Historias Del Tiempo Clásico
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HISTORIAS DEL TIEMPO CLASICO LIBROS PUBLICADOS POB LA COOPERATIVA', EDITORIAL <4BDEH0S AIRES” (NO AGOTADOS) Crítica Horacio Quiroca. — Cuentos de la selva (para loa niños). M. A . Barrenechea.—Un idealismo Horacio Quiroca, — El Salvaje. estético. Vicente A. Salaverri. — El Hijo del Alejandro Castiñeiras. — Máximo León. Gorki (su vida y sus obras). Alejandro Castiñeiras. — El Alma Viajes \ de Rusia. .. v ■ Nicobás Coronado.—Crítica negativa. Ernesto Mario Barreda. — Las rosas: Armando Donoso. — La senda clara. del mantón. (España). Carlos IbargurEn.—La literatura y la gran Guerra. ’ Poesía José Ingenieros.—Emilio Boutroui y * Rafael Alberto Arrieta. — Sus-me la filosofía universitaria en Francia. jores poemas. Roberto F. Giusti. — Crítica y Po ^Alfredo R. Búfano. — Poemas de lémica (2.a serie). provincia. Alvaro Melián^JLafinur. — Litera Delfina Bunge de Gálvbz. — La nou- tura contemporánea. velle moisson. Julio Noé.—Nuestra literatura. Eugenio Díaz Romero. — El templa Luis Rodríguez Acasuso.—Del teatx^ umbrío. al libro. Ricardo Jaimes Freyre.—Los sueños son vida. Cuestiones sociales y políticas Luís María Jordán. — Primavera Juan Alvarez. — Buenos Aires. interior. Marco M. Avellaneda. — Del camino Pedro Miguel Obligado. — Gris. (2» andado. edición). Juan A. García. — Sobre nuestra Pedro Miguel Obligado.—El ala de incultura. sombra (2* edición). Augusto Bunge. — Polémicas. Pablo Suero.—Los cilicios. Historia Psicología José Ingenieros. — La locura en la Argén tina. Alberto Palcos. — El Genio. Teatro Novelas y cuentos Ernesto Mario Barreda. — Desnudos Horacio Quiroca. — Las Sacrificadas. y máscaras. Héctor Pedro Blomberg.—Las puer Temas varios tas de Babel. Alberto Nin Frías. — Un huerto de Carlos Correa Luna. — Don Baltasar de Arandia (2* edición). montanas. Juan Carlos Dávalos. — El viento Martín Gil.—Modos de ver (4? ed.). blanco. Roberto F. Giusti. — Mtr Muñecos. Traducciones Víctor Juan Guillot. — Historias Carlos Oblicado. — De los Grandes sin importancia. Románticos. Luisa Israel de Pórtela. — Pidas tristes (2» edición). M. de Vedia y Mitre. — El héroe y sus hasañas, de Bernard Shaw. Moisés Kantor. — Leyendas dramá ticas. R. Francisco Mazzoni. — El Médano Costumbres argentinas florecido. Roberto Gacuz.—Glosario de ¿a (arta Enrique Méndez Calzada.—Jesús en urbana (2* edición). Buenos Aires. Luis María Jordán. — Cartas de «n Edmundo Montacne. — El cerco de extranjero. pitas. Carlos B. Quiroga. — Alma Popular. CARLOS IBARGUREN HISTORIAS DEL TIEMPO CLÁSICO 1924 AGENCIA GENERAL DE "BUENOS AIRES" LIBRERIA y PUBLICACIONES Cooperativa Editorial Limitada Rivadavia 1573 Prefacio La historia de Roma clásica ha seducido siempre: es estudiada hoy con el interés con que se tratan los temas de actualidad. Diariamente se la inves tiga en los centros científicos europeos, y con fre cuencia leemos reconstrucciones escritas con tanto vigor y colorido que nos transportan a ese pasado remoto, que no ha muerto para nosotros. En discursos, en debates, hasta en artículos de la prensa cotidiana se citan pasajes y hechos de latinos célebres y asociamos, a menudo, nuestras cosas con el recuerdo de aquellas edades y de aquellos hom bres. En Francia, durante el segundo imperio, Beulé hizo, quizá sin pretenderlo, una verdadera campaña política pronunciando desde la cátedra conferen cias sobre los Césares. Más tarde, Ferrero, en Ita lia, pretendió retratar a la sociedad contemporánea di estudiar la grandeza y la decadencia romanas. 8 CARLOS IBARCURÉN La grandiosidad de ese viejo escenario y de las figuras que en él han desfilado, y la animación dra mática con que la vida desenvolvió su trama, cau tivan y apasionan. Hemos elegido como materia de la primera par te de este trabajo, el proceso de Sexto Roscio, que dió renombre e importancia política a Cicerón. El tema, muestra algunos rasgos característicos de aquel ambiente. Los detalles pequeños e íntimos de la vida suministran mayor luz sobre un momento histórico que el relato de un acontecimiento trascen dental, porque penetran sutilmente en la penumbra hasta descubrir las pasiones que bullen y los inte reses que ocultamente luchan elaborando las hechos sociales. Las otras partes de este libro completan la evoca ción histórica de Roma clásica: una, traza el cuadro de la sociedad bajo el imperio en momentos en que aparece el cristianismo; otra, en la que se hace con versar a Séneca en la forma en que el filósofo habla ba, condensa algunos aspectos de la moral estoica que definen la visión espiritual y la inquietud del alma de esos tiempos. El ultimo capítulo, al tratar otra faz de aquella época, la de la lucha social y las asociaciones gremiales, reconstruye documentador HISTORIAS DEL TIEMPO CLÁSICO 9 mente un episodio muy sugestivo en el que la confe deración de trabajadores marítimos amenazó con una huelga general, que provocaría el hambre en Roma, si no se aceptaban sus requerimientos. Y el lector que tenga la paciencia de llegar hasta la úl tima página, comprobará, una vez más, que en las historias viejas están todas las cosas nuevas. Una Proscripción bajo la Dictadura de Syla I LA PROSCRIPCION DE SEXTO ROSCIO La muerte de Sexto Roscio.— Difusión de la noticia en Roma bajo el terror.—Los acusadores y los confiscado- res.—Crímenes de Syla.—Sexto Roscio de Ameria: su fortuna, sus predios, sus amigos.—El hijo de Róééio. —Los SiOéfios Capitón y Tito. En la mañana del equinoccio de Septiembre del año 81 antes de Cristo, durante la dictadura de Syla, difundióse en Roma la noticia del asesinato de Sexto Roscio, cuyo cadáver apareció apu ñaleado frente a las termas del monte Palatino. (J) La noticia füé llevada a los atrios (2) patricios por los clientes matinales de la salutatio y de la spórtula que venían de los suburbios, desde Sttburra o desde la colina de Diana a las casas de los grandes seño 14 CARITOS IBARGUREN res, en pos de los diez sextercios diarios. (3.)J Allí, agrupada junto al pórtico hasta que los esclavos per mitieran la entrada, esa turba envuelta en togas miserables murmuraba las últimas novedades ocu rridas, los detalles de magnos juegos anunciados, las proezas del gladiador favorito aclamado en el circo. El comentario del crimen animó las conversacio nes en las salas de los baños públicos y ocupó, en el Foro, la atención de los corrillos curiosos y des ocupados. La población había presenciado horrorizada san grientas escenas: la reacción conservadora castigó la revolución de Mario decapitando centenares de senadores y de caballeros; bandas nocturnas de aven tureros y libertos, protegidos del Dictador, mero deaban en las calles obscuras y tortuosas, asaltando impunemente a los transeúntes. Las proscripciones ordenadas por Syla habían azuzado las codicias rapaces y fomentado las ven ganzas perversas. Un enjambre de calumniadores, ávidos de lucro, invadió el Foro, iniciando proce sos para despojar el patrimonio de ciudadanos ino centes : se los veía gesticular entre la multitud, agi tando sus túnicas con la mímica vehemente de los HISTORIAS DEI. TIEMPO CLÁSICO 15 acusadores. Hombres ilustres fueron señalados co mo cómplices de saqueos: los esclavos de Lucio Do- micio Enobarbo y de Marco Craso recorrieron las vías de Roma cargando vasos de Corinto, ánforas de Délos, bronces, marfiles y tapices, comprados a vil precio por sus patrones en los remates de bienes confiscados. No hubo—dice Plutarco—ni templo, ni altar do méstico, ni casa paterna, que no fuera manchada con la sangre de aquellos cuya riqueza era la única causa de su perdición. Cuenta aquel historiador, que una tarde en el Foro, agitado por una muche dumbre turbulenta, paseábase el ciudadano Quinto Aurelio y se detuvo ante la tabla de las proscrip ciones a leer la nómina de las víctimas de ese día. ¡Desgraciado de mí;—exclamó al ver su nombre inscripto en la lista trágica—es mi casa de Alba la que me persigue! A los pocos pasos cayó desgarrado por los puñales de la turba que le rodeaba. Syla, en su tribuna escoltada por centuriones, toma la cabeza de Marco Mario presentada como ofrenda por el sicario Lucio Catilina, la exhibe al pueblo,, la arroja al suelo, y se levanta para lavar sus manos ensangrentadas en el vaso de agua lustral, colocado en el pórtico del templo de Apolo. (5). 16 CARLOS IBARGUREN Cortesanas, bufones, libertos, recibieron exten sas posesiones adjudicadas por el vencedor de Asia, que se había arrogado el poder de repartir tierras, despojar bienes, destruir ciudades y devastar pro vincias a su antojo. Cuando Syla anunció solemnemente que cesarían las matanzas y las proscripciones a partir de las ca lendas de Junio, el espíritu público, estremecido aún por el pánico, confió en el restablecimiento del or den. La calma se iniciaba, los fugitivos regresaban a la ciudad creyéndose al abrigo de todo peligro Pero la muerte trágica de Sexto Roscio, aconte cida durante esta expectativa, avivó el terror: se la sospechó obra de los allegados al tirano. (6) . Un rümor, bien pronto confirmado, corrió con la celeridad de los anuncios funestos: el nombre de Sexto Roscio, uno de los más adictos partida rios de Syla y de la aristocracia, había sido ins cripto en la tábla fatal, y sus bienes cuantiosos ad judicados a Crysogono, liberto favorito del. tira no. El joven Sexto, hijo de la víctima y ausente de Roma, era acusado de parricidio para evitar una posible reivindicación del patrimonio usurpado por Crysogono. El misterio se había aclarado, el hecho era una HISTORIAS DEL TIEMPO CLÁSICO 17 amenaza para todos, y ya nadie en Roma podía esperar garantías para la vida, ni siquiera los po derosos argentarii, financistas cuya influencia y dinero habían sido utilizados por el partido con servador, ni los senadores patricios, ni los caballe ros que se inclinaban humildemente ante el triunfa dor escéptico y cruel. (7)’ Sexto Roscio, natural de Ameria, era por su ran go y su fortuna el primer ciudadano de ese muni cipio. Opulento dueño de varios millones de sex tercios, explotaba fértiles tierras extendidas en los bordes del Tiber.