¿Cómo Hablar Del Juicio Final?
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
BERNARD RORDORF ¿CÓMO HABLAR DEL JUICIO FINAL? Sobre la temática de las llamadas «postrimerías» Selecciones de Teología ha publicado durante los últimos años dos artículos sobre el «infierno» (Torres Queiruga, nº 139, 1996, 197-211; Sachs nº 131, 1994, 238-240). Evocar el juicio final suscita imágenes aterradoras y conflictivas que cuesta armonizar con el mensaje de amor del Evan- gelio. El autor del presente artículo intenta penetrar en la hondura de un juicio que incluya el respeto y el amor por la persona juzgada y, apelando a ejemplos vividos, muestra hasta qué punto una renovada comprensión del juicio final puede hacer de él una buena nueva. Coment parler du jugement dernier? Études théologiques et reli- gieuses 70 (1995) 367-375. Planteamiento del problema mundo quedará reducido a cenizas (…). ¡Qué terror se apoderará de El tema del juicio final provo- nosotros cuando se presente el ca malestar. Da miedo abordarlo juez!». por distintas razones. En todo Durante mucho tiempo este caso, no hay predicador que pon- lenguaje y estas imágenes han ga a tono su discurso con los alimentado una «pastoral del acordes terroríficos de algunos miedo», gracias a la cual multitud textos proféticos o apocalípticos. de fieles se han apresurado a re- Amós afirma que el día del Señor fugiarse en los consuelos de la será tinieblas y no luz: «Como Iglesia. Pero han levantado también cuando huye uno del león y topa una protesta creciente que ha con- con el oso o se mete en casa, tribuido a los progresos de la in- apoya la mano en la pared y le creencia. Diríase que este lenguaje pica la culebra» (Am 5, 18-20). Va y estas imágenes remiten a una en la misma línea la imagen de la concepción arcaica de la que hay gehenna, donde no habrá sino lágri- que liberar las conciencias. Sólo así mas y rechinar de dientes (Mt 13, podrán acoger el anuncio evangéli- 50) y la del lago de fuego y azufre, co del perdón y del amor de Dios. donde el diablo y los impíos «serán ¿Tiene la revelación del amor de atormentados día y noche por los Dios en Jesucristo como correlato siglos de los siglos» (Ap 20, 10). Y el declive del tema del juicio? Esta cabe recordar que en una época es la cuestión. no muy lejana en el oficio de difun- tos se cantaba la célebre secuencia Carácter realista del lenguaje de Tomás de Celano: Dies irae, dies illa: «día de cólera aquel día… el Una primera reflexión: el len- 319 guaje del juicio es extraordinaria- cara y cruz de una misma mone- mente realista. Me explico. Lo da. En la medida en que, por me- que describe no es sino la reali- dio de ellas, Dios está presente dad misma de la historia humana, en la realidad del ser humano no en la que reina la violencia y don- se puede pensar en la una inde- de ese reinado es favorecido por pendientemente de la otra. la maldad, la injusticia y la cobar- día de los más. Pero no sólo des- La cólera de Dios cribe. Manifiesta también el ca- rácter fundamentalmente des- Llama la atención cómo en los tructor del mal. Y lanza una adver- Evangelios se evoca la cólera de tencia: si no os convertís, perece- Jesús. Un sábado entró en una si- réis todos. O sea: pereceréis por nagoga, donde había un hombre vuestra propia violencia. Pero con una mano paralizada. Lo ob- esta advertencia emplaza tam- servaban para acusarlo. Mirándo- bién a Dios: por ser destructor, el los indignado, aunque dolorido mal oscurece la bondad primera por su obstinación, dijo al hom- de la creación, la hace opaca a la bre: «Extiende la mano» (Mc 3, 5). bendición que Dios dirige a todo Y ante un niño poseído de un es- ser vivo y, por consiguiente, afec- píritu que lo dejaba mudo, por el ta a la divinidad de Dios y acarrea que los discípulos no habían po- la urgencia de su juicio. Si Dios dido hacer nada, Jesús monta en acompaña al ser humano en su cólera y exclama: «¡Gente sin fe! historia no puede abandonarle, ¿Hasta cuándo tendré que estar preso de esa cadena por la que la con vosotros? ¿Hasta cuándo violencia engendra violencia. Por tendré que soportaros?» (Mc 9, esto, la promesa de Dios es indi- 19). Naturalmente no se trata de sociable de su resistencia al mal. aquella cólera destructora que el Ahora cabe esbozar una nue- propio Jesús en el Sermón de la va reflexión. Podría ocurrir que el montaña equipara al homicidio anuncio del Evangelio, desprovis- (Mt 5, 21-22), sino justamente de to de toda referencia a la cólera todo lo contrario: de una cólera, de Dios y a su juicio resultase su- o más bien de una impaciencia, perficial y perdiese mordiente. contra todo lo que es destructor, Existe el riesgo de invocar el contra lo que se opone a la pre- amor de Dios de una forma light sencia liberadora de Dios. Lo que que le quite toda su fuerza. Si — aquí se ataca, más aún que la mal- como decía Paul Claudel— la ca- dad, es la incredulidad, que entra- ridad no es azúcar, sino sal, hay ña una indiferencia respecto al que concluir que no cabe hablar mal que afecta a los demás. De del amor de Dios sin mencionar esta cólera, como del celo de su juicio. Pero si se habla del jui- Dios en el AT, hay que decir que cio de Dios, ha de ser siempre a se inflama contra todo lo que partir de su amor, nunca fuera de perjudica a los que Dios ama. Su este amor. Amor y juicio, como único objeto es ponerlos alerta y misericordia y justicia, son como protegerlos. 320 Bernard Rordorf La cólera de Dios no surge, que sea para la comprensión de pues, porque él se ha sentido he- su amor, la cólera de Dios no es rido, sino porque se ha transgre- independiente de ese amor, sino dido la Ley. Y sabemos que la Ley que constituye una manifestación no exige la obediencia por la sola suya, aunque indirecta. Dios no obediencia, sino que pretende ha- quiere la perdición de aquél al cer posible un orden que refleje que ama, sino su liberación y su la bondad de la creación, estable- salvación. ciendo la paz entre todos los se- Comprendida así, la cólera no res que la integran. Jesús lo zanja implica el alejamiento de Dios, de una vez para siempre: «El sá- sino su proximidad, su voluntad bado se hizo para el hombre, no de entrar en relación con el ser el hombre para el sábado» (Mc 2, humano. Pues la cólera es todavía 27). Lo que hace que toda trans- una palabra de Dios. Nadie lo ha gresión de la Ley sea condenable expresado mejor que Orígenes no es simplemente el hecho de en su primera homilía sobre Jere- que constituya una desobedien- mías: «Dios, quien sin previo avi- cia a la voluntad de Dios, sino el so, sin decir nada, podría infligir que resulte fundamentalmente un castigo a los que condena, aun destructora y por ello contradiga cuando condena, habla y el hecho la voluntad de Dios, por cuanto de hablar es, para él, un medio ésta tiene como fin la bondad de para librar de la condenación al la creación. La cólera de Dios, le- que va a ser condenado». Como jos de ser ella misma destructora, palabra que es, la cólera pide una tiene por objeto el poder des- respuesta: el arrepentimiento tructor del mal y todo lo que que puede desarmarla. No pre- contribuye a darle libre curso. Si tende, pues, el aniquilamiento del Dios no fuese capaz de esta cóle- culpable. Y, cuando se manifiesta ra, tampoco lo sería de amar a su con la viveza que le es propia, es creatura. justamente para abrir el espacio a La cólera es, pues, necesaria una respuesta. Lo único que obs- para comprender el amor de taculiza la acción del amor, del Dios. Un amor que no entrañara que la cólera no es sino una ex- esta cólera ni un juicio contra presión, es el rechazo de esa pala- todo lo que destruye lo que ama bra. no sería auténtico amor. Por con- Respecto al binomio amor- siguiente, un amor de Dios que cólera existe una gran diferencia excluyese toda referencia al jui- entre Dios y el ser humano. Lo cio resultaría insípido e inoperan- que nos permite hablar de la có- te. Un amor que no sabe decir no, lera de Dios como de una mani- no es amor. Pero, cuando el amor festación de su amor es que Dios dice no, este no está al servicio es amor. Al afirmar que Dios es del sí fundamental del amor. Re- amor (1 Jn, 4, 8), la primera carta sulta una expresión del amor y es de Juan dice mucho más que la a partir de él como ha de ser afirmación Dios ama. A diferencia comprendido. Por indispensable de Dios, y aunque seamos capa- ¿Cómo hablar del juicio final? 321 ces de amar, nosotros no somos miedo. Pues el juicio de Dios no amor. Por esto, nuestras cóleras, tiene nada que ver con el juicio como nuestros juicios, son ambi- de los hombres, a los que justa- valentes: aunque nazcan del amor, mente se les manda no juzgar. La hay siempre en ellos una parte de diferencia entre el juicio de Dios negación del amor. En cambio, en y el de los hombres no reside en Dios, que es amor —porque no que el primero es más iluminado, es sino amor—, la cólera puede sino en que obedece a otra lógi- tener el amor como principio y ca.