El guión de la cirugía urbana: 1850-1940

El guión de la cirugía urbana: Lima 1850-1940*

Gabriel Ramón Joffré

1. ESCENARIO Y CIRCUNSTANCIA1

Teddy Crownchield se desplaza raudamente, en automóvil, hacia el centro de la ciudad. Su trayecto, la flamante avenida Leguía: vista desde el aire, una línea que conecta el nuevo extremo meridional limeño y el antiguo espacio intramuros, al que se ingresa luego de atravesar el Arco Morisco donado por la colonia espa- ñola para las fiestas del centenario de la independencia nacional peruana (1921). El narrador no se preocupa por especificar la ubicación del domicilio del protago- nista, ya que la descripción del interior es suficiente para deducir su estatus y, consecuentemente, localizarlo. Esta sencilla asociación –entre barrio y clase so- cial– es ya un indicio histórico: un par de décadas antes habría resultado insóli- ta.2 Ambientada en 1928, y publicada en 1934, Duque, la novela de José Diez

* Trabajo de investigación ganador del primer Premio Nacional en Ciencias Sociales, convo- cado por el Instituto de Investigaciones Histórico Sociales, en la categoría docentes. 1 Este artículo aborda las formas cómo la política, el espacio y la estética se entrecruzan en Lima, en el trayecto histórico que va de la adusta Penitenciaría al bucólico Parque de la Reserva. 2 En Lima colonial, y buena parte de la república (siglo XIX), el estatus no estuvo definido por la zona residencial, antes bien por el domicilio. Prevalecía una heterogeneidad social intraurbana, que combinaba dos tendencias: el precio del suelo disminuía a medida que se alejaba de la Plaza Mayor. Sin embargo, en una misma calle podía encontrarse una lujosa

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Canseco, presenta una topografía social específica, hilvanada a partir de una serie de detalles urbanos que la hicieron verosímil como relato y la hacen plena- mente datable en los albores del siglo veinte limeño.3 Como otras capitales del continente, la peruana estaba experimentando un trance decisivo (y típico) de la ciudad moderna latinoamericana: el abandono del centro como zona residencial por parte de las clases altas, la denominada «huida al sur» limeño.4 No obstante, incluso en la novela, el desplazamiento aún estaba en marcha: Carlos Suárez, acomodado amigo de Teddy, vivía –con su abuelo– en una vieja casona de la céntrica calle de San Ildefonso.5 La nueva segregación implicaba la especialización del centro como espacio comercial, abigarrada residencia popular y sede de los más diversos antros. Entre estos últimos destacaban los fumaderos de opio en el barrio chino, o los prostíbulos de las calles de Patos y del Huevo, frecuentados por los personajes de la novela y sus contemporáneos. Precisamente sobre este tópico, el autor intenta evidenciar el sustento documental de Duque. Incluye una nota a pie de página: por decreto prefectural –posterior a la redacción de la novela– los diversos burdeles habían sido trasladados al incipiente distrito popular de La Victoria, al sureste de Lima. En una urbe donde todas las actividades estaban siendo debidamente sectorizadas, la prostitución no podía resultar exenta. El paradó- jico resultado de la reforma no escapó a Diez Canseco: desplazados a fin de hacer honorable la zona que abandonaban, los lupanares acabaron ocupando

mansión junto a una vivienda paupérrima; más aún, muy cerca del centro había residen- cias populares. Confirman esta situación a inicios del siglo XX: BURGA, M. y FLORES GALINDO, A. (1987) Apogeo y crisis de la República Aristocrática. Lima: Rikchay Perú, p. 13 y PARKER, D. (1998) «Civilizing the City of Kings: Higiene and Housing in Lima, », en PINNEO, R. y BAER, J. (eds.) Cities of Hope. People, Protests, and Progress in Urbanizing Latin America, 1870-1930. Boulder: Westview Press, pp. 166-7. 3 DIEZ-CANSECO, J. (1934) Duque. Santiago de Chile: Ercilla. Sobre Duque y su vinculación con la ciudad (como fenómeno literario), resultan ilustrativos los ensayos de ORTEGA, J. (1986) Cultura y modernización en la Lima del 900. Lima: CEDEP y ELMORE, P. (1993) Los muros invisibles. Lima y la modernidad en la novela del siglo XX, Lima: Mosca Azul, Caballo Rojo. 4 Referencias sobre este rasgo de la historia urbana continental en GUTIÉRREZ, R. (1983) Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica. Madrid: Cátedra, p. 479 y SCOBIE, J. (1984) «The growth of Latin American cities, 1870-1930», en BETHELL L. (ed.) The Cambridge History of Latin America. Cambridge: Cambridgc University Press, vol. IV, pp. 256-8, que aluden a situaciones semejantes en Buenos Aires, México, Quito, Río de Janeiro, Santia- go, y Sao Paulo. 5 J. BASADRE destaca el prestigio que la zona tradicional continuaba ostentando entre las familias acaudaladas y apunta cl caso del millonario Eulogio Fernandini que en la segunda década del nuevo siglo resolvió edificar su mansión en pleno centro. Cf. (1983) Historia de la República del Perú. Lima: Universitaria, vol. IX, 7a. edición, pp.375-8.

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«todas las calles que llevan nombres de próceres o de santos». A contraco- rriente del aséptico proyecto municipal, los antípodas (virtud/pecado) resulta- ban simbólicamente unidas en el entramado urbano.6 A diferencia de la escasa historiografía urbana de la época, y de la poste- rior, Duque caracteriza socialmente los espacios y –he ahí su brillo– los articu- la: Teddy va del sur al centro, del bucólico Country Club al céntrico Palais Concert, de la avenida Leguía al balneario de La Punta, de las canchas del Lawn Tennis a las camas de Patos, aprovechando los variados usos de estos retazos limeños. La inusitada velocidad del automóvil permite abarcar –por vez primera en su género– a la urbe en conjunto. Pese a su prolija descripción de detalles, los límites espaciales del más notable de sus antecedentes narrativos –las Tradiciones peruanas (1872) de Ricardo Palma– fueron siempre mucho más modestos.7 Esto hace de la señalada ficción un privilegiado punto de partida para interrogarse por el funcionamiento de la ciudad de entonces, contexto necesario para comprender la apropiación de modelos urbanos foráneos, in- gredientes primordiales del guión de la cirugía limeña.8

6 DIEZ CANSECO, op. cit., p. 28. 7 Es sintomática la distancia entre Duque y Julia, o escenas de la vida de Lima (1861) de Luis Benjamín CISNEROS. En esta temprana novela limeña, las escasas alusiones a la urbe son escuetas. No se describe, ni se percibe, la ciudad; todo sucede en las casas o al pasar por ellas. Y para colmo –¿con el fin de evitar desplazamientos y descripciones urbanas?– los protagonistas viven en cuadras vecinas. 8 Además de los trabajos generales de ROMERO, J. (1976) Latinoamérica, las ciudades y las ideas. Buenos Aires: Siglo XXI, RAMA, A.( 1985) A cidade das letras. Sao Paulo: Brasiliense y GUTIÉRREZ, R., op cit, se consideran las observaciones metodológicas, surgidas a partir de comparaciones latinoamericanas específicas: al tratar de Belo Horizonte, Agnotti SALGUEIRO, VI. (1995) Revisando FLAUSSMANN. «Os limites da comparaçáo. A cidade, a arquitetura e os espaços verdes (o caso de Belo Horizonte)». Revista U.S.P., 26, pp. 195- 205, ha enfatizado en la necesidad de marcar distancias respecto al modelo original parisino y especificar elementos (v. g. avenidas) a fin de establecer comparaciones válidas; en el caso de Caracas, ALMANDOZ, A. (1997) Urbanismo europeo en Caracas (1870-1940,). Caracas: Fundarte, Equinoccio, Ediciones de la Universidad Simón Bolí- var, pp. 25-6 advierte de la necesidad de contextualizar las ideas urbanísticas en el marco de las importaciones culturales y, por tanto, no limitar la pesquisa a los «monumentos o avenidas imposibles». En sentido análogo, para Lima se ha insistido en la importancia de considerar las edificaciones en relación con los proyectos, Cf. RAMÓN, O. (1999) La muralla y los callejones. Intervención urbana y proyecto político en Lima durante la segunda mitad del siglo XIX. Lima: PromPerú-Sidea, pp. 184-5. El artículo pionero de HARDOY, J. (1987) «Teorías y prácticas urbanísticas en Europa entre 1850 y 1930. Su traslado a América Latina». Revista de Indias, 47 (179), pp. 187-224, estrictamente la única aproximación específica en perspectiva continental al tema que nos convoca, incluye poca información sobre la «retaguardia del proceso»: las capitales del Pacífico, especialmente de las repúblicas andinas.

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Iniciando el siglo XX, Lima era más que sus extremos, siendo al medio del trayecto descrito donde se ubican los más destacados y modernos lugares públicos del momento, con el Parque de la Exposición como epicentro. Precisa- mente en una de sus instalaciones, el renombrado restaurante del Parque Zoo- lógico, el protagonista y Suárez conocerán un par de actrices ¡húngaras!: indi- cio del doméstico cosmopolitismo del sector. La capital peruana comenzaba a quebrar sus límites virreinales. Por un lado, a través de una relativa sintonía informativa con las grandes urbes, que permitía una apropiación local más acelerada de los modelos culturales en boga. Y por otro, en términos urbanos, rebasaba con holgura el espacio intramuros, intrínsecamente colonial. El mo- mento de negociar otro centro había llegado y las indicadas variables se entrecruzaban en la circunstancia. Con un núcleo tradicional sumamente regular y denso (y por tanto difícil de intervenir), una periferia meridional definidamente residencial, y el resto de incipientes periferias, paupérrimas, el interés oficial –a juzgar por el énfasis constructivo y la dirección de los proyectos– apuntó al concurrido parque y sus alrededores. Originalmente acondicionado para la magna Exposición Na- cional (1872), este complejo contaba con un Jardín Botánico, un Zoológico y diversos pabellones, a los que paulatinamente se irían agregando monumen- tos, fuentes y otras instalaciones. El apogeo de esta zona urbana quedó ratifi- cado cuando en 1898 fue seccionada por la majestuosa avenida 9 de Diciembre. Adornada por esculturas de mármol y flanqueada por elegantes edificios resi- denciales, esta vía comenzará a funcionar como el bulevar criollo por antono- masia, opacando al céntrico jirón de la Unión. En menor escala, pero en el mismo sentido que Río de Janeiro y Ciudad de México, las coordenadas estilísticas de la empresa urbana limeña fueron explícitas y constantes. Bajo el influjo de las grandes exhibiciones internacionales, el diseño general –e inclu- so los componentes– del Palacio de la Exposición (1872) habían respondido a modelos europeos, especialmente italianos y franceses. Tres décadas des- pués, en pleno auge de la medicina sanitarista, se instaló frente a esta edifica- ción el Instituto de Higiene. Se aprovecharon entonces los materiales y el formato del pabellón peruano que acababa de participar en la Gran Exposición de París (1900), construido por el arquitecto francés Fernand Guillard.9 La descripción urbana de Duque y el espacio ocupado por el Parque de la Exposi- ción se ubican al centro del proceso a tratar. Resultan corolario y prólogo de un trayecto que es preciso esbozar, recorriendo fragmentos de una ciudad por describir.

9 BROMLEY J. y BARBAGELATA .J. (1945) Evolución urbana de la ciudad de Lima. Lima: Concejo Provincial de Lima, p. 96.

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2. EL PRECEDENTE BORBÓNICO

Las reformas introducidas durante el régimen borbónico pueden ser conside- radas como el primer proyecto de modernidad urbana en Hispanoamérica. Bajo estas pautas, desde la segunda mitad del siglo XVIII, una serie de edificaciones marcó el panorama limeño. Los edificios asociados a este ciclo constructivo se caracterizaron por la concentración de funciones, lo que consecuentemente llevó a un incremento de sus dimensiones. Por las limitaciones espaciales de la traza en cuadrícula, como por la incipiente adopción de preceptos higienistas y de seguridad urbana, buena parte de estos edificios resultaron exiliados a la periferia. Así sucedió, por ejemplo, con el coliseo de Gallos (1762), edificación que se asoció a la regularización de esta actividad lúdica, que anteriormente se llevaba a cabo en cualquier lugar de la urbe. El coliseo se convirtió en el espa- cio exclusivo para su ejercicio, estuvo dotado de amplias instalaciones para cumplir su cometido y se le ubicó cerca de las murallas. Algo semejante ocurrió con la plaza de Toros (1780) o el cuartel de Santa Catalina (1806), desplazados ex profeso a causa de su magnitud y funciones. Este proceso fue acompañado por la paulatina introducción del neoclasicismo, manifiesto en edificaciones como las renovadas portadas del (1800) y de Maravillas (1807), y la austera iglesia de Santo Cristo (1780). En este ciclo constructivo que incluyó al menos veinte grandes obras, entre nuevas edificaciones y reconstrucciones, la realización más representati- va resultó el Cementerio General (1808). Si tradicionalmente los muertos habían sido enterrados en las iglesias, desde mediados del siglo XVIII –al compás del iluminismo– las autoridades metropolitanas determinaron la necesidad de ubi- carlos a extramuros por razones de salubridad. Para tal fin era necesario contar con un espacio adecuado que alojara esta desplazada y unificada función, por lo cual se le ubicó a sotavento, al este de la ciudad, más allá de las murallas. Erigido bajo la dirección del artífice español Matías Maestro, este edificio fue uno de los primeros de su género en las capitales del continente, y materializó una reforma y una época. Como el resto de edificaciones, evidenció el cambio de orientación arquitectónica colonial, bajo la batuta de un imperio subordina- do al canon estético francés.10

10 Sobre las construcciones borbónicas limeñas, puede verse GARCÍA BRYCE, J. (1972) «Del barroco al neoclásico en Lima: Matías Maestro». Mercurio Peruano 488 (48-68) Lima, y RAMÓN, O. (1999) «Urbe y orden. Evidencias del reformismo borbónico en el tejido limeño», en O’PHELAN, S. (ed.) El Perú en el siglo XVIIL La era borbónica. Lima: Instituto Riva Agüero, pp.295-324. Respecto al surgimiento de la política higiénica

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3. LA URBE DEL GUANO (1847-1875)

Concluido el cielo borbónico, la capital peruana experimentó un hiato cons- tructivo de algunas décadas. La descomposición del sistema colonial español provocó que las autoridades limeñas abandonaran el proyecto de renovación urbana para dedicarse exclusivamente a la defensa militar del reino. La zozobra propia de las primeras décadas del nuevo régimen ratificó la denominada ‘ruralización’ de la capital. Como señalan los testimonios del momento, Lima tenía la faz de una ciudad arrasada11. A mediados del siglo XIX, gracias a la bonanza económica obtenida por la exportación del guano (fertilizante de ex- cremento de aves), se pudo solventar la constitución efectiva del Estado pe- ruano. Para la abandonada capital, esto se tradujo en un nuevo ciclo construc- tivo (Cuadro 1). Se erigió entonces una serie de edificios, cuyas características comunes revelan trazos del programa urbano del momento. Primero, tras estas edificaciones pueden identificarse especialistas que, ha- biéndose informado de las novedades del mundo industrializado, procedieron a implementarlas en Lima. Médicos como José Casimiro Ulloa, quien luego de viajar a Francia para conocer las nuevas técnicas psiquiátricas, propuso la cons- trucción del manicomio.12 El polifacético abogado Mariano Felipe Paz Soldán realizó un periplo por Estados Unidos con el objetivo de conocer las modalida- des penitenciarias, proponiendo y dirigiendo la ejecución de un centro de reclu- sión con el modelo panóptico. La apertura ocasionada por la quiebra del sistema colonial español permitió la llegada de profesionales de otras naciones euro- peas, principalmente de Italia y Francia. De las seis grandes obras de este cielo, al menos tres estuvieron a cargo de italianos, lo cual no sorprende si se considera el rol preponderante que estos inmigrantes habían adquirido en el Perú.13 Duran- te el gobierno de J. Echenique (1851-1854) se contrató a los ingenieros franceses

hispanoamericana consúltese CLEMENT, J. (1983) «El nacimiento de la higiene urbana en la América española del siglo XVII». Revista de Indias, 23 (171), pp. 77-95. 11 El funcionario inglés John MC GREGOR (1845), «Bosquejo general del Perú (1847)», en BONILLA H. (ed.) Informes de los cónsules británicos. Lima: IEP/ FLBIP, p. 163, sintetizaba la situación limeña: «Ahora todo da impresión de pobreza y decaimiento, un cambio penoso de su anterior esplendor y riqueza. Esta apariencia se podía observar no sólo en la ciudad, sino también entre los habitantes. Familias enteras habían sido barridas y sus ex servidores, o extranjeros, se habían convertido en poseedores de sus casas y propiedades». 12 RUIZ, A. (1994) Psiquiatras y locos. Entre la modernización contra los Andes y el nuevo proyecto de modernidad. Perú: 1850-1930. Lima, Instituto Pasado y Presente. 13 La migración al Perú fue mucho menor que la experimentada en las costas atlánticas latinoamericanas. No obstante, resultó significativa en términos de cuadros dirigentes. En 1896, los extranjeros controlaban 103 de las 113 firmas importadoras limeñas, 161

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Emilio Chevalier y Charles Farraguet, y al polaco Ernesto Malinowski para dirigir grandes obras de ingeniería. Inmediatamente, se determinó la constitución de la «Comisión Central de Ingenieros Civiles» (1852). En 1860 se aprobó el «Regla- mento para el servicio de ingenieros y arquitectos del Estado». Ejercieron enton- ces sus actividades los primeros arquitectos profesionales, como Maximiliano Mimey, José Tiravanti, Miguel Trefogli, Domingo García y Manuel San Martín. En 1876 se fundó la Escuela de Ingenieros del Perú, a cargo del polaco Eduardo de Habich. De este modo, se sentaron las bases para la formación de la principal institución técnica del país, de la que egresarían los primeros cuadros de arqui- tectos. Tanto por la importación de especialistas extranjeros, como por la instruc- ción de los artífices locales, se comenzaba a contar con personal capaz de cons- truir edificaciones de nuevo tipo.14 Segundo, los grandes edificios construidos quebraron el patrón arquitec- tónico al proponer formas desconocidas, íntimamente asociadas a los renova- dos contenidos institucionales. Hasta entonces la arquitectura limeña se había caracterizado por su marcado carácter regional, producto de la paulatina trans- formación de las formas tradicionales. Pese a la presencia de algunos elemen- tos de carácter industrial, se trataba de una arquitectura empírica y artesanal, ejecutada por maestros de obra y carpinteros frecuentemente guiados por el propietario. Obras como la Penitenciaría, por sus dimensiones y su especializa- da función, requerían un enfoque más técnico y racionalizado para su diseño y ejecución, impensables en manos del artífice tradicional.15 Se trataba de ingre- dientes, y contenidos. La disposición en panóptico de la Penitenciaría y el Hospital Dos de Mayo, las líneas rectas y la majestuosidad de las fachadas no eran recursos aislados, ya que estaban asociados a la propuesta disciplinaria asumida por el Estado. En el frontis, la Penitenciaría adoptó un estilo severo

de las 196 casas comerciales y 74 de las 92 fábricas. El 10 por ciento de la población limeña era europea, cuya mitad era italiana. Según MORSE, R. (1973) «La Lima de Joaquín Capelo: un arquetipo latinoamericano», pp. 9-45, en MORSE, R. y CAPELO, J. Lima en 1900. Lima: IEP, p. 39. La estatua ecuestre de Bolívar fue confeccionada por Adán Tandolini, el hospicio Manrique por M. Trefogli, el Palacio de la Exposición por Anto- nio Leonardi y el Hospital Dos de Mayo por Mateo Graziani y Miguel Trefogli. Sobre la presencia italiana ver VELARDE, 1-1. (1978) Arquitectura peruana. Lima: Editorial Studium, 3ra edición, p. 409. 14 BROMLEY y BARBAGELATA, op. cit., p. 89-90; GARCÍA BRYCE, J. (1980) «La arquitectura en el virreinato y la republica», en Historia del Perú (Procesos e Instituciones). Lima- Barcelona: Editorial Juan Mejía Baca, vol. IX, pp. 102-103, y LÓPEZ SORIA, J., (1999) Historia de la Universidad Nacional de Ingeniería, vol I. Los años fundacionales (1876- 1909). Lima: UNI, introducción y capítulo I. 15 GARCÍA BRYCE, J. (1967) «Arquitectura en Lima 1800-1900». Amaru, 3, pp. 51-2.

Ensayos en ciencias sociales / 15 Gabriel Ramón Joffré que evocaba su finalidad reclusiva y su inexpugnabilidad, mientras que al interior incluía salas donde los presos serían acondicionados a la disciplina de la producción durante el día y celdas individuales nocturnas. Por su parte, el hospital, construido luego de una epidemia de fiebre amarilla, debía servir para afrontar futuros percances masivos. Por ello sus pabellones estaban dispues- tos de un modo totalmente distinto al de sus antecedentes coloniales. Tercero, cada uno de estos edificios sustituía una serie de pequeños esta- blecimientos de origen colonial: un enorme Matadero general en lugar de mu- chos y diminutos lugares para beneficiar el ganado, un Manicomio en vez de varias loquerías, entre otros. Esto provocaba un rompimiento con las magnitu- des precedentes, como sucedió con la Penitenciaría, que ocupaba casi tres hectáreas, escala inusitada incluso para las grandes iglesias coloniales, que además conjugaban con el panorama arquitectónico existente. Cuarto, por motivos semejantes a los esgrimidos durante el ciclo construc- tivo previo (espacio, higiene, seguridad), muchos de los edificios de este pe- ríodo se situaron lejos del centro, destacando entre las excepciones el Merca- do Central, que aprovechó el extenso terreno expropiado a las monjas de la Concepción. Resultaron desplazados a la periferia el Manicomio (al este de la ciudad), la Penitenciaria (en el extremo meridional), el Hospital Dos de Mayo (próximo a la portada de Cocharcas). Atravesaron las murallas: el Matadero general, el Palacio de la Exposición, la Fábrica de Papel, la Fábrica de gas y la . Pese a diferir de sus antecedentes borbónicos, estos edificios compartían algunos rasgos básicos. Así por ejemplo la construcción del Mercado Central (1852) cumplió con uno de los más preciados anhelos de las postrimerías colo- niales: la reorganización del expendio de víveres a intramuros. Otra caracterís- tica común fue el ya señalado exilio a la periferia, aunque la relevante diferencia estuvo en la modificación del área de proyección. Si durante la segunda mitad del siglo XVIII se había privilegiado la zona norte (ribera derecha del río Rímac) y este (asociada a la portada de Maravillas y el Cementerio), durante el ciclo guanero primó el sur.16 A la señalada serie constructiva se sumó una empresa urbanística de gran envergadura: la demolición de las murallas y la consecuente reutilización de la periferia. Esta mole de barro que rodeaba la ciudad se hallaba en franco aban- dono. Entre sus múltiples proyectos, el empresario norteamericano Henry

16 Además de una serie de edificios (Penitenciaria, Palacio de la Exposición, Hospital Dos de Mayo, Escuela de Artes y Oficios, entre otros) se ubicó al sur la primera –e inconclusa– empresa urbanizadora republicana (1860).

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Meiggs vislumbró que derrumbarlas y aprovechar el terreno despejado resul- taría lucrativo. A fin de medir y tasar el área implicada, el gobierno comisionó al ingeniero Luis Sadá di Carlo, que había llegado desde Chile, para encargarse de dirigir el Instituto Modelo de Agricultura. Posteriormente Meiggs compró la zona y planeó –con la asesoría de Sadá– una serie de alamedas de circunvala- ción, de 50 m de ancho, con cinco avenidas paralelas cada una. De esta gran avenida circular, debían partir ramales que llegarían hasta el centro. También se crearían «squares» o jardines que «además de ser un centro de atracción o reunión son también muy eficaces para la salubridad de una ciudad», como aseveraba uno de los ingenieros de la obra. Complementariamente, se planeó una avenida muy ancha, con seis filas de árboles, que iría desde el Callao hasta la plaza 2 de Mayo. De este modo el puerto se comunicaría con la capital, que a su vez tendría todas sus secciones interconectadas.17 Esta empresa que resume el ciclo guanero, fue posible por la coincidencia entre la bonanza económica y la valorización de los terrenos periféricos, provocada por el crecimiento urbano. La magnitud del proyecto y su sintonía con el panorama europeo –esto es, su filiación con las reformas que el barón de Haussmann implementaba en París– se explican por el atractivo que ejer- cía Lima entre inversionistas como Meiggs y por el auxilio del gobierno de José Balta.18 Esto no sólo permitió la renovación de los cuadros profesiona- les, sino la ejecución de proyectos de avanzada. El carácter vanguardista de esta empresa explica por qué –pese a interrumpirse– se convirtió en una especie de prólogo de la futura Lima. El Plano Topográfico de Sadá (1872), elaborado en esa coyuntura, resume las pautas básicas del guión urbano de los siguientes ciclos constructivos.19 Cuan radical sería la serie de reformas imaginadas, que incluso se planeó (sin éxito) desplazar el centro vital de la ciudad, es decir, el conjunto de los principales edificios institucionales, al sur, al futuro barrio de La Victoria.20

17 La cita en BRESSON, A. (1874) «Las alamedas. Estudio sobre los trabajos de embellecimiento y de salubridad de Lima». La Patria. 28 abril. s.p. Se incluye información de STEWART, W. (1946) Henry Meiggs. Yankee Pizarro. Durham: Duke University Press, p. 225-7. 18 Sobre la indicada filiación, compárese el mapa de Sadá (1872) con el de París reformado (1873). Cf. BENEVOLO, L. (1995) A cidade no história da Europa, pp. 190-1. 19 Es preciso destacar las notables –e inexploradas– correspondencias formales entre el mapa de Sadá y el proyecto de expansión de Barcelona (1858) de Ildefonso CERDÁ (Cf. Frampton, K. (1980) Modern architecture. A critical history. London: Thames and Hudson, p. 25) y el plano de ciudad de La Plata (1882) (Cf. GUTIÉRREZ, Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica, p. 508). 20 BROMLEY y BARBAGELATA, op. cit., p. 86-87, 88-89.

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La tendencia estilística del ciclo constructivo guanero fue comentada por diversos testigos europeos, entre los que destaca el testimonio del viajero francés Charles Wiener, quien visitó Perú y Bolivia a mediados de la década de 1870. Luego de su periplo, este personaje consultaría los trabajos inéditos de Leonee Angrand, diplomático que había estado en la capital peruana un par de décadas atrás (1847). Luego de criticar la transformación limeña y la pérdida de los «valores tradicionales» (aludiendo a los bocetos de su predecesor), Wiener reconoció con nostalgia: «Estos dibujos [...] me pareció que daban una nota que [...] yo ya no podía encontrar. Más tarde comprendí que este matiz delicado había sido desafortunadamente borrado por el tiempo. Lima progresa y, al progresar, la adorable ciudad colonial se europeiza. Las nuevas casas se pare- cen a las residencias prosaicas de nuestros pequeños rentistas».21 Viajeros posteriores serán aun más enfáticos, equiparando –a escala urba- nística– las transformaciones limeñas a las acaecidas en París. Tal fue el caso de André Besson (1886), quien aludirá a la «haussmanisation» limeña o su compatriota Émile Carrey, quien señaló que «... desde hace algunos años, una transformación tan completa como la operada en nuestras murallas por el Sr. Haussmann, de dudosa gloria, ha hecho de Lima una ciudad nueva [...] Sus fortificaciones se han convertido en bulevares».22

4. ORQUESTANDO LA GRAN CIUDAD (1895-1930)

Tal como sucediera con el descalabro colonial, la Guerra del Pacífico (1879- 1883) significó un nuevo quiebre del proyecto urbano limeño. Las imágenes de la destrucción provocada por el ejército chileno en el aristocrático balnea- rio de Chorrillos son una buena síntesis del percance sufrido: elegantes ca- sas quemadas y al centro una plaza con esculturas de mármol, totalmente arrasada. Luego de la ocupación militar de la ciudad, y la conclusión del conflicto, vendría el período de la reconstrucción nacional, que además de la rehabilitación de los exteriores urbanos, comenzaría a incidir en los espacios privados. Si anteriormente las novedades habían estado principalmente restringi- das a los grandes edificios públicos, en los dos ciclos constructivos siguien- tes, la República Aristocrática (1895-1919) y el oncenio de Augusto B. Leguía

21 WIENER, Ch. (1880) Pérou et Bolivia. Paris, p. 14. 22 Sobre Besson ver MACERA, P. (1976) La imagen francesa de1 Perú (siglos XVI-XIX). Lima: INC, p. 141. y Emile CARREY (1875) Le Pérou. Tableau descriptif historique et analitique des ètres et des coses de ce pays. Paris: Garnier Fréres, Libraries-éditeurs, p. 362.

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CUADRO 1 PRINCIPALES EDIFICACIONES Y AVENIDAS (1850-1930)23

Ciclo guanero Plazuela 7 de Setiembre 1847 Terminal del ferrocarril 1851 Mercado Central 1852 Matadero General 1855 Escuela Normal Central 1857 Monumento a Bolívar 1858 Manicomio 1859 Penitenciaria 1860 Fábrica de Gas 1862 Hospicio Manrique 1866 Escuela de Artes y Oficios 1870 Plaza 2 de Mayo 1872 Puente Balta 1872 Palacio de la Exposición Nacional 1872 Hospital 2 de Mayo 1875

Ciclo de la República Aristocrática Quinta Heeren 1890 Barrio Obrero La Victoria 1896 Casa de Correos 1897 Avenida 9 de Diciembre 1898 Avenida Brasil 1898 Avenida La Colmena 1899 Renovación Plaza Mayor 1901 Hipódromo de Santa Beatriz 1903 Facultad de Medicina 1903 Instituto de Higiene 1904 Casa Barragán 1904 Banco del Perú y Londres 1905 Monumento a Bolognesi 1905 Casa Courret 1906

23 Esta lista –necesariamente incompleta– ha sido elaborada con base en la información de BROMLEY, J. y J. BARBAGELATA, op. cit. y J. GARCÍA BRYCE, La arquitectura en el virreinato y la república. Las fechas son de inauguración; por ello, en algunos casos –específica- mente las avenidas– es preciso considerar que su conclusión resultó muy posterior.

Ensayos en ciencias sociales / 19 Gabriel Ramón Joffré

Cripta de los Héroes 1908 Avenida del Sol 1908 Teatro Segura 1909 Quinta Alania 1909 Estación Ferroviaria Desamparados 1912 Teatro Colón 1913 Casa Fernandini 1913 Casa de Depósitos y Consignaciones 1915 Almacenes Oechsle 1917 Palacio Arzobispal 1917

Ciclo del Oncenio leguiista Teatro Forero (Municipal) 1920 Colegio Guadalupe 1920 Avenida Leguía 1921 Arco Morisco 1921 Monumento a San Martín 1921 Monumento a Washington 1922 Parque Universitario 1923 Avenida del Progreso 1924 Edificio Rímac 1924 Sociedad de Ingenieros 1924 Monumento a Petit Thouars 1924 Edificios Plaza 2 de Mayo 1924 Museo de Arqueología Peruana 1924 Hospital Loayza 1924 Museo de Arte Italiano 1924 Hotel Bolívar 1924 Fuente China 1924 Fuente Norteamericana 1924 Monumento a Sucre 1924 Edificio Minería 1924 Monumento al Obrero 1926 Monumento a Manco Cápac 1926 Country Club 1927 Avenida Alfonso Ugarte 1928 Parque de la Reserva 1929 Banco Italiano 1929 Club Nacional 1929

20 / Ensayos en ciencias sociales El guión de la cirugía urbana: Lima 1850-1940

Palacio Legislativo fines década 1920 Edificios de portales de Plaza San Martín 1930 Orfanatorio Pérez Araníbar 1930 Reconstrucción del Palacio de Gobierno 1926-38 Palacio de Justicia 1926-38

(1919-1930), se enfatizó en la descongestión de la traza.24 Durante el primero, la oligarquía ejerció directamente el poder político, mientras que el gobierno de Leguía significó un intento de modernizar la sociedad peruana y redefinir las relaciones con el imperialismo. La marcada presencia de Estados Unidos se tradujo en las obras públicas –incluso urbanas– que aumentaron en nú- mero y magnitud. Destacó entonces la Foundation Company, constructora norteamericana encargada de las principales avenidas.25 Ambos períodos tuvieron un decisivo influjo en el panorama urbano limeño y –más allá de los matices– compartieron dos rasgos. Por el lado de la gran escenografía urba- na, se planearon y ejecutaron enormes avenidas (de circunvalación, de pene- tración y de conexión interurbana). En lo concerniente a estructura interna, la atención estuvo centrada en la vivienda masiva. La preocupación oficial por la ubicación, forma y disposición de las residencias populares se convirtió en imperativo de una agenda que constataba la insuficiencia del mero «em- bellecimiento estratégico». Una contradictoria ecuación parece haber resumido la situación residen- cial limeña precedente. Durante las postrimerías coloniales la ciudad había crecido muy poco en extensión, rasgo que se mantuvo a lo largo del siglo XIX. Mientras tanto, el número de habitantes había ido aumentando constante- mente. El paliativo para esta permanencia habían sido las residencias popu- lares, tanto aquellas expresamente planeadas con tal función (callejones), como las generadas por la subdivisión de las viviendas pudientes (casas con cuartos de vecindad). En 1839 el número de callejones era de 247, duplicán- dose en las dos décadas siguientes. Pero este no fue el único tipo residencial que se incrementó, ya que en el mismo intervalo el número de puertas pasó de 10,605 a 13,093, y sólo dos años después a 14,002, en lo que un comenta- rista de la época calificó de «prodigioso aumento». Conservando su trama, y

24 Sobre la ciudad en este período ver MUÑOZ, F. Diversiones públicas en Lima 1890-1920. La experiencia de la modernidad. Lima: PUCP / U. del Pacífico / IEP. 25 BURGA y FLORES GALINDO, op. cit. y THORP, R. y BERTRAM, G. (1985) Perú: 1890-1977. Crecimiento y politica en una economía abierta. Lima: Mosca Azul, p. 181.

Ensayos en ciencias sociales / 21 Gabriel Ramón Joffré prácticamente sin modificar su superficie, la ciudad tuvo que subdividirse, para alojar la creciente población.26 Para inicios del siglo XX, la situación mudó, la ciudad rebasaba sus fronte- ras coloniales: de las 456 hectáreas de las postrimerías del siglo XVIII, alcanzaba las 1,292 en 1908. Los índices demográficos, también resultaban apremiantes: entre 1891 y 1908 la población había aumentado de 103,956 a 140,884. Lima contaba ahora con unos 671 callejones y 755 casas de vecindad, que alberga- ban casi a la mitad de la población. En una ciudad caracterizada por su lento crecimiento –en relación con las otras capitales sudamericanas– entre 1903 y 1908, el número de edificaciones había pasado de 12,311 a 14,230, esto es un promedio anual de 384 obras, entre locales públicos, residencias, fábricas y talleres.27 A lo anterior era preciso agregar la mencionada huida al sur de las clases altas, que contribuyó a la densificación de las grandes residencias y del centro en conjunto. Al deterioro generalizado de los servicios (tugurización) se sumaba un rasgo de signo contrario: permanecían en el centro los principa- les edificios institucionales y comerciales de la ciudad. El dilema era: ¿cómo establecer un business district en medio del arrabal? Será precisamente en esta coyuntura de crecimiento (y hacinamiento), que se dé el auge del higienismo. Esta rama de la medicina dedicada a la salud urbana había adquirido especial relevancia desde fines del siglo XIX luego de una mortífera serie de epidemias. Desde su fundación, la Sección de Salubridad Pública del Ministerio de Fo- mento (1907) se convertirá en una herramienta esencial de la planificación urbana. Precediendo a los propios arquitectos, fueron los médicos sanitaristas, en colaboración con los ingenieros, quienes dieron las pautas constructivas para las viviendas populares.28 Es en estas sinuosas líneas donde debe ubicarse el proyecto urbano de las postrimerías del siglo XIX e inicios del XX. Cabe ahora interrogarse en específi- co, ¿cómo se manifestó la llegada de los nuevos patrones arquitectónicos? Aunque la transición al nuevo siglo estuvo marcada por modificaciones del más variado signo, como se puede percibir más claramente, el significado de la novedad es a partir del tratamiento diacrónico de determinados espacios. En tal sentido es preciso tratar tres elementos: la vivienda obrera, las avenidas y las plazas. Alojar. Para desplazar a la población pobre, se edificaron barrios populares como La Victoria (1896), donde incluso se determinó relegar las actividades

26 RAMÓN, La muralla y los callejones, pp. 137-138. 27 Toda esta información estadística en BROMLEY y BARBAGELATA, op. cit., pp. 100, 92, 100 y 101, respectivamente. 28 RAMÓN, La muralla y los callejones, loc. cit., pp. 144-1 83. 22 / Ensayos en ciencias sociales El guión de la cirugía urbana: Lima 1850-1940

«prohibidas» (como el caso de los prostíbulos, mencionado en Duque y efec- tivamente acaecido). Simultáneamente, se intervino el centro. Una orquestada campaña de crítica oficial a las congestionadas residencias populares precedió a la intervención y acción constructiva. Concebidas como antros desde los que se podían irradiar las más diversas enfermedades, las casas de los pobres, especialmente los callejones, ratificaron su nefasta fama a raíz de la epidemia de peste bubónica (1903). Los primeros experimentos constructivos se remontan a las casas para los obreros que participaron en la construcción de ferrocarri- les, planeadas por el norteamericano Henry Meiggs (1875); los planes de Ricar- do Monti (1871) para crear sociedades de crédito que solventaran la construc- ción de residencias para las clases «proletaria y media»; y los proyectos de agrupaciones de vivienda de Glicerio Joya (1896). A fines de siglo, la Sociedad de Beneficencia Pública inició una campaña constructiva concertada. Esta ins- titución, propietaria de buena parte del patrimonio inmueble limeño, realizó proyectos en los que participaron el ingeniero Felipe Araneivia (1894-1895), el arquitecto francés Claudio Sahut (1912, 1916) y, especialmente, Rafael Marquina. Este prolífico arquitecto peruano formado en la Universidad de Cornell (EE UU) ejecutó –desde fines de la década de 1920– más de veinte proyectos de casas para obreros, principalmente ubicadas en Barrios Altos (lado este del centro) y el barrio del Rímac.29 Conectar. El trazado en cuadrícula ha sido un atributo de las ciudades hispa- noamericanas. Los mapas coloniales de Lima muestran un núcleo regularmente formado y una periferia marcada por la sinuosidad, dato espacial y cronológicamente relevante ya que da cuenta de cómo el proyecto urbanístico de los albores virreinales fue paulatinamente olvidado. Este tejido sobrevivió al período colonial, y es sólo a mediados del XIX que se identifican ligeras interven- ciones. Además de la pionera Plazuela del 7 de Setiembre (1847) –tratada más adelante–, cabe mencionar que a raíz de la construcción del Mercado Central (1854) se suscitaron conflictos entre el gobierno y las monjas del convento que iba a ser expropiado y perforado. El ministro encargado señaló entre las justifi- caciones de la intervención que los terrenos del convento, al ocupar dos man- zanas juntas, interrumpían el tráfico entre los barrios alto y bajo de la ciudad. Iniciando una época de perforaciones, la calle fue trazada. El siguiente momento comenzará con la demolición de las murallas y el proyecto asociado. El señalado plano de Sadá (1872) incluía una gran avenida de circunvalación con una serie de plazas y avenidas que penetraban el trama- do en cuadrícula. La coordinación entre la ciudad vieja y nueva se realizaba en

29 RUIZ, M. (1993) «Las casas para obreros de Rafael Marquina». Huaca, 3, pp.33-41.

Ensayos en ciencias sociales / 23 Gabriel Ramón Joffré la zona este, donde un par de grandes avenidas, dispuestas en cruz, cortaban el antiguo tejido. Pese a tratarse de una zona relativamente pobre, sin edificios importantes –por tanto, idónea para ser intervenida– el proyecto no prosperó. Concluyendo el XIX se inicia el trazado de tres avenidas fundamentales. En 1898 se inaugura la 9 de Diciembre, luego conocida como Paseo Colón, por su carácter principalmente peatonal. Esta avenida conectó la zona de la futura Plaza Bolognesi (1905) y la avenida Grau, seccionando el Parque de la Exposi- ción. Un año después se inició la avenida Interior o La Colmena, que debía ir desde la Plaza 2 de Mayo hasta la avenida Grau, atravesando Lima de oeste a este. Aunque para la década del cuarenta la obra aún no culminaba, su tramo principal –hasta la proyectada Plaza San Martín– ya estaba listo en 1911. La tercera avenida, Brasil (1899), era mucho más extensa, partiendo del lugar que ocuparía la Plaza Bolognesi hasta llegar al litoral, con aproximadamente cinco kilómetros. A este primer grupo podría agregarse un proyecto, la avenida Cen- tral (1899) que atravesaría todo el centro de Lima, en dirección perpendicular a la avenida Interior. Iría desde la Plaza Bolognesi hasta la Alameda de los Des- calzos (al otro lado del río), pasando por el jirón de la Unión. De esta avenida sólo se realizaron algunos breves tramos. Considerando lo anterior, es posible distinguir los tres tipos de avenidas. La gran avenida de circunvalación, que como la vienesa RingStrasse, separaba (centro y periferia) pero a la vez comunicaba. En Lima este papel lo cumplía la avenida Grau, a la que se fueron agregando el Paseo Colón y la avenida Alfon- so Ugarte (1928). De este modo se obtuvo una avenida que rodeaba la vieja ciudad, comenzando en el extremo este, pasando por el nuevo centro, hasta llegar a la Plaza 2 de Mayo. El otro tipo fueron las avenidas de penetración, como la Colmena y la proyectada Central, que resultaron la modalidad más complicada y ansiada. En este sentido, el gran proyecto de la época fue la avenida 28 de Julio (1906) que abriría una majestuosa perspectiva desde la Plaza Mayor hasta la futura Plaza San Martín. Pese a las gestiones del alcalde Federico Elguera (1901-1909) y a la ley de expropiación específicamente pro- mulgada, no se avanzó un solo tramo. El tercer tipo fueron las avenidas de contacto con los otros centros urbanos. Además de la Brasil, destacan la avenida Leguía (1921) y la Progreso (1924), ambas encargadas a la Foundation Company. La primera siguió y propició el rumbo de las clases altas limeñas, enlazando el centro con Miraflores y los barrios residenciales intermedios. La otra permitió un flujo más acelerado entre el centro y el puerto del Callao. Exhibir. La tradición colonial se caracterizó por las plazas rectangulares situadas frente a los recintos eclesiásticos. El ciclo guanero comenzó quebran- do este patrón con la construcción de la Plazuela 7 de Setiembre (1847). Esta

24 / Ensayos en ciencias sociales El guión de la cirugía urbana: Lima 1850-1940 explanada resultó inusitada: por su ubicación, ya que se situaba delante de un teatro, y, formalmente, al ser semicircular.30 El siguiente hito urbano de este tipo fue la Plaza 2 de Mayo (1874), erigida en homenaje a los participantes en el combate homónimo, en que se enfrentaron embarcaciones españolas y fuerzas peruanas en el puerto del Callao (1866). La zona que ocuparía este monumento había sido especialmente atendida por los borbones, que erigieron una elegan- te portada neoclásica, asociada a un camino con una serie de óvalos. Por su posición estratégica, como pórtico de la urbe para quienes llegaban desde el puerto, y una supuesta vinculación espacial con la campaña independentista, el presidente Manuel Pardo eligió este lugar para instalar el monumento de homenaje. Para la realización de la obra se convocó a un concurso internacio- nal, del que resultaron vencedores dos artistas franceses, el escultor León Gugnot y el arquitecto Edmond Guillaume. Antes de instalarse en Lima, la obra fue exhibida en el Palacio de la Industria frente a los Campos Eliseos de París (1872). Las fotos contemporáneas muestran la discordancia entre el estilo y la magnitud de este artefacto y sus alrededores, conformados por vetustas casas de un piso. Como en el caso de la Plazuela 7 de Setiembre, la ruptura era formal y de ubicación, pero en mayor escala. Era una enorme plaza circular ubicada a extramuros, siendo además la primera de una serie de explanadas que moldea- rían la periferia inmediata de la ciudad.31 Cincuenta años después (1924), el magnate trujillano de ascendencia italia- na Víctor Larco Herrera decidió regularizar el panorama aledaño, financiando la edificación de una serie de elegantes residencias de varios pisos, para obtener un complejo semejante a la parisina Place de l’Etoile. Los planos originales estuvieron a cargo del arquitecto Claudio Sahut y la realización –ligeramente distinta– del arquitecto polaco Ricardo Malachowsky. De este modo se trans- formaría el abandonado barrio, se coordinaría los alrededores de la plaza con el estilo del monumento central y con las edificaciones de la flamante avenida la Colmena, en cuyo extremo opuesto se edificaba la Plaza San Martín (1924).32 Este conjunto tenía una coherencia formal semejante al Paseo Colón, en dispo- sición (avenida que desemboca en plaza circular), estilo y magnitud. Sin embar-

30 BRESCIA, R. (1968) Obras públicas del siglo XIX en Lima. Tesis de bachillerato Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional de Ingeniería, Lima. 31 La información sobre el monumento del 2 de mayo en MAJLUF, N. (1994) Escultura y espacio público (Lima 1850-1879). Lima: IEP, pp. 14-16. 32 Acerca del proyecto de las residencias circundantes a la plaza, ver el artículo anónimo «Los bellos proyectos que tenía don Víctor Larco Herrera para el embellecimiento de Lima», Mundial 80, 25.XII.1921.

Ensayos en ciencias sociales / 25 Gabriel Ramón Joffré go, la Plaza 2 de Mayo no resultó de un proyecto específico, sino de un proce- so paulatino de medio siglo. Más allá de la división temática planteada en esta sección, es preciso apun- tar que los anotados elementos se integraron en el trazado de las grandes avenidas, como La Colmena, que sintetizaban la novedad urbanística. Además de servir como vía de comunicación, esta obra implicaba la edificación de residencias y la exhibición de la renovada escenografía. El testimonio de Pedro Dávalos (1907) –que volvía a Lima luego de más de un lustro en el extranjero– es ilustrativo. Al describir La Colmena, apuntaba: «Todos los edificios son de estilo moderno, y gozan de confortable disposición, antes no vista en Lima. Pertenecen al género de residencias, siendo tal el costo de ellas y el aire señoral (sic) que sólo podrán ser habitadas por gente rica [...]. De los modelos de la antigua casa colonial no se ha tomado nada». Pero la innovación no se limitaba a esta avenida, sino que se convertía en rasgo de las arterias urbanas: «Es para mí el Paseo Colón la más significativa prueba del progreso y bienestar genera- les, del espíritu de grandeza e higienización que flota por encima de la masa pesimista y conservadora. Allí se ha roto con todo lo antiguo. De la Lima vieja, de la que estuvo entre murallas no se ha copiado nada».33 Durante los dos ciclos constructivos tratados, la presencia europea conti- nuó siendo decisiva en el tramado del guión urbano. Luego del experimento haussmanniano, el modelo parisino adquirió prestigio universal, convirtiéndose en referente obligado en América Latina. Más allá de la multiplicidad de naciona- lidades, en la que destacan polacos (Malachowsky), españoles (Agustín Querol, Mariano Benlliure) e italianos (Gaetano Moretti, Julio Lattini) prima el influjo francés: tres de los más prolíficos arquitectos del momento, Emile Robert, Claudio Sahut y el mencionado Malachowsky se habían formado en la Escuela de Bellas Artes de París.34 El detalle de la Plaza 2 de Mayo (afrancesada de principio a fin) confirmaría la constancia de la señalada impronta, hasta bien entrado el siglo XX.

5. LA GESTIÓN (FORÁNEA) DE LO PROPIO

Constatada la novedad que significaron los ciclos constructivos asociados a la República Aristocrática y al oncenio de Augusto B. Leguía, conviene dete- nerse en un rasgo efímero, puntual, que permite caracterizar –a contraluz– el

33 DÁVALOS Y LISSÓN, P. (1908) Lima en 1907. Lima: Gil, pp. 29, 61. 34 Robert dirigió la edificación del Palacio Legislativo y la Cripta de los Héroes; Sahut el Salón dorado del Palacio de Gobierno, el Teatro Colón y elaboró numerosos proyectos; y Malachowsky el Club Nacional, la fachada del Palacio Arzobispal, el Banco Italiano, el Palacio de Gobierno, entre otros.

26 / Ensayos en ciencias sociales El guión de la cirugía urbana: Lima 1850-1940 proceso de apropiación de las corrientes urbanísticas foráneas: la búsqueda de una expresión arquitectónica propia.35 El sonado debate sobre el «carácter nacional» que congregó a los intelec- tuales limeños de inicios de siglo, repercutió en diversos ámbitos, incluso en el arquitectónico.36 Aunque ni el socialista José Carlos Mariátegui, ni el ultraconservador José de la Riva Agüero propugnaron recetas específicas, sus preferencias urbanas se asociaron a sus respectivos credos políticos. Enfatizó el segundo en la tradición hispana, mientras que el primero propugnó una integración que destacara lo indígena.37 Sin embargo, fue el incipiente gremio arquitectónico nacional el que asumió la transformación del discurso en obra. Ya desde los albores del régimen republicano hubo intentos por tras- ladar al paisaje urbano algunos atributos de la «comunidad imaginada» perua- na. Es significativo que las primeras series de esculturas públicas, asociadas al ciclo guanero hayan estado exclusivamente dedicadas a personajes de la mito- logía clásica, como las de la Alameda de los Descalzos y la Plaza del Cercado. Una parcial excepción podría ser la escultura de Cristóbal Colón (1860), donada por la colonia italiana, que incluía una indígena caribeña. No obstante, la «visi- bilidad» del pasado prehispánico –como sucedía en México– resultaba perma- nente, ya fuese a través de los múltiples vestigios arqueológicos (abundantes en el valle limeño) o de sus descendientes (la población indígena).38

35 Sobre este tema, en perspectiva continental, ver la documentada aproximación de GUTIÉRREZ, op. cit. pp. 550-567. Para la evaluación del neocolonial y el neoperuano, aún no hay suficiente investigación primaria. En tal sentido la referencia sigue siendo GARCÍA BRYCE, «La arquitectura en el virreinato y la república», loc. cit. Resulta imprescindible la confrontación de los argumentos de Sebastián SALAZAR (1974) Lima la horrible. Lima: Peisa, pp. 95-106 y VELARDE, H. (1946) Arquitectura peruana. México: Fondo de Cultura Económica y op. cit. Un artículo exclusivamente dedicado al tema es el de RODRÍGUEZ, L. (1980) «El estilo neocolonial en la arquitectura peruana», en MATOS R. (ed.) III Congreso Peruano. El hombre y la cultura andina. Lima: Lasontay, pp.879- 892 que lamentablemente no tuvo ulteriores desarrollos. 36 Sobre el ‘problema nacional’, véanse los capítulos de BURGA y FLORES GALINDO, op. cit. III.2, III.3. 37 Sin ser el tópico principal, Amauta, la emblemática revista dirigida por Mariátegui, incluía algunas fotografías de edificios peruanos acompañadas de comentarios. Así, al presentar la fachada de una casa arequipeña se indicaba ‘La técnica indígena, robusta e ingenua, de la ornamentación, logra la fusión natural con la estructura española. Se realiza el mestizaje’ (1928) XII, p. 10. Enfatizando una tendencia, junto a la foto de una iglesia se señalaba: ‘Ejemplar absolutamente realizado de arquitectura mestiza peruana. Hasta en el conjunto hay influencia indígena’ (1928), XII, p. 9. (Original no subrayado). 38 Un indicio del carácter paulatinamente imperativo de esta presencia fue la exhibición de material arqueológico en la Exposición Nacional (1872). Cf. MIDDENDORF, E. (1973) El Perú. Lima: UNMSM, vol. I, p. 443.

Ensayos en ciencias sociales / 27 Gabriel Ramón Joffré

Sólo hacia la segunda década del siglo XX, aparecieron las primeras mani- festaciones urbanas que incluyeron alusiones al pasado prehispánico. Significativamente, se vincularon a la efervescencia constructiva del oncenio de Leguía, que tuvo en las festividades de la independencia nacional (1921, 1924) su momento de auge.39 Destacó el monumento a Manco Cápac (1926), donado por la colonia japonesa, y que pasaría a ocupar el centro de la plaza principal de La Victoria. Una obra de mayor envergadura fue el Parque de la Reserva (1929), diseñado por el ingeniero peruano Alberto Jochamowitz, con la colaboración de Sahut. Ubicado inmediatamente al sur del Parque de la Exposición, este inusitado ejercicio urbanístico pretendía dotar a Lima de un área verde intraurbana, y estaba explícitamente inspirado en sus símiles euro- peos. Además de sus elementos típicamente occidentales (la loggia, la pérgola y la fontana), este espacio incorporaba novedades vernáculas: relieves con escenas indígenas, esculturas individuales de indígenas, una fuente incaica y una huaca ornamental. Destacó especialmente esta última, que por medio de su forma y ornamentos proponía un pequeño conjunto prehispánico. No es fortuito que este pionero experimento plástico estuviera a cargo del renombrado pintor indigenista José Sabogal, vinculado al círculo de intelec- tuales preocupados por el «problema nacional».40 Simultáneamente se edificaba el Museo de Arqueología (1924) de la avenida Alfonso Ugarte, primera –y única– edificación pública radicalmente prehispánica del panorama urbano limeño. Se situaba a pocos metros de la Plaza 2 de Mayo, y fue financiado por el ya mencionado magnate Víctor Larco. Para la construcción de este museo se convocó a un concurso, realizándose el proyecto de Malachowsky, con una fachada que agregaba a la ornamentación inca inusita- dos elementos preincaicos (un par de monolitos tiahuanaco, de concreto).41 Lo nacional como síntesis cultural se manifestó incluso en magnos proyec- tos urbanísticos, como la nonata Plaza Perú (segunda mitad de la década 1930),

39 Ver el cuadro 1, especialmente entre 1921 y 1924. La frecuencia de monumentos y edificios se vincula al interés oficial en las indicadas celebraciones y a los regalos realiza- dos por las diversas coloniales extranjeras. En 1921 se celebraron los cien años de la declaración formal de la independencia, y en 1924 el centenario de la batalla de Ayacucho. 40 Sobre este Parque, ver el testimonio del propio A. JOCHAMOWITZ (1931) Mi vida profesio- nal. Lima: Torres Aguirre. Información sobre la inauguración en Mundial, 22.11.1929. Sobre Sabogal, resulta muy ilustrativo el artículo de J. C. MARIÁTEGUI, «La obra de José Sabogal», Mundial, 28.VI. 1928. 41 Ver el artículo anónimo «Los bellos proyectos...», Mundial 80, 25.XII. 1921. El diseño alternativo de Sahut, que también participó, en MORALES, C. (1940) «Claudio Sahut y su obra», Arquitecto Peruano, 37, s. p.

28 / Ensayos en ciencias sociales El guión de la cirugía urbana: Lima 1850-1940 basada en la propuesta del arquitecto polaco Bruno Paprocki. Esta explanada conectaría el lado este del Palacio de Gobierno y el frontis del Congreso, previa demolición de las manzanas intermedias. Cada una de sus cuatro secciones ostentaría nombres de períodos históricos (incanato, virreinato, independen- cia, república) que incluirían grupos escultóricos alusivos a cada uno de los departamentos del país.42 Las señaladas obras fueron la manifestación física de una inquietud que recorría la ciudad, y cuyos corolarios arquitectónicos fueron los denominados estilos neocolonial, y específicamente neoperuano. En ambos casos se trataba de síntesis estilísticas, pero con matices radicalmente distintos: el primero enfatizaba en la recuperación del elemento hispano colonial, mientras que el segundo rescataba el elemento indígena (prehispánico y colonial) como base de la tradición nacional. Significativamente en la génesis del neoperuano se ubica un escultor y arquitecto español, Manuel Piqueras Cotoli (1886-1937). Este especialista se inició con trabajos como la fachada de la Escuela de Bellas Artes (1919), y un salón del Palacio de Gobierno (1919), en los que experimen- taba con la decoración indígena sobre formas europeas, criollas o españolas. Sin embargo, su búsqueda iba más allá, intentando rebasar lo meramente deco- rativo. Posteriormente, Piqueras pasaría a identificar un «ritmo escalonado» que juzgaba característico de la plástica andina, y que trasladaría a una de sus más destacadas creaciones: el Pabellón del Perú para la Exposición Ibero-Ame- ricana de Sevilla (1929). Sustentaba su elección señalando que «la Nación debía presentarse ante las demás [...] con algo suyo, muy suyo, que la diferen- cie de las otras, que la afirmara en su personalidad artística».43

6. COORDENADAS DEL NUEVO URBANISMO: ENTRE LA TUGURIZACIÓN Y LA BARRIADA

Mientras el neoperuano abortaba, el neocolonial adquiría rango oficial. La adopción de este estilo se convirtió en requisito para realizar edificios en el centro de Lima, y se hizo presente en algunas casas de la periferia elegante.44 Los alrededores de la flamante Plaza San Martín fueron sometidos a una siste-

42 Arquitecto Peruano 15. IX. 1938. 43 PIQUERAS, M. (1930) «Las bellas artes y arquitectura peruanas». Revista El Perú. Reprodu- cido en Huaca, 3 (1993), pp. 61-62 Lima. Sobre el pabellón, ver BASADRE, Historia de la República, vol. IX, p. 344. Coincidentemente, en el IV Congreso Panamericano de Arqui- tectos realizado en Brasil, se recomendaba que ‘cada Nación procure vivir su tradición arquitectónica nacional’, GUTIÉRREZ, Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica..., p. 565. 44 GARCÍA BRYCE, La arquitectura en el..., p. 47.

Ensayos en ciencias sociales / 29 Gabriel Ramón Joffré matización neocolonial (1925). Más aún, los predios que circundaban el cuadri- látero identificado como lo más representativo de la ciudad –la Plaza Mayor– comenzaron a ser sometidos a un experimento plástico que concluyó en 1944. Se daba entonces una situación paradójica: mientras se inventaba y difun- día oficialmente este estilo «nacional» (el neocolonial), las formas constructi- vas domésticas tradicionales, propias de la arquitectura limeña, entraban en crisis. Si bien los ya tratados ciclos constructivos se habían caracterizado por la introducción de novedades, ahora la situación se había agravado. La im- pronta artesanal en los detalles de disposición, forma y ornamento, que había funcionado como una suerte de estructura profunda de la arquitectura perua- na, amenazaba colapsar. Un testigo de excepción definió críticamente los ele- mentos de este trance: «No entiendo por ‘tradición’: portales arequipeños, ornamentos de Tiahuanaco y perfiles de adobe cónicos. Por tradición entiendo la tradición de calles vistosas, abundantes espacios abiertos y plantíos conve- nientes; la tradición de jardines interiores y fachadas llanas; de iluminación por lo alto, techos planos, construcciones bajas, y materiales escogidos, trabaja- dos con finura».45 Esta modalidad constructiva que coordinaba la obra especí- fica y su contexto (en una suerte de microurbanismo), resultaba minada por la proliferación de nuevos materiales y técnicas. Para evaluar esta crisis, George Kubler aludía a tres asuntos: el reemplazo de adobes por ladrillos, el nuevo uso de las ventanas y la relación entre decorados y espacio. Estos detalles mostra- ban cómo la manera consuetudinaria, artesanal y armoniosa de concebir la construcción desaparecía mientras se imponían elementos desordenadamente superpuestos en aras de una pretendida funcionalidad.46 A la señalada crisis, que podría calificarse de cualitativa, se agregaba otra, más amplia, que convertía lo anteriormente señalado en detalle. Desde la déca- da de 1920, la migración a Lima desde el resto del país, se hacía cada vez más masiva y mostraba sus primeros rastros: el centro de la ciudad dejaba de ser la zona receptiva por excelencia y las escasas unidades populares de vivienda no podían satisfacer la creciente demanda residencial. De pronto, los espacios despejados y de escaso valor, periféricos o próximos a la ciudad, empezaron a ser aprovechados con el fin de urbanizarlos o, más propiamente, adaptarlos rudimentariamente como vivienda. Data de entonces el surgimiento de un fe- nómeno típico de las metrópolis tercermundistas, cuya manifestación limeña fue denominada «barriada»: nacieron Armatambo (1924), Puerto Nuevo (1928), Mendocita (1931), entre otros. Cuantitativamente, todo el despliegue arquitec-

45 KUBLER, G. (1948) «Sobre arquitectura actual en Lima». Las Moradas; II (6), p. 264. 46 KUBLER, op. cit., p. 264, 269.

30 / Ensayos en ciencias sociales El guión de la cirugía urbana: Lima 1850-1940 tónico previo comenzaba a hacerse minoría frente a esta paupérrima modalidad residencial que marcaría el rumbo de la urbe.47 Luego del terremoto de 1940 –tanto por la destrucción como por la cantidad de población indigente– la situación era tan grave que los incipientes urbanistas oficiales, como el arquitecto Emilio Harth-Terré, tuvieron que ceder ante esta novedad popular, asumiéndola como solución de emergencia.48 La planificación urbana debió subordinarse entonces al ímpetu migratorio. La preocupación por las barriadas parecía soslayar el temor a los callejones. Si anteriormente uno de los puntos esenciales había sido descongestionar el centro, ahora la creciente periferia marcaba la pauta. La autoconstrucción masiva y precaria desplazaba cualquier patrón constructivo oficial. Aparecieron entonces nuevas fronteras, entre la gran ciudad formalmente erigida y estas modalidades residenciales. Una de las respuestas oficiales será la creación de conjuntos habitacionales masivos bajo nuevos modelos urbanísticos, circunstancia de otra historia.

7. EPÍLOGO

La distinción de ciclos constructivos (borbónico, guanero, de la República Aristocrática, del oncenio) permite seccionar la diacronía limeña. Aunque cada uno pudo haber resultado de diversos proyectos urbanísticos, a posteriori resultan específicamente caracterizados. No sólo se trató de la erección de series de edificios, sino de la coordinación de los mismos de acuerdo a determi- nado patrón. Espacial y estilísticamente, los borbones rompieron con la tradi- ción colonial previa y se ubicaron en el umbral de la modernidad urbana. El auge guanero de la temprana república permitirá concretar muchas de las aspi- raciones del ciclo previo, como la concentración funcional y el desplazamiento periférico, con una arquitectura que enfatizaba en los edificios públicos. El compartir un mismo tejido urbano, hizo que en ocasiones diversos regímenes insistieran en determinadas zonas, lo cual generó verdaderos palimpsestos y evidencia su estratégico carácter. Ello sucedió, por ejemplo, con el área ocupa- da por la Plaza 2 de Mayo, ininterrumpidamente atendida en los cuatro ciclos constructivos abordados.

47 Una síntesis del tema en DRIANT, J.C. (1991) Las barriadas de Lima. Historia e interpre- tación. Lima: IFEA/DESCO. 48 Esto fue propuesto por los directores de la Junta Urbana de Lima y Callao, el ingeniero Roque Vargas Prada y el arquitecto Emilio Harth-Terré en un artículo periodístico (La Prensa, 2 de junio de 1940). Citado por CRUPI, T. (Ms) Nation Divided, City Divided: Urbanism and its Relation to the State 1920-1940. Manuscrito, p. 25.

Ensayos en ciencias sociales / 31 Gabriel Ramón Joffré

El caso de la plaza no fue único, ya que es posible identificar otros espacios constantemente intervenidos. Precisamente esta recurrencia espacial permite indicar que existe una coincidencia de objetivos. Un momento muy ilustrativo, fue las postrimerías del ciclo guanero, cuando quedaron planteados los temas centrales de los siguientes ciclos: la descongestión intramuros y sus dos va- riables específicas, las grandes avenidas y las viviendas populares. Sintomáti- camente, las obras pioneras en ambos rubros estuvieron a cargo del mismo empresario, Henry Meiggs. Los posteriores ciclos constructivos enfrentaron un desafío análogo, pero de mayor magnitud (demográfica y espacial). Los límites previos de Lima comenzaban a desaparecer, surgiendo una marcada diferenciación entre el viejo espacio intramuros y la periferia. El nuevo sistema urbano provocó una reutilización de la estructura existente. Aunque el centro mantuvo su función principal y reforzó su valor simbólico, surgieron otros lugares de importancia. Desde las postrimerías del siglo XIX este rol alternativo lo cumplió la periferia meridional inmediata (el Palacio de la Exposición y sus alrededores). Testigos vaticinaban (con certeza) que el futuro inmediato se hallaba hacia esta zona, específicamente «alrededor de los puntos cardinales del Círculo Bolognesiano».49 La apropiación de modelos foráneos, característica de una sociedad colo- nial y neocolonial como la peruana, tiene algunas constantes remarcables. La señalada adopción de los cánones neoclásicos a partir del filtro francés duran- te el período borbónico, dará inicio a una larga relación. La separación política de España permitirá un mayor flujo de escuelas y profesionales foráneos. Por cuestiones migratorias, durante el ciclo guanero, la presencia de especialistas, intermediarios comerciales e, incluso, materiales italianos será notable. Ubica- da en un segundo plano, la presencia francesa irá incrementándose, a medida que el modelo parisino adquiera mayor prestigio, especialmente a partir del experimento haussmaniano. La adopción local de este modelo será especial- mente relevante desde la década de 1870, coincidiendo con el trazado de las líneas básicas de la nueva urbe, sintetizadas en el célebre plano de Sadá. Resu- miendo una tendencia, un ingeniero de la época afirmaba que era preciso hacer de Lima «el París de las Repúblicas Hispano-Americanas».50 Los dos ciclos constructivos siguientes (de la República Aristocrática y del oncenio) confirmaron el influjo francés, aunque durante el segundo se consolidará la presencia imperialista norteamericana mediante empresas de

49 DÁVALOS Y LISSÓN, Lima en… p. 73. 50 BRESSON, «Las alamedas…», s. p.

32 / Ensayos en ciencias sociales El guión de la cirugía urbana: Lima 1850-1940 gran envergadura. Sin embargo, el prestigio de la escuela arquitectónica fran- cesa explica su paradójica permanencia incluso cuando políticamente estaba en un relegado tercer plano. El estilo adoptado en las grandes avenidas confir- ma esta inercia. En los albores del siglo veinte se dará una situación inédita. Al ocupar un lugar de franca retaguardia en la esfera latinoamericana, Lima asumi- rá modelos continentales intermedios como Buenos Aires o Santiago de Chile. Intermedios, ya que sirvieron como ejemplo de la realización de proyectos de inspiración europea, como sucedió con las grandes avenidas. Para incentivar la realización del proyecto de la avenida 28 de Julio, el alcalde Federico Elguera solía aludir a las experiencias concluidas en estas capitales.51 Aunque puede hallarse alusiones a escuelas arquitectónicas europeas del siglo XX entre los especialistas peruanos de entonces, no se tradujeron en realizaciones concretas. Hasta la Segunda Guerra Mundial, la estructura urba- na continuó marcada por la combinación del tejido colonial tradicional y algu- nas grandes transversales de filiación haussmanniana. Por diversas razones, Lima no fue el centro de atención de los portavoces de la nueva arquitectura, que visitaron y realizaron proyectos en diversas ciudades brasileñas e hispa- noamericanas.52 Por otro lado, la más auspiciada de las tendencias nacionales (el neocolonial) tuvo una vigencia restringida. En 1947 una agrupación de arquitectos locales, junto con otros especialistas, lanzó un célebre manifiesto en el que condenaba acremente los estilos «neocolonial» y «neoperuano». Calificándolos de «falsificación y copia del pasado» llamaban a sus colegas a seguir los pasos de los nuevos maestros europeos.53

51 Memoria de la Municipalidad de Lima, 1906: VII-IX. 52 Sobre el impacto y la presencia de Le Corbusier, los miembros del CIAM y sus discípulos en Latinoamérica ver HARDOY, Teorías y prácticas urbanísticas... pp. 212-215. 53 Sobre la declaración de la ‘Agrupación Espacio’, ver GARCÍA BRYCE, La arquitectura en el..., p. 154 y RODRÍGUEZ, El estilo neocolonial,... pp.884-885.

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