Etnotoponimia De Las Tierras Situadas Entre Las Rías D´Avilés Yd´Aboño
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UNIVERSIDAD DE OVIEDO Departamento de Filología Española Programa de Doctorado “TEORÍA, LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS” Etnotoponimia de las tierras situadas entre las rías d´Avilés y d´Aboño Cristian Longo Viejo ÍNDICE Introducción------------------------------------------------------------------ 3 Breve descripción geográfica de los concejos de Carreño y Gozón-- 16 Historia de los concejos de Carreño y Gozón--------------------------- 18 Análisis Toponímico--------------------------------------------------------- 23 Ictiotopónimos---------------------------------------------------------------- 23 Actividades y costumbres marineras------------------------------------ 59 Fitotopónimos---------------------------------------------------------------- 94 Zootopónimos--------------------------------------------------------------- 138 Hidrotopónimos------------------------------------------------------------- 158 Orotopónimos--------------------------------------------------------------- 198 Designaciones metafóricas------------------------------------------------ 297 Hagiotopónimos------------------------------------------------------------ 340 Construcciones humanas------------------------------------------------- 372 Costumbres agrícolas y ganaderas------------------------------------- 408 Vías de comunicación----------------------------------------------------- 445 Antrotopónimos------------------------------------------------------------ 449 Conclusiones--------------------------------------------------------------- 467 Abreviaturas---------------------------------------------------------------- 480 Índice de topónimos------------------------------------------------------- 482 Referencias bibliográficas------------------------------------------------ 488 2 INTRODUCCIÓN Cada nombre de lugar parece encerrar un secreto arcano, está ligado a nuestro pasado, a nuestros orígenes, a los hombres y mujeres que nos precedieron en esta Tierra que ahora ocupamos. Por ello, el origen y el significado de los nombres de lugar han despertado desde siempre la curiosidad de los estudiosos y de las personas en general. El estudio específico de los nombres de lugares recibe el nombre de toponimia o de toponomástica, palabra formada del griego τοπος (tópos), “lugar, territorio” y ονομα (onóma), “nombre”, luego un topónimo es simplemente un “nombre de lugar” cuyo término designa el nombre propio de una fuente, un arroyo, una playa, una roca en el mar, una isla, un cabo, una montaña, una ciudad, un país o un continente. Estos nombres nos aportan una valiosa información que puede ser utilizada en muchas ramas del conocimiento humano. Los topónimos pueden hacer referencia al relieve, hidrografía, minerales, flora, fauna, vida pastoril y marinera, agricultura, ganadería, industria y artesanía, actividades varias, vivienda humana y construcciones en general, vías de comunicación, instituciones, religión y un larguísimo etcétera; en fin, todas las manifestaciones vitales están plasmadas en la toponimia. Así este carácter tan humano de la toponimia provoca que su estudio trascienda los límites de lo puramente filológico. Efectivamente, la primera interesada en el estudio de la toponimia será, por supuesto, la ciencia filológica, pues el léxico toponímico presenta variados fenómenos de tipo fonético, procesos de derivación, problemas semánticos, etc. Haciendo nuestro lo que afirma Trapero (1995), puede decirse sin exageración que en la toponimia de cualquier lugar están reunidos todos, absolutamente todos los problemas lingüísticos que quepa estudiar en un repertorio léxico dialectal. Desde el punto de vista de la lingüística histórica, la toponimia es esencial en el conocimiento de la evolución fonética de las lenguas y en el conocimiento de los estratos históricos y culturales de un territorio. Uno de los aspectos fundamentales de la toponimia es determinar con bastante exactitud la extensión de las lenguas antiguas que se hablaron en una determinada área geográfica: los nombres de lugar, por su peculiar conservadurismo, pueden perdurar casi inalterados durante siglos e incluso milenios. Son, por ello auténticos fósiles lingüísticos que nos permiten conocer nuestro pasado cuales vestigios arqueológicos. 3 Pero hay otras ciencias que se pueden beneficiar del estudio toponímico. Así, para la historia los topónimos pueden proporcionar información sobre los sucesivos pueblos que poblaron ese territorio o sobre la presencia de yacimientos arqueológicos. Para la medicina, resulta interesante el conocimiento de las propiedades curativas de las diferentes plantas. Para la sociología, son de gran interés aquellos topónimos que hacen referencia a las normas que regulaban la organización y funcionamiento de nuestros pueblos. La botánica tiene a su alcance un amplio corpus de nombres de lugar que se refieren a la fauna actual o desaparecida. No obstante, aunque podrían nombrarse más ciencias, con estos ejemplos parece evidente la riqueza e importancia de la toponimia como material de investigación. Esto nos lleva a comulgar con una tendencia actual que busca interpretar los diferentes nombres de lugar según los usos, costumbres, tradiciones y, en definitiva, “cosmovisión” de los lugareños. Más que de toponimia, habría que hablar, por tanto, de etnotoponimia, pues son los nombres de lugar fieles documentos (orales, sobre todo) de lo que sienten, usan, piensan y hacen los pobladores sobre y en su entorno. Esta perspectiva ya fue apuntada en nuestra región por Lastra (2003) quien utiliza el término etnobotánica con el que estudia la aplicación que tuvieron y tienen las plantas en el uso de los pobladores de una zona. Posteriormente Concepción Suárez, García Martínez y Mayor López (2008) amplían el uso de este término y lo aplican a otras disciplinas como son la etnografía, la etnolingüística, la etnobotánica, el etnopaisaje y la etnoterapia; es decir, se trata del estudio de diferentes especialidades científicas que estos autores lo refieren siempre al uso que le dieron los pobladores de una delimitada zona. El mismo Concepción Suárez (2009b) nos ofrece una definición de la etnotoponimia: En resumen, se trata aquí del estudio complejo del entorno en la perspectiva multidisciplinar. En nuestro caso, el estudio del origen de las palabras de lugar motivadas por la forma del terreno, la piedra, las plantas, los animales, los colores, las aguas, los dioses y diosas, los hombres y mujeres, los cultivos, la vida social, los héroes, los caminos... Por la función que les dieron los pobladores desde tiempos muy remotos tal vez ya entre el 30000 y el 20000 a.C., como dice Vial (1983). 4 Consiste, por lo tanto, en el estudio de una cultura rural, muchas veces olvidada y desprestigiada, que afecta a numerosos campos: el culto a los dioses, la cultura de la pesca, la cultura de los cultivos, la cultura de los árboles; toda una serie de conocimientos transmitidos de generación en generación y que subyacen a los variados topónimos. Así, debajo de los nombres de lugar, podemos encontrar ciencias tan variadas como: la historia, la biología, la zoología, la geología, la hidrología, la geografía, la medicina, etc. Un aspecto muy importante que hemos de destacar es que los topónimos fueron palabras comunes con un significado concreto en alguna lengua aunque hoy ya no lo percibamos así. A modo de ejemplo, hay topónimos cuyo sentido todavía podemos entender o intuir porque siguen siendo palabras comunes del habla de nuestra región; por ello, resulta obvio interpretar el sentido de topónimos como La Peña L´Arena, El Río L´Arena, Les Pedroses o La Centollera, ya que se trata de voces que siguen siendo empleadas en nuestra lengua. Pero existe una gran cantidad de nombres de montañas, ríos, playas, peñas, que pertenecen a otras lenguas que tuvieron un significado preciso para sus hablantes, ya que eran palabras habituales de su vocabulario; sin embargo, para nosotros esos nombres ya no tienen una connotación clara. De esta manera, por ejemplo, el significado del topónimo Coneo es una incógnita para la mayoría de los habitantes de nuestra región, pues se trata de una expresión que ya no empleamos como apelativo o nombre común e ignoramos que se trata de una palabra de origen preindoeuropeo, *CON- / *CUN- con el significado de “roca, colina”. A pesar de que estas palabras han desaparecido de nuestra habla, al quedar en la toponimia como nombres propios – sirve este para designar un punto geográfico individualizado distinto de otros puntos-, sobrevivieron durante más tiempo, aunque su significado sea desconocido para los hablantes. En cuanto a los tipos de topónimos podemos dividirlos en tres categorías: 1. Los que proceden de nombres de personas o gentilicios, es decir, los antropónimos. Son muchos los lugares que llevan el nombre de sus antiguos poseedores o habitantes. Así, tenemos el topónimo Peroño, que pudo ser la casería de PETRONIUS o Peña María que alude a una mujer llamada María que acudía a lavar la ropa a un lavadero que había en ese lugar. También abundan los hagiotopónimos, originados a 5 partir de nombres de santos como, por ejemplo, La Playa San Pedro, La Piedra San Nicolás, San Pablo, La Iría San Gabriel, etc. 2. Los que tienen su origen en nombres comunes descriptivos del paisaje. Es evidente que las montañas, ríos, playas, peñas, cabos, islas, valles, etc., son elementos muy definidores del paisaje y, por tanto, fuente principal de toponimia. En este sentido, tenemos La Bermeya, piedra así llamada por el color bermellón o rojo característico de la misma; Socampos que alude