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Don Quijote: Cara y cruz de caballero andante Francisco Márquez Villanueva Harvard University

Don Quijote nos acompaña a lo largo de nuestra vida, bajo una categoría que no es tanto la de un recuerdo literario como más bien la de un amigo o hasta un familiar cuya fidelidad no nos ha fallado nunca y con quien largamente hubiéramos departido. Figura ante la crítica de un supremo arquetipo caballeresco, incitante en cualquier plano intelectual y capaz de proyectar su luz sobre toda la gama del problema humano, no es de extrañar que nos aleje de sopesar los problemas de su ejecución como entidad literaria y de su puesta en pie a partir de complejas opciones dentro de una vasta herencia que cubre de lo conceptual hasta el detalle más técnico. Porque visto en dicha perspectiva, don Quijote se halla muy alejado de todo lo esperable a base de su inserción en una materia tradicional en la que de continuo entra a la vez que sale. Y Cervantes ha contado para este juego con los reflejos, preferencias y condicionamientos de la clase de lectores de libros de caballerías que hemos dejado de ser justamente tras el logro inmenso de su obra. Don Quijote lleva a su más alta expresión el ideal caballeresco plasmado en el siglo XII por Chrétien de Troyes en una inteligente destilación de las leyendas célticas reasumidas a nombre del rey Arturo.1 No cabe postular en modo alguno su conocimiento directo por Cervantes, que de todas maneras no se sustraía a la profundidad de su huella, creadora del género,2 y a su transmisión a través de la centralidad del Amadís de Gaula (1508), obvio a la vez que enigmático eco de perdidos antecedentes franceses3 y que, a justo título, consideraba nuestro autor una obra maestra. Su don Quijote cede al encuadre canónico del género con su entrega a la búsqueda seductora y gratuita de la aventura, como único testimonio o suprema piedra de toque del propio valor,4 pero muy consciente a su vez de que el heroísmo no quiere decir llevar siempre la palma. Explicará por eso a Sancho cómo incluso cumbres caballerescas cual Amadís y el caballero del Febo hubieron de pasar por humillantes experiencias (1, XV), pues "las caballerías nunca pueden estar llenas de prósperos sucesos".5 El temple del aventurero se acredita no en vencer, sino aceptar cualquier empresa que le salga al camino,

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... por temeraria y loca que éste pueda pintársele, y por eso en la del Clavileño "El ínclito caballero don Quijote de la Mancha feneció y acabó la aventura de la condesa Trifaldi. . . con solo intentarla".6 La aventura, que en Chrétien, y de un modo arquetípico en su Erec et Enide, consagra un ideal de heroísmo que, con alto potencial didáctico, pasa a ser con el advenimiento del Amadís un prescriptivo eje estructural de la diégesis caballeresca. Sólo que, aun dentro de tales parámetros,"la temática más corriente de los libros de caballerías reaparece en el Quijote deformada por la parodia y la ironía".7 No hay dificultad en pasar revista al modo como las aventuras de don Quijote responden, bajo su módulo adaptador, a las consagradas y más inevitables del género: la de niño (mozo Andrés), de gigante (molinos de viento), de objeto mágico (yelmo de Mambrino), de fiera (el león), de batalla (rebaños), visita a un inframundo (cueva de Montesinos), viaje marítimo (barco encantado), locura amorosa (penitencia en Sierra Morena), caballero muerto (frailes Jerónimos, Durandarte), princesa encantada (Dulcinea), intrigas cortesanas (duques).8 Cervantes ha tenido que dar muchas vueltas para encajar algunas de ellas, como le ocurre con la de conflicto de caballero con un rey,9 eco de la de Amadís con Lisuarte y a que por fin abrió cauce en la Parte segunda con la vasta subnovela de los Duques. O el esperadísimo capítulo sexy, en que una doncella viene de noche a la alcoba del tímido caballero, situación que ensayara primero a brocha gorda con la de Maritornes en la venta (1, XVII) y desarrolló por fin a fondo con las refinadas asechanzas eróticas de Altisidora en el castillo ducal.10 La aventura de doncella menesterosa (Dorotea-Micomicona) se reedita después como aventura "real" con la hija de doña Rodríguez. E irónicamente, en ambas ocasiones, las doncellas distan de ser tales. Reina de entre todas las aventuras viene a ser la prueba última y suprema que representa el enfrentamiento singular con otro caballero. Como medida absoluta del valor individual, trasciende además todo desafío un tácito juicio de Dios en respaldo del curso aventurero del vencedor.11 El libro de caballerías, en su veneración de rituales de clase, lo venera como una especie de sacramento del individualismo feudal y los autores (también de Chrétien en adelante), tienen allí el compromiso de ensayarse en su descripción minuciosa,12 que exige el rigor técnico, emoción y estilo de aquel por excelencia morceau de brovoure. Han de hacerlo para deleite de un público abrumadoramente conocedor y masculino a lo Juan Palomeque, por lo cual pedía perdón a sus lectoras el licenciado Jerónimo Fernández en su Belianís de Grecia.1* Don Quijote tiene en la Parte primera diversidad de episodios violentos con el arriero de la venta (1, II), mercaderes toledanos (1, IV), yangüeses (1, XV), otro arriero en la venta (1, XVI), lapidación por los pastores (1, XVIII), refriega con los encamisados (1, XIX), ataque de los galeotes (1, XXII), pelea con Cardenio (1, XXTV), pendencia con los cuadrilleros (1, XLVI), y por último oíros agarres con el cabrero y los disciplinantes

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... (I, 52). Todas ellas, sin embargo, son aventuras frustradoramente anti-caballerescas, prosaicos incidentes del camino abocados a apaleamientos y demás efectos de trillada cachiporra. Lo más cercano al reglamentario duelo caballeresco podría ser la arremetida de don Quijote contra el vizcaíno (I, VIII yl X), pero que no pasa de improvisada caricatura de tal. Sabiendo que no podía faltar a la cita con sus lectores, Cervantes ha cumplido más que ampliamente con el planteamiento traslaticio del duelo con un gigante14 en la "espantable y jamás imaginada aventura" de los molinos de viento (1, VIII), primera en que se halla presente y la más famosa de todo el libro. Aun así, y recapitulando ante la Parte segunda, Cervantes se considera todavía en deuda respecto a un duelo caballeresco comme il faut, y la salda con creces con el doble combate entre don Quijote y el Caballero de los Espejos, innoble reflejo de don Quijote (2, XII-XIV) y al final Caballero de la Blanca Luna en la playa de Barcelona (2, LXIII), donde habrá de naufragar la carrera caballeresca de don Quijote. Bastaría lo anterior para mostrar cómo Cervantes ha permanecido fiel al libro de caballerías en su estructura lineal de aventuras yuxtapuestas, si bien no es menos obvio que lo hace en forma condicionada y siempre en sus propios términos. Comprende que el género se halla cerrado, pues por su mismo carácter paradigmático,15 sólo admite reescribir el de Gaula, imposición que él mismo respeta, con su homenaje, en el momento de evadirse limpiamente de ella. Han cambiado los tiempos, que con el ejemplo de Ariosto, Teófilo Folengo y Rabelais, coinciden en reír de aquel rancio mundo literario, como también lo hace el mismo Cervantes, pero salvando el principio que el libro de caballerías venía significando de un compromiso con el deleite del lector para una plena realización del ideal caballeresco. Y por eso se niega a la indiscriminada condena de aquellos libros a las llamas, según querían inquisitoriales académicos y predicadores y estaban más que dispuestas a hacer el ama y la sobrina de don Quijote. ¿Pues qué mayor crimen que abrasar el Amadís de Gaula!16 Nada en El Quijote hace retroceder a su autor de su fidelidad al pacto del deleite de su lector con la libre capacidad inventiva del poeta o, como dijo en el Viaje del Parnaso (1614), la "discreta alegre fantasía".17 A la hora de proceder a su borrón y cuenta nueva, Cervantes no acepta compromisos y se aligera sobre todo del legado de un humanismo manierista,18 con su bifurcada herencia narrativa de la Arcadia de Sannazaro y L Italia liberata dei goti de Trissino, lo mismo que del lastre artúrico del Cirial. Se halla certeramente persuadido de que la aparición del Guzmán de Alfarache en 1599 ha alterado para siempre la ecuación de la narrativa en la historia literaria.19 No quiere esto decir que se haya rendido a la picaresca, rechazada en el mismo Quijote de 1605 a través de la figura de Ginés de Pasamonte.20 Lo que sí abraza Cervantes es la representación creadora de la experiencia directamente vivida que el autor del Lazarillo de formes y el mismo Mateo Alemán derivaban de la suprema

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... lección de La Celestina. Es decir, un epidesarrollo privativamente hispano, mal entendido en tiempos modernos como "realismo" y destinado a cambiar para siempre el rumbo de la literatura primero en España y después en Occidente. Como pieza clave de tan magna ruptura, don Quijote habrá de culminar el arquetipo de caballero andante bajo una luz inédita y singular. Lo mismo que Cervantes es cuidadoso en acoger técnicas tan consagradas como el entrelacement artúrico que renovaban los romanzi de Italia,21 no tiene empacho en invertir el marco cronotópico, que en lugar de adscribirse a un vetusto pasado se afinca en lo contemporáneo y, lejos de una geografía de soñada toponimia, da entrada a la Mancha como prosaico espacio familiar y vecino, a la vez que reñido con toda aureola de poesía ni de hazañas gloriosas. Su don Quijote rompe con la tradición caballeresca a la vez que con el libro de picaros en carecer de ascendencia familiar, ilustre en un caso e infame en el otro. Su naturaleza es originariamente el hecho social de ser uno de tantos anónimos hidalgos sin historia como vegetan en pueblos y aldeas, a la vez que un personaje tópico creado por fray Antonio de Guevara.22 Su único portillo de escape viene dado para éste por la lectura de libros de caballerías, en tránsito ascendente de afición a manía y de aqui a locura.23 Y será ésta la que le permitirá ser por primera vez hijo de sus obras, confiriéndole una identidad de sujeto novelable que desconocía bajo el anonimato de su inmersión en la indiferencia del grupo social. Claro que locos había habido ya muchos en dicha literatura, pero don Quijote no era como ninguno de ellos. En la tradición artúrica, irónicamente renovada por Ariosto,24 la demencia solía revestir un carácter episódico, provocado por alguna contrariedad amorosa y siempre más o menos efímero (a Orlando lo curaron con una dosis de cordura, que hubo que ir a buscar a la luna). La locura de don Quijote será, por el contrario, de pura motivación literaria y tan permanente como para durar hasta las antesalas de la muerte. Una alienación en todo momento tan racional y sesuda que su etapa de furioso (Orlando) o melancólico-depresivo (Amadís) no ocurre por un eclipse de la razón, pues sin la menor causa específica, es preparada en frío y del modo más reflexivo por la mente enferma del caballero. Lo mismo que el deseo sexual en La Celestina y el hambre en Lazarillo de Tormes, la locura de don Quijote no es un quid pro quo ni nada convencionalmente literario, sino una realidad física, de etiología y síntomas reconocidos por la medicina de su tiempo. Cervantes conocía perfectamente a Huarte de San Juan y su avanzadísimo Examen de ingenios de 15 75,25 pues de lo contrario no habría llamado Ingenioso a su personaje. La locura de don Quijote es tan funcional desde el punto de vista literario como desde el patológico. Don Quijote, personaje de carne y hueso nacido en un lugar de la Mancha, es un enfermo mental con una cumplida ficha médica, pero a la vez también una criatura absolutamente irreal y fantástica. No se ha reflexionado bastante sobre lo gradual de su caballeresca puesta en marcha en aquel maravilloso capítulo

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... primero de su historia. Ya sabemos cómo del mucho leer y del poco dormir se le "secó" el cerebro hasta llegar a perder contacto con la realidad a su alrededor y hasta consigo mismo. Fue con el juicio ya perdido y leyendo el Don Belianís de Grecia cuando, por hallarlo incompleto "muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como allí se promete".26 Y rodando después por la cuesta abajo de su estado mental, fue como el hidalgo manchego "vino a dar en el más estrafio pensamiento que jamás dio loco en el mundo",27 que según sabemos fue hacerse él mismo caballero andante y dejar para otro la secundaria tarea de poner por escrito la clase de verdadera historia que, en efecto, no dejó con puntualidad de escribirse. Quiere decir que el primer paso de la locura adueñada de don Quijote fue la tentación de escribir un libro de caballerías, lo cual equivale a un irónico aparte cervantino acerca de lo demencial de la tarea que él mismo tiene allí entre sus manos. Nadie discutirá que sacarse de la cabeza un libro de caballerías sea nada al lado de "hacerlo" por la propia cuenta y riesgo, lanza en ristre por los caminos de la Mancha. Y lo que tampoco cabe dudar es que tan donoso pensamiento no representa sino una forma integral y extrema de "hacer" literatura en función de una loca equivalencia apoderada, desde luego, del cerebro requemado de don Quijote, pero irónicamente aplicable también al recorrido en sentido inverso de quien se atreve a ponerla en papel y aun de quien goza con su lectura. O el no menos inevitable corolario de que el protagonista ha de asumir una vida integralmente propia, para la que nada cuenta fuera de su naturaleza metaliteraria o, más exactamente "metafictiva", n aquel nuevo "escribir" a tumba abierta el libro venidero de sus aventuras. Si para nosotros constituye todo esto un torbellino de sucesivas paradojas, su continuada autogestación constituye para don Quijote el ejercicio de una libertad que, a prueba de palos y de humillaciones, transcurre desde su primera salida hasta la playa de Barcelona. La gesta caballeresca de don Quijote es, de este modo, el paradójico logro de un contrasentido o, si se quiere, la plasmación del sistemático despliegue de un proyecto vital integralmente determinado por su última destino de cuajar en la materialidad del libro que lector tiene al fin en las manos. El ingenioso hidalgo escala entonces una cumbre arquetípica, proyectada como una metaliteratura en que ésta se consuma, a su vez, como un absoluto. Con harta razón don Quijote carece entonces de progenitores, porque se ha concebido y parido a sí mismo, bajo una luz de perfección metafísica para dar vida a su meta-novela en su oficio de meta-caballero cuya otra cara, a juego de cero e infinito, es su realidad de loco rematado.28 El caballero de la Mancha sólo podrá ser, pues, una anomalía integral dentro del género. En una de sus más obvias rupturas, quien ni siquiera poseía onomástico antes de su locura (Quijada, Quesada, Quejana), se grabará a fuego su sonoro nombre caballeresco no a humo de pajas, sino tras ocho días de la más cuidadosa búsqueda.

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... El paso es grave porque en la tradición el señor del libro comenzaba por venir a la vida innominado. En Chretien de Troyes los personajes (masculinos lo mismo que femeninos) no poseen o no revelan su nombre hasta haber conquistado la plenitud de su ser literario a fuerza de las más duras pruebas.29 Se llega, pues, al nombre tras una ascesis arduamente ganada a pulso y por dicho camino Amadís comienza sin otro nombre que el de Doncel del Mar, que era casi lo mismo que el genérico anonimato de "expósito", y sólo tras su anagnorisis (al cabo de diez capítulos) recibe el que le había de elevar a la fama. Es de recordar que la relación entre el nombre y la cosa es el caballo de batalla de la filosofía del siglo XII como cuestión de los universales que se da también como crucial en los libros de caballerías.30 De ahí el tópico, que hoy parece puntilloso, de los duelos iniciados cuando en el encuentro con un desconocido éste exige saber el nombre de su adversario, con prepotencia inadmisible para el código caballeresco, y es por eso que Amadís murió, sin ser reconocido, a manos de su propio hijo.31 El nombre vale por un título o quintaesencia espiritual de la personalidad, que ha de ser exquisitamente guardado de ninguna profanación, antes de constituir un público reclamo y hasta una etiqueta pegadiza y cambiante en resonancia de alguna particular hazaña. Conforme a ello, don Quijote aparecerá también como Triste Figura y Caballero de los Leones, pero sin eclipsar ni aun de lejos el lustre del nombre original. Dejando atrás a todo otro héroe caballeresco, don Quijote ansia vivirse desde el primer día en la proyección de su nombre y hasta el de su caballo, como tan abruptamenta espeta a las mozas del partido en la primera venta: "... o , que éste es el nombre, señoras mías, de mi caballo, y don Quijote de la Mancha el mío".32 Encaramado a una cumbre de superioridad metafísica, ningún otro caballero se había atrevido a decir nada como "Yo sé quién soy".33 El caballero andante es siempre dechado de fidelidad al código caballeresco, pero en don Quijote posee a su vez una historia particular en sy curso hacia el desenlace, emparejado con el anulamientolo cual no quiere decir fracaso ni derrota moral. Figura abstracta en protagonismo de un camino de perfección espiritual en Chretien de Troyes,34 Amadís lo reencarna siglo y medio después en su briega con mundanas complicaciones sentimentales y políticas que no tienen, como en su literario antecesor Erec, nada de símbolos ni de alegorías. Amadís echa pie a tierra sobre un suelo de problemas mucho menos artificiales ni abstractos, como si acusara (se, dijera) el tránsito del románico al gótico. Tras el ejemplo vivo de Amadís, el caballero literario se muestra heredero de las gestas por proyectar una tabla de valores que lo consagran como la más bella flor humana del sistema feudal. Entendido éste como mutuo engranaje de derechos y obligaciones entre señor y vasallos, es al hacerse andante cuando el personaje reviste una especie de santidad laica (que en cierto momento pugnará por ser también religiosa) al romper con el solar patrimonial y hacerse, por su vida errabunda,

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... sujeto únicamente de obligaciones, sin compensación material de derechos. Conforme a una evolución ya visible en el de Gaula y muy confirmada en su descendencia, el caballero andante actúa como un dispositivo de último recurso frente a la usurpación o el atropello, que eran el gran punto flaco del sistema por lo débil (si no inexistente) de su instancia judicial de salvaguardia frente al imperio de la fuerza. Es por tanto un papel de gendarme, que don Quijote asume con plena conciencia de sus futuras caballerías y por lo cual "no quiso aguardar más tiempo a poner en efeto su pensamiento, apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza según eran los agravios que pensaba deshacer, sinrazones que enmendar, y abusos que mejorar, y deudas que satisfacer".35 Lo que no dice don Quijote, pero va a a acreditar con obras, es que en la tradición que trataba de prolongar dicha tarea de protección de los débiles se aplicaba sólo a miembros del estamento noble, siendo de tener además en cuenta que muy rara vez halla siquiera mención nadie que en aquellos libros no lo sea. Don Quijote guarda con escrúpulo la norma de no medirse en combate con quien, como él, no esté armado caballero, pero su fuerte brazo no hace diferencias para salir en defensa de cualquier menesteroso. En un significativo salto conceptual, se libera por completo de aquella hipoteca y amplía cristiana e igualitariamente su foco a favor de la humanidad desvalida. Quiere decir que trabaja a la sombra de un abnegado concepto moral y no de ningún estrecho compromiso socio-político, como no lo hace tampoco en defensa de la monarquía católica de su tiempo. Aunque hijo tan cercano del medievo, Don Quijote en esto se nos ha vuelto no es de decir moderno, pero sí intemporal. Y tenemos aún por delante la vasta cuestión del amor, problema en que incidía de lleno el carácter no cristiano de las leyendas célticas que, incorporadas como literatura artúrica, eran la base del género.36 Un mundo donde el amor se mostraba puramente físico, asocial y arreligioso,37 y donde la mujer no tenía empacho en ofrecerse sexualmente, con el gran poema de Tristón e Iseo actuando como una fascinación desde su hoy perdido trasfondo.38 Chrétien de Troyes fundió para siempre amor y caballería, por lo cual parecería estar oyéndole cuando don Quijote declara que "el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma".39 Daba Chrétien el cauteloso paso de injertar en el género el amor cortés de los provenzales, pero sin hurtarse con ello del todo al conflicto moral por su carácter adúltero, emprendiendo un dificultoso pacto con el matrimonio cristiano en Erec et Enide (amantes a la vez que casados), pero sin hallar salida posible en el caso de su Lancelot,40 que dejó inacabado. Es la herencia irresuelta con la cual se debate el Amadís de Gaula, que da un gran paso al descartar el amor adultero, pero conservando la irregularidad del de Amadís y Oriana, cosméticamente lañada con el recurso artificial del matrimonio secreto.41 Nueva sorpresa es también allí la evasión del estereotipo por Oriana, teniendo en cuenta que la doncella carecía de cotización erótica en la lírica cortés42 y resultaba

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... además pionera absoluta en aquel dificultoso papel de devenir madre soltera. El arduo rompecabezas se explica sin embargo por la preocupación del Amadís de Geoda (mucho más perfilada que en Chretien) por salir en tácita defensa del sistema feudal, quizás porque para fines del siglo XIII se hallaba ya en crisis y claramente a la defensiva. Basado en el principio de legitimidad, había pactado éste para esas fechas con la doctrina del matrimonio canónico como garantía de su transmisión de derechos43 y Amadís, destinado a ser rey, no podía ser hijo ilegítimo, así como menos aún la descendencia que pudiera darle otra Iseo ni otra Ginebra. Por la necesidad de ser procreante, el amor de los libros de caballerías tenía que separarse de la estricta doctrina cortés, lo mismo que de la esterilidad tradicional de las parejas arquetípicas, conforme a una difícil estrategia que en el Amadís de Gaula no puede avanzar más allá de una partida en tablas. El planteamiento como de costumbre metafísico de don Quijote elude limpiamente aquel problema sin solución. Con una amada incorpórea y que por tanto no ha de elegir entre doncella y casada, ni entrar en transacción con el amor canal, el conflicto desaparece por sí mismo. Queda naturalmente obviada toda sombra de sexualidad, aspecto a que sólo aluden personajes negativos y anticaballerescos: cura y barbero al apresar a don Qijote en la carreta prometiéndole un feliz desenlace "cuando el furibundo león manchado con la blanca paloma tobosina yoguieren en uno, ya después de humilladas las altas cervices al blando yugo matrimonesco".44 O aquel gran despropósito del caballero encontrado en una venta que pregunta a don Quijote "qué nuevas tenía de la señora , si se había casado, si estaba preñada o parida".45 Sin ninguna necesidad de procreación, el amor de don Quijote reviste la clase de platonismo no filográfico (más Ficino que no León Hebreo) con que no lograra reconciliar del todo el plano "real" de su Galatea. Liberado de cualquier complicación terrena, el amor de Dulcinea desempeña, en efecto, una perfecta funcionalidad ennoblecedora. Imposible desde luego no reír con el soneto preliminar de la señora Oriana a Dulcinea del Toboso, pero por lo demás exacto en su añoranza de aquella pasión incomparable, en su etérea serenidad, con la suya siempre acosada de ansiedades y cuya ausencia de carnalidad le ahorró la delicada prueba en que ella hubo de emplearse para vencer la cortedad y timideces de Amadís a la hora de consumar el amor. La Dulcinea existente sólo en el mismo plano metaliterario en que don Quijote se ha dado su propio ser es una perfecta y paralela entidad subsistente a efectos de economía interna de la obra. Su caballero proyecta sobre ella una luz clave cuando, ante el escepticismo de la duquesa que la tilda de "dama fantástica",46 declara lo elástico o relativo no sólo de su amor, sino de toda idea de realidad. En lo que vale por una ironía traslaticia del argumento ontológico de San Anselmo sobre la existencia de Dios,47 si él la "contempla" desde y para para su amor como dechado

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... de toda humana perfección ¿no es ya lo bastante real para que haya que justificar su existencia sobre el plano material? Dulcinea surte por eso con tanta mayor perfección el efecto inspirador de que no puede prescindir el esfuerzo heroico de don Quijote, lo mismo que éste no precisa tampoco de ningún tropiezo, sospecha o malentendido para realizar a palo seco aquella prescrita penitencia de amor que vale al mismo tiempo como la más absoluta culminación posible de lo que hoy llamamos el acto gratuito: "Ahí está el punto. . . y ésa es la fineza de mi ingenio; que volverse loco un caballero andante con causa, ni grado ni gracias: el toque está desatinar sin ocasión y dar a entender a mi dama que, si en seco hago esto, ¿qué hiciera en mojado?".48 Don Quijote pide ser aceptado en sus propios términos, bajo una evidencia de que dicha clase de compromiso no tiene nada de soñado, alegórico ni oportunista. En sus últimas páginas, en lucha con con otro caballero por la belleza (como siempre) de su dama, don Quijote acepta como se ha visto una muerte nada literaria ni simbólica, cuando tiene ante sus ojos la materialidad cortante de una lanza enemiga. Y queda aún pendiente todo lo amplio y resbaladizo de la vertiente religiosa del libro de caballerías. Derivaba al principio el problema de las raíces célticas y, como tales, escasamente cristianizadas de la materia bretona, con el concepto amoral de la violencia y del sexo que el medievo no se atrevía a tirar por la borda, pero hacía filigranas por paliar. En preocupado giro .conciliatorio, la materia artúrica tendió desde el siglo Xin a escurrirse hacia el desplazamiento seudo-místico del Cirial.49 Visiblemente más preocupada, España apresuraba el paso en el albor del XIV con su Historia del caballero de Dios que avía por nombre Cifar, basado en leyendas cristianas como la de San Eustaquio50 y, sobre todo, extremaba la nota con los cautelosos retoques que (ya bajo la instancia inquisitorial) introducía en el texto medieval del Amadís de Gaula la versión de Garci Rodríguez de Montalvo. Y era éste quien además iniciaba la serie familiar de los Amadises con la continuación adjunta de Las sergas de Esplandián, hijo de un padre incomparable pero ahora captado por la multitudinaria cruzada antiturca en defensa de la cristiandad. Ni aun el cura del donoso escrutinio sintió escrúpulo en destinar al fuego semejante descarrilamiento literario, ni Cervantes sintió simpatía alguna hacia los similares y devotos escarceos que siguieron rondando a la literatura caballeresca del siglo que acababa de terminar. Detestaba sin dolerle prendas la moda de las vueltas a lo divino que encarnaba en libros como El caballero de la Cruz (1521).51 Rompía Cervantes de plano con la beata hoja de parra religioso-moral que el género asumía en España desde sus comienzos, había acentuado Montalvo y no hacía sino acentuarse a lo largo del XVI.52 Don Quijote no fue así, ningún matamoros ad usum temporis como el beato e irreconocible hijo de Amadís. Cierto que en las conversaciones iniciales de la Parte segunda dice don Quijote, ante el perpetuo rumor de la bajada del turco, que aconsejaría al rey reclutar a los caballeros andantes que

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... vagan por España para asegurarse un fácil triunfo sobre la morisma invasora, pero sin brindarse a ser uno de ellos y con el único efecto práctico de dar buena prueba a sus amigos de seguir en su locura. Don Quijote por eso no se parece nada a Esplandián, lo mismo que a ningún otro caballero en lo que toca a lo religioso. Se halla por entero emancipado de la tenaza moral de lo artúrico, que seguía atrayendo las iras de teólogos y moralistas cortados por la misma tijera del canónigo de Toledo,53 pero la discrepancia no ha de medirse ahora con nada medieval, sino sobre un módulo de pleamar conrrarreformista. No ha pasado inadvertido cómo don Quijote y Sancho no pisan jamás una iglesia,54 ni hay en la novela ninguna figura eclesiástica positivamente valorada, al modo de esos buenos ermitaños que, casi más psiquíatras que otra cosa,55 ayudaban a Amadís y familia a superar sus crisis anímicas y no los problemas de conciencia que no llegaban a sentir. El padrón incluye al cura aldeano Pedro Pérez, frailes benitos, acompañantes del cuerpo muerto, canónigo de Toledo y (egregiamente) Sansón Carrasco y el capellán de los duques, personajes todos ellos de algún modo adversarios de don Quijote. Por uno u otro camino, todos llevan su merecido frente a éste y si se les sitúa en continuidad de los despuntes erasmistas del libro, resultan hueso duro de roer para críticos apologéticos o partidarios del conformismo barroco del libro. Don Quijote se opone a la estrechez mental de un prosaico clericalismo, lo mismo que a prácticas populares de una religiosidad sobreseída, como la procesión de disciplinantes contra la cual arremete al final de la Parte primera (1, LII). El de la Mancha no es en todo esto un caballero andante, sino un humanista avanzado de hacia 1550. Cervantes sabe muy bien que se halla, para su tiempo si no para el nuestro, al borde mismo de la disidencia y, deseoso de no "dar" con la Iglesia, elude el choque fronta a la vez que sale adelante con una simultánea estrategia de avance y retroceso, de afirmación y de coartada. Agarrando el toro por los cuernos, plantea una abierta discusión acerca de la renovada problemática de la caballería a la altura del tiempo. El primero de estos puntos de fricción es el relativo a la idolatría amorosa de los caballeros que se encomiendan a sus damas y no a Dios en presencia de una aventura, costumbre que al hispano-genovés Vivaldo le parecía "que huele algo a gentilidad".56 Y don Quijote no cede aquí un palmo: se trata de un precepto básico e imprescindible del código caballeresco y que no quita el encomendarse también a Dios, cosa al alcance de quienquiera y que por no requerir un determinado momento, ni siquiera merece ser mencionada. El interlocutor no queda satisfecho, después de haber dado la razón al caballero en su defensa de la caballería como superior a la vida monástica, no porque niegue la superioridad espiritual de ésta, sino por quedársele muy atrás en cuanto ascetismo menos riguroso. Se trata a las claras de una proyección variante del monachatus non est pietas, que por su capital importancia ha de quedar remachado

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... en la Parte segunda cuando Sancho sugiere si no les valdría más ser "frailecitos descalzos",57 que no caballeros andantes y su amo le opone la legitimidad no menor de su propia vocación, la imposibilidad de ser todos religiosos y los diversos caminos por donde cabe llegar al cielo. Lo mismo que en el caso de Vivaldo la discusión, agotada en un plano que no es doctrinal sino humano, ha tocado fondo y ha de quedarse ahí, como simple materia de convicciones e irresuelta por precaución en uno u otro sentido. En su virtual advocación de un cristianismo interiormente regulado podría parecer don Quijote un precoz liberal moderno. No será preciso decir que no hay tal, sino por el contrario la prolongación anacrónica del caballero como individualidad ejecutora de una autónoma y suprema instancia moral. Como pudiera hacerlo un personaje de Chrétien, don Quijote realiza su primera salida a lo que se le figura un mundo abstracto que regirá su fuerte brazo, instrumentalizado por la Providencia como todo lo contrario de una fuerza bruta. Le sorprendió por eso mucho la idea de pagar en las ventas y el sano consejo de llevar consigo dineros, un repuesto de camisas y hasta un botiquín de primeros auxilios que le predica el primer ventero que topa. El caballero cederá en lo elemental a esta pragmática esfera a través de su pacto con Sancho Panza, con su asno y sus alforjas, pero no en otras instancias más decisivas. No en la de la autoridad civil, con su justicia deshumanizada (galeotes) y con sus gendarmes (Santa Hermandad). Y así tampoco en la eclesiástica, que no es objeto de rechazo, sino simplemente ignorada a un lado. De modo enfático, don Quijote no se muestra descreído ni menos hereje, sino ahora (porque son ya tiempos modernos) encarnación absoluta de un liberador orden cristiano inextricable de su propio y autogestado nombre caballeresco. No es de pasar por alto que Cervantes logra salir adelante con su depurada y lúcida estrategia. Su libro sólo experimentó el más leve de los tropiezos con el expurgo de la frase "las obras de caridad que se hazen tibia y floxamente, no tienen mérito ni valen nada" ordenada por el índice del cardenal Zapata de 1632 Se trataba en realidad de un alarde de paulinismo, pero que una Inquisición quisquillosa podía leer como cosa de alumbrados. La coartada que ha permitido al autor tirar la piedra y esconder la mano no es otra que el concepto de la literatura paradójica, con su implícita reivindicación de un derecho cristiano a pregonar la verdad no como adversaria del poder, sino destinada a templarlo y hacerlo más justo. Cervantes podía siempre alegar que su don Quijote sólo era un loco, cuyos dichos y hechos eran meros síntomas patológicos y carecían por tanto de ningún sentido ulterior a su capacidad de provocar la risa. Quiere decir que manejaba con todo conocimiento de causa la dialéctica de la locura paradójica de raíces paulinas formulada por la Docta ignorantia de Nicolás de Cusa y la Moría erasmiana como base del magno fenómeno de época que era el bufón de corte y que se halla incorporada a la raíz literaria del personaje a partes

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... iguales con la caballería medieval, haciendo de él un único "loco" a caballo.58 Cuando don Quijote recupera la razón a las puertas de la muerte ha dado fin a su comedia y reasume su identidad anti-literaria de . Desaparece la tensión que su persona anudaba entre pasado y futuro para reasentarse en la cotidianidad sin historia del cristiano que se confiesa y hace testamento, además de pedir perdón al futuro autor de su Parte segunda por la ocasión que le diera de escribir tantos disparates. Imposible imaginar un más completo desenlace de restauración del orden, en cierre del paréntesis de organizado caos que un lugar de la Mancha provocaran un día los amadises y palmerines. Rían chicos y grandes con las locuras de don Quijote y vuelvan sin más las aguas a sus cauces de siempre. Parecerá escuchar a los partidarios antiguos y modernos del Quijote como funny book 59u obra de poco más o menos sin otro objetivo que hacer reír a tantas generaciones. Pero aun si esto último es incontestable resultará por otra parte aún más falso circunscribirlo a tales términos. No somos nosotros los que proyectamos retrospectivamente sobre la obra una axiología hodierna. Fue el no identificado Avellaneda, un coetáneo cercano a la Inquisición, tan avieso como nada lerdo escritor, quien nos saca de dudas al ensañarse con don Quijote como pecador público y al despreciar vilmente a Cervantes por lo mismo que ha comprendido, igual que lo contemplamos hoy, el fondo ideológicamente desestabilizador de su obra.60 Lo que por desgracia ignoramos es cuántos otros hombres y mujeres de aquellos días lo vieron también así pero, al igual que nosotros, se sintieron por ello estimulados vital e intelectualmente. Es decir, la clase de sociología literaria que sólo ahora sabemos estuvo muy de veras allí y nos llama a una vía de encuesta por la que no hemos dado más que los primeros pasos.

NOTAS

1 Resume esta base "decisiva en el mundo imaginario de Chrétien de Troyes" Juan M. Cacho Blecua en su introducción a Garci Rodríguez de Montalvo, Amadis de Gaula, 2 vols., Madrid: Cátedra, 1987, I, pp. 19-21. 2 "La denominación de libros de caballerías. . . hay que reservarla a las obras de imaginación situadas en una clara línea artística que podemos seguir desde las narraciones en verso de Chrétien de Troyes", en palabras de Martín de Riquer, "Cervantes y la caballeresca", Suma cervantina, J. B. Avalle Arce y E. C. Riley, Londres: Tamesis Books, 1973 273-292 (p. 278). "Por supuesto, Cervantes no estaría familiarizado con estas narraciones francesas, pero sin tratar el arte narrativo de Chrétien es difícil entender los principios que sirven de base al romance caballeresco", escribe Edwin Williamson al comienzo de El 'Quijote; y los libros de caballerías, Madrid: Taurus, 1991, p. 20 3 La formulación clásica, y respondida en sentido afirmativo, correspondió a A. K. Jameson, "Was There a French Original of the 'Amadís de Gaula'?", The Modern Language Review

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... 28 (1933), 176-193. Estudios posteriores de Rafael Lapesa, Juan B. Avalle Arce y Sylvia Roubaud se inclinan netamente a favor de un origen peninsular. Si por un lado se resiste a aparecer el más mínimo indicio de un Amadis ultrapirenaico y su texto español se halla limpio de resabios galo-románicos, no es menos cierto que la ausencia de tradiciones y de ambientación hispanas, así como una onomástica y toponimia relacionadas con el norte y centro de Europa, vuelven inevitable la postulación de previos orígenes foráneos que (ignoramos por qué caminos), tuvieron en España el éxito que (según el estado de los conocimientos) no llegaron a alcanzar fuera de ella. Por lo demás, el Amadis de Gaula no es traducción ni copia de modelos franceses (E.Williamson, El 'Quijote' y los libros de caballerías, p. 21). 4 Funda esta valoración profundamente espiritual de la aventura en la renovada cosmovisión idealista del siglo XII el libro de Reto R. Bezzola, Le sens de l'aventure et de l'amour (Chrétien de Troyes), Paris: La Jeune Parque, 1947,. s 2, III, p. 61. 6 El ingenioso hidalgo don quijote de la Mancha, 2 vols., Luis A. Murillo éd., Madrid: Castalia, 1978, 2, XLI, p. 953 7 Martin de Riquer, "Cervantes y la caballeresca", 273-292. 8 La edición de Silvia Iriso y Gonzalo Pontón, Barcelona: Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 1998, ofrece el acierto de puntuar en apéndice aventuras y pasajes del Quijote con textos correspondientes de libros de caballerías (pp. 1297-1318). Sobre la pauta aventurera de estos libros, Daniel Eisenberg, "A typical Romance of Chivalry", Romances of Chivalry in the Spanish Golden Age, Newark, Del.: Juan de la Cuesta,1982, 55-74. 9 El exilio del caballero (durísima prueba para el medievo) debido a conflicto con un rey o al trato injusto de éste es uno de los motivos axiales del libro de caballerías para Sylvia Roubaud "L'exil et le royaume ou les deux pôles de la vocation chevaleresque", en Les problèmes de l'exclusion en Espagne (XVle-XVIIe siècles), A. Redondo éd., Paris: Publications de la Sorbonne, 1983, 205-215. R. Bezzola explica la escalada a primer plano del caballero, por delante del rey o del héroe épico con la evolución consolidadora de la sociedad feudal y su abrazo del ideal cortés desde fines del siglo XI (Le sens de l'aventure et de l'amour, p. 83). 10 Francisco Márquez Villanueva, "Doncella soy de esta casa, y Altisidora me llaman", Trabajos y días cervantinos, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1995, 299-340. 11 E. Wiliamson, El 'Quijote y los libros de caballerías, p. 37. 12 Sylvia Roubaud, "Les fêtes dans les romans de chevalerie hispaniques", en Les jêtes de la Renaissance, 3 vols., Paris, CNRS, 1975, 313-340 (pp. 321-322). 13 Sylvia Roubaud, Le roman de chevalerie en Espagne. Entre Arthur et , Paris: H. Champion, 2000, p. 226. Dada la exacerbada belicosidad de don Belianís, don Quijote se lo imaginaba cubierto de cicatrices (1, I). 14 Francisco Márquez Villanueva, "El tema de los gigantes", Personajes y temas del 'Quijote', Madrid: Taurus, 1973, pp. 297-311. 15 Sobre dicho carácter del libro de caballerías y en particular del Amadis de Gaula, Juan B. Avalle Arce, "Tres comienzos de novela", Papeles de Son Armadans, no. 110 (mayo, 1965), 181-214 (p. 183). 16 No era sólo Cervantes. También Jerónimo de Zurita, muy duro en un parecer o dictamenn acerca del género, ponía a salvo los primeros cuatro libros del Amadis "por ser muy bien compuestos y tratarse en ellos unos amores muy castos. . . y los demás avisos que en ellos hay", citado por Sylvia Roubaud, Le roman de chevalerie en Espagne, p. 24. Otros autores "serios" de finales del XVI, como fray Juan de Pineda y fray Marco Antonio de Camós, exceptuaban también de su condena los cuatro primeros libros del Amadis; ver Edward Glaser, "Nuevos datos sobre la crítica de los libros de caballerías en los siglos XVI y XVII", Anuario de Estudios Medievales 3 (1966), 393-410 (pp. 402-403). 17 Viaje del Parnaso, III, v. 261.

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... 18 Américo Castro,"La orientación literaria", El pensamiento de Cervantes, Nueva edición ampliada, Barcelona: Noguer, , 1972, 23-74. Edward C. Riley, "Cervantes y la teoría literaria de su tiempo", Teoría de la novela en Cervantes, Madrid: Taurus, 1971, 15-34. 19 Francisco Márquez Villanueva", "La interacción Alemán-Cervantes", Trabajos y días cervantinos, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1995, 241-297. 20 Claudio Guillen, "Luis Sánchez, Ginés de Pasamonte y los inventores del género picaresco", en Homenaje a Rodríguez Moñino, 2 vols.,Madrid: Castalia, 1966, 1, 221-231. 21 E. Williamson, El Quijote y los libros de caballerías, p. 214. Dicho recurso no es, sin embargo, ajeno a un frecuente uso en otras manifestaciones o géneros netamente peninsulares. 22 Figura más cómica que ejemplar, esbozada en su Menosprecio de corte y alabanza de aldea (1537). Francisco Márquez Villanueva, "La aldea guevariana", en 'Menosprecio de corte y alabanza de aldea' y el tema áulico en la obra de fray Antonio de Guevara, Santander: Universidad de Cantabria, 1998 (pp. 139-145). 23 Sobre el mecanismo de identificación escapista que fomentaban aquellos libros y que en gran parte funciona desde entonces como característico de ciertos tipos de novela, Eugenio D'Ors, "Fenomenología de los libros de caballerías", Boletín de la Real Academia Española 21 (1947-1948), 91-105. 24 No ha perdido vigencia el ensayo de Luigi Pirandello "L'ironia cómica nella letteratura cavalleresca", Nuova Antología 138 (1908), 421-437. Sobre Ariosto y Cervantes, Máxime Chevalier, L'Arioste en Espagne (1530-1650), pp. 439-491. Francisco Márquez Villanueva, "El 'Quijote' y la épica italiana", Fuentes literarias cervantinas, Madrid: Credos: 1973, 320-334. Ariosto o "un irónico término medio entre lo ideal o lo prosaico" (E. Williamsom, El 'Quijote' y los libros de caballerías, p.110). 25 Guillermo Seres ed., Madrid: Cátedra, 1989. Sobre Huarte en la obra de Cervantes, Rafael Salillas, Un gran inspirador de Cervantes. El doctor Juan Huarte y su 'Examen de ingenios', Madrid,1905. Otis H. Green, "El 'Ingenioso hidalgo'", Hispanic Review 25 (1957), 173-193; "El 'Licenciado Vidriera: Its Relation to the 'Viaje del Parnaso' and the 'Examen de ingenios' of Huarte", en Linguistic and Literary Studies in Honor of Helmut H. Hatzfeld, A. S. Crisafiílli ed., Washington, 1964. Harry Sieber, "On Huarte de San Juan and Anselmo's 'locura' in 'El curioso impertinente"', Revista Hispánica Moderna 36 (1970-1971),l-8. Alberto Porqueras Mayo detecta ya su eco en La Galatea (imprevisibles gustos de los seres humanos), "Cervantes y la teoría poética", Actas del segundo coloquio internacional de la Asociación de Cervantistas, Barcelona: Anthropos, 1990, 83-98 (p. 87). Carlos Noreña, "Juan Huarte's Naturalistic Philosophy of Man", Studies in Spanish Renaissance Thought, La Haya: Martinus Nijhof, 1975, 210-263. 26 1,1, p. 72. Es de resaltar el caso algo similar en que dice hallarse el agudo licenciado Jerónimo Fernández, autor de Belianís de Grecia (1547 y 1579), quien lamenta a lo burlón que el primitivo autor, el encantador o mago Fristón, perdió en un viaje el original y, en vista de que no ha retornado, él se siente tentado de darle allí fin; ver S. Roubaud-Benichou, Le román de chevalerie en Espagne, p. 228. 27 1, I, p. 74. 28 Ver Mark Van Doren, La profesión de don Quijote, México: Fondo de Cultura Económica, 1962. 29 R. Bezzola, "Le chevalier sans nom et le sens de l'aventure" y "L'homme qui devine son nom", Le sens de l'aventure et de l'amour, pp. 33-60. Para el exacerbado sentido de la propia identidad en Chrétien, pero aun así muy distinto del de don Quijote, Jean Frappier, "Le tour 'je me suis' chez Chrétien de Troyes", Romance Philology 9 (1953), 126-133. Para el valor simbólico del incógnito, E. Williamson, El 'Quijote' y los libros de caballerías', p. 53; Percival desconoce su popio nombre (ibid., p. 57). 30 R. Bezzola, Le sens de l'aventure et de l'amour, p. 203. 31 Según el desenlace del Amadís pre-Montalvo, con trágico parricidio y posterior suicidio

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... de Oriana, desentrañado por María Rosa Lida, "El desenlace del 'Amadís' primitivo", Romance Philology 6 (1953), 283-289. Tema ampliamente reestudiado por Juan B. Avalle Arce, Amadís de Gaula: el primitivo y el de Montalvo, México: Fondo de Cultura Económica, 1990. 32 I, II, p. 86. 33 1, V, p. 106. 34 E. Williamson, El 'Quijote' y los libros de caballerías, p. 59. 35 1, II, p. 78-79. 36 S. Roubaud, Le roman de chevalerie en Espagne, pp. 43-44. 37 Sylvia Roubaud, "La forêt de longue attente: amour et mariage dans les romans de chevalerie", en Amours légitimes, amours illégitimes en Espagne (XVle-XVIIe siècles), A. Redondo éd., Paris: Publications de la Sorbonne, 1985, 251-261 (p. 252) 38 Denis de Rougemont, "The Tristan Myth", Love in the Western World, Nueva York: Fawcett World Library, 1966., pp. 15-58. 39 1, I, p. 77. "La caballería ha de ser fecundada por el amor -sugiere Chrétien- para que sus ideales dejen la abstracción de principios axiológicos y hallen aplicación en el terreno de la realidad", razona Joan Ramón Resina, La búsqueda del Grial, Barcelona: Anthropos, 1988, pp. 354-355. Cervantes (Coloquio de los perros) evitó cuidadosamente adentrarse por estos terrenos seudo-místico-teológicos, cuyo único despunte se limita al libro de un loco del hospital de la Resurrección de Valladolid acerca de lo q8ue dejó de decir la Historia de la demanda del Santo Brial. 40 Sylvia Roubaud, "Le forêt de longue attente: amours et mariage dans les romans de chevalerie", en Amours légitimes. Amours illégitimes en Espagne (XVle-XVIIe siècles). Paris: Publications de la Sorbonne, 1985, 251-167 (p. 251). Lancelot, fascinante para el imaginario medieval, constituye hoy día un completo enigma para la crítica (E. Williamson, El 'Quijote' y los libros de caballerías, p. 60). 41 Justina Ruíz de Conde, el amor y el matrimonio secreto en los libros de caballerías. S. Roubaud, "Le forêt de longue attente: amours et mariage dans les romans de chevalerie", p. 252-253. Las ediciones del Amadís de Gaula sufrieron un parón bmsco a partir de 1586, hecho que atribuye al ceño contrarreformista contra sus episodios de amor ilícito Edwin B. Place, "Cervantes and the 'Amadís'", Studies in Honor of Nicholsom B. Adams, Chapel Hill: University of North Caroline Press. 1966, 131-140 (p. 136). 42 Cabe decir que su acta de nacimiento para la literatura se documenta igualmente en Chrétien de Troyes con el caso paradigmático de Erec et Enide, la extrema rareza de unos perfectos amantes nominalmente "casados" contra la regla cortés, pero que tras pasar por el crisol de las más difíciles aventuras, desembocan en un profundo concepto del amor conyugal de modelo cristiano, lo cual los capacita para asumir ante la sociedad la corona; ver R. Bezzola, "De la jeune fille à l'épervier au baiser du cerf blanc" y "Le mariage et la crise de l'amour", Le sens de l'aventure et de l'amour', pp. 120-152. Para el consiguiente desplazamiento de pucelle y douce amie a dame, ver ibid., p. 160. 43 "Le mariage est un intrument de contrôle. Les dirigeants de l'Église l'utilisèrent por tenir tête aux laïcs et dans l'espoir de les subjuger. Les dirigeants des lignages l'utilisèrent d'une autre façon pour maintenir intacte leur puissance. . . les prêtres et les guerriers, réunis sous l'autorité du prince,finirent par se mettre d'accord sur ce que devait être le mariage à fin que l'odre établi ne fût pas troublé", concluye Georges Duby, Le chevalier, la femme et le prêtre, Paris: Hachette, 1981, p. 303. Gran preocupación de Montalvo por salvar a Esplandián de todo estigma de bastardía (E. Williams, El 'Quijote ' y los libros de caballerías, p. 96). 44 1, XLVI, p. 555. « 2, LIX, p. 488. 46 2, XXXII, p. 290 47 Sospecha la proyección irónica del argumento ontológico en El curioso impertinente Helena Percas de Ponseti, Cervantes y su concepto del arte. Estudio crítico de algunos aspectos

ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Francisco MARQUEZ VILLANUEVA. Don Quijote: C... y episodios del Quijote, 2 vols., Madrid: Gredos, 1975, I, pp201-202. La empresa toda de don Quijote como "un disparatado argumento epistemológico", en E. Williamson, El 'Quijote' y los libros de caballerías, p. 144. 48 1, XXV, p. 305. 49 Proceso estudiado por J. R. Resina, La búsqueda del Grial. 50 Fuente, confesada por el autor, que estudia Charles Philip Wagner, "The Sources of 'El cavallero Zifar", Revue Hispanique 10 (1903), 5-104. A. H. Krappe, "La leggenda di San Eustaquio", Nuovi Studi Medievali 3 (1926-1927), 223-258. 51 En la línea iniciada por Esplandián, fue uno de los libros más divulgados y de mayor éxito, con al menos diez ediciones entre 1521 y 1566, superado en esto solamente por Amadís de Gaula y Palmerin de Oliva. Cervantes le dedicó, con todo, mayor atención de la que dejaría pensar su tajante juicio del Quijote, según razona Sylvia Roubaud, "Cervantes y el 'Caballero de la Cruz'", Nueva Revista de Filología Hispánica 38 (1990), 525-566. 52 Sobre este común barniz de conformismo religioso y conveniencias sociales, S. Roubaud, Le román de chevalerie en Espagne, pp. 192-193. 53 Desde Menéndez Pelayo y Henry Thomas se han venido realizando crecientes listas de autores y obras con diatribas y censuras contra la vanidad deletérea de los libros de caballerías. Así Edward Glaser, "Nuevos datos sobre la crítica de los libros de caballerías en los siglos Xvl y XVII" (especial atención a autores portugueses) M. De Riquer estudia en especial "Los autores graves contra los libros de caballerías", Cervantes y la caballeresca, pp .279-284 (lista muy completa). 54 'Nuestro caballero andante a lo largo de todas sus aventuras y correrías jamás entra en un templo, ni hace una sola práctica religiosa de importancia, y cundo la realiza, lo hace en son de befa" (Ludovic Osterc Berlan, El 'Quijote', la Iglesia y la Inquisición, México: UNAM, 1972, p. 16). Vicente Gaos, "Cervantes y la Iglesia" en su edición de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 3 vols., Madrid: Gredos. 1987, III, 122-161 (p.122-161). Renovada atención de Américo castro a estos aspectos en "La palabra escrita y el 'Quijote'", Hacia Cervantes, tercera edición, Madrid: Taurus, 1967, 359-419. 55 Ver S. Roubaud sobre "L'ermite et l'évéque", Le román de chevalerie en Espagne, pp. 207-217. Ninguno de ambos tipos aparece en el Quijote en su función tradicional. En 2, XXIV se habla de un chusco ermitaño, hipócrita religioso,bajo un claro sello de crítica erasmizante. Chancear de algún arzobispo era sin duda mucho más arriesgado,por lo cual Cervantes se limitó a meter al legendario Turpín en la común almoneda de antiguallas carolingias. 56 1, XIII, p. 174. 57 II, VIII, p. 98. 58 Walter Kaiser, Praisers of Folly. Erasmus. Rabelais. Shakesperare. Cambridge: Harvard UP, 1963, p. 291. 59 Peter E. Russell, '"' as a Funny Book", Modern Language Review 64 (1969), 312-346. Seguido de Anthony Cióse, Cervantes and the Comic Mind of his Age, Oxford: Oxford University Press 2000. Cuestión ya puesta en su punto por Albert A. Sicroff, "En torno al 'Quijote' como obra cómica", Actas del segundo coloquio de la Asociación de Cervantistas, Barcelona: Anthropos, 1990, 353-366. Y después por Joseph Ricapito, "Cervantes and the 'Funny Book' syndrome", F. Malva, D. Finello, W. Sherzer eds., A Celebration of Brooklyn Hispanism, Newark, Del: Juan de la Cuesta, 2004, pp. 13-44. 60 Stepen Gilman, Cervantes y Avellaneda. Estudio de una imitación, México: El Colegio de México, 1951.

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