La experiencia del abuelazgo: entre la compensación vital, las paradojas y dilemas emocionales y los conflictos intergeneracionales1 The experience of grandparenting: between vital compensation, paradoxes, emotional dilemmas and intergenerational conflicts

Alba Lucía Marín Rengifo * - María Cristina Palacio Valencia**

Resumen El abuelazgo es la participación de los abuelos y abuelas2 en los procesos de crianza o cuidado de sus nietos y nietas, ya sea de manera central o periférica. Esta es una experiencia que, al estar precedida por el propio ejercicio de la maternidad y paternidad, demanda develar la connotación emocional otorgada por la ideología familística contemporánea para hacer visibles las paradojas y los dilemas emocionales que les dan contenido a los conflictos intergeneracionales. Una apuesta que transita por el trasfondo de un imaginario social en torno a la alcahuetería pero con un contenido de compensación vital en la distinción de la crianza y el cuidado. En lo anterior se encuentra el sentido del cruce de los tiempos en los procesos de crianza y el cuidado en las nuevas generaciones. Palabras clave: abuelazgo, crianza, cuidado, primera infancia

Abstract Grandparenting is the participation of grandparents in the processes of upbringing or care for their grandchildren, either in a central or peripheral

1 Este artículo es producto de la investigación “El abuelazgo: una mediación en los procesos de crianza y cuidado en primera infancia”. Convenio entre el I.C.B.F. regional Caldas y la Universidad de Caldas, Departamento de Desarrollo Humano. Manizales, 2014. * Trabajadora social, Mg. en Estudios de Familia y Desarrollo. Docente investigadora del Departamento de Desarrollo Humano, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Caldas-Colombia. Correo electrónico: alba.marí[email protected]. ** Socióloga, con estudios de Maestría en Ciencias Políticas. Docente investigadora jubilada del Departamento de Estudios de Familia, adscrito a la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Caldas-Colombia. Correo electrónico: [email protected] 2 En este artículo se utilizó la referencia genérica de abuelo y abuela. Recibido: 9 de enero de 2015 Aprobado: 17 de abril de 2015

Prospectiva. Revista de Trabajo Social e Intervención Social No. 20, octubre 2015: pp. 279-304 ISSN (I) 0122-1213, (D) 2389-993X Alba Lucía Marín Rengifo - María Cristina Palacio Valencia manner. Being preceded by the proper exercise of maternity and paternity, this experience requires revealing the emotional connotation given by the contemporary familistic ideology in order to highlight the paradoxes and emotional dilemmas that provide the intergenerational conflicts with content. This view involves the background of a social imaginary around spoiling kids but with a vital compensation component in the distinction between upbringing and care. Here lies the meaning of crossing times in the process of upbringing and caring for the younger generation. Keywords: grandparenting, upbringing, care, early childhood

Sumario: 1. Introducción. 2. Trayectoria metodológica. 3. Antecedentes investigativos. 4. Descripción de los resultados. 5. Consideraciones finales. 6. Referencias bibliográficas.

1. Introducción

Una de las expresiones de las sensibilidades modernas y contemporáneas alude a los lugares que tienen en la vida social, siendo la primera infancia el referente esencial en la formación de agentes sociales. Esta es una voz que comenzó a escucharse desde el siglo XV en las palabras de pensadores humanistas como Erasmo de Rotterdam, Juan Luis Vives y J.J. Rousseau (Sánchez y Palacio, 2013:31), para constituirse en eje nodal del Estado Social de Derecho hacia el final del siglo XX. Así se establece una trayectoria que conduce a la definición de los niños y niñas como sujetos de derechos, participantes activos y prioritarios y con ejercicio de ciudadanía en las decisiones y responsabilidades del Estado y la sociedad. En este marco se focaliza el escenario familiar o su emulación en términos de umbral de enlace intergeneracional y agencia de formación como referente político, legal e institucional para la crianza y el cuidado de la niñez. El reconocimiento y la valoración del lugar que tienen los niños y las niñas se condensa en el compromiso del Estado y la sociedad con la puesta en marcha de políticas públicas y estrategias de atención para la primera infancia, con el fin de poner en primer plano la atención y el cuidado que

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280 La experiencia del abuelazgo: entre la compensación vital, las paradojas y dilemas emocionales y los conflictos ... debe brindarse a este grupo poblacional y el papel y la responsabilidad que deben asumir padres, madres y cuidadores. En este sentido, la Estrategia de Cero a Siempre, implementada en el país desde el año 2013, reconoce “la mediación de las personas adultas para el logro de su desarrollo integral” (p. 112) y traduce la valoración que se le otorga a este enlace intergeneracional en la formación humana y la continuidad de la vida social, porque las interacciones que se producen proporcionan las vinculaciones emocionales y afectivas y el desarrollo de las capacidades cognitivas, sociales, morales y éticas requeridas en la formación de los niños y niñas situados en este tiempo contemporáneo. En otras palabras:

El contacto físico, emocional y afectivo, el acompañamiento de los intereses, la canalización de las emociones y la construcción de relaciones significativas, posibilita a niñas y niños sentirse reconocidos, amados y valorados; es decir, les permite construir su seguridad emocional y, a medida que desarrollan su capacidad de simbolizar y representar el entorno donde viven, crear una representación de sí mismos como seres valiosos, capaces y merecedores de afecto (p. 113).

En este contexto emerge la figura de quien cuida, ya no centrada solamente en nuclear —la madre y la mujer—, para hacer visible varios movimientos en los procesos de crianza y cuidado de los niños y niñas. Por una parte, desde la mirada de la organización familiar, se amplía la participación de la red parental de crianza y cuidado más allá de la nuclearización, ya sea que los miembros de la familia convivan o no en el mismo hogar, lo que permite identificar la focalización en las abuelas y los abuelos. Por otra parte, y desde la perspectiva de género, se mantiene cierto esencialismo en la participación femenina —la abuela—, aunque más flexible con respecto a la participación masculina —el abuelo—; y finalmente, es evidente una dinámica social que produce cierta des- familiarización de la crianza y el cuidado, al incorporar otros agentes y agencias institucionales externos al mundo familiar, como los jardines, hogares infantiles y centros de desarrollo infantil.

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Estas nuevas sensibilidades sociales, como lo propone Zygmunt Bauman (2003:7) se contextualizan en los profundos y acelerados cambios que produce la expansión capitalista, la industrialización, la globalización, el individualismo, la desregulación del patriarcado tradicional, la institucional, la fragilidad de los vínculos humanos, el desvanecimiento de la nuclearización de la familia como la familia, el reconocimiento de diversidad de formas de organización familiar, la división excluyente del trabajo por género, la desterritorialización de las experiencias familiares vinculantes, entre otros aspectos, los cuales permiten interrogar las condiciones y las características que presenta la crianza y el cuidado de niños y niñas en la primera infancia con relación a la experiencia de sus abuelos y abuelas. Las evidencias de estos cambios se instalan y atraviesan las agendas políticas y públicas de la administración estatal en el orden nacional, regional y local. Asuntos como los derechos humanos, la inclusión sin discriminación y la participación equitativa se convierten en ejes de decisión política, estrategias programáticas y contenidos discursivos en la mirada y la interrogación sobre el mundo familiar y la atención a la infancia. Circulan preguntas por la diversidad de organizaciones y arreglos parentales de convivencia, como también por las condiciones que presentan los enlaces intergeneracionales en la crianza, el cuidado y socialización de las nuevas generaciones desde la formación ciudadana, el ejercicio de derechos y responsabilidades y la participación democrática. En este marco aparece la noción de abuelazgo, una palabra que permite enlazar los cambios anotados anteriormente, además de distinguirla de las condiciones de envejecimiento. Hay abuelos y abuelas jóvenes y abuelos y abuelas adultos mayores quienes, independientemente de su edad, entran a reconfigurar desde sus condiciones parentales los procesos de crianza y cuidado de niños y niñas en la primera infancia. Ello pone el lente en otras formas de organización familiar denominadas multigeneracionales; el cuidado y la crianza se entienden como un curso de acción, experiencia relacional y dinámica emocional y afectiva mediante una participación central o periférica y de manera focal, poniendo la mirada sobre los enlaces intergeneracionales.

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Desde su maternidad o paternidad, los abuelos ejercen nuevas prácticas de crianza y cuidado con sus nietos a partir de su trayectoria vital, las experiencias de formación relacional y los vínculos emocionales. Experiencias que pueden leerse de manera distinta desde los sujetos directamente implicados, las voces y programas institucionales y los imaginarios sociales, para construir una comprensión de esta realidad social y familiar que se expande rápidamente y puede atraparse en una lógica moral convencional con órdenes discursivos de crisis y disfuncionalidad familiar, abandono y orfandad de niños y niñas.

2. Trayectoria metodológica

La cultura contemporánea se caracteriza por la presencia de la voz del sujeto individual. Por esto se pone aquí la voz de los abuelos y abuelas cuidadores, junto con la de algunas funcionarias de los Centros de Desarrollo Infantil (CDI), las figuraciones simbólicas de los niños y niñas y la disposición reflexiva de las investigadoras. Estos componentes permitieron la construcción de un escenario donde se conjuga la puesta en presente de un pasado, como valor significativo para la crianza y el cuidado requerido por los agentes sociales que transitan por la primera infancia. El ámbito de la investigación dispuso del entrelazamiento de unos territorios y una pertenencia institucional. En cuanto a los primeros, se trata de cuatro municipios del oriente del Departamento de Caldas: Manzanares, Pensilvania, Marquetalia y Marulanda, con un profundo anclaje económico y cultural en el mundo rural y campesino, a través de los Centros de Desarrollo Infantil (CDI) como el marco institucional. Los criterios de selección fueron: abuelos y abuelas de niños y niñas vinculados a los CDI; abuelos y abuelas convivientes o no con los nietos y que participan en los procesos de crianza y cuidado; niños y niñas de los CDI entre 4 y 5 años y algunas educadoras y coordinadoras de los CDI registradas en la tabla siguiente:

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Tabla 1. Sujetos informantes Municipio Abuelas Abuelos Niños/as Funcionarios Manzanares 9 4 43 7 Marquetalia 4 3 20 2 Pensilvania 6 2 15 2 Marulanda 4 1 10 1 La ruta metodológica trascendió las fases o momentos, y asumió el reto de articular y darle un sentido polifónico a la noción de abuelazgo. Más que una característica de un sujeto, expresó una construcción relacional y vinculante como proceso de interacción particular, donde confluye lo individual, lo social y lo institucional como trama de una realidad situada en el mundo contemporáneo. Es decir, la trayectoria que se transitó metodológicamente trenza la conexión del abuelazgo con el tiempo y el espacio actuales, en una lógica donde se indagó por el cruce de tres tiempos generacionales: abuelos, abuelas, nietos, nietas, padres y madres. Se parte de considerar la construcción de la condición del abuelazgo desde la resignificación de la maternidad y la paternidad. En otras palabras, no se reconoció este enlace intergeneracional como una línea continua que se acumula, sino como un proceso de reflexividad intrínseca (Giddens, 1995: 34) de la propia subjetivación. El abuelazgo no es una condición o situación individual, es una dinámica relacional que conecta dos generaciones (abuelos y nietos) que no son continuas, sino que están mediadas por otra generación de padres que son sus propios hijos, además de otra relación que las precede (la filiación directa). Esta trama relacional se tejió en torno a un diálogo colectivo, a través de un grupo focal con abuelos y abuelas participantes y en ejercicio de abuelazgo, en el cual se centró su atención en la enunciación de la experiencia subjetiva del abuelazgo. Además en la narrativa individual con la entrevista a profundidad, donde se relató la trayectoria vital, la cual permitió descifrar la construcción y reconstrucción de los equipajes culturales y emocionales del abuelazgo, previa experiencia del ejercicio de la maternidad y la paternidad.

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3. Antecedentes investigativos

La pregunta por el abuelazgo y la trayectoria de una configuración para los procesos de crianza y cuidado de niños y niñas en la primera infancia tiene una historia investigativa, la cual se traduce en la consistencia de unas categorías de análisis con soporte en un campo temático de investigación en las ciencias sociales con amplia trayectoria internacional y que se abre paso a nivel nacional, como se indica a continuación. Ochaita y Espinosa (1995), en el artículo: “Los abuelos favoritos: desde la percepción de los adolescentes en la ciudad de Armenia”, producto de una investigación que forma parte de los estudios sobre abuelidad, describen, desde la percepción de preadolescentes de la ciudad de Armenia, la figura del abuelo favorito a partir de características del abuelo (edad, sexo, familia de origen, ocupación, ubicación geográfica y frecuencia de contacto) y cómo ésta varía en función de las características del nieto. Los resultados indican que los nietos eligen como abuelo favorito en mayor porcentaje a abuelas (81.4%), de línea materna (62.1%), entre 60 y 70 años (43.8%), jubilados o amas de casa (72.8%), que viven en la misma ciudad que sus nietos (32.7%) y a quienes ven casi todos los días (47.4%). Así, la edad del abuelo favorito varía de acuerdo con la estructura familiar y el orden de nacimiento del nieto. Cuando la madre trabaja, los nietos prefieren en mayor proporción a las abuelas maternas. La distancia geográfica y la frecuencia de contacto entre abuelos favoritos y nietos varían en función de la estructura familiar, el número de hermanos y el orden de nacimiento del preadolescente. La investigación “Padres y madres en cinco ciudades colombianas”, desarrollada entre 1998 y 2000 por un grupo de investigadoras de las Universidades Nacional de Bogotá, Antioquia, Valle, Cartagena y Autónoma de Bucaramanga, coordinada por Yolanda Puyana, indaga sobre el lugar de las abuelas en la familia, lo cual obedece a la necesidad de las madres solteras de continuar con sus estudios o ingresar al mercado laboral, además que la convivencia de tres generaciones permite compartir recursos, evidente en la vivienda y manutención de sus integrantes y asumir la protección de los niños y niñas cunado las madres se ausentan.

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Botero, Salazar y Torres (2009), en la investigación “Prácticas discursivas institucionales y familiares sobre la crianza en ocho OIF de Caldas”, buscaron comprender las narrativas de prácticas de crianza con las cuales develar las diferentes prácticas y estilos de crianza en las relaciones intergeneracionales. Al respecto, el análisis de las narrativas les permitió concluir que las abuelas y bisabuelas son las principales figuras de crianza, tanto desde el punto de vista afectivo como desde el económico y, en la ausencia del padre, el sistema de apoyo se remite a un modelo centrado en la abuela, lo cual genera el fenómeno del péndulo que oscila entre el deber ser de unas prácticas de crianza basadas en el modelo moderno y prácticas tradicionales de autoritarismo, castigo y obediencia cuando estas primeras son valoradas como poco funcionales frente a las expectativas de crianza. En el ensayo de Cardona (2009) “Los abuelos en las familias de hoy”, se descifra y comprende el lugar que tienen los abuelos en el contexto familiar colombiano. El autor señala los cambios en el abuelazgo desde los giros demográficos, centrando su análisis en los abuelos y abuelas jóvenes; su argumento lo respalda con datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS), los cuales señalan que una de cada cuatro adolescentes colombianas entre 14 y 19 años está embarazada o ya tiene hijos, arrojando un porcentaje del 25%. Considera que hoy los nietos llegan a la vida de los abuelos cuando estos todavía son activos en el sentido laboral y social, son independientes y tienen intereses personales claramente definidos. Micolta, Escobar y Maldonado (2013) publicaron El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes, producto de una investigación sobre familia y migración internacional, donde el abuelazgo aparece asociado con los procesos de migración internacional, entendido como una red parental de cuidado. Lo consideran como un referente central, no solamente por la migración de padres o madres, sino también por otras razones como la maternidad y la paternidad tempranas, la ausencia del padre y la vinculación laboral de la madre. En este sentido, argumentan que los niños y niñas no quedan abandonados o huérfanos, ni tampoco al cuidado de instituciones o personas desconocidas.

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Rico, Serra, Viguer y Meléndez (2000), en la investigación: “Las relaciones abuelos-nietos al final del milenio: la visión de los niños”, focalizan la imagen de favoritismo que los nietos tienen por los abuelos y su relación con las características sociodemográficas que presenta el grupo familiar; en esta relación se indaga por la presencia de estilos de relación más flexibles y menos rígidas, y se encuentra en la abuela la referencia con mayor favoritismo, a partir de la frecuencia y la presencia más cotidiana de en la vida de los nietos, pero relacionado con la visión tradicional del cuidado como una tarea femenina. González (2007), en su investigación “Características de los abuelos del siglo XXI”, encontró que el abuelazgo se produce en un rango de edad entre los 50 y 60 años, lo cual marca una experiencia de entre 10 y 20 años en la participación de la crianza y cuidado de los nietos, donde también entra la relación con los bisabuelos. La mayor probabilidad es convertirse en abuelo antes de los 60 años. Cada vez se va constatando en mayor medida que los abuelos pueden cumplir su rol durante varias décadas; así, en nuestro estudio aparece que la tercera parte de los encuestados llevan cumpliendo su rol entre 21 y 30 años, otra tercera parte entre 11 y 20 años, y casi el 10% más de 30 años. En la investigación La importancia de los abuelos, Moreschi (2009) indica que en España el 65.8% de las abuelas son cuidadoras de sus nietos y el 34.4% de los abuelos son cuidadores. Mientras que los abuelos realizan con sus nietos actividades lúdicas y de reparación de sus juguetes, las abuelas asumen la alimentación, la higiene y el vestido de las nietas o nietos. Diversos son los significados del papel social de la abuela y de la expectativa de su participación en la familia; en general, dicha participación está relacionada con tres tareas fundamentales: apoyar a los hijos mayores, cuidar a los nietos y colaborar en la crianza. Sanz, Mula y Moril (2011), en la investigación “Las relaciones abuelos- nietos-escuela: una excusa o una necesidad”, estudian el cuidado de los nietos y las funciones típicas de los abuelos. De aquí se propone impulsar una educación que actualice el papel realizado por los abuelos como educadores de los nietos, sin que renuncien a sus aspiraciones personales. Se plantea la creación de espacios de socialización y formación para abuelos,

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287 Alba Lucía Marín Rengifo - María Cristina Palacio Valencia que permitan compartir experiencias, actualizar conocimientos y generar nuevas estrategias educativas enmarcadas en una metodología definida por parte de los abuelos en su proceso de aprendizaje y de adaptación a las nuevas realidades y necesidades familiares. La UNESCO (2004), en el estudio La conceptualización de la educación de la primera infancia y su relación con la educación familiar, resalta la labor de los abuelos como referentes educativos para los nietos en ausencia de sus padres por cuestiones laborales. Así, se busca darle un reconocimiento esencial a la familia como entorno educador primordial e inicial, el cual, al tener las herramientas necesarias, podrá garantizar una educación eficiente en la primera infancia Los responsables de la crianza de los niños también han cambiado, desde la familia extendida, donde abuelos, tíos y padres participaban en la crianza, a la actualidad, donde los responsables son ambos padres o sólo uno de ellos. A su vez, con la incorporación de la mujer al trabajo, el padre participa cada vez más en esta actividad, aunque en Latinoamérica la mujer continúa siendo la principal responsable, y la crianza actual mantiene en ella los roles tradicionales de cuidado, protección y educación de los más pequeños, particularmente en lo que se refiere a la enseñanza de las pautas de socialización propias de la cultura de la familia. Sedó y Ureña Vargas (2007), en su investigación “Papel social de las abuelas en el seno familiar: percepciones de un grupo de mujeres mayores residentes en comunidades urbanas de Costa Rica”, encontraron en el centro de sus pesquisas las tareas de formación de hábitos alimenticios, apoyo a los hijos mayores en el cuidado de los nietos y participación en la crianza. Abordan las tensiones y choques en la relación intergeneracional desde el ejercicio del poder de mando, lo que puede traducirse en la mala crianza, la alcahuetería y el entrometerse en este proceso con opiniones. Rodríguez (2012), en la investigación Niños y niñas cuidados por abuelos: relaciones familiares. Nietos a cargo de sus abuelos, indagó por los efectos que tiene sobre los nietos y nietas el hecho de vivir un cuidado prolongado o indefinido por parte de sus abuelos y abuelas, las ventajas y desventajas, y los motivos de la ausencia de los padres y las madres en este proceso. Señala como resultado una tendencia a considerar más

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288 La experiencia del abuelazgo: entre la compensación vital, las paradojas y dilemas emocionales y los conflictos ... los beneficios, pero asociados a las condiciones de salud de los abuelos cuidadores, además de estar mediados por tres tareas fundamentales: apoyar a los hijos, cuidar a los nietos y colaborar en la crianza. Orchanski (2013), en su ensayo sobre “La importancia de los abuelos en la vida de los nietos”, plantea que éstos no son solamente cuidadores, sino que son el tronco y la referencia de la familia extendida, voceros de la historia y trayectoria familiar, y que aportan a la pertenencia e identidad. Considera que los abuelos y abuelas cuidadores malcrían profesionalmente porque no tienen que dar cuenta social ni legal; además, tienen el tiempo que se les perdió como padres y madres, y de alguna manera esperan recuperarlo. Noriega y Velasco (2013), en su artículo “Relaciones abuelos/nietos”, parten de contextualizar la relación abuelo/nieto tanto en la sociedad como en la familia, y plantean que el estereotipo de abuelo canoso, sentado en la mecedora, leyendo el periódico y frente al fuego ha quedado atrás. Abordan la identificación y descripción de diferentes estilos de abuelazgo —divertidos, formal, distante, de memoria histórica y subrogada—. Los avances que marcan el desarrollo investigativo sobre los abuelos y las abuelas convergen en el reconocimiento de su protagonismo y contribución significativa en la dinámica familiar, referido a los procesos de crianza y cuidado de los niños y niñas. La relación entre abuelos y nietos comienza a ser considerada no solamente en la conexión parental por filiación, sino también en movimientos y desplazamientos parentales (Sanchez, López y Palacio, 2013), ya sea al delegar la obligación y responsabilidad de cuidado y crianza o al sustituir las figuras maternas o paternas, como se observa en situaciones de migración del padre o la madre, o en ausencia de los mismos por diversas circunstancias. Como indican Rico, Serra y Viguer (2000, citados por Castro (2007), el proceso del abuelo y las relaciones que mantiene con sus nietos ha sido un tema poco estudiado en el pasado. A partir de los años ochenta aumentó considerablemente el número de publicaciones referidas a distintos aspectos de este campo temático; algunos autores consideran que su aumento se debe a diferentes razones:

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1. Los cambios demográficos ocurridos a lo largo del siglo XX originaron un aumento en la expectativa de vida, por lo cual las personas llegan a ser abuelos a abuelas durante una fracción mayor de su vida; esto implica un aumento de la importancia de este lugar parental y del interés por su estudio. 2. Actualmente, en el marco del estudio de la primera infancia se le ha dado gran importancia al desarrollo de toda la red familiar del niño y la niña, y por tanto a los abuelos y abuelas como parte de ella. Esta tendencia es opuesta a la de épocas anteriores, cuando se consideraba a la familia como el grupo donde sólo confluían las relaciones entre padre/madre e hijos/as. 3. La tendencia imperante de considerar las relaciones entre abuelos y nietos durante la trayectoria vital y la creciente importancia demostrada de la influencia de las relaciones intergeneracionales como factores determinantes para el desarrollo de ambos. 4. La cualificación de los referentes teóricos en torno a la inclusión de parientes adultos cuidadores en los datos estadísticos, para hacer análisis de influencias e interacciones y conocer de manera más amplia las dinámicas y relaciones familiares. 5. El rol del abuelo es un rol familiar, una fase del ciclo vital que apenas ha recibido atención en la literatura científica, mucha de la cual se centra en aspectos como el rol familiar de los abuelos como sustitutos parentales y la importancia de su experiencia vital (Hernandis, 1999:169). Las investigaciones alrededor de abuelos y abuelas han sido abordadas desde distintas perspectivas, cada una de las cuales se centra en aspectos concretos, como los datos estadísticos, la psicología o la gerontología, centrada en los efectos psicosociales y culturales del envejecimiento. Algunos estudios han demostrado que los abuelos y abuelas intervienen en épocas de crisis, para mantener la familia y ayudar a que ésta salga adelante, en caso de una enfermedad, muerte de alguno de sus integrantes, migración a otro país o imposibilidad de hacerse cargo de los hijos; de allí que se establezcan relaciones intergeneracionales significativas para el cuidado y la crianza, con una participación importante en la configuración de los vínculos emocionales y afectivos. Al respecto, Osuna agrega:

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En la sociedad actual estan aconteciendo una serie de cambios en la estructura de la familia, en su ciclo y evolución en los roles tradicionales, en la aparición de nuevos roles y en las relaciones intergeneracionales. Esta situación cambiante afecta el rol de abuelo y abuela, y en la actualidd nadie custionará la importancia que están adquiriendo los abuelos en las relaciones familiares, ya que el número de personas que llegan a ser abuelos aumenta, así como tambien crece el número de años que los abuelos pueden compartir con sus nietos (2006:16).

Además de estas transformaciones en las últimas décadas, existen otras derivadas de cambios demográficos, laborales y económicos, en torno a la mayor esperanza de vida, la incorporación de la mujer al mundo laboral o el aumento del promedio de años que los jóvenes permanecen dentro del sistema educativo formal. Estos asuntos ejercen una notable influencia en la participación de los abuelos en la crianza y cuidado de los nietos. Todas estas transformaciones, junto con la diversidad actual de formas familiares, conllevan, en términos de Barragán, a que se den interrelaciones entre cinco generaciones, las cuales poseerán sistemas y formas de vida disímiles, a saber: la básica de los padres y madres, precedida de la de los abuelos y abuelas, el nuevo sistema familiar que se origina cuando se contrae matrimonio, el sistema de los hijos, y el de los nietos. Estas generaciones reciben el legado y toda la tradición histórica de sus familias, y además participan en diversos cambios culturales, económicos, sociales y ambientales, generando nuevas dinámicas familiares (1997:215). Esta responsabilidad se traduce en la indagación por el papel que cumplen los abuelos y las abuelas en los procesos de cuidado y crianza en la primera infancia, así como en la resignificación de la trayectoria vital de estos abuelos y abuelas en el proceso del abuelazgo. Una mirada que abre el camino hacia la comprensión de un mundo familiar en los contextos de la globalización y la contemporaneidad, que se traducen en movimientos y desplazamientos parentales que hacen que esta realidad familiar sea particular.

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4. Descripción de los resultados

Cuando se habla de la trayectoria del abuelazgo, se parte de una condición que proviene de varias circunstancias y decisiones: en primer lugar, su origen se encuentra en otras personas que no son ajenas ni extrañas: los propios hijos e hijas; por otra parte, se entrelaza de manera directa con la significación subjetiva en torno a la experiencia de la maternidad o la paternidad; además, la participación directa o tangencial de las abuelas y los abuelos en la crianza y el cuidado de nietos y nietas corresponde a un ordenamiento valorativo y a las condiciones cotidianas que sustentan la aceptación obligada o negociada sobre el tipo de vinculación de los abuelos y abuelas en estos procesos. En este horizonte, las voces de los abuelos y abuelas permitieron construir una descripción en torno al sentido del abuelazgo a partir de la significación puesta en tres categorías emergentes: 1) la compensación vital o emocional, 2) los dilemas y paradojas emocionales y 3) la generación de tensiones y conflictos intergeneracionales. La compensación vital se considera de cierta manera pagar una culpa y saldar una deuda frente a experiencias anteriores, con una profunda incidencia emocional, que se traduce en un proceso de conciencia reflexiva (Giddens, 2003:44) sobre el propio obrar e indica los movimientos de la experiencia estructurante del ejercicio de la maternidad y la paternidad en la trayectoria vital. Para los abuelos y abuelas consultadas, el abuelazgo se constituyó en una oportunidad de vivir afectivamente lo que no hicieron con sus hijos e hijas en su maternidad o paternidad; expresaron el reconocimiento del afecto, la conversación y el juego compartido como estrategias de educación y socialización con los nietos y nietas —prácticas que no realizaron en el ejercicio de la propia maternidad o paternidad, según ellos, porque el tiempo del trabajo o la exigencia de las obligaciones familiares no se los permitían, “eran otros tiempos” por esto:

Yo procuro que los errores que haya cometido con mis hijas en la crianza, no repetirlos con las nietas… porque muchas veces uno dice que los abuelos somos muy alcahuetes… es cierto… soy consciente de los errores que tuve

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con mis hijas…por eso con mis nietas no voy a cometer los mismos errores. Entonces es tratar de no repetir lo que hice con mis hijas (Grupo Focal Manzanares).

Con base en estas narraciones, puede señalarse que la expresión de la compensación vital emocional en las relaciones y prácticas del abuelazgo tienen contenidos de sentimientos de culpa y deuda, acompañados del reconocimiento hacia el cambio de los tiempos sociales y cierta presión de los nuevos discursos sociales en torno a la crianza y el cuidado de las nuevas generaciones. Desde aquí, la figura simbólica de la alcahuetería podría contener una especie de triple juego moral y social. Por una parte, asumir esta compensación vital como una manera de no repetición, de descubrimiento de otras opciones más humanizadas, democráticas y responsables frente a la crianza y al cuidado; por otra, la flexibilidad de la obligación socializante y el desplazamiento del control social de un proceso que le corresponde directamente a la madre y al padre; y finalmente, la asimilación y significación de los cambios en el ejercicio del poder y la autoridad en los procesos de crianza y cuidado de los niños y niñas, en correspondencia con la expansión de su reconocimiento como sujetos de derechos y capacidad de autonomía, relacionados con el tiempo contemporáneo y el Estado Social de Derecho. Las paradojas y los dilemas emocionales no son ajenos a la experiencia del abuelazgo; para los abuelos y abuelas participantes es una realidad el hecho de que los sentimientos ambiguos que han vivido se vinculen estrechamente a la pertenencia familiar. Las condiciones de la llegada de un nieto o nieta, y la presión, obligada o voluntaria, de participar en la crianza y el cuidado, se constituyen para los abuelos y abuelas en la referencia más recurrente encontrada en sus narraciones. De la imagen social del abuelazgo que proyectaron se derivan algunas paradojas y dilemas emocionales: la sorpresa por la llegada del nieto o nieta cuando no se espera, como también cuando se asume por circunstancias como muerte, separación o abandono de uno de los progenitores; estos eventos interrumpen, desplazan o vuelven más complejos los proyectos personales, e incluso los familiares, definidos en torno a obligaciones de

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293 Alba Lucía Marín Rengifo - María Cristina Palacio Valencia crianza y cuidado que aún se tienen, o de otros asociados a la finalización de estas prácticas. Este “volver a empezar” o “agregar más cargas a las que se tienen” implicó un costo afectivo y emocional, muchas veces complejo. Esto les exigió la producción, en algunas ocasiones, de giros y movimientos abruptos en las rutinas y rituales cotidianos, al tener que asumir obligaciones no contempladas que demandan más esfuerzo, además de las que ya tenían. Estos cambios los enunciaron como aplazamiento, interrupción o no realización de proyectos de vida personales o de pareja. Asimismo, sustitución de sus dinámicas relacionales con sus pares de género y generación por la demanda de acompañamiento a los nietos y nietas, e irrupciones de otras preocupaciones en sus rutinas cotidianas, focalizadas en “volver a criar o estar pendiente”. El nudo se encuentra en el amor que sienten por los nietos y nietas, pero también en el miedo ante la responsabilidad y la obligación de la crianza y el cuidado, en unos tiempos que consideran diferentes y con mayores riesgos —un contexto temporal que les genera incertidumbre por la nostalgia de la “obediencia al padre”—. Algunos abuelos y abuelas cuidan a sus nietos y nietas con ambivalencia; a la vez que se sienten con el deber, como madres o padres, de ayudar a sus propios hijos, experimentan agotamiento y cansancio, pues en su proyección no esperaban estar criando o “levantando” en este momento de sus vidas. Este es un escenario diverso y polifónico marcado a través de las palabras de los abuelos y abuelas participantes:

Esos fueron muchos sentimientos encontrados… fue alegría porque yo lo deseaba… yo no esperaba de ella porque estaba muy joven…por eso fueron muchos sentimientos… mucho susto, muchos nervios, pero al final fue una alegría muy grande… (Entrevista4Manzanares). Se vive, porque como se dice, ya no hay esa energía, ya con los años uno se cansa con cualquier cosa y más con niños que a todo momento están corriendo… y se van de un lado para otro… llega un momento en el que uno dice… no más… me desespero… voy, lo meto en el corral y me salgo para el corredor… me tomo un tinto y me fumo un cigarrillo… me quedo en blanco…(Grupo Focal Marquetalia).

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Narraciones que contienen la ambigüedad de los sentimientos porque la lógica de la crianza y el cuidado de los niños y niñas, como un asunto directo del padre, y especialmente de la madre, se cruza con la experiencia emocional y afectiva de la doble vinculación que se produce con el hijo o la hija, pero especialmente con el nieto o la nieta. Además, estos movimientos afectivos ambivalentes tienen que ver con el cruce de los tiempos cronológicos (edades de abuelos y nietos), las condiciones de la vida cotidiana con relación a responsabilidades laborales, y el sentido que desde la vivencia de la maternidad y la paternidad reconocen frente al tiempo y la atención que requiere la crianza y el cuidado de los niños y niñas. De esta manera, se hacen evidentes unas paradojas y dilemas que se derivan de una ideología familística que pone al abuelazgo, por un lado, como una obligación de cooperación y solidaridad derivada del linaje y la vinculación con la descendencia y, por el otro, como cierta compensación emocional y afectiva que justifica los sacrificios y las renuncias que se producen en los proyectos de vida de los abuelos y abuelas, ante la participación en los procesos de acompañamiento a los nietos y nietas. Desde la mirada metodológica, y con base en el análisis de los datos registrados en las diferentes técnicas utilizadas, se encuentra una tendencia similar en los cuatro municipios respecto a las paradojas y dilemas emocionales y afectivos que viven los abuelos y abuelas en los procesos de crianza y cuidado de los nietos y nietas. El último enunciado descriptivo alude a los conflictos generacionales e intergeneracionales que se producen en el abuelazgo, con huellas en la conyugalidad o entre la pareja y el ejercicio de la maternidad y paternidad de los abuelos y abuelas. Cuando se habla de conflictos inter o intrageneracionales en la familia, se alude a una dinámica interaccional de desacuerdo entre parientes que tienen lugares y posiciones similares o diferentes en las líneas biológicas de ascendencia y descendencia, con relación a una situación de la vida cotidiana; se configura así un escenario de tensión y decisión, ya sea desde la imposición o la negociación. La experiencia del abuelazgo, narrada por sus propios protagonistas, no sólo produce paradojas y dilemas emocionales, como se anotó anteriormente, sino que también les permitió a ellas y ellos reconocer que

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295 Alba Lucía Marín Rengifo - María Cristina Palacio Valencia no es una experiencia tan fácil, que no obstante el disfrute y las ganas de vivir que les ofrece, hay tensiones y conflictos que viven respecto a la crianza y cuidado de sus nietos y nietas. Con relación a las circunstancias de entrada, plantearon la diversidad de las mismas: por soltería de la madre o el padre, por ruptura o abandono de la pareja, por dificultades económicas y por brindarles apoyo en su proyecto educativo o laboral. No obstante la sorpresa que representó en algunos casos, su espera y reconocimiento en otros y la frustración de los proyectos y expectativas de vida que se tenían, la entrada al abuelazgo comenzó desde la aceptación con respaldo en la continuidad del linaje, la resignación (“qué se le va a hacer… pues asumirlo”), el disfrute, la valoración y la compensación emocional y afectiva que les representa (incluyendo conflictos entre la pareja de abuelo y abuela). Detrás de esto se encuentra el peso del mandato social de la maternidad y la paternidad, relacionado con el apoyo, la colaboración y la solidaridad con los hijos e hijas, así como el reconocimiento de una autonomía sexual separada de la institucionalización del matrimonio, con el peso de los proyectos de vida académica y laboral y, finalmente, un alto reconocimiento de los niños y las niñas, simbolizado en la expresión emocional y afectiva que envuelve el abuelazgo. El centro de los conflictos en esta experiencia presenta varias claves, a partir de los relatos de los abuelos y abuelas, a saber: el significado de la maternidad y paternidad de los hijos e hijas, independiente de la forma de llegada; la construcción de límites y normas en la crianza de los nietos y nietas desde la percepción de abuelos y padres y, derivada de la anterior, cierto reclamo y señalamiento que se traduce en el calificativo de alcahuetería, como flexibilización de la norma, mala crianza, contemplación y mimo, dependiendo desde donde se enuncie. Se trata de una dinámica que provee una frontera, al poner en tensión y el ejercicio de la maternidad y la paternidad con el abuelazgo:

Lo mío fue una total sorpresa, mi hija estudiaba, fue muy duro porque el papá me echaba la culpa a mí, la sacó de estudiar… se presentaron varios problemas, pasó, ya después llegó la niña y se olvidó todo el problema que se tuvo (Entrevista 8 Marulanda).

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Este relato señala el conflicto vital que se configuró en el momento del anuncio de la maternidad. Más que pensar en un abuelazgo, lo que resaltaron fue el significado de la responsabilidad y la obligación que llega de sorpresa, sobre todo en hijos e hijas jóvenes con una escolarización que aún no termina y un panorama de vida pensado desde los padres más que desde sus propios hijos. Es decir, se podría sospechar que el conflicto intergeneracional se centra en torno a la irrupción de una maternidad o paternidad no esperada, que les obligó a tomar otro rumbo en una vida muy joven y sin experiencia. Con esto se configura otra dinámica en las relaciones familiares, con tensiones entre la ayuda y colaboración, la alcahuetería, las presiones emocionales y el reclamo por la obligación asumida y delegada. Los abuelos y abuelas participantes de los municipios de Manzanares, Marquetalia, Marulanda y Pensilvania describieron dos líneas en su experiencia de abuelazgo en la crianza y el cuidado: por una parte, lo reconocieron como una experiencia de profunda emocionalidad y afectividad, independiente de los dilemas emocionales, las tensiones y los conflictos existentes; la calificación de ser “el mejor regalo de la vida”, “lo más bonito que se pueda vivir”, “descubrir el sabor de un abrazo, una mirada y una sonrisa de un bebé”, lo pone como la mejor vivencia, incluso sin precedentes en la maternidad y paternidad. En esta línea, hicieron la distinción entre criar y cuidar: la primera implica una participación directa y permanente, con la obligación de incidir en la formación de valores, definición de normas, reglas y límites, atención en todos sus requerimientos, además de tener una convivencia y corresidencia, ya sea con la presencia o no del padre o la madre del nieto o la nieta, además con la carga directa de la obligación. En este punto, se produce una especie de fusión de las figuras parentales, respecto al sentimiento de la obligación y responsabilidad que representa el nieto o la nieta. Y la segunda, el cuidar, es considerado en términos de prestarles atención, estar pendientes de ellos y ellas durante tiempos muy definidos, generalmente asociados a la ausencia del padre o la madre. Esto les significa una descarga y una distancia respecto a la obligación de la crianza; además, implica el reconocimiento del lugar que tienen el padre y la madre en el proceso de regulación normativa, por lo

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297 Alba Lucía Marín Rengifo - María Cristina Palacio Valencia que asumen el abuelazgo, desde el sentido del cuidar, como la oportunidad de aprovecharlos, gozárselos, mimarlos, en otras palabras, alcahuetiarlos. Y la otra línea, el abuelazgo como una acción que se confunde con un maternar o paternar, derivado de la obligación moral, afectiva y de cierta manera legal de la colaboración y apoyo al hijo o hija. En otras palabras, es la presión de una maternidad o paternidad que se sustenta en el requerimiento instituido de la ayuda y la confianza, como una dinámica que les puede provocar una especie de desplazamiento relacional y vinculante en los procesos de crianza y cuidado de la madre o el padre con el nieto o la nieta, sustituyendo estas figuras desde un lugar diferente al vínculo biológico directo. Y, finalmente, le dan un sentido de compensación vital y de profunda carga emocional, como ya se planteó.

Para nosotros verla así tan jovencita que fuera a tener un hijo así tan joven, no, no lo esperábamos, ella era la hija mayor y de allí para acá seguimos cuidando de él… Yo sentí como admiración, como decepción, pero dije: bueno, ya lo hecho, hecho está, y seguimos apoyándola (Entrevista 5 Marquetalia).

Aunque hay conciencia de las obligaciones que implica asumir el cuidado, esto no compromete la idea que tienen de ayudar, de ser solidarios, pues culturalmente aprendieron que de los padres y madres, especialmente de la madre, se espera apoyo incondicional. A ello se suma que hay una experiencia previa, que según las mismas abuelas y abuelos tuvo vacíos cuando fueron padres y madres, como lo expresaron en algunos relatos, lo cual sucedía por sus trabajos y por dedicarse a diversas actividades, por lo que el tiempo para cuidar y criar era limitado, acompañado de poca paciencia y tolerancia, mientras que ahora que son abuelos o abuelas sienten que es una forma de justificar y compensar. Finalmente, se sienten reconocidos para acompañar este proceso que ahora emprenden sus hijos e hijas: “ser padres y madres”:

Uno quiere mucho a los hijos, entonces es un deber colaborarles para que salgan adelante, que puedan cuidar de su familia, como uno lo hizo, y ayudarles desde la experiencia de uno porque ése es el deber de uno, y darles una mano en lo que se pueda (Entrevista10Marulanda).

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Por la experiencia que aportamos los abuelos a la crianza de los nietos, entonces con esa misma experiencia estamos apoyando a nuestras hijas para levantar a los nietos, orientándolos para que sean algo en la vida, vayan surgiendo de la niñez a la juventud y a la edad adulta (Entrevista5Marquetalia).

Los relatos anteriores afirman que la experiencia, acompañada de cooperación, compromiso, solidaridad y apoyo, se constituyen en pilares del cuidado y crianza evidentes en el ejercicio del abuelazgo, mediados por los contextos socioculturales que se conjugan en los procesos de socialización —donde los abuelos y abuelas establecen las relaciones con sus nietos y nietas influidos por la experiencia construida con los hijos y las hijas, ahora padres y madres—. Se trata de relaciones cimentadas desde lógicas diferentes a lo que vivieron en la trayectoria de vida como padres o madres; ahora no les importa quebrantar una norma, o escuchar los intereses y los gustos de niños y niñas —un escenario interaccional cotidiano que pone el sentido del maternar o paternar como acciones de cuidado y crianza no vinculadas al lazo biológico de la maternidad y la paternidad—. Uno de los aprendizajes significativos, que resaltan los abuelos y abuelas, tiene que ver con el amor inspirador para asumir esas voces internas que son contradictorias entre el “deber ser”, apoyar el cuidado y crianza de sus nietos y nietas, y sentir que es un momento en sus vidas en que vuelven a ser mamá y papá, solo que ahora con los años y la experiencia de haber cuidado y criado. El siguiente testimonio así lo indica:

Yo creo que eso se da por el mismo amor que le tiene uno a los hijos, por quererles colaborar, por ayudarlos, se da en el momento en que papá y mamá de ese niño todavía estaban en esa preparación económica en su futuro, entonces pensamos en que había que apoyarlos en que había que darles la mano (Entrevista6Marquetalia).

De esta manera, podemos afirmar que el abuelazgo implica reconocer que previamente se dio un proceso y aprendizaje de la maternidad y la paternidad, con la intencionalidad de educar hijos e hijas de bien, valiéndose de las enseñanzas o de los recuerdos de cómo habían sido educados. Las

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299 Alba Lucía Marín Rengifo - María Cristina Palacio Valencia abuelas están jóvenes y tienen el compromiso, porque muchas así lo quieren, y otras porque se lo impone el contribuir en la crianza y cuidado, en un momento diferente social y culturalmente.

Cuando yo crie a mis hijos mayores era lo que el papá y la mamá ordenaran, hoy en día es lo que el niño quiera: “no me gustan estos zapatos, no me gusta este vestido”... la diferencia es que hoy en día los niños ya no se dejan mandar como uno mandaba a los hijos de uno (Entrevista8Marulanda).

En esa trayectoria construida por los abuelos y abuelas en la crianza y cuidado, con la resignificación de su experiencia de paternidad y maternidad, emerge con fuerza el cambio del ejercicio del poder hacia una autoridad con los nietos y nietas. Aparecen interrogantes y reflexiones que los llevan a transitar entre lo vivido como hijos y padres en épocas culturales donde la sumisión, la obediencia y el silencio estaban a la orden del día, y el reto de asumir un abuelazgo con niños y niñas diferentes, con voz para opinar, decidir, preguntar y rechazar. Como se indica a continuación, ese transitar hace que de forma permanente los abuelos y abuelas habiten el pasado, donde suelen pasar dos situaciones: primero, considerar que los castigos hacen falta, son necesarios y justificables, y por lo tanto se debe recurrir a éstos como una forma de garantizar la autoridad y hacer valer su palabra y, segundo, querer romper con el círculo del maltrato y del sometimiento que se ha dado de generación en generación —reflexión que conduce a que a los nietos y nietas actuales les correspondan formas de autoridad más horizontales y democráticas—:

Porque anteriormente a mis hijos yo en mi casa no les alcahuetié mucho, yo trabajaba en Manizales en una fábrica y me tocaba trasnochar mucho, entonces yo llegaba cansada, estresada de trabajar y vaya, lave y cocine, y lleve al niño a la guardería, tráigalo, entonces todo eso le quita a uno como ese ambiente de tranquilidad, de amor con ellos, entonces se vuelve uno estricto (Grupo Focal Marquetalia).

La forma que utilizan para corregir a los nietos y nietas dista de las prácticas que asumieron con los hijos e hijas, es decir, el maltrato físico

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300 La experiencia del abuelazgo: entre la compensación vital, las paradojas y dilemas emocionales y los conflictos ... ha dejado de ser la forma válida de castigo; afirman que hoy se reconocen nuevas y efectivas formas, pero que en ocasiones sí es necesario “una pela bien dada”. Además, hoy los medios de comunicación y las instituciones enuncian discursos que movilizan el reconocimiento de los niños y las niñas como sujetos de derechos, habilitándolos inclusive a denunciar los casos en los que sean maltratados. Pero, ¿por qué sigue siendo vigente el maltrato, o buscar la forma de corregir a los nietos y nietas, qué se busca con ello? Las respuestas se encuentran en las voces de las personas participantes; sin embargo, sigue persistiendo el ideal de obediencia y respeto a los mayores, de disminución en los niveles de agresividad, y se validan mecanismos diferentes, según la historia, la propia experiencia y las reflexiones realizadas por los abuelos y las abuelas:

Qué le digo yo en pocas palabras; a uno se le da comida y educación, ¿por qué se le debe maltratar a una persona sabiendo que escucha, aprende y entiende, qué necesidad? Antes con mayor razón se pone agresivo, dice que lo que uno siembra, recoge, se vuelve agresiva la persona si uno se vuelve agresivo con él (Grupo Focal Pensilvania).

5. Consideraciones finales

El abuelazgo es un curso de acción y relación en torno al maternar o paternar de los abuelos y abuelas en la vida diaria de sus nietos y nietas; está precedido por su experiencia maternal y paternal, pero con el lente de un saber que resignifican mediante una autoconciencia que provee y llena de contenido las nuevas dinámicas interaccionales familiares. Buscan el pago de una deuda y saldar culpas y, como derivación de estos giros, descubren una valoración emocional y afectiva distinta de la crianza, y un cuidado de sus nietos y nietas. No es un camino fácil, pues se enfrentan a tensiones y conflictos subjetivos, intersubjetivos e intergeneracionales. Experimentan sentimientos ambiguos y confusos en un escenario donde se trenzan los equipajes culturales y emocionales de sus propias vidas con los giros y movimientos del mundo social y los retos de transitar por otras prácticas y discursos. Paradójicamente, la condición del abuelazgo está precedida

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301 Alba Lucía Marín Rengifo - María Cristina Palacio Valencia por la trayectoria de una maternidad y paternidad presente o ausente, cercana o distante; pero es aquí mismo donde se encuentra la clave no solamente de su resignificación, sino también de su distancia y conflicto con la experiencia de la maternidad y paternidad de sus propios hijos e hijas. El enigma emocional del abuelazgo se soporta en el prisma de la sobrevaloración de la maternidad, la emergencia de una paternidad y las tensiones de una filiación que giran entre el poder del padre real o simbólico y la autoridad del abuelo y la abuela. Por esto el abuelazgo demanda una lectura distinta; no es solamente el despliegue de escenas sociales de profundo contenido emocional y de reconocer su importancia en la vida de los niños y niñas. Es imprescindible politizar su mirada, democratizar su participación y desentrañar los umbrales de conexión de los tiempos generacionales que se encuentran en los procesos de crianza y cuidado donde participan.

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