Los unos en los otros. Reflexiones sobre la identidad y la otredad en los estudios sobre el pasado

Pablo Cruz*

De manera general e independientemente del área o período de estudio, la identificación e individualización de culturas, etnias, grupos y otras configuraciones sociales representa un enorme desafío tanto para arqueólogos como para historiadores que intentan reconstruir y comprender los procesos sociales e históricos que llevaron a conformarlas. Pero la tarea se vuelve aún más complicada cuando se trata de identidades móviles, permeables y ambiguas, tal como parecer ser el caso de los Andes y tierras-bajas del continente.

Palabras claves: identidad, otredad, dinámicas culturales.

The Ones Within the Others: Identity and Otherness in Past Research

Independent of the region or time period of study, the identification and individualization of cultures, ethnicities, and other similar social configurations presents perhaps the most significant challenge to archeologists and histo- rians working to reconstruct and study the historical formation of these categories of identity. However, this work becomes even more difficult when the object of study deals includes mobile, permeable, and ambiguous categories of identity, as is the case in the Andes and the lowlands of South America.

Key Words: Identity, Otherness, applied genetics, cultural dynamics.

Introducción y problema turas. La identificación y la distinción entre los “unos” y los “otros” no es sólo un punto El título que anuncia este trabajo debe de vista, ellas relevan un problema de fondo entenderse en su doble naturaleza cultu- para todas aquellas disciplinas que se abocan ral y biológica; se refiere tanto a la fluidez al estudio del pasado humano. Con bastante con la que las entidades culturales se mani- frecuencia, los arqueólogos e historiadores fiestan, como a la dinámica reproductora y caemos en la tentación de adscribir muy rá- “mezcla de sangre” dada entre individuos pidamente nuestros objetos de estudio den- pertenecientes a diferentes pueblos y/o cul- tro de determinadas identidades. Estas iden- tidades, “los unos”, se definen en contraste, * CONICET, Instituto Interdisciplinario Tilcara, y en ocasiones por oposición a los “otros”, FFyL-UBA. . Investigador adscrito al de acuerdo con los esquemas clasificatorios Instituto de Investigaciones Antropológicas y Ar- y tipológicos que estructuran nuestro pro- queológicas IIAA – UMSA. E-mail: saxrapablo@ gmail.com pio pensamiento, y que consideramos como

Textos Antropológicos, 2017, Volumen 18, Número 1, 109-122pp. Carreras de Antropología y Arqueología - IIAA, Universidad Mayor de San Andrés, La Paz 110 Textos Antropológicos Vol. 18 / Nº 1 universales. En muchos casos, tales adscrip- una determinada identidad de un territorio ciones derivan del vasto repertorio de etnó- y/o viceversa. Pero no se trata aquí tanto de nimos brindados por las fuentes históricas. Y cuestionar nuestros sistemas clasificatorios en aquellas situaciones en que no se cuenta sino de reflexionar sobre las implicancias y con ningún marco referencial, tal el caso de distorsiones que pueden generarse en las ca- muchas sociedades prehispánicas, se procede tegorizaciones identitarias que construimos a la construcción de una determinada iden- arbitrariamente. De manera significativa, tidad, la mayor parte del tiempo relacionada estas construcciones se muestran más evi- con una territorialidad definida. Desde hace dentes en la categorización y clasificación de algunas décadas, la pulsión por otorgar un sociedades sedentarias, y no tanto cuando se nombre y una identidad a nuestros objetos refieren a aquellas sociedades identificadas de estudios, y la necesidad de diferenciar cer- como “arcaicas”, las cuales son caracterizadas teramente los “unos” de los “otros”, alcanzó por su alta movilidad y supra-territorialidad. una nueva dimensión gracias a la decodifica- De suerte que las adscripciones identitarias ción del ADN humano y el desarrollo de los parecen estar de alguna manera relacionadas estudios de genética poblacional. No obstan- con la permanencia de una determinada con- te, como lo trataremos a continuación, mu- figuración social dentro de un mismo terri- chos de los cimientos de tales adscripciones torio, probablemente en oposición a la movi- se encuentran todavía muy frágiles, restrin- lidad que individualiza a los grupos arcaicos. giendo nuestro campo investigación y con- También interviene en estas construcciones, duciéndonos aun sobre resultados inciertos. aunque de forma tácita –a diferencia de lo que sucede en el Viejo Mundo-, la discri- Buscando un nombre para el minación entre sociedades “prehistóricas”, pasado: identidad y territorio. “protohistóricas” e “históricas”. En la pri- mera, la relación con el territorio se muestra La necesidad de otorgar un nombre y ads- de manera más explícita, tomando en mu- cribir un territorio a nuestros objetos de chos casos el nombre del lugar donde ellas estudio es ciertamente un reflejo de mues- se manifiestan o el nombre de “la” o “las” tra propias limitaciones en comprender áreas nucleares con las cuales se relacionan: los procesos sociales -y las configuraciones p.e. Viscachani, Tupuraya, Mojocoya, Tiwa- sociales involucradas en ellos-, fuera de las naku, Puqui, etc. En las dos restantes, trátese premisas de los marcos hiper-culturalistas de tiempos prehispánicos o de contacto, las (sensu Tylor 1871; Morgan 1877). A pesar de categorizaciones parecen encontrar su prin- los intensos debates teóricos que acompaña- cipal inspiración en los etnónimos brindados ron en las últimas décadas el desarrollo de por los documentos históricos, los cuales se la arqueología y de la historia, la tipología y relacionan a su vez con jurisdicciones terri- la ecuación cultura-lengua-territorio, cuyas toriales definidas: p.e. Pacajes, Colla, Qui- consecuencias nefastas son ampliamente co- llacas, Chichas, Yampara, etc. Asimismo, la nocidas (p.e. bajo el régimen nazi), continúa gravitación e implicancias teóricas de estas al orden del día. Dentro de nuestros propios distinciones se acentúa en las propias crono- sistemas clasificatorios es evidente que abor- logías, las cuales se plasman en la generaliza- dar nuestras investigaciones desde la abstrac- ción de una ecuación donde a mayor profun- ción, o, por ejemplo, denominando nuestros didad temporal mayor permanencia cultural; objetos de estudios como grupo “X”, “1” o y en efecto, no resulta lo mismo referirse “VI”, resultaría una tarea no sólo compli- sobre “cultura” San Francisco como una fase cada, sino que probablemente inútil. Más temporal de más de 1.500 años, que sobre complicado nos sería aún el intentar disociar Aguada a lo largo de 800 años, que sobre Los unos en los otros. Reflexiones sobre Cruz la identidad y la otredad en los estudios sobre el pasado 111 los Qaraqara, Chichas y Omaguacas durante o grupo particular puede ser relativizada. Y 300 años. Sin embargo, trátese de 1.500, 800 es que, en efecto, 1) no todas las produccio- o 300 años, se trata de una misma mecánica nes materiales de una sociedad portan algún de cristalización temporal y territorial. sello distintivo de la misma, 2) configuracio- Pero este problema de fondo de la ar- nes sociales diferenciadas entre sí pueden queología se acentúa aún más al no poder su- producir una cultura material similar, 3) gru- perar la disciplina la “tiranía tipológica” (sen- pos o sectores pertenecientes a una misma su Gnecco y Langebaek 2006), y dentro de sociedad pueden marcar sus diferencias a ella, el marco de los fósiles directores (fossiles través de sus producciones materiales, y 4), directeurs) en la adscripción cultural -y por una sociedad puede albergar en su interior ende identitaria-, de las producciones huma- a miembros o grupos foráneos cuyas pro- nas. El problema es en gran medida tautoló- ducciones materiales continúan reflejando gico y concierne principalmente los estudios su pertenencia de origen. Podemos incluso sobre sociedades alfareras. Partiendo de una encontrar escenarios más complejos, como concepción de la cultura directamente deri- los no pocos casos conocidos en los Andes vada de la definición de Tylor (1871), gene- de pueblos de especialistas alfareros que pro- ralmente se considera que un determinado dujeron e intercambiaron vasijas, las cuales tipo de objeto, o ciertos rasgos morfológi- podían expresar sus propios estilos y diseños cos, estilísticos o iconográficos, constituyen distintivos, o bien, “el gusto” particular de indicadores de una determinada entidad o quienes las adquirían (p.e. Murra, 1983). configuración cultural, la cual se encuentra asociada con una territorialidad de manera ¿La identidad y la cultura en los genes? positiva (local), o por contraste (foráneo). La figura del fósil director alcanza su máxima Viniendo a llenar los silencios de las fuentes expresión desde el momento en que las ads- y del registro arqueológico, y consecuente- cripciones tipológicas y estilísticas adoptan el mente con sus múltiples aplicaciones en la mismo nombre de la “cultura” o del “grupo” sociedad, desde hace unos años la genética se estudiado, que con frecuencia resulta el mis- presenta como una herramienta indiscutible mo nombre del territorio donde se realizan en la identificación y/o corroboración de las los estudios: Tiwanaku, Santa María, Yura, identidades sociales que conforman nuestros Atacama, Pacajes, etc. Una vez establecidos, objetos de estudio. Trataremos a continua- estos fósiles directores no sólo son usados en ción algunos aspectos de este recurso, sus al- las contextualizaciones cronológicas y cul- cances y sus limitaciones. turales de sitios y áreas arqueológicas, ellos El importante desarrollo tecnológico también pueden constituirse como funda- que tuvo en las últimas décadas la biología mento, mediante relaciones contextuales o molecular marcó ciertamente un nuevo hito analogías y semejanzas formales, de nuevas en los estudios sobre el genoma humano y adscripciones culturales, las cuales a su vez sobre los procesos poblacionales y migrato- pueden llegar a convertirse en nuevos fósiles rios. En una intensa dinámica de innovación directores. Sin embargo, de la misma manera tecnológica, desde los años 1980, se comen- que el concepto de cultura fue superándose a zó implicar la genética, en paralelo con los lo largo de los años desde las definiciones hi- análisis de de fauna extinta (Higuchi et al. per-culturalistas, un amplio registro de datos 1984) y su aplicación forense, en los estudios etnográficos y etnohistóricos provenientes sobre el pasado humano (Päábo, 1984), de- de los cinco continentes muestra -y demues- sarrollando en ello nuevas metodologías y tra-, que la universalidad de la relación entre técnicas para el tratamiento del ADN anti- un determinado tipo o estilo con una cultura guo o degradado. De esta manera, las pobla- 112 Textos Antropológicos Vol. 18 / Nº 1 ciones de América del Sur fueron estudiadas los problemas más frecuentes relacionados principalmente a nivel del ADNmt (Bailliet con este tipo de procedimiento. El primero et al. 1994; Bonatto S. et al. 1997; Fuselli se refiere a análisis de ADNmt efectuados et al 2003; Horai et al. 1993; Torroni et al sobre restos humanos hallados en contexto 1992, 1993; Ward et al 1993). Ahora bien, si Tiwanaku (Rothhammer et al, 2003). En este la genética se constituye ya como un para- estudio, los resultados de los análisis genéti- digma biológico indiscutible, su aplicación cos fueron cotejados comparativamente con y articulación en las Ciencias Sociales, y en datos genéticos de poblaciones actuales de particular aquellas abocados al estudio del amerindios, y luego plasmados gráficamen- pasado humano, conlleva aun un alto grado te en un dendrograma Neighbor-Joining que de incertidumbre. No por ello la genética muestra la proximidad “genética” entre las deja de ser un importante recurso en el in- poblaciones comparadas. Los resultados pu- tento de comprender los diferentes procesos sieron en evidencia una relación más cercana sociales y dinámicas poblacionales, pero es entre las antiguas poblaciones tiwanakotas necesario tener en cuenta que esta herra- con la región amazónica. Sin embargo, los mienta no puede ir más allá de los propios resultados no señalaron, tal como fue inter- genes que ella misma estudia. Y las claves pretado, una relación –y menos un origen-, para comprender tanto la identidad como la entre los antiguos tiwanakotas y las actuales cultura, contrariamente a lo sostenido por la poblaciones de las tierras bajas amazónicas, sociobiología -entre otros defensores Wilson sino, más bien a la inversa, son estos actuales (1975)-, no se encuentran dentro de nuestros pueblos amazónicos (Santos et al, 1996) los genes. No obstante, resulta muy llamativo que se encuentran relacionados con los anti- constatar como un gran número de estudios guos tiwanakotas; en otras palabras, éstos se- genéticos aplicados sobre muestras de pobla- rían en parte sus descendientes genéticos. En ciones tanto actuales como arqueológicas se este sentido, nos encontramos aún lejos de focalizan, a partir de la variabilidad haplotí- contar con los datos suficientes para poder pica y haplogrupal, en tratar de determinar efectuar comparaciones ajustadas, aparte de la filiación étnica y cultural, y no tanto así las incertidumbres señaladas atrás, que posi- problemáticas meramente poblacionales, biliten inferir el origen tanto de los antiguos más compatibles con el método. Y es aquí tiwanakotas como de los pobladores actuales que la información genética, articulada con de la región amazónica. Pero el problema otras disciplinas que no alcanzaron el mismo no reside tanto en esta interpretación de los nivel de paradigma -es importante recalcar- resultados, sino en la pobre representativi- lo-, como la lingüística poblacional y la his- dad de las informaciones genéticas dispo- toria, muestra sus mayores debilidades. Un nibles, situación que condujo a articularlas, claro ejemplo de que las cosas están aún lejos dentro de una escala geográfica y temporal de ser resueltas en materia de lingüística se muy amplia, con informaciones ordenadas y presenta en el debate actual sobre la lengua categorizadas en tanto que grupos lingüísti- puquina, considerada el principal sustrato cos (aymara, quechua), y con una macro re- lingüístico antes del arribo de los aymaras, gión como es la región amazónica de Brasil lengua que se supone habría sido hablada (Figura 1). Es en esta articulación de esca- por los tiwanakotas y, más tarde, por la pro- las, tiempos y órdenes incomparables que se pia élite inka (entre otros: Cerrón Palomino, evidencia una de las principales dificultades 1998; Bouysse Cassagne, 2010). que envuelve este tipo de interpretación; Ahora bien, al margen de las incertidum- más allá de su aproximación determinista, la bres y vacíos que puedan existir en los estudios relación entre información genética, cultura, lingüísticos, dos ejemplos ilustran algunos de lengua y territorio se encuentra lejos de ser Los unos en los otros. Reflexiones sobre Cruz la identidad y la otredad en los estudios sobre el pasado 113 evidente. Este mismo determinismo se refle- aspecto en gran medida concordante con el ja igualmente en la inmutabilidad genética registro onomástico de la región. Dos pro- y geográfica atribuida, como condiciónsine blemas atravesados por cuestiones metodo- qua non para este tipo de análisis, a las pobla- lógicas y éticas marcan este tipo de análisis. ciones actuales y que conforman los marcos Por un lado, si la variabilidad y diferencia- de referencias de las comparaciones: aquellos ción genética de esta población es un hecho “otros” que podrían estar emparentados con indiscutible, la clasificación lingüística –base los “unos”. de la interpretación de los datos genéticos-, El otro ejemplo lo hallamos en un es- como marcador identitario o de pertenencia tudio realizado en la región de Tinquipaya no es siempre algo evidente. Por más que (Potosí-) cuyo fin fue determinar ge- hoy en Tinquipaya el quechua sea la lengua néticamente la composición de la población predominante, y que muchos de sus habitan- indígena y campesina de la región tomando tes porten un apellido de origen quechua, se como base los dos grupos lingüísticos histó- trata de una región históricamente aymara. ricamente presentes en ella: los aymaras y los Y no es una contradicción o un impedimen- quechuas (Sáenz Ruales, 2007). Articulando to para los campesinos de Tinquipaya defi- las informaciones contenidas en muestras nirse como aymaras-quechua-parlantes. Por sangre tomadas en los años 1970, las infor- otro lado, a los problemas éticos que tuvie- maciones genéticas de esta población fueron ron lugar durante el muestreo, la extracción cotejadas dentro de una base datos de 69 po- de muestras sangre no fue vista con buenos blaciones de América del Sur, la cual incluía ojos en esta zona de los Andes, se suma el a los aymaras y a los quechuas. Este estudio dilema del retorno de la información, la arrojó como resultado que los campesinos cual podría repercutir negativamente en el de Tinquipaya se insertan mayoritariamen- equilibrio social de la región. Tinquipaya es te dentro del haplogrupo B, algo esperado, una unidad política conformada, desde hace pero que se encuentran genéticamente di- varios siglos, por un grupo de siete ayllus ferenciados entre aymaras y quechuas, un (Jatun Ayllu Tinquipaya), y no existe, por el

Figura 1. Dendrograma Neighbor-Joining. Tomado de Rothhammer et al. (2003: 273) 114 Textos Antropológicos Vol. 18 / Nº 1 momento, en su población distinción algu- sometieron a un gran número de chanes, na entre quechuas y aymaras, es decir entre mataron a Guacané y tomaron prisionero a “aquellos” y los “otros”. su hermano Condori. Por circunstancias que Afortunadamente, es importante señalar- aún se nos escapan, sabemos que los inkas no lo, en los últimos años se vienen desarrollan- reaccionaron inmediatamente ante esta inva- do estudios de ADN antiguo y genética de sión de los guaraníes, prefiriendo refugiase al poblaciones con aproximaciones que evitan amparo de los valles andinos. Veintidós años caer en el determinismo bilógico-cultural después de este evento, en 1548, Condori, y en los errores interpretativos que hemos antiguo Señor inka de Saipurú continuaba visto (entre otros: Fehren-Schmitz 2010; prisionero de los guaraníes, quienes desde Crespo et al. 2010; Fehren-Schmitz et al. entonces fueron identificados como “chiri- 2010; Iudica et al. 2014; Mendisco et al. guanaes”. En esa fecha, en un interrogatorio 2014). Es de esperar que estos trabajos sean por demás intrigante, el inka Condori es in- el puntapié para que se instale un debate in- terpelado en lengua guaraní por el adelanta- terdisciplinar en torno a la interpretación de do Domingo de Irala (2005 [1541]), dando los datos genéticos, una deuda aún pendiente. cuenta, tal como lo señala Combès (2009), que el Inka había por entonces adoptado la La identidad y la cultura bajo lengua de sus captores. Más extraño aun, el manto de la fluidez varios años más tarde, alrededor de 1574, aparece en la pluma de Lizárraga (2002 En las primeras décadas del siglo XVI, [c1600]) un individuo que porta el sugesti- una alianza entre Guacané, Señor inka de vo nombre de “Ynga Condorillo” -diminu- Samaipata emparentado con la nobleza tivo otorgado a Condori por el mismo Irala-, real, y Grigotá, jefe tamacoci (posiblemen- principal por “excelencia” del pueblo chiri- te chané), Señor de 50.000 indios, posibili- guano en compañía de otro indio principal tó la expansión oriental del Tawantinsuyu, llamado Marucaré y un indio chicha llama- la cual estuvo motivada por la explotación do Baltazarillo, quienes, acompañados por de grandes yacimientos de oro y plata. Para un grupo de vasallos chanés, realizaban un llevar a cabo su empresa, Guacané convocó peregrinaje con matices mesiánicos hasta La la presencia de su hermano, Condori, quien Plata con el fin de entrevistarse con el Virrey se encontraba por entonces radicado en el Toledo. No sabemos si este Ynga Condorillo Cuzco, para hacerse cargo de la producción era un descendiente de Condori o alguien de metales en Saipurú. Desde la arqueolo- que adoptó su nombre e identidad, lo cual gía, recientes investigaciones en la localidad era una práctica generalizada entre los gue- de Saipurú (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia) rreros guaraníes. confirmaron tanto la presencia de los inkas Esta sucesión de hechos, señalados se- en esta región de las tierras bajas (Cruz y cuencialmente en varios documentos colo- Guillot, 2010). Según el testimonio del Padre niales constituye un ejemplo extremo de la Felipe de Alcaya (Lizarazu [1636-38] 1906; fluidez con que las fuentes nos presentan las Combès, 2009), la convivencia armónica en- categorías identitarias. Por un lado, se refiere tre inkas y tamacocis, donde “…viuia entre a la interacción entre dos espacios geográfi- ellos sin ningun Recato y dormia como en su cas- cos y configuraciones sociales consideradas sa y no quería ya que su guarda tuuiese vela…” como diferentes cuando no antagónicas: los (f.20) duraría hasta las primeras y violentas Andes y el Chaco, los inkas y los tamacocis incursiones de los guaraníes en la región, al- chaneses. Por el otro, observamos como un rededor de 1526. Por esa fecha, los guaraníes miembro cautivo de la élite inka se expresa destruyeron el establecimiento de Saipuru, en la lengua de sus captores evidenciando Los unos en los otros. Reflexiones sobre Cruz la identidad y la otredad en los estudios sobre el pasado 115 la adquisición de algunas de sus pautas cul- gua-territorio; en palabras de José Barbosa, turales. Finalmente, y sin que importe si se cronista de Cuiabá, “son tantas naciones que no trata de un descendiente o de un nombre caben en los archivos de la memoria”. El padrón adoptado, hallamos un jefe chiriguano, es de encomiendas de Santa Cruz de 1561 es un decir resultante del encuentro entre guara- testimonio explícito de la intensa cohabita- nís y chaneses, llamado “Ynga Condorillo” ción de grupos lingüísticos, naciones y etnias formando parte de una comitiva inter-étnica en un territorio relativamente acotado. Entre que reúne también a un indio chicha y un 30 y 40 leguas a la redonda de esta ciudad, se aymara (Marucare). concentraron a lo menos 6 grupos lingüís- Lejos de ser un caso aislado, esta profu- ticos y más de 40 grupos étnicos (Figura 2). sa mélange de etnónimos e identidades fluc- Esta nebulosa de generaciones y naciones tuantes parece haber sido una constante de de indios, sumado a la existencia de amplias las tierras bajas del continente, antes, duran- áreas inter-étnicas y a la propia movilidad te y después del arribo de los españoles. Y en que tuvieron varios de los grupos que habi- efecto, las fuentes quinientistas dejan ver en taron en la región, dificulta sin duda la ela- este espacio un verdadero enjambre de gene- boración de una cartografía étnica ajustada. raciones de indios que quebranta la univer- No obstante, las informaciones dadas en las salidad atribuida a la ecuación cultura-len- fuentes quinientistas nos permiten tener un

Figura 2. Mapa de las diferentes etnias y grupos de la región chaqueña y vertiente oriental andina. Elaboración propia a partir de informaciones brindadas en el Padrón de encomiendas de Santa Cruz de 1561, Combès (2010) y Julien (2008). 116 Textos Antropológicos Vol. 18 / Nº 1 panorama general de lo que ella pudo haber enclaves multiétnicos como el taypi (centro) sido y destacar algunos elementos relevantes. de Copacabana, como la fluidez y permea- Por un lado, la ambigüedad y permeabilidad bilidad de las categorías lingüísticas, étnicas de los territorios y límites étnicos pone en y territoriales citadas (entre otros: Bouysse- tela de juicio la aplicación universalizante Cassagne, 1987, 2012). Otras configuracio- del concepto de frontera. Por el otro, los nes semejantes tuvieron lugar en el numerosos espacios inter-étnicos señalados, sur en Qarangas, Quillaqas y Lípez. así como las recurrentes asociaciones entre Sin embargo, parece efectivamente que determinados grupos como los paysunes, fue con la implantación del régimen colonial chimeos y carcaraes, todos ellos “señores que se intensificaron los espacios inter-étni- verdaderos de metal” (Cruz y Guillot, 2010), cos tanto en los Andes como en las tierras sugieren la existencia de un control “hori- bajas, conformando en las cabeceras regio- zontal” de diferentes ambientes ecológicos y nales y principales centros productivos ver- espacios geológicos. Con sus propios mati- daderos enjambres de identidades, culturas y ces regionales y territoriales, algo semejante lenguas. Así, el padrón de Tarija la Vieja de parece haber sido la situación en los Andes. 1645 (Zanolli, 2008) muestra que sólo un 50 Lejos de conformar un mosaico uniforme de % de los varones empadronados son indíge- naciones y de etnias, los propios procesos mi- nas naturales de “la chacra”, es decir nacidos gratorios y dinámicas de interacción regio- en el lugar (Figura 3). Pero sólo un 15 % de nal, el control vertical de pisos ecológicos, la estos, son hijos de padres naturales de la cha- relocalización y establecimiento de colonias cra. El 50 % restante es originario de luga- productivas (mitmackunas), testimonios am- res tan distantes como pueden ser el Cuzco, pliamente tratados por la historiografía, dan Chancay, Córdoba, Tucumán y Santa Cruz. cuenta de la fluidez étnica y cultural que tuvo En este padrón, los indios naturales hijos de la macro-región por lo menos desde el siglo padres originarios aparecen como una neta XV. Incluso se dieron varios casos, como minoría frente a los “otros” forasteros. Algo los “yunkas-inkas de Ika-Lima” (Szeminski, parecido sucedió en los centros mineros, sea 1997) de repentinos procesos de transforma- por causa del sistema de mita establecido por ción y reformulación identitaria. Desde esta Toledo o por la práctica del yanaconazgo. perspectiva, la imagen de homogeneidad te- Las Visitas a San Antonio del Nuevo Mundo rritorial presentada en los mapas pioneros y Esmoruco en Sud Lípez de 1683 y 1689 de Rowe (1946) y Bouysse-Cassagne (1987) (Gil Montero, 2009) muestran la confluen- son el anuncio de un escenario que fue sin cia mayoritaria en un mismo enclave de in- duda mucho más complejo y dinámico. Por dígenas originarios de numerosas regiones solo citar un ejemplo de esta complejidad, andinas, algunas de ellas muy alejadas. Y si en tiempos del Inka la cuenca del Titicaca algunas de estas visitas y padrones ponen el se encontraba a la vez habitada por lo me- acento en la distinción entre “naturales” y nos por cuatro grupos lingüísticos (aymara, “forasteros”, al mismo tiempo ellas dejan ver uru, y quechua) e, independientemen- que esta diferencia no intervino de manera te de los mismos, políticamente organizada significativa en la “mezcla de sangre”. en tres provincias (Pakasa, Lupaqa y Qulla), De manera que, a lo menos en estos en- dos de ellas (Pakasa y Qulla) divididas a su claves principales de la empresa colonial, las vez en dos moities, urq’u (arriba, masculino) cabeceras y los principales sitios productivos, y uma (abajo, femenino). El escenario se sería muy riesgoso, cuando no imposible, re- vuelve aún más complejo si consideramos lacionar un determinado espacio geográfi- tanto las poblaciones foráneas que fueron co con una igualmente determinada unidad relocalizadas por el Inka (mitmackunas) y los cultural –y menos aún biológica-, durante el Los unos en los otros. Reflexiones sobre Cruz la identidad y la otredad en los estudios sobre el pasado 117

Figura 3. Mapa de procedencia de indios que residen en Tarija la Vieja. Elaboración propia a partir de informaciones brindadas en el Padrón de Tarija la Vieja de 1645 (Zanolli, 2008). tiempo largo. En este enfoque, las poblacio- en sintonía con los ideales identitarios y nes actuales, sean estas campesinas u urba- poblacionales aspirados por las jóvenes na- nas, se expresen en una lengua originaria o ciones (Liboreiro, 1999, Vinson III: 1-18). en español, son el resultado de ininterrumpi- Los resultados de la expurgación racial de la dos procesos de encuentros y cruzamientos población afrodescendiente de los registros tanto biológicos como culturales. A lo menos y discursos oficiales en estos países no solo en estas regiones tratadas, si existe una cons- fueron notables, sino que perduraron en el tante identitaria, es la del mestizaje. tiempo largo. En 2002, María Magdalena Finalizando, no podemos omitir casos Lamadrid, una mujer de de 57 más recientes, como el de los descendientes años de edad, se disponía a viajar a Panamá de africanos y afroamericanos de Argentina para asistir a una reunión en homenaje a y México, donde aparte de los procesos de Martin Luther King. Su viaje fue definitiva- mestizaje y de las dinámicas migratorias, mente interrumpido al ser demorada duran- su presencia fue literalmente borrada de te seis horas en migraciones por causa de una manera arbitraria de los padrones y de los incompatibilidad con “su” identidad y “su” censos oficiales, sobre todo después de los pasaporte: ella era argentina y afroamericana procesos de independencia en el siglo XIX, de quinta generación en el país. El problema, 118 Textos Antropológicos Vol. 18 / Nº 1 según le fue anunciado por las autoridades a experimentar el mundo. En el pensamiento migratorias , era que ella no podía occidental, los esquemas y esquematas con- ser “argentina” si era “negra”. fluyen en el propósito de construir una rea- lidad tangible e inobjetable; los sistemas cla- Comentarios sobre un sificatorios intervienen en el ordemamiento problema insistente de esta realidad; y dentro de esta realidad, la identidad de un territorio –o de un período, En la introducción nos referimos a esta ne- está dada por la identidad de sus poblado- cesidad de adscribir un nombre y un territo- res. Por el contrario, en muchas de las re- rio a nuestros objetos de estudio como una giones campesinas e indígenas de los Andes limitante resultante de nuestras propias es- y Tierras-Bajas, desde su primera edad, los tructuras de pensamiento. En otras palabras, niños se sumergen en una multiplicidad de se trata de una construcción del pasado des- realidades dentro de un mundo marcado por de un presente influenciado por sus propios la fluidez de sus entidades e identidades, sean contextos ideológicos y políticos. Tal como estas de naturaleza humana o no-humanas, lo señalaba Bourdieu y Boltanski (1975) so- las cuales sus fisicalidades e interioridades bre el fetichismo de la lengua, esta necesidad pueden ser múltiples y fluctuantes según las de construir categorías de acuerdo a nues- circunstancias, el tiempo, los momentos y los tros propios marcos clasificatorios debe en- espacios. Lejos de ser inmutable, la identidad tenderse dentro de las relaciones de poder -y y la pertenencia étnica se encuentran sumer- colonialidad-, que se perpetuán en los ám- gidas en un constante proceso de transfor- bitos académicos y más allá de estos. El de- mación, tanto desde el punto de vista cultu- terminismo biológico y cultural que se pro- ral como biológico. Somos nosotros quienes mulga subyacentemente en la interpretación las cristalizamos en marcos temporales y social de los estudios genéticos conlleva un espaciales acotados. En este sentido, la dis- fuerte componente ideológico, acorde con tinción entre los “unos” y los “otros” marca las premisas evolutivas de la socio-biología sobre todo nuestro posicionamiento frente y, en gran medida con la teoría raciológica a las otras realidades posibles, entre ellas las (Lewotin et al, 1987; Muñoz Rubio, 2009). que envuelven nuestros objetos de estudio. No sabemos a ciencia cierta cómo se hallaba Muchas de las preguntas que guían este estructurado el pensamiento de las socieda- trabajo surgieron durante el invierno de des prehispánicas que poblaron los Andes y 2006, mientras llevábamos nuestras excava- Tierras Bajas del continente. Y tal como lo ciones arqueológicas en un sitio aislado de formulara Szeminski (1997:335) para la re- la puna que rodea el salar de Uyuni (Escara, gión andina no sabemos aún hasta qué grado Potosí, Bolivia). Por entonces, una tarde, des- los mismos miembros de cada grupo obser- pués de haber concluido la jornada de traba- vaban y sentían las diferencias frente a otros jo, nos habíamos dirigimos a la única casa de grupos. Pero podemos encontrar algunas la zona, donde vive una familia de pastores pautas de comprensión en múltiples estudios de llamas, con la finalidad de hacerle una pe- etnográficos. Al centro del debate se encuen- queña entrevista. La casa estaba desierta, sus tran los sistemas clasificatorios, y detrás de ocupantes no habían terminado aún de aca- estos, los esquemas y esquematas que estruc- rrear sus animales. A unos doscientos metros turan los pensamientos. Siguiendo a Piaget de la casa, una pequeña fogata dibujaba en el (1936, 1972), estos esquemas y esquematas se crepúsculo la silueta de una persona en cu- configuran desde la primera edad en las pro- clillas. En esta región situada a 4.000 metros pias experiencias motores y sensoriales: en de altura y en esta temporada, la tempera- otras palabras la manera en que se comienza tura cae tan rápido como el sol. Nos dirigi- Los unos en los otros. Reflexiones sobre Cruz la identidad y la otredad en los estudios sobre el pasado 119 mos a su encuentro, y poco tiempo después Bailliet, G., Rothhammer, F., Carnese, F y formamos un pequeño grupo compartiendo Bravi, C.M. un poco de coca, alcohol y el tenue calor del 1994 Founder Mitochondrial Haplotypes fuego. La persona en cuestión, originario in Amerindian Populations. Revue de una comunidad aymara de la región de Am. J. Hum. Genet.: 27-33. Orinoca, en el altiplano Orureño, esperaba Binson, B. igualmente el regreso de sus amigos pasto- 2009 Introduction: Black Mexico and the His- res. Había venido a Uyuni en razón de que torical Discipline. En: Black Mexico. el presidente aymara Evo Morales estaba en- Race and Society from Colonial to tregando títulos de propiedad de tierras. A Modern Times, B. Vinson III & M. pesar de haber cursado sólo unos pocos años de educación primaria en una escuela rural Restall (Eds.): 1-18. University of de su comunidad, esta persona nos demos- New Mexico Press. Albuquerque. tró, con mucho orgullo y cierto alarde, sus Bonatto, S.L. y Salzano, F.M. capacidades para expresarse fluidamente en 1997 A single and early migration for the 4 lenguas distintas: aymara, chipaya, quechua peopling of the Americas supported y español. La primera era su lengua mater- by mitochondrial DNA sequence na, la segunda la había adquirido por haber data. Revue Proc. Natl. Acad. Sci.:1866- frecuentado y establecido relaciones en las 1871. vecinas comunidades chipayas, el quechua Bourdieu, P. y L. Boltanski lo aprendió en sus años de trabajo como mi- 1975 Le fétchisme de la Langue. In: Actes nero y, finalmente, tuvo que desenvolverse de la Recherche en Sciences Sociales. Vol. en español “por necesidad”. De manera que 1 N°4: 2-32. cada una de las lenguas que hablaba se co- Bouysse-Cassagne, T. rrespondía con determinados momentos y 2010 Apuntes para la historia de los pu- etapas de su vida de campesino, pastor, mi- quina-hablantes. Boletín de Arqueolo- nero, caravanero, etc. Al mismo tiempo, y gía PUCP N° 14: 283-307. Pontificia sin que fuera necesario preguntárselo, esta persona se identificó como aymara, orureño, Universidad Católica del Perú. Lima. boliviano y cristiano, pero remarcando que 1987 La identidad aymara: aproximación se trataba de un campesino, indígena y origi- histórica, siglo XV, siglo XVI. Ed. HIS- nario, fórmula que cobró una gran relevancia BOL. La Paz. durante el proceso de cambio impulsado por Cerrón-Palomino, R. Evo Morales. Se trata de identidades que, si 1998 El cantar de Inca Yupanqui y la len- bien son compatibles y forman parte de la gua secreta de los incas. Revista Andi- historia de una misma persona, son de natu- na, 32 :417–452. Cuzco. raleza tan distintas como las lenguas por él Combès, I. dominadas. 2010 Diccionario Étnico. Santa Cruz la Vieja y su entorno en el siglo XVI. Instituto Referencias Citadas de Misionología- Editorial Itinera- Annua de la Compañía de Jesús. Tucumán y rios. Santa Cruz. Perú. 2009 Saypurú: el misterio de la mina per- 1885 [1596] Apéndice núm. III pp.LXVI- dida, del Inca chiriguano y del dios XCIII. Relaciones Geográficas de Indias. mestizo. Revista Andina Nº 48:185- Ministerio de Fomento, Perú. Tomo 224. Centro Bartolomé de las Casas. II. Madrid. Cuzco. 120 Textos Antropológicos Vol. 18 / Nº 1

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Torero, A. tes a cuatro grupos lingüísticos de la región ama- [1970] 1972 Lingüística e historia de la so- zónica de Brasil. 2 Hasta no hace mucho tiempo atrás el aymara era ciedad andina. En: El reto del multilin- la lengua predominante en Tinquipaya como en güismo en el Perú, Escobar, A. (Comp.) gran parte de Norte-Potosí, la implantación del ;51-106. IEP. Lima. quechua como lengua principal se relaciona con los Tylor E. procesos migratorios acarreados por el desarrollo 1871 La civilisation primitive. Reinwald, Pa- de la explotación minera, sobre todo a partir de los años 1950. rís. 3 Ayllus Mañu, Qollana, Qollana Inari, Sullacarani, Ward, R.H., A. Redd, D. Valencia, B. Frazier Ckanasa, Ckaña y Urinsaya. y S. Pääbo 4 A.G.I. Charcas 21, R 1, N 2 (partes publicadas en 1993 Genetic and linguistic differentiation Maurtua), copia del A.G.I. pedida por C. Julien y transcripta por K. Angelis. Agradezco a I. Combès in the Americas. Revue Natl. Acad. Sci. por proporcionarme una copia de este documento. Vol. 90, :10663-10667. 5 Entre otros: Ann. Comp. Js. Tuc. y Pe. (1885 [1596]), Wilson, E.O. Combès (2010), Díaz de Gusmán (2000[1612]), Ira- 1975 Sociobiology: The New Synthesis. Har- la (2005[1541]), Julien (2008), Lizarazu 1906[1636- vard University Press. Cambridge. 1638]), Lizárraga (2002[c.1600]), Núñez Cabeza de Vaca (2003[1555]) y Ramírez (2007 [1528]). Zanolli, C. 6 José Barbosa de Sá. 1975[1719] Relação das Po- 2008 Dos visitas coloniales a la jurisdicción de voações do Cuiabá e Mato Grosso de seus princípios até San Bernardo de la Frontera de Tarija, os presentes tempos, Secretaria Estadual de Educação 1645 y 1659. Ed. de la Facultad de Fi- e Cultura/UFMT, Cuiabá: 9-10. En: T. Presotti, 2004:2. losofía y Letras, UBA. Buenos Aires. 7 Entre otros no identificados: Arawak, Guaraní, Chiquito, Guaycurú, Zamuco y Otuquí (Combès, Notas 2010: 349-351) 8 Ver Combès (2010, Ibid), Julien (2008). 1 Sobre la base de muestras tomadas a 139 indivi- 9 Diario Clarín 24/08/2002. http://edant.clarin. duos pertenecientes a ocho tribus correspondien- com/diario/2002/08/24/s-03001.htm