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Vicente Cervera Salinas Catedrático de Literatura Hispa- noamericana en la Universidad de Murcia, y destacado poeta. Ha publicado numerosos ensayos en- tre otros, La poesía de Jorge Luis Borges, historia de una eternidad, o La palabra en el espejo. Destaca el análisis del personaje femenino de la Divina Comedia en El sín- drome de Beatriz en la Literatura Hispanoamericana. El interés por la escritura mexicana, convocó bajo su iniciativa un congreso en ELENA PONIATOWSKA Y LA POLIFONÍA Cartagena en el que participaron distintas escritoras de ambos lados del Atlántico, entre ellas Elena NOCTURNA DE TLATELOLCO Poniatowska. VICENTE CERVERA SALINAS Universidad de Murcia

En 1971 aparecía en el catálogo de la de algunos escritores e intelectuales supues- editorial mexicana Era un título que estaría tamente relacionados con los episodios que llamado a convertirse en obra esencial de rodearon el siniestro caso, como el novelista la literatura social y la antropología con- José Revueltas. temporánea, firmado por una escritora de Sin duda alguna La noche de Tlatelolco es origen polaco que había conseguido abrir las y será central en la creación de Elena Ponia- puertas de la percepción de modo absoluto towska. Despliega dos facetas absolutamente y piadoso ante la masacre que por el azar complementarias en su trayectoria completa de la existencia le tocó vivir y presenciar. La como escritora: el periodismo y la literatura, crónica surgía como respuesta visceral, pero entendiendo por ésta también la capacidad de al mismo tiempo racionalmente comprome- conformar con los elementos de la experien- tida y enérgica, tras los acontecimientos que cia una realidad propia, que no por ello ha tuvieron lugar en la plaza mexicana de Tlate- de surgir de la transformación ficticia de los lolco el día 2 de octubre de 1968, cuando un hechos acontecidos, sino de su mera compo- grupo de estudiantes que se habían reunido sición y configuración, de su montaje creativo en dicho emplazamiento fueron acorralados específico. En ningún momento distorsiona por tanques del ejército y por la policía, que la información recibida, sino que pretende disparó contra ellos, ocasionando numerosos mostrarla del modo más verídico posible. La muertos y heridos, así como detenciones y noche de Tlatelolco forma parte de la produc- encarcelamientos. Los hechos suponen la más ción de artículos y ensayos sobre la actualidad ominosa de las represiones policiales que haya que ha realizado Elena Poniatowksa a lo largo sido organizada por el estado de México, y de toda su vida, y por ello su naturaleza tex- el suceso más cruento desde la revolución de tual cabe ser definida como la de una extensa 1910. En su momento, concitó toda la repro- y abigarrada crónica contemporánea. De todo bación ciudadana a escala internacional ante el corpus cronístico de su autoría, resulta sin el avasallamiento y la ostentación pública del duda la más cruenta y terrible, un documento poder político, expresado en su más siniestra devastador de una de las formas más abyectas inhumanidad. En los violentos hechos se vie- del terror contemporáneo. La experiencia que ron asimismo implicados vecinos de la zona, comporta su lectura trasciende el nivel lite- personas que se hallaban en los alrededores rario, pero también va más allá del reportaje así como algunos periodistas y reporteros inmediato y contemporáneo de unos hechos: extranjeros. Supuso un punto de inflexión en supone un acto de puro enfrentamiento al la historia moderna de México, una línea de horror imposible de esquivar, por cuanto im- ruptura con la supuesta normalidad democrá- plica su previa existencia, y al mismo tiempo tica de la república mexicana, que ocasionó la compromete al lector no sólo con la historia Elena Poniatowska y la Polifonía dimisión de Octavio Paz como embajador del mexicana, sino con los mecanismos políti- nocturna de Tlatelolco VICENTE CERVERA SALINAS gobierno de su país en la India, y el arresto cos elevados a categorías simbólicas, como

94 estructuras malévolas del mecanismo social El movimiento de los estudiantes y del control de los actores implícitos en un mexicanos mostró semejanzas con escenario determinado, siendo los regulado- los de otros países, tanto de Oc- res del destino por razones que ni siquiera se cidente como de Europa oriental. vinculan con la religión ni con un sistema de Me parece que la afinidad mayor creencias o de valores. fue con los de esta última: nacio- Para entender el significado socio-político nalismo, sólo que no en contra de de los hechos que se presentan al lector en La la intervención soviética sino del noche de Tlatelolco, merece la pena detener- imperialismo norteamericano; aspi- nos en un texto que el poeta y ensayista Octa- ración a una reforma democrática; vio Paz pronunció en una conferencia dictada protesta, no en contra de las buro- el la Universidad de Austin (Texas) en el año cracias comunistas sino del Partido Plaza de las Tres Culturas en Thatelolco. 1969 y que más tarde incluiría en la Postdata Revolucionario Institucional. Pero («Crítica de la pirámide») de su ensayo más la rebelión juvenil mexicana fue singular, como el evocado, El laberinto de la soledad. En esta país mismo. (...) Como una suerte de reconocimiento revisión panorámica y crítica de las circuns- internacional a su transformación en un país moder- tancias que rodearon el episodio, Octavio Paz no o semimoderno, México solicitó y obtuvo que su rastrea la atmósfera histórica, es decir, el mar- capital fuese la sede de los Juegos Olímpicos en 1968. co concreto de las revueltas estudiantiles del (...) Pero dentro del contexto de la rebelión juvenil mayo francés así como el de la guerra fría, los y de la represión que la siguió, estas celebraciones tanques de Praga, la deriva de la revolución parecieron gestos espectaculares con los que se quería castrista, la guerra de Vietnam y la revolu- ocultar la realidad de un país conmovido y aterrado ción contra-cultural del «hippismo». Como por la violencia gubernamental. (...) El movimiento bien sabemos, los años sesenta del siglo XX estudiantil se inició como una querella callejera supusieron un momento de remodelaciones entre bandas rivales de adolescentes. La brutalidad sociales, que afectaron sobre todo a la toma policíaca unió a los muchachos. Después, a medida de conciencia de los cuerpos y las institucio- que aumentaban los rigores de la represión y crecía la nes sociales, que empezaron a vivir con más hostilidad de la prensa, la radio y la televisión, en su responsabilidad las decisiones políticas y los casi totalidad entregadas al gobierno, el movimiento modelos de educación y cultura imperantes. se robusteció, se extendió y adquirió conciencia de Los movimientos juveniles, especialmente sí. En el transcurso de unas cuantas semanas apa- los universitarios, se vieron afectados por reció claramente que los estudiantes, sin habérselo esta transformación y procuraron activar sus propuesto expresamente, eran los voceros del pueblo. capacidades de reacción y enfrentamiento a Subrayo: no los voceros de esta o aquella clase, sino cuantos imperativos legales fueran obstáculo de la conciencia general. Desde el principio se intentó para su actitud comprometida con la sociedad. aislar el movimiento tendiendo un cordón sanitario El exterminio cometido en Tlatelolco emerge que lo aislase e impidiese el contagio ideológico. Los como un hito en la configuración del horror dirigentes y funcionarios de los sindicatos obreros se perpetrado por ese gran protagonista de los apresuraron a condenar, en términos amenazadores, destinos humanos, un personaje que susti- a los estudiantes; lo mismo hicieron, aunque con tuyó en poder y ubicuidad a la constelación menos violencia, los partidos políticos de la izquierda de dioses que poblaba la imaginación de las y la derecha oficiales. No obstante la movilización de culturas antes de su progresiva deflagración: todos estos medios de propaganda y de coacción mo- el Estado. ral, para no hablar de la violencia física de la policía Recuperemos la memoria con Octavio y el ejército, el pueblo engrosó espontáneamente las Paz: manifestaciones juveniles y una de ellas, la célebre «manifestación silenciosa», agrupó a cerca de cua- Mil novecientos sesenta y ocho fue un año axial: trocientas mil personas, algo nunca visto en México. protestas, tumultos y motines en Praga, Chicago, (...) A fines de septiembre el ejército ocupó la Univer- París, Tokio, Belgrado, Roma, México, Santiago… sidad y el Instituto Politécnico. Ante la reprobación De la misma manera que las epidemias medievales no que provocó esta medida, las tropas desalojaron los respetaban ni las fronteras religiosas ni las jerarquías locales de las dos instituciones. Hubo un respiro. Es- sociales, la rebelión juvenil anuló las clasificaciones peranzados, los estudiantes celebraron una reunión ideológicas. A esta espontánea universalidad de la (no una manifestación) en la Plaza de Tlatelolco, el 2 protesta correspondió una reacción no espontánea de octubre. En el momento en que los concurrentes, Elena Poniatowska y la Polifonía y universal: invariablemente los gobiernos atribuyen concluido el mitin, se disponían a abandonar el lugar, nocturna de Tlatelolco los desórdenes a una conspiración del exterior. (...) la Plaza fue cercada por el ejército y comenzó la VICENTE CERVERA SALINAS

95 matanza. Unas horas después se levan- Tlatelolco, porque –en efecto– «ninguna cró- tó el campo. ¿Cuántos murieron? En nica nos da una visión de conjunto», y en esta México ningún periódico se ha atrevido ocasión era tarea prioritaria la de mostrar los a publicar las cifras. Daré aquí la que mil y un rostros del dolor con las mil y una el periódico inglés The Guardian, tras voces del testimonio. La polifonía, por lo tan- una investigación cuidadosa, considera to, está en su esencia compositiva. Desde 1968 como la más probable: 325 muertos. hasta 1971, Elena Poniatowska se dedicará en Los heridos deben haber sido miles, lo cuerpo y alma al montaje textual. Todas la mismo que las personas aprehendidas. voces forman una partitura unánime que tes- El 2 de octubre de 1968 terminó una timonia el espanto de la noche más triste de la época de la historia de México1. historia de México, después de la famosa no- Plaza de las Tres Culturas en Thatelolco. che triste de Moctezuma, en que el emperador Hasta aquí el relato de los de los aztecas cedió el cetro del tiempo y de la hechos, cuya extensión se justifica en virtud gloria a su más temible rival, el conquistador 1 de su valor como síntesis literaria, realizada de un mundo de lanzas y caballos, de cruces Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, Fondo de además por alguien que conoció su trasfon- y rosarios, de petos y espaldares, el ladino Cultura Económica, 2000, pp. do socio-político, y que –a decir de nuestra Hernán Cortés. 218-228. autora– poseía el don de la prudencia así Y es precisamente en este pretérito donde 2 como el de la intuición sagaz en el caótico habría que ubicar una importante dimensión Elena Poniatowska, «Prólogo» a observatorio de la historia2. Pero, como de la obra de Elena Poniatowska. En este Octavio Paz, Tiempo nublado, Barcelona, Bibliotex, 2001, pp. muy bien señala Elena Poniatowska al co- sentido, cuenta con la valiosa colaboración 6-7. mienzo de la segunda parte de La noche de del poeta José Emilio Pacheco, que de modo 3 Tlatelolco, no era suficiente la denuncia per- sagaz y certero recurrió a los documentos Elena Poniatowksa, La noche de sonal, sino que se precisaba algo de mayor de la crónica de la conquista de México para Tlatelolco, México, Era, 1971, p. 170. envergadura y cuyos resonadores activaran extraer de su cuerpo los versos del primer su propia condición de suceso social y co- grito de horror ante Tlatelolco. En el ca- lectivo. Al respecto llega a anotar: tálogo de la Crónica de Indias habría que remitirse a ese «corpus» histórico-literario Posiblemente no sepamos nunca cuál fue el me- tan significativo, desde la perspectiva de la canismo interno que desencadenó la masacre de historia y del propio tejido poético, que lejos Tlatelolco. ¿El miedo? ¿La inseguridad? ¿La cólera? de ofrecernos el relato de los sucesos desde el ¿El terror a perder la fachada? ¿El despecho ante el prisma de los conquistadores o de las órde- joven que se empeña en no guardar las apariencias nes religiosas implicadas en la evangelización delante de las visitas?... Posiblemente nos interrogue- (Bernal Díaz del Castillo, Francisco López mos siempre junto con Abel Quezada: ¿Por qué? La de Gómara, José de Acosta, Álvar Núñez noche triste de Tlatelolco –a pesar de todas sus voces Cabeza de Vaca, Juan de Castellanos, Pedro y testimonios– sigue siendo incomprensible. ¿Por Cieza de León, etc.) recreaba los aconteci- qué? Tlatelolco es incoherente, contradictorio. Pero mientos desde la perspectiva de los pueblos la muerte no lo es. Ninguna crónica nos da una visión avasallados: la «Crónica de los vencidos», de conjunto. Todos –testigos y participantes– tuvie- reproducida en los Cantares mexicanos. El ron que resguardarse de los balazos, muchos cayeron antecedente más ilustre en el ámbito de la es- heridos3. critura de los evangelizadores de esta visión del mundo autóctono fue la del fraile fran- En este párrafo hallamos una de las claves ciscano Bernardino de Sahagún, que rigió el para explicarnos la singular naturaleza de Imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelol- esta crónica. Ya no era suficiente la respuesta co y testimonió su investigación etnológica oficial de los intelectuales, cuyas peticiones al sobre «los antiguos mexicanos» en su famosa gobierno recogerá Carlos Monsiváis en otra crónica Historia general de las cosas de Nue- crónica contemporánea. Era preciso concebir va España. En los años cincuenta del siglo una obra que combinara el periodismo, la XX el archivo de testimonios indígenas fue ética, la composición artística y la vertiente retomado por los antropólogos mexicanos literaria en sus facetas más comprometidas. Miguel León Portilla y Ángel María Garibay Se trataba de componer un mosaico com- K., que publicaron en su país La visión de pleto y complejo, cuyos segmentos y teselas los vencidos. En interesantísimo conjunto de se combinaran de tal modo que terminaran relatos, los sometidos muestran su dolor y Elena Poniatowska y la Polifonía nocturna de Tlatelolco configurando ese friso global, plural, colec- estupor, y desafían con sus palabras las ac- VICENTE CERVERA SALINAS tivo, polifónico y coral que es La noche de ciones inapelables de sus opresores.

96 Cuando todos se hallaban reunidos asunto va a ir al Parlamento, el mundo entero se va 4 José Emilio Pacheco, Tarde los hombres en armas de guerra cerraron a enterar de lo que pasa en México, de la clase de de- o temprano. Poemas (1958- las entradas, salidas y pasos. mocracia que impera en este país. (...) ¡Qué salvajada! 2000), México, F.C.E., 2002, Se alzaron los gritos. Yo he estado en Vietnam y puedo asegurar que en pp. 67-68. Fue escuchado el estruendo de muerte. Vietnam durante los tiroteos y los bombardeos (...) 5 Manchó el aire el olor de la sangre4. hay barricadas, refugios, trincheras, agujeros, qué se José Martí, Ensayos y cróni- cas, Madrid, Cátedra, 2004, yo, a donde correr a guarecerse. Aquí no hay la más p. 160. José Emilio Pacheco reproduce en su remota posibilidad de escape, 6 «Manuscrito de Tlatelolco» las voces que con- Poniatowksa, La noche de Tlate- figuraron el códice de los Cantares, añadiendo denuncia Oriana Fallaci, en testimonio reco- lolco, p. 232. 6 una segunda parte en la estructura del poema gido por Poniatowska . Y Claude Kiejman 7 donde extrapola el dolor del pueblo subyuga- recuerda estremecida: «La Plaza de las Tres Ibid., p. 233. do en su conquista a la voz ensangrentada del Culturas estaba cubierta de heridos y de moderno Tlatelolco. Pacheco participó en la muertos, de los cuales varios eran niños. Ya crónica de Poniatowska con este hermoso y casi no tenía miedo. Sólo pensaba que sería trágico poema, pero también aportando ideas, absurdo morir así. Éramos tantos los que nos referencias culturales y organizando con la es- decíamos esto en ese mismo instante»7. Y es critora el material, en un acto de generosidad precisamente esa aseveración, la de ser «tan- y de compromiso personal. El paralelismo tos», la que impera en las páginas del libro; la histórico que cabe establecer entre lo narrado que, en el fondo, lo corporiza y ahorma, lo y vivido por los aztecas durante la conquista espiritualiza y humaniza en el santuario del española y los hechos acontecidos en la noche desastre. de Tlatelolco, casi cinco siglos después, es Para hacernos una buena idea del espacio, asombroso, aunque más que asombro lo que del aludido santuario o escenario de la obra de produce el cotejo es terror, el terror pánico absurdo y de terror perpetrada en esa noche del que alguna vez habló Dostoievski, otro fatídica, es conveniente recordar que la plaza espíritu curtido en los abismos ciegos del alma de Tlatelolco contiene restos arqueológicos social y sus particulares «demonios» políticos. procedentes de la civilización azteca. Todavía En efecto, ¿se trata de casualidad, del eterno pueden contemplarse los frisos y bajorrelie- retorno anunciado por la intuición filosófica, ves o recorrer las estructuras arquitectónicas o del «pecado original» de América que así compuestas por pasillos, escalones pétreos purga los desmanes de los hombres? O tal y plataformas que servían como altares para vez es el resultado lógico de las advertencias los ritos y sacrificios del pueblo prehispá- no cumplidas por los grandes pensadores, nico. Sobre la base de dicha arqueología, el ideólogos y ensayistas hispanoamericanos imperio español –la Nueva España asentada precedentes. Ya Martí denunciaba en 1891: en la antigua laguna de Tenochitlán– edificó «Las repúblicas han purgado en las tiranías su un destacado templo, la Iglesia de Santiago de incapacidad para conocer los elementos ver- Tlatelolco, de confesión católica, abierto aún daderos del país, derivar de ellos la forma de hoy en día al culto. Esta práctica fue habitual gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en todos los lugares donde los conquistadores en un pueblo nuevo, quiere decir creador»5. asentaron su nueva cultura, como sucedió Tal vez el que fuera entonces presidente en la propia plaza del Zócalo, en el centro mexicano, Gustavo Díaz Ordaz, y el equi- de la ciudad de México, con la Catedral y el po de gobierno del Partido Revolucionario impresionante sagrario barroco, sobre la base Institucional entendieron que también desde del magnífico templo azteca. Pero en el caso el poder es factible otro tipo de creación: la de Tlatelolco la plaza sería, con el paso de los violencia, la opresión, la represión, el lenguaje siglos, lugar privilegiado en la construcción de y la ley del silencio impuesto al ritmo frené- rascacielos y edificios surgidos del nuevo con- tico de las ametralladoras. Periodistas como cepto de arquitectura civil, a partir de los años la italiana Oriana Fallaci, corresponsal de cincuenta del siglo XX. De ahí su denomina- L’Europeo o Claude Kiejman, de Le Monde, ción: Plaza de las Tres Culturas. La azteca, la presenciaron como testigos directos los he- española y la mestiza que, con el tiempo, se chos, y relataron ante los lectores europeos la fundirían en la propiamente mexicana. Cultu- siniestra represalia oficial y su sinrazón: ra que aparentemente había convertido el país en un estado moderno y civilizado, ostentan- Elena Poniatowska y la Polifonía Quiero que la delegación italiana se retire de los do su progreso en las nuevas imágenes de una nocturna de Tlatelolco Juegos Olímpicos; es lo menos que puede hacer. Mi ciudad desarrollada. Sin embargo, el viajero VICENTE CERVERA SALINAS

97 que todavía hoy quiera conocer la plaza de de Elena Poniatowska retoma en su crónica Tlatelolco sentirá sin duda un regusto acre y el testigo dejado por otro de los grandes ar- una impresión de sórdida melancolía al reco- tífices del teatro mexicano contemporáneo, rrer sus restos y divisar las desgarbadas, flacas Rodolfo Usigli. En El Gesticulador escenifica y anémicas torres de Santiago de Tlatelolco, el argumento de un profesor de historia que un lugar donde apenas se concitan los turistas será confundido con un cabecilla de la revo- y que está presidido por una enorme placa de lución mexicana que había fallecido durante la cemento gris donde leemos: «El 13 de agosto contienda. Para alcanzar la notoriedad que no de 1521 heroicamente defendido por Cuau- ha tenido en vida, y también para reavivar los htemoc cayó Tlatelolco en poder de Hernán ideales de la revolución, el protagonista asu- Cortés. No fue triunfo ni derrota. Fue el do- mirá la simulación y aceptará llevar la máscara Monumento a la masacre de loroso nacimiento del pueblo mestizo que es del difunto, confundiendo así su personalidad 1968 en Tlatelolco. el México de hoy». El mismo Hernán Cortés, con la del mito heroico. Al final escucharemos en la tercera de sus Cartas de relación, refiere el grito de su hijo, que reclamará la victoria de cómo había funciones teatrales en la plaza la verdad que ha sido acallada por la farsa del 8 del mercado de Tlatelolco. Pedro Henríquez «gesticulador». Este grito del joven está en Pedro Henríquez Ureña, «El tea- tro de la América española en Ureña recuerda al respecto: «En 1533 se había la base de la crónica de Elena Poniatowska, la época colonial», en Histo- representado en Tlatelolco, entonces ciudad porque también lo estuvo en la actitud belige- riografía cultural y literaria de la América hispánica. Madrid, separada, ahora barrio de la ciudad de México, rante de los mismos jóvenes que reclamaron Verbum, 2007, p. 456. un auto del : el historiador mexi- un cambio drástico no sólo en la política edu- cano Chimalpahin dice: Fue dada en Santiago cativa, sino en la administración de la justicia Tlatilulco, México, una representación del fin a un país que más que gobernar, gesticulaba del mundo; los mexicanos quedaron grande- trágicamente su gobierno. mente admirados y maravillados»8. La novedad radica ahora en que Po- No quisiera pasar por alto el contenido niatowska acumula numerosos testimonios simbólico del hecho histórico: la plaza fue el fragmentarios que exhiben la verdad histórica escenario de las piezas de teatro misioneras como un cristal diáfano hecho añicos y dise- desde el comienzo de la evangelización, y minado en la conciencia colectiva de esa mu- allí mismo tuvo lugar el auto del Juicio Final. chedumbre que experimentó de manera direc- Este dato vendría a incidir en el aspecto más ta el horror de la auténtica representación. La dramático del propio espacio: el rito del Juicio escritora traza el linaje de su método y de su Final se convertiría en la representación real género en la tradición de la crónica hispano- de otro ensayo general de un juicio apoca- americana, pero desde una dimensión nove- líptico en la noche del 2 de octubre de 1968, dosa, utilizando el fragmento al servicio de la cuando las luces de las bengalas comenzaron verdad, al menos de una noción de la verdad a iluminar con destellos funestos la asamblea como expresión de la disgregación, exhibición y hombres de guantes blancos dieron la señal de los disjecta membra que conforman cual- pactada para que la función comenzara. Sólo quier realidad. Las dos secciones principales que en la edad contemporánea las creaciones del conjunto se corresponden con dos cortes dramáticas han sido en muchas ocasiones sus- fundamentales en el tiempo: la primera remite tituidas por formas teatrales donde la simula- a los sucesos que antecedieron al 2 de octubre; ción deviene experiencia real: el fenómeno es- la segunda se refiere a la misma noche terrible. cénico del «happening» o las «performances» Así pues, sus títulos son «Ganar la calle» y urbanas se caracterizan precisamente por esta «La noche de Tlatelolco». La crónica se com- mutación, por la sustitución del «como si» pleta con una cronología de los sucesos, ob- por un «así mismo», donde los actores tras- jetiva y detalladamente dispuesta a modo de pasan la frontera de la ficción y confunden la sumario de fechas y datos. En ambas partes, máscara ficticia con sus propios rostros. Este la voz de la autora apenas ocupa lugar. Son en traspaso de la ilusión al dominio de la realidad total tres párrafos los que llevan por autoría se produjo durante la noche de Tlatelolco, en las siglas de su nombre. El tono de sus textos cuyo desarrollo el juicio final fue masacre, es diverso, siendo el primero un anticipo del muerte y destrucción. Ante ese teatro de los sentimiento de euforia que dominó durante hechos de diabólica consistencia, Elena Po- varios meses el ánimo de los estudiantes que, niatowska convoca las voces de los actores según creyeron, podían haber modificado el vivos para componer este friso, este mural signo de los tiempos y la determinación de los Elena Poniatowska y la Polifonía nocturna de Tlatelolco mexicano de aliento fónico, esta partitura del poderosos. Comienza Poniatowska con una VICENTE CERVERA SALINAS terror, que es la crónica de lo fatal. La actitud recreación del grupo humano que enarbola

98 deseos, ajenos a la desembocadura sangrienta identificado con la persona que de su júbilo: lo pronunció o firmó. Los nom- bres de las personas convocadas Son muchos. Vienen a pie, vienen riendo. Bajaron suman un porcentaje muy alto por Melchor Ocampo, la Reforma, Juárez, Cinco de de desconocidos, entretejiéndo- Mayo, muchachos y muchachas estudiantes que van se de vez en vez las voces de del brazo en la manifestación con la misma alegría grandes escritores o personajes con que hace apenas unos días iban a la feria; jóvenes de mayor trascendencia en la despreocupados que no saben que mañana, dentro de sociedad mexicana, con algu- dos días, dentro de cuatro, estarán allí hinchándose nas citas extrapoladas de títulos bajo la lluvia, después de una feria en donde el tiro al centrales en el canon literario blanco lo serán ellos9. mexicano del XX, entre los que Conmemoración de la caída de Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. cabe contar a Carlos Fuentes, Y a partir de ese momento, la autora cede Carlos Monsiváis, José Revuel- su voz al «testimonio de historia oral» que se- tas, Octavio Paz, Rosario Castellanos o José 9 Poniatowksa, La noche de Tlate- rá su obra, como muy bien reza el subtítulo, y Emilio Pacheco. No duda la autora en integrar lolco, p. 13. como también han glosado los críticos que se testimonios de su biografía entre la suma de las 10 han asomado a su terrible consistencia: «Elena multitudes. Así, las reconvenciones de su ma- Michael K. Schluesser, Elena created a chorus of appalled voices which, dre a su hermano Jan, estudiante implicado en Poniatowska. An Intimate bio- graphy, Tucson, University of combined with the official news coming from los motines, que no moriría en Tlatelolco, sino Arizona Press, 2007, p. 162. within the government bureaucracy, gave bir- unos meses más tarde a causa de un accidente th to a decisive book»10. automovilístico. En ocasiones, Poniatowska 11 Poniatowksa, La noche de Tlate- Este recurso narrativo es muestra cabal recurre a grabaciones que ha podido conseguir, lolco, pp. 163-164. de un deseo de hablar por boca de todos, tan o a la mera reproducción en estilo directo de caro a todo genio de la escritura, pero en esta palabras escuchadas por testigos presenciales. ocasión tan oportuno, sincero, necesario y También se incluyen actas oficiales extraídas de explícito. Los personajes encartados son múl- documentación oficial del ejército. La primera tiples y de variada procedencia y escalafón: sección se cierra con otra alusión histórica y principalmente estudiantes implicados en los teatral al mismo tiempo: los textos que algunos hechos, algunos cabecillas estudiantiles, repre- estudiantes presos recopilaron de la ya citada sentantes del Movimiento Estudiantil Popular crónica Visión de los vencidos, y que serviría (MEP) o del Consejo Nacional de Huelga para organizar una dramatización entre rejas. (CNH), dirigentes de las protestas, muchos de La segunda parte comienza con un poema ellos encarcelados durante años en la prisión escrito ex-profeso por Rosario Castellanos de Lecumberrí, y en bastantes casos sujetos de sobre la matanza de octubre11, al que se suma torturas policiales o individuos convertidos en la segunda intervención explícita de Elena delatores o, al menos, en sospechosos de dela- Poniatowska, argumentando la elección del ción. Junto a este copioso estrato, otras voces método polifónico como soporte y autentifi- proceden de familiares, conocidos o amigos. cación de la veracidad y amplitud del caso. El Extractos de noticias periodísticas, artículos coro de voces que compondrá esta segunda de opinión o meras reseñas informativas se parte modula hacia la expresión del apoteosis intercalan y trenzan entre las voces testimo- depravado que se operó desde las cinco de la niales. La reproducción de las noticias de los tarde hasta que la noche cayó cruel sobre la diarios más importantes del país supone uno plaza de Tlatelolco. Los argumentos se com- de sus flancos más críticos, pues la cobardía y binan ahora con los gritos y la expectación se la manipulación informativa hablan por sí solas solapa con la ostentación obscena del terror. sin necesidad de comentarios al margen ni de Predomina la crudeza en la plasmación de los análisis políticos añadidos. Como en la famosa testimonios, que corroboran sus palabras nor- película argentina de Luis Puenzo, la «historia malmente con una prueba de fiabilidad: «Pue- oficial» se irá desmantelando con el acto de re- do certificarlo, porque yo lo ví». Las voces velación, en el proceso de desenmascaramiento son ahora de las personas que vieron, vivieron que supone la creación artística; en este caso, y padecieron Tlatelolco. La violencia anuncia el compendio testimonial de cuanto quiso así su paroxismo, y el lector se sentirá despia- mantenerse encubierto. Las palabras de los dadamente sacudido por lo inexorable: la ver- profesores, maestros o intelectuales cercanos dad de los hechos dispersa en una conjunción Elena Poniatowska y la Polifonía a la causa completan la polifonía y es de jus- aguda de diversos timbres y entonaciones. El nocturna de Tlatelolco ticia señalar que cada párrafo recogido vendrá relato de los testigos, de los vecinos de los edi- VICENTE CERVERA SALINAS

99 12 ficios de la plaza, de los apartamentos sitiados, al conjunto, ampliando de modo notable su Cfr. ibid., pp. 185 y ss.; 207- 210. de la gente escondida y atemorizada, de todo dramatismo radical. un compendio de nervio y tensión se entreteje Así pues, en muchas ocasiones los testi- con un sabor ácido y contiene una energía monios van reconstruyendo parcelas de la frenética, un ritmo picado y una aceleración historia, que se complementan o se respon- que se precipita sin remedio hacia su desem- den, dialogan unos con otros, refutando o bocadura trágica12. En estos momentos los confirmando apreciaciones. Los juicios más relatos adquieren la consistencia de imágenes sentenciosos y drásticos hallan así un espacio filmadas con todo lujo de detalle y expuestas para su flexibilización. Frente a declaraciones sin pudor ante el público. La crónica forja su rotundas, las palabras de las gentes, de las esencia de «collage» de testimonios variados personas que participaron de distinto modo y heterogéneos, un coro atronador, una masa en el contexto activan su inclusión para ma- polifónica estridente que lanza su dolor, tras tizar o valorar el grado de veracidad interno el ahogo y la asfixia, hasta componer de modo en las manifestaciones. Este signo dialéctico natural esa partitura de tensión dodecafónica, es fundamental y obedece a un talento de cuyo único acorde reconocible emanará del la autora, así como al de los escritores que, aturdimiento y la agresión. como José Emilio Pacheco, colaboraron en Y a esta dirección apunta al fin uno de los su establecimiento. Cabría hablar en este con- máximos logros del testimonio de Poniatows- junto polifónico de un montaje intelectual, al ka, al margen de su grandeza como trabajo modo de los cineastas soviéticos, siguiendo social y como ensayo de recomposición de los postulados fílmicos de Sergéi Eisenstein. la identidad mexicana, tras la explosión de En su concepto del arte fílmico, la labor de absurdo y desesperación que supuso Tlate- síntesis quedaba reservada para el momento lolco. Me refiero al hecho de haber consegui- del montaje de los materiales grabados, que do establecer pautas secuenciales dentro del sólo mediante una inteligente superposición abigarramiento humano y vocal que expone. llegaría a producir efectos de contraste agudo Y es factible hacer visible la extraordinaria u ocasionar estados de repulsión y piedad, labor de montaje y la composición sintáctica tendentes finalmente a la catarsis purgativa. que articula. Hereda Poniatowksa el método Y es tal vez este carácter sanador el que pre- compositivo de un autor axial en la literatura valezca al cabo de los años en la lectura del mexicana como es Juan Rulfo. En los cuentos libro de Elena Poniatowska, cuando todavía de El llano en llamas recreó en estado puro la nos acercamos como lectores a los sucesos violencia de la época revolucionaria, con sus verídicos. traiciones, sus rencores y sus poderes de des- Pero en este caso, no se trata ya de que trucción. Poniatowska inserta en su crónica un los dioses tejen desdichas para que a las futu- célebre episodio de «Luvina», aquel episodio ras generaciones no les falte algo que cantar del cuento en que los habitantes de ese pueblo –transformando estéticamente los males y fantasmagórico reflejan su sordo escepticismo dándoles de algún modo justificación–, sino ante la actitud de un gobierno que jamás se que crónicas como La noche de Tlatelolco de ocupó de sus vidas. Y en la novela Pedro Pá- Elena Poniatowka convocan lo peor del alma ramo convocó Juan Rulfo a los espectros de humana en el devenir de su existencia con el Comala, que yacían en sus tumbas y féretros, fin de exorcizar los fantasmas del tiempo y para escuchar de nuevo las voces, los murmu- mostrar las heridas y cicatrices que no debe- llos que compondrían en su yuxtaposición la rían volver a producirse, al menos mientras textura polifónica de la novela. Este método, haya lectores que recojan la información y como bien es conocido, permite rastrear el cautericen con ellas el dolor. Se trata al fin hilo narrativo de la vida del cacique Pedro de un ensayo social, o mejor, un ensayo de Páramo, sin recurrir a la exposición lineal y psicología social, que sirve como catarsis para a la ordenación cronológica más evidente. todo un pueblo, y que habrá de funcionar a La conjunción de los fragmentos conforma modo de escalón para que no sea imposible una unidad completa donde se vislumbra el ascender al reino donde la juventud encarne sentido y la forma de los aconteceres. Este el entusiasmo creador, y nunca más sea la víc- mecanismo narrativo parece estar en la base tima propiciatoria que riega las piedras sordas de la crónica de Elena Poniatowska, de ma- del poder enajenado. nera tal que su aparente inconexión contiene Y así cabe recrear, cuarenta años más Elena Poniatowska y la Polifonía nocturna de Tlatelolco una sólida unidad, una verdadera conjunción tarde, la lectura de esta crónica contempo- VICENTE CERVERA SALINAS de disyunciones, y otorga una sutil cohesión ránea, de este ensayo de polifonía enajenada

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