'Maestro, Señor Y Dios Mío, Haz Que Pueda Ver'
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1 MOTIVACIONES DESDE LAS LECTURAS DE DOMINGOS Y SOLEMNIDADES Domingo XXX (30): Jer 31,7-9; Sal 125; Heb 5,1-6; Mc 10,46-52 (al 27.10.2012, 8'25). 'Maestro, Señor y Dios mío, haz que pueda ver'. (Jesús sana al ciego, mosaico realizado por el ilustre Maestro Marko Ivan Rupnik, sj) Índice: 1) Resumen introductorio. 2) Posibles títulos. 3) Algunos temas que brotan de las lecturas. 4) Anexos. 1) Resumen introductorio: Después de sugerir en Cap. 2 algunos posibles títulos para resumir lo principal de las lecturas de este Domingo. En el Cap. 3 se ofrecen algunos temas y que brotan de las lecturas de hoy. En el Cap. 4 hay Anexos con: 1) Siglas; 2) Posibles contextos; 3) Ayuda para el Rito Penitencial; 4) Algunas preguntas; 5) Concordancias bíblicas; 6) Concordancias con el Catecismo; 7) Reflexiones de otros autores; 8) Oraciones, cantos y poemas 9) Algunos Documentos Eclesiales que se pueden consultar; 10) Acontecimientos; 11) Refranes; 12) Invitación a buscar paralelos con las Bellas Artes; 13) Arte religioso. Domingo XXX (30): Jer 31,7-9; Sal 125; Heb 5,1-6; Mc 10,46-52 2 2) Posibles títulos: Un ciego que ve. Con nuevos ojos. Caminar en la luz. Un modelo de fe. El ciego de Jericó. El misterio de la fe. Tu fe te ha sanado. No hay peor ciego... La fe que sana y salva. Fe y camino de un ciego. Maestro, que pueda ver. Señor, haz que pueda ver'. La confesión de fe del ciego. Para ver las maravillas de Dios. Tu luz, Señor, nos hace ver luz. Ánimo, levántate, que te llama. De Bartimeo aprendamos a ver. La fe: ojos nuevos para ver la vida. La fe como requisito para el milagro. La fe y audacia (o valentía) del ciego. El Señor hace nuevas todas las cosas. Situación originaria de cada creyente. El Señor es mi (nuestra) luz y mi salvación! El fondo de los ojos es el corazón (guardini). Ver los signos de Dios en la historia humana. Creer para ver. Creer para amar y amar para creer. El caminar de Bartimeo es el caminar del creyente. Una esperanza para los 'mendigos de la existencia'. Te compasión de mí! Kyrie eleíson, Señor ten piedad. Lo esencial se ve con los ojos del corazón (Principito). Mira la vida con otros ojos. Dale un sentido trinitario a tu vida. Los pasos del proceso de la fe: suplicar y gritar desde nuestra ceguera, insistir a pesar de las dificultades o contrariedades. Domingo XXX (30): Jer 31,7-9; Sal 125; Heb 5,1-6; Mc 10,46-52 3 Vete, tu fe te ha salvado... (Imagen: www.homiletica.org/fidelonoro.htm) 3) Algunos temas que brotan de las lecturas: 3,1) Jesús va de camino a Jerusalén a lo largo del río Jordán, y poco antes de llegar a su meta, pasa por Jericó que está en una oasis al lado del río. Realiza acá su último milagro que es significativo y que simboliza el camino del creyente: al principio hay un mendigo ciego y al final un discípulo que lo sigue. El ciego 'reconoce' a Jesús, es más lúcido que otros. Había escuchado de Jesús de Nazareth, y estaba seguro que le podría ayudar y sanar. Bartimeo hace una 'profesión de fe', lo 'reconoce' como el 'Hijo de David' como el que puede mostrar la Misericordia. Hoy estamos como Bartimeo. Muchos a pesar de tener lo material, no creen en Dios. Hay enfermedades que no generan dolor, pero que son más peligrosas, como por ejemplo, el acostumbrarse al mal, eso nos hace ciegos. No seamos ciegos a los males del mundo actual. Bartimeo reconoce a Jesús, y hace una profesión de fe que la proclama con fuerza ante los demás. Si tenemos una amistad que negamos ante los demás, no será una auténtica amistad, y si Jesús es nuestro amigo, Señor y Maestro, es bueno y justo que lo reconozcamos ante los demás. Por ello no enmudezcamos nuestra fe en este mundo que es adverso a veces a la fe. Hablemos de Jesucristo a los que nos rodean. San Pablo nos invita a evangelizar a tiempo y a destiempo, es decir siempre. Evangelicemos con el ejemplo y el testimonio, apoyemos la promoción humana. Bartimeo tiene ese encentro personal con Jesús, un encuentro sanador. Jesús lo llama, y él bota su manto, salta y corre. Es un encuentro de tú a tú. Jesús le pregunta, ¿qué quieres que haga por ti?. Si nos encontramos con Jesús será un encuentro personalizado. Jesús es a la vez universal y concreto. Será un encuentro existencial y personal con Dios, un encuentro sanador, divinizador y humanizador. El camino de Bartimeo es también nuestro camino de la fe. Jesús sabe lo que necesitamos, pero quiere escucharlo de nosotros en ese diálogo personal. Reconozcámoslo primero e invitemos a Jesús a nuestra vida (cfr. De la homilía de Mons. Dominik SCHWADERLAPP en el Domingo 30-B, 28.10.2012, Obispo Auxiliar de Colonia, www.domradio.de, con algunas adaptaciones agregadas). Domingo XXX (30): Jer 31,7-9; Sal 125; Heb 5,1-6; Mc 10,46-52 4 3,2) Homilía del Santo Padre Benedicto XVI, en la Santa Misa para la clausura del Sínodo de los Obispos,en la Basílica Vaticana. Domingo 28.10.2012 Venerables hermanos, ilustres señores y señoras, queridos hermanos y hermanas El milagro de la curación del ciego Bartimeo ocupa un lugar relevante en la estructura del Evangelio de Marcos. En efecto, está colocado al final de la sección llamada «viaje a Jerusalén», es decir, la última peregrinación de Jesús a la Ciudad Santa para la Pascua, en donde él sabe que lo espera la pasión, la muerte y la resurrección. Para subir a Jerusalén, desde el valle del Jordán, Jesús pasó por Jericó, y el encuentro con Bartimeo tuvo lugar a las afueras de la ciudad, mientras Jesús, como anota el evangelista, salía «de Jericó con sus discípulos y bastante gente» (10, 46); gente que, poco después, aclamará a Jesús como Mesías en su entrada a Jerusalén. Bartimeo, cuyo nombre, como dice el mismo evangelista, significa «hijo de Timeo», estaba precisamente sentado al borde del camino pidiendo limosna. Todo el Evangelio de Marcos es un itinerario de fe, que se desarrolla gradualmente en el seguimiento de Jesús. Los discípulos son los primeros protagonistas de este paulatino descubrimiento, pero hay también otros personajes que desempeñan un papel importante, y Bartimeo es uno de éstos. La suya es la última curación prodigiosa que Jesús realiza antes de su pasión, y no es casual que sea la de un ciego, es decir una persona que ha perdido la luz de sus ojos. Sabemos también por otros textos que en los evangelios la ceguera tiene un importante significado. Representa al hombre que tiene necesidad de la luz de Dios, la luz de la fe, para conocer verdaderamente la realidad y recorrer el camino de la vida. Es esencial reconocerse ciegos, necesitados de esta luz, de lo contrario se es ciego para siempre (cf. Jn 9,39-41). Bartimeo, pues, en este punto estratégico del relato de Marcos, está puesto como modelo. Él no es ciego de nacimiento, sino que ha perdido la vista: es el hombre que ha perdido la luz y es consciente de ello, pero no ha perdido la esperanza, sabe percibir la posibilidad de un encuentro con Jesús y confía en él para ser curado. En efecto, cuando siente que el Maestro pasa por el camino, grita: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,47), y lo repite con fuerza (v. 48). Y cuando Jesús lo llama y le pregunta qué quiere de él, responde: «Maestro, que pueda ver» (v. 51). Bartimeo representa al hombre que reconoce el propio mal y grita al Señor, con la confianza de ser curado. Su invocación, simple y sincera, es ejemplar, y de hecho – al igual que la del publicano en el templo: «Oh Dios, ten compasión de este pecador» (Lc 18,13) – ha entrado en la tradición de la oración cristiana. En el encuentro con Cristo, realizado con fe, Bartimeo recupera la luz que había perdido, y con ella la plenitud de la propia dignidad: se pone de pie y retoma el camino, que desde aquel momento tiene un guía, Jesús, y una ruta, la misma que Jesús recorre. El evangelista no nos dice nada más de Bartimeo, pero en él nos muestra quién es el discípulo: aquel que, con la luz de la fe, sigue a Jesús «por el camino» (v. 52). San Agustín, en uno de sus escritos, hace una observación muy particular sobre la figura de Bartimeo, que puede resultar también interesante y significativa para nosotros. El Santo Obispo de Hipona reflexiona sobre el hecho de que Marcos, en este caso, indica el nombre no sólo de la persona que ha sido curada, sino también del padre, y concluye que «Bartimeo, hijo de Timeo, era un personaje que de una gran prosperidad cayó en la miseria, y que ésta condición suya de miseria debía ser conocida por todos y de dominio público, puesto que no era solamente un ciego, sino un mendigo sentado al borde del camino. Por esta razón Marcos lo recuerda solamente a él, porque Domingo XXX (30): Jer 31,7-9; Sal 125; Heb 5,1-6; Mc 10,46-52 5 la recuperación de su vista hizo que ese milagro tuviera una resonancia tan grande como la fama de la desventura que le sucedió» (Concordancia de los evangelios, 2, 65, 125: PL 34, 1138). Hasta aquí san Agustín.