M a S Rs PA Ri O I. R
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E m A s r s P A ri o i. r « n M TEMAS ESPAÑOLES N ú m. 2 0 7 LOS GUANCHES Y CASTILLA Por PORFIRIO ARROYO SANZ PUBLICACIONES ESPAÑOLAS CAJO O'DONNELL, 27 - MADRID 19 5 5 LOS GUAMCHES Y CASTILLA nidos en las narraciones de los autores griegos y latinos, cuyo resumen intenta• LA LEYEND mos a continuación: Y FANTASIA Situadas en el océano Atlántico, en el La fantasía de los pueblos que florecen cruce de las rutas que enlazan tres conti• en las riberas del Mediterráneo oriental nentes, las islas Canarias no entran de lle• puso destellos de poesía y arte, e incluso no en el ámbito de la Historia Universal en una ingenua filosofía, en todas las reali• tanto que el genio de España —como dades del mundo, adornándolas con las presentimiento y anticipación de la gesta galas sutiles de un esplritualismo que hi• americana— no emprende su conquista, ciera tolerable la dura existencia del hom• comenzando así a señalar al mundo euro• bre, desamparado ante el rigor de las leyes peo los derroteros que completaría un siglo de la Naturaleza. después, al producirse el descubrimiento. Así, las fantasías de que está llena la Este verdadero «momento estelar de la historia antigua se deben a un anhelo de humanidad» transforma la faz del globo, satisfacción de las aspiraciones espirituales y el Atlántico pasa a desempeñar ese papel de la época. principal que hasta entonces, y a lo largo No es de extrañar, por tanto, que el de siglos, había correspondido en exclusiva archipiélago canario, situado a pocas millas al viejo Mediterráneo. de Africa; las islas Purpurinas, de eterna Cuando, en el siglo xiv, el Papa Cle• primavera, acariciadas por los tibios alisios mente VI hizo a don Luis de Clermot la del Atlántico, diesen lugar a las elucubra• merced de la conquista de «Las Hespérides ciones científicas y filosóficas de los remo• Purpurinas», ni uno ni otro poseían sino tos sacerdotes de Egipto, Fenicia y Roma. una vaga idea de las tierras objeto de la Hay, sin embargo, en medio de las fan• encomienda. Los antecedentes con que tásticas e imprecisas noticias de los pri• contaban para llegar al expresado conoci• meros tiempos, singulares puntos de coinci« miento no podían ser otros que los conte- dencia sobre extremos que, posteriormente 3 la moderna ciencia, en su incesante avance, que la tal cordillera fué como un cinturón producto de la paciente investigación, co• del mundo, al que circunvalaba. rrobora al sentarlos como indiscutible. En los vocablos Atlas, Atlante y Atlán- Tales son, por ejemplo, la remotas afir• tida es difícil señalar cuál es la voz primi• mación de la existencia de montañas su• tiva y cuáles son las derivadas; es decir, mergidas en diversos puntos del Atlántico, que ignoramos si el monte dió su nombre hecho hoy fácilmente comprobable; o las a la cordillera, o viceversa, y si de éstos idénticas geologías y semejanzas filoló• tomaron los suyos el fabuloso rey y el gicas descubiertas en lugares situados entre desaparecido continente, o, por el contra• sí a enorme distancia, en regiones del rio, el de alguno de los últimos fué el origen globo sin conexión aparente, pero a las de las restantes denominaciones. que antiguas leyendas nos mostraron como Existe también cierta confusión en cuan• áridas por desaparecidos continentes. to a la identidad de Atlas y Atlante, aun• No quiere esto decir que cuanto contiene que parece que en ambos mitos quiso re• la leyenda dorada deba aceptarse como presentarse al mismo personaje. bueno. Son patentes las continuas exagera• Este fabuloso Atlante subía con fre• ciones y evidente la deformación de la rea• cuencia al pico más elevado de la Mauri• lidad que se observan en la misma. Hay tania para considerar con atención el que escarbar, desbrozar, seleccionar cui• curso de los cielos y sus signos y planetas. dadosamente, para encontrar, casi oculto Era un poderoso astrólogo; se le atribuye en medio de la brillante hojarasca que le ser el primero que conoció la esfera, y re• rodea, el hecho desnudo que dió origen a fiérese, por último, que desde la cumbre la fábula. Toda narración tiene una base; del monte sustentaba el cielo sobre sus quien cuenta, arranca siempre de un hecho hombros. Sin embargo, Hesiodo afirmó que real. La dificultad estriba en determinar era Atlas quien sostenía la bóveda celeste, exactamente dónde acaba la realidad y da situando cerca de las Hespérides el monte comienzo la fantasía. donde realizaba su increíble tarea, impues• ta por Júpiter en castigo por haber tomado parte en la guerra de los Titanes. En la SITUACION, ORIGENES Y ETIMOLOGIA fábula que relata Ovidio, Perseo convierte a Atlante en montaña, sobre la cual des• Los dos primeros problemas que se pre• cansaban el cielo y los astros. Esto parece sentan con relación a las islas Canarias significar que nos encontramos ante otro se refieren al origen, tanto del propio archi• caso de simple personificación de las fuer• piélago como de sus remotos pobladores. zas de la Naturaleza, a que tan aficionados Hay identidad casi absoluta en supo• eran los hombres de aquellas edades, para nerlas restos de la cadena montañosa del quienes el firmamento (cuya infinita inmen• Atlas; pero ya discrepan los antiguos co• sidad ignoraban) había de tener por nece• mentaristas en cuanto a la extensión de la sidad una base firme y real sobre que cordillera, y sobre si ésta formaba parte apoyarse, y ésta no podía ser otra que la de un Africa que vió disminuido su contor• del más alto y misterioso pico del mundo na, o bien se prolongaba a través de otro hasta entonces conocido. continenie, de cuya destrucción subsistie• «Entre este famoso monte y el río Níger ron las islas. No son pocos los que opinan o Senegal —nos dice Plinio— se hallaban - 4 — los cercanos montes, habitados por ciertas natal, derrotados por los sirios, se estable• gentes que llaman canarios, y muchos ele• cieron en la costa occidental de Africa- fantes, toda suerte de serpientes y perros, De este hecho (que no aparece suficiente• cuyas carnes difieren de las demás carnes mente demostrado) nace otra teoría. Afir• de las fieras.» man sus mantenedores que los hebreros Por primera vez hemos hallado el nom• fugitivos pudieron perfectamente saltar bre canario entre esta serie de citas, y antes a las islas y darles un nombre deri• de continuar adelante insertaremos las vado del suyo propio. Pero, además de teorías más conocidas en cuanto al origen que, como en un caso anterior, era precisa de la denominación y a la etimología del una más que regular alteración, téngase en vocablo. cuenta que de esta supuesta invasión de Tampoco está determinada con exacti• los cannaneos no hay más noticia que la tud dicha etimología. Parece latina, y dada por los descubridores de tal posibi• mientras unos la hacen derivar de los nom• lidad etimológica; por lo tanto, la estima• bres de Grano y Grana, que vivieron en las mos tan recusable como las que preconizan islas que llamaron «Granarías», otros, como su antecedente astronómico (de «Gan Ma• el mismo Juba, rey de Mauritania, la supo• yor» y «Can Menor»); y, por último, tam• nen procedente de la palabra «canis» (perro) bién con escaso fundamento, se afirma «por el gran número de estos animales que que una planta espinosa de frutas purpú• allí moran». Pero ni en las Sagradas Escri• reas, la «uba Ganina», es la base etimo• turas encontramos rastros de esos supues• lógica del vocablo Ganarías (1). tos descendientes del patriarca ni los con• Por otra parte, cada una de las islas del quistadores se vieron jamás asaltados por archipiélago, al ser diferenciada, recibió su jaurías de perros, y menos se sabe que les correspondiente nombre. Fueron los si• causara estrañeza su número. guientes: Gran Ganaría, «Ganaría»; Lanza- «Ganna» es la palabra latina que designa rote, «Gapraria»; Fuertevcntura, «Plana- la caña. Los que, por el gran desarrollo que ría»; La Gomera, «Junonia Mayor»; Hierro, alcanzó el cultivo de la caña de azúcar, le «Junonia Menor»; y Tenerife, «Nivaria». atribuyen esta etimología olvidan que esta Viera y Glavijo afirmaba que Ganaría planta fué importada por los conquistado• (Gran Ganaría), por su extensión, por la res, lo que supone que su conocimiento en importancia que adquirió, por lo ruidoso las islas es muy posterior a la existencia de de su conquista, pronto tomó tal notorie• la denominación que nos ocupa. dad que, «sobreponiéndose a las demás, les «Ganora» proviene también del latín «ca• dió su nombre», que, una vez hecho gene* no» (cantar). En esta teoría parece evidente rico, a todas comprendía. Esta es cuestiór la muy forzada alteración cano, canora, en la que no entramos ni salimos. Sea come canoria, canarias. Además, si bien es cierto fuere, el problema etimológico no se re» que hay gran número de aves canoras, suelve, y, en todo caso, las preguntas hechas antes de la conquista no se había hecho con relación a Ganarías archipiélago se en• resaltar esta circunstancia, siendo muchos tenderán formuladas para Ganaría isla. los relatos y referencias en que ni aun se Aparte los ya señalados, aún se aplican nombran, por lo que no es creíble que fuera ésta la causa de la nomenclatura. (1) La mayoría de estos datos etimológicos cs^' tan tomados de la obra «Síntesis de la Economí 3 Al retirarse los cannaneos de su tierra de Canarias», del señor Díaz Llanos. a las Canarias otros varios nombres, pro• rias relativas a los primeros habitantes de ducto todos ellos de la más encendida Canarias son las que afirman que aqué• admiración y con los cuales se intenta re• llos fueron descendientes de Noé, rama ja- sumir su maravilloso encanto.