ILERCAVONES, CELTÍBEROS Y CARTAGINESES EN 218-217 A.C

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ILERCAVONES, CELTÍBEROS Y CARTAGINESES EN 218-217 A.C Caesaraugusta, 68. 1991, pp.: 205-228. I.S.S.N.: 0007-9502 ILERCAVONES, CELTÍBEROS Y CARTAGINESES EN 218-217 a.C. por Luciano PÉREZ VILATELA El único pueblo prerromano que habitaba territorios correspondientes a los posteriores tres reinos constitutivos de la Corona de Aragón fue el de los ilerca- vones1. Se estima que su límite interior fue el río Matarraña. El ejército de Aníbal por la ruta que sería más adelante la «vía Augusta», pasando frente a «Onusa» (Liv. 21, 22) y atravesando el río Ebro (Liv. 21, 22, 23) hasta llegar a «Cissis», en cuyas cercanías se estableció un campamento, donde los soldados expedicionarios dejaron la impedimenta más onerosa (Liv. 21,60) dirigiéndose entonces al interior de Cataluña, donde fueron juzgadas varias etnias (Liv. 21, 22, 23; Pol. 3, 35 2)2. La entrada de los ilercavones en la Historia escrita se cumple con la Segunda Guerra Púnica3. Cartago había repartido con Roma en 226 a.C. (Pol. 28, 5 s.) sendas zonas de influencia sobre el perímetro costero hispano4. El río Ebro dividiría ambas zonas: los ilercavones quedaban de forma absolutamente mayoritaria en la zona 1 Sobre los ilercavones hay un trabajo de conjunto que recoge bibliografías puntuales: T. GIMENO FABREGAT, «Aproximación histórico-arqueológica a la llercavonia desde la iberación a la Romaniza­ ción», Tesis Doctoral, Univ. de Barcelona, 1975. 2 P. BOSCH GIMPERA, «El pas del Pirineu per Aníbal», Homenaje a Vicens Vives I, Barcelona, 1965, págs. 136 s.; F. BEI.TRÁN LLORIS, «El año 218 a.C. Problemas en torno al comienzo de la segunda guerra púnica en la Península Ibérica», 5º Col.loqui Internacional D'Arqueologia de Puigcerdá, ed. Barcelona, 1985, págs. 157 ss.; D. PROCTOR, «La expedición de Aníbal en la Historia», Madrid, 1974, págs. 23, 42 ss.: sólo útil para velocidad de marcha, sin topografía ni etnografía hispana; sí, galas. 3 J. M. LUZÓN y D. Ruiz, «El papel de los cartagineses en la historia antigua del País Valenciano a la luz de los estudios recientes». Cuadernos de Historia V-1975, págs. 1 ss. 4 A. E. ASTIN, «Sagunlum and the Origins of the Second Punic War», Latomus 26, 1967, págs. 577 ss.; R. M. ERRINGTON, «Rome and Spain Before the second Punic War», Latomus 30-1970, págs. 25 ss.; P. GAUTIER: «L'Ebre et Sagonte: défense de Polybe», Revue Philologique, 1968, pág. 91; N. SANTOS, «El tratado del Ebro y el origen de la Segunda Guerra Púnica», Hispania XXXVII, n.º 136, 1977, págs. 269 ss.; A. SANCHO, «En torno al Tratado del Ebro entre Roma y Asdrúbal», Habia 7, 1976, págs. 75 ss.. sobre el tratado y la responsabilidad de la guerra, con fuertes diferencias; I. PÉREZ VILATELA, «La tragedia de Saguntum en 'La ciudad de Dios' de S. Agustín», Arse 21, 1986, págs. 73 ss.; A. M. ECKSTEIN, «Rome, Saguntum and the Ebro treatry», Emerita 52, 1984, págs. 51 ss.; L. PÉREZ VILATELA, «Acerca de la invención del origen ardeatino de Saguntum», Arse 22, 1987, págs. 15 ss. CAESARAUGUSTA. — 68 205 Luciano Pérez Vilatela púnica pero con un apéndice norteño en la zona romana, por tanto, el tratado del Ebro no había tenido en cuenta la etnología indígena. Los ilercavones no aparecen entre las tropas de encuadre étnico que Aníbal hizo pasar de «Iberia» a «Libia», que coinciden con las áreas más fuertemente sometidas al imperio púnico —«Thersitas, mastianos, además oretes, iberos y olcades», y también honderos baleares (Pol. 3, 33, 5)—5, como no entendamos los ilercavones incluidos entre los iberos. Son poco conocidas las relaciones entre los ilercavones y Sagunto, ciudad de enorme importancia en cuyas vecindades habitaban. El territorio saguntino y su zona de influencia eran de primer orden, comparable a las de importantes «poleis» del mundo helénico6, aunque nunca debemos olvidar que las fuentes literarias conservadas son sistemáticamente prorromanas: así Livio (21, 5, 2) cita a los olcades de Cuenca7 como vecinos de los saguntinos. Zonaras (8, 21) habla de los mensajes saguntinos a los vecinos («periokoi») pidiéndoles auxilio contra Aníbal: entenderemos que entre ellos se hallaban los ilercavones, evidentemente. El mismo autor bizantino (que recoge al famoso Dión Casio, I, 190) se refiere a los vasallos («hipekooi») de los saguntinos, como motivo de la guerra, y aclara que habitaban una pequeña población («polisma»). No recibieron ayuda los saguntinos. Los pú­ nicos se encargaron de evitarlo (Zonaras id.). Tras la caída de Sagunto, Aníbal la reconstruye y la convierte en ciudad cartaginesa (App. «Ib.», 12)8, donde concentró los rehenes de las ciudades iberas de las que desconfiaba (Pol. 3, 97, 2). La expedición de Aníbal, como el anterior sitio de Sagunto movilizó ingentes recursos económicos de todos los pueblos del área cartaginesa9 y máxime de los ilercavones vecinos de Sagunto. El Maestrazgo queda emparedado entre dos plazas guarnecidas por los carta­ gineses: al Norte, el campamento contiguo a Cissis, al Sur Sagunto. Los ilercavones quedan absolutamente bajo dominio púnico. 5 J. M. BLÁZQUEZ. «Las relaciones entre España y el Norte de África durante el gobierno bárquida y la conquista romana». Saitabi XI, 1961, págs. 21 ss. 6 Sobre la valoración del factor griego en Sagunto: V. A. CHABRET, «Sagunto. Su historia y sus monumentos I», Barcelona, 1888, pág. 59, exagerando su papel; M. PERIS, «Sagunto III. Griegos», Boletín de la Sociedad Casteilonense de Cultura III. 1922, págs. 382 ss.; A. BLANCO, «La España antigua. De Altamira a Sagunto». Historia de España, 16. I, Madrid, 1980. pág. 95: F. BELTRÁN LLORIS, «Epigrafía latina ele Saguntum y su territorium», SIP, Valencia, 1980, 83, addenda a pág. 320; J. DE Hoz, AEA, 1965, págs. 78-79: una sola inscripción griega. 7 P. SUAY. «El pueblo de los olcades y Segóbriga», La Voz de la Caja, n.º 48. Cuenca, 1973: M. ALMAGRO GORBEA, «La necrópolis de las Madrigueras. Carrascosa del Campo (Cuenca)». BPH n.° X, 1969, págs. 155 ss.; P. BOSCH, «Etnología de la Península Ibérica». Barcelona, 1932, págs. 550 ss.; J. UROZ, «La regio Edetania en época ibérica», Alicante, 1983, pág. 24. 8 M. GONZÁLEZ SIMANCAS, «Excavaciones en Sagunto», Memorias de la Junta Sup. de Excava­ ciones Arqueológicas 48, pág. 4 (1921-22) sobre el antiguo tratado ibérico de la muralla, el mismo que en los años de ocupación púnica, v. tb. P. ROUILLARD, «Investigaciones sobre la muralla ibérica de Sagunto», SIP, Valencia, 1979. 9 Vg. sobre el sitio de Sagunto: F. LATORRE, «Nota sobre el avituallamiento del ejército de Aníbal en el sitio de Sagunto», 13.º CNA, Zaragoza, 1975, pág. 843. 206 CAESARAUGUSTA. — 68 Ilercavones, celtíberos y cartagineses en 218-217 a.C. El territorio ilercavón queda sin embargo dividido entre dos gobiernos militares distintos. El situado al Norte del Ebro es encomendado a Hannón por Aníbal (Liv. 21, 60) así como los pasos pirenaicos (Liv. 21, 23), mientras que el situado al Sur del Ebro, como el resto de Hispania a Asdrúbal Barka, su hermano (Liv. 21, 61, 1 ss.)10. El camino fue el mismo que han seguido las comunicaciones desde la época ibérica hasta la actual, llamado el «camino de Herakles», que recorría las inme­ diaciones de la cornisa mediterránea española y occitana11. Esta ruta será seguida sistemáticamente por los ejércitos púnicos en los suce­ sivos años de la guerra, cuando los romanos, desde el 218 a.C. se hubieron esta­ blecido en Cataluña, tras la partida de Aníbal a Italia. En tiempo imperial romano se llamó a esta ruta «via Augusta»12. CAMPAÑA DE 218 En 218 Cneo Cornelio Escipión desembarca en Emporión (Liv. 21, 60; Pol. 3, 76, 1; Zonaras 8, 25; App. «Ib.» 14), extrañamente no guarnecida por Aníbal. Los romanos, desde el principio advirtieron que Hispania era un frente de primer orden13 y procuraron desgastar el poderío púnico atacando a su gran plataforma de partida. Gneo derrota a Hannón y toma el campamento púnico vecino a «Cissis», así como esta plaza14. P. Bosch y P. Aguado creían que «Cissis» sería la ciudad de la que «Tarraco» era el puerto (Liv. 21, 60). La zona costera entre Emporión y el Ebro queda en manos romanas. El Maestrazgo se convierte en la segunda línea 10 Algunos autores consideran prósperos a los ilercavones: M. BELTRÁN LLORIS, «Arqueología e Historia de las ciudades antiguas del Cabezo de Alcalá de Azaila», Zaragoza, 1976, pág. 394; A. BELTRÁN MARTÍNEZ, «El río Ebro en la Antigüedad», Caesaraugusta 17-18, 1961, págs. 72 ss., pero en general se basan en datos de época romana. 11 Timeo en «De mirabilibus auscultationibus», 87. 12 Así llamada en los siguientes miliarios: CIL. 2-4949. 4952, 6142, 6242; K. MILLER «Itine­ raria romana. Romische Reisewege an der Hand der Tabula Peutingeriana», Stuttgart, 1916, col. 177, J. M. ROLDÁN, «Itineraria Hispana». Valladolid-Granada, 1975, págs. 47 ss.; A. MUÑOZ, «Algunas observaciones sobre las vías romanas en la prov. de Castellón», APL. 13-1972; G. MOROTE, «El trazado de la Vía Augusta desde Tarracone a Carthagine Spartaria. Una aproximación a su estudio», Saguntum, 14, 1979, págs. 145 ss.; F. ARASA, «DOS nous mil.liaris de la Via Augusta trobats a la Pobla Tornesa», Centre d'Estudis de la Plana. 10, 1987, págs. 63 ss., donde aparece este nombre de la vía. 13 C. NICOLET, «Roma y la conquista del mundo mediterráneo. 246-27 a.C», Barcelona, 1984, 2, pág. 492. 14 Sobre «Cissis»: P. BOSCH y P. AGUADO: «El choque de romanos y cartagineses en la Península hispánica (218-206 a.C.) «Historia de España de Menéndez Pidal», (HEMP) 2, 1935, pág. 22; M. BELTRÁN LLORIS, o.c. en n. 10, págs. 439-40: no sería la «Cese» de Tarragona: para J. SILES, «Sobre un posible préstamo griego en ibérico». SIP, Valencia, 1976, pág.
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