El Tomismo Agustiniano De Los Dominicos Españoles. Tomás De Lemos Y La Referencia a San Agustín En Tiempos De Las Congregaciones De Auxiliis1
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CRITICÓN, 111-112, 2011, pp. 191-213. El tomismo agustiniano de los dominicos españoles. Tomás de Lemos y la referencia a san Agustín en tiempos de las Congregaciones de auxiliis1 Sylvio Hermann De Franceschi École Pratique des Hautes Études, Paris Iniciada tres siglos y medio tras el advenimiento del cristianismo, la disputa sobre la gracia conoció un momento de polémica de rara intensidad entre el final del concilio de Trento y finales del siglo xviii2. Al recorrer los varios miles de páginas dedicadas entonces al análisis de la delicada cuestión de las relaciones entre la gracia divina y el libre albedrío humano, no se puede sino asentir al juicio del teólogo católico alemán Johannes Stöhr, quien, en el año 1980, no dudaba en considerar que ninguna de las grandes disputas teológicas de la época moderna había conocido historia más dramática ni más contrastada que la controversia de auxiliis diuinæ gratiæ3. Obsesionada por la querella jansenista, la historiografía suele repartir en tres grupos las sensibilidades en presencia a mediados del siglo xvii. Primero, los molinistas, defensores oficiales de la doctrina de la Compañía de Jesús, y que se habían sumado a las tesis del jesuita español Luis de Molina (1535-1600), autor de una novedosa, aunque discutible, Concordia liberi arbitrii cum gratiæ donis (1588)4, donde se afirmaba la idea de una gracia suficiente generalmente conferida a los hombres post merita præuisa y cuya suficiencia5, 1 Traducción de Cécile Iglesias (Université de Bourgogne). 2 Para un planteamiento sintético y reciente, véase Quilliet, 2007. 3 Véase Stöhr, 1980, p. 1. 4 Molina, Concordia liberi arbitrii cum gratiæ donis, diuina præscientia, prouidentia, prædestinatione et reprobatione ad nonnullos primæ partis D. Thomæ articulos. Acerca de Molina y el molinismo, véanse Hentrich, 1928; Vansteenberghe, 1929; Lurz, 1932; Stegmüller, 1935; y más recientemente Knebel, 1991, Renault, 1998, y Lehner, 2007. 5 Sobre la noción teológica y filosófica de suficiencia, véase Chenu, 1933. CRITICÓN. Núm 111-112 (2011). Sylvio Hermann De Franceschi. El tomismo agustiniano de los dominicos españoles ... Centro Virtual Cervantes 1 9 2 SYLVIO HERMANN DE FRANCESCHI Criticón, 111-112, 2011 que alcanzaba plena eficacia mediante el asentimiento del libre albedrío, era evaluada por Dios gracias al ejercicio de una ciencia media (scientia media) que le otorgaba el conocimiento de los futuros contingentes. En segundo lugar, los agustinianos, partidarios de un regreso a la pura doctrina de San Agustín y discípulos del difunto obispo de Ypres, Cornelio Jansen (1585-1638), más conocido bajo su nombre latinizado Jansenius, cuyo famoso y cuestionable Augustinus, publicado en 1640 en Lovaina, negaba que hubiera, in statu naturæ lapsæ, auxilio suficiente alguno fuera de los eficaces6. Por fin, los tomistas, tradicionalmente, aunque no de forma exclusiva, vinculados a la orden dominicana, aduladores implacables de la doctrina de santo Tomás de Aquino, y según los cuales era preciso salvar, contra las peligrosas innovaciones de los jesuitas, una doctrina que mantuviera intacta la idea de una gracia eficaz de por sí, así como la tesis de la predestinación gratuita, es decir, ante merita præuisa7: si admitían, con alguna reserva, la existencia de una gracia suficiente, los tomistas también afirmaban la necesidad de una gratia se ipsa efficax para la realización de cada acto de piedad (ad omnes et singulos pietatus actus), auxilio cuya naturaleza era la de una premonición —o predeterminación8— física9, y no moral, noción con que caracterizaban, respetando el axioma tomasiano que hacía de Dios la causa primera, la intervención divina que permite a la voluntad humana pasar del acto primero, es decir, de la simple potencia, al acto segundo, es decir, a la acción misma. La distinción entre estas tres corrientes, la molinista, la agustiniana y la tomista, se impuso de tal manera que acabó ocultando que en su origen el debate tan sólo oponía a los jesuitas frente a los dominicos. Tras la publicación de la Concordia de Molina, la orden de Predicadores, encabezada por el teólogo Domingo Báñez (1528-1604)10, había iniciado en España una campaña muy virulenta y polémica contra la Compañía de Jesús. Tomando nota del inextinguible enfrentamiento entre las dos familias religiosas, el Papa Clemente VIII decide evocar el asunto en la Corte de Roma. El 2 de enero de 1598 se abren las Congregaciones de auxiliis destinadas a permitir a las dos partes que expongan sus respectivos puntos de vista en el marco de debates contradictorios11. Sin embargo, la 6 Jansenius, Augustinus, seu Doctrina S. Augustini de humanæ naturæ sanitate, ægritudine, medicina, aduersus Pelagianos et Massilienses. Para una introducción a la historia de la querella jansenista, consúltese la monografía clásica de Cognet, 1961. Sobre Jansénius, véase Orcibal, 1989. 7 Sobre la fortuna del tomismo en la época moderna, consúltese Cessario, 1999 y Berger, 2001. Véanse también las valiosas puntualizaciones de Schmutz, 2000a y 2008. Consúltense también Lécrivain, 2003, y De Franceschi, 2006. 8 Sobre la noción tomasiana de predeterminación, véase Congar, 1934. 9 Para una presentación sintética del debate teológico en torno a la noción de premoción física, véanse Garrigou-Lagrange, 1936 y 1946, así como Michel, 1941. Consúltese también Barzaghi, 1993, y, obviamente, el estudio hoy clásico de Lonergan, 1971. 10 Sobre Báñez, véase García Cuadrado, 1998 y 1999. Consúltense asimismo los trabajos clásicos de Beltrán de Heredia, 1922-1923, 1927, 1928, 1933 y 1968. Véase también Carro, 1928. 11 La bibliografía dedicada a la historia de las Congregaciones de auxiliis es abundante pero antigua. Véanse primero las dos referencias pioneras de [Serry], Historiæ Congregationum «de auxiliis diuinæ gratiæ» sub Summis Pontificibus ClementeVIII et PauloV libri quatuor, quibus etiam data opera confutantur recentiores huius historiæ deprauatores, auctore Augustino Le Blanc (Lovaina, 1700) y de [De Meyere], Historiæ controuersiarum de diuinæ gratiæ auxiliis sub Summis Pontificibus SixtoV, ClementeVIII et Paulo V libri sex quibus demonstrantur ac refelluntur errores et imposturæ innumeræ quæ in «Historia Congregationum de Auxiliis» edita sub nomine Augustini Le Blanc notatæ sunt, et refutantur «Acta omnia» CRITICÓN. Núm 111-112 (2011). Sylvio Hermann De Franceschi. El tomismo agustiniano de los dominicos españoles ... Centro Virtual Cervantes EL TOMISMO AGUSTINIANO DE LOS DOMINICOS ESPAÑOLES 1 9 3 interminable sucesión de sesiones no da lugar a un acuerdo final, y el Papa Pablo V, sucesor de Clemente VIII tras el breve pontificado de León XI, debe clausurar las reuniones el 28 de agosto de 1607, día de San Agustín, con un indeciso abandono del proceso. Ni los molinistas, ni los tomistas pueden jactarse de gozar del favor del magisterio romano. Entonces se pensó que la solución de la disputa implicaba volver a considerar atentamente los textos de San Agustín. Emprende tal hazaña Jansenio cuando redacta su Augustinus. Rápidamente alertados, los jesuitas pasan a la ofensiva y consiguen que la Santa Sede condene la obra del fundador del jansenismo12. Estrictamente agustinianos, o al menos así lo pretendían ellos, los jansenistas buscaron aliados católicos, y pensaron hallarlos entre los adeptos de la Escuela de santo Tomás. Perceptible desde finales de los años 1640, la táctica de un acercamiento con los tomistas se afirma de manera muy marcada tras la campaña de las Cartas provinciales (1656-1657); permite demostrar la ortodoxia de los discípulos de Jansenio poniendo de realce su conformidad con el tomismo de gratia, así como buscar el apoyo de los dominicos en la lucha que se están librando agustinianos y molinistas. Tal estrategia, por lo demás, será retomada constantemente por los jansenistas hasta finales del siglo xviii13, a pesar, hay que reconocerlo, de una absoluta ausencia de resultado que no deja de ser asombrosa. Aunque sorprendente, tal forma de actuar no resultaba tan imprevisible como podía parecerlo en un primer momento. Puesto que los defensores de Jansenio afirmaban, con bastante razón, que santo Tomás no había hecho sino retomar las principales posturas de San Agustín de gratia, escudarse tras la autoridad del Aquinate no les parecía contradictorio con la deferencia que profesaban para con el glorioso obispo de Hipona. Más aún, repetían ellos, los tomistas se habían mostrado ardientes defensores del Doctor de la Gracia, en los tiempos de las Congregaciones de auxiliis, al intentar anegar las pretensiones desaforadas de un molinismo culpable de semipelagianismo. Al negarse a tomar abiertamente partido por la causa jansenista, los dominicos manifestaban su inconsecuencia teológica; traicionaban una causa doctrinal olvidándose de que había sido y debía permanecer suya14. De ahí las acérrimas palabras dirigidas, en la Segunda Provinciale, por un jansenista a un hermano predicador: Vamos, Padre, su orden recibió un honor del que poco cuida. Abandona esta gracia que le había sido entregada y que nunca fue abandonada desde la creación del mundo. Esta gracia victoriosa, que esperaron los patriarcas, que predijeron los profetas, que trajo Jesucristo, que predicó san Pablo, que explicó San Agustín, el mayor de los Padres […], que sostuvo santo Tomás, el Ángel de la Escuela, que transmitió él a su orden, que mantuvieron tantos de vuestros Padres, y defendieron sus religiosos con tanta gloria bajo los Papas Clemente y Pablo, earumdem Congregationum quæ sub nomine Fr. Thomæ de Lemos prodierunt (Amberes, 1705).