P. General – Congreso sacerdocio Comillas, 19 abril 2010 1

Alocución del P. General, Adolfo Nicolás, SJ en la inauguración del Congreso Sacerdotal de Comillas 19 de abril de 2010

1. Deseo agradecer la invitación del Rector a sumarme con unas palabras a la celebración de este Congreso Internacional, organizado por la Facultad de Teología de la Pontificia Comillas, destinado a profundizar en las líneas con las que el papa Benedicto XVI anunciaba en la plenaria del Clero la convocatoria de un “año sacerdotal”. Saludo especialmente a Monseñor D. José Vilaplana, Presidente de la Comisión Episcopal del Clero, así como a las autoridades académicas aquí presentes. Dirijo mi agradecimiento personal a todos los miembros del claustro de la Facultad de Teología, así como al resto de profesores y al personal de administración y servicios de la Universidad. Me consta de su esfuerzo constante para ofrecer una enseñanza de calidad a todos nuestros alumnos, en particular a los candidatos al sacerdocio y a otros ministerios de servicio en la Iglesia. De un modo especialmente esperanzado, saludo también a los alumnos, a quienes animo a participar de manera responsable en su formación integral, intelectual, espiritual, social y humana, para poder prestar en el futuro un mejor servicio de calidad a la Iglesia y a la sociedad.

2. Ayer en Valladolid he asistido con gran alegría y gozo espiritual a la beatificación de un joven sacerdote jesuita, Bernardo de Hoyos. En su corta vida se distinguió por su amor apasionado al Sagrado Corazón de Jesús. Sintió la moción, contrastada con sus superiores y directores espirituales, de haber sido elegido por el Señor para introducir esta devoción en España. La juventud de Bernardo y su camino por los colegios de la Compañía en evocan en mí muchos recuerdos de los años vividos en esta casa, en las aulas y capilla de este edificio, como congregante mariano, donde tantas veces oímos hablar de la devoción al Sagrado Corazón.

A su modo, Bernardo hizo vida una de las frases más célebres en este año sacerdotal: “El sacerdocio es el amor al corazón de Jesús”1. La formulación del Santo cura de Ars refleja una de las dimensiones características del sacerdocio de los primeros jesuitas en la que Bernardo destacó: la centralidad de la persona de Jesucristo. La experiencia de los ejercicios espirituales dejó grabado en los primeros compañeros el deseo de un conocimiento interno del Señor, de su corazón, para más amarlo y más seguirlo2. Este amor llega incluso al deseo de la máxima identificación con Cristo, a pedir intensamente y en repetidas ocasiones imitar más y parecerse más actualmente a Cristo nuestro Señor3 compartiendo con él la kénosis y todo lo que este abajamiento hasta la muerte implica: la pobreza y la humillación (cf. Filp 2,6-8).

1 Carta del papa Benedicto XVI a los sacerdotes con motivo del Año Sacerdotal (16.06.2009). La cita del cura de Ars, en Le curé d’Ars. Sa pensée – Son Coeur. Présentés par l’Abbé Nodet, éd. Xavier Mappus (Foi Vivante 1966), 98. 2 Cf. Ej. 104. 3 Cf. Ej. 167. P. General – Congreso sacerdocio Comillas, 19 abril 2010 2

Los primeros compañeros sienten que estos deseos y estas mociones reciben una confirmación de parte de Dios Padre en la famosa visión de La Storta, cerca de Roma, que Ignacio nos relata así en la autobiografía: “Y estando un día en una iglesia haciendo oración algunas millas antes de llegar a Roma, sintió tal mutación en su alma y vio tan claramente que Dios Padre lo ponía con Cristo, su Hijo, que no se atrevería a dudar de esto, sino que Dios Padre lo ponía con su Hijo”4. Esta es la confirmación final para Ignacio de que el nuevo grupo de sacerdotes no puede tener otro nombre, sino el de Compañía de Jesús5, puesto que Jesús es la Cabeza de la Compañía6.

3. Desde esta centralidad de la persona de Cristo se explican algunos rasgos característicos de la comprensión del sacerdocio por parte de los primeros jesuitas y su modo particular de vivirlo. Permítanme que destaque algunos más señalados. a) Entienden su sacerdocio como una continuación de la forma de vida apostólica. Este aspecto era tan evidente para ellos, que lo explicitan poco en sus escritos fundacionales, mientras que conforma su estilo de vida7. Uno de los escasos testimonios en los que se explicita la opción sacerdotal de Ignacio y sus primeros compañeros, posterior a la fundación misma, dice así:

“Así pues, como hubiese oído [Ignacio] que los Apóstoles habían sido las primeras trompetas del Evangelio, y que incluso habían administrado el santo sacramento de la Comunión al que debía preceder el de la Penitencia y confesión, quiso personalmente que él y los suyos pudiesen administrar ambos sacramentos y anunciar a todo el mundo el Evangelio de nuestra religión cristiana”8.

Para Ignacio el sacerdocio va ligado a la práctica del apostolado, aportando un sello sacramental y eclesial que lo completa y perfecciona. En este aspecto el ideal ignaciano no ha perdido nada de actualidad, sino que resuena plenamente con el ideal misionero del presbítero, ligado a una forma eclesialmente reconocida de vivir a la apostólica9. El recorrido de Ignacio y los primeros compañeros guarda un cierto paralelismo con el de los primeros discípulos, que primero recibieron la llamada al seguimiento de Cristo por las villas de Palestina y, posteriormente, en la última Cena y en la Pascua, se transformarán en apóstoles consagrados por el Señor Resucitado, que les dona el Espíritu y les confiere la potestad específica del servicio apostólico. b) Para Ignacio la forma de vida apostólica va ligada a la pobreza y la itinerancia

4 Au 96. 5 FN II,133, de una plática de Laynez a la comunidad del Gesù el 2 de julio de 1559. 6 De 66. Anotación del 23 de febrero de 1544. 7 Luis DE DIEGO, “Sacerdocio”, en GRUPO DE ESPIRITUALIDAD IGNACIANA (ed.), Diccionario de Espiritualidad Ignaciana, Mensajero – Sal Terrae, Bilbao – Santander 2007, II,1582. 8 FN III, 816. 9 Cf. BENEDICTO XVI, La identidad misionera del presbítero y el ejercicio de los tria munera (16.03.2009), Alocución a la asamblea plenaria de la Congregación para el Clero. P. General – Congreso sacerdocio Comillas, 19 abril 2010 3 misionera. Frente a un clero en su mayoría pendiente de los beneficios y de los honores, los primeros jesuitas destacan por la gratuidad de sus ministerios y la movilidad. c) Esta movilidad está ligada al celo apostólico y al deseo de contribuir al bien más universal. Para cerciorarse de que su sacerdocio cumple con esta universalidad y, además, se realiza en formulación de Nadal in facie Ecclesiae10, se pondrán al servicio del Papa, para ser enviados a cualquier parte. d) El celo apostólico se articula de un modo integral: privilegian todos los ministerios de la Palabra, celebran los sacramentos, pero también practican una amplia y variada gama de obras de misericordia. e) Todos estos elementos van acompañados por el ideal de la unión de virtud y letras. Lo que requiere de los estudiantes, como bien ilustró el P. Kolvenbach, la conjunción de pietas y eruditio11.

4. La suma de estos aspectos confluyó en que ellos mismos se denominaran, en boca de Fabro, uno de los primeros compañeros, como “La Compañía de los sacerdotes de Jesús”12 y en que el Cardenal Contarini se refiera a aquel grupo inicial como “sacerdotes reformados de Jesús”13. En esta línea de reforma del sacerdocio, a través del celo misionero, de la pobreza y de la formación Ignacio y sus compañeros no se encuentran solos. En España Juan de Ávila había comenzado un proyecto semejante, mediante la creación de colegios para la formación del clero. Entre san Juan de Ávila y los jesuitas españoles del tiempo reinó una comunión muy estrecha de ideales. En palabras del mallorquín Jerónimo Nadal el patrono del clero español afirmó en una ocasión: “yo he sido como un niño que trabaja muy de veras de subir una piedra por una cuesta voltando y nunca puede, y viene un hombre, y fácilmente sube la piedra: así ha sido el P. Ignacio”14. San Ignacio, por su parte apreció enormemente a San Juan de Ávila y su obra, sus intentos de reforma y sus iniciativas en la formación de un clero culto, lleno de celo apostólico y virtud, como se refleja en una de sus cartas: “… que en tanta uniformidad de modo de proceder y voluntades del Maestro Ávila y nosotros, que no me parece sino que, o nosotros nos juntemos con él, o él con nosotros, para que las cosas del divino servicio mejor se perpetúen”15.

10 Luis DE DIEGO, La opción sacerdotal de Ignacio de Loyola y sus compañeros [1515-1540]. Estudio histórico e interpretación teológico-espiritual, UCAB, Caracas 1975, 142, sin referencia. 11 P.-H. KOLVENBACH, SJ, Pietas et eruditio [Roma, 2004. Alocución en la Universidad Gregoriana], recogido en ID., Selección de Escritos 1991-2007, 2007, 603-615. 12 Mon. Fabro, 119. 13 Así reza el encabezado del breve con el que el Cardenal Contarini firma los cinco capítulos: “Breve S.mi Dni. Paulo III per li preti reformati del Iesu”. Cf. TACCHI VENTURI, Storia…, I,II, 179-180. 14 M Nadal I,226. Véase M. RUIZ JURADO, “Ávila, Juan de”, en CH. E. O’NEILL, S.I. – J.M. DOMÍNGUEZ (dirs.), Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, Institutum Historicum SI – Universidad Pontificia Comillas, Roma – Madrid 2001, I, 305-306. 15 Epp. Ign. III,162. P. General – Congreso sacerdocio Comillas, 19 abril 2010 4

De esta intensa relación es prueba que san Juan de Ávila diera pláticas de comunidad a los jesuitas y el hecho de que quisiera estar enterrado en un templo de la Compañía

5. Estos dos movimientos de reforma del clero apuntaron en la dirección que el concilio de Trento selló al establecer la necesidad de seminarios conciliares, donde los candidatos al sacerdocio fueran seleccionados, probados y formados en virtud, letras y celo apostólico. San Juan de Ávila ya había establecido colegios en esta línea especialmente en Andalucía. San Ignacio, por su parte, no se preocupó solamente de que los candidatos a la Compañía recibieran una formación adecuada, sino que en seguida vio el alcance apostólico de la formación del clero, para la reforma de la Iglesia y para una mejor y más abundante ayuda a las almas. Son célebres y conocidas la fundación a estos efectos, en medio de grandes penurias económicas y de personal cualificado, del Colegio Romano (1551), que más tarde se convertirá en la actual Universidad Gregoriana, y del Colegio Germánico (1552), a iniciativa del Cardenal Morone. Ambos continúan hoy prestando un servicio a la Iglesia universal.

6. Esta línea inaugurada ya por san Ignacio, de la formación del clero ha continuado y continúa en la Compañía de muy variadas maneras. Esta historia no se podría escribir sin mencionar en un lugar destacado la Universidad Pontificia Comillas. Comienza su andadura como seminario para pobres en Cantabria, gracias a la generosidad del Marqués de Comillas, Antonio López y su hijo D. Claudio, y al celo de dos jesuitas, los padres Tomás Gómez, fundador, y Luis Martín, Provincial. En 1892, 54 niños de 12 años comienzan las clases en el seminario pontificio para pobres, erigido por el papa León XIII. San Pío X decide en 1904 otorgar al seminario la facultad de conferir grados académicos de doctorado, pasando así a convertirse desde entonces en Universidad Pontificia. A lo largo de los años y hasta su traslado a Madrid se habían formado en Comillas 1.461 sacerdotes de España, Hispanoamérica y Filipinas que pueblan sus aulas y culminan sus estudios en las Facultades de Teología, Filosofía y Derecho Canónico, combinando el cultivo de la ciencia, la espiritualidad y el humanismo junto con otras actividades de carácter social, pastoral y cultural, entre las que cabe destacar la Schola Cantorum. Comillas fue un semillero de buenos sacerdotes y también de un nutrido número de obispos (63 hasta 1990).

7. Con el concilio Vaticano II se imponen nuevos tiempos. Los nuncios apostólicos vieron la conveniencia de su traslado de las orillas del Cantábrico a lugar urbano, donde el encuentro entre la fe y el mundo moderno se da de un modo natural, espontáneo y constante. El papa Pablo VI rubrica así el traslado en una carta: “La Universidad Comillas, en esta etapa postconciliar, mirando el ideal de una mayor consonancia con las exigencias de la época actual y buscando aquellos medios ambientales que sirvan a la mejor formación científica, abre un nuevo periodo de su ya fecunda historia trasladando sus facultades a Madrid” (24.01.1968).

En la etapa madrileña Comillas se ha hecho más universitaria, incluyendo en su seno estudios civiles. Esto ha enriquecido y ha potenciado el carácter universitario de los estudios eclesiásticos, que forman parte esencial del corazón de Comillas. En su servicio cualificado a la Iglesia la Compañía de Jesús sigue apostando de modo decidido y firme por estos estudios. Mantiene un “Colegio P. General – Congreso sacerdocio Comillas, 19 abril 2010 5

Mayor” para candidatos al sacerdocio y para jóvenes sacerdotes, provenientes en su mayoría de América y de África. En menos de veinte años se han incorporado doce jesuitas al cuerpo de docentes en los estudios de Teología y Derecho Canónico, formando parte de la renovación y el rejuvenecimiento de ambos claustros, contando para ello con una muy valiosa colaboración de otras congregaciones religiosas, masculinas y femeninas, sacerdotes diocesanos y laicos. La actividad investigadora es floreciente en las tres facultades eclesiásticas, como muestran los 51 libros científicos publicados en los últimos tres cursos académicos.

Comillas ha sabido mantener su carácter internacional en las nuevas circunstancias. Casi la mitad de los alumnos de los cursos reglados en teología proceden de 32 países distintos de Europa, África, América y Asia.

La formación de los candidatos al sacerdocio y de los sacerdotes ha de seguir marcada por el rigor, el diálogo crítico y en discernimiento con el mundo moderno, la apertura a las nuevas preguntas y el abordaje realmente interdisciplinar de los diferentes problemas. Todo ello en un proceso integral humano – espiritual en el cual -como dice Benedicto XVI- “la inteligencia se hace amor” y la reflexión teológica termina en oración. Por otra parte, la presencia de los estudios teológicos en una universidad abre unas posibilidades que os animo a explorar, especialmente a través de equipos interdisciplinares de investigación, como ya se ha empezado a hacer en algunos campos, como, por ejemplo, en el de las migraciones.

Quiero terminar animándoos de corazón a cumplir con ilusión y confianza los deseos manifestados por Benedicto XVI en el año de los aniversarios ignacianos, quien al referirse a las actividades de la Compañía puntualizó expresamente: “Entre estas me parece importante señalar el compromiso cultural en los campos de la teología y la filosofía, ámbitos tradicionales de presencia apostólica de la Compañía de Jesús, así como el diálogo con la cultura moderna”16.

16 Roma, Basílica de San Pedro, 22 de abril de 2006.