UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

Facultad de Filosofía y Letras

Colegio de Historia

El Estado mexicano y la nación , Creación de la zona yaqui 1937.

T e s i s que para obtener el título de Licenciado en Historia

Presenta

Adrián Arévalo De Jarmy

Asesor: Dr. Javier Rico Moreno

México, Distrito Federal 2012

A mi padre y a mi madre

A mi hermano

A mi familia

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...habiendo y debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y nonada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rencor ni la afición, no les hagan torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir. Don Quijote de la Mancha, Cap. IX, Parte 1.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de pensar. Para él una parte de la Tierra es igual a otra, pues él es un extraño que llega de noche y se apodera en la Tierra de lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga, y cuando la ha conquistado cabalga de nuevo. Mensaje del gran jefe Seattle al Presidente de los Estados Unidos.

Para ti no habrá sol, para ti no habrá muerte, para ti no habrá dolor, para ti no habrá calor, ni sed, ni hambre, ni lluvia, ni aire, ni enfermedad, ni familia. Nada te causará temor, todo ha terminado para ti, excepto una cosa: hacer tu trabajo. En el puesto que has sido asignado, ahí te quedarás para la defensa de tu nación, de tu gente, de tu raza, de tus costumbres, de tu religión. ¿Juras cumplir con el divino mandato? ¡Ehui! (Sí).

Juramento sagrado de las autoridades civiles, religiosas y militares de los .

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Índice

Introducción 5

Capítulo I. Transformación de un grupo indígena. 13 1.1 Los habitantes. 13 1.2 El territorio. 15 1.3 Los primeros contactos. 18 1.4 Jesuitas y yo´emes. 21 1.5 La rebelión de 1740. 28

Capítulo II. Siglo XIX. Mexicanos contra yaquis. 35 2.1 La confederación de Banderas. 36 2.2 Entre conservadores y liberales. 39 2.3 José María Leyva, Cajeme. 46 2.4 Años de independencia. 49 2.5 La guerra porfirista. 55

Capítulo III. Una etnia en la Revolución Mexicana. 70 3.1 Militaristas y civilistas. 70 3.2 En el maderismo. 72 3.3 En el constitucionalismo. 75 3.4 Campaña de 1916. 82 3.5 En la postrevolución. 87

Capítulo IV. Lázaro Cárdenas y la Comunidad Indígena Yaqui. 92 4.1 Hacia una política indigenista. 92 4.2 Restitución de un territorio nacional. 95 4.3 En manos de las instituciones mexicanas. 109

Conclusiones 114

Epílogo 118

Anexo 122

Bibliografía 114

4

Introducción.

Como muchas cosas en la vida, esta tesis comenzó siendo una idea y terminó en un resultado diferente del esperado en aquel momento. El inicio de ésta se gestó en el seminario de Historia Regional del doctor Pedro Salmerón Sanginés. En un principio pensé que el tema era la historia de cómo la etnia yaqui había obtenido la tierra, su tierra, durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, pensando que se trataba solamente de un problema agrario.

Con el pasar de los años y de las lecturas, porque esta tesis ha tenido la fortuna de madurar en un periodo de años, aunque para mí, mi familia y mis amigos se haya convertido en una carga, me di cuenta de que mis primeras aproximaciones eran erróneas.

La primera noticia que tuve de los indios yaquis fue a través de La frontera nómada de Héctor Aguilar Camín donde surgía una y otra vez un grupo de aguerridos indígenas en la historia de la Revolución Mexicana en el estado de . Me llamó la atención que un grupo indígena fuera actor, si no principal, al menos lo suficientemente importante para tener tratos directos con los revolucionarios más encumbrados por la historia oficial. En mis cursos escolares de Historia de nivel básico y medio nunca me habían mencionado que los indígenas hubieran participado en la revolución, siendo el consenso, no dicho o escrito, que los indígenas no construyeron historia, a pesar de que los zapatistas de Morelos lo eran, antes de la licenciatura los zapatistas siempre me los habían presentado solamente como una población agraria no indígena. Por otro lado, la historia de los indios parece que siempre se detiene con la conquista de los españoles quedando como meros accesorios de las ruinas de los sitios arqueológicos.

De esa manera me fui sumergiendo en la historiografía que trata de los yaquis.

Primero fue, Cécile Gouy-Gilbert con Una resistencia india. Los Yaquis, cuya tesis central 5 es que ellos son una cultura que ha llevado a cabo una resistencia primordialmente contra los mexicanos, lo cual es cierto, pero se queda corta en su aproximación por centrarse casi totalmente en cómo los yaquis han preservado su cultura resistiendo a la aculturación mexicana. Después leí Los yaquis. Historia de una cultura libro fundamental del antropólogo estadounidense Edward H. Spicer que mostró la etnia a los estudiosos extranjeros y también a los mexicanos. Éste rescató en su estudio todos los elementos culturales de esta etnia como historia cultural sin llegar a entrever lo fundamental de su relato en las relaciones de los mexicanos con su legado indígena. Posteriormente leí la obra de Evelyn Hu-Dehart que sitúa la historia yaqui como un problema fundamentalmente agrario en su ensayo “Rebelión campesina en el noroeste: Los indios yaquis de Sonora,

1740-1976” reproducido en el libro Revuelta, rebelión y revolución: La lucha rural en

México del siglo XVI al siglo XX compilado por Friedrich Katz. Posterior a estas lecturas consulté el trabajo de José Velasco Toro titulado Los yaquis. Historia de una activa resistencia que pese a que se acerca bastante a la principal problemática, que a mi juicio es la relación de una nación indígena con la sociedad mexicana representada por el Estado, se pierde en la subjetividad por convertir su relato en una secuencia de los agravios que los mexicanos han hecho en contra de los yaquis. Por último leí 2 obras auspiciadas por el

Instituto Nacional Indigenista, la primera de Hu-Dehart que trabaja el periodo colonial y la segunda de Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva titulada Insurgencia y autonomía.

Historia de los pueblos yaquis: 1821-1910 que investigó primordialmente el periodo decimonónico, situando su trabajo en un relato de las relaciones de los yaquis como nación con la sociedad sonorense y mexicana representadas en sus formas institucionales estatales para preservar su autonomía política y la integridad de su territorio. A mi juicio y como espero poder demostrar, ésta es una forma adecuada de tratar la historia yaqui mexicana. 6

Lo interesante, es que la primera obra del siglo XX que trató enteramente sobre los yaquis no fue un libro académico sino el trabajo de un técnico del Departamento de

Asuntos Indígenas del gobierno cardenista. Éste es el de Alfonso Fabila que alcanzó una gran circulación al ser publicado por la Secretaría de Educación Pública.

Las obras históricas que abordan la cuestión yaqui tienen dos elementos en común.

De un lado la admiración y respeto que generan en los que hemos trabajado sus temas hasta llegar a la subjetividad más inadmisible en un historiador o investigador y, por el otro es que el clímax y desenlace de la historia, en este caso historia como relato, es el de la restitución de la tierra a la comunidad indígena yaqui por parte del gobierno encabezado por Lázaro Cárdenas en 1937. Pero, ¿qué significado encierra este hecho histórico? ¿Fue

únicamente un gesto justiciero del gobierno cardenista? ¿Tiene que ver siquiera con la reforma agraria? ¿Qué implicaciones tuvo y tiene el que se hayan restituido en posesión casi medio millón de hectáreas a un grupo indígena? Un indicio de la respuesta a estas preguntas lo ofrece el título de esta tesis. Acerca del título debo de confesar que es incorrecto, pero por procedimientos burocráticos y el tiempo asociado a ellos se quedó como está. En realidad el título debiera ser El Estado mexicano y la nación Yaqui.

Restitución del territorio yaqui en 1937. Para responder a las preguntas hechas voy a realizar un recorrido panorámico y sintético de la historia yaqui desde los primeros contactos con los españoles hasta la primera mitad del siglo XX. Aunque en la historia prevalecerá el recuento de las rebeliones y revueltas protagonizadas por la tribu, el objetivo principal será revisar las relaciones entre ésta y la sociedad mexicana, la tensión entre el gobierno de los yaquis y el Estado nacional mexicano que finalmente se amalgamarán con la restitución de una parte del territorio reclamado históricamente por la etnia. La

7 integración del territorio yaqui al aparato legislativo y administrativo del Estado nacional mexicano fue la forma en que los yaquis fueron incorporados a la nación mexicana.

Al ser este un trabajo de síntesis histórica, el uso de fuentes primarias será mínimo, recayendo la mayor parte de la investigación en fuentes secundarias así como en obras de consulta. Estoy consciente que este es un punto débil de mi investigación, pero por cuestiones de tiempo y de distancia (la mayor parte del trabajo lo realicé mientras me encontraba radicando en Morelia) decidí proceder de la forma que estoy describiendo. Para dar comienzo a la exposición de mi investigación es necesario plantear una última pregunta que espero esclarezca el uso de dos polémicos términos. ¿Qué es una nación y qué es un

Estado?

El término nación o la idea de nación proviene del término latín natio que según el

Diccionario de la Real Academia Española designa al conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno y que asimismo es el territorio de ese país; además se refiere al conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común.1 El problema con el término nación es que en muchos sentidos es vago e incierto, parece una “…idea, clara en apariencia, pero que se presta a los más peligrosos equívocos.” 2 Bajo usos equívocos del término se han emprendido las guerras más mortíferas así como genocidios y etnocidios contra grupos humanos precisos. La nación mal entendida es cuando “…se confunde la raza con la nación y se atribuye a grupos etnográficos o más bien lingüísticos, una soberanía análoga a la de los pueblos realmente existentes.”3 Bajo este pretexto, los nacionalsocialistas alemanes llevaron a cabo la anexión de las regiones germano parlantes de Europa así como el etnocidio de judíos y

1 http://www.lema.rae.es/drae 2 Ernest Renan, ¿Qué es una nación?, España, Alianza Editorial, 1987, p. 59. 3 Renan, op. Cit., p. 60. 8 gitanos. De la misma manera, la nación entendida como una unidad homogénea a representado un verdadero dolor de cabeza para la conformación de la nación mexicana ante los muchos grupos étnicos que desafían la unidad lingüística y de costumbres.

Como lo señala Norberto Bobbio en su Diccionario de Política hay varios significados que se le suelen dar al término. Tenemos que la nación

es normalmente concebida como un grupo de hombres unido por un vínculo natural, y por lo tanto eterno, y que, en razón de este vínculo, constituye la base necesaria para la organización del poder político en la forma del estado nacional. [Por otra parte] la nación es la confusa representación de una “persona colectiva”, de un “organismo” viviente que posee una vida propia, diferente de la de los individuos que la componen. [También] el énfasis sobre la lengua o sobre las costumbres antes que explicar, pone en crisis la idea común de nación. [Por último] la nación es la ideología de un cierto tipo de estado, ya que es precisamente el estado la entidad a la cual se dirige el sentimiento de fidelidad que la idea de nación suscita y mantiene.4

Lo expuesto por Bobbio es importante ya que ayuda a limitar el uso que del término pueda hacerse pero para el caso de esta tesis es importante establecer que nación siempre se referirá a un grupo humano bien delimitado y que se diferencia de una nación más amplia, la mexicana. De esta forma tenemos que una nación es un conjunto de personas con gobierno y territorio propios, pero también puede ser un conjunto humano con la característica de un origen, una lengua y una historia común sin tener un gobierno o un territorio que se les reconozca. Además, la idea de nación “se asocia por una parte con la de pueblo y por otra con la de Estado” pero en esta tesis, nación se referirá

a un grupo humano que, en razón de su historia, valores y rasgos culturales comunes, posee la conciencia de una vinculación solidaria, capaz de sustentar un poder político propio [donde] el concepto abarca las generaciones pasadas y futuras, además de la actual. Es una representación del ser colectivo de los individuos que la componen, un mito que cumple funciones de cohesión para compatibilizar intereses diversos.5

4 Norberto Bobbio y Nicola Matteuci, Diccionario de política, 5ª ed., México, Siglo XXI, 1988, p. 1076-1078 5 Torcuato S. Di Tella, (et. al), Diccionario de ciencias sociales y políticas, Argentina, Emecé Editores, 2001, p. 493. 9

Los yaquis cuentan con una vinculación solidaria y forma de gobierno propia que les permitió negociar y enfrentarse a una comunidad más amplia como la mexicana, que en esta tesis se adherirá al término de Estado nacional. Es verdad que los yaquis no se denominan a sí mismos como nación, sino más bien como etnia o pueblo, yo soy el que les está otorgando esta categoría política. Creo que para efectos de mi investigación es conveniente hacerlo así porque hasta bien entrado el siglo XX actuaron como una nación frente a otra, más que como un grupo indígena indefenso. Aunque diversos grupos indígenas protagonizaron importantes rebeliones, los yaquis dieron forma a sus demandas como una relación entre dos entes políticos en competencia. Para 1937 no existía todavía ninguna legislación que incorporara a los grupos étnicos a la estructura del Estado y por lo tanto a la nación. Antes y después de Cárdenas se les veía como un problema que obstaculizaba el progreso.

Los yaquis, como grupo indígena se adhieren además al término etnia que “ha sido definido como un grupo integrado por individuos establecidos históricamente en un territorio determinado que poseen un lenguaje y una cultura común, reconocen ante otros grupos sus propias peculiaridades y diferencias, y se identifican con un nombre propio.”6

De tal forma los yo´emes, así se denominan ellos mismos, se adhieren a dos categorías políticas creadas por la ciencia política occidental. Aunque a lo largo de la tesis utilizaré ambos términos como sinónimos, y lo son, he decidido que la forma más apropiada de catalogar al conjunto social de los yaquis es el de nación, ya que los eleva de categoría porque la etnia es una forma bonita de designar a los indígenas y que limita el

6 Enrique Florescano, Etnia, Estado y Nación. Ensayo sobre las identidades colectivas en México, México, Taurus, 2001, p. 14. 10 entendimiento de algunos procesos históricos como el que nos ocupa. Si el término etnia engloba las cualidades de una nación ¿por qué negarles la categoría?

El concepto de Estado, del latín status, otra vez, según el Diccionario de la Real

Academia Española, se refiere al conjunto de los órganos de gobierno de un país soberano y que en un régimen federal, además, es la porción de territorio cuyos habitantes se rigen por leyes propias, aunque estén sometidos en ciertos asuntos a las decisiones de un gobierno común constituyendo así un estado federal como el mexicano que está compuesto por estados particulares, cuyos poderes regionales gozan de autonomía e incluso de soberanía para su vida interior7 y por lo tanto el Estado viene a ser “la organización jurídica de la nación o su personificación”8 El estado como organización jurídica es la representación de un estado de derecho y de un estado social, esto significa que

Los derechos fundamentales representan la tutela tradicional de las libertades civiles: libertad personal, política, económica, y constituyen una defensa contra la intervención del estado. Por el contrario, los derechos sociales representan derechos de participación en el poder político y en la distribución de la riqueza social producida […] la integración entre estado de derecho y estado social no puede producirse en el nivel constitucional sino sólo en el nivel legislativo y administrativo.9

Para nuestro caso es importante esta diferencia de nivel ya que por un lado el estado de derecho garantiza una serie de derechos individuales que en el caso de México serían las garantías individuales, además de los derechos políticos que serían los derechos sociales, los cuales se encuentran consagrados en la Constitución política. En el caso de la nación yaqui, la integración de ambos derechos se va a producir en los niveles legislativo y administrativo, debida a la integración del territorio yaqui al entramado legislativo y administrativo del Estado mexicano.

7 http://www.lema.rae.es/drae 8 Di Tella, ibid. 9 Norberto Bobbio, et al., Diccionario de política, 14ª ed., México, Siglo XXI, 2005, p. 541. 11

A pesar de las dificultades que acarrea el uso de dos conceptos que levantan polémica, podemos decir entonces que el Estado Mexicano es un “objeto cultural determinado, situado en el tiempo y el espacio”10 que personifica al conjunto nacional mexicano. Por su parte, los yaquis, son una nación espontánea que se ha desarrollado al interior de una nación más amplia aglutinada en un Estado nacional, y que por mucho tiempo permaneció diferenciada de ese objeto cultural. La integración de la nación yaqui y del Estado nacional, así como del resto de los grupos étnicos, solo se ha producido tardíamente como veremos a lo largo de esta tesis. Por ello, creo que es válido hablar de nación yaqui frente al Estado nación mexicano.

10 Di Tella, op. cit., p. 232. 12

Capítulo I. Transformación de un grupo indígena.

1.1 Los habitantes.

En el noroeste mexicano, en la región sur del actual estado de Sonora, desde la parte baja del río Yaqui hasta la costa del golfo de California, y desde la margen norte del afluente hasta la sierra del Bacatete habita la etnia pimana yaqui. Aunque actualmente en toda la bibliografía sobre el pueblo yaqui se utiliza el término yaqui para designar al conjunto de la etnia, ellos se identifican a sí mismos como yo´emes, que significa hombres o personas, y abarca tanto al pueblo yaqui como al mayo, no así a otros grupos indígenas.11 Aunque los términos yaqui y yo´eme no son sinónimos, ya que la palabra yaqui designa una categoría político jurídica y yo´eme es un etnónimo, en esta tesis, se utilizarán indistintamente. Para quienes no somos yaquis, ellos utilizan la palabra yori, que designa al extranjero, al español, al blanco, al mexicano, en pocas palabras, al que no es yaqui.

La lengua de este pueblo es el cahíta, y tiene 3 dialectos, el mayo, el tehueco y el yaqui, el segundo ya desaparecido. Pertenece al grupo lingüístico yuto-azteca, que abarca el tarahumara, el guarijío, el pima, el tepehuán, el huichol, el cora y el nahua.12 A pesar de que son un pueblo bilingüe, el idioma cahíta se enseña todavía como lengua materna en los pueblos, las rancherías y la costa del territorio yaqui.

Antes de su contacto con el mundo español eran una tribu semi sedentaria que junto con muchas otras habitaban el territorio que a la postre se convertiría en Nueva Vizcaya, amplia región que abarcaba los actuales estados de Sinaloa, Sonora, Chihuahua en México y el estado de en los Estados Unidos de América.

11 María Eugenia Olavarría, “Los Yaquis”, en Gabriela Robledo Hernández (coord.), Etnografía contemporánea de los pueblos indígenas de México. Región noroeste, México, Instituto Nacional Indigenista, 1995, p. 531. 12 Olavarría, Op. cit., p. 540. 13

En lo que actualmente es el estado de Sonora, además de los yaquis y los mayos, “se hallaban los tepahues, conícaris, macoyahuis, y posiblemente los baciroas. Asimismo, la parte sinaloense estaba habitada por tehuecos, sinaloas, zuaques y ocoronis. En esta misma

área se encontraban los ahomes, guasaves, níos, chinipas, guazapares, témoris, huites, tubares, zoes, mocoritos y comanitos.”13

Grupos étnicos de Sonora. (Tomado de Cécile Gouy-Gilbert, p. 32.)

El conocimiento que se tiene de esos remotos tiempos es escaso y, sobre todo, depende de los puntos de vista de los conquistadores y misioneros que establecieron los primeros contactos con aquellas tribus. Pero podemos hacernos una idea. Los yaquis eran una tribu

13 Alejandro Figueroa, Por la tierra y por los santos, Identidad y persistencia cultural entre yaquis y mayos, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994, p. 51. 14 semi sedentaria de agricultores que completaban su dieta cazando y recolectando plantas y semillas en los alrededores y se agrupaban en torno a lo que el antropólogo norteamericano

Edward H. Spicer denominó rancherías. Las “rancherías constituían un conjunto de chozas organizadas en forma irregular y dispersa, que variaban entre algunas decenas y varios centenares de ellas y se mudaban según la disponibilidad de tierra. Pimas y ópatas son pueblos supervivientes de esas rancherías.”14 El término utilizado por Spicer no es original, sino que lo retoma del misionero Andrés Pérez de Ribas que escribió la primera crónica jesuita de las misiones del noroeste en el año de 1645, por él sabemos que: “Cuando los

Hiaquis en su gentilidad poblaban este río, era en forma de rancherías tendidas en sus riberas, y junto a sus sementeras (sic), y el número de estas rancherías sería de ochenta, en que había treinta mil almas.”15

1.2 El territorio

Para hablar de los yaquis hay que pensar en el territorio que habitan, el cual como constataremos a lo largo de esta investigación, es fundamental para entender a este grupo y su interrelación con los procesos históricos novohispano y mexicano. La fuente de la vida en la región es el río Yaqui que permitió la existencia de una cuenca hidrológica fértil en un territorio semiárido y el génesis del pueblo que le da nombre. Sin agua, es imposible desarrollar la menor agricultura. Este río se encuentra en una cuenca hidrográfica con una superficie aproximada de 66 mil kms2; la vía fluvial está orientada de noreste a suroeste y su curso es de 760 kms.; hasta la década de 1940 era navegable en las partes bajas cuando el cauce estaba pleno. Nace con el nombre de Papigóchic en la Sierra de Molinares,

14 Edward H. Spicer, “Cycles of Conquest”, Tucson, University of Arizona Press, 1962, citado en Evelyn Hu- Dehart, Adaptación y resistencia en el Yaquimi, Los yaquis durante la colonia, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social/Instituto Nacional Indigenista, 1995, p. 15. 15 Andrés Pérez de Ribas, Historia de los triumphos de nuestra santa fee, México, Siglo XXI/Difocur-Sinaloa, 1992, p. 284, (edición facsimilar). 15

Chihuahua, y termina al sur de la bahía de Guaymas y al norte de la Isla de Lobos. Sus aguas son torrenciales, con dos épocas de avenidas, una correspondiente a la estación de lluvias orientales de mediados de julio a septiembre y la otra a la época de deshielo en las montañas de la Sierra Madre Occidental en febrero y marzo. Sus aguas fertilizan algunas de las tierras altas y bastantes de las zonas bajas.16 En esto hay que ser cuidadosos, porque a pesar de la fama que el territorio yaqui tiene de poseer tierras fértiles, éstas se encuentran principalmente en las vegas del río y no en el resto del valle. Además hay que aclarar que el

Valle del Yaqui es una invención mexicana que corresponde a la vasta zona sembrada en la margen izquierda del río y que llega hasta el río Mayo. Las tierras de los pueblos yaquis corresponden al tipo arcilloso-limoso, ricas en materia orgánica y abonadas por las avenidas anuales del río; las tierras del valle corresponden a las de tipo arcilloso-arenoso, pobres en materia orgánica y expuestas a la constante erosión del viento dada la escasa variedad de vida vegetal, siendo ésta mayormente de cactus y mezquites.17 Sin el río no hay vida, ni agricultura ni nada. El misionero Pérez de Ribas escribió que:

El río Hiaqui, que es de los mayores que corren en la provincia de Sinaloa, viene a ser casi tan caudaloso como el de Guadalquivir en Andalucía […] En las doce últimas leguas , a la mar, está poblada la famosa Nación de Hiaquis, que goza de muchos valles, alamedas, y tierras de sementeras, las cuales cuando el río trae sus avenidas y crecientes, que son ordinarias casi cada año, las deja regadas, y humedecidas para poderle sembrar de verano, sin que tenga necesidad de lluvias para sazonarse y gozarse sus abundantes frutos […] que lo ordinario es abundante de maíz, frijol, calabaza, algodón y otras semillas que ellos usan. A tiempos también se valen del fruto de árboles tepeguajes, o mezquites, que tienen muchos en sus tierras […] La gente toda es labradora y, aunque el sustento principal es de sus semillas a este le añadían la caza de monte, que tienen mucha; y los vecinos de las más grandes pesquerías, donde cogen grande abundancia de varios géneros de pescado.18

16 Alfonso Fabila, Las tribus yaquis de Sonora. Su cultura y anhelada autodeterminación, México, Instituto Nacional Indigenista, 1978, pp. 21-22. 17 Claudio Dabdoub, Historia de el Valle del Yaqui, México, Porrúa, 1964, pp. 7, 291. 18 Pérez de Ribas, op. cit., p. 284. 16

La cuenca se divide en dos zonas: la plana y la alta, que en conjunto encierran tres regiones.

En la plana, se encuentran dos de ellas, siendo la primera la costa cubierta de salinas y desiertos, con flora y fauna desérticos; en la segunda región es donde encontramos el valle del Yaqui bañado por las aguas del río del mismo nombre, así como las partes bajas adyacentes a las vías fluviales superiores. La tercera corresponde a la zona alta o montañosa en dirección a la Sierra Madre Occidental, las eminencias laterales de la cuenca y la Sierra del Bacatete. Esta última, es la zona abrupta más importante de la región, con elevaciones que no superan los 500 metros sobre el nivel del mar y ocupa una superficie de

7 mil kms2 con una orientación de sur a norte19

El clima de la zona baja de la cuenca corresponde al árido tropical, de lluvia deficiente en todas las estacione del año. Para la década de 1930, la temperatura media anual era de 23.4 ºC. Con una precipitación pluvial media anual de 158 mm., lloviendo un promedio de 22 días en todo el año.20 Ante lo escaso de la lluvia, la agricultura de temporal es imposible, solamente las avenidas anuales del río permitieron el desarrollo y la existencia de la agricultura. En la época actual, en donde el río como tal ya no existe, la irrigación mecanizada dependiente del sistema de presas es la fuente vital para la agricultura en la región.

Hacia 1940, la flora de la zona desértica incluía al órgano, la pitahaya, la cina, la biznaga, la cholla, el nopal, así como palmas y agaves. Por su parte, la flora silvestre de la zona plana estaba compuesta por la algarroba, la cicutilla, la encina, la flor de nochebuena, palo blanco, palo santo, la palmilla, el ahuehuete, el palo de Brasil, el fresno, y el mezquite

19 Carlos Basauri, La población indígena de México, Tomo I, 2ª ed., México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Instituto Nacional Indigenista, 1990, p. 208; Fabila, op. cit., p. 21 20 Fabila, op. cit., p. 25-26. 17 entre otros. En la región montañosa se encontraban diversos árboles que proporcionaban maderas como nogal, fresno, álamo, ahuehuete, encino, pino y otras.

Por su parte, la fauna de la parte costera se encontraba constituida por la tortuga de carey, la tortuga de agua y la tortuga común así como ostión y róbalo en las aguas de la costa. En la parte del valle y de la montaña habitaban el venado común, el ciervo, el coyote, el jabalí, la liebre, el gato montés, el zorrillo, el tejón, el ocelote así como el águila, el aguililla, el búho, el gavilán, la lechuza, el zopilote y una variedad de reptiles entre los que se encontraba el camaleón, también se encontraban, el escorpión, el coralillo y la víbora de cascabel.21 Como se puede ver, el territorio de los yaquis estaba todavía lleno de vida salvaje hacia la década de 1940.

La presencia de poblaciones humanas no había modificado en gran medida el territorio, siendo el cambio más abrupto que había sufrido el del asentamiento de los pueblos yaquis instigado por los jesuitas en el siglo XVI. Aunque el puerto de Guaymas se desarrolló desde principios del siglo XVIII y llegó a convertirse en el puerto comercial más importante de la costa sonorense y Ciudad Obregón, antes Cajeme, se transformó en el asentamiento más importante de la región hacia la década de 1930, su impacto no fue tan grande como lo llegaría a ser el sistema de presas que se construyeron a partir de la década de 1940 y que cambiaría para siempre la fisonomía hidrológica de la región y por lo tanto la flora y fauna.

1.3 Los primeros contactos.

México Tenochtitlan cayó en 1521, pero la conquista de los territorios del norte tomó bastantes más años. El éxito de la dominación española en el centro de mesoamérica se

21 Basauri, op. cit., p. 208-213. 18 debió en parte a que la civilización derrotada tenía una estructura de instituciones que pudieron ser suplantadas por el aparato socioeconómico, religioso y cultural de los españoles que se valieron además de alianzas con naciones indígenas sojuzgadas por los mexicas. Además la sustitución se hizo en el lugar donde se asentaban esos poderes; la nueva capital no se edificó en Puebla o Tlaxcala sino en la capital mexica, asentamiento simbólico y real del poder. Pero en el norte de la geografía mesoamericana no existía una cultura sofisticada con sus instituciones como en el centro, además, el corto número de españoles, la distancia y dispersión de la población respecto del centro contribuyeron a dificultar la colonización del norte.

La expedición organizada por Nuño de Beltrán, gobernador de Nueva Galicia, al mando de Diego de Guzmán, llegó a la región del río Yaqui el 4 de octubre de 1533. Por el cronista de la expedición22 sabemos que en territorio mayo recibieron noticia de un río más grande y más poblado, pero los indios mayos les advirtieron de la hostilidad de los del

Yaquimi, además les proporcionaron un guía traductor. Los españoles fueron recibidos con una formación de batalla de los guerreros yaquis comandada por un indio ataviado con una especie de túnica negra ornamentada. Al acercarse los dos grupos,

[…] este indio que á los otros gobernaba se adelantó de todos é con el arco hizo una muy larga raya en el suelo, é se hincó de rodillas en ella é besó la tierra, y después de hecho esto se levantó, y parado el é su gente comenzó á hablar diciendo que nos detoviésemos, y que no pasásemos aquella raya que él había hecho, porque si la pasábamos nos matarían a todos.23

Después de esto los españoles les hicieron saber que sus intenciones no eran malas, que iban de paso y que si les podían dar comida, a lo que los cahitas respondieron que sí pero si dejaban que los ataran, los españoles se negaron y previendo un ataque hicieron un tiro de

22 Primera llegada de los españoles a territorio Yaqui, 1533, en Evelyn Hu-Dehart, op. cit, pp. 85-88. 23 Evelyn Hu-Dehart, op. cit., p. 86. 19 advertencia. Nos cuenta el anónimo cronista que “Estos indios pelearon tan bien é tan animosamente como he visto á indios después que en Indias estoy, é á ningunos he visto pelear tan bien como ellos.”24 El resultado para Guzmán fueron 12 hombres heridos y un caballo muerto. Aunque intentaron proseguir la expedición, regresaron finalmente a

Sinaloa. De esta manera ocurrió el primer contacto entre yaquis y españoles.

El segundo encuentro importante se produjo hasta 1565, cuando el gobernador de la recién creada provincia de Nueva Vizcaya, Francisco de Ibarra, encabezó una nueva expedición para explorar las regiones del noroeste. Teniendo noticia de los resultados del primer encuentro entre yaquis y españoles, Ibarra mandó un mensajero para prevenir a los yaquis. Esta vez el recibimiento fue pacífico, dándoles la bienvenida 500 indios que recibieron los regalos de los españoles.25 Hu-Dehart nos dice que esto se debió quizá a los cálculos de los propios yaquis que buscaban una posible alianza para combatir contra mayos y otros grupos con los que tenían relaciones hostiles.

Estos primeros encuentros en el siglo XVI permiten suponer que los yaquis eran un grupo bastante homogéneo con intereses propios, lo que no nos debe hacer suponer que no existieron divisiones o fricciones al interior, ya que como veremos, en los primeros años de evangelización ocurrieron algunos incidentes en contra de los misioneros. Ya desde esos tiempos sopesaron las ventajas y desventajas de entablar relaciones con grupos ajenos para su propio beneficio. Hay que resaltar que los esfuerzos por expandir el dominio español en el noroeste no fructificaron durante el siglo XVI, y que no sería por la imposición de las armas que lograrían someter aquellas lejanas tierras del centro de la Nueva España, sino por un medio más sutil, el de la fe y los misioneros jesuitas.

24 Hu-Dehart, op. cit., p. 86. 25 Hu-Dehart, op. cit., p. 25. 20

1.4 Jesuitas y yo´emes

Aunque frailes franciscanos acompañaron las primeras expediciones al noroeste, estos se concentraron en las zonas mineras, dejando el paso libre a los jesuitas, quienes obtuvieron el permiso de la corona española en 1587 para llevar a cabo su tarea misional en el noroeste26. Esta tarea no fue fácil o inmediata, sino que se sustentó en una planeación racional. Los jesuitas no construyeron templos fastuosos, sino que poco a poco establecieron “una firme base económica con el propósito de asegurar permanencia, estabilidad y autosuficiencia27 que se materializó en las misiones de la congregación. El plan de la Compañía de Jesús consistió en una gradual expansión sustentada en el eslabonamiento de cada una de las misiones y provincias a las inmediatamente adyacentes, de tal manera que “[...] en el siglo XVII, los jesuitas deseaban adoctrinar a los indios del río

Mayo, a fin de llevarles el bien y abrirse, al mismo tiempo, una puerta en el campo de la conversión de los yaquis.”28 Aunque las misiones estaban pensadas como lugares autónomos y autosustentables en el largo plazo, el sistema de provincias también contemplaba la ayuda mutua así como el sostenimiento de las nuevas misiones a través de las ya establecidas.

El mayor problema que enfrentaron los misioneros fue la rebeldía de los indios. Estos se sublevaron tres veces entre 1608 y 1610. A pesar de la superioridad de las armas españolas y del número de indios aliados (50 soldados españoles completamente equipados

26 Hu-Dehart, op. cit., p. 29. 27 Hu-Dehart, op. cit., p. 30. 28 Delfina E. López Sarrelangue, “Las misiones jesuitas de Sonora y Sinaloa. Base de la colonización de la Baja California”, en Estudios de Historia Novohispana, No. 002, 1968, México, Instituto de Investigaciones Históricas, p. 42. 21 y 4000 indios)29 los yaquis vencieron las tres veces a los españoles. A pesar de las victorias

“El vencedor pidió la paz al vencido. Los españoles se sorprendieron de este premio que los indios daban a su derrota. El tratado de paz fue suscrito en 15 de abril de 1610. Los dominios todos del río Yaqui quedaban sometidos a la Corona Española.”30 Los yaquis firmaron los acuerdos de paz de San Felipe, en los que se garantizaba la no agresión mutua y los indios insistieron en que les fueran enviados de inmediato misioneros.31 Esto nos habla del interés de los indios por los avances técnicos que observaron (siembra de trigo y frutas) en otras comunidades indígenas que ya contaban con la presencia de misioneros, así como una curiosidad por la religión católica. Además valdría la pena preguntarnos si no visualizaron la imposibilidad de continuar luchando contra los españoles y en cambio haber sido ellos mismos los mediadores de su integración.

La crónica jesuita cuenta que hacia 1623 todos los yaquis habían sido bautizados,32 superando la resistencia de los chamanes y algunos caciques, aunque es más que probable que aquellos siguieron actuando en la clandestinidad dada la permanencia de muchas prácticas mágico religiosas que persistieron y aún lo hacen. Por lo que no podemos hablar de una conversión total, seguramente en muchos casos era fingida para evitar problemas.

La evangelización y bautismo de los yaquis no estuvo exenta de controversia entre los indígenas, ya que al menos dos de los jesuitas sufrieron atentados en su contra por parte de algunos descontentos con la presencia de los padres. Como cuenta Pérez de Ribas,

29 Cécile Gouy-Gilbert, Una resistencia india, Los yaquis, México, Instituto Nacional Indigenista, 1983, p. 30. 30 José Patricio Nicoli, El estado de Sonora, Yaquis y Mayos. Estudio histórico, México, Ernesto de la Peña- Gobierno del Estado de Sonora, 1993, p. 60. 31 Gouy-Gilbert, op. cit., p. 31. 32 “El punto de partida de la actividad misionera era el bautismo de los infantes y, previo adoctrinamiento, el de los adultos,” López Sarrelangue, op. cit., p. 10. A principios del siglo, los misioneros calcularon la población yaqui en aproximadamente 30 mil personas y que para 1723 toda la población había sido convertida. Pérez de Ribas, op. cit., 284, 313, 315-316. 22 atentaron contra el padre Tomás Basilio en 1620 “Porque eran de la parcialidad de los poco contentos con nuestra entrada: y su pretensión era al punto que llegara el Padre a la sementera del enfermo fingido, matarlo, donde no tuviese defensa de los buenos caciques, y gente que estaban aficionados a la paz, y doctrina.”33 Aunque le ensartaron una flecha en el pecho, el jesuita Basilio sobrevivió para continuar con su misión. En otro momento,

Pérez de Ribas narra en primera persona que “Al punto el indio emperrado, desembarazándose del que lo detenía, disparó un flechazo que quizo Dios divertir (sic), para que no clavase a ninguno de los que habíamos ido a esta buena obra.”34 El bautizo y evangelización de los jesuitas no fue tarea tersa y pacífica como los autores modernos dan a entender, por el contrario, nos señala las divisiones internas que suscitaron. A pesar de la resistencia de algunos indios “Todos estos Evangélicos Operarios, teniéndose por dichosos en la empresa, entraron con mucho fervor; y trabajaron de suerte, que en los dos años siguientes quedó la Nación Hiaqui de treinta mil almas, toda bañada en el agua del Santo

Bautismo.”35

La misión jesuita reorganizó las rancherías dispersas en ocho pueblos misionales que de río arriba hacia la costa eran: Espíritu Santo de Cócorit, Santa Rosa de Bácum, San

Ignacio de Torin, La Natividad del Señor de Vícam, La Santísima Trinidad de Pótam, La

Asunción de Ráum, Santa Bárbara de Huírivis y San Miguel de Belem.36 Torin se convertiría en la cabecera de la misión jesuita, así como del rectorado de San Ignacio, que además de la misión yaqui incluía las del Mayo y del Nebome. Estos asentamientos se convertirían en los ocho pueblos tradicionales de la nación yaqui.

33 Pérez de Ribas, op. cit., p. 311, 325-326. 34 Pérez de Ribas, op. cit., p. 318. 35 Pérez de Ribas, op. cit., p. 327. 36 Hu-Dehart, idem. 23

Nombre de los pueblos Yaquis37 Nombre Yaqui Significado Nombre Español-Mexicano Ko´oko´im chiles Cócorim, Cócori, Cócorit Bahcum Donde brota agua Bacun, Bácum Torim Roedores arborícolas grises Torin, Tori, Tórim Vicam Puntas de flecha Vican, Vícam Potam Topos Pótam Rahum ¿? Raún, Rajum, Raum Wibisin Pájaro de ojos rojos Viviris, Güiribis, Huírivis Beene Llano inclinado Bethlem, Belen, Belem

Los ocho pueblos originales. (Tomado de Cécile Gouy-Gilbert, op. cit., p. 41)

37 Edward H. Spicer, Los Yaquis. Historia de una cultura, tr. Stella Mastrangelo, México, Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, 1994, p. 27. 24

Los jesuitas introdujeron una nueva forma de vida para los yaquis. Los ocho pueblos se dividieron en cuatro partidos con dos subdivisiones; la cabecera donde se alojaba el misionero residente y el pueblo de visita. De la cabecera dependían los demás pueblos, donde residían los misioneros y cada uno tenía a su cargo por lo menos a dos pueblos de visita. Tres o más misioneros dependían de un rector y un visitador local vigilaba el territorio de tres o más rectorías.38 Esto permitía a unos cuatro o cinco misioneros mantener contacto constante con los indios de los ocho pueblos, además de fomentar la reorganización político económica de los yaquis.

En cada pueblo había dos grupos de oficiales, uno civil y el otro que ayudaba a los misioneros en las cuestiones religiosas. Los jesuitas introdujeron una forma más estructurada y jerárquica de gobierno del que tenían antes del contacto. El jesuita Ribas escribió que “Gobiérnanse ya todos sus pueblos por Gobernadores, Alcaldes, Fiscales de

Iglesia y otros ministros de justicia de su misma Nación, con orden, sujeción y obediencia.”39 El gobernador era el jefe de los oficiales civiles, cuya función, en teoría,

consistía en mediar en las disputas del pueblo, vigilar que las leyes se obedecieran y aplicar los castigos a los infractores [...] en la práctica, sin embargo, el misionero residente disminuía el poder del gobernador en forma considerable e instaba al magistrado yaqui a responder directamente ante él [...] sin el consentimiento del misionero, el gobernador no podía administrar los castigos más severos.40

El gobernador era auxiliado por el alcalde para ejecutar sus órdenes y lo sustituía en ausencia. El grupo de los oficiales religiosos era encabezado por el fiscal de la iglesia, quien ayudaba al misionero residente en sus actividades.41 “El fiscal funcionaba como el brazo derecho del cura, convocaba a los fieles a los oficios y asambleas, anotaba los

38 López Sarrelangue, op. cit., p. 9. 39 Pérez de Ribas, op. cit., p. 339 40 Hu-Dehart, op. cit., p. 33. 41 Pérez de Ribas, idem. 25 nombres de aquellos que dejaban de asistir a misa y a las fiestas importantes e informaba de toda clase de transgresiones.”42 Hu-Dehart señala que estas responsabilidades colocaban a los fiscales en una posición de confianza con los jesuitas, llegando a sobrepasar su influencia a la de los gobernadores, y que incluso estas figuras civiles y religiosas desplazarían al consejo de ancianos, sin presentarse mayores objeciones gracias a la designación de los ancianos y de los indios principales a los nuevos cargos. Poco a poco

“los jesuitas establecieron callada pero firmemente su hegemonía como autoridad suprema dentro de la misión. Ellos resolvían todas las disputas importantes entre los individuos e introdujeron el castigo corporal para reforzar la disciplina.”43 O como con palabras bondadosas señaló el jesuita Pérez de Ribas “[…] aunque como tienen al Ministro de doctrina delante, y todos le miran como hijos a su padre, lo ordinario es acudir a él con sus pleitezuelos, que suelen tener sobre diferencias de tierras, o cosas semejantes, y el Padre los compone, y ellos le obedecen y quedan contentos.”44 Para ejercer mayor control, los jesuitas se abstuvieron de enseñar castellano a los indios para que éstos no se relacionaran con el mundo español. Al dominar la lengua de los yaquis, los jesuitas hicieron el papel de intermediaros para filtrar e interpretar únicamente lo que consideraban deseable de la sociedad secular europea para los indios.45 La dirección de los jesuitas era férrea y no permitieron injerencias ajenas además de la de ellos, claro está.

Valiéndose de esta autoridad organizaron económicamente los pueblos de la misión del Yaqui sobre parámetros racionales para alcanzar la autosuficiencia económica y lograr la estabilidad, eliminando la necesidad de cazar y recolectar, así como lograr un nivel

42 Hu-Dehart, op. cit., p. 35. 43 Hu-Dehart, op. cit., p. 35. 44 Pérez de Ribas, idem. 45 Hu-Dehart, op. cit., p. 37. 26 sustancial de producción de excedente. Cada familia recibía una parcela que trabajaba tres días a la semana para su autoconsumo; los otros tres días los hombres trabajaban en las parcelas comunales, introducidas por los jesuitas, que servían para el sustento de los misioneros y la generación de excedente; por último, el séptimo día se consagró para la práctica de los ritos católicos. Como indica Hu-DeHart esto significó “la primera actividad sistemática y colectiva en la historia yaqui”46 aunque no sabemos si anteriormente llevaban a cabo algún tipo de trabajo solidario. Con el tiempo, el excedente producido se canalizaría para apoyar a las misiones en la Baja California, primordialmente. De esta manera, los jesuitas fueron los primeros en explotar la fuerza de trabajo representada por los yaquis y materializada en la producción de excedente que fue monopolizada por los mismos padres para el provecho de sus planes e intereses.

La actividad de los jesuitas no se limitó a la organización, sino que enseñaron a los yaquis las técnicas agrícolas desarrolladas de la época. Se reemplazó el bastón plantador

(coa) por el azadón europeo; se instruyó a los yaquis para que almacenaran semillas para el siguiente ciclo agrícola. Además, introdujeron los primeros sistemas de riego creando canales y pequeñas represas además de iniciarlos en la producción de trigo, cebada y avena, así como en el pastoreo del ganado vacuno y ovino. De esta manera organizaron la vida social y económica de los yaquis alrededor de la misión. Ésta “[…] se convirtió en el centro civilizador por excelencia, el indispensable abastecedor económico y la más firme muralla contra las tribus que resistían a la dominación española.”47Aunque este paternalismo llegó al extremo de prohibir el comercio de los indios con cualquier español y por lo tanto de beneficiarse con las ganancias de su trabajo, lo cierto es que en esta etapa las poblaciones

46 Hu-DeHart, op. cit., p. 39. 47 López Sarrelangue, op. cit., p. 11-12. 27 vivieron un periodo de estabilidad y prosperidad que bajo el férreo mando jesuita, en una suerte de gobierno teocrático, convirtieron a la región del río Yaqui, en el transcurso del siglo XVII, en una misión exitosa que a pesar de las rebeliones del norte a fines del mismo siglo no contagió a los yaquis, no obstante los crecientes cuestionamientos de los religiosos seculares y de los españoles, incluso de los propios indios, al absoluto control jesuita de las misiones, de la producción y del comercio del excedente.

1.5 La rebelión de 1740.

La dominación jesuita sobre los yaquis se fue diluyendo a lo largo del siglo XVIII, sobre todo por factores externos a las misiones aunque también a los propios errores y excesos de los jesuitas como se verá más adelante.

En 1732 el gobierno de Nueva España reorganizó administrativamente la región del noroeste quedando la misión del Yaqui incorporada a la gobernación de Sonora-Sinaloa, que era una entidad más concentrada que la de Nueva Vizcaya. En 1734 se designó como gobernador de la nueva entidad al coronel Manuel Bernal de Huidobro, hasta entonces capitán general de Sinaloa, que se impuso como objetivo primario poner fin al poder de la

Iglesia en general y de los jesuitas en particular,48 porque representaban un obstáculo para el ingreso de colonos españoles a las regiones que ellos dominaban, es decir que buscaba la secularización de las misiones.

Además, Huidobro atizó el ánimo de los indios al imponer nuevos impuestos sobre los comestibles (a lo cual los indios no estaban obligados debido al patronazgo real que los eximía del diezmo y de las alcabalas) y a la adjudicación de tierras comunales en 1734.

48 Gouy-Gilbert, op. cit., p 46. 28

A pesar del desarrollo económico y material de las misiones, o tal vez por eso mismo, los jesuitas se negaron a escuchar las demandas de los indios que pretendían una menor injerencia de los misioneros en sus vidas, lo cual, sumado a ciertos episodios menores, acrecentó las tensiones entre los jesuitas y la etnia. Uno de estos incidentes en la década de

1730 ocurrió cuando:

En la misión de Bácum se perdió la llave de una de las bodegas y se inculpó de la pérdida a uno de los indios sirvientes del misionero, a quien se mandó azotar públicamente [...] posteriormente la llave apareció en manos de uno de los familiares del padre, quien la había retenido por un olvido o descuido; intervino el gobernadorcillo y pidió a la autoridad civil que se impusiera al responsable el mismo castigo que se había aplicado al supuesto responsable, se negaron a ello y los indios empezaron a agitarse.49

Un factor que presionó aún más a los indios fue la demanda de los mineros españoles de mano de obra bajo el sistema legal del repartimiento. Los yaquis ya trabajaban parcialmente en las labores de la misión por lo que esta demanda solamente provocó mayor inquietud al interior del pueblo. Estos hechos propiciaron el surgimiento del primer liderazgo yaqui reconocible en las personas de Juan Ignacio Usacamea, mejor conocido como Muni, capitán de milicia y gobernador de Ráum; y su segundo, Bernabé, gobernador de Huírivis. Estos personajes pertenecían a un creciente aunque reducido grupo de indios ladinos o aculturados que habían trabajado en las minas y que, por lo tanto, habían tenido un mayor contacto con el mundo español y que no temían a las represalias de los misioneros; y en cambio visualizaban la posibilidad de interactuar con las instituciones y la sociedad novohispanas en su beneficio.

A partir de 1736 las fricciones entre yaquis y jesuitas aumentaron debido a que Muni y Bernabé discutían sus agravios directamente con el gobernador. Estos agravios “giraban

49 Almada, Diccionario de historia, geografía y biografía sonorenses, Talleres Arrendatarios de Impresora Ruiz Sandoval, Chihuahua, 1952, p. 332. Citado por Cécile Gouy-Gilbert, op. cit., p. 47. 29 en torno de los abusos cometidos por ciertos misioneros residentes y sus ayudantes que incluían no solo a magistrados yaquis escogidos arbitrariamente ... sino a fuereños

(mestizos, mulatos e incluso otros indígenas) atraídos por los jesuitas.”50 Los misioneros no atendieron esas quejas, sino que solicitaron al gobernador lugarteniente Manuel de Mena

(jefe del gobierno local en ausencia del gobernador) que aprehendiera a los líderes y sus seguidores. Muni y Bernabé fueron encerrados en la prisión de Pótam, lo que ocasionó el amotinamiento de la comunidad yaqui, y demostró el arraigo del liderazgo de Muni. A pesar de estas muestras de inconformidad con el paternalismo jesuita, éstos no atendieron las demandas sino que únicamente removieron a un par de misioneros, y en su lugar colocaron a un jesuita más beligerante, el padre Nápoli, que mandó destituir de sus cargos a

Muni y a Bernabé. En 1738, al reasumir el cargo como gobernador, Huidobro realizó una investigación atendiendo a las razones de las dos partes, pero para asombro y alarma de los jesuitas ordenó a Muni y a Bernabé que viajaran a la ciudad de México para exponer sus quejas ante el propio virrey, tal vez como una medida de presionar la secularización de las misiones. La delegación yaqui presentó sus demandas ante el virrey, las cuales consistían en: destitución de algunos jesuitas; permiso para portar armas españolas; libertad en las elecciones de los pueblos; retribución monetaria por el trabajo en las misiones; respeto a las tierras comunales yaquis; autorización para trabajar en las minas y participación libre en el comercio regional.51 Muni y Bernabé permanecieron en México hasta 1740 incrementándose paulatinamente la rebeldía de la comunidad yaqui, hasta que ese mismo año estalló la rebelión, alimentada por los agravios pasados, pero también por una nueva situación: la hambruna.

50 Hu-Dehart, op. cit., p. 56. 51 Figueroa, op. cit., p. 77. 30

El desbordamiento del río en 1739 ocasionó la pérdida de las cosechas, pero los jesuitas encabezados por Nápoli negaron el grano de los almacenes y en cambio mandaron esos excedentes a Baja California, lo que sólo incrementó la rabia de los yaquis, que posiblemente interpretaron esa medida como una venganza de los misioneros. Lo cierto es que los de Loyola consideraban la producción de cada unidad misional como parte de un todo, que llegado el momento, las misiones más prósperas ayudaban a las menos favorecidas o a las que apenas se estaban formando, que para el caso eran las de la Baja

California.52 Para febrero de 1740 el alzamiento fue generalizado cuando los indios saquearon los graneros que consideraban propios como parte de su trabajo en las tierras comunales. Los hechos violentos continuaron hasta octubre de ese año; después de varias derrotas sufridas por los indios a manos de las tropas virreinales mandadas para pacificar la región, Muni y Bernabé regresaron de la ciudad de México y aceptaron apaciguar inmediatamente a los alzados. El gobierno colonial había accedido a firmar un tratado con

Muni y Bernabé en el que “a) se otorgaba una completa autonomía a los yaquis, o sea el derecho de conservar sus costumbres y su propio gobierno que no debía ser ejercido más que por individuos de su raza; b) la posesión total de sus tierras, sin ningún derecho para los blancos, salvo autorización especial de la tribu, y c) el derecho de conservar sus armas.”53 Poco a poco la comunidad yaqui regresó a sus labores habituales extinguiéndose así esa primera muestra de rebeldía. Aunque un año después, el nuevo gobernador, Agustín de Vildósola mandó ejecutar a Muni y a Bernabé junto con otros jefes yaquis.

Durante las siguientes décadas no ocurrieron nuevos hechos que enfrentaran a yaquis y jesuitas, persistiendo una tensa relación entre los dos grupos. Lo que aconteció fue el

52 López Sarrelangue, op. cit., p. 54. 53 Gouy-Gilbert, op. cit., p. 48. 31 debilitamiento del poder jesuita hasta su expulsión definitiva en 1767, año en que los yaquis retomaron el gobierno de sí mismos, ya que las nuevas autoridades de las misiones, los franciscanos, eran más laxos en cuanto al gobierno y la administración pero más férreos en la práctica religiosa. Los yaquis “al cooperar con la defensa de la misión y, más importante aún, al satisfacer las demandas de trabajo de la economía minera española, impidieron la imposición de reformas más drásticas ... por consiguiente, fueron capaces de conservar sus tierras, sus comunidades y, en esencia, su autonomía, sin necesidad de la protección e intervención jesuita.”54

Los acontecimientos posteriores a la rebelión de 1740 permitieron a los yaquis convertirse en garantes de su propia seguridad, ya que ante la incursión de bandas de indios broncos y salteadores se convirtieron en los encargados de la seguridad de la zona; además, al atender la demanda de fuerza de trabajo para las minas, se fueron convirtiendo en trabajadores indispensables para la vida económica de la frontera.

La experiencia yaqui en la colonia fue positiva, porque a pesar de que se sometieron a una autoridad externa, lograron permanecer unidos y alejados de cualquier victimización.

Al finalizar la colonia, eran un pueblo con números demográficos estables, una autonomía política relativa en sus comunidades, además de ser la fuerza de trabajo indispensable para los esfuerzos mineros y agrícolas de la región. Aprendieron a vivir junto a la realidad novo hispana sin perder su identidad yaqui o su territorio, a pesar de la intervención misionera que modificó la cultura original de las comunidades cahitas alrededor de las misiones; modificaciones que los yaquis asimilaron y apropiaron, convirtiéndolas con el tiempo en características propias porque aunque

54 Hu-Dehart, op. cit., p. 69. 32

[...] la habilidad jesuita consigue la cristianización total de las tribus del Fuerte y la conversión parcial de yaquis y mayos, que aceptan sin mayor resistencia mucho del cristianismo y no pocas de las costumbres europeas; lo que aprenden de los jesuitas no lo olvidarán jamás. Si en 1740 se rebelan contra sus maestros, no lo hacen con el fin de cambiar los usos impuestos por ellos, sino para combatir ciertos abusos.55

Además, aprendieron a negociar sus demandas con el poder central, en este caso, el virrey, que por medio del tratado les dio reconocimiento legal a lo que consideraban sus derechos.

“Llegaron a constituirse en una forma en la que cuajaron muchos ideales de la evangelización jesuítica; se aficionaron mucho a vestir bien tal vez demasiado bien y, por ello a la cría de ovejas; también se interesaron grandemente en la compra y uso de caballos, convirtiéndose en diestrísimos jinetes; llegaron incluso a practicar la arriería, conduciendo sus propios productos a otros sitios.”56

Sobre todo hay que destacar la obra de los misioneros de la Compañía de Jesús, ya que fueron estos, quienes sin pretenderlo, los dotaron de los medios culturales, sociales, económicos y políticos para sobreponerse en el tiempo a una sociedad hostil hacia lo indio ya que:

La obra misional había dejado una huella indeleble en la organización espacial, social, política y económica de los pueblos. Les había dado nuevas instituciones políticas para gobernarse y había contribuido a reforzar la identidad como nación entre los pueblos y rancherías del río Yaqui, al mantenerlos unidos por medio de una administración específica. La nación yaqui se constituyó como tal durante la época colonial, en gran parte gracias a la cohesión impuesta y mantenida por los jesuitas durante su gestión. A diferencia de la dispersión identitaria de otros pueblos, las misiones contribuyeron en el norte a la formación de identidades étnicas nacionales, que rebasaban los límites de las poblaciones y sus jurisdicciones.57

Así, los yaquis incorporaron en su vivencia la protección de sí mismos por medio de las armas y la negociación directa con los poderes estatal y central, también la adopción

55 Daniel Cosío Villegas, Historia Moderna de México, la República Restaurada, Vida Social, México, 1956, Editorial Hermes, p. 210. 56 López Sarrelangue, op. cit., p. 13. Subrayado del autor. 57 Hernández Silva, Héctor Cuauhtémoc, Insurgencia y autonomía. Historia de los pueblos yaquis: 1821- 1910, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Instituto Nacional Indigenista, 1996, pp. 39-40. 33 voluntaria de facetas de la cultura española; y en el tramo final de la Colonia, el gobierno de sí mismos. Estos cuatro aspectos les valieron para preservar su cultura y su identidad.

Cultura que si bien ya no era original porque ya no eran esos indios anteriores al contacto español, seguían siendo indios y yaquis por añadidura, que sólo habían logrado transformarse como sociedad sin perecer en el intento. ¿Qué cultura existente permanece pura, sin influencias externas o cambios y transformaciones a lo largo de su Historia?

Ninguna. La cultura es permanencia, cambio y transformación.

34

Capítulo II. Siglo XIX. Mexicanos contra yaquis.

Con la independencia mexicana de España y el surgimiento de México como nación y

Estado, los yaquis se enfrentaron a la expansión de los colonizadores mexicanos que ya no estaban limitados por la tutela del rey sobre los indios, sino instigados por la ambición de poblar y explotar nuevos territorios alentada por el gobierno mexicano. Fue después de la independencia que los yaquis comenzaron a resentir la presencia extranjera, mexicana y estadounidense sobretodo. De 1824 a 1929 el territorio yaqui fue escenario de la violenta lucha entre mexicanos y yaquis. Los mexicanos queriendo construir su Estado nación imponiendo sus ideales de progreso y modernización, y los yo´emes preservando el territorio y el gobierno que los unía e identificaba. A pesar de la violenta presión del mundo novohispano este protegió el modo de vida comunal de las comunidades indígenas por medio del corporativismo, en cambio, la nueva era mexicana se apoyaba en el ideal liberal de la sociedad centrada en los individuos y no en las comunidades y las corporaciones.

Una de las consecuencias de la presencia jesuita en la época colonial fue el de la conformación del universo yaqui dentro de un territorio que consideraron suyo, ya que ante la presión de los colonizadores,

[…] los indios reinvistieron simbólicamente su territorio ligando la cosmogonía yaqui con los elementos religiosos introducidos por los jesuitas. Para ellos, el territorio que disfrutaban era un regalo de Dios, a la comunidad, que no podía ser repartido [...[ el territorio yaqui tendió a reforzar la unidad de la etnia; se volvió una superficie en la que se registró la realidad de esta unidad. Todo intento de colonización fue sentido por este hecho, como una agresión contra el conjunto de la etnia.58

Los jesuitas no sólo los introdujeron a la civilización occidental, sino que con la conformación de los ocho pueblos tradicionales los dotaron de un imaginario territorial con el cual reafirmaron su calidad como nación, no limitándose a identificarse únicamente

58 Cécile Gouy-Gilbert, op. cit., p. 54. 35 como yo´emes. Por medio de un territorio que consideraron suyo por derecho, una identificación cultural y el ejercicio de un gobierno propio construyeron su nacionalidad, lo cual, en el transcurso del nuevo siglo, acarrearía funestas consecuencias a la nación yaqui.

A lo largo del naciente siglo mexicano se fueron sucediendo varios intentos para socavar el gobierno indígena, así como para colonizar la región del Yaqui y explotar las tierras que detentaban los indios. Las comunidades indígenas ya no tenían cabida en la nueva conformación socioeconómica de la nueva nación encarnada en su Estado federal, solamente los individuos eran sujetos de derechos y obligaciones.

2.1 La confederación de Banderas.

La primera fase para someter a las comunidades indígenas en general y a la yaqui en particular fue por medio de la imposición de las instituciones políticas existentes, en este caso los ayuntamientos, así como de autoridades locales adictas al poder gubernamental.

Los ayuntamientos ya existían desde las reformas borbónicas pero la realidad de un imperio es muy distinta de la de una república. Al monarca no lo interesaba la homogeneidad de la población en su territorio, al contrario, la corona de un imperio favorece la heterogeneidad de sus súbditos. De tal suerte que el gobierno estatal:

[…] más que tratar de igualar la forma de organización de los pueblos yaquis, mayos, pimas y ópatas, con el de las demás poblaciones de la entidad federativa, trataron de controlarlas por medio de la subordinación a las instituciones político-administrativas locales; es decir los ayuntamientos; de la imposición de personas leales a ellas dentro de la estructura política interior de los pueblos indios y por instancias administrativas creadas expresamente para controlar a éstos, como sería el caso del protector de indios y los directores de los ríos Yaqui y Mayo.59

59 Hernández Silva, op. cit., pp. 74-75. 36

El primer intento por minar la autonomía política de los pueblos yaquis ocurrió en 1825, con la imposición de un capitán general (yechim de armas)60 al que no apoyaba el conjunto de la etnia. El capitán general solicitó el apoyo de las autoridades estatales, que mandaron una fuerza militar para apoyarlo. Las fuerzas del estado de Occidente fueron vencidas en octubre de aquel año por las huestes yaquis. El gobernador del estado, general Simón Elías

González, no pudiendo imponerse por medio de las armas decidió pactar con la etnia en

1826. Los yaquis obtuvieron satisfacción a sus demandas, que eran: “que las tropas del gobierno salieran del valle, que la población blanca hiciera lo mismo y que se reconociera al territorio yaqui como propiedad de la etnia.”61 Resultado de este levantamiento, fue el surgimiento del liderazgo de Juan Ignacio Jusacamea, mejor conocido como Juan Banderas o Juan de la Bandera, que logró aglutinar a los pueblos yaquis de 1825 a 1832.

En 1828, el gobierno de Sonora pretendió incrementar la población del valle de 15 mil a 20 mil habitantes por medio de nuevos colonos vía el fraccionamiento de las tierras de los yaquis. La llegada de los nuevos pobladores y la pretendida implementación del decreto expropiatorio ocasionaron un nuevo levantamiento, ya que “no aceptaron ni la entrega de títulos de propiedad sobre su territorio, ni la implantación de una administración del Estado, ni siquiera el levantamiento de impuestos, ya que todo esto significaba para ellos la negación de su propiedad colectiva e indivisa, así como la de la autonomía de su propio gobierno.”62 Ante este nuevo acto por parte de los mexicanos Juan Banderas,

60 El capitán general había adquirido especial importancia durante y después de la rebelión de 1740. Ésta radicaba en que su jurisdicción abarcaba todo el territorio de la etnia y no únicamente un pueblo, como en el caso de los gobernadores. En un principio, el capitán general era designado por los ocho gobernadores, aunque con el tiempo su poder y legitimidad ya no se sustentaría en la confirmación de los gobernadores, sino en sus habilidades guerreras y sus proyectos políticos. La función del capitán general era completamente militar. Hernández Silva, op. cit., pp. 75-77. 61 Hernández Silva, op. cit., p. 86. 62 Gouy-Gilbert, op. cit., p. 56. 37 organizó una confederación militar que incluía a los pimas bajos, ópatas y mayos.63 A pesar de esta muestra de rebeldía por parte de las etnias sonorenses que despertó el temor de una guerra de castas, las élites regionales siguieron adelante con sus planes de socavar la autonomía de los pueblos indígenas; fue así que a fines de 1831 se promulgó la

Constitución Política del Estado Libre de Sonora, que con el fin de intervenir en los asuntos de las comunidades indígenas asentaba en su artículo 36, fracción 15, que era facultad exclusiva del Congreso “Dictar leyes y reglamentos para establecer el gobierno interior de los pueblos de indígenas, de la manera más análoga y conveniente a su situación, circunstancias y costumbres; arreglar los límites de sus terrenos y dictar cuanto se crea conducente a terminar sus diferencias.” Más adelante, en el artículo 59 se lee que “Para el establecimiento de las autoridades locales en los pueblos indígenas, el Congreso se arreglará a sus circunstancias...”64 Estas nuevas disposiciones, que pretendían acabar con la autonomía política de los pueblos indígenas y que atentaban en contra de la práctica de los yaquis, se sumó a la intención de nombrar autoridades intermedias entre el gobierno estatal y el indiano; esta nueva figura fue la de los directores de los ríos que además de actividades administrativas alentaron los enfrentamientos internos para romper la cohesión de las comunidades indígenas. De esta manera, el jefe yaqui Juan María Jusacamea, pariente de

Juan Banderas, fue apoyado por las autoridades estatales para sembrar la división al interior de la etnia. Con las intenciones sonorenses así declaradas, Juan Banderas llamó de nuevo a la rebelión, aunque esta vez sin éxito ya que las autoridades sonorenses en lugar de utilizar tropas regulares organizó milicias de rancheros y hacendados para oponerse a la ofensiva

63 José Velasco Toro, Los yaquis: Historia de una activa resistencia, México, Universidad Veracruzana, 1988, p. 21. 64 Manuel Corbalá Acuña, Sonora y sus constituciones, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1992, pp. 29-59. Citado en Hernández Silva, op. cit., p. 88. 38 de Banderas. Estas milicias lo derrotaron y lo tomaron prisionero, siendo fusilado a principios de 1833. A pesar de haber sido vencidos, la naturaleza se encargó de proteger los poblados yaquis de las fuerzas de pacificación a cargo del gobernador Manuel Escalante y

Arvizú, dado que el río Yaqui cambió de curso diezmando en gran medida las fuerzas estatales. A pesar de la derrota militar de 1832, los yaquis mantuvieron la propiedad de sus tierras, así como la autonomía de su gobierno interno y su fama de guerreros belicosos sólo se acrecentó, convirtiéndolos en un bien estratégico que las facciones sonorenses se disputaron en sus luchas intestinas.

2.2 Entre conservadores y liberales.

Aunque los yaquis participaron en las luchas entre liberales y conservadores del estado de Sonora desatadas a partir de 1838, no obtuvieron ningún beneficio material o estratégico, a pesar de que su alianza con uno u otro grupo sí lo fuera, dadas las garantías que se les otorgaban sobre mantener su gobierno y su territorio. Lo cierto es que los contendientes sonorenses sólo los buscaban dada su calidad de fuerza guerrera, lo que no significa que los yaquis hayan sido un elemento pasivo; como ya dije, establecían sus alianzas según sus prioridades: autogobierno y territorio. El gobernador Manuel María

Gándara, cabeza de las fuerzas centralistas obtuvo su apoyo y al final resultó vencedor de la contienda contra José Urrea, cabeza de los federalistas y quien apoyaba a los grupos económicos que buscaban apoderarse de las tierras aledañas al río65. Gándara “fue el primero en introducir a los indios (yaquis) como recurso en el juego político.”66 Al volverse actores políticos, enfrentaron los vaivenes de la política sonorense, de tal manera que

65 Hernández Silva, op. cit., p. 96. 66 Gouy-Gilbert, op. cit., p. 58. 39 cuando su aliado caía, eran presa de los afanes vengativos de los contrincantes políticos y económicos de sus aliados; de esta manera, sufrieron los sangrientos embates al regreso de

Urrea en 1842, quien además de combatirlos cruelmente, les quitó el control de las salinas del río.

Pero la tribu yaqui, al ayudar a sostener a un hombre político reconocido como

Gándara, propició, entre muchos otros actores, el mantenimiento de una situación problemática y caótica que dificultó instaurar un auténtico poder en el estado. Por lo tanto, el proceso de colonización se volvió lento y errático y los intentos por socavar el autogobierno yaqui cesaron. A lo largo de las décadas de 1840 y 1850 se vivió en el valle una situación que fluctuó entre una tensa calma y la agresión total, aunque a mediados de la década de 1850 la región sería arrastrada a la violencia y la inestabilidad por los problemas locales, pero también por nuevas tempestades nacionales que acechaban en el horizonte. La

Revolución de Ayutla contra Santa Anna encumbraría a los liberales y su modelo nacional representado en la Constitución de 1857, que no sólo iba en contra de las corporaciones religiosas y militares sino también en contra del espíritu y forma de vida comunal de los pueblos indígenas.

A pesar de algunos intentos por colonizar las tierras de los yaquis, estos fueron más bien aislados. El conflicto entre yaquis y mexicanos se había circunscrito más al área política que a la agraria. Los verdaderos conflictos agrarios no empezaron sino hasta 1854.

En ese año Fernando C. Iñigo usurpó tierras en Aguacaliente, lugar situado al norte de la sierra del Bacatete y que formaba parte del territorio tradicional de la etnia, bajo el pretexto de declarar que esas tierras habían pertenecido a su padre y que los indios las ocupaban ilegalmente. Ante el despojo los dirigentes yaquis instruyeron al capitán general Mateo

Marquín se dirigiera en su representación a las autoridades sonorenses que en ese momento 40 eran encabezadas por Manuel María Gándara, antiguo aliado de los yaquis y que hizo honor al pacto establecido entre ellos. De tal suerte que “en septiembre de 1854 se giraron

órdenes para suspender la acción de posesión de los terrenos del Babojori y Aguacaliente que reclamaba Iñigo, por razón de la resistencia de los indígenas de aquellos pueblos.”67 O sea que no se fueran a poner rejegos los indios. Sin embargo, en 1856, la marea política cambiaría de nuevo cuando Ignacio Pesqueira, liberal juarista, nuevo gobernador del estado, favoreció las pretensiones de la familia Íñigo sobre los terrenos de la etnia; además,

Pesqueira, antiguo rival de Gándara, dando rienda suelta a sus pasiones políticas llevó la guerra al territorio de los aliados indios de su contrincante político. Ante estos dos sucesos concatenados, los yaquis no tuvieron otra opción que recurrir a sus armas y confederarse de nuevo con ópatas, mayos y pimas en 1858. Los cahítas obtuvieron algunas victorias iniciales aunque finalmente se vieron obligados a solicitar el indulto. Se levantarían de nuevo en 1859 instigados por dos cabecillas ópatas, Juan y Refugio Tánori, integrantes de las filas gandaristas; éstos, condujeron las fuerzas yaqui y mayo contra Pesqueira hasta imponer de nuevo como gobernador a Manuel María Gándara.68

La lucha desatada por la Reforma había llegado al valle de los yaquis y ellos participaron no como marionetas del destino, sino que se plegaron al bando que les garantizaba la tenencia tradicional, comunal de la tierra. La Ley de Desamortización de

Fincas Rústicas y Urbanas Propiedad de las Corporaciones Civiles y Religiosas, de 25 de junio de 1856 o Ley Lerdo, que para los liberales representaba “una medida económica y progresista que realizaba la gran reforma de dividir la propiedad territorial, desamortizar bienes que estancados son muy poco productivos, de proporcionar grandes cantidades al

67 Hernández Silva, op. cit., p. 104. 68 Cosío Villegas, op. cit., p. 215. 41 erario y de facilitar la reforma del sistema tributario.”69 Si bien para los liberales y su proyecto de nación era lógico emprender tales reformas, para las poblaciones indígenas era una agresión a su forma de entender la vida, que se sustentaba en la tenencia comunal de la tierra.

A la par de la lucha política, se intentó llevar a cabo el desarrollo de la región del valle. El motivo de Pesqueira para llevar a cabo su campaña contra sus habitantes indígenas, era la intención de poblar los valles Yaqui y Mayo para realizar su explotación comercial, de acuerdo a los preceptos de la Reforma. Con esas intenciones se creó la Junta de Colonización de los Ríos Yaqui y Mayo, en Álamos, en octubre de 1858 con el objeto de repartir las tierras entre colonos mexicanos e inmigrantes hispanoamericanos de

California.70 Para garantizar la seguridad de los colonos y ejercer un mayor control sobre los yaquis se creó la Prefectura del Yaqui, también se fundó la colonia Pesqueira cerca de

Navojoa en 1859, además de una colonia agrícola en el Yaqui. Por tales motivos los yaquis se rebelaron en octubre de 1859 contra el gobernador Pesqueira, acaudillados por los hermanos Tánori para hacerle la lucha a la República liberal.

La derrota de la Reforma por el partido conservador permitió la instauración del

Segundo Imperio, que los yaquis apoyaron, sosteniendo en la gubernatura a Gándara. El

Imperio les garantizaba la adjudicación y restitución de terrenos de comunidad en plena propiedad a sus poseedores71 por lo que los indígenas conservaban la propiedad comunal de la tierra. Con el colapso del Imperio, los yaquis lucharían en los años 1865 y 1866 para sostener a los conservadores. Vencidos estos, los cahítas volverían a verse las caras con los

69 Centro de Estudios Históricos, Historia General de México. Versión 2000, México, Colegio de México, 2004, p. 593. 70 Velasco Toro, op. cit., p 22. 71 Velasco Toro, op. cit., p. 23. 42 liberales, Pesqueira y sus proyectos de progreso nacional, que no velaban precisamente por sus intereses. Al contrario, los liberales buscaron venganza de quienes habían apoyado a los conservadores, logrando apresar al líder ópata, Refugio Tánori que había encabezado a los indígenas de Sonora durante el Imperio en contra de las fuerzas liberales; fue fusilado el 25 de septiembre de 1866 junto con otros 17 prisioneros en el puerto de Guaymas.72

Sin un liderazgo indígena claro y sin el apoyo de sus antiguos aliados, los yaquis se enfrentaron a los planes liberales cuando “el ministro de Fomento comunica en septiembre de 1867 a Ignacio Gómez del Campo, que el presidente Juárez le ha concedido lo que había solicitado un año antes, a saber, la colonización de 25 sitios de ganado mayor que se hallan en el litoral de los ríos Yaqui y Mayo.”73 Este acto, amparado en la “Ley sobre baldíos” desencadenó que yaquis y mayos se declararan en abierta rebeldía, matando primero al comandante militar que a las órdenes del gobierno estatal se encontraba en Bácum para vigilar a los indígenas y proteger la colonización concedida; posteriormente se trasladaron a la región del Mayo, donde pasaron por las armas a la guarnición de Santa Cruz, matando además al jefe mayo Matías y a otros 14 indígenas por haber apoyado a las fuerzas gubernamentales.74 Estos hechos obligaron al gobernador Pesqueira a responder. Éste estableció su cuartel general en Guaymas, destacó al coronel Salazar Bustamante con 500 hombres y 4 cañones sobre el río Yaqui y al prefecto Prado con 400 hombres sobre el río

Mayo. Prado sometió con rapidez a los mayos y se dirigió al norte para ayudar al coronel

Bustamante a someter a los yaquis alzados, que fueron vencidos en San José y después en

Bácum,75 donde ocurrió una de las masacres más sanguinarias en contra de la tribu.

72 Hernández Silva, op. cit., p. 105. 73 Cosío Villegas, op. cit., p. 216. 74 Hernández Silva, op. cit. p. 105. 75 Cosío Villegas, ibid. 43

Vencidos los yaquis, el 18 de febrero de 1868 “los militares encerraron de 450 a 550 indios en la iglesia de Bácum, uno de los ocho pueblos yaquis; después colocaron la artillería delante de la puerta y la descargaron sobre los prisioneros, con el pretexto de que los indios habían intentado escapar. El edificio se incendió como una antorcha y muy pocos lograron escapar.”76 No existe certeza de cuantos indios murieron, ya que las cifras que dan varios autores no concuerdan entre sí, lo cierto es que la matanza ocurrió, convirtiéndose en antecedente de la guerra de exterminio que posteriormente llevó a cabo el ejército federal del porfiriato.

Con esta sangrienta acción culminaba un periodo en el que los yaquis se beneficiaron de una situación caótica y de un poder estatal débil. Como lo demuestra el episodio de

Bácum, los yaquis se encontraban en desventaja militar frente a los nuevos adelantos militares, y también por la cohesión de las oligarquías regionales y nacionales. El periodo de 1824 a 1868 fue un periodo de transición, durante el cual ningún poder logró establecerse el tiempo suficiente para llevar a cabo una política racional de colonización y sometimiento de los indios de Sonora, especialmente los yaquis. Con el triunfo total de los liberales, los yo’emes se veían por vez primera frente a unas élites que ya no luchaban entre sí y que por el contrario ahora podían imponer su voluntad, sus ideales de progreso y modernidad y como en muchas de las acciones de los detentadores del poder, se valdrían primeramente de la legalidad para dar la apariencia de legitimidad a sus acciones.

Bajo la Constitución Política del Estado de Sonora, expedida en 1861 y reformada en

1872, los yaquis quedaban al margen de la ley, ya que la mencionada constitución no los consideraba como ciudadanos del estado y en cambio establecía en su artículo 36 que:

76 Gouy-Gilbert, op. cit., p. 66. 44

Son ciudadanos del Estado los que a la calidad de sonorenses reúnen los requisitos que para ser ciudadanos mexicanos exige la Constitución de la República y además el de vivir en poblaciones organizadas civilmente con arreglo a las leyes del Estado. En consecuencia, las tribus errantes y las de los ríos Yaqui y Mayo, no gozarán de los derechos de ciudadanos sonorenses, entretanto conserven la organización anómala que hoy tienen en sus rancherías o pueblos; pero los individuos de las mismas tribus que residan en las poblaciones organizadas del Estado, tendrán expedito el ejercicio de dicha ciudadanía.77

De esta manera los yaquis quedaban fuera de la legalidad, a expensas de las arbitrariedades del gobierno estatal y de los colonos, porque al no ser ciudadanos no tenían derechos.

Pesqueira y los oligarcas sonorenses buscaban por este medio destruir la autonomía política de los yaquis ya que si no eran ciudadanos, no podían llevar a cabo su gobierno interno, por lo tanto se declaró que la autoridad de los gobernadores era nula y se nombró un juez de paz para resolver los problemas internos de los yaquis. Por otro lado, extendía la ciudadanía a los indios ladinos, o sea, a los que habían abandonado sus comunidades y vivían entre los mexicanos. A pesar de las disposiciones legales del gobierno sonorense, la rebelión y cohesión de los pueblos yaquis no mermó a pesar de varias derrotas infligidas por las tropas estatales. Ante la presión de los grupos opositores al gobernador Pesqueira y para evitar que estos obtuvieran la alianza de los indios, en 1873 se reformó ese infamante artículo como se lee a continuación: “Son ciudadanos del Estado los que a la calidad de sonorenses reúnen las siguientes: I. Haber cumplido dieciocho años siendo casados y veintiuno si no lo son. II Tener un modo honesto de vivir.”78 Como podemos apreciar, el sentido de la redacción cambió radicalmente y los yaquis y mayos y las tribus errantes volvían a ser ciudadanos, lo que es de suma importancia porque dentro de los derechos que otorga la constitución sonorense encontramos que en el artículo 17 el “pueblo tendrá derecho para reunirse libremente para tratar toda clase de negocios lícitos; pero sólo los

77 Mario Corbalá Acuña, Sonora y sus constituciones, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1992, pp. 105-137 citado en Hernández Silva, op. cit., p. 112; José Velasco Toro, op. cit., p. 23. 78 Hernández Silva, ibid. 45 ciudadanos podrán deliberar, los que tengan carácter político dar instrucciones a sus representantes y solicitar de la legislatura cualquier desagravio.”79 Junto con las modificaciones constitucionales y una disminución de las operaciones militares, Pesqueira evitó que los yaquis se unieran en 1873 a la rebelión de Carlos Conant que exigía la destitución del gobernador y su grupo afín así como la vuelta al orden constitucional de

1872.

2.3 José María Leyva, Cajeme.

Para controlar al pueblo yaqui, en 1874 el gobierno del estado nombró Alcalde Mayor del

Yaqui a José María Leyva conocido como Cajeme. Este indio, representa mejor que ningún otro a ese indio ladino y soldado por necesidad, aunque, paradójicamente, también a ese otro indio yaqui fervientemente nacionalista que llevó a cabo la mayor rebelión de la nación yaqui. Es tan especial y controversial su papel que vale la pena echar una mirada a su biografía.

José María Leyva nació en Hermosillo en 1837. Hijo de Francisco Leyva y Juana

Pérez, yaquis de raza pura. Su padre era originario de Huírivis y su madre de Pótam. Sus primeros años los vivió en Bácum. En 1849 acompañó a su padre a la en busca de oro. Esta empresa no fue fructífera, regresando ambos al río Yaqui en la mayor pobreza. De los 16 a los 18 años Cajeme fue enviado por sus padres a Guaymas para aprender a leer y escribir. Sin permiso de sus padres se dirigió a Tepic donde fue aprendiz de un taller de herrería.

En 1857 fue tomado de leva y filiado en el batallón “Fijo de San Blas” del que desertó a los tres meses y emprendió camino hacia Mazatlán. Estando en esa ciudad, Cajeme se

79 Mario Corbalá Acuña, 46 adhirió a las fuerzas conservadoras bajo las órdenes del general Pablo Lagarma, y poco después pasó a un batallón de Sonora donde había pimas, ópatas y yaquis luchando a favor de los liberales.

Durante el sitio de Mazatlán participó en la toma del puerto el 3 de abril de 1859 bajo las órdenes del general Pesqueira, gobernador de Sonora. Cuando las tropas regresaron a

Sonora, Cajeme desembarcó en el puerto de Guaymas y fue dado de baja.

Poco tiempo después, los yaquis se encontraban alzados y Cajeme se presentó voluntariamente en la guarnición del Médano para luchar en contra de los yaquis sublevados. Las fuerzas estatales fueron obligadas a retirarse ante la superioridad numérica de los alzados.

Posteriormente, José María Leyva participó en los combates contra las fuerzas gandaristas que se oponían a Pesqueira como cabo de artillería hasta que fue licenciado.

En 1867, volvió a participar en el ejército estatal a las órdenes del coronel Próspero

Salazar Bustamante como jefe de una guerrilla de caballería para combatir la gran sublevación yaqui de ese año. En ese conflicto, que duró hasta el año de 1868, los conocimientos que Cajeme tenía sobre el territorio y las costumbres de los indígenas fueron ampliamente utilizados. Por sus méritos recibió el grado de oficial y se le dio el mando de una compañía formada por indios.

En 1873, ante la insurgencia de Carlos Conant, proclamando la Constitución del

Estado reformada en 1872, Cajeme participó en su persecución, de nuevo bajo las órdenes

Salazar Bustamante. En estos hechos, José María Leyva ostentó el grado de capitán de caballería. Cuando terminó la campaña, fue enviado a Cócorit para licenciar a sus hombres.

En 1874 con la revuelta de Carlos Conant sofocada, el gobierno del Estado nombró al indio Cajeme Alcalde Mayor del Yaqui, dadas las pruebas de adhesión que había 47 demostrado con el fin de mantener pacífica a la tribu. Pero el gobierno no contó con que

Cajeme guiaría a la tribu hacia un estado de independencia política y territorial.80 Las autoridades sonorenses pensaron que José María Leyva se mantendría leal a las instituciones mexicanas por haber sido éstas las que le confirieron el cargo y que por lo tanto lograría la pacificación de la tribu. Lo que no pensaron fue que Cajeme era “un hombre apto para discernir el sentido de los intereses políticos locales y que podía dar un contenido real al cargo honorífico de alcalde mayor del Yaqui.”81 Cajeme se convirtió en uno de los liderazgos yaquis más exitosos para enfrentar a los mexicanos y dar unidad y dirección a la tribu. En él podemos apreciar una de las características de los yaquis, que eran excelentes soldados que no titubeaban en enrolarse en los ejércitos mexicanos, por leva o necesidad, pero sobre todo que también tenían un aspecto de soldados profesionales, que llegado el momento, algunos de ellos, podían incluso combatir a sus propios paisanos.

Con la agitación política provocada por la oposición de Francisco Serna, en 1875, desde los primeros meses, “los yaquis encabezados por Cajeme, comenzaron a dar muestras de una próxima insurrección. A fines de año estaban abiertamente rebelados y se reunían en masas considerables amenazando desbordarse [...]”82 El gobernador impuesto por Ignacio Pesqueira, general José J. Pesqueira, sobrino de aquel, a pesar de la creciente revuelta sernista en su contra, encabezó personalmente la campaña militar en el río, para lo cual empleó 500 hombres y una batería para marchar de Guaymas.

Las tropas de José J. Pesqueira llegaron a la Pitahaya el 19 de diciembre de 1875, pero Cajeme había movilizado sus tropas, que sumaban 1500 hombres, desde Tórim en la

80 Francisco P. Troncoso, Las guerras con las tribus yaqui y mayo (edición facsimilar), México, Instituto Nacional Indigenista, 1977, pp., 59-62. 81 Gouy-Gilbert, op. cit., p. 69. 82 Troncoso, op. cit., p. 62 48 madrugada del mismo día. Antes del combate, el gobernador propuso condiciones a los indios, estas fueron rechazadas y la batalla tuvo lugar con saldo negativo para los yaquis que sufrieron 60 muertos y gran número de heridos.83 Aunque Pesqueira internó sus tropas en el corazón del territorio de los ocho pueblos para perseguir a los sublevados, tuvo que retirarse ante la alarmante situación que le presentaba la rebelión sernista.

2.4 Años de independencia.

A pesar de la derrota de la Pitahaya, la situación política sonorense permitió a los yo’emes reagruparse estratégicamente. A partir de que Pesqueira se retiró, la etnia encabezada por

Cajeme tuvo la libertad para darle forma a su sistema de gobierno y vivir aisladamente hasta 1883. De nueva cuenta aprovechaban la coyuntura política para beneficio de sus propios intereses.

Haciendo uso de su memoria colectiva como de la herencia colonial jesuita, además de la formación de Cajeme como militar y su conocimiento de la sociedad mexicana, yaquis y mayos moldearon su sociedad. El caudillo organizó los pueblos con sus gobernadores, alcaldes capitanes, generales y temastianes; siendo los dos primeros los encargados de la administración de justicia en sus respectivos pueblos; los capitanes y generales atendían lo relativo a la organización militar; y los temastianes eran quienes tenían a su cargo las iglesias, las imágenes así como la administración del culto religioso y sus fiestas. Además de estos cargos civiles y militares, Cajeme llevó a cabo un sistema de asambleas para tratar los asuntos generales de la etnia; las cuales eran convocadas y presididas por él. Todo yaqui podía participar en ellas y las resoluciones de la misma eran llevadas a cabo. Tampoco descuidaron su hacienda, ya que comenzaron a cobrar un

83 Troncoso, ibíd. 49 impuesto a los barcos que comerciaban entre Guaymas y el Médano en la desembocadura del río; cobraban además a los que traficaban por tierra; vendiendo también la sal que obtenían de las salinas de su propio territorio

José María Leyva logró que cada pueblo en los ríos Yaqui y el Mayo contribuyera a un sistema de trabajo comunitario en el que un número de indios trabajaba ciertos días a la semana para sembrar y cosechar maíz y frijol, tal como lo hacían en tiempo de los jesuitas; el producto de este trabajo era controlado por el caudillo, tal vez como forma de reserva alimenticia gracias a la formación de Cajeme como militar.

Para obtener recursos monetarios y poder comprar armas, además de los impuestos cobrados, llevaron a cabo un sistema de pillaje sistemático en la zona. Robaban el ganado de los ranchos cercanos para revendérselos posteriormente a los dueños que los reclamaban, si no sucedía así se quedaban con lo robado. Los viajeros y soldados desertores eran despojados de sus armas. Con el dinero reunido, compraron armas en poblados cercanos como Guaymas o en las haciendas y minerales a muy altos precios.

El líder dispuso además que los gobernadores de cada pueblo debían tener cierto número de hombres siempre listos y bien armados para la guerra, siendo los capitanes los encargados de la organización de tales células. Finalmente, Cajeme adoptó el título de

Capitán General de los Ríos Yaqui y Mayo con un lugarteniente en el Mayo84

De esta manera los yaquis dieron forma a su Estado ejerciendo plenamente una soberanía que excluía a las instituciones mexicanas y sonorenses. Se organizaron militar y socialmente en un momento que fueron olvidados por la sociedad mexicana. Esta situación, a pesar de la oposición de una parte de la etnia hacia Cajeme, les otorgó una referencia histórica de independencia de los mexicanos y de concreción de sus formas de gobierno, a

84 Troncoso, op. cit., p. 63. 50 pesar de los excesos de Cajeme. Lo trágico es que esta experiencia histórica tendría su antítesis en la represión arrolladora del gobierno y la sociedad porfirista. Los yaquis se convirtieron en un asunto nacional, ya que su forma de proceder, su independencia política y territorial significaban una “vergüenza para México dadas sus pretensiones de autonomía.”85 O como lo dijo un contemporáneo, “Esa condición anómala en que han estado viviendo las dos tribus Yaqui y Mayo, en el Estado de Sonora, no debe subsistir por más tiempo, porque es contraria a la civilización del siglo, a nuestras instituciones políticas y sociales y al decoro de nuestros gobiernos.”86 La autonomía política y territorial que habían construido se topaba con la ideología de la élite porfirista. El Estado nacional no podía permitir que un grupo quedara fuera de su jurisdicción.

En 1880, los vientos de cambio comenzaban a soplar en la dirección de la Nación

Yaqui. Por un lado, el gobierno sonorense encabezado ahora por Luis E. Torres y el comandante militar de las fuerzas federales, Bernardo Reyes, planearon la organización del desarrollo agrícola del sur del estado, en los valles Yaqui y Mayo distribuyendo tierras de ambos ríos a los colonos que lo solicitaran. Veamos cómo el gobernador Torres se expresaba de ese territorio

Toda la gran extensión de terrenos que ocupan los Yaquis, es susceptible de variadas y grandes producciones de toda clase de semillas, plantas y frutas. En las riberas de ambos ríos hay tierras agrícolas en abundancia, de una feracidad que todos reconocen y en donde se producen desde trigo hasta la caña de azúcar, y desde el maíz hasta el algodón [...] Existe allí, pues, una gran fuente inexplorada de ricas y variadas producciones que solamente necesita la pacificación de las tribus y la laboriosidad e inteligencia del hombre civilizado, para dar abundantes frutos y cambiar la faz del Estado87

Las palabras de Torres no pueden ser más claras en lo que respecta al territorio ocupado por los yaquis y los planes que para él tenía. Era pues, una zona propicia para implantar el

85 Daniel Cosío Villegas, Historia a de México. El Porfiriato, vida social, México, Hermes, 1970, p. 249. 86 Nicoli, op. Cit., p. 94. 87 Troncoso, op. cit., p. 22. 51 modelo de desarrollo de la sociedad porfiriana a manos de los hombres civilizados de la sociedad mexicana. Los yaquis eran culpables de ser incivilizados y representar un obstáculo para cambiar el destino del estado de Sonora. Por esto resulta paradójico que el mismo Luis E. Torres a continuación escribiera:

Por todos los distritos del Estado, especialmente en los de Ures, Hermosillo, Guaymas, Álamos y Sahuaripa; en los inmediatos del Estado de Sinaloa; en la Baja California y en los minerales de Chihuahua situados en la Sierra Madre, hay diseminado un gran número de estos indígenas Yaquis y Mayos, que se ocupan en toda clase de trabajos, desde las labores del campo hasta la explotación de las minas, y desde el manejo del arado hasta el de las máquinas de vapor. Ellos son los que componen las cuadrillas de trabajadores de las haciendas agrícolas; ellos son los operarios de las minas; son los mejores marinos de nuestra costa; son los que hacen la pesca de la perla en la Baja California; los que se ocupan en toda clase de construcciones y trabajos urbanos y rurales; los que hacen el servicio doméstico; los que ejecutan cualquiera obra pública que se emprende; y, en una palabra, ellos son el verdadero pueblo trabajador. Dotados de una constitución física envidiable, y acostumbrados desde que nacen a resistir todas las intemperies y a sufrir todas las necesidades, son unos trabajadores incansables que de la misma manera que resisten el hielo del invierno en el regadío de las tierras, resisten también en la llanura, los ardientes rayos del sol de Julio, que en nuestro clima es positivamente abrasador. Uno de estos indígenas puede hacer en un día doble trabajo del que haga el mejor de los trabajadores de la raza blanca. Son sanos y robustos y muy moralizados en sus costumbres privadas, pues solamente se les puede notar el defecto de una marcada afición al vicio de la embriaguez, defecto propio de casi todas las razas indígenas del país. En cambio son cumplidos y tan inteligentes, que en poco tiempo aprenden todo lo que se les quiere enseñar. No es raro ver algunos de estos indios manejando los instrumentos y máquinas más complicadas con la misma habilidad que un mecánico.” Muy pocos de estos Yaquis y Mayos, que se encuentran diseminados en casi toda Sonora y en parte de los Estados de Sinaloa y Chihuahua, dejan de conservar por su suelo, los ríos, un recuerdo de patriotismo. La mayor parte de ellos, cuando sus circunstancias se lo permiten, y muy especialmente en el día de San Juan, (el Santo cuya fiesta es la más popular entre esta raza) hacen un viaje a su tierra natal, en donde permanecen algunos días, para volver después al lugar en donde ya tienen su manera de vivir.”88

Creí necesario hacer esta cita tan extensa debido a que nos permite percatarnos de la importancia económica y social que yaquis y mayos representaban para la región del noroeste. No sólo contaban con un territorio al que se le veían enormes ventajas para su explotación comercial, sino que además eran la vital fuerza de trabajo para llevar a cabo la producción en la región. Y aunque estuvieran diseminados a lo largo y ancho de tan amplia

88 Troncoso, op. cit., p. 23. 52 región conservaban una cohesión y una memoria colectiva que se hacían visibles en sus festividades religiosas

A la par de los esfuerzos del gobernador Luis E. Torres, el gobierno federal envió una

Comisión Geográfica Exploradora para realizar el levantamiento topográfico así como la distribución de las tierras del Mayo y Yaqui. La Comisión logró hacer una distribución de tierras en el Mayo, con lo que sustrajo este territorio del control político administrativo de la Nación Yaqui. Pero en el Yaqui, la Comisión y el proyecto de Torres se toparon con la hostilidad de los indios.

En 1885 se intentó de nuevo impulsar los intereses mexicanos sobre el territorio de los indios. Para esto se impulsó la formación del catastro de la propiedad para fundar los derechos en el repartimiento de las tierras que se consideraban baldías. Los yaquis presentaron sus títulos de propiedad, pero éstos no fueron reconocidos por las autoridades estatales. Ante la amenaza de perder su territorio los yaquis se levantaron en armas nuevamente.

Sumado a lo anterior, en ese año se presentó un problema al interior de la Nación

Yaqui. Loreto Molina, segundo de Cajeme, intentó derrocarlo junto con un grupo de inconformes ante los abusos del líder. Cajeme reaccionó expulsando a Loreto y a sus seguidores. Éstos intentaron asesinar a Cajeme pero fracasaron y éste denunció la intentona como un complot fabricado en el exterior, inconformándose ante el capitán del puerto de

Guaymas89. Estos sucesos ocasionaron que la atención sonorense y nacional se enfocara de nueva cuenta en la “cuestión yaqui.” La conclusión a la que se llegó por parte de los diversos actores fue que la guerra era necesaria para terminar de una vez por todas con la

89 Gouy-Gilbert, op. cit., p. 76-77. 53 autonomía yaqui y lograr por fin el desarrollo de esa zona tan fértil que se sustraía al desarrollo de la agricultura de mercado porfiriana.

Cuando las autoridades sonorenses se rehusaron a sancionar a Loreto Molina, Cajeme promovió una insurrección general. “Desde febrero de 1885, el jefe yaqui incendió todos los barcos confiscados, lanzó violentos ataques contra las granjas y las haciendas, al norte hasta Ures, al sur hasta Álamos, para mostrar así la extensión de su territorio y de su poder.”90 Por lo tanto el gobierno estatal y el estado mayor de la zona militar movilizaron sus tropas sobre el río Yaqui.

Cajeme respondió fortificando sus posiciones y utilizando por primera vez el sistema de trincheras, logrando en un principio una serie de victorias frente al ejército mexicano.

Pero en 1886 el desgaste sufrido y una epidemia de viruela obligaron a muchos yaquis a abandonar su actitud beligerante. Cajeme se rehusó a rendirse y se refugió en la sierra. Esto ocasionó una división en la tribu, entre los que se sometieron al peonaje de los latifundistas y los rebeldes que se mantuvieron al lado de Cajeme

Ese año, las armas yaquis fueron vencidas por el ejército federal. Cajeme fue capturado y trasladado a Guaymas, y “en efecto, según unos, fue fusilado el 25 de abril de

1887 en Cócorit; según otros, el 23 de ese año en Tres Cruces cuando era conducido a

Cócorit e intentó fugarse”91 aplicándosele la ley fuga. De cualquier manera, el hecho es que

Cajeme fue muerto.

90 Gouy-Gilbert, op. cit., p. 78. 91 Cosío Villegas, op. cit., p. 250. 54

2.5 La guerra porfirista.

La muerte de Cajeme significó el fin de la autonomía yaqui y el reinicio de las acometidas colonizadoras sobre su territorio. Ante la ausencia de un jefe y por el agotamiento de la guerra los yaquis toleraron la llegada de colonos a su territorio. Además, la guerra había significado el descenso de la población yaqui a unos 4000 individuos.92

Cuando la tensión se redujo en la zona y se trasladó a las ciudades sonorenses debido a la oposición contra el gobierno de los Torres, encabezada por José María Maytorena, hacendado de Guaymas y estimado por los indígenas debido a su trato suave en sus haciendas, apareció un nuevo liderazgo encabezado por el indio Juan Maldonado, conocido como Tetabiate. Ante la superioridad del ejército federal, los indios optaron por una nueva táctica: la guerrilla. En lugar de ataques frontales, unidades pequeñas de 15 a 30 hombres atacaban las columnas o posiciones federales para refugiarse inmediatamente en la sierra de

Bacatete. Además de la “vergüenza nacional” se pensaba que “La guerra, pues, que actualmente sostienen las tribus Yaqui y Mayo en el Estado de Sonora, obedece al instinto secular de odio contra la raza civilizada y de amor a su total emancipación.”93 Para las buenas conciencias del porfiriato era inconcebible que los indios lucharan por sus intereses, todo se reducía al odio hacia la civilización. No había lugar para el entendimiento.

Junto con la ofensiva armada, en 1887 se dio un nuevo impulso a la Comisión

Geográfica Exploradora para deslindar y repartir las tierras de los yaquis. Para dar mayor alcance a las pretensiones de los mexicanos, en 1889 se creó la Comisión Científica de

Sonora, al mando del coronel Ángel García Peña. Esta Comisión se dio a la tarea de fraccionar y repartir las tierras de las vegas del río, las más fértiles.

92 Gouy-Gilbert, op. cit., p. 81. 93 Nicoli, op. Cit., p. 86. 55

La Comisión Geográfica Exploradora, al mando del coronel Agustín Díaz

determinó que el fundo de cada pueblo sería un cuadrado de 1,000 metros por lado; las calles centrales tendrían 30 metros de ancho, 25 las dos inmediatas, y 20 las restantes. Los lotes de cultivo tendrían una extensión de 3.04 hectáreas; lote y medio correspondería a cada socio conyugal, un lote al hijo soltero mayor, y medio lote al hijo soltero menor. Cada familia tendría dos solares, uno para cada socio conyugal y otro para cada soltero o viudo; los solares tendrían 20 metros de frente por 50 de fondo. Se calculó que en cada lote podrían sembrarse 9 almudes de maíz, obtener dos cosechas anuales, consideradas como suficientes para el sostenimiento de una persona pobre que pudiera ayudarse de otro modo. A cada colonia de 1,000 habitantes se le asignaron 8 hectáreas para panteones y rastro, y 100 para el fundo. Se prohibió la enajenación total o parcial de lotes y solares, pero se permitió su cambio.94

Como se ve, la opción que se pretendía alcanzar era la farmer, esto es, que pequeños propietarios trabajaran la tierra, pero lo que realmente ocurrió fue el desarrollo del latifundismo o la vía junker95. El botín de guerra de los militares que participaron en las campañas contra Cajeme, y posteriormente contra Tetabiate, fue la tierra, por lo que no respetaron las bases que la Comisión Geográfica había establecido. Solamente unas 50 familias yaquis de Bácum, Tórim y Pótam recibieron tierras y material agrícola, quedando el resto en manos de extraños.96

El general Lorenzo Torres se apropió de 15,000 hectáreas del cuadrilátero de Huírivis que representaban la mitad de las tierras disponibles de esta población, las que vendió al estadounidense E. Salisbury, quien fraccionó esa tierra y la vendió a colonos californianos.

Además, el general Torres ocupó los terrenos que debían ser para la colonia de Rahum con su hacienda El Guamuchil que lo convirtió en uno de los más grandes terratenientes de

Sonora, ya que sus propiedades alcanzaban 400 mil hectáreas en el sur del estado.

Los planes y las acciones de la Comisión Geográfica Exploradora significaron para los yaquis la atomización de su territorio y la entrada de más “extranjeros”. Huirivis y

94 Cosío Villegas, op. cit., p. 251. 95 Bartra, Roger, Estructura agraria y clases sociales, 4ª ed., México, Era, 1979, p. 16. 96 Gouy-Gilbert, op. cit., p. 87. 56

Rahum fueron el botín de Torres, pero en Cócorit se establecieron 458 yoris y 322 indígenas; en Bácum 78 familias yaquis y 254 yoris; en Tórim 284 indígenas y 510 blancos y en Vícam 310 yaquis.97 Junto a estos pequeños propietarios se desarrollaron los grandes latifundios, como los de Carlos Conant con 50,000 has.; Denuncio Bule con 14,000 has.; F.

McDonald 4,741 has. en la margen izquierda del río o Luis Wolf que se apropió de 4,000 has. en la Sierra del Bacatete.98 Ante la fragmentación de la tribu, la expansión colonizadora sentó sus bases en el corazón del territorio Yaqui, quedando cinco de los ocho pueblos en manos predominantemente de yoris, aunque de no haber sido por Tetabiate y su constante rebelión, el despojo quizá hubiera sido mayor.

Junto con el desarrollo del latifundismo y su lógica de agricultura orientada al mercado se llevaron a cabo los primeros esfuerzos sistemáticos para introducir obras de irrigación y lograr una mayor explotación de la tierra. Estas obras las comenzó la Comisión

Científica de Sonora, que para 1889 había conseguido construir cuatro canales de irrigación, siendo estos: el Marcos Carrillo, que iniciaba en Tórim y regaba la margen derecha del río así como partes de los cuadriláteros de Vícam, Rahum y las propiedades del general Torres; el canal Bataconcica que irrigaba el norte del cuadrilátero de Tórim; un tercero que conducía aguas para Cócorit y Bácum; y el canal Vícam que irrigaba el sur de los cuadriláteros de Vícam y Pótam. Posteriormente se inauguró el canal Porfirio Díaz sobre la margen derecha del río.99 Estas primeras obras de irrigación permitieron el fabuloso desarrollo posterior del Valle del Yaqui dando origen a su fama de tierras fértiles.

Uno de los responsables de ese desarrollo fue el latifundista Carlos Conant, que visualizó el gran potencial que el valle tenía. Este personaje buscó y obtuvo una concesión

97 Cosío Villegas, op. cit., p. 253. 98 Cosío Villegas, op. cit., p. 255; Gouy Gilbert, op. cit., p. 90. 99 Velasco Toro, op. cit., p. 29. 57 del gobierno federal en 1890 que le otorgó la propiedad de 50 mil hectáreas en la margen sur del río Yaqui y sobre las riberas de los ríos Mayo y Fuerte. A cambio se comprometió a construir una red de canales en las márgenes de los ríos Yaqui y Mayo. Para financiar las obras, hipotecó su concesión y junto con capitalistas estadounidenses, formó en el estado de New Jersey la Sonora & Sinaloa Irrigation Co. Esta compañía logró construir 13 kilómetros del canal principal y nueve de canales secundarios, pero la beligerancia de los yaquis y la continua violencia porfirista ahuyentó a los capitalistas estadounidenses.

Aunque Carlos Conant logró reunir a un nuevo grupo de inversionistas sonorenses, la volatilidad del territorio y la guerra lo obligaron a liquidar la Sonora & Sinaloa Irrigation

Co. en 1901.100

A lo largo de los años de 1885 a 1897 del porfiriato, la rebelión yaqui fue constante, por lo que a fines de 1896 el coronel Francisco Peinado entró en contacto con Tetabiate para discutir la necesidad de alcanzar la paz. Las pláticas empezaron el 25 de enero de 1897 entre Peinado y Tetabiate. Este último se entrevistó dos veces con Luis Torres, jefe militar de la zona. Finalmente, el 15 de mayo de 1897, en la estación Ortiz del ferrocarril, el coronel Peinado firmó junto con Tetabiate los acuerdos de paz conocidos como la Paz de

Ortiz:

[...] Juan Maldonado, jefe de la tribu yaqui, que ha estado en armas durante largo tiempo, reconoce la soberanía del Supremo Gobierno de la Nación y la del Gobierno del Estado, y reconoce también que es su deber someterse a la obediencia de las autoridades que de uno y otro emanan, y por lo mismo se somete con todos sus compañeros de armas al Supremo Gobierno de la Nación ... El general Luis E. Torres, acepta en nombre del Gobierno la sumisión del jefe Juan Maldonado y sus compañeros de armas, y les ofrece en nombre del mismo Supremo Gobierno toda clase de garantías, la seguridad de que no serán molestados en sus personas e intereses por motivo de la sublevación pasada, y en nombre del mismo Supremo Gobierno de la Federación les ofrece terrenos en el río Yaqui, de los que están desocupados en los ejidos de los pueblos y destinados para los originarios del mismo río Yaqui.101

100 Velasco Toro, op. cit., p. 30. 101 Troncoso, op. cit., p. 233. 58

Con este tratado, los yaquis recibirían tierras por parte del gobierno, aunque como podemos observar no se especificaba cuántas ni cuáles. Además se convino que una comisión de indios encabezada por Loreto Villa e Hilario Amarillas, viajara a la ciudad de México para entrevistarse con el presidente Porfirio Díaz, donde “fueron recibidos bondadosamente por el primer magistrado, y quedaron muy contentos y agradablemente impresionados, habiendo llegado a comprender el poder del gobierno y lo infructuoso de los levantamientos [...]”102 De esta manera las huestes comandadas por Loreto Villa fueron incorporadas como tropas auxiliares del ejército federal y las familias de los que se rindieron recibieron tierras, animales domésticos, semillas y útiles de labranza. El problema es que sólo se benefició a una fracción de la tribu sin entender que para los yaquis la tierra era un bien de la comunidad.

Dos años después de firmada la Paz de Ortiz se inició un nuevo ciclo de violencia entre los yaquis y los mexicanos. A pesar del pacto firmado con el gobierno porfirista, aquellos veían impotentes cómo perdían su autonomía política y el control de su territorio ante el avance de los colonizadores mexicanos. No es muy claro lo que desató de nueva cuenta las hostilidades, aunque por consenso se estima que fue el intento por desarmar a un grupo de yaquis en Bácum.

La guerra se desató de nueva cuenta en julio de 1899. En esta ocasión, la Secretaría de Guerra y Marina, dio instrucciones a la Comisión Geográfica Exploradora, al mando del coronel García Peña, que creara un plan de campaña. La Comisión trazó un mapa de la zona y elaboró una memoria que incluía las características orográficas, así como descripciones detalladas de la tribu. Además incluyó diversos aspectos técnicos tales como

102 Troncoso, op. cit., p. 234. 59 el número de guerreros yaquis; brechas y caminos que se podrían utilizar; comunicaciones militares; vestimenta adecuada para la tropa; aprovisionamiento para las tropas y la estimación de soldados requeridos para la campaña, que se estableció en 4,800 efectivos.103

Como se puede apreciar, se planeó una campaña sofisticada con el fin de terminar de una vez por todas con la rebeldía de los yaquis; no se trató de una campaña improvisada. La moneda ideológica del porfirismo, orden y progreso, no podía seguir ignorando la posición contraria de los yaquis que se resumía en la consigna de “Dios nos dio a todos los yaquis el río, no un pedazo a cada uno”. La lógica de la tenencia comunal de la tierra chocaba con los postulados liberales del Porfiriato, que en esencia buscaba la expansión de la pequeña propiedad privada, pero que en realidad fomentaba el latifundio.

La respuesta que dio el gobierno federal no puede calificarse menos que un genocidio. Los yaquis se interponían con obstinación a conservar sus tierras y su estilo de vida comunal contra los intentos de incorporarlos a la tenencia privada de la tierra y a las formas “civilizadas” de vida. Fueron tres las opciones que se llevaron a cabo para incorporar por fin las fértiles tierras del Valle del Yaqui al progreso nacional: la colonización mediante mexicanos y extranjeros de las tierras del valle; la dispersión del grupo en el territorio nacional mediante la deportación masiva; y en última instancia, el exterminio de la etnia.

Un aspecto del que se habían valido los indios yaquis en el pasado, y que a su vez los diferenciaba de la gran mayoría de los grupos étnicos de México, fue su integración voluntaria a la economía de la región, ya fuera como peones asalariados en las haciendas de los distritos de Ures y Hermosillo, como mineros en las minas del norte del estado o como obreros en la construcción del ferrocarril, sin perder nunca su identidad o sus vínculos con

103 Troncoso, op. cit., pp. 262-281 60 el resto de la etnia. Esta característica, además de integrarlos plenamente en la economía regional del noroeste, les permitió afrontar con éxito las campañas que se habían realizado en su contra en el pasado. Cada vez que los yaquis sufrían el embate de los ejércitos estatal o federal, la comunidad se disgregaba a las haciendas o a las minas, donde eran bien recibidos, tanto por la falta de mano de obra como por su reputación de excelentes trabajadores. Cuando la violencia acababa o disminuía, los yaquis simplemente regresaban a su territorio. En esta ocasión sería diferente.

El ejercito porfirista detectó esta práctica y comenzó a indagar en las haciendas y las minas a partir de 1900 sobre la “estancia y conducta” de los peones yaquis, lográndose la captura ese año de 240 alzados.104 Esto produjo dos fenómenos no deseados: que los hacendados principalmente, comenzaran a oponerse a las fuerzas federales por la afectación a la producción y, en segundo lugar, el recrudecimiento de la revuelta yaqui.

Pero a partir de 1902, el gobierno sonorense por medio de una circular del 19 de abril dispuso que:

[...] sólo habría rancherías de yaquis donde la autoridad lo permitiera; los que vivieran en poblaciones y en haciendas se reconcentrarían en rancherías; las rancherías deberían ser de una extensión que permitiera su fácil vigilancia por pocos soldados; la vigilancia quedaría a cargo de los prefectos de distrito, presidentes municipales y comisarios de policía; los prefectos formarían un padrón de los mayores de quince años, a quienes darían un salvoconducto donde constara el nombre de su patrono; prefectos, presidentes y comisarios pasarían lista mensual en las rancherías, anotando las altas y bajas en vista del padrón; el indio que al presentarse en una ranchería no justificara su procedencia sería remitido como sospechoso a la autoridad inmediata, quien daría cuenta a la prefectura para que ésta determinara lo conducente; y presidentes y comisarios informarían a los prefectos de los movimientos de los yaquis.105

104 Troncoso, op. cit. 283. 105 Cosío Villegas, op. cit., p. 258. 61

Con estas medidas se pretendió controlar los movimientos de los yaquis y evitar que buscaran refugios en las haciendas y minerales para recuperarse del combate, así como para acabar con su método económico para continuar la lucha.

En un enfrentamiento el 10 de julio de 1901, las tropas del mayor Loreto Villa dieron muerte a su compatriota Tetabiate, y el general Luis E. Torres consideró que “con este hecho de armas, creo que no quedarán en esta sierra el Bacatete, pues Maldonado les servía de núcleo.”106 Pero el liderazgo de éste fue sustituido por Luis Bule, Ignacio Mori,

Luis Espinoza y Luis Matus.

A partir de 1903 se recrudeció la ofensiva mexicana con la llegada de Rafael Izábal, hacendado y militar, nuevo gobernador de Sonora. Izábal intensificó la guerra de exterminio así como la dispersión de la tribu por medio de la deportación masiva. Hasta ese momento, la guerra había sido puesta en práctica para someter a los indios, todavía no había sido un esfuerzo por aniquilar a la tribu ya que, como indica Francisco del Paso y

Troncoso en la conclusión de su relación de las guerras contra los yaquis

Solo tres resoluciones en que ya se ha pensado, no se han puesto en práctica para acabar con la guerra del Yaqui, y son: 1ªLa guerra de exterminio para todos los que volvieran a levantarse. 2ªLa translación de toda la tribu, sacándola del Estado y dispersándola en las partes del territorio Nacional, distantes de Sonora o 3ªLa colonización del Yaqui.107

Troncoso, estimó que la primera y segunda medida serían inhumanas, además de imposibles y perjudiciales para la economía de Sonora; la segunda por ser los indios la fuerza de trabajo, por lo que “no hay duda, que lo único que conviene para acabar con una guerra que ha costado tanta sangre y tanto dinero a la Nación y a los propietarios de

106 Troncoso, op. cit., p. 316. 107 Troncoso, op. cit., p. 342. 62

Sonora, es la colonización del Yaqui.”108 Lo que no respondió fue qué hacer con los indios una vez despojados de su territorio. Izábal y Porfirio Díaz lo hicieron por él. En efecto se llevó a cabo lo que consideró imposible e inhumano.

En 1904, los cuatro jefes yaquis intentaron negociar un acuerdo de paz bajo las siguientes condiciones: “soberanía territorial, salida de los yoris y las tropas federales; autonomía de gobierno y nombrar sus propias autoridades; conservar sus armas y no tener compromisos con la sociedad nacional o con el gobierno federal”109 Por supuesto estas condiciones fueron rechazadas por los mexicanos y las hostilidades continuaron. Como podemos ver, los yaquis actuaron como un conjunto nacional y no como un grupo adscrito a un Estado que reconocieran como propio. Esto a mi juicio, es una de las características que les otorga la calidad de nación. Actuaban intransigentemente porque habían visto a “los tarahumaras remontados en la sierra, a los seris arrinconados en la isla Tiburón, los ópatas y pimas desaparecidos y los mayos dominados. Solo quedaban en pie los desconfiados yaquis.”110

Junto con la ofensiva desatada por el gobernador Izábal, se reanudaron los esfuerzos por llevar a cabo la colonización de las tierras de la tribu yaqui. Ésta ya había empezado con los esfuerzos de Carlos Conant y su Sonora & Irrigation Company, pero como sabemos este proyecto quebró en 1901 ante la retirada de los inversionistas y la constante violencia en la zona. En 1904, surgió la Richardson Construction Company que con el transcurrir del tiempo llegó a acaparar más de 271 mil hectáreas, facilitado esto por la dispersión y exterminio de la etnia que en esos momentos no pudo hacer nada para oponerse. Además de la continuación de las obras de irrigación iniciadas por Conant, la Richardson obtuvo la

108 Troncoso, ibid. 109 Velasco Toro, op. cit., p. 34. 110 Cosío Villegas, op. cit., p. 256. 63 concesión para construir un ramal del ferrocarril entre Guaymas y Buenavista111, esto es en pleno corazón del territorio yaqui y en consonancia con una planeación racional para movilizar la producción agrícola de la zona. La importancia de esta empresa consiste en que retomó los trabajos hechos por Carlos Conant Maldonado y los llevó mucho más allá de los sueños de éste. Los hermanos Richardson, David, Luis y Guillermo lograron obtener la concesión que perteneció a Conant aunque ahora ésta se limitó a las tierras de la cuenca del río. Fue hasta febrero de 1909 cuando obtuvieron la anuencia de la Secretaría de

Fomento para explotar la concesión, a pesar que desde 1905 la compañía se había constituido como mexicana bajo la denominación de Compañía Constructora Richardson

112 Desde 1908, la sociedad de los Richardson había comenzado un vasto plan de propaganda en los principales periódicos y revistas de California y otros estados de Estados

Unidos para promocionar las tierras del valle y atraer colonos a la región.

Hacia 1907 la guerra de exterminio había surtido efecto, ya que según los informes, en el distrito de Guaymas había apenas 150 rebeldes; en Hermosillo había 2,600 trabajando en las haciendas y los rebeldes se concentraban en pequeños grupos que no causaban daños considerables; en las vegas del río quedaban unos pocos; la mayoría yaqui se había dispersado en Sonora tratando de confundirse con la población general y unos cientos habían huido a Estados Unidos para formar colonias en los estados de Arizona y Nuevo

México. El resto había sido víctima de la deportación masiva sobre todo a las haciendas henequeneras de Campeche y Yucatán.

En 1908, el periodista estadounidense John Kenneth Turner escribió un reportaje en entregas para la revista American Magazine que causó tremendo impacto en la opinión

111 Hernández Silva, op. cit., p. 132. 112 Dabdoub, op. cit., p. 308. 64 pública de aquel país acerca de las condiciones de esclavitud y miseria que padecían las razas indígenas así como también las otras clases bajas de México. Turner publicaría tal serie de artículos en forma de libro, el fundamental México bárbaro en 1910, aunque la primera edición en español data de 1955. Hoy podemos leer que “el exterminio de los yaquis empezó con la guerra, y el fin de ellos se está cumpliendo con la deportación y la esclavitud”113 en Yucatán, donde

Los 50 reyes del Henequén viven en ricos palacios en Mérida y muchos de ellos tienen casas en el extranjero. Viajan mucho, hablan varios idiomas y con sus familias constituyen una clase social muy cultivada. Toda Mérida y todo Yucatán, y aún toda la península, dependen de estos 50 reyes ... Los esclavos son 8 mil indios yaquis, importados de Sonora; 3 mil chinos (coreanos) 100 y 125 mil indígenas mayas, que antes poseían las tierras que ahora dominan los amos henequeneros114

Los yaquis compartían con otros la violencia del modelo económico y social de la dictadura porfirista, pero si Turner nos dice que entre 1908 y 1910 los yaquis esclavizados en Yucatán eran 8 mil y el coronel Francisco B. Cruz le revela que:

[…] durante los últimos 3 años y medio –me dijo he entregado exactamente en Yucatán quince mil setecientos yaquis; entregados, fíjese usted, porque hay que tener presente que el gobierno no me da suficiente dinero para alimentarlos debidamente y del diez al veinte por ciento mueren en el viaje. Estos yaquis se venden continuó se venden en Yucatán a sesenta y cinco pesos por cabeza; hombres, mujeres y niños. ¿Quién recibe el dinero? Bueno, Diez pesos son para mí en pago de mis servicios; el resto va a la Secretaría de Guerra. Sin embargo, esto no es más que una gota de agua en el mar, pues lo cierto es que las tierras, casas, vacas, burros, en fin, todo lo que dejan los yaquis abandonado cuando son aprendidos por los soldados, pasa a ser propiedad privada de algunas autoridades del Estado de Sonora.115

Con las cifras que nos presenta Turner podemos estimar que la política porfirista condenó al menos a 10,500 yaquis,116 entre los que murieron en el traslado y los que llegaron a la lejana Yucatán a sufrir los rigores de la esclavitud. Además hay que considerar que en

113 John Kenneth Turner, México bárbaro. México, Ediciones Quinto Sol, 1985, p. 27. 114 Turner, op cit., p. 11. 115 Turner, op. cit., p 34. 116 A principios del siglo, Francisco del Paso y Troncoso estimaba la población de indios yaquis en poco más de 14,000 individuos. Troncoso, op. cit., p. 342 65

Sonora la deportación no se centró únicamente en los yaquis ya que, como le dijo un indio,

“ópatas y pimas ... todos somos yaquis para el general Torres. El no hace distinción. Si uno es de tez oscura y viste como yo, es un yaqui para él [...]”117 Todos los indígenas de

Sonora podían ser deportados, y muchos lo fueron. Por último, como le reveló el coronel

Cruz a Turner, la guerra y exterminio contra los yaquis se convirtió en un excelente negocio para muchas personas y diversos intereses económicos y políticos. Sólo el coronel encargado de su “transporte” obtuvo una fortuna de 157 mil pesos; los soldados obtuvieron su botín de la rapiña; la elite política económica de Sonora se quedó con la tierra y los poblados yaquis para poder llevar a cabo sus planes de explotación agrícola y de asentamiento de una nueva población mexicana en territorio de la etnia; y por supuesto los

“reyes” henequeneros que maximizaron sus ganancias utilizando mano de obra esclava indígena que en parte era alimentada por la máquina de guerra porfirista..

La sociedad mexicana en general, y la sonorense en particular, sacrificaba a las razas indígenas y especialmente a los yaquis, para cumplir con sus ideales de civilización y progreso. Esa modernidad porfirista significó la casi desaparición de la etnia de su territorio. En palabras de Francisco I. Madero refiriéndose a la guerra contra la etnia “La nación ha perdido en esa guerra infructuosa e interminable muchos de sus hijos, y a otros de los más laboriosos les ha arrancado los terrenos que cultivaban para pasarlos a favoritos del Gobierno, que no los cultivan, ha empobrecido a todo el Estado de Sonora quitándole sus mejores labradores y más hábiles mineros, y ha gastado $50,000,000.00 en esa guerra.”118 Con estas palabras podemos comprobar que el problema yaqui no era desconocido y para algunas personas era un asunto indignante. Además, yo creo que lo

117 Turner, op. cit., p. 38. 118 Francisco I. Madero, “La sucesión presidencial en 1910”, en Pensamiento y acción de Francisco I. Madero, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1973, p. 190. 66 expuesto por Madero también podría aplicarse a los hacendados de Sonora que veían cómo perdían a sus mejores trabajadores. Por último, la cifra que maneja es escandalosa y nos señala el esfuerzo material que se llevó a cabo para “pacificar” a la tribu.

Nuevamente en 1908 hubo pláticas de paz, manteniendo los yaquis su exigencia de desalojar a los colonos yoris y de mantener sus armas, por su parte los negociadores del gobierno sostenían como inadmisible la reubicación de los colonos y que los yaquis mantuvieran sus armas. La negociación se estancó y estallaron las hostilidades de nuevo.

Unos meses después del reanudamiento de las hostilidades los yaquis propusieron nuevas conversaciones de paz para lo que solicitaban una tregua con el fin de consultar a toda la tribu. El 24 de diciembre, el gobernador Luis Torres se reunió con los representantes de la tribu . Estos pidieron al gobernador:

[…] garantías para sus vidas y seguridad de que no les perseguiría por delitos pasados; el gobernador accedió a condición de que la rendición fuese completa. Pidieron luego que fueran repatriados los yaquis deportados a Yucatán, petición que quedó subordinada a la conducta que observaran los que aún quedaban en el estado. Pidieron que se les permitiera conservar sus armas y obtuvieron la promesa de que los capitanes y sus escoltas las tendrían “siempre que quedaran al servicio y pago del gobierno del Estado”. Entonces los ancianos voltearon y preguntaron a los indios si estaban de acuerdo y hubo un grito unánime de aprobación.119

Este acuerdo no se concretó debido seguramente a la exigencia yaqui de sacar a los colonos yoris de su territorio, reanudándose las hostilidades. En enero de 1909 el gobernador Torres tuvo nuevas negociaciones con los jefes yaquis Bule, Mori, Matus y Espinoza en la

Pitahaya. Pero estas pláticas fueron un engaño por parte del gobernador, ya que su hermano, el general Lorenzo Torres había realizado una maniobra envolvente para sitiar la zona cortando la salida a las veredas que daban a la sierra. Un centinela yaqui dio aviso a los jefes y éstos procedieron a retirarse quedando en el lugar Luis Bule y 500 indios que

119 Héctor Aguilar Camín, La frontera nómada: Sonora y la Revolución Mexicana, México, Siglo XXI, 1977, p. 68. 67 fueron incorporados al ejército federal.120 Los otros jefes se refugiaron en la sierra del

Bacatete y se mantuvieron en armas hasta 1913.

La Sierra del Bacatete es de suma importancia para entender la movilidad de los indios. Se encuentra situada en la parte norte del territorio. Accesible únicamente para los indios que la conocían como la palma de su mano. Su posición geográfica les permitía llegar a las poblaciones del norte del estado sin ser detectados. Cuando no podían permanecer en el valle, se convertía en el punto de refugio y reunión de los yaquis.

También les servía según la situación para configurarse como fuerza guerrera y “para la imaginación yaqui era una verdadera matriz que permitía incesantes renacimientos de su grupo étnico” además de representar para los yaquis en la actualidad el símbolo de su pasado insurrecto.121

El siglo XIX significó para los yaquis la confrontación directa con la sociedad mexicana donde en un principio tuvieron que defender su autonomía política y a partir de la segunda mitad del siglo además tuvieron que defender la integridad de su territorio. Estas confrontaciones oscilaron entre la negociación pacífica y el enfrentamiento directo aunque las más de las veces lo que ocurrió fue una combinación de ambas. Hacia el final del siglo

XIX que coincide con la ultima década del porfiriato, los yo’emes ya no lucharon por su autonomía o su territorio sino más bien por su mera sobrevivencia. La lucha entre mexicanos y yaquis llegó a su clímax con lo que hoy denominaríamos genocidio y limpieza

étnica, aunque hay que ser responsables en el uso que le demos a estos términos so pena de ser anacrónicos, por la razón de que en la época no existían tales nociones jurídicas y al contrario se consideraba deseable quitar del panorama a los yaquis por el medio que fuera

120 Dabdoub, op. cit., pp. 157-158. 121 Gouy-Gilbert, op. cit., p. 99. 68 necesario. Hoy, con una mayor sensibilidad, podemos comprender a esa sociedad y las soluciones que crearon para impulsar lo que ellos consideraban era el progreso y la instauración de México en el concierto de las naciones civilizadas. Para nuestros antepasados fue una solución racional y admisible. Lo que nos corresponde hacer, no es juzgarlos negativamente sino explicarnos cómo esas acciones de lesa humanidad contra los indios en general y en particular contra los yaquis, nos definieron como nación y sociedad; lo que lleva a pensar hasta que punto nuestra colonización interna se diferencia de la que hicieron los estadounidenses en contra de los indios norteamericanos, la de los argentinos y chilenos con los mapuches o la de los holandeses e ingleses en Sudáfrica.

El porfiriato significó para los yaquis su casi total aniquilación. En la mayor parte del siglo XIX se beneficiaron del caos interno y de la debilidad de las instituciones mexicanas, caos y debilidad que ayudaron a mantener para su propio beneficio. Cuando el Estado nacional mexicano se solidificó durante la dictadura de Porfirio Díaz, los yaquis se vieron enfrentados a una sociedad que los consideraba un estorbo para su desarrollo económico nacional.

69

Capítulo III. Una etnia en la Revolución Mexicana.

Las estrategias porfiristas para pacificar a los yaquis tuvieron tres consecuencias. Primera, los que aceptaron parcelas en Huírivis y San José de Bácum se mostraban contrarios a los yaquis que luchaban desde la sierra. Segundo, los yaquis “mansos” que trabajaban en las haciendas y que apoyaban a los rebeldes del Bacatete dejaron de hacerlo por la hostilidad de las tropas federales hacia ellos. Tercero, los yaquis que fueron integrados al ejército federal a partir de 1909 se traduciría en la incorporación de los yaquis a los ejércitos revolucionarios a partir de 1910 y durante toda la revolución.122 De esta forma, el gobierno porfirista y la sociedad sonorense lograron dividir a la sociedad yaqui en tres grupos claramente distintos: mansos o pacíficos, civilistas o legítimos y militaristas o torocoyoris

(traidores).

3.1 Militaristas y civilistas.

Los militaristas fueron aquellos yaquis que se incorporaron a los ejércitos revolucionarios, primero en el maderismo y posteriormente con el constitucionalismo, encabezados por

Luis Bule, Lino Morales y Francisco Urbalejo, ante la promesa de recuperar sus tierras al fin de la revolución. A esta facción también se les denominaría torocoyoris o traidores por los propios indios por adherirse al ejército mexicano, recordemos que fueron incorporados a las tropas auxiliares del ejército porfirista.

El grupo de los civilistas, legítimos o broncos, denominados así por permanecer civiles y broncos por permanecer siempre en rebeldía, era encabezado por Espinoza, Mori,

Matus y el jefe Sibalaume, que no abandonaron la sierra del Bacatete y permanecieron firmes en su posición de recuperar todo su territorio y de expulsar a todos los yoris de él, lo

122 Velasco Toro, op. cit., pp. 42-43. 70 que no les impidió aliarse con alguno de los bandos revolucionarios según conviniera a sus intereses inmediatos y siempre en el marco de lo local. Por último, los mansos o pacíficos permanecieron trabajando en las haciendas, en medio de los dos grupos anteriores, ya que en esta ocasión casi no se presentó el intercambio de papeles entre los que trabajaban en las haciendas y los que permanecieron en pie de lucha.

La importancia de los militaristas fue que su presencia “en el seno de las fuerzas regulares obligó a los políticos a tomar en consideración la cuestión yaqui, aun si no estaban determinados ... a encontrar una solución definitiva.123

Solamente la fracción militarista de la tribu participó activamente en la Revolución

Mexicana y lo hizo ante las promesas de los revolucionarios de recuperar sus tierras. A ellos les tenían sin cuidado los ideales y la causa revolucionaria. Fue la lógica de recuperar sus tierras la que los llevó a adherirse a uno u otro bando. Es importante hacer hincapié en que solamente una fracción de la tribu participó activamente en los ejércitos revolucionarios, ya que la historiografía mexicana, y sobre todo la posrevolucionaria magnificó y generalizó esa participación creando la leyenda de que los yaquis fueron partícipes de la Revolución Mexicana; la literatura de la revolución también ayudó a esta construcción mitológica como veremos. Así, por ejemplo, Dabdoub en su Historia de el

Valle del Yaqui dice que “al tomar parte activa en el movimiento nacional ... la tribu

Yaqui tuvo la oportunidad de hacer sentir su presencia en la lucha por la realización de los nuevos ideales mexicanos”124 De nuevo, solamente una fracción lo hizo en calidad de soldados, excelentes soldados.

123 Gouy-Gilbert, op. cit., p. 136. 124 Dabdoub, op. cit., p. 159. 71

3.2 En el maderismo.

En Sonora, la oposición al porfiriato fue encabezada por los hacendados del sur del estado, liderados por José María Maytorena. Los terratenientes habían perdido gran parte de su influencia debido al desplazamiento que les produjo la llegada de inversionistas extranjeros mayoritariamente estadounidenses que se dedicaron a la explotación minera, al desarrollo de una incipiente industria así como a la agricultura moderna. Maytorena se unió al maderismo, y por medio de él y de Adolfo de la Huerta125, Francisco I. Madero tuvo contacto con la tribu durante su gira política por el estado de Sonora. El encuentro se produjo en Huíribis o en Cruz de Piedra (no hay consenso en torno al lugar), y les hizo promesas de devolverles las tierras a cambio de su apoyo.126 Con anterioridad, Madero había demostrado su interés por el problema yaqui en su libro La sucesión presidencial en

1910 donde escribió que “Otro atentado del cual no podemos hablar sin sentirnos conmovidos; llenos de profunda piedad hacia tantas víctimas; poseídos de tremenda indignación contra sus verdugos, es la guerra del yaqui.”127A pesar de su preocupación y del acercamiento no hubo consecuencias concretas, ya que cuando Madero ejerció la presidencia de la República no hubo ningún tipo de restitución o posible solución.

En 1910, Sibalaume se unió a las fuerzas maderistas para atacar al ejército federal.

Esta fugaz participación con los maderistas fue desilusionante, ya que Madero no cumplió su promesa de que al triunfo de su movimiento, la tierra le sería devuelta a la comunidad y los yaquis deportados a Yucatán serían repatriados. Por lo tanto, Sibalaume y los suyos continuaron en pie de lucha.

125 Como ya se dijo, la familia Maytorena gozaba de buenas relaciones con los yaquis por el trato que dispensaban a los indios en sus haciendas y porque una de estas, “La Misa,” que tenía una posición estratégica entre Guaymas y la sierra del Bacatete; por su parte, Adolfo de la Huerta, era un cuarto yaqui, ya que su abuelo, además de haber vivido entre los indios se casó con una. 126 Gouy-Gilbert, op. cit., p. 108. 127 Madero, op. Cit., p. 188. 72

Por medio del Plan de San Luis, Francisco I. Madero emplazó a levantarse en armas el 20 de noviembre en contra de la dictadura porfirista. En el estado de Sonora existía un importante contingente de fuerzas del ejército federal debido a la continua revuelta de los yaquis y fue el miedo a un levantamiento indígena el que impidió la movilización de estas tropas al norte del estado. El ejército federal fue víctima de su propia trampa de la Pitahaya; no pudiendo movilizarse, el estado quedó a merced de los maderistas. De esta manera, los maderistas se hicieron de Ciudad Juárez el 9 de mayo; de Ures el 10; Cananea, Moctezuma y Agua Prieta cayeron el 13. Además el 17 de ese mes estalló una sublevación en Torim.

Para finales de mayo, la mayor parte de Sonora se encontraba controlada por los maderistas a excepción de la capital Hermosillo, Nogales y el puerto de Guaymas. Finalmente, los revolucionarios entraron a Hermosillo el 22 asumiendo provisionalmente la gubernatura

José María Maytorena hijo. Con los tratados de Ciudad Juárez, el 29 de mayo de 1911, quedó sellado el destino de la dictadura porfirista y de una época de la historia de México.

La renuncia de don Porfirio Díaz abrió un periodo de intensa vida democrática que, en el caso de Sonora, significó la elección de José María Maytorena hijo a la gubernatura del estado, la cual asumió en septiembre de 1911.

Los yaquis no intervinieron directamente en los acontecimientos de 1911, pero su sola presencia permitió a los maderistas apoderarse del estado que contaba con una gran presencia de curtidos militares federales durante las campañas contra los indígenas, pero que temiendo una nueva revuelta, no se movilizaron dejando la vía libre a los maderistas.

Tratándose de Sonora, siempre había que incorporar a los yo’emes en la ecuación.

En 1911, hubo pláticas de paz entre Espinoza, Matus y Mori y los maderistas, sosteniéndose la oferta de darles tierras en el cuadrilátero de Huírivis con la condición de que depusieran las armas. El 1º de septiembre, Madero, como representante del gobierno 73 federal, firmó un convenio en la ciudad de México con los jefes para su total rendición y en el cual “el gobierno quedó comprometido con los yaquis a restituirles sus terrenos; a pagar a cada trabajador un peso diario mientras se consumaba la restitución; a prestarles ayuda financiera para la explotación agrícola; a establecer escuelas; a construir una iglesia en cada ejido, y a no cobrarles impuesto alguno durante 30 años.128 A pesar del acuerdo alcanzado, los alzados no confiaron en él; por el contrario, siguieron llevando a cabo sus pillerías en la zona, además de que aprovecharon la situación para reagruparse y rearmarse. El gobernador maderista, Maytorena, presionaba a Madero para que atacaran a los yaquis, pero Madero le recomendó que tuviera una actitud conciliatoria.

Al estallar la rebelión encabezada por Pascual Orozco en marzo de 1912, los yaquis aprovecharon la coyuntura para luchar por sus demandas. Si bien no se aliaron con los orozquistas, Espinoza, Matus y Mori salvaron sus diferencias con Sibalaume y aprovecharon la inestabilidad para llevar a cabo su lucha contra los yoris del valle. Al mantener la situación inestable en el río, los yaquis impidieron la libertad de acción a las tropas federales asentadas en Sonora. Por otra parte, los yaquis adscritos al Cuerpo Auxiliar

Federal del ejército, alrededor de 150, se integraron a la columna sonorense al mando del general brigadier Agustín Sanginés, y participaron en la lucha contra los orozquistas en

Chihuahua.129 Estos indios ya no se circunscribían a su lógica local, sino como se ha dicho, respondían a las necesidades de un ejército profesional, cuyos intereses nada tenían que ver con las demandas que históricamente la etnia había enarbolado.

128 Jesús Silva Herzog, Breve historia de la Revolución Mexicana. Los antecedentes y la etapa maderista, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, t. I, p. 191. 129 Dabdoub, op. cit., p. 163. 74

3.3 En el constitucionalismo.

A principios del año 1913, ocurrió lo que hoy conocemos como “la Decena Trágica,” en el mes de febrero. Los grupos porfiristas maniobraron para deponer al presidente Francisco

Madero y sustituirlo por algún representante que garantizara sus intereses. Cuando se supo del asesinato de Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, los mandos maderistas de Sonora, Benjamín Hill, Salvador Alvarado y Álvaro Obregón, se aprestaron a desconocer el gobierno del general Victoriano Huerta, por lo que pidieron al gobernador Maytorena que no reconociera al nuevo gobierno. Maytorena mantuvo una posición ambigua, y el 26 de febrero solicitó una licencia para separarse del cargo temporalmente, la cual le fue concedida y en su lugar fue designado gobernador interino el diputado Ignacio L. Pesqueira, quien el 5 de marzo publicó el Decreto del Congreso que desconocía al gobierno de Victoriano Huerta. Muy pronto las poblaciones de Nogales y

Cananea fueron sometidas por el ejército sonorense, uno de cuyos componentes estaba constituido por el Batallón Auxiliar Federal compuesto por aproximadamente 450 soldados, oficiales y jefes yaquis, al mando de los mayores Luis Bule y Francisco

Urbalejo.130

Con la proclamación del Plan de Guadalupe, el 26 de marzo, el movimiento opositor a la usurpación de Huerta contó con el mando del gobernador de Coahuila, Venustiano

Carranza, como Primer Jefe del Movimiento y que desconocía al gobierno golpista. En torno a él se juntaron y emprendieron la lucha por la constitucionalidad. De esta manera, los indios militaristas quedaron adscritos a la revolución constitucionalista.

130 Dabdoub, op. cit., p. 167. 75

Después de la toma de Nogales y Cananea, Álvaro Obregón dirigió la toma de Naco, donde nuevamente participaron las fuerzas yaquis, demostrando una vez más sus cualidades como excelentes soldados.

Los combates anteriormente citados representaron el control de la frontera por parte de las fuerzas constitucionalistas. Aspecto de vital importancia, ya que, quien controlaba la frontera, obtenía el acceso al mercado estadounidense para pertrecharse y en última instancia para refugiarse. Así las cosas, Obregón dirigió sus tropas al sur del estado donde se encontraban los mayores agrupamientos de soldados federales, sobre todo en Guaymas, donde estaban acuartelados desde las campañas contra los yaquis. En esta ocasión, ante la superioridad de las fuerzas federales, aproximadamente 5,000 soldados bien pertrechados,

Obregón simuló una retirada para que los federales salieran en su persecución produciéndose el combate de Santa Rosa, donde nuevamente las tropas yaquis se destacaron por su ferocidad en el combate. En esta acción, el mayor Luis Bule recibió un balazo en la cabeza, “teniendo la satisfacción de morir peleando y caer, cara al sol, en la propia tierra de sus mayores.”131 No sé si alguien puede morir con satisfacción o si el tiempo de reacción le permita siquiera considerarlo, pero esas líneas nos permiten darnos cuenta de la exaltación con que a veces eran descritos los yaquis por sus coterráneos.

Después del combate de Santa Rosa, donde las fuerzas obregonistas salieron victoriosas, se verificó el combate de Santa María en el que los yaquis, tanto militaristas como civilistas, tomaron parte. Los yaquis rebeldes se aliaron con las fuerzas constitucionalistas, debido, según nos dice Aguilar Camín, a que las tropas huertistas dispuestas en Guaymas eran comandadas por Luis Medina Barrón, negociador de la paz de

131 Dabdoub, op. cit., 170. 76

1908, que condujo a la trampa de Pitahaya.132 También hay que considerar las promesas hechas por el mayor Fructuoso Méndez a nombre de Álvaro Obregón para devolverles las tierras al finalizar la lucha armada.133 Este pacto entre Méndez y los yaquis civilistas acarrearía muchos malos entendidos porque no fue un pacto escrito sino de palabra, además de que Méndez lo hizo a título personal sin consultar con Obregón, y por lo tanto, éste nunca lo reconoció, aunque los indios siempre lo recordaron. Para ellos la palabra era letra impresa. A su vez, de este pacto, se conformó el 20º Batallón de infantería formado por yaquis civilistas que pelearon bajo las órdenes de Méndez, bajo la lógica del mencionado pacto.

Los yaquis de la sierra, los broncos, comandados por Matus, Espinoza y Mori lucharon en el constitucionalismo en el marco de lo local. Por el contrario, los yaquis adscritos a los ejércitos revolucionarios se plegaron a los requerimientos y movilidad propia de un ejército. El capitán primero, Lino Morales, al mando del batallón Fieles de

Huírivis (por ser todos los integrantes oriundos de este pueblo yaqui) estuvo bajo el mando de Álvaro Obregón, lo mismo que el Batallón Auxiliar Federal al mando de Luis Bule y

Francisco Urbalejo134 A pesar de las victorias en las batallas de Santa Rosa y Santa María,

Obregón optó por posponer la toma de Guaymas que se encontraba bien defendida, y en cambio dejó una fuerza sitiadora para seguir su camino al sur. Dentro de la fuerza sitiadora se encontraban los yaquis rebeldes. Recordemos que para éstos, el mantenimiento de una situación inestable en su territorio significaba entorpecer cualquier empresa de colonización y, por lo tanto, reafirmar su posición en el territorio que consideraban suyo.

132 Aguilar Camín, op. cit., p. 217. 133 Dabdoub, op. cit., p. 173. 134 Dabdoub, op. cit., p. 170 77

En septiembre de 1913, todo el estado se encontraba controlado por las fuerzas constitucionalistas a excepción del puerto de Guaymas, que seguía en poder de las tropas federales. Ese mismo mes llegó a la capital del estado Venustiano Carranza, quien nombró jefe del Cuerpo del Ejército del Noroeste a Álvaro Obregón con jurisdicción sobre Sonora,

Sinaloa, Chihuahua, Durango y Baja California.

Para los yaquis de Matus y compañía pronto fue claro que Obregón no cumpliría su palabra y realizaron un pronunciamiento en el que manifestaron: “Nosotros no somos hostiles a nadie sin que para ello haya razón, así es que el temor y odio arraigado que para nosotros tengan está muy mal fundado. ... Nuestra lucha se reduce únicamente a reconquistar nuestros derechos y nuestras tierras arrebatadas por la fuerza bruta.”135

Los yaquis de la sierra se trasladaron a Potam y Torim, y Obregón les ofreció un nuevo acuerdo: ellos se comprometerían a respetar los intereses y la vida de la región, y el gobierno, en cuanto se asentara, les devolvería sus tierras136 De esta manera, Obregón apaciguó la situación, aunque los indios sabían bien que los acuerdos con los mexicanos eran poco o nada confiables.

Con las victorias de los ejércitos revolucionarios sobre el ejército federal de

Victoriano Huerta este no tuvo más remedio que renunciar el 15 de julio de 1914 y exiliarse fuera de México. Sin la figura de Huerta aglutinando a las diferentes facciones revolucionarias, muy pronto, éstas comenzaron a pugnar por los intereses y visiones de lo que la revolución debía ser según sus líderes. Ante la inminencia del enfrentamiento entre

Venustiano Carranza y Francisco Villa sobre todo, aunque sin olvidarnos de los zapatistas se llegó a la fórmula de compromiso de la Convención, primero en la ciudad de México y

135 Aguilar Camín, op. cit., p. 376. 136 Idem. 78 después en Aguascalientes. Una de las imágenes que describió Martín Luis Guzmán en El

águila y la serpiente se refiere a una función de cine que se llevó a cabo en Aguascalientes para deleite de los convencionistas. La secuencia cinematográfica descrita comienza cuando:

Pasó, marchando dentro del marco luminoso, la fila interminable de los soldados yaquis, inconmovible, serpeante como las veredas de sus peñas abruptas. Lucían al sol, cual si fueran de bronce, los pómulos bruñidos; los sombreros, adornados de cintas y plumajes, se movían al ritmo felino de los pasos. Cuando asomó, esbelto, largo, enjuto, el yaqui que golpeaba en un tamborcito como de juguete, el vozarrón de antes gritó: ―¡Vivan los vencedores de occidente! ―¡¡Vivan!!137

En este fragmento de la novela de tinte autobiográfico e histórico, se puede apreciar la imagen que de los yaquis tenían los revolucionarios. No me es posible saber si la secuencia evocada por Guzmán realmente sucedió o si la citada escena apareció, lo llamativo es que la primera imagen de la película es protagonizada por los yaquis, a los que uno de los asistentes no duda en calificar de vencedores de occidente, como si solo ellos hubieran sido los integrantes de los ejércitos sonorenses.

Fracasada la Convención de Aguascalientes, el rompimiento de las relaciones entre

Francisco Villa y el Primer Jefe del constitucionalismo fue inevitable. En abril de 1915, ocurrió uno de los sucesos de armas más importantes de la revolución con la Batalla de

Celaya, en la cual la División del Norte comandada por Villa fue derrotada por los ejércitos constitucionalistas al mando de Obregón. El ejército más importante, y por lo tanto el revolucionario, que se podía oponer a Carranza fue derrotado, y de nueva cuenta, el papel de los yaquis sería ensalzado por la novela revolucionaria. Un convencionista dice:

― Sí, señor; el triunfo no ha sido más que de la casualidad. Yo me he quedado cortado en Celaya entre los carrancistas… ¡Los muy… ni siquiera sabían de su triunfo!

137 Martín Luis Guzmán, El águila y la serpiente, 17ª ed., México, Compañía General de Ediciones, 1975, p. 342. 79

― La verdad es que los yaquis lo hicieron todo. ¡Malditas alimañas! Los había entre las ramas de los huizaches, detrás de los cercados, metidos hasta el cuello en los vallados. ¡Hervidero de jijos de…! Si se me figura todavía que aquí los traigo en los calcetines.138

Notemos como Mariano Azuela, en esta obra casi teatral, eleva a los yaquis como los hacedores del triunfo carrancista. La evocación del convencionista los pinta como una pesadilla, como si hubieran estado en todas partes, sin poder librarse todavía de su presencia.

Antes del triunfo constitucionalista en Celaya, en Sonora se había abierto un nuevo frente porque el gobernador restituido Maytorena, tampoco se encontraba en buenos términos con Venustiano Carranza. Con el triunfo de Obregón en Celaya, Maytorena procedió a aprehender a todos los constitucionalistas del estado y se unió a Villa por lo que en esta ocasión, una fracción de la etnia quedó como villista por adhesión a Maytorena, con el cual, recordemos que tenían relaciones de lealtad. Las huestes de Francisco Urbalejo y los yaquis al mando de Fructuoso Méndez quedaron al servicio de Maytorena y de los villistas. En esta ocasión, ya no solo fue un reducido grupo de soldados, como Cajeme en su momento, los que enfrentaron a sus hermanos, sino que la etnia quedó dividida entre maytorenistas-villistas, constitucionalistas y civilistas.

En los meses de noviembre y diciembre de 1915, la derrota villista en Sonora era casi total a pesar de contar con grandes contingentes armados, alrededor de 15,000 hombres, y de controlar los puertos fronterizos de Naco y Nogales. El ejército constitucionalista al mando de Plutarco Elías Calles logró controlar una gran porción del territorio. Ante la situación desesperada de las tropas villistas, los elementos yaquis de los batallones 6º, 11º y 12º decidieron defeccionar al bando constitucionalista bajo la promesa de respetar sus

138 Mariano Azuela, “Las moscas”, en La novela de la Revolución Mexicana de Antonio Castro Leal, tomo I, 9ª ed., México, Aguilar, 1993, p. 189. 80 vidas. El general Manuel M. Diéguez ordenó que a los jefes y oficiales se les fusilara, pero una contraorden de Obregón detuvo el fusilamiento. Éste reconoció los grados de los oficiales y los agrupó en un Batallón Auxiliar que destacó en Potam. Finalmente, Francisco

Urbalejo se separó de Villa y se rindió con 200 de sus hombres.139

Cuando en 1915, el movimiento constitucionalista derrotó a Francisco Villa y a José

María Maytorena, éste abandonó el puesto de gobernador y se refugió en Estados Unidos,

Obregón dirigió de nueva cuenta su atención al valle del Yaqui. Por medio del general

Diéguez intentó negociar la paz con los yaquis broncos de Mori, Matus y Espinoza, quienes mantenían sus exigencias, las cuales seguían siendo la devolución de las tierras a la tribu y la expulsión de todos los yoris. En el relato de sus Ocho mil kilómetros de campaña

Obregón afirmó que tales

[…] pretensiones de los yaquis rebeldes, las que desde luego, me parecieron inadmisibles, pues entrañaban la exigencia de un absoluto dominio por parte de ellos en la región que comprende los pueblos de que fueron despojados, con la intransigente condición de eliminar, en sus dominios, a todo elemento extraño a su raza y a sus atavismos. Acceder a ello, hubiera significado una retrógrada complacencia, que desvirtuaría las tendencias de la Revolución, trocándolas de bienhechoras en malsanas, si, equivocadamente, a título de una justa reparación debida a las tribus del Yaqui, se sancionaba, en aquella forma, la perpetuación de la barbarie entre ellas y se le extendía dominio, aun donde la civilización lo había implantado ya.”140

Obregón pensó que acceder a las demandas yaquis era inadmisible porque significaría ceder el control de un territorio que pertenecía a México, pero en sus palabras sería una acción retrógrada malsana por parte de la Revolución que entregaría además, partes del territorio nacional a la “barbarie perpetua” de los yaquis; por otra parte Obregón estaba pensando en los indios como ciudadanos mexicanos a los que no se les podían hacer privilegios particulares. Los yaquis no se habían percatado que su justa demanda chocaba

139 Dabdoub, op. cit., p. 197-198. 140 Álvaro Obregón, Ocho mil kilómetros de campaña, México, Editorial del Valle de México, Tomo II, p. 751. 81 con los requerimientos políticos y legales de un Estado constituido. Simplemente no podían entender que el control absoluto del territorio que consideraban suyo no podía ser aceptado por los mexicanos.

3.4 Campaña de 1916.

A inicios de 1916 comenzó de nueva cuenta la campaña militar contra los yaquis, pero ahora a manos de la Revolución Mexicana, a consecuencia de un ataque de los civilistas a una de las guarniciones del ejército del noroeste al sur de Guaymas. Por lo tanto Obregón canceló cualquier negociación y encomendó al general Diéguez que abriera de nueva cuenta la campaña contra los yaquis. Desde estas acciones de Obregón podemos hacer una interpretación acerca de su visión política referente a los yaquis. Él no estaba dispuesto a negociar sino a imponer su proyecto sin hacer concesiones, sin pretender entender las demandas de los indios. Si los yaquis querían todo, él les daría nada. Por medio de

Obregón, la facción revolucionaria sonorense confirmaba así su condición de naciente clase oligárquica que veía en los indios yaquis un elemento indeseable que se anteponía a los esfuerzos “civilizadores”. En enero de ese año, el gobernador, general de brigada Plutarco

Elías Calles ordenaba, al estilo del porfirismo, que los hacendados presentaran un informe mensual para indicar el número y el nombre de los peones yaquis, de los que desaparecieran y sobre todo de los que se sospecharan que hacían causa común con los alzados.141 Venustiano Carranza autorizó a Calles declarar fuera de la ley a todo yaqui que no portara el salvoconducto firmado por su patrón; prohibió que los yaquis anduvieran armados y fuera de las rancherías a la puesta del sol. Aquel que infringiera las normas se consideraría rebelde. Para los yaquis, la Revolución únicamente cambió el nombre de

141 Aguilar Camín, op. cit., p. 441. 82 quienes los hostigaban siguiendo, paradójicamente, las mismas prácticas y la misma ambición que el porfiriato: explotar las tierras del Valle del Yaqui.

Para la campaña de 1916 el gobierno constitucionalista destinó cerca de once mil efectivos, entre los cuales se encontraban yaquis comandados por el general Lino Morales y los adscritos al Batallón Auxiliar que se había formado después de la rendición en

Hermosillo. De estos hechos se desprende el término que los yaquis civilistas dieron a los militaristas, torocoyoris, es decir traidores. La resistencia, la intransigencia y la habilidad guerrera de los yaquis rebeldes dirigidos por el jefe de la tribu, general Luis Espinosa y los capitanes Ignacio Mori y Luis Matus, sumadas al problema que planteaban el villismo en el norte y el zapatismo en el sur, obligaron de nueva cuenta al gobierno federal a buscar una solución pacífica. El gobernador provisional, Adolfo de la Huerta, buscó un arreglo definitivo sin pretensiones de control y sí en cambio de respetar el autogobierno de los yaquis. Se firmó un convenio en el que el gobierno federal se comprometió a retirar los destacamentos del río y entregar buenas tierras a la comunidad yaqui en las márgenes del río. Ejército y yoris abandonaron Vicam y Potam.142

Con el convenio firmado, el gobernador de la tribu, general Luis Espinosa hizo esta proclama:

AL PUEBLO MEXICANO: Hacemos saber que nosotros, los habitantes primitivos que componemos la Tribu Yaqui y que por treinta y siete años hemos sostenido los numerosos empujes de los invasores que por la fuerza bruta han ocupado los terrenos de esta Tribu, y haciéndose llamar civilizadores nos han tenido en la orfandad y la ruina, manifestamos al Primer Jefe del Ejército Constitucionalista en contestación a sus varias conferencias de paz e invitación para que bajemos de la sierra a nuestros pueblos a cultivar nuestras tierras, de cuya paz depende la tranquilidad y garantía de vidas para todo el Estado de Sonora y para nosotros los hijos de esta Tribu, decimos a una sola voz todos unidos hoy día (enero 13 de 1917) en el campamento de Lencho, que somos conformes con sus fraternales frases y prodigios, pero deseamos que se retiren todos los destacamentos en el Río Yaqui que estén tendidos en los linderos de la tribu. Yo, como hombre de bien y honrado para cumplir mis palabras, dí

142 Velasco Toro, op. cit., p. 49. 83

órdenes a los generales Matus y Mori para que se bajaran a los pueblos de Vicam y Potam y yo estaré en mi lugar esperando que se me desocupen los demás pueblos para colocar poco a poco el resto de los habitantes de la Tribu, y para que la confianza se solidifique en el Estado de Sonora, con este hecho habremos dado pruebas de que queremos paz y felicidad para nuestra raza y para la de ustedes porque la experiencia nos hace ver que nunca podremos estar en paz VIVIENDO ENTRE LAS BAYONETAS NI CON LAS BAYONETAS EN LA MANO.Firma por la Tribu Yaqui.—General Mayor LUIS ESPINOZA.143

Podemos apreciar algunas cosas importantes a través de la proclama de Espinoza. A saber, primero, que sitúan históricamente el inicio de las hostilidades de los mexicanos en su contra hacia 1880 por invadir y ocupar los terrenos de la tribu; segundo, que ellos se consideran diferentes de los mexicanos, una raza diferente y por último que son hombres de bien y honrados para cumplir su palabra. Las dos primeras nos hablan de las características de una nación bien definida, con memoria histórica ligada a un territorio en particular que los hace diferentes a otros; la última nos indica una cualidad proclamada por ellos mismos, que son hombres de bien y de palabra. Las palabras finales nos hablan también de su inteligencia que considera insostenible vivir en estado de guerra continua. Además, por medio de sus palabras podemos apreciar que la autoridad yaqui no se encontraba en los gobernadores sino en uno solo, siguiendo la costumbre instaurada por Cajeme, es decir, las autoridades civiles habían sido relegadas por la jerarquía militar; en última instancia, sería

Espinoza quien distribuiría las tierras.

El tratado de 1917 solamente fue un paréntesis en la lucha entre mexicanos y yaquis porque los generales sonorenses, Obregón y Calles albergaban planes para desarrollar el valle según sus propias concepciones agrarias, sociales y culturales. El desarrollo de los acontecimientos parece indicar que sólo se trató de una maniobra para ganar tiempo y apaciguar los ánimos de los rebeldes.

143 Dabdoub, op. cit., p. 203. 84

Para fines de 1917, los destacamentos militares de nuevo imperaban en el valle. No es claro el motivo de la presencia de los militares, pero Dabdoub indica que empezaron a hostigar a la población. En noviembre unos soldados al mando del general Fausto Topete, destacados en Estación Lencho, llevaron a pastar unos caballos al sembradío del general yaqui Luis Matus para hostilizarlo, los hombres de éste dispararon y mataron a uno o dos soldados. En represalia, los federales atacaron durante la celebración de una pascola

(celebración religiosa) realizada en Lencho, dando muerte a 60 personas entre hombres, mujeres y niños aproximadamente. Los que no murieron fueron apresados y enviados a la ciudad de México como rebeldes cogidos en combate144 De nuevo no habría tolerancia ni visos de negociación. En esta campaña, el joven oficial Lázaro Cárdenas tuvo una fugaz presencia antes de ser transferido a Chihuahua.

Velasco Toro nos indica que la mentalidad de los sonorenses, encabezados por Calles en octubre de 1917, consistía en una campaña armada “radical, definitiva y si fuese preciso, terrible,” y que por su parte el congreso local apoyaba la decisión “de dar un rápido remedio que para ellos consistía en el total exterminio de la tribu, por más que éste sea doloroso, pues estamos ante el terrible dilema de ser o no ser, someterse o perecer.”145 Para desgracia de los yaquis, su determinación los ponía en ruta de ser exterminados, de nuevo, por querer vivir según sus costumbres y estilo de vida. Como muchas otras comunidades, los yaquis fueron víctimas de la colonización interna mexicana y de su sistema de valores dominado por la idea de modernidad asociada al progreso material.

Para fortuna de los yaquis, que mantuvieron la lucha hasta 1919, Adolfo de la Huerta volvió a ocupar la gubernatura del estado, pero ahora como gobernador constitucional

144 Dabdoub, op. cit., p. 204. 145 Velasco Toro, op. cit., p. 50. 85 electo, lo que amplió su margen de acción. Éste propuso a Carranza buscar la pacificación de la tribu por medio de negociaciones. De la Huerta liberó a las mujeres presas en la penitenciaria del Estado y las envió a la sierra del Bacatete como emisarias de paz. De esta manera los alzados comenzaron a retornar a los pueblos del río en los primeros meses de

1920 para negociar la entrega de la tierra que consideraban propia.

De nueva cuenta los indios quedaron en medio de los acontecimientos nacionales, ya que, ante la ruptura de Venustiano Carranza y Álvaro Obregón a mediados de 1919 por la sucesión presidencial del siguiente año en la que el primero no quería que se postulara algún militar y apoyaba la candidatura civil de Ignacio Bonillas; por su parte, el segundo buscaba la silla presidencial. Carranza ordenó al general Juan Torres, Jefe de Operaciones de Sonora, que abriera nueva campaña contra los yaquis con el fin de tener un pretexto para intervenir en el estado y debilitar la posición de Obregón y de De la Huerta. Torres se negó y Carranza envió a Manuel M. Diéguez. De la Huerta se opuso a esta serie de maniobras por considerarlas una violación a la soberanía del Estado. Los planes del Primer

Magistrado resultaron inútiles, ya que el 23 de abril se desató la rebelión de Agua Prieta,

última asonada militar triunfante que desconocía al presidente Venustiano Carranza quien moriría asesinado en Tlaxcalantongo el 21 de mayo cuando se dirigía a Veracruz para instalar allí su gobierno. El amigo de los yaquis, Adolfo de la Huerta, fue elegido presidente interino por el Congreso de la Unión, quien para trasladarse a la ciudad de

México contó con la seguridad de una escolta compuesta por 50 yaquis broncos. La estancia de De la Huerta en el ejecutivo federal aceleró las negociaciones de paz, y a mediados de 1920 esta se concretaba. Para atender a las necesidades de la tribu se creó un departamento especial que se denominó “Aprovisionamiento de la Tribu Yaqui del

Gobierno Federal” en Hermosillo que se encargó de pagar haberes a los varones así como 86 de distribuir víveres y ropa.146 Se procedió a desalojar los pueblos de Potam, Torim,

Bacum y Cócorit de sus habitantes yoris; se comenzaron a construir iglesias en Bacum,

Vicam, Potam y Belem.147 A pesar de la buena voluntad de De la Huerta, éste sólo era presidente interino y su mandato fue efímero; el nuevo presidente Álvaro Obregón tenía sus propios planes para el fértil valle que por destino habitaban los yaquis.

3.5 En la postrevolución.

Si Huerta se convirtió en un aliado de la tribu yaqui, Calles y Obregón se instalaron en el extremo contrario, no por ser malos o enemigos de los indígenas, simplemente su ideología y sus intereses sociales y económicos no podían conciliarse con los intereses, las aspiraciones y la ideología comunitaria de los yo’emes y los indios en general, en pocas palabras, eran hombres de su tiempo. Álvaro Obregón favoreció los intereses de la

Compañía Richardson en 1922 para que continuara con sus obras de irrigación y de colonización de la margen izquierda del río, donde la compañía contaba ya con 35,935 hectáreas. Esto obligó a los yaquis a levantarse nuevamente, aunque no por mucho tiempo, ya que la crecida del río en 1923 destruyó las obras de la compañía Richardson e interrumpió sus planes de colonización.

Durante la rebelión de Adolfo de la Huerta a finales de 1923 los yaquis no participaron a pesar de los lazos que los unían, con excepción de unos cuantos yaquis agrupados en torno de Francisco Urbalejo y José Amarillas. Los civilistas no se unieron porque sus intereses se limitaban al ámbito local además de que el único interlocutor yori,

Fructuoso Méndez había sido fusilado en el estado de Hidalgo por su cercanía con De la

146 Ignacio Almada Bay, La conexión Yocupicio. Soberanía estatal y tradición cívico-liberal en Sonora, 1913- 1939, México, El Colegio de México, 2009, p. 130. 147 Dabdoub, op. cit., p. 219. 87

Huerta. A pesar de la primera efervescencia de la rebelión delahuertista, pronto fue sofocada y los caudillos sonorenses quedaron libres de otros antagonismos militares.

En 1924, el gobierno de Plutarco Elías Calles, bajo la influencia de Álvaro Obregón, nacionalizó las propiedades de la Compañía Richardson S.A. por medio del Banco

Nacional de Crédito Agrícola y Ganadero, para impulsar de nueva cuenta la colonización del valle. Por medio del presupuesto federal se ampliaron las obras de irrigación y se entregaron 50,000 has de las tierras situadas en la margen izquierda a nuevos colonos mexicanos. Los yaquis respondieron con el único medio que tenían para hacerse escuchar, las armas. Al desaparecer el güero Méndez ya no existió un intermediario entre los indígenas y el gobierno.

El 12 de septiembre de 1926, los yaquis, descontentos con la cesión de tierras que consideraban suyas, la falta de pago de los haberes y la detención en Hermosillo de los indios comisionados para gestionar el cobro del adeudo, optaron por detener el tren en el que viajaba Álvaro Obregón en Estación Vicam. Los indios, comandados por Luis Matus, ya que Ignacio Mori había sido destituido como jefe de la tribu acusado de apropiarse de los recursos suministrados por el gobierno para la construcción de las iglesias en los pueblos,148 declararon ante Obregón que: a) no comprendían por qué las tierras de la

Richardson eran distribuidas entre los yoris; b) exigían que el gobierno volviera al pago en moneda, víveres y ropa que había sido convenido en el tratado de paz precedente (con

Adolfo de la Huerta) y c) solicitaban su intervención para que fuera liberado el hijo de uno de los jefes, encarcelado en Hermosillo.149 Engañando a los yaquis, Obregón logró comunicarse a Hermosillo y pidió que le enviaran refuerzos. Apenas llegado el convoy a

148 Dabdoub, op. cit., p. 221. 149 Gouy-Gilbert, op. cit., pp. 146-147. 88

Estación Vicam, los soldados abrieron fuego y liberaron el tren de Obregón, que pudo continuar su viaje hacia el sur. Así dio comienzo la última campaña militar mexicana en contra de la tribu. Un habitante de Vicam, José María Félix rememora que

En 1926 nadie sabía nada absolutamente, nadie sabía nada, todo estaba muy pacífico. Durante los seis años que llevaba la tribu pacificada, desde el año de 1920, ellos eran absolutos aquí, no había ningún yori, eran contados, y la tribu estaba reclamando los siete pueblos nada más para la tribu, Cócorit y Torim entre ellos. Los yoris se opusieron y se ampararon. Hicieron todas sus defensas correspondientes para no ceder, pues cómo les iban a dar tanto pueblo con tanto habitante y con tanto interés ya formado ahí. Y estaban en eso cuando vino el levantamiento del 26, eso me tocó a mí, yo estaba aquí en Torim.150

Con las palabras de este yaqui podemos ver que la tribu se encontraba en paz, que seguían presionando por la devolución de sus pueblos y que a todos sorprendió el levantamiento y la posterior campaña.

El presidente, Plutarco Elías Calles, nombró al general Román Yocupicio, nativo del río Mayo, para encabezar la campaña. Alguien diría que para que la cuña apriete ha de ser del mismo palo. Yocupicio tuvo a su disposición 19 batallones, artillería y varios aviones para bombardear la sierra. La campaña fue sangrienta ya que “para la tropa –recuerda con tristeza un yaqui coetáneo no había diferencia entre un hombre, una mujer o un niño. Si

éstos no le daban razón del lugar donde se escondían los yo’emes, sin más palabras los colgaban.”151 Cerca de 20 mil soldados participaron en la ocupación del territorio de la etnia, y se llevó a cabo una sistemática campaña de bombardeo aéreo de la sierra para obligar a los yaquis a salir de ella. Esta última campaña militar culminó con el establecimiento de unidades militares en cada uno de los asentamientos de la tribu. Por fin, los yaquis, impedidos de sostener un combate tan desigual, se vieron forzados a firmar un acuerdo de paz con el gobierno de Emilio Portes Gil. Para tal fin, se dispuso un tren que

150 Luis Morett Alatorre, La lucha por la tierra en los valles del yaqui y mayo. Historia oral del sur de Sonora, México, Universidad Autónoma Chapingo, 1989, p. 33. 151 Velasco Toro, op. cit., p. 52. 89 transportó a 400 yaquis a la ciudad de México. Al frente de estos iban los jefes Ignacio

Mori y Luis Espinoza, quienes firmaron la paz el 27 de noviembre de 1929. Un yaqui recuerda que

Se los querían chingar, se los querían llevar, insistieron mucho en llevárselos, yo estuve en esa conversación, insistía mucho el general en que fueran a firmar la paz. No, le dijeron que no, que ellos tenían sus costumbres y que bastaba con mandar una comisión que fuera a firmar allá. Entonces, Manso les decía que tenían que ir todos para que fuera una paz, la última. Que ya no volvieran a sublevarse. Y le dijeron ellos ―cómo el señor Presidente no junta a todo el pueblo mexicano para firmarla― Manso quedó en ridículo ahí en la junta, todos se rieron.152

Para evitar nuevos levantamientos, Mori y Espinoza fueron secuestrados para encarcelarlos en Perote, Veracruz donde finalmente morirían, o sea que sí se los chingaron; además se abandonó la entrega de haberes por parte del departamento de Aprovisionamiento y en cambio

[…] el gobierno decidió otro sistema para cumplir con este compromiso, ordenándose que se organizaran tantos batallones auxiliares como fueran necesarios para que todos los que estuvieran en edad militar se encuadraran dentro de ellos y recibieran los haberes como militares… En esa misma época, hubo dos opiniones entre los de la tribu yaqui; unos aceptando esa proposición y otros que deseaban que el auxilio del gobierno federal se hiciera de otra forma y no bajo normas militares. En ese mismo año se creó la comandancia de las colonias de la tribu yaqui tocándole al jefe de la misma, al general Juventino Espinosa a quien le tocó organizar el primer, segundo y tercer batallón auxiliares con elementos de la propia tribu. En esos batallones quedaron encuadrados como el 40% de elementos de la tribu yaqui y el resto no aceptó recibir los haberes […]153

La intención del gobierno era ocupar todo el territorio de la tribu, además de agrupar a la mayoría de los varones en batallones auxiliares para someterlos al control y la disciplina militar y evitar así futuros levantamientos.

Con la cruenta campaña de 1926-1929, finalmente se cerró el ciclo de violencia entre yaquis y mexicanos, pero no significó que aquellos se dieran por vencidos. Aceptaron su

152 Morett, op. Cit., p. 35. 153 Almada Bay, op. Cit., p. 132. 90 débil condición en espera de mejores días para volver a demandar lo que era suyo. Esta

última rebelión de la tribu acentuó más la división entre militaristas y civilistas que llevaba desarrollándose desde 1909 debido a que los yaquis que participaron en esta campaña recibieron tierras y formaron parte del ejército de ocupación junto a los que se adscribieron a los nuevos batallones auxiliares.

La participación de la tribu en la Revolución Mexicana ocasionó la división de la etnia en dos grupos claramente enfrentados, los militaristas y los civilistas. Los primeros participaron en ella como excelentes soldados y oficiales (entre otros figuraron el coronel

Agustín Chávez, el general Francisco Flores, el general de brigada Lino Morales y los generales de división Francisco Urbalejo y José Amarillas) bajo la promesa de la devolución de sus tierras al final de la contienda; los segundos, cuando participaron también lo hicieron por la promesa de la tierra, pero lejos de obtenerla terminaron divididos y enfrentados. A pesar de la presencia de los torocoyoris en los ejércitos revolucionarios,

éstos no influyeron en los postulados sociales, económicos o culturales que dichos ejércitos en teoría defendían y que en la práctica eran opuestos a sus demandas de poseer la tierra en comunidad para formar su pequeña patria. Resulta una cruel ironía del destino que a fin de cuentas ayudaron a encumbrar a sus enemigos de clase: los caudillos sonorenses, Obregón y Calles. Su terquedad y empecinamiento político no les permitió darse cuenta que su demanda de poseer el territorio de su patria no era compatible con las cualidades de un

Estado nacional que reclama para sí el control absoluto de todo su territorio y sus habitantes.

91

Capítulo IV. Lázaro Cárdenas y la Comunidad Indígena Yaqui.

Si bien la guerra entre mexicanos y yaquis terminó en 1929, la tribu siguió resintiendo la diferencia entre el desarrollo modernizador mexicano representado por los agricultores comerciales de Cajeme, actual ciudad Obregón, y su situación al margen de la sociedad mexicana y sonorense. Para 1935 había un claro contraste entre las dos márgenes del río, ya que mientras la margen derecha se encontraba atrasada y muchos campos de cultivo abandonados, la margen izquierda se veía beneficiada por los años de estabilidad política y social. En 1925, en la margen izquierda se cultivaron 37,033 has, y diez años después la superficie sembrada era de 53,108 has. Pero en la margen derecha, donde habitaban los yaquis apenas se sembraron 121 hectáreas.154 Esto a pesar que desde 1930, el ingeniero

Guillermo de la Garza adscrito al 46 Regimiento bajo las órdenes del general Juventino

Espinoza, Comandante de la 4ª Zona Militar inició labores de acercamiento con los integrantes de la tribu para que abandonaran sus campamentos en la sierra y regresaran a sus pueblos, para lo que les facilitaron víveres e implementos de labranza. Por otra parte, en aquel año de 1935, a iniciativa del general Espinoza, se creó la Comisión de Irrigación del Yaqui, a cuya cabeza estaría el ingeniero de la Garza.

4.1 Hacia una política indigenista.

De los innumerables asuntos que trató Lázaro Cárdenas durante su gobierno, y que expresó en sus discursos, resalta la problemática indígena (tenía conocimiento de la cuestión yaqui por su breve participación en la campaña de 1917). Así, en su discurso de inauguración del

1er Congreso Indígena del estado de Hidalgo el 25 de septiembre de 1936 indicó que “El

Gobierno de la Revolución considera una obligación atender preferentemente a la raza

154 Velasco Toro, p. 56. 92 indígena de la República porque con ella, más que con ningún otra, están las principales obligaciones de la administración pública.”155 Apreciamos que Cárdenas tenía un genuino interés en abordar los asuntos indígenas, ya que más adelante en su discurso abordó la cuestión yaqui al comunicarle a los presentes:

[..] decidles también, que vamos a atender el problema de Sonora por el que hace mucho tiempo o más bien, desde la conquista, hasta hace pocos años, se ha venido combatiendo; problema que consiste en el despojo de las tierras que se hizo a la tribu yaqui de aquel lejano estado. Esta tribu que ha sido tan combatida pero que ha sostenido el ideal de reivindicaciones agrarias desde la época de la conquista, va a ser atendida de una vez por todas para que acabe para Sonora y para toda la República este problema.”156

Es interesante notar que para Cárdenas era un problema del que tenía noticia e interés en arreglar, aun antes de que los yaquis establecieran contacto epistolar con el titular del ejecutivo, recordemos la participación intermitente de Cárdenas en la campaña contra la tribu en los años de 1916, 1917 y 1918. También es indicativo que para Cárdenas el problema se remontaba a la conquista, que como vimos al principio de esta tesis, el contacto con el mundo occidental mediado por los misioneros jesuitas fue benéfico para el conjunto de la tribu, porque se transformaron en algo que no eran sin dejar de ser lo que eran. En el discurso de Cárdenas, la lucha era más que centenaria, lo cual es cierto pero no del todo, porque los yaquis, a pesar de que los primeros acercamientos con los españoles fueron violentos, no tuvieron que luchar por su tierra durante la colonia, esta lucha solo ocurrió entre mexicanos y yo’emes, cuando México se constituyó como nación independiente.

El interés de Cárdenas por los asuntos indígenas fue genuino ya que una de sus medidas fue crear en 1936 el Departamento de Asuntos Indígenas. Primera oficina

155 Lázaro Cárdenas del Río, Palabras y documentos públicos de Lázaro Cárdenas, 1928-1970, Mensajes, discursos, declaraciones, entrevistas y otros documentos 1928-1940, México, Siglo XXI, p. 213. 156 Lázaro Cárdenas, op. cit., p. 214. 93 gubernamental dedicada por entero a implementar políticas de corte indigenista. Una de sus primeras tareas fue elaborar monografías de cada una de las etnias existentes. De este departamento surgió posteriormente el Instituto Nacional Indigenista. Para la sociedad mestiza, los indígenas siempre habían sido y todavía lo son, un problema. En palabras de

Cárdenas dichas durante el 1er. Congreso Indigenista Latinoamericano celebrado en

Pátzcuaro, Michoacán, esto se resumía en que:

La fórmula de incorporar al indio a la civilización tiene todavía restos de los viejos sistemas que trataban de ocultar la desigualdad de hecho porque esa incorporación se ha entendido generalmente como propósito de desindianizar y de extranjerizar […] Lo que se debe sostener es la incorporación de la cultura universal al indio, es decir, el desarrollo pleno de todas sus potencias y facultades naturales de la raza, el mejoramiento de sus condiciones de vida, agregando a sus recursos de subsistencia y de trabajo todos los implementos de la técnica, de la ciencia y del arte universales, pero siempre sobre la base de respeto a la personalidad racial, a su conciencia y a su entidad. El programa de emancipación del indio es en esencia el de la emancipación del proletario de cualquier país, pero sin olvidar las condiciones especiales de su clima, de sus antecedentes y de sus necesidades […] Nuestro problema indígena no está en conservar indio al indio, ni en indigenizar a México, sino en mexicanizar al indio. Respetando su sangre, captando su emoción, su cariño a la tierra y su inquebrantable tenacidad, se habrá enraizado más el sentimiento nacional y enriquecido con virtudes morales que fortalecerán el espíritu patrio, afirmando la personalidad de México.157

Es claro que la problemática indígena era un asunto importante para Cárdenas. Notemos que él quería hacer una nueva política que se alejara de las viejas concepciones que pretendían desindianizar a los indios. Ahora bien, Cárdenas propuso mexicanizar a los indígenas como una vía de engrandecimiento de los sentimientos patrios aunque más bien sería una forma de aculturar a los indígenas, pero la verdad es que esa fórmula también negaba a los indígenas sus modos de entender la vida, de practicar su autodeterminación.

También creo que mexicanizar fue la fórmula adecuada para el momento histórico de incorporar al mundo indígena al entramado político económico del momento.

157 Cárdenas, op. Cit., p. 403. 94

4.2 Restitución de un territorio nacional.

No sabemos las razones que incitaron a los yaquis a dirigirse directamente a Cárdenas, si fue el mencionado discurso del 1er. Congreso Indígena de 1936 o si tenían noticias de la acción reformadora de su gobierno que había trastocado enormes intereses económicos con los repartos agrarios llevados a cabo en La Laguna a finales de 1936 y a mediados de 1937 en las haciendas henequeneras de Yucatán, aunque también hay que recordar la tradición de dirigirse directamente a los representantes del gobierno del Estado más que a las autoridades locales. No hay que olvidar que para 1937 Cárdenas había logrado hacerse del poder al desplazar al callismo de la esfera nacional y estatal.

La década de 1930 había resultado de gran movilización social en el estado de Sonora debido a las políticas llevadas a cabo por los gobernadores adictos a Plutarco Elías Calles cuando gran parte de la población era abiertamente anti callista. La oposición era representada por una amplia gama de resentidos que iban de los obregonistas, los vasconcelistas, los maytorenistas, los delahuertistas hasta los carrancistas desplazados por el callismo triunfante.

El listado de agravios y la acometida para causarlos se centraba en la imposición de sindicatos oficiales en las ciudades y el campo, en el predominio creciente de la burocracia, en la escuela oficial –agresiva para buena parte de la población por la “educación socialista” y la “educación sexual”- y sobre todo en el conflicto con la Iglesia que sostiene el gobierno de Rodolfo Elías Calles Chacón.158

Aunque buena parte de estas medidas no afectaron a la comunidad yaqui, como el programa de desfanatización religiosa y el cierre de templos como sí ocurrió con los mayos, es importante señalarlo para comprender el ambiente social que imperaba en

158 Almada Bay, op. Cit., p. 207. 95

Sonora. Los templos yaquis no fueron clausurados debido al temor bien fundado de que se unieran al movimiento opositor.

En junio de 1935 ocurrió el rompimiento de relaciones entre Lázaro Cárdenas y el jefe máximo Plutarco Elías Calles, crisis que se trasladó a la política interna de Sonora que se encontraba en proceso electoral para sustituir a Rodolfo Elías Calles de la gubernatura.

En diciembre de aquel año se produjo la escisión total entre Cárdenas y Calles cuando el poder legislativo desaforó a los legisladores y senadores callistas y el Senado desconoció los poderes estatales en cuatro estados, incluido Sonora. El presidente Cárdenas designó como gobernador provisional para convocar a elecciones al general Jesús Gutiérrez

Cázares, jefe militar de las colonias yaquis. Todo el año de 1936 resultó de agitación política en el estado debido al proceso interno del Partido Nacional Revolucionario para designar a su candidato. La candidatura fue ganada por Román Yocupicio Valenzuela, quien finalmente fue electo gobernador constitucional el 22 de noviembre de 1936. En enero de 1937, el mayo obregonista Yocupicio ocupó la gubernatura sin ser cardenista pero sí anti callista. “Por otra parte, Cárdenas seguramente conocía el ascendiente de Yocupicio entre los veteranos de la revolución, mayormente mayos y yaquis marginados desde 1929, las conexiones de Yocupicio al interior de ambas etnias […]”159 Aunque Yocupicio no era un adicto incondicional de Lázaro Cárdenas tampoco se opuso abiertamente a las políticas agrarias de Cárdenas.

Con el callismo en retirada y con un gobernador afín a los intereses de los yaquis, éstos, en febrero de 1937 enviaron una carta donde explicaban sus razones y expresaban que:

Desde el año de 1533, fecha en que los españoles empezaron la guerra con el Yaqui, y después en el año de 1838, principiaron una guerra tenaz contra esta Tribu Yaqui para traicionarla ... nada más porque hombres blancos ambiciosos que están radicados en el

159 Almada Bay, op. cit., p. 298. 96

Yaqui esos hombres dan malas noticias al Gobierno ... siendo ellos mismos los promotores de todo, hasta la fecha siguen con la misma idea que tienen contra esta Tribu Yaqui, según tenemos conocimiento que en la región del Yaqui todavía existen los porfiristas del Gobierno pasado, que tienen expropiado gran extensión de terrenos que pertenecen a esta Tribu Yaqui ... Los terrenos expropiados por los blancos que a continuación expresamos, el campo denominado los Guarachis está ocupado por un señor de nacionalidad extranjera cuyo nombre no reconocemos, en el campo que le dicen Palo Parado también está ocupado por unos blancos, así como también el pueblo de Bacum y el de Cócorit son terrenos que pertenecen a esta Tribu Yaqui, actualmente ocupados por los yoris, y por último el punto denominado Cajeme que actualmente le nombran C. Obregón los terrenos que tienen cultivados en aquel lugar y que están ocupados por los blancos, son propiedades de la Tribu Yaqui ... rogamos a usted muy respetuosamente a fin de que los terrenos que nos fueron quitados en épocas pasadas por los hombres ambiciosos que nos sean devueltos de una manera definitiva, para el progreso de la Tribu Yaqui.160

Como podemos apreciar, los yaquis tenían un sentido histórico de los agravios de los que habían sido víctimas. Sitúan en una fecha precisa el inicio de las hostilidades, 1533, aunque como hemos podido ver al principio de esta tesis el conflicto con los españoles fue efímero y su integración hasta cierto punto voluntaria a través de los misioneros; además de que tienen presente quiénes han sido los responsables: españoles, blancos, porfiristas y mexicanos, es decir, yoris. Ellos solamente respondieron a la violencia que se les hizo en su contra por el despojo de su tierra. A través de esta misiva demuestran una vez más su calidad como nación al tener presentes a las generaciones pasadas, ligadas por medio de una historia común al conjunto de la tribu a través de un territorio bien definido.

En septiembre de 1937, los yaquis recibieron respuesta por medio de una carta de

Lázaro Cárdenas donde les manifestó que:

[…] he recibido la solicitud que hace usted a nombre de toda la población Yaqui, para que le sean devueltos los terrenos que manifiestan han pertenecido a la propia Tribu Yaqui. ... el Gobierno reconoce que la actitud Bélica de ustedes desde la época de la Conquista, fue siempre justa defensa de sus tierras ... Sin embargo, como existen grandes extensiones de tierras que ni la Tribu ni la demás población alcanzan a cultivar, el Gobierno considera que a la Tribu Yaqui debe ponérsele en posesión definitiva de todas las propiedades y aguas que les sean suficientes para la población que cuenta hoy [sic] radicada en Sonora y también para los contingentes yaquis que por distintas causas se encuentran fuera del Estado ... En la visita

160 Claudio Dabdoub, op. cit., p. 223-224. 97

que haga a Sonora platicaré con ustedes y con los vecinos radicados en los pueblos del Yaqui, para dejar terminado este serio problema que ha subsistido por siglos y por el que se han sacrificado esfuerzos de toda la nación.161

En esta carta apreciamos el reconocimiento que Cárdenas hace de la causa yaqui, pero se cuida de establecer los límites de lo que su gobierno está dispuesto a conceder. Les da la razón de su reivindicación agraria, pero les advierte que no se les va a restituir la totalidad del territorio que reclaman, sino únicamente la tierra que sea necesaria para el desarrollo de la tribu y que puedan cultivar.

Finalmente, el 27 de octubre de 1937, por medio de un acuerdo presidencial se dio posesión a la Tribu Yaqui de una porción del territorio que históricamente reclamaban y por el que habían luchado sin descanso. El acuerdo dotaba de ejidos a 13 núcleos rurales en la región del Valle del Yaqui, en la margen izquierda del río, a los que se les otorgaron 17 mil has de riego y 36 mil de temporal, beneficiando a 2,160 ejidatarios,162 además de la restitución de tierras a la Tribu Yaqui. Con la dotación a los ejidos

[…] se afectó lo mismo a norteamericanos que a la viuda e hijos del general Obregón y familiares del general Plutarco Elías Calles, como también a familias que colonizaron la región durante el porfiriato y que habían sobrevivido a los años de violencia, como los Esquer y los Parada. Entre los afectados destaca la Compañía Richardson que era propiedad del gobierno federal, con 26,210 ha de agostadero, 73% de la superficie dotada.163

Como veremos, no se debe confundir la dotación a los ejidos con la restitución a la tribu.

Las primeras ocho fracciones del acuerdo tienen que ver únicamente con la dotación de los ejidos. En la fracción novena del acuerdo se establece que a la Tribu Yaqui “se le concede toda la extensión de tierra laborable ubicada sobre la margen derecha del río Yaqui, con el

161 Dabdoub, op. cit., p. 224-225. 162 Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer, A la sombra de la revolución mexicana. Un ensayo de historia contemporánea de México, 1910-1989, México, Cal y Arena, 2006, p. 168.; Salomón Eckstein, El ejido colectivo, p. 151. 163 Almada Bay, op. Cit., p. 329. 98 agua necesaria para riegos, de la presa en construcción de La Angostura, así como toda la sierra conocida por “Sierra del Yaqui”, a cuyos componentes se les proveerá de los recursos y elementos necesarios para el mejor aprovechamiento de sus tierras.”164

Adicionalmente, el presidente Cárdenas escribió en sus memorias

Hoy firmé acuerdo al Departamento Agrario resolviendo la inmediata dotación de tierras a los campesinos de la región agrícola del Yaqui, en Sonora, afectando a los propietarios extranjeros (en su mayoría americanos) y a nacionales. Se dan a los campesinos diez y siete mil hectáreas con riego y mayor cantidad sin agua para pastos y leña. A la tribu yaqui se le reconocen las tierras laborables ubicadas desde la margen derecha del río Yaqui hasta los terrenos montañosos conocidos como “Sierra del Yaqui”. Se les harán los canales necesarios para irrigar sus tierras, facilitándoles implementos para los cultivos y se les dotará de pies de ganado para el aprovechamiento de los pastos. El gobierno debe hacer el mayor esfuerzo económico para incorporar y ayudar a toda la población yaqui, tanto porque es de justicia que se les dé lo que por siglos se les ha negado, llevándolos al sacrificio al combatirlos por reclamar las tierras de sus ocho pueblos, situados sobre las márgenes del río Yaqui, como porque así terminará el problema militar de aquella zona que ha afectado seriamente toda la Nación y muy particularmente al pueblo de Sonora. Hoy existe la circunstancia favorable de que una mayoría de la tribu está interesada en cultivar las tierras y el gobierno procederá a organizarlos proporcionándoles elementos para trabajarlas. Ayer salieron los primeros carros con tractores y maquinaria agrícola para la población yaqui. Los yaquis han conservado, a pesar de sus luchas y miserias, sus características de raza fuerte, valiente y de gran inteligencia. Si durante la conquista o ya independiente México, se les hubiera sólo dejado en posesión de sus tierras, Sonora tendría hoy una población de calidad muy superior a la de otros estados de la República. Sin embargo, considerando el estado físico y moral que conserva, la raza yaqui puede representar, si se les guía bien, un factor muy importante para el desarrollo del país.165

Con las palabras de Cárdenas se pueden apreciar los dos eventos acaecidos en el valle. La dotación de tierras a los ejidos así como la restitución de la tierra a la tribu y para los propósitos de esta tesis además es importante lo expresado por el presidente porque se puede apreciar una dualidad en el propósito cardenista de restituir el territorio yaqui: consideró que era una medida de justicia histórica además de poner fin al problema militar,

164 Claudio Dabdoub, op. cit., p. 227. 165 Lázaro Cárdenas, Lázaro Cárdenas: Apuntes. Una selección, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Centro de Estudios de la Revolución Mexicana Lázaro Cárdenas, 2003, p. 320. 99 es decir, la pacificación de los yaquis por medio de la restitución de su territorio. Les reconoce además ciertas características raciales como la fuerza, la valentía y la inteligencia.

Por último, es manifiesta una actitud paternalista por parte de Cárdenas al considerar que

“si se les guía bien” pueden ser importantes para el desarrollo del país. Como habían demostrado, la etnia no necesitaba que nadie los guiara bien.

Finalmente el Estado Mexicano reconocía la posesión de los yaquis sobre su territorio, pero lo que parecía un final feliz sólo significó que pasaran de la férula de los colonos y terratenientes a la esfera de las instituciones y burócratas mexicanos. Como dice

Octavio Ianni, “poco a poco los campesinos sustituyen la figura del hacendado, del latifundista, del cacique, del caudillo, por la figura del funcionario del Banco Ejidal, del gobierno, de Cárdenas.”166 Notemos además que las palabras utilizadas en el acuerdo no hablan de un ejido sino que transfiere la propiedad de la tierra al conjunto de la tribu, aunque hay que hacer una precisión, el Estado no les da la plena propiedad sino la posesión reconocida legalmente, esto es que los yaquis pueden usar y explotar la tierra pero no disponer de ella libremente, lo que en la práctica hubiera sido reconocer la soberanía de la nación yaqui sobre su territorio. Este es el hecho insólito y aislado dentro de las relaciones del Estado mexicano y la nación Yaqui que conviene reflexionar un poco. Y por lo tanto aquí cabe hacer una pregunta que creo es pertinente: ¿la restitución de tierras a la nación yo´eme es un asunto agrario que se circunscribe a la reforma agraria o por el contrario fue una política de corte indigenista? Los documentos que existen en ningún momento hablan de la creación de un ejido o se les da tratamiento de ejidatarios a los yaquis o de campesinos, por el contrario, éstos siempre se refieren a la Tribu Yaqui o a la Comunidad

Indígena Yaqui. Es más, en buena parte de la historiografía de la reforma agraria, si bien

166 Octavio Ianni, El Estado Capitalista en la época de Cárdenas, 3ª ed., México, Era, 1985, p. 92. 100 existen excepciones, no se hace mención de la restitución a la tribu y por el contrario se mencionan siempre las apenas 53 mil hectáreas de los ejidatarios o alguna generalización del tipo “después del reparto de La Laguna se sucedieron los de Yucatán con sus tierras henequeneras, los del Valle del Yaqui, de Lombardía y Nueva Italia y de los Mochis.”167

Como veremos esas miles de hectáreas palidecen frente al inmenso territorio que se le restituyó a la nación yaqui, que sumaba más de 480 mil has. Por el momento dejaré abierta la cuestión: ¿problemática agraria o indígena?

Al año siguiente, el 19 de febrero, se sostuvo una reunión intersecretarial donde se sentaron las bases de las acciones institucionales a realizarse en el Valle del Yaqui, a favor de la tribu. Teniendo en consideración los asuntos de trabajo, de educación y de salud, el gobierno federal observó en los “últimos años un franco empeño de la misma tribu a dedicarse al cultivo de las tierras, a la cría de ganado y a formar sus pueblos para dejar la vida errante que se vieron obligados a seguir.” También que “la propia tribu al interesarse de manera empeñosa por la escuela para la educación de sus hijos, demostrando con esta actitud que no es rebelde a la civilización y que por sus condiciones de raza fuerte y por su inteligencia natural, puede constituir la base de una población vigorosa y útil para el país.”

Señala además el acuerdo que “el estado de salud de un alto porcentaje de la población yaqui es deprimente, debido especialmente a la mala alimentación y a la falta de atención médica.”168 Estas observaciones fueron hechas por el general Miguel Enríquez, comandante de la Zona Militar de Sonora y por el ingeniero Guillermo de la Garza, quien encabezaría la Comisión de Fomento Agrícola y Ganadero de las Colonias Yaquis. El

167 Tzvi Medin, Ideología y praxis política de Lázaro Cárdenas, 18ª ed., México, Siglo XXI, 2003, p. 172. Salomón Eckstein en su estudio de El ejido colectivo menciona la dotación a los 2,160 ejidatarios, lo mismo que Lorenzo Meyer y Aguilar Camín en A la sombra de la revolución mexicana, pero no mencionan la restitución. Por su parte, Arnaldo Córdova, en su obra de interpretación La política de masas del cardenismo, ni siquiera menciona el reparto agrario en el valle. 168 Dabdoub, op. cit., p. 228. 101 acuerdo estableció las funciones de cada institución en la Zona Yaqui. La Secretaría de

Agricultura, que realizaría las obras de irrigación y dotación de los implementos necesarios previo a las operaciones del Banco Nacional de Crédito Agrícola. La Secretaría de

Educación Pública, que fundaría escuelas y dotaría de profesores en colaboración con el

Departamento de Asuntos Indígenas. La Secretaría de la Asistencia Pública, que establecería casas de maternidad y jardines de niños. El Departamento de Salubridad, que llevaría a cabo el saneamiento de la región. La Comandancia de la Zona Militar de Sonora que facilitaría los trabajos de la Comisión. Y por último, el Gobernador del Estado de

Sonora, al que se le solicitaba su cooperación para reducir la venta de alcohol en toda la zona, incluyendo Ciudad Obregón. En el aspecto del beneficio social, las instituciones del

Estado mexicano trazaban los planes para integrar a la sociedad yaqui al entramado institucional, donde las necesidades de los indígenas no empataban con las necesidades del desarrollo modernizante mexicano. Los yaquis querían la tierra para vivir según su tradición, que se apegaba al autoconsumo y un pequeño comercio exterior, pero la acción estatal cardenista les daba la tierra para que la trabajaran según la lógica y visión que de la modernidad tenía.

A pesar de la voluntad del gobierno cardenista y de su incipiente política indigenista, los yaquis no estaban del todo conformes. La tribu deseaba la restitución de la totalidad de su territorio según ellos recordaban. De tal manera que cuando Cárdenas se reunió con los gobernadores de la Tribu Yaqui en junio de 1939, les indicó que conocía de la insistencia de los yaquis de mantener los límites de las tierras en los puntos que por tradición recordaban existían como linderos en 1740 y que

[…] el gobierno actual encontró que la tribu yaqui reclama la restitución de tierras que desde hace mucho tiempo están en poder de varios pueblos y que una extensa zona también reclamada por la tribu estaba en poder de distintos propietarios ... desconociéndose

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oficialmente toda esta zona como propiedad de la tribu, pero en vista de la justicia que le asiste en su reclamación y consecuente el gobierno con su programa de distribución de tierras, dictó sentencia en el mes de octubre del año de mil novecientos treinta y siete reconociéndole la propiedad en una extensión aproximada de cuatrocientas mil hectáreas. [Y que por lo tanto] La extensión marcada a la tribu se considera suficiente para que pueda desarrollarse con amplitud y será respetada como de su exclusiva propiedad; en la inteligencia de que para la irrigación de todas las tierras laborables, le será señalada el agua necesaria de la presa de La Angostura [...]169

De esta manera, Cárdenas le indicaba a la tribu que su demanda no sería resuelta como ellos deseaban, sino hasta los límites que el gobierno y la realidad económica y social permitían.

En los últimos días del gobierno cardenista, el 30 de septiembre de 1940 se dictó la

“Resolución que titula definitivamente y precisa la ubicación de los terrenos que se restituyen a la Comunidad Indígena Yaqui, del Estado de Sonora.” En ella se lee:

Vistos el acuerdo presidencial dictado el 27 de octubre de 1937, restituyendo las tierras de riego, de pastos, montes y cerriles, reconocidas a la Comunidad Indígena Yaqui, del Estado de Sonora, y las disposiciones presidenciales de 10 y 12 de junio de 1939, sobre el mismo asunto, se expide la presente resolución en donde se precisan los puntos a que se sujetará el deslinde y amojonamiento de las tierras que se restituyen y que servirá de titulación definitiva a favor de los núcleos de población de la propia Comunidad [...]170

La gran consecuencia legal de este documento es que la representación ejecutiva del Estado mexicano reconoció la personalidad real, legítima y moral de la Comunidad Indígena

Yaqui al restituirle una buena parte de su territorio ancestral, el cual se titulaba definitivamente a favor de los pueblos yaquis, los ocho pueblos yaquis.

En su artículo primero la resolución estableció los linderos del territorio yo´eme, resultando que:

[…] el deslinde y amojonamiento de las tierras que se restituyen a la Comunidad Indígena Yaqui, Sonora, se ejecutará siguiendo los linderos que a continuación se precisan: a partir de

169 Lázaro Cárdenas, Palabras y documentos públicos, p. 358. 170 Comunidad Indígena Yaqui, Antecedentes de la Restitución de Tierras a la Comunidad Indígena Yaqui del Estado de Sonora y disposiciones del Gobierno para desarrollar Integralmente la Zona, México, 1957, pp. 17. 103

la punta sur de la isla de Lobos, con rumbo noreste, hasta llegar al vértice suroeste del cuadrilátero de San José; de este punto, con rumbo norte, por el lindero occidental del cuadrilátero mencionado, se pasa al río, aguas arriba, hasta llegar al punto en que esta margen cruza el lindero sur de los terrenos de Buenavista; de este cruce, siguiendo el lindero sur señalado, hacia el poniente, hasta la esquina suroeste de los referidos terrenos de Buenavista; de este punto, por todo el lindero occidental de los repetidos terrenos de Buenavista, con rumbo noreste, hasta la esquina noroeste de esos mismos terrenos; de este punto, en línea recta, con rumbo noroeste, hasta llegar al lugar denominado Sahuaral; de este punto, línea recta, con rumbo noroeste hasta el picacho Moscobampo, de este punto línea recta con rumbo suroeste, pasando por la estación del Ferrocarril Sud-Pacífico llamada “Las Guásimas”, hasta el litoral del Golfo de California, incluyendo la isla de Lobos, hasta llegar al punto de partida.171

Además, el artículo segundo estipulaba una cuestión delicada, la del agua. En éste se lee que la Comunidad “podrá disponer cada año agrícola, hasta de la mitad del caudal que se almacenará en la Presa de La Angostura, para fines de riego de sus propias tierras”172, y que independientemente de éstas podrían aprovechar las aguas no controladas por la citada presa.

El tercer y cuarto artículo se refieren a órdenes administrativas para personal del

Departamento Agrario y de la Secretaría de Agricultura y Fomento para llevar a cabo los trabajos de deslinde y amojonamiento. Por último, en el artículo quinto se especifica que

“la presente resolución sirve de titulación definitiva a favor de los núcleos de población de la Comunidad Indígena Yaqui, de los terrenos especificados en el punto primero de la misma.”173 Lo que los yaquis obtuvieron fue el reconocimiento pleno de su territorio, de su organización política, así como el acceso al vital líquido. Es necesario precisar que la restitución sólo fue parcial porque por necesidades económicas y políticas se les negó la totalidad de su territorio. El territorio Yaqui quedaba así constituido:

171 Comunidad Indígena Yaqui, op. cit., pp. 17-18. 172 Comunidad Indígena Yaqui, op. cit., p. 18. 173 Comunidad Indígena Yaqui, op. cit., p. 19 104

Spicer, p. 335

Acerca de la restitución cardenista es interesante hacer caso de las palabras nuevamente de José María Félix que expresó que

Siempre han considerado y siguen considerando todavía su tierra, originalmente propia de ellos, que les cedió y les tituló Felipe Segundo. Muchos no están conformes, por no decir la totalidad, con la restitución del General Cárdenas del 30 de septiembre de 1940, cuando expidió un decreto restituyendo a la tribu yaqui 485,000 hectáreas de tierra. Ellos aceptaron aquello como un acto de emergencia porque la cosa de la invasión […], porque estaban ya ocupando tierras del Valle del Yaqui y que venían avanzando hacia acá.

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Pero no se ha cumplido como es debido con ese decreto, ese decreto dice que el gobierno debió, a raíz de su expedición, debió haber brechado, mojoneado y ejecutado aquella porción de terreno de 480,000 y pico de hectáreas. Nunca lo han hecho.174

No cabe duda que la elocuencia de los indígenas es deliciosa. Por un lado rememora a

Felipe II que para él fue quien les cedió su territorio. No Dios, los jesuitas o el Estado mexicano, el rey, faltaba menos. También es exquisita la altanería al considerar que se vieron obligados a aceptar la restitución como una medida de emergencia y no como una política del gobierno. Por último es interesante notar que tratándose de los asuntos con el gobierno, los yaquis no olvidan y tienen muy presente lo que dice la letra porque el deslinde no se efectuó sino hasta la década de 1970.

Los yaquis, que desde los inicios de la vida independiente de México habían luchado incansablemente para defender su territorio y proteger su autogobierno, por fin recibían la certeza jurídica del Estado mexicano que les reconoció la propiedad en posesión de su territorio vital, sus límites y extensión que totalizaba 489,000 hectáreas. A lo largo del desarrollo de México como nación y Estado, los pueblos indígenas se enfrentaron al desprecio, el racismo y la esclavitud de buena parte de la naciente sociedad mexicana con mayor o menor éxito. La Comunidad Indígena Yaqui es la que mayor éxito logró hacia

1940 en su relación con los poderes de la estructura política y económica, a pesar del enfrentamiento con las elites estatales y federales que a lo largo del siglo XIX intentaron destruir los fundamentos de su autogobierno y apropiarse de su territorio, sin olvidarnos de la “solución final” llevada a cabo en la primera década del siglo XX y las campañas militares de 1916 y 1926-1927 llevadas a cabo por iniciativa de Álvaro Obregón.

174 Morett, op. Cit., pp. 52-53. 106

Según Alfonso Fabila, que redondeó las tierras restituidas en 500,000 has, éstas se clasificaban como175:

Clasificación Hectáreas Porcentaje Montaña con monte bajo 300,000 60% Laborables en llanura 60,000 12% Con pastos en llanura 56,500 11% Inaprovechables en el litoral 40,000 8% Con pastos en montaña 40,000 8% Laboradas en llanura 3,500 1%

Con este cuadro podemos apreciar que apenas el uno por ciento de la tierra restituida estaba en condiciones de utilizarse para sembrar, la demás tierra susceptible de ser usada para actividades agrícolas eran unas 60 mil has que todavía tenían que ser desmontadas.

Pese a todo, los yaquis pusieron manos a la obra y si en “1935 en la margen derecha se sembraron 121 has.; en 1936, 533 has.; en 1937, 738 has.; en 1938, 1297 has. de trigo,

683 has. de maíz y 166 has. de frijol; en 1939, 2206 has. de trigo, 833 has. de maíz y 300 has. de frijol176. Apenas los yaquis tuvieron posesión de la tierra y la tranquilidad suficiente para dedicarse a sus labores incrementaron la producción de sus tierras en más de 2700%.

De esta forma los yaquis se despojaban del estereotipo que los catalogaba como rebeldes insumisos enemigos de la civilización. Definitivamente eran rebeldes e insumisos por necesidad de defenderse de la “civilización”. Como podemos ver, sembraron una mayor superficie de trigo que de maíz, no porque lo consumieran, sino porque el trigo lo utilizaban para comerciar con los habitantes de Cd. Obregón y obtener así ingresos para cubrir necesidades materiales.

175 Fabila, op. cit., p. 25. 176 Fabila, op. cit., p. 31. 107

Una de las consecuencias que se desprenden de esta nueva actitud del gobierno del

Estado mexicano fue el tratamiento de la Tribu Yaqui como un sujeto político legítimo al que se le garantizaba la propiedad en posesión de un territorio bien definido. Pero además el Estado reconocía al gobierno tradicional de los yaquis como un interlocutor válido con el cual negociaría en el futuro. El gobierno del Estado mexicano reconocía el territorio y el gobierno autónomo de los yaquis, lo que no significa que los reconociera como un cuerpo autónomo y soberano fuera de la legalidad mexicana.

Con la restitución del territorio yaqui, los yaquis habían recuperado la propiedad de una parte sustancial de lo que ellos consideraban su territorio ancestral, a pesar del progresivo abandono de los pueblos de Bacum y Cócorit a manos de los pobladores yoris, pero el drama que se desarrollaría después los empujaría al control y a las políticas del

Estado por medio del más vital de los medios para la subsistencia y la producción agrícola: el agua. Sin agua, la agricultura es imposible en esa tierra semiárida.

Entonces, ¿la restitución del territorio yaqui pertenece al ámbito agrario o al indigenista? Creo que pertenece a los dos e incluso al ámbito político jurídico. Primero, la restitución pertenece a una estrategia indigenista de responder a las demandas y necesidades de un grupo étnico centradas en la posesión de un territorio y el ejercicio de su propio gobierno aunque si bien

La acción indigenista del gobierno de Cárdenas, en el aspecto relativo a tierras, sin dejar de ser notable tuvo escasa dimensión, sobre todo si se compara con la desarrollada en los rubros específicos de promoción social. Dentro de la panorámica global del problema agrario que en forma directa afectaba a los diversos grupos étnicos sólo se alcanzó a impartir justicia –más de carácter histórico que jurídico- a los yaquis de Sonora, los mayas de Yucatán, los tepehuanes de Durango, algunos grupos purépechas o tarascos de Michoacán, pequeños grupos de pames en San Luis Potosí y un reducido número de tarahumaras de Chihuahua. En el caso de otras etnias menos numerosas ya asimiladas culturalmente, los

108

campesinos mestizos, la acción gubernamental sólo tuvo efectos generales dentro del gran proceso de reparto.177

La restitución a la tribu yaqui respondió a una genuina política indigenista que a pesar de otras acciones llevadas a cabo con unos cuantos grupos étnicos se quedó como un hecho aislado por no tratarse de una estrategia sistemática de reparar a todos los grupos étnicos del territorio nacional mexicano. A la par de de la estrategia indigenista se puso en marcha la cuestión agraria, ligada de forma tradicional a los grupos indígenas ―si bien esto habla de un racismo implícito por no poder situar a los indígenas más allá del trabajo de la tierra― por medio de la dotación de implementos para el trabajo agrícola y la cesión de la mitad del agua almacenada en la presa de la Angostura y la construcción de obras hidráulicas complementarias como la ampliación de los canales existentes, estas acciones no tenían otro fin que poner a trabajar a la tribu sus propias tierras e integrarlos a la economía de la región. Por último hay que considerar la cuestión política de la restitución que se circunscribe al ámbito jurídico. Por medio de la legislación que restituyó el territorio a la tribu, se incorporó a ésta al entramado del Estado nacional mexicano y por lo tanto a la nación. Es paradójico que la solución instrumentada por Cárdenas, que engloba la cuestión indígena, agraria y política, consistente en ceder a la centenaria petición de los yaquis haya sido la mejor solución. No fueron las armas, o el exterminio o la exclusión las que solucionaron el problema, nunca lo hacen, sino el acercamiento y el entendimiento y en

última instancia la legislación que colocó a los yaquis dentro de la esfera del Estado y sus instituciones. La restitución atrajo paulatinamente a los yaquis a las instituciones del

Estado mexicano logrando por ese medio la “Paz del Yaqui” que benefició a los propios

177 Everardo Escárcega López (coord.), Historia de la cuestión agraria mexicana.5. El cardenismo: un parte aguas histórico en el proceso agrario nacional 1934-1940, México, Siglo XXI-Centro de Estudios Históricos del agrarismo en México, 1990, p. 187. 109 indígenas, a los pobladores de la región al hacer transitable y estable tan amplio territorio y al propio Estado mexicano que de esta manera podía capitalizar y legitimar su ambigua política indigenista.

4.3 En manos de las instituciones mexicanas.

Por medio del control del agua a través de las presas, los mexicanos lograron crear el fértil

Valle del Yaqui, esto es, todas las tierras al sur del río Yaqui destinadas a la agricultura comercial y que nada tiene que ver con la tribu yaqui. El desarrollo de las tierras yoris, lo que a la postre sería el distrito de riego número 41 en la margen izquierda del río, fue espectacular, ya que si en 1935 como señala Fabila, se sembraron 53 mil has; para el ciclo agrícola de 1952-1953 se sembraron 126 mil has, y diez años después esa superficie se incrementó hasta más de 234 mil has.178 Mientras eso ocurrió en el Valle del Yaqui, para la tribu del mismo nombre las cosas ocurrieron un poco diferente, ya que si en 1939 sembraron casi 3,300 has, para el ciclo agrícola 1952-1953 apenas se rebasaron las 3 mil has y diez años después la cifra había alcanzado las 15 mil has para mantener ese promedio. La cuestión, como veremos, fue el desigual acceso a las aguas del río, a pesar de que los yaquis, en teoría, tenían derecho a la mitad de las aguas de la presa de la Angostura garantizadas por los acuerdos alcanzados entre las dos partes.

Estos datos los he extraído de un técnico mexicano comprometido con la causa yaqui. Eduardo Huarte fue el representante de la Secretaría de Agricultura y Ganadería que recibió el “Distrito de Riego Colonias Yaquis”, que comprendía las áreas susceptibles de irrigación de la Comunidad en 1947. Su obra, publicada en 1976, es imprescindible para saber lo que ocurrió en el fértil Valle del Yaqui en la décadas siguientes a la restitución

178 Ver tabla No. 1. 110 cardenista, porque el río como tal dejó de tener importancia, sustituido paulatinamente por el sistema de presas que se construyeron en las décadas de 1940 y 1950.

Sabemos que para 1948 era ya imposible regar las tierras de los ocho pueblos con el agua de las crecientes del río, y para 1956 el río Yaqui no era más que una serie de pantanos desde Cócorit hasta el golfo y toda el agua que usaban debían pagarla.179 En 1937 comenzó a construirse río arriba la presa de la Angostura, a 400 Km. de Cócorit sobre el río

Babispe, afluente del Yaqui, finalizando su construcción en el año de 1941. Para controlar los escurrimientos del río se empezó a edificar la presa de almacenamiento Oviáchic

(Álvaro Obregón) en el año de 1945, a 40 kilómetros río arriba de Cócorit. Con el sistema de presas controlando el agua del río, los yaquis se vieron imposibilitados para llevar a cabo su tradicional agricultura de autoconsumo sustentada en las cíclicas crecidas del río, y por el contrario tuvieron que someterse a los designios de la burocracia de la banca gubernamental, en este caso, el Banco de Crédito Ejidal. Además, la construcción de la presa Oviáchic produjo un cambio sustancial en la geografía del territorio de la tribu, ya que en el área afectada por la inundación se encontraba el pueblo de Buenavista que se encontraba dentro del territorio restituido. Sus habitantes fueron reubicados en la parte este de la zona yaqui, pero el antiguo pueblo quedó bajo las aguas de la presa. Cuando en 1971 se levantó el Acta de Deslinde, la Dirección de Asuntos Agrarios y Colonización se atuvo a la letra de la Resolución de 1940, sin considerar los efectos en el espacio ocasionados por la presa. De esta manera, la tribu perdió más de 10,000 hectáreas por un legalismo.180

A pesar de tener garantizado el abasto de la mitad de las aguas de la presa de La

Angostura por acuerdos presidenciales, en la práctica éstos no fueron cumplidos por las

179 Edward H. Spicer, Los Yaquis, Historia de una cultura, tr. de Stella Mastrangelo, México, Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, 1994, p. 330 180 Velasco Toro, op. cit., pp. 59-60. 111 instituciones mexicanas. Primero que nada los distritos de riego tenían una diferencia jurídica importante. Mientras el distrito de riego No. 41, o sea, el de los mexicanos fue establecido por acuerdo presidencial del presidente Adolfo Ruiz Cortínez el 16 de diciembre de 1955 y limitado a una superficie de 217,725 has, el distrito No. 18, el de los yaquis, no contó con un acuerdo que lo estableciera y lo limitara.181 De esta manera se delimitó deliberadamente el distrito de riego que correspondía a los yaquis a solamente

20,000 has cuando el potencial de las tierras irrigables de la tribu ascendía a unas 60,000 has en la margen derecha y otras 40,000 en la margen izquierda. Para Huarte “no es aventurado decir que el distrito de riego de Colonias Yaquis tal como se encuentra es una

“Reservación Indígena” insuficiente en la cual se aprisionó a la Tribu Yaqui.”182 A pesar de esto, los integrantes de la comunidad se organizaron en sociedades agrícolas para llevar a cabo la explotación de sus tierras con ayuda financiera del Banco de Crédito Ejidal.

Las sociedades agrícolas se formaron con la asociación de por lo menos tres integrantes, quienes solicitaban al gobernador de su pueblo se les otorgara una porción de las tierras irrigables. El secretario del gobernador redactaba el documento que era entregado por el gobernador a las autoridades del banco junto con dos de los socios de la futura sociedad.183 Esta interacción con el banco fue la primera deuda que contrajeron los yaquis con una institución mexicana y supuso además la integración de la tribu a la vida económica moderna. En teoría, dos de los socios, junto con los técnicos del banco, tomaban las decisiones concernientes a qué cultivos llevar a cabo, pero en la práctica fueron los

últimos quienes tomaban la decisión final.

181 Eduardo Huarte, Apuntes sobre la tribu yaqui y el riego de sus tierras, México, Escuela Nacional de Agricultura, 1976, pp. 76-77. 182 Huarte, op. cit., p. 78. 183 Gouy-Gilbert, op. cit., p. 194. 112

Sumado a las actividades agrícolas de las sociedades, en 1957 se creó la cooperativa pesquera de las Guásimas, que dio origen además al pueblo del mismo nombre, en donde al principio habitaban 33 familias alojadas en pequeñas casas construidas por el gobierno.

Además de los trabajadores yaquis también había un reducido número de pescadores mexicanos que tenían que pagar una cuota semanal. El pueblo de las Guásimas depende administrativa y ritualmente de Belem, cuyo gobernador lleva a cabo la administración de la cooperativa.

Sin disponer libremente del más preciado de los medios para la producción agrícola, no pudieron actuar libremente y como consecuencia quedaron casi como meros ornamentos decorativos, como figuras incorporadas al folclor mexicano por medio de la incorporación de algunas de sus festividades, como la Danza del Venado, o en la bandera de Sonora que incluye a un danzante yaqui de Venado. Otra forma en que el Estado mexicano buscó controlarlos fue por medio de la desarticulación del territorio. En lugar de que el territorio yaqui formara una sola unidad administrativa, éste quedó dividido por los límites de cuatro municipios. El poblado pesquero de Guásimas en el municipio de Empalme; los pueblos de

Huíribis, Rahum, Potam, Pitahaya, Vicam, Torim y Bahía de Lobos en el municipio de

Guaymas; las poblaciones de Bataconcica, Loma de Guamúchil (nuevo asentamiento de

Cócorit) y Loma de Bacum (nuevo asentamiento de Bacum) en el municipio de Bacum; y además una porción del territorio adscrito al municipio de Cajeme. Juego perverso que en la práctica evitó la unidad del territorio y diluyó de esta forma la nación yaqui.

A pesar de estos legalismos, los yaquis permanecieron en su territorio, integrándose a la economía de la región lo mejor que pudieron. La mutilación institucional de su territorio no significó la mutilación de la tribu. A pesar de todo, los yo´emes persisten.

113

Conclusiones.

Cuando di inicio a esta tesis, mi pensamiento era muy simple. Pensaba que la problemática yaqui únicamente englobaba la cronología de una tribu que había luchado por obtener la propiedad de lo que era suyo, pero con el transcurrir de las lecturas y de estas páginas mi pensamiento se transformó radicalmente. Lo primero fue darme cuenta que se trataba de las relaciones de una sociedad nacional representada por la etérea figura del Estado y una nación indígena.

Los yaquis, como hemos podido observar son una cultura que se transformó de un grupo semi sedentario a un conglomerado nacional engullido por una sociedad más extensa que los combatió sin compasión y sin consideración. Es verdad que no se puede generalizar porque siempre existieron y existen personajes y grupos que los han ayudado y se han preocupado por ellos pero definitivamente el balance es negativo para la sociedad mexicana, especialmente las elites políticas y económicas. En este caso, los yaquis sirven para englobar el trato que una sociedad mestiza como la mexicana depara a su faceta indígena. No somos culpables de los actos que cometieron nuestros antepasados pero sí somos responsables de las posibles soluciones que demos a nuestro problema indígena.

Podemos concluir que la historia yaqui se divide en cinco etapas. La primera de ellas es el virreinato de la Nueva España que por la mediación de los misioneros de la Compañía de Jesús significó para los yaquis su introducción al mundo occidental, que como vimos en la primera parte de este trabajo fue benéfica por haber incorporado facetas de la vida novo hispana de manera voluntaria que los fortaleció como conglomerado nacional, transformándose en el proceso sin perder sus cualidades, aunque no escaparon de la explotación llevada a cabo por los misioneros.

114

La segunda etapa que los yaquis afrontaron fue el surgimiento de México como país independiente, donde la ideología liberal de corte individualista se enfrentó a la visión comunal de los indígenas en general. En esta etapa, primero tuvieron que defender su forma de autogobierno, después su territorio y por último su existencia misma ante la presión del porfiriato que casi los aniquiló. En la segunda mitad del siglo XIXI

“el nacionalismo proclamado en las esferas del gobierno y en las instituciones del Estado adquirió un cariz intolerante y represivo. Las clases dirigentes, al hacer suyo el modelo europeo de nación, demandaron que las etnias, las comunidades y los grupos tradicionales que coexistían en el país se ajustaran a ese arquetipo. Así, cuando los indígenas o los campesinos no se avinieron a esas demandas, el gobierno descargó todo el peso del Estado sobre ellos y llegó al extremo de aniquilar a los pueblos que opusieron resistencia al proyecto centralista.184

La tercera etapa fue la de la Revolución Mexicana que dividió a la tribu en bandos antagonistas aunque los dos persiguieran el mismo fin, recuperar la propiedad de su territorio. A pesar de la participación directa de una fracción de la tribu en el proceso revolucionario no lograron obtener lo que para ellos era un fin en sí mismo, la tierra. Lo que si obtuvieron fue la presencia en la mente de los caudillos militares así como el conocimiento de algunos de ellos, lo que a la postre les ayudó para negociar con el Estado cardenista.

La cuarta etapa para los yaquis fue el cardenismo. En este breve periodo de tiempo, la tribu recuperó el control de buena parte de su antiguo territorio, si no todo el que recordaban les pertenecía, sí el más importante por ser este el de mayor significado simbólico y ritual para la etnia, asiento de la Sierra del Bacatete y de 6 de los 8 pueblos tradicionales. Como vimos, la restitución llevada a cabo por el gobierno de Lázaro

Cárdenas no se puede catalogar únicamente como un reparto hecho al calor de la reforma

184 Florescano, op. Cit., p. 16. 115 agraria sino como una genuina política de corte indigenista por atender más a las propias cuestiones de una etnia indígena que a una lógica agraria para hacer producir la tierra. De esa restitución se desprenden dos problemas. A los yaquis no se les atendió en su problemática como indígenas sino como agricultores y ejidatarios por los posteriores gobiernos al de Lázaro Cárdenas. Y a pesar del sitio preponderante que lograron alcanzar en las mentes de los gobernantes mexicanos nunca tuvieron acceso a los medios necesarios para su propio desarrollo, más que nada al vital líquido almacenado en las presas. La acción cardenista de restituir un territorio tan extenso significó la incorporación de la nación yaqui al entramado político jurídico del Estado mexicano. La restitución del territorio queda así enmarcado en tres componentes que se complementan: política agraria, política indigenista y política jurídica. La incorporación que se logró por medio de la restitución resultó ser la mejor herramienta para superar el obstáculo de la rebelión y la diferenciación de los yaquis frente a la nación mexicana. Al darles en posesión su territorio, el estado mexicano dio solución jurídica al asunto incorporándolos por la vía legislativa y administrativa al amparo del poder ejecutivo del Estado. También, cuando Cárdenas atendió más a las necesidades específicas de la etnia que se resumían en la conservación de su territorio y la práctica de su gobierno atendió a una política de corte indigenista. No fue sino hasta 2001 que se reconoció y se sancionó legalmente la existencia de los pueblos indígenas con la reforma que se hizo al artículo 2º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que los incorpora como sujetos políticos con necesidades y características especiales. La diferencia se incorporó y se reconoció en la unidad. La práctica anterior había sido la homogeneización por medio de la lengua castellana y las costumbres para lograr una supuesta unidad. La cuestión agraria quedó zanjada cuando se les atendió primero en sus

116 necesidades como grupo indígena y después por medio de la incorporación jurídica. Una vez que poseyeron el territorio pudieron dedicarse a laborar la tierra.

La quinta etapa, tiene que ver con la relación entablada con el Estado posterior al gobierno de Cárdenas, donde se llevará a la práctica la política agraria por medio de la conformación de sociedades ejidales sujetas a los designios de la burocracia federal.

Gobiernos menos sensibles a las necesidades de las comunidades indígenas aunque no por eso gobiernos omisos, aunque fuera en el discurso. Por medio de la incorporación al sistema nación mexicano los yaquis perdieron su cualidad guerrera pero no sus características culturales. Si a pesar de los prejuicios se les llegó a considerar la mano de obra vital de la región durante todo el siglo XIX y principios del XX, a partir de la década de 1950 y hasta la fecha han adquirido una reputación ambigua de flojos y borrachos pero también de trabajadores eficaces por los habitantes de la región.185 Es posible que esto se deba a que la tribu se acostumbró a recibir mucho por parte de los gobiernos mexicanos sin que estos estuvieran obligados a ello.

Como espero haber podido demostrar, entre los yaquis y los mexicanos se produjo una verdadera relación entre una nación indígena y un Estado nacional. Esto toma mayor importancia dada la frágil situación que algunos grupos étnicos padecen hoy en día tales como los tarahumaras totalmente marginados en las sierras de Chihuahua o el de los huicholes a los que se les quiso quitar uno de sus lugares sagrados precisamente por no ser propietarios de ese territorio; lo poseen por una sanción de la costumbre pero jurídicamente no es suyo como sí lo es el de los yaquis. En esto estriba la excepcionalidad de los yaquis.

No debemos olvidar la brutalidad que costó unificar a nuestra nación, brutalidad que en su mayoría sufrieron los grupos étnicos en mayor medida, aunque también fueron

185 Un conocido del que escribe que vivió en Guaymas, así se refirió a ellos. 117 víctimas de la unidad los pueblos de campesinos o las poblaciones negras de las costas.

Esta es una tarea primordial de los historiadores en la actualidad, cuando México como idea parece naufragar ante la mediocridad y la corrupción endémica de sus elites porque “la esencia de una nación es que todos los individuos tengan muchas cosas en común y que todos hayan olvidado muchas cosas.”186 El olvido es importante para que las viejas heridas no supuren, pero hay momentos en que hay que recordar para explicar de dónde venimos y a donde vamos.

Epílogo

Después de la década de 1960 los yaquis se han mantenido laborando sus tierras siendo una parte activa de la sociedad sonorense. A pesar de los intentos de los mexicanos por aculturarlos completamente, esos esfuerzos han sido infructuosos. Dueños de su territorio no han vuelto a rebelarse, además de que una actitud tan bélica es ya imposible.

Los yo´eme trabajan actualmente como agricultores que cultivan trigo, maíz, frijol cártamo, soya, alfalfa, hortalizas y forrajes; los que se emplean como pescadores obtienen camarón, corvina, lisa, pulpo y ostión; además también los hay que son ganaderos que crían ganado bovino, ovino y caprino.

Pero, dados los resultados ambivalentes de las cooperativas, de la limitación de la tierra por el control del agua del río también se encuentra presente el fenómeno de la renta de tierras a agricultores yoris de Ciudad Obregón así como la presencia de los yaquis a lo largo del estado como trabajadores asalariados.

186 Renan, op. Cit., p. 66. 118

Por su grado de producción, escolaridad y alfabetización se encuentran más cerca de los sectores yoris de clase media y baja que de otros grupos étnicos como los seris, los tarahumaras o los mayos.187

A pesar de la penetración de las instituciones mexicanas y de los mexicanos en su territorio, los yaquis siguen conservando los elementos esenciales de su cultura como los son las autoridades civiles, religiosas y militares.

Los pueblos tradicionales funcionan como cabeceras a las que se adscriben las rancherías de las inmediaciones. Cada pueblo cuenta con su conjunto de autoridades que mantienen el gobierno de la etnia. Las autoridades civiles deciden sobre los problemas internos de la comunidad (económicos, de justicia, entre otros.) Las autoridades civiles presiden las asambleas comunales que se efectúan cada domingo además de estar presentes en las ceremonias religiosas más importantes. Otra función relevante es la mediación que llevan a cabo entre la comunidad y los agentes particulares o gubernamentales del mundo no indígena. “Los cargos que forman la jerarquía de autoridades con funciones civiles son: primer cobanao (gobernador), segundo cobanao, tercer cobanao, cuarto cobanao, alawasin, secretario y pueblo yo´ewe (éste último es el consejo de “pasados”, es decir, gente que ha ocupado los cargos más altos de la jerarquía y después funciona como un consejo de ancianos.”188

Otra de las características de los yaquis es que practican un catolicismo popular centrado en las figuras de Jesús y la Virgen María que está impregnado de su cosmovisión y de sus mitos. Esto no excluye la presencia de sacerdotes de la iglesia católica que ofician y administran sacramentos en los templos de los pueblos pero la mayor parte de las

187 Andrés Ortiz, Yo´eme: los que hablan fuerte, México, Uribe y Ferrari Editores/Ediciones La Vasija, 2007, p. 13. 188 Ortiz, op. Cit., p. 21. 119 decisiones y las acciones rituales son llevadas a cabo por las agrupaciones religiosas de los yaquis. Las autoridades religiosas ofician las ceremonias de los difuntos, apoyan a los fiesteros en las celebraciones patronales de cada pueblo, asisten en las ceremonias de bautizos, bodas, comuniones así como en las ceremonias de iniciación de nuevos miembros de las jerarquías civil, religiosa y militar.

La jerarquía religiosa está compuesta por “maestro yo´owe (que conduce los oficios en ausencia del sacerdote), temastian (que cuida el templo y las imágenes), cantoras

(mujeres que cantan y rezan en las ceremonias), kiyohtei (mujeres que tienen a su cargo los altares y templos), tenanchi (grupo de mujeres jóvenes que portan las banderas) y los matachines (danzantes que tienen a su cargo el culto a la Virgen).189

Por último, es importante señalar que los yaquis conservan una estructura de tipo militar, aunque en la actualidad son cargos simbólicos que más que nada se encargan de mantener el orden durante las fiestas y ceremonias. La jerarquía militar está compuesta de

“capitán yo´owe (capitán mayor), teniente, sargento, cabo, banteo (abanderado) o alpes

(alférez), tampaleo (tamborilero) y soldados.”190 Los asuntos de orden público son ahora manejados en gran medida por la policía estatal.

Estos tres aspectos, civil, religioso y militar indican el vigor que todavía conservan como nación, aunque la aculturación sea un fenómeno presente, ya que de esta forma mantienen sus estructuras tradicionales lo que les permite seguir afirmándose como grupo nacional.

189 Ortiz, op. Cit., p. 28 190 Ortiz, op. Cit., p. 22 120

Uno de los elementos más distintivos de la cultura yaqui es la danza ritual de la

Pascola y del Venado. La primera es de un corte más informal que la del Venado que sólo se ejecuta en las ocasiones ceremoniales.

En la actualidad los yaquis cuentan con números demográficos estables, se encuentran diseminados por la geografía sonorense aunque la concentración en los 8 pueblos es importante. Con cifras del censo de 1990, los yaquis sumaban unos 21,300 integrantes. Si recordamos que para finales del porfiriato había menos de 4000, sus números actuales indican una recuperación de su demografía.

En la actualidad los yaquis se encuentran dueños de su territorio, pero un nuevo proyecto hidráulico amenaza la estabilidad de la región. Éste es el proyecto denominado

“Acueducto Bicentenario” que busca desviar el agua almacenada en las presas del río

Yaqui hacia Hermosillo. Este proyecto no solo afectará a los yaquis sino a los habitantes de

Cd. Obregón que verán así perjudicadas sus actividades agrícolas, tan importantes para la vida económica de la región como para la economía nacional.

Si bien los yo´eme ya no son aquellos indios aguerridos que encontraron los españoles ni aquellos indómitos guerreros del porfiriato y la revolución, lo más importante es que permanecen siendo yaquis.

121

Anexo Tabla 1 Superficie cosechada con las aguas del río Yaqui191 Ciclo Agrícola Distrito No. 41 Distrito No. 18 1948-1949 665 1949-1950 1,646 1950-1951 2,077 1951-1952 3,177 1952-1953 126,081 3,023 1953-1954 154,427 5,907 1954-1955 209,509 5,940 1955-1956 213,232 5,573 1956-1957 221,848 6,653 1957-1958 212,594 6,961 1958-1959 226,492 12,433 1959-1960 220,648 8,830 1960-1961 258,916 11,126 1961-1962 255,610 10,403 1962-1963 234,853 15,002 1963-1964 256,079 16,430 1964-1965 244,953 17,178 1965-1966 213,325 15,391 1966-1967 291,041 14,838 1967-1968 309,461 16,628 1968-1969 328,624 15,913 Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, Oficina de Coordinación #6442, 15/sept./1971

Tabla 2 Superficie regada y volúmenes utilizados Distrito de riego No. 41 “Río Yaqui” Distrito de riego No. 18 “Colonias Yaquis” Ciclo Superficie Volumen Lamina Superficie Volumen Lamina Regada Millones Bruta Regada Millones Bruta (has) de m3 (has) de m3 1957-1958 212,765 1869.410 0.88 7,517 85.559 1.14 1958-1959 226,791 1956.161 0.86 14,864 147.135 0.99 1959-1960 221,580 2178.401 0.98 9,995 125.236 1.26 1960-1961 259,457 2553.064 0.98 12,374 189.673 1.53 1961-1962 255,763 2239.946 0.88 10,974 142.158 1.29 1962-1963 225,935 1978.203 0.88 15,072 191.994 1.27

191 Eduardo Huarte, Apuntes sobre la Tribu Yaqui y el riego de sus tierras, Escuela Nacional de Agricultura, 1976, p. 90

122

1963-1964 247,106 2161.257 0.88 16,650 227.017 1.36 1964-1965 239,257 2206.752 0.92 17,311 207.607 1.20 1965-1966 205,684 2050.129 1.00 15,736 209.220 1.33 1966.1967 15,020 222.427 1.48 1967-1968 203,803 2091.795 1.03 14,450 170.904 1.18 1968-1969 202,213 3046.452 1.51 15,290 202.099 1.32 Nota.- Comprende: Superficie con un solo cultivo y con dos cultivos en el ciclo agrícola.192

192 Eduardo Huarte, Apuntes sobre la Tribu Yaqui y el riego de sus tierras, Escuela Nacional de Agricultura, 1976, p XVI 123

Documento 1 Carta de la Comunidad Indígena Yaqui al Presidente Lázaro Cárdenas “Al margen izquierdo un sello con el Escudo Nacional que dice: Estados Unidos Mexicanos.TRIBU YAQUI.Pueblos Vicam.GOBERNADOR.Al centro: Al C. Presidente de la República.Lázaro Cárdenas.Palacio Nacional.México, D. F., Tenemos el alto honor de poner en su superior conocimiento de usted que desde hace muchos años esta Tribu Yaqui ha sufrido mucho. Desde el año de 1533, fecha en que los españoles empezaron la guerra con el Yaqui, y después en el año de 1838, principiaron una guerra tenaz contra esta Tribu Yaqui para traicionarla; es decir, para acabar con el Yaqui, no es porque vivían tranquilos, nada más porque hombres blancos ambiciosos que están radicados en el Yaqui esos hombres dan malas noticias al Gobierno, titulan de bandidos al Yaqui siendo ellos mismos los promotores de todo, hasta la fecha siguen con la misma idea que tienen contra esta Tribu Yaqui, según tenemos conocimiento que en la región del Yaqui todavía existen los porfiristas del Gobierno pasado, que tienen expropiado gran extensión de terrenos que pertenecen a esta Tribu Yaqui, por lo que frecuentemente estamos en pleitos con el Gobierno de antaño de Sonora. Los terrenos expropiados por los blancos que a continuación expresamos, el campo denominado los Guarachis está ocupado por un señor de nacionalidad extranjera cuyo nombre no reconocemos, en el campo que le dicen Palo Parado también está ocupado por unos blancos, así como también el pueblo de Bacum y el de Cócorit son terrenos que pertenecen a esta Tribu Yaqui, actualmente ocupados por los yoris, y por último el punto denominado Cajeme que actualmente le nombran C. Obregón los terrenos que tienen cultivados en aquel lugar y que están ocupados por los blancos, son propiedades de la Tribu Yaqui, por lo que los Gobernadores de los ocho pueblos así como todo el pueblo en general rogamos a usted muy respetuosamente a fin de que los terrenos que nos fueron quitados en épocas pasadas por los hombres ambiciosos que nos sean devueltos de una manera definitiva, para el progreso de la Tribu Yaqui, como lo han publicado en el periódico Universal de 14 de diciembre del año pasado, ya que el gobierno de su digno cargo quiere que vivan tranquilamente el Yaqui, solamente de esa manera puede progresar la Tribu Yaqui sin que lo molesten para nada, por lo que esta Tribu Yaqui los Gobernadores de los ocho pueblos así como pueblos en general, jefes, oficiales y tropa quedan muy agradecidos de usted.Reitero a usted mi atenta consideración.Sufragio Efectivo. No Reelección.Vicam, R.Y. Son., a 17 de febrero de 1937.El Gobernador de la Tribu Yaqui.Ignacio Lucero.Rúbrica.”193

Documento 2 Carta de Lázaro Cárdenas al pueblo Yaqui “Al C. Ignacio Lucero, Gobernador de la Tribu Yaqui. Vicam, R. Y., Son.México. He tenido el gusto de recibir a la Comisión presidida por el C. Capitán 1º Porfirio Buitimea que en representación de los Gobernadores, Jefes, Oficiales y Tropa y Pueblos en general de la Tribu Yaqui, ha venido a traerme un cordial saludo, que mucho les agradezco,

193 Claudio Dabdoub, op. cit., p. 223-224 124 esperando tener la satisfacción de visitarlos en el próximo viaje que haré al Estado de Sonora. De manos del propio Capitán Buitimea he recibido la solicitud que hace usted a nombre de toda la población Yaqui, para que le sean devueltos los terrenos que manifiestan han pertenecido a la propia Tribu Yaqui. El gobierno que presido desea que impere la justicia en todas partes y se empeña particularmente en que toda la población indígena del Territorio Nacional, entre en posesión definitiva de las tierras a que tienen derecho, y se les den las garantías necesarias, que disfruten de paz y que puedan con su propio esfuerzo y con la ayuda del Gobierno, mejorar sus condiciones culturales y económicas para bien de toda la familia mexicana. Con relación a la Tribu Yaqui, el Gobierno reconoce que la actitud Bélica de ustedes desde la época de la Conquista, fue siempre justa defensa de sus tierras; parte de cuyas tierras han venido pasando a poder de distintas personas por venta o donación que hicieron gobiernos anteriores. Actualmente nos encontramos que en la zona del Yaqui existe una numerosa población que posee pequeñas fracciones de tierras y otros que no poseyendo nada, esperan que el gobierno aplique la Ley Agraria en las propiedades afectables de la región del Yaqui, como en Cajeme y otros pueblos. Sin embargo, como existen grandes extensiones de tierras que ni la Tribu ni la demás población alcanzan a cultivar, el Gobierno considera que a la Tribu Yaqui debe ponérsele en posesión definitiva de todas las propiedades y aguas que les sean suficientes para la población que cuenta hoy radicada en Sonora y también para los contingentes yaquis que por distintas causas se encuentran fuera del Estado. Y al efecto una comisión designada por este Ejecutivo, está por terminar el estudio sobre la extensión que deberá reconocerse a ustedes como de su exclusivo aprovechamiento. A la fecha se está construyendo la Presa de la Angostura, sobre el Río Yaqui, presa que dará el agua necesaria para irrigar las tierras, proponiéndose el Gobierno llevar a cabo en toda la extensión que se señale a la Tribu Yaqui, así como en las tierras de la demás población, nuevos canales de irrigación, vías de comunicaciones, saneamiento, escuelas y todo aquello que pueda ayudar a mejorar sus condiciones de vida. El Gobierno ve con agrado y con profunda simpatía que la Tribu Yaqui se esté dedicando a aumentar día a día el cultivo de las tierras, y los felicita por ello, ya que esta línea de conducta de ustedes viene a justificar una vez más el concepto que tiene el Gobierno de la Revolución sobre la moral y capacidad de nuestra raza indígena. El Gobierno Federal está desarrollando un programa de mejoramiento en el seno de todas las tribus indígenas del país, pero para su eficaz realización es indispensable terminar con las divisiones, odios y rencores que por culpa de otras generaciones, y también por egoísmos y pasiones de la generación de hoy, han venido prevaleciendo hasta nuestros días. En el caso especial de la Tribu Yaqui, debe tomarse en consideración que los sacrificios y vidas que perdieron durante el largo periodo de lucha armada, fueron por igual de una y otra parte y que las consecuencias de aquella lucha, deben darse por liquidadas ya, para que las nuevas generaciones no hereden las dificultades y las injusticias de sus mayores actuando en lo sucesivo con un espíritu de cordialidad para bien de toda la familia mexicana. En la visita que haga a Sonora platicaré con ustedes y con los vecinos radicados en los pueblos del Yaqui, para dejar terminado este serio problema que ha subsistido por siglos y por el que se han sacrificado esfuerzos de toda la nación; esperando encontrar en 125 ustedes mismos un espíritu de comprensión y contar también con la cooperación de todo el pueblo de Sonora a fin de que logremos hacer surgir en toda la región del Yaqui, pueblos prósperos en que prive la confianza y la alegría.Reitero a ustedes las seguridades de mi estimación.Sufragio Efectivo, No Reelección.México, D. F., septiembre 26 de 1937.El Presidente de la República, Lázaro Cárdenas.”194

Documento 3 Resolución que Titula definitivamente y precisa la ubicación de los terrenos que se restituyen a la Comunidad Indígena Yaqui, del Estado de Sonora.

Al margen un sello que dice: Poder Ejecutivo Federal. Estados Unidos Mexicanos. México. Departamento Agrario.

VISTOS el acuerdo presidencial dictado el 27 de octubre de 1937, restituyendo las tierras de riego, pastos, montes y cerriles, reconocidas a la Comunidad Indígena Yaqui, del Estado de Sonora, y las disposiciones presidenciales de 10 y 12 de junio de 1939, sobre el mismo asunto, se expide la presente resolución en donde se precisan los puntos a que se sujetará el deslinde y amojonamiento de las tierras que se restituyen y que servirá de titulación definitiva a favor de los núcleos de población de la propia Comunidad, de acuerdo con las disposiciones relativas del artículo 27 de la Constitución General de la República y Leyes Reglamentarias sobre la materia:

PRIMERO. Ajustándose al plano aprobado y suscrito por este Ejecutivo Federal, plano que se anexa como complemento de esta resolución, el deslinde y amojonamiento de las tierras que se restituyen a la Comunidad Indígena Yaqui, Sonora, se ejecutará siguiendo los linderos que a continuación se precisan: a partir de la punta sur de la isla de Lobos, con rumbo noreste, hasta llegar al vértice suroeste del cuadrilátero de San José; de este punto, con rumbo norte, por el lindero occidental del cuadrilátero mencionado, se pasa al río, aguas arriba, hasta llegar al punto en que esta margen cruza el lindero sur de los terrenos de Buenavista; de este cruce, siguiendo el lindero sur señalado, hacia el poniente, hasta la esquina suroeste de los referidos terrenos de Buenavista; de este punto, por todo el lindero occidental de los repetidos terrenos de Buenavista, con rumbo noreste, hasta la esquina noroeste de esos mismos terrenos; de este punto, en línea recta, con rumbo noroeste, hasta llegar al lugar denominado Sahuaral; de este punto, línea recta, con rumbo noroeste hasta el picacho Moscobampo, de este punto línea recta con rumbo suroeste, pasando por la estación del Ferrocarril Sud-Pacífico llamada “Las Guásimas”, hasta el litoral del Golfo de California, incluyendo la isla de Lobos, hasta llegar al punto de partida.

SEGUNDO. La Comunidad Indígena Yaqui podrá disponer cada año agrícola, hasta de la mitad del caudal que se almacenará en la presa de La Angostura, para fines de riego de sus propias tierras

194 Claudio Dabdoub, op. cit., pp. 224-225 126

Las extracciones deberán corresponder a las necesidades agrícolas de su zona irrigable en la margen derecha del citado río, independientemente del aprovechamiento de las aguas no controladas en la presa La Angostura El derecho que se otorga a la comunidad Indígena Yaqui de dichas aguas, autoriza a los núcleos de población de la misma Comunidad, a disponer de las aguas que les correspondan a medida que las tierras de su propiedad que vayan abriendo al cultivo, lo requieran.

TERCERO. El Departamento Agrario designará desde luego el personal que se encargue de ejecutar el deslinde y amojonamiento a que se contrae el punto primero, cuyos trabajos están gestionando se realicen, los comisionados de la Comunidad.

CUARTO. La Secretaría de Agricultura y Fomento comisionará también personal que, conjuntamente con el designado por el Departamento Agrario, lleve a cabo esos trabajos de deslinde y amojonamiento y dé cumplimiento a los acuerdos y disposiciones presidenciales dictadas a favor de la Comunidad Yaqui, encomendados a dicha Secretaría.

QUINTO. La presente resolución sirve de titulación definitiva a favor de los núcleos de población de la Comunidad Indígena Yaqui, de los terrenos especificados en el punto primero de la misma.

A treinta de septiembre de mil novecientos cuarenta.El Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. El jefe del Departamento Agrario195

195 Comunidad Indígena Yaqui, op. cit., p. 17-19 127

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