Pdf Antonio Ramón Vallejo. Vida Y Obra / Víctor Manuel Ramos Leer Obra
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ANTONIO RAMÓN VALLEJO VIDA Y OBRA Víctor Manuel Ramos Premio Rey Juan Carlos I de Estudios Históricos, 2005 Colección Premios Primera edición, enero, 2007. Víctor Manuel Ramos Para esta Edición, Secretaría de Cultura, Artes y Deportes Tegucigalpa, Honduras. Autoridades Rodolfo Pastor Fasquelle, Secretario de Estado José Antonio Funes, Director Biblioteca Nacional y Política Editorial Consejo Editorial Óscar Acosta Roberto Castillo Héctor Leyva Marcos Carías Zapata I.S.B.N.99926-10-65-4 Printed in Honduras Impreso en Honduras A: Ibrahim Gamero Idiáquez (QDEP) Camilo Rivera Girón (QDEP) Julio Rodríguez Ayestas (QDEP) Ramón Oquelí Garay (QDEP) Irma Leticia de Oyuela INTRODUCCIÓN Este libro fue escrito, originalmente, en respuesta a la convocatoria lanzada por la Biblioteca Nacional de Honduras para hacer la biografía de Antonio Ramón Vallejo, con motivo del 122 aniversario de su nacimiento, el 17 de marzo de 1966. Hacia 1962 yo vivía en La Esperanza, Intibucá, y era estudiante normalista del Instituto Departamental de Occidente y tenía poco conocimiento histórico, poca experiencia como escritor y poco acceso a la información necesaria para emprender el trabajo biográfico. Por fortuna me encontré con la biblioteca del profesor don Salomón Sorto, amontonada en un patio, lista para ser desechada. El ingeniero Dagoberto Salomón Sorto, su sobrino y mi maestro de matemáticas en el Instituto, me permitió ir a revolver en aquel volcán de papeles y así pude rescatar colecciones de las revistas Tegucigalpa y Ariel, algunos números de la Revista del Archivo y la Biblioteca Nacional y otras publicaciones, pero sobre todo algunas obras de Vallejo. Posteriormente me trasladé a La Lima, Cortés, en donde don Ibrahím Gamero Idiáquez, educador inolvidable, me empleó en la Escuela Esteban Guardiola como maestro. Durante ese tiempo tuve la fortuna de recibir sus enseñanzas y sus estímulos y los de mi tío el profesor Camilo Rivera Girón. Yo recién me había graduado de maestro en La Esperanza. En la biblioteca de la escuela existía una colección completa de la Revista del Archivo y la Biblioteca Nacional y de las publicaciones, bajo la dirección de don Esteban Guardiola, de la Sociedad Hondureña de Geografía e Historia. Ese material lo devoré con avidez. Con esa bibliografía, cuando contaba con 17 y 19 años de edad, escribí este trabajo sobre Vallejo, quien me pareció, desde el principio de mi labor, un personaje brillantísimo. Logré terminar una apretada biografía y la envié inmediatamente, mal mecanografiada, al concurso. El jurado otorgó, con justa razón, la presea al Dr. José Reina Valenzuela y declaró desiertos los otros premios. El correo no entregó a tiempo mi paquete y no lo lamento porque el escrito no contaba con la calidad para un premio. Pero recibí una carta encomisa del Director de la Biblioteca Raúl Gilberto Tróchez, en la cual me expresaba la opinión favorable de Don Víctor Cáceres Lara. Yo me ocupé de mejorar el trabajo y anduve durante largo tiempo con él bajo el brazo. Inicialmente recibí el impulso estimulante de doña Irma Leticia de Oyuela, directora de Extensión Universitaria, quien lo leyó y se comprometió a editarlo por cuenta de la Universidad Nacional, pero nunca hubo el presupuesto necesario. Marco Carías Zapata, mi maestro de Filosofía, leyó los originales y me ofreció sus valiosas sugerencias. Igual hízo don Medardo Mejía, a quien hice consultas por correo desde La Lima y personalmente cuando me instalé en Tegucigalpa para estudiar la carrera de medicina. El esquema de la obra es el original, sugerido por el libro sobre Rafael Heliodoro Valle escrito por Óscar Acosta, pues quise que conservara la frescura de la edad en que lo escribí. He agregado más documentación y por supuesto he tratado de poner a tono el lenguaje. Al final hay una bibliografía que sólo cubre hasta el año de 1966, pues a partir de esa fecha paré en la tarea de continuar anotando toda referencia a Vallejo, pero la muestra es suficiente para que nos enteremos del alto aprecio que se le ha tenido a Vallejo entre los medios intelectuales de Honduras y más allá de nuestras fronteras. Inicialmente no habían citas para facilitar la lectura y porque, ahora me sería difícil identificar algunas fuentes que utilicé en aquellos años y porque la biblioteca de la Escuela Esteban Guardiola, a donde regresé con la intención de consultar, ha sido prácticamente despojada de aquella riqueza bibliográfica que le inyectó don Ibrahím. Apenas he puesto unas indicaciones, al pie de página, para remitir al lector a los documentos que aparecen compilados al final del libro y algunos documentos que he investigado recientemente. Estoy seguro que la lectura de esta obra inspirará, sobre todo a los jóvenes, y los estimulará a estudiar con esmero para ser cada vez mejores hondureños. «Sólo un grande hombre nos condena a la tarea de explicarlo.» Hegel. «La Crítica es, en esencia, homenaje, y el mejor.» Pedro Henríquez Ureña. I PAISAJE Pedro Henríquez Ureña, eminente ensayista dominicano, escribía, en México, en 1904: «Dar conferencias sobre positivismo podrá parecer en Europa intento de escaso interés actual o de interés solamente histórico. No así en nuestra América. Entre nosotros el positivismo es todavía cosa viva. En México, la filosofía de Comte, en fusión con ideas de Mill, es la filosofía oficial, pues impera en la enseñanza, desde la reforma dirigida por Gabino Barreda, y se invoca como base ideológica de las tendencias políticas en auge.» Y Leopoldo Zea, el historiógrafo del positivismo en México, dice entre otras cosas, en su libro Dos etapas del positivismo en Hispanoamérica: «Después de la escolástica ninguna otra corriente filosófica ha llegado a tener en Hispanoamérica la importancia que tuvo el positivismo.» Y más adelante agrega: «Los países latinoamericanos se sirvieron del positivismo en diversas formas, de acuerdo siempre con los problemas más urgentes a los cuales trataban de dar solución», y él mismo admite como lícito el poder hablar de un positivismo hispanoamericano y, aún más, de positivismos nacionales, según la interpretación que se le haya dado en cada uno de los países. Don Leopoldo Zea señala también que el positivismo en América Latina cuenta con características generales: el rechazo de la religión de la Humanidad, a excepción de Brasil; y la adopción de la doctrina y el sistema educativos. «Mediante una educación positivista se cree que se llegará a formar un nuevo tipo de hombre, libre de todos los defectos que le hizo heredero la colonia, y con su gran espíritu práctico, el mismo que ha hecho a los Estados Unidos e Inglaterra los grandes pueblos de la civilización moderna.» En Guatemala, el positivismo germinó con la revolución de 1871. Cierto es que los liberales de Centro América ya habían sentido la influencia de algunos principios sin tener contacto directo con el Comtismo. Es evidente que la revolución de 1871 enfrentó las nuevas con las viejas ideas; las estacionarias con las progresistas; y, en la enseñanza, frente a la teología y la metafísica, ha colocado la filosofía positiva. El 2 de enero de 1875, el positivismo entró con pie derecho en Centro América al promulgarse en Guatemala, por Decreto No. 130, La Ley Orgánica de Instrucción Pública, redactada por personajes que indudablemente ya habían quemado muchas pestañas en el estudio del positivismo. El joven Ministro, Marco Aurelio Soto, era uno de ellos. En Honduras, el positivismo cobró vigencia con Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa, educados en Guatemala y participantes activos en la Reforma de 1871. Medardo Mejía, en un estudio sobre Ramón Rosa, escribe: «Y en la trascendencia exterior, también supo aplicar el sistema positivo al movimiento político, social y económico de la Reforma, con tal acierto que el positivismo fue planta aclimatada en Honduras, nutriendo con sus frutos a muchas generaciones, como paralelamente fue planta aclimatada en los demás países de América Latina, donde se buscaban los medios de cimentar el capitalismo latinoamericano, probablemente autóctono.» La Reforma en Honduras, encabezada por Soto y Rosa, fue una copia de la del presidente Barrios, de Guatemala, quién a su vez, se había inspirado en el movimiento reformador mexicano. Soto y Rosa colaboraron con la Revolución Guatemalteca de 1871, exponiendo los puntos de importancia desde las columnas de la prensa, o ya, como Ministros, firmando y ejecutando muchas de las medidas reformadoras. Tan pronto llegaron a Honduras, comenzaron a trabajar con tesón; y, como se aspiraba en base a las teorías positivas, a proceder a una reforma de la sociedad, se hizo la reorganización de las leyes, especialmente del Código de Instrucción Pública, puesta en vigencia el 26 de febrero de 1882, ocasión en la que el Ministro General Dr. Rosa pronunció uno de sus más brillantes discursos, contentivo de su ideario filosófico. Ramón Rosa, en esta magnífica pieza oratoria, analiza el pensamiento filosófico de todas las edades, diferenciando tres etapas, de acuerdo con el sistema positivista: la teológica, representada por la antigüedad y la colonia; la metafísica, por la guerra de independencia; y la positiva y última, iniciada con la Reforma, que daba ya pasos firmes. Luego plantea la cuestión: «Ahora bien: ¿es justificable y provechoso para la enseñanza el sistema teológico constituido por la casta sacerdotal y calcado sobre ideas extranaturales? Para su época fue provechoso y justificable, como justificable es la esclavitud comparada con el derecho de dar muerte al vencido; como justificable es el feudalismo comparado con la esclavitud; como justificables son las monarquías absolutas comparadas con el feudalismo; como justificables son las monarquías constitucionales comparadas con el absolutismo de Luis XIV o de Felipe II. Pero en nuestra época, después del Renacimiento, de la invención de la imprenta, del hallazgo del Nuevo Mundo, de la Reforma religiosa, de la filosofía del siglo XVIII, de la Revolución Francesa, del planteamiento de las Repúblicas de América; ¿tiene alguna razón de ser y alguna utilidad práctica el sistema teológico en la enseñanza? Ninguna razón, ninguna utilidad.