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Los días del triunfo

Cuando el Palacio pasó a ser nada

atista tomó las de Villadiego cuando la candela lo sacó de su concha de caracol, dejando en una situación embarazosa a b quienes confiaron en él hasta el último momento. Abandonó el Palacio Presidencial pasadas las 2:00 de la tarde del miércoles 31 de diciembre de 1959 para dirigirse a su finca Kuquine y ya jamás volvería a poner un pie en el despacho del se- gundo piso, donde tan jugosos frutos había cosechado de la Silla de doña Pilar. O de la otra que la había sustituido por órdenes expresas suyas. Su mujer e hijos habían salido con rumbo a la Casa Militar del Presidente en Columbia, donde se les unió Batista cuando iban a dar las 12:00 de la noche. Y de allí a la fuga. De modo que al menos durante cinco días el Palacio resultó un edificio tan inútil en su función ejecutiva como pudo serlo cual- quier otro de los alrededores. Era la primera vez que se producía una circunstancia de esa naturaleza desde el 31 de enero de 1920, cuando fue inaugurado con bombos y platillos por Mario García Menocal. Hubo, sí, un intento por ocupar el sillón vacío el 1ro de enero de 1959; pero la cosa no pasó de ahí. Los ideólogos de aquel plan fueron el propio Batista y el general Eulogio Cantillo, quien enca- bezó una junta militar y ordenó ir en busca del magistrado de más antigüedad en la Audiencia, a quien correspondía asumir el cargo por imposibilidad del vicepresidente y el secretario de Estado, ambos dados a la fuga junto a . La designación recayó en el doctor Carlos Manuel Piedra, a quien tenía que ratificar el Tribunal Supremo para legalizar el cargo como primer mandatario de la nación. Entusiasmado, Piedra llegó a Columbia, se reunió con Cantillo, otros militares y presuntos futuros ministros, y sobre las 10:00 de 208  refugio NO. 1 // julio a. martí  la mañana del 1ro de enero entró al despacho magno de la calle Refugio. Allí, el magistrado llegó a sentarse en la silla que había abandonado Batista y comenzó a realizar las primeras gestiones para formar gobierno, mientras esperaba por la decisión del Tribunal Supremo, la que se produjo al mediodía. La respuesta a la solicitud de Piedra y Cantillo quedó estipulada en el acta de la siguiente manera en su parte medular: «no cabe una sustitución reglamentaria de poder por cuanto el país está en presencia de un hecho revolucionario consumado: No hay lugar al procedimiento del Dr. Carlos M. Piedra para ocupar por sustitución constitucional la Presidencia de la República». Fue un jarro de agua fría tirado sobre las pretensiones del ma- gistrado Piedra, quien sombrío retornó a su casa. Pocos minutos después, prestos y con prontitud, y con ausencia de información, arribó al Palacio Presidencial una Comisión del Cuerpo Diplo- mático Acreditado en , la cual estaba encabezada por los embajadores Earl T. Smith, de los Estados Unidos, y Juan Pablo de Logendio, Marqués de Vellisca, de España, e integrada además por los representantes plenipotenciarios de Argentina, Chile, Brasil y El Vaticano, quienes irrumpieron en la segunda planta del edificio para presentarle a Piedra sus respetos —no se habló de reconoci- miento, aunque nada se pareciera más—. Pero el gesto de la mano pronta a apretar la del «presidente» quedó en el aire… Piedra ya había espantado la mula de aquel lugar donde ni lo querían, ni habría podido ocupar. Desde Palma Soriano, ciudad recién tomada por el Ejército Rebelde, llamó a los cubanos a la huelga general revolucionaria a través de los micrófonos de para desarticular el intento de golpe de Estado contrarrevolucionario orquestado por Batista y Cantillo en Columbia. Esa noche, desde un balcón del Ayuntamiento frente al Parque Céspedes, en Santia- go de Cuba, Fidel anunció a las decenas de miles de santiagueros allí reunidos, y a los ciudadanos de la nación entera, que de manera provisional la capital del país se trasladaba a Santiago de Cuba. Informó que de modo provisorio asumía la presidencia de la Re- pública el doctor Manuel Urrutia Lleó, magistrado de la Audiencia santiaguera, de viril postura frente a los desmanes de la dictadura de Batista, que había tomado meses antes el camino del exilio a expensas de la insurrección armada y estaba de retorno en el país  los días del triunfo  209 desde el 7 de diciembre, cuando arribó a una pista improvisada del territorio rebelde en un avión con pertrechos de guerra enviados desde Venezuela por el jefe de la Junta Militar Revolucionaria de aquel país, Wolfgang Larrazábal. Ya en horas de la madrugada del 2 de enero, Urrutia juró su cargo ante la muchedumbre santiague- ra, y se trasladó con posterioridad junto a su mujer y un hijo a la casa de la familia Moliere, en la calle Aguilera, donde se estableció por unas horas el gobierno de la nación. Manuel Urrutia Lleó nació en Yaguajay el 8 de diciembre de 1908. Formando parte de la juventud de los años treinta se enfrentó a la dictadura de Gerardo Machado, hasta el derrocamiento de aquel. Graduado en leyes, después de un largo camino quedó nombrado juez de la Audiencia de Oriente, se opuso al régimen de facto del 10 de marzo de 1952, y al fácil navegar a favor de la corriente que siguió la mayoría de sus colegas. Fue por eso de las excepciones que en el ejercicio del Derecho no se plegó a la componenda judicial que legiti- mó el régimen de Batista. En marzo de 1957 dio su voto absolutorio en la causa seguida a más de un centenar de jóvenes involucra- dos en el levantamiento armado del 30 de noviembre de 1956, y en la expedición del yate . Urrutia emitió su veredicto conforme a los derechos establecidos en la Constitución de 1940, al considerar que «en vista de la usurpación y retención ilegal del poder por Batista y sus seguidores, los defendidos actuaron de acuerdo a sus derechos constitucionales». Parcializada con el gobierno, la «justicia» condenó a la mayoría de los acusados a penas de cárcel, y el juez, abochornado, pidió su retiro poco tiempo después. Esa postura le ocasionó problemas y amenazas por parte del régimen del 10 de marzo, y la Dirección Nacional del 26 de Julio lo propuso como candidato a la presidencia provisional en un eventual gobierno de la República en Armas, candidatura que fue aprobada por el conjunto de organizaciones de la oposición, agru- padas en el Frente Cívico Revolucionario. En la noche del 1ro de enero llegan a las postrimerías del Pala- cio Presidencial tropas del Directorio Revolucionario 13 de Marzo encabezadas por Faure Chomón y Rolando Cubela. Chomón imparte la orden al comandante Juan Abrantes, El Mexicano, para que en la madrugada tome el edificio ejecutivo, recoja las armas de la guarnición, envíe los soldados del antiguo ejército a sus casas y luego parta para la Universidad, no sin antes dejar una guardia en 210  refugio NO. 1 // julio a. martí 

Palacio que evite saqueos, como ocurrió en tiempos de Machado. Desmoralizados, los centinelas de la casa ejecutiva son incapaces de impedirles la entrada. Juan Abrantes cumplió la orden dada por el jefe del Directorio Revolucionario ya en la madrugada del 2 de enero; pero los planes cambian con el establecimiento allí junto a un grupo de hombres, del comandante Rolando Cubela, que toma los recintos del segun- do piso y se adueña del dormitorio que hasta pocas horas antes había sido de Fulgencio Batista, en cuya cama pasó la primera de sus noches en Refugio no. 1. En la mañana arriba al Palacio Herbert Mathews y entrevista a Cubela. Entretanto, fuerzas del Directorio desplazan la guarnición batistiana y ejercen el control de la vigilancia. Aunque no se produ- cen desórdenes, el pueblo entra a muchas dependencias del edificio. En Santiago de Cuba, el presidente continúa radicando en el no. 11303 de la calle Aguilera, y el 2 de enero dictó el nombra- miento de Fidel Castro como jefe de todas las fuerzas de aire, mar y tierra en el territorio nacional. Era preciso nombrar un Gobierno Revolucionario que asumiera cuanto antes las funciones ejecutivas. La designación de Santiago de Cuba como capital provisional de la República no era un capricho, sino una estrategia con la cual abortar cualquier intento de gobierno contrarrevolucionario en La Habana. Cómo atender las funciones del Estado revolucionario en aquellos momentos históricos requería de un sitio apropiado, el presidente se mudó el 3 de enero de la casa de la familia Moliere a la Universidad de Oriente, en la capital provisional. En nombre del nuevo Estado, Urrutia se dirigió con parte del gobierno al cementerio de Santa Ifigenia y rindió honores a José Martí en su lugar de reposo. Ese mismo día, 3 de enero, recibió a numerosos amigos que fueron a saludarlo, y ascendió a capitán al teniente Pe- dro Sarría Tartabull, a quien promovió a edecán de la presidencia. Sarría fue un oficial del antiguo ejército de limpia trayectoria, que salvó la vida de Fidel Castro pocos días después de los sucesos del cuartel Moncada el 26 de julio de 1953. Por aquel proceder, el régi- men del 10 de marzo lo mantuvo preterido a partir de entonces, y el propio Batista llegó a culpar a «el negro ese» por el desarrollo de la Revolución cuando Fidel estaba peleando en la . En presencia del rector de la Universidad de Oriente y de otras personalidades cubanas y extranjeras, el presidente tomó jura-  los días del triunfo  211 mento a Roberto Agramonte como ministro de Estado (canciller); Ángel Fernández Rodríguez, de Justicia; Faustino Pérez Hernán- dez, del nuevo Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados; Julio Martínez Páez, de Salubridad y Asistencia Social, y Luis Buch Rodríguez, ministro de la Presidencia y secretario del Consejo de Ministros. Aunque ya estaban nombrados para ocupar los cargos, no se hallaban presentes Raúl Cepero Bonilla y Manuel Fernández García, titulares de las carteras del Comercio y del Trabajo, respec- tivamente. Todavía el gabinete estaba a medias, pero el Gobierno Revolucionario comenzaba ya a trabajar. El jefe de la Revolución se hallaba en esos momentos en su marcha triunfal hacia La Habana, por cada una de las provincias y ciudades importantes del país. El 4 de enero el Consejo de Ministros continúa establecido en la Universidad de Oriente; pero en horas de la noche recibe la solicitud de Fidel de que se traslade a La Habana al siguiente día. Camilo y el Che ya se han hecho fuertes allí y el poder revolucionario se va consolidando. En la mañana del 5 de enero, el Consejo de Ministros dictó su primera nota oficial:

Por primera vez en nuestra historia patria, Santiago de Cuba ha sido sede de la Constitución del Gobierno de la República […] El Gobierno de la Revolución nunca podrá olvidar el apoyo y el calor con que el pueblo santiaguero lo ha acogido durante el tiempo que Santiago ha sido sede oficial del mismo […] Al mismo tiempo y para aumentar más aún la importancia histórica de esta ciudad, el Gobierno de la República ha acordado lo siguiente:

1. Aprobar la Ley Fundamental del Estado Cubano, basada sus- tancialmente en la Constitución de 1940, con las modificaciones que las actuales circunstancias y exigencias que la Revolución demande. 2. Declarar disuelto el Congreso y extinguidos los mandatos de gobernadores, alcaldes y concejales.

De viaje a La Habana, en horas tempranas del 5 de enero, el avión presidencial tomó tierra en Camagüey donde lo esperaba Fidel, quien había llegado a esa ciudad en su histórica marcha rumbo a Occidente. A su lado se encontraba el comandante Ernesto , quien en una escapada de su mando en La Cabaña para 212  refugio NO. 1 // julio a. martí  conferenciar con el jefe del 26 de Julio, acudió también a darle la bienvenida al gobierno en la pista agramontina. En aquel lugar, por solicitud del líder máximo de la Revolución, Urrutia nombra a los doctores José Miró Cardona en el cargo de Primer ministro y a Armando Hart Dávalos en el de ministro de Educación. Otros nombramientos de Urrutia en aquella escala de su viaje fueron los de Luis Orlando Rodríguez como ministro de Gobernación; Manuel Ray Rivero, de Obras Públicas, y Humberto Sorí Marín, de Agricultura. Con su peculiar sombrero texano, esperaba el fin del itinerario presidencial el comandante Camilo Cienfuegos en la loza del aero- puerto de Rancho Boyeros, en La Habana. Había diferencias entre las tropas que ocupaban el Palacio y otras organizaciones revolu- cionarias. Camilo informó a Urrutia sobre las medidas que había tomado para la entrada en Refugio no. 1 y hacia allá se encaminó el presidente con su séquito ministerial. Al llegar a la entrada, el pueblo colmaba todos los alrededores del Palacio de Gobierno. —«¡Viva Cuba!» «¡Viva el presidente!» «¡Viva Urrutia!», gritó un oficial del DirectorioR evolucionario y el manda- tario, rodeado de pueblo, entró en la sede histórica de los gobiernos de la nación. Era la tarde del 5 de enero. El presidente se entrevistó con la jefatura del Directorio Revolucionario. Más tarde, llegaron al despacho los comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara. Las contradicciones fueron cediendo al entendimiento. En definitiva, el Directorio Revolucionario y el 26 de Julio habían demostrado su valía en la contienda que acababa de terminar. Los momentos reclamaban unidad, unos y otros lo comprendieron. Con los pasillos y salones repletos por elementos civiles de todos los colores de piel, sexos y edades, que habían tomado las escaleras del Palacio, el doctor Raúl Roa García condujo a la casa ejecutiva a una comisión de embajadores presidida por monseñor Luigi Centoz, nuncio apostólico y decano del Cuerpo Diplomático Acreditado en Cuba, e integrada además por los representantes de los Estados Unidos, España, Argentina, Brasil y Chile, para que presentaran sus respetos al presidente de la República. ¡Los mismos que cuatro días antes habían corrido al Palacio para ver a Piedra con igual pretensión! Por supuesto que tal gestión, por cuanto encerraba de simbólica, solo podía ocurrírsele al inquieto y vivaracho Roa, conocido más tarde como El canciller de la dignidad.  los días del triunfo  213

El 6 de enero los efectivos del Directorio Revolucionario aban- donaron el Palacio. En lo sucesivo se encargaron de la custodia del edificio fuerzas del Movimiento 26 de Julio enviadas por Camilo Cienfuegos, las que quedaron bajo el mando del capitán Machado Ventura, jefe de la Casa Militar del Palacio Presidencial. En sesión extraordinaria del Consejo de Ministros efectuada el 7 de enero, se acuerda la primera reforma a la Constitución de 1940. El 8 de enero, en medio de un mar de pueblo, hace entrada a La Habana la Caravana de la Victoria, con Fidel a la cabeza. Al descubrir el Granma fondeado en un muelle de la bahía próximo al Palacio, el jefe de la Revolución detuvo la marcha y se dirigió a subir a bordo del simbólico yate. Los buques mercantes sonaron las sirenas y las fragatas de guerra dispararon salvas de artillería. Todo el mundo estaba en la calle. Era la apoteosis. Del Granma, Fidel se encaminó directamente al Palacio para realizar una visita de cortesía al presidente de la República. En la entrada principal de la calle Refugio, Urrutia y el gabinete que lo acompaña dan la bienvenida al jefe rebelde. Suben las escaleras y desde la terraza norte, el presidente se dirige a la multitud y anuncia a Fidel Castro. Este se para frente a los micró- fonos, saluda al pueblo con las manos y comienza su breve discurso:

Este edificio nunca me gustó y me parece que no le gustaba a nadie, lo más que yo había subido fue ahí, a ese muro, cuando yo era estudian- te. [Dijo, y señaló al fragmento de muralla situado frente a la puerta norte] Ustedes quisieran saber cuál es la emoción que siento al entrar en Palacio […] exactamente igual que en cualquier otro lugar de la República. No me despierta ninguna emoción especial. Es un edificio que para mí, en este instante, tiene todo el valor de que en él se alberga el Gobierno Revolucionario de la República.

Habló del Granma y de la visita que acababa de realizarle, la que sí lo había emocionado. Después, en su estilo vivo de diálogo con la gente, dijo:

[…] alguien decía a mi lado que harían falta mil soldados para pasar por donde está el pueblo. Y yo digo que no. Yo solo voy a pasar por donde está el pueblo. Dicen eso porque han visto tanta emoción y tanto entusiasmo que tienen miedo de que nos vayan a dañar […] 214  refugio NO. 1 // julio a. martí 

Voy a demostrar una vez más que conozco el pueblo. Sin que vaya un soldado delante le voy a pedir al pueblo que abra una fila. Yo voy a atravesar solo por esa senda junto al Presidente de la República. Así, compatriotas, le vamos a demostrar al mundo entero, a los periodistas que están aquí presentes, la disciplina y el civismo del pueblo de Cuba. Abran una fila y por ahí marcharemos para que vean que no hace falta un solo soldado para pasar entre el pueblo.

Escribe Luis Buch en Gobierno Revolucionario Cubano, génesis y primeros pasos:

Antes de concluir sus palabras, la multitud, en un movimiento es- pontáneo, refluía hacia la línea de los edificios, apretujada, fundida en una sola y enorme masa. Delante de Urrutia y Fidel, como ante la quilla de un buque cortando las aguas, se abría un espacio libre, que luego, al pasar ellos, se cerraba otra vez.

Fidel llega al sitio en el cual está la caravana de vehículos en la que, agotados, viajan sus hombres, y reinicia la marcha rumbo a Colum- bia, donde acude el pueblo para escucharlo durante varias horas en el discurso conocido como de las palomas. Consolidado el triunfo revolucionario e instalado el Gobierno en el Palacio Presidencial, La Habana retoma su condición de Capital de la República.

En tiempos tan tempranos como las dos primeras semanas de enero de 1959, se orquesta a través de los poderosos medios de información de los Estados Unidos, una campaña difa- matoria contra el Gobierno Revolucionario debido a los juicios y penas de muerte aplicadas por los tribunales a los criminales de guerra del batistato. La campaña tiene como objetivo satanizar la Revolución y sus principales dirigentes, y a desacreditarla inter- nacionalmente. Fidel llama al pueblo a responder en la Operación Verdad y lo cita para que se reúna frente a Palacio el 21 de enero. Ese día, alrededor de un millón de cubanos procedentes de todos los sitios de La Habana, unidos a pinareños y matanceros de los pueblos limítrofes, acuden a la convocatoria de apoyo al gobierno, inaugurando el largo período de las megaconcentraciones, como muestra de la unidad del pueblo en torno a sus líderes. Memorias IX

Cae Batista. El Palacio pasa a ser nada.

Pese a sus deseos, el magistrado Carlos Piedra no pudo tomarle el pulso al despacho presidencial. El pueblo, emocionado, sabe que han llegado los días del triunfo.

El presidente Manuel Urrutia entra a la sede histórica de los gobiernos de la nación. Urrutia pronto revelaría su mentalidad oligárquica. Fidel visita al presidente de la República. «Lo más que yo había subido fue ahí, a ese muro, cuando yo era estudiante». Fidel Castro. «Yo solo voy a pasar por donde está el pueblo». Fidel Castro.

El pueblo, frente a Palacio, apoya la Operación Verdad.