Poder Judicial de la Nación Accidente de tránsito. Defensa del consumidor.

En , a los 5 días del mes de octubre de dos mil uno, reunidos los Señores Jueces de Cámara en la Sala de Acuerdos fueron traídos para conocer los autos seguidos por “DE BLASI DE MUSMECI,

CLAUDIA C/ ARGENTINA SOCIEDAD ANÓNIMA Y OTROS

S/SUMARIO”, en los que, al practicarse la desinsaculación que ordena el artículo 268 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, resultó que la votación debía tener lugar en el siguiente orden: Doctores Monti, Di Tella,

Caviglione Fraga.

Estudiados los autos la Cámara plantea la siguiente cuestión a resolver.

¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada de fs. 2216/2232?

El Señor Juez de Cámara Doctor José Luis Monti dice:

I) Viene apelada la sentencia de fs. 2216/2232, aclarada a fs.

2256/2258, por la cual la primer sentenciante admitió parcialmente la acción tendiente al resarcimiento de los perjuicios derivados de un accidente vial en el que perdió la vida el menor N. Musmeci y sufrieron diversos daños otros ocupantes del mismo automóvil en el que aquél viajaba.

El accidente se produjo en circunstancias en que la coactora Claudia De

Blasi conducía un vehículo Duna, modelo 1994, en cuyo interior se hallaba su hijo, junto con otros familiares. Conforme expresó la parte actora en su demanda, el automóvil, que había sido comprado a nuevo, presentaba una falla en la caja de dirección y a raíz de ese desperfecto se tornó en cierto momento “inmanejable”, lo que provocó un vuelco, en el que no intervinieron otros automotores. El hecho ocurrió el 6.10.1994 en la ruta nacional 2.

Junto con la Sra. De Blasi, viajaban en el vehículo: su otra hija menor de edad, A. Musmeci, hermana de N. ; Julia Pérez de De Blasi, abuela de los

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menores, y C. De Blasi, tío de aquéllos. El padre del niño fallecido no viajaba en el automóvil.

Los cónyuges Musmeci demandaron en autos la indemnización de los daños sufridos por ellos, a raíz de la pérdida de su hijo N. y un resarcimiento en representación de su hija A. . Por su parte, la Sra. De Blasi reclamó por los perjuicios padecidos a título personal, y su madre, la Sra. Pérez de De Blasi, demandó también una indemnización en nombre propio y en representación del menor de edad C. De Blasi.

Fueron demandados: Sevel Argentina S. A., Sevel Repuestos S. A.,

Luva S. A., Fiat Argentina S. A., y Trinter S. A.. No obstante, la acción

únicamente se mantuvo con respecto a la primera de las firmas mencionadas.

II) Sevel Argentina S. A. solicitó el rechazo de la demanda. Tras sostener que no tenía constancias del estado del automóvil en el momento del accidente, argumentó que éste se habría producido como consecuencia de

“morder” la banquina, y que el fallecimiento de N. Musmeci habría obedecido a la culpa de quienes estaban encargados de cuidarlo, ya que no habría estado debidamente sujeto. Destacó que los restantes ocupantes del automóvil habían sufrido heridas leves y agregó que la alineación de las ruedas y los brazos de dirección era correcta y que no podía explicarse cómo, si el accidente ocurrió varios meses después de su compra, habría aparecido el vicio el día del vuelco, sin haberse advertido con anterioridad desperfecto alguno.

Intervinieron en el sub lite como aseguradoras de Sevel S.A. citadas en garantía: Compañía Argentina de Seguros Providencia S. A., La Meridional

Compañía Argentina de Seguros S. A., Iguazú Compañía de Seguros S. A.,

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Allianz Ras Argentina S. A. de Seguros y Sud América Compañía de Seguros de Vida y Patrimoniales. No obstante, hubo cambios parciales en la integración del conjunto de compañías de seguros citadas (v. gr.: cambio de denominación, fusión, liquidación), tal como surge del escrito de fs. 2695.

III) En su sentencia, la jueza de la anterior instancia puso de relieve que, según la información pericial obrante en la causa, el hecho había ocurrido porque el vehículo se quedó “sin dirección” a raíz de una deformación en la cremallera de la caja de dirección, provocada por una falla en su tratamiento térmico -hipotemple-. La sentenciante consideró que, si no hubiera existido esa falla que ocasionó el accidente, éste no hubiera acaecido y el menor no hubiera fallecido, a pesar de no haber estado aparentemente sujeto en el momento del siniestro. A propósito de esto último, observó que no se había acreditado en la causa que el automóvil tuviera tantos cinturones de seguridad como pasajeros. Todo ello llevó a la magistrada a concluir que Sevel S.A. había sido responsable del accidente.

En cuanto a los daños y perjuicios, la a quo expresó, en primer término, que no se encontraban legitimados para reclamar daño moral por el deceso del menor Musmeci los coactores A. Musmeci, Julia Pérez de De Blasi y C. De

Blasi.

En cuanto a los padres del menor fallecido, confirió una indemnización de $600.000, con más intereses a tasa activa acumulativa desde los cinco días de quedar firme la sentencia. Asimismo, fijó los siguientes resarcimientos:

$100.000, a Claudia De Blasi, por daños físicos y psíquicos; $50.000, a Julia

Pérez de De Blasi, por igual concepto; $20.000, a A. Musmeci, a título de daño psíquico; y $10.000, a C. De Blasi, por daño psíquico. A todos los

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montos indicados ordenó la a quo añadir los intereses computados de la manera antes indicada. Por último, ordenó a la demandada entregar a Vicente

Musmeci un vehículo de similares características al siniestrado.

IV) La sentencia fue apelada por: los coactores, la demandada, las compañías de seguro citadas en garantía y el Defensor de Menores de la instancia anterior.

(1) Los coactores cuestionan en común que la primer sentenciante no haya ordenado el devengamiento de intereses desde la fecha del accidente.

Para el supuesto de mantenerse el criterio de la jueza, solicitan que los intereses se apliquen desde la fecha de la sentencia de primera instancia.

Después incluyen en su memorial reclamos particularmente referidos a cada uno de ellos.

Los padres del menor fallecido, Vicente Musmeci y Claudia De Blasi, reclaman una indemnización por “valor vida” respecto de su hijo N. , que habría sido omitida en la sentencia apelada y que, de entenderse comprendida en el resarcimiento por daño moral, tornaría a éste insuficiente en su cuantía.

En cuanto a la indemnización por daños físicos y psíquicos de la madre,

Claudia De Blasi, se cuestiona el monto fijado por la sentenciante por considerarlo insuficiente; se añade que debieron determinarse sumas discriminadas por cada uno de aquellos tipos de daños y establecerse una vía para el restablecimiento de la salud psíquica de la Sra. De Blasi, dada la grave afección que padece.

En cuanto a Vicente Musmeci, además de la indemnización por “valor vida” en los mismos términos que su cónyuge, se reclama una compensación por daño psíquico. En otro orden, con relación al mismo coactor, se

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controvierte la decisión que dispone la entrega de un automóvil similar al que había comprado, pues al reclamar el “valor” del auto no sería dable interpretar que pretendiera la entrega de otro automotor por el mismo fabricante. Por eso se solicita el pago de una suma de dinero equivalente al valor del vehículo, con más intereses.

Con relación a A. Musmeci, la otra hija menor del matrimonio, se solicita una indemnización por daño moral en su condición de damnificada directa y el incremento del resarcimiento por daño psíquico.

A su vez, Julia Pérez de De Blasi, también reclama una indemnización por daño moral como damnificada directa y el aumento del resarcimiento por daños físicos y psíquicos, además del tratamiento separado de estos rubros.

Del mismo modo, para C. De Blasi, se solicita una indemnización por daño moral como víctima del accidente y un mayor resarcimiento por daño psíquico.

Los codemandantes requieren que la sentencia se extienda a las compañías de seguros citadas en garantía. Por último consideran que debería ordenarse a la demandada retirar los restos del vehículo para que se analicen debidamente y evitar nuevos accidentes como el de este litigio, efectuando alguna gestión para evitar daños a otros consumidores, o encomendar éstas al

Agente Fiscal instruyendo eventualmente al Poder Ejecutivo Nacional o a quien corresponda en la Provincia de Buenos Aires, a los efectos de lograr un seguimiento de las obligaciones de la demandada en este aspecto (memorial de fs. 2585/2591, contestado a fs. 2611/2613 por la demandada, y a fs. 2614/2617 por las citadas en garantía).

(2) Sevel S.A., expresa en primer lugar que tras el examen de la

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sentencia apelada y de la prueba pericial mecánica, limitará sus agravios al monto de las indemnizaciones. Al respecto, cuestiona la acordada a los padres del menor fallecido de $600.000, que considera conceptualmente limitada al daño moral invocado, no así al daño patrimonial -“valor vida”- que, a su entender, no habría sido probado en autos. Destaca que aquella suma excede en seis veces el monto reclamado por daño moral en la demanda. En el mismo orden de ideas, sostiene que el menor no viajaba con el cinturón de seguridad ajustado y que su madre y su abuela no habían tomado las medidas de seguridad del caso, por lo que esa circunstancia debería tomarse en cuenta para disponer una distribución equitativa de responsabilidad. Más adelante, objeta el monto del resarcimiento concedido a Claudia De Blasi en concepto de daños físicos y psíquicos; arguye que en lo pertinente la sentencia sería nula y que dicho monto sería excesivo teniendo en cuenta el reclamo inicial y las circunstancias personales de la víctima. También cuestiona la cuantía asignada a la indemnización por daños físicos y psíquicos de Julia Pérez de De

Blasi, la cual no se justificaría teniendo en consideración el tipo de lesiones por ella sufridas y sus dolencias ajenas al accidente sub lite. Por último, objeta la indemnización por daños psíquicos otorgada a C. De Blasi y A. Musmeci, la cual no encontraría sustento en las pruebas de la causa (memorial de fs.

2605/2608, contestado a fs. 2620/2628).

(3) Las compañías citadas en garantía observan que la primer sentenciante las condenó genéricamente, en lugar de extender la sentencia en la medida del seguro y en proporción a la cuota que cada una de ellas tiene en el aseguramiento. Cabe consignar que, si bien las compañías de seguro intervinieron en autos conjuntamente, cada una había asumido una parte del

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riesgo (coseguro). En cuanto a la pieza defectuosa, las recurrentes apuntan que no habría pruebas de la identidad de la pieza objeto del examen pericial con aquella que tenía el automóvil al salir de la fábrica y en el momento del accidente, lo cual habría sido materia de oportuna objeción. Sobre el particular, aducen que el automóvil quedó durante un tiempo prolongado antes del inicio de este juicio bajo la custodia inmediata de la parte actora. Con respecto a la causa del deceso del menor, sostienen que éste presumiblemente no se hallaba con el cinturón de seguridad puesto, circunstancia que habría interferido en el nexo causal. En cuanto a los montos resarcitorios, expresan que son arbitrarios. La suma otorgada a los padres de N. sería excesiva en relación con lo pedido en la demanda; idéntica crítica les merecen las indemnizaciones conferidas por daños físicos y psíquicos a Pérez de De Blasi,

A. Musmeci y C. De Blasi. En otro orden, las compañías de seguro expresan que la sentencia carece de fundamentación normativa. Por último, señalan que la tasa de intereses futuros fijada en la sentencia no se adecua a la peculiaridad de tratarse de un crédito que aún no pasó en autoridad de cosa juzgada, debiéndose excluir la aplicación de la jurisprudencia plenaria del Fuero sobre la materia, concebida para supuestos distintos, esto es, obligaciones comerciales acordadas convencionalmente (memorial de fs. 2593/2603, contestado a fs. 2620/2628).

(4) El Defensor de Menores de Cámara, en representación de A.

Musmeci, mantuvo el recurso de apelación deducido por idéntico funcionario de la anterior instancia. Adhiere a la fundamentación recursiva de la parte actora. Reclama que la sentencia sea modificada en el sentido de reconocer a su representada un resarcimiento por daño moral, así como que se incremente

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el monto fijado para ella por daño psíquico y que se calculen intereses desde la producción de los perjuicios. También solicita la extensión de la condena a las compañías de seguro y que se ordene el depósito en una cuenta judicial de la suma indemnizatoria para su defendida. Por último, para el Defensor de

Menores tendría que imponerse a la fabricante que analice debidamente los restos del vehículo a fin de evitar nuevos accidentes como el que dio origen a este litigio, con automóviles semejantes, debiéndose informar al Tribunal sobre las medidas arbitradas (memorial de fs. 2643/2648, contestado a fs.

2652/2653 por la demandada, y por las citadas a fs. 2655/2656).

V) Dos cuestiones previas deben ser despejadas antes de abordar los aspectos sustanciales del debate sub lite. Por una parte, si se configuró en esta instancia una inconducta de la demandada, según fue alegado por la actora, quien solicitó la aplicación de sanciones (fs. 2665/2668); y por la otra, la impugnación de nulidad de la sentencia que formula la demandada en lo concerniente a la indemnización por daños físicos y psíquicos concedida a la coactora Claudia De Blasi, que no se adecuaría a lo exigido en la demanda, según señala la nulidicente.

En cuanto a lo primero, no advierto en las presentaciones de la demandada manifestaciones que comprometan su conducta en el trámite de estas actuaciones. Sus expresiones no escapan de un esfuerzo defensivo encuadrable dentro del ejercicio de la facultad procesal de esgrimir una argumentación acorde con su tesitura en autos, más allá de la suerte que pueda tener su defensa conforme surgirá de los considerandos siguientes, por lo que no cabe la aplicación de sanciones a su respecto.

En segundo lugar, considero que el planteo de nulidad que trae la

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recurrente no debe ser objeto de tratamiento autónomo, por cuanto carece de utilidad examinarlo cuando los defectos que se invocan pueden ser subsanados por vía de la apelación, como acontece en el sub lite. La actora procura en este punto, una sentencia ajustada a derecho, lo que puede obtenerse mediante la revisión provocada por la apelación, recurso que comprende al de nulidad, como dispone el art. 253 del Código Procesal. Corresponde, pues, desestimar el pedido de nulidad articulado (conf. esta Sala, 9-III-98, en la causa

“Compañía de Radiocomunicaciones Móviles S. A. c/Tricarico, Marta Beatriz s/sumario”, entre otros). Seguidamente, trataré las argumentaciones en que se basan las respectivas apelaciones.

VI) Por una razón de orden metodológico, corresponde considerar en primer término si las compañías de seguro se hallan habilitadas para objetar la sentencia de primera instancia en aquellos tópicos vinculados con la responsabilidad de Sevel S.A., en tanto dicha firma no ha cuestionado aquí lo atinente a su responsabilidad, sino que aclaró explícitamente que su apelación quedaba acotada a los montos indemnizatorios (v. fs. 2605). Cabe recordar que son dos los agravios formulados por las compañías de seguro: uno referido a que la pieza que tenía el automóvil en el momento del hecho no sería la misma que fue materia del peritaje técnico, y el otro -coincidente en sustancia con una de las argumentaciones recursivas de su asegurada- relacionado con la circunstancia de que el menor fallecido se habría hallado presuntamente sin cinturón de seguridad en el momento del siniestro. Como es obvio, el juicio acerca de la legitimación recursiva de las aseguradoras en torno de tales cuestiones, nada anticipa sobre el mérito que quepa atribuir a sus agravios.

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Pues bien, como fue dicho, el tenor del escrito de fs. 2605 implica virtualmente un reconocimiento de responsabilidad por parte de la demandada, el cual, en todo caso, debió contar con la anuencia de las compañías de seguro citadas en garantía (conf. art. 116, 2do. párrafo, ley 17.418). Esa anuencia no se ha dado en el caso y prueba de ello es que las aseguradoras objetan la sentencia, incluso en lo que hace a la atribución de responsabilidad a Sevel.

En tal contexto, no encuentro obstáculos para considerar los agravios de las aseguradoras, por cuanto vedar a éstas, que quedarán alcanzadas por los efectos de la cosa juzgada (art. 118, 3er. párr., ley 17.418), la posibilidad de apelar la sentencia en casos como el sub lite importaría negarles su calidad de partes en la causa, que revisten desde el momento en que fueron traídas al juicio (arg. arts. 91, in fine, y 96 del Cód. Procesal; v. comentario al fallo de la

Sala B de esta Cámara in re “Pérez Robelo, A. v. Garaje Prada”, sentencia del

28.2.79, LL, 1979-B, p. 659, en Halperín, Isaac: “Seguros”, 2da. ed. actualizada por Juan C. F. Morandi, Depalma, Bs. As., 1983, t. I, p. 489).

En este sentido, parece razonable concluir que la garantía de la defensa en juicio impone asegurar la viabilidad formal de la impugnación deducida por las aseguradoras, pues como tiene dicho la Corte Suprema de la Nación, resolver de otro modo significaría desconocer “el carácter personal del interés defendido por la aseguradora, protegido dentro del sistema de la ley de seguros”, conforme al cual “le asiste todo el conjunto de cargas, deberes y facultades procesales contemplados por el ordenamiento ritual para las partes, con autonomía de la actitud seguida por el asegurado” (ver, entre otros, CSJN, in re “Ruth Antonia Lanza Peñaranda c/Transportes Quirno Costa S.A. y otros”, del 27.11.90, Fallos:313:1268; “Barrios, Nicomedes v. Osvaldo

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Crimaldi y Cía. S.C”, sentencia del 16.2.93; “Rec. de hecho deducido por La

Holando Sudamericana Compañía de Seguros S.A. en la causa “Castillo de los

Santos, Rodolfo c/Manferro S.A.”, del 6.5.1997, ED, t. 174, p.360; ver también: SCBA, 10.6.97, in re “Mufarell, José Alberto c/Aguirre, Rubén F. y otros s/daños y perjuicios”, ED, t. 174, p. 334; idem, 8.7.97, in re “Belmonte,

Francisco c/Hidrodinámica Vázquez S.A. s/indemnización por accidente”, ED, t. 174, p. 350; ver nota de Barbato, N. Héctor: “Naturaleza y extensión de las defensas articulables por la aseguradora citada en garantía”, ED, t. 174, p.

330).

Por tales razones, cabe reconocer a las aseguradoras citadas a la causa la facultad procesal de expresar los agravios ya señalados, cuyo tratamiento se hará en los apartados siguientes.

VII) En primer lugar, corresponde considerar la cuestión planteada en torno de la pieza mecánica objeto del peritaje técnico. Esa cuestión no fue articulada concretamente por las aseguradoras al impugnar el informe pericial.

En esa oportunidad, su representación letrada solicitó del perito ingeniero una serie de precisiones sobre la terminología técnica empleada en el informe, mas no formuló ninguna crítica específica basada en la circunstancia que se destaca ahora en el recurso sub examine (fs. 1861/1861 bis). Esa omisión, dadas la naturaleza y la gravedad de la alteración insinuada, determina que la argumentación ensayada resulte tardía.

Por otra parte, no advierto nada en el material probatorio reunido en la causa que sustente la menor sospecha sobre alguna alteración o modificación de la pieza, como insinúan las aseguradoras. Por el contrario, el perito ingeniero no advirtió ninguna anomalía en cuanto al origen de fábrica de las

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piezas constitutivas del sistema de dirección del vehículo (v. fs. 1805 vta./1806). Y durante el desarrollo de la extracción de la caja de dirección, operación grabada en el videocasete allegado como prueba (filmación que he tenido a la vista), tampoco se hizo notar por parte de los técnicos allí presentes anomalía alguna sobre el particular.

En todo caso, una afirmación de esa entidad, que involucraba nada menos que una supuesta sustitución fraudulenta del sistema de dirección del automóvil, debió ser materia de prueba precisa y concluyente por parte de los interesados en acreditar la aducida maniobra (conf. art. 377, Cód. Proc.). En la especie, las aseguradoras, se encontraban, además, en virtud de su vínculo con la fabricante, en óptimas condiciones para lograr eventualmente un esclarecimiento sobre el punto.

Lo cierto es que ninguna prueba hay al respecto y el silencio de la demandada acerca de este asunto en su recurso, confirma que no caben dudas en lo atinente a la autenticidad de las piezas de dirección materia del peritaje.

Corresponde, pues, desechar esta objeción de las aseguradoras citadas, no sólo por su extemporaneidad sino por carecer de todo fundamento serio.

Asimismo, la objeción hecha por las compañías de seguro en cuanto a los defectos que genéricamente atribuyen a la fundamentación normativa de la sentencia apelada, carece de la entidad de un agravio en los términos del art.

265 del Cód. Procesal, por cuanto no se halla acompañada de un cuestionamiento idóneo a alguno de los aspectos considerados por la primer sentenciante. Por lo tanto, nada corresponde decir al respecto, como no sea que las restantes quejas expresadas por las aseguradoras son tratadas en particular, en relación con cada punto concreto que ha sido materia de agravio.

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VIII) Cabe ahora examinar la observación que formulan tanto la demandada como las aseguradoras en relación con la apuntada circunstancia de que N. Musmeci habría viajado sin usar el cinturón de seguridad, vale decir, sin estar sujeto en el momento del accidente.

Es cierto que el uso o no de cinturón de seguridad puede tener relevancia a la hora de precisar el grado de incidencia causal de los distintos factores que concurren en un desenlace dañoso. Y sea bajo el prisma de esa incidencia causal o de la atribución de cierta medida de culpa o negligencia en quien omitió el uso de ese resguardo, algunos precedentes jurisprudenciales han fundado en ese dato una disminución en la cuantía de la indemnización (v.

CNCivil, Sala I, 21.10.99, in re “Rivero, María Isabel c/Osne S.A. y otros s/daños y perjuicios”, Gaceta de Paz, 20.3.01, p. 3). Sin embargo, el caso sub lite ofrece ciertas particularidades que no pueden pasarse por alto.

Si bien el pequeño N. aparentemente no llevaba puesto un cinturón de seguridad, la a quo se refirió al punto y observó que no se había acreditado en autos que el vehículo de De Blasi tuviera tantos cinturones de seguridad como pasajeros podían ser ubicados en él (consid. I de la sentencia apelada). Ese dato no fue abordado críticamente por las compañías recurrentes y me parece particularmente relevante en la especie, ya que el hecho de no hallarse el menor sujeto del modo indicado, no puede atribuirse entonces a una negligencia de sus mayores, sino a la disposición de las cosas, y las medidas de seguridad disponibles, según habían sido diseñadas en el habitáculo del rodado. El niño viajaba en el sector medio del asiento trasero, entre su hermana y su abuela, conforme se desprende del testimonio de esta última (fs.

881, resp. 10ma.), sin que se haya demostrado, reitero, la existencia de un

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cinturón para el pasajero que viajara en ese lugar.

En esas condiciones, no puede tener incidencia alguna desde la óptica del art. 512 del Cód. Civil la omisión aducida por la demandada y las citadas en garantía, por cuanto a quienes cuidaban del menor no les era razonablemente exigible una conducta distinta de la que adoptaron, ya que no era posible sujetar a éste con un cinturón de seguridad y no cabe imaginar que la abuela sentada a su lado -recuérdese que su madre conducía-, adoptase una postura tal que -v. gr. manteniendo sus brazos extendidos por sobre el cuerpo del niño- tuviera a éste aferrado a su cuerpo durante todo el viaje.

En ese sentido, es preciso recordar que el menor se hallaba en el asiento trasero, ubicación preferible, por una cuestión de seguridad precisamente, a la parte delantera del rodado, al punto que tal disposición suele recomendarse a los automovilistas que viajan con niños mediante avisos en la ruta. Igual juicio merece el hecho que N. se hubiese sentado en medio de aquel asiento, con la abuela a su lado junto a una de las puertas y su hermana A. , algo mayor que

él (v. fs. 47), del lado de la otra puerta. En síntesis, teniendo en cuenta la cantidad de las personas que viajaban en el automóvil, la edad de aquéllas y la disponibilidad de cinturones de seguridad, no encuentro motivos para formular reproche alguno a la ubicación y el modo en que N. Musmeci se hallaba situado. Antes bien, cabe considerar que su familia adoptó las medidas de prudencia que se encontraban a su alcance, por lo que no es factible ningún reproche a los actores por las modalidades adoptadas en el interior del vehículo en relación con el lamentable suceso.

De otro lado, tampoco sería factible dirigir un reproche a la demandada por la ausencia de ese cinturón adicional, toda vez que no es dable afirmar que

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las disposiciones técnicas relativas a las medidas de seguridad exigibles en la fabricación de vehículos del tipo que aquí se trata, previeran la instalación de un cinturón de seguridad para el sector medio del asiento trasero, en la época en que fue fabricada la unidad objeto de autos. En tal sentido, las Normas

Complementarias del Reglamento Nacional de Tránsito y Transporte, aprobadas por el Decreto 875/94, se refieren a este tema, en particular los arts. 26 a 28 y el anexo C al art. 28 inc. a, publicadas en el Boletín Oficial del

27.6.94; de estas directivas se infiere la previsión de cinturones del tipo

“abdominal o cintura” para los “asientos intermedios” (ver apartados 1.2.1.3 y

1.2.2.2), lo que podría alcanzar a vehículos como el que ha sido objeto de autos, pero, en todo caso, su vigencia no podría retrotraerse a una época anterior y carecería de virtualidad en el sub lite.

De manera que no alcanzo a ver en el caso la interferencia de factores de base subjetiva a los que quepa acordar alguna influencia en el trayecto causal y, por consiguiente, en la imputación de consecuencias a los fines de establecer el alcance de la responsabilidad de la demandada. Ello, claro está, sin perjuicio de tomar en consideración todo lo concerniente a la dinámica en sí del hecho, incluida cierta cuota de fatalidad que pudo haber incidido en el lamentable desenlace final, como parte de las singulares circunstancias del caso que siempre están presentes y tienen gravitación cuando se trata de precisar prudencialmente el quantum de las indemnizaciones que correspondan.

En suma, considero que el agravio esgrimido sobre este punto por la fabricante y las compañías de seguro, debe ser desestimado.

IX) Corresponde considerar ahora los agravios vertidos en torno del

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resarcimiento por daño moral en favor de A. Musmeci, C. De Blasi y Julia

Pérez de De Blasi, rubro que, habiendo sido solicitado ab initio, no fue reconocido por la primer sentenciante. En cuanto a la primera de las nombradas habré de considerar, conjuntamente con el agravio de la actora, el del Ministerio Público Pupilar en lo pertinente.

La a quo desestimó el reclamo con base en que los nombrados codemandantes carecían de legitimación activa para efectuar el pedido resarcitorio por el deceso de N. Musmeci. Sostuvo al respecto que la imposibilidad obedecía a la restricción impuesta por el art. 1078, 2do. párrafo, del Cód. Civil, que en caso de fallecimiento de la víctima, sólo habilita el reclamo por sus herederos forzosos (consid. III).

Sin embargo, tal como se desprende de la ampliación de demanda (fs.

167 y vta.), el resarcimiento de daño moral requerido por los tres accionantes antes nombrados, fue solicitado en virtud del perjuicio sufrido personalmente por cada uno de ellos a raíz del accidente del que fueron víctimas. Vale decir, en su condición de damnificados directos. Con lo que se despeja así la aplicabilidad en la especie de la prohibición del art. 1078, in fine, del Cód. citado.

Y en vistas de las circunstancias que rodearon el caso y el alcance que ha de tener la reparación de los perjuicios, no advierto óbice alguno a la procedencia sustancial de esta indemnización (conf. arts. 1078, 1er. párrafo, y

1083 del Cód. Civil), toda vez que el derecho a una reparación integral tiene base constitucional (CSJN, in re “Santa Coloma c/F., F.A.”, Fallos:308:1160; esta Sala, 15.12.92, in re “Gamarra, Gerardo R. y otro c/Scaff, Julio s/sumario”).

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El monto de la indemnización debe ser ponderado de acuerdo a la

índole propia de este tipo de resarcimiento que, a mi ver, tiene una doble función, pues cabe considerarlo como una reparación a quienes padecieron las aflictivas consecuencias del hecho y también, eventualmente, como sanción ejemplar de un proceder reprochable (esta Sala, 29.3.94 in re “Alba de Pereira,

Victorina c/Morán, Enrique Alberto”; 30.6.93, in re “Giorgetti, Héctor R. y otro c/Georgalos Hnos. S.A.”; 21.6.92, in re “Jakim, Horacio Salvador c/Amparo Cía. Argentina de Seguros S.A.”; entre otros; v. Llambías, Jorge J.:

“Tratado”, t. I, nro. 262). A lo que cabe añadir que en esta materia el sentenciante debe guiarse por un criterio de estimación prudencial (art. 165,

Cód. Procesal).

En virtud de tales parámetros, encuentro apropiado a los hechos sub lite conferir un resarcimiento de $25.000 para cada uno de los coactores mencionados al inicio de este acápite. La suma mencionada comprende los intereses correspondientes hasta la sentencia de primera instancia, debiendo liquidarse los posteriores conforme las pautas que se indicarán para los restantes conceptos resarcitorios. De esta forma debe modificarse la sentencia apelada.

X) En cuanto a una indemnización por “valor vida” que solicitan los padres del menor fallecido, como se recordará, consideran ellos que, si aquel resarcimiento se entiende incluido en la suma de $600.000 que habría sido conferida por la a quo a título de daño moral, esa suma resultaría insuficiente.

La demandada y sus aseguradoras, de su lado, tachan de excesivo aquel monto.

Del tenor de las consideraciones de la primer sentenciante al

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fundamentar el resarcimiento cuantificado en $600.000, surge ciertamente un margen de duda en cuanto a los conceptos indemnizatorios cubiertos por ese monto, sin que sea posible discernir con claridad si éste fue conferido por el daño moral exclusivamente, o si quedaba también alcanzado el reclamado por

“valor vida” (consid. IV). Destaco sobre el particular que en la ampliación de demanda se reclamó un resarcimiento por “valor vida” independientemente del daño moral (fs. 166 vta./167).

Así las cosas, en tanto ese otro rubro fue oportunamente solicitado por la parte actora, el ya citado principio de reparación integral (art. 1083, Cód.

Civil) impone conferirlo a favor de los padres del menor, contemplando no sólo la capacidad de obtener ganancias, sino también toda la cooperación que los reclamantes podían esperar de quien ha fallecido (v. CNCiv., Sala B,

“Knipscheer, Leopoldo B. J. y otros c/Bielle, Roberto y otro”, del 14.9.94, pub. La Ley, 1995-B, p. 223). Creo oportuno reiterar aquí mi propia percepción acerca de la conceptualización de ese “valor vida”, expuesto ya en pronunciamientos anteriores, en el sentido que la vida de un ser humano, de cada ser humano, tiene per se un “valor” que se proyecta sobre sus allegados más próximos, al punto que su pérdida constituye un daño resarcible para

éstos, con prescindencia de cualquier beneficio pecuniario que aquél les hubiese podido -o no- proporcionar (v. esta Sala, 20.8.93, in re “Nisembaum,

Isaac J. y otra c/Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y

Pensionados s/daños y perjuicios”, ED, t. 158, p. 285).

Ahora bien, en lo atinente a la cuantificación de este item, teniendo en cuenta las circunstancias del caso, los importes reclamados en la demanda y la pauta de estimación prudencial ya mencionada, considero apropiado entender

18 Poder Judicial de la Nación Accidente de tránsito. Defensa del consumidor.

englobados ambos rubros, esto es, valor vida y daño moral, en la suma de

$600.000 establecida en la instancia precedente conjuntamente para los padres del niño, suma que además se considera comprensiva de los intereses correspondientes hasta la sentencia de primera instancia.

Creo pertinente señalar aquí que, si bien una adecuada metodología en la materia exigiría deslindar esos dos items que conforman este monto resarcitorio, nada obsta a proceder del modo indicado, como parece haberlo hecho la a quo y como en algún precedente lo hizo esta Sala, si en definitiva se alcanza una indemnización que, considerada en la magnitud de su conjunto, se muestra adecuada para satisfacer el menoscabo cuya reparación se reclama

(ver mi voto in re “Torrico Guardia, Lucio c/ Culak, Carlos y otro”, LL, t.

1999-A, p.61). Máxime si se tiene presente que la referida suma global coincide prácticamente con el total de los importes reclamados en la demanda por ambos conceptos para los esposos Musmeci (fs. 166/170), con más sus intereses hasta la sentencia de grado. De ese modo queda sin sustento, pues, el agravio de las demandadas en cuanto a una virtual discordancia notable entre lo pedido y el monto de condena.

En síntesis, opino que deben desestimarse los agravios de las partes sobre este punto y confirmarse la sentencia con el alcance expuesto precedentemente. Lo atinente a los intereses posteriores a dicha sentencia será considerado luego en acápite aparte.

XI) Corresponde abordar ahora las objeciones formuladas con respecto a los restantes resarcimientos conferidos por la primer sentenciante. Como ellos han sido materia de recurso tanto por la actora como por la demandada y las compañías aseguradoras citadas en garantía, trataré los agravios

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respectivos conjuntamente, en relación con cada uno de los damnificados y con cada rubro indemnizatorio. Por una razón de orden metodológico, bajo este acápite abordaré también el pedido de la actora de integrar la sentencia con la solicitada indemnización por daño psíquico para Vicente Musmeci.

a) En primer lugar me referiré al resarcimiento por daños físicos y psíquicos de Claudia De Blasi que la a quo fijó en $100.000 en conjunto. La actora cuestiona la omisión de tratar en forma separada aquellos dos conceptos y ambas partes critican, por exiguo y excesivo respectivamente, el monto fijado.

No parece desacertado en la especie haber tratado aunadamente estos perjuicios, ya que podría carecer de utilidad discernirlos cuando se advierte que el daño físico detectado en autos en la persona de Claudia De Blasi -una grave lesión craneana (pérdida ósea, fs. 2053), lo que constituye evidentemente un daño traumatológico-, pudo estar vinculado con las secuelas del accidente en la salud psíquica de aquélla, la cual se ha visto también disminuida, conforme los respectivos exámenes presentados en la causa (fs. 1465, 1638 y 2053). De todos modos, no paso por alto la distinta naturaleza de cada uno de los referidos daños, aspecto que se tendrá presente al considerar seguidamente el monto indemnizatorio.

En cuanto a esto último, considero, de acuerdo a los parámetros de fijación prudencial del resarcimiento (art. 165, Cód. Proc.) que la suma establecida en la sentencia por estos conceptos es adecuada a las circunstancias del caso y atiende apropiadamente al ya aludido deber de reparación integral. Sobre todo teniendo en cuenta la gravedad de la lesión sufrida por la coactora De Blasi y que, en la especie, el monto determinado

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por la jueza de grado comprende los intereses hasta la fecha de su pronunciamiento.

Por otra parte, a mi juicio no cabe ordenar ningún modo específico de pago de esa indemnización, ni trámite o procedimiento terapéutico alguno en favor de Claudia De Blasi. El pedido que ésta formula en el sentido de disponer una vía especial de ejecución del pago de este resarcimiento resultaría estéril, además de no haber sido planteado en la demanda (fs. 167).

La utilidad de este pronunciamiento se cristaliza en la fijación del monto indemnizatorio, que habrá de ser desembolsado oportunamente en la etapa de ejecución de la sentencia. Según se desprende del memorial a estudio, parecería que la actora reclama una suma para cubrir los gastos de recuperación de la Sra. De Blasi. Pero precisamente la indemnización de que se trata (fijada en $100.000), guarda relación directa con los daños físicos y psíquicos a cuya cobertura está destinada, sin perjuicio, claro está, de quedar reservada a la coactora la posibilidad de disponer de los fondos respectivos según crea más conveniente a sus necesidades, ámbito que está excluido en el caso de los alcances jurisdiccionales del sentenciante.

b) En cuanto a la indemnización por daños físicos y psíquicos a Julia

Pérez de De Blasi, considero, en cambio, que el monto fijado en la sentencia de primera instancia debe ser ajustado.

Según la pauta de estimación prudencial ya referida y los antecedentes del sub lite, encuentro apropiado establecer, por los daños físicos detectados en autos por el perito médico que produjo el informe de fs. 2147, donde se estiman esos daños en un 10% de incapacidad laboral, un resarcimiento de

$15.000. Conforme idénticos criterios, la indemnización por el daño psíquico

21 Poder Judicial de la Nación Accidente de tránsito. Defensa del consumidor.

de la Sra. Pérez de De Blasi, tomando como base los informes de fs. 1490 y

1839, donde se alude a una posible prescindencia de un tratamiento específico, considero apropiado fijarlo en $10.000. En suma, propongo fijar un resarcimiento de $25.000 para la mencionada codemandante, comprensivo de intereses hasta la fecha de la sentencia apelada. En tales términos, esta última habrá de ser modificada.

c) Con relación al resarcimiento por daño psíquico de A. Musmeci considero que la sentencia también debe ser modificada, aunque, en este caso, propongo un incremento del monto fijado por la jueza de primera instancia. En este punto debemos tener particularmente en cuenta la edad de la niña -7 años al momento del accidente- y el hecho de haber fallecido en él su hermano menor, por lo que no cabe soslayar la configuración de un grave perjuicio psíquico.

Al respecto, son muestras acabadas de las consecuencias del siniestro en el plano psíquico de la pequeña las explicaciones brindadas en autos por su maestra, Laura A. Parera (fs. 826), de las que debemos hacernos eco en cuanto revelan que, después del accidente, hubo en la niña una baja en el rendimiento escolar que hasta entonces era sobresaliente, ya no jugaba en los recreos, tenía ataques de llanto sin motivo, extrañamiento del hermano fallecido, carácter introvertido y requirió la consulta a un psicólogo. Relata Parera, que la psicopedagoga del establecimiento escolar había observado que el rendimiento de la niña disminuiría. Son coincidentes con tales observaciones el informe suministrado por la Directora del Instituto William C. Morris, donde cursaba sus estudios primarios A. Musmeci (fs. 860), y el examen pericial de fs.

1825/1828. Creo que estas observaciones bastan para tener por justificado el

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padecimiento psíquico al que hice referencia.

Por eso es que, teniendo presente las pautas para fijar el resarcimiento ya enunciadas y las circunstancias del caso, entre las que cabe destacar las perturbaciones relatadas y disminución del rendimiento escolar, propicio un aumento de la indemnización respectiva, llevándola a $40.000, suma comprensiva de intereses hasta la fecha de la sentencia apelada. En tales términos tendrá que ser modificada, también en este punto, dicha sentencia.

d) Con referencia al daño psíquico sufrido por el joven C. De Blasi, y el grado de significación relativa que tuvo en su integridad psíquica (v. la información pericial obrante a fs. 1491 y 1822), estimo, en atención a las ya señaladas circunstancias de la causa y el criterio de ponderación prudencial mencionado, que la suma fijada por la jueza de grado para reparar ese daño resulta apropiada, sin perjuicio de lo que se dispondrá en materia de los intereses posteriores a la fecha de la sentencia de la anterior instancia.

e) En cuanto a Vicente Musmeci, la demandante había solicitado (fs.

167) una indemnización por daño psíquico, lo cual no fue materia del pronunciamiento de la a quo. Dicha omisión debe ser superada en esta instancia (conf. art. 278, Cód. Proc.).

Ese reclamo resarcitorio resulta, a mi entender, procedente, teniendo en cuenta el estado de la salud psíquica de Musmeci, revelado por la información pericial obrante en fs. 1488 y fs. 1648/1651, que da cuenta de las graves consecuencias que tuvo para la integridad psíquica de aquél la pérdida de su hijo, entre las que se señalan: “adicción al alcohol y el tabaco, insomnio recurrente, aumento de la ingesta alimentaria”, así como disminución en la memoria, pensamiento lento y obsesivo, etc. (ver fs. 1649), trastornos cuya

23 Poder Judicial de la Nación Accidente de tránsito. Defensa del consumidor.

cronicidad se destaca, todo lo cual corrobora la admisibilidad de este reclamo.

El monto de la indemnización debe establecerse teniendo en cuenta las circunstancias del caso y la pauta de estimación prudencial varias veces referida. Sobre esa base, en el contexto sub lite encuentro adecuado fijar para este rubro un resarcimiento de $25.000, comprensivo de intereses hasta la sentencia de primera instancia; quedan a salvo los devengados a partir de ésta, que serán tratados en particular más adelante.

XII) El agravio de la actora vinculado con la condena consistente en entregar a Vicente Musmeci otro automóvil, debe ser, a mi juicio, admitido.

Al ampliar su demanda, aquélla había solicitado la restitución del valor pagado en concepto de precio por su compra ($16.450; fs. 167), de manera que lo dispuesto por la jueza de grado no resulta congruente con la pretensión objeto de la demanda.

No obstante lo escueto de aquel escrito, la pretensión de la parte actora entrañó una acción redhibitoria, tal como quedó reflejado por la invocación normativa de fs. 5, que remite al capítulo sobre vicios redhibitorios del Cód.

Civil (arts. 2164 y sgtes.). El desperfecto detectado en el automóvil ponía en riesgo, según quedó comprobado, “la salud o integridad física de los consumidores y usuarios” (art. 5, ley 24.240) y lo hacía “impropio para su destino” (conf. art. 2164), por lo que cabe pensar que de haber conocido tal falla Musmeci no lo habría adquirido. Concurren pues los presupuestos fácticos para hacer operativa la garantía legal prevista en casos como el sub lite; en consecuencia, corresponde disponer que la demandada restituya al comprador el precio pagado por éste (conf. arts. 2173, 2174, 2175 y 2176 del

Cód. Civil, y art. 18 de la ley 24.240). A esa suma deberán añadirse intereses

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desde la fecha de notificación de la demanda en la que se exteriorizó la pretensión redhibitoria, calculados hasta el efectivo pago de la suma de

$16.450 a la tasa empleada por el Banco de la Nación Argentina en sus operaciones ordinarias de descuento. Correlativamente, en tanto la pretensión así admitida importa dejar sin efecto el contrato, la parte actora deberá devolver a Sevel el automóvil que había adquirido Vicente Musmeci (arts.

2174 y 2178, Cód. Civil), debiéndose disponer en la instancia de grado las modalidades de entrega de la unidad. En los términos expresados, considero que deberá modificarse también la sentencia apelada.

XIII) Conforme hube anticipado en los acápites anteriores, trataré aquí especialmente la cuestión de los intereses, que ha sido materia de agravio por parte de la actora, las compañías de seguro y el Ministerio Público.

A este respecto, corresponde tener en cuenta que, siguiendo el temperamento adoptado por la juez de primera instancia, a fin de facilitar la liquidación del crédito de los actores, en cada uno de los distintos montos resarcitorios han quedado comprendidos los intereses devengados hasta la fecha de la sentencia apelada, mecanismo que no ofrece reparos en tanto sirve a un fin práctico y no afecta la integridad de la reparación.

Sobre esa base, entonces corresponderá admitir el agravio subsidiario formulado por la parte actora en el sentido de que se computen también intereses desde la fecha de la sentencia recurrida hasta el efectivo pago, por cuanto los cálculos han sido hechos hasta dicha fecha, sin que se advierta motivo alguno para dejar virtualmente suspendida la mora del deudor por el solo dictado del pronunciamiento materia de examen en esta Alzada. Estos intereses posteriores a la sentencia en revisión deberán calcularse según la tasa

25 Poder Judicial de la Nación Accidente de tránsito. Defensa del consumidor.

activa que aplica el Banco Nación en sus operaciones ordinarias de descuento

(conf. doctrina plenaria in re “S.A. La Razón s/quiebra s/inc. de pago de los profesionales”, ED, t. 160, p. 205). Con ese alcance quedará reformada la sentencia de grado.

Habida cuenta de lo precedentemente expuesto, queda también sin sustento el cuestionamiento de las compañías de seguro, en punto a la tasa aplicable, pues no se advierten motivos para dejar de lado los fallos plenarios cuya doctrina es obligatoria para los jueces del Fuero (conf. art. 303, Cód.

Proc.).

XIV) En cuanto concierne a la indemnización de la menor A.

Musmeci, de conformidad con lo pedido por el Defensor de Menores en esta instancia, habrá que ordenar el depósito judicial de los fondos respectivos en una cuenta especial y a la orden del juzgado interviniente, para cuya disposición será necesaria la intervención del Ministerio Pupilar (conf. arts.

59, 493, 494, Cód. Civil, y art. 54 ley 24.946).

XV) Por último, cabe considerar el reclamo de la actora tendiente a que se ordene a algún órgano público un seguimiento sobre la producción de la demandada a los efectos de evitar futuros daños a terceros, aspecto sobre el que coincide la presentación del Defensor de Menores ante esta Cámara, quien requiere, además, que la accionada informe al Tribunal sobre las medidas arbitradas.

Pese a la relativa falta de precisión, tales solicitudes revelan un reclamo indudable en tutela de los intereses difusos de los usuarios actuales y futuros adquirentes de los vehículos del tipo como el que fue objeto del accidente materia de juzgamiento en autos. Esa pretensión cuenta con el aval de diversos

26 Poder Judicial de la Nación Accidente de tránsito. Defensa del consumidor.

precedentes que han admitido la tutela de intereses difusos, en particular de la

Corte Suprema de Justicia de la Nación in re “AGUEERA v. Provincia de

Buenos Aires” (22.4.1997, Fallos: 320:690) y también “Asociación

Benghalensis y otros v. Ministerio de Salud y Acción Social - Estado

Nacional” (1.6.2000, A.186, LXXXIV), y a mi ver debe ser atendida y encauzada por modos y vías adecuados al caso.

En este sentido, cabe tener presente que dicha pretensión se orienta a preservar la seguridad y la salud de los usuarios -actuales o potenciales- de esos vehículos, y encuentra base de sustentación, ante todo, en el art. 42 de la

Constitución Nacional, en cuanto consagra el derecho de los consumidores y usuarios en la relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos, así como a una información adecuada y veraz, libertad de elección y condiciones de trato equitativo y digno; y sobre todo en cuanto impone el deber de las autoridades de proveer a la protección de esos derechos, a la vez que en el art. 43 se prevén medios expeditivos para su aseguramiento, reconociendo legitimación amplia al afectado para reclamar en tal sentido. El art. 52 de la ley 24.240 reitera esa legitimación del consumidor en tanto sus intereses resulten afectados o amenazados. Esta última norma habilita también al Ministerio Público, cuya actuación en el sub lite ha quedado instrumentada mediante la ya referida intervención del Defensor de

Menores ante esta Cámara. La legitimación de éste no ofrece reparos y encuentra fundamento en el ya citado texto legal, así como en el art. 25 de su ley orgánica n 24.946 (en especial, los incs. a,b,d y g, conc. arts. 51 y 55).

Dentro de ese contexto normativo es preciso situar las particulares circunstancias que surgen de autos, donde se ha comprobado en forma

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fehaciente que el grave accidente fue provocado por un defecto o falla

(hipotemple) en una pieza del sistema de dirección del automóvil de los actores. Ahora bien, esa falla, dada la producción y/o tratamiento seriado de tales piezas, afectará inevitablemente a toda la serie o conjunto de ellas que tienen en común el material utilizado o tratado, o bien el mismo proveedor o planta de tratamiento, lo que aconseja disponer que la demandada, adopte las medidas necesarias para que se modifiquen los procedimientos de fabricación y/o tratamiento de las piezas aludidas, o se sustituyan en su caso por otras idóneas, correspondientes a la línea de vehículos () como el que fuera objeto de autos, a fin de subsanar en las futuras unidades los defectos detectados por los peritajes obrantes en esta causa, en especial el dictamen de fs. 1788/1812 y la información técnica suministrada por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (fs. 2731/2737 en sobre con documentación reservada). Con ese objeto, deberá hacerse saber este pronunciamiento a la

Subsecretaría de Industria y Comercio para que, en el marco de su competencia, se inicien las actuaciones administrativas que correspondan

(conf. art. 19, inc. 41, ley 22.250, t.o. dec. 438/92, y ley 25.233) y se proceda, por intermedio del Instituto Nacional de Tecnología Industrial, habida cuenta la relevante intervención que le cupo en estas actuaciones, a la supervisión de las tareas de adecuación o ajuste mencionadas, por medio de los expertos que al efecto designe. El citado Instituto informará en la instancia de trámite sobre el cumplimiento de esta directiva. A tales fines, la a quo librará los oficios respectivos y fijará los plazos para la presentación de los informes correspondientes.

Por idénticas razones y con los mismos fundamentos, resulta prudente

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prever que la parte demandada, sea en forma directa o mediante sus concesionarias o lugares habilitados al efecto, proceda a una revisión técnica de los vehículos del mismo tipo actualmente en uso, con el propósito de prevenir daños futuros, subsanando eventuales deficiencias motivadas por la falla que se comprobó en autos. Esta medida deberá llevarse a cabo también bajo la supervisión de los organismos competentes antes indicados, los que dispondrán los medios y formas para efectuar las publicaciones que fueren menester (arg. arts. 6 y11, ley 24.240).

Conforme lo expresado, deberán instrumentarse las medidas señaladas en este acápite en la instancia de grado.

XVI) Por último, la condena impuesta en autos deberá extenderse a las compañías citadas en garantía en la medida del seguro (art. 118, 3er. párrafo, ley 17.418). Tratándose en autos de un coseguro y no habiéndose pactado lo contrario (fs. 272), cada aseguradora debe contribuir proporcionalmente al monto asegurado hasta la concurrencia de la indemnización debida (conf. art.

67, 2do. párr., ley de seguros). Ello no obstante, frente a la parte actora, la obligación de dichas compañías es solidaria (arg. art. 1122/3 Cód. Civil, art.

480 del Cód. de Comercio, y art. 67, 2do. párr., in fine, ley de seguros). La aclaración que luce en las condiciones particulares de la póliza (fs. 272), en el sentido de que la obligación de las aseguradoras no es solidaria, resulta inoponible frente a la víctima del daño (art. 1195, Cód. Civil), sin perjuicio de las acciones de reajuste que pudieran entablarse entre las aseguradoras, conforme la facultad contemplada por el art. 67, 2do. párrafo, de la ley citada.

XVII) Por los motivos expuestos, si mi criterio fuera compartido, corresponderá confirmar la sentencia de primera instancia, en lo principal que

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decide, con las modificaciones que se desprenden de los considerandos anteriores. Dada la naturaleza y la suerte que han corrido los diversos cuestionamientos recursivos y la materia del sub lite, considero que las costas de Alzada deberán imponerse a la demandada y a sus compañías de seguro, vencidas en lo sustancial debatido en el pleito (conf. art. 68, 1er. párrafo, Cód.

Proc.). Deberá notificarse este pronunciamiento al Fiscal y al Defensor de

Menores ante la Cámara en sus respectivos despachos. La juez de grado proveerá la instrumentación de las medidas señaladas en el considerando XV de la presente. Así voto.

El Señor Juez de Cámara Doctor Héctor M. Di Tella dice:

Adhiero al voto del señor vocal preopinante en lo referente a las apelaciones contra lo fallado en la primera instancia.

En lo que respecta a las medidas propuestas en el apartado XV, estimo acertadas las consideraciones que en él se efectúan con respecto a la defensa de los intereses difusos basada en la interpretación que de ella hace la Corte

Suprema de Justicia de la Nación (ver Fallos:320:690 citado).

30 En ese sentido, ante el peligro que representa la utilización de rodados como el involucrado en el accidente que originó este litigio, también resultan válidas las observaciones de mi colega sobre los alcances de lo normado por el actual art. 42 de la Constitución Nacional al establecer los derechos de los consumidores, concordante con la vía judicial prevista por el art. 43 tendiente a asegurar su resguardo y la amplia legitimación reconocida por las disposiciones legales que cita expresamente.

Sin perjuicio de ello, dadas las circunstancias que surgen de autos, donde se ha comprobado en forma fehaciente que el accidente fue producido por un defecto o falla (“hipotemple”) en una pieza del sistema de dirección del automóvil, deficiencia que, dada la producción y/o tratamiento seriado de las piezas, afectará inevitablemente a toda la serie o conjunto de piezas que tienen en común el material utilizado o bien el mismo proveedor o planta de tratamiento, resulta prudente disponer medidas tendientes a que en los organismos de contralor se adopten las previsiones necesarias para superar las graves deficiencias en la fabricación del automotor de marras y así evitar el posible acaecimiento de desgraciados eventos como el que provocó la iniciación de estas actuaciones. Previsiones que también deberán involucrar a la situación de los actuales usuarios del modelo objetado.

Por consiguiente, considero pertinente notificar la presente sentencia a la Subsecretaría de Industria y Comercio de la Nación, con el objeto de que, con la asistencia técnica del Instituto Nacional de Tecnología Industrial actuante en la causa, adopte las medidas de control atinentes para que subsane ese defecto en futuras unidades a producirse. Por idénticas razones y con los mismos fundamentos, corresponde que la mencionada Subsecretaría, también con la asistencia del organismo técnico precitado arbitre los procedimientos o medios necesarios para que se efectúe la revisión técnica de los vehículos en uso que puedan contener la misma falla de fabricación constatada en el automóvil examinado pericialmente en esta causa.

A tales fines, si mi criterio fuera compartido, el Juzgado de trámite ordenará las comunicaciones pertinentes a los entes administrativos premencionados, controlando su efectiva notificación a los funcionarios a cargo de ellos.

El Señor Juez de Cámara Doctor Bindo B. Caviglione Fraga dice:

Adhiero al voto del Doctor Monti en lo principal, con la salvedad indicada por el Doctor Di Tella en cuanto a los alcances de las medidas ordenadas en el apartado XV.

Con lo que termina este Acuerdo, que firman los Señores Jueces de

Cámara Doctores

Buenos Aires, 5 de octubre de 2001.-

Y VISTOS: Poder Judicial de la Nación Accidente de tránsito. Defensa del consumidor. Poder Judicial de la Nación Accidente de tránsito. Defensa del consumidor.

Por los fundamentos del Acuerdo que antecede, se confirma en lo principal que decide la sentencia de fs. 2216/2232, con las siguientes modificaciones: a) inclúyese en la condena un resarcimiento por daño moral para A. Musmeci, C. De Blasi y Julia Pérez de De Blasi de $25.000.- (pesos veinticinco mil) para cada uno, más intereses conforme lo indicado en el punto g) del presente; b) fíjase en $25.000.- (pesos veinticinco mil) la indemnización por los daños físicos y psíquicos de Julia Pérez de De Blasi, más intereses conforme lo indicado en el punto g); c) fíjase en $40.000.- (pesos cuarenta mil) la indemnización por daño psíquico de A. Musmeci, más intereses conforme lo indicado en el punto g); d) inclúyese en la condena una indemnización por daño psíquico para Vicente Musmeci de $25.000.- (pesos veinticinco mil), más intereses conforme lo indicado en el punto g); e) inclúyese en la condena el pago a Vicente Musmeci de la suma de $16.450.-

(pesos dieciséis mil cuatrocientos cincuenta), más intereses desde la notificación de la demanda de acuerdo a la tasa indicada en el punto g); f) ordénase a la actora la devolución a la demandada del automóvil adquirido por

Vicente Musmeci, lo que será efectivizado según las modalidades que deberán disponerse en la instancia de grado; g) se deberán añadir intereses a todas las sumas comprendidas en la condena desde la fecha de la sentencia de primera instancia hasta el efectivo pago según la tasa activa que aplica el Banco de la

Nación Argentina en sus operaciones ordinarias de descuento, salvo lo ordenado en el punto e) del presente en cuanto al inicio del cómputo allí indicado; h) se ordena el depósito judicial de los fondos comprendidos en la indemnización de A. Musmeci en una cuenta especial y a la orden del juzgado interviniente. Para la disposición de dichos fondos será necesaria la Poder Judicial de la Nación Accidente de tránsito. Defensa del consumidor.

intervención del Ministerio Pupilar; i) deberá notificarse esta sentencia a la

Subsecretaría de Industria y Comercio de la Nación a los fines de adoptar las medidas de control tendientes a subsanar el defecto detectado en esta causa en las futuras unidades a producirse, con la asistencia técnica del Instituto

Nacional de Tecnología Industrial; j) asimismo, deberá cursarse notificación de la presente a la mencionada subsecretaría a los fines de que, con la asistencia técnica del instituto nacional ya referido, arbitre los procedimientos o medios necesarios para que se efectúe la revisión técnica de los vehículos en uso que puedan contener la misma falla de fabricación constatada en el automóvil examinado pericialmente en esta causa; k) extiéndese la condena a las compañías de seguro citadas en garantía en la medida del seguro en los términos explicitados en el considerando XVI del voto del vocal preopinante.

Recházase el pedido de la actora de aplicación de sanciones. Las costas de

Alzada se imponen a la demandada y las compañías de seguro citadas. Atento el sentido de ese pronunciamiento y lo dispuesto por el art. 279 del Cód.

Procesal, déjanse sin efecto las regulaciones de fs. 2229/2231 y difiérese la fijación de los emolumentos hasta tanto exista liquidación aprobada y firme. El juzgado de trámite cursará las notificaciones ordenadas en los puntos i) y j), controlando la efectiva notificación a los funcionarios a cargo de los entes administrativos allí indicados. Notifíquese al Fiscal de Cámara y al Defensor de Menores de Cámara en sus públicos despachos.-

Monti, Caviglione Fraga, Di Tella. Ante mí: Paula María Hualde.-

Es copia del original que corre a fs. de los autos que se mencionan en el precedente Acuerdo.- Poder Judicial de la Nación Accidente de tránsito. Defensa del consumidor.