Las Luces De Hidalgo Y De Abad Y Queipo*
Las luces de Hidalgo y de Abad y Queipo* Carlos Herrejón Peredo El Colegio de Michoacán Cuando estalló la revolución de independencia en la Nueva España, septiembre de 1810, no pocas gentes caían en la cuenta de varias coincidencias: ¿No era Hidalgo, cabecilla de aquella revuelta, un clérigo del obispado de Michoacán, en cuya capital Valladolid se había descubierto una conspiración el año anterior? ¿no era su prelado y amigo el obispo Abad y Queipo, que tenía fama de reformador y liberal, y acababa de estar en Francia? ¿no se decía que el clero de Valladolid “empezando por la mayor parte de los prebendados de su catedral han apoyado las ideas revoltosas y disparatadas del cura Hidalgo”1 ¿no era el mismo obispado de Michoacán donde cuarenta años antes se había presentado resistencia violenta a varias medidas del despotismo borbónico? Por todo ello no faltó quien concluyera: en Valladolid todos son insur gentes, y como prevención general y práctica se divulgó el dicho: “A los de Valladolid, la cruz”, como si fueran el demonio mismo.2 Obviamente se exageraba en la generalización, mas los sucesos inmediatos fueron confiriendo mucho de verdad a aquella conclusión. Al obispado de aquella ciudad pertene cieron Hidalgo y Allende, Morelos y Rayón, Berdusco y * Ponencia presentada en el coloquio L ’Amérique Latine Face a la Révolution Françai se. París, La Sorbonne, 28-30 junio, 1989. Liceaga, los Abasóles, los Aldamas, y hasta el realista y trigarante Agustín de Iturbide. Además, notables sucesos de la guerra de independencia ocurrieron en el territorio de aquella diócesis: el Grito de Dolores, gran parte de la ruta de Hidalgo, la instalación de la Suprema Junta de Zitácuaro, los baluartes de Tlalpujahua, Yuriria, Cóporo, Jaujilla y el Som brero; la incesante guerrilla, los sitios de Valladolid, y, en fin, la constitución de Apatzingán.
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