento tan importante.

Respetables estudiosos, haciendo honor a las fuentes cuasi-mitológicas, se imaginan y describen a una ciudad inca de Quito, anterior a la fundada por los españoles en 1534, e inclusive a otra primigenia que fuera conocida y mejorada por el gran inca tomebambeño, Huayna-Cápac. Dicho asentamiento debió tener lugar desde tiempos inmemoriales en el espacio sagrado que se conformaba entre el Yavirag, el Huanacauri y el Mama Anahuarque, identificados en la actualidad como El Panecillo, El Placer y el Itchimbía, respectivamente. En opinión del doctor Hugo Burgos, en ese espacio topográfico, atravesado de occidente a oriente por quebradas que descienden del Pichincha, tuvieron que reutilizar los mismos «primeros españoles la estructura inca-quiteña, conformando un modelo político religioso, que el autor ha llamado Cuatripartición de la Geografía Sagrada Incaica, que fue fundamento de la Cuatripartición española de la ciudad de San Francisco del Quito, en cuyos cuadrantes se fundaron los templos de San Francisco, La Merced, Santo Domingo y San Agustín.» (Burgos, 2007).

En esta línea, hay respetables hipótesis planteadas según las cuales aquella ciudad estaba dentro de unos seques naturales, y otros conscientemente trazados a lo largo de la geografía sagrada, que

49 Kitu, antes de San Francisco de Quito estaba sometida a sistemas simbólicos de bipartición, tripartición, cuatripartición; que obedecía a un diseño zoomorfo de un felino al estilo cuzqueño, o de Tomebamba para unos, o de un cóndor para otros; que el sol desde el oriente jugaba y sigue jugando sobre sus edificaciones sagradas, en determinados días del año, a través de los inmóviles Cayambe, Antisana y Pichincha, etc. Estas son hipótesis que, a más de seguir su propio andarivel, podrían en algún momento someterse a la rigurosidad científica de la arqueología.

Los mitos, historias sagradas de los pueblos que explicaban el origen del hombre o del universo, ciertamente emiten mensajes a tomarse en cuenta a la hora de aplicar las técnicas arqueológicas de prospección, excavación, interpretación y difusión de un sitio o, en este caso, de una ciudad; sin embargo, sus mensajes tan literarios y ricos en imaginación, si bien mantienen viva la nostalgia de un pasado remoto y misterioso, difícilmente serán testificados por la objetividad de la ciencia arqueológica.

Es que tampoco por asociación de materiales culturales ha sido posible comprobar una presencia importante de la arquitectura incaica en el Centro Histórico. A este propósito, el padre Pedro Porras, refiriéndose a la antigua cerámica Chilibulo, manifiesta enfáticamente:

«El hábitat de esta fase [Chilibulo] comprende, en parte, la zona en donde está la capital del país. Si bien la abundancia de los yacimientos sugiere una notable ocupación; con todo, lo rústico de la cerámica, la escasez de monumentos y obras de ingeniería descartan la posibilidad

50 Hólguer Jara Chávez

de que estuviera aquí precisamente la capital del reino de los Quitus y de los Shiris, con una dinastía tan notable y antigua como la del Cuzco, ‘la ciudad grande al doble de la del Cuzco y toda de piedra tallada’, que refiere el padre Juan de Velasco.» (Porras, 1980).

En la prospección realizada por el FONSAL para el levantamiento del Mapa Arqueológico del Distrito Metropolitano, la estadística de los materiales culturales apenas si asigna el 3% a la cerámica inca en el Bloque Quito Centro.1 Es decir, casi la totalidad corresponde a aquellas fases locales registradas para el período de Integración, conocidas como Chaupicruz, Toctiuco, Chilibulo, Chillogallo, Rumipamba y La Florida, cuyas diferencias son meramente toponímicas según los lugares donde fueron descubiertas, pero que pertenecen a una misma cultura, que podemos llamar «quitu» o quizá «quitu-cara». Esta misma cerámica está presente en Turubamba, , Machachi, Alangasí, San Bartolo, Cotocollao, San Antonio y, en general, en todo el valle de Quito y su periferia. Inclusive, como se propone en uno de los informes del Proyecto Rumipamba, «esos asentamientos registrados para el período de Integración, cuyas ‘manifestaciones materiales’ guardan gran semejanza entre sí, podríamos afirmar que se trata de un mismo grupo étnico.» (Molestina, 2005).

Al igual que ocurría en los documentos arqueológicos que no informaban de posibles muestras de arquitectura inca, también en lo que tiene que ver con materiales culturales del Centro Histórico ni siquiera se

1 El territorio del Distrito Metropolitano de Quito ha sido dividido en seis bloques, para efecto del Mapa Arqueológico, son estos: Pacto, Lloa, Píntag, Guayllabamba, San José de Minas y Quito. 51 Kitu, antes de San Francisco de Quito menciona la cerámica inca. Su nula o escasa presencia es generalizada, sea en áreas no perturbadas, sea en basurales o rellenos, tal como ocurre por ejemplo en el caso del Teatro Sucre:

«Aunque no se ha discutido en el texto, sólo se ha mencionado la presencia de material cultural; probablemente éste obedece a la sucesión de rellenos mezclados con una serie de desechos traídos de un área muy cerca del Teatro donde se botaban los desperdicios. De allí la cerámica colonial, la porcelana y la cerámica aborigen; esta última muy modificada debido a que fue una tradición alfarera que tuvo continuidad hasta la colonia y la república […]» (Domínguez, 1999).

Pero, entonces ¿qué pasó con la célebre Quito antigua? ¿Acaso, la idea de construir la gran ciudad inca de Quito, se quedó solo en eso: en una gran idea? ¿O en la intencionalidad de ciertos invasores cuzqueños por tener un alter Cuzco en la parte septentrional de su Tawantinsuyo para que gobernara independientemente el otro hijo de Huayna Cápac, el nacido en Caranqui, Atahualpa? Pues, «Avian practicado de hazer otro nuevo Cuzco en el Quito y en las provincias que caen a la parte del Norte: para que fuese reyno dividido y apartado del Cuzco, y tomar por señor a Atahualpa, noble mancebo y muy entendido y avisado […]» (Pérez, 2002).

Contrariamente a lo que ocurre en el área del Centro Histórico, al noroccidente de la ciudad, el FONSAL está descubriendo una serie de evidencias que sorprende a todos por su calidad y cantidad. En los yacimientos arqueológicos de La Florida y Rumipamba, debajo de depósitos volcánicos y a la vista de expertos y profanos están in situ restos de pisos culturales, muros de contención, huecos de postes de bohíos, 52 Foto 8: Evidencias de la ofrenda funeraria en la tumba 1. Proyecto La Florida (Archivo FONSAL). Foto 9: Poncho de algodón forrado con spondylus. Proyecto La Florida (Archivo FONSAL). Hólguer Jara Chávez tumbas de variado tipo, especialmente de aquellas de pozo profundo, etc., elementos arquitectónicos asociados a abundante cerámica, piedras de moler, obsidiana, y otros.

Solo para citar algunos hallazgos más evidentes, puesto que su totalidad se publicará próximamente, informamos a grandes rasgos, por ejemplo, de las siete tumbas excavadas en La Florida. Estas fosas cilíndricas de 17 m de profundidad han guardado, desde el 500 o 600 d.C., sus ricas ofrendas funerarias de enterramientos múltiples. Allí están los restos de esqueletos humanos que ritualmente fueron enterrados en posición fetal, cubiertos con ponchos hechos de algodón y forrados de spondylus y concha madreperla; ricamente adornados con piezas de oro (orejeras, narigueras, pectorales, prendedores); acompañados de grandes tinajas, platos, vasijas, compoteras, placas tubulares de oro y ganchos de propulsor, etc.

Allí se constata la intencionalidad que tuvieron los sacerdotes, parientes y deudos en general, al enterrarlos mirando al Pichincha. Allí se constata el simbolismo y cosmovisión plasmados en los detalles zoomorfos de las vasijas. Allí se observa la jerarquía social de los individuos enterrados: algunos ubicados en la cámara central, otros en la parte alta, unos pocos bellamente adornados y el resto como simples acompañantes, etc.

Este sitio, ubicado en las coordenadas 78º 1’17», a 78º2’14» de longitud Oeste y 0º7’45» a 0º9’00» de latitud Sur, y reconocido en el levantamiento del Mapa Arqueológico del Distrito Metropolitano de Quito con el código Z3A2–018, «guarda tangiblemente el verdadero pasado de los antiguos quiteños.» (Molestina, 2005). 55 Foto 10: Detalles decorativos de una tinaja de cerámica. Proyecto La Florida (Archivo FONSAL). Foto 11: Detalle zoomorfos con significado simbólico en compoteras decerámica. Proyecto La Florida (Archivo FONSAL). Kitu, antes de San Francisco de Quito

En Rumipamba, sitio de 30 hectáreas, declarado, mediante Ordenanza 07 de 2002, «Parque Arqueológico y Ecológico de la Ciudad», el FONSAL ha realizado cuatro temporadas de prospección y hoy se dispone de un diagnóstico general sobre las zonas de mayor o menor ocupación cultural. Allí están seis sectores con evidencias de muros, casas, tumbas y material cultural. (Coloma, 2004).

En uno de esos sectores, precisamente mediante una excavación en área, el Banco Central del Ecuador acaba de evidenciar la planta ovoidal de una casa prehispánica cuya datación resulta contemporánea con el cementerio de La Florida (Molestina, 2007). Pero esta casa no está aislada; por el contrario, forma parte de una serie de bohíos cuyas paredes se levantaron con materiales mixtos (tipología inicial del bahareque) y sus cubiertas de paja. A estos conjuntos de distribución sui géneris y por investigarse, bien podemos interpretarlos como aldeas nucleadas que hablan de asentamientos ya organizados, en proceso de formación, pero todavía muy lejos de alcanzar los niveles propuestos por los estudiosos de la «ciudad inca o preinca de Quito».

Junto al análisis e interpretación de estos hallazgos tangibles, el FONSAL ha incursionado en la investigación de laboratorio, habiendo logrado determinar descubrimientos realmente extraordinarios e inéditos en el país. Entre estos citamos: fibras de cabuya, fibras de algodón, muestras de algodones tinturados en variados colores, tejidos con extraordinarios diseños, cueros de animales con ojales, fitolitos, granos de maíz, fréjol y calabazas —levaduras a partir de las cuales se ha reproducido la chicha

58 Foto 12: Evidencias de muros de contención que delimitaban un área posiblemente ceremonial, ubicada en la parte más alta del yacimiento arqueológico de Rumipamba. Proyecto Rumipamba (Archivo FONSAL).

Foto13: Evidencias de pisos y huecos de poste de una casa preinca con planta ovoidal. Proyecto Rumipamba (Archivo FONSAL).

Foto 14: Evidencias de una casa preinca de planta ovoidal con cimentación de piedra. Proyecto Rumipamba (Archivo FONSAL). Kitu, antes de San Francisco de Quito de aquellos tiempos—, muestras de hematites junto a las paredes de las cámaras centrales y de las vasijas, que sometidos al análisis del C14 oscilan entre el 600 y 1350 d.C.

Además, por primera, vez hemos incursionado en la reconstrucción de los biotipos y rostros a partir de los cráneos humanos mediante la medicina forense; en los estudios de ADN entre individuos de una misma tumba, de varias y entre La Florida y Rumipamba; en una inicial clasificación de maíces prehispánicos y en un apreciable número de muestras para su datación mediante el método del C14.

A la llegada de los españoles a América, probablemente solo el Cuzco y México entraban en la categoría de «ciudades», según el concepto europeo. Los demás asentamientos humanos, entre ellos Quito, estaban en un franco proceso de desarrollo hacia centros nucleados. La evidencia arqueológica de carácter arquitectónico, como se ha visto, si no es nula, es mínima, sin que por esto disminuya la importancia de un pasado precolombino de los quiteños. Probablemente la magnificencia de los palacios, templos, canchas, calles, nunca se verificará, pero ciertamente la magia de la ciudad actual no pudo haber surgido recién en 1534.

Quito, antes de San Francisco de Quito, debe ser entendida más allá del espacio delimitado por las lomas de Puengasí, Guanguiltagua e Itchimbía al este, Tambillo al sur, -San Antonio al norte y las faldas del Pichincha al oeste. No fue una ciudad, fue una cultura, cuyo centro referencial estaba en la meseta de Quito pero que se extendía por toda la hoya del Guayllabamba y se desbordaba del nudo de Mojanda-

62 Hólguer Jara Chávez

Cajas al norte, del Tiopullo al sur, de los volcanes Cayambe, cerro Puntas, Ilaló, Antisana y Cotopaxi al este y, con toda seguridad, al otro lado del Guagua Pichincha, el Rucu Pichincha y el Cóndor Guachana, al oeste. Los valles de Cumbayá, Tumbaco, Los Chillos y Machachi son parte constitutiva de esta cultura.

Justamente, esta categoría de territorialidad y la amplia cobertura de un material cultural confluyente, no excluyente, —que en las postrimerías del período preinca y precolombino se habían extendido con algunas variantes desde el Carchi, por el norte, hasta Mocha, entre Tungurahua y Chimborazo, por el sur; y, desde Quijos, Cosanga por el oriente hasta los límites costeros de los tsáchilas, niguas y yumbos por el occidente—, le llevó al padre Juan de Velasco, consecuente con las concepciones de ese momento histórico de los siglos XVII y XVIII, a definir este territorio como Reyno de Quito.

De tal manera que, dejemos que aquella fantástica y milenaria ciudad de Quito perviva cual historia sagrada. Sus héroes mitológicos Pacha y Quitumbe siguen y seguirán disputándose, en la mente de los quiteños, la autoría de su fundación; el primero, luego de salvarse del diluvio universal gracias a que alcanzó a construir una casa sobre el Pichincha y, el segundo, que era originario de Puná, tuvo que subir por el Guayas hasta estos valles serranos y fundar el nuevo pueblo al que bautizó con su nombre. Inclusive, la posterior llegada de los caras o shiris desde la Costa, constituye un dato que, a modo de jinete, cabalga, a veces en el caballo de la imaginación y, en otras, en el de la realidad arqueológica.

63 Kitu, antes de San Francisco de Quito

Bibliografía AGUILERA, María. 2002. Iglesia de La Compañía, estudio arqueológico Mss. FONSAL. ALMEIDA, Eduardo y JARA, Hólguer. 1984. «El Pucará de Rumichucho», en Miscelánea Antropológica Ecuatoriana, Quito, Museos del Banco Central del Ecuador. ANDRADE, Rodrigo. 1996. Iglesia El Belén, estudio arqueológico Mss. FONSAL. ANDRADE R. y JARA, H. 1995. La plaza de San Francisco. Estudio arqueológico. Mss. FONSAL. ANDRADE R. y JARA, H. 1996. Convento de San Francisco, covachas bajo el atrio. Estudio arqueológico. Mss. FONSAL. BOADA, Rubén et. al. Dirección de Planificación. 1993. Arquitectura de Quito, una visión histórica. Ed. TRAMA. BROWN, David. 1996. Informe de excavaciones arqueológicas en San Agustín de El Callo, Mss. BURGOS, Hugo. 2007. Recorrido por el Quito prehispánico. Ed. Universidad Internacional del Ecuador. DEL PINO, Inés. 1980. Modelos arquitectónicos precolombinos en el Ecuador, intento de interpretación. Mss. CAE. DOMÍNGUEZ, Victoria. 1999. Junio. Teatro Sucre, estudio arqueológico. Mss. FONSAL. DOMÍNGUEZ, V. 1999. Octubre. Teatro Sucre, estudio arqueológico. Mss. FONSAL. ECHEVERRÍA, José. 2006. Investigación arqueológica en el Inca Huasi Caranqui-Ibarra, Provincia de Imbabura, FONSALCI. FRESCO, Antonio.1989.Informe: excavaciones arqueológicas en Quitoloma, Mss. FONSAL. 2006. Informe de intervención y puesta en valor de camino Inca, Mss. JARA, Hólguer. 1985. Hospital San Juan de Dios, informe arqueológico. Museo del Banco Central del Ecuador. JARA, H. 1991. Iglesia de La Compañía, estudio arqueológico. Mss. Banco Central del Ecuador. JARA, H. 1996. Iglesia el Belén, estudio arqueológico. Mss. FONSAL. JARA, H. 2003. Ciudad Metrópoli, estudio arqueológico. Mss. FONSAL. JARA, H., y ANDRADE, R. 1987. Antiguo Conservatorio de Música. Estudio Arqueológico. Mss. FONSAL. LOZANO, Alfredo. 1991.Quito, ciudad milenaria, forma y símbolo. Ed. Abya Yala. Quito-Ecuador. MOLESTINA, María del Carmen. 2005. Parque arqueológico La Florida, excavación de tumbas. Mss. FONSAL. MOLESTINA, M. 2006. La Florida, estudio arqueológico. Mss. FONSAL. PACHECO, Adriana. 2000. Historia del convento del Carmen Alto. Ed. Abya Yala. Quito-Ecuador. PÉREZ, Juan Fernando. 2002. Atahualpa el cuzqueño-Atahualpa el quiteño, en Cultura, No 9. Banco Central del Ecuador.

64 Hólguer Jara Chávez

PLAZA SCHULLER, Fernando. 1976. La incursión inca en el Septentrión Andino Ecuatoriano. Instituo Otavaleño de Antropología. Otavalo. PORRAS, Pedro. 1980. Arqueología del Ecuador. Ed. Gallocapitán. Otavalo-Ecuador. ROUSSEAU, Agnés. 1992, Informe: excavaciones arqueológicas en Antiguo Hospital San Juan de Dios, Mss. TERÁN, Paulina. 1997. Informe: excavaciones arqueológicas en San Francisco, Mss. VELASCO, Juan de. 1998 [1615] Historia del reino de Quito. Ed. CCE.

65 Kitu, antes de San Francisco de Quito

Hólguer Jara Chávez Ecuatoriano. Guaranda, 29 de octubre de 1945.

Estudios Superiores • Licenciado en Antropología, Universidad Politécnica Salesiana. • Licenciado, Pontificia Universidad Católica del Ecuador. • Doctor, Universidad Central del Ecuador.

• Arqueología, PNUD/UNESCO, Cuzco-Perú. • Especializado en Conservación y Restauración de Monumentos Arqueológicos, Universitá di Perugia-Italia. • Maestría en Arqueología e Identidad Cultural, Universidad Central.

Experiencias nacionales sobre Investigación, Conservación y Restauración • Arqueólogo del Museo del Banco Central del Ecuador (1979-2000). • Restaurador de los monumentos: Rumicucho, Tulipe, Ingapirca, Pumapungo, Guayllabamba, El Salitre, Guano, Tilipulo, Chobshi, la Antigua Riobamba. Director de los proyectos: Tulipe, Antigua Riobamba, Ciudad Metrópoli o Rumipamba, Chacapata. • Ex-director de los Museos del Banco Central del Ecuador (1994-1999). • Director del Museo Antropológico Antonio Santiana de la Universidad Central del Ecuador, desde 1992. • Profesor de la Universidad Central del Ecuador.

• Jefe de Investigación del Instituto Metropolitano de Patrimonio, ex FONSAL, desde el año 2001.

•Actualmente: Director de los Proyectos arqueológicos del FONSAL: Mapa Arqueológico del Distrito Metropolitano de Quito, Rumicucho, Rumipamba, Chacapata, La Florida, Pucará de Guayllabamba, Centro Ceremonial de Tulipe.

66 Hólguer Jara Chávez

Experiencias internacionales sobre Conservación y Restauración • Pukará-Perú. • Siracusa-Italia. • Pyong Yang-Corea del Norte. • Palacio Real de Stockolm, Suecia. • Gotland-Suecia.

Publicaciones • El Pucará de Rumicucho, Banco Central, Quito, 1984 (co-autor). • La Síndone, Centro Romano Sindónico, Roma, 1987. • La nueva imagen de Ingapirca, 1995. • Tulipe, arqueología comprensiva del subtrópico quiteño, Trama, Mariscal, 2007. • Quito Prehispánico, MAE, 2008. • Atlas Arqueológico del Distrito Metropolitano de Patrimonio, I, Ediecuatorial, 2009. • Atlas Arqueológico del Distrito Metropolitano de Patrimonio, II y III, Ediecuatorial, 2010. • Cosmovisión antropocéntrica de las culturas del antiguo Ecuador, EMINEN Editores, 2010.

Premios • Premio Gubbio, 2009. • Premio Reina Sofía, 2011.

67

De soles, lunas y estrellas

Aproximación, ni astronómica ni mágica, a algunos elementos presentes en una portada de la Catedral Primada de Quito

Por Alfonso Ortiz Crespo

[…] los humanos somos capaces de interpretar imágenes vagas para que encajen con nuestras expectativas y creencias. Bartolo Luque2

l empeño de algunos afanosos analistas de descubrir la presencia E indígena, aborigen o inca en las obras de arte colonial, provoca en ellos un desborde de imaginación, perdiendo en el camino la objetividad por el interés de demostrar al final, y como sea, la validez de sus hipótesis.

De ahí la cita que he puesto en el encabezamiento de este corto artículo, que intenta ser una rápida reflexión que busca mostrar, más que demostrar, que el sol, la luna y las estrellas estaban en el firmamento y en la mente de la humanidad, antes de que llegaran los incas a estas tierras equinocciales.

De acuerdo con los historiadores, la presencia inca en Quito fue muy corta en duración (en términos históricos) y se produjo en medio de grandes conflictos, pues la conquista de los territorios septentrionales del Tahuantinsuyo se realizó en varios años, a costa de grandes sacrificios de vidas, con gran violencia sobre los pueblos aborígenes (no nos olvidemos la batalla de Yaguarcocha), para pasar casi inmediatamente a la guerra de sucesión entre Atahualpa y Huáscar, desatada a la muerte de Huayna Cápac (1528). Los españoles tomaron prisionero a Atahualpa

2 Luque, Bartolo, El año en que el mundo tuvo dos lunas, «De Arte y Ciencia», en matap.dmae.upm.es/arteyciencia/ 71 De soles, lunas y estrellas el 16 de noviembre de 1532, en Cajamarca, y después de varios meses de cautiverio lo ejecutaron en esa misma población, el 26 de julio de 1533.

Así se inició otra gran hecatombe: la conquista y dominación europea, caracterizada también por su violencia física, sicológica e ideológica, imponiéndose a sangre y fuego el dominio de los españoles. La persecución implacable a los dioses y creencias religiosas de los aborígenes americanos se transformó en una sistemática extirpación de idolatrías.

Los pobladores de Quito, una ciudad doblemente conquistada, como sabemos, por los incas, primero, y luego por los españoles, no pudieron oponerse eficazmente a la arrolladora aculturación, y las élites locales desarrollaron estrategias de supervivencia, pactando con los dominadores.

Por su parte, la sistemática evangelización a los infieles daba sus frutos, los indígenas se volvían cristianos, permanentemente vigilados por frailes y curas doctrineros, evitando que cayeran en sus viejas creencias y «supercherías».

La experiencia acumulada por los españoles en el proceso de la Reconquista de la Península Ibérica, les permitió convivir y controlar a musulmanes y judíos, quienes —durante largo tiempo— gozaron de libertad religiosa. Sin embargo, con la toma de Granada, que selló la Reconquista, los judíos, por pragmática del año 1492, fueron forzados a la conversión al cristianismo, o a su salida inmediata del territorio.

72 Alfonso Ortiz Crespo

Unos se bautizaron, y se los identificó como cristianos nuevos, a los que volvieron a sus prácticas judías se los llamó marranos, y a quienes abandonaron la Península, manteniendo su fe y cultura hispánica, se los conoció como sefardíes.

A inicios de 1502, una nueva pragmática de los Reyes Católicos, obligó al bautismo a los musulmanes de Andalucía, y se comenzó a llamarles moriscos. Sin embargo muchos continuaron practicando la religión de sus mayores a escondidas. Más adelante, la intolerancia se hizo presente, y a pesar de que estos «infieles» eran también monoteístas, terminaron perseguidos y expulsados por otra pragmática expedida en el año 1609. Brazo fundamental de la búsqueda de infieles fue la temida Inquisición.

Por su parte, en el Nuevo Mundo, los conquistadores se encontraron con culturas politeístas y animistas, por lo que, al decir de don Miguel de Unamuno: España conquistó América a cristazos.

El control sobre la mano de obra indígena fue total, y los diseños para la elaboración de una imagen, desde un cuadro hasta una catedral con todos sus detalles, fueron estrictamente vigilados, a fin de que la ejecución fuera fiel reflejo de lo programado dentro de la ortodoxia. Incluso, los pocos arquitectos indígenas identificados en Quito, como José Tipán (Webster), elaboraron obras totalmente occidentalizadas, pues entre otras cosas, obedecían a la cultura dominante y trabajaban para ella.

La nueva religión se imponía categóricamente y cualquier desvío se castigaba con rigor: mediante la multiplicación de azotes en público,

73 De soles, lunas y estrellas trasquilamientos y destierros, se resolvió aumentar la acción punitiva contra los indios que no cumplieran sus obligaciones con la doctrina.3

La devoción a María

Desde la fundación española se había manifestado la devoción a la Virgen María, particularmente en su advocación ‘de las Mercedes’, pues de acuerdo con la tradición, la que se venera actualmente en el templo mercedario habría sido la primera imagen de María en Quito.

Tanto el historiador y arzobispo de Quito, Federico González Suárez, como el historiador mercedario Joel Leonidas Monroy, plantean el origen de esta imagen en un ídolo manteño, pues según ellos, habiendo los mercedarios desembarcado tempranamente en la época de la conquista española en las costas de Manabí, al encontrase con un ídolo femenino con un niño, resolvieron transformarlo en la imagen de María, y esta sería la redentora de cautivos de los mercedarios, trasladada a Quito.

Monroy dice que la primitiva, llamada hoy Virgen del Volcán, sería la que se halla en la antigua recoleta franciscana de San Diego. Otros autores, como José Gabriel Navarro, afirman que esa sería una copia reducida de la imagen que hoy se encuentra en el retablo mayor de la Merced. La importancia de esta imagen radica en que los quiteños adjudicaron a su intervención el cese de la furiosa erupción del Pichincha, del 8 de septiembre de 1575, lo que llevó a que el Cabildo de Quito, el 14 de

3 Ortiz Crespo, Alfonso y Terán Najas, Rosemarie, «Las reducciones de indios y la vida en policía en la zona andina de la Real Audiencia de Quito», en Pueblos de Indios, otro urbanismo en la región andina, Ediciones Abya-Yala, Quito, 1993. 74 Alfonso Ortiz Crespo septiembre de 1575, hiciera un voto a la Virgen de las Mercedes, de celebrar, todos los 8 de septiembre, una fiesta en su honor.

¿Por qué existen dos imágenes? Al parecer, la segunda, es decir, la más pequeña que está en San Diego, fue la réplica que se talló para llevarla al volcán, donde permaneció hasta la erupción del 27 de octubre de 1660, cuando fue rescatada por los novicios franciscanos y llevada a su convento, a partir de lo que se la conoce como la «Virgen del Volcán».

En busca de protectores

La ciudad de Quito, acosada por temblores, erupciones volcánicas, terremotos y otras calamidades, resolvió, en el año 1593, a través de su Cabildo, elegir a santos patrones para que intercedieran por ella.

«El modo de elegir estos santos patrones para ciertas y determinadas necesidades públicas era el siguiente. Se escribían en cédulas de papel los nombres de varios santos; se depositaban en una ánfora y, después de agitadas y mezcladas, sacaba a la ventura una el escribano de Cabildo, y el santo, cuyo nombre contenía la cédula extraída, era el que se reconocía como patrón.»4

Fue así como se adoptó a San Jerónimo (la Iglesia lo celebra el 30 de septiembre), como patrón de la ciudad, elaborándose una imagen para su culto en la Catedral, donde tendría capilla propia pocos años después. Posteriormente se talló otra imagen para instalarla en la capilla

4 González Suárez, Federico, Historia general de la república del Ecuador, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1969-1970, II, 391. 75 De soles, lunas y estrellas del Cabildo. Según el citado historiador, una prolongada sequía llevó al mismo organismo a que se eligiera, como protectora de la agricultura, a la Virgen María en su huida a Egipto, quien también tuvo su altar en la Catedral.

La tercera portada de La Catedral

Luego del terremoto de 1660, se realizaron arreglos y ampliaciones en este templo, hacia el costado oriental, levantándose una nueva portada de piedra hacia la Plaza Mayor. En el intradós del arco, por el interior, se encuentran labrados los anagramas de María, Jesús y José y la fecha de su realización: 1662 AÑO. Por debajo de la palabra año, se ha labrado la

Imagen 1: Intradós de la portada occidental de la catedral, desde el interior. (EP) 76 Alfonso Ortiz Crespo tiara papal con las llaves cruzadas de San Pedro, símbolo inequívoco de las catedrales.

Se trata de una curiosa portada por su organización arquitectónica. En el cuerpo central se abre una gran puerta en arco de medio punto,

Imagen 2: La portada occidental de la Catedral, en su contexto. (EP) 77 De soles, lunas y estrellas con dos angelitos recostados en las enjutas y un querubín en la clave. A los costados, se alternan dos pilastras dispuestas en diagonal, con una semicolumna al centro, y dos grandes cuerpos semicirculares, vacíos por dentro, que tal vez estaban dispuestos para contener una escalera helicoidal, pues en la parte alta se han practicado sobre las acanaladuras del cuerpo, bajo el entablamento, unos agujeros para iluminar el interior.

El cuerpo inferior termina con un alto entablamento (arquitrabe, friso corrido con líneas verticales, y cornisa), rematándose con un tímpano

Imagen 3: La porción superior de portada occidental de la Catedral. (EP) 78 Alfonso Ortiz Crespo triangular que arranca del eje de las semicolumnas, enmarcado en una moldura rectangular, con hojas de acanto. Sobre los semicilindros de los extremos se encuentran unos amplios nichos vacíos, no se conoce si albergaban alguna imagen.

Al centro del frontón se encuentra tallada la imagen de la Virgen María, en su advocación de Inmaculada, sobre una media luna, con las manos

Imagen 4 y 5: Detalle de las tarjas de la portada. (EP) puestas sobre el pecho. En el costado oriental, por fuera del frontón, se talló la imagen de San Jerónimo (celebración el 30 de septiembre) vestido de pontifical, de rodillas, mirando hacia el centro, es decir, a la Virgen; asoma a sus pies la cabeza de un león, uno de sus atributos más frecuentes. Sobre su cabeza, en una tarja muy exornada, se encuentra una inscripción latina que se entiende así: IHER[ONI]M[VS] PLENTO TERAEMOTVM.

En el lado opuesto se labró la efigie de San Miguel Arcángel (celebración el 29 de septiembre), representado de la manera tradicional, esto es,

79 De soles, lunas y estrellas vestido con peto y yelmo, como príncipe de la milicia celestial; lleva una espada levantada en la diestra, sojuzgando al demonio rendido a sus pies. Sobre su cabeza, de igual manera se encuentra grabado su lema QUIS UT DEUS, esto es: quién como Dios.

Si la presencia de San Jerónimo es obvia, como acabamos de ver, ¿por qué San Miguel se encuentra ahí? ¿Fue también San Miguel patrón de la ciudad, resultado de un sorteo? No lo sabemos por el momento.

Es preciso recordar que la primera población española en el Perú fue la de San Miguel de Tangarará (Tangalara), establecida a mediados de 1532, en donde, según González Suárez (1969-1970), se levantó «el primer templo católico, para dar culto al verdadero Dios en la tierra de los Incas. Más tarde se conoció por experiencia que el lugar elegido para la población era malsano, y se la trasladó al sitio donde existe hasta ahora, a orillas del río Piura.»5

El nombre de esta población obedece a que los españoles atribuían el triunfo obtenido sobre los indios de la Puná a la intercesión del Santo (Paz Soldán citado por González Suárez). Por lo tanto, podemos inferir que San Miguel ¡era un santo invocado contra los indígenas!

El mismo González Suárez nos dice:

«No hubo en aquellos tiempos la vigilancia necesaria para poner en armonía las costumbres con las creencias cristianas: creyentes fervorosos, pero católicos muy relajados, tales eran los hombres de aquella época. Causa, por cierto, admiración verlos tan firmes en esperar la protección

5 González Suárez, I, 900. 80 Alfonso Ortiz Crespo

del cielo para empresas, unas veces temerarias, y otras injustas; pero tan ofuscadas estaban entonces las nociones exactas respecto de la doctrina católica que, muchas veces los conquistadores atribuían a intervención sobrenatural de la Divinidad sus triunfos, sus victorias sobre los indios, y aun aseguraban que habían visto peleando a par de ellos en los campos de batalla ya al Santo Arcángel Miguel, ya al Apóstol Santiago, caballero en blanco corcel, como en otros tiempos creían haberlo visto en España, guerreando contra los Moros. La guerra contra los indios fue para los conquistadores guerra sagrada, porque era verdadera guerra de religión, de los adoradores de la Cruz contra los adoradores del demonio: de aquí es que, los conquistadores mientras quemaban a los indios rezaban el Credo, sin inquietarse acerca de la justicia o injusticia con que los condenaban a muerte. Pero cuando calmaba el furor de la guerra, esos mismos conquistadores deponían las armas y se unían con la raza conquistada, hermanándose muchas veces con ella en los tiernos lazos de familia: los castellanos formaron su hogar en medio de los indios; y no faltaron conquistadores que partieron su lecho conyugal con las mismas mujeres de la raza conquistada: hecho único en la historia de las razas conquistadoras.»6

Para 1662, año en que se terminó la portada lateral de la Catedral, habían transcurrido ya 128 años de la fundación española de Quito, y se habían sucedido unas cuatro generaciones de pobladores. La Iglesia vigilaba permanentemente el cumplimiento de la doctrina cristiana y cualquier desvío era atajado a tiempo.

Abundan los estudios sobre la iconografía de la Inmaculada Concepción, imagen tallada al centro de la portada, dentro de un frontón triangular,

6 Ídem, I, 1237-1238. 81 De soles, lunas y estrellas cuyo ápice ha sido reemplazado por un arco, a manera de nicho, coronado por una paloma, símbolo del Espíritu Santo, y de pie sobre una media luna.

Esta iconografía, que data de la Edad Media, se volvió muy popular en Quito. Es probable que por las mismas fechas que se levantaba esta portada, Miguel de Santiago estuviera pintando para el convento de San Agustín, también en obra, la Inmaculada Concepción que se le atribuye, rodeada de símbolos marianos, y que se exhibe en el museo que lleva su nombre.

Conviene detenernos a reflexionar cómo llega a Quito, con los conquistadores y los religiosos europeos, la iconografía cristiana. Para esto, el texto a continuación nos dará luces:

«[… en la] Europa recién salida de la Edad Media, imperaba la cosmología aristotélica, que la Iglesia cristiana había considerado acorde a la Biblia. En esta visión del mundo, toda impureza o imperfección quedaba limitada a la Tierra, al mundo sublunar, centro del Universo alrededor del cual todo giraba. En el cielo se encontraban los astros que giraban alrededor nuestro, separados entre sí por esferas cristalinas. La Luna, el astro más cercano, era una esfera cristalina y perfecta antesala del mundo supralunar. Todo el sistema permanecía rodeado por la inconmensurable esfera de las estrellas, la última pantalla protectora hasta llegar al Primer Motor. Esta región lejana fue fácilmente asimilada por la mitología cristiana como el Cielo, con «C» mayúscula, donde se encontraba Dios y su corte celestial. La iconografía occidental había asimilado completamente esta imagen del universo. Para la Iglesia Cristiana el mundo supralunar era

82 Imagen 6: Inmaculada apocalíptica del museo del Banco Central, hoy del Ministerio de Cultura. Imagen 7: San Agustín es elevado hasta el tercer cielo, Taller de Miguel de Santiago, Convento de San Agustín, Quito, siglo XVII. (EP)

La Perfección. El paleocristioanismo, en su afán por asimilar clientela pagana, había asociado la Virgen María a la popular diosa cazadora Diana, virgen también, y diosa de la Luna. De esta manera, por una carambola del destino, la imagen de la Luna quedó unida a la de María: la Luna, perfecta, parte de ese mundo supralunar aristotélico, resultaba ser ahora el símbolo de la Inmaculada Concepción. De tal forma que la iconografía cristiana medieval mostraría a menudo una luna a los pies de María. Una luna pura, cristalina e inmaculada, generalmente en fase creciente o en luna llena aparecía como símbolo de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, como en este grabado de Durero.»7 (Imagen 8)

7 Luque, Bartolo, El año en que el mundo tuvo dos lunas, «De Arte y Ciencia», en matap.dmae.upm.es/arteyciencia/ 84 Imagen 8: La Virgen de la media luna, grabado de Alberto Durero (1471-1528), inspirado en una obra anterior de Martin Schongauer. Imagen 9: Detalle central del remate del frontón de la portada occidental de la Catedral de Quito, levantada en el año 1662. (EP) Alfonso Ortiz Crespo

Continuando con el análisis de la portada de la Catedral, en los derrames del frontón, a cada lado, se recuestan otras dos figuras, a la izquierda una mujer con una espada en la mano derecha y un espejo en la izquierda, probable alegoría de la Justicia. No debe olvidarse que el espejo también tiene íntima relación con María, pues en las letanías lauretanas se dice de ella que es Espejo de Justicia. A la derecha, otra figura idéntica, la alegoría de la Fortaleza sostiene en su diestra lo que parece ser una granada (Cristo) y en la izquierda una columna.

Entre los santos antes descritos, y el frontón, se han tallado dos símbolos muy comunes en la iconografía cristiana desde sus orígenes. A la izquierda, el sol, y a la derecha una estrella, símbolos occidentales masculino y femenino. Sobre el sol occidental, se dice:

«Entre los temas simbólicos de Cristo no se debe olvidar una imagen insólita y sorprendente que manifiesta la permeabilidad de este primer arte cristiano para adaptarse a motivos paganos de escasa religiosidad. Se trata de Cristo-Sol del mausoleo de los Julios, en la necrópolis vaticana, donde aparece Cristo, erguido, ascendiendo a los cielos en un carro tirado por caballos blancos. La cabeza nimbada emana destellos de luminosidad.

Imagen 10: Detalle del mosaico de mediados del siglo III de la tumba del papa Julio I (mausoleo de los Julio bajo la Basílica de San Pedro en el Vaticano). Aparece Cristo como sol invictus (sol de justicia), el dios Helios conduciendo su carro. Los pámpanos aluden a la eucaristía. Es un ejemplo de combinación de creencias paganas con el cristianismo. 87 De soles, lunas y estrellas

El carro arrastrado por corceles a través de los cielos es un tema usual entre los artistas paganos a la hora de representar la ascensión de un dios o de un héroe, o al mismo emperador en su gloria póstuma. Por ello esta representación, ante la ausencia de un signo específicamente cristiano, podría suscitar dudas acerca de su identidad religiosa o pagana; pero el carácter del propio monumento, pródigo en temas ineludiblemente cristianos, sólo permite pensar que, en este caso, el proceso de cristianización ha sublimado aún más los significados originarios desde los contenidos de la moral cristiana. El cristianismo, partiendo de un culto ancestral, identifica sol y luz como se reitera en evangelios y epístolas. La luz es un signo que manifiesta visiblemente algo de Dios: es el reflejo de su gloria. Y así este Cristo-Helios es el Cristo-Luz. En el pensamiento de los Padres sol, luz y Cristo también son ideas especialmente relacionadas y no es difícil encontrar en sus obras símiles literarios donde se parangona, por ejemplo, la resurrección de Cristo con la salida del sol..»8

Entonces, ¿por qué pretender que esta representación del sol en la portada de la Catedral, así como la de la clave de la portada principal de la iglesia de San Agustín, y otras que se encuentran en la arquitectura quiteña, es inca? También debemos recalcar que la parte formal, es decir, como están representados estos elementos, son totalmente occidentales.

Por otra parte, la estrella, representada al lado derecho de la portada de la Catedral, en el espacio comprendido entre la Inmaculada Concepción y San Miguel, se asocia, en la iconografía católica, también con María. En

8 Ruiz Montejo, Inés, El nacimiento de la iconografía cristiana, http://fuesp.com/revistas/ pag/cai0701.html Revista virtual de la Fundación Universitaria Española, Cuadernos de arte e iconografía / tomo IV - 7. 1991 88 Imagen 11: Detalle de la clave de la portada principal de la iglesia de San Agustín, labrada probablemente a mediados del siglo XVII. (EP) Imagen 12: Stella Matutina y Speculum Justitia, grabados de los hermanos Klauber, del siglo XVIII. En la obra de Francisco Xavier Dornn, Litaniae Lauretanae Ad Beatae Virginia, Augsburgo, 1750. Alfonso Ortiz Crespo las ya referidas letanías lauretanas, se dice de ella «Estrella de la mañana», como se ve en el grabado de los hermanos Klauber de mediados del siglo XVIII, reproducido en la Imagen 12.

Con frecuencia, algunos autores lanzan hipótesis, sin medir sus conocimientos, al analizar una portada colonial, sin bases sobre la iconografía cristiana, su historia y desarrollo. ¿Es prudente estudiar el arte colonial sin conocimientos de historia de la arquitectura y de términos específicos? ¿Por qué suponer que si se ve un sol, una luna y una estrella, son necesariamente representaciones incaicas, y no occidentales, cristianas, o egipcias o aztecas?

Los egipcios adoraban al dios sol con el nombre de Ra, era el «Gran Dios», símbolo de la luz solar, dador de vida, así como responsable del ciclo de la muerte y la resurrección, tal como Cristo o Inti.

Imagen 13: El carro solar de Trundholm representa una parte importante de la mitología nórdica. 91 De soles, lunas y estrellas

«Un dios solar representa al Sol o aspectos de él, como pueden ser los rayos solares. En la mitología de muchas culturas el Sol era un dios; fue venerado a lo largo de la Historia en muchas civilizaciones, como la egipcia, la incaica, la china, la griega o en religiones como la hinduista. Se considera que el culto al Sol pudo ser el origen del henoteísmo y, después, del monoteísmo.»9

Por otra parte, también hay investigadores que argumentan sobre el origen incaico de estos soles, a través de los dibujos de Guamán Poma de Ayala. No podemos olvidar que Guamán Poma era un indio ilustrado (ladino), transformado por la religión y por los religiosos a los que sirvió, quien al producir su crónica ilustrada, busca denunciar la situación del mundo andino, para ser leída por occidentales y fue dibujada con ese propósito.

Imagen 14: Ilustraciones de Nueva corónica y buen gobierno, de Felipe Guamán Poma.

9 http://es.wikipedia.org/wiki/Dios_solar. 92 Alfonso Ortiz Crespo

Rolena Adorno dice de esta obra:

«Al leer detenidamente la crónica de Guamán Poma junto a las relaciones de las visitas eclesiásticas, se ve fácilmente su impacto. Sus lecturas de los catecismos y las colecciones de sermones publicados a partir del Tercer Concilio Provincial de Lima, tanto como las obras didáctico-devocionales de Fray Luis de Granada y de otros ‘doctores de la Iglesia’ , le fueron importantes en la formulación de sus argumentos (Adorno 1978: 48-56; Adorno 1989: 85-112). Hay, además, una influencia más temprana, más abarcadora y más penetrante: la de la visita eclesiástica. El autor de la Nueva corónica y buen gobierno se jacta de haber trabajado para los visitadores eclesiásticos y civiles, ‘ciruiendo de lengua y conuersando, preguntando a los españoles pobres y a yndios pobres y a negros pobres’ . La experiencia y la perspectiva de la visita atraviesan todas las partes de su obra.»10

Imagen 15: Crió Dios al mvndo / entregó a Adán y a Eva / Adán, Eva / mundo / papa. Detalle del folio 12, Nueva corónica y buen gobierno, de Felipe Guamán Poma.

10 Adorno, Rolena, «Contenidos y contradicciones: la obra de Felipe Guamán Poma y las aseveraciones acerca de Blas Valera» en www.ensayistas.org/filosofos/peru/guaman/adorno.htm 93 De soles, lunas y estrellas

Ponerle cara a la Luna, también es una costumbre occidental, especialmente nacida de las observaciones de nuestro satélite a simple vista y de la interpretación de sus «manchas», sin embargo, con la invención del telescopio, las cosas cambiaron.

El siguiente texto nos aclarará este asunto:

«Para Dante, como nos describe en ‘La divina comedia’, la Luna era: ‘lucidora, densa, sólida y pulida, cual diamante que al Sol brilla’ . Pero si la Luna era inmaculada, ¿qué eran esas manchas que todos podemos ver a simple vista? La discusión alrededor de la naturaleza de las manchas lunares tenía una larga historia. Ya Plutarco (45-125 d. C.) en su libro ‘El rostro de la Luna’ enfrentaba a dos personajes en una discusión sobre si se trataban de sombras, inhomogeneidades de la densidad cristalina del astro o accidentes del terreno como en el caso de la superficie terrestre. Aristóteles dejó una explicación aceptada por la mayoría: la Luna era una esfera ideal que reflejaba la perfección de los cielos. De hecho, la Luna lo reflejaba todo. Los eruditos pensaron por tanto que las ostensibles marcas de la Luna eran reflejos de la propia Tierra. Lo que estábamos viendo en los cielos era una imagen de nuestros continentes. Una idea digna de un genio, a pesar de ser errónea. En síntesis, la idea de la pureza y perfección de la Luna estaba tan arraigada en el imaginario colectivo que en 1609 no se ‘decía es puro como la nieve’ para hacer referencia a la inocencia de alguien, sino: ‘es puro como la Luna’.»11

11 Luque, Bartolo, El año en que el mundo tuvo dos lunas, «De Arte y Ciencia», en matap.dmae.upm.es/arteyciencia/ 94 Alfonso Ortiz Crespo

Inicié este artículo citando a Bartolo Luque, quien dice:

«[…] los humanos somos capaces de interpretar imágenes vagas para que encajen con nuestras expectativas y creencias.»

El artículo de donde he extraído esta cita, demuestra cómo dos científicos: el inglés Thomas Harriot (1560-1621) y el italiano Galileo Galilei (1564-1642), al realizar casi simultáneamente, en el año 1609, una observación a la Luna, cada uno por su lado y a miles de kilómetros de distancia, con telescopios inventados independientemente por cada uno, interpretan lo que ven, de distinta forma.

Harriot en su dibujo de lo que ve:

«[…] se distinguen claramente algunas manchas y el terminador, la línea que separa la zona de luz de oscuridad en la superficie selenita. El trazado es incorrecto porque el terminador debe intersecar el perfil del satélite en dos puntos diametralmente opuestos. Pero lo que más nos interesa aquí es el detalle de que el terminador aparece como una línea quebrada e irregular. Harriot, aristotélico y convencido de la pureza de la Luna, como la mayor parte de eruditos de la época, debió quedar sorprendido por semejante visión pero fue incapaz de ofrecer explicación alguna. Harriot sabía que la Luna era inmaculada y cristalina, así que fue incapaz de interpretar la observación. En palabras del historiador de la ciencia Gerald Horton: ‘Él ve, pero las teorías de la época sobre la perfección de la Luna le dificultan la tarea de entender lo que ve’ . Por ello en 1609, en Inglaterra, a pesar de que algo raro le pasaba al terminador, la Luna seguía siendo lisa y perfecta.

95 Imagen16: Dibujo de la primera observación de Harriot de la luna, fechado el 26 de julio de 1609 del calendario juliano (equivalente al 5 de agosto de 1609 del calendario gregoriano). Imagen y pie de foto tomados del artículo de Bartolo Luque. Imagen 17: Dibujos del manuscrito original de la obra de Galileo, Sidervs Nuncivs. De soles, lunas y estrellas

Galileo Galilei […] era un seguidor entusiasta del modelo heliocéntrico de Copérnico, que proponía al Sol como centro del universo. Había dedicado sus esfuerzos, hasta el momento, a sentar las bases de la cinemática moderna, en franca oposición también a la física aristotélica al uso. Pero en 1609 con el telescopio en sus manos por fin encontró ‘pruebas para los sentidos’ de la verdad copernicana. El 30 de noviembre, cuatro meses después que Harriot, desplegaba su telescopio de 20 aumentos hacia la Luna. La luz que entró por su telescopio alumbraría la ciencia moderna. Sus famosas acuarelas de las fases de la Luna en aquellas observaciones muestran también al terminador como una línea quebrada y sinuosa. Pero además la superficie lunar se nos presenta claramente rugosa y terrenal. De ese modo, mientras desde Inglaterra se seguía viendo la luna de siempre, desde la actual Italia, Galileo observó otra bien distinta. Una nueva luna en muchos aspectos sorprendentemente similar a la Tierra. Galileo publicó sus revolucionarios descubrimientos astronómicos en 1610 en el libro ‘Sidereus Nuncius’ (El mensajero de las estrellas). Allí describía la superficie de la Luna, los satélites de Júpiter, las fases de Venus y las manchas solares. Un universo radicalmente distinto al aristotélico que había imperado durante más de 2.000 años. Lo que Galileo ve y entiende sobre la Luna queda descrito con detalle y precisión: ‘no es lisa, uniforme y exactamente esférica…, sino irregular, tosca y llena de cavidades y prominencias, similar a la faz de la Tierra, ataviada de cadenas montañosas y valles profundos’. Galileo ve y entiende que no hay diferencias cualitativas entre la Luna y la Tierra. […] ¿Qué hizo que ambos miraran la Luna con ojos tan distintos? Sin duda los prejuicios aristotélicos de Harriot y los copernicanos de Galileo fueron determinantes. Esto ilustra algo sorprendente: dos genios, dos

98 Alfonso Ortiz Crespo

personajes abanderados del rigor científico, pueden estar viendo lo mismo e interpretar de maneras totalmente distintas aquello que ven por aquello que piensan previamente. […] La historia posterior de Sidereus Nuncius es bien conocida: como consecuencia directa de su publicación, y a pesar de que el libro gozó inicialmente del imprimatur de la censura eclesiástica, Galileo fue juzgado. Fue acusado de hereje antiaristotélico en un humillante proceso en el que incluso se presentaron pruebas falsas, y fue condenado a prisión domiciliaria, donde pasó el resto de sus días. El libro fue incluido inmediatamente en el Índice Prohibido de la Santa Inquisición, del que no fue borrado hasta 1835. Y como sabemos, no fue hasta 1992, que la Iglesia, lamentando ‘los errores cometidos por ambas partes’, según palabras de Juan Pablo II, ‘admitió’ su error con Galileo. Pese a ello, el triunfo de Sidereus Nuncius fue imparable. Fue el triunfo de la razón, de la ciencia, y también de la contracultura, pues pronto circuló bajo mano por todos los círculos científicos de Europa. Al que siguió ‘Consideraciones y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias’, libro que Galileo publicó en el extranjero desde la prisión de su casa.»

La publicación de El mensajero de las estrellas tuvo consecuencias inmediatas, no solo para la ciencia, sino también para la literatura y el arte. Precisamente el pintor Ludovico Cigoli (1559-1613), amigo y admirador de Galileo, pintó en la bóveda de la capilla Paulina de la basílica de Santa María la Mayor en Roma, un gran fresco con la Inmaculada Concepción sobre una luna realista, es decir, con su superficie irregular.

99 Imagen18: Fresco de la bóveda de la capilla Paulina de la basílica de Santa María la Mayor, realizado por Ludovico Cigoli, inmediatamente después de la publicación de Mensajero de las estrellas, de Galileo Galilei. Alfonso Ortiz Crespo

Y de vuelta a Quito, y nuevamente a la Catedral, recordemos que, por los mismos años, se construía otra portada interna en este edificio, la de la sacristía. Magnífica portada por su talla en piedra y no exenta también de interesante iconografía, pues se encuentra rematada por una trinidad antropomorfa e isomorfa, forma de presentación abandonada en Europa en el siglo XVI, pero que en América siguió utilizándose hasta el siglo XIX.12 En esta portada, Dios padre, en la cúspide, está identificado por el gran sol que lleva sobre el pecho y el cetro en su mano derecha.

Para terminar, haré otras cortas reflexiones. Creer y sostener que los edificios religiosos que se levantaron originalmente en nuestra ciudad son los mismos que vemos ahora, es una apreciación y generalización errónea, igual que cuando algunos sostienen que las iglesias coloniales se construyeron sobre huacas o templos prehispánicos. ¿Quién no ha oído la poco argumentada interpretación del origen de la calle de las Siete Cruces? ¿Dónde están las investigaciones arqueológicas serias que permitan sostener esa idea? ¿Dónde reposan los documentos de archivo que den sólidos argumentos para plantear esa hipótesis?

La ciudad se fue haciendo de a poco. Si bien se fundó en 1534, estas tierras se mantuvieron convulsionadas por diversos motivos, hasta 1548, cuando definitivamente vuelve la calma, cuando La Gasca derrota, en Jaquijahuana, a Gonzalo Pizarro. Hasta ese año no había si no cuatro iglesias en Quito: la parroquial de la Plaza Mayor, San Francisco, La Merced y Santo Domingo, en obra.

12 Ver Sartror, Mario, La Trinidad heterodoxa en América Latina, revista Procesos # 25, Universidad Andina Simón Bolívar, 2007. 101 De soles, lunas y estrellas

En 1569 se establecieron en Quito los agustinos y ellos levantaron su primitivo convento, donde luego se alojaron temporalmente los jesuitas (1586) y que al final sería la parroquia de Santa Bárbara. Los agustinos se mudaron en 1573 al sitio actual; la iglesia comenzó edificarse hacia 1580 y no se terminó hasta 1669, cuando se concluyó la fachada. Los jesuitas, a su vez, se instalaron luego frente a su actual iglesia y recién en 1605 ocuparon el solar actual para el templo.

Después de estas reflexiones, ¿seguiremos viendo con un sentimiento mágico, mítico y fantástico los símbolos solares, lunares o estelares de los templos de la ciudad, porque los creemos incas?

102 Alfonso Ortiz Crespo

Alfonso Ortiz Crespo Arquitecto ecuatoriano, nacido en Quito (1948). Graduado en la Universidad Central del Ecuador (1974). Especializado en conservación y restauración de monumentos en Cusco (UNESCO/INC-Perú, 1975) y Florencia (Universidad de Florencia, Italia, 1977). Director del Departamento de Restauración Arquitectónica del Museo del Banco Central del Ecuador (1980 ‑1984). Director Nacional del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (1988-1990). Director de Patrimonio Cultural del Municipio del Distrito Metropolitano de Quito (1990-2000). Dirigió, entre otras obras, la restauración de la recolección de San Diego de Quito, del monasterio de la Concepción de Riobamba y del local del Museo Camilo Egas del Banco Central del Ecuador en Quito. Ha participado y ha disertado en numerosos eventos nacionales e internacionales referidos a la conservación de monumentos y centros históricos, historia de la arquitectura y del urbanismo, patrimonio cultural y museos, en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, El Salvador, España, Estados Unidos de Norte América, Guatemala, Honduras, Italia, México, Panamá, Perú, Uruguay, Venezuela y Mauritania. Ha sido consultor de UNESCO para proyectos culturales en Centro América y de la Empresa de Desarrollo del Centro Histórico de Quito.

Publicaciones • Historia y arte en El Tejar de la Merced, en colaboración con María Antonieta Vásquez Hahn, FONSAL, Quito, 2010. • Recoleta de San Diego de Quito, historia y restauración, con Alexandra Kennedy Troya, FONSAL, Quito, 2010. • Damero, con la colaboración de Matthias Abram y José Segovia, FONSAL, Quito, 2007.

• En busca de Thomas Reed, arquitectura y política en el siglo XIX, en coautoría con Alberto Saldarriaga Roa y José Alexander Pinzón, Corporación La Candelaria y otros, Bogotá, 2005. • Origen, traza, acomodo y crecimiento de la ciudad de Quito, FONSAL, Quito, 2004.

103 De soles, lunas y estrellas

• Quito, Piedra y Oro, en coautoría con Luis Alfonso Ortiz Bilbao (1903-1988), Banco Central del Ecuador, Quito, 2004. • Guía de Arquitectura de la ciudad de Quito (Junta de Andalucía, Sevilla, 2004), en dos tomos y 334 registros de edificios y sitios de la ciudad de los siglos XVI al XX. • El convento de San Diego de Quito con Alexandra Kennedy Troya, Banco Central del Ecuador, Quito, 1982 • Diagnóstico de los Museos del Ecuador, con Mónica Aparicio, UNESCO/ASEM, Quito, 1982. Dirigió siete números de la revista Caspicara, editada en Quito, publicación especializada en temas de museología, museografía, historia del arte, restauración y conservación. Conjuntamente con Nancy Morán de Guerra escribió una Guía de Museos del Ecuador para Editorial Clan (Madrid), por editarse. Ha escrito más de un centenar de artículos en publicaciones especializadas y prensa. Fue profesor de Historia de la Arquitectura y el Urbanismo en las Facultades de Arquitectura y Urbanismo en la Universidad Central del Ecuador, Católica Santiago de Guayaquil y Pontificia Universidad Católica del Ecuador, y de Patrimonio Artístico Ecuatoriano en esta última universidad. Actualmente es profesor de Historia de la arquitectura y del urbanismo y patrimonio cultural en el Colegio de Arquitectura de la Universidad San Francisco de Quito, en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de las Américas (UDLA) y en la Universidad de Especialidades Turísticas (UCT). Coopera en cursos de historia en el departamento de Historia de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y en cursos de maestría en la universidad SEK y FLACSO de Quito, y otras instituciones educativas y culturales del Ecuador y del exterior. Pertenece al Colegio de Arquitectos del Ecuador, Provincial de Pichincha. Es miembro de las Fundaciones Caspicara, Fray José María Vargas e Iglesia de la Compañía de Jesús. Es socio correspondiente de la Academia Nacional de Historia, de ICOMOS/Ecuador y correspondiente de la Academia de Bellas Artes de Argentina. Además, es miembro fundador de la Sociedad Ecuatoriana de Historia del Arte (SEHA). Desde el año 2003, hasta el presente, trabaja como consultor de proyectos editoriales del Instituto Metropolitano de Patrimonio del Municipio del Distrito Metropolitano de

104 Alfonso Ortiz Crespo

Quito (ex Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito, FONSAL), en donde lleva más de 70 obras editadas. Desarrolla investigaciones independientes en temas de historia de la arquitectura, del urbanismo, del arte y de museos. Entre otras actividades ha sido jurado de premiación de la Primera bienal de escultura religiosa, organizada por la Junta Parroquial de la ciudad de San Antonio de Ibarra, marzo, 2009. Organizó y coordinó el seminario internacional Las artes en Quito en el cambio del siglo XVII al XVIII en conmemoración del III centenario del fallecimiento del arquitecto José Jaime Ortiz, organizado por el FONSAL-Colegio de Arquitectos del Ecuador, Provincial de Pichincha y embajada de España, Quito, octubre 8 a 11 de 2007. Organizó el simposio internacional Arte quiteño más allá de Quito, llevado a cabo en Quito entre el 13 y el 17 de agosto de 2007, con historiadores del arte de Ecuador, Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Estados Unidos y España. Fue representante del Museo de Arte de Filadelfia para la negociación de préstamos de obras de arte y trámites legales antes las autoridades locales para su salida y regreso, para la exhibición The Arts in Latin America, 1492-1820, en el Philadelphia Museum of Art, entre el 20 de septiembre y el 31 de diciembre de 2006, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso en México, entre el 3 de febrero y el 6 de mayo de 2007 y en Los Angeles County Museum of Art, entre el 10 de junio y el 3 de septiembre de 2007. Fue miembro del Comité Científico del «III Congreso Internacional del Barroco Iberoamericano», celebrado en la ciudad de Sevilla, entre el 8 y el 12 de octubre del año 2001, bajo la organización de la Universidad Pablo de Olavide. Curador de la muestra de arte quiteño para la exposición «Los Siglos de Oro del Arte Virreinal, 1550-1700», celebrada en el Museo de América, Madrid, desde noviembre de 1999 hasta marzo del 2000, organizada por la Sociedad Estatal de los Centenarios de Carlos V y Felipe II. Como actividades académicas referidas al arte barroco se pueden mencionar que actuó como conferencista en «Lecciones del Barroco y Neobarroco en el Ecuador», Museo del Banco Central del Ecuador, Cuenca, 10-12 de abril, 2006. Ponente en el «Encuentro Internacional sobre Barroco Andino» celebrado en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, bajo la organización del Ministerio de Cultura y Unión Latina, entre el 9 y el 13 de diciembre de 2002. Ponente en el «II Simposium Internacional de

105 De soles, lunas y estrellas

Arte Barroco Iberoamericano», organizado por el Gobierno del Estado de Querétaro, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México y el H. Ayuntamiento de Querétaro, Querétaro, (México), del 25 de julio al 1 agosto de 1991. Y que han sido publicados los artículos «Ensayos de Urbanismo Barroco en la Audiencia de Quito», con Inés del Pino Martínez, y «Arquitectura barroca en la Audiencia de Quito», con Inés del Pino Martínez, en Ramón Gutiérrez, dir., Barroco Iberoamericano, de los Andes a las Pampas, Editorial Lunwerg, Barcelona, 1997.

106 Quito: Metrópoli imaginada y diversidades en tensión

Por Alfredo Santillán Cornejo

a ciudad de Quito está en un momento crucial de su historia. Por un L lado, se empieza a consolidar un proceso de desarrollo urbano que le dará a la ciudad una dinámica de metrópoli: el proyecto de construcción del metro cambiará tanto la morfología de la ciudad como la manera cotidiana de desplazarse de las personas; la construcción del nuevo aeropuerto significará tener que «salir de la ciudad» para movilizarse por aire, lo que implica nuevas distancias y tiempos para el uso de este medio de transporte; el crecimiento en altura del llamado «hipercentro» demuestra una relativa escasez de suelo en el área compacta de la ciudad y, por tanto, se avizora un fuerte proceso de densificación de la ciudad.

Por otro lado, las preocupaciones cotidianas de las personas transcurren entre los identificados como los males emblemáticos de las grandes ciudades: congestión y dificultades serias en la movilidad, tiempos cada vez mayores en los traslados, sensación de inseguridad y desconfianza, amontonamientos permanentes para el abastecimientos de bienes y servicios, contaminación ambiental, visual y sonora, etc. En definitiva, es notorio un sentimiento de incertidumbre y hasta desazón ante lo que se considera una nueva dimensión de la ciudad, frente a la cual se añora la antigua ciudad de volumen inteligible, de límites claros y, sobre todo, de referentes identitarios aglutinadores. 109 Quito: Metrópoli imaginada y diversidades en tensión

Curiosamente —pese a que desde el año 1993, el estatuto de «Distrito Metropolitano» implicó un salto muy importante en cuanto a ordenamiento urbano, dinámica administrativa, presupuestaria y de planificación de la ciudad, tomando en cuenta su influencia territorial en un área mayor a los límites urbanos—, es recién ahora que la ciudad empieza a adquirir características de «metrópoli», al menos en el sentido descrito por el pensamiento social europeo y americano de referentes clásicos como George Simmel, Robert Park, Luis Wirth, entre los más destacados. Al menos, en el pensamiento de este último se propone una definición sociológica de la ciudad como «un establecimiento relativamente grande, denso, y permanente de individuos socialmente heterogéneos» (Wirth: 2005, 4), en la cual, precisamente, se acentúa sus características de tamaño, densidad y heterogeneidad como los elementos socio-espaciales característicos de las metrópolis.

Bajo esta premisa cabe una serie de preguntas referentes a cómo se está conformando lo que podría llamarse «imaginario metropolitano», es decir, un proceso cognitivo capaz de dar sentido, poner en orden y permitir desenvolverse en una ciudad que se torna inabarcable para la experiencia individual y en la cual la constante es la convivencia entre extraños. Es en este momento en que la crisis de identidad de la ciudad puede convertirse en una oportunidad para reconocer las posibilidades de aprendizaje mutuo que representa la diversidad y la heterogeneidad humana, en lugar del agobio que implica la dinámica de multitudes, como al parecer predomina el momento actual.

110 Alfredo Santillán

Una primera ventana: Quito en la música

Un corto trabajo de investigación que desarrollé durante el 2007 implicaba buscar la representación que se había construido sobre la ciudad de Quito en la música. Esta investigación, muy sucinta, se enmarcó en un evento de mayor alcance, de rastrear la imagen de Quito en las artes y los medios. La estrategia de investigación fue comparar las canciones emblemáticas que habían sido compuestas para la ciudad durante la primera mitad del siglo XX, con las que aparecieron a partir de la década de los 90, que si bien no podrían calificarse como «canciones a la ciudad», como las primeras, sí se proponían, de manera explícita, describir la cotidianidad de la ciudad contemporánea.

Bajo esta mirada, la diferencia entre las dos generaciones de composiciones es abismal: la música que podría definirse como «tradicional» hace una apología de la ciudad Quito y la exalta por cualidades geográficas como el sol, el cielo azul, las noches estrelladas, las montañas y por características arquitectónicas como los balcones del centro colonial, pasajes y calles específicas igualmente de arquitectura colonial. Además, la ciudad es descrita a partir de cualidades como su espíritu romántico, su hidalguía y, en general, se destaca su belleza y amabilidad. El formato musical de esta generación de composiciones se concentra en ritmos criollos como el pasacalle, el albazo y, en menos casos, el sanjuanito, una característica común entre estos géneros es que son ritmos alegres y bailables que reflejan un sentido festivo.

111 Tziudad de Kito Tzantza Matanza 1999 (Fragmento)

Hay una guerra sucediendo allá afuera en esta ciudad de mierda no luchas por una bandera creer en nadie es la regla que esperas mantenerte vivo es la prioridad primera un tiroteo en la acera un hueco en la sala de urgencias a causa de la violencia todo el mundo lo vio pero actúan con indiferencia nadie recuerda nada como si tuvieran amnesia se debe a su instinto de supervivencia. Ciudad de Quito, sirenas, gritos, narcotráfico apoderándose del Distrito es algo trágico e ilícito armas de fuego, causando daño físico porque para vivir debes estar listo para morir. No se trata de combatir sino de cuántos días puedes resistir lugar propicio para modelar el perfil de un asesino desde desconocidos hasta tus vecinos son tus enemigos dinero, drogas, putas, armas, ratas, mierda ciudad de Quito gente fría como el hielo, se disputan en un duelo el mismo suelo. Alfredo Santillán

En contraste, la nueva música que describe el Quito contemporáneo se centra en temas conflictivos cotidianos como el transporte, en particular hace referencia a los buses públicos. Igualmente, son temas centrales la inseguridad y la violencia urbanas, y se acentúan también las imágenes de una ciudad degradada, a partir de alusiones a las calles, que evidencian alcoholismo, consumo de drogas, pobreza, marginalidad y exclusión en la vida cotidiana. Sea mediante la descripción cruda de estos conflictos urbanos o a través del humor y la ironía, la nueva música que retrata la ciudad muestra una faceta distópica13 de la capital del Ecuador. Musicalmente, los formatos imperantes son ritmos como el ska, el hip- hop, el rock en varias vertientes, y en general la fusión entre estos y otros géneros contemporáneos.

La narración apologética de la ciudad ha perdurado por décadas y aún tiene vigencia como referente de significación, especialmente en sus fiestas de fundación, el 6 de diciembre, y en gran medida ha sido alimentada por la declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1979, por la conservación del centro colonial. Justamente, el centro colonial se ha potenciado fuertemente como referente de identidad colectiva a partir de la renovación urbana, sistemática, del Centro Histórico, en la primera década de este siglo. Por tal razón se mantiene como un referente que da parámetros sociales acerca de las virtudes de la ciudad, en muchas ocasiones trasladada a sus habitantes. En este contexto, la imagen de la ciudad descrita por la música tradicional (aunque haya

13 El término distopía representa una imagen contraria a la utopía es decir un espacio marcado por la degradación física y social de la ciudad. 113 Quito: Metrópoli imaginada y diversidades en tensión versiones contemporáneas en instrumentación y sonoridad) mantiene cierta hegemonía.

Por su parte, el discurso contemporáneo sobre la ciudad resulta una crítica importante a las contradicciones del desarrollo urbano actual, indirectamente muestra lo que el discurso apologético calla, des-idealiza la ciudad al señalar que la vida cotidiana de los quiteños y quiteñas de ahora no corresponde a la imagen de la ciudad de belleza particular. En otras palabras, muestra la inconsistencia de reconocerse ahora en esta imagen sacralizada de la ciudad, más allá de las conmemoraciones de fundación de la capital. Hay, también, en esta nueva producción musical, una ruptura generacional, la ciudad experimentada por las nuevas generaciones no está articulada al centro colonial, ampliamente exaltado en el repertorio caracterizado por los ritmos tradicionales, por el contrario, la experiencia urbana se centra en las avenidas y calles modernas, en la arquitectura disímil y, en muchos casos, en la noche como faceta oculta de la ciudad diurna.

La imagen distópica de esta nueva generación puede considerarse una expresión del sentimiento «anti-urbano» que describen varios analistas como Horacio Capel o Jordi Borja, entre otros, no obstante es una retórica que debe entenderse como un intento de construir nuevos relatos que no den la espalda a las problemáticas del Quito actual. Como síntoma anti- urbano, el relato pondera una selección del paisaje urbano tangible pero desconoce el potencial de la ciudad para ofrecer calidad de vida, pues la vida urbana no se reduce a las situaciones propiamente conflictivas, por

114 Alfredo Santillán muy cotidianas que sean. Por el contrario, los desequilibrios territoriales del Ecuador favorecen a una ciudad como Quito, pues, según los datos del último censo de población y vivienda del año 2010, la capital de la república presenta los mejores indicadores de cobertura de servicios y bienestar, mejores que en el resto de ciudades del país.

En este sentido, el discurso crítico a Quito debe entenderse en varios niveles: el primero, en la dimensión explícita de denunciar facetas problemáticas de la vida urbana que son poco o nada visibilizadas en el resto de discursos, y un segundo nivel, en el ejercicio selectivo de enfatizar unas temáticas específicas y unas formas de narrarlas en lugar de otras.

Esta primera ventana para explorar la conciencia metropolitana pone en evidencia una suerte de crisis de representación de la ciudad, en la cual el relato apologético queda como un referente de carácter ideológico, incapaz de brindar sentido a la experiencia urbana, más caracterizada por el conflicto que por la armonía social. Pero a la vez, el discurso crítico que rescata esta vivencia del conflicto y desenmascara, de alguna manera, el sentido conservador del discurso tradicional, tampoco logra aglutinar un sentido de identidad colectiva, capaz de generar pertenencia a la ciudad y/o vislumbrar la ciudad como proyecto de vida en común.

115 Quito: Metrópoli imaginada y diversidades en tensión

Segunda ventana. Seguritización: nueva configuración socio-espacial

El año 2011 marca un hito en el ascenso de la preocupación de la ciudadanía de Quito por los problemas de violencia y criminalidad, pues en las encuestas de opinión pública la «inseguridad» aparece, por primera vez, como la principal preocupación ciudadana. Si bien en años anteriores la inseguridad aparecía entre los primeros lugares, el problema de empleo se mantenía como la preocupación prioritaria de los quiteños y quiteñas. Lejos de analizar los niveles y dinámicas de violencia en la ciudad, lo que interesa mostrar en este caso son las transformaciones urbanas tanto físicas como sociales producidas por la seguritización.15

Por una parte, la proliferación de conjuntos habitacionales cerrados, la transformación del paisaje urbano mediante rejas y dispositivos electrónicos, como cámaras de vigilancia, y el despliegue permanente de la fuerza pública, tanto de policías como de personal militar para patrullar las calles, son las muestras visibles del cambio de la otrora apacible (al menos en el discurso) capital del Ecuador.

En la actualidad, la ciudad de Quito es una ciudad seguritizada, no solo por la fortificación descrita anteriormente sino también por los cambios en las rutinas cotidianas de las personas. A la par que las transformaciones espaciales en pos de la seguridad, la ciudadanía ha desarrollado prácticas

14 El término seguritización hace referencia al conjunto de discursos y prácticas que anteponen el problema de la seguridad por sobre otros conflictos sociales y articulan tanto las acciones gubernamentales como las expectativas ciudadanas en torno a garantizar la seguridad por sobre otros derechos. 116 Alfredo Santillán de «autoprotección y evitamiento» como formas de auto-proveerse seguridad. La restricción voluntaria al ocupar determinados lugares, sobre todo espacios públicos en la tarde-noche, caminar en compañía, encerrarse con seguridades cuando se está en casa, o incluso portar armas, son parte del proceso de seguritización.

Pero este fenómeno no es homogéneo sino que se ajusta a las jerarquías sociales, lo que se evidencia en la diferencia entre los dispositivos de seguridad que emplean las clases altas y medias y los mecanismos de seguridad de las clases populares. La fortificación de los espacios residenciales en las clases medias y altas ha tenido un proceso paulatino de incorporación a la oferta inmobiliaria, de tal modo que uno de los principales emblemas de las nuevas residencias es seguridad, muy por encima de anteriores «enganches» como la calidad ambiental o la amplitud de los espacios. De este modo «seguridad» se ha vuelto indicador no solo de calidad de vida sino de prestigio y estatus. Además, el servicio formal de guardianía se ha convertido en una marca distintiva del poder adquisitivo.

Por su parte, la seguridad de los sectores populares implica un despliegue mucho menor de recursos económicos y tecnológicos. A pesar de que en estos sectores se reproduce la lógica del amurallamiento y la fortificación urbana, lo que ha significado la implementación del modelo de conjuntos habitacionales cerrados, —que varios autores llaman «similitud urbana» en tanto se replican sin beneficio de inventario formas de resolver problemáticas urbanas—, la seguridad precaria de estos dispositivos se

117 Quito: Metrópoli imaginada y diversidades en tensión compensa con la auto-organización barrial, a través de la conformación de las denominadas «brigadas barriales», que no son otra cosa que grupos de vecinos que realizan actividades de patrullaje y vigilancia en sus zonas de residencia.

Dentro de las investigaciones en temas de seguridad que abordan la problemática en los barrios, de la que he participado directamente y que aporta ideas importantes a este ensayo, hay un estudio de linchamientos realizado en el 2008. Esta investigación pone en evidencia las distorsiones que tiene el sentido de buscar protección —que en el caso de los linchamientos pasa del lema «la comunidad vigila» a «la comunidad castiga»—. Esta potestad auto-otorgada se ha convertido en un mecanismo que intenta disuadir el cometimiento de robos en los barrios, a tal punto que, en barrios populares e incluso en algunos barrios de estratos medios, se puede observar carteles alusivos a la práctica del linchamiento, como lo muestra la fotografía 1.

La naturalización de la seguritización en el Quito actual impide tomar conciencia clara de la forma en cómo ordenar la vida urbana. Quizás, una manera de tomar cierta distancia y repensar las prácticas urbanas actuales puede ser la idea de Edward Soja (2003) sobre la «arqueología de los mundos futuros», quien propone pensar el presente a partir de las ruinas que encontraran los arqueólogos del futuro para interpretar nuestras formas de sociedad hoy. Y, en este sentido, el paisaje urbano es elocuente y expresa las preocupaciones vitales de la población, traducidas en su manera de habitar la ciudad. Precisamente son las

118 Foto 1: Cartel alusivo al castigo por linchamiento en un barrio popular de Quito. (EP) Quito: Metrópoli imaginada y diversidades en tensión ruinas de las ciudades actuales las que permitirán reconstruir lo que fueron nuestras sociedades.

Siguiendo este ejercicio, la fortificación urbana actual será uno de los primeros hallazgos de esta arqueología del futuro y se constituirá en una poderosa evidencia de las tensiones y conflictos en las ciudades a inicios del siglo XXI, en las que la seguritización viene mermando sistemáticamente la vida pública. Como se ha descrito en esta ventana, el caso de Quito no es una excepción, la discusión sobre el tema de seguridad ha copado la esfera pública para describir la vida cotidiana en la ciudad y se convierte en uno de los desafíos problemáticos para el gobierno de la ciudad, no tanto por el tema de reducir o controlar los índices delincuenciales, sino por enfrentar el problema mayor que es el deterioro de los principios de la vida en común.

Tercera ventana: convivencia y tolerancia, una arena en disputa

A partir de las dos ventanas anteriores, es claro que en el Quito actual el sentido de vida en común —basada en intereses compartidos y en referentes aglutinantes- está fuertemente devaluado, si el principio de sociabilidad de las ciudades grandes señalaba la convivencia entre extraños como el principal vínculo de quienes habitan las metrópolis, la preocupación por la seguridad instaura un vínculo emocional sobre la base del miedo y de la sensación de indefensión, se constituye así una comunidad de víctimas antes que de ciudadanos/as.

120 Alfredo Santillán

Esta comunidad de víctimas tiene una particularidad: como contra-cara, la respuesta al miedo y la indefensión son los sentimientos compartidos de odio y venganza hacia las poblaciones estigmatizadas como responsables de la inseguridad. En este plano, la comunidad de víctimas temerosas se transforma en una comunidad de odio, que clama castigo como es el caso del linchamiento, pero que también se encierra sobre sí misma, volviéndose impermeable a los considerados «extraños».

Esta tercera ventana es particularmente importante en la reflexión sobre el imaginario metropolitano de Quito, pues permite intuir un marcado sentido «anti-urbano», no solo por la angustia de la magnitud de la ciudad, sino por el rechazo a la convivencia entre extraños. Si bien este rasgo no es exclusivo de la capital ecuatoriana, ni siquiera de las ciudades de América Latina, es preocupante en tanto el debilitamiento del sentido público de la vida urbana impregna este momento particular, en que emerge la conciencia de que la ciudad alcanza dimensiones y densidades propias de las metrópolis. La nostalgia de que la ciudad «ya no es lo que era» conlleva una sensación de incertidumbre sobre el futuro que le espera a la urbe y ante este panorama inhóspito, el refugio en la vida privada aparece como la respuesta más común.

Este síntoma de agorafobia, como define Jordi Borja (2003), a este repliegue sobre la vida privada en detrimento de la vida pública, en el caso de Quito se traduce en un problema de convivencia y tolerancia a la diversidad. Si bien es difícil de establecer un soporte empírico preciso sobre este fenómeno, algunos datos visibilizados en el año 2011 pueden

121 Quito: Metrópoli imaginada y diversidades en tensión servir como indicadores. En primer lugar, es preocupante el porcentaje de población que afirma sentir algún nivel de inseguridad, pues alcanza el 97,8 %. Esto implica que la preocupación por la seguridad ha alcanzado a prácticamente la población entera de la ciudad.

Otra fuente de datos, que refleja más explícitamente el sentido de desconfianza y poca tolerancia en Quito, es el estudio sobre convivencia y cultura ciudadana realizada por la ONG Corpovisionarios, dirigida por el ex-alcalde de Bogotá, Antanas Mockus. Esta encuesta compara varias ciudades de América Latina como Bogotá, Medellín, La Paz, México, Monterrey y, entre otras, Quito, que aparece con cifras mayores en cuanto a desconfianza, legitimidad del irrespeto a la ley y, en general, la ciudadanía quiteña se muestra hostil a la integración de extranjeros y a la convivencia con grupos considerados marginales como homosexuales, prostitutas, drogadictos, enfermos de sida, entre los grupos más estigmatizados.

Según esta encuesta tan solo 3 de cada 10 quiteños confía en los demás, el 54% de la población aprueba que se dé una paliza a un ladrón sorprendido in fraganti, 3 de cada 4 quiteños no quiere tener como vecinos a personas de los grupos estigmatizados, 4 de cada 10 quiteños rechaza en su vecindario a roqueros, colombianos y cubanos. Por otro lado, el 27 % de personas consideran legítimo irrespetar la ley en diversas situaciones. En este indicador entre las ciudades comparadas, la población de Quito se mostró, en mayor porcentaje, propensa a desacatar las leyes y también con el mayor porcentaje de desconfianza hacia los demás.

122 Foto 2: Acto de conmemoración y protesta por las víctimas de la discoteca Factory, «Concha acústica» de la Villaflora, sur de Quito, 2008. (Fotografía de Danilo Vallejo) Quito: Metrópoli imaginada y diversidades en tensión

Esta problemática no es tan nueva en la ciudad, a pesar de que ahora tengamos información más precisa sobre la predisposición de la población a convivir con la diversidad. Un hito sobre esta problemática es el caso del incendio en la discoteca Factory, que dejó 18 jóvenes roqueros fallecidos y decenas de heridos en abril del año 2008. La «tragedia de la Factory», como se conoce el evento, tuvo una amplia cobertura mediática por las imágenes dramáticas de los cuerpos calcinados y, sobre todo, por la asociación que se estableció entre el incendio y el tipo de música que convocaba al espectáculo, denominado «Ultratumba».

El debate público sobre el hecho se centró en las responsabilidades de las autoridades de diversos niveles, sobre todo del Municipio, y se discutió ampliamente el tema de los obstáculos institucionales para la difusión de géneros musicales.

Sin embargo, la discusión sobre la tolerancia a diversas expresiones culturales fue pálida y terminó opacada por el tratamiento judicial de las responsabilidades. No obstante, desde el punto de vista de la tolerancia, lo preocupante del hecho es que la tragedia no generó una solidaridad masiva de la ciudad, al contrario, subterráneamente se constituyó una interpretación altamente prejuiciada, en el sentido de que la tragedia había sido auto-invocada por el tipo de música, o incluso de que fue una especie de castigo merecido, por el supuesto culto a la muerte.

El caso Factory debe entenderse como un hito en las disputas culturales de la ciudad, que están muy lejos aún de procesarse democráticamente. Como referente, dejó sobre la mesa la clandestinidad de ciertas

124 Alfredo Santillán expresiones estéticas contestatarias y sacó a la luz el mundo de las subculturas juveniles, que son parte constituyente de la ciudad pero que no son reconocidas como tal. Por esto, lamentablemente un hecho tan trágico no logró un aprendizaje social significativo, que es necesario y fundamental para una ciudad que empieza a tomar conciencia de su alcance de metrópoli, pero a la que le cuesta asimilar la mayor densidad de flujos de información, de símbolos, de identidades, etc., producidas por la intensificación de los contactos humanos, más aún en un contexto de globalización.

A modo de cierre

La manera en que se ha mostrado en este ensayo un momento de crisis simbólica de la ciudad de Quito, expresada en un imaginario de metrópoli distópica, puede resultar un tanto apresurada y pesimista, pues al momento no se cuenta con estudios y reflexiones suficientes sobre este fenómeno, pero esta hipótesis, más argumentada que demostrada, puede servir para provocar discusiones y, sobre todo, investigaciones que logren desmentir contundentemente y sin reparos esta reflexión.

Considero que una ventana fundamental para explorar la manera en que la ciudadanía le da sentido a vivir, en una ciudad de dimensiones relativamente grandes, son los micro procesos de conformación de subjetividades articuladas a la espacialidad urbana, es decir, las maneras de «hacer ciudad» cotidianas o las «microgeografías» que plantean autores como Alicia Lindón (2008), que consisten, justamente, en

125 Quito: Metrópoli imaginada y diversidades en tensión reconocer la agencia de las prácticas cotidianas sobre la ciudad y que se constituyen en verdaderas cartografías de la vida social en el espacio urbano.

Desde esta mirada, la ciudad no es un contendor vacío de relaciones sociales sino que, por un lado, es producto de estas mismas relaciones, pero simultáneamente da soporte a las relaciones en los espacios sociales. Con esta premisa, vale la pena pensar este momento de crisis como una oportunidad para redefinir la ciudad de Quito como proyecto en común que articule el pasado, el presente y el futuro.

126 Alfredo Santillán

Bibliografía

BORJA, Jordi. 2003. «La Ciudad Conquistada». Madrid Alianza, Editorial.

LINDÓN, Alicia. 2008. «Los giros de la geografía urbana. Frente a la pantópolis, la microgeografía urbana». en Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. No. Extra 12, 270.

SOJA, Edward. 2003. «Ciudad de cuarzo. Arqueología del futuro en Los Ángeles. Madrid. Lengua de Trapo.

WIRTH, Louis. 2005. «El urbanismo como modo de vida», en revista Bifurcaciones. No. 2.

Alfredo Miguel Santillán Cornejo Nació en Quito en 1977. • Licenciado en Sociología y Ciencias Políticas. • Máster en Antropología. • Estudiante del Doctorado en Estudios Sociales, de la Universidad Externado de Colombia. • Profesor de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador desde el año 2005 y profesor-investigador de FLACSO ECUADOR desde el año 2007. Ha realizado investigaciones sobre música y cultura popular urbana; juventud y racismo, violencia urbana y seguridad ciudadana. Ha participado en eventos académicos en Colombia, México, Chile, Estados Unidos, y Costa Rica. Es autor de artículos académicos publicados en revistas indexadas y de varios capítulos en libros. Actualmente investiga sobre imaginarios urbanos en las ciudades latinoamericanas.

127 Kitu territorio solar en la mitad del tiempo, ha sido editado por el Gobierno de la Provincia de Pichincha, siendo Prefecto el Ec. Gustavo Baroja Narváez.

Para este libro se han usado caracteres Bodoni, creados por Giambattista Bodoni (1740-1813) y Gill Sans de Eric Gill (1882-1940).