Utebo En El Siglo XVII Utebo En El Siglo XVII Miguel Fuertes Bona
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79 Miguel Fuertes Bona Utebo en el siglo XVII Utebo en el siglo XVII Miguel Fuertes Bona 79 Utebo en el siglo XVII Miguel Fuertes Bona Institución Fernando el Católico Excma. Diputación de Zaragoza 2020 Agradecimientos: Ayuntamiento de Utebo (Área de Cultura) Parroquia de Utebo Sindicato de Riegos de Utebo Luis Simón Picapeo Julio Cambra García Ana Isabel Bruñén Ibáñez Tomás Adiego Anchelergues Jaime Latas Fuertes Ángel Martínez del Río y MJ Sádaba (Youtebo.es) Sindicato de Riegos del Término de La Almozara Marta Fuertes Corcuera Andrea Fuertes Romeo David García Molina Digitalización de Patrimonio Ribera Alta del Ebro Primera edición, 2020 Publicación número 3747 de la Institución Fernando el Católico, Organismo autónomo de la Excma. Diputación de Zaragoza, plaza de España, 2, 50071 Zaragoza (España) tels. [34] 976 288 878 / 976 288 879 [email protected] http://ifc.dpz.es Diseño gráfico Víctor M. Lahuerta Preimpresión J. Javier Gracia Cerdán Impresión Imprenta Utebo: Gistel Industrias Gráficas ISBN 978-84-9911-588-7 ISSN 0590-1626 D.L. Z 76-2020 © Miguel Fuertes Bona, 2020 © del diseño gráfico, Víctor M. Lahuerta, 2020 © de la presente edición, Institución Fernando el Católico, 2020 Impreso en España – Unión Europea / Printed in Spain – European Union Prólogos Los lugares no existen del todo hasta que no se tejen, hasta que no son tex- to, hasta que no adquieren la identidad que les otorga poder ser leídos. Los países, las ciudades y los pueblos que no han sido contados, sin palabras recorriéndoles las calles, tienen algo fantasmal. Y en esas estábamos cuando el señor Fuertes adquirió una estupenda neurosis llamada Molino, las neurosis son como el colesterol: hay de las bue- nas y de las malas. Miguel investigó, investigó, investigó y luego nos contó con detalle lo que había sucedido en ese molino y por qué era tan importan- te. Creó un pliegue en el tiempo y la acequia de mi infancia se fue poblando de molineros franceses y explanadas con carros, me preocupé por entender piedras talladas, saltos de agua y turbinas, imaginé la boda y la capilla, hasta sospeché que el bar Las Fuentes es, desde hace siglos, el espacio de encuen- tro y conversación de la comunidad. Que eso eran los molinos. Imantar es atraer sentidos, y todos los que hemos leído ese libro debemos agradecerle que nos haya imantado el espacio. En este segundo libro la estrategia es la misma: amueblar un trozo de tiempo con detalles concretos para contarnos cómo era Utebo en el si- glo XVII, lo que fue sucediendo y cómo se vivía aquí. Y nos acerca tanto los datos que tenemos la impresión de estar leyendo en el periódico de esta mañana el litigio de un vecino que vivió en 1625 o la noticia de que se va a cortar el agua entre diciembre y enero para limpiar las acequias. La preci- sión es una de las estrategias narrativas de Miguel Fuertes, no solo porque lo es de la historia, sobre todo porque él tiene una intensa comezón de saber, es un Sherlock Holmes, y organiza las estadísticas, las actas notariales, los robos de ganado, las partidas de muertes y nacimientos, los turnos del ador, los datos sobre educación y muchas otras contabilidades como si fueran pis- tas policiacas, las encaja como piezas de un mosaico. Así nos va acercando a Utebo en el siglo XVII 7 Fotografía del autor. otro lugar que estuvo aquí y se llamaba como este. Ha pasado muchas horas en los archivos hasta lograr plantearse las preguntas adecuadas y al leerlo lo acompañamos en cada pesquisa. Uno de los aciertos de este libro es el de ayudarnos a imaginar. Comienza aclarando con mapas los caminos que traían hasta Utebo, describiendo las casas, el hospital, los protocolos de su funcionamiento y hasta los nombres de algunos pacientes. Más tarde nos encontraremos un catálogo exhaustivo de los oficios y la identidad de quienes los ejercían. ¿No es un privilegio descubrir que el barbero de tu pueblo en 1606 se llamaba Francisco Sánchez y que coincidió con un carnicero llamado Juan Lasquín? ¿Cómo se llevarían esos dos? ¿Le comprarían el vino a Francisquet, el fermentador? Escuela no había y tampoco profesores, atendía de mala gana la educación un capellán, por lo visto negligente, que recibe una reprimenda de sus superiores. Era di- fícil acceder a la educación entonces, también viajar era un privilegio, pero no quiero contar más. Disfruten de un libro lleno de microhistorias, de per- files esbozados, de anécdotas bien documentadas que terminan confluyendo MIGUEL FUERTES BONA 8 para contar una historia más grande, la de Utebo en una época de peste y sequias, pero también de grandes avances técnicos humanísticos y sociales. Un libro que reconstruye las condiciones y las vidas de aquellos vecinos de Utebo a los que se encontraron Don Quijote y Sancho después de salir de la Ínsula Barataria, los que los invitaron a comer en el libro de Cervantes. Marta SANUY Aragón en el siglo XVII Aragón durante el siglo XVII comparte con el resto de Europa una situación de tremenda crisis. Los jinetes del apocalipsis (conquista, guerra, hambre y peste) corren desbocados durante casi toda la centuria y llegan a todos los rincones del continente. Las peculiares circunstancias heredadas de la Edad Media por el reino de Aragón, hacen que este periodo posea rasgos distinti- vos en nuestra tierra. Las diferentes crisis –económica, política, bélica, cultural, demográfica, social– influyen unas en otras y se convierten recíprocamente en causa y consecuencia. Los aspectos más notorios de este periodo en Aragón serán los siguientes: La crisis demográfica La pérdida de población en Aragón fue notabilísima. Al margen de la mortalidad provocada por las hambrunas, consecuencia de una serie de ma- las cosechas, hay que señalar dos causas fundamentales. En primer lugar, el decreto de expulsión de los moriscos en 1610, que supondría la salida de más de 60.000 personas, una quinta parte de la población del reino, y que dejaría totalmente despobladas muchas localidades de las principales vegas aragonesas. En segundo lugar, las sucesivas epidemias de peste, con mortan- dades altísimas, destacadamente en las ciudades, que perderían aproxima- damente una cuarta parte de su población. En contraposición, la emigración francesa vino a intentar paliar el hue- co dejado por esta pérdida de población, en ocasiones con profesionales cua- lificados (artesanos, comerciantes), pese a que las Cortes de la época legislan en su contra para evitar que se convirtiesen en una competencia para los naturales de Aragón. Utebo en el siglo XVII 9 Grabado realizado por Francisco Fabro Bremuda del viaje efectuado por el rey Carlos II a Aragón en 1677. MIGUEL FUERTES BONA 10 La crisis económica La crisis económica alcanza a casi todos los sectores. La agricultura se ve mermada por varios años de sequías y por el abandono de algunas de las tierras más feraces debido al éxodo morisco. El sector artesanal está en recesión debido a la salida de alfareros, fa- bricantes de pólvora o curtidores que supuso la citada deportación, pero también por la incapacidad de los gremios aragoneses para modernizarse y evitar la competencia de productos de más allá de los Pirineos, sin otra es- trategia de respaldo al artesanado local que la de incrementar los aranceles en las aduanas. Finalmente, la extensión de la guerra a lo largo del siglo obligó a la mo- narquía a aumentar la presión fiscal sobre una población incapaz de mayo- res esfuerzos. Si algún aspecto económicamente positivo tuvo este siglo, lo fue para una escasa burguesía que se benefició del negocio del abastecimiento militar o para contados territorios cuyos señores, para recuperarse de la despobla- ción morisca, modernizaron sus explotaciones para hacerlas más atractivas a los nuevos pobladores. La crisis bélica La guerra de los Treinta Años enfrentó a las principales potencias euro- peas y entre ellas a la ascendente Francia de Luis XIV contra la decadente monarquía hispánica de los Habsburgo, en una sangrienta competencia por la hegemonía europea. La secesión de Cataluña en 1648, un episodio de este conflicto generalizado, traería la guerra al Aragón oriental, algunas de cuyas plazas se verían ocupadas o saqueadas por tropas catalanas y francesas. Las consecuencias no solamente fueron la destrucción propia de la gue- rra y el esfuerzo humano y económico para sostenerla, sino también los abu- sos y rapiñas por parte de las tropas realistas a su paso por Aragón, que en Zaragoza se vieron respondidos por un levantamiento de los labradores en contra de los soldados valones. La crisis social El empobrecimiento generado por la crisis económica y las malas co- sechas provocará un descenso de los grupos sociales productivos. Tienen Utebo en el siglo XVII 11 como consecuencia el aumento del bandolerismo y la migración a las ciu- dades, donde aumentan el número de mendigos y pícaros. Las urbes deben esforzarse en crear instituciones, como la Casa de Misericordia, que asistan a los pobres que llenan sus plazas. En una situación de pobreza también aumentan las gentes que toman los hábitos de la Iglesia para garantizarse el sustento, pero incluso entre los que acceden a las filas del clero hay quienes pasan penurias impropias de su cargo en épocas anteriores. Entre la nobleza se acentúa un concepto de honra opuesto al de trabajo, lo que conlleva que algunos burgueses, cuando consiguen el ennoblecimien- to, renuncien a sus negocios y busquen fortuna en el servicio al Estado y en los beneficios que la monarquía les regala en compensación. La crisis política Los antiguos territorios e instituciones medievales van cediendo espacio a las monarquías autoritarias que favorecen el centralismo. Dos de las ins- tituciones más identitarias del antiguo reino de Aragón eran las Cortes y el Justicia y su pérdida de autonomía es clara.