El páramo: un ecosistema de alta montaña Pedro Reyes Z. / Joaquín Molano B. / Francisco González / Abdón Cortés Lombana / Orlando Rangel / Antonio Flórez / Patricia Iriarte / Erwin Kraus

Contenido

Prólogo ...... 5 PAISAJES DE LA ALTA MONTAÑA ECUATORIAL ...... 11 1. Hacia una conceptualización ...... 13 2. Los páramos en las culturas indígenas ...... 16 3. Los páramos bajo la influencia de la civilización ...... 26 Bibliografía ...... 66 EL PÁRAMO UN PAISAJE DESHUMANIZADO: EL CASO DELAS PROVINCIAS DEL NORTE Y GUTIERREZ (BOYACA – ) ...... 73 1. Introduccion ...... 74 2. Ocupacion de las areas de paramo en el departamento de boyaca ...... 77 3. Historia del "asentamiento blanco" y cambios paisajisticos ...... 91 4. Impactos antropicos sobre el paramo ...... 93 5. Conclusiones ...... 97 Bibliografia ...... 98 LOS SUELOS DE PÁRAMO: REGULADORES DEL RECURSO HÍDRICO EN BOYACÁ.... 100 Criterios que definen el paramo ...... 102 Factores de formación de los suelos de paramo ...... 102 Principales procesos en la edafogenesis ...... 107 El mapa de suelos en la region paramuna boyacense ...... 108 La vocación de los suelos de páramo ...... 110 Recomendación necesaria ...... 112 Bibliografía ...... 114 COMUNIDADES VEGETALES EN REGIONES PARAMUNAS DEL ALTO ...... 115 Presentación ...... 117 Vegetación azonal ...... 120 Vegetación de pantano ...... 120 Vegetación acuática ...... 138 Vegetación zonal ...... 143 Bosques achaparrados ...... 147 Matorrales ...... 149 Prados ...... 156 Frailejonales ...... 161 Pajonales ...... 166 Consideraciones finales ...... 168 Referencias ...... 173 LA SIERRA NEVADA DEL CUCUY, CHITA O GÜICÁN ...... 175 Introducción ...... 177 Localización ...... 178 Aspectos geológicos ...... 180 Aspectos glaciológicos ...... 183 Los glaciares actuales ...... 195 Glaciares del flanco oriental ...... 201 Glaciares del flanco occidental ...... 202 Conclusiones ...... 203 Referencias ...... 204 ERWIN KRAUS, MEMORIA VIVA DE LA MONTAÑA COLOMBIANA ...... 206 La montaña: tema de locos ...... 207 Su majestad el Cocuy ...... 209 El retroceso de los glaciares ...... 211 La llama de la curiosidad ...... 212 EXCURSION AL NEVADO DEL COCUY ...... 215

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EL PÁRAMO

ECOSISTEMA DE ALTA MONTAÑA

Frailejón en la cascada de los Penagos, Páramo de Ocetá, Monguí, Boyacá

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Prólogo

El primer volumen de la serie ―Montañas Tropoandinas‖, titulado ―El páramo, un ecosistema de alta montaña‖, surge como resultado de varias iniciativas. De una parte, las organizaciones ambientales de Boyacá congregadas en noviembre del 93 en adelantaron una reflexión y debate sobre tres grandes proyectos que constituyen prioridades ambientales de la región, a saber: los páramos del altiplano, la cuenca alta y media del Chicamocha y los parques naturales situados en esta zona de la cordillera Oriental, entre ellos el santuario de fauna y flora de Guanentá, Iguaque y la . Estos ecosistemas de alta montaña se interrelacionan generando una particular dinámica, no siempre bien comprendida y estimada, que ha ocupado la atención de las instituciones del sector y en especial de las organizaciones ambientales y la comunidad campesina.

A estas preocupaciones respondió la formulación del proyecto ―Estrategia Institucional y Comunitaria en favor de los Páramos de Boyacá‖, por parte de la Fundación Ecosistemas Andinos, ECOAN, el cual comenzó a desarrollarse mediante el convenio firmado por el Departamento de Boyacá, a través de la Secretaría de Fomento Agropecuario y del Medio Ambiente, el Municipio de , Empoduitama y ECOAN.

A esto se sumaron el manifiesto interés de la comunidad académica y científica, conocedora de las conclusiones e iniciativas generadas en el mencionado encuentro, y los esfuerzos de algunos activistas de la región, todo lo cual permitió configurar una propuesta que recogiese el variado y el disperso temario, tanto de las ponencias del evento como de nuevos aportes de connotados estudiosos del tema.

Las contribuciones de este primer volumen, elaboradas con paciente generosidad por sus autores son, en su mayoría, una aproximación, introducción o avance al tema en referencia desde una perspectiva ecológica, social e histórica, utilizando en unos casos el lenguaje sencillo, periodístico y narrativo, y en otros el lenguaje riguroso de las ciencias naturales.

Los artículos de Molano y González nos invitan a pensar en el páramo como un territorio históricamente construido. Para Joaquín Molano es el paso de un espacio sagrado y conservado a un espacio profano y desequilibrado: para González y Cardenas se parte de la apropiación simbólica, constitutiva de la cosmovisión de los grupos aborígenes con la desafortunada pérdida de sus connotaciones sagradas para terminar expresándose en la deshumanización del paisaje. La cordillera constituye el hábitat preferido de las poblaciones precolombinas: el poblamiento de la cordillera Oriental de manera intensiva se remonta al año 1500 con la llegada de os españoles; la mayor parte de las poblaciones datan de aquella época.

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Son numerosos los caminos que se dibujan a lo ancho de la cordillera Oriental, verdaderos corredores viales sobre los páramos que comunican las poblaciones ubicadas a lo largo de los valles afluentes al Chicamocha con sus vecinas cruzando el límite de las montañas. En la actualidad cerca del 70% de la población colombiana vive en las cordilleras, ejerciendo una intensa presión sobre los escasos bosques altoandinos que aún quedan.

El trabajo de Joaquín Molano describe el devenir del paisaje paramuno y de todas sus manifestaciones a partir de la lectura de la historia, descorriendo el velo mitológico de nuestros antepasados y remontándose en sus documentadas páginas a las crónicas de los siglos XVII hasta nuestros días.

El artículo de González y Cardenas, titulado ―El páramo un paisaje deshumanizado‖ establece como causal de la degradación del medio la fuerte acción antrópica, manifiesta en la transformación del suelo y su cubierta vegetal, la ruptura de su original relación ecológica, tanto funcional como cultural, y la pérdida del valor mítico – religioso presente en las comunidades prehispánicas. Resultado de ello es un lento pero progresivo cambio del paisaje y de su significado, visto desde una perspectiva cultural de tipo semiótico. A través de diversos periodos los autores nos conducen por la historia del poblamiento de los grupos aborígenes de cazadores y recolectores, continuando con el período pleniglacial arcaico, premuisca, e hispánico hasta la total ocupación del actual territorio denominado provincia de Norte y Gutiérrez. La reducción de la población indígena, el mestizaje y posterior colonización banca aceleraron la desintegración social y la pérdida de muchas prácticas culturales altamente benéficas y respetuosas del ecosistema. Durante los siglos XIX y XX, las prácticas de la cultura aborigen son sustituidas por nuevas prácticas culturales, entre ellas las actividades agropecuarias, con el gran impacto ambiental que producen la ganadería extensiva y el pastoreo.

Los siguientes trabajos de Orlando Rangel sobre vegetación y Abdón Cortés sobre el suelo son el aporte de centros de investigación y trabajos de campo por ellos dirigidos. En cuanto a la formación del suelo, se dan varios factores íntimamente relacionados entre sí, de los que se destacan: el material parental o material de origen y el relieve. Estos factores se manifiestan de manera particular en la cordillera Oriental. Al respecto sobresale el artículo dedicado a la Sierra Nevada del Cocuy, que permite analizar la génesis y evolución de los glaciales a lo largo y ancho de esta cordillera hasta la formación de los actuales pisos térmicos, fruto de la gelifracción y los retrocesos del glacial. Al respecto, Erwin Kraus señala que una vez retirados los glaciales es muy difícil que se produzca vegetación pues la roca queda prácticamente lijada. Situación diferente se produce con la acumulación de materiales detríticos, denominados morrenas que ha dado lugar a la conformación de numerosos humedales, lagunas y tremedales, asiento de comunidades vegetales.

Cabe añadir a estos factores otros como el variado clima, que permite explicar por qué existen páramos secos como Guática, ubicado en el centro del valle del Chicamocha; y

6 páramos húmedos como Vijagual. La Rusia o Pisba, en las vertientes que prolongan los bosques de niebla hacia los Santanderes, Arauca y Casanare.

La vegetación se manifiesta como otro factor muy importante y activo, una de cuyas formas de expresión se da en la privilegiada proliferación de distintas espeletias, 16 aproximadamente, la mayoría de ellas endémicas y ubicadas a lo largo del páramo desde La Rusia hasta Guantiva. Los frailejones se asocian con otras especies referenciadas en el artículo de Rangel y Cleef, dando lugar a numerosas comunidades vegetales. Por esta razón, el artículo en referencia constituye un valioso documento, fruto de un análisis sistemático, observación constante, medición y registro en numerosas y diferenciadas salidas de campo. La información recolectada sobre los variados tipos de vegetación es de gran utilidad para los proyectos de repoblamiento y conservación de áreas de especial valor, sobre la base del conocimiento y adecuado manejo de la dinámica de las comunidades vegetales en relación a las distintas franjas altitudiales que diferencian los orobiomas de subpáramo, páramo y superpáramo.

Abdón Córtes, al describir los principales procesos (edafogénesis) origen de los actuales suelos en la cordillera Oriental, manifiesta categóricamente que la mayor parte de estas tierras de páramo no tienen vocación agropecuaria: dice ―la mayor parte‖ porque como especialista del suelo le es imposible negar que algunas zonas de páramo son aptas para la agricultura, aunque dicha actividad no resulte conveniente en ellas.

Refiriéndose al tema y para evitar mayores impactos negativos sobre el páramo, Mora Osejo y Strum1 recomiendan el ―acortamiento de los períodos de barbecho de los cultivos de papa, con el objeto de intensificar el aprovechamiento de los terrenos actualmente dedicados a este cultivo y evitar la expansión incontrolada del área de cultivo‖. Al referirise a las zonas aptas para la agricultura señalan la región altoandina entre los 3.200 y 3.500 metros como lugar donde es posible introducir una mayor diversificación de cultivos, que contribuyen a mejorar las condiciones de vida de los campesinos rescatando muchas especies aptas para estas zonas que se han perdido por el avance de la agricultura comercial. Esta recomendación no choca con la premisa de que la conservación del páramo y del bosque altoandino en estado natural debe constituir un objetivo fundamental de las políticas del Ministerio del Medio Ambiente y de su gestión a través de las corporaciones y la comunidad en general. Mora Osejo ha esbozado recientemente la tesis de que el páramo constituye la máxima expresión de la tropicalidad y en consecuencia se debe proseguir en el estudio del comportamiento del páramo en su estado primario como en los lugares intervenidos para conocer más de sus ciclos y procesos biológicos.

Los geógrafos Antonio Flórez y Carlos Torres, el primero autor del texto, y el segundo actual director del proyecto de Glaciales, nos muestran la evolución del Nevado del Cocuy,

1 Estudios ecológicos del páramo y del bosque altoandino, cordillera Oriental de Colombia. Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales. Santafé de , 1994. 7 desafortunadamente en su fase de deglaciación. Este fenómeno se ha generalizado a todos los nevados del país. Uno de los primeros en advertirlo y registrarlo, a través de su cámara, fue Erwin Kraus, el primer andinista colombiano, quien en sucesivos ascensos en compañía de montañistas y científicos aportaron los primeros datos para la historia del conocimiento e identificación del retroceso de los glaciales, constituyendo información fundamental para el ―Proyecto Glaciales‖ del IGAC, hoy transferido al IDEAM. El proyecto, además de inventariar los nevados y registrar su evolución, determinará las reales dimensiones al cuantificar el área, determinar sus volúmenes y establecer las reservas de agua. Todos estos datos son importantísimos a la hora de calcular nuestro potencial hídrico y el tiempo que aún resta a los nevados antes de su desaparición.

La entrevista de Erwin Kraus, al final de la obra, forma parte de la estructura e intención misma de la serie, que incluirá en cada volumen la referencia a un personaje destacado en el campo científico. Su artículo recoge las experiencias y anécdotas vividas en los ascensos a la sierra y constituye, con la entrevista, un reconocimiento a su vida y obra de pintor, fotógrafo y montañista de los Alpes colombianos.

Cada uno de los autores, a su manera, ha recomendado como tarea especial convertir los páramos en reserva natural, en área protegida o declararlos patrimonio de la humanidad por sus especiales características: ser fábrica de agua, ecosistema de alta fragilidad y de carácter único, expresión de nuestra cultura y determinante de nuestra nacionalidad. Esto sin dejar de lado lo establecido por la ley (Ley 99 de 1993): ―El páramo constituye el más importante ecosistema de la zona altoandina y será objeto de especial protección‖.

Proyectos de ley en favor de los páramos, posteriores a la promulgación de la Constitución de 1991, no han tenido el suficiente eco y respaldo de los congresistas. No tuvo suerte el proyecto de ley No. 123 de 1993 ―por el cual se pretendía declarar de utilidad e interés social los páramos andinos de Colombia‖. Pecaba el citado proyecto de ingenuidad al señalar que dichas zonas terrestres a partir de los 2.700 metros hasta las franjas de nieve perpetua podrían ser objeto de extinción de dominio o expropiación; pero aún más grave es el hecho de delegar en el Incora la ―estrategia reasentamientos de la población‖ que actualmente ocupa este territorio, para situarla en zonas más bajas. Lo cierto es que el Incora ha contribuido de manera directa a colonizar dichas tierras y a incentivar su uso productivo especialmente con cultivos de papa. Se requiere una política coherente que no borre con una mano lo que, con loables intenciones y sólidos argumentos, se ha escrito con la otra, pues está de por medio el trabajo silencioso de muchas organizaciones y comunidades.

Además del trabajo desinteresado de los autores, el libro da testimonio del esfuerzo de varias instituciones. En primer lugar las que hicieron posible la puesta en marcha del Convenio ―Estrategia Institucional y Comunitaria en favor de los Páramos de Boyacá‖. También la Universidad Santo Tomás, por su permanente apoyo a través del Centro

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Regional de Duitama, y la FES, que colaboró para la recopilación de las memorias del encuentro que dio origen a esta iniciativa.

El énfasis de algunos artículos sobre la cordillera Oriental y en especial sobre el altiplano cundiboyacense se deriva de la naturaleza misma del convenio y de las investigaciones en curso.

El Convenio se propuso en su primera fase difundir, mediante la comunicación visual y escrita, información clara sobre el valor que presentan los ecosistemas de alta montaña y en particular los páramos. Apoyándose en ella se pretende trabajar con las comunidades e instituciones en la toma de consciencia de la riqueza que albergan los páramos, así como de la situación crítica que en ellos se vive actualmente, tarea que se desarrollará a través de distintos medios divulgativos, con el fin de comprometerlas en una tarea de gestión institucional y autogestión comunitaria.

Comprometernos con la información que forma, con la acción que educa para el compromiso y el cambio, significa aprehender la realidad, analizarla y divulgarla, de modo que pueda ser conocida pero fundamentalmente comprendida y valorada. En esta óptica se adelanta el trabajo de la Fundación Ecosistemas Andinos; pero la intención va más allá: se busca constituir un instituto que adelante la investigación, tan necesaria para la adecuada interpretación de este ecosistema, y apoye la gestión ciudadana, esencial para el logro de los objetivos, sin detrimento de la tarea que han de desarrollar las corporaciones y demás entes adscritos al Ministerio del Medio Ambiente.

Las montañas son fuente de inspiración para escritores, pintores y músicos y, desde luego, atracción para los caminantes y reto para los montañistas. ―Las montañas son inseparables de los hombres y contienen el sentido, uso y significado de las sociedades‖, expresa Joaquín Molano.

Por eso quisiéramos destacar las palabras del montañista Andrés Hurtado: ―todos absolutamente todos los colombianos viven de las montañas porque en ellas se opera el milagro del agua y de los ríos… en ellas vivimos, en ellas sembramos y cosechamos, en ellas nos movemos y en ellas por desgracia talamos y quemamos. La cumbre vegetal del país se encuentra en los páramos. Ellos son la máxima expresión de nuestros tropicales, en belleza y al mismo tiempo desolación, en callada riqueza y al mismo tiempo aparente pobreza. Los páramos resumen así el diccionario de los extremos: máximo calor durante la exposición solar, frío polar durante las noches; visión del paisaje hasta donde alcanza la vista, visibilidad máxima hasta el frailejón vecino cuando la niebla, eterna niebla novia del páramo, envuelve con su manto valles, riscos y lagunas‖2.

2 Calendario Páramos y Nevados de Boyacá, ECOAN, 1995. 9

Recorrer los páramos, expresión sin igual de la alta montaña, constituye una experiencia excepcional e irrepetible en cada ocasión. A ello contribuye la variablidad climática, la velocidad del viento transportando las nubes bajas, la intensa luminosidad de la radiación solar, la infinita riqueza de su microflora, verdadera piel del suelo, y los continuos oasis de sus comunidades vegetales, con variadísimas asociaciones y manchas de paisaje, fáciles de diferenciar para un buen observador y estudioso de este ecosistema.

Hay paisajes de color ocre en todas sus tonalidades y de relieve ondulante, como si fuesen desiertos fríos, matizados de numerosísimos frailejones de porte pequeño, dispersos como macetas en flor y rodeados de extensos pajonales. Estos páramos, los más frecuentes en nuestras cordilleras, guardan en las orillas de sus lagunas, lagunillas y humedales, cañadas y valles profundos, verdaderos jardines de tonos verdes, salvados del fuego gracias a la humedad del suelo; allí se refugian los romeros y cardones, chite y frailejones, lupinus y senecios acompañados de un suave y frágil piso de variados musgos del género sphagnum, privilegio de la naturaleza, por su carácter de esponja, acumulador en el suelo de grandes cantidades de agua.

Como avances del bosque altoandino, alcanzando alturas hasta los 3.500 metros a lo largo de cañadas y quebradas resguardadas del viento, se encuentran todavía encenillos, sietecueros, palma boba, helechos, chilco, palo colorado y arbustos de especies florales bellísimas como el angelito, flor de mayo y pega pega. Para la mayor parte de las especies faunísticas, en especial los coleópteros, arácnidos batracios, aves y mamíferos, el páramos constituye hábitat único; en menor número lo utilizan como corredores para migración horizontal y vertical, pero en general se les ha confinado a espacios muy reducidos, en los que se vuelve muy difícil su reproducción y conservación.

Ante tanta riqueza, esplendor de los Andes, fábrica de agua y reserva biológica, todos, absolutamente todos los colombianos, deberíamos inclinarnos, pues representa un verdadero santuario de la naturaleza. Mostrar sus secretos y destacar sus valores, constituye el objeto de la presente obra. Su valor económico, biológico, paisajístico, recreativo, de área protegida y fuente de inspiración nos exige cuidar el páramo, conservarlo y recuperarlo; hacer un adecuado uso y manejo en especial de las áreas de amortiguación que lo rodean para evitar la paramización del bosque altoandino y la potrerización de sus espacios vitales.

Pedro Reyes Zambrano

Dirección proyecto

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PAISAJES DE LA ALTA MONTAÑA ECUATORIAL

Cerro Dagua, Páramo de Ocetá, Monguí, Boyacá

RESUMEN

La alta montaña ecuatorial, por su especificidad geoecológica y sus factores de localización, dio origen a un conjunto de ecosistemas y paisajes insulares, delimitados altitudinalmente entre las selvas de vertiente y los campos de arena y nieve de los Andes. La riqueza de la biota, abundante en edemismos y estrategias adaptivas complejas, concuerda con las visiones que sobre aquellas elevadas montañas ha construido el hombre, con su pensamiento mítico, sus expresiones estéticas, su acción racional de conquista y sus paradigmas científicos. Nuestra historia social contiene expresiones de aquellas miradas, algunas de las cuales se expresan en este trabajo, con el ánimo de crear una dimensión de contexto como camino para alcanzar aquellas alturas de la comprensión.

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Por: Joaquín Molano3

La cólera de los siglos no ha podido destruir las leyendas escritas sobre duras piedras allá sobre los lomos de empinadas cordilleras. Ahora esa raza blanca, ¿por qué no ha interpretado el espíritu que tiene o que encierran las lagunas indígenas?

Manuel Quintín Lame (1973)

Los páramos, ecosistemas complejos y variados, existen en tres de las cuatro cordilleras del territorio colombiano, así como en la Sierra Nevada de Santa Marta, relieve periférico asociado en su origen con la cordillera central. La rica y variada historia natural de los Andes colombianos nos permite comprender cómo la evolución de las estructuras montañosas emergidas del mar ecuatorial fueron configurando paisajes cordilleranos cambiantes, caracterizados por biomas particulares, diferenciados entre selvas, sabanas y páramos. (Mapa No. 1).

3 Docente excepcional Universidad Nacional de Colombia. 12

Los paisajes de la alta montaña ecuatorial fueron constituyéndose de variados ecosistemas parameros, donde las condiciones medio ambientales hicieron posible no sólo la adaptación, el endemismo y la eclosión de las especies neoecuatoriales, sino que se convirtió en refugio de elementos florísticos provenientes de las regiones frías de los hemisferios norte y sur.

1. Hacia una conceptualización

Entre la tendencia a homogeneizar la diversidad y el reducirla a nuestros patrones mentales preconcebidos, hay similar dificultad entre definir y conceptuar. Por lo tanto, no deben preocupamos ni angustiarnos la síntesis definitoria de los paisajes y ecosistemas parameros, cuando sabemos que el reduccionismo y la simplificación se esconden o acechan detrás de las definiciones, las cuales se consideran desde siempre incompletas. Por ello, debemos avanzar sobre la base de la formulación de conceptos a partir de los cuales la realidad analizada puede ser conocida y preferencialmente comprendida.

El concepto de páramo incorpora múltiples elementos, factores, límites, zonificaciones, herencias, perturbaciones, migraciones, biomas, fisionomías, estructuras, funcionamiento, evolución y configuraciones. Se integran como sistemas complejos, cuyo conocimiento debe comprender no sólo los patrones estructurales y fisonómicos, sino las variadas circunstancias espacio-temporales.

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Para ilustrar, veamos la caracterización de Cuatrecasas (1989), quien conceptúa expresando que «los páramos consisten en las regiones más elevadas de la cordillera de los Andes desde Venezuela al Ecuador por Colombia, donde predominan condiciones especiales de altas montañas; son regiones sometidas a bruscos cambios; son frías y húmedas, generalmente cubiertas de niebla o sujetas a constantes precipitaciones y a fuertes vientos; pero estos fenómenos alternan con días claros de intensa radiación; las noches son siempre muy frías y en las partes más elevadas (más arriba de 4.300 metros) con nevadas nocturnas muy frecuentes. El suelo está generalmente saturado de agua; en extensas zonas es pantanoso, formándose turberas; la tierra es negra turbosa, con elevado grado de acidez; este suelo es muy profundo excepto en las zonas más altas, donde la vegetación es ya escasa entre rocas y arenales; los limites altitudinales del páramo no son muy precisos, pues varían según la topografía pero empiezan a 3.200 metros, extendiéndose hasta una línea de 4.500-4.700 metros que es el nivel de los neveros permanentes. Por hallarse en el trópico, el clima de estas altas montañas presenta un contraste muy superior al clima de los pisos subyacentes de la propia cordillera, en comparación con los países extratropicales, los Alpes por ejemplo, pues los pisos bajos de los Andes, ya cerca del nivel del mar, disfrutan de temperaturas tórridas».

Este concepto emitido por un científico contiene muchos elementos, los cuales dan una idea o una aproximación de lo que existe generalmente en los páramos. Dice cómo es en distinta perspectiva un páramo pero no se atreve a decir qué es el páramo; eso no interesa. Hoy, después de cerca de sesenta años de plasmadas estas apreciaciones, de no haber visto los distintos páramos, de haberlos visitado sólo en alguna temporada, de contar sólo con escasos elementos de sistematización, su concepto está aún vigente. Las temáticas de investigación sólo buscan profundizar los elementos contenidos en dicho marco conceptual. Esto le da validez y proyección.

Pero, además de la aguda percepción mostrada por Cuatrecasas, están las sensaciones, emociones y representaciones de los habitantes del altiplano cundinamarqués, para quienes los páramos que circundan a la sabana, a pesar de no pertenecer a ella, «no nos atrevemos a colocarlos fuera de ella espiritualmente. Ellos son el fondo hosco, sombrío, severo del paisaje; el comercio del sabanero con el paramuno es íntimo, fraternal, constante —no así con el calentano, el cual es el forastero de quien se recela y a quien se achaca por ello todo lo ridículo—; al páramo se va a correr al zorro y el venado; del páramo bajan los yugos de susca, las cabezas y los timones clásicos de los arados de chuzo; en los páramos se crían y educan los bueyes que no mienten ni por la pezuña ni por el cacho; por sus pendientes rueda el humus a enriquecer la planicie, sus matorrales abrigan las aguas que bajan a fecundarla; al amparo de sus breñas dispara un cazador convertido en guerrillero; el y el sopó confundidos bajo una misma bandera dan caza al que refutan enemigo de su fe, con el mismo natural compañerismo con que batieron ayer el monte en persecución del animal dañino que holló su sembrado o mermó su rebaño. Los páramos guardan mejor que

14 la llanura la común poesía, las leyendas, la pureza del idioma, la raza. Allí encontráis detrás de una recua de mulas la cara fosca de un contrabandista que os traslada a la aparición del tercer acto de Carmen; en la primera revuelta del camino, detrás de un mostrador, se ríen de vuestra figura unas mozas como aquellas que, apretando los dientes, calzaron las espuelas de Don Quijote en la consabida venta; más allá un grupo de jayanes que juegan alegremente al turmequé, a los malsines que mantearon a Sancho. Todo lo mismo en la llanada que en el monte, pero más marcado en éste por el menor contacto con los centros grandes. Allí hallamos el idioma como lo dijeron los conquistadores, y es una gloria oír en pleno cerro que una vieja os saluda con una salutación castellana del siglo XVI y que usa verbos como columbrar y que el gañán que guía los bueyes en la huerta habla de la besana, término que ya no vemos sino en poesía tal cual vez, y llama melgas a los surcos iguales en donde ha de caer el trigo lo mismo que llaman a los gemelos en Castilla...» (Rueda, 1975).

Así también son los páramos. Una entrañable integración de montañas y altiplanos por una sociedad decimonónica que los interpretó en diáfana prosa, sentida, humorística y real. Agua, idioma, poesía, humus, cinegética, comercio, evocan los páramos como pertenencia espiritual. Las mismas temáticas aparecen mediatizadas por la interacción natural-social.

Veamos un último ejemplo de la visión del páramo por Molina (1977) jovencito de 14 años: «... Esto es lo primero que sobresale cuando llegamos al páramo (los frailejones). Son grandes en las alturas. que para una persona no consciente de la naturaleza, pasaría por alto esta simple planta, pero para un montañero amante de las cumbres, es el comienzo de un páramo; el gran ánimo para coger nuevas fuerzas y seguir adelante. Se levantan majestuosamente, en los páramos, con sus hojas lanudas, suaves, tiernas, pero que son salvajes en su gran belleza. Imitando el peto de los reyes, se levantan erguidos; y con sus flores de color amarillo del oro, que reemplazan al sol, nos acompañan desde los 3.000 hasta los 4.500 metros. Son las plantas típicas de la Gran Colombia y el adorno inigualable de sus páramos...». Los páramos son también parte del mundo maravilloso de las montañas, objetos de conocimiento y admiración para quienes aprenden a través de sus propios pasos.

Existe alguna información, un tanto miscelánea, en torno a los paisajes parameros. Recientemente se ha avanzado más en la historia natural de los ecosistemas de los páramos, tomando en cuenta la formación, migración, desarrollo adaptativo, velocidad evolutiva, nichos ecológicos, estructura y función de los ecosistemas, aunque ha faltado continuidad temática y metodológica para obtener un conocimiento sistemático.

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2. Los páramos en las culturas indígenas

En aras de iniciar un bosquejo histórico-social de los páramos, podemos decir que la alta montaña ecuatorial fue paulatinamente copada por los procesos sociales y culturales de los distintos grupos andinos. Según se sabe, los páramos fueron ocupados temporalmente por los indígenas en el período prehispánico. Sus temporadas de permanencia parecen no ser largas y continuas, pues en muchas oportunidades se asciende a las cumbres parameras en tiempos favorables, siguiendo los ritmos ecológicos de la fauna que trasegaba las vertientes desde los piedemontes a los páramos adquiriendo así un carácter cíclico. Una prueba de ello la tenemos en los talleres prehispánicos en los páramos ecuatorianos, donde numerosos elementos de la cultura material indígena hacen manifiesta la ocupación de dichos espacios entre 3.800 y 4.200 m.s.n.m. (Salazar, 1980). De igual manera, Rivera (1980) encontró que los indígenas habían ocupado el páramo de Guargua, en el contexto montañoso del páramo de Guerrero, desde hace aproximadamente 8.300 años antes del presente.

En forma similar, Wagner (1979) confirma el carácter de hábitat no permanente en el páramo venezolano. Los páramos no fueron ajenos a las culturas indígenas andinas. Se adentraron en ellos siguiendo los ciclos alimentarios y reproductivos de la fauna asociada a su existencia. Integraron los páramos a las estrategias de manejo vertical de las montañas.

Construyeron caminos en las altas montañas parameras para comunicar los valles interandinos, superar las barreras longitudinales andinas. Pero fundamentalmente los páramos fueron asumidos como representaciones míticas, religiosas y simbólicas de acuerdo con la rica diversidad de ambientes de alta montaña y con la riqueza cultural indígena. Los páramos fueron adquiriendo la dimensión de la escala humana a través de las culturas indígenas. Su relación, no sólo es con la montaña en tanto que relieve, sino con los elementos creados y creadores, los cuales, en hechos sorprendentes, manifiestan con plena intensidad las fuerzas de la naturaleza.

La alta montaña ecuatorial es asumida como paisajes plenos de sentido, significaciones, soledades, senderos y silencios. Espacios de nieblas, lloviznas y arremolineantes nubes adheridas a las rocas y al viento. Lugares encubiertos, sombríos, ignotos, donde paradójicamente los horizontes se multiplican y la totalidad se hace patente. La montaña reúne en torno suyo las energías de la vida, y por ello no es de extrañar que el hombre las haya vinculado siempre a sus dioses, a esas fuerzas que no acaba de entender o dominar (Josan, 1982) o a las fuerzas que controlan y regulan los procesos bióticos y abióticos dentro del contexto de la cultura.

Algunas apreciaciones indígenas, manifiestas en sus luchas por recuperar la tierra y la cultura, consideran la tierra como madre y las montañas junto con todos los recursos naturales como sagrados (CRIC, 1987). Así mismo la ONIC (1987), reafirma que los

16 indígenas somos portadores de culturas y formas de organizar la vida social, económica y política... La destrucción de la naturaleza, la depredación de nuestra flora y nuestra fauna es un reto para nuestras organizaciones... Alrededor de la idea de la naturaleza madre y fértil giran los mitos; normas, ceremonias, relaciones socioeconómicas y todas las instituciones y patrones culturales. Los Cuna consideran que al tumbar un árbol se rompe el equilibrio que los flujos energéticos de la tierra con las aves... Los árboles son las ventanas que tiene la tierra para recibir la energía y mantener la fertilidad.

La , cráter del volcán

El conocimiento tradicional de nuestro pueblo es el producto de elaboraciones muy articuladas entre los recursos flora, fauna, agua, tierra y aire; junto con los procesos vitales por ellos sustentados y con la cultura que los grupos a través de los tiempos y los espacios forjaron.

Ilustramos a continuación estas ideas con cuatro ejemplos de núcleos indígenas del Macizo colombiano, la cordillera Oriental y la Sierra Nevada de Santa Marta. Aunque estos testimonios son actuales, vale la pena expresar que la conquista y pacificación hispánica transformó y alteró la ocupación del territorio andino, al punto que los páramos empezaron a ser ocupados, estableciendo resguardos a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar, obligando a una migración hacia los páramos mediante despojo forzoso o legal como lo demuestra Friede (1979) para el Macizo colombiano, Triana (1992) para la cordillera Central del Gran Tolima y Bernsen (1991) para la Sierra Nevada del Cocuy y los páramos del Cumbal.

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La relación cultural de los indígenas Coconucos y Yanaconas con el páramo, constituye una primera muestra de la manera como estos grupos interpretan, manejan y protegen tales ambientes. Tomando como base a Faust (1991), las pautas generales de pensamiento y las normas que establecen los Coconucos y Yanaconas con su medio, responden al concepto de que todo en este mundo acumula en mayor o menor proporción cierta fuerza llamada «calor» o «espíritu». Dicha fuerza es una cualidad que está en permanente intercambio entre los, seres y las cosas. Las personas deben regular dicha cualidad manteniéndola en un equilibrio dinámico de incorporación o eliminación, pues los excesos de calor (que nada tienen que ver con la temperatura) y «frío» pueden manifestar malestar y enfermedad. Las complejas interrelaciones entre esta dupla dialéctica, es también atribuida a las plantas, animales, fenómenos atmosféricos y otros elementos, cuya cualidad (caliente o frío) es atribuida al sitio donde ellas se encuentran y la cualidad del subsuelo.

El subsuelo es a menudo acuático, morada de los antepasados, reino dominado por un poder ancestral llamado JUCAS, cuyas aguas están cargadas de una cualidad fría llamada Jucas. Por lo tanto, su repartición sobre la superficie y por ende la repartición de la cualidad Jucas, es primordial para evaluar los sitios geográficos. El agua que es de cualidad «fría» es botada a la superficie sólo por rocas «finas» (ejemplo: basalto), descritas como de extremo «calor», mientras las rocas «flojas» relativamente pobres en «calor», siempre mantienen el agua debajo. Así los volcanes son los responsables de «botar el hielo» y las lagunas de páramo, donde; nacen las aguas, generan la llovizna fina conocida como «páramo», la cual cae en las cumbres altas de las cordilleras. A su vez, las nubes toman agua de los ríos de tierra caliente y son atraídas por los cerros de roca «fina» en las partes altas de la montaña, donde además viven los truenos.

Los sitios ricos en agua, los cerros, abismos y volcanes, los cauces de agua, lagos, pantanos y también los grandes bosques, están todos cargados de Jucas, los cuales en la superficie de la tierra tienen espíritus equivalentes llamados Cocos, los cuales poseen su morada en: la Puma, mujer antropófaga de grandes senos que aparece en el páramo y bosques altos; la Pantasma Negra, quien toma la forma de nube negra para vigilar las lagunas del páramo; el Trueno morador en los cerros; el Duende, personita con manos y pies torcidos que deambula por la orilla de los ríos, y la Madre Agua, visible en forma de mujer hermosa o de culebra, quien aparece en cauces de aguas o sobre las rocas.

Tanto Jucas como Cocos, son Aucas para la gente, es decir, capaces de «robar el espíritu personal» con lo cual acarrea enfermedades y sufrimientos llamadas «viento». El tratamiento a tales enfermedades exige productos minerales, vegetales o animales muy llenos de «espíritu», el cual proviene de los Jucas, y debe ir a buscarse donde Jucas está concentrado. De esta manera los indígenas clasifican las plantas en dos grandes categorías: las con propiedades y las sin propiedades, pues ellas se diferencian en que no todas contienen «calor» en igual medida, lo mismo que los animales. La medida del «calor» o «espíritu» es la suma específica de cada individuo y la de su especie, más la de su lugar de

18 vida o crecimiento. Las plantas con mucho «espíritu» en general son silvestres, mientras que muchas plantas «frías» o sin «espíritu» se cultivan en la huerta.

Las maderas se clasifican en dos categorías, las «finas» de corazón bien desarrollado y duras, las cuales son catalogadas como «calientes», en tanto que las «bastas», son maderas relativamente blandas, clasificadas como «frías». Los animales también se ordenan en tres grupos: 1) con mucha sangre, 2) con poca sangre y 3) sin ninguna sangre. Es una clasificación hecha sobre la base de la cualidad «calor». La cantidad de sangre y grasa es un indicador de «calor».

Las áreas altas del Macizo colombiano con sus volcanes, páramos y bosques, no son lugares de actividad económica para los indígenas; de allí sólo se extraen plantas, animales y minerales de uso medicinal y ritual donados por los Jucas.

Esto significa que el indígena no modificaba la alta montaña, interviniendo sólo los páramos «amansados» donde el hombre venido de fuera ha provocado cambios cultivando y pastoreando. Entre los indígenas rige el concepto de que Jucas es esquivo. Por eso donde el hombre blanco construye o quema, Jucas desaparece y con él también se va el agua que es su elemento, y los productos naturales pierden «espíritu». En estos conceptos radica el motivo por el cual los indígenas protegen amplias áreas con vegetación y vida animal, productoras de elementos ricos en «espíritu».

Entre los sitios que conservan están en primer orden aquellos que por su subsuelo de piedra «fina» o por su topografía son estimados como dominios de Jucas, al igual que los bosques y otros tipos de vegetación con mínima intervención humana; así mismo protegen cerros encarpados, abismos, orillas de cauces de agua y pantanos. Especial vigilancia por parte de JUCAS y COCOS son aquellos animales en los que ellos mismos se pueden transformar, de acuerdo con la siguiente jerarquía: oso, puma, danta, venado, aves de rapiña, gallinazos, culebras, sapos y patos.

Es creencia en el pensamiento Coconuco-Yanacona que, preservando la vegetación y la fauna, la persona puede mantener mejor su medida normal de «espíritu», pues en un paisaje no intervenido esta cualidad está repartida en forma adecuada. No queda duda de que la cosmovisión Coconuco-Yanacona constituye un poderoso elemento de conservación y manejo de los ecosistemas y paisajes de las altas montañas ecuatoriales.

A continuación presentamos un segundo ejemplo del grupo Tunebo U‘Wa, ubicados en y al oriente de la Sierra Nevada del Cocuy o Güicán, sobre la cordillera Oriental colombiana. Apoyados en Osborn (1991), citado por Bernsen (1991), se conoce cómo en su cosmología el universo estaba conformado por dos esferas: Un mundo de arriba —de calor, seco y luz— y un mundo de abajo —de oscuridad, húmedo y vacío—. Sucedido el movimiento, los dos mundos se encontraron y reunieron. Como efecto de esta conjunción se produjo el mundo intermedio.

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Estos mundos originales están asociados con colores y se identifican mediante ellos. El mundo de arriba es blanco, el de abajo es rojo; de su mezcla se formaron el azul y el amarillo. Consideran que los mundos de arriba y abajo son indestructibles; pero el intermedio sólo puede existir mientras se mantengan los dos mundos originales. A los U‘wa, que viven en el mundo intermedio les corresponde la tarea de mantener balanceada la relación entre el mundo de arriba y el mundo de abajo. Ellos se ven a sí mismos como situados en posición equidistante entre sus antepasados divinos del rojo y del blanco, encarnando el delicado balance entre estos extremos. Dicho balance se mantiene mediante el ritual y la celebración de mitos cantados. Si se llegare a perturbar dicho balance sobrevendría una inversión del orden, el rojo se movería hacia arriba e invadiría a el blanco, lo cual significaría el fin del universo.

Según Osborn, los U‘Wa ocupan tres zonas altitudinales, las cuales se corresponden en las tres divisiones de su cosmología, de tal manera que su movimiento por tierras altas y bajas coincide con su calendario ritual, cuyo comportamiento obedece a un ceremonial destinado a mantener conservado el ecosistema que habitan ya que los productos naturales de cada área tienen un «dueño», quien castiga a los que abusan en el uso de sus dominios. La deidad principal, dejó monte para los animales de caza y si se tumban más de dos cuadras para una cosecha, se mueren {Triana, et al, 1989}.

Los U‘Wa no habitan los páramos cercanos pues consideran espacios rituales importantes para cultura. Sin embargo, los frecuentan en la búsqueda de elementos necesarios para prácticas rituales y uso del chamán. Mientras esta cosmovisión estuvo regulando la relación con los paisajes de selva y páramos los ecosistemas permanecieron prácticamente inalterados. El páramo del Cocuy, un ejemplo de cómo un buen manejo de los recursos naturales, supone el preservar y estimular los sistemas tradicionales indígenas y su visión del mundo (Bernsen, 1991), como la desarrollada por los U‘Wa.

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Tierras altas: territorio U´WA. Oriente Sierra Nevada del Cocuy. (Foto Pedro Reyes Z.)

Sierra Nevada del Cocuy. (Foto Pedro Reyes Z.)

La Sierra Nevada de Santa Marta constituye un espacio montañoso insular, geoecológicamente integrado por selvas, páramos y campos de nieve. Del estudio realizado por Reichel-Dolmatoff (1991), tomamos en tercer ejemplo relativo a la cultura Ika y Kogui en las altas montañas sobre el litoral Caribe, donde los horizontes se amplían sobre la tierra y el mar. Para los Ika, el geo-biovolumen montañoso posee dos regiones: a) La de abajo, tierras templadas cálidas, sobre las vertientes medias de la Sierra; b) La de arriba, tierras frías y paramunas, en la sección alta de la montaña. Cada una conlleva modos de vida y formas de adaptación diferentes, aunque se trata del mismo grupo humano.

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En los páramos no existían (1947) asentamientos nucleados como en la región templada- cálida; eran sólo casas pequeñas, aisladas, construidas en piedras toscas, rodeadas por un paisaje heroico, silencioso. Sólo se oía el canto de las avecitas escondidas en los pajonales y el lejano estruendo de los ríos y cascadas que descienden de los ventisqueros por entre rocas enormes. La vista se perdía en el horizonte inmenso de rocas, nevados y nubes, y cuando el paisaje se cubría de niebla, el silencio era interrumpido sólo por el silbido del viento helado.

Los habitantes de arriba son en buena parte colonizadores de altura, obligados desde la conquista y colonización hispánica hasta los conflictos y agresiones de la sociedad republicana dominada por comerciantes, terratenientes, religiosos y otras clases de aventureros emparentados con el poder. La colonización del páramo sobre la Sierra implicó para los indígenas ocupar espacios sagrados, los cuales se fueron desvirtuando con el cultivo de papa y el deambular de los ganados; llegando a convertir importantes sitios arqueológicos sagrados en corrales para ganado, principalmente cerdos.

Los páramos serranos estaban muy poco poblados. Las gentes acudían a ellos según las necesidades del caso, ya fuera por alimento, para cumplir ciertos ritos o por razones de salud. Así, las montañas frías y paramunas brindaban ricas hierbas medicinales, o eran objeto de ritos y bailes donde se hacían ofrendas y adivinaciones. Reichel-Dolmatoff destaca para los Ika los centros ceremoniales de Tauizaiska y Meuyáka en la vía principal del ascenso a los nevados. Además, los páramos significaron no sólo límites locales entre tribus indígenas, sino también sitios de contactos ocasionales, como el páramo de Surlibáka para los Ika y los Kogui en el nacimiento de los ríos Curigua y San Miguel.

La alta montaña serrana fue un espacio mitológico, donde cada cerro, valle o laguna constituía la morada de un personaje de los tiempos cosmogónicos, bajo la profunda identidad de la tierra como Madre Universal. Las lagunas próximas a los ventisqueros simbolizaban las mansiones acuáticas de personajes femeninos, las hijas de la Madre.

Los cerros eran puertas que permitían a los iniciadores penetrar en otras dimensiones, donde viven toda clase de animales, de personas transformadas o de animales de aspecto humano. En la neblina de los páramos entre los campos de frailejón, los indígenas descifraban imágenes fugaces, formas humanas, ademanes, señales, mensajes. El lejano trueno de las cascadas, oía voces, como en el canto de un gran coro de hombres bailando. De esta manera, cada roca, cada vuelta de camino, cada pozo en el río, tiene para los Ika un profundo significado sobrenatural. En esta topografía mítica el paisaje entero está impregnado de la viva presencia del pasado, desde el origen del universo hasta el recuerdo de un abuelo recién fallecido. Toda la historia de los Ika se ha proyectado sobre el paisaje. Así, el paisaje es un código, un mapa, un palimpsesto, sobre cuyos diversos planos se mueven los hombres, siempre sobre caminos ya trazados por otros que les precedieron; con

22 cada paso uno se aleja de algo se acerca a algo, en esta malla reticular como es la Sierra Nevada, la cual es su pasado, su presente, su porvenir.

Las tribus están profundamente arraigadas a su tierra, apoyadas en la conciencia de su historia. Es así como se enfrenta el hombre al cosmos. En la posición ritual, los indígenas lentamente pasan la vista de montaña en montaña, del fondo de los valles a los filos de la serranía. Cuando se mira no se habla. Se mira el horizonte infinito o el microcosmos, concentrando las funciones perceptivas, cognoscitivas y afectivas en estos momentos de intensa visión. Así se organizan los paisajes de este mundo intermedio que es la cotidianidad, con un mundo orgánico complejo circundando los espacios arquitectónicos, siempre simbolizados en el modelo cósmico de la Madre Universal, desde donde se desprenden actitudes hacia el entorno social y natural, que manipulan quienes están iniciados en esta dimensión de la vida y la montaña. (Reichel Dolmatoff, 1991).

Podemos decir que la cultura es vivencia colectiva, conciencia, ética, espacio e historia de una realidad social. No sólo es idea discursiva, es realidad.

Sin embargo, la penetración, la violencia, el conflicto, el genocidio y la aculturación religiosa y política, ha tergiversado la realidad cultural de estos grupos, disponiéndola en el marco de la producción bajo relaciones de injusticia y deterioro ecológico-social. Las montañas, con todo su acerbo geoecológico y sociocultural, deben ser vistas hoy como expresión de las contradicciones que la sociedad científico-técnica dependiente sustenta.

Una última muestra de cómo existen visiones o cosmovisiones frente al páramo, la tomamos de Vasco et al. (1993), quienes integrando un equipo entre académicos e indígenas, descifran en la memoria de los Mayores Guambianos, la personificación de seres relacionados con el páramo. En la historia del Señor Aguacero persiste la idea de que una persona mayor, Srekollimisak, es quien hace presencia cuando va a llover acompañado de una vara que lanza llamas o rayos; Srekollimisak habitaba los filos y cerros más altos donde culminan las lomas y había rastrojos grandes y montes, la casa del agua. El espíritu del aguacero llamado Srepansik, es el relámpago, siendo diferente el del páramo y el del aguacero por el lugar que ocupan, izquierda o derecha. La dinámica entre el Señor Aguacero, el trueno y el relámpago están referidas al espacio intercordillerano entre la cordillera Occidental, la depresión Cauca-Patia y los páramos de la cordillera Central, hábitat tradicional de los indígenas Guambianos.

Los rayos -descargas eléctricas atmosféricas- son diferenciados en el aguacero y en el páramo tanto por su color como por su intensidad y acción. A través de los truenos y los rayos Srekollimisak, llama la atención de los hombres para que no continúen talando y quemando las selvas, donde los árboles producen, cargan y reciben el agua, la casa del señor del agua. Con la destrucción del hábitat de Srekollimisak, el agua se fue agotando, las lagunas secando, la fauna fue desapareciendo y Srekollimisak emigró. A través de los

23 sueños la gente conoció cómo sembrar el agua tomando cierto tipo de vegetación considerada raíz del agua y regeneradora de los ojos de agua o nacimientos. También se llama el agua a través de los médicos.

Pero debido a las prácticas culturales impulsadas por la conquista hispánica, la tala de la selva, las quemas, la ganaderización, la colonización de espacios hieráticos donde moraban los Señores, y el avance de la propiedad privada sobre los territorios colectivos de la nación indígena: permitieron que el entorno ambiental así como los lugares sagrados se transformaran y desvirtuaran. Consecuencia de ello son las peleas continuas entre el Rayo del Aguacero y el Rayo del Páramo con sus vientos fortísimos y sus aguaceros torrenciales.

En el pensamiento Guambiano es clara la necesidad de conservar los espacios sagrados, donde está la naturaleza, el agua, la casa de Srekollimisak. A su vez, contiene la historia de la degradación del medio natural a través de la intervención económica y cultural de los «blancos» sobre la nación indígena.

Por eso, al ocupar el páramo quemando y produciendo humo y fogón, al talar y quemar las selvas, se destruyó la casa del agua; los cerros que eran pura montaña, están pelados; la tierra se adelgaza volviéndose polvo; la caza se acaba y los cultivos se pierden; culminado la catástrofe de la civilización en sequía y erosión del agua y el viento.

Hay que reconstruir las casas de Srekollimisak. Antiguamente nuestros mayores pensaban en esto y lo tenían en cuenta para poder tener todo. Ahora hay que cargar el agua de lejos hasta para tomar, no hay agua para los sembrados, no hay agua para todos y se discute y se pelea entre nosotros por ella. No solamente la vegetación es parte de la ecología, también lo somos todos nosotros. El ser humano es parte de la ecología» (Vasco, et al., 1993).

Estas consideraciones, a manera de síntesis, expresan la necesidad de volver por los elementos de la identidad cultural para comprender y proteger la interacción naturaleza- sociedad, en las comunidades guambianas. Dichos valores permitirán a su vez ofrecer alternativas a los científicos y técnicos, quienes mediante asesorías sistemáticas ordenan talar, desecar, limpiar, sembrar, planificar, etc., no para devolver el agua y sus productos, sino para acelerar la reproducción del capital invertido o a invertir. La lucha no es sólo por recuperar la tierra degradada sino por recuperar los elementos de identidad cultural para poder vivir lata-lata que en lenguaje guambiano expresa condiciones de armonía e igualdad.

Se hace evidente, al analizar estas cosmovisiones, que la tierra con toda su riqueza y diversidad ambiental, faunística y florística, se convierte en la razón fundamental de la organización, la autonomía y la tradición cultural de los pueblos que ocuparon las cordilleras andinas.

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Infortunadamente, la deculturación como desconocimiento, negación y muerte de muchas culturas andinas, ligada a la aculturación como imposición de la cultura occidental judeo- cristiana, borró muchas formas de cultura como vivencias colectivas de los paisajes montañeros, como sistemas interpretativos, como elementos de identidad, como tradición que hace posible la persistencia generacional en la transmisión de identidades.

Cuando los orígenes del mundo y de la vida residían en los fundamentos de los paisajes, cuando las cosmovisiones denotaban identidad de los elementos naturales-culturales, la relación entre la Sociedad y la naturaleza fue más armónica y la calidad que dicha integración alcanzó, llegó a ser vital tanto para las estructuras orgánicas como para la organización social.

Al transformar la naturaleza, haciendo desaparecer la diversidad ecológica del sector neoecuatorial, se alteran, desvirtúan y desaparecen muchas fuentes y recursos que nutren la cultura indígena. Pero ésta ha sido la tendencia más notable del capitalismo, buscando homogenizar la naturaleza, los individuos y las sociedades, imponiendo un solo modelo que favorece los procesos de acumulación. Como plantea Toledo (1981), en lo cultural, el capitalismo es incapaz de generar modelos sociales multiétnicos y plurilingüísticos, negando el conocimiento empírico milenario de las culturas indígenas, verdadero sistemas de clasificación con finas discriminaciones que asignan a cada fragmento del espacio una determinada práctica productiva o representación simbólica, siempre bajo estrategias múltiples adecuadas a la heterogeneidad de la naturaleza y de las culturas.

Los Ejemplos de Coconucos-Yanaconas, Ikas, Guambianos y U‘Wa, antes expuestos, constituyen un testimonio de la cultura como vivencia colectiva y como identidad de las naciones con su territorio. Se comprende la separación del espacio sagrado frente al espacio profano como constitutivos del mundo, viniendo a ser el primero un conjunto de lugares (páramos, selvas, etc.) donde se concentran los elementos de origen, donde tiene asiento la cosmogonía y la cosmología, donde perviven o se manifiestan los «espíritus» como calidades que rigen el mundo. El espacio profano representa el mundo de la cotidianidad, identificado con el nacer y el morir4.

La conquista impuso formas diferentes de pensamiento con el fin de eliminar cualquier otro sistema que no coincidiera con el impuesto, impidiendo así conocer un rico y milenario acerbo de formas culturales, válidas para interpretar y para comprender la intertropicalidad y su variada diversidad socioambiental-espacial.

Nuestro naturalista-geógrafo Francisco José de Caldas (1967), publicó en la Memoria primera del Semanario para 1810, el siguiente aparte que confirma los efectos del sometimiento y la dominación: «La degradación del indio hasta el punto en que le vemos es obra del gobierno opresor que nos ha embrutecido por el espacio de tres siglos

4 SUAREZ NAVARRO, MC. (1993). Comunicación personal. 25 consecutivos. El indio era hombre en México, en el Perú y en la Cundinamarca; tenía artes, oficios, leyes, vivía en sociedad conocía el arte de la guerra y conocía también su dignidad. Hoy, embrutecido, no sabe sino temer a sus tiranos y satisfacer groseramente las más urgentes necesidades de la vida. Estas escenas vergonzosas para la humanidad se han repetido muchas veces».

Sin embargo además de reconocernos como sometidos contamos aún con culturas vivas que nos aportan otras formas de pensamiento cuya dimensión puede replantear nuestras categorías, nuestras propuestas investigativas, nuestros enfoques metodológicos. No se trata de negar la tradición sino por el contrario, asumirla como base de nuestras propias y auténticas transformaciones. Así mismo, resulta paradójico evocar la preservación de los recursos naturales cuando investigar no significa aprender y comprender y cuando la injusticia devora la identidad natural-social.

3. Los páramos bajo la influencia de la civilización

Las cumbres de esta cordillera son el jardín de la Nueva Granada y de toda Suramérica.

HOLTON, 1981.

3.1 Términos y conceptos

Los parámetros de la civilización vinieron a determinar las altas montañas ecuatoriales. No sólo fueron «bautizadas» con una voz celta acogida por el latín (con Vareschi, 1970) y trasmitida a las lenguas romances donde páramo significa meseta desértica y árida batida por el viento; sino que su nueva definición, procurando conceptuar los biomas ecuatoriales de alta montaña, estuvo condicionada por las características de las montañas mediterráneas, principalmente los Alpes.

Los Andes contienen franjas de vegetación cuya determinación está dada de acuerdo con las franjas alpinas, como la afirma Hettner (1976); igualmente el páramo lo define Walter (1977) como el piso alpino de los trópicos húmedos. A pesar de las abrumadoras diferencias que manifiestas los Andes y los Alpes, los primeros debieron soportar equivocadas interpretaciones sobre la base del conocimiento que portaban los colonizadores hispánicos sobre los Alpes. Sin embargo, con el paso del tiempo la palabra páramo fue adquiriendo una connotación distinta hasta llegar a obtener una carga semántica basada en las características propias de los paisajes ecuatoriales de los Altos Andes.

El concepto de páramo va elaborándose en nuestro propio medio, de acuerdo con las experiencias que se tienen con las altas montañas, como la necesidad de abrir caminos que crucen las cordilleras para comunicar los valles interandinos o abrirse paso hacia los llanos o selvas circunandinos.

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3.2 El páramo de cronistas y viajeros

Los páramos, en un principio, fueron objeto de admiración, temor, dudas, leyendas y por tanto, lugares para no frecuentar o apenas para ir de paso. Sólo los indígenas continuaban manteniéndolos como espacios hieráticos bajo múltiples cosmogonías y cosmologías. Una primera referencia la aporta Jijon y Caamaño (1936), cuando dice que a Pedro de Alvarado se le murieron varios caballos de frío al retomar la sierra ecuatoriana en 1535. En San Luis de Paute, sobre la misma sierra, las frutas se helaban a veces por los aires del páramo, que son muy fríos, como apunta Jiménez de la Espada (1897), citado por Patiño (1972).

En la cordillera Oriental colombiana, dice Aguado (1918) que algunos de los acompañantes de Ambrosio Alfinger murieron de frío en el páramo de Rabicha cerca a Pamplona en 1536. De manera similar, en interrogatorio propuesto por Pedro Sotelo en 1539, uno de los testigos expresó al referirse al camino entre Popayán y Neiva: «He oído decir a los mismos que vinieron del Perú, que pasaron por una sierra tan mala y de tan mal camino, que sería imposible volver a pasar por ella, y que en ella se les murieron muchos cristianos y muchos caballos y muchos indios y puercos de frío, de mal camino y despoblado» (Archivo Nacional Colombiano, Fondo Enrique Ortega Ricaurte. C 257, citado por Triana, 1992).

El boquerón de Chipaque

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El alto de San Miguel

Hacia finales del siglo XVI durante la campaña de pacificación contra los pijaos por Juan de Borja, Saajosa incursionó el páramo de Las Hermosas por comisión de Juan de Villabona, y descubrió en dicho páramo minas de oro que si bien no pudieron ser explotadas en ese momento se convirtieron posteriormente en el enclave minero más importante de la región en el siglo XVII (Triana, 1992).

El paso del páramo de Guanacas en la cordillera Central, estaba jalonado de esqueletos de hombres y animales de carga, todavía a principios del siglo pasado, comenta Patiño (1965). Una relación del viaje de José de Madariaga en 1811, dice que en los páramos de Labranza- Grande, Toca y Chita perecían regularmente hombres, bestias de carga y ganado, y que para evitarlo prefirió ir a los Llanos por la ruta del Meta, que entonces no se transitaba (Arellano, 1964, citado por Patiño, 1972).

Durante el siglo XIX el concepto de páramo adquiere nuevos elementos de los geógrafos naturalistas, viajeros y militares que recorrieron el territorio colombiano. Apenas aludiendo a algunas narraciones, relatos y descripciones hechas sobre los Andes ecuatoriales, vamos a brindar una perspectiva espacial y perceptiva de los páramos en el siglo pasado.

En 1808 Caldas (1966) dice que los páramos están colocados en la parte superior de las montañas (1.500-2.300 toesas (3)). Bajo un cielo nebuloso y frío, no produce sino matas, pequeños arbustos y gramíneas. Los musgos, las algas y demás criptógamas ponen término a toda la vegetación a 2.800 toesas sobre el mar. Los seres vivientes huyen de éstos climas rigurosos y muy pocos se atreven a escalar estas montañas espantosas. De este nivel hacia arriba ya no se descubren sino arenas estériles, rocas desnudas, hielos eternos, soledad y

28 niebla. En su apreciación, el naturalista pretende caracterizar el páramo mediante la cobertura vegetal y el rigor del clima, no dejando de expresar sensaciones de soledad provocadas no sólo por lo inhóspito y desolado del ambiente paramuno, sino por los límites altimétricos del hábitat humano, el cual para entonces estaba por debajo de los páramos andinos.

Siguiendo una secuencia temporal no estricta, encontramos a Mollien (1980), quien hacia 1824 recorriendo páramos de la cordillera Oriental en territorio boyacense, relata el frío reinante en los valles dominados por los páramos sobre el altiplano. En su relato expresa que los páramos constituyen una región completamente diferente de aquellas que están más bajas. Todo es diferente: la vegetación, que hasta cierto punto puede decirse que expira en ellas, produce plantas enteramente distintas; son lugares inhabitables, salvo en algunos sitios resguardados del viento en los que se siembran patatas, habas y cebollas. Pocas veces su superficie está cubierta de piedras, a no ser en las inmediaciones de la región de las nieves, donde hay un cascajo parecido al que se encuentra en los ríos.

El páramo de Guantiva, denominado por Mollien como Cerinza es descrito en el siguiente fragmento durante la travesía entre Santa Rosa y Encizo: «Al atravesar el Cerinza, la temperatura, aunque fría, era soportable; pero el aire era tan seco que las cinchas y las cuerdas que ataban el equipaje se rompían a cada momento. Tuve mucha suerte, pues al pasar el páramo reinaba una calma atmosférica absoluta; según cuenta la gente, cuando el páramo se pone bravo los viajeros están expuestos a los mayores peligros; el viento cargado de vapores sopla con fuerza; las tinieblas más profundas cubren el suelo y se pierden las señales del camino; los pájaros que, engañados por los indicios de un día bueno intentan pasarlo, caen al suelo ateridos. El viajero busca el abrigo de los arbustos desmirriados que de vez en cuando crecen en ese desierto, pero su follaje húmedo le obliga a buscar otro refugio; extenuado de hambre y de cansancio, arrea inútilmente sus mulas, yertas de frío, para que aceleren el paso, y se sienta a descansar: ¡Fatal descanso!; en seguida siente en el estómago una opresión, la del mareo, como si estuviese embarcado; la sangre se le hiela, sus nervios se atirantan, los labios se abren como si fuese a reír y expira con una mueca grotesca en el rostro; las mulas, que ya no oyen la voz de amo, se detienen, se echan en el suelo y mueren.

No hay aspecto, por siniestro que sea, que pueda compararse con el que ofrece el páramo de Cerinza. Visto desde abajo su cumbre sombría se oculta detrás de las nubes y cuando se le atraviesa, pocas veces el cielo está despejado. Algunos manantiales, cuyas aguas azuladas y heladas no son potables brotan de sus laderas estériles y no derraman esa fertilidad que engendran en las regiones inferiores. El fondo de los valles está cubierto de charcas fangosas llenas de juncos y de otras plantas acuáticas, y la inmovilidad de su superficie, a falta de viento, la turban sólo algunas grullas. Esa tierra no produce más que una hierba muy fina que los animales pastan con fruición. Una planta de bastante altura es la única que resiste a los huracanes y los fríos, merced al pelo espeso que cubre su tronco, es el

29 frailejón (Espeletia frailexon); sus flores de color amarillo, que brotan en la punta de un tallo negro tienen un brillo siniestro, como el de una antorcha funeraria. Las cruces colocadas en las tumbas de los viajeros muertos al pasar el páramo, contribuyen a acentuar el lúgubre aspecto de estas tierras cubiertas de frailejones» (Mollien, 1980).

El autor manifiesta la suerte que se requiere para efectuar una travesía por los páramos. Al cansancio, la fatiga y la aparición del mal de altura, hay que agregar la posibilidad de extraviarse cuando las nieblas bajas y rasantes confunden los caminos y es posible perderse en las tinieblas. El páramo sigue apareciendo como un lugar inhóspito, como el espacio de la muerte. Sin embargo, a pesar de los peligros que corre el hombre en las alturas, la miseria y el afán de lucro le llevan a atravesarlos con frecuencia, por caminos espantosos que no producen sino fatigas y privaciones en esas montañas desiertas, es decir, no habitadas.

Hacia una misma fecha Bache (1982), atravesó los páramos entre Timotes y Mucuchies sobre la cordillera de Mérida en 27 de diciembre de 1822. Escribe en su diario: «Atravesamos una elevada montaña llamada páramo. En la cumbre nos encontramos con un viento intenso, penetrante y helado; desde ahí se domina, sin embargo una perspectiva muy amplia, pero de aspecto sumamente desolado. En efecto no se divisa un solo lugar populoso o aldea de pintoresca apariencia, ni el menor vestigio de habitantes o seres humanos, sino el áspero sendero de dificultoso tránsito, además de las rústicas y numerosas cruces de madera puestas en la fila por viandantes devotos y fatigados, y los cuales son los únicos testigos que llevan a nuestro ánimo la convicción de no hallamos solos en el mundo. Mientras se cruza el páramo, el viento —cuyo ímpetu por no encontrar obstáculos en su carrera, es a veces tan fuerte que casi no deja avanzar y hace escocer los ojos— pasa sin hacer ruido y produce una desazón indefinible, ante el temor de que pueda cobrar mayor violencia aún aquel elemento de la naturaleza invisible e inaudible, y barrernos de la faz de la tierra. Aquellas estupendas masas de rocas así como su altura y lejanía, le dan al hombre la sensación de su completa insignificancia...

La única vegetación que existe en esas cumbres de tristes soledades es una especie de verbasco gigantesco, más o menos del tamaño de un hombre con el cual guarda también cierto parecido cuando se le contempla a distancia. No se distingue árbol alguno que obstruya la visión del panorama; montaña abajo, se columbran las rocas apiladas unas sobre otras en la más caótica confusión; incluso puede seguirse a simple vista la dirección de las distintas estribaciones y el curso ondulante de los ríos serranos —que lucen como una vena de plata en lo hondo de los valles— con tanta precisión como si se tratara de trazos delineados en un mapa topográfico».

El páramo aparece exaltado por sus condiciones climáticas de ritmo diario y de variaciones rapidísimas, lo que provoca contrastados efectos ecológicos. Ese viento helado, seco, veloz, produce descensos en la temperatura equivalentes a la reinante en las proximidades a

30 campos de nieve, extendiendo un panorama ambiental de equivalencias, el cual borra los esquemas de tendencia horizontal cuando subdividen los páramos y aún las vertientes altas. Las condiciones meso y microclimáticas han sido poco estudiadas en los páramos colombianos, en tanto que para la cordillera de Mérida han sido estudiados y determinados por Azocar y Monasterio (1980). A las apreciaciones que Bache hace sobre la geomorfología y la vegetación, se agregan los aspectos psicológicos de temor, sentimientos de humildad frente al imponente silencio paramero, y la insignificante importancia del hombre al enfrentar las alturas.

Hacia 1824 el viajero inglés Hamilton (1980) describe el paso por el páramo de Guanacas en el Macizo colombiano. Luego de atravesar las selvas de vertiente altoandina, narra como la vegetación toma un color más oscuro y menos frondosa, observando gran variedad de plantas lacustres. Siempre acompañados de un guía y atendiendo fielmente sus recomendaciones, se instalaban en el tambo construido en proximidades del páramo para madrugar a efectuar la travesía por la alta montaña cuando el viento era favorable tanto en dirección como en intensidad. La sola permanencia varios días en los tambos era empresa temeraria para los viajeros. El paso de las cumbres parameras siempre fue de peligro y riesgo en época desfavorable. Luego de tres horas de viaje casi ateridos por el frío, contemplaron la planicie desolada donde «sólo crecía el frailejón».

A lo largo del camino encontraron varios esqueletos humanos. «También yacían en copioso número, en un trayecto de casi tres leguas, cadáveres de mulas, de los cuales pude contar un centenar al menos, los que ya en estado de descomposición, despedían un hedor insoportable, obstruyendo, además el camino a tal punto que en ocasiones nuestras cabalgaduras tenían que marchar sobre ellos... Gran número de soldados perdió el ejército al cruzar el páramo de Guanaco. También encontraron allí la muerte muchos de los habitantes de la provincia de Neiva al huir de los ejércitos de Morillo en 1817. Parece extraño que sea más peligroso el paso de los páramos de los Andes, precisamente en los meses de verano o sea mayo, junio y julio. En ese tiempo nadie se atrevería a sentarse para descansar un rato apenas a orillas del camino, pues de seguro quedaría emparamado y moriría en pocos minutos aun en el acto de comer o tomar el sorbo. En estos casos sobreviene una especie de aterimiento súbito del cual es casi imposible recobrarse».

3.3 Visiones del Siglo XIX

Para mediados del siglo XIX crónicas y relatos del páramo aparecen en varios trabajos, de los cuales tomaremos los de la Comisión Corográfica y algunos viajeros. Luego de dejar a Bogotá, el 21 de enero de 1850. con rumbo norte, bordearon los compañeros de Ancízar el Boquerón de Torca: admiramos la vigorosa vegetación de este lado de la cordillera, en contraste con la inmediata planicie de la venta del Contento, árida y cubierta de frailejón cual si fuese un páramo, no obstante que la altura de aquel llano sobre el nivel del mar es sólo de 2.600 metros y la región del frailejón comienza, según Caldas, a los 2.923 metros

31 de altura... En efecto, una simple abra de la cordillera del Este, fronteriza a la Venta del Contento, les envía los vientos del páramo y esteriliza el terreno (Ancízar, 1983).

Esta apreciación confirma en primer lugar, los procesos de expansión de la vegetación de páramo hacia los lugares donde fue talada la selva andina. Sin barreras contra el viento, las plantas pioneras crean un paisaje paramero en alturas no esperadas o que por lo menos apenas 50 años atrás eran próximas a los 3.000 m. En segundo lugar, el papel del viento procedente de los páramos nuevamente aparece con su acción desecante, enfriante y su velocidad inducida por las diferencias de presión entre la plataforma de calentamiento del altiplano y las crestas cordilleras. Es el efecto ecofisiológico del viento lo que determina la existencia de un paisaje paramero a 2.660 metros y no las condiciones edáficas como lo sugiere Ancízar.

Durante la peregrinación por territorio boyacense, el citado autor manifiesta que en el páramo de Peñanegra, continuación del páramo de Gachaneque, los vientos y lluvias del mes de agosto batían el desapacible tránsito; el suelo gredoso y unido casi, no permitía el andar de las bestias, según resbalaban y se arrodillaban a cada paso; una densa niebla velaba el triste paisaje de los solitarios cerros, y los arbustos enanos y rígidos sonaban como petrificados por un frío de cinco grados centígrados. En los páramos la tempestad no es majestuosa, tronadora y rápida como en los valles ardientes de nuestros grandes ríos: es callada y persistente cual la muerte, y como ella, también yerta y lóbrega, sin las magnificencias del rayo, sin la terrible animación del huracán que transporta veloz y arroja sobre la tierra océanos de agua; morir en medio de estos grandes ruidos y conmociones de la naturaleza debe ser para el viajero un accidente súbito, casi no sentido; en los páramos se muere silenciosamente, miembro por miembro, oyendo cómo se extinguen por grados las pulsaciones del corazón; por eso es temible y terrible sin belleza, una tempestad en la cima de los Andes: el ánimo se abate y la energía queda reducida a los términos pasivos de la resignación (Ancízar, 1983).

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Páramo de La Rusia. Sector de Cerinza en dirección al páramo del Vasto (Belén). (Foto Pedro Reyes Z.)

Páramo de La Rusia. Vereda de Ayalas. Sector de Cerinza. (Foto Pedro Reyes Z.)

Esta travesía por el páramo fue cumplida en el mes de agosto, cuando los páramos de exposición oriental están bajo la MEC, (Masa Ecuatorial Continental), reforzada con los vientos fríos de la Antártida. Los arbustos como tostados por el frío intenso es una buena metáfora para interpretar la vegetación achaparrada de follaje coriáceo y cutículas protectoras, como formas adaptativas a los elementos ambientales del páramo.

La comparación entre las temperaturas de los valles bajos interandinos y las tempestades o borrascas de los páramos, permite exaltar el rigor de las últimas, no sólo con los efectos psicofisiológicos que produce la niebla, el tiempo del páramo a través de la acción congelante del viento, de la lluvia casi imperceptible de las briznas «al viento y al azar», de la humedad del suelo y la vegetación que por razón de las bajas temperaturas expresa mayor frío; también la pena y el sufrimiento persistente hasta alcanzar pasivamente la resignada muerte. Ante los torbellinos de frío, niebla y llovizna, se han de soportar pésimos caminos imposibles de mantener entre pantanos, charcos, turberas y suelos húmicos, lo cual aumenta el desamparo en los páramos.

Una visión casi contemporánea a la anterior sobre los páramos, la ofrece Codazzi (1958) al recorrer las montañas de Boyacá y Santander. Sin embargo, sólo esbozamos una muestra de las cumbres parameras próximas al Cocuy. Son «páramos elevados, de formas redondeadas unos, chatos y aplanados otros, o terminados en picos desnudos que asoman las rocas arenáceas aglomeradas a veces con aparente desorden, y a veces manifestando las hiladas extensas de gruesos estratos concordantes, interrumpidos por cuencas de la tierra negra, compacta y resbalosa, entapizada de grama fina y regada por arroyuelos límpidos y silenciosos.

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Donde los vientos cargados de niebla y escarcha baten libremente el suelo, brota el frailejón apiñado y se carga de hojas y flores velludas, adquiriendo frecuentemente la proporción del árbol como sucede en los páramos de Chita y el Escobar y en el pie de la Sierra Nevada. Allí se ven bosquecillos de frailejón de 8 a 10 metros de altura, inmóviles, desplegando en macetas sus largas hojas en el extremo de un tronco negruzco, bañado de trementina; y a su abrigo las llanuras cubiertas de gramíneas, pastadas con avidez por las ganados que se crían ventajosamente en éstos páramos.

No faltan habitantes en aquellas abiertas regiones, encontrándose las cementeras de trigo, habas, maíz, papa y alverjas hasta la altura de 3.030 m sobre el nivel del mar; y aún a 3.668, cerca dela laguna Verde del Cocui, prosperan las papas, cebada y habas. En Llano- Redondo, junto a la Sierra Nevada, habita una familia de pastores, que soportan con indiferencia la temperatura de 6 centígrados, y recogen sus ovejas en rediles situados a 3.985 metros de elevación sobre el mar, teniendo que protegerlas contra los ataques de los grandes buitres y cóndores, que desde los peñascos inaccesibles del vértice de los cerros, se lanzan sobre los corderillos y los arrebatan y transportan a sus nidos solitarios».

«Más arriba de esos parajes todo es silencio; el aire mismo permanece quieto, insuficiente para la respiración del hombre fatigado, diáfano, y tenue hasta el punto de representar engañosamente cerca los objetos distantes, rara vez claro y casi de continuo cargado de ligeras pajillas de nieve o de las frígidas nieblas que avanzan desde los boquerones de abras inferiores. La vegetación alegre ha desaparecido; tal cual arbusto de ramas retorcidas, arropadas de amarillento musgo y vestidas de recio follaje, crecen adheridos a los peñascos lisos, en que se notan señales de nieve recién derretida: ni un ave, ni un ruido de vida perturba la solemne soledad, salvo el murmullo de los arroyos que nacen debajo de las nieves perpetuas de la altiva Sierra, y se deslizan sin cauce fijo en busca de suelo más propicio.»

Además de los aspectos geomorfológicos y las observaciones generales, los pastizales del páramo o los detalles particulares sobre los frailejones, no hay duda de que Codazzi encuentra la razón de las ventanas ambientales que provocan formas de circulación atmosférica local en la alta montaña. De otra parte, ya en el siglo XIX, la intervención humana es evidente en los páramos. La ganaderización y los cultivos de origen principalmente mediterráneo, dieron lugar a formas de producción agropecuaria y de producción del espacio social paramero, el cual no sólo ocurre de manera amplia en los páramos boyancenses, sino que se extiende ampliamente en los páramos de Santander y Norte de Santander. Sobre el camino frío de los páramos se alianza el proyecto colonial hispánico no sólo en su producción socioeconómica sino el hecho urbano mismo, con muchas poblaciones sobre o en proximidades de los páramos.

Ascendiendo hacia los páramos de Choachí y Cruz Verde, el viajero inglés Holton (1981), en 1852 narra la acción de los carboneros y leñateros sobre las selvas del Boquerón de San

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Francisco, en inmediaciones de Bogotá. «Largo y desolado fue el camino por el páramo de Choachí. El frailejón empieza a ser más abundante y la vegetación adquiere un colorido más opaco. Si de pronto el páramo «se pusiera bravo» mal lo pasaríamos y mal comeríamos aun en el caso de que lográramos llegar a una de esas chozas desoladas, sin ventanas y sin chimenea. ¡Qué silencioso es el páramo! No hay pájaros, no hay insectos, y quizá debido a la atmósfera rarificada no se oye el murmullo de los arroyos...

La cima está repleta de cruces, como las que hay siempre en todas las alturas escarpadas de la Nueva Granada y a veces también al pie de alguna tremenda bajada. El aire de la cima es terriblemente helado a pesar de que el sol brilla resplandeciente. El páramo de Cruz Verde es muy peligroso cuando está nublado y el viento azota a los viajeros; por fortuna no es muy extenso y se puede cruzarlo en poco tiempo». Las notas de este viajero confirman características antes anotadas por otros paisajes parameros. Sin embargo, en su descripción resalta la red de caminos que atraviesan los páramos, por donde los carboneros transportan su producto de tala y quema de las selvas andinas y nubladas. Prácticamente son los únicos habitantes o transeúntes de los páramos citados, y su tarea hizo posible extender el páramo sobre las vertientes donde desaparecían los árboles de las formaciones de Selva.

En la misma obra, Holton (1981) narra el paso por el camino de Quindío. «Estábamos en el límite del páramo, donde a veces el suelo se cubre de nieve hasta por una semana. En estas alturas le puede ocurrir algo muy extraño al viajero, el cual sin sufrir demasiado por el frío pierde de pronto toda energía y finalmente la vida. A esto la llaman emparamarse». A las patologías respiratorias, cardiacas, y la anoxia se atribuyen las principales causas del soroche y de la muerte en las alturas ecuatoriales. El emparamiento se inicia a veces con una llovizna tenue pero pertinaz que humedece las vestimentas y que afecta, ayudada del viento, las partes descubiertas principalmente manos, cara, cuello, llegando incluso a impedir la gesticulación del habla. Si la humedad del suelo penetra los pies, el enfriamiento se generaliza llegando a necrosar tejidos por falta de irrigación. Los dolores son intensos e impiden el caminar, experiencia que hemos tenido con estudiantes e investigadores de la Universidad Nacional de Colombia.

Codazzi (1959) desplazándose desde Manizales a la Mesa de Herveo —actual Parque de los Nevados— narra que en esas áridas llanuras reina un frío intenso, donde la atmósfera se halla demasiado rarefacta, el cielo siempre nebuloso y una llovizna incesante casi imperceptible; infrecuentes granizadas fuertes y abundantes copos de nieve. Este páramo ha derivado su nombre de un español Ruiz, quien antiguamente tuvo un hato allí, el cual abandonó cuando sobrevino la guerra por la independencia, lo que hizo que el rebaño vagara por aquellas regiones en plena libertad. Al fundarse Manizales empezó la cacería de dichos animales, pero muchos de ellos han continuado hacia los páramos de y Tolima, donde se hace imposible su caza. Se observa como el espacio del subpáramo y el páramo permitió en el período colonial tardío el establecimiento de hatos ovinos, caprinos y vacunos, aprovechando los follajes bajos de los árboles y arbustos achaparrados, así como

35 la matriz de gramíneas y hierbas y que conformaban la dieta alimenticia de aquellos ganados.

Montaña del Quindío

La percepción del páramo hecha por Codazzi (1980), al atravesar la cordillera Occidental y el camino del Quindío, no deja de aportar nuevos elementos. Para el ascenso a estas cumbres ecuatoriales frías, hay que «subir por una especie de pista formada por las raíces de los árboles, donde la tierra es lodosa, se desmorona o se colma de aguas estancadas... Tuve que reanudar el camino, ya en aquellos solitarios parajes, no me quedaba otra alternativa que sufrir, despreciar y tratar de vencer el dolor, puesto que no había nadie que pudiera aliviarlo, sino fieras cuyos aullidos resuenan en las sombrías selvas y altos montes. Se observan, impresas en el lodo, las huellas de las fieras, que ha menudo se ven huir.

Muy pocas aves se atreven a hacer aquí sus nidos; todo es horror y soledad, y se divisan sólo las amarillas flores del frailejón... Las plantas cubren por doquier las altísimas montañas de los Andes, con excepción de las cumbres más elevadas, sobre las cuales se contempla una escuálida naturaleza, estéril de toda vegetación; más arriba aún, los montes encanecidos por nieves perpetuas obstaculizan al viajero con un frío intensísimo; las

36 tormentas que se desencadenan de vez en cuando arrojan a horribles abismos a los pobres aterrorizados viandantes que tienen la desgracia de encontrarse en aquellas cimas, cuando los páramos desatan su furia.

Los indios suelen conocer las épocas propicias para cruzarlas, pero a menudo se engañan y mueren víctimas de su osadía. Nuestras montañas de los Alpes, en comparación con los Andes, son unos pigmeos; la naturaleza se muestra grandiosamente colosal tanto en el armazón del nuevo mundo, como en los amplios ríos que cruzan por doquier». Luego del penoso ascenso hacia las cumbres de la cordillera Central, «al sexto día nos encontrábamos casi en la cumbre, donde un frío rigurosísimo nos hacía rechinar los dientes; de nada sirvieron para calentamos ni el fuego ni los licores, aunque nos encontrásemos en plena zona tórrida, a tan sólo cuatro grados del Ecuador».

Es notorio no sólo el rigor del páramo sino el ascenso hacia sus cumbres por caminos empinados que atraviesan las selvas de las montañas ecuatoriales. Da la impresión de que la exuberante naturaleza de las selvas con su fauna asociada, va desapareciendo en las alturas esterilizadas por el frío; así como sugiere que en los páramos habitan o trasegan hombres pobres, muchas veces víctimas de las avalanchas y el frío paramero. Por último, reconoce que los Andes con su majestuosidad e imponente ambiente ecuatorial son incomparables con los Alpes.

La idea de que en el páramo se refugian los marginados de la sociedad republicana rural, es mucho más explícita en Hettner (1976), quien muestra en preciosos párrafos la cotidianidad de los habitantes parameros, no sólo en sus faenas agrícolas sino en el pastoreo extensivo donde han de competir con tigrillos y zorros para poder mantener algunos terneros y ovejas, culminado su jornada en una vivienda rudimentaria llena de humo, donde luego de ingerir monótona comida se recuestan sobre un cuero de ganado alrededor del fogón para amainar el frío.

Culmina esta escena rústica afirmando que es aquí en el páramo donde se encuentra verdadera pobreza, pues el hombre parece rehuir semejantes soledades hasta donde le sea posible, pues la vida en estos páramos no es fácil, por cierto. Familias enteras hay que viven en un terreno carente de todo valor, dedicados a la recolección de la leña menuda y su venta en la ciudad, como única fuente de su medio de sustento. Niños apenas cubiertos de harapos y con vientres monstruosamente hinchados por el consumo de papas como alimento casi exclusivo, suelen pedir la limosnita al viajero (Hettner, 1976).

La visión de páramo obtenida por el geógrafo alemán surge comparativamente con los Alpes en donde a la altura de la nieve, apenas empieza a achaparrarse la vegetación arborescente, reemplazándose a la vez con gruesas capas de musgo y creando así un aspecto melancólico; mientras que en las alturas andinas el relieve se presenta suavemente ondulado, con pequeños valles longitudinales hundidos entre las lomas, a no ser que las

37 aguas pasen lentamente por las anchas planicies, ahogando la vegetación, que así se convierte en suelo negro húmedo, para transformarse en partes en verdaderas turberas.

He aquí unas apreciaciones muy juiciosas del mismo autor: «De brillar el sol, sus rayos, apenas filtrados por el aire enrarecidos, son muy poderosos. Pero son raras las veces que el sol llegue al páramo a mostrar su cara, existiendo por lo general una densa capa de niebla por medio, con su notorio efecto aislante y su tendencia de bajar en forma de llovizna, ligera pero duradera. Ocasiones hay también en que caen granizadas, a veces de pedriscos de bastante calibre, con el efecto de bajar la temperatura hasta apenas unos grados encima del punto de congelación y de soplar un fuerte viento helado.

En la parte inferior del páramo predominan arbustos que, con sus hojas de verde perpetuo y parecidas al cuero, pertenecen a las lauráceas y mirtáceas. Van disminuyendo poco a poco a medida que progresamos en la subida, para ser sucedidos, no por praderas de hermosas yerbas, sino por una gramínea seca y dura que crece en forma de copos y está intercalada por matas solitarias de flores de algún tamaño y tallos bajos, casi siempre leñosos. Pero las plantas características del páramo son el cardón y, más todavía, el frailejón, el primero una bromeliácea, a primera vista parecida al agave, en tanto que el segundo (espeletia frailejón) pertenece a los compositifloras. Del cardón con sus hojas en forma de espada, duras y bordeadas de espinas, ordenadas como una tupida roseta alrededor de su centro, a veces brota un tronco floreado de varios pies de altura. El frailejón, de hojas lanudas y resinosas, con arreglo también en forma de roseta, produce flores grandes de color amarillo ordenadas en grupos sobre tallos largos. Una vez muerta la hoja, su estípula se vuelve leñosa, contribuyendo así a formar un tronco sucesivamente más alto, que con el tiempo alcanza varios metros.

Obligado el viajero a pernoctar en el páramo, las hojas del frailejón le ofrecen su colcha a propósito, a la vez que su contenido de resma facilitan el convertirlas en combustible, tanto para preparar la comida como para protegerse contra el frío de la noche.

En las hondonadas y quebradas resguardadas de los vientos helados, el monte, o por lo menos los matorrales de cierta altura, suelen penetrar al propio páramo, encontrándose allí helechos y bellos arbustos, a la vez que trepadoras mezcladas con la maleza del chusque, parecido éste al bambú, que al excursionista con frecuencia le obstruye el camino, como para enseñarle que aun a tal altura sobre el nivel del mar la vegetación tropical acostumbra mantener sus caprichos».

Se debe diferenciar entre páramo bajo y páramo alto. En aquel predominan arbustos (especialmente Melastomáceas, Myrtáceas y compuestas), que pertenecen con sus hojas parecidas al cuero y siempre verdes, a las formas de los laures y mirtos; por encima siguen, pero rara vez, praderas (Alpenmatten) con maravillosas hierbas; casi siempre están

38 compuestas por una paja dura seca que crece en densos haces entremezclados con algunas otras hierbas y arbustos.

Pero las verdaderas plantas características son el cardo, y todavía más el frailejón, aquella una Bromeliácea de la apariencia de un agave, con hojas de formas de espada, dura, espinosa en sus bordes; las hojas forman un densa roseta en cuyo centro se eleva por períodos un pedúnculo de varios pies de altura; y el frailejón (Espeletia y Culcitium) que tiene diferentes variedades, es una compuesta con grandes flores amarillas sobre largos tallos y con hojas gruesas lanudas y con mucha resma, igualmente ordenadas en forma de roseta, y cuya parte inferior, después de atrofiarse, se vuelve leñosa y así forma lentamente un tronco de varios metros de altura.

Al viajero que está obligado a pernoctar en el páramo, le ofrecen estas hojas de frailejón una mullida manta, y debido a su contenido de resma se puede prender sin dificultad una hoguera sobre la cual el viajero prepara su comida, y a la vez lo defiende durante la noche contra el frío.

Hasta muy cerca del límite de la nieve, se ven estas plantas exóticas, y si ellas no progresan sobre las lomas de acarreo glacial o sobre las rocas que todavía recién estaban cubiertas por la nieve, no se pueden sin embargo considerar estas tierras no cubiertas por ellos como una nueva región. Si la selva tropical con todas sus características es en el más alto grado un producto de la humedad, todavía mucho más que de calor (Gobel, 1891), disminuye sin embargo con la altura la influencia biológica de la humedad, y el páramo, según el investigaciones de Gobel, tiene una formación vegetal hasta xerófila, es decir, que prefiere lo seco, lo que se muestra en la espesa cubierta de hojas lanudas, la formación de hojas parecidas al cuero, el envolvimiento de las hojas, la disminución del tamaño de éstas, la formación de almohadillas duras, y las rosetas de hojas sobre el suelo con depósitos subterráneos y materiales de reserva, como medidas de protección contra la fuerte evaporación.

Pero el páramo de ninguna manera parece seco con sus frecuentes nieblas y lloviznas, y casi siempre el suelo esta empapado de humedad, pero debido al fuerte enfriamiento del suelo, al parecer la absorción de agua de este es demasiado poca, para compensar la fuerte evaporación provocada por la delgada atmósfera y fuertes vientos, y la falta de una adecuada protección.

Muchos discursos científicos del presente, han perdido, entre esquemas, metodologías y modelos, la posibilidad de utilizar un lenguaje versátil y claro para nombrar el páramo. Estos fragmentos precedentes son apenas una muestra de quien buscó proyectar generales y sutiles impresiones de los páramos, tanto en sus aspectos climáticos, edáficos y bióticos, como en su ambiente y procesos de ocupación humana. El texto abunda en apreciaciones sobre cultivos, ganadería vacuna, ovina y caprina y condiciones de existencia de sus

39 habitantes; incluso expresando el goce que brinda el páramo, cuando son propicias las condiciones para poderlo obtener a plenitud.

Recorriendo el páramo del Ruiz, Hettner alcanzó la divisoria de aguas a 4.055 m: «Una vez descargadas las bestias y amarradas con lazos largos a fin de permitirles la comida de suficiente forraje, mis acompañantes se dedicaron a reunir hojas de frailejón y leñas, para prender la candela destinada tanto a preparar nuestra comida como a servirnos de calefacción, por lo menos durante el comienzo de la noche. Cumplidos tales menesteres, la oscuridad se había presentado, ahuyentando la niebla predominante durante el día y permitiendo divisar los oscuros entornos del gigantesco nevado en dirección sur de nuestro acantonamiento. No tardamos en preparar nuestros alojamientos, para dormir a medida que el frío lo permitía».

En la madrugada, aun despejado el páramo, intentó subir al cráter lateral del nevado —La Holleta—, cruzando lagunas frecuentadas por los patos y plantas acolchonadas de hojas tiesas, ordenadas a manera de rosetas y armarlas de espinas. Sin embargo, la presencia de la niebla ascendente cubrió el objetivo e hizo identificable el camino, por lo que debió desistir con su guía de coronar aquella altura volcánica paramera. «La fatiga causada tanto en los humanos como en nuestros animales por el ascenso sobre la arena suelta en combinación con el aire enrarecido, se vio, no obstante, ampliamente recompensada con la vista excepcional sobre el ventisquero que se nos ofrecía en dirección sur.

Por momentos las nubes dejaron libres a nuestros ojos también las inmensas masas de nieve, coronadas por los dos picos del Ruiz, vista que yo había anhelado tanto, para luego volver a correr su telón hasta envolvemos a nosotros mismos, haciéndonos pensar así en el regreso». Estas vivencias realizadas hacia comienzos de la octava década del siglo XIX, permiten aproximarnos hacia las características del superpáramo atravesado por el camino Manizales-Líbano, en tanto que el camino de Quindío o de Letras no tocaba el páramo, de tal manera que la selva unificaba las vertientes de la cordillera Central con una cobertura densa, aun sobre su divisoria de aguas en muchos lugares.

Una última fuente citada para conocer aspectos de los páramos de la cordillera Oriental, la constituye la obra de Vergara y Velasco (1974), de la cual sólo tomaremos algunos aspectos relevantes de estos paisajes. Con una enorme gama de topónimos describe los páramos de Tajumbina, El Salado, , Las Animas y Doña Juana; todos ubicados sobre el eje volcánico de la cordillera Central donde el frailejón domina recios pajonales sobre aplanados topes, casi siempre envueltos en nubes negras y blanquecinas. Hacia el Norte de la cordillera Occidental, en proximidades al valle alto del Atrato, describe los páramos de Frontino con los picos de San José, Ocaidó, Nicasio, La Horqueta y Santana, peñas que se visten de ricos pastizales y culminan en riscos desnudos, los cuales dominan las selvas del Atrato.

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En el ascenso al volcán de Puracé, Vergara encontró que era necesario «atravesar los campos bien cultivados de los indígenas, alegres, pintorescos y rodeados de zarzas cuyo vivo y elegante follaje contrasta con las negras y quebradas montañas que rodean el Puracé. Esas cumbres, sobrepuestas como escalones, terminan en una mancha de arbustos que suben hasta los 3.500 m de altitud, a la cual aparecen los pajonales donde los indios mantenían ganados antes que los hubieran maleado las cenizas y el lodo del volcán. En efecto, a medida que se sube, se ven en las plantas muertas y secas los destrozos causados por las erupciones.

A cinco kilómetros de distancia ya se oye el ruido provocado por los gases al salir por las bocas viejas; se percibe el olor a ácido sulfúrico, y las partículas de azufre que transporta el aire pican los ojos. A los 3.800 m, la capa de lodo mide algo más de medio metro de espesor; a los 4.200 excede de un metro; a los 4.400 desaparece todo vestigio de vegetación y a los 4.600 principia la cintura de hielos eternos, en parte también cubierta de lodo. La temperatura del suelo es casi insostenible, lo mismo con la fuerza con que salen los fluidos elásticos aún por las más pequeñas grietas, que se ensanchan con el tiempo.

El viento no puede inclinar la gruesa y espesa columna de humo sino a más de 50 m de altura; el ruido es tan intenso, que dos personas próximas no pueden conversar, aun cuando lo hagan con toda la fuerza de sus pulmones; y el silbido tan continuo y agudo, que iguala el bramido del viento en una violenta tempestad, por lo cual es aterrador. Esto, las molestias tísicas y el esfuerzo necesario para evitar ser arrastrado por el ímpetu del viento hacia la boca del cráter, causa terror en las personas tímidas, a lo que se agrega la lobreguez del lugar por la niebla que lo envuelve de ordinario... El volcán de Puracé se mantiene desde hace medio siglo en plena actividad y sus erupciones son frecuentes».

Los páramos sobre cordilleras volcánicas sufrieron un continuo proceso de devastación de acuerdo con las fases de activación y reactivación de las estructuras volcánicas. Principalmente los pisos de superpáramo y páramo debieron no sólo ver sepultadas sus formaciones vegetales y su micro y meso-morfología, sino también incendiados vastos campos por lluvia de clastos volcánicos. Así mismo, los nuevos relieves y espacios abiertos fueron objeto de eventos sucesionales atendiendo a la dinámica de las poblaciones vegetales en estas alturas.

Por ello es frecuente encontrar páramos donde el frailejón (Ezpeletia) no ha logrado penetrar, como en los páramos de ; por ello Ezpeletia no puede constituir un elemento exclusivo indicador del bioma paramuno. Estos procesos de reactivación volcánica, secesiones vegetales, recomposición del relieve y flujos de superficie, se hacen más intensos y complejos cuando se toman en consideración las glaciaciones- deglaciaciones-interglaciaciones ocurridas durante el Cuaternario para los Andes Ecuatoriales.

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3.4 Las altas montañas de la cordillera Oriental

Sobre la cordillera Oriental al norte de los amurallados páramos de Toquilla, San Ignacio, Mesa Alta, Canoas, Pisba y Tecuquita, se levanta uno de los más amplios campos de páramos del país,, presididos por la Sierra Nevada del Cocuy, el Almorzadero y Santurbán. La porción alta de estas montañas o sea los páramos del eje magistral de la cordillera Oriental, se compone de cumbres de formas redondeadas, unas chatas, y aplanadas otras, sin que falten los picos desnudos ni las extensas hiladas de gruesas estratas concordantes, interrumpidas por cuencas de tierra negra, compacta, resbalosa, entapizada de grama fina y regada por arroyuelos límpidos y silenciosos.

Donde los vientos cargados de niebla y escarcha baten el suelo, brota el frailejón de flores amarillas y velludas hojas con proporciones de árbol, como que mide hasta 10 m de altura, cual sucede en los páramos de Chita y el Escobal y al pie de la Nevada, y que agrupan en bosquecillos sus negruzcos troncos, a cuyo abrigo los numerosos ganados de estas parameras pastan con avidez las tiernas gramíneas del suelo.

Las cementeras suben normalmente a más de 3.000 m de altura, aquí y allá, en los lugares más favorecidos trepan hasta los 3.600, y aun a casi 4.000 de elevación sobre el mar, todavía hay pastores que soportan con indiferencia temperaturas ordinarias con ser de 6ocentígrados y tienen que defender sus ovejas contra los ataques de los buitres y los cóndores, que las amenazan desde los inaccesibles peñascos del tope de la serranía (Vergara, 1974). Como prácticas de uso y manejo está la ganadería de altura y la quema, así como un uso agrícola del subpáramo y aún del páramo, dominando lo pecuario en el páramo propiamente tal. Tanto la tala, el pastoreo, las quemas y la adecuación del terreno para la agricultura mediterránea: trigo, cebada, arveja, haba, frutales, manifiestan no sólo una gran actividad agropecuaria sino un considerable tiempo histórico que vincula al páramo con las haciendas coloniales de manera complementaria; la ganadería extensiva ocupó los espacios abiertos de los páramos y las franjas de selva altoandina, la cual posteriormente también fue convertida en páramos antrópicos.

Hay que reconocer que varios centros urbanos vinculados con los páramos en la cordillera Oriental surgen en el siglo XVI como California (1535) y Pamplona (1549); otros en el siglo XVII como Panqueba (1625), Chita (1621) y Boavita (1613); finalmente se encuentran en el siglo XVIII: San Mateo (1773), El Cocuy (1715), Guacamayas (1708), La Uvita (1758) y El Espino (1791); en su gran mayoría dedicados a la ganadería de altura de bovinos, caprinos y ovinos; cultivos de trigo, cebada, papa, haba, alverja, hortalizas, frutales mediterráneos; con lo cual desarrollaron producción harinera (Silos, Pamplona), producción de lanas y tejidos (Boavita, Güicán, El Espino, San Mateo) y un amplio comercio con poblaciones de alturas inferiores donde se intercambiaban las mercancías.

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Por estas razones, los páramos de Boyacá hasta Norte de Santander son de los más tempranamente vinculados a la producción agropecuaria dentro del proyecto de colonización hispánica. El uso y manejo dados transformaron no sólo los ecosistemas del páramo, sino los paisajes de selvas andinas circundantes, las que al desaparecer, cedieron su lugar a la vegetación de páramo ampliando el bioma de manera antrópica.

En el recorrido cumplido por Vergara (1974) sobre la Sierra Nevada del Cocuy, hace más de 110 años, descifró la distribución altimétricamente desigual de la vegetación de páramo y selva en las laderas húmedas —hacia los Llanos de Casanare— y las laderas secas — hacia el Cañón de Chicamocha—; aspecto que posteriormente Cleef (1977), confirmó mediante estudios fisionómicos y florísticos a través de un perfil de la vegetación de páramo.

Los párrafos que siguen, no sólo testimonian el aspecto señalado, sino que describen la Sierra Nevada, tanto en sus nevados, sementeras y rebaños, como en su dimensión, geoestructuras y vías de comunicación difíciles.

«Del Cocuy a Guicán se asciende el Alto de la Vega, y se continúa luego por entre grandes cerros destrozados, por laderas sembradas de gigantescos peñascos, y en una altísima meseta queda el pueblo, al pie occidental del extremo norte de la sierra a que da su nombre.

Al Septentrión de la cuenca el muro de montañas es un ramal de páramos elevados llamados de la Sartaneja, que arrancan del remate N. de la Nevada, amurallan por el Mediodía las altillanuras de Nítaga, y envían al sur contrafuertes por entre San Miguel y Macaravita, a reventar en la confluencia del Chicamocha y el Chiscas; al Mediodía del Cocuy la muralla homóloga se desprende del extremo sur de la Sierra, y constituye el aún más encumbrado Escobal, el alto del Cocuy y las peñolerías que terminan en la confluencia del gran torrente y el Chitano.

Los altos páramos de la comarca, de cima tendida y regada por infinidad de arroyuelos, guardan sementeras y rebaños de ovejas hasta altitudes que asombran, al occidente se apoyan en colinas que por escalones bajan a la profunda hoya de Chiscas, y al este se detienen de repente en murallones de centenares de metros, a cuyo pie apenas se distingue la copa de los árboles.

Hacia Tecuquita-Escobal la vegetación es enana y rastrera del lado del Chicamocha, la cumbre irregular, peñascosa y desolada, en tanto que en el opuesto flanco la vegetación es mayor por los aires húmedos y tibios que suben de los ardientes llanos del Casanare que se columbran sobre el remoto horizonte, como un mar de azul y nieblas, cortado a trechos por las fajas negras del bosque prolongado que ciñe las márgenes de los ríos, de donde el cuadro sea grandioso y además sorprendente por el contraste de esa inmensa superficie plana con las tumultuosas serranías que de uno y otro lado se alejan de los pies del viajero como los tumbos de embravecida catarata.

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Hacia el este la Sierra termina en infranqueable murallón de casi un kilómetro de altura, en tanto que al occidente descuelga por un plano en declivio un inmenso nevero que lleva a los lados y al frente muros de peñascos y despojos, principiando el del sur desde el borde mismo de los hielos eternos. El nevero proviene de que en esta parte de la sierra forma de repente un talud muy inclinado de media legua de caída por la mitad de anchura, y la nieve puede resbalar por la rambla, cual poderoso arado, hasta 600 metros abajo del nivel de las nieves perpetuas, presentando su parte superior, mirada desde la cumbre de la Sierra, el aspecto de un montón de nubes vistas por encima, es decir, una confusa mezcla de pirámides y promontorios que de un lado reflejan vivamente la luz, del otro proyectan sombras caprichosas, y en el cuerpo suelen mostrar, asomando por entre el blanco ropaje, los ángulos ennegrecidos de las rocas transportadas.

Al pie occidental de la Sierra se extiende el llamado Llanorredondo, de una legua, cubierto de gramíneas y frailejones, interrumpido por colinitas y sembrado por los restos de antiguas morrenas; allí hay ganados y habitantes que hace algunos años eran los que a mayor altitud existían en el país. Del lado del Cocuy el muro rocoso que rodea ese llano presenta una brecha a que sigue una falda llena de peñascos desquiciados, a cuyo pie se alza el cerro Gloria de los Tunebos, que al occidente se confunde suavemente con las colinas y faldas aledañas, en tanto que al sur presenta un corte de 400 metros, por cuyo fondo corre precipitado el río de la Nieve, que en cascada se desprende de San Paulín, y es fama que por el tajo se despeñaron parte de los Tunebos para sustraerse a la servidumbre, mientras el resto se retiró al otro lado de la Sierra y hoy se comunica con los civilizados por un camino que sólo ellos pueden transitar, por ser una altísima escarpa llena de agujeros que suben izándose con pies y manos, y bajan por medio de bordones, con destreza sin igual...»

Continúa Vergara mostrando el panorama paramero hacia Santurbán —Guerrero- Tamá, siempre haciendo uso de figuras, descripciones e imágenes en un exquisito castellano que permite vivenciar el relato: «En estas regiones y las vecinas, del Nudo Guerrero al del Santurbán y luego hacia Tamá, por un lado, hacia la Sierra Nevada de Chita, por otro, las cumbres principales constituyen una extensión no interrumpida de páramos desiertos. En los más altos la soledad es completa: horrorosos precipicios formados por cúmulos de rocas amontonadas confusamente, raídas o agujeradas y envueltas en nubes que se desatan en frecuentes aguaceros u ocultas por una densa cortina de niebla, llenan la extensión del paisaje, y cuando las ráfagas de viento huracanado que allí sopla descorren el telón de vapores y dejan que los rayos del sol iluminen el cuadro, queda manifiesto un conjunto de almenas, paredones y colosales cimas que más arriba del nivel de la vegetación semejan las formas de grandes ruinas y restos de fortificaciones dilatas.

A sus pies se extienden llanuritas inclinadas, siempre verdes y vestidas de menudo pasto; más abajo hay otras dispuestas en escalones. Humedecen el suelo multitud de lagunetas que ahora están contenidas en recipientes de peña viva, ahora se abren en el centro de tremendales peligrosos para el ser que los pisa, y las cuales vierten unas en otras el sobrante

44 de su caudal, o lo envían directamente a los valles profundos, por chorreras que a veces saltan en un vacío de más de mil metros y se pierden en el espacio convertidas en menuda lluvia, cuando no rueda de escalón en escalón por las estratas que constituyen tas trastornadas faldas de los cerros.

El mugir de los vientos, frecuentemente superior a todos los ruidos; el de las cascadas, que aumenta o disminuye según la posición del espectador; lo yermo y agreste de la desolada comarca, todo imprime a esas altitudes un sello de grandeza melancólica que se graba en la memoria con el recuerdo de los peligros que se corren al cruzar esos riscos, no siendo el menor la furia del viento a lo largo de los desfiladeros y en los angostos y prolongados boquerones, debido a la enorme diferencia de temperatura y de caldeo entre los infiernos de las llanuras bajas y los hielos de los picachos culminates, la que a diario desquicia el aire, le imprime doble movimiento y lo comprime entre las salvajes quiebras».

En 1893, el obispo de Pasto organizó la primera gira apostólica con tres sacerdotes hacia el valle de Sibundoy, de cuyo viaje Algen M. de Villava, dejó una relación escrita de las penalidades del viaje. En el segundo día, al atravesar el páramo de Bordoncillo, el misionero inglés perdió el calor y no pudo tenerse en píe. «Grandes fueron mis apuros. Nadie podía cargarlo por ser muy pesado, y él, imposibilitado de dar un paso, quería echarse en la fría y húmeda tierra»; citado por Bonilla (1968). Este testimonio de los sufrimientos y penalidades de los viajeros en los páramos, muestra cómo el mal de altura provocado por la anoxia y los cambios de presión con la altura, fueron un factor de riesgo para quienes los visitaban en forma infrecuente.

Pereira-Gamba (1919), al explorar un posible camino entre Ibagué y Manizales a comienzos de este siglo, tomo el valle del río La China para cruzar cerca al Nevado de Santa Isabel. Una mañana explendorosa le permitió contemplar la magnificencia del páramo: «En pie sobre una lometica, donde la vista alcanzaba a dominarlo todo, mis ojos se extasiaban llenos de la gula de mirar: al occidente, las neveras albas de la más absoluta blancura, cristalinas y reflejantes bañábalas el sol; a sus pies, el páramo inmenso apenas ondulado, casi una sábana sobre cuyo amarillo verdoso destacaban a trechos las lagunas, única solución de continuidad en el paisaje...

El páramo en la comarca es de una fertilidad increíble, a diferencia de otros que conozco, tan estériles y monótonos; está enyerbado con las altas gramíneas y muy poco pajonal; de aquí proviene la pasmosa abundancia de ciervos que me sorprendió vivamente en la primera excursión... Si en las mañanas despejadas la vista de los nevados es espléndida, imagínese el lector cual no será a la luz de la luna en las magníficas noches del páramo. Todo es allí fantástico. Ninguno se atreve nunca a pretender una descripción. Hay cosas que tienen que ser vistas pero no pueden ser descritas». Reclamar el derecho a sentir es una forma de impulsar el deseo de conocer. Como en este caso, la realidad del páramo en su estacionalidad diaria —en 24 horas— se integra a las estructuras de lo humano, donde se

45 llena de sentido y significaciones, escapando al conocimiento que se plasma en la palabra y sus articulaciones discursivas. Antes de arribar al presente siglo —el siglo XX próximo a expirar—, recapitulemos las apreciaciones anotadas mediante una interpretación sociogeográfica que nos permita proyectar las visiones y las cosmovisiones hacia la comprensión de los paisajes y ecosistemas parameros. En primer lugar, es necesario reconocer que las culturas americanas que habitan en nuestras montañas, desarrollaron un importante conocimiento de las selvas y los páramos, conocimiento que no sólo ha servido a dichas sociedades, sino que por su carácter mítico y elemento de identidad cultural- natural, no debe desconocerse en la cultura occidental que nos correspondió vivir bajo distintas formas de dominación.

En segundo lugar, que dicho conocimiento no es completamente ajeno a nuestros campesinos andinos, habida cuenta de su origen indígena en la base del mestizaje y como portadores de prácticas productivas, etnobotánicas, ecológicas y ambientales basadas en el conocimiento indígena, permite entender sabias actitudes de uso y manejo para dichos ecosistemas de altura, aún no bombardeados por la homogeneizante y destructora economía de mercado.

En tercer lugar, con el advenimiento de los conquistadores y colonizadores hispánicos, los páramos iniciaron una nueva fase de denominación, interpretación y prácticas socioculturales. Los páramos sagrados o los espacios hieráticos de las montañas ecuatoriales, comenzaron a ser penetrados por los hombres «civilizados» quienes no vacilaron, de acuerdo con Urbina (1992), en degradar los espacios sacros de las culturas indígenas mediante prácticas genocidas y etnocidas.

Para la mayoría de los invasores, los páramos son lugares de inclemencia que ofrecen innúmeros peligros para los viajeros; no constituyen hábitat para el hombre y éste debe rehuir los silencios y las soledades allí reinantes; en los páramos la tempestad es tronadora y persistente cual la muerte, por eso el peligro acecha cuando está nublado o el viento azota, pues no deja de imprimir un sello de depresión y tristeza en el viajero; la vegetación de los páramos es triste en contraste con la alegre fisonomía de las selvas, donde el paisaje despliega los variados tesoros de la vegetación equinoccial, según expresión de Codazzi, 1958.

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Cacería de cóndores en los Andes

Muchas de estas visiones o apreciaciones tomadas de los textos citados, fueron proferidas por cronistas, viajeros o comerciantes, quienes arribaron a dichas alturas sobre espaldas de silleteros indígenas. No sólo una ignominia, sino una triple profanación de la cultura, de la dignidad de sus portadores y de los espacios sagrados.

Pero los dioses que gobernaban estos espacios de páramo resistieron la invasión y llenaron de cadáveres sus campos. Las osamentas dispersas de mulas, bueyes y personas infestaron las turberas, los arbustales-pajonales, los márgenes de las lagunas, provocando un panorama de desolación. Surgió el espacio de la muerte y un nombre para sus víctimas: emparamados. Desde entonces los páramos hacen parte de esa cultura de la muerte y así nacen a la cultura occidental, a la sociedad de la «civilización».

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Por eso son comprensible los epítetos acuñados para calificarlos: lugares desolados, tristes, solos, inhóspitos, al igual que los camposantos. Son espacios de la muerte, no sólo porque se muere efectivamente, sino porque cuando ella no ocurre, de todas maneras se avizora, se experimenta, se vivencia. De acuerdo con Taussig (1986), con la conquista europea y la colonización, estos espacios de muerte se funden en un conjunto común de claves o puntos de captación que ligan la cultura del conquistador con la del conquistado; el espacio de la muerte es preeminentemente un espacio de transformación. El páramo fue conceptuado bajo los criterios del miedo y su aliada, la soledad; creando así fantasías, imágenes y realidades que impregnaron la poética, la ciencia y la política bajo la dominación hispánica e inglesa; permitiendo que el romanticismo desvirtuara la memoria ancestral americana.

3.5 El páramo como espacio de conflicto

Los páramos, atendiendo a las contradicciones de la sociedad colonial, se fueron paulatinamente convirtiendo en territorios de conflicto. Durante la pacificación de los Pijaos, los páramos de la cordillera Central fueron refugio de los nativos y lugares de confrontación con los españoles. Durante la conquista del territorio Panche y Pantagoro en los actuales departamentos de Cundinamarca y Tolima, por parte de Gonzalo Jiménez de Quesada, éste envió a Baltazar Maldonado para explorar las cumbres nevadas del Ruiz- Santa Isabel, partiendo del Valle de las Lanzas (Ibagué).

Luego de múltiples rodeos entre las selvas, describió el Valle de los Palenques, llamado así por los cercados de madera en que se parapetaban los indígenas Pijaos para su defensa. Soportando un medio hostil de frío excesivo, breñas y abismos, pantanos y lodazales, fieras y mil asperezas, emprende el ataque contra los indios. Empero, no era gente tan dócil y blanda que cediese fácilmente a las hostilidades de los blancos. Antes por el contrario, en forma bravía y feroz atacaron a los usurpadores, haciendo tal estrago entre ellos, que les mató 22 hombres e hirió gravemente al capitán Gómez Nieto y a otros... Con este descalabro, considerando Maldonado que las escabrosidades de la tierra, el sutil veneno de las flechas, la índole cerril de los indios y la influencia de agentes naturales contrarios y casi insuperables eran muy superiores a sus medios, determinó ordenar el regreso (Uribe- Ángel, 1885).

Durante esta fase de reconocimiento y conquista por la guerra, los páramos de la cordillera Central fueron teatro de operaciones bélicas, donde los Pantagoros resultaron victoriosos contra los invasores hispánicos. La alta montaña aparece como un territorio habilitado para la defensa y el control de los territorios de vertientes medias y bajas.

Ante el auge de la ganadería de altura, el proyecto hispánico creó varios hatos en zonas de páramo o próximas a ellos, por lo cual el pastoreo empezó a modificar los ecosistemas desde entonces.

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La colonización de altura con fines de mantener la producción de trigo y otros productos mediterráneos, no sólo destruyó las selvas andinas y altoandinas, sino que penetró en el subpáramo, modificando la distribución de los pisos parameros. Tanto la ganadería como la agricultura hispánica, utilizaron los suelos de páramo provocando un fuerte impacto ambiental, caracterizado por el sometimiento de la mano de obra indígena y campesina a través de las instituciones hispánicas o del régimen de hatos y haciendas.

Este fenómeno fue muy extendido en los páramos de Boyacá, Santander y Norte de Santander. En otros lugares donde el indígena no desapareció, la guerra y el poder económico y político obligó a una colonización forzada de los páramos, donde los indígenas ampliaban la frontera agropecuaria de entonces, como sucedió con indígenas Quillacingas, Pastos, Yanaconas, Coconucos, Paeces, Guambianos, Ika y Kogui;.entre otros. Estos conflictos aún están vivos para varias regiones montañosas del país.

Pero no sólo aparecieron conflictos por el desalojo, las acciones de fuerza para poblar las alturas, etc., sino que el territorio paramero sirvió de teatro de operaciones para muchas acciones de guerra, ya de manera directa como escenario, o como lugares de campamentos y refugio.

Visto dentro de la teoría de la guerra, los páramos se convirtieron en lugares estratégicos, debido a que muchos de ellos dominaban importantes centros urbanos o de producción rural como lo fue La Rusia, El Almorzadero, Santurbán, Guerrero —en proximidades de Ocaña— y Sumapaz. En otra perspectiva, a través de los páramos se podían controlar la mayoría de los caminos que comunicaban los valles interandinos, altiplanos, llanos y algunas vías hacia los litorales. El vigilar mercancías, personas, bestias etc., de acuerdo con los tipos de camino y las técnicas de movilización, hacían de los páramos lugares muy propicios para determinar la naturaleza de la acción-militar.

Por otra parte, lo inaccesible de estos espacios y sus condiciones ambientales tan exigentes favorecen de manera relativa a quienes se localizan en ellos y produce no sólo desgaste sino peligro para el enemigo. Vimos anteriormente que durante la persecución de Morillo a los criollos en la provincia de Neiva, obligó una forzada marcha de éstos hacia el Macizo colombiano, donde murieron de frío muchos de ellos.

Recordemos que el paso de los Andes en el páramo de Pisba por las tropas libertadoras en 1819, causó un impacto muy fuerte a las huestes bolivarianas.

En un testimonio citado por Hamilton (1980) dice:.. así es que, a mi paso, siguiendo después el mismo camino encontré los cadáveres de ochenta soldados por los menos. Cuatro oficiales y cuarenta soldados, entre ellos algunos alemanes pertenecientes al regimiento Albion yacían muertos a la orilla del camino y tuve la tristeza de ver expirar algunos de estos moribundos a mí lado sin poderles prestar auxilio alguno.

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Algunos otros ejemplos que exponemos a continuación han sido tomados de Pérez (1982), bajo la consideración de que la especial topografía de las montañas y altiplanos hacen de estos espacios lugares inmejorables para la guerra de guerrillas. Las tácticas de hostilización de pequeños grupos para combatir al enemigo regular tiene un transfondo geográfico y social; aspecto éste que confirma Páez (1973), citado por Pérez (1982), cuando afirma que el sistema de guerrillas es y será siempre el que deberá adoptarse contra el invasor en países como el nuestro donde sobra terreno y falta población. Sus bosques, montañas y llanos convidan al hombre a la libertad, y le acogen en sus senos alturas y planicies para protegerle contra la superioridad numérica de sus enemigos.

Las guerrillas eran tanto patriotas como realistas. De éstas deben destacarse la de Salas en proximidades de Pamplona y El Carare; los «Colorados» dirigida por Javier Alvarez, al sur de Ocaña; y las guerrillas de Pasto y el Patía, todas dirigidas como instrumentos anticriollos. Dentro de las guerrillas que colaboran con el despertar revolucionario de la independencia, es notable la de los Hermanos Almeydas organizados hacia 1817, la cual abarcó el norte de la Sabana de Bogotá, el Valle de Tenza, y parte del Socorro y el occidente de Cundinamarca hasta Honda. Poseían una fácil, rápida y efectiva movilización. Otros núcleos de revolución anticolonial reaparecen hacia 1819 en Charalá, Opón, Páramo de Guantiva, Onzaga y Guadalupe, conformada por paisanaje que no se separaba de la población general.

Estas acciones guerrilleras distrajeron a las tropas realistas, debiendo perseguirlas como hizo Barreiro contra los grupos del páramo de Cerinza (Pérez, 1982). Además, los páramos fueron lugares de castigo para infractores de la ley, motivo por el cual se crearon penales en estos ambientes rigurosos. Así mismo, algunas formas de bandidaje cometidas por prófugos o asaltantes tenían como base de operación o lugares de refugio a las zonas próximas o bajo la influencia de los páramos. El carácter de este trabajo no brinda espacio para mirar en detalle dicha problemática.

Los páramos, esos paisajes abiertos a la enrarecida atmósfera y a las agrestas cumbres andinas de ilimitados horizontes y gélidas nieblas, fueron espacios de reserva estratégica donde era posible tanto organizar, renovar o prolongar el combate, cómo pasar inadvertidos bajo disimuladas tácticas para sorprender al enemigo con acontecimientos imprevistos.

La estrategia no podía manejar la comprobación visual ni la información veraz, en aquellos desolados parajes, permitiendo que la defensa obtuviera niveles de incertidumbre, como lo plantea Clausewitz (1972). El peligro de los páramos fue un elemento importante en las confrontaciones de la independencia y de varias guerras civiles, condicionando por ello los espacios de confrontación y de conducción misma de las guerras.

En torno al páramo se alcanzó a desarrollar una construcción cultural desde la época prehispánica, cuyo conocimiento apenas se esboza es este capítulo. Desde la concepción de

50 un mundo mítico en las culturas indígenas, donde el páramo fue habitado, gobernado, poseído, conservado y cualificado por los dioses, hasta la penetración, adecuación, explotación, cuantificación y desequilibrio geoecológico de los proyectos ganaderos, mineros, agrícolas, urbanos, turísticos, estratégicos y científicos de las sociedades colonial y republicana; existen concepciones, visiones, formas de apropiación, formas de uso, sistemas de manejo, percepciones, metodologías y cotidianeidad de sus habitantes, todo lo cual ha integrado esa cultura de alta montaña; no sólo como conciencia y sentimiento de identidad para sus moradores, sino como frontera —que demarca el mundo paramero del no paramero— a la cual está unida nuestra comprensión y también nuestra conciencia de un mundo que nos rodea en las alturas ecuatoriales y al cual también pertenecemos por integración, por identidad o por interés.

3.6 Visión científica

Parte de la visión contemporánea del páramo la brinda ese modo de ver el mundo llamado ciencia, producto precisamente de la concepción científica del mundo surgida bajo la influencia de las geometrías no euclidianas, la teoría de la relatividad y la teoría cuántica. La visión científica, la más reconocida por los académicos y, por tanto, la más difundida hoy, proyecta aspectos y características del páramo, muchas de ellas novedosas, pero igualmente particulares, condicionadas por los intereses de conocer, por las modalidades temáticas, los campos disciplinarios y las necesidades de explicar y comprender. Esta visión, empeñada en el conocimiento científico de la estructura, composición, función, origen, etc., de los ecosistemas en los paisajes parameros, ha omitido necesarios contextos planetarios, históricos, culturales, socioambientales, etnológicos y políticos, fundamentales para alcanzar un pensamiento que no sólo explique sino que permita comprender el ambiente páramo.

La visión científica, dominante en los últimos 60 años sobre los páramos andinos, ha contribuido al conocimiento de aspectos importantes en cuanto a su origen, evolución, flora, fauna, ecología, edafología, ecofisiología, dinámica de poblaciones, geomorfología, glaciología, palinología, climatología, sistemas de producción, economías campesinas y diversidad ambiental, entre otros; sin embargo, sabemos muy poco sobre ese conjunto de ecosistemas que diariamente se transforman y desaparecen en los campos de papa o la ganadería de altura.

La tradición investigativa sobre los ambientes y ecosistemas parameros ha estado dominada por las ciencias naturales, que como plantea Bernal et al. (1991), ha contado con el desarrollo científico de la botánica, la zoología y la ecología, pero dicho desarrollo no es comparable con la diversidad ecosistémica de las altas montañas y con la riqueza de su biota. Además, el páramo ha sido socializado desde hace varios milenios, contando con ricas formulaciones culturales y diversos procesos sociohistóricos y productivos, los cuales no han sido objeto de investigación sistemática, permitiendo que la visión naturalista

51 domine los niveles del conocimiento y la interpretación de los paisajes ecuatoriales fríos de alta montaña.

En nuestra formación social a pesar de privilegiarse el conocimiento naturalista, éste va a la saga de los procesos de ocupación, uso, transformación y deterioro de aquellas estructuras ecosistémicas, viendo cómo su objeto de trabajo y estudio se desvirtúa o desaparece en la producción y reproducción de la sociedad en la naturaleza; manifestando a su vez suficiente incapacidad al proponer alternativas, para que en el proceso de la interacción sociedad colombiana-páramos, prime la identidad sobre la depredación. Sólo se procura conocer una parte de la totalidad del ambiente páramo, reducidamente considerada natural, aunque sus paisajes hace tiempo poseen fuertes e importantes determinaciones sociales.

El páramo como territorio, como lugar, como espacio, como hábitat, como continuidad, se ha ido transformando al punto de encontrar tanto diversidad biótica y ambiental como productiva y cultural. El páramo ha permitido desarrollar en el ámbito humano muchas formas de producir, de recrear la vida, de sustentar un pensamiento mítico, de percibir la variabilidad ambiental, de elaborar sentidas manifestaciones estéticas y poéticas, al punto de cargarse de tantas representaciones y sentidos que no es posible trazar límites entre lo físicobiótico y lo sociocultural.

El páramo ha permitido construir y plasmar proyectos socioambientales de singular importancia, recorridos por la experiencia global de sus hombres. No es sólo una rica realidad objetiva; es hábitat en tanto que espacio vivenciado, atravesado por la vida; es lugar de sensaciones y percepciones donde crecen la alegría, la soledad y la nostalgia bajo la influencia decisiva de las nieblas, el frío, el viento, las luces y las sombras.

Tal vez como otros lugares, pero tal vez como él mismo, el páramo ha permitido fundamentar la vida social como espacio del hombre.

Sin desconocer los aportes del conocimiento científico, es fundamental mirar el páramo como globalidad para comprender las necesarias interacciones de su historia social y natural; responsables a su vez de esa realidad ambiental que hoy encontramos en sus espacios constituidos. La visión científica contemporánea ha estado sustentada por varios proyectos académicos, institucionales y profesionales, tanto nacionales como internacionales, algunos de los cuales mencionaremos a continuación.

En los Andes venezolanos existen varios equipos de investigación sobre los páramos de Piedras Blancas, Mucuchíes, Santo Domingo, Zumbador, La Culata, Gavidia, El Águila, La Negra, El Molino, Apure, El Batallón, Tamá, Cendé, Las Rosas, Jabón y Cerro Pintado (Perijá), entre otros, a cargo de la Universidad Simón Bolívar, el Instituto Venezolano de Investigación Científica —IVIC—, la:. Universidad del Zulia y la Universidad de los Andes de Mérida, debiéndose resaltar el importante trabajo desarrollado por el CIELAT — Centro de Investigaciones Ecológicas de los Andes Tropicales— no sólo en historia natural,

52 climatología, ecología básica, dinámica de poblaciones, ecofisiológia y edafológia, sino también en sistemas agrícolas, economías campesinas y agroecología dentro del programa de Ecología agraria. Sus aportes, líneas de investigación, respaldo técnico-científico, los coloca en un nivel pionero dentro de los: estudios científicos de los Andes septentrionales.

En Colombia, luego de los trabajos fundamentales de José Cuatrecasas, Enrique Pérez Arbeláez, Armando Dugand, Lorenzo Uribe y Roberto Jaramillo, entre un gran número de investigadores más, debemos resaltar el trabajo de la Universidad Nacional de Colombia, tanto en Bogotá como en sus seccionales, a través del Instituto de Ciencias Naturales (ICN). Asumiendo líneas de investigación en taxonomía vegetal y animal, estudios ecológicos, paleoecología, pabinobogía, edafología, fitosociobogía y secuencias vegetacionales, han estudiado diferentes páramos en las cordilleras Occidental, Central, Oriental y la Sierra Nevada de Santa Marta. De esta manera han acumulado información básica para interpretar las estructuras ecosistémicas del páramo.

Unida a este proyecto científico y académico, ha estado la Universidad de Ansterdam, en un trabajo liderado por Tomas Van der Hammen, quien junto con Antoine Cleef, y un considerable número de estudiantes holandeses y colombianos, ha proyectado el conocimiento sistemático de los páramos en el proyecto ECOANDES, contando con la colaboración del Instituto Geográfico «Agustín Codazzi» y algunas universidades e institutos regionales. Sus resultados aportan conocimientos sobre la historia del clima y la vegetación, la paleoecología, los estudios ecológicos y algunas formas de uso y manejo.

Finalmente, destacamos el trabajo realizado por la Unidad de Ecología y Sistemática de la Universidad Javeriana, la cual realiza investigación sobre flora, fauna, ecología terrestre y acuática, en el Parque Nacional Natural de Chingaza; buscando establecer la estructura y función de esos ecosistemas parameros, con miras a un aprovechamiento racional y la recuperación de áreas alteradas.

A nivel institucional, el INDERENA ha venido impulsando políticas de investigación, control y manejo de los páramos, destacándose la conformación de áreas de protección como parques nacionales, reservas, santuarios de fauna y flora, algunos de los cuales sistematizamos en el cuadro No. 1, donde se detallan aspectos relativos a su situación, localización, área y páramos comprendidos sobre los Andes colombianos. El Estado busca hacer más orgánicas y operativas sus políticas, para lo cual ha creado el Ministerio del Ambiente.

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PARAMOS Y PARQUES NACIONALES

NOMBRE SITUACION DEPARTAMENTOS AREA (ha.) CREACION PARAMOS

PROVINCIA BIOGEOGRAFICA DEL CARIBE

Sierra Nevada de Santa Marta 10º50‘ LN – 73º 30ºW Cesar, Guajira, Magdalena 383.000 1964 Sierra Nevada

PROVINCIA BIOGEOGRAFICA DE LOS ANDES

1. Cordillera Occidental

Farallones de Cali 2º20‘ – 76º50'W valle del Cauca 49.200 1983 Las Orquídeas 6º3´- 76º08‘W Antioquia 32.000 1873 Urrao-Frantino Paramillo 7º10‘ – 76º05‘W Antioquia, Córdoba 460.000 1977 Tres Morros-León

2. Cordillera Central

Puracé 2º16‘ – 76º38‘W Cauca, Huila 83.000 1968 Coconucos-Almaguen 2º55‘ - 76ºW Cauca, Huila, Tolima 158.000 1977 Moral-Santo Domingo Las Herniosas 3º56‘ - 75º50‘W Tolima, valle 125.000 1977 Borragón-Santa Lucía Los Nevados 4º45‘ - 75º20‘W Caldas, Quindío, Risaralda 38.000 1973 Herveo-Tolima

3. Cordillera Oriental

Los Picachos 2º 55‘ – 74º55‘W Caquetá, Huila, Medellín 286.000 1977 Leiva-Galápago Sumapaz 3º50‘ – 74º25‘W Cundinamarca, Huila 154.000 1977 Altamisal-El Cedro Chingaza 4º35‘ – 72º45‘W Cundinamarca. Meta 58.350 1977 Palacio-Chuza Pisba 4º56‘ – 72º32‘W Boyacá, Casanare 45.000 1977 Santuario-Pisba El Cocuy-Güicán 7º25‘ – 72º19‘W Arauca, Boyacá 306.000 1977 Rechiniga-Sachoque Tamá 7º25‘ – 72º19‘W Norte de Santander 48.000 1977 Bélgica-Santa Isabel

SANTUARIO DE FAUNA Y FLORA

Iguaque 5º35‘ – 73º25‘W Boyacá 6.750 1977 Esterillal-Morro Neg.

Elaboró: Molano, 1993 Fuente: INDERENA-FEN 1986

Muchas universidades regionales: Nariño, Cauca, Tolima, FUP - Fundación Universitaria de Popayán, Valle, Antioquia, UIS, UPTC, así como organizaciones no gubernamentales y fundaciones ecológicas, han tenido la iniciativa de desarrollar investigación básica y aplicada, tratando de establecer formas de solidaridad para la protección y manejo de los ecosistemas de nuestros páramos. Estas acciones alcanzan poca proyección por su falta de continuidad, las posiciones altruistas, el carácter ecologista, la búsqueda de nuevas formas

54 de subsistencia económica, y la falta de una perspectiva ambiental alternativa a la sociedad actual y a la ciencia que la fundamenta.

Así como la ciencia, no sólo hace moda y asume tendencias, paradigmas y metodologías, sino que acepta las determinaciones de los programas de investigación internacionales o nacionales, las fuentes de financiación y la ideología de la cientificidad; de igual manera, en nuestro medio, los páramos han sido estudiados bajo criterios epistemológicos similares, aportados básicamente por la ciencia natural, los cuales se han aplicado con mayor énfasis en los páramos próximos a los centros urbanos académicos o con facilidades de acceso o condiciones de permanencia favorables.

Sin embargo, en la actualidad, los esfuerzos investigativos se han extendido a lugares no muy conocidos o poco estudiados, por ejemplo, la Fundación Farallones de Cali, desarrolla trabajos en los páramos circundantes a Cali, en los Farallones del Cajambre, los Farallones de Pance y los Farallones del Medio, encontrando especies endémicas como Puya occidentalis, sobre un límite arbóreo que alcanza los 3.800 m con elementos como Diplostephium y Miconia, y cuyo páramo llega a los 4.200 m. (Calderón, 1991).

Los páramos de la serranía de Perijá, descritos por Wokittel (1957) como elevaciones que alcanzan los 3.600 m, destacándose el alto del Avión y cerro Pintado, con vegetación escasa de gramíneas, frailejones y matorrales; han sido estudiados más recientemente por el equipo de investigación del Museo de Biología de la Facultad de Ciencias de la Universidad del Zulia, encabezado por Viloria (1991), quienes han encontrado conjuntos de páramos relativamente continuos entre los 2.800 y los 3.688 m.s.n.m; rodeados de farallones y montes insulares similares a los tepuyes del oriente venezolano.

Los principales páramos son los del Macizo de Tetarí (3.559 m), cerros Rafael Urdaneta (3.426 m), cerros Torotejopa (3.200 m), Cerro Pintado (3.300 m), Monte Plano (3.688 m) llamado en territorio colombiano como cerro del Avión, el cual posee el páramo más extenso conocido como Sabana Rubia, donde se encuentran dos especies endémicas de frailejón (Ezpeletia perijaensis y Ezpeletia tilleti) y refugios de cóndores, especie ésta extinguida de casi todos los páramos colombianos.

Por otra parte, el Instituto de Estudios Ambientales para el Desarrollo, de la Universidad Javeriana, ha venido trabajando los páramos del Norte de Boyacá, desde una perspectiva de manejo ambiental. Los procesos de ocupación, uso y manejo se han interpretado en el marco del ecodesarrollo, describiendo la forma de ocupación, tendencia y la producción de aquellas economías campesinas e indígenas (González, 1989).

El ambiente páramo: biomas, paisajes, territorio y hábitat humano, es un espacio orográfico neoecuatorial de gran importancia evolutiva por su diversidad biológica de convergencia planetaria. Originado durante la emersión de las estructuras cordilleranas andinas, su diferenciación ocurre hacia el Terciario Superior (Plioceno), adquiriendo forma insular

55 dentro del relieve y la vegetación neotropical hace alrededor de tres millones de años, - como lo propone Van der Hammen (1979). Desde aquel protopáramo hasta hoy, una compleja evolución de las formas de relieve, de las condiciones climáticas globales determinadas por las fases glaciales e interglaciares, de los procesos de especiación, sucesión y colonización, han tenido lugar. Los páramos se fueron estructurando en sus condiciones ambientales, asumiendo tanto los elementos globales como sus características específicas relacionadas con la posición, altitud, situación y exposición. (Mapa No. 2).

De esta configuración surgen las características biogeográticas y ecológicas tipificadoras de la alta montaña ecuatorial. Durante este tiempo geológico como plantea Rangel (1989), se presentan procesos biológicos de diversificación, especialización, colonización y reemplazo de poblaciones hasta configurar el gran mosaico actual. En un tentativo análisis fitogeográfico según probables áreas de origen, el autor citado establece el siguiente esquema de distribución:

— Elementos endémicos originados en la zona paramuna. Ejemplo, Ezpeletia, Neurolepis,Swallenochloa.

— Elementos neotropicales provenientes de otras montañas neotropicales. Ejemplo, Oricaria, Gynoxys, Lachemilla.

— Elementos tropicales en sentido amplio. Ejemplo, Paepalanthus, Sporobolus, Achyrocline.

— Elementos australes o antártico hasta Nueva Zelanda, Ejemplo, Acaena, Azorella, Oerobulus.

— Elementos árticos. Ejemplo, Vaccinium, Bartsia, Draba, Castilleja.

— Elementos templados en sentido amplio -ambos hemisferios. Ejemplo, Valeriana, Gentiana, Hypericum.

— Elementos cosmopolitas. Ejemplo, Blechnum, Eryngium, Hydrocotyle, Polypodium.

El mosaico integrado por estos elementos conforma tipos de vegetación, entre los cuales son más frecuentes los matorrales, pastizales, frailejonales, y prados (Rangel, 1989a).

Los páramos de los Andes, uno de los paisajes más grandiosos de nuestro planeta, según opinión de Vareschi (1970); constituye un exclusivo ambiente de alta montaña ecuatorial. Su especial situación intertropical lo relaciona al sur con las punas de los Andes centrales; con la franja árida pericaribeña en el extremo septentrional; con las masas oceánicas del Pacífico oriental y el mar Caribe meridional; con variadas selvas litorales, interandinas y amazónicas; y con extensas sabanas septentrionales de Suramérica.

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Latitudinalmente, comprende una franja ecuatorial sobre ambos hemisferios con una amplitud cercana a los 20º, equivalentes a 3.200 kilómetros. Entre el Norte de Perú y el Norte de Colombia, los páramos ocupan diferentes estructuras montañosas, siendo unas compactas y uniformes en territorio de Perú y Ecuador, mientras que en territorio colombiano, los ejes cordilleranos se separan y fragmentan, permitiendo la formación de ambientes interandinos cuya dinámica condiciona o afecta algunos páramos localizados bajo influencia de cañones secos, altiplanos y valles amplios con dinámica de circulación diaria.

Altitudinalmente, los páramos han sufrido múltiples variaciones, debido a las sucesivas glaciaciones- interglaciaciones surgidas desde el Plio-Pleistoceno. Estos cambios climáticos extendieron el páramo cerca de la cota 2000 metros durante las fases más rigurosas, en tanto que durante las interglaciaciones se redujeron considerablemente hasta alcanzar un carácter insular dentro del mar de selvas que copaban las montañas y las cúspides enhiestas de la morfología andina. Pero no sólo los cambios climáticos globales lograron esa fluctuación altimétrica y esas importantes variaciones en su área, sino que condicionaron los procesos de colonización y ocupación biótica del espacio correspondiente para cada fase glaciar-interglaciar, logrando desarrollar complejas sucesiones poblacionales sobre amplios espacios de selvas alto andinas, nubladas, y andinas, en una colonización descendente motivada por los procesos de disminución de la temperatura (Mapa No. 2).

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Mapa No. 2 Distribución aproximada de los páramos del pasado y el presente

Las selvas muertas por el frío, incendiadas por radiación solar y generadoras de suelos profundos, debían ceder sus espacios y potencialidades de nutrientes a la vegetación pionera que descendía de los páramos «altos». Cuando tenía lugar la interglaciación, el proceso de ocupación del espacio montañoso andino era bien diferente, pues dicho espacio aparecía en buenas partes desnudo, lavado, cepillado, erosionado y fraccionado por la acción de los glaciares y su conocida dinámica. La micro y mesomorfología surge como ambientes diversos, donde los cuerpos de agua acumulados —lagunas de origen glacial— provocan una distribución no regular de la vegetación, manteniéndola en cierto nivel de insularidad durante un buen tiempo. Por otra parte, la falta de suelo hacía más difícil y lento el proceso de ocupación del espacio heredado de los hielos, contrario a la colonización descendente sobre las vertientes. Los materiales desagregados por la abrasión y gelifracción

58 de los hielos, depositados como campos de morrenas, y algunos acumulados fluvioglaciares, llegaron a constituir espacios relativamente favorables no sólo por el potencial de nutrientes contenido en esas moles desagregadas, sino por la cantidad de humedad que retienen.

Otros ambientes más secos, de mayor o menor exposición, carentes de suelos, con rocas fáciles de copar, etc., hacían de la colonización ascendente un factor diferencial en cuanto la heterogeneidad de nichos, a su vez, sumamente exigente para los procesos adaptativos y evolutivos de las especies. Ha de tenerse presente que este proceso antes anotado, implicando colonización de espacios selváticos o campos labrados por los hielos, tuvo lugar muchas veces, llegando a cerca de 25 fluctuaciones durante la última glaciación como lo anota Van der Hammen.

Luego de iniciados los procesos de ocupación humana y particularmente a partir de la intervención hispánica hasta hoy, las variaciones altitudinales del páramo han vuelto a cambiar, no sólo porque el 90% del espacio ocupado por los páramos ha sido incorporado como un espacio productivo sino porque por lo menos un 60% del área actual del páramo ha sido ensanchada por la acción socioproductiva de los habitantes de los Andes.

Nuevamente el páramo vuelve a descender. Ahora las selvas no mueren ateridas por el rigor del frío, sino por la acción indiscriminada del saqueo, la tala, la quema, la potrerización y la necesidad de nuevas tierras que amplíen la frontera agrícola. Todo este fenómeno puede denominarse colonización de altura y hace parte del proceso de colonización de las vertientes pero en una versión un tanto tardía, para varios lugares de Colombia.

En el sur del país los procesos de concentración de la tierra unidos al crecimiento de las poblaciones campesinas e indígenas, fueron provocando la ocupación de los páramos nariñenses y caucanos, hasta alcanzar prácticamente las cumbres volcánicas y los campos de nieve. El rigor del ambiente, las heladas más numerosas durante el año, la pobreza de los suelos, hacen que esta colonización se emparente con la pobreza, la marginalidad y la sobrevivencia campesina.

De otro lado, indígenas Coconucos, Guambianos, Yanaconas y Paeces, entre otros, por motivos similares y desde época colonial coparon parte de los paramos de la cordillera Central entre el Macizo colombiano y el Nevado del Huila. Esta colonización se densificó con la entrada de campesinos vallunos, caucanos, tolimenses y huilenses, quienes buscando escapar de la violencia iniciada en la década de los cuarentas, se refugiaban en los ambientes parameros, ligados a la producción de papa y la ganadería de altura.

Luego de colonizadas las vertientes medias de la cordillera Central en los departamentos de Caldas, Risaralda, Quindío y Tolima, epopeya conocida como colonización antioqueña, se procedió prácticamente a comienzos de este siglo a colonizar las selvas andinas y los páramos. Los actores sociales de este proceso son varios, procedentes de los departamentos

59 nombrados, pero hay también una inmigración de campesinos boyacenses, quizás la más numerosa y la más efectiva para ocupar estos páramos.

En trabajo de campo realizado con estudiantes con la Universidad Nacional, pudimos conocer pobladores de los páramos de Cerro Bravo-Letras, llegados allí hacia 1918, procedentes de los municipios de Caldas, Chiquinquirá y Saboyá, en el occidente de Boyacá. Penetraron las altas montañas de Aranzazu, Pensilvania y Marulanda, desplazándose luego hacia el sur.

Los actuales páramos donde llevan a cabo el monocultivo de la papa y la producción de leche eran selvas extremadamente húmedas, nubladas, con árboles cubiertos de epífitas y colchones de musgo que cubrían el piso y tapaban una persona. Relatan los viejos campesinos migrantes, que debían caminar sobre las ramas de los árboles para ir de un lado a otro de la vertiente y que con el tiempo fueron abriendo la selva para sembrar papa y mantener algunos animales; aunque la proteína animal provenía básicamente, en la etapa temprana de esta colonización, de la abundante fauna encontrada. La llegada de familiares, amigos y muchas gentes más lograron copar las selvas y extender el páramo sobre las altas montañas dominadas por el Ruiz, el Tolima, las montañas de Chilí -Barragán y Las Hermosas.

Los páramos de la cordillera Oriental, han sufrido procesos de colonización desde la época colonial en algunos sectores de Boyacá hasta Norte de Santander. Otros fueron copados más tardíamente, principalmente en el siglo XIX, por campesinos pobres desplazados tanto por la expansión de las haciendas, como por la persecución de las guerras civiles. Actualmente los páramos son espacios productivos intensamente dedicados a la papa y en forma extensiva hacia la producción de leche y carne de ovinos, no ya en manos de campesinos pobres, sino bajo el control de los magnates de la papa, una burguesía adaptada en breve tiempo a estos ambientes drásticos.

Toda esta continua y progresiva actividad social, ha transformado nuestros páramos no sólo en sus estructuras y funciones ecosistémicas sino en su extensión, uso, manejo y adecuación. Por lo tanto, el nivel altitudinal ha sido fluctuante y continúa variando, con descensos para algunos lugares hasta los 2.600 metros; circundando relictos de selvas nubladas y altoandinas, tanto por encima como por debajo, en una aparente inversión que no tiene otra razón que los procesos socioculturales y productivos de las sociedades capitalistas andinas.

En un balance final, luego de este breve recorrido por las montañas ecuatoriales frías y muy frías, es necesario llamar la atención a investigadores, usuarios, viajeros, gobernantes, ecologistas, ambientalistas y estudiosos preocupados o implicados con la realidad paramuna, para que cambiemos nuestra visión sobre estos espacios.

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Los páramos no son meramente espacios naturales. Sus múltiples ecosistemas, al analizarlos en la temporalidad social, nos aparecen como ecosistemas transformados, controlados, manejados, interpretados y apropiados desde hace centenares o milenios de años. Por lo tanto, distintas manifestaciones de las culturas andinas y de sus formas organización social, económica y política, podamos respuesta no sólo a los interrogantes los paisajes sugieren, sino a los espacios geográficos originados, construidos y producidos por sociedades que se han sucedido en los Andes. El espacio paramero reproduce en términos de espacio organizado los proyectos sociales desarrollados fundamentalmente bajo el capitalismo, de producción que lo ha moldeado de acuerdo sus patrones de crecimiento, erosión social y da transformación ecosistémica.

El páramo manifiesta un pretendido carácter natural para quienes lo visitan; pero no sólo la ideología sino las prácticas productivas de la civil lo han penetrado desde su misma denomina hasta las formas económicas de mercancía, precio, propiedad, etc., con las cuales se reconoce hoy. No podemos darle al páramo un sentido do o reducido. Como tratamos de demostrar en breve historia socionatural, los páramos testimonian y adquieren sentido a través de los procesos socioculturales desarrollados en ellos; adquiriendo la connotación de un hecho social en condiciones espaciales concretas. Como espacio geográfico es estructura espacial, al igual que en el pasado en presente. Además, por la importancia adquirida como espacio articulado y producido, es también futuro. (Santos, 1980).

3.7 Panorama actual

Veamos algunos ejemplos que ilustran estas apreciaciones de la geográfica contemporánea. Los páramos actuales son espacios ampliamente transformados, dichas transformaciones manifiestan una dominante acción de los hombres asociados, sin que la naturaleza desaparezca bajo la acción humana. Abundantes relatos, narraciones y ejemplos antes anotados ilustran las fases de ocupación y trasformación: colonización indígena, campesina, agroindustrial, turística, estratégica, científica, conservacionista, etc. De una concepción sagrada de los páramos hemos pasado a considerarlos como hábitat humanos, espacios de confrontación, sistemas de producción, lugares de control, medios de comunicación, áreas de investigación y sitios turísticos, entre otros.

La colonización de altura interpreta la ocupación del ambiente páramo en nuestros Andes. La confrontación social que padece el pueblo colombiano desde hace cerca de cinco décadas, tomó los páramos como teatro de operaciones, para los bandoleros de la década del cincuenta, las autodefensas liberales y los chulavitas; como fueron, según Uribe (1990), «Santander» y «Richard» en Calarma, Chaparral; «Mayor Arboleda», en Las Hermosas, Chaparral; Juan de la Cruz Varela, en la región del Sumapaz; «Chispas», en el páramo de Roncenvalles, Pijao y Génova; «El Muñeco», en Chilí, Rovira; «Charronegro», páramos en proximidades del Nevado del Huila, serranía de Atá; «Gigante» municipio Santa Isabel. El movimiento guerrillero surgido en la siguiente década también ocupó el páramo como lo

61 hizo la guerrilla comunista en Samapaz, el M-19 en la cordillera Central y otros grupos en la cordillera Oriental. Una travesía por los páramos circundantes al nevado del Huila, tomando el camino de los indios, permitió la siguiente visión por parte de guerrilleras vinculadas a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia: pasar un páramo es duro: el silencio lo puede a uno ir envolviendo hasta dormirlo. En el páramo hay que andar muy despierto; casi nunca hay enemigos de fusil. El enemigo es ese silencio que a veces se ve correr, llenar las honduras de la cordillera y los huecos que uno tiene. El otro enemigo es el frío que, con la niebla, le va quitando a uno los dedos y las orejas y, poco a poco las manos y los pies. Para dormir hacíamos nidos de frailejón, el gran amigo que uno encuentra en el páramo. (Trascrito por Molano, 1.994).

Los sistemas de producción campesina, tanto de herencia indígena como de herencia colonial hispánica se han afianzado en los páramos desde hace más de 300 años, enriqueciendo nuestra cultura agropecuaria con muchas formas de producción sustentables infortunadamente no dominantes. Además el páramo ha sido utilizado como una gran nevera para almacenar pescado seco —páramo de Berlín— o para conservar café —páramo de Letras—.

El control militar de los páramos, como lugares estratégicos, ha sido otra forma de utilizar estos ambientes. Muchos campamentos de las distintas armas han sido instalados de manera temporal o permanente, aun sobre áreas de difícil acceso, donde se han instalado torres de transmisión, radares, conducción de petróleo, repetidoras de T.V., ayudas para la aviación, equipos científicos, líneas de conducción de energía, etc, ligando los páramos con los poderosos medios radiales y televisivos, la aviación comercial y militar, la explotación petrolera. La construcción de estas obras, su mantenimiento y la infraestructura vial requerida para ellas, constituyen elementos de impacto ambiental poco evaluados en dichos espacios.

El páramo es un espacio de poder, muy importante, bastante competido y vital para el país en la producción económica y el control geopolítico del territorio.

Procurando abrir las nieblas que cierran la comprensión del espacio geográfico paramuno, digamos que los páramos delimitados por arriba con la nieve o la atmósfera ecuatorial, hacen parte, hacia abajo, de la estructura montañosa andina, con todas las implicaciones que esto tiene, en la medida en que todos los procesos y acciones provocados sobre el medio físico -biótico montañero por la actividad humana, se proyectan hacía abajo, como consecuencia de esa inocultable fuerza de gravedad, la cual no sólo permite la transferencia de los materiales desestabilizados o dispuestos a remoción, sino que hace posible poderosos procesos entrópicos. El asumir esta integración hace parte de la comprensión de aquel mundo huraño, hostil y ajeno.

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Por otro lado, el páramo es un territorio históricamente construido. Milenariamente ha sido socializado por los procesos culturales y productivos de distintos actores sociales, como se mostró antes. Es un espacio que ha contenido, y acumulado sueños, mitos, leyendas, interpretaciones, formas de producción, modos de apropiación, sentidos, simbolizaciones, etc., todos esos elementos que los hombres asociados, portan , producen y reproducen en los permanentes actos de vivir la vida.

Los páramos son esa rica síntesis y diversidad de la vida. Características físicas, bióticas, socioeconómicas y culturales integran su mundo. El páramo hace milenios dejó de ser un espacio natural (primera naturaleza), desde cuando el pensamiento mítico lo escogió como espacio de sus representaciones; la producción social, como complemento de los ciclos ecológicos de los recursos sobre las vertientes; y la cultura, como experiencia, vivencia, imaginación, poética, razón y elaboración, a la manera de una segunda naturaleza, la cual abrió la comprensión de los páramos. Por eso, cuando abordamos la vida en los páramos simplificamos excesivamente hasta reducir los niveles interpretativos a los requerimientos del método escogido.

Para abordar la vida hay que considerar al hombre como ser social; y hay que pensarla en su trascendencia y conexión conceptual con la historia del pensamiento y del espacio geográfico que la representa. No sólo la fauna y la flora sino también la dimensión del hombre que recrea su existencia sobre los fundamentos físicos y bióticos.

Aunque el conocimiento científico contribuye a la creación y transformación de la cultura, el discurso elaborado sobre el objeto de la vida difícilmente puede catalogarse de científico. Los esfuerzos por conocer no deben confundirse con los esfuerzos por deshumanizar los espacios de la vida como totalidad. De pronto nos convencemos que la afirmación de la verdad científica, a través de rigurosa hipótesis, no pasa de ser una gran mentira... pues el científico que no entiende la ciencia como un trabajo cultural enmarcado dentro de su historia y su sociedad, se convierte en un obrero calificado, cuya producción le es extraña y hostil, como plantea Villaveces (1989).

Las complejas relaciones socioambíentales que han sido reconocidas, mantienen su especificidad y su propia existencia historia. Como vimos antes, el páramo pasó de un espacio sagrado y conservado a un espacio profanado y desequilibrado. En las etapas tempranas del capitalismo era un espacio baldío, peligroso e ignorado. Posteriormente hizo parte de las tierras comunales o ejidales. Desarrollados los procesos de colonización hispánica como de colonización republicana de vertiente, se fue preparando el camino para la expansión del latifundio, la concentración de la propiedad, la constitución de un mercado de la fuerza de trabajo y la apropiación del trabajo campesino contenido en la valorización del espacio del páramo. Con estas acciones provocadas por la dinámica del capital y la tasa de ganancia, los paisajes parameros se fueron transformando y sus estructuras ecosistémicas iniciaron procesos continuos de alteración y disturbio.

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De otra parte, las políticas estatales no han estado dirigidas hacía los campesinos, con el fin de darle un sentido a la producción de aquellas sociedades andinas que toman de la naturaleza primera los recursos para producir la vida. Por el contrario, han favorecido intereses extraños creando reservas y parques para la industria del turismo, ha permitido el desarrollo de la agroindustria papera —monocultivo—, ha hecho posible el desarrollo de la ganadería, de lidia y de doble propósito; ha dejado que el páramo alimente formas económicas de extracción —gramíneas para techar lujosas viviendas— y ha concedido explotar recursos mineros como el carbón en aquellas montañas elevadas. Es decir, que la ausencia del más mínimo atisbo de planificación de la alta montaña por parte del Estado, hace que sus propias políticas contaminen aguas, destruyan suelos, devasten la vegetación y la fauna y saqueen los recursos mineros o hidroenergéticos.

Sin hacer un exhaustivo inventario, muchas de las principales ciudades del país, toman el agua para consumo humano de las fuentes parameras. Solamente resaltamos el caso de la metrópoli bogotana, cuyos siete millones de habitantes dependen -exclusivamente del agua proveniente de los páramos de Villa Pinzón, Palacio, Guerrero, Chingaza, Cruz Verde y Sumapaz.

Como inverosímil paradoja esas fuentes de agua que nacen en mullidos y espesos campos de musgos, depósitos arrosetados de hojas, macollas pletóricas de entorchadas hojas y en suelos orgánicos de acumulados y espesos tejidos; están siendo copados y exterminados por la producción intensiva de papa, las quemas, el tractorado, la recolección de leña, el pisoteo y pastoreo de los ganados, las obras civiles, la minería y la industria del turismo. "Sólo queda agua para 130 días, expresó el gerente del Acueducto y Alcantarillado de Bogotá — abril, 93—. Sí falta, el racionamiento será más drástico y los costos para surtir la ciudad se tendrán que pagar a precio internacional de petróleo, pues el agua no se produce en los páramos sino en los piedemontes de los Andes".

El capital, que dispone de la mente y la conciencia de nuestros profesionales y políticos, espera responder a la problemática del páramo con la tecnología que él mismo agencia y con proyectos por fuera del tiempo y las necesidades reales de los ecosistemas y los pueblos. Por esta razón, el páramo podemos catalogarlo como un espacio de conflicto. Conflicto en su apropiación, en su uso, en su manejo, en su conservación. Conflicto como espacio militar y lugar estratégico. Conflicto como área reguladora del ciclo hidrológico montañero y como espacio de la producción económica. Conflicto entre economías y culturas andinas frente a la economía de mercado. Para ilustrar dicho conflicto, entendamos que las comunidades campesinas tradicionales que han ocupado dicho espacio, como último recurso y obligadas en muchas oportunidades por las expresiones de poder de la clase dominante, son sociedades marginadas, a quienes la civilización les ha brindado los rudimentos básicos de lectura y escritura, a través de los cuales les permiten conocer las «sagradas obligaciones, los derechos y deberes que imponen la religión y los aparatos políticos del Estado». Es parte de la crisis de la sociedad nuestra, donde la educación que se

64 imparte a través de la escuela, lo entrena para obedecer órdenes, cuyo sentido no le es dado entender para así poder participar de las decisiones que afectan su propia vida (Singer, 1988). Los campesinos no actúan por estupidez sino porque están acorralados, negados en su cultura, en la identidad con su entorno, controlado por la ideología de la clase dominante, explotado en la producción de su trabajo. Su trabajo se ha convertido en destructor de los ecosistemas por orden de los dueños del poder y de los medios de producción, confirmando que la injusticia social genera la mayor cantidad de problemas ecológicos ambientales y sociales.

Los páramos, esos particulares ambientes de las montañas ecuatoriales, no son ecosistemas frágiles; lo que pasa es que las acciones transformadoras han sido contundentes, como lo fueron con las desaparecidas selvas de las vertientes. Los páramos no son un mundo aparte a los ambientes y culturas andinas. Ellos han regulado muchos procesos que tienen incidencia directa sobre las vertientes. Todo lo que hagamos allá, provocando desequilibrios y destrucción, serán acciones y efectos que vendrán por nosotros o nos determinarán nuestras formas de existir en el mundo de las montañas ecuatoriales.

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EL PÁRAMO UN PAISAJE DESHUMANIZADO: EL CASO DELAS PROVINCIAS DEL NORTE Y GUTIERREZ (BOYACA – COLOMBIA)

Vertiente de los Colorados, Páramo de Güina, Belén, Boyacá

RESUMEN

Se presenta la incidencia que ha tenido en el ecosistema páramo, en las provincias de Norte y Gutiérrez, de Boyacá, la presencia del ser humano a lo largo de la historia. Los páramos y los ecosistemas de alta montaña en general, son extremadamente vulnerables ante los efectos de la actividad humana. La ocupación de las áreas de páramos comenzó con grupos de cazadores-recolectores hace unos 18.000 años. El poblamiento de la región andina por los grupos aborígenes se dio en función del aprovechamiento de la diversidad medioambiental con sus recursos naturales. A ello se unió el cultivo de especies útiles, como el maíz, en las vertientes de las cordilleras. Durante la ocupación española se continuaron aplicando las técnicas de cultivo indígenas, que fueron luego modificadas por prácticas de cultivos peninsulares. En los siglos XIX y XX son intensificadas las actividades productivas y extractivas, de manera especial la pecuaria y ganadera. Lo cual produce grandes impactos sobre el páramo: sobre el suelo, la vegetación, la fauna silvestre y el paisaje en general. Así gran parte de los ecosistemas naturales de páramo han desaparecido a causa de la expansión de la frontera agrícola.

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Por: Francisco L. G. González1

Felipe Cárdenas Támara2

1. Introduccion

Los actuales paisajes que se encuentran en los territorios que conforman las provincias de Valderrama y del Norte y Gutiérrez, en el departamento de Boyacá son el resultado de cambios geomorfológicos, climáticos y antrópicos. En lo relativo a la presencia humana, la ocupación del territorio, por grupos de cazadores y recolectores en los valles interandinos puede establecerse en aproximadamente en 18.000 A.P. Es decir, la ocupación humana de los Andes Ecuatoriales y el establecimiento del páramo —desde una perspectiva geológica— son hechos relativamente recientes y coincidentes, ya que los estudios paleocológicos establecen que el actual páramo se conformó hace unos 10.000 años, y que la edad de los bosques andinos es de unos 30.000 años (Van der Hammen, 1979).

Todos los trabajos realizados en las zonas de páramo en el Norte de Boyacá confirman la fuerte intervención antrópica desarrollada en estos ecosistemas de alta montaña tropical en los últimos años. De todas maneras, la mayor presión humana sobre estos ecosistemas frágiles se viene presentando de manera acelerada desde hace unos 50 años. Es decir, en la actualidad los páramos andinos están siendo sometidos a una fuerte acción antrópica bastante devastadora y que acelera el deterioro y destrucción de los sistemas hídricos de los ecosistemas locales y regionales (lagunas, pantanos, turberas, ríos).

La región de estudio se ubica en la cordillera Oriental de los Andes Ecuatoriales, hacia el extremo nororiental (NE) del departamento de Boyacá. La superficie aproximada es de 225.000 ha. y comprende los municipios de Jericó, , Sativasur, Susacón, Soatá, Covarachia, lipacoque, Boavita, Chita, El Cocuy, Güicán, San Mateo, Guacamayas, La Uvita, El Espino, Panqueba y Chiscas. A lo largo del trabajo se ha buscado entender la problemática de los páramos de manera sistemática, y en relación con las condiciones de producción en las zonas más bajas. Bajo un trabajo interdisciplinario se han venido implementando estrategias de conservación y producción basadas en la participación comunitaria. En efecto, la visión sistémica ha permitido acceder y ligar los mecanismos naturales que se producen tanto al interior de los páramos, como en las cuencas más bajas y valles interandinos; con la actividad humana que desarrollan campesinos, colonos e instituciones del Estado. De cierta manera, la complejidad ambiental de la región ha sido abordada a partir de un análisis diacrónico y sincrónico de los paisajes que ha permitido

1 Antropólogo. MSc en Geografía. Director del Instituto de Estudios Ambientales para el Desarrollo Sostenible de la Pontificia Universidad Javeriana. 2 Antropólogo. MSc en Desarrollo Rural. Profesor-Investigador asociado al Proyecto de Desarrollo Forestal Integrado para la Cuenca Media del Río Chicamocha. 74 poder llegar a observaciones acertadas en cuatro de los grandes sistemas antropizados de la región: los sistemas inorgánicos, los sistemas orgánicos o vivos, los sistemas psíquicos o personales y los sistemas sociales.

Se debe tener en cuenta que la conformación estructural de los páramos y de los ecosistemas de montaña en general, hace de ellos ecosistemas extremadamente vulnerables a los efectos antrópicos. Situación que nos puede estar llevando a comprender que los hombres que actualmente ocupan y ejercen actividades productivas en los paisajes de páramo hacen parte de ese entorno con el que desafortunadamente han roto una relación ecológica que se mantuvo en el pasado, especialmente en tiempos precolombinos y en donde la mayor parte de los ecosistemas naturales se encontraban en una situación de relativa estabilidad funcional y estructural.

En lo relativo a los páramos, la actividad que se desarrolló en ellos en tiempos prehispánicos se caracterizó principalmente por la utilización ritual y cognitiva de los paisajes (ecosistemas originales de referencia). Es decir, la apropiación simbólica del páramo hizo parte de la cosmovisión de los grupos aborígenes que habitaron los valles interandinos. Sólo hasta hace poco tiempo, la utilización del páramo ha perdido sus connotaciones sagradas para verse sometido a presiones recurrentes que determinan cambios a nivel de la cobertura y el predominio de paisajes que de cierta manera han venido deshumanizándose. Esa es la tesis que queremos probar en el siguiente escrito. Para ello nos acercamos a la problemática de los páramos desde una perspectiva diacrónica y sincrónica, e intentaremos ligar el problema ambiental del páramo desde la ecología cultural, buscamos con ello visualizar la relación existente entre poblamiento humano en el área cultural específica y su expresión concreta a lo largo de un cinturón climático- altitudinal que va desde los 1.200 m.s.n.m. hasta las nieves perpetuas en la Sierra Nevada del Cocuy y Güicán.

En la actualidad, la presión humana sobre las áreas de páramo y subpáramo generada en el deterioro de las condiciones de vida del campesino minifundista, que ocupa las tierras de ladera a causa de una estructura de tenencia de la tierra inequitativa. Dicha presión se ha materializado en procesos de ocupación temporal y permanente de estas áreas, dando como resultado su destrucción al ser explotadas mediante tecnologías basadas en el uso de agroquímicos y el sobrepastoreo vacuno, ovino y caprino, acompañadas de la introducción de pastos y de otras plantas no nativas y nativas —principalmente papa— que compiten con la vegetación nativa y rompen las condiciones de autorregulación del sistema natural, situación que en muchos casos ha llegado a un punto de no retorno.

Normalmente el campesino pobre, presionado por la falta de tierra, la erosión, la reducción de la capacidad productiva de las pocas tierras a que tiene acceso, busca áreas nuevas en el páramo circundante a su vereda o municipio, ocupándolas y convirtiéndolas en tierras para ganado después de sacar unas pocas cosechas y después de destruir el bosque natural que lo

75 rodea; y por otra la ambición de muchos terratenientes, que se apoyan en este proceso, es satisfecha al apropiarse de grandes extensiones mediante la compra de tierras, ya "civilizadas" a los campesinos pobres, lo que va ampliando la frontera agrícola y generando finalmente, conflictos socioeconómicos, políticos y ambientales de difícil solución. Los anteriores procesos han generado que el páramo culturalmente sea interpretado en la actualidad como un "lugar de conquista" apto para toda clase de actividades humanas, especialmente productivas y enmarcadas dentro de una racionalidad capitalista. El páramo como lugar sagrado en tiempos precolombinos se ha convertido desde la lógica capitalista en algoritmia profana que ha venido perdiendo tanto sus dimensiones simbólicas sagradas (cosmovisión), como elementos funcionales y estructurales de sus interacciones físico- biológicas.

En el proceso de "ver las cosas desde el punto de vista a los actores", resalta la "aparente" importancia que aún le conceden los campesinos a imágenes simbólicas relacionadas con el pensamiento de los antiguos pobladores indígenas. Ese pasado reflejado en la actual tradición oral, ha sido constantemente reelaborado, y en algunos casos enriquecido con nuevos elementos. Considerando la cuestión, el relato campesino nos traza la antropología simbólica del paisaje en el pasado al hacer mención constante y explícita de Mohanes y la relación de ellos (los antiguos jeques indígenas) con lo femenino y con los espantos.

Lo anterior significa que las narraciones campesinas establecen de manera inconsciente vínculos con el sistema de creencias indígenas existentes antes de la llegada de los españoles, concretamente con las deidades del panteón muisca que aún perduran en la memoria colectiva de la gente. De ahí, que podamos decir que el páramo como paisaje antropizado desde tiempos remotos ha atravesado desde el punto de vista cultural por un reciente cambio de significaciones de tipo semiótico que rompió con el dinamismo de la naturaleza que existía en las estructuras cosmobiológicas de origen macrochibcha. Es decir, los cambios ocurridos en los páramos y en las regiones adyacentes han sido tanto materiales como cognitivos y mentales, ya que se debe tener en cuenta, que los indígenas que vivían en los páramos de la Sierra Nevada del Cocuy, construían generalmente sus bohíos- santuario en esos lugares, hecho que les llamó la atención a los funcionarios de la administración española (ANC: Visitas Boyacá y Caciques e Indios f: 565r).

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2. Ocupacion de las areas de paramo en el departamento de boyaca

De 121 municipios, 70 (es decir, el 59.5%), tienen áreas en páramo, para un total de 629.500 hectáreas; lo que equivale al 62.6% del área total del departamento. Hay 21 municipios que tienen más del 50% de su área en páramo, con casos como el del Cocuy y Monguí en donde estas áreas representan el 90% de su territorio3.

En lo relativo a la región de estudio, la superficie total de las áreas de páramo en la actualidad es de 55.500 ha. La superficie original durante el tardiglacial fue de 50.000 ha. Es decir, aparentemente el páramo ha aumentado su extensión. Sin embargo, esas nuevas áreas de páramo corresponden a zonas intervenidas de bosque altoandino que han venido siendo colonizado por algunas vegetaciones de páramo. Por lo tanto, esas 5.500 ha, adicionales de páramo deben entenderse como áreas antropizadas o deshumanizadas. En efecto, la ganadería extensiva viene degradando estructural y funcionalmente al páramo.

2.1 Aspectos históricos de la ocupación

El poblamiento de grupos de cazadores-recolectores en Colombia tiene una antigüedad de unos 18.000 años A.P. La ocupación del territorio se produce en varias fases históricas y culturales que en el caso del norte de Boyacá se pueden homologar a los de poblamiento de la familia macrochibcha que, habitó el altiplano cundiboyacense4. Períodos de poblamiento tan antiguos demuestran la gran variedad de estrategias adaptativas que para el norte de Boyacá implicó la presencia de grupos adaptados a las altas montañas y a cacería esporádica de megafauna pleistocénica durante el período Paleoindio, documentada en Tibitó (Correal, 1981), sitio de matanza cerca a Bogotá.

Es importante anotar que una de las características más importantes en lo relativo a la utilización de los recursos naturales y el poblamiento de la región andina por parte de los grupos aborígenes tuvo que ver con el aprovechamiento de la diversidad medioambiental que les proporcionaba el medio biofísico. El patrón de poblamiento vertical de los grupos aborígenes fue una respuesta cultural y ecológica a los cambios altitudinales y medio- ambientales de la geografía andina: el llamado modelo de la microverticalidad llegó a su máxima expresión con los grupos muiscas, pero es de suponerse que los grupos anteriores a los muiscas que poblaron el altiplano cundiboyacense también incorporaron en sus estrategias adaptativas desplazamientos a lo largo de los distintos pisos climáticos.

3 Anuario Estadístico de Boyacá. 1980-1981. DANE, pp. 17-19. 4 Hallazgos recientes en el municipio de Pubenza, Cundinamarca, Finca la Virginia. Hemos tenido la oportunidad de conocer el sitio, excavado por G. Correal. El hallazgo de material arqueológico corre la cronología anterior (sitio ) en 5.000 más. 77

2.1.1 Período Paleoindio (18.000-8.000 años A.P.)

Período en el que se presentaron drásticos cambios climáticos, que implicaron la desaparición especialmente de la megafauna. La ocupación humana se basa en grupos de cazadores-recolectores que se asientan especialmente en abrigos rocosos (Correal & Van der Hammen, 1971; Correal, 1981; Rivera, 1992; Lleras, 1989).

En los estudios de Van der Hammen se ha demostrado que hace unos 21.000 años, con el advenimiento del llamado Pleniglacial, el clima se volvió muy frío o seco, condiciones que duraron hasta hace unos 13.000 años. Bray (1984: 310-311) y Van der Hammen (1986: 28) sugieren que durante las épocas extremadamente frías, las zonas de páramo de las altas montañas andinas probablemente estuvieron conectadas con la vegetación seca y abierta del valle del Magdalena; de esa forma la región cundiboyacense mantuvo un corredor abierto de vegetación conectando las tierras bajas del Caribe y posibilitando el desplazamiento de bandas de cazadores.

A lo largo del Pleniglacial, los cinturones vegetacionales bajaron hasta 1.200 y 1.500 metros, la precipitación fue menos de la mitad de la actual, y los glaciales andinos bajaron hasta los 3.000 metros. Parece ser que entre los 14.000 y 11.000 A.P., el clima se modificó nuevamente y mejoraron las condiciones. El anterior período glacial duró hasta hace unos 10.000 años, presentando fluctuaciones climáticas menos radicales; el húmedo interestadial Guantiva —entre 13.000 y 11.000 A.P. con clima similar al actual— y el estadial —entre 11.000 y 9.500 A.P.— En este momento el clima fue más frío y seco, con las glaciaciones localizadas a unos 3.900 metros de altura; lo que indica que el retroceso glaciar no fue debido a un calentamiento del clima sino a una disminución de la precipitación (Van der Hammen y González, 1960, 1964; Van der Hammen, 1974, citados por Gnecco, 1990).

No se han encontrado yacimientos arqueológicos de este período en la región del norte de Boyacá debido principalmente a que las condiciones geomorfológicas no permiten que los vestigios se mantengan, ya que los derrumbes y frecuentes desplazamientos de tierra imposibilitan la conservación de sitios incluso, de períodos cerámicos.

Correal y Van der Hammen (1971), y Correal (1981), establecen que durante la primera mitad del período lítico la supervivencia de los grupos se basaba en la caza de grandes herbívoros como mastodonte (Cuvieronius hyodon y Haplomastodon) y caballo americano (Equus Amerhippus spp), y a más baja escala especies menores como venados (Odocoileus virgianus), roedores como ratón, curí (Cavia porcellus), conejo y armadillos, zorros y perros de monte.

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La presencia de mastodonte en la región ha sido reportada por Ancízar (1853), en tres municipios y a diferentes zonas altitudinales: Güicán, en la zona de páramo correspondiente a la laguna Verde (3.650 m.s.n.m.); Covarachía, sobre terrazas coluviales del río Chicamocha (950 m.s.n.m.); y Soatá en depósitos de carácter coluvio-aluvial (1.325 m.n.s.m.). A éstos se suman los hallazgos del campesino Fortunato Vargas (com. pers.) en el municipio de Chita, vereda La Playa. En esta misma vereda, en las márgenes del río Chitano, se encuentran dos abrigos rocosos que se presentan pictografías sin asocios precerámicos. El primer abrigo está localizado a 2.000 m.s.n.m. y el segundo se encuentra a 1.600 m.s.n.m. Cabe la posibilidad de que los abrigos y las pictografías puedan haberse ejecutado en períodos posteriores al lítico.

2.1.2 Período Arcaico (8.000 a 3.500 años A.P.)

Al comenzar el Holoceno (10.000 años A.P.) el incremento de la temperatura y la humedad favoreció el reemplazo de la vegetación de páramo por matorrales y bosques. Los procesos sucesionales condujeron al establecimiento de bosques de encenillo (Weinmania) y Roble (Quercus), hasta la posición que hoy ocupan. Sin embargo, durante el período entre los 7.500 y 3.000 años A.P. el límite del bosque se incrementó en 300-400 metros, desplazando el páramo hacia alturas superiores a los 3.600 m.s.n.m. (Van der Hammen & Cleef, 1986; Van der Hammen, 19. Pleistocene).

Con el proceso de invasión del bosque hacia zonas de mayor altitud y la desaparición de los mastodontes, las actividades de caza se circunscriben a especies menores como venados, roedores y otros mamíferos, y se da inicio a una más directa relación con los ecosistemas boscosos. Es a partir de este momento cuando se comienza a dar mayor énfasis a las actividades de recolección y se inicia el período de domesticación del curí.

2.1.3 Período Herrera o Premuisca (3.500-1.200 años A.P.)

Primer período de ocupación arqueológica del que se tiene un buen número de registros para las provincias de Norte y Gutiérrez, en los municipios de Chita, Chiscas, Soatá, Jericó, Sativasur, Covarachía, Sativanorte y El Cocuy (González & Wiesner, 1993; Osborn, 1985; Pérez, 1990-94).

La presencia de grupos agroalfareros del período Herrera (210 a.C.) anteriores a los muiscas se registra en todos los sitios donde se han realizado recolecciones superficiales tanto por Ann Osborn, como por González, Wiesner, Etter, Villa...

En todos los sitios, y en especial el de Chita, la cerámica tiene relaciones con el material excavado por Neila Castillo en Tunja, perteneciente a la fase Herrera tardía.

La cerámica es incisa con motivos decorativos como triángulos, círculos, semicírculos. Los tiestos encontrados son parecidos a los tipos cerámicos denominados por Castillo Tunja Desgrasante Calcita y Tunja Rojo sobre Gris o Crema. De acuerdo con las dos fechas

79 de C14 obtenidas para las excavaciones de Tunja, los anteriores tipos cerámicos se pueden fechar entre el siglo III o IV, D.C. hasta el siglo X, D.C. Según los análisis realizados por Cardale, el comercio de cerámica entre Tunja y Chita tiene que descartarse. La industria alfarera de Chita es local ya que el desgrasante de la cerámica de Chita no contiene calcita como sucede con la cerámica de Tunja (Osborne, 19 ).

El influjo de culturas agroalfareras al parecer procedentes del norte del país (Boada, 1987) hizo que las prácticas agrícolas tempranas alcanzaran progresos significativos y que se consolidara aún más la estrategia de establecer pequeños caseríos sobre terrazas y depósitos de origen coluvio-aluvial.

Por otra parte, el avance en la domesticación de especies útiles como el maíz favoreció la ocupación de diversas zonas climáticas de las vertientes cordilleranas. En el municipio de Chiscas, sitio Lusitania, se tiene una fecha no absoluta, que indica desarrollos regionales probablemente de grupos Laches.

2.1.4 Período Muisca (1.200-500 años A.P.)

Corresponde al momento prehispánico en el que se alcanzó la mayor densidad demográfica y la más compleja organización sociopolítica. Durante este tiempo la ocupación humana de la provincia del Norte y Gutiérrez fue protagonizada por grupos U‘wa (Tunebos), Laches y Muiscas todos ellos miembros de la familia lingüística macrochibcha.

Según lo establecido por Langebaek (1987a) en la vertiente oriental los principales asentamientos indígenas estaban circunscritos a los cacicazgos de El Cocuy, Panqueba, Chita, Ura, Cheva, Ogamora y el Pueblo de la Sal —territorio de los actuales municipios de Chiscas, Güicán, El Cocuy, El Espino, Panqueba, Guacamayas, San Mateo, La Uvita, Chita y Jericó— que formaban parte de la llamada Confederación de El Cocuy.

En la vertiente occidental se incluyen Chusvita —vereda El Tambor de Sativanorte— perteneciente a la Confederación de Sogamoso, y Ocavita, Tupachoque, Sativa, ¿Chitagoto? —municipios de Sativanorte y Sativasur—, Susacón y Soatá -este último correspondiente a los municipios de Soatá y Tipacoque— sujetos a la Confederación (Duitama) (Langebaek, 1987b; Pérez, 1990).

La delimitación del territorio Muisca realizada por Falchetti y Plazas, establece su límite norte en los municipios de Soatá y Tipacoque, lo cual permite considerar a Covarachía como un área de influencia Guane.

Al momento de la conquista el patrón de poblamiento indígena estaba basado en una combinación de capitanías y parcelas de cultivo dispersas generalmente distribuidas en diferentes zonas climáticas, que al mismo tiempo constituían sitios de habitación

80 transitorios. Esta estrategia les permitía en períodos cortos de tiempo acceder simultáneamente a una variada oferta de recursos que se ubican en pisos climáticos fríos o templados.

Hacia el siglo XVI, las sociedades complejas o cacicazgos Laches existentes mantenían un sistema de circulación de artículos intercambiados a través de explotaciones en los distintos pisos térmicos mediante los mecanismos simétricos del tributo y la circulación. El ideal del modelo de microverticalidad desde el punto de vista material es el de lograr la autosuficiencia alimentaria.

Uno de los cacicazgos más importantes existentes en la zona donde era el de El Cocuy. De acuerdo con los trabajos de Tovar (1980), es posible afirmar que esta fue la única Confederación no muisca cuya existencia ha sido probada. Sin embargo, al ser de todas formas una Confederación con raíces chibchas es de suponer que las relaciones de los cacicazgos sujetos a esta Confederación mantenían fuertes vínculos ya sea comerciales o de organización social con los grupos muiscas que limitaban con ellos.

La Confederación Lache del Cocuy se componía de los siguientes cacicazgos:

— Cacicazgo del Cocuy.

— Cacicazgo de Cheva (municipio de Jericó).

— Cacicazgo de Chita.

— Cacicazgo de Ogámora (municipio de Jericó, vereda Tapias).

— Cacicazgo de Ura (municipio de Jericó, vereda Pueblo Viejo).

— Cacicazgo de Panqueba.

— Cacicazgo del Pueblo de la Sal.

— Cacicazgo de Samacá.

Los anteriores cacicazgos se extendían a lo largo de diferentes pisos térmicos que iban desde las nieves perpetuas hasta los Llanos Orientales, dando como resultado la existencia de una enorme variedad ecosistémica.

Al occidente, de la Confederación del Cocuy, los grupos humanos se pueden clasificar como etnias muiscas sujetas a las Confederaciones de Sogamoso y Duitama. En el norte se encontraban los Tequías, en el hoy municipio de Málaga, y cuyos indígenas sólo "obedecían a su propio cacique" (En Langebaeck citando ANC Vis Sant IV f S88r). Igualmente el cacicazgo de Chiscas era independiente.

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Hacia el oriente del territorio de las actuales provincias de Norte y Gutiérrez, se presentaban comunidades de habla chibcha (Támara y Tecasquira), más en estado político de tribu que de cacicazgo, siendo grupos independientes sin sujeción alguna.

Adicionalmente a estos grupos chibchas, se presentaban en este flanco oriental grupos no chibchas, tales como los Achaguas y Caquetíos.

En el norte de El Cocuy, en la zona de la actual población de Güicán, existían los grupos Guaicanía, posiblemente ancestros de los actuales tunebos, y que para los siglos XVI y XVII aparecen como sujetos o integrantes del cacicazgo de Panqueba, y de tal forma miembros de la etnia Lache y adscritos a la Confederación del Cocuy. Existe evidencia cerámica fechada para tiempos coloniales (244 A.P.) en el municipio de Chiscas.

El material lítico encontrado es escaso y se limita a material superficial colectado por los investigadores del Proyecto de Desarrollo Forestal Integrado para la Cuenca media del río Chicamocha en las veredas de Bacota y el Juncal del municipio de Jericó a 2.100 y 2.300 m.s.n.m.5

Los yacimientos arqueológicos más interesantes de la región hacen referencia a un conjunto de hileras de menhires existentes en la vereda del Resguardo en el municipio de Chita. Adicionalmente se encuentran menhires en el municipio de Cobaría y Chiscas. La cerámica de estos sitios es Lache y está emparentada con la Muisca. Se encuentra igualmente cerámicas de la fase Herrera.

Sin duda, la economía indígena de los diferentes grupos muiscas tuvo que enfrentarse a una serie de limitantes ecológicos que los debió haber llevado a incorporar a su territorio pisos térmicos templados que los utilizaban directamente, o en relación con el comercio con otros grupos indígenas vecinos, quienes podían estar unidos a los muiscas ya sea por lazos de parentesco o de dominación.

El modelo de microverticalidad sería entonces una respuesta adaptativa de los grupos cordilleranos teniendo en cuenta que:

"Para la mayor parte del territorio muisca... una cosecha anual fue probablemente la regla. Papa y maíz, los artículos cosechados, hoy requieren de 7 a 10 meses para madurar... Nos parece que estos factores debieron combinarse para limitar la producción de alimentos, y

5 Material recolectado por los investigadores del Proyecto Chicamocha durante el trabajo de campo de 1992, sitios Jericó 1 y Jericó 2 (lote 1) y analizado por John Mcbride. Actualmente reposa en el Museo Arqueológico de la UPTC. Tunja-Boyacá. Dentro del material recogido se encuentran los siguientes instrumentos: 12 punzones, 2 raspadores de pedernal o chert de muy buena calidad, 3 cuchillas, 1 afilador, 1 ¿punta de proyectil quebrada por impacto con hueso?, 2 puntas de proyectil, 1 raspador de bordes redondos, 1 pulidor, 1 cuchillo fracturado, 4 chicllos simples (1 totalmente desgastado), 12 lascas reutilizadas (devitage), 11 indefinidos, 10 núcleos, 1 fragmento de petroglifo con talla en forma de triángulo y probablemente en piedra de calcedonia. Propósitos mágicos-religiosos (símbolo del sol). 82 por consiguiente afectar no sólo la densidad de población..." Haury y Cubillos, 1953:93; en Langeback, 1987, 57).

Cuadro 1. Principales productos cultivados en los cacicazgos.

Hayo Produc Pap Fríj Maí Bata Yuc Aj Coc Algod Ahuya Fiqu colora to a ol z ta a í a ón ma e do

CACICAZGO(S 1- 2- Clima 1 1-2 2 2-3 2-3 3 3 2 2 EDE) 2-3 3

Cocuy X X X X X

Chita X X X X

Panqueba X X X X X X X X X

Cheva X X X X X X X X X

Ura X X X X X X

Ogamora X X X X X X X

Pueblo de la Sal X X X X

Sacama X X X

Socotá X X X X X X X X X

Tupachoque X X X X X

Chitagoto X X X X X X X X

Chusvita X X X X X X X X

Chicamocha X X X X X X X X

Ocavita X X X X X X X X

Sativa X X X

83

Soatá X X X X X X X

Susacón X X X X X X X X X

1/ CLIMA FRIO (3.300 a 2.600-2.400 m.s.n.m.) 2/ CLIMA MEDIO (2.600-2.400 a 1.700-1.500 m.s.n.m.) 3/ CLIMA CALIDO (1.700-1.500 a 1.200 m.s.n.m.)

Adaptado de Langebaek (1987) y Pérez (1990), tomado del Diagnóstico Regional Integrado para la cuenca media del río Chicamocha.

Adicionalmente, las labranzas de los grupos indígenas muisca estaban expuestas a los riesgos de las granizadas y las heladas, riesgos que incluso hoy no podemos controlar del todo. Pero que tampoco involucran una pérdida total de la cosecha dado el caso de que se presenten por lo menos para el cultivo de la papa, el tubérculo puede resistir heladas a los cinco meses de sembradas, disminuyéndose su producción neta y su potencial para el mercado, pero no para su utilización como alimento por parte del grupo doméstico y sus allegados. Adicionalmente tengamos en cuenta que los grupos muiscas contaban con múltiples variedades de papa que les permitían soportar las variaciones climáticas descritas. De todas formas, sin desconocer los riesgos por los que puede atravesar sociedad de agricultores, los muiscas desarrollaron una serie de respuestas que incorporaban el control de varios nichos ecológicos situados altitudinalmente. Por otro lado, los mecanismos del tributo y la redistribución, y las relaciones interregionales con otros grupos situados en tierras bajas fueron otros de los mecanismos utilizados para su provisión agrícola. Por último, tengase en cuenta que el medio ambiente como nos cuenta el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo era rico y diverso:

"Tienen muchos venados, y un género de animales que quieren parecer conejos... pero donde mejor los conocen, se dicen cories. Pero es de notar que en dos años que duró aquella conquista, ningún día dejó de entrar en el campo de los cristianos todos los bastimentos en mucha abundancia de todo lo que es dicho, tanto, que hubo días de cien venados y ciento y cincuenta, y el día que menos, treinta venados, conejos y cories, día de mil y de ahí abajo. En fin, es abundante tierra desas cazas o monterías" (Fernández de Oviedo, 1959: 110).

Por otra parte, los indígenas desarrollaron gran número de actividades extractivas que apoyaban su estrategia de autoabastecimiento. Entre ellos se destacan la cacería, principalmente de venado; la pesca en el río Chicamocha; la obtención de sal y la extracción de leña con destino al consumo doméstico y a la cocción de material cerámico divinas.

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Acuarela Sierra Nevada de Güicán

Merece destacarse la posición conceptual de los diferentes grupos chibchas, entre ellos los Laches y los Muiscas, con respecto a los bosques. Actitud que como se verá es mencionada explícitamente por distintos cronistas.

Gonzalo Fernández de Oviedo decía:

"Tienen los indios del Nuevo Reino montes que ellos los tienen en veneración como si fuesen sagrados, porque dicen que están dedicados a sus dioses, e no osan cortar árbol de aquellos, ni aun ramo, por cosa del mundo; y en tales montes..." (1959: 128).

Y el cronista por excelencia de los muiscas, Fray Pedro Simón relata:

"No todos tenían sus adoraciones en los templos, pues las de muchos las tenían dedicadas en lagunas, arroyos, peñas, cerros y otras partes de particular y singular compostura y disposiciones, no porque tuviesen estas cosas por dioses, sino que por la singularidad que tenían, les parecía ser dignas de mayor veneración o porque pasando por ellas, les había sucedido alguna singular cosa..." (1982, tomo III: 386).

Similarmente para Lucas Fernández Piedrahíta los habitantes del Nuevo Reino de Granada:

"... en varias partes adoraban montes, lagunas, ríos, árboles..." (1980: 31).

Y por último Alonso de Zamora comentaba:

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"Eran sin número los Adoratorios que para su exaltación de su idolatría tenían erigidos en los montes, bosques, llanos, y caminos, y en ellos alcancías, en que echaban sus ofrendas los que venían de todo el Reyno, a la corte de Zippa". (1945: vol. IV: 311).

El medio natural, como lo cuentan los cronistas, estaba dinamizado por diversas fuerzas divinas que le otorgaban a la naturaleza una dimensión sagrada, y en donde los elementos físicos se constituían en hierofanías, que personificaban al mundo objetivo dándole un valor y sentido que iba más allá de la relación práctico-utensiliar. Incluso hoy, entre los Kogui, los Ijca, y los Wiwa de la Sierra Nevada de Santa Marta pertenecientes a la misma familia lingüística macrochibcha de Laches y Muiscas, y quienes comparten además el modelo de microverticalidad, se observa un alto grado de evolución conceptual con respecto a la antropovisión de la naturaleza.

A partir del uso del método comparativo podemos decir que por donde se extendió la familia lingüística macrochibcha, se difundió un culto a las lagunas y al agua. El agua se convirtió en un factor dinamizador y simbólico del mundo mágico-religioso, que se hacía central para la teofanía y cosmogonía de estos pueblos. La contemplación del agua, de sus burbujas, de sus variaciones, y tonalidades adquirió una gran significación espiritual6.

2.1.5 Época hispánica

Los primeros exploradores que recorrieron la provincia de Norte y Gutiérrez en su región más septentrional fueron los capitanes Juan de Cárdenas, Martín González y Miser Andrea, enviados como expedicionarios por el alemán Jorge de Espira (¿1533?). Estos exploradores subieron por la cordillera y penetraron a las provincias de Chiscas y Laches, regresando después a Venezuela (en Cubillos: 1974: 1-2; tomado de: Ots Capdequi, 1957:121). En 1533 el propio Espira comanda una nueva expedición a esas tierras, pero parece ser que no funda poblado alguno.

El verdadero conquistador de la provincia fue Hernán Pérez de Quesada, quien emprende la conquista en el año de 1541 impulsada por la posible existencia de una casa de adoración que por sus abundantes riquezas era llamada la Casa del Sol (Silva, 1945). Los naturales de la región a pesar de oponer valiente resistencia se ven derrotados en los alrededores del poblado de Chita. Los españoles pasan de Chita al Cocuy por el páramo, pero hallan la aldea completamente abandonada. Posteriormente siguen a Panqueba, Guacamaya y el Espino, para luego entrar a Santander, recorriendo la provincia de García Rovira. Ya de regreso por el valle de Tequia o de los Cercados, los naturales le comentan que la dicha Casa del Sol queda hacia los Llanos. Quesada comisiona al capitán Céspedes a ubicar el adoratorio, y éste se dirige al frío valle de Chinibaque sin encontrar adoratorio alguno. A

6 Entre los grupos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta el agua (ñi) es un "recurso del pensamiento", que sirve para adivinar mediante su contemplación si determinado árbol ha de ser derribado. Son las burbujas que emergen de un calabazo las que le permiten al agricultor saber si es conveniente tumbar el monte. (Cárdenas, E, 1989). 86 pesar del fracaso de esta empresa, la región despertó gran interés a causa de la alta disponibilidad de mano de obra y el potencial agrícola determinado por las variaciones altitudinales, el régimen de lluvias y la fertilidad de sus tierras (Langebaek, 1987). Situaciones que llevaron a que otros españoles después de Quesada, como Otún Velasco y Velázquez visitaran la región, y que se empezaran a dar los primeros poblamientos de españoles, quienes en algunos casos abandonan sus armas para quedarse como colonos. El más notable de ellos fue Pedro Ruiz Serrezuelo o Herrezuelo, quien había acompañado al adelantado Jiménez de Quezada, y quien más tarde fue comendador de Panqueba (Cubillos, 1974: 13-14).

Durante el alinderamiento y ocupación inicial de la Provincia se continuó utilizando el sistema de organización territorial establecido por los indígenas. La institución de la encomienda se ejerció adjudicando las unidades políticas de cacicazgos y permitiendo, para algunas funciones administrativas, el apoyo de personas que tenían cargos tradicionales de autoridad (p.e. caciques, alcaldes y capitanes) (Groot, 1989).

Ante la urgencia de una rápida colonización y de aprovechar intensivamente las tierras descubiertas, se incrementó la presión sobre los indígenas utilizados como fuerza de trabajo. Uno de los mecanismos empleados fue el de disolver gradualmente las aldeas o núcleos dispersos de población indígena para concentrados en las nacientes parroquias españolas, produciendo un grave proceso de desintegración social que condujo a un mayor mestizaje, a migraciones hacía la vertiente oriental de la sierra, y a una notable reducción de la población nativa.

La consecuente falta de mano de obra durante los siglos XVII y XVIII dio lugar a oleadas de poblamiento blanco y mestizo que incrementaron la subdivisión e hicieron escasa la tierra disponible para las actividades agropecuarias, situación que promovió la venta de las tierras de resguardo y la progresiva colonización de áreas silvestres en diferentes zonas de la región.

CUADRO 2. Evolución de la población tributaria región de Chicamocha.

1635- PUEBLO AÑO 1562 1565 1572(7) 1596 1602 36

Boavita (Cuzaquey y 200 200 112 81 Nasucua)

Chicamocha y Tequia 675 675 40

87

Chitagoto 572 550 380 163 47

Chusvitá y 200 85 Sagia(Sagara)

Cheva-Ogamora 78

Ocavita-Tupachoque 720 400 180 135 29

Onzaga 700 700 474 145 83

Sativa 562 170 150 90 95

Soatá 695 120 160 120 126

Socha-Tasco 468 350 280 109

Socotá 450 450 333 147 46

Susacón 94 90 83 55 29

Tupachoque 749 247 85 83 18

TOTAL 5.165 4.225 2.619 265 1.063 714

Basado en:

COLMENARES/1979/1984 y TOVAR p. 1970.

Tomado de: Pérez, 1990.

Durante la ocupación española del territorio se conservaron y continuaron aplicando las técnicas de trabajo y los procedimientos de cultivo indígenas, ya que las labores agrícolas continuaron en sus manos y los españoles se mantuvieron dependientes de ellos para la producción de alimentos. Aparte de la modificación de algunas herramientas y el empleo de instrumentos metálicos, por muchos años no fueron introducidas innovaciones de importancia en las formas de preparación de la tierra (Patiño, 1965).

Posteriormente, a mediados del siglo XVI la introducción de nuevas especies vegetales (p.e. cereales) trajo consigo las prácticas de cultivo peninsulares. Así mismo, el ingreso de animales con destino al pastoreo (bovinos, ovinos y caprinos) generó una nueva dinámica respecto a la ocupación del territorio que tuvo reflejo en una marcada transformación de los paisajes.

88

La institución de la encomienda permitió combinar las actividades pecuarias con la producción de cereales y la agricultura tradicional. A esto se refiere la siguiente descripción (siglo XVII) del camino entre Chiscas y Guacamayas (Pradilla, 1988):

"... los Tunebos tenían allí casas donde trabajaban la lana y tenían gallinas. Esta región era donde estaban las encomiendas y era en estas haciendas donde el indígena tenía que cultivar el maíz y el trigo".

Una de las características particulares asociadas a la ganadería extensiva es que desde su inicio los potreros, principalmente con forrajes nativos, se establecieron en las mejores tierras (ocupadas en un comienzo por los indígenas) dando lugar al desplazamiento de la actividad agrícola hacia zonas de ladera o terrenos accidentados con una mayor susceptibilidad a los procesos erosivos (Patiño, 1965).

Por otra parte, la expansión de las parroquias españolas asociada al crecimiento de la población, incrementó las demandas locales de leña y de madera con destino a la elaboración de panes de herramientas, enseres, viviendas, iglesias y obras de infraestructura. Lo mismo ocurrió con productos de origen silvestre como miel y cera de abejas, pieles, plantas medicinales y taninos, muchos de los cuales hacían parte de los tributos que debían ser pagados por los indígenas.

2.1.6 Siglos XIX y XX

El proceso de poblamiento y apropiación del territorio iniciado durante la colonia, desembocó en la intensificación de las actividades productivas y extractivas en años posteriores.

La información contenida en el cuadro 5.6 permite identificar los aspectos que han caracterizado el uso de la tierra en la región desde los primeros años de la república hacia la actualidad:

— Predominio de productos como maíz, papa y fríjol, que muestran la persistencia de elementos agrícolas tradicionales en la región.

CUADRO 3. Actividades ganaderas (No. de cabezas) y agrícolas de la región en 1856, 1959 y 1985.

PRINCIPALES AÑO BOVINOS OVINOS CAPRINOS PORCINOS PRODUCTOS

1856 Maíz, yuca, fríjol, papa, 4.325 11.800 8.600 1.630 a/ trigo, garbanzo, caña.

89

Maíz, trigo, papa, fríjol, 1959 38.720 70.031 — o — 11.589 arveja, cebada, haba, a/ caña, tabaco, yuca

Papa, trigo, maíz, fríjol. 1985 114. 164 78.915 28.160 31.160 arveja, tabaco, yuca, c/ cebada, haba, caña.

Fuente: a/ Comisión corográfica

b/ Censo agropecuario

c/ URPA - Boyacá

CUADRO 4. Comparación de áreas totales de cultivo (has.) para diferentes productos entre 1959 y 1986

ARE AÑO/ MA PA FRIJ TRI CEBA ARV HA TABA CA PLAT YU A PRODU IZ PA OL GO BA EJA BA CO ÑA ANO CA TOT CTO AL

11.0 4.45 1.11 32.64 1959 2.108 8.527 1.182 2.012 878 468 577 286 29 8 9 4

2.33 3.70 12.79 1986 1.092 3.336 238 435 190 685 125 350 305 3 9 8

% VARIAC - - - - 48.2 -60.9 -79.9 -78.4 -22.0 -733 -393 6.6 -60.8 IÓN 78.8 16.8 83.0 86/59

FUENTE: Censo agropecuario 1960y concensos municipales 1986 (URPA).

— Amplia participación en el sector agrícola de las componentes de cereales y leguminosas.

— Intensificación de la actividad pecuaria y en especial de la ganadería vacuna.

Es importante destacar que durante este período la tendencia expansiva de la ganadería tiene como punto de partida los extremos climáticos. Muestra de ello es el comportamiento

90 del componente numérico de caprinos (clima cálido y cálido-medio) y en especial de ovinos (clima frío) entre 1856 y 1959.

La creciente importancia que toma la actividad ganadera para la región y especialmente en lo que respecta al ganado bovino entre 1959 y 1986, muestra una relación directa con la disminución de las áreas cultivadas acaecida en este tiempo: fenómeno que podría atribuirse a los siguientes aspectos:

— Disminución de la capacidad productiva de los suelos ocasionada por la intensa actividad agrícola y la simultánea aplicación de agroquímicos.

— Seguridad económica de la ganadería (menos riesgo).

— Desestabilización climática que causa incertidumbre entre los agricultores, especialmente en áreas que no poseen sistemas de irrigación.

— Escasez y alto costo de la mano de obra dedicado a los procesos de migración.

— Ausencia de incentivos económicos para el agricultor y de asistencia técnica.

— Concentración de capital y creciente ampliación de la frontera agrícola y ganadera en áreas de páramo.

Respecto a las actividades extractivas, durante el siglo XIX y comienzos del XX, se desarrolló una intensa explotación de productos forestales como leña, maderas, plantas medicinales, tintes, resinas y gomas; y adicionalmente minerales como galena, carbón y sal.

En la actualidad, la extracción de leña y madera continúa siendo realizada, aunque se ha visto reducida especialmente por el uso de otras fuentes energéticas y por el agotamiento de las maderas valiosas. Por otra parte, existen algunas explotaciones de materiales para construcción y mantenimiento de carreteras y en menor proporción, de minerales como carbón térmico, carbón antracítico y caliza.

3. Historia del "asentamiento blanco" y cambios paisajisticos

El impacto ejercido por la ocupación humana del territorio y el desarrollo de actividades económicas se manifiesta principalmente en las transformaciones ejercidas sobre la cobertura vegetal y en el cambio de heterogeneidad de los paisajes del páramo. La presión campesina sobre las áreas de los páramos ha venido desplazando los límites naturales del páramo y subpáramo y acabando con la fauna y la flora.

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El proceso de intervención antrópica fluctúa y oscila dependiendo de variables económicas, políticas, sociales y culturales. Por ejemplo, los habitantes de la vereda de la Cueva, en el municipio de Güicán recuerdan7:

"Las tierras (del páramo) fueron repartidas a comienzos de siglo entre varios generales de las guerras civiles en premio a sus triunfos y en especial por la victoria obtenida en la batalla de Palonegro. En esos tiempos eran aparceros, muchos de los soldados de esos generales y también recibieron tierras como premio por la victoria obtenida, pero en aparcería.

"La tierra era, entonces de muy pocos dueños, conservándose esta situación hasta hace unos treinta o cuarenta años. La violencia en este siglo, las herencias y las ventas, inclusive entre parceleros, fue generando la división y subdivisión de las fincas".

Comentan que la gente empezó a llegar a esta vereda, subiéndose desde las veredas de abajo, como San Juan y San Ignacio, "buscando un retazo de tierra en donde sacarse una aparcería para sembrar papa, cultivo que daba buenos pesos". Algunos herederos de los antiguos latifundistas fueron vendiendo la tierra, a pedazos, a los aparceros.

Hace unos cincuenta años, cuando empezó a llegar la gente del Cocuy, había sólo tres o cuatro dueños con haciendas en San Antonio de la Cueva. Las haciendas se fueron dividiendo hasta llegar a las fincas actuales.

"La gente empezó a llegar y se ‗cruzaron las razas‘, vino gente de otros municipios como Sativa Viejo, Sogamoso, Tasco, Corrales, Socotá, Jericó, San Mateo. Las comunicaciones se hacían por medio de Pamplona con Bucaramanga. El cultivo de la papa fue en aumento y se sacaban las cosechas para Soatá, se negociaba la papa en un punto llamado los "Baños". Vino después la construcción de la carretera y a medida que esta iba subiendo, el mercado cambiaba de sitio: la carretera llegó primero al Cocuy y luego a Güicán. Poco a poco avanzó hasta La Cueva y con ella, la destrucción del bosque y el retiro de la fauna. Antiguamente, comentan los habitantes de la vereda se quemaba mucho frailejón, tanto para alimentar a los animales, como para sembrar papa" (González, 1989).

Actualmente los ecosistemas del páramo ocupan el 25% de la superficie total de la zona de estudio8. Las áreas del subpáramo han sido sometidos a un proceso de intervención que se inicia desde tiempos prehispánicos y que para 1850 tenía magnitud considerable como puede deducirse de los siguientes textos (Ancízar, 1856).

7 Ubicada sobre los 3.000 m.s.n.m. y en límites del Parque Nacional Natural del Cocuy. 8 Conformada por los municipios de Jericó, Sativanorte, Sativasur, Susacon, Soatá, Tipacoque, Covarachia, Boavita, La Uvita, Chita, El Cocuy, Güican, Panqueba, El Espino, Guacamayas, Chiscas y San Mateo. 92

"Marchamos desde Güicán por veredas a través de páramos tendidos, regados por infinidad de arroyuelos que fertilizan muchas llanuras pequeñas, cubiertas por lozanas sementeras de papa, cebada, habas y arvejas..." (p. 246).

"... suelen verse grupos de frailejón creciendo al lado de sementeras lozanas y las papas, cebada y habas prosperando a 3.669 metros de altura sobre el nivel del mar..." (p. 254).

4. Impactos antropicos sobre el paramo

Los mayores impactos sobre el sistema páramo resultan de la ganadería y de actividades agropecuarias desde el siglo pasado. Además otras actividades como la tala de bosques, de minería, caza y pesca, fundamentales para la supervivencia del campesino minifundista, ocasionan daños severos en los ecosistemas del páramo. La práctica de las quemas en los pajonales-frailejonales del páramo después de las cuales surge una vegetación nueva es el sistema de explotación más generalizado y extendido a lo largo de todos los municipios. Los principales cultivos dependiendo de cada páramo y de las posibilidades de cada campesino son: papa, maíz, haba, arveja, trigo y cebada. Los asocios más frecuentes son: papa/arveja y papa/haba. Las rotaciones: papa-trigo-pasto. Las áreas de páramo se convierten especialmente en las épocas de verano en refugios permanentes de vacunos, ovejas y cabras que son llevadas por "derechantes" que afirman tener derechos sobre tierras comunitarias en los páramos.

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Impacto de los sistemas ganaderos extensivos de páramo. Rebaño de ovejas. Güicán en cercanías al Nevado. (Foto Pedro Reyez Z.)

Utilización de frailejones en vivienda y corrales de ganado. Cerca a las cabañas del Ideboy (Güicán). Sierra Nevada del Cocuy (Foto Pedro Reyes Z)

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4.1 Impacto del fuego sobre el ecosistema (Etter, et al.; Vargas, 1993)

• Pérdida de estratos de caulirrosulas, ocasionando con ello la homogenización del pajonal.

• Eliminación de microhábitats de la fauna y de sus fuentes de alimentación.

• Erosión por escorrentía que imposibilita el establecimiento de plántulas y de enraizamiento de las mismas.

• Desprovechamiento de los nutrientes y necromasa adheridos a los troncos de los frailejones.

• Eliminación de las capacidades de retención hídrica del páramo.

• Pérdida de sitios de refugio, nidación y alimentación natural de la fauna silvestre.

4.2 Impacto del ganado vacuno (Etter, et al; Vargas, 1993)

• La pisada del ganado afecta la topografía del terreno ocasionando rupturas en las características hidráulicas del suelo.

• Extinción de especies endémicas.

4.3 Impacto de los sistemas ganaderos extensivos de páramo

• Contaminación por residuos sólidos y líquidos debido a la utilización indiscriminada de abonos, herbicidas, encalamiento y pesticidas.

• Competencia sobre especies vegetales nativas debido a la difusión de malezas de la zona templada como Rumex acetosella, Digitalis purpurea, Anthoxantum odoratum, Trifolium pratense.

• Deterioro del suelo.

• Desajuste de las sucesiones naturales.

• Pérdida de complejidad de la cobertura vegetal original Espeletia, Calamagrostis, Ericáceas, Melastomatáceas).

4.4 Impacto sobre la vegetación (Vargas, 1993)

• Desajuste de las sucesiones naturales.

• Erosión hídrica.

• Pérdida de reservas de semilla.

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• Pérdida de biodiversidad.

• La presión ejercida sobre los bosques ha conducido a la reducción o total reemplazo de estas áreas para dar paso a pastizales —que en algunas zonas se convierten en el elemento matricial— y a parcelas de cultivo.

4.5 Impacto sobre la fauna silvestre

• Aislamiento y degradación de los "corredores" de grandes mamíferos.

• Degradación y alteración de hábitas únicos para algunas especies de aves, ranas, lagartos e insectos.

En este proceso la vegetación original se ha visto reducida a parches remanentes aislados de diversos tamaños, siendo los más grandes los que actualmente se encuentran en las panes altas de los municipios de Chiscas, San Mateo, La Uvita y Boavita. También se circunscribe a los corredores naturales (drenajes).

CUADRO 5. Rotación en el uso de la tierra para las diferentes zonas climáticas de las Provincias de Norte y Gutiérrez

ECOSISTEMA DE ALTURA (msnm) ROTACIÓN ANTROPICA REFERENCIA

Pastos/papa/pastos-matorrales * Páramo (4.200/4.000-3.600/3.400) Pastos/papa/haba/pastos-matorrales

* Pastos/trigo/maíz/fríjol/pastos Bosque altoandino (3.600/3.400-3.000/3.200) * *

** Pastos/maíz/fríjol/pastos Bosque andino (3 .200/3 .000-2.200/2.400) Pastos/maíz/fríjol/trigo-tabaco/pastos - matorrales ***

*** Pastos/papa-trigo/pastos Pastos/trigo/maíz/fríjol/pastos Bosque caducifolio (2.400/2.200-1.400/1.200) Pastos/maíz/fríjol/pastos subandino Matorral/tabaco/maíz/fríjol /maíz/tabaco/matorral

96

Por otra parte, las dinámicas rotacionales existentes en las diversas zonas climáticas de la región determinan variaciones en cuanto a la composición, estructura y funcionamiento de los paisajes a lo largo del tiempo.

5. Conclusiones

Hemos querido con este trabajo hacer una breve aproximación a la construcción antropológica del espacio en el norte de Boyacá. Las connotaciones de la intervención humana en las zonas de páramo y de bosques andinos han sido claras: el páramo y los bosques (altoandino, andino y caducifolio subandino) han sido reemplazados desde tiempos prehispánicos por cultivos y posteriormente por la ganadería. En general, gran parte de estos ecosistemas han desaparecido a causa de la expansión de la frontera agrícola. El hecho de que las zonas más densamente pobladas correspondan con la ubicación de estos cinturones de vegetación ha determinado que sean las más afectadas por las actividades productivas y extractivas en la región.

Desde luego que la perspectiva de un gran número de los habitantes de la región es distinta, ya que para ellos el paisaje viene siendo "civilizado" con los avances del mundo moderno. Sin embargo, en la región de estudio cada vez se hace más evidentes para sus habitantes la urgencia de replantear la relación entre el hombre y la naturaleza. Desde esa perspectiva, el paisaje del páramo, como cualquier otro paisaje, está cargado de significaciones que operan —para la región de estudio— dentro de una lógica campesina que viene buscando con el apoyo de diversas acciones e instituciones organizar un nuevo paisaje —entendido como espacio de significaciones semánticas que se concretan en un plano material que fortalezca la identidad local y regional.

97

Bibliografia

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LOS SUELOS DE PÁRAMO: REGULADORES DEL RECURSO HÍDRICO EN BOYACÁ

Cojines de agua, Páramo de Pan de Azúcar, Santa Rosa, Boyacá

RESUMEN

Boyacá posee, por encima de los 3.000 m.s.n.m., extensas áreas de clima muy frío (páramos) los cuales alcanzan su máxima altitud en las cimas de la Sierra Nevada del Cucuy. En estas regiones hay un mosaico de suelos que es el producto de la interacción de los llamados factores de formación los cuales, en estos biomas exclusivos de la alta montaña, desencadenan procesos particulares en relación estrecha con el drenaje, la presencia de cenizas volcánicas, la acumulación y transformación de los materiales orgánicos y los fenómenos glaciares y peniglaciares que allí han tenido lugar.

La aptitud de uso y manejo de los suelos del páramo está limitada por características tales como la alta susceptibilidad al deterioro, los bajos niveles de fertilidad, la acidez marcada, la muy alta retención de humedad, en el escaso desarrollo genético y la baja temperatura edáfica; a éstas se suman condiciones de relieve muy quebrado, vientos fuertes, heladas, alta nubosidad y poca luminosidad para determinar que la vocación de estos suelos no es agropecuaria su función junto con la de los demás componentes de los ecosistemas altoandinos, es la de regular el recurso hídrico y proteger el nacimiento de las fuentes de agua.

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El papel que juegan los suelos de la alta montaña es fundamental en Boyacá por los graves problemas de agua que padece el departamento y que están relacionados con síntomas inequívocos de desertificación, con evidencias contundentes de destrucción de los páramos y con el deterioro severo de las cuencas hidrográficas altas. La situación de fragilidad y deterioro de los páramos hace necesario y urgente que toda la franja de tierras situadas por encima de los 3.200 m.s.n.m. se convierta en reserva natural estricta y enérgicamente protegida y que sea, además, un sitio de estudio e investigación.

Por: Abdón Cortés Lombana

Agrólogo, Ph. D.

El departamento de Boyacá, situado en la región centro-oriente del país, está atravesado de sur a norte por la cordillera Oriental de los Andes, la cual le confiere al paisaje boyacense un relieve muy variado y una gran biodiversidad que se reparte en todos los pisos térmicos, desde el cálido hasta el nival. Por encima de los 3.000 m.s.n.m. hacen su aparición extensas regiones de clima muy frío las cuales alcanzan su máxima altitud en las cimas de la Sierra Nevada del Cocuy. En esta franja altitudinal se encuentran los páramos que son, de acuerdo, a Molano (1989), biomas exclusivos de las montañas neotropicales.

 Director Centro de Investigaciones Científicas. Universidad Jorge Tadeo Lozano. Santafé de Bogotá, noviembre 29 de 1994. 101

Criterios que definen el paramo

No hay homogeneidad de criterios para definir y delimitar el páramo; el término se refiere principalmente a la vegetación característica de la alta montaña andina dentro de las latitudes 8º sur y 11º norte, es decir, desde el norte del Perú hasta la Sierra Nevada, de Santa Marta en Colombia, la cordillera de Talamanca (sector suroriental de los Andes Centroamericanos) y la cordillera de Mérida de Venezuela. Como es obvio, en tan amplio espacio ocurre una gran diversidad físico-biológica, tanto horizontal como vertical, lo que condujo a Molano (op. cit.) a afirmar que no existe el páramo, sino una gran diversidad de regiones y estudios de suelos, biogeográficos, de vegetación, palinológicos, climáticos y otros de Cuatrecasas (1958, 1968), Cleef (1978, 1981), Rangel (1991), Sturm y Rangel (1985), IGAC (1988), Molano (1983) han demostrado que, en efecto, los páramos presentan un mosaico edáfico muy variado, geoformas diversas y situaciones climáticas distintas que generan una gama riquísima de nichos, hábitat y entornos ecológicos que comienzan a hacerse evidentes en los mapas temáticos respectivos.

Cuatrecasas (1958) divide el cinturón paramuno en subpáramo o páramo bajo con vegetación arbustiva en la que predominan elementos florísticos de la familia Compositae: sus límites altitudinales varían de 3.000 a 3.500 metros; el páramo propiamente dicho con pastizales y frailejones: se extiende entre los 3.500 y los 4.500 metros; y elsuperpáramo ubicado a alturas mayores a los 4.5001 metros se caracteriza por la discontinuidad de la vegetación.

Factores de formación de los suelos de paramo

Los suelos, su naturaleza y el patrón de distribución en los páramos depende de la interacción de los factores formadores; el clima, los organismos, el material parental, el relieve y el tiempo; y aunque todos ejercen su acción en la génesis y la evolución de los suelos, los estudios realizados en Colombia (Pulido. 1988, IGAC, 1988) indican que la contribución del material de origen y el relieve es fundamental.

El clima

El clima en la región paramuna es muy variado, no sólo en cuanto a la distribución de la precipitación pluvial se refiere, sino en relación con las variaciones de temperatura, la luminosidad, la duración del día de luz, la incidencia de la energía ultravioleta, la humedad relativa y los vientos.

1 Límites tomados de Molano (1989); la zonificación de Cuatrecasas, detallada por Cleef (citados por Rangel, 1989) es: subpáramo: 3.200-3.600 m; páramo: 3.200(3.600) y 4.100(4.000) m; superpáramo> 4.100 m. 102

La cantidad de agua que recibe el suelo en forma de lluvia oscila, en general, desde algo menos de 600 mm hasta más de 3.000 mm y se distribuye en regímenes bimodales y tetramodales, aunque se reporta para El Cardón, a 3.590 m.s.n.m. en la cordillera Oriental, un patrón unimodal de la precipitación (Rangel, 1989).

En el caso particular del departamento de Boyacá, los estudios climáticos en los páramos no cuentan con suficientes registros meteorológicos, a pesar de lo cual hay criterios que demuestran que los suelos se forman, en la mayor parte de la alta montaña, en condiciones que varían desde climas muy húmedos hasta húmedos. El mapa de suelos del departamento no tiene unidades en áreas secas. Es posible que en la franja del subpáramo (3.000 a 3.500 metros de altitud) se presenten sectores de escasa precipitación pluvial; en los cuales ocurre el régimen ústico en la sección control de la humedad del suelo.

Bajo las condiciones de precipitación imperantes se presenta un volumen alto de agua efectiva para que se produzca la alteración química de los minerales en un tiempo corto, pero a causa de las bajas temperaturas las reacciones químicas son lentas para establecer los equilibrios químicos en el suelo. Sin embargo, cuando hay cenizas volcánicas ocurre alteración considerable de los minerales más susceptibles a la alteración y hay formación de alofana.

Generalizando, la temperatura promedia anual es inferior a 10ºC en los sectores por debajo de los 3600 m.s.n.m. y a 8ºC en aquéllos por encima de esa altitud. La evapotranspiración real es baja, mientras que la humedad relativa es variable y de carácter estacional (máxima en época de lluvias y mínima en las estaciones secas); hay alfa incidencia de la radiación ultravioleta, luminosidad variable con alta intensidad y presencia de abundante luz difusa; los vientos son variables y de distinta intensidad, aunque son fuertes en las áreas expuestas.

La vegetación

La vegetación como factor activo de formación de suelos de páramo es muy variada y particular. Rangel (1989) anota que los tipos más frecuentes son los matorrales, (vegetación de tipo arbustivo) de Hypericum laricifolium, de Pentacalia vernicosa, de tinifolia y de Loricaria colombiana; se establecen desde el páramo bajo hasta el superpáramo.

Los pastizales (vegetación herbácea dominada por gramíneas) aparecen desde el páramo hasta el superpáramo y son abundantes en Calamagrostis effusa y Agrostis tolucensis, en la cordillera Oriental.

Los frailejonales (rosetas de Espeletia) han sido registrados desde el subpáramo hasta los límites del superpáramo con las nieves perpetuas; en la cordillera Oriental hay una gama de comunidades, siendo las más frecuentes Espeletia grandifolia, Espeletia lópezzi y Espeletia phaneracthys.

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Los prados (predominio del estrato rasante o, en. algunos casos, con estrato herbáceo pobre en cobertura) incluyen los cojines o colchones de plantas que crecen sobre cubetas, lagunas y lagunetas, como los tremendales de Plantago rígida, de Azorella crenata, de Distichia muscoides y de Werneria humilis.

La evolución de la materia orgánica, proveniente de la vegetación descrita, se encuentra muy restringida por las temperaturas bajas que aletargan la actividad microbial por lo que la humificación y la mineralización de los restos orgánicos se verifican en forma muy lenta; esto hace que la materia orgánica tienda a acumularse parcialmente descompuesta y que esté conformada por sustancias húmicas de baja polimerización y escaso vínculo con los coloides inorgánicos; en esta forma se generan horizontes superficiales espesos de color negro o de tonos muy oscuros (Pulido, 1988).

La edafofauna

Al tratar el tema de los organismos como factor formador de los suelos, no puede dejar de mencionarse la edafofauna, en sus niveles micro, meso y macro, de la cual se conoce muy poco en el caso de los suelos de páramos. Ya se anotó que la acción de los microorganismos, tan fundamental en los procesos de mineralización y humificación, es muy baja por las condiciones ecológicas adversas del páramo. En el caso de los organismos de tamaño más grande, los estudios de Chamorro (1989) señalan que la mayor población se registra en los horizontes O; los taxa principales y típicos de los suelos de alta montaña son Enchytreidae, Lumbricidae, Collembola, Coleoptera, Diptera y Arachnida. Las lombrices de tierra constituyen la mayor biomasa en estos suelos.

Los cambios drásticos sean estos naturales u ocasionados por el hombre (quemas, pastoreo, actividad agrícola) inciden negativamente sobre el componente biótico del suelo. (Chamorro, op. cit.) y, por lo tanto, sobre su proceso evolutivo y en su estado de conservación. A este respecto vale la pena resaltar que los organismos del suelo no sólo son parte esencial de él, sino que juegan un papel fundamental en su formación. Sin duda los procesos más importantes durante la edafogénesis son la captura de energía y substancias a través de la fotosíntesis, el proceso contrario o sea la descomposición de la hojarasca, el intercambio de nutrientes y la formación de complejos orgánico-minerales. El reordenamiento de los materiales del suelo por plantas y animales, la absorción de nutrientes por la biota, la respiración, la fijación de nitrógeno, la acción de las micorrizas en la captura de nutrientes, etc. son otras de las acciones ejecutadas por los organismos del suelo que repercuten en su morfología, en las propiedades físicas y en las concentraciones de sustancias orgánicas y de nutrientes.

El relieve

El relieve montañoso contribuye notablemente en la génesis, la evolución y la distribución espacial de los suelos de páramos; es un elemento condicionante y determinante de la

104 circulación de los vientos, las variaciones de calor, los niveles de condensación, la distribución de las lluvias, la circulación de la energía y el flujo de agua, todo lo cual afecta, en mayor o menor medida, la naturaleza de los suelos. Pero, adicionalmente, las formas de la tierra, el tipo de modelado del relieve y las clases de pendiente determinan el drenaje, la profundidad efectiva y el grado de evolución de los suelos.

Las regiones paramunas en la cordillera Oriental muestran, desde el punto de vista geomorfológico (morfografía, morfogénesis y morfocronología) rasgos comunes. En ellas hay huellas de glaciación, vulcanismo y movimientos en masa.

Las formas de la tierra que prevalecen en el superpáramo y en el páramo propiamente dicho están estrechamente relacionadas con los fenómenos glaciares y periglaciares que tuvieron lugar en el pasado y con procesos actuales de modelado del relieve. Los suelos que se han desarrollado en cada una de las formas del terreno tienen características análogas que facilitan extrapolar los resultados de su observación y análisis de una región a otra.

Las principales formas del terreno de acuerdo al IGAC (1988) son:

— Crestas de gelifracción. Zonas escarpadas en las que predominan los afloramientos rocosos. Los suelos, en los sectores en que aparecen, son superficiales y poco evolucionados. (Cryumbrepts y Cryorthents líticos); en algunos "resaltos" o peldaños se depositaron y conservaron las cenizas volcánicas por lo que hay suelos del orden Andisol moderadamente profundos.

— Climas de gelifracción. Corresponden estas formas a las partes culminantes de las vertientes aledañas a las crestas; probablemente fueron sometidas a la acción del casquete glaciar por lo que el relieve es de pendientes muy pronunciadas. Como en el caso anterior, los suelos tienen poco desarrollo, escasa profundidad efectiva y en algunos sectores hay cenizas volcánicas (Cryumbrepts, Melanudands, Cryaquands).

— Laderas y derrubios de gelifracción. Son áreas en las que se presentan mantos de material detrítico de espesor variable por lo que los suelos, además de ser superficiales y poco evolucionados, tienen abundante piedra en el perfil, a menos que haya cenizas volcánicas (Cryumbrepts y Cryorthents ándicos y típicos).

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Suelos escarpados. Güina Belén (Foto Orlando Rangel)

Humedal. Las Cruces. Santa Rosa. (Foto Pedro Reyes)

— Morrenas. Son depósitos de origen glaciar, constituidos por materiales heterométricos de diferente composición litológica y, en alguna frecuencia, aparecen sepultados por mantos de cenizas volcánicas o por material de derrubio. El relieve es ligeramente ondulado, en sectores interrumpido por depresiones lagunares. Los suelos son bien drenados, poco evolucionados y superficiales (Cryumbrepts ándicos y énticos).

— Depresiones. Corresponden a sectores de relieve plano cóncavo ocupados por lagunas o por depósitos de materiales orgánicos por lo que los suelos pertenecen al orden de los Histosoles (Cryohemists, Cryosaprist, Cryoflbrist). Esta denominación agrupa también los vallecitos aluviales de fondo plano en los cuales hay suelos minerales, generalmente de drenaje pobre y de escaso desarrollo (Tropaquents, Tropaquepts, Fluvaquents, Tropofluvents).

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— Laderas de denudación. Están constituidas por diversos materiales, labrados por diferentes procesos propios del medio periglaciar. El relieve oscila desde ligeramente quebrado hasta escarpado y presenta mantos de cenizas volcánicas de diferente espesor.

Los suelos desarrollados en la zona de ladera presentan, en general, un mayor desarrollo genético y un horizonte grueso y muy rico, en materia orgánica; son profundos particularmente cuando están ubicados en pendientes suaves y/o el material parental está constituido por material piroclástico (Humitropepts, Dystropepts, Melanodudands, Troporthents).

Los materiales parentales2

Como se anotó, el material parental ha desempeñado un papel muy importante en la génesis y la evolución de los suelos de páramo, a pesar de que se lo considera como un factor pasivo en el proceso edafogenético.

En los páramos de Boyacá, además de los materiales geológicos aflorantes de edad cretácica (shale negro, arenisca, caliza, limolitas, liditas) hay áreas extensas cuyos materiales parentales son los depósitos glaciares que conforman las morrenas y los derrubios de gelifracción; hay capas orgánicas en las depresiones (antiguos lechos lacustres) y sedimentos aluviales en las partes bajas de los valles intramontanos que cortan el paisaje paramuno; en algunos sectores los sedimentos son de origen fluvio-glaciar.

A los materiales anteriores hay que agregar mantos de diferente grosor de cenizas volcánicas que dan origen a suelos del orden Andisol y a integrados ándicos de los Inceptisoles.

Principales procesos en la edafogenesis

La acción de los factores de formación analizados desencadena una serie de procesos generales de ganancias, pérdidas, transformaciones y transferencias, siendo las tres primeras las que más han contribuido, en los páramos, a la diferenciación de los horizontes y a la evolución de los suelos. Adicionalmente tienen lugar procesos específicos como el de pardificación (transformaciones de hierro, colores pardo a pardo amarillentos, síntesis de minerales arcillosos y horizontes B de alteración) (Pulido, 1988).

Otro proceso específico es el de andolización que produce alofana (aluminosilicato amorfo, coloidal, anfótero y muy electronegativo) que le confiere características particulares a los suelos de páramo derivados de cenizas volcánicas (horizonte A gruesos y

2 Materiales a partir de los cuales se forman los suelos. 107 ricos en materia orgánica, horizonte B de alteración moderada, colores pardo amarillentos y baja densidad aparente).

En áreas depresionales ocurre el fenómeno de paludización o acumulación de materiales orgánicos para la formación de Histosoles; la melanización (oscurecimiento de los materiales edáficos a causa de sustancias húmicas) es un proceso muy evidente en los suelos de páramo. En algunos sectores también se observan fenómenos de óxido- reducción.

El mapa de suelos en la region paramuna boyacense

El mapa de suelos del departamento de Boyacá (IGAC, 1982) indica que de las 2‘318.900 hectáreas que conforman su territorio, 505.120 hectáreas (22%) corresponden a los suelos ubicados por encima de los 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar.

La mayor extensión del paisaje paramuno en Boyacá se encuentra en el sector norte y noroccidental, en una franja que se extiende desde los páramos denominados Cortadero y Las Alfombras, al oeste de Toca y al sur de la laguna de Tota, hasta la Sierra Nevada del Cocuy, pasando por los municipios de Aquitania, Tota, el páramo de Pisba, el Alto El Pelado, El Cocuy, Güicán, Chiscas y El Espino.

Al occidente del departamento se encuentran los páramos de Saboyá y Marchán; en la región central las zonas altas de Teatinos, Iguaque, Cómbita y , páramo Chontales, Alto Lamedero, Cerinza, Belén, Tutasá y Sativanorte. Gran parte de estas regiones corresponden al subpáramo y, en algunos sectores, alcanzan a presentar características del páramo propiamente dicho.

Los suelos de la alta montaña fueron delimitados, en el mapa del departamento a escala 1:400.000, en unidades que están ubicadas en la faja altitudinal comprendida entre los 3.000 y los 3.600 m.s.n.m. y los suelos que superan este límite altitudinal extendiéndose hasta el límite con las nieves perpetuas o transitorias. Es importante anotar que el patrón de distribución de los suelos, en cada uno de estos cinturones térmicos, obedece principalmente a los distintos tipos de relieve y formas de la tierra, así como a la variedad de materiales parentales y a las diferencias climáticas existentes en la región.

Suelos entre 3.000 y 3.600 m.s.n.m. (subpáramo)

— De clima muy frío y muy húmedo

Se han desarrollado principalmente en laderas de denudación de relieve quebrado y con erosión ligera; son moderadamente profundos, moderadamente evolucionados, con altos contenidos de materia orgánica (Humitropepts), ácidos y con baja saturación de bases

108 intercambiables (Dystropepts). Es común la presencia de suelos superficiales y poco desarrollados (Troporthents).

Extensión de la unidad: 74.880 has. (15% del área total ocupada por el Páramo).

— De clima muy frío húmedo

Los suelos están ubicados generalmente en laderas de denudación de relieve ondulado y quebrado, con síntomas de erosión ligera en algunos sectores. Son de evolución media y ácidos con bajos contenidos de bases intercambiables (Dystropepts); muchos poseen abundante materia orgánica (Humitropepts). Alternando con estas dos clases de suelos hacen su aparición aquellos derivados de cenizas volcánicas (Melanudands y otros Andisoles).

Extensión: 51.840 has. (10%)

Bajo condiciones climáticas húmedas de alta montaña también hay suelos desarrollados en zonas de pie de monte (coluvios, abanicos) que se caracterizan por ser poco evolucionados, bien drenados, moderadamente profundos a superficiales, ácidos y desaturados (Dystropepts, Cryumbrepts y Cryorthents, estos últimos ubicados en el Páramo propiamente dicho).

Extensión: 4.320 has. (1%)

Suelos ubicados a más de 3.600 m.s.n.m. (Páramo y superpáramo)

— De clima muy frío y muy húmedo

Los suelos se distribuyen en las distintas formas de la tierra (cimas, crestas y derrubios de gelifracción, morrenas, laderas y depresiones) y se caracterizan por su pobreza en bases intercambiables, la acidez, la escasa evolución en unos casos (Cryorthents) y el desarrollo moderado en otros (Cryumbrepts); en las depresiones hay suelos con altos contenidos de materia orgánica en diferentes grados de descomposición (Fibrists, Hemists y Saprists) de régimen crítico (temperatura promedio anual del suelo < 8ºC pero mayor que 0ºC). Los suelos en las crestas de gelifracción son superficiales por la presencia de roca cerca a la superficie (Cryumbepts, Cryorthents líticos).

Extensión: 343.920 has. (68%)

Áreas de nieves perpetuas o transitorias

Son las zonas más altas de la Sierra Nevada del Cocuy en las que no hay formación de suelos por la presencia permanente de nieve, por el relieve escarpado que las caracteriza y por la acción estacional de los deshielos.

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Extensión: 30.160 has. (6%)

La vocación de los suelos de páramo

Factores limitantes de orden físico

Tanto las condiciones del suelo (alta susceptibilidad al deterioro, bajos niveles de fertilidad, fuerte acidez, temperatura edáfica baja, pedregosidad, muy alta retención de humedad, escaso desarrollo genético, evolución muy lenta), como las del ambiente exterior (relieve muy quebrado a escarpado en amplios sectores, procesos erosivos, vientos fuertes, temperaturas inferiores a 10ºC, días muy fríos, heladas frecuentes, lloviznas periódicas, alta nubosidad, niebla densa y poca luminosidad) indican que la mayor parte de las tierras de la región paramuna no tienen vocación agropecuaria.

El papel estratégico de las cuencas de alta montaña

Si a las consideraciones anteriores se suma el papel estratégico que desempeñan las cuencas de alta montaña en la regulación del recurso hídrico y en el nacimiento de las fuentes de agua que, convertidas vertiente abajo en caudalosos ríos y quebradas, irrigan los campos y llevan el precioso líquido hasta las grandes ciudades y otras áreas urbanas, entonces no queda duda de que los suelos de páramo son, junto con la cobertura vegetal que sustenta, reguladores importantes e insustituibles del agua, elemento fundamental para el desarrollo de la vida en el planeta.

Consecuencias del deterioro progresivo de los páramos

Además, la experiencia vivida en el país ha demostrado que la destrucción o el simple deterioro de los páramos que se ha producido, cada vez en mayor extensión y con más intensidad, en la última mitad del siglo, ha tenido como consecuencia la disminución de las fuentes de agua en varias regiones del territorio nacional.

El prolongado "apagón" o racionamiento sin antecedentes de la energía eléctrica que tuvo lugar en 1992 y los problemas de abastecimiento de agua que sufren muchos municipios de la Zona Andina colombiana son campanazos de alerta sobre situaciones futuras que pueden llegar a ser aún más críticas.

El problema del agua en Boyacá

En Boyacá hay problemas graves de agua que parecen estar relacionados con síntomas inequívocos de desertificación, con evidencias contundentes de destrucción de los páramos y con el deterioro severo de las cuencas hidrográficas de alta montaña que se caracterizan

110 por su sistema de economía campesina, con sus secuelas de pobreza absoluta y de marginamiento social.

La desaparición de las fuentes de agua o la severa disminución de las mismas, así como la pérdida de calidad del precioso líquido son fenómenos progresivos en el territorio boyacense. Durante el período seco que comenzó en 1989 y terminó con las primeras lluvias de 1994, varios ríos y quebradas se secaron al igual que los aljibes y los pequeños lagos que se han empezado a construir por doquier en el Altiplano Cundiboyacense y sus alrededores. Para dar un ejemplo, en el sector noroccidental del Altiplano, en los municipios de Chiquinquirá y Caldas se secó, por primera vez y durante casi un semestre, el río Chiquinquirá, el cual está formado por las quebradas La Playa, Palmar y Mercadillo, esta última originada en el páramo del mismo nombre, sometido, actualmente, a pastoreo y al cultivo de la papa. El río mencionado es el principal tributario del Suárez que nace en la laguna de Fúquene, cuerno de agua que, dicho sea de paso, ha perdido en tres décadas unas mil hectáreas de extensión. Esta situación dificultó enormemente el abastecimiento de agua de varias poblaciones ubicadas en la cuenca alta del río Suárez, perjudicó la ganadería y causó gran penuria a los campesinos de la región.

Tunja es una ciudad cuyo principal problema es el abastecimiento de agua; las cuencas que están a su alrededor incluyendo la del río Teatinos presentan conflictos severos de uso del suelo y una gran devastación de la vegetación nativa. Chiquinquirá depende del agua que el río Suárez trae de Fúquene y ésta es escasa y de pésima calidad, particularmente durante las épocas secas. A Sogamoso y a otras poblaciones vecinas los acueductos transportan agua desde la laguna de Tota cuya salida del líquido es superior al volumen que recibe. Hay municipios como Caldas en los que durante las sequías prolongadas se queda sin agua para el consumo humano y animal. Los acueductos rurales, en este municipio, cuya fuente de abastecimiento está ubicada en la parte más alta de la vertiente, prestan un servicio esporádico y carecen de plantas de tratamiento, cuando los análisis de laboratorio indican que el agua no es totalmente potable.

Gran parte de la región paramuna en el departamento, especialmente en la zona del subpáramo, ha sido alterada para establecer cultivos de papa y potreros para ganadería extensiva; el uso de plaguicidas en la agricultura contamina las aguas y mata insectos y aves benéficas. La vegetación, esencial para la conservación del agua, se tala y se quema periódicamente; actualmente hay evidencias de que se está cultivando amapola en los páramos, lo que traerá consecuencias desastrosas tanto para la naturaleza, como para el hombre que habita estas regiones.

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Recomendación necesaria

El análisis hecho a través de este artículo refuerza la afirmación que las tierras de páramo deben ser conservadas en su estado prístino para la protección de las aguas que allí nacen. Toda la franja por encima de los 3.200 m.s.n.m. se debe convertir en reserva natural estricta y enérgicamente protegida.

En el caso de la alta montaña el bien común debe prevalecer por encima de los intereses particulares; vale decir que el abastecimiento de agua y la producción de hidroenergía son tareas más importantes e indispensables para la supervivencia del hombre colombiano que la producción de alimentos en los páramos, cuando éstos pueden obtenerse en otras tierras de igual o superior calidad, localizadas en zonas de definida vocación agrícola.

Hay áreas tan desertificadas en Boyacá que, inclusive, la franja entre los 3.000 y los 3.200 m.s.n.m. debería ser protegida y/o recuperada con unes de regulación de los recursos hídricos.

Los páramos deben ser, además, sitios de estudio e investigación. Temas tales como el funcionamiento de los ecosistemas (productividad, redes alimenticias, ciclos de elementos, economía del agua, comportamiento, biología y fisiología de las especies), estudios climáticos, biogeográficos, palinológicos y edafológicos, así como trabajos de zonificación ecológica de los páramos y elaboración de cartografía temática sobre los mismos, son tareas que se deben realizar a la mayor brevedad. Temas tales como el funcionamiento de los ecosistemas (productividad, redes alimenticias, ciclos de elementos, economía del agua, comportamiento, biología y fisiología de las especies), estudios climáticos, biogeográficos, palinológicos y edafológicos, así como trabajos de zonificación ecológica de los páramos y elaboración de cartografía temática sobre los mismos, son tareas que se deben realizar a la mayor brevedad.

El autor hace votos porque se detenga en Boyacá la destrucción de las fuentes de agua, particularmente los páramos, porque es un acto demencial que amenaza la supervivencia de las generaciones presentes y futuras de colombianos. Eliminar la violencia del hombre contra el hombre y la que éste genera contra la naturaleza debe ser el propósito en el que deben empeñar toda su inteligencia y su capacidad de acción las fuerzas vivas del departamento.

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Laguna Ciega. Los Colorados, Belén. (Foto Pedro Reyes Z.)

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STURM H. y O. RANGEL. 1985. Ecología de los páramos andinos. Inst. de Ciencias Naturales. Univ. Nacional de Colombia. Bogotá. D.F. 292 p.

114

COMUNIDADES VEGETALES EN REGIONES PARAMUNAS DEL ALTO ALTIPLANO CUNDIBOYACENSE

Paramo del Vasto, Vía San José de la Montaña. Belén, Boyaca.

RESUMEN

La revisión de la literatura pertinente permitió la identificación de 117 comunidades vegetales que se presentan en localidades paramunas del Altiplano Cundinoboyacense.

En la región de Sumapaz se encontraron registros de 48 fitocenosis distribuidas así: 4 comunidades acuáticas, 19 de pantano, 10 de matorrales, 6 de prados, 2 de bosques achaparrados y 7 de bosques bien desarrollados.

Las unidades fisionómicas grandes de vegetación comprenden:

1. Frailejonales dominados por Espeletia grandiflora

2. Frailejonales dominados por Espeletia sumapacis

3. Chuscales dominados por Chusquea tessellata

4. Matorrales con especies de Hypericum, particularmente Hypericum Iaricifolium

5. Matorrales dominados por especies de Diplostephium

Para los páramos de Boyacá se encontraron registros de 67 comunidades distribuidas así: 13 acuáticas, 17 de pantano, 15 de matorrales, 7 de prados, 2 de pajonales, 11 de frailejonales y 4 de bosques bien desarrollados.

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En la Sierra Nevada del Cocuy las unidades mayores de vegetación comprenden: a. Frailejonales con dominio de Espeletia lopezii b. Frailejonales con Espeletiopss colombiana

c. Matorrales en los cuales la especie más importante es Arcytophyllum nitidum, particularmente en la vertiente seca.

c. Matorrales en los cuales la especie más importante es Arcytophyllum nitidum, particularmente en la vertiente seca.

Se destacaron 23 sintaxa entre alianzas y asociaciones cuya vegetación cubre en su área de distribución las dos grandes regiones estudiadas.

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J. Orlando Rangel Ch1

Petter Lowy C.(1)

Antoine M. Cleef 2

La mayoría de la información compilada se basó en las contribuciones de Cleef, A.M. (1981), Cleef & Rangel (1984), Sturm & Rangel (1985), Sánchez & Rangel (1990), Rangel & Aguirre (1985), Rangel (1991) y Rangel & Sturm (1994).

Presentación

En Colombia se denominan ambientes de alta montaña a los comprendidos entre 3.000 m y los límites de las nieves perpetuas. La historia evolutiva y el poblamiento de estos ambientes están muy ligadas a los procesos orogénicos asociados con el levantamiento de la parte norte de la cordillera de los Andes. La conexión norte-sur entre las dos Américas mediante el istmo de Panamá favoreció el paso de inmigrantes en sentido norte-sur y viceversa.

La composición florística de la vegetación que se establece cerca al límite superior de la región Andina en cualquiera de nuestras cordilleras depende claramente de la localidad geográfica y de la influencia de factores abióticos (clima, suelo, subsuelo, inclinación, exposición) y de factores biogeográficos (históricos) y antropogénicos; la relación conjunta de estos factores se manifiesta en un variado mosaico de fitocenosis y en consecuencia de ecosistemas.

En la región de la alta montaña (idealmente) se consideran dos zonas básicas, la franja altoandina que pertenece a la región de vida andina, entre 3.000 y 3.400 m y la región paramuna por encima de 3.500 hasta 4.600 ó 4.800 m.

La franja altoandina engloba las formaciones con vegetación arbórea del límite superior de la región Andina y los bosquecitos y matorrales de la zona de confluencia entre las dos zonas. Cleef (1981) con base en características del suelo, del clima y en los tipos de crecimiento de los elementos dominantes, propuso la división de la región paramuna en las franjas baja, media o páramo propiamente dicho y alta. En términos generales, la división comprende:

1 Instituto de Ciencias Naturales, U. Nacional de Colombia. 2 Hugo de Vries-Laboratorium, U. de Amsterdam (Holanda).

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Subpáramo (páramo bajo): Franja que sigue a la ocupada por la vegetación arbórea de la región andina, sus límites altitudinales en la mayoría de las veces varían desde 3.200 hasta 3.600 m. Se caracteriza por el predominio de la vegetación arbustiva, con elementos florísticos de la familia Compositae.Franja que sigue a la ocupada por la vegetación arbórea de la región andina, sus límites altitudinales en la mayoría de las veces varían desde 3.200 hasta 3.600 m. Se caracteriza por el predominio de la vegetación arbustiva, con elementos florísticos de la familia Compositae.

Páramo propiamente dicho: Páramo de gramíneas, sus límites se extienden entre 3.200(3.600 m) hasta 4.100 m. En la vegetación dominan los pastizales y los frailejonales. Páramo de gramíneas, sus límites se extienden entre 3.200(3.600 m) hasta 4.100 m. En la vegetación dominan los pastizales y los frailejonales.

Superpáramo: Franja situada por encima de 4.100 m, llega hasta el límite inferior de las nieves perpetuas, se caracteriza por la discontinuidad de la vegetación y la apreciable superficie de suelo desnudo.: Franja situada por encima de 4.100 m, llega hasta el límite inferior de las nieves perpetuas, se caracteriza por la discontinuidad de la vegetación y la apreciable superficie de suelo desnudo.

El arreglo estructural o aspecto fisionómico de las comunidades vegetales varía a lo largo del gradiente altitudinal en la alta montaña, comprende desde bosques inclusive selvas pluriestratificadas, hasta comunidades rasantes en el límite con las nieves perpetuas. En la medida en que se incrementa la altitud, la complejidad estructural se reduce e igualmente disminuye la diversidad florística. En la franja altoandina, las comunidades incluyen selvas con dos estratos arbóreos y sotobosque denso, como las comunidades dominadas por Weinmannia rollotii y Weinmannia balbisiana en la cordillera Oriental. Bosques con elementos hasta de 20 m de altura, como los robledales de Quercus humboldtii en las tres cordilleras colombianas y las comunidades dominadas por Drimys granadensis. En la región paramuna se presenta un tipo de vegetación que rompe la armonía del paisaje, son los bosques con especies de Polylepis (Rosaceae) que crecen sobre derrubios y rocas en áreas con evidencia de la acción fluvioglaciar.

Matorrales: Vegetación arbustiva, con predominio de elementos leñosos. Se establecen desde el páramo bajo hasta el superpáramo; entre las comunidades más ampliamente distribuidas se encuentran, las de Hypericum laricifolium (cordilleras Central, Oriental y Occidental), de Pentacalia vernicosa (cordillera Oriental y Central) de Ageratina tinfolia (cordilleras Oriental y Central). Vegetación arbustiva, con predominio de elementos leñosos. Se establecen desde el páramo bajo hasta el superpáramo; entre las comunidades más ampliamente distribuidas se encuentran, las de Hypericum laricifolium (cordilleras Central, Oriental y Occidental), de Pentacalia vernicosa (cordillera Oriental y Central) de Ageratina tinfolia (cordilleras Oriental y Central).

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Pajonales: Vegetación herbácea dominada por gramíneas en macollas. Se encuentran desde el páramo propiamente dicho hasta el superpáramo. Entre las comunidades mejor representadas en cuanto a área de distribución, figuran las de Calamagrostis effusa (cordilleras Central, Oriental y Occidental), de Calarnagrostis recta (cordillera Central) y de Agrostis tolucensis (cordillera Oriental).

Frailejonales: Vegetación con un estrato arbustivo emergente conformado por la rosetas de Espeletia. Se le registra desde el páramo bajo hasta los límites entre el superpáramo y las nieves perpetuas; preferentemente logran su mayor representatividad en el páramo propiamente dicho. En la cordillera Oriental colombiana hay una gama amplia de comunidades dominadas por especies de Espeletia, los más comunes son los frailejonales con Espeletia grandiflora, Espeletia lopezii y Espeletia phaneractis.

Prados: Vegetación con predominio del estrato rasante o en algunos casos con un estrato herbáceo pobre en cobertura. Dentro de esta categoría se pueden incluir los cojines o colchones de plantas que crecen sobre cubetas, lagunas y lagunetas como los tremedales de Plantago rigida (cordilleras Central, Oriental y Occidental), Azorella crenata (cordillera Central y Oriental), Distichia rnuscoides (cordillera Central y Oriental), y de Werneria humilis (cordillera Central y Oriental).

El arreglo sintaxonómico global de la vegetación paramuna de Colombia no se ha concluido; después de la contribución clásica de Cuatrecasas (1934), han aparecido aproximaciones regionales como la ordenación de la vegetación de sectores de la cordillera Central (Salamanca et al., 1991), del Macizo colombiano (Duque & Rangel, 1989). La vegetación paramuna de la Sierra Nevada de Santa Marta ha recibido tratamiento fitosociológico satisfactorio (Cleef& Rangel, 1984; Sturm & Rangel, 1985). Para la cordillera Oriental se cuenta con la contribución de Lozano & Schnetter (1976) para el páramo de Cruz Verde (Cundinamarca); Vargas & Zuluaga (1985) en el páramo de Monserrate y Franco et al. (1986) en Chingaza.

El estudio de la vegetación que se establece sobre cubetas terrizadas, pantano y turberas de la cordillera Oriental está relativamente bien documentado con las contribuciones de Cleef (1981) y de Sánchez & Rangel (1990)

En esta presentación se trata de ordenar, completar y uniformizar la información sobre los tipos de vegetación en las regiones paramunas del altiplano cundinoboyacense, con especial referencia a la región del Sumapaz (figura 1), La Sierra Nevada del Cocuy, el páramo de la Rusia y el páramo de la Sama (alrededores del lago de Tota, figura 2).

El ordenamiento de la información sigue los lineamientos metodológicos del programa Ecoandes (Cleef & Rangel. 1984; Cleefet al., 1984)

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La ubicación de las comunidades del páramo de Sumapaz se referencian en la figura 1. La localización de otras regiones se muestran en la figura 2.

Vegetación azonal

Se establece en charcas, lagunas, lagunetas y en áreas pantanosas; depende para su perpetuación de un suministro extra de agua. Se diferencian varias categorías.

Vegetación de pantano

PARAMO (>3.400, OCASIONALMENTE 3.200 M)

SUMAPAZ

1. Comunidad de Carex jamesonii

Fisionomía-composición

Vegetación de pantano dominado por Carex jamesonii. Otras especies acompañantes son Lachemilla mandoniana, Calamagrostis effusa, Pernetlya prostrata y Blechnum loxense.

Ecología-distribución

La comunidad se establece en zonas pantanosas desde 3.200 m hasta 3.500 m. También es común en otras áreas paramunas de la cordillera Oriental.

2. Comunidad de Carex pichinchensis (=Caricetum pichinchensis Cleef, 1981)

Fisionomía-composición

Vegetación de pantano de tipo pajonal consistente en dos estratos, uno dominado por Carex pichinchensis de una cobertura de 60-100%, en general pobre en especies y el otro con hierbas y briófltos rico en especies. Entre las especies acompañantes se encuentran a Valeriana plantaginea, Symphyogyna sinuata, Lachemilla mandoniana, Ranunculus flagelliformis, Nertera granadensis y Senecio subruncinnatus

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Ecología-distribución

Solamente se le conoce en los páramos húmedos de la cordillera Oriental (como en Chingaza); en el páramo de Sumapaz es común entre 3.400 y 3.800 m, en los bordes de las quebradas, lagunas y lagunetas.

3. Geranio confertae-Calamagrostietum ligulatae Cleef, 1981

Fisionomía-composición

Vegetación de tipo pajonal bajo, dominado por especies de Gramíneas que alcanzan hasta 50 cm de altura. En el estrato inferior dominan los musgos y pequeñas hierbas. Son especies características importantes Calamagrostis ligulata y Cerastium imbricatum. Otras especies acompañantes son Montia meridensis, Draba sericea, Geranium confertum y Lupinus cf verjonensis, Breutelia allionii, Breutelia chrysea, Campylopus campyfolius y Bryum laevigatum.

Ecología-distribución

Es propia de áreas fangosas, pantanosas del páramo en la cordillera Oriental. En el Nevado del Sumapaz se encontró entre 3.400 y 3.900 m.

4. Comunidad de Campylopus cavifolius

Fisionomía-composición

Turbera dominada por Campylopus cavifolius. Son frecuentes otros elementos de amplia distribución en la vegetación del páramo como Pernettya prostrata, Riccardia sp., Anastrophyllum leucocephalum y Lepidozia macrocolea.

Distribución

Se conoce de los páramos del sur de la cordillera Oriental (Sumapaz) entre 3.400 y 3.650 m.

5. Comunidad de Equisetum bogotense

Fisionomía-composición

Vegetación de áreas muy húmedas hasta pantanosas. En ocasiones la especie dominante forma tapetes densos. Otras especies acompañantes son Rhynchospora sp. y Eleocharis acicularis.

Distribución

Río Lagunillas (Sierra Nevada del Cocuy); Nevado de Sumapaz a 3.450 m.

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6. Comunidad de Carex pichinchensis y Polytrichum commune

Fisionomía-composición

Vegetación de pantano caracterizada por una capa de musgos de 10-20 cm de altura. La especie característica es Polytrichum commune, otras especies acompañantes son Sphagnum magellanicum, Arcytophyllum muticum, Hypericum prostraturn, Geranium subnudicaule, Calamagrostis bogotensis y Paspalum bonplandianum

Ecología-distribución

La comunidad se establece en las orillas de los lagos y quebradas y en zonas con alta humedad en el sustrato. Se le registró en el páramo de Sumapaz a 3.520 m y en el páramo de Chingaza.

Figura 1. Comunidades vegetales presentes en el Parque Nacional Natural Sumapaz.

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Comunidades vegetales presentes en la región del Sumapaz

1. Comunidad de

2. Comunidad de Carexjamesonii

3. Comunidad de Carexpichinchensis (=Caricetum pichinchensis Cleef, 1981)

4. Geranio confertae-Calamagrostietum ligulatae Cleef, 1981

5. Comunidad de Cwnpylopus cavifolius Comunidad de Cwnpylopus cavifolius

6. Comunidad Calamagrostis ligulata, Drepanocladus aduncus y Calliergonella cuspidata

7. Comunidad de Equisetum bogotense

8. Comunidad de Carex pichinchensis y Polytrichum commune

9. Comunidad de Carex acutata

10.Lupino alopecuroides-Mimuletum glabratae Cleef, 1981

11.Comunidad de Calamagrostis ligulata y Montia fontana

12.Comunidad de Breutelia lorentzii

13.Comunidad de Sphagnum cyclophyllum

14.Comunidad de Calamagrostis Iigulata-Sphagnum sancto-josephense

15.Comunidad de Sphagnum magelianicum y Werneria humilis

16.Comunidad de Plantago rigida y Sphagnum cf. magellanicum

17.Comunidad de Sphagnum magellanicum y Chusquea tessellata

18.Lysipomio-Diplostephietum revolutii Sanchez & Rangel, 1990.

19.Muhlembergiio-Plantaginetum rigidae

20.Comunidad de Chusquea tessellata-especies de Sphzagnum y Breutelia karsteniana

21.Comunidad de Calamagrostis liguiata y BreuteLia allioniii

22.zorelletum multifidae Cleef, 1981

23.Comunidad de Potamogeton berteroanus y Scorpidium scorpioides

24.Comunidad de Depranocladus revolvens

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25.Isoetetum karstenii Cleef, 1981

26.Isoetetum sociae Cleef, 1988

27.Isoetetum cleefii Cleef, 1981

28.Comunidad de Limosella australis

29.Hydrocotylo ranunculoides-Myriophylletum quitensis Cleef, 1981

30.Dendrocryphaeo latifoliae-Platyhypnidietum riparioides

31.Nitellion clavatae - flexilis Rangel & Aguirre, 1983

32.Isoetetum glacialis Cleef, 1981

33.Selva de Weinmannia microphylla, Clusia cf. multiflora y Neuroiepis aperta.

34.Bosque de Weinmannia microphylla. Weinmannia rollotii y Neurolepis aperta.

35.Comunidad de Myrica dependens; Buddleria Iindenii y Miconia sp. (hoja ferruginosa).

36.Comunidad de Miconia cf salicif’olia-Oreopanax sp y Diplosthephium tenutfoiium.

37.Comunidad de Miconia cleefii y Baccharis rnacrantha.

38.Comunidad de Clusia multiflora- Ternstroemia cf camelliaefolia y Schefflera sp.

39.Comunidad de Clethra cf. Fagifolia-Clusia minor.

40.Comunidad de Ternstroemia cf. camelliaefolia y especies de Clusia y de Schefflera

41.Pentacalietum reissiani (= Senecionetum reissiani Cleef, 1981)

42.Comunidad de Diplostephium alveolaturn

43.Comunidad de Arcytophyllum nitidum

44.Comunidad de Cortaderia sericantha y Arcytophyllum caracasani (Cortaderio sericanthae-Arcytophylletum caracasani Cleef,1981)

45.Comunidad de Draba sericea

46.Hypericetum laricifolii Cleef, 1981 (Matorral de Hypericum larioctfolium)

47.Comunidad de Hypericum juniperinum

48.Comunidad de Diplostephium juajibioyi

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49.Comunidad de Rhacocarpus purpuracens y Racomitrium crispulum

50.Comunidad de Senecio niveo-aureus y Erythrophyllopsis andina

51 Comunidad de Chusquea tessellata-Espeletia grandiflora y Calamagrotis effusa

52.Matorrales altos de Valeriana arborea y Gynoxys hirsutissima

53.Bosques bajos de Escallonia myrtilloides

54.Comunidad de Baccharis revoluta y Cortaderia cf intida

55.Comunidad de Chusquea tessellata-Espeletia grandiflora y Calamagrostis effusa

56.Comunidad de Senecio canescens y Calamagrostis effusa

57.Comunidad de Senecio niveo-aureus y Lazula gigantea

58.Comunidad de Senecio niveo-aureus

59.Comunidad de Valeriana plantaginea y Racomitrium crispulum

60.Pentacalietum nitidi Cleef, 1981

61.Comunidad de Senecio summus

Rosetal con Puya santosii; al fondo matorral con Hypericum laricifolium y Compositae. Cruz Verde, 3400 m. (Foto Orlando Rangel).

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Frailejonal con Espeletia congestiflora en sitios antiguamente cultivados. Páramo de La Rusia, 3600 m. (Foto Orlando Rangel).

Aspectos del interior de un bosquecito alto-andino, dominado por especies de Compositae. Páramo de Chizacá. 3.700 m. (Foto Orlando Rangel).

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Prado con Lachemilla orbiculata. Alrededores de la laguna de Chisacá, región de Sumapaz. 3.600 m. (Foto Orlando Rangel).

7. Lupino alopecuroides. Mimuletum glabratae Cleef, 1981

Fisionomía – composición

Vegetación herbácea con dos estratos, en el superior con individuos que alcanzan hasta 150 cm y una cobertura del 75 al 100% domina Lupinus alopecuroides, en el estrato inferior predominan los briófitos con una cobertura del 30 al 100%. Otras especies características son Mimulus glabratus, Calceolaria mexicana, Anomobryum plicatum, Senecio niveo – aureus, Calamagrostis ligulata, Ranunculus glagelliformis y especies de Brachythecium y de Bryum (briófitos).

Ecología – distribución:

La asociación con diversas especies de habito hidrofítico es propia de páramos húmedos como Sumapaz. Se establece entre 3.500-4.000 , en hondonadas pantanosas; en la Sierra Nevada del Cocouy a 4.000 m y en el páramo de Pisva a 3.480m.

8. Comunidad de Breutelia lorentzii

Fisionomía – composición

Tapete de musgos y fanerógamas que cubren áreas húmedas y con buena cantidad de agua en el sustrato. Son especies importantes Breutrelia lorentzii y Rhacocarpus purpurascens, acompañadas de Ourisia muscosa y Brachiolejeunea securifolia.

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Distribución

Se establece en la zona superior de condensación del Nevado de Sumapaz entre 3.700 y 4.000m.

9. Comunidad de Sphagnum cyclophyllum

Fisionomía – composición

Vegetación de charcas y corrientes de agua; Sphagnum cyclophyllum es la especie dominante y cuando se encuentra en zonas de corrientes de agua lentas aparece como especie acompañante Isoetes novo- granatensis.

Distribución

Solo se ha registrado en las zonas altas de los páramos de Guantiva y de Sumapaz entre 3.800 y 3.900 m.

10. Comunidad de Calamagrostis ligulata- Sphagbum sancto-josephense

Fisionomía – composición

Comunidad de zonas pantanosas, con 2 estratos; el inferior está conformado por Sphagnum sancto-josephense, Sphagnum magellanicum y Pleurozium schreberi y en el superior domina Calamagrostis ligulata acompañada por especies de Carex.

Distribución

Se le conoce de los páramos del sur de la cordillera Oriental como en la laguna Primavera a 3.530 m en el páramo de Sumapaz.

11. Comunidad de Sphagnum magellanicum y Werneria humilis

Fisionomía – composición

Prado con plantas que crecen a manera de tapetes, entre las especies asociadas figuran Gentiana sedifolia, Carex tristicha, Diplostephium revolutum, Breutelia karsteniana y Pernettya prostrata.

Distribución

Se establece en la región del Sumapaz en los alrededores de la laguna de Chisacá.

12. Comunidad de Plantago rigida y Sphagnum cf. Magellanicum

Fisionomia – composición

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Tapetes rígidos dominados por Plantago rigida, entre las especies acompañantes se encuentran a Werneria humilis, Eryngium humile, Diplostephium revolutum, Carex pichinchensis y Colobanthus quítense.

Ecología – districuión

Los cojines son de amplía distribución en la región del Sumapaz; en los páramos del norte de Belén (Boyacá) y se establecen en hondonadas y cubetas terrizadas, muy húmedas.

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13. Comunidad de Sphgnum magellanicum y Chusquea tessellata

Fisionomía – composición

Chuscal con un tapete homogéneo de briófitos en donde dominan especies de Sphagnum, particularmente Sphagnum magellanicum.

Ecologia – distribución

En los sitios con esta vegetación el sustrato es ácido con pocos nutrientes. Se encuentra también en charcas y orillas de lagunas de la Sierra Necada del Cocuy.

14. Diplostephion Revoluti Rangel & Sánchez, 1990

Fisionomia – composición

Comprende vegetación de tipo matorral y de tipo prado. En el estrato arbustivo figuran como dominantes Puya goudotiana, Chusquea tessellata,, Aragoa corrugatifolia y Diplostephium revolutum. El estrato rasante domina en cobertura, se destacan las especies de Spahgnum y Breutelia, acompañadas por Lysipomia shagnophila, Callitriche nubigenia, Muhlembergia cleefii y Plantago rigida.

Distribución

Vegetación de este tipo se encontró en el páramo de Chisacá en los pantanos del sector de Santa Rosa, laguna los , laguna la Garza, laguna la Redonda y laguna de Chisacá.

Esta alianza reúne las asociaciones Lysipomio – Diplostephietum revoluti Sanchez & Rangel, 1990 y Muhlenbergio- Plantaginetum rigidae Sanchez & Rangel, 1990.

15. Lysipomio – Diplostephietum revoluti Sanchez & Rangel, 1990.

Fisionomía – composición

Esta asociación comprende vegetación de tipo matorral y de tipo prado. En el estrato arbustivo figuran como dominantes Puya goudotiana, Chusquea tessellata, Aragoa corrugatifolia y Diplostephium revolutum. En el estrato rasante dominan Carex pichinchensis, Calamagrostis effusa, Puya santosii y Festuca dolichophylla.

Distribución

Se le encontró en el páramo de Chisacá en los pantanos del sector de Santa Rosa a 3.400 m. Cleef (1981)se refirió a los matorrales del Diplostephieum revoluti.

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16. Muhlembergiio – Plantaginetum rigidae

Fisionomia – composición

Vegetación tipo prado, en el estrato arbustivo ocasionalmente se encuentran Chusquea tessellata y Pentacalia vaccinioides. En el estrato herbáceo Carex pichinchensis domina ampliamente, acompañado por Valeriana longifolia, Calamagrostis intermedia, Calamagrostis effusa y Festuca dolichophylla.

Ecologia – distribución

Se establece en el páramo de Chisacá en valles lacustres-glaciares, en sitios con pendientes entre 0° y 3° como las turberas circundantes a la laguna de Las Garzas, laguna Redonda y en las lagunas del norte de lo Tunjos por el valle que desciende hacia «La Regadera».

BOYACA

17. Carici peucophilae-Wernerietum crassae Cleef, 1981

Fisionomía – composición

Prado en donde dominan Werneria crassa ssp. Orientalis y Carex peucophila. Otras especies acompañantes son Ditrichum gracile y Oritrophium limnophilum ssp. Mutisianum.

Distribución

En la Sierra Nevada del Cocuy entre 4.125 y 4.415 m. También se encontró en la laguna de Tota y el páramo El Almorzadero entre 3.400 y 3.850m.

18. Comunidad de Carex acutata

Fisionomía – composición

Vegetación con dos estratos en el superio domina Carex acutata y en el inferior Symphogyna sinuata. Este tipo de vegetación es pobre en especies.

Ecología – distribución

La comunidad se presenta como transcición entre las comunidades de aguas corrientes y comunidadaes de pantano en cercanías de lagunas y lagunetas. En la Sierra nevada del Cocouy y una localidad típica como la laguna de La Primavera a 3.525 m en el páramo de Sumapaz.

19. Comunidad de Ageratina tinifolia

Fisionomía – composición

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Además de la especie dominante Ageratina tinifolia, aparecen como asociadas Baccharis prunifolia, Escallonia myrtilloides, Hypericum lycopodioides, HYpericum laricifolium, Gynoxys sp., Ribes andicola, Vallea stipularis, Oreopanax sp. , Miconia salicifolia y especies de Pentacalia, Miconia, Geranium, Cestrum y Bucquetia glutinosa.

Ecología – distribución

Se desarrolla en el borde de corrientes de agua en cercanías de los bosques altoandinos, en áreas clareadas. Aparentemente alcanza mayor desarrollo cuado hay áreas desprovistas de vegetación natural. Este matorral también se encuentra en otras localidades paramunas de la cordillera Oriental como en Chisacá, en Cruz Verde y en Tota, en el páramo de Pisva (3.300 – 3.700 m), en la Sierra Nevada del Cocouy (3.400 – 3.700 m ) y en el páramo de Almorzadero (3.400 – 3.700 m) y en el páramo de Sumapaz se registró entre los 3.300 – 3.450m. Provisionalmente se le colocó como vegetación azonal; Cleef (com. Verbal) lo considera zonal.

20. Cyperetum rivularis Cleef, 1981

Fisionomía – composición

Comunidad dominada por Cyperus rivularis ssp. Lagunetto. Otras especies comunes son Sibtorpia repens, Lachemilla mandoniana y Nerteragranadensis. Entre las especies acompañantes aparecen Puya bicolor, Puya santosii, Brachythecium sp.m y Sphagnum recurvum.

Ecología – distribución

La comunidad está restringida a la zona húmeda de la franja baja del páramo. Se encontró en los páramos bajos (3.300 – 3.500 m) en el departamento de Boyacá, también en la cordillera Central 3.300 – 3.500 m. Se establece en las cercanías de las lagunetas.

21. Verbeno hispidae – Scirpetum gigantei Rangel & Aguirre

Fisionomía – composición

Juncal entre cuyas especies características figuran Verbena hispida, LAchemilla aphanoides y Holcus lanatus. Como especies acompañantes se registraron a Juncus capillaceus, Juncus bufonius y Mimulus glabratus.

Ecología – distribución

Su área de distribución es reducida; se encontró en el lago de Tota y en la laguna de Fúquene.

22. Junco microcephali – Scirpetum californici Rangel & Aguirre

132

Fisionomía – composición

Juncal con especies características como Callitriche nubigena, Juncus microcephalus, Myriophyllum brasiliense, Ranunculus nubigens y Ludwigia inclinoides. Las especies acompañantes son Cortaderia bífida, Ludwigia repens y Grattiola peruviana.

Ecología – distribución

Arraiga preferiblemente en playas arenosas sometidas a fuerte oleaje. Se le encontró en la laguna de Fúquene y en el lago de Tota.

23. Epilobio denticulatae – Typhetum latifoliae Rangel & Aguirre

Fisionomía – composición

Entre las especies características se registran Elatine chilensis, Epilobium denticulatum y Rumex obtusifolius. Como acompañantes se encuentran Azolla filiculoides, Eleocharis palustris, Gratiola peruviana y Oenothera multicaulis.

Ecología – distribución

Lavegetación domina cuando el sustrato se hace cenagoso y por ello no penetra considerablemente en el espejo de agua. Se encontró en el lago de Tota y en la laguna de Fúquene.

24. Comunidad de Lysipomia sphagnophilia ssp. Minor

Fisionomia – composición

Vegetación que se presenta en forma ed parches en la parte baja del páramo. Entre las especies acompañantes figuran Sphagnum cyclophyllum, Drepanocladus revolvens, Calliergonella stramineum, Lysipomia sphagnophila ssp. Minor, Hypochoeris sessiliflora, Plantago rigida, Breutelia allioni, Hypericum lanciodes, Festuca cf. Dolichophylla, Xyris subulata, Diplostephium revolutum, Spahgnum sancto – josephense, Leptocyphus cleefi y especies de Odontoschisma.

Ecología – distribución

La vegetación se estudió en el páramo de la Sarna (vía al Llano) a 3.600m, al norte del lago de Tota, y en el páramo del Almorzadero a 3.900m.

25. Comunidad de Spahgnum sp. y Chusquea tessellata

Fisionomía – composición

Cuhscal con un tapete homogéneo de briófitos en donde dominan especies de Spahgnum, particularmente Sphagnum magellanicum.

133

Ecología – distribución

Se desarrolla en sustrato ácido donde son pocos los nutrientes. Se encuentra en el páramo de Sumapaz y también en charcas y orillas de lagunas de la Sierra Nevada Cocuy.

26. Comunidad de Spahgnum sp. y Puya aristiguietae

Fisionomía - composición

Turbera con rosetas altas de Puya aristiguietae que conforman un estrato arbustivo. En el estrato rasante de cobertura mayor aparecen Xyris subulata, Geranium subnudicaule, Oritrophium peruvianum y especies de Sphagnum.

Distribución

Se le ha registrado únicamente del páramo Cóncavo de la Sierra Nevada del Cocouy entre 3.550 y 3.770 m.

27. Alianza Polygono punctatae – Scirpion californici Rangel y Aguirre

Fisionomía – composición

Vegetación de ribera, en donde las especies características son Scirpus californicus, Typha latifolia, Polygunom punctatum y Juncus effusus.

Ecología – distribución

La vegetación constituye un cordón vegetal que circunda el lago de Tota (3.100m), solo desaparece en algunos lugares como al noreste del túnel donde el sustrato es rocoso. También se encontró en la laguna de Fúquene a 2.550m. En los pantanos y en las riberas de los caños de la sabana de Bogotá eran muy frecuentes estos parches de vegetación que sirven como hábitat para la nidación de aves.

28. Comunidad de Calamagrostis ligulata y Montia fontana

Fisionomía – composición

Vegetación de sitios pantanosos dominada por macollas como Calamagrostis ligulata: como especies asociadas figuran Montia fontana y Epilobium meridense.

Distribución

Se establece en depresiones húmedas de la Sierra Nevada del Cocuy hasta 3.900 m también en el nevado del Sumapaz. Está claramente asociada con el sustrato fangoso.

29. Eleocharitetum macrostachyae Cleef, 1981

134

Fisionomía – composición

Vegetación dominada por Eleocharis macrostachya acompañada de Calliergonella cuspidata y Myriophyllum quitensis.

Distribución

Se establece en las orillas de lagunetas y charcas de la cordillera Oriental como en el subpáramo de la Sierra Nevada del Cocuy entre 3.300 y 3.900m.

30. Cojines de Plantago rigida con especies asociadas como Eryngium humile, Werneria humilis, Gentianella corymbosa, Cotula mexicana.

Los sitios sobre los cuales se establecen están casi siempre saturados de agua, como en el páramo de Belén y regiones aledañas entre 3.500 y 3.700m.

SUPERPÁRAMO (>4.000 m)

SUMAPAZ

Laguna de Chisacá. En primer plano, chusacal con Chusquea tessellata sobre sitios pantanosos; al fondo el frailejonal de Espeletia grandiflora. 3.600 m. (Foto Orlando Rangel).

135

Sierra Nevada del Cucuy; en primer plano colchones de Plantago rigida; al fondo frailejonal con Espeletia lopezii. 3.700 m. (Foto Orlando Rangel).

31. Comunidad de Chusquea tessellata y especies de Sphagnum y Breutelia karsteniana

Fisionomía-composición

Chuscal paramuno que crece en los alrededores de lagunas, lagunetas y charcas. Chusquea tesseliata (bambú) es la especie dominante; también son especies importantes Sphagnum magellanicum, Sphagnum sancto-josephense y Breutelia karsteniana.

Distribución

Se desarrolla en zona húmedas, pantanosas. Se registró en el páramo de Sumapaz a 4.000 m de altitud.

32. Comunidad de Calamagrostis ligulata y Breutelia allionii

Fisionomía-composición

Prado dominado por Calamagrostis ligulata; como especies asociadas figuran Carex bonplandii y especies de Canipylopus y de Geranium.

Distribución

En depresiones húmedas, superpáramo de la región del Sumapaz entre 4.100-4.200.

33. Azorelletum multifidae Cleef, 1981

Fisionomía-composición

Vegetación típica de cojines dominados por plantas vasculares como Azorella multifida a la cual se asocian elementos como Breutelia chrysea y Bryum ellipsifolium.

136

Distribución

Los cojines se establecen en valles estrechos en el nevado de Sumapaz entre 4.050 y 4.200 m.

BOYACA

34. Comunidad de Distichia muscoides con Cortaderia sericantha y Campylopus cf. fulvus

Fisionomía-composición

Además de las especies dominantes figuran como acompañantes Cortaderia sericantha, Isotachis serrulata, Campylopus cavifolius, Calamagrostis effusa, Pseudocephalozia quadriloba y Symphyogyna digitisquama.

Distribución

Se le conoce del Valle de la Bocatoma en la Sierra Nevada del Cocuy a 4.100 m.

35. Floscaldalsio hypsophyllae-Distichietum muscoides Cleef, 1981

Fisionomía-composición

Vegetación de charcas en donde domina Floscaldasia hypsophila. Como especies acompañantes figuran Senecio flos-fragans var. frigidophilus, Campylopus subjugorum, Canipylopus aerodictyon y Philonotis sp.

Distribución

La vegetación se estudió en la parte baja del superpáramo de la Sierra Nevada del Cocuy y del páramo del Almorzadero entre 3.800 y 4.300 m.

36. Comunidad de Campylopus aff.incertus

Fisionomía-composición

Prado con un tapete de briófitos entre los cuales se encuentran Campyiopus incertus, Fossonibronia sp., Philonotis sp., Conostonium pentastichum y plantas vasculares acompañantes como Fioscaldasia hypsophila y Lachemiila mandoniana.

Distribución

Prefiere en su distribución ambientes muy altos como en el superpáramo en la Sierra Nevada del Cocuy entre 4.400 y 4.425 m.

137

Vegetación acuática

SUMAPAZ

37. Comunidad de Potamogeton berteroanus y Scorpidiumn scorpioides

Fisionomía-composición

Vegetación de lagunetas y pequeños riachuelos; son especies dominantes Potamogeton berteroanum, Isoëtes glacialis, Eleocharis acicularis, Mvriophyllum quitensis y Scorpidiurn scorpioides, otras especies acompañantes son Lilaeopsis schaffneriana y Nitella flexilis.

Distribución

La vegetación se encontró en la laguna La Guitarra a 3.425 m, en el páramo de Sumapaz.

38. Comunidad de Depranocladus revolvens

Fisionomía-composición

Vegetación a manera de tapete en zonas pantanosas en las cuales dominan Werneria pygmaea y Oritrophium limnophilum ssp. mutisianum junto con el musgo Drepanocladus revolvens

Distribución

Se registró en charcas y lagunetas a 3.700 m.

39. Hydrocotylo ranunculoides-Myriophylletum quitensis cor. Cleef, en este manuscrito

Fisionomía-composición

Vegetación anfibia, aunque preferentemente arraiga en lagunas, puede resistir en ambientes pantanosos. Las dos especies dominantes forman una capa espesa. En la superficie aparecen como especies flotantes Azolla filicoides y Wolffia sp.

Distribución

Se han registrado extensiones de esta vegetación en lagunas y lagunetas de la cordillera Oriental, laguna La Primavera 3.550 m, nevado Sumapaz, llaguna Seca 3.650 m. valle del río Chuza al este de Bogotá 4.000 m y en el lago de Tota a 3.100 m.

40. Dendrocryphaeo latifoliae-Platyhypnidietum riparioides Cleef, 1981

138

Fisionomía-composición

La especie dominante y exclusiva es Platyhypnidiu riparioides, acompañada de Dendrocryphaea latifolia, Grimmia apicola var. rivularis y especies de Riccardia y de Racomitrium.

Distribución

Se le registró en charcas y corrientes suaves en la región del Sumapaz a 3.700 m.

BOYACA

41. Isoëtetum karstenii Cleef, 1981

Fisionomía-composición

Comunidad acuática en donde Isoëtes karstenii es la especie dominante acompañada de algunos briófitos como Ditrichum submersum, Isotachis serrulala y Blindia magellanica

Distribución

Se le ha registrado en los páramos de la cordillera Oriental en el Macizo del Sumapaz entre 3.500- 3.700 m y en la Sierra Nevada del Cocuy.

42. Isoetetum glacialis Cleef, 1981

Fisionomía-composición

Isoëtes glacialis es la especie característica y dominante se asocia con Callitri che sp. es la especie característica y dominante se asocia con Callitri che sp.

Distribución

Se le ha registrado en lagunetas del nevado de Sumapaz a 3.425 m. y en la Sierra Nevada del Cocuy entre 3.000 y 4.000 m.

43. Isoetetum sociae Cleef, 1981

Fisionomía-composición

La especie dominante es Isoëtes sociae que algunas veces puede estar acompañada por Ditrichum submersum y Elatine cf. chilensis

Distribución

Se le ha registrado en lagunitas en la vía a la laguna «La Guitarra» en el páramo de Sumapaz a 3.700m y en la Sierra Nevada del Cocuy entre 4.000 y 4.400 m.

139

44. Isoetetum cleefii Cleef, 1981

Fisionomía-composición

Isoetes cleefii es la especie característica y la comunidad se conoce solamente de los páramos de la cordillera Oriental. Son especies diagnósticas Cryptochiia grandiflora y Caiypogeia andicola, es la especie característica y la comunidad se conoce solamente de los páramos de la cordillera Oriental. Son especies diagnósticas Cryptochila grandiflora y Caiypogeia andicola.

Ecología-distribución

Se le encontró en localidades de la cordillera Oriental (Sumapaz-Rusia-Cocuy) entre 3.750 y 4.250 m.

45. Comunidad de Limosella australis Comunidad de Limosella australis

Fisionomía-composición

Las especies dominantes son Limosella australis y Myriophyllum quitensis; como acompañantes figuran Hydrocotyle ranunculoides, Elatine chilensis y Eleocharis acicularis.

Ecología-distribución

Se le encontró en la laguna de la Primavera, cerca al Nevado de Sumapaz a 3.700 m y en la Sierra Nevada del Cocuy y el páramo del Almorzadero entre 3.600 y 4.250 m.

46. Elatino chilensis-Juncetum ecuadoriensis Cleef, 1981

Fisionomía-composición

Este tipo dé vegetación se puede distinguir fácilmente como parches de macollas de verde- café-rojizo. Figuran como especies acompañantes Ranunculus limoselloides, Sphagnum cuspidatum, Isoëtes palmen y Drepanocladus exannulatus.

Distribución

Se conoce de la zona baja de los páramos en la cordillera Oriental, y desde la parte alta subpáramo (3.450) hasta 3.900 m en la Sierra Nevada del Cocuy.

47. Philonoto-Isotachidetum serrulatae Cleef, 1981

Fisionomía-composición

Vegetación sumergida en donde la especie dominante es Isotachis serrulata acompañada de Philonotis andina, también es posible encontrar a Isotachis lacutris.

140

Ecología-Distribución

Se distribuye en la cordillera Oriental desde 3.850 hasta 4.350 m, en la Sierra Nevada Cocuy, en el páramo del Almorzadero (Santander) y en el páramo dela Rusia; también se encuentra en la cordillera Central en el parque de Los Nevados a 4.000 m.

48. Tillaetosum (Crassuletosum) paludosae Cleef, 1981

Fisionomía-composición

Además de la especie dominante Tillaea (Crassula) paludosa figuran Ranunculus limoselliodes, Elatine chilensis, Lilaeopsis schaffneriana y Juncus ecuadorensis.

Ecología-distribución

Se establece a lo largo de la cordillera Oriental en la parte alta del subpáramo; en la Sierra Nevada del Cocuy se establece a 3.900 m.

49. Nitellion clavatae- flexilis Rangel & Aguirre, 1983

Fisionomía-composición

La especie diagnóstica es Nitella clavata. Como acompañantes se registraron a Egeria canadensis, Potamogeton illinoiensis y Myniophyllum quitensis. Esporádicamente se censaron algas como Dichotomosiphon cf. tubenosum y Calothnix sp.

Ecología-distribución

Empieza a aparecer en la medida en que el Cambio en profundidad en la cuenca del lago se hace drástico, creciendo en forma densamente agrupada. Se le registró en el lago de Tota a 3.100 m; en la laguna La Guitarra y en otras lagunas del páramo de Sumapaz a 3.600 m.

50. Najo guadalupensis-Egerietum canadensis Rangel & Aguirre, 1983; cor. O. Rangel, 1995.

Fisionomía-composición

Las especies características son Egenia canadensis, Najas aff. guadaloupensis y Spynogyna sp. Entre las especies acompañantes se encuentran Tillaea paludosa, Callitriche cf. nubigena y Myniophyilum brasiliense.

Ecología-distribución

La asociación se establece en bahías con oleaje suave en profundidades desde 0 hasta 8 m. Se encontró en el lago de Tota.

141

51. Myriophyllo quitensis-Potametum illinoiensis Rangel & Aguirre, 1983; cor. Rangel, 1995.

Fisionomía-composición

Vegetación sumergida en la cual las especies características son Potamogeton illimoiensis, Myniophyllum quitensis, Isoëtes boyacensis y Cylindnocapsa sp. Como especies acompañantes se encontraron a Lilaeopsis schaifneniana y Drepanocladus exannulatus.

Ecología-distribución

La asociación se establece en lugares con oleaje desde moderado hasta fuerte. La máxima profundidad a la cual se encuentra es de 12 m. Se encontró en la laguna de Fúquene y en el lago de Tota.

52. Lemno-Azolletum filiculoides (Br.Bl.), Segal 1965

Fisionomía-composición

Vegetación flotante que por lo regular se establece en grandes manchas en zonas aledañas a las desembocaduras de ríos y quebradas

Distribución

Cordillera Oriental, lago de Tota y laguna de Fúquene.

53. Comunidad con Ranunculus limoseioides, Juncus sp., Drepanocladus exannulatus, Lilaeopsis schaffnerina y Elatine aff. chilensis

Fisionomía-composición

Vegetación acuática con especies enraizadas, pero con tallos y hojas flotantes como Ranunculus limoselloides y Juncus sp. Entre las especies que se encuentran sumergidas figuran Dnepanocladus exannulatus, Lilaeopsis schaffneniana y Elatine aff. chilensis

Distribución

Muy común en las charcas y lagunitas de la zona del páramo de Belén y regiones aledañas entre 3.500 y3.700m.

142

Vegetación zonal

Comprende tipos de vegetación desde prados, herbazales y matorrales hasta los bosquecitos y bosques bien desarrollados; no dependen para su perpetuación de suministros extra de agua.

Selvas y bosques altos de la región del Sumapaz entre 2.950-3.500 m

Vertiente Oriental

Vertiente húmeda que da a los Llanos. En la región Andina 2.900-3.500 se diferencian varios tipos de vegetación que comprende:

54. Selva de Weinmannia microphylla, Clusia cf. multiflora y Neurolepis aperta.

Fisionomía-composición

Vegetación de tipo selvático, con un estrato arbóreo con elementos hasta de 25 m de altura, en el cual dominan Weinmannia microphylla, Clusia multiflora, Freziera sp. y especies de Miconia. En el estrato bajo es muy particular el dominio de Neurolepis aperta que forma agrupaciones densas.

Ecología-distribución

Se establece entre 2.900-3.100 m en la vertiente húmeda del macizo del Sumapaz, en el camino entre «El buque y San Martín» (Llanos Orientales). Es un tipo de vegetación pristina u original; los troncos están completamente cubiertos de musgos epifíticos.

55. Bosque de Weinmannia mnicrophylla, Weinmannia rollotii y Neurolepis aperta.

Fisionomía-composición

Vegetación boscosa, que sustituye en el gradiente altitudinal a las selvas de Weinmannia microphylla. La característica más singular es la abundancia-dominancia de Weinmannia rollotii, cuyas hojas con coloración rojiza por el envés, confieren rasgos fisionómicos muy particulares a la fitocenosis.

Ecología-distribución

La vegetación se establece entre 3.100 m (3.150 m)-3.300 m en la vertiente del macizo del Sumapaz.

Los sitios son inclinados en ocasiones rocosos.

143

56. Comunidad de Myrsine dependens; Buddleia lindenii y Miconia sp. (hoja ferruginea).

Fisionomía-composición

Bosque ralo con elementos de 8-10 m de altura. Además del dominio de Myrsine dependens, la vegetación se caracteriza por la diversidad florística en los estratos bajos.

Ecología-distribución

La comunidad se establece entre 3.300-3.400 m; la pendiente aumenta con relación a los sitios anteriormente mencionados. El contenido de agua en el sustrato es bajo.

57. Comunidad de Miconia cf. salicifolia, Oreopanax sp y Diplosthephium tenuifolium.

Fisionomía-composición

Bosque que bordea el límite altitudinal superior en la distribución de la vegetación arborescente en esta vertiente. Además de las especies dominantes, son de importancia Gaultheria sp., e Ilex cf. kunthiana.

Distribución

La vegetación se establece entre 3.400 y 3.600 (3.550 m).

58. Comunidad de Miconia cleefii y Baccharis macrantha

Fisionomía-composición:

Matorral alto con aspecto fisionómico singular por el colorido de los tallos y de las flores de Miconia cleefii. Entre las especies asociadas figuran Castilleja fissifolia; Gaulthenia floribunda y Bacchanis tricuneata.

Distribución

El matorral es el último tipo de vegetación con dominancia de formas leñosas en el gradiente altitudinal, a continuación se presenta el pajonal de páramo.

Vertiente Occidental (Dirección Cuchilla La Rabona-Puli)

59. Comunidad de Clusia multiflora-Ternstroemia cf. camelliaefolia y Schefflera sp.

Fisionomía-composición

Vegetación de tipo boscoso con elementos de 20 m de altura; en el estrato arbóreo también es importante Clusia aff. minor. En el estrato subarbóreo son dominantes Ilex sp., Hedyosmunz bonplandianum; Miconia sp. y Andisia cf. foetida. En los estratos bajos son

144 muy frecuentes los individuos de Neuroiepis aperta, Macieania rupestnis y especies de Pilea y Elaphoglosum.

Ecología-distribución

Los sitios con esta vegetación entre 2.900-3.100 m son casi planos; el suelo no es muy profundo, se nota una capa de humus de 20 cm de espesor. En algunos casos, hay afloramientos rocosos. Sobre el suelo se dispone una capa de hojarasca más o menos homogénea en su distribución.

60. Comunidad de Clethra cf. fagifolia y Clusia minor.

Fisionomía-composición

Bosque con un estrato arbóreo con cobertura de 75%; como especies acompañantes aparecen Ocotea callophylla, Drimys gnanadensis y Weinmannia balbisiana. En el estrato de arbolitos dominan Ternstnoemia camelliaefolia, Brunellia comocladifolia. Entre los arbolitos se destaca Drimys cananadensis. En los estratos bajos domina Neunolepis aperta y especies de Cybianthus y de Miconia.

Ecología-distribución

La comunidad se establece entre 3.100-3.300 m; los sitios son inclinados los troncos son torcidos y están cargados de briófitos epifíticos. El suelo es profundo, las raíces finas y de diámetros gruesos son abundantes; la capa de briófitos terrestres es de 25 cm de espesor.

BOYACA

61. Viburno cornifoliae-Alnetum acuminatae Rangel & Aguirre, 1985

Fisionomía-composición

En el estrato arbóreo que es el dominante figuran Alnus acuminata ssp. acumin ata, Vibunnum conntfolium, Oneopanax floribundum, Solanum obtustfolium y Weinmannia micnophyila. En el estrato arbustivo son especies características Rubus megaiococcus y Lepechinia salviaefolia; como especies acompañantes se censaron a Verbesina elegans, Mynica parvifolia, Dunantha mutisii, Hespenolemes goudotiana y Monnina salicifolia. En el estrato herbáceo figuran Pepenomia microphylla, Eupatonium stoechadifolium, Salvia palaefolia y Setania geniculata.

Ecología-distribución

La vegetación se distribuye de manera uniforme alrededor del lago de Tota a 3.100 m, especialmente en el sector Crucero-Aquitania y sucede la vegetación de ribera.

62. Bosque alto-andino de Polylepis quadrijuga

145

Fisionomía-composición

En el estrato arborescente con elementos hasta 10 m de altura, domina Polylepis quadrijuga acompañado por Diplostephium tenuifolium, Escallonia myrtilloides y Gynoxys sp. En los estratos bajos (arbustivo-herbáceo) dominan Vallea stipulanis, Acnistus quitoensis, Miconia salicifolia y otras especies de Miconia. Los briófitos sobre el suelo son escasos, los más comunes son Bryum grandtfolium y Campylopus sp. En el estrato rasante dominan especies de Pilea y de Oxalis.

Ecología-distribución

Se presenta en el páramo de la Rusia y regiones aledañas. La comunidad crece en sitios inclinados y en planos, su área de distribución es bastante restringida. En la zona, los campesinos utilizan los troncos de Polylepis para construir cercas y como combustible casero.

63. Bosques de Weinmannia microphylla, Ilex kunthmana y Miconia sp.

Fisionomía-composición

En el estrato arborescente además de las especies dominantes se encuentran Drimys granadensis, Mynsine (Rapanea) dependens, Gaiadendron punctatum, Vibunnum cf. corntfolium, Vallea stipulanis y Clethna fimbriata. En los estratos bajos son elementos comunes Holodiscus argenteus, Plutarchia sp., Bucquetia glutinosa y Berbenis sp.

Ecología-distribución

Se encuentra en el páramo de la Rusia y en algunas regiones aledañas. Originalmente el área de extensión de los bosques debió ser mayor, en la actualidad solamente persisten manchas aisladas en las laderas y han sido muy intervenidos.

64. Bosque altoandino de Symplocos aff. theiformis, Gynoxys cf. fuliginosa y Acnistus quitoensis

Fisionomía-composición

Los elementos arborescentes alcanzan hasta 10 m de altura, el dosel no está homogéneamente distribuido. Además de las especies dominantes también son importantes: y Vallea stipulanis. En los estratos bajos se destacan Bucquetia glutinosa, Miconia salicifolia, Hespenomeles goudotiana y en el estrato rasante Oxalis phaeotricha. Los briófitos son escasos.

Distribución

146

Se encontró en el páramo de Belén y algunas regiones aledañas entre 3.500 y 3.700 m.

Bosques achaparrados

SUMAPAZ

65. Bosques enanos de Escalonia myrtilloides

Fisionomía-composición

En el estrato arborescente acompañan a la especie dominante Cestrum parvifolium y Ageratina tinifolia y en el herbáceo Monitzia lindenii y Valeriana longifolia. En el estrato rasante dominan las especies de Sphagnum.

Ecología-distribución

El bosque crece sobre las bases de la morrenas que están permanentemente saturadas de agua. Se le registró en la laguna Negra, páramo de Chisacá.

66. Comunidad de Gaultheria ramosissima y Aragoa perez-arbelaeziana

Fisionomía-composición

Vegetación dominada en el estrato de arbolitos por Gaulthenia ramossisima y Anagoa perezarbelaeziana, como especies asociadas figuran Dipiostephium hetenophyllurn, Mynsine dependens; Benbenis goudotii y Hesperomeles pernetlyoides. En el estrato herbáceo aparecen Hydrocotyle gurnenifolia y Elaphoglossum aff. engelii y entre los briófitos se encuentran Jamesoniella cf. undata y especies de Plagiochila.

Distribución

Solamente se le ha registrado en el valle Las Chorreras al oeste del páramo de Sumapaz.

147

Bosques de Polylepis quadrijuga (<>), en el páramo de la Rusia. 3.600 m. (Foto Orlando Rangel).

Bosque alto-andino dominado por especies de Gynoxys (Compositae) y de Symplocos (Symplocaceae); en los bordes manchas del frailejonal de Espeletia grandiflora. (Foto Orlando Rangel).

148

Matorrales

PÁRAMO (3.500-4.000 m) y algunas fitocenosis del superpáramo

SUMAPAZ

67. Comunidad de Pernettya prostrata y Luzula racemosa

Fisionomía-composición

Son especies dominantes Luzula nacemosa y arbustos enanos de Pennetiya prostrata acompañados de Lycopodium crassum, Grammitis moniliformis, Cora pavonia y Campylopus cf. chrismarii var suboblongus.

Ecología-distribución

Se establece sobre morrenas jóvenes y sedimentos morrénicos en el páramo Cóncavo en el valle de la Bocatoma en la Sierra Nevada del Cocuy entre 4.250 y 4.500 m.

68. Pentacalietum reissiani (= Senecionetum reissiani Cleef, 1981)

Fisionomía-composición

Matorral dominado por arbustos de Pentacalia ressiana, acompañado por Hypericum laricifolium ssp. laricoides, Rumex toliniensis, Canex pichinchensis, Valeriana plantaginea, Greigia cf. mulfordii y entre los briofitos Symphyogyna sinuata, Sphagnum sancto-josephense y especies de Breutelia.

Ecología-distribución

Pentacalia reissiana es especie endémica de los páramos del sur de la cordillera Oriental y es muy frecuente en el páramo de Sumapaz entre los 3.400 y 3.900 m. Estos matorrales representan la escasa vegetación leñosa que aún persiste en la zona y debería propenderse por su conservación. es especie endémica de los páramos del sur de la cordillera Oriental y es muy frecuente en el páramo de Sumapaz entre los 3.400 y 3.900 m. Estos matorrales representan la escasa vegetación leñosa que aún persiste en la zona y debería propenderse por su conservación.

69. Comunidad de Diplostephium alveolatum

Fisionomía-composición

Matorral dominado por Dipiostephium alveolatum; también son especies importantes Dipiostephium revolutum, Bacchanis tricuneata y Castilleja fissifolia.

149

Ecología-distribución

Se le ha registrado en el páramo de Sumapaz entre los 3.400 y los 4.020 m, en depresiones pantanosas.

70. Comunidad de Arcytophyllum nitidum

Fisionomía-composición

Matorral bajo con dominancia de arbustos de Ancytophylium nitidum, acompañado de Castilleja fissifolia, Altensteinia fimbriata, Baccharis tricuneata, Hieracium avilae y especies de Lourteigia y de Espeletia.

Ecología-distribución

Comunidad propia de páramos húmedos; se localiza en el Sumapaz entre 3.750 y 3.900 m. En otras localidades de la cordillera Oriental entre 2.800-4.000 m.

71. Hypericetum laricifolii Cleef, 1981 (Matorral de Hypericum laricmfolium) 1981 (Matorral de Hypericum laricifolium)

Fisionomía-composición

Matorral con 3 estratos, el superior con arbustos entre 3 y 3.5 m de altura con cobertura hasta del 100%; en el intermedio con hierbas y pequeños arbustos con una cobertura del 20% y el inferior con hierbas y musgos. La especie dominante es Hypericum laricifolium ssp. lanicoides; otras especies acompañantes son Thuidium peruvianum, Hypnum amabile, Peltigena dolichorihiza, Peltigera pulverulenta, Onthnosanthus chimbo racensis, Geranium subnudicaule y Pernettya prostrata.

Ecología-distribución

Es un tipo de vegetación de amplia distribución en la zona paramuna en la cordillera Oriental de Colombia. En el páramo de Sumapaz se le registró a 3.700 m. En algunos casos es el tipo de vegetación leñosa más extendido en los páramos.

72. Comunidad de Hypericum juniperinum

Fisionomía-composición

Vegetación del tipo matorral bajo dominado por Hypericum juniperinum. Entre las especies acompañantes se encuentran a Rumex acetoseila, Espeletia grandiflora y a Arcytophyllum muticum.

Distribución

150

La vegetación es común en varios páramos del norte de los Andes; se registró en el páramo de Sumapaz a 3.700m.

73. Comunidad de Chusquea tessellata Espeletia grandiflora y Calamagrotis efusa

Fisionomía-composición

Vegetación en mosaico chuscal-frailejonal asociado con el pastizal de Calamagrostis effusa de tal manera que constituye una fitocenosis con mezcla de varias asociaciones. Además de las especies dominantes también son importantes Pernettya prostrata, Rhynchospora macrochaeta, Bartsia orthocapiflora y especies del estrato rasante como Geranium subnudicaule, Sphagnum magellanicum y Campylopus sp.

Ecología-distribución

Región del Sumapaz, alrededores de la Cuchilla la Rabona; entre el campamento antiguo de obras públicas y San Juan, entre 3.700 y 4.025 m.

74. Matorrales altos de Valeriana arborea y Gynoxys hirsutissima

Fisionomía-composición

En el estrato arbustivo predominan Valeriana arborea y Gynoxys hirsutissima, igualmente se censaron a Hypericum larictfolium, Diplostephium alveolatum, Miconia salictfolia y a Hesperomeles heterophylla. En el estrato herbáceo son características Myrrhidendron glauscescens, Castilleja fisstfolia y Cestrum melanochloranthum. Sobre el suelo se establecen Sizigiella anomala y especies de Plagiochila.

Ecología-distribución

El matorral crece en sitios rocosos, abrigados en donde el ecoclima es más favorable. Se le encontró en la laguna Negra, páramo de Chisacá.

75. Comunidad de Baccharis revoluta y Cortaderia cf. nitida

Fisionomía-composición

Matorral paramuno con especies que alcanzan hasta 3 m de altura, estructuralmente se distinguen: un estrato arbustivo cuyas especies características y dominantes son Baccharis revoluta, Pentacalia vernicosa, Baccharis tricuneata, Hypericurn thuyoides y Pentacalia vaccinioides; uno herbáceo donde son elementos característicos Cortaderia cf. nitida, Sisyrinchium cf. jamesonii, orthroxanthus chimbo racensis, Festuca dolichophylla y Valeriana plantaginea y un estrato rasante dominado por Arcytophylium muticum, Geranium subnudicauie y Lachernilla hispidula

Ecología-distribución

151

La comunidad se establece sobre laderas inclinadas en partes secas, ocasionalmente con bloques rocosos. Frecuentemente se observan las copas de los arbustos dobladas por la fuerza del viento que corre del sur. Se encontró en los alrededores de la quebrada La Rabona y a los lados de la carretera hacia San Juan, entre 3.600 y 3.650 m.

76. Pentacalietum nitidi Cleef, 1981

Fisionomía-composición

Matorral paramuno dominado ampliamente por Pentacalia nitida. Entre las especies acompañantes figuran Miconia salicifolia, Fuchsia sp., Acaena elongata y especies de Geranium, Oxalis y Pernettya prostrata.

Ecología-distribución

Nevado de Sumapaz, cordillera Oriental, entre 4.000-4.100 m y en la cordillera Central entre 4. 100-4.350 m.

BOYACA

77. Comunidad de Pentacalia guantivana

Fisionomía-composición

Matorral denso dominado por Pentacalia guantivana, acompañada por Hypericum laricifolium, Castilleja fissifolia y en el estrato herbáceo por especies de Calamagrostis.

Ecología-distribución

Se establece entre 2.500 y 3.200 m, en algunos casos como en el páramo de Guina, constituye vegetación secundaria sobre áreas muy degradadas.

78. Comunidad de Pentacalia (Senecio) vaccinioides

Fisionomía-composición

Matorral bajo, es pobre en diversidad florística. Entre las especies asociadas figuran Castilleja fissifolia, Lycopodium sp., Hypericum juniperinum.

Ecología-distribución

Común en sitios encharcados o en lagunas completamente terrizadas como en el valle de Ratoncito y en los alrededores de la Laguna Verde, en el Alto de la Cueva, en el Alto del Valle de Lagunillas, Sierra Nevada del Cocuy entre 3.750 y 4.000 m, también en el páramo de Pisba.

79. Myricetum parvifoliae van der Hammen & Cleef, 1981

152

Fisionomía-composición

Matorral con Myrica parvifolia como especie dominante. Otras especies acompañantes son Holodiscus argenteus, Cestrum melanochloranthum, Peperomia microphylla, Hypnum amabile y Arcytophyllum nitidum

Distribución

Se estudió en la Sierra Nevada del Cocuy entre 3.680-3.750 m.

80. Comunidad de Diplostephium glutinosum

Fisionomía-composición

Matorral paramuno dominado por Diplostephium glutinosum, acompañado por Disterigma empetrifolium, Castilleja fissifolia y Pernettya prostrata

Ecología-distribución

Se establece sobre sustratos rocosos en la cordillera Oriental como en los páramos al NE de la laguna de Tota y en la Sierra Nevada del Cocuy entre 3.600 y 4.000 m, en los páramos del Almorzadero y entre 3.950 y 4.150 m. Igualmente se ha registrado del páramo de Pisba, en la Sierra Nevada del Cocuy (3.600-4.000 m).

81. Comunidad de Diplostephium juajibioyi

Fisionomía-composición

Matorral bajo en donde además de Diplostephium juajibioyi, son especies comunes Centropogon ferrugineus, Gynoxyspendula, Acristus quitoensis, Miconia andina, Miconia mesmeana var. jabonensis, M. salicifolia, Polystichum sp., Ribes andicola, Solanum bogotense, Echeveria sp. y Herbertus subdentatus

Ecología-distribución

Se conoce del páramo del Almorzadero, de la Sierra Nevada del Cocuy, en el páramo de la Sarna entre 3.550-3.950 m y del páramo de Sumapaz a 3.500m.

82. Comunidad de Diplostephium columbianum

Fisionomía-composición

Matorral bajo que se establece en la zona de transición entre la vegetación del páramo y del superpáramo. En algunos lugares se pueden asociar con Cortaderia sericantha, Arcytophyllum caracasanum y Castilleja fissifolia.

Ecología-distribución

153

Se encontró en el superpáramo de la Rusia entre 3.750 y 3.950 m, en el superpáramo (4.000-4.500 m), de la Sierra Nevada del Cocuy y en el páramo del Almorzadero a 3.850 m.

83. Comunidad de Senecio guicanensis Cleef, 1981

Fisionomía-composición

Matorral ralo dominado por Senecio guicanensis; entre las especies asociadas aparecen Draba litamo, Bartsia sp., y Calamagrostis effusa.

Distribución

Se establece en el superpáramo sobre morrenas. Se encontró en la Sierra Nevada del Cocuy entre 4.200 y 4.500m.

84. Pentacalietum flos-fragantis Cleef, 1981 =Senecietum flos-fragantis, 1981

Fisionomía-composición

Matorral con un estrato arbustivo dominado por Pentacaliaflos-fragantis y uno herbáceo en donde aparecen Senecio formosus, Lorenzochloa erecttfolia y Jamesonia goudotii. En el estrato rasante dominan Lachemilla tanacettfolia, Cerastium subspicatum, Geranium subnudicauie y briófitos como Campylopus pittieri y especies de Breutelia y Leptodontium.

Distribución

Patio bolos al sur de la laguna La Plaza en la Sierra Nevada del Cocuy a 4160 m.

85. Comunidad de Cortaderia sericantha y Arcytophyllum caracasani (Cortaderio sericanthae-Arcytophylletum caracasani Cleef,1981)

Fisionomía-composición

Matorral bajo con un estrato arbustivo dominado por Arcytophyllum caracasani. Entre las especies asocidas aparecen Pernettya prostrata y Calamagrostis effusa.

Distribución

Páramos de Guantiva, La Rusia y de la Sarna (arriba del lago de Tota) entre 3.600-3.950 m; Santurbán, Romeral, Tamá y Guasca entre 3.500 y 3.600 m y en el páramo de Sumapaz (cordillera de las Cruces) entre 3.400-3.650 m.

86. Pentacalietum andicolae Cleef, 1981.

Fisionomía-composición

154

Matorral paramuno dominado por Pentacalia andicola, como especies asociadas se encuentran Chusquea tessellata, Carex pichinchensis, Sphagnum sancto-josephense, Rhynchospora macrocheta, Luzula gigantea y Pieurozium schreberi.

Ecología-distribución

Se localiza en áreas pantanosas a lo largo de los cuernos de agua, es común de los páramos de la Rusia, de Pisba, y de la Sierra Nevada del Cocuy entre 3.600 y 4.000 m.

87. Comunidad de Senecio cacaosensis

Fisionomía-composición

Matorral enano, con especies asociadas como Espeletia lopezii var. major; Chusquea tessellata, Hypericum magniflorum, Diplostephium revolutum y Puya aristiguietae.

Distribución

Se le encontró en la cabecera del río Casanare. Sierra Nevada del Cocuy y en el páramo de Pisba entre 3.080 y 3.430 m.

88. Matorrales altos de Hypericum laricifolium, Ageratina tinifolia yMyrsine (Rapanea) dependens Myrsine (Rapanea) dependens

Fisionomía-composición

Se distingue un estrato arbustivo en donde además de las especies dominantes son también importantes Hesperomeies goudotiana, Weinmannia microphylla y Miconia salicifolia. En los estratos bajos aparecen Gynoxys fuliginosa, Castilleja fissifolia y Elaphogiossum sp. En el estrato rasante dominan Azorella crenata y Oxalis sp.

Ecología-distribución

El suelo sobre el cual se establece el matorral es suelto, rocoso; se le encontró en el páramo de Belén entre 3.500 y 3.700 m.

89. Comunidad de Ageratina (Eupatorium) rhomboidale, Miconia salicifolia, Hypericum laricifolium y Myrsine dependens

Fisionomía-composición

Matorral en el cual en los estratos altos dominan Ageratina rhomboidale y Miconia salicifolia, otras especies frecuentes son Pernettya prostrata, Blechnum sp., Solanum bogotense y Gynoxys sp.

Distribución

155

Se encontró en el páramo de Belén y regiones aledañas entre 3.500 y 3.700 m.

90. Comunidad con Polylepis quadrijuga y Baccharis sp.

Fisionomía-composición

Matorrales muy intervenidos, con un estrato alto en el cual aparecen Polylepis quadrijuga, Gynoxys tolimensis, Myrsine dependens y Clethra sp. En los estratos bajos dominan Baccharis sp., Acaena elongata y especies de Salvia.

Distribución

Se encontró en parches aislados del páramo de Belén y algunas regiones aledañas entre 3.500 y 3.700m.

91. Matorral bajo de Hypericum cf. pimeloides, Castilleja sp., Baccharis caespitosa, Pernettya prostrata

Fisionomía-composición

Matorral con un estrato arbustivo con cobertura mayor del 70%, dominado por Hypericum pimeloides y Baccharis caespitosa. En el estrato herbáceo aparecen Geranium subnudicaule, Lycopodium sp. e Hypochoeris sessiliflora.

Ecología-distribución

Vegetación de tipo secundaria sobre suelos degradados quizás utilizados para cultivos y ganadería. Se estudió en el páramo de Belén entre 3.500 y 3.700m.

Prados

SUMAPAZ

92. Comunidad de Rhacocarpus purpuracens y Racomitrium crispulum

Fisionomía-composición

Vegetación de tapete de musgos que crecen sobre las rocas del superpáramo, las dos especies dominan ampliamente y solamente figuran como asociada Racomitrium lanuginosum.

Ecología-distribución

156

La comunidad se establece en sitios con bastante humedad, en terrenos muy inclinados y rocosos. En el páramo de Sumapaz se le registró entre 3.600 y 3.900 m, en el límite superior de la zona de condensación.

93. Comunidad de Draba sericea

Fisinomía-composición

Comunidad de tipo prado, dominada por Draba sericea, junto con Niphogeton ternata, Hypochoeris sessilíflora, Cerastium arvensis y especies de Senecio.

Distribución

Páramo de Sumapaz en la vía al cerro «Nevado» entre 3.600.4.050 m.

94. Comunidad de Senecio canescens y Catamagrostis effusa

Fisionomía-composición

Vegetación de tipo prado con área de distribución restringida. Entre las especies acompañantes se encuentran Arcytophyllum muticum, Carex pichinchensis, Hypericum prostratum, Pleurozium schreberii y Breutelia sp.

Ecología-distribución

Se establece en el superpáramo entre 4.000 y 4.100 m; en estos sitios los suelos bastante pedregosos, pobres en nutrientes. En ocasiones arraiga sobre sustratos recién abandonados por los glaciares, es una comunidad típica de áreas en recuperación de la cobertura vegetal.

95. Comunidad de Senecio niveo-aureus y Luzula gigantea

Vegetación de tipo prado que crece en el límite entre la franja alta del páramo y en el superpáramo. Otras especies importantes son: Baccharis tricuneata y Oritrophium peruvianum.

Ecología-distribución

Se establece en lugares protegidos, en ocasiones alrededor de rocas que le favoceren de los bruscos cambios diarios de temperatura. En el Cocuy su área es más restringida que en el Sumapaz en donde es vegetación típica entre 4.000 y 4.100 m.

157

Arnica, chocho y frailejones.(Foto Pedro Reyes Z.).

Frailejonal, chite. La Rusia. (Foto Pedro Reyes Z.).

96. Comunidad de Valeriana plantaginea y Racomitrium crispulum

Fisionomía-composición

Comunidad rosetofila con briofitos que crecen sobre las rocas; Valeriana plantaginea forma largas rosetas de color verde oscuro; otras especies asociadas son Racomitrium crispulum, Erigeron chionophilus, Polystichum sp., Alstensteinia paluidosa, Montia meridensis y rosetas de Senecio niveo-aureus y de Draba rositae subsp. sumapacis.

En el superpáramo del nevado del Sumapaz (4.000-4.100 m); en algunos lugares predominan los tapetes de musgos en el estrato rasante.

158

97. Comunidad de Senecio niveo-aureus y Erythrophyllopsis andina

Fisionomía-composición

Vegetación baja tipo prado dominada por Erythrophyllopsis andina, acompañada por Senecio niveo-aureus y por especies de Draba y de Cladonia.

Ecología-distribución

Se establece en las partes altas de la cordillera en donde se presume la existencia de un último cinturón de condensación como en el páramo de Sumapaz en donde se le encontró en el Alto de Torquita entre 3.950 y 4.100 m.

BOYACA

98. Comunidad de Thamnolia vermnicularis y Alectoria cf. ochroleuca.

Fisionomía-composición

Vegetación pionera. Además de la especies dominantes figuran como asociadas Luzula racemosa, Granimitis moniliformis, Draba sericea, Alectoria cf. ochroleuca, Oropogon loxensis, Leptocaulon albicans, Stereocaulon atlanticum. Cladia aggregata, Everniastrum catawbiense, Cora pavonia y Cladonia andesita.

Ecología-distribución

Se establece en salientes o afloramientos en las crestas de las cadenas montañosas. Se estudió en el páramo de Pisba y en el páramo de Palacio entre 3.700 y 3.800m.

99. Comunidad de Senecio summnus

Fisionomía-composición

Vegetación de grietas de roca/de pedregal caracterizado por la dominancia de Senecio summus; en el estrato rasante formando densos tapetes se encuentran hepáticas y musgos especialmente especies como Metzgeria gigantea, Plagiochila dependula y Porotrichum sp. Otras especies acompañantes son Amphidium cyathicarpum, Bartramia angustifolla, Mohrinia ehrenbergiana. Radula sp., Plagiochila cuatrecasasii y Herbertus subdentatus.

Ecología-distribución

Se le conoce del nevado Sumapaz en las grietas de rocas calcáreas entre 4.000 y 4.200 m y de la Sierra Nevada del Cocuy entre 4.200 y 4.300 m.

Fisionomía-composición

159

Comunidad tipo prado dominada por plantas en roseta; domina Senecio niveo- aureus acompañada por Hypochoeris sessiliflora, Luzula cf. racemosa, Lachemilla tanacetifolia, Aongstroemia julacea, Zygodon pichinchensis, Tortula andicola, Btyum argenteum y Leptocaulon albicans.

Distribución

Comunidad propia de zonas húmedas se encontró en el páramo del Almorzadero (Santander), Sierra Nevada del Cocuy y páramo de Sumapaz 4.100-4.230 m.

101. Agrostio breviculmis-Lachemilletum orbiculatae, Cleef, 1981

Fisionomía-composición

Vegetación tipo prado. Figuran como especies asociadas Lachemilla aphanoides, Salvia sp., Spilanthes americana, Gnaphalium spicatum, Trifolium glomerata, Holcus lanatus, Hydrocotyle bonplandii y Agrostis perennens.

Ecología-distribución

Se establece en suelos húmedos, arcillosos, arenosos y moderadamente ácidos, entre 3.700 y 4.000 m en la Sierra Nevada del Cocuy y en el páramo del Almorzadero. Es muy frecuente en zonas de pastoreo muy intensivo.

102. Acaeno cylindrostachyae-Plantaginetum sericeae, Cleef, 1981

Fisionomía-composición

Vegetación tipo prado. Entre las especies asociadas figuran Stephaniella paraphyllina, Gongylanthus liebmannianus, Siphula sp., Polytrichum juniperinum, Aciachne acicularis y Luzula cf. racemosa.

Ecología-distribución

Se establece en sitios pendientes y con suelos poco profundos, arcillosos, en el lado seco de los páramos. Se estudió en los páramos del Almorzadero entre 3.700 y 3.900 m, de Guantiva a 3.880 m, de Pisba a 3.500 m y del Cocuy a 4.065 m.

103. Comunidad de Agrostis breviculmis Acaulimalva purdiei

Fisionomía-composición

Prado en el cual se encuentran también Hypochoeris sessiliflora, Calandrina acaulis, Oreomyrrhis andicola, Luzula cf. racemosa, Lachemilla pinnata, Aongstroemia julacea y Gongylanthus sp.

Distribución

160

En la Sierra Nevada del Cocuy entre 4.250-4.350 m y en el páramo del Almorzadero entre 4.100 y 4.300 m.

104. Prados con Cotula mexicana, Werneria humilis y Ranunculus praemorsus

Entre las especies acompañantes, se encuentran Lachemilla orbicuiata, Laestadia muscicola y Breutelia karsteniana.

Distribución

Se establece sobre sitios tenizados con buen contenido de agua en ocasiones en los lechos de la quebraditas.

Frailejonales

BOYACA

105. Comunidad de Espeletiopsis colombiana y Calamagrotis effusa

Fisionomía-composición

Pajonal-frailejonal con dos estratos definidos; el herbáceo dominado por Calamagrostis effusa y Espeletiopsis colombiana acompañadas por Hypericum selaginoides, Acaena cylindrostachya, Jamesonia bogotensis, Castilleja fissifolia y Barstia santolinaefolia; el estrato rasante está caracterizado por la presencia de Diploschistes sp., Polytrichum juniperinum y Geranium subnudicaule.

Ecología-distribución

Se establece entre el páramo medio y el límite con el superpáramo, en sitios secos con pendientes desde moderadas hasta fuertes. Se encontró en el Municipio de Guicán, Sierra Nevada del Cocuy, Laguna Grande de los Verdes; alrededores de Ritacuba;»Boca-toma», páramo Cóncavo entre 3.900 y 4.250 m.

106. Comunidad de Espeletia lopezii y Laestadia muscicola.

Fisionomía-composición

Típico frailejonal, pero pueden mezclarse arbustillos y dar la apariencia de frailejonales arbustivos o también gramíneas y semejar frailejonal-pajonal, condiciones que dependen del contenido de agua en el suelo. Se reconocen tres estratos: el arbustivo dominado por Espeletia lopezii, Pentacalia andicola, Pentacalia vaccionioides e Hypericum lanciodes; el herbáceo con Halenia sp. y Rhynchospora macrochaeta, y el rasante

161 con Laestadia muscicola, Paepalanthus karstenii, Orithrophium peruvianum, Lachemilla mandoniana y Carex peucophila.

Ecología-distribución

Ocupa suelos planos y hondonadas con buena cantidad de agua, se le encontró en la laguna Grande de los Verdes y en los alrededores de la hacienda Ritacuba en el camino hacia el Nevado Ritacuba Negro, municipio de Guican, Sierra Nevada del Cocuy entre 4.000 y 4.200 m.

Frailejonal con Espeletia grandiflora. Chingaza, Cundinamarca. 3.600 m. (Foto Orlando Rangel)

Frailejonal con Espeletia lopezii en la Sierra Nevada del Cocuy, 3.800 m. (Foto Orlando Rangel)

162

Frailejonales del páramo de Belén y regiones aledañas

107. Frailejonal-pajonal de Espeletia brachyaxiantha, Festuca cf. Dolichophylla yCalamagrostis effusa.

Fisionomía-composición

Se distingue un estrato arbustivo con Espeletia brachyaxiantha y Pentacalia vaccinioides. En el estrato herbaceo dominan las gramíneas, acompañadas por Hypericum cf. strictum, Pernettya prostrata, Niphogeton glaucescens y Blechnum aff. loxense. En el estrato rasante arraigan Arcytophyllum muticum, Breutelia sp., Lachemilla hispidula y Azorella cuatrecasasii.

Ecología-distribución

Se establece en sitios planos e inclinados como en el páramo de Belén y regiones aledañas entre 3.500 y 3.700m.

108. Frailejonal de Espeletia brachyaxiantha ssp. pescana

Fisionomía-composición

Esta comunidad se establece en las partes más altas, entre las rocas, en sitios ligeramente inclinados. Como especies acompañantes se censaron a Pentacalia vaccinioides, Disterigma empetrifolium, Calamagrostis cf. bogotense, Hypericum laricifolium y Arcytophyllum muticum.

Ecología-distribución

Se establece en la cima de las laderas, cuando disminuye la inclinación, en partes frecuentemente golpeadas por el viento arraigan comunidades con elementos de porte muy disminuido. Se encontró en el páramo de Belén entre 3.500 y 3.700 m y en el páramo la Cortadera, municipio de Pesca.

109. Frailejonales con Espeletia boyacensis y Calamagrostis effusa

Fisionomía-composición

Entre las especies acompañantes figuran Arcytophyllum nitidum, Geranium sp., Bartsia sp., Orthrosanthus chimboracensis y Bidens triplinervia.

Distribución

Vegetación con área de distribución amplia en la zona, entre 3.500 y 3.700 m.

163

Enclave de vegetación paramuna en Guina (Boyacá)

110. Frailejonal de Espeletia arbelaezii

Fisionomía-composición

En el estrato arbustivo dominan Espeletia arbelaezii, Pentacalia vaccinioides y especies de Monnina y de Eupatorium. En los estratos bajos se destacan Orthrosanthus chimboracensis, Carex bonplandii, Paepalanthus aff. columbiense y especies de Halenia, Blechnum y de Geranium. En los alrededores del frailejonal, en sitios inclinados se encuentra el matorral de Pentacalia nitidens y Ageratina theaefolia.

Distribución

Se establece en sitios planos, encharcados, rodeado por vegetación arbustiva, en el fondo del valle.

Frailejonales del páramo de la Rusia

111. Frailejonal de Espeletiopsis glandulosa y calamagrostis effusa

Fisionomía-composición

En el estrato herbáceo además de las especies dominantes, también figuran Arcytophyilum nitidum, Rhynchospora macrochaeta, Paspalunz bonpiandianum y Ageratina theaefolia. En el estrato rasante se encuentran Acaena cylindrostachya, Arcythophyilum muticunz y especies de líquenes.

Ecología-distribución

El área de distribución está muy cerca al límite altitudinal de la vegetación arborescente entre 3.300 y 3.400 m. Entre la vereda del Carmen (municipio de Duitama) y el páramo.

112. Frailejonal-pajonal de Ezpeleta congestiflora y Calamagrostis effusa

Fisionomía-composición

En el estrato herbáceo además de las especies dominantes, figuran con valores de importancia Pentacalia vaccinioides, Hypericum mexicanum, Arcytophyllum nitidum, Aragoa cleefii y Valeriana (Phyllactis) rigida. En el estrato rasante dominan Castratella piloselloides, Oreobolus venezuelensis y Paepalanthus aff. columbiensis.

Ecología-distribución

Los sitios estudiados eran ligeramente inclinados y presentaban rastros de cultivos anteriores. Se encontró entre 3.500 y 3.600 m.

164

113 Frailejonal de Espeleita murilloi y Chusquea tessellata

Fisionomía-composición

En el estrato arbustivo además de las dos especies dominantes también es muy importante en la fisionomía comunitaria Hypericum laricifolium; en el herbáceo son elementos importantes Chusquea tessellata, Rhynchospora macrochaeta, Vaccinium florihundum, Eryngium humboldtii y Calamagrostis effusa. Sobre el suelo se disponen extensos tapetes de Sphagnum sp., acompañados de Myrteola nummularia, Disterigma empetrifolium y Geranium sp.

Ecología-distribución

La comunidad se establece en sitios pantanosos, en antiguas cubetas terrizadas con un nivel freático a 50 cm de la superficie. Se localiza entre 3.400 y 3.500 m.

114. Frailejonal-Chuscal de Espeletia incana, Chusquea tessellata y Calamnagrostis effusa

Fisionomía-composición

Los individuos de E. incana alcanzan hasta 1.5 m de altura. En el estrato herbáceo además de las especies características, igualmente se encuentran Rhynchospora macrochaeta, Biechnurn sp., Cortaderia aff. sericantha e Hypericum cf. strictum. En el estrato rasante se censaron a Sphagnum sp. Mvrteola, nummularia, Disterigma empetrifolium y a Oreobolus venezuelensis.

Ecología-distribución

La comunidad se establece en las partes más altas de la región, en sitios bastante húmedos desde planos hasta ligeramente inclinados, en vallecitos de quebradas entre 3.650 y 3.800 m. Se localiza en las partes más altas, cerca de la repetidora de Televisión.

115. Frailejonal arbustivo de Espeletiopsis guacharaca con Arcytophyllum nitidum yBefaria resinosa Befaria resinosa

Fisionomía-composición

La vegetación cubre el 80-85% de la superficie. En el estrato arbustivo junto con las especies dominantes, son importantes también Ageratina sp. Hypericum laricifolium, Aragoa cleefii. En el estrato herbáceo se censaron a Hypericum strictum, Vaccinim fioribundum, Pentacalia sp., y a Pernettya prostrata.

Ecología-distribución

Se establece en laderas inclinadas entre 330 y 3.500 m.

165

En la región igualmente se encuentran otras especies de Espeletiinae como Espeletia grandiflora var. boyacensis y Espeletiopsis pleiochasia que caracterizan comunidades con áreas de distribución muy restringidas.

Pajonales

BOYACA

116. Agrostietum foliatae, Cleef,1981

Fisionomía-composición

Pastizal dominado por elementos herbáceos propios de etapas iniciales del proceso de sucesión, entre las especies asociadas figuran Luzula cf. racemosa, Ditrichum gracile y Polytrichum juniperium.

Ecología-distribución

La comunidad es característica de suelos húmedos, arenosos y en las playas de las lagunas del superpárarno; se estudió en el valle Bocatoma entre 4.300 y 4.600 m en la Sierra Nevada del Cocuy.

117. Pajonal de Festuca dolichophylla y Paspalum bonplandianum

Composición

Entre las especies asociadas figuran Bartsia santolinaefolia, Acaena cylindristachya, Gentianella corymbosa y Luzula racemosa.

Ecología-distribución

Se establece en las partes altas sometidas a la acción directa del viento, muy fuerte en ocasiones. Se encontró en el páramo de Belén entre 3.500 y 3.700 m.

166

Frailejonal con Espeletia incana y Chusquea tessellata en el páramo de La Rusia, 3.700 m. (Foto Orlando Rangel)

Frailejonal con Espeletia murilloi, en sitios encharcados. Páramo de La Rusia. 3.550 m. (Foto Orlando Rangel).

167

Consideraciones finales

La revisión de la literatura pertinente permitió identificar 117 comunidades vegetales en las localidades paramunas de las dos grandes áreas geográficas.

En la región de Sumapaz se encontraron registros de 48 fitocenosis distribuidos en 19 comunidades de pantano, 4 comunidades acuáticas, 10 matorrales, 6 de prados, 2 de bosques achaparrados, 7 de bosques bien desarrollados.

Para los páramos de Boyacá se encontraron registros de 67 comunidades distribuidas en 17 de pantano. 13 acuáticas, 15 dc matorrales. 7 de prados, 2 de pajonales, 11 de frailejonales y 4 de bosques bien desarrollados (tabla 1).

A nivel sintaxonómico, es decir, el ordenamiento jerárquico de las unidades de vegetación, la vegetación continental paramuna de la Sierra Nevada del Cocuy no ha recibido tratamiento. En líneas generales puede afirmarse que su vegetación está directamente relacionada con la clase ESPELETIO-CALAMAGROSTIETEA EFFUSAE descrita para la Sierra Nevada de Santa Marta por Cleef & Rangel (1984).

En la Sierra Nevada del Cocuy las unidades mayores de vegetación comprenden: a. frailejonales con dominio de Espeletia lopezii b. fraílejonales con Espeletiopsis colombiana c. matorrales en los cuales es especie importante Arcytophyllum nitidum, particularmente en la vertiente seca.

Tipo de Sumapaz Boyacá Comunidades con área de vegetación distribución conjunta

Equisetum

168

Acuáticas 4 13 bogotanse

Sphagnum cyclophyllum

Sphagnum magellanicum

Y chusquea Pantano 19 17 tessellata

Calamagrostis ligulata y

Montia fontana

Plantago rigida y

Prados 6 7 Sphagnum cf.

Magellanicum

Carex acutata

Agerantia tinifolia

Pajonales 2 Lysipomia sphagnophilla

Ssp. Minor

Shagnum sp. Y chusquea

Tessellata Matorrales 10 15 Alianza Polígono punctatae-

Scripion californice

Hydrocotylo

169

Frailejones 11 ranunculiodes-

Myriophylletum

quitensis

Limosella australis

Bosques 9 4 Isoëtum Kartenii Isoëtum glacialis

Isoëtum sociae

Isoëtum cleefii

Alianza Nitellion clavatae

Cortaderia sericantha y

Arcytophyllum caracasani

Diplostephium juajibioyi

Senecio summús

Lupino alopecuroides-

Mimuletum glabratae

Senecio niveo- aureus

Tabla 1. Número de comunidades vegetales para cada región y comunidades con área de distribución que cubre las 2 grandes regiones. Número de comunidades vegetales para cada región y comunidades con área de distribución que cubre las 2 grandes regiones.

En la vegetación azonal, que crece en sitios pantanosos, sobre cubetas terrizadas, en lagunas y lagunetas, Cleef (1981) reseñó en sentido amplio la mayoría de las asociaciones o

170 comunidades y propuso los arreglos sintaxonómicos que a grandes rasgos incluían los siguientes sintaxa:

1. DITRICHO SUBMERSI-ISOETION alianza en la cual se agruparon las comunidades dominadas por especies de Isoëtes. DITRICHO SUBMERSI-ISOETION alianza en la cual se agruparon las comunidades dominadas por especies de Isoëtes.

2. TILLAEION (CRASSULION) PAUDOSAE alianza que engloba las fitocenosis anfibias en cubetas de agua, caracterizadas por la presencia y dominancia de Tillaea (Crassula) paludosa junto con Callitriche nubigens, Limosella australis y con especies de Ranunculus. TILLAEION (CRASSULION) PAUDOSAE alianza que engloba las fitocenosis anfibias en cubetas de agua, caracterizadas por la presencia y dominancia de Tillaea (Crassula) paludosa junto con Callitriche nubigens, Limosella australis y con especies de Ranunculus.

3. JUNCO ECUADORENSIS-ELEOCHARITION MACROSTACHYAE alianza que incluye las comunidades helofíticas acuáticas dominadas por Eleocharis como Eleocharitetetum macrostachyae, y Elatino chilensis-Juncetum ecuadorensis. alianza que incluye las comunidades helofíticas acuáticas dominadas por Eleocharis como Eleocharitetetum macrostachyae, y Elatino chilensis-Juncetum ecuadorensis.

4. CALAMAGROSTION LIGULATAE en donde se ubica la asociación Lupino alopecuriodes-Mimuletum glabratae

5. WERNERION CRASSAE-PYGMAEAE que engloba la asociación Carici peucophilaeWernerietum crassae

6. GENTIANO-ORITROPHION con las asociaciones Floscaldasio - Distichíetum muscoides y la comunidad de Disticha muscoides y Cortaderia sericantha

En el Sumapaz, al igual que en las Sierra Nevada del Cocuy, la vegetación paramuna continental no ha recibido tratamiento sintaxonómico. Las unidades grandes de vegetación comprenden:

1. Frailejonales dominados por Espeletia grandiflora.

2. Frailejonales dominados por Espeletia sumapacis.

3. Chuscales dominados por Chusquea tessellata

4. Matorrales con especies de Hypericum, particulamente Hypericum laricifolium.

5. Matorrales dominados por especies de Diplostephium.

171

En la vegetación azonal se han caracterizado las siguientes unidades

1. DITRICHO SUBMERSI-ISOETION, Cleef, 1981. Alianza que comprende las asociaciones Isoetetum karstenii-Ditrichetosum Cleef, 1981. Alianza que comprende las asociaciones Isoetetum karstenii-Ditrichetosum

Isoetetum sociae

Isoëtetum palmeri

Tillaetum (Crassuletum) paludosae

Eleocharitetum macrophyllae

2. GALIO TRAIANE-GRATIOLION PERUVIANAE, que incluye las asociaciones dominadas por especies de Cyperaceae como:

Caricetum pichinchensis

Cyperetum rivularis

Lupino alopecuroides-Mimuletum glabratae

Geranio confertae-Calamagrostietum

3. BRYO-CARICENION BONPLANDII

4. CALAMAGROSTION LIGULATAE

5. Onitrophio limnophilae-Wernerietum pygmaeae

6. GENTIANO-ORITROPHION Alianza que reúne las asociaciones Hyperico lancioidis-Plantaginetum rigida Oritrophio peruvianae-Oreoboletum obtusanguli

7. DIPLOSTEPHION REVOLUTI Sánchez & Rangel, 1990, que incluye las asociaciones Lysípomio-Diplostephietum revoluti Muhlenbergio-Plantaginetum rigidae

172

Referencias

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174

LA SIERRA NEVADA DEL CUCUY, CHITA O GÜICÁN

Laguna de la Plaza, Nevado del Cucuy, Boyacá. Foto Erwin Kraus 1942.

RESUMEN

Los cambios climáticos globales que han afectado la tierra desde hace unos 3.5 millones de años, han producido entre otros efectos variaciones considerables de la temperatura. Los períodos durante los cuales las temperaturas bajan, se han denominado períodos glaciales; durante algunos de estos períodos glaciales se han producido glaciaciones.

En Colombia sólo se tiene noticia de la ocurrencia de una glaciación (WURM) que tuvo su máximo durante el pleniglacial, es decir, hace unos 30.000 años. Durante dicho período los glaciares alcanzaron su máxima extensión bajando por los valles hasta los 2.800 m.s.n.m., con algunas variaciones que dependen de su exposición.

Los glaciares actuales son relictos de esta última glaciación y durante la Pequeña Edad Glaciar (1600-1850) registraron un avance; desde entonces, se hallan en proceso de retroceso el cual viene aceleradamente por la pérdida de espesor de las masas de hielo; en la actualidad son muchos los glaciares que han desaparecido.

Se hace una relación cronológica de los estudios realizados en la cordillera oriental, Sierra Nevada del Cucuy, tendientes a explicar y datar los cambios climáticos ocurridos, que a su vez se tradujeron en un ascenso o descenso de los límites del bosque. Se detallan hechos de la última glaciación y su cronología, aunque todavía en partes es relativa; se hace un estudio multitemporal de las áreas ocupadas por los glaciares desde la Pequeña Edad glaciar hasta hoy y se les calculan sus volúmenes en forma aproximada. En la parte final, se presenta una descripción de los glaciares que aún se conservan, junto algunos de los

175 resultados de los trabajos de glaciología tanto en la Sierra Nevada del Cucuy como en la cordillera Central, en los volcanes nevados del Ruiz y Santa Isabel.

Una de las conclusiones más importantes que se tuvo es que las emisiones de cenizas por la actividad volcánica en el Ruiz, es un factor de aceleramiento de la fusión de los glaciares y de que, pese a la distancia, su efecto sobre los glaciares de la Sierra Nevada del Cucuy es muy importante.

176

Por: Antonio Flórez y

Carlos Torres B.

Introducción

Los picos que constituyen la Sierra Nevada del Cocuy son únicos en la cordillera Oriental por su elevación y porque en ella aún subsisten pequeñas masas discontinuas de hielo. Con motivo del Año Geofísico Internacional en 1957, se conocieron las primeras investigaciones de E. Kraus y T. Van der Hammen que tratan sobre la disminución de los hielos; fueron ellos también quienes establecieron las primeras marcas de referencia para medir su retroceso.

Posteriormente, en 1965 E. González, T. Van der Hammen y R. E Flint publicaron un estudio en el que por medio del análisis de polen depositado en los sedimentos de las lagunas y turberas dedujeron los cambios del clima y de la vegetación que han ocurrido desde la parte final de la última glaciación (Tar-diglacial) y durante el interglacial actual u Holoceno. La preocupación por el conocimiento de la historia glacioclimática de la Sierra continuó y en 1981 T. Van der Hammen, junto con otros investigadores, dieron a conocer los resultados de un estudio en el que se definió la secuencia temporal y espacial de la cobertura glaciar. La cronología se basó en fechas obtenidas por carbono 14 (14C).

La geología del sector de la cordillera Oriental en donde se ubica la Sierra Nevada del Cocuy, en cuanto a sus fases de formación y levantamiento (orogénesis) son bien conocidos gracias a la importante contribución de A. Favre.

Parte de este artículo corresponde al sexto de la serie «Los Nevados de Colombia», publicado en el No. 23 de la Revista Colombia Sus Gentes y Regiones y complementado para esta nueva publicación con información actual comparativa sobre la cordillera Central. Se presenta un resumen de los trabajos citados y se enfatiza en la evolución glaciar desde 1850 (Fin de la Pequeña Edad Glaciar) hasta el presente y en la dinámica bajo las condiciones climáticas actuales con base en los trabajos de investigación adelantados por el Proyecto Glaciares, de la Subdirección de Geografía del Instituto Geográfico Agustín Codazzi. Este comenzó en marzo de 1986, el monitoreo sistemático del retroceso de las lenguas glaciares en la Sierra Nevada del Cocuy, en donde se llevaron a efecto tres períodos de mediciones sobre onces lenguas glaciares, todas expuestas al oeste; los períodos de toma de la información son: marzo de 1986, fecha en que se establecieron las referencias, febrero de 1988 y la última, en marzo de 1991. Desafortunadamente motivos de orden público impidieron la continuidad de los trabajos.

177

Localización

Los glaciares en la Sierra Nevada del Cocuy, cubrían en 1985 una superficie de 3.570 hectáreas, la mayor del país. Los picos se ubican principalmente en el eje de la divisoria hidrográfica de la cordillera Oriental con una dirección norte-sur a lo largo de 23 km. Las coordenadas geográficas extremas corresponden a 6º21‘ y 6º34‘de latitud norte y a 72º15‘ y 72º20‘ de longitud oeste. Sin embargo, más al norte a unos 10 Km de la sierra principal y en los picos Alto Peña Colorada y Sierra de Nievecita hay unas masas pequeñas de hielo, también en vía de extinción.

Figura 1ª. Localización de áreas glaciadas en Colombia.

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Figura 1b. Sitios de medición del retroceso y ablación glaciar

Para marzo de 1991, la altura promedio medida sobre el terreno de las lenguas glaciares sobre la vertiente occidental de la Sierra Nevada del Cocuy fue de 4.553 m.s.n.m. y cubren extensas áreas hasta alturas que superan ligeramente los 5.200 y 5.350 m. En las cornisas orientales los glaciares sólo se encuentran en alturas superiores a 4.800 m.

La Sierra Nevada, por sus características, constituye una estrella hidrográfica, donde nacen ríos en todas direcciones. Hacia el occidente corren los afluentes que conforman los ríos Lagunillas, Corralitos, San Pablín y Cóncavo, entre otros, que luego de unirse a los ríos Nevado y Chiscano drenan hacia la cuenca hidrográfica del Chicamocha-Magdalena. Por el oriente, los cauces que nacen en la sierra drenan hacia los ríos Negro, Playón y Mortiñal afluentes del río Casanare y este, afluente del río Meta; por el flanco nororiental, nace el río Cobugón (Bojabá) afluente del río Arauca.

Administrativamente la Sierra pertenece a los municipios boyacenses de Chita, Cocuy y Güicán y a los municipios de La Salina del departamento del Casanare y Tame del departamento de Arauca. Por sus características biofísicas especiales, el área situada por encima de los 4.000 m.s.n.m. de la Sierra Nevada del Cocuy se encuentra bajo la administración del Ministerio del Medio Ambiente como parte del sistema parques nacionales naturales.

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Aspectos geológicos

Las rocas del substrato sobre las que están depositadas los glaciares de la Sierra Nevada del Cocuy son principalmente areniscas. Estas rocas se depositaron y se formaron en ambientes marinos y litorales en una cuenca de hundimiento (subsidente) durante el Cretáceo y especialmente al final de ese período (entre 90 y 65 m.a.).

Las capas rocosas (originalmente horizontales) fueron deformadas por plegamientos y rupturas durante una fase de comprensión en el Terciario Superior (segunda parte del Mioceno hace unos 20 a 15 m.a.). En esa época el hundimiento (subsidencia) de la cuenca fue interrumpido y la cordillera Oriental empezó a emerger del mar. La compresión y las deformaciones consecuentes terminaron al final de Mioceno.

En la parte final del Terciario (desde el Plioceno, hace 7 a 5 m.a.) la cordillera experimentó un levantamiento (orogénesis) relativamente rápido, levantamiento que ha continuado en los tiempos posteriores y más recientes del Cuaternario.

Por lo anterior se deduce que durante el Cretáceo y Terciario no existieron las condiciones altitudinales y, por lo tanto, tampoco climáticas para que se formaran glaciares, aunque los ciclos glaciales (fríos) hayan ocurrido a nivel global en la Tierra. En el Cuaternario inferior, desde una fecha ligeramente superior a un millón de años, según el profesor T. Van der Hammen, ya se daban en las partes altas de la cordillera unas condiciones glaciales (frías) que seguramente indujeron la formación de glaciares, aunque las pruebas directas no se hayan encontrado; y es posible que desde entonces hayan ocurrido otras glaciaciones de acuerdo con los cambios climáticos globales en toda la Tierra, y desde luego en la Sierra del Cocuy, por ser la más alta de la cordillera, las posibilidades fueron óptimas.

La disposición de las capas sedimentarias de esta parte de la Sierra se presenta con una inclinación (buzamiento) hacia el occidente. Por esto la pendiente del terreno es consecuente con la de las capas (reveses) hacia el occidente mientras que hacia el oriente afloran las capas cortadas y con inclinación opuesta a la pendiente del terreno por lo que se forman cornisas abruptas (frentes) ver Fotos 2 y 3. De ahí que actualmente el hielo se acumula principalmente en los flancos occidentales, pero en el pasado, la abundante precipitación de nieve alimentó en mejor forma los glaciares proporcionando mayor volumen de hielo; las disimetrías en las pendientes no jugaban un papel tan importante como el que ejercen actualmente, hasta el punto de ser el factor decisivo en la distribución de los glaciares. Así, en el pasado el hielo descendía más por la vertiente oriental más húmeda; hoy en contradicción con condiciones más secas de la vertiente occidental, desciende más sobre las vertientes expuestas hacia el valle del Chicamocha.

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Laguna de la Plaza 4.400 m. El Diamante y el Pan de Azúcar. (Foto Carlos Torres/Antonio Flórez).

Picos el Diamante 4.800 m. y Pan de Azúcar 5.100 m. Acumulación asimétrica de hielo, occidente a la derecha, cornisas orientales en general desprovistas de glaciares. (Foto Carlos torres/Antonio Flórez).

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Laguna de la Plaza 4.400 m. El Diamante y el Pan de Azúcar. (Foto Carlos Torres/Antonio Flórez).

Picos el Diamante 4.800 m. y Pan de Azúcar 5.100 m. Acumulación asimétrica de hielo, occidente a la derecha, cornisas orientales en general desprovistas de glaciares. (Foto Carlos torres/Antonio Flórez).

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Aspectos glaciológicos

Es muy probable que en las montañas colombianas durante el período Cuaternario hayan existido glaciares en varias ocasiones, correspondiendo con las glaciaciones desencadenadas por los períodos fríos o glaciales que ocurrieron en toda la Tierra.

Tal como lo demostró H. Hooghiemstra, en los últimos 3.5 m.a. ocurrieron 27 ciclos glaciales/ interglaciales; pero, ¿a cuántos de esos períodos fríos correspondieron glaciaciones?, es decir, ¿cuántas veces ocurrió la formación de masas de hielo en las montañas colombianas?

El análisis de algunas de las capas de los sedimentos depositados en los bordes del altiplano cundiboyacense le permitió al profesor T. Van der Hammen probar la ocurrencia de otras glaciaciones anteriores a la última, pero aún no existe una cronología absoluta de las mismas. Existe sí una cronología de los cambios climáticos y de las variaciones ocurridas en la vegetación.

La última glaciación

Se conoce que la temperatura a escala mundial, en el último período glacial empezó a descender hace unos 116.000 años A.P. el más fuerte descenso ocurrió hace 70.000 años A.P., fecha en que probablemente las montañas colombianas se cubrieron de hielo o empezaron a crecer los nevados residuales de la penúltima glaciación si es que por ese entonces ya se habían formado.

Para la Sierra Nevada del Cocuy, y para Colombia en general, la mayor extensión de los glaciares (Pleniglacial) ocurrió hace algo más de 35.000 años, fecha en que el límite inferior de los glaciares en el Cocuy fluctuaba entre 2.700 y 3.000 m por el oriente y entre 2.900 y 3.000 m por el occidente. Esta disimetría se debió a que seguramente, la vertiente oriental (hacia los Llanos Orientales) era más húmeda, tal como lo es actualmente.

Durante el Pleniglacial la cobertura glaciar de la Sierra hacía parte de una masa continua de hielo que cubría el eje de la cordillera Oriental desde el sur de la laguna de Tota (Dpto. de Boyacá) hasta el extremo norte del actual páramo de Santurbán en inmediaciones del municipio de Cucutilla (N. de Santander). Este conjunto alcanzó un área de 5.372 Km², un 32% de la cobertura glaciar del país en ese tiempo.

Las acumulaciones detríticas más antiguas depositadas por los glaciares o por las aguas de fusión de los glaciares en los bordes del altiplano cundiboyacense, se ubican cronológicamente, según el profesor T. Van der Hammen y otros investigadores, entre 45.000 y 35.000 años A.P., lo que correspondía al Pleniglacial. Sin embargo, estos depósitos podrían ser mucho más antiguos y pertenecer a la penúltima glaciación. Foto 4.

183

Para la parte final de la glaciación y según los investigadores antes citados, se subrayan los siguientes eventos:

— El mínimo de temperatura ocurrió hace 18.000 años, pero entre 35.000 y 18.000 años a pesar de que la temperatura en las montañas colombianas era unos 7ºC más baja que la actual, las condiciones de humedad no fueron suficientes para que los glaciares siguieran creciendo. Esto diferencia a Colombia de las latitudes medias donde la mayor extensión de los glaciares ocurrió hace 18.000 años.

— En la parte final de la glaciación (Tardiglacial) entre 14.000 y 10.000 años A.P., los glaciares continuaron en retroceso, se situaron siempre por encima de los 3.900 m. A pesar del retroceso general, las fluctuaciones menores de temperatura en ocasiones hicieron crecer levemente los glaciares. Entre 11.000 y 10.000 años A.P. el hielo sufrió un fuerte retroceso y dejó depósitos detríticos (morrenas) entre 3.900 y 4.200 m. Este hecho marcó prácticamente el fin del período glacial y de la glaciación y dio paso al interglacial.

El profesor T. Van der Hammen y otros investigadores, establecieron la secuencia del retroceso glaciar desde el Pleniglacial hasta la Pequeña Edad Glaciar. Dicha secuencia fue determinada mediante la fotointerpretación y cartografía de los depósitos detríticos abandonados por los glaciares (morrenas), su datación por medio de Carbono 14 y la comparación de las dataciones con los cambios climáticos deducidos con base en estudios palinológicos. Cada sistema de morrenas corresponde al tiempo y al lugar en que el hielo permaneció estancado; los diferentes estadios, corresponden a las diferentes etapas de avance, durante las cuales los glaciares construyeron los depósitos que asilo atestiguan. La secuencia mencionada se presenta en el cuadro 1.

Cuadro 1. ESTADIOS GLACIARES EN EL COCUY

ALTURA ESTADIO EDAD (m)

Corralitos 1600- 1850DC. 4300 - 4500 Bocatoma 10000 - 11000 3900 - 4200 Lagunillas A.P. 13000 - 14000 Pequeña Edad 3300 - 4000 superior A.P. 14000 - 21000 Glaciar Tardiglaciar 3300 - 4000 Lagunillas Inferor A.P. 3000 - 3400 Pleniglaciar? Río Concavo 25000 - 28000 A.P. 2600 - 2800 *Río Negro >30000 - A.P.

El interglacial actual

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En el Holoceno o Interglacial actual, a partir de hace 10.000 años, la temperatura subió y los hielos se fundieron aún más hasta cuando en una fecha aproximada de 6.500 años A.P. la temperatura llegó a un máximo, ligeramente superior a la actual.

Desde entonces y, en términos generales, la temperatura comenzó a descender nuevamente y los discontinuos glaciares a recuperarse, es decir que tuvieron avances y retrocesos menores.

Uno de los avances más conocidos comenzó hacia el año 1650 D.C. (de nuestra era) como resultado de un enfriamiento que duró hasta 1850 aproximadamente. Durante este mínimo o Pequeña Edad Glaciar que ocurrió en toda la Tierra, los glaciares del Cocuy descendían en promedio hasta 4.400 m. En ese tiempo el control estructural ya se hacía notar, las lenguas glaciares eran más largas por el occidente sobre las pendientes suaves correspondientes con las capas de rocas areniscas inclinadas en dicha dirección; al oriente los glaciares eran más cortos, sobre las cornisas abruptas y pequeños valles glaciares. Sin embargo, donde el control del relieve no es muy marcado los hielos descendían más por el oriente hasta 4.200 m como en los picos El Castillo y Sin Nombre, (ver fotomosaicos, figuras 2 y 3 final del artículo).

En la Pequeña Edad Glaciar (1650-1850 D.C.) el área cubierta por los glaciares del Cocuy fue de 148.7 km2 (14.870 ha.), con un volumen aproximado de 4.964 millones de metros cúbicos. Desde entonces y a pesar de que la tendencia global es hacia el descenso térmico con posibilidades de crecimiento de los glaciares, nos encontramos desde el año 1850 en un ascenso «momentáneo» que está causando el retroceso del hielo en toda la Tierra. El ascenso de la temperatura se debe a una mayor actividad de la corona solar, lo que hace que la tierra reciba más energía.

La Pequeña Edad Glaciar se debió a un mínimo de actividad de la corona solar y el calentamiento actual a un máximo; estas fases, por lo que se conoce actualmente, tienen un máximo de duración de unos 200 años. Además, la actividad industrial actual con la emisión de gases y polvo a la atmósfera, crean el efecto de invernadero con el consiguiente aumento de la temperatura.

En consecuencia, el desgaste de los glaciares se ha acelerado, las primeras fotografías aéreas del Cocuy fueron tomadas por el Instituto Geográfico en 1978 y la interpretación de las mismas permitió evaluar el área en 38,67 km2 (3.867 ha.) y un volumen de 392 millones de metros cúbicos. Para 1985 y por el mismo procedimiento se evaluó el área en 35,7 km2 (3.570 ha.) con un volumen de 352 millones de metros cúbicos. Lo anterior muestra que de 1850 a 1978 la pérdida de hielo se acerca a un promedio de 0,7% anual y desde 1.978 en adelante la pérdida se ha duplicado, con valores de 1,5% anual. Los datos para 1985 fueron parcialmente extrapolados, puesto que la cobertura aerofotográfica no es completa para esa fecha; sin embargo, los trabajos de campo, especialmente en la cordillera

185

Central en el volcán en los últimos 15 años muestran un retroceso acelerado de las lenguas glaciares. Como ejemplo, citamos el máximo retroceso observado de 1.200 m en el período 1989-1994, en la Lengua Nereidas. El anterior registro, no debe ser interpretado como representativo para todos los glaciares del país puesto que en la cordillera Central el efecto del vulcanismo contribuye en gran parte a acelerar el proceso de fusión.

Laguna de la Playa; al fondo el Castillo 5.100 m y el Toti 4.800 m. Acumulaciones detríticas. (Foto Carlos Torres)

Fusión diferencial. Nevado del Cocuy. (Foto Carlos Torres).

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El cuadro 2, y los fotomosaicos de las figuras 2,3,4,5,6 muestran la evolución de los glaciares que conforman la Sierra Nevada del Cocuy; el retroceso es la característica esencial de la dinámica actual de los glaciares. La fusión se evidencia básicamente por la pérdida de hielo en los bordes inferiores y por la disminución progresiva del espesor. Lo anterior implica un balance negativo entre la acumulación y la suma de procesos que constituyen la ablación del hielo (fusión, evaporación, sublimación,etc.)

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Cuadro 2. RETROCESO DE LOS GLACIARES DEL COCUY DESDE 1850 D.C.

VOLU PROCESO A AREAS RETROCESO ANUAL MEN ANUAL Ñ HECTÁ HECTAREAS MILLONES MILLO AREA VOLUM O REAS m³ NES m³ EN

18 50 14.870 4964 19 0.6 0.7 1 3.833 3. 393 85.8 36 44.3 6 78 .1 1.5 570 352 19 85

Las pérdidas de hielo se explican por el desequilibrio térmico, la temperatura del hielo está muy próxima al punto de fusión, con valores entré - 0,5º La fusión afecta en forma general la superficie del glaciar y en algunos sitios, el fenómeno adquiere proporciones más importantes, ligadas a las características mismas de los depósitos de nieve, a fracturas en el glaciar y a acumulación de impurezas sobre su superficie, las cuales concentran energía térmica produciendo una fusión diferencial puntual. Foto 5. La actividad por medio de emisiones recientes de cenizas del volcán nevado del Ruiz ha sido un factor más de aceleración de la pérdida de espesor de los glaciares por el aumento de la fusión superficial, fenómeno que llegó a afectar los glaciares de la Sierra Nevada del Cocuy.

En las fotos 6 y 7 se muestra la recesión de la lengua glaciar del Cóncavo con base en fotos de campo de Erwin Kraus y Carlos Torres. En 1938 el glaciar entraba a la Laguna Grande de la Sierra y en 1989 la mayor parte se había fundido. Para este caso, los cálculos muestran que el receso de la lengua era de 7 m por año entre 1948 y 1955,de 8m por año entre 1955 y 1981 y de 11 m por año entre 1981 y 1985. Los datos muestran un aumento de la recesión en los últimos años. En las gráficas de las figuras 7, 8 y 9, se representan las velocidades de retroceso de las diferentes lenguas monitoreadas.

Estas gráficas, permiten ver la tendencia en la velocidad del retroceso, hecho que a la fecha ha determinado la desaparición de algunas de ellas. Los anteriores registros, pueden compararse con los logrados en la cordillera Central, en los volcanes nevados El Ruiz y Santa Isabel; en dichos sitios, el seguimiento del retroceso de las lenguas glaciares ha tenido mayor continuidad; pero también allí, el vulcanismo ha introducido un factor de aceleración del proceso de retroceso por el calentamiento geotérmico de las rocas en

193 contacto con los glaciares, el cual no está presente en la Sierra Nevada del Cocuy.

Adicionalmente, sobre la vertiente occidental del volcán nevado de Santa Isabel, se implementó una microcuenca glaciar para medir la pérdida de espesor; en ella, se determinó que la pérdida de espesor, es diferencial, con su mínimo en la parte más alta de la cuenca y su máximo en la parte baja. La figura No. 10 muestra en forma esquemática los procesos que producen ablación (pérdida de espesor) y las tasas promedio multianual de pérdida de hielo, tomada sobre las estacas de la parte central de la microcuenca experimental en el período enero de 1990 a enero 1992.

Las determinaciones anteriores han servido de base a la formulación de un modelo para calcular las pérdidas en volumen tomando como área la de la microcuenca experimental (150.000 m2) y como altura la ecuación de la curva resultante en los análisis de regresión de las medidas de ablación.

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Los glaciares actuales

A continuación se presenta una descripción somera sobre la localización de los glaciares que conforman la Sierra Nevada del Cocuy, el área ocupada en 1978 y el volumen. En cuanto a las alturas, no se dispone de datos precisos y, por lo tanto, sólo se dará la línea de cota por debajo de los puntos máximos (ver fotomosaicos).

El Cóncavo 1942. Témpanos flotando, laguna de la sierra. (Foto Erwin Kraus).

El Cóncavo. Nevado del Cucuy. Recesión de la laguna. (Foto Carlos Torres)

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Figura 7a

Figura 7b

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Figura 7c

Figura 8a

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Figura 8b

Figura 8c

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Figura 9a

Figura 9b

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Figura 9c

Figura 10

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Glaciares del flanco oriental

— En el alto La Plaza y dominando la laguna La Plaza hay dos casquetes de hielo que suman 3 ha. y 30.000 metros cúbicos. Se ubican en alturas superiores a 4.700 m, pero inferiores a 4.800 m.

— Al noreste de la laguna La Plaza están el cerro La Plaza y alto del Diamante con un glaciar de 135 ha. y 8,2 x 106 m3. La altura va desde 4.550 m hasta 4.850 m.

— Al oriente del pico Cóncavo hay un glaciar Pequeño de 4 ha. y 60.000 m3. La altura es inferior a 5.000 m.

— El mayor glaciar oriental alimenta la cuenca del río Ratoncito y la quebrada Ciénaga Grande. En este glaciar sobresalen los picos El Castillo que supera los 4.900 m, Ciénaga Grande con más de 5.100 m. y Cueva Larga sobre los 4.930 m. La altura inferior varía entre 4.550 y 4.600 m. El área es de 312 ha. y el volumen de 26.9 x 106 m3

— Al norte dcl pico El Castillo, bordeando los glaciares principales de la Sierra se encuentran siete masas glaciares que hace pocos años pertenecían al eje central, pero hoy en día ya se separaron y penden hacia el oriente. Siempre están por debajo de los 5.000 m pero no descienden a menos de 4.600 m. Los cinco glaciares totalizan 133 ha. Y 4,2x 106m3.

— Siguiendo al norte está el pico Los Amarillos con 20 ha. cubiertas de hielo y un volumen de 0,56 x 106m3. Las alturas están entre 4.650 y 5.050 m.

— Más al norte está el glaciar Picos Sin Nombre en alturas desde 4.500 hasta un punto ligeramente superior a 5.050 m. El área es de 298 ha. y el volumen de 25.1 x 106m3. Junto al anterior y por el flanco oriental hay cuatro picos con hielo aislados ubicados por debajo de los 5.000 m y descienden hasta 4.650 m. Los cuatro suman 57 ha. y 1,4 x 106m3. Allí nacen las quebradas Avellanal, Leoncitos y La Nevada del río Ratoncito.

— Junto al pico El Judío y al este del Paso de la sierra se encuentran cuatro picos nevados con un volumen de hielo de 1,1 x 10 m. en una superficie de 49 ha. Las alturas son inferiores a 4.850 m. Allí nacen las quebradas Los Osos y los Frailes del río Cubugón, afluentes del Arauca.

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Glaciares del flanco occidental

Como antes se explicó, la masa principal de los glaciares está sobre los flancos occidentales en las pendientes más suaves que permiten la acumulación del hielo. Los glaciares, de sur a norte son los siguientes:

— El primer pico nevado es el Campanillas Blanco que supera ligeramente los 4.800 m,con una extensión de 20 ha. y 0,6 x 106 x m3 de volumen. Se encuentra al norte del Paso de Cusirí y al sur del nacimiento del río Lagunillas (río Chicamocha).

— Al norte y separado del anterior, se extiende un glaciar que incluye los picos Pan de Azúcar, el Púlpito del Diablo y Toti y termina frente a la Laguna Grande de la Sierra donde hay un paso. Las alturas superan un poco los 5.100 m y descienden hasta 4.600 m. La superficie cubierta de hielo es de 554 ha. y con un volumen es de 60,3 x 106 x m3.

— A partir del paso frente a la Laguna Grande comienza otro glaciar en el que se destacan los picos Portones, Cóncavo y Concavito, junto a este último hay un paso con el que termina el glaciar en el nacimiento del río Concavito. El área ocupada es de 253 ha. con un volumen de 20 x 106m 3.

— Desde los nacimientos del río Concavito comienza la extensión del siguiente glaciar en el que sobresale el pico San Pablín Sur a un poco más de 4.900 m de altura. El glaciar termina en una separación estrecha y reciente junto al pico San Pablín norte. Cubre un área de 374 ha. y tiene un volumen de 34,6x 106 m3.

— En el pico San Pablín Norte comienza otro glaciar del que nace el río San Pablín, termina junto al pico El Pedregal del Llano y cubre 264 ha. con 21,2x 106 m3.

— Desde el pico El Pedregal del Llano y hasta el pico Ritacuba Norte se encuentra el mayor glaciar de la sierra. Su extensión es de 1.204 ha. y tiene 180,2 x 106 m3. Los picos más destacados son el Picacho, Puntiagudo, Ritacuba Blanco, Ritacuba Negro y Ritacuba Norte. En este sector de la sierra se alcanzan las alturas mayores como el Ritacuba Negro que llega a 5.350. La línea inferior del hielo está en promedio a 4.650 m. (flanco occidental). Este glaciar está próximo a separarse en dos en un punto ubicado entre los picos El Picacho y Puntiagudo.

— Al occidente de la Laguna La Isla e inmediatamente al norte del glaciar anterior hay un glaciar de 94 ha. y 5,0 x 106 m3 alcanza una altura de 5.050 m y desciende hasta 4.575 m.En él nacen algunos riachuelos que van a la Laguna Grande de los Verdes (río Cubugón- Arauca).

— A 15 km al norte del anterior en la llamada sierra de Nievecita hay una serie de once pequeños picos nevados que totalizan 70 ha. y 1,5 x 106 m 3. Las alturas no superan los

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4.800 m y están en vía de extinción rápida. El fotomosaico de la figura 6 es del año 1978, pero a la fecha algunos de esos pequeños nevados ya han desaparecido.

Conclusiones

Al igual que los demás glaciares del país, los del Cocuy han experimentado un retroceso rápido desde 1850 D.C. y con una mayor pérdida en la última década de aproximadamente 1,5% año.

En las condiciones climáticas actuales, las pérdidas se aceleran año tras año.

El factor de dinámica volcánica, marca una diferencia apreciable entre las velocidades de retroceso de las lenguas glaciares de la Sierra Nevada del Cocuy y las de la cordillera Central.

La lluvia de cenizas procedente de los volcanes de la cordillera Central seguramente ha afectado la velocidad de fusión. En el Cocuy la fusión rápida se debe, como en otros nevados, al desequilibrio térmico por el aumento global de la temperatura y también porque se trata de glaciares pequeños en los que a menor masa la fusión es más rápida.

La distribución desigual de los glaciares en función de la exposición es contradictoria; La vertiente de los Llanos Orientales es más húmeda pero la extensión es mayor en la occidental. La causa está más ligada al relieve, las pendientes más suaves del occidente facilitan una mayor acumulación y permanencia del hielo.

Las lagunas proglaciares actuales, debido a las pequeñas masas glaciares, no tienen la extensión ni la profundidad de las que se formaron durante al final de última glaciación.

Los glaciares de la Sierra Nevada del Cocuy, por ser residuales y en picos aislados se funden más rápido, lo que puede llevar a la desaparición de algunos de ellos en los próximos años, si las condiciones climáticas continúan con la misma tendencia.

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Referencias

FAVRE, A., 1983. La subsidencia de la cuenca del Cocuy (cordillera Oriental de Colombia) durante el Cretáceo y el Terciario Inferior: Primera parte, estucio cuantitativo de la subsidencia. Geol. Norandina, 8:49-61.

FAVRE, A., 1983. La subsidencia de la cuenca del Cocuy (cordillera Oriental de Colombia) durante el Cretáceo y el Terciario: segunda parte: Esquema de evaluación tectónica. Geol. Norandina, 8: 21-27.

GONZÁLEZ, E., T. VAN DER HAMMEN and R.E FLINT, 1965. Late Quaternary glacial and vegetational sequence in valle de Lagunillas, Sierra Nevada del Cocuy, Colombia Leidse Geol. Meded., 32: 157-182.

IGAC, Proyecto Glaciares, Informes 1993, 1994.

VAN DER HAMMEN, T., J.H. WERNER, and H. VAN DOMMELEN, 1973. Palynological record of the upheaval of the Northern Andes: A study of the Pliocene and Lower Quaternary of the Colombian Eastern of the Pliocene and Lower Quaternary of the Colombian Eastern Cordillera and the early evolution of its high-andean biota, The Quaternary of Colombia, vol. 2, 122 p.

VAN DER HAMMEN, T., J. BARELS, H. de Long an A.A. de Veer, 1.980/1.981. Glacial sequence and environmental history in the Sierra Nevada del Cocuy (Colombia). The Quaternary of Colombia, vol. 8, 58 p.

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Grietas sobre la nieve. Nevado del Cucuy. (Foto Erwin Kraus).

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ERWIN KRAUS, MEMORIA VIVA DE LA MONTAÑA COLOMBIANA

Por: Pedro Reyes1

Patricia Iriarte2

El nombre de Erwin Kraus está ligado a montaña, a piolets, a cuerdas y piquetas. Está unido también a lienzos, a pinceles y a fotografías en las que capturó para siempre, en un país de poca memoria, algunos de los paisajes más espléndidos de nuestra geografía, desde las cumbres de la Sierra Nevada de Santa Marta hasta las venas ardientes del río Magdalena.

Erwin Kraus nació en Bogotá en 1911, de padres alemanes. Ocho años de su adolescencia transcurrieron en Suiza y Alemania, donde aprendió a escalar montañas, a embadurnar lienzos, a administrar negocios y a trabajar con piedras y metales preciosos, siguiendo una tradición familiar de joyeros orfebres.

Se le conoce como el pionero del montañismo en Colombia, un mérito que es fácil de corroborar en su larga y admirable trayectoria en 1938, con Anton Lampel, escaló por primera vez los 5.160 metros del cerro Pan de Azúcar, en el Nevado del Cocuy; al año siguiente coronó los 5.775 del pico Simón Bolívar, en la Sierra Nevada de Santa Marta, en compañía de Guido Pichler y Enrico Praolini, y en 1942 volvió al Cocuy para conquistar, antes que nadie, el Ritacuba Negro, junto a Heriberto Hublitz.

En ese entonces no había fibras térmicas, botas especiales para escalada ni chaquetas de poliéster. Tampoco los livianos ganchos de seguridad que se encuentran hoy y que son capaces de soportar grandes pesos, ni carpas ultralivianas y ultrarresistentes. Kraus y sus amigos se enfrentaron al frío vestidos de lana y paño, y hallaron el hielo con botas de suela de cuero provistas de clavos.

Pero si es admirable su trayectoria como montañista, no es menos destacada su carrera de pintor. Antes de cumplir 30 años participó en el Primer Salón de Artistas Colombianos, donde obtuvo una mención honorífica. En 1942 expuso por primera vez en Nueva York y cuatro años más tarde se hizo merecedor del tercer lugar en el VII Salón Nacional con el cuadro "La Tarde". Hasta 1986 había colgado cerca de 30 exposiciones en Colombia, Estados Unidos y Europa.

1 Miembro de ECOAN. 2 Asesora de Prensa Min-Ambiente. 206

Es una pasión que ha ido de la mano con el montañismo. En cada viaje se preparaban, con la misma dulzura, los cáñamos para la escalada y los cuadernos en los que quedarían bosquejados páramos, llanuras, selvas y sabanas.

La montaña: tema de locos

¿Cuándo comenzó su interés por la alta montaña y la escalada en nuestras cordilleras?

"Yo venía con ese ‗vicio‘ desde Suiza, cuando estuve en el colegio. Con amigos, escalé primero las montañas alrededor del Cantón de Glaris y Thal y posteriormente los Alpes. Entre otras cosas, soy miembro del Grupo Alpino Alemán desde 1932 y del Club Alpino Suizo desde el año 46. Escalé los Alpes desde esa época, manteniendo así mi ‗vicio‘ por la alta montaña".

"Aquí en Colombia inicié en el año 1937 en Sumapaz, donde escalé un cerro de 4.400 metros llamado El Nevado. En 1938, 1942 y 1946 realicé varios ascensos al Nevado del Cocuy. En 1939, en el 49 y en el 51, subí a la Sierra Nevada de Santa Marta, y en el 40 hice un ensayo fallido al Huila, aunque tuve éxito cuatro años más tarde, escalando por primera vez el picó central y por segunda vez el pico norte del Huila. En el año 43 ascendí a la cordillera Central llegando a los nevados del Tolima, Santa Isabel y el Ruiz".

"Así me la he pasado. En lugar de tomar vacaciones en Cartagena, yo me he dedicado a escalar los nevados colombianos. Son regiones prácticamente desconocidas para la mayoría de la gente, y desde ese punto de vista me llamó la atención explorar. Esa ha sido mi afición y mi deporte, aunque intrínsecamente no es un deporte sino una filosofía: uno sale de la ciudad, pequeño y humilde, para encontrarse con la naturaleza grande, inmensa, perdurable".

El poco interés por esta actividad en nuestro país se refleja en el hecho de que hazañas tan importantes como la escalada al pico más alto de Colombia, en 1939, pasara totalmente desapercibida en la prensa nacional. ¿A qué se debía esa apatía?

"En mis épocas la mayoría de la gente nos consideraba locos, porque salíamos a ‗exponernos‘ escalando nevados en regiones desconocidas; en ese entonces no existían mapas, tanto así que en uno de mis artículos sobre el Nevado del Cocuy publicado en la revista Pan en el año 38, el mapa que aparece allí es un dibujo mío, sin ser yo topógrafo ni geógrafo ni cartógrafo".

Durante casi 20 años, Erwin fue el único colombiano dedicado a esta actividad, pues todos los demas montañistas eran extranjeros. Armado siempre de una Rolleiflex y una pequeña fumadora de 16 milímetros, Kraus forjó una de las más valiosas colecciones de fotografía

207 de las altas montañas colombianas. Ningún pico de la Sierra Nevada, del Cocuy, del Tolima ni del Huila escapó de su ojo maestro.

Pero su sensibilidad y pasión por el paisaje necesitaban expresarse también con la palabra, por eso hoy tenemos la fortuna de encontrar magistrales relatos de viajes publicados en la casi legendaria revista Pan, editada en los año 40 por el ingeniero, político y escritos Enrique Uribe White. (Uno de ellos se incluye a continuación).

¿En Colombia los montañistas han contribuido al conocimiento científico de nuestras montañas?

"A mi modo de ver, la mayoría de los montañistas extranjeros que estuvieron escalando los picos, tenían motivaciones científicas. Tal es el caso de los geólogos alemanes que a finales del siglo pasado visitaron el Nevado del Cocuy. Ellos no estaban interesados en escalar los picos sino en estudiar la conformación geológica, tanto es así, que a varias capas geológicas le han dado nombres reconocidos internacionalmente como la formación de Guadalupe o la formación de Villeta. Esos calcáreos especiales se estudiaron por primera vez en Colombia y no obstante se le reconoce así en otras partes del mundo. También hubo quien poseía conocimientos de botánica para poder distinguir ciertas especies; , por ejemplo, cuando estuvimos en la Sierra Nevada de Santa Marta, recogió un herbario considerable (a medida que se iban acabando las provisiones él iba llenando el equipaje con plantas secas).

De las montañas en Colombia, ¿cuáles son las que a usted más le han impresionado por su belleza?

"Podría afirmar que el Nevado del Cocuy y la Sierra Nevada de Santa Marta, por su inmensidad. Uno cree que la Sierra Nevada es una región pequeña y resulta ser todo lo contrario. Además, es una formación natural totalmente diferente desde el punto de vista geológico, porque el Cocuy son areniscas, en cambio la Sierra Nevada de Santa Marta son formaciones graníticas. La Sierra es la única formación verdaderamente de granito y Gneiss que hay en Colombia, emergida de capas calcáreas que la rodean. La cordillera Central, en cambio, es de origen volcánico".

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Ascenso al Púlpito del Diablo, 70 m de altura (Foto Erwin Kraus).

Ascensos a la Sierra Nevada del Cucuy de 1938 a 1946. (Fotos Erwin Kraus).

Su majestad el Cocuy

Cuando usted estuvo en el Cocuy por primera vez, apenas llevaba dos años de iniciado el montañismo en Colombia, ¿qué recuerda de aquella primera escalada?

Eso fue en marzo de 1938. En Soatá conseguimos los caballos para seguir el viaje, pero del Cocuy para arriba el viaje era a pie. Averiguando en el lugar nos facilitaron arrieros que trabajaban para el señor Gabriel Villamarín en el Cocuy. Dicen que tenían cultivos de papa en el valle del río Cóncavo, pasando por el alto de la Cueva y conocían más o menos el lugar".

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"Un amigo y yo nos dedicamos a averiguar aquí en Bogotá, quién había visitado anteriormente la parte sur —por donde escalamos por primera vez el Pan de Azúcar— y resulta que nadie sabía, de manera que nosotros fuimos los primeros en escalar los 5.160 metros del Pan de Azúcar. En esa ocasión pasamos al pie del Púlpito del Diablo y subimos por la vertiente occidental, por la cual nos regresamos, pues teníamos el campamento un poco más abajo de la laguna de la Sierra".

¿En esa época los habitantes tenían conciencia de la importancia del nevado o mostraban interés por las riquezas que guarda esa cadena montañosa?

"Los habitantes de la región evidentemente no tenían ningún interés en escalar los picos. Vivían junto a ellos, en el valle de la Cueva, donde tenían los cultivos de papa, las vacas, ovejas y las mulas para sacar sus productos al pueblo del Cocuy, pero ¿que ellos han ido a escalar los picos? Absolutamente ninguno".

"Si se contrataba un arriero, iba hasta el campamento donde uno se establecía y volvía muy puntual a recogerlo el día acordado. Es diferente en los Alpes, donde los habitantes de la región son los que han ido escalando sus montañas a través del tiempo. Ellos tenían conocimiento exacto de cada uno de los pasos y rutas a seguir".

Se dice que la vertiente oriental en dirección al llano, que tiene menor altura, está irrigada por numerosas quebradas y es más accidentada.

"Precisemos. Son dos paralelas orográficas por llaman as así: una va de norte a sur y contiene todos los picos altos como los Ritacubas. El Ritacuba Blanco es el pico más alto del Nevado del Cocuy con 5.492 metros; luego viene el Ritacuba Negro, el Ritacuba Norte, el Picacho, el San Paulín, con 5.300 metros; más abajo los Portales, Cóncavo, Concavito, el pico Toty, el Pan del Azúcar, con su Púlpito del Diablo y luego los dos Campanillas, el grande y el chico, y ahí más o menos termina esa cordillera orográfica".

"Paralela a ella, con un valle de por medio, está la parte sur, bajando por el paso de Cusiri. Entrando por ahí está la laguna de La Plaza y en ella los cerros de la Plaza. Luego sigue un pequeño picacho, después viene el pico del Castillo, los picos sin nombre y termina otra vez en el norte. Esa es un poco inferior porque el pico del Castillo, que es el más alto de esa tira orográfica, tiene 5.190 metros contra los 5.492 metros del Ritacuba Blanco. Los cerros de la Plaza tienen la altura de las montañas suizas, que son más o menos de unos 4.880 metros y los cerros sin nombre, con una altura de unos 5.050 metros".

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El retroceso de los glaciares

¿En los dos viajes que realizó entre 1938 y 1942, notó procesos de deglaciación?

"No. Tengo una película y fotos, por ejemplo, de la laguna de la Sierra, en donde el glaciar cae directamente a la laguna y adquiere un paredón de aproximadamente 60 a 70 metros de altura entre el cual se descuelgan los témpanos que caen a la laguna y quedan flotando allí. Eso fue en el 42 y todavía existía en el 46".

"Sorprendentemente en el año 48 se había retirado el glaciar de la laguna de la Sierra. El deshielo vino casi en forma precipitada, ya que en el año 58 el cambio era drástico. Hoy es peor todavía, ha habido una deglaciación espectacular en el Cocuy. Por amigos que han ido últimamente sé que los glaciares que existían sobre la vertiente oriental han desaparecido por completo y quedan sólo los muros rocosos con una que otra ensenadita de hielo".

Glaciar de El Cóncavo. Témpanos de hielo osbre la Laguna Grande de la Sierra, 4.600 m (Foto Erwin Kraus)

Laguna de la Plaza, 4.400m. Al fondo el paso de Bellavista, a la izquierda el Diamante 4.800 m y el Pan de Azúcar 5.100m, a la derecha el Toti 4.900m. (Foto Carlos Torres)

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En su opinión, ¿a qué se debe ese proceso rápido de deglaciación en la década del 40 al 50?

"A mi modo de ver, a la falta de precipitaciones, y quizás al calentamiento general de la Tierra. Los glaciares del mundo se están refractando, prácticamente no hay uno que no esté en ese proceso, unos más rápidos que otros".

¿Al darse ese proceso de deglaciación esas regiones han desarrollado una vegetación sustituta de esas zonas de glaciar?

"Pues quién sabe, porque lo que queda debajo una vez refractados los glaciares, es pura roca. Yo tomé fotos en las que se observa la parte prácticamente lijada y un bloque de piedra remanente encima, donde difícilmente se va a producir vegetación".

¿Entonces el proceso de deglaciación no solamente se da en la superficie sino en el punto de contacto entre el hielo y el suelo?

"Exacto, y lógicamente el hielo arrastra cualquier partícula floja, grande o pequeña. Por consiguiente, tierra no hay. La tierra se forma en otros procesos milenarios, mas no allí por ser de reciente deglaciación".

La llama de la curiosidad

¿Qué ha sido para usted lo más sensible en sus ascensos, lo que más le ha gustado de la gente y de las regiones?

"La región del Cocuy, a mi modo de ver, es el complejo nevado más interesante que tiene Colombia. A pesar de mi origen extranjero, he tenido una acogida muy positiva en todos los pueblos que rodean el Nevado del Cocuy, bien sea en el Cocuy mismo, en Güicán o en Chita, y los habitantes de los páramos nos han ayudado. Han puesto a nuestra disposición sus mulas y sus arrieros, por lo menos en las estribaciones, pues en la parte nevada nos tocaba orientarnos con nuestra propia experiencia para poder escalar, conocer de cerca los picos del Cocuy y ver con sorpresa que al otro lado existía otra cordillera, otra vía orográfica".

¿Todos sus ascensos corrieron por cuenta propia?

"Absolutamente. Sólo hubo una excepción en 1958, el Año Geofísico Internacional, cuando el padre Jesús Emilio Ramírez, del Instituto Geofísico de los Andes, nos facilitó una contribución de $800 para el viaje con Thomas van der Hammen y Juan Perico a la Sierra Nevada de Santa Marta y posteriormente al Cocuy, viajes que constan en una pequeña revista publicada por el Agustín Codazzi. Esa fue la única ayuda que tuve en mi vida para

212 escalar montaña incluso cuando los amigos que me acompañaban tenían dificultades económicas, yo financiaba la totalidad de la expedición tanto viajes como provisiones.

¿A que se debe que existan diferentes datos sobre la altura de algunas montañas colombianas?

"Yo tengo una explicación: el problema data de la época del señor Agustín Codazzi, el italiano que llegó a Colombia a mediados del siglo pasado. El fue al Nevado del Cocuy, estableció su base para triangular diferentes picos y constató que el límite de nieves en ese entonces, por la vertiente occidental, estaba a 4.500 metros de altura. El no estuvo en la vertiente oriental ni en otras montañas del país, pero comenzaron a decir que el limite de nieves en la cordillera Central era el mismo que en el Cocuy es decir, 4.500 metros. Por eso el aparece con 5.600 metros cuando en realidad tiene 5.160, porque el límite de nieves de la cordillera Central es más bajo que el de la Oriental".

Por ser una zona volcánica los suelos deben tener una mayor temperatura...

"Exactamente, allá en la cordillera Central hice el experimento de medir la altura con el famoso hipsómetro. Aquí los volcanistas no saben que el hipsómetro es un invento de Francisco José de Caldas. El hipsómetro que utilizamos pertenecía a Enrique Uribe White quien por su actividad profesional de ingeniero lo había adquirido en Alemania y pesaba 6 kilos.

¿Qué diferencia tiene con el altímetro?

"El hipsómetro trabaja con base en la ebullición del agua. Al nivel del mar el agua hierve a 100 grados centígrados, pero cada 300 metros verticales hierve a un grado centígrado menos. Hay que tener en cuenta la temperatura ambiente, la hora de observación y la latitud; y con esos datos recopilados, si el matemático no se equivoca, se obtiene la altura con un margen de error de un metro más o menos. Con el altímetro, por más compensado que esté, hay que permanecer cuatro o cinco horas en el pico para obtener un dato confiable".

La memoria de Erwin Kraus no deja de disparar datos, anécdotas e imágenes. La charla continúa entre relatos de jornadas extenuantes, como aquella de 23 horas al pico Bolívar en 1951, cuando dejaron el campamento a las cuatro de la mañana y regresaron en la madrugada del día siguiente, con los seis grados bajo cero calando hasta los huesos, pero con la imagen viva de un atardecer contemplado desde la cima de la montaña más alta de Colombia.

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Pico Portales 4.900m. Laguna Grande de la Sierra 4.600m (Foto Erwin Kraus)

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EXCURSION AL NEVADO DEL COCUY

Erwin Kraus

Por fin encontré este año en el señor Lampl un compañero suficientemente entusiasta para acompañarme a la Sierra Nevada de Chita o Nevado del Cocuy, excursión planeada por mí hacía largo tiempo. En los primeros días de febrero, el mal tiempo nos hizo regresar de Soatá. Pero luego el capitán Klaus, piloto de la Scadta, tras consulta de los datos meteorológicos de Tame, El Morro y Bucaramanga, se decidió a ir con nosotros y la fecha de salida quedó fijada para el 4 de marzo de este año.

Hicimos una corta visita a la resplandeciente laguna de Tota, bajo un cielo purísimo y regresamos a Sogamoso, emprendimos marcha en automóvil a Soatá, atravesando el páramo solitario de Guantiva, cuya melancolía realza el murmullo lejano del Susacón. En Soatá nos alojamos en el flamante Hotel Ritz, para madrugar en busca de bestias que nos llevaran al pueblo de El Cocuy. Nos pusimos al habla con don Germán Rubiano, guardián de la cárcel, entre la algarabía de sus gallos finos, y con don Alfredo Rosas que pasaba coincidencialmente con tres mulas de carga. Y es bueno consignar estos datos, para mayor facilidad de los que por ahí se atrevan, así como el de los $ 26 que nos costó el flete de cinco bestias y el de que esos amables caballeros no dialogaron con nosotros la hora usual que esos arreglos demandan. Ese mismo día, a las 2:00 p.m., nos encaminamos para La Ubita, por el valle del río Chicamocha, entre el sauce largo, «salis humboldis», los platanales y cañaduzales de las vegas de las quebradas y los cactus gigantescos y pequeñas palmeras que puntúan la aridez general del paisaje. Cruzando el"punto más bajo del camino, el puente Próspero Pinzón, a los 1.460 metros de altura, empezamos a ascender por cuestas rojas desgarradas por las lluvias. Un sol tibio acariciaba el valle que nos conducía al pueblo de La Ubita.

Llegamos a Boavita, cayendo la tarde; entre el verde claro de las plantaciones de caña de azúcar, que contrastaba con el sordo azul de las montañas aparecían los tejados de los trapiches y los ranchos. Un vaho de guarapo llenaba el aire tibio: era domingo, día de mercado y los campesinos aún demoraban por las calles del pueblo; pero nosotros seguimos hasta llegar, entradas las siete, a la pequeña y simpática posada que ostentaba el nombre de Hotel. A la urgencia de nuestros golpes salió una muchacha a decirnos que el cupo estaba lleno, y cuando, ya resignados, partíamos, don Gabriel Villamarín, del Cocuy, nos ofreció galantemente compartir con nosotros su pieza. Solucionado el problema de alojamiento, la cocinera se apechó con el del comis, caldo de huevos reconfortante que hubimos de ayudar de nuestras alforjas, para hallamos con la noticia de que don Alfredo le temía al páramo de El Escobal y se había autorreemplazado con Pacho.

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Pasamos buena noche; tras la inútil madrugada, salimos a las siete y a la hora de duro camino, frente a una tenducha, Pacho enderezó las cargas, tomó alientos con su vaso de guarapo y adquirieron aliento las mulas con la indispensable panela que consigo lleva el viajero de experiencia. La mañana era fresca; un sol brillante iluminaba, al fondo del valle, el poblado de donde habíamos salido. Otra hora, cuesta arriba; volvió la tristeza de los páramos; lívidos musgos tejían bordados de infinita delicadeza entre las ramas secas de los árboles; aquí y allá asomaba su cabeza, entre el espartillo, un frailejón anciano. Habíamos llegado al alto del Cañutal. Croar continuo de ranas. Enormes piedras sueltas en la senda, casi intransitable, y Pacho: «Verdá, no ta muy güeno el caminito, patrón; pero ah caminito pa ponerse jeo en invierno...». —A las once llegamos a un rancho solitario, ‗Agua Bendita‘, perdido entre los páramos; un vientecillo cortante nos obligó a calamos las . Frailejones gigantescos, hasta de 4 metros, dominaban el paisaje, diferenciándose de la espeletia común en la falta de pelusa, reemplazada por una hoja coriácea grande. La monotonía del paisaje la rompían vistas ocasionales sobre el valle del Chicamocha, envuelto en un azul fuerte. —A las doce pasadas nos detuvimos en El Escobal y contemplamos por primera vez la Sierra Nevada del Cocuy, que a la sazón cubrían las nubes. De nuestra absorta contemplación nos sacó la voz de don Gabriel, que nos alcanzaba, doliéndose de que ese paisaje, el más bello de Boyacá y, tal vez, de la República, fuese restado de esplendor por el cielo encapotado; la voz de don Gabriel temblaba de orgullo.

Empezamos a descender hacia El Cocuy, al que llegamos tras un caldo caliente, pan, cuajada y panela y un duro camino, a eso de las tres de la tarde. El Cocuy es un pueblo bastante grande y simpático que goza de cierta tradición y de un hotel llamado BEN HUR, que rodea un turba de chiquillos. Don Aníbal Quintero, el propietario, dio la orden de alojarnos en la pieza non-plus-ultra. Despedimos a Pacho y las bestias y nos dedicamos a bizmar ciertas molidas partes de nuestras anatomías y a refocilamos con cerveza. Yo me fui a la «calle caliente» en busca de bestias para continuar el viaje; encontré a un tal Joaquín, muy oloroso a , quien me dijo que todas las buenas andaban por los páramos recogiendo la cosecha de papa, pero que él tenía unas y que me las alquilaba por cincuenta pesitos. Dejé a Joaquín con su totuma y regresé a contar mis cuitas a don Aníbal, quien resultó tener, por cinco pesos, una yegüita; y un don Víctor Vera, de por ahí cerca, a cinco juertes cabeza me alquiló tres mulas. Descubrí a José, el muchacho, y —siguiendo el ejemplo de mis compañeros— estiré la osamenta.

A buena hora nos levantamos.., pero, aquí de la tragedia usual: no aparecían las bestias; transcurrían las horas y... nada. Al fin, a las nueve, llegó la yegüita; a las nueve y media, las otras tres. Pero faltaba la quinta y José. Vuelta a don Gabriel, quien me prestó su formidable macho particular. Pero el tal José no aparecía; al fin lo descubrí en la Notaría «prestando una firmita». Eran las doce. Desesperación. Pero los compañeros se habían

216 conseguido a Luis, otro muchacho, y —dejando al primero «prestando sus firmitas»— emprendimos marcha hacia la cueva de San Antonio.

A la hora de camino nos detuvimos a almorzar, en medio de un paisaje delicioso: por doquier, los campos se hallaban cultivados de papa y cebada; los campesinos se aprestaban a recoger el fruto de sus labores. Allí nos alcanzaron los dos hijos de don Gabriel, charlando con los cuales llegamos al Alto. Desde allí se nos descubrió, casi íntegra y limpia de nubes, la majestuosa Sierra. Eran las tres; ojalá haya quedado en nuestras fotografías algo de la grandeza del paisaje. Bajamos lentamente al valle de la Cueva, teniendo al frente los picachos esplendorosos, centellantes de luz de atardecer; y, pasadas las cinco, llegamos a la hacienda la Esperanza, en donde nos acogió gentilmente don Leonidas Núñez Millán y su señora. Descargamos, llevamos las bestias al potrero y nos instalamos. Ya se comenzaba a sentir la proximidad de los nevados; hacía un frío de dos grados bajo cero, seco y agradable. La noche avanzaba sobre los picos y descendía por las hoyadas; lucecillas titilantes en la inmensidad de sombra revelaban algún rancho solitario; las ranas de los páramos le ponían puntos suspensivos al silencio hondo de las alturas, marginado por el murmurar discreto de las pequeñas quebradas. Unicamente en los más altos picachos temblaba todavía un débil halo de luz.

Queso, panela, un poco de té caliente; bocanadas de humo de la pipa y... al puro suelo, a pasar la noche más incómoda de todo el viaje. A las cuatro de la mañana nos hizo saltar el frío intenso; la sierra dormía aún en su manto de escarcha; una capa de hielo cubría los pozos. Seis grados bajo cero. ¡Uf! Pero era señal de que un bello día hallábase desperezándose en los Llanos para venir a nuestro encuentro sobre el techo del mundo.

A las siete partimos, acompañados de don Rafael; no tardamos en pasar una cascada que forma el río Cóncavo al precipitarse desde el plan de Los Tobitos al valle de la Cueva. Siguiendo el cauce del río, llegamos a la planada, quizás el fondo de una antigua laguna glacial. Desde allí vimos las rocas de El Purgatorio, el Cincho de los Galanes y —por primera vez— el famoso Púlpito del Diablo, al que íbamos a arrebatar la virginidad de sus nieves. A las dos horas más de marcha llegamos al límite de la vegetación y, al pie de morrenasgigantescas y a orillas de un riachuelo, armamos tolda y recogimos leña y frailejón. Estábamos a una altura de 4.250 metros. Nos despedimos de don Rafael y de las bestias y partimos en dirección de los nevados a escudriñar la región y estudiar la mejor ruta de ascenso. Nos sorprendió una serie de pequeñas lagunas al pie del hielo, dándonos la sensación del ártico en plena latitud tropical. Témpanos de hielo se mecían sobre el agua gris; otros se recostaban a la orilla; al fondo se levantaba una pared de cincuenta o sesenta metros, de hielo sólido, en cuyas aristas jugaba una gama de colores del azul ultramarino y el cobalto, el violeta y el verde al rosado y el púrpura, demostrando el espesor de la capa glacial. Largo rato quedamos contemplando esa tranquila belleza, coronada de blancas crestas, bajo el índigo del cielo, y no pudimos menos de confesar emoción, al regresar a la tolda. Muy a las seis, al día siguiente, con una temperatura de cuatro grados bajo cero

217 emprendimos marcha el señor Lempl y yo. A las dos horas nos encontramos al pie de la nieve en el costado noroeste del cerro. La ruta, sobre las enormes piedras de las morrenas, negadas caóticamente sobre todo el terreno, era muy penosa; muy de vez en cuando, un frailejón asomaba la cabeza entre los pedrancones. A las nueve y media llegamos al pie del hielo. No pusimos crampones en las suelas de las botas y nos atamos por medio de una cuerda sólida. Empuñando los picos, nos dimos a la tarea de escalar los peñascos; el sol calentaba un tanto y el viento había calmado. A las doce salimos de la pendiente más fuerte, a los 5.200 metros. Nos detuvimos por un cuarto de hora para comer un poco y deshacernos de los morrales. Seguimos por un plano de menos pronunciada inclinación, dejando el famoso bloque del Púlpito a mano izquierda, y no tardamos en llegar a la última pendiente, esa sí bien parada, que se interponía entre nosotros y nuestra meta. Tuvimos que hacer peldaños en el hielo con los picos para poder escalar la rampa de más de 60 grados. A las dos y cuarto exactas vimos coronados nuestros esfuerzos al paramos sobre la misma cúspide del cerro (5.420 metros). A nuestra vista se extendía la cordillera hasta el pico Ritacuba, los de Güicán, los Cóncavos, el Pan de Azúcar, etc., al norte. Al oriente se extendía la inmensidad de los Llanos, cubiertos de humo, y —al pie de la cordillera, entre neblinas— la laguna de La Plaza. Al Occidente, cresta tras cresta, se regimentaba la cordillera Oriental. Hacia el sur, las puntas del Campanilla. Depositamos en toda la cúspide del Púlpito del Diablo una cajita, fijada a una argolla de hierro que clavamos en el hielo, en donde dejamos anotada la fecha y la hora de nuestra ascensión, 10 de marzo de 1938. La temperatura ambiente era de un grado bajo cero; el cielo no tardó en toldarse y resolvimos el descenso, afanados por la niebla, muy desagradable en aquellas alturas; recojimos los morrales y a las cuatro y media salimos del hielo. Entonces caímos en la cuenta de nuestro cansancio; nos echamos al borde de un arroyuelo, comimos algo y reposamos por una hora. A las siete y media de la noche, por el mismo camino de subida, regresamos a la tolda, acogidos clamorosamente por nuestro compañero Klaus, que nos había estado observando durante todo el ascenso.

Al día siguiente, a muy buena hora, plegamos tolda y dijimos adiós a la nieve, lamentando la despedida. Pronto llegaron el muchacho Luis y don Rafael, con las bestias. Cargamos y nos fuimos. Bajo nuestra larga mirada quedaban las blancas montañas silenciosas, entre el azul profundo de las sombras. Un gavilán solitario, cerniéndose en lo alto, lanzaba de vez en cuando su agudo chillido...

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Campamento base para los ascensos al Nevado del Cocuy durante la campaña de 1938. (Foto Erwin Kraus)

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