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MARÍA JOSÉ FLORES Università di Bergamo

Ramiro de Maeztu y la crisis de fin de siglo

Decadencia y regeneración

El siglo XX se abre en España con una profunda crisis interna que no es ajena a la que por entonces vivía el resto de Europa, crisis que afectará a todas las esferas de la vida, y de la que dará buena muestra el mundo intelectual y ar- tístico, caracterizado precisamente por la conciencia de decadencia y por los deseos e intentos de renovación y cambios. En un ambiente dominado por el triunfalista y nocivo patriotismo de los unos, y por la abulia y el desinterés de los más, como supo advertir Rubén Da- río: "Ahora, en la juventud misma que tiende a todo lo nuevo, falta la virtud del deseo, o mejor, del entusiasmo, una pasión en arte, y sobre todo, el don de la voluntad" '; se alzan las voces y las obras de los jóvenes noventaiochistas- modernistas, - pues es inútil insistir en la falacia de presentar de modo esqui- zofrénico la cultura española de fin de siglo -, entre los que destaca la figura de Ramiro de Maeztu, una de las más relevantes, originales y polémicas persona- lidades intelectuales del período2, de una época con la que mantuvo siempre un diálogo apasionado y no siempre fácil, porque Maeztu fue sobre todo hijo de su tiempo, y su figura y su obra reflejan fielmente las tensiones y contradi- cciones de esa España finisecular que se debatía, como los propios escritores y

1 Rubén Darío, "El Modernismo" (28-XI-1899), en España Contemporánea, edición de Antonio Vilanova, Lumen, Barcelona, 1987, pp. 254-258, cit. p. 254. 2 Y pese a ello personaje aún no totalmente comprendido, sobre todo por lo que se re- fiere al sentido y la evolución de sus ideas (en parte a causa del carácter de su obra, compuesta en buena medida por artículos dispersos en los periódicos de la época y muchos de ellos recogi- dos en ediciones prácticamente inencontrables o aún no recopilados en libros), y sobre el que pesan graves prejuicios ideológicos. 306 María José Flores artistas, entre la tendencia a un regeneracionismo crítico y enérgico por una parte, y la inclinación al escepticismo, la abulia y el pesimismo por otra3. En este sentido, Ramiro de Maeztu, que traza de sí un retrato esclarecedor en "Juventud menguante", se nos muestra ya desde sus primeros escritos, en los que late una intensa inspiración niezschiana, como un convencido defensor, a pesar de su propio pesimismo, del valor de la energía, la voluntad y la acción, en su opinión, únicos modos posibles de salvación personal y de salvación de la pa- tria; dice así en el citado artículo: "Hay en España un escritor que tiene, de sí mismo, la idea fija de hallarse a merced del mar y de los vientos, como boya de- samarrada, y que encuentra, sin embargo, en ese juicio pesimista una fuente de actividad y una base de orientación para hacer de la pluma un instrumento de alcance y de eficacia. Ese escritor se llama Ramiro de Maeztu"4. Será pues de una profunda y dolorosa conciencia de crisis material y espi- ritual, íntima e histórica, y de su deseo de combatir los peligros de la decaden- cia, de donde brote la voz de Maeztu; conciencia que conforma además la construcción intelectual del joven autor, el más sinceramente preocupado por los destinos de la patria y casi el único, pese a lo que afirmen los hombres de su generación, que realmente viva en su propia carne las consecuencias de la caí- da y el desatre, reflejándolas en Hacia otra España, así como en sus comenta- rios sobre la literatura y la crítica contemporáneas, y en su defensa del papel de la prensa y de los intelectuales. Su exasperación se intensifica y contrasta con la abulia general a la que nos hemos referido, y que nos narra de nuevo un Ru- bén Darío llegado a España poco tiempo después de la firma del Tratado de París: "Acaba de suceder el más espantoso de los desastres; pocos días han pa- sado desde que en París se firmó el tratado humillante en que la mandíbula del yanqui quedó por el momento satisfecha después del bocado estupendo: pues aquí podría decirse que la caída no tuviera resonancia"5. Puntualizando ade- más en otro momento: "Esta triste flaccidez, esta postración y esta indiferencia por la suerte de la patria, marcan una época en que el españolismo tradicional se ha desconocido o se ha arrinconado como una armadura vieja" 6.

3 Véase E. Inman Fox, Ideología y política en las letras de fin de siglo, , Espasa- Calpe, 1988, p. 10. 4 Alma Española, 24-1-1904; reproducido en V. Marrero, Obra de Ramiro de Maeztu, Madrid, Editora Nacional, 1974, pp. 61-65. 5 "Madrid", 4-1-1899, en España Contemporánea, ob. cit., pp. 42-49, cit. 42-43. 6 Rubén Darío, España Contemporánea, ob. cit., p. 71. Ramiro de Maeztu y la crisis de fin de siglo 307

La misma indiferencia que denunció entonces, y siguió denunciando muchos años después, Maeztu, cuando, por ejemplo, ante las críticas de M. Azaña responda: "Para hablar de la generación del 98 sería necesario empezar por demostrar que los sucesos transcendentales de aquel año ejercieron sobre los hombres incluidos en la aludida generación alguna influencia decisiva. ¿Quiere decir alguien dónde está la influencia de la pérdida de las colonias so- bre los señores Baroja, Valle-Inclán y Azorín? Sobre mí la tuvo enorme. Ahí están centenares de artículos para mostrarla"7. Insistiendo sobre el el hecho de que: "lo característico de casi todos los hombres del 98 es que los graves suce- sos de aquel año no influyeron sobre sus ideas ni sobre su conducta", como ya había anticipado en 1902: "¡El desastre! - Sólo que aquella tristeza no entriste- cía a nadie"8. Este es el estado espiritual, - en el que se mezclan pesimismo, frustración y rabia, pero también entusiasmo y esperanza -, del que brota Hacia otra Espa- ña (1899), famosa recopilación de artículos publicada al filo del desastre, y en la que nos muestra Maeztu una visión desolada, pero también esperanzada, de la realidad española; obra a propósito de la cual señalaba por entonces Rubén Darío, al auspiciar, como Maeztu, una transformación radical del país: "Lo que hay es que los que quieran proclamar la reconstrucción con toda verdad y claridad han de armarse de todas armas en esta tierra de las murallas que sa- béis. Hay que luchar con la oleada colosal de las preocupaciones, hay que ha- cer verdaderas razzias sociológicas [...] hay que abrir todas las ventanas para que los vientos del mundo barran polvos y telarañas y queden limpias las glo- riosas armaduras y los oros de los estandartes, hay que ir por el trabajo y la ini- ciación de las artes y empresas de la vida moderna 'hacia otra España', como dice en un reciente libro un vasco bravísimo y fuerte - el señor Maeztu -" 9. Un vasco que, pese a su lúcido escepticismo, supo entregarse totalmente a la reflexión y la acción intelectuales, confiando siempre en el extraordinario valor de la fuerza y la renovación individuales:

Vana esperanza la de los escritores que confían en que surja repentinamente del

7 "El poder de la mentira y la generación del 98" {Diario de Navarra, 25-V-1935), en Obra de Ramiro de Maeztu, ob. cit., pp. 89-91. 8 "Como muere un 'Superhombre'" (La Correspondencia de España, Madrid, 19-1-1902), Obra de Ramiro de Maeztu, ob. cit., pp. 132-135, cit. 132. 9 "Carnaval", 1-2-1899, en España Contemporánea, ob. cit., pp. 79-83, cit. 83. 308 María José Flores

desastre una pléyade de nombres nuevos y vigorosos, capaces de reconstituir, por arte mágico, la nacionalidad enferma y caduca [...] ¿cómo ha de brotar espontáneamente gente nueva, capaz de llevar a feliz término la obra magna de nuestra generación? [...] Pero si no puede improvisarse una legión de gente nue- va [...] existen, sí [...] individualidades sensatas y enérgicas, perspicaces y esti- muladas por una ambición noble [...] y en ellas depositamos nuestra esperan-

Y será en las redacciones de los periódicos, así como en las tertulias y en los cafés, donde trabajen, polemicen y sueñen estos jóvenes intelectuales que con tanto entusiasmo participaron, pese a todo, en todas la iniciativas cultura- les de la época, como hizo Maeztu, colaborando apasionadamente con la pren- sa más comprometida y las revistas más interesantes n, marcadas entonces por su tendencia renovadora, por sus deseos de innovación y cambios y por su ca- rácter abierto e iconoclasta12. La prensa será pues fundamental para entender el clima espiritual y las ambiciones del período, y en este sentido Maeztu, que solía autodenominarse "el cronista", y que del periodismo hizo un modo y una razón de vida, fue quizás quien más hondamente reflexionó sobre el tema y quien más contribuyó a un análisis serio, y con frecuencia polémico, del carác- ter de la prensa de la época, con una profunda conciencia de los deberes y lí- mites de la misma, así como de sus errores. La consideraba el medio más idó- neo para educar cívica y políticamente a las masas, siendo para él "el sistema nervioso" de las sociedades modernas, por lo que criticó sistemáticamente a la prensa de su tiempo, acusándola de estar vinculada a las oligarquías económi- cas y políticas, propugnando siempre la necesidad de una transformación total de la prensa y los periodistas B. Pero a esta labor de renovación estaba también llamados los nuevos críticos, porque, nos dirá, "La crítica, de ser algo, es una

10 "Lo que nos queda", Hacia otra España, Madrid, Rialp, 1967, pp. 149-153. 11 Por ejemplo en El País, Germinal, Vida Nueva, Revista Nueva, Juventud, Alma Espa- ñola, España Moderna y La Vida Literaria. 12 Como demuestra el hecho de que aparezcan fragmentos de Hacia otra España en una revista de orientación modernista como la última de las citadas. 13 Respecto al desastre, la acusó de haber favorecido el estallido de la guerra y de haber supeditado la verdad informativa al triunfalismo patriotero, como puede leerse en los tres artí- culo dedicados al tema en Hacia otra España, "La prensa. I. Su delito", "La prensa II. Los dia- rios madrileños y la vida nacional", "La prensa III. Los periodistas y la política". Ramiro de Maeztu y la crisis de fin de siglo 309 incesante revisión de valores, un sí, un no, un grito, un puntapié o un aplau- so", denunciando también la falta en España de una crítica preparada, seria y sensible, del mismo modo que denunciará la desidia, la amoralidad y abando- no en el que yacía el ambiente literario: "El mundo literario en España es una recua de sinvergüenzas que vive del Estado, del "chantage" o unos de otros, y son borrachos, mercaderes, estetas o libertinos, que necesitan dinero a diario para satisfacer sus vicios y se lo procuran engañando al publico con la mutua adulación en letras de molde" 14. La renovación literaria estaba pues indivisiblemente ligada a la de la críti- ca, debiendo estar ambas en estrecha relación con la vida, como señalaba en "Mi programa", {Electra, 16-111 - 1901), en el que, como resume E. Inman Fox, quien tanto ha contribuido al estudio de la obra del joven autor, cita a Nietzsche como punto de partida: "Ver la verdad por la óptica del artista, pero el arte por la óptica de la vida"; atribuyendo al artista, "un puesto de superiori- dad como vidente de la verdad y creador de ideales"; pero sin olvidar que "an- tes de artista y después de artista el escritor ha de ser hombre, y hombre de su tiempo". Este era entonces, como demuestran muchos de sus artículos, su ideal estético, el de un creador ligado a la propia realidad y en grado de enno- blecerla artísticamente: "Todo es cuestión de concertar nuestras fuerzas en sin- tética vida de arte y de trabajo, de creación total y de mutuo respeto y contem- plación recíproca"15. Pero por encima del artista está el intelectual, pues Maeztu concibe la literatura como labor cívica y al hombre de letras como in- telectual, y será, como ha demostrado el citado Fox, uno de los primeros, jun- to a Unamuno, en usar este sustantivo en las letras españolas; intelectual que, para nuestro autor, se yergue como conciencia crítica y vigilante: "La función principal de los intelectuales es la crítica" 16; intelectuales en los que había de- positado sus esperanzas, como él mismo declara en el año más terrible, 1899: "Por encima de la torpeza y cobardía generales, aparece un ideal agrupador de regiones antagónicas y de clases en pugna, un ideal que extrae su fuerza del

14 Citado por G. Díaz Plaja, Modernismo frente a 98, Madrid, Espasa-Calpe, 19662, p. 33. 15 Las citas son de E. Inman Fox, Ideología y Política en las letras de fin de siglo (1898), Madrid, Espasa-Calpe, 1988, cit. pp. 302-303. 16 "Pablo Iglesias" (España, 28-VIII, 1904), en E. I. Fox, Artículos desconocidos, Madrid, Castalia, 1977, p. 271. 310 María José Flores mutuo instinto de conservación y es el intelectual - no el poeta de ojos tristes, ni el guerrero de cuartel, ni el empleado deleznable, ni el negro sacerdote - es el intelectual quien señala orgulloso el camino..." 17. Esperanzas frustadas como reconocerá unos años después en su famosa conferencia "La revolución y los intelectuales" ("Ateneo de Madrid", 7-12-1910), en la que lamentaba la falta de responsabilidad rectora de los inte- lectuales en la vida política nacional18; compartiendo quejas y anhelos con J. Ortega y Gasset, con quien Maeztu mantendrá durante años relaciones, aun- que polémicas, siempre cordiales y fructíferas.

Ramiro de Maeztu y el modernismo

Una misma conciencia de decadencia y regeneración marcará sus relaciones con el modernismo literario, y su intervención en una polémica caracterizada más por la burla y la superficialidad que por una auténtica reflexión crítica, como re- cuerda de nuevo Rubén Darío: "Puede verse constantemente en la prensa de Ma- drid que se alude al modernismo, que se ataca a los modernistas, que se habla de decadentes, de estetas, de prerrafaelistas con s, y todo. Es cosa que me ha llamado la atención no encontrar desde luego el menor motivo para invectivas o elogios, o alusiones que a tales asuntos se refieran"19. Y aunque se haya insistido tanto en etiquetar a Maeztu de feroz antimodernista20, (si bien una parte de la crítica reco- noce en él un claro exponente de la sensibilidad espiritual y estética de principios

17 "Solidaridad española II" (Las Noticias, 29-IX-899), en Artículos desconocidos, ob. cit., pp. 140-144, cit. 144. 18 "El error del esteticismo y de la literatura de intención minoritaria es privar a los lite- ratos de influencia social", dirá, muchos años después, en "Las letras y la vida" (El Sol, 17-VIII- 1926). 19 "El modernismo" 28-XI-1899, art. cit., p. 254. 20 Por ejemplo G. Carnero, señala: "La otra cara de la moneda es la actitud antimoder- nista de Bobadilla, Clarín, Ferrari, Maeztu, Ortega, Unamuno o Vaierà, documentada exten- samente por Martínez Cachero", en Las armas abisinias. Ensayos sobre literatura y arte del siglo XX, Barcelona, Anthropos, 1989, p. 36; se refiere G. Carnero a "Algunas referencias sobre el antimodernismo español", Archivium, 1953, pp. 311-333; "El antimodernismo del poeta Emilio Ferrari", ibid., 1954, p. 364-384; "Más referencias sobre el antimodernismo español", ibid, pp. 131-135; "La actitud antimodernista del crítico Clarín", Anales de Literatura Españo- la, Universidad de Alicante, 1983, pp. 383-398. Ramiro de Maeztu y la crisis de fin de siglo 311 de siglo 21), teniendo en cuenta sólo sus declaraciones últimas y más virulentas, quizás un acercamiento más preciso, y sobre todo cronológico, a sus artículos so- bre el tema22, podrá ofrecernos una visión más completa y fidedigna de sus posi- ciones ante el modernismo, (epíteto que, en su opinión, como también en la de Valle-Indán23, llegó a aplicarse a cualquier tipo de poesía); pues, como veremos, de una simpatia inicial hacia tal movimiento y una defensa clara de la joven lite- ratura frente a la crítica de autores como Clarín, pasará a rechazar abiertamente, unos años después, algunos aspeaos del modernismo, precisamente los más deca- dentes, porque comprendió los peligros que entrañaban para sus proyectos de re- generación. Pero no podemos reducir un movimiento tan complejo como el mo- dernista24, - fruto de una honda crisis espiritual y estética, y caracterizado por un anhelo de originalidad y autenticidad -, a la simple estética decadentista, porque en el eclecticismo modernista25 ésta convivía con corrientes profundamente vita- listas, las defendidas por Maeztu, que tuvo siempre presente la importancia de la fuerza, la energía y las tendencias constructivas, lo que explica además su pro- funda y constante admiración por dos de los máximos exponentes del modernis- mo hispánico, Rubén Darío y Ramón María del Valle-Inclán. De hecho, él mis- mo participó poéticamente de esta tendencia, publicando en la revista Germinal poemas de marcada insipiración modernista 26, en los que, aunque su valor sea

21 Nos parece significativo que R. Gullón incluya dos textos de Maeztu, "Juventud menguante" y "Lo que nos queda", en su obra El modernismo visto por los modernistas, Barcelo- na, Labor, 1980. 22 Debemos, por cuestiones de espacio, limitarnos a analizar sólo algunos de ellos. 23 Quien dirá: "Tal vez porque esta palabra, "modernismo", como todas las que son muy repetidas, ha llegado a tener una significación tan amplia como dudosa", en "Prólogo" a Corte de Amor., 2° edc, Madrid, 1908, recogido por R. Gullón, El modernismo visto por los mo- dernistas, ob. cit., pp. 190-195, cit. p. 193. 24 Como ilustra en su interesante y completo trabajo M.P. Celma Valero, La pluma ante despejo (Visión autocritica del "Fin de siglo", 1888-1907), Salamanca, Ediciones de la Universi- dad de Salamanca, 1989. 25 En palabras del modernista M. Díaz Rodríguez: "Se trata de un movimiento espiri- tual muy hondo al que involuntariamente obedecieron y obedecen artistas y escritores de es- cuelas desemejantes", "Paréntesis modernista o libre ensayo sobre el modernismo", recogido en El modernismo visto por los modernistas, ob. cit., pp. 103-114, cit., p. 106. 26 Reproducidos por G. Díaz Plaja, Modernismo frente a 98, ob. cit., pp. 21-22. Pero como el propio Maeztu señala: "El hecho es que por los años 88, 89 y 90 escribió el cronista volúmenes enteros de poesía no publicadas, por fortuna, en que había algo del ritmo de Es- pronceda", "El monumento a Espronceda" {La Correspondencia de España, 9-IV-1907). 312 María José Flores puramente anecdótico, es interesante constatar cómo Maeztu privilegia los mis- mos elementos que ensalzará en sus reflexiones críticas: las pasiones, los instintos y la lucha, es decir, los más vitalistas, en conexión con su fuerte inspiración nietzs- chiana de estos años. Pero, sobre todo, Maeztu participará activamente en las ini- ciativas culturales de una época dominada por el modernismo, al que no serán ajenos sus ensayos, pues no podemos olvidar que, como puntualiza J.L. Gómez Martínez, "El contenido ideológico del modernismo, debe buscarse, por defini- ción, en la ensayística. Y es aquí, en efecto, donde con mayor intensidad se da, tanto en los ensayos de Martí como en los de Rubén Darío, Rodó, Unamuno, Ganivet, Azorín o Maeztu" 27; en la misma línea crítica parece situarse G. Allegra, quien, a propósito del eclecticismo modernista, señalaba entre los muchos expo- nentes del mismo: "Exhortaciones elitistas de Maragall y anarquismos espiritua- listas de Rafael Urbano, Alomar, "Silverio Lanza", Oller, Cansinos Assens y el primer Maeztu [...] La contradicción existía en el seno de cada uno de los mayo- res inspiradores del cambio, lo que autorizaba, y todavía autoriza, a una opuesta lectura de sus obras" 28. En "Bilbao", artículo en el que late una estética vanguardista inspirada en el desarrollo tecnológico y económico, encontramos una de las claves que nos permitirán entender el porqué de este supuesto antimodernismo de Maeztu:

Sólo cuando la riqueza proporciona a los pueblos el vagar necesario para gozar plenamente de la contemplación de las obras estéticas, el arte se emancipa del vivir artificioso y mendicante con que se arrastra en los países de incompleto desarrollo económico. Sólo aquéllos pueden dedicar a la belleza, fin supremo de la vida, el culto olímpico que le es debido 29.

Sólo entonces, y evidentemente, la España de los primeros años del siglo

27 "Krausismo, modernismo y ensayo", en WAA, Nuevos asedios al modernismo, edi- ción de I. A. Schulman, Madrid, Taurus, 1987, pp. 210-226, cit., p. 226. 28 G. Allegra, // regno interiore.Premesse e sembianti del Modernismo in Spagna, Milán, Jaca Book, 1982, cit. pp. 47 y 57. 29 Incluido en Hacia otra España. A propósito de este artículo señala L. Litvak: "En el Bilbao industrial moderno donde su amigo Ramiro de Maeztu, 'un soñador', esperaba el naci- miento de una lírica futurista (...) Unamuno, no ve belleza alguna", Transformación industrial y literatura (1895-1905), Madrid, Taurus, 1980, p. 40. Señalando en otro momento: "Ramiro de Maeztu en Madrid y Gabriel Alomar en Barcelona, fueron los poetas de la nueva ciudad y los cantores de su gloria (...) sin embargo, hacia los últimos años del siglo, el pesimismo se ex- tendió", p. 73. Ramiro de Maeztu y la crisis de fin de siglo 313

no había alcanzado el desarrollo que le permitiera entregarse a tales "veleida- des". Pese a ello será firme su defensa de la joven literatura, que lo es también en cierta medida de los modernistas, como se aprecia en el artículo "Clarín, Madrid Cómico and C° Limited" (15-X-1899):

Aceptemos las manos luíales, las torres ebúrneas y demás letanías de nuestros seudodecadentes, naturistas y estetas, como un anhelo indefinido, como un vago vislumbre de otra literatura, como un preludio cuatrocentista de un renaci- miento; no como una obra hecha, acabada, completa, que sólo aguarde la for- mación de un público entendido para recibir los loores y los logros- que no ha sabido conquistarse. Pero, ¿vale más la golfería citada por Clarín? [...] No quiso ver Clarín ese espíritu nuevo — estudiado tan admirablemente por el genial Una- muno - que iba a deshacer los viejos moldes del idioma castellano... Era más có- modo y productivo mantener en su integridad el dogma del casticismo... ¡Y ahí está esa literatura, a la vez española y exótica, que nos avergüenza con sus bríos juveniles, escrita por los americanos en un idioma apenas inteligible para noso- tros, y por los españoles en dialectos e idiomas que creíamos olvidados literaria- mente para siempre! Debieron, los que podían hacerlo, romper la métrica y ajustar una nueva a nuevos ritmos; dividir el cervantesco párrafo; arrojar el di- ccionario a los maestros Ciruelo; ensanchar el idioma y el alma para que cupie- ran en nosotros el verbo y el espíritu de las distintas nacionalidades y comarcas españolas... Prefirieron, como León XIII, encerrar con siete llaves los dogmas y proclamar la propia infabilidad. !Y ahí están los heterodoxos del americanismo y del regionalismo mirándonos por encima del hombro, odiándonos, descono- ciéndonos!"30.

Pero ya en 1901 Maeztu, en "Poesía modernista" (El Impaniai, 14-X), comentario a un artículo en el que el periódico La Prensa de Buenos Aires va- ticina la muerte del modernismo, puntualizaba: "El modernismo, que tal como en España se practica [nos parece significativa esta distinción] es un pro- cedimiento para envolver las ideas en tan enmarañadas vestiduras que no se pueda conocer ni la índole del concepto ni la clase de la ropa", preguntándose

30 {Revista Nueva, 1 l-X-1899); puede leerse en la edición facsímil de R. Asún, con estu- dio preliminar de J.C. Mainer, Puvill Editor, Barcelona, 1979. No sorprende la defensa de Maeztu, quien siempre apreció a Darío, el cual se vio injusta y frecuentemente atacado por el citado crítico, como nos recuerda A. Vilanova en su edición de España contemporéanea, ob. cit., p.17. 314 María José Flores irónicamente: "¿Y hemos de consentir la muerte del modernismo? ¿Una fór- mula de poesía cuyos modelos no requieren ni cultura, ni pasiones, ni senti- mientos?"; hay una cruel referencia a Juan Ramón Jiménez31, tras lo cual para probar lo fácil y absurdo de los versos modernistas, reproduce unos suyos que según dice le han costado dos minutos y medio; para acabar con un irónico consejo: "¡Nada de pensamiento! ¡Nada de poner en vuestros magníficos jue- gos malabares corazón ni entusiasmo! [...] Es el modernismo como ciertas mu- jeres; bueno jugar con ellas, ¡pero no enamorarse! [...] ¡Abajo la tiranía de las ideas! ¡El arte por el arte, el vocablo por el vocablo, la sílaba por la sílaba, la le- tra por la letra! ... ¿Y si pudiéramos pronunciar aisladamente el punto de la i?"; como vemos, defiende de nuevo Maeztu la importancia de las ideas en el arte, pero también el corazón y el entusiasmo, es decir, del vitalismo. Dos años después, en 1903, volverá al tema con el artículo "Plumas hi- dalgas" (Alma Española32, 6-XII-1903), en el que insiste de nuevo en lo ino- portuno de entregarse al esteticismo, lujo que podían permitirse los franceses, pero no los españoles: "Nuestros hidalgos de la pluma hablan de la luna, de los nardos, de los murciélagos, del crepúsculo, de las hojas secas, de la noche, de la muerte y del jardín donde florecen rosas, rosas mustias de amor y melancolía. Harto de misticismos y de miserias seculares, nuestro pueblo quiere vivir, y vi- vir bien. Nuestros hidalgos de la pluma pretenden despertar su interés con ad- jetivos arrancados de los devocionarios. Pero lo nímbeo, lo litúrgico y lo euca- ristico, que sirven de aliciente para una nueva picardía a la cocota de París, tie- ne en España un salón macabro que nos llena de hostilidad y antipatía [...] Compañeros míos: si vuestras quejas son sinceras y aspiráis de verdad a que el público os siga, ocupaos algo menos de la luna y del crepúsculo y algo más de los fletes de la Compañía Trasatlántica. Estudiad los problemas españoles,

31 "No imitéis a vuestro desgraciado Juan Ramón Jiménez, el autor de "Ninfeas" y de "Almas de violeta", joven culto, millonario, delicadísimo lírico cuando escribía sencillamente, y que, atraído por las caricias de los astros y la sabiduría de los murciélagos, ha dado con sus huesos, a los veinte años de su edad, en una casa de alienados". 32 De esta revista se ha publicado una edición facsímil con una interesante introdu- cción, índice y notas de P. O'Riordan, Alma Española. Noviembre 1903-abril 1904, Madrid, Ediciones Turner, 1978. Interesante el artículo de M. A. Mora Martínez, en el que se ocupa de los artículos con fondo sociopolítico, "La revista Alma Española: literatura y política en la Ge- neración del 98", en Anales de Literatura Española, Universidad de Alicante, Alicante, N. 5, 1986-1987, pp. 295-328. Ramiro de Maeztu y la crisis de fin de siglo 315 sentidlos [...] Salid de vuestra torre de marfil y sed pueblo, sed España, con el corazón, que es el mejor sistema para que vuestra cabeza se destaque [...] Os conozco; hidalgos por fuera, en verso y prosa; mendigos y parásitos por den- tro, en el diario vivir..."33. La opinión de Maeztu, que había sido anticipada por Baroja34, será en cierta medida compartida por personalidades de la relevancia de Ortega y Ga- sset y Unamuno, como puede apreciarse en las cartas del por entonces joven filósofo al maestro de Salamanca, y en las que refiriéndose a los jóvenes inte- lectuales del momento, de los que valora su carácter de ruptura, pero en los que echa de menos afán constructivo y ambición creadora, escribe: "Pero vea usted: esos señores han hecho una cosa buena: todo lo bueno - le decía en mi anterior - que puede hacer un irruptor salvaje: derruir, romper ídolos, labor negativa. Son cerebros hechos para ir del más al menos; hágalos usted moverse del menos al más, ¡cualquier día! Les falta en absoluto esa pequeña, infinitesi- mal capacidad de renunciamiento, de disciplina, en sentido universal, casi bio- lógico, necesarias para hacer lo que un ser solo no puede hacer. Son pegujale- ros intelectuales; no sienten, no ambicionan el hijo de sí mismos [...] Por lo tanto, si aquí se ha de hacer algo, lo primero es no contar con esos decadentes. Y es lástima, porque, in honore veritatis, tienen cierto valor intelectual, cosa que por acá andaba perdida hacía tiempo, mucho tiempo; ¿podría usted decir- me cuánto?" 35. La actitud de Maeztu ante la obra de Rubén Darío, confirma y resume todo lo anteriormente dicho, ya que Maeztu será siempre un entusiasta defen- sor de la poesía y la figura de quien considera el gran renovador de la lírica es-

33 Para el tema de los ataques a la bohemia en Maeztu véase, Alien W. Phillips, "Treinta años de poesía y bohemia (1890-1920)", Anales de Literatura Española, Universidad de Alican- te, Alicante, N. 5, 1986-1987, pp. 377-424. 34 Escribirá Pío Baroja en "Literatura y bellas artes" (L'HumanitéNouvelle, París, 1899) "La hora no es favorable en España para pensar en la literatura y en las artes. Los temible pro- blemas económicos e industriales, los movimientos reaccionarios de algunos, las tendencias anárquicas de otros y el peligro de volver a caer bajo la férula militar o teocrática nos llenan tanto de negras preocupaciones, que el arte debe eclipsarse un instante y esperar, para reapare- cer cuando las pasiones se calmen y los espíritus se tranquilicen", en El modernismo visto por los modernistas, ob. cit., pp. 75-81, cit. 75-76. 35 Reproducidas por en "Almas de jóvenes" (mayo, 1904), en Al- mas de jóvenes, Madrid, Espasa-Calpe, 19684, pp. 9-27, cit., pp. 19-20. 316 María José Flores pañola36. Ya en 1899 escribía "La poesía nacional contemporánea nada puede presentar que rivalice con "Era un aire suave..." y "La marcha triunfal"; insis- tiendo siempre en la necesidad de renovación: "hemos de crear el español para hacer patria, y esto no se consigue más que despedezando el diccionario y echando la gramática a los perros", y añadiendo, y sus palabras no dejan lugar a dudas: "Ya es hora de estudiar a Rubén; de fijar su religión, su ideología y su aportación a la poesía de lengua castellana. Todos sus admiradores sentimos fuertemente que la lírica de nuestro idoma no es ya la misma desde que la sa- cudió la mano fuerte del poeta americano. Los poetas jóvenes escriben ahora en alejandrinos heroicos, en versos de nueve sílabas, construyen los versos con pies de tres o cuatro o cinco sílabas, suprimen acentos que la métrica antigua consideraba necesarios, hacen independiente la rima del sentido, emplean sáfi- cos yámbicos, hexámetros. Todo esto es obra de Rubén y obra, por cierto, que no ha sido aún ni analizada ni comprendida"37. Las críticas de Maeztu no lo serán pues por desprecio de la forma, como se podría ingenuamente pensar de un hombre dedicado casi exclusivamente al artículo periodístico y al ensayo, ya que Maeztu defenderá siempre la impor- tancia del estilo en literatura38, ni estarán provocadas, como las de un gran

36 "La brevedad de la vida en nuestra poesía lírica", Obra de Ramiro de Maeztu, ob. cit., p. 1293, elogia especialmente "La canción del otoño en primavera" de Cantos de vida y esperan- za, pp. 1294-95. 37 "Las letras y la vida: Rubén Darío. El éxito y el mérito - Los postergados", León, Ar- gentina, 1922, citado por A.W. Ashurst, La literatura hispanoamericana en la critica española, Madrid, Gredos, 1980, p. 311. En comentarios posteriores, como la conferencia dictada en Uruguay en 1929, y diversos artículos de esta fecha (recogidos en Ensayos, Buenos Aires, s.f., pp. 101 ss.), al tiempo que elabora su teoría de la , considerará además a Darío como figura fundamental en la reconstrucción del postrado ideal hispánico, defensor de los pueblos hispanos frente al poderío de los anglosajones presididos por los Estados Unidos. 38 Sirva de ejemplo el artículo "Nietzsche y Maquiavelo": "La idea es esencial, mas su dominio no excusa los descuidos en el estilo. Las ideas valen poco y pueden menos hasta en- contrar la frase que las esculpe definitivamente (...) Lo que todos, amigos y enemigos, recono- cen en Nietzsche es el encanto irresistible de su estilo, el mágico artificio de su palabra. El len- guaje del creador de "Zarathoustra" supera en grandeza de imágenes al de Víctor Hugo, en so- lidez al de los sonetos heredianos, en refinamientos voluptuosos al de Edgar Poe y Baudelaire, en el manejo de la ironía al de Voltaire, en la armonía del período al de Goethe, en los arran- ques pasionales al de Byron, Espronceda y Schiller, en el poder blasfematorio al de Riquepin y al de Carducci, en el arte difícil y complejo al de Flaubert, en el panteísmo onomatopéyico al de Tennynson, en belleza parabólica al de Cristo, en intensidad visual al de Tolstoi, en eneres- Ramiro de Maeztu y la crisis de fin de siglo 317 sector de la crítica antimodernista, por posiciones inmovilistas y conservado- ras, como demuestran sus ataques a los prejuicios de Clarín, sino por conside- rar que estos poetas subestimaban elementos fundamentales del arte como la pasión, la reflexión y el sentimiento, así como por su despreocupación de los problemas y de la realidad española, y por cultivar una estética decadente que considera socialmente nociva. Se muestra pues partidario de una auténtica re- novación, la que a inicios de siglo habían presagiado los modernistas, cuando él mismo los defendía, iniciativa en la que, a su parecer, fracasan; en este senti- do, es bastante clara su puntualización acerca de la poesía de Rubén: "Cuando vino Rubén a España, al final de 1898, Valle le convirtió en ejemplo de sus teorías estéticas. En realidad no se ajustaba Rubén a la idea de que el arte es todo la forma, porque las mejores poesías de Rubén son precisamente las más cargadas de contenido emocional e intelectual"39. Del mismo modo supo re- conocer en "Todos modernistas" {Diario Universal, 15-111-1903) la principal virtud de estos poetas: "Pero al fin y al cabo, los modernistas hoy en día son sencillamente los que son bastante audaces para tener opiniones propias"40, subrayando en ambos casos los elementos característicos del modernismo que había destacado el gran Valle-Inclán cuando decía que "modernista es el que inquieta" y "el que busca dar a su arte la emoción interior", subrayando la im- portancia del estilo personal41. Unos años después, en 1907, tiene lugar la famosa encuesta promovida por Gómez Carrillo en El Nuevo Mercurio, en la que hay quien cita a Maeztu como modernista, y a la que él mismo responderá, declarando entre otras co-

pamiento del odio al de Heine en Los Tejedores" ( Vida Nueva, 13-VIII-1899), recogido en E. I. Fox, Artículos desconocidos, ob. cit., pp. 117-122. 39 "Valle-Inclán", {ABC, 8-VII-1936), en Obra de Ramiro de Maeztu, edición de V. Ma- rrero, ob. cit., pp. 115-117. 40 Maeztu, que defenderá siempre la originalidad como cualidad intelectual y estética, lo hace de forma explícita en su artículo "La originalidad" (ElPueblo Vasco, 31-VIII-1903), y esta defensa de la originalidad está en la base del modernismo, que para F. de Onís consistía en: "en ser individuales y únicos, en tener una voz y un estilo inconfundibles, en buscar la máxima ori- ginalidad personal", en "José Martí: Valoración", Revista Hispánica Moderna, XVIII, 1952, pp. 145-150, cit. p. 148. 41 "El modernismo", {La Nación, Buenos Aires, 6-VII-1910), recogido por R. Gullón, El modernismo visto por los modernistas, ob. cit., pp. 115-119, y por Javier Serrano Alonso en su excelente edición Valle-Inclán. Artículos completos y otras pajinas olvidadas, Madrid, Itsmos, 1987, pp. 204-208. 318 María José Flores sas: "Esa tendencia consiste en dedicar casi todo el esfuerzo mental al ensam- blaje cuidadoso de las palabras, persiguiendo ya lo que Hanslich llamaba en 1854 el arabesco musical, ya sensaciones verbales de novedad, de exotismo o de refinamiento". A su entender: "El modernismo en España es simplemente la tenaz tarea de Valle-Inclán, quien desde 1895 viene dedicando a esta causa doce o catorce horas diarias de charlas, discusiones y pendencias (...) e ilus- trando su causa con algunos escritos"42; es decir, no es que Maeztu desprecie el modernismo, sino que tiene tan alta idea de éste, que, a su juicio, sólo lo re- presentan las figuras sobresalientes de Rubén Darío y Valle-Inclán, conside- rando a éste último modelo y ejemplo de energía43, lo cual es suficientemente revelador de cómo Maeztu privilegiase las tendencias más "positivas" del mo- dernismo. En este mismo año, 1907, Maeztu publica un artículo dedicado a Azorín "Los poetas, la vida y el catalanismo" (La Correspondencia de España, 17-V- 1907), en el que, hablando de sí mismo en tercera persona, rasgo muy acusado de su estilo, insiste en la defensa del sentido moral del arte:

Pero precisamente porque había en él algo de un poeta lírico, mejor o peor, abrió el alma a la íntima necesidad social del momento, dejó que en su corazón vibrase ese dolor de España, a que otros cerraron las puertas y las ventanas de su espíritu [...] Y los poetas insensibles a los dolores humanos, son muy malos, pe- ro muy malos poetas, porque la poesía no consiste en ensamblar cuidadosamen- te los vocablos, sino en expresar el momento emocional ambiente, ya abriendo los ojos, como hacen los épicos, ya abriendo el corazón, como los líricos [...] Esa teoría del arte por el arte, que usted sostiene en su artículo, tiene un origen pu- ramente pornográfico [...] No se ha escrito nunca una sola línea del arte por el arte, y no podrá escribirse jamás, por la sencilla razón de que es imposible [...] En la descripción más objetiva, como en el lirismo más exaltado, se encuentra constantemente el móvil moral que por ley fatal inspira toda obra de arte.

42 Las mismas dudas y la opinión de que en España no existía un verdadero modernis- mo las expresa R. Darío: "No hay aquí, pues, tal modernismo, sino en lo que de reflexión (de reflejo) puede traer la vecindad de una moda que no se comprende. Ni el carácter, ni la manera de vivir, ni el ambiente, ayudan a la consagración de un ideal artístico", España Contemporá- nea, ob. cit.,p. 258. 43 A Valle-Inclán había hecho ya referencias elogiosas, considerándolo como un símbolo para la juventud en "Valle-Inclán" (Las Noticias, 3-XII-1989), elogios que reiterará en uno de sus últimos artículos "Valle-Inclán" (ABC, 8-VII-1936). Ramiro de Maeztu y la crisis de fin de siglo 319

Este es el convencimiento interior que conforma todo su pensamiento estético e intelectual, y lo que lo lleva a combatir cualquier manifestación "del arte por el arte" 44, pues, se lo proponga o no el artista, según Maeztu, toda obra de arte encierra un objetivo ulterior; y no será el único en defender esta posición pues, junto a las voces de Unamuno, A. Machado y León Felipe en favor de una nueva orientación de las letras españolas, no debemos olvidar a Ortega y Gasset, quien sostiene, como nos recuerda G. Carnero, en "Poesía nueva, poesía vieja" {El Impaniai, 13-8-1906), que la poesía ha de ser "pro- funda veta de humanidad", "fuerza nacional" y "empolladura del porvenir", para lo cual han de subordinarse los valores estéticos a los ideológicos45. Y esta labor de renovación moral será, según Maeztu, la gran contribución de su ge- neración a la cultura española de la época, pues aun negando su existencia, si bien habría mucho que decir en este sentido, se sintió siempre orgulloso de la labor realizada por los hombres del momento, como demuestra, además de en los artículos dedicados al tema46, en la apasionada defensa que de su grupo ha- ce ante las críticas que le dirige Ortega y Gasset:

¿Mi generación? Es Vd. injusto al decir que no hizo más que ver las cosas "a re- bours". ¿Qué podíamos hacer más que protestar rabiando contra todo un tin- glado de falsos valores?. ¿No era obra necesaria y buena?. ¿No hacía falta buena cantidad de valor moral para realizarla?. ¿No ha hecho bien Valle obligando a la gente a escribir algo mejor? ¿Y Unamuno, echando a andar, aunque a tropezo-

44 Como había defendido ya en 1901 : "Algún día, cuando la crítica de arte sea más hon- da, más humana y más íntima (...) no será ya posible que una porción de saltimbanquis, escla- vos del gesto y la postura, impongan a la admiración de los demás, bajo el pretexto de fórmulas tan hueras cual la del arte por el arte, sus insinceras pantomimas" ("El ideal anarquista en Es- paña", El Impaniai, 6 diciembre 1901), en Artículos desconocidos, ob. cit., p. 181. Y como vol- verá a reiterar muchos años después (lo que nos da la medida de su importancia en la concep- ción estética de nuestro autor) cuando escriba: "Del problema moral no nos escapamos sino en la medida que nos sustraemos a la tensión artística [...] El hecho de que todas, digo todas, las grandes obras literarias, figuras y situaciones, se nos presenten preñadas de problemas morales no puede discutirse", en Don Quijote, Don Juan y La Celestina, incluida en Obra de Ramiro de Maeztu, ob. cit., p. 510. 45 Las armas abisinias. Ensayos sobre literatura y arte del siglo XX, ob. cit., p. 282. 46 "La obra de 1898", Nuevo Mundo, Madrid, 13-111-1913; "El alma del 98", Nuevo Mundo, Madrid, 6-IX-1913, en el que reconoce la deuda de su generación con la anterior, tesis desarrollada por J. López Morillas en Hacia el 98: literatura, sociedad e ideología, Barcelona, Ariel, 1972. 320 María José Flores

nes de niño, el pensamiento español?. Fíjese, además, en que nuestra obra ha sido más moral que intelectual [...] Verdad que esa obra, esa buena obra, ya es- téa hecha y ahora hay que hacer otra mejor. Ya se irá haciendo, pero no se asom- bre si hemos dejado mucha cantidad de fuerza en el camino. [...] quiero que Vd. comprenda que no debe juzgar a una generación solamente por los resultados aparentes, sin conocer antes todos los datos necesarios. Y los resultados son ho- rrendamente relativos, como dice Vd. [...] Hemos matado Madrid Cómico (los versos y la prosa fáciles): consiguientemente hemos obligado a ponerse cierta disciplina al escritor y dada la necesidad de la disciplina es ya posible encaminar- la a cosas más fundamentales que la mera literatura. [...] Nuestros métodos no han sido científicos, es verdad. Hemos tenido que poner toda la energía en des- truir ideas falsas [...] En resumen: hemos destruido, hemos sido iconoclastas, hemos limpiado el país de mentiras [...] Ustedes, los más jóvenes, se han encon- trado el papel en blanco, y se preguntan por boca de Vd. ¿Pero qué han hecho los de hace diez años? Pues eso, raspar, borrar garabatos, dejarles a Vds. el papel en blanco para que puedan estampar sus firmas, ¡y no ya sobre arena! Pero esa labor nuestra, aun dado el caso de que no hiciéramos ya otra, ¿no es tras sus apa- riencias negativas profundamente positiva y digna de reconocimiento? ¿Y no tiene Vd. el deber de reconocerla?47

Efectivamente, la labor de estos hombres que iniciaron su andadura inte- lectual y literaria en años tan difíciles de la historia de España, y que en mayor o menor medida (en el caso de Maeztu no puede negarse que su entrega fue total) lucharon por renovar la vida y la cultura españolas, abrió un espléndido camino a la Generación del 12.

47 "Dos cartas de Ramiro de Maeztu a Ortega (1908)", publicadas por P. Garagorri, Re- vista de Occidente, N. 65, 1986, pp. 115-128, cit. p. 118. Es muy significativo que Maeztu in- cluya en su "generación" a Valle-Inclán, uno de los más brillantes exponentes del modernismo en España.