Libro: "No Quiero Terminar Este Estudio Que Me Encomendó El Consejo Ejecutivo Nacional, Sin Darles a Ustedes Una Lista, Tal Vez Incompleta
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Capítulo O Primera Guerra Mundial Cabe aquí recordar que durante mi período presidencial la Primera Guerra Mundial estaba en su apogeo en Europa y que los Estados Unidos se encontraban haciendo grandes preparativos para su propia intervención en el conflicto. Naturalmente, Nicaragua entera era amiga y simpatizadora de los Estados Unidos, como lo ha sido después y lo seguirá sien- do siempre, pero de vez en cuando surgían ciertas profundas di- ferencias por el modo de juzgar algunas cuestiones que se le pre- sentaban al Gobierno. Por ejemplo, aunque todo el Gabinete de mi Gobierno simpa- tizaba con los Estados Unidos, no creían algunos de sus miembros que fuera necesaria la declaratoria de guerra a Alemania. Cuan- do se reunió el Gabinete para tratar de ese asunto encontré la oposición de dos de sus miembros, personas muy estimadas por mí, los señores don Rafael Cabrera y don Eduardo Lacayo, quie- nes no estaban de acuerdo con la declaratoria de guerra por lo que prefirieron retirarse del Gabinete, sin dejar por eso de ser amigos de mi Administración. En esas reuniones me pedían esos señores que les diera razo- nes que justificaran nuestra declaratoria de guerra y yo les decía: "Si no hubieran otras, creo que estar los Estados Unidos en América y Alemania en Europa es razón suficiente. Mas si us- tedes me ponen a Alemania en América con los principios de- mocráticos de los Estados Unidos y a éstos en Europa con los principio teutónicos, entonces el caso sería diferente". Finalmente creo que don Rafael Cabrera se retiró del Ga- binete más por cansancio que por adversar a los Estados Unidos, porque en sus frecuentes visitas que me hacía después siempre lo encontré amigo de ese gran país. La colonia alemana Por otra parte, yo mismo me vi después en dificultades cuan- do el Gobierno Americano dispuso el embargo de los bienes de los alemanes y sus aliados en estos países. 248 / EMILIANO CHAMORRO Desde el año de 1885 yo conocía varias casas alemanas dedi- cadas a actividades comerciales e industriales en el país. Cuando yo las conocí ya tenían muchos años de establecidas, y como al- gunas de ellas quedaban frente a la casa de mi padre, me rela- cioné mucho con ellas y así pude observar sus simpatías por las gentes del país y las inclinaciones de sus varones a contraer ma- trimonio con señoritas nicaragüenses, lo que hacía que nosotros los viéramos también con simpatía. Además, por su dedicación al trabajo y sus contactos con la sociedad del país eran para mí gentes insospechables de que pudieran tener contactos con su país de origen en contra de nuestra América. Por eso creí que des- pojar a aquellos hombres y familias que por muchos años había visto luchar para amasar una pequeña fortuna, me parecía algo inusitado e impropio, por lo que siempre le puse evasivas al En- cargado de Negocios de los Estados Unidos ante mi Gobierno. Considero que tal actitud fue mal interpretada por el Go- bierno Americano. Ahora, con más experiencia de los hombres y de la política, y de lo que son los intereses de país a país, he llegado a com- prender que hasta cierto punto tenían razón los Estados Unidos al estarme pidiendo la declaratoria de guerra, —a la que no puse objeción alguna, procediendo a hacerla—, como tampoco ha- bría puesto ninguna objeción al envío de elemento humano a los campos de entrenamiento militar para que después fueran a figu- rar también, al lado de las tropas norteamericanas en los campos de Europa, pero eso de despojar a ciudadanos pacíficos de sus bienes, aun me parece algo insólito. Dos incidentes políticos Otra cosa que también recomendé muy especialmente a mis colaboradores en el Gobierno, fue la honradez en el manejo de los fondos públicos, así como también me propuse que en mi Administración no hubiesen perseguidos, ni prisioneros, ni expul- sados. Me cabe el orgullo de poder decir que durante mi Admi- nistración de 1917 a 1920 no hubo más que dos personas que su- frieron verse privadas de su libertad por causas que podríamos llamar "políticas". Una fue el Dr. Enoc Aguado, quien estuvo preso a causa de un escrito a la Corte Suprema de Justicia, —en el caso de una exhibición personal—, escrito que fue dirigido en términos injuriosos para el Presidente de la República, lo que real- mente me molestó, no por lo que el Dr. Aguado dijera de mí, sino porque a mi juicio, la Corte, al ver los términos del libelo, tan impropios, debería habérselo devuelto para que lo enviara en los términos que la ley exige al tratarse del Jefe del Estado; y bajo EL ULTIMO CAUDILLO - AUTOBIOGRAFIA / 249 esa primera impresión ordené fuera llevado a la cárcel. Pero muy pronto esa primera impresión se fue calmando, y consideran- do que el Dr. Aguado estaba recién casado y que su prisión causa- rían una seria molestia para su señora esposa, di orden que se pusiera en libertad en el mismo día de su prisión y sin que na- die me lo pidiera. El otro caso fue el de la prisión de don Juan Ramón Avilés, quien, estando el país en gran peligro de que se produjera una guerra entre Nicaragua y Costa Rica, escribió en La Noticia, un editorial subversivo por el que procuraba producir la deserción de las tropas que de aquí se enviaban a la frontera de Costa Rica. En esta ocasión, lo que dio motivo a su detención fue el haber don Juan Ramón llegado en persona a distribuir su perió- dico a la Estación del Ferrocarril donde se embarcaban 300 re- clutas en el tren para Granada. La noticia de la llegada de don Juan Ramón a distribuir el periódico con el editorial sub- versivo me la dio el Director de Policía, sin embargo, no hice nada al respecto en ese momento, mas cuando tuve conocimiento de que a causa de su insana propaganda se habían desertado cerca de cincuenta reclutas en la ciudad de Masaya, entonces di la orden de su prisión. Por eso aun hoy, con mi sangre enteramente fría por los 90 años que llevo encima, al repasar los sucesos de mi Gobierno, me digo que si el caso se repitiera haría lo mismo hoy que lo hice entonces, porque no es posible admitir que por desahogo político se dañe al país en peligro de guerra. Y ya que hablo de examen de conciencia pienso en este mo- mento que si don Juan Ramón hiciera uno de la suya, muchos de sus violentos ataques contra mí deberían estársele haciendo ahora una carga pesada. Obras viales Pero volvamos a la labor desarrollada durante mi adminis- tración, que por contar con muy escasos recursos y no poder disponer de las rentas aduaneras tenía que ser aun más precaria su situación. También debe tomarse en cuenta la época en que se gobierna para poder juzgar las obras de progreso que cada go- bernante haya realizado en el país. Hago esta salvedad porque no se puede exigir que en mi tiempo se hubieran hecho obras viales de la magnitud que se pueden hacer hoy día con las gran- des y poderosas maquinarias que existen y sobretodo con la di- 250 / EMILIANO CHAMORRO ferencia de política desarrollada por el Gobierno de los Estados Unidos en aquella época y la actual. Mientras que costó un mundo de labor al Presidente Díaz conseguir un préstamo de UN MILLON QUINIENTOS MIL DOLARES, ahora sólo para la Carretera al Rama le han facilitado a este Gobierno más de VEINTE MILLONES DE DOLARES. Muchos de nosotros que viajábamos por el país en aquel entonces, vimos cómo el Ingeniero don Adolfo Cárdenas, de muy grata memoria, luchaba en los trabajos de carreteras con carre- tillas de mano, con piochas, macanas y barras, abriendo las tro- chas para construir los caminos de Managua a Matagalpa y de Managua a los pueblos de Carazo y Granada. Y así, venciendo innumerables obstáculos con esos inadecuados implementos, se construyó el camino a Matagalpa, lo mismo que el de los Pueblos. Las carreteras que ahora existen son casi las mismas que se ini- ciaron durante mi administración con excepción de la que va pa- ra León y la de Sébaco para Estelí y Nueva Segovia y la nueva y reciente para Granada. Naturalmente, las nuevas generaciones no conocen aquellas realidades porque es costumbre ahora el des- truir los monumentos recordatorios de las administraciones pa- sadas. Así se destruyó en el llano de Las Calabazas el enorme aerolito que allí existía sobre el que se había colocado una placa que enseñaba a los viajeros que la ADMINISTRACTON CHA- MORRO había realizado la obra de la carretera a Matagalpa; y en el corte de El Crucero, en la carretera a Carazo, ingente obra de ingeniería que ha sido aprovechada hasta nuestros días, también se destruyó la placa en que se leía: ADMINISTRA- CION CHAMORRO. Ya que estoy hablando de esta cuestión de caminos voy a re- ferirme a una diferencia de criterio familiar que había en mi pro- pio hogar. esto es algo en que mi esposa y yo estábamos en desa- cuerdo. Ella quería que en lugar de caminos me dedicara a la pavimentación de Managua, a lo que yo le replicaba: "Hagamos primero los caminos, que éstos nos darán el dinero para la pavi- mentación de Managua, pero eso será después!". Y cuando don Carlos Solórzano comenzó a pavimentar Managua ella me decía en tono triunfante: "Confiesa que era mejor pavimentar Managua que hacer los caminos que hiciste". Sin embargo, yo siempre creía haber escogido lo más conveniente.