UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Departamento De Historia De América II (Antropología De América)
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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Departamento de Historia de América II (Antropología de América) TESIS DOCTORAL Gente como nosotros. Convivencia e impostura en el noroeste amazónico MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR María Stantcheva Voutova Director Manuel Gutiérrez Estévez Madrid, 2018 © María Stantcheva Voutova, 2017 DEPARTAMENTO DE HISTORIA DE AMÉRICA II (ANTROPOLOGÍA DE AMÉRICA) GENTE COMO NOSOTROS CONVIVENCIA E IMPOSTURA EN EL NOROESTE AMAZÓNICO MARÍA STANTCHEVA VOUTOVA Director: MANUEL GUTIÉRREZ ESTÉVEZ 2017 2 A Felipe, kachinuma 3 4 [Se ruega no reproducir las imágenes de este trabajo sin la previa autorización de la autora] 5 6 Agradecimientos Estas palabras, que ahora inician el presente trabajo, son las últimas que escribo. Miro hacia atrás, hacia aquel día, hace ya nueve años, en el que llegué por primera vez a la orilla de Mavacal y a mi nueva vida que surgió y se transformó a raíz y gracias a ello. Gracias a ellos. A todos quienes me acompañaron, de una forma u otra, durante esta travesía cuyo primer y último sentido se encuentra precisamente en la convivencia, en los instantes compartidos con todas las personas que indudablemente me dieron mucho más de lo que recibieron de mí. Miro hacia atrás y me siento afortunada y agradecida. Gracias a todos los habitantes de Santa María de Mavacal, quienes desde el primer día me acogieron, hospitalarios y abiertos, en sus familias y en sus vidas. Gracias a mis papás adoptivos, don Nelson Yaparé y doña Marina Largo, y a todos sus hijos: a Keyla y Keysi, amigas y hermanas, a César, María Angélica, María Virginia, Nelson y Salvador. Mi enorme gratitud hacia don Rafael Dupa, quien me regaló maravillosos momentos, me tejió un chinchorro y con él, un mundo. A Sergio Zandalio y al pequeño Jesús, a Edgar Fóster y a mi querido Keivin, a Keiner, Yonaiker, Gocho. A don Julián Zandalio y doña Angelina y a sus hijos Mila, Julio, Deivi, José, Aldair y Leandro (Monito), a Zenaida y José. A Marlene Zandalio y a la memoria de Oscar López, mi guía y amigo, a sus hijos Sairene, Guzmán, Beckan y Arturito. A Don Francisco Yacame y doña Marina Faria, a sus hijos Ana, Carlucho, Nelson, Manuel, Simón, Oneida (Nuni) y Feliciano. Gracias a Durifá da Silva y su familia, María Yavinape da Silva y Dorelli. A Marisol Quiñones y Trino Yavinape y sus hijos Jhon, Cristian, Bianyel y Tanyusha. A Marisela Guarulla y Quintero y sus maravillosos niños Wilmer, Mayra, Arelis y Mariselita. A Gabriela y Efrén Largo y todos sus hijos. A Sesiana Camico y Aumir Dasilva y a sus hijos Yekison, Beatriz, Jhon, y a Rosi que me hizo sentirme del todo aceptada el día que no se echó a llorar nada más verme. A la memoria de don Reymundo González, Loquiño, por las conversaciones y los silencios compartidos. Extiendo mi gratitud a todas las personas de las comunidades Guarinuma y Ucaquén, en el río Atabapo y, en el Alto Atacavi, agradezco a los habitantes de la comunidad de Paloma, especialmente al capitán Eliézer y toda su familia, a Nelda y Jaime y sus hijos. A José Antonio por su disposición a enseñarme su idioma, el kurripako. 7 Fuera de las comunidades indígenas, pero dentro de Amazonas, encontré en los pueblos y en la capital del estado federal siempre gran apoyo y ayuda de muchísimas personas. Mi agradecimiento muy especial y mi cariño a los curas salesianos Samuel Iribertegui y Ramón Iribertegui de la misión en San Fernando de Atabapo, quienes me brindaron ayuda y seguridad durante los cuatro años en los que estuve volviendo a Amazonas y quienes me pusieron en contacto con la gente de Mavacal. Sin su apoyo y respaldo constante, sin la seguridad de su presencia y disposición a ayudarme en momentos difíciles, mi estancia y mis andanzas en aquel complejo contexto fronterizo de la selva hubieran sido algo arduas. De la Misión Salesiana agradezco también al padre César, al padre José Luis Devia, a Jorge Bastidas y a todo el personal que allí trabajaba. En San Fernando de Atabapo conocí antes que nadie a Gustavo Acevedo, el Flaco, a quien agradezco su amistad y generosidad. Gracias a los profesores del Colegio Junín, a Hucho, a Simón, a Hugo Perdomo, a Carlos Isaac Piñate, y a Alexander Cadena, Sasho. En Maroa, muchas gracias a Portugo, mi anfitrión. Gracias a Miriam Yavina y a toda su familia. A don Emiro y doña Clarisa, y a la memoria de don José Beltrán Sipriani, el Comando. En Yavita, hoy puerto transitorio entre el río Atabapo y el Guainía, conocí a don Guillermo, Memo, y le agradezco sus cuidados. En Puerto Ayacucho, mi agradecimiento a Alejandro Signi, director del Museo Etnológico y a Antonia Yaparé que allí trabaja. A don Pompilio Yacame, maestro baré. A Yesenia de la posada Manapiare. Mi agradecimiento a la madre de don Nelson, doña Cristina Eufrasia, así como a sus demás hijos, y a toda su familia. El inicio de este trabajo fue posible gracias a una beca de doctorado de la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID) que me trajo a Madrid desde mi Bulgaria natal y me permitió iniciar el doctorado de Sociedades Americanas en el departamento de Historia de América II (Antropología de América) de la Universidad Complutense de Madrid. Fue dos años después, gracias a una beca de Formación de Personal de Investigación (FPI) como pude empezar a andar la selva y realizar las cuatro estancias de trabajo de campo de las que bebe este trabajo. Esta beca fue adscrita al proyecto I+D+i “Cuerpo y sentimiento. Expresiones culturales amerindias” (HUM2007-63242) de la Universidad Complutense de Madrid (2008-2012) con el Dr. Manuel Gutiérrez Estévez como Investigador Principal. Agradezco el apoyo que recibí de todo el departamento de Historia de América II desde el mismo inicio y más tarde, durante mi temporada de formación como investigadora contratada en prácticas. Gracias a Teresa López Granado. A Oscar Muñoz y Francisco Gil, compañeros de despacho. A Alicia Alonso, Emma Sánchez, Mercedes Guinea, Juanjo Batalla, José Luis de Rojas, Alfonso Lacadena, Luis Ramos, Miguel Rivera, Andrés Ciudad, Pepa Iglesias, y a Jesús Adánez. Mis agradecimientos a Pedro Pitarch. 8 Durante las estancias breves que realicé en Venezuela en este período de formación como investigadora, estuve asociada a la Universidad de Los Andes en Mérida. Quiero dejar aquí mi agradecimiento al profesor Omar González Ñáñez de quien tanto he aprendido sobre los pueblos maipure-arawak. Su invitación a sumarme a la Maestría de Etnología en la Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Educación me brindó la oportunidad de debatir por primera vez en un ambiente académico temas relativos a los pueblos amazónicos venezolanos. Gracias a todos los estudiantes e investigadores que cursaban ahí sus estudios y con quienes tuve la suerte de coincidir y compartir experiencias. Al profesor González Ñáñez le agradezco asimismo su cariñosa acogida, el apoyo y el interés, así como el entusiasmo que mostró por mi trabajo, movido por la pasión, que compartimos, por las gentes maipure-arawak. Gracias a Carlos García Sívoli por su ayuda logística. Muchas gracias también a Yanett Segovia y a Beatriz Maldonado por su cariño y apoyo. Otra vez en España, tuve la inmensa suerte de poder compartir mi trabajo con el Grupo de Investigación de Etnología de América, durante los encuentros en el Convento de la Coria en Trujillo, respaldados por la Fundación Xavier de Salas. Gracias a los miembros del grupo: Julián López García, Juan Antonio Flores Martos, Pedro Pitarch, Mark Münzel, Luisa González Saavedra, Gemma Orobitg, Manuel Gutiérrez Estévez, María García Alonso, Peter Mason, Alexandre Surrallés, Lorenzo Mariano, Oscar Muñoz Morán, Gemma Celigueta, Beatriz Pérez Galán. A todos ellos agradezco mucho su paciencia y apoyo. Agradezco asimismo la ayuda de Antonio Pérez y el acceso a su archivo y biblioteca. A quien quiero dejar mi gran agradecimiento, desde luego, es a mi profesor, Manuel Gutiérrez Estévez. A él debo, en mayor parte, mi dedicación a la antropología, sin pretender por ello cargarle con el peso de tamaña decisión. Antes todavía de que fuese mi director de tesis, despertó en mí la pasión por la antropología y me transmitió valores que espero haber sido capaz de reflejar en estas páginas. Fue él, además, quien me habló por primera vez de Mavacal y me apoyó en mi posterior decisión de seguir regresando a este sitio que se convirtió en hogar. Contar con sus consejos y aprender de él, he aquí otras razones más por las que me siento afortunada y agradecida. Fuera del mundo académico, quiero agradecer en primer lugar a mis padres Krasimira y Stancho y a mi hermana Kalina, quienes, a la distancia entre Bulgaria y España sumaron con paciencia y comprensión otras más: las de la selva y la incomunicación. A Patricia Fernández, a Andreia Torres. A Liliana Tabakova y Krasimir Tasev. A Elena Campo, Maca Gasalla y a todo Oui kend. Mi especial agradecimiento a Leticia Gorospe, a Pedro Vicente y a Lola y Hugo, fuentes de felicidad inagotable. A Pepe Guinea, porque solo no puedes, pero con amigos, sí. 9 Finalmente, deseo agradecer de manera muy especial a las dos personas quienes, con diferencia, más me apoyaron durante el desarrollo del presente trabajo y me sostuvieron mientras este iba creciendo: A Santiago Madrid Liras, por ayudarme tanto, y en todo, eternamente agradecida. Y a Felipe. Felipe sin más, porque es uno. Felipe, quien entró en mi vida tres meses antes de que yo entrara por primera vez en Mavacal y, desde entonces, ha estado apoyándome de todas las formas posibles e imposibles.