EL PERSONAJE. MOURELLE DE LA RÚA

Un explorador gallego en aguas del Pacífico Mourelle de La Rúa, el “almirante” olvidado

Pocos hombres de mar alcanzaron los logros de este gallego que surcó los océanos durante la mayor parte de su vida: de audaz explorador en las aguas del Pacífico –tanto en la fría Alaska como en la cálida Polinesia–, pasó a combatir con valor a los buques enemigos, ya fueran británicos o franceses, que navegaban junto al Estrecho de Gibraltar. Una vida de éxitos que ha permanecido injustamente ignorada.

Por: Javier García Blanco

ran poco más de las once de la ma- consiguió sobresalir en la batalla, aunque familia de la aldea de Corme, en la región ñana cuando un temible cañonazo en un primer momento soportó –junto a su de la Costa da Morte (A Coruña). En aque- impactó en el alcázar del Conde de compañero Príncipe de Asturias– un durísi- lla tierra de aguerridos hombres de mar, Regla y, literalmente, partió en dos mo fuego de cañones procedente de siete frecuente escenario de terribles naufragios, a su insignia, el general conde de navíos ingleses. Algunas horas después –y el pequeño Francisco Antonio no tardó en EAmblimont, hiriendo de gravedad a su co- ya más organizados tras el caos inicial– am- sentir la vocación marinera. De hecho, su- mandante, el brigadier Jerónimo Bravo. Tras bos navíos acudieron al auxilio del Santísima maba apenas trece años cuando ingresó en el desconcierto inicial, la embarcación –con Trinidad, buque insignia de la flota españo- la Academia de Pilotos de Ferrol –la precaria 112 cañones y 801 hombres a bordo– que- la, que de no ser por la acción del Infante economía familiar no alcanzaba para costear dó a las órdenes del teniente de navío Fran- Don Pelayo y la posterior ayuda del Regla y su acceso a la Real Compañía de Guardia- cisco Antonio Mourelle de la Rúa, un audaz del Príncipe, estaba ya dispuesto a rendirse, marinas de Cádiz–, en el año 1763. Aquel jo- marino coruñés con 25 años de experiencia pues incluso había arriado la bandera. La lle- vencísimo Mourelle sobresalió con rapidez, a sus espaldas. La bitácora del navío tenía gada de los navíos españoles puso en reti- pues cinco años más tarde obtuvo el título apuntada en su última página la fecha del 14 rada a los ingleses que hostigaban al buque de piloto y en 1772 se hallaba ya cruzando de febrero de 1797. Acababa de comenzar la insignia, una proeza que sería recordada du- las aguas del Atlántico a bordo de la corbeta batalla del cabo de San Vicente, de desastro- rante el posterior consejo de guerra. Dolores, ejerciendo como segundo piloto, so desenlace para nuestra Armada. Aquel episodio notable era sin embargo en dirección a isla Trinidad. Aunque la superioridad numérica era sólo un renglón más en la brillante hoja de Su primer destino de importancia, sin em- muy favorable para España –24 navíos de servicios de Francisco Antonio Mourelle de bargo, no llegó hasta tres años más tarde, línea y 11 fragatas, frente a 15 navíos de la Rúa, cuyos logros eran bien conocidos por cuando en enero de 1775 fue destinado –ya línea, 4 fragatas y dos balandros del lado los ingleses desde años atrás, aunque no como primer piloto– al puerto de San Blas de enemigo–, los británicos sorprendieron a por sus hazañas militares, sino por su gran Nayarit, en Nueva España. Poco después de la flota española desorganizada y con una aportación explorando las aguas más sep- llegar allí se embarcó en su primera misión: la formación desastrosa, lo que hizo trizas la tentrionales del Pacífico… expedición de Bruno de Heceta para explorar ventaja matemática. las costas al norte de la Baja . El año A pesar de la situación desfavorable, UN CORUÑÉS EN LAS COSTAS DE ALASKA anterior, el mallorquín Juan José Pérez había Mourelle de la Rúa, convertido inespera- Nacido en junio de 1750, Mourelle había ve- partido desde ese mismo puerto con la mi- damente en el oficial al mando del Regla, nido al mundo en el seno de una humilde sión de alcanzar los 60º de latitud norte para

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1. Homenaje. Busto erigido en Corme en honor a Mourelle de la Rúa (© Javier García Blanco). 2. Biografía. Imagen de la portada de la biografía sobre Mourelle de la Rúa publi- cada en 1856.

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establecer posesiones españolas y reafirmar el dominio de la Corona ante el avance de los exploradores rusos y británicos. Pérez y sus hombres, a bordo de la fragata Santiago, llegaron a contactar con los indios haida, aun- que “sólo” consiguieron explorar hasta los 54º norte, pues la falta de víveres y los pro- blemas de salud les obligaron a regresar. En esta ocasión, el viaje de exploración –dirigido por Bruno de Heceta, aunque con Juan José Pérez participando también– es- taba compuesto por tres embarcaciones: el paquebote San Carlos, la fragata Santiago y la goleta Sonora. Ésta quedó al mando de Juan Francisco de la Bodega y Quadra, sien- do Mourelle el piloto. Los tres barcos partie- ron el 16 de marzo de 1775 con la orden de alcanzar los 65º de latitud norte y establecer asentamientos que reforzasen el dominio español en la región y seguir controlando el comercio entre América y Asia. Por desgracia, apenas tres días después de partir de Nueva España, el San Carlos se vio obligado a regresar a puerto pues su ca- pitán, Miguel Manrique, sufrió una crisis ner- viosa. Así pues, el San Carlos dio media vuel- ta con al mando, mientras la Santiago y la Sonora ponían rumbo al norte. 2 Las dos naves alcanzaron los 47º y 15’ de latitud norte el 13 de julio, en lo que hoy se conoce como Point Grenville. Poco después Nacido en junio de 1750, Mourelle había venido de echar el ancla, los españoles de la Sono- al mundo en el seno de una humilde familia de la ra –Mourelle entre ellos–, contemplaron la llegada de varias canoas de indios quinault, aldea de Corme, en la región de la Costa da Morte que abordaron el barco y les invitaron a des-

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3. Cook. El célebre explorador británico utilizó el diario de Mourelle en su expe- dición de 1775 para preparar el trayecto de su tercer viaje por el Pacífico. 4. Mapa. Mapa con el recorrido de la fragata Princesa dirigida por Mourelle en 1781, hoy en la Biblioteca Nacional de Australia.

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embarcar “para comer, beber y dormir con ellos”, trayendo después algunos presentes Su bitácora de a bordo dejó constancia del aspecto, en forma de comida. costumbres y localización de las distintas tribus Al día siguiente el comandante Bruno de Heceta descendió a tierra con varios hom- indígenas que encontraron a su paso bres para hacer toma de posesión de la pla- za, que bautizaron como ‘Rada de Bacareli’ Espoleados por el espíritu aventurero del De algún modo que los historiadores no en honor al virrey de Nueva España. Todo marino coruñés, que animó al resto de sus han logrado aclarar, alguien se hizo con el había discurrido de forma tranquila, pero las compañeros a continuar un poco más, la So- diario de Mourelle tras el fin de la expedi- cosas iban a cambiar drásticamente aquella nora logró alcanzar los 59º de latitud norte, ción, y el diario, junto con los exactos da- tarde. Bodega, el comandante de la Sono- cerca de esos 65º que se habían marcado tos de navegación, acabaron en Inglaterra. ra, decidió enviar a tierra a siete tripulantes como objetivo. No hay duda de que habrían Aquel valiosísimo material cayó en manos para que buscasen agua y otras provisiones. logrado completar su empresa, pero los de James Cook –quien los empleó para Cuando estaban concentrados en aquella ta- tripulantes de la goleta enfermaron de es- trazar la derrota de su tercer viaje–, y en el rea, un grupo de trescientos quinault –hasta corbuto debido a la falta de alimentos y se año 1781 el texto del marino coruñés inclu- entonces pacíficos– rodearon a los españo- vieron obligados a poner rumbo al sur el 8 de so fue traducido al inglés y publicado bajo les y acabaron con ellos, pese a los intentos septiembre, alcanzando Monterrey –con los el título de Misceláneas. Por desgracia, hoy de sus camaradas, que dispararon sin éxito hombres con un pie en la tumba– un mes suele conocerse mejor el viaje de Cook por mosquetes desde la Sonora. Como recuer- más tarde, el 7 de octubre de 1775. Apenas aquellas costas de Estados Unidos, Canadá do de aquel triste suceso, el lugar se bautizó unos días antes había llegado la fragata San- y Alaska, cuando el mérito debería recaer en como ‘Punta de los mártires’. tiago, con sus tripulantes también en lamen- Mourelle y sus mandos, Bruno de Heceta, Tras el dramático incidente decidieron con- tables condiciones. Juan José Pérez y Bodega y Quadra, pues tinuar con su viaje hacia el norte, aunque to- Durante el transcurso de aquella arries- no sólo fueron los primeros europeos en maron la determinación de dividirse para ex- gada expedición Mourelle de la Rúa no sólo llegar allí, sino que además recorrieron una plorar la mayor parte de territorio posible. Así, había ejercido como piloto de la Sonora, si- mayor extensión de costa. el día 29 de julio la Sonora –con sólo 7 tripu- no que además fue registrando por escrito lantes a bordo tras el ataque indio– y la San- y con todo detalle los hechos que él y sus EN BUSCA DE NUEVAS FRONTERAS tiago tomaron rumbos distintos. Esta última compañeros protagonizaron durante el viaje. Las aventuras de los españoles por aquellas se dirigió directamente al norte, alcanzando Así, su bitácora de a bordo dejó constancia tierras entonces desconocidas no acabaron el 11 de agosto un territorio que hoy ocupa del aspecto, costumbres y localización de las con aquel viaje. De hecho, apenas cuatro la frontera entre EE.UU. y Canadá. Mientras, distintas tribus indígenas que encontraron a años después, el virrey organizó una nueva la Sonora guiada por las hábiles manos de su paso. Y lo mismo hizo con las coordena- expedición con objetivo similar, aunque en Mourelle continuó camino navegando para- das exactas de todos los lugares que tuvie- este caso dirigida por el teniente de navío lela a la costa, y el 15 de agosto alcanzaron ron ocasión de descubrir. Una información Ignacio de Arteaga y compuesta por dos Sitka, en la actual Alaska, donde reclamaron ésta que se convertiría en trascendental para fragatas: la Favorita –al mando de Bodega para España varios puertos y dieron nombre otro marino, en este caso mucho más céle- y Quadra– y la Princesa, comandada por el al monte San Jacinto (hoy Edgecumbe). bre que Mourelle: el británico James Cook. propio Arteaga. Mourelle, que desde 1776

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5. Alaska española. Enclaves descubiertos por CORME, CUNA DE HOMBRES DE MAR expediciones españolas en Alaska. En la localidad de Corme –perteneciente al término municipal de Pontece- so–, donde vino al mundo Mourelle de la Rúa, nacieron también otros mu- chos hombres de mar que, con mayor o menor fortuna, recorrieron las aguas de los mares y océanos de todo el globo. Entre ellos destacan José María Mosqueira Manso (1886-1968), ictiólogo, escritor y oceanógrafo, autor de numerosos mapas y gran estudioso de tortugas y otros animales marinos o Francisco Fernández Saleta, marinero preferente condecorado con la Cruz de Primera Clase de la Orden de San Fernando. Nombres a los que habría que sumar otros muchos, los de anónimos marinos, mariscadoras y percebei- ros que, durante años y años, han entregado su vida al mar.

A la derecha, vistas desde el cabo de Roncudo, en la localidad de Corme (Costa da Morte), donde nació Francis- co Antonio Mourelle de la Rúa (© Javier García Blanco). 5

era ya alférez de fragata, participó de nuevo en la aventura, en esta ocasión como segun- El grupo expedicionario partió de San Blas do oficial a bordo de la Favorita. el 11 de febrero con la misión de descubrir las El grupo expedicionario partió de San Blas el 11 de febrero con la misión de des- posibles colonias rusas en tierras de Alaska cubrir las posibles colonias rusas en tierras de Alaska, localizar un hipotético “paso del gallego y que le llevarían a protagonizar otra de vientos favorables, de modo que el galle- Noroeste” y alcanzar los 70º de latitud norte. de sus gestas. La nueva aventura de Moure- go decidió buscar otra ruta distinta a la que Con la ventaja de conocer ya parte de aque- lle dio comienzo un año más tarde, en 1780, seguían las naves del galeón de Manila a llas tierras gracias al viaje de 1775, las dos cuando se le encomendó viajar hasta Manila Acapulco, adentrándose en aguas más me- fragatas se dirigieron directamente a Puerto como segundo comandante de la Princesa, ridionales y poco conocidas. Bucareli, que Mourelle y Bodega habían des- acompañando a su superior y amigo Bruno Por aquellas fechas otros marinos como cubierto en la anterior expedición. Desde allí de Heceta. En esta ocasión su cometido Cook o Boungaville ya se habían aventurado continuaron viaje más al norte, alcanzando la consistía en transportar “caudales, tropas y a recorrer dichas regiones, pero Mourelle ca- actual isla de Hinchinbrook, donde descen- pólvora” para Filipinas, cuya seguridad peli- recía de cartas de navegación y mapas que dieron a tierra y hicieron la toma de pose- graba debido a los ataques ingleses. le sirvieran de guía en su viaje de retorno sión para España, bautizando el lugar como Heceta y Mourelle llegaron sin novedad a al continente americano. De hecho, en su Puerto Santiago. Además de entrar en con- Manila, cumpliendo su misión. La aventura, largo periplo por el Pacífico sur –el viaje se tacto con los indios umiaks, los españoles sin embargo, no había hecho más que em- prolongó durante diez meses y seis sema- también tuvieron ocasión de explorar otras pezar, pues poco después el gobernador nas–, la Princesa y su tripulación arribarían a zonas, como la península de Kenai o la en- de Filipinas, José Basco y Vargas, ordenó a numerosas islas, a las que Mourelle bautizó senada de Cook. La expedición de Arteaga Mourelle que se trasladara al puerto de Si- como era habitual, aunque más tarde omiti- alcanzó una latitud máxima de 61º 17’ norte, sirán y esperara un despacho con órdenes ría aquellos nombres en su diario, al no tener alejada de los 70º norte marcados como ob- secretas que debía entregar al virrey de la seguridad de ser el primero en descubrir- jetivo, pero de nuevo el escorbuto y la esca- Nueva España. El marino de Corme siguió el las, como él mismo dejó por escrito: sez de víveres les obligaron a poner rumbo encargo a rajatabla, pero mientras aguarda- “… Se evitan los nombres que puse a sur, sin haber localizado asentamientos ru- ba la llegada de los documentos, gran parte todas las tierras que descubrí, y no las ha- sos. Al igual que había sucedido en el viaje de los víveres que portaba en la Princesa se llaba sobre mi carta; porque en la tabla que de 1775, Mourelle de la Rúa dejó constancia echaron a perder y la tripulación, harta de ca- acompaño de sus citaciones y tamaños, de todo lo acontecido en un detallado diario lamidades, empezaba a desertar. están distintamente los de cada una, hasta de a bordo que, junto a un preciso mapa, fue Por suerte el despacho con los documen- que algún día la comparación de ellas con las publicado en Inglaterra en el año 1798. tos llegó en noviembre, y el día 21 Mourelle descubiertas por los viajeros de esos mares, Mientras Mourelle participaba en aquel dio orden de “hacerse a la vela”, poniendo me de la facilidad de conocerlas por sus pri- viaje por aguas del norte del Pacífico, Espa- rumbo a Nueva España. Las cosas, por des- mitivos nombres”. ña e Inglaterra habían entrado de nuevo en gracia, no iban a ser tan sencillas. Aquellas Pese a todo, el gallego y sus hombres guerra, un suceso que marcaría irremedia- fechas eran nefastas para la navegación en sí realizaron notables descubrimientos de blemente las próximas misiones del marino aquella parte del globo debido a la ausencia tierras a las que nunca antes había llegado

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6. El periplo de un descubridor. Ruta realizada por Mourelle en su viaje de Manila a Nueva Es- paña en 1781.

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ningún europeo, por ejemplo en la zona de las Salomón y en la Polinesia. Entre ellas se Tras más de dos décadas de abnegado y valioso encuentran algunas islas a las que llegaron servicio en la otra punta del globo, había llegado la cuando el hambre, la sed y la desesperación comenzaban a hacer mella en su ánimo, hora de que el marino gallego regresara a casa pues pasaba el tiempo y no encontraban un lugar adecuado en el que hacer aguada y re- de entregar los documentos al virrey, Moure- le valieron el ascenso a teniente de navío en abastecerse de alimentos, que habían sido lle fue ascendido en 1781 a alférez de navío. febrero de ese mismo año. devorados por una plaga de cucarachas. De Con ese grado volvería a navegar a Filipinas Tras más de dos décadas de abnegado y ahí que sus nombres –estos sí han llegado dos años después, de nuevo a bordo de la valioso servicio en la otra punta del globo, ha- hasta nosotros– evidencien su lamentable Princesa, aunque en esta ocasión para infor- bía llegado la hora de que el marino gallego estado de ánimo y la posterior alegría al ha- mar del cese de las hostilidades con Inglate- regresara a casa, traslado que le fue concedi- llar sustento: isla de la Amargura, Consola- rra tras la firma del Tratado de Versalles. Aún do en 1793. El primer día de julio de aquel año ción o Puerto Refugio. Este último enclave, regresaría una vez más, en 1785, para llevar llegaba al puerto de A Coruña, la tierra que le que todavía se llama así en la actualidad documentación y dinero al gobernador de había visto nacer. Poco tiempo tuvo para el se encuentra en el archipiélago de las islas Manila, bajo cuyas órdenes navegó también descanso, pues con el inicio de la Guerra de Vava’u, en Tonga, y constituye uno de los varias veces entre la capital filipina y Cantón la Convención –o del Rosellón–, Mourelle fue descubrimientos más importantes de aque- (China) para cumplir distintos encargos. destinado a la escuadra de Juan de Lángara lla expedición improvisada. Bien conocida ya su fama como marino, en el San Agustín, participando de forma ac- Al igual que en las anteriores expedicio- explorador y escritor de diarios de viaje, en tiva en la defensa de Rosas. Comenzaba así nes, Mourelle de la Rúa dejó por escrito su 1791 se le encargó la tarea de repasar los una nueva faceta en la vida de Mourelle de la aventura, anotando no sólo coordenadas y papeles dejados por el mallorquín Juan José Rúa: la de marino militar. apuntes náuticos, sino realizando descrip- Pérez a raíz de su expedición de 1774. Gra- ciones etnográficas y geográficas de gran cias a esta tarea, que le encargó el nuevo AZOTE DE CORSARIOS valor, entre ellas de los indígenas que iban virrey de Nueva España, Juan Vicente de Acabada la Guerra de la Convención, el galle- encontrando a su paso. Este diario de viaje, Güemes, se puso orden a las múltiples ano- go fue enviado a su nuevo destino: el aposta- del que se conserva una copia en la Bibliote- taciones de Pérez, que incluían cartas náuti- dero de Algeciras, donde desde 1797 quedó ca Nacional de Canadá, ha sido considerado cas y coordenadas de cada día de la travesía, al mando de las lanchas cañoneras, desta- por algunos historiadores como una obra de así como descripciones sobre los indios hai- cando en numerosas intervenciones frente importancia similar a la dejada por Cook, Le da, fruto del primer contacto entre europeos al enemigo, en este caso inglés. En ese mis- Pérouse o Malaspina, quien por cierto usó y miembros de dicha etnia. mo año se produjo la batalla de San Vicente, sus notas a la hora de realizar su viajes por Un año más tarde, en 1792, y a bordo de en la que a pesar del nefasto balance para aquellas aguas algunos años después. la nave Mexicana, Mourelle volvió a demos- la flota española, Mourelle destacó como co- trar su valía como explorador, adentrándose mandante accidental del Conde de Regla. LA VUELTA A CASA en los territorios del Estrecho de Georgia Desde aquella triste jornada, el marino Tras regresar a tierras de Nueva España sa- –en la actual frontera entre Canadá y Esta- cormelán puso las cosas muy difíciles a toda nos y salvos, y una vez cumplida su misión dos Unidos–, sumando nuevos méritos que embarcación británica que osara atravesar

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7. Heroicidad. Rescate del navío Santísima Trinidad UNA BRILLANTE HOJA DE SERVICIOS durante la batalla de San Vicente, en la que participó La carrera naval de Mourelle de la Rúa estuvo sin duda marcada por el origen humilde de heroicamente Mourelle de la Rúa. 8. Investigador. El investigador local José Manuel Ferreiro Chan, uno de sus padres. Si en lugar de haber entrado en la Escuela de Pilotos de El Ferrol hubiera gozado los mayores expertos en la figura de Mourelle de la de la oportunidad de ingresar en la prestigiosa Compañía de Guardamarinas de Cádiz, sus Rúa (© Javier García Blanco). ascensos habrían sido más rápidos y sus méritos mejor reconocidos. Pese a las trabas que supuso no pertenecer a una familia noble o adinerada, Mourelle consiguió ser nombrado caballero de la Orden de Santiago (1788) y recibió la cruz de San Hermenegildo (1819) en reconocimiento a los servicios prestados a la Corona española. Esta es su brillante hoja de servicios:

-Piloto, 1768. -Alférez de fragata, 1776. -Alférez de navío, 1780. -Teniente de fragata, 1787. -Teniente de navío, 1792. -Capitán de fragata, 1799. -Capitán de navío, 1806. -Brigadier, 1811. -Jefe de Escuadra, 1818.

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las aguas bajo su mando. De hecho, según los documentos que se conservan, Moure- En el Panteón de Marinos Ilustres de Cádiz, merecido lle participó en más de cuarenta combates y destino para un hombre con tantas hazañas a sus escaramuzas contra los ingleses, apresando naves enemigas, rescatando barcos españo- espaldas, descansan hoy sus restos mortales les y de otras naciones amigas y poniendo en serios aprietos a cualquier nave corsaria guerra galana, sino siempre a tiro corto de bloqueo al que se hallaba sometida y, tras que se atreviera a hacerle frente. metralla y algunas veces de fusil y pistola, regresar a las costas gaditanas, formó una lí- Uno de los episodios más destacados y aún abordando de día las murallas de Gi- nea con veinticuatro cañoneros. Aquellas ac- tuvo lugar en el Estrecho de Gibraltar el braltar. Durante tres años estuvo de coman- ciones sobresalientes motivaron que la Junta 19 de enero de 1799, cuando venció a un dante de las lanchas de fuerza y empeñó por de Defensa de Cádiz le pusiera al mando de convoy inglés fuertemente protegido por consiguiente los combates y mandó mucha sesenta cañoneras, con las que se enfrentó un navío, tres lanchas cañoneras y varios parte de ellos”. a navíos franceses, atacó el castillo de San- bergantines. Con tan sólo sus catorce lan- Esta reputación seguiría creciendo con los ta Catalina e hizo una guerra sin cuartel a las chas y un místico, Mourelle logró hundir años, en los que fue acumulando títulos y es- embarcaciones napoleónicas que se encon- una embarcación enemiga, hacerse con calando grados en la Armada (ver recuadro). traban en el Guadalete. dos bergantines, una fragata y otra de las Así, mientras en 1803 fue nombrado Fiscal de Tras la guerra siguieron llegando los as- cañoneras, capturando en total a 140 tripu- guerra, dos años después se convirtió en el censos y las condecoraciones, pero también lantes enemigos. La hazaña protagonizada jefe del apostadero de Algeciras, el mismo en nuevas misiones. La última, que nunca lle- por el gallego no sólo le valió su ascenso a el que había ejercido liderando a las lanchas garía a cumplir, le fue encomendada en el capitán de fragata, sino que las naves cap- cañoneras. Este cargo, paradójicamente, le año 1819, ya como Jefe de Escuadra, cuan- turadas se utilizaron a partir de entonces impidió participar en la mayor batalla naval de do se le ordenó transportar un gran ejército en el apostadero de Algeciras. Un par de aquellos años, la de Trafalgar. En cualquier que debía recuperar las antiguas posesiones años después, a finales de enero de 1801, caso, no le faltaron nuevas ocasiones de ba- españolas en América. El levantamiento se enfrentó de nuevo a la flota británica en tirse. El 14 de julio de 1806, ya destinado en del coronel Riego provocó la cancelación la batalla de Algeciras, derrotando otra vez el apostadero de Málaga, consiguió proteger de aquel plan, y Mourelle –que no se sumó al enemigo, en esta ocasión con ayuda de a cerca de una treintena de embarcaciones a la rebelión– hizo desembarcar a un buen cuatro navíos franceses. cargadas de dinero y armas que se dirigían a número de tropas para que sofocaran la in- Su viejo amigo y superior, Bruno de Hece- Cádiz para, desde allí, atravesar el Atlántico surrección. Apenas unos meses más tarde, ta, recordaba así en una carta su siempre va- rumbo al Río de la Plata. Aunque los ingleses a finales de mayo de 1820, Francisco Anto- lerosa disposición para la batalla en aquellos intentaron apresar aquel botín, Mourelle com- nio Mourelle de la Rúa, audaz explorador y años destinado en Cádiz: batió con valor durante más de doce horas, condecorado marino de guerra, fallecía en “Asistió a más de cuarenta combates consiguiendo salir indemne al ataque. De Cádiz a los 70 años de edad. En el Panteón contra las fuerzas anglicanas, entre los que nuevo, la hazaña le valió un ascenso. de Marinos Ilustres de esa ciudad, merecido se cuentan catorce de la mayor nota, esto Cuando en 1808 estalló la Guerra de la destino para un hombre con tantas y nota- es, batiendo con diez o doce cañones fuer- Independencia, nuestro protagonista con- bles hazañas a sus espaldas, descansan hoy zas que nos atacaban con quinientos, no en siguió llegar a Ceuta, ayudando a romper el sus restos mortales. •

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