Revista de Geografía Norte Grande ISSN: 0379-8682 [email protected] Pontificia Universidad Católica de Chile Chile

Sepúlveda, Bastien; Zúñiga, Paulina Geografías indígenas urbanas: el caso en La Pintana, de Chile Revista de Geografía Norte Grande, núm. 62, diciembre, 2015, pp. 127-149 Pontificia Universidad Católica de Chile Santiago, Chile

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Geografías indígenas urbanas: el caso mapuche en La Pintana, Santiago de Chile1

Bastien Sepúlveda2 y Paulina Zúñiga3

RESUMEN Para muchos pueblos indígenas, la ciudad se constituyó históricamente como un espacio de exclusión y dominación que los relegó en los confi nes de la idea misma de modernidad. Sin embargo, la construcción y reproducción de espacios colecti- vos permite hoy a estos pueblos resignifi car su presencia y renegociar su posición en el mosaico urbano. Este artículo apunta a entender las recomposiciones territo- riales que derivan de esta situación, basándose para ello en un trabajo de campo (entrevistas, observación participante y revisión de archivos) realizado entre los años 2013 y 2014 con asociaciones de la comuna de La Pintana, ubi- cada al sur del Gran Santiago. Junto con describir el proceso migratorio mapuche en Chile y las modalidades de constitución de una territorialidad mapuche urbana, se analiza el surgimiento de rukas en el transcurso de los últimos quince años en La Pintana. Se concluye de este análisis que la ciudad participa plenamente de las dinámicas territoriales que animan el mundo mapuche contemporáneo. Palabras clave: Mapuche, Santiago de Chile, espacio urbano, territorialidad, geo- grafía indígena.

ABSTRACT For many indigenous peoples, the city was historically constructed as a space of exclusion and domination that relegated them to the confi nes of the very idea of modernity. However, the current construction of collective spaces enables them to renegotiate their position within the urban fabric. This article aims at understand- ing the territorial reconfi gurations that have arisen in this context, using data col- lected through a fi eldwork (interviews, participatory observation and archival re- search) conducted between 2013 and 2014 with indigenous groups in La Pintana, located within the metropolitan area of Santiago. In addition to describing the processes of Mapuche migration in Chile and the modalities by which an urban territoriality is being formed, we also analyze the emergence of rukas over the last fi fteen years in La Pintana. We conclude that urban areas clearly form a portion of the contemporary Mapuche territorial dynamics. Key words: Mapuche, Santiago de Chile, urban space, territoriality, indigenous geography.

1 Este artículo resulta de una investigación fi nanciada por el Centro Interdisciplinario de Estudios Intercul- el 25 de abril de 2015, aceptado el 30 de junio de turales e Indígenas (Centro FONDAP N° 15110008). 2015 y corregido el 10 de septiembre de 2015. Los autores agradecen especialmente a las y los di- 2 Centro Interdisciplinario de Estudios Interculturales rigentes mapuches entrevistados en el marco de esta e Indígenas – ICIIS, Pontifi cia Universidad Católica investigación, por su tiempo y atención. De igual de Chile (Chile). forma, se agradece a Marcela Palomino-Schalscha E-mail: [email protected] y a Nelson Martínez por sus valiosos comentarios a 3 Instituto de Geografía, Pontifi cia Universidad Católi- una versión previa de este trabajo. Artículo recibido ca de Chile (Chile). E-mail: [email protected] 128 R EVISTA DE GEOGRAFÍA NORTE GRANDE

La presencia indígena urbana es un he- Por su parte, Peters (2011) señala que, cho cuya creciente importancia es conocida desde mediados de 1990, las investigaciones y documentada desde ya varias décadas, realizadas en Canadá en torno a la cuestión sabiendo que los así llamados “urbanos” pue- indígena urbana han permitido aseverar que den incluso llegar a representar, en algunos no había incompatibilidad en ser a la vez países, un sector mayoritario con respecto al indígena y urbano. Esta autora insiste, ade- total de población indígena. Es en particular más, en que la continuidad existente entre el el caso de Chile donde, según las cifras del medio urbano donde han migrado muchos censo del año 2002, 65% de la población indígenas y el universo comunitario de ori- indígena residiría en el medio urbano (INE, gen invita a repensar tanto el sentido como 2005). En Chile como en otros países de la validez de la categoría “indígena urbano”. América Latina, la ciudad se está imponiendo Como lo afi rma, “los que viven dentro y fuera de hecho como un lugar central e ineludible de la ciudad son parte de una misma comuni- en la geografía de los territorios indígenas. dad indígena, y las ciudades y las reservas se De tal modo que parece cada vez más difícil, conectan en la medida que los individuos cir- por no decir riesgoso, abordar la cuestión te- culan entre estos espacios” (Peters, 2011: 92). rritorial indígena sin considerar o contemplar de alguna manera su dimensión urbana. La Por otro lado, estos trabajos han también comunidad científi ca en general, y los geó- evidenciado que la ciudad logra ser apropia- grafos en particular, no han sido indiferentes da por los migrantes mediante la inscripción a esta realidad. Lo atestigua, entre otros, y reproducción de sus identidades –tanto la publicación de varios libros colectivos individuales como colectivas– en determi- (Howard & Proulx, 2011; Newhouse & Peters, nados espacios. Se puede hablar al respecto 2003; Peters, 2012; Peters & Andersen, 2013; de un proceso de territorialización, a través Sejersen et al., 2008) y dossiers temáticos en del cual un grupo se apropia simbólica y revistas como Etudes/Inuit/Studies (Kishigami materialmente de un determinado espacio, & Lee, 2008), Acta Borealia (Dybbroe et al., inscribe su identidad, lo dota de signifi cado y 2010) o Environment and Planning A (Morgan lo convierte fi nalmente en territorio, usando & Gulson, 2010), en que aparecen numerosas para ello de un variado repertorio de accio- contribuciones fi rmadas por geógrafos. nes y mecanismos. Son estos mecanismos de territorialización que nos interesa entender En estos trabajos, las realidades indíge- en este trabajo y que proponemos examinar a nas urbanas están analizadas desde entradas través del caso mapuche en Chile. Buscamos temáticas diversas y en contextos regionales visualizar cómo el territorio mapuche, histó- que abarcan desde el Ártico hasta Australia, ricamente confi nado al centro-sur del país, pasando por Canadá, Estados Unidos, Nueva se ha ido extendiendo a la ciudad, y recon- Zelanda e incluso por Japón. Pero lo que más fi gurando en ella, mediante procesos migra- llama la atención es el cambio experimenta- torios que lo transformaron tanto en su forma do en el enfoque con que se han abordado como en su naturaleza. Se demuestra, de este dichas realidades desde la geografía. Como modo, que los territorios indígenas no son en- lo han demostrado Anderson y Jacobs (1997) tidades inmutables y ahistóricas, sino que de- para el caso australiano, las transformaciones ben ser entendidos como objetos geográfi cos operadas en el campo de la geografía cultural dinámicos y en constante redefi nición. en el transcurso de los 1980 y 1990 han faci- litado una En América Latina, si bien la situación de los pueblos indígenas en el medio urbano ha “[...] transición de una geografía cultural sido ampliamente discutida por las ciencias cuyo propósito es la descripción de una sociales, pocos son los trabajos que proponen entidad dada (los indígenas urbanos) a un análisis desde una perspectiva geográfi ca. una geografía cultural que se interesa en Podemos citar, sin embargo, la obra de Hier- los procesos complejos de defi nición, ne- naux-Nicolas (2000; 2005), enfocada en las gociación y reivindicación de lo indígena migraciones indígenas y las modalidades de (la indigeneidad y la ciudad)” (Anderson y asentamiento y reproducción identitaria en el Jacobs, 1997: 14). área metropolitana de México. Más reciente- mente, y para el caso que nos interesa en el GEOGRAFÍAS INDÍGENAS URBANAS: EL CASO MAPUCHE EN LA PINTANA, SANTIAGO 129 DE CHILE

marco de este artículo, se encuentra también un medio inicialmente ajeno. Finalmente, el trabajo de Thiers (2012), quien ha analiza- nos enfocaremos en la última sección del do cómo, a través de la actualización y/o re- artículo en la experiencia específica del invención de distintas prácticas culturales en movimiento mapuche en la comuna de Santiago, la población mapuche lograba posi- La Pintana. Presentaremos y analizaremos cionarse en, y apropiarse del espacio urbano. para ello una serie de datos recopilados a Adicionalmente, valiosas refl exiones han sido través de encuestas y entrevistas realizadas desarrolladas desde la antropología sobre las en terreno con actores claves. Al examinar recomposiciones identitarias mapuches en la las formas de inscripción y despliegue de la ciudad, y en particular en Santiago (Arave- identidad mapuche en esta comuna, busca- na, 2002; Bello, 2002; Gissi, 2001; Imilan y remos destacar en qué medida y bajo qué Álvarez, 2008). A la par con retomar y pro- modalidades la ciudad se halla incorporada seguir estas refl exiones, el presente artículo a la estructura territorial indígena. Conclui- propone contribuir a la formación de una remos así nuestro propósito con algunas geografía indígena urbana, que podríamos reflexiones más genéricas en torno a los defi nir como el conjunto de formas y expre- desafíos planteados por la consideración de siones espaciales que plasman y (re)signifi can la ciudad y de la urbanidad al momento de la presencia indígena y el despliegue de su abordar la cuestión territorial indígena. identidad en el medio urbano. El proceso migratorio mapuche Muchos de los 604.349 mapuches ofi- cialmente censados el año 2002 (INE, 2005) en Chile residen hoy en los principales centros urba- nos del país, a veces muy lejos del territorio Tras conquistar y anexar el territorio ma- histórico. El Gran Santiago, en particular, puche a su jurisdicción, a fi nales del siglo reúne cerca del tercio de la población ma- XIX, el Estado chileno sometió las familias puche total, conformándose así como un mapuches a un proceso de radicación que escenario propicio para entender y analizar se materializó en la creación y entrega de las la formación de geografías indígenas urbanas. llamadas reducciones (Bengoa, 1985). Las Nos interesa, en este contexto, indagar en reducciones fueron mercedes de tierras, de las recomposiciones identitarias y territoria- superfi cie variable, entregadas en propiedad les que sustentan estas geografías, buscando a jefes de familia en distintos sectores de las entender más específicamente la forma en actuales regiones del Biobío, de La Araucanía que se inscribe y materializa la presencia y de Los Ríos. Este proceso se extendió en- mapuche en el Gran Santiago. Analizaremos tre 1884 y 1929, período durante el cual se para ello la construcción y reproducción de entregó un total de 3.078 títulos, cuya prin- espacios identitarios mapuches en La Pintana, cipal función consistió en ceñir los derechos basándonos en un trabajo de campo realiza- territoriales indígenas y abrir formalmente do entre los años 2013 y 2014 con diversas paso a la colonización agrícola (González, asociaciones indígenas de esta comuna del 1986). Las reducciones sentaron así el pri- sur oriente. mer antecedente legal de las comunidades mapuches, para las cuales conformaron la Tras contextualizar el proceso migratorio primera base territorial oficialmente reco- 4 mapuche hacia la ciudad, explicando su nocida . Sin embargo, estos espacios fueron evolución y sus dinámicas en el transcurso del siglo XX en Chile, nos interesaremos en los procesos a través de los cuales se ha ido 4 –y se sigue– constituyendo una territoriali- Las tierras otorgadas en los títulos de merced rara vez cubrieron la totalidad de los terrenos efectiva- dad mapuche urbana. Nos preguntaremos mente ocupados por las familias mapuches. Esta si- más explícitamente cómo se territorializan tuación dio origen a numerosos y engorrosos proce- los migrantes mapuches en el medio urba- sos judiciales a través de los cuales las comunidades no, considerando para ello, y de manera intentaron –y, en muchos casos, siguen intentando– recuperar las tierras de las que consideraban haber cruzada, la cuestión de la movilidad y del sido usurpadas. Cabe precisar, por otra parte, que asentamiento, los procesos asociativos y la muchas familias simplemente quedaron al margen reconfiguración de su identidad cultural en del proceso de radicación, siendo posteriormente 130 R EVISTA DE GEOGRAFÍA NORTE GRANDE

rápidamente superados, debido a una presión Pues, el hecho de establecer y otorgar parce- demográfi ca cada vez más fuerte en su inte- las individuales en propiedad a cada jefe de rior. Notemos, por ejemplo, que entre 1929 familia en las antiguas reducciones inhibió, y 1963, el promedio de tierras disponibles en por una parte, la capacidad de redistribución las reducciones pasó de 6,1 ha a 1,8 ha por de los lonkos5. Por otra parte, dicho proceso persona, lo cual llevó un número importante no consideró los derechos de quienes, por de individuos a migrar en busca de mejores distintos motivos, no se encontraban al mo- alternativas fuera del ámbito reduccional (Al- mento de las mensuras y posterior entrega de monacid, 2008). los títulos de dominio, viéndose así privados de un acceso a la propiedad. La ciudad se presentó, en este contexto, como un destino privilegiado para muchos Pese a la evidencia del fenómeno, durante migrantes que se orientaron tanto hacia los muchos años, los censos de población siguie- centros urbanos regionales, cercanos a las re- ron encapsulando a la población mapuche en ducciones, como hacia las principales urbes una exclusiva y atemporal identidad campe- del país. Es de notar que, bajo el impulso del sina. Al prevalecer la reducción como único Plan General de Fomento Industrial, y en par- y restringido marco de referencia para censar ticular con la creación de la Corporación de la población mapuche, no se consideró la Fomento de la Producción (CORFO) en 1939, condición étnica de los migrantes estableci- las grandes urbes chilenas se convirtieron en dos en los distintos centros urbanos del país. polos de atracción para muchos migrantes Se realizó sin embargo un primer recuento provenientes de distintos sectores rurales del ofi cial en 1952, aunque ciñéndose al caso de país, en busca de trabajo y mejores condicio- Santiago, donde se registró un total de 875 nes de vida. El punto es que, al generar nue- mapuches. Según Munizaga (1971), se habría vas fuentes de empleo, el proceso de indus- subestimado una realidad mucho más sig- trialización impulsado acarreó un importante nifi cativa, considerando que tan solo en los fenómeno de expansión y crecimiento urba- registros electorales de la provincia de San- no. La instalación e inauguración en 1950 de tiago se contaba ya, en ese entonces, cerca la planta siderúrgica de Huachipato en la de 10.000 inscritos portando por lo menos un conurbación Concepción-Talcahuano –el apellido de origen mapuche. Otra estimación, área metropolitana más grande del país des- arrojada por Saavedra (2002), señala que, pués de Santiago– es un ejemplo paroxístico para el año 1966, cerca de 40.000 mapuches de aquello, siendo un factor determinante en ya se habían establecido en las distintas ciu- los importantes procesos migratorios que se dades del país. Por su parte, Stuchlik (1976) generaron hacia la zona a partir de la década considera que esta cifra se habría acercado de 1950 (Aliste, 2010). más probablemente a las 100.000 personas.

En lo que respecta a los mapuches más Las cosas cambiaron recién a partir del específicamente, se estima que, ya en la año 1992, cuando se incorporó ofi cialmente, década de 1960, entre 15% a 25% de esta por primera vez, la pertenencia étnica como población había migrado fuera de su comu- variable dentro del Censo de Población. nidad de origen. En el transcurso de los años Los resultados del Censo de 1992 dejaron 1970, el antropólogo Stuchlik (1976) con- entonces en evidencia una realidad que con- sideraba que casi la mitad de la población trastaba fuertemente con la representación mapuche masculina en edad adulta ya había que la sociedad chilena se había forjado de migrado. La posterior sistematización del los pueblos indígenas. Contrarrestando el proceso de división de la propiedad indígena, imaginario de un mapuche rural, ligado a la impulsada por el régimen militar a partir de vida en reducción y una cultura tradicional 1979 (Rupailaf, 2002), contribuyó induda- casi inmutable, el Censo de 1992 develó una blemente a acentuar el fenómeno migratorio. insospechada tasa de urbanización –cerca del

5 La palabra signifi ca “cabeza” en mapudungun reconocidas sus posesiones territoriales –parcial- y se usa para designar al jefe o autoridad tradicional mente, de nuevo–, mediante diversos mecanismos. del lof o comunidad (ver Nota N° 8). GEOGRAFÍAS INDÍGENAS URBANAS: EL CASO MAPUCHE EN LA PINTANA, SANTIAGO 131 DE CHILE

Cuadro N° 1 Datos demográfi cos de la población mapuche en los censos de 1992 y 2002

Población mapuche 1992 Población mapuche 2002 Variación Región 2002-1992 (%) Individuos % Individuos % Tarapacá 9.557 1,02 5.443 0,90 -43,05 Antofagasta 12.053 1,29 4.382 0,73 -63,64 Atacama 6.747 0,72 2.223 0,37 -67,05 Coquimbo 18.010 1,94 3.549 0,59 -80,29 Valparaíso 58.945 6,35 14.748 2,44 -74,98 Metropolitana 409.079 44,07 182.918 30,27 -55,29 O’Higgins 35.579 3,83 10.079 1,67 -71,67 Maule 32.444 3,49 8.134 1,35 -74,93 Biobío 125.180 13,48 52.918 8,76 -57,73 Araucanía 143.769 15,49 202.970 33,58 41,18 Los Lagos 68.727 7,40 100.664 16,66 46,47 Aysén 3.256 0,35 7.604 1,26 133,54 Magallanes 4.714 0,50 8.717 1,44 84,92 Total 928.060 100 604.349 100 -34,88

Fuente: Elaboración propia, en base a datos disponibles en http://www.ine.cl

80%–, resultante de un importante y antiguo cuyo mayor contingente se concentraba en la fl ujo migratorio desde las comunidades del Región Metropolitana –44% del total (Cuadro sur hacia los principales centros urbanos N° 1)–. Más sorprendente aún, fue el darse del país. Al dejar que los individuos, inde- cuenta que, en Santiago, la proporción de pendientemente de su lugar de residencia, urbanos –es decir los mapuches nacidos y se identificaran libremente con uno de los criados en Santiago– era mayor a la de los tres grupos indígenas entonces formalmente migrantes, signifi cando por consiguiente que reconocidos por el Estado chileno –i.e. ma- la tasa de urbanización registrada era fuerte- puche, aimara y rapa nui–, el Censo de 1992 mente ponderada por el crecimiento endóge- permitió desarraigar lo mapuche del ámbito no de una población instalada ya en Santiago reduccional (Aravena, 2014)6. desde por lo menos una generación (Valdés, 1996). De hecho, más que la importancia tanto absoluta como relativa de la población mapu- El Censo de 2002, si bien confi rmó esta che –900.000 individuos, es decir cerca del tendencia, registró una baja del orden de 10% de la población chilena–, lo que llamó 35% con respecto al total de población ma- la atención fue su distribución geográfica. puche censada en 1992. Es probable que esta Esta ya no coincidía exclusivamente con las situación haya resultado de la modifi cación regiones tradicionales de asentamiento –entre realizada en la pregunta destinada a censar la las regiones del Biobío y de Los Lagos–, que identidad étnica de los individuos, formulada solo albergaban el 36% de una población esta vez en términos de pertenencia y no de autoadscripción7. Pero más allá de esta baja,

6 La pregunta insertada en la encuesta censal fue: “Si usted es chileno, ¿se considera perteneciente a alguna de las siguientes culturas?: a) mapuche, b) 7 Se preguntó, precisamente: “¿Pertenece usted a aimara, c) rapa nui, y d) ninguna de las anteriores”. alguno de los siguientes pueblos originarios o indí- 132 R EVISTA DE GEOGRAFÍA NORTE GRANDE

Figura N° 1 Distribución de la población mapuche en Chile en 2002

Fuente: Elaboración propia. es la redistribución de la población mapuche La constitución de una en su territorio histórico que merece ser des- tacada (Figura N° 1). Cuando, en 1992, se territorialidad mapuche urbana anunciaba que las regiones de poblamiento histórico agrupaban tan solo el 36% de los En esta segunda sección, buscaremos mapuches, la cifra publicada en 2002 ascen- identifi car los elementos en torno a los cuales dió al 59%. Por su parte, la Región Metropo- se logra articular una geografía indígena ur- litana no reunía más del 30%. No obstante, la bana, dando cuenta, para ello, de las formas tasa de urbanización seguía siendo relativa- de inscripción de la población mapuche en mente alta, indicando que un 65% de la po- el mosaico urbano. Dicho de otro modo, in- blación mapuche residía en el medio urbano. tentaremos develar cómo y en qué medida se vuelven a dibujar, en la urbe, los contornos del territorio mapuche. Así, mostraremos, en primer lugar, cómo el barrio se fue cons- tituyendo en un espacio de referencia y (re) producción de la identidad mapuche en el genas? 1) alacalufe (kawashkar), 2) atacameño, 3) ai- medio urbano. Insistiremos en esta ocasión mara, 4) colla, 5) mapuche, 6) quechua, 7) rapa nui, en el rol de los lazos de parentesco como 8) yámana (yagán), o 9) ninguno de los anteriores”. base fundamental y mecanismo de reproduc- GEOGRAFÍAS INDÍGENAS URBANAS: EL CASO MAPUCHE EN LA PINTANA, SANTIAGO 133 DE CHILE

ción de una sociabilidad mapuche urbana. formándose en un vínculo fundamental para A la luz de estos antecedentes, analizaremos la llegada de otros parientes. Como lo señala luego la confi guración de la esfera asociativa Aravena (2002: 367), existiría lo que ella lla- mapuche urbana formada en el surco de la ma una tradición migratoria, “que consiste en Ley Indígena de 1993 que institucionalizó la el hecho que, una vez alcanzada una cierta fi gura de Asociación Indígena. Al destacar el estabilidad laboral cada migrante constituye peso del parentesco en la formación de estas una suerte de puente para que otros integran- asociaciones y su consecuente arraigo en de- tes de su familia se les una”. Resultó de esta terminados barrios, mostraremos fi nalmente lógica un proceso de aglutinamiento de la cómo el municipio se ha visto convertido en población mapuche en determinados secto- el espacio de referencia a la vez que el mar- res, generalmente en las comunas periféricas co de acción del tejido asociativo mapuche y socialmente más vulnerables, que “nos urbano. lleva a ver los barrios periféricos de Santiago no solamente como lugares de concentración El barrio como espacio de referencia y reproducción de la pobreza urbana sino también como espacios de segregación socio- A su llegada a la ciudad, muchos mi- étnica” (Aravena, 2002: 370). grantes mapuches se insertaron –y se siguen insertando–a través del trabajo “puertas En algunas de estas comunas, como Cerro adentro”, una modalidad de contratación Navia o La Pintana –que estudiaremos más en que contempla el alojamiento como parte detalle a continuación–, la población mapu- de la retribución por las labores realizadas. che representaría, según los datos del Censo Mientras muchas mujeres se emplearon en el 2002, más del 6% de la población comunal trabajo doméstico (Millaleo, 2011), los hom- total (Figura N° 2). A la escala del barrio, las bres encontraron “refugio” en las panaderías cifras son aún más signifi cativas. Por ejemplo, de los centros urbanos (Imilan y Álvarez, un estudio realizado por Gissi (2001) en la 2008)8. Esta modalidad de inserción sigue comuna de Cerro Navia demostró que cerca prevaleciendo en la actualidad, pero muchos del 30% de los habitantes de la población ya consiguieron una vivienda propia, trans- Sara Gajardo eran mapuches. Según Valdés (1996), esta situación caracterizaría cerca del 58% de la población mapuche censada en las nueve comunas con mayor concentración 8 En esta etapa de inserción a la vida urbana, la socia- de población indígena del Gran Santiago. El bilidad de los migrantes se suele articular en torno al mismo autor destaca incluso que, en algunas recorrido de algunos lugares populares y asiduamente manzanas, la concentración de población visitados los días de descanso del trabajo puertas adentro. En Santiago, el más famoso de estos luga- mapuche llega a superar un 50% del vecinda- res fue, durante muchas décadas, el Parque Quinta rio, y puede alcanzar excepcionalmente hasta Normal que Lorenzo Aillapan menciona en varias un 90%. Es frecuente, en estos casos, que ocasiones en su relato autobiográfi co, y califi ca inclu- muchos de estos vecinos sean parientes –de so como el “lugar privilegiado de reunión de los ma- hasta tres generaciones– y que los mayores puches” (Aillapan en Munizaga, 1971: 48). Ese era el lugar donde uno podía encontrarse con sus parientes hayan migrado desde una misma comunidad cercanos o lejanos, pero también con otros migrantes, o sector de origen. “Es fácil deducir –precisa y en algunos casos, incluso, con su futura/o esposa/o. el autor– que aquellas manzanas tienen una Esta búsqueda y producción de espacios de sociabili- forma de interrelación y de producción social dad se repite también en numerosos otros contextos de similares características. En México, por ejemplo, similar al comportamiento del Lof” (Valdés, 9 donde el trabajo doméstico también ha sido y sigue 1996: 50) . siendo una forma privilegiada de inserción a la vida urbana para una mayoría de mujeres indígenas, la El rol del parentesco en los patrones de Alameda Mariano Escobedo en Monterrey constitu- distribución de la población mapuche daría ye, al igual que el Parque Quinta Normal en Santia- go, un espacio informal fundamental de sociabilidad para los migrantes indígenas (Díaz, 2008). Es de hecho una constante entre las comunidades de mi- grantes, y en particular entre los migrantes indígenas 9 El lof corresponde al primer nivel de organización en América Latina que, al llegar a la ciudad, reinven- sociopolítica mapuche y se sustenta en los lazos ten, reproduzcan y fi jen su identidad colectiva en los de parentesco que vinculan a sus integrantes, los intersticios del mosaico urbano. cuales conforman una familia extensa. 134 R EVISTA DE GEOGRAFÍA NORTE GRANDE

Figura N° 2 Densidad de población mapuche en las comunas del Gran Santiago

Fuente: Elaboración propia.

lugar, en este sentido, a lo que Gissi (2001) comunitarias como juntas de vecinos, centros defi ne como un proceso de producción in- de madres o centros culturales y artísticos cesante de diferenciación y autosegregación, que, hasta el día de hoy, constituyen pla- haciendo del barrio un nuevo grupo sociote- taformas formales de organización depen- rritorial de referencia. Así también, la activa- dientes de los municipios10. Si bien muchos ción de estos lazos constituye una plataforma mapuches se sumaron en las organizaciones esencial para la inserción laboral del grupo comunitarias como meros pobladores, estas familiar en el medio urbano, considerando pudieron constituir, en ocasiones, el espacio que “una cantidad importante de familias de una “etnicidad clandestina” que, hasta mapuches [ejercen] una actividad económi- comienzo de los 1990, no tuvo ningún canal co-productiva de carácter asociativo, donde formal de expresión11. Pues, tanto las políti- habitualmente varios miembros de la familia [comparten] una misma actividad” (Aravena, 2002: 374). Junto con permitir la cohesión del grupo familiar, estas lógicas económicas 10 Las organizaciones comunitarias fueron formalmen- acompañan, consolidan y participan plena- te establecidas en 1968 por la Ley N° 16.880 sobre mente de un proceso de territorialización Juntas de Vecinos y demás organizaciones comuni- tarias, la cual fue refundada en 1989 por la Ley N° que, como ya lo señaló Valdés (1996), se 18.893 sobre organizaciones comunitarias territoria- materializa en la reestructuración del lof en el les y funcionales. espacio urbano. 11 En los sectores de alta concentración mapuche, algunas Juntas de Vecinos en particular pudieron Al asentarse en determinados barrios de asemejarse a verdaderas organizaciones étnicas, com- poniéndose sus directivas tal un consejo comunitario la periferia urbana, muchos mapuches empe- actuando en representación de las distintas familias zaron también a participar en organizaciones en presencia. GEOGRAFÍAS INDÍGENAS URBANAS: EL CASO MAPUCHE EN LA PINTANA, SANTIAGO 135 DE CHILE

cas indigenistas de la Unidad Popular (1970- ta en el contexto de las políticas indigenistas 1973) como del régimen militar (1973-1990) en Chile, resultó, por cierto, de la cada vez se enfocaron exclusivamente en la cuestión más masiva y evidente presencia indígena en de las tierras mapuches: el primero en el los centros urbanos del país. Pero también, en marco de la reforma agraria, el segundo a cierta medida, de la afi rmación, en el escena- través de un proceso muchas veces califi cado rio de la transición democrática, de un pode- de contrarreforma agraria y liquidación de roso movimiento mapuche intrínsecamente la propiedad colectiva indígena. La cuestión articulado con el mundo urbano. indígena urbana simplemente no tenía cabida en las discusiones de la época. Fue recién Sin embargo, es a los efectos que tuvo con el advenimiento de la democracia y la este histórico –aunque limitado– reconoci- promulgación de una nueva legislación indí- miento de la categoría de indígena urbano gena que las cosas empezaron a cambiar. que debe prestarse mayor atención. Pues, al establecer la existencia jurídica del indígena La ley indígena de 1993 y la fi gura de urbano, es decir al transformarlo en un sujeto Asociación Indígena de derecho y favorecer su participación a tra- vés de la fi gura de Asociación Indígena (A.I.), 1970 y 1980 fueron marcados por las se fue conformando una clientela indígena reinvidicaciones de muchos pueblos indí- urbana cada vez más numerosa y deman- genas que, en distintas regiones de América dante. Según lo establece la ley indígena de Latina, a través de sus organizaciones y en 1993, en su Artículo N° 36, una Asociación forma creciente y cada vez más coordinada, Indígena se define como “la agrupación expresaron una serie de demandas, relativas voluntaria y funcional integrada por, a lo a las tierras y al territorio, pero también a la menos, veinticinco indígenas que se consti- participación política en distintos ámbitos. En tuyen en función de algún interés y objetivo Chile, con el fi n de atender estas demandas, común de acuerdo a las disposiciones de este el primer gobierno del período postdictadura párrafo”; precisando además, en el Artículo conformó, en 1990, una Comisión Especial N° 37, que el objetivo de una A.I. “podrá de Pueblos Indígenas (CEPI) que trabajó en ser, entre otros, el desarrollo de las siguientes la preparación de una nueva legislación in- actividades: a) educacionales y culturales; b) dígena. Así, el 28 de septiembre de 1993, se profesionales comunes a sus miembros, y c) promulgó la Ley N° 19.253 que “establece económicas que benefi cien a sus integrantes normas sobre protección, fomento y desarro- tales como agricultores, ganaderos, artesanos llo de los indígenas, y crea la Corporación y pescadores”. Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI)”. Como se puede apreciar, la fi gura de A.I. Son muchos los aspectos de esta ley que no fue pensada específi camente para el mun- merecerían ser destacados, pero nos intere- do indígena urbano. Pero lo cierto es que, en saremos más específi camente, para el propó- la práctica, los mapuches urbanos la adop- sito de este trabajo, en el Título VIII en que taron y supieron utilizarla en su benefi cio, se incluyó un párrafo sobre “Disposiciones en particular para acceder a distintas fuentes Particulares para los Indígenas Urbanos y de fi nanciamiento de proyectos productivos, Migrantes”. Los tres artículos que componen culturales, educativos, etc., a los cuales no este párrafo atienden, respectivamente, la de- podían optar de otra forma. De hecho, varias fi nición de las categorías de indígena urbano A.I. surgieron a partir de agrupaciones de y migrante (Artículo N° 75), la conformación distintas índoles –socioculturales, sindicales, de asociaciones indígenas urbanas (Artículo deportivas, religiosas, etc.–, eventualmente N° 76), y el rol de la CONADI en promover formalizadas como organizaciones comu- el bienestar de los indígenas en el medio ur- nitarias, que pese a no haber sido defi nidas bano (Artículo N° 77)12. Esta situación, inédi- en clave étnica, constituyeron espacios de sociabilidad fundamentales en que muchos mapuches, además de encontrarse, pudieron interactuar con diversos actores y hacerse 12 El texto completo es accesible en: http://www.cona- partícipes de procesos amplios a nivel del di.gob.cl/documentos/LeyIndigena2010t.pdf 136 R EVISTA DE GEOGRAFÍA NORTE GRANDE

vecindario13. En el caso de las A.I. más re- proyectan sus acciones y buscan el reconoci- cientes, en cambio, notamos que fueron miento de un espacio propio. emergiendo en el surco de las primeras, in- centivadas por las nuevas disposiciones de la Y es, en primer lugar, el reconocimiento legislación indigenista. de un espacio institucional, de un lugar for- mal en la administración municipal, lo que Este proceso fue particularmente fuerte motiva la acción colectiva indígena en el me- en la Región Metropolitana donde, ya al año dio urbano. Esta búsqueda se ha plasmado, 2004, se registraba la existencia de más de un en muchas comunas de la Región Metropoli- centenar de A.I. (Millaleo, 2006). Más allá de tana, a través de una petición por establecer este aparente dinamismo, la gran cantidad de Oficinas de Asuntos Indígenas (OAI) con A.I. registradas no reunía sin embargo más de el fin de “[ejecutar] las políticas públicas, 4.858 adherentes, considerando además la [orientar] a la población respecto a la insti- posibilidad de inscripciones simultáneas de tucionalidad en materia indígena, [apoyar] la ciertos individuos en dos o más entidades. solicitud de certifi cados de calidad indígena y Descontando las inscripciones múltiples, la el proceso de postulación a la Beca Indígena cifra de adherentes participando en las A.I. que entrega la JUNAEB” (Carmona, 2014: 97- registradas el año 2004 en la Región Metro- 98). Como lo veremos más adelante, el muni- politana se reducía entonces a 4.373, es decir cipio de La Pintana fue el primero, en 1996, apenas 2,5% de la población mapuche a ni- en implementar su OAI, pero rápidamente vel regional (Millaleo, 2006). Hoy, el número lo siguieron otros municipios de la región14, de asociaciones habría ascendido a cerca de donde se diseñaron: doscientas (Carmona, 2014). “[...] programas de promoción y atención Un movimiento mapuche estructurado a la población mapuche, entre los que se en torno al municipio encuentran jardines de infantes “étnicos”, bibliotecas y centros culturales. Dentro de Trabajos previos realizados en el área estos programas se destaca un creciente metropolitana de Concepción han permitido interés por la medicina tradicional admi- demostrar el peso del parentesco en la con- nistrada por los o chamanes, quie- formación y configuración de las A.I. que nes ocupan un lugar central dentro de los tienden, en consecuencia, a arraigarse en procesos de reapropiación y resignifi ca- determinados barrios o sectores de determi- ción de la cultura mapuche en contextos nadas comunas (Sepúlveda, 2011). La fuerza urbanos” (Bello, 2002: 42). de estos vínculos ha hecho de la comuna el marco de referencia del tejido asociativo Para impulsar estas políticas y asegurar in- mapuche urbano que, pese a una tasa rela- cluso su conducción, se ha vuelto común ver tivamente baja de participación, ha tenido dirigentes mapuches presentar su candidatura una presencia notable y cada vez más sig- en elecciones locales, y en particular en las nifi cativa, particularmente en el ámbito mu- elecciones municipales donde codician tanto nicipal. El municipio se ha ido convirtiendo los cargos de concejal como de alcalde15. efectivamente en un escenario propicio para que las A.I. cobraran existencia, plasmaran su protagonismo y se hicieran visibles. Es ahí 14 Al día de hoy, se ha establecido un total de 27 OAI precisamente donde los dirigentes mapuches en toda la Región Metropolitana (Carmona, 2014). urbanos plantean sus movilizaciones, donde 15 Esta dinámica participa de un proceso mayor que ha marcado la evolución histórica del movimiento mapuche. Los líderes de las primeras organizaciones del período postpacifi cación ya habían visualizado su participación en el sistema político formal, a 13 Para profundizar en esta materia, invitamos a través de los comicios, como una posibilidad de consultar las entrevistas realizadas por Aravena inferir en la toma de decisiones que podrían afectar a distintos dirigentes mapuches de Santiago y a su destino como pueblo. De este modo, varios han publicadas en el libro “Mapuches en Santiago. sido los dirigentes de alguna organización mapu- Memorias de inmigrantes y residentes. Relatos che que lograron ser elegidos como diputado en el para una antropología implicada sobre indígenas transcurso del siglo XX. Así también, con la redemo- urbanos” (Aravena, 2007). cratización del país, la elección de los alcaldes y, GEOGRAFÍAS INDÍGENAS URBANAS: EL CASO MAPUCHE EN LA PINTANA, SANTIAGO 137 DE CHILE

Es frecuente que, en estas circunstancias, los o para desarrollar actividades”. La respuesta candidatos mapuches hagan de su condición formulada por la candidata Lincovil es clave, étnica un elemento central de su campaña, en tanto ilustra la búsqueda del movimiento afirmando de esta manera representar los mapuche urbano por inscribirse en el mosai- intereses de la comunidad mapuche urba- co urbano mediante la apropiación de una na ante las instancias municipales. Fue por porción del espacio comunal, el reconoci- ejemplo el caso de Marcela Lincovil, quien se miento de un espacio propio donde realizar presentó sucesivamente como concejala in- las reuniones y demás actividades inherentes dependiente para la comuna de La Florida en a la vida asociativa. En la siguiente sección, las elecciones municipales de 2012, y como enfocamos nuestra atención al surgimiento consejera regional independiente para la 5ª de estos espacios en la comuna de La Pintana Circunscripción de Santiago (que incluye las y a sus implicancias en términos territoriales. comunas de La Florida, Peñalolén, Macul, La Cabe precisar que La Pintana se configura Granja y San Joaquín) en las elecciones de como un interesante caso de estudio, toda consejeros regionales de 2013. En una entre- vez que, como ya lo hemos señalado más vista realizada en octubre de 2012 al diario arriba, además de contar con una importante La Nación, la entonces candidata indepen- población mapuche, es la comuna donde se diente al cargo de concejala para la comuna instaló la primera OAI de la región, lo cual de La Florida respondía de la siguiente ma- como veremos se vincula a la gestación de nera a una pregunta sobre lo que su elección un importante movimiento asociativo desde podría aportar a la realidad del electorado mediados de 1990. indígena de la comuna: La experiencia mapuche en la “Se puede instalar una política de de- sarrollo indígena o más concretamente comuna de La Pintana una Ofi cina de Asuntos Indígenas que no dependa de otros organismos. Los que La comuna de La Pintana se ubica al sur hay actualmente están bajo administra- del Gran Santiago, donde colinda, al norte, ción de la DIDECO o un departamento con los municipios de San Ramón y La Gran- mayor, pero no un sector propio. Como ja, por el este con La Florida y parte de Puen- concejala podemos apoyar demandas que te Alto, por el sur con San Bernardo y Puente se presenten a la autoridad y hacer lobby Alto, y por el oeste con la comuna de El para que se realicen trabajos de este tipo Bosque (Figura Nº 2). La Pintana nació admi- en la comuna pero con recursos propios y nistrativamente el año 1981 de una escisión 17 mayor independencia, porque las alterna- de la comuna de La Granja , conformándose tivas que existen actualmente no nos han luego como municipio el año 1984. Su urba- servido como grupo indígena”16. nización se originó no obstante en septiem- bre del año 1961, a partir de la conformación Aún más interesante resulta su reacción de la población San Rafael en un terreno de a la siguiente pregunta sobre las necesi- 57 hectáreas de la Chacra Santa Rosa, don- dades concretas que ella identifica para la de unas 300 familias fueron reasentadas por población indígena de la comuna, a lo cual el Estado, a través de la Corporación de la responde: “Los problemas de las organizacio- Vivienda (CORVI), desde la toma de Santa nes sociales es que no tienen espacios físicos Adriana (Garcés, 2002). para reunirse. No hay una sede para juntarse Posteriormente, La Pintana recibiría nu- merosas familias provenientes de la erradica- ción de campamentos desde distintos secto- más recientemente, de los concejales, esta lógica se ha desplazado a la escala del municipio donde los candidatos mapuches disputan el acceso al sillón municipal. 17 El Decreto con Fuerza de Ley N° 1-3260 del Mi- 16 La entrevista completa está disponible en: http:// nisterio del Interior, promulgado el 9 de marzo www.lanacion.cl/candidata-a-concejal-ma- de 1981, reorganizó la estructura interna de las puche-en-nuestra-cultura-no-existen-divisiones/ provincias que componen la Región Metropolitana, noticias/2012-10-26/164936.html (consultado el creando a este respecto varias comunas nuevas, en 28/01/15). particular en la provincia de Santiago. 138 R EVISTA DE GEOGRAFÍA NORTE GRANDE

res de la capital18. Como lo recalca Traverso “[la] población mapuche no ha pasado (2006: 11), “en el período 1979-87 llegaron desapercibida para el resto de los vecinos, aproximadamente 31 mil personas (5.969 tampoco para las autoridades municipales familias) que fueron instaladas en ocho po- y funcionarios que viven actualmente en blaciones de erradicación dentro del sector la comuna, quienes relatan que desde la ‘El Castillo’”. La mayoría de quienes llegaron década de 1980 su presencia en las calles a La Pintana correspondía a pobladores “sin y actividades comunales resulta evidente”. casa” que, en busca de un lugar donde vivir, habían participado en tomas de terreno, pro- El Censo de Población y Vivienda del cedían de las llamadas poblaciones “callam- año 2002 arrojó, en esta comuna, un total pas” o vivían de allegados en casa de algún de 11.647 mapuches, equivalentes al 6,12% pariente, siendo fi nalmente reasentados a tra- de la población total (INE, 2005). En base a vés de diversos programas habitacionales. No estos datos, La Pintana constituiría uno de los es casual que muchos mapuches hayan parti- municipios con mayor densidad de población cipado de este proceso, pues su inserción a la mapuche del Gran Santiago (Figura N° 2)20. vida urbana se hizo en condiciones adversas y de mucha vulnerabilidad19. Proponemos, en esta sección, abordar esta realidad desde una perspectiva geográ- Desde sus inicios, La Pintana se conoció fi ca, basándonos para ello en un trabajo de consecuentemente como una comuna de campo de cinco meses realizado entre los fuerte presencia indígena. Como lo afirma años 2013 y 2014, en el que se hicieron Carmona (2014: 110): entrevistas abiertas y/o semiestructuradas a 19 personas; entre ellas funcionarios de la OAI, presidentes y socios activos de siete asociaciones mapuches de La Pintana (Inchiñ Mapu, Tain Adkimn, Kiñe Pu Liwen, Relmu Pichikeche, Ruka Ñanco, Kuifi Lleguen y 18 Ver el Plan de Desarrollo Comuna (PLADECO) Rayen Folle) y una de la comuna vecina de de La Pintana, disponible en línea: http://www. La Florida (Kallfullikan, por su alianza con la pintana.cl/transparencia/images/OtrasInfoMunicipal/ organización Ruka Ñanco). La elaboración PLADECO2012-2016.pdf de estas entrevistas apuntó a dilucidar las 19 El proceso reciente de formación de “comités de vivienda indígenas” indica que los programas de modalidades de formación y reproducción vivienda social implementados en las décadas pa- de espacios colectivos mapuches que, como sadas no permitieron solucionar definitivamente proponemos en el último apartado, echan las el problema. Hoy, son los hijos de quienes fueron bases de una geografía mapuche urbana. Así asentados a través de estos programas que deman- dan nuevas soluciones habitacionales. Los “comités también, cabe mencionar que se acompañó de vivienda indígenas” surgieron en este contexto, a los entrevistados a diversas celebraciones, en el seno de las A.I., como una estrategia que per- actividades y talleres culturales, tales como mite movilizar la identidad indígena en pos del ac- nguillatunes21, talleres de telar, juegos de pa- ceso a la vivienda social. En respuesta a este proce- so, la CONADI y el Ministerio de Vivienda (MINVU) suscribieron en 2007 un convenio de una vigencia de tres años que permitió elaborar un programa de vivienda dirigido a la población indígena residente 20 De hecho, solo la comuna de Cerro Navia cuenta en áreas urbanas. En el Gran Santiago, se ejecutaron con una proporción de población mapuche más ele- en este marco un total de cinco proyectos habitacio- vada en la Región Metropolitana, correspondiendo nales indígenas (comunicación personal del MINVU al 6,48% de la población comunal (INE, 2005). a los autores). Por otra parte, notamos que el patrón 21 El nguillatún es una rogativa que convoca a todos de inserción de los nuevos migrantes al espacio ur- los miembros de una misma comunidad y consiste bano no parece haber sufrido cambios sustanciales. en un acto de petición o ruego a través del cual se Aravena (2002: 370) relata, por ejemplo, que, “[…] pide por las condiciones climáticas y los desastres en Estación Central, comuna eminentemente urbana naturales, por una buena siembra o cosecha y por el donde no existen en forma declarada campamentos, bienestar de toda la comunidad en general. Es la ce- hay un parque, el último tramo del llamado Parque remonia religiosa de mayor transcendencia dentro el de las Américas, donde año a año aparecen como complejo ritual mapuche; puede realizarse año por “callampas” decenas de casas de material ligero medio o una y hasta dos veces al año según los sec- (cartón y madera), de individuos y parejas mapuches tores y las circunstancias. Su duración varía también que llegan a la gran ciudad por su puerta de entrada notablemente, entre uno y tres días, dependiendo de ferroviaria”. las localidades. GEOGRAFÍAS INDÍGENAS URBANAS: EL CASO MAPUCHE EN LA PINTANA, SANTIAGO 139 DE CHILE

lín22, ferias costumbristas, entre otros eventos “Nuestra organización se llama Inchiñ claves de la esfera asociativa mapuche de Mapu y es una de las primeras asociacio- la comuna. Esta modalidad de observación nes que se funda aquí en nuestra comuna participante, junto con un trabajo de revisión de La Pintana. Nosotros nos conformamos bibliográfi ca, permitió complementar los tes- como asociación de hecho en el año timonios obtenidos a través de las entrevistas 1993 y legal en el año 1995 […]. Esta formales. asociación se crea por una necesidad de la familia y opta por reunir a personas que Proceso asociativo y organización socio- son parientes nuestros, para poder trabajar política en la mantención cultural y por la necesi- dad que existe como mapuche de estar re- Como fuera señalado más arriba, se ad- unidos, de mantener la cultura, mantener vierte cierta tendencia de la población mapu- nuestras tradiciones”23. che urbana a concentrarse en determinados barrios y villas. En La Pintana, específi camen- La creación de la OAI de La Pintana, en te, es en las poblaciones Villa España, San Ra- noviembre de 1996, fue decisiva en este fael, Eleuterio Ramírez, Santiago de la Nueva proceso, al poner de manifiesto entre sus Extremadura, y el sector El Castillo donde lineamientos estratégicos la relevancia de la se observan las concentraciones más signi- participación de los pueblos originarios en fi cativas de esta población. Junto con con- las decisiones del municipio, y la necesidad formar espacios claves de sociabilidad para de rescatar y recrear su cultura en el contexto los mapuches de la comuna, estos sectores urbano. La OAI, que desde sus inicios depen- constituyen una base territorial sobre la cual de institucionalmente de la Dirección de De- se articula, en la actualidad, un importante sarrollo Comunitario (DIDECO), se creó por movimiento asociativo mapuche cuyos oríge- la acción conjunta de dirigentes indígenas nes es, como en muchas otras comunas de la y autoridades locales, y es atendida hoy día región, anterior a la promulgación de la legis- por tres funcionarios. Su presupuesto –27 mi- lación indigenista postdictatorial. Notamos, llones de pesos, destinados en gran medida a al respecto, que el primer hito del proceso solventar los honorarios de los funcionarios– asociativo y de organización sociopolítica proviene de la municipalidad, y es aprobado mapuche en La Pintana fue la conformación, anualmente por el concejo municipal (Car- a principio del año 1990, de la organización mona, 2014). Rayen Mapu en el sector El Castillo. Son varias las organizaciones que, al igual que Desde la creación de la OAI hasta la Rayen Mapu, ya se habían conformado –por fecha, su labor se ha materializado en un ejemplo como organizaciones comunitarias– incremento de la asociatividad indígena en o simplemente tenían una existencia “de he- La Pintana, donde las 13 A.I. activas al día de cho”. En la mayoría de los casos, después del hoy reúnen el 3,15% de la población mapu- año 1993, estas agrupaciones solicitaron su che de la comuna (Cuadro N° 2). En terreno, personería jurídica, conformándose entonces la OAI trabaja directamente con 10 de estas en Asociaciones Indígenas (A.I). De acuerdo a asociaciones que apoya a lo largo del año, en las entrevistas realizadas, muchas de estas or- la realización de actividades como la cele- ganizaciones surgieron a raíz de una iniciati- bración del año nuevo mapuche, el Día Inter- va familiar, generalmente con el propósito de nacional de la Mujer Indígena, torneos de pa- rescatar la identidad mapuche en la ciudad: lín, talleres de cultura y derechos indígenas, postulación y renovación de la Beca Indígena de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Be- cas (JUNAEB), gestión de proyectos externos, reuniones de coordinación y promoción de 22 El palín es un deporte tradicional del pueblo mapu- la medicina mapuche en consultorios, entre che muy similar al hockey sobre césped. Consiste en el enfrentamiento de dos grupos, entendiéndose dicho enfrentamiento como una especie de “guerra ritual” en la que se establece una conexión con los ancestros y se determina una jerarquía entre los par- 23 Entrevista realizada a J.H., el 2 de mayo de 2014, en ticipantes. La Pintana. 140 R EVISTA DE GEOGRAFÍA NORTE GRANDE

Cuadro N° 2 Asociaciones Indígenas mapuches creadas en La Pintana

Organización Fundación Estado Socios Inchiñ Mapu 1995 Activa 40 Taiñ Adkimn 1995 Activa 30 Kuyfi Lleguen 1999 Activa 27 Ko Kiyen 1999 Activa 18 Kiñe Liwen 1999 Inactiva - Trhalkan Mawidha 2000 Activa 32 Relmu Pichikeche 2002 Activa 17 We Rayen Mapu 2002 Activa 30 Fottum Mapu 2002 Activa 30 Foliko 2004 Activa 10 Rayen Folle 2008 Activa 31 Ruka Ñanco 2008 Activa 22 Rayen Mapu 2009 Activa 50 Kiñe Pu Liwen 2010 Activa 30 Total 367

Fuente: CONADI y Ofi cina de Asuntos Indígenas de La Pintana.

otras actividades. Por otra parte, es impor- espacios cedidos a comodato por la munici- tante destacar también el compromiso y la palidad, y en el caso de la A.I. Taiñ Adkimn participación activa de algunas A.I. en movi- por la Universidad de Chile (Thiers, 2012). lizaciones de carácter más político, relativas Antes de esta fecha, las asociaciones solo a la lucha por los derechos indígenas a nivel contaban con sedes vecinales prestadas por nacional. el municipio o, en algunos casos, se reunían en casas y terrenos particulares de los mismos Si bien el movimiento asociativo mapu- socios. No obstante, por sus características, che se logró posicionar y visibilizar de este estos espacios no se adecuaban a las necesi- modo como un actor importante de la vida dades de las organizaciones que empezaron a social y comunitaria en la comuna, careció buscar otras alternativas. durante muchos años de un espacio propio que le fuera formalmente reconocido y que La formación de espacios colectivos por lo mismo empezó a reclamar. El año mapuches en La Pintana 2000 marcó un punto de infl exión importante en este sentido, pues una serie de iniciativas, Producto de las movilizaciones y negocia- tales como la postulación a fondos de cultura ciones de las asociaciones con distintas insti- (FONDART), fondos CONADI, fondos extran- tuciones, públicas y privadas, el año 2000 se jeros, y algunos proyectos de universidades levantaron en la comuna dos rukas –vivienda tradicionales24, permitieron que las organi- mapuche tradicional–, en el consultorio San- zaciones mapuches pudiesen establecerse en tiago de la Nueva Extremadura y el jardín infantil Kipai Antu. Gestionadas por las orga- nizaciones Ruka Ñanco y Relmu Pichikeche, respectivamente, estas rukas fueron construi- 24 Precisamente, la Pontifi cia Universidad Católica de das con la fi nalidad de recuperar, difundir y Chile y la Universidad de Chile. practicar la cultura mapuche en La Pintana. GEOGRAFÍAS INDÍGENAS URBANAS: EL CASO MAPUCHE EN LA PINTANA, SANTIAGO 141 DE CHILE

Cuadro N° 3 Espacios colectivos mapuches formados en la comuna de La Pintana

Año de Organizaciones Nombre del espacio Instituciones involucradas creación encargadas

OAI de La Pintana Ruka Consultorio Pontifi cia Universidad Católica de Chile Santiago de la Nueva 2002 Ruka Ñanco Consultorio Santiago de la Nueva Extre- Extremadura madura Embajada de Canadá

OAI de La Pintana Ruka Kipai Antu 2000 Relmu Pichikeche Jardín Infantil Intercultural Kipai Antu

Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y Ruka Kiñe Pu Liwen 2002 Kiñe Pu Liwen las Artes (FONDART) Fondo Social del Ministerio del Interior Foliko Fotum Mapu Inchiñ Mapu Corporación Nacional de Desarrollo Indí- Ko Killen Centro Ceremonial gena (CONADI) 2003 Kuifi Lleguen Mapu Lawen OAI de La Pintana Rayen Folle Servicio Nacional de Menores (SENAME) Rayen Mapu Relmü Pichikeche Tralkan Mawida Ruka Taiñ Adkimn 2005 Taiñ Adkimn Universidad de Chile

Fuente: Elaboración propia.

Posteriormente, las organizaciones Kiñe Pu en el campus Antu Mapu de la Universidad Liwen e Inchiñ Mapu levantaron también sus de Chile (Cuadro N° 3 y Figura N° 5). Es im- propias rukas, en 2002 y 2004 respectiva- portante destacar la participación e infl uencia mente. La construcción de una segunda ruka en este proceso de numerosos actores no en el recinto de la A.I. Inchiñ Mapu, en base mapuches, instituciones públicas y privadas, a un trabajo con la OAI y otras A.I. de la co- y en particular de la OAI, que contempla, muna, permitió la formación, en 2010, de lo dentro de sus lineamientos, “buscar espacios que se conoce hoy como el Centro Ceremo- para desarrollar el arte, las ceremonias, las nial Mapu Lawen25. Finalmente, en el 2005, ritualidades, el deporte, como una forma de la A.I. Taiñ Adkimn construyó una quinta ruka recreación propia de la manera en como la entiendan los pueblos indígenas”26.

En cuanto a sus características morfoló- 25 El Centro Ceremonial Mapu Lawen tiene una gicas, estas rukas retoman en su mayoría el extensión de 5.000 m2. Se han conformado también otros recintos de similares características en otras comunas del Gran Santiago, tales como el Parque Ceremonial Newen Meli Witran Mapu de Cerro Navia y el Parque de Pueblos Originarios 26 Entrevista realizada a J.P., el 9 de diciembre de Mahuidache de El Bosque (Thiers, 2012). 2014, en La Pintana. 142 R EVISTA DE GEOGRAFÍA NORTE GRANDE

Figura N° 3 Rukas Taiñ Adkimn (izquierda) y Santiago de la Nueva Extremadura (derecha)

Fuente: Archivo personal de los autores, 2014.

mismo diseño que aquellas construidas en las ruka, suele haber una abundante vegetación comunidades del sur27: su estructura, hecha compuesta, entre otros, de foyes o canelos de coligüe, eucalipto, pino y totora, es de for- (Drimys winteri), el árbol sagrado del pueblo ma ovalada, con la puerta principal orientada mapuche, huertos con hierbas medicinales hacia el oriente, y su superfi cie varía entre y otros elementos de importancia cultural, 1.000 y 5.000 m2 (Figura N° 3). En su interior, como son el rewe28 y los Chemamull29. Des- todas cuentan con un fogón central, orna- de esta perspectiva, las rukas no parecieran mentaciones como telares, textiles, cuelgas estar insertas en un contexto urbano, inten- de vegetales, cerámicas, instrumentos musi- tando más bien reproducir el entorno de las cales, etc. Algunas lucen también elementos comunidades de origen en el sur del país. no tradicionales como piso de radier, cerá- mica, luz eléctrica, agua potable, televisores, De hecho, los espacios de las rukas sue- camillas, equipos musicales y otros materia- len también ser utilizados para la celebración les de utilidad para las distintas actividades de ceremonias y rituales tradicionales de gran programadas. En las inmediaciones de la importancia que permiten reconectar los ur- banos con el mundo comunitario de origen. El wiñoy xipantu o , el año nuevo mapuche, por ejemplo, se celebra todos los 27 Las rukas, que habían desparecido de los campos años en cada una de las rukas de la comuna, del sur tras la implementación de subsidios para la vivienda rural en el transcurso de los años 70, usualmente entre los días 21 y 24 de junio, al volvieron a aparecer en las últimas dos décadas, en momento del solsticio de invierno. Es común, el surco del desarrollo turístico. Desde mediados en este tipo de instancias, la asistencia de de los años 90, el turismo ha entrado efectivamente autoridades locales y funcionarios municipa- con mucha fuerza en las comunidades mapuches, y las rukas se han impuesto, en este contexto, les, cuya presencia “propicia una discusión como un elemento diferenciador, sirviendo de base en torno a la situación actual del pueblo a un tipo de turismo muchas veces califi cado de “étnico”. Existe así hoy en día un gran número de rukas que funcionan tanto como museos, centros de eventos, o para servicios de hostería. En algunos 28 El rewe es un altar sagrado compuesto por peldaños sectores, incluso, algunas rukas se han convertido tallados en un tronco de madera y ubicado al centro en el punto de partida de circuitos que ofrecen al del nguillatué, que es el campo donde se realizan turista una inmersión “total” en el universo cultural las ofrendas y los sacrifi cios. Encarna lo divino en la mapuche. La ruka se ha dado a ver de esta forma tierra, permitiendo al / a la machi acceder al mundo como un espacio idóneo de reproducción de la sobrenatural y conectarse con los espíritus. cultura mapuche. Ello explica probablemente que, 29 Los Chemamull son estatuas de madera que repre- en la ciudad, quienes participan del movimiento sentan las dos parejas de ancianos y jóvenes ma- asociativo mapuche tiendan a percibir e idealizar a puches. El término se descompone de la siguiente la ruka como un espacio identitario primordial. manera: Che = persona y Mamull = madera. GEOGRAFÍAS INDÍGENAS URBANAS: EL CASO MAPUCHE EN LA PINTANA, SANTIAGO 143 DE CHILE

Figura N° 4 Ejemplos de actividades desarrolladas en las rukas de La Pintana

Fuente: Archivo personal de los autores, 2014.

mapuche, generando un momento clave de las observaciones realizadas en terreno, se negociación” (Carmona, 2014: 128). Otra transforman en importantes espacios de so- ceremonia de gran trascendencia es el ngui- ciabilización en que las mujeres se reúnen llatun que, a diferencia del we tripantu, solo para contar y compartir sus experiencias de se celebra en algunas rukas –Kiñe Pu Liwen, vida y conocimiento en torno a esta práctica Taiñ Adkimn y el Centro Ceremonial Mapu cultural. Otro caso interesante son los juegos Lawen– y en fechas variables según los años. de palín que se realizan en fechas puntuales El nguillatun del Centro Ceremonial Mapu según acuerdo de las organizaciones y que, Lawen es el que reúne la mayor cantidad de a diferencia de los talleres de telar, son espa- organizaciones y, por consiguiente, el mayor cios eminentemente masculinos (Figura N° 4). número de participantes también, alcanzando más de 2.500 personas provenientes no solo Cabe precisar, además, que si bien estas de La Pintana, sino también de otras comunas rukas surgieron inicialmente de la necesidad como Cerro Navia, Maipú, Peñalolén, entre expresada por las asociaciones de contar con otras. un espacio propio, muchas de estas inicia- tivas se concretaron a través de la participa- Más allá de la celebración de estas cere- ción en concursos públicos y la asignación monias, las rukas son también espacios de de recursos provenientes de distintos fondos, reunión donde, a lo largo del año, se realizan tanto nacionales como internacionales. La diversas actividades, de carácter educativo, estrecha relación de múltiples actores institu- deportivo, etc., abiertas a toda la comuni- cionales con la creación de estas rukas ha ga- dad, mapuche y no mapuche30. Un ejemplo tillado que estos espacios se visualicen, en el de ello son los talleres de telar o witral que transcurso del tiempo, como un foco idóneo se organizan en algunas rukas y que, según de inversión de políticas públicas de enfoque multicultural. Así, por ejemplo, contar con una ruka como espacio donde implementar un programa ligado al desarrollo de la salud 30 Las actividades que se realizan en las rukas son en intercultural o educación intercultural bilin- general abiertas para todo tipo de público, pues de güe puede constituir, frente a los organismos acuerdo a los entrevistados es fundamental que la fi nancieros, una ventaja decisiva. comunidad conozca y se acerque más a la cultura mapuche. Desde esta perspectiva, la difusión de estas actividades se realiza por diversos medios de Pero más que un lugar en que se plasma, comunicación, entre ellos la OAI, afi ches en las ca- simboliza y “negocia” en cierta forma la lles, y a través de redes sociales, como por ejemplo identidad mapuche en la ciudad, la ruka se el Facebook de las organizaciones o la página web Santiago Mapuche (www.santiagomapuche.com), presenta ante todo como un espacio de so- donde se convoca a participar de diversas activida- ciabilización donde los individuos comparten des durante todo el año. sus vivencias y expresan su etnicidad. Como 144 R EVISTA DE GEOGRAFÍA NORTE GRANDE

lo afi rmó una entrevistada, “[la ruka] es un campo”32. Estas características, que remiten lugar sagrado, esto es lo que nosotros tene- a un ambiente más prístino, permiten indi- mos en ese pequeño espacio. Para eso está vidualizar y a la vez diferenciar el espacio ese lugar, nosotros los mapuches tenemos mapuche del entorno urbano. El etnónimo reuniones, contamos nuestras penas, nuestros mapuche, que signifi ca “gente de la tierra”33, problemas, nuestros proyectos durante el recobra de esta forma todo su sentido. año, lo que vamos a hacer, lo que no vamos a hacer”31. A diferencia de otros espacios Es también importante señalar el rol fun- también utilizados en determinadas ocasio- damental que cabe a la cosmovisión mapu- nes por las organizaciones, como son algunas che en el proceso de construcción de estos sedes vecinales o consultorios de la comuna, espacios colectivos. Pues, en las entrevistas, las rukas permiten a la comunidad mapuche se mencionó que antes de construir y co- urbana inscribir su identidad y resignifi car su menzar a asear el espacio, se debía realizar presencia en el medio urbano, echando así una limpieza espiritual a través de oraciones las bases de una geografía mapuche urbana. dirigidas a los ngen mapu, o “dueños de la tierra”, a quienes se debe solicitar permiso Rukatun o las fundaciones de una para ocupar el lugar: geografía mapuche urbana “Primero se limpió el lugar, y se limpió Nos interesa dar cuenta, en esta última no con la escoba, se limpió con oración, parte, de cómo los espacios colectivos cons- porque nosotros creemos en los ngen truidos en torno a las rukas –el hacer ruka o mapu que son los dueños. Todos los es- rukatun– contribuyen a territorializar la co- pacios tienen su dueño, el bosque tiene munidad mapuche de La Pintana. El primer un ngen, el río tiene un ngen, el mar tiene elemento que merece ser destacado, en este un ngen, todos estos tienen ngen, dueños, sentido, es la ausencia de correlación geográ- porque ngen signifi ca dueño de un lugar fi ca entre los recintos que albergan las distin- específi co”34. tas rukas y las poblaciones o villas con mayo- res concentraciones de población mapuche. Junto con reafi rmar una identidad diferen- Las rukas y sedes comunitarias mapuches se ciada, el requerir permiso a los ngen mapu ubican de hecho preferentemente en el sector permite apropiarse simbólica y materialmente central y noroeste de la comuna, donde se del espacio, informarlo, dotarlo de signifi ca- halla también la mayor cantidad de servicios do y convertirlo fi nalmente en territorio. La públicos: Municipalidad, consultorios, etc. implementación de una ruka responde por lo (Figura N° 5). tanto a una voluntad colectiva cuya materiali- zación, en consecuencia, también involucra a Vale recalcar que estos sectores son tam- todos los miembros del grupo, quienes obser- bién aquellos donde la disponibilidad de van determinados protocolos y códigos socio- espacio permitió el establecimiento de las culturales al momento de repartirse el trabajo: rukas en terrenos amplios y planos. Las entre- vistas realizadas dan cuenta al respecto de la “Pedro es rukafe, él construyó [la ruka] necesidad de un entorno que se asimile al de con otros hermanos mapuches varones, las comunidades de origen, es decir abierto, porque son los hombres quienes deben natural, sin cemento, silencioso y tranquilo. construir la ruka. Nosotras fuimos par- Como lo aseveró uno de los entrevistados, te de la ceremonia de autorización del la ruka “es un círculo un poco más grande espacio acá con la machi; mientras los donde tú estás hablando con tu tierra, pi- hombres construían la ruka, estábamos sas tierra, no cemento […], y hay foye, hay maqui, todo lo que el mapuche tiene en su

32 Entrevista realizada a R.P., el 13 de enero de 2014, en La Pintana. 33 La palabra mapuche se descompone de la siguiente manera: Mapu = tierra y Che = gente 31 Entrevista realizada a R.P., el 13 de enero de 2014, 34 Entrevista realizada a J.H., el 2 de mayo de 2014, en en La Pintana. La Pintana. GEOGRAFÍAS INDÍGENAS URBANAS: EL CASO MAPUCHE EN LA PINTANA, SANTIAGO 145 DE CHILE

Figura N° 5 Población y espacios colectivos mapuches en la comuna de La Pintana

Fuente: Elaboración propia.

agarrando totoras, preparando comida, sangre latía fuerte cuando entré a la ruka, enseñándoles a los hijos e hijas como se me cayeron unas lágrimas, era lo mío, hacía la ruka, pero fue todo familiar, todo como que me reconocí”36. como comunidad mapuche, como tiene que ser”35. La ruka remite indudablemente a un en- torno diferenciado que, para los “mapuches El proceso de construcción de la ruka del cemento”, evoca la vida en el territorio de viene entonces a dar cuerpo y sentido a la origen y los reconecta de este modo con sus formación e idea misma de una comunidad raíces. En este sentido, la ruka no se constitu- indígena urbana, reflejando asimismo las ye solamente a través de su materialidad, sino complejas dinámicas de territorialización que se conforma también en un espacio sim- mapuche en el medio urbano. Al imponerse bólico en el que los mapuches de ciudad se como un elemento de mucha trascendencia (re)encuentran con su etnicidad, (re)defi nen en la (re)producción de la identidad mapuche su identidad y (re)negocian su posición en el en la comuna de La Pintana, la ruka marca mosaico urbano. un “dentro” y un “fuera”, afirmándose así como un espacio diferenciado, propiamente Conclusión mapuche, visible en el mosaico urbano. Una de las entrevistadas afi rma incluso que Las rukas se han afi rmado como elemen- tos claves en el proceso de territorialización “la ruka es la embajada de la nación ma- de la población mapuche en La Pintana. puche, salgo de la ruka y piso Chile, entro Junto con marcar el paisaje urbano con su a la ruka y piso nación mapuche […]. Mi arquitectura singular, las rukas permiten dar

35 Entrevista realizada a M.H., el 11 de enero de 2014, 36 Entrevista realizada a R.M., el 7 de mayo de 2014, en La Pintana. en La Pintana. 146 R EVISTA DE GEOGRAFÍA NORTE GRANDE

visibilidad a los mapuches de la comuna, contornos de una “mapuchidad” permitida, pero también resignifi car un espacio inicial- defi nida por la coerción del poder colonial. mente ajeno, dotándolo de identidad. Como lo hemos analizado, el propio proceso de Si bien, como lo afi rma Watson (2010), construcción de las rukas, al pedir permiso a las urbanidades indígenas develan el carácter los espíritus protectores del lugar, constituye “problemático” de dichas representaciones, un acto altamente simbólico que marca una cuestionan al mismo tiempo los fundamentos forma de apropiación cultural del espacio y de una modernidad espacial cuya imposición reafi rma la condición étnica de los actores no logra ocultar la complejidad y la fl uidez involucrados y su inscripción en un univer- de las reestructuraciones territoriales con- so que traspasa los límites de la comuna. temporáneas. Refi riéndose a la experiencia A su vez, no debe perderse de vista que la de los ainus en Japón, Watson (2010) propo- edificación de estas rukas resulta también ne hablar al respecto de una “indigeneidad de negociaciones con diversas instituciones, diaspórica” que, al conectar una multitud de tanto públicas como privadas, que juegan un lugares geográfi camente distanciados entre sí, papel fundamental en la materialización y trasciende la clásica dicotomía urbano / rural. orientación de los procesos analizados, y por En este contexto, los territorios y comunida- consiguiente en la conformación de una geo- des de origen siguen constituyendo, para los grafía indígena urbana. En defi nitiva, la expe- migrantes y sus descendientes, espacios de riencia mapuche en la comuna de La Pintana referencia cuya movilización otorga sentido demuestra que, más que un lugar de asimila- a la acción colectiva indígena en la ciudad. ción, la ciudad puede ser considerada como Es el caso en Japón (Watson, 2010), pero tam- bién en Canadá donde Wilson y Peters (2005) un espacio de reafi rmación identitaria y, por observan que la celebración de ceremonias consiguiente, de recomposiciones territoria- y ritos tradicionales permite a los llamados les. Dicho de otro modo, los centros urbanos “urbanos” resignifi car su pertenencia a una y sus periferias participan plenamente de las comunidad y a un territorio de contornos más dinámicas territoriales que animan el mundo topológicos que topográfi cos. Estos procesos, mapuche contemporáneo. como lo hemos visto en este trabajo, se dan también en Chile con los mapuches. Así también, al reivindicar su sitio en la ciudad, las organizaciones indígenas y sus La urbanidad se plantea así como un ver- representantes desafían los fundamentos y dadero desafío en términos teóricos para el presuposiciones de una modernidad espacial desarrollo de las geografías indígenas, parti- que pretende inscribir lo urbano y lo indígena cularmente en América Latina donde existe en una relación dicotómica. En este sentido, una incipiente producción académica volca- la experiencia analizada en este artículo pro- da al estudio de los territorios indígenas. Pero blematiza las representaciones hegemónicas constituye también un desafío en términos de lo indígena en tanto identidad anclada en metodológicos, considerando que la toma en un espacio y una tradición ahistóricos, consti- cuenta de la urbanidad, y de la ciudad como tutivos de una forma de exclusión socioespa- un espacio central en las geografías indígenas cial. La realidad mapuche urbana no solo evi- contemporáneas, contribuiría a descolonizar dencia una manera singular de posicionarse las representaciones del territorio basadas en en, y con respecto a la ciudad, sino que tam- el paradigma moderno. Pues, más que una bién devela las múltiples formas de dar sen- superfi cie cerrada cuyos límites estarían clara tido a los lugares, inscribiendo de este modo y defi nitivamente establecidos, el territorio es la ciudad en la geografía de un territorio un objeto complejo que, siguiendo las mo- cuya concepción, muchas veces restringida vilidades y motivaciones de quienes le dan y relegada al universo de las reducciones, se cuerpo, se encuentra en constante reestructu- ve consecuentemente ampliada. A imagen y ración. El espacio urbano constituye, en este semejanza de las reservas indígenas de Cana- sentido, un verdadero laboratorio geográfi co dá, las reducciones mapuches creadas al sur cuya consideración es imprescindible al mo- del río Biobío constituyeron efectivamente, mento de abordar las geografías indígenas. por mucho tiempo, una suerte de “medio na- Una geografía consecuente de los territorios tural indio” (Comat, 2012), dibujando así los indígenas no puede eludir la realidad urbana, GEOGRAFÍAS INDÍGENAS URBANAS: EL CASO MAPUCHE EN LA PINTANA, SANTIAGO 147 DE CHILE

de tal manera que no aparece incongruente BELLO, A. Migración, identidad y comu- ni inconsistente proponer, siguiendo a Wat- nidad mapuche en Chile: entre utopismos y son (2010), “urbanizar los estudios indíge- realidades. Asuntos Indígenas, 2002, N° 3-4, nas”. La invitación es entonces a incentivar el p. 40-47. interés por las geografías indígenas urbanas, considerando que la ciudad no solo es prac- BENGOA, J. Historia del pueblo mapuche. ticada y apropiada por las comunidades de Siglo XIX y XX. Santiago de Chile: LOM Edi- migrantes, sino que también es integrada, ciones, 1985 [1999]. incorporada a la estructura territorial indígena en la cual tiende a ocupar un lugar cada vez CARMONA, R. Mapuche urbanos y go- más importante. bierno local. Etnografía de la Oficina de Asuntos Indígenas, comuna de La Pintana. Referencias bibliográfi cas Santiago de Chile: Tesis para optar al grado de Magíster en Antropología, Universidad ALISTE, E. Trayectoria territorial de la co- Academia de Humanismo Cristiano, 2014. nurbación Concepción-Talcahuano: industria, asentamientos humanos y expresión espacial COMAT, I. Sortir de l’invisibilité : com- del desarrollo, 1950-2000. En: PÉREZ, L. y prendre la place de la ville dans les territoires HIDALGO, R. (editores). Concepción metro- autochtones contemporains sous l’angle juri- politano. Evolución y desafíos. Concepción: dique. Géographie et Cultures, 2012, N° 81, Editorial Universidad de Concepción, 2010, p. 57-74. p. 123-149. DÍAZ, A. La Alameda de Monterrey: ALMONACID, F. La división de las co- espacio estratégico de encuentro de los mi- munidades indígenas del sur de Chile, 1925- grantes indígenas de la Huasteca. En: DURIN, 1958: un proyecto inconcluso. Revista de S. Entre luces y sombras. Miradas sobre los Indias, 2008, Vol. 68, N° 243, p. 115-150. indígenas en el Area Metropolitana de Mon- terrey. México: Centro de Investigaciones y ANDERSON, K. & JACOBS, J. From Urban Estudios Superiores en Antropología Social Aborigines to Aboriginality and the City. Aus- (CIESAS) / Comisión Nacional para el Desa- tralian Geographical Studies, 1997, Vol. 35, rrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), 2008, N° 1, p. 1-22. p. 139-171.

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