Puertos Y Comercio Marítimo En La España Visigoda
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POLIS. Revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad Clásica 11, 1999, pp. 135-160 PUERTOS Y COMERCIO MARÍTIMO EN LA ESPAÑA VISIGODA Salvador I. Maríezkurrena En tiempos del rey Wamba nos sitúa la Crónica de Alfonso III la primera arribada a las costas peninsulares de naves sarracenas. Su destino fue trágico, pues todas fueron destruidas y quemadas', y aunque la credibilidad de la noticia no es excesiva, permite descubrir algunas características de la fuerza militar del reino visigodo de Toledo. Llama la atención el elevado número de barcos que se cita, doscientos setenta, lo que forzosamente supone la existencia de un ejército numeroso. Sin embargo, nos resulta más interesante destacar el hecho mismo de la destrucción de las naves musulmanas, que nos ha de llevar a considerar la existencia de una flota visigoda en el sur peninsular lo suficientemente numero sa como para enfrentarse con éxito a ios barcos musulmanes. Es qierto que la crónica nada nos dice de esta flota visigoda, pero resulta muy difícil entender cómo pudo destruirse un número tan elevado de buques sin contar con apoyo marítimo. Aunque la lejanía de la Crónica de Alfonso III de la época visigoda sea grande y la noticia, probablemente, no es más que una recreación legendaria ' Rot., 2, «lUius quoque tempore CCLXX nabes Sarracenorum Spanie litus sunt adgresse, ibique omnes pariter sunt delete et ignibus concremate»; Seb., 2, «lUius namque tempore ducente septuaginta ñaues Sarracenorum Yspanie litus sunt adgresse, ibique omnia eorum agmina ferro sunt deleta et classes eorum ignibus concremate». 135 Puertos y comercio marítimo en la España visigoda de los cronistas del Rey Magno, disponemos de una serie de testimonios indirectos que nos documentan la estrecha relación entre los visigodos y el mar. Las primeras noticias de la actividad marinera de los visigodos durante la migración previa a su asentamiento definitivo en Aquitania, nos muestran a un pueblo poco habituado en tareas marineras, saldándose con desastre el intento de Alarico de saltar a África para establecerse con sus gentes^. La impresión causa da por la catástrofe fue muy grande, pues años después Valia abandonó definiti vamente las pretensiones de un asentamiento africano, tras vivir en el estrecho de Gibraltar una experiencia parecida a la de Alarico y cuyo recuerdo le motivó a abandonar la aventura, según San Isidorol No obstante, los monarcas godos no desistieron de hacer notar su presencia en los mares. Sidonio Apolinar nos ha legado el testimonio del envío de la flota visigoda a Burdeos a fin de acabar con la actividad de los piratas sajones en la región del Garona''. San Isidoro nos relata también la derrota visigoda en Ceuta en tiempos de Teudis a manos de los bizantinos, lo que supone forzosamente haber realizado con éxito la travesía del estrecho que un siglo antes atemorizó a Valia\ Gregorio de Tours nos cuenta cómo por orden de Leovigildo se capturaron los barcos que negociaban entre las Galias y Galicia, pudiendo escapar unos pocos hombres para llevar la noticia*^; las palabras del turonense no nos hablan - Jord., Get. XXX, 157, «Ibi ergo ueniens Alaricus rex Vesagotharum cum opibus totius Italiae, quas in praeda diripuerat, et exinde, ut dictum est, per Siciliam ad Africam quietam patriam transiré disponens. Cuis, quia nos est liberum quodcumque homo sine notu die disposuerit, fretus lile horribilis aliquantos ñaues submersit, plurimas conturbauit». ' Isid., Hist. Goth. 11, «Confecto igitur Wallia bello Spaniae, dum instructa nauali acie Africam transiré moliretur in fretu Gaditani maris ui grauissima rempestatis effractus, memor etiam illius sub Alarico naufragii omisso nauigationis periculo Gallias repetit». " Sid. Apol., Epist. MGH, aa, VIII, 132-133. ' Isid., Hist. Goth. 42, «Post tam felicis uictoriae trans fretum inconsulte Gothi gesserunt. Denique dum aduersus milites, qui Septem oppidum pulsis Gothis inuaderant, oceani freta transissent eundumque castrum magna ui certaminis expugnarent, adueniente die dominico deposuerunt arma, ne diem sacrum proeüo funestarent. Hac igitur occasione reperta milites repentino incursu adgressum exercitum man undique terraque conclusum adeo prostrauerunt, ut ne unus quidem superesset, qui tantae cladis excidium praeterit». '' Greg. Tur., Hist. Franc. VIII, 35, «Legati de Hispaniis ad regem Guntchramnum uenerunt cum multis muneribus, pacem pétenles, sed nihil certi accipiunt in responsis. Nam anno praeterito, cum exercitum Septimaneam debellasset, nauis, quae de Galléis in Galliciam abierant, ex iusso Leuuieldi regis uastatae sunt, res ablatae, hominis caesi atque interfecti, nonnulli captiui abducti sunt. Ex quibus pauci quodadmodo scafis erepti, patriae quae acta fuerant nontiauerunt». 136 Salvador I. Mariezkurrena de una flota visigoda, no obstante, dado el enfrentamiento que en ese momento libraban las tropas de Leovigildo contra las de Gontran en la Septimania es bastante probable la actuación de barcos de guerra a fin de interceptar el comercio franco en la región. Por último, Isidoro de Sevilla reconoce la pericia adquirida por los godos en los combates marítimos durante el reinado de Sisebuto, mostrando cómo los barcos visigodos se atrevían ya a establecer luchas en el mar, sin limi tarse únicamente al traslado de tropas o al apresamiento de buques mercantes^. Todas estas noticias, aunque escasas, nos testimonian la presencia de bu ques guerreros en las aguas que bordean la península desde el golfo de León hasta el de Vizcaya. Por otra parte, si damos crédito a la referencia que nos ofrecía la Crónica de Alfonso III, hemos de estimar estas flotas como integra das por un número importante de barcos. La preocupación de los monarcas visigodos por los asuntos marítimos qui zás no fue tan grande como estas citas nos pueden hacer sospechar, pero sí parece que fue superior a la de sus vecinos merovingios, que mostraron una total indiferencia por los problemas marítimos". Esa preocupación de los mo narcas godos por mantener flotas activas a lo largo de toda la historia visigoda, y utilizadas probablemente para salvaguardar el comercio marítimo", nos lleva a la necesidad de que contase el reino gótico con las instalaciones portuarias adecuadas. De los puertos y de la actividad comercial en ellos desarrollada, va a versar este estudio, que no pretende ofrecer una visión concluyente del tema, sino mostrar una aproximación a una temática en continua renovación'". ' Isid., Hist. Goth. 70, «Hac sola tantum armorum experientia hucusque carebant, quod classica bella in mari gerere non studebant; sed postquam Sisebutus princeps regni sumpsit sceptra, ad tantum felicitatis uirtutem profecti sunt, ut non solum térras, sed et ipsa maria suis armis adeant subactusque seruit lilis Romanus miles, quibus seruire tot gentes et ipsam Spaniam uidet». " R. Latouche, Orígenes de la economía occidental (siglos iv-xi), México D. F. 1957,115. '' P.D. King, Derecho}' sociedad en el reino visigodo, Madrid 1981, 223. '" Vid. entre otros R. Hodges, Dark age economics, Londres 1982; Primitive and peasant markets, Oxford 1988; R. Hodges y D. Whitehouse, Mohammed, Charlemagne and the origins ofEurope, Londres 1983; R. Hodges y W. Bowden, The sixth century. Production, distribiition and demand, Leiden 1998; A. Giardina (ed.), Societá romana e Imperio tardoantico, Roma-Bari 1986; P. Garsney, K. Hopkins y C.R. Whittaker (eds.), Trade in the ancient economy, Berkeley-Los Ángeles 1983; K. Randsbord (ed.), «Between classical Antiquity and the Middle Ages: new evidence of economic change», Antiquity, 64, 1990. 137 Puertos y comercio marítimo en la España visigoda 1. PUERTOS: NÚMERO, DISTRIBUCIÓN Y ESTRUCTURA La primera problemática que se nos plantea al adentramos en el estudio de los puertos de la Antigüedad Tardía es la de delimitar con precisión qué es un puerto. Ciertamente, contamos con definiciones clásicas sobre la cuestión pero, como veremos a continuación, no dejan de presentar graves dificultades. Ulpiano en el Digesto señala que «se llama puerto al lugar cerrado donde se importan y exportan mercancías, cuando el emplazamiento no está absolutamente cerrado y fortificado se llama angiportum»". San Isidoro, por su parte, se mantendrá cercano al espíritu de la definición del Digesto, al decimos que «el puerto es un lugar al abrigo de los vientos que suelen soplar en tiempo de invierno. Se le denomina puerto por el transporte de mercancías»'^. Así, la doble característi ca del puerto consiste en ofrecer un lugar a resguardo de las inclemencias meteorológicas y ser, a la par, un espacio de intercambio mercantil. La necesi dad de contar con lugares seguros, donde resguardarse de temporales o malas condiciones de navegación, era fundamental para la circulación marítima tan to en el Mediterráneo como en el Atlántico. La navegación en el Mediterráneo era segura únicamente desde el 27 de mayo hasta el 14 de julio, pudiendo tan sólo prolongarse con un mayor grado de inseguridad hasta el 11 de noviembre, cerrándose el mar desde esta fecha hasta el 10 de marzo'^ En el Cantábrico, los vientos del noroeste, responsables de los fuertes temporales que azotan aquellas costas, obligan a cerrar igualmente la navegación a lo largo del invierno'". El criterio que utiliza el obispo hispalense para diferenciar entre portas y statio es precisamente el relacionado con la clausura invemal de los mares'\ criterio que no deja de plantear problemas dado que la definición de puerto la '' Uip., Dig. L, 16,59, «Portus apellatus est conclusus locus, que importantur merces et índe exportantur, eaque nihilo minus statio est conclusa et munita, inde angiportum dictum est». '^ Isid-, Etym. XIV, 8,40, «Portus autem locus est ab accessu ventorum remotus, ubi hivema opponere solent: et portus dictus a de portandis commerciis». " J. Vemet, «La navegación en la Alta Edad Media», La navigazione mediterránea nell'alto medioevo. Settimane di studio del centro italiano di studi suU'alto medioevo, 25, 1978, 33 L '* }. M. Iglesias y J. A. Muñiz, Las comunicaciones en la Cantabria romana, Santander 1992,49. " Isid., Etym. XIV, 8,39, «Statio est ubi ad tempus stant naves; portus, ubi hiemant». 138 Salvador I.