Jordi Osúa Ars Brevis 2019

Mitos del deporte español

JORDI OSÚA QUINTANA Doctor en Ciències de l’Esport per la UB (INEFC Barcelona)

RESUMEN: Manuel Vázquez Montalbán reflexionó críticamente sobre la transformación de algunos deportistas españoles en mitos para el consumo de las masas gracias a sus éxitos internacionales. Por un lado, estos héroes satisfacían con sus gestas la necesidad épica de las clases populares. Pero, por otro, eran utilizados por los gobiernos, con la ayuda de los medios de comunicación, como agentes propagandísticos encargados de transmitir una determinada ideología política y social. Los triunfos de Manolo Santana, José Manuel Urtain y Miguel Induráin alimentarán el orgullo patrio, cohesionarán la sociedad, incrementarán el prestigio de la nación, ratificarán el éxito del desarrollismo, ensalzarán unos valores morales o exhibirán la modernización del país. PALABRAS CLAVE: mito, deporte, política, medios de comunicación, Santana, Urtain, Induráin.

Myths of Spanish sport ABSTRACT: Manuel Vázquez Montalbán critically reflected on the 226 transformation of some Spanish athletes into myths for the masses consumption thanks to their international successes. On the one hand, these heroes satisfied with their memorable deeds the epic need of the popular classes. But, on the other, they were used by governments, with the help of the media, as propaganda agents in charge of transmitting a particular political and social ideology. Manolo Santana, José Manuel Urtain and Miguel Induráin’s triumphs will feed the national pride, will unite the society, will increase the prestige of the nation, will ratify the success of developmentalism, will extol moral values ​​or will exhibit the modernization of the country. KEYWORDS: myth, sport, politics, media, Santana, Urtain, Induráin

1. Introducción

En los años setenta del siglo pasado, Vázquez Montalbán asume el compromiso personal de reflexionar sobre un fenómeno social que ha crecido a lo largo de los años hasta convertirse en la principal fuente de entretenimiento para las clases populares: el deporte. Para ello realiza una aproximación muy particular basada en el estudio de la subcultura y en el materialismo histórico. Criado en un barrio popular, Montalbán mantiene una sensibilidad y una predisposición positiva hacia la cultura de masas. Como uni-

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versitario, conoce la metodología del análisis marxista para abordar críticamente esta manifestación popular. Esta combinación de cul- tura de barrio y formación académica articulará una visión personal y novedosa del deporte. Una mirada más punzante que la de los puristas, pero, a su vez, más comprensiva que la de la ortodoxia marxista. Así, pretende desenmascarar el mecanismo alienante ocul- to en la subcultura y, al mismo tiempo, reconocer su importancia en la configuración de la sentimentalidad de las clases populares y en la satisfacción de sus necesidades. El periodista barcelonés utilizará este instrumental teórico para abordar la mitificación de los héroes del deporte español. Su propia afición por el ciclismo, el tenis o el boxeo tiene su origen en el se- guimiento a través de la radio o de la televisión de las gestas logradas por estos deportistas. Unos éxitos que transformaron a sus protago- nistas, procedentes de los estratos socialmente desfavorecidos, en mitos de consumo para toda una generación. La necesidad épica de la población y la voluntad propagandística del franquismo, con la connivencia de los medios de comunicación, convirtieron a algunos deportistas en héroes nacionales y en símbo- los que encarnaban determinados ideales políticos y sociales. San- tana demostraba que la promoción social de los sectores desfavore- 227 cidos a través del deporte era posible. Además, su vida ejemplificaba los auténticos valores morales hispánicos: familia, cristianismo, decencia. También se exageraban las cualidades de Urtain para ar- gumentar la superioridad de la etnia española, pese a que existían serias dudas alrededor de su meteórica carrera deportiva. Durante los gobiernos socialistas de Felipe González, las victorias de Induráin confirmaban la definitiva entrada de España en la mo- dernidad. Su psicología y los materiales de su bicicleta reflejaban la evolución política y social que había experimentado el país. A través de sus éxitos se recuperaba el prestigio internacional y se cohesio- naba a la sociedad española. Su retirada supuso el inicio de una larga travesía del desierto para la épica ciclista. Una responsabilidad imposible de soportar para sus sucesores, tratados injustamente por los medios al no cumplir con una expectativa tan elevada.

2. Los mitos deportivos en la cultura de masas

La reflexión montalbaniana sobre el deporte a principios de la déca- da de los setenta se inscribe en el contexto de la preocupación por los temas subculturales. Así lo admitía el propio Vázquez Montalbán en una entrevista publicada en El Correo Catalán:

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«El hecho deportivo me interesa como un fenómeno subcultural, como un hecho social que se convierte en atracción de masas. No me interesa a nivel de sociólogo»1.

El marxismo oficial consideraba el deporte como un instrumen- to en manos del poder establecido para la manipulación de las masas. Una de las claves para comprender los motivos por los que un pensador crítico de izquierdas dedica una parte de su reflexión a este fenómeno social es el valor otorgado a las manifestaciones subculturales. A pesar del desprecio hacia estas expresiones mos- trado por la intelectualidad del país, el escritor barcelonés atribuye a la cultura de masas, donde se integra el deporte, la función de satisfacer algunas de las necesidades sociales de las clases popu­ lares2. Asimismo, reconoce su ambivalencia. Por un lado, el poder la utiliza para comunicar al pueblo las ideas adecuadas a sus intereses en cada momento histórico y para persuadir de la conveniencia de esos principios mediante la propaganda política. Pero, por otro, permite la expresión de la sentimentalidad popular y su participación creativa en la producción cultural. En definitiva, a través de la sub- 228 cultura se puede comprender una época histórica, tanto en lo que se refiere a la manipulación del poder como a la idiosincrasia del pueblo3. El estudio de la cultura de masas evidencia la utilización del de- porte por parte del gobierno para transmitir contenidos ideológicos y desviar la atención de las masas respecto a los problemas sociales. Pero también permite satisfacer la necesidad épica de algunos sec- tores sociales sin ninguna expectativa de triunfo en la vida. Además, el descubrimiento de la alienación deportiva protege a las clases populares de su manipulación política, algo que no puede obviar un intelectual de izquierdas. Uno de los ingredientes fundamentales de la cultura de masas son los mitos de consumo que, a través de los medios de comunicación, influyen en toda la sociedad. Vázquez Montalbán no valora los mi- tos deportivos como algo negativo en sí mismo. Denuncia la mani-

1 Martí Gómez, J. y Ramoneda, J. “Vázquez Montalbán: Ópera para Dalí”. El Correo Catalán [Barcelona] (fecha desconocida), p. 21. 2 Vázquez Montalbán, M. “Cultura o subcultura”, CAU (1972), núm. 11, p. 44. 3 Vázquez Montalbán, M. (1972). Cancionero general. 1939-1971 (Tomo I), p. 18. Barcelona: Lumen.

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pulación propagandística o política oculta en la exageración de los logros de un deportista o, incluso, la desvirtuación del propio sen- tido del deporte:

«Hablando en términos generales debe decirse que los mitos son inevitables en toda relación cultural, y el deporte, en definitiva, es una relación cultural. Lo que puede ser negativo es la función que cumple el mito. Si se utiliza a Urtain como mito de la raza, cosa que hemos podido ver o escuchar en algunos medios informativos españoles, es una utilización negativa. De la misma manera que puede ser negativo el “boom” Pérez de Tudela porque desmesura la función del alpinismo»4.

Cuando Montalbán empieza a escribir artículos con regularidad, la televisión ya se había consolidado como el mass media preferente para los españoles. Durante los años sesenta se había expandido por toda la geografía española, ya fuese en los hogares particulares o en los teleclubs de la gran mayoría de los pueblos de España5. De este modo, las retransmisiones deportivas a través de la televisión fueron uno de los productos subculturales donde podía apreciarse la instru- mentalización política de los medios para inculcar unas determina- 229 das ideas, mitos y símbolos:

«De ahí que sea imprescindible ver la televisión para comprender con quiénes nos jugamos los cuartos, en qué país vivimos. Y en la televisión aparecen básicamente telefilmes americanos, retransmi- siones deportivas, publicidad, cantantes andalucistas estilo New Orleans y cantantes de protesta controlada, ni poca ni mucha para su colada»6.

Vázquez Montalbán atribuirá esta facilidad para la generación de mitos y la reproducción de una conducta mitológica en las personas al menor volumen de información disponible en esa época respecto a la actual. Se trata de un período intermedio en la comunicación

4 Vázquez Montalbán, M. “Política y deporte. Un análisis deportivo con perspecti- va crítica”, Barça (1972), núm. 856, sin paginar. 5 Vázquez Montalbán, M. “Casi todo en technicolor”, Triunfo (1969), núm. 381, p. 32. 6 Vázquez Montalbán, M. “Los felices sesenta”, Triunfo (1969), núm. 383, p. 38.

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de masas que ayuda tanto a su construcción como a su aprehensión por parte del público con todas sus connotaciones7. En la Crónica sentimental de España presentará algunos de estos mitos, también deportivos8, que conformaron la subcultura del pueblo español de los años cuarenta, cincuenta y sesenta ofreciendo una visión muy particular de la historia cotidiana de España. El propio Montalbán explica qué pretendía al elaborar esta serie de artículos:

«Explicar las claves de la educación popular posterior a la Guerra Civil, a través de los aparatos educacionales e informativos del franquismo, de los materiales entonces llamados subculturales o paraculturales: canciones, mitos y símbolos promovidos por los medios de comunicación, asumidos por la sabiduría convencional, tratando de ofrecer la atmósfera de aquellos años de falsificación del lenguaje, de la historia, de la memoria del vencido, de la cons- ciencia, es decir, incluso de la falsificación del saber acerca de la realidad y nuestra inserción en ella»9.

Sin embargo, estos mitos del deporte también adquirían un signi- 230 ficado extradeportivo y satisfacían necesidades de las clases popula- res. Este era el caso de Kubala, un gran futbolista que, además, simbolizaba una figura romántica para las mujeres y protectora para los hombres:

«Pero los que conservamos a Kubala como la causa última de una sentimentalidad barcelonista sabemos que era algo más que un jugador de fútbol. Era ese extranjero alto y rubio como la cerveza que suele llegar en un barco de nombre ignorado y lleva el pecho tatuado con un corazón. Las mujeres se enamoraban de él y para los hombres era como el primo Zumosol»10.

7 Tyras, G. (2003). Geometrías de la memoria. Conversaciones con Manuel Vázquez Montalbán, p. 155. : Zoela. 8 «El deporte aportaba otros mitos. Blume, el gimnasta; Bernardo Ruiz, el ciclista que se clasificó tercero en una Vuelta a Francia y borró la vergüenza de las masivas retiradas de los años cuarenta; Loroño, Bahamontes; los boxeadores Luis de Santiago, Romero, Galiana». Vázquez Montalbán, M. “Cuando Di Stefano y Kubala llenaban los estadios”, Triunfo (1969), núm. 382, p. 35. 9 Ibídem, p. 133. 10 Vázquez Montalbán, M. “Kubala, entre Gamper y Cruyff”, El País (18 de mayo), 2002, p. 42.

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3. El deporte: una afición mítica

La necesidad de construir mitos alrededor del deporte formaba par- te de la cultura popular en la que creció Vázquez Montalbán y a la que nunca renunció pese a su posterior formación universitaria:

«Formó parte de mis rasgos culturales. Para gente de un determi- nado sector social, el fútbol, la radio, la cultura de la imagen, lo subcultural, no formaba tanta parte de sus obsesiones o aficiones de la infancia. En cambio, las personas que procedemos de sectores populares hemos tenido esa inculcación mucho más directa y los mitos no han sido de olimpo para arriba sino más bien mitos de consumo; las figuras de la canción, del espectáculo, del deporte, son los mitos referenciales»11.

En una entrevista concedida a Joaquim Ibarz, con motivo de la publicación del libro Política y deporte, el escritor barcelonés confie- sa que su interés por los temas deportivos se debe a la fidelidad guardada desde su infancia a dos mitos fundamentales. Uno, ampli- amente conocido, el FC Barcelona. El otro, Bernardo Ruiz, el primer ciclista español que consiguió clasificarse entre los tres primeros del 231 Tour de Francia en 195212. La pasión que Vázquez Montalbán mantuvo por el ciclismo, y por el Tour en particular, a lo largo de su vida fue, seguramente, la más importante después de la futbolística. Una afición que se fraguó en las gestas de los ciclistas españoles en los años cuarenta y cincuenta:

«Hay que volver al Tour, a ver qué hacen Iban Mayo y todos los demás paisanos que tratan de llegar al podio, a ser posible por delante de Armstrong, y de paso recordar toda nuestra vida vincu- lada al Tour, que en mi caso comienza con el catorce lugar conse- guido por Serra en los años cuarenta y las hazañas de Bernardo Ruiz, tercero en uno de aquellos Tour que ganaban Koblet, Kubler, Coppi o Louison Bobet»13.

11 “Manuel Vázquez Montalbán”, en Ferreres, P. (1998). Cien años azulgrana: entre- vistas a la sombra del Camp Nou, : El País-Aguilar, p. 203. 12 Vázquez Montalbán, M. “Política y deporte. Un análisis deportivo con perspec- tiva crítica”, op. cit, sin paginar. 13 Vázquez Montalbán, M. “La caída de Beloki”, Interviú (2003), núm. 1421, p. 106.

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Gracias a la competición gala, no se quedaba huérfano de épica deportiva durante el verano una vez concluida la Liga de Fútbol:

«De mis melancolías vengo, a mis melancolías voy y este año, tras una vibrante temporada de fútbol en la que la Liga se puso tan interesante que parecía la última posible, pasé unos cuantos días desorientado. ¿Qué puedo esperar ahora? El Tour»14.

Bernardo Ruiz aparece como su primer gran héroe deportivo. Por este motivo, como hacían todos los niños de su edad con sus ídolos, tenía una imagen de este gigante de la carretera encima del pupitre de la escuela:

«Amamos el ciclismo los que desde los tiempos de Bernardo Ruiz lo convertimos en un recortable épico sobre la mesa del colegio, y los gigantes de la ruta eran eso, los gigantes de la ruta, sin que nadie les pidiera explicaciones sobre la gasolina o el gasógeno, en el caso de los españoles, que se ponían entre pecho y espalda»15.

La identificación con Bernardo Ruiz no solo se basaba en la carga 232 épica propiciada por sus triunfos, sino también en su origen social. Su aspecto físico correspondía al de un español de posguerra y su estilo voluntarioso se asemejaba al de los albañiles:

«Pero si cada año sigo el Tour como si me fuera en ello la vida, me pille julio en Córcega, Chile o Estocolmo, es por la primera y ya muy antigua solidaridad con Bernardo Ruiz. Aquel hombre tenía cara de español de posguerra, cara de poco producto nacional bruto, cara de escasa renta per cápita. Pedaleaba con la misma tenacidad con la que sus compatriotas albañiles construían o re- construían ciudades, ladrillo a ladrillo»16.

Montalbán también dejó constancia de su afición por el tenis gracias a otro gran mito: Manolo Santana. Este jugador se convirtió en el primer gran tenista español que consiguió un reconocimiento internacional gracias a sus victorias en Wimbledon, Roland Garros

14 Vázquez Montalbán, M. “Motivos para sobrevivir”, Interviú (1992), núm. 845, p. 121. 15 Vázquez Montalbán, M. “El Tour”, El País (9 junio 2001), última página. 16 Vázquez Montalbán, M. “Tour”, El País (25 julio 1988), última página.

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y el Open de Estados Unidos. A diferencia de lo sucedido con Ber- nardo Ruiz, cuyas gestas fueron narradas radiofónicamente, la tele- visión ejerció un papel fundamental en el desarrollo de la afición por este deporte en el público español:

«Me gusta el tenis y me gusta gracias a televisión porque pertenez- co al amplio censo de españoles que descubrió este deporte en la década de los sesenta, gracias a las retransmisiones televisivas de las gestas del gran Santana»17.

Como en el caso de Bernardo Ruiz, el escritor barcelonés empatizó con una generación de tenistas que, pese a tratarse de un deporte reservado a las clases adineradas, provenían de las clases populares:

«Nuestro descubrimiento del tenis tuvo mucho que ver con la cró- nica sentimental y coplera de aquella España del Opus Dei y las clandestinidades antifranquistas, porque tan selecto deporte fue saboreado por nuestros delicados paladares progresistas debido a que Santana y Orantes habían sido recogepelotas antes que frailes y, en general, los mejores jugadores procedían del proletariado; eran hijos de la España de la rabia y de la idea»18. 233

El boxeo fue otro de los deportes que siguió con atención durante unos años. Las peleas forman parte de la infancia de casi todos los niños como expresión de la voluntad humana encaminada a con- trolar un territorio por la fuerza. Por eso, los grandes boxeadores y luchadores se han convertido tradicionalmente en referentes míticos con los que se identificaban los niños del barrio en sus conflictos. Vázquez Montalbán, gran observador de lo que sucedía a su alrede- dor, no pasó por alto esta realidad:

«Rocky 4 me recuerda aquella ambición popular e infantil de que todo se dirimiera en una batalla entre los líderes del barrio, en una escalera, a puñetazos como Luis Romero o a la lucha libre como Lambán o Tarrés»19.

17 Vázquez Montalbán, M., “Tenis y televisión”, El Periódico (27 noviembre 1982), p. 43. 18 Vázquez Montalbán, M., “Entre el factor RH y el derecho a la inocencia”, El País (8 diciembre 2000), p. 52. 19 Vázquez Montalbán, M., “Pero se mueve”, El País (16 enero 1986), última página.

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A su vez, la afición por este deporte provenía de su vivencia infan- til contemplando el entrenamiento de un vecino suyo en el terrado. Así aprendió a valorar el esfuerzo, la dedicación y la ilusión de los boxeadores. Este deporte reservado a las clases populares, muy pro- pio del ambiente de posguerra del Raval barcelonés, constituía una oportunidad para los perdedores sociales de conseguir algún éxito en su vida. Este boxeador aparece en algunas de sus novelas litera- turizado con el nombre de Young Serra:

«Todos pertenecemos al país de la infancia y yo soy de los años cuarenta. (...) Había un joven boxeador que había ganado antes de la guerra el guante de oro como amateur y que trataba de dar un duro golpe hacia la victoria que nunca conseguiría»20.

Como consecuencia de esta afición por el boxeo, en 1971 contem- pló por televisión el combate que disputaron Cassius Clay y Joe Frazer por el título mundial de los pesos pesados21. Asimismo, en su Crónica sentimental de la transición también hace referencia al enfren- tamiento entre el boxeador nacionalizado Alfredo Evangelista y Cassius Clay por la misma corona en 197722. 234 4. Manolo Santana: la promoción social a través del deporte23

Manolo Santana está considerado uno de los tenistas españoles más importantes de todos los tiempos y, probablemente, el mejor al que Vázquez Montalbán vio jugar. La popularización del tenis entre la

20 López Doy, L. (dir.). Manuel Vázquez Montalbán: el éxito de un perdedor [vídeo], Madrid: Televisión Española, 1997. 21 Vázquez Montalbán dedicó un artículo a analizar las consecuencias de este en- frentamiento y siguió atentamente las valoraciones de Bobby Deglané en Televisión Española. Vázquez Montalbán, M. “La caída del Clay Power”, Triunfo (1971), núm. 459, p. 7. 22 «En España no se hablaba de fútbol, ni de boxeo, a pesar de que un español postizo, Alfredo Evangelista, nacido uruguayo, consiguiera optar al título de los grandes pesos en poder de Mohamed Alí o Cassius Clay, según los gustos o aficiones. Iba Evangelista de vícti- ma propicia, pero supo estar a la altura de las circunstancias (...) consiguió bajar casi entero de aquel cuadrilátero después de haberle aguantado quince asaltos al campeón». Vázquez Montalbán, M. “Triple salto mortal con red”, El País Semanal (14 abril 1985), p. 68. 23 Vázquez Montalbán también atribuye otros éxitos puntuales del deporte español, como la medalla de oro de Paco Fernández Ochoa y las gestas en el Tour de Bahamon- tes, al deseo de promoción social a través del deporte. Vázquez Montalbán, M. (1973). 100 años de deporte: del esfuerzo individual al espectáculo de masas (vol. II), p. 176. Barce- lona: Difusora Internacional.

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población española se debe a sus triunfos deportivos, retransmitidos a través de la radio y la televisión. De todas formas, cuando Mon- talbán empieza a escribir regularmente sobre deporte, Santana ya está en el ocaso de su carrera24. El anuncio de su retirada, tras participar en el torneo Conde de Godó, propicia la elaboración de un excelente reportaje donde el periodista barcelonés analiza su trayectoria deportiva. Una reflexión donde se incluyen las repercusiones políticas y sociales de su figura en la España de los años sesenta del siglo pasado. En su opinión, una de las razones que explica su éxito es su espe- cial psicología. La agresividad y la rabia contenida que emergen a la superficie cuando compite proceden del temor al fracaso. Un miedo inherente de quien solo dispone del éxito deportivo como trampo- lín social:

«Santana suele ponerse a llorar cuando pierde; es la rabia que hace campeones, una rabia que esconde un profundo, oscuro miedo al fracaso, que solo tienen los ahogados sociales que han conseguido subir a la superficie y comprobar las excelencias del aire y el sol»25.

Santana, un recogepelotas, había logrado salir adelante gracias al 235 apoyo de una familia de la burguesía madrileña. Esta precariedad social convertía su carrera tenística en una cuestión de supervivencia. Por eso, mostraba lo mejor de sí mismo en los partidos decisivos donde se jugaba su futuro a una sola carta. En esas circunstancias el tenista español ofrecía un asombroso espectáculo de habilidad, co- raje e inteligencia:

«Los americanos consideran que un ser humano nace perdedor o vencedor. Es un principio de origen calvinista, válido para justificar los millones de Rockefeller y el gueto de Harlem (...) En los países pobres, que no tuvieron a tiempo ni revolución industrial ni las filosofías que la respaldaban, vencer o perder es una cuestión tes- ticular, una irracional cuestión testicular»26.

24 Vázquez Montalbán, M., “Las medallas y Samaranch”, Triunfo (1970), núm. 434, p. 6. 25 Vázquez Montalbán, M., “Adiós a Santana”, Triunfo (1970), núm. 435, p. 6. 26 Ibíd., p. 7.

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El régimen franquista subvencionó y se aprovechó de la figura de Santana, convertido en un mito del deporte español por sus victo- rias en los torneos más importantes del circuito tenístico mundial. El tenista madrileño agradeció el apoyo económico posicionándose a favor de algunas iniciativas políticas gubernamentales. En 1967, invitó a los españoles a votar favorablemente en el referéndum de la Ley Orgánica. Incluso llegó a jugar un partido de exhibición pri- vado, junto con Luis Arilla, para satisfacer la curiosidad deportiva del jefe del Estado. Las victorias de Santana provocaron un cambio en la política de- portiva española. El franquismo se percató del rédito diplomático para su imagen en el extranjero que comportaban los éxitos depor- tivos. Hasta la eclosión de esta figura mundial, los tenistas españoles, mayoritariamente de origen proletario o pequeño burgués, tenían que ganarse la vida con otras actividades profesionales (Pedro Masip) o convertirse en profesionales del tenis (Gimeno). Santana se convirtió en la figura que demostraba cómo el ascenso social a través del deporte era posible. Un mito necesario en una sociedad donde la mayoría de sus componentes sobrevivían a la espera de una oportunidad para abandonar el anonimato en el que 236 se encontraban:

«Santana ha protagonizado el sueño de muchos adolescentes es- pañoles dispuestos a abrirse paso por la vida a raquetazos. Y, sobre todo, Santana ha sido, es, será por mucho tiempo, tal vez para siempre, un mito: el de Cenicienta convertida en Supermán, el gran mito coartada para todas las sociedades construidas sobre una inmensa mayoría de Cenicientas»27.

Los triunfos de Santana y su difusión a través de los medios de comunicación popularizaron entre la población uno de los pocos deportes que podían saciar la necesidad épica de los españoles y garantizar un futuro mejor. Por eso, no era extraño observar a los niños en la calle jugando a tenis, aunque el acceso a las instalaciones adecuadas les estuviese vetado por su condición social. O también imitando el lenguaje empleado en las retransmisiones radiofónicas o televisivas que habían popularizado este deporte: «Santana ha protagonizado el sueño de muchos adolescentes es- pañoles dispuestos a abrirse paso por la vida a raquetazos. (...) Los

27 Ibíd., p. 6-7.

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niños jugaban a tenis por las calles. Un cordel, dos palas de madera, una pelota de goma. Ya bastaba. El más chulo, el más mandón se autollamaba: Santana. Los niños del país jugaban a locutores de radio o de TV, es la manera de soñar de los niños audiovisuales. Retransmitían sus propias victorias: “... y entonces Santana hace un “pachin chot” y... gol”. Braceaban y saltaban. A la vez, tenistas y público de fútbol»28. Esta democratización del tenis –en su contemplación, pero no en su práctica– transmutó la procedencia social –y, por tanto, el talan- te– del público asistente a los partidos. Unos aficionados que ahora estaban dispuestos a intervenir en una competición donde se jugaba el prestigio nacional:

«Y un nuevo público empezó a invadir los templos verdes de los clubs de tenis cuando jugaba Santana. Un público que no respeta- ba la ley del silencio que debe conservarse para respetar la concen- tración del tenista. Un público que irritaba a los puristas (...), pero molestos en su sibaritismo por aquel “público de fútbol”, agitador de la paz de aquel deporte para vestales con su neurótico griterío de reprimidos épicos»29. 237 Los medios de comunicación españoles ensalzaron la figura del tenista madrileño hasta convertirlo en un héroe nacional capaz de infundir en el extranjero el respeto que España merecía. El retrato mediático del ídolo no solo respondía al de un deportista ejemplar, sino también al de un español auténtico:

«Santana se dejaba querer. Se dejaba construir un retrato oficial de español cristiano, decente, buen padre de familia, sereno, rico, triunfador, buen ciudadano. Era imposible una mejor inversión político-deportiva»30.

Esta presión política, mediática y social obligaba al tenista a con- seguir cada año algún título para llenar las semivacías vitrinas del deporte español:

28 Ibíd., p. 6. 29 Ibíd. 30 Ibíd.

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«Cada año caía sobre Santana la principal responsabilidad de incorporar divisas triunfalistas a las menguadas arcas nacionales. La victoriosa trayectoria del Real Madrid se había interrumpido y Santana heredaba la penosa obligación de presentar un decente retrato de la raza. Santana tenía la obligación de ganar, ganar siempre»31.

El peso de esta responsabilidad acabó provocando la prematura retirada del mejor tenista español de la historia. Los beneficios económicos y sociales de su carrera deportiva resultaban lo sufici- entemente importantes para subsistir sin necesidad de seguir com- pitiendo. A partir de entonces, Santana asumiría la actitud tan propiamente burguesa de mirar los toros desde la barrera o enseña- ría a otros a seguir el camino de la redención social a través del de- porte:

«No quiere la vida del tenista profesional, mitad deportista a sueldo, mitad atracción circense, mercenario épico a la descarada, sin vida personal ni suelo para los pies. Santana ha aprendido la lección de la burguesía que le tiraba las pelotas para que las reco- 238 giera y que le cedía, con gusto, sus carísimas pistas para que sola- zara con sus habilidades de alumno clandestino y aventajado. E igualmente ha aprendido la lección del talante burgués ante la vida. A partir de ahora será uno de los que verán jugar o, a lo sumo, enseñará a unos niños o adolescentes el difícil arte de recorrer la cucaña que separa la pobreza de la riqueza, con una raqueta de tenis como único punto de apoyo frente al vacío»32.

En un artículo dedicado a analizar el sentido del deporte moderno desde su aparición en Inglaterra hasta los años setenta, Vázquez Montalbán denuncia su utilización como un agente propagandísti- co de primer orden para los estados modernos al identificarse los triunfos de los deportistas con sus respectivos países. En el caso es- pañol, destaca la instrumentalización política de Santana por parte Franco y cómo el público asociaba, en general, las victorias de San- tana con España33.

31 Ibíd., p. 7. 32 Ibíd. 33 Vázquez Montalbán, M., “Corra, busque y llegue usted primero”, Triunfo (1971), núm. 456, p. 47.

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A raíz de la posible sanción a Santana por no participar en el Cam- peonato de España de Tenis, Montalbán volvió a reflexionar sobre la manipulación política de los mitos del deporte español. En primer lugar, reitera su denuncia ante el aprovechamiento desproporciona- do del tenista como un referente patriótico. El tenista madrileño se convertía en el héroe nacional llamado a devolver a España el papel protagonista que históricamente le corresponde en el panorama mundial. Además, critica la instrumentalización de su imagen para apoyar la política del régimen franquista:

«Es de lamentar que se haya tratado de convertir a Santana en un centauro compuesto por Isabel la Católica y Monsieur Dreyfus. A Santana se le ha utilizado para que pida el voto a los españoles y mantener una determinada interpretación de la Historia de Es- paña, que nace y apenas vive a partir de Isabel la Católica»34.

Respecto a la polémica generada por una ausencia sancionable según el reglamento, el escritor barcelonés considera que se trata de un arma arrojadiza en la disputa política entre las federaciones ca- talana y madrileña. Una protege los intereses de sus tenistas y, la otra, defiende a un mito estatal: 239

«Para los patricios centrales de todo lo habido y por haber, Santa- na era una posición bélica a defender. Para los patricios catalanes del tenis y de algunas cosas habidas y por haber, inmediatamente Santana se convertía en un enemigo del arancel proteccionista. Los sesos del país, a raquetazos con la red del Ebro, por tantos motivos históricos»35.

Para poder entender el trasfondo de este affaire, Vázquez Montalbán dedica un artículo a explicar la trayectoria deportiva de Gimeno. Su reflexión se inicia aclarando el motivo del silencio en torno a los éxitos deportivos del tenista catalán en la prensa nacional. Esta omisión está relacionada con su obligado paso al profesionalismo ante la falta de ayudas económicas del gobierno español:

34 Vázquez Montalbán, M., “El 98 del deporte español”, Triunfo (1971), núm. 476, p. 52. 35 Ibíd.

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«Pasó entonces a la troupe profesional de Jack Kramer y dejó de representar al tenis español en las competiciones internacionales. Se hizo entonces un vacío informativo en torno al tenista. Solo la prensa de Barcelona seguía, de lejos, su campaña como profesional»36.

Desafortunadamente, la carrera deportiva de Gimeno coincidió con la emergencia de Manolo Santana, un jugador dotado de una apariencia física y un estilo de juego capaz de generar una mayor identificación en un pueblo bajito y frágil. Además, en ese momen- to, el régimen franquista estaba dispuesto a subvencionar a los de- portistas españoles. Santana apareció justo a tiempo, mientras que Gimeno se había adelantado unos años:

«La estrella de Santana oscureció definitivamente la de Gimeno. El madrileño, mientras tanto, se beneficiaba de una mejor política deportiva. Las subvenciones ya eran tan generosas que alejaban la tentación del profesionalismo. Gimeno había llegado demasiado pronto a una cierta madurez tenística. Santana llegó a punto. Fue Santana, pues, el que protagonizó la gesta épica del tenis 240 nacional»37.

Por otro lado, los partidos de tenis jugados por Gimeno constitu- ían simples exhibiciones carentes de la emoción y del significado patriótico atribuido a los triunfos de Santana. Unas victorias con- templadas por millones de espectadores a través del televisor:

«Era muy difícil que el correctísimo tenis practicado por Gimeno y los profesionales borrase la fiebre expectativa de un “matxh-boal” de Copa Davis, cuando de la última volea triunfal de Manolo Santana estaban pendientes trece millones de espectadores»38.

Finalmente, la Federación Internacional de Tenis aprobó la parti- cipación de los profesionales en sus torneos. Sin embargo, el públi- co español ya había perdido el interés en el duelo entre los dos ju- gadores españoles para ver quién era el mejor. Gimeno abandonó el

36 Vázquez Montalbán, M., “Andrés Gimeno, el tenista errante”, Triunfo (1972), núm. 507, p. 36. 37 Ibíd. 38 Ibíd.

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estatuto de profesional para poder sustituir a Santana en el equipo español de la Copa Davis. Pero la lucha abierta entre las federaciones catalana y madrileña, partidarias cada una de su tenista, politizó la cuestión. La prensa de Madrid se posicionó en contra de Gimeno e incluso organizó una campaña para defender a otros jugadores des- plazados tras su llegada. En el fondo, su objetivo consistía en salva- guardar el estatus de ídolo alcanzado por Santana ante la amenaza que suponía el retorno del antiguo profesional:

«El concurso de Gimeno al equipo de Copa Davis es un éxito per- sonal del presidente de la Federación, señor Llorens, y por ello Gimeno entra con mal pie para “smashar” esta pelota. Se le crea un cierto vacío publicitario, por extensión del vacío publicitario de que goza una Federación radicada en Barcelona. Además Gimeno trae la molesta misión de llenar el hueco de Supermanuel. (...) Se desencadenan campañas para defender a tenistas desplazados por la llegada de Gimeno: Gisbert o Antonio Muñoz»39.

Estos eran los motivos que llevaban a los medios madrileños a ignorar una victoria de Gimeno en París elogiada incluso por los periodistas franceses. Aunque, los éxitos deportivos necesarios para 241 continuar alimentando el patriotismo español podían provocar rápidamente la sustitución de Manolo Santana en el panteón depor- tivo nacional:

«Aunque de seguir Gimeno en la línea de sus triunfos recientes no tardaríamos en ver un radical replanteamiento de la cuestión y a poco que se llenen las vitrinas hispánicas de trofeos vía Gimeno tendremos Superandrés o Supergimeno para dar y vender»40.

Diez años después de la retirada de Santana, Vázquez Montalbán reconocía que la afición por el tenis en España, incluida la suya, se debía a la retransmisión televisiva de los partidos del tenista madri- leño. Sus victorias propiciaron un boom por este deporte entre una población española que estaba dispuesta a seguir los pasos de su ídolo. Pero, una vez pasada la «fiebre Santana», la falta de una polí- tica deportiva adecuada confirmó la naturaleza del tenis como un deporte solo al alcance de unos pocos:

39 Ibíd., p. 37. 40 Ibíd.

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«Se dice que por entonces la televisión consiguió que se multiplica- ran por muchos cientos el número de practicantes y de ventas de raquetas. De la cantidad nace la calidad, decían los antiguos y en general no se equivocaban. Pero en España el éxito del tenis fue flor de un día y la cantidad de practicantes fue imposible porque jugar al tenis, realmente, solo está al alcance de los hijos de papá, de los que recogen pelotas para los hijos de papá y de los carrocillas con exceso de kilos que van a pelotear para quemar calorías»41.

Más adelante, Montalbán recordará una vez más la figura de San- tana viendo el interés mediático suscitado por las gestas deportivas de . Una expectación que no se producía en España desde los tiempos de dos grandes referentes del deporte español como Santana o Bahamontes42. En los años noventa el nivel del tenis español mejoró ostensible- mente. Sergi Bruguera, Carlos Moyà y Arantxa Sánchez Vicario lo- graron vencer en Rolland Garros. Pero la hierba de Wimbledon continuaba siendo un terreno donde los tenistas españoles estaban condenados al fracaso. Únicamente Santana había conseguido ven- cer en categoría senior en el torneo londinense. Mientras que Andrés 242 Gimeno y Manuel Orantes habían ganado, respectivamente, en la competición de dobles e individual junior43. Después de más de treinta años el equipo español de tenis volvió a disputar una final de la Copa Davis. Con motivo de este aconteci- miento, el escritor barcelonés realiza un breve repaso a la historia del tenis español, la indiscutible referencia del cual es Manolo San- tana. También destaca la influencia que la procedencia social prole- taria de los tenistas más importantes de los años sesenta tuvo en la identificación de los militantes de la izquierda antifranquista con una práctica deportiva propia de la burguesía. El equipo español de Copa Davis, liderado por el tenista madrileño, había disputado dos finales en 1965 y 1967. Esta competición otorgaba un gran prestigio internacional, tanto deportivo como político, a los países vencedo- res. Así, este grupo se convirtió en un baluarte del patriotismo español y, sus componentes, en héroes nacionales cuya popularidad nada tenía que envidiar a los ídolos del balón:

41 Vázquez Montalbán, M., “Tenis y televisión”, op. cit, p. 43. 42 Vázquez Montalbán, M., “La pericomanía”, Interviú (1989), núm. 690, p. 121. 43 Vázquez Montalbán, M., “Noticias de España”, Interviú (1998), núm. 1158, p. 110.

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«Pero, de pronto, pasamos de tan entrañables fantasmagorías o de las gloriosas resistencias de Pedro Masip en sus partidos numan- tinos y perdidos a la osadía de Santana y Orantes destruyendo yanquis y australianos y colocando a la selección española en una, dos finales de la Copa Davis. Y, de la noche a la mañana, Santa- na, Couder, José Luis Arilla, Gisbert, Orantes fueron tan populares como las grandes estrellas del fútbol»44.

5. José Manuel Urtain: la superioridad de la raza española

José Manuel Ibar, conocido con el sobrenombre de “Urtain” en re- ferencia al caserío donde nació, fue el primer boxeador español que logró alzarse con el título europeo de los pesos pesados (1970). Al cabo de unos meses cedió su corona europea ante el inglés Henry Cooper, un cetro que posteriormente recuperaría y volvería a perder definitivamente anticipando su retirada de los rings (1972). Este púgil se convirtió en uno de los mitos deportivos españoles a finales de los años sesenta y principios de los setenta. Vázquez Mon- talbán consideraba a Urtain como un símbolo que encarnaba una serie de valores destinados a alimentar la necesidad épica del pueblo 243 y propagandística del franquismo. En este caso, la superioridad de la raza española45. La atribución a Urtain de la representatividad racial española se evidenció en el titular del diario deportivo Marca –“Venció la raza”– tras la consecución del título de campeón europeo de los pesos pesados. Existía un deseo político y patriótico de contar con un deportista que pudiera demostrar a través de sus triunfos la grandeza de los españoles. Esta voluntad conducía, en muchas ocasiones, a la exageración de sus cualidades por parte de la prensa. Este era el caso de Urtain:

«Pero se me ocurre que todo es hablar por hablar si las tortas blandas de Urtain se vuelven roscones cuando se trata de exaltar la raza y toda España se vuelve una penumbra cuando se trata de iluminar Madrid»46.

44 Vázquez Montalbán, M., “Entre el factor RH y el derecho a la inocencia”, op. cit, p. 52. 45 Vázquez Montalbán, M., “Política y deporte. Un análisis deportivo con perspec- tiva crítica”, op. cit, sin paginar. 46 Vázquez Montalbán, M., “Venció la raza”, Tele/eXprés (10 de junio 1970), p. 4.

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Su historia resultó ser la de un boxeador construido «artificialmen- te». Este famoso levantador de piedras vasco, conocido como el Tigre de Cestona, se convirtió en púgil gracias a la iniciativa de un empre- sario hotelero y de un mánager. Su carrera se inició en 1968 y se caracterizó por una fulgurante ascensión tras la obtención de 27 victorias consecutivas por KO. Al citar a los boxeadores españoles más destacados de los años sesenta, Montalbán alude a las sospechas que cuestionan si se trata de un «fenómeno» deportivo o publicita- rio47. Todos estos triunfos se produjeron frente a rivales de escasa entidad. Este hecho generó una cierta polémica en torno a su promoción. Una meteórica carrera que le permitió disputar el combate por el título europeo de los pesos pesados en el Palacio de los Deportes de Madrid frente al alemán Peter Weiland. Era el mes de marzo de 1970. La victoria de Urtain por KO en el séptimo asalto le consagró como embajador internacional del régimen franquista48. Seis meses después tuvo que defender su corona ante el inglés Cooper en el Estadio de Wembley. Esta vez la suerte del combate no le sonrió y cedió su trono europeo. Pero Urtain no solo perdió el título de campeón de Europa, sino también su estatus de héroe na- 244 cional destinado a aportar los éxitos deportivos necesarios para re- forzar el tan debilitado patriotismo español. El periodista barcelonés se refiere a este hecho al hablar de una nueva figura emergente, el nadador Esteva:

«Lo que aparece como muy claro es que Esteva ha llegado como enviado por el cielo; en plena decadencia de Manolo Santana, urgía un nuevo supermán nacional de repuesto, descartado ya Urtain para tan importante puesto político-deportivo»49.

Tras la dolorosa derrota sufrida en territorio inglés, Vázquez Mon- talbán dedica un artículo a analizar el pasado, el presente y el futu- ro de un boxeador derribado, repentinamente, del pedestal reserva- do a los salvadores patrios. En primer lugar, realiza una descripción del combate en que contrapone la técnica de Cooper a la fuerza bruta de Urtain. El púgil español muestra un gran espíritu de supe-

47 Vázquez Montalbán, M., 100 años de deporte: del esfuerzo individual al espectáculo de masas (vol. II), op. cit., p. 106. 48 Vázquez Montalbán, M., “Corra, busque y llegue usted primero”, op. cit, p. 47. 49 Vázquez Montalbán, M., “Las medallas y Samaranch”, op. cit, p. 6.

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ración que le conduce a seguir peleando en unas condiciones físicas lamentables. Sin embargo, el árbitro decide que Urtain no puede continuar el combate en ese estado y concede la victoria a Cooper:

«Arremete, embiste, movido por esa cultura escolar que desde niño le ha enseñado que la fuerza de España siempre ha nacido de la desesperación. Pero estamos en el siglo xx. En Inglaterra. Un mé- dico examina el ojo de Urtain. El combate ha terminado. Ya se acabó el alboroto»50.

Una vez confirmada la tragedia de la derrota, empezaron las dife- rentes valoraciones. Desde un punto de vista deportivo, resultaba innegable que el combate respondía a las expectativas generadas. Además, había dejado en evidencia a todos aquellos que considera- ban a Urtain como un campeón «ficticio» producto de intereses políticos y económicos:

«Es evidente que el precio de la localidad ha sido compensado por el curso de la pelea: no ha habido tongo, ha habido angustia de disputa. Incluso una mínima incertidumbre y finalmente el happy end de la victoria del virtuoso compatriota. Pero el derrotado ha 245 dado la cara. Ha padecido una derrota que le reportará el beneficio de la deportividad. Que desarmará las plumas escépticas»51.

En cambio, desde la óptica del nacionalismo español se dejaba escapar una oportunidad histórica. El triunfo de Urtain hubiera demostrado en el ámbito internacional la capacidad de la política desarrollista, llevada a cabo por el régimen franquista, para generar un campeón de los pesos pesados. Por eso, algunos medios, incapa- ces de aceptar la realidad, atribuían este fracaso deportivo a una conjura internacional. La misma mafia que lo había catapultado a la cima del boxeo europeo estaba ahora en contra de su coronación:

«La derrota de Urtain se sumaba a la larga lista de mitos deporti- vo-sustitutivos que últimamente se van esfumando del escaparate nacional. Hay quien empieza a dar la explicación de la conjura internacional. Aupado por la mafia hasta el título europeo, Urtain lo pierde por su desaire a Casadei. Acorralado, una conjura super-

50 Vázquez Montalbán, M., “Urtain juguete roto”, Triunfo (1970), núm. 442, p. 12. 51 Ibíd.

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estructural le ha obligado al enfrentamiento con un boxeador de verdad»52.

Urtain había dejado de ser, momentáneamente, un ídolo del de- porte español. Aunque pasados unos años nadie se acordará exacta- mente de las circunstancias en las que se había desarrollado su trayectoria deportiva. Entonces, vaticinaba Montalbán, este boxea- dor volverá a ser ensalzado por el nacionalismo español y aparecería en programas televisivos con el aval de sus «éxitos»:

«Dentro de quince, veinte años, cualquier ramalazo de revival volverá a mistificar a Urtain, como heredero de la dinastía de Juan Sebastián Elcano y Paulino Uzcundun. Aparecerá en programas de televisión opinando bajo el aval de su pasada gloria, esa gloria que en la actualidad ustedes y yo nos resistimos a concederle»53.

Urtain debía replantearse seriamente su carrera deportiva y decidir si realmente quería competir al más alto nivel dedicando su esfuer- zo a un largo y duro periodo de entrenamiento. O, por el contrario, prefería obtener un rédito económico de la fama adquirida comba- 246 tiendo ante contrincantes que apenas oponían resistencia:

«Es una cuestión a decidir en las próximas semanas. Urtain puede llegar a boxear mejor a base de gimnasio y sacrificio. Urtain puede convertirse en un boxeador “gagá” más si quiere exprimir hasta lo último la teta de la ganancia, de la explotación de su propio mito en decadencia»54.

Tras el derrumbamiento de este mito, el franquismo se quedaba sin ningún deportista en quien delegar la representación épica del país. Vázquez Montalbán valoraba positivamente tanto esta ausencia de mitos como el consecuente debilitamiento del discurso patrióti- co y racial español asociado a los éxitos de los deportistas españoles:

«Repasaba el otro día yo los motivos épicos cotidianos que estaban en el candelero y de pronto me detuve angustiado frente al embar- cadero del Retiro. No tenemos ninguno. Nos hemos quedado sin

52 Ibíd. 53 Ibíd, p. 13. 54 Ibíd.

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héroes representativos de un talante nacional al parecer sin par. Hagamos un examen de conciencia. Primero fue Zarra y su circuns- tancia. Después fue el Real Madrid. Después, Manolo Santana. A continuación, Urtain. Después de Urtain, nada, nada, nada»55.

Los malos augurios montalbanianos sobre el futuro del boxeador español no se cumplieron tan rápidamente. Un año después, en diciembre de 1971, el Tigre de Cestona consiguió recuperar el título europeo frente al británico Jack Bodell en el Palacio de los Deportes de Madrid. Seis meses después, en junio de 1972, volvió a defender su corona ante el alemán Jürgen Blin. Unos días antes del combate, los medios de comunicación madrileños otorgaban más importancia a los entrenamientos de su adversario que a la victoria de Andrés Gimeno en Rolland Garros. No había ninguna duda sobre quién era el representante del patriotismo español en el ámbito internacional: Urtain56. De todas formas, la sospecha extendida sobre las victorias del púgil español después de la primera gran derrota de su carrera de- portiva frente a Cooper nunca se desvanecerá completamente. Con motivo de las irregularidades arbitrales acontecidas en el primer combate entre Pedro Carrasco y Mando Ramos por el título mundial 247 de los pesos ligeros, Montalbán alude, de nuevo, a los posibles amaños en los combates de Urtain57.

6. Miguel Induráin: la entrada de España en la modernidad

Miguel Induráin sigue estando considerado en la actualidad como el ciclista español más importante de todos los tiempos. En su pal- marés destacan sus cinco victorias consecutivas en el Tour de Francia, además de dos triunfos en el Giro de Italia y un título olímpico de contrarreloj en los Juegos de Atlanta (1996). Vázquez Montalbán, un gran aficionado al ciclismo, no podía obviar una figura tan des- tacada del deporte en España. Con toda la atención del público y de los medios de comunicación centrada en Pedro Delgado, ganador del Tour en 1989, el periodista barcelonés ya se había fijado en In-

55 Vázquez Montalbán, M., “La épica”, Triunfo (1971), núm. 464, op. cit., p. 8. 56 Vázquez Montalbán, M., “Andrés Gimeno, el tenista errante”, op. cit., p. 37. 57 Vázquez Montalbán, M., “Deporte o dinero: chantaje a Carrasco”, Triunfo (1972), núm. 522, p. 10.

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duráin. Destacaba la progresión de un joven valor que había logrado un triunfo de etapa en la ronda francesa y estaba abandonando el cartel de promesa para convertirse en una realidad:

«Poco a poco, Delgado iba siendo temido, y con él, nosotros; y además, la épica se alimentaba de una colección completa de es- pañoles imprevisibles y desafiantes como Induráin, Lejarreta»58.

En 1991 el corredor navarro se convirtió en el cuarto español capaz de vencer en el Tour de Francia y en uno de los principales candida- tos a la victoria final en las siguientes ediciones. Los éxitos de In- duráin se convirtieron en una fuente de orgullo patrio y de cohesión social para los españoles. No obstante, las últimas disgregaciones nacionalistas de Rusia y Yugoslavia habían corroborado los límites de la compensación deportiva para prevenir los conflictos identita- rios. Vázquez Montalbán temía que ni siquiera la expectativa de un nuevo triunfo en la ronda gala resultara un bálsamo suficientemen- te eficaz para calmar la agresividad latente entre los diferentes pue- blos de España debido a la cuestión nacional59. Después de conseguir subirse a lo más alto del cajón en tres edici- 248 ones consecutivas de la competición francesa, Montalbán empezaba a prever la necesidad de planificar el día después de una carrera deportiva que había permitido mantener elevado el orgullo patrio. La retirada de Induráin provocará un vacío épico que podría ser aprovechado por el nacionalismo catalán. Así pues, recomienda a los dirigentes catalanes que apuesten por una política deportiva destinada a promocionar el ciclismo entre la población60. En septiembre de 1994, Miguel Induráin se propuso batir el récord de la hora. El periodista barcelonés se fijó en los materiales utilizados en el diseño de la bicicleta, fabricada con la tecnología más avanza- da para lograr esta gesta deportiva. Un equipamiento que reflejaba el salto cualitativo experimentado por el país desde los años del racionamiento hasta ese momento:

«Bernardo Ruiz corría con bicicletas que más parecían de quinto culo que de segunda mano. Estaban diseñadas según la estética de los años del bloqueo y del racionamiento y sin embargo nos engan-

58 Vázquez Montalbán, M., “La pericomanía”, op. cit, p. 122. 59 Vázquez Montalbán, M., “Motivos para sobrevivir”, op. cit., p. 122. 60 Vázquez Montalbán, M., “Ciclistas”, El País (14 de mayo 1994), p. 26.

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chamos como yonquis al artefacto y a la furia española que le echaban los ciclistas de posguerra, como si la furia española fuera carbón del bueno en tiempos de carbonilla. Entre la bicicleta de Bernardo Ruiz y la que ha utilizado Induráin para batir el récord de la hora hay la misma diferencia que entre la señora Bahamon- tes, aquella abundante, sufridora y tenaz Fermina que iba al Tour para quitarle a Federico las depresiones y las pájaras, y la estiliza- da señora Induráin que presencia la carrera de su marido junto a un cuadro de mandos que parece de Central de la NASA»61.

Pero no solo los medios materiales habían evolucionado desde la autarquía franquista. También las cualidades psicológicas determi- nantes para alcanzar el éxito deportivo no dependían ya de la tes- tosterona, sino de la capacidad de concentración:

«Nuestros ciclistas parecen haber entrado en la modernidad porque ya poco tienen que ver con sus ancestros testiculares que se echaban al Tourmalet como si se fueran al maquis o se metían un velódro- mo como si entraran en un parque de atracciones. Pero no solo con tecnología se consigue lo que consigue Induráin, ni tampoco con una constitución física privilegiada para el ciclismo. Hace falta 249 una voluntad de logro, eso que se llama capacidad de concentración, para la que Induráin está muy bien predispuesto porque tiene las cejas juntas y los ojos claros pero firmes. (...) Hemos tenido que aguantar muchas bicicletas de quinto culo para llegar a la conse- guidora de récords. Y recurrimos demasiadas veces a sobrevivir y convivir a base de genitales antes de hacerlo usando el cerebro. Cabeza y piernas fue la consigna del primer teórico del ciclismo. Al menos tenemos una cabeza y un par de piernas»62.

Vázquez Montalbán aprovecha esta reflexión sobre las cualidades del ciclista navarro para criticar a todos aquellos que, tras su mala actuación en el Giro de Italia, anticiparon injustamente el final de su carrera. Además, reivindica el valor de una trayectoria deportiva capaz de proporcionar, en el pasado y en el futuro próximo, las mayores alegrías:

61 Vázquez Montalbán, M., “Cabeza y piernas”, El País (3 de septiembre 1994), p. 38. 62 Ibíd.

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«Durante la temporada ciclista que termina, Induráin, que algo tiene de monje ascético, habrá comprobado cuán quebrantable es la adhesión inquebrantable colectiva y cómo se arrugaron los ombligos patrios cuando se quedó clavado en el Giro y se temió el final del ciclista prodigioso. Luego venció en el Tour casi paseándose y ahora deja el récord de la hora a punto para poder batirlo otra vez, él mis- mo, en México, que es donde se baten los récords casi para siempre»63.

Poco a poco se iba acercando el momento de la retirada de este gran campeón presentado como la mejor prueba de la modernización del país en el ámbito europeo. A pocas horas de la resolución final del Tour de Francia de 1995 con una contrarreloj donde Induráin defendía su liderato, Montalbán planteaba nuevamente la cuestión sobre el futuro del ciclismo español:

«Que parezca un campeón de diseño no quiere decir que lo sea, pero este Batman sobre bicicleta semeja escapado de una pantalla de ordenador más que de un laboratorio biogenético de campeones. El día que no gane ¿qué va a pasar? Y sobre todo ¿qué nos va a pasar? (...) En la travesía del desierto entre dos Ligas de Fútbol y 250 sin la esperanza de descanso psicológico que podría esperarse del relativo silencio de Jesús Gil, el Tour ha emergido como una etapa única siempre encabezada por Induráin que ha asumido todo lo que ha perdido la esperanza colectiva. El ha sido la locomotora hacia la modernidad, la convergencia europea, el motor del cambio dentro del cambio y lo demás son puñetas o gerundio»64.

Además, las dos figuras más prometedoras del ciclismo español, llamadas a ocupar el lugar de Induráin, habían desaparecido del mapa como consecuencia de sendos accidentes65. Finalmente, tras una serie de controversias en torno a su estado de forma, el ciclista navarro volvió a convertirse en el héroe nacional. Este deportista no solo lograba cohesionar a todo el público español junto al televisor, independientemente de la zona geográfica de procedencia, también proporcionaba al país un prestigio internacional inalcanzable en otros ámbitos de la vida:

63 Ibíd. 64 Vázquez Montalbán, M., “Después de Induráin ¿qué?”, El País (24 de julio 1995), p. 43. 65 Ibíd.

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«Pero después de las ruedas de prensa y los mentirosos desmentidos de mentiras, ahí está, ahí está la Puerta de Alcalá e Induráin como un Batman afilado y amarillo que vigila nuestras derrotas, las compensa, las convierte en victorias y desde una capacidad de símbolo de todo, absolutamente todo el Estado de las Autonomías. Si algún día resultara que Induráin no se siente representante de España sino de Navarra o de Villava, yo creo que los españoles vivirían la más larga noche de sus dudas sobre su propia esencia- lidad. España es Induráin y lo que dice de nosotros el Financial Times»66.

En el Tour de 1996 Induráin no subió a lo más alto del podio des- pués de cinco triunfos seguidos. Este primer fracaso deportivo del único referente mundial del deporte español propició un clima de decepción. Tampoco ayudaba a recuperar el orgullo nacional la perspectiva de una Liga cada vez más desidentificada por la presen- cia masiva de extranjeros. Por eso, Vázquez Montalbán reclama un triunfo de Induráin en Atlanta para evitar deprimirse durante el verano:

«No estábamos preparados para soportar sin victorias de Induráin 251 el tiempo que media entre dos ligas de fútbol. Además, la próxima Liga más va a parecer una guerra de África entre legiones extran- jeras y me temo una desidentificación general de los equipos espa- ñoles en el camino de convertirse todos ellos en el Harlem Globbe Trotters, es decir, un dream team en coña. Todavía espero que Induráin gane algo en Atlanta, porque, de lo contrario, yo, que me conozco, voy a pasar un mes de agosto deprimido e intensamente dedicado al bolero o a la apología del crimen como una de las bellas artes»67.

Induráin logró vencer en la contrarreloj individual de los Juegos de Atlanta (1996), cumpliendo el deseo expresado por Montalbán. Posteriormente corrió la Vuelta a España y, finalmente, decidió anunciar su retirada en enero de 1997. Esta noticia suponía un pro- blema social y político para el gobierno del PP, ya que las victorias del ciclista navarro unían a los españoles y les permitían participar

66 Ibíd. 67 Vázquez Montalbán, M., “Sin Induráin”, El País (22 julio 1996), última página.

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de un éxito en tiempos difíciles68. Además, observando el panorama actual del deporte y del ciclismo español, no se vislumbraba ningún deportista con posibilidades de convertirse en mito nacional y asu- mir la carga épica que recaía sobre Induráin:

«Después del golpe de la unión entre Canal +, Antena 3 y TV-3, el Gabinete de Aznar recibe otra dura patada en el cerebro y estre- na 1997 con todos los carismas a media asta. Un repaso de los mitos nacionales a explotar no da con un equivalente a Induráin, lejos Bruguera de su mejor forma y perteneciente Theresa Zabell, aunque rubia, a un deporte que no despierta pasiones masivas. Olano sigue siendo una espléndida promesa, pero todos los exper- tos se pronuncian por que será uno entre los grandes, no el más grande, y el hijo de Induráin no estaría a punto hasta una posible quinta legislatura del Partido Popular»69.

Ante la pregunta de un periodista sobre la dependencia que un país tiene de sus ídolos futbolísticos, el periodista barcelonés insistía otra vez en la orfandad mitológica que padecía el público español tras la desaparición de Induráin: 252 «La mitología de un país depende de sus héroes, y en una época en la que no hay héroes bélicos buscas héroes donde puedas. Hemos tenido durante diez años muy bien cubierto el capítulo de héroes, primero con Perico Delgado y luego con Induráin, que eso ya fue Júpiter en persona; ahora estamos muy mal, porque ni en ciclismo ni en ningún otro deporte tenemos a alguien de quien sentirnos orgullosos»70.

Abraham Olano era, según los expertos, el ciclista destinado a ser su sucesor. Este pronóstico respondía, fundamentalmente, a la simi- litud en sus cualidades físicas y deportivas y a sus buenas actuaciones en la Vuelta a España, el Giro de Italia y el Campeonato del Mundo en ruta. Una carga patriótica que supuso una presión excesiva para este corredor:

68 Vázquez Montalbán, M., “Sin Induráin, ¿qué va a ser de nosotros?”, El País (3 enero 1997), p. 31. 69 Ibíd. 70 “Manuel Vázquez Montalbán”, en FERRERES, P. op. cit., p. 209.

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«Sin un Induráin que llevarnos al alma de todos los veranos, solo nos queda Olano y esta responsabilidad puede trabar las piernas del buen ciclista»71.

Todas las esperanzas depositadas en el «nuevo Induráin» se desva- necieron tras una caída que le obligó a abandonar la ronda francesa al día siguiente. Un accidente que ponía al descubierto el desierto épico dejado tras la marcha de Induráin:

«Tras la retirada de Induráin anuncié que se iniciaba una travesía del desierto épico de muy mal llevar (...), presidentes de clubes de fútbol, políticos deportivos, periodistas, han poblado el horizonte épico del verano de escorias, de polvo de estrellas y escombros de hazañas, mientras la legión futbolística extranjera que se nos viene encima sigue dando la razón a Nietzsche: hay pueblos que nacen para ganar la copa del mundo de fútbol o la de baloncesto y hay pueblos que nacen para retirarse de un Tour que ya no podían ganar»72.

La siguiente participación de Olano en el Tour también estuvo marcada por la presión mediática para alcanzar los éxitos de Induráin. 253 En este contexto, Vázquez Montalbán recuerda que, hasta la aparición del ciclista navarro, el patriotismo español se conformaba con algu- na gesta increíble protagonizada por un ciclista español durante una etapa de montaña tratando de recuperar los minutos perdidos en una contrarreloj73. Los éxitos deportivos de Miguel Induráin ponían el punto y final a un proceso de mitificación del ciclismo español que había servido como compensación épica de algunas insuficiencias vitales o como demostración del desarrollo político y social en España:

«Entre Bernardo e Induráin median 50 años de construcción de la pirámide mítica del ciclismo español, desde los tiempos de la pos- guerra, en los que cuando Bernardo Ruiz quedaba tercero en un Tour era como si no hubiéramos perdido tanto la Guerra Civil, y

71 Vázquez Montalbán, M., “Noticias de España”, op. cit., p. 110. 72 Vázquez Montalbán, M., “Otra travesía del desierto”, Interviú (1998), núm. 1164, p. 98. 73 Vázquez Montalbán, M., “El ciclisme”, Avui (17 julio 1999), p. 17.

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los que la habían ganado se jactaban de que gracias a ellos se corría mejor en bicicleta»74.

Montalbán consideraba que existían dos razones para entender el poco interés que despertaba la Vuelta a España tanto en el público español como en los mejores ciclistas internacionales. La primera, su situación en el calendario al final de la temporada ciclista y, además, como última gran carrera previa al campeonato del mundo. La segunda, la ausencia de grandes corredores españoles reconocidos internacionalmente capaces de atraer a otros grandes ciclistas, como en su momento Pedro Delgado o Induráin75. Además, los aficionados no se sentían atraídos por una carrera disputada una vez experimentadas las mayores emociones posibles en este deporte durante el mes de julio y a punto de iniciarse la temporada futbolística con la atención centrada en la actuación de los nuevos fichajes. Por otro lado, desde la retirada de Induráin no había aparecido ningún ciclista con suficiente categoría para cargar con la responsabilidad de la representación patriótica y los corredo- res habían sido víctimas de la ansiedad generada por esta expecta- tiva: 254 «Cuando el ciclista navarro lo ganaba casi todo, se había cumpli- do la falsa promesa del No-Do y el mundo entero estaba al alcan- ce de todos los españoles, por lo que los veranos los vivíamos en estado de excepción del espíritu. Desde que se retiró Induráin hemos estado esperando la señal de que un nuevo representante de nuestro talante deportivo, es decir, épico, había alumbrado, pero no ha sido así e incluso esta ansiedad ha amargado la vida y las carreras a ciclistas instrumentalizados como si fueran los forzados herederos de Induráin y no lo eran»76.

Después de algunos años sin un talento con opciones de imponer- se en el Tour pareció surgir una promoción de ciclistas, encabezada por Joseba Beloki, con posibilidades de éxito. El escritor barcelonés aprovechó esta circunstancia para recordar cómo, tras la desaparición

74 Vázquez Montalbán, M., “Reflexiones sobre la teología del dopaje”, Interviú (17 mayo 1999), núm. 1203, p. 114. 75 Vázquez Montalbán, M., “La revuelta ciclista”, Interviú (2002), núm. 1378, p. 114. 76 Ibíd.

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de Induráin, el patriotismo español se había alimentado con accio- nes bélicas secundarias como la reconquista de la isla de Perejil o el envío de soldados a Irak en apoyo de los Estados Unidos:

«Induráin que lo ha sido todo, absolutamente todo en nuestra imaginación épica, en aquellos tiempos de normalización demo- crática en los que era imposible imaginar una operación militar de reconquista de la isla Perejil o el envío de soldados a Irak (...). Ha habido otros muy buenos corredores paisanos, pero todo parece señalar una nueva hornada espléndida que encabezaba Beloki, de la que esperábamos y esperamos julios felices, ese mes tan proble- mático que está a punto de convertir las personas y las cosas en invisibles»77.

7. Conclusión

Como hemos visto, Vázquez Montalbán aplica la perspectiva crítica marxista a la cultura de masas para denunciar la instrumentalización política y mediática de la satisfacción épica proporcionada por los triunfos de los deportistas españoles. Una manipulación consisten- 255 te en presentar a estos héroes como mitos representativos de algunos valores políticos y sociales como la promoción social a través del deporte (Santana), la superioridad de la raza española (Urtain) o la modernización del país (Induráin). Sin embargo, esta advertencia sobre el componente alienante oculto tras la mitificación de los protagonistas de las gestas deporti- vas no lleva implícita una actitud de rechazo hacia estos ídolos so- ciales. Al contrario. Como intelectual procedente de un barrio po- pular y aficionado al deporte, Montalbán valora su función compensatoria para los perdedores sociales. Por eso, lamenta el desprecio mostrado por parte de la cultura burguesa hacia un ele- mento de la cultura de masas que configura la sentimentalidad popular y satisface la necesidad épica de las personas. Con motivo de la aparición, a principios de los años ochenta del siglo pasado, de una generación importante de corredores, el perio- dista barcelonés reivindicaba un trato igualitario entre la cultura popular vinculada a los mitos del deporte y la alta cultura. En este sentido, proponía la inclusión de alguno de estos ciclistas, que con

77 Vázquez Montalbán, M., “La caída de Beloki”, op. cit., p. 106.

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su desempeño colaboran a aumentar el prestigio del país en el mun- do, entre los aspirantes a español universal:

«Una cultura sin mitos internacionales es una cultureta. Y cuando se haga la convocatoria de aspirantes a español universal, que se tenga en cuenta a los ciclistas de bicicleta tanto como a los ciclis- tas de la Cultura de Cámara»78.

Aun así, después de veinticinco años de sus primeras estancias en el extranjero, Vázquez Montalbán lamentaba que el imaginario es- pañol en Europa continuara determinado por la violencia terrorista y la impotencia épica de nuestro deporte. Los medios de comunica- ción internacionales únicamente reproducían dos informaciones de España: la prematura eliminación de la selección española del Mun- dial de Francia (1998) y la última acción de ETA. Un síntoma de la incapacidad para trasladar al exterior una visión de la españolidad basada en otros referentes. Además, a nivel interno, también se debilitaba una concepción de la nación que dependía en exceso de los resultados deportivos. Un motivo más de desencanto para aque- llos intelectuales que estaban convencidos de la preeminencia de lo 256 racional sobre lo mítico:

«Los que vivimos aquí dentro sabemos que interpretamos una realidad plural y coral, pero carecemos de instrumentos para ex- portar un imaginario que sustituya al preestablecido en el mercado mundial de los imaginarios. Y aún tenemos que asumir con más resignación los desastres épicos de nuestro deporte, a la vista de que la clementina selección de fútbol jamás será otra naranja mecánica, ni siquiera una mandarina mecánica. Tampoco la ja- leada Armada Invencible del tenis ha estado en Wimbledon a la altura de su potencial supuesto, y de la tierra batida al césped parece haber un recorrido insalvable que en el pasado solo supera- ron los Santana, Orantes y Gimeno. Sin un Induráin que llevarnos al alma de todos los veranos, solo nos queda Olano y esta respon- sabilidad puede trabar las piernas del buen ciclista. Si planteo con una cierta seriedad los efectos de las frustraciones deportivas sobre la conciencia nacional es porque reconozco un fracaso más de la construcción de la Razón a lo largo del siglo xx»79.

78 Vázquez Montalbán, M., “Los ciclistas también”, El Periódico (29 julio 1983), p. 4. 79 Vázquez Montalbán, M., “Noticias de España”, op. cit., p. 110.

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Los cuarenta años de democracia en España tampoco han logrado acabar con la construcción del «hecho diferencial español» a partir de los réditos patrióticos logrados por los deportistas. Un naciona- lismo deportivo fomentado desde las altas instancias, tanto por el gobierno –así dispone de un recurso para desviar la atención de sus errores– como por los medios de comunicación públicos y privados que recurren a la épica para incrementar sus audiencias. En pleno siglo xxi, los éxitos deportivos internacionales aún cons- tituyen, en muchas ocasiones, la mejor carta de presentación de la «marca España» en el extranjero. Fernando Alonso, Pau Gasol, Ra- fael Nadal, Lidia Valentín, Carolina Marín o Mireia Belmonte, entre otros, han sido o son ensalzados, no solo por sus gestas o por los valores que representan, sino también por su papel como embaja- dores deportivos. Una estrategia destinada a apuntalar un naciona- lismo español que contrasta con el papel secundario ejercido en el panorama político, cultural o económico mundial.

Jordi Osúa Quintana Doctor en Ciències de l’Esport per la UB (INEFC Barcelona) i Professor del CFGS d’Ensenyament i Animació Socioesportiva a l’Institut de l’Esport de Barcelona 257 [email protected]

[Artículo aprobado para su publicación en febrero de 2020]

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