BIBLIOTECA DE LA «SOCIEDAD DE HOMBRES DE LETRAS DEL ,

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BERNARDO PRUDENCIO BERRO

ESCRITOS

Selección y prólogo del Prof. Dr. Eustaquio Tomé

MONTEVIDEO 19 5 3

ESCRITOS

HIBLIOTECA DE LA «SOCIEDAD DE ¡HOMBRES DE LETRAS DEL URUGUAY»

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BERNARDO PRUDENCIO BERRO

ESCRITOS

Selección y prólogo del Prof. Dr. Eustaquio Tomé

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MONTEVIDEO

<2r 19 5 3 Q-_ DIRECTORIO DE LA SOCIEDAD DE HOMBRES DE

LETRAS DEL URUGUAY

1952 -1954

Miembro de Honor: D. Raúl Montero Bustamante

Presidente: Dr. D. José María Delgado Vicepresidente: Prof. D. José Pereira Rodríguez Secretario: D. Miguel Víctor Martínez Administrador: Contador D. Walter Correa Luna Dr. D. Eustaquio Tomé Dr. D. Adolfo Berro García D. Carlos María Princivalle

Consejo Fiscal

Escribano D. Juan Várese, Coronel D. Vicente Garrasini y

D. Julio J. Casal PROLOGO

E l quinto -presidente constitucional de nuestra Repú­ blica, a quien no es dado nombrar sin anteponerle el DON, como le sucedía a Rodó con Don Juan Valera, nació en la ciudad de Montevideo el día 28 de A b ril del año 1803. Fueron sus padres: D. Pedro Francisco Berro que con el correr de los tiempos integrara la Asamblea Constituyente y Legislativa que elaboró la óptima Constitución jurada el 18 de Julio de 1830; y doña Juana Larrañaga, hermana del sacerdote, D. Dámaso Antonio de gloriosa, 'larga y fecunda: actuación en diversas actividades intelectuales. Suele referirse, al sabio patricio más que al digno cons­ tituyente por Montevideo, la juvenil vocación literaria y la cultura hiímanística de D. Bernardo Prudencio Berro. Este, antes de cortejar a las musas, sirvió a la Patria primero de voluntario entre los sitiadores de Montevideo el año 1825 y 'luego en calidad de oficial primero de la Policía Provincial hasta la firma de la Convención Preliminar de Paz en 1828. Consagró, también, parte de sus actividades a las tareas rurales en el pago de Casupá, que hubo de inspirarle sus más atildadas y difundidas páginas en verso, y, en la Co­ misión Censora de teatros y de Biblioteca y Museo, contri­ buyó a la democratización de la cultura artística en el ambiente de 'la época. El ESTANDARTE NACIONAL, periódico que comen­ zó a publicarse en Montevideo el 10 de Enero de 1835 y cuyos ejemplares se vendían a SEIS vintenes cada uno, publicó primero el “himno cantado por la hermandad' del Cangrejo en una de sus fiestas’’ (n.° 7. 17 de Enero de 1835) enseguida el D ES A H O G O P O E T IC O de un patriota oriental (n.° 22. 5 de Febrero de 1835); después el Himno con motivo de la elección del segundo presidente Constitu­ cional del Estado (n.° 43. 7 de Marzo de 1835) que había circulado en pliego suelto, y, por ítttimo, la oda que, con el correr del tiempo había de titularse A LA PROVIDENCIA (n.° 44. 8 de Marzo de 1385) por su contenido y por el em­ pleo del vocablo en el primer verso de la lira inicial. (1) La más inspirada de las producciones del autor perma­ neció en la inedites hasta que Magariños Cervantes en su ALBUM DE POESIAS (1878) la publicó incompleta y de sus páginas la tomaron las posteriores sclccéiones, hasta que nuestra prestigiosa R E V IS T A N A C IO N A L , en su n.° 25, correspondiente al Año I I I , y al mes de Enero de 1940, enca­ bezó la antología del autor con el texto integro de la EPISTOLA A DORICIO. De la misma antología hemos sacado la libera canción que no desmerece de sus graves hermanas. Cuatro años más tarde, el estudioso Profesor y desta­ cado crítico Don Roger D. Bassagoda so valió de 1la misma REVISTA NACIONAL para completar el cuadro de los versos de Berro con la reproducción de los dos himnos pu­ blicadas en el E S T A N D A R T E N A C IO N A L , enriquecidos

(1) El FTof. Bassagodia en el estudio que citaremos enseguida dice que «acaso» pertenece al Dr. Alejandro' Magariños Cervantes, el título dado a la producción cuando se publicó en el Album de Poesías. (Pág, 33).

6 con discretas notas y con un soneto que atribuye al autor. Be tan interesante publicación se hizo un apartado y a él remitimos a los lectores. Anteriormente, en su irregular, pero con frecuencia acertadísima e inspirada HISTORIA CRETICA DE LA LITERATURA URUGUAYAhabía escrito Carlos Roxlo: “A pesar de 'la brillantez cegadora de sus oropeles, el roman­ ticismo no cautivó la musa de Don Bernardo Prudencia Berro. Su numen fue clásico, como el numen de Arancho y como el numen de Figueroa. E n todas y en cada una do sus composiciones se echa de ver el soberano in flu jo de la educación recibida de Larrañaga. Clásico es en la'letrilla contra los proyectos de don Lucas Obes, y clásico es en las estancias de su oda A L A P R O V ID E N C IA ". ‘‘Su EPISTOLA A DORICIO puede considerarse como gala y joya de nuestro Parnaso. Muchos de los poetas es­ pañoles de la edad de oro no describieron con tanto primor, con tanta naturctlidad y con tan castizo decir, como nuestro poeta, las campestres hermosuras que arroban el ánimo contemplativo con el murmullo de sus fuentes, el canto de sus aves, el óleo de sus flores y la apacible sombra de sus arboledas. E l género bucólico, cuyo objeto es la pintura de la virtud y la simplicidad de las costumbres de los pasto­ res, para inspirarnos un amor sin mancha a lo que tiene de poético y de agradable la naturaleza: el género bxicóüco, que puede reclamar como suyos los poemas descriptivos que han inmortalizado el nombre de Delille en Francia y el nombre de Thomson en Inglaterra; él género bucólicoy que culti- 1

(1) «Los Tomas de Acuña do Figueroa — Don Bornardo P. Borro poeta»». Dos poesías desconocidas y otros comentarios. Es­ tudios publicados en la Revista Nacional, Impresora L.I.G-.TJ. Mon­ tevideo 1944. varón Mosco y fíión entre el susurro de los viñedos en don­ de resonaba la flauta de Baco, se aviene bien con la índole de la musa clásica y pensadora de don Bernardo Prudencio Berro” . (1) Roxlo transcribe y analiza breves pasajes de la E P IS ­ T O L A donde “ todos los tercetos tienen a su juicio, la mis­ ma ternura, el mismo sabor, la misma académica y cincelada forma". Su justiciera crítica, palidece, sin embargo, com­ parada con la enjundiosa conferencia que el Dr. José M.m Rey pronunciara en la Cátedra de “Historia de la Cultura Uruguaya’' el año 1945. (2 ) E n bien galanos párrafos, el ilustrado Profesor aprecia en conjunto, la máxima producción poética de Berro. Con­ sidera en general el tema tratado, divídelo “con toda nitidez’’ en cinco partes (invitación, descripciones del paisaje, de las tareas y diversiones y de la puesta del sol, y el anocheceri 23 con su silencio y su meditación filosófica) concreta, a ren­ glón seguido, su análisis de los detalles salientes del poema, pasa al estudio estilístico, después a considerar el empleo de los elementos mitológicos, se detiene en la sintaxis, en el arte del epíteto y en 'la versificación para cerrar e'1 estudia con la consideración de las fuentes e influencias!, seguida de un cuidado y consagratorio epilogo sobre las ideas filo sóficas y religiosas que se albergaron en el espíritu dél ya lejano bardo que FUE REALMENTE UN, GRAN POE­ TA (3) Las restantes producciones versificadas salidas de la pluma del autor carecen, a nuestro juicio, de valor poetice

(>1) Historia Crítica do la Literatura Uruguaya. Tomo I, p&gs. 297 a 299. (2) Instituto de Estudios Superiores Ciclo de Conferencias. 1945. JPág. 47. (3) Loe, cit., p&g. 59.

8 y algunas de ellas, por ejemplo PESAS Y MEDIDAS, CON­ FORME AL SISTEMA METRICO DECIMAL, (1) nt pasan de ser un pobre ensayo didáctico, pariente muy cerca­ no del prosaísmo que desluce, y casi priva de todo mérito a las FABULAS AMERICANAS del insigne Larrañaga.

Ta i juvenil inspiración de la EPISTOLA y de la, ODA A L A P R O V ID E N C IA no tardó en dar paso a una v iril literatura de combate, cuyas cualidades de todo orden, le con­ quistaron un puesto privilegiado en aquella época que fué algo asi como la edad media en las letras nacionales. Por consiguiente, la figura literaria del procer no estaría comple­ ta sin la inclusión en el florilegio de varias de síes páginas en prosa. P or razones innecesarias de expresar prescindiremos do los artículos periodísticos, puramente ocasionales y apasio­ nados que se insertaron en LA D I ARLAD A (1836) y EL DEFENSOR DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA (1845-1851). Eludiéndolas, nuestra sélección se ha concreta­ do en 'las dos primeras cartas, dirigidas al poeta Adolfo Berro, hermano del firmante de las mismas, cartas que inte­ gran el apéndice del documentado y sugestivo estudio de nues­ tro amigo el historiador D. Juan Pivel Devoto LAS IDEAS P O L IT IC A S D E B E R N A R D O P. BERRO, que apareció en LA REVISTA NACIONAL (1) y luego acrecentó su difu­ sión en un bastante voluminoso apartado (95 págs.). De índole distinta se reviste la, carta dirigida en Marzo del año 1854, al representante del Imperio Francés en nues­ tro país y que encierra, en sus habilísimas interrogaciones, un modelo de ironía que hace pensar antes que en un episto- 1

(1) Núm.s 129, 133 y 134 de los años X II y X III, respectiva­ mente. laño rioplatense, en los anales de la más sutil diplomacia europea d.e la época. Del opúsculo IDEAS DE FUSION (2) tomamos el frag­ mento inicial del artículo titulado EL ESPIRITU DE CON­ CORDIA y clausuramos el florilegio., con la bella carta arrancada de su oscuridad por la REVISTA NACIONAL y que por la serenidad de su prosa y la diafanidad de sus con­ ceptos, nos ha parecido el más adecuado broche para dar fin „ a nuestro forzado y grato espigar entre tantas y tan sólidas PAGINAS DE HIERRO. Descendió D. Bernardo P. Berro del sillón presidencial el 1° de Marzo de 1864 con la nación convulsionada por la ^guerra civil y con la perspectiva de una intervención ex­ tranjera. No habiendo podido realizar sus ensueños civilis­ tas — la hora era impropicia para ello— , tornó a la tierra “cual nuevo Cincinato” , dicen sus apologistas, y halló la muer­ te en la intentona revolucionaria del 19 de Febrero de 1868. Ese día también era asesinado el caudillo que amargara sus horas de gobernante. Tengamos para las dos gloriosas víctimas la misma respetuosa recordación; ¡m u­ ñeron por la Patria! Del partido adverso al Presidente Berro ha surgido el mejor elogio a su gestión: ADMINISTRO HONRADAMEN­ TE LOS DINEROS PUBLICOS. (3) De honradez y de sinceridad, desbordan igualmente sus páginas en verso y en prosa: empleó sus dotes, recibidas de la Providencia, en el elogio del bien, de la justicia y de la 23

(2) ^Reproducido al final del segundo tomo de los Escritos de Andrés Lamas, volumen dirigido y prologado por nuestro asociado el historiador D. Ariosto D. González. Montevideo 1943. (3) Dr. José M." Fernández Saldaña. «Diccionario Uruguayo de Biografías». Pág. 196. 1.a col. Montevideo, 1945. belleza. La estatua soñada un día por sus partidarios, puede sustituirse por el mito discreto de su actuación política y lite- raria que significa más, mucho más, que los bronces de se­ gundo orden eregidos por intereses particulares, al margen de la verdadera soberanía nacional. Las letras enmarcan dignamente las esclarecidas figuras de la historia.

EUSTAQUIO TOME.

Agosto de 1953. - ODA (1)

1. ¡Bendita, oh Providencia! Bendita sea tu ley santa, adorable! De tu divina esencia ¿Quién dirá el inefable Arcano, misterioso, inescrutable?

2. ¿Quién tus ocultas vías Revelará, y el maternal cuidado Con que los seres guías A l fin que se ha marcado El Soberano Dios de lo criado?

3. No a mi profana Lira Es dado descorrer el sacro velo 1

(1 ) Esta composición poética apareció en E l Estandarte Nacional el día 9 de Marzo del año 1835. Figura remitida poij Teófilo quien la sometía “ al juicio del público ilustrado, con aquella timidez que nace no tanto del conocimiento de mi (su) pobre musa cuanto de la grandeza y santidad del asunto.” En el segundo tomo del “ Parnaso Oriental o Guirnalda Poética de la República Uruguaya” (págs. 87 a 92) aparece como producción ‘‘de un hijo de Montevideo” . Magariños Cervantes la incluyó en su Album de Poesías, dándo­ le el título, bien apropiado, como se ha dicho, de A la Providencia y con el nombre de su ihístre autor. (V . Roger D. Bassagoda. Ob. cit. pág. 3 3 ).

i 13 BERNARDO PRUDENCIO BERRO

En que envuelta te admira Con tímido recelo El ciego habitador del bajo suelo.

4. A llí te busca dpnde Tu Majestad divina manifiesta, Victoriosa responde A la impiedad funesta, Que osada contra ti su lengua asesta.

5. A llí donde gloriosa El Universp reparando, brilla Tu mano poderosa; La iniquidad humilla; Y sienta el justo en la encumbrada villa.

6. ¡ Oh, cuánto se complace M'i mente al contemplar cual su desvelo Benigno satisface A l desnudo hoyuelo Que aquejado del hombre pía al Cielo!

7. ¡Y cómo se recrea Viéndose sustentar al desvalido En inmortal tarea; A acallar el gemido Del inocente huérfano oprimido! 8

8. ¡ Cuántas veces en medio De las mayores penas y amarguras Nos trajiste el remedio, Justificando puras

14 > E 8 C R I T O

Las obras del que truena en las alturas!

9. ¿Pues, quién, sino tú, fuiste, La que al paciente Job de inmerecida Pestilencia cubriste; Y luego en larga vida Lo colmaste de bienes sin medida?

10. ¿Quién, sino tú, pudiera El pueblo entre los pueblos escogido, Someter a la fiera Babilonia rendido, Para hacerlo después esclarecido?

11. ¿Mas, a qué a la memoria Traer remoto ejemplo de otra gente, Cuando la propia historia Publica aquí reciente Las muestras de tu esmero providente?

12. Tú, de la Patria mía Quitaste la cadena ignominiosa Que gimiendo mordía, Cuando a mano dolosa Perdió su dulce Libertad preciosa.

13. Tú el puñal homicida Arrancaste a sus hijos de la mano, Cuando en lid fratricida Hermano contra hermano, Armaba la discordia en odio insano.

14. Y ¡ oh! tú en este día BERNARDO PRUDENCIO BERRO'

Fausto cual ningún otro y memorable Te ostentas todavía Más grande y admirable, Más digna de alabanza y venerable.

15. Yo vi la madre Oriente De mil tribulaciones congojada, Alzar, ¡ay!, vanamente, La hermosa faz turbada A l Cielo en tristes lágrimas bañada.

16. V ila exhausta, abatida; Anuladas sus leyes y derechos! Su fama deslucida; Y rotos y deshechos Los fraternales vínculos estrechos.

17. Y i, en fin, leda y pujante La avaricia infernal sobre su ruina Sentarse triunfante; Y en nefaria doctrina Unido el vicio a la virtud divina.

18. Y vi el precipicio En que se iba abismando mal su grado ¡ Oh inmenso beneficio! A l dulce bien pasado Por ti sacada y superior estado.

19. Aquel noble guerrero Que a par de otros valientes, la barquilla Famosa al mundo entero

16 '—i NSCRITOS

Y al Plata maravilla Guió animoso a la natal orilla.

20. Aquel que en la batalla Fuera espanto y terror al enemigo, Y al pie de la muralla Donde buscara abrigo, Se hizo de su valor triste testigo.

21. El que cuando inflamada Sus sierpes agitaba la anarquía, Mostró bien que su espada Otra Ley no seguía, Que aquella que su Patria le imponía.

22. Ese es el instrumento En tus sabios consejos escogido Para tornar de asiento Al Oriente afligido Su antiguo lustre y su vigor perdido.

23. Cual iris de bonanza Que en la celeste bóveda luciendo A l mar undoso lanza El huracán tremendo, Que asorda el suelo con horrible estruendo.

24. O cual el astro hermoso, Almo dispensador del claro día, Ahuyenta luminoso La yerta noche umbría Vistiendo a la natura de alegría.

— í 17 BERNARDO PRUDENCIO BERRO'

25. Tal en la excelsa cumbre En que elevado hoy él aparece, Con poderosa lumbre Glorioso resplandece, Y la hórrida tiniebla desvanece.

27. Ante su augusto aspecto Tiembla el inicuo: su fatal malicia Perece sin efecto Y erguida la justicia E l trono de maldad rompe y desquicia.

27. En vano en vil porfía E l sórdido interés sediento de oro, Y la ambición impía, Traer nuevo desdoro A la Patria querrán y nuevo lloro.

28. Severo inaccesible A sus negras y arteras sugestiones, E l héroe incorruptible, En todas ocasiones Desoirá sus pérfidas razones.

29. Bien como firme roca De las porfiadas ondas combatida, Que inmovible provoca Su saña enfurecida Quebrantando su vana acometida,

30. ¡Oh Providencia suma! ¡Vida del Universo y su sustento¡ Hasta que se consuma

18 5 ESCRITOS

Mi postrimer aliento En ti confiaré, de duda exento.

31. En medio a la tormenta Tú serás mi consuelo y mi esperanza, Y a tus brazos contenta Con entera confianza, Mi alma se arrojará en cualquier mudanza.

32. Y mientras en sus males De ti blasfeman con furor ingrato Los míseros mortales, Y en su impío arrebato Te niegan y maldicen sin recato.

33. Yo adoraré rendido Las dignas obras de tu juicio santo Y a tu amparo acogido, Enjugando mi llanto Alzaré en tu loor sonoro canto.

, 19

K S C Ií I T O S

HIMNO (1)

Coro

¡ Que vivan los progresos De nuestra ilustración! Babel en la otra o rilla ... Toros en el Cordón. Y a tenemos ¡qué gusto! Cual pan de cada día, La sal de Andalucía, Y el habla de Platón.

Merced a quien supiera Crear desde su silla Babel en la otra orilla, Toros en el Cordón. Celebren en buen hora Las Galias sus primores, Italia sus cantores, Sus leyes Albión. 1

(1 ) Para explicar el origen y el alcance de este curioso himno transcribimos, ligeramente adaptado a la índole de esta edición, el co­ mentario que le agregamos al reproducirlo en “ La V o z del Cordón” , en su número del 12 de Setiembre de 1947: “ El insigne y discutido Don Lucas J. Obes, Ministro de Gobier-

s 21 BERNARDO PRUDENCIO BERRO

Nosotros opongamos A tanta maravilla, Babel en la otra orilla, Toros en el Cordón. ¿Qué importa que repruebe, Filántropo severo La ciencia de Romero, (1) La esclava población?

Sus quejas despreciando Pidamos, mientras chilla, Babel en la otra orilla, Toros en el Cordón. ¿Dónde hay cosa más grande Que dar a nuestro suelo E l tauri-liumano duelo, Y un pueblo franc-masón?

Sí, hermanos adoremos Doblando la rodilla, Babel en la otra orilla, Toros en el Cordón. Negros, manya can tutti, Toreros y gitanos. no, Hacienda y Relaciones Exteriores, de D. , que en ca­ lidad de Presidente del Senado ocupó la Presidencia de la República, entre la fecha del cese de Rivera y la elección de Oribe, creó una villa denominada Cosmópolis, en las faldas del Cerro y una plaza de toros en el lugar donde se alza actualmente el Palacio Municipal, en el Cordón. La misma letra del himno requiere algunas explicaciones que ha­ remos, valiéndonos para ello del interesante folleto, de un actual e ilustrado profesor Don Roger D. Bassagoda. Manya con tutti, es una expresión italiana corriente en nuestra

22 ESCRITOS

De esto faltaba hermanos, Para lioni’ar la Nación:

Mas “ fíat” dice el genio, Y nacen sin semilla Babel en la otra orilla, Toros en el Cordón. Venga, pnes, todo bicho De Oriente y Occidente, Lo que se quiere es gente Para Monsieur Plutón,

Venga, que aquí sin duda Vendráles de perilla, Babel en la otra orilla, Toros en el Cordón. En tanto ¡ gloria al genio! Que unir supo ¡oh grandeza!

tierra desde los primeros tiempos de nuestra independencia y la había usado en sus letrillas Acuña de Figueroa. Carcamán, dice el nombrado Profesor Bassagoda “ tuvo en nues­ tra tierra, y se le conserva en campaña, un significado que no se ajusta a las acepciones que da el Diccionario de la Real Academia Española. Llamóse y aun suele llamarse así a los buhoneros gringos, que por <1 tiempo de Berro eran en su mayoría de la baja Italia, gente ignoran­ tísima, de malos sentimientos, condiciones y costumbres tan despre­ ciados en nuestra América, donde con sus malas artes hacían fortuna, como en Europa’’. La villa que Obes fundó ful bautizada con el nombre de Cosmó- polis, para significar que en ella debían caber personas de todas las na­ cionalidades que. en aquellos tiempos, integraban la población de la República. Berro festivamente la denominaba Babel, y la opone a la casi naciente barriada del Cordón.” Por último cabe anotar que Romero fué un famoso diestro que hasta tuvo el honor de ser “ cantado” por Nicolás Fernández de M o- ratín. E. T . '— . 23 BERNARDO PRUDENCIO BERRO

Del Circo a la fiereza Caroamana Sidón!

¡ Gloria! y siga ensalzando Aquesta tonadilla, Babel en la otra orilla, Toros en el Cordón.

24 ESCRITOS

DESAHOGO POETICO (1)

de un patriota oriental.

¡Malheur aux coeurs ingrats, et nes pour les forfaits! Que les doleurs d’autruin n’ont attendris jamais! (V o í taire) ■

¿Cuál eco triste mis oídos hiere? ¿Cuál voz de llanto lastimera suena, Y al conmovido pecho De tierna compasión y de ira llena? 5. ¿Sois vosotros aún infortunados Víctimas inocentes Que en lo más débil de la edad temprana Os miráis inmolados Por la codicia bárbara, inhumana? 10. ¿ Y quienes los verdugos inclementes, Quienes son los malvados Que insensibles al lloro 1

(1 ) Publicada sin nombre de autor en el periódico El Estandarte Nacional, y reproducida en el segundo tomo de “ El Parnaso Oriental o Guirnalda Poética de la República Uruguaya” . La Revista Nacional le dió cabida en la “ Antología Poética” del autor. Año III. — Enero 1940. N 9 25.

, 25 BERNARDO PRUDENCIO BERRO

Y a vuestros blandos ruegos y razones, Sedientos del vil oro, 15. A estas libres regiones Os trajeron ¡que infamiaj entre prisiones?

“ Los tuyos son, los tuyos, los que osados Oon villana impostura Mintiendo humanidad y patriotismo- 20. A su frío egoísmo Sacrificar quisieron Los fueros más sagrados de Natura. N i el maternal quebranto, N i el blando lamentar de la inocencia, 25. N i la menesterosa tierna infancia Movieron sus entrañas a clemencia Pudieron mitigar siquiera un tanto De su maldad la atroz perseverancia, De dolo infame y corrupción usando, 30. Negados al clamor de la justicia, Ellos ¡ a y ! para siempre En su negra sevicia,, Me arranearon mis hijos, mi delicia. Y tú orgulloso Oriente, 35. Tu que entre las naciones Alzaste pura la gloriosa frente, Y en tus instituciones Ufana te gozabas dignamente, ¿Como permites, di, que así perezca 40. Esa tu fama bella, y que a tu amparo Sin el menor reparo La horrible iniquidad prospere y crezca?

26 i ESCRITOS

¿Que importa que en tu código sagrado Severo hayas proscrito 45. Con previsor cuidado, De carne humana el tráfico maldito, Si avaro el mercader surca animoso Los dilatados mares, Y yermando inhumano mis hogares, 50. Toma el puerto gozoso Lleno el bajel de esclavos a millares, Que a despecho de honor, leyes y fama, Por la tierra ¡que escándalo! derrama?

¡ Hipócrita!, ya en vano 55. Serán tus más solemnes juramentos; En vano en tus razones Ostentarás leales sentimientos;

Tus prevaricaciones La fe de tu palabra destruyendo 60. En digna recompensa Te traerán muy luego; no en tu abono Desconfianza inmensa Recelos, malquerencia y abandono.

Cuando tu lengua falsa engañadora 65. Virtud, justicia, humanidad prefiera, Cuando ingenua y sincera Pretendas demostrarte, tronadora; ¡Miente!, repetirá mi voz airada ¡ Miente!, no creáis. La que perjura 70. Quebranta con promesa, un solo instante Pudiera por ventura

27 BERNARDO PRUDENCIO BERRO

Ser digna ya de crédito bastante? ¡Miente! ¡y si no mirad!; y a mi querida Prole yo mostraré por ti robada, 75. Y a orfandad desvalida Y dura esclavitud ¡ a y ! condenada.

N i pienses, no, que el Cielo justo y santo Invengado correr muchas edades Dejará el largo llanto 80. Que me arrancan tus graves crueldades. Tiempo vendrá que el premio Cojas, a tu maldad, bien merecido, Cuando tu seno henchido, De vicio corruptor, por intestina 85. Lid fratricida, devorado seas Y a opresión peregrina De nuevo tu cerviz doblada veas”.

Calla mísera Etiopia: calla, basta No rasgues más mi corazón sensible. 90. ¿ Y qué, será posible? ¿Y mi patria también? Ah! si, no hay duda No hay duda ¡oh mengua! ¡oh sin igual desdoro! ¡Desdichada región! justo es tu lloro, Justa es tu pena aguda, 95. Y la queja sentida Con que maldices de mi patria cruda.

Y o te acompañaré en tu triste duelo, Yo lloraré contigo y lastimado Lamentaré de tu abatido suelo 100. E l infelice, deplorable estado.

28 '— . ESCRITOS

En vano en ademán amenazante E l sórdido interés entronizado Que calle grita altivo e imperioso; Y o alzaré mi clamor pundonoroso 105. Y con robusto tono resonante Acusaré impávido y severo Su obra de iniquidad al Orbe entero.

Mas ¡ oh! ¿ qué valer puede el impotente Eco de indignación con que los aires 110. En vano preña humanidad doliente? Su aliento pestilente La avaricia infernal doquier derrama: Triunfa y reina, y con poder tirano Apaga pérfida en el pecho humano 115. De la santa virtud la pura llama.

¡Fatal depravación! ¿y qué, pudiera La tierra del Oriente envilecida, Yacer de esa manera En tamaña ignominia sumergida? 120. ¿Tan solo mi querella Se escuchará con tino repetida. Con noble ardor en ella; Sin que en los corazones acerados De sus crueles hijos degradados 125. La amorosa piedad llegue a hacer mella?

¡ A h ! no, que ya la Aurora luminosa Rayar se ve del venturoso día, En que la voz sublime y poderosa De la filantropía

29 BERNARDO PRUDENCIO BERRO

130. Despertará la dulce patria mía Del sueño vergonzoso en que reposa.

Ya el enérgico grito De universal reprobación sonando, Persigue vengador el ímpio bando 135. Que osara cometer tanto delito, Y ante la faz del mundo Lo hunde en el oprobio más profundo:

Cese pues, cese ahora, Triste Etiopia, tu amargo desconsuelo; 140. Cese el rudo dolor que te devora; Que ya benigno el Cielo Tu existencia mejora, Y en propicia convierte Tu antigua, malhadada, ingrata suerte.

145. De hoy mas tus caros hijos Tranquilos respirar podrán sin susto Entre su dulce paz y regocijo; Sin que de nuevo un invasor injusto En pirática guerra, 150. Sorprenda, pille, su indefensa tierra, Y abusando inhumano de su imperio Sin piedad se los traiga en cautiverio.

No temas; sí, no temas. ¿Puede acaso Un puñado de reprobos, escasos 155. Victorioso arrostrar la irresistible Fuerza de la opinión de un pueblo airado Que su fallo terrible

30 ESCRITOS

Unánime ha lanzado Contra el crimen por ellos perpetrado?

160. Caerán los infames, para nunca Jamás ya levantarse. De su trono Nefario derribados, su caída De odio sin fin y nacional encono, Y de eterno baldón será seguida: 165. Que no ciega indulgencia, No tolerancia débil reprobable Los librarán de la fatal sentencia.

Organo de la Patria inexorable Mi voz pronuncia ya desde este día 170. Anatema de muerte irrevocable Contra todo el que osado, en adelante Con arrogancia impía Pretenda esclavizar su semejante.

N ota : Detalle significativo. Esta composición poética de Berro precede inmediatamente, en el Pamono Oriental de Lira, a la celebradal Oda de D. Francisco Acuña de Figueroa. que lleva por título La Madre Africana, y que también tuvo por finalidad la execración del tráfico de esclavos, actualizado, en esos momentos, por la piratería de una* nave {El Aguila) que lucía la bandera nacional.

98 - 173. Estas estancias finales de la poesía fueron las esco­ gidas por nuestro fundador Dr. Carlos Martínez V igil para su selecto Breviario Poético, séptimo volumen de la presente colección.

31

ESCRITOS

CANCION

Trina agitado — el pajarillo, —■ ya en un tomillo — ya en una flo r; — y yo abrazado —■ en mi alma amante — en todo instante — ‘‘canto a mi amor” .

Va por el prado — el arroyuelo — regando el suelo — con puro humor, — mientras siguiendo — yo mi destino, — amante fino — “ canto a mi amor” .

En trenza y manto — la pastorcilla — corre sencilla — tras el pastor; •— y yo entre tanto — sin más anhelo — mi­ rando al cielo — ‘canto a mi amor” .

Por monte y llano —• y selva espesa — busca su presa — el cazador, — cuando yo ufano — y satisfecho — bullendo el pecho — “ canto a mi amor’’.

Siempre mudable — la luna bella — arrojo de ella — vario esplendor, — mas yo invariable — con eco ardiente — tan solamente — “ canto a mi amor” .

En hora buena — por varios modos — sigan ya todos — su vario humor; — a mi me ordena — un Dios potente — que eternamente — ‘‘canto a mi amor” .

(Revista Nacional. Antología págs. 25 y 26 del número y año ya citados). 33

ESCRITOS

EPISTOLA A DORICIO (1)

I. ¿Que haces, Doricio, entre el confuso ruido De la corte falaz y su impureza, Que no cumples tu voto prometido?

I I . Ahora en que flores mil Naturaleza Su risueño verdor esmalta ufana Con que cubre los campos de belleza;

I I I . Ahora en que Abril hermoso se engalana Con los despojos del Estío ardiente Vistiéndose de pompa cotidiana;

IV . Tu respirando el aura pestilente Que infecta las ciudades, su veneno Mortífero, aún lo sorbes imprudente? 1

(1 ) Aunque no en su integridad esta Epístola a Doricio (D. Doroteo García, grande amigo del poeta) se publicó por vez primera en el Album de Poesías, (pág. 317) la excelente selección de Páginas Uruguayas, hecha por el Dr. Alejandro Magariños Cervantes con los patrióticos fines que son conocidos. El seleccionador puso a los versos de Berro, esta precisa nota: “ Esta epístola es un pequeño poema, en el que campean a menudo la facilidad en la parte métrica, la pureza de la dicción, la belleza de las descripciones y la naturalidad del sentimiento. Hay versos que re­ cuerdan los mejores de Garcilaso, Rioja, Balbuena, Jovellanos y otrosí

> 35 BERNARDO PRUDENCIO B E Ii R (l¡

V . ¿Qué pido a tu promesa poner freno Para venir a disfrutar conmigo Del campo, ahora, como nunca ameno?

V I. ¿Tanto a ti puede el hábito enemigo Volar de este recreo a ser testigo? De vivir en prisiones, que te cuesta

V II. ¿O será que entregado a la funesta Vanidad cortesana juzgas baja La grata vida campesina honesta;

V I I I . Siendo así que ella a esa otra se aventaja Tanto, como el robusto ceibo altivo Supera del juncal la leve paja?

IX. En verdad que no atino qué atractivo, Qué aliciente tan dulce y poderoso Te tiene por tu mal, ahí cautivo.

X . Ahí en ese mar tan borrascoso, Do el más diestro piloto su barquilla Encalla en el escollo peligroso.

X I. Ni nadando a ganar la opuesta orilla Que de encontradas olas trabajando El náufrago infeliz se les humilla.

poetas que han sobresalido en el género bucólico. Inédita hasta ahora, podemos enriquecer con ella nuestro álbum, gracias a la galantería de nuestro apreciado amigo D- Doroteo García, a quien fué dirigida hace muchos años por el Sr. Berro. El limitado espacio de que podemos disponer y otras consideraciones nos han obligado a hacer algunos cor­ tes al principio y al final, y a dividir los cuadros con un título que facilita y hace más amena su lectura. Acompaña el envío una carta del aventajado y ático poeta D. Carlos Guido y Spano, que esperamos máis tarde poder utilizar.”

36 K 8 C B I T O 8

X II. Huya pues tanto daño y a mi lado Yen a gustar en plácida bonanza He libertad el fruto regalado

X III. ¡Oh! Véate yo aquí sin más tardanza; Véase coronado mi deseo, Hace que salga ufana mi esperanza (2) 2

(2 ) Estas estrofas que distinguimos con la numeración romana fueron eliminadas en los conocidos y útiles florilegios de Magariños Cervantes, Arreguine. Montero Bustamante y Fal^ao Espalter. Nosotros las tomamos de la Antología del autor publicada en la Revista Nacional (año y núm. citados) donde la composición aparece íntegra y sin las divisiones y subtítulos obra de Magariños Cervantes, seguida por los siguientes editores de la Epístola.

> 37

K S C RITOS

I. P A IS A J E

1. ¡ Cuánto vario placer, cuánto recreo Te espera en este sitio deleitable, Do es halagüeño todo lo que veo!

2. Oye su descripción, aunque no es dable Hacerla cual merece, porque entiendas Si el habitar en él es deseable.

3. Vense a un lado montañas estupendas De hacinados peñascos, do ferinas Bestias moran en hórridas viviendas.

4. Y ai otro, unas bellísimas colinas, Revestidas de flores y verdura Se extienden por las tierras más vecinas.

5. Por entre éstas y aquéllas su agua pura En sesgo curso Casupá derrama, Llenando sus riberas de frescura;

6. Que ya la alfombra de tejida grama, Y a el bosque ostentan, cuyo toldo espeso Jamás penetra la febea llama.7

7. No aquí del arte el monotono exceso BERNARDO PRUDENCIO BERRO

Sus simétricas calles manifiesta, De natura estragando el embeleso.

8. De diferentes árboles compuesta, Los varios grupos desigual levanta En hermoso desorden la floresta.

9. E l grueso lauro de soberbia planta, E l duro Molle, el Cañé1 nv Nrvndoso. La excelsa Palma que la vista encanta,

10. Enlaxados en vínculo amistoso Mezclan sus copas, cobijando el suelo Húmedo con sombrío delicioso.

11. Aquí mil avecillas sin recelo De flecha o lazo o escopeta fiera Cruzan de rama en rama el libre vuelo.

12. Aquí gime la tortora arrullera, Aquí sus tonos la calandria agita, Aquí canta la dulce ratonera;

13. Música suave que en el alma excita Plácido desvariar, y blandamente A leves sueños halagüeña invita.

14. N i menos embeleso halla la mente En la alta loma y el florido prado, Y en el cerro riscoso y eminente.

15. Por éste con ligero pie el venado Trepa, llevando en su gentil cabeza

40 K 8 C R I T O S

E l ganchoso coma.je enarbolado;

16. Y en aquellos do Flora su riqueza Entre el verde tapiz vario y hermoso Derramara con pródiga largueza;

17. E l hato mugidor, el perezoso Paso mueve, paciendo la crecida Yerba con diente rígido y goloso.

18. ¡ Cuán sencilla, cuán bella, cuán lucida Se muestra aquí natura, no viciada Por la mano del hombre corrompida!

19. ¡ Con qué gusto la vista embelesada Aquel vigor contempla primitivo, Aquella majestad simple, elevada,

20. Que el querer del Señor potente, activo, La dió cuando sacó el terráqueo mundo Del caos ciego, inerte, improductivo!

21. La misma soledad muda, el profundo Silencio deste bosque soir muy cierto Del dulce imaginar germen fecundo.

22. Puro, claro, sereno, descubierto, Siempre el cielo se mira noche y día, Espléndida techumbre del desierto:

23. Y un blandísimo céfiro a porfía Doquier lleva en sus alas vagarosas Más suave aroma que el que Arabia cría.

> 41 BERNARDO PRUDENCIO BERRO

24. En suma, estas campiñas deliciosas, Este monte, esta selva, estas riberas Si bien no conocidas ni famosas;

25. No ceden en belleza a las primeras, Que la fama celebra de la ardiente A las frígidas zonas postrimeras.

II. Vida Campestre

Excursiones a caballo — Casa a bola: el avestruz, el venado — Lucha de toros — Comida — La siesta.

1. No habrá vida a la nuestra comparable, A gozar dedicados solamente Y ejecutar no más que lo agradable.

2. Una serie continua y permanente De gustos, diversiones y recreos, Llenarán nuestras hoi’as dulcemente.

3. Desde que Oriente asome los febeos Rayos, hasta que Diana su carrera Nocturna siga en pálidos arreos;

4. Satisfechos y alegres, d,e manera El tiempo emplearemos que un instante No habremos de disgusto tan siquiera. 5

5. Si hubiera de decirte lo bastante Esta vida feliz, materia habría Para henchir sendos pliegos abundante:

42 r

ESCRITOS

6. Mas aunque temo que la carta mía Te pueda fastidiar daréte dello Una noticia breve todavía.

7. No bien asome el cándido destello De la risueña aurora el lecho blando Dejaremos por ver su rostro bello.

8. Y cuando ya las sombras disipando Claro se muestre Febo, mil gustosos Ejercicios iremos repasando.

9. Unas veces subiendo en los briosos Cuando dóciles brutos de Neptuno, De pasear la comarca deseosos,

10. Después del abundante desayuno Correremos en curso descansado Los sitios más amenos de uno en uno.

11. Y otras a guisa de escuadrón formado Con la cuadrilla de campestre gente, Diestra en la equitación en sumo grado;

12. Iremos a la caza alegremente, Y a del ave sin par en la corrida, Y a del venado de cornuda frente.

13. ¡ Oh ! Cual place a la vista embebecida Mirar tras la primera a darle alcance Los jinetes correr a toda brida!

14. Ella azorada en tan amargo trance,

'— i 43 BERNARDO PRUDENCIO BERRO

Huye veloz haciendo varios giros, Con que se libra de uno y otro lance:

15. Hasta que al cabo siente entre suspiros, Prender sus alas con correa fuerte De triples bolas los certeros tiros.

16. Y presa sin remedio de esta suerte Entre rústica burla y algazara, Maniatada recibe pronta muerte.

17. ¡ Que es ver también el otro oual dispara En rápida carrerra sin aliento Huyendo por guardar su vida cara!

18. Más a la postre frústrase su intento; Pues por común industria, en estos casos, De los que van a tal divertimiento,

19. Tómanle en derredor todos los pasos, Y así por todas partes perseguido, Cada vez en espacios más escasos;

20. Por último en un cerco reducido Sin poder escapar, luego perece De los crueles canes mal herido.

21. N i menpr diversión que ésa que ofrece Motivo al alma de placer tan grato, Y al enervado cuerpo fortalece,

22. Hallaremos en ver, en medio al hato Bramar celoso el toro, combatiendo

44 ESCRITOS

Con la enastada frente largo rato.

23. Mientras que de otra parte se estén viendo Los lindos ternerillos retozones, Ya en diversas parejas ir corriendo;

24. Y a los cándidos jugos a tirones, Néctar almo, extraer con diestra boca De los maternos fértiles pezones.

25. Así de la mañana, no muy poca Parte se irá, hasta el punto en que ya abrasa, Y a tomar sombra y fresca el sol provoca.

26. Vueltos entonces a nuestra humilde casa, Do la sencilla mesa nos presenta Comida simple y sana aunque no escasa,

27. Mataremos el hambre, no violenta Ni débil, sino aquella suficiente Que con sobrios manjares se contenta.

28. La pura linfa de una clara fuente, A algún sorbo talvez del generoso Serán nuestra bebida comúnmente:

29. Y esto nos placerá más que el suntuoso Cortesano festín, que tanto cuesta Perdición del magnate poderoso.

30. A l tiempo en que el calor ya no molesta, Después de haber dormido un breve sueño En las estivas horas de la siesta,

> 45 BERNARDO PRUDENCIO B E RRO

31. Tornaremos de nuevo con empeño A l oficio de andar sólo en procura De lo que es dulce al alma' y halagüeño.

I I I . Caza con escopeta

Las perdices — Las cotorras — La pesca

1. De la perdiz sencilla mal segura Darános gran placer la fácil caza Y aquella del chorlito en la llanura.

2. Las negras pavas de silvestre raza Tampoco escaparán a nuestro anhelo, N i tú, tórtola triste, o tú, torcaza.

3. En vano el alizar doblará su vuelo Girando en torno a la fatal laguna ; El plomo matador traerán al suelo.

4. N i a tí, social cotorra, tu importuna Desagradable voz podrá librarte; Que tendrás como aquél igual fortuna.

5. N i a ti menos, sabrosa sin el arte Preciada becasina, anunciadora De la cercana lluvia en toda parte.

6. En suma de esta gente voladora Ha de ser el mejor blanco inerrable De nuestra carabina acertadora. 7

7. La pesca descansada y agradable,

46 '—i ESC R I T_____ O S

Del imaginativo pensamiento, Callada compañera inseparable.

8. La pesca en íin filósofa, fomento A l Ixondo meditar también seranos De igual, sino mayor divertimiento.

9. ¡Oh qué gusto será mirar ufanos Colgando el pez de la flexible caña, Haciendo por soltarse esfuerzos vanos!

10. No te libertará de nuestra maña Ni el bosque marginal del arroyuelo, Ni tu tupida juncia y espadaña;

11. Que al dulce cebo de falaz anzuelo, De sus húmedas cuevas atraído Vendrá al fatal engaño sin recelo.

12. Ya ves si son de precio bien subido Los gustos de que hacerte referencia En tan breves razones he querido:

13. Pues otros hay aún cuya excelencia No cede a la de aquellos anteriores, Según me lo acredita la experiencia.

14. A explicártelos voy de mil amores Para que veas tú por lo que siento, Si son, como te digo, superiores.

r—s 47 BERNARDO PRUDENCIO BERRO

I V . Campé

La tarde — Puesta del sol

1. No lejos del humilde nacimiento Deste río, una altura que domina A toda la comarca, tiene asiento.

2. A ella con frecuencia se encamina Mi planta vagarosa y esforzada, Cuando el sol a su ocaso se avecina.

3. Y allí desde su cumbre de do nada A la vista se oculta, deleitado Admiro la campiña dilatada.

4. Aquí el río con su curso sosegado, En estrechas orillas recogido, Serpea alegre por el verde prado.

5. Allá el bosque sombroso y escondido, De negra oscuridad el valle baña, Por eminentes cerros circuido.

6. Más allá una magnífica montaña Eleva hasta el Olimpo su alta cima, Y a las etéreas nubes acompaña.

7. Aun más allá, muy lejos, do se estima Por la engañada vista que a la tierra La bóveda del cielo se aproxima, 8

8. Se vé de excelsos montes una sierra,

48 K______8 C B I T O 8

Que parece la armada fabulosa De Titanes marchando a la impía guerra. (1)

9. Aumentan esta magia deliciosa Los diversos vivientes que al reposo Dirígense al venir la noche umbrosa,

10. Cual hendiendo los aires presuroso (1) Bate las leves alas procurando, El bosque retirado y silencioso: (I)

( I ) El Dr. del Rey en su meditada conferencia sobre la Epístola a D oricío relaciona este pasaje con la poesía de Góngora. “ La semejanza — son sus palabras!— • me parece innegable también, pero no puedo afiímar ni negar el influjo, pues ignoro si don era lector asiduo de las Soledades gongorinas. De haberlo sido, afirmaría sin vacilación la influencia’ ’ . Y después de copiar el 89 terceto de esta cuarta parte del poema, transcribe de Góngora: “ Oh tú, que, de venablos impedido, bates los montes, que. de nieve armados, gigantes de cristal los teme el cielo.” para comentar a renglón seguido: “ El ambos casos el símil es idéntico: los altos montes cuyas crestas parecen tocar el cielo son imaginados por el poeta español y el americano como la rebelión de los Titanes» Pero el proceso metaforizador es diverso sin embargo. Berro no elude nin­ guna realidad, sino que aclara y señala el enigma, no enigma de su ima­ gen, y el lector para entender, no tiene m3s que dejarse llevar; GónJ gora elude y transfigura, y el lector, aun el lector culto, debe realizar un arduo esfuerzo para romper y penetrar la realidad creada por el poeta y hallar la otra realidad escondida y subyacente” . (Conferencia citada, págs. 57 y 5 8 ).

(1)\ El Dr. del Rey “ a fin de comprobar las semejanzas y c] seguro influjo” de Garcilaso sobre Berro, transcribe en su Conferencia los siguientes versos integrantes de la sexta estrofa de la Egloga Primera, y puestos por el dulce poeta español en boca de su Salicio:

49 BERNARDO PRUDENCIO BERRO'

11. Cuál los pesados pasos estirando Camina do le ordena la costumbre, O de rústica voz el bronco mando.

12. Y cual el dócil bruto a la techumbre, Pajiza casa, galopando guía. Lo que vé ya en su hogar brillar la lumbre.

13. Pues si de estos objetos se desvía, Y se encumbra a la parte de Occidente Goza encanto mayor la vista mía.

14. Del claro día el luminar fulgente Tras los últimos montes escondido, E l horizonte tiñe en rojo ardiente.

15. Sobre el cual leves nubes de lucido 'Oro bordadas, trazan mil informes Figuras varias con pincel fingido.

16. Ves allí en confusión montes enormes, Hondas cimas, peñascos erizados, Descomunales moles disconformes.

17. Encima de aquel pico, al aire alzados Los colosales miembros, un gigante Semeja el Genio, rey de los collados.

Cual, por el aire claro va volando. cual, por el verde valle o alta cumbre haciendo va segura y libremente; cual, con el sol presente va de nuevo al oficio y al usado ejercicio do su natura o menester le inclina.

(Conferencia citada, pág. 5 7 ), 50 * ESCRITOS

18. En aquella otra punta que distante Sale a un lado, un anciano venerable Tiende su larga barba hacia adelante.

19. A otra parte un castillo inexpugnable; A otra miro soberbios torreones; A otra ruinas de fábrica espantable.

20. Tan bellas, tan magníficas visiones Exaltando mi ardiente fantasía, La entregan a sublimes ilusiones;

21. Y en ellas abismada todavía Está cuando su manto tenebroso Tiende la noche,, pavorosa umbría.

22. A veces también suelo vagaroso Internarme del bosque en la espesura, Al calor vespertino molestoso.

V. La gruta —■ Contemplación

1. Un peñón circundado hasta el altura De hojosas ramas, forma en sus entrañas Una gruta de rara arquitectura; 2

2. No habitada de fieras alimañas, Dulce reposo y dulce fresco ofrece Con sus bellas alcobas cuanto extrañas.

51 BERNARDO PRUDENCIO BERRO'

3. A llí al ruido del céfiro que mece Los circunstantes árboles sombríos, Mi cuerpo poco a poco se adormece;

4. Y al fin vencidos los sentidos míos, Fugaces sueños la adormida mente Halagan en risueños desvarios.

5. Tal vez donde bullendo la corriente Mansamente murmura, luego acudo; Lugar do reina siempre un fresco ambiente.

6. Y a la sombra de un ceibo alto y copudo, Que cerca de ella se halla, me recuesto Sobre el césped suavísimo, menudo.

7. Un airecillo entonce en vuelo presto, Triscando entre las hojas susurrante Baña en grato frescor aqueste puesto:

8. En tanto que con voz dulcisonante Modulan en mil quiebros y trinados Los pájaros su música brillante.

9. Callan luego los sones acordados; El aura apena espira desmayada; E l susurro disípase por grados;

10. Natura toda en calma reposada, Y en un hondo silencio mudo y quieto, Yace lánguidamente sepultada. 11

11. Empapada mi alma en un completo

52 > ESCRITOS

Estado de placel' indefinible, Vagamente se espacia sin objeto.

12. Suben después al ánimo sensible De tropel las ideas agolpadas, Una emoción causándole, indecible.

13. Blandas, afectuosas y elevadas, Le tienen en continuo movimiento Del no muy breve rato apoderadas.

14. Hierve entonces mi pecho al sentimiento Interno, cual venero de ternura Y amores derramado de su asiento.

15. ¡Oh amor universal, caridad pura, Dulce afecto que siente la inocencia Para con el Creador y la criatura!

16. ¡Divina celestial benevolencia, Que el tierno corazón del hombre justo Inflamas poderosa sin violencia;

17. Tú aquí del bosque en el silencio augusto Siempre en mi seno dominar supiste, Causando en él inexplicable gusto;

18. Siempre a la compasión que en mi encendiste Blanda y suavemente conmovido, Lágrimas dulces derramar me hiciste!

19. Y así también entonces sometido A tu influjo potente, se conmueve La tierna exaltación de mi sentido.

> 53 BERNARDO PRUDENCIO B E R R O

20. Doquier la mente enardecida lleve A llí objetos de amor tan sólo mira, Tan sólo amor sin fin allí la mueve. (1)

Casupá, 25 de Abril, 1832. 1

(1 ) “ Con especia! referencia a este vibrante endecasílabo, el Dr. del Rey ba bordado el ilustrativo comento que copiamos: “ Existe final­ mente, una filosofía y una relicrión en Berro. Esta no es otra que la cristiana. Pero ni la persona de Cristo, maestro redentor, mártir, hom­ bre; ni la persona de María purísima, celestial, madre, obediente al ángel, sola junto a la cruz: ni los coros invisibles de aícángeles o los coros visibles de santos, figuran y aparecen para nada. N i el abismo de la caída ni el drama de la redención. Sólo Dios, creador; sólo el Amor, ordenando y presidiendo toda la creación; el Amor, en la cum­ bre del Universo; el Amor, vivificando, penetrando todos los seres del mundo; el amor un poco a la manera dantesca. Am or que muove il solé e l’altre stelle. (Dante. Verso terminal del Paraíso en la Divina Comedia)”. (Conferencia citada, pág. 5 9 ).

54 '—> ESCRITOS

CARTA DE BERNARDO P. BERRO A SV HERMANO ADOLFO BERRO

Nota. — Cuando la diferencia con la ortografía actual no es muy irritante, he­ mos seguido la adoptada por el autor de acuerdo con la publicación del Prof. Pivel Devoto mencionada en el prólogo de esta selección. Lo mismo decimos respecto al empleo, nada justificado, de ciertas abre­ viaturas.

Minas, noviembre 22 de 1838.

Qu.d° Adolfo. Recibí tu carta aunq.° á los 9 días de escri­ ta, porque tuvo mucha demora en el camino. Quedo enterado del aparato político que se desenvuelve en ese Pueblo: era muy de esperar, después de lo que apareció ya en los momentos de verificarse lo que aun se llama paz y conoiliación. Rivera, sus ministros, sus escritores y trompeteros han adoptado las esterioridades del romantismo. E l lenguaje místico, el ruido y bambolla de las palabras, lo solemne de las proposiciones, el estilo figurado, pomposo, oscuro i mis­ terioso; estos son los atavíos con que disfrazan las contra­ dicciones mas repugnantes, y las máximas y principios más escandalosos que hasta ahora hemos visto por acá. Eso puede servirnos de mucho para que desconfiemos de una secta que presta con tanta facilidad su color y su

> 55 BERNARDO PENDENCIO BERRO ropaje a la usurpación mas infame y osada que ha pre­ senciado la América desde q.“ se le llama republicana. La esposicion de la verdad, la expresión del raciocinio no ne­ cesita tropos, no ha menester relámpagos deslumbradores, no exige vuelos empíricos. E l que busca como herir la ima­ ginación, el que trata solo de presentar a nro. espiritu fi­ guras que lo pasmen, que lo confundan, que lo arroben, no pretende descubrir la verdad, ni convencer el entendim. ’, sino mover, halagar el animo envolviéndolo en una atmósfera espléndida, que introduce en él una especie de persuación, apoderándose, por encanto, de la voluntad. Entre algunas cosas buenas del romantismo, sobresale ese empeño de que todo lo haga la inspiración, el entusiasmo, y nada la regla, el método y la exactitud. ¿Qué» extraño es pues que propendiendo á la anarquía literaria, se convierta ahora á la política? — Las sociedades humanas no pueden existir tranquilas y felices, sino tienen principios políticos, y morales, inalterables y fijos como los ejes del Cielo. To­ car á ellos, desviarlos un tantico de su lugar, es ocasionar un completo trastorno, y dar una dirección inversa á la maquina que descansa en ellos— . Rivera y sus sectarios, quieren, conculcando todos los mas santos principios de política y de moral, regenerar el pueblo, educarlo y construir una sociedad que esté fuera ide las únicas reglas de lo legal y de lo justo. ¿Lo consegui­ rán? Ellos dicen que sí: pero yo sé que todo lo que sale fuera de los términos naturales, al cabo cae y se destruye— Es verdad que durará su fábrica más ó menos, porq.” la corrupción es grande. A boca llena se ridiculiza al que sigue reglas estrictas de virtud, y se predica el quietismo, y la tolerancia para, el vicio— Casi he.” llegado á punto que

56 '— i ESCRITOS no sabe el común de las gentes donde esta su deber. ¡ Tal lo han corrompido los políticos de tira y afloja, de viva quien vence!— Sin embargo no se debe desmayar. La juventud está encargada de hacer santos é inalterables en la prácti­ ca los principios que constituyen la virtud política. La mayoría los desprecia. Los titulados sabios, las llamadas ca­ pacidades superiores echan menos su falta, y fundan en esta sus planes de conducta p." si y los pueblos, después que ellos los envician y los ponen en ese estado.— Corromper los hombres p.“ luego sacar de esta corrupción argum.to con que justificar el despotismo q la falta de virtud, es la obra más abominable que puede hacerse á los ojos de la razón— Generalm.,e en tpos. como los que hemos alcanzado, una me­ moria que se tacha de visionaria y pueril, conserva el ri­ gorismo de los buenos principios y virtudes políticas. Ella se constituye en un verdadero estado de oposición y aunq” dominada, mantiene tirantes ciertos resortes conservadores cuya acción oculta no comprenden los corrompidos ni los superficiales. Honroso es perteneeerle, aunque forzosam.” ha de aparecer vencida y burlada, mientras duren las cosas como están. En la juventud principalm."5 deben conservarse puras y en tibieza las almas republicanas: Y aun creo en la conveniencia de fundar una hermandad de puritanos polí­ ticos, para contrastar la preponderancia escesiva de los que hacen la llaga p.a ganar en su cura.— Y o temo, con todo, la influencia que en esa misma juventud puede egeroer el despotismo engalanado y disfrazado con las atractivas be­ llezas del romantismo. Los grandes hombres a la Napoleón á la Alejandro, son materia muy propia p." deleitar la imaginación y cautivar la voluntad de los q.c suspiran por los estremos, que en todo

— . 57 BERNARDO PRUDENCIO BERRO buscan la hipérbole; de los que desechan el análisis; p.a regirse por las impresiones, que crecen en las misiones, en los profetas, que se abstrahen se remontan y abren tamaños ojos p.1 saciarse en la contemplación de las grandezas ma­ teriales y espirituales, sean buenas é sean malas. La gloria, la brillantez, las dimensiones colosales de un hombre de esa especie; la grandeza de sus hechos, por la extensión que abarcan puede arrebatar la mente de mu­ chos jóvenes, e inducirlos a pretender figurar en el grande espectáculo que los deslumbra— Un hombre como Rivera, que ha vencido como por milagro tantos imposibles p.” su­ bir á la altura que ocupa, un hombre como él que se pone á la cabeza de empresas magnificas, estensas, sublimes en apa­ riencia, que se presenta como un instrum.*“ de los decretos del Cielo, que se rodea del aparato de un misionero rege­ nerador, un hombre así puede muy bien ser el ídolo de un romántico— E l partido puritano, de que he hablado, debe mantenerse firme en su puesto, debe formar una especie de iglesia militante, sin acobardarse por el número y el pres­ tigio de sus contrarios. Esta actitud sola basta p.° hacer mucho bien. E l pueblo vive y se mueve p.r ejemplos, imi­ tando. Que los buenos, pues, se opongan a los malos; y el torrente no causará tantos estragos: esto mismo sucede con respecto a la moral privada. ¡Dios nos libre que todos los hombres apareciesen estragados en sus costumbres y acciones! El ejemplo de pocos basta p.a mantener el equilibrio— Si es útil ostentar y sobre todo practicar las virtudes po­ líticas, y ser acérrimos defensores de ellas y de sus princi­ pios, el estado de nra. sociedad aconseja respetar el vicio y aun la usurpación legalizada. E l poder usurpado que se entra a habitar al campo de

58 > ESCRITOS la ley, esto es, de la regla y del método, destruye los fun- dam.tos que le dieron su dominio; los cuales están en la re­ gión de la anarquía, en aquel estado en que la voluntad se pone por ley, en que se apela a la decisión popular activa, y en que el mas fuerte y mas hábil, venciendo justifica sus hechos y su triunfo atribuyéndolo todo al pueblo. E l poder usurpado, cuando se regula, pierde mucho; presta armas p/ que lo combatan. Desde q.e dice: he aquí la regla que me impongo, que voy a seguir, ya que no puede defenderse sino dentro de ella; combate en una arena co­ nocida, con armas conocidas que no le dan ventaja, que no sabe manejar tal vez; por que otras son las que ha usado, y acertado a esgrimir—- Entre nosotros debe desecharse por mucho tiempo el principio de la revolución, de la insurrec­ ción; porque llegado este caso, los buenos se esconden, los malos campean y la multitud los siguen porque aparecen con mas poder. En una palabra la mas santa insurrección solo sirve p.‘ afirmar el dominio délas espadas— Guerra legal, guerra de palabra y por escrito, guerra de ejemplos, guerra en el ejercicio de la ciudadanía, en todos los actos en que uno toma parte como miembro de la Nación desarmada, que muestra su voluntad y sus deseos; he aquí la lucha a que nos convida ntra. situación, la que solo pue­ de producir buenos resultados; pero es preciso hacerla sin intermisión, con vigor, con entereza y tenacidad: guia cavat lapidem— Rivera es poderoso en la guerra de armas ahora. Haberlas con él en este sentido es proporcionarle triunfos, gloria y poder. Constreñirlo á la otra es ponerlo en un resbaladero, por el que al fin ha de precipitarse al abismo que merece, por mas q-e se eleve, por mas que conquiste yj triunfe, el caerá, como han caido todos los que se encumbraron por el camino que él— '—> 59 BERNARDO PRUDENCIO BERRO

Aquí se anuncian operaciones grandiosas de política; se trata, según dicen, de mudar la faz de esta America y ¡Rivjera es el instrumento! — No importa: bajo cualquier forma, hay que trabajar, hay que luchar. Mi Ídolo es el me­ diano Washington, cultivando su heredad, no el .sobresa­ liente, el gigante Napoleón o, su mono Bolívar cosechando pasmos y admiraciones, y robando al pueblo, con su libertad, su magestad y su gloria, p.“ atribuirse y atraher a sí todo— La república Bolivia, el Código Napoleón, el Santacruz, el registro Rivera son nombres que me repugnan hasta irritar­ me. ¿Como no? ¿qué es un hombre en cotejo de una nación? y hombres q.“ las avasallan por seguir su genio ó sus intereses personales? Y o reverencio, aplaudo y envidio el modesto, sencillo y poco literato Congreso de Norteamérica; y miro con ceño al ilustrado, científico brillante y esplendoroso parlamento de Francia. Aquel, hablando á lo romántico, es la espresion de una sociedad civilizada; es tono de una cul.". En aquel no hay grandes talentos; hay medianías; pero bien inten­ cionadas y juiciosas. En este hay eminencias intelectuales, pero voltarias, interesadas, arrogantes, é impuras. A llí la excelencia de la practica, corrige los defectos de la espe­ culativa: Aquí la hermosura de la especulativa es afeada por los vicios déla práctica. A llí se oye hablar mucho del pueblo y poco de las personas: aquí las personas hacen todo el pa­ pel, todo se lo toman p.“ si, y nada dejan p.“ el pueblo— ¿no he de sacar mis/ ejemplos de los primeros, y mis guias? Me he entretenido esta mañana con llenar de política el pliego que dejo escrito. A llá vá— si lo viesen los emi­ nentes quizás me tendrían por loco, y me compadecerían— Y o no me curo de sus desprecios. Me examino; y me hallo

60 - ESCRITOS puro. Registro mi razón y la creo superior a la suya, no por su capacidad, sino por su imparcialidad. Veo y pro fundizo hasta donde sé que ellos no llegan; por que una nube grosera se lo impide— En esta materia de conducta, de moralidad, no se requiere mas que un muy común dis cernimiento, acompañado de buen deseo— ¿Porque será arro­ gancia y presunción en mi creerme con mas acierto y lu?, que otros mas despejados y sabios, cuando tengo á la vista claro y patente el error de esos? — En otras materias, nin­ guno mas tímido, mas receloso, y apocado de ánimo; en esta, me consulto, y me pregunto, teniendo confianza en la rectitud y en la imparcialidad, que procuro conservar spre. en su punto. Mi lenguaje forma un contraste con los periódicos de esa Capital — ¡ Que estilo, qué hojarasca, que ruido de pa labras, qué confusión, que tanto hablar p.a tan poco decir, y todo diametralmV opuesto a cuanto' he aprendido— y te­ nido por bueno hasta ahora! Todas las ideas morales y políticas que en calidad de buenas han hecho las delicias de mi entendim.*® y de mi corazón hasta hoy, las miro contradichas, desconocidas, vili pendiadas mas ó menos directamV en sus periódicos — Jamas he leído cosas que mas me hayan repugnado y aun afligido— ¿He vivido sumido en vergonzosos errores, algún demonio de tinieblas me ha rodeado de ellas, ó será mas bien que el don precioso de la palabra se convierte con facilidad en instrumento de engaño, de mentira y de falsedad? Ainsi cher les humains, par un abus fatal, Le bien le plus parfait est la source du mal. La osadía de Rivera en su declaración y en otra parte donde se llama representante único de la Nación es la mas

'—i 61 BERNARDO PRUDENCIO BERRO clasica de todas las osadías clásicas de ese jaez — Pues el idioma adulatorio de sus papelistas no le vá en zaga en cuanto á atrevimiento. ¡Qué asco causa semejante proceder! ¡O homines ad servitutam paratos: hombres nacidos para la esclavitud! esclamaba Tiberio irritado al ver las bajas adu­ laciones del Senado romano. No podía este Emperador, tan malo como era, sufrir la vista de aquellos que tan indig nam.“ le daban culto: ¿como ha de ver uno con indiferencia y frialdad esos insultos, hechos, no ya solo al pueblo orien­ tal, sino q." también á la razón, universal, á la humanidad entera? He leído hasta el 3^ num.° del Nacional; con que si me mandan algunos, que sean posteriores a éste. La levita y el chaleco aun no han llegado, ni sé quien los trahe. Prag.s agradece las men.* y las vuelve aumentadas — Sigue buena, así como yo — Recibió primero la carta de Mariquita, que yo la tuya a que contesto— la de mi madre con esta. A Pancho y Pepe que tomen orchatas — A Miguel que desconfíe del idealismo tenebroso— que sea positivo, como buen español, que es la derecha y que huya de las inspira­ ciones transpirenaicas, que es la tuerta de las tuertas. tuyo Bern.*’ B. Nov.” 22. 838 Antes de cerrar esta carta, me han traído el 2o núm.° déla Revista, que he leído. La cuestión, sino ha degenerado <3el todo en cuestión personal y de facciones, pronto succe- derá esto. Se acabó la Patria. Las grand.es espadas se

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E S C B I T O S

disputaran la presa, y el que se quede con ella, oprimirá una sombra de pueblo — Había resuelto mirar tranquilo desde mi hogar, como de un palco, la gran tragicomedia que se iba a representar ó que ya se empezaba a representar. Ahora preveo que tal vez será preciso esconderse en una cueva, por seguridad, y p.a sustraherse hasta á las miradas de los actores.

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ESCRITOS

CARTA DE BERNARDO P. BERRO A MIGUEL ERRAZQÜIN

Téngase presente lo expuesto en la nota a la carta anterior.

Minas, noviembre 30 de 18,38.

Querido Miguel — Necesito desahogo, necesito echar fuera del pecho algo de lo mucho que hierve en él. Jamás le he sentido movido de tantos afectos, jamás ha sufrido una lucha mas desastrosa que la que lo trabaja de algunos dias á esta parte — Mi rígida imparcialidad se esfuerza por com­ paginar ciertas cosas que oigo, que veo, y cuanto mas se afa­ na por conseguirlo, mas repugnancias encuentra. Mi desa­ liento es grande: temo alucinarme, recelo ser arrastrado de antiguas aficiones, y envuelto en ideas tenebrosas. De aquí mis dudas, mi indecisión. Mi razón y mi conciencia me muestran muchas cosas con la mayor claridad: V oy a decidirme, y al ver los que otros piensan, tan distinto de lo mió, un quién sabe si me equivoca, me sumerge de nuevo en mi irresolución, y vaci- lamiento — Confieso que no sé donde me hallo. Cuando tantos se empeñan en probarme que ando perdido ¿ qué; extraño es que aunque mis ojos vean claro el camino no crea ni a la deposición de mis sentidos? Después de haber visto á qué estreñios disparatados

> 65 BERNARDO PRUDENCIO BERRO' conduce la parcialidad, le tengo un miedo, que en toda ma­ teria donde pueda haberla, me abandona la confianza, y casi me inutilizo p.* afirmar: Tal me lian parado los hom­ bres y las cosas de mi tierra. Situación á la verdad amarga sobre todo encarecimiento. ¡Dichoso el que adora ciego sus conceptos, y vive sa­ tisfecho de su superioridad! He dicho que necesito desahogarme; pero á un receloso no le está bien, ni puede gustarle descargarse délo que le oprime p.“ presentarlo ante quien le ha de recibir mal. La duda y los pesares, así como los íntimos secretos del alma, solo pueden depositarse en el seno de la amistad, en un lu­ gar donde uno halle simpatías, analogía de sentimientos, ó siquiera indulgencia plena— A ese parage, pues, vá dirijida esta carta. Con ella satisfago una necesidad y no mas: de consiguiente iré estampando mis ideas, según ocurran, sin previo plan, sin aliño y, á lo que presumo en tanto desorden como el que debe esperarse de un entendimiento fatigado. E l romantismo es lo primero que se me viene á la mientes— Me resisto á pasar por sus doctrinas y no creo en la buena fé de sus adeptos. Me parece que aquellas son perniciosas ó inútiles á lo menos, y que estos tienen mucho de hipocresía. E l romantismo desprecia las reglas, se burla de las pruebas matemáticas y lógicas, y se decide por las creencias por las impresiones, por la intuición, por los movimientos instintivos. . El romantismo se sale del examen analítico, y se entra á juzgar por las preocupaciones del ánimo; huye de lo material, palpable, positivo; y se complace en correr tras lo ideal, imaginario— E l romantismo vive de la poesía, es decir, de la hipérbole, de la ficción, de la suposición, del

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E S C B I ______T______O______8

traspasar los límites de lo cierto y de lo natural, del remon­ tarse á las nubes y descender á los abismos p.“ buscar regio, nes imaginarias. E l romantismo enfin, se desase de la razón p.a volar con la fantasía — Por otra parte el roman­ tismo nada esplica, nada define, todo son generalidades, nada de concretarse y aplicar el compás— de una ojeada quiere verlo y juzgarlo todo— En él predominan los raptos, los fuegos fatuos, la oscuridad, el misterio. ‘‘Aqui esta la ven dad” grita, y se enoja si no le creen; y para eso no vé uno mas que tinieblas y relámpagos fugaces. E l entendim.*0 se fatiga buscando en él la demostración y no baila mas de lin­ das persuasiones. Paradojas á cada momento, cosas que sorprendan, combinaciones no vistas, sutiles y tan delgadas y escurridizas que apenas las pueda uno asir y divisar, gol­ pes de vista fantasmagóricos, agudezas, ingeniosidades, ca­ prichos de todo géneros; he aquí el razonar romántico. E l que busque simetría, comprensible y sencilla estructura y exornación parca en un edificio romántico, perderá su tiempo. Dimensiones irregulares, colosales; chico y grande entreverado; mucho laberinto; de repente luz deslumbrado­ ra, tinieblas por todas partes, adornos y labores amontona­ das, esto tan común y aun tan esencial á toda obra román­ tica, les da una semejanza notable con los templos góticos, y á veces con las estravagancia de un teatro de ópera— Hasta las impresiones que deja la contemplación de esos momen.'0* de la edad media,, se me figuran análogas á las que nos quedan con la lectura de los escritos románticos. En efec­ to, en uno y otro caso, ellas son igualm.*” vagas y confusas, aunque fuertes; producen mucho movimiento en el alma; pero la mente no conserva ninguna idea clara, ningún cono­ cimiento, distinto de que pueda hacer uso ninguna combina-

> 67 BERNARDO PRUDENCIO BERRO

ción definible y de que alcanze á dar razón — Prosaico» llama el romantismo á los que, razonan y escriben de un modo sencillo y claro, cosa que no haya que detenerse á cada frase p.“ adivinar lo que se intenta decir: prosaicos los lla­ ma por burla, y desprecio; y este motejo basta p.“ descubrir el estravio de quienes lo dan— La investigación de la ver­ dad debe ser la ocupación constante del entendim.*" huma­ no, porq.' de su adquisición resulta; el descubrim.‘° de aquellos caminos que nos conducen á la felicidad, fin del hombre en esta vida. La verdad nos muestra lo bueno y lo malo, lo cierto y lo falso, lo real y) lo aparente, nos dá cien­ cia, en una palabra: { y á que se reducen todos los afanes de los sabios, y de los filósofos, sino a encontrarla, como me­ dio necesario de adquirir la felicidad? — Y pregunto yo, aquellos hombres grandes, aquellas inteligencias superiores q.* han puesto á la vista esas verdades que tanto han contri­ buido p.* el bien de las sociedades ¿qué via, qué método han seguido para hallarlas y hacerlas comprender? las ficciones y exageraciones déla poesia? las misteriosas sendas, los labe­ rintos del romantismo? ¿Qué seria del mundo científico, si Sócrates, y Euclides, si Locke y Condillac, si Newton y Bentham, se hubiesen dado á románticos? La ciencia toda fuera un geroglífioo, un verdadero Apocalipsis—■ Si no fuese por temor de exagerar, me atrevería á llamar gongo- rismo filosófico á todo parto romántico. Hablar como na­ die habla, atormentar el entendim.r<> p.a que adivine, casar y asociar cosas distantísimas una de otra, poner des bons mots por razones y agudezas por pruebas; esto hizo Góngora con la poesía y esto hacen los románticos ¡cosa singular! no con la poesia, sino con la prosa y con la filosofía. Enfin, Miguel, para comprender la verdad, p.* descubrir el porqué

68 » ESCRITOS

de las cosas, para adquirir conocimientos útiles, valen mas un par de páginas de nro analítico y prosaico Bentham que todas las pomposas declamaciones, y lindezas de todos los románticos juntos. ¡ Cuantos errores, cuantas insulseces y puerilidades no podría citar de tantas como abundan en los escritos román­ ticos! — Sujétense estos á un riguroso examen y se queda­ rá uno maravillado de ver que poco bueno hay en ellos— Sin embargo es preciso confesar que en esto bueno hay co­ sas que bastan p.“ hacer amable el romantismo á los ojos de todo hombre virtuoso; y que por sí solas destruyen en gran parte los malos efectos que de sus estravíos pudieran resultar. E l romantismo, en cuanto a la literatura, propende á sustrahernos del yugo de las autoridades, quita los grillos del clasisismo estremado, y estacionario, concede una com­ pleta libertad p.“ el progreso, afecta huir de la imitación servil, y abre un vasto campo á la imaginación y al ingenio. En orden á la moral el romantismo respira humanidad, amor, fraternidad; predica la unión, el amor á la patria y á la virtud; y ofrece iin culto puro á la religión. En suma los sentimientos que inspira no pueden ser mejores; á lo menos así sucede en general, y aunq." pervierta las ideas, se esfuerza por conservar pura la voluntad. Pero en la práctica ¿qué resultados morales dá el ro­ mantismo? Si hace latir con pureza el corazón, si engendra lágrimas de compasión y de caridad, si mueve el alma san­ tamente, si produce deseos de bien, y aborrecimiento al mal, ¿consigue que estas disposiciones internas dirijan la volun­ tad activa, la conviertan á practicar la virtud, ¡y hagan que los hechos correspondan á esa sensibilidad abstracta, ideal,

> 69 BERNARDO PRUDENCIO BERRO

íntima? Y o lo dudo, y sospecho, como ántes he dicho, que en vez de virtuosos prácticos, hace hipócritas verdaderos — falsos filósofos, y mentidos santurrones. — La prueba est/i en lo que son los románticos—■ Para mi, sin ser ni mas sabios ni mejores, están espuestos á otros vicios que voy á esplicar; y que no se enojen, porq." obras son amores — Observemos á un romántico. Vá por la calle, es decir por un parage público: lleva la vista baja, distraida y lánguida; sus pasos son flojos, su andar lento, su cuerpo caído y como abandonado á si mismo: el sombrero echado p.a atras ta­ pando bien la nuca y descubriendo la frente vaporosa y ancha; el pelo partido y arrojado hacia abajo por entrambas sienes, bien alisado, bien largo y pendiente á manera do sauce llorón y en la punta doblado p.a adentro contra lo na­ tural, y contra la hermosura: una buena barba unida, y espesa, bigotes y pera: el cuello de la camisa también dobla­ do p.“ abajo; el traje bien escurrido; todo manifestando un abandono, un desaliño, una melancolía mística que dá lás­ tima. Y bien este romántico será algún profundo varón, algún nuevo Rousseau, algún nuevo Young. Pues no señor, es un mozalvete en cuya alma reboza la travesura y la viva­ cidad, es un estudiante desaplicado y botafuego que vá á una diligencia de prisa; pero es preciso afectar ese esterior de negligencia, esa falta de compostura y arte, aunq.' bien sabe él que esa afectación es toda puro arte, y pura compos­ tura. Otro también romántico vá á la tertulia; su aire es poco mas ó menos como hemos dicho. Cuando habla en corro con las muchachas, todo es pureza, todo honestidad, todo moderación. A buen seguro que se le escape un chiste atre­ vido, una risa descompasada; pero pilla á solas una moza bobona; aquí sí que se descubre su sana intención, su pudo-

70 • escritos rosa retención: Foblas no le igualaría; es un seductor cruel, un cínico desvergonzado-— Se trata de escribir p.“ el pú­ blico la pluma del romántico produce copiosas espreciones de caridad, beneficencia, humanidad. La religión, la moral, la pureza en todo, campean en sus escritos; parece que se halla inflamado en un entrañable amor hácia sus semejan­ tes. Protesta que profesa la santidad que pinta, que á ella se entrega con todas sus facultades; y p.“ eso ni vá a Misa ni cree en Jesu Cristo ni piensa mas que en satisfacer sus apetitos desordenados, ni hace cosa que no sea una picardía — Procura que no vean sus vicios en público; pero en pri­ vado se entrega á ellos sin medida y tal vez sin reboso— Aqui tenemos también la hipocresía, y mas refinada— E l porvemr es nuestro, nra. misión es regenerar al mun­ do! exclama un joven romántico de 20 años. ¿Y qué signi­ fica esto.? — significa que él se imagina propietario de todo un Mundo futuro, que se tiene por profeta, destinado por el Dios del Universo p.“ anunciar y arraigar la nueva doctrina, que se cree ministro de los decretos de la Providencia, enfin que se figura hallarse revestido del carácter augusto de en­ viado de la Divinidad— La consecuencia natural de esto es que se hará orgulloso, vano, y petulante — ¡ Tan joven y verse como un agente poderoso de regeneración, como due­ ño de la posteridad! — ¡qué elación de ánimo,, que arrogan­ cia no debe producir en su alma entusiástica la contempla­ ción ideal de esa elevada categoría! — ¿Adonde irá a parar la modestia, tan preciosa en la juventud, y la duda tan nece­ saria p.a empezar á discurrir bien, luego que un joven ines­ perto llegue á despreciar cuanto le enseñan sus mayores, y se tenga por mas sabio que ellos é incapaz de equivocarse? — Sócrates, el fundador de la verdadera moral, tomó por

> 71 BERNARDO PRUDENCIO BERRO principio de la sabiduría la duela; asi es q.“ repetía con frecuencia que todos sus conocim.*0" se reducían á conocer que no sabia nada. Nuestros noveles románticos piensan de otro modo. Juzgan que todo se lo saben y creen á puño cerrado , como se suele decir. Las dudas de aquel le esti­ mulaban a renovar incesantem.‘a sus investigaciones p.‘ salir de ellas. Las creederas de estos los apartan de análisis inútiles á su ver, y los conducen á afirmar y mas afirmar, con una osadía que espanta—¡ A Sócrates me atengo— Podrá decírseme que con esta espresion ‘‘el porvenir nos pertenece” no se quiere dar á entender otra cosa sino que p.r ley necesaria de la perfectibilidad humana, en la juventud de esta edad se hallan plantados los gérmenes, que desarro­ llándose, han de producir la perfección ó el progreso de la Venidera. Que á este sentido se ha de restringir lo ilimitado de la espresion: pero á esto puede contestarse que justam.'* esas exageraciones, alma del romantismo, son las que trastor­ nan los entendimientos poco egercitados, crean visiones en las fantasías volcánicas — Puesto que el romantismo despre­ cia la regla y el compás, puesto que ama lo nuevo, lo esten- so, lo maravilloso, lo afectado y exagerado, puesto que deja correr á la imaginación como un caballo desbocado y sin go­ bierno, no puede menos de dar en muchas estravagancias el que á él se entrega.— y este es otro vicio mas de no pequeñe entidad — Inclinados son también los románticos á la falsa grandeza, porque aman la hipérbole, si puede decirse así, en los hechos en las ideas, y en los hombres — Todo lo que sale fuera de lo ordinario, lo que sobresale en cualq/ sentido, es p.a ellos digno de adoración. Como creen en las misiones, desde que algo no es común, ya les parece sobrehumano, ya se les figura que lleva en sí el sello de la divinidad, y lo E S C R I T O S adoran sin mas examen. Poco los mueve la virtud humilde. Una acción grandiosa por esencia, pero reducida en sus efectos á un estrecho círculo, es menos gloriosa á sus ojos que otra esencialm." inferior pero cuyo brillo ocupe una vasta estension. Napoleón y Bolivar eran muy á propósito para ser ídolos de los románticos—• Mucho de esto se en­ cuentra en las adulaciones y exagerados encomios que les tributaron sus admiradores. Rivera hoy figura también como un personage propio para acalorar la desarreglada imagina­ ción de los románticos— Sus hechos, (no se paran á inves­ tigar las causas) sus victorias, el favor especial de la fortuna, un concurso raro de circunstancias que lo han favorecido, dan aparenten!.á su elevación un carácter de misterio y de prodigio muy adequado p." que los románticos vean adic­ ta á él una misión.

...... ( 1 ) Yo sospecho que la secta romántica se aumentará en Montevideo, y que algunos, no pocos, de sus sectarios se adherirían á la marcha fastuosa, aristocrática y dominatriz del actual Gobierno. E l aparato deslumbrador con que se ostenta, lo vasto del edificio que prepara, la gloria á que invita, la novedad en sus voces en su lenguage, en sus ideas., y sobre todo el solemne y mágico misterio de que se reviste, necesariam.'6 deben de cautivar muchos corazones calcinados en las fraguas románticas. Me pienso, pues, que el bueno y modesto Washington será completan!.'6 echado en olvido por esos caballeros; y que estarán á la orden del día, si vale en castellano esta frase, Napoleón y D. Quijote— Curioso seria

(1 ) Falta una página en el manuscrito original.

> 73 BERNARDO PRUDENCIO BERRO ver bien de cerca que resulta del conjunto activo de estos dos caracteres.— Cuando empezó estas reflexiones sobre el romantismo, según aparece entre nosotros, no creí estenderme tanto. Así es que dejo p.a otro dia pasar p." otros puntos que pienso tocar en mi desahogo— en razón de lo largo de esta carta. Eemítola en borrador, por dos razones, la prim." porq.' soy peresosísimo p.a corregir y copiar, y la segunda porque juzgo que entre nosotros, debemos dejar a un lado los cum- plim.'*" y la ostentación, p.a atender a la conveniencia real, que lo es sin duda el evitar doblar una tarea. He manifestado y esplanado no sin dejar mucho, mucho por decir, mi opinión respecto á los románticos. Ella procede de mi firme convencimiento; pero repito que me hace titu­ bear, como he dicho al principio, el séquito que arrastra la contraria — Cuantas veces consulto á mi razón, me respon­ de del mismo modo. O es mucha, pues, mi ceguedad y rudeza, ó demasiada la cobardía y desconfianza que se ha apoderado de mí, con ver la contrariedad entre mi sentir y el de per­ sonas cuyos conocim.50' respeto, y cuya buena íé aprecio como es debido— A Dios, Miguel —• La epístola, sobre larga, parecerá fastidiosa por su desaliño ó incorreción— No obstante esto, creo merecerá disculpa, é indulgencia. Asi se lo persuade un af.mo p.m“ Bern.do B. Minas 30 de Nov.r7838

74 '—i ESCRITOS

CARTA AL REPRESENTANTE DEL IMPERIO FRANCES

Desde el lugar de asilo, Enero! 26 de 1854. M i muy estimado Señor, ¿Es seguro que Francia) ha puesto a contribución, aquí, su sangre y sus tesoros con la finalidad pública oficialmente declarada de ■ garantizar nuestra independencia? ¿Es seguro que Francia ha declarado varias veces fren­ te al mundo que no consentiría jamás en que fuera dismi­ nuida nuestra independencia? ¿Es seguro que Francia, al garantizar nuestra, indepen­ dencia, lo ha hecho refiriéndose al tratado de 1828, conclui­ do entre el Brasil y la Confederación Argentina, y según las estipulaciones allí contenidas en favor de esta indepen­ dencia ? ¿Es seguro, sin embargo, que Francia sostiene este tra­ tado con respecto a la independencia que él nos dió? ¿Es seguro que la independencia que este tratado nos dió es completa y absoluta, y con la finaUd-ad concreta de que nosotros seamos completa y absolutamente independien­ tes del Brasil y de la Confederación Argentina? ¿Es seguro que, siendo verdad lo que está expresado en las interrogaciones aquí formuladas, el interés, el honor y el

75 BERNARDO PRUDENCIO BERRO deber de Francia la comprometen a sostener nuestra inde­ pendencia tal cual nos ha sido dada por el tratado antes mencionado de 1828? Así pues: ¿Es seguro que si cualquier nación extranjera inter­ viene en nuestros asuntos internos sin apoyarse en un pacto que lo autorice, y lo hace además dictándonos leyes y esta­ bleciendo su influencia predominante, ataca la independen­ cia completa y absoluta que nos asegura el tratado de 1828? ¿Es seguro que si el Brasil interviene ahora de esta manera, sin sujetarse al estricto cumplimiento de las estipu­ laciones del tratado de alianza del 12 de Octubre de 1851, ataca nuestra independencia en su condición esencial (que sea completa y absoluta) y en su objetivo especial (que lo sea sobre todo con respecto al Brasil, y a la Confederación Argentina) ? ¿Es seguro que si el Brasil actúa de esa manera, Fran­ cia tiene el derecho y está en el deber de oponerse? ¿Es seguro que, si no lo hace, Francia habrá perdido el sacrificio de su sangre y de su dinero; que su declaración de que no permitiría la disminución de nuestra indepen­ dencia será objeto de burla y desprecio; que habrá faltado a su promesa de sostenerla: que su garantía habrá sido ilu­ soria; que habrá abandonado sus intereses; manchado su ho­ nor, traicionado su deber, puesto en grave peligro su fama y su crédito y por consiguiente su futuro en esta parte de Sud América? Tales son las preguntas que, en su carácter privado, y ciertamente sin pretender merecer el honor de una respues­

76 > ESCRITOS ta, presenta a la Consideración esclarecida del Sr. Maille- fer, rogándole que perdone esta franqueza, su muy afec­ tuoso y fiel servidor.

Iicrn."'’ P. Berro

(De acuerda con el borrador

» 77 /

I ESCRITOS

SOBRE LA CONSTITUCION DE 1830

Señor don Francisco J. Adía,. Muy señor mío y amigo: Todo el que me manifiesta sus ideas y sentimientos con buena voluntad, me hace un servicio y lo hace al país. De este modo juzgo su carta, que recibí anoche. Si hay algo que pueda traer lo que V d teme, es el miedo y la desconfianza. Conozco todo, y a todos. Las piezas se mueven a su tiempo; los movimientos se hacen en oportunidad. Dejen a esa inocente Constitución que jamás ha hecho mal a nadie. La infeliz nunca ha ejercido el menor dominio, ni se le ha hecho lugar. Siempre la han tenido arrinconada, o de pura ostentación sin dejarla mover. Va en medio siglo que por estas tierras se lleva una vida de barbaridades, y siempre sin constituciones o contra ellas Alternativamente han dicho todos: la Constitución me estorba para hacer el bien. ¿Y lo han hecho quitando ese es­ torbo? No; han hecho el mal: el mal los de arriba; el mal los de abajo; el mal los que gobernaban, el mal los que querían gobernar; y todos alzados contra aquel estorbo, y maldiciéndolo. Todos los partidos han caído miserablemente en estas benditas comarcas de Sud América; todos han caído, sin

. 79 BERNARDO PRUDENCIO BERRO que ninguno haya podido decir fué por eausa de la ley ob­ servada y acatada. Esa blasfemia sólo se profiere cuando el apuro, cierto o imaginado, de una situación ciega el en­ tendimiento, o cuando la iniquidad lia menester campo libre a sus proezas. La ley no mata. La ley vivifica. Ella contiene todo cuanto se puede hacer de bueno, desde la simple precaución hasta el remedio heroico. La cuestión es de aplicación con­ veniente, pues; no de cambio de instrumento. No volvamos a Baal, y a los primeros disparates y locuras con los anti­ guos instrumentos. No he sabido ni se que los partidos o los círculos polí­ ticos hayan tenido credo; intereses y pretensiones, sí. IM5 credo es el mío, y no puede ser mas que el mío; la razón ya está dicha. Esta es la condición de nuestra tierra ; no hay credo común todavía ; a no ser que sea el constitu­ cional; y ese ¿cómo se tiene? Y a Vd. lo ve. No tenga Vd. cuidado — mi preocupación es mas el porvenir que el presente. Nunca creí poder edificar; pensé no mas que en preparar, o a lo sumo echar cimientos. Que lo de mañana sea mejor que lo de hoy; aquí tiene Vd. toda mi ambición y todo mi empeño Remedios eficaces, seguros, contra toda reacción mala, sin ser esclavo de la rutina, que tan contrarios efectos ha producido; este es el pensamiento. Muchas indicaciones, representaciones, denuncias, reci­ bo sobre [e l] ministerio; todas diferentes y muchas en dia­ metral oposición. Por supuesto que todas exponen peligros e invocan el patriotismo del Presidente, aunque sigan rum­ bos opuestos. El negocio del Ministerio es negocio del Presidente.

80 » E S C K 1 T O 8

Cualquiera que sea, no será mas que lo que lia sido; en el fondo siempre lo mismo la Administración, pudiéndose mos­ trar sin embargo en nuevas aptitudes, si nuevas cosas se presentasen. Repetiré: el miedo y la desconfianza generalizados es lo que puede hacer un daño inmenso — quitar la fuerza que se quiere dar — aumentar los obstáculos que se quieren remover.

S. S. S. y amigo

Bernardo P. Berro.

> 81 BERNARDO PRUDENCIO BERRO

Ese gran día de la patria oriental es uno de los que se rememoran en las próximas fiestas; y de cierto que si hai festividades en que el orgullo nacional, el vialor, la fortuna reciben un debido homenaje; ninguna es más digna del en­ tusiasmo popular que aquella en que el pueblo proclama la confraternidad por su bandera y la unión por su guía. Y no es extraño: la fortuna puede haber hecho ganar una batalla, pero es la civilización, los más nobles senti­ mientos de la humanidad los que deben de haber predomi­ nado en un pueblo para inducirlo a ese grande acto de reconciliación nacional. La parte más selecta, inteligente y patriota de todos los partidos reconoció en esas tendencias el único medio de sal­ var la patria de un desquicio irreparable, de una anonada­ ción remota, acaso, pero no por eso menos inevitable.

Oolecionado en Ideas de Pusíón por Justo Maeso (1860). INDICE

INDICE

Págs.

P r ó l o g o ...... 5

POESIAS

O d a ...... 13 H im n o ...... 21 Desahogo p o é t i c o ...... 25 C a n c i ó n ...... 33 Epístola a D o r ic io ...... 35 I. — Paisaje • 39 II. — Vida campestre...... 42 III. — Casa con e s c o p e t a ...... 46 IV . — C a s u p i ...... 48. V . — La Gruta — C on tem p lación ...... 51

PROSA Carta de Bernardo P. Berro a su hermanoAdolfo Berro . . . 5 5 Carta de Bernardo P. Berro a Miguel E rra zq u in ...... 65 Carta al representante del Imperio F ran cés...... 75 Sobre la Constitución del 830 79 Espíritu de concordia ( f r a g m e n t o ) ...... 83 y m (

BIBLIOTECA DE LA SOCIEDAD DE HOMBRES DE LETRAS DEL URUGUAY

Volúmenes publicados:

I. Víctor Pérez Petit: Los compañeros de Rodó: Carlos Martínez Vigil.

II. Francisco Banzá: Estudios literarios. III. Daniel Muñoz (Sansón Carrasco) : Artículos. IV. Samuel Blixén: Cobre viejo. V. : Escritos.

VI. Carlos María Ramírez: Apuntes y discursos. VII. Breviario poético. VIH. Carlos Martínez V ig il: Mi ideario. IX. Juan Carlos Gómez: Escritos. X. Bernardo Prudencio B erro: Escritos.

Correspondencia y canje:

Calle Juan D. Jackson N.° 1314, Montevideo. — Uruguay.

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