Los Cuentos Del Inca: Semillas De América
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El Colegio de México Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios Los cuentos del Inca: semillas de América Tesis que para optar al grado de Doctor en Literatura Hispánica presenta Dante Ortiz López Asesora Dra. Martha Elena Venier Ciudad de México, 2018 2 ÍNDICE AGRADECIMIENTOS 5 RESUMEN 7 INTRODUCCIÓN 11 CAPÍTULO I: EL IMPERIO INCA 43 1. El origen de los incas (I, I, 15-17) 43 2. Los indios pertinaces (I, III, 2-3) 53 3. El príncipe desterrado (I, IV, 20-24, y V, 17-20) 60 CAPÍTULO II: DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA 81 1. Los dos náufragos (I, I, 8) 81 2. La agudeza de Atahualpa (II, I, 38) 88 3. El huésped asesino (II, IV, 7) 96 4. El ardid de los araucos (I, VII, 20-24) 100 5. La batalla contra las ratas (I, IX, 22) 116 CAPÍTULO III: LAS GUERRAS CIVILES DEL PERÚ 121 1. El maestre burlado (II, IV, 29) 121 2. El devoto temerario (II, V, 9-10) 126 3. Los cuentos de Francisco de Carvajal (II, V, 41-42) 131 4. Los galeotes prófugos (II, VI, 8-9) 152 5. Los azotes vengados (II, VI, 17-18) 160 6. El padrino impertinente (II, VI, 20) 168 3 CAPÍTULO IV: LOS FUNDAMENTOS DEL VIRREINATO 173 1. El indio soberbio (II, VIII, 1) 173 2. El papagayo delator (I, VIII, 21) 177 3. Los melones hurtados (I, IX, 29) 183 4. El jugador arrepentido (I, III, 20) 186 5. La mujer interesada (II, II, 1) 189 6. Los caballeros perezosos (II, VIII, 12) 193 CONCLUSIONES 199 BIBLIOGRAFÍA 211 APÉNDICE: LOS CUENTOS DEL INCA 215 4 AGRADECIMIENTOS Este trabajo es, en gran medida, consecuencia de la generosidad de diversas personas e instituciones. Agradezco, antes que a nadie, a El Colegio de México, porque me abrió sus puertas en un momento crítico de mi vida y me brindó estabilidad, confianza y la mejor educación que, en México o el extranjero, puede recibir un filólogo de la lengua española. Agradezco también a Martha Elena Venier, mi asesora, quien, después de inculcarme su correctísimo español y mostrarme que el único camino posible hacia la sabiduría son (serán siempre) los clásicos grecolatinos, me dio absoluta libertad para desarrollar mis ideas. Igualmente, a los profesores del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios que siempre me respaldaron y, seminario tras seminario, no escatimaron sus conocimientos ni su tiempo para mejorar estas páginas o darme alguna palabra de aliento: Martha Lilia Tenorio, Rafael Olea y James Valender. Asimismo, a Carlos Garatea y Sergio Ugalde, quienes leyeron la versión final del trabajo con tanta pasión como rigor. Aunque orgulloso egresado de El Colegio, aprovecho estas líneas para reconocer también la deuda que siempre tendré con la Universidad Nacional Autónoma de México. Me es imposible recordar los nombres de todos los profesores que allí me formaron (en las aulas del Colegio de Ciencias y Humanidades, de la Facultad de Ingeniería, del Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras, de la Facultad de Filosofía y Letras y del Instituto de Investigaciones Filológicas), pero no puedo dejar de consignar algunos: Javier Centeno (†), Ernesto García, Juan Antonio Rosado, Carmen Galindo, Patricia Cabrera, Aurora Ocampo (†) y María Stoopen. Mención aparte merece Alberto Paredes: aunque el amor por la literatura y la complicidad en la difícil tarea de conciliar el trabajo creativo con el 5 académico nos han hecho amigos, jamás dejará de ser mi maestro, a cuyas manos de prodigioso artífice llegué con todo el candor y la ignorancia de la juventud a cuestas. Lo mismo Lourdes Santiago, a quien debo la dicha de conocer el Colegio de Letras Clásicas, el más noble recinto de las humanidades en México. Más que a nadie, agradezco a Yuliana Flores, mi mujer, pues mis escasos logros y mis muchas ilusiones como filólogo, poeta y hombre se han nutrido en el fecundo diálogo que durante diez años hemos mantenido, “marcando mi camino tu pisada pequeña, tus ojos enredándose en todo lo que miro”, y, entre los innumerables dones que me has dado, quizá ninguno tan oportuno y solidario como el cariño de Verónica Flores y Juan Bermúdez. Agradezco también a los pocos amigos que, a pesar del tiempo y los vaivenes de la fortuna, persisten con obstinación a mi lado: a Adrián Martínez, Modesta García, Felipe Ortega, Araceli Martínez, Bernardo Fragoso y, muy especialmente, a Jesús Dávila, el hermano que el destino me regaló. Doy gracias, por último, a mi familia: a mis padres, María López y Everardo Ortiz; a mis hermanos, Alejandro y Janet Ortiz; a mi tía, Guillermina López, y a mi sobrino, Christopher Thielen, con la esperanza de que, algún día, las Erinias que nos persiguen se transformen, por fin y para siempre, en Euménides. Durante los cuatro años de estudios doctorales, recibí una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología; sin ella, esta investigación no habría sido posible. 6 RESUMEN El tema de los Comentarios reales (primera parte, 1609; segunda parte, 1617), del Inca Garcilaso de la Vega (Cuzco, 1539-Córdoba, 1616), es la historia del Perú desde el reinado de Manco Cápac (primer emperador del Tahuantinsuyo según la tradición) hasta la consolidación del poder español bajo el régimen del virrey Francisco de Toledo (quien gobernó entre 1569 y 1581). Como es común en la historiografía, el asunto principal de los Comentarios son hechos colectivos, protagonizados ya por indios, ya por españoles. No obstante, el hilo de la narración es con frecuencia interrumpido para dar lugar a relatos particulares, irrelevantes desde el punto de vista histórico y que pueden leerse como cuentos en el sentido actual de la palabra. En el presente trabajo, he seleccionado veinte de esos relatos (los que me han parecido de mayor calidad estética) y, a partir del análisis filológico, he tratado de dilucidar su sentido retórico y poético en la obra del Inca, así como su relevancia para la literatura hispanoamericana posterior. 7 8 Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Éste es, amigos, el nudo de nuestra soledad. GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, “La soledad de América Latina” 9 10 INTRODUCCIÓN Gómez Suárez de Figueroa nació en el Cuzco el 12 de abril de 1539. Habían transcurrido apenas seis años desde la captura de Atahualpa en Cajamarca y dos desde la huida de Manco Inca a Vilcabamba. Puede afirmarse, por lo tanto, que la conquista del Perú era todavía un hecho presente. Sus padres pertenecían a las clases hegemónicas de los dos imperios en pugna. El capitán Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas estaba emparentado con algunos de los escritores españoles más eminentes del fin de la Edad Media y el inicio del Renacimiento: Pero López de Ayala, Íñigo López de Mendoza, Jorge Manrique y el poeta toledano Garcilaso de la Vega. La palla Isabel Chimpu Ocllo, por su parte, era nieta del inca Túpac Yupanqui y sobrina de Huayna Cápac. Gómez Suárez de Figueroa pasó los primeros veinte años de su vida en el Perú, donde fue testigo de las rebeliones contra la corona española encabezadas por Gonzalo Pizarro, Sebastián de Castilla y Francisco Hernández Girón. Asistió a su padre como escribano en el período en que fue corregidor del Cuzco y en 1560, pocos meses después de la muerte de Sebastián Garcilaso, partió a España. Quiso obtener en la corte algún beneficio por los servicios de su padre y la restitución patrimonial de su madre, pero fracasó: según las autoridades españolas, Sebastián Garcilaso había apoyado la rebelión de Pizarro, lo que lo convertía en traidor a la corona. El joven mestizo no tuvo otra alternativa que renunciar a sus pretensiones y abandonar Madrid. Siguió durante algún tiempo la carrera militar: bajo las órdenes de Juan de Austria, peleó contra los moriscos de Granada en la rebelión de las Alpujarras. Vistió también el hábito eclesiástico, aunque “al parecer fueron sólo las órdenes menores y, por lo 11 tanto, no llegó a decir misa”.1 En 1570 heredó los bienes de su tío y protector Alonso de Vargas y Figueroa, los cuales pudo gozar plenamente a partir de 1586, cuando murió la viuda, doña Luisa Ponce de León. Ya nunca regresó al Perú, pues (aunque siempre se quejó de ser pobre) en España alcanzó una situación económica holgada que le permitió consagrar a la escritura las últimas décadas de su vida, primero en Montilla y después en Córdoba, donde murió el 23 de abril de 1516.2 Si muy pocos saben quién fue Goméz Suárez de Figueroa, esto se debe a que, poco después de cumplidos los veinte años, el hijo del capitán Sebastián Garcilaso y la palla Chimpu Ocllo cambió su nombre. Consta que el 17 de noviembre de 1563 fue padrino de bautizo de un niño montillano y firmó la partida como “Gómez Xuárez de la Vega”, y que el 22 de noviembre (apenas cinco días más tarde) consignó en otra partida bautismal el nombre, ya definitivo, de “Garcilaso de la Vega”. Raúl Porras Barrenechea atribuye el cambio de nombre a razones completamente prácticas: Había en Montilla un magnate, que incluso tenía un censo sobre la casa de don Alonso de Vargas y del que hay numerosas escrituras y firmas en los registros montillanos de la época, que lleva el nombre de Gómez Suárez de Figueroa, y éste era, además, el apelativo que le correspondía a los primogénitos de los Condes de Feria, ligados íntimamente con los Marqueses de Priego. El nombre de Gómez Suárez de Figueroa —que usaba en esos días el segundogénito de los Marqueses de Priego— era inoportuno en Montilla, y se prestaba a confusiones, para ser usado por un mancebo humilde y desconocido.3 Aurelio Miró Quesada sospecha otras causas: 1 Aurelio Miró Quesada, El Inca Garcilaso y otros estudios garcilasistas, Madrid, Cultura Hispánica, 1971, p.