Las entrañas del arte Un relato material (s. xvii - xxi)

fundación osde exposición agradecimientos consejo de y catálogo administración La Fundación OSDE y la curadora agradecen la curaduría y texto generosa colaboración de artistas, coleccionistas, presidente Gabriela Siracusano directores y personal de museos e instituciones que Tomás Sánchez facilitaron las obras y documentos que han hecho de Bustamante asistencia posible esta muestra: Nadina Maggi secretario Gabriela Vicente Irrazábal Teresa Anchorena, Sofía y Horacio Areco, Claudia y Omar Bagnoli Guillermo Arín, Araceli Bellota, Néstor Barrio, Orly diseño de montaje Benzacar, José Emilio Burucúa, Gustavo Bruzzone, prosecretario Patricio López Méndez Diana Calvo, Eduardo Costa, Mabel y María Castellano Héctor Pérez - Grupo Signo Fotheringham, Andrea Griselda Distéfano, Ana Espinosa, Leontina Etchelecu, Henrique Faría, tesorero diseño gráfico Alejandra Fazio, Rubén Fontana, Marcela Gené, Carlos Fernández Estudio Lo Bianco Alejandra Gómez, Blanca Gómez, Ignacio Liprandi, Alicia y León Ferrari, Marta Maier, Laura Malosetti protesorero corrección de textos Costa, Viviana Mallol, Fernando Marte, Lía Munilla, Aldo Dalchiele Violeta Mazer Marcelo Olmos, Daniela Parera, Victoria Pereyra y Gianni Campochiaro, Ernesto Pesce, Luis Priamo, vocales transporte María Redondo, Marta Rey, Gilberto y Rosa Sandretto, Gustavo Aguirre E.T.E. Transportes Daniel Saulino, Héctor Schenone, Lucía y Leonardo Liliana Cattáneo Especiales E. Spilimbergo, Esteban Tedesco, Gustavo Tudisco, Horacio Dillon Diana B. Wechsler, Sandra Zetina, Espacio de Arte Luis Fontana producción AMIA, Galería Empatía, Galería Francisco Traba, Daniel Eduardo Forte de gráfica Galería Ro, Galería Rubbers, Maman Fine Art, Banco Julio Olmedo Sign Bureau Ciudad, Fundación García Uriburu, Fundación Jorge Saumell Mundo Nuevo, Complejo Museográfico Provincial Ciro Scotti impresión “Enrique Udaondo”, Malba – Fundación Costantini, NF Gráfica s.r.l. Museo de Arte Hispanoamericano “Isaac Fernández Blanco”, Museo de Bellas Artes de la Boca “Benito imago Quinquela Martín”, Museo de Bellas Artes Provincial espacio de arte “Rosa Galisteo de Rodríguez”, Museo de la Ciudad, Museo Histórico Nacional, Taller TAREA-UNSAM, coordinación de arte Universidad Nacional de Lomas de Zamora. María Teresa Constantin Esta muestra cuenta con gestión de el apoyo de la Universidad producción Nacional de San Martín. Betina Carbonari producción Nora Arrechea Micaela Bianco Javier González Nadina Maggi Susana Nieto Gabriela Vicente Irrazábal

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Del 16 de septiembre al 28 de octubre de 2008 Corte estratigráfico de Virgen Niña hilandera, una pintura colonial andina del s. xviii

4 las entrañas del arte

gabriela siracusano *

el taller como laboratorio de ideas Sustancias viscosas, olores penetrantes, manos coloreadas, trapos empastados, caras empolvadas. De- trás de los discursos estéticos, de los sueños de la imaginación creativa y de la eficacia de las imágenes, se halla el espacio del taller del artista. Un terri- torio que, a lo largo del tiempo, se fue instalando ya en las naves de alguna iglesia, ya en los fondos de una morada, en el descanso de un prado, en un galpón alquilado o en las calles de una ciudad. Territorio íntimo de los mate- paul marcoy riales que no es otra cosa que una “dimensión del pensamiento” en el juego Grabado publicado de posibilidades estéticas que enlazan la materia y la idea.1 No es casual en L´Amerique du Sud que la representación de este territorio haya siempre convocado el interés l´océan Pacifique a l´océan de los artistas. Escenas como las del artista en el taller, con sus pigmentos Atlantique. París, Librairie de L. Hachette, 1869. desplegados en losas, escudillas, frascos, o paletas, junto con pinceles, lápi- ces, espátulas, papeles y tientos, en el caso de los pintores; o sus maderas, piedras, metales, martillos, gubias y cinceles, en el caso de los escultores; en pleno trabajo o en el reposo luego de la obra terminada; solos o acompa- ñados por sus modelos o sus colegas, son frecuentes en la historia del arte. Dichas representaciones son fuentes privilegiadas para la construcción de esta historia. Así, en épocas en las que estas imágenes escasean –me refiero al período en el que parte de nuestro territorio perteneció al Virreinato del Perú y, posteriormente, al Virreinato del Río de La Plata–, la información se desvanece. El grabado que publicó en el siglo XIX el viajero Paul Marcoy sobre el taller de un pintor andino, a quien llamaba irónicamente el “Rafael de la Cancha”, nos ofrece pocos indicios: apenas unas escudillas, trapos, su * Investigadora del pincel y su tiento, un lienzo con la imagen a medio terminar de una Madon- CONICET, con radicación na con el niño –apoyado sobre el respaldo de una silla que hace las veces en TAREA-UNSAM. de atril–, una grotesca musa inspiradora y numerosos grabados –tal vez sea La investigación realizada éste el dato más interesante– colgados en la pared de su obrador-establo. para esta muestra es En el siglo XXI, Carlos Alonso [pág. 31] despliega la fuerza de su dominio resultado de proyectos del papel, los colores y el trazo enérgico en un autorretrato donde presenta UBACyT F090 y PICT 14208 (ANPCT), radicados en el Instituto de Teoría e Historia del Arte 1 El valioso intercambio con varios artistas de esta muestra me ha ayudado a reflexionar sobre “Julio E. Payró” (UBA). estas cuestiones del hacer.

5 su mesa de trabajo; mientras Gabriel Grün [pág. 31], pintor que revisita las distintas posibilidades de las técnicas del óleo de los antiguos, aplica pigmen- tos y aceites sobre una superficie cuidada y translúcida para representar los elementos que lo acompañan en los momentos de creación, entre ellos, los frascos con colores azules, rojos o amarillos. Todo esto nos habla, entonces, de un espacio cargado de gestos cercanos a la práctica de la experimentación, una actividad que también nos evoca la manipulación de probetas y tubos de ensayo del químico, o, por qué no, de cucharones y ollas, en los dominios del cocinero.2 El taller como cocina, lugar del ensayo y del error, del esquema y la corrección –como diría Gombrich–, como laboratorio de ideas en el que todos los elementos participantes entran en ebullición y colaboran en su transmu- tación para volverse una imagen… Una acción que cobra iconicidad en un instante preciso de esa fórmula gestual y expresiva tantas veces representada que es el autorretrato: el artista en pleno trabajo que se aleja, curva su espalda para atrás y observa la obra antes de volver sobre ella, como buscando en cada distanciamiento la clave de la síntesis entre su modelo mental y lo que le habilita la materia. Algunas de las filmaciones que hoy exhibimos ejemplifican esta instancia, como lo es el caso de la realización de Malvinas (ex Londres) de Juan Andrés Videla. La instalación que en 1994 Eduardo Medici [págs. 32 y 33] realizara en Rosa- rio, en la que la imagen impresa del Cristo escorzado de Mantegna recibía una “transfusión sanguínea”, sobre una mesa de disección donde también había frascos con vísceras, no podría ser más pregnante respecto de lo que estamos discutiendo. Simulacro y materia lograron fundirse en una expe- riencia tal, que el artista todavía rememora el clima que se generó y que hacía que el público bajara la voz o se silenciara ante la escena “agónica”.3

2 Ver Burucúa, José Emilio. Sabios y marmitones. Una aproximación al problema de la modernidad clásica. , Lugar editorial, 1993. También Gombrich, Ernst. Arte e Ilusión. Estudio sobre la psicología de la representación pictórica. Barcelona, Gustavo Gili, 1982. 3 Eduardo Medici. Comunicación personal.

gamarra Cincel II, 2005 Talla directa-granito 140 x 12 x 12 cm.

6 Arriba: Fotograma del film Destruida la instalación, Medici reutilizó el lienzo, superponiéndolo sobre Onda roja, con el artista otro que durante mucho tiempo había funcionado como base de trabajo Juan Andrés Videla en el piso de su taller. Las marcas de chorreados, pisadas y papeles caídos

aún permanecen como huellas de prácticas pasadas. Su reverso también Abajo: Escenas de la instalación La lección de exhibe otra obra de fuerte gestualidad matérica que quedó oculta, junto con anatomía de Eduardo la manera en que todas quedaron atrapadas en el bastidor, entre escrituras y Medici costuras. Pero si prestamos nuevamente atención a su anverso, otros mate-

7 riales se nos aparecen en relación esencial con el mensaje: pequeños espe- jos que remiten al impacto que le produjo su paso por las iglesias coloniales mexicanas o láminas delgadas de estaño que encuadran la imagen (que recuerdan la tradición vitralista). A su vez, cuatro elementos completan esta aventura iconográfica: sellos de resina cuya elasticidad deforma pero aún permite distinguir una suerte de reminiscencias de la Santa Faz o Veróni- ca, el mismo signo icónico –ahora tridimensional– producido por un lienzo embadurnado con idéntico material, una gran mancha roja sobre una de las manos de Cristo generada a partir de una distribución aleatoria del líquido rojo usado en la instalación,4 y la presencia en el eje central de una herra- mienta de doble lectura: es cuchillo y pincel a la vez, las dos caras del arma de la pintura. El producto final es la presentación de este gran laboratorio Detalle de La lección de visual en el que la imagen no puede sino volverse plásticamente poderosa. anatomía de Eduardo Medici. la eficacia de la potencia material Si nos remitimos a uno de los primeros usos ligados a la construcción de las imágenes, esto es, a la pintu- ra rupestre de nuestra prehistoria, de inmediato nos encontramos con ma- teriales como carbón vegetal y óxido de manganeso para los negros, óxidos de hierro como la goetita y la hematita para los amarillos y rojos, y junto a ellos grasa animal y aceites vegetales como ligantes; todos estos materiales respondieron eficazmente a la función que dichas imágenes debieron haber cumplido para quienes las imaginaron y construyeron.5 Eficacia, de eso se trata. Una imagen se torna eficaz cuando su propia ma- terialidad no solo acompaña sino también construye sentido. Si, como ha insistido Michel Foucault, ningún enunciado puede darse sin la presencia de una voz, de una superficie, sin hacerse cuerpo en un elemento sensible y sin dejar rastro en un espacio o –aunque más no sea– en una memoria, podemos entonces advertir la importancia de esta dimensión material en el lenguaje plástico.6 Sin embargo, esta relevancia –tan evidente para los artis- tas– no fue siempre tomada en cuenta por los discursos de la historia del arte, como podríamos suponer. Si bien los primeros escritos occidentales sobre arte, antes que la historia del arte fuera historia del arte, se detuvieron en los dilemas acerca de lo material y lo técnico –pensemos en Plinio–, con- viene recordar que el predominio de la atención puesta sobre los problemas de la forma y el estilo o los misterios de las posibilidades iconográficas del mensaje signó fuertemente estos relatos desde el siglo XVI. Además, el ori- gen de tal desproporción entre textos dedicados a dichos temas y textos que

4 Es interesante este encuentro entre la sangre aludida, la rosa y el tinte rojo. En la tradición mexi- cana vinculada a la factura de una imagen tan poderosa en términos devocionales como la de la Virgen de Guadalupe, sus pigmentos –interpretados como de procedencia divina por su carácter acheropoietas– suplantaron las rosas que el indio Juan Diego recogía cuando, según los relatos, se produjo la aparición mariana. Ver Cuadriello, Jaime y otros. El Divino pintor: la creación de María de Guadalupe en el Taller Celestial. México, Museo de la Basílica de Guadalupe, 2001. 5 Boschín, María Teresa y Ana Llamazares. “La datación absoluta del arte rupestre”. Ciencia hoy, vol. 6, n° 34, 1996. Boschín, María Teresa y otros. “Análisis de las fracciones inorgánica y orgánica de pinturas rupestres y pastas de sitios arqueológicos de la Patagonia Septentrional ”. Zephyrus: Revista de prehistoria y arqueología, ISSN 0514-7336, nº 55, 2002, pp. 183-198. 6 Foucault, Michel. La arqueología del saber. México, Siglo XXI, 1970, p. 168.

8 atendieran el costado práctico del oficio se encuentra en el carácter servil y mecánico que, precisamente, los materiales otorgaban a las prácticas artís- ticas. Su uso y manipulación implicaba una labor alejada de las artes más libres y nobles que dictaba la Antigüedad clásica en el trivium y el quadrivium –a saber, gramática, dialéctica, retórica, aritmética, geometría, astronomía y música–, y, por ende, un quehacer mucho más cercano a artes como la agricultura, la medicina, la especiería o la navegación, las que demandaban un trabajo físico, suponían una condición de utilidad y estaban obligadas al pago de un impuesto por el contacto directo con el material y los géne- ros que ellas producían. Esta situación se mantuvo por siglos. En el caso de España y sus territorios americanos, fueron necesarios muchos juicios y debates librados por los artistas para que les fuera reconocida la cualidad especulativa y mental de sus tareas y conquistaran un lugar jerarquizado socialmente. Hoy el escenario ha cambiado. La mirada artística puesta sobre las condi- ciones propias del objeto producido, el desenfado en la elección de nuevos materiales y un franco desarrollo de la investigación en las ciencias de la conservación, de la física y de la química, entre muchas otras variables, nos imponen a los historiadores del arte volver la cabeza sobre nuestros hom- bros y, sin temor a convertirnos en estatuas de sal, revisar nuestras catego- rías a la luz de lo que este territorio íntimo que signa la condición material de

Resina, colorante y pigmento naturales.

9 Cuaderno de notas de Lino Enea Spilimbergo, con comentarios acerca de los materiales artísticos.

las obras nos ofrece como campo de análisis. Un espesor mental y matérico que no debe subestimarse y que resulta imposible soslayar si queremos comprender de manera integral los procesos creativos y sus resultados. Un espacio a descubrir que pone en evidencia que esta dimensión del hacer, en la que convergen la elección empática de unos materiales y el descarte de otros, la fascinación y la experiencia mágica que implica la riqueza de sus propiedades, y una relación hombre-sustancia terrenal cercana a los funcio- namientos alquímicos, está presente cada vez que una idea estética y una voluntad creativa comienzan a cobrar forma. Podríamos decir que hay en los materiales del arte una energía poderosa y generativa que emana de ellos mismos e invade el momento creativo. Potencia material de lo icónico que, a través del tiempo, exhibe cambios y permanencias en su manera de ser. El sentido de esta exposición tiene, entonces, el objetivo de habilitar un reco- rrido distinto del que usualmente transitamos. La propuesta es internarnos y perdernos en las entrañas de los objetos artísticos exhibidos, muchos de ellos tantas veces observados, para prestar atención a los elementos que los conforman, a las fuentes escritas que nos informan sobre su manipulación, a la manera en que fueron trabajados y pensados, a la recurrencia en el uso de algunos de ellos, a su perdurabilidad en el tiempo o a su condición efíme- ra, y a todos aquellos aspectos que los han modificado en su propia materia- lidad y que hoy contribuyen a otorgarles nuevas propiedades y funciones. Difícilmente esta experiencia del encuentro con la materia pueda ser recu- perada en las palabras de este texto. La transcripción de la alianza que es- tablecen el espectador y el brillo de un barniz bajo el cual subyacen capas pictóricas diversas, la viscosidad traslúcida de una resina, la textura de una madera o un mármol, las reverberaciones de ciertos metales, la cristalinidad

10 de los fluidos acuosos o los timbres de una obra sonora, resulta imposible de transmitir. Sin embargo, intentaré merodear por algunos problemas que suscitan aquellas materias impregnadas de éstas y otras cualidades. La guía será un tanto errática y entreverada, como lo es la mezcla de sustancias en un mortero. No se trata de un orden definido por las técnicas, que podría conducirnos a una historia lineal, sino de descubrir el bajo continuo de cier- tos materiales recurrentes en el quehacer artístico.

los materiales del arte y el cuerpo de las imágenes

Naturaleza entonces animada [...] sacó una llave de oro, que en los cofres de el uso, y de la vista retirados guardaba los tesoros más sagrados. Mesa llenó curiosa de pigmentos […]7

El ingreso a los materiales del arte nos arroja directamente a la naturaleza misma. El universo de los minerales, los vegetales y los animales ha puesto en la mesa de trabajo de los artistas la posibilidad de transformar sustancias inorgánicas y orgánicas en componentes fundamentales de los discursos estéticos.8 Muchos de los elementos que alguna vez intentamos recordar de aquella tabla periódica utilizada en el colegio son los protagonistas de esta historia. Zinc, mercurio, estaño, cadmio, plomo, hierro, manganeso, cobal- to, cobre, plata, oro, calcio, potasio y magnesio, entre los metales; carbono, azufre, oxígeno, silicio y arsénico, entre los que no lo son, están entre los

7 Valverde, Fernando de. Santuario de Nuestra Señora de Copacabana en el Perú. Poema Sacro. Impreso en Lima, 1641, p. 267. 8 Siracusano, Gabriela. El poder de los colores. Buenos Aires, FCE, 2005. Ver también Meredieu, Florence de. Historie matérielle et immatérielle de l´art moderne. Montreal, Larousse, 2004.

Uso del índigo y el Palo Brasil en una ilustración sudamericana del siglo XVIII.

11 más frecuentados. Por el lado del mundo de lo orgánico, especies coníferas, nogal, lino, copaífera, dammar, sandáraca, copal, goma arábiga o ámbar ofrecen barnices, aceites y resinas que sirven para aglutinar, cubrir, diluir o secar las capas pictóricas. Otros vegetales brindan colorantes, como es el caso del añil, del cual se saca el azul índigo, o el Palo Brasil, mientras el cáñamo y el algodón han servido para la confección de lienzos, materiales que también han utilizado los escultores junto con maderas como el cedro o la caoba. En cuanto al reino animal, cera de abeja [pág. 55], huevo, cola de conejo o la caseína son aglutinantes tradicionales, mientras que para lograr el efecto de un rojo carmesí, el insecto de la cochinilla ha demostrado ser privilegiado e incluso haber participado de la historia política y comercial de épocas remotas. Por otra parte, huesos, marfiles o cabellos también se inte- gran a este grupo. Desde el siglo XIX y de manera contundente a partir del XX, el ingreso de pigmentos y resinas obtenidos por síntesis química, junto con un uso riquísimo de los elementos orgánicos naturales más diversos, cierran este círculo. Todo este gran muestrario, del que apenas he mencionado algunos pocos ejemplares, nos permite imaginar la historia del arte como la arquitectura de una enorme cámara de maravillas, similar a las que propiciaron los hom- bres de la modernidad temprana, en la que materiales incontables esperan ser encontrados para que el artista los manipule, los indague, los violente, los transforme, de acuerdo a la función que deberán cumplir a medida que vayan tomando contacto con la idea. En el encuentro entre su elección y una intencionalidad radica el mayor desafío. Saber encontrar y templar un material que se ajuste íntimamente a la intención y necesidad de aquello que se quiere expresar es tal vez una de las causas que pueden hacer del objeto creado un objeto eficaz, en la medida que irrumpa en el campo artístico modificando sentimientos y conciencias. Un conjunto de ideas hechas cuerpo. Uno de los manuales artísticos que más circuló dentro de nuestro territorio a partir del siglo XVIII y del que deben haber echado mano muchos de los creadores de las imágenes que hoy exhibimos en esta exposición –me refiero al Museo Pic- tórico y Escala Óptica de Antonio Palomino de Castro–expone:

Imagen de un libro medieval de simples medicinales donde aparecen representados los siguientes materiales pictóricos: mastic, lapislázuli, hematite, albayalde o cerusa, vitriolo verde y colofonia, entre otros.

12 Bernardo Montón. Secretos de artes liberales, y mecánicas (1758).

“También digo que, así como la práctica sin teórica es un cuerpo sin alma, la teórica sin la práctica es un alma sin cuerpo [...]”9

La identificación de la práctica de la pintura –aquella que requería del domi- nio de aparejos, aceites, barnices y pigmentos esparcidos en losas; cosido de lienzos, atadura de brochas y maderas, paletas y panes de oro– con el cuerpo humano, repositorio de fluidos, osamentas y secreciones diversas, resulta pertinente. Un cuerpo en el que se encarnan y se hacen visibles las representaciones, en términos de apariencia histórica y cultural.10 Ahora bien, ¿de qué forma se han hecho visibles las imágenes en estos cuerpos? Y aún más, ¿bajo qué aspecto han contribuido los materiales a hacerlas visibles? El cuerpo de los objetos artísticos es un cuerpo histórico. Guarda las señas, las marcas de su propia historicidad. Encierra las huellas impresas por el artista pero también las de otros agentes que han tomado contacto con aquél, modifi- cándolo necesariamente. Pasemos, entonces, a analizar algunos ejemplos.

los materiales entre la transparencia y la opacidad Existen di- ferentes recursos para responder a estos interrogantes y uno de los más reveladores proviene del ámbito de la investigación en las ciencias químicas y físicas. Gracias a ellas y a la franca labor interdisciplinaria que pueden es-

9 Y continúa: “[...] por lo cual dice el Zúcaro en su Idea: que así como no es digno de alabanza el médico, que sólo sabe la teórica de su facultad, y le falta la práctica para saber aplicar los medi- camentos convenientes á las enfermedades: así en nuestra profesión no será jamás perfecto pintor el que no sabe reducir á el acto práctico las reglas y preceptos que dispensa la teórica antes bien será indigno de tal nombre. Y así es menester juntar uno y otro, para que de las dos entidades ó hábitos resulte un compuesto substancial perfecto”. Palomino de Castro y Velasco, Antonio. El museo pictórico y escala óptica. Madrid, imprenta de Sancha, 1796–1797, t. I, lib. VIII, p. 168. 10 Para una ampliación sobre este problema ver Siracusano, Gabriela y Marta Maier. “Del obra- dor al laboratorio, el archivo y la biblioteca”, en Martínez, Juan Manuel (ed.). Arte Americano, contextos y formas de ver. Terceras jornadas de historia del arte. Santiago de Chile, Universidad Adolfo Ibáñez-CREA-Museo Histórico Nacional, 2006, pp. 71-77.

13 tablecer con la historia del arte y la conservación, podemos penetrar en ese universo fascinante que se esconde detrás de la superficie de un cuadro y descubrir cuáles fueron los materiales seleccionados por el artista, de dónde pueden haber provenido, cómo los combinó y aplicó para lograr diferentes efectos ópticos, qué reparos tomó para protegerlos, con qué conocimientos técnicos contó, o incluso cuáles pueden haber sido sus posibles lecturas o su área de formación. En un corte estratigráfico, esto es, una minúscula muestra de apenas 1 mm3 extraída de una zona del cuadro e incluida en una resina acrílica transparente, se hallan latentes las pistas para responder a estos interrogantes [pág. 4]. La aplicación de técnicas como la micros- copía electrónica de barrido con microsonda de rayos X y los ensayos de tinción, entre otras, permiten identificar sustancias orgánicas e inorgánicas tales como las que mencionamos unos párrafos atrás. Las preguntas que le hacemos a este pequeño testigo del pasado lo convierten automáticamente en una fuente material con significación presente. Una fuente material que, contrastada con otras fuentes como las escritas, visuales u orales, termina cargándose de sentido y cobrando la dimensión de documento. Ahora bien, Detalle de la reflectografía si además hacemos participar a la física mediante la aplicación de técnicas realizada sobre un óleo de como la radiografía [págs. 29 y 92], la fluorescencia con luz ultravioleta o la Pío Collivadino en la que reflectografía [en esta página], entonces podremos desvelar otras incógnitas se advierten los trazos del como, por ejemplo, si hubo arrepentimientos, si existe una pintura debajo dibujo. de la que vemos, si hubo censura o autocensura, o cuáles fueron los pasos seguidos por el artista para la construcción de la imagen final.11 A la luz de estas explicaciones, la capa pictórica de una obra imponente como Descensión de la Virgen en la Batalla de Lepanto [págs. 25 y 34], de posible procedencia cuzqueña, realizada a fines del siglo XVII, se nos revela como muy magra, con la presencia de los materiales tradicionales de la época: albayalde, índigo, lacas rojas, tierras... mientras que la simple ob- servación de los cortes estratigráficos del Retrato de Dama atribuido a Félix Revol [página opuesta], un pintor activo en Santa Fe, Córdoba y Tucumán entre 1845 y 1867, está indicando que los pigmentos y la manera de tratarlos es distinta, acorde a otras realidades, con un cuidado meticuloso sobre la disposición de las capas. En el escenario latinoamericano del siglo XX, un corte transversal de Chacareros de 1934 de [página opuesta] exhibe exploraciones cromáticas y los rastros de carbón del dibujo previo, en tanto la estratigrafía de un sector de El coronelazo, autorretrato, 1945 de Estratigrafía de un David Alfaro Siqueiros [en esta página] nos sumerge en las búsquedas esté- sector de El coronelazo, autorretrato, 1945 de 11 Para la realización de esta muestra he contado con el apoyo de numerosos científicos y conser- David Alfaro Siqueiros. vadores. Al equipo conformado por Blanca Gómez, Daniela Parera, Alejandra Fazio y dirigido por Marta Maier (CONICET-UBA), con quien trabajo interdisciplinariamente desde hace años, se deben los estudios realizados sobre La Virgen Niña Hilandera y El descendimiento de la Vir- gen del Carmen en la Batalla de Lepanto, además de otros ejemplos exhibidos; las estratigrafías realizadas sobre Retrato de Dama de Revol y Chacareros de Berni estuvieron a cargo de Néstor Barrio y Fernando Marte (TAREA-UNSAM); el análisis reflectográfico de la obra de Pío Collivadi- no se debe a los trabajos de Daniel Saulino y Alejandra Gómez (TAREA-UNSAM). Respecto del cuadro de Santiago Matamoros, las radiografías y trabajos de conservación fueron realizados por Fabián Pieruzzini (MIFB); mientras que en los análisis químicos y fotografía realizados sobre El coronelazo, autorretrato, 1945 participaron Sandra Zetina, Elsa Arroyo y Eumelia Her- nández (LDOA-IIE-UNAM).

14 Cortes estratigráficos de Retrato de Dama de Revol y de Chacareros de Berni (detalles).

ticas y técnicas del pintor mexicano. Lacas de nitrato de celulosa se contor- sionan en un ritmo enérgico y sinuoso, fruto de sus experimentaciones con materiales y técnicas de la modernidad industrial.12 La comparación de estos cuatro ejemplos nos está revelando tres momentos históricos distintos en los que el uso del material no está distanciado de aquello que se pretendía buscar con la imagen.

12 Arroyo, Elsa, Chris McGlinchney, Anny Aviram y Sandra Zetina. “El nacimiento del modernis- mo: técnicas y materiales de David Alfaro Siqueiros entre 1931 y 1945”. Baja viscosidad, Méxi- co DF, Instituto de Investigaciones Estéticas-UNAM, Sala de Arte Público Siqueiros-INBA, en prensa.

15 Existe otra lectura que podemos hacer cuando observamos el devenir de los materiales y su contrapunto con la imagen a través del tiempo. Toda representación guarda una doble dimensión de transparencia y opacidad, entendiendo por ellas la mayor o menor capacidad de estar en lugar de un objeto ausente pero también de mostrarse a sí misma como una representa- ción.13 En este sentido resulta atractivo descubrir que los materiales del arte intervienen de una manera paradojal y compleja en este juego bifronte. En épocas en que la representación figurativa predominó en la escena plástica, es decir, cuando la imagen representada buscaba básicamente estar en lugar de algo que no está, y provocar de este modo una ilusión de transparencia del mensaje –aunque, como dijimos, ésta es sólo la contraparte de su opaci- dad–, la materia acompañó esta estrategia ocultando su condición esencial, “opacándose”. En el lienzo de Revol o en el cuzqueño antes mencionado, la materialidad no se muestra a sí misma en su condición más concreta, no fue la intención de sus autores que la percibamos como tierras, pigmentos, colorantes o resinas. Lo que éstos pretendieron, en definitiva, fue que todas esas sustancias se pusieran al servicio de una imagen ilusoria plasmada en una superficie “sostenida” por estos moradores silenciosos para convertirse en luces, sombras y colores de las cosas representadas.14 A partir de fines del siglo XIX, y a medida que las búsquedas estéticas avanzaron sobre las posibilidades plásticas inherentes al propio objeto artístico, exploraciones como las iniciadas por el post-impresionismo y las tendencias modernistas hasta los años 40 comenzaron a distender paulatinamente este ocultamien- to de la materialidad, modulándola y haciéndola emerger como un elemento que, poco a poco, fue mostrándose como independiente del dominio de la línea y el espacio ilusorio. Un elemento más subordinado a las condi- ciones ópticas y perceptivas que intervienen en el acto de la recepción. La carga de pigmento desplegada sobre el soporte de los maizales de Miguel Carlos Victorica (1940) [pág. 34] evidencia esta intención. La irrupción de las vanguardias terminó por liberar las puertas de la opacidad material. La experiencia Concreta argentina, llevada a cabo a partir de 1944 con la apa- rición de la revista Arturo, protagonizó el momento de quiebre rotundo en relación con la transparencia de la imagen. De este modo anunció la muerte definitiva de la representación figurativa. En el Manifiesto Invencionista de 1946 se expresaba: “La materia prima del arte representativo ha sido siempre la ilusión.”15 Esta declaración resulta esclarecedora a los fines de los argumentos recién formulados: la ilusión había sido la verdadera materia prima. Los materiales

13 Marin, Louis. Le portrait du roi. París, Editions de Minuit, 1981. 14 Existe una excepción a esta proposición. Se trata de aquellos casos en que los materiales son exhibidos de manera transparente con el propósito de reforzar una jerarquía social, política, económica o religiosa. Colorantes como la púrpura o el carmín, o pigmentos como el lapislá- zuli cumplieron ese rol, tal como bien lo ha estudiado Michael Baxandall para las sociedades del Renacimiento. Otro tanto podríamos decir del oro, la plata y las piedras preciosas, tan pre- sentes en los objetos litúrgicos religiosos o en las imágenes devocionales. Baxandall, Michael. Painting and experience in fifteenth-century Italy. A primer in the social history of pictorial style. Portada de Revista Arte Oxford, Oxford University Press, 1988. Concreto-Invención. 15 “Manifiesto Invencionista”. Revista Arte Concreto Invención. Buenos Aires, agosto de 1946, Buenos Aires, 1946. n° 1, p. 8.

16 habían estado al servicio de ella… el objeto artístico, entonces, se volvería recursivo, plegado sobre sí mismo, sin la menor necesidad de remitirse a otra realidad que no fuera la suya propia. Para llevarlo a cabo, los artistas Concretos trataron la materia de una manera singular, sometida a los planos del color, la línea, el equilibrio y los ritmos [pág. 59 arriba].16 Sin embargo, precisamente esto es lo que permitió, junto con otras búsquedas, que la di- mensión material haya operado un cambio fundamental en el siglo XX, con- tinuado hasta hoy: de testigo oculto a protagonista, de “estar en lugar de” a “estar y ser” materia [pág. 35] cuyo nivel de transparencia y de presentifica- ción –en términos de Marin– es tal que la opacidad se ha instalado, muchas veces para el espectador común, del lado del discurso [págs. 36 y 37].

naturales y sintéticos. un recorrido sinuoso El carbono es uno de los elementos más abundantes en la naturaleza y lo hallamos tanto en los seres vivos como en los minerales y en la atmósfera. Uno de los materiales más antiguos y frecuentados en el arte es, sin duda, el grafito. Como una de las formas en que se presenta el carbono y por su estructura molecular, este material tiene la capacidad de desplazarse sobre el papel o la tela de manera untuosa y blanda, así se establece entre ambos una relación que los artistas han sabido aprovechar. Compañero de trazos en bocetos, en dibujos prepara- torios o como herramienta fundamental en los pasos previos a aplicar el color sobre la tela, el grafito –combinado con arcillas– funcionó como elemento fundamental en los procesos de creación de la imagen. Los dibujos del siglo XIX expuestos [págs. 45 y 47] o los dibujos preparatorios de Lino Enea Spi- Apuntes sobre el uso de limbergo [pág. 39], nos permiten apreciar las posibilidades de este material tintas. Léon Ferrari, 1962. tan sutil que en las manos de estos artistas se vuelve enérgico. Así y todo, su potencia material estalla en obras más recientes. Juan Andrés Videla [pág. 40] se aventura a trabajarlo con aglutinantes que le permitan experimentar con él y manipularlo como polvo para desplazarlo sobre una placa de plus blanco, para lograr paradójicamente la percepción de una imagen “desmaterializada” y difusa, que, como señala Constantin, “conduce a poner en duda la coinci- dencia de la realidad con el conjunto de fenómenos que ofrecen la percep- ción (interna y externa) y los sentidos”.17 Mariano Vilela [pág. 41] construye la geometrización del plano a partir de la capacidad cubriente de este material, mientras que Nacho Valdéz [pág. 42] ensaya una fórmula en la que el blanco del soporte y el negro del lápiz establecen un juego de distancias, acercamien- tos y silencios. En ese juego de la abstracción, que el propio artista vincula con la tradición tipográfica, el grafito negro es la condición fundamental de la luz y del brillo, un problema medular de la historia del arte que la leyenda de la línea de Apeles ejemplifica. Como si quisiera profundizar aún más sobre el grado de presencia efectiva de este material, Mariano dal Verme [pág. 43] trabaja el grafito como objeto, generando formas geométricas interrelacionadas a partir de las minas frágiles que devienen en línea, en dibujo.

16 Los craquelados y el envejecimiento de los barnices y pigmentos que hoy exhiben sus obras nos muestran un objeto distinto al creado bajo esos parámetros, hecho que demuestra la dinámica con que muchas veces los materiales operan, más allá de las intencionalidades. 17 Constantin, María Teresa “Juan Andrés Videla. Onda roja entre Constitución y Longchamps”. Catálogo Galería Empatía, Buenos Aires, febrero de 2007.

17 Fuera de su relación con el lápiz –uno de los instrumentos más cercanos al oficio del artista–, el carbono también está presente en gran parte de las obras de esta muestra, aunque no sea evidente. Lo hallamos en las tierras de las ba- ses de preparación y los pigmentos de las obras coloniales –como es el caso de la Virgen Niña hilandera [págs. 18 y 38]– y en las de las cajas de Teresa Pere- da [pág. 44]; nuevamente un contrapunto entre la opacidad y la transparencia de la materia. También se encuentra en obras como las de Tomás Espina [pág. 44], quien utiliza la pólvora –una sustancia explosiva que combina carbono, azufre y nitrato de potasio– para imprimir sobre la tela la sustancia que prota- Corte estratigráfico de goniza en la realidad las escenas de violencia que él representa. Virgen Niña hilandera. Su base de preparación u contiene rastros de Compañero de este elemento durante gran parte de la historia del arte es carbón. el papel, material que también ha acompañado a la acuarela [pág. 46] y al óleo [pág. 47]. De origen vegetal, se lo ha empleado de las más variadas formas [pág. 49]. Como soporte de la imagen grabada, fue el arma más poderosa para la conquista y la evangelización de América. Las estampas y las palabras impresas dominaron el escenario de la producción artística colonial, sueltas o por la vía de los libros. Su carácter suave, liviano y ma- leable siempre ha favorecido su fácil traslado, de este modo se volvió un instrumento para aleccionar, enseñar, glorificar, dominar, etc. A su vez, este vínculo con el viaje y el intercambio cultural entre personas facilita la reunión de ejemplares distantes en el tiempo realizados con este material, cuyas funciones también difieren entre sí: desde las Ejecutorias que llegaban de España durante la colonia para demostrar pureza de sangre, las cartes de visite del siglo XIX [pág. 48] –en las que la imagen reproducida contiene cartón, albúmina y nitrato de plata–, las tarjetas perforadas y pintadas que se intercambiaban de forma epistolar en ambientes de la alta sociedad criolla como representantes del arte gráfico postal de fines del XIX y principios del XX, hasta el arte correo de Edgardo Vigo [pág. 48], a partir del cual el proble- ma de las poéticas contemporáneas, del consumo y de los lazos sociales se expresan mediante tarjetas postales que viajan y pasan por varias manos, y así crean una red de comunicaciones infinitas. Otros usos exhiben la capa- cidad maleable, dúctil y flexible del papel: trabajado escultóricamente en la Grabado mexicano imaginería popular, en los gofrados y xilocollages –que lo modulan con la de 1820. intervención del agua y la madera– [pág. 51], o como elemento significante a favor de una obra conceptual, como las que construyen Jorge Macchi [pág. 53] o Ana Dolores Noya [pág. 52]. A su vez, los tacos de grabado de Alfre- do Benavidez Bedoya devienen objetos artísticos al mostrar en positivo su huella sobre el papel grabado, una impronta de un cuerpo sobre otro, como el de las huellas dactilares de Paola Czyzewski y Fabián Furman, dos de las víctimas del atentado a la AMIA, en su serie “Huellas para la memoria y la justicia” [pág. 50]. u En este sentido vale la pena subrayar que esta propiedad que tienen los materiales de ofrecer todas sus posibilidades y resignificarse a partir de usos más allá de los tradicionales, hecho que –podríamos suponer– remite bási- camente a las estéticas contemporáneas, fue desde siempre advertido por

18 los artistas, toda vez que la necesidad de comunicar se hizo presente. Nue- vamente, el caso de un elemento orgánico como el lienzo –de lino, cáña- mo y algodón, dentro de los más tradicionales– funciona como testimonio. Sudamérica reconoce una larga tradición en trabajo textil desde tiempos prehispánicos. Soporte privilegiado de la pintura al óleo y al acrílico [pág. 55], las telas han encontrado de la mano de pintores y escultores los mo- dos más heterogéneos de interpretar los discursos plásticos. Las hallamos escondidas bajo una capa de yeso y policromías como telas encoladas en las esculturas religiosas –modeladas como si fueran de madera– [págs. 54]; o también exhibiendo el esplendor de los hilos de seda, plata, oro y perlas en las imágenes de vestir tan frecuentes en la producción artística religiosa de nuestro territorio entre los siglos XVIII y XIX [pág. 55 y 74] –abonando al realismo que requerían las representaciones devocionales–. A partir del siglo XX, su reinado material canónico como plano de represen- tación de corte ortogonal comenzó a resquebrajarse tanto como las imáge- nes que las telas habían cobijado. Recortadas, tajeadas, arrugadas, magu-

Tela encolada en una escultura jesuítica del siglo XVIII.

19 lladas, fruncidas, quemadas [pág. 56] o fundidas en un empaste con colas, pigmentos y otros materiales, ellas han sido funcionales a las propuestas de los artistas argentinos. En los años 70, por ejemplo, los trapos cargados de colores negros y rojos de Alberto Heredia aprietan, amordazan y momifican cuerpos, bocas, sexos, como claves materiales del horror, la violencia y el desencanto. En los 90, el camino iniciado en los ´60 por Luis Felipe Noé [pág. 56] –en la búsqueda de una tensión entre imagen y soporte – encuen- tra el estallido de la materialidad de telas y pigmentos como campo de ba- talla estética en Guerra interna. Como contrapunto, aparecen la arquitectura inestable y perturbadora de hilos y cuentas perladas del Jardín de la Novia bordado por Mónica Millan [pág. 57], y también las cabezas decapitadas y cuerpos de lanas e hilados blandos que avanzan en el espacio invocando la respuesta del espectador, de Marina de Caro. u Del papel y los textiles a la madera. La madera es otro de los elementos más tradicionales elegidos por los artistas. Por su dureza y su capacidad de ofre- cer planos homogéneos ha sido elegida en muchas oportunidades como soporte de la pintura, del mismo modo que interviene como esqueleto de las pinturas sobre tela –en calidad de bastidor–, o como marco que encierra y señala las representaciones en tanto “obras a mirar” en la ilusión de venta- na abierta al mundo. Mientras en el Gaucho, de Juan Manuel Blanes, cumple con lo dictado por la tradición, en la obra de Alfredo Londaibere [pág. 58], hecha con una madera devaluada, actúa como un dispositivo que pone en evidencia la fragilidad del ícono. Asimismo, se convierte en capa pictórica en Tiempo de Cartones I de Jorge Abot [pág. 59], quien sustituyó la elección previa de arena por el carácter liviano del aserrín. Pero es en las prácticas escultóricas donde este material cobra un protagonis- mo particular. Los procesos de evangelización llevados a cabo en épocas vi- rreinales requirieron de la producción y difusión de imágenes de la iconografía cristiana –escenas de la vida de Cristo [pág. 60] y la Virgen, santos y santas, en su gran mayoría– capaces de alentar prácticas de devoción y veneración en una población nativa a la que se le adjudicaba un vínculo estrecho con lo paga- no y lo idolátrico. La madera tallada, ensamblada, dorada y policromada, con su apelación a lo dramático y lo real, fue el elemento básico para dar cuerpo a estas representaciones que debían efectivizar una sustitución de sentimientos y creencias para lograr el éxito de la conquista en todas sus dimensiones. Durante los siglos XVII y XVIII, en todo el Virreinato del Perú, y por supuesto en las regiones que hoy integran la Argentina, escultores, doradores y pinto- res dieron forma a cuerpos de madera que se instalarían en los interiores o circularían en procesión. Algunas de las esculturas expuestas, entre las que también están presentes otras realizadas durante el siglo XIX con fines muy distintos (como es el caso de los mascarones de proa [pág. 61]), exhiben esta tradición tan desarrollada en el interior y en el Río de la Plata. Por otra parte, entre las especies más frecuentadas por los tallistas de nuestro país se en- cuentran el cedro, la caoba, el cardón y el quebracho. Lapacho es el que Carlos Gamarra [pág. 61] eligió para Desprendimiento, en una estrategia plástica muy identitaria de este escultor: tratar un material duro como si fuera blando. u

20 [...] pues cuando debajo de la tierra, que no tiene su natural y propio color, se hallan los metales, cierto indicio es, que las exhalaciones de ellos la causa- ron: y si faltan a la acción del color, sólo se deberá atribuir aqueste efecto.18

Nuestro país lleva en su nombre y en el de su río más ancho la referencia a un metal. Así como las huellas de los relatos más antiguos de nuestra histo- ria pueden recorrerse sobre el camino que delinearon las acciones políticas y económicas reales y ficticias asociadas a la plata, el oro, el azogue o el cobre, la historia de nuestros objetos artísticos puede escribirse sobre la base de las exploraciones e indagaciones que los artistas han hecho sobre los minerales, en especial, los metales. Sumergidos en capas pictóricas cumpliendo la fun- ción de dar color y brillo, aplicados en finas láminas para emular la refulgencia de los astros y de las figuras sagradas, fundidos en hornos y labrados para convertirse en soportes o en imagen [pág. 62 y 65], retorcidos y ensamblados en el espacio, o reciclados de usos anteriores, los metales resultan un signo cardinal en este juego de opacidades y transparencias que hemos menciona- do. Plomo hay en las flores blancas, rojas y azules, y en las hojas verdes que enmarcan a la Virgen Niña hilandera; plomo, en las manos de Cristo de la Crucifixión del siglo XVIII; plomo, en los volúmenes hinchados y estallados de Vida, muerte, resurrección de Víctor Grippo [pág. 63]. Tal como este material se comportaba en las retortas y crisoles de las prácticas alquímicas, su aparición y ocultamiento en estas obras pareciera intentar mantener esta tradición.

18 Barba, Álvaro Alonso (1640). El arte de los metales. Potosí, Ed. Potosí, 1967, lib. I, cap. I, p. 8.

El plomo representado como Saturno en el Atalanta Fugiens de Michael Maier, Franckfurt, 1617.

21 Otro metal muy frecuentado ha sido el cobre. Además de colaborar en los pigmentos azules y verdes como la azurita y malaquita, tantas veces valo- rados por las tonalidades que ofrecían a los pintores, el cobre fue el protago- nista, junto con el papel, en los procesos para la reproducción de la imagen grabada. Durante los siglos XVII y XVIII, nuestras tierras se inundaron de planchas de cobre incisas. Por otra parte, como soporte, junto con el latón, cumplió la función de difundir imágenes de devoción privada, como la plan- cha de doble imagen de Santa Mónica y el Cristo de Praga [pág. 64]. Otra plancha, que exhibe un San Francisco de Paula [pág. 64], de probable origen altoperuano, también nos permite apreciar el dominio de una técnica de estampado y policromado muy cuidada en el siglo XVIII. En esta dinámica de la mostración efectiva y expuesta de la materia, la con- tundencia del destello y la carga simbólica sostenida durante siglos por la plata, el oro o el bronce han hecho de estos metales los privilegiados para transmitir la inmanencia de la sacralidad, la ostentación de una clase social, o la fortaleza y trascendencia del poder político. Como contraparte, el acero y el aluminio, o la chapa de hierro y estaño han construido discursos que se encierran sobre sí mismos –replegando al hombre y sus circunstancias de vida–, también han acompañado las poéticas de la invención concreta, intervenido en experimentaciones sobre su propia dureza o fragilidad, o han expuesto crudamente las miserias de la vida urbana y contemporánea, como se advierte en los usos que les dieron artistas tan disímiles como León Fe- rrari, Enio Iommi, Benito Quinquela Martín [pág. 65], Benito Laren, Antonio Berni o Keneth Kemble [pág. 63]. u Este circular por las entrañas de la tierra y sus elementos inorgánicos pone al descubierto otros componentes que las estéticas antiguas y contemporáneas han conquistado o resignificado: alabastro, mármol, granito, sal, arena… ele- mentos que remiten a ideas de dureza y solidez, fragilidad o desintegración, a lo frío, lo cálido y lo húmedo, a lo monumental o a lo sutilmente diminuto. Elegimos algunos ejemplares de piedra de Huamanga para representar uno de los materiales enraizados en los procesos artísticos y políticos de la región andina: proveniente de Ayacucho, esta piedra blanquecina, muchas veces poli- cromadas, fue trabajada para construir imágenes religiosas, mitológicas, coti- dianas o ancladas en las luchas por la independencia [pág. 67]. Jorge Gamarra viola las leyes de la materialidad del granito; Mariana Schapiro convierte las

Corte estratigráfico de una obra colonial en el que se advierte el uso de cristales azules o smalte.

22 El agua, elemento de la rosas disciplinadas en envases de cartón que alguna vez vio en una florería, fuente del Congreso en en ramos de piedra de materia solidificada [pág. 66]; María Ester Joao orde- una fotografía de época. na simétricamente mares de sal; Carlos Gorriarena y Videla [pág. 68] apelan a la arena como material que carga la imagen o la pone en movimiento. Derivado de este último material se encuentra el vidrio, una fusión de sílice, carbonato sódico y caliza que, coloreado, ha permitido a los artistas la adqui- sición de los efectos lumínicos más extravagantes. Aunque no lo podamos ver, el vidrio teñido de azul o amarillo [página opuesta] se esconde detrás de las capas pictóricas de muchos de nuestros cuadros coloniales (bajo la forma de smalte o amarillo de plomo-estaño, remolidos con óleo) o también aparece mezclado con tela, cuerdas y chapas, como en la obra de Del Prete. Asimismo, lo descubrimos en la “mirada” realista de la imaginería religiosa [pág. 69], realismo que, marcado por siglos de distancia, cultiva el ojo de la bandera de Beto de Volder [pág. 69], como testigo omnipresente. u Como punto de unión entre lo animado y lo inerte, entre la vida y la muer- te, entre lo que deviene y fluye y lo que permanece estático, el agua es un componente ineludible en las entrañas del arte. Puede diluir y destilar co- lores, ablandar materias firmes y tenaces, o convertirse en un dispositivo autónomo capaz de crear formas indomables e informes, o cobrar ritmos controlados y guiados. Nuestra ciudad es testigo de su uso plástico en las fuentes y monumentos que comenzaron a proliferar a fines del siglo XIX y principios del XX. Desde fines de los años 40 y contundentemente en los

23 60, Gyula Kosice [pág. 70] estructura sus esculturas hidráulicas a partir de la idea del agua como fuente de vida y energía planetaria. Para 1968, Nicolás García Uriburu tiñe las aguas del Gran Canal de Venecia como protesta eco- lógica, acción que continuará sobre las fuentes de nuestra ciudad [pág. 71], para luego exhibir en botellas la coloración “natural” del Río de la Plata. Hoy el agua circula por las tuberías zoomorfas de Marcela Mouján [pág. 72] o, como hielo, interviene en las acciones de Paula Senderowicz y Andrea Juan [pág. 73]. Simulada en las cualidades de la vaselina, provoca la imaginación mecánica de los universos cerrados de Sebastián Gordín [pág. 72]. u El agua nos conduce al puente que nos lleva a la vida, al mundo de lo orgá- nico, a aquello que proviene de los enlaces del carbono con otros elementos. Imaginar ese micromundo cargado de proteínas, carbohidratos y lípidos den- tro del cosmos que funda el objeto de arte resulta una experiencia estética fascinante, si logramos acercarnos a las maneras en que los artistas los han trabajado y las funciones que les han otorgado a lo largo de los siglos. La lista de materias orgánicas desplegada por la praxis de los artistas es inconmensu- rable. Algunas ya han sido mencionadas. Tal vez resulte interesante nombrar aquellas cuya permanencia aparece resemantizada en tiempos diferentes o las que hoy nos animan a reconocer crudamente las prácticas más recientes. Si al comienzo de este aventurarse en las vísceras del arte hablamos del “cuerpo” de las imágenes, nada resulta más concordante que la presencia del cuerpo –humano o de otros animales– dentro de esos “cuerpos”. Una de esas presencias está representada por el pelo. Fino, sutil y maleable, el cabello pareciera tener la capacidad de remitir a la esfera de lo privado o lo cercano. Las esculturas religiosas utilizadas como imágenes devocionales o procesionales durante los siglos XVIII y XIX, hoy instaladas en altares y reta- blos de muchas iglesias, conventos y museos de nuestra ciudad, exhiben el uso del pelo natural [pág. 74] como un elemento que apelaba a la conmo- ción o a la vivencia real de lo espiritual; mientras que en el siglo XX Roberto Elía lo dispone conceptualmente como una larga y gruesa trenza que hace contrapunto con la palabra. Devenidos en líneas que dibujan y ritman el espacio, los cabellos se desplazan por los planos que hoy ejecuta Agustina Pesci [pág. 75]. En el siglo XIX, la costumbre de utilizar los cabellos como signo de la intimidad y del recuerdo se hizo recurrente: el Paisaje con iglesia, realizado en 1854 por R. Mendizábal [pág. 75], en el que aparecen los cabe- llos procesados y teñidos del matrimonio Suárez, rescata esta práctica. Este cuadro forma parte de una tríada iconográfica cuya carga simbólica salta a la vista: se completa con el daguerrotipo post mortem de María Luisa Lacasa de Suárez, de 1854, y el retrato al óleo de la difunta realizado sobre la base del daguerrotipo por Jacobo Fiorini [pág. 55] en el mismo año. Tres registros visuales y materiales que se complementan para exhibir una práctica social y cultural de la vida porteña del pasado. Otros materiales como el hueso y el marfil también son materiales espe- ciales. Además del uso en tallas, el hueso tiene connotaciones ligadas a La cochinilla es la base del carmín, un colorante la persistencia de poderes sagrados y milagrosos de la materia muerta en orgánico muy frecuente los relicarios de madera o metal. Bajo la mirada contemporánea, Alberto en obras coloniales. Heredia [pág. 76] lo introduce en sus Cajas Camembert –relicarios moder-

24 Corte estratigráfico del lienzo La Batalla de Lepanto en el que se evidencia la presencia de una laca roja orgánica.

nos de los restos del consumo de la vida cotidiana–, Luis Benedit [pág. 77] inunda los objetos con restos de vértebras animales que se acomodan en el espacio produciendo imagen y así apela a la misma procedencia que los objetos de cuero –símbolo en nuestra tradición criolla– de Marcela Astor- ga, quien los vincula con las ironías del hombre y su vida. El marfil, por su parte, tiende lazos con las prácticas y las comunicaciones con oriente, tal como lo exhiben las manos y rostros de figuras que los tallistas colo- niales aplicaron delicadamente a sus esculturas religiosas. Es asimismo un soporte que –por sus dimensiones y su textura– habilitó la construc- ción de imágenes de lo privado, del amor, del secreto y de la memoria, como lo demuestra su uso decimonónico en el género de la miniatura. Tal vez el paradigma de este gesto de lo diminutamente interno en clave casi conceptual sea la representación del ojo izquierdo de Belgrano que esta muestra expone. Como planteamos al principio, de sustancia escondida en la “carne” de los cuerpos antiguos, la materia orgánica explota en las acciones de los artistas argentinos en los últimos 30 años. Un desenmascaramiento del simulacro occidental cuyos inicios nos arrojan a las acciones de los dadaístas. Lo or- gánico se hace testimonio de las matanzas y la violencia de nuestra historia en la obra de Piffer [pág. 78]; remite al vacío y a la huella marcada por una cabeza que ya no está en la almohada de jabón de Julieta Capuletto, de Clau- dia Fontes; provoca quiebres semánticos en el espectador a partir del uso de productos para englutir en las acciones del grupo Mondongo [pág. 79]; nace, crece y muere en las instalaciones de Ana Gallardo, o interviene en for- ma de excremento como liberador de las condenas y las penas del infierno en el Juicio Final de León Ferrari [pág. 79]. u Un recorrido por la materia del arte no estaría mínimamente completo (si bien han quedado fuera de este relato decenas de elementos) si no ingre- sáramos en el universo de la síntesis química, si no invitáramos a partici- par a aquellas sustancias producto de las prácticas de experimentación y

25 Corte estratigráfico de una obra colonial del siglo XVIII con presencia de azul de Prusia, un pigmento creado por síntesis química.

la reflexión desarrolladas en los laboratorios de la ciencia y la tecnología. Cuando pensamos en materias sintéticas, pensamos en la modernidad, en usos industriales, en elementos que sustituyen, abaratan y facilitan, en la practicidad y la inmediatez. Sin embargo, vale la pena recordar que el mun- do de la síntesis interviene en el espacio del taller del artista desde hace siglos. Lo hizo el azul de Prusia, creado de manera serendípica por el alemán Diesbach en 1704, o el blanco de zinc, el cual sustituyó a principios del siglo XIX al blanco de plomo. El uso de los materiales sintéticos no sólo ha esti- mulado la imaginación de los artistas en relación con los alcances de sus posibilidades, sino que tiende un canal de comunicación con la imaginación científica en la construcción de una iconografía de la vida contemporánea y, al mismo tiempo, habilita integraciones o cuestionamientos a esa misma esfera. Resinas, acrílicos, látex, poliuretanos, poliestirenos expandidos, fi- bras de vidrio, poliamidas y polipropilenos han contribuido, a partir de los años 40, a tender estos vasos comunicantes. Sus cualidades metamórficas los han hecho funcionales a distintas intencionalidades: en los años 60 los manipulan con la fascinación y el optimismo de lo novedoso, pero también con el vislumbramiento de los fracasos de las utopías; en los 70 y mediados de los 80, estos materiales se retuercen y corrompen en la angustia por el silenciamiento de las palabras; en los 90 arremeten en el laberinto de opues- tos que suponen la corrupción y el descreimiento en relación con el devenir político del país. A su vez, son materiales identificados con la vida urbana, lo descartable y lo transitorio, en muchos casos. En este núcleo dialogan entre sí las obras de María Juana Heras Velazco [pág. 80], con el acrílico en movimiento de A los revolucionarios de la primera hora; Pablo Suárez, en la metáfora corporal resinosa de Sopa de Pobres [pág. 81]; Felipe Pino, con la articulación de viejos y nuevos pigmentos [pág. 82]; Carlos Distéfano, me- diante la transparencia y opacidad semántico-material del acrílico; Norberto Gómez, en la decisión del cambio a una sustancia como la que inauguran sus llamados Chinchulines para fines de los 70 [pág. 83]; Marcelo Pombo, Miguel Harte, Cristina Schiavi y Martín di Paola [pág. 84], con sus objetos en acrílico, telgopor y nylon, que evocan y revocan antiguos usos, guían al

26 espectador hacia lo microscópico o cuestionan su concepción de la monu- mentalidad escultórica; Federico González, con las huellas de una ciudad y sus desechos en la superficie del látex; y León Ferrari [pág. 85], con sus recientes experimentaciones con el poliuretano, un material que le permite modular el espacio real en clave escatológica. Como parte de estas exploraciones, pero en un territorio que paradójica- mente hace intervenir a lo inmaterial, existe un conjunto de obras que selec- cionamos en las que la luz, el aire y el sonido pueden ser considerados como materiales eficientes de estas entrañas. El uso de estos agentes como provo- cadores de brillo, color, movimiento o estridencias sonoras es muy antiguo. Los cultores de la imaginería religiosa o quienes planificaron las arquitecturas efímeras que acompañaron las representaciones de consagraciones políticas supieron utilizarlos en la liturgia, en fiestas y procesiones. Nuevamente, fueron las experiencias iniciadas con el neón en los años 40 las que dieron el puntapié inicial para un uso de la luz como elemento autónomo, uso que en los 60 se intensifica. Las experiencias de Gyula Kosice y Dalila Puzzovio [pág. 70 y 86], el arte cinético-óptico de Le Parc [pág. 87] o los tubos con cuentas facetadas de Román Vitali [pág. 89] transitan estas vías. En ellas la luz y la energía eléctrica son materia significante. En otra clave, el cuadro sonoro de Juan Sorrentino utiliza el sonido como línea que “dibuja” una imagen mental sobre una su- perficie neutra y vacía, recuperando la antigua retórica de la ekfrasis. Con la proliferación de los medios audiovisuales modernos, luz y sonido se funden con plásticos y metales en objetos que, como el de Carlos Herrera, rompen con las categorías tradicionales de clasificación.19 A su vez, la luz y el papel son dos aliados que, desde el nacimiento de la fotografía, no han cesado de suscitar y excitar la imaginación artística. Esa comunión casi mágica y alquímica entre elementos es la que, en los años 30 y 40, transitaron artistas como Horacio Coppola y Grete Stern, manipulando la luz como cuerpo independiente. En los años 80, en la serie de heliografías [pág. 88] que León Ferrari crea durante su exilio en Brasil, la luz es el medio que imprime personajes seriados y perdidos en un universo aislado, solita- rio, recursivo. En su Cocina del artista (2006), Arturo Aguiar [pág. 88] “pinta” con luz de linterna en una toma directa.

la dimensión material entre la memoria y olvido Por último y como cierre de este laberinto al que nos condujo la pregunta por la condi- ción material, quisiera compartir algunas reflexiones sobre las huellas de la historicidad de la materia de los objetos artísticos. Todo objeto deviene en otro objeto en el mismo momento que el artista considera terminada su la- bor, en el instante en que comienza a ser objeto de percepción y de reflexión de los otros. Además de estos aspectos que la estética y las teorías de la recepción han abordado profusamente, existe un fundamento material que acompaña las obras: las capas pictóricas viran su color, se resquebrajan, se craquelan o se desvanecen [pág. 90 y 91] con el tiempo; los soportes sufren modificaciones por la humedad y la temperatura; sus usos y traslados dete- rioran y modifican las obras inexorablemente. En el caso de las esculturas, su Retrato de Manuel Lacasa de García del Molino, 19 Es interesante recordar que esta obra ingresó en el Premio Argentino de Artes Visuales 2006 invadido por hongos organizado por la Fundación Osde como escultura.

27 actuación en las prácticas devocionales hace que muchas veces su materia se vaya modificando según los gustos y necesidades de quienes las consumen, o se cercene, por motivos políticos o simplemente vandálicos. Esta metamor- fosis del objeto artístico material tiene además su origen en la intervención de múltiples agentes, entre los que se encuentran las catástrofes naturales, los insectos, los hongos y, sin lugar a dudas, la acción humana. Obras como el Retrato Ecuestre del Gral. Bartolomé Mitre de Ulpiano Checa, víctima de una inundación, o el Retrato de Manuel Lacasa de García del Molino, invadido por hongos, revelan de qué forma éstos actúan. Por desidia, descuido, mal- trato o intolerancia, muchos de los objetos que todavía hoy integran nuestro patrimonio artístico, ya no son los mismos y guardan en su materialidad las marcas de acciones pasadas.20 El Museo de Arte Hispanoamericano “Isaac Fernández Blanco” conserva cuidadosamente en sus depósitos algunas pie- zas que ejemplifican las acciones de la violencia y la iconoclasia. En las fichas técnicas que registran el estado de conservación de un par de ejemplares de porcelana Meissen de fines el siglo XVIII [pág. 93] –El invierno y El verano–, se lee para El Invierno: “Estado de conservación. Muy bueno”, mientras que para El verano: “Fragmentación total de las piezas. Muy malo”. La diferencia entre una y otra descripción se explica por un dato: El Verano sufrió los efectos de la onda expansiva de la bomba que sesgó en 1992 la vida de 22 personas en el atentado a la embajada de Israel en Buenos Aires. La contundencia que expresa su fragmentación supera cualquier comentario.21

20 Algunos de ellos pertenecen a museos de nuestro acervo nacional. No es nuestra intención eje- cutar una crítica indiscriminada a quienes están encargados de conservar dicho patrimonio. En el caso de los repositorios estatales seleccionados para esta muestra, sabemos positivamente sobre los esfuerzos denodados que realiza todo su personal para superar una realidad de ba- jos presupuestos para la conservación, la formación de recursos humanos y los espacios de almacenamiento. Sí lo es la de movilizar las conciencias de las autoridades gubernamentales, en particular, a fin de que se tomen las decisiones políticas necesarias para revertir esta situación. 21 La onda expansiva de la bomba destruyó gran cantidad de piezas del museo, de las cuales aproximadamente 300 fueron restauradas. El estado de destrucción que sufrió la presente hizo imposible su recuperación.

Microfotografía en la que se advierte el efecto de dos hongos en la madera de una escultura colonial sudamericana. Estos hongos producen cavidades y penetraciones dentro de la pared celular de las células de la madera provocando pudrición blanda y deterioro severo.

28 Detalle y radiografía de un Crucifijo del siglo XVIII, con intervenciones

Asimismo, otra pieza también conserva el sello de la irracionalidad de las acciones del hombre. Se trata del óleo sobre tela que representa La Anuncia- ción, atribuida a Miguel Aucell [pág. 93] de fines del siglo XVIII, proveniente del Convento de Santo Domingo de Buenos Aires. Su imagen, su capa pic- tórica y su soporte sufrieron el embate de las llamas en el incendio ocurrido durante los trágicos acontecimientos de junio de 1955, en los que la rivalidad política produjo centenas de muertos y la destrucción de piezas del patrimo- nio artístico nacional que se encontraban en iglesias de la ciudad.22 Tal como hemos intentado sostener durante todo este relato, la dimensión material del arte fue, es y seguirá siendo el espesor sobre el que se asientan el debate de las ideas y las tensiones del campo cultural en su conjunto, el soporte de lo real en el que se instalan la imaginación creativa y la violencia destructiva, aquel que habilitará las huellas de la memoria o denunciará las marcas del olvido. Y aquí apelamos nuevamente a Foucault: “El enunciado se da siempre a través de un espesor material, incluso disimu- lado, incluso si, apenas aparecido, está condenado a desvanecerse.”23 u

22 La imagen fue rescatada por el Prof. Héctor Schenone. 23 Foucault, Michel. Op. Cit., p. 168.

29 el taller como laboratorio de ideas

30 Collage sobre papel carlos alonso Mesa de trabajo 2005 150 x 150 cm

Óleo sobre tela gabriel grün Autorretrato a la manera de Holbein 2007 100 x 125 cm

31 Tres telas, acrílico, tinta, espejos, estaño, resina, papel, madera y objetos eduardo medici La lección de anatomía (anverso y detalle de reverso) 1994 200 x 150 cm

32 33 Óleo sobre tela Anónimo Batalla de Lepanto [Intercesión de la Virgen en la Batalla de Lepanto] siglo XVIII, Cuzco 226 x 260 cm

Óleo sobre tela miguel c. victorica S/T 1940 24 x 27,5 cm

34 Acrílico sobre y excediendo la tela eduardo costa Pedazo de mar 2007/2008 132 x 162 cm

Acrílico sobre y excediendo la tela eduardo costa Pedazo de tierra 2007/2008 110 x 90 cm

35 36 Cajas de Camembert, hilo, goma y madera alberto heredia Las tres Gracias 1964 28,5 x 59 x 21,5 cm

Madera tallada y vidrio, policromados y tela Anónimo Nazareno (imagen de vestir) siglo XVIII ?, Alto Perú 29 x 17 x 14,5 cm

37 De las profundidades a la superficie el carbono

Óleo sobre tela, marco tallado y dorado Anónimo Virgen Niña hilandera ca.1700, Cuzco? 107,5 x 92 cm Los estudios químicos realizados sobre esta obra en 2003 han demostrado la presencia de carbón en su base de preparación y capa pictórica

38 Grafito y témpera sobre papel lino enea spilimbergo Estudio de figura para La lucha del hombre contra los elementos de la naturaleza, mural Galerías Pacífico ca. 1945 63,5 x 49 cm

39 Grafito sobre plus blanco juan andrés videla Malvinas Argentinas (ex Londres) 2008 185 x 245 cm

40 Grafito sobre papel, montado en aluminio mariano vilela S/T 2006 120 x 120 cm

41 42 Lápiz color y lápiz 6b sobre papel Grafito y papel ignacio valdéz mariano dal verme S/T S/T (dibujo) 2006 2008 70 x 100 cm 80 x 80 cm

43 Instalación. Tres cajas teresa pereda de madera y vidrio Fragmentario impreso en serigrafía. 2004 Tierras procedentes de 45 x 61 x 17 cm. Añelo, Pcia. de Neuquén, Mitikile, Pcia. de Buenos Aires y Ojo de Agua, Pcia. de Córdoba.

44 Carbonilla sobre papel Pólvora sobre tela Anónimo tomás espina Dos figuras (atribuido Los Fusileros a Eduardo Schiaffino) o 26 de Junio de 2002 fines del siglo XIX, 2002 Buenos Aires? 160 x 200 cm 61 x 48 cm

45 Sutiles y poderosos los papeles

Acuarela sobre papel eduardo schiaffino La Jonchere 1885 21 x 28 cm

46 Óleo y acuarela sobre papel y lápiz sobre papel (reverso) carlos pellegrini Julián Guerra - retrato de un desconocido 1831 27,8 x 20,8 cm

47 Tinta sobre cartón edgardo vigo S/T [Arte correo] 1995 16 x 10 cm

48 Albúmina sobre cartón christiano junior Acuarela, tinta, carbón y Carte de visite, ca. 1870 lejía sobre papel barrilete 10 x 6 cm carlos alonso (anverso y reverso) La puerta azul. De la serie Carlos Alonso césar bizioli en el infierno. Carte de visite, ca. 1880 2005 10 x 6 cm 100 x 150 cm

49 Matriz de linóleo y estampa sobre papel, montados sobre fibrofácil alfredo benavidez bedoya Huella dígito pulgar de Paola Czyzewski 2008 44 x 58 cm y 43 x 57 cm

Estampa sobre papel y matriz de linóleo, montados sobre fibrofácil alfredo benavidez bedoya Huella dígito pulgar de Fabián Furman 2008 43 x 57 cm y 44 x 58 cm

Xilocollage sobre papel antonio berni La comunión de Ramona 1964 37 x 28 cm

50 51 52 Impresión digital, transparencias y troquelado sobre mesa de calco de dibujante ana dolores noya Ya no te veo claramente. Papel de diario recortado De la serie jorge macchi El árbol y el bosque Folha morta 2007 2005 80 x 120 x 90 cm 68 x 74 cm

53 Hilos y tramas los lienzos

Madera tallada y tela encolada, policromadas y doradas Anónimo Nazareno siglo XIX, Mendoza 129,5 x 74 x 115 cm

54 Cera modelada, seda e hilos metálicos en nicho de madera y vidrio Anónimo San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza (imágenes de vestir) fines del siglo XVIII, Perú 26 x 15 x 17 cm

Óleo sobre tela jacobo fiorini Luisa Lacasa de Suárez 1854 98 x 76,5 cm

55 Telas y acrílico luis felipe noé Guerra interna 1997 100 x 220 cm

Telas usadas en vestimenta femenina quemadas con plancha mabel temporelli Perfume de mujer I y Perfume de mujer II. De la serie Mujeres calientes 2002/2005 (respec.) 25 x 30 x 13 cm

56 Bordado sobre tela, hilos de seda, algodón, perlas, mostacillas y canutillos mónica millán Jardín de la novia 1999 86 x 43 Ø cm

57 cuerpos de madera

Esmalte sintético y aerosol, aluminio y cuentas acrílicas sobre madera alfredo londaibere S/T 1994 57 x 72 cm

58 Piezas de madera ensambladas carmelo arden quin La boule noire 1949 32,5 x 41 x 28,5 cm

Óleo, cartón, aserrín y maderas sobre tela jorge abot Tiempo de cartones I 2005 194 x 160 cm

59 Madera tallada y vidrio policromados Anónimo Señor de la Humildad y la Paciencia fines del siglo XVIII, principios del XIX, Córdoba, Argentina? 39 x 30,5 x 28 cm

60 Madera tallada y policromada Anónimo Lapacho Mascarón de proa de la jorge gamarra Goleta Esteban Palma Desprendimiento 1880, Buenos Aires 1999 88 x 34 x 26 cm 240 x 30 x 16 cm

61 Cromáticos, sólidos, brillantes los metales

Plata repujada, fundida, cincelada y en parte dorada josé martí Custodia ca. 1784, España 103 x 32 cm Marca ciudad: Bar. Punzón de platero: J. Martí. Punzón fiel contraste: Rodes, Barcelona

62 Plomo y semillas víctor grippo Vida, muerte, resurrección 1980 50 x 120 x 80 cm

Chapa y pigmentos sobre madera keneth kemble Paisaje suburbano 1960 180 x 100 cm

63 Óleo sobre chapa pintada en ambas caras Óleo sobre cobre inciso Anónimo y repujado Santa Mónica- Anónimo Crucifixión con dos santos San Francisco de Paula [Señor de Praga] mediados del siglo XVIII, 1797, Potosí Juli?, Perú 13 x 12 cm 31 x 23,5 cm

64 Esmalte sobre hierro benito quinquela martín Motivo de puerto 1946 88 x 68 cm La técnica de esmalte Plata cincelada cocido elegida por el Anónimo artista cobra significación El ministro ingles Jorge al contrastarla con una Canning leyenda que éste pretendía s/d acompañara la obra, la que 95 x 40 x 40 cm indicaba: “se puede tocar”

65 De las canteras al mar piedras, arena, vidrio y sal

Madera policromada, piedras y metal mariana schapiro Ramo de piedras 2006 120 x 25 x 23 cm c/u

66 Piedra de Huamanga (Perú), tallada y policromada Anónimos Guerrero con León (Hércules o Sansón ?) fines del siglo XVIII 19,5 x 27 x 7,5 cm

Hombre del altiplano fines del siglo XVIII, principios del XIX 27 x 8 x 5 cm

Mujer del altiplano con niño siglo XIX 27 x 8 x 5 cm

67 Madera policromada, Acrílico y arena metal, arena, caña e hilo sobre tela juan andrés videla carlos gorriarena San Jorge y el dragón Es muy urgente esperar 1996 2005 109,5 x 46 x 20,5 cm 149 x 89 cm

68 Madera tallada y policromada y vidrio Masilla epoxi, vidrio, manuel díaz metal y esmalte sintético Cabeza de Santo sobre MDF Dominico (imagen beto de volder de vestir) S/T fines del siglo XVIII, 1994 principios del XIX 50 x 50 cm 25 x 23 x 19 cm

69 La atracción por lo primordial el agua

Plexiglass, agua y luz gyula kosice Mensaje del agua móvil 1972 163 x 163 x 87 cm

70 Fotografía color nicolás garcía uriburu Coloración Plaza Congreso. Buenos Aires 1983 80 x 100 cm

Vidrio, agua coloreada, corcho, papel y tinta nicolás garcía uriburu Coloración Uriburu. 500 años de polución. Río de la Plata, Dock 3, 24-10-92 1992 29 x 7 cm

71 Madera, vidrio, bronce, tanza y vaselina sebastián gordín Aguanieve 2006 72 x 57 x 62 cm

Vidrio y agua coloreada marcela mouján Tres totoras. De la serie Clepsidras 2004 157 x 35 x 35 cm

72 Video andrea juan Proyecto Antártida III, Metano 2006/2007

Toma directa de la construcción de hielo realizada en el Bosque de Banff, Provincia de Alberta, Canadá paula senderowicz Transient shelter (refugio temporario) 2006 70 x 100 cm

73 huellas de lo vital en el cuerpo de las imágenes

Pasta, vidrio, pelo natural, Pasta, vidrio, pelo natural, tela de seda bordada y plata tela de seda bordada y plata Anónimo Anónimo San José (imagen de vestir) Virgen María (imagen de vestir) mediados del siglo XIX, mediados del siglo XIX, Bolivia Bolivia 44,5 x 18 x 18,5 cm 43,5 x 18 x 19 cm

74 Cabellos procesados y teñidos de la Sra. Luisa Lacasa de Suárez y de Don Francisco Suárez y Villoldo, pigmentos, vidrio y madera rosendo mendizábal Paisaje con iglesia 1854 33 x 39 cm La materialidad de esta obra se vincula con el personaje retratado post mortem en un daguerrotipo del mismo año y en el cuadro pintado por Jacobo Fiorini a partir del daguerrotipo. Ambos forman parte de esta exposición.

Dibujo bordado con cabellos sobre papel Tissue agustina pesci S/T. De la serie Maniobras 2007 20 x 15 cm

75 Miniatura sobre marfil j. f. goulú Retrato de Mercedes Balcarce y San Martín siglo XIX 5,3 x 6,3 cm

Madera, hueso de pollo, restos de muñeco y basura alberto heredia Caja Camembert 1962 32 x 17,5 x 5,3 cm

76 Madera, hueso y neón luis fernando benedit Consumo 2002 120 x 100 cm

77 Matambre y acrílico cristina piffer Chacho Peñaloza y Francisco Ramírez. De la Serie Perder la cabeza 1998 38 x 38 cm c/u

78 Ahumados, chacinados y resinas sobre madera mondongo Paisaje 2003 75 x 150 x 5 cm

Collage con excrementos de aves sobre estampa del Juicio final de Peter Brueghel león ferrari Juicio final 1992 29,5 x 38,5 cm

79 Arte, ciencia y tecnología los materiales sintéticos

Acrílico maría juana heras velasco A los revolucionarios de la primera hora Malevich, Rodchenko, Lissitzky, Tatlin, Gabo y Pevsner 1973 150 x 50 x 50 cm

80 Olla metálica, resina epoxi, fideos (dedalitos), acrílico, anafe y madera pablo suárez Sopa de pobre 2003 36 x 60 x 40 cm

81 82 Óleo y acrílico sobre tela Resina y madera felipe pino norberto gómez Para la historia Orgánico 2007 1977 135 x 95 cm 80 x 130 x 30 cm

83 Esmalte sintético y fotos sobre tocadiscos marcelo pombo Tocadiscos 1986 30 x 40 x 40 cm

Masilla epoxi sobre poliestireno expandido y óleo martin di paola Qué feliz que soy con mi galle preferida 1997 92 Ø x 32 cm

84 Poliuretano, alambre y plástico león ferrari S/T 2006 200 x 75 x 80 cm

85 Actores inmateriales la luz y el sonido

Metal, acrílico, neón y cuero Madera, aluminio y luz dalila puzzovio julio le parc Dalila Doble plataforma Búsquedas visuales 1972 1966 90 x 90 x 30 cm 82 x 50 x 25 cm

86 87 Copia heliográfica león ferrari Espectadores recíprocos 1981 86 x 110 cm

Toma directa de acción sobre papel arturo aguiar La cocina del artista 2006 110 x 108 cm

88 Tejido con cuentas de acrílico facetadas encastrables y luz fría román vitali S/T 2006 120 y 60 x 4 Ø cm

89 La dimensión material entre la memoria y el olvido

Óleo sobre cobre Anónimo Santa Rosa de Lima [El Niño Jesús se le aparece a Santa Rosa de Lima mientras borda] siglo XVIII, Lima? 34 x 27,5 cm (arriba: detalle)

90 91 Radiografía de la obra Óleo sobre tela Santiago Matamoros Anónimo que muestra la presencia Santiago Matamoros de un repinte por el primera mitad del siglo cual la espada del Santo XVIII, España? aparecía en orientación 145 x 106 cm contraria a la original.

92 Porcelana de Meissen (Alemania) policromada con aplicaciones y relieves Anónimo El invierno mediados del siglo XIX 36,8 x 25 x 18 cm

Óleo sobre tela Restos de un grupo de miguel aucell figuras de porcelana (Atribuido a) de Meissen (Alemania) Anunciación policromada con siglo XIX, Buenos Aires. aplicaciones y relieves 211 x 160 cm Anónimo Esta obra proviene del El verano Convento de Santo Do- mediados del siglo XIX mingo de Buenos Aires. Esta pieza fue destruida Su iconografía resulta hoy por la onda expansiva de casi imperceptible debido la bomba detonada contra al gran deterioro sufrido la Embajada de Israel en en su capa pictórica por Buenos Aires, en 1992. los incendios de 1955.

93 listado de obras exhibidas

anónimos Hispanoamericano Porcelana de Meissen (Perú), tallada y “Isaac Fernández Blanco” (Alemania) policromada policromada Batalla de Lepanto con aplicaciones y relieves 19,5 x 27 x 7,5 cm [Intercesión de la Virgen Cinco pares de manos 36,8 x 25 x 18 cm Museo de Arte en la Batalla de Lepanto], (de imágenes de vestir Museo de Arte Hispanoamericano “Isaac siglo XVIII, Cuzco perdidas), siglos XVIII-XIX Hispanoamericano Fernandez Blanco” Óleo sobre tela Madera tallada y “Isaac Fernández Blanco” 226 x 260 cm policromada Hombre del Altiplano, Complejo Museográfico Medidas variables El verano, mediados del fines del siglo XVIII - Provincial “Enrique Museo de Arte siglo XIX principios del XIX Udaondo”, Luján Hispanoamericano Restos de un grupo de Piedra de Huamanga “Isaac Fernández Blanco” figuras de porcelana (Perú), tallada y Cristo, siglo XVII, Perú de Meissen (Alemania) policromada Dos figuras (Atribuido a Madera tallada con restos policromada con 27 x 8 x 5 cm Eduardo Schiaffino), fines aplicaciones y relieves de policromía Museo de Arte 38,5 x 38,5 x 7 cm del siglo XIX, Buenos Museo de Arte Hispanoamericano “Isaac Museo de Arte Aires? Hispanoamericano Fernández Blanco” Hispanoamericano Carbonilla sobre papel “Isaac Fernández Blanco” “Isaac Fernández Blanco” 61 x 48 cm El ministro inglés Jorge Mujer del Altiplano con Colección Fundación Canning, s/d niño, siglo XIX Crucifijo, siglo XVIII, Mundo Nuevo Plata cincelada Piedra de Huamanga Santa Fé? 95 x 40 x 40 cm Madera dorada y Ejecutoria otorgada por Museo Histórico (Perú), tallada y policromada con Fernando VI a don Juan Nacional policromada intervenciones posteriores Agustín Cachurro Fidoblo, 27 x 8 x 5 cm 65 x 45 x 14 cm 1756, Madrid Escultura ecuestre del Museo de Arte Colección particular Papel y pergamino General José de San Hispanoamericano “Isaac manuscritos e Martín, s/d Fernández Blanco” Crucifijo, siglo XVIII, Alto iluminados, 21 fls Bronce Lienzo hexapartito Perú (Bolivia) 31 x 21,6 x 1,8 cm 45 x 49,5 cm recortable, fines del siglo Plomo fundido y Museo de Arte Museo Histórico Nacional XVIII, Cuzco policromado, madera Hispanoamericano Óleo sobre tela tallada, metal cincelado y “Isaac Fernández Blanco” Guerrero con León 123 x 75 cm filigranado y pelo natural (Hércules o Sansón?), Museo de Arte 38 x 20,5 x 5 cm El invierno, mediados del fines del siglo XVIII Hispanoamericano Museo de Arte siglo XIX Piedra de Huamanga “Isaac Fernández Blanco”

95 Luisa Lacasa de Suárez, 7 x 4,9 cm (imágenes de vestir), Santa monja dominica 1854, Buenos Aires Colección particular fines del siglo XVIII, Perú (Santa Inés de Daguerrotipo 1/6 de placa Cera modelada, seda e Montepulciano?), siglo Museo de Arte Relicario, siglo XVII, hilos metálicos XIX?, Córdoba, Argentina? Hispanoamericano España En nichos de madera y Madera tallada y latón “Isaac Fernández Blanco” Plata forjada, fundida y vidrio de 26 x 15 x 17 cm moldeado, policromados cincelada, vidrio, cartón Museo de Arte 27 x 9,5 x 6,5 cm Manos de Benito recortado y acuarelado, Hispanoamericano Museo de Arte Quinquela Martín, 1942 pergamino acuarelado, “Isaac Fernández Blanco” Hispanoamericano Fotografía perlas y huesos de Donación Mabel y María “Isaac Fernández Blanco” Museo de Bellas Artes reliquias Castellano Fotheringham de la Boca “Benito 16,2 x 11,1 x 1 cm Santa Rosa de Lima Quinquela Martín” Museo de Arte San Joaquín, siglo XIX, [El Niño Jesús se le Hispanoamericano Bolivia o Perú? aparece a Santa Rosa Mascarón de proa de la “Isaac Fernández Blanco” Escayola, tela encolada, de Lima mientras borda], Goleta Esteban Palma, cardón seco siglo XVIII, Lima? 1880, Buenos Aires Sagrario o Retablo portátil Óleo sobre cobre Madera tallada y [Pinturas al óleo de dos 61 x 26 x 21 cm Museo de Arte 34 x 27,5 cm policromada santos evangelistas y dos Complejo Museográfico 88 x 34 x 26 cm ángeles], siglo XVIII, Alto Hispanoamericano “Isaac Fernández Blanco” Provincial “Enrique Museo de Bellas Artes Perú (Bolivia) Udaondo”, Luján de la Boca “Benito Madera tallada, sobredorada y San José (imagen de Quinquela Martín” Santiago Matamoros, policromada vestir), mediados del primera mitad del siglo Mercedes Balcarce 56 x 35,5 x 23 cm siglo XIX, Bolivia XVIII, España? y San Martín, 1861 Museo de Arte Pasta, vidrio, pelo natural, Óleo sobre tela Mármol Hispanoamericano tela de seda bordada y 145 x 106 cm 67 x 48 x 31 cm “Isaac Fernández Blanco” plata Museo de Arte Museo Histórico Nacional 44,5 x 18 x 18,5 cm Hispanoamericano San Francisco de Asís Museo de Arte “Isaac Fernández Blanco” Nazareno, siglo XIX, (imagen de vestir), 1863, Hispanoamericano Mendoza Bolivia “Isaac Fernández Blanco” Señor de la Humildad y la Madera tallada y tela Madera tallada, pasta Paciencia, fines del siglo encolada con policromía modelada y vidrio Virgen María (imagen de XVIII, principios del XIX, y dorado policromados, terciopelo vestir), mediados del siglo 129,5 x 74 x 115 cm y galones de hilos Córdoba, Argentina? XIX, Bolivia Madera tallada y vidrio Museo de Arte metálicos Pasta, vidrio, pelo natural, 74,5 x 29 x 21,5 cm policromados Hispanoamericano tela de seda bordada “Isaac Fernández Blanco” Museo de Arte 39 x 30,5 x 28 cm y plata Hispanoamericano Museo de Arte 43,5 x 18 x 19 cm Nazareno (imagen “Isaac Fernández Blanco” Hispanoamericano Museo de Arte de vestir), siglo XVIII?, “Isaac Fernández Blanco” Hispanoamericano Alto Perú San Francisco de Paula, “Isaac Fernández Blanco” Madera tallada y vidrio, mediados del siglo XVIII, Tarjeta, fines del siglo XIX policromados y tela Juli?, Perú Papel impreso montado 29 x 17 x 14,5 cm Óleo sobre cobre inciso Santa Mónica-Crucifixión sobre cartón troquelado, Museo de Arte y repujado con dos santos [Señor 15,5 x 15 x 10, 5 cm Hispanoamericano 31 x 23,5 cm de Praga], 1797, Potosí Colección Mabel y María “Isaac Fernández Blanco” Museo de Arte Óleo sobre chapa pintada Castellano Fotheringham Hispanoamericano en ambas caras Nuestra Señora del “Isaac Fernández Blanco” 13 x 12 cm Tarjeta, fines del siglo XIX Destierro [Huída a Egipto], Complejo Museográfico Papel impreso montado 1820, México San Isidro Labrador y Provincial “Enrique sobre cartón troquelado, Grabado Santa María de la Cabeza Udaondo”, Luján 18 x 11 x 12, 7 cm

96 Colección Mabel y María Óleo sobre tela, marco marcela astorga antonio berni Castellano Fotheringham tallado y dorado S/T, 2007 La comunión de Ramona, 107,5 x 92 cm Instalación de cuero 1964 Textil incaico con tocapus, Museo de Arte vacuno y hierro Xilocollage sobre papel ca. siglo XVI, Perú Hispanoamericano 300 x 50 x 25 cm 37 x 28 cm Fibras orgánicas naturales “Isaac Fernández Blanco” Colección del artista Colección Fundación teñidas Mundo Nuevo 30 x 18 cm jorge abot miguel aucell Colección Leontina (Atribuido a) césar bizioli Tiempo de cartones I, Etchelecu Anunciación, siglo XIX, 2005 Carte de visite, ca. 1880 Buenos Aires Albúmina sobre cartón Torso de una Virgen o Óleo, cartón, aserrín Proviene del Convento 10 x 6 cm Santa (imagen de vestir), y maderas sobre tela de Santo Domingo de Colección Luis Priamo 1772, Noroeste argentino 194 x 160 cm Buenos Aires Madera tallada y Colección del artista Óleo sobre tela juan manuel blanes policromada 211 x 160 cm Gaucho, mediados 33,5 x 31,5 x 17 cm arturo aguiar Museo de Arte Museo de Arte del siglo XIX La cocina del artista, 2006 Hispanoamericano Hispanoamericano Óleo sobre tabla Toma directa de acción “Isaac Fernández Blanco” “Isaac Fernández Blanco” 33 x 26 cm sobre papel Museo de Arte 110 x 108 cm sergio avello Virgen de Cocharcas Hispanoamericano Chorreado, 2003 (fragmento), segunda Colección Fundación OSDE “Isaac Fernández Blanco” Madera y goma mitad del siglo XVIII, 260 x 30 cm Cocharcas o Ayacucho?, antonio l. cantón Colección Ignacio Liprandi Perú aldanondo Carte de visite, ca. 1895 Óleo sobre cobre Albúmina sobre cartón Carte de visite, ca. 1865 alfredo benavidez 20,5 x 17,5 cm 10 x 6 cm Albúmina sobre cartón bedoya Museo de Arte 10 x 6 cm Colección Luis Priamo Huella dígito pulgar Hispanoamericano Colección Luis Priamo “Isaac Fernández Blanco” de Fabián Furman, 2008 ulpiano checa Estampa sobre papel carlos alonso Retrato ecuestre del 43 x 57 cm Virgen de Copacabana General Bartolomé Mitre, La puerta azul. De la serie y matriz de linóleo (imagen de vestir), siglo 1906 Carlos Alonso cromatizada montada XIX, Copacabana?, Bolivia Óleo sobre tela en el infierno, 2005 sobre fibrofácil de Madera, papel, pasta y 105 x 84,5 cm Acuarela, tinta, carbón y 44 x 58 cm pelo de hilos de seda Complejo Museográfico lejía sobre papel barrilete Colección del artista 19 x 7,5 x 4,5 cm Provincial «Enrique Museo de Arte 100 x 150 cm Udaondo», Luján Hispanoamericano Galería Ro Huella dígito pulgar de Paola Czyzewski, 2008 “Isaac Fernández Blanco” Mesa de trabajo, 2005 pío collivadino Collage sobre papel Estampa sobre papel 43 x 57 cm y matriz de Santa María de la Paz, Virgen de Montserrat, 150 x 150 cm linóleo cromatizada 1898 segunda mitad del siglo Colección Fundación montada sobre fibrofácil Óleo sobre tela XVIII, Goa, India y Mundo Nuevo Portugal? de 44 x 58 cm 111 x 85,5 cm Colección del artista Colección Universidad Marfil y madera tallados carmelo arden quin 39,5 x 23 x 22,5 cm Nacional de Lomas Museo de Arte La boule noire, 1949 luis fernando de Zamora Hispanoamericano Piezas de madera benedit “Isaac Fernández Blanco” ensambladas Consumo, 2002 nora correas 32,5 x 41 x 28,5 cm Madera, hueso y neón 1 + 1 = 1, 2003 Virgen Niña hilandera, MALBA - Colección 120 x 100 cm Hierro, aluminio, madera ca.1700, Cuzco? Costantini Colección del artista y lingam de cemento

97 152 x 139 x 127 martín de pretis Flotante II, 1988 S/T, 2006 Galería Maman Fine Art Poliuretano, alambre Retrato de la Sra. Poliester reforzado y plástico Francisca Silveyra 124 x 72 x 41 cm eduardo costa 200 x 75 x 80 cm de Ibarrola, 1794 Colección particular Colección Alicia y León Pedazo de mar, Miniatura sobre marfil Ferrari 2007/2008 6 x 6,2 cm roberto elía Acrílico sobre y Una tarde con la hija Museo Histórico jacobo fiorini excediendo la tela Nacional de George Bataille, s/d 132 x 162 cm Caja de madera y trenza Luisa Lacasa de Suárez, 1854 Faria & Associates beto de volder de cabello Fine Art, Nueva York 10 x 106 x 10 cm Óleo sobre tela S/T, 1994 98 x 76,5 cm Colección Ignacio Pedazo de tierra, Masilla epoxi, vidrio, Museo de Arte Liprandi 2007/2008 metal y esmalte sintético Hispanoamericano Acrílico sobre y sobre MDF “Isaac Fernández Blanco” tomás espina excediendo la tela 50 x 50 cm 110 x 90 cm Colección Gustavo Los Fusileros o 26 de Junio claudia fontes de 2002, 2002 Faria & Associates Bruzzone Julieta Capuleto, 1995 Fine Art, Nueva York Pólvora sobre tela Jabón blanco, mármol juan del prete 160 x 200 cm de Carrara y agua mariano dal verme Colección Banco Ciudad Collage-textura, 1961 120 x 80 x 40 cm S/T (dibujo), 2008 Vidrio, cuerdas, tela Colección Ignacio león ferrari Grafito y papel y chapas Liprandi 80 x 80 cm 105 x 72 cm Espectadores recíprocos, Colección del artista Galería Maman Fine Art 1981 ana gallardo Copia heliográfica Material descartable, eugenio daneri Composición, 1963 86 x 110 cm 2000/2008 Los jubilados, 1946 Telas sobre cartón Colección Alicia y León Instalación con materia Óleo sobre tela 34 x 46 cm Ferrari orgánica (perejil) 80 x 85 cm Colección Fundación Medidas variables Museo Provincial de Mundo Nuevo Estudio para Percanta, Bellas Artes “Rosa 1977 jorge gamarra Galisteo de Rodríguez”, Acero inoxidable manuel díaz Cilindro mineral, 2004 Santa Fe 80 x 50 x 50 cm Cabeza de Santo Granito gris mara Colección Alicia Dominico (imagen 95 x 46 x 23 cm y León Ferrari marina de caro de vestir), fines del siglo Colección del artista S/T, 2006 XVIII, principios del XIX Cincel II, 2005 Cabeza de lana y pintura Juicio final, 1992 Granito Madera tallada y y lana sobre papel Collage con excrementos 140 x 12 x 12 cm policromada y vidrio 180 x 150 cm de aves sobre estampa Colección Fundación 25 x 23 x 19 cm Colección Ignacio del Juicio final de Peter OSDE Museo de Arte Liprandi Brueghel Hispanoamericano 29,5 x 38,5 cm Desprendimiento, 1999 martín di paola “Isaac Fernández Blanco” Colección Alicia y León Lapacho Ferrari 240 x 30 x 16 cm Qué feliz que soy con juan carlos mi galle preferida, 1997 Colección del artista distéfano Masilla epoxi sobre Nosotros no sabíamos, poliestireno expandido Dibujo preparatorio 1976 fernando garcía y óleo para Flotante, 1988 Papel de diario sobre papel del molino 92 Ø x 32 cm Tinta sobre papel 25,5 x 21 cm Retrato de Manuel Lacasa, Colección Gustavo 34,9 x 24,8 cm Colección Alicia y León 1845 Bruzzone Colección particular Ferrari Óleo sobre tela

98 49,5 x 66 cm 149 x 89 cm Rodchenko, Lissitzky, Albúmina sobre cartón Museo Histórico Colección particular Tatlin, Gabo y Pevsner, 10 x 6 cm Nacional 1973 Colección Luis Priamo j. f. goulú Acrílico nicolás garcía Ojo izquierdo del General 150 x 50 x 50 cm keneth kemble uriburu Manuel Belgrano, siglo XIX Colección particular Paisaje suburbano, 1960 Coloración Plaza Congreso. Miniatura sobre marfil Chapa y pigmentos Buenos Aires, 1983 2,4 x 3,4 cm alberto heredia sobre madera Fotografía color Museo Histórico Caja Camembert, 1962 180 x 100 cm 80 x 100 cm Nacional Madera, hueso de pollo, Colección Ignacio Colección Fundación Donación Carlos Vega restos de muñeco y Liprandi García Uriburu Belgrano basura 32 x 17,5 x 5,3 cm gyula kosice Coloración Uriburu. 500 Retrato de Mercedes Colección Ignacio Mensaje del agua móvil, años de polución. Río de Balcarce y San Martín, Liprandi 1972 la Plata, Dock 3, 24-10-92, siglo XIX Plexiglass, agua y luz 1992 Miniatura sobre marfil Las tres Gracias, 1964 163 x 163 x 87 cm Vidrio, agua coloreada, 5,3 x 6,3 cm Cajas de Camembert, Colección Banco Ciudad corcho, papel y tinta Museo Histórico hilo, goma y madera 29 x 7 cm Nacional 28,5 x 59 x 21,5 cm benito laren Colección Fundación Donación de los Galería Maman Fine Art Larenitas, 1987 García Uriburu herederos de Federico Chapa, vidrio y esmalte Terrero De la serie sintético norberto gómez Amordazamientos, 27 x 27 cm Orgánico, 1977 víctor grippo ca. 1973 Colección Gustavo Resina y madera Vida, muerte, resurrección, Madera, yeso, tela Bruzzone 80 x 130 x 30 cm 1980 y acrílico 56 x 21 x 20 cm Galería Maman Fine Art Plomo y semillas julio le parc 50 x 120 x 80 cm Colección Ana Espinosa Búsquedas visuales, 1966 federico gonzález Colección Ignacio Madera, aluminio y luz e ingrid sinzinger Liprandi carlos herrera 82 x 50 x 25 cm Amore (homenaje a María 8.05 Av. Independencia Colección Banco Ciudad y Boedo,… y péguele gabriel grün Callas), 2006 Video. Televisor, fuerte…, 2005 Autorretrato a la manera marcelo lo pinto Látex y deshechos. de Holbein, 2007 reproductor de DVD Retablo Herético: Monocopia, grabado Óleo sobre tela 50 x 50 x 50 cm “El hambre”, 2001 directo del piso 100 x 125 cm Colección Fundación OSDE Óleo, dorado a la hoja 90 x 100 cm Colección del artista enio iommi sobre collage de papel Colección Fundación Forma espacial, 1959 de diario, montado sobre OSDE Aluminio y mármol miguel harte madera 100 x 80 x 20 cm La mosca, 1991? 110 x 100 cm sebastián gordín Mesa de aglomerado, Colección del artista Colección del artista Aguanieve, 2006 resina epoxi, poliéster Madera, vidrio, bronce, y moscas andrea juan alfredo londaibere tanza y vaselina 65 x 116 x 60 cm Proyecto Antártida III, S/T, 1994 72 x 57 x 62 cm Colección Gustavo Metano, 2006/2007 Esmalte sintético y Colección Orly Benzacar Bruzzone Video. Duración: 8 aerosol, aluminio minutos y cuentas acrílicas carlos gorriarena maría juana heras Colección del artista sobre madera Es muy urgente esperar, velasco 57 x 72 cm 2005 A los revolucionarios de la christiano junior Colección Gustavo Acrílico y arena sobre tela primera hora Malevich, Carte de visite, ca. 1870 Bruzzone

99 jorge macchi mostacillas y canutillos procedentes de Añelo, benito quinquela Folha morta, 2005 86 x 43 Ø cm provincia de Neuquén, martín Papel de diario recortado Colección del artista Mitikile, provincia de Motivo de puerto, 1946 68 x 74 cm Buenos Aires, y Ojo Esmalte sobre hierro Colección Esteban mondongo de Agua, provincia de 88 x 68 cm Tedesco Paisaje, 2003 Córdoba. Museo de Bellas Artes Ahumados, chacinados 45 x 61 x 17 cm c/u de la Boca “Benito josé martí y resinas sobre madera Colección del artista Quinquela Martín” Custodia, ca. 1784, España 75 x 150 x 5 cm mariana schapiro Plata repujada, fundida, Galería Maman Fine Art agustina pesci Giros, volteretas y cincelada y en parte S/T. De la serie marcela mouján cabriolas, 2006 dorada Maniobras, 2007 Marca ciudad: Bar, Tres totoras. De la serie Madera y metal Dibujo bordado con Punzón de platero: Clepsidras, 2004 85 x 150 x 100 cm cabellos sobre papel J. Martí. Punzón fiel Vidrio y agua coloreada Colección Fundación OSDE Tissue contraste: Rodes, 157 x 35 x 35 cm Barcelona, 103 x 32 cm Colección Sofia y 20 x 15 cm Ramo de piedras, 2006 Museo de Arte Horacio Areco Colección del artista Madera policromada, Hispanoamericano piedras y metal “Isaac Fernández Blanco” luis felipe noé cristina piffer 120 x 25 x 23 cm Guerra interna, 1997 Chacho Peñaloza y Colección Ernesto Pesce eduardo medici Telas y acrílico Francisco Ramírez. Ramo de piedras, 2006 La lección de anatomía, 100 x 220 cm De la Serie Perder la Madera policromada, 1994 Colección del artista cabeza, 1998 piedras y metal Tres telas, acrílico, tinta, Matambre y acrílico 120 x 25 x 23 cm espejos, estaño, resina, ana dolores noya 38 x 38 cm c/u Colección particular papel, madera y objetos Ya no te veo claramente. Colección Ignacio 200 x 150 cm De la serie El árbol Liprandi eduardo schiaffino Colección del artista y el bosque, 2007 La Jonchere, 1885 Impresión digital, felipe pino juan melé transparencias y Acuarela sobre papel Para la historia, 2007 S/T, 2000 troquelado sobre mesa 21 x 28 cm Papel gofrado de calco de dibujante Óleo y acrílico sobre tela Colección Fundación 25 x 25 cm 80 x 120 x 90 cm 135 x 95 cm Mundo Nuevo Colección del artista Colección del artista Colección del artista rosendo mendizábal carlos pellegrini cristina schiavi Paisaje con iglesia, 1854 Julián Guerra-Retrato marcelo pombo Te invito, 1993 Cabellos procesados y de un desconocido Tocadiscos, 1986 Polímeros sintéticos teñidos de la Sra. Luisa (dorso), 1831 Esmalte sintético y fotos 156 x 60 x 60 cm Lacasa de Suárez y de Óleo y acuarela sobre sobre tocadiscos Colección Gustavo Bruzzone Don Francisco Suárez papel y lápiz sobre papel 30 x 40 x 40 cm y Villoldo, pigmentos, (respect.) Colección Gustavo vidrio y madera 27,8 x 20,8 cm paula senderowicz Bruzzone 33 x 39 cm Museo de Arte Transient shelter (Refugio Museo de Arte Hispanoamericano dalila puzzovio temporario), 2006 Hispanoamericano “Isaac Fernández Blanco” Toma directa de la “Isaac Fernández Blanco” Dalila Doble plataforma, construcción de hielo teresa pereda 1972 realizada en el Bosque mónica millán Fragmentario, 2004 Metal, acrílico, neón de Banff, provincia de Jardín de la novia, 1999 Instalación. Tres cajas de y cuero Alberta, Canadá Bordado sobre tela, hilos madera y vidrio impreso 90 x 90 x 30 cm 70 x 100 cm de seda, algodón, perlas, en serigrafía. Tierras Colección del artista Colección del artista

100 juan sorrentino S/T, 2006 Grafito sobre papel, d.r. munaiz y Cuadros sonoros robados, Lápiz color y lápiz 6b montado en aluminio millana sobre papel 2005 120 x 120 cm Manual de 70 x 100 cm Bastidor blanco, altavoz, Colección Fundación curiosidades artísticas y Colección Victoria Pereyra sistema de audio y OSDE entretenimientos útiles, y Gianni Campochiaro grabación Segunda parte, Madrid, román vitali Imprenta de D. E. 60 x 44 cm y 83,5 x 66 cm miguel c. victorica Colección de artista S/T, 2006 Aguado, 1833 S/T, 1940 Tejido con cuentas Colección Gabriela Óleo sobre tela lino enea de acrílico facetadas Siracusano 24 x 27,5 cm spilimbergo encastrables y luz fría Colección particular Estudio de figura para 120 y 60 x 4 Ø cm materiales y La lucha del hombre juan andrés videla Colección del artista contra los elementos de la herramientas Los faros, 1994 naturaleza, mural Galerías pedro zonza briano Madera, metal, cuero, Pacífico, ca.1945 Cinco frascos de vidrio resina epoxi y luces Cabeza femenina, 1911 Grafito y témpera sobre con pigmentos molidos, Música original: Ángel Cera papel una losa de vidrio, un López 30 x 25 x 24 cm mortero de porcelana, 63,5 x 49 cm 48 x 68 x 42 cm Colección particular una paleta con pigmentos Colección particular Colección del artista Propiedad de Gabriel Cuaderno de notas, Malvinas Argentinas libros Grün 1919/1920 (ex Londres), 2008 16 x 9,5 cm Grafito sobre plus blanco j. barbéry Herramientas de Colección Fundación 185 x 245 cm laboratorio, pigmentos, Recueil Choisi Spilimbergo Colección Gilberto resinas e imágenes d´importants Secrets, y Rosa Sandretto digitales de ilustraciones pablo suárez Recettes et procédés. de añil y Palo Brasil D´une application Sopa de pobre, 2003 San Jorge y el dragón, journalière dans Olla metálica, resina 1996 Herramientas y l´économie domestique epoxi, fideos (dedalitos), Madera policromada, materiales de taller et industrielle, , acrílico, anafe y madera metal, arena, caña e hilo Propiedad de Juan Imprimerie Chaix, 1891 36 x 60 x 40 cm 109,5 x 46 x 20,5 cm Andrés Videla Galería Maman Fine Art Colección particular Colección Gabriela Siracusano Paleta, 100 x 70 cm Onda roja, 2007 Propiedad de Felipe Pino mabel temporelli Film paul marcoy Perfume de mujer I y Realización: Juan Andrés Paleta, espátula, pincel y Perfume de mujer II. De la Videla con música L´Amerique du Sud serie Mujeres calientes, de Franco Bachiatto, l´océan Pacifique a frascos con pigmentos de 2002/2005 (respec.) Duración: 4´ 19´´ l´océan Atlantique. París, Benito Quinquela Martín Telas usadas en Colección del artista Librairie de L. Hachette, Museo de Bellas Artes vestimenta femenina 1869. de la Boca “Benito quemadas con plancha edgardo a. vigo Colección Museo de Arte Quinquela Martín” 25 x 30 x 13 cm S/T [Arte correo], 1995 Hispanoamericano “Isaac Colección del artista Tinta sobre cartón Fernández Blanco” 16 x 10 cm videos ignacio valdez Colección Gustavo bernardo montón S/T, 2006 Bruzzone Secretos de Artes Liberales federico gonzález e Lápiz sobre papel y Mecánicas, 1758 ingrid sinzinger 70 x 100 cm mariano vilela Colección Héctor He estado, registro de Colección del artista S/T, 2006 Schenone proceso de grabado

101 poli nardi Microfotografías varias Juan Carlos Distéfano. de cortes estratigráficos Una escultura en poliéster, y detalles de Retrato 1992 de Dama (Félix Rebol), Chacareros (Antonio Berni), y Santa María de registros la Paz (Pío Collivadino) fotográficos Imágenes digitales científicos realizadas en TAREA-UNSAM Corte estratigráfico de El Créditos fotográficos: Coronelazo, Autorretrato Néstor Barrio, Fernando (David Alfaro Sequeiros), Marte 1945, Museo Nacional de Arte, Instituto Nacional Toma reflectográfica de Bellas Artes, México de Santa María de la Paz Créditos: Eumelia (Pío Collivadino) Hernández, Sandra Imagen digital realizada Zetina, Elsa Arroyo. en TAREA-UNSAM Laboratorio de Crédito fotográfico: diagnóstico de obras Daniel Saulino y de arte Alejandra Gómez

Microfotografía de hongos Chaetomium globosum Kunze y Nigrospora sphaerica (Sacc.) Mason en madera Imagen digital realizada en el Departamento de Química Orgánica, FCEN, UBA Crédito fotográfico: Alejandra Fazio

Microfotografías varias de cortes estratigráficos de Ángel arcabucero (Matheo Pisarro), Salomón (Marcos Zapata), Virgen Niña Hilandera (Anónimo), Batalla de Lepanto (Anónimo) Imágenes digitales realizadas en el Departamento de Química Orgánica, FCEN, UBA Créditos fotográficos: Alicia Seldes, Marta Maier, Blanca Gómez, Daniela Parera

102 créditos fotográficos de obras reproducidas

Soledad Abot Glenz (pág. 59), Oscar Balducci (pág. 35), Gustavo Barugel (pág. 40), Patricio Bosch (pág. 52), César Cardarella (pág. 80), Hernán Castro y Martín Gómez Álzaga (pág. 38), Juan Cavallero (pág. 61 der., 66), José Cristelli (pág. 49), Duarte & Fucci (pág. 56), Gabriel Grün (pág. 31), Andrea Juan (pág. 73), Federico Lo Bianco (pág. 32, 33, 39, 43, 44, 48, 57, 58, 84, 61 izq., 65 der., 69 izq., 68 izq., 72 der.), Gustavo Lowry (pág. 6, 41, 42, 68 der., 85, 88 abajo), Daniel Mazza (pág. 34, 50, 86, 91), Otilio Moraleja (pág. 70, 87), Agustina Pesci (pág. 75), Patricio Pueyrredón (pág. 37, 79 arriba, 83), Gabriel Reig (pág. 27, 31, 36, 37, 45, 46, 47, 51, 54, 55, 60, 62, 63, 64 der., 65 izq., 67, 69 der., 71, 72 izq., 74, 75, 76, 78, 92, 93), Michel Riehl (pág. 44 arriba), Adrián Rocha Novoa (pág. 88), Pedro Roth (pág. 56 arriba, 82), Paula Senderowicz (pág. 73 abajo), Gustavo Sosa Pinilla (pág. 77, 81), Román Vitali (pág. 89), Fábio Del Re - Vivafoto (pág. 53)

103 Siracusano, Gabriela Las entrañas del arte : un relato material. - 1a ed. - Buenos Aires : Fund. OSDE, 2008. 104 p. : il. ; 22x15 cm.

ISBN 978-987-9358-33-7

1. Catálogo de Arte. I. Título CDD 708

Fecha de catalogación: 04/09/2008