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LA GENERACIÓN DE 1927

Pedro Salinas, Jorge Guillén, , , Federico García Lorca, Dámaso Alonso, y son los principales componentes de la Generación del 27 (aunque habría que añadir, como mínimo, a y a ). El término de Generación del 27 es el más aceptado, al ser 1927 la fecha en la que se reunieron para celebrar el tricentenario de la muerte de Góngora. Con esta reunión buscaban una doble reivindicación: la del poeta cordobés (por afinidad estética) y la de ellos mismos como grupo. Un grupo caracterizado, por otra parte, por la diversidad de actitudes y tendencias estéticas, que muchas veces les hará coincidir, pero otras muchas alejarse y transitar por rutas diferentes. Ahora bien, por debajo de esa variedad late la pretensión común de renovar el lenguaje literario, algo que logrará amortizando tradición y vanguardia. Así, si, por una parte no se puede negar la influencia de las vanguardias (fundamentalmente, Ultraísmo, Creacionismo y Surrealismo)1 y las teorías de la deshumanización del arte de Ortega y Gasset2, por otra resulta imprescindible tener en cuenta el regreso a nuestra rica tradición oral y escrita (los cancioneros de los siglos XV y XVI, Garcilaso, San Juan de la Cruz, Góngora…). En cuanto a las etapas y la evolución del grupo, se pueden distinguir tres grandes etapas: a) Desde 1920 hasta 1928: en estos años se establecen los contactos personales entre los distintos integrantes del grupo gracias, fundamentalmente, a la Residencia de Estudiantes de y a sus colaboraciones en las distintas revistas literarias de la época, al tiempo que van publicando sus primeras obras (reseñables son Marinero en tierra de Alberti y Versos humanos de Gerardo Diego, galardonadas con el Premio Nacional de Literatura de 1925). En estos primeros años, se nota la presencia de tonos becquerianos, pero también el influjo de las vanguardias y el magisterio de Juan Ramón Jiménez, que orienta a muchos hacia la “poesía pura”. Domina en el grupo el frenesí por la imagen y el afán de novedades temáticas y experimentales, con tendencia a un cierto elitismo y deshumanización. b) Desde 1929 hasta la Guerra Civil. Esta segunda etapa está marcada por la irrupción del Surrealismo, el cual provoca un cisma que separa a Salinas y a Guillén de Lorca, Alberti, Cernuda y Aleixandre (Gerardo Diego flota en la indecisión y Dámaso Alonso por entonces no escribe poesía). El cisma deriva hacia posiciones neorrománticas en el caso de Salinas y Guillén y el seguimiento de los postulados surrealistas en el caso de los demás (aunque nunca llegaron a practicar la escritura automática ni cayeron en la frivolidad a la que llegaron los surrealistas franceses), lo que les llevó a un compromiso social y político, a una poesía “impura”. c) Desde 1939 hasta 1977. La tercera etapa empieza tras la Guerra Civil y culmina en 1977, con la concesión del Nobel a Vicente Aleixandre, que para muchos supuso, implícitamente, un reconocimiento a todo el grupo que, tras la Guerra Civil, se dispersó y ya nunca volvió a reunirse: Lorca fue asesinado, Alberti, Cernuda, Salinas y Guillén partieron al exilio; Aleixandre, Dámaso Alonso y Gerardo Diego se quedaron en España. Esto nos permite hablar de la poesía de los exiliados (marcada por las nuevas circunstancias que convertirán el Cántico de Guillén en Clamor y traducirán un profundo sentimiento de nostalgia, perceptible en los Retornos de lo vivo lejano de Alberti, que a veces se convertirá en amargura y desarraigo, como en Desolación de la quimera, de Cernuda) y la poesía de los que se quedan (orientada hacia la angustia, los tonos existenciales y el desgarrón humano de los Hijos de la ira de Dámaso Alonso, cuando no reflejará el destierro interior y la elegía por la juventud y el tiempo arrasados, como en Sombra del Paraíso, de Aleixandre). A lo largo de estas tres etapas que acabamos de ver los poetas del 27 hemos visto cómo desarrollan distintas tendencias poéticas cuyo estudio abordamos a continuación, sustituyendo el análisis individual de cada uno de los miembros del grupo (lo que desbordaría los límites razonables del tema). Seis son las tendencias: poesía de vanguardia, poesía pura, neopopularismo, surrealismo, neorromanticismo y poesía social, que les sirven para tratar diversos temas como el amor, la naturaleza (con un tratamiento que trasciende lo paisajístico), la ciudad como símbolo (no siempre positivo) de progreso, el compromiso político, etc.: 1) La poesía de vanguardia responde al ánimo de romper con convenciones literarias anteriores, buscando nuevas formas de expresión caracterizadas a grandes rasgos por la incorporación de elementos de la vida moderna, la acumulación ilógica de imágenes, la carencia de puntuación, el verso libre (que basa su ritmo más que en la reiteración fónica, en la de ideas, palabras, estructuras sintácticas…) y cierta propensión al diseño caligramático (aquí destaca Gerardo Diego, saltando del Ultraísmo al Creacionismo con Limbo, Imagen o Manual de espumas; Pedro Salinas combina en sus inicios temas y formas propias de la poesía juanramoniana con rasgos genuinamente vanguardistas; y Rafael Alberti conectará con los referentes característicos del mundo moderno en no pocos poemas de Cal y Canto y Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos). 2) La poesía pura, caracterizada por la abstracción, la esencialidad, la trascendencia y la eliminación de lo anecdótico, queda ejemplificada a través de las sucesivas ediciones del Cántico de Guillén; además de éste, tenemos también a Aleixandre con Ámbito (si bien incluso aquí, su poesía ya está impregnada de su propia existencia); se inscriben asimismo en esta tendencia Perfil del aire de Cernuda y los primeros libros de Emilio Prados (Tiempo, Vuelta y Nadador sin cielo). 3) Lorca, Alberti, Gerardo Diego y Dámaso Alonso inician su quehacer literario en contacto con los tonos de la poesía tradicional (Edad Media y Siglos de Oro). La recepción de esta poesía se convierte en recreación (sirva como ejemplo el complejo simbolismo que concentran muchos poemas lorquianos bajo el ropaje de los moldes tradicionales en el Romancero gitano). 4) En lo tocante la poesía surrealista, renueva la relación con las vanguardias, desplaza la imagen hacia el ámbito onírico e implica la sugestiva participación del lector. Destacan aquí Alberti (Sobre los Ángeles y Sermones y Moradas), Cernuda (Un río, un amor y Los placeres prohibidos), Lorca (Poeta en Nueva York) y, por encima de todos ellos, Vicente Aleixandre el más cualificado adaptador de esta tendencia, con cuya estética alcanza su más alta expresión poética en Espadas como labios o La destrucción o el amor, que reflejan su deseo de “fusión cósmica y panteísta3 en la plenitud amorosa” que tendrán una feliz continuidad en Sombra del paraíso. 5) En Bécquer se inspiraron los poetas del 27 para la poetización del tema amoroso (tendencia neorromántica). Y uno de los grandes poetas amorosos de la generación es, sin duda, Pedro Salinas, y como tal lo confirman La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento, trilogía que conforma una especie de cancionero amoroso con poemas que son fragmentos de un todo. Le siguen de cerca Cernuda (Donde habite el olvido), Lorca (en quien los reproches, las quejas y el secretismo que a la voz se imponen darán lugar a los apasionados Sonetos del amor oscuro) y algunas obras de Manuel Altolaguirre. 6) La instrumentalización de la poesía y los temas sociales se intensificarán durante la Guerra Civil y después de ella con poetas como Miguel Hernández, Alberti, Cernuda, Prados... que dejarán a un lado el verso libro y la imaginería surrealista a favor de la métrica y los tonos populares. 1936 marca un antes y un después en la vida del grupo. En un corto espacio de tiempo había surgido un grupo de poetas que acabarían por configurar un período estelar, sólo comparable en su brillantez a nuestros Siglos de Oro. Pero como decimos, 1936 se encargó de destruir el grupo a los pocos años de su nacimiento, dando lugar a lo que Jorge Guillén denominó como una “generación perdida”. Nos quedan sus versos.

1 El Ultraísmo fue un efímero movimiento de vanguardia español, aparecido en 1919. Su nombre indica su voluntad de ir “más allá”, dando una mayor importancia a la imagen y a la metáfora y, temáticamente, a los aspectos del mundo moderno (el cine, las máquinas, el deporte, la técnica, la ciencia…). El Creacionismo, por su parte, fue introducido en España por el poeta chileno en 1918; defendía un arte que no fuera imitación ni traducción de la realidad, en el que el poema fuera un objeto autónomo y la imagen no se basara en la comparación entre dos realidades, sino que éstas se aproximen en virtud de una relación arbitraria que el poeta “crea” entre ellas (de este modo, por ejemplo, el hombre puede encenderse un cigarro con el sol o hacerse un collar con todos los ríos de la tierra). El surrealismo inicia su andadura a partir de los estímulos dadaístas y encabezado por André Breton. El surrealismo no pretende ser sólo un movimiento estético, también quiere ser una revolución integral interesada en la liberación de los impulsos reprimidos en el subconsciente por la razón (según las teorías freudianas) y la liberación del hombre oprimido por la sociedad burguesa (según la filosofía marxista). Quizá por ello André Breton definió el surrealismo como “automatismo psíquico”, consistente en expresar de forma libre, inmediata y fiel todo aquello que ocupa la mente del autor en el momento de la creación artística. Y si el automatismo es la base técnica del surrealismo, los sueños constituyen su base temática; las oscuras relaciones entre los hombres y las cosas, el amor (en su vertiente más pasional), la muerte y el suicidio, la sorpresa casi mágica de lo casual... todo convierte a las obras surrealistas en un mundo de imágenes inquietantes y fantásticas, lo cual conlleva también una liberación del lenguaje con respecto al control que ejerce la razón (métrica libre, sorprendentes asociaciones de palabras, superposición y mezcla de conceptos, objetos y sentimientos que la razón mantiene apartados, metáforas sorprendentes, etc.). 2 Deshumanización basada la impopularidad, la intelectualización, la primacía de la metáfora, la intranscendencia y el juego. 3 El Panteísmo es el sistema de quienes creen que la totalidad del universo es el único dios.