La Aventura Espeleológica De Don Quijote
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LA AVENTURA ESPELEOLÓGICA DE DON QUIJOTE por Alejandro TenorioTenorio Lemir: Estudios, Libros e Investigaciones (2005) ISSN 1579-735X Alejandro Tenorio Tenorio La aventura espeleológica de Don Quijote Lemir –Estudios, Libros e Investigaciones ISSN 1579-735X ÍNDICE Págs. O. INTRODUCCIÓN 3 1. CUESTIONES PREVIAS 18 1.1. El “Quijote” de 1605 18 1.2. Locura, ensueños y perspectivas 20 1.3. La verdad de las mentiras de don Quijote 33 1.4. Componentes artúricos del relato 37 1.5. Elementos carolingios de la cueva 43 1.6. El Camino de Santiago y el Romancero 53 1.6.1. La formación del Camino de Santiago 53 1.6.2. El Romancero viejo 58 2. LA PENITENCIA DE SIERRA MORENA 63 2.1.El Amadís de Gaula 64 2.1.1. Fecha y autoría 64 2.1.2. Algunos destacados personajes de su trama argumental 67 2.2.La entrada en Sierra Morena y marcha de Sancho Panza 69 2.3.Monólogo de don Quijote o los inciertos límites entre locura y cordura 74 3. LA CUEVA DE MONTESINOS 75 3.1.Antecedentes de las sublimes visiones en la cueva 78 3.2. Don Quijote prosigue hacia la sima 80 3.3. Los disparates eruditos del Primo 82 3.4. El sueño-pesadilla de don Quijote narrado al salir de la cueva 90 3.4.1. Héroes épicos del sueño 93 3.4.2. Dulcinea encantada 99 4. CONCLUSIONES 104 5. BIBLIOGRAFÍA 110 2 Alejandro Tenorio Tenorio La aventura espeleológica de Don Quijote Lemir –Estudios, Libros e Investigaciones ISSN 1579-735X La aventura espeleológica1 de Don Quijote ... y, así, eso que a ti te parece bacía de barbero me parece a mí el yelmo de Mambrino y a otros le parecerá otra cosa. (Quijote, I-XXV). 0. INTRODUCCIÓN La cueva de Montesinos (Quijote, II-XXII y XXIII) ha generado multitud de interpretaciones y se han visto en las revelaciones oníricas del héroe alusiones a algunos episodios de la materia de Francia, entre los que destaca el romance Rosaflorida y Montesinos, cuyo protagonista, en la tradición hispánica, provocará el enamoramiento de oídas de la dama, un topos muy frecuentado por la poesía amorosa hispanoárabe, los trovadores provenzales o las leyendas épicas de Spania. “El adentrarse en la caverna” brota como un deseo arrebatador de la personalidad del hidalgo manchego, quizás, para evadirse del mundo que le rodea y entrar así en contacto con lo fantástico-maravilloso que le fluye en su imaginación desbordada, aunque para ello tenga que desviarse de su caminar hacia Zaragoza a donde anteriormente había manifestado su intención de ir para participar en las justas. Sólo su presencia en las bodas de Camacho le detendrán ocasionalmente de llevar a cabo su proyecto. El culto a las cuevas y grutas de la mitología antigua ha sobrevivido al Cristianismo; pensemos en el chamán2 que desciende al Infierno para liberar el alma del enfermo atrapada por los demonios, o en el mito de Orfeo3 que baja a los espacios infernales para 1. Según el Diccionario de la Lengua Española de R.A.E. Del gr. σπήλαον, caverna, y -logía. 1. f. Ciencia que estudia la naturaleza, el origen y formación de las cavernas, y su fauna y flora. 2. Según el Diccionario de la Lengua Española de R.A.E. De or. siberiano, a través del ruso. 1.m. Hechicero al que se supone dotado de poderes sobrenaturales para sanar a los enfermos, adivinar, invocar a los espíritus, etcétera. 3. Hijo de Apolo y de Calíope. Era tan hábil tañedor de la lira, que los árboles y las piedras dejaban su lugar, los ríos suspendían su curso y las fieras se juntaban para escucharle. Recorrió Egipto para ser iniciado en los misterios de Isis y Osiris. Se casó con la ninfa Eurídice. Un día que Eurídice huía de Aristeo, hijo de Cirene, fue mordida por una serpiente y murió. Orfeo descendió a los infiernos para implorar que le devolvieran a su compañera y le fue concedido con la condición de que él no volvería la cabeza para mirarla hasta que hubiera rebasado los confines del reino de los muertos. Eurídice ya estaba saliendo cuando Orfeo, miró hacia atrás y perdió a Eurídice. Intentó penetrar por segunda vez en la mansión de los muertos; Carón negóse a 3 Alejandro Tenorio Tenorio La aventura espeleológica de Don Quijote Lemir –Estudios, Libros e Investigaciones ISSN 1579-735X llevarse con él a Eurídice, su mujer muerta. El gran Leonardo da Vinci nos dejó escritos los sentimientos que experimentaba al entrar en una caverna: temor a la cueva oscura y amenazadora y también ansia de ver si no encerraba alguna extraordinaria maravilla. La bajada a la gruta, un auténtico regressus ad uterum materno, es un privilegio para el artista hasta volverse a fundir con la Tierra-Madre que le pone en contacto con los misterios de la Naturaleza y la creación del Hombre. Los cultos iniciáticos y celebraciones mistéricas de la Antigüedad Clásica implican un viaje lleno de peligros y obstáculos; de ahí que Eneas y Dante lleven un guía hasta penetrar en el lugar misterioso donde tendrán la posibilidad de descubrir un nuevo saber que les hará cambiar profundamente al quedar reveladas al futuro iniciado los más recónditos pliegues de su propio ser. Cervantes conocía, sin duda, las leyendas toledanas sobre las cuevas, como ha observado Ismael del Pan en Folklore toledano, supersticiones y ciencias4. Existen además las creencias populares sobre las numerosas cuevas de la Imperial Ciudad, a la que Carlos Pascual, en su Guía secreta de Toledo5, emplea un capítulo a Toledo subterráneo (pp. 305 y ss.), preguntándose si en la Toledo prerromana, como afirman las obras medievales, hubo o no celebraciones y cultos de aquel tipo. En el medioevo hispano se creía que en las grutas vivían espíritus o hadas mucho antes que el Cristianismo proclamara santos a su ermitaños, capaces de expulsar a los demonios de las almas poseídas por el Maligno; estas supersticiones justificarían la existencias de las peregrinaciones a aquellas cuevas. (Redondo, Austin, 1997, pp. 403 y ss.). El objeto de este trabajo ha sido adentrarme y analizar el episodio de la cueva de Montesinos, idea que me surge a raíz de ojear el opúsculo “Miguel de Cervantes, La aventura de la Cueva de Montesinos, Capítulo XXIII De ‘EL Quijote’”, editado por la Universidad de Alcalá con motivo del IV Centenario de la Publicación de la Primera Parte del Quijote; en él consta que Este capítulo se terminó de imprimir en enero de 2005, año en que se celebra el IV centenario de la primera edición de El Quijote. Con don Quijote, he querido encaminarme hacia la cueva de Montesinos porque “tenía gran deseo de entrar en ella y ver a ojos vistas si eran verdaderas las maravillas que de ella se decían por aquellos contornos”. Y, como don Quijote con su espada, he intentado transportarle en su barca, y Orfeo estuvo siete días a orillas del Aqueronte. Se retiró al monte Rodope, en Tracia. 4 Cfr. Redondo, Austin, 1997, p. 408, n. 19. 5 Toledo: Imp. de A. Medina, S.F., “Biblioteca Toledana”, II, p. 15. 4 Alejandro Tenorio Tenorio La aventura espeleológica de Don Quijote Lemir –Estudios, Libros e Investigaciones ISSN 1579-735X desbrozar las malezas que ocultaban su entrada, y, ahuyentados grajos y cuervos y otros pájaros de mal agüero que allí habitaban, he descendido hasta lo más profundo de la sima, pero sin perder el seso, como le sucediera a nuestro caballero andante; antes bien, avivados mis cinco sentidos y afinando mi entendimiento, he soñado despierto, a veces como cuerdo loco, a veces como un loco que tiraba a cuerdo, imitando el diagnóstico que el Caballero del Verde Gabán transmitió a su hijo, el pseudo-intelectual Lorenzo Miranda, ambos fascinados por su erudición humanística, sobre el estado psíquico que aparentemente presentaba el Caballero de la Triste Figura o el de los Leones, que tanto da. Descender, guiado, por don Miguel de Cervantes, a la cueva de Montesinos, ha sido una experiencia renovada, abismal, casi dantesca que, por evocación, me trae a la memoria el descenso al Averno de Eneas con la Sibila de Cumas o el viaje infernal de Dante con Virgilio en la Divina Comedia, aunque, en mi caso, iba bajo la férula del mismo Cervantes, aquel que naciera en aquella Alcalá de Henares, antigua sede de la Complutense de Cisneros, hoy Patrimonio de la Humanidad, donde fue alumbrado por doña Leonor de Cortinas, parece que un 29 de septiembre de 1547, día de San Miguel, el cuarto hijo de Rodrigo de Cervantes, un modesto cirujano que sufrió cárcel por deudas, quizás trampeando para salir adelante, como más tarde le volvería a suceder al hijo, a pesar de la hidalguía de uno y de las lesiones de guerra del otro; el Manco de Lepanto se le llamó porque perdió el movimiento del brazo izquierdo luchando contra los infieles, los turcos otomanos, en el golfo del Mediterráneo del mismo nombre, cuya defensa era vital para España amenazada desde tiempo atrás por las incursiones de la marina turca y de los corsarios del norte de África, que ponían en peligro sus comunicaciones militares con las posesiones italianas y la llegada de trigo de Sicilia a los puertos de Levante, una fiera lucha enmascarada bajo el nombre de guerra santa entre el cristianismo y el islamismo, la cruzada y la yihad; en aquella España desde mediados del XVI y principios del s. XVII, se estaba viviendo una crisis considerable; aparece en El Lazarillo6(1554), de autor anónimo, 6. Anteriormente, también hubo pobreza y miseria para un segmento muy importante de la población de Castilla y de España.