2 La Minería En La Comarca Andorrana
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La minería en la comarca andorrana: 2 una perspectiva histórica SAGRARIO SANZ M UÑOZ Es indiscutible que la minería del carbón primero y el binomio minería-electricidad más tarde, han sido elementos clave en la evolución de la economía turolense. Son los dos factores en torno a los cuales gira la historia de la comarca de Andorra-Sierra de Arcos, que, junto con Cuencas Mineras, ha concentrado la actividad minera de la provincia. Las bocas de carbón en las minas a cielo abierto que pueden apreciarse en la carretera que une Andorra y Ariño, recuerdan a quien recorre dicha carretera la importancia que Andorra tuvo y sigue teniendo en la actividad minera. Por ello, el objetivo de este capítulo es llevar a cabo un análisis histórico-económico sobre la evolución de dicha comarca, al objeto de determinar la importancia que en términos económicos y sociales ha representado y representa en la misma el sector de la minería del carbón. Así, el sector agropecuario, que constituía la base económica de la zona con el cultivo de cereales y olivos, complementado con ovino y porcino, cedió el protagonismo a partir de los años cincuenta del siglo pasado al sector industrial, lo que en la comarca de Andorra supone referirse casi exclusivamente a la minería del carbón y la producción de energía eléctrica. Esta especialización es la que explica que la comarca haya conseguido mantener una de las cotas de densidad de población más altas de la provincia de modo que el municipio de Andorra, que tiene la capitalidad de la comarca, se encuentra entre los más poblados, mientras que los restantes mantienen su población, superando en general los mil habitantes. Dado que el sector minero-eléctrico ocupa a casi el 80% de su población, ante el anunciado cierre de las minas el gran reto para el nuevo siglo lo representa la diversificación económica de la zona, si se quiere evitar que la comarca sufra el mismo proceso que ha caracterizado a toda la provincia y la región: la despoblación paulatina de amplios núcleos rurales en beneficio de localidades más dinámicas. Del presente y del futuro 273 El origen de las explotaciones mineras El origen de la minería del carbón en nuestro país debe buscarse en el retroceso de la leña y su derivado, el carbón vegetal, conforme avanzaba el siglo XVIII. Estos combustibles tradicionales eran cada vez más escasos, y por lo tanto más caros, a la par que la demanda de carbón mineral despegaba (Coll y Sudriá, 1987). La respuesta a esta demanda fue el inicio de la explotación en varios yacimientos españoles. El hallazgo de estos, o al menos su divulgación, se debía a los ilustrados de la época, gracias a los conocimientos que habían adquirido con la lectura de libros científicos y sus viajes a otros países. En este contexto, destaca la labor de ciertas sociedades económicas, como la aragonesa, que apoyaron de diversas maneras el aprovechamiento de estos recursos a través de demostraciones públicas, experimentos o elaboración de informes. Estas primeras explotaciones tuvieron que enfrentarse a una serie de problemas, algunos de los cuales perdurarán en el tiempo: desconocimiento de las técnicas, mala calidad de nuestro carbón, y un obstáculo fundamental: el transporte. Basta citar que el transporte del mineral suponía a finales del siglo XIX más del 50% del precio final en los lugares de consumo, alcanzando en muchos casos hasta un 80% y un 90% del mismo. En la prensa turolense, muy sensibilizada con los temas relacionados con la extracción minera, este problema se convirtió en una auténtica obsesión recogida en publicaciones como Miscelánea Turolense y Boletín Minero y Comercial , del abogado Domingo Gascón y Guimbao, que ofrecen información periódica sobre la «Riqueza minera en la provincia de Teruel». Todas estas dificultades no impidieron, sin embargo, que en algunas cuencas españolas comenzara un proceso de atracción de establecimientos industriales muy ligados a la actividad en las minas, destacando de manera especial en Aragón el caso de la cuenca de Utrillas (Fernández Clemente, 1982 y 1999). Será en las décadas cincuenta y sesenta del siglo XIX cuando dicha cuenca empiece a ser explorada con intereses industriales, para ser finalmente a comienzos del siglo XX cuando una burguesía regional dinámica protagonice el despegue industrial aragonés y potencie la constitución de una gran empresa minera: Minas y Ferrocarril de Utrillas, constituida el 14 de marzo de 1900 para explotar la cuenca de forma técnica y mecanizada y construir vías de comunicación hasta los centros consumidores de la región (su capital, 12 millones de pesetas, era comparable al de las empresas grandes de Asturias o León por las mismas fechas). La inauguración del ferrocarril Utrillas-Zaragoza el 29 de septiembre de 1904 vino a solucionar el principal problema de los carbones turolenses: el transporte del mineral hasta las grandes zonas industriales. En cuanto al origen de las explotaciones mineras en la comarca andorrana, cabe señalar que ya antes de la guerra civil española se venían explotando las minas de esta zona, que desde 1910 parecen estar ligadas a la saga de los Sauras andorranos, a don Manuel Cañada Bernard y a Ricardo Taya, grandes emprendedores en 274 Comarca de Andorra-Sierra de Arcos todas las ramas de la industria y el comercio. Dichas explotaciones se intensifican con la coyuntura favorable de la Primera Guerra Mundial y se estancaron a partir de 1918 al no poder competir con los carbones de Asturias y Utrillas. Habrá que esperar, no obstante, a la primera edad de oro de nuestro sector carbonífero (1940-1958) para asistir al desarrollo espectacular de la explotación minera en la comarca (Cañada, 2000). El despegue industrial aragonés y el estallido de la guerra civil española El despegue industrial aragonés, protagonizado por una burguesía regional dinámica y emprendedora, coincidió con la pérdida de las últimas colonias americanas y asiáticas y la consiguiente ruptura de las relaciones comerciales que unían la metrópoli con la colonia y que permitían la llegada del azúcar de caña. A partir de entonces, comienza en Aragón un proceso de industrialización por sustitución de importaciones, destacando el papel de las industrias azucareras cuya historia está muy ligada a la de la industria minera. En este contexto cabe destacar el papel de innovación ejercido por iniciativas como la Granja Escuela de Zaragoza, que experimentó con nuevos cultivos agrarios y participó en la fundación de las azucareras y de las industrias químicas necesarias para que el cultivo de la remolacha azucarera mantuviese su capacidad productiva con abonos químicos. De este modo, a medida que van pasando los años nacen azucareras por toda la región, de forma que a la altura de 1925 se puede hablar de un auténtico boom en la industria aragonesa alrededor de esta actividad. Su importancia es tal que se genera en torno a este conjunto de fábricas un complejo industrial integrado, donde la agricultura necesitaba inputs que le suministraba la industria química, a la vez que la industria azucarera requería de inputs que le proporcionaban la metalurgia y la minería del carbón, dado que en los procesos productivos para destilar se necesitaban procesos de combustión. Será en este marco de interesante despegue industrial aragonés cuando estallará la terrible guerra civil española, manteniéndose desde el primer día la cuenca andorrana leal a la República. Respecto a los efectos del estallido de la guerra sobre los volúmenes de producción y consumo, cabe señalar que en las cuencas de la zona republicana la caída de la producción fue de un 55% en 1936 y en 1937 se encontraba prácticamente paralizada. En el caso de la provincia de Teruel la mayor caída se produjo en 1938, al pasar la producción de lignito de 112.000 a 23.000 toneladas (Coll y Sudriá, 1987). No obstante, parece que la disponibilidad de carbón no resultó decisiva para el desarrollo de la guerra, ya que la zona republicana pudo sustituirlo por carbón importado gracias a las reservas de oro que mantenía el Gobierno legal. Pero lo más sorprendente es que, a pesar de la caída de la producción y el descenso de la renta nacional –la caída alcanzó el 29%–, el consumo de carbón se disparó durante los años 1935-1940, siendo los ferrocarriles, la siderurgia y el cemento los principales protagonistas de esta expansión. Probablemente, la caída Del presente y del futuro 275 de las importaciones y las necesidades de reconstrucción expliquen este auge en el consumo minero durante los años de la guerra. Por lo que respecta a la cuenca andorrana, hay que destacar el intento de colectividad que tuvo lugar en los años 1936-1937, que llevó a cabo un proyecto de explotación común de la tierra –se dividió el término en 48 granjas, presidida cada una por un responsable que respondía ante el consejero de Agricultura del comité local– y la abolición incluso de la moneda de curso legal, que fue sustituida por un tipo de bonos (Balaguer y Bielsa, 2000). Dicha colectividad tuvo la iniciativa de abrir una mina de carbón para su explotación (después de la negativa de los mineros de Alloza de explotar conjuntamente la mina Barrabasa por hallarse esta en su término municipal), a la que denominaron Mina La Colectividad, de la que diferentes testimonios aseguran que obtuvo buenos resultados y que su producción alcanzó cierta relevancia en el comercio con otras colectividades aragonesas y catalanas. Años más tarde pasaría a ser propiedad de la empresa Electroquímica del Flix. También en Ariño se produjo la colectivización de las minas a primeros de agosto de 1936, minas que fueron utilizadas como refugio durante la guerra civil. En 1938, cuando acabó esta, las minas pasaron de nuevo a la Sociedad General Azucarera de España, que las había adquirido en 1920 a la familia Taya.