1913. El Repunte Zapatista
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Ensayos 1913. El repunte zapatista Salvador Rueda Una cierta confusión debió invadir el ánimo estado de Morelos se desaceleró al comenzar del general Felipe Ángeles, ya muy entrada la 1912. Cuando menos en el discurso. De hecho, noche entre el 9 al 10 de febrero de 1913. Llegó a lo largo de casi todo ese año la actividad polí- por él, en un automóvil, el presidente Francisco tica caliente se desarrolló en los pasillos de las I. Madero. Era el responsable de las operaciones oficinas gubernamentales capitalinas, en los co- militares en Morelos, y de la seguridad de los rrillos de las ciudades morelenses, en los con- caminos. El automóvil pudo atravesar sin nove- ventillos del Jockey Club y en los escritorios de dad por los violentos terrenos del zapatista Ge- los hacendados opositores al gobierno de Fran- novevo de la O, a quien no se le escapaba nada. cisco I. Madero. El paso sin obstáculos del presidente por el pe- A principios de 1912, en los campos cañeros, ligroso camino entre México y Cuernavaca pudo pueblos y rancherías de Morelos, el oriente de deberse precisamente, a él, el general hidal- Puebla y sur del Distrito Federal, los rebeldes guense comprometido con la Revolución. Pasó, seguidores del Plan de Ayala1 incursionaban de quizá, por mediación de Ángeles con el jefe re- manera dispersa sobre las haciendas menos gional o tal vez ante el mismo Emiliano Zapata. protegidas, pedían pago de impuesto de guerra No podemos saberlo porque no hay testimonio; y se retiraban. Mal armados, buscaban el golpe tan sólo que Madero pudo hacer el viaje redondo impresionista, no la eficacia bélica. Tal vez tan sin ser atacado ni tomado prisionero. Ángeles sólo en la zona zapatista del Popocatépetl, el ge- recorrería el mismo camino el 10 de febrero. neral Francisco Mendoza, Amador Salazar y los Iniciaba entonces la Decena Trágica. Era hermanos Zapata alarmaron seriamente a los co- una intentona de cuartelazo realizada por los merciantes del corredor serrano del Tepozteco enemigos de la Revolución, apoyados por los ha- al volcán, desde Axochiapan hasta Zacualpan.2 cendados de Morelos. Zapata esperó el resulta- Sin duda, más que los rebeldes que no plan- do. No debió gustarle la salida de Ángeles a taron cara al combate formal en una batalla, México. Y no se equivocó. Hagamos un poco de memoria. Comencemos un año atrás, en 1912. Después de la violencia incubada en la tribu- 1 Francisco Pineda, La irrupción zapatista, 1911, Méxi- co, Era, 1997. na política y en la prensa de la ciudad de Méxi- 2 John Womack, Zapata y la Revolución mexicana, Mé- co de mayo a diciembre de 1911, la guerra en el xico, Siglo XXI/Era/SEP, 1985, p. 138. 99 Ensayos quienes más resintieron la violencia de la gue- sobra decirlo, sería desde 1911 y hasta 1919 la rra sucia fueron los habitantes de los pueblos, explicación última a la extremada violencia con- sujetos a las arbitrariedades que eran el inve- tra una población sin capacidad de fuego, como rosímil método del general Juvencio Robles. lo era la morelense. Pero las quemas y fusila- Las quejas de los civiles llegaban al escritorio mientos del excesivo general juchiteco Robles, del gobernador interino maderista Francisco espejo de otros militares como Victoriano Huer- Naranjo, quien se las transmitió al presidente ta y el subalterno Higinio Aguilar, que sintieron Madero. Pero la ley marcial iniciada a comienzos la revolución maderista como una afrenta a las de 1912 arropaba abusos federales. Paralela- capacidades del ejército, rayó en la crueldad. Y mente, el 17 de febrero la Secretaría de Fomen- los trágicos sucesos de 1913 y 1914 quedarían to envió a los gobernadores de los estados en la memoria de los sobrevivientes.5 centrosureños su Circular número 2, en la que En marzo, sin embargo, la caja de resonancia se solicitaba su colaboración “por acuerdo espe- política de la movilización militar volvió a mos- cial del Señor Presidente de la República”, a fin trar sus artificios. Esta vez en el norte, siempre de que se procediese a en relación con la mediáticamente siempre útil amenaza a la civilización del Atila del Sur, que [...] determinar el ejido de los pueblos con ensombrecía el vergel cañero. El discurso era sujeción a sus títulos correspondientes, co- sencillo: el grupo rebelde sureño explicó en el misionando para ello ingenieros idóneos Plan de Ayala que se desconocía a Madero y a que serán subvenidos por los interesados, su gobierno al tiempo que nombraba a Pascual para la práctica de las operaciones de des- Orozco dirigente nacional de la Revolución; y en linde y amojonamiento del ejido, reservando marzo, los diarios encendían intencionadamente para más tarde su fraccionamiento y repar- la alarma cuando divulgaron el rompimiento en- to. Si al practicarse el deslinde los dueños tre el revolucionario de Chihuahua y el coahui- de predios colindantes que hayan invadido lense. El cerco de los revolucionarios apretaba los terrenos del ejido consideran que tienen al gobierno de la Revolución. Entonces el temi- mejor derecho, habrá lugar a examinar sus ble general Juvencio Robles, indio verdugo de pretensiones, en vista de los documentos indios, y sus soldados, ineficaces en la realidad justificativos que presenten […].3 en su persecución a las guerrillas rurales mo- relenses, fueron replegados a las principales El propósito era, según esta circular firmada ciudades. Una parte de sus efectivos fueron en- por el secretario Rafael Hernández, “resolver viados al norte; los esfuerzos bélicos se concen- las dificultades de los pueblos en materia de te- traron en el peligro que se ampliaba en el sur rrenos; y que operando de común acuerdo, se de Chihuahua. logre arreglar un asunto de suyo delicado que Mientras tanto, aprovechando la distracción contribuirá grande y seguramente al restable- de las tropas federales, los mal armados zapa- cimiento pronto de la paz, y será una base firme tistas con sus escasos pertrechos buscaban ha- de la prosperidad nacional”.4 cerse presentes, más para mostrarse que para El general Juvencio Robles, veterano de las crear amenazas serias a las haciendas. Sabían guerras contra los franceses y contra indios al- que el círculo de los políticos citadinos de todos zados, tenía su agenda, muy diferente a la del los colores, presionados por la prensa, resenti- arreglo con ingenieros sobre papeles virreinales. rían el acoso. Y el gesto del terror sustituía los El tradicional desprecio a los rebeldes indios, no actos de terror. Los primeros días de abril los re- 3 Archivo General de la Nación (AGN) Gobernación, Se- 5 Véase Salvador Rueda, “Memoria zapatista y el sen- cretaría de Fomento, circular núm. 2, febrero de 1912. tido de la historia”, en Zapata en Morelos, México, Lun- 4 Idem. werg-Gobierno del Estado de Morelos, 2010. 100 Ensayos beldes sitiaron Cuernavaca; así se veía clara- asunto que fue el espíritu del artículo 3° del mente por las noches, con las fogatas encendi- Plan de San Luis Potosí dos años atrás.7 das, aunque el enemigo no fuera visible en Guerra de baja intensidad, con una geografía realidad. Espada de Damocles, como en El de- de la violencia claramente delineada. Ya Womack sierto de los tártaros, el relato de Dino Buzzatt, señalaba que los caminos rurales, los montes y los la simple idea de una batalla sobre la capital del alrededores de los pueblos eran territorio de los estado puso a los zapatistas en primera plana. rebeldes y las ciudades los de la sorda y a la pos- El miedo se reforzó con una más de las nume- tre determinante conjura contra Madero. Moder- rosas emboscadas al tren que llegaba de México namente, otros historiadores han profundizado a Cuernavaca, que causaba muchas muertes en- en este periodo casi adormilado de la revolución tre los pasajeros, tanto soldados como civiles. El agraria: los zapatistas siguieron siendo “dueños 10 de abril de 1912, el general Robles informó a únicamente del campo, que era una base social, la Secretaría de Guerra que había recuperado pero no política”.8 Y el espacio marcaba también Jojutla y que fusiló a casi medio centenar de pri- los tiempos del ejercicio de la guerra; sus ritmos sioneros capturados a lo largo de su ruta por coincidían con los del calendario campesino. A Tlaltizapán, Tlaquiltenango y sus alrededores. partir de junio muchos de los rebeldes se retira- Quemar, despoblar, reconcentrar, desterrar... ron a preparar sus tierras y a sembrar; igual que Por ello el presidente Madero no perdía de en 1910 en Anenecuilco y la hacienda de El Hos- vista el desasosiego en los campos cañeros y el pital, la sobrevivencia de los rebeldes apuraba la enojo de los ricos hacendados, sus críticos más agenda y su horizonte. rudos. El 1 de abril, al comenzar la temporada La guerra federal nutrió de soldados a los re- de trabajos legislativos, el presidente informó beldes a los que combatía. La paradoja es apa- al Congreso sobre los propósitos pacificadores rente; el miedo y la resistencia, la necesidad de en Morelos como condición previa a cualquier seguir vivos son la verdadera lógica de las leyes intento de resolución política a la “añeja cues- de la guerra. Womack habría escrito que tión agraria”.6 Su discurso no dejaba dudas so- bre el malestar presidencial; con vocabulario [los rebeldes por] aquel entonces, habían que era lugar común de las elites urbanas en la perdido mucho más que sus tierras. Habien- explicación de las rebeliones indígenas campe- do visto cómo se quemaban sus hogares y sinas del siglo XIX, Madero buscó tranquilizar a cómo se daba muerte o se encarcelaba a su la opinión pública —o a sus voceros, los diputa- gente, no se sentían mayormente obliga- dos ligados a la prensa escrita—: “Por fortuna dos a tomar en consideración el ofreci- este amorfo socialismo agrario, que para las ru- miento del gobierno para aceptar su das inteligencias de los campesinos de Morelos rendición [...] Y tuvieron menos razones sólo puede tomar forma de vandalismo siniestro, aún para aceptar una transacción cuando, no ha encontrado eco en las demás regiones del a principios de marzo, llegaron noticias de país”.