«Novelas Ejemplares». Los Paratextos Y «La Gitanilla»
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CARLOS ROMERO MUÑOZ NOVELAS EJEMPLARES. LOS PARATEXTOS Y LA GI TAN ILLA: CUESTIONES ECDÓTICAS Las páginas que siguen constituyen tan sólo la «primera entrega» de un largo trabajo, en el que iré considerando buen número de las — en realidad, innumerables — «cuestiones ecdóticas» planteadas por las Novelas y las soluciones a ellas propuestas por los sucesivos responsables de las mismas. Digo soluciones, pero — como se verá — a menudo más bien se trata de la falta de ellas. E incluso de la falta de planteamiento de tales cuestiones por parte de estudiosos que cabría suponer profundamente interesados en las mismas. A propósito de la historia de las Novelas1, puedo repetir aquí, mutatis mutandis, cuanto yo mismo escribía en 1977 acerca de la del Persiles1: «La misma calidad de la ed. princeps, un exponente típico de la época (ni irreparablemene plagado de erratas o gazapos ni por completo libre de insidias) [explica en buena parte] el hecho, a primera vista increíble, de que hasta hoy no se pueda hablar de una edición verdaderamente crítica del libro más importante (sin duda tras el Qui jote [y... el propio Persiles]) del máximo escritor en lengua castellana. Puesto que la princeps presenta una lección relativamente correcta, las intervenciones del filólogo no se consiguen imaginar prometedoras de particular lucimiento pero, en cambio, conllevan un riesgo no indife rente, dada la categoría del texto. Así las cosas, cabe incluso 'justificar' que [las NE] haya[n] quedado durante siglos en manos de personas a veces dotadas de perspicacia y cultura (es el caso, por ejemplo, de San cha, responsable de la ed. de Madrid, [1783]), pero, con mucha mayor frecuencia, por desgracia, desprovistas de la suficiente preparación para la tarea que tan animosamente emprendían (baste recordar a [quien se encargó de supervisar la sedicente 2a de Juan de la Cuesta, en 1614, durante mucho tiempo considerado nada menos que el propio Miguel de Cervantes])3. Los resultados están a la vista: más que ' Desde ahora, NE. 2 Cfr. Carlos Romero, Para la edición crítica del 'Persiles' (Bibliogralia, aparato y notas), Milano, Cisalpino-La Goliardica, 1977, pp. 9-10. 3 Cfr. J. Molí, «Novelas ejemplares, Madrid, 1614 (Anales Cervantinos, XX [1982], pp. 125-133: ahora reimpreso en De la imprenta al lector. Estudios sobre el libro español ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Carlos ROMERO MUÑOZ. «Novelas ejemplares». Los paratextos y... 'depurada', la lección de la princeps ha sido 'actualizada', corregida, casi siempre, con el más superficial de los criterios. A una 'enmienda' — con frecuencia, a una banalización — de este tipo se viene a añadir muy pronto otra, y luego otra. Así se llega a las eds. de dos literatos famosos (la de Aribau — Madrid, 1846 — y la de Rosell — Madrid, 1863-64), con las que podemos afirmar que se alcanza el límite de esta tendencia 'perfeccionista'. La reacción, inevitable, tarda en llegar, pero llega, al fin, representada por Schevill y Bonilla, quienes, en 19(22-24], vuelven de manera programática a la princeps4. El propósito es, en sí, digno de todo elogio. Su realización, sin embargo, se presta no pocas veces a la censura, ora por la sumisión ciega a la lección de 161[7], que induce a los editores a rechazar más de una plausible enmienda de los precedentes, ora por la sorprendente — y contradicto ria — aceptación de otras muy discutibles, cuando no rechazables de plano. Ninguna novedad cabe registrar hasta...» Pero aquí conviene cerrar la autocita y comenzar a hablar de las eds. de las NE aparecidas a partir de — digamos — 1980. De la declaración de criterios de H. Sieber (1980) importa poner en evidencia el manejo de la princeps, siquiera a través del facsímil5; la prudente (ya, punto menos que inevitable) alusión al estudio de R.M. Flores6, y la relativa a las notas, propias7 y ajenas, éstas úlimas utili zadas generosamente, aunque no siempre recordando el nombre del autor8 (como en cambio resulta imprescindible hacer en todo caso, porque son propiedad, incluso legal, de éste). J.B Avalle-Arce (1982), tras atribuir al estudio de R.M. Flores una de los siglos XVI al XVIII, Madrid, Instrumenta Bibliologica, 1994, pp. 29-40) y «De nuevo sobre Novelas ejemplares, Madrid, 1614» (en el vol. cit., pp. 41-44). A propósito de esa «vuelta», es de decisiva importancia la publicación, entre 1917 y 1923, por parte de la Real Academia Española, de los facsímiles de todas las eds. princi pes cervantinas. Hasta esa fecha, como bien recuerda F. Luttikhuizen (cfr. inf.}, refirién dose sólo a las NE (pero sus afirmaciones son legítimamente extensibles, con la debida prudencia, al resto de las producciones de nuestro autor) lo normal es que el responsable de la última edición recurra, sin particulares quebraderos de cabeza, a la precedente o bien (pero resulta más raro) que elija como guía una de la(s) antigua(s) a que más o menos casualmente tiene acceso. 5 A propósito de facsímiles: con mucha — demasiada — frecuencia no son del todo fiables, porque, más que la reproducción absolutamente fiel de un ejemplar determinado (por supuesto, bien descrito), pueden consistir en el «ensamblaje» de segmentos de varios, no siempre indicados al lector, y — menos aún — los lugares en que esas auténticas «com posiciones fotográficas» han tenido lugar. En alguna ocasión (que no hay por qué indicar ahora), los resultados pueden llegar a ser incluso exhilarantes. 6 The Compositors oj the First and Second Madrid Edition oj «Don Quijote» (Lon dres, The Modern Humanities Research Association, 1975). 7 «Esta edición va acompañada de notas sintácticas, lexicográficas, semánticas e históricas: algunas no son más que textos literarios de la época que ofrecen otros contextos comparativos; otras son notas aclaratorias de otros editores, o referencias a estudios críti cos y ediciones en los cuales encuentra el lector más datos, detalles y análisis» (p. 32). 8 Se trata, sobre todo, de F. Rodríguez Marín, N. Alonso Cortés y A.G. de Amezúa. «Es seguro que les debo a ellos más referencias que pongo». (Jhid). ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Carlos ROMERO MUÑOZ. «Novelas ejemplares». Los paratextos y... [3] Novelas ejemplares. Los paratextos y La gitanilla 551 novedad que, si bien se mira, no tiene en términos absolutos9, afirma: «Una vez que hemos superado ese complejo filológico (...) se cae de su peso que urge presentar al lector una edición que represente a la prin ceps en sus mayores líneas, sin aferrarse a ella en nada de lo que tenga que ver con los detalles. (...) La modernizo, a ultranza y a sabiendas, para que el aficionado lea el texto con las mismas facilidades, hoy día, que tuvieron los lectores de 1613»10. De todos modos, queda claro que «la edición que modernizo es la príncipe de Madrid, Juan de la Cuesta, 1613». Nada nos dice Avalle-Arce del carácter de las notas, que son muy personales e interesantes en algunas ocasiones y sencilla mente «consabidas» (o «mostrencas») en su mayoría. L. García Lorenzo y C. Meléndez Onrubia (1986)" no consideran oportuno indicar el método seguido, en cuanto se refiere al texto ni a las notas (éstas, pocas y — ya — absolutamente obvias). F. Sevilla Arroyo y A. Rey Hazas (1993), con toda probabilidad reaccionando al desolador pirronismo de Avalle Arce (cuyas conse cuencias no han dejado — ni dejarán, por algún tiempo — de notarse en este específico campo), insisten en el extremo de fidelidad posible a la princeps, por medio del facsímil: «Con ese objetivo, nos limitamos a reflejar taxativamente las lecuras del original, dejando constancia, en nota, de cualquier cambio operado sobre el mismo»12. Por lo que se refiere a las notas, se limitan «a aclarar, recurriendo a los dicciona rios más autorizados, el significado concreto de cada uno de los térmi nos con sentido oscuro para el lector contemporáneo» 13. J. Rodríguez Luis (1985: yo no he conocido su ed. hasta la reimpre sión de 1994) declara seguir la lección de Schevill y Bonilla, «pero a veces adopto, especialmente en cuanto a la puntuación, la solución de la edición Avalle-Arce, que he tenido siempre delante, lo mismo que la edición facsímil de la príncipe —, o bien sigo mi propio criterio»14. 9 «Las brillantes contribuciones de R.M. Flores al estudio textual de la obra cervan tina han demostrado amplia y sólidamente que al leer el texto de las ediciones principes no hacemos más que leer las idiosincrasias de impresores y cajistas. (...) Todos los textos impresos originales constituyen afeamientos de mayor o menor monta sobre unos origina les desaparecidos. En consecuencia, constituye casi una pedantería reproducir, con mayor o menor fidelidad, el texto de la edición príncipe. Todas las peculiaridades textuales deben ser atribuidas al cajista de turno. En este sentido yo he pecado como el que más, y con estas líneas va mi firme propósito de enmienda» (vol. I, p. 47). Pero a las mismas conclusio nes había llegado más de medio siglo antes — por vías, eso sí, mucho menos sistemáticas, aunque no por ello menos persuasivas — un Rodríguez Marín (cfr., p. ej. su ed. de El Diablo Cojudo, de L. Vélez de Guevara: Madrid, La Lectura, 1918, pp. xxxix-xl). 10 I, 48. 11 O, mejor dicho, sólo la última, explícitamente indicada en la portada como la responsable de las notas y — cabe pensar — del texto. 12 Vol. I, p. 61. 13 I, 62. 14 «Al decidir entre la forma antigua la moderna de una palabra (por ejemplo, recebir o redbir, ejelo o efecto) me he solido guiar por lo que hace generalmente la edición de 1614; no porque ésta represente una revisión del texto por Cervantes ni mucho menos, ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Carlos ROMERO MUÑOZ. «Novelas ejemplares». Los paratextos y... La investigación en que se apoyan notas y glosario tiene muy poco de original, pues se basa en su totalidad en ediciones anteriores, en parti cular en S[chevill] y Bfonilla]» .