Esteban Anchustegui Igartua
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Anno IV, n. 2 – 2012 Storia e Politica Rivista quadrimestrale Università degli Studi di Palermo Dipartimento di Studi Europei (D.E.M.S.) Ciudadanía y multiculturalismo 190 Esteban Anchustegui Igartua Anno IV n. 2 Maggio-Agosto 2012 Ricerche/Articles Esteban Anchustegui Igartua Ciudadanía y multiculturalismo 193 Anna Li Donni Carmelo Provenzano Politica industriale ed evoluzione dei settori industriali: alcune implicazioni di evolutionary economics 212 Luigi Mastrangelo Brutus Romae tra mitologia fondativa, ricostruzioni storiografiche e rielaborazioni ideologiche 230 Carlo Verri Il federalismo antifascista di Silvio Trentin 250 Fabio Di Giannatale Il «Vicesatana» Mazzini e la Civiltà Cattolica Aspetti dell’intransigentismo risorgimentale 269 Michihiro Kaino Bentham’s Legal Theory and the Common Law tradition: defining some key elements of continuity 291 Pietro Daniel Omodeo Giordano Bruno nell’Illuminismo radicale tedesco: la diatriba historico-philosophica di Friedrich Christian Laudkhard 306 Flavio Silvestrini Il duplice volto del Monarca dantesco tra teoria politica e realtà storica 324 Manuela Girgenti Politica e diritto nel pensiero di Maimonide 347 Atti del Seminario di Studio su Karol Wojtyla (Palermo, 2 aprile 2009) Giovanni Paolo II tra teologia, pedagogia e politica Interventi di Antonio Bellingreri, Anselmo Lipari, Rosanna Marsala 367 191 Ciudadanía y multiculturalismo Note e discussioni/ Notes and Discussions Peter A. Mazur – Simon Ditchfield Raccontare la conversione in età moderna: a proposito di Schiavitù mediterranee 411 Alessandro Argiroffi Hannah Arendt, l’effettività e la terzietà 427 Recensioni/Reviews T. Casadei, Tra ponti e rivoluzioni. Diritti, costituzioni, cittadinanza in Thomas Paine (S. Samorì); Montesquieu, Pensieri diversi, a cura di D. Felice (F. Fraulini); M. Ciardi, Reazioni tricolori. Aspetti della chimica italiana nell’età del Risorgimento (P. Venturelli); G. Pecora, Socialismo come libertà – La storia lunga di Gaetano Salvemini (G. Pondrano Altavilla); M. Ingrassia, La sinistra nazionalsocialista (G. Marino) 439 Quarta di copertina/Back cover 450 192 Esteban Anchustegui Igartua RICERCHE/ARTICLES ESTEBAN ANCHUSTEGUI IGARTUA CIUDADANÍA Y MULTICULTURALISMO Introducción El llamado «desafío del multiculturalismo» es uno de los «temas de nuestro tiempo». El hecho social del multiculturalismo ― la convivencia dentro de un espacio social de grupos de individuos de culturas diferentes ― es fuente en las sociedades actuales de un conjunto de problemas y demandas importantes y actual o potencialmente conflictivos (condiciones de marginación y pobreza de minorías étnicas, derechos de los inmigrantes, demandas de autonomía y autodeterminación de minorías nacionales o culturales, conflictos en torno a derechos lingüísticos, símbolos nacionales, etc.). En términos generales, se plantea, tanto para la filosofía política como para la política práctica la cuestión de la conjugación de ciudadanía e identidad etnocultural. El multiculturalismo no es una condición singular de la cultura moderna, sino una condición normal de casi todas las sociedades - salvo algunas primitivas aisladas1. El mundo no está dividido en culturas o etnias con fronteras nítidas y claras, y en la historia de las sociedades e incluso en las biografías de los individuos se entrecruzan rasgos y elementos culturales variados. Ya hace siglos hubo ciudades como Estambul, Samarkanda, Venecia, Kiev y Toledo en las que se dio una amplia multiculturalidad. Bien podemos decir que toda sociedad es en cierto sentido multicultural. Pero el hecho se acentúa especialmente en las sociedades contemporáneas, afectadas por: a) migraciones a gran escala b) reacciones defensivas de reivindicación de la particularidad cultural frente a la globalización: la mundialización de la racionalidad técnica en los procesos económicos produce el despertar de demandas de identidad ancladas en la lengua, el cuerpo y la memoria, que se oponen a la objetivización y mercantilización de los sujetos y de sus relaciones (Cf. Touraine 1995:14-25). A ello se une un cierto agotamiento en el terreno teórico del proyecto normativo universalista. 1 Sobre el multiculturalismo como hecho social puede verse, entre otros, el trabajo de Lamo de Espinosa (1995: 13-80). 193 Storia e Politica, IV n.2, 2012, pp. 193-211 Ciudadanía y multiculturalismo la crisis del Estado, incapaz de cumplir la función hegemónica y mediadora que tuvo en el pasado, y al mismo tiempo demasiado pequeño para unos fines y demasiado grande para otros. El hecho del multiculturalismo se convierte en problema cuando no se acepta que la coexistencia de grupos procedentes de marcos culturales diferentes se resuelva en la integración o asimilación (a la cultura de la sociedad de recepción o a la culturalmente hegemónica), sino que se pretende conservar y aun reforzar la diversidad de identidades culturales, y se reclaman por consiguiente políticas diferenciadas y derechos colectivos específicos. Allí donde se produce el tránsito desde una sociedad relativamente homogénea a otra multicultural (ya sea por migraciones ―la causa más común en las sociedades contemporáneas―, o por fusión de entidades con culturas diferentes, por conquista), se crean grandes tensiones como consecuencia de la interacción de culturas. Y puesto que los miembros de las diferentes culturas han de compartir lugares públicos (los parques, los bares, las tiendas...) e instituciones públicas (escuelas, hospitales), se plantea el problema práctico de conjugar el respeto a la diferencia de valores y costumbres con la necesidad de establecer reglas y derechos comunes a todos los miembros de las sociedades multiculturales. El multiculturalismo como opción política2 se engloba dentro de una tendencia generalizada de afirmación de la identidad colectiva y la demanda consiguiente de reconocimiento de la diferencia (étnica, lingüística, religiosa, de género, etc.)3. Estas reivindicaciones fuerzan a reconsiderar algunos de los supuestos básicos en la concepción de la esfera pública (y de la ciudadanía), que tradicionalmente había sido entendida como construcción contractual de sujetos políticos individuales y formalmente semejantes. Por ejemplo, movimientos como el feminista han atacado el supuesto de que la condición de género pueda dejarse al margen en la vida política, puesto que de hecho tal condición determina decisivamente la inserción de las mujeres en el espacio político (Cf. p. ej. Phillips 1998: 319-339), y han hecho ver cómo los individuos participan en la vida política también en tanto que miembros de grupos. Al mismo tiempo, las «políticas de la identidad y la diferencia» plantean problemas de reconocimiento y comunicación entre los diferentes, y hacen especialmente grave la cuestión de la regulación de las relaciones y la cohesión social. Importa por consiguiente especificar qué vamos a entender aquí por «multiculturalismo». El multiculturalismo coincide en parte con otros 2 Como observa Joseph Raz, el término «multiculturalismo» suele usarse tanto para describir una sociedad con características de pluralidad cultural como las aludidas, como para un tipo de política favorecedora de esa situación. Cf. Raz (1994: 170-191). 3 Seyla Benhabib: «En tanto toda búsqueda de identidad incluye diferenciarse uno mismo de lo que uno no es, una política de identidad es siempre y necesariamente una política de creación de diferencia». En Benhabib (1996: Introduction). 194 Esteban Anchustegui Igartua grupos y movimientos sociales, como feministas, discapacitados, asociaciones políticas o culturales minoritarias o marginales, en demandar medios y posiciones que garanticen su independencia y/o supervivencia, sobre la base del reconocimiento de su diferencia. En todos los casos puede hablarse de una reacción contra un sistema que no reconoce las necesidades específicas y los derechos particulares que precisan estas minorías. No obstante, conviene tener en cuenta las características específicas de las diversas demandas. Y, en este sentido, podemos considerar características como: (a) el carácter transitorio o permanente de su reivindicación: transitoria, en el caso de que lo que se pretenda sea la equiparación al resto de la sociedad ―ej. discriminación positiva mujeres―; o permanente, cuando se trata de mantener rasgos diferenciales como la religión o la lengua. (b) la demanda de inclusión o de reconocimiento de diferencia (p. ej., el feminismo reclama una integración igualitaria en la ciudadanía común, algunos movimientos nacionalistas el reconocimiento de un status diferenciado, con los correspondientes derechos) (c) la reivindicación o no de autogobierno, etc4. Por todo ello, y para delimitar el ámbito específico a tratar, Kymlicka propone reservar el término «multiculturalismo» para las demandas de minorías culturales centradas en el reconocimiento de su identidad diferenciada y el establecimiento consiguiente de un marco político que incluya un status y unos derechos diferenciados en función del grupo. No se incluirían, por tanto entre las demandas de una política multicultural las reivindicaciones de reconocimiento de mujeres, homosexuales, grupos políticos o religiosos, etc (Kymlicka 1996a: especialmente 34-46). El teórico canadiense distingue además dos tipos de diversidad cultural (que presentan problemáticas específicas): a) La diversidad multinacional resulta de la convivencia de «naciones»5 que voluntaria o involuntariamente se incorporan a un único Estado. En este caso se trata de comunidades territorialmente separadas. La reivindicación de reconocimiento