(1631) Hicieron De Las Enseñanzas De San Agustín Contra Las Tesis De Luis De Molina1
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CRITICÓN, 118, 2013, pp. 81-97. Agustinismo y molinismo Del uso que los Salmanticenses (1631) hicieron de las enseñanzas de San Agustín contra las tesis de Luis de Molina1 Sylvio Hermann De Franceschi École Pratique des Hautes Études, Paris La catolicidad de la época moderna ha asistido al desarrollo lancinante y peligroso de una intensa controversia doctrinal en torno a la relación que mantienen gracia divina y libre arbitrio2. El resurgir de una polémica que había agotado las fuerzas de San Agustín cuando se enfrentó al monje Pelagio se debió, claro está, a la necesidad de contestar a los predestinacionismos luterano y calvinista, pero también a la necesidad de proponer una puesta al día de la teología católica que tuviera en cuenta las prescripciones formuladas por los padres tridentinos en el 4º canon del decreto De iustificatione, promulgado el 13 de enero 1547, en la 6a sesión del concilio. En este canon parecía que se afirmaba que la voluntad humana era capaz de oponer resistencia al socorro divino: «Si alguno dijere que el libre albedrío del hombre movido y excitado por Dios nada coopera asintiendo a Dios que le excita y llama para que se disponga y prepare a lograr la gracia de la justificación y que no puede disentir, aunque quiera, sino que como un ser inanimado nada absolutamente obra, y solo se ha como sujeto pasivo, sea excomulgado3». El jesuita español Luis de Molina (1535-1600)4, profesor de la Universidad de Évora en Portugal, quiso obedecer esta conminación elaborando en su 1 Traducción de Marina Mestre Zaragozá. 2 Para una presentación sintética de la historia de la controversia, véase Rondet, 1948, y más recientemente, Quilliet, 2007. 3 Denzinger-Schönmetzer, 1976, n. 1554, p. 378. 4 Sobre Molina y el molinismo, véase Vansteenberghe, 1929. Véase también Lurz, 1932, y Stegmüller, 1935. También Peinado, 1968, y Queralt, 1975, 1976 y 1977. 8 2 S Y L V I O H E R M A N N D E F R A N C E S C H I Criticón, 118, 2013 célebre Concordia liberi arbitrii cum gratiæ donis (1588) un nuevo sistema teológico que afirmaba la idea de una gracia suficiente, gratia sufficiens, concedida a los hombres post merita præuisa y cuya suficiencia, que llegaba a ser una plena eficacia en virtud del consentimiento del libre arbitrio, era valorada por Dios mediante el ejercicio de una ciencia media que le proporcionaba el conocimiento de los futuros contingentes5. La scientia media se situaba entre la ciencia natural, scientia naturalis, o ciencia de inteligencia simple, scientia simplicis intelligentiæ, mediante la cual Dios conocía los posibles, es decir, todas las cosas que abarcaba su poder, contingentes o no, y de una contingencia que significaba que podían ser como no ser6, y la ciencia libre, scientia libera, o ciencia de visión, scientia uisionis, mediante la cual Dios, tras su decreto, tenía un conocimiento absoluto y determinado de los contingentes destinados a realizarse7. Por su parte, la ciencia media permitía a Dios conocer, por intuición super- comprehensiva del libre arbitrio de cada uno, el resultado actual de las deliberaciones indiferentes de la voluntad humana situada en tal o cual circunstacia8. Dicho de otro modo, Dios podía de esta manera conocer con anticipación los méritos y deméritos condicionales de sus criaturas y respetar así su libertad, mientras confirmaba infaliblemente la realización de su decreto de predestinación. La publicación de las tesis molinistas suscitaron una viva hostilidad por parte de los dominicos, defensores patentados de las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino. Estos le reprochaban a Molina el atribuir un papel exorbitante al libre arbitrio, atentando así a la omnipotencia divina que se veía determinada a ajustar sus propósitos en función de la presciencia que Dios podía tener de los actos humanos. Según los tomistas, y en particular según los tomistas españoles, el molinismo contravenía directamente a la doctrina de santo Tomás, pero también, y esto era mucho más grave, a las posiciones de San Agustín, cuya autoridad in materia gratiæ et prædestinationis era imprescriptible9. Convocadas por Clemente VIII, las congregaciones de auxiliis se celebraron en Roma de 1598 à 1607 para que jesuitas y dominicos pudieran contrastar sus respectivos puntos de vista en debates contradictorios. Las congregaciones resultaron poco concluyentes y acabaron con una ausencia de decisión del magisterio cuando el 28 de agosto de 1607 el papa Pablo V impone silencio a ambas partes prohibiéndoles acusarse recíprocamente de herejía10. Los tomistas, defendidos por los dominicos Diego Álvarez (1550-1635) y Tomás de Lemos (1550-1629)11, ya no podían acusar a los molinistas de pelagianismo. Por su parte, los jesuitas no podían tildar a los discípulos de santo Tomás de criptocalvinistas. Al no zanjar la cuestión, el pontífice romano había mantenido la igual ortodoxia de ambos sistemas. 5 Para una historia del concepto de ciencia media, véase Knebel, 1991. 6 Molina, 1953, q. 14, art. xiii, disp. 52, § 9, p. 339. 7 Molina, 1953, q. 14, art. xiii, disp. 52, § 9, p. 339. 8 Molina, 1953, q. 14, art. xiii, disp. 52, § 9, p. 340. 9 Sobre la autoridad teológica de San Agustín en el siglo xvii, véase Flasch y Courcelles, 1998; y Devillairs, 2007. Véase también Stella, 1982; Neveu, 1990; Quantin, 1999, especialmente «Augustin, docteur de la grâce», pp. 126-138; y Lubac, 1965. 10 Para una presentación reciente de las congregaciones de auxiliis, véase Broggio, 2005 y 2009. 11 Sobre Lemos, véase Crevola, 1950 y 1951; Hernández Martín, 1981; y De Franceschi, 2011a. A G U S T I N I S M O Y M O L I N I S M O 8 3 Durante la interminable sucesión de las sesiones que marcaron el ritmo de las discusiones entre jesuitas y dominicos de 1598 à 1607, la referencia a San Agustín fue naturalmente crucial. En la congregación del 20 de septiembre de 1605, la primera que presidió Paulo V, el papa pidió a las partes que examinaran un Scriptum del 9 de julio de 1603 en el cual Clemente VIII había resumido en quince puntos, apoyados en numerosas citas, la doctrina de San Agustín sobre la gracia y la predestinación. Enfrentado al jesuita Hernando de la Bastida (1571-1637), a Tomás de Lemos no le resultó difícil erigirse en garante del más puro agustinismo recogido en el documento clementino. En las nueve sesiones de las congregaciones de auxiliis que, del 12 de octobre de 1605 hasta el 22 de febrero de 1606, se dedicaron en especial al análisis de la tesis tomista de la predeterminación física, Lemos no dejó de ilustrar la innegable ortodoxia agustiniana de este punto. Gran conocedor de las obras del Doctor de la Gracia, el dominico combatió inexorablemente el sistema de la ciencia media mediante un arsenal de referencias destinadas a convertirse en lugares comunes de la controversia entre tomistas y molinistas. Corrió, pues, a cargo de los partidarios españoles del tomismo encarnar el partido agustiniano durante las congregaciones de auxiliis y hacer de la defensa de las enseñanzas de San Agustín una de las características de la escuela de Santo Tomás en el siglo xvii. Un agustinimo tomista del que queremos aquí manifestar la influencia en el Cursus theologicus iuxta miram Diui Thomæ præceptoris Angelici doctrinam, redactado por los carmelitas descalzos de Salamanca, los famosos Salmanticenses12, de los que se publicaron doce tomos de 1631 a 1712. El Cursus de Salamanca, monumental curso de teología ad mentem sancti Thomae, se convirtió rápidamente en la encarnación del auténtico tomismo para los teólogos católicos de la segunda modernidad, hasta el punto de conocer una última reedición a finales del siglo xix. El primer tomo, que contiene los tratados 3° y 5°, respectivamente De scientia Dei y De prædestinatione et reprobatione, es obra de Antonio Oliva y Ordás (1583-1637), en religión el P. Antonio de la Madre de Dios; en él se encuentra claramente expresada y justificada la fiel adhesión de los tomistas al respeto escrupuloso de las posiciones agustinianas. L a c i e n c i a m e d i a s o m e t i d a a l a p r u e b a d e l a g u s t i n i s m o Desde el principio de los debates, los molinistas habían advertido que el principal peligro para ellos provenía de la acusación que se les hacía de estar en contradicción con la doctrina de San Agustín. Por lo demás, Molina no había facilitado la tarea de sus defensores ya que no había dudado en afirmar en su Concordia que su sistema era nuevo y que, por no haberlo elaborado entonces, el Doctor de la Gracia no había hecho en su época sino turbar el espíritu de los fieles 13. Muchos jesuitas buscaron sin embargo en las obras agustinianas, con obstinación y sin que les temblara el pulso, indicios que probaran que el glorioso obispo de Hipona no había ignorado el poder divino de conocimiento de los futuros condicionales mediante el ejercicio de una ciencia media. El inmenso teólogo que fue Francisco Suárez (1548-1617) había subrayado especialmente 12 Sobre los Salmanticenses, véase Merl, 1947; Llamas Martínez, 1955a y b, 1958, 1959 et 1984; Boudry, 1949; Couture, 1962; y, más recientemente, Borde, 2001. 13 Molina, 1953, q. 23, art. iv et v, disp. 1a, memb. ult., § 6, p. 584. 8 4 S Y L V I O H E R M A N N D E F R A N C E S C H I Criticón, 118, 2013 el comentario que San Agustín hacía en el capítulo xiv del De prædestinatione Sanctorum, del versículo 11 del capítulo iv del Libro de la Sabiduría, en el que se evoca el caso del justo amado por Dios y prematuramente llamado a él, «para que la maldad no pervirtiera su inteligencia —o el engaño sedujera su alma», ne malitia mutaret intellectum eius— San Agustín veía en ello la prueba de que Dios, tras haber concedido al justo una muerte prematura para sustraerlo a la incertidumbre de los peligros de la vida terrenal, había tenido presciencia del futuro14, y Suárez subrayaba que se trataba evidentemente de un futurum conditionatum puesto que no se realizó jamás 15.