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Sesenta años del boom de la novela hispanoamericana

María Luisa Regueiro Rodríguez

Universidad Complutense de literatura E-mail: [email protected]

Recibido: 25 agosto 2012 Aceptado: 10 septiembre 2012

RESUMEN: Celebramos el sesenta aniversario del boom hispanoamericano. En este ar- tículo, sirviéndonos de textos ya clásicos en la lengua , se reflexiona, sin afán de exhaustividad, sobre su relevancia narrativa. Se sostiene que, a juzgar por la bri- llante continuidad y el reconocimiento de la obra de sus primeros autores, el boom no sólo supuso un fenómeno editorial globalizador, sino una aportación fértil funda- mental de Hispanoamérica a la literatura universal y sustentada en una tradición na- rrativa rica en precedentes propios y genuinos. PALABRAS CLAVE: literatura hispanoamericana, narrativa, novela.

60th Anniversary of the boom of the Hispano-American Novel ABSTRACT: We are celebrating the 60th anniversary of the boom of the Hispano- American Novel. Using classical texts in the Castilian language and without claiming to be exhaustive, this article reflects on its narrative importance. On the basis of the bright lasting and the recognition of its first authors’ work, not only the boom would lead to a global and editorial phenomenon but to an essential and fertile contribution of Hispanic America to universal literature which relies on proper and authentic precedents. KEYWORDS: hispano-american literature, narrative, novel.

Introducción Borges, Cortázar, Paz, Arguedas, Benedetti, Uslar Pietri, Onetti, El inexorable paso de los años nos Eloy Martínez, Roa Bastos, Bioy enfrenta, con más frecuencia de lo Casares, Sábato; y más reciente- que desearíamos, a la noticia de la mente la cultura en lengua espa- desaparición de una de las voces ñola llora a Carlos Fuentes que más destacadas de lo que se ha da- mantenía viva su pluma y seguía do en llamar el boom de la literatu- deleitando a auditorios admira- ra hispanoamericana. Ya no escri- dos con su palabra. Podemos sen- ben desde hace tiempo Asturias, timos inclinados a pensar que se

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acaba definitivamente la década miento estético autóctono. Pero prodigiosa de la novela hispano - hay una diferencia radical respec- americana; sin embargo, nos que- to de la literatura peninsular, co- da su legado, un legado único, mo destaca Seymour Menton 1: que dio al español las mejores pá- «En Hispanoamérica se da el fenó- ginas, en especial en la narrativa, meno de la coincidencia de los pero también en géneros tan ricos cuatro movimientos», en una dis- en Hispanoamérica como el ensa- posición a la integración de co- yo y en muchos casos, la lírica. La rrientes e influencias de la cultura amplitud de sus creaciones hace y de la literatura europea, espe- imposible la relación de obras, la cialmente francesa y anglosajona, mención siquiera de sus páginas para la interpretación de una rea- memorables; pero es justo recono- lidad nueva, la del Nuevo Conti- cer que sin esta literatura españo- nente. Novelas como Facundo, de la excéntrica, producto vital de la Sarmiento; Amalia, de José Már- otra orilla, la cultura literaria de mol; María, de Jorge Isaacs, entre hoy no sería la misma. Conviene otras muchas del XIX, ya mues- no olvidar a los maestros y siem- tran diferencias respecto de la eu- pre es oportuno su recuerdo, re- ropea como un género sensible y nunciando eso sí, dada la riqueza atento a la realidad y a la sociedad del panorama, a cualquier intento que comienza su definición na - de exhaustividad. cional, «… no como una literatura de en- tretenimiento o de pasatiempo Los antecedentes de la sociedad burguesa –como habría ocurrido en Europa du- Cuando en los años sesenta la crí- rante los siglos anteriores–, sino tica europea «descubre» la riqueza como un testimonio y denuncia, y la variedad de la novela escrita como confusión y análisis de una por autores de Hispanoamérica y realidad social, política y huma- se comienza a hablar del fenóme- na en conflicto. Esta situación ex- plica, además, la razón por la no del boom, la literatura hispano- cual esta novela hispanoamerica- americana, el género ya contaba na, al reflejar una sociedad de con unas sólidas bases desde el ro- cambio entre el colonialismo y la manticismo con la novela de folle- independencia, reúne materiales tín, la histórica y la sentimental,

con el posterior desarrollo del rea- 1 S. MENTON, El cuento hispanoamerica- lismo y el naturalismo y, sobre to- no, Fondo de Cultura Económica, Méxi- do, con el modernismo, movi- co 19914, 162.

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narrativos diversos que escapan, Guerra Mundial (1914) y la Revo- muchas veces a toda clasifica- lución Rusa (1917); la industriali- 2 ción» . zación progresiva que suponía la concentración de masas asalaria- En el siglo XX se distinguen, ge- das en las ciudades, los caudillis- neralmente, tres etapas de la na- mos y las dictaduras, las reivindi- rrativa hispanoamericana, cada caciones sociales, el latifundismo una de las cuales, a pesar de sus económico, la marginalidad de diferencias –y si se quiere de rup- grandes sectores humanos. Todo turas– en cuanto a formas, estilos hace que los escritores hispano- y temática, suponen un continuum americanos vuelvan sus ojos a su que alimentó el advenimiento de propia circunstancia continental. la etapa que ahora evocamos. La Además, la hecatombe europea primera etapa, de temática re - tras la Primera Guerra Mundial gional en la que la realidad ameri- destruyó en cierto sentido la ilu- cana no eludió el conflicto deci- sión de que Europa representaba monónico entre civilización y bar- la cultura frente a la barbarie ame- barie; la segunda, que aparece ricana. Surge entonces en las pri- después de los años treinta, de in- corporación de nuevas técnicas meras décadas del siglo una co- vanguardistas; hasta llegar a la rriente regionalista en la que el década en la que surge con fuerza es la relación entre el hom- la nueva novela latinoamericana, co- bre y la naturaleza americana; y la mo arte de integración del plano novela, el género que permite el real y de la imaginación, un géne- cuadro representativo de las raíces ro que aspira a constituirse en no- que unen al americano con su tie- vela total. rra, con la naturaleza de su conti- nente, áspera, casi irreal por su El contexto histórico hispanoame- dureza en gran parte virgen, fren- ricano de principios del siglo XX te al paisaje europeo hollado una ofrecía una realidad social, políti- y otra vez y, en cierto sentido do- ca y cultural variada y convulsa, mesticado, por sucesivas civiliza- con acontecimientos y procesos ciones. que modificaron la conciencia de escritores e intelectuales: la Revo- Se crea una novela de espacios que lución Mexicana (1910), la Primera será de la Revolución Mexicana como tema dominante durante

2 décadas (p. ej., Los de abajo, de Ma- A. VEIRAVÉ, Literatura hispanoamerica- na y argentina, Kapelusz, Buenos Aires riano Azuela; Al filo del agua, de 1973, 90. Agustín Yáñez; Memorias de Pan-

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cho Villa, de Martín Luis Guzmán; Lo real maravilloso, el realismo Los peregrinos inmóviles, de Grego- mágico rio López y Fuentes); indigenista (Alcides Arguedas a la cabeza con Aunque ha habido muchos inten- su Raza de bronce, o Ciro Alegría tos de paternidad para ambas ex- con El mundo es ancho y ajeno; con presiones, Menton afirma que Huasipungo, de Jorge Icaza, en Pe- «hay que distinguir muy clara- rú, Bolivia y Ecuador); gauchesca mente entre lo real maravilloso, tér- (Don Segundo Sombrade, de Ricar- mino atemporal inventado en do Güiraldes; Los caranchos de la 1949 por Alejo Carpentier, y el rea- Florida, de Benito Lynch, entre lismo mágico al crítico de arte ale- otros muchos, en Argentina y mán Franz Roh (1890-1965) y di- Uruguay); de la tierra o rural (co- vulgado entre 1926 y 1929 por el mo La Vorágine, del colombiano futurista italiano Massimo Bon- José Eustaquio Rivera; Doña Bár- tempelli en su revista Novecento» 3. bara, de Rómulo Gallegos, en Ve- Como el propio Carpentier afir- nezuela). En general, las formas mó, «lo real maravilloso se en- de la narrativa regionalista proce- cuentra a cada paso en la historia den del modernismo y reflejan un del continente», especialmente en profundo conocimiento de sus ad- el ambiente mágico de ciertas par- quisiciones estéticas, aunque sus tes de América donde la cultura autores mantienen el relato lineal tiene fuertes raíces indígenas o y el tiempo cronológico con narra- africanas; y el realismo mágico es dor absoluto del realismo y el na- una tendencia artística que tras- turalismo, pero exponiendo sus ciende hacia lo universal. Al res- preocupaciones ideológicas. Este pecto, no podemos olvidar que regionalismo inicial que refleja el fue Uslar Pietri (1906-2001) quien lenguaje de los pobladores ameri- en su novela Las lanzas coloradas, canos, el destino trágico de sus publicada cuando contaba apenas protagonistas, la dureza de sus ex- veinticinco años, contribuyó a for- periencias en el entorno natural y jar la tan hispanoamericana tradi- el compromiso social del escritor ción del «realismo mágico». será el punto de partida y de co- nocimiento profundo que confor- Quien conoce la realidad hispano- mará ese rico sustrato sobre el que americana percibe que se halla se apoyará ese período excepcio-

nal de la literatura hispanoameri- 3 S. MENTON, El cuento hispanoamerica- cana en el que se abre la puerta a no, Fondo de Cultura Económica, Méxi- lo real maravilloso. co 19914, 324.

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efectivamente entretejida de lo ciencia, en la ruptura de la estruc- imaginario y maravilloso a cada tura lineal tradicional, en un tiem- paso. Para dar cuenta de este sin- po fragmentario con la técnica de cretismo, los lenguajes de las van- la simultaneidad y de los hablan- guardias que se consolidaron en tes simultáneos; las especulaciones Europa en el período de entregue- metafísicas, intelectuales o socia- rras permitieron a toda una gene- les, la construcción de mitos: nada ración de jóvenes escritores latino- es desde entonces ajeno a la nove- americanos, cosmopolitas, viaje- la. El tema es americano, pero la ros y admiradores de autores renovación formal lo transforma europeos y norteamericanos como en mito, en un nuevo imaginario, Proust, Kafka, Joyce, y de movi- como en El señor presidente (1946) mientos o influencias como el donde el guatemalteco Miguel Án- existencialismo, el surrealismo o gel Asturias ofrece la imagen de el psicoanálisis, superar regiona- un dictador trasuntado en símbolo lismos y cultivar nuevas formas a través del lenguaje expresionista expresivas. «Encauzan sus narra- y surrealista, cuajado de neologis- ciones hacia formas de proyección mos y aliteraciones, y que utiliza la universal, mediante la incorpora- caricatura, la hipérbole constante ción de nuevas técnicas y lengua- para conseguir el efecto de una pe- jes heredados del vanguardismo sadilla: europeo» 4. «Como zumbido de oídos persis- El período de entreguerras y la tía el rumor de las campanas a la Guerra Civil española coinciden oración, maldoblestar de la luz en la sombra, de la sombra en la con la narrativa vanguardista his- luz. Alumbra, lumbre de alum- panoamericana, una verdadera re- bre sobre la podredumbre…». volución estética en los temas y so- bre todo en la forma: se incorporan Aunque la novela está basada en la la imagen, la metáfora, el símbolo dictadura de Jorge Ubico y en la de de modo magistral; un lenguaje su predecesor, Estrada Cabrera, y desintegrado que expresa la ambi- se publicó después de su caída, es güedad de lo irreal en cuadros es- por su estilo la novela símbolo de perpénticos, surrealistas, en el mo- la Dictadura americana, más que nólogo interior del fluir de la con- de un personaje histórico concreto.

4 A. VEIRAVÉ, Literatura hispanoamerica- También el cubano Carpentier, par- na y argentina, Kapelusz, Buenos Aires tiendo de la realidad histórica y del 1973, 229. folklore afrocubano, conjuga en Los

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pasos perdidos en El siglo de las luces por culpa de tabletas, internet y –ambientada en el período revolu- un afán comercial que rivaliza con cionario francés– lo exótico y lo ventajacon el cultural, cuesta ima- mágico, las civilizaciones del pasa- ginar el fenómeno editorial que do y la actualidad con una expre- tuvo lugar en los sesenta protago- sión estética y barroca singular. En nizado por jóvenes escritores ame- el alambique de la creación, rom- ricanos, hasta entonces sujetos en pen también con el regionalismo ocasiones al duro sobrevivir en Leopoldo Marechal con su Adán París, Barcelona o Madrid, como Buenosayres (1948), Agustín Yáñez alumnos, bohemios y en el mejor en Al filo del agua (1947), aunque de de los casos, becarios: de fondo explore el subconsciente co- ejemplares millonarias, críticas lectivo de un pueblo de Jalisco; elogiosas y traducciones en el ex- Manuel Rojas en Hijo de ladrón tranjero, expansión internacional (1951), que muestra la angustia y la inusitada. La breve novela de Juan desesperanza existencialista del in- Rulfo, Pedro Páramo, había sido dividuo protagonista. Los escrito- publicada en México en 1955 por res latinoamericanos se desemba- decisión nada entusiasta de un razaron pronto de la novela como editor al que aún cubre el misterio novela realista y desde entonces, –el autor menciona a Alí Chuma- cero, que accedió a la edición a re- «… se sintieron libres para usar el gañadientes para cumplir lo orde- flujo de la conciencia joyceano, el nado por sus jefes Arnaldo Orfila tratamiento de la memoria y del Reynal y Joaquín Díez Canedo del tiempo de Proust, la parodia da- Fondo de Cultura Económica–, só- daísta, la fantasía surrealista, etc., se produjo un gran brote de ener- lo había vendido poco más de gía creadora y se desarrollaron es- unos mil ejemplares cuando, al ca- tilos y técnicas completamente bo de dos años, encontró el reco- nuevos» 5. nocimiento de Carlos Fuentes, Carlos Blanco Aguinaga y de otros críticos destacados, se tradujo al El boom: fenómeno editorial alemán, al inglés, al francés y al y literario holandés. Como el propio Rulfo reconoció: Cuando en nuestros días asisti- «No tengo nada que reprocharle mos a la crisis del libro impreso a mis críticos. Era difícil aceptar una novela que se presentaba, 5 J. FRANCO, Historia de la literatura hispa- con apariencia realista, como la noamericana, Ariel, Barcelona, 1993, 282. historia de un cacique y, en ver-

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dad, es el relato de un pueblo: claraba que la novela es un campo una aldea muerta, en donde to- experimental. dos están muertos, incluso el na- rrador, y sus calles y campos son La novela como ficción total se recorridos únicamente por las abre paso definitivamente en los ánimas y los ecos capaces de fluir sesenta, década maravillosa por sin límites en el tiempo y en el es- su riqueza y originalidad para la 6 pacio» . literatura, pero siempre sustenta- da en las adquisiciones y en los Así comenzó este nuevo período, experimentos narrativos previos. con una renovación formal no La sucesión de obras y autores siempre comprendida, con in- que hoy constituyen parte del rico fluencia del estructuralismo, del patrimonio clásico de la lengua es- psicoanálisis, y más tarde con la pañola es ingente. Entre las más repercusión del mayo del 68 fran- destacadas por lectores y críticos: cés, la matanza de Tlatelolco, la La vida breve (1950), de Juan Carlos Revolución cubana, la oposición Onetti; Los ríos profundos (1958), de creciente al imperialismo norte - José María Arguedas; Hijo de hom- americano y una cada vez más bre (1960), de Augusto Rosa Bas- evidente conciencia de unidad tos; Sobre héroes y tumbas(1961), y cultural hispanoamericana. La El túnel (1967), de Ernesto Sábato; desintegración de las formas, la La muerte de Artemio Cruz, Aura ficción abierta y fragmentaria, la (1962) y Cambio de piel (1967), de destrucción de secuencias crono- Carlos Fuentes; La ciudad y los pe- lógicas, exigen del lector una par- rros (1963), La casa verde (1966), ticipación activa, un nuevo modo Conversación en la catedral (1969), de lectura como si el texto fuera un vasto collage o un montaje ci- de Mario Vargas Llosa; Paradiso nematográfico. El caso paradig- (1966), de José Lezama Lima; Tres mático es Rayuela (1963), que tristes tigres (1967), de Guillermo ofrece a los lectores la posibilidad Cabrera Infante; De donde son los de reelaborarlos posibles desenla- cantantes (1967), de Severo Sarduy; ces; pero que evoca un preceden- Cien años de soledad (1967), de Ga- te, el de Macedonio Fernández, briel García Márquez; La traición quien ya en los años cuarenta de- de Rita Hayworth (1968), y Boquitas pintadas (1969), de Manuel Puig, entre otros. Muchas de estas obras 6 J. RULFO, «Pedro Páramo, treinta años después», en Cuadernos Hispanoamerica- se sustentan en las primeras de ca- nos, 421-423, julio-septiembre 1985, Ma- da autor; por ejemplo, elementos drid, 6. de Cien años de soledad están antici-

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pados en las novelas cortas de La atrás su maestría narrativa singu- hojarasca, El coronel no tiene quien le lar Jorge Luis Borges (Historia uni- escriba (1962) o La mala hora (1963), versal de la infamia, 1935; El jardín de y en los cuentos de Los funerales de senderos que se bifurcan, 1941; Ficcio- Mama Grande, los que va configu- nes, 1944; El Aleph, 1949) o Adolfo rándose progresivamente una ciu- Bioy Casares (La invención de Mo- dad lejana y solitaria, mítica, divi- rel, 1940; La trama celeste, 1948; Plan dida por disensiones internas y de evasión, 1956, etc.), entre otros. por odios, terreno abonado para Los elementos clave de la narrati- todas las rarezas de la novela co- va breve borgiana constituyeron mo ficción total. un modelo que planteó al escritor nuevas posibilidades expresivas, y En la enorme variedad de la nove- al lector un constante desafío inte- la hispanoamericana contemporá- lectual: nea Jean Franco 7 destaca dos as- pectos sobresalientes: «la necesi- «… el carácter laberíntico del dad casi universal que han sentido mundo; el eterno regreso, o sea, los escritores de romper con la na- la repetición del pasado, del pre- rrativa lineal» y «el uso del mito, la sente y del futuro; la identidad del hombre con sus antepasados fantasía del humor y la parodia», y con todos los hombres, y la que «pueden funcionar como un anulación del individuo. El con- escudo interpuesto entre el escri- cepto del tiempo circular junta lo tor y la realidad, demasiado deses- exacto con lo improbable…» 8. peranzada para que se la contem- ple cara a cara». La originalidad Lo fantástico y lo universal alcan- formal y la variedad temática y de zan en Borges un carácter metafí- tono son expresión de un giro sus- sico, y también en Carpentier, co- tancial en la concepción misma de mo recreaciones mágicas, y en As- la literatura: «Sean violentos o se- turias, con trasfondo de denuncia renos, nihilistas o afirmativos, cíni- política. Un factor que contribuyó cos o candorosos, todos estos escri- al magisterio borgiano fue el pa- tores parecen sentir la inminencia pel cultural desempeñado por de un gran cambio de valores». Pe- Buenos Aires, sobre todo a partir ro la década de oro de las letras de los años veinte, abierta a las no- hispanoamericanas no surge ex ni- vedades europeas en un período hilo: desplegaban desde tiempo

8 S. MENTON, El cuento hispanoamerica- 7 J. FRANCO, Historia de la literatura hispa- no, Fondo de Cultura Económica, Méxi- noamericana, Ariel, Barcelona 1993, 355. co 19914, 341.

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de gran pujanza económica y vital turales, contribuyendo a la conso- con una inmigración europea he- lidación de la nueva narrativa. terogénea y en la que se crearon revistas como Claridad, Proa, Pris- ma, Martín Fierro; editoriales 9 co- Reconocimiento y continuidad mo Sudamericana, Losada o Austral, y no faltaron tertulias literarias en- El impulso creador hispanoameri- riquecedoras. Tiempo después, la cano de los sesenta no se agota ni Guerra Civil española llevó al exi- mucho menos con los autores lio a brillantes escritores, editores mencionados, que pronto conta- e intelectuales, y México se sumó ron con otro factor que contribuyó a la creación de instituciones cul- a que sus obras trascendieran más allá de los límites de la propia len- gua: la aparición del agente edito- 9 «Coincidiendo con el inicio de la lla- rial planteó una nueva relación mada “Edad de Oro de la industria edi- torial argentina”, fue fundado en los úl- entre el editor y los autores que hi- timos años de la década de 1930 y prin- zo posible que éstos vivieran hol- cipios de la de 1940 un considerable gadamente de sus derechos. La número de empresas editoriales en Bue- agencia Acer, primero, y la agente nos Aires cuya huella en la historia cul- Carmen Balcells, después, desde tural iberoamericana del siglo XX ha si- una Barcelona por entonces cos- do penetrante y duradera. Tales son los mopolita y culta, abrían un inédi- casos, entre otros, de Sudamericana, Emecé, Santiago Rueda, Losada y Espa- to modelo de contratación asocia- sa-Calpe Argentina. Estas y otras edito- da a la territorialidad y a la pro- riales –surgidas gracias sobre todo a tección de los derechos, lo que a una coyuntura muy favorable motivada su vez coincidió con la expansión por el desabastecimiento de los merca- de la actividad editorial y la crea- dos americanos debido al ocaso edito- ción de premios que distinguieron rial de España– asumieron la moderni- a las nuevas voces hispanoameri- zación de la industria argentina, que se objetivó en la creación de asociaciones canas. La extensión de la escolari- gremiales, la celebración de ferias de li- zación y la alfabetización y el de- bros, exposiciones internacionales y sarrollo industrial urbano de la congresos, la internacionalización de los década anterior en las nuevas na- mercados y, principalmente, el impulso ciones americanas, junto a las tra- cualitativo y cuantitativo de los catálo- ducciones a muy diversas lenguas gos editoriales» [F. LARRAZ, «Política y incrementaron sustancialmente el cultura. Biblioteca Contemporánea y Colección Austral, dos modelos de difu- número de lectores y estas novelas sión cultural», en Orbis Tertius, 2009, se consolidaron como verdaderos XIV (15), 1]. bestsellers: medio de comunicación

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masiva en un mundo que avanza- (1993,) de Mempo Giardeli; Mal de ba inexorablemente hacia la glo- amores (1997), de Ángeles Mastret- balización. ta; Los detectives salvajes (1999), de Roberto Bolaño; El desbarrancadero Lo que vino después fue el reco- (2003), de Fernando Vallejo; El tren nocimiento definitivo con la con- pasa primero (2007), de Elena Po- cesión del Nobel a García Már- niatowska, El país de la canela quez, a Octavio Paz, a Vargas Llo- (2009), de William Ospina; Blanco sa –aunque con sonoros errores nocturno (2011), de Ricardo Piglia. por omisión como el de Borges o La secuela de estos y otros mu- el de Fuentes–; o del Premio Cer- chos aventajados discípulos es no vantes para los cubanos Carpen- solo hispanoamericana, sino tam- tier (1977), Dulce M.ª Loynaz bién universal. (1992) y Cabrera Infante (1997); los argentinos Borges (1979), Sábato El éxito de un movimiento, grupo (1984), Bioy Casares (1990) y Juan o generación literaria no se mide Gelman (2007); el uruguayo Onet- solo por el reconocimiento en for- ti (1980); los mexicanos Carlos ma de distinciones o premios, sino Fuentes (1987), Sergio Pitol (2005) y sobre todo por la fecundidad y José Emilio Pacheco (2009); el creativa de sus protagonistas. Los paraguayo Roa Bastos (1989); el narradores hispanoamericanos peruano Vargas Llosa (1994); los que descollaron en los sesenta del chilenos Jorge Edwards (1999), siglo pasado han cumplido sobra- Gonzalo Rojas (2003) y Nicanor damente con este requisito, y han Parra (2011), o el colombiano Ál- sabido superar sus propios éxitos varo Mutis (2001). América tam- iniciales, lo que no siempre resulta bién reconoce con el premio Ró- fácil cuando se han alcanzado co- mulo Gallegos las obras de los tas tan altas de reconocimiento in- más destacados narradores de la ternacional temprano. Lo ha ad- década prodigiosa –La casa verde mitido en más de una ocasión (1967), Cien años de Soledad (1972), García Márquez, no sin cierta tris- Terra nostra (1977), La visita en el teza, cuando para muchos lectores tiempo (1991), de Uslar Pietri–, y su Cien años de soledad puede ser de sus más relevantes continuado- superada por El otoño del patriarca res: Palinuro de México (1982), de (1975), Crónica de una muerte anun- Fernando del Paso; Los perros del ciada (1981) o El amor en los tiempos paraíso (1987), de Abel Posse; La del cólera (1985), novelas de las que casa de las dos palmas (1989), de Me- se siente especialmente orgulloso. jía Vallejo; Santo oficio de la memoria La producción posterior a los se-

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tenta de Cortázar, Fuentes, Vargas bles ensayos como El laberinto de la Llosa 10, Sábato, por citar los más soledad, de Octavio Paz; El espejo destacados, es una muestra tangi- enterrado, de Fuentes, o La orgía ble de que los autores del boom perpetua, de Vargas Llosa, para fueron merecedores de ese éxito comprender la historia, la realidad inicial y que supieron superarlo y la creación latinoamericanas; co- con creces en su creación poste- mo no es posible hablar de reno- rior. Y que en palabas de Charles vación de la escritura en español Beuve, son ya un clásico, esto es, sin pensar en el gran renovador: «un autor ya consagrado en la ad- Borges. Si volvemos la mirada ha- miración y que es una autoridad cia los narradores peninsulares, en en su género», a lo que añadiría- más de una ocasión resuenan los mos: un modelo para otros escri- ecos de esa narrativa gestada en tores, con textos que renacen en América. ¿Quién no recuerda la cada nueva lectura porque sus Rayuela cortaziana con la lectura de sentidos no se agotan nunca. El invierno en Lisboa, de Muñoz Molina, y su compartido homena- je al mundo del jazz? ¿No resue- El legado del boom nan en el humor y en la parodia de Eduardo Mendoza esos rasgos De todos los narradores hispanoa- tan magistralmente cultivados por mericanos que comenzaron a re- los protagonistas del boom? Como sonar en el mundo hace ya más de reconoció hace unos años el espa- medio siglo nos queda el magiste- ñol Javier Marías, rio de sus obras, no limitadas a la «En España, cuando hablamos novela. Nos han legado también de narrativa hispanoamericana piezas magistrales en el cuento y nos referimos a dos generacio- en el género ensayístico, en el pe- nes bastante maduras: la de Bor- riodismo y en algunos casos, en la ges, Alejo Carpentier –que están poesía. Hoy resultan imprescindi- muertos– y Bioy Casares, que tie- ne ya 80 años; y la de Gabriel Gar- cía Márquez y Mario Vargas Llo- 10 En Razón y Fe nos hemos referido al sa, en los 60. En España no ha ha- conjunto de la obra del escritor peruano bido un equivalente a ellas» 11. ■ en «Mario Vargas Llosa, un Nobel justo y esperado», tomo 262, diciembre 2010, Madrid, 371-388. 11 Tribuna, septiembre 1995.

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