El Color De La Sangre Libro Final
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El Color de la Sangre Cuarenta años de Resistencia y de Represión en Guatemala Alfredo Saavedra El Color de la Sangre Primera Edición, Guatemala 2001 Derechos Reservados © Alfredo Saavedra La reproducción total de este libro por cualquier medio, está sujeta a la autorización respectiva de los editores o del autor, según el caso, y en permiso debidamente legalizado. La divulgación parcial con fines no comerciales, es autorizada sin restricciones. Impreso en Guatemala con el patrocinio del Grupo de Apoyo Mutuo GAM 2 Introducción El propósito de este libro es agregar elementos para aproximar con precisión la valoración de uno de los períodos de mayor crisis en Guatemala, aunque tal vez sea más apropiado decir de mayor sufrimie nto, por cuanto nunca en la memoria de la vida política de la nación se había dado una etapa en la que el ejercicio del poder se convirtiera en una sucesiva actividad criminal ?catastrófica para una gran proporción de los habitantes del país? en horrendo suceso sin antecedente y que en saludable augurio se espera que no tenga subsiguiente. Guatemala ha sido marcada por un desventurado destino con sus dictaduras endémicas. Su pobla- ción nativa principió a sufrir las consecuencias del abuso del Poder desde la llegada de los Conquistado- res. El pueblo aborigen fue subyugado con la más indescriptible vesanía por los invasores. El sojuzga- miento atroz que prosiguió durante el período colonial, sometiendo al indígena a condiciones infrahuma- nas, se ha mantenido bajo un estado de opresión y discriminación perpetuas. El guatemalteco en su totali- dad, ha sido víctima de un despotismo de consecutiva predominancia. Recién inaugurada la República, principia la disputa del poder entre las dos tendencias políticas protagonistas de la época: la Liberal y la Conservadora. Las dos formas, con más coincidencias que con- tradicciones, convergen, además, a su turno de gobierno, en sus prácticas, por demás crueles, para el tra- tamiento de la oposición, manifestada por sectores del pueblo rebeldes a ese monopolio del poder. La característica común de las dos posiciones es su conducta de gobierno, con el mantenimiento de un esta- tus cuya orientación de la economía es basada en un sistema de relaciones de producción semifeudales. Vale decir, el interés del Estado en servicio de la clase dominante, cuando no por el personal interés de quienes gobie rnan para su propio enriquecimiento. Típico de ese comportamiento fue el ejercicio de los presidentes Rafael Carrera, Justo Rufino Ba- rrios, Manuel Estrada Cabrera, Jorge Ubico y los sucesores que en forma continuada han detentado el poder desde 1954. Sin embargo son los Liberales los que acaparan ese poder durante más de un siglo. De ahí que esa dominación haya dado origen a la respuesta de los oprimidos, cuya explotación en su fase más aguda se manifestó con los gobiernos mencionados, que los redujeron a poco menos que un estado de servidumbre. Principia esa respuesta con las rebeliones indígenas durante la Colonia, para pasar por sus expresiones de revuelta en épocas posteriores, hasta llegar a la etapa de insurgencia iniciada en la década de 1960. De manera que en este trabajo se toma un eslabón de todo ese ciclo de crisis en Guatemala, para agregar contenidos a ese período histórico y dejar así constancia del suceso que ha estremecido al país con toda la gravedad que caracterizó la represión gubernamental, durante los años reseñados, con la ex- cepción del período de ensayo democrático de 1944-54. Al finalizar la reactualización de las notas que configuran este libro, resultado de un primer pro- yecto en 1984, ha concluido el conflicto armado, mediante la firma de un tratado de paz, basado en acuer- dos entre las partes y cuya ejecución apenas si principia, muy de soslayo, en medio de un estado de incer- tidumbre, del cual la expresión más inquietante es la pobreza, por debajo de su propio nivel de tolerancia. Ello ocurre en un ambiente abrumado por un caos social visto de menos por los políticos oportu- nistas, y abandonado a su suerte por gobiernos ineptos y corruptos, en un país donde las expectativas de crecimiento económico son rebasadas por la miseria de un segmento considerable de la población, cada día más depauperado y con menos esperanzas, en un mundo poco susceptible al sufrimiento humano, regido por un orden en el que prevalece una economía de mercado en servicio de la codicia, que profun- diza aún más la diferencia entre los pobres y los ricos y donde la explotación del oprimido sigue siendo una ecuación de grado irresoluble. Es necesario aclarar que la marcada intención de destacar en este texto la presencia del periodis- mo y los periodistas durante buena parte del recuento, atiende a la comprensible razón de que el autor siendo periodista ?y del mismo oficio muchos de los protagonistas? siente responsabilidad de involu- crar los hechos que afectaron a la Comunicación Social y a colegas y amigos, dentro de la totalidad del 3 fenómeno. Y, desde luego, ha querido plasmar la visión que ha tenido de los acontecimientos, situados dentro del período de cuatro décadas que se corresponden con cuarenta años de su vida en el país, previo a un exilio que se prolongó por veinte años más de su existencia. Como mucha de su experiencia ciudadana durante esa etapa de la vida nacional, y la interpreta- ción de los sucesos descritos en su ejercicio como periodista, pudieran quedar al margen de los apuntes históricos de otros cronistas, el autor no pudo resignarse a que estas páginas se privaran de ver la luz pú- blica, tal vez más que con la intención de procurar un aporte histórico ?restándole los necesarios y muy valiosos préstamos a las referencias?, con el afán de dejar un testimonio muy indispensable en la hora crucial que a los guatemaltecos les ha tocado vivir. Finalmente, el autor quiere dejar constancia de su reconocimiento al Grupo de Apoyo Mutuo ?GAM?, en particular a su coordinador general Mario Polanco, quien acogió con entusiasmo el propó- sito de que este libro fuera llevado a la imprenta y de esa forma poner a disposición de los lectores este modesto aporte a la histor ia real de Guatemala. Observación: Este documento aspira a ser una crónica, sin intenciones académicas, razón por la que, entre otras cosas, en un propósito por facilitar la lectura se prescinde del sistema de numerar las citas. Independiente de que las fuentes de consulta son anotadas al introducir las referencias principales, al final se acredita la correspondiente bi- bliografía, agradeciendo la comprensión de autores y editores de que sea ésta la forma de cumplir con la formalidad del respectivo crédito. Nota adicional: Los textos en letra cursiva, relatados en primera persona, dentro del contenido total de 4 Dramatis Personae 1. Chinautla era para mí sólo un lugar imaginario. La figuraba con los distintos modos con que podía cons- truirla a partir de las descripciones de mi madre, o del antojo de mis ilusiones. Por la primavera, en años de persistencia, emprendíamos viaje a pie con mamá en algún domingo bien dispuesto, sin que pudiése- mos llegar por el cansancio, el tedio o la desesperanza de no alcanzar aquel lugar lejano a nuestros pro- pósitos. Sólo recupero del recuerdo un camino polvoriento, que de la periferia de la capital por la anti- gua Calle Nueva, al norte de la ciudad, por el rumbo llamado en otro tiempo Salida del Golfo, se alarga- ba por pequeñas rancherías que daban el rastro hacia Chinautla. Camino de tierra cercado de brotones que en abril se ponían a reventar de flores anaranjadas y que con el nombre de pito eran festejadas en su radiante florescencia. Tenía yo ocho años y caminar hacia Chinautla, si bien era gozoso por el sol tibio de la mañana, lo incierto de la llegada y la idea del regreso siempre caminando, cuando ya se había recorrido buen trecho, desalentaba la voluntad de alcanzar el destino, tal vez no más allá de media legua, pero inaguan- table de seguir. En el primer grado de la escuela primaria se nos enseñaba que Chinautla era un municipio del departamento de Guatemala y estaba, como un retazo, en el primer mapa que se nos mostraba de la pa- tria. Pueblito de alfareros, de su arcilla llegaban a los mercados de la capital la vajilla de los pobres, los tinajones para las refresquerías y los atoles de maíz en las plazas populares; los comales con su origen de rueda, los apaxtes tamaleros o para separar aguachivas y toda la juguetería de barro blanco arran- cado a las colinas con sus palomitas de alas en suspenso, como para darles sostenidas en la palma de la mano, el soplo de la vida y echarlas a volar. De Chinautla llegaban los frutos de la tierra; los huevos recolectados de patio en patio, llevados a la ciudad en pesados cacaxtes aguantados en la espalda por indios de piedra, que caminaban a pie en su doble recorrido de seis leguas. Indios sin edad, renegridos y mustios que se sabían vistos con despre- cio o misericordia por los ladinos y por eso vendían sus mercancías con un rencor acumulado por cua- trocientos años de infamia. Chinautla, contada por mi madre, era nada más que un espejismo en mis ocho años que me que- darían de memoria con la voz de la Lucha Reyes, salida de una radio en la calle arbolada con desfile de borricos flacos, guiados por el asno director de la campanada, cargados con leña para las tortillerías. Calle de Los Arboles, que derecho hacia un confín al que nunca llegamos, conducía hasta esa Chinautla con historia de indios guerreros de otros tiempos, registrada en los libros de la Guatemala que empecé a aprender en aquellos tiempos distantes.