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1 LA NÉMESIS DE NICARAGUA PLATA, PALO, PLOMO Justiniano Pérez 2 Copyright J. Pérez, 2011 Publicaciones y Distribuciones ORBIS PO Box 720216 Miami, FL 33172 [email protected] Diseño de portada: Fiona Hellen Pérez 3 Este libro está dedicado a mi hija mayor: Karla Ivonne. Ella nació lejos de la patria y creció en el ocaso de nuestro sistema político para eventualmente conocer y analizar el nuevo sistema cuyo fracaso y malos recuerdos, aún perduran en su memoria y constituyen la base de este esfuerzo por ilustrar a las generaciones de su tiempo. 4 Me decían que eran necesarios unos muertos para llegar a un mundo donde no se mataría Albert Camus 5 ÍNDICE INTRODUCCIÓN 1 EL JUSTADOR Y SUS HEREDEROS 2 UN SIGLO ENTERO DE VIOLENCIA 3 DINASTÍA DE MEDIO SIGLO 4 UNA DÉCADA ROJINEGRA 5 TRES LUSTROS DE VERDE Y ROJO 6 DEL ROSADO CHICHA A LO MISMO 7 EPÍLOGO BIBLIOGRAFÍA 6 INTRODUCCIÓN “La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas.” Esta frase del desaparecido y consagrado escritor francés Albert Camus puede servir para ilustrar la realidad política actual de Nicaragua. Para los nicaragüenses, entusiastas por cambios y ávidos de progreso material, hay como un permanente “mea culpa” por todo lo que fue y por lo que lamentablemente no ha podido ser. Llevamos en las venas la incómoda frustración de permanecer prolongadamente como el país más empobrecido de América Latina, apenas superado por Haití. La administración política ha sido usada y abusada casi sin piedad por los diferentes y múltiples administradores a través de sus cuestionados períodos de gobierno. Un pueblo trabajador, ingenioso y aventurero, ha comenzado a sobrevivir peligrosamente de las remesas que los familiares envían cotidianamente desde Estados Unidos y Costa Rica. Las interrogantes se acumulan día a día, mes a mes, año tras año y la respuesta parece ser siempre la misma, parece contestarse con otra interrogante: ¿A quién le echamos la culpa? En ese sentido, Camus tenía razón, la culpabilidad está en ambas partes, entre gobernantes y gobernados. Los que imponen y los que aceptan. Los que gritan y los que callan. Los que ultrajan y los que bajan la cabeza. Los que sobornan y los que pierden la dignidad. Puede ser que la sabia paciencia guíe a muchos, la inculcada educación refrene a otros y la tradicional resignación gobierne a la gran mayoría. El popular refrán “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista” no funciona en la política nicaragüense. Los cambios que se dan por los votos, por las balas o por el fraude, se convierten por lo general en continuidad de lo que se pretendía eliminar. Como decía Pablo Antonio Cuadra, “a menudo el libertador que combate contra el dictador acaba instalando una nueva dictadura.” En los estratos humildes de la población abusada se habla de un castigo heredado, la némesis de los dioses, la imposibilidad de levantar cabeza, la desgracia de haber tenido y estar hoy pidiendo limosna, la mala suerte de no ser como los ticos, los catrachos, los guanacos o los chapines; de sufrir las humillaciones, los terremotos, los despales, las sequías, la extinción de los ríos, las inundaciones y la corrupción de los gobiernos. Después de todo, la clave siempre está en una simple palabra: PODER. Ese poder en manos de unos cuantos que lo han ejercido para bien o mal 7 y han perdido en múltiples ocasiones, el verdadero propósito del servicio público. Y ahí mismo se complementa con la otra palabra clave: ABUSO. Ese abuso de poder que es el denominador común de todo mandato, pasado y presente; sólo la intensidad de su aplicación nos ha dado la sensación de haber tenido alguno que otro buen gobierno; pero por lo general, han sido y seguirán siendo receptáculos de las culpas y orígenes de nuestras tragedias. Para muchos, este análisis puede ser una pérdida de tiempo porque lo pasado ya no tiene remedio y es la tragedia actual la que nos quita el sueño. Pero “el camino se hace al andar” como dice la canción y ese abuso de poder que viene de ayer, está de paso, lo sufrirán nuestros hijos y nietos, mañana y después de mañana. Un reconocido dirigente sandinista acaba de pregonar en tono patriarcal: “No podemos perder el poder. Habrá sandinismo hoy, mañana y siempre.” Si eso es producto de la decrepitud, la arrogancia o la ignorancia, es debatible. Lo que no es debatible es seguir aceptando como hecho consumado, que la nación entera sea propiedad de un individuo, un grupo fanático o un simple partido político. Somos animales políticos y aspiramos llegar al poder, según se dice, para cambiar las cosas por el bien común, para trabajar por los que nada tienen. Prometemos ejercerlo y entregarlo y el resultado casi siempre es acorde con las verdaderas intenciones, con lo que nunca se dijo: perpetuarse y abusar. La trágica ironía de luchar contra la dictadura para instaurar una nueva, y la tradicional demagogia de aliviar las penurias y llenar los bolsillos. Proletarios convertidos en pordioseros y “revolucionarios” en nuevos burgueses. El rastro, el ímpetu de ese abuso de poder viene de lejos y sigue siendo la némesis del destino que nos sacude la fibra del ser humano. En nuestro caso particular, la prolongada e interminable desgracia del nicaragüense común que se despierta cada día preguntando si el próximo cambio por fin será mejor o si le respetarán su voto para así descartar las balas en la búsqueda de ese mundo soñado. He tenido la oportunidad de vivir y crecer en esta convulsionada época y también de haber sido parte de un gobierno que abusó del poder. He tratado de exponer las realidades e interioridades de la extinta Guardia Nacional de Nicaragua en su apropiada dimensión a través de varias publicaciones anteriores con afán de autocrítica, advertencia y análisis para la actual institución armada con énfasis preventivo y al final, he observado de lejos, el giro tradicional y siempre peligroso de las recientes administraciones que continúan insistiendo en más de lo mismo. De eso se trata este volumen, un intento de recopilar y recontar los hechos y acontecimientos autoritarios, los abusos sistemáticos de poder que han sido y 8 continúan siendo el pan nuestro de cada día. A pesar del progreso mundial, los descubrimientos científicos, los avances tecnológicos y las globales redes de intercomunicación masiva, el ego se atrincheró en Nicaragua para exaltar los beneficios propios de cada gobernante y relegar los de sus gobernados. Este libro no es para los entendidos en historia de Nicaragua, mucho menos para los académicos y profesionales del ramo. Tampoco es para los políticos y funcionarios públicos que omiten las permanentes e implícitas lecciones del pasado, que, de interesarles, podrían despertar sus conciencias mantenidas a propósito en conveniente letargo. Este libro es más bien para los hijos que han nacido en el exilio, para las generaciones jóvenes que han buscado futuro económico y profesional lejos de la patria con afán de realizarse y apoyar materialmente a los familiares que dejan atrás. También es para los que por obvias razones no emigran a Cuba, Venezuela, Ecuador o Bolivia, sino que invaden la vecina Costa Rica o el lejano Tío Sam. Para los que ya no tienen tiempo para la lectura de extensos temas históricos por la azorada vida que exigen las nuevas responsabilidades. Para los que han aprendido a “textear” en vez de las familiares misivas, para los que prefieren el sumario en vez de los voluminosos tomos. Para los que escucharon de sus padres las versiones de sus tiempos y quieren escuchar otras para balancear el criterio, y, por último, para los que han vivido y leído la historia nuestra y quieren, en resumen, repasar la cronología de los desmanes, la razón de nuestra némesis y la tradicional respuesta que parece resonar siempre en el eco de la historia nuestra a base de “plata, palo y plomo.” 9 1 EL JUSTADOR Y SUS HEREDEROS EL ALFA DE LAS TRAGEDIAS Los vestigios del abuso de poder en Nicaragua se remontan al tristemente célebre y cruel gobernador de la nueva Provincia de Nicaragua, Pedro Arias que había nacido en Ávila en 1440. Por haberse distinguido en los torneos y justas que a menudo se efectuaban según costumbres de la época, se le llegó a conocer como el Gran Justador. Gobernador de la Provincia del Darién desde 1514, fue nombrado Gobernador de la Provincia de Nicaragua en 1527. Durante su gobierno en El Darién, había mandado a decapitar al Adelantado del Mar del Sur, Vasco Núñez de Balboa por el simple hecho de haber declinado casarse con su hija María. A su primera llegada a Nicaragua, ordenó una nueva ejecución, esta vez contra Francisco Hernández de Córdoba, el fundador de las primeras ciudades nicaragüenses. Dos hidalgos honrados hoy en día en Panamá y Nicaragua con los nombres de sus monedas respectivas, decapitados en plazas públicas por el verdugo designado para satisfacer los instintos autoritarios del Justador. Las crueldades de Pedro Arias son incontables según cronistas de la época. Hay relatos sobre miles de esclavos exportados por él de las Provincias del Darién y Nicaragua, herrados como ganado hacia El Perú. Frustrado por la escasez de oro en los territorios explorados, quiso compensar sus ansias de riqueza con la venta desmedida y cruel de los indios panameños y nicaragüenses. Radicado en León, pudo ejercer su mando con autoridad única y abuso desmedido a pesar de su avanzada edad. Muchas de las acciones autoritarias de Pedro Arias resultan difíciles de comprender todavía en estos tiempos, acciones crueles e inhumanas como la registrada aquel día martes 16 de junio de 1528 cuando mandó a capturar a 18 indios de los alrededores que habían demostrado rebeldía, no para ser decapitados esta vez sino para ser echados a los perros que el Justador ya había amaestrado para devorar a seres humanos.