¿DE QUIÉN ES LA FIESTA?* Lorena Ardito Aldana1
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ARDITO ALDANA, Lorena, “¿De quién es la fiesta?”, CISMA, Revista del Centro Telúrico de Investigaciones Teóricas. N º 2. 1º semestre. 2012. 1-17. ¿DE QUIÉN ES LA FIESTA?* 1 Lorena Ardito Aldana WHO DOES THE PARTY BELONG TO? RESUMEN ABSTRACT El presente artículo, enmarcado en la investigación Forming part of the research “The Politicity of Don “La politicidad de Don Carnal. Lecturas políticas de Carnal: Political Readings of Festivals and Carnivals lo festivo y lo carnavalero en América latina”, in Latin America”, this article forwards, through a pretende articular de manera crítica perspectivas critical perspective, cultural and economic económicas y culturales para abordar la pregunta: approaches in order to answer the question: in the ¿qué categorías, enfoques y autores presentes en la debate on the structural formation and problems discusión sobre la formación estructural y los of development in Latin America, what problemas de desarrollo en América Latina son catergories, approaches and authors are relevent relevantes para abordar la temática de la fiesta to addressing the topic of festivals and carnivals as 1 popular y el carnaval, en tanto patrimonio an intangible heritage? This question does not inmaterial? Esta pregunta no limita, sin embargo, el preclude, however, to the use of authors, uso de autores, enfoques y categorías provenientes approaches and categories from the culturalist de la literatura culturalista, los que serán sacados a literature, which will be drawn upon along with colación junto a trabajos e informaciones relevantes relevant works from the world of NGOs and provenientes del mundo de las ONGs y la International Cooperation. Cooperación Internacional. PALABRAS CLAVE fiesta carnaval patrimonio desarrollo inmaterial KEYWORD party carnival intangible development * Recibido: 14/03/2012 – Aceptado: 31/03/2012 1 Licenciada en Sociología, Candidata, Maestría en Estudios Latinoamericanos de la UNAM, [email protected]. CISMA N º 2 1º semestre 2012 I. LA FIESTA POPULAR Y EL CARNAVAL La cultura es una de las dimensiones sociales más inaprehensibles y complejas de la realidad social, pues concita una compleja vinculación entre lo simbólico y lo material, entre lo íntimo y lo público, entre lo global y lo local, que se actualiza y articula de manera diversa y continua en cada contexto histórico-social. En este contexto, fiesta y carnaval pueden ser pensados como formas culturales, es decir, como manifestaciones específicas, peculiares y ampliamente diversas de lo cultural, cuyo fundamento también móvil, está centrado en la noción de necesidad. La necesidad de “IV Bajada Afrodescendiente” la fiesta y el carnaval puede expresarse así con un 2009, Paseo 21 de mayo de la sentido catártico, transgresor, ritual, lúdico, cómico, ciudad de Arica, Chile. En la imagen: Marta Salgado, una crítico, erótico, estético, individual, comunitario, social, de las liderezas del proceso de político o económico. reivindicación identitaria de los Este carácter “necesario” de la fiesta y el carnaval, afrochilenos del Norte Grande hacen de su práctica un continuo, también móvil, articulado en torno a un calendario festivo, que en las tradiciones indoamericanas se expresa en tanto ciclo ritual y agro-astrológico. Desde esta óptica, fiesta y carnaval trascienden en mucho el móvil del ocio y la entretención, para cristalizarse como formas primarias y definitorias de lo humano, en la medida en que expresan miradas de mundo y codifican 2 simbólicamente formas de organización social en condiciones materiales determinadas. Lo cultural se define en estas expresiones que cobran, en consecuencia, un carácter identitario de vital trascendencia. Y es que, así como en la lengua, los grupos humanos se expresan y reconstruyen como colectividad imaginada y materialmente enlazada en la fiesta y el carnaval. La apropiación de estas formas culturales, inherente a su expresión identitaria, es uno de los aspectos fundamentales de su continuidad, pues de ella depende la administración de sus sentidos simbólicos y puesta en marcha de su práctica. Pero, ¿qué sucede con estas formas culturales en contextos condicionados por el capitalismo dependiente?, ¿son las fuerzas modernizadoras y homogeneizantes de la globalización económica desigual una amenaza a su continuidad?, o dicho de otra forma, ¿es el capitalismo dependiente compatible con la expresión de la diversidad cultural?, y ¿cuál es la relación entre el desarrollo económico y esa diversidad? II. UN POCO DE HISTORIA Satanizadas por su exuberante desborde de colores, simbolismos, sensualidad y paganismo, las fiestas populares latinoamericanas debieron resistir durante la Colonia a la impronta homogeneizante del calendario litúrgico del catolicismo mediante estrategias de camuflaje identitario tales como el CISMA N º 2 1º semestre 2012 sincretismo, a partir del cual se cristalizó la emergencia de un catolicismo popular y la adopción de la festividad del carnevale europeo, como espacio-tiempo de expresión de tradiciones festivas amerindias, afrodescendientes y mestizas. Durante el período oligárquico, los afanes civilizatorios de las élites de la época volvieron a poner en encrucijada a estas formas culturales mediante tentativas prohibicionistas y coercitivas, en tanto reconocidas como expresión de barbarie. Y pese a que en muchos casos tales tentativas arrasaron con su práctica, el carácter incompleto del proyecto nacional-oligárquico - lo que en palabras de Agustín Cueva aparece como la “problemática conformación del estado nacional” (Cueva 1985: 31) - y el vínculo vital de fiestas y carnavales con sus cultores, comunidades y territorios de referencia, impidieron que su práctica quedara extinta. De este modo, sobrevivientes a los procesos de hegemonización cultural aparejados al largo proceso de explotación económica y dominación política de los sectores populares durante los períodos colonial y republicano, hasta mediados del siglo XX sus manifestaciones festivas y carnavaleras lograron mayoritariamente resistir, mediante el propio continuo de su práctica, a su disolución. Sin embargo, en los años ´50, la predominancia de una noción economicista de desarrollo, se enfrentaba nuevamente a la diversidad de la cultura popular con un nuevo prejuicio: la identificación de las manifestaciones amerindias o afrodescendientes con la irracionalidad de la abundancia, con la ignorancia, y por tanto, como uno de los grandes responsables del “atraso” económico de nuestros países. 3 En un documento elaborado por expertos en desarrollo de las Naciones Unidas en 1951, el panorama se expresaba de la siguiente manera: “Hay un sentido en que el progreso económico acelerado es imposible sin ajustes dolorosos. Las filosofías ancestrales deben ser erradicadas; las viejas instituciones sociales tienen que desintegrarse; los lazos de casta, credo y raza deben romperse y grandes masas de personas incapaces de seguir el ritmo del progreso deberán ver frustradas sus expectativas de una vida cómoda. Muy pocas comunidades están dispuestas a pagar el precio del progreso económico” (Molano 2007: 71). Para el pensamiento desarrollista de la época, es evidente que la cultura popular es un lastre. Y no sólo lo es en la reflexión de los países centrales del capitalismo mundial, sino también para los propios economistas latinoamericanos de entonces, como puede evidenciarse en el texto “El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus principales problemas” (Prebisch 1949), donde una de las barreras identificadas por el autor para implementar un proceso de industrialización, sustitutivo al modelo primario-exportador vigente hasta entonces, es la incapacidad de nuestras economías de generar dinámicas privadas de ahorro e inversión, es decir, por los rasgos festivos y carnavaleros de desborde y abundancia expresados en nuestras élites. Desde el punto cultural, el programa desarrollista se cristalizó así como una treta, pues en la medida en que propulsaba la industrialización-urbanización y la asimilación de nuevas pautas de consumo cultural, fue generando una tensión modernizante que replegaba y avergonzaba manifestaciones culturales populares, tales como las lenguas autóctonas y las prácticas rituales y festivas de CISMA N º 2 1º semestre 2012 la vida comunitaria, mediante procesos tales como la migración campo-ciudad, la ampliación en el acceso a la escolaridad monolingüe y la extensión de los servicios públicos de salud occidentales (de tradición alópata). Pese a ello, nuevamente la condición de necesidad y arraigo permitieron la sobrevivencia de tradiciones festivas y carnavaleras tanto en el campo como en las ciudades. Pero llegada la década de los ´80, un nuevo proceso de avance del capitalismo mundial entraría a reconfigurar el panorama de la América festiva: la globalización neoliberal, cuya expresión frente a la diversidad cultural no será la asimilación, sino la apropiación-mercantilización de su forma y uso, separando, mediante el consumo cultural y el turismo, a la expresión identitaria de su propia base social. Como señala Néstor García Canclini “el capitalismo, sobre todo dependiente con fuertes raíces indígenas, no avanza siempre eliminando las culturas tradicionales, sino también apropiándose de ellas, reestructurándolas, reorganizando su significado y la función de sus objetos, creencias y prácticas” (García Canclini 1986: 17). Ya en los años ´90, y contrarrestando los preceptos promovidos por Naciones Unidas durante los ´50, la UNESCO declara que “…defiende la causa de la indivisibilidad de la cultura