Antología De Poetas Argentinos
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
^¿.--^l^^íSí M-^ i -Aií" THE UNIVERSITY OF ILLINOIS LIBRARY V. V ''^' Retum this book on or before the Latest Date stamped below. University of Illinois Library Í9S^ L161—H41 ANTOLOGÍA DE POETAS ARGENTINOS (tomo v) í'^X ."^^5 -^',V antología DE POETAS ARGENTINOS POR JUAN DE LA C. PUIG. cl^ PATRIA BS UNA NUEVA MUSA QUK INFLUYE DIVINAMENTE.» Fr. C. J. Rodrigue*. CNUESTROS POETAS HAN SIDO LOS SA- CBRDOTBS DE LA CREENCIA DE MATO.» /. M. Gutierre». To/no V — LA SOCIEDAD DE AAYO BUENOS AIRBS EDITORES : MARTIN BISDMA 6 HIJO Bolívar N« 535 Afto DEL Centenario—1910 ,0 » antología DE POETAS ARaENTINOS LA SOCIEDAD DE MAYO ESTEBAN ECHEVERRÍA MARCO AVELLANEDA FLORENCIO VÁRELA FLORENCIO BALCARCE LUIS L. DOMÍNGUEZ JOSÉ MARÍA CANTILO / NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y BIBLIOGRÁFICAS JOSÉ ESTEBAN ECHEVERRÍA Don José Esteban Antonio Echeverría nació en Bue- nos Aires el 2 de Setiembre de 1805. Habiendo que- dado huérfano siendo todavía muy niño, su juventud se resintió de la tolerancia maternal ^ue saciaba en él las complacencias de todo su amor, pero los ligeros extravíos que él mismo condenó después, no impidieron que fuese alumno aventajado del Colegio de Ciencias Morales, y que su paso por las aulas que dirigían el respetable don Mariano Guerra y el céle- bre don Juan Manuel Fernández Agüero, quedase se- ñalado con los mejores testimonios de aplicación y de exelencia, distinguiéndose entre sus demás condiscí- pulos por su talento y su aprovechamiento. Causas ajenas á su voluntad frustraron su incli- nación al estudio, y lo obligaron á emplearse en el comercio. Pero allí mismo, su espíritu bregaba por as- cender á la cumbre de los conocimientos en que la humanidad debatía entonces sus ideales, y en medio de los tercios de yerba-mate del almacén donde tra- bajaba como despachante de aduana, entretenía sus ocios leyendo obras sobre historia y literatura, y apren- diendo el francés. Su anhelo por ilustrarse determinó al fin la orienta- ción de sus valientes energías, y rompiendo el grillete de la exigencia que lo encadenaba al mostrador, re- solvió ir á Europa, para buscar, en el centro de irra- diación del pensamiento revolucionario de la época, las luces con que después había de resplandecer su ingenio en el lóbrego escenario de su patria. Después de cinco años de permanencia en el viejo mundo en que gustó el sabor de las doctrinas emanci- padoras que proclamaban la libertad del pensamiento, y con ella la . libertad del arte, y admiró la forma de la poesía sin ritmo, pero inmensa y avasalladora, que trascendían los Saint Fierre, Lamennais, madame de Stael y Chateaubriand y la dulzura, la gracia y el ingenio que caracterizaba las estrofas de los grandes artífices del verso como Lamartine, Millevoye, Vigny y Victor Hugo, por escasez de recursos se vio obligado á regresar al país, antes de haber concluido los cur- sos de economía política y de legislación que seguía en la universidad de París, y cuando la situación po- lítica interna de la república se hallaba más perturba- da por el choque de las dos tendencias en que se di- vidía la opinión : federales y unitarios. El mismo Echeverría ha juzgado esa situación en uno de sus escritos, que parece ser una auto-biografía, diciendo: «el retroceso degradante en que hallé á mi país, mis esperanzas burladas, produjeron en mí una melancolía profunda. Me encerré en mi mismo, y de ahí nacieron infinitas producciones de las cuales no- XI publiqué sino una mínima parte con el título de Consuelos. Filósofo más que poeta, las elegantes vaguedades de las rapsodias socialistas que había escuchado á La- mennais, habían armonizado su cerebro para pensar en la gama de todas las reivindicaciones y en el tono de todas las protestas; y este estado de alma, agravado por la dolencia física que empezaba á preocuparlo, se reflejó desde el primer momento en todas sus compo- siciones, que, á los ojos de los viejos partidarios del seudoclasisismo literario, aparecieron con los caracte- res de un pensamiento y de una forma nueva. Sin embargo, la publicación de su poema «Elvira ó la Novia del Plata» no produjo toda la impresión que él esperaba en la opinión pública; y mortificado por la aparente indiferencia ó la velada crítica que se le hi- ciera, se ausentó de Buenos Aires, yendo por algún tiempo á restablecer su quebrantado organismo á la ciudad de Mercedes, en la República Oriental del Uru- guay. La soledad y el retiro fueron propicios para la mejor terminación de su segundo trabajo que tituló «Con- suelos» y publicó en 1834. Estos fueron recibidos con unánime y general aplauso, y, desde aquel momento, nadie pudo disputar á Echeverría su puesto de avan- zada en la reforma de las ideas estéticas y filosóficas de nuestra cultura literaria. En aquella ocasión alzó Echeverría su bandera lite- raria, reformadora de la vieja escuela, diciendo al res- pecto lo siguiente: «La poesía entre nosotros aún no XII lia llegado á adquirir el influjo y prepotencia moral que tuvo en la antigüedad, y que hoy goza entre las cultas naciones europeas: preciso es, si quiere con- quistarla, que aparezca revestida de un carácter pro- pio y original, y que, reflejando los colores de la na- turaleza física que nos rodea, sea á la vez el cuadro vivo de nuestras costumbres y la expresión más eleva- da de nuestras ideas dominantes, de los sentimientos y pasiones que nacen del choque inmediato de nues- tros sociales intereses, y en cuya esfera se mueve nuestra cultura intelectual. Solo así, campeando libre de los lazos de toda extraña influencia, nuestra poesía llegará á ostentarse sublime como los Andes; pere- grina, hermosa y varia en sus ornamentos como la fecunda tierra que la produzca». Por lo tanto: al intentar reflejar los colores de la naturaleza física, espiritualizando sus bellezas más ca- racterísticas hasta darles vida y significación de sím- bolos; identificando el mundo exterior y sensible con la visión subjetiva del ideal increado, y teorizando en la esfera de lo abstracto para arreglar después sus conclusiones ó sus dogmas á las condiciones diferen- tes de la realidad, nuestro compatriota incurría en el mismo error filosófico que, á través del tiempo, soli- dariza al transformismo Hegeliano con la escuela Ale- jandrina; y resultaba siendo, en literatura, el primer representante del romanticismo en la república. Dice don J. M. Gutiérrez: «Fué romántico de buena ley, y no aceptando del Medio día sino los instrumentos del arte, se inspiró, en el fondo, en las ) XIII escuelas serias y filosóficas del Norte, afiliándose bajo las inmediatas banderas de Goethe, de Schiller y de Byron, grandes hablistas á su vez, y artífices cuidado- sos de la forma». Pero Echeverría hizo más que representar á la escuela filosófica y literaria cuyas ideas compartía: pues, recordando la estrecha vinculación que han teni- do siempre las letras con la civilización de los pueblos en la historia de la humanidad, concibió el proyecto» de concurrir á la realización de los ideales políticos, de su partido, dirigiendo el pensamiento de la juven- tud hacia los nuevos rumbos que iluminaba el genia de la Francia. «Poeta en acción» le ha llamado don Félix Frías,, y este es el título que mejor cuadra á Echeverría; por- que sus concepciones responden siempre á una belleza ideal, inmediatamente perceptible, y en su realiza- ción agotó todos los recursos de su ingenio como ar-- tista, y colmó todas las aspiraciones de su alma como escritor. El filósofo y el poeta, se presentan confundidos en los siguientes renglones que reasumen su credo ética y estético : ( i «El espíritu del siglo lleva hoy á todas las nacio- nes á emanciparse; á gozar la independencia, no solo política sino filosófica y literaria ; á vincular su gloria no solo en libertad, en riqueza y en poder, sino en el libre y espontáneo ejercicio de sus facultades mo- I Obras ( ) de Ei;heverría. Tomo 5, pg. XXI. XIV rales, y de consiguiente en la originalidad de sus ar- tistas. Nosotros tenemos derecho para ambicionar lo mismo, y nos hallamos en la mejor condición para ha- cerlo. Nuestra cultura empieza : hemos sentido solo de rechazo el influjo del clasicismo. Quizá algunos lo pro- fesan, pero sin séquito, porque no puede existir opi- nión pública racional sobre materia de gusto, en donde la literatura está en ernbrión y no es ella una poten- cia social. Sin embargo, debemos, antes de poner mano á la obra, saber á que atenernos en materia de doc- trinas literarias, y profesar aquellas que sean más con- forme á nuestra condición y estén á la altura de la ilustración del siglo, y nos trillen el camino de una literatura fecunda y original, pues en suma, como dice Hugo : el romanticismo no es más que el liberalismo en literatura» . Echeverría se había propuesto realizar la emanci- pación del pensamiento sojuzgado por las trabas de arcaicos dogmatismos, con el objeto de apresurar el progreso de la ciudad constituida sobre e^te gran es- cenario, humeante todavía por las batallas de la in- dependencia. Trabajó en este propósito con verdadera fé en la eficacia del procedimiento. Pero como era pensador prudente y previsor, no quiso exponer el éxito á la suerte de una campaña desigual y precipitada, tan ra- dical como novedosa para el criterio general de los hombres de estos países sabiendo que tendría que ; y, contrariar las tendencias centralizadoras que empeza- ban á descubrirse en el gobierno, en franca deriva- XV ción hacia el oprobioso despotismo en que cayó más tarde, y escandalizar necesariamente al optimismo re- ligioso encastillado dentro de los muros que levanta- ron los artistas del siglo de oro, trató de oponer, á aquella corriente nefasta y á esta apatía vergonzante, el viril consorcio de la ilustración, la altivez y la no- bleza de la juventud con el espíritu republicano, ins- pirador de la revolución de Mayo; y convirtiendo su causa en causa común y en causa de la patria, soli- darizó en la misma idea á un grupo de hombres de lo más distinguido é ilustrado de Buenos Aires, vinculán- dolos en una agrupación en forma de logia, de carácter político y literario, que se llamó : Asociación de Mayo.