Anexo 1. Panorama De La Violencia En El Noreste Mexicano
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
1 PANORAMA DE LA VIOLENCIA EN EL NORESTE MEXICANO Manuel Pérez Aguirre Para entender las matanzas de Allende y San Fernando es necesario analizar su contexto. Dicho de otra forma, Allende y San Fernando sólo son episodios visibles dentro de una ola de violencia que azotó al país. El noreste mexicano padeció una guerra entre organizaciones criminales que, definitivamente, trastornó la vida diaria de sus habitantes, sobre todo a principios de esta década. Desde luego, el comportamiento de las organizaciones criminales mexicanas no puede entenderse sin considerar el papel que la guerra contra el narcotráfico del presidente Calderón tuvo como catalizador de la violencia criminal en México. Entre otras cosas, actualmente México es conocido como un país violento. No siempre fue así. A continuación se analizan los niveles de violencia en el país, utilizando los homicidios dolosos y las desapariciones como variables para aproximarnos al fenómeno1 y para comprender cómo han variado su comportamiento a través del tiempo. Los homicidios en México pueden dividirse a partir de los sexenios presidenciales, no sólo porque estos periodos sirven para establecer lapsos; también porque sus políticas de seguridad son determinantes. Como se aprecia en la siguiente figura, durante la década de los noventa y la primera del siglo XXI, el país mostraba una clara tendencia hacia la pacificación. La serie de tiempo inicia en el sexenio de Carlos Salinas, sin duda uno de los más violentos dentro del periodo. De hecho, pasarían casi dos décadas para alcanzar las tasas de homicidios del gobierno salinista. 1 Para los homicidios dolosos se utilizó información de mortalidad del INEGI, que combina información de las Oficinas del Registro Civil con la de la Secretaría de Salud. Específicamente, se utilizó la información de “Homicidio y lesiones infligidas intencionalmente por otra persona”: Instituto Nacional de Estadística y Geografía, Registros Administrativos: Mortalidad. Disponible en <http://www3.inegi.org.mx/sistemas/microdatos/encuestas.aspx?c=33398&s=est>; consultado el 4 de agosto de 2016. Para el número de desaparecidos se utilizó la información del Registro Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED), en su corte de abril de 2016. Disponible en la página del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública: http://secretariadoejecutivo.gob.mx/rnped/datos-abiertos.php; consultada el 20 de abril de 2016. Para el número de habitantes, se utilizó la información del Censo de Población y Vivienda 2010 del INEGI: Instituto Nacional de Estadística y Geografía, Censo de Población y Vivienda 2010, 2010. Disponible en <http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/proyectos/ccpv/cpv2010/>; consultado el 28 de septiembre de 2016. 2 El gobierno de Ernesto Zedillo se caracteriza por una disminución sistemática de los homicidios dolosos. De hecho, para el año 2000 había logrado reducir los niveles de violencia a casi la mitad del año más problemático de su antecesor. Vicente Fox continuó con esa tendencia, aunque no al ritmo de Zedillo y con una ligera tendencia creciente al final de su sexenio. Sin embargo, puede afirmarse que su sexenio es el más pacífico de las últimas décadas. Paradójicamente, el primer año de gobierno de Calderón es el menos violento de la serie. Es decir, su estrategia contra el crimen organizado no tuvo efectos inmediatos en la tasa de homicidios nacional. Es hasta 2008 cuando comienza a notarse el incremento exponencial que caracteriza al periodo calderonista. Sin abundar al respecto, basta decir que de 2007 a 2008 hay un incremento de casi 50% en la tasa de homicidios. Más aún, hacia el final de su sexenio, en 2011, las tasas de homicidios nacionales se habían incrementado casi tres veces respecto a 2007. El gobierno de Peña Nieto logró disminuir los homicidios dolosos en el país, aunque todavía está muy por encima de los niveles de violencia de hace poco más de una década. Así, resulta claro que la guerra contra el narcotráfico significó un punto de quiebre en la seguridad de los mexicanos. Básicamente, hay dos versiones sobre las razones del presidente Calderón para implementar esa política. La más difundida señala que el panista decidió involucrarse en el combate al crimen organizado para ganar 3 legitimidad, considerando el conflicto poselectoral de 2006. A grandes rasgos, el presidente creyó que la lucha sería fácil, debido a la superioridad de las fuerzas armadas mexicanas, y que le permitiría unificar al país en torno a una causa común. La otra versión sostiene que el presidente eligió la confrontación directa porque la situación era cada vez peor y necesitaba atención inmediata,2 antes de que fuera incontrolable. De cualquier forma, las consecuencias fueron brutales. Según Trejo y Ley, los efectos de la guerra calderonista no sólo deben medirse en el incremento exponencial de la violencia, también “en la expansión de los cárteles y sus socios criminales hacia nuevos mercados, incluyendo la extorsión, el secuestro, el tráfico de personas y el saqueo de recursos naturales”.3 Según Guillermo Pereyra,4 las razones del incremento de la violencia deben rastrearse en la inestabilidad del mercado de drogas y en el combate militar que asumió el gobierno de Felipe Calderón. Los homicidios dolosos en las regiones mexicanas Desde luego, la violencia homicida no ha tenido el mismo comportamiento a lo largo del país. Vale la pena diferenciar entre las distintas áreas geográficas. Tomando como referencia las regiones establecidas en el Programa Nacional de Seguridad Pública 2014-2018,5 y con base en los datos de homicidios dolosos del INEGI, la siguiente figura muestra los distintos comportamientos en esas zonas. Occidente (Aguascalientes, Colima, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Querétaro y Zacatecas) y Sureste (Campeche, Chiapas, Oaxaca, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán) han sido las regiones más tranquilas del país a lo largo del periodo estudiado, con tasas inferiores a la nacional en todo momento. Vale la pena apuntar que la delimitación en sólo cinco áreas geográficas representa un problema para el análisis, porque obliga a juntar entidades muy conflictivas con otras mucho más pacíficas. Por 2 Luis Astorga, ¿Qué querían que hiciera? Inseguridad y delincuencia en el gobierno de Felipe Calderón, México, Grijalbo, 2015. 3 Guillermo Trejo y Sandra Ley, “Federalismo, drogas y violencia: Por qué el conflicto partidista intergubernamental estimuló la violencia del narcotráfico en México”, Política y Gobierno, 2016, vol. XXIII, núm. 1, pp. 11-56. 4 Guillermo Pereyra, “México: violencia criminal y ‘guerra contra el narcotráfico’”, 2012, Revista Mexicana de Sociología, vol. 3, núm. 74, pp. 429-460. 5 Secretaría de Gobernación, Programa Nacional de Seguridad Pública 2014-2018, 30 de abril de 2014. Disponible en <http://dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5343081&fecha=30/04/2014>; consultado el 12 de agosto de 2016. 4 ejemplo, en la zona Occidente coexiste Michoacán con Aguascalientes; o Veracruz y Yucatán en el Sureste. No es de extrañar que el centro del país muestre un patrón similar a la tasa de homicidios nacional a lo largo del periodo, considerando el peso poblacional del entonces Distrito Federal y el Estado de México. Sin embargo, vale la pena resaltar que la zona Centro (Distrito Federal, Estado de México, Guerrero, Hidalgo, Morelos, Puebla y Tlaxcala) ha sido más violenta que la nacional casi todo el tiempo, salvo en el periodo presidencial de Felipe Calderón. Esto no quiere decir que el Centro experimentara un periodo de paz durante el sexenio del panista; simplemente, el incremento en las zonas del norte del país opacó el de las demás. 5 La zona Noreste (Coahuila, Durango, Nuevo León, San Luis Potosí y Tamaulipas) pasó de ser la región más tranquila del país a experimentar un incremento brutal desde 2008 y hasta 2012. Nuevamente, los homicidios disminuyen cuando termina el periodo calderonista, regresando a la tendencia descendente que los caracterizaba. Aun así, los datos están muy por encima de los niveles que alguna vez tuvieron. Es necesario poner los datos en perspectiva. En primer lugar, esa región tuvo una tasa de homicidios dolosos menor a la nacional durante la mayor parte del periodo estudiado. En segundo, el incremento de 2008 a 2012 fue tan abrupto que en el último año casi rebasa al noroeste, faltando muy poco para que se convirtiera en la región más violenta del país. Más aún, los estados fronterizos del noreste presentan una tasa mayor que el noroeste (42.7 contra 42.1). Nuevamente, el diseño de las regiones difumina la violencia regional. Para el caso del noreste, la calma relativa de San Luis Potosí disminuye el impacto que los datos de Tamaulipas tienen sobre el conjunto, por ejemplo. 6 Uno de los argumentos más utilizados es que Felipe Calderón heredó un problema creciente y, simplemente, optó por combatirlo frontalmente. Sin embargo, las tasas de la zona Noroeste (Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Sinaloa y Sonora) muestran con mayor claridad los efectos de sus decisiones. Considérense dos datos: en primer lugar, los homicidios dolosos se incrementaron casi tres veces de 2007 a 2008; en segundo, el aumento persistió hasta llegar, en 2010, a tasas seis veces mayores que 2007; tercero, el noreste era más violento para 2010, la tasa se había elevado seis veces respecto a 2007. Las desapariciones en las regiones mexicanas Otra forma de aproximarse a la violencia es mediante el análisis de las desapariciones de personas. El Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED) tiene varios inconvenientes. Uno de ellos es que los registros pueden variar de un corte a otro, porque el RNPED se actualiza constantemente con las personas que aparecen, con o sin vida. Otro es que, a decir de muchas organizaciones de la sociedad 7 civil y especialistas en el tema,6 los datos oficiales subregistran el fenómeno de los desaparecidos en México, aunque ese argumento podría hacerse extensivo a casi la totalidad de los delitos en el país.