Las Ideas Estéticas De Antonio Machado En Su Epistolario
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Las ideas estéticas de Antonio Machado en su Epistolario Gladys GRANATA DE EGÜES Universidad Nacional de Cuyo [email protected] Introducción Como toda colección de cartas íntimas de un escritor, el Epistolario de Antonio Ma- chado posibilita ahondar en su personalidad y palpar la evolución que su creación va te- niendo con el correr de los años. En este trabajo me referiré a las ideas estéticas del po- eta. No me detendré en los corresponsales, ni haré consideraciones teóricas sobre el gé- nero epistolar; solamente apuntaré que las cartas, como especie genérica, tienen su pres- tigio bien ganado, que han ido adquiriendo importancia a lo largo de los siglos prece- dentes y que constituyen, desde el punto de vista del contenido, un elemento de indu- dable valor para el estudio de un autor y de su obra, además de ofrecer un nutrido re- pertorio de aspectos posibles de analizar, como lo contextual, lo estético, lo discursivo o lo psicológico. El Epistolario que me ocupa fue publicado en el año 2009 por Jordi Doménech, en una incuestionable y erudita edición crítica que compila ordenadamente las cartas cono- cidas y 51 cartas más que no figuran en la edición Poesía y prosa de Antonio Machado debida a Oreste Macrí. En la nota preliminar afirma el editor que no puede considerar- se un epistolario completo, porque son muchas las cartas que seguramente todavía están en manos de particulares y que irán apareciendo con el tiempo, cuando sus dueños lo consideren oportuno. Las epístolas contenidas en este volumen son 185, y abarcan desde el 30 de noviem- bre de 1896, hasta la despachada en Colliure, a José Bergamín, el 9 de febrero de 1939, pocos días antes de su muerte. El libro incluye, además, las 36 misivas enviadas a Pilar de Valderrama entre 1929 y 1932. En un trabajo anterior1 sobre esta colección de cartas me he referido a la posición de Machado con respecto al problema de España (tema largamente tratado por los integran- tes de su generación) y al derrotero que fue siguiendo su pensamiento sobre este asunto, destacando las constantes y variables, a lo largo de su vida. Me propongo ahora, como di- je antes, ahondar en las ideas estéticas del poeta que están contenidas en estas cartas. Antonio Machado reflexionó largamente sobre la poesía y su ideario está meticulosa- mente expuesto en sus textos en prosa, prólogos, en Los Complementarios, en Abel Mar- tín, en Juan de Mairena y en muchos de sus poemas, por lo que pareciera innecesario vol- ver sobre el asunto. Sin embargo, la lectura del Epistolario, permite conocer la evolución y consolidación de su teoría poética y su opinión (siempre prudente) con respecto a las corrientes literarias que se estaban gestando. En este sentido, las cartas escritas hasta 1925 constituyen una especie de “antetexto” de su obra en prosa. Las ideas estéticas La durísima experiencia del desastre del ’98 y de la crisis que sumió a la Península en el temor y el desaliento se puso de manifiesto en todas las esferas de la vida española. La literatura no quedó afuera de este espíritu de época y los escritores se hicieron eco de la 1 “La idea de España en el Epistolario de Antonio Machado”, presentado y leído en el “Panel de Literatura española contemporánea”, en el IX Congreso Argentino de Hispanistas, realizado en la ciudad de La Plata, Argentina, desde el 27 al 30 de abril de 2010. Seleccionado para su publicación. Gladys GRANATA DE EGÜES tristeza y preocupación que todo lo contaminaba. Para aquellos prosistas y poetas que sentían el dolor de España se impuso el compromiso de ir al encuentro de la verdadera esencia hispana donde se la podía encontrar o intentar crear lo que hasta ahora conside- raban inexistente, en un discurso (en verso o en prosa) que mezclaba el rechazo crítico con la exaltación y el amor a la patria. Mucho se ha hablado de la esterilidad de las que- jas y propuestas de los integrantes de la Generación del ’982, aduciendo que carecían de un sustento político o ideológico que encaminara sus protestas a una solución tangible y duradera. Es discutible. Lo cierto es que esa actitud de desencanto y exploración al mis- mo tiempo los llevó, también, a un cuestionamiento de lo que había en literatura y a un rastreo de nuevas formas y temas, sin olvidarse de la tradición que ellos consideraban res- catable. Un buen ejemplo lo constituye la carta que escribe Machado a Ortega el 17 de julio de 1912, refiriéndose a la lírica: Yo veo también la poesía como algo que es preciso hacer. Yo creo que la lírica española –con ex- cepción de las Coplas de Don Jorge Manrique– vale muy poco, poquísimo… Paréceme a mí que el lírico español no ha nacido aun, acaso no nazca nunca. Sin embargo ningún momento tan pro- picio como el actual en que nos proponemos crear la patria3 Estos argumentos tan categóricos y duros con el pasado, pero con una cuota de espe- ranza en el porvenir, traducen el pulso espiritual de nuestro autor y su permanente des- velo por una poesía diferente de la que se estaba haciendo o se había hecho. La inquietud no es nueva; desde muy temprano, Machado busca su propia voz ale- jándose paulatinamente de las tendencias literarias del momento, según testimonian las cartas enviadas a Juan Ramón Jiménez en 1903 y 1904, donde manifiesta su interés más por el contenido que por la forma: Yo procuro calcar la línea de mi sentimiento y no me asusto de que me salga en el papel una figure- ja extraña y deforme porque eso soy yo. Tiempo tendremos de escribir para el alma ómnibus de los pro- fesores y de la chusma, y entonces nos llamarán sinceros y seremos pulidos retóricos y hasta castizos4 Es interesante comprobar que desde el comienzo de su tarea como poeta, y mientras va escribiendo sus poesías, reflexiona sobre su propio quehacer y tiene ideas muy claras sobre el camino a seguir, más allá de las tendencias literarias vigentes en el momento. Hay una búsqueda sustentada en un ideario y en un respeto por sus convicciones que poco a poco se van a ir fortaleciendo. Unos meses más tarde declara que la ausencia de errores no añade belleza5 y comple- ta: «Estoy en un período de evolución y todavía no he encontrado la forma de expre- sión de mi nueva poesía. // Lo último que se domina es la forma»6. Pocos días después, y a pesar de lo apuntado anteriormente, le confiesa: «mis versos asonantados tienen cier- to color y fuerza de consonante, como sus versos de V. aconsonantados “suenan” lo mis- mo que sus romances. V. ha dado con la forma de su poesía, y yo creo que también»7. Estos dichos coinciden con la aparición de su primer libro, Soledades, a principios de agosto de 1903 (calurosamente saludado por Juan Ramón), que contiene en germen la 2 Cfr. Gonzalo FERNÁNDEZ DE LA MORA, Ortega y el 98, Madrid, RIALP, 1979; Donal SHAW. La Generación del 98, Madrid, Cátedra, 1980. 3 Antonio Machado, Epistolario, ed. Jordi DOMÉNECH, Barcelona, Octaedro, 2009, pp. 86-87. 4 Machado, Epistolario cit., p. 44. 5 En referencia a la falta de corrección de los versos que envía a Juan Ramón Jiménez para Helios, en abril de 1904 (Machado, Epistolario cit., p. 48). 6 Machado, Epistolario cit., p. 49. 7 Machado, Epistolario cit., p. 50. Las ideas estéticas de Antonio Machado en su Epistolario espina dorsal de su futura poética: la idea del tiempo, que, a su vez, está indisolublemente ligada a la utilización de la rima asonante, como escribirá en los Complementarios, alrede- dor de 19258. Machado descree del simbolismo al que considera agotado, aunque no se anima to- davía a denostar el Modernismo; rechaza la premisa de que el misterio sea un elemento estético –como sostenía Mallarmé9; asegura que «la fuerza poética es de visión y de sen- timiento, no de dialéctica»10; rechaza los pequeños círculos y academias donde se gesta y se produce una poesía alejada de la realidad y llega a afirmar que la musa de los poetas jóvenes «se ha hecho rastrera y banal»11. Está convencido, como le dirá a Ortega en 1912, que «Cuando los intelectuales, los sabios, los doctores se dignen ser algo folkloristas y desciendan a estudiar la vida campesina, el llamado problema de nuestra regeneración co- menzará a plantearse en términos precisos»12; regeneración que hace extensiva a los di- versos ámbitos de la vida y la cultura hispana y que en poesía consiste en contar la emo- ción sin caer en la imagen pura que a Machado le parece artificial, y, sobre todo, aspirar a lo intemporal dando la sensación del fluir del tiempo. Recapitulando su derrotero po- ético, escribirá una decena de años después, en Los Complementarios: Canto y cuento es la poesía. Se canta una historia viva contando su melodía […] El adjetivo y el nombre, remansos del agua limpia, son accidentes del verbo, en la gramática lírica, del hoy que será mañana y el ayer que es Todavía. Tal era mi estética en 1902. Nada tiene que ver con la poética de Verlaine13. Se trataba sencilla- mente de poner la lírica dentro del tiempo y, en lo posible, fuera de lo especial14 8 «[La rima] comparte con otros medios el ejercicio de una función esencial: poner la palabra en el tiempo […] Lo que da la rima en cada momento de la rima es el encuentro de un sonido y el recuerdo de otro, elementos distintos, y, acaso, heterogéneos, porque el uno pertenece al mundo de la sensación y el otro al del recuerdo […] Complicando sen- sación y memoria contribuye a crear la emoción temporal sine qua non del poema» (Antonio Machado, Poesía y Prosa, vol.