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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 1 26/01/15 10:36 Editor Corrección de estilo Jorge Augusto Gamboa Mendoza Fernando Urueta Instituto Colombiano de Antropología e Historia (icanh) Diseño y diagramación Comité editorial María Libia Rubiano Diana Bonnett (Universidad de los Andes, ) Jaime Borja (Universidad de los Andes, Colombia) Ilustración de cubierta Antonio Escobar Ohmstede (Ciesas DF, México) Políptico de la muerte (c. 1775). Anónimo. Óleo sobre Kris Lane (Tulane University, Estados Unidos) tela y tabla. Museo Nacional del Virreinato inah- Guillermo Sosa (Instituto Colombiano de Antropología e Historia) cnca, México.

Comité científico La revista Fronteras de la Historia está incluida en los Rodolfo Aguirre (Universidad Nacional Autónoma de México) siguientes catálogos, directorios especializados y Andrés Castro Roldán (Université de Rennes, Francia) sistemas de indexación y resumen (Sires): Margarita Susana Gascón (Conicet, Argentina) Francisco Herrera (Universidad de Sevilla, España) ➻➻ Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Fernando Jumar (Conicet; Universidad de Tres de Febrero, Argentina) ➻➻ Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Frédérique Lange (Cerma; École des Hautes Études en Sciences Sociales, Francia) Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de Matthew Restall (Pennsylvania State University, Estados Unidos) México (Clase) Renán Silva (Universidad de los Andes, Colombia) ➻➻ Dialnet Sonia Tell (idh, Conicet y Universidad Nacional de Córdoba, Argentina) ➻➻ Directory of Open Access Journals (doaj) Carlos Valencia (Universidade Federal Fluminense, Brasil) ➻➻ Hispanic American Periodicals Index (hapi) Eduardo Valenzuela (Universidad de Chile y ehess, Francia) ➻➻ Historical Abstracts, ebsco (ha) ➻➻ Asistente editorial Índice Bibliográfico Nacional-Publindex ibn( - Juan Sebastián Ariza Martínez Publindex) de Colciencias (Colombia), en categoría B ➻➻ International Bibliography of the Social Sciences © Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2014 (ibss) Calle 12 N.o 2-41 ➻➻ Red de Revistas Científicas de América Latina y el , Colombia Caribe, España y Portugal (Redalyc), de la Universi- Teléfonos (571) 4440544, exts. 119 y 120 dad Autónoma del Estado de México Fax (571) 4440530, ext. 144 ➻➻ Scientific Electronic Library Online s( cielo, Correo electrónico: [email protected] Colombia) Página web: http://www.icanh.gov.co/grupos_investigacion/historia_colonial/fronteras_historia ➻➻ Sistema regional de información en línea para revis- tas científicas de América Latina, el Caribe, España y Redes sociales Portugal (Latindex) Facebook: https://www.facebook.com/FronterasDeLaHistoria ➻➻ ulrichs Twitter: https://twitter.com/FrontHistoria ➻➻ LatAm-Studies ISSN: 2027-4688 La revista Fronteras de la Historia es una publicación Director general semestral editada por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (icanh). Su objetivo es Fabián Sanabria Sánchez difundir los resultados de investigaciones recientes en Coordinador del Grupo de Historia Colonial historia colonial latinoamericana y reflexiones teóricas Jorge Augusto Gamboa Mendoza y metodológicas sobre el pasado desde una perspectiva interdisciplinar. Se autoriza la reproducción sin ánimo Responsable del área de publicaciones de lucro de los materiales, citando la fuente. Nicolás Jiménez Impreso por Imprenta Nacional de Colombia Coordinación editorial o Alejandra Muñoz Suárez Carrera 66 N. 24-09

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 2 26/01/15 10:36    :  - P      ~  , c. . Anónimo. Óleo sobre tela y tabla. Museo Nacional del   Virreinato INAH-CNCA, México

Autores 8

Artículos ➻➻ MATÍAS ÁLVAREZ: Las plantas psicotrópicas americanas en la obra de Juan de Cárdenas. Nueva España, 1591 14

➻➻ DANIEL MORENO BAZAES: “Si se hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad: la acción de la justicia frente a la amenaza de la viruela en la frontera sur de Chile, 1785 38

➻➻ ALEXANDER CHAPARRO SILVA: Fernando VII, el neogranadino. Publicidad monárquica y opinión pública en el Nuevo Reino de Granada durante la restauración absolutista, 1816-1819 70

➻➻ ELVER ARMANDO RODRÍGUEZ NUPÁN: “Derriben las casas para que no les quede esperanza de restituirse a ellas”. Erección de la parroquia de , 1777-1810 96

➻➻ RODOLFO AGUIRRE: El iv Concilio Provincial Mexicano ante la problemática de la división parroquial 122

➻➻ JORGE VICTORIA OJEDA: Africanos y afrodescendientes en la Mérida de Yucatán, México. Dos apuntamientos (siglos xvi a xix) 148

➻➻ LINA CUÉLLAR WILLS: Territorios en papel: las guías de forasteros en Hispanoamérica (1760-1897) 176

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 3 26/01/15 10:36 Reseñas ➻➻ RUBÉN DARÍO SERRATO HIGUERA: reseña sobre Nara Fuentes Crispín. Periplos ilustrados, piratas y ladrones por el Caribe colonial. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2013. 496 pp. 204

➻➻ RAFAEL CASTAÑEDA GARCÍA: reseña sobre Ildefonso Gutiérrez Azopardo y Cándida Gago García. Atlas de afrodescendientes en América Latina. Madrid: Iepala, 2011. 125 pp. 211

➻➻ MOISÉS GUZMÁN PÉREZ: reseña sobre Carlos Juárez Nieto. Guerra, política y administración en Valladolid de Michoacán: la formación profesional y la gestión del intendente Manuel Merino, 1776-1821. Morelia, México: Gobierno del Estado de Michoacán; Secretaría de Cultura, 2012. 757 pp. 216

➻➻ NAYELLI CASTRO: reseña sobre Gertrudis Payàs y José Manuel Zavala, eds. La mediación lingüístico-cultural en tiempos de guerra: cruce de miradas desde España y América. Temuco, Chile: Universidad Católica de Temuco, 2012. 219 pp. 222

Normas para el envío de manuscritos 229

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Authors 8

Articles ➻➻ MATÍAS ÁLVAREZ: American Psychotropic Plants in Juan de Cardenas Work. New , 1591 14

➻➻ DANIEL MORENO BAZAES: “If we do Like Here it Would be Extinguished Everywhere”. Conflicts, Tensions and Authority: The Action of Justice Faced with the Threat of Smallpox in Chile’s Southern Border, 1785 38

➻➻ ALEXANDER CHAPARRO SILVA: Fernando VII, the Neogranadino. Monarchical Advertising and Public Opinion in the New Kingdom of Granada during the Absolutist Restoration, 1816-1819 70

➻➻ ELVER ARMANDO RODRÍGUEZ NUPÁN: “Tear Down the Houses so They Will Not be Restored to Them”. Creation of the “Parroquia” of Sogamoso, 1777-1810 96

➻➻ RODOLFO AGUIRRE: The iv Mexican Provincial Council and the Problems of the Parish Division 122

➻➻ JORGE VICTORIA OJEDA: Africans and his Descendants in Merida Yucatan, Mexico. Two Pointings (16th to 19th centuries) 148

➻➻ LINA CUÉLLAR WILLS: Territories on Paper: The Stranger’s Guides in Latin America (1760-1897) 176

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 5 26/01/15 10:36 Reviews ➻➻ RUBÉN DARÍO SERRATO HIGUERA: review about Nara Fuentes Crispín. Periplos ilustrados, piratas y ladrones por el Caribe colonial. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2013. 496 pp. 204

➻➻ RAFAEL CASTAÑEDA GARCÍA: review about Ildefonso Gutiérrez Azopardo y Cándida Gago García. Atlas de afrodescendientes en América Latina. Madrid: Iepala, 2011. 125 pp. 211

➻➻ MOISÉS GUZMÁN PÉREZ: review about Juárez Nieto. Guerra, política y administración en Valladolid de Michoacán: la formación profesional y la gestión del intendente Manuel Merino, 1776-1821. Morelia, México: Gobierno del Estado de Michoacán; Secretaría de Cultura, 2012. 757 pp. 216

➻➻ NAYELLI CASTRO: review about Gertrudis Payàs y José Manuel Zavala, eds. La mediación lingüístico-cultural en tiempos de guerra: cruce de miradas desde España y América. Temuco, Chile: Universidad Católica de Temuco, 2012. 219 pp. 222

Standards on Submitting Manuscripts 229

FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 6 26/01/15 10:36 FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 7 26/01/15 10:36 Autores

Rodolfo Aguirre gía para tesistas en historia y antropología Doctor en Historia y profesor de la Uni- organizado por el Instituto de Altos Estu- versidad Nacional Autónoma de México. dios Sociales y es miembro del grupo de Actualmente es miembro del Sistema Na- investigación sobre la Compañía de Jesús cional de Investigadores de México. Se ha de la Universidad Nacional de la Pampa, destacado por sus trabajos sobre la histo- en el que se adelantan investigaciones ria social y política de la Iglesia en Nueva en torno al proyecto “La Compañía de España e Hispanoamérica y sus estudios Jesús en la modernidad clásica. Expansión sobre la historia de la Real Universidad de cultural europea y nuevos saberes entre México y sobre la historia del clero secular Europa y América. (Siglos xvi-xviii)”. en el periodo colonial. Fue coeditor del Entre sus principales intereses investiga- libro La Iglesia en el México colonial (2013) tivos se encuentran la historia colonial de y autor de Un clero en transición. Población América Latina, los estudios culturales y clerical, cambio parroquial y política ecle- la etnohistoria. siástica en el arzobispado de México, 1700- 1749 (2012). También ha publicado artícu- los como “El alto clero de Nueva España Alexander Chaparro Silva ante el subsidio eclesiástico de Felipe V” Historiador y candidato a Magíster en (2013), que apareció en la Revista de Indias, Historia de la Universidad Nacional de y “El clero parroquial y la independencia Colombia, sede Bogotá. Entre sus intere- de México: apuntes sobre su diversidad ses investigativos se encuentran la cultura política y regional” (2012), publicado en el política del periodo de la Independencia, Boletín de la Asociación para el Fomento de la historia política y la historia de la prensa los Estudios Históricos de Centroamérica, en el siglo xix. Ha sido autor de capítulos entre otros. de libros, entre los que sobresale “La voz del soberano. Representación en el Nuevo Reino de Granada, 1785-1811”, publicado en Matías Álvarez Conceptos fundamentales de la cultura po- Profesor de enseñanza media y superior lítica de la Independencia (2012), así como en historia en la Facultad de Filosofía y “La opinión del rey. Opinión pública y Letras de la Universidad de Buenos Aires. redes de comunicación impresa en Santafé Hace parte del Taller de teoría y metodolo- de Bogotá durante la espa-

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 8 26/01/15 10:36 ñola, 1816-1819”, que apareció en la obra estudios de Doctorado en Historia Mo- Disfraz y pluma de todos. Opinión pública derna en la Universidad de Cantabria. Se y cultura política. Siglos xviii y xix (2012), desempeña como profesor del Seminario que él mismo compiló en compañía de de Investigación y de la Licenciatura en otros autores. Historia de la Universidad Andrés Bello y desde el año 2013 forma parte del Grupo de Estudios Coloniales adscrito a la Uni- Lina Cuéllar Wills versidad de Chile. Entre sus principales Profesional en Estudios Literarios y intereses investigativos se encuentran la magíster en Historia de la Universidad historia del crimen y la justicia, la historia Nacional de Colombia, sede Bogotá. Ac- de y los debates en torno al tualmente cursa estudios de Doctorado en poder y el conflicto social. Historia en la Universidad de los Andes. Se ha desempeñado como profesora esco- lar y universitaria en las áreas de español Elver Armando Rodríguez Nupán y literatura, literatura inglesa y norteame- Baccalaureum in Philosophia por la Univer- ricana de los siglos xix y xx. Ha realizado sidad Urbaniana de Roma, cursó estudios investigaciones en torno a la literatura de Licenciatura en Filosofía, Pensamiento colombiana y latinoamericana del siglo Político y Económico en la Universidad xx y la historia de Colombia del siglo xx. Santo Tomás (Bogotá). Magíster en Entre sus principales intereses académicos Historia por la Universidad Pedagógica y se encuentran la historia de la literatura en Tecnológica de Colombia (Boyacá, Co- Colombia y Latinoamérica, la historia de lombia). Actualmente se desempeña como la cultura impresa, los movimientos socia- profesor de la Universidad Santo Tomás les y el periodismo digital con enfoque de y la Universidad Pedagógica y Tecnoló- diversidad sexual y de géneros. gica de Colombia, y como coordinador académico de la Institución Educativa Magdalena de Sogamoso (Boyacá). Entre Daniel Moreno Bazaes sus principales intereses investigativos se Magíster en Historia de la Universidad encuentran la historia colonial y la histo- Andrés Bello (Chile) y de la Universidad ria regional. Es autor del artículo “Alcaba- de Cantabria (España); actualmente cursa las de Sogamoso: tensiones ante la aplica-

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 9 26/01/15 10:36 ción de un nuevo método de recaudo en arquitectura militar, entre otros. Es autor un pueblo del Nuevo Reino de Granada, de libros como Diáspora y esclavitud en el 1805-1818” (2013), publicado en la revista Caribe. Negros enviados a Trinidad en el HiSTOReLo. contexto de la Revolución haitiana (2012) y Las tropas auxiliares de Carlos IV. De Saint-Domingue al mundo hispano (2011); Jorge Victoria Ojeda también ha escrito capítulos de libros Doctor en Antropología por la Univer- y artículos de revistas entre los que se sidad Nacional Autónoma de México encuentran “Temor a los subalternos en y por la Universitat Jaume I (España). las Cortes gaditanas. Los negros de Santo Actualmente se desempeña como profesor Domingo en Cádiz”, publicado en Visiones de la Universidad Autónoma de Yucatán y Revisiones de la Independencia America- y forma parte del Sistema Nacional de na. Subalteridad e Independencias (2012); Investigadores del Conacyt. Ha obtenido “Enigma y arte en la inconclusa iglesia de diversos galardones por sus investigacio- San Luis en Petulillo, Yucatán”, que forma nes, como el Premio Hispanoamericano parte de la obra Procesos de conformación de Ensayo Histórico (2002) y el Premio espacial y constructiva de los establecimien- Internacional Pensamiento Caribeño tos religiosos (2011), y “Hallazgos de una (2004). Sus temas de investigación se rela- garita colonial: historia y arqueología en cionan con los estudios sobre la presencia el temprano camino real a Campeche, si- de africanos en América, la historia de la glo xvii” (2011), que apareció en la revista piratería colonial y los estudios sobre la Península.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 10 26/01/15 10:36 FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 11 26/01/15 10:36 FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 12 26/01/15 10:36 FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 13 26/01/15 10:36 Las plantas psicotrópicas americanas en la obra de Juan de Cárdenas. Nueva España, 1591 American Psychotropic Plants in Juan de Cardenas Work. , 1591

Recibido: 29 de enero de 2014 Matías Álvarez Aceptado: 18 de julio de 2014 Universidad de Buenos Aires, Argentina [email protected]

➻ Resumen

El objetivo de este artículo es el análi- síntesis y divulgación en esta dirección. sis del discurso médico en relación con Particularmente, se interpretará un ca- el “Nuevo Mundo” en la obra del doctor pítulo de la obra referido a la hechicería Juan de Cárdenas, Problemas y secre- y los usos de las plantas psicotrópicas tos maravillosos de las Indias, publicada americanas. Esta sección representa un hacia 1591 en Nueva España. Propone- esfuerzo por ordenar y clasificar, desde mos que la novedad natural y cultural la perspectiva del discurso médico, las americana resultó un terreno fértil prácticas y creencias vinculadas al uso para la aplicación de diferentes dispo- de plantas psicotrópicas en la sociedad sitivos discursivos europeos. El escrito colonial novohispana. de Cárdenas nos muestra un intento de

Palabras clave: Discurso, hechicería, Juan de Cárdenas, medicina, plantas psicotró- picas.

➻ Abstract

The purpose of this article is the anal- doctor Juan de Cárdenas, Problemas ysis of medical discourse in relation y secretos maravillosos de las Indias, to the “New World” in the work of the published around 1591 in New Spain. We

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 14 26/01/15 10:36 propose that the new American natu- referred to witchcraft and uses of Amer- ral and cultural, resulted fertile ground ican psychotropic plants. This section for the application of different Europe- represents an effort to organize and an discursive devices. The written of classify, from the medical discourse, Juan de Cárdenas, shows an attempt at practices and beliefs related to the use synthesis and spreading in this direc- of psychotropic plants in New Spain’s tion. The main goal of this article is to colonial society. interpret a chapter of Cardenas work,

Keywords: Discourses, Juan de Cárdenas, medicine, psychotropic plants, witchcraft.

A modo de introducción

a conquista y colonización de América tuvo como correlato un profundo movimiento intelectual en ambos márgenes del L océano Atlántico, puesto que promovió un gigantesco esfuerzo por recolectar, organizar y clasificar informaciones sobre la naturaleza y las sociedades del Nuevo Mundo1. En el imaginario del Renacimiento existió una fascinación por los secre- tos, lo desconocido, lo maravilloso, fascinación que se entrelazó con la búsqueda de riquezas reales o imaginarias, con nuevos conocimientos médicos, con una nueva flora y fauna y con el encuentro de sociedades desconocidas comple- tamente. Así, el mundo temprano moderno puede ser interpretado desde los confines de la monarquía ibérica con el objeto de indagar sobre estos espacios intermedios, en los cuales convergen sistemas de símbolos y concepciones del mundo que entrelazan las realidades locales con las globales. Tal como lo plan- teó Serge Gruzinski, la colonización de América implicó una movilidad amplia de la que nada salió ileso, que conllevó una fuerte circulación de mercancías, hombres, conocimientos e imágenes (Las cuatro 51-52). Esta movilización, en el ámbito de los discursos científicos y religiosos occidentales, significó la puesta

1 Se dispone de una extensa bibliografía acerca de este tema. Véanse, por ejemplo, Buarque de Holanda, Gerbi Gruzinski (La colonización; Las cuatro) y Pardo (“Diablos”; El tesoro).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 15 26/01/15 10:36 en juego de filtros culturales que muchas veces sirvieron de andamiaje para incorporar y domesticar la alteridad natural y cultural del nuevo continente2. Es en este sentido que se trabajará la obra Problemas y secretos maravillosos de las Indias, publicada hacia 1591 en Nueva España y de autoría del entonces joven médico Juan de Cárdenas. Trataremos de ver cómo, al indagar sobre las maravillas y novedades americanas desde el punto de vista de la medicina y la filosofía natural, Cárdenas pudo haber aportado a una reconstitución del imaginario europeo de acuerdo con la cual los secretos y novedades emergentes de las Indias Occidentales serían abordados mediante diferentes representaciones del acervo cultural occidental de la modernidad temprana. Partiendo de las herramientas analíticas que brinda la historia cultural, nos proponemos analizar el tratado a fin de indagar sobre las diferentes repre- sentaciones que dicho autor establece acerca de la naturaleza americana, sus potencialidades y las prácticas alucinatorias subalternas presentes en la socie- dad temprano-colonial novohispana3. En el marco de la lucha por un sentido legítimo referente a las prácticas y creencias que establecen los hombres y mujeres con el universo natural y sobrenatural, la obra tratada puede pensarse como un enunciado que aporta, desde la perspectiva de la filosofía natural,

Las plantas psicotrópicas Cárdenas. Juan obra de americanas de la España, en Nueva 1591 a la construcción de una hegemonía dentro de su campo cultural específico. Centralmente, prestaremos atención al último capítulo del escrito de Cárdenas: “En el que se declara muy por entero si puede haber hechizos en las yerbas y que sean hechizos” (265). En esta sección de la obra, se pueden encontrar puntos de contacto y convergencia entre la medicina y elementos de la vertiente teológica antisupersticiosa católica. Asimismo, el escrito de Cárde- nas tiene la particularidad de desarrollar estos dispositivos discursivos en una polémica en la que se representan fundamentalmente las prácticas y creencias de las poblaciones indígenas, que también con el desarrollo de la conquista y colonización se encontraban extendidas en diferentes sectores de la sociedad novohispana. Por ende, el caso del libro del médico Juan de Cárdenas sirve para

2 Utilizamos la expresión filtro cultural en el sentido que la utiliza Carlo Ginzburg, quien se refiere con ella al componente cultural que condiciona el consumo de diferentes elementos, en nuestro caso plantas con propiedades psicoactivas o diferentes tipos de sustancias embriagantes (138-140). 3 Tal como afirma Roger Chartier, la comprensión que busca la historia cultural apunta hacia el reencuentro de las significaciones en las formas simbólicas yendo del texto al contexto y viceversa, con lo cual pretende reconstruir la dialéctica entre los símbolos y el universo de significaciones que les da sentido (82).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 16 26/01/15 10:36 pensar cómo, en la modernidad temprana, el discurso médico y elementos del

discurso antisupersticioso operaron frente a realidades distintas a las que dieron Álvarez

pie a sus formulaciones originarias. En otras palabras, trataremos de entender Matías cómo, a partir de estos dispositivos discursivos, se formuló un enunciado en el que se clasifica y descalifica las prácticas y creencias asociadas al uso de las plantas psicotrópicas en el mundo temprano colonial novohispano.

Las plantas psicotrópicas en la América indígena y colonial No es casual el interés de Juan de Cárdenas por las plantas psicotrópicas del Nuevo Mundo. El continente americano es el espacio geográfico donde se ha registrado la mayor cantidad de plantas con principios psicoactivos (más de ochenta especies vegetales capaces de producir efectos alucinógenos). En la América indígena el empleo de sustancias alucinógenas tiene un uso milena- rio. Los usos de dichas plantas se relacionan con la farmacopea prehispánica, pero de forma mucho más central se vinculan directamente con el universo cultural americano. Las prácticas alucinatorias son un elemento ceremonial de gran importancia puesto que son un nexo entre el mundo de los humanos y las diferentes divinidades de cada cultura (Pérez y Gordillo 51). Particularmente en Mesoamérica, la terapéutica indígena estaba integrada en el plano sobrenatural. Existía una continuidad entre la práctica médica y la religiosidad indígena. La enfermedad, en un sentido genérico, nunca era en- tendida por causas puramente naturales; más bien, lo natural y lo sobrenatural correspondían a un plano de causalidades indivisible. Los médicos y curanderos indígenas poseían un carácter sacro al ser mediadores entre el mundo de los hombres y el mundo de los dioses (Aguirre 206). En estas culturas las hierbas, los hongos y los cactus psicotrópicos funcio- naban como receptáculos de fuerzas sagradas. De acuerdo con las investigacio- nes de Aguirre Beltrán, la ingesta de psicotrópicos era un acto de canibalismo ritual a partir del cual el médico indígena adquiría la potencialidad divina omnisciente y omnipotente para realizar diagnósticos, conocer cosas ocultas o hechos futuros. En un complejo ritual de curación o adivinación que involucraba una determinada preparación, un tipo de lenguaje específico, una ceremonia y

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 17 26/01/15 10:36 atmósfera con danzas y música, el curandero indígena se transformaba en el vehículo mediante el cual se expresaba la divinidad (Aguirre; Garza). El uso de alucinógenos funcionaba como un disparador de un estado pasajero de di- latación de la percepción ordinaria que generaba en su consumidor imágenes y sensaciones que se experimentaban según los propios esquemas de las culturas indígenas (Gruzinski, La colonización 216). Al momento de la colonización de las poblaciones indígenas mesoameri- canas, los evangelizadores cristianos se enfrentaron a las poblaciones nativas en busca de establecer el monopolio legítimo de lo sagrado. Este enfrentamiento, caracterizado por Serge Gruzinski como una colonización del imaginario, un movimiento de lucha, adaptaciones y resistencias por la definición de lo real, tuvo en una primera instancia como foco los núcleos de los cultos ceremonia- les colectivos y públicos. Sin embargo, en el ámbito cotidiano, las prácticas y saberes indígenas lograron una asombrosa persistencia. Es en este ámbito donde los saberes y prácticas asociados a las plantas sagradas americanas lograron subsistir al embate de la cristianización. No ya como un sistema globalizador de representaciones dirigidas por sacerdotes indígenas, sino más bien como un tejido de prácticas y saberes focalizados en la medicina, la adivinación, los cul-

Las plantas psicotrópicas Cárdenas. Juan obra de americanas de la España, en Nueva 1591 tos domésticos, las relaciones de sociabilidad, etc. (Gruzinski, La colonización). Hacia la segunda mitad del siglo xvi, el optimismo inicial de la con- versión en masa de las poblaciones indígenas comenzó a declinar gracias al reconocimiento de cultos idolátricos, con lo cual se erigió con mayor fuerza la amenaza diabólica en el Nuevo Mundo4. Desde la mirada de los teólogos, la providencial conversión de los indígenas, en oposición a la corrompida vieja cristiandad europea, se verá opacada ante los engaños de Satanás hacia los neófitos americanos (Campagne, “Witches” 21). Los escritos de los extirpadores de idolatrías remarcarán con especial énfasis el papel de los hechiceros indí- genas en la reproducción de los cultos idolátricos (Gruzinski, La colonización; Mello, O diablo).

4 Según Fernando Cervantes, los concilios provinciales de 1555 y 1565 reiteraron las opiniones de los concilios de 1524, 1532, 1539 y 1544, cuyo común denominador era una mirada hacia las sociedades indígenas que recalcaba su predisposición a recibir la fe cristiana. Al contrario, el concilio de 1585 supuso un quiebre frente a la visión optimista-paternalista en la medida en que incorporó una mayor preocupación por la naturaleza demoniaca de las prácticas indígenas (21, 59-60).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 18 26/01/15 10:37 Tanto la extirpación de idolatrías como las acusaciones de hechicería fun-

cionaron como un lenguaje que daba sustrato a una forma de control social que Álvarez

establecía los límites de la comunidad y marginalizaba determinadas prácticas Matías y saberes (Ceballos). En esta lucha por la construcción de la hegemonía, tanto teólogos y extirpadores como médicos y filósofos naturales creyeron importante interpelar el consumo, el uso y los efectos de las plantas alucinógenas y las prácticas y creencias asociadas a estas. En el proceso de conversión, estas prácticas formaban un vehículo cul- tural, un lenguaje, en la reproducción de un universo onírico y sobrenatural al margen de la ortodoxia cristiana. En este sentido, los efectos psicodislépticos de las plantas sagradas mesoamericanas serán interpretados por los extirpadores en relación con los dominios del demonio. Asimismo, los portadores del saber vinculado a las plantas: curanderos, adivinos, chamanes indígenas, pasarán a conformar la cara inversa de los santos teólogos y extirpadores bajo las categorías de hechiceros y ministros del diablo (Bernand y Gruzinski 168). Por otra parte, existen evidencias que remarcan formas de consumo y percepción originales dentro del complejo cultural de las plantas psicotrópicas en el marco de la sociedad colonial. Si bien la influencia de las plantas alucinó- genas declinó con la supresión de los ritos públicos y las autoridades indígenas que dirigían el ritual de consumo, el uso de dichas plantas se infiltró y mixturó en los diferentes grupos sociales del mundo colonial. Junto a los indígenas, también mestizos, negros, mulatos e incluso españoles recurrieron a prácticas adivinatorias guiadas por curanderos o chamanes indígenas durante los siglos xvi y xvii5. Muchas veces, las prácticas asociadas a estas plantas se reformula- ron a partir de diferentes elementos provenientes tanto del cristianismo como de las culturas africanas incorporadas por el tráfico de esclavos a la sociedad novohispana (Henningsen 24).

5 Acerca de este tema, véase Gruzinski (La colonización). Otros autores, como Aguirre, Cervantes y Henningsen, también han hecho aportes significativos en este campo.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 19 26/01/15 10:37 Juan de Cárdenas ante la novedad americana Existen pocos datos acerca de la vida de Juan de Cárdenas; es sabido que nació en la Villa de Constantina cercana a Sevilla entre 1562 o 1563, dato que él mis- mo proporciona al declarar que contaba veintiocho años cuando se publicó su tratado en 1591. Otro dato importante que comenta el autor, aunque impreciso, es que vivió la mitad de su vida en Castilla y la otra mitad en Nueva España. Ya en las Indias, realizó sus estudios universitarios y se graduó de bachiller en medicina en 1584, adquirió el grado de licenciado en medicina en 1589 y el de doctor en medicina en 1590 (Viesca 38). Un punto importante por destacar en la obra de Cárdenas es que el tratado Problemas y secretos maravillosos de las Indias tuvo como título original “Primera parte de los problemas […]”. Es decir, que el plan inicial de Cárdenas era realizar una obra que se publicaría en dos partes. Pero esta primera parte, por razones desconocidas, finalmente no contó con su anunciada continuación.

Las plantas psicotrópicas Cárdenas. Juan obra de americanas de la España, en Nueva 1591 En el prólogo a la obra, Cárdenas afirma que tratará en esta segunda parte los problemas de las tierras de Perú, mientras que en esta primera parte se limitará a la región de Nueva España. Sin embargo, no solo la segunda parte nunca fue publicada, sino que además esta obra escrita en la juventud del autor es la única que se conoce de él (Viesca 40). En cuanto a la obra, el objetivo que se propone Cárdenas es, fundamen- talmente, dar a conocer los secretos naturales de América, ya que “sobrándole copia y materia de extrañas y excelentes grandezas, les falta quien las predique y saque a la luz, de que no tendrá Asia, África y Europa que quejarse, pues tiene y ha tenido más escritores que de ellas escriban que cosas que poderse escribir” (32). Siendo así, esta es una obra que forma parte del género que José Pardo- Tomás describió como una literatura de secretos, un conjunto de escritos que apuntaban a dar a conocer secretos y maravillas del mundo y que convocaban a un público amplio mediante una escritura en un lenguaje vulgar (“Diablos”). Dicho género literario, desde la óptica del iluminismo y el positivismo, fue catalogado como pseudocientífico; sin embargo, a partir de la mirada de la historia social de la ciencia y la historia cultural, estas obras comenzaron a ser interpretadas como testimonios de la planetización de los autores clásicos dentro del contexto cultural del Renacimiento y de la ampliación de los horizontes

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 20 26/01/15 10:37 culturales y naturales dada por la irrupción de las novedades provenientes de ul-

tramar (Gruzinski, Las cuatro 92; Mazzetti y Groppo; Pardo-Tomás, “Diablos”). Álvarez

Cárdenas, como exponente de este género de literatura de secretos, lejos Matías de pertenecer a una pseudociencia, forma parte del impulso modernizador renacentista que parte del contacto y reconocimiento de la novedad america- na. Esta modernización no resulta poco contradictoria, ya que en el discurso existe una tensión entre los conocimientos de los autores clásicos y los nuevos problemas de las Indias que necesitaban ser dados a conocer y explicados. Tal como lo explicita el autor: “También traigo por disculpa los pocos autores que tengo de quien sacar lo que escribo, porque como esta materia jamás escrita ni ventilada por otro, el dechado que tengo para dar estas respuestas es sola mi pobre imaginación” (Cárdenas 110). Igualmente en el capítulo primero del libro 1, cuando señala que “contaré, con verdad y certissimo testimonio de […] cosas que si solo las oyera Plinio, quedara absorto y espantado” (35). El orden de la obra está orientado por el intento de resolver problemas y preguntas concretos. Cárdenas organiza el texto en tres libros que corres- ponden a las siguientes temáticas: 1) el clima y las características geográficas, 2) los minerales y plantas y 3) las propiedades y cualidades de los animales y hombres. En cada uno de los capítulos que conforman cada libro la estruc- tura tiende a repetirse. El objetivo de Cárdenas es dar respuestas a problemas particulares, desde las estaciones del año hasta las propiedades del tabaco y el cacao, pasando por temas vinculados a la constitución física y biológica de los habitantes de las Indias Occidentales. Los nuevos secretos de América son explicitados a partir de la autori- dad de los clásicos grecolatinos de la filosofía natural y la medicina: Aris- tóteles, Plinio, Avicena, Cornelio Celso, Galeno, Hipócrates y Dioscórides. También, en sus explicaciones incorpora a doctores modernos como Nicolás Monardes, Andrés Laguna o Pedro de Albuquerque. Tanto la emulación de los autores antiguos como la comparación y el uso de analogías con los conocimientos provenientes de Europa o Asia forman parte del acervo re- nacentista mediante el cual Cárdenas trata de abarcar la alteridad natural y cultural americana. El entusiasmo de Cárdenas por las plantas americanas utilizadas con fines medicinales corresponde a ese otro desdoblamiento del Renacimiento ligado a un nuevo énfasis en la botánica y los herbolarios. Las reediciones de los autores clásicos como Plinio y Dioscórides favorecieron un “renacimiento farmacoló- gico” que estimuló tanto la investigación y clasificación como el comercio de

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 21 26/01/15 10:37 las hierbas “pertenecientes a las tierras recientemente descubiertas y exploradas” (Calainho 255). La ampliación del universo botánico favoreció el interés por or- denar e interpretar las plantas del Nuevo Mundo a partir de su morfología y sus virtudes terapéuticas, como también muchas veces mediante los usos, nombres y conocimientos dados por los informantes nativos (Pardo-Tomás, El tesoro). Las propiedades medicinales descubiertas en las plantas americanas fueron objeto de interés y fascinación por parte de cronistas, evangelizadores y médicos europeos. Los ejemplos más claros y conocidos de este interés renacentista por el “tesoro natural” que América encerraba son los de Gonzalo Fernández de Oviedo, Nicolás Monardes y Francisco Hernández. En el caso del escrito de Cárdenas, si bien no estaría focalizado exclusivamente hacia la materia médica y su tratado correspondería, más bien, a una historia natural, varios capítulos se centran en las plantas americanas, como el tabaco, el chile, la coca y el cacao, entre otras. El análisis de las propiedades de las plantas que realiza Cárdenas se sustenta en el marco hipocrático-galénico. Desde la perspectiva de este cuerpo teórico, las plantas son clasificadas según correspondan a alguna de las cuatro cualidades de la materia: caliente, fría, húmeda o seca, y a alguno de los cuatro humores del organismo humano: sangre, flema, bilis amarilla o bilis negra. A partir de

Las plantas psicotrópicas Cárdenas. Juan obra de americanas de la España, en Nueva 1591 una determinada preparación y aplicación, las plantas medicinales permitirían recomponer el equilibrio o provocar diferentes efectos en los humores del or- ganismo humano al corresponderse con alguna de las cualidades de la materia. Mediante este sistema de correspondencias, Cárdenas indagará, por ejem- plo, en el caso de la coca y el tabaco a fin de “saber por qué vía y orden natural puede esta yerba de la coca o el piciete […] trayéndose a la boca preservar el hambre, sed y cansancio añadiendo fuerza y vigor al que la trae” (164). Además, se referirá en diferentes partes del tratado a las propiedades ocultas y secretas de minerales y plantas. En estos casos, las virtudes secretas remiten a un conocimiento que se limita a los efectos de dichos elementos y a un des- conocimiento de las causas primarias de tales efectos (Cárdenas 222). Así, la línea argumentativa del discurso de Cárdenas está siempre atenta a descifrar las propiedades de las hierbas dentro del universo de las causalidades naturales establecido por los autores clásicos en los tratados de filosofía natural. Pero el estudio de las propiedades de plantas como el cacao o la coca dentro de este universo natural implica la incorporación en su argumentación, al momento de analizar las prácticas relacionadas con el uso de plantas psicotrópi- cas, de elementos de otros dispositivos discursivos. Ya en el capítulo primero de la primera parte del libro, Cárdenas adelanta algunos comentarios sobre dichas

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 22 26/01/15 10:37 plantas: “Cuéntese con verdad del peyote, del poyomate y del hololisqueque, si se

toman por la boca, sacan tan de veras de juicio al miserable que las toma, que, Álvarez

entre otras cosas terribles y espantosas fantasmas, se les representa el demonio Matías y aun les da noticia, según dicen, de cosas por venir” (34, énfasis añadido)6. Es significativo que, en el primer capítulo del libro, nuestro autor men- cione los rumores e informaciones que circulaban acerca de estas plantas. Otro dato importante es que Cárdenas abarca esta temática en la tercera parte del texto, sección que está destinada principalmente al análisis de las enferme- dades y características naturales de los hombres de las Indias Occidentales. Es decir, que excluye el tema en la sección segunda del tratado, en la cual se ocupa principalmente de las cuestiones vinculadas al mundo vegetal y mineral (Viesca 34). Por esta razón, parecería que el tratamiento que Cárdenas da a este tema está más vinculado a los comentarios y rumores sobre dichas plantas en la Nueva España del siglo xvi que al análisis de las plantas en sí. De esta forma, podemos pensar que la intención del capítulo es más bien cuestionar y aclarar, desde el punto de vista de la medicina y la filosofía natural, ciertas prácticas y creencias asociadas al uso de dichas plantas. Además, el hecho de que Cárdenas comente brevemente algunos casos, basado en su experiencia personal como médico en Guadalajara, permite suponer que su trabajo busca sistematizar aquello que presenció en su actividad profesional.

Las prácticas mágicas del “vulgo” novohispano desde la mirada de un médico del siglo xvi

Al analizar el uso de las plantas psicotrópicas, en el último capítulo del tratado, “En que se declara muy por entero si puede haber hechizos en las yerbas y qué sean hechizos”, Juan de Cárdenas señala desde un principio su intención de dar a entender al vulgo qué sea esto que comúnmente llaman todos hechizos y hechizar o dar bocado, porque acerca de esto oigo decir cada

6 Hololisqueque hace referencia a las formas castellanizadas de los términos indígenas ololiuhqui, peyotl y poyomatli.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 23 26/01/15 10:37 día dos mil cuentos y otras tantas historias, patrañas y vanidades acerca de que enhechizaron uno y del otro que echó una bolsa de gusanos con un bebedizo […] y no cesa aquí el negocio, sino que también os querrán hacer creyente que hay yerbas, polvos y raíces que tienen propiedad que con ellas puedan hacer que dos personas se quieran bien o que se aborrezcan y otras que son bastantes a mudar la condición o hacer a un hombre dichoso o mal afortunado; y no solo se persuade a creer esto el ignorante vulgo, pero también creen e imaginan (mayormente gente bárbara y torpe) que se toman yerbas y bebedizos para adivinar el porvenir (negocio solo reservado a Dios). (265, 266)

En este apartado, Cárdenas establece desde el comienzo que su discurso está focalizado en la discusión de las prácticas y creencias asociadas al “vul- go”, que en el caso novohispano corresponde a los indígenas, mestizos, negros y, también, a las clases populares españolas y criollas. Es decir, que existiría una correspondencia entre estas clases sociales y la participación en prácticas vinculadas a las plantas psicotrópicas. El sujeto de la polémica en la que parti- cipa Cárdenas es descalificado como gente “ignorante”, “torpe”, “bárbara”. Por

Las plantas psicotrópicas Cárdenas. Juan obra de americanas de la España, en Nueva 1591 otro lado, las prácticas y creencias de dichas clases sociales son caracterizadas como “cuentos”, “vanidades”, “patrañas”, “error”, “grandísima mentira”, “nota- blemente disparate” (266). La estrategia que Cárdenas establecerá para desacreditar estos errores y supersticiones del “vulgo” será delimitar los alcances de los efectos de las yerbas. Porque existen “tantas historias y acaecimientos del otro que vio y el otro que oyó y esto con tantas apariencias, muestras y testimonios de verdad que vuelven a un hombre confuso” (266). Y ante esta situación, nuestro autor propondrá: “Me pareció en este capítulo declarar y sacar en limpio lo mucho que acerca de todo esto hay que dudar y así mismo dar a entender lo que las yerbas pueden hacer y obrar en nuestros cuerpos naturalmente, sin intervenir pacto con el demonio o por ventura negocio de milagro y permisión de Dios” (266). Desde la perspectiva de la teoría médica y la filosofía natural, Cárdenas busca discutir prácticas y creencias que él califica de engañosas y falsas: las prácticas adivinatorias, de sanación y probablemente elementos del complejo del nagualismo7. Los agentes de estas prácticas (curanderos indígenas, chamanes,

7 Sobre el complejo del nagualismo en el periodo colonial, véase el trabajo de Aguirre (97).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 24 26/01/15 10:37 ensalmadores, etc.) serán calificados en su discurso como “ademaneros y alha-

raquientos” (Cárdenas 273). Y el método que Cárdenas implementará para Álvarez

discutir en esta disputa será delimitar lo que las yerbas pueden o no hacer de Matías forma natural. Es decir, establecer todas las transformaciones que las yerbas pueden obrar, y todas las que no, a partir de una causalidad natural. Una relimitación de lo posible e imposible dentro del orden natural de la realidad en oposición al significado cultural que los indígenas daban a dichos elementos dentro de su propia cosmovisión acerca del universo sobrenatural. En esta polémica, Cárdenas se respaldará en los conocimientos estable- cidos por los autores clásicos de la medicina y la filosofía: “Esto que diré no será invención ni imaginación mía, sino sacado de lo mejor, más verdadero y acendrado que hay en toda la doctrina de Hipócrates y Galeno, ayudándome también de las reglas y preceptos de la filosofía de Aristóteles” (266)8. Asi- mismo, Cárdenas comenzará argumentando que es innegable la existencia de diferentes propiedades en las plantas, las piedras y los animales, ya que están en las enseñanzas de los clásicos. Estas virtudes obran, siguiendo a Galeno, por primeros, segundos y terceros efectos (tabla 1).

➻➻ TABLA 1 Efectos en virtud de los cuales obran las propiedades de plantas, piedras y animales Fuente: Cárdenas (267).

Primeros Segundos efectos Terceros efectos efectos - Purgarnos del mal humor - Dar buen color al rostro - Calentar - Llamar la orina - Fortalecer los sentidos - Enfriar - Provocar sudor - Acrecentar la leche - Desecar - Acelerar el menstruo - Despertar la virtud generativa - Humedecer - Soldar heridas - Dar ganas de comer - Otros semejantes - Otros semejantes

8 Aun cuando Cárdenas recurre a los autores clásicos y también a autores modernos como Andrés Laguna, evita repetir citas de estas autoridades: “porque si por ventura no me muestro como otros hacen, grandes acotadores de lugares y autoridades es porque el vulgo precia más una razón que hincha su entendimiento que cuanto se le puede alegar ni acotar” (266). Esta cita nos muestra, igualmente, una reducción del aparato erudito típica de la literatura de secretos.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 25 26/01/15 10:37 Por lo tanto, las plantas americanas serán catalogadas de acuerdo con un orden de causalidades que, al establecer sus primeros efectos, establece como consecuencia unos segundos y unos terceros. Este marco interpretativo es, para Cárdenas, innegable: Según lo cual podemos sacar en conclusión en limpio que todo lo que se dice de las yerbas, como no sea obrar por uno de los modos declarados, todo es mentira, patraña e imaginación, y así decir que la yerba que yo traigo conmigo o aplico a mí propio o al otro puede ser parte a que yo quiera bien o sea querido, a que tenga buena o mala fortuna, sepa y adivine el porvenir, todo es notablemente disparate y mentira, pero grandísimo error. (268)

Todo aquello que excediera este encuadre debería ser puesto en duda, es decir, todos aquellos efectos que no se correspondieran con el orden de causa- lidades naturales deberían ser, o bien refutados por ser imposibles en el orden ordinario natural, o bien explicados acudiendo a otras instancias extraordina- rias de lo posible. Como excepción a esta regla se encuentran las propiedades ocultas de las plantas, ya que si bien responden a un orden natural, aún no se

Las plantas psicotrópicas Cárdenas. Juan obra de americanas de la España, en Nueva 1591 conocen sus causas sino solamente sus efectos (Cárdenas 268).

Yerbas y hechizos: entre el engaño, la virtud natural y las artes del demonio

En el capítulo dedicado a plantas con virtudes extraordinarias, Cárdenas irá analizando y desentrañando diferentes prácticas vinculadas al uso de plantas curativas o con poderes sobrenaturales. El primer caso en el que se enfocará serán los hechizos producidos por yerbas que tendrían el poder de introducir organismos vivos (gusanos, cangrejos, lagartijas) en el interior de la víctima. Al respecto, Cárdenas sostiene que la yerba es incapaz de ocasionar dichos resulta- dos. Desde su perspectiva como médico, existe una imposibilidad en el orden natural, ya que las yerbas no pueden producir esos efectos. Para desacreditar estos resultados, recurre a la teoría de la generación espontánea y plantea que,

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 26 26/01/15 10:37 a partir de la corrupción de los humores del organismo, se generarían orga-

nismos vivos en el interior del cuerpo (generación espontánea) y no por causa Álvarez

de determinada yerba o preparado. Más bien, las yerbas sirven para expulsar Matías dichos organismos a través de una operación medicinal que realizan por su amargura y siempre por dentro del orden de causalidades naturales (Cárdenas 271). Otro argumento que utiliza Cárdenas es desacreditar a los curanderos indígenas como estafadores o embaucadores, ya que engañarían a sus pacientes haciéndoles creer que expulsaron un gusano que ellos mismos escondían pre- viamente. Por último, otro recurso del que hace uso es desaprobar mediante el humor estas “invenciones del vulgo que hacen, como dicen, de una pulga un caballero” (269). Una vez reprobados los usos de las yerbas que serían engañosos o expli- cables plenamente dentro del orden natural, Cárdenas buscará analizar los usos de las plantas psicotrópicas utilizando un procedimiento explicativo diferente. Ya hacia el inicio del capítulo adelanta el problema a partir de una analogía: Si por ventura vemos o oyésemos algún efecto trasordinario y maravi- lloso en ellos y que este tal excediese los límites de la naturaleza, hase de atribuir a una de tres, o bien a la voluntad de Dios, que hace tal efecto, y no a la medicina como lo podemos ver en aquella soberana cura que Cristo Nuestro Redentor hizo en aquel ciego el cual solo con ponerle un poco de lodo sobre los ojos le restituyó la vista; claro está que aquello no lo hizo el barro, pues su virtud es antes cegar que dar vista, sino solo la divina voluntad de aquel Sumo Médico fue la que obró. Otras cosas hay que son por arte del demonio. (269)

A partir de esta analogía, Cárdenas comienza a plantear que ciertas propiedades atribuidas a las yerbas, que parecerían escaparse al orden natural, no son obra de las yerbas en sí, sino de la intervención de un orden de cau- salidad diferente. La interpretación que hace Cárdenas de las creencias y prácticas asocia- das a las plantas psicotrópicas se corresponde con el orden de causalidades del cosmos cristiano. Este esquema de interpretación de la realidad se conformaba por un triple orden de causalidades de los fenómenos: 1) el sobrenatural, 2) el preternatural o natural extraordinario y 3) el natural ordinario. Al estudiar el discurso antisupersticioso español, Fabián Campagne for- muló que en estos tratados cada uno de esos órdenes de causalidades se corres- pondía con un umbral de posibilidades y con un determinado sentido de lo

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 27 26/01/15 10:37 imposible9. El primer orden estaba definido por la intervención de la divinidad en el orden natural/ordinario por medio del milagro. El orden preternatural o natural extraordinario se definía como el ámbito de la intervención de ánge- les y demonios. Y, finalmente, el orden natural/ordinario, del cual formaban parte la materia inerte, las plantas, los animales y la humanidad. Este último orden obedece a las leyes dispuestas por Dios, pero también es el espacio de intervención tanto de la divinidad, a partir del milagro, como de los ángeles y demonios (Campagne, Homo 557). Al comenzar el análisis de las plantas psicotrópicas, Cárdenas plantea el problema por discutir: Resta solo ahora declarar esto que se experimenta en las Indias del peyote, del poyomate, del hololisque y aun el piciete, que afirman muchos, mayormente indios y negros y gente necia y torpe, de que si estas sobredichas yerbas se toman por la boca, se les presenta y ven al demonio, el cual les dice y declara cosas por venir. Es justo averiguar ahora si alguna yerba o raíz haya en la naturaleza, cuya virtud sea tan eficaz y poderosa que mediante ella forcemos al demonio venga a nuestro llamado o por ella adivinemos alguna cosa por venir. (274) Las plantas psicotrópicas Cárdenas. Juan obra de americanas de la España, en Nueva 1591 El interrogante que establece Cárdenas busca delimitar el alcance de las propiedades de las yerbas, o sea, busca establecer las fronteras del orden natural ordinario. Las causas de todo aquello que excediera los límites de lo posible dentro de este orden habría que buscarlas en alguno de los otros órdenes de causalidad. El planteo que pronuncia a continuación ejemplifica claramente la cuestión: “Lo que esto se me ofrece responder es que hay parte desto en la yerba y parte que solo se debe atribuir al demonio” (Cárdenas 275). Desde este momento, todos los esfuerzos de Cárdenas se centrarán en establecer claramente hasta dónde llegan las virtudes naturales de las yerbas y a partir de dónde debemos pensar en la intervención demoniaca. En la tabla 2 se muestran las conclusiones a las que llega.

9 Acerca del triple orden de causalidades y el sentido de lo imposible en la modernidad, véase Campagne (Homo).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 28 26/01/15 10:37 ➻➻ TABLA 2 Efectos de las yerbas por virtud natural y por intervención del demonio Álvarez Fuente: Cárdenas (276-277). Matías Los efectos que la yerbas Lo que las yerbas no pueden provocan por virtud natural hacer por virtud natural sin intervención del demonio - “Perturbar y desordenar los espíritus animales del cuerpo sacando a un - “Venir el demonio al llamado del hombre de juicio” malvado hombre que le busca” - “Causar un molesto y penoso sueño, - “Que por virtud de la yerba sabemos un sueño horrible y espantoso” cosas por venir o secretos que han - “Perturbar el cerebro representán- sucedido” dose a la imaginación cosas espanto- sas y horribles”

El camino que recorre para llegar a estas conclusiones es la búsqueda de la cadena de efectos que dichas yerbas causan en el organismo humano. En primer lugar, las cataloga como calidísimas y fuertes, cualidad que al en- trar en contacto con el estómago hace subir vapores que perturban el juicio. Cabe destacar que utiliza como analogía un elemento central para la cultura europea: la embriaguez por el vino. En segundo lugar, estos vapores provocan un penoso sueño. Por último, los efectos anteriores engendran en la fantasía y la imaginación cosas horribles y espantosas: monstruos, tigres, fantasmas y también el demonio (Cárdenas 275). En cuanto a la intervención demoniaca, el autor explica que no existe virtud natural en la yerba capaz de hacer aparecer al demonio y saber secretos y sucesos futuros. Más bien, se trataría de un engaño con base en el cual las yerbas serían un instrumento del que hace uso el demonio: Lo que yo imagino acerca de esto es que el demonio, cuando trae ciego y engañado a algún desventurado, le debe de aconsejar que use de alguna de estas yerbas, no para que con la virtud de estas yerbas le fuerce venir a su llamado, sino para que con ella se embriague y salga de juicio y saliendo pueda perder el miedo a una cosa tan horrible […] y estando fuera de juicio […] viene el demonio a comunicarle y engañarle. (Cárdenas 276)

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 29 26/01/15 10:37 Una vez establecido el límite entre las posibilidades naturales de las yer- bas y la intervención demoniaca, Cárdenas propone un “buen uso” y un “mal uso” de ellas. El primero consiste en un uso medicinal de la yerba en virtud del cual esta causaría un sueño que, si bien puede provocar visiones penosas, no implicaría la visión real del demonio o de sucesos futuros. En cambio, el segundo caso es definido así por Cárdenas: Con mal fin usa de dichas yerbas, como lo usan algunos indios e in- dias que llaman hechiceras, porque como estos tales solo toman a fin de ver al demonio y saber cosas que no sabían, a estos tales permite Dios que se les represente el demonio y les declare lo que les estaría mejor no saber. Pero como digo, esto no es ya por virtud de la yerba, pues excede sus límites. (277)

Desde la mirada de Cárdenas, la embriaguez que, dentro de los límites de la causalidad natural, producen las yerbas predispone a una relación con el orden preternatural. Las yerbas son un vehículo entre el cuerpo natural y la intervención demoniaca, intervención que se provoca a partir del engaño o consejo del diablo, quien induce por razones instrumentales (embriagar, perder

Las plantas psicotrópicas Cárdenas. Juan obra de americanas de la España, en Nueva 1591 el miedo) el uso de determinadas yerbas. Tal como lo menciona Michel Fou- cault, en la modernidad temprana, el discurso médico y el discurso teológico se encontraban imbricados y no se discutía la realidad de la injerencia demo- niaca en la tierra, sino más bien se buscaba establecer las esferas y los modos de acción de esta. Así, el engaño, las fantasías, los sueños y la imaginación formaban parte de la esfera de acción de los demonios, ya que eran los puntos de contacto entre el alma y el cuerpo y, por ende, podían ser manipulados para alterar los humores del organismo y los sentidos (Foucault 14). El interés y la forma de interpretar las virtudes de las plantas psicotró- picas parecen respaldar una relación simbiótica entre el discurso teológico y el discurso médico. Delineando las posibilidades e imposibilidades del orden natural —en el caso de Cárdenas, las posibilidades e imposibilidades de las yerbas—, los filósofos naturales y médicos renacentistas contribuirían al estudio de los teólogos sobre la intervención del orden preternatural y sobrenatural en el orden natural (Campagne, Homo 343). Por otra parte, tanto los médicos pro- fesionales como los teólogos coincidían, desde diferentes ángulos, en combatir a los sanadores populares, curanderos y ensalmadores. Los primeros lo hacían porque encontraban en estos sujetos y saberes una competencia, y los segun-

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 30 26/01/15 10:37 dos, porque calificaban estas prácticas como supersticiosas, ya que invocaban

un orden de causalidad ilegítimo en el cosmos cristiano (Campagne, Homo). Álvarez

Dentro de la lucha antisupersticiosa, los médicos y teólogos cuestionaron Matías muchas veces las mismas prácticas y a los mismos sujetos, y se legitimaron recí- procamente. En el modelo cristiano de superstición, ideado por san Agustín y profundizado por santo Tomás de Aquino, estaban englobadas, dentro de la noción de superstitio, diferentes prácticas: la idolatría, las vanas observancias, los amuletos medicinales y la adivinación, entre otras. En conjunto, estas com- partían un carácter vano, es decir, dichas prácticas y rituales no podían realizar los efectos que buscaban. Por ende, si esas acciones no podían provocar dichos resultados dentro de la causalidad natural, invocaban un orden de causalidad dado por la injerencia demoniaca. Asimismo, tanto médicos como filósofos naturales tenían un papel sumamente importante en esta lucha contra la su- perstición, ya que ellos, en cuanto expertos sobre el orden natural ordinario, debían juzgar las condiciones de posibilidad e imposibilidad de un fenómeno. Por otra parte, el análisis médico también contribuía a la determinación de los hechos extraordinarios atribuidos al demonio, en la medida en que las acciones propias del orden preternatural no podían exceder el marco del orden natural y, por lo tanto, la esfera de acción demoniaca podía ser explicada dentro de los parámetros de las causalidades naturales (Campagne, Homo 331). Uno de los pocos estudios que analizaron las impresiones de Cárdenas acerca de las plantas psicotrópicas americanas fue el trabajo de Carlos Viesca Treviño. A grandes rasgos, esta interpretación propone que Cárdenas parte de una posición que niega la hechicería desde una mirada científica que, no obs- tante, terminaría cerrando las puertas a la racionalidad propiamente científica, por cuanto su visión de médico y científico dedicado al análisis de las plantas concluye abriendo las puertas a lo sobrenatural (Viesca 98). Es decir, que par- tiendo de la negación de la hechicería bajo la idea de limitarse al análisis cien- tífico de las virtudes de las plantas, acaba creyendo en los poderes demoniacos. Desde la óptica de Viesca, todos aquellos efectos que Cárdenas clasifica dentro del plano sobrenatural resultan producto del arte demoniaco, explicación en la que la orientación científica del médico se va destiñendo en la medida en que va introduciendo elementos correspondientes al dogma religioso. En este pun- to, nuestra propuesta consiste en intentar analizar el recorrido argumentativo de Cárdenas según una mirada más sensible a las relaciones orgánicas entre medicina y teología en la modernidad temprana. O sea, pensar en la vertiente discursiva proveniente de la filosofía natural y en el discurso teológico, no

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 31 26/01/15 10:37 como universos mutuamente excluyentes y, por lo tanto, contradictorios, sino más bien como campos de saber/poder que se caracterizaban por cierta com- plementariedad y colaboración dentro del discurso cristiano antisupersticioso (Campagne, Homo 441). En este sentido, más que en el punto de deslinde entre el pensamiento religioso y el pensamiento científico, creemos que el pensamiento de Cárdenas está en el punto de encuentro entre ambos dispositivos discursivos dada la compatibilidad de los mismos en la cruzada antisupersticiosa. Dicha hipótesis se puede reforzar si, además, consideramos que Cárdenas obtuvo parte de su formación con teólogos jesuitas como Antonio Rubio. Fundamentalmente, el interés de Cárdenas se concentra en organizar, a la luz de su especialidad, el universo de significados que acompañan el uso de las yerbas, desde las virtudes naturales propias de las plantas hasta el desenmas- caramiento de los engaños realizados por sanadores o chamanes indígenas, las imposibilidades naturales y la intervención demoniaca en relación con el uso de plantas psicotrópicas. Lo que Cárdenas busca es ordenar y clasificar, desde el punto de vista del saber médico, un conjunto de prácticas y creencias que lo enfrenta directamente con la alteridad cultural, alteridad que se corporiza en prácticas y creencias que, lejos de mantenerse estáticas, fluyen y circulan en

Las plantas psicotrópicas Cárdenas. Juan obra de americanas de la España, en Nueva 1591 la sociedad colonial integrándose al proceso de mestizaje. El tipo de discurso que estamos tratando, en su intento de asimilar la novedad cultural colonial, se nutre de diferentes dispositivos de saber/poder que, tanto desde el contexto de la medicina como desde el de los tratados demonológicos, configuran su sentido en una descalificación y demonización de las prácticas y los agentes que encarnan un acervo cultural alternativo a la ortodoxia cristiana. El mecanismo de naturalizar las yerbas desentrañando las posibilidades e imposibilidades del orden natural, junto a la estigmatización de los agentes y las prácticas propias de la religiosidad indígena bajo la categoría de hechicería, forma parte de una lucha por la imposición del sentido en la que médicos y filósofos naturales tuvieron un rol considerable. Este dispositivo de naturali- zación discutía los efectos de las plantas psicotrópicas que, según Cárdenas, el “vulgo” podría asociar al universo sobrenatural. Justamente, Cárdenas apuntó a delimitarlos dentro del orden de la causalidad natural, como también a iden- tificar el umbral de separación entre el orden natural y el preternatural. Así, lo interesante de su escrito es que, al delinear un sentido legítimo y uno ilegítimo acerca de la relación de los hombres y mujeres con las plantas psicotrópicas, nos da una muestra de las tensiones culturales propias del mundo colonial. La descalificación y estigmatización de las prácticas y saberes indígenas, con base

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 32 26/01/15 10:37 en la filosofía natural renacentista, era parte del mecanismo de legitimización de

la Iglesia con respecto al monopolio del contacto con el universo sobrenatural Álvarez

y, conjuntamente, del saber/poder de los médicos renacentistas en relación con Matías el mundo natural. Asimismo, las analogías a las que Cárdenas recurre para comprender el uso de las yerbas en el contexto colonial novohispano se corresponden con el acervo cultural del cual se nutrió el discurso demonológico cristiano. Por un lado, Cár- denas introduce el tema de los ungüentos de las brujas y, por otro lado, en una parte distinta del mismo capítulo, añade el caso de las antiguas idolatrías paganas. Citamos ambos asuntos: Hay yerbas tan por extremo frías que con su demasiada frialdad cau- san un sueño profundo, en el cual se representan a la imaginación cien mil especies de cosas diferentes. Esto natural es al medicamento frigidísimo hacerlo, pero que mediante la yerba se hagan las brujas invisibles y que se vayan en un momento por todo el mundo y que penetren los cuerpos y tornen a volver al lugar do salieron, todo esto se ha de presumir antes ser por arte del demonio que por virtud que haya en la yerba. […] También cuando leemos u oímos decir que las Sibilas y los sacer- dotes de Apolo, Júpiter y Diana se volvían furiosos cuando querían dar la respuesta de sus dioses, debe ser que se volvían furiosos con alguna fortísima yerba de estas que el demonio les mandaba tomar y vueltos furiosos con ella, perdían el miedo y venía el demonio y decía la respuesta. (273, 276)

El esquema explicativo se utiliza tanto para los antiguos cultos paganos como para el contemporáneo fenómeno de la brujería europea. Además, den- tro de la misma sección del escrito, Cárdenas emplea también este esquema refiriéndose a los antiguos sacerdotes indígenas: “Los indios sacerdotes de esta tierra, para haber de consultar al demonio, usaban primero: tomar el humo del paciente más fuerte que hallar podían; y así se los mandaba el demonio y era para que más presto se embriagasen y perdiesen el miedo con la embria- guez” (276). Recurriendo a diferentes elementos negativos de su propio acervo cultu- ral, Cárdenas representa las prácticas y creencias asociadas al uso de plantas psicotrópicas como actos que se conjugan con el universo demoniaco. Discute las hechicerías en cuanto prácticas que no pueden lograr lo que buscan, al

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 33 26/01/15 10:37 menos por virtud natural de las yerbas. El fin de esta operación es descifrar los engaños del demonio en el Nuevo Mundo, descalificando, bajo la categoría de hechicería, las formas propiamente indígenas de apropiación de las plantas y rescatando el buen uso medicinal de las yerbas para la farmacopea renacentista. Este contraste entre un “mal uso” y un “buen uso” de las plantas hace del demonio un “médico sutil” que, mediante sus engaños y su conocimiento de la naturaleza, puede doblegar los cuerpos10. Así, un uso legítimo de las yerbas estaría mediado por la medicina profesional, puesto que implicaría utilizar la naturaleza para sanar el cuerpo, tal como lo dispuso la divinidad11. La contra- cara de esta ecuación son los engaños de los hechiceros indígenas inspirados y guiados por Satanás.

Palabras finales

Por lo visto, y siguiendo los argumentos de Laura de Mello e Souza, se puede

Las plantas psicotrópicas Cárdenas. Juan obra de americanas de la España, en Nueva 1591 pensar que la literatura demonológica y los tratados antisupersticiosos cristianos se expandieron más allá de las obras dedicadas a la persecución de la brujería y, como parte de la formación de muchos viajeros de la modernidad, alcanzaron también otro tipo de escritos (Mello, Inferno 23). La emergencia de un Nuevo Mundo, a la vez que engrandeció el sentido de lo maravilloso, por su riqueza natural y en un sentido edénico, sirvió como un horizonte para el desarrollo original de elementos de los discursos demonológicos en un contexto cultural y natural inédito. Este parecería ser el caso de Juan de Cárdenas, quien, al observar la naturaleza americana, resultó asombrado por sus radicales originalidades y potencialidades, al mismo tiempo que, basado en la teoría médica propia de su época, formuló una delimitación de los diferentes órdenes de lo posible en

10 Esta expresión corresponde al trabajo de Michel Foucault, quien argumenta que la medicina del siglo xvi no se libera de la presencia demoniaca, sino que más bien la sitúa en la vecindad del alma, en la región de contacto con el cuerpo, en los órganos del sentido, donde el diablo puede manipular la naturaleza para confundir y engañar (19). Sobre la concepción del cuerpo como esfera de acción de los poderes demoniacos, véase también la investigación de Muchembled (89). 11 Tal como lo menciona Cárdenas: “puso Dios virtud en las yerbas y cosas de la tierra para con- servarse el hombre y librarse de las enfermedades” (268).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 34 26/01/15 10:37 relación con las plantas psicotrópicas americanas. El aporte médico en la lucha

por la colonización de lo sobrenatural indígena-colonial se hace patente en el Álvarez

capítulo analizado. En este sentido, el escrito de Cárdenas puede ser interpre- Matías tado como un ejemplo de colaboración entre la medicina y la teología en su intento de aprehensión de la novedad natural y cultural americana.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 36 26/01/15 10:37 FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 37 26/01/15 10:37 “Si se hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad: la acción de la justicia frente a la amenaza de la viruela en la frontera sur de Chile, 1785 “If we do Like Here it Would be Extinguished Everywhere”. Conflicts, Tensions and Authority: The Action of Justice Faced with the Threat of Smallpox in Chile’s Southern Border, 1785

Recibido: 14 de enero de 2014 Daniel Moreno Bazaes Aceptado: 18 de julio de 2014 Universidad de Cantabria, España [email protected]

➻ Resumen

El 22 de enero de 1785, después de 32 políticos sindicados como rebeldes eran días de navegación, el navío de guerra parte del contingente de desterrados a San Pedro Alcántara, de la Real Armada, bordo del navío. Pero la manifestación logró fondear en las costas de la ciudad de una epidemia de viruelas presagiaba de Concepción, en la frontera sur de complejas relaciones políticas y las Chile, con algunos inconvenientes. Fer- más horrendas experiencias. La ame- nando Túpac Amaru y veinticuatro reos naza de la plaga y lo significativo de

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 38 26/01/15 10:37 sus prisioneros evidenciaron una serie progresivamente, se fueron desarrollando de tensiones y fisuras en el seno de la en las fronteras de lo protocolar. Fue un administración colonial en una ciudad conflicto jurisdiccional que solo sería re- fronteriza. Sin embargo, los intentos po- suelto por el máximo tribunal de Chile, líticos por asegurar el orden y la paz, la de Santiago.

Palabras clave: Conflictos, costumbre, justicia, plaga, Túpac Amaru.

➻ Abstract

On January 22th of 1785, after thirty two painful experiences. The threat of the days at sea, the Spanish Royal Navy ship disease and the significance of his San Pedro Alcántara, managed to dock prisoners, brought to light a series of off the coast of the Concepción city, in tensions and cracks within the ad- the south Chileans borders, not without ministration of the colonial power, in a difficulties. Fernando Túpac Amaru and border town. But attempts to political to twenty-five political prisoners accused ensure order and peace, were progres- as participants of the rebellion, they sively has developed on the borders were part of the contingent of outcasts of this protocol, less interesting juris- aboard the ship. The smallpox outbreak dictional conflict that would be only on board presaged complex political re- decided by the highest court of Chile, lationships and the most horrific and the Royal Audience of Santiago.

Keywords: Conflicts, custom, justice, plague, Túpac Amaru.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 39 26/01/15 10:37 Introducción

a mañana del día 22 de enero del año de 1785, el navío San Pedro Alcántara de la Real Armada lograba fondear en las costas L de la ciudad de Concepción, en la frontera sur de Chile (anh, cg 967)1. Pero su arribo no estaría exento de inconvenientes. Luego de un extenso viaje desde el puerto del Callao, junto al desterrado Fernando Túpac Amaru, hijo menor del rebelde José Gabriel Condorcanqui, y otros veinticuatro sujetos sindicados como familiares y cóm- plices de las sublevaciones, un sigiloso enemigo comenzaba a manifestarse en el interior del navío2. A bordo se encontraba uno de los males más terribles entre los que azotaron a las gentes de mar: la peste de viruelas (Amar; Gil; González; Rubín; Tissot). La presencia de la plaga comenzaría a provocar un estado de angustia y preocupación entre los tripulantes, pasajeros y autorida- des que estaban a bordo del navío, no solo por el inminente retraso en las i s S

“ e hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad gestiones, sino por las trágicas y dolorosas experiencias devenidas de aquella enfermedad. Al momento de fondear, en su interior yacían desconsolados 56 infelices atacados por la plaga. Junto a ellos se encontraron algunos fallecidos por las mismas circunstancias, y la situación iría empeorando progresivamente (Amodio; Moscoso; Ramírez). No obstante, la noticia de lo ocurrido a bordo se reproduciría rápida- mente, con lo que se gestaría un complejo estado de inseguridad y tensión en las esferas políticas y sociales. La amenaza de una posible propagación sobre el puerto y la ciudad y el inminente contagio en el resto del obispado significarían importantes alteraciones en el orden social y político. Además, podrían provocar drásticos cambios en el desarrollo del comercio y la economía regional (León, “Entre la alegría”; León, “La historia”; León, “Mestizos”; León, “Parlamentos”). Ante esta situación, y tras las solicitudes expuestas por parte de las autoridades navieras, Ambrosio Higgins de Vallenar, general de la frontera, inició una

1 Esta investigación se ha desarrollado en el contexto del proyecto de investigación fondecyt Regular N.° 1130211: “Formas de conciliación y mecanismos informales de resolución de conflictos en Chile, 1750-1850”. 2 Respecto a esta problemática, véanse los trabajos de David Cahill, Gustavo Faverón y Scarlett O’Phelan.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 40 26/01/15 10:37 serie de diligencias para dar una rápida y pacífica solución a este drama, acciones que desde un comienzo se desarrollaron a través del diálogo y la negociación.

Y aunque estas negociaciones se dieron en las fronteras de lo protocolar, no Moreno Bazaes estuvieron exentas de asperezas y tensiones3. La orden emitida por el corre- gidor de la ciudad de Concepción, don Andrés de Alcázar, advertía que el Daniel acuerdo celebrado entre las autoridades de la frontera y el capitán del navío infestado se había producido en contextos privados y no públicos, puesto que incumbía de igual forma al gobierno del puerto y frontera como al gobierno de la ciudad. Por este motivo, y apelando a la “fuerza de la costumbre”, mandaba interrumpir cualquier tipo de ayuda solicitada por las autoridades navieras, salvo las necesarias para desplazarse al puerto de Valparaíso (Castillo). Como resultado de la manifestación de la plaga a bordo del San Pe- dro Alcántara, una confrontación política comenzaba a gestarse. Una serie de negociaciones interrumpidas fueron el escenario de tensos diálogos y osadas estrategias entre las facciones de poder, prácticas que oscilaron entre las presiones y las resistencias y que develaron aspectos relevantes sobre las determinaciones que tomó la “autoridad” en una región fronteriza, tanto desde el punto de vista territorial como desde el punto de vista de las tolerancias e intolerancias con respecto a los tripulantes de la embarcación. Las prácticas políticas desplegadas por las autoridades empezaron a adoptar un carácter cada vez más difuso. Los intentos por restaurar la paz y restablecer el bien público se vieron dificultados y, en ocasiones, normados por maniobras al margen de la legalidad4. Así, la desobediencia, la resistencia y la amenaza adoptaron una interesante dinámica en las líneas de una microfísica del poder (Foucault). Pero al mismo tiempo fueron parte de una práctica política ambigua, que convergió con moviliza- ciones militares, fugas y resistencias populares, las que incluso terminaron con violentos enfrentamientos entre algunos sectores populares y agentes judiciales. Estas prácticas, al límite de la tolerancia, daban cuenta de la vorágine que

3 El concepto de frontera se presenta como parte de un universo cultural, un espacio de tránsito, instancias y desplazamientos desde el cual profundizar en las estructuras sociales, culturales y conductuales (Lisón; Olmos). 4 “Durante la Edad Moderna la ‘paz común’ era un patrimonio colectivo, y más que una realidad factual, una aspiración, una meta política e institucional, pero también social, comunitaria, puesto que la vida cotidiana era una continua búsqueda del orden común que se impusiera a los roces y pequeños conflictos de cada día, particularmente en los vecindarios cortos de los barrios urbanos o de las comunidades rurales” (Mantecón, “La acción” 359).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 41 26/01/15 10:37 significó el ejercicio de la autoridad y, además, de las nociones que recayeron sobre ella en un territorio fronterizo. De este modo, el siguiente artículo pretende reflexionar, desde una mirada cultural, acerca de las nociones sobre la autoridad en un escenario de tensión y conflicto entre los sectores políticos, populares y administrativos, es decir, profundizar en aquellos horizontes, soslayando el problema de la rigidez cultural (Chartier; Darton)5. Por este motivo, a través de un análisis interpretativo y bajo un enfoque microhistórico, se pretende visualizar una serie de elementos referentes a la variabilidad y el comportamiento de las relaciones de poder en situaciones límites (Geertz; Ginzburg, “Microhistoria”; Ginzburg, “Señales”; Ginzburg, Mitos; Levi, “Microhistoria”; Levi, “Sobre la microhistoria”). Se trata de observar pequeñas huellas e indicios, y “medir el peso y amplitud” de aquellos elementos simbólicos y de las relaciones que es posible observar en los diversos espacios y contextos (Dosse; Ginzburg, El hilo; Ginzburg, “Señales”; Iggers). En consecuencia, más allá de presentar una mirada local sobre la manifestación de la plaga de viruelas, el presente estudio se configura como una instancia para confrontar estructuras, mecanismos y nociones polarizadas respecto al i s S

“ e hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad ejercicio de la autoridad, es decir, como una comprensión más profunda sobre la disciplina y el control social en contextos administrativos desplegados en una ciudad fronteriza durante las últimas décadas del siglo xviii (Mantecón, “Formas”).

Antecedentes de un conflicto

Por “considerarlos perjudiciales en este [reino] y capaces de levantar otra re- belión” (agi, l 9, f. 10 v.), el virrey del Perú, don Agustín de Jáuregui, en cumplimiento de la real orden emitida por Teodoro de la Croix, daba instruc- ción de arresto y destierro de todo aquel que fuese sindicado como familiar o cómplice de la rebelde familia Túpac Amaru (agi, l 9, f. 10 r.)6. Esta fue

5 Esta investigación expone el concepto de cultura a partir de los fundamentos teóricos y metodológicos planteados por Clifford Geertz. 6 Según esta orden, emitida el día 13 de noviembre de 1783, existía la necesidad de “sacarlos del reino para extinguir enteramente de él semejante apellido que tantos daños le ha causado. Pero

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 42 26/01/15 10:37 una representación del poder político que se gestaba en nombre del orden y a través de una serie de procedimientos judiciales desplegados en el valle de

Vilcabamba y en otros parajes. Como resultado, 69 individuos fueron condu- Moreno Bazaes cidos en calidad de desterrados a bordo de la fragata El Peruano y del navío Daniel de guerra San Pedro Alcántara (agi, l 90, f. 657 r.)7. Pero en un acto de violencia, y que además rompía con cualquier tipo de diálogo y negociación que se hubiese desarrollado entre los rebeldes y la Corona (Bourdieu; Hobsbawm), don Agustín de Jáuregui incluía entre los desterrados del reino a Fernando Condorcanqui, hijo menor del rebelde José Gabriel Túpac Amaru, quien hasta ese momento recibía educación cristiana en el Colegio de los Naturales8. En este escenario, el embarque de Fernando Túpac Amaru en calidad de reo asumía un carácter altamente politizado, era una manifestación de la autoridad real a través de la imposición del orden y el desarraigo. Este designio, mientras extinguía el “inicuo apellido” de aquel reino, se erguía como una representación del poder regio; se daba por “cumplida la voluntad del soberano en todas sus partes” (agi, l 9, f. 10 v.). Dadas estas circunstancias, el día 14 de abril de aquel año, comenzaba el traslado de los reos de Estado hacia el puerto de Cádiz (Gay). Sin embargo, mientras la flota navegaba en dirección al Cabo de Hornos y a la altura de la isla de Chiloé, el capitán del navío San Pedro Alcántara, don Manuel Fernández de Bedoya, debido a una serie de desperfectos en el bajel, decidió arribar de forma urgente al puerto de Concepción (agi, l 89, ff. 652 r.-654 r.). Pero tras fondear en la ensenada de la isla de la Quiriquina, durante la mañana del 20 de junio de aquel año, el comandante del navío resolvió pasar al puerto de Talcahuano para desembarcar la pólvora y depositarla en el fuerte de Gálvez. En efecto, el comandante Fernández de Bedoya decidió desembarcar a los reos

la permanencia de los sujetos que llevan este apellido, tal vez sus descendientes degenerando este justo deber intentarán pretensiones nada conformes según las ideas que tengan o sugieran un mal intencionado”. Por esto, el virrey del Perú, junto al visitador general, procedían a remitir a España a todos los sujetos de esta familia que se hallaban avecindados en el valle de Vilcabamba, así como también a los que se hallasen en cualquier otro paraje y que se titularan Túpac Amaru (agi, l 37, ff. 187 r.-187 v.). Para referencias sobre lo acontecido con Diego Túpac Amaru, su madre y demás, consúltese agi (l 42; l 1045-1046). 7 Hasta la segunda salida del puerto del Callao con destino a Concepción, un total de dieciséis individuos familiares de Túpac Amaru habían fallecido a bordo del San Pedro Alcántara. 8 Acusaba recibo de la real orden de 10 de junio de 1783, sobre la continuación de la educación cristiana de Fernando Túpac Amaru, no obstante lo dispuesto por la real orden de 9 de enero pasado; daba cuenta de su arresto y que iría en los primeros navíos.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 43 26/01/15 10:37 “a fin de reconocer el estado del buque, determinar si se podía reparar allí, o transportarse hasta el Callao” (agi, l 56, f. 481 r.). No obstante, debido a la delicada naturaleza de las disposiciones, don Juan Baptista de la Rueda, comandante de aquella plaza, advertía a las autori- dades locales que las gestiones debían realizarse con un piquete de tierra dada la escasez a bordo del navío. Por este motivo, el general de la frontera, don Ambrosio Higgins de Vallenar iniciaba las movilizaciones militares pertinentes. Hizo marchar “dos destacamentos para ese destino, uno de infantería y otro de dragones”, y advirtió a las autoridades navieras “la obligación de resguardar el desembarco de la familia de Túpac Amaru y otros reos de Estado” (agi, l 56, f. 482 r.). La urgencia con la cual se ejecutaron las movilizaciones militares comen- zaba a develar una serie de preocupaciones en la región. Según el gobierno de la frontera, las disposiciones cumplidas por el comandante Bedoya se presen- taban como hechos gravísimos y perjudiciales, lo que desembocó, incluso, en acusaciones formales contra las autoridades navieras responsables. Pero aquellos alegatos se fundaban en las posibles consecuencias que podía acarrear “semejante i s S

“ e hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad revolución en un país casi circundado de indios infieles, constantemente adictos a alborotos y novedades mandados por caciques atrevidos y otros caudillos de profunda cavilosidad” (agi, l 56, f. 482 r.). De acuerdo con las autoridades, en aquella plaza no había puesto seguro “y libre de la comunicación de mestizos y aun indios jornaleros de las tierras” (agi, l 56, f. 483 r.). Por este motivo, era necesario extremar las condiciones de seguridad, ya que “podría llegar el caso desgraciado de escaparse alguno de los principales, especialmente ese jovencito hijo de José Gabriel Túpac Amaru, tomando asilo entre estos indios de Chile, y resultar consecuencias muy fatales, al servicio del rey, descomponiendo la tranquilidad y buena subordinación” (agi, l 56, f. 483 r.). El temor a una posible comunicación entre los naturales, los mestizos y los Túpac Amaru era originado por un proceso gradual de ingobernabilidad producto del incremento del bandidaje, el despliegue de la insubordinación y la incipiente ola de violencia interpersonal. La frontera se articulaba como una sociedad a la que poco le importaba el Estado de derecho monárquico y el admapu (derecho consuetudinario mapuche), como un espacio tosco e independiente, poblado por hombres y mujeres que rehusaban someterse a las autoridades (León, “Parlamentos” 93). Entonces, una posible sublevación local podía atentar contra las redes comerciales desplegadas en la región. Pero, a

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 44 26/01/15 10:37 su vez, el deterioro del comercio significaría el declive del control político y económico.

Las posibles arremetidas de los grupos marginales y, sobre todo, del estado Moreno Bazaes mapuche constituían una de las grandes amenazas para la consolidación del poder en la región. Esto se debió fundamentalmente a que la sociedad mestiza Daniel se desarrolló al margen de la institucionalidad, reproduciendo sus propios có- digos y formas de sociabilidad. La vida en la frontera significaba un tránsito constante entre el incipiente comercio, las fechorías de los grupos marginales y los intentos de las autoridades por controlar no solo a los sujetos, sino tam- bién las rutas de comunicación y comercio, ya que muchos de ellos entraban a comerciar, otros a jugar, la mayoría a cometer las peores tropelías. A simple vista, era evidente que la construcción del espacio público y el desarrollo de la gobernabilidad en la frontera sur del Bío Bío no tenían por principal obstáculo la resistencia militar de los mapuches, sino la obstinada voluntad de los mestizos fronterizos (León, “Entre la alegría” 292). Ante esto, Ambrosio Higgins no solo desistía del propósito de desem- barcar en Concepción a los rebeldes del Perú, sino que además, a través de las gestiones militares y políticas desplegadas en el puerto, intentó evitar cualquier trato o conversación entre los reos y los naturales, “sin excepcionarse en la orden a este fin ni aun los mismos españoles de estas provincias” (agi, l 56, f. 482 r.). Sin embargo, tras las diligencias hechas por las autoridades locales y los intentos por reparar el navío, durante el mes de agosto de aquel año el San Pedro Alcántara, por decisión del propio comandante Bedoya, regresaba al puerto del Callao. Pero aquellas maniobras ejecutadas sin la aprobación virreinal, sumadas a los alegatos de don Ambrosio Higgins, dejarían al descubierto la severidad protocolar en contextos administrativos. Al momento de arribar al puerto del Callao, las autoridades virreinales hacían efectivo el arresto del comandante Bedoya, a bordo del propio buque, mientras se iniciaban las averiguaciones para medir las responsabilidades en estos hechos (agi, l 89, f. 652 r.).

Un cargamento de miedos y desolación

Tras haber sido designado como nuevo capitán del San Pedro Alcántara, el día 20 de diciembre del año de 1784 don Manuel de Eguía izaba las velas en el

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 45 26/01/15 10:37 puerto del Callao para retomar las diligencias dispuestas a su cargo. Y luego de 32 días de navegación, la mañana del día 22 de enero del año de 1785, el navío de la Real Armada regresaba a las costas de Talcahuano. Pero este arribo no estuvo exento de inconvenientes. A los siete días de haber zarpado del puerto del Callao con rumbo al puerto de Cádiz, comenzó a manifestarse uno de los más temidos males. Pe- queñas pústulas asomadas en el cuerpo de un par de tripulantes significaron que un comensal más o menos común y más o menos temido se había colado a bordo de la embarcación al momento de partir del puerto virreinal. Estas señales, sin duda, presagiaban las más horrendas y dolorosas experiencias: las viruelas hacían su aparición sigilosamente a bordo del San Pedro Alcántara, instaurando la inseguridad y el temor, y dejando en su primera manifestación un hombre fallecido y otro que había logrado escapar con “felicidad”. Pero la situación a bordo comenzaría a agravarse de manera tal que, al fondear en las costas de Talcahuano, la “plaga” se había diseminado en gran parte de la tripulación. A consecuencia de ello, el número de infestados había ascendido a 56 virolentos, además de otros 20 tripulantes afectados de otras i s S

“ e hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad “calenturas malignas” (Piquer). Ante tales circunstancias, la plaga comenzaría a provocar estragos y angustia entre los navegantes y, con ello, dolor y su- frimiento. A los desgraciados solían aparecerles algunas inflamaciones en los ojos, la respiración se les aceleraba y, a medida que se les quitaba el sudor, les quedaba un quejido que por lo general les duraba muchas horas (Fernández 4). Pero, además, una serie de ideas rondaban entre los tripulantes. Estos pensaban que el solo hecho de inhalar la hediondez y putrefacción de las deyecciones ventrales podría causar su contagio, por lo que la inquie- tud y la ansiedad por parte de los navegantes eran el reflejo de la angustia e inseguridad (Delumeau 30). Así, los miedos a un posible contagio veían su justificación en los cuerpos demacrados y en el oculto espectáculo que brin- daban los infestados a la espera de alguna ayuda o de un “buen morir” (Lara; Lugo; Vargas y Cogollos). Se trataba de una terrible amenaza para quienes se encontraban en el interior del barco, pero también para todos los habitantes la ciudad de Concepción. Los rostros ocultos a bordo del navío y el silencio de la distancia no hacían más que revivir los más profundos temores que ame- nazaban a los puertos y ciudades, no solo por el daño que podría causar la enfermedad sobre los cuerpos, sino por su capacidad de destruir el desarrollo, la continuidad y la articulación del comercio, de la política y de los intereses eclesiásticos de la región.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 46 26/01/15 10:37 Ante este escenario, comenzaron a desarrollarse las solicitudes protocola- res de costumbre, instancias de diálogo y negociación que se constituían como

el medio más efectivo para cortar con los horribles estragos de la plaga y, así, Moreno Bazaes poder continuar el viaje hacia España. En una primera solicitud, las autoridades navieras informaron sobre el Daniel alto número de infestados, por lo que esperaban la inmediata habilitación de un paraje para la atención y la subsistencia de los enfermos. Pero, además, don Manuel de Eguía manifestaba la urgente necesidad de ser auxiliado, por lo menos, con cincuenta hombres, de preferencia europeos que pudiesen subir a bordo, y especificaba que aquellas gestiones debían comenzar inmediatamente a efectos de no atrasar la comisión real. Igualmente, expresó que se debían tomar las precauciones necesarias para evitar una posible deserción, para lo cual pidió poner algunas partidas volantes de caballerías en la playa y los sitios que fuesen estratégicos, y que si algún tripulante sin licencia para desembarcar era capturado en tierra, debía recibir veinte azotes (anh, cg 967, of. 1). Finalmen- te, fue solicitada una habilitación para dejar bajar a los oficiales que venían a bordo y al capellán don Ramón Sepúlveda (anh, cg 967, of. 1; anh, cg 967, of. 3, ff. 178 r.-179 v.)9. Pero en respuesta a las solicitudes emitidas por las autoridades navieras, el general de la frontera, don Ambrosio Higgins, se vio en la obligación de convocar una junta con los miembros del cuerpo militar, del Ministerio de Hacienda Real y del Comercio, para acordar la asistencia del navío infestado y el resguardo de las gentes de tierra (anh, cg 967, of. 3, f. 182 r.). Efectivamente, se constituyó aquella junta, y el gobierno local hizo efec- tivo el deber de obediencia a los mandatos de las autoridades virreinales. En ella se verificaron y se discutieron las posibles consecuencias que podrían pro- vocar el contagio y la propagación de la plaga sobre la ciudad y el obispado, considerando que “hace más de un siglo no había tenido lugar la introducción de algún accidente” y que todos los habitantes del obispado se encontraban expuestos al riesgo del contagio y a una posterior desolación, por lo que se planteó la imposibilidad de depositar a los enfermos en algún lugar del conti- nente a menos que fuera en la isla de la Quiriquina (anh, cg 967, of. 2). Pero asimismo se expuso que no era posible reclutar a los europeos que se exigían

9 Entre los presos que llevaba a bordo el navío, se encontraba Fernando Túpac Amaru. En relación con esto, véanse las cartas n.º 52 y n.o 122 de Teodoro de Croix, virrey de Perú, a José de Gálvez, secretario de Indias (agi, l 56; agi, l 90).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 47 26/01/15 10:37 para el reemplazo de la tripulación, aludiendo a que la gran mayoría de los individuos se habían “ocultado” al arribo del navío. De este modo, la junta resolvió dejar a los enfermos en la referida isla, pero advirtió que era fundamental cortar la comunicación entre el navío y la gente de tierra durante la cuarentena, ya que las condiciones de la tripulación eran cada vez más deplorables y el riesgo de contagio era aún mayor. Por este motivo, recomendó la opción de que la nave regresara al puerto de Valparaí- so, donde los afectados podrían encontrar ayuda en el Hospital del Rey, y en donde sería posible suplir a la tripulación fallecida, para que posteriormente se reintegrara a las funciones en Talcahuano y la embarcación prosiguiera su viaje a España. Pues, de lo contrario, se arriesgaban a la considerable desolación de los habitantes del obispado (anh, cg 967, f. 183 r.). Tras aquellas resoluciones, don Manuel de Eguía expresó que el arribo a la isla y la permanencia en ella perjudicarían de sobremanera la empresa naviera, ya que retrasarían las comisiones a Europa, y en estas circunstancias, los responsables del retraso serían las autoridades de la ciudad (anh, cg 967, of. 5). Por esto, de forma “amenazante”, mencionaba la importancia de dicha i s S

“ e hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad empresa para los intereses reales, y que si llegaba a atrasarse, no podría pasar por el Cabo de Hornos en periodo estival, lo que posiblemente originaría las “más malas y funestas consecuencias”. Y a esto agregaba que él quedaría sin la menor responsabilidad por dichos retrasos. No obstante, el comandante Eguía decidió mantenerse en medio de la bahía de la Quiriquina hasta recibir una nueva y definitiva resolución por parte de las autoridades anh( , cg 967, f. 187 r.). Un acto de resistencia y la presión política comenzaban a manifestarse en las costas de Talcahuano. Debido a lo anterior, el comandante Eguía convocó a una junta de guerra y marina para evaluar las disposiciones dadas por el gobierno de la frontera. En ella se examinaron los antecedentes y, tras una serie de interven- ciones y recomendaciones de los oficiales que estaban a bordo del navío, las providencias ofrecidas por las autoridades de la frontera fueron aceptadas. En esta negociación se estipuló la transferencia del navío al fondeadero de la isla de la Quiriquina, además del suministro de víveres e insumos necesarios, para evitar el roce con la gente de Talcahuano en tanto fuera posible, y se reiteró la necesidad de poner cuatro o cinco hombres en el sitio de Tumbes para vigilar la zona y, así, impedir la deserción y fuga de los marineros hacia el continente (anh, cg 967, ff. 188 r.-189 r.).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 48 26/01/15 10:37 Aparentemente, aquella negociación llegó a su fin y, aunque no estuvo exenta de prácticas extraprotocolares, el orden público se buscó a través del pacto

y el diálogo. Pero mientras las diligencias comenzaban a ejecutarse, el general Moreno Bazaes de frontera, don Ambrosio Higgins, informó a don Manuel de Eguía sobre una delicada situación que se estaba desarrollando en la ciudad de La Concepción. Daniel En su comunicado, advirtió sobre el hallazgo de una orden de gobierno publicada por el de la ciudad, don Andrés de Alcázar, que “mandaba a detener todo progreso de las providencias anteriormente acordadas” (anh, cg 967, of. 4). Este hecho marcaría un punto de fricción en las relaciones políticas, con lo que se gestaría un interesante conflicto jurisdiccional.

La justa consternación

Ante la gran consternación que sintieron los habitantes de la ciudad de Con- cepción al enterarse de lo sucedido a bordo del navío San Pedro Alcántara y a poco de iniciarse las negociaciones entre el capitán del navío y las autori- dades de la frontera, el corregidor de la ciudad, don Andrés de Alcázar, con la intención de prevenir las funestas consecuencias que podría provocar la permanencia del navío en el puerto de Talcahuano, decidió realizar una junta extraordinaria del . Durante ese mismo día, citó a los vecinos, al clero secular y eclesiástico, a los ministros de la Real Hacienda, a los comandantes de cuerpos militares del vecindario, al comercio y al licenciado don Mariano Pérez de Saravia, abogado de la Real Audiencia, en calidad de asesor (anh, cg 967, ff. 200 r.-200 v.), para discutir la situación del navío y revisar las so- licitudes y ayudas efectuadas por el general de la frontera. En términos jurisdiccionales, se consideraba que las gestiones realizadas por el corregidor estaban dentro de los límites de la “prudencia”, como el espíritu de las demás virtudes morales (Fortea), por lo que su intervención se ajustaba a la “ley” y a la “fuerza de la costumbre”; la conciencia permitiría al corregidor obrar de acuerdo con la ley natural, la divina y la humana, mien- tras la sabiduría le proporcionaría la discreción y el conocimiento preciso para gobernar la república y administrar correctamente la justicia (Castillo). Según el corregidor Alcázar, la amenaza de la plaga era una cuestión pública que involucraba a todos los estamentos de la sociedad, pero los arbitrios

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 49 26/01/15 10:37 dados por Ambrosio Higgins se habían establecido en un contexto “privado”; la junta celebrada por él, en donde se resolvió dar socorro y providencias al navío infestado, se había desarrollado en la propia casa del gobernador de la frontera, cuando era un hecho que incumbía de igual forma a la ciudad y al gobierno del puerto y frontera. Por este motivo, la “población” se manifestó en contra de ello. Los asistentes a la junta exclamaron que la consternación del puerto de Talcahuano, de la ciudad y de todo el obispado se debía a que el navío se hallaba a 6 leguas de Concepción y a solo 3 leguas del puerto de Talcahuano; ante cualquier variación del viento norte se podrían transmitir por la atmósfera algunas columnas, globos o “turbiones” de ovas e insectos virolentos, lo que podría afectar considerablemente la estabilidad de todo el obispado (anh, cg 967, f. 201 v.). Pero aquella declaración “pública” no lograba dimensionar la problemática en su totalidad y solo representaba parte del temor y el descon- tento, puesto que la plaga no era el único inconveniente en este caso. Las explicaciones que los contemporáneos le daban a la transmisión de las enfermedades durante el siglo xviii fueron determinantes para gestar y articular un estado de preocupación generalizado entre la población y las autoridades

i s 10 S

“ e hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad de la ciudad . La asociación de los terribles síntomas de la plaga con la forma de vida licenciosa de los marineros, además del contingente desterrado a bordo del barco, influyó para que la junta del cabildo celebrada por don Andrés de Alcázar expusiera su rechazo a las políticas puestas en marcha por Ambrosio Higgins: el miedo y el bien público confluían a un mismo fin. En este escenario, la junta recurrió a elementos tan válidos como la ley. A través de la memoria colectiva, la fuerza de la costumbre hacía valer su au- toridad. Fueron reproducidos una serie de hechos ocurridos con anterioridad, y se acentuó que la “justa providencia” y el “actuar” del cabildo habían logrado evitar las más funestas consecuencias en todo el obispado; fue recordado un hecho sucedido treinta años antes, cuando el navío La Esperanza, comandado por don Juan Bonet, llegó al puerto de Talcahuano con un “accidente de vi- ruelas” en el que solo unos pocos tripulantes del navío habían sido contagiados con la enfermedad. En dicho arribo, la tripulación entera se sometió a una serie de disposicio- nes establecidas por la junta; se practicó una estricta cuarentena en la Canaleta de Tumbes, situada al frente de la isla de la Quiriquina, y allí se albergó a los

10 Para comprender estas problemáticas expuestas por los contemporáneos, véase la obra de Vicente de Lardizábal y William Buchan.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 50 26/01/15 10:37 enfermos, se descargó los caudales y se limpió el navío y todo elemento mate- rial con vinagre. A pesar de ello, después de largo tiempo y de haber tomado

aún más precauciones, se conoció en el puerto de Talcahuano un accidente Moreno Bazaes de viruelas transmitidas, como se decía, por algunos insectos u ovas que, sin duda, se propagaron por el aire o a través del contacto con algún utensilio Daniel de aquella embarcación. Y de no haberse decidido enviar al contagiado a la montaña, donde fue enterrado después de su muerte, hubiese sido inevitable el contagio de otras personas (anh, cg 967, f. 202 r.). También fue recordado por los asistentes de la junta, como una forma de ejercer presión política hacia el gobierno militar y las autoridades del navío, lo sucedido a bordo del barco La Begoña. Este había llegado al puerto de Tal- cahuano con tres accidentados de viruelas y, aunque pasó su cuarentena en la isla de la Quiriquina, el contacto con la vela que les había servido de cobertor a los enfermos provocó la infección de unos habitantes de Talcahuano que fueron trasladados prontamente a la referida isla, donde fallecieron. El recurso a la “costumbre” se estableció como un mecanismo funda- mental entre los asistentes a la junta del cabildo, un recurso justificado por las leyes y en cuyo “uso” no escatimaron para legitimar la autoridad del cabildo. En este contexto, los asistentes a la junta también mencionaron que años antes había llegado al puerto de Talcahuano el navío Fénix, que conducía mercancías desde Valparaíso, y que al arribar se diseminó una enfermedad llamada chava- longos, que azotó a la ciudad de Santiago y luego a Talcahuano y a Concepción (Ferrer). El Fénix no llevaba ningún tripulante enfermo, pero sí se argumentó que había insectos en su interior que infectaron los efectos transportados (anh, cg 967, f. 202 r.). Los temores de la ciudad de Concepción se hacían presentes recordando lo funesto que había sido el accidente de viruelas en todo el obispado. Por esto, las presiones continuaron y se hizo referencia a hechos “muy lejanos”, como el de la epidemia de 1561, cuando se llegó a tomar la determinación de incendiar las casas donde se hallaban los enfermos. Además, se mencionó que hacía cincuenta años, la peste había devastado esos territorios, y que, ochenta años antes, también había causado mucha desolación. Se añadió que, durante estas dos fatales épocas, había aumentado el conflicto con los “enemigos fron- terizos”, que pusieron en posición de combate todos los lances para ejercitar su desleal conducta y, luego de que supieron de las dolencias del obispado, “lo estrecharon hasta la agonía con dos sublevaciones” (anh, cg 967, f. 203 r.).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 51 26/01/15 10:37 Las anteriores referencias respaldaban las resoluciones tomadas por el corregidor Alcázar, y con ello su autoridad política y la capacidad de tomar decisiones en un contexto de crisis y conmoción, pues “es tanta la autoridad de la costumbre, que se le debe reverencia como madre, porque se equipara al derecho natural, y la mayor parte del mundo se gobierna bajo sus costum- bres” (Castillo 427). Según el corregidor, era “justo el recelo” recaído en el San Pedro Alcántara, ya que las inquietudes y conmociones revivían aquellas experiencias; el miedo de ser contagiados por la plaga solo era superado por el temor a ser atacados por los naturales, “los cuales verían una oportunidad de conflicto contra los españoles, como lo intentaron en la última sublevación” (anh, cg 967, f. 203 r.). Desde el plano de las estrategias, la junta comenzaba a constituirse como un espacio en el cual los discursos y las presiones políticas se matizaban con los peores miedos de los sectores dirigentes; el mal ocasionado por la enfermedad podría ser mucho más grave, ya que si lograba esparcirse, se malograrían las cosechas, las gentes aterradas huirían a las montañas, la Iglesia perdería sus rentas decimales, habría escasez de medios de mantenimiento, la ciudad sería i s S

“ e hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad desamparada debido al retiro de sus habitantes a las haciendas de campo, la tropa se arruinaría y, finalmente, las rentas de la Corona y el comercio se destruirían con las faltas de entradas y circulación. Con tales reflexiones, la junta exponía los graves perjuicios que podría traer la permanencia del San Pedro Alcántara en las costas de Talcahuano, el espectáculo más tétrico y desolador para las gentes del reino y la religión (anh, cg 967, ff. 203 v.-204 r.). Las funestas consecuencias no solo afectarían al obis- pado, sino también al propio navío y a su comisión, ya que si esta accedía a la cuarentena, aumentarían los infestados, se perdería el tiempo benigno para cruzar el Cabo de Hornos y peligraría el regreso de la nave a España. Pero si se desistía de ella, los miserables enfermos tendrían toda la asistencia en el hospital de Valparaíso, además de que el barco sería dotado de tripulación, pasaría la cuarentena y podría continuar con la empresa pasando libre por el puerto de Talcahuano. Con estos argumentos, la junta intentaba gestar un acuerdo “pacífico” con las autoridades navieras, pero si el comandante Eguía no aceptaba el pacto, sería responsable de todo el perjuicio que resultase de su comisión. De hecho, en un contexto de presiones y responsabilidades políticas, el corregidor Alcázar hacía alusión a la irresponsabilidad y a la negligencia por parte del coman- dante Eguía. Según su acusación, a los siete días de haber salido del puerto

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 52 26/01/15 10:37 del Callao y con la enfermedad a bordo, el capitán debió haber regresado o haber tomado dirección al puerto de Valparaíso para liberar al obispado de

un terrible y fatal accidente. Moreno Bazaes La junta hacía efectivo el poder que recaía en ella como entidad corpora- tiva, y era el corregidor quien tenía la facultad de representar los intereses de la Daniel ciudad. Así, las acciones políticas llevadas a cabo por Andrés de Alcázar fueron entendidas como la buena gobernación de la ciudad; trató y ordenó las cosas corporativas que tocaban a la policía, la conservación y el buen encaminamiento de los hombres. Por tanto, la ciudad quedaba bajo el cuidado del corregidor, quien tenía la potestad de actuar como un padre frente a las problemáticas que ahí ocurriesen, de establecer el bien común mientras la junta del cabildo repre- sentaba la unión de los ciudadanos, lo que hacía la perfecta ciudad y república (Castillo 302). En este contexto, se acordó acercarse al navío infestado para informarle a su capitán la decisión que había tomado la junta de que debía retirarse al puerto de Valparaíso, en cuyo hospital podría dejar a los enfermos y en donde sería factible conseguir el recambio de gente europea que pedía. Para esta comisión, se nombró al licenciado don Mariano Pérez de Saravia, abogado de la Real Audiencia, y a don Vicente Córdova y Figueroa, regidor del ilustre cabildo de Concepción, como encargados de exhortar al capitán del navío y velar por que se tomasen las disposiciones necesarias para no submi- nistrar los auxilios al San Pedro Alcántara, a excepción de los que precisara para trasladarse a Valparaíso (anh, cg 967, f. 204 r.). A través del exhorto, la ciudad ejercía su derecho y autoridad. Pero, dentro de un contexto que abarcaba presiones políticas, temores e intereses colectivos, comenzó a desarrollarse una nueva estrategia de resistencia política por parte de las autoridades del navío. Los diputados designados para expresarle “urbana y políticamente” la resolución del acuerdo público al comandante del navío San Pedro Alcántara expusieron que el día 26 de enero, cerca de las 10 de la mañana, llegaron en el bote de don Pedro Santos Arguaín al costado del navío, por la parte de estribor, y junto al comandante don Manuel de Eguía le informaron, “de parte de la ciudad”, las funestas consecuencias que con justa razón se preveían de permanecer aquel barco en el fondeadero de la isla de la Quiriquina. Pero tales resoluciones fueron rechazadas inmediatamente por las autori- dades del navío. El comandante Manuel de Eguía manifestó que le era imposible poner en práctica aquel designio porque, según la “certificación de sus ciruja- nos”, hacerse a la mar con sesenta virolentos y dieciocho o veinte afectados por

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 53 26/01/15 10:37 otras enfermedades supondría exponer a toda la tripulación al contagio, lo que sería irreparable incluso en el puerto de Valparaíso. Esta situación obligó a los diputados a cargo del exhorto a regresar a la bahía de Talcahuano sin poder realizar las gestiones dispuestas por la junta (anh, cg 967, ff. 206 r.-207 r.). Después de tal negativa, los diálogos entre las autoridades comenzarían a ten- sionarse de forma más abrupta a partir de la noticia del establecimiento de una enfermería en la isla de la Quiriquina, por lo que las autoridades de la ciudad decidieron tomar precauciones a través de variadas estrategias de vigilancia y control sobre el navío (anh, cg 967, f. 208 r.). Debido a la imposibilidad de expulsar el bajel de las costas de Talcahuano, se resolvió acordonar las costas con tropas militares y compañías milicianas para evitar el comercio y los tratos de las gentes de dicha embarcación con las de tierra. También se ordenó, nuevamente, que nadie recibiese carta ni especie que hubiese sido conducida en la citada nave, “y aquel que en ello incurriese, siendo plebeyo, recaería una pena de doscientos azotes, que se le darían irreme- diablemente en la plaza del puerto, además de ser desterrado por seis meses a las obras públicas del rey” (anh, cg 967, f. 194 v.; Moreno), y siendo de clase i s S

“ e hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad o contando con alguna circunstancia que lo librara, sufriría la prisión de 6 meses y 100 pesos para auxilios de los virolentos. Esta orden se publicó en el puerto de Talcahuano y en el de Penco (anh, cg 967, f. 194 r.). Dadas las continuas negativas de abandonar el fondeadero de la Quiri- quina, el día 26 de enero, el corregidor Alcázar decidió librar una orden escrita con este mismo fin. Para transmitirla, fue designado don Francisco Javier de Manzanos (anh, cg 967, ff. 195 r., 209 v.). Siguiendo aquella orden, tras acer- carse al navío, el comisionado le comunicó a un oficial de guardia que venía de parte de la ciudad a hacerle saber un exhorto al comandante don Manuel de Eguía. Pero en aquel momento, desde el borde del pasamanos, el comandante respondió que no admitía exhortos ni los oía si no venían regulados por el general de la frontera, actitud que Francisco de Manzanos rechazó y en res- puesta a la cual incluso le ofreció dejar el exhorto original para que contestase, pero Eguía tampoco quiso admitirlo, solo respondió que “la ciudad no tenía las facultades” para exhortarlo, por lo que el comisionado mandó largar remos y volver al puerto de Talcahuano (anh, cg 967, ff. 209 v.-210 r.). Debido a aquellas circunstancias, el corregidor Alcázar decidió librar un exhorto a don Ambrosio Higgins y a los señores tesoreros y contadores oficia- les reales, para que ninguno de ellos suministrase ayudas al navío San Pedro Alcántara a menos que fueran para ir a Valparaíso (anh, cg 967, f. 210 r.).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 54 26/01/15 10:37 Pero las gestiones políticas llevadas a cabo por Alcázar se vieron drásticamente perturbadas por una serie de hechos aparentemente politizados en un contexto

de tensiones de autoridad. Moreno Bazaes Tras ser enviado el exhorto al señor contador, el mismo día respondió que “en virtud de su obligación no podía ni debía dejar de suministrar los Daniel auxilios correspondientes al navío a menos que lo precediera una orden del superior Gobierno”, por lo que no podía acatar dicho exhorto; a su vez, el señor tesorero no respondió cosa alguna, según mencionó el escribano Joseph Pérez de Almazán (anh, cg 967, f. 211 r.). Pero un hecho aún más intrigante ocurrió cuando el documento fue llevado a don Ambrosio Higgins. Al llegar al castillo de Gálvez para realizar las gestiones estipuladas, el regidor y alguacil mayor don Felipe de Córdova y Figueroa fue notificado por el sargento mayor don Domingo Álvarez de que su señoría se encontraba en- fermo, por lo que no podría firmar el exhorto. Pero, asumiendo la posibilidad de una recuperación, el encargado de estas diligencias se mantuvo desde las 6:30 de la tarde esperando la salida o mejoría del general de la frontera. Así, alrededor de las 9 de la noche, pasó nuevamente por el palacio y preguntó si don Ambrosio Higgins se había restablecido para poder hacerle firmar el exhorto. Sin embargo, otra vez se le informó que aún seguía enfermo y que debido a esto no podía pasar adelante, motivo por el que Córdova decidió volver a la ciudad (anh, cg 967, f. 212 r.). Pero, al llegar a Concepción, don Felipe de Córdova informó de un hecho bastante irregular sucedido en el castillo de Gálvez. Según el delegado, mientras esperaba la firma del general de la frontera, el sargento mayor Domingo Álvarez le dijo de forma “amenazante” que “si dentro de dos minutos no salían del puerto de Talcahuano los haría poner presos en el castillo de Gálvez” (anh, cg 967, f. 212 v.). Este mismo testimonio fue expresado por don Juan Joseph de Voya y por Domingo Gorostiaga, cada uno de los cuales dijo que el sar- gento Álvarez llamó al cabo de escuadra y que “le dio una orden fatal contra él [Córdova] y su compañero, […] que le oyó proferir sus nombres y apellidos, y que después en el camino de regreso a la ciudad, el comisionado le informó que la orden había sido que si se detenían dos minutos en Talcahuano serían puestos presos” (anh, cg 967, ff. 213 r.-214 r.). Las tensas relaciones entre las autoridades del navío y las de la ciudad dejaron a la vista serias fisuras en el seno de la administración colonial. Una tensión jurisdiccional develaba un difícil equilibrio de poder y, por ende, las distintas y difusas formas que asumió la autoridad en una región fronteriza

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 55 26/01/15 10:37 donde el ejercicio de esta osciló entre las prácticas dialogadas y negociadas, por un lado, y aquellas carentes de todo protocolo, por otro. No obstante, paralelamente a la llegada del navío a las costas de la ciudad y a las gestiones políticas iniciadas por las autoridades, comenzaron a desarrollarse una serie de movilizaciones entre los sectores populares. Incluso, llegaron a producirse actos violentos en nombre del “bien público”, el “orden” y la “paz” en un puerto tan lejano como el de Valparaíso.

Los miedos, las reacciones y la acción de la justicia Los rumores y noticias versaban sobre la posible propagación de la epidemia en la ciudad y proyectaban las más desoladoras y angustiantes imágenes del daño y el castigo; los habitantes veían cómo la malignidad de la plaga se hacía i s S

“ e hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad presente de forma “oculta” y “silenciosa” dentro del navío y a través del enra- recido ambiente gestado por las fuertes tensiones políticas entre las autoridades respectivas. Al ser un foco de incubación de uno de los más terribles y dolorosos males que azotaron a las sociedades coloniales, la imagen del navío solo podía provocar temor y desesperación. Las noticias de lo acaecido en la isla de la Quiriquina se divulgaron rápidamente entre las poblaciones de Concepción, e incluso el rumor llegó a reproducirse en el puerto de Valparaíso, en el marco de la urgencia del reemplazo de la tripulación fallecida e infestada. Pero la velocidad con que se propagaron los rumores en el interior de las poblaciones se constituyó como una señal de alarma y “aviso” entre los sectores subalternos, no solo por la gra- vedad del accidente, sino por las acciones político-militares que comenzarían a gestarse, acciones que oscilaron entre el miedo y la resistencia (anh, cg 967). Los rumores anunciaron que las milicias estaban realizando levas para el reemplazo de la tripulación fallecida e infestada en el San Pedro Alcántara, situación que provocó la desaparición progresiva de los individuos que se en- contraban en las cercanías de los puertos, en las chinganas, en las pulperías y en otros lugares públicos normalmente concurridos, como las calles, plazas y caletas. La mayor parte de ellos optó por esconderse, otros decidieron huir; algunos, por desconocimiento o por el simple afán de afrontar las circunstancias,

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 56 26/01/15 10:37 permanecieron inamovibles, aunque eso significara arriesgarse a ser capturados por las milicias. Pero un hecho excepcional dejaría entrever lo frágil de la au-

toridad en un contexto de crisis y conmoción colectiva. Moreno Bazaes A los pocos días de haber fondeado el navío en Talcahuano, una noche, alrededor de las 2:30 de la madrugada, fueron enviadas por las autoridades de Daniel gobierno dos patrullas de doce hombres cada una, bajo la tutela del teniente Manuel Bazán y del subteniente Joseph Vicente (anh, cg 814). Dichas patrullas tenían claras instrucciones de inspeccionar el lugar y recoger a la mayor canti- dad de hombres europeos y chilenos útiles para el reemplazo de la tripulación diezmada, lo que se llevó a cabo en algunas zonas de Valparaíso, excepto en la zona de El Almendral, a donde ya había sido enviado el ayudante Manuel Navarrete a cumplir las mismas diligencias. En un intento por reclutar la mayor cantidad de sujetos para el reem- plazo de la tripulación, y sin que sus miembros supieran que serían testigos de una sucesión dramática de hechos, la patrulla comandada por el subteniente Joseph Vicente se precipitó al interior de una pulpería que, según la informa- ción entregada anteriormente por las autoridades político-militares, sería un lugar propicio para hallar sujetos que fuesen de utilidad, ya que normalmente este tipo de establecimientos eran regentados por hombres y mujeres de du- dosa reputación y servían de centro de juegos, expendio de alcohol y lugar de prostitución (Carmagnani 71). Tras ingresar a la pulpería, la patrulla halló al amo de la casa junto a otros sujetos y, en un rápido recuento, notó que había alrededor de cinco hombres, a los que el subteniente Joseph Vicente ordenó amarrar inmediatamente. Los individuos no opusieron mayor resistencia a las detenciones, pero al momento en que se intentó capturar al pulpero, este exclamó gritando que “¡Ni Cristo Padre lo amarraría a él!” (anh, cg 814, f. 134 r.). Desde aquel instante, entre los gritos y forcejeos, la situación comenzó a tensarse dramáticamente. El pulpero no había acabado de protestar las detenciones de los otros hombres cuando, posiblemente como un acto de resistencia o preso del miedo y de la angustia, desenvainó una daga y de “forma formidable” arremetió contra el sargento Izasilio Saavedra, a quien le propinó una mortal puñalada que le causó tal herida que sus tripas e intestinos salieron de su cuerpo inme- diatamente (anh, cg 814, f. 134 v.)11. Pero al observar tan cruel y sanguinaria

11 Respecto al miedo y la angustia, Delumeau señala que “es a la vez, temor y deseo […] pero una aprensión demasiado prolongada también puede crear un estado de desorientación y de

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 57 26/01/15 10:37 escena, el alférez que formaba parte de aquella patrulla actuó rápidamente lan- zando una estocada al pulpero, el cual en el mismo instante realizó un rápido movimiento torciendo su espalda como un arco, con lo que logró esquivar el ataque. Aprovechando dicho movimiento y con tal astucia, embistió al alférez y le propinó un piquete mientras solo recibió una herida en la mano izquierda (anh, cg 814, f. 134 v.). Sin embargo, los hechos anteriores fueron el preámbulo de una escena aún más horrenda y dramática. Los presentes fueron testigos de cómo las maniobras llegaban a un punto crítico en el que la violencia y la angustia se convirtieron en factores determinantes de las decisiones y acciones de los individuos. Después de haber recibido la herida en la mano y caer al suelo, el pulpero logró levantarse y, al mirar a su alrededor, “volvió facineroso sobre la tropa, hecho un toro furioso, y conociendo su estado, si llegaba a la tropa podría cometer mil atrocidades” (anh, cg 814, ff. 134 v.-135 r.). A consecuen- cia de ello, el subteniente Joseph Vicente, rápidamente, optó por librarse del pulpero “antes que acabara con todos”, por lo que ordenó a un soldado que hiciera fuego contra la amenaza que constituía el dueño de la casa; en el acto, i s S

“ e hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad el soldado ejecutó la orden, y con “prontitud y acierto” introdujo la bala por el hoyo de la garganta del pulpero, “quedando el sitio sin decir Jesús” (anh, cg 814, f. 135 r.). El violento espectáculo dejó un cuadro adornado por la sangre. Esta, esparcida sobre el suelo, no hacía más que reflejar la resistencia puesta por el pulpero y el agónico dolor del sargento Izasilio Saavedra, quien falleció a las 6 de la tarde del día siguiente, mientras que el alférez herido continuó su recuperación a cargo de un cirujano que veía con buenas esperanzas su alivio. Pero esta no fue la única imagen que dejó el trágico suceso; el silencio de la noche y las innumerables rendijas fueron propicias para que los gritos y for- cejeos, y más aún el ruido del disparo propinado al pulpero, se propagaran. Estos hechos alarmaron a la población, causaron un estado de gran inseguridad y preocupación entre los individuos y desencadenaron “la huida de los pocos que con mucha reserva vivían en algunas casas” (anh, cg 814, f. 135 r.)12. A consecuencia de ello, estos hechos marcarían el fracaso de las gestiones político-militares desplegadas en la ciudad de Valparaíso y la consolidación de

inadaptación, una ceguera afectiva, una proliferación peligrosa de lo imaginario, desencadenar un mecanismo involutivo por la instalación de un clima interior de inseguridad” (30-31). 12 Respecto a esta problemática, puede verse el texto de René Salinas.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 58 26/01/15 10:37 los rumores que recorrían los cerros de la ciudad. Pero, además, la violencia con que actuó el pulpero permite una doble lectura: dimensionó el complejo

escenario que significó embarcarse en aquel navío infestado, y también se Moreno Bazaes presentó como una experiencia popular a la luz de la cual es posible observar la amplitud y el peso que asumió la autoridad en una situación tan crítica Daniel como esta. En efecto, las autoridades informaron a don Ambrosio de Benavides que habían sido recorridos los montes, las quebradas, las caletas y los contornos de la ciudad, pero solo se había logrado capturar a nueve hombres. Estos serían transportados a la mañana siguiente hacia la ciudad de Concepción a cargo del sargento Bartolomé Navarrete, quien estaría escoltado por doce milicianos y cuatro artilleros de la dotación de la ciudad de Valparaíso para evitar la deserción de los reclutados y recoger a todo hombre de la misma clase que se encontrase por los caminos (anh, cg 814, f. 135 v.). Y mientras seguían desarrollándose las movilizaciones militares para el reemplazo de la tripulación fallecida y contagiada en el San Pedro Alcántara, las tensas relaciones entre las autoridades navieras y los representantes de la ciudad continuarían. Pero esta vez los reclamos y quejas del capitán, don Manuel de Eguía, pasaron formalmente a manos del tribunal de la Real Audiencia de Chile. La solicitud de intervención por parte del tribunal le urgía evaluar las “responsabilidades” y las “obligaciones” en tan friccionadas relaciones. Se trataba de un intento de procurar la paz y restituir el orden, ahora en un contexto de mediación y arbitraje judicial. La invocación a la justicia era una clara señal del quiebre en las relaciones políticas; el tenso diálogo llegaba a un punto de ruptura. Y aunque las autoridades del navío informaron, en un documento con fecha de 31 de enero, que la epidemia a bordo se había cortado por completo, la situación distaba mucho de llegar a su término. Al examinar los informes y antecedentes, el tribunal de la Real Audiencia decidió abrir un expediente para evaluar el problema y dictar una resolución definitiva en el asunto; el problema de la plaga quedaba supeditado a la fiscalización de las prácticas y determinaciones políticas, y las gestiones administrativas y la buena gobernación serían evaluadas por el máximo tribunal. Dado el conflicto suscitado por la llegada del San Pedro Alcántara, el fiscal encargado de evaluar las responsabilidades en los hechos mandó reunir los precedentes necesarios de la causa, por lo que inmediatamente ordenó to- mar declaración de lo ocurrido a don Ambrosio Higgins. Este manifestó haber

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 59 26/01/15 10:37 actuado en todo momento con el fin de atajar la internación de tan peligroso contagio, y a través de los antecedentes entregados al fiscal, el comandante de la frontera procuró dejar en claro que cada una de sus gestiones fue dispuesta “al servicio del rey y de la causa pública”. Según declaró: en el curso de estas ocurrencias no podía esperarse de que estuviese tranquilo el fervoroso espíritu del corregidor mucho menos el del li- cenciado Saravia su dignísimo asesor, como vieron ambos ruidosamente el espíritu del pueblo, y la falta de facultades en el puerto, y mares de Talcahuano, fue suplida por los vehementes exhortos que fulminaron sobre el caballero de Eguía. (anh, cg 967, f. 199 r.)

Pero en medio de la descripción de estas gestiones, Ambrosio Higgins expuso un par de irregularidades en el orden administrativo: primero se refirió al “desprecio” con el cual fueron recibidas las notificaciones del corregidor Alcázar, y además señaló que, “con un modo no menos irregular”, había sido exhortado a “que no subministrare auxilio ninguno a un bajel del rey tan encargado en la última orden del señor virrey” (anh, cg 967, f. 199 r.). i s S

“ e hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad Con esta declaración, Ambrosio Higgins justificaba el buen actuar del corregidor, aunque al mismo tiempo lo responsabilizaba de haber desarrolla- do algunas gestiones fuera de los márgenes protocolares dispuestos para estas situaciones. De este modo, debía reconocerse el mérito de un proceso que se había desplegado bajo los términos de la “buena subordinación” y de las aten- ciones que merecen los buques del rey, que a su vez deberían ofrecer la misma hospitalidad. Y en un acto que pretendió dar término pacífico al juicio y que manifestaba un interesante manejo político de la situación, Higgins expresó que podría elevar quejas formales, “en nombre de Gobierno político”, contra el comandante Eguía, pero que esto dilataría en exceso las diligencias judiciales y, teniendo en cuenta las tantas circunstancias que aún debían desenvolverse, no se podía caer “en estas ridiculeces” (anh, cg 967, f. 199 r.). Tras esta declaración y la revisión detallada de cada maniobra hecha por el gobierno de la frontera y de la ciudad, el fiscal interviniente en el caso manifestó que, para poder contestar con la debida instrucción, le parecía in- dispensable poseer noticias ciertas sobre la distancia desde el fondeadero de Talcahuano hasta la isla de la Quiriquina, y comprobar la peligrosidad de la navegación en aquella zona. Para esta diligencia fue comisionado el ingeniero don Leandro Badarán, quien debía realizar durante esa misma noche los peritajes pertinentes. Así,

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 60 26/01/15 10:37 bajo su criterio y recomendación, se manifestó que la navegación entre la isla y Talcahuano no tenía nada de peligroso, pero por ningún motivo el navío debía

regresar al puerto de Talcahuano, y que los auxilios necesarios debían sumi- Moreno Bazaes nistrarse en el mismo fondeadero donde se encontraba, paraje donde además podría recibir toda su carga, “precaviendo siempre la inmediata comunicación Daniel con los apestados” (anh, cg 967, f. 215 r.). A la luz de estas recomendaciones, el fiscal expuso que los “temores y recelos” de los habitantes no podían ser más “justos” y que se debía tratar con seriedad la posible propagación y trasmigración de “dicha peste, la que siempre ha sido el más cruel azote, y la experiencia les ha enseñado lo riguroso de esta epidemia” (anh, cg 967, f. 217 r.). Tras aquella observación, las recomendaciones judiciales se orientaron a evitar el contagio y la propagación de la viruela en el continente. Los enfermos debían mantenerse en la referida isla y el navío debía fondear en la “boca chi- ca” de Talcahuano, y había que evitar e interceptar toda comunicación entre gentes de tierra y la tripulación. Respecto a la carga, esta debía ser depositada en la misma ribera, y se prohibía que se trasladara objeto alguno hacia tierra; todas las cosas contenidas en el buque debían estar impregnadas de los mias- mas contagiosos, pues estos, como oleosos, eran fácilmente adherentes a los cuerpos inanimados, y las cosas compuestas de estopas, lanas, liras o maderas eran capaces de transmitirlos (anh, cg 967, f. 224 v.). De esta forma, y luego de las recomendaciones hechas por los cirujanos, el fiscal remitió los antecedentes al corregidor de Concepción para que pusie- ra en práctica los medios que se indicaban en relación con la prevención del contagio y la propagación de las viruelas. Se debía mantener a los individuos infectados y el buque en la isla de la Quiriquina, a distancia de tierra, y de esa manera no habría motivo para recelar la transmigración de la enfermedad. Además, se pidió que el vecindario aquietara sus ánimos y que el cabildo descansara en la satisfacción de quedar resguardado del “insulto del contagio” (ahn, cg 967, f. 228 r.). Los arbitrios establecieron que, cumplida la cuarentena y después de ha- berse curado los virolentos, el navío podría ingresar al fondeadero de Talcahuano para tomar lo que faltase por embarcar, pero sin que hubiera comunicación, pues se debía evitar que algún tripulante llegase a internarse en tierra o nadara fuera del navío. Además, se pidió que el comandante del barco contribuyera con caudales para adquirir los utensilios y cubrir los demás gastos de hospitalidad y asistencia a los enfermos (anh, cg 967, f. 231 r.).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 61 26/01/15 10:37 En cuanto al reemplazo de los tripulantes, el gobernador Ambrosio de Benavides expresó que, apenas llegaron noticias del estado del buque, comen- zaron a ocultarse los europeos sueltos “que sin motivo razonable y justo, exis- tían en estas inmediaciones” (anh, cg 967, f. 229 r.), y aunque no abundaban europeos sueltos en la capital, dio instrucciones claras a la justicia para que recogiese a los que encontrara. A través del diálogo judicial comenzaba, de forma pacífica, a zanjarse un conflicto jurisdiccional que había generado la movilización y preocupación de toda la población. Con la sentencia de la Real Audiencia, se cumplía el desig- nio real de procurar la “paz” y el “orden” público y, tras el conflicto suscitado a su llegada, el San Pedro Alcántara lograba por fin izar velas y continuar su viaje hacia el puerto de Cádiz. Pero el azar tenía deparado un suceso aún más trágico y dramático para la tripulación y los pasajeros de la embarcación. Luego de haber so- brellevado las funestas experiencias asociadas a la plaga y de haber zarpado desde el puerto de Talcahuano, el San Pedro Alcántara tomó rumbo a Río Janeiro y posteriormente a España. Sin embargo, los más arraigados miedos i s S

“ e hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad de la gente de mar comenzaron a hacerse presentes en la proximidad de las costas portuguesas. Las enormes olas fueron testigos de cómo el San Pedro Alcántara cedía, frágil, ante la furia del mar, una trágica escena que mostra- ba, una vez más, cómo el océano cobraba su tributo y acrecentaba los más horrendos temores. La noche del 2 de febrero del año de 1786, el navío San Pedro Alcántara se estrelló con la roca de Papona, a cierta distancia del fuerte de Nuestra Señora de la Luz, y de las 417 personas que iban a bordo, 128 desaparecieron y perdieron la vida en aquel naufragio. Así finalizó un largo viaje marcado por el sufrimiento y el desconsuelo. Uno de los sobrevivientes fue Fernando Túpac Amaru13.

13 Al respecto, véase La Gaceta de Madrid (núm. 14, 17/ii/1786), publicación en la que se muestra la lista de fallecidos. En el mismo diario, se indaga sobre el rescate de los caudales (núm. 52, 22/vi/1786). Existen otros documentos que hacen referencia al naufragio del navío San Pedro Alcántara (agi, a 102, a 504, a 505, a 506, a 507, a 508, a 509, a 510, c 408, i 2760 a, i 2760 b, i 2761, i 2762, i 2763).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 62 26/01/15 10:37 Consideraciones finales Moreno Bazaes

Tras el tormentoso y agitado viaje desde el puerto del Callao, luego de finalizar Daniel las gestiones en el virreinato, el día 17 de febrero del año de 1786 comenzó a circular, en la ciudad de Madrid, un nuevo ejemplar del semanario La Gaceta. En sus páginas, se hizo referencia a un acontecimiento sucedido en las costas de la ciudad de Concepción, en la frontera sur del reino de Chile, donde la presen- cia de un navío infestado de viruelas amenazó con devastar la ciudad, el puerto y todo el obispado. Se expusieron asimismo, con mucho agrado, las políticas puestas en marcha por el comandante de la frontera, el brigadier don Ambrosio Higgins de Vallenar, y por el corregidor de la ciudad y el cabildo de Concepción, don Andrés de Alcázar, las oportunas y eficaces providencias que tomaron para liberar a la ciudad y a toda la provincia de un mal terrible que arrasaba con las poblaciones americanas. Pero la publicación también acentuó las acciones políticas y militares que se habían desarrollado a través del tiempo en la región. Argumentó que, debido a la “razón”, por más de un siglo la ciudad y todo el obispado habían estado libres del contagio, y finalizó diciendo que la enfermedad “se extinguiría en todas las partes si se hiciera lo de acá” (La Gaceta, núm. 14, 17/II/1786). La noticia reprodujo una imagen bastante sólida de la administración colonial y, por ende, del poder de la Corona en América, una suerte de propa- ganda del sistema político y judicial practicado durante el Antiguo Régimen. Desde esta perspectiva, y tras la comprensión de la amenaza de la plaga en los planos culturales, sociales y políticos, adquiere un valor y un significado mucho más densos en las distintas esferas. La imagen alegórica del “buen gobierno” comienza a erguirse como una especie de propaganda política, como se men- cionó anteriormente, pero con la clara intención, no solo de hacer referencia a la actuación de los gobiernos locales, sino de presentar una efigie significada del poder real según la cual no hay poder más grande, no hay autoridad más alta, que el poder y la autoridad ejercidos por la Corona a través de la “bue- na” administración de la justicia y la “buena subordinación”, ejercicio del que dependía la salud y estabilidad de la república. Y aunque el fatal destino del navío provocó pérdidas humanas y económicas, la entrega del reo Fernando Túpac Amaru a las autoridades españolas cobró una importancia considerable para el poder y la autoridad regios.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 63 26/01/15 10:37 En este contexto, fue posible indagar en los difusos “espacios de derecho”, en las “negociaciones dialogadas” que asumió la justicia y que se dieron en contextos protocolares, extraprotocolares y extrajudiciales. Estas prácticas comen- zaron a adquirir un valor significativo respecto a la restitución del “orden” y la “paz pública”, y se ejecutaron en nombre del “bien común” y de la “razón” como la manera más justa de poner fin a tan horrenda amenaza. Pero, además, aquellas prácticas permitieron observar lo difuso y poroso de algunos conceptos utilizados por los contemporáneos, como el de justicia y el de orden; por ello, prácticas como la amenaza, la resistencia o el rechazo fueron consuetudina- rias y altamente politizadas, estuvieron comprendidas dentro del marco de la legalidad, pero al límite de lo protocolar. Aun cuando la autoridad varió en sus formas, fue practicada como una búsqueda constante de la restitución del equilibrio social y político, a través del acuerdo y el diálogo o, incluso, de la fuerza y la violencia, como en el recordado caso del pulpero de Valparaíso. A partir de esta comprensión del fenómeno, es posible entender algunos aspectos de la cultura política popular en tiempos de conmoción y crisis social: la resistencia, la fuga y el rumor se i s S

“ e hiciera lo de acá se extinguiría en todas partes”. Conflictos, tensiones y autoridad establecieron como acciones sociales bastante politizadas, tuvieron un alto grado de compromiso social y, por tanto, se convirtieron en mecanismos consuetu- dinarios asociados a las formas y los usos que adquiere la noción de justicia entre los sectores subalternos. Debido a la necesidad de autorregular la problemática y dar una solución amistosa y cordial, sobre todo en instancias donde los involucrados eran auto- ridades, la resolución del conflicto adoptó un carácter notoriamente disciplinar. En este contexto, el tribunal no solo fue el encargado de dirimir pacíficamente la disputa sobre aquellos hechos, sino que en cierta medida fue el encargado de evaluar el “buen” o el “mal” uso de la justicia. Con esto, es posible com- prender el actuar de la autoridad en tiempos de conmoción social y tensiones políticas, pues el tribunal era la instancia máxima de decisión, mediación y arbitrio de los conflictos de esta índole. Su intervención se puede interpretar como un acto ritualizado y altamente significado dentro de una lógica regia: con cada sentencia se realizaba una nueva coronación real.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 64 26/01/15 10:37 Bibliografía Moreno Bazaes Daniel Fuentes primarias

A. Archivos

Archivo General de Indias, Sevilla, España (agi). Arribadas (a) 102, 504, 505, 506, 507, 508, 509, 510. Consulados (c) 408. Indiferente (i) 2760 a, 2760 b, 2761, 2762, 2763. Lima (l) 9, 42, 37, 56, 89, 98, 90, 1045, 1046. Archivo Nacional Histórico, Santiago, Chile (anh). Capitanía General de Chile (cg) 814, 967.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 68 26/01/15 10:37 FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 69 26/01/15 10:37 Fernando VII, el neogranadino. Publicidad monárquica y opinión pública en el Nuevo Reino de Granada durante la restauración absolutista, 1816-1819 Fernando VII, the Neogranadino. Monarchical Advertising and Public Opinion in the New Kingdom of Granada during the Absolutist Restoration, 1816-1819

Recibido: 29 de enero de 2014 Alea x ndER Chaparro Silva Aceptado: 18 de julio de 2014 Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá [email protected]

R e s u m e n

Este artículo analiza tres formas fun- de fidelidad y la liturgia católica. Se pres- damentales de publicidad encaminadas tará particular atención a las premisas a fijar la opinión pública en favor del y consecuencias de esta apelación a la monarca durante la restauración abso- opinión pública como instancia de le- lutista en el Nuevo Reino de Granada gitimidad. Dar cuenta de las intricadas (1816-1819): los impresos, las ceremonias relaciones entre los discursos fidelistas,

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 70 26/01/15 10:37 la reconstrucción de la comunidad políti- es una de las apuestas centrales de esta ca y las formas de publicidad del gobierno investigación.

Palabras clave: Fernando VII, Nuevo Reino de Granada, opinión pública, publicidad, restauración absolutista.

Abstract

This essay analyzes three forms of po- public opinion as source of legitimacy. litical publicity during the restoration A fundamental purpose of this article is of absolutist rule in the New Kingdom to account for the intricate relationship of Granada (1816-1819): printed papers, between royalist speeches, the rebuild- royal celebrations and catholic liturgy. ing of political community and the It focusses on the premises and con- forms of official publicity during this sequences of the royalist appeal to the period.

Keywords: Absolutism restoration, Fernando VII, New Kingdom of Granada, public opinion, publicity.

l 6 de mayo de 1816, las tropas del rey, comandadas por Miguel de Latorre y Sebastián de la Calzada, entraron victoriosas en E Santafé de Bogotá en medio de múltiples manifestaciones de entusiasmo fidelista. Mientras que “las mujeres era cosa de ver cómo salieron como locas por las calles con banderitas y ramos blancos, gritando vivas a Fernando VII”, la plaza mayor se llenó de gente, a pesar de que más de media ciudad había emigrado, y hubo “mucha alegría y algazara” (Caballero 212-213). Tan solo veinte días después hizo su arribo a la capital Pablo Morillo, general en jefe de la Expedición Pacificadora. Según el oficial Rafael Sevilla, para su recibimiento se pusieron “arcos triunfales y carros con comparsas, y banderas españolas, y flores, y cortinas de damasco en todos los edificios, y señales del mayor entusiasmo y acendrado españolis- mo” (90). Para los monárquicos, estos fastuosos recibimientos se constituían en manifestación diáfana de la “verdadera” opinión pública, en “las pruebas más convincentes del entusiasmo y placer con que los pueblos se apresuraban a manifestar su regocijo” por la restauración fernandina (Boletín 28, 31/v/1816). Una de las primeras medidas de Morillo en la ciudad fue la puesta en circulación de un nuevo periódico. El 13 de junio de 1816 salió a la luz la

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 71 26/01/15 10:37 Gazeta de Santafé. De acuerdo con las expectativas editoriales señaladas en su prospecto, la publicación debía “promover las luces, instruir al público de los sucesos que deben llegar a su noticia [y fomentar] discursos propios para establecer el buen orden, inculcando sobre todo, el obsequio y obediencia debida a nuestro católico monarca” (Gazeta de Santafé n.o 1, 13/vi/1816, 4). Para Morillo, el periódico debía perfilarse como un espacio para “rectificar las ideas del público” y sembrar la “buena opinión y confianza que han de tener las legítimas autoridades” en el virreinato. Sin duda, en el origen de esta publicación se encontraba la necesidad de legitimar el restablecimiento de los antiguos poderes y la censura moral de la república. Para los realistas, además de las ceremonias regias y los impresos, las liturgias religiosas y el accionar de los clérigos se constituían en importantes vectores de la opinión monárquica. A partir de su propio testimonio de vida fidelista, de continuas visitas pastorales en los pueblos de su jurisdicción y de encendidas exhortaciones desde los atrios —todos los curas provinciales tenían el neogranadino. el Publicidad monárquica Nuevo Reino el opinión pública en y ,

I que vitorear al monarca los días festivos durante la misa—, los sacerdotes debían restaurar el esplendor del gobierno monárquico. Así lo informaba el obispo de Cartagena, Gregorio José Rodríguez, al virrey Juan de Sámano: FernandoI V He trabajado infinito por enseñarles el amor, fidelidad y respeto que deben a su majestad y a sus ministros y no sé si alguno de estos ilusos [los republicanos], con tan grandes argumentos y ejemplos como les he puesto a la vista, habrán mudado de opinión. Es verdad que son muy pocos en todas partes, mas estos pocos con sus especies, con sus amenazas, con sus noticias, alteran, enervan y desconsuelan a los muchos. (agi, pc 708)

Sin duda, todos estos discursos, prácticas y representaciones pueden en- tenderse como formas de publicidad, como formas fundamentales de trabajo político que implican unos medios, unos espacios y unos actos concretos para conseguir que algo adquiera el estatuto de público; es un trabajo político que “se hace a vista de todos” y que abarca desde el conjunto de medios para divulgar hasta el acto mismo de divulgación1. Para los realistas, esta publicidad debía restaurar la legitimidad de la monarquía, fijar la “opinión que todos debemos

1 Según la definición delDiccionario de la lengua castellana, el sustantivo publicidad se refiere a 1) “el estado o calidad de las cosas públicas”; 2) “la forma o modo de ejecutar alguna acción sin reserva, ni temor de que la sepan todos”; 3) “el sitio, o paraje donde concurre mucha gente, de

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tener de la paternal bondad que caracteriza a nuestro monarca y a sus dignos S ministros”, en un ámbito político signado por la precariedad y el alto grado

de incertidumbre que generaban las dinámicas propias de la guerra (Gazeta Chaparro de Santafé n.o 7, 25/vii/1816, 49). En efecto, la publicidad regia contribuirá

durante este periodo a la construcción de significado político y a la creación Alexander de relaciones e imaginarios sociales que, en ningún caso, podemos reducir a meras estrategias de dominación o persuasión, a mera propaganda o ideología política, pues es precisamente en sus contornos donde ocurre la re-institución de la comunidad política neogranadina. ¿Cómo podemos entender esta renovada intervención de los monárquicos en diferentes espacios públicos? ¿Cuáles fueron las premisas y consecuencias de esta apelación realista a la opinión pública como instancia de legitimidad política? Estas son las cuestiones fundamentales que orientan este ensayo. Por supuesto, este trabajo se inserta en el marco abierto por las investiga- ciones pioneras de François-Xavier Guerra sobre el papel central de la opinión pública en la crisis política de la monarquía borbónica. Estas investigaciones han sido enriquecidas recientemente por los aportes de estudiosos como Elías Palti y Javier Fernández Sebastián, y miradas en conjunto han cambiado nues- tra manera de entender el ejercicio del poder político en el mundo hispánico durante el siglo xix. En el caso neogranadino, es evidente que la nueva his- toria política ha comenzado a abrirse paso con fuerza en la última década. Estudios recientes han arrojado luces sobre la construcción de la legitimidad en las nuevas comunidades políticas y sobre la importancia del discurso en esa labor (Calderón y Thibaud; Loaiza, “Prensa”; Loaiza, Sociabilidad; Ortega y Chicangana; Sosa). Sin embargo, salvo notables excepciones, estos trabajos han concentrado sus esfuerzos, en relación con la opinión pública, en dar cuenta de la centralidad de los periódicos y la cultura de la imprenta en la política local, dejando de lado otros espacios públicos importantes para su recreación como instancia de legitimidad. Este trabajo intenta, entonces, sin desconocer el mérito de las anteriores contribuciones, enriquecer la discusión ampliando un tanto la mirada en otras direcciones, menos exploradas en lo que atañe a la opinión pública. De este modo, he organizado mi exposición en cuatro momentos. En primer lugar, analizaré los impresos realistas, principales espacios de elaboración

suerte que lo que allí se hace es preciso que sea público” (420). Al respecto, véase la investigación de Ortega y Chaparro (15-23).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 73 26/01/15 10:37 conceptual de la opinión pública en este periodo. A renglón seguido, centraré mi atención de manera especial en la jura de fidelidad y vasallaje a Fernando VII llevada a cabo en Santafé el 30 de mayo de 1816. Un tercer apartado esta- rá dedicado al análisis de la labor política del clero realista. En último lugar, presentaré algunas reflexiones generales2.

I

Con el retorno del gobierno fernandino, los privilegios reales de edición y cen- sura fueron restablecidos parcialmente en el virreinato y encargados a diferentes instancias oficiales: el examinador de la mitra (o en su defecto el titular de la cátedra de Teología Moral del Colegio de San Bartolomé), el notario mayor el neogranadino. el Publicidad monárquica Nuevo Reino el opinión pública en y

, 3

I de la ciudad, el fiscal de la Real Audiencia y el virrey de turno . Durante este periodo, la publicación de impresos estuvo sujeta a dos exigencias fundamen- tales, íntimamente relacionadas con los principios de legitimidad del régimen FernandoI V reconquistador. Por un lado, los escritos debían reconocer la supremacía de la autoridad regia y respetar los principios fundantes del orden político. Las distintas obras no debían oponerse de ninguna manera “al buen gobierno, a las buenas costumbres, ni a las regalías de su majestad” (Torres 5). Por otro lado, solo serían dados a la imprenta escritos caracterizados por su sentido manifiesto de utilidad pública. La voluntad oficial era “promover las luces, instruir al público de los sucesos que deben llegar a su noticia, propender a que los fieles vasallos suministren proyectos y consejos útiles a beneficio del reino, y que se escriban discursos propios para establecer el buen orden” (Gazeta de Santafé n.o 1, 13/vi/1816, 4). Para los realistas, la publicidad de la opinión pública, atributo exclusivo del gobierno, se constituía en manifestación de la verdadera libertad de impren-

2 El presente trabajo contó con el apoyo académico y económico del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (icanh) y su programa de apoyo a la investigación en Historia Bicen- tenario de la Independencia, año 2012. La perspectiva teórica de este análisis debe mucho a la lectura sostenida de Chartier, Habermas, Koselleck, Rosanvallon. 3 En cuanto a los requisitos para imprimir, véanse los textos de Gutiérrez (3-6) y Torres (3-5). Para entender el régimen de publicidad antiguo, remítase a los textos de Guerra y de Lempérière.

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ta, entendida como el imperio de la ley, el reconocimiento de los privilegios S reales y el respeto absoluto a las “barreras y términos que había establecido o 4

la sabiduría de nuestros padres” (Gazeta de Santafé n. 28, 19/xii/1816, 281) . Chaparro La “satisfacción de publicar libremente monumentos tan preciosos” se oponía

radicalmente a la libertad de imprenta proclamada por los republicanos años Alexander atrás (Gazeta de Santafé n.o 7, 25/vii/1816, 50, énfasis añadido). Era preciso, por tanto, restituir el imperio de la verdadera opinión pública, impedir la pluralización sin control de las opiniones. De allí la importancia de garantizar la circulación efectiva de todo tipo de impresos monárquicos: bandos, procla- mas, partes de guerra, periódicos, sermones, manifiestos. En efecto, estos se constituían en una pieza fundamental del engranaje político restaurador, en poderosas formas de “hacer presente” al monarca restaurado, de hacer visible sus “benéficas intenciones” Gazeta( de Santafé n.o 3, 27/vi/1816, 20). Para los realistas, gracias a los prodigios de la imprenta, el virreinato podía experimentar “su real clemencia, y las emanaciones vivificantes que sa- len del centro de su grandeza” (Gazeta de Santafé s. n., 25/vi/1818, 11). No en vano con alguna frecuencia los impresos oficiales se encontraban encabezados por fórmulas como “Viva el Rey” o “Viva Fernando Séptimo/Rey de ambas Españas”, recursos de fácil recordación y lectura, instituidos como espacios de memoria y demandas de fidelidad personal. El nombre del monarca fungía, entonces, como una expresión del voto “tan unánime, tan universal, tan cons- tante y por todos rumbos tan extraordinario” de su pueblo: “vosotros mismos visteis, que el deseo de saber de Fernando, y de hablar de Fernando hacía que a tropel buscasen las gacetas y otros papeles públicos aquellos mismos que en lo anterior no habían cuidado de saber más que lo que pasaba en su casa” (Buenaventura 26). Sin duda, el papel de la opinión pública durante la restauración abso- lutista quedará signado por el principio de la supremacía regia. Las imágenes tradicionales del monarca reaparecerán con fuerza en toda la publicidad impresa del periodo. Fernando VII será recreado como “un rey católico, un padre de su pueblo, una columna de la religión, un manantial de la justicia, un genio tutelar de la virtud y el buen orden, una fuente perenne de los bienes públicos; un Fernando VII” (Valenzuela 7). En este sentido, no debe sorprender que los impresos oficiales se encuentren diseñados con el objetivo principal de abanicar

4 Sobre el concepto de libertad en el Antiguo Régimen, véase Pedro José Chacón.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 75 26/01/15 10:37 la soberanía regia, glorificar el nombre de Fernando VII y cultivar la “fama” de la monarquía hispánica. La imprenta se ofrece como primer instrumento para cultivar el culto fernandino, en contra de cualquier argumento insur- gente (Gruesso 20). Se trataba de recuperar el halo trascendente del mandato fernandino para fundar de manera irrevocable la “opinión que todos debemos tener de la paternal bondad que caracteriza a nuestro monarca y a sus dignos ministros” (Gazeta de Santafé n.o 7, 25/vii/1816, 49). La opinión pública se constituía, de esa manera, en un espacio encami- nado fundamentalmente a producir una identificación completa entre el poder regio y la comunidad política, a vincular las existencias de los neogranadinos al destino común de la monarquía hispánica. De allí que los agentes del poder monárquico se preocuparan sobremanera por controlar las principales imprentas locales. Así, desde el mismo desembarco del Ejército Expedicionario en , el 17 de julio de 1815, y a lo largo de toda la campaña pacificadora hasta Santafé, Morillo hizo uso de la llamada Imprenta Expedicionaria y publicó el el neogranadino. el Publicidad monárquica Nuevo Reino el opinión pública en y ,

I Boletín del Exército Expedicionario (1815-1816). Una vez en la capital, en junio de 1816, mandó la puesta en circulación de la Gazeta de Santafé (1816-1817), bajo la dirección de Juan Manuel García Tejada del Castillo, gaceta que fue FernandoI V publicada ininterrumpidamente por más de un año. A su vez, en agosto del mismo año, el virrey Francisco de Montalvo dio a la luz la Gazeta del Gobierno de Cartagena de Indias (1816-1817), mientras su sucesor relanzará en junio de 1818 la Gazeta de Santafé (1818-1819). Si bien estos periódicos fueron concebidos como espacios importantes de elaboración de la comunidad política, la representación de la legitimidad monárquica y sus objetivos de volver al Antiguo Régimen se encontraban ya fracturados tras el explícito reconocimiento del poder de la opinión pública. No se trataba ahora solamente de la publicación de las determinaciones del gobierno con el objetivo de informar a los vasallos locales de sus respectivas obligaciones, o de difundir la opinión nacida del discurso de los representantes regios; por el contrario, en la voluntad de publicación del régimen reconquista- dor se encuentra una radical oposición al carácter secreto del ejercicio del poder monárquico imperante durante la dominación colonial, y denunciado de manera incansable por las publicaciones republicanas como “uno de los motivos en que legítimamente se fundó nuestra separación política” (Década 29/ix/1814, 1). Según afirmó Pascual Enrile, el segundo del Ejército Expedicionario, al ministro de Guerra español, “cuanto el general [Morillo] ordenó y consiguió lo puso en la Gaceta para que el público se enterase y lo tachase, evitando el secreto que

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solo guardaba para las operaciones militares” (cit. en A. Rodríguez 3: 301). Un S reconocimiento explícito de la importancia del poder de la opinión, de la di-

mensión semántica que vinculaba el concepto con la publicidad de los asuntos Chaparro estatales como base de un gobierno justo.

La instauración de esta regla de transparencia durante la restauración Alexander fernandina (interesada, estratégica, nunca absoluta, como lo había sido durante la Primera República y lo será a lo largo de todo el siglo xix) se constituye en un índice contundente del profundo grado de politización de los espacios públicos neogranadinos tras la crisis monárquica. En efecto, en el Antiguo Ré- gimen, la “opinión pública” no se constituía en un referente central del discurso político, toda vez que los agentes del poder monárquico, como prolongación de la potestad soberana, eran los únicos autorizados para modelar la felicidad y la prosperidad comunes. Así lo sostuvo el capuchino Joaquín de Finestrad con motivo del alzamiento comunero: Al vasallo no le toca examinar la justicia y derechos del rey, sino ve- nerar u obedecer ciegamente sus reales disposiciones. Su regia potestad no está en opiniones sino en tradiciones; como igualmente la de sus ministros regios […]. Al vasallo no le es facultativo pesar ni presentar a examen, aun en caso dudoso, la justicia de los preceptos del rey. Debe suponer que todas sus órdenes son justas y de la mayor equidad. Le será permitida la humilde representación a fin de que mejor informado el soberano revoque y modere su real voluntad. (185)

Como bien afirmaba Finestrad, los neogranadinos contaban, en cualquier caso, con la posibilidad de escribir “representaciones” ante las autoridades regias. No obstante, es preciso recordar que estas eran documentos jurídicos de carácter privado, y de allí que no implicaran necesariamente un espacio de transparencia entre el monarca y sus súbditos (así circularan en algunos casos por diferentes espacios públicos), ni mucho menos que la legitimidad del gobierno resultara de la anuencia del público (la opinión a la que se refiere Finestrad) (Chaparro, “La voz”). Asimismo, en el caso de los periódicos puestos en circulación antes de la crisis monárquica, aquello que podríamos denominar de manera amplia sus “políticas editoriales” estuvo encaminado, desde la Revolución francesa, hacia un ejercicio más “preventivo” que “afirmativo” de lo público, y ese carácter preventivo no desaparecería del todo de la arena política neogranadina. Estas publicaciones se insertan en otras coordenadas conceptuales de enunciación, no solo porque el sintagma opinión pública aún no había sido acuñado (de hecho,

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 77 26/01/15 10:37 el término comenzaría a circular con relativa frecuencia solo hacia 1809, una vez abierta la coyuntura de crisis), sino porque las realidades a las que esta noción aludiría en su momento no preexistieron a su denominación. La opinión pública no había emergido todavía ni como expresión de la voluntad de los pueblos o manifestación de la verdad o el consenso, ni como resorte de legiti- midad y objeto de gobierno privilegiado por parte de las autoridades (Ortega y Chaparro 37-126)5. En franco contraste con lo anterior, durante el restablecimiento del go- bierno real, la opinión pública se convirtió en una instancia indispensable de legitimación del poder monárquico; una voz que había que escuchar, un tribu- nal que había que convencer. Los impresos realistas, más allá de sus intereses inmediatos, permitirán, entonces, la consolidación parcial de una esfera pública que, aunque dependiente del gobierno, se perfilará como capaz de orientar sus actos y criticar sus mandatos. De manera inédita, los representantes regios debían, a través de la publicidad, sembrar la “buena opinión y confianza” de el neogranadino. el Publicidad monárquica Nuevo Reino el opinión pública en y ,

I la monarquía entre sus gobernados, y responder al dictamen implacable de esa misma opinión (Gazeta de Santafé n.o 1, 13/vi/1816, 4-5). En este sentido, las publicaciones de la Primera República (en realidad, todos aquellos periódicos FernandoI V que circularon en el territorio neogranadino en ese momento) habían dejado una huella indeleble en los diferentes espacios públicos locales, habían entronizado la opinión pública como instancia incuestionable de legitimidad para todos los gobiernos; de allí que estos fueran llamados a ser los principales portavoces de la opinión, de dirigir su formación y transmisión. La entonces nariñista Gazeta Ministerial de Cundinamarca lo decía así: Debemos todos trabajar, convencidos de que nunca hay más necesidad de dirigir y fijar la opinión pública, que en las actuales circunstancias en que todos dan su voto en los negocios políticos, y en que cada cual se erige en juez de sus conciudadanos para calificar su conducta y opiniones políticas. Son pocos los hombres que ven los objetos como ellos son en sí. (n.o 7, 27/x/1811, 23)

De este modo, en esta inédita coyuntura, la opinión pública se encontrará anclada en la búsqueda de conformidad política. Debido a las exigencias de la guerra, el precario equilibrio de fuerzas del régimen y los temores manifiestos

5 Para entender el carácter “preventivo” de las políticas editoriales durante el Antiguo Régimen, véanse los trabajos de Claudia Rosas y de Renán Silva.

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frente a la división social y la proliferación del “espíritu de partido”, los rea- S listas enfilarán baterías fundamentalmente hacia la conservación del vínculo

político del Nuevo Reino de Granada con la monarquía hispánica. Sin duda, Chaparro su carácter oficial prefiguraba su talante unanimista alrededor del “buen -or

den”. Para los realistas, no se trataba de otra cosa, con los impresos, que de Alexander “unir a los pueblos en una sólida paz, y sujetar a los hombres, al imperio de la razón” (Valenzuela 23)6.

II

No solo los impresos se constituyeron en portavoces y modeladores de la opinión pública durante la restauración absolutista. Las ceremonias de fidelidad también se convirtieron en escenarios propicios para construir imágenes dotadas de una extraordinaria riqueza semántica alrededor de la monarquía. En este sentido, es importante llamar la atención sobre la profunda imbricación de diferentes formas de publicidad en este tipo de ceremonias, donde el fasto monárquico, la imprenta y la prédica católica, desde diferentes perspectivas, buscaron recrear la unidad de sentimientos que uniformaba a la monarquía hispánica años atrás y movilizar a los neogranadinos en favor de la causa regia. Precisamente, el caso que analizaré a continuación, la jura de fidelidad y vasallaje a Fernando VII, llevada a cabo en Santafé el 30 de mayo de 1816, me permitirá ilustrar las diferentes articulaciones entre estas distintas formas de publicidad. Las celebraciones monárquicas, fiestas de poder fundamentales en el ré- gimen colonial, adquirieron durante la restauración absolutista inusitada im- portancia7. Ahora debían, desde coordenadas políticas diferentes, contribuir en la reconstrucción de la legitimidad monárquica, antes incuestionada. Así, en términos generales, podemos entender las diferentes ceremonias organizadas por el régimen reconquistador como formas de publicidad del poderío monárquico,

6 Para una visión más amplia del trasegar conceptual de la opinión pública durante la restauración fernandina en el Nuevo Reino de Granada, véase la investigación de Alexander Chaparro (“La opinión”). 7 Sobre las celebraciones reales en la América colonial, véanse las investigaciones de Guillermo Brenes, Pilar Gonzalbo, Alejandra Osorio, Pablo Ortemberg y Carlos Rubén Ruiz.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 79 26/01/15 10:37 como espacios fundamentales para contravenir los efectos del simbolismo repu- blicano y como estrategias públicas de escenificación de la metáfora política. Ya lo observaba José María Caballero cuando comentaba en su Diario, con respecto a una ceremonia celebrada en la ciudad: “toda esta ostentación se me asimila a mí que es para hacer ver la grandeza del rey de España y su poderío, y para más hacerse temer y que no volvamos a hacer otra revolución” (234). Se trataba de refundar una existencia política mediante la puesta en escena del poder regio, de sellar definitivamente los lazos políticos entre el rey y sus vasallos. En este sentido, las palabras de García Tejada señalan de manera contundente la importancia de los rituales fidelistas: Volvieron, sí, volvieron esos días de gloria y alegría, en que unidos al derredor del trono podemos manifestar pública y libremente las efusiones de nuestro corazón. Ya se renuevan aquellas solemnidades augustas sabiamente instituidas por nuestros padres, que lejos de ser una vana ceremonia, son por el contrario lecciones necesarias para los el neogranadino. el Publicidad monárquica Nuevo Reino el opinión pública en y ,

I pueblos, testimonios del amor y respeto debido al monarca. (Gazeta de Santafé n.o 19, 17/x/1816, 203-204, énfasis añadido) FernandoI V Para los realistas, las ceremonias regias se constituían en lecciones en dos sentidos complementarios. Por un lado, se trataba de “lecciones necesarias para los pueblos”, actos profundamente pedagógicos diseñados para reafirmar las instituciones y costumbres monárquicas. Por otro lado, las ceremonias fidelistas eran lecciones “del amor y respeto debido al monarca”, espacios para que los vasallos locales expresaran su obediencia y elevaran un tributo de fidelidad al rey. El fasto debía servir para sanar las heridas abiertas recientemente, debía cimentar la unión entre españoles peninsulares y españoles americanos y reunir en un campo de conformidad a las diferentes provincias neogranadinas. Así, el día de San Fernando, día del santo del rey, se llevó a cabo en Santafé, y en las demás capitales provinciales, el juramento de fidelidad y vasa- llaje al monarca8. Se trató de una ocasión especial para romper con el trajín de aquellos días desapacibles, signados por la incertidumbre y el infortunio de la guerra. Fue una jura majestuosa, una “ceremonia imponente”, como correspon- día, después de seis años de revolución y del fin de la pax colonial (Sevilla 93). En la jura de fidelidad “todo concurría a llenar de regocijo la distinguida y

8 Sobre las juras reales en el Nuevo Reino de Granada, véase la investigación de Marta Fajardo de Rueda y la de Marcos González.

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noble reunión que allí estaba: la festividad del monarca, la paz general, y el S primer momento en que rotas las cadenas de la anarquía y opresión, podían

por la vez primera hablar libremente los hombres leales­” (Gobierno, énfasis Chaparro añadido). La celebración estuvo precedida por “tres noches de una lucida y bien

ordenada iluminación” y en la mañana, en los parajes acostumbrados, por la Alexander publicación de un indulto impreso firmado por el mismo Morillo y dirigido a “aquellos, que sin haber trastornado el orden público con su influencia o mal ejemplo, quieran lavar la mancha que los denigra” (“Indulto”). Para los realistas, el indulto era una prueba irrefutable de las “benéficas intenciones” de Fernando VII: “nada es más dulce para su corazón, que emplear en todos sus vasallos los efectos de su piedad y clemencia” (“Indulto”). Una vez concedido este, se llevó a cabo en la catedral de la ciudad una misa solemne presidida por el capellán del Ejército, Luis Villabrille, seguida de una breve exhortación del canónigo Domingo Duquesne y un tedeum. Se trataba de “dar gracias al Todo Poderoso, por tanta dicha como ha cabido a sus buenos vasallos, con concederles un rey tan amado como el señor don Fernan- do VII” (Boletín n.o 28, 31/v/1816). Una vez concluidos los actos religiosos, las diferentes autoridades y corporaciones se congregaron en el palacio virreinal, ya “adornado con la magnificencia posible”, para realizar el juramento. La ceremonia estaba presidida por el retrato del monarca. Fernando VII, repre- sentado, auspiciaba complaciente la reunión de sus vasallos. El mismo Morillo, “con aire apacible y majestuoso [pronunció la] sagrada y enérgica fórmula del juramento”, seguido de los jefes y prelados de los diferentes cuerpos, quienes, con las manos sobre las Sagradas Escrituras, “prestaron todos con el mayor regocijo, y con el entusiasmo y placer que proviene al hombre virtuoso y justo, cuando cumple lo más sagrado de sus deberes” (Gobierno). En este sentido, conviene destacar aquí el papel desempeñado por los retratos del monarca, pues, quizá más que ningún otro elemento, estos invitaban a la proclamación de la fidelidad. Durante la jura en el palacio virreinal, un gran retrato de Fernando VII, “puesto bajo dosel […], con la pompa y aparato debido”, encabezaba la celebración (Boletín n.o 28, 31/v/1816; Gobierno). A su vez, la parada militar se encontraba ambientada con la “colocación pública” de cientos de banderitas españolas y retratos del monarca, y también en el salón de la corte, donde se llevó a cabo el baile nocturno, “estaba colocado el retrato de su majestad” (Boletín n.o 28, 31/v/1816; Gobierno). Las múltiples reproducciones del retrato de Fernando VII intentaban compensar su ausencia física (estas imágenes funcionaban como un espejo de sus virtudes). La majestuosidad y la

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 81 26/01/15 10:37 omnipresencia del retrato del rey contribuían en el dictado de obediencia que promulgaba la monarquía en toda la América: Todas las corporaciones se competían en estos testimonios de amor: ya haciendo abrir, y acuñar medallas, con que se honrasen sus miembros, como vasallos de Fernando: y ya esmerándose en otros monumentos públicos de fidelidad. ¿Qué láminas no se abrieron para presentar el retrato de Fernando a la vista de los que no podían contemplarle en persona? (Buenaventura 25)

Este énfasis sostenido en lo visual denota la centralidad de los espec- táculos monárquicos como formas de publicidad que involucraban a toda la sociedad neogranadina. Todos los súbditos fernandinos, de manera diferencial, dependiendo de la posición ocupada en la pirámide social, debían participar del universo simbólico de la monarquía, en la medida en que todos se encontraban igualados en un mismo deber de fidelidad al rey. Así era según los realistas: el neogranadino. el Publicidad monárquica Nuevo Reino el opinión pública en y ,

I Es muy raro en toda la vasta extensión de las Américas, entrando aun en este número las monjas más recoletas, el que no tenga un retrato o busto de Fernando; y no se presente al público con la insignia del FernandoI V vasallaje a Fernando […]; digámoslo de una vez: la fama y el nombre de Fernando penetra aun en los rincones más recónditos de esos países. (Buenaventura 25)

Después del juramento regio, se llevaron a cabo en la ciudad diferentes “diversiones” (Boletín n.o 28, 31/v/1816)9. Una breve parada militar en la plaza mayor, escenario natural de las representaciones del poder; un banquete ofre- cido por el cabildo santafereño en honor de la alta oficialidad del Ejército y “concurrido por las personas de más distinción”; y, finalmente, una corrida de toros y un “magnífico baile” en el salón de la corte, en el cual se dieron cita el “buen gusto” de las damas y el brillo de la oficialidad monárquica. De esta manera, la celebración de San Fernando se convertiría en una muestra indis- putable del “sentimiento unánime” de fidelidad al monarca, “la más completa que esta ciudad ha visto, desde que se trastornó el antiguo gobierno” (Caballero 215; Gobierno).

9 Sobre las “diversiones” coloniales, véase la pesquisa de Ángel López.

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Para los monárquicos, la jura real en Santafé, centro ordenador del es- S pacio simbólico neogranadino, se erigía como una de las principales demos-

traciones del triunfo de la “buena opinión”: “podían por la vez primera hablar Chaparro libremente los hombres leales, los fieles vasallos de Fernando VII” (Gobierno).

Era la proclamación de la victoria del bien sobre el mal, la oficialización del Alexander retorno del rey. Estos actos “inspiraban en todos la satisfacción más pura”, restablecían “aquella calma y tranquilidad” arrebatada por la revolución. Con ellos, los neogranadinos “renacían de entre los padecimientos a la sociedad, al orden, y a los bienes del dulce y deseado gobierno del amado Fernando” (Gobierno). En estos eventos, la sociedad corporativa intentaba restablecerse después de la proclamación de la igualdad formal entre los integrantes del cuerpo político. Las celebraciones monárquicas, símbolo por excelencia de la unidad de la monarquía, se ofrecían así como un escenario público idóneo para ensalzar la sociedad jerárquica y corporativa como ideal político. La misma descripción ofrecida por los papeles realistas sobre el “número, calidad y repre- sentación de los concurrentes” a la jura fernandina, enumerados en completa correspondencia con su respectiva posición social, nos ofrece una idea del tipo de sociedad modelada por el gobierno fernandino: una monarquía cimentada en las pretendidas diferencias naturales entre los individuos, respetuosa de los fueros y privilegios particulares (Gobierno). De este modo, no debe sorprender que Caballero consignara en su Dia- rio, como un aspecto digno de notarse, la ubicación relativamente detallada de los principales asistentes a la misa catedralicia (215). Y no se trataba de un asunto menor, de un apunte ingenuo. Las posiciones ocupadas en la iglesia por cada uno de los representantes del poder real debían estar en absoluta correspondencia con sus dignidades, reputación social y desvelo acreditado en el servicio regio. La distribución de los asistentes a la ceremonia religiosa tenía que recrear las relaciones de poder vigentes en la sociedad neogranadina de entonces. Así, estas celebraciones corporativas y jerárquicas se convertían en espacios de publicidad de los ideales sociales propios de la Corona y la Iglesia católica. A los vasallos neogranadinos les competía desplegar las señas de la debida fidelidad y comportarse de acuerdo con estas expectativas10.

10 Sobre la importancia de la identidad corporativa y la centralidad de las posiciones ocupadas en el espacio físico como espacio simbólico, véanse los trabajos de Alejandro Cañeque y de Carol Leal.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 83 26/01/15 10:37 Finalmente, es importante subrayar que si bien todo este derroche de espectacularidad y abundancia se encontraba directamente relacionado con el carácter trascendente de la persona real, Santafé, como capital virreinal, ahora readornada con los títulos de “muy noble” y “muy leal”, también debía co- rresponder a su “fama”, a su posición en el cuerpo político de la monarquía. Ello permite explicar la publicación pormenorizada de los fastos organizados para conmemorar las fiestas fernandinas Boletín( n.o 28, 31/v/1816; Gobierno; “Indulto”). La función de estas publicaciones era doble, pues en la medida en que una ciudad era tenida en mayor estima, mayores y más fastuosas debían ser sus celebraciones, lo que a su vez le permitiría solicitar y esperar nuevas gracias o distinciones. Sin duda, el uso de los impresos para exaltar la lealtad al rey, dando cuenta de la grandeza de las conmemoraciones, se constituía en uno de los modos apropiados de manifestar la fidelidad irrestricta de la ciu- dad —el mismo discurso adjetivado y efectista de estos impresos revela una voluntad signada por la magnificencia—. Así, las ceremonias regias recusaban el neogranadino. el Publicidad monárquica Nuevo Reino el opinión pública en y ,

I públicamente a la América independentista y enfatizaban el valor cultural de una monarquía unida. Según afirmaría en su momento el editor de la Gazeta de Santafé, “la multitud que por lo regular aprende más por los ojos que por el FernandoI V oído, no pudo menos que formar una alta idea de la majestad a cuyo nombre se hacía esta ceremonia” (n.o 43, 3/iv/1817, 418).

III

Menos de cinco meses después de la jura fernandina, el 14 de octubre de 1816, Santafé renovó sus votos de fidelidad con ocasión del cumpleaños del monar- ca. La celebración comprendió tres “funciones”, para ponerlo en términos del momento: una misa solemne, una parada militar y un baile de gala. El acto litúrgico de la “magnificencia cristiana” se celebró en la catedral de la ciudad con la participación de la alta oficialidad del Ejército y de los diferentes tribu- nales y corporaciones, mientras en la plaza mayor los soldados lanzaron salvas de artillería y fusilería con el objetivo de elevar el halo de solemnidad de la celebración. Según el editor de la Gazeta de Santafé, “la cátedra evangélica jamás estuvo tan dignamente ocupada como en este día […]: un concurso numeroso guardando el más profundo silencio, estuvo pendiente de los labios

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del orador”, quien señaló con precisión la fidelidad debida al monarca español S y la justeza de sus pretensiones políticas sobre América: Para hacer solo el análisis de este bello discurso era necesaria toda la Chaparro elocuencia y delicadeza del que lo produjo: baste solo decir que la acer-

tada disposición de pruebas y argumentos; el estilo varonil y florido, la Alexander elección exquisita de figuras, un lenguaje puro, castizo y limado; acción animada; una voz firme y sostenida, formaron un todo admirable en el desarrollo de aquella idea sencilla, y al mismo tiempo sublime. (n.o 19, 17/x/1816, 206)

La esmerada descripción de este sermón permite señalar, por si hace falta, la centralidad de las imágenes, los discursos y las prácticas religiosas en las funciones del régimen reconquistador. No podía ser de otra manera. La monarquía hispánica era la monarquía católica por excelencia. De allí que la reconstrucción de la legitimidad del gobierno real y, en consecuencia, la pu- blicidad de la opinión pública en favor de su mandato pasaran necesariamente por la intervención de los eclesiásticos en los diferentes espacios públicos lo- cales. No fue en vano la sentida prédica del comisionado de Indias a los eclesiásticos de América: “acreditad vuestra fidelidad en el púlpito, acreditadla en el confesionario, acreditadla en vuestras conversaciones familiares aun las más confidenciales, acreditadla en vuestras cartas y los que tienen luces para ello, acredítenla también en sus escritos e impresos” (Buenaventura 43-44). El discurso católico, a través de la autoridad, la elocuencia y el virtuosismo —ya se ve la importancia del despliegue de determinada corporeidad y gestualidad durante las exhortaciones fidelistas—, debía sustentar la gloria de la nación española, una comunidad política producto de una historia común, unida por su fidelidad a la figura del católico monarca. Ya lo afirmaba García Tejada, quien a su vez era clérigo: “Si es grande la gloria de España el haber producido guerreros formidables, apoyos de su trono y defensores de su libertad; no lo es menos el producir oradores como el señor racionero de esta santa iglesia catedral” (Gazeta de Santafé n.o 19, 17/x/1816, 206). La mano militar y el atrio católico serían fundamentales, entonces, para conseguir el triunfo definitivo del buen orden. Según Morillo, en la medida en que la “religión y la política van unidas para la tranquilidad de estos países”, nada podían adelantar las armas del rey sin el respaldo del clero, pues, según él, “con las tropas del rey venceré en toda la América, pero el convencimiento y la obediencia al soberano es obra de los eclesiásticos” (cit. en A. Rodríguez 3: 196).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 85 26/01/15 10:37 Todo ello bajo una premisa básica. Para los realistas, la experiencia (esa autori- dad tantas veces esgrimida en sus escritos) demostraba que, durante la Primera República y la campaña de reconquista, la geografía de la opinión había esta- do condicionada por la filiación política del clero en los respectivos pueblos, y la “experiencia de muchos años tiene demostrado, que se han conservado por lo general siempre fieles y pacíficos aquellos pueblos cuyos curas párrocos han llenado los deberes que les impone su ministerio y seguido los principios de sumisión, amor y respeto al soberano, que aquellos mismos les imponen” (Morillo 14 r.-15 r.). De allí que solicitara continuamente a las autoridades pe- ninsulares el envío de religiosos, pues “harían más efecto en la opinión pública, y contribuirían más a la pacificación de estos países que una buena división de tropas escogidas” (cit. en A. Rodríguez 3: 608)11. Ciertamente, el régimen reconquistador se valió de la estructura jerár- quica de la institución eclesiástica para garantizar que su mensaje fidelista llegara a todos los rincones del virreinato. Los altos prelados debían realizar el neogranadino. el Publicidad monárquica Nuevo Reino el opinión pública en y ,

I visitas pastorales a las parroquias de su jurisdicción, pasar revista al clero y a sus feligreses y evaluar el avance de las buenas ideas. Las expectativas en torno al gobierno de la opinión por parte del clero serán consignadas por Morillo in FernandoI V extenso en su solicitud a las autoridades peninsulares de altos prelados para las sillas arzobispales de Santafé, Caracas y Guayana: Es, a mi entender, indispensable que los obispos, en circunstancias tan delicadas, sean escogidos entre las personas más santas, debiendo preferirse a la ciencia y al saber las ejemplares virtudes, con las que serán consumados para hacerse amar de los pueblos e inspirar los mismos sentimientos a sus feligreses. No puede ser tampoco viejo, porque ahora no basta que el prelado regle desde la silla el gobierno de su diócesis. Es menester que viaje frecuentemente por ella, que visite las poblaciones, examine las parroquias y conozca y vea por sí mismo el lastimoso estado de abandono y el perjudicial olvido que hay de los deberes más sagrados. Se reformarán así los eclesiásticos, los curas cumplirán y los frailes se encerrarán en sus conventos; se mejorarán las costumbres; se cortará la disolución o irreligión que tanto han cundido por las perversas máximas introducidas por los extranjeros, cultivadas

11 Para una visión general sobre la participación del clero regular en la independencia, pueden verse las investigaciones de William Elvis Plata y de Iván Darío Toro.

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y extendidas por los revolucionarios y desgraciadamente arraigadas S en el corazón de muchos habitantes. (Cit. en A. Rodríguez 4: 34-35) Chaparro Como vemos, el testimonio de vida fidelista de los mismos eclesiásticos

debía convertirse en un espejo de virtudes para sus fieles. La publicidad de sus Alexander actos debía hacer posible la distinción entre la justeza realista y la iniquidad republicana. El virtuosismo eclesiástico descansaba, hasta cierto punto, en la defensa de la causa regia. Así lo afirmaría el cura Gruesso con respecto al párroco del pueblo de La Cruz, José María Morcillo: “llegado el momento de hacer los mayores sacrificios para defender la causa del soberano, corrió, voló de un extremo a otro de su curato, y logró inflamar a sus feligreses, con el santo, y hermoso fuego de la fidelidad. Él animaba a los unos, exhortaba a los otros, levantaba a estos, y no desmayaba con aquellos” (13). De este modo, los “actos virtuosos” del clero debían oponerse a los de los “malos sacerdotes”, presas del error, acólitos del “reino ideal del traidor Bolívar”: “opóngaseles todo el clero con fortaleza sacerdotal, haciéndoles ver que aquellos sabios [sacerdotes] erraron en la efervescencia de las pasiones y que arrepentidos se han reconciliado con Dios y con su rey” (G. Rodríguez 15-16). Para los realistas, la unidad misma del clero en torno a la idea monár- quica debía constituirse en expresión diáfana de la opinión pública. No en vano Morillo se encargó de desterrar del territorio virreinal a los principales eclesiásticos que habían participado en la revolución (Hamnett), al tiempo que la imprenta oficial daba a luz retractaciones de religiosos infidentes con el objetivo de hacer “ver las cosas en su verdadero punto de vista” y, de paso, prevenir el enrolamiento de más eclesiásticos en la filas de la república, denunciado hasta el final por los realistas. Este es el testimonio de Tadeo Romo, cura del pueblo de Machachí, en Quito: Declaro que detesto, y abomino la revolución, en que me compliqué, después que la encontré ya establecida. Si yo me hallase en estado de poder satisfacer a nuestro soberano, y al público, haría resonar mi voz en todas estas provincias y acreditaría con mi ejemplo, cuán ajeno muero de tan pernicioso sistema. Por tanto es mi voluntad, que esta mi retractación circule por cuantas partes se pueda, para satisfacer del modo posible el mal ejemplo que he causado, sosteniendo dicha revolución. (Gazeta de Santafé n.o 29, 26/xii/1816, 292)

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 87 26/01/15 10:37 No obstante, serán las encendidas exhortaciones desde los atrios y el pronunciamiento sostenido de sermones ante las expectantes multitudes las estrategias privilegiadas por parte del clero realista para restaurar el sentimien- to de unanimidad regia entre los pueblos12. Ya lo reconocía el mismo García Tejada cuando sostenía que la “fe se introduce por el oído, y este se informa por la palabra de Dios” (15). En este sentido, las anotaciones con respecto a su recepción por parte del público serán moneda frecuente: la “pieza predicada que se tiene a la vista, y oyeron sin aspavientos más de mil personas” (García 6); “un concurso numeroso guardando el más profundo silencio, estuvo pen- diente de los labios del orador” (Gazeta de Santafé n.o 19, 17/x/1816, 206). Si bien la mayoría de sermones pronunciados durante la restauración fernandina no fueron a la imprenta, aquellos que lo hicieron tuvieron siempre un objetivo fundamental: “que estas letras giren”, que el mensaje regio “llegue a noticia de todos nuestros súbditos” (Buenaventura 49). Sin embargo, la impresión de estos “monumentos de fidelidad” no siempre corrió por cuenta de las arcas el neogranadino. el Publicidad monárquica Nuevo Reino el opinión pública en y ,

I reales. De hecho, buena parte se imprimió gracias a la iniciativa de sujetos particulares, pues estos sermones, además de cimentar el buen orden, eran “pruebas” irrestrictas de fidelidad por parte de los miembros del clero. Esta era FernandoI V una manera efectiva de cultivar su fama de “verdaderos realistas”, “beneméritos de la religión y del Estado”, acción necesaria frente a eventuales rumores que pudieran asociarlos con los republicanos, al tiempo que importante servicio a la Corona, susceptible de ser recompensado, pues la “virtud espera el premio” (Valenzuela 38-39). En términos generales, esta oratoria sagrada privilegia el discurso di- recto, la apelación sistemática a la conciencia de sus oyentes y lectores y el registro de alegorías, alusiones y símiles afincados en la historia sagrada y la tradición antigua clásica. Estos sermones, como discursos sagrados anclados en determinadas tradiciones escriturarias, no buscaban únicamente persuadir al público de las bondades de la monarquía, sino enseñar de manera diáfana la verdad, situarla más allá del terreno de lo discutible (eran mensajes de afir- mación de la fe monárquica para los leales y espacios de “conversión” para los díscolos republicanos): “el que los pueblos se deban conservar en la sumisión

12 Sobre la importancia de los sermones en el marco de la crisis de la monarquía hispánica en el Nuevo Reino de Granada, véanse las investigaciones de Viviana Arce y de José David Cortés. En relación con el caso mexicano, puede verse el trabajo de Carlos Herrejón Peredo y en cuanto a España, el de Javier López Alós.

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y obediencia del rey nuestro señor, no es una opinión política, es, sí una ver- S dad indubitable apoyada en la razón, y mucho más en las divinas escrituras”

(Jiménez 55). Justamente, afirmar ese carácter de verdad trascendente permitió Chaparro a los eclesiásticos valerse de otras armas religiosas, como la excomunión y las

censuras eclesiásticas. Según afirmó en su momento el obispo de Popayán, se Alexander trataba de una estrategia efectiva, ya que las “censuras que dejamos fiadas contra los que de cualquier modo faltasen a la obediencia debida a nuestro legítimo soberano, habían fijado la opinión en favor de la justa causa del rey nuestro señor, en toda nuestra diócesis y principalmente en Popayán” (Jiménez 52). Asimismo, es importante subrayar que los religiosos fueron fundamentales en el complejo engranaje de los circuitos de información del régimen recon- quistador, esto en dos sentidos complementarios. Por un lado, los eclesiásticos fungieron como fuentes de información confiable para la Corona, como de- positarios de cierto saber sobre la opinión de los pueblos, y elaboraron sendas reseñas sobre las “chispas” y las murmuraciones que rodaban en los pueblos. Por otro lado, los eclesiásticos se convirtieron en vectores privilegiados de las mismas novedades que el gobierno real quería propagar en los pueblos. Sin duda, la efectividad de las redes eclesiásticas se constituyó en baluarte de primer orden para las armas reales. De esta manera lo informó el obispo de Cartagena al virrey Sámano: Aseguro a vuestra excelencia para su inteligencia y gobierno, que en muchos pueblos del partido de Sabanas que he corrido en esta mi primera salida, he hallado alguna tal cual familia dementada con los síntomas mortales de la independencia, familias que convendría repri- mir con alguna poquita de severidad, por el peligro en que ponen la tranquilidad pública. En los pueblos donde no hay este linaje de gentes refractarias, me han recibido y despedido con los aplausos encantadores de “viva el rey”, como pudieran recibir a vuestra excelencia. Saben es mi placer vitorear a su majestad y así lo tengo mandado a los curas para que lo hagan los días festivos cuando los pueblos entran y salen de la iglesia. (agi, pc 708)

De este modo, el clero será un factor fundamental en la construcción de la política monárquica. Y si bien el estandarte regio será desterrado en poco tiempo de la Nueva Granada, la premisa que cimentó las políticas del régimen reconquistador en torno al gobierno de la opinión por parte de los religiosos estará llamada a tener larga vida en la nueva nación. Si Morillo había afirmado

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 89 26/01/15 10:37 en su momento que los neogranadinos, “siendo buenos cristianos, sin duda, serán buenos vasallos, obedientes al rey y a sus ministros, amantes y agrade- cidos a la nación” (cit. en A. Rodríguez 4: 34), Santander, una vez instalado el gobierno en Santafé, en noviembre de 1819, ordenará a todos los curas del país enseñar la santidad de la causa de la Independencia (Garrido). La opinión pública en favor de las nuevas autoridades debía pasar por el púlpito, como ya lo había enseñado la restauración fernandina.

IV

El 12 de septiembre de 1819, un mes después de la batalla de Boyacá, Morillo escribió al ministro de Guerra español explicando lo sucedido en la otrora capital virreinal. Para el oficial español, la suerte de la Nueva Granada y Ve- el neogranadino. el Publicidad monárquica Nuevo Reino el opinión pública en y ,

I nezuela ya estaba resuelta debido a que el numen tutelar de la opinión pública se encontraba ahora del lado republicano: “Bolívar en un solo día acaba con el fruto de cinco años de campaña, y en una sola batalla reconquista lo que las FernandoI V tropas del rey ganaron en muchos combates, por la disposición, sentimientos y opinión general de los habitantes” (cit. en A. Rodríguez 4: 49-55). Tan solo un mes más tarde, Gabriel de Torres, gobernador de Cartagena, escribirá a las autoridades peninsulares en idéntico sentido: “los mismos pueblos han hecho conocer cuántas desventajas trae el no radicar en ellos la opinión pública, en que consiste su fuerza moral” (agi, as 748). El panorama no resultaba, enton- ces, muy alentador; solo restaba, como única posibilidad, intentar restaurar su imperio: “el único medio de hacer leales es el de hacer ver a los pueblos que bajo el paternal gobierno de vuestra majestad son más felices que bajo el de los rebeldes” (agi, as 748). Todavía en 1825, desde su exilio voluntario en Madrid, García Tejada escribirá a las autoridades monárquicas sobre la importancia de restaurar el dominio fernandino en América en nombre de la “opinión de los pueblos del continente americano meridional”, en contra de la mentira de la “majestuosa marcha del sistema de independencia colombiana” (agi, E 122). Para el clérigo santafereño, esta nueva empresa restauradora estaría avalada por la verdadera opinión pública: “la política, la lenidad y dulzura, deben ser el alma de esta empresa, ganando los corazones por ellas” (agi, e 122). La opinión pública,

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compañera inseparable de la victoria, sería obra de la imprenta más que de S las armas: Es absolutamente necesaria una pequeña imprenta que tenga surtido de Chaparro letra inglesa, francesa y española, a lo menos para llenar dos pliegos

de cada una, según las ocurrencias. El oportuno uso que puede ha- Alexander cerse de este resorte prepara la opinión y también las victorias. Simón Bolívar ha sabido jugarlo con muchas ventajas, y se pueden presentar de ello ejemplos multiplicados. (agi, e 122)

El gobierno monárquico, que todavía se quería un mandato trascendente para la época, debía legitimarse, al igual que los gobiernos republicanos, a partir de la opinión, un imperio siempre en disputa. La crisis de la monarquía hispá- nica había alterado para siempre las coordenadas de enunciación de lo político. Y más que de la crisis de legitimidad de los cimientos del gobierno monárquico (que también), la restauración fernandina en el Nuevo Reino de Granada da cuenta de la creciente fuerza del torrente de la opinión pública como instancia indisputable de legitimidad, como escenario natural de la política. Y ya nun- ca dejará de serlo. Como bien afirmó García Tejada, ampliando un tanto la perspectiva, “se pueden presentar de ello ejemplos multiplicados” (agi, e 122).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 95 26/01/15 10:37 “Derriben las casas para que no les quede esperanza de restituirse a ellas”. Erección de la parroquia de Sogamoso, 1777-1810 “Tear Down the Houses so They Will Not Be Restored to Them”. Creation of the “Parroquia” of Sogamoso, 1777-1810

Recibido: 20 de enero de 2014 E lVER Armando Rodríguez Nupán Aceptado: 18 de julio de 2014 Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia [email protected]

➻ Resumen

El presente artículo aborda el proceso de se profundiza en los detalles del entra- extinción del resguardo de Sogamoso y la mado local para comprender los intereses erección de la parroquia de blancos entre que había detrás del proceder de indíge- 1777 y 1810. Siguiendo dos focos de ten- nas, vecinos y funcionarios. El trabajo sión: el progresivo mestizaje en cuanto quiere aportar a la comprensión, desde factor que consolidó a los vecinos como una perspectiva local, de un proceso un grupo social emergente y el fracaso de social frecuentemente tratado de forma los resguardos como unidad productiva, general por la historiografía moderna.

Palabras clave: Mestizaje, parroquia, resguardo, Sogamoso, Virreinato de la Nueva Granada.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 96 26/01/15 10:37 ➻ Abstract

This paper addresses the process of productive unit, it deepens into the de- extinction of the “resguardo” of Soga- tails of the local network to understand moso and the creation of the parish of the interests behind the indigenous, white people between 1777 and 1810. neighbors and officials behavior. This Following two spots: the progressive work wants to contribute to the un- miscegenation, which consolidated the derstanding the social process often neighbors as an emerging social group addressed in a general way by modern and the failure of the “resguardos” as a historiography.

Keywords: Miscegenation, New Kingdom of Granada, parish, “resguardo”, Sogamoso.

Preliminares

s posible constatar, por la situación del desde la mitad del siglo xviii, la profunda transformación social E y demográfica que venía efectuándose en la sociedad colonial del virreinato de la Nueva Granada, debido fundamentalmente a la política de poblamiento emprendida por la Corona y al proceso de mestizaje que se había producido a pesar de las medidas regulato- rias impuestas sobre aspectos étnicos. El crecimiento de la población mestiza contrastaba con la notable disminución de la población indígena que habitaba los resguardos, razón que condujo a adoptar medidas de reagrupamiento y traslado de los pueblos indígenas para dar paso a poblados según los esquemas de los blancos (Melo, “Francisco”). En el virreinato mencionado, estas políticas de poblamiento y agregación se pueden rastrear a través de las prácticas y determinaciones adoptadas por los visitadores de la zona desde la visita realizada por Tomás López en 1559 y, luego, a través de las efectuadas por Luis Enríquez en 1602 y 1603, por Juan de Valcárcel entre 1635 y 1636 , por Andrés Verdugo y Oquendo en 1755 y, finalmente, por José María Campuzano y Lanz y Francisco Moreno y Escan- dón entre 1776 y 1779. Esta última visita buscaba aplicar los criterios de la real cédula del 3 de agosto de 1774, que mandaba agregar los corregimientos

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 97 26/01/15 10:37 demasiado pequeños a otros corregimientos para facilitar su administración (Colmenares 53-71). En Sogamoso la dinámica demográfica resultaba idéntica (gráfica 1); la información arrojada por las visitas de Juan de Valcárcel en 1636 y del corre- gidor José María Campuzano y Lanz en 1777 indica que en el lapso de 140 años la población indígena del resguardo, constituido el 31 de agosto de 1596 por Egas de Guzmán (Fals 91), pasó de 1.473 habitantes a 589 y la población de vecinos (mestizos y blancos) pasó de 1.036 habitantes a 3.246 (Mojica 196, 258; Moreno 243)1. Es decir, que mientras la población indígena decrecía en un 60 %, la población blanca y mestiza se incrementaba en un 200 % aproxi- madamente (Colmenares 37-38).

.

. s . “Derriben las casas para que no les quede esperanza de restituirse a ellas”

. Indios . Mestizos mero de habitante . Nú



   

➻➻ GR ÁFICA 1 Dinámica demográfica en Sogamoso entre los años 1636 y 1777 Fuente: Elaboración del autor con base en AGN (SC, V 8).

La región se caracterizaba por un gran número de pobladores pobres asentados en las cercanías de los resguardos, sin tierras suficientes para su subsistencia y las actividades de su vida cotidiana. El fenómeno demográfico terminó por convertirse en un problema de asignación y acceso a la tierra, por- que las necesidades territoriales de los vecinos que no encontraban espacio en el orden social y legal colonial se constituyeron en presión para que se adoptaran

1 El término vecino tiene una connotación étnica que se refiere a un poblador de origen mestizo, negro liberto o blanco pobre aposentado en las poblaciones cercanas o dentro de los propios territorios del resguardo (Bonnett 11).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 98 26/01/15 10:37 medidas que permitieran liberar extensiones que antes estaban asignadas a los indígenas como tierras comunales (Colmenares 61). Así pues, se procedió a suprimir los resguardos más disminuidos en términos de población, a trasladar a los habitantes indígenas a otros pueblos y a rematar los territorios excedentes entre los vecinos locales (Bonnett 10; Melo, “Francisco” 25-26). Por otro lado, la estrategia de reagrupar los pueblos y resguardos más mermados demográ- ficamente era una medida administrativamente atrayente porque implicaba la Elver Armando Rodríguez Nupán reducción de los gastos fiscales de funcionamiento (Melo, “¿Cuánta?” 27). El proceso de mestizaje conllevó una transformación de las relaciones exis- tentes entre los dos grupos étnicos que habitaban la región, reguladas antaño por la legislación estamental colonial. En esta dinámica se consolidaron lazos entre indios y vecinos a partir de necesidades económicas, administrativas, sociales y espirituales, lazos que fueron sellados mediante procesos de arrendamiento, pac- tos de hecho, matrimonios mixtos o relaciones de padrinazgo (Moreno 247, 555). No obstante, los conflictos por el acceso a la tierra se hicieron recurrentes en la medida que los vecinos mayoritarios en número seguían dependiendo de la voluntad de los indígenas legalmente propietarios, quienes no dudaban en expulsarlos cuando se presentaban desacuerdos (Bonnett 12). De esta manera, el incremento demográfico de los vecinos y su reclamo de un espacio propio en la sociedad colonial sirvieron en el siglo xviii de motor de la búsqueda de nuevas respuestas a la reestructuración social que se estaba gestando en el virreinato de la Nueva Granada, más aún cuando existía un franco pesimismo en torno al desarrollo agrícola que pudiera producirse a partir de los resguardos indígenas (González, “La política” 145). El gran declive demográfico de los indígenas en los territorios de los resguardos los puso no solo en desventaja numérica con respecto a los cuan- tiosos vecinos arrendatarios, sino también en desventaja legal, puesto que las leyes reales que los protegían como comunidad perdían vigor debido a su reducción y a los reclamos de los vecinos mayoritarios2. En esa disminución de la población indígena influyeron también las movilizaciones de personas, sobre todo de hombres que abandonaban sus familias, sus hogares y sus tierras para dedicarse a la vagancia en los pueblos de blancos, en donde no estaban sometidos a ningún control fiscal3. Según informe de un visitador, se trataba de

2 En este sentido se entiende la real cédula del 3 de agosto de 1774. 3 Al respecto, véanse en el texto de Juan Carlos Jurado los aspectos relacionados con la construcción del concepto de vagancia en la Colonia y un análisis social del fenómeno en la Nueva Granada.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 99 26/01/15 10:37 “indios ausentes de su pueblo que muchas veces con abandono de sus familias había en las poblaciones de españoles entregados al robo, ociosidad y vida libre sin la instrucción política y cristiana que el rey les facilitaba en sus pueblos” (agn, sc, p 2, f. 902 v.). Pero, sin duda alguna, el principal criterio para el traslado de los res- guardos indígenas y la erección de parroquias de blancos estaba orientado a facilitar el acceso de los vecinos locales y arrendatarios a la tierra, puesto que su condición irregular frente a las leyes indianas que protegían y blindaban la posesión territorial de los indios los dejaba en situación de franca vulnerabili- dad. Pese a que Martha Herrera plantea la tesis de que la población no india vivió dentro del pueblo de indios sin controvertir la legalidad, los documentos de visitas demuestran una clara conciencia, tanto de los indios como de los vecinos, de que la tierra pertenecía legalmente a los primeros. La misma autora constata que la relación vecinos-indios adquirió un tono problemático en el siglo xviii por el desequilibrio demográfico producido y por la aparición de una “Derriben las casas para que no les quede esperanza de restituirse a ellas” élite rural (188-189). En este sentido, el traslado de los indígenas y el proceso de erección de Sogamoso como parroquia de blancos han de ser entendidos más como una disputa territorial que como una simple medida administrativa. Y, en el fondo, se evidenciaba un serio cuestionamiento a la viabilidad de la estructura social colonial frente a las transformaciones étnicas y demográficas ocurridas durante los siglos xvii y xviii.

Las diligencias

Conviene establecer que el crecimiento vegetativo de la población local y la ne- cesidad de su redistribución dentro del espacio neogranadino desempeñaron un papel determinante en torno a la problemática de la propiedad de la tierra. Por otro lado, durante los siglos xvii y xviii, las zonas aledañas a las cabeceras de provincia fueron receptáculos de una importante migración blanca y un masivo mestizaje que no fue posible controlar a pesar de las restricciones impuestas por vía legal (agn, sc, v 13, f. 1032 r.). A los blancos pobres que llegaban al nuevo mundo solo les quedaba la opción de buscarse la vida en las provincias, en don- de el acceso a la tierra se hacía más fácil y el control imperial menos eficiente. Sogamoso, entonces, era un lugar propicio para empezar (agn, sc, p 2, f. 901 r.).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 100 26/01/15 10:37 El 20 de noviembre de 1775 la Junta General de Tribunales expidió una resolución especial cuyo propósito era hacer efectiva la real cédula del 3 de agosto de 1774 sobre la reorganización de los resguardos y corregimientos. Así, el 1 de julio de 1777 llegó a Sogamoso, instruido por Francisco Moreno y Escandón, el corregidor interino de José María Campuzano y Lanz con recomendaciones claras de cómo aplicar la real cédula. El 5 de julio ya había realizado el reconocimiento del territorio y comprobado el importante Elver Armando Rodríguez Nupán crecimiento del número de vecinos, y el día 7 del mismo mes reunió a los nativos para explicarles el proyecto de trasladarlos al resguardo de Paipa. El visitador consultó la decisión con las autoridades de Santafé y el 19 de julio obtuvo el concepto favorable de Moreno y Escandón (Colmenares 61-62). El 31 de enero de 1778 se expidió el decreto en que se aprobaban las diligencias realizadas; y seguidamente, obrando en calidad de fiscal de oficio, el mismo Moreno y Escandón lo ratificó de forma oficial en auto expedido el 18 de fe- brero de 1778. El secretario general del virrey hizo lo propio y se lo comunicó al corregidor de Tunja el 20 del mismo mes para que hiciera la diligencia y remitiera el dinero del remate a la Real Hacienda (agn, sc, v 14, ff. 356 v.-357 r.). El traslado de los indígenas se aprobó oficialmente el 29 de abril de 1778 (agn, sc, v 14, f. 367 v.). Con el concepto favorable a la diligencia ejecutada por Campuzano y Lanz, era la segunda vez que se intentaba trasladar a los indígenas de su terri- torio, puesto que en 1766 don José Marcelino Rangel había recomendado que se los separara de los vecinos para resolver todos los perjuicios que se habían producido debido a la mezcla y convivencia de los dos grupos. Según Rangel, dicha convivencia en común había ocasionado el sometimiento de los indios a los vicios y costumbres de los vecinos, sobre todo al consumo de bebidas alcohólicas, lo que ocasionaba borracheras, escándalos, desorden y hasta en- fermedades (agn, sc, r 1, f. 161 r.). Se proponía como solución que los indios fueran trasladados a la zona de Monquirá y los vecinos pasaran a habitar el pueblo. Sin embargo, en este intento no se recurrió al proceso de erección de parroquia como mecanismo para formalizar la situación. Las razones que se esgrimieron giraban en torno a la protección de la población indígena, a la conservación de la moral y las leyes, y al fortalecimiento del orden público que había sido alterado por la mezcla de blancos e indios en el territorio del resguardo (agn, sc, r 1, ff. 186 r.-188 v.). El 8 de agosto de 1778, Moreno y Escandón en persona recorrió el te- rritorio sogamoseño como visitador. Lo que encontró, al parecer, no llenó sus

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 101 26/01/15 10:37 expectativas, ya que, habiendo recomendado un año atrás el traslado de los nativos y sugerido a los vecinos acudir a la capital para iniciar el trámite legal de la erección oficial de la parroquia, no se había realizado ni lo uno ni lo otro. El 20 de agosto, informando al virrey de su visita, exponía lo siguiente: Según ha reconocido ocularmente […] no se ha logrado adelantamiento ni debido arreglo de su población que con fundada esperanza se pro- metía con la traslación decretada de sus indios al de Paipa, y con las singulares ventajas que disfruta por su situación y comercio, por tener iglesia y cárcel construidas, con el auxilio de las tierras del resguardo vacante y que se les ha franqueado a los vecinos para su más cómodo establecimiento. (agn, sc, p 2, f. 901 r.)

Pasado un año, y a pesar de las benévolas ventajas concedidas a los ve- cinos, Sogamoso no había prosperado como se esperaba “ya sea por falta de uniformidad, ya sea por carecer de la buena dirección que para ello se necesita”, “Derriben las casas para que no les quede esperanza de restituirse a ellas” según la percepción del mismo Moreno y Escandón (agn, sc, p 2, f. 901 r.). También contribuyó a tal condición el hecho de que, a pesar de los plazos otorgados por el visitador a los indígenas para que recogieran sus cultivos y se desplazaran a Paipa, estos habían omitido la orden y, al contrario, algunos seguían sembrando en sus terrenos y negándose a abandonarlos (agn, sc, v 8, f. 961 r.). Para salirles al paso a las trabas que los indígenas venían presentando con el propósito de dilatar la fecha del traslado, pues argumentaban que no podían abandonar sus sembradíos sin disfrutar de su producido previamente, el 18 de agosto de 1778 Moreno y Escandón le ordenó al alcalde Jerónimo Bayona que realizara una inspección del terreno, que hiciera un avalúo de las cosechas de los nativos y las ofreciera para ver si algún vecino estaba dispuesto a pagar su costo. Acatando el decreto, el alcalde se dispuso a visitar el lugar y nombró a los vecinos Felipe Romero, Manuel Montaña y Ramón de Avella como tasadores de las sementeras. En el recorrido encontraron 49 predios de indígenas sembrados con maíz, cebada y trigo y una mínima proporción con turmas. Se tasó el estado de los cultivos y se avaluó las cosechas de dichos predios en 203 pesos y 6,5 reales (agn, sc, v 8, ff. 961 r.-964 v.). El visitador sometió a remate los predios pero no se presentó ningún postor, situación que lo llevó a darles un ultimátum a los vecinos: les concedió plazo de un mes para que acudieran a Santafé y solicitaran la expedición del título formal de la parroquia. También pidió que se acelerara el remate de los

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 102 26/01/15 10:37 solares en pequeñas partes, tanto del plano de la parroquia como del resguardo, según lo había establecido un auto anterior. Y, en caso de incumplirse lo man- dado, el funcionario amenazó con la enajenación de las partes asignadas para ser rematadas a un nuevo postor de acuerdo con la oferta que más beneficiara a la real renta (agn, sc, p 2, f. 901 v.). Finalmente, el traslado de los indígenas lo realizó el 15 de septiembre de 1778 don Tomás Antonio Laiseca y Fajardo, corregidor del lugar, quien verificó que los naturales se desplazaran al resguardo Elver Armando Rodríguez Nupán de Paipa y que el pueblo que habían habitado fuera demolido, según lo ates- tiguaron unos vecinos interrogados al respecto (agn, sc, p 2, ff. 897 r.-900 v.). El 1 de diciembre, tras haber revocado el poder que en octubre de 1777 se les había otorgado a Juan de Dios Díaz Granados y a Dionisio Romero, de- bido a su ineficiencia agn( , sc, p 2, f. 906 r.), 69 vecinos concedieron un poder amplio y suficiente a don Ambrosio Jiménez y a don Manuel de Guevara para adelantar en Santafé las diligencias de asignación de un cura con lo necesario para su subsistencia y la solicitud de autorización del remate de las tierras (agn, sc, p 2, f. 904 v.). En Santafé, le correspondió llevar el asunto ante el cabildo al procurador de número de la Real Audiencia don José Joaquín Zapata y Porras, quien el 16 de diciembre acudió a donde el escribano para dar inicio al proceso. Tres días después, solicitó oficialmente ante la Real Audiencia la erección de la parroquia que tendría como patrono mayor a san José y como patronos menores a san Martín y san Antonio, y además asumió en nombre de los vecinos del lugar la obligación legal de sostener las tres cofradías reque- ridas con sus misas anuales, el alumbrado del sagrario durante todo el año, la manutención del cura, el pago de las limosnas y la compra de los ornamentos y alhajas para la iglesia (agn, sc, p 2, ff. 910 r.-910 v.). El 22 de diciembre, el fiscal procurador del arzobispo otorgó el consenti- miento eclesiástico al proyecto de la erección y remitió el expediente al virrey en calidad de vicepatrono real para que dictara los autos requeridos (agn, sc, p 2, f. 911 r.). Por su parte, el provisor general, don José Gregorio Díaz Quijano, el 18 de enero de 1779 emitió un auto concediendo el título en los términos siguientes: “Visto este expediente con lo determinado por el señor fiscal como juez visitador con lo demás que ha convenido considerarse se concede el título de parroquia para el lugar de Sogamoso en los términos que se pide” (agn, sc, p 2, f. 913 r.). De este modo, quedaba agotado el trámite eclesiástico, y solo faltaba la aprobación respectiva del virrey. El 27 de enero de 1779 el oidor fiscal Joaquín Vasco y Vargas acudió al virrey y le pidió que se tuviera en cuenta “que la confirmación de esta gracia

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 103 26/01/15 10:37 como las demás de igual naturaleza que digan relación a pueblos extinguidos se verifique sin perjuicio de aquellos naturales” agn( , sc, p 2, f. 914 v.). La solicitud de Vasco y Vargas estaba orientada a proteger a los indígenas de cualquier posible arbitrariedad en el procedimiento. En consecuencia, el secre- tario del virrey Flórez, don Francisco Iturrate, conceptuó el 30 de enero que se debía suspender la provisión “sobre el contenido de este expediente hasta que se resuelva lo que convenga cuanto a la visita y traslación del pueblo de Sogamoso” (agn, sc, p 2, f. 914 v.). Ante la oposición del oidor Vasco y Var- gas a las disposiciones adoptadas por Moreno y Escandón, el virrey solicitó el concepto del regente Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, quien juzgó que no existía ningún argumento válido que justificara la extinción y el traslado de los resguardos, por lo que las tierras debían ser restituidas a los indios. Solo el rey podía privar a los naturales de los privilegios que les había otorgado. Suspendidos los efectos de los autos de agregación, los indios de Soga- moso regresaron a sus tierras, pero las encontraron en poder de los vecinos, “Derriben las casas para que no les quede esperanza de restituirse a ellas” que habían derribado sus antiguas casas. El 27 de abril de 1779, el cura de Sogamoso, don Agustín Salazar y Caicedo, escribió a la capital solicitando instrucciones de cómo proceder con los indios que habían regresado y se en- contraban hacinados en la zona de Monquirá, sin casas, sin dónde cultivar y sin quién los atendiera espiritualmente (agn, sc, v 14, ff. 377 r.-378 r.). En respuesta a la situación expuesta por el religioso, el 13 de mayo se les autorizó volver a cultivar sus propias tierras, aunque la invasión del espacio por los vecinos ya era irreversible (Colmenares 64-65)4. El proceso quedaría latente, a la espera de un pronunciamiento real que nunca llegó; en cambio, en 1781 se confirmaría oficialmente la diligencia de restitución de las tierras de resguardo a sus primeros dueños (agn, sc, p 2, f. 925 r.). Pasaron quince años hasta que, en 1794, se realizaron nuevas diligencias para la obtención del título. Sin embargo, dichas diligencias resultaron impro- ductivas hasta el 20 de julio de 1808. En esta fecha, se concedió un nuevo poder a don José Antonio Montaña para que continuara con el proceso legal. Este poder, redactado en la oficina del alcalde local Emigdio Cáceres, derogaba el que habían otorgado de tiempo atrás a don Joaquín Díaz y don Luis Joaquín Pérez (agn, sc, p 2, f. 916 r.). Le correspondió presentar el expediente ante la Real Audiencia al procurador Cándido Nicolás Girón, quien planteó sus argu-

4 El auto está contenido en agn (sc, v 14, ff. 379 r.-379 v.).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 104 26/01/15 10:37 mentos el 28 de julio del mismo año (agn, sc, p 2, ff. 920 r.-922 r.). El 5 de septiembre intervino el fiscal protector, quien solicitó derogar y declarar fuera de lugar la solicitud hecha por Girón, en virtud de que el teniente gobernador del pueblo, don Antonio Peralta, junto con otros nueve capitanes, se oponían a la transformación del pueblo en parroquia y para dicho fin habían suscrito un requerimiento fechado el 6 de agosto anterior (agn, sc, m 44, ff. 856 r.-858 v.). Girón respondió el 19 de octubre calificando la oposición de los indígenas de Elver Armando Rodríguez Nupán maliciosa, y solicitando que se realizaran las averiguaciones necesarias para justificar la bondad del proyecto agn( , sc, p 2, ff. 924 r.-924 v.). Después de que el expediente hubiera transitado por varias oficinas y de que se hubieran obtenido diversos conceptos legales (tanto de índole criminal como civil), de que el caso hubiera sido sometido a distintos pareceres y se hubieran efectuado las diligencias requeridas por el virrey, el 7 de febrero de 1810 se expidió el decreto que ordenaba que, “dejando a los indios terreno proporcionado se venda lo restante de sus resguardos con división de suertes [y] que la enajenación se haga en público remate y se declara la obligación de los compradores de promover lo correspondiente para la citada erección de parroquia” (agn, sc, p 2, f. 954 r.). De este modo, se obtenía la aprobación civil del proyecto, pues la aprobación eclesiástica ya había sido otorgada en enero de 1779; aunque la habitación y el predominio territorial de los vecinos ya era un hecho desde el mismo momento en que los indígenas habían sido trasladados a Paipa.

Disputa por la tierra

El proceso legal al que se le dio curso de forma intermitente durante 33 años no deja duda de lo que realmente estaba en disputa: el derecho a la posesión de la tierra. Por un lado, la posesión legal de los indígenas estaba garantizada por la concesión real del resguardo, aunque su disminución numérica alentaba las aspiraciones de otros grupos sociales (agn, sc, m 44, f. 558 r.). Por otro lado, la habitación prolongada y de facto del lugar por parte de los vecinos, con el consentimiento de los indígenas, ocasionó que aquellos se sintieran con dere- cho a reclamar como propio el terreno sobre el cual habían vivido, trabajado y construido sus casas (Moreno 241). No es extraño que, cuando Francisco

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 105 26/01/15 10:37 Antonio Moreno y Escandón consintió el traslado de los indígenas a Paipa y el remate de las tierras del resguardo en 1777, lo hiciera argumentando que era crecido respectivamente el número de vecinos agregados al pueblo, y que los más carecían de tierras propias que cultivar, por cuyo motivo, o bien se acomodaban a vivir de arrendatarios de los indios, con peligro de ser expelidos, a voluntad de estos, o bien en las haciendas comarcanas, retirados del pueblo, con dificultad de acudir con frecuencia a misa, y de ser con prontitud administrados por sus párrocos en sus enfermedades. (237)

Las palabras del visitador no solo representaban su opinión personal, sino que además recogían el reclamo de un grupo social mayoritario y ascendente en número y, por lo tanto, cada vez más importante en el accionar sociopolítico de la región. La acción de trasladar a los indígenas y rematar las tierras era una alternativa viable para darle formalidad legal a una situación de irregula- “Derriben las casas para que no les quede esperanza de restituirse a ellas” ridad frente a la ley indiana. Sin embargo, todo argumento citado a favor de los vecinos se enfrentaba al hecho de que los resguardos eran concesión real, y ante la presencia de intereses encontrados, finalmente, la Corona optaba por la defensa de los indios, realidad que a la larga dejaba sin peso cualquier pronunciamiento de tipo provincial (agn, sc, p 2, f. 949 v.). No obstante, los vecinos locales siempre encontraron argucias legales y mecanismos de presión para poner la ley de su lado y ganar el beneficio de la tierra (González, El resguardo 56-58). Mientras el territorio perteneciera legalmente al resguardo, cualquier in- tento de poseerlo resultaba riesgoso e incierto. La erección de la parroquia ven- dría a darle solidez legal y firmeza temporal a la propiedad de los vecinos. Sin embargo, aunque el desplazamiento de los indígenas fue decretado a mediados de 1777, para agosto de 1778 todavía no se había efectuado la diligencia. Aún después del 15 de septiembre de 1778, cuando se hizo efectivo el traslado, no se evidenciaba premura por parte de los vecinos para adelantar el proceso (agn, sc, p 2, f. 901 r.). Al parecer, existían varias condiciones sociales que justifi- caban lo anteriormente dicho. En primer lugar, los indígenas aprobaban que los vecinos habitaran y trabajaran los territorios sobrantes a cambio de tratos informales, permisos concedidos, arriendos acordados, colaboración mutua en el cumplimiento de obligaciones fiscales, organización de fiestas religiosas y participación del trabajo o de los mandatos; claro está, sin que finalmente se

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 106 26/01/15 10:37 pusiera en duda el derecho de los indígenas (Moreno 241)5. En segundo lugar, se intuye que ya existía en la región un dominio de grupo, en la medida que la población de vecinos había superado en grandes proporciones a la indígena6. A esto se sumaba que el resguardo garantizaba la presencia del cura doctrinero financiado por el virreinato durante todo el año. En consecuencia, los vecinos podían acceder a la atención espiritual por un bajo costo o por ninguno, si- tuación que cambiaría con la erección de la parroquia, porque entonces urgía Elver Armando Rodríguez Nupán asumir todos los gastos propios del sostenimiento de esta. El marcado mestizaje que se había ido produciendo en la región no solamente consistía en una mezcla de sangre, sino que además traía implícita la construcción de nuevas relaciones de parentesco y padrinazgo que hacían imposible que la comunidad local aplicara las divisiones étnicas reglamentadas por la Corona. Los mismos funcionarios reales encontraban serias dificultades para clasificar en un determinado grupo étnico a estos mestizos (Moreno 247). A pesar de que en los argumentos legales se exponía la indefensión de los ve- cinos, estos no sentían realmente que los pocos indígenas representaran una amenaza para sus intereses, y dejaron el proceso en una efectiva “inacción” o “falta de actividad”, como Moreno y Escandón lo menciona (agn, sc, p 2, f. 916 v.). El control real que los indígenas estaban ejerciendo sobre los territo- rios del resguardo residía en su lugar de habitación y en lo poco que por sus propios medios podían cultivar. Progresivamente, entre septiembre de 1778 y abril de 1779, tiempo durante el cual se hizo oficial el traslado a Paipa, los vecinos tomaron control absoluto de las tierras, mientras los indios “desterrados” perdieron sus “habitaciones, muebles y demás bienes que tenían” (agn, sc, m 44, f. 857 r.). Incluso, el mismo visitador recomendaba, en el caso de los indígenas que se resistían al trasladado, que se derribaran las casas que tuvieran en el pueblo para que “no les quedara esperanza de restituirse a ellas” (Moreno 249). A su regreso, las tie- rras que habitaban antaño ya estaban ocupadas, demarcadas y hechas potreros, razón por la que fueron conducidos a habitar en una zona marginal llamada Monquirá, en donde estuvieron expuestos a innumerables precariedades (agn, sc, m 44, f. 857 v.). Se produjo una restitución de tipo legal de las tierras del resguardo; sin embargo, en la práctica no hubo tal, porque los vecinos con-

5 Hacia 1766, los vecinos pagaban anualmente a los indígenas, por concepto de arriendo, 13 reales por casa y solar y 8 reales por fanegada de tierra para sembrar (agn, sc, r 1, f. 161 r.). 6 Marta Herrera hace referencia a la consolidación de una élite rural durante el siglo xviii (189).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 107 26/01/15 10:37 tinuaron poseyéndola y relegando a los indígenas a sectores marginales. No en vano el procurador Cándido Nicolás Girón, al exponer sus argumentos en 1808, manifestaba que no se trataba precisamente “de formar un pueblo sino de estar ahí ya más de treinta años formado el que se desea erigir” (agn, sc, p 2, f. 920 r.). La situación de pobreza a la que fueron conducidos los indígenas im- plicó para ellos una encrucijada económica: la restitución legal del resguardo les devolvía también sus obligaciones tributarias frente a la Corona. Al no poder pagarlas, los cobradores les arrendaban a los vecinos las tierras de los indígenas para así obtener el recaudo que estos adeudaban (agn, sc, m 44, f. 857 v.). Después de 1780, por obvias razones, la comunidad indígena pade- ció una escasez económica que ocasionó el atraso en el pago de los tributos. La difícil situación llevó a que los hombres tributarios vieran una salida en el abandono del resguardo y de sus familias. Exentos de las obligaciones fiscales y el control institucional, se dedicaban a la vagancia, al robo y al rebusque. “Derriben las casas para que no les quede esperanza de restituirse a ellas” Idéntica circunstancia se replicaba en todos los resguardos de la región cun- diboyacense. Los pocos indios que se negaban a trasladarse, como ocurrió en Sogamoso, quedaban como trabajadores sin tierra y eran agregados a lugares cercanos. Los que se trasladaban, en algunos casos, no eran bien recibidos por los indios que los acogían, y los que intentaban regresar a sus tierras lo hacían sometiéndose a ser simples trabajadores agrícolas en una tierra que ya no era de ellos (Fals 111-112). Entre 1797 y 1798, don Felipe Romero, desempañándose como corregidor, se enfrentó a la amenaza del abandono del pueblo por parte de los indígenas que no eran capaces de sobrellevar las cargas tributarias debido a la crisis ocasionada por las inundaciones de 1797 (agn, sc, t 11, f. 698 r.). Con el fin de evitar la desbandada, reguló las ausencias de los indígenas y consiguió la aprobación de las autoridades de la capital para concederles dos años de amnistía, tiempo durante el cual no debían pagar tributo. Pero, pasados dos años, llegó a la región el cobrador Juan de Dios Cifuentes y, desconociendo claramente los beneficios otorgados anteriormente a los indígenas, reclamó no solo los tributos de ese momento, sino además los de los dos años vencidos. Su argumento residía en que había ganado la nueva providencia ante la Real Hacienda mediante el proceso del remate, y por eso procedía de forma arbitraria a cobrar la deuda, a despojar y arrendar las tierras del resguardo para saldar el monto que no estaban en capacidad de pagar (agn, sc, m 44, f. 857 v.). Desplazados y relegados a la zona de Monquirá, los 447 indígenas que aún

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 108 26/01/15 10:37 quedaban padecían una situación, según lo comenta un capitán indio, en la que “se ven tan afligidos y llenos de necesidad que ni aun para mantenerse alcanzan y tan estrechos que […] ni aun de pie caben” (agn, sc, m 44, f. 857 v.). De esta situación sacaron provecho don Antonio Laspriella, su hermano don Francisco, don Salvador Ortiz Barrera y otros españoles llegados hacia 1792 a la zona, quienes en calidad de arrendatarios “chambean y sientan tapias y cimientos de piedra” en sus terrenos con el propósito de volverlos potreros. Elver Armando Rodríguez Nupán Estos hombres, además, actuaban favorecidos por el alcalde Emigdio Cáceres, de quien se decía que era un hombre sin instrucción y que hacía todo lo que los vecinos arrendatarios le mandaban (agn, sc, m 44, f. 858 r.). La intención de estos últimos de quedarse con la tierra y el despojo al que fueron someti- dos los indígenas se hacen evidentes. A pesar de que las leyes protegían a los nativos, las condiciones sociales locales terminarían favoreciendo a los vecinos. Don Antonio Peralta, gobernador indígena, en su pronunciamiento contra la erección de la parroquia, hizo caer en cuenta del lucro que significaba para el recaudador del tributo el arriendo de las tierras de los indios. La obligación tributaria del resguardo era de 500 pesos anuales. Y los arriendos que se cobraban a los vecinos arrendatarios sumaban 800 pesos. Lógicamente, los 300 pesos que no se reportaban a las reales cajas estaban destinados para el beneficio particular del cobrador (agn, sc, m 44, f. 585 r.). Así mismo, el gobernador ofrecía, en nombre de su comunidad, aumentar la suma del tributo a 600 pesos a cam- bio de que se les regresaran sus tierras. La propuesta resultaba hábil porque la Real Hacienda solamente estaba percibiendo 500 pesos anuales, mientras que el excedente del ejercicio se quedaba en manos particulares. El proceso de apropiación de la tierra por parte de los mestizos en la región de Sogamoso, sobre todo después de la mitad del siglo xviii, se mantenía en la misma línea de lo que se había producido en el virreinato durante todo el siglo xvii. Los blancos y mestizos se fueron apoderando gradualmente de extensiones de tierras consideradas marginales, conformaron comunidades inde- pendientes en estas comarcas y, de esta manera, ampliaron el área de influencia hispana. Personas de cultura española, pero de rasgos faciales muy variados, colonizaron paulatinamente las zonas adyacentes al altiplano cundiboyacense y dinamizaron todo un proceso socioeconómico a favor de su progreso y en contra de la subsistencia indígena (Palacios y Safford 100-105). La implementación del arrendamiento de las tierras del resguardo para pagar los tributos atrasados le dio cierta formalidad legal a la habitación de los vecinos, mas no permanencia. Pues era de suponer que el arrendamiento

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 109 26/01/15 10:37 tenía legalidad solo hasta que la deuda que lo originaba fuera saldada. Hasta 1794, los argumentos esgrimidos por los visitadores para trasladar a los nativos y rematar sus tierras siempre estuvieron orientados a resolver, por un lado, una realidad de tipo étnico-demográfica y, por otro, una situación socioeconómica de pobreza y de “bien común” del creciente número de vecinos. Las razones particulares eran disímiles. 1) Dividiendo a los indios de los vecinos se daría cumplimiento a la ley y se evitarían los desmanes que la convivencia interracial producía. 2) Mejorarían las condiciones de la atención espiritual tanto para los vecinos como para los indígenas. 3) Se resolvería el problema de pobreza y desarraigo que padecían los vecinos. 4) Se reducirían gastos de administración civil y eclesiástica. Y 5) se optimizarían las condiciones para el cobro y pago de tributos e impuestos, con lo cual se beneficiaría la Real Hacienda (Moreno 245). Entrado el año de 1808, el proceso llegó a los despachos de los fiscales de asuntos civiles y criminales, quienes se encargaron de darle un marco jurídi- co. La oposición formal a la erección de la parroquia, presentada por el indio “Derriben las casas para que no les quede esperanza de restituirse a ellas” Antonio Peralta y otros capitanes el 6 de agosto de dicho año, desencadenó todo un esfuerzo conceptual. Las reflexiones e interpretaciones que se hicie- ron de la legislación indiana conformaron el contenido jurisprudencial bajo el cual se procedió a oficializar el traslado de los indios, formalizar el remate de las tierras y avalar la erección de la parroquia en febrero de 1810. Como era de esperarse, una determinación de esta envergadura iba a tener defensores y detractores cuyos argumentos sirvieron para legitimar las determinaciones de las autoridades capitalinas en un contexto en el que la autoridad del rey ya aparecía profundamente desdibujada. Las discusiones legales dadas en la capital entre procuradores, fiscales y protectores llevaron a una decisión salomónica que pretendía beneficiar a ambos grupos sociales. En lugar de trasladar a los indios a Paipa, se propuso que se le asignaran tierras a cada nativo, según su capacidad para explotarlas, y que el resto sobrante del resguardo se rematara entre los vecinos; y cuando se efectuara la erección de la parroquia, quedarían estos como agregados, con lo que se aseguraría la atención espiritual, pero se ahorraría los costos de la erección de nuevas edificaciones (agn, sc, p 2, ff. 928 r., 948 v., 945 r.). Esta hubiera sido una solución justa, de no ser por que, en el fondo, los españoles tenían la convicción de que, mientras para los indios una hectárea y media era más que suficiente, para los vecinos no había límites en cuanto a la extensión de las tierras que podían poseer. Los vecinos legitimaron sus aspiraciones y los indígenas, de todas formas, fueron afectados, porque se redujo la cantidad

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 110 26/01/15 10:37 de tierra perteneciente al resguardo y ellos terminaron relegados en terrenos periféricos del mismo, aunque en retribución se mandara que el dinero resul- tante de los remates debía ingresar a la caja de la comunidad y ser utilizado en beneficio de los indios “que por derecho poseían las tierras” (agn, sc, p 2, f. 949 r.). Elver Armando Rodríguez Nupán

Marco legal: principio de la reversión

En agosto de 1808, el fiscal protector de indios presentó ante las autoridades la apelación interpuesta por los gobernadores del resguardo en el sentido de que no se erigiera la parroquia. Don Cándido Nicolás Girón, en calidad de procurador apoderado de los vecinos, acudió a los ministerios fiscales, y al mismo virrey, para solicitar que se verificaran las malintencionadas quejas de los indígenas, y le envió un oficio al corregidor de Tunja con la petición de que recogiera testimonios sobre diez preguntas que el mismo Girón había redactado y que estaban orientadas a demostrar la bondad del proyecto (agn, sc, p 2, ff. 921 r.-921 v.). El 23 de febrero de 1809, el virrey Amar y Borbón dictó un auto ordenando al corregidor de Tunja que adelantara las averiguaciones solicitadas por Girón (agn, sc, p 2, ff. 930 r.-934 v.). Con este fin, el 8 de septiembre se realizaron los interrogatorios pertinentes, en los que sirvieron de testigos Juan Agustín de Castro, vecino de Santa Rosa; Fernando Barrera, vecino de Iza; Gerónimo Ballona, vecino de la parroquia de Tibasosa; Francisco Bernal, vecino del pue- blo de Nausa; Juan Domingo Montaña, vecino de ; Pablo Antonio de la Pava, vecino del pueblo de Tota, y Bernardino Pérez, vecino de Corrales (agn, sc, p 2, f. 935 v.). Como era de esperarse, las respuestas de todos los testigos favorecieron los intereses de los vecinos de Sogamoso y subrayaron que el procedimiento no afectaría el bienestar de los indígenas porque, debido a su escaso número, incluso aunque se redujera el terreno del resguardo, seguirían contando con tierras suficientes para sobrevivir. El 21 de octubre de 1809, el corregidor de Tunja, don Andrés Pinzón y Zoilarda, remitió a Santafé el expediente con los interrogatorios realizados por orden del virrey (agn, sc, p 2, f. 945 r.). Este hecho le permitió al procurador Girón volver a pronunciarse solicitando la erección de la parroquia. Amparado

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 111 26/01/15 10:37 en las respuestas a su interrogatorio, radicalizó sus argumentos a favor del proceso y cayó en un tono notoriamente despectivo hacia los indígenas que, en el fondo, lo que dejaba entrever era el interés por desvirtuar el derecho de los nativos y legitimar el propio. El escrito de Girón se orientaba a obtener la aprobación virreinal y a quitar de un tajo el obstáculo que representaba el hecho de que la ley indiana prohibía realizar cambios en tierras de resguardos (agn, sc, p 2, f. 947 v.). El apoderado aducía que la solución a la notable pobreza del lugar era precisamente la erección de la parroquia de blancos, ya que “efectivamente […] una triste experiencia de tres siglos ha confirmado que los pueblos de indios jamás llegan a prosperar” (agn, sc, p 2, f. 947 v.). Por otro lado, asignarles las tierras a los vecinos conllevaría un aumento del recaudo de impuestos en be- neficio de la Real Hacienda, porque tendrían la libertad para trabajar e invertir esfuerzos en bienes de su propiedad y “se aumenta[ría] entonces el cultivo, la agricultura, la población, [y] la riqueza del país”, es decir, se estaría impulsando “Derriben las casas para que no les quede esperanza de restituirse a ellas” el desarrollo local (agn, sc, p 2, f. 947 v.). En este punto, el proceso fue trasladado para que recibiera el concepto de los dos fiscales, tanto el de los asuntos civiles como el de los criminales, quienes en concurso con el fiscal protector aportaron sus interpretaciones de la jurisprudencia vigente. El pronunciamiento del fiscal protector a favor de la erección de la parroquia abrió las puertas a que el proceso continuara su curso. Sin embargo, dejaba claro que el beneficio económico obtenido del remate de los predios debía ser destinado para el bienestar de los indígenas, a quienes los asistía el derecho según lo estipulaba la ley 27, título 1, libro 6, de “las Municipales” (agn, sc, p 2, f. 948 v.). Seguidamente, el fiscal protector trajo a discusión algunos artículos legales del compendio de “las Municipales” que protegían la posesión territorial de los indígenas. La ley 9, título 3, libro 6, manifestaba que aunque los indios se trasladaran de lugar, no debían ser privados de las tierras que les pertenecían. La ley 18, título 12, libro 4, rezaba que a los indios debían dejárseles las tierras así estas les sobraran. Y las leyes 7, 9 y 17, del título 12, libro 4, establecían que no se debían asignar tierras cuando esto implicaba un perjuicio para los indígenas (agn, sc, p 2, f. 949 v.). El mismo fiscal protector, no obstante citar leyes en defensa de los nativos, no caía en la cuenta de lo contradictoria y am- bigua que resultaba su defensa, pues aceptaba el remate de las tierras, a pesar del reclamo del indio gobernador que actuaba en nombre de su pueblo, con la condición de que el dinero fuera para la caja de la comunidad y habiendo

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 112 26/01/15 10:37 él mismo señalado que a toda persona, incluso si era rica, le asistía el derecho de conservar sus pertenencias aun cuando estas le sobraran. No podría tener otro desenlace el proceso, que a todas vistas resultaba amañado y absolutamente parcializado contra los intereses de los indígenas. Por supuesto, lo que constata este pleito es la inminente vigencia del predominio estamental colonial en el sistema legal del virreinato, que parecía ajeno a las circunstancias de las loca- lidades rurales. Aunque existían innumerables leyes tendientes a proteger a la Elver Armando Rodríguez Nupán comunidad indígena, la lógica legal de los juristas terminaba beneficiando a los blancos. Para enero de 1810, los expedientes ya habían sido examinados por los fiscales del crimen y de lo civil, Manuel Martínez Mancilla y Diego García de Frías respectivamente, quienes dieron su voto a favor de la erección de la parroquia y del remate de las tierras, aunque lo sujetaron a que los indígenas conservaran sus respectivas partes. El argumento fuerte del alegato lo proporcio- nó el fiscal civil Diego García de Frías, quien acudió a la doctrina establecida por el jurista español Juan de Solórzano Pereira en dos de sus obras magnas: De Indiarum iure y La política indiana7. García de Frías lo denominaba derecho de reversión, y consistía en que cuando faltaban los indígenas definitivamente, los territorios que se les habían concedido debían ser reintegrados a la Corona. El fiscal se remitió al libro 1, capítulo 23, número 63, de la obra De Indiarum iure y al libro 2, capítulo 25, de Política indiana, en donde estaría contenido el principio en cuestión. Para el jurista local resultaba lógico pen- sar que, en virtud de que la real Corona había concedido el establecimiento y asumido los gastos de funcionamiento del resguardo, este regresara al rey cuando caducaran las causas por las que había sido otorgado, de suerte que “así como cuando están necesitados los provee de todo, es justo que cesando

7 Aunque las nomenclaturas citadas por el fiscal no corresponden al tema en las obras originales, el principio de reversión sí es tratado por Solórzano en otros apartes. Las dos obras, De Indiarum iure y Política indiana, se corresponden mutuamente en cuanto que la segunda es el intento por difundir en español la primera. De Indiarum iure fue publicada en dos tomos en los años 1629 y 1639 bajo los títulos De Indiarum iure disputatio sive de iusta Occidentalium inquisitione, acquisitiones et retentione, tribus libris comprehensa y De Indiarum iure disputatio sive de iusta Occidentalium Gobernatione, quinque libris comprensa. Estos dos volúmenes representaron en su tiempo la primera sistematización del derecho indiano. Política indiana vio la luz en idioma español en 1647 con el propósito de ser una obra más expedita y menos especializada, lejos del fuero exclusivo de teólogos y juristas. Para profundizar en el tema, véanse Bonnett y Castañeda; Vas Mingo y Luque.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 113 26/01/15 10:37 esta razón recaiga lo que deja de servir en el mismo que se las concedió” (agn, sc, p 2, f. 951 v.). En palabras del jurista Juan de Solórzano, el argumento se expresaba así: “De suerte, que estas [tierras, montes y pastos], que por su benignidad se con- cedieron a los indios para las dichas poblaciones y reducciones, faltando ellos, es visto haberlas reservado en sí, y se vuelven a incorporar en su real Corona por el derecho que llaman de reversión, de que tratan muchos textos” (Política 188, énfasis en el original). El fiscal civil fue más allá en sus razonamientos y acudió a la interpretación de la ley 14, libro 6, título 3, de la Recopilación de las leyes de los reinos de las Indias, que establecía la posibilidad de organizar los resguardos indígenas en tierras quitadas a los españoles, quienes a cambio serían recompensados con tierras en otra parte. Así, aplicando el principio inverso, se llegaba a que en caso de que a los indígenas les sobraran tierras, estas debían reincorporarse a los dominios la Corona, puesto que “si cuando les falta les provee lo que necesitan, es correlativo, que cuando les sobra sea “Derriben las casas para que no les quede esperanza de restituirse a ellas” para su majestad” (agn, sc, p 2, f. 952 r.). Como bien puede apreciarse, a pesar de que el ejercicio legal transcurrió apegado a la norma vigente, la presunción de que la tierra era propiedad del monarca y no de los indígenas siempre estuvo implícita. Y en virtud de esta presunción, cualquier alegato a favor de mantener los resguardos con las mismas extensiones, no obstante la reducción demográfica indígena, resultaba inviable en el esquema colonial. Así que, recibidos los conceptos favorables de los fiscales y del protector de indios, solo faltaba la oficialización que efectivamente llegó con el decreto del 7 de febrero de 1810 (agn, sc, p 2, f. 954 r.).

El remate de las tierras

El decreto que autorizaba el trámite de la erección de la parroquia exigía el cumplimiento de tres aspectos. Primero, que se les dejaran a los indígenas tierras suficientes y que lo sobrante del resguardo se vendiera con división de suertes. Segundo, que la enajenación se hiciera mediante el procedimiento de remate público. Y tercero, que los compradores se obligaran a promover lo necesario para adelantar la erección de la parroquia (agn, sc, p 2, ff. 952 v.-953 v.). Cla- ramente, los procedimientos solicitados por el auto estaban de acuerdo con los

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 114 26/01/15 10:37 practicados en la región en materia de composición de parroquias y remates de resguardos y que habían sido puestos en vigencia a partir de la visita de Verdugo y Oquendo en 1755 (Bonnett 14-15; Mayorga 149). El proceso del remate se iniciaba con el avalúo de los predios por parte de peritos neutrales. Con este propósito se convocaba a vecinos de otras po- blaciones que tuvieran experiencia en avalúos. Luego, se efectuaba el pregón público in situ y en los lugares adyacentes a la localización de las tierras puestas Elver Armando Rodríguez Nupán en puja. Solo entonces, se procedía a admitir las posturas realizadas por los interesados en su adquisición, posturas que podían hacerse a título personal o por el sistema del encabezamiento, en cuyo caso obraba un apoderado en nombre de los demás, y había que desplazarse hasta Santafé o Tunja, en donde se efectuaban las diligencias. Conocido el auto que autorizaba el remate de los terrenos sobrantes del resguardo, los vecinos sogamoseños se enfrentaban a la amenaza que representaba todo remate público. Si la convocatoria era extensiva a toda persona que quisiera pujar, dada la pobreza de los residentes locales, podría resultar que postores foráneos poseedores de mayores recursos económicos hicieran mejores ofertas por los terrenos y despojaran a los primeros de los mismos. Por este motivo, los vecinos se apresuraron a obrar legalmente a través de don Fernando Cala, procurador de número y nuevo apoderado, quien solicitó lo siguiente: Que supuesto que las tierras se han de dividir como se ha dispuesto, en suertes o porciones, deben estas ser pequeñas y a la proporción del número de vecinos que sean capaces de poderlas tomar con cargo de satisfacer los pudientes el precio de contado, y a censo redimible los que carezcan de aquella facultad. Que al efecto se presentará una lista al juez comisionado. Que las mismas suertes se han de avaluar por sujetos prácticos de otros vecindarios que no sean de Sogamoso. Que así justipreciadas se adjudiquen a los interesados sin sacarlas a pregón. Que los actuales arrendadores sean preferidos en las posesiones que disfrutan con el arbitrio de elegir en ellas la parte que les acomode, y sea de cargo de los demás que entran a gozar de las mejoras que hay existentes pagarlas por su avalúo. Que en caso de darse algunas porciones a censo se otorgue la seguridad o fianza competente para conseguirlas al menos por espacio de nueve años. (agn, sc, p 2, f. 154 r.)

Las peticiones que realizaba Cala se orientaban a evitar que algunos pocos vecinos más ricos se apoderaran de las tierras e hicieran arrendatarios a

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 115 26/01/15 10:37 los más pobres, sometiéndolos a pagar rentas elevadas y dejándolos sin dónde construir sus propias casas y sus cultivos (agn, sc, p 2, f. 154 v.). Al solicitar legalmente lo anterior, el apoderado sabía que las Leyes de Indias dejaban au- tonomía a los virreyes y gobernadores sobre el modo y la forma de la ejecución del remate (Recopilación 104). En vista de lo anterior, el 31 de marzo de 1810 el fiscal civil aprobó la forma como los vecinos solicitaban que se hiciera el procedimiento, manifestó estar de acuerdo con que se avaluaran los terrenos y, así, se vendieran a los antiguos o actuales poseedores para evitar los monopolios de los ricos, que con sus altas posturas podrían despojar a los actuales arrendatarios (agn, sc, p 2, f. 155 v.). Y el 3 de abril del mismo año se mandó que se dividiera en suertes el terreno, “del cual no se podrá vender más que una a cada vecino hasta que estén acomodados todos los que allí hubiere, y solo en el caso de sobrantes podrán comprarse de ellos las demás suertes que se pretendan” (agn, sc, p 2, f. 156 r.). Con esto quedaba consolidada la parroquia y consagrada legalmente “Derriben las casas para que no les quede esperanza de restituirse a ellas” la propiedad de la tierra en manos de los vecinos blancos que, en 1778, habían dado inicio a un proceso de control y reordenamiento territorial que transfor- mó el paisaje de Sogamoso según las aspiraciones y la forma de vida de los nuevos propietarios. Aunque en las periferias del resguardo existían algunas propiedades de im- portante extensión, como la hacienda La Ramada en la zona norte, la hacienda de Las Monjas en la zona sur y la finca El Hatillo en la parte oriental, por lo que respecta a la extensión del pueblo y del resguardo propiamente dichos, estos fueron divididos y rematados en parcelas relativamente pequeñas, fácilmente comercializables entre los habitantes locales. Esta forma de propiedad de la tierra les permitió a los vecinos contar con nuevas condiciones de enajenación y capacidad para transferirla a familiares o a terceros sin problema, a menos que estuviera vinculada a hipotecas o capellanías (Kalmanovitz 53). El acceso a la pequeña propiedad parcelaria, como denomina Kalmanovitz el proceso de repartición de las tierras del resguardo, fue un factor importante en el desarrollo de una economía de subsistencia que posibilitó mejorar las con- diciones sociales de los vecinos y blancos pobres. Aunque la posesión privada de la tierra en pequeñas proporciones desvinculaba a los vecinos pobres del sistema de las aparcerías y las grandes haciendas, por otro lado les ofrecía la ocasión de trabajar para su propio lucro e ir conformando en la región fincas de menores proporciones (Kalmanovitz 47-56).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 116 26/01/15 10:37 La diferenciación social que surgió entre los blancos durante el proceso, entre ricos y pobres, habla de una estratificación geográfica del virreinato. Los centros urbanos emergentes aglomeraban funcionarios reales y familias influyentes que conformaban la burocracia virreinal, mientras que las zonas periféricas se convirtieron en el refugio de labradores y segundones que adop- taron como modo de subsistencia el rebusque, la agricultura o la ganadería de subsistencia, y que encontraron en los vacíos legales y en las líneas limítrofes Elver Armando Rodríguez Nupán de la sociedad colonial una apretada pero suficiente atmósfera para sobrevivir. La burla a la ley y la caza de la mejor oportunidad fueron las salidas más viables de los vecinos a su situación socioeconómica, y se constituyeron en el modus vivendi de quienes conformaron, según criterio de Fals Borda, una nueva clase social. Mientras tanto, el espacio vital que, desde comienzos del siglo xvii, la sociedad colonial había pretendido garantizarles a los indígenas, se fue reduciendo, los fue asfixiando económica, cultural y geográficamente, y condenando irreversiblemente a desaparecer.

Consideraciones finales

La práctica del arrendamiento de tierras del resguardo, por parte de los mismos indígenas o de los cobradores de tributos, abrió el camino para la futura comer- cialización de la tierra, para la posesión individual de la misma y su posterior despojo. Y la posesión privada de la tierra, consecuencia de la supresión de los resguardos, contribuyó al impulso del desarrollo de la hacienda privada durante la segunda mitad del siglo xviii en el marco de un pretendido fortalecimiento de la intervención privada en el desarrollo agrario (González, “La política” 145). No alcanzaban a vislumbrar los naturales que, al consentir la presencia de los vecinos en sus territorios, lo que contrariaba las leyes indianas que la prohibía, dieron paso a un proceso social en el que finalmente los resguardos fueron extinguidos por el mismo sistema que los había creado (González, El resguardo 63-64). El mestizaje, resultado de la interacción cercana entre las castas, implicó un reto al sistema colonial, que tuvo serias dificultades para encontrarle un espacio al nuevo grupo social que emergía. Los mestizos, por su parte, conscientes de la confusión legal, aprovecharon la circunstancia para sacar beneficio a su favor. El crecimiento de este grupo se convirtió en un

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 117 26/01/15 10:37 factor determinante en la posterior descomposición del resguardo (González, El resguardo 65-70). Los vecinos aprovecharon las condiciones sociales que Sogamoso ofrecía, por ser un territorio distante de los principales centros administrativos, para efectuar una ocupación progresiva del territorio. Este proceso implicó el despla- zamiento de los indígenas a tierras periféricas menos bondadosas. La presencia de los blancos y mestizos en el reguardo, en principio de manera informal, basada en acuerdos elementales con los indígenas, fue ganando formalidad cuando se autorizó legalmente el arrendamiento de las tierras para saldar las deudas de los tributos atrasados, y se consolidó con los decretos de extensión del resguardo y con el remate de sus tierras después de 1778. Pasar de una ocupación informal a un dominio legal del territorio implicó un gran esfuerzo de interpretación del abundante compendio legal colonial. Tanto los vecinos como los funcionarios virreinales contribuyeron a buscar la forma de que la legislación les fuera favorable en la adquisición de las tierras. “Derriben las casas para que no les quede esperanza de restituirse a ellas” La aplicación del principio de reversión abrió el sendero legal para justificar la expropiación de los territorios de Sogamoso y su asignación a los vecinos y mestizos. A esto se sumaba que, a medida que se producía el desequilibro demográfico entre indios y mestizos, las élites rurales emergentes ganaban re- presentatividad en la altas esferas del virreinato y capacidad para ejercer presión política en beneficio de sus intereses locales. Todo lo anterior permite hacer una radiografía a escala local de la manera como un grupo poblacional ignorado y desconocido para la sociedad colonial fue adquiriendo relevancia y representación en la vida política, económica y en las esferas burocráticas de la administración virreinal. Podría decirse que el proceso de erección de la parroquia de Sogamoso encarnó, además, el ascenso social de un grupo local y su lucha por ganar un espacio propio en un con- texto en el que era despreciado e ignorado. Ganar la propiedad de la tierra fue el primer peldaño de ese ascenso, toda vez que la tierra constituía la carta de presentación para acceder a los círculos sociales más determinantes de la época.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 118 26/01/15 10:37 Bibliografía

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 120 26/01/15 10:37 FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 121 26/01/15 10:37 El iv Concilio Provincial Mexicano ante la problemática de la división parroquial The iv Mexican Provincial Council and the Problems of the Parish Division

Recibido: 31 de enero de 2014 Rof dol o Aguirre Aceptado: 18 de julio de 2014 Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación; Universidad Nacional Autónoma de México [email protected]

➻ Resumen

Este artículo analiza el marco ecle- en la práctica, los obispos tuvieron fuer- siástico, político y social en el cual se tes limitaciones para lograrlo, como la desenvolvieron las sesiones del Concilio estructura histórica de las parroquias, Mexicano de 1771 sobre la división de que no se podía modificar simplemente los curatos. Aunque la secularización por decreto, la sujeción de los obispos al de doctrinas iniciada en 1749 había real patronato o los intereses del clero permitido a los obispos una vincula- parroquial. En las siguientes páginas ción más directa con las doctrinas de se analizan las opciones discutidas en frailes y la Corona ordenó un mejora- el concilio y su relación con esas limi- miento de la administración espiritual, tantes.

Palabras clave: iv Concilio Provincial Mexicano, administración espiritual, división de parroquias, obispos, real patronato.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 122 26/01/15 10:37 ➻ Abstract

This article analyzes the ecclesiastical, tice, the bishops had strong limitations political and social context in which to achieve this, such as the historic the meetings of the Mexican Council of structure parishes that could not simply 1771 on the division of the parishes are modified by decree, the subordination of unwrapped. Although, secularization of the bishops to the real patronage or the doctrines began in 1749 allowed the bish- interests of the parish clergy. In the fol- ops a more direct link with the doctrines lowing pages, the options discussed in and the Crown ordered improvement of the council and their relationships to the spiritual administration, in prac- these limitations are analyzed.

Keywords: Bishops, division of parishes, iv Mexican provincial council, real patron- age, spiritual administration.

ste trabajo analiza el contexto eclesiástico, político y social en el cual se desarrollaron las sesiones del iv Concilio Provin- E cial Mexicano, realizado en 17711. En dicho concilio, buscando enmendar antiguos problemas en la atención espiritual de los fieles, se discutió la división y reorganización de las parroquias2. La atención de la historiografía a ese asunto ha sido limitada, por lo que se ha generado la visión de que la creación de esas entidades y sus posteriores modificaciones fueron, básicamente, el resultado de decisiones de la autoridad eclesiástica o real, y no se le ha prestado atención a otros factores. Más allá de la muy estudiada etapa fundacional de las doctrinas en el siglo xvi (Ricard; Rubial), se carece de análisis de larga duración sobre la conformación y el desarrollo de las redes parroquiales en el siglo xvii y en la primera mitad del xviii. En cambio, existen variados trabajos monográficos que dan cuenta de la creación de parroquias en tal o cual región (Carrera; García 145-156; Mendoza; Velasco). Los estudios sobre el periodo 1750-1821 son más abundantes (Aguirre, “Ambigüedades”; Álvarez; Fisher; Mazín; Taylor). La reorganización de los cu-

1 Este trabajo es parte del proyecto “La Iglesia y la conformación de Nueva España: redes parroquiales, jerarquías eclesiásticas y actores sociales”, clave rn400413, del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica de la unam. 2 En este texto se usará el término parroquias para hablar indistintamente de aquellas administradas por frailes o por clérigos; curatos se utilizará para hablar de las parroquias que estaban bajo cuidado del clero secular; y doctrinas, referido a aquellas que estaban a cargo de los frailes.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 123 26/01/15 10:37 ratos de la ciudad de México en la época de Lorenzana, en especial, ha sido objeto de estudios interesantes que muestran la divergencia entre el racionalismo del arzobispo Lorenzana y el contexto histórico en el que vivió (Sánchez, “El nuevo”; Zahino, Iglesia 50-60). No obstante, en estos trabajos predomina la idea de que la organización de las parroquias era caótica, visión heredada de las autoridades borbónicas que hicieron tabla rasa del pasado de esas entidades. Aunque la secularización de doctrinas, iniciada en Nueva España en 1749, permitió a los obispos una vinculación directa con ellas y la Corona ordenó un mejoramiento de la vida cristiana del pueblo mediante la reorganización parroquial, en la práctica los mitrados tuvieron serias limitaciones para lograrlo, como lo experimentó el poderoso arzobispo de México, Antonio de Lorenza- na. Entre ellas estaba la estructura histórica de los curatos de cada obispado, los cuales se conformaron no solo con base en las directrices emanadas de la Corona y de la Iglesia, sino también en las condiciones sociales y políticas de las diferentes poblaciones y regiones. De todo ello resultaron partidos eclesiás- Concilio Provincial Mexicano ante la problemática de la división parroquial iv

El ticos que no se podían modificar simplemente por decreto. En segundo lugar, los obispos estaban sujetos a las directrices reales y al real patronato, por lo cual la modificación de cualquier parroquia debía tener la sanción previa del patrón o vicepatrón, factor que pudo inhibir a los obispos para reestructurar los curatos más a fondo. Y en tercer lugar, antes de intentar un cambio, los mitrados debían también tomar en cuenta los intereses del clero parroquial y la afectación que sus obvenciones sufrirían. En las siguientes páginas se analizan las opciones ventiladas en el con- cilio y su relación con las limitaciones antes mencionadas. Para esto último me centraré en la experiencia del arzobispado de México, sin pretender gene- ralizarla al resto de los obispados, sino solo para que sirva de ejemplo sobre la complejidad que implicaba la reorganización parroquial ordenada por Carlos III en el conocido “Tomo regio”.

Las experiencias en el arzobispado de México hasta 1765 La creación y organización de una red de parroquias regulada por un obispo puede considerarse un proceso de larga duración si se tiene en cuenta que en

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él intervenían factores políticos, jurisdiccionales, sociales y étnicos incluso, g que rebasaba el simple acto de fundación. Las parroquias estuvieron sujetas al A cambio, a pesar de la impresión, sobre todo en el caso de las rurales, de que Rodolfo uirre eran entidades estables, rutinarias e inamovibles. Ningún siglo colonial dejó de presenciar transformaciones significativas, a veces intensas, a veces discre- tas. El gran reto para la Iglesia fue crear parroquias y comunidades de fieles estables regidas por ministros responsables. Y es que, en el ámbito local, el cumplimiento de las directrices de la autoridad se dificultó en diferente grado, de acuerdo con condiciones particulares. La época más dinámica en Nueva España, en cuanto al establecimiento de redes parroquiales, fue el siglo xvi. La fundación de las diócesis y la demarcación de sus fronteras no significó necesariamente la delimitación de las parroquias, por lo menos no una territorial, puesto que los enclaves de evangelización de primera generación no estuvieron pensados como territorios sino como “pueblos” sometidos al gobierno de un tlatoani o cacique, y se entendía por “pueblos” el conjunto de la población tributaria de un señorío de origen prehispánico. En este sentido, ya Gibson lo apuntaba hace décadas: “Esas fronteras, además, estaban en constante proceso de cambio. Las jurisdicciones originales de la Iglesia sufrieron una progresiva transformación al formarse nuevas doctrinas y al hacerse nuevos ajustes en la disposición y [las] cabeceras de doctrina” (108). En el territorio que comprendía el arzobispado de México se fundaron diferentes tipos de centros de evangelización y adoctrinamiento, con distintas problemáticas y condiciones, a pesar de los deseos uniformadores de la Igle- sia. De ahí que cada parroquia podía tener diferente organización, cohesión y gobernabilidad desde el punto de vista eclesiástico. Para los arzobispos, un reto permanente fue hacer de cada partido un territorio bien delimitado para la administración espiritual. Teruel explica que si bien normalmente las parro- quias tenían límites territoriales, también las hubo con criterios personales, por razón de rito, lengua o nacionalidad (298). En Nueva España es posible hallar tales criterios cuando atendemos a la experiencia de las doctrinas fundadas en los siglos xvi y xvii. Con el respaldo de la cédula de 1549 que ordenó congregar a la pobla- ción nativa dispersa y con el arribo a Nueva España del virrey Luis de Velasco en 1550, coincidente con la sede vacante del arzobispado, los frailes apoyaron una campaña de formación de pueblos concentrados de indios que favoreciera la administración espiritual (Gerhard). Se inició entonces un proceso crucial de reconformación de doctrinas que influyó también en los curatos seculares.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 125 26/01/15 10:37 De esa forma, entre 1550 y 1572 se constituyeron en el centro de Nueva España cientos de nuevas poblaciones, organizadas en cabeceras y sujetos políticos. Con esta decisión se estableció un modelo de reducciones diferente al peruano, caracterizado por pueblos más grandes, cada uno de los cuales correspondía a una doctrina solamente (Aguirre, “El clero”). A fin de cuentas, lo importante fue que los religiosos y el virrey consolidaron el modelo de congregación ba- sado en cabeceras y múltiples pueblos de visita, una solución moderada frente a la de quienes pugnaban por una reducción más radical, con poblaciones más grandes y sin sujetos. Los pueblos de visita fueron las entidades más dinámicas en la conformación de las jurisdicciones parroquiales, pues las cabeceras fueron más estables. Por esos mismos años se vivió también la mayor expansión de doctrinas de frailes, en respuesta a los fuertes cuestionamientos sobre su labor, al manejo que hacían de los indios y a la irrenunciable intención del arzobispo de México, Alonso de Montúfar, de crear tantos curatos seculares como fuera posible. Esto Concilio Provincial Mexicano ante la problemática de la división parroquial iv

El fue un paso decisivo para hacer avanzar a la Iglesia diocesana, aun y cuando la regular seguía en mejores condiciones. Montúfar tuvo que convertir los pocos curatos de la época de su antecesor, mal delimitados, con una población ines- table en los reales mineros y con encomenderos poco dispuestos a cooperar, en una red parroquial regida por la mitra y la normativa canónica. Este prelado tuvo claro que debía interesarse también por las parroquias de indios y actuó en consecuencia, sin olvidarse de sus obligaciones con la población española creciente. Así, el arzobispo afrontó el reto de crearlos en regiones indígenas dominadas por los frailes, entró en franca rivalidad con ellos y criticó siempre, ante la Corona, la expansión de la red conventual (Lundberg 129). Si bien no se establecieron en los grandes señoríos indígenas de los valles centrales, como las doctrinas, sí se erigieron en un buen número de señoríos prehispánicos de segundo rango. En cuanto a las doctrinas, el mayor crecimiento fue logrado por los franciscanos, seguidos por los agustinos, quienes aumentaron sus partidos casi en la misma proporción que los hijos de Asís. Por lo que respecta a los domi- nicos, las fundaron en zonas muy localizadas: cinco en el valle de México y tres más en la región de Cuernavaca, al sur de la ciudad de México (Aguirre, “Doctrinas”). Debido a la gran decadencia demográfica de los indios en la segunda mitad del siglo xvi, durante la siguiente centuria no se dio un crecimiento significativo de parroquias en el arzobispado. Con una feligresía postrada, no

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hubo necesidad de reorganizar los partidos eclesiásticos, al menos hasta la g década de 1660. Sin embargo, en el último del siglo xvii, con la expan- A sión de haciendas y ranchos agrícolas y ganaderos, se crearon nuevos núcleos Rodolfo uirre de potenciales feligreses para quienes pronto se demandó atención espiritual. La Iglesia pugnó entonces por que los habitantes de esas explotaciones agro- pecuarias se integraran a las parroquias (Aguirre, Un clero 147-182). Todo ello se articuló a la recuperación demográfica de Nueva España. De esa manera, si para 1671 el clero secular administraba el 24 % de las parroquias del arzo- bispado, hacia mediados del siglo xviii ya administraba el 36 %. Los nuevos curatos seculares fueron resultado de la transformación de pueblos de visita o vicarías en cabeceras (agn, rco 32, exp. 12, f. 2 r.)3. Una mayor demanda de asistencia espiritual de la feligresía y la incapacidad de los curas para atenderla fueron motivos determinantes para ello; tres casos bien documentados así lo permiten ver: Guadalupe, San Felipe de Ixtlahuaca y Lerma, en el fértil valle de Toluca. En los dos últimos, no fueron indios quienes solicitaron la división, sino hacendados y rancheros. Con todo, los frailes siguieron administrando el 64 % de los partidos del arzobispado4. De ahí que los arzobispos de la primera mitad del siglo xviii si- guieron fijando su atención en las doctrinas; en especial, José Lanciego y Eguilaz, quien pugnó por subdividir doctrinas, convertir las misiones de Pánuco y la Huasteca en doctrinas para tener mayor injerencia o incluso crear algunas pa- rroquias de españoles en grandes doctrinas, como Querétaro. Lanciego impulsó todo ello luego de la serie de visitas que realizó al arzobispado entre 1715 y 1722, cuando llegó a la conclusión, como lo advirtió a la Corona, de que debían reor- ganizarse doctrinas y curatos para remediar la mala situación de la vida cristiana de los fieles, especialmente los indios. En carta de 16 de abril de 1719 dirigida a Felipe V, Lanciego criticaba la discrecionalidad de los doctrineros para poner y quitar ayudantes y vicarios en pueblos de visita, quienes no necesariamente estaban capacitados para hacerlo; por ello proponía dos soluciones para mejorar

3 En otras partes de la Nueva España, por la misma época, se hicieron subdivisiones también, como en Oaxaca o Guadalajara. El obispo de Guadalajara había subdividido beneficios y creado ocho misiones: cuatro de ellas y un pueblo de tlaxcaltecas en la provincia de Coahuila, dos en Nayarit y una en las Californias. Las subdivisiones habían sido aprobadas por el vicepatrón. 4 Este porcentaje es diferente al de estudios anteriores. Como señala Taylor, “a pesar de una ola de secularizaciones a fines del siglo xvi, los mendicantes lograron conservar la tercera parte de las entidades parroquiales en ambas diócesis” (120). Para una visión más amplia sobre la política de este arzobispo respecto a los religiosos, véase el trabajo de Aguirre (Un clero).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 127 26/01/15 10:37 realmente la administración espiritual de estas visitas: que se dividieran todas esas doctrinas para poner curas estables en partidos de menor magnitud, o bien que la mitra pudiera examinar previamente a todos esos frailes ayudantes, pues muchas veces no estaban bien preparados (agi, m 805). No obstante, el arzobispo no logró mucho en la reforma de doctrinas de su jurisdicción. A lo más que se llegó fue a erigir una ayuda de parroquia con vicario fijo, no por falta de entusiasmo del arzobispo, sino por la escasez de rentas. En 1718, estando el arzobispo Lanciego en el pueblo de Tarasquillo, los oficiales de la república de indios le pidieron formar un nuevo curato, pues debido a la gran distancia hasta la cabecera no recibían los sacramentos necesarios, lo cual se había visto agravado en los últimos tiempos por un “crecido número de naturales y vecinos” (agn, crs 93, f. 232 v.). El doctrinero de Alfaxayuca, declarando que el pueblo estaba bien administrado y que los naturales no podrían pagar lo que prometían, se negó a la división. Ante ello, el arzobispo le ordenó al bachiller Francisco de Acosta, juez eclesiástico de Concilio Provincial Mexicano ante la problemática de la división parroquial iv

El Ixmiquilpan, hacer averiguaciones sobre la población y las obvenciones que podrían pagar los pueblos. Del padrón parroquial resultaron 1.697 personas de todos los estados y edades, por lo que se determinó que Tarasquillo solo podría pagar 300 pesos, mientras que Alfaxayuca contribuiría con 1.186 pesos. La conclusión del prelado, que compartió con el virrey, fue que la división era necesaria, pero como no había congrua suficiente, por el momento solo podría ser ayuda de doctrina con un ministro coadjutor de pie fijo. El virrey fue del mismo parecer. Después de los intentos del arzobispo Lanciego por reorganizar varios partidos de su jurisdicción, su sucesor, José Antonio Vizarrón, no continuó con esa tarea. Estuvo más ocupado al frente del virreinato en la década de 1730 y quizá más preocupado por el futuro de su propia familia clerical que por los asuntos parroquiales (Aguirre, “Los límites”). No faltaron tentativas de convertir misiones en doctrinas, cuando se siguió un patrón similar al de los curatos; es decir, un sector de la feligresía, alegando deficiencia en la atención espiritual, acudía directamente al arzobispo o al virrey para solicitar la creación de una nueva parroquia. Un buen ejemplo de ello es el caso de la creación, en 1750, del curato de Xacala, antigua visita de la doctrina de Meztitlán, por solicitud de hacendados de la zona, quienes expresaron que era notorio el abandono que los curas doctrineros de Meztitlán han hecho del paraje de Xacala, pues toleraron que dispensasen su administración

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los reverendos padres misioneros más tiempo de cuatro años y sin g reclamo alguno, y que después de haber dejado esta administración A los padres misioneros con orden de su superior, no ocurrieron a ella los Rodolfo uirre agustinos de Meztitlán, dejando a aquellos feligreses en un continuo desconsuelo sin el santo sacrificio de la misa y demás beneficios espi- rituales; de que se infiere haber contemplado los doctrineros agustinos por independiente y separado de su administración este paraje de Xacala. (agn, crs 105, exp. 1, ff. 144 r.-144 v.)

Pero los hacendados, alegando igualmente descuido de los doctrineros, pidieron también la separación de otras visitas menores de Meztitlán para com- plementar el nuevo curato. Finalmente, por decreto del 4 de junio de 1750, el virrey autorizó la separación de Xacala, Octupilla y el Potrero para formar un nuevo curato de clérigos seculares (agn, crs 105, exp. 1, f. 144 v.)5. El asunto de la división de curatos fue retomado a raíz del inicio de la secularización de doctrinas. En carta al virrey del 25 de octubre de 1751, el arzobispo Manuel Rubio, al informar sobre la exdoctrina de Sichú, expresó lo siguiente sobre el futuro del nuevo curato secular en cuanto a su extensión y reorganización: llegó el caso de proveerla en clérigo secular conociendo haber sido más necesaria en este curato que en otro alguno esta providencia porque en una extensión que ocupa más de treinta leguas de oriente a poniente, no tenían estos religiosos más que un solo ministro para la administración, habiendo sido preciso que al cura clérigo que se ha puesto se le obligue por este arzobispo a mantener tres vicarios fuera de los que tienen en el lugar de continua residencia para dar la cómoda y suficiente en un territorio tan dilatado, en el ínterin que se puede dividir y construir iglesias en los mismos lugares donde se han establecido los vicarios. (agi, m 2712)

Solo dos años después de la secularización de Sichú, el arzobispo Rubio desapareció la parroquia capitalina de Santa Cruz, la cual carecía de un territorio formal pues únicamente atendía a indios forasteros a su paso por la ciudad. En una carta de 1753, el prelado le expresó al rey que la había suprimido porque

5 A principios del siglo xviii, la doctrina agustina de Meztitlán, en efecto, declaró ingresos anuales por 2.477 pesos, de los más altos de la orden en ese rubro.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 129 26/01/15 10:37 sus fieles no pagaban tributo en ninguna parte, además de que los curas de la ciudad se disputaban el pago de sus obvenciones (agi, m 2712). Un efecto que la Corona esperaba del proceso secularizador era una mejora sustancial en la administración espiritual de la población, para lo cual se impulsó la idea de hacer partidos más pequeños y la designación de más ayudantes de cura. En 1764, Carlos III ordenó poner tenientes de cura en pueblos de visita ubicados a 4 leguas de distancia o más de cada cabecera, “enterado de que a causa de residir los curas párrocos de las Indias en los pueblos cabeceras de sus beneficios y de no tener los necesarios tenientes en otros, que suele haber a distancia de diez, doce, catorce y más leguas, carecen de todo pasto espiritual” (agi, m 727). Esta real cédula proponía conseguir los fondos para pagar a los nuevos tenientes tanto de las rentas parroquiales como de la real hacienda. Sin em- bargo, el propio arzobispo Rubio veía difícil que los hacendados pagaran a tenientes de cura para la feligresía asentada en sus posesiones. Por su parte, un Concilio Provincial Mexicano ante la problemática de la división parroquial iv

El comisario general franciscano declaró en 1765 que, en efecto, la cédula sobre tenientes de cura no se había cumplido en general, por lo cual proponía como única solución el regreso de los frailes a las doctrinas y la conversión de las capillas de los pueblos de visita en nuevas cabeceras parroquiales (agi, m 727). Esta última idea refleja hasta qué punto los religiosos ya estaban dispuestos a reorganizar todas sus doctrinas, algo no visto en épocas anteriores. El hecho era que, hasta poco antes que Francisco Antonio de Lorenzana tomará el mando de la mitra mexicana en 1766, la reorganización parroquial en el arzobispado había sido más un proyecto, con algunas realizaciones par- ciales, que una realidad.

Lorenzana ante la problemática parroquial del arzobispado Como es sabido, el arzobispo de México, Antonio de Lorenzana, impulsó la secularización de las doctrinas, la reorganización de las parroquias capitalinas y la castellanización de los indios (Zahino, Iglesia 55). En sus Reglas para que los naturales de estos reynos sean felices en lo espiritual y temporal, de 1768, este prelado abordó también el asunto de la dispersión en la que aún vivían muchos

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indios, y la consideró un impedimento para un mayor adoctrinamiento cris- g tiano; de ahí que abogara por hacer nuevas congregaciones, pues ello evitaría A que incurrieran en pecados, supersticiones e idolatría (Lorenzana 46). En su Rodolfo uirre carta de 1769 para que los indios aprendieran el castellano, expresaba que la diversidad de lenguas hacía imposible el gobierno de los obispos y la división de curatos (98). Congregaciones y división de curatos: dos viejos problemas que ahora retomaba un prelado de la llamada Ilustración católica y a los que se buscaba una solución definitiva, pues Lorenzana consideraba que algunas estructuras eclesiásticas configuradas en el siglo xvi ya eran obsoletas, como las parroquias (Luque 1355). En 1767, un año después de haber arribado a la mitra mexicana, el arzobispo acometió el asunto de la reorganización parroquial en las provincias, luego de una visita a Meztitlán y a la Huasteca, aunque sin mucho optimismo: Por no rozarse con los regulares no pude dividir unos curatos o agregar algunos pueblos a otros lo que es muy necesario porque hoy se verifica haber pueblos distantes de sus cabeceras más de cuarenta leguas, como sucede en el curato de Meztitlán que tienen los religiosos agustinos y aunque mantengan un vicario nunca puede ser el ministro como un cura propietario o estando cerca de él. Para informarme por mí mismo he visitado gran parte de la sierra y lo más remoto de la Huasteca y viéndolo se conoce que está sin orden el distrito de los curatos, únicamente porque median las doctrinas y curatos de los regulares y estando todo el orden del derecho y bajo de una misma mano pudiera arreglarse todo con más facilidad. (agi, m 727)

Algo parecido expresaba sobre las parroquias capitalinas, en donde, se- gún opinaba, había gran confusión. Sin duda, antes del Concilio Provincial de 1771, el principal ensayo entre los que encabezó el arzobispo Lorenzana, y que le sirvió para valorar las dificultades en el resto del arzobispado, fue el obrado en la ciudad de México6. El prelado y quienes lo apoyaron rechazaron por completo las formas locales de organización parroquial, instauradas en el siglo xvi y que dos siglos después eran incomprensibles para hombres llegados de ultramar, acostumbrados a otros parámetros. De ahí la apuesta de este

6 Este proceso ya ha sido estudiado en detalle, por lo cual se utilizan las investigaciones existentes para hacer hincapié en su significado e impacto en las reuniones conciliares. Al respecto, véanse los aportes de Sánchez (“El nuevo”) y Zahino (Iglesia).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 131 26/01/15 10:37 prelado por imponer un patrón territorial y ya no el antiguo criterio “étnico”, que ciertamente escondía todo tipo de orígenes sociales y servía a los fieles para estar en una u otra parroquia de acuerdo con sus intereses. Si para las autoridades esto era caótico (Sánchez, “El nuevo” 75), para los habitantes de la ciudad tal flexibilidad era un recurso más en su vida cotidiana que no tenía nada de confuso. Desde 1768, Lorenzana le pidió al rey autorizar la secularización de la compleja doctrina franciscana de San José, la cual aún tenía en los alrededores de México nueve vicarías cuyos fieles se repartían en toda la ciudad (Zahino, Iglesia 56). A partir de 1769, el prelado se dio a la tarea de planear la conversión de diez parroquias en trece, cosa que provocó controversias que se ventilaron incluso en el Consejo de Indias. Antes del arzobispado de Lorenzana había cuatro parroquias de españoles (catedral, Santa Veracruz, San Miguel y Santa Catarina) y seis de indios (San José, Santa Cruz Acatlán, Tlatelolco, San Pablo, Santa María la Redonda y San Sebastián). El principal problema que veía la Concilio Provincial Mexicano ante la problemática de la división parroquial iv

El Iglesia era la mezcla de fieles de unas y otras en un mismo territorio; es decir, no había una delimitación territorial, sino personal, de los parroquianos, lo cual era inadmisible a la luz de los criterios racionalistas del alto clero borbónico. Para este, carecía de validez el origen socio-político de las doctrinas de indios, y el problema se reducía a considerar que eran partidos territorialmente muy grandes. En esta dinámica, los curas de las parroquias indias de Santa Cruz, San Sebastián, Santa María la Redonda y San Pablo se sumaron a la iniciativa (Sánchez, “El nuevo” 80). En el palacio virreinal también hubo apoyo de in- mediato, refrendado luego por la Corona, que a principios de 1771 emitió una cédula que aprobaba la división y pedía su inmediata ejecución. No obstante, los curas de las parroquias de españoles, temiendo perder muchos fieles, le reclamaron al rey la posibilidad de defender sus derechos en el asunto, máxime cuando se iban a dividir sus partidos. Con menos ingresos, esgrimían los quejosos, vivirían indecentemente y disminuiría su ayuda al culto público, además de que tendrían ya que rechazar peticiones de los indios (Za- hino, Iglesia 59). Aunque en Madrid se inclinaban más por apoyar al arzobispo, este quiso ser conciliador en México y dejar la casa en paz antes de partir a la mitra toledana, para lo cual medió entre las partes en conflicto. El modelo de parroquia impulsado por Lorenzana en la ciudad de México: integrar a todos los grupos socio-raciales en un mismo partido eclesiástico, era en realidad el que se había venido concretando en el resto del arzobispado desde el siglo xvii y que para el xviii ya era toda una realidad (Zahino, Iglesia 60). Sin embargo,

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ciertos grupos de fieles, rechazando el nuevo criterio de pertenencia territorial, g se resistieron a dejar sus antiguas formas corporativas de religiosidad7. A En vista de lo sucedido en la capital, cabe preguntar hasta qué punto Rodolfo uirre las inercias que tuvo que vencer Lorenzana condicionaron su decisión de em- prender una reorganización parroquial general en el arzobispado. Veamos su accionar en este sentido durante los años que estuvo al frente. En 1766, recién llegado a México, ventiló una primera división en la parroquia secularizada de Yecapixtla, al sur del valle de México. Las razones que expresó el prelado para iniciar el proceso fueron las siguientes: estamos instruidos de ser estos beneficios de dilatada administración, así por los pueblos, barrios y ranchos que comprehenden como por sus distancias que tienen a la cabecera, en que es visto el impondera- ble trabajo que sufren los párrocos y vicarios y el desconsuelo de las respectivas feligresías, en no gozar con la mayor prontitud el socorro y auxilio de sus urgencias espirituales, a cuyo alivio debemos contribuir en desempeño de las obligaciones de nuestro pastoral ministerio. (agn, bn 431, exp. 3, ff. 3 r.-3 v.)

El pueblo de visita que deseaba convertirse en nueva parroquia era Achi- chipico, el cual funcionaba como vicaría de Yecapixtla desde la década de 1750, cuando aquel aún era doctrina agustina. Es interesante constatar cómo, nuevamente, los españoles, no tanto los indios, impulsaron el cambio “por estar distante de esta cabecera más de dos leguas de camino quebrado y con barrancas muy peligrosas, principalmente en tiempo de aguas, por lo que se les retardaba o dificultaba la administración de los santos sacramentos” (agn, bn 431, exp. 3, ff. 23 r.-23 v.). De acuerdo con testimonios tomados en 1766, desde que los fieles de Achichipico tuvieron vicario fijo todo asunto parroquial lo manejaron con independencia de la cabecera. Si esto había sido así, lo que Lorenzana hacía era simplemente admitir esa autonomía mediante el reconoci- miento de ese pueblo como nuevo curato. Luego de que la mitra concluyó que Achichipico tenía los fieles y las obvenciones suficientes para mantener a un cura

7 Al respecto, Ernest Sánchez señala que “si bien este fue el proyecto, ciertos estudios sobre las prácticas religiosas de los indígenas tras la reforma de Lorenzana —caso de la parroquia de Santa Caterina Mártir— muestran que se recluían en capillas y pequeñas iglesias situadas en el territorio del curato, a la vez que se resistían a recibir la administración de los sacramentos en la sede parroquial” (“El nuevo” 92).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 133 26/01/15 10:37 titular, así como un templo con lo suficiente para la liturgia y administración sacramental, le pidió al virrey aprobar la separación, y de esa manera sucedió. En 1768, luego de haberlo intentado sin éxito en 1755, Lorenzana reim- pulsó la creación de la parroquia de Amanalco, su separación de la cabecera, Zinacantepec (Álvarez 161). Aunque la división no fue conflictiva, sí exigió toda una serie de diligencias que involucraron a la mitra, al clero parroquial local, a la feligresía, al alcalde mayor y al virrey como vicepatrón. El proceso finalizó en 1769 y tuvo como característica principal la búsqueda de un con- senso de todas las partes implicadas8. Algo similar sucedió en 1770, cuando el cura de Iztapaluca, en el valle de México, le pidió a Lorenzana segregar dos pueblos de visita del curato vecino de Chalco y agregarlos al suyo bajo el argumento de que los fieles de estos acudían más a él por la mayor cercanía. Lorenzana comisionó entonces a un cura vecino para hacer las averiguaciones acostumbradas sobre caminos y distancias entre sujetos y cabeceras, así como para pedir el consentimiento de los indios de república a la separación, hecho Concilio Provincial Mexicano ante la problemática de la división parroquial iv

El que finalmente ocurrió agn( , crs 51, exp. 2, ff. 40 r.-55 r.). En 1770 Lorenzana se topó con el dilema de dividir o no el curato de Xochitepec (agn, bn 296, exp. 10). En las averiguaciones se supo que el parti- do contaba con nueve pueblos de visita, cuatro haciendas y algunos ranchos; igualmente, que los pueblos al sur de la cabecera eran los más desatendidos y de ahí la necesidad de crear en Tetelpa una nueva cabecera. Si bien los testigos coincidieron en que la fundación sería muy útil, cuando se investigó la posible congrua del nuevo cura titular, se halló que con muchos trabajos se alcanzarían poco más de 700 pesos y que, de hecho, los gobernadores de Tetelpa y algunos pueblos que quedarían sujetos a la nueva cabecera se nega- ban a dividirse precisamente para que no aumentaran los pagos parroquiales. Ante estas expectativas, el promotor fiscal de la mitra aconsejó a Lorenzana no dividir sino poner un vicario fijo en Tetalpa, por un lado, y, por el otro, que la siguiente designación de cura de Xochitepec se efectuará bajo la condición de que en adelante estaría sujeto a dividirse en cualquier momento. Lorenzana lo hizo así. Cabe destacar que este caso, en el que la provisión del curato se hizo bajo la condición de que el nuevo ministro no se opondría a una eventual

8 Esto fue así a despecho de la opinión de los fiscales del Consejo de Indias, que por entonces consideraban que bastaba con que los obispos tuvieran la autorización de los vicepatrones para poder practicar divisiones. Un parecer así se puede ver en la carta del arzobispo Lorenzana al virrey del 25 de enero de 1769 (agi, m 727).

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división, le sirvió al arzobispo de referente durante el concilio, como veremos g más adelante. A Un caso más, visto por Lorenzana en 1771, muestra hasta qué punto las Rodolfo uirre diligencias de las autoridades para crear un nuevo curato podían ser detenidas por los fieles. El fiscal de Santa Catarina Xochiatipan, sujeto de la cabecera de Yahualica, con apoyo de otros indios, logró la aprobación para que su pueblo se separara y se convirtiera en nueva parroquia. Cuando la división estaba a punto de iniciarse, indios de dos pueblos menores y una ranchería que se adscribirían al nuevo partido alegaron que el fiscal había hecho todo sin su consentimiento y que además, dado que todos ellos eran muy pobres y que los gastos se acrecentarían, no podrían sustentar al nuevo curato; asimismo, aducían que, en el fondo, los de Xochiatipan, al convertirse en cabecera, se librarían de pagar y todo se lo cargarían a sus sujetos (agn, crs 51, exp. 6, ff. 216 r.-239 r.). Ante ello, los propulsores de la división expresaron que Xo- chiatipan sí estaba dispuesto a hacerse cargo de todos los pagos que conllevaría el nuevo curato y que no obligaría a los opositores a pagar nada en contra de su voluntad. Si bien el expediente no tiene la resolución final, para 1777 un padrón del arzobispado ya registraba a Xochiatipan como curato (Sánchez, Padrón 134). Un balance general de la actuación de Lorenzana durante su gestión, en cuanto a división de curatos, sería este: si bien traía instrucciones de crear los nuevos partidos que fueran necesarios, en la práctica el mapa parroquial no cambió de manera sustancial, salvo en la ciudad de México y algunos partidos del arzobispado9. Los casos antes reseñados nos indican que reestructurar las parroquias implicaba toda una campaña y una inversión de recursos, tiempo y dinero que podían fácilmente rebasar a las autoridades, aun con el poder, las influencias y la determinación que poseía Lorenzana.

9 Los curatos que se fundaron durante el arzobispado de Lorenzana fueron menos de los que Luisa Zahino señaló. Entre las nuevas fundaciones ella menciona Ayahualica, Aquismon, Axapusco, Cuatlinchan, Chauteutlan, Huautitlan, Yacapixtla, San Felipe Yxtlahuacam, Jaltoca, Juchitepec, Juitepec, Mecameca, Oaxtepec, Oculman, Octupa, Patzayuca, Tenango del Río, Tesayuca, Tezontecomatla, Tlacomulco, Texicapan, Villa de la Peña de Francia y San Nicolás Xochicoatlán (Iglesia 75), cuando en realidad todos estos curatos ya existían desde años atrás.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 135 26/01/15 10:37 El IV Concilio Provincial y la división de parroquias En las sesiones del IV Concilio Provincial Mexicano de 1771 se aborda- ron diversos asuntos y problemáticas relacionados con intereses vigentes de la Corona y los obispos regalistas, como la censura a la llamada doctrina jesuita, la sujeción de la Iglesia a los intereses reales y su independencia de Roma, y la reforma del clero y de las costumbres de la feligresía (Gonzalbo). En contraste, otros asuntos solo recibieron un tratamiento general, a pesar de que la Corona ordenó un tratamiento atento de ellos, como fue el caso de la reorganización de los curatos para lograr, precisamente, la reforma de la vida cristiana de los fieles. Cuatro puntos de la real cédula del 21 de agosto de 1769, también conocida como “Tomo regio” y que sirvió de directriz principal al concilio, se Concilio Provincial Mexicano ante la problemática de la división parroquial iv

El ocuparon directamente de la reforma de la vida parroquial, a saber:

iv. Que los párrocos tampoco hagan exacciones indebidas a sus feli- greses y se corrija donde todavía subsista el abuso de llevar los curas sínodo a costa del real patrimonio en aquellas parroquias que tengan emolumentos y rentas suficientes por no ser justo gravar indebida- mente al erario real, teniendo contra sí tantas cargas de justicia para la administración de esta y defensa de esas remotas provincias […].

vii. Que siendo tan estrecha la obligación de los párrocos a explicar el evangelio e instruir en los rudimentos de la doctrina cristiana a los fieles, el concilio arregle, con conocimiento de los descuidos que en esto haya, el tiempo y forma en que precisamente se cumpla en los días festivos a lo menos […].

xi. Que se dividan las parroquias donde su distancia o número lo pida, para la mejor administración de sacramentos de los fieles arreglando el concilio los medios de ejecutar esto, con intervención del vicepatrono y sin perjuicio del patronazgo real ni del erario, prefiriendo en esta división y cómoda distribución de parroquianos, el bien espiritual de estos, al interés bursático de los actuales párrocos, y entretanto que esto se formalice, les obliguen los diocesanos a dotar y poner teniente […].

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xx. Finalmente se deberán establecer todos los medios de desarraigar g ritos idolátricos, supersticiones, falsas creencias, instruyéndose el me- A tropolitano y sufragáneos de lo que pase en sus respectivas diócesis para Rodolfo uirre deliberar en el concilio provincial, condenando y proscribiendo cuanto sea de esta especie y encargando la instrucción sólida de los fieles en los misterios de nuestra sagrada religión y prácticas de las virtudes y asistencia a las parroquias y divinos oficios, como dispone la Iglesia, excusando en lo posible todo trato duro a los neófitos, edificándoles más bien con el ejemplo y la continua enseñanza, indicando los medios prácticos para que los párrocos y demás individuos del clero secular y regular cumplan tan necesaria obligación suya. (agi, m 2711)

El punto xi es el que más interesa aquí debido a que sintetiza la política de Carlos III sobre creación de nuevas parroquias, la cual comprendía varias condicionantes que dificultaban su puesta en práctica por parte de los obispos. En primer lugar, se ordenaba crear nuevas parroquias en los pueblos distantes de las cabeceras o que tuvieran número suficiente de feligreses. En segundo, que la instrumentación fuera establecida por el concilio, en conjunción con el virrey, cuidando de no afectar el real patronato ni la real hacienda. En tercero, que las nuevas parroquias no significaran un mayor gravamen para los fieles con derechos parroquiales. Y en cuarto, que antes de que avanzara la división de parroquias, los curas designaran y pagaran tenientes, en relación con lo cual se recordaba la cédula de 1764. Es de notar que la real cédula en ningún momento menciona los cánones tridentinos al respecto, no obstante su vigencia. Si a todas estas condicionantes establecidas por el rey agregamos los intereses locales de los pueblos, la feligresía, los hacendados y las autoridades indígenas, explorados líneas atrás, podemos entender con más facilidad los reparos de los obispos sobre el asunto durante el iv Concilio. La complejidad del problema no era ignorada por Lorenzana y los demás asistentes a las sesiones, puesto que se trataba, ni más ni menos, de reestructurar redes parroquiales que tenían ya más de dos siglos de desa- rrollo y con respecto a cuyo largo devenir cada gestión episcopal no había sido sino solo una breve etapa. Veamos, pues, las posturas y las experiencias de los obispos durante el concilio. El autor del “Extracto compendioso” del iv Concilio, documento clave para este trabajo, opinó que era urgente reorganizar los curatos con el fin de que, obviando otros intereses, cumplieran realmente sus funciones de evangeli-

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 137 26/01/15 10:37 zación y doctrina: “a mi ver, solo el que se diese esta providencia era el único motivo urgente que yo hallaba para la celebración del concilio provincial […]. Pero el señor metropolitano dio a entender que había en esto dificultad por lo tocante al patronato” (316)10. Podemos preguntar si para Lorenzana, a quien se llama en la cita anterior “metropolitano”, lo más importante, por entonces, fue no solo proteger el real patronato sino cuidarse de entorpecer su ascenso a la sede toledana mediante la marginación del estratégico problema de la rees- tructuración de las parroquias. Igualmente, las controversias con el Consejo de Indias ocasionadas por el asunto de las parroquias capitalinas bien pudieron convencerlo de no avanzar en él para no empañar su nombre en la corte. En otra sesión del concilio, en la que se discutió sobre la reorganización parroquial, tanto Lorenzana como el obispo de Puebla, Fabián y Fuero, “di- jeron que esto se remediará con la práctica que los dos habían introducido y en la Puebla desde el señor Abreu, de dar colación de los curatos cum onere dīvīsiōnis” (“Extracto” 316). El arzobispo, como se recordará, en 1770 había Concilio Provincial Mexicano ante la problemática de la división parroquial iv

El ordenado proveer el curato de Xochitepec bajo esa condición. A mediados de 1771, conscientes del punto xi del “Tomo regio”, los conciliares retomaron el asunto de la división de manera más amplia. Según el autor del “Extracto compendioso”, se discutió mucho pero no se llegó a una solución en realidad: “se tomó por el lado que nada importa, porque todo se redujo a decir el señor de México que en los pueblos de su arzobispado, después de las divisiones que había hecho, no tenía otras que hacer” (468). El obispo de Puebla, Fabián y Fuero, apoyó la postura de Lorenzana (“Extracto” 468). Este testimonio confirma que la política del arzobispo de México y de su si- milar de Puebla fue casuística; es decir, consistió en hacer aquellas divisiones que consideraron menos conflictivas, en lugar de emprender una campaña general, justamente cuando muchas doctrinas habían sido secularizadas y se presentaba una coyuntura favorable para ello. Es posible pensar que lo mismo sucedió en otros obispados novohispanos. Para Fabián y Fuero, el único camino vigente en ese momento para reestructurar los curatos era el del real patronato, verdadera “camisa de fuerza” y que, sin duda, detuvo a muchos prelados a la hora de hacer algo al respecto:

10 Se trata del “Extracto compendioso de las notas del Concilio iv Provincial Mexicano hecho y apuntado diariamente por uno de los que asistieron a él”. En opinión de Elisa Luque, el autor de dicho documento fue el prebendado Cayetano Antonio de Torres (1363).

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Contó dicho señor lo que había sucedido en la visita del pueblo de g Pagoallan (creo que así lo nombró), en la sierra de los otomíes, en A donde halló dos pueblos distantes 14 leguas de la cabecera y de perverso Rodolfo uirre camino, donde no iba el cura más que una vez cada mes y nunca en tiempo de aguas. Pero que en dichos pueblos, distaban 4 leguas de otros seis pertenecientes a otro curato, y recurrió al señor virrey para hacer esta división e hizo efecto de todos estos pueblos un curato distinto. (“Extracto” 315)

Por su parte, el obispo de Oaxaca informó que no había dividido curatos, sino más bien acercado a los vecinos de los ranchos a las cabeceras parroquiales: “El señor de Oaxaca, que sería conveniente que en su obispado se acercasen unos pocos vecinos que vivían en ranchitos muy distantes” (“Extracto” 468). El de Yucatán, igualmente, solo declaró su intención de subdividir el curato de Campeche y el de San Cristóbal, a las afueras de Mérida. En cuanto al obispado de Michoacán, el representante del obispo expresó haber seguido la misma línea de Lorenzana y Fabián y Fuero: “su obispo había dividido todos los que le parecían divisibles” (“Extracto” 468). Otro mundo parroquial fue el que presentó el obispo de Guadalajara, en donde los feligreses podían estar a 30 leguas o 50 leguas de distancia de la cabecera. Estos fieles no podían concentrarse, pero tampoco pagaban más obvenciones que los demás, por lo cual era imposible para ellos costear un ministro que fuera a atenderlos. En esas condiciones, pensar siquiera en divi- dir para mejorar la administración espiritual era, desde el punto de vista del obispo, inalcanzable: El de Guadalajara, que allí no era posible dividir los más necesitados, como era, por ejemplo, el del Ojo de Gallo, que tenía a 30 leguas una hacienda de ganado vacuno con cinco y a 50 otra de ovejas que comprendía 100 sitios y creo que eran 200 leguas, que un cura en estas haciendas no podía subsistir, y el cura del Ojo de Gallo era tan pobre que no podía darles ministro. (“Extracto” 468)

A esto, Lorenzana agregó “que sería conveniente el que los dueños de ha- cienda, tuviesen capellanes en ellas, nombrándolos ellos mismos y dándoles los obispos sus licencias y aprobación, para que de esta manera no se resistiesen los dueños” (“Extracto” 468-469). Llama mucho la atención esta propuesta de Lorenzana; por un lado, porque retomaba la idea de una práctica iniciada en

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 139 26/01/15 10:37 el siglo xvii que se extendió a varias regiones de haciendas y, por otro, porque descargaba en los mismos hacendados las obligaciones de atención espiritual a los habitantes de sus explotaciones. Estrictamente hablando, estas obligaciones correspondían a los obispos, pero el prelado, ante tanto obstáculo, veía que la salida estaba en el nombramiento de capellanes particulares, pues de esa ma- nera se ahorraba todo el proceso de dividir y tramitar ante el rey o el virrey el reconocimiento de nuevos curatos. Además, recomendaba que el pago de capellanes particulares por parte de los hacendados fuera obligatorio. Por otra parte, hubo una propuesta audaz, en el contexto y en la época en los que se realizó este concilio. Pasando por alto el derecho del real patronato, esa propuesta consistía en dotar a los obispos de la libertad de reestructurar a discreción los curatos, aun si los curas tenían que ser afectados en sus derechos: “No sé quién insinuó que mandase el concilio que se hiciese esta división, aún en vida de los curas actuales” (“Extracto” 315-316). No obstante, el autor del “Extracto compendioso” pensaba que los obispos debían haber tratado el asunto con más Concilio Provincial Mexicano ante la problemática de la división parroquial iv

El amplitud y resolución porque era el más importante del concilio: “y hablando de las divisiones de los curatos, volvieron a contentarse los obispos, con que estos se dieran cum onere dīvīsiōnis, como se dijo en una de las sesiones antecedentes” (“Extracto” 469). Para el mismo autor, se debían hacer todas las divisiones que fueran necesarias, sin que importara la oposición del clero parroquial: Que se hicieran las divisiones cuando fuesen necesarias, aunque lo repugnasen los curas, porque no podrán ser arregladas y prudenciales y de buen gobierno si se ejecutan de otra manera. Pongo el ejemplo: dos curatos vecinos, que ambos son pingües cada uno por el mismo viento dos a cuatro pueblos pobres muy distantes de la cabecera y es necesario o conveniente dividirlos para la buena administración de los feligreses. Para que se haga una división justa, es necesario que se hagan un curato de aquellos pueblos los dos, lo cual no se hace ni se podrían hacer, si solo está vacante o cum onere dīvīsiōnis el uno de los dos. De los dos curatos, se debían hacer tres para que quedasen útiles o por lo menos llevaderos. (“Extracto” 469)

Así, agregaba el autor del “Extracto compendioso”, las divisiones debían hacerse de forma más flexible e inteligente para que todos salieran beneficiados: “en estas divisiones se debe atender a la mayor comodidad de los feligreses, pero procurándoles también a los curas una congrua razonable para que se apliquen al trabajo” (“Extracto” 469).

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Al final de la narración sobre el asunto, el autor del “Extracto” reconocía g que no todo dependía de los obispos: “Para este fin, debía ser el concilio, averi- A guando primero si lo podía hacer, y si podía, haciéndolo” (470). ¿A qué se refería Rodolfo uirre exactamente con esta expresión? ¿A que la estructura parroquial, tal y como estaba en 1771, ya no era funcional, según se desprende de sus siguientes palabras?: “Por lo poco que sé del arzobispo de México, está en muchas partes despernancado y era necesario fundirlo de nuevo” (470). Otro aspecto tocado por el mismo autor debía complementar el de la división: la unión de curatos o sujetos pobres para formar nuevos curatos: “uniendo algunos curatos que están muy inmediatos y son muy pobres y dividiendo otros que tienen los pueblos muy separados, pero había de ser con esta única libertad para que se hiciese en consecuencia” (470). Los autores del iv Concilio no dejaron de señalar como otro obstáculo para la reorganización parroquial la persistente costumbre de un sector indígena de vivir alejado de los pueblos. Para superar esta dificultad, debía acabarse “con los asentamientos aislados y dispersos entre los montes en los cuales el control del párroco y demás autoridades se hacía prácticamente imposible” (Zahino, “La cuestión” 13). Al final del concilio, no hubo un decreto que ordenara ex- plícitamente la división de curatos y, así, sancionara la postura de Lorenzana y Fabián y Fuero.

Reflexiones finales

El proyecto de Carlos III para mejorar la asistencia espiritual de los fieles mediante la división de las parroquias careció de las herramientas suficien- tes para que los obispos reestructuraran con más facilidad su red parroquial y para contener a los curas que se oponían a la división. Igualmente, la Co- rona no quiso flexibilizar su extremado celo por salvaguardar los derechos de su patronato, lo cual llevaba implícita una autolimitación. El regalismo, tan defendido por Lorenzana y Fuero en el concilio, fue asimismo un impedimento para emprender una campaña general de reestructuración de los curatos. Puede pensarse que en esos años de pleno repliegue de las doctrinas de frailes por la secularización, de sustitución de religiosos por clérigos al frente de los curatos y de claro liderazgo de prelados regalistas como Lorenzana y Fabián y Fuero, la reestructuración de curatos debía facilitarse; sin embargo, no fue así.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 141 26/01/15 10:37 Teniendo en cuenta la experiencia de generaciones anteriores en el arzo- bispado, así como lo expresado por los obispos, lo que resalta de la época de Lorenzana y el iv Concilio es que, a pesar de que el “Tomo regio” ordenaba la reestructuración de los curatos para garantizar una mejor atención espiritual a los fieles, el alto clero novohispano era incapaz de una solución global; en su lugar, optó por el camino de soluciones casuísticas y parciales. Puesto que la división de parroquias fue un rubro señalado explícitamente en el “Tomo regio”, un asunto de política real, debía ser resuelto de alguna manera por los miembros del concilio. La real orden fue, pues, abordada en las sesiones no tanto para establecer decretos o su instrumentación, sino para que los obispos justificaran por qué no cabía una solución general sino solo una parcial y de acuerdo con la realidad de cada obispado. De esa forma, reconociendo el statu quo del clero parroquial y la organización histórica de las parroquias, el trata- miento que los obispos dieron al asunto fue genérico y superficial. Lorenzana y Fabián y Fuero no fueron radicales ni marcaron diferencia, como en otros Concilio Provincial Mexicano ante la problemática de la división parroquial iv

El asuntos más destacados por la historiografía. Igualmente, los obispos regalistas tuvieron como limitación el ordena- miento social novohispano, por un lado, y las estructuras parroquiales construi- das a lo largo de dos siglos y medio, por el otro. Los partidos eclesiásticos no se fundaron en su origen como delimitaciones geográficas, sino como conjuntos de poblados de diferente magnitud unidos por lazos tributarios o políticos. Estos lazos fueron sufriendo distintas transformaciones, de las cuales el espacio geográfico delimitado fue una consecuencia, no una causa. De ahí que, en el siglo xvi, el área territorial en la que se asentaba la feligresía de una parroquia o doctrina careciera de valor, pues lo importante eran los vínculos tributarios, étnicos o políticos que unían a los parroquianos. Para el siglo xviii, la mayoría de los pueblos adscritos a un partido eclesiástico conservaban un patrón de asentamiento heredado del siglo xvi y ocupaban grandes extensiones territoriales que, a ojos de las autoridades, eran injustificadas. No obstante, como señaló acertadamente Zahino, las aspiraciones ilustradas […] toparon igualmente con serios obstácu- los: un clero defensor de su modus vivendi, unos fieles poco interesados en cualquier tipo de cambio y, en definitiva, una sociedad acostum- brada a un catolicismo rutinario, sin demasiadas exigencias y, sobre todo, adaptado y moldeado a las necesidades y aspiraciones de esa misma sociedad. (Iglesia 45)

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Pero si, por un lado, Lorenzana y los obispos buscaron una salida digna g a la real orden de dividir parroquias, ello no significó, por otro lado, que en A el mundo parroquial del arzobispado todo siguiera idéntico. La fragmentación Rodolfo uirre política de las antiguas repúblicas y la separación de los pueblos sujetos a ellas siguieron adelante, según señala la historiografía; la feligresía continuó aumen- tando en número de parroquianos y las fricciones curas-fieles se incrementaron, al igual que las relaciones de autoridad y poder entre los mismos, de acuerdo con Taylor (631-634). Cabe destacar que si bien en esta época los pueblos ten- dían a la fragmentación política, ello no conllevaba necesariamente la división parroquial, pues por lo general los pueblos veían más desventajas que ventajas en la formación de nuevas parroquias y en la obligación de sustentar a un cura titular en lugar de un vicario. Asimismo, debemos preguntarnos si ese rechazo a la fragmentación parroquial tenía por objeto evitar cambios en el calendario litúrgico y religioso de la unidad cabecera-sujetos que, muchas veces, se había ido formando desde el siglo xvi. ¿Consideraban los parroquianos que alterar los vínculos religiosos y litúrgicos que cada sujeto había forjado con las ca- beceras municipales, así como el lugar que ocupaban los santos patronos, era algo necesariamente incompatible con los cambios políticos? Sin duda, futuros estudios deberán abordar estas y otras cuestiones relacionadas con el mundo parroquial de la segunda mitad del siglo xviii.

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Recibido: 4 de enero de 2014 Jorge Victoria Ojeda Aceptado: 18 de julio de 2014 Universidad Autónoma de Yucatán, México [email protected]

➻ Resumen

El artículo ofrece una visión acerca de la demostrar que la idea de que el barrio población africana y sus castas en Mé- de Santa Lucía fue y rida, primeramente para desmantelar la mulatos de 1580 a 1620 es un error; y el idea popularizada de que la identidad segundo, en presentar el devenir de la yucateca y meridana es resultado del iglesia de los negros, erigida en el si- mestizaje entre españoles y mayas, lo glo XVII, hasta 1822. Estos dos aspectos que supone olvidar al grupo africano. requieren de aclaraciones puesto que El autor intenta desdibujar esta con- varios estudiosos han cometido erro- cepción a través de dos apuntamientos res a partir de la información publicada importantes. El primero consiste en hasta ahora.

Palabras clave: Africanos, barrio, mayas, Mérida, Santa Lucía.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 148 26/01/15 10:37 ➻ Abstract

The author offers a vision of the African the last century that the neighborhood population and their castes in Merida, of Saint Lucia was seat of blacks and first to dismantle the popularized idea mulattos from 1580 to 1620, is a mistake; that yucatec and Merida’s identity is the and the second, present the evolution result of the mixing between Spaniards of the black’s church built in the 17th and mayas, forgetting to the African century, until 1822. These two aspects group. The author emphasizes to erase required clarification because several this popular idea, as well as in two im- scholars have committed errors using portant appointments. The first is to the information published. demonstrate that the idea expressed in

Keywords: African people, black people, Maya, Merida, neighborhood, Saint Lucia.

Introducción

omo muchas de las noveles ciudades resultado del proceso de conquista ibérica en la región americana, Mérida de Yucatán, C al sureste de la antigua Nueva España, se fundó sobre las ruinas de un importante asentamiento de la civilización maya, todavía habitado en alguna sección. Por ende, la presencia de autóctonos y extranjeros vino a conformar, según la historiografía y la creen- cia popular, el germen de una nueva sociedad que con el tiempo llegó a ser mestiza, mezcla biológica y cultural de mayas y españoles1. Pero en ese mestizaje hay un tercer grupo: los africanos. El tema de su presencia en la península yucateca y en Mérida ha sido abordado por va- rios autores, como Campos, Fernández y Negroe (Una población), Restall (The Black), Victoria y Canto, y Zabala, quienes, basando sus estudios en fuentes documentales diversas, foráneas y locales, han contribuido a hacer visible al africano en la vida virreinal yucateca. Cada uno de ellos ha colaborado a que

1 Esta creencia es señalada por Gabbert, quien indica que la historia de la región se ha tratado de explicar con base en los conflictos entre esos dos grupos.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 149 26/01/15 10:37 se tenga en consideración a la población africana y sus castas en aspectos varios como la demografía, la economía, la milicia y la ciudadanía2. La tabla 1, con datos de población, refleja a los habitantes por grupo de la península de Yucatán, con la idea de hacer una comparación de su situación en distintos momentos de la Colonia.

➻➻ TABLA 1 Habitantes de la península de Yucatán durante el periodo colonial Fuente: Elaboración del autor con base en Restall (The Black 28).

Españoles y Negros y Año Mayas mestizos castas f A ricanos afrodescendientes y Yucatán, Mérida de México la en c. 1580 170.000 500 500 (0,3 %) c. 1645 200.000 16.000 16.000 (6,9 %) c. 1725 190.000 37.000 36.000 (13,7 %) c. 1790 270.000 55.000 45.000 (12,2 %)a a De las altas cifras de los negros y sus castas para 1790, el mayor porcentaje procede de una de estas últimas, indicada como “pardo”, ya que incluye a los habitantes de Tabasco.

De la población española en Mérida en el siglo xvi no se tienen cifras exactas, pero se fundó en 1542 con 70 vecinos, según una relación de 1579 (Re- laciones 1: 74), aunque un nuevo trabajo propone que fueron 112 (Espadas 113). En 1588, fray Alonso Ponce apuntó que se componía de trescientos habitantes hispanos y criollos (Civeira 54), cifra que también ofrece Molina (1: 272)3. Con respecto a los mayas, Quezada indica que desde la fundación de Mérida acudían a ella un millar de indígenas por semana en calidad de trabajadores forzados (Historia 128-129), con lo que es posible tener en mente una proporción mayoritaria de nativos en el sitio. En cuanto a los africanos, Zabala señala la

2 Otros investigadores que han estudiado temas de la región y abordado colateralmente algunos aspectos de la vida de los africanos durante la Colonia son, por ejemplo, Espejo, Farris, García Bernal (Población), González y Martínez, Molina, y Restall (The Maya). 3 Aunque este autor señala la presencia de indígenas y africanos, no apunta cifras relacionadas con ellos.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 150 26/01/15 10:37 existencia aproximada de 52 esclavos en la ciudad entre 1551 y 1602 (205-207) jeda O y Fernández y Negroe reportan la presencia de 84 africanos, entre hombres y

mujeres, esclavos y libres, de 1567 a 1601, de acuerdo con los registros matri- Victoria

moniales (Una población 27-28). Jorge En cuanto al siglo xvii, Cook y Borah señalan unos 3.000 españoles para 1605 (2: 87); y en 1639 Cárdenas apuntó la existencia de 400 cabezas de familia españolas en Mérida (79), pero si se aplica el coeficiente de 5 (número de per- sonas dependientes del jefe de familia) se obtiene la cifra de 2.000 españoles4. De los indígenas se puede repetir el dato indicado por Quezada: 1.000 mayas por semana, y considerar que, para 1607, la jurisdicción de Mérida con sus poblados debía de contar con 110.424 indios tributarios (García, Población 84). De los africanos, en 1604 don Diego Vázquez de Mercado, obispo de Yucatán, se limitó a decir que ya eran muchos en el curato (Scholes 2: 42)5. Sobre este grupo, Cook y Borah opinan que para 1639 debieron existir unos 1.000 indivi- duos (2: 88). Fernández y Negroe registran la existencia en esa centuria de 192 africanos y afrodescendientes casados en la ciudad (Una población 27-28). En ese siglo las cifras oscilan entre dos límites bastante distantes, aunque la de 1.000 africanos les parece muy exagerada a los especialistas (García, Población 156)6. La presencia de gente negra y de sus castas en la capital yucateca durante la colonia7, apuntada por los investigadores señalados y en la tabla 1, contrasta con los datos de la segunda mitad del siglo xix, pues entonces desaparecieron de los registros y su presencia fue negada, al grado de que Mérida fue deno- minada por sus habitantes como la “Ciudad Blanca”, en contraposición con los “indios bárbaros” que estaban en guerra en la región8.

4 García Bernal señala que la suma de los españoles que indica Cárdenas Valencia debe de mul- tiplicarse por el factor 5, con lo cual se llega a una cantidad total de 4.390 españoles para 1639 (Una población 152). Esta autora incluye en su obra apartados acerca de la población española, indígena y negra. En esas líneas menciona la problemática para poder cuantificar a la población de la ciudad en los dos siglos tratados, cuestión que también puede verse en la obra de Francisco de Cárdenas (146-158). 5 “Carta del obispo de Yucatán, doctor Diego Vázquez de Mercado, a su majestad, con relación de los prebendados que hay y la renta de la tierra. Mérida, 20 de octubre de 1604”. 6 García Bernal duda de la certeza de esa cifra puesto que está basada en los datos imprecisos de Cárdenas Valencia sobre los africanos. 7 Dentro de esas castas entendemos a los mulatos del siglo xvi, como los hijos de africanos e indígenas (Schwaller 890). 8 Esta denominación ha sido retomada de manera popular y romántica y ha sido atribuida al color de la piedra o de las viviendas, a la blancura de la ropa de sus habitantes o a la limpieza

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 151 26/01/15 10:37 A través del estudio de los libros de matrimonio del Archivo General del Arzobispado de Yucatán, correspondientes al sagrario y a la parroquia de Jesús María, queremos seguir con esas contribuciones a la historia temprana de la ciudad de Mérida, para lo cual nos proponemos hacer dos aportes nuevos. El primero es ofrecer un panorama que desdibuje la imagen de una ciudad en cuyo centro residían los españoles y a cuyo alrededor se ubicaban los barrios de indígenas y uno para los negros, al menos de 1580 a 1620. Tradicionalmente se ha seguido la idea de Jorge Ignacio Rubio Mañé (“Los barrios”), quien propuso en la década de 1940 que en el barrio de Santa Lucía tenían su morada los negros esclavos y libertos, tesis que, como resultado de nuestra investigación, no compartimos. El marco cronológico que abarca la discusión de este tema va de 1542, año de fundación de la ciudad, hasta 1620, cuando se termina el f A ricanos afrodescendientes y Yucatán, Mérida de México la en libro 1 de matrimonios del sagrario y fecha indicada por Rubio como fin de la estancia de los africanos en Santa Lucía. El segundo aporte es dar a conocer la historia de la iglesia del Santo Nombre de Jesús de Mérida, la primera y la única erigida ex profeso para los africanos y sus castas, construida en 1686 y conocida también como del Dulce Nombre de Jesús y Jesús María, aunque esta última denominación la recibió cuando ya no estaban en ella los negros y mulatos (entre 1823 y 1846). Pensamos que ambos puntos deben ser aclarados ya que muchos investigadores recurren a la idea de Rubio y manejan el nom- bre conocido popularmente de la parroquia, sin consideración u orden, lo que acarrea señalamientos erróneos.

Mérida y los diversos grupos sociales

Martín de Palomar, vecino y regidor, señala que en 1579 “le pusieron este nombre los españoles cuando la fundaron, porque en su asiento hallaron edi- ficios de cal y canto bien labrados y con muchas molduras como las que los romanos hicieron en Mérida la de España” (Relaciones 1: 73-74). El asiento es-

de la ciudad. Cabe comentar que Arequipa, Perú, fundada en 1540, es conocida desde el siglo xvi como la Ciudad Blanca porque en ella predomina la gente de tez clara y, según una versión distinta (o complementaria), por el empleo del sillar como material de construcción (Málaga y Vera 13).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 152 26/01/15 10:37 pañol fue fundado el 6 de enero de 1542 sobre los vestigios de la ciudad maya jeda O de Ichcaansihó, o T hó (en lengua maya, significa “entre los altos sihoes”)9.

La historia del asentamiento en el siglo xvi ha sido conocida por medio de Victoria

estudios enfocados en el sitio o que se ocupan de él tangencialmente; por Jorge ejemplo los de Rubio Mañé (La casa; “Los barrios”; “Los primeros”), García Bernal (Campeche; Población), Restall (“Black”; The Maya), Quezada (Pueblos), Fernández y Negroe (“Grupos”) y Espadas. Después del acto fundacional, Montejo designó el primer cabildo y dio posesión a los alcaldes y regidores. En diciembre, el cabildo repartió solares entre los nuevos vecinos y nombró a Juan de Sosa y Velázquez para disponer el plan de la ciudad (Chamberlain 221). El asiento se conformó con 112 vecinos (Espadas 113), y aproximadamente 20 manzanas, incluyendo las destinadas a las plazas públicas, las iglesias, el cabildo, el palacio episcopal y la casa del padre del (Tello 111). Dos condicionantes para los nuevos residentes fueron el tener “casa poblada”, o sea, que viviese con ellos la parentela pobre, los criados y los esclavos, y el tener caballos y armas a disposición de la Corona en caso de alguna eventual insurrección de los indígenas o una invasión de piratas (agi, p 66; agi, p 80). Por otra parte, en el tiempo previo al contacto con los europeos, las relaciones entre los diversos grupos de Mesoamérica y, por ende, de la región maya se caracterizaban por una gran pluralidad y por particularismos étnicos dada la organización de dichos grupos en pequeños estados que velaban por sus intereses y su sentimiento de diferencia frente a los otros, sus vecinos, a pesar de que, en el caso maya, compartían lengua y cultura (Navarrete 40). Pero “el impacto más inmediato y profundo que trajo la dominación española en el terreno de la identidades étnicas indígenas fue la agrupación de todos los habitantes originarios de lo que hoy es México, y de toda América, en una nueva categoría étnica, la de los indios” (Navarrete 48-49). Aunado a ello, se les atribuyeron las categorías de seres infieles, inferiores, aptos para ser sojuzgados y explotados por los dominadores, también definidas por los españoles. A su vez, a

9 Sihó es el nombre de un árbol de la región. Alfredo Barrera Vázquez opina que ese debió ser su significado y de ese nombre se pasó aSihó y de este a Hó, que con la proposición Ts’ se hizo Ts’Hó o más simplemente T Hó, que en maya significa “cinco”, lo que ha llevado a que la gente piense que había cinco templos notables (cit. en Rubio, “Los primeros” 5). No obstante, existe otra postura que hace referencia a los cinco caho’ob o pueblos que los españoles llamaron barrios y que rodeaban el centro ceremonial (Restall, The Maya 31).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 153 26/01/15 10:37 los indígenas se les aplicó el concepto de miserables para que pasaran a formar parte de la jurisdicción eclesiástica10. En esa relación de poder, la nueva categoría étnica era inseparable de la otra, la de español. Así, el régimen colonial establecido por los conquistadores en Nueva España y la región peninsular se constituyó a partir de ese antago- nismo dominador-dominado, con lo que la población existente quedó dividida entre la “república de españoles” y la “república de indios” (Farris 238). No se tomó en cuenta al otro sector social: los africanos, aunque en algunas medidas se les incluía junto a los naturales. Pero las autoridades religiosas y civiles hicieron notoria la presencia de los africanos desde temprano. Así, en 1552-1553 Tomás López Medel, visitador de la Audiencia de Guatemala (a la que la península de Yucatán estaba sujeta), f A ricanos afrodescendientes y Yucatán, Mérida de México la en propuso celar toda posible interacción de “negros, mestizos o mulatos, ni otro alguno” con los indígenas, evitar que los esclavos y los miembros de las castas circularan por las comunidades sin sus amos y ordenar que su visita fuese úni- camente por un día (López 2: 100-101). Estas disposiciones denotan que aquella gente estaba en la mira de las autoridades por su creciente número y, también, que la movilidad de los grupos se daba a pesar de la norma establecida. En el escenario social bosquejado, donde había españoles y mayas, un tercer grupo sería el de africanos. Restall opina que este era visto por la mayoría de los nativos con suspicacia e intolerancia, pues la tendencia era rechazarlo e imitar los prejuicios raciales de los conquistadores. No obstante, en la ciudad, los miembros de los dos grupos trabajaban, vivían juntos y se casaban entre ellos (Restall, “Otredad” 30-36). Por su parte, los africanos debían ser conscientes de que, junto con los mayas, eran subordinados de los colonos, lo que se refleja también en sus uniones matrimoniales. A diferencia de los mayas, consideraban que el trato de los españoles hacia ellos era distinto y mejor que el dado a los nativos. Esa idea es matizada por Matthew Restall al apuntar que los españoles dependían, en alguna medida, de los africanos “como cohabitantes dentro de los hogares españoles, como supervisores de los trabajadores mayas y como miembros del mundo social español” (“Otredad” 21, 36). En muchos lugares del territorio

10 Los religiosos argumentaban que los indios eran miserables, término con el cual se referían a “la persona que por sí misma no puede defender sus causas e pedir su justicia […] por defecto de su pobreza o pusilanimidad o de ciencia o experiencia o de miedo que tenga o de otra cualquiera impotencia” (Cunill 47-48).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 154 26/01/15 10:37 novohispano, en los siglos xvi y xvii, las quejas de los pueblos de indios eran jeda O motivadas por los abusos y vejaciones que los nativos decían sufrir a manos

de los negros y mulatos (Camba 65), lo cual pudo deberse, en caso de que Victoria

fueran ciertas, a la creencia de los africanos de que tenían cierta superioridad Jorge jerárquica sobre los nativos. El pensamiento español fue diferente en relación con esos dos grupos, pues al requerir recursos humanos para las armas utilizaron a los africanos y afrodes- cendientes, quienes, por medio de la milicia, estaban exentos de tributo, a la vez que podían buscar un ascenso social. Aunque mayas y negros formaban parte del grupo subordinado, la lucha entre ellos para obtener un mayor acercamiento a los españoles se decantó a favor de los de ultramar. Ejemplos de esa desigualdad se- rían el empleo de los negros para la vigilancia de los mayas y el cobro del tributo, y el caso particular, conocido en 1595, del moreno Juan Angola, quien tenía bajo su mando a la naboría Francisca Cab (ahay, m, lib. 1, f. 176 r.). No hemos podido averiguar el origen de esa prebenda. Con respecto a los vínculos existentes entre esos grupos, cabe señalar una observación hecha en 1572 que, si no puede ser generalizada, es importante porque ilustra las relaciones que se daban en aquellos tiempos. El 20 de mayo de ese año, en una carta dirigida al rey, el religioso Francisco de la Torre se- ñalaba que los esclavos solo servían para mandar a los indígenas del servicio, “y ha llegado a tanto desorden que mulatos y negros tiene indios de servicio por mandamiento del que gobierna” (agi, m 3048). El hecho de que Angola gozara del privilegio de contar con una persona para su servicio apunta no solo hacia su condición de libre sino también a que, por alguna prebenda, se le confirió una atribución reservada a los españoles. Por otro lado, desde tiempos tempranos las políticas reales y eclesiásticas normaron (mas no lograron) la separación residencial de los grupos sociales que conformaban la nueva ciudad (Schwaller 894), lo cual derivó, según se ha dicho de manera tradicional, en la organización de la misma en un centro y varios barrios periféricos (Rubio, “Los barrios” 10-11). El ordenamiento de los pueblos (después señalados como barrios) se basó en la separación residencial, en la “república de indios”, cuya autoridad interna era el cacique11. Se dice que sus habitantes proveían a los españoles de alimentos básicos y de fuerza

11 Restall señala que los barrios o cah-barrios (cah en maya sería la comunidad municipal) fueron la transformación de los cinco pueblos indígenas que se situaban alrededor de la ciudad (T hó) (The Maya 29-35).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 155 26/01/15 10:37 de trabajo para erigir las nuevas construcciones, a la vez que constituían el servicio doméstico de las casas del recinto meridano (Fernández y Negroe, Una población 45). Rubio Mañé apuntó a mediados del siglo pasado que, una vez asentados los colonos y criollos en la ciudad, al occidente de la misma se organizaron los barrios de Santiago y Santa Catarina, “precisamente en el sitio de la aldea que halló Montejo”. En dichos barrios quedaron ubicados los mayas, al sur se instaló el de San Sebastián, para el grupo de los xiu autóctonos aliados de los conquistadores, y para los indios traídos del centro de México se organizó el de San Cristóbal12. Asimismo, Rubio sostuvo que, al norte, el barrio de Santa Lucía fue erigido para los esclavos negros y mulatos (“Los barrios” 118). La idea extendida entre los historiadores es que los africanos estuvieron f A ricanos afrodescendientes y Yucatán, Mérida de México la en en el barrio señalado hasta que, en la segunda mitad del siglo xvii, se les edi- ficó otra iglesia. Incluso, la creencia popular es que en Santa Lucía tuvieron su morada durante toda la época colonial.

Los negros en la Mérida novohispana. Una identidad que añadir El inicio de la presencia africana en América se puede encontrar en el arribo de la gente que fue traída por los conquistadores. Es conocido el caso de Juan Ga- rrido, miembro de la expedición de Hernán Cortés para la conquista de México (Restall, “Black” 171), y en Yucatán, el caso del esclavo Sebastián Toral, traído por Francisco de Montejo13. Ambos lograron la libertad por su participación exitosa en los combates bélicos contra los indígenas y fueron premiados con el empleo de porteros, en la ciudad de México y en Mérida, respectivamente (agi, m 2999, lib. 2, f. 180 r.; Restall, “Black” 181, 191).

12 Esta concepción ha sido rebasada, puesto que en los barrios de San Cristóbal y Santiago se asen- taron, aparentemente desde un principio, indígenas del centro de México. Al respecto, véanse los aportes de Scholes (2: 65), Cook y Borah (2: 85) y Chuchiak IV (“Forgotten”). 13 Gonzalo Aguirre utiliza por vez primera la expresión “negros conquistadores”, pero no desarrolla la idea (El negro 51).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 156 26/01/15 10:37 En lo restante del siglo xvi y en los primeros años del siguiente, la llegada de jeda O africanos a la región se dio por medio de autorizaciones concedidas a particu-

lares que ostentaban algún cargo civil, religioso o militar, quienes quedaban Victoria

eximidos del pago de los aranceles de licencia y almojarifazgo. Zabala señala Jorge que entre 1551 y 1604 fueron introducidos 52 esclavos para el servicio de los gobernadores, los obispos, el tesorero, el contador, un licenciado y un capitán, entre otros. Añade que aquellos esclavos fueron destinados al trabajo domés- tico en casa de los españoles, a otros menesteres del hogar o a la recolección de tributos (Zabala 205-207). En la documentación del sagrario se encuentran registrados varios nombres de poseedores de esclavos que contrajeron nupcias y que enriquecen la lista de los ofrecidos por la investigadora citada; por ejemplo, Juan de Montejo, Juan de Magaña, Juan de la Cámara, Benito Durán, Her- nando de San Martín, así como los nombres de algunas mujeres poseedoras. Con respecto a la esclavitud doméstica se dice que, en comparación con el sistema esclavista de las plantaciones, fue más benigna tanto para los negros que desempeñaban labores en la casa y el solar como para los esclavos a jornal que a diario salían a la plaza del mercado para emplearse eventualmente con el fin de ganar la renta que el amo les exigía (Aguirre, El negro 57). La presencia de los africanos en la ciudad no pasó desapercibida y se emitieron normas para el cumplimiento de las ideas de aislamiento que eran rebasadas por la dinámica poblacional (Schwaller 894). Además del ejemplo de López Medel, existen otros, como el de fray Diego de Landa, quien añadió a lo dictado por el primero “que si algún negro anduviese por los pueblos, le prendiesen los caciques, y enviasen a las justicias españolas, para evitar con esto robos, muertes y otro delito que podían suceder” (217)14. De manera similar, en 1551 se decía que de la entrada de “negros en los pueblos de los indios se siguen muchos inconvenientes y es causa de que roben a los indios y les tomen sus mujeres e hijas”; en consecuencia, se solicitaba que no entrasen en ningún pueblo de los naturales de Yucatán y Cozumel (agi, m 2999). Y en 1582 el gobernador

14 En 1551 se mandó que los negros libres o esclavos no portasen armas, salvo los que asistiesen a “las justicias”. Del mismo modo, en 1568 se indicó, y se reiteró en 1573, que los mulatos y zambaigos no podían portar armas y que los mestizos lo podían hacer mediante permiso previo (Recopilación, lib. 7, tít. 5). Zambaigo es una manera de llamar al resultado de la unión de negro con indígena. Otras formas son zambo y, en Yucatán, pardo.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 157 26/01/15 10:37 Guillén de las Casas retomó la prohibición a los africanos, mestizos y mulatos de vivir cerca de los mayas (Scholes 2: 52)15. Estas medidas pueden ser tomadas como indicio de un creciente número de población africana, la cual era introducida no solo por los que ocupaban algún cargo, sino también por los encomenderos, quienes lo hacían de manera legal o clandestina. Se contempla la vía de la ilegalidad dado que en numerosos documentos se señala la escasez de recursos de los colonizadores; por ejemplo, en 1573 se indicaba que los vecinos de Mérida eran pobres y no tenían posibi- lidad de comprar esclavos (agi, m 2999; Relaciones 1: 82). A pesar de la pobreza de los avecindados, la necesidad de mano de obra barata pudo influir en el arribo de esa gente, y no se debe olvidar el aspecto de la esclavitud para servicio personal y la moda en las cortes y entre la gente f A ricanos afrodescendientes y Yucatán, Mérida de México la en adinerada de Europa de considerar al esclavo como un artículo de lujo que denotaba estatus (Aguirre, El negro 57-59; Zabala 209). Algunos esclavos des- empeñaron oficios como el de cochero, tendero o herrero, los cuales pudieron ser realizados en beneficio del amo o de los propios esclavos, pues el dinero obtenido acaso les sirvió para alcanzar su manumisión o la de otras personas (Fernández y Negroe, Una población 49-50). A tal circunstancia puede responder la existencia de negros y mulatos libres en Mérida desde la década de 1560 (ahay, m, lib. 1, f. 103 r.). No obstante, hay que indicar su corto número, pues en la capital, para 1577-1578, tributaban 34 pesos únicamente, lo que además señala “que eran gente muy pobre y con pocas posibilidades de trabajo” (Zabala 211). De 1567 a 1601 se reportaron 32 negros y negras libres que habían contraído matrimonio (Fernández y Negroe, Una población 27-28). Otra manera de alcanzar la libertad era por el deseo del poseedor. En el registro de matrimonios del 7 de noviembre de 1567, se encuentra el caso de Cristóbal y Juliana, él señalado como “moreno negro horro” y ella como “mulata horra, criada que fue de Francisco de Montejo” (ahay, m, lib. 1, f. 7 r.). Por otra parte, las uniones matrimoniales entre mayas y africanos empe- zaron a darse en Mérida en el siglo xvi, como lo prueban, solo por dar unos ejemplos, los registros de las alianzas de Martín, negro de Martín de Arbieto, con María Chan, maya natural de Maní, y de Diego, esclavo de Juan de

15 “Carta de don Guillén de las Casas, gobernador de Yucatán, a su majestad con una memoria de los conventos, vicarías y pueblos de la provincia. Mérida, 25 de marzo de 1582”. Esas ideas tuvieron fundamento en la ley de 1540, emitida por el emperador Carlos V, que prohibía que “los negros anden en las ciudades, villas y lugares de noche fuera de las casas de sus amos”.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 158 26/01/15 10:37 Montejo, con una viuda maya, ambas ocurridas en 1567 (ahay, m, lib. 1, ff. 103 jeda O r.-103 v.), o la del esclavo Luis con Ana Balam, acaecida en 1576 (ahay, m,

lib. 1, f. 110 v.). Las cifras de las uniones de varones africanos y de sus castas Victoria

con mujeres mayas y con otras de su mismo grupo se reflejan en la tabla 2, Jorge en la que es notorio el predominio de las uniones interétnicas de africanos con mayas.

➻➻ TABLA 2 Uniones de africanos y de sus castas con mujeres mayas, africanas y de sus castas (1567-1700) Fuente: Elaboración del autor con base a Restall (The Black 260). Restall señala que entre los negros incluye a los denominados morenos; como , integra a los mula- tos y pardos16.

Mujeres Años Mujeres mayas africanas y de Total sus castas 1567-1601 52 43 95 1602-1651 126 93 219 1657-1700 146 124 270 Total 324 260 584

Así, a pesar de la idea de la separación de los grupos étnicos, la realidad social y la vida cotidiana en la región, tal como sucedió en toda Hispanoamérica, obligaron a que la incipiente sociedad meridana, compuesta por varios sujetos, unos nuevos y otros reclasificados, conviviera y conformara, con aportaciones de cada uno de ellos en mayor o menor proporción, un nuevo modelo de coexistencia e identidades.

16 Pardo es el resultado de la unión del africano con una indígena.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 159 26/01/15 10:37 Primer apuntamiento. El barrio de Santa Lucía: ¿de negros o de indígenas? Una de las ideas generalizadas en la historia del Yucatán colonial, y de la ca- pital en específico, es que en el barrio de Santa Lucía, durante el siglo xvi e inicios del xvii, tuvieron su morada los africanos. El historiador Rubio Mañé, generador de la “noticia”, señalaba que era un “poblado de esclavos negros y mulatos” (“Los barrios” 11). f A ricanos afrodescendientes y Yucatán, Mérida de México la en

➻➻ (Ilustración 1). Plano de Santa Lucía Fuente: Elaboración del autor

Con respecto al barrio, que se supone asignado a aquella gente, el cabildo de la ciudad indicaba en 1579 que en “la parte del norte, fuera de la ciudad, está fundada [la] ermita de Santa Lucía, que fundó a su costa [en 1575] un

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 160 26/01/15 10:37 vecino conquistador que se llama Pedro García” (Relaciones 1: 83). En 1582 se jeda O decía que dicha ermita había sido construida con sendas licencias del prelado

y del gobernador, que se componía de una bóveda de piedra con cuerpo de Victoria

paja, que se había hecho con limosnas y que se seguía reparando con estos Jorge recursos ya que no contaba con renta ni patrón particular (Scholes 2: 88)17. La nota no dice nada acerca de los fieles que acudían a ella. En una nota a pie del Catálogo de construcciones religiosas del estado de Yucatán, editado en 1945, Rubio Mañé retoma la postura que había expresado dos años antes y apunta lo siguiente: “La iglesia de Santa Lucía fue parroquia de negros y mulatos de Mérida según consta en partidas de matrimonio del libro 1.o del archivo parroquial de la catedral de Mérida. Esto sucedió entre 1580 y 1620” (J. Fernández 1: 379). Sin cotejo alguno, muchos investigadores han seguido este dato. En el libro de matrimonios del sagrario, el pueblo de indígenas de Santa Lucía se menciona por primera vez en 1577, cuando se casa- ron Francisco Kantun y María Canché, señalados como nativos de ese asiento (ahay, m, lib. 1, f. 115 r.). Al año siguiente, cuando los contrayentes fueron los indios Juan Itzá y Ana Cuan, es anotado como barrio (ahay, m, lib. 1, f. 116 r.). A partir de esta fecha será común encontrar en la documentación del sagrario a contrayentes provenientes de ese pueblo, pero ninguno calificado como negro o alguna de sus castas, al menos hasta 1620. En la revisión que se hizo del mencionado libro de matrimonios y en los años que cita Rubio, no se encontró dato alguno que indique que el pue- blo o barrio de Santa Lucía fuese asiento de negros, esclavos o libres. No hay una sola mención de ello. La historiadora Martha Espejo Ponce, un poco más cauta, apunta que solo a partir de la segunda mitad del siglo xvii se dieron matrimonios de negros y mulatos en esa iglesia. La autora asumió que los contrayentes debían vivir cerca (171)18. Para reforzar la idea cabe decir que, en 1582, Guillén de las Casas, gobernador de Yucatán, envió una carta al rey en la que se señala que Santa Lucía “al presente se va poblando de indios naboríos” (Scholes 2: 65)19. Por su parte, Cook y Bora enseñan un cuadro del pago real

17 “Carta del obispo don fray Gregorio de Montalvo a su majestad con un memorial sobre el estado de la iglesia de Yucatán, Mérida, 6 de enero de 1582”. 18 Nuestro proyecto no abarca aún la revisión de los libros de 1621 en adelante, por lo que no podemos precisar temporalmente, por ahora, la ubicación de los africanos en ese barrio. 19 “Carta del obispo don fray Gregorio de Montalvo a su majestad con un memorial sobre el estado de la iglesia de Yucatán, Mérida, 6 de enero de 1582”.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 161 26/01/15 10:37 anual, de 1580 a 1645, donde se incluye a Mérida como localidad y al poblado de Santa Lucía como pueblo de naboríos, entre otros, lo que indica que la población del sitio era maya tributaria (2: 86). En el mismo sentido, Fernández Tejero presenta un apartado en el cual esquematiza los tributos pagados por naboríos, negros, mulatos e indios mexicanos, de 1577 a 1645 (155-157). En los cuadros que lo acompañan, se engloba a Mérida y a los pueblos de Santa Lu- cía, San Cristóbal, Santiago y San Juan bajo el rubro de “asiento de naborías”. Al registrar a los africanos y afrodescendientes, se mencionan las ciudades de Mérida, Valladolid y Campeche. Con esto se subraya que aquellos vivían en el recinto central y no en el barrio que indicó Rubio Mañé20. En consecuencia, para el siglo xvi los africanos debían de vivir en la parte trasera de los solares de sus amos y patrones. Así lo deja entender Juan f A ricanos afrodescendientes y Yucatán, Mérida de México la en de Montejo, nieto del conquistador, quien en 1593 decía habitar en una buena casa y sostener en el terreno, además de armas, caballos, criados y esclavos, con base en la norma de “casa poblada” (agi, p 80, n.o 3; Fernández y Ne- groe, “Grupos” 44; Restall, The Black 116). Asimismo, se dice que en la casa de Diego Quijada, alcalde mayor de Yucatán (1560-1565), vivían sus criados (Rubio, La casa 32). En cuanto al área de los servicios de las casas coloniales, se dice que estaba conformada “por patios donde se encuentran la fuente, los retretes, las bodegas y las habitaciones de la servidumbre, el pequeño huerto, la cocina, las despensas, el tinajero, la pila, los lavaderos, el pajar, el granero y la cochera” (Chanfón et al. 2: 438)21. Volviendo al tema de Santa Lucía, puede ser que el error de Rubio se de- biese al texto de introducción de algunos registros que dicen “El padre Cristóbal Manrique cura de los naturales de Santiago y Santa Lucía y de los morenos” (ahay, m, lib. 1, f. 136 r.), texto del cual parece haberse deducido la creencia de que los africanos vivían en el segundo poblado22. Los casos como este que hacen referencia a los africanos y a los mayas de Mérida también son varios. Por ejemplo, en junio de 1588 se apuntó que Manrique era “cura de los morenos e indios de esta ciudad” (ahay, m, lib. 1, f. 154 r.) y en 1592 se anotó “Bartolomé

20 El trabajo de Sherburne Cook y Woodrow Borah, así como el de Isabel Fernández, están basados en la documentación del Archivo General de Indias (agn, c 911). 21 A pesar de que lo expresado corresponde más bien al centro novohispano, sin duda es posible trasladar la idea a esta región en esa década. 22 La primera ocasión en que aparece este registro corresponde al 16 de enero de 1589, y se repetirá en algunas otras.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 162 26/01/15 10:37 Jiménez, cura de los morenos y naturales de esta ciudad” (ahay, m, lib. 1, f. 164 v.). jeda O Los textos son explícitos en cuanto a la ubicación física de aquella gente. Ahora

cabe preguntarse si se está haciendo referencia a la ciudad con inclusión de sus Victoria

barrios, o si varió la redacción, o si simplemente se hacía mención exclusiva de Jorge los avecindados en la ciudad con base en la norma de la casa poblada.

Segundo apuntamiento. La iglesia del Santo Nombre de Jesús El 6 de enero de 1582 fray Gregorio de Montalvo le advertía al rey que en la catedral de Mérida existían cinco antiguas cofradías, una de las cuales era la del Santísimo Nombre de Jesús (Scholes 2: 90). Años más tarde, en 1639, el cronista religioso Francisco de Cárdenas Valencia afirmaba que a principios de esa centuria había en el recinto catedralicio tres antiguas cofradías: la del Santísimo Sacramento, la de Nuestra Señora de las Ánimas del Purgatorio y la del Santo Nombre de Jesús. Agregaba que las dos primeras agrupaban a gente española y que la tercera la conformaban negros, mulatos e hispanos (Cárdenas 49-50)23. Los matrimonios de los africanos y sus castas que se realizaban en la ciudad, fuera en la catedral, en la ermita de San Juan, en la de Santiago o, incluso, en el convento de las monjas concepcionistas, se registraban en los libros del sagrario. Así, en los asientos del primer libro de matrimonios del sagrario se refiere que el 28 de octubre de 1567 se casó a Martín, negro esclavo, con María Chan, india, así como a Diego, negro esclavo, con otra india (ahay, m, lib. 1, f. 103 r.). De acuerdo con Fernández y Negroe, este tipo de uniones se verificarían unas 184 veces en poco más de dos siglos (1567-1797) y, en térmi- nos generales, los matrimonios de africanos y sus castas con mujeres mayas se dieron 657 veces aproximadamente (Una población 28-35). Las cifras apuntadas solo son indicadores del número de matrimonios asentados en Mérida. Esos casos ilustran las relaciones entre africanos y afrodescendientes y mujeres mayas, relaciones que daban como resultado biológico a los denomi-

23 La catedral de Mérida se erigió entre 1562 y 1599.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 163 26/01/15 10:37 nados pardos, y a la vez ofrecen un indicio de las complejidades identitarias existentes. Aunado a la cifras ya señaladas al respecto, valga decir que en 1572 los franciscanos se quejaban ante el rey de que los vecinos de la ciudad procuraban que las mayas huérfanas se casasen “con mulatos y negros de su servicio para tenerlas en la misma sujeción” (agi, m 3048). A esto pueden haber respondido los matrimonios entre mayas y negros, mulatos, morenos y pardos registrados a lo largo de la Colonia. A propósito de estas relaciones, forzadas o no, John Chuchiak opina que muchas mujeres mayas debieron estar sexualmente “fasci- nadas” con los negros esclavos y los españoles (“The Sins” 86), lo que también pudo facilitar de alguna manera las uniones en los casos que no fueron forzadas. A diferencia de lo que se percibe a través del documento de matrimonios, tradicionalmente se ha bosquejado una imagen de estos grupos como carentes f A ricanos afrodescendientes y Yucatán, Mérida de México la en de movilidad social. Sin embargo, los registros permiten evidenciar que, a lo largo del periodo colonial, algunos de sus miembros se desplazaron de una sociedad al otra; ejemplo de esto es el hecho de que en los documentos se encuentren uniones de gente procedente de Tekax, Oxkutzcab, Maní, Telchac, Tekit, Teya y Kantunil, entre otras localidades, de poblaciones de importancia como Campeche y Valladolid, así como negros o mulatos de distintas partes allende la Nueva España, como La Habana, Cumaná, Panamá, Portugal, Ja- maica e Inglaterra (ahay, jmm, lib. 9, f. 108 r.; ahay, m, lib. 1). El libro de matrimonios de Jesús María, titulado “Libro donde se asientan los casamientos y velaciones de los negros y mulatos de esta ciudad. Siendo cura el bachiller Melchor de Avilés lo hizo a costa de la cofradía el Alférez Melchor de la Cámara”, contiene datos de 1671 hasta 1716. Los matrimonios de negros y mulatos y su registro cesaron en el espacio catedralicio en 1686 cuando concluyó la construcción de la parroquia destinada ex profeso para ellos24. Al respecto, puede leerse lo siguiente: Quince de enero de mil seiscientos y ochenta y seis. Estrenando la iglesia y parroquia del Santo Nombre de Jesús […] casé a Mateo Ve- lázquez, pardo, natural de esta ciudad y María Vivas, natural de esta ciudad, hija legítima de Simón Vivas y de Juliana Tamayo. Padrinos: Diego Vargas y testigos el sargento Ignacio Pacheco y el Br. Juan García. (ahay, jmm, lib. 2, f. 43 r.)

24 Esta edificación, hoy desaparecida, estuvo situada en la calle 59, entre 62 y 64; ese espacio es ahora un lote utilizado como estacionamiento público.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 164 26/01/15 10:37 Ese mismo día se realizó otro matrimonio, entre Melchor Reyes, pardo, jeda O natural de Mérida, y María Tutul, proveniente de Dzidzunchén, cuyos padrinos

fueron el capitán Diego González, pardo, y Juana de los Barrios, su esposa Victoria jmm (ahay, , lib. 2, ff. 43 r.-43 v.). Jorge Pero la realización de estos matrimonios en la parroquia del Santo Nombre de Jesús o del Dulce Nombre de Jesús, como también aparece en la documen- tación de diversos años, no significa que todos los matrimonios efectuados ahí hayan sido de africanos y sus castas, ni que este hubiese sido el único sitio donde tuvieron lugar. Por ejemplo, el 18 de abril de 1689 contrajeron nupcias en esa parroquia Valentín de Medina, natural de Mérida, y Dominga Martín, originaria de la misma ciudad, y no se consignó que ellos o sus padrinos per- tenecieran a alguna casta. De igual manera, en 1690 Nicolás de Santa María, hijo legítimo del sargento Ambrosio de Santa María y de Juana Rodríguez, se unió con María de la Guerra, hija de Pedro de la Guerra y Marcela Jiménez, aunque en este caso por la filiación militar podría pensarse que eran pardos o mulatos (agay, jmm, lib. 2, f. 53 r.). Ejemplo de una afrodescendiente que no contrajo nupcias en esa iglesia es la parda Isabel de Acevedo, quien lo hizo en 1688 en Santiago, barrio de indígenas, y como ella, otros y otras se enlazaron en la ermita de San Juan (ahay, jmm, lib. 2). Después de la segunda mitad del siglo xvii encontramos, en la iglesia del Santo Nombre de Jesús, menciones de un alférez de color pardo; también, de los capitanes Juan Acevedo, pardo, y Bernardino Madera, pardo, entre otros. En relación con la milicia, se dice que a fines de la centuria, a raíz de las embestidas de los piratas a las costas, las autoridades hispanas se vieron forza- das a reclutar gente que por su filiación étnica no era considerada capacitada para las armas (Fernández y Negroe, Una población 18). Los casos consignados muestran que esa utilización de la gente africana y afrodescendiente se empie- za a dar tres décadas antes de finalizar el siglo. Por su parte, Vinson sostiene que los términos eufemísticos pardo y moreno fueron empleados comúnmente, tanto por los funcionarios reales como por los propios soldados, para referirse a los milicianos de ascendencia africana. Esta fue, en sí, una redefinición, pues los negros y mulatos, debido a su importancia militar, fueron señalados como pardos y morenos (Vinson 38, 52). En los documentos matrimoniales estudiados, la designación de pardo aparece desde tiempo antes de la relación de esta población con las armas, mientras que la segunda, la de moreno, la encontramos desde 1563 (ahay, m, lib. 1, f. 102 r.).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 165 26/01/15 10:37 El devenir de esa población en Mérida y su jurisdicción se hace evidente en el censo de 1794, pues en él se reportaban 126 europeos, 3.286 españoles, 14.751 mayas, 3.416 mulatos y 6.250 de “otras castas” (Rubio, Archivo 1: 213-234). A inicios del siglo xix (1802), el padrón de negros y sus castas en su parroquia meridana arrojó la cifra de 2.373 feligreses en los barrios de Santa Ana, Santiago, Mejorada, San Cristóbal, Ermita y en la “ciudad ” (el centro de la ciudad), más los asentados como párvulos, lo que permite a la vez visualizar la distribución espacial y geográfica en Mérida agn( , je 6, f. 124 r.). Las cifras anteriores denotan el alto crecimiento de la población indomestiza y afromestiza durante ese lapso. Para tener otra idea de esa feligresía, en el censo levantado en 1806, titulado “Estado que manifiesta el número de almas de que se compone esta parroquia del Dulce Nombre de Jesús” (y también se presenta el número de f A ricanos afrodescendientes y Yucatán, Mérida de México la en almas que constituían entonces el propio curato), se dice que era de 6.051 individuos de color, presumiblemente la mayoría pardos (Arrigunaga 152-153). En comparación con el censo realizado cuatro años antes, la cifra de feligreses subió más del 150 %, por lo que habría que indagar con mayor detalle sobre el origen de esta información.

Los africanos y afrodescendientes cambian de sede Hemos visto que en 1686 se inauguró la iglesia del Santo Nombre del Jesús para que sirviese de asiento de los negros y mulatos de la ciudad. Acerca del suceso se dice, en fuentes bibliográficas del siglo xix, que la parroquia de la “Sacra Familia Jesús, María y José” (así se escribe en la fuente, aunque constituye un error) fue erigida entre los años 1683 y 1684, en tiempos del obispo Dr. Juan Cano Sandoval (1682-1695) y del gobernador Juan Bruno Tello de Guzmán. El obispo e historiador Crescencio Carrillo y Ancona afirmó que cuando se acabó la fábrica, en tiempos del ilustrísimo señor Cano Sandoval, “se incrustó en la fachada una lápida en la que constaban el año de su conclusión y el nombre del capitán general de la provincia” (2: 606)25.

25 Justino Fernández sigue este error al decir que al templo “se [le] dio entonces el nombre de ‘La Sacra Familia, Jesús María y José’” (1: 406). La designación coloquial también fue Jesús María.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 166 26/01/15 10:37 En el libro 14 de matrimonios, que concluye en 1822, en una sede distinta jeda O a la inaugurada en 1686, se prosigue con la denominación del Santo Nombre de

Jesús (ahay, jmm, lib. 14, f. 1 r.), lo que significa que esta solo varió después Victoria

de 1822. Fue en un año posterior cuando Justo Sierra O’Reilly publicó un Jorge artículo que menciona “la parroquia de morenos y pardos que existía en la iglesia de Jesús María” (250). La redacción debería decir que la iglesia del Santo Nombre de Jesús había existido donde para entonces estaba ubicada la de Jesús María. Este último nombre debió dársele a la edificación entre 1823 y 1846. En el siglo siguiente, con los cambios originados por la expulsión de la Compañía de Jesús de tierras americanas, ese grupo se trasladó de sede. Al tiempo que el soberano español Carlos III cancelaba la presencia de los jesuitas, según decreto del 27 de febrero de 1767, se clausuraron en Mérida la iglesia y el colegio de San Javier, los cuales permanecieron cerrados por años. En 1774 se tuvo la idea de utilizar esas edificaciones como un hospital para pobres, pero el asunto no se resolvió. La Junta Municipal determinó entonces, el 20 de junio de ese año, que la parroquia de morenos y pardos que existía en la ciudad se trasladase al antiguo templo de la orden expulsada, y el antiguo colegio se destinó para seminario de corrección de clérigos. Ese nuevo espacio para la gente africana y afrodescendiente funcionó como tal hasta 1822, cuando concluyó la administración española en la región, se extinguió la parroquia y la iglesia pasó a manos de la Tercera Orden de Penitencia (Sierra 259)26. Acerca de esta congregación religiosa, Carrillo y Ancona relata que el obispo fray Pedro de los Reyes Ríos de la Madrid (1700-1714) mandó sacar del convento de Mérida a la Tercera Orden de Penitencia y, “encargando su administración a un clérigo secular, ordenó que los cofrades hicieran sus ejer- cicios en la iglesia de Jesús María”, o sea, en la del Santo Nombre del Jesús, a la par con sus destinatarios originales (2: 650). Estando ya en la nueva sede los africanos y afrodescendientes, el primer matrimonio, acaecido el 24 de noviembre de 1774, fue entre José María Salas, negro libre de Inglaterra bautizado en la parroquia “del Jesús”, y María Josefa Pérez, negra libre natural de Jamaica, bautizada (ahay, jmm, lib. 9, f. 108 r.). El dato habla del movimiento transoceánico de una persona nacida en otro

Esta equivocación ha sido retomada por otros investigadores. 26 Al respecto, Justino Fernández apunta que “desocupado el colegio y la iglesia por los jesuitas, esta fue convertida en parroquia de pardos y morenos, permaneciendo como tal hasta la Inde- pendencia” (1: 383).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 167 26/01/15 10:37 reino, que había alcanzado la libertad y que, por alguna circunstancia, estaba en Mérida. En el mismo sentido, las diásporas intercaribeñas llevaron a María Josefa, también en condición de libre, a situarse en un lugar ajeno al de su nacimiento. Habría que preguntarse si esos negros libres no habían huido de Belice, tal como lo hicieron varios que buscaron refugio en el poblado de San Fernando Aké, en el oriente yucateco (Victoria y Canto 45). No se sabe en qué se utilizó el espacio de la antigua iglesia del Santo Nombre entre 1774 y 1806, aunque es casi seguro que la Tercera Orden siguió empleándolo. En esa última fecha, la situación dio un brusco giro y el lugar obtuvo el título de real capilla, asunto que se marcó del mismo modo con una lápida que se incrustó en la fachada y que decía: “Real Capilla del Rosario con- cedida por el Sr. Gobernador D. Benito Pérez, a pedimento del Padre Capellán f A ricanos afrodescendientes y Yucatán, Mérida de México la en D. Martín Bolio, gobernando el Elmo. Sr. D. Pedro Agustín de Estévez, año de 1806” (Carrillo 2: 606). Carrillo y Ancona reporta que Mérida estuvo dividida en parroquias por razas, y añade que posteriormente se modificó la clasificación, de manera que hubo, a más del sagrario-catedral para los habitantes del centro de la ciudad, los curatos suburbanos de Santiago, San Cristóbal y Santa Ana, mientras que el de africanos, mulatos y pardos fue suprimido después de 1822 debido a las disposiciones de los tiempos independentistas (2: 20). Se desconoce en qué momento la iglesia del Santo Nombre dejó de ser capilla real, pero debieron de pasar muchos años antes de que se ocupase de nueva cuenta. En un inventario del templo con datos de entre 1855 y 1884, se indica que se realizaron mejoras, pues la edificación estaba deteriorada (ahay, ip 6). En febrero de 1874, se informaba que la entonces iglesia de Jesús María, situada en la calle principal de Santiago y la Mejorada, se abriría al culto público a principios de ese año, después de haber estado cerrada por más de un año con motivo de los trabajos costeados por gente de la alta sociedad (La Revista, 26/02/1874). El 30 de septiembre de 1874, por decreto especial que el prelado diocesano autorizó, se le concedió a esa sede la advocación de Nuestra Señora de Yucatán (La Revista, 08/11/1904). En 1915, con la llegada de la Revolución mexicana a Yucatán, la iglesia pasó a manos de los masones para que estos, tras su modificación, el derribo de torres y el cambio de fachada al estilo neomaya, instalasen su logia. A me- diados del siglo xx, el edificio fue derribado por el ayuntamiento municipal y hasta la fecha es un lote usado comercialmente como estacionamiento.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 168 26/01/15 10:37 jeda O

A manera de conclusión Victoria Jorge A lo largo de estas líneas hemos presentado el panorama de la situación de los africanos y los afrodescendientes en la ciudad de Mérida con dos intenciones. Por una parte, contribuir a desmitificar la creencia de que aquel asentamiento novohispano cumplía cabalmente con las disposiciones del soberano en cuan- to a la segregación socioétnica entonces vigente. Por otra parte, contribuir en cuanto sea posible a eliminar la idea popularizada de una identidad basada en el mestizaje producido por la mezcla entre mayas y españoles; a pesar de que la proporción de los negros no fue muy grande en comparación con los otros grupos, la de los pardos, como hemos visto, alcanzó niveles altos. Del mismo modo, en cuanto a las aportaciones que bosquejamos al inicio del trabajo, proponemos que los africanos, al menos durante el siglo xvi y las primeras décadas de la centuria siguiente, no habitaban alrededor del recinto hispano, al norte de la ciudad, en un barrio especial para ellos, sino que su lugar de residencia, en conjunto con algunos naboríos, era el mismo solar que compartían con sus señores o amos. No son pocas las referencias que, velada- mente, lo indican, ni pocos los investigadores que lo dejan entrever, aunque no maticen la idea ni presenten los datos. Asimismo, no parece que los reportados como libres tuviesen la capacidad económica para adquirir un predio. Por esto, la permanencia en el solar del antiguo amo bien pudo haber sido una opción para estas personas en su nueva condición, lo que pudo establecer una nueva relación que habría que estudiar. Creemos que la casa se ordenaba de acuerdo con las jerarquías; la familia, la servidumbre y los esclavos ocupaban espacios bien delimitados dentro del solar, escenario que debió modificarse un tanto con el paso de los años. Tal vez para la mitad del siglo xvii los africanos libres pudieron salir y vivir en otras partes, mientras que los esclavos y sirvientes mayas permanecieron en la casa del patrón, estos últimos, incluso, hasta el siglo xviii, según registros documentados27. Como nota del primer apuntamiento, reiteramos que siguiendo la pista ofrecida por Rubio no encontramos evidencia documental que induzca a decir

27 Al respecto, véase el caso de Mark Lentz (222-223).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 169 26/01/15 10:37 que en el lapso de 1580 a 1620 Santa Lucía fue un barrio ocupado por africanos y afrodescendientes; en todo el periodo, la mención de él como pueblo de indios es recurrente. La presencia de los negros y sus castas hizo más complejas las relaciones que se desarrollaban entre los categorizados como indios y españoles. Lo que se puede notar acerca de la relación entre los tres grupos, a través de la documentación expuesta, es que los subordinados (mayas y africanos y sus castas) debieron mantener en cuanto fue posible su identidad colectiva o modi- ficarla por medio de los matrimonios interétnicos. Pero cabe preguntarse si lo que estamos viendo reflejado en la documentación no es un esquema forzado por los hispanos en el cual se incitaban uniones entre los dos grupos, o entre naboríos de diferentes localidades, o la reconstrucción de relaciones de familia mediante el matrimonio entre viudas y viudos, en algunos casos un año después f A ricanos afrodescendientes y Yucatán, Mérida de México la en del primer matrimonio de estos. El segundo apuntamiento, la historia de la iglesia del Santo Nombre de Jesús, era una deuda pendiente con la historiografía cuya retribución permite evitar la prolongación de ideas erróneas. Este va de la mano del primero, por lo que era obligado abordarlo. Sin duda, este acercamiento a la ciudad colonial deberá reforzarse con otra documentación de la época para establecer de mejor manera el temprano panorama que los investigadores hemos bosquejado: el de los africanos en la Mérida virreinal, un asentamiento que borró, según las ideas en boga en el siglo xix, una parte no admisible de su historia colonial para autonombrarse “Ciudad Blanca”.

Bibliografía

Fuentes primarias

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 174 26/01/15 10:37 FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 175 26/01/15 10:37 Territorios en papel: las guías de forasteros en Hispanoamérica (1760-1897) Territories on Paper: The Stranger’s Guides in Latin America (1760-1897)

Recibido: 29 de enero de 2014 Lina Cuéllar Wills Aceptado: 18 de julio de 2014 Universidad de los Andes, Bogotá [email protected]

➻ Resumen

Pasada la segunda mitad del siglo XVIII, como visiones operativas de las ciuda- empezó a producirse en la América his- des hispanoamericanas. El objetivo de pana una serie de impresos bajo el título este artículo es mostrar, en el marco de Guía de forasteros. Eran pequeños direc- la historia cultural, cómo las guías de torios, generalmente acompañados de forasteros fueron recursos de disemi- almanaques o calendarios, que registra- nación de conocimiento en la América ban la estructura del funcionariado en hispana durante un siglo XIX largo, y los reinos de ultramar. Sus contenidos que sirvieron, así mismo, como medio a lo largo de los años muestran algunas para establecer un orden social, político de sus utilidades: difundir un conoci- y burocrático de las ciudades ligado a la miento oficial e institucionalizado, así administración colonial española.

Palabras clave: Almanaques, guías de forasteros, historia cultural, historia del libro, reformas borbónicas.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 176 26/01/15 10:37 ➻ Abstract

After the second half of the 18th cen- tional knowledge, as well as displaying tury, a series of prints called Stranger’s operative views of Latin American cities. Guides were printed for the first time This paper aims to show, in the frame in Spanish America. These were small of cultural history, how the Stranger’s directories that registered the Spanish Guides were resources for the Spanish administration’s structure in America, Monarchy to spread knowledge in Span- and which generally came together with ish America during a long 19th, working almanacs or calendars. Over the years, as a means to establish a social, politi- the Guides contents showed some of its cal, and bureaucratic order of the cities features: spreading official and institu- as part of the administration.

Keywords: Almanacs, , cultural history, history of the book, stranger’s guides.

as guías de forasteros fueron un tipo especial de impreso pro- ducido en Europa y en América durante un siglo xix largo L (1760-1897)1. Estas, a diferencia de los diarios de viajes, no comprendían relatos de experiencias vividas por extranjeros: eran textos esquemáticos y escritos a priori para comunicar, entre otras cosas, una forma de ordenamiento y funcionamiento de una ciudad o un país a un público amplio, foráneo o local. Teniendo en cuenta que las imprentas empezaron a ocupar mayor espacio en los talleres de los diferentes países de América Latina a lo largo del siglo xix (Calvo 138; Febvre y Martin 242), la producción significativa de guías que se dio en el continente plantea, siguiendo a Gaston Bachelard y a Pierre Bourdieu, un “caso particular de lo posible” que permite estudiarlas en el marco de la historia de la cultura im- presa2. Una de las principales razones de esto es el hecho de que las guías de

1 Tomando la propuesta de Eric Hobsbawm de los siglos largos y cortos, en este artículo se habla de un “siglo xix largo” que comprende las fechas extremas de 1760 a 1897. Esto, debido a que las guías circularon sistemáticamente, de manera aproximada, desde 1760 hasta la última década del siglo xix. Durante estos más de cien años las guías de forasteros tuvieron su mayor apogeo y, posteriormente, se transformaron, a principios del siglo xx, en otro tipo de impresos, como guías comerciales y guías de ciudades. 2 Las primeras imprentas llegaron a América en el siglo xvi, en 1539 a México y en 1581 a Lima. Sin embargo, su popularización se dio especialmente entre finales del siglo xvii y la tercera década del siglo xix. Los últimos países en instalar una imprenta fueron Bolivia, en 1825, y

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 177 26/01/15 10:37 forasteros han sido consultadas generalmente en cuanto fuentes de referencia para estudiar diferentes temas, como la historia, el comercio o la demografía latinoamericana, pero pocas veces han sido objeto de análisis en sí mismas. De hecho, las guías son más que fuentes de referencia para estudiar otros temas de la cultura latinoamericana; su producción sistemática a lo largo de un siglo en muchos de los países hispanoamericanos (entre los que se cuentan México, Perú, Colombia, Cuba y Argentina) muestra que fueron un producto permanente y rentable en el mercado de los impresos durante el siglo xix. Las guías de forasteros, como campo de producción cultural, siguiendo a Pierre Bourdieu, “ocupan una posición dominada, temporalmente, en el seno del campo del poder” (321), pues revelan su dependencia frente al funcionamiento de las imprentas y los intereses políticos, económicos y sociales de gobiernos e instituciones. Afirma Bourdieu que “por muy liberados que puedan estar [los campos de producción cultural] de las imposiciones y de las exigencias externas, están sometidos a la necesidad de los campos englobantes, la del beneficio, e T rritorios en papel: las guías de forasteros en Hispanoamérica (1760-1897) económico o político” (321). El tratamiento de las guías de forasteros como fuente de análisis histórico, entonces, no puede desvincularse de las relaciones objetivas que componen su existencia como campo de producción cultural. No en vano la imprenta fue un instrumento importante en la construcción de sociabilidades, de redes de conocimiento y de mecanismos de comunicación sujetos a intereses particulares3. Las guías eran objetos para ser leídos y usados, pero a su vez para ser trans- misores de conocimiento y de las visiones de entidades e individuos que hacían parte de las élites letradas, sobre cómo se componían y organizaban las socieda- des y las ciudades hispanoamericanas. Por lo tanto, son fundamentales aquellos agentes que participan en su creación: las imprentas en los diferentes territorios de ultramar, los autores, los objetivos implícitos en sus contenidos, los lectores y su relación con otros impresos contemporáneos a ellas. De esta manera, se propone

Costa Rica, en 1830. Por otra parte, una vez se han definido las características principales del objeto científico, Bourdieu aclara que “el desafío es interrogarsistemáticamente el caso particular constituyéndolo como ‘un ejemplo particular de lo posible’, según expresa Bachelard” (Bourdieu y Wacquant 287). 3 Al respecto, François-Xavier Guerra estudia detalladamente las diferentes facetas de la moderni- dad en Hispanoamérica a la luz de los procesos de independencia. Menciona, por ejemplo, la aceleración que tuvo el desarrollo de la imprenta en Nueva España en el siglo xviii, tanto entre los impresores con licencias como entre aquellos que no producían papeles y libros avalados por la oficialidad (Modernidad 282-289).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 178 26/01/15 10:37 que las guías de forasteros sirvieron como canal de difusión de un conocimiento proveniente de élites letradas, cuya filiación o vinculación a ciertas instituciones o

posiciones sociales determinaron en gran medida la forma como se representaban Cuéllar Wills las ciudades y su organización (simbólica o física) en este tipo de impresos. Lina El objetivo de este ensayo es proponer una perspectiva de análisis, en el marco de la historia cultural, de las guías de forasteros impresas en América Latina entre 1760 y 1897. Para tal efecto se tendrá en cuenta especialmente que fueron impresos que estuvieron constreñidos a campos de dominación cultural como los intereses del reformismo borbónico en América, en su primera etapa, y posteriormente de las élites letradas, con el fin de crear visiones operativas (principalmente comerciales) de las ciudades del continente hispanoamericano a la luz de su progresiva modernización. Las guías de forasteros se han organizado en una periodización basada en los planteamientos de Ángel Rama, José Luis Romero y Annick Lempérière sobre la concentración del conocimiento y de la producción cultural en la ciudades en los siglos xviii y xix, así como en el reconocimiento de cambios sustanciales que tuvieron estos impresos durante el tiempo en que circularon en Hispanoamérica. La etapa inicial, denominada “burocrático-colonial”, va de 1760 a 1830 y consiste en el periodo de mayor uniformidad de las guías, generalmente basadas en un “modelo borbónico” (enfocado en las instituciones y el funcionariado) iniciado por el impresor novohispano Felipe de Zúñiga y Ontiveros. La segunda etapa, la “comercial- republicana”, va de 1831 a 1897 aproximadamente, época en la que estos impresos cambian progresivamente su enfoque temático de la burocracia al comercio como eje de interés. La definición de estos lapsos de tiempo no es excluyente, por lo cual el comercio también aparece en las guías anteriores a 1831 y la bu- rocracia después de 1830. Sin embargo, se presentan tendencias que muestran que, junto con los cambios culturales y políticos, las guías se adaptan a los procesos de modernización de las ciudades y a los intereses de los impresores/ editores, los lectores y de las sociedades en las que fueron usadas.

Naturaleza de las guías de forasteros

Las guías de forasteros eran impresos que generalmente traían como primera sección un almanaque o calendario con las fases lunares, el comportamiento

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 179 26/01/15 10:37 del clima, las festividades, una cronología del mundo (por ejemplo, a qué año estaban de la creación o del diluvio universal), otra cronología con las fechas de los nacimientos de los reyes de España (en el caso de las guías producidas durante el periodo de la Colonia) y las témporas, entre otros4. Posteriormente se daba inicio a la sección titulada “Guía de forasteros”, en la cual se enumeraban, ordenados por dependencias, los nombres de los funcionarios vinculados a cada organismo institucional. Esta parte comporta el grueso de la guía, dada la ya conocida burocracia que imperó en el sistema administrativo colonial (Rama 57). Las guías de forasteros editadas en Cuba presentan más paratextos desde sus inicios que las de otros países: un mapa de la isla, itinerarios de caminos, horarios de salida y entrada de las embarcaciones o número de esclavos ingre- sados a la isla anualmente. Estas particularidades dicen mucho sobre el uso que se les dio a estos impresos y las necesidades comerciales manifiestas en ellos: la información está relacionada con el tiempo y el mercado, dos aspectos fundamentales de la modernización5. e T rritorios en papel: las guías de forasteros en Hispanoamérica (1760-1897) Las diferencias entre las guías por región muestran también la capacidad que tenían los impresores de introducir novedades gráficas, como mapas o re- cuadros de gran tamaño, en sus impresos. El caso de la imprenta de los Zúñiga y Ontiveros es una muestra de ello, en cuanto sus trabajos en la agrimensura y la ingeniería hidráulica y de minas los obligaban a manejar tecnologías de las que otros impresores de guías de forasteros podían prescindir. En las guías de 1794 y 1795, Mariano de Zúñiga incluye dos mapas en los que hace la misma referencia: el primero es un plano general de la ciudad de México; el segundo, un “Mapa de las cercanías de México que comprehende el real desagüe de todas sus lagunas que se forman de las vertientes de las sierras que le rodean con los pueblos inmediatos”, ambos de 1791. El tórculo se utilizaba para la impresión de mapas por calcografía o grabado en cobre y en hueco (Gómez 3), por lo cual se puede explicar por qué los Zúñiga, además de ser los primeros impre-

4 La publicación de los almanaques en América se dio mucho antes que las guías de forasteros, poco después de la llegada de la imprenta a los reinos de ultramar. Algunos de los ejemplos más antiguos en Nueva España datan de 1580 y 1587 (Suárez, “El negocio” 73). 5 Con respecto al cambio de concepción del tiempo, el historiador inglés E. P. Thompson explica que, a partir del siglo xvii, el progresivo abandono de la consideración del tiempo sideral como organizador de tareas por desarrollar va dando paso al uso del reloj y a la creación de horarios, especialmente en el trabajo urbano. A pesar de que el ensayo de Thompson se refiere sobre todo al caso británico, esta idea permite encontrar otra faceta del porqué de algunos de los contenidos incluidos en las guías de forasteros (56-97).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 180 26/01/15 10:37 sores de guías de forasteros en Hispanoamérica, fueron también los primeros en agregarles material cartográfico6.

Más avanzado el siglo xix, en especial pasada la tercera década, las guías Cuéllar Wills de forasteros empezaron a incluir introducciones, presentaciones, resúmenes Lina o juicios históricos sobre las nuevas repúblicas e ilustraciones de lugares y de próceres de la Independencia. Aunque la mayoría de las guías no abandonaron el almanaque y la enumeración de instituciones oficiales, este cambio en la estructura y en algunos de los contenidos muestra una ruptura con el interés de “vigilar” e informar sobre el apropiado funcionamiento de las instituciones y los mercados establecidos jerárquicamente por una autoridad. La inclusión de pauta publicitaria en ciertos casos, por ejemplo, indica que los lectores y usuarios de las guías de forasteros siguieron guardando cierto vínculo con el comercio, pero no necesariamente a gran escala. Podía tratarse de un potencial comprador de lujos, suvenires o pequeños artículos de una naciente burguesía consumidora. Del mismo modo, la publicidad en las guías de forasteros les permitió a los impresores establecer un sello diferenciador frente a la competencia; tal es el caso del Calendario y guía de forasteros de Trujillo para el año de 1834 o de la Guía de forasteros de la ciudad de México para 1854, del reconocido librero Galván Rivera. En ellas los editores, además de incluir publicidad de otros establecimientos comerciales, hacían uso de espacios al final de una sección o de la guía completa para promocionar sus productos. En la de 1854, Galván agrega un “Aviso”, en el que enumera los “Libros que se hallan de venta en la librería núm. 7 del portal de Mercaderes” (351), información útil para analizar qué clase de material producía este editor, a qué tipo de público se dirigía y hasta a qué precios vendía los impresos. Las guías de forasteros tuvieron diferentes facetas, principalmente en España, mientras que en Hispanoamérica conservaron generalmente una uni- dad temática, estructural y material. Las guías modernas aparecieron en un momento en que se estaba dando una “revolución en la lectura”, a mediados del siglo xviii, cuando se produjo el tránsito, según Roger Chartier, de una práctica de lectura “intensiva” a una “extensiva”: los lectores pasaron de tener acceso a pocos textos, que eran leídos en repetidas ocasiones, a contar con un

6 Agradezco a Kenneth Ward, curador de libros latinoamericanos de la Biblioteca John Carter Brown (EE. UU.), por compartir su conocimiento sobre el tipo de imprentas que utilizaban los Zúñiga y Ontiveros en México.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 181 26/01/15 10:37 amplio corpus de material impreso que les permitió diversificar y elegir el tipo de lectura que deseaban (17)7. Una de las primeras señales de este proceso es la periodicidad con que se imprimieron las guías de forasteros, que en algunos casos, como en Perú y Cuba, llegó a ser anual, mientras que en otros países fue de dos o tres años. Estas tuvieron también un importante papel dentro de la cultura del impreso de la Ilustración: ofrecían contenidos que combinaban distintos tipos de discursos y crearon una categoría de lector que, aunque se enmarcaba dentro del término forastero, fue más amplio de lo que su nombre indica. La guía de forasteros europea más antigua, entre las que se han docu- mentado hasta ahora, es la Guía y avisos de forasteros, adonde se les enseña a huir de los peligros que hay en la vida [...], de Antonio Liñán y Verdugo, publicada en Madrid en 16208. Esta pretendía prevenir a los visitantes de Madrid, prin- cipalmente litigantes y pretendientes, de los peligros que pudieran hallar en la ciudad tras la abrupta llegada de foráneos que tuvo lugar desde que se nombró e T rritorios en papel: las guías de forasteros en Hispanoamérica (1760-1897) a Madrid como capital del reino de España en 1561 (González, “Rémoras” 58-59). La Guía y avisos, según lo explica David González, es una obra que, aunque ha sido generalmente interpretada como literaria, es también un discurso ideológico en el que “detrás del elogio pomposo al rey, aparece un claro mensaje sobre la necesidad que tiene la república de mejorar ciertos aspectos de su política social”, como “la protección de la religiosidad, [el] ensalzamiento monárquico y [el] peligro de la ociosidad” (“Rémoras” 67). Si bien no es del todo pertinente considerar la Guía y avisos de Liñán y Verdugo como “antecedente” de las guías de forasteros americanas del siglo xviii, es una oportunidad para encontrar en la preocupación del autor español un indicio que permita darle sentido a una parte de la naturaleza de las guías de forasteros modernas. Los tres objetivos de la guía de 1620 que señala González no son ajenos a aquellas producidas en América. No en vano, en las primeras versiones de las guías de forasteros del siglo xviii se detecta, por medio de la estructura enumerativa de las principales instituciones y la inclusión de cronologías sobre los monarcas españoles, una

7 Se hace referencia a “guías modernas” en contraste con guías anteriores al siglo xviii, como las guías de peregrinos o las guías de pecadores, generalmente concentradas en aspectos espirituales o morales. 8 El historiador Richard Gassan habla de una guía similar para Londres, publicada entre 1698 y 1703 por Ned Ward y titulada The London Spy: The Vanities and Vices of the Town Exposed to View, en la cual se exponen los vicios y los lugares que debían evitar quienes visitaran la ciudad (51).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 182 26/01/15 10:37 intención de establecer el orden colonial en torno a los principales organismos de poder de la Corona española en América.

A mediados del siglo xviii, las guías de forasteros tomaron un aspecto Cuéllar Wills estructural y discursivo en función del carácter informativo sobre un espacio Lina geográfico determinado. La prosa en las primeras guías americanas es escasa e impera un lenguaje poco explicativo u orientado a guiar narrativamente al lector. El forastero, según los contenidos de las guías publicadas bajo ese título entre 1760 y 1830 en lugares como Nueva España, Perú, Nueva Granada y Cuba, era considerado como un individuo que llegaba al territorio con propósitos relacionados con asuntos comerciales o institucionales: no era un viajero ni un turista. Por lo tanto, forastero fue un término determinante en la composición de estas guías, que funcionaban como material oficial9. Como se mencionó al inicio, las guías de forasteros presentan diferencias significativas con otro tipo de guías, como las de viajeros, las ilustradas, las de pecadores y los almanaques. La principal disparidad con todas ellas es la intención discursiva de las de forasteros, que muestran los espacios geográficos como lugares habitados, organizados, operativos y funcionales en su dimensión comercial y burocrática. Los almanaques o calendarios, que se editaron en Euro- pa desde el siglo xiv y fueron así mismo un material editorial recurrente en las imprentas de los reinos de ultramar, se enfocaron principalmente en la noción del tiempo cristiano: fiestas de santos, témporas, ayunos, entre otros. También se incluían temas de interés general, como el estado del clima, predicciones sobre las enfermedades por estaciones, recetas para curaciones, entre otros. Las reformas borbónicas impulsadas por Carlos III implicaron, en el siglo xviii, la migración de aproximadamente 53.000 funcionarios españoles a Amé- rica (N. Sánchez 35). Esta cifra, aunque poco significativa si se tiene en cuenta que en la misma época se trajeron al continente alrededor de 300.000 esclavos,

9 Tanto al cosmógrafo real del virreinato del Perú, Cosme Bueno, como a Felipe Zúñiga y Ontiveros en México, la Corona española les otorgó licencias para producir las guías de forasteros por varios años, lo que indica que estos impresos tenían un alto grado de oficialidad, además de que no podían salir de la imprenta sin pasar antes por el Tribunal de la Inquisición. En el caso de Felipe y Mariano de Zúñiga y Ontiveros, su imprenta recibió en 1774, de parte del virrey de Nueva España Antonio María de Bucareli, la exclusividad de imprimir el Calendario manual y guía de forasteros. Dicho privilegio lo tuvieron los Zúñiga hasta la independencia de México en 1821 (Suárez, “El negocio” 80). En el virreinato del Río de La Plata, las guías de Araujo de 1792 y 1803 se imprimieron bajo licencia del superior gobierno, así como las de José Joaquín Durán y Díaz de 1793 y Antonio José García de la Guardia de 1805 y 1806 para el Nuevo Reino de Granada. Aún hace falta constatar si hubo guías “piratas” o no oficiales de esta índole.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 183 26/01/15 10:37 es útil para hallar una conexión entre el surgimiento de las guías de forasteros y la migración española, especialmente del funcionariado burocrático y de los comerciantes. Los destinatarios de las guías, esos “forasteros”, aun cuando no eran nuevos en las colonias españolas en América, sí empezaron a aumentar a finales del siglo xviii con la autorización del comercio interno entre Perú, Nueva Granada, México y Guatemala en 1774, del comercio libre entre quince puertos españoles y veinticuatro americanos en 1775 y de la creación del Virrei- nato del Río de La Plata en 1776. Estos cambios necesitaron de un aumento en el número de empleados que vigilaban y verificaban el funcionamiento de las nuevas medidas comerciales, por lo cual las reformas borbónicas pusieron bastante atención a la burocracia asalariada (Alcàzar 48). De esta manera, para incrementar el potencial público de las guías de forasteros, “llegarán a América nutridos grupos de administradores peninsulares con el fin de poner en funcionamiento las reformas —especialmente […] desde el nombramiento de José de Gálvez como visitador general— y se incrementará la inmigración e T rritorios en papel: las guías de forasteros en Hispanoamérica (1760-1897) peninsular” (Alcàzar 50). Entre los factores que impulsaron las reformas mencionadas también esta- ba la alta incidencia del comercio clandestino, en el que los británicos tuvieron una participación significativa desde finales del siglo xviii y durante el inicio de las revoluciones independentistas. De hecho, “después de 1808 la presencia comercial británica en las colonias españolas se debió […] a las autorizaciones comerciales de ámbito local y de duración temporal que se le otorgaron, o bien a las transacciones clandestinas ilegales” (Wadell 211). El análisis de la intención discursiva y estructural de las guías de forasteros muestra que los contenidos abarcan más que datos organizados cronológicamente: eran además una ma- nera de concentrar el interés en la legalidad y legitimidad de las instituciones establecidas en virreinatos y capitanías generales, de modo que los forasteros pudieran tener conocimiento de las operaciones de cada uno de los organismos que gobernaban las colonias y supieran eventualmente enfrentar el mercado negro que se había establecido con comerciantes de diferentes procedencias. El papel de la imprenta durante estos años de cambio fue también fun- damental. Participó del control político que las autoridades ejercían sobre los habitantes de los reinos de ultramar (en el que se cuentan los privilegios y licencias de impresión, la censura y la regulación de la venta y distribución de impresos), pero se constituyó así mismo como un canal de distribución del co- nocimiento que escapaba muchas veces a este dominio. Varios ejemplos de ello se manifiestan en la creación de otras formas de sociabilidad, como las tertulias,

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 184 26/01/15 10:37 los cafés o los espacios privados, así como en la formación de la opinión en la esfera pública en cuanto una herramienta de enfrentamiento y oposición política,

social e ideológica (Guerra y Lemperiere; Piccato). Llama la atención que, como Cuéllar Wills se verá más adelante, estén registradas en los catálogos de diversas bibliotecas Lina más guías de forasteros de la primera etapa que de la segunda (alrededor de 96 entre 1760 y 1830, frente a 49 entre 1831 y 1897). Curiosamente, esta infor- mación se contrapone al desarrollo que tuvo la imprenta durante el siglo xix, ante todo a partir de las guerras de independencia en el continente americano. El hecho de que se produjeran más guías de forasteros cuando existían mayores restricciones, controles y dificultades para elaborar impresos en América indica que las guías contaban con el beneplácito del gobierno español; no solo las auspiciaba, ordenando su producción u otorgando privilegios de impresión por largos periodos de tiempo (como en el caso de Felipe y Mariano de Zúñiga y Ontiveros), sino que a su vez se servía de ellas para cumplir fines relacionados con el control gubernamental en los territorios reseñados en las guías. Por otra parte, podría suponerse que las guías de forasteros tuvieron un papel importante en la constitución de las guías turísticas modernas, es- pecialmente a mediados del siglo xix, cuando empezaron a incluir resúmenes históricos, recomendaciones de lugares para visitar o reseñas sobre costumbres del lugar. El paso, aunque no definitivo, de la estructura de “quién es quién” a una de manual instructivo para extranjeros y locales, es la primera señal que podría respaldar esta posibilidad. Sin embargo, siguió habiendo una con- tinuidad en las guías de forasteros que no permite establecer con contundencia este cambio de intención: persistió en muchas de ellas un interés comercial, a través de la enumeración sistemática y detallada de establecimientos de ne- gocios, horarios de transportes y correos, del almanaque y, más adelante, de la introducción de avisos y publicidad. Era un material aún necesario para comerciantes más que para turistas. Dicha dualidad es uno de los motivos principales para contrastar los discursos y las estructuras de los contenidos así como su dimensión material y los posibles usos que se les dieron a las guías durante el siglo xix. El formato del impreso, sus materiales de edición y los recursos visuales son fuentes significativas de información para entender que las guías, además de ser portadoras de visiones sobre las jerarquías, la organización social y económica o la historia de un país o una ciudad, fueron también objetos usados por determinados grupos sociales. En principio, este sector corresponde a personas que sabían leer y que habitaban áreas urbanas o de alto movimiento comercial, con cierto poder adquisitivo para comprar

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 185 26/01/15 10:37 un impreso de este tipo y con la posibilidad de encontrar un lugar donde conseguirlo y tiempo para consultarlo10. Se han documentado para esta investigación alrededor de 145 guías de forasteros editadas en castellano, bajo el dominio de la Corona española y hasta finales del siglo xix, en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Guatemala, México, Perú y Venezuela. En países como Paraguay, y Uruguay este tipo de impresos está ausente de los catálogos de los archivos y bibliotecas públicas11. Con la reorganización administrativa ocasionada por las reformas se produjo un reagrupamiento geográfico importante en el Cono Sur: la creación, en 1776, del virreinato del Río de La Plata, que comprendía los actuales terri- torios de Argentina, el Alto Perú, Paraguay y la (esta última región abarcaba lo que hoy son Uruguay y el estado brasilero de Río Grande del Sur) (Garavaglia y Marchena 50). Esto podría explicar la concentración de imprentas, principalmente, en los virreinatos de Nueva España y del Perú, que antes de 1776 tenía jurisdicción sobre los territorios del Río de La Plata, y las e T rritorios en papel: las guías de forasteros en Hispanoamérica (1760-1897) pocas que había en la nueva administración: aparte de la “Imprenta guaraní” de 1700, en Paraguay, existió otra en Córdoba de Tucumán que fue instalada en 1767 por los jesuitas y, menos de dos años después, trasladada por partes, a lomo de buey, hasta Buenos Aires y reinaugurada en 1780 (Mitre; Viñuales 113). Si bien, por fines prácticos, el corpus de guías se organiza según la ciudad de impresión y la división política actual, hay que tener en cuenta que no todos los territorios americanos se comportaron administrativa y culturalmente de la misma manera durante los siglos xviii y xix. Aunque capitales como Bogotá, Buenos Aires, Lima y México constituyeron desde sus inicios importantes centros administrativos para los reinos de ultramar, la organización política de Latino- américa sufrió cambios relevantes durante la implementación de las reformas borbónicas y durante los procesos de formación de los Estados independientes en el siglo xix. Un ejemplo es el caso de Bolivia, donde no hay documentadas guías de forasteros antes de su independencia en 1825, pero sí hay dos guías publicadas

10 Otros factores pueden influir en la determinación de este sector social, como por ejemplo el tiraje y el nivel de circulación de los impresos. Es posible, aunque algo difícil de demostrar, que las guías de forasteros no siempre fueran compradas, sino también pasadas de mano en mano o reutilizadas. 11 Los hermanos alemanes Eduardo y Henrique Laemmert produjeron consecutivamente, entre 1844 y 1889, el Almanak administrativo, mercantil e industrial, enfocado entre 1844 y 1871 en la ciudad de Río de Janeiro; entre 1872 y 1882 se suma la ciudad de Santos; y desde 1883 hasta 1889 se edita el almanaque para todo el Imperio del Brasil.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 186 26/01/15 10:37 para el Río de La Plata, en 1789 y en 1803, lo que involucraría a la región del Alto Perú. Si se analiza la tabla de guías de forasteros hispanoamericanas produ-

cidas entre 1760 y 1897, hay que considerar que algunas de ellas se enfocaron en Cuéllar Wills las capitales de los virreinatos y sus provincias, mientras que otras organizaron Lina la información necesaria para referirse a ciudades y repúblicas independientes. Como se enumeró antes, la génesis de las imprentas en Hispanoamérica muestra que fueron los virreinatos de Nueva España y del Perú los primeros en poseerlas; por lo tanto, no es una gran sorpresa encontrar que estos países están entre aquellos con mayor cantidad de guías de forasteros producidas desde finales del siglo xviii hasta principios del siglo xx. En la tabla 1 se muestra el número de guías por países.

➻➻ TABLA 1 Número de guías por países Fuente: Elaboración de la autora con base en los catálogos de la Biblioteca Nacional de Colombia, la Biblioteca Británica, la Biblioteca Nacional de España, la biblioteca John Carter Brown, las bibliotecas de las universidades de Brown y Yale, Internet Archive, World Cat y la Biblioteca Digital Hathi Trust.

Etapa burocrática- Etapa republicana País Total colonial (1761-1830) (1831-1897) Argentina 3 5 8 Bolivia - 3 3 Chile - 1 1 Colombia 4 6 10 Cuba 19 - 19a Guatemala 5 2 7 México 30 17 47 Perú 34 15 49 Venezuela 1 - 1 Total por etapa 96 49 Total aproximado de guías (1761-1897) 145

a Dadas las particularidades de la historia cubana, las guías que se han indexado has- ta el momento fueron publicadas entre 1795 y 1883 y conservan el modelo colonial de las guías enfocadas en las instituciones y el funcionariado, por lo cual se catalogan en la sección de la etapa colonial.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 187 26/01/15 10:37 El número de guías de forasteros para México y Perú es consecuente con la entrada de la imprenta a estos territorios, así como con la función que cumplieron estos impresos durante los periodos de la Colonia y la República. Dado el impacto de la reorganización comercial y política producida por las reformas borbónicas, y dada la independencia de los nacientes Estados duran- te la primera etapa del estudio de las guías, su número sugiere también su utilidad: ubicar geográficamente, conocer el orden administrativo y establecer la existencia de instituciones. En el siguiente apartado se tratará el papel de los autores de las guías y su relación con el campo de dominación cultural, teniendo en cuenta la época a la que pertenecieron. Esto permitirá estudiar con mayor detenimiento si dichos impresos hicieron parte de un “programa” de organización social y de difusión del conocimiento. e T rritorios en papel: las guías de forasteros en Hispanoamérica (1760-1897) Las ciudades: un motivo

Según Antonio Annino, “la idea de que la ciudad representaba la civilización no fue una invención decimonónica; pertenecía a la tradición del iusnaturalismo católico desde el siglo xvi, y había gozado de un notable éxito en la América hispánica colonial. En el siglo xix solo fue reinterpretada de acuerdo con el moderno constitucionalismo” (153). Los vínculos entre la ciudad, la civilización y las guías de forasteros se produjeron en la medida en que, a partir de las últimas décadas del siglo xviii, se dieron dos importantes consecuencias del reformismo borbónico: la liberación del comercio entre los virreinatos hispano- americanos y la inmigración de comerciantes de diferentes países de Europa y de “nutridos grupos de administradores peninsulares” a los reinos de ultramar, como se mencionó (Alcàzar 49-50). Hubo en las guías un significativo énfasis en las ciudades hispanoamericanas como focos de interacción comercial, po- lítica, cultural y social. Las guías de forasteros, entonces, entraron a cumplir un papel como instauradoras de un orden institucionalizado. Estos impresos desempeñaron una función importante en la representación de lo que Ángel Rama denomina la ciudad letrada: los religiosos y administrativos fueron el objeto de interés de las primeras guías de forasteros, mientras se mantuvieron dentro de un orden de poder; es decir, mientras sirvieron de soporte de las instituciones oficiales, la burocracia y el funcionariado y mientras formaron

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 188 26/01/15 10:37 parte de la estructura del orden colonial a finales del siglo xviii. Aunque no son aspectos tan relevantes en las guías, también hubo otras entidades que,

según Rama, fueron parte necesaria del proceso de institucionalización de Cuéllar Wills ciertos grupos sociales en estas ciudades letradas: universidades, seminarios, Lina colegios y audiencias (57-62). A pesar de la dificultad de definir el concepto de ciudad, se suele tener en cuenta el tamaño de la población que habita un espacio y “la complejidad de funciones ejercidas por el agrupamiento humano en los niveles económico, financiero, de prestación de servicios, político-estratégico e ideológico, tanto en el plano interno como en el regional o internacional” (Lahmeyer 219). A partir de esta definición, las ciudades son contempladas a la luz de su operatividad y funcionamiento con respecto a los mercados, lo que implicaría supeditar, por ejemplo, la cultura (el papel de los hombres de letras, de la imprenta, de las instituciones educativas, el mestizaje, etc.) a las actividades comerciales y burocráticas de estos espacios. Si bien existen otros aspectos de relevancia para definir la ciudad y, aún más, las ciudades hispanoamericanas con todas sus particularidades, las guías de forasteros (especialmente aquellas anteriores a las repúblicas latinoamericanas) se crearon con una idea operativa de las ciudades. Esta visión se enmarcaba especialmente en el contexto de las instituciones que representaban a la monarquía, pues desde los primeros años de la colonización “la concentración de la población constituía un requisito estructural para la dominación centralizada del territorio, tanto por asuntos prácticos de seguridad y supervivencia del territorio, como por el hecho de que la Corona vio en las ciudades la forma más clara y directa de preservar el control sobre los nuevos reinos” (Patiño 310). Muchos de los títulos de las guías de forasteros publicadas durante los siglos xviii y xix contienen nombres de ciudades o capitales de virreinatos. Está la Guía de forasteros en la ciudad y virreinato de Buenos-Ayres (1791), el Kalendario manual y guía de forasteros en Santafé de Bogotá, capital del Nuevo Reino de Granada, para el año 1806 o la Guía de forasteros político comercial de la ciudad de México para el año de 1842. Aunque no es recurrente encontrar en los títulos de estos impresos el término ciudad, sí hay alusiones directas a la ciudad. Los anteriores ejemplos muestran que las guías tenían una orientación general similar, aun cuando en muchos casos se planteara en la portada que se trataba del Estado, el virreinato o la capitanía. A pesar de que su estructura cambió notoriamente entre la época de la Colonia y la República, algunas de las secciones de las guías de diferentes años muestran cuáles eran las insti-

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 189 26/01/15 10:37 tuciones que ordenaban el funcionamiento del sistema legislativo, mercantil, judicial y eclesiástico, entre otros. Un ejemplo de lo anterior se encuentra en el Almanaque peruano y guía de forasteros para el año de 1805, cuya sección de guía de forasteros inicia con Lima, la capital, aunque su portada anuncia que se remitirá a todo el Perú. Posteriormente se mencionan las instituciones oficiales de otras provincias y gobiernos, como Puno y Maynas, pero estas organizaciones políticas estaban supeditadas al gobierno central del virreinato. Si se compara este impreso con el Calendario y guía de forasteros de la república peruana para el año de 1847, de Eduardo Carrasco, aparecen cambios importantes en la es- tructura de la guía, la disposición de sus contenidos y la intención del discurso. Sin embargo, hay algo que permanece: el interés por presentar la ciudad como centro de modernización y organización. En el caso de la guía de Carrasco, se incluyen secciones como la siguiente:

VACUNA. e T rritorios en papel: las guías de forasteros en Hispanoamérica (1760-1897)

Se ha administrado en la capital por los médicos conservadores del fluido vacuno el año anterior a 1.817 niños en los lugares públicos determinados, que son el Colegio del Espíritu Santo, Escuela de San Lázaro, Hospital de Santa Ana, Casa de Huérfanos y a más en casas particulares.

Nota- La vacuna se conserva buena, y todas las clases de la población concurren a recibir este beneficio como preservativo de la asoladora viruela. (49)

Aunque Carrasco habla del saneamiento y la prevención del contagio de enfermedades en Lima a mediados del siglo xix, esto fue consecuencia del refor- mismo borbónico en los reinos de ultramar; específicamente, durante el virreinato de Francisco Gil de Taboada en Perú, en la última década del siglo xviii:

Ampliamente ayudado por el celebrado médico peruano Hipólito Una- nue, [Gil de Taboada] prohibió la libre entrada de ganado a la ciudad, cerró las alcantarillas abiertas y proveyó un número de carretas para desagotar los pozos negros privados. En este contexto, es significativo que ambos —[el virrey de Nueva España, conde de] Revillagigedo y Unanue— reconocieron la relación entre el saneamiento urbano

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 190 26/01/15 10:37 y la enfermedad contagiosa, y sus efectos en la tasa de mortalidad. (Brading 200) Cuéllar Wills

Por lo tanto, las guías de forasteros se convirtieron progresivamente en Lina parte de un proyecto de modernización de las ciudades y los demás territorios de ultramar. Lo anterior debe ser visto en conjunto con la constante preocupación monárquica de combatir la influencia protestante en las sociedades hispanoame- ricanas, preocupación que, según Richard Morse, puede encontrarse a manera de analogía con las guerras de independencia (169). François-Xavier Guerra se refiere a la unidad político-religiosa promovida por la Corona española, que en últimas defendió una fuerte identidad arraigada a la “nación española” como escudo frente al protestantismo anglosajón (“Las mutaciones” 201). Este es uno de los motivos por los cuales la mayoría de las guías de forasteros, si no todas, incluyen almanaques con la información que ya se ha mencionado. Profesar lealtad a la Corona española significaba profesar la fe de la Iglesia católica; de esta manera, según lo plantea Guerra, se evitaba la dispersión de la fidelidad al imperio y, así mismo, se retenía la avanzada de ideas reformistas provenientes del protestantismo12.

Autores y prácticas de lectura

La cita que hace referencia a la introducción de vacunas en Lima añade otra dimensión al análisis, enfocada en el papel de los autores en la creación de las guías de forasteros. Ya se mencionó que estas fueron producidas, en su primera etapa, por funcionarios virreinales y, posteriormente, por “hombres de letras” asociados con los movimientos patriotas, las universidades y el periodismo o la política durante la época republicana (no sobra recordar que algunas de estas actividades no eran excluyentes entre sí). La guía peruana de Eduardo Carras- co no es la única que muestra un vínculo entre el conocimiento científico del

12 El que los almanaques y calendarios que acompañan las guías de forasteros incluyan apartados con la lectura de los astros y el calendario zodiacal no debe entenderse como un fenómeno de “paganismo”. De hecho, desde el siglo xvi estos contenidos eran comúnmente aceptados y no estaban en contra del cristianismo (Chapman 1258).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 191 26/01/15 10:37 autor y su interés en la ciudad. En diferentes ocasiones los autores de estos impresos fueron encargados de redactarlos, o asignados para hacerlo, durante un periodo de tiempo en el que tenían ocupaciones o profesiones asociadas con el trabajo científico o universitario (como la Cátedra de Prima en Matemáticas o las labores de los cosmógrafos mayores). Felipe de Zúñiga y Ontiveros publicó en 1770 un escrito titulado Bomba hidráulica para levantar los suelos, además de numerosos almanaques desde mediados del siglo xviii, lo que indica que era un hombre que conocía las técnicas de medición de suelos y de manejo de información climática y lunar, entre otros temas (Suárez, “Felipe” 27-29). Algo similar sucedió con el aragonés Cosme Bueno (1711-1798), cosmógra- fo real del virreinato del Perú, quien en 1741 recibió instrucción del virrey José Antonio de Mendoza Caamaño y Sotomayor, tercer marqués de Villagarcía, para que redactara la Descripción de las provincias entre 1767 y 1796, al igual que los almanaques y guías de forasteros del virreinato (McPheeters). Sus conocimien- tos, como en el caso de los Zúñiga, no se limitaban a las predicciones meteo- e T rritorios en papel: las guías de forasteros en Hispanoamérica (1760-1897) rológicas; también se recibió como médico e incursionó en las matemáticas, la historia y la geografía (Mcpheeters 487). En 1768, Bueno publicó un manual de matemáticas para su uso en la cátedra de la Real Universidad de San Marcos, bajo el argumento de que “la naturaleza nunca es más admirable, que cuando es menos incomprensible; pues cuanta más se conoce, más admira” (Certamen 18). Así, esta obra alimenta la idea de que algunos de los autores de las guías de forasteros no solo guardaban una significativa relación con la producción de conocimiento, sino un interés en difundirlo a gran escala haciendo uso del recurso de la imprenta13. A simple vista, parece que el carácter esquemático y estático de la sección correspondiente a las guías de forasteros contrasta con una mayor posibilidad discursiva en los almanaques, cuya información dependía de lecturas previas y del conocimiento del autor. Sin embargo, no es solo la exposición de dicho conocimiento lo que hace a algunos de los autores de las primeras guías ame-

13 La cosmografía y las matemáticas fueron profesiones asociadas a cargos oficiales de la Corona española. De hecho, “desde la fundación de la Casa de la Contratación en 1503 la cosmografía fue considerada una ciencia que serviría a los fines del imperio. Los cosmógrafos intentaban demostrar la utilidad de la observación, la experimentación y el conocimiento teórico para la resolución de problemas como la determinación de la latitud y la longitud, la declinación magnética o el establecimiento de la forma física de la tierra” (A. Sánchez 716).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 192 26/01/15 10:37 ricanas representantes de la Ilustración hispanoamericana14. También influye su relación con la cultura escrita de los reinos de ultramar, que progresivamente iba

transformando los hábitos de lectura y las formas de difusión del conocimiento Cuéllar Wills en América. A pesar de la idea de algunos historiadores de la primera mitad del Lina siglo xx de que los impresos en la América colonial circularon poco y tuvieron un escaso índice de producción, investigadores posteriores encabezados por el argentino José Miguel Torre Revello demostraron que “pese a la legislación hubo gran cantidad de libros y bibliotecas, que su temática fue muy variada, que se leía mucho y se procuraba obtener libros pese a las restricciones vigentes” (Maeder 8). Un ejemplo de ello aparece en las listas de impresos que produje- ron a lo largo de su vida tanto Felipe como Mariano de Zúñiga y Ontiveros en México, Cosme Bueno y José Gregorio Paredes en Perú e Ignacio Beteta, quien aunque no era un científico de formación, fue un influyente impresor de la Capitanía General de Guatemala. De su autoría se registran, además de cuatro guías de forasteros (1794, 1805, 1806 y 1807), la segunda y la tercera etapas de la Gazeta de Guatemala (1793-1794 y 1797-1816, respectivamente)15. Aún más interesante resulta el análisis de la comunicación que se esta- bleció entre las guías de forasteros de diferentes países y de su lugar frente a otras publicaciones contemporáneas, análisis que conduce al estudio de redes de comunicación y conexiones entre autores. Un ejemplo es el del ya citado cosmógrafo Cosme Bueno. En su Conocimiento de los tiempos, de 1781, en el que incluye al final una guía de forasteros, aparece la siguiente nota: “Como esta obra se imprime dos meses antes de acabar el año para que con tiempo

14 A partir de la segunda mitad del siglo xviii, por ejemplo, los médicos integrantes del Tribunal del Protomedicato tuvieron, entre otras, las funciones de “asesorar a los virreyes, examinar a los aspirantes a ejercer la medicina, la cirugía, la farmacia; vigilar la buena calidad y los precios de los remedios y las drogas que se expendían en las boticas, o establecer cuarentenas en ocasión de las epidemias. Sus miembros escribieron sobre temas como el uso del agua, los alimentos o el peligro de las epidemias, aunque se pronunciaron igualmente en materia de meteorología, sobre eclipses o los cometas y sus respectivas influencias astrológicas en la salud de los hombres” (Mazín 68-69). 15 Según Catalina Barrios, “se conoce, con fecha junio de 1793, la solicitud del impresor Ignacio Beteta que deseaba sacar a la luz una gaceta mensual […]. Beteta se proponía transcribir el contenido de las gacetas de Madrid, Lima y La Habana, más algunas noticias de Guatemala. La solicitud de Beteta se basaba en su deseo por la mayor civilización del reino, a lo cual ‘contribuyen mucho las noticias y ejemplares públicos’. El fiscal Balaller respondió afirmativamente a Beteta, pues le pareció incluir artículos dedicados a ‘puntos geográficos de este reino y curiosidades de su historia natural’” (17).

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 193 26/01/15 10:37 pueda distribuirse por el reino: se hallarán en ella algunos oficios sin nombre de sujetos, por ser la elección al principio del año. Pueden llenarse por escrito en enero, como se practica en la guía de México” (s. p.). Las referencias a la circulación de las guías en los territorios de ultramar y a las necesidades de tiempo para producirlas tienen que ver con el funcio- namiento de las imprentas y del mercado de los libros. Sin embargo, también implican otra dimensión: la relación de los lectores con las guías y, aún más, su participación en la construcción de las mismas. No es extraño encontrar, en las introducciones a algunas guías del siglo xix, una solicitud explícita del autor de que le envíen más información para completar la edición del siguien- te año o una disculpa por la ausencia de algunos datos en la presente, como en el ejemplo anterior o en el Almanaque de Bogotá de José María Vergara y Vergara. Aunque en muchos casos quienes proveían al autor con información sobre el funcionamiento del virreinato, la capitanía, la ciudad o el país no eran necesariamente lectores permanentes de la publicación, la reclamación por la e T rritorios en papel: las guías de forasteros en Hispanoamérica (1760-1897) tardanza o por el carácter incompleto de los datos les llegaba por medio de estos impresos, lo que creaba una comunicación entre redactores y “proveedores”. Similar al ejemplo de la guía de Cosme Bueno es el Calendario manual y guía de forasteros de la isla de Cuba para 1800. En la nota final, el autor reclama lo siguiente:

NOTA

Esta guía pudiera salir con la mayor exactitud, si algunos de los en- cargados en colectar estas noticias, particularmente en lo interior de la isla, las hubiesen remitido, como se previno por la superioridad, en todo el mes de octubre; así el comisionado para formarla, suplica que en el presente año, y en los subsecuentes, se envíen estas con arreglo al formulario que se pasó en 14 de agosto de [18]93, añadiendo todo cuanto se prevea que pueda y deba ser digno de colocación y enmienda […] en el concepto de que no es otro el deseo que el del mejor acierto y coordinación de la obrita, en lo que todos debemos interesarnos. (s. p.)

Durante la última etapa del periodo colonial, las guías de forasteros no surgían esporádicamente y, en cambio, se atenían a un plan de publicaciones. En el caso citado, el autor informa sobre un formulario que se hizo circular

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 194 26/01/15 10:37 seis años antes de la edición de la guía (es decir, desde que se inició la pu- blicación de este tipo de impresos en la isla). Si bien la comunicación en este

caso parece ser en una sola vía, la respuesta a tal solicitud aparecerá en la guía Cuéllar Wills del siguiente año materializada en la cantidad y la precisión de los contenidos, Lina con lo cual podrá confirmarse tanto el alcance como la efectividad del mensaje enviado por el autor/editor. Un segundo tipo de lectores se hace visible a partir de la revisión de las glosas o de las notas al margen de algunas de las guías de forasteros. Estas connotan las prácticas de lectura que suscitaron estos impresos y el tipo de in- formación requerida y revisada por los lectores. En el Almanaque peruano y guía de forasteros para 1803, del cosmógrafo y catedrático peruano Gabriel Moreno, se observa cómo un lector de la guía estableció un diálogo permanente con la misma. Por un lado, utilizó el calendario del almanaque para consignar datos sobre, por ejemplo, temblores, salidas de embarcaciones y hechos sociales como el ahorcamiento, un jueves 21 de julio de 1803, de una tal María Raimunda por haber asesinado a su marido. En la sección de la guía de forasteros, el dedicado lector completó, siguiendo la petición de Cosme Bueno, los nombres de funcionarios de diferentes áreas. En este caso, las anotaciones muestran un interés por documentar y complementar la descripción del territorio con datos del acaecer tanto geográfico y climático como social y comercial. Es probable que este lector no fuera un forastero que buscara información puntual para llevar a cabo una empresa comercial, legal u oficial. Se aproxima más a una persona informada, que conocía el funcionamiento de la ciudad y para quien la lectura de la guía era una forma de enterarse de cuestiones operativas, así como de confirmar o corregir lo que ya sabía. Esta faceta del uso de las guías de forasteros muestra la relación que se dio entre los lectores y los libros, la cultura de los impresos y los autores desde finales del siglo xviii en América Latina. La periodicidad y continuidad con que se imprimieron estos textos, la popularidad que tuvieron en diferentes regiones del continente y las huellas dejadas en algunos de los ejemplares que se conservan en archivos y bibliotecas permiten sostener que las guías de fo- rasteros fueron parte importante de la cultura del impreso en Hispanoamérica, así como parte de un campo de dominación en el que el orden y la oficialidad tuvieron un papel significativo. No fue un material extraño ni le apuntaba a un público especialmente reducido (la presencia del almanaque o calendario lunar es prueba de ello). Aún más, se convirtió en un material de consulta y de difusión de conocimiento e ideas sobre distintas dimensiones de las sociedades

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 195 26/01/15 10:37 hispanoamericanas. El trabajo de los autores con los almanaques y, sobre todo, con las guías de forasteros requería de búsqueda, acopio, organización, selección y estructuración de los datos antes de que pudieran imprimirse. Por esta razón, se ha hecho énfasis en el rol de los autores como creadores de representacio- nes de sociedades y de espacios geográficos cuyo criterio y cuya vinculación a determinadas formaciones, posiciones sociales e instituciones intervinieron en la redacción de estas publicaciones. Las guías fueron también mecanismos (si bien no necesariamente nuevos) para establecer relaciones con los lectores, quienes rayaban las hojas, completaban la información, apoyaban al autor en el proceso de creación de la siguiente guía y, en últimas, servían de vigilantes de la calidad de dicho impreso.

* * * *

Los temas planteados en este artículo proponen otros problemas que enriquecen e T rritorios en papel: las guías de forasteros en Hispanoamérica (1760-1897) el análisis de las guías de forasteros. Por un lado, el estudio de las ciudades americanas en cuanto partes de proyectos modernizadores, tanto de la Corona española como de las repúblicas independientes, plantea preguntas acerca de la forma en la que estos espacios fueron representados en publicaciones esquemá- ticas como las guías de forasteros. En algunos casos se puede encontrar una tendencia, dependiendo de la función comercial y gubernamental que cumplía cada territorio en el sistema monárquico y, posteriormente, en la América independiente. Un paso que no se puede evitar, en todo caso, es la búsque- da de una definición más amplia del concepto de ciudad, en concordancia con el contexto en el que era considerado. De esta manera, hay que mirar la ciudad más allá de su dimensión geográfica, pues (con contadas excepciones) solo hasta pasada la segunda mitad del siglo xix se hace referencia a lugares concretos en este tipo de publicaciones. Las ciudades eran entonces órdenes institucionales, proyecciones del reformismo borbónico a través de sus funcio- narios y de la legalidad, de los calendarios anuales, mensuales y diarios y del funcionamiento de los medios de transporte, entre otros. Es por esta razón que las guías constituyen un objeto de análisis rico y, a la vez, problemático: su carácter material, su inserción en el mercado de los impresos y su función social forman un conjunto de redes y conexiones, no solo entre los objetos, sino también entre sus contextos. Por otra parte, al estudiar la procedencia, filiación y ocupación de los autores de las guías de forasteros, se da por sentada la cualidad de autores

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 196 26/01/15 10:37 de estos hombres de letras. Por lo tanto, la consideración de las guías como una producción sistemática, posiblemente un género en Hispanoamérica, hace

necesario indagar sobre la función social de los impresos y sobre quienes los Cuéllar Wills creaban. Una parte importante del análisis histórico de la cultura impresa se Lina refiere, así mismo, a los individuos que interactúan alrededor de ella, tanto lectores y creadores como distribuidores. Por esta razón, el estudio de la fun- ción social de los impresos se amplía cuando se tienen en cuenta factores que vuelven más compleja su existencia: las relaciones y conexiones entre países y regiones, los campos de producción cultural en los que intervienen y de los cuales participan, las restricciones de su campo de dominación y el papel que juegan en la construcción del sentido quienes hacen uso de este material. La consideración de las guías de forasteros como participantes relevantes en la cultura de los impresos en América durante el siglo xix responde a la riqueza de sus posibilidades de análisis, que van desde la dimensión material, la estructura discursiva y las tendencias editoriales que muestran en las dife- rentes regiones, hasta el lugar que ocupan en las prácticas de lectura y en la configuración de un discurso de “ordenamiento” de la amplia cultura latinoa- mericana. No es gratuito que en la actualidad sean usadas como fuentes de referencia para el estudio de los más variados temas de interés, principalmente de investigaciones relacionadas con la historia y el urbanismo.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 201 26/01/15 10:37 FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 202 26/01/15 10:37 FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 203 26/01/15 10:37 Periplos ilustrados, piratas y ladrones por el Caribe colonial

Nara Fuentes Crispín Bogotá: Universidad Nacional de Colombia 2013 | isbn: 9789587614633 | 496 pp.

Por Rubén Darío Serrato Higuera Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Colombia

l historiador que realice un balance historiográfico acerca de los trabajos que abordan los tres siglos que componen el periodo colonial, tanto de E América del Sur como de la actual Colombia, concluirá sin duda que las nuevas corrientes han dado un privilegio notorio a lo que se conoce como la historia cultural. A través de nuevos tipos de fuentes, diferenciadas de los documentos “clásicos”, se han venido realizando trabajos de diversa temática que amplían el panorama histórico y la realidad colonial, que de una u otra manera a todos nos llama la atención. El libro que analizaré en la presente ocasión, que tiene esta perspectiva de análisis, Periplos ilustrados, piratas y ladrones en el Caribe colonial, es un perfecto ejemplo de aquel trabajo que nuestro historiador tendría problemas para ubicar temática y temporalmente dentro del balance historiográfico. En primera instancia, si bien es un texto que puede situarse dentro de la materia que busca describir y entender: el funcionamiento social colonial relacionado con el espacio marítimo del Caribe, mediante el examen del pa- pel de cada uno de los actores históricos y de cómo se vinculaban entre sí, también es un texto que puede conectarse con otros múltiples temas que ha trabajado la historiografía colonial, como la milicia, la legalidad, el viaje de la información, el comercio colonial, la organización social. De igual manera, no

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se puede ligar el trabajo de Nara Fuentes Crispín a un solo periodo colonial, ya i r C

que trata desde las primeras expediciones de Belalcázar y Balboa por el Caribe, s e t

a principios del siglo xvi, hasta la expedición de Pablo Morillo en la segunda n e Fu

década del xix. Esta enorme cantidad de información es plasmada en un libro a r a

de 496 páginas que, así como contiene muchos aciertos e interesantes debates, N

presenta asimismo algunas falencias e incongruencias. Claramente, siendo una ~

obra tan amplia y que trabaja una gran diversidad de cuestiones coloniales, es fácil relacionarla con distintos textos historiográficos. Por tal motivo, intentaré mantenerme exclusivamente en el análisis y la reconstrucción del libro reseña- do, y solo me remitiré a otros trabajos cuando lo crea estrictamente necesario. Una de las principales preocupaciones que tuvo la Corona española a lo largo del periodo colonial fue asegurar el dominio de los territorios conquis- tados. Esta coyuntura produciría un sinnúmero de tensiones socioeconómicas

entre todos los actores involucrados en los procesos de conquista, poblamiento Periplos ilustrados, piratas y ladrones y control administrativo. La autora evidencia, en una primera instancia, dos tipos de tensiones primordiales: por un parte, la creciente competitividad de la Corona española con sus imperios vecinos, principalmente con su históri- co rival, el Imperio británico; y, por otra, la manera en que las normas eran emitidas por el gobierno en España, acatadas en los territorios ultramarinos y muchas veces ignoradas, lo que daba lugar a hechos como el contrabando y la ilegalidad. El texto, entonces, busca describir y analizar cómo sucedieron este tipo de procesos, a través de un conjunto de documentos que comprende desde relatos de jueces, funcionarios, piratas, viajeros, militares y algunos otros actores, como indígenas, negros y pardos, hasta mapas y otras imágenes. Es importante resaltar el papel que juega el “territorio”, una de las di- mensiones que tiene en cuenta la geohistoria dentro del análisis de la historia cultural. El territorio es entendido como un “actor” que determina la confi- guración de todo tipo de relación social. En este caso, es el espacio marítimo el que determina ciertos comportamientos de los actores sociales que viven y se desenvuelven dentro de él. Los seis capítulos que componen la obra llevan al lector a lo largo de una serie de narraciones y periplos sin una clara línea conectora. Me refiero a que, si bien la información que presentaré a continuación es interesante y amplía nuestro conocimiento, no existe una relación evidente entre los capí- tulos. Da la impresión de que han sido organizados aleatoriamente, sin un orden riguroso, y de que hacen parte de investigaciones previas; de hecho,

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 205 26/01/15 10:37 a r e algunos fueron publicados en forma de artículo, como lo reconoce la autora con respecto al capítulo 4. to Higu a El primer capítulo, titulado “El imaginario de los piratas”, es un aná-

Serr lisis basado en la idea de que los actores ilegales generaron conexiones tanto o í r sociales como geográficas, en el sentido de que estos personajes, gracias a sus Da n

é viajes, narraciones, periplos y experiencias, establecieron una red que permitió b

Ru la comunicación entre distintos lugares y, en últimas, la “creación” de la geo- grafía. Este capítulo es fundamental para entender la primera de las tensiones que trabaja el libro. Muchos de los piratas vinieron de otros imperios y fueron una fuente de recursos y riqueza para los mismos. Por tal motivo, existió una clara búsqueda de España, en pro de defender sus territorios y recursos, por mantener la legalidad en contra de los actos de ilegalidad y contrabando. La idea de la autora es que si bien, en el papel, se buscó detener la ilegalidad, a los piratas, y bloquear los periplos que desembocaban en el contrabando, estos factores fueron relevantes a la hora de conectar todas las costas del mar Caribe. El imaginario geográfico fue creado a partir de las descripciones y los viajes de estos personajes, que hacían posible que los habitantes de cada una de las regiones se hicieran una idea de la naturaleza geográfica de la zona. Además, dieron pie a una circulación de productos, tanto legales como ilegales, que terminaría por crear lazos sociales que unirían a actores tan diversos como los nativos, comerciantes, ladrones sin bandera, indígenas, mercaderes y extran- jeros. Cabe resaltar de este capítulo, y en general, a mi modo de ver, de toda la obra, la cantidad de documentos juiciosamente analizados y utilizados para presentar las conclusiones. El segundo capítulo, “Da mihi facta, ego tibi juris”1, reconstruye las ten- siones que produjo la organización del espacio colonial, a la luz de dos tipos de lógicas. La primera era la de la casa borbónica, que buscaba organizar el territorio y apropiarse de él a través de la oficialidad de la legislación; la segun- da, más empírica, era la que implicaba la ocupación de los mismos territorios por parte de caminantes, trashumantes, legales e ilegales. Lo interesante de este capítulo es la manera en que reconstruye esta segunda versión. A partir

1 “Dame los hechos, yo te daré la ley”. Primero, la frase está mal escrita, ya que la expresión correcta es Da mihi facta, ego tibi jus. Además, un problema recurrente en el texto es la falta de traducción de todas las citas, ya sean en inglés, francés o composiciones de latín. Esto es problemático porque puede llegar a reducir la cantidad de público en capacidad de acceder al texto, si pensamos que la difusión del conocimiento es un objetivo de todo científico social.

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de una serie de causas criminales, la autora explica la imposibilidad del control i r C

territorial estricto por parte de la Corona. Debido a la creciente necesidad de s e t

mantener la distribución de las mercancías, de garantizar un comercio fluido, n e Fu

se constituyeron una serie de rutas alternativas con el fin de evitar los peligros a r a

y los altos costos que acarreaban las ya existentes, como el río Magdalena. N

Indígenas, extranjeros y mercaderes se veían en la obligación de conectar a ~

sus poblaciones por medio de caminos poco vigilados, como el río Atrato o la ruta de Santafé hacia el golfo de Maracaibo. Cabe subrayar, como lo menciona Fuentes, la heterogeneidad de estos actores sociales. Un ejemplo es el caso de los indígenas, ya que no siempre estuvieron al margen de la legalidad, sino que actuaron como informantes, acompañantes, vigías e incluso espías, aunque algunos otros también lo hicieron como contrabandistas. Esta afirmación de la autora puede parecer anacrónica y debería ser mejor explicada.

Un tercer capítulo sobresale porque, intentando ahondar en la mirada Periplos ilustrados, piratas y ladrones oficial del problema de la legalidad sobre el territorio, se ocupa de otros actores sociales. Abogados, oficiales reales y compañías mercantiles aparecen en los documentos, donde se avista una clara intención de mantener el manejo de los caminos y rutas, tanto marítimos como terrestres. Según la autora, y otros muchos historiadores que han llegado a la misma conclusión, hubo dificultad para conservar el control del territorio debido a su vasta extensión y a los altos costos que implicaba. Por tal motivo, la protección del mismo y de sus rutas pasó a manos de particulares de dudosa lealtad hacia la Corona. Esta situación derivaba en una continua ilegalidad tanto en el comercio como en el transporte por rutas prohibidas. Infortunadamente, las conclusiones se quedan cortas, si uno las compara con toda la documentación trabajada a lo largo del capítulo. La autora afirma que existió una marcada necesidad, dentro del imaginario jurídico, de controlar la territorialidad, el comercio y las rutas de transporte en la Nueva Granada durante el siglo xviii. Esto es, en efecto, cierto, empero el análisis resulta insuficiente confrontado con la cantidad de fuentes primarias. Es preferible un mayor contenido analítico que, por ejemplo, ubicar una patente de guerra datada en 1825, como la de la figura 16 de las conclusiones de este capítulo, que poco ejemplifica la temática trabajada. Si bien es un documento que reconoce la importancia de defender las costas, pertenece a otro contexto temporal, y no es claro por qué es ubicado en esta parte del libro y no en otra. El siguiente capítulo nos habla acerca de los métodos y el funcionamiento de la actividad geográfica en la España peninsular, y cómo se intentó aplicar dichos métodos para describir y estudiar los territorios del Nuevo Mundo. La

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 207 26/01/15 10:37 a r e principal preocupación que se buscaba subsanar durante la época era la del nivel de precisión de los instrumentos utilizados. Es claro para la autora que to Higu a esta precisión se alcanzó, en su mayor grado, a través de lo que podríamos

Serr llamar un método empírico que, a diferencia de los estudios realizados en las o í r academias, estaba basado en la experiencia de los navegantes y en la confron- Da n

é tación de sus resultados con lo que se veía en la constante exploración. Estas b

Ru afirmaciones, vale la pena destacar, son respaldadas con una serie de interesantes documentos encontrados por Fuentes en los archivos españoles, entre los que se cuentan relaciones, narraciones, peticiones, cada una de las cuales es analizada en profundidad. El problema, una vez más, llega en el momento de concluir, ya que no hay una afirmación final precisa, sino que se prosigue en un análisis de documentos cada vez más variados. El quinto capítulo es prácticamente una recolección de narrativas de diversos personajes que tuvieron la oportunidad de viajar y recorrer los espa- cios costeros de la zona estudiada. Se encuentran memorias, escritas y orales, de capitanes, mercaderes, funcionarios reales, entre otros, que la autora utiliza para ejemplificar la idea de que el estudio y la descripción de la geografía se realizaron a través de los métodos empíricos, ya que muchas de estas narraciones contienen relatos que detallan milimétricamente la realidad del terreno que se recorre, en especial el acuático. Además de ello, estas historias evidencian otra realidad de dominio. Es decir, como afirma la autora: “El periplo marítimo, como las crónicas, encierra un lenguaje que no refleja sino que constituye una realidad que nos habla de la instauración del dominio hispánico con toda la complejidad de su ejercicio” (271). La práctica discursiva es fundamental para comprender cómo los españoles se apropiaban del territorio. Finalmente, el último capítulo es dedicado al análisis de la narrativa que se encuentra en los documentos de militares y aventureros. A través de este ejercicio metodológico, la autora busca explicar cómo el relato, por medio de la leyenda, refuerza un imaginario, o un mito, que en últimas es el motor de las expediciones por el territorio. El imaginario geográfico es creado a partir de la narración. Por ejemplo, el uso de la hipérbole estaba dirigido a inflar las riquezas de la región que se describía, bien fuera para que el gobierno o la Corona aprobaran los proyectos y la financiación de los periplos, o para justificar la importancia de los mismos. Según la autora, proliferó la idea de que dondequiera que existieran rastros mínimos de oro podría encontrarse “”, mito que constituye el origen de una mentalidad cuya plasmación se puede hallar en las dinámicas geográficas coloniales, que marcaron no solo

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los tres siglos de dominación española, sino también las épocas posteriores. En i r C

este capítulo se retoman lecturas tanto de mercenarios como de importantes s e t

militares, entre ellos Pablo Morillo, para identificar relatos comunes, similitudes n e Fu

y convergencias en dichas lecturas. Un aspecto llamativo del capítulo es que a r a

cada una de las narraciones es considerada, no como un mundo aislado de los N

demás, sino en conexión con las otras, en virtud de lo cual se puede eviden- ~

ciar la creación de una conciencia geográfica común que permite reconstruir la imagen geohistórica que se tenía del territorio. Para terminar, me gustaría hacer algunas acotaciones al texto. Sin duda, se nota que implicó un trabajo arduo de investigación, escritura y lectura, y que cumple con creces los objetivos de un trabajo histórico interesante. Siempre se pueden encontrar errores, debilidades o puntos negativos, empero estos no deben eclipsar el brillo de este enorme esfuerzo de la autora. Hay que resaltar

algunas faltas, como un exceso de citas en latín, francés e inglés que no están Periplos ilustrados, piratas y ladrones debidamente traducidas, lo que reduce el público al que puede llegar el texto, o como la poca contextualización de los gráficos y mapas que acompañan cada uno de los capítulos. Y me refiero a que, si bien la autora los explica al final del texto, en un interesante apartado de anexos, no queda claro a lo largo de la lectura por qué se ubican en ciertas páginas, algunas veces sin que guarden relación con el texto (se puede estar hablando de periplos del siglo xvii y, sin embargo, se ejemplifica con mapas del siglo xix). De igual manera, muchas de las afirmaciones se prestan para debatir; por ejemplo, me llama la atención que no se mencione la discusión sobre qué tipo de territorio es el mar Caribe, donde se desarrollan numerosos periplos; sobre si es una periferia o una frontera, o sobre cómo podríamos entenderlo en términos políticos o militares2. Este es tan solo un ejemplo de los múltiples temas que podrían ser abordados. Sin embargo, para concluir, me gustaría enfatizar el valor de este tipo de textos. No solo porque se arriesgan a trabajar una cantidad considerable de temas complejos, sino porque además encuentran su riqueza en el enorme acervo documental que sus autores recogieron en la investigación. Si bien la historia nunca podrá llegar a un cien por ciento de objetividad, la mejor forma de asegurar el mayor porcentaje posible es apoyarse en los documentos, que son nuestro vehículo en el viaje hacia el pasado.

2 Me refiero a trabajos que se han realizado en otras latitudes, como el de Margarita Gascón, Periferias imperiales y fronteras coloniales en Hispanoamérica.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 209 26/01/15 10:37 a r e Bibliografía to Higu a

Serr Gascón, Margarita. Periferias imperiales y fronteras coloniales en Hispanoamérica. Buenos o í

r Aires: Dunken, 2011. Impreso. Da n é b Ru

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 210 26/01/15 10:37 Atlas de afrodescendientes en América Latina

Ildefonso Gutiérrez Azopardo y Cándida Gago García Madrid: Iepala 2011 | isbn: 978-84-89743-71-7 | 125 pp.

Por Rafael Castañeda García moma/Université Paris Ouest Nanterre La Défense, Francia

n la última década, los historiadores, los antropólogos y, en general, los llamados científicos sociales han mostrado un mayor interés en la carto- E grafía. Si bien es cierto que no es una herramienta nueva, la representa- ción visual de movimientos migratorios, colonias agrícolas, pueblos de indios, palenques, obrajes, grupos lingüísticos y etnográficos, circuitos mercantiles, etc., a través de mapas o planos es hoy día un recurso indispensable no solo para la comprensión de un fenómeno histórico, sino para que el investigador se encuentre con hipótesis que antes no se había planteado. A pesar de esto, podemos decir que nuestra relación con la geografía es distante. No pocos colegas, al describir su región de estudio, omiten referencias geofísicas. Dan por hecho que conocemos el terreno que ellos pisan, como si fuéramos parte de esa comunidad. En este sentido, la obra que presentamos tiene el mérito de plasmar el trayecto de diversos fenómenos históricos, sociológicos y antropológicos desde África hasta la América actual. El Atlas de afrodescendientes en América Latina es el primero en su tipo en lengua castellana y muy probablemente no haya uno semejante en lengua inglesa1.

1 Quizá el primer atlas sobre este tema fue publicado en París en 2006 por Marcel Dorigny y Bernard Gainot.

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r Ildefonso Gutiérrez Azopardo, autor de los textos y quien tuvo la idea a G

a de realizar esta publicación, nació en Zamora, España. Además de dedicarse d e a las cuestiones pastorales como cura, fue antropólogo y vivió más de treinta años en Colombia y otros tantos en República Dominicana. Sus principales C e

a investigaciones, publicadas en diversas revistas y libros colectivos, se refieren a f

Ral laastañ relación entre la Iglesia católica y la esclavitud en América. Falleció en mayo de 2011, antes de que su obra saliera de la imprenta. La otra autora del libro es la geógrafa Cándida Gago García, profesora de la Universidad Complutense de Madrid, quien cuenta con una gran trayectoria en su disciplina y fue la responsable de la realización de los mapas. El libro fue editado en Madrid en el año 2011 por la editorial Iepala (Instituto de Estudios Políticos para América Latina y África). El atlas está dirigido a un amplio público y, según se lee en la contrapor- tada, también está destinado para ser utilizado en la docencia. Cada apartado está bien documentado. A pesar de no emplear aparato crítico, el antropólogo hace varias referencias en el texto a autores y diversos archivos históricos que ha consultado. El libro se divide en tres grandes secciones: 1) África y la trata negrera, 2) África en América y 3) la población afrodescendiente en América Latina y el Caribe. Cada sección cuenta con varios subcapítulos que sintetizan alguna problemática particular, siempre acompañados de entre uno y cuatro mapas. Algunas veces hay gráficas o imágenes del Museo de América de Madrid. En 125 páginas los autores ilustran la obra con un centenar de representaciones cartográficas. Cabe anotar que la calidad de la edición es muy buena, así como son buenas las dimensiones del libro. El lector encontrará un panorama general, bien explicado y con datos precisos, sobre la historia de África y los grupos lingüísticos que la conforman. Por otra parte, se destaca la llegada del islam a ese continente en el siglo viii y cómo a partir de este hecho se produjo una expansión económica importante que incluyó el comercio negrero. La capacidad de síntesis del autor es de re- saltar. La parte escrita de este libro, no solo las representaciones cartográficas, ofrece una perspectiva integral del fenómeno del tráfico de esclavos desde África y sus distintas regiones y grupos étnicos. Gutiérrez Azopardo hace una reconstrucción de los mercados esclavistas, de la ubicación de las factorías en la geografía mediterránea y africana, y de sus actores principales, sin dejar de considerar las coyunturas políticas de las monarquías ibéricas, así como de Francia, Inglaterra y Holanda. Por eso nos muestra diversas ilustraciones, pues la geografía del mercado esclavista tuvo distintos escenarios y estuvo en un

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cambio constante. Este es un aspecto que se debe resaltar. El autor no presenta r a en un plano los fenómenos como entes inmutables y estáticos; por ejemplo, en G go a

relación con el tráfico de esclavos, nos muestra cuatro mapas de distintos pe- G a d riodos, donde sobresale Brasil como el principal importador de mano de obra i nd á

negra durante toda la etapa colonial. C y o

En la segunda parte de la obra, se lleva a cabo la representación geográfica d r a de los principales alzamientos de la población negra en América, entre los cua- p o z A

les, como todos sabemos, el más exitoso fue el de Haití. También observamos z re

en esta sección otro tipo de alzamiento de igual importancia: los palenques, r tié

entendidos como células de subversión y focos de resistencia. Por otra parte, u G o

como buen conocedor de su gremio, es decir, el eclesiástico, el autor utiliza un s n conjunto de datos tomados de sínodos y concilios provinciales para plasmar o

una serie de mapas sobre personajes ilustres que lucharon contra la esclavitud. Ildef

~

Varios de ellos siguen hoy día en el anonimato y otros no han merecido mayor atención de los investigadores. Entre las corporaciones del Antiguo Régimen en el espacio americano, se ilustra el caso de las principales cofradías de negros, la primera de las cua- les se fundó en la ciudad de Lima en 1540. Otra corporación que no escapó a los intereses de los autores de este libro fue la de las milicias, en las cuales participaron mulatos, pardos y morenos. Finalmente, se introduce una repre- sentación cartográfica de la participación de la población de color en la guerra de independencia, un mapa que seguramente provocará más investigación de nuestra parte, pues es un asunto que hoy día sigue sin conocerse del todo. De Atlas de afrodescendientes en América Latina acuerdo con el autor, se puede decir que el negro no fue ni realista ni patriota, simplemente corrió tras la consecución de la libertad; de ahí que en ocasiones cambiara de bando según lo que se le ofreciera. En general, el Atlas de afrodescendientes en América Latina esconde tras de sí muchos años de investigación. A pesar de que la obra tiene algunos vacíos, es de rescatar el hecho de que para su elaboración se utilizó toda la historiografía existente. Aun así, cabe destacar que Gutiérrez Azopardo conoce especialmente la realidad del Caribe y América del Sur, excepción hecha de Brasil, con respecto al cual creemos que debe haber más datos por estudiar. Lo mismo se podría decir en relación con México, pero eso no demerita en absoluto el trabajo. Por otra parte, entendiendo que la publicación está dirigi- da a un amplio público, nos parece que debió haber incluido una bibliografía final que le permitiera al interesado acercarse a las referencias. Esta es quizá la ausencia más importante.

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r Un tópico que está en estos momentos en boga en la historiografía es a G

a el de la abolición de la esclavitud. Hay colegas interesados en los discursos d e al respecto, en las leyes y, sobre todo, en la aplicación de la prohibición del trabajo esclavo. En este contexto, el libro de Azopardo y García contiene uno C e

a de los mapas mejor logrados. Como todos sabemos, los últimos reductos de la f

Ral esclavitudastañ fueron las colonias españolas de Cuba y Puerto Rico y el Estado de Brasil a finales del siglo xix. En la última parte de la obra, los autores cartografiaron las danzas, la mú- sica, las religiones afroamericanas, incluso las asociaciones de afrodescendientes en América Latina y el Caribe, así como las migraciones de esta población al interior del continente, el epicentro de las cuales es el Caribe. Concluye el libro con un apartado dedicado a cada país. Aquí se destaca el territorio caribeño. Se le da un espacio a cada isla, con una breve reseña sobre su fundación, su historia política y su población afrodescendiente en la actualidad, a veces con datos demográficos acompañados de mapas. Este no es un hecho menor. Los autores hacen visible el Caribe en la representación del espacio americano a todo lo largo del proceso de la esclavitud, desde sus inicios hasta nuestros días. Dicho lo anterior, llama la atención que esta publicación haya pasado desapercibida para los especialistas en el tema. Quizás se han tomado muy en serio eso de que es un instrumento para la docencia, pues su valor rebasa las intenciones de los autores. Este ejemplo editorial debería tener eco entre la comunidad científica latinoamericana en relación con distintos tópicos. Incluso, llama la atención que ni Brasil ni Colombia tengan un atlas de la población afrodescendiente en sus territorios. Por tanto, si queremos destacar el aporte de los africanos y sus descendientes durante la historia de América, tenemos que hacerlos visibles en cada territorio y región, en sus diferentes expresiones culturales. Concluimos esta reseña diciendo que el libro de Ildefonso Gutiérrez Azopardo y Cándida Gago García va más allá de su pretensión didáctica. Es una obra de consulta indispensable para conocer África: sus regiones, sus particularidades y sus áreas culturales en el momento del inicio del tráfico de esclavos y en el desarrollo de este. Al mismo tiempo, refleja la distribución de la población africana y afrodescendiente en América, reflejo que, salvo unos pocos matices que habría que hacer, no está alejado de la realidad y que hoy día va tomando mayor importancia en la sociedad y en la academia.

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Bibliografía go a G a d Dorigny, Marcel y Bernard Gainot. Atlas des esclavages : traites, sociétés coloniales, aboli- i nd tions : de l’Antiquité à nos jours. París: Autrement, 2006. Impreso. á C y o d r a p o z A z re r tié u G o s n o Ildef

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Atlas de afrodescendientes en América Latina

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 215 26/01/15 10:37 Guerra, política y administración en Valladolid de Michoacán: la formación profesional y la gestión del intendente Manuel Merino, 1776-1821

Carlos Juárez Nieto Morelia, México: Secretaría de Cultura; Gobierno del Estado de Michoacán 2012 | isbn: 978-607-8201-12-9 | 757 pp.

Por Moisés Guzmán Pérez Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México

a obra que ahora reseñamos es el resultado de la tesis doctoral defendida por Carlos Juárez Nieto en el mes de junio de 2011 en el Instituto de L Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en Morelia, Michoacán, México, ante un selecto jurado presidi- do por el historiador Carlos Herrejón Peredo y otros cuatro académicos de reconocido prestigio. Con esta investigación el autor corona una trayectoria profesional exitosa (obtuvo el título de doctor aprobado por unanimidad con mención honorífica), al tiempo que nos ofrece una fresca y renovada visión de la transición política que experimentó la provincia de Valladolid de Michoacán, desde la implantación del sistema de intendencias en la Nueva España, en 1787, hasta la consumación de la Independencia por el Ejército Trigarante de Agustín de Iturbide el 27 de septiembre de 1821.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 216 26/01/15 10:37 o t e Juárez Nieto es un historiador consolidado, con amplia experiencia en el i

medio académico como investigador y docente. Esta obra se suma a otros libros z N re de su autoría, igual de originales y relevantes para la historia social y política del á s Ju o

actual estado de Michoacán, que cronológicamente abarcan desde las últimas l r a décadas del siglo xviii hasta los primeros lustros de la centuria siguiente, y a C

innumerables artículos y ensayos sobre diversos temas de la historia colonial y ~

liberal mexicana, difundidos en libros y revistas de su especialidad1. Estamos ante una obra pionera que desde ahora se nos presenta como un modelo para imitar. Si bien ya existían estudios sobre este tipo de funcionarios reales en la misma área geográfica, como los de Iván Franco Cáceres, quien en varios libros y artículos se ocupó de las administraciones de Juan Antonio de Riaño (1787-1791) y Felipe Díaz de Ortega (1792-1809), debemos decir que el de Juárez Nieto podría mirarse como una continuación de aquellos, puesto que centró su atención en la etapa colonial tardía y la guerra insurgente, para concluir con la extinción legal de las intendencias al momento de promulgarse la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos el 4 de octubre de 1824. Guerra, política y administración en Valladolid El libro está estructurado en seis extensos capítulos acompañados de conclusiones, cuadros, apéndice documental y fuentes de información. Los dos primeros se refieren al adiestramiento burocrático de Manuel Merino desde su llegada a la villa de Chihuahua, al norte de la Nueva España, donde se asentó por el año de 1772 junto a su hermano Casimiro; a sus primeras experiencias como cadete en la cuarta compañía volante de la Nueva Vizcaya, en tiempos del virrey Antonio María de Bucareli y Urzúa; a su paso por la comandancia general de , y a los distintos puestos que desempeñó, primero como funcionario en la secretaría del virreinato y luego en la intendencia de México, donde ejerció el empleo principal en calidad de interino. El tercero trata de lo que aconteció en la intendencia de Valladolid de Michoacán desde la crisis política de 1808, con las abdicaciones de la familia real en Bayona, hasta los comienzos de la guerra insurgente; de la difícil y accidentada llegada de Merino a la ciudad, luego de haber estado preso por los insurgentes, y de los primeros pasos de su gestión administrativa, marcada por las dificultades que representaba atender debidamente los distintos ramos del gobierno, en medio de la incertidumbre causada por el conflicto armado.

1 Véanse los títulos de sus libros al final de esta reseña.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 217 26/01/15 10:37 z e r El cuarto capítulo explica las ambigüedades del proyecto liberal gaditano Pé

án y su limitadísima aplicación en la provincia michoacana debido a la guerra, así m

u como las controversias que generó la creación del Ayuntamiento Constitucional G en la capital de la intendencia homónima. Este es, sin duda, uno de los apar-

Moisész tados más significativos porque nos permite conocer el verdadero influjo de la Constitución de Cádiz en la provincia michoacana y, de paso, ayuda a matizar las afirmaciones de algunos historiadores que la consideraron vigente en gran parte del territorio novohispano. El quinto capítulo se refiere al todavía poco estudiado en México “sexenio absolutista” y al ambiguo establecimiento de la intendencia, en donde la Iglesia y el viejo cabildo civil, nuevamente instalado y en funciones, se convirtieron en los principales protagonistas de la política local en esos años. Cierra la obra el sexto capítulo, dedicado al restablecimiento de la Constitución española en 1820, más liberal y radical que en su primera etapa, con un auge tremendo de ayuntamientos constitucionales y una reorga- nización político administrativa apoyada en la Diputación Provincial; después, se refiere al movimiento por la independencia que estalló en Iguala el 24 de febrero de 1821, encabezado entonces por Agustín de Iturbide, al ocaso de la intendencia tras la promulgación de la Constitución federal de 1824, y termina con los últimos años de vida de Merino, el funcionario riojano que hasta el final de sus días mantuvo su fidelidad al rey y a la Corona española. Otra cosa que se debe ponderar de esta obra es la exhaustividad de las fuentes: nueve repositorios documentales de México y España, dos colecciones periódicas de la ciudad de México, once colecciones de impresos decimonónicos, cuatro instrumentos de trabajo, una diversidad de documentos y compilaciones de fuentes editadas y más de medio centenar de artículos especializados son los materiales en que está sustentado este riguroso y bien logrado libro de historia. Dignos de mencionar son el Archivo General de Indias y el Archivo General de Simancas, ambos en la península ibérica, así como el indispensable Archivo General de la Nación de México y el Archivo Histórico Casa de Morelos en Morelia. Desde el punto de vista metodológico el libro también resulta revelador por varios aspectos. Primero, porque, tomando como eje de estudio la actividad militar, política y administrativa de un personaje (Merino), nos acerca al cono- cimiento del hombre y su circunstancia, marcada por los cambios profundos que introdujo la dinastía borbónica en Nueva España con sus reformas. Es el retorno a la biografía, pero también al estudio de actores políticos y sociales concretos, de las continuidades y rupturas que experimentaron y que podemos entender en el tiempo corto y a través de sus acciones. Y más significativo aún,

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 218 26/01/15 10:37 o t e porque se trata de un personaje clave de la contrainsurgencia que, como suele i

suceder con este tipo de figuras, al ser estudiado nos hace más comprensibles z N re su contexto y sus problemas. á s Ju o

El libro es revelador también por el enfoque que nos presenta al conectar l r a y cruzar la historia institucional con la biografía política, las redes sociales y los C

vínculos económicos de la oligarquía vallisoletana del momento. En efecto, para ~

explicar ese proceso tan complejo y lleno de vicisitudes que fue la revolución de independencia, Juárez Nieto tomó como ejes articuladores el origen y la con- formación de la oligarquía regional en dicha provincia, el proceso de la guerra insurgente (que, aunque diezmada, coadyuvaría al logro de la independencia) y, por último, el funcionamiento administrativo de la intendencia en medio de un conflicto bélico. Todo esto es visto por intermedio de la figura de Manuel Merino y Moreno, quien tuvo que enfrentar en Valladolid la revolución de Hidalgo y Allende y quien, como empleado al servicio del monarca, habría de obstaculizar la aplicación de la Constitución de Cádiz en los territorios de su jurisdicción en las dos ocasiones en que se trató de implantar en el reino. Guerra, política y administración en Valladolid Hay otro aspecto que me parece central en esta obra de Juárez Nieto. Es lo relativo al estudio de los problemas que enfrentó la intendencia entre 1810 y 1821, no solo por el fenómeno de la guerra, que puso a la autoridad civil y eclesiástica por debajo del poder militar, y de ello da cuenta este libro a la luz del conflicto que se suscitó entre el intendente Merino y el comandante realista Torcuato Trujillo; también por las disposiciones liberales de las Cortes de Cádiz que limitaron el poder de los intendentes e introdujeron cambios importantes en el organigrama político-administrativo de la intendencia por medio de las diputaciones provinciales y los ayuntamientos constitucionales, las dos instituciones gaditanas de mayor impacto revolucionario en aquel ex- tenso virreinato. Asimismo, otro punto relevante de esta obra es que nos permite observar continuidades interesantes en el funcionamiento político-administrativo duran- te el periodo de los borbones, durante la lucha insurgente e incluso después de la consumación de la independencia, a través del caso de los intendentes y subdelegados que siguieron actuando en la vida política de provincias y lo- calidades, solo que entonces en un nuevo marco constitucional (la república federal) y con un nombre distinto. Es cierto, el estudio es más político que institucional, debido quizá al estado de guerra imperante en la época. Pero, aún así, el lector puede apreciar la serie de medidas de orden político, económico y administrativo tomadas por el intendente Merino para paliar un poco la

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 219 26/01/15 10:37 z e r crítica situación en que se debatían los vecinos de la capital de la intendencia Pé

án por causa del enfrentamiento armado. m

u También, el estudio es valioso porque permite apreciar la supervivencia de G instituciones de cariz modernizador introducidas por la monarquía borbónica

Moisész en gran parte de sus territorios, instituciones que contribuyeron a rediseñar la composición y estructura organizativa de los futuros Estados soberanos. Si bien las entidades de la federación son mucho más que la sola burocracia heredada del régimen borbónico, es en el sistema de intendencias donde podemos apreciar su primera incubación, redinamizada por el papel de las oligarquías locales y regionales en los cabildos. Así lo expone el autor en esta obra: El estudio de una institución colonial como la intendencia nos lleva de inmediato a establecer los alcances y limitaciones de una organi- zación o estructura burocrática y política que fue clave en el proyecto reformista borbónico, y la cual sirvió de referencia, no solo para deli- mitar el territorio de los que serían más tarde los incipientes estados en el México independiente, sino de algunas funciones que llegaron a tener los comisarios de Hacienda, los gobernadores y los prefectos en el mismo periodo. (29)

Vale la pena ponderar, igualmente, el interés que el autor ha mostrado por la perspectiva cultural mediante el análisis que hace de las prácticas ri- tuales, de las ceremonias de jura de obediencia y de las redes de sociabilidad que se desarrollaron en la ciudad capital de la intendencia. Estas redes fueron auspiciadas por una minoría intelectual vinculada con el cabildo eclesiástico de Valladolid y con la oligarquía detentadora del poder político, enquistada en el “ilustre ayuntamiento”. La obra no solo es una historia de la intendencia, es además una histo- ria sobre el protagonismo que ganó la Iglesia por medio de su obispo electo Manuel Abad y Queipo y del grupo de canónigos que conformaban el cabildo eclesiástico, quienes le ayudarán a aquel en el gobierno de la diócesis durante sus ocasionales ausencias. Y también, sobre el quehacer de la comandancia militar que estuvo en manos de distintos jefes realistas, entre los que destacan Torcuato Trujillo Zafra y Monsalve, terrible represor de las libertades públicas; Ciriaco de Llano, quien derrotó al caudillo José María Morelos en las afueras de Valladolid en diciembre de 1813, y Matías Martín de Aguirre, aquel antiguo capitán del Regimiento Provincial de Dragones Fieles del Potosí que entonces, en su nuevo empleo, se encargaría de pacificar la provincia.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 220 26/01/15 10:37 o t e Solo me atrevería a hacer un cuestionamiento a este excelente libro: la i

falta de claridad en la elaboración de los mapas y la mala impresión de los z N re mismos. Lo deseable hubiera sido reproducir esas cartas en un tamaño más á s Ju o

grande, que permitiera al lector apreciar con mayor claridad la información que l r a se quería resaltar. Además, no siempre hay referencias a los mapas en el texto, C

lo que hace pensar que solo fueron colocados para tratar de “llenar un vacío” ~

y no para darles un mayor sustento a la argumentación y a la explicación. Esto, desde luego, no demerita los aportes de la investigación de Juárez Nieto, pues la obra revela muchas cosas nuevas cuando nos sumergimos en su lectura. Estoy seguro de que esta publicación se convertirá en una referencia obligada para todos aquellos estudiosos de las instituciones coloniales en las postrimerías del virreinato, de las guerras de independencia y de los primeros atisbos de organización liberal republicana, tanto en México como en Hispanoamérica. Guerra, política y administración en Valladolid Bibliografía

Franco Cáceres, Iván. La intendencia de Valladolid de Michoacán: 1786-1809. Reforma administrativa y exacción fiscal en una región de la Nueva España. México: Fondo de Cultura Económica; Instituto Michoacano de Cultura, 2001. Impreso. Juárez Nieto, Carlos. La oligarquía y el poder político en Valladolid de Michoacán 1785- 1810. Morelia: Congreso del Estado de Michoacán de Ocampo; Consejo Nacio- nal para la Cultura y las Artes; Instituto Nacional de Antropología e Historia; Instituto Michoacano de Cultura, 1994. Impreso. ---. El proceso político de la independencia en Valladolid de Michoacán, 1808-1821. Morelia: Centro Regional Michoacán del inah; Instituto de Investigaciones Históricas; Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2008. Impreso.

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 221 26/01/15 10:37 La mediación lingüístico-cultural en tiempos de guerra: cruce de miradas desde España y América

Gertrudis Payàs y José Manuel Zavala, eds. Temuco, Chile: Universidad Católica de Temuco 2012 | isbn 978-956-7019-81-6 | 219 pp.

Poellr Nay i Castro University of Massachusetts Boston, Estados Unidos

ruto del Encuentro Internacional de Historia de la Mediación Lingüísti- co-Cultural que tuvo lugar en Temuco en 2010, investigadores de Chile, F Argentina y España se congregan en La mediación lingüístico-cultural en tiempos de guerra: cruce de miradas desde España y América para analizar las relaciones interculturales en momentos cruciales de contaminación y contacto: los contextos bélicos. Los trabajos se presentan de acuerdo con las perspectivas teóricas mobilizadas para construir el fenómeno de la mediación lingüístico- cultural como objeto de estudio. Así, los estudios de traducción, la lingüística misional, la filosofía, los estudios teológicos, la antropología y la historia inter- vienen para reconceptualizar nociones como frontera y mediador/traductor. Las prácticas traductoras son consideradas bajo el espectro más amplio de la noción de mediación lingüístico-cultural, que “abarca la traducción y la interpretación de lenguas, sus personajes, condiciones y modalidades de ejecución, orígenes y repercusiones”, así como “las interpretaciones entre códigos comunicativos y culturales, los idearios que las han sustentado y las representaciones históricas

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de que han sido objeto” (13). La noción recoge muchas de las preocupaciones ed , a l

vigentes en el campo de los estudios de traducción, permite tender puentes ha- a v a Z

cia otras disciplinas y abordar esta práctica en sus diferentes modalidades, esto l e u

es, en su dimensión oral (interpretación) y en su dimensión intersemiótica, dos n aspectos descuidados con frecuencia por los estudiosos de la traducción. La noción de mediación lingüístico-cultural es productiva por partida José Ma y

doble. Por un lado, unifica ciertas preocupaciones teóricas (como la de asir s à el fenómeno de la traducción más allá de las prácticas letradas); por el otro, y s Pa i d

ofrece un abánico de fuentes documentales y prácticas históricas que rara vez u r habían sido consideradas desde la óptica del contacto intercultural. Además, t Ger

estudiar las prácticas traductoras como formas de mediación lingüístico-cultural ~

no solo permite aprehender en toda su complejidad un objeto muy escurridizo, sino también llevar el análisis de dichas prácticas más allá del problema de la búsqueda de fidelidad o del lugar común que equipara la traducción a la traición. Como prácticas punteras en contextos de contacto cultural, las traduc- ciones han permitido ir acumulando fuentes documentales que dan cuenta de las negociaciones, con frecuencia asimétricas, entre las partes en conflicto. Los manuales de conversación y otros impresos destinados a la evangelización de los indígenas, así como los archivos que conservan registros de los parlamentos La mediación lingüístico-cultural hispano-mapuches, son algunas de las fuentes historiográficas que permiten a los autores mostrar que las prácticas de mediación lingüístico-cultural son acontecimientos profundamente ritualizados que sujetan la labor de los media- dores a códigos precisos. De esta manera, en el contexto de los parlamentos hispano-mapuches, Gertrudis Payàs señala que hay un individuo nombrado exclusivamente [para] la mediación, al que se toma juramento oficialmente al inicio del parlamento; están asimismo presentes otros individuos que también pueden ejercer como intérpretes, dado el caso, y los eclesiásticos (un nutrido grupo, por cierto) tienen la misión de velar por la fidelidad de los intérpretes a lo que unos y otros digan. (27)

Por su parte, el Manual o vocabulario de la lengua pampa, analizado en el artículo de Marisa Malvestitti, da cuenta de la interacción ritualizada entre españoles y mapuches. Concebido para que “quienes están en contacto con los indígenas puedan traducir contenidos del español al mapuche” y viceversa, el manual propone ejemplos de diálogos que tienen lugar en diferentes espacios de la vida pública y que van contribuyendo a fijar los roles de los distintos

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o r actores en la sociedad colonial. Así, en contextos de compra y venta de diversos

i Cast i productos, se proponen diálogos entre “una mujer indígena y su patrona”, entre

y “una mujer y su criado indio”; en el ámbito religioso, entre “una mujer indígena Na ELL y un sacerdote”, y en el ámbito militar, “entre un militar y un indígena” (77). La mirada innovadora de los autores sobre estas fuentes historiográficas revela que la inteligibilidad mutua y la transparencia de la comunicación in- terlingüística en los contextos estudiados son mitos que deben reconsiderarse cuidadosamente para comprender mejor las negociaciones e interacciones que resultaron en el trazado provisional de fronteras y en la contaminación cruza- da de las culturas en contacto. La conceptualización de la práctica traductora como mediación lingüístico-cultural reestablece la complejidad de los procesos de negociación y conflicto y resalta la asimetría y las difíciles condiciones en las que los mediadores culturales deben intervenir. Dado que el estudio de toda práctica incluye asimismo el de su agente, Gertrudis Payàs, Icíar Alonso, Marisa Malvestitti y Jesús Baigorri abordan en sus respectivos textos el papel de los intérpretes y traductores en contextos fronterizos. Para poder intervenir como tales, los mediadores debían obedecer normas a veces tácitas, a veces explícitas, que correspondían a expectativas sociales vigentes. El estudio de las interacciones entre lenguas muy distantes (mapudungun y español, español y árabe, español y náhuatl, español y ruso, francés e inglés) ha permitido establecer un perfil provisional de los media- dores, personajes con trayectorias sociales complejas, situados a horcajadas en las fronteras en las que actúan. En el caso de la frontera hispano-mapuche, fueron a menudo antiguos cautivos, miembros de órdenes religiosas, o militares a quienes el prolongado contacto con los mapuches les permitió aprender la lengua y fungir como mediadores. De acuerdo con José Manuel Zavala, un mediador en los parlamentos hispano-mapuches debía “ser reconocido como legítimo por ambas partes, poseer la autoridad y la neutralidad necesarias para actuar como garante de que lo que está comunicando o acordando es realmente lo que expresan las partes” (156). En un contexto muy diferente, pero más cercano a nosotros, Baigorri menciona el ejemplo de Adelina Abramson, hija de padres rusos que emigra- ron a Argentina al huir de una condena de los zares. En este país, la joven aprende español, y luego vuelve a Rusia a los doce años. Más tarde, huyendo de nuevo de los acontecimientos políticos rusos, llega a España a los dieci- siete años y allí se convierte en intérprete entre el ruso y el español durante la Guerra Civil. En suma, “secretarios de cartas”, oficiales reales, mercaderes,

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mudéjares y judíos autóctonos en el contexto español renacentista; lenguas, ed , a l

lenguaraces, nahuatlatos, baqueanos, amanuenses y secretarios en el contexto a v a Z

colonial americano, o intérpretes improvisados durante la guerra civil española, l e u

los mediadores retratados por los autores son verdaderos “ejemplos de transcul- n turación”, íntimamente ligados a los movimientos y acontecimientos políticos de sus momentos históricos y culturales. José Ma y

Entre los estudios publicados podemos, asimismo, encontrar ejercicios de s à reflexión centrados en los aspectos hermenéuticos de las relaciones intercultura- y s Pa i d

les, especialmente en situaciones de conflicto. Mario Samaniego y Ricardo Salas u r proponen una lectura programática del pasado chileno situada en su “bisagra t Ger

intercultural”, una lectura que bien podría traducirse en una ética del discurso ~

que permite, a su vez, reaprender modos de negociación y de convivencia. Se abordan también, en otros estudios publicados, casos fascinantes de traducción entre diferentes sistemas de signos o de traducción intersemiótica (Jakobson). Ya sea que se trate de acuñar un término en mapudungun para nombrar a Dios, de conceptualizar los “parlamentos” hispano-mapuches o de traducir la cruz católica al imaginario religioso mapuche, los artículos de José Fernando Díaz, José Manuel Zavala y Jaime Valenzuela ofrecen casos paradigmáticos de prácticas traductoras que solo pueden estudiarse como actos de mediación La mediación lingüístico-cultural lingüístico-cultural, pues, en efecto, la escritura en distintas lenguas está entre las transformaciones a las que se someten los símbolos que pasan de un grupo cultural al otro. Igualmente, se transforman las formas de nombrarlos y el modo en que se asimilan a los imaginarios religiosos. Así, para Mario Samaniego, “la traducción no solo consiste en el esclare- cimiento de diversos códigos lingüísticos, sino en entender mundos culturales diferentes que involucran significados y prácticas” (117). Para Salas, la traduc- ción “no es solo un intento de apertura sincera al otro, sino que puede ser también un modo interesado de absorber e integrar los productos culturales de los otros” (123). Con todo, resituar la traducción en contextos a menudo conflictivos no implica idealizarla como práctica pacificadora y remedio contra la incomprensión entre los pueblos. La posición de los autores dista, pues, de presentar un panorama color de rosa. A este respecto, Salas advierte que “es preciso no caer en una suerte de romanticismo del encuentro sin más, ya que siempre opera el papel ideológico de las traducciones” (136). Precisamente, para no obviar la dimensión ideológica de las prácticas y productos de la traduc- ción, es necesario repensar uno de los contextos principales de todo traducir: las fronteras, puntos de cruce y franjas móviles de convivencia intercultural.

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o r Puesto que es imposible que estos espacios limítrofes queden definidos de una

i Cast i vez por todas, se hace preciso considerarlos como provisionales y sujetos a

y cambios permanentes. En ese sentido, Icíar Alonso advierte que estos espacios, Na ELL lejos de reducirse a “marcas de carácter puramente territorial”, son “zonas de interacción, espacios dinámicos de conflictos en relación directa con los distin- tos modos de avance y repliegue militar, de conquista y posterior colonización religiosa y cultural” (39). Del mismo modo, en su introducción, Payàs y Salas parten de la tesis según la cual, “aunque tienden a la unidad e identidad, las sociedades y las culturas no son conglomerados fijos y bien deslindados”, sino que se transforman constantemente (11). No obstante la naturaleza inestable de estas zonas liminares, una sólida metodología historiográfica permite a los autores detectar de manera precisa los puntos neurálgicos de las prácticas de mediación. Así, Payàs, Alonso y Malves- titti fijan la mirada en la frontera hispano-mapuche chilena y argentina durante el periodo colonial. Alonso enriquece su estudio incorporando elementos de la frontera española-musulmana en el siglo xv, elementos que hacen posible observar constantes en conflictos interculturales, en particular en lo que se refiere a la interacción interlingüística. Para hacer resaltar la construcción de las fronteras y analizar la vida cultural que proliferó a partir de ellas, ha sido necesario repensar las prácticas traductoras borrando otras fronteras, las que delimitan las miradas de los estudios de traducción, la filosofía, los estudios teológicos, la historia y la antropología. Borrar unas fronteras para hacer que otras resurjan es mostrar que el trazo de los límites no puede ser sino pro- visional y que arriesgar el paso y la mirada más allá de estos no puede sino enriquecer la experiencia humana. En los términos de Eugenio Trías, podríamos decir que los límites estu- diados por los autores de este libro no funcionan como un semáforo rojo, indicativo de lo que es “imposible” o de lo que fija una necesidad negativa en relación con el ámbito del poder y la posibilidad “lingüística”, sino que esos limes pueden ser legítimamente concebidos como territorios o franjas de naturaleza afirmativa y po- sitiva, probada por su carácter hermenéutico, por el poder que ofrece al “decir” en cuanto a la conexión o enlace, tanto de comunicación, como de diferenciación entre lo que sucede “aquí” en el ámbito en el cual se habla y se responde, o se dialoga, y aquel ámbito (encerrado en sí), en el cual solo se advierte un referente de silencio. (406, énfasis en el original)

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El “cruce de miradas desde España y América” propuesto por los autores ed , a l

queda, sin embargo, en cierta medida pendiente. A pesar del loable esfuerzo a v a Z

realizado por problematizar la comunicación en zonas de conflicto, la voz can- l e u

tante sigue siendo la de aquellos que han escrito la Historia. Hace falta dar la n palabra a los que han quedado en ese “referente de silencio”. Estas reflexiones son un muy buen punto de partida. José Ma y s à y s Pa i d u r Bibliografía t Ger

Jakobson, Roman. “On Linguistic Aspects of Translation”. Ed. R. A. Brower. On ~

Translation. Nueva York: Oxford University Press, 1966. 232-239. Impreso. Trías, Eugenio. Lógica del límite. Barcelona: Destino, 1991. Impreso. La mediación lingüístico-cultural

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 227 26/01/15 10:37 FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 228 26/01/15 10:37 a revista Fronteras de la Historia recibe contribuciones inéditas en el área de historia colonial cuya importancia sea fundamental para el avance de la L discusión dentro de la disciplina. Deben ser trabajos originales, producto de investigaciones y contribuciones significativas a la historia colonial latinoa- mericana. También se publican reseñas de libros publicados recientemente que traten sobre temas relacionados con la especialidad de la revista. Los textos sometidos a consideración deben presentarse con el siguiente formato: Letra Times New Roman, 12 puntos, interlineado sencillo, tamaño carta, con márgenes iguales de 3 cm. Se debe enviar una versión del texto en formato de Word para Windows. Se acepta el envío de artículos por correo electrónico. Los artículos deben tener una extensión máxima de 60.000 caracteres con es- pacios (20 a 25 páginas), incluyendo las notas a pie de página y la bibliografía al final del texto. Se debe agregar al comienzo un resumen en español y en inglés de una extensión máxima de 800 caracteres con espacios (10 líneas). Las reseñas tendrán una extensión aproximada de 12.000 caracteres (4 páginas). En una hoja aparte se pondrán los siguientes datos: título del articulo o la reseña, nombre del autor, afiliación institucional y un currículo abreviado (máximo 10 líneas). Si se incluyen mapas, ilustraciones o cualquier tipo de gráfico expli-

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FRONTERAS DE LA HISTORIA 19-2 INT.indd 229 26/01/15 10:37 cativo dentro del documento, se debe enviar una copia digital en formato jpg o tiff, con una resolución mínima de 300 dpi (pixeles por pulgada). Se debe indicar con claridad la fuente de donde proviene. Los derechos de reproducción de dichas imágenes, gráficas y mapas, deben ser gestionados por el autor del artículo, cuando esto sea necesario. La revista Fronteras de la Historia sigue las normas de citación de la mla (Modern Language Association). Los autores deberán tenerlas en cuenta. Normas para el envio de manuscritos La revista es una publicación semestral. El primer fascículo del año comprende el periodo entre enero y junio. Para este número se reciben artícu- los hasta el 31 de julio del año anterior a la publicación. El segundo fascículo corresponde al periodo entre julio y diciembre. Para este número se reciben artículos hasta el 31 de enero del año de la publicación. Una vez recibidos, los borradores serán sometidos a dos evaluadores anó- nimos, ajenos al comité editorial quienes determinarán si el artículo cumple con los requisitos para ser publicado en la revista. El resultado de este dictamen será informado oportunamente a los autores. El texto puede ser aceptado sin modificaciones, aceptado condicionado a una serie de cambios o rechazado. Cuando los conceptos de los jurados tengan discrepancias, el texto será some- tido a discusión por parte del comité editorial o de un tercer jurado. Todo el proceso puede durar aproximadamente seis meses. En caso de que el manus- crito sea aceptado, con algunos cambios, las observaciones de los evaluadores deberán ser atendidas por el autor, quien deberá hacer los cambios necesarios en el plazo que le será indicado por el comité editorial. Durante el proceso de edición, los autores serán contactados por el grupo editorial, para aclarar dudas y rectificar datos de ser necesario. Los artículos enviados a la revista no deben ser postulados para publi- cación simultánea en otros medios. El envío de los manuscritos implica la aceptación de las normas por parte de los autores. Para cualquier información adicional se puede consultar nuestra página web.

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En este volumen:

➻ ANEL HERNÁNDEZ SOTELO: La inconmensurabilidad del demonio. Aproximaciones interpretativas a un pacto demoniaco novohispano (siglo xviii)

➻ PAULA ERMILA RIVASPLATA VARILLAS: Los médicos y los cirujanos mulatos y de otras castas en la Lima colonial

➻ JAIME ANDRÉS PERALTA AGUDELO: De “delirios ignorantes” a “cultas reflexiones”: la Ilustración europea y la apropiación de los saberes de la periferia colonial

➻ MIGUEL ANTONIO SUÁREZ ARAMÉNDIZ: “Para un mejor servicio al rey y a la república”: formas de acceso a la burocracia civil y redes sociales en Valledupar (provincia de Santa Marta), c. 1770-1808

➻ RAÚL O. FRADKIN: Las milicias de caballería de Buenos Aires, 1752-1805

➻ RAFAEL CASTAÑEDA GARCÍA: Hacia una sociología fiscal. El tributo de la población de color libre de la Nueva España, 1770-1810

➻ MARÍA EUGENIA CHAVES MALDONADO: El oxímoron de la libertad. La esclavitud de los vientres libres y la crítica a la esclavización africana en tres discursos revolucionarios

Contacto: Puntos de venta: [email protected] · Instituto Colombiano de Antropología Visite nuestra página web: e Historia ICANH www.icanh.gov.co/Publicaciones Librería: Calle 12 n.° 2 - 41 Bogotá, Colombia Visítenos en las redes sociales: Teléfono: (571) 444 0544 ext. 118 www.facebook.com/FronterasDeLaHistoria · Pricipales librerías colombianas www.twitter.com/FrontHistoria

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