La Monarquía En La Gran Colombia Caracciolo Parra Pérez Versión
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
TERCERA PARTE I LOS CONSEJOS DE HARRISON Así, pues, para setiembre la conjura monárquica había hecho / \ progresos decisivos y, en su nota del día 7, el general Harri- J i V son da cuenta de ellos y de las últimas medidas tomadas por el gobierno para lograr su intento: ”E1 drama político de este país marcha rápidamente hacia su desenlace (en francés en el texto: dénouement). La serenidad aparente del pueblo ha llevado a los amigos del general Bolívar a creer que no se opondría ningún obs táculo a sus planes y el delgado velo que los cubría está casi entera mente apartado. En carta a un miembro de la convención (futuro congreso), de esta ciudad, recibida la semana última, Bolívar propone: una presidencia vitalicia; el derecho a nombrar su sucesor, también vitalicio; el nombramiento de todos los oficiales (¿funcionarios?) responsables sólo ante él; y un senado hereditario, cuyos miembros nombraría él. Sus amigos, no obstante, obrando sin duda de acuerdo con sus deseos, insisten en una monarquía tanto de nombre como de poder. El señor Vergara conferenció con el encargado de Negocios de Inglaterra, en la tarde de anteayer, a fin de saber lo que pensase el gobierno inglés de una medida de este género. Hay poca duda de que existe correspondencia sobre la materia entre este gobierno (de Colombia) y el comisionado francés aquí; y se cree generalmente, ignoro si con razón o sin ella, que el proyeao halla estímulo por ese 510 C. PARRA - PÉREZ lado. Los ministros se regocijan mucho con sus perspectivas de buen éxito. Creen que no habrá la más ligera conmoción y que este importante cambio se efectuará con la aquiescencia casi universal del pueblo. ’’Nadie está opuesto a las medidas del gobierno, excepto algunas viejas y unos pocos tenderos”, dijo hace dos días el presidente del Consejo. Declaraciones semejantes han sido hechas por otros ministros”. Léanse también las siguientes frases, que confirman cuanto sabía el gobierno de estar el ministro norteamericano más que al corriente de las tramas revolucionarias y en especial de las del general Córdoba: ’’Pero su seguridad causará su ruina. Se prepara una mina, ya car gada, que pronto les estallará encima. Obando está en el campo de Bolívar seduciendo las tropas. Córdoba ha seducido el batallón de Popayán, y va ahora al Cauca y a Antioquia, provincias ambas ma duras para la revuelta. Gran parte de la población de esta ciudad (Bogotá) está comprometida en el plan. Hay consultas constantes. Se distribuye dinero a las tropas, y los miembros del gobierno no saben todavía nada de estos movimientos. El medio de que se valen los liberales para disimular sus miras es un derrame eterno y extrava gante de adulaciones sobre el general Bolívar”. Acerca de la inmi nente rebelión de Córdoba, Harrison da seguridades de que será bien realizada: ’’Córdoba obrará prudentemente. Se espera que a me diados de octubre o principios de noviembre comenzará por publicar una proclama al pueblo”. Con fecha 14 de aquel mismo mes Harrison comunica nuevos por menores y precisa las intenciones de Córdoba y sus planes estratégicos y agrega, en nota que traduce Urrutia: ”Es verdaderamente asom broso y muestra la impopularidad extrem.a del gobierno el que los miembros de éste ignoren completamente estos movimientos. El secretario de Guerra observó hace algunos días a varios que lo acom pañaban que todo marchaba favorablemente para el proyectado cambio de gobierno. En este momento los liberales están procurando hacerse de las armas del parque”. Adelantamos, para mayor inteligencia de lo que va a seguir, que el general Harrison parece haber cambiado más de una vez impresio- ■7^ EL DUQUE DE CHARTRES RETRATO CONTEMPORÁNEO LA MONARQUÍA EN LA GRAN COLOMBIA 511 nes sobre la situación política y diplomática con el coronel Campbell, encargado de Negocios de Inglaterra, y ello a pesar de las divergencias fundamentales que debían existir entre los dos, sea en virmd de los intereses respectivos de sus países, sea en cuanto a ideas políticas personales. Varios indicios se hallan en las correspondencias de ambos, que el lector podrá notar comparándolas. Por el momento, Harrison escribe con fecha 27 de mayo: ’’Tengo varios motivos para creer que el representante británico ha sido enterado de todas las medidas tomadas por la facción que gobierna aquí: Puede suceder que, después de haber logrado el objeto principal (el establecimiento de la monarquía), sus intenciones sean de tratar que se dé otra direc ción al asunto de la sucesión que no fuese para un príncipe Borbón. Uno de los proyectos de que se habla es el de que se autorice a Bolívar para designar varios individuos, entre los cuales la convención esco gerá un sucesor”. Con el agente francés Bresson llevó también Harrison relaciones amistosas y al parecer frecuentes. Cuando, con motivo de la rebelión de Córdoba, se temieron dismrbios en Bogotá, el ministro dijo a Washington: ”En el caso de un conflicto en esta ciudad temo mucho por la seguridad de mis dos amigos personales que representan los gobiernos francés e inglés”. La aaimd de oposicionista que el ministro de los Estados Unidos no cuidaba de ocultar, irritaba tan extremadamente al doctor Vergara que, olvidando toda compostura, prorrumpía en diatribas contra aquél y, cosa a todas luces excesiva, contra el antiguo presidente Adams y su secretario de Estado. En carta al Libertador, el ministro de Relacio nes Exteriores denuncia ”el complot infernal” de Harrison y del cónsul inglés Henderson quienes, valiéndose del relojero Gooding, se proponían asesinarlo en compañía de Urdaneta, de Leandro Miranda, de García del Río y de Bresson. Efectos eran esos de ”la intrigante y maligna administración de dos malvados tan insignes como Adams y Clay”. Una nota de Bresson a París, fecha 14 de octubre, expone en frases impresionantes aquel horroroso complot fraguado contra los monár quicos y el gobierno, especie de San Bartolomé o cosa parecida, de 512 C PARRA-PÉREZ ’’bogotazo”, diríase ahora. Oigase, de boca del francés, tan inverosímil relato: ’’Hemos escapado aquí a peligros más grandes que los que imaginábamos. Se han desvelado en toda su extensión las maquina ciones ligadas a la empresa del general Córdoba. Se nos preparaba una repetición de las escenas de México; y los artesanos de este nuevo crimen eran del mismo origen que los que trastornaron aquella desgraciada capital. Afirmo semejante hecho no por vagos rumores sino en virtud de la prueba menos revocable, el testimonio más cierto. Un juramento obligado me fuerza a callar la fuente de mis informa ciones, pero algún día podré abrirme con V. E. sin reserva. La legación de los Estados Unidos, la de México y el cónsul general de Su Majes tad Británica conocían este odioso proyecto. Al propio tiempo que Córdoba recibía, de fuera, consejos y alientos, en la misma capital se ponía el puñal en las manos de todos los vagamundos, de todos los americanos del Norte (sic) arrojados de su país por crímenes y deudas; y los escogidos como víctimas eran los miembros del gobierno y los del cuerpo diplomático designados a los puñales por sus opiniones monárquicas. La precipitación de Córdoba y la indiscreción de ciertos cómplices hicieron abortar los atentados. Los señores Henderson y Harrison habían tenido la precaución de retirarse al campo con sus familias, algunos días antes de los fijados para la ejecución; pero felizmente este último, antes de partir, quiso alertar a un hombre honrado quien, con emoción muy respetable, reveló todo al gobierno. Tales fueron las primeras informaciones que determinaron al Consejo a expulsar del país a los señores Henderson y Harrison. Dulcificóse la orden después; pero nuevas luces recibidas ayer han hecho que se la reitere en todo su rigor. El encargado de Negocios de México está comprometido menos positivamente, y se esperará todavía antes de obrar. Con extrema repugnancia, monseñor, hablo a V. E. de tan atroz complot, pues no habría creído que tal fuere nunca materia de la correspondencia que tengo a honra seguir con ella. Aun he querido que V. E. ignorase gran número de bajas intrigas, de maniobras cobar des dirigidas contra mí desde que llegué a Bogotá; apenas le habría hablado de las amenazas anónimas que recibía diariamente y de los pasquines fijados de noche en los lugares públicos para sublevar al LA MONARQUÍA EN LA GRAN COLOMBIA 513 populacho contra quien venia —decíase— a dar un rey a Colombia y a devolverla a los Borbones (subrayado en el texto). Habría temido aparecer como dándome importancia y excitando el interés del gobier no de Su Majestad. Cumplía con mi deber, daba cuenta a V. E., día por día, de mis pensamientos y pasos; y, seguro de la pureza de mis intenciones, esperaba sin inquietud el juicio que ella formase de mí. Hoy, monseñor, sé que estas calumnias se han divulgado afuera, y he tenido ante mis propios ojos pruebas de que Mr. Harrison escribió al gobierno de los Estados Unidos que como resultado de acuerdo secreto establecido entre el gobierno de Su Majestad y el partido monárquico en México y en Colombia, el gobierno de Su Majestad me había enviado para secundar sus proyectos y que, apartado de mi itinerario por los sucesos de México, que no me parecía ya terreno seguro, había venido aquí a cumplir esa misión" (subrayado en el texto). Bresson atribuye gran parte de la intriga urdida contra él a Torrens, encargado de Negocios mexicano, ’’amigo y confidente en todo pensa miento de los señores Henderson y Harrison”. Por su lado, está dis puesto a cumplir las instrucciones que reciba, cualesquiera que fueren los riesgos; pero cree útil que su gobierno dé ’’algunas explicaciones” al de Washington que destruyan aquellas ’’impresiones injustas”, ins piradas por Harrison.